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Breve Historia de Las Haciendas de Los Religiosos Camilos en Lima

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Breve historia de las Haciendas de los Religiosos Camilos en Lima

Por: Ricardo Iván Vértiz OsoresMagister en Antropología.

Una Fundación en la Ciudad de los Reyes(1709 – 1730)

1. Los primero misioneros Camilianos

Un 1 de junio de 1666, el P. Andrés Sicli, natural de Palermo, antigua capital del Reino de Sicilia, de espíritu emprendedor, salió del puerto de Cádiz, España, después de obtener la licencia del P. General de la Orden, hacia las tierras del nuevo mundo. Proveyéndose de una imagen de la Virgen de Loreto y un cuadro que hizo pintar “representando la visión que tuvo San Felipe Neri: los ángeles sugiriendo a los Hijos de Camilo de Lelis palabras consoladoras para animar a los moribundos” navegó en el Atlántico tres meses en la galera “Nuestra Señora de la O”, culminando su viaje en Puerto Rico, después se dirigió a Veracruz, para luego encaminar por el recto sendero a muchas almas extraviadas y convertir a muchos infieles. Recorrió Puebla de los Ángeles, Guadalupe y México. Al estar en esa ciudad, el virrey le facilitó un grupo de indios con el propósito de ayudarlo en su ardua empresa de evangelizador. Años más tarde, emprende el viaje hacia la gran Colombia a través del mar; cansado por el viaje, decidió quedarse en el primer pueblo que encontró a su paso, se trataba de Guayaquil. De este modo, entró al Perú por Paititi, convirtió a mucha gente, más tarde estuvo hospedado en Trujillo y después de unos años de vida apostólica llegó a Lima. Convivió con mucha gente pobre, asistió a muchos enfermos hasta el punto de contagiarse, razón por la cual, retorna a Cádiz. Murió el 1 de julio de 1694 en el convento de Santa Cruz de los Padres Dominicos, Viana de Portugal.

El ejemplo del P. Sicli motivó a otros Religiosos de la Orden, destacándose entre ellos el P. Bolbodeo Carami, a continuar las misiones en aquel nuevo mundo que Cristóbal Colón había descubierto. Sin vacilar, el P. Carami presentó en 1704 a la Consulta General un memorial en el que se pedía licencia para trasladarse a las Indias a recoger limosnas. Cabe la salvedad, que para 1700 Los ministros de los enfermos, como eran llamados oficialmente dentro de la “Religión”, no tenían al fundador entre los Santos y además se hallaban escasos de recursos a fin de proceder en la causa de su beatificación y canonización. Fue así, como el P. Carami en forma generosa y voluntaria emprende esta aventura a los 32 años. Por diversas circunstancias, tuvo que esperar dos años más para lograr embarcarse. En 1706 el Marques de Villa Rocha lo nombró su capellán personal, y gracias a él, pudo llegar a Panamá. En Centro América recaudó más de lo suficiente para empezar el proceso de beatificación. Sin embargo, animado por su celo apostólico en la conversión de los indios, se embarcó en un navío para Paita y de allí viajó por tierra a Lima a donde llegó en enero de 1709.

A inicios del S. XVIII Lima contaba cerca de 40 mil habitantes cuya población estaba dividida en españoles, constituían la clase superior, criollos, mestizos y negros esclavos. Era la metrópoli más importante de todo el territorio de América del Sur, capital del Virreinato del Perú. Durante este siglo se crearán nuevos Virreinatos. En el Perú, el virrey gozaba de autoridad absoluta como representante del Rey de España; tenía jurisdicción política, judicial, militar y económica y en lo religioso el privilegio del Vice-Patronato. Muchas congregaciones religiosas habían llegado a Lima con el propósito de “cristianizar a los impíos”. Conventos y monasterios albergaban más de 2.150 religiosos y 3.860 monjas. Los religiosos eran Dominicos, Agustinos, Franciscanos, Jesuitas,

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Hermanos de San Juan de Dios, Betlemitas, Mercedarios. Oratorianos; vivían de sus rentas, haciendas, fincas y muchos bienes, situándose de esta manera en las altas esferas sociales.

