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Debates sobre las independencias iberoamericanas Manuel Chust y José Antonio Serrano (Eds,)

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Debates sobre lasindependencias iberoamericanas

Manuel Chust y

José Antonio Serrano (Eds,)

Page 2: Briss 3071101073318644370

Estudios AHILA de HistoriaLatinoamericana N-" 3

Editor General de AHILA:

Manuel Chust

Estudios AHILA de HistoriaLattnoamericana es la continuaclon

de Cuadernos de Historia Latinoamericana

Asociación de Historiadores Latinoam ericanistts Europ eos

DEBATESSOBRE LAS INDEPENDENCIAS

IBEROAMERICANAS

Manuel Chust y José Antonio Serrano(Eds.)

AH ILA I T}EI\OAMEI\I(]ANA - VEIVUERT 2OO7

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Estudios AHILA de HistoriaLatinoamericana N-" 3

Editor General de AHILA:

Manuel Chust

Estudios AHILA de HistoriaLattnoamericana es la continuaclon

de Cuadernos de Historia Latinoamericana

Asociación de Historiadores Latinoam ericanistts Europ eos

DEBATESSOBRE LAS INDEPENDENCIAS

IBEROAMERICANAS

Manuel Chust y José Antonio Serrano(Eds.)

AH ILA I T}EI\OAMEI\I(]ANA - VEIVUERT 2OO7

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Bibliographic information published by Die Deutsche Nationalbibliothek.Die Deutsche Nationalbibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie;detailed bibliographic dara are available on the Internet et <hrtp://dnb.ddb.de>.

Reservados todos los derechos

O AHILA, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos

wwwahila.nl

O Iberoamericana, 2007

Amor de Dios , 1, - E-28014 MadridTel.: +34 91 429 35 22

Fax: +34 91 429 53 97

ínfo @lbero am e r i c analib ro s . c o n1

www. ib ero-arnericana. net

O Vervuert,2}}7Wielandstr. 40 - D-60318 Frankfurt am MainTel.: +49 69 597 46 17

Fax: +49 69 597 87 43

info @ib ero americanalibros. c omwww. ibero-americana. net

ISBN 97 8-84-8489 -317 -2 (Iberoamericana)

ISBN 97 8-3-86527 -349-9 (Vervuert)

Depósito Legal: M. 24.972-2007

Cubierta: Marcelo Alfaro

Impreso en España por Imprenta Fareso, S. A.The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

INDICE

un debate actual, una revisión necesaria[vIuruel chust calero y José Antonio serrano

L:t suerra de independencia en la historiogr afta argentina( )dtriel Di Meglio

Y Uruguay

Itrlio Sánchez Gómez

I ,r lr istori ografia sobre lau n;r re novación temáticaNir/r,r R. Areces

independenc ta paraguaya. propuestas para

I .r irrrlcpendencia del peru. Balance de( .',ll'/rrs Ottntreras

la histo nografia contemporánea gg

27

47

81

I ,r rrrtlcprendencia de ChileI It'¡,tt r I ro San Francisco

119

A lrrlt'pcrrclóncia do Brasir. (Jm balango da produgáo historiográfical( r ('nt('

l,,,tr, lr,tttlo (). Pinrcttta 143

I ,,,., l)t'()t't.ri.s rlc ilrclc¡rcnclencia en losI t t,tr t il I,trt'ltttttt I ;crtt,itttlr,:

países andinos: Ecuador y Bolivia 15g

l,r n¡tlt.l)(.ntlt.rtt-i:t',r't tl,l, tr'llt llistril-it-lrIt ttt,ttttlt, A l,tt líttt:

tlr'l Nt¡cv() l\cir. dc ()raracra. Estado de la repre-

( )ttrttirtt201

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Reservados todos los derechos

O AHILA, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos

wwwahila.nl

O Iberoamericana, 2007

Amor de Dios , 1, - E-28014 MadridTel.: +34 91 429 35 22

Fax: +34 91 429 53 97

ínfo @lbero am e r i c analib ro s . c o n1

www. ib ero-arnericana. net

O Vervuert,2}}7Wielandstr. 40 - D-60318 Frankfurt am MainTel.: +49 69 597 46 17

Fax: +49 69 597 87 43

info @ib ero americanalibros. c omwww. ibero-americana. net

ISBN 97 8-84-8489 -317 -2 (Iberoamericana)

ISBN 97 8-3-86527 -349-9 (Vervuert)

Depósito Legal: M. 24.972-2007

Cubierta: Marcelo Alfaro

Impreso en España por Imprenta Fareso, S. A.The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

INDICE

un debate actual, una revisión necesaria[vIuruel chust calero y José Antonio serrano

L:t suerra de independencia en la historiogr afta argentina( )dtriel Di Meglio

Y Uruguay

Itrlio Sánchez Gómez

I ,r lr istori ografia sobre lau n;r re novación temáticaNir/r,r R. Areces

independenc ta paraguaya. propuestas para

I .r irrrlcpendencia del peru. Balance de( .',ll'/rrs Ottntreras

la histo nografia contemporánea gg

27

47

81

I ,r rrrtlcprendencia de ChileI It'¡,tt r I ro San Francisco

119

A lrrlt'pcrrclóncia do Brasir. (Jm balango da produgáo historiográfical( r ('nt('

l,,,tr, lr,tttlo (). Pinrcttta 143

I ,,,., l)t'()t't.ri.s rlc ilrclc¡rcnclencia en losI t t,tr t il I,trt'ltttttt I ;crtt,itttlr,:

países andinos: Ecuador y Bolivia 15g

l,r n¡tlt.l)(.ntlt.rtt-i:t',r't tl,l, tr'llt llistril-it-lrIt ttt,ttttlt, A l,tt líttt:

tlr'l Nt¡cv() l\cir. dc ()raracra. Estado de la repre-

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Histor iografia e independencia en Ven ezuelaInés Quintero

221

La independencia en Guatemala y El Salvador: una nueva visión sobrelos actores ................... 237XiomanAvendaño Rojas

De la independencia nacional a los procesos autonomistas novohis-panosr bdance de la historiografri reciente 255Afredo Ávita yVirginia Cuedea

Bibliogrefra general 277

UN DEBATEACTUAL,UNA REVISTÓN NECESARIA*

Manuel Chust CaleroUniversitat Jaume L Castellón

José Antonio SerranoEl Colegio de Michoamn

Tiene el lector ante sí la primera recopilación sobre la historiografia de

las independencias iberoamericanas que se ha escrito en las dos últimas déca-

das, fruto de la predisposición y esfuerzo de este grupo de historiadores e

historiadoras que se han brindado a esta, sin duda, ardua ta¡ea.Trabajo dificilque, en ocasiones, ha sido especialmente problemático por la dificultad que

ellos mismos expresan en sus textos.No es un tema fácil, tanto por su enorme literatura como por su carga

emotiva, política e ideológica. No obstante creemos que es muy pertinenteel ofrecer al lector un estado de la cuestión sobre los estudios de las indepen-dencias en toda Iberoamérica.

Particularmente, nos es muy grato presentar al lector este monográfico.Y,en especial, porque gracias a los autores y autoras ha sido posible reunir en esta

* Este estudio fornra parte del proyecto de investigación de la Fundación Carolinaoll:rci:r los llicentcnarios. Los procesos de independencia en lberoamérica¡.

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Histor iografia e independencia en Ven ezuelaInés Quintero

221

La independencia en Guatemala y El Salvador: una nueva visión sobrelos actores ................... 237XiomanAvendaño Rojas

De la independencia nacional a los procesos autonomistas novohis-panosr bdance de la historiografri reciente 255Afredo Ávita yVirginia Cuedea

Bibliogrefra general 277

UN DEBATEACTUAL,UNA REVISTÓN NECESARIA*

Manuel Chust CaleroUniversitat Jaume L Castellón

José Antonio SerranoEl Colegio de Michoamn

Tiene el lector ante sí la primera recopilación sobre la historiografia de

las independencias iberoamericanas que se ha escrito en las dos últimas déca-

das, fruto de la predisposición y esfuerzo de este grupo de historiadores e

historiadoras que se han brindado a esta, sin duda, ardua ta¡ea.Trabajo dificilque, en ocasiones, ha sido especialmente problemático por la dificultad que

ellos mismos expresan en sus textos.No es un tema fácil, tanto por su enorme literatura como por su carga

emotiva, política e ideológica. No obstante creemos que es muy pertinenteel ofrecer al lector un estado de la cuestión sobre los estudios de las indepen-dencias en toda Iberoamérica.

Particularmente, nos es muy grato presentar al lector este monográfico.Y,en especial, porque gracias a los autores y autoras ha sido posible reunir en esta

* Este estudio fornra parte del proyecto de investigación de la Fundación Carolinaoll:rci:r los llicentcnarios. Los procesos de independencia en lberoamérica¡.

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Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

valoración historiográfica la mayor parte de los territorios iberoarnericanos,incluido Brasil, al que en demasiadas ocasiones se deja de lado, como si noformara parte de esta problemáticay fuera un caso distinto. Nuestro reitera-do agradecimiento a todos ellos.

Er cossrNso HrsroRrocRÁ¡lco: pATRrA, puEBLoy HÉno¡s

A finales de los años cincuenta funcionaba un consenso historiográficoen la mayor parte de las academias iberoamericanas que, en palabras de JulioSánchez, era aceptado por izquierdas y liberales, por <blancos> y <colorados>.

En algunos países, como en Argentina, México y Perú se había forjado desdeel siglo xIX; en otros, en años más recientes, en la primera mitad del siglo xx.Pero en todas las historiografias de estas repúblicas se coincidía en variasideas centrales. En prinrer lugar, el nacionalismo que impregnaba toda laexplicación y que se tradujo en un metarrelato, hegemónico entre los histo-riadores dedicados a las guerras de independencia. Para los estudiosos de lalucha entre realistas e insurgentes, entre gaclurpines y patriotas,la independen-cia era explicada desde el convencimiento de que <analizaban> la gesta nacio-nal, la forja de la nación. lJn discurso que se volvió hegemónico y que teníael sentido de unificar la historia de sociedades altamente diferenciadas étnicay socioeconómicamente, así como con amplios contrastes regionales. Se

buscó y se encontrí la <feliz síntesisr étnica, cultural, social y territorial,como señala Gabriel Di Meglio para el caso de Argentina.

Las guerras de independencia interpretadas desde el nacionalismo se con-virtieron en el sustrato histórico común de las naciones iberoamericanas.Ést"r fre.ott el inicio de su historia contemporánea.Y,en esto, no hay muchadiferencia con la Europa occidental.

Y el discurso sobre la nación generó, o al menos alentó, otros corolariosque asentaron este consenso historiográfico.Aconteció el concepto <pue-blo>, a la vez que desaparecieron, o ni siquiera se consideraron, cada uno delos grupos sociales y étnicos existentes. El <pueblo>, ese ente homogéneo ysin fisuras, mejor, con algunas mínimas fisuras que se identificaban con los<realistas españoles>, fue el que persiguió la independencia de la nación <300años oprimida>. El <todos a favor>. En este sentido, los realistas fueron consi-derados durante décadas los <no nacionales>, es decir, el término realistas se

adjudicó unilateralmente a peninsulares y en algunos casos a grupos indíge-nas que se habían opuesto a la <independencia nacional>.

Un debate actual, una revisión necesaria

Era una interpretación maniquea de la independencia, entre buenos ymalos, entre patriotas y traidores, también entre vencedores y vencidos. Cons-trucción de la nación que alumbró la historia patria. Legado de largo alcance.

Los peninsulares estaban en las filas del absolutismo por cuestiones de naci-miento, familiares, políticas y redes económicas vinculadas al colonialismo:burócratas, eclesiásticos, militares, comerciantes monopolistas, plantadores, etc.

Prevaleciendo en todos los casos el valor de su nacimiento por encima de los

intereses o vínculos. En el caso de los indígenas era rnás simple el análisis. La

mayor parte de las comunidades indígenas quedaron al margen de las inde-pendencias porque era una guerra entre criollos y peninsulares,y porque esta-

ban enajenados, en especial por su ignorancia, <adocenamiento) y alienaciónmonárquica y católica, fruto de trescientos años de colonialismo.

Y el pueblo y la nación fueron acornpañados por los héroes, el otro coro-lario del consenso historiográfico. O también surgieron los héroes y del pue-blo emergió la nación. Los dirigentes insurgentes y patriotas tuvieron amplia

fiterza explicativa, al punto de que historiografias sobre la independenciacomo la de Paraguay -conlo recuerda Nidia Areces- se centraron durantenrucho tiempo en la pugna entre francístas y antifranclsfas, contando la prime-ra entre sus adeptos más entusiastas al propio dictador Stroessner.

Pero los héroes no fueron sólo alimento de dictaduras; lo interesante, comoseñalamos párrafos arriba, es que también fueron respaldados tanto por libera-les como por conservadores, y en otros países, por escritores e historiadores de

izquierda y de derecha. Éste es un tema dificil de tratar porque desborda el

ámbito académico y se relaciona directamente con el uso que se ha brindado a

los héroes en el mundo político y con el arraigo en la memoria colectiva biencimentada por los libros de historia patria durante casi doscientos años.Y para

un caso más que actual, el culto a Bolívar de laVenezuela de Hugo Chávez.

Somos conscientes de que, al presentar en forma general las tres princi-pales ideas rectoras del consenso historiográfico, podemos sacrificar losamplios matices y su análisis puntual. No obstante, creemos que es impor-tante asentar estas generalizaciones para situar los cambios que se produjeronen las siguientes décadas.

LtIS RÑt-¡S SESENTA: LA NUEVA AGENDA DE INVESTIGACIóN

A ¡'rrrtir clc l¿ década de los sesent¿l corlrerlzaron a ser cuestionadas las

itlcrrs rct'torrrs tlcl r'orrscnso histrlriogr-írflco.Al respecto valc- la pena hircer una

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Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

valoración historiográfica la mayor parte de los territorios iberoarnericanos,incluido Brasil, al que en demasiadas ocasiones se deja de lado, como si noformara parte de esta problemáticay fuera un caso distinto. Nuestro reitera-do agradecimiento a todos ellos.

Er cossrNso HrsroRrocRÁ¡lco: pATRrA, puEBLoy HÉno¡s

A finales de los años cincuenta funcionaba un consenso historiográficoen la mayor parte de las academias iberoamericanas que, en palabras de JulioSánchez, era aceptado por izquierdas y liberales, por <blancos> y <colorados>.

En algunos países, como en Argentina, México y Perú se había forjado desdeel siglo xIX; en otros, en años más recientes, en la primera mitad del siglo xx.Pero en todas las historiografias de estas repúblicas se coincidía en variasideas centrales. En prinrer lugar, el nacionalismo que impregnaba toda laexplicación y que se tradujo en un metarrelato, hegemónico entre los histo-riadores dedicados a las guerras de independencia. Para los estudiosos de lalucha entre realistas e insurgentes, entre gaclurpines y patriotas,la independen-cia era explicada desde el convencimiento de que <analizaban> la gesta nacio-nal, la forja de la nación. lJn discurso que se volvió hegemónico y que teníael sentido de unificar la historia de sociedades altamente diferenciadas étnicay socioeconómicamente, así como con amplios contrastes regionales. Se

buscó y se encontrí la <feliz síntesisr étnica, cultural, social y territorial,como señala Gabriel Di Meglio para el caso de Argentina.

Las guerras de independencia interpretadas desde el nacionalismo se con-virtieron en el sustrato histórico común de las naciones iberoamericanas.Ést"r fre.ott el inicio de su historia contemporánea.Y,en esto, no hay muchadiferencia con la Europa occidental.

Y el discurso sobre la nación generó, o al menos alentó, otros corolariosque asentaron este consenso historiográfico.Aconteció el concepto <pue-blo>, a la vez que desaparecieron, o ni siquiera se consideraron, cada uno delos grupos sociales y étnicos existentes. El <pueblo>, ese ente homogéneo ysin fisuras, mejor, con algunas mínimas fisuras que se identificaban con los<realistas españoles>, fue el que persiguió la independencia de la nación <300años oprimida>. El <todos a favor>. En este sentido, los realistas fueron consi-derados durante décadas los <no nacionales>, es decir, el término realistas se

adjudicó unilateralmente a peninsulares y en algunos casos a grupos indíge-nas que se habían opuesto a la <independencia nacional>.

Un debate actual, una revisión necesaria

Era una interpretación maniquea de la independencia, entre buenos ymalos, entre patriotas y traidores, también entre vencedores y vencidos. Cons-trucción de la nación que alumbró la historia patria. Legado de largo alcance.

Los peninsulares estaban en las filas del absolutismo por cuestiones de naci-miento, familiares, políticas y redes económicas vinculadas al colonialismo:burócratas, eclesiásticos, militares, comerciantes monopolistas, plantadores, etc.

Prevaleciendo en todos los casos el valor de su nacimiento por encima de los

intereses o vínculos. En el caso de los indígenas era rnás simple el análisis. La

mayor parte de las comunidades indígenas quedaron al margen de las inde-pendencias porque era una guerra entre criollos y peninsulares,y porque esta-

ban enajenados, en especial por su ignorancia, <adocenamiento) y alienaciónmonárquica y católica, fruto de trescientos años de colonialismo.

Y el pueblo y la nación fueron acornpañados por los héroes, el otro coro-lario del consenso historiográfico. O también surgieron los héroes y del pue-blo emergió la nación. Los dirigentes insurgentes y patriotas tuvieron amplia

fiterza explicativa, al punto de que historiografias sobre la independenciacomo la de Paraguay -conlo recuerda Nidia Areces- se centraron durantenrucho tiempo en la pugna entre francístas y antifranclsfas, contando la prime-ra entre sus adeptos más entusiastas al propio dictador Stroessner.

Pero los héroes no fueron sólo alimento de dictaduras; lo interesante, comoseñalamos párrafos arriba, es que también fueron respaldados tanto por libera-les como por conservadores, y en otros países, por escritores e historiadores de

izquierda y de derecha. Éste es un tema dificil de tratar porque desborda el

ámbito académico y se relaciona directamente con el uso que se ha brindado a

los héroes en el mundo político y con el arraigo en la memoria colectiva biencimentada por los libros de historia patria durante casi doscientos años.Y para

un caso más que actual, el culto a Bolívar de laVenezuela de Hugo Chávez.

Somos conscientes de que, al presentar en forma general las tres princi-pales ideas rectoras del consenso historiográfico, podemos sacrificar losamplios matices y su análisis puntual. No obstante, creemos que es impor-tante asentar estas generalizaciones para situar los cambios que se produjeronen las siguientes décadas.

LtIS RÑt-¡S SESENTA: LA NUEVA AGENDA DE INVESTIGACIóN

A ¡'rrrtir clc l¿ década de los sesent¿l corlrerlzaron a ser cuestionadas las

itlcrrs rct'torrrs tlcl r'orrscnso histrlriogr-írflco.Al respecto valc- la pena hircer una

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I2 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

pequeña disgresión. Cuando convocamos a colegas europeos e iberoamerr-canos a emprender un análisis historiográfico sobre el tema de las guerras de

independencia suponíamos que el punto de arranque debería ser en los años

sesenta, cuando -pensamos- se había transformado la concepción históricasobre este período. Después de leer los artículos aquí publicados, las suposi-

ciones se convirtieron en certezas. En los años sesenta se puso en marcha 1o

que Alfredo Ávila yVirginia Guedea denominan, para el caso mexicano, la

<historiografia revisionistaD. En estos años coincidieron muchos factores aca-

démicos, pero sobre todo políticos, económicos y sociales -tanto nacionales

conro internacionales, que tuvieron impacto en los historiadores latinoame-rlcanos, europeos y norteamerrcanos que investigaron la guerra de indepen-dencia. Aquí sólo apuntamos algunos de los factores que ayudaron a queenraizara la historiografia revisionista y los consideramos desde su impactoen la comunidad de historiadores.

Así, visto desde la perspectiva de las universidades, en primer lugar se

puede afirmar que llegó una nueva generación de historiadores, que ante

todo eran eso, historiadores universitarios que adquirieron el oficio y elmanejo de las metodologías y técnicas historiográficas en las escuelas o facul-tades de historia y en los pocos centros de investigación que existían. Esta

nueva generación de historiadores e historiadoras hicieron gala de su oficio yemprendieron un análisis de las fuentes que habían sido utilizadas para estu-

diar la lucha entre patriotas y realistas, Io que les llevó a cuestionar el ampliomargen de maniobra, o para decirlo de manera más directa, la carencia de

rigor con que habían sido utilizados los documentos primarios. Primero el

análisis de fuentes y después las interpretaciones. No creemos exagerar si

señalamos que en estos años se cultivó un positivismo fructífero. Los docu-mentos con amplio aparato crítico se convirtieron en una de las principaleslabores emprendidas por los historiadores. Referentes que a partir de los

sesenta serían el punto de apoyo ineludible para los interesados en investigar

las guerras de independencia.Y a finales de los sesenta y principios de los setenta también sucedió otro

fenómeno que marcaría el desarrollo de la comunidad de historiadores, en

particular los interesados en el período que se abre en 1808 en la mayoría de

los países iberoamericanos: la multiplicación de alumnos en las carreras de

ciencias sociales, como las de Historia, Antropología, Sociología y CienciaPolítica. Fenómeno demográfico definido corno baby boom, que se tradujo en

un mayor número de historiadores con diploma universitario: se aumentaronlas tesis, artículos, libros y reseñas sobre las independencias. Hecho que queda

Un debate actual, una revrslón necesaria 13

demostrado en la bibliografia general que acompaña a este número de los

Cuadernos de AHILA.Y a los iberoamericanos se sumó la oleada de historiadores extranjeros.

También a partir de los años sesenta se multiplicaron los libros, tesis y artícu-

los sobre la tenática de las guerras de independencia escritos por europeos,

en particular franceses y británicos -muy pocos españoles- y norteamerica-

nos. Dos acontecimientos internacionales, en gran parte, ayudan a explicar el

creciente interés por la historia de Iberoamérica: el proceso de descoloniza-

ción posterior a la Segunda Guerra Mundial y el triunfo de la Revolución

Cubana. Es bien sabido que en Estados Unidos, después de 196I, se destina-

ron muchos apoyos privados y públicos a las universidades para que se fun-daran o se fortalecieran los LatinAmericanArea Stutlies.Apoyos que contaron

con una pluralidad de becas para que desde Estados Unidos se estudiara Ibe-

roamérica o para que los estudiantes iberoamericanos se formaran en las

universidades nortearrlericanas. La coyuntura política después de la Revolu-

ción Cubana impactó, y de qué forma, en la académica.

También tendremos que destacar que, en esta oleada de historiadoresnprofesionalesn que comenzó desde los setenta, hubo muchos que se acetca-

ron a las temáticas de la independencia desde una formación en ciencias

sociales, especialmente antropólogos, sociólogos e, incluso, pedagogos y no

tanto desde una formaci6n stricto sensu de historiadores. Lo cual, evidente-

lllente, va a incidir no sólo en su método de análisis histórico y conclu-siones, sino tarnbién en los tenlas escogidos: étnicos, raciales, de género,

cducación, formación intelectual, movimientos sociales. Si bien es induda-

ble el aporte general de análisis y contenidos, algunos de ellos adolecieron

del manejo cuidadoso del tiempo y del espacio. Herramientas inherentes a

ll Historia.Por supuesto que el incremento sustancial del número de historiadores

no es el dato fundamental que permitiría identificar a una nueva generación

,lc universitarios con título interesados en la guerra entre realistas e insur-gcrrtes. No es una raz6n suficiente, pero es un dato que se debe tener muy('n cuenta.

El terrra fundamental es que a partir de los años sesenta cambió la agenda

tlc irrvestigación. Fueron muy distintas las ideas rectoras que guiaron las

invcstis¿rciones. (Jna primera explicación de este cambio de rumbo se

('n('uentm ell los debates generados por la teoría de la dependencia y por las

tlivcrsrrs t'orricrrtes del nrarxisnro. Este tel-Ila de por sí ameritaría un escrito

t.s¡rt't'ífico, (luc cstlnl()s cl¡borrrnc.lcl, ¡ror lo c¡ue aquí sólo señ¡larentos conse-

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I2 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

pequeña disgresión. Cuando convocamos a colegas europeos e iberoamerr-canos a emprender un análisis historiográfico sobre el tema de las guerras de

independencia suponíamos que el punto de arranque debería ser en los años

sesenta, cuando -pensamos- se había transformado la concepción históricasobre este período. Después de leer los artículos aquí publicados, las suposi-

ciones se convirtieron en certezas. En los años sesenta se puso en marcha 1o

que Alfredo Ávila yVirginia Guedea denominan, para el caso mexicano, la

<historiografia revisionistaD. En estos años coincidieron muchos factores aca-

démicos, pero sobre todo políticos, económicos y sociales -tanto nacionales

conro internacionales, que tuvieron impacto en los historiadores latinoame-rlcanos, europeos y norteamerrcanos que investigaron la guerra de indepen-dencia. Aquí sólo apuntamos algunos de los factores que ayudaron a queenraizara la historiografia revisionista y los consideramos desde su impactoen la comunidad de historiadores.

Así, visto desde la perspectiva de las universidades, en primer lugar se

puede afirmar que llegó una nueva generación de historiadores, que ante

todo eran eso, historiadores universitarios que adquirieron el oficio y elmanejo de las metodologías y técnicas historiográficas en las escuelas o facul-tades de historia y en los pocos centros de investigación que existían. Esta

nueva generación de historiadores e historiadoras hicieron gala de su oficio yemprendieron un análisis de las fuentes que habían sido utilizadas para estu-

diar la lucha entre patriotas y realistas, Io que les llevó a cuestionar el ampliomargen de maniobra, o para decirlo de manera más directa, la carencia de

rigor con que habían sido utilizados los documentos primarios. Primero el

análisis de fuentes y después las interpretaciones. No creemos exagerar si

señalamos que en estos años se cultivó un positivismo fructífero. Los docu-mentos con amplio aparato crítico se convirtieron en una de las principaleslabores emprendidas por los historiadores. Referentes que a partir de los

sesenta serían el punto de apoyo ineludible para los interesados en investigar

las guerras de independencia.Y a finales de los sesenta y principios de los setenta también sucedió otro

fenómeno que marcaría el desarrollo de la comunidad de historiadores, en

particular los interesados en el período que se abre en 1808 en la mayoría de

los países iberoamericanos: la multiplicación de alumnos en las carreras de

ciencias sociales, como las de Historia, Antropología, Sociología y CienciaPolítica. Fenómeno demográfico definido corno baby boom, que se tradujo en

un mayor número de historiadores con diploma universitario: se aumentaronlas tesis, artículos, libros y reseñas sobre las independencias. Hecho que queda

Un debate actual, una revrslón necesaria 13

demostrado en la bibliografia general que acompaña a este número de los

Cuadernos de AHILA.Y a los iberoamericanos se sumó la oleada de historiadores extranjeros.

También a partir de los años sesenta se multiplicaron los libros, tesis y artícu-

los sobre la tenática de las guerras de independencia escritos por europeos,

en particular franceses y británicos -muy pocos españoles- y norteamerica-

nos. Dos acontecimientos internacionales, en gran parte, ayudan a explicar el

creciente interés por la historia de Iberoamérica: el proceso de descoloniza-

ción posterior a la Segunda Guerra Mundial y el triunfo de la Revolución

Cubana. Es bien sabido que en Estados Unidos, después de 196I, se destina-

ron muchos apoyos privados y públicos a las universidades para que se fun-daran o se fortalecieran los LatinAmericanArea Stutlies.Apoyos que contaron

con una pluralidad de becas para que desde Estados Unidos se estudiara Ibe-

roamérica o para que los estudiantes iberoamericanos se formaran en las

universidades nortearrlericanas. La coyuntura política después de la Revolu-

ción Cubana impactó, y de qué forma, en la académica.

También tendremos que destacar que, en esta oleada de historiadoresnprofesionalesn que comenzó desde los setenta, hubo muchos que se acetca-

ron a las temáticas de la independencia desde una formación en ciencias

sociales, especialmente antropólogos, sociólogos e, incluso, pedagogos y no

tanto desde una formaci6n stricto sensu de historiadores. Lo cual, evidente-

lllente, va a incidir no sólo en su método de análisis histórico y conclu-siones, sino tarnbién en los tenlas escogidos: étnicos, raciales, de género,

cducación, formación intelectual, movimientos sociales. Si bien es induda-

ble el aporte general de análisis y contenidos, algunos de ellos adolecieron

del manejo cuidadoso del tiempo y del espacio. Herramientas inherentes a

ll Historia.Por supuesto que el incremento sustancial del número de historiadores

no es el dato fundamental que permitiría identificar a una nueva generación

,lc universitarios con título interesados en la guerra entre realistas e insur-gcrrtes. No es una raz6n suficiente, pero es un dato que se debe tener muy('n cuenta.

El terrra fundamental es que a partir de los años sesenta cambió la agenda

tlc irrvestigación. Fueron muy distintas las ideas rectoras que guiaron las

invcstis¿rciones. (Jna primera explicación de este cambio de rumbo se

('n('uentm ell los debates generados por la teoría de la dependencia y por las

tlivcrsrrs t'orricrrtes del nrarxisnro. Este tel-Ila de por sí ameritaría un escrito

t.s¡rt't'ífico, (luc cstlnl()s cl¡borrrnc.lcl, ¡ror lo c¡ue aquí sólo señ¡larentos conse-

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l-+ Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

cuencias relacionadas con el impacto de esa teoúa en la agenda de investiga-

ción sobre las guerras de independencra.Al calor del debate alimentado por la teoría de la dependencia proliferó

el uso, e incluso el abuso, de conceptos como revolución, dependencia, gru-pos con intereses enfrentados, clases sociales, grupos y fracciones de clase,

etc.Y se plantearon interrogantes que tocaban los puntos fundamentalessobre la comprensión de los procesos de las guerras de independencia: ¿deverdad aconteció una revolución, o sólo fue una reforma en donde primaronlas continuidades coloniales (se ernpezí a acuñar el concepto de sociedad

poscolonial) con un mínimo cambio político? ¿La dependencia sólo cambióel vértice de la Monarquía española -sirnplificada en la voz <España,r- a las

nuevas potencias adánticas? ¿Qué cambió y qué continuó después de la inde-pendencia, o, para ser inás precisos con las preocupaciones de los marxistas ylos dependentistas, algo cambió con respecto a las estructuras económicas ysociales coloniales? El marxismo -o habría que decir los marxismos- califi-caban a las masas sociales como simples actores sociales que seguían pasiva-

mente a los líderes insurgentes y patriotas, criollos con intereses diferentes a

éstas. ¿El conflicto era de clases, entre criollos -dueños de los medios de pro-ducción- y los grupos populares, en aras de la unidad a favor de la indepen-dencia y en contra de la opresión española?

Así, consideramos que la teoría de la dependencia y los debates de las dis-trntas corrlentes mamstas marcaron en gran parte la agenda de investigaciónen los años sesenta y setenta, si se toma como punto de referencia el conjun-to de la historiografia sobre la guerra de independencia. Esta afirmacióngeneral se puede ntatizar cuando se toma como perspectiva cada una de las

historiografias nacionales editadas en este libro. En Perú, Ecuador,Venezuela,

Bolivia y Colombia, y no se diga en Guatemala y El Salvador, colrlo destaca

Xiomara Avendaño, esas dos teorías márcaron los tenr.as dedicados a la inves-

tigación histórica. En cambio fue muy distinta la situación historiográfica en

México. En este país, el debate se centró en las investigaciones sobre la Revo-lución de 1910, y la historiografia sobre la guerra de independencia de 1810

siguió otros carninos hilvanados por otras temáticas.

La lectura de los artículos aquí publicados permite plantear el tema de la

geografia de la recepción, claramente diferenciada en ocasiones de los deba-

tes teóricos e historiográficos en los países de Iberoamérica. O r-nejor dicho,una geografia con tiempo, ya que esperamos que los artículos alienten a

repensar las razones de las distintas recepciones en diferentes momentos de

los años sesenta y setenta.

[Jn debate actual, una revisión necesaria

Pero si la geografra de la recepción historiográfica fue diversa, lo que se

constata en estos artículos es que todos confluyeron en cuestionar, aunquetambién frecuentemente en rechazar,los principales temas que habían forja-do el consenso historiográfico.Y, en primer lugar, el vínculo insustituibleentre nacionalismo y guerra de independencia. Sobre todo a partir de los

años setenta vinieron a replantear, e incluso a rechazar, el relato nación, el<discurso providencialista> que consideraba que a partir de 1808 se había

emancipado la nación.Y escribimos con cautela <replantear>, <rrechazarr,(cuestionar), porque las investigaciones que se emprendieron en estos años

no tenían como fin último acabar con ese discurso que había sido hege-mónico.

D¡r ngnnuMBE, LAS CoNSECUENCIAS

Desde nuestro punto de vista, cinco vertientes de investigación minaron a

laTarga las principales bases de sustento del consenso historiográfico: prime-ra, la historia regional; segunda, el cuestionamiento de la ineluctable inde-pendencia; tercera, el debate sobre el desempeño productivo de las estructu-ras económicas de los siglos xvlII y xIX; cuarta, los aportes de la historiasocial, y por último, el <desmonte del culto a los héroes>.

La región se va a convertir en un actor central de estudio y de explica-ción de las guerras de independencia.Y la visión que surge deja a un lado lafrase unánime de <todos juntos por la nación y la independencia'r, para dar

paso a las diferencias sociales, económicas, políticas y étnicas de las regiones.

Esta perspectiva historiográfrca destaca, incluso a pesar suyo, las diferenciasentre las regiones de Guayaquil y Quito, Maracaibo y Caracas, Guatemala yEl Salvador, la Costa Caribe y la Costa Grande, Buenos Aires y Montevideo.

Y de las diferencias regionales se pasó a la diferencia de los proyectospolíticos. No fue la búsqueda de la independencia y la nación lo que unificó:r todos los grupos sociales y étnicos, ni los mismos contenidos programáti-cos. Del consenso se pasó al disenso, de la unidad a la diversidad, o incluso a

lo rnuy diverso, al punto de poderse hablar, no sólo para Ecuador y Bolivia,cie nrr archipiélago de la historiografra sobre las guerras de independencia,corrro coinciden en resaltarJuan Marchena y Armando Martinez.

Y p:rra desnrontar lo nacional se cuestionó su vínculo mellizo, la inde-pordcrrci:r. Estc firc cl scgulldo punto de distancil coll rcspecto al consenso

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lristor-iogr-riflt'o.Y ('()nr() (-()r)s('(-ucr)('ie sc ill)r'icron rlrls lís lír)crts dcc investis¿rcióg¿lclon

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l-+ Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

cuencias relacionadas con el impacto de esa teoúa en la agenda de investiga-

ción sobre las guerras de independencra.Al calor del debate alimentado por la teoría de la dependencia proliferó

el uso, e incluso el abuso, de conceptos como revolución, dependencia, gru-pos con intereses enfrentados, clases sociales, grupos y fracciones de clase,

etc.Y se plantearon interrogantes que tocaban los puntos fundamentalessobre la comprensión de los procesos de las guerras de independencia: ¿deverdad aconteció una revolución, o sólo fue una reforma en donde primaronlas continuidades coloniales (se ernpezí a acuñar el concepto de sociedad

poscolonial) con un mínimo cambio político? ¿La dependencia sólo cambióel vértice de la Monarquía española -sirnplificada en la voz <España,r- a las

nuevas potencias adánticas? ¿Qué cambió y qué continuó después de la inde-pendencia, o, para ser inás precisos con las preocupaciones de los marxistas ylos dependentistas, algo cambió con respecto a las estructuras económicas ysociales coloniales? El marxismo -o habría que decir los marxismos- califi-caban a las masas sociales como simples actores sociales que seguían pasiva-

mente a los líderes insurgentes y patriotas, criollos con intereses diferentes a

éstas. ¿El conflicto era de clases, entre criollos -dueños de los medios de pro-ducción- y los grupos populares, en aras de la unidad a favor de la indepen-dencia y en contra de la opresión española?

Así, consideramos que la teoría de la dependencia y los debates de las dis-trntas corrlentes mamstas marcaron en gran parte la agenda de investigaciónen los años sesenta y setenta, si se toma como punto de referencia el conjun-to de la historiografia sobre la guerra de independencia. Esta afirmacióngeneral se puede ntatizar cuando se toma como perspectiva cada una de las

historiografias nacionales editadas en este libro. En Perú, Ecuador,Venezuela,

Bolivia y Colombia, y no se diga en Guatemala y El Salvador, colrlo destaca

Xiomara Avendaño, esas dos teorías márcaron los tenr.as dedicados a la inves-

tigación histórica. En cambio fue muy distinta la situación historiográfica en

México. En este país, el debate se centró en las investigaciones sobre la Revo-lución de 1910, y la historiografia sobre la guerra de independencia de 1810

siguió otros carninos hilvanados por otras temáticas.

La lectura de los artículos aquí publicados permite plantear el tema de la

geografia de la recepción, claramente diferenciada en ocasiones de los deba-

tes teóricos e historiográficos en los países de Iberoamérica. O r-nejor dicho,una geografia con tiempo, ya que esperamos que los artículos alienten a

repensar las razones de las distintas recepciones en diferentes momentos de

los años sesenta y setenta.

[Jn debate actual, una revisión necesaria

Pero si la geografra de la recepción historiográfica fue diversa, lo que se

constata en estos artículos es que todos confluyeron en cuestionar, aunquetambién frecuentemente en rechazar,los principales temas que habían forja-do el consenso historiográfico.Y, en primer lugar, el vínculo insustituibleentre nacionalismo y guerra de independencia. Sobre todo a partir de los

años setenta vinieron a replantear, e incluso a rechazar, el relato nación, el<discurso providencialista> que consideraba que a partir de 1808 se había

emancipado la nación.Y escribimos con cautela <replantear>, <rrechazarr,(cuestionar), porque las investigaciones que se emprendieron en estos años

no tenían como fin último acabar con ese discurso que había sido hege-mónico.

D¡r ngnnuMBE, LAS CoNSECUENCIAS

Desde nuestro punto de vista, cinco vertientes de investigación minaron a

laTarga las principales bases de sustento del consenso historiográfico: prime-ra, la historia regional; segunda, el cuestionamiento de la ineluctable inde-pendencia; tercera, el debate sobre el desempeño productivo de las estructu-ras económicas de los siglos xvlII y xIX; cuarta, los aportes de la historiasocial, y por último, el <desmonte del culto a los héroes>.

La región se va a convertir en un actor central de estudio y de explica-ción de las guerras de independencia.Y la visión que surge deja a un lado lafrase unánime de <todos juntos por la nación y la independencia'r, para dar

paso a las diferencias sociales, económicas, políticas y étnicas de las regiones.

Esta perspectiva historiográfrca destaca, incluso a pesar suyo, las diferenciasentre las regiones de Guayaquil y Quito, Maracaibo y Caracas, Guatemala yEl Salvador, la Costa Caribe y la Costa Grande, Buenos Aires y Montevideo.

Y de las diferencias regionales se pasó a la diferencia de los proyectospolíticos. No fue la búsqueda de la independencia y la nación lo que unificó:r todos los grupos sociales y étnicos, ni los mismos contenidos programáti-cos. Del consenso se pasó al disenso, de la unidad a la diversidad, o incluso a

lo rnuy diverso, al punto de poderse hablar, no sólo para Ecuador y Bolivia,cie nrr archipiélago de la historiografra sobre las guerras de independencia,corrro coinciden en resaltarJuan Marchena y Armando Martinez.

Y p:rra desnrontar lo nacional se cuestionó su vínculo mellizo, la inde-pordcrrci:r. Estc firc cl scgulldo punto de distancil coll rcspecto al consenso

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t6 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

concurrentes: una, la que puso en tela de juicio <los movimientos preinsur-gentes), y la otra, la que destacó los proyectos autononistas de algunos gru-pos de criollos que no habían aítn alcanzado el rango de <patriotas>. En esteúltimo tema se indicó que no sólo eran dos los grupos en la lucha, por lomenos eran tres, independentistas, realistas y también autonomistas gadita-nos. Los dos últimos grupos existieron y no estaban condenados al fracaso, o,visto desde otra perspectiva, los independentistas no eran los únicos predis-puestos a ganar, incluso a pesar suyo; lo que se había de explicar era, entreotros temas, por qué triunfo finalmente el proyecto independentista y porqué los otros dos proyectos enliza no lo hicieron. En conclusión, se relativi-zó la independencia, al quitarle su fin ineluctable, y se consideró con ampliasposibilidades de victoria a los otros dos contendientes.

Aunque aquí volvemos a apelar a la geografia y a los tiempos de la histo-riogra{ta de la independencia. Como muy bien señala Carlos Contreras, noes extraño que en el Perú de principios de los años setenta se retontara eldebate sobre la relación entre criollos e independencia, considerando, prime-ro, que los realistas habían dominado en el virreinato peruano durante lamayor parte del tiempo anterior a la proclamación de la independencia, yque en 1.971 se conrnemoraban los 150 años de la misma, lo qure suscitó ladiscusión entre la comunidad de historiadores nacionales y extranjeros. Loque al mismo tiempo alentó el debate fue la afirmación de que la elite crio-lla peruana no estaba preparada para acabar con un orden que les era muya{rn,ya que (estructuralmente> no podía darse el lujo de terminar con Lrn

sistema que le aseguraba su preeminencia social, política y económica. EnVenezuela, el estudio de los realistas fue de la rnano con las investigacionesde historia regional, como señala Inés Quintero. En las regiones de Coro,Maracaibo y Guayana -las primeras en declararse leales a la Regencia y lasúltimas en unirse a la República- se emprendieron investigaciones que bus-caron desentrañar a qué intereses económicos y sociales concretos y recono-cibles respondían los proyectos políticos de autonomistas y realistas. Si bienen México se publicaron varios arrículos sobre la propaganda leal al gobier-no virreinal, el ejército y las milicias novohispanas, fue a mediados de losochenta cuando se incrernentaron los estudios sobre los realistas y su partici-pación en los ejércitos de Su Majestad.

En segundo lugar, lo que nos importa destacar aquí es que el estudio delos otros proyectos que se defendieron durante las guerras en gran rnedidavirro a poner en cuestión lo inevitable de la independencia y, con ello, elncccsario proceso de enrancipación de la nación.

Un debate actual, una revisión necesaria

En tercer lugar, a la historia regional y a los replanteamientos de los <otros

proyectos), se añadieron los debates acerca de los desempeños productivos de

las estructuras económicas de los virreinatos, capitanías y provincias de laArnérica española a lo largo del siglo xvlt y primeras décadas del siglo xlx.Lo que ahora nos importa es rescatar de los resultados de estos debates y polé-micas la idea de que también vinieron a relativizar el peso de transformaciónde las independencias nacionales. En efecto, observadas desde los resultados

de investigación del siglo xvll, las proclamaciones de independencia no apa-

recian conro puntos de ruptura y cambios profundos. Más que una rupturahabrían primado las continuidades sociales y econónúcas, que, con todo, eran

los fundamentos de cualquier sociedad. Muy en sintonía con la teoría de la

dependencia se conrenzó a hablar de un estado poscolonial, en que las heren-cias del siglo xvltl eran notorias en el siglo xlx. E, incluso, en el xx.

En cuarto lugar, los estudios sobre la historia social de la América españo-la constituyeron otro carnino en el que se vino a replantear tanto la relevan-

cia de los líderes insurgentes como el concepto de <pueblor, otra de las ideas

rectoras del consenso historiográfico, como hemos señalado. Lo esencial era

estudiar las bases sociales de la insurgencia y no sólo a sus dirigentes. Impor-taba rnás saber por qué se habían rebelado los grupos populares que la ideo-logía de los líderes, que había sido uno de los principales campos de estudio

de los investigadores durante el consenso historiográfico. Las investigaciones

se abocaron a indagar las razones econórnicas y las contradicciones sociales

que permitieron qlre los llanrados de Bolívar, San Martín, Sucre, Santander,Artigas, Francia y Morelos tuvieran eco social. Prirnero había que identificarlas <causas estructurales>, más que precisar, hasta diseccionarlas, las ideas

motoras de los Padres de la Patria.Y también alcanzí nlayor relevancia saber

quién o nrejor dicho, quiénes eran el npuebloo. Campesinos, arrendatarios,pequeños propietarios, pequeña burguesía, capitalistas, indígenas, negros,

nlulatos, zarrrbos, castas, etc. Lo inrportante era caracterizar las bases sociales

de los rebeldes. Se puso el énfasis en los grupos socioeconómicos y étnicos,es decir, en la ideología de las sublevaciones más que en las ideologías de los

sublevados. lJn tema que será retomado con fuerza a finales de los años

ochenta.

Y con la historia social se ernpezó a (desnontar el culto a los héroes>,

colllo señllir lnés Quintero paraVenezuela. Dos fueron las líneas que se

siguicron cn lrrs historiografias iberoamericanas. Por una parte, se reforrnula-ron lrrs :rccit>nes y lls icle:rs de lJolívar, Artigas, Francia e Hidalgo o Morelos,(luc, ('()r¡l() scñ:rlrrnlos rrl prirrcigrio dc cstn introclucción, fueron en algunos

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concurrentes: una, la que puso en tela de juicio <los movimientos preinsur-gentes), y la otra, la que destacó los proyectos autononistas de algunos gru-pos de criollos que no habían aítn alcanzado el rango de <patriotas>. En esteúltimo tema se indicó que no sólo eran dos los grupos en la lucha, por lomenos eran tres, independentistas, realistas y también autonomistas gadita-nos. Los dos últimos grupos existieron y no estaban condenados al fracaso, o,visto desde otra perspectiva, los independentistas no eran los únicos predis-puestos a ganar, incluso a pesar suyo; lo que se había de explicar era, entreotros temas, por qué triunfo finalmente el proyecto independentista y porqué los otros dos proyectos enliza no lo hicieron. En conclusión, se relativi-zó la independencia, al quitarle su fin ineluctable, y se consideró con ampliasposibilidades de victoria a los otros dos contendientes.

Aunque aquí volvemos a apelar a la geografia y a los tiempos de la histo-riogra{ta de la independencia. Como muy bien señala Carlos Contreras, noes extraño que en el Perú de principios de los años setenta se retontara eldebate sobre la relación entre criollos e independencia, considerando, prime-ro, que los realistas habían dominado en el virreinato peruano durante lamayor parte del tiempo anterior a la proclamación de la independencia, yque en 1.971 se conrnemoraban los 150 años de la misma, lo qure suscitó ladiscusión entre la comunidad de historiadores nacionales y extranjeros. Loque al mismo tiempo alentó el debate fue la afirmación de que la elite crio-lla peruana no estaba preparada para acabar con un orden que les era muya{rn,ya que (estructuralmente> no podía darse el lujo de terminar con Lrn

sistema que le aseguraba su preeminencia social, política y económica. EnVenezuela, el estudio de los realistas fue de la rnano con las investigacionesde historia regional, como señala Inés Quintero. En las regiones de Coro,Maracaibo y Guayana -las primeras en declararse leales a la Regencia y lasúltimas en unirse a la República- se emprendieron investigaciones que bus-caron desentrañar a qué intereses económicos y sociales concretos y recono-cibles respondían los proyectos políticos de autonomistas y realistas. Si bienen México se publicaron varios arrículos sobre la propaganda leal al gobier-no virreinal, el ejército y las milicias novohispanas, fue a mediados de losochenta cuando se incrernentaron los estudios sobre los realistas y su partici-pación en los ejércitos de Su Majestad.

En segundo lugar, lo que nos importa destacar aquí es que el estudio delos otros proyectos que se defendieron durante las guerras en gran rnedidavirro a poner en cuestión lo inevitable de la independencia y, con ello, elncccsario proceso de enrancipación de la nación.

Un debate actual, una revisión necesaria

En tercer lugar, a la historia regional y a los replanteamientos de los <otros

proyectos), se añadieron los debates acerca de los desempeños productivos de

las estructuras económicas de los virreinatos, capitanías y provincias de laArnérica española a lo largo del siglo xvlt y primeras décadas del siglo xlx.Lo que ahora nos importa es rescatar de los resultados de estos debates y polé-micas la idea de que también vinieron a relativizar el peso de transformaciónde las independencias nacionales. En efecto, observadas desde los resultados

de investigación del siglo xvll, las proclamaciones de independencia no apa-

recian conro puntos de ruptura y cambios profundos. Más que una rupturahabrían primado las continuidades sociales y econónúcas, que, con todo, eran

los fundamentos de cualquier sociedad. Muy en sintonía con la teoría de la

dependencia se conrenzó a hablar de un estado poscolonial, en que las heren-cias del siglo xvltl eran notorias en el siglo xlx. E, incluso, en el xx.

En cuarto lugar, los estudios sobre la historia social de la América españo-la constituyeron otro carnino en el que se vino a replantear tanto la relevan-

cia de los líderes insurgentes como el concepto de <pueblor, otra de las ideas

rectoras del consenso historiográfico, como hemos señalado. Lo esencial era

estudiar las bases sociales de la insurgencia y no sólo a sus dirigentes. Impor-taba rnás saber por qué se habían rebelado los grupos populares que la ideo-logía de los líderes, que había sido uno de los principales campos de estudio

de los investigadores durante el consenso historiográfico. Las investigaciones

se abocaron a indagar las razones econórnicas y las contradicciones sociales

que permitieron qlre los llanrados de Bolívar, San Martín, Sucre, Santander,Artigas, Francia y Morelos tuvieran eco social. Prirnero había que identificarlas <causas estructurales>, más que precisar, hasta diseccionarlas, las ideas

motoras de los Padres de la Patria.Y también alcanzí nlayor relevancia saber

quién o nrejor dicho, quiénes eran el npuebloo. Campesinos, arrendatarios,pequeños propietarios, pequeña burguesía, capitalistas, indígenas, negros,

nlulatos, zarrrbos, castas, etc. Lo inrportante era caracterizar las bases sociales

de los rebeldes. Se puso el énfasis en los grupos socioeconómicos y étnicos,es decir, en la ideología de las sublevaciones más que en las ideologías de los

sublevados. lJn tema que será retomado con fuerza a finales de los años

ochenta.

Y con la historia social se ernpezó a (desnontar el culto a los héroes>,

colllo señllir lnés Quintero paraVenezuela. Dos fueron las líneas que se

siguicron cn lrrs historiografias iberoamericanas. Por una parte, se reforrnula-ron lrrs :rccit>nes y lls icle:rs de lJolívar, Artigas, Francia e Hidalgo o Morelos,(luc, ('()r¡l() scñ:rlrrnlos rrl prirrcigrio dc cstn introclucción, fueron en algunos

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1918 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

países, como en Paraguay, el eje principal de la historiografia sobre la inde-pendencia. No sólo se analizaron,y reanalizaron, los documentos básicos,como la Carta de Janaica, sino que se investigaron, con algunas de las pre-guntas generadas por los marxistas y la teoría de la dependencia, la reformade Artigas, las ideas ilustradas de Francia o de Miranda. En México, el debatese centró sobre los referentes ideológicos de Hidalgo. La polémica se prodi-gó en si sus proyectos políticos tenían origen en el <enciclopedismo protoli-berab o en la <teología positivista>. No es necesario decir que de esta polé-mica mayúscula los héroes no salieron inmunes. Por lo menos estas

controversias generaron que la <Historia de Bronce>, como denominó LuisGonzáLez <al estudio reverencial de las estatuas>, quedará relegada a rln espa-cio reducido dentro de la historiogra{ta sobre las guerras de independencia.

En suma, a partft de la lectura de los artículos aquí publicados, quedaclaro que los sesenta y, sobre todo, los setenta fueron años en que se produjola inflexión historiográfica en la gran mayoría de los países de Iberoamérica.En países como Argentina, Perú, Guatemala y El Salvador fue entonces cuan-do se formularon las agendas de investigación de los años posteriores. Sinduda leyendo cada uno de los artículos se identificarán con precisión los dis-tintos ritmos historiográficos, como los de Paraguay, lJruguay y México.

Además, fue en los años setenta cuando se publicaron obras capitales, quehasta la fecha siguen siendo de consulta obligada, y se replantearon en todoslos casos, o se rechazaron en gran parte, las ideas rectoras del consenso histo-riográfico.

No obstante es pertinente puntualizar algunas de las consecuencias delderrumbe del consenso historiográfico, que hasta la fecha siguen gozando deuna fuerza especial. O, contemplado desde otro punto de vista, en las nuevasagendas de investigación se dejaron de lado diversos temas y propuestasrnterpretatlvas:

1. Se ha producido una reducción del <foco> temático en el estudio delos grandes hombres, de los grandes hérocs, o de los grandes libertadores. Enlos últimos, el tema ha sido <rescatado,¡ -y creemos que ésta es la palabra pre-cisa- por parte de la novela histórica, que ha recuperado la biografia comotema de análisis histórico. Héroes, con todo, que han dejado de ser <dioses>

para aparecer más humanos. Estudio de los libertadores que también ha pro-movido el interés por el estudio de las heroínas.

2. Conro hemos planteado anteriormente, la nación, su alumbramiento,ha dejado de ser el único referente para los historiadores.A ella se suman los

Un debate actual, una revlslon necesaria

procesos históricos, los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidosdurante demasiado tiempo por el manto nacional. Surge el estudio de laregión, sus movimientos particulares, su génesis, y lo hace en muchas de las

ocasiones desde los parámetros antagónicos al nacionalismo triunfante, casi

siempre de la capital. No es extraño que en un contexto en el que los proce-

sos autonomistas de algunas partes deAmérica -Santa Cruz en Bolivia,ZuliaenVenezuela, Guayaquil en Ecuador- coincidan en este tema de gestación

de la nación con explicaciones periféricas y singulares.

3. tmbién notamos un especial decaimiento de las interpretaciones que

trataban la independencia como una guerra de <liberación nacional>. Sin

profundizar, es posible que pueda estar en relación con la desaparición de los

movimientos guerrilleros -a excepción de Colombia- y su propuesta central

de liberación nacional nediante la guerra de guerrillas, al igual que en

muchos territorios de laAmérica hispana doscientos años atrás.Tendremos

también que relacionarlo con el auge -lo explicamos más adelante- de los

procesos políticos democráticos de los ochenta y noventa, y los estudios his-tóricos de los procesos electorales y el rescate del valor de la ciudadanía.

4. La tesis de John Lynch sobre el <neoimperialismo> corno explicaciónde las independencias ha sido cuestionada por estudios empíricos que

demuestran que las reformas carolinas fueron más permeables de lo que se

interpretó. La irradiación de las tesis de Franqois-Xavier Guerra, en prirnerlugar, y el declive de la causa de <liberación nacional> para dejar paso a otras

interpretaciones, firralrnente han ganado la partida a la tesis de Lynch, que, al

nlenos para la historiografia española y los estudiantes universitarios españo-

les, fue hegemónica durante muchos años. Al contrario, paradójicamente,que la tesis de Guerra, que ha pasado casi desapercibida o tuvo un mínimoirnpacto en la península.

Lns úrrruas Dos DÉcADAS

En parte es cierta esa frase de que menos nos conocenlos en cuanto más

nos aproxlnlalnos a nosotros, en este caso, a nuestro tiempo. Para los últimoscinco lustros, esto es, desde la década de los ochenta hasta estos primeros¡l'ios clcl r)Lrcvo sislo, es nrucho r-nás complicado ubicar la relación entre los

rrrúltiplcs c()ntcxt()s y cl discurso historiosráfico sobre las guerras de inde-pcrrtlcrrci:r. Sin dtrdrr los urtículos acluí publicldos pern-ritirán explicar conrulry()r r'l:u'itl:rtl lus r':rzoncs y los t'orrccl'rt()s (luc lrlrr gui:rclo h irrvestigación

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1918 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

países, como en Paraguay, el eje principal de la historiografia sobre la inde-pendencia. No sólo se analizaron,y reanalizaron, los documentos básicos,como la Carta de Janaica, sino que se investigaron, con algunas de las pre-guntas generadas por los marxistas y la teoría de la dependencia, la reformade Artigas, las ideas ilustradas de Francia o de Miranda. En México, el debatese centró sobre los referentes ideológicos de Hidalgo. La polémica se prodi-gó en si sus proyectos políticos tenían origen en el <enciclopedismo protoli-berab o en la <teología positivista>. No es necesario decir que de esta polé-mica mayúscula los héroes no salieron inmunes. Por lo menos estas

controversias generaron que la <Historia de Bronce>, como denominó LuisGonzáLez <al estudio reverencial de las estatuas>, quedará relegada a rln espa-cio reducido dentro de la historiogra{ta sobre las guerras de independencia.

En suma, a partft de la lectura de los artículos aquí publicados, quedaclaro que los sesenta y, sobre todo, los setenta fueron años en que se produjola inflexión historiográfica en la gran mayoría de los países de Iberoamérica.En países como Argentina, Perú, Guatemala y El Salvador fue entonces cuan-do se formularon las agendas de investigación de los años posteriores. Sinduda leyendo cada uno de los artículos se identificarán con precisión los dis-tintos ritmos historiográficos, como los de Paraguay, lJruguay y México.

Además, fue en los años setenta cuando se publicaron obras capitales, quehasta la fecha siguen siendo de consulta obligada, y se replantearon en todoslos casos, o se rechazaron en gran parte, las ideas rectoras del consenso histo-riográfico.

No obstante es pertinente puntualizar algunas de las consecuencias delderrumbe del consenso historiográfico, que hasta la fecha siguen gozando deuna fuerza especial. O, contemplado desde otro punto de vista, en las nuevasagendas de investigación se dejaron de lado diversos temas y propuestasrnterpretatlvas:

1. Se ha producido una reducción del <foco> temático en el estudio delos grandes hombres, de los grandes hérocs, o de los grandes libertadores. Enlos últimos, el tema ha sido <rescatado,¡ -y creemos que ésta es la palabra pre-cisa- por parte de la novela histórica, que ha recuperado la biografia comotema de análisis histórico. Héroes, con todo, que han dejado de ser <dioses>

para aparecer más humanos. Estudio de los libertadores que también ha pro-movido el interés por el estudio de las heroínas.

2. Conro hemos planteado anteriormente, la nación, su alumbramiento,ha dejado de ser el único referente para los historiadores.A ella se suman los

Un debate actual, una revlslon necesaria

procesos históricos, los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidosdurante demasiado tiempo por el manto nacional. Surge el estudio de laregión, sus movimientos particulares, su génesis, y lo hace en muchas de las

ocasiones desde los parámetros antagónicos al nacionalismo triunfante, casi

siempre de la capital. No es extraño que en un contexto en el que los proce-

sos autonomistas de algunas partes deAmérica -Santa Cruz en Bolivia,ZuliaenVenezuela, Guayaquil en Ecuador- coincidan en este tema de gestación

de la nación con explicaciones periféricas y singulares.

3. tmbién notamos un especial decaimiento de las interpretaciones que

trataban la independencia como una guerra de <liberación nacional>. Sin

profundizar, es posible que pueda estar en relación con la desaparición de los

movimientos guerrilleros -a excepción de Colombia- y su propuesta central

de liberación nacional nediante la guerra de guerrillas, al igual que en

muchos territorios de laAmérica hispana doscientos años atrás.Tendremos

también que relacionarlo con el auge -lo explicamos más adelante- de los

procesos políticos democráticos de los ochenta y noventa, y los estudios his-tóricos de los procesos electorales y el rescate del valor de la ciudadanía.

4. La tesis de John Lynch sobre el <neoimperialismo> corno explicaciónde las independencias ha sido cuestionada por estudios empíricos que

demuestran que las reformas carolinas fueron más permeables de lo que se

interpretó. La irradiación de las tesis de Franqois-Xavier Guerra, en prirnerlugar, y el declive de la causa de <liberación nacional> para dejar paso a otras

interpretaciones, firralrnente han ganado la partida a la tesis de Lynch, que, al

nlenos para la historiografia española y los estudiantes universitarios españo-

les, fue hegemónica durante muchos años. Al contrario, paradójicamente,que la tesis de Guerra, que ha pasado casi desapercibida o tuvo un mínimoirnpacto en la península.

Lns úrrruas Dos DÉcADAS

En parte es cierta esa frase de que menos nos conocenlos en cuanto más

nos aproxlnlalnos a nosotros, en este caso, a nuestro tiempo. Para los últimoscinco lustros, esto es, desde la década de los ochenta hasta estos primeros¡l'ios clcl r)Lrcvo sislo, es nrucho r-nás complicado ubicar la relación entre los

rrrúltiplcs c()ntcxt()s y cl discurso historiosráfico sobre las guerras de inde-pcrrtlcrrci:r. Sin dtrdrr los urtículos acluí publicldos pern-ritirán explicar conrulry()r r'l:u'itl:rtl lus r':rzoncs y los t'orrccl'rt()s (luc lrlrr gui:rclo h irrvestigación

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20 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

histórica en estos últimos años. En la última parte de esta introducción sólonos proponemos destacar las líneas de investigación que consideramos, a par-tir de la lectura de estos artículos y de nuestras propias reflexiones, que hanconcentrado los afanes de los historiadores especialistas en este tema, y tam-bién enumerar algunas de las circunstancias que en parte explican la relevan-cia il,canzada por aquellas áreas de estudio.

Es indudable que la denominada <ola democratizadoru> de finales de losochenta y principios de los noventa tuvo un gran impacto en los temas de

investigación, no sólo de la historiogra{ra, sino en general, de las cienciassociales latinoamericanas y latinoamericanistas. Cayeron las dictaduras endiversos países de América del Sur, incluso la paraguaya, y en México, a par-tir de 1988, dio inicio la transición política. La via armada a la revolución fuedescartada, en algunos casos por convicción, en otros por necesidad, por unmuy amplio sector de los movimientos sociales y de los partidos de izquier-da. Ambos fenómenos, no necesariamente relacionados, sí confluyeron para

situar en primer plano la construcción de las instituciones democráticas. Si

en 7975 Lorenzo Meyer, historiador y politólogo mexicano, se quejaba deque el tema de la democracia era una carencia evidente en la teoría e inves-tigaciones de las ciencias sociales, la misma cuestión se convirtió en omni-presente a partir de finales de los ochenta. Lo que importaba era <pensarr> la

construcción de las instituciones democráticas y los temas adjuntos más

importantes, como la relación entre instrtuclones representatlvas y grupossociales y políticos o, para utilizar el concepto que se convirtió en canónico,la sociedad civil.

El colapso de las dictaduras repercutió de manera inmediata en los cami-nos seguidos por las historiografias de los países que sufrieron esas plagas. Elfin de la larga dictadura militar en Brasil permitió que el tema de la indepen-dencia perdiera su primario fin utilitario, en este caso de justificación de losgobiernos militares, y que la comunidad de historiadores pudiera <desideolo-

gizar> su propia práctica académica, como señalaJoao Paulo G. Pimenta. EnArgentina tarnbién se despolitizó el debate. En Paraguay y Uruguay el resul-tado fue que los historiadores se concentraron en investigar la historia delsiglo xx, y ocuparon un lugar secundario las investigaciones sobre la guerraentre realistas e insurgentes. Por consiguiente, las comunidades de historia-dores fueron diapasones sensibles al derrumbe de los gobiernos militares, ytanrbién a los temas abiertos por la <normalización democrática>. En Perútambién fue evidente el replanteamiento por parte de los investigadores delrs ciencias sociales acerca de las instituciones democráticas, pero por otras

Un debate actual, una revisión necesarra

razones. Como una reacción a Sendero Luminoso se estudió la <democracra

formal> como un mecanismo (virtuoso)) -son palabras de Carlos Contreras-

que podían transformar las estructuras sociales.

En las explicaciones sobre el desarrollo de las historiografias independen-

tistas de los últimos decenios también será necesario reparar en las mutaciones

teóricas y metodológicas que cobraron fuetza,al menos desde los años ochen-

ta, en la comunidad de historiadores latinoamericanistas. Nos referimos a las

críticas, que lograron una gran resonancia y aceptación, a los postulados de la

teoría de la dependencia, a los marxisrnos y a la escuela de los Annales.Tres

teoúas que sin duda habían marcado las investigaciones históricas desarrolla-

das sobre el pasado de Iberoamérica. Sería tenerario y absurdo por nuestra

parte presentar en unas cuantas líneas las críticas, fundadas muchas de ellas,

que se les atribuyeron a esas tres teorías. Nos parece que un concepto sirvió

como resumen de ellas: eran teorías <estructuralistas>. EI concepto de centro-

periferia había ocasionado que se buscaran las explicaciones del cambio his-

tórico de Iberoamérica en los vaivenes del mercado mundial y en la econo-

mía de enclave. Tanto los cambios de las relaciones sociales y políticas, como

la configuración del Estado colonial y de los estados se explicaban como fun-

ción subordinada de los cambios en Ia estructura del mercado mundial. El

<economicismo> de los marxistas había considerado, y así se había investigado

el pasado latinoamericano, la estructura económica como la instancia en <últi-

nro término>, y la superestructura como un epifenómeno de aquélla.Y la

larga duración, la historia <casi inmóvil>, se buscó en las series históricas y en

l¡s continuidades de las estructuras sociales y económicas'

Normalidad democrática y critica a las teorías estructuralistas, si bien son

f-enómenos no relacionados, su confluencia y combinación sí que impactó

cn el desarrollo de las historiografias independentistas. Por lo nenos en un

pLlnto creemos que es evidente el resultado de esa combinación: el regreso

clel autor, para utilizar la frase de Alain Touraine, y con ello la historia de <lo

político> entendido como el estudio de las negociaciones, simétricas o asi-

rrrétricas, entre <instituciones> y grupos sociales, pueblos, colectivos, clases

sociales o agencias.

Ar <;r,lNt¡s'I EMAS l)E L()s ULTIMOS TIEMPoS

I )cstlc nrrcstn) ptlttto tlc vist¡, ctl¿ltro líneas de investigación han concen-

tr-:rtl6 l6s ¡f urrt's y dclrltcs sobrc l:r indcpctrtlcrtcil. l)os c]e entre ellas, el libera-

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histórica en estos últimos años. En la última parte de esta introducción sólonos proponemos destacar las líneas de investigación que consideramos, a par-tir de la lectura de estos artículos y de nuestras propias reflexiones, que hanconcentrado los afanes de los historiadores especialistas en este tema, y tam-bién enumerar algunas de las circunstancias que en parte explican la relevan-cia il,canzada por aquellas áreas de estudio.

Es indudable que la denominada <ola democratizadoru> de finales de losochenta y principios de los noventa tuvo un gran impacto en los temas de

investigación, no sólo de la historiogra{ra, sino en general, de las cienciassociales latinoamericanas y latinoamericanistas. Cayeron las dictaduras endiversos países de América del Sur, incluso la paraguaya, y en México, a par-tir de 1988, dio inicio la transición política. La via armada a la revolución fuedescartada, en algunos casos por convicción, en otros por necesidad, por unmuy amplio sector de los movimientos sociales y de los partidos de izquier-da. Ambos fenómenos, no necesariamente relacionados, sí confluyeron para

situar en primer plano la construcción de las instituciones democráticas. Si

en 7975 Lorenzo Meyer, historiador y politólogo mexicano, se quejaba deque el tema de la democracia era una carencia evidente en la teoría e inves-tigaciones de las ciencias sociales, la misma cuestión se convirtió en omni-presente a partir de finales de los ochenta. Lo que importaba era <pensarr> la

construcción de las instituciones democráticas y los temas adjuntos más

importantes, como la relación entre instrtuclones representatlvas y grupossociales y políticos o, para utilizar el concepto que se convirtió en canónico,la sociedad civil.

El colapso de las dictaduras repercutió de manera inmediata en los cami-nos seguidos por las historiografias de los países que sufrieron esas plagas. Elfin de la larga dictadura militar en Brasil permitió que el tema de la indepen-dencia perdiera su primario fin utilitario, en este caso de justificación de losgobiernos militares, y que la comunidad de historiadores pudiera <desideolo-

gizar> su propia práctica académica, como señalaJoao Paulo G. Pimenta. EnArgentina tarnbién se despolitizó el debate. En Paraguay y Uruguay el resul-tado fue que los historiadores se concentraron en investigar la historia delsiglo xx, y ocuparon un lugar secundario las investigaciones sobre la guerraentre realistas e insurgentes. Por consiguiente, las comunidades de historia-dores fueron diapasones sensibles al derrumbe de los gobiernos militares, ytanrbién a los temas abiertos por la <normalización democrática>. En Perútambién fue evidente el replanteamiento por parte de los investigadores delrs ciencias sociales acerca de las instituciones democráticas, pero por otras

Un debate actual, una revisión necesarra

razones. Como una reacción a Sendero Luminoso se estudió la <democracra

formal> como un mecanismo (virtuoso)) -son palabras de Carlos Contreras-

que podían transformar las estructuras sociales.

En las explicaciones sobre el desarrollo de las historiografias independen-

tistas de los últimos decenios también será necesario reparar en las mutaciones

teóricas y metodológicas que cobraron fuetza,al menos desde los años ochen-

ta, en la comunidad de historiadores latinoamericanistas. Nos referimos a las

críticas, que lograron una gran resonancia y aceptación, a los postulados de la

teoría de la dependencia, a los marxisrnos y a la escuela de los Annales.Tres

teoúas que sin duda habían marcado las investigaciones históricas desarrolla-

das sobre el pasado de Iberoamérica. Sería tenerario y absurdo por nuestra

parte presentar en unas cuantas líneas las críticas, fundadas muchas de ellas,

que se les atribuyeron a esas tres teorías. Nos parece que un concepto sirvió

como resumen de ellas: eran teorías <estructuralistas>. EI concepto de centro-

periferia había ocasionado que se buscaran las explicaciones del cambio his-

tórico de Iberoamérica en los vaivenes del mercado mundial y en la econo-

mía de enclave. Tanto los cambios de las relaciones sociales y políticas, como

la configuración del Estado colonial y de los estados se explicaban como fun-

ción subordinada de los cambios en Ia estructura del mercado mundial. El

<economicismo> de los marxistas había considerado, y así se había investigado

el pasado latinoamericano, la estructura económica como la instancia en <últi-

nro término>, y la superestructura como un epifenómeno de aquélla.Y la

larga duración, la historia <casi inmóvil>, se buscó en las series históricas y en

l¡s continuidades de las estructuras sociales y económicas'

Normalidad democrática y critica a las teorías estructuralistas, si bien son

f-enómenos no relacionados, su confluencia y combinación sí que impactó

cn el desarrollo de las historiografias independentistas. Por lo nenos en un

pLlnto creemos que es evidente el resultado de esa combinación: el regreso

clel autor, para utilizar la frase de Alain Touraine, y con ello la historia de <lo

político> entendido como el estudio de las negociaciones, simétricas o asi-

rrrétricas, entre <instituciones> y grupos sociales, pueblos, colectivos, clases

sociales o agencias.

Ar <;r,lNt¡s'I EMAS l)E L()s ULTIMOS TIEMPoS

I )cstlc nrrcstn) ptlttto tlc vist¡, ctl¿ltro líneas de investigación han concen-

tr-:rtl6 l6s ¡f urrt's y dclrltcs sobrc l:r indcpctrtlcrtcil. l)os c]e entre ellas, el libera-

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Manuel chust calero y José Antonio Serrano

lismo gaditano y la ciudadanía-representación política, son temáticas relativa-mente nuevas, y las otras dos, realistas e historia de los grupos subordinados,son áreas de investigación que surgieron a partir de los años sesenta y queactualmente tienen una renovada y amplia fuerza.

Las elecciones y la ciudadanía han sido una de las temáticas que conmayor profusión se han prodigado en los últimos tiempos. Hay toda unabibliografia amplia, plural y consolidada sobre este t.-". Erp..ialmente enlo que se refiere al caso rioplatense y mexicano. Destacan los estudios, porsu importancia y relevancia en el momento de publicación, deJaime E.Rodríguez, Antonio Annino, Frangois-Xavier Guerra, José carlos chiara-monte, Hilda Sábato yvirginia Guedea, por citar algunos nombres pione-ros.Temática electoral que vino acompañada de la de la representación y detoda una conceptualización del valor de la ciudadanía, dela concepción devecino y su participación política en el nuevo régimen republicano, etc.concepto y <prácticas> electorales que se rescataron temáticamente, enespecial en el contexto del liberalismo gaditano y los procesos electoralesque desencadenó.

Para México y centroamérica, sin ser un tema noved oso, stricto sensu, sique en los últimos años ha tenido y sigue teniendo una revitalización noto-ria. En este último caso, Mario Rodríguez advirtió de su importancia en losochenta y lo rescató el grupo de historiadores que trabajan con Arturo Thra-cena. Para el caso mexicano, Nettie Lee Benson fue pionera en la década delos cincuenta, cuando apreció la centralidad e importancia que para la histo-ria de la independencia mexicana y su formación como Estado-nacióntuvieron las cortes de cádiz y la participación de notorios diputados, tantoen éstas como en las de Madrid. Fueron sus discípulos, en especialJaime E.Rodríguez, quienes prosiguieron su magisterio.Tema y temática que hanlogrado una gran consolidación en el panorama historiográfi.o .rorrthirp"-no, a distancia de otras historiografias sudamericanas y, por supuesto, de laespañola, la cual sigue haciendo prácticamente caso omiso de la importanciaque para la historia <españolar tuvieron los <otros> territorios cle la monar-quía española.

El te'ra del liberalismo gaditano está siendo recuperado para Sudaméricaen las últi'ras décadas.A destacar los estudios de Ana Frega para (Jruguay oBrazBrancato y Marcia Berbel para Brasil.

con todo, habrá que nratizar, describir y consensuar el concepto <libera-lisnro> para la significación historiográfica en Iberoamérica. concepto histó-rico demasiado impregnado en este territorio de su evolución histárica en el

))Un debate actual, una revisión necesaria 23

siglo xx y especialmente del xx, en donde los análisis de las ciencias sociales

y políticas lo han identificado, con raz6n, con oligarquía e imperialismo.Concepto, el de liberalismo, que también fue histórico en nuestro análisis.Ypor 1o tanto dinámico, mutable y en evolución, tanto en el espacio como en

el tiempo. Pero como apuntan las investigaciones propias y ajenas, el libera-lismo gaditano impregnó un amplio espectro del proceso de construcción de

los estados-nación.Y su trascendencia no se limitó sólo a la participación de

sus diputados, sino a la aplicación de sus decretos, a la politización de lasociedad, a la interacción que provocaron sus ondas sísmicas tanto preactivas

-en la insurgencia- como reactivas -en el absolutismo colonial-, a los proce-sos electorales que desencadenaron, a la importancia en la organizaciín de

ayuntamientos, milicias nacionales, y -quizá es lo que habrá que investigar en

las próximos años- a la interacción entre esta (tercera vía> y la insurgencia,porque no hubo compartimentos estancos, ni mucho rpenos.

Por lo menos, esta línea de investigación ha contribuido a renovar las tesis

historiográficas ancladas en el maniqueísmo dicotómico de insurgentes-rea-listas, contribuyendo a enriquecer más el análisis del abanico de posibilidades

históricas.Y por supuesto, a desechar la tesis de la <inevitabilidaó de la inde-pendencia.

En segundo lugar, en las últimas décadas se ha registrado un crecienteinterés por investigar la <otra parteD. Aquellos que no formaron parte de la

historia patria, aquellos que no construyeron la nación, ni sus glorias, ni sus

gestas. Es más, aquellos que durante muchos años fueron omitidos y vilipen-diados.Y este interés manifiesto por los <realistas>, si bien el término necesi-

taria rnatizaciones, es muy interesante para su rescate y estudio.Es notorio que en estas últimas décadas se aprecia, en primer lugar, una

superación de la tesis maniquea de la historia patria: no sólo fueron indios ypeninsulares los <realistasD, entre las filas de los criollos hubo partidarios de

reformar el sistema absolutista sin por ello continuar con los planteamientoscoloniales ni tampoco llegar a la independencia. Entre el colonialismo y lainsurgencia hubo un crisol de opciones políticas que algunos historiadoresernpiezan a ÍÍatizar y advertir. Es la razón de los estudios de las redes sociales

y políticas qlle se mantuvieron al margen o consütuyeron posrcrones rnter-rncdirrs o rrutonomistas. Por otro lado, hay un rescate desde la historia social

dc los urtr¡'ros y conrunidades indígenas, diversas y heterogéneas, por com-prcrrtlcr sus ¡'rosiciones políticas err la coyuntura independentista.