El P. Carami entró a Lima por una de las “7 puertas de la Ciudad” llevando puesto un hábito con una cruz roja en el pecho suscitando curiosidad entre la gente, pero también el “sentido de devoción. Pidió asilo a la Comunidad del Oratorio de San Felipe Neri, el abad lo acogió con “sincera caridad religiosa” siendo tratado como uno de los hermanos durante los dos años hasta conseguir su propio albergue. Entretanto, auxiliaba a los moribundos y hacía propaganda de su Orden. En 1710 escribió una carta por el agradecimiento de los hermanos del Oratorio al P. General, como también para darle cuentas de su ministerio, asimismo de la importancia de las personas que han contribuido con las colaboraciones en las limosnas de un peso cada una para la beatificación del Fundador. Muchos ciudadanos empezaron a manifestarle el deseo de una fundación de su Orden en Lima para gozar de tan provechoso y necesario ministerio.

La Capilla de la Buenamuerte1.

El P. Carami se hizo conocido por su labor ministerial, y motivado por muchas personas, sacerdotes, decidió fundar la “Religión para los moribundos y desconsolados”. La providencia hizo que un sacerdote Antonio Velarde Bustamante admirado por la obra del P. Carami, donara unas casitas que tenía en la esquina de la calle Rufas (actualmente Jr. Ancash) que va al convento de Santa Clara. El Padre las aceptó agradecido; y siendo dueño con registros públicos de fecha 31 de octubre de 1710 se trasladó a vivir a una de ellas. Al poco tiempo, construyó una capilla u oratorio de 17 x 7 varas y 5 de alto; es decir 14,26 x 5,75m y 4,05 de alto, con su pequeña sacristía y atrio. Se la dedicó a la Virgen, y gracias a una devota que donó una imagen, el Padre consiguió que la capilla llevara como título: La Capilla de la Virgen de la Buenamuerte o del Tránsito (también se la conoce como la Virgen de la Asunción). La inauguró el 14 de agosto de 1712 con la participación del Señor Provisor de la Curia y con el beneplácito del nuevo Virrey, don Diego Ladrón de Guevara. El 5 de octubre de 1716 el P. Carami recibe en el puerto del Callao a dos padres españoles de la Orden: Juan Muñoz de la Plaza y Juan Fernández. Con estos tres religiosos se constituye la primera comunidad.

Comienzos de una Fundación.(1730 – 1745)

Los tres religiosos trabajaron incesantemente “día y noche asistiendo a los enfermos, moribundos de toda la ciudad”. Este servicio que hacían les hizo adquirir el apelativo de los “Padres Agonizantes, Moribundos, Padres de la Buenamuerte”. Compromiso infatigable que el virrey admiraba. Esto provocó la generosidad de varios ciudadanos que sin demora alguna, ni presión por parte de los padres ofrecieron sus bienes para la fundación y mantenimiento de la comunidad. El primer bienhechor, anteriormente citado, fue el P. Antonio Velarde Bustamante, antes de morir dejó con testimonio en fecha 26 de setiembre de 1718 la administración al P. Muñoz su albacea y a la comunidad de la Buenamuerte única y universal heredera de las cinco casas y callejón que poseía en la misma calle Rufas y de todos sus bienes, con la “obligación de 4 misas cantadas y 9 rezadas cada año; murió el 19 de agosto de 1719 y enterrado en las catacumbas de la capilla. Asimismo, una señora doña María Valverde, que murió en 1732, dejó con testamento una casa y 5 fanegadas de tierra en el pueblo de Santa Inés (a seis leguas de Lima) con la obligación de una misa cantada cada año. Con estas donaciones la Comunidad se vio provista de rentas más, y con la

1 P. Virgilio Grandi, El Convento de la Buenamuerte, 275 años de Presencia de los Padres Camilos en Lima, Bogotá 1985. Pág. 9.