(lon totlo, cxistc urr:r rcv:rlor¿rciíll dc ula historia de los vencidosl, y unirrtcri's ¡ror t'stutli:rr ('st()s r-lt'u[)()s tlivclsos, sus ptrrblctttrrs, sus cotrflictos y sus

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Manuel chust calero y José Antonio Serrano

lismo gaditano y la ciudadanía-representación política, son temáticas relativa-mente nuevas, y las otras dos, realistas e historia de los grupos subordinados,son áreas de investigación que surgieron a partir de los años sesenta y queactualmente tienen una renovada y amplia fuerza.

Las elecciones y la ciudadanía han sido una de las temáticas que conmayor profusión se han prodigado en los últimos tiempos. Hay toda unabibliografia amplia, plural y consolidada sobre este t.-". Erp..ialmente enlo que se refiere al caso rioplatense y mexicano. Destacan los estudios, porsu importancia y relevancia en el momento de publicación, deJaime E.Rodríguez, Antonio Annino, Frangois-Xavier Guerra, José carlos chiara-monte, Hilda Sábato yvirginia Guedea, por citar algunos nombres pione-ros.Temática electoral que vino acompañada de la de la representación y detoda una conceptualización del valor de la ciudadanía, dela concepción devecino y su participación política en el nuevo régimen republicano, etc.concepto y <prácticas> electorales que se rescataron temáticamente, enespecial en el contexto del liberalismo gaditano y los procesos electoralesque desencadenó.

Para México y centroamérica, sin ser un tema noved oso, stricto sensu, sique en los últimos años ha tenido y sigue teniendo una revitalización noto-ria. En este último caso, Mario Rodríguez advirtió de su importancia en losochenta y lo rescató el grupo de historiadores que trabajan con Arturo Thra-cena. Para el caso mexicano, Nettie Lee Benson fue pionera en la década delos cincuenta, cuando apreció la centralidad e importancia que para la histo-ria de la independencia mexicana y su formación como Estado-nacióntuvieron las cortes de cádiz y la participación de notorios diputados, tantoen éstas como en las de Madrid. Fueron sus discípulos, en especialJaime E.Rodríguez, quienes prosiguieron su magisterio.Tema y temática que hanlogrado una gran consolidación en el panorama historiográfi.o .rorrthirp"-no, a distancia de otras historiografias sudamericanas y, por supuesto, de laespañola, la cual sigue haciendo prácticamente caso omiso de la importanciaque para la historia <españolar tuvieron los <otros> territorios cle la monar-quía española.

El te'ra del liberalismo gaditano está siendo recuperado para Sudaméricaen las últi'ras décadas.A destacar los estudios de Ana Frega para (Jruguay oBrazBrancato y Marcia Berbel para Brasil.

con todo, habrá que nratizar, describir y consensuar el concepto <libera-lisnro> para la significación historiográfica en Iberoamérica. concepto histó-rico demasiado impregnado en este territorio de su evolución histárica en el

))Un debate actual, una revisión necesaria 23

siglo xx y especialmente del xx, en donde los análisis de las ciencias sociales

y políticas lo han identificado, con raz6n, con oligarquía e imperialismo.Concepto, el de liberalismo, que también fue histórico en nuestro análisis.Ypor 1o tanto dinámico, mutable y en evolución, tanto en el espacio como en

el tiempo. Pero como apuntan las investigaciones propias y ajenas, el libera-lismo gaditano impregnó un amplio espectro del proceso de construcción de

los estados-nación.Y su trascendencia no se limitó sólo a la participación de

sus diputados, sino a la aplicación de sus decretos, a la politización de lasociedad, a la interacción que provocaron sus ondas sísmicas tanto preactivas

-en la insurgencia- como reactivas -en el absolutismo colonial-, a los proce-sos electorales que desencadenaron, a la importancia en la organizaciín de

ayuntamientos, milicias nacionales, y -quizá es lo que habrá que investigar en

las próximos años- a la interacción entre esta (tercera vía> y la insurgencia,porque no hubo compartimentos estancos, ni mucho rpenos.

Por lo menos, esta línea de investigación ha contribuido a renovar las tesis

historiográficas ancladas en el maniqueísmo dicotómico de insurgentes-rea-listas, contribuyendo a enriquecer más el análisis del abanico de posibilidades

históricas.Y por supuesto, a desechar la tesis de la <inevitabilidaó de la inde-pendencia.

En segundo lugar, en las últimas décadas se ha registrado un crecienteinterés por investigar la <otra parteD. Aquellos que no formaron parte de la

historia patria, aquellos que no construyeron la nación, ni sus glorias, ni sus

gestas. Es más, aquellos que durante muchos años fueron omitidos y vilipen-diados.Y este interés manifiesto por los <realistas>, si bien el término necesi-

taria rnatizaciones, es muy interesante para su rescate y estudio.Es notorio que en estas últimas décadas se aprecia, en primer lugar, una

superación de la tesis maniquea de la historia patria: no sólo fueron indios ypeninsulares los <realistasD, entre las filas de los criollos hubo partidarios de

reformar el sistema absolutista sin por ello continuar con los planteamientoscoloniales ni tampoco llegar a la independencia. Entre el colonialismo y lainsurgencia hubo un crisol de opciones políticas que algunos historiadoresernpiezan a ÍÍatizar y advertir. Es la razón de los estudios de las redes sociales

y políticas qlle se mantuvieron al margen o consütuyeron posrcrones rnter-rncdirrs o rrutonomistas. Por otro lado, hay un rescate desde la historia social

dc los urtr¡'ros y conrunidades indígenas, diversas y heterogéneas, por com-prcrrtlcr sus ¡'rosiciones políticas err la coyuntura independentista.

(lon totlo, cxistc urr:r rcv:rlor¿rciíll dc ula historia de los vencidosl, y unirrtcri's ¡ror t'stutli:rr ('st()s r-lt'u[)()s tlivclsos, sus ptrrblctttrrs, sus cotrflictos y sus

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24 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

motivaciones complejas, que evidentemente no se explican sino desde una

complejidad de factores históricos y económicos, más que por el descarte de

tópicos simplistas que unilateralmente los condenaron al olvido bajo el tamizde la <traición> o enajenación.

Es evidente que el tema de las clases populares y su condición social,étnica y racial, está de <moda> y es una de las temáticas que más producciónhistoriográfica ha tenido en las dos últimas décadas. La preocupación por lahistoria social, las historias de la vida privada y cotidiana, los grupos exclui-dos, la historia de género y la cuestión étnica y ncial, ha dado lugar a una

pluralidad de estudios muy importantes por toda Iberoamérica sobre el papel

de las clases populares en la independencia.Así, los temas sobre las comuni-dades indígenas como sujetos y como objeto de estudio se han multiplicado.Y sus interpretaciones también. Dado que muchos de estos estudios se enca-

rninan a retratar el posicionamiento activo en la independencia o a justificar

su pasividad, por el caricter de una guerra nacional y no étnica, o a denun-ciar su marginación, mayor si cabe, en el posterior estado-nación posinde-pendentista. Muchos de estos estudios, deudores de la antropología anglosa-jona, han conseguido mantenerse fuera de la onda expansiva de ésta, que

caracterizaba bucólica e ideahnente a la sociedad india. De ahí, y aunque no

sólo por esta raz6n, la aversión de parte de esta historiografia al concepto<liberal'¡ o <liberalismo) como término pernicioso.

Al igual que el rescate de la problemática étnica, al que se han sumado

los actores negros, mulatos y mestizos, completando un arco iris que da

mucho más color a las anteriores historias en blanco y blanco.Tarnbién es

de destacar que estos estudios han profundizado en la vertiente anticolo-nial y antiliberal que se fraguó en la independencia. Es decir, clases popula-res que lntervrnreron y se movilizaron bajo un prrsnla no necesartamente

patriótico o <realista> sino por rntereses concretos perteneclentes a sus gru-pos y etnias y no encuadradas en un estereotipo nacional y nacionalista, en

donde quien no se incorporaba al discurso paradigmático de la nación, porfuerza estaba contra ella. Es decir, tuvieron no sólo una actuación (cons-

ciente> sino también <explicable>, por no hablar de legítima. Notorio cam-bio de interpretación y rescate de grupos sociales marginados y excluidos,no sólo socialmente sino históricamente. Es un buen ejeneplo de ello elreciente estudio de EricVanYoung para el caso de la insurgencia nlexicanadesde la vertiente no social sino desde la explicación cultural. Como tam-bién son de destacar los trabajos de Alfonso Múnera para el caso carta-

llenero.

Un debate actual, una revisión necesarra 25

UN¡ coNcruslÓN

Para concluir, sólo nos resta decir que estamos satisfechos de publicar

¿rrtículos de reconocidos especialistas sobre las guerras de independencia' En

los capítulos de este cuailernos de AHILA es más que evidente el amplio y

erudil manejo y análisis de artículos, libros y ensayos, y también de tesis de

grado no publicadas. En cada uno de los artículos se identifican las ideas cen-

irales más importantes que marcaron el debate historiográfico, por los menos

clesde los años sesenta del siglo xx. Pero no sólo eso, también se valoran y se

polemiza con los autores aquí revisados, lo que brinda elementos para enten-

.ler la labor investigadora e historio gráfica de los propios autores de estos

capítulos. En otras palabras, los capítulos editados ayudarán a explicar a los

¡',.opio, especialistas sobre el estudio de las independencias que aquí expo-

llen sus razones y argumentos, su toma de posición y sus líneas de investiga-

ción.Y por último, en cada uno de los capítulos se propone una agenda de

investigación con miras al bicentenario. Estamos seguros de que para investi-

ur, ., i...r"rio revisar, repensar contlnuamente las tradiciones historiográfi-

c¿ls, con el fin de afinar los temas de investigación. Por eso cerramos estas

¡ráginas con las palabras con las que abrirnos esta introducción: revisar, para

conocer e investigar.

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24 Manuel Chust Calero y José Antonio Serrano

motivaciones complejas, que evidentemente no se explican sino desde una

complejidad de factores históricos y económicos, más que por el descarte de

tópicos simplistas que unilateralmente los condenaron al olvido bajo el tamizde la <traición> o enajenación.

Es evidente que el tema de las clases populares y su condición social,étnica y racial, está de <moda> y es una de las temáticas que más producciónhistoriográfica ha tenido en las dos últimas décadas. La preocupación por lahistoria social, las historias de la vida privada y cotidiana, los grupos exclui-dos, la historia de género y la cuestión étnica y ncial, ha dado lugar a una

pluralidad de estudios muy importantes por toda Iberoamérica sobre el papel

de las clases populares en la independencia.Así, los temas sobre las comuni-dades indígenas como sujetos y como objeto de estudio se han multiplicado.Y sus interpretaciones también. Dado que muchos de estos estudios se enca-

rninan a retratar el posicionamiento activo en la independencia o a justificar

su pasividad, por el caricter de una guerra nacional y no étnica, o a denun-ciar su marginación, mayor si cabe, en el posterior estado-nación posinde-pendentista. Muchos de estos estudios, deudores de la antropología anglosa-jona, han conseguido mantenerse fuera de la onda expansiva de ésta, que

caracterizaba bucólica e ideahnente a la sociedad india. De ahí, y aunque no

sólo por esta raz6n, la aversión de parte de esta historiografia al concepto<liberal'¡ o <liberalismo) como término pernicioso.

Al igual que el rescate de la problemática étnica, al que se han sumado

los actores negros, mulatos y mestizos, completando un arco iris que da

mucho más color a las anteriores historias en blanco y blanco.Tarnbién es

de destacar que estos estudios han profundizado en la vertiente anticolo-nial y antiliberal que se fraguó en la independencia. Es decir, clases popula-res que lntervrnreron y se movilizaron bajo un prrsnla no necesartamente

patriótico o <realista> sino por rntereses concretos perteneclentes a sus gru-pos y etnias y no encuadradas en un estereotipo nacional y nacionalista, en

donde quien no se incorporaba al discurso paradigmático de la nación, porfuerza estaba contra ella. Es decir, tuvieron no sólo una actuación (cons-

ciente> sino también <explicable>, por no hablar de legítima. Notorio cam-bio de interpretación y rescate de grupos sociales marginados y excluidos,no sólo socialmente sino históricamente. Es un buen ejeneplo de ello elreciente estudio de EricVanYoung para el caso de la insurgencia nlexicanadesde la vertiente no social sino desde la explicación cultural. Como tam-bién son de destacar los trabajos de Alfonso Múnera para el caso carta-

llenero.

Un debate actual, una revisión necesarra 25

UN¡ coNcruslÓN

Para concluir, sólo nos resta decir que estamos satisfechos de publicar

¿rrtículos de reconocidos especialistas sobre las guerras de independencia' En

los capítulos de este cuailernos de AHILA es más que evidente el amplio y

erudil manejo y análisis de artículos, libros y ensayos, y también de tesis de

grado no publicadas. En cada uno de los artículos se identifican las ideas cen-

irales más importantes que marcaron el debate historiográfico, por los menos

clesde los años sesenta del siglo xx. Pero no sólo eso, también se valoran y se

polemiza con los autores aquí revisados, lo que brinda elementos para enten-

.ler la labor investigadora e historio gráfica de los propios autores de estos

capítulos. En otras palabras, los capítulos editados ayudarán a explicar a los

¡',.opio, especialistas sobre el estudio de las independencias que aquí expo-

llen sus razones y argumentos, su toma de posición y sus líneas de investiga-

ción.Y por último, en cada uno de los capítulos se propone una agenda de

investigación con miras al bicentenario. Estamos seguros de que para investi-

ur, ., i...r"rio revisar, repensar contlnuamente las tradiciones historiográfi-

c¿ls, con el fin de afinar los temas de investigación. Por eso cerramos estas

¡ráginas con las palabras con las que abrirnos esta introducción: revisar, para

conocer e investigar.

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LA GUERRA DE INDEPENDENCIAEN LA HISTORIoGRATÍA ARGENTINA

Gabriel Di Meglio*Instituto de Historia Argentina y Americana <Dr. Emilio Rauignaní>

(Jniuersidad de Buenos Aires - COA/ICET

I

La <guerra de independencia> deshizo en el sur de América del Sur el

Virreinato del Río de la Plata y dio comienzo a un proceso que llevó a la

formación de cuatro nuevos estados nacionales en el que fuera su territorio.Cada uno de esos estados cuenta con su propia periodización de aquel Gnó-rneno. En Bolivia la guerra de independencia puede considerarse comenzadaen 1809, con los alzamientos juntistas de las ciudades de La Paz y Chuquisa-ca, que fueron reprimidos por tropas enviadas desde Lima y Buenos Aires, yterminada en 7825, cuando una ofensiva colombiana liderada por Simónllolívar yJosé Antonio Sucre penetró exitosamente en el último bastión rea-lista y dio lugar a la creación de una nueva república en el antiguo Alto Peru.Los uruguayos, por su parte, estudian dos ñses de guerra independentista:laprimera comienza en 1810, con la reacción de Montevideo contra la revolu-ción de Buenos Aires, y está marcada en la entonces llamada Banda Oriental(dcl ll.ío de la Plata) por el alzamiento rural que se dio entre 1811 y 1,820;deí'l surgió el líder que hoy es el principal héroe nacional,José Artigas. Lascgrrntlrr f'rrsc sc clt errtre 1825 y 1828, en la lucha contra el Imperio brasileño(luc sc lt:rbíu urrcxutlo cl tcrritorio, al ti'rrlrilro de la cual éste se convirtió en

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LA GUERRA DE INDEPENDENCIAEN LA HISTORIoGRATÍA ARGENTINA

Gabriel Di Meglio*Instituto de Historia Argentina y Americana <Dr. Emilio Rauignaní>

(Jniuersidad de Buenos Aires - COA/ICET

I

La <guerra de independencia> deshizo en el sur de América del Sur el

Virreinato del Río de la Plata y dio comienzo a un proceso que llevó a la

formación de cuatro nuevos estados nacionales en el que fuera su territorio.Cada uno de esos estados cuenta con su propia periodización de aquel Gnó-rneno. En Bolivia la guerra de independencia puede considerarse comenzadaen 1809, con los alzamientos juntistas de las ciudades de La Paz y Chuquisa-ca, que fueron reprimidos por tropas enviadas desde Lima y Buenos Aires, yterminada en 7825, cuando una ofensiva colombiana liderada por Simónllolívar yJosé Antonio Sucre penetró exitosamente en el último bastión rea-lista y dio lugar a la creación de una nueva república en el antiguo Alto Peru.Los uruguayos, por su parte, estudian dos ñses de guerra independentista:laprimera comienza en 1810, con la reacción de Montevideo contra la revolu-ción de Buenos Aires, y está marcada en la entonces llamada Banda Oriental(dcl ll.ío de la Plata) por el alzamiento rural que se dio entre 1811 y 1,820;deí'l surgió el líder que hoy es el principal héroe nacional,José Artigas. Lascgrrntlrr f'rrsc sc clt errtre 1825 y 1828, en la lucha contra el Imperio brasileño(luc sc lt:rbíu urrcxutlo cl tcrritorio, al ti'rrlrilro de la cual éste se convirtió en

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la República Oriental del Uruguay (esa segunda etapa es llamada en Argen-tina <Guerra con el Brasil> y no se la considera parte del conflicto indepen-dentista). Contrastando con esa agitación, Paraguay no tuvo prácticamenteuna guerra de ese tipo: a poco de rechazar militarmente a las tropas queBuenos Aires envió para asegurar el triunfo revolucionario en 1810, los para-

guayos iniciaron una particular experiencia de aislamiento independienteque los preservó también de los avatares del gran enfrentamiento bélico con-tinental.

EnArgentina,c;rya historiografia al respecto es el objeto de este capítulo,se considera (guerra de independencia> al conflicto militar contra los españo-les y otros realistas que se extendió a lo largo de la década que va entre 1810y 1820. La guerra se inició con las expediciones que laJunta Gubernativa deBuenosAires -que reernplazí alVirrey luego de la llegada de las noticias dela caida de la Junta Central de Sevilla- envió al interior y al Alto Perú, por unlado, y al Paraguay por otro, para garantizarse obediencia.La primera fue exi-tosa en un primer momento pero luego fracasó y también lo hicieron otrasdos ofensivas en los años subsiguientes (la tercera de ellas, en 1815, marcariael fin de los intentos de los revolucionarios por adueñarse del Alto Peru). Enel mismo lustro, el Gobierno revolucionario se esforzó por derrotar a Mon-tevideo,foco contrarrevolucionario en el Río de la Plata.Tras dos sitios yvarios combates navales, la ciudad cayó en manos de los revolucionarios, que

asi aftanzaron su posición. La segunda parte de Ia década de 1810 está marca-da por la campaña que José de San Martín comandó para derrotar a los rea-listas que ocupaban Chile, culminada victoriosamente en 1B18.Al rnismotiempo, el actual norte argentino sufría los embates de los realistas provenien-tes del Alto Perú, que fueron neutralizados por las milicias y fuerzas irregula-res salteñas y jujeñas, en la que seúa denominada más tarde <guerra gauchar>

(los ataques realistas en esa región continuaron después de 1820,pero en

general el peso que Buenos Aires tiene en la historiografra argentina hizo que

esa fecha haya sido considerada el final del conflicto). El panorama de la gue-rra independentista se completa con la existencia de un enfrentamiento entreel Gobierno central, con sede en Buenos Aires, y las provincias del Litoral(Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corriente$ que dirigía Artigas, con-flicto que llevaría a ambos sistemas a su destrucción. {Jna poderosa ofensivaportuguesa avalada por BuenosAires conquistó a partir de 1817 la BandaOriental y privó a Artigas de su base de poder, pero algunos de sus antiguosseguidores terminaúan derrotando al Gobierno central en 1820 y lo obliga-rían ¡ disolverse. Finalmente, la guerra desde la perspectiva argentina tuvo

La guerra de independencia en la historiografi a argentina 29

una prolongación: la campaña del ejército de San Martín para concluir con el

poder realista en el Perú, que sobrevino ala caida del Estado revolucionariorioplatense en nombre del cual había comenzado.

Aunque se trabaron casi ciento cincuenta enfrentamientos en los diferen-tes frentes, entre pequeñísimos combates y encuentros más grandes (y sinincluir los choques de los revolucionarios entre sí ni los que tuvieron los

orientales con los portugueses),las batallas importantes de Ia guerra fueronpocas: Suipacha pasó a la historia por ser la primera victoria patriota en1810;Tücumán en I8t2 y Salta en 1813 fueron fundamentales -especial-mente la primera- para detener el avance de los contrarrevolucionariosluego del fracaso de la primera ofensiva alAlto Perú; Huaqui en 1811,Ayo-huma en 1813 y Sipe-Sipe en 1815 fueron <desastres> que destruyeron cada

uno de los avances de la revolución rioplatense a la antedicha región; el com-bate naval del Buceo (1814) otorgó a los revolucionarios el dominio del Ríode la Plata; Chacabuco en 7817 y Maipú en 1818 fueron las decisivas victo-rias de San Martín en Chile, las que comenzaron a definir el conflicto.

La guerra de independencia ha sido fundamental en la creación de unaidentidad argentina y es uno de los momentos del pasado de la actual Repú-blica del cual más figuras se han tomado para la construcción de un panteónde héroes nacionales. El máximo es precisamenteJosé de San Martín, el prin-cipal general en la contienda, quien de a poco fue erigido <padre de lapatria>. Manuel Belgrano, abogado devenido militar y creador de la banderanacional, es el segundo personaje en importancia en el panteón. En algunas

provincias, personajes locales como Martín Miguel de Güemes (en Salta) oel coronelJuan Pascual Pringles (en San Luis) se convirtieron en figuras clave

de panteones regionales. Es en buena medida en relación con este esfuerzode construcción de un pasado común para un país laboriosamente unificadoy poblado por inmigrantes de diversos orígenes, amparado por el Estado, quenliles de páginas se escribieron sobre distintos aspectos de ese conflicto. Sincnrbargo, no es una temática que haya generado grandes debates historiográ-ficos, como sí lo hicieron las características de la revolución que dio lugar a

csa guerra o la situación de lo que hoy es Argentina desde 1820, cuando lacontienda había finalizado. Problemas como el caudillismo y las guerras civi-lcs clue entonces se iniciaron han sido objeto de enconadas disputas por partetlc krs historiadores a lo largo de un siglo y medio de investigaciones. Pero Ia

rlr¡crra tlc irrdepcrrrlencia no.lntcnt:rr¡'tlclincrrr las posibles cansas de ello rnientras realizo el recorrido

¡rol lrrs visioncs so[rrc cl conflicto. Mc ccntmrí' cn las principales produccio-

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la República Oriental del Uruguay (esa segunda etapa es llamada en Argen-tina <Guerra con el Brasil> y no se la considera parte del conflicto indepen-dentista). Contrastando con esa agitación, Paraguay no tuvo prácticamenteuna guerra de ese tipo: a poco de rechazar militarmente a las tropas queBuenos Aires envió para asegurar el triunfo revolucionario en 1810, los para-

guayos iniciaron una particular experiencia de aislamiento independienteque los preservó también de los avatares del gran enfrentamiento bélico con-tinental.

EnArgentina,c;rya historiografia al respecto es el objeto de este capítulo,se considera (guerra de independencia> al conflicto militar contra los españo-les y otros realistas que se extendió a lo largo de la década que va entre 1810y 1820. La guerra se inició con las expediciones que laJunta Gubernativa deBuenosAires -que reernplazí alVirrey luego de la llegada de las noticias dela caida de la Junta Central de Sevilla- envió al interior y al Alto Perú, por unlado, y al Paraguay por otro, para garantizarse obediencia.La primera fue exi-tosa en un primer momento pero luego fracasó y también lo hicieron otrasdos ofensivas en los años subsiguientes (la tercera de ellas, en 1815, marcariael fin de los intentos de los revolucionarios por adueñarse del Alto Peru). Enel mismo lustro, el Gobierno revolucionario se esforzó por derrotar a Mon-tevideo,foco contrarrevolucionario en el Río de la Plata.Tras dos sitios yvarios combates navales, la ciudad cayó en manos de los revolucionarios, que

asi aftanzaron su posición. La segunda parte de Ia década de 1810 está marca-da por la campaña que José de San Martín comandó para derrotar a los rea-listas que ocupaban Chile, culminada victoriosamente en 1B18.Al rnismotiempo, el actual norte argentino sufría los embates de los realistas provenien-tes del Alto Perú, que fueron neutralizados por las milicias y fuerzas irregula-res salteñas y jujeñas, en la que seúa denominada más tarde <guerra gauchar>

(los ataques realistas en esa región continuaron después de 1820,pero en

general el peso que Buenos Aires tiene en la historiografra argentina hizo que

esa fecha haya sido considerada el final del conflicto). El panorama de la gue-rra independentista se completa con la existencia de un enfrentamiento entreel Gobierno central, con sede en Buenos Aires, y las provincias del Litoral(Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corriente$ que dirigía Artigas, con-flicto que llevaría a ambos sistemas a su destrucción. {Jna poderosa ofensivaportuguesa avalada por BuenosAires conquistó a partir de 1817 la BandaOriental y privó a Artigas de su base de poder, pero algunos de sus antiguosseguidores terminaúan derrotando al Gobierno central en 1820 y lo obliga-rían ¡ disolverse. Finalmente, la guerra desde la perspectiva argentina tuvo

La guerra de independencia en la historiografi a argentina 29

una prolongación: la campaña del ejército de San Martín para concluir con el

poder realista en el Perú, que sobrevino ala caida del Estado revolucionariorioplatense en nombre del cual había comenzado.

Aunque se trabaron casi ciento cincuenta enfrentamientos en los diferen-tes frentes, entre pequeñísimos combates y encuentros más grandes (y sinincluir los choques de los revolucionarios entre sí ni los que tuvieron los

orientales con los portugueses),las batallas importantes de Ia guerra fueronpocas: Suipacha pasó a la historia por ser la primera victoria patriota en1810;Tücumán en I8t2 y Salta en 1813 fueron fundamentales -especial-mente la primera- para detener el avance de los contrarrevolucionariosluego del fracaso de la primera ofensiva alAlto Perú; Huaqui en 1811,Ayo-huma en 1813 y Sipe-Sipe en 1815 fueron <desastres> que destruyeron cada

uno de los avances de la revolución rioplatense a la antedicha región; el com-bate naval del Buceo (1814) otorgó a los revolucionarios el dominio del Ríode la Plata; Chacabuco en 7817 y Maipú en 1818 fueron las decisivas victo-rias de San Martín en Chile, las que comenzaron a definir el conflicto.

La guerra de independencia ha sido fundamental en la creación de unaidentidad argentina y es uno de los momentos del pasado de la actual Repú-blica del cual más figuras se han tomado para la construcción de un panteónde héroes nacionales. El máximo es precisamenteJosé de San Martín, el prin-cipal general en la contienda, quien de a poco fue erigido <padre de lapatria>. Manuel Belgrano, abogado devenido militar y creador de la banderanacional, es el segundo personaje en importancia en el panteón. En algunas

provincias, personajes locales como Martín Miguel de Güemes (en Salta) oel coronelJuan Pascual Pringles (en San Luis) se convirtieron en figuras clave

de panteones regionales. Es en buena medida en relación con este esfuerzode construcción de un pasado común para un país laboriosamente unificadoy poblado por inmigrantes de diversos orígenes, amparado por el Estado, quenliles de páginas se escribieron sobre distintos aspectos de ese conflicto. Sincnrbargo, no es una temática que haya generado grandes debates historiográ-ficos, como sí lo hicieron las características de la revolución que dio lugar a

csa guerra o la situación de lo que hoy es Argentina desde 1820, cuando lacontienda había finalizado. Problemas como el caudillismo y las guerras civi-lcs clue entonces se iniciaron han sido objeto de enconadas disputas por partetlc krs historiadores a lo largo de un siglo y medio de investigaciones. Pero Ia

rlr¡crra tlc irrdepcrrrlencia no.lntcnt:rr¡'tlclincrrr las posibles cansas de ello rnientras realizo el recorrido

¡rol lrrs visioncs so[rrc cl conflicto. Mc ccntmrí' cn las principales produccio-

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nes sobre la cuestión en el último medio siglo, con ánimo de trazar un pano-

rama que no busca ser exhaustivo (y no voy a incursionar en el vasto terreno

de las discusiones acerca de la revolución iniciada en 1810, de la cual la gue-

rra fue una consecuencia). Pero para explicar el derrotero historiográfico del

tema en estas últimas décadas es indispensable remontarse mucho más atrás, a

dos momentos clave de la formación del paradigma sobre la cuestión: la apa-

rición de la Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre al cumplirse los tres

cuartos del siglo xlx y la edición de una Historia de la Nación Argentína encar-

gada por el Estado nacional entre fines de la década de 1930 y principios de

la siguiente.

II

Los primeros relatos acerca de la guerra de independencia fueron casi

inmediatos a su desarrollo.Algunos viajeros extranjeros dejaron impresiones

sobre el conflicto y varios de los protagonistas escribieron memorias en las

que detallaban diversos aspectos del enfrentamiento. Estas exposiciones

siguen siendo las narraciones más eficaces de los avatares bélicos y, como es

obvio, constituyen una fuente excepcional para el tratamiento historiográfi-co de la cuestión. Por su parte, los escritores de la llamada <Generación del

37> (como Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría o Domingo Faustino

Sarmiento) incluyeron en sus reflexiones sobre el Río de la Plata observa-

ciones acerca de las consecuencias de la contienda. Pero la interpretaciónque signó a los estudios sobre la guerra de independencia se basa en una

obra un poco posterior, que es a la vez piedra fundacional de la historiogra-fra argentina: los monumentales libros de Bartolomé Mitre, Historia de Belgra-

no y de la independencía argenthm e Historia de San Martín y de la emancipación

americana.

La primera de ellas tuvo una edición con otro nombre en 1857-8 y esa

denominación se le dio cuando volvió a ser publicada con muchísimos cam-

bios en 1876;la edición definitiva -con modificaciones formales- es de

1887. Es ésta la que se convertiría en la base interpretativa de la guerra de

independencia desde entonces, producto de la pluma de una de las figuras

políticas fundamentales de la segunda mitad del siglo xIx en Argentina. Mitrefue publicista, político parlarnentario y callejero, gobernador de Buenos Aires

durante el período de secesión de esa provincia del resto del país, presidente

argentino desde 1862 e impulsor de una unión nacional con hegemonía

porteña, arnén de comandante en jefe de las tropas de la Triple Alianza en la

La guerra de independencia en la histo rrcgrafia argentina 31

guerra del Paraguay. Su pensamiento fue decisivo en la imposición de unaidea esencialista de la nacionalidad argentina, que fue plasmada con claridadenla Historia de Belgrano.Allí defendió la presencia de un senrimienro nacio-nal argentino con anterioridad a los regionalismos (separatistas) del período7820-1862. La nación q e comenzó a emanciparse en 1810 existía desdeantes de esa fecha y tenía algunas características especiales, producto de las

peculiaridades de la conquista española en la región del Río de la Plata: unasociedad más igualitaria que la de otros espacios hispanoamericanos (nohabía, por ejemplo, títulos de nobleza), formada en una región en la que nohabía plata u oro, ni una gran población indígena, ni inicialmente esclavos, locual puso el eje de la supervivencia en el trabajo de cada uno de los colonos;un puerto influyente que conectaba al territorio con las potencias europeasy permitía el comercio directo con ellas; un espíritu democrático que residíaen los cabildos. El sentimiento nacional fue el que dio lugar a la revoluciónde mayo de 1810, resultado de un plan delineado sin mucha conciencia porsus impulsores -una minoría ilustrada- durante la etapa virreinal. El gruporevolucionario era pequeño, pero fue apoyado por el grueso del <populacho>de Buenos Aires y enseguida buscó asegurar su posición en el resto delVirreinato, lo cual dio lugar a la guerra. En ella se movilizaron las masas delas provincias, que desarrollaron una gran aversión hacia Buenos Aires y, diri-gidas por sus caudillos, terminaron por causar la disolución del Gobiernocentral surgido en 1820. Sin embargo, su participación tuvo un lado positivoporque colaboró en la construcción de la república democrática. El estable-cimiento de ésta, que estaba presupuesta en la igualdad colonial, fue el puntode llegada, la victoria de la revolución1.

La posición de Mitre implicaba que la revolución era inevitable, algoque iba a suceder. Esta visión de alcance general se matizaba cuando el autor¡nalizaba con gran manejo de detalles las batallas que dirigió Belgrano, por-que allí mostraba que -lógicamente- en esos combates el resultado no esta-ba definido de antemano. Así, la contingencia tiene prioridad explicativa encstos segmentos de la narración y, aunque Mitre tuviera una mirada inexo-rable del destino nacional, su relato argüia que todo pudo haberse trastoca-do -en realidad retrasado- por el resultado de una lid. Así, su evaluación delus consecuencias de la batalla de Tücumán, decisiva para salvar a la revolu-ciíxl, er¿r:

I Mitlc (l()501)). l):rrtc dcl ;ur:'rlisis rnuncildo Proviene de Botanr (1991).Sobre el,lt's:tr¡-ollo tlc l:t obr:t cl:tvt' tle Mitrt'. r,i':rr¡sc t:rrnbii.n l'llti (2{XX)) y lV:rsserman (2001).

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nes sobre la cuestión en el último medio siglo, con ánimo de trazar un pano-

rama que no busca ser exhaustivo (y no voy a incursionar en el vasto terreno

de las discusiones acerca de la revolución iniciada en 1810, de la cual la gue-

rra fue una consecuencia). Pero para explicar el derrotero historiográfico del

tema en estas últimas décadas es indispensable remontarse mucho más atrás, a

dos momentos clave de la formación del paradigma sobre la cuestión: la apa-

rición de la Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre al cumplirse los tres

cuartos del siglo xlx y la edición de una Historia de la Nación Argentína encar-

gada por el Estado nacional entre fines de la década de 1930 y principios de

la siguiente.

II

Los primeros relatos acerca de la guerra de independencia fueron casi

inmediatos a su desarrollo.Algunos viajeros extranjeros dejaron impresiones

sobre el conflicto y varios de los protagonistas escribieron memorias en las

que detallaban diversos aspectos del enfrentamiento. Estas exposiciones

siguen siendo las narraciones más eficaces de los avatares bélicos y, como es

obvio, constituyen una fuente excepcional para el tratamiento historiográfi-co de la cuestión. Por su parte, los escritores de la llamada <Generación del

37> (como Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría o Domingo Faustino

Sarmiento) incluyeron en sus reflexiones sobre el Río de la Plata observa-

ciones acerca de las consecuencias de la contienda. Pero la interpretaciónque signó a los estudios sobre la guerra de independencia se basa en una

obra un poco posterior, que es a la vez piedra fundacional de la historiogra-fra argentina: los monumentales libros de Bartolomé Mitre, Historia de Belgra-

no y de la independencía argenthm e Historia de San Martín y de la emancipación

americana.

La primera de ellas tuvo una edición con otro nombre en 1857-8 y esa

denominación se le dio cuando volvió a ser publicada con muchísimos cam-

bios en 1876;la edición definitiva -con modificaciones formales- es de

1887. Es ésta la que se convertiría en la base interpretativa de la guerra de

independencia desde entonces, producto de la pluma de una de las figuras

políticas fundamentales de la segunda mitad del siglo xIx en Argentina. Mitrefue publicista, político parlarnentario y callejero, gobernador de Buenos Aires

durante el período de secesión de esa provincia del resto del país, presidente

argentino desde 1862 e impulsor de una unión nacional con hegemonía

porteña, arnén de comandante en jefe de las tropas de la Triple Alianza en la

La guerra de independencia en la histo rrcgrafia argentina 31

guerra del Paraguay. Su pensamiento fue decisivo en la imposición de unaidea esencialista de la nacionalidad argentina, que fue plasmada con claridadenla Historia de Belgrano.Allí defendió la presencia de un senrimienro nacio-nal argentino con anterioridad a los regionalismos (separatistas) del período7820-1862. La nación q e comenzó a emanciparse en 1810 existía desdeantes de esa fecha y tenía algunas características especiales, producto de las

peculiaridades de la conquista española en la región del Río de la Plata: unasociedad más igualitaria que la de otros espacios hispanoamericanos (nohabía, por ejemplo, títulos de nobleza), formada en una región en la que nohabía plata u oro, ni una gran población indígena, ni inicialmente esclavos, locual puso el eje de la supervivencia en el trabajo de cada uno de los colonos;un puerto influyente que conectaba al territorio con las potencias europeasy permitía el comercio directo con ellas; un espíritu democrático que residíaen los cabildos. El sentimiento nacional fue el que dio lugar a la revoluciónde mayo de 1810, resultado de un plan delineado sin mucha conciencia porsus impulsores -una minoría ilustrada- durante la etapa virreinal. El gruporevolucionario era pequeño, pero fue apoyado por el grueso del <populacho>de Buenos Aires y enseguida buscó asegurar su posición en el resto delVirreinato, lo cual dio lugar a la guerra. En ella se movilizaron las masas delas provincias, que desarrollaron una gran aversión hacia Buenos Aires y, diri-gidas por sus caudillos, terminaron por causar la disolución del Gobiernocentral surgido en 1820. Sin embargo, su participación tuvo un lado positivoporque colaboró en la construcción de la república democrática. El estable-cimiento de ésta, que estaba presupuesta en la igualdad colonial, fue el puntode llegada, la victoria de la revolución1.