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llegada de otros padres y hermanos de España se consolidó. Ahora faltaba el reconocimiento legal, ya que en ese entonces el Rey de España gozaba del privilegio de Patronato sobre la Iglesia.No fue fácil conseguir esta licencia, los padres tuvieron que hacer una y otra cosa a fin de lograr el permiso de una fundación en Lima. Sin embargo, fue el 1 de marzo de 1735 cuando el Rey firmó la cédula con que: “por el seguro provecho que testigos de toda excepción reconocen en la puntual asistencia de los Religiosos a los enfermos… a los pobre de la plebe”2 concedió su real licencia para la “transformación del hospicio en Convento o Casa formal con todos los derechos y privilegios que le competen y todas las exenciones de que goza la Orden”. Una vez concluida la fundación del Convento de la Buenamuerte con la llegada de la Real Cédula a Lima, el 5 de julio de 1736 se obtuvo el permiso de la Real Audiencia para la ejecución. “Los Padres Agonizantes de la Buenamuerte fueron los últimos de la Órdenes Religiosas en abrir residencias en el Virreinato y fundar Convento”.

Tras la muerte del P. Carami el 30 de enero de 1733 a los 62 años de edad, los religiosos continuaron promoviendo el desarrollo de la fundación de la Orden; y con esto lograron que el P. Provincial de España nombrase, con todas las facultades de la Consulta General, el 12 de marzo de 1735 al P. Muñoz Vice Provincial para las casas que se fundaran en América. Fue así que la Consulta General del 6 de octubre de 1736 otorgase la autorización para recibir a candidatos para la Orden, y de este modo a la admisión para el Noviciado, Profesión como también establecer fundaciones en otros lugares del Virreinato. Por esta razón, la Provincia de España envió a 4 religiosos más: el P. Martín de Andrés Pérez lector en Teología; el P. Manuel Antecha lector en Artes; el P. Juan Martínez Lázaro y el clérigo Bartolomé Verges. Religiosos cuya misión no era más que dedicarse a la formación de los nuevos candidatos a la vida religiosa. Conforme pasaban los años, la comunidad incrementaba sus huéspedes como también sus gastos: “Para ello había que procurar a la comunidad rentas suficientes, porque las que tenían eran escasas”. En efecto, todos los Conventos poseían fincas y haciendas, siendo las más grandes las comunidades de los Jesuitas (por la región sur), Agustinos (por la región norte) y los Franciscanos (por la región centro) para asegurar y sacar su sustento conveniente, sin ser de peso absolutamente para nadie”3.

Una Hacienda para el progreso.

Para 1739 el P. Martín de Andrés Pérez fue nombrado superior del Convento, mientras que P. Muñoz continuaba como Vice Provincial. La necesidad de buscar solvencia para mantenerse era una de las preocupaciones de la comunidad. En efecto, el P. Pérez con previsora solicitud, al ofrecerse una ocasión, quiso dotar la Casa de una hacienda. Desde luego, se presentó la noticia de que el presbítero Antonio Salazar: “quiere vender una hacienda situada en el valle de Cañete, de buen fundo y sustancia aunque al presente está desaviada y eriaza; ocasión buena que no se ofreciera quizás la coniectura en adelante”. Entonces el Capítulo de la Casa del 26 de noviembre de 1739 estableció hacer diligencias y tomar informes secretos4. Al año siguiente, teniendo los informes y también después de una inspección del P. Superior con el P. Montalvo, facultados por el Capítulo local trataron la compra, nombrando taxadores de una y otra parte. Al fin, el 14 de enero de 1741 la Comunidad compró las tierras de la hacienda de “La Quebrada”, antiguamente llamada San Juan de Capistrano, en el valle de Cañete a 26 leguas de Lima, con todos los esclavos, aperos y ganados al precio de 50 mil pesos, rebajados a 12 mil por donación entre vivos del vendedor a los Padres y el resto a pagar con la pensión de dos censos5. En nombre de la Comunidad tomó posesión de la hacienda el P. Montalvo el 15 de enero de 1741. Pronto surgieron pleitos por retractación del

2 Arch. CBM, doc. 100. Archivo general del Convento de la Buena Muerte en adelante CBM3 Arch. CBM, doc. 742, & 5.21 – 23, & 7 h. 31-332, y doc. 1217, 2136.4 Arch. CBM; libro de los Capítulos, h. 25 Arch. CBM doc. 842. La hacienda “La Quebrada” se extendía en conjunto por más de un kilómetro y medio cuadrado.