La posición de Mitre implicaba que la revolución era inevitable, algoque iba a suceder. Esta visión de alcance general se matizaba cuando el autor¡nalizaba con gran manejo de detalles las batallas que dirigió Belgrano, por-que allí mostraba que -lógicamente- en esos combates el resultado no esta-ba definido de antemano. Así, la contingencia tiene prioridad explicativa encstos segmentos de la narración y, aunque Mitre tuviera una mirada inexo-rable del destino nacional, su relato argüia que todo pudo haberse trastoca-do -en realidad retrasado- por el resultado de una lid. Así, su evaluación delus consecuencias de la batalla de Tücumán, decisiva para salvar a la revolu-ciíxl, er¿r:

I Mitlc (l()501)). l):rrtc dcl ;ur:'rlisis rnuncildo Proviene de Botanr (1991).Sobre el,lt's:tr¡-ollo tlc l:t obr:t cl:tvt' tle Mitrt'. r,i':rr¡sc t:rrnbii.n l'llti (2{XX)) y lV:rsserman (2001).

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32 Gabriel Di Meglio

Aunque la emancipación del Nuevo Mundo fuera un hecho fatal, quetenía que cumplirse más tarde o más temprano, no puede desconocerse que,derrotado el ejército patriota en Tucumán, la revolución argentina quedabaen grave peligro de ser sofocada por el momento, o por lo menos locahzadaen los estrechos límites de una provincia, privada de aquel gran poder deexpansión que le hizo llevar sus banderas victoriosas hasta el Ecuador, dandoorigen a cuatro nuevas repúblicas, que sin su concurso habrían continuadovarios años bajo la espada española.Y si se piensa que todas las revolucionesde laAmérica del Sur fueron sofocadas casi al mismo tiempo (1814-1815),menos la de las Provincias Unidas... en los campos de Tucumán se salvó nosólo la revolución argentina, sino que se aceleró, si es que no se salvó enellos,la independencia de la América del SuP.

Mitre continuó con la indagación sobre la guerra en su siguiente libro,Historía de San Martín (en la cual la otra figura central, de la que se ocupaprofusamente, es Bolívar), publicado en 1888. No voy a explayarme acercade él por razones de espacio y porque no tuvo el rol formador de un para-digma de su predecesor, pero sí consigno que fue un libro clave para la histo-ria militar. Las ulteriores investigaciones sobre el Cruce de los Andes sanmar-tiniano y los avatares de las campañas de Chile y Perú -temas muy frecuentesde la histori ografia militar- tuvieron siempre las detalladas explicaciones delas operaciones bélicas desarrolladas en este libro como principal reGrente3.

La otra obra fundacional de la historiografr,a argentina es la Historia de la

RepúblicaArgentina deVicente Fidel López, cuyos tomos se publicaron entre1883 y 1893. Construida en polémica con la visión de Mitre, en lo referenteala guerra su influencia fue menor porque su explicación es mucho más ricaen cuanto a las disputas políticas, en particular en Buenos Aires, que en loque toca a los acontecimientos bélicos. De todos modos, la guerra es en su

argumento decisiva por dos razones: una, claro está, es que permitió la inde-pendencia, y la otra es que su desenlace causó una larga ruina a la Argentina.Porque la desobediencia que hizo en 1819 el general San Martín cuando elGobierno central le ordenó volver con su ejército desde Chile y volcar todassus fuerzas en derrotar a los caudillos artiguistas del Litoral permitió la caidade ese Gobierno en manos de los <anarquistas)), lo cual retrasó enormementeel afianzamiento de las instituciones4.

2 Mitre (1950b:248).3 Mitre (1950a).a López (1913), especialmente los vols. 6,7 y 8.

La guerra de independencia en la histo rtografra argentina 33

Fue entonces la visión de la guerra de Mitre la que se convirtió en para-

digma de los estudios sobre la guerra de independencia e influyó tambiéndecisivamente al abordaje de la cuestión en los textos escolares. Los historia-dores subsiguientes se dedicaron fundamentalmente a profundizar aspectos

que él había esbozados.

Medio siglo después de la última edición de la Historia de Belgrano, la

interpretación mitrista seguía en pie. La historiografia estaba ahora hegemo-nizada por una generación de historiadores conocida como la <NuevaEscuela Histórica,r. Se trataba de un grupo que a partir de la década de 1910

empezó a profesionalizar el campo, tanto por basar su supervivencia en latarea historiográfica como por afianzar criterios metodológicos sólidos para

su ejercicio. Su producción se estructuró en torno a algunas institucionesclave que fueron fortaleciéndose a compás suyo, fundamentalmente dos por-teñas: el Instituto de Historia Argentina y Americana de la Facultad de Filo-sofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que fue dirigido durantenrucho tiempo por Emilio Ravignani (y hoy lleva su nombre), y la Junta de

Historia y Numismática (que había fundado Mitre), más tarde transformada

en Academia Nacional de la Historia, conducida por Ricardo Levene6.

El predominio de la Nueva Escuela Históríca en la historiografra argentinano modificó la visión ya tradicional sobre la guerra independentista.Algunosde los principales referentes de la corriente, como Levene, Ravignani o JuanCanter, dedicaron buena parte de sus esfuerzos al período independentista,pero sus preocupaciones pasaban más por aspectos institucionales, económi-cos, legales, constitucionales y de desarrollo doctrinario que por un interé¡cn las características de la guerra independentista. Fueron precisamente his-toriadores que eran a su vez militares los que se ocuparon de esa cuestión.Esto no era nuevo, pero cuando a partir de 1934 la que pronto se convertiríacn Academia Nacional de la Historia recibió del Estado nacional el encargo

tle escribir la versión <oficial> de la historia patria,las páginas dedicadas a la

lauerra de independencia les fueron encomendadas a militares. Los capítuloscllre tratan de la contienda en fa Historía de la Nación Argentina, que dirigió

s Hubo algunas excepciones que, sin contradecir a Mitre, hicieron su propia explo-r:rción, comoJosé María Ramos Mejía, quien en 1899 dedicó un capítulo de su libro L¿s

tnultitudcs argcntinas a analizar el papel crucial que jugaron en el conflicto las masas,

:rctrrarrdo cn trllto <multitud,>,siguiendo una <táctica ilógica> y contando con un empujei ¡'rcsistiblc.

(' I)ur:r urr¡ :r¡rnrxirnaciírrr a esta corriente pueden consultarse Pagano/Galante (1993)

y I irr jt'rri:rrtl( i:ltt;rruzz:l (2(X).1).

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32 Gabriel Di Meglio

Aunque la emancipación del Nuevo Mundo fuera un hecho fatal, quetenía que cumplirse más tarde o más temprano, no puede desconocerse que,derrotado el ejército patriota en Tucumán, la revolución argentina quedabaen grave peligro de ser sofocada por el momento, o por lo menos locahzadaen los estrechos límites de una provincia, privada de aquel gran poder deexpansión que le hizo llevar sus banderas victoriosas hasta el Ecuador, dandoorigen a cuatro nuevas repúblicas, que sin su concurso habrían continuadovarios años bajo la espada española.Y si se piensa que todas las revolucionesde laAmérica del Sur fueron sofocadas casi al mismo tiempo (1814-1815),menos la de las Provincias Unidas... en los campos de Tucumán se salvó nosólo la revolución argentina, sino que se aceleró, si es que no se salvó enellos,la independencia de la América del SuP.

Mitre continuó con la indagación sobre la guerra en su siguiente libro,Historía de San Martín (en la cual la otra figura central, de la que se ocupaprofusamente, es Bolívar), publicado en 1888. No voy a explayarme acercade él por razones de espacio y porque no tuvo el rol formador de un para-digma de su predecesor, pero sí consigno que fue un libro clave para la histo-ria militar. Las ulteriores investigaciones sobre el Cruce de los Andes sanmar-tiniano y los avatares de las campañas de Chile y Perú -temas muy frecuentesde la histori ografia militar- tuvieron siempre las detalladas explicaciones delas operaciones bélicas desarrolladas en este libro como principal reGrente3.

La otra obra fundacional de la historiografr,a argentina es la Historia de la

RepúblicaArgentina deVicente Fidel López, cuyos tomos se publicaron entre1883 y 1893. Construida en polémica con la visión de Mitre, en lo referenteala guerra su influencia fue menor porque su explicación es mucho más ricaen cuanto a las disputas políticas, en particular en Buenos Aires, que en loque toca a los acontecimientos bélicos. De todos modos, la guerra es en su

argumento decisiva por dos razones: una, claro está, es que permitió la inde-pendencia, y la otra es que su desenlace causó una larga ruina a la Argentina.Porque la desobediencia que hizo en 1819 el general San Martín cuando elGobierno central le ordenó volver con su ejército desde Chile y volcar todassus fuerzas en derrotar a los caudillos artiguistas del Litoral permitió la caidade ese Gobierno en manos de los <anarquistas)), lo cual retrasó enormementeel afianzamiento de las instituciones4.

2 Mitre (1950b:248).3 Mitre (1950a).a López (1913), especialmente los vols. 6,7 y 8.

La guerra de independencia en la histo rtografra argentina 33

Fue entonces la visión de la guerra de Mitre la que se convirtió en para-

digma de los estudios sobre la guerra de independencia e influyó tambiéndecisivamente al abordaje de la cuestión en los textos escolares. Los historia-dores subsiguientes se dedicaron fundamentalmente a profundizar aspectos

que él había esbozados.

Medio siglo después de la última edición de la Historia de Belgrano, la

interpretación mitrista seguía en pie. La historiografia estaba ahora hegemo-nizada por una generación de historiadores conocida como la <NuevaEscuela Histórica,r. Se trataba de un grupo que a partir de la década de 1910

empezó a profesionalizar el campo, tanto por basar su supervivencia en latarea historiográfica como por afianzar criterios metodológicos sólidos para

su ejercicio. Su producción se estructuró en torno a algunas institucionesclave que fueron fortaleciéndose a compás suyo, fundamentalmente dos por-teñas: el Instituto de Historia Argentina y Americana de la Facultad de Filo-sofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires, que fue dirigido durantenrucho tiempo por Emilio Ravignani (y hoy lleva su nombre), y la Junta de

Historia y Numismática (que había fundado Mitre), más tarde transformada

en Academia Nacional de la Historia, conducida por Ricardo Levene6.

El predominio de la Nueva Escuela Históríca en la historiografra argentinano modificó la visión ya tradicional sobre la guerra independentista.Algunosde los principales referentes de la corriente, como Levene, Ravignani o JuanCanter, dedicaron buena parte de sus esfuerzos al período independentista,pero sus preocupaciones pasaban más por aspectos institucionales, económi-cos, legales, constitucionales y de desarrollo doctrinario que por un interé¡cn las características de la guerra independentista. Fueron precisamente his-toriadores que eran a su vez militares los que se ocuparon de esa cuestión.Esto no era nuevo, pero cuando a partir de 1934 la que pronto se convertiríacn Academia Nacional de la Historia recibió del Estado nacional el encargo

tle escribir la versión <oficial> de la historia patria,las páginas dedicadas a la

lauerra de independencia les fueron encomendadas a militares. Los capítuloscllre tratan de la contienda en fa Historía de la Nación Argentina, que dirigió

s Hubo algunas excepciones que, sin contradecir a Mitre, hicieron su propia explo-r:rción, comoJosé María Ramos Mejía, quien en 1899 dedicó un capítulo de su libro L¿s

tnultitudcs argcntinas a analizar el papel crucial que jugaron en el conflicto las masas,

:rctrrarrdo cn trllto <multitud,>,siguiendo una <táctica ilógica> y contando con un empujei ¡'rcsistiblc.

(' I)ur:r urr¡ :r¡rnrxirnaciírrr a esta corriente pueden consultarse Pagano/Galante (1993)

y I irr jt'rri:rrtl( i:ltt;rruzz:l (2(X).1).

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34 Gabriel Di Meglio

Levene, son trece (más dos que tratan específicamente de la figura de José de

San Martín) sobre un total de cuarenta capítulos que se ocupan del período

iniciado con la Revolución de Mayo de 1810.Todos ellos -con la únicaexcepción del que relata el primer combate naval- fueron redactados porhistoriadores que eran alavez militares: el generalJuan Carlos Bassi, el coro-nel Leopoldo Ornstein, el coronel Emilio Loza y el capitán de Fragata Héc-tor Ratto. La posición de todos ellos era mitrista: la guerra fue un conflictopor la independencia de la dorninación española, una lucha por la libertad,consecuencia directa de la revolución de mayo de 1810 al procurar el nuevo

Gobierno hacerse obedecer por los territorios que hasta entonces habían

sido mandados por Buenos Aires en su carácter de capital virreinal. El obje-tivo de los revolucionarios fue <propagar la insurrección a los límites natura-

les delVirreinato, para luego extenderla a todo el territorio sudamericano>.

Por ello partieron de Buenos Aires las primeras expediciones militares que

dieron inicio a la guerra. Por su parte, <la reacción española> buscó <apagar el

foco revolucionario del Río de la Plata 7.

Estos capítulos, una vez establecidas las causas del conflicto, no tocaronprácticamente ningún aspecto que no remitiera solamente a lo militar, y en

particular a los aspectos técnicos. Describieron los lugares que funcionaronde escenario de los combates, la cornposición de las tropas patriotas y de las

realistas, los planes de los contendientes, la organización de las acciones por

parte de ambos bandos y las alternativas de los enfrentamientos, así como sus

consecuencias militares. Este formato, que era anterior a la redacción de esta

obra colectiva, se mantuvo durante décadas como eje de la historiogtaÍtamilitar en general y de la del período independentista en particular'

7 Las citas son de Loza (1.941:528).Los otros capítulos de ese mismo tomo son:J. C.

Bassi, <La expedición libertadora al Alto Peru>; L. Orstein, <La expedición libertadora al

Paraguay>; E.Loza, <Organización militar (1811-1813)D y <La campaña de la Banda

Oriental (1810-1813)0, y B.Villegas Basabilvaso, <Los primeros armanlentos navales. San

Nicolás>. En el tonoVI de la misma obra (1947) se agregaron en la 1" sección: E.Loza,<La guerra terrestre (1814-1815)D,y H. Ratto, <La campaña naval cont¡a cl poder realista

de Montevideo>; en la 2'sección: L. Ornstein, <La guerra terrestre y la acción continen-

tal de la revolución argentina. San Martín y la Independencia de Chile. Chacabuco, Can-

cha Rayada y Maipú,r y <La guerra terrestre y la acción continental de la revoluciónargentina. La expedición libertadora al Perú>; E.Loza, <La guerra terrestre y la defensa de

fronteras> y <La invasión lusitana.Artigas y la defensa de la Banda Oriental>,y H. Ratto,ula guerra marítima en las aguas del Océano Pacífico (1815-1820)r. Hubo también en

ese tomo dos capítulos dedicados a San Martín: R. Rojas, <La entrevista de guayaquilt', yR. Caillet-Bois, <Ostracismo de San Martín>.

La guerra cle independencia en la historiografia argentina 35

Es decir, los estudios de la guerra de la independencia quedaron limitados

asusaspectosoperacionalesytécnicos;lainterpretacióndesuscausasycon-secuencias en el terreno no militar, su interacción con otros temas del pasado

_lasdecisionespolíticas,lasociedadquellevóadelanteelconflicto_queda-

ron prácticamente en manos de otros historiadores, que a Su vez' en virtud

de esta división der trabajo, no incursionaban en la parte bélica (algo similar

ocurrió hasta hace ..hti"-.rrte poco con la historia eclesiástica)' Esto rele-

gó .l .orro.imiento de la guerra a un comportaniento estanco que' al no

entrar en las discusion., ..i r"1., de la historio grafr¿ argentina, podía ser tra-

tada invariablemente a lo largo del tiempo' Un siglo después de la última

edición de la Historia de BeQlano, el legado de Mitre seguía inalterable en

cuanto a sus consideraciones militares'

Hubo, de todos modos, interpretaciones divergentes a la nitrista sobre el

conflicto,delascualesquizáslaprimerahayasidolapresentadaenl'946porEnrique de Gandía. co.rt.-poiáneamente a la edición de la historia de la

Academia, eI autor, que pertenecía a esa institución' atac6 la idea de que en

nrayo de 1810 hubies. rr"ui¿o una revolución en el Río de la Plata -arguy6

q,rá to sucedido fue un cambio de gobierno- y sostuvo que lo iniciado

entonces fue una guerra civil entre hispanoamerlcanos liberales y absolutis-

tas, quienes la desencadenaron al llegarse <lA acatat la voluntad de las Juntas

l,r. i.f..tai.n los derechos del pueblo>' De esa guerra civil' que entonces no

implicaba expediciones <libertadorasD como las que plantearon sus colegas

enia publicaiión colectiva, devino la independenciaS'

De todos modos, las exploraciones 'obie la guerra de independencia' y las

principales obras de histoiia militar en general' continuaron fundamental-

,lente en manos de militares. Es el caso de la Historia de las guerras argentinas

clel coronel Félix Best en 1960 ola Reseñahístórica y orghtica del ejército argen-

tirrc,queencargó su Comando enJefe ent97l (ambas dedican mucho espa-

cio al conflicto independentista) í' E" l"' publicaciones castrenses' como la

cltrradera Revista mitiiar, diversos oficiales siguieron hasta la actualidad publi-

cando numerosos artículos sobre distintos aspectos de la contienda indepen-

rlfl.rrista10. El método utilizado pervivió casi inmutable, dando lugar a pro-

8 (iandía (1946:46)-') llcst (1960); (lonr¿rrrdo enJefe del Ejército (1971)'

r,, (J',r tlc l<>s qtrc 1,., hir., -.'"lr.' de la aparició' de b Historia de la Nadón Argentina-

lirc cl rlrírs t:rnlc pr.csit.lt,ut.,.¡u.,., l),rn.ri,rgo ierón, q'ien escribió cuando,era capitán del

t.ji.rt.ito ul :rs t.:rrr|¡ir:rs.l"l Á1t., lrcrti (lti,lo, llil-l).l,rirrcipios Prrir el conrb¿rteD-

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34 Gabriel Di Meglio

Levene, son trece (más dos que tratan específicamente de la figura de José de

San Martín) sobre un total de cuarenta capítulos que se ocupan del período

iniciado con la Revolución de Mayo de 1810.Todos ellos -con la únicaexcepción del que relata el primer combate naval- fueron redactados porhistoriadores que eran alavez militares: el generalJuan Carlos Bassi, el coro-nel Leopoldo Ornstein, el coronel Emilio Loza y el capitán de Fragata Héc-tor Ratto. La posición de todos ellos era mitrista: la guerra fue un conflictopor la independencia de la dorninación española, una lucha por la libertad,consecuencia directa de la revolución de mayo de 1810 al procurar el nuevo

Gobierno hacerse obedecer por los territorios que hasta entonces habían

sido mandados por Buenos Aires en su carácter de capital virreinal. El obje-tivo de los revolucionarios fue <propagar la insurrección a los límites natura-

les delVirreinato, para luego extenderla a todo el territorio sudamericano>.

Por ello partieron de Buenos Aires las primeras expediciones militares que

dieron inicio a la guerra. Por su parte, <la reacción española> buscó <apagar el

foco revolucionario del Río de la Plata 7.

Estos capítulos, una vez establecidas las causas del conflicto, no tocaronprácticamente ningún aspecto que no remitiera solamente a lo militar, y en

particular a los aspectos técnicos. Describieron los lugares que funcionaronde escenario de los combates, la cornposición de las tropas patriotas y de las

realistas, los planes de los contendientes, la organización de las acciones por

parte de ambos bandos y las alternativas de los enfrentamientos, así como sus

consecuencias militares. Este formato, que era anterior a la redacción de esta

obra colectiva, se mantuvo durante décadas como eje de la historiogtaÍtamilitar en general y de la del período independentista en particular'

7 Las citas son de Loza (1.941:528).Los otros capítulos de ese mismo tomo son:J. C.

Bassi, <La expedición libertadora al Alto Peru>; L. Orstein, <La expedición libertadora al

Paraguay>; E.Loza, <Organización militar (1811-1813)D y <La campaña de la Banda

Oriental (1810-1813)0, y B.Villegas Basabilvaso, <Los primeros armanlentos navales. San

Nicolás>. En el tonoVI de la misma obra (1947) se agregaron en la 1" sección: E.Loza,<La guerra terrestre (1814-1815)D,y H. Ratto, <La campaña naval cont¡a cl poder realista

de Montevideo>; en la 2'sección: L. Ornstein, <La guerra terrestre y la acción continen-

tal de la revolución argentina. San Martín y la Independencia de Chile. Chacabuco, Can-

cha Rayada y Maipú,r y <La guerra terrestre y la acción continental de la revoluciónargentina. La expedición libertadora al Perú>; E.Loza, <La guerra terrestre y la defensa de

fronteras> y <La invasión lusitana.Artigas y la defensa de la Banda Oriental>,y H. Ratto,ula guerra marítima en las aguas del Océano Pacífico (1815-1820)r. Hubo también en

ese tomo dos capítulos dedicados a San Martín: R. Rojas, <La entrevista de guayaquilt', yR. Caillet-Bois, <Ostracismo de San Martín>.

La guerra cle independencia en la historiografia argentina 35

Es decir, los estudios de la guerra de la independencia quedaron limitados

asusaspectosoperacionalesytécnicos;lainterpretacióndesuscausasycon-secuencias en el terreno no militar, su interacción con otros temas del pasado

_lasdecisionespolíticas,lasociedadquellevóadelanteelconflicto_queda-

ron prácticamente en manos de otros historiadores, que a Su vez' en virtud

de esta división der trabajo, no incursionaban en la parte bélica (algo similar

ocurrió hasta hace ..hti"-.rrte poco con la historia eclesiástica)' Esto rele-

gó .l .orro.imiento de la guerra a un comportaniento estanco que' al no

entrar en las discusion., ..i r"1., de la historio grafr¿ argentina, podía ser tra-

tada invariablemente a lo largo del tiempo' Un siglo después de la última

edición de la Historia de BeQlano, el legado de Mitre seguía inalterable en

cuanto a sus consideraciones militares'

Hubo, de todos modos, interpretaciones divergentes a la nitrista sobre el

conflicto,delascualesquizáslaprimerahayasidolapresentadaenl'946porEnrique de Gandía. co.rt.-poiáneamente a la edición de la historia de la

Academia, eI autor, que pertenecía a esa institución' atac6 la idea de que en

nrayo de 1810 hubies. rr"ui¿o una revolución en el Río de la Plata -arguy6

q,rá to sucedido fue un cambio de gobierno- y sostuvo que lo iniciado

entonces fue una guerra civil entre hispanoamerlcanos liberales y absolutis-

tas, quienes la desencadenaron al llegarse <lA acatat la voluntad de las Juntas

l,r. i.f..tai.n los derechos del pueblo>' De esa guerra civil' que entonces no

implicaba expediciones <libertadorasD como las que plantearon sus colegas

enia publicaiión colectiva, devino la independenciaS'

De todos modos, las exploraciones 'obie la guerra de independencia' y las

principales obras de histoiia militar en general' continuaron fundamental-

,lente en manos de militares. Es el caso de la Historia de las guerras argentinas

clel coronel Félix Best en 1960 ola Reseñahístórica y orghtica del ejército argen-

tirrc,queencargó su Comando enJefe ent97l (ambas dedican mucho espa-

cio al conflicto independentista) í' E" l"' publicaciones castrenses' como la

cltrradera Revista mitiiar, diversos oficiales siguieron hasta la actualidad publi-

cando numerosos artículos sobre distintos aspectos de la contienda indepen-

rlfl.rrista10. El método utilizado pervivió casi inmutable, dando lugar a pro-

8 (iandía (1946:46)-') llcst (1960); (lonr¿rrrdo enJefe del Ejército (1971)'

r,, (J',r tlc l<>s qtrc 1,., hir., -.'"lr.' de la aparició' de b Historia de la Nadón Argentina-

lirc cl rlrírs t:rnlc pr.csit.lt,ut.,.¡u.,., l),rn.ri,rgo ierón, q'ien escribió cuando,era capitán del

t.ji.rt.ito ul :rs t.:rrr|¡ir:rs.l"l Á1t., lrcrti (lti,lo, llil-l).l,rirrcipios Prrir el conrb¿rteD-

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36 Gabriel Di Meglio

ducciones de diversa calidad, según la habilidad con la pluma de sus ejecuto_res. Hubo historiadores militares que incorporaron nuevos documentos paraexplorar los ya muchas veces visitados combates por la independencia. Enllgunos casos el objetivo de esas nuevas visitas ..a algurra puja nacionalista.Por ejemplo, ornsrein realizí una exhaustiva investigiiór, soür. Ia batalra dechacabuco para desmentir a un historiador chilen'o que había procuradoprobar que Bernardo o'Higgins había sido con su decisión el verdaderoartífice de la victoria en esa jornada; el trabajo de ornstein remarcaba, en¡amfio, que la imprudencia de ese general habriallevado la situación casi alborde del desastre, de no haber sido por la habilidad de San Marrínll . . . orrosrealizaron contribuciones más interesantes, como describir la trayectoria, nosólo de los oficiales, sino también de algunos soldados destacadosl2.Tambiénhubo quien buscó aportar rnterpretaciones más amprias que la mera descrip-ción militar.Así, el coronel Emilio Bidondo a,,alizí lagr..r" como una bús_queda para establec er y garantizar un vínculo entre Buenos Aires y er inte-rior, atenuando los sentimientos localistas ya existentes y suprimiendo lasideas separatistas propias de algunas intendencias y pueblos delVirreinatol3.

Las publicaciones de la Academia Nacional de la Historia, como su bore_tin Inuestigaciones y Ensayos,continuaron editando ese tipo de trabajos de his-toria militar (con mayores aportes de historiado.., ,ro militares) principal-mente orientados a la guerra de independencia, aunque las produccionessobre el rema fueron disminuyendo a fartir de la décaáa ¿e téso. Los cam_bios en el área fueron escasos: cuando a fines del sigro xx ra Academia quisoactualizar su visión del pasado nacional en la Nieua Hístoria de la NaciónArgentina, fue otra vez vn militar, el general de brigadaJosé Teófilo Goyret,el encargado de los capítulos sobr. ia guerra de independencia. La visión-una exposición concisa y clara- fue exactamente la misma que sus prede_cesores habían escogido en los años treinta, con la pequeña arteración dehaber incluido un par de párrafos dedicados a la reración de la sociedad conla guerra14.

11 Ornsrein (1971).12 Por ejemplo el también militarTenencia (1971).13 Bidondo (1976).

_ 14 Goyret (2000). También en la Academia Nacional de la Historia, Miguel Ángel

fe.{a.rco sostuvo la importancia de agregar otros factores a los clásicos para el análisisde la historia militar, de acuerdo con l"i.rr-orra.ión experimentada por otras historiogra_fias, aunque no aplicó demasiado ese enunciado a su propio trabajlo, que conrinuó conlos lineamientos tradicionales.

La guerra de independencia en la historiografi a argentina 37

Varios historiadores herederos de esta tradición continúan su actividad.Por ejemplo,Julio LuquiLagleyze (que no es militar) se ha dedicado en losúltimos años al estudio de las tropas realistas en la guerra de independencia,tanto en lo que ahora es Argentina como en Chile y Perú, poniendo especialcuidado en describir la organización de su ejército, los uniformes e insigniasusadas, las armas empleadas y otros datos por el estilols.

Se puede entonces afirmar que la historia militar de la contienda inde-pendentista se mantuvo prácticamente inalterable en su forma durante másde un siglo, en un lugar secundario -pero no marginal- del campo historio-gráfico argentinol6. En cambio, muy pocas investigaciones por fuera de lahistoriografia militar se centraron en la guerra de independencia como pro-blema. En general, en las producciones que le han dedicado alguna reflexión,la guerra fue tomada como una consecuencia de la revolución, necesariapara lograr su triunfo.Y de allí que la evaluación de ella haya sido siemprepositiva. De hecho es uno de los escasos terrenos de relativo consenso conlos cuales contó el campo historiográfico en un período cargado de batallasentre distintas formas de interpretar el pasado, que tenían un correlato direc-to en la forma de pensar la acción sobre el presente. Aunque la guerra noocupó un lugar privilegiado en los debates, sí llenó varias páginas, especial-nrente en todas las obras generdes de historia argentina, en las que es posibleobservar cómo la consideraron las diferentes tendencias historiográficas.

Cuando la corriente que se autodenominó <Revisionismo histórico>cornenzó a impugnar la visión que llamó <liberal> de la historiografia (quei¡rcluía tanto a Mitre y aL6pez como a laAcademia) y erigió un panteón deIrí'roes contrario al tradiciortal que había adoptado el Estado como propio,uo desafió la mirada sobre la guerra de independencia. Los miembros de esa

turdencia, provenientes de una derecha nacionalista y católica, iniciaron enlrr década de 1930 una defensa de la figura deJuan Manuel de Rosas -hastaclltonces considerado un (tiranoD que gobernó Buenos Aires casi sin inte-rrtrpciones entre 1.829 y 1852- y un ataque contra la histórica injerenciairrglesa en Argentina, pero no eligieron el conflicto independentista comotcrrerlo de lucha17. Su visión nacionalista festejaba la victoria en ella y los

rs Lut¡ui Lrgleyze (1995, 1998 y 2006).lt' LJ¡r,r tlcscripci(rrr clc l:r olrrl de todos los historiadores militares hasta los inicios de

l.r rli't':rtl;r tk' l()t30 sc cr)cr.rcr)tr¡ cn Etchc¡rarcbord:r (19t34).l/

f ',r¡-,¡ l;¡s t':rr:rt'tt.rístic:rs dcl <l{cvisionisuro>, vé¡nsc Cltt¿rruzza, (1993), HalperinI )orrglri (l()lt5b) y (¡u;rttr'(x r'lri Woissorr (l()()5).

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ducciones de diversa calidad, según la habilidad con la pluma de sus ejecuto_res. Hubo historiadores militares que incorporaron nuevos documentos paraexplorar los ya muchas veces visitados combates por la independencia. Enllgunos casos el objetivo de esas nuevas visitas ..a algurra puja nacionalista.Por ejemplo, ornsrein realizí una exhaustiva investigiiór, soür. Ia batalra dechacabuco para desmentir a un historiador chilen'o que había procuradoprobar que Bernardo o'Higgins había sido con su decisión el verdaderoartífice de la victoria en esa jornada; el trabajo de ornstein remarcaba, en¡amfio, que la imprudencia de ese general habriallevado la situación casi alborde del desastre, de no haber sido por la habilidad de San Marrínll . . . orrosrealizaron contribuciones más interesantes, como describir la trayectoria, nosólo de los oficiales, sino también de algunos soldados destacadosl2.Tambiénhubo quien buscó aportar rnterpretaciones más amprias que la mera descrip-ción militar.Así, el coronel Emilio Bidondo a,,alizí lagr..r" como una bús_queda para establec er y garantizar un vínculo entre Buenos Aires y er inte-rior, atenuando los sentimientos localistas ya existentes y suprimiendo lasideas separatistas propias de algunas intendencias y pueblos delVirreinatol3.

Las publicaciones de la Academia Nacional de la Historia, como su bore_tin Inuestigaciones y Ensayos,continuaron editando ese tipo de trabajos de his-toria militar (con mayores aportes de historiado.., ,ro militares) principal-mente orientados a la guerra de independencia, aunque las produccionessobre el rema fueron disminuyendo a fartir de la décaáa ¿e téso. Los cam_bios en el área fueron escasos: cuando a fines del sigro xx ra Academia quisoactualizar su visión del pasado nacional en la Nieua Hístoria de la NaciónArgentina, fue otra vez vn militar, el general de brigadaJosé Teófilo Goyret,el encargado de los capítulos sobr. ia guerra de independencia. La visión-una exposición concisa y clara- fue exactamente la misma que sus prede_cesores habían escogido en los años treinta, con la pequeña arteración dehaber incluido un par de párrafos dedicados a la reración de la sociedad conla guerra14.

11 Ornsrein (1971).12 Por ejemplo el también militarTenencia (1971).13 Bidondo (1976).

_ 14 Goyret (2000). También en la Academia Nacional de la Historia, Miguel Ángel

fe.{a.rco sostuvo la importancia de agregar otros factores a los clásicos para el análisisde la historia militar, de acuerdo con l"i.rr-orra.ión experimentada por otras historiogra_fias, aunque no aplicó demasiado ese enunciado a su propio trabajlo, que conrinuó conlos lineamientos tradicionales.

La guerra de independencia en la historiografi a argentina 37

Varios historiadores herederos de esta tradición continúan su actividad.Por ejemplo,Julio LuquiLagleyze (que no es militar) se ha dedicado en losúltimos años al estudio de las tropas realistas en la guerra de independencia,tanto en lo que ahora es Argentina como en Chile y Perú, poniendo especialcuidado en describir la organización de su ejército, los uniformes e insigniasusadas, las armas empleadas y otros datos por el estilols.

Se puede entonces afirmar que la historia militar de la contienda inde-pendentista se mantuvo prácticamente inalterable en su forma durante másde un siglo, en un lugar secundario -pero no marginal- del campo historio-gráfico argentinol6. En cambio, muy pocas investigaciones por fuera de lahistoriografia militar se centraron en la guerra de independencia como pro-blema. En general, en las producciones que le han dedicado alguna reflexión,la guerra fue tomada como una consecuencia de la revolución, necesariapara lograr su triunfo.Y de allí que la evaluación de ella haya sido siemprepositiva. De hecho es uno de los escasos terrenos de relativo consenso conlos cuales contó el campo historiográfico en un período cargado de batallasentre distintas formas de interpretar el pasado, que tenían un correlato direc-to en la forma de pensar la acción sobre el presente. Aunque la guerra noocupó un lugar privilegiado en los debates, sí llenó varias páginas, especial-nrente en todas las obras generdes de historia argentina, en las que es posibleobservar cómo la consideraron las diferentes tendencias historiográficas.

Cuando la corriente que se autodenominó <Revisionismo histórico>cornenzó a impugnar la visión que llamó <liberal> de la historiografia (quei¡rcluía tanto a Mitre y aL6pez como a laAcademia) y erigió un panteón deIrí'roes contrario al tradiciortal que había adoptado el Estado como propio,uo desafió la mirada sobre la guerra de independencia. Los miembros de esa

turdencia, provenientes de una derecha nacionalista y católica, iniciaron enlrr década de 1930 una defensa de la figura deJuan Manuel de Rosas -hastaclltonces considerado un (tiranoD que gobernó Buenos Aires casi sin inte-rrtrpciones entre 1.829 y 1852- y un ataque contra la histórica injerenciairrglesa en Argentina, pero no eligieron el conflicto independentista comotcrrerlo de lucha17. Su visión nacionalista festejaba la victoria en ella y los

rs Lut¡ui Lrgleyze (1995, 1998 y 2006).lt' LJ¡r,r tlcscripci(rrr clc l:r olrrl de todos los historiadores militares hasta los inicios de

l.r rli't':rtl;r tk' l()t30 sc cr)cr.rcr)tr¡ cn Etchc¡rarcbord:r (19t34).l/

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3¡i Gabriel Di Meglio

héroes guerreros de la contienda fueron una parte del panteón <liberal> sobrela cual no avanzaron. Si acusaron rotundamente de extranjerizantes, antina-cionales y colaboradores del imperialismo británico a personajes fundamen-tales de ese panteón, como Bernardino Rivadavia (referente del unitarismo),Justo José de urquiza (el vencedor de Rosas y propulsor de la organizaciínconstitucional del país), Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, no se dirigie-ron contra Belgrano y menos aún contra San Martín. Por el contrario, elhecho de que éste hubiera apoyado a Rosas ante el bloqueo anglo-francés de1845 y le hubiese legado su sable como herencia fue un argumento amplia-mente utilizado para buscar redimir la figura del <maldito> gobernador Gde-ral. Las fortísimas polémicas que los revisionistas generaron al analizar elperíodo posterior a 1820 no se encuentran en su tratamiento del conflictobélico.

En una obra general y tardia de uno de los mayores referentes de lacorriente,José María Rosa, aparece un desafio a la mirada que un siglo antesL6pez lanzó sobre la batalla deTircumán, a la que llamó <la más criolla de lasbatallas peleadas en territorio argentino>. Rosa reivindicaba ese carácter: <Es

exactísimo: faltó prudencia, previsión, disciplina, orden y no se supieronaprovechar las ventajas, pero en cambio hubo coraje, arrogancia, viveza, gene-rosidad... y se ganó> 18. El desafio a la tradición <liberab era aquí ligero, unachanza más que una interpretación divergente, para nada comparable a lavisión alternativa elaborada por los revisionistas sobre el período inmediata-mente posterior a la guerra.

otro de los autores de esa línea,vicente Sierra, realizí algunas reflexionessobre el conflicto. Se opuso a que se denominara <liberadorar a la expediciónque en 1810laJunta envió hacia elAlto Perú y decidió, en cambio, adoptarel término <patriota> para el bando revolucionario porque era la forma enque éste se autodefinía. No estaba de acuerdo con llamar <realistas> a los ene-migos porque al principio todos los enfrentados combatían en nombre delrey; proponía, en cambio, señalarlos como <colonialistas> porque buscaban lapermanencia del orden colonial.Támpoco le parecía correcto llamarlos espa-ñoles porque hubo europeos y criollos de ambos lados. Lo que hizo fue reto-mar la visión propuesta por Gandía, por la cual <se trataba de una verdaderaguerra civil por diferencias de orden político y no de la guerra de los nacio-nales de una parte contra los de otra> 19.

18 Rosa (1972:384).r') Sierra (1968: 102, nora al pie).

La guerra de independencia en la histonogra{ta argentina 39

El <Revisionismo> nunca logró un gran impacto en las universidades oen el mundo académico, pero obtuvo una influencia social muy considerableque se profundizó cuando el peronismo en el exilio lo tomó como su propiavisión de la historia. A la vez,la radicalización creciente en Argentina y Lati-noamérica en general fue corriendo a una parte de los revisionistas a otrosector del espectro político, acercándolo a la que iba a ser denominada<izquierda nacional>. lJna combinación de revisionismo y marxismo se diocn la figura de Eduardo Astesano, un antiguo militante comunista trasvasado

:rl peronismo en 1945, que fue uno de los pocos autores no militares que se

ocupó directamente de la guerra de independencia en los años 1950 y 1960.