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referido don Antonio Salazar y apelaciones varias contra autos del tribunal hasta la sentencia de 9 de diciembre de 1744 por la Real Audiencia. Esta hacienda se extendía por 230 fanegadas de tierra para el cultivo de caña de azúcar con su trapiche, pero estaba desprovista de todo lo necesario, por no decirlo en total abandono. En vista de ello, “los padres se pusieron con todo empeño a mejorarla aplicando a ella no sólo la mayor parte de entrada por ofrenda o limosna, sino corriendo a censo o interés crecidas cantidades, porque en ella consiste el total alivio de esta Casa”6.La hacienda poseía 150 esclavos entre adultos y pequeños, y en una de las cartas del P. Montalvo se dice: “en este país los jornaleros han de ser negros esclavos propios”7. Por eso fue preciso y forzoso comprar varios esclavos para que vivieran y trabajaran en la hacienda. El Rey mismo el 3 de setiembre de 1747 promulgó una Cédula con que concedía a las haciendas de Cañete que trabajasen esclavos negros8. De alguna manera, los padres supieron llevar adelante la hacienda con la mano de obra de los esclavos, un trabajo recompensado, aunque no se especifica el jornal pagado, sin embargo, se les suministraba en mercancías y vivienda para cada familia. Es más, según el P. Pérez escribió “un reglamento para el cristiano gobierno de los esclavos”.

Admirable Progreso(1745 – 1770)

Puesto que la necesidad de sostener los gastos de una comunidad que aumentaba cada año y de hacer frente a los costos fuertes para la construcción del Convento e Iglesia llevó a mejorar la hacienda de Cañete “por la gran seguridad que daría sus réditos a la casa” y aceptar fincas, viviendas aunque con cargos de Capellanía, de misas, de buenas memorias para sacar con arrendamientos algunas rentas. Para entonces, la hacienda se encontraba abandonada, se la tenía que ponerla a producir y para mejorarla fue preciso hacer varios gastos en trabajos de acequias, en modernización de herramientas en provisión de utensilios, en construcción de oficinas, de almacenes, de trapiches, de habitaciones, en compra de ganado y en particular en compra de negros para la mano de obra. El aumento fue gradual, en 1746 los negros eran 150, en 1754 aumentaron a 200 y en 1760 fueron 250.

En 1755 para asegurar el agua a la hacienda y así librarse de pleitos con otros hacendados, se compraron algunas tierras del Cabildo, llamadas “Imperial” en Hualcará y se construyó una grande caja de acequia y los riesgos correspondientes.

En 1762 el Capítulo de la Casa decidió comprar otra hacienda en Cañete, llamada “Casablanca”, que estaba en venta, por lindar con “La Quebrada” y ser muy conveniente para su crecimiento económico. Se firmó la escritura de compra el 11 de septiembre de 1762 por 400 mil pesos de plata (38 mil de contado y lo demás en diferente tiempo y manera). Esta hacienda medía 320 fanegadas, era más grande que la precedente. Asimismo se tomó posesión “por traspaso de tres vidas” de 30 de fanegadas al Puerto de Cerro Azul con obligaciones varias hacia el Convento de San Francisco de Cañete9.

Para estas compras y para poner en auge la producción, que estas tierras prometían, fue necesario correr a censo por muchos miles de pesos. La conducción y la administración de todo ese complejo de posesiones exigieron el empleo de varias personas. El padre Montalvo se puso al frente de la administración y su hiperintendencia en las haciendas y unos hermanos legos (personas civiles que se incorporaban a la comunidad en calidad de laicos) para ayudar. Además hubo la necesidad de poner en cada hacienda un mayordomo que dirigiese la distribución de los trabajos y vigilase

6 Ibid.7 Arch. CBM, Libro de Legatos, h. 69, h. 514.8 Ibid.9 CBM ib. Libro de los legatos: hacienda. La hacienda Casablanca se extendía por más de 2 km y 300 metros cuadrados.