En su obra, la revolución, que fue popular y democrática, generó las condi-ciones políticas y económicas para la organización de una fuerza militarcapaz de derrotar al poderío español. Se revolucionaron el sistema comercial,las relaciones de producción agropecuarias y, en menor medida, el desarrollothbril,lo cual posibilitó la aparición del capitalismo por el camino de larlependencia (de las manufacturas británicas). La resultante fwerza económicacxpansiva fue capaz de originar la violencia organizada que significaron los

¡rrimeros cuerpos patriotas enviados en la expedición al interior. Ese capita-lismo dependiente que surgió entonces fue lo que permitió llevar adelantecxitosamente las campañas de San Martín2o.

Exploraciones de este tipo no se encuentran en el campo de la historio-urafia de izquierda no revisionista. Ligada al marxismo, polemizó -conlncnos repercusión que los revisionistas o los herederos de la Nueva Escuela

I listórica- con fuerza sobre el carácter de la revolución (desde quienesrlcfendían la hipótesis de una revolución burguesa hasta quienes negaban de

pllno la posibilidad de hablar de que hubiese existido algún cambio radical)y sobre el período posterior a la independencia, pero la goeffa fue muy pocovisitada en sus investigaciones2l.

Junto a estas corrientes, surgió otra en los años 1960, pequeña y reducida,r r'icrtos ámbitos universitarios, a la que uno de sus integrantes llamó retros-pt't'tivamente la <Renovación>, porque su intención era innovar metodoló-rlit'unrente una historiografia que variaba sus interpretaciones pero mantenía

r(' Astcs¿rr.ro (1950). Retomó el tema en 1961, en su <San Martín y el origen delr.r¡rit:rlisrrro :rrgurtino>, que fue incluido dentro de su B¿ses histórícas de Ia doctrína nacíonal

( l(,7.t).rr Vi',ursc, por- t'jcnr¡rlo, I)uiggrós (1954), Peia (1972) y Ramos (1974). (Jna mirada

t'lt¡t' krs r;rsgos rlt' l;r lristoriogr:rfi:r dc izt¡trierdr, en Campione (2002).

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3¡i Gabriel Di Meglio

héroes guerreros de la contienda fueron una parte del panteón <liberal> sobrela cual no avanzaron. Si acusaron rotundamente de extranjerizantes, antina-cionales y colaboradores del imperialismo británico a personajes fundamen-tales de ese panteón, como Bernardino Rivadavia (referente del unitarismo),Justo José de urquiza (el vencedor de Rosas y propulsor de la organizaciínconstitucional del país), Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, no se dirigie-ron contra Belgrano y menos aún contra San Martín. Por el contrario, elhecho de que éste hubiera apoyado a Rosas ante el bloqueo anglo-francés de1845 y le hubiese legado su sable como herencia fue un argumento amplia-mente utilizado para buscar redimir la figura del <maldito> gobernador Gde-ral. Las fortísimas polémicas que los revisionistas generaron al analizar elperíodo posterior a 1820 no se encuentran en su tratamiento del conflictobélico.

En una obra general y tardia de uno de los mayores referentes de lacorriente,José María Rosa, aparece un desafio a la mirada que un siglo antesL6pez lanzó sobre la batalla deTircumán, a la que llamó <la más criolla de lasbatallas peleadas en territorio argentino>. Rosa reivindicaba ese carácter: <Es

exactísimo: faltó prudencia, previsión, disciplina, orden y no se supieronaprovechar las ventajas, pero en cambio hubo coraje, arrogancia, viveza, gene-rosidad... y se ganó> 18. El desafio a la tradición <liberab era aquí ligero, unachanza más que una interpretación divergente, para nada comparable a lavisión alternativa elaborada por los revisionistas sobre el período inmediata-mente posterior a la guerra.

otro de los autores de esa línea,vicente Sierra, realizí algunas reflexionessobre el conflicto. Se opuso a que se denominara <liberadorar a la expediciónque en 1810laJunta envió hacia elAlto Perú y decidió, en cambio, adoptarel término <patriota> para el bando revolucionario porque era la forma enque éste se autodefinía. No estaba de acuerdo con llamar <realistas> a los ene-migos porque al principio todos los enfrentados combatían en nombre delrey; proponía, en cambio, señalarlos como <colonialistas> porque buscaban lapermanencia del orden colonial.Támpoco le parecía correcto llamarlos espa-ñoles porque hubo europeos y criollos de ambos lados. Lo que hizo fue reto-mar la visión propuesta por Gandía, por la cual <se trataba de una verdaderaguerra civil por diferencias de orden político y no de la guerra de los nacio-nales de una parte contra los de otra> 19.

18 Rosa (1972:384).r') Sierra (1968: 102, nora al pie).

La guerra de independencia en la histonogra{ta argentina 39

El <Revisionismo> nunca logró un gran impacto en las universidades oen el mundo académico, pero obtuvo una influencia social muy considerableque se profundizó cuando el peronismo en el exilio lo tomó como su propiavisión de la historia. A la vez,la radicalización creciente en Argentina y Lati-noamérica en general fue corriendo a una parte de los revisionistas a otrosector del espectro político, acercándolo a la que iba a ser denominada<izquierda nacional>. lJna combinación de revisionismo y marxismo se diocn la figura de Eduardo Astesano, un antiguo militante comunista trasvasado

:rl peronismo en 1945, que fue uno de los pocos autores no militares que se

ocupó directamente de la guerra de independencia en los años 1950 y 1960.

En su obra, la revolución, que fue popular y democrática, generó las condi-ciones políticas y económicas para la organización de una fuerza militarcapaz de derrotar al poderío español. Se revolucionaron el sistema comercial,las relaciones de producción agropecuarias y, en menor medida, el desarrollothbril,lo cual posibilitó la aparición del capitalismo por el camino de larlependencia (de las manufacturas británicas). La resultante fwerza económicacxpansiva fue capaz de originar la violencia organizada que significaron los

¡rrimeros cuerpos patriotas enviados en la expedición al interior. Ese capita-lismo dependiente que surgió entonces fue lo que permitió llevar adelantecxitosamente las campañas de San Martín2o.

Exploraciones de este tipo no se encuentran en el campo de la historio-urafia de izquierda no revisionista. Ligada al marxismo, polemizó -conlncnos repercusión que los revisionistas o los herederos de la Nueva Escuela

I listórica- con fuerza sobre el carácter de la revolución (desde quienesrlcfendían la hipótesis de una revolución burguesa hasta quienes negaban de

pllno la posibilidad de hablar de que hubiese existido algún cambio radical)y sobre el período posterior a la independencia, pero la goeffa fue muy pocovisitada en sus investigaciones2l.

Junto a estas corrientes, surgió otra en los años 1960, pequeña y reducida,r r'icrtos ámbitos universitarios, a la que uno de sus integrantes llamó retros-pt't'tivamente la <Renovación>, porque su intención era innovar metodoló-rlit'unrente una historiografia que variaba sus interpretaciones pero mantenía

r(' Astcs¿rr.ro (1950). Retomó el tema en 1961, en su <San Martín y el origen delr.r¡rit:rlisrrro :rrgurtino>, que fue incluido dentro de su B¿ses histórícas de Ia doctrína nacíonal

( l(,7.t).rr Vi',ursc, por- t'jcnr¡rlo, I)uiggrós (1954), Peia (1972) y Ramos (1974). (Jna mirada

t'lt¡t' krs r;rsgos rlt' l;r lristoriogr:rfi:r dc izt¡trierdr, en Campione (2002).

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40 Gabriel Di Meglio

las mismas formas de trabajo. Asimismo, buscaba nivelar la producción localcon el panorama internacional. Aunque su figura principal era José LuisRomero, que era fundamentalmente un medievalista, entre los historiadoresagrupados a su alrededor comenzaron las inquietudes por el período inde-pendentista y la guerra apareció en juego22. En 1.970 Haydée Gorostegui de

Torres publicó un escrito en el que propuso como causa de la guerra la des-

conftanza que en el interior delVirreinato generó la radicalidad del gruporevolucionario de la capital, el cual debió recurrir a la lucha armada paralograr ser obedecido23. Dos años después, otro miembro del grupo publicóel que iba a ser por importancia e influencia el libro más importante sobre la

cuestión escrito en el último medio siglo: Revolución y guerra. Formación de

una elíte dirigente en la Argentina criolla. Su autor,Tulio Halperin Donghi, ya

había abordado cuestiones ligadas a la guerra de independencia tanto en unestudio general sobre América Latina como en una investigación sobre unproceso fundamental en la Buenos Aires tardocolonial: la rnllitarización de la

sociedad provocada por las invasiones inglesas a la ciudad en 1806 y 1807 yprofundizada con el inicio de la guerra de independencia.También la guerraera un factor explicativo decisivo en un texto previo que explicaba la expan-sión territorial de la provincia de BuenosAires después de 1820 como resul-tado de la demanda europea de cueros, a la que pudo dar respuesta porque, al

haber afectado la guerra de independencia al territorio de los principalesproductores de bovinos del período virreinal, la Banda Oriental y EntreRíos, sus stocks ganaderos habían mermado significativamente. Buenos Aires,en cambio, casi no vivió la guerra en su territorio y pudo aprovechar esta

consecuencia del conflicto para desarrollar su economía24.En el libro de 1,972, Halperin argumentaba que la guerra, desencadenada

por la revolución, acentuó la militarizaciín en Buenos Aires y luego la fuellevando a todo el antiguoVirreinato. La oficialidad del ejército -ahora ungrupo más profesional y disciplinado que la organización miliciana nacida

por los ataques ingleses- se convirtió por la extensión de la contienda en elprimer estamento de la sociedad. Si esos oficiales no actuaron como un cuer-po fue porque lo que primaba en la escena política era el espíritu de facción.Es que Halperin pensaba el período a través de la primacía de la política ytodos los clivajes de la sociedad colonial eran en su análisis atravesados por la

22 La denominación de <Renovación> es de Halperin Donghi (1986).23 Gorostegui DeTorres (1970).2a Halperin Donghi (1963,1978 y 1990).

La guerra de independencia en la historiografia argentina 41

irrupción de ésta en la escena rioplatense. La guerra devino en su argumenta-ción el principal elemento transformador de lo que fue el orden colonial:destruyó la riqueza pública y corporativa, eliminó trabas jerárquicas, impidiómientras duró el éxito de cualquiera de los intentos de reinstaurar un orden.

La gaerra, sobre todo en la segunda mitad de Ia década de 1810, fortaleció a

autoridades subalternas de gravitación local por su capacidad de movilizarlronrbres y recursos parala contienda.Ésa fue una de las herencias del con-flicto: en él dieron sus primeros pasos como líderes los caudillos de las déca-

clas siguientes. Ese fortalecimiento de figuras, cuyo centro de poder eran las

carrrpañas, es parte de otra consecuencia de la contienda: TaruraTizaci6n de las

bases de poder (aquí Halperin retomaba una tesis de Sarmiento). La herencia

sc conrpletaba con otra novedad: la <rbarbarización del estilo político) que se

irrrpuso en el Río de la Plata al compás de la militarizaciín que se fue exten-tliendo en los años subsiguientes. En suma, en Revolución y guerra, la guerra es

rrn elemento profundamente perturbador, un catalizador de cambios25.

La posición de Halperin fue elevada a un sitio clave a partir de la reinstala-t i(rn de la democracia en Argentina tras la dictadura militar de 7976-1.983.La

lristoriografia que se fue imponiendo en esos años en las principales universi-,Lrcles nacionales y otras instituciones académicas -con la notable excepción,lc la Academia Nacional de la Historia- se filiaba principalmente con esa

"l{cnovación> a la que había pertenecido Halperin. Esa nueva historiografiat¡rre experimentó un proceso de gradual despolitización en comparaciín

, on lo ocurrido en el período anterior a la dictadura- procuró realizar unasuclte de refundación del campo disciplinar, reformulando los criterios meto-,loltigicos de la profesión e intentando elevar la calidad de la producción a los

t'sl:inclares de los principales centros internacionales. Las investigaciones sobre

.'l pcríodo virreinal y la primera mitad del siglo xlx ocuparon un lugar desta-

, ,rtlrr en esa historiografta,y áreas como la historia rural y la historia política,1,'l pcríodo tuvieron un destacado desarrollo. No ocurrió lo mismo con lar',u('n'¡ cle independencia, en torno de la cual la producción fue fragmentada.

l.os aportes de los últimos años sobre el conflicto independentista -sin, ,r¡rsitlcrar a los surgidos de la tradicional historiografia militar ya delineada-

I'r.tr,,icrrcn nruchas veces de investigaciones cuyos principales objetivos no',r('n)l)r'c soll la guerra en sí.

I lrr pr-irrrcr unrpo de trabajos ha llegado a estudiar la guerra a través del(,,tu(li() tlc los scctorcs subalternos de la sociedad de BuenosAires. La cues-

I l.rl¡)('r'nr I )r)nrllri (I()7())

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las mismas formas de trabajo. Asimismo, buscaba nivelar la producción localcon el panorama internacional. Aunque su figura principal era José LuisRomero, que era fundamentalmente un medievalista, entre los historiadoresagrupados a su alrededor comenzaron las inquietudes por el período inde-pendentista y la guerra apareció en juego22. En 1.970 Haydée Gorostegui de

Torres publicó un escrito en el que propuso como causa de la guerra la des-

conftanza que en el interior delVirreinato generó la radicalidad del gruporevolucionario de la capital, el cual debió recurrir a la lucha armada paralograr ser obedecido23. Dos años después, otro miembro del grupo publicóel que iba a ser por importancia e influencia el libro más importante sobre la

cuestión escrito en el último medio siglo: Revolución y guerra. Formación de

una elíte dirigente en la Argentina criolla. Su autor,Tulio Halperin Donghi, ya

había abordado cuestiones ligadas a la guerra de independencia tanto en unestudio general sobre América Latina como en una investigación sobre unproceso fundamental en la Buenos Aires tardocolonial: la rnllitarización de la

sociedad provocada por las invasiones inglesas a la ciudad en 1806 y 1807 yprofundizada con el inicio de la guerra de independencia.También la guerraera un factor explicativo decisivo en un texto previo que explicaba la expan-sión territorial de la provincia de BuenosAires después de 1820 como resul-tado de la demanda europea de cueros, a la que pudo dar respuesta porque, al

haber afectado la guerra de independencia al territorio de los principalesproductores de bovinos del período virreinal, la Banda Oriental y EntreRíos, sus stocks ganaderos habían mermado significativamente. Buenos Aires,en cambio, casi no vivió la guerra en su territorio y pudo aprovechar esta

consecuencia del conflicto para desarrollar su economía24.En el libro de 1,972, Halperin argumentaba que la guerra, desencadenada

por la revolución, acentuó la militarizaciín en Buenos Aires y luego la fuellevando a todo el antiguoVirreinato. La oficialidad del ejército -ahora ungrupo más profesional y disciplinado que la organización miliciana nacida

por los ataques ingleses- se convirtió por la extensión de la contienda en elprimer estamento de la sociedad. Si esos oficiales no actuaron como un cuer-po fue porque lo que primaba en la escena política era el espíritu de facción.Es que Halperin pensaba el período a través de la primacía de la política ytodos los clivajes de la sociedad colonial eran en su análisis atravesados por la

22 La denominación de <Renovación> es de Halperin Donghi (1986).23 Gorostegui DeTorres (1970).2a Halperin Donghi (1963,1978 y 1990).

La guerra de independencia en la historiografia argentina 41

irrupción de ésta en la escena rioplatense. La guerra devino en su argumenta-ción el principal elemento transformador de lo que fue el orden colonial:destruyó la riqueza pública y corporativa, eliminó trabas jerárquicas, impidiómientras duró el éxito de cualquiera de los intentos de reinstaurar un orden.

La gaerra, sobre todo en la segunda mitad de Ia década de 1810, fortaleció a

autoridades subalternas de gravitación local por su capacidad de movilizarlronrbres y recursos parala contienda.Ésa fue una de las herencias del con-flicto: en él dieron sus primeros pasos como líderes los caudillos de las déca-

clas siguientes. Ese fortalecimiento de figuras, cuyo centro de poder eran las

carrrpañas, es parte de otra consecuencia de la contienda: TaruraTizaci6n de las

bases de poder (aquí Halperin retomaba una tesis de Sarmiento). La herencia

sc conrpletaba con otra novedad: la <rbarbarización del estilo político) que se

irrrpuso en el Río de la Plata al compás de la militarizaciín que se fue exten-tliendo en los años subsiguientes. En suma, en Revolución y guerra, la guerra es

rrn elemento profundamente perturbador, un catalizador de cambios25.

La posición de Halperin fue elevada a un sitio clave a partir de la reinstala-t i(rn de la democracia en Argentina tras la dictadura militar de 7976-1.983.La

lristoriografia que se fue imponiendo en esos años en las principales universi-,Lrcles nacionales y otras instituciones académicas -con la notable excepción,lc la Academia Nacional de la Historia- se filiaba principalmente con esa

"l{cnovación> a la que había pertenecido Halperin. Esa nueva historiografiat¡rre experimentó un proceso de gradual despolitización en comparaciín

, on lo ocurrido en el período anterior a la dictadura- procuró realizar unasuclte de refundación del campo disciplinar, reformulando los criterios meto-,loltigicos de la profesión e intentando elevar la calidad de la producción a los

t'sl:inclares de los principales centros internacionales. Las investigaciones sobre

.'l pcríodo virreinal y la primera mitad del siglo xlx ocuparon un lugar desta-

, ,rtlrr en esa historiografta,y áreas como la historia rural y la historia política,1,'l pcríodo tuvieron un destacado desarrollo. No ocurrió lo mismo con lar',u('n'¡ cle independencia, en torno de la cual la producción fue fragmentada.

l.os aportes de los últimos años sobre el conflicto independentista -sin, ,r¡rsitlcrar a los surgidos de la tradicional historiografia militar ya delineada-

I'r.tr,,icrrcn nruchas veces de investigaciones cuyos principales objetivos no',r('n)l)r'c soll la guerra en sí.

I lrr pr-irrrcr unrpo de trabajos ha llegado a estudiar la guerra a través del(,,tu(li() tlc los scctorcs subalternos de la sociedad de BuenosAires. La cues-

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42 Gabriel Di Meglio

tión empezó con una mirada sobre la población de origen africano de Bue-nos Aires El norteamericano George Andrews y luego el local FranciscoMorrone matizaron una visión tradicional que colocaba como principalraz6n de la <desaparición> de los negros porteños la gran mortandad provo-cada por sucesivas guerras, comenzando por la de independencia. Si bienmuchos murieron en el conflicto -y ciertamente los negros formaron elgrueso de las tropas con las que San Martín inició la carnpafia de Chile-, la

guerra tuvo ciertas aristas beneficiosas para los que entre ellos eran esclavos,

dado que quienes ingresaban en el ejército ganaban la libertad d terminar el

servicio. Parala francesa Carmen Bernand la participación en el ejército se

convirtió en la principal vía de identificación de los descendientes de africa-nos con la <patria> a la que servían26.

Más recientemente,Juan Carlos Geravag)ia se ha ocupado de investigarcómo el peso de la actividad militar en Buenos Aires hasta el fin de las gue-rras civiles recayó fuertemente en la población campesina. La guerra iniciadaen 18i0 significó una gran presión sobre ella: los <paisanos> -campesinosavecindados- sirvieron en la milicia y los migrantes del Interior que trabaja-ban en la carnpaña bonaerense soportaron el amplio reclutamiento forzosopara servir en el ejército regalarzT.También en relación a los sectores subal-

ternos, pero en este caso urbanos, se encuentra mi propio trabajo.Al analizar

las prácticas políticas de la plebe de la ciudad de Buenos Aires durante laetapa revolucionaria, he buscado delinear las características de la participa-ción de buena parte de sus miembros en las tropas que organizí el Gobiernocentral para luchar con los realistas y los artiguistas entre 1810 y 1820. Herastreado así fenómenos masivos, como la deserción, y he intentado demos-trar que las relaciones que se dieron dentro de los cuerpos militares permi-tieron el surgimiento de acciones colectivas dirigidas por los mismos plebe-yos (en tanto sargentos, cabos y soldados) para realizar reclamos coyunturales,que se ligaron en ocasiones con las luchas políticas porteñas. Otro sector de

la plebe porteña fue parte de la milicia, que se convirtió en un vehículo deincorporación a la vida política de los sectores ajenos a las elites y tambiéndevino un generador de motines contra las autoridades protagonizados porlos integrantes del <bajo pueblo> 28.

26 Andrews (1989), Morrone (1996), y Bernard (2003).27 GaravaSia(2003).28 Di Meglio (2003 y 2006b).Ambos temas fueron profundizados en Di Meglio

(2006b).

La guerra de independencia en la historiografia argentina 43

(Jn segundo grupo de trabajos se ha ocupado de la guerra en el actual norteargentino, una de las regiones más afectadas por su desarrollo. Gabriela TíoVallejo mostró que Tücumán se vio profundamente trastornada por la guerraindependentista, principalmente porque fue durante buena parte del conflictola sede del Ejército del Norte, lo cual volcó a una parte de la población al abas-tecimiento de los militares, provocó cierto impacto en el mercado local por losgastos de oficiales y tropa, llevó a la creación de una fabrica de fusiles y hospita-les e implicó una importante transferencia de recursos del Gobierno central a laprovincia. Sin embargo, en su explicación, esos cambios introducidos por laguerra enTucumán fueron coyunturales y tuüeron muy pocas secuelas2g.

La guerra en Salta yJujuy, dominada por la figura de Güemes, ha dadolugar también a algunas investigaciones destacables. Sara Mata exploró lastensiones causadas en Salta por la situación socioeconómica tardocolonial ylas razones por las cuales desde 1814 los pobladores rurales de la provinciaabandonaron su pasividad y comenzaron a movilizarse activamente. Esa par-ticipación popular fue la base sobre la cual Güemes erigió su poder y disci-plinó a la elite salteña. Los <gauchos> que lo siguieron, actuando en las mili-cias y en fuerzas irregulares, obtuüeron el fuero militar (por el cual salían dela jurisdicción de la justicia ordinaria y eran juzgados por sus oficiales, conquienes tenían relaciones fluidas) y pudieron evitar, mientras estaban en ser-vicio, el pago de sus arriendos a los propietarios de tierras. por eso la guerratuvo un componente social revulsivo en esa provincia. Gustavo paz, quieninvestigó a la vecinaJujuy -que también era gobernada por Güemes-, hablóde <guerra social> para referirse a la cuestión. Los gauchos {ostuvo- desafia-ron abiertamente a la autoridad de la elite en la campaña y, además, el enfren-talniento cobró una fuerte dimensión étnica tanto en Salta como en Jujuy.l,¡ (gente decente> temió realmente que las <castas> se lanzaran contra ella.l).ro el fin de la guerra permitió a la elite reconstruir su poder social3o.

La guerra en el norte fue entonces un factor exógeno a la región -llegótlcsde afuera-, pero desencadenó una movilización popular amplia y modifi-cí) bastante, aunque sólo coyunturalmente, los equilibrios de poder.Algosinlilar ocurrió en la Banda oriental, donde el levantamiento rural dirigido¡ror Artigas dio lugar a una revolución radical con un fuerte contenido social.Arra Frega, de la uruguaya (Jniversidad de la República, se ha dedicado acstrrc.liar el artiguismo y en particular las razones de los sectores subalternos

.r')'l'ío vrlk'io (2(x)i).t0 M;rt:r rlc l.<ipcz (199() y 2t)t)2), y lraz (s,/p).

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tión empezó con una mirada sobre la población de origen africano de Bue-nos Aires El norteamericano George Andrews y luego el local FranciscoMorrone matizaron una visión tradicional que colocaba como principalraz6n de la <desaparición> de los negros porteños la gran mortandad provo-cada por sucesivas guerras, comenzando por la de independencia. Si bienmuchos murieron en el conflicto -y ciertamente los negros formaron elgrueso de las tropas con las que San Martín inició la carnpafia de Chile-, la

guerra tuvo ciertas aristas beneficiosas para los que entre ellos eran esclavos,

dado que quienes ingresaban en el ejército ganaban la libertad d terminar el

servicio. Parala francesa Carmen Bernand la participación en el ejército se

convirtió en la principal vía de identificación de los descendientes de africa-nos con la <patria> a la que servían26.

Más recientemente,Juan Carlos Geravag)ia se ha ocupado de investigarcómo el peso de la actividad militar en Buenos Aires hasta el fin de las gue-rras civiles recayó fuertemente en la población campesina. La guerra iniciadaen 18i0 significó una gran presión sobre ella: los <paisanos> -campesinosavecindados- sirvieron en la milicia y los migrantes del Interior que trabaja-ban en la carnpaña bonaerense soportaron el amplio reclutamiento forzosopara servir en el ejército regalarzT.También en relación a los sectores subal-

ternos, pero en este caso urbanos, se encuentra mi propio trabajo.Al analizar

las prácticas políticas de la plebe de la ciudad de Buenos Aires durante laetapa revolucionaria, he buscado delinear las características de la participa-ción de buena parte de sus miembros en las tropas que organizí el Gobiernocentral para luchar con los realistas y los artiguistas entre 1810 y 1820. Herastreado así fenómenos masivos, como la deserción, y he intentado demos-trar que las relaciones que se dieron dentro de los cuerpos militares permi-tieron el surgimiento de acciones colectivas dirigidas por los mismos plebe-yos (en tanto sargentos, cabos y soldados) para realizar reclamos coyunturales,que se ligaron en ocasiones con las luchas políticas porteñas. Otro sector de

la plebe porteña fue parte de la milicia, que se convirtió en un vehículo deincorporación a la vida política de los sectores ajenos a las elites y tambiéndevino un generador de motines contra las autoridades protagonizados porlos integrantes del <bajo pueblo> 28.

26 Andrews (1989), Morrone (1996), y Bernard (2003).27 GaravaSia(2003).28 Di Meglio (2003 y 2006b).Ambos temas fueron profundizados en Di Meglio

(2006b).

La guerra de independencia en la historiografia argentina 43

(Jn segundo grupo de trabajos se ha ocupado de la guerra en el actual norteargentino, una de las regiones más afectadas por su desarrollo. Gabriela TíoVallejo mostró que Tücumán se vio profundamente trastornada por la guerraindependentista, principalmente porque fue durante buena parte del conflictola sede del Ejército del Norte, lo cual volcó a una parte de la población al abas-tecimiento de los militares, provocó cierto impacto en el mercado local por losgastos de oficiales y tropa, llevó a la creación de una fabrica de fusiles y hospita-les e implicó una importante transferencia de recursos del Gobierno central a laprovincia. Sin embargo, en su explicación, esos cambios introducidos por laguerra enTucumán fueron coyunturales y tuüeron muy pocas secuelas2g.

La guerra en Salta yJujuy, dominada por la figura de Güemes, ha dadolugar también a algunas investigaciones destacables. Sara Mata exploró lastensiones causadas en Salta por la situación socioeconómica tardocolonial ylas razones por las cuales desde 1814 los pobladores rurales de la provinciaabandonaron su pasividad y comenzaron a movilizarse activamente. Esa par-ticipación popular fue la base sobre la cual Güemes erigió su poder y disci-plinó a la elite salteña. Los <gauchos> que lo siguieron, actuando en las mili-cias y en fuerzas irregulares, obtuüeron el fuero militar (por el cual salían dela jurisdicción de la justicia ordinaria y eran juzgados por sus oficiales, conquienes tenían relaciones fluidas) y pudieron evitar, mientras estaban en ser-vicio, el pago de sus arriendos a los propietarios de tierras. por eso la guerratuvo un componente social revulsivo en esa provincia. Gustavo paz, quieninvestigó a la vecinaJujuy -que también era gobernada por Güemes-, hablóde <guerra social> para referirse a la cuestión. Los gauchos {ostuvo- desafia-ron abiertamente a la autoridad de la elite en la campaña y, además, el enfren-talniento cobró una fuerte dimensión étnica tanto en Salta como en Jujuy.l,¡ (gente decente> temió realmente que las <castas> se lanzaran contra ella.l).ro el fin de la guerra permitió a la elite reconstruir su poder social3o.

La guerra en el norte fue entonces un factor exógeno a la región -llegótlcsde afuera-, pero desencadenó una movilización popular amplia y modifi-cí) bastante, aunque sólo coyunturalmente, los equilibrios de poder.Algosinlilar ocurrió en la Banda oriental, donde el levantamiento rural dirigido¡ror Artigas dio lugar a una revolución radical con un fuerte contenido social.Arra Frega, de la uruguaya (Jniversidad de la República, se ha dedicado acstrrc.liar el artiguismo y en particular las razones de los sectores subalternos

.r')'l'ío vrlk'io (2(x)i).t0 M;rt:r rlc l.<ipcz (199() y 2t)t)2), y lraz (s,/p).

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44 Gabriel Di Meglio

para participar de é1, peleando contra realistas, porteños y portugueses. Aun-que no me ocupo aquí de la histor'iografia uruguaya -que ha tenido unareflexión vasta e importante sobre Artigas y su movimento-, incorporo eltrabajo de Frega porque mantiene un diálogo fluido con la actual produc-ción argentina, lo cual general un provechoso acercamiento3l.

Por último, y desde otro espectro -la historia del derecho- Ezequiel Abá-solo aportó en los últimos años una serie de trabajos sobre el desarrollo de

aspectos jurídicos militares en el período independentista, abordando las

modificaciones de los fueros, así como explorando algunos problemas cen-trales de la vida militar de la época, tal el caso de las deserciones32.

Este listado no es todo lo que se ha producido en el terreno académicosobre la guerra, pero sí lo más significativo.A simple vista se hace patente que

no se ha tratado de un tema privilegiado por la historiografra. Por otro lado,

en el campo de la divulgación histórica puede observarse que las biografiassobre aspectos de las vidas de figuras de la guerra de independencia, comoSan Martín y Belgrano, son y han sido de aparición frecuente y suelen ser

bien recibidas por el público. En 1997, Pacho O'Donnell obtuvo un gransuceso de ventas al presentar un libro que relata -repitiendo las narraciones

clásicas- la guerra en el Alto Perú, presentada como un supuesto aspecto<oculto> de la independencia (apelando a que los relatos escolares han hechomás hincapié en la campaña de San Martín a Chile). La exitosísima obra deFelipe Pigna -antiguo colaborador de O'Donnell- Los mitos de la hístoriaargentina también dedica bastante espacio a la guerra de independencia. Elenfoque es en este caso similar: una narración convencional de los aconteci-mientos, con intentos de encontrar aspectos (secretos)) que impacten al

público no especializado. Estos textos no buscan la discusión con la produc-ción académica, ni acuden a ella para nutrir su perspectiva; lo que realizan,recuperando varias de las posiciones revisionistas, es un supuesto ajuste de

cuentas con la visión imperante en el sentido común de la clase media de las

grandes ciudades argentinas, que fue generada por el sistema educativo (tra-dicionalmente un reproductor de la visión de Mitre y de laAcademia Nacio-nal de la Historia, aunque eso ha cambiado en los últimos años) 33.

Por otro lado, un libro publicado en 2005 por un joven estudiante de his-toria, dirigido a un público amplio, rcaliza una operación interesante. Se trata

Frega (2001, y 2002).

Abásolo (1998 y 2001).

O'Donnell (1997) y Pigna (2004 y 2005).

31

32

33

La guerra de independencia en la historiografia argentina 45

de una descripción pormenorizada (hasta lo tedioso) de absolutamente todoslos combates que los ejércitos rioplatenses libraron entre 1810 y 1825,orga-nizada de acuerdo a su ubicación en las <campañas sanmartinianas>, en lalucha en Paraguay, la Banda oriental, el Alto Perú y en la guerra naval. Esterelato detallado de las peripecias de cada enfrentamiento tiene una introduc-ción doble, que de alguna manera busca una síntesis entre dos tendencias: unbreve prólogo de Miguel Ángel de Marco (presidente de laAcademia Nacio-nal de la Historia) analiza los cambios recientes en historia militar y repre-senta a la actualización de la corriente tradicional, mientras que una intro-ducción histórica realizada por un historiador de la (Jniversidad de BuenosAires -Luciano de Privitello- consigna los lineamientos principales de lapolítica de los años de guerra, recopilando los aportes de las últimas tresdécadas de historiografia argentina. El libro, de todos modos, mantiene latradición de la historia militar: se aboca a los detalles técnicos y deja las cues-tiones <centrales> de la historia en manos de otros34.

casi no he incorporado a los autores extranjeros que se ocuparon de laguerra de independencia en Argentina, pero son verdaderamente pocos. Elúnico de ellos que tuvo un verdadero impacto en el escenario local fueJohnLynch, con su libro, que proponía una interpretación general de las revolu-t'iones hispanoamericanas3s.

Es muy posible que la proximidad de los bicentenarios atraiga más aten-t'ión no sólo sobre la revolución sino también sobre la guerra, tanto en el(':rnrpo de la producción académica como en el de la divulgación. En uno yotro espacio es deseable que aparczcan miradas integrales sobre el conflicto,(lue por su importancia requiere ser revisitado. Hay mucha tarea por delantet'rr lo concerniente a la guerra de independencia en lo que hoy es Argentina.

I | (,:rn)()sli/l'rivircll() (2(X)5).i'r I yrrclr (l()t{{)).

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44 Gabriel Di Meglio

para participar de é1, peleando contra realistas, porteños y portugueses. Aun-que no me ocupo aquí de la histor'iografia uruguaya -que ha tenido unareflexión vasta e importante sobre Artigas y su movimento-, incorporo eltrabajo de Frega porque mantiene un diálogo fluido con la actual produc-ción argentina, lo cual general un provechoso acercamiento3l.

Por último, y desde otro espectro -la historia del derecho- Ezequiel Abá-solo aportó en los últimos años una serie de trabajos sobre el desarrollo de

aspectos jurídicos militares en el período independentista, abordando las

modificaciones de los fueros, así como explorando algunos problemas cen-trales de la vida militar de la época, tal el caso de las deserciones32.

Este listado no es todo lo que se ha producido en el terreno académicosobre la guerra, pero sí lo más significativo.A simple vista se hace patente que

no se ha tratado de un tema privilegiado por la historiografra. Por otro lado,

en el campo de la divulgación histórica puede observarse que las biografiassobre aspectos de las vidas de figuras de la guerra de independencia, comoSan Martín y Belgrano, son y han sido de aparición frecuente y suelen ser

bien recibidas por el público. En 1997, Pacho O'Donnell obtuvo un gransuceso de ventas al presentar un libro que relata -repitiendo las narraciones

clásicas- la guerra en el Alto Perú, presentada como un supuesto aspecto<oculto> de la independencia (apelando a que los relatos escolares han hechomás hincapié en la campaña de San Martín a Chile). La exitosísima obra deFelipe Pigna -antiguo colaborador de O'Donnell- Los mitos de la hístoriaargentina también dedica bastante espacio a la guerra de independencia. Elenfoque es en este caso similar: una narración convencional de los aconteci-mientos, con intentos de encontrar aspectos (secretos)) que impacten al

público no especializado. Estos textos no buscan la discusión con la produc-ción académica, ni acuden a ella para nutrir su perspectiva; lo que realizan,recuperando varias de las posiciones revisionistas, es un supuesto ajuste de

cuentas con la visión imperante en el sentido común de la clase media de las

grandes ciudades argentinas, que fue generada por el sistema educativo (tra-dicionalmente un reproductor de la visión de Mitre y de laAcademia Nacio-nal de la Historia, aunque eso ha cambiado en los últimos años) 33.

Por otro lado, un libro publicado en 2005 por un joven estudiante de his-toria, dirigido a un público amplio, rcaliza una operación interesante. Se trata

Frega (2001, y 2002).

Abásolo (1998 y 2001).

O'Donnell (1997) y Pigna (2004 y 2005).

31

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La guerra de independencia en la historiografia argentina 45

de una descripción pormenorizada (hasta lo tedioso) de absolutamente todoslos combates que los ejércitos rioplatenses libraron entre 1810 y 1825,orga-nizada de acuerdo a su ubicación en las <campañas sanmartinianas>, en lalucha en Paraguay, la Banda oriental, el Alto Perú y en la guerra naval. Esterelato detallado de las peripecias de cada enfrentamiento tiene una introduc-ción doble, que de alguna manera busca una síntesis entre dos tendencias: unbreve prólogo de Miguel Ángel de Marco (presidente de laAcademia Nacio-nal de la Historia) analiza los cambios recientes en historia militar y repre-senta a la actualización de la corriente tradicional, mientras que una intro-ducción histórica realizada por un historiador de la (Jniversidad de BuenosAires -Luciano de Privitello- consigna los lineamientos principales de lapolítica de los años de guerra, recopilando los aportes de las últimas tresdécadas de historiografia argentina. El libro, de todos modos, mantiene latradición de la historia militar: se aboca a los detalles técnicos y deja las cues-tiones <centrales> de la historia en manos de otros34.

casi no he incorporado a los autores extranjeros que se ocuparon de laguerra de independencia en Argentina, pero son verdaderamente pocos. Elúnico de ellos que tuvo un verdadero impacto en el escenario local fueJohnLynch, con su libro, que proponía una interpretación general de las revolu-t'iones hispanoamericanas3s.

Es muy posible que la proximidad de los bicentenarios atraiga más aten-t'ión no sólo sobre la revolución sino también sobre la guerra, tanto en el(':rnrpo de la producción académica como en el de la divulgación. En uno yotro espacio es deseable que aparczcan miradas integrales sobre el conflicto,(lue por su importancia requiere ser revisitado. Hay mucha tarea por delantet'rr lo concerniente a la guerra de independencia en lo que hoy es Argentina.

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Y URUGIJAY...

Julio Sánchez G6mezUniuersidad de Salamanca

En la última década del siglo pasadol y rras varias de desinterés, diversosestudiosos han retomado el interés por los estudios sobre el proceso de inde-pendencia, con nuevos abordajes que se acercan a sus oúgenes ideológicosdiversos, a su carácter continuista o de ruptura con lo anterior, al papel de laConstitución española de Cidiz en la inspiración de los procesos constitu-cionales americanos, a la significación de los caudillos, etc. Estudios como losde Chiaramonte, Lynch, Chust, Guerra, Annino, M. Bellingueri, JaimeRodríguez, etc., han acercado su lupa a diferentes perspectivas y,/o a diversasáreas geográficas.