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todo el manejo. Debemos tener en cuenta que los padres tomaron muy en serio las necesidades espirituales y físicas de todos los trabajadores y residentes en las haciendas. Se construyó para La Quebrada una capilla que se convirtió en Iglesia. Para ello el P. Pérez en 1748 pidió licencia para colocar el Santísimo, enterrar a los muertos de la hacienda y reconocer el privilegio de administrar los sacramentos, sin consultar al párroco, para distar del pueblo una legua10.

También se dotó a la hacienda de Casablanca con una Capilla acogedora. Los domingos, además de la misa, se daba a los negros la instrucción en la fe con asistencia obligatoria (una especie de catequesis). Por otro lado, se cultivó mucho entre ellos el canto y la música tanto que el coro de las haciendas de los Padres de la Buenamuerte logró fama y aplauso entre las otras haciendas que en total sumaban seis en total11. Asimismo, los Padres, conforme al espíritu de su Instituto se preocuparon por la salud física. Hicieron dos pequeñas enfermerías en las dos haciendas (las más grandes de todo el valle). En La Quebrada se construyó una enfermería general, un verdadero hospital llamado “San Leandro” donde se atendían todos los enfermos de ambos sexos, hasta el punto de curarlos, o en el caso hasta cuando fallecían. Pues no sólo se atendían los enfermos de las haciendas, sino también de todo el pueblo de Cañete y a los pasajeros que padecían enfermedad. Esto en virtud de un contrato que el Cabildo hizo con los Padres, entregándoles algunas tierras de la Comunidad civil, llamadas “El Paso” para ayuda del hospital12.

Las dos haciendas más grandes de la Orden.(1770 – 1809)

Después de haber visto el proceso que hizo la Comunidad para constituirse como una fundación religiosa en una ciudad del nuevo continente y luego lograr su propia autonomía con sus propiedades, sus chacras, fincas, casas, y haciendas en un valle netamente productivo de insumos para la fabricación del azúcar y todo sus derivados, el ron, el aguardiente, etc. Veremos con más detalle la transformación de las dos grandes haciendas “La Quebrada” y “Casablanca”.

Hacienda CASABLANCA.

Estas tierras pertenecieron a la cultura de Pachacamac, luego al ser conquistada por los incas, éstas fueron utilizadas como almacenes de los pescadores. A fines del siglo XVII el Pbro. Don Pedro Rodríguez Maldonado, quien en setiembre de 1697 la enajenó al capitán Francisco Hurtado García de Paredes, español nacido en la Villa de Paesa, lugar ubicado a tres leguas de Madrid 13, su precio no se específica, pues el testimonio de la viuda de Hurtado sólo se rige a la extensión de las tierras. Casablanca tenía 106 ½ fanegadas de tierras. Francisco Hurtado como hacendado en el valle de Cañete, lleva a cabo una política expansionista comprando tierras en favor de Casablanca, las cuales se van agregando a su propiedad como se demuestra en el siguiente cuadro:

Compras de tierras por el hacendado de Casablanca.

6 fanegadas a Juan Sánchez de León10 fanegadas a Juana Durán (con Molino)59 fanegadas a Juan Caballero Fernández.

10 CBM doc. 2904.11 Archivo del arzobispado de Lima. Lejo 3, n. 60.12 CBM. doc. 746, p 9 y 45; doc. 1445.13 CBM. doc. 2867.