De estos estudios pueden deducirse rasgos comunes y rasgos diferencialesen los procesos nacionales. Pues bien, de todos los procesos emancipadorescontinentales, el que llevó al nacirniento de la República Oriental del Uru-guay como Estado fue el más largo, complicado, atípico -en el sentido de

I Este trabajo anticipa uno mucho más amplio sobre el largo proceso de paso de lallanda Oriental desde el dominio español hasta la independencia, a punto de culminarsey en cuya ptrblicación llevará como título Vasallos ile su Majestaíl Católica, Súbdítos de suMqicstad l;idclísínm, dudadanos del Imperío y de la República Oriental del lJruguay. La invesri-g:tci<irr c¡rrc h:¡ tl:rd<> lugar a esta publicación y que ha tenido lugar en archivos de [Jru-gtrrry. l}':rsil, ltrrtuerl, Francir, h oirrdad delVaticano, Italia y España he sido financiadot'ott tlos [)r'()y('('t()s sur'csivos dcl pl:rrr tlc irrvcstigrciílr tle laJuntl de Castilla y León.

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Y URUGIJAY...

Julio Sánchez G6mezUniuersidad de Salamanca

En la última década del siglo pasadol y rras varias de desinterés, diversosestudiosos han retomado el interés por los estudios sobre el proceso de inde-pendencia, con nuevos abordajes que se acercan a sus oúgenes ideológicosdiversos, a su carácter continuista o de ruptura con lo anterior, al papel de laConstitución española de Cidiz en la inspiración de los procesos constitu-cionales americanos, a la significación de los caudillos, etc. Estudios como losde Chiaramonte, Lynch, Chust, Guerra, Annino, M. Bellingueri, JaimeRodríguez, etc., han acercado su lupa a diferentes perspectivas y,/o a diversasáreas geográficas.

De estos estudios pueden deducirse rasgos comunes y rasgos diferencialesen los procesos nacionales. Pues bien, de todos los procesos emancipadorescontinentales, el que llevó al nacirniento de la República Oriental del Uru-guay como Estado fue el más largo, complicado, atípico -en el sentido de

I Este trabajo anticipa uno mucho más amplio sobre el largo proceso de paso de lallanda Oriental desde el dominio español hasta la independencia, a punto de culminarsey en cuya ptrblicación llevará como título Vasallos ile su Majestaíl Católica, Súbdítos de suMqicstad l;idclísínm, dudadanos del Imperío y de la República Oriental del lJruguay. La invesri-g:tci<irr c¡rrc h:¡ tl:rd<> lugar a esta publicación y que ha tenido lugar en archivos de [Jru-gtrrry. l}':rsil, ltrrtuerl, Francir, h oirrdad delVaticano, Italia y España he sido financiadot'ott tlos [)r'()y('('t()s sur'csivos dcl pl:rrr tlc irrvcstigrciílr tle laJuntl de Castilla y León.

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desvío de la norma más habitual de los procesos de ernancipación america-nos- y tardío entre el conjunto de las independencias continentales. Es elque ofrece un mayor alejamiento respecto a lo que podríamos considerarLlna norma:

- El territorio que se independiza no corresponde a ninguna delirnitacióncolonial de virreinato, audiencia o siquiera de correginriento o intendencia.

- Entre 1810 y 1830, la denominada en los últimos tiempos de la domi-nación española como Banda Oriental estuvo bajo seis soberanías diGrentes:española, hasta 1814; de las Provincias (Jnidas en organización unitaria, en1814, e igualmente, de forma mucho más teórica, de las Provincias lJnidas,pero con un sistema de gobierno federal serniindependiente, aunque reco-nociala pertenencia última al conjunto argentino (el sisterna artiguista de

1815-1816); portuguesa, de 1817 a 1823; inrperial brasileña, de 1823 a 1828;nuevamente argentina -unitaria y federal-, de 1 825 a 1828, y, por fin, Repú-blica independiente a partir de 1828. Como puede deducirse de las fechas

indicadas, en el territorio oriental coexistió nrás de una soberanía repartién-dose partes del territorio2.

- Tras este proceso dilatado y complejo, al final la enrancipación se pro-duce, no respecto de España sino del Imperio del llrasil, del que el futuroUruguay -entonces provincia Cisplatina- formaba parte.

Este panorama tan complejo y cambiante del canrino que condujo desde

el dominio español hasta la primera organizaciín del Estado aparece sinembargo en la mayor parte de la producción historiográfica que se ocupa de

esos veinte años -de 1810 a 1830- sorprendentenrente simplificado. Mo-rnentos enteros de aquella sucesión se encuentran desdibujados, disnrinuidoso simplernente omitidos, frente a otros que reciben una atención que puede

llegar a parecer exagerada.

Si contemplamos el período que abarca desde el comienzo de las prime-ras alteraciones (1810, o 1807 si se acepta la invasión británica como elnlonrento en que todo comenzó) hasta la entrada de las tropas argentinas enMontevideo (1814),a pesar de que el puerto oriental fue uno de los más

caracterizados núcleos de resistencia españolista de toda la América en rebe-lión, para la historiografia de LJruguay -de forma abrumadoramente rnayori-

2 Para una breve relación de los hechos sucedidos(lí'rnlez (en prensa).

entre 1808 y 1839., uid. Sánchez

Y Uruguay... 49

taria escrita por uruguayos3- parece que no existiera más que la comúnmen-

te conocida por aquélla como ula epopeya artiguista> o <la gesta de Artigas>.

Todo lo que sucedía en Montevideo, que agrupaba en tiempos normales un

tercio de la población del territorio -y que además había visto en esos años

notablemente aumentada su población por el aporte de refugiados huidos de

la campaña ocupada por los insurgentes- no parece merecer la mínima aten-

ción de los historiadores, como si lo sucedido en la capital no formara tanta

parte de la historia del país como lo que ocurría más allá de sus murallas. La

ciudad queda, a ojos de esos estudiosos, que aceptan sin crítica la propaganda

insurgente, en el territorio ajeno de la reacción realista-absolutista, como si

la opinión proespañola tuviera que ser necesarialnente homogénea, como si

no se produjeran en el interior de ella las mismas divisiones que entonces se

daban entre los españoles del otro lado del Atlántico, como si no existieran

partidarios de una monarquía absolutista y otros de una salida liberal basada

en la Constitución de 1,8I2;por cierto, aclamada de forma entusiasta por los

vecinos montevideanos, que la juraron y de entre quienes partió un diputado

hacia Cádtz como representante del Río de la Plata. Como si no exisrieran

proyectos múltiples para reforntular los lazos con la metrópoli, que iban

desde el mantenimiento del statu quo existente hasta un nuevo acomoda-

nliento en el inédito marco constitucional; como si Francisco Xavier de

Elío, virrey con residencia en Montevideo, y en menor grado el gobernador

GasparVigodet no hubieran sido auténticos caudillos populares entre el pue-

blo sobre el que gobernaron.Basta echar un vistazo a las monografias dedicadas al fin de la época colo-

nial, desde los clásicos -Francisco Batzá4, considerado el padre de la histo-

riografia uruguaya, Eduardo Acevedos o Pablo Blanco Acevedof'- hasta los

3 Y es que la historiografia urlrguaya es probablemente la menos visitada por historia-

tlores no nacionales de todas las latinoaurericanas. Prácticamente, salvo los estudios de Mil-t6rr Vanger sobre el batllismo, los acercamientos a los tiempos de la independencia, a la

figure de Artigas y a Ia decisiva relación del territorio oriental con Gran Bretaña de JohnStrt'et o de su paisano PeterWinn, el devenir histórico del cerritorio oriental no ha atraído

:r los profesionales de la historia de fuera del país, a pesar de slr enornle interés y conlpleji-

dltl. (labe exceptuar sólo el caso de algunos historiadores argentinos que han tocado ter-nas

,lcl rccorrido común, en el nrarco de investigaciones centradas en su historia nacional.I L|¡uzá (2001).i Accvcclo (1922-21) y 20{)1).,,

f );rlrlo lllrrnco Acc'vedo, El gobierno colonial en el IJruguay y los orígenes de la nacionali-

l,tl, Xlotttu'idttr, EtliciorrcsJ.A. Ayala, 1,92c);e Historia de la República Otiental del Uruguay'

Montt'vitlco, l|;lrrciro y l{:rrrros, l()0'l .

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desvío de la norma más habitual de los procesos de ernancipación america-nos- y tardío entre el conjunto de las independencias continentales. Es elque ofrece un mayor alejamiento respecto a lo que podríamos considerarLlna norma:

- El territorio que se independiza no corresponde a ninguna delirnitacióncolonial de virreinato, audiencia o siquiera de correginriento o intendencia.

- Entre 1810 y 1830, la denominada en los últimos tiempos de la domi-nación española como Banda Oriental estuvo bajo seis soberanías diGrentes:española, hasta 1814; de las Provincias (Jnidas en organización unitaria, en1814, e igualmente, de forma mucho más teórica, de las Provincias lJnidas,pero con un sistema de gobierno federal serniindependiente, aunque reco-nociala pertenencia última al conjunto argentino (el sisterna artiguista de

1815-1816); portuguesa, de 1817 a 1823; inrperial brasileña, de 1823 a 1828;nuevamente argentina -unitaria y federal-, de 1 825 a 1828, y, por fin, Repú-blica independiente a partir de 1828. Como puede deducirse de las fechas

indicadas, en el territorio oriental coexistió nrás de una soberanía repartién-dose partes del territorio2.

- Tras este proceso dilatado y complejo, al final la enrancipación se pro-duce, no respecto de España sino del Imperio del llrasil, del que el futuroUruguay -entonces provincia Cisplatina- formaba parte.

Este panorama tan complejo y cambiante del canrino que condujo desde

el dominio español hasta la primera organizaciín del Estado aparece sinembargo en la mayor parte de la producción historiográfica que se ocupa de

esos veinte años -de 1810 a 1830- sorprendentenrente simplificado. Mo-rnentos enteros de aquella sucesión se encuentran desdibujados, disnrinuidoso simplernente omitidos, frente a otros que reciben una atención que puede

llegar a parecer exagerada.

Si contemplamos el período que abarca desde el comienzo de las prime-ras alteraciones (1810, o 1807 si se acepta la invasión británica como elnlonrento en que todo comenzó) hasta la entrada de las tropas argentinas enMontevideo (1814),a pesar de que el puerto oriental fue uno de los más

caracterizados núcleos de resistencia españolista de toda la América en rebe-lión, para la historiografia de LJruguay -de forma abrumadoramente rnayori-

2 Para una breve relación de los hechos sucedidos(lí'rnlez (en prensa).

entre 1808 y 1839., uid. Sánchez

Y Uruguay... 49

taria escrita por uruguayos3- parece que no existiera más que la comúnmen-

te conocida por aquélla como ula epopeya artiguista> o <la gesta de Artigas>.

Todo lo que sucedía en Montevideo, que agrupaba en tiempos normales un

tercio de la población del territorio -y que además había visto en esos años

notablemente aumentada su población por el aporte de refugiados huidos de

la campaña ocupada por los insurgentes- no parece merecer la mínima aten-

ción de los historiadores, como si lo sucedido en la capital no formara tanta

parte de la historia del país como lo que ocurría más allá de sus murallas. La

ciudad queda, a ojos de esos estudiosos, que aceptan sin crítica la propaganda

insurgente, en el territorio ajeno de la reacción realista-absolutista, como si

la opinión proespañola tuviera que ser necesarialnente homogénea, como si

no se produjeran en el interior de ella las mismas divisiones que entonces se

daban entre los españoles del otro lado del Atlántico, como si no existieran

partidarios de una monarquía absolutista y otros de una salida liberal basada

en la Constitución de 1,8I2;por cierto, aclamada de forma entusiasta por los

vecinos montevideanos, que la juraron y de entre quienes partió un diputado

hacia Cádtz como representante del Río de la Plata. Como si no exisrieran

proyectos múltiples para reforntular los lazos con la metrópoli, que iban

desde el mantenimiento del statu quo existente hasta un nuevo acomoda-

nliento en el inédito marco constitucional; como si Francisco Xavier de

Elío, virrey con residencia en Montevideo, y en menor grado el gobernador

GasparVigodet no hubieran sido auténticos caudillos populares entre el pue-

blo sobre el que gobernaron.Basta echar un vistazo a las monografias dedicadas al fin de la época colo-

nial, desde los clásicos -Francisco Batzá4, considerado el padre de la histo-

riografia uruguaya, Eduardo Acevedos o Pablo Blanco Acevedof'- hasta los

3 Y es que la historiografia urlrguaya es probablemente la menos visitada por historia-

tlores no nacionales de todas las latinoaurericanas. Prácticamente, salvo los estudios de Mil-t6rr Vanger sobre el batllismo, los acercamientos a los tiempos de la independencia, a la

figure de Artigas y a Ia decisiva relación del territorio oriental con Gran Bretaña de JohnStrt'et o de su paisano PeterWinn, el devenir histórico del cerritorio oriental no ha atraído

:r los profesionales de la historia de fuera del país, a pesar de slr enornle interés y conlpleji-

dltl. (labe exceptuar sólo el caso de algunos historiadores argentinos que han tocado ter-nas

,lcl rccorrido común, en el nrarco de investigaciones centradas en su historia nacional.I L|¡uzá (2001).i Accvcclo (1922-21) y 20{)1).,,

f );rlrlo lllrrnco Acc'vedo, El gobierno colonial en el IJruguay y los orígenes de la nacionali-

l,tl, Xlotttu'idttr, EtliciorrcsJ.A. Ayala, 1,92c);e Historia de la República Otiental del Uruguay'

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Julio Sánche z G6mez

que en tiempos más recientes se acercan al tiempo del fin de la coronia -lostrabajos de Lucía Sala de TouronT,José craudio williman y carlos panizzaPonss,washington Reyes Abadiee o Ana Frega y Ariadna Israsr0- para obser-var que el foco se coloca exclusivarnente deilado insurgente, con una abru_madora dedicación a Artigas y el artiguismo. En parte ., d.bid" esta despro-porción relativa de atención al hecho de serJosé Cervasio de Artigas la únicafigura histórica aceptada por todos: blancos y colorados, izquierda moderadae izquierda extremall, católicos y agnósticos, un coro de tiruGrarios al quese adhirieron con entusiasrno incluso los militares de la dictadural2.y ellotiene su reflejo en la desproporción inmensa de los estudios dedicados alcaudillo como objeto de atención historiográfica, frente a los que abordan

da, en la segunda mirad del siglo pasado, ü::ff';1,1 J:::lm"'"x;ililtT:;cuyos grupos lntegrantes hay un <Foro Artiguista>- de la figura de Artigas -antes pocovalo'¡da por ella. El significado. de Artigas .i u.rrgu.y lo ,.L,.re ,o,ry bi.r, 1.orrrás Linnen <Ante u'a grandeza de medida no humana, .ro áiuiiro, -ri.rr. f"hi."i" en Búsque_da, Montevideo' el jueves 21 de septiembre de 2000: aEn Uruguay la figura fascinante ypolémica deArtigas alcanzlla categoría de intocable e insuperable. Nadie puede sermejor que él.Todos los personajes que sigu aArtigas rorr rrr"rror.r, no importa

el techo ya establecido en 1g11r. OEl Obseruador de Montevide o el 23

nás que virtudes y es perfecto, hasta

un Dios". [...]Artigas lleva más de un siglo ..""..:;'"':'X::firHrti;;:ili:'#:t:1Estado, sin posibilidad de que los orientalÁ l conozcamos. No podemos seguir usándo_

al mismo tiempo. [...] La actitud oficial que ha desalentadi toda polé-por tanto, toda investigación seria, traduce el temor a que el examenI prócer de su pedestal [...]>. Ambos tesrimonios,...ogiáo, por Caera_

. 12 En este panorama de unanimidades nama la atención la presencia acüal de un casiúnico disidente, GuillermoVázquez Franco. dedicado hfigura del prócer, perc con tal virulencia que sus obras hliteratura panfletaria.Véase por ejemplo, Éranckco Berra dacuenta de.la absoluta marginación -en un tiempo tamb semantuvo la obra de este historiador- deci'ronónico, cuyos escritos, nada indulgenres conel caudillo, sufrieron en er tiempo de su publicación toáa .ñ;;;;r;;;i"*s, y Berra.(1881 y 1882)

Y LJruguay...

cualquier otra temática referente a los primeros veinticinco años del sigloxlx, de entre los que llama la atención el abandono de la historia colonial en

las últimas décadas, quizá como reacción al elevado interés que suscitó en el

tiempo anterior a 1950. De hecho, desde 1990 sólo un historiador orientalse ha dedicado de forma preferente a la época colonial en (Jruguay; se tratadel profesor de la lJniversidad de la República Arturo Ariel Bentancur, quedio a la luz en la década pasada El puerto colonial de Monteuideo, obra cumbrey culminación de otros estudios de elevado interés sobre administración,comerciantes y figuras colonialesl3, y que acaba de editar, junto con F. Apa-ricio, Amos y esclavos en el Río de Ia Plata, una monografia dedicada a un temamuy poco abordado de los años de la colonia y los primeros de la postcolo-nia, la esclavitud africanala.

Pero la historiografia uruguaya convierte sobre todo en un agujero negroel largo período que se extiende desde la entrada del ejército portugués deocupación a fines de 1816 hasta su evacuación en 1828, tras la firma delacuerdo preliminar entre Brasil y Argentina bajo el manto protector de ladiplomacia británica. Trece años en los que pareciera que el territorio se

hubiera sumido en una profunda sombra, de la que sólo resurge cuando losdenominados <Treinta yTies Orientalesr desembarcan en el lado oriental del[Jruguay en 1825, arrastran a la guerra a la Confederación Argentina y con-vocan una Asamblea Constituyente, sólo obedecida y reconocida por unaparte del territorio, ya que Montevideo y Colonia, nuevamente, permanecendurante todo el tiempo de la guerra bajo la administración del Imperio delBrasil. Baste citar tres casos para ejemplificar el desdén con que trata la histo-riografia uruguaya el período lusitano-brasileño de s¡¿ historia, al que consi-deran -doscientos años después- como algo ajeno: una de las obras de sínte-sis más importantes de los últimos años, la Historia Uruguaya, editada porEdiciones de la Banda Oriental, sólo dedica a los decisivos años del dominioluso-brasileño veintitrés páginas, ¡en una obra editada en ocho volúmenes!1s.De igual forma, dos de las obras más recientes de alguien a quien podemos

1'r Bentancur (1996-1999).Algún otro estudio se ha dedicado al momento colonial;r'írl., por ejemplo, Behares,/Oribe Cures (1998, aunque ninguna ha alcanzado las dimen-siones de la de Bentancur.

l{ IJentancur (2006).rs (hstell¿rnos (1994).Thn sólo el primer capítulo, titulado <La dominación luio-bra-

silcñ:r ('l lt20-1fl2fl)>, c¡ue ¡barca las pp.5 a 28, está deücado a la primera parte del títulogt'rrcr':rl tlcl volr¡nlcn. l:r ()isplltina.

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Julio Sánche z G6mez

que en tiempos más recientes se acercan al tiempo del fin de la coronia -lostrabajos de Lucía Sala de TouronT,José craudio williman y carlos panizzaPonss,washington Reyes Abadiee o Ana Frega y Ariadna Israsr0- para obser-var que el foco se coloca exclusivarnente deilado insurgente, con una abru_madora dedicación a Artigas y el artiguismo. En parte ., d.bid" esta despro-porción relativa de atención al hecho de serJosé Cervasio de Artigas la únicafigura histórica aceptada por todos: blancos y colorados, izquierda moderadae izquierda extremall, católicos y agnósticos, un coro de tiruGrarios al quese adhirieron con entusiasrno incluso los militares de la dictadural2.y ellotiene su reflejo en la desproporción inmensa de los estudios dedicados alcaudillo como objeto de atención historiográfica, frente a los que abordan

da, en la segunda mirad del siglo pasado, ü::ff';1,1 J:::lm"'"x;ililtT:;cuyos grupos lntegrantes hay un <Foro Artiguista>- de la figura de Artigas -antes pocovalo'¡da por ella. El significado. de Artigas .i u.rrgu.y lo ,.L,.re ,o,ry bi.r, 1.orrrás Linnen <Ante u'a grandeza de medida no humana, .ro áiuiiro, -ri.rr. f"hi."i" en Búsque_da, Montevideo' el jueves 21 de septiembre de 2000: aEn Uruguay la figura fascinante ypolémica deArtigas alcanzlla categoría de intocable e insuperable. Nadie puede sermejor que él.Todos los personajes que sigu aArtigas rorr rrr"rror.r, no importa

el techo ya establecido en 1g11r. OEl Obseruador de Montevide o el 23

nás que virtudes y es perfecto, hasta

un Dios". [...]Artigas lleva más de un siglo ..""..:;'"':'X::firHrti;;:ili:'#:t:1Estado, sin posibilidad de que los orientalÁ l conozcamos. No podemos seguir usándo_

al mismo tiempo. [...] La actitud oficial que ha desalentadi toda polé-por tanto, toda investigación seria, traduce el temor a que el examenI prócer de su pedestal [...]>. Ambos tesrimonios,...ogiáo, por Caera_

. 12 En este panorama de unanimidades nama la atención la presencia acüal de un casiúnico disidente, GuillermoVázquez Franco. dedicado hfigura del prócer, perc con tal virulencia que sus obras hliteratura panfletaria.Véase por ejemplo, Éranckco Berra dacuenta de.la absoluta marginación -en un tiempo tamb semantuvo la obra de este historiador- deci'ronónico, cuyos escritos, nada indulgenres conel caudillo, sufrieron en er tiempo de su publicación toáa .ñ;;;;r;;;i"*s, y Berra.(1881 y 1882)

Y LJruguay...

cualquier otra temática referente a los primeros veinticinco años del sigloxlx, de entre los que llama la atención el abandono de la historia colonial en

las últimas décadas, quizá como reacción al elevado interés que suscitó en el

tiempo anterior a 1950. De hecho, desde 1990 sólo un historiador orientalse ha dedicado de forma preferente a la época colonial en (Jruguay; se tratadel profesor de la lJniversidad de la República Arturo Ariel Bentancur, quedio a la luz en la década pasada El puerto colonial de Monteuideo, obra cumbrey culminación de otros estudios de elevado interés sobre administración,comerciantes y figuras colonialesl3, y que acaba de editar, junto con F. Apa-ricio, Amos y esclavos en el Río de Ia Plata, una monografia dedicada a un temamuy poco abordado de los años de la colonia y los primeros de la postcolo-nia, la esclavitud africanala.

Pero la historiografia uruguaya convierte sobre todo en un agujero negroel largo período que se extiende desde la entrada del ejército portugués deocupación a fines de 1816 hasta su evacuación en 1828, tras la firma delacuerdo preliminar entre Brasil y Argentina bajo el manto protector de ladiplomacia británica. Trece años en los que pareciera que el territorio se

hubiera sumido en una profunda sombra, de la que sólo resurge cuando losdenominados <Treinta yTies Orientalesr desembarcan en el lado oriental del[Jruguay en 1825, arrastran a la guerra a la Confederación Argentina y con-vocan una Asamblea Constituyente, sólo obedecida y reconocida por unaparte del territorio, ya que Montevideo y Colonia, nuevamente, permanecendurante todo el tiempo de la guerra bajo la administración del Imperio delBrasil. Baste citar tres casos para ejemplificar el desdén con que trata la histo-riografia uruguaya el período lusitano-brasileño de s¡¿ historia, al que consi-deran -doscientos años después- como algo ajeno: una de las obras de sínte-sis más importantes de los últimos años, la Historia Uruguaya, editada porEdiciones de la Banda Oriental, sólo dedica a los decisivos años del dominioluso-brasileño veintitrés páginas, ¡en una obra editada en ocho volúmenes!1s.De igual forma, dos de las obras más recientes de alguien a quien podemos

1'r Bentancur (1996-1999).Algún otro estudio se ha dedicado al momento colonial;r'írl., por ejemplo, Behares,/Oribe Cures (1998, aunque ninguna ha alcanzado las dimen-siones de la de Bentancur.

l{ IJentancur (2006).rs (hstell¿rnos (1994).Thn sólo el primer capítulo, titulado <La dominación luio-bra-

silcñ:r ('l lt20-1fl2fl)>, c¡ue ¡barca las pp.5 a 28, está deücado a la primera parte del títulogt'rrcr':rl tlcl volr¡nlcn. l:r ()isplltina.

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considerar con justicia como uno de los más importantes historiadores uru-guayos en plena producción, Benjamín Nahum, el Manual de historia del Uru--guay16 y la Breue Historía del (Jruguay IndependientelT , prácticamente obviantocar el citado período, algo que puede explicarse, aparte de otras razones

-en el caso de obras de síntesis como éstas- por la falta absoluta de materia-les secundarios para sll uso. Pero quizá el caso más ejemplar sea el estudio deFernando Assungao: en una obra muy reciente, editada en 2004, donde estu-dia el proceso de la independencia oriental, despacha asi i12 años de los alre-dedor de veinte a que se refiere en su trabajo!:

de 181,7 a 7823 se instaura en Montevideo y desde 1820 en todo el país, ungobierno portugués que convertirá a la Banda Oriental en <Provincia Cisplati-na>, asociada desde este último año, al Reino de Portugal, Brasil y Algarves. En elaño 1825,eI 19 de abril,un grupo de 33 patriotas [...]18.

De hecho, no hay más que cuatro obras significativas dedicadas al estudio delperíodo portugués y brasileño en la Banda Oriental. lJna de ellas, nruy anti-gua -su publicación data nada menos que de 1,919-,la de Mario FalcaoEspalterle, si bien muy valiosa por la aportación documental que incluye,adolece de su misnra antigüedad, del enfoque puramente positivista propiode la época y del hecho de haber quedado inconclusa, ya que Falcao sólopublicó un volumen de los varios que había previsto. Otras dos, editada unade ellas por el padre de la moderna historia uruguaya,Juan E. Pivel Devoto,y la otra por Marta Campos de Garabelli20, son en el primer caso un artícu-lo corto, de aportación fundamentalmente documental, dedicado al Congre-so de notables electos reunido para aprobar la anexión del territorio orientala la soberanía del Brasil, y en el segundo, un estudio muy documentado perocarente de la menor intención interpretativa, del abortado movimiento revo-lucionario que sacudió a la ciudad de Montevideo en coincidencia con laproclamación de la independencia de Brasil respecto a Portugal. Está, porúltimo, la obra colectiva editada por Rosa Alonso, Lucía Sala de Touron,Nelson de laTorre yJulio Rodríguez21,los más conspicuos representantesdel materialismo histórico en la historiografia oriental;juntos trabajaron en

16 Nahum (1993).17 Nahum (1999).18 AssunEao (2004).1e Falcao Espalter (1919).20 Pivel Devoto(1937: 187-192) y Campos Thevenin De Garabelli (1972-78).

Y Uruguay...53

La oligarquía orietttal en la Cisplatina,aparecida en 1970' en años en que la

ortodoxia marxista imponía un rígido corsé a la interpretación histórica, del

que se resiente .1 po, otro lado dácumentado y magnífico trabajo' aparte de

,rru^ , un claro prejuicio nacionalista antilusitano'

Otras mono grift^, dedicadas a temáticas diversas tocan el tiempo de por-

tugueses y b.asileños en estudios que abarcan períodos más largos.Así, el

ex=traordinario trabajo, aún no ,,,pt'"do, de Carlos Real de Azúa El Patticiaclo

uruguayo22 se ocupa en uno de sus capítulos de la actitud de los más destaca-

do, -i.-bros de la clase dominante oriental, frente a la invasión y posterior

administración portuguesa y brasileña. El mismo equipo citado más arriba y

formado po, lo, proéro..r-Nelson de la Torre, Lucía Sala de Touron y Julio

C. Rodríiue ,, elraba en 1972, Después de Artígas23'pieza final de una trilo-

gía iniciaáa en 1967 con Evolucíón econórníca de la Banda Oriental y continua-

da por Estructura económico-social de la Colonía' En este monumental trabajo'

los autores se centran en la por ellos denominada <revolución agraria arti-

guista) y dedican .i.t.o .apit,,los y casi cien páginas a la oscilante política

igraria del capitán general Federico Leco¡ barón de la Laguna' representan-

tJ primero a.t ,.y a. Portugal y después del enperador Don Pedro en la

provincia Cisplatina, y ,,r, .o.,,.tuencias en la estructura de la propiedad de

i^ ti..r". El árido y aie.l trabajo deja cerrada una de las problemáticas de la

evolución económica del largo período de transición desde la colonia a la

República temprana, la agrana,siempre desde una óptica de claro posiciona-

rniento a favor de la acción de Artigas

HayquedecirquetamPocolahistoriografiabrasileñahasidomuydili-g..tr..rr-p.ofundizar en lo que fue también una parte de su propia historia'

Si bien la guerra argentino-trasileña recibió mucha atención por parte de

los historiadores decimonónicos, para nada éstos se acercaron a la realidad

internadeloquefueunadesusprovincias.Sólomuyrecientementealgunosestudiosos han comenzado "

.árr.eder interés a lo que un tiempo fue el

cxtremo sur de su imperio. Más adelante tendremos ocasión de aludir a algu-

na obra reciente que ha ido desbrozando un primer sendero en un terreno

todavía tan virgen.

Quizá la auiencia de visiones desde el exterior' a la que antes aludíamos'

ha propiciado el que la historiografia uruguaya haya permanecido tan poco

rr Alclrso ct nl. (1970).rr l\c:rl l)c Azúrr (196,l).ri'Iirrrc/l{otlrígtrcz/S:rh I )cTirtrron (1972)'

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considerar con justicia como uno de los más importantes historiadores uru-guayos en plena producción, Benjamín Nahum, el Manual de historia del Uru--guay16 y la Breue Historía del (Jruguay IndependientelT , prácticamente obviantocar el citado período, algo que puede explicarse, aparte de otras razones

-en el caso de obras de síntesis como éstas- por la falta absoluta de materia-les secundarios para sll uso. Pero quizá el caso más ejemplar sea el estudio deFernando Assungao: en una obra muy reciente, editada en 2004, donde estu-dia el proceso de la independencia oriental, despacha asi i12 años de los alre-dedor de veinte a que se refiere en su trabajo!:

de 181,7 a 7823 se instaura en Montevideo y desde 1820 en todo el país, ungobierno portugués que convertirá a la Banda Oriental en <Provincia Cisplati-na>, asociada desde este último año, al Reino de Portugal, Brasil y Algarves. En elaño 1825,eI 19 de abril,un grupo de 33 patriotas [...]18.

De hecho, no hay más que cuatro obras significativas dedicadas al estudio delperíodo portugués y brasileño en la Banda Oriental. lJna de ellas, nruy anti-gua -su publicación data nada menos que de 1,919-,la de Mario FalcaoEspalterle, si bien muy valiosa por la aportación documental que incluye,adolece de su misnra antigüedad, del enfoque puramente positivista propiode la época y del hecho de haber quedado inconclusa, ya que Falcao sólopublicó un volumen de los varios que había previsto. Otras dos, editada unade ellas por el padre de la moderna historia uruguaya,Juan E. Pivel Devoto,y la otra por Marta Campos de Garabelli20, son en el primer caso un artícu-lo corto, de aportación fundamentalmente documental, dedicado al Congre-so de notables electos reunido para aprobar la anexión del territorio orientala la soberanía del Brasil, y en el segundo, un estudio muy documentado perocarente de la menor intención interpretativa, del abortado movimiento revo-lucionario que sacudió a la ciudad de Montevideo en coincidencia con laproclamación de la independencia de Brasil respecto a Portugal. Está, porúltimo, la obra colectiva editada por Rosa Alonso, Lucía Sala de Touron,Nelson de laTorre yJulio Rodríguez21,los más conspicuos representantesdel materialismo histórico en la historiografia oriental;juntos trabajaron en

16 Nahum (1993).17 Nahum (1999).18 AssunEao (2004).1e Falcao Espalter (1919).20 Pivel Devoto(1937: 187-192) y Campos Thevenin De Garabelli (1972-78).

Y Uruguay...53

La oligarquía orietttal en la Cisplatina,aparecida en 1970' en años en que la

ortodoxia marxista imponía un rígido corsé a la interpretación histórica, del

que se resiente .1 po, otro lado dácumentado y magnífico trabajo' aparte de

,rru^ , un claro prejuicio nacionalista antilusitano'

Otras mono grift^, dedicadas a temáticas diversas tocan el tiempo de por-

tugueses y b.asileños en estudios que abarcan períodos más largos.Así, el

ex=traordinario trabajo, aún no ,,,pt'"do, de Carlos Real de Azúa El Patticiaclo

uruguayo22 se ocupa en uno de sus capítulos de la actitud de los más destaca-

do, -i.-bros de la clase dominante oriental, frente a la invasión y posterior

administración portuguesa y brasileña. El mismo equipo citado más arriba y

formado po, lo, proéro..r-Nelson de la Torre, Lucía Sala de Touron y Julio

C. Rodríiue ,, elraba en 1972, Después de Artígas23'pieza final de una trilo-

gía iniciaáa en 1967 con Evolucíón econórníca de la Banda Oriental y continua-

da por Estructura económico-social de la Colonía' En este monumental trabajo'

los autores se centran en la por ellos denominada <revolución agraria arti-

guista) y dedican .i.t.o .apit,,los y casi cien páginas a la oscilante política

igraria del capitán general Federico Leco¡ barón de la Laguna' representan-

tJ primero a.t ,.y a. Portugal y después del enperador Don Pedro en la

provincia Cisplatina, y ,,r, .o.,,.tuencias en la estructura de la propiedad de

i^ ti..r". El árido y aie.l trabajo deja cerrada una de las problemáticas de la

evolución económica del largo período de transición desde la colonia a la

República temprana, la agrana,siempre desde una óptica de claro posiciona-

rniento a favor de la acción de Artigas

HayquedecirquetamPocolahistoriografiabrasileñahasidomuydili-g..tr..rr-p.ofundizar en lo que fue también una parte de su propia historia'

Si bien la guerra argentino-trasileña recibió mucha atención por parte de

los historiadores decimonónicos, para nada éstos se acercaron a la realidad

internadeloquefueunadesusprovincias.Sólomuyrecientementealgunosestudiosos han comenzado "

.árr.eder interés a lo que un tiempo fue el

cxtremo sur de su imperio. Más adelante tendremos ocasión de aludir a algu-

na obra reciente que ha ido desbrozando un primer sendero en un terreno

todavía tan virgen.

Quizá la auiencia de visiones desde el exterior' a la que antes aludíamos'

ha propiciado el que la historiografia uruguaya haya permanecido tan poco

rr Alclrso ct nl. (1970).rr l\c:rl l)c Azúrr (196,l).ri'Iirrrc/l{otlrígtrcz/S:rh I )cTirtrron (1972)'

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54 Julio Sánche z G6mez

desapasionada, tan uncida a algunas obsesiones, lo que la historiadora AnaRibeiro ha denominado <las ideas fuerza2a:junto aArtigas y el artiguismo, labúsqueda de la nacionalidad y de sus raíces. LJruguay, a diferencia de losdemás países de la América española, naci6 a la vida independiente sin quenadie hubiera buscado ni querido la independencia.A la altura de 1828 habíapartidarios de que el territorio permaneciera unido al Imperio brasileño, dela vuelta a la unidad con las Provincias Argentinas. Quedaban nostálgicos,evidentemente ya muy desengañados, del poder español, incluso algunos quequerían convertir el antiguo territorio oriental en un protectorado británi-co, pero al menos, si nos remitimos a declaraciones que nos hayan llegado, noexistían muchas que optaran por la conversión en un país independiente.Muy al contrario, son numerosas las que expresan razones para oponerse a

esta opción por su inviabilidad2s.El país nacia asi, por sorpresa, sin partidarios, pero también sin tradición

administrativa: a diferencia de los demás países emancipados de España, todosellos con una organización política propia -unos habían sido cabeza devirreinatos, otros de audiencias, de gobernaciones o, al menos, de intenden-cias-, la Banda Oriental en los tiempos de la colonia no había sido nada, sólouna parte de la intendencia de Buenos Aires. Sólo el 7 de rnarzo de 1814 ypor orden del Gobierno de Buenos Aires se creaba la intendencia de Monte-video; era la primeravez en que este territorio -por presión del levanta-miento artiguista- recibía un reconocimiento jurídico. Pero su vida comointendencia duró muy poco. En realidad, el mayor rodamiento como entidadpolítica lo tuvo bajo los sucesivos gobiernos lusitano y brasileño, cuandogozó de una muy amplia autonomía interna y de un gobierno e institucio-nes propias, reconocidas en las leyes del Imperio.

Sin partidarios, sin tradición, sin fronteras definidas -éstas no se reflejabanen la Convención Preliminar, que fue la base de la independencia y se iríandefiniendo sólo más tarde, a base de tratados y acuerdos que se prolongaríanincluso hasta el siglo xx-, hasta sin nombre: el nuevo país será denominadoindistintamente Estado de Montevideo, República de Montevideo o EstadoOriental y sólo más tarde irá consolidándose la denominación hoy oficial de

2a Ribeiro (1994).25 Vid. las razones que expresan los diputados que debatieron en el denominado

Congreso Cisplatino que optó por la unión con Portugal en 1,821,. Los debates de este

Congreso pueden consultarse en el Archivo General de la Nación y son reproducidos enPivel Devoto (1937 : 1.87 -192).

Y (Jruguay... 55

<República Oriental del Uruguay>; evidentemente, no existía a la altura de

1830 la mínima conciencia de nación. Primero fue consolidándose el Esta-

do, en un proceso lento que sólo dio frutos cincuenta años más tarde, en la

década de los 80; en 1830, el territorio oriental tenía un Estado, pero estaba

lejísimos de constituir una nación. El proceso de construir, de inventar una

nación para el Estado, con sus mitos, con su historia más o menos manipula-

da, será un desarrollo -apasionante de seguir- que comenzará a producirse

. en las últimas dos décadas del siglo xlx26.