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En el testamento de la Viuda de Hurtado para 1724 la hacienda Casablanca debía tener “300 fanegadas” un aproximado. Es decir, Hurtado sólo en 25 años en que tuvo la hacienda, ésta aumentó 2 veces de lo normal en las transacciones de compra-venta de tierras en el Perú colonial, en varias de ellas sólo se aceptaron censos y capellanías, reconociéndose capital en el papel y pagándose intereses. Al morir Francisco Hurtado, como es lógico todo sus bienes pasó a manos de su esposa doña Constancia Gonzales Cabeza, quien al no poder administrar tan grande hacienda, decidió venderla en 1724 al corregidor de Cañete, don Agustín de Landaburu y Goycochea. Casablanca fue vendida en 49. 000 pesos pero descontando 19.320 pesos de plata por censo y capellanías, de modo que Landaburu pagó 29.689 pesos de plata como lo reconoció tal heredera. Su precio es conforme a la cantidad de tierra que tiene en su extensión “300 fanegadas”, además un molino, herramientas, varias en mal estado por el poco uso, ganada caballar y vacuno, olivares, lomas de pastos de pastos y apenas 15 esclavos, la gran mayoría viejos.

A partir de 1724 Agustín de Landaburu inicia el despegue económico de Casablanca, realizando cuantiosas inversiones en esclavos e infraestructura. Fallecido este último hacendado, su viuda María Pérez de Rivera y su hijo, don Agustín de Landaburu y Pérez fueron quienes vendieron la hacienda a los Padres de la Buenamuerte, su precio ya se mencionó anteriormente, el 11 de septiembre de 1762.De este modo, la Orden ingresa en poder de la hacienda en una coyuntura favorable para la economía azucarera acentuando la política de inversiones, sobre todo en su infraestructura: construcción de galpones y trapiches, cercamiento de terrenos, compra de recuas de mulas y burros, esclavos, etc. Para la fecha “el cultivo de trigo se reemplazó con el de caña de azúcar; para entonces vinieron los negros del África”14. La Orden desarrolla una política de consolidación y constante aumento de esclavos, cambios en la infraestructura cañera y, para ello, necesitó de fuertes inversiones, más adelante tratare este aspecto. Y al término del siglo XVIII y comienzos del XIX la cantidad de esclavos de las haciendas era la siguiente:

Casablanca La QuebradaHombres Mujeres Hombres Mujeres Total

Casados 60 67 78 79 284Solteros 91 17 80 45 233Párvulos 39 42 69 79 229Viudos 5 27 7 38 77Total 195 153 234 241 823

La Orden estaba bien provista de esclavos, además de contar con un gran contingente de esclavos solteros en edad de trabajo excelente, y también se tenía una reserva de mano de obra esclava 229 entre niños y niñas. En cuanto a esclavos viejos que generalmente son los viudos y viudas, apenas contaba con un 8 % de total, no era tan relevante. Esta estadística lo utilizaré para ambas haciendas, ya que no tengo un estudio muy detallado de la cantidad de esclavos, válgame la salvedad. Sin embargo, la hacienda La Quebrada, es la que tiene el mayor número de esclavos de todo el valle de Cañete: 475. Pues, si consideramos un promedio de 300 pesos de plata por cada uno de ellos, llegaríamos a un resultado excedente a 246.900 pesos de plata que la Orden invirtió en la compra de los esclavos. Sin duda, estas dos haciendas fueron las más grandes, por no decirlo, en su tiempo, de toda la costa peruana, más aún con una considerable cantidad de esclavos, con capacidad de trabajo, y por ende de producción, que bajo la administración de los sacerdotes sirvió para el mantenimiento de la Orden, y también para enviar a Roma, a la Consulta general, dinero a fin de procurar el proceso de beatificación de Camilo de Lelis.

Grandes Inversiones y Préstamos14 CBM. doc. 842.

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La Orden una vez provista de la mano de obra, no dudó en abastecerse en animales de carga y de arado. Las mulas, los burros le servían para trasportar el azúcar producido en las haciendas hasta el convento y desde allí distribuir a todo Lima. Asimismo los animales se utilizaban para el trabajo en el interior de las haciendas. Si hacemos un cálculo aproximado según los archivos de lo que la Orden invirtió sólo en mulas y borricos entre 1787 y 1801, saldrá como resultado la suma de 11.559 pesos de plata. Más aún si le sumamos el excedente que la Orden compró en 1787, 72 mulas, generando un costo de 2.016 pesos más. Posteriormente en octubre del 1793 se compró más mulas, esto es para ejemplificar las inversiones de la Orden en casi 20 años. Así como hubo una inversión, la Orden recibió entre 1790 y 1797 la suma de 96.458 pesos de plata en censos y Capellanías. Esto significaba también pagar las deudas a otros acreedores como es el caso de Bartolomé Sánchez y doña Beatriz de Garay en un total de 14.400 pesos. Fueron años de auge que duró hasta después de la declaración de la Independencia de la República del Perú en 1821.

La mayor producción de Azúcar.

Como se mencionó, los esclavos estuvieron destinados en su mayoría al cultivo de la caña y su conversión en panes de azúcar, producto que era enviado en las acémilas a Lima para ser vendidas, y desde allí trasportarla por mar a Chile y en algunas oportunidades a Panamá. La mayor preocupación de los Padres fue la producción de azúcar, designando, como se ha visto a los religiosos más idóneos para su administración. Para la producción de azúcar, las haciendas estaban muy bien equiparadas y se tenía una variedad de secciones como la casa de paylas, casa de purga, casa del sol, hornos para las panelas, almacenes, trapiches, etc. En todas las secciones trabajaban los esclavos dirigidos por gente mestiza o blanca. Asimismo se contrataba a herreros, carpinteros, albañiles para ver algunos incidentes domésticos. Ahora veamos el siguiente cuadro del total de producción de azúcar.

Producción de AzúcarCasablanca – La Quebrada

1792 25.556 arrobas1793 22.556 arrobas1794 30.371 arrobas1795 29.529 arrobas1796 28.732 arrobas1797 32.444 arrobas1800 35. 891 arrobas.

El levantamiento de esclavos de La Quebrada 1809

Como era de esperarse, así como los padres crearon una estrecha relación paternalista con sus esclavos, como aquellos amos que cuidan de sus siervos, los mayordomos usando tal autoridad de los padres usaban la violencia con los esclavos que se escapaban de la hacienda. Al ser capturados otra vez, se les daba azotes y se disminuía su ración. De alguna manera, este fue el pretexto para que los esclavos se sublevaran y haya repercusiones en Lima. Precisamente, este levantamiento se dará en marzo de 1809. Los esclavos estaban preparados a la lucha en defensa de sus derechos por los tantos abusos y maltratos en apaleamiento, baja en la dieta alimenticia, y la protesta por el cambio de personal (causantes de sus rebeldías). En la hacienda había dos mayordomos civiles, quienes maltrataban a los esclavos a tal punto de criarse gusanos en las heridas por el exceso de

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azotes y púas que propinaban sin medida. Este fue el detonante para el levantamiento de los esclavos. Fueron 16 esclavos y 12 esclavas que salieron de La Quebrada a caballo hacia Lima para pedir a los sacerdotes el urgente cambio de los mayordomos abusivos y se les restituya la ración. Esta revuelta fue unánime, pero aun así la guardia del virrey los detuvo y les metieron más azotes de los esperados. Enterado el Superior del Convento, envió una carta al virrey, pidiendo la entrega de sus esclavos para “darle una buena corrección”. Finalmente el virrey accede a su petición, y suelta a los esclavos. Este levantamiento de La Quebrada conmocionó a todo el valle de Cañete, que bajo las instrucciones del P. Gonzales se dio castigo a los mayordomos.

Crisis y desavenencias.(1809 – 1901)

Después del levantamiento de 1809, los Padres contrataron a otros mayordomos, para que estén a cargo de las haciendas. Por otra parte, empezaron a dar algunos cambios en el interior de la comunidad de la Buenamuerte de Lima, nuevos superiores, ecónomo, capellanes, etc. Eso hizo que se dejará de lado la administración de las haciendas y con ello, que los mayordomos hagan lo que se les dé en gana con los esclavos y con la producción de azúcar. Es también la época donde los republicanos comienzan a levantarse contra los españoles, sobre todo contra el virrey. Empieza la era de la Independencia del Perú. Esto afecta también a la producción de las haciendas. El azúcar se reemplaza con el algodón y otros sembríos. La comunidad entra en crisis.