Es entonces y de forma paralela a \a afttrnación paulatina del Estado

cuando surge la necesidad de acompañar a éste de una hasta entonces inexis-

tente conciencia nacional.Y a esa tarea,junto al Estado y los educadores'se

aplica nales orien Batzi,que e dominación 80-82,

tenia gúnJuan E el for-talecimiento de la conciencia de nación:

Bauzi concibió la <Historia de la dominación...r como un estudio destinado

a vigorízar la conciencia nacional, estudio escrito y publicado cuando algunas

nranifestaciones aisladas ponían en duda Ia raz6n de ser de nuestra conciencia

soberana. [...] Bauzá fue un adalid constante de la independencia. La obra del

historiador y la del estadista se complementan, responden a un pensamiento

cardinal: consolidar el destino de la nacionalidad uruguaya29'

La fundamentación histórica de una nacionalidad oriental pretendida-

mente existente desde la colonia o incluso antes, la búsqueda de sus funda-

mentos, es obra de un grupo de historiadores finiseculares: junto aBauzá,

Carlos María Ramírez,Justo Maeso y Clemente Fregeiro, que se aplicó con

entusiasmo a la necesidad de fundamentar el Estado en una nación y a $ear

26 q|lízá uno de los aspectos más inte¡esantes de la historia de (Jruguay es el hecho

de haber constituido uno de los más acabados ejemplos de nacimiento de un <Estado sin

nación,r --soy consciente de lo polémico del uso de estos términos-; hoy, tras los procesos

cle descolonización del siglo xx, estamos mucho más acostumbrados a ver nacer países

con fronteras ftazadas con escuadra y cartabón. No era tan corriente cuando nació la

l\epírblica Oriental.27 Ba;.tzá (1880-82).28 lrr(rlogo a la edición de 1965 de la obra citada de Bar¡zá en Clásicos lJruguayos.:') A títukr cle ejenrplo, Bruzá afirmaba quc cl río (Jruguay <estaba anunciando desde

Ios ticrrr¡ros prístirros t¡uc y:r c¡trctlaba prc¡rlrldo cl lírnite de una nación en el concierto

rlt' tt;tt ioltt'so.

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desapasionada, tan uncida a algunas obsesiones, lo que la historiadora AnaRibeiro ha denominado <las ideas fuerza2a:junto aArtigas y el artiguismo, labúsqueda de la nacionalidad y de sus raíces. LJruguay, a diferencia de losdemás países de la América española, naci6 a la vida independiente sin quenadie hubiera buscado ni querido la independencia.A la altura de 1828 habíapartidarios de que el territorio permaneciera unido al Imperio brasileño, dela vuelta a la unidad con las Provincias Argentinas. Quedaban nostálgicos,evidentemente ya muy desengañados, del poder español, incluso algunos quequerían convertir el antiguo territorio oriental en un protectorado británi-co, pero al menos, si nos remitimos a declaraciones que nos hayan llegado, noexistían muchas que optaran por la conversión en un país independiente.Muy al contrario, son numerosas las que expresan razones para oponerse a

esta opción por su inviabilidad2s.El país nacia asi, por sorpresa, sin partidarios, pero también sin tradición

administrativa: a diferencia de los demás países emancipados de España, todosellos con una organización política propia -unos habían sido cabeza devirreinatos, otros de audiencias, de gobernaciones o, al menos, de intenden-cias-, la Banda Oriental en los tiempos de la colonia no había sido nada, sólouna parte de la intendencia de Buenos Aires. Sólo el 7 de rnarzo de 1814 ypor orden del Gobierno de Buenos Aires se creaba la intendencia de Monte-video; era la primeravez en que este territorio -por presión del levanta-miento artiguista- recibía un reconocimiento jurídico. Pero su vida comointendencia duró muy poco. En realidad, el mayor rodamiento como entidadpolítica lo tuvo bajo los sucesivos gobiernos lusitano y brasileño, cuandogozó de una muy amplia autonomía interna y de un gobierno e institucio-nes propias, reconocidas en las leyes del Imperio.

Sin partidarios, sin tradición, sin fronteras definidas -éstas no se reflejabanen la Convención Preliminar, que fue la base de la independencia y se iríandefiniendo sólo más tarde, a base de tratados y acuerdos que se prolongaríanincluso hasta el siglo xx-, hasta sin nombre: el nuevo país será denominadoindistintamente Estado de Montevideo, República de Montevideo o EstadoOriental y sólo más tarde irá consolidándose la denominación hoy oficial de

2a Ribeiro (1994).25 Vid. las razones que expresan los diputados que debatieron en el denominado

Congreso Cisplatino que optó por la unión con Portugal en 1,821,. Los debates de este

Congreso pueden consultarse en el Archivo General de la Nación y son reproducidos enPivel Devoto (1937 : 1.87 -192).

Y (Jruguay... 55

<República Oriental del Uruguay>; evidentemente, no existía a la altura de

1830 la mínima conciencia de nación. Primero fue consolidándose el Esta-

do, en un proceso lento que sólo dio frutos cincuenta años más tarde, en la

década de los 80; en 1830, el territorio oriental tenía un Estado, pero estaba

lejísimos de constituir una nación. El proceso de construir, de inventar una

nación para el Estado, con sus mitos, con su historia más o menos manipula-

da, será un desarrollo -apasionante de seguir- que comenzará a producirse

. en las últimas dos décadas del siglo xlx26.

Es entonces y de forma paralela a \a afttrnación paulatina del Estado

cuando surge la necesidad de acompañar a éste de una hasta entonces inexis-

tente conciencia nacional.Y a esa tarea,junto al Estado y los educadores'se

aplica nales orien Batzi,que e dominación 80-82,

tenia gúnJuan E el for-talecimiento de la conciencia de nación:

Bauzi concibió la <Historia de la dominación...r como un estudio destinado

a vigorízar la conciencia nacional, estudio escrito y publicado cuando algunas

nranifestaciones aisladas ponían en duda Ia raz6n de ser de nuestra conciencia

soberana. [...] Bauzá fue un adalid constante de la independencia. La obra del

historiador y la del estadista se complementan, responden a un pensamiento

cardinal: consolidar el destino de la nacionalidad uruguaya29'

La fundamentación histórica de una nacionalidad oriental pretendida-

mente existente desde la colonia o incluso antes, la búsqueda de sus funda-

mentos, es obra de un grupo de historiadores finiseculares: junto aBauzá,

Carlos María Ramírez,Justo Maeso y Clemente Fregeiro, que se aplicó con

entusiasmo a la necesidad de fundamentar el Estado en una nación y a $ear

26 q|lízá uno de los aspectos más inte¡esantes de la historia de (Jruguay es el hecho

de haber constituido uno de los más acabados ejemplos de nacimiento de un <Estado sin

nación,r --soy consciente de lo polémico del uso de estos términos-; hoy, tras los procesos

cle descolonización del siglo xx, estamos mucho más acostumbrados a ver nacer países

con fronteras ftazadas con escuadra y cartabón. No era tan corriente cuando nació la

l\epírblica Oriental.27 Ba;.tzá (1880-82).28 lrr(rlogo a la edición de 1965 de la obra citada de Bar¡zá en Clásicos lJruguayos.:') A títukr cle ejenrplo, Bruzá afirmaba quc cl río (Jruguay <estaba anunciando desde

Ios ticrrr¡ros prístirros t¡uc y:r c¡trctlaba prc¡rlrldo cl lírnite de una nación en el concierto

rlt' tt;tt ioltt'so.

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56 Julio Sánche z Gítnez

los mitos originarios, entre los que la figura de Artigas jugó desde entoncesun papel fundamental3o.

Los años de prosperidad de la primera mitad del siglo xx añaden dosis deautosatisfacción31, pero continúan en esa línea que creó escuela. Son abun-dante mayoría los textos que trasuntan una especie de determinismo históri-co del Pueblo Oriental, al que todos los factores conducían, ya desde lostiempos prehispánicos, a un destino autónomo.Ya en la colonia pueden

-i0 En realidad, la verdadera independencia sólo llega cuando es asumida como talpor las clases dirigentes, lo que sucede en el último cuarto del siglo xrx. El proceso decreación de una historia servidora de la creación de la nación ha sido objeto de variosestudios. Corno un ejemplo, uíd.Yizqu,ez Franco (2001). EscribeVázquez que la con-ciencia nacional surge <cuando la intelectualidad del país confirma que, efectivamente laBanda Oriental se ha extinguido y la República Oriental del Uruguay es un hecho,cuando nace el Estado de la mano de la Asociación Rural del Uruguay y de Ios militares,tanrbién surge la concepción historiográfica hegernónica, la de Artigas Padre de la Patria.Hasta entonces el ahora prócer no había sido otra cosa qlre un díscolo y bárbaro caudilloy las publicaciones de la Constitución del 30 presentaban como encabezado,año segundo

de rutcstra Independencia>.3l Esta faceta de al¡tosatisfacción ha sido una constante dcl autorretrato que los uru-

guayos se hacían hasta la crisis de mitad del siglo pasado.Véase como ejemplo Ia pinturadel país que hacía Luis Cincinato Bollo en st CeograJía de la Repitbliu Oriental tlel Uru-guay,editada en 1885, en la época en qLre comienzan a plasmarse los tópicos del paísautosatislecho: (Nuestra civilización no tiene que envidiar al país más adelantado deEuropa,al contrario supera a muchos de ellos.Y debe sernecesariamente así,porque [...]sonros Lrn país cosmopolita, más de la mitad de la población de nuestra capital es extran-jera, predominando los italianos y los españoles. Nos vestiuros segírn las modas de París,

conenlos lo mejor que produce cada país europeo, usamos automóviles italianos, alema-nes, ingleses, americanos y nuestros talleres tienen las náquinas más perfectas que se

conocen. Conocerlos los grandes inventos antes que muchas naciones de Europa. Ennuestros carlrpos trabajan las máquinas más perf-ecciorradas para arar la tierra, hacer lasiega del trigo, del lino y las trillas. En nuestra universidad y en los liceos usamos losmejores textos qlre se editan en el extranjero y otros que escribimos teniendo a la vistamodelos corlo los que se Lrsan en Europa y Estados UnidosoY como guinda dcl pastel:(nuestras mujeres son las más hermosas del mundo, debido probablemente a que acá se

mezclan todas las razas. En España, Italia e Inglaterra hay mujeres muy hermosas comoaquí, pero en el conjunto, entre las nuestras la belleza es una regla general y Ia fealdad unaexcepción>.Y no olvideuros que éste fue un texto manejado en los centros escolares y,por lo tanto, con el que algunas gerreraciones de escolares tuvieron ocasión de forrnarse.Texto recogido en Gerardo Caetano: <Los "nosotros" y los "otros" en el MERCOSUR.Notas para un estudio de los manuales escolares en Paraguay y Uruguay>, de inmediataaparición en el volumen correspondiente de la OEI (Organización de Estados Iberoa-rnericanos para la Educación).

Y Uruglray... 57

encontrarse los gérmenes de la nación independiente y el espíritu indómito

del indio -la historia uruguaya tiende a resaltar sólo al insumiso charrúa ydeja un tanto de lado a los mayoritarios y sometidos guaraníes, que perma-

necen en una constante sombra historiográfica-, y continúa en el gaucho

revolucionario que se levanta, primero con Artigas32 y luego aconpañando a

<la gesta> de los 33 orientales33.

Son muchos los trabajos que, ya desde el título, aparecen como afectos a

tan arraigada mitología. Desde la obra de Pablo Blanco Acevedo, publicada

en lg2g, EI gobierno colonial en el (Jruguay y los orígenes de la nacionalidafa , a la

de las colaboradoras de Pivel, María Julia Ardao y Aurora Capillas de Caste-

llanos, que en 1951 daban a la prensa su Artígas, str signficación en los orígenes

de la nacionalidad oriental y en la revolución del Río de Ia Plata;pasando por la del

propio Pivel,Raíces coloníales de la Reuolución Oriental de 1811 o el estudio de

Guillernro García Moyano, La tierra de Sanabria, uocación autonómica de la

Banda Oriental.Todas son buenos ejemplos de obras empeñadas en demos-

trar la preexistencia de rasgos nacionales ya en la colonia. Só1o por citar un

ejemplo llamativo: en el prólogo de Ramón Robatto Calcagno que abre la

obra de Martínez Montero (1978), escribe aquel, glosando la actitud destaca-

damente proespafrola de la Marina Real en el Montevideo anterior a 1814:

<Era la marina, fiel a sus principios, la única fuerza de cuya lealtad estaban

seguros los españoles. Ella supo responder y esta actitud gallarda consagrará

cl principio de la nacionalidad oriental). ¿Cabe mayor retorcimiento de la

32 Vid.,por ejemplo, cómo explicaban hace 30 años Mazzata,Arocena yTrilles el

or-igen de la nacionalidad: <La Banda Oriental había nacido con vocación autonornista

I ..1.E" el transcurso del período colonial, la tendencia autonomista había tomado cre-

cicnre desarrollo [...]. En el período artiguista se dieron grandes pasos en el desarrollo de

le orientalidad. El pueblo oriental, a través de las duras experiencias vividas tonó con-

t.ic¡cia de su individualidad, fortaleció sus sentimientos de unión y desarrolló valiosas

tr';rtliciones de lucha que dejaron hondo sedillento en cada uno de sus miembros.Ade-

rrr;'rs,Artigas dio un programa político a la lucha de los orientales.Transfomró el senti-

nricnto autonomista en un claro reclarno de organización federal para los territorios rio-

¡rl:rtcnses [...] el generoso programa artiguista fracasó ante la suma de fuerzas e intereses

. tr:rlis¡clos en su contra). Vid. nota anterior para la referencia.lt Lo.s términos más propios de la épica que de la historia no son exclusivos de los

lr¡srorirrdores del tránsito del siglo xtx al xx.En una historia tan reciente como la de

N;rr;rrrcio (2(XXD, encontranlos, ya en la introducción la frase <la portentosa hazaña de los

licirrt:r yTlcsr, nricutrls qne se refiere en capítulos siguientes a la <Cruzada de losTrein-t.r v 'l i-cso.

rl I l:ry rrrr,r cdicitin [r()stcri()r de 1944 etl Motltcvidc<l: lJarreiro llamos.

I

Page 55: Briss 3071101073318644370

56 Julio Sánche z Gítnez

los mitos originarios, entre los que la figura de Artigas jugó desde entoncesun papel fundamental3o.

Los años de prosperidad de la primera mitad del siglo xx añaden dosis deautosatisfacción31, pero continúan en esa línea que creó escuela. Son abun-dante mayoría los textos que trasuntan una especie de determinismo históri-co del Pueblo Oriental, al que todos los factores conducían, ya desde lostiempos prehispánicos, a un destino autónomo.Ya en la colonia pueden

-i0 En realidad, la verdadera independencia sólo llega cuando es asumida como talpor las clases dirigentes, lo que sucede en el último cuarto del siglo xrx. El proceso decreación de una historia servidora de la creación de la nación ha sido objeto de variosestudios. Corno un ejemplo, uíd.Yizqu,ez Franco (2001). EscribeVázquez que la con-ciencia nacional surge <cuando la intelectualidad del país confirma que, efectivamente laBanda Oriental se ha extinguido y la República Oriental del Uruguay es un hecho,cuando nace el Estado de la mano de la Asociación Rural del Uruguay y de Ios militares,tanrbién surge la concepción historiográfica hegernónica, la de Artigas Padre de la Patria.Hasta entonces el ahora prócer no había sido otra cosa qlre un díscolo y bárbaro caudilloy las publicaciones de la Constitución del 30 presentaban como encabezado,año segundo

de rutcstra Independencia>.3l Esta faceta de al¡tosatisfacción ha sido una constante dcl autorretrato que los uru-

guayos se hacían hasta la crisis de mitad del siglo pasado.Véase como ejemplo Ia pinturadel país que hacía Luis Cincinato Bollo en st CeograJía de la Repitbliu Oriental tlel Uru-guay,editada en 1885, en la época en qLre comienzan a plasmarse los tópicos del paísautosatislecho: (Nuestra civilización no tiene que envidiar al país más adelantado deEuropa,al contrario supera a muchos de ellos.Y debe sernecesariamente así,porque [...]sonros Lrn país cosmopolita, más de la mitad de la población de nuestra capital es extran-jera, predominando los italianos y los españoles. Nos vestiuros segírn las modas de París,

conenlos lo mejor que produce cada país europeo, usamos automóviles italianos, alema-nes, ingleses, americanos y nuestros talleres tienen las náquinas más perfectas que se

conocen. Conocerlos los grandes inventos antes que muchas naciones de Europa. Ennuestros carlrpos trabajan las máquinas más perf-ecciorradas para arar la tierra, hacer lasiega del trigo, del lino y las trillas. En nuestra universidad y en los liceos usamos losmejores textos qlre se editan en el extranjero y otros que escribimos teniendo a la vistamodelos corlo los que se Lrsan en Europa y Estados UnidosoY como guinda dcl pastel:(nuestras mujeres son las más hermosas del mundo, debido probablemente a que acá se

mezclan todas las razas. En España, Italia e Inglaterra hay mujeres muy hermosas comoaquí, pero en el conjunto, entre las nuestras la belleza es una regla general y Ia fealdad unaexcepción>.Y no olvideuros que éste fue un texto manejado en los centros escolares y,por lo tanto, con el que algunas gerreraciones de escolares tuvieron ocasión de forrnarse.Texto recogido en Gerardo Caetano: <Los "nosotros" y los "otros" en el MERCOSUR.Notas para un estudio de los manuales escolares en Paraguay y Uruguay>, de inmediataaparición en el volumen correspondiente de la OEI (Organización de Estados Iberoa-rnericanos para la Educación).

Y Uruglray... 57

encontrarse los gérmenes de la nación independiente y el espíritu indómito

del indio -la historia uruguaya tiende a resaltar sólo al insumiso charrúa ydeja un tanto de lado a los mayoritarios y sometidos guaraníes, que perma-

necen en una constante sombra historiográfica-, y continúa en el gaucho

revolucionario que se levanta, primero con Artigas32 y luego aconpañando a

<la gesta> de los 33 orientales33.

Son muchos los trabajos que, ya desde el título, aparecen como afectos a

tan arraigada mitología. Desde la obra de Pablo Blanco Acevedo, publicada

en lg2g, EI gobierno colonial en el (Jruguay y los orígenes de la nacionalidafa , a la

de las colaboradoras de Pivel, María Julia Ardao y Aurora Capillas de Caste-

llanos, que en 1951 daban a la prensa su Artígas, str signficación en los orígenes

de la nacionalidad oriental y en la revolución del Río de Ia Plata;pasando por la del

propio Pivel,Raíces coloníales de la Reuolución Oriental de 1811 o el estudio de

Guillernro García Moyano, La tierra de Sanabria, uocación autonómica de la

Banda Oriental.Todas son buenos ejemplos de obras empeñadas en demos-

trar la preexistencia de rasgos nacionales ya en la colonia. Só1o por citar un

ejemplo llamativo: en el prólogo de Ramón Robatto Calcagno que abre la

obra de Martínez Montero (1978), escribe aquel, glosando la actitud destaca-

damente proespafrola de la Marina Real en el Montevideo anterior a 1814:

<Era la marina, fiel a sus principios, la única fuerza de cuya lealtad estaban

seguros los españoles. Ella supo responder y esta actitud gallarda consagrará

cl principio de la nacionalidad oriental). ¿Cabe mayor retorcimiento de la

32 Vid.,por ejemplo, cómo explicaban hace 30 años Mazzata,Arocena yTrilles el

or-igen de la nacionalidad: <La Banda Oriental había nacido con vocación autonornista

I ..1.E" el transcurso del período colonial, la tendencia autonomista había tomado cre-

cicnre desarrollo [...]. En el período artiguista se dieron grandes pasos en el desarrollo de

le orientalidad. El pueblo oriental, a través de las duras experiencias vividas tonó con-

t.ic¡cia de su individualidad, fortaleció sus sentimientos de unión y desarrolló valiosas

tr';rtliciones de lucha que dejaron hondo sedillento en cada uno de sus miembros.Ade-

rrr;'rs,Artigas dio un programa político a la lucha de los orientales.Transfomró el senti-

nricnto autonomista en un claro reclarno de organización federal para los territorios rio-

¡rl:rtcnses [...] el generoso programa artiguista fracasó ante la suma de fuerzas e intereses

. tr:rlis¡clos en su contra). Vid. nota anterior para la referencia.lt Lo.s términos más propios de la épica que de la historia no son exclusivos de los

lr¡srorirrdores del tránsito del siglo xtx al xx.En una historia tan reciente como la de

N;rr;rrrcio (2(XXD, encontranlos, ya en la introducción la frase <la portentosa hazaña de los

licirrt:r yTlcsr, nricutrls qne se refiere en capítulos siguientes a la <Cruzada de losTrein-t.r v 'l i-cso.

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58 Julio Sánche z Gírnez

argumentación para demostrar la existencia de una nacionalidad desde los

más remotos tiempos?Muy entroncada con la obsesión por la búsqueda de la nacionalidad y

como una de las formas que adopta su justificación está también la polémicaanti Buenos Aires -que curiosamente no es detectable en la otra orilla delRío de la Plata-, presente y en algunos casos de forma abrumadora en las

obras citadas y en muchas más, fuertemente penetradas de prejuicios nacio-nalistas y que para justificarlos se ven precisados a buscar un enemigo exter-no3s. El antiporteñismo configurará un factor clave para la argumentación de

la historiografia nacionalista. La inexistencia de diferencias apreciables entre

una y otra orilla del estuario y las continuas proclamas antes de 1830 de una

parte de la población oriental -la no brasileñista-, en el sentido de formarparte de un todo con las tierras ultraplatenses, incita a muchos de los historia-dores, en su nacionalismo, a exagerar una rivalidad que, a la vista de la docu-mentación, no resultó tan decisiva, al menos por lo que se refiere a la época

colonial y a los primeros tiempos de la República. Se magnifica la invenciónde <la lucha de puertos> en los tiempos de la administración española, cuando

cualquier observación atenta de la documentación parula época colonialdescubre que la relación entre ambos fondeaderos y entre los grupos de

comerciantes de ambos lados del Plata fue mucho más de colaboración ycomplementariedad que de oposición36. Rivalidades y oposiciones no dejan

35 Las invectivas contra Buenos Aires son frecuentes en todas las obras escritas desde

esa perspectiva de autoafirmación, frente a la que fue la capital. Sólo por ofrecer unejemplo, en una obra bien reciente: (en agosto de 1816, miles de soldados portuguesesinvaden la tierra oriental con la niscrable rcnplkidad lsicl del Dírertorio y los grupos dírigentes

de Buenos Aires> [el subrayado es mio], en Azcuy Ameghino (2001).3(' Esta realidad aparece en la excelente obra Bentancur (1996-1999) y hemos podido

comprobarlo personalmente en una larga investigación sobre el puerto montevideanoentre la írltima década colonial y la de 1840-50, que aparecerá en la futura obra que tene-nros intención de editar: Vasallos de su Majestad CatóIiru, Súbditos de su Maiestad Fidelísima...

La correspondencia que hernos podido revisar de algunos de los más importantescorlerciantes, como por ejemplo la de Francisco Juanicó, revelan más que nada unaaLlténtica comunidad de intereses y una muy acomodada división del trabajo: Montevi-deo se quedó con el grueso del comercio internacional, mientras que Buenos Aires con-servó el control del interior, en el que Montevideo penetró mLry escasamente en lostiempos coloniales. Los propios comerciantes afirmaban constantemente que (constituí-

an un nrisno cuerpoD y los de Buenos Aires escribían en 1793: <El comercio de Monte-video es uno mismo con el de esta capital, así por la internediación como por la mutuadependencia de uno y otro),. La propia adrrinistración metropolitana consideraba a efec-

Y [Jruguay... 59

de ser una manifestación más de los sempiternos enfrentamientos localistas

tradicionales en el mundo hispánico a uno y otro lado del Atlántico.La manipulación lleva a algunos historiadores incluso a falsear abierta-

mente la historia. La necesidad de proclamar la irrefrenable voluntad delpueblo oriental de ser independiente hace que algunos hechos simplementese eliminen y se omitan.Así, por ejemplo, cuando se produce el levantamien-to contra Brasil y se convoca una asamblea provincial de representantes -elCongreso de la Florida-, ésta emite una declaración el 25 de agosto de

182537 en la que en el primer artículo se declara la independencia de la pro-vincia respecto a cualquier poder ajeno a ella -evidentemente se refería a

Brasil, bajo cuya dependencia estaba en ese momento y al que había votadounirse en una asamblea anterior- y en el segundo se proclama la unióninmediata a las provincias argentinas. Pues bien, algunos historiadores sim-plemente omiten el punto segundo, mientras que otros lo oscurecen o lornanipulan de tal forma que hacen decir al texto lo que nunca quiso deciÉS.

tr>s fiscales a ambos puertos conro uno solo. No existió en la época colonial la rivalidad ycnemistad que pretenden hacernos ver los historiadores nacionalistas como uno de los

t¿rctores gerrnen de la independencia nacional. El enfrentamiento llegó sobre todo des-

pués, influido por disensiones políticas, cuando el cambio total de marco hizo, entoncessi, surgir intereses divergentes.

'17 La primera declaración de la Asamblea el 25 de agosto indicaba que ésta declarabauirritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de incorporación,lcconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a los pueblos de la Provincia( )riental por la violencia de la fuerza, unida a la perfidia de los intrusos poderes de Portu-g:rl y el Brasil, que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos [-..j y d"lrccho y de derecho libre e independiente del rey de Portugal, del emperador del Brasil y,lc cualquiera otro del universo y con amplio y pleno poder para darse las formas que en

trso y ejercicio de su soberanía estine convenientes>. La segunda declaración de ese mismo,lí:r, aprobada inmediatamente después indicaba que la Asamblea <en virtud de la soberanía,rrtlin¿rria y extraordinaria que legahnente inviste para resolver y sancionar todo cuantoticrrrl¿r a la felicidad de ella, declara: que su voto general, constante, solemne y decidido es

r tlcbe ser por la unidad con las der-nás provincias argentinas a que siempre perteneció porI,s vínculos más sagrados que el mundo conoce y que por tanto ha sancionado y decreta

I'ol lcy fundamental lo siguiente: Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a

Lrs tlcnr¿is de este nombre en el territorio de Sudamérica, por ser la libre y espontáneav.ltrnt:rcl de los pueblos que la componen, manifestada por testimonios irrefragables y( slir('rz()s hcroicos desde el primer período de la regeneración política de las Provincias,r.

,r( l;rbc rrrcrror rurrlriqiiccl¿ld y lnenor margen para cualquier interpretación?t* I 7,/. ,l.rs t'jcrrrplos, crrtre muchos:Assunqao (2004):<En el año 1825, un grupo de

I i ¡r:rtriot:rs t'ut':rbcz:rrlo ¡ror cl ucttcral J.A. Llvlllcja [...] inicia un movimiento revoltt-

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58 Julio Sánche z Gírnez

argumentación para demostrar la existencia de una nacionalidad desde los

más remotos tiempos?Muy entroncada con la obsesión por la búsqueda de la nacionalidad y

como una de las formas que adopta su justificación está también la polémicaanti Buenos Aires -que curiosamente no es detectable en la otra orilla delRío de la Plata-, presente y en algunos casos de forma abrumadora en las

obras citadas y en muchas más, fuertemente penetradas de prejuicios nacio-nalistas y que para justificarlos se ven precisados a buscar un enemigo exter-no3s. El antiporteñismo configurará un factor clave para la argumentación de

la historiografia nacionalista. La inexistencia de diferencias apreciables entre

una y otra orilla del estuario y las continuas proclamas antes de 1830 de una

parte de la población oriental -la no brasileñista-, en el sentido de formarparte de un todo con las tierras ultraplatenses, incita a muchos de los historia-dores, en su nacionalismo, a exagerar una rivalidad que, a la vista de la docu-mentación, no resultó tan decisiva, al menos por lo que se refiere a la época

colonial y a los primeros tiempos de la República. Se magnifica la invenciónde <la lucha de puertos> en los tiempos de la administración española, cuando

cualquier observación atenta de la documentación parula época colonialdescubre que la relación entre ambos fondeaderos y entre los grupos de

comerciantes de ambos lados del Plata fue mucho más de colaboración ycomplementariedad que de oposición36. Rivalidades y oposiciones no dejan

35 Las invectivas contra Buenos Aires son frecuentes en todas las obras escritas desde

esa perspectiva de autoafirmación, frente a la que fue la capital. Sólo por ofrecer unejemplo, en una obra bien reciente: (en agosto de 1816, miles de soldados portuguesesinvaden la tierra oriental con la niscrable rcnplkidad lsicl del Dírertorio y los grupos dírigentes

de Buenos Aires> [el subrayado es mio], en Azcuy Ameghino (2001).3(' Esta realidad aparece en la excelente obra Bentancur (1996-1999) y hemos podido

comprobarlo personalmente en una larga investigación sobre el puerto montevideanoentre la írltima década colonial y la de 1840-50, que aparecerá en la futura obra que tene-nros intención de editar: Vasallos de su Majestad CatóIiru, Súbditos de su Maiestad Fidelísima...

La correspondencia que hernos podido revisar de algunos de los más importantescorlerciantes, como por ejemplo la de Francisco Juanicó, revelan más que nada unaaLlténtica comunidad de intereses y una muy acomodada división del trabajo: Montevi-deo se quedó con el grueso del comercio internacional, mientras que Buenos Aires con-servó el control del interior, en el que Montevideo penetró mLry escasamente en lostiempos coloniales. Los propios comerciantes afirmaban constantemente que (constituí-

an un nrisno cuerpoD y los de Buenos Aires escribían en 1793: <El comercio de Monte-video es uno mismo con el de esta capital, así por la internediación como por la mutuadependencia de uno y otro),. La propia adrrinistración metropolitana consideraba a efec-

Y [Jruguay... 59

de ser una manifestación más de los sempiternos enfrentamientos localistas

tradicionales en el mundo hispánico a uno y otro lado del Atlántico.La manipulación lleva a algunos historiadores incluso a falsear abierta-

mente la historia. La necesidad de proclamar la irrefrenable voluntad delpueblo oriental de ser independiente hace que algunos hechos simplementese eliminen y se omitan.Así, por ejemplo, cuando se produce el levantamien-to contra Brasil y se convoca una asamblea provincial de representantes -elCongreso de la Florida-, ésta emite una declaración el 25 de agosto de

182537 en la que en el primer artículo se declara la independencia de la pro-vincia respecto a cualquier poder ajeno a ella -evidentemente se refería a

Brasil, bajo cuya dependencia estaba en ese momento y al que había votadounirse en una asamblea anterior- y en el segundo se proclama la unióninmediata a las provincias argentinas. Pues bien, algunos historiadores sim-plemente omiten el punto segundo, mientras que otros lo oscurecen o lornanipulan de tal forma que hacen decir al texto lo que nunca quiso deciÉS.

tr>s fiscales a ambos puertos conro uno solo. No existió en la época colonial la rivalidad ycnemistad que pretenden hacernos ver los historiadores nacionalistas como uno de los

t¿rctores gerrnen de la independencia nacional. El enfrentamiento llegó sobre todo des-

pués, influido por disensiones políticas, cuando el cambio total de marco hizo, entoncessi, surgir intereses divergentes.

'17 La primera declaración de la Asamblea el 25 de agosto indicaba que ésta declarabauirritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre todos los actos de incorporación,lcconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a los pueblos de la Provincia( )riental por la violencia de la fuerza, unida a la perfidia de los intrusos poderes de Portu-g:rl y el Brasil, que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos [-..j y d"lrccho y de derecho libre e independiente del rey de Portugal, del emperador del Brasil y,lc cualquiera otro del universo y con amplio y pleno poder para darse las formas que en

trso y ejercicio de su soberanía estine convenientes>. La segunda declaración de ese mismo,lí:r, aprobada inmediatamente después indicaba que la Asamblea <en virtud de la soberanía,rrtlin¿rria y extraordinaria que legahnente inviste para resolver y sancionar todo cuantoticrrrl¿r a la felicidad de ella, declara: que su voto general, constante, solemne y decidido es

r tlcbe ser por la unidad con las der-nás provincias argentinas a que siempre perteneció porI,s vínculos más sagrados que el mundo conoce y que por tanto ha sancionado y decreta

I'ol lcy fundamental lo siguiente: Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a

Lrs tlcnr¿is de este nombre en el territorio de Sudamérica, por ser la libre y espontáneav.ltrnt:rcl de los pueblos que la componen, manifestada por testimonios irrefragables y( slir('rz()s hcroicos desde el primer período de la regeneración política de las Provincias,r.

,r( l;rbc rrrcrror rurrlriqiiccl¿ld y lnenor margen para cualquier interpretación?t* I 7,/. ,l.rs t'jcrrrplos, crrtre muchos:Assunqao (2004):<En el año 1825, un grupo de

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Julio Sánche z Gíntez

Los úrlluc'¡s ¡ñosv Los ESTUDIoS sotsRE LA INDEPENDENCIA

Los írltimos años -a partir del fin de la dictadura- han hecho ^vanzar

rnucho el conocimiento de la historia del Uruguay3e, sobre todo como con-

secuencia de las investigaciones de tres grandes historiadores:José Pedro

Barrán, Benjamín Nahunt y Gerardo Caetano, a los que hay que añadir otro

grllpo de investigadores más jóvenes, vinculados al departamento de Historia

de la Facultad de Humanidades y al CLAEH, como Ana Frega o José Rilla.

Pero este avance ha sido un tanto parcial en la temática. Hoy sabemos mucho

ntás, y con técnicas mucho más modernas y refinadas, de la evolución de las

mentalidades o de la vida privada que de ciertos aspectos de la historia polí-

tica en los tiempos que van del fin del dominio español a los de la afirma-

ción de la nueva República hasta el fin de la Guerra Grande. La atención de

los nuevos historiadores -cuya producción se ha orientado de forma abru-

madoramente mayoritaria a la investigación del siglo xx- ha huido de esa

temática -con excepción del grupo qlle se nlueve en torno a la profesora de

la Facultad de Humanidades Ana Frega, al que luego aludirer-nos-,quizá por-

que en Uruguay, siempre sunlido -hasta hace poco- en la eterna división

entre <blancos)) y (colorados>, se convirtió ese tiempo en un terreno caliente

-como bien ha apuntado el historiador Carlos Detnasi, a quien más abajo

citarernos-, ya que ahí se sitíra el origen de ambos partidos. De forma que la

nrayoría de los trabajos sobre el prirner período de instalación de la Repúbli-ca, qlre abarca desde la elaboración de la primera Constitución hasta el fin de

la Guerra Civil, datan ya de épocas nada recientes y están en su mayoría tru-fadas de opinión partidista en función de la adscripción o simpatía partidaria

del historiador. Si la historiografia uruguaya desde los primeros tiempos hasta

Pivel Devoto -es decir, hasta mediados del siglo xx- abordó sobre todo los

tiempos de la colonia y la insurgencia, a partir de los años de la dictadura el

giro hacia el siglo xx, que ya era notorio a partir de la década de los 50, se

hace casi exclusivo40.Y la tendencia no hace más que acentuarse4l.

cionario que culmina con la declaratoria de la independencia de "Portugal, Brasil y cual-

quiera otro poder en la tierra" [...] confirmada después, con heroicas acciones>. Vid' tant-

bién Castellanos (1998).3e Para una historia reciente de la historiografia uruguaya, uid. les dos publicaciones

de Ribeiro (1991 y 1994) y los dos estudios de Soler (1993 y 2000)-40 Desde 1985 los historiadores más destacados han abordado sólo asuntos relaciona-

dos con el siglo xx: Barrán y Nahum -con excepción de la monumental Hktotia de Ia

sensíbilidad en IJruguay, que arranca desde la colonia-, Raúl Jacob, Romeo Pérez, A. coc-

Y Uruguay...

Aun en el contexto de una atención mucho menor, vamos a intentarapuntar aquí algunos ¡¡abajos que, bien directamente o en el marco del estu-dio de temas que se refieren a ese tiempo, tocan la problenrática de la inde-pendencia y su consolidación.Y más que estudios directos sobre el largo ycomplicado proceso de la independencia de Uruguay, lo que se ha producidocon más profusión han sido trabajos y reflexiones en torno a dos temas:Arti-gas y el artiguismo, y el proceso de creación de una identidad nacional, las dos

obsesiones o (temas-problema'> de la historiografia uruguaya del siglo xx.Quizá la obra de mayor calado en el planteandento de Ia discusión del

tema de la independencia sea una nruy anterior en su redacción al año inicialde los quince que consideramos aquí,pero que ve la luz en 1991. Se debe a

la pluma de Carlos Real de Azúa, un hombre de quien se dijo que <había

leído todos los libros'¡, cuya vasta obra quedó en buena parte inédita en el

monlento de su desaparición, en 1,977, y fue un poderoso estímulo para la

reflexión en el terreno de la historia -tantbién de la teoría literaria y de lapolitología- del país oriental. De entre los escritos no publicados, uno de

ellos fue Los orígenes de la nacionalidad urugrayaa2, editado sólo en 1991. porGerardo Caetano y José Rilla y en el que Real de Azúa realiza una críticaclespiadada de las distintas tesis interpretativas sobre los orígenes de la inde-pendencia nacional. Es fus ttrígenes, en palabras de sus editores, una obra de

historia, de crítica historiográfica, de crítica política y cultural y, sobre todo,trn alegato beligerante a favor de la exploración y profundización en la con-ciencia nacional Llruguaya. Con una notable apoyatura docunrental, revisa el

tiempo que se abre con la entrada de Artigas en escena y se cierra con la(lonvención Preliminar de Paz y, si bien es crítico con todas las interpreta-

t'hi,Juan Rial, Germán d'Elia, Carlos Demasi, Óscar Bruschera, Carlos Zubillaga, Gerar-tlo Caetano yJosé Rilla;1o mismo sucede con los escasos extranjeros que se han asoÍlla-,lo :r la historia uruguaya: MiltonVanger, Goran Lindahl, Henry Finch. Cf, Soler (1993 yr( )(xD.