Una Comunidad en Crisis.

El incremento de las deudas fueron tales que la Comunidad no podía solventar tantos gastos. En 1824, después de la proclamación de San Martin, la Comunidad tenía una deuda de 759.479 pesos de plata; censos anuales por mesada de 21.901 pesos; censos de fincas de 3.114 pesos, misas rezadas 1.975 pesos y cantadas 222. Por esa razón, no tuvieron opción de arrendar las haciendas al sr. Narciso Colina por tres generaciones (con solicitud del gobierno). Este sr Narciso tendrá a cargo las haciendas hasta después de 1854, cuando Ramón Castilla declara la abolición definitiva de la esclavitud. Esto genera un malestar en las haciendas de la Comunidad, pero se tiene que acatar las normas de la nueva República y liberar a más de 478 esclavos. Es muy larga la lista de los esclavos para añadir a esta monografía. En 1882 la Comunidad tiene un nuevo arrendatario se trata del Sr. Enrique Swayne. Trascribo el texto del contrato dado en agosto del mismo año15:

Señor Secretario:

Sirvase el extender en su registro de escritura públicas una por la que conste como por una parte el Reverendo P. Prefecto de la Comunidad Manuel Villar en representación y con autorización de ella y por otra el Sr. Don Enrique Swayne hemos celebrado un control de escritura con el objeto y bajo condiciones siguientes:

1er.- El objeto de este contrato dan las Haciendas denominadas “Casablanca” y “La Quebrada” y las chacras “Chilcal” “Cerro Azul” sitas en el valle de Cañete de propiedad del Convento.2do.- El término será 10 años desde la fecha en que se firme la presente escritura.3er.- La merced conductiva será de 15 mil soles de plata al año pagaderos por mensualidades.

15 Arch.CBM doc. 830.

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4to.- Los arrendatarios se comprometen a que todas las mejoras que se han hecho y que en adelante se hicieren, queden a beneficio del fundo así movibles como inamovibles.5to.- Todas las contribuciones existentes y que en adelante se impusieren por parte del gobierno o de cualquiera otra autoridad son de la obligación de arrendatario.6to.- Los propietarios no reconocen traspase de ninguna clase.7to.- El prelado podrá inspeccionar por sí o por otro religioso nombrado por la comunidad y podrá inventariar las existencias que existen y han existido.8va.- El arrendatario esta solo obligado a abonar las cantidades expresadas de manera que cualquier adelanto o cantidad extraordinaria que abonen al prefecto queda obligado el arrendatario obligado a cobrar al convento.9na.- El arrendatario entregará mensualmente al convento ocho quintales de azúcar y ocho barriles de ron y 50 soles de plata para la fiesta del patriarca como así mismo dos quintales de cera.11va.- El arrendatario se obliga a proporcionar habitación para 2 religiosos en convalecencia.12va.- El gesto de esta escritura como el testimonio en forma que entregaran para el archivo del Convento de la Buenamuerte de cuenta de los escribanos.

A partir de la fecha, los Swayne toman las riendas de las haciendas, hacen arreglos, construyen casas, se dedicaran después al cultivo de los viñedos, producirán vino, algodón y cultivarán caña de azúcar.

Finalmente la comunidad por las tantas deudas que adquirió, vendió las haciendas a estos señores, para pagar todo lo que se había acumulado a partir de las luchas independentistas y tributos a la Nación.

Referencias Bibliográficas.

Grandi, Virgilio, El convento de la Buenamuerte, 275 años de presencia de los Padres Camilos en Lima, Ministros de los enfermos, Bogotá 1985.

Orden de los Ministros de los Enfermos: Archivo General del Convento de la Buena Muerte que data de 1700.