+l A título de ejemplo, en el segundo semestre de 2006 se fallaron los premios Bar-Iolorné Hidalgo de historia en Montevideo, al que suelen presentarse trabajos históricosrrcluso de historiadores consagrados.Todas las investigaciones versaban sobre asuntos delsiglo XX: un trabajo sobre prostitución en el siglo recién terminado en clave regional,.(r() s()bre innrigración judía alemana en tiempos de la Segunda Guerra Mundial,unaI'rogr:rfi:r de un corrocido guitarrista, un estudio de carácter económico sobre la épocal,.rtllist¡, otro sobre el archivo del líder frenteamplista Líber Seregni..., ni uno solo sobrelos tit'rrrpos y Ie tcmáticr que lquí nos ocupan. Información que agradezco a la profeso-r.r An;r l{ibcinr.

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Julio Sánche z Gíntez

Los úrlluc'¡s ¡ñosv Los ESTUDIoS sotsRE LA INDEPENDENCIA

Los írltimos años -a partir del fin de la dictadura- han hecho ^vanzar

rnucho el conocimiento de la historia del Uruguay3e, sobre todo como con-

secuencia de las investigaciones de tres grandes historiadores:José Pedro

Barrán, Benjamín Nahunt y Gerardo Caetano, a los que hay que añadir otro

grllpo de investigadores más jóvenes, vinculados al departamento de Historia

de la Facultad de Humanidades y al CLAEH, como Ana Frega o José Rilla.

Pero este avance ha sido un tanto parcial en la temática. Hoy sabemos mucho

ntás, y con técnicas mucho más modernas y refinadas, de la evolución de las

mentalidades o de la vida privada que de ciertos aspectos de la historia polí-

tica en los tiempos que van del fin del dominio español a los de la afirma-

ción de la nueva República hasta el fin de la Guerra Grande. La atención de

los nuevos historiadores -cuya producción se ha orientado de forma abru-

madoramente mayoritaria a la investigación del siglo xx- ha huido de esa

temática -con excepción del grupo qlle se nlueve en torno a la profesora de

la Facultad de Humanidades Ana Frega, al que luego aludirer-nos-,quizá por-

que en Uruguay, siempre sunlido -hasta hace poco- en la eterna división

entre <blancos)) y (colorados>, se convirtió ese tiempo en un terreno caliente

-como bien ha apuntado el historiador Carlos Detnasi, a quien más abajo

citarernos-, ya que ahí se sitíra el origen de ambos partidos. De forma que la

nrayoría de los trabajos sobre el prirner período de instalación de la Repúbli-ca, qlre abarca desde la elaboración de la primera Constitución hasta el fin de

la Guerra Civil, datan ya de épocas nada recientes y están en su mayoría tru-fadas de opinión partidista en función de la adscripción o simpatía partidaria

del historiador. Si la historiografia uruguaya desde los primeros tiempos hasta

Pivel Devoto -es decir, hasta mediados del siglo xx- abordó sobre todo los

tiempos de la colonia y la insurgencia, a partir de los años de la dictadura el

giro hacia el siglo xx, que ya era notorio a partir de la década de los 50, se

hace casi exclusivo40.Y la tendencia no hace más que acentuarse4l.

cionario que culmina con la declaratoria de la independencia de "Portugal, Brasil y cual-

quiera otro poder en la tierra" [...] confirmada después, con heroicas acciones>. Vid' tant-

bién Castellanos (1998).3e Para una historia reciente de la historiografia uruguaya, uid. les dos publicaciones

de Ribeiro (1991 y 1994) y los dos estudios de Soler (1993 y 2000)-40 Desde 1985 los historiadores más destacados han abordado sólo asuntos relaciona-

dos con el siglo xx: Barrán y Nahum -con excepción de la monumental Hktotia de Ia

sensíbilidad en IJruguay, que arranca desde la colonia-, Raúl Jacob, Romeo Pérez, A. coc-

Y Uruguay...

Aun en el contexto de una atención mucho menor, vamos a intentarapuntar aquí algunos ¡¡abajos que, bien directamente o en el marco del estu-dio de temas que se refieren a ese tiempo, tocan la problenrática de la inde-pendencia y su consolidación.Y más que estudios directos sobre el largo ycomplicado proceso de la independencia de Uruguay, lo que se ha producidocon más profusión han sido trabajos y reflexiones en torno a dos temas:Arti-gas y el artiguismo, y el proceso de creación de una identidad nacional, las dos

obsesiones o (temas-problema'> de la historiografia uruguaya del siglo xx.Quizá la obra de mayor calado en el planteandento de Ia discusión del

tema de la independencia sea una nruy anterior en su redacción al año inicialde los quince que consideramos aquí,pero que ve la luz en 1991. Se debe a

la pluma de Carlos Real de Azúa, un hombre de quien se dijo que <había

leído todos los libros'¡, cuya vasta obra quedó en buena parte inédita en el

monlento de su desaparición, en 1,977, y fue un poderoso estímulo para la

reflexión en el terreno de la historia -tantbién de la teoría literaria y de lapolitología- del país oriental. De entre los escritos no publicados, uno de

ellos fue Los orígenes de la nacionalidad urugrayaa2, editado sólo en 1991. porGerardo Caetano y José Rilla y en el que Real de Azúa realiza una críticaclespiadada de las distintas tesis interpretativas sobre los orígenes de la inde-pendencia nacional. Es fus ttrígenes, en palabras de sus editores, una obra de

historia, de crítica historiográfica, de crítica política y cultural y, sobre todo,trn alegato beligerante a favor de la exploración y profundización en la con-ciencia nacional Llruguaya. Con una notable apoyatura docunrental, revisa el

tiempo que se abre con la entrada de Artigas en escena y se cierra con la(lonvención Preliminar de Paz y, si bien es crítico con todas las interpreta-

t'hi,Juan Rial, Germán d'Elia, Carlos Demasi, Óscar Bruschera, Carlos Zubillaga, Gerar-tlo Caetano yJosé Rilla;1o mismo sucede con los escasos extranjeros que se han asoÍlla-,lo :r la historia uruguaya: MiltonVanger, Goran Lindahl, Henry Finch. Cf, Soler (1993 yr( )(xD.

+l A título de ejemplo, en el segundo semestre de 2006 se fallaron los premios Bar-Iolorné Hidalgo de historia en Montevideo, al que suelen presentarse trabajos históricosrrcluso de historiadores consagrados.Todas las investigaciones versaban sobre asuntos delsiglo XX: un trabajo sobre prostitución en el siglo recién terminado en clave regional,.(r() s()bre innrigración judía alemana en tiempos de la Segunda Guerra Mundial,unaI'rogr:rfi:r de un corrocido guitarrista, un estudio de carácter económico sobre la épocal,.rtllist¡, otro sobre el archivo del líder frenteamplista Líber Seregni..., ni uno solo sobrelos tit'rrrpos y Ie tcmáticr que lquí nos ocupan. Información que agradezco a la profeso-r.r An;r l{ibcinr.

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ciones respecto al proceso de independencia, es especialmente acerado con

las que rr.i"., .l .niro d. los acontecrmrentos como resultado de una especie

de ,.predestinación>, la tesis que puede considerarse la establecida como ofi-

cialgdesde el último cuarto del siglo xIX, la del historiador Pivel Devoto, el

más reconocido en los años en que Real escribía, objetivo principal de sus

censuras, según sugieren sus prologuistas-editores' <Despliega una objeción

radical a toda visión de la independencia como necesidad' como cumpli-

miento de una especie de designio divino. Pero también huye de la casi tan

exitosa reconstrucción de la independencia como fatalidad, es decir, como

resultado adverso en el que se cruzaron la frustración de una supuesta Patria

Grande argentina .o.r l" acción secular de la cancilleríabritánicao43. Cons-

ciente de la reiteración de argumentos desde cien años atrás y de las vueltas

de noria en torno a las rnisrnas proposiciones, plantea en su introducción la

necesidad de abandonar el camino trillado y comenzar a discutir -conloefectivamente él hace- sobre nuevas premisas:

creo que ya es la hora de sacar el debate historiográfico y político de la inde-

penclencia nacional del repertorio de alternativas en que se fue desplegando

ie.de la segunda ,rrit"cl del ,iglo hasta casi nuestros días. Han perdido en puridad

todo sentido las viejas discusiones sobre si <fue mejortr que fuéramos una uación

independiente o, de que hubiéramos existido, existiéramos, como una parte prl-

vilegiada o uo de laArgentina44.

Del misr-no tiempo de la aparición de la obra de Real de Azúa data otro

trabajo sobre los primeros tiempos de vida independiente' aunque no sobre

la ináepende.rcia, f.,rto del trabajo del equipo de orientación 'rarxista

for-

.r-rado en torno a Lucía Sala de Touron: su realmente excepcional y docu-

rnentadísima monografia tealizada a lo largo de muchos años' pero que vio la

luz en la pasada década: El Uruguay comercíal, pastoril y cautlillescoas. La obra es

..alrlle.rt. de gran profundidad en el estudio de la probletnática de la tierra,

de las finanzas o de la estructura social, si bien -como es natural- deja mucho

para investigar en el terreno de la historia política; ésta, que las autoras abor-

d"r, .n la segunda parte de la obra, adolece de lagunas, imprecisiones y con-

fusiones.

43 lbídem,Introducción de Gerardo Caetano yJosé Rilla'44 lbídem, Introducción, p. 16.as Sala De Touron/Alonso (1986-1991)'

Y Uruguay... 63

De forma sorprendente, dado que ha sido un tema tan recurrente entrelos historiadores uruguayos, hoy podemos aftrmar que sólo una historiadoraoriental -junto con su equipo de colaboradores- se dedica como tema cen-tral de su investigación al proceso de independencia. Se trata de la profesora

cle la (Jniversidad de la República,Ana Frega46. Miembro de una generación

cle historiadores que son discípulos de los grandes renovadores de la histo-riografia uruguaya -José Pedro Barrán, Benjamín Nahum...-, sus objetivosinvestigadores se han centrado en el estudio de las <Elites, sectores populares

y proceso de independencia, 1800-1830> y <Pueblos, provincias y estados en

lr revolución del Río de la Plata (1810-1830)>. Fruto de sus avances enlmbas temáticas han sido diversas pubhcacrones y presentaclones a congresos

y reuniones internacionales, de las que damos cuenta en la bibliogra{ra frnalyt¡ue abarcan desde estudios sobre la soberanía particular de los pueblos en el

proyecto artiguista, el federalismo y la soberanía de los pueblos, las bases

sociales del artiguismo, el caudillismo, laJunta de Montevideo de 1808 hasta

l:r Frontera en la revolución, los esclavos africanos o la construcción del héroe.Asimismo, ha animado reuniones científicas en las que ha presentado avances

tlc su trabajo en Río Grande do Sul, Paysandú o diversas ciudades argentinas

v l'ra presentado ponencias en otras, como el reciente 52" Congreso Interna-t'i<'¡nal de Americanistas, celebrado en Sevilla en 200647 .Junto con José Pedro

rr' Del Departanento de Historia de Uruguay de la Facultad de Humanidades y C.l:. tlc la Universidad de la República de Montevideo.

17 Aparte de los títulos recogidos en la bibliogra{ta ñnal, esperamos que en fechas

I'r,ixirnas aparezcan publicados los siguientes trabajos, presentados en diversas reunionesr k' t'¡rícter científico:

. - Coordinó un simposium en las Primeras Jornadas de Historia Regional Cornpa-r.r,l.r lt>s días 23, 24,25 de agosto de 2000 en Porto Alegre, Río Grande do Sul, convoca-,l.r ¡ror la Fundación de Economía y Estadística, Siegfried Emmanuel Heuser y el Centrorlt' l)ostgrado de Historia de la Pontificia Universidade Católica do Río Grande do Sul.l'l tc¡rrl central era: <Acontecinientos históricos comparables, ocurridos durante losrr'.los XVIII, xtx y xx en las regiones de Río Grande, República Oriental del Uruguay y, rr lrrs ¡rrovincias argentinas de Córdoba, Santa Fe, Misiones, Corrientes y Entre Ríos>.Lr Iroti'sor¡ Frrga organizó un sinposiul,junto con Roberto Schmit y Susana Bleil de\otrz:r, b:rio el título <Fronteras e historia regional: las estructuras agrarias, los circuitosrrcl,r¡rtilcs y l:r construcción de los Estados nacionales, 1750-1930r.Añadamos que en, st r¡risrno sinrposio se celebró otro dirigido por Helga Piccolo y cuyo título era <Histo-r ri)!irirli:l sobre Artigasr, ¡nientras que Francisco das Neves Alves coordinó, junto conI rnz lrrlit¡trc Tirrrcs, otxr derromi¡rado <Guerras y revoluciones platinas: discursos histo-rlot,.r.tllt o:;¡.

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ciones respecto al proceso de independencia, es especialmente acerado con

las que rr.i"., .l .niro d. los acontecrmrentos como resultado de una especie

de ,.predestinación>, la tesis que puede considerarse la establecida como ofi-

cialgdesde el último cuarto del siglo xIX, la del historiador Pivel Devoto, el

más reconocido en los años en que Real escribía, objetivo principal de sus

censuras, según sugieren sus prologuistas-editores' <Despliega una objeción

radical a toda visión de la independencia como necesidad' como cumpli-

miento de una especie de designio divino. Pero también huye de la casi tan

exitosa reconstrucción de la independencia como fatalidad, es decir, como

resultado adverso en el que se cruzaron la frustración de una supuesta Patria

Grande argentina .o.r l" acción secular de la cancilleríabritánicao43. Cons-

ciente de la reiteración de argumentos desde cien años atrás y de las vueltas

de noria en torno a las rnisrnas proposiciones, plantea en su introducción la

necesidad de abandonar el camino trillado y comenzar a discutir -conloefectivamente él hace- sobre nuevas premisas:

creo que ya es la hora de sacar el debate historiográfico y político de la inde-

penclencia nacional del repertorio de alternativas en que se fue desplegando

ie.de la segunda ,rrit"cl del ,iglo hasta casi nuestros días. Han perdido en puridad

todo sentido las viejas discusiones sobre si <fue mejortr que fuéramos una uación

independiente o, de que hubiéramos existido, existiéramos, como una parte prl-

vilegiada o uo de laArgentina44.

Del misr-no tiempo de la aparición de la obra de Real de Azúa data otro

trabajo sobre los primeros tiempos de vida independiente' aunque no sobre

la ináepende.rcia, f.,rto del trabajo del equipo de orientación 'rarxista

for-

.r-rado en torno a Lucía Sala de Touron: su realmente excepcional y docu-

rnentadísima monografia tealizada a lo largo de muchos años' pero que vio la

luz en la pasada década: El Uruguay comercíal, pastoril y cautlillescoas. La obra es

..alrlle.rt. de gran profundidad en el estudio de la probletnática de la tierra,

de las finanzas o de la estructura social, si bien -como es natural- deja mucho

para investigar en el terreno de la historia política; ésta, que las autoras abor-

d"r, .n la segunda parte de la obra, adolece de lagunas, imprecisiones y con-

fusiones.

43 lbídem,Introducción de Gerardo Caetano yJosé Rilla'44 lbídem, Introducción, p. 16.as Sala De Touron/Alonso (1986-1991)'

Y Uruguay... 63

De forma sorprendente, dado que ha sido un tema tan recurrente entrelos historiadores uruguayos, hoy podemos aftrmar que sólo una historiadoraoriental -junto con su equipo de colaboradores- se dedica como tema cen-tral de su investigación al proceso de independencia. Se trata de la profesora

cle la (Jniversidad de la República,Ana Frega46. Miembro de una generación

cle historiadores que son discípulos de los grandes renovadores de la histo-riografia uruguaya -José Pedro Barrán, Benjamín Nahum...-, sus objetivosinvestigadores se han centrado en el estudio de las <Elites, sectores populares

y proceso de independencia, 1800-1830> y <Pueblos, provincias y estados en

lr revolución del Río de la Plata (1810-1830)>. Fruto de sus avances enlmbas temáticas han sido diversas pubhcacrones y presentaclones a congresos

y reuniones internacionales, de las que damos cuenta en la bibliogra{ra frnalyt¡ue abarcan desde estudios sobre la soberanía particular de los pueblos en el

proyecto artiguista, el federalismo y la soberanía de los pueblos, las bases

sociales del artiguismo, el caudillismo, laJunta de Montevideo de 1808 hasta

l:r Frontera en la revolución, los esclavos africanos o la construcción del héroe.Asimismo, ha animado reuniones científicas en las que ha presentado avances

tlc su trabajo en Río Grande do Sul, Paysandú o diversas ciudades argentinas

v l'ra presentado ponencias en otras, como el reciente 52" Congreso Interna-t'i<'¡nal de Americanistas, celebrado en Sevilla en 200647 .Junto con José Pedro

rr' Del Departanento de Historia de Uruguay de la Facultad de Humanidades y C.l:. tlc la Universidad de la República de Montevideo.

17 Aparte de los títulos recogidos en la bibliogra{ta ñnal, esperamos que en fechas

I'r,ixirnas aparezcan publicados los siguientes trabajos, presentados en diversas reunionesr k' t'¡rícter científico:

. - Coordinó un simposium en las Primeras Jornadas de Historia Regional Cornpa-r.r,l.r lt>s días 23, 24,25 de agosto de 2000 en Porto Alegre, Río Grande do Sul, convoca-,l.r ¡ror la Fundación de Economía y Estadística, Siegfried Emmanuel Heuser y el Centrorlt' l)ostgrado de Historia de la Pontificia Universidade Católica do Río Grande do Sul.l'l tc¡rrl central era: <Acontecinientos históricos comparables, ocurridos durante losrr'.los XVIII, xtx y xx en las regiones de Río Grande, República Oriental del Uruguay y, rr lrrs ¡rrovincias argentinas de Córdoba, Santa Fe, Misiones, Corrientes y Entre Ríos>.Lr Iroti'sor¡ Frrga organizó un sinposiul,junto con Roberto Schmit y Susana Bleil de\otrz:r, b:rio el título <Fronteras e historia regional: las estructuras agrarias, los circuitosrrcl,r¡rtilcs y l:r construcción de los Estados nacionales, 1750-1930r.Añadamos que en, st r¡risrno sinrposio se celebró otro dirigido por Helga Piccolo y cuyo título era <Histo-r ri)!irirli:l sobre Artigasr, ¡nientras que Francisco das Neves Alves coordinó, junto conI rnz lrrlit¡trc Tirrrcs, otxr derromi¡rado <Guerras y revoluciones platinas: discursos histo-rlot,.r.tllt o:;¡.

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(r.l Julio Sánche z Gíntez

Barrán y Mónica Nicoliello, editaron los interesantísimos informes del cón-sul británico en Montevideo, Samuel T. Hood, dirigidos a lord Canning enlos momentos de la guerra entre Argentina y Brasil que culminaría con elacta de independenciaas.

Por último, junto con otros historiadores y arqueólogos, presentó en 2004el resultado de una investigación rctlizada tanto con procedimientos arqueo-lógicos como documentales para determinar la ubicación exacta de Purifica-ción, que fue al mismo tiempo capital de la Liga Federal -que abarcaba el

actual (Jruguay, parte del Río Grande do Sul y las provincias argentinas de

Misiones, Corrientes, Entrerríos, Santa Fe y Córdoba-, cuartel general de

José Gervasio de Artigas y campo de concentración de opositores y enemi-gos a partir de 18154e.

- En los nreses de octubre de 2002,2003,2004 y 2006 se llevaron a, ca,bo las <<Jorna-

das de Historia Rcgional> de Gualeguaychú,Argentina. Su intención es (convocar a docen-tes-investigadores de distinta pertenencia institucional para compartir con docentes yalumnos de la localidad Ios avances de indagaciones académicas que se producen en elnrarco de la región platenseo. Consideran con toda laraz6n -¡por finl- que el espacio

articulado por el sistema de los grandes ríos es una misma realidad independientenrentede las fronteras. La profesora Frega presentó en 2002, prirnerasJornadas, el trabajo <Espa-

cios, identidades y poderes. El sistema de los pueblos libres en el proyecto artiguista,1810-1820>; en 2004, a las terceras jornadas acudió con la investigación: oPurificación.Capital del Sisterra de los pueblos libreso.

- En las XVIIJornadas de Historia Económica celebradas enTircumán, en septienr-bre de 2000, organizí un simposio junto con Sara Mata y Nidia Areces, titulado <Econo-mía en tiempos de cambios. Reformas borbónicas y revolución en Hispanoamérica>.

- En las <TercerasJornadas de Historia Económica>, organizadas por la AsociaciónUruguaya de Historia Económica y celebradas en Montevideo del 9 al 11 de julio de

2003, coordinó junto con Ariadna Islas la mesa <Fronteras, sociedad rural y procesos de

construcción estatal en el Río de la Plata hasta mediados del siglo xlx>.

- Por último, en el recientemente celebrado fiulio de 2006) 52" Congreso de Ame-ricanistas en Sevilla, organrzó el Simposio (Fronteras en América Latina: Nuevas miradas

a un viejo problema>,junto con Susana Bleil de Souza, al que aportó el trabajo: <La

reconstitución de un espacio regional entre la crisis del régimen colonial y la revolución:la formación del Estado Oriental del Uruguay (1828-1830,r.

48 BarranlFregalNicoliello (1999).ae Frega/Islas et al. (2004).La investigación fue dirigida conjuntamente por el director

del Departamento de Arqueología de la Universidad de la República y por la profesoraFrega y llegó a la conclusión de que <su emplazamiento estaba en la confluencia del ríoUruguay y el arroyo Hervidero, incluyendo instalaciones y población también en la mar-gen derecha del úo, actual provincia de Entre Rios,>. El objetivo de la investigación de launiversidad era algo más atrplio que la simple determinación del lugar donde estuvo ubi-

Y lJruguay... 65

En 1,992 publicaba en Madrid E. Narancio, un conocido investigador de

ya dilatada carrera en ese momento, Ia independencía de Uruguay, que reedita-ría en Montevideo ocho años más tarde; mientras que ya en los 2000, Fernan-do Assungao, historiador igualmente veterano, insertaba un capítulo dedicadoa la independencia de Uruguay en una obra colectiva dedicada a los procesos

de independenciaso. A pesar de las reediciones del primero y del largo títulodel segundo, nada nuevo aportan a lo ya trillado en la senda de los defensores

de una especie de <destino manifiesto) del territorio oriental hacia la inde-pendencia desde la mismísima prehistoria -o desde el Génesis-, un caminoplagado de <gestas heroicas> que quedó ya perfectamente establecido por lospatriarcas arriba citados y que ellos adoquinan de (gestas heroicas> y de todoslos tópicos al uso: nacionalismo antiporteño y antilusitano, etc.

En 2005 se publicaba en Montevideo una Historia Contemporánea del Uru-

.quay. De la Colonia al siglo xxtst, cuya autoría corresponde a dos de los historia-dores más renovadores de la historiografia urugrraya de la generación siguienter J. P. Barrán, Gerardo Caetano yJosé Rilla. Se trata de una edición nruy reüsa-da y ampüada de una Hístoria Contemporánea del Uruguay. De la Colonia aI MER-COSUR. En ella dedican una amplia referencia al hecho de la independenciay, consiguientemente, también a Artigas y el artiguismo. En ella, sin afán algunode aportar nuevos elementos de investigación, como corresponde lógicamente¡ un manual, aparecen elementos y expresiones que en el contexto en que se

producen resultan novedosas. Por ejemplo, se dice que <la crisis de la monar-r¡uía española dividió las opiniones en la misma Banda Oriental.A una Monte-vldeo fiel a los restos del dominio real pero sobre todo a su propia autonomía

. rrda la capital del gobierno artiguista, ya que se aspira también a (rescatar la memoria del'r¡rificación>. En el curso de los trabajos se localizaron restos de un baluarte defensivo, un

¡rolvorín y episodios constructivos previos al actual casco de la Estancia Hervidero (delli90), identificados en los cimientos del ala Norte del referido edificio, así como objetos.rlt¡ueológicos (loza, ceúrnica criolla, herramientas de metal, proyectil, etc.) relacionados al

.rscr)txnúento artiguista- Según los coordinadores, se requieren nrayores investigaciones para

rct-onstruir un plano detallado que identifique las áreas denominadas en los documentost ortto <villar, (campamento) y <cuartel,>. El lugar de la estancia <El Hervideror¡ fue declara-tlo Monunento Histórico a comienzos de los años 2000.La intención es señalar una por-r itin dc terreno que será destinada a la creación del Parque Nacional de Purificación.

l-e investigación continúa otros trabajos realizados con anterioridad por Aníballl.u-rios Pintos, conocido historiador todoterreno,Jorge Omar Femeninas o AntonioI.rtldci, urqueólogo.

5{¡ Assung:ro (2004).

"r ( l;rct¡rro/l\illa -f. (2{Xl5).

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(r.l Julio Sánche z Gíntez

Barrán y Mónica Nicoliello, editaron los interesantísimos informes del cón-sul británico en Montevideo, Samuel T. Hood, dirigidos a lord Canning enlos momentos de la guerra entre Argentina y Brasil que culminaría con elacta de independenciaas.

Por último, junto con otros historiadores y arqueólogos, presentó en 2004el resultado de una investigación rctlizada tanto con procedimientos arqueo-lógicos como documentales para determinar la ubicación exacta de Purifica-ción, que fue al mismo tiempo capital de la Liga Federal -que abarcaba el

actual (Jruguay, parte del Río Grande do Sul y las provincias argentinas de

Misiones, Corrientes, Entrerríos, Santa Fe y Córdoba-, cuartel general de

José Gervasio de Artigas y campo de concentración de opositores y enemi-gos a partir de 18154e.

- En los nreses de octubre de 2002,2003,2004 y 2006 se llevaron a, ca,bo las <<Jorna-

das de Historia Rcgional> de Gualeguaychú,Argentina. Su intención es (convocar a docen-tes-investigadores de distinta pertenencia institucional para compartir con docentes yalumnos de la localidad Ios avances de indagaciones académicas que se producen en elnrarco de la región platenseo. Consideran con toda laraz6n -¡por finl- que el espacio

articulado por el sistema de los grandes ríos es una misma realidad independientenrentede las fronteras. La profesora Frega presentó en 2002, prirnerasJornadas, el trabajo <Espa-

cios, identidades y poderes. El sistema de los pueblos libres en el proyecto artiguista,1810-1820>; en 2004, a las terceras jornadas acudió con la investigación: oPurificación.Capital del Sisterra de los pueblos libreso.

- En las XVIIJornadas de Historia Económica celebradas enTircumán, en septienr-bre de 2000, organizí un simposio junto con Sara Mata y Nidia Areces, titulado <Econo-mía en tiempos de cambios. Reformas borbónicas y revolución en Hispanoamérica>.

- En las <TercerasJornadas de Historia Económica>, organizadas por la AsociaciónUruguaya de Historia Económica y celebradas en Montevideo del 9 al 11 de julio de

2003, coordinó junto con Ariadna Islas la mesa <Fronteras, sociedad rural y procesos de

construcción estatal en el Río de la Plata hasta mediados del siglo xlx>.

- Por último, en el recientemente celebrado fiulio de 2006) 52" Congreso de Ame-ricanistas en Sevilla, organrzó el Simposio (Fronteras en América Latina: Nuevas miradas

a un viejo problema>,junto con Susana Bleil de Souza, al que aportó el trabajo: <La

reconstitución de un espacio regional entre la crisis del régimen colonial y la revolución:la formación del Estado Oriental del Uruguay (1828-1830,r.

48 BarranlFregalNicoliello (1999).ae Frega/Islas et al. (2004).La investigación fue dirigida conjuntamente por el director

del Departamento de Arqueología de la Universidad de la República y por la profesoraFrega y llegó a la conclusión de que <su emplazamiento estaba en la confluencia del ríoUruguay y el arroyo Hervidero, incluyendo instalaciones y población también en la mar-gen derecha del úo, actual provincia de Entre Rios,>. El objetivo de la investigación de launiversidad era algo más atrplio que la simple determinación del lugar donde estuvo ubi-

Y lJruguay... 65

En 1,992 publicaba en Madrid E. Narancio, un conocido investigador de

ya dilatada carrera en ese momento, Ia independencía de Uruguay, que reedita-ría en Montevideo ocho años más tarde; mientras que ya en los 2000, Fernan-do Assungao, historiador igualmente veterano, insertaba un capítulo dedicadoa la independencia de Uruguay en una obra colectiva dedicada a los procesos

de independenciaso. A pesar de las reediciones del primero y del largo títulodel segundo, nada nuevo aportan a lo ya trillado en la senda de los defensores

de una especie de <destino manifiesto) del territorio oriental hacia la inde-pendencia desde la mismísima prehistoria -o desde el Génesis-, un caminoplagado de <gestas heroicas> que quedó ya perfectamente establecido por lospatriarcas arriba citados y que ellos adoquinan de (gestas heroicas> y de todoslos tópicos al uso: nacionalismo antiporteño y antilusitano, etc.

En 2005 se publicaba en Montevideo una Historia Contemporánea del Uru-

.quay. De la Colonia al siglo xxtst, cuya autoría corresponde a dos de los historia-dores más renovadores de la historiografia urugrraya de la generación siguienter J. P. Barrán, Gerardo Caetano yJosé Rilla. Se trata de una edición nruy reüsa-da y ampüada de una Hístoria Contemporánea del Uruguay. De la Colonia aI MER-COSUR. En ella dedican una amplia referencia al hecho de la independenciay, consiguientemente, también a Artigas y el artiguismo. En ella, sin afán algunode aportar nuevos elementos de investigación, como corresponde lógicamente¡ un manual, aparecen elementos y expresiones que en el contexto en que se

producen resultan novedosas. Por ejemplo, se dice que <la crisis de la monar-r¡uía española dividió las opiniones en la misma Banda Oriental.A una Monte-vldeo fiel a los restos del dominio real pero sobre todo a su propia autonomía

. rrda la capital del gobierno artiguista, ya que se aspira también a (rescatar la memoria del'r¡rificación>. En el curso de los trabajos se localizaron restos de un baluarte defensivo, un

¡rolvorín y episodios constructivos previos al actual casco de la Estancia Hervidero (delli90), identificados en los cimientos del ala Norte del referido edificio, así como objetos.rlt¡ueológicos (loza, ceúrnica criolla, herramientas de metal, proyectil, etc.) relacionados al

.rscr)txnúento artiguista- Según los coordinadores, se requieren nrayores investigaciones para

rct-onstruir un plano detallado que identifique las áreas denominadas en los documentost ortto <villar, (campamento) y <cuartel,>. El lugar de la estancia <El Hervideror¡ fue declara-tlo Monunento Histórico a comienzos de los años 2000.La intención es señalar una por-r itin dc terreno que será destinada a la creación del Parque Nacional de Purificación.

l-e investigación continúa otros trabajos realizados con anterioridad por Aníballl.u-rios Pintos, conocido historiador todoterreno,Jorge Omar Femeninas o AntonioI.rtldci, urqueólogo.

5{¡ Assung:ro (2004).

"r ( l;rct¡rro/l\illa -f. (2{Xl5).

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66 Julio Sánche z Gírnez

frente a los vecinos, se enfrentó una campaña adherida a laJunta Revoluciona-ria [...]>. Es decir, se acepta al menos que la Banda oriental se escindió en dosy que la ciudad era tan parte del territorio como el campo y no una excrecen-cia extraña a la que es mejor no considerar. El estudio de la revolución artiguis-ta difiere de las loas habituales, para ser considerada un levantamiento de carác-ter regional y no independentista de la Banda oriental, por considerar que sufracaso final no fue sólo la consecuencia de una conjura externa, sino de unaradicalizaciín que le hizo perder su significación inicial policlasista sin incre-mentar por ello, antes al contrario, reduciendo su capacidad política y núlitar,por encerrar en su interior insalvables contradicciones, como el hecho de queal mismo tiempo que removía y promovía el mundo rural y tumultuario deindios y mestizos pretendiera el apoyo de propietarios y patricios.

En cuanto a la segunda parte de la revolución, la iniciada contra Brasil en1825,Ios autores aceptan qLle su objetivo inicial era integracionista en lasProvincias unidas y que la solución independencia fue sobre todo el resulta-do de una propuesta británica, que fructificó en una opinión oriental dividi-da entre las diversas opciones posibles y no volcada heroicamente a favor dela independencia, todo lo cual contradice las tesis del nacionalismo mayori-tariamente imperantes en la historiogra(ra uruguaya. para los autores,

[...] lejos de hallarse predererminada, la creación del Estado oriental aparccilcomo la alternativa más viable entre las múrltiples pulsiones e intereses disponi-bles en la comarca, a la que fue posible adherir no del todo colectivamenre, nodel todo entusiastamente, pero adherir al fin. contaba con el interés británico,con el deseo de orden y sosiego de unas débiles clases altas y con el apoyo o lafatiga de un pr,reblo oriental en que la <independencia> del tiempo artiguistahabía dejado profundas aunque escondidas huellas.

En suma, una visión problematizada, rompedora, respecto a la épicadominante. Sigue adoleciendo, sin embargo, la visión de los tiempos de inde-pendencia de una focalizaciín muy desequilibrada en la insurgencia, frente ala atención prestada al estudio de la parte antiinsurgente, españolista, lusitanao brasileñista.

El profesor Lincoln Maiztegui acaba de editar (2005) el primer volumende 1o que será más tarde una historia del uruguay: orientales. (Jna historiapolítíca del uruguay. De los orígenes a 1865s2.Es obra de divulgación, conintenciones didácticas y con una óptica que nuevamente se ve aquejada de

s2 Lincoln/Casas (2004 y 2005).

Y Uruguay... 67

un cierto nacionalismo y de una visión cercana a la tradicionalmente soste-

nida por la opinión blanca.En una obra aparecida en los años 90 aparece una importante novedad

respecto a las aproxinraciones historiográficas habituales a los tiempos de la

revolución. En el marco de su exhaustiva historia del puerto de Montevideoen tiempos de la colonia arriba citada, el profesor de la Universidad de lal\epública Arturo Ariel Bentancur53 introduce varios capítulos en los que

recoge, ¡al fin!,la historia del otro lado, la del Montevideo sitiado y no el sitia-c{or. Basándose, colno en toda la obra, en una notable aportación documental,cla cuenta de la profunda adhesión a España de la población intramuros, de sus

sacrificios y de sus acciones positivas para ayudar a la defensa de la plaza fren-te a los sitiadores. Es la primera vez que en la historiografia oriental se realiza

runa aproximación desde la otra parte a los primeros tiempos del largo proce-s() que concluirá veinte años rnás tarde con Ia independencia nacional, a pesar

de la abundantísirna documentación que existe, para empezar en el propioArrhivo Nacional ururguayo54. Bentancur aborda de forma minuciosa la cues-

tión central del comercio, pero también sigue la peripecia de algunos de los

t'omerciantes, sus relaciones con el poder colonial, su ideología y su mayorita-lia fidelidad a la Corona española. Como prácticamente primer trabajo, se

tlrrta de una investigación enormemente útil y novedosa, pero hay todavía un('norme campo en barbecho en el que es urgente adentrarse.

También son los partidarios del mantenimiento de los lazos con España,

..'n las diversas manifestaciones de tal mantenirliento -absolutismo, sistema( ()rrstitucional de Cádí2, etc.- el objeto de estudio de un artículo nuestro de

r¡rnrinente aparición: <El tortuoso camino hacia la Independencia de lal(cpública Oriental del Uruguay. Los realistas en la Banda Oriental en los

Irr.inreros momentos de la insurgencia>, en el que analizamos los numerosos

r',rr'íos que aún perduran en el estudio del proceso de ernancipación oriental,i.lrre todo del lado de los colocados frente a la insurgencia. lJn estudio ante-n()r se enfrentaba a las actitudes de las elites cornerciantes frente a la insur-rit'rrcia en ambos lados del Plata: Sánchez G6mez,Julio/Mira delli Zotti,( j

r r illermo, <¿Crisis Imperial?... Conflictos regionales en América: Ser "realis-r.r" cn el Río de la Plataoss. (Jno y otro no son sino anticipos de un intento

'\ llcrrtancur (1996-1999).'l l)cnr tl¡lbién en los de Río, Itamarary Buenos Aires, Indias, etc.

''' Sr'¡nchcz Gónrez (en prcnsa). [Jn estudio de ]as actrtudes de las elites corlercianteslrcnt(' :l l:¡ inst¡rgcnci¡ en ¡rnbos l¿dos del Pl:rt:r ap:rrecía en un artículo anterior: Sánchez( ,,rrrt'2,/Mi¡;¡ I)clli Zt¡tti (l()()(): -17-(r.l).

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frente a los vecinos, se enfrentó una campaña adherida a laJunta Revoluciona-ria [...]>. Es decir, se acepta al menos que la Banda oriental se escindió en dosy que la ciudad era tan parte del territorio como el campo y no una excrecen-cia extraña a la que es mejor no considerar. El estudio de la revolución artiguis-ta difiere de las loas habituales, para ser considerada un levantamiento de carác-ter regional y no independentista de la Banda oriental, por considerar que sufracaso final no fue sólo la consecuencia de una conjura externa, sino de unaradicalizaciín que le hizo perder su significación inicial policlasista sin incre-mentar por ello, antes al contrario, reduciendo su capacidad política y núlitar,por encerrar en su interior insalvables contradicciones, como el hecho de queal mismo tiempo que removía y promovía el mundo rural y tumultuario deindios y mestizos pretendiera el apoyo de propietarios y patricios.

En cuanto a la segunda parte de la revolución, la iniciada contra Brasil en1825,Ios autores aceptan qLle su objetivo inicial era integracionista en lasProvincias unidas y que la solución independencia fue sobre todo el resulta-do de una propuesta británica, que fructificó en una opinión oriental dividi-da entre las diversas opciones posibles y no volcada heroicamente a favor dela independencia, todo lo cual contradice las tesis del nacionalismo mayori-tariamente imperantes en la historiogra(ra uruguaya. para los autores,

[...] lejos de hallarse predererminada, la creación del Estado oriental aparccilcomo la alternativa más viable entre las múrltiples pulsiones e intereses disponi-bles en la comarca, a la que fue posible adherir no del todo colectivamenre, nodel todo entusiastamente, pero adherir al fin. contaba con el interés británico,con el deseo de orden y sosiego de unas débiles clases altas y con el apoyo o lafatiga de un pr,reblo oriental en que la <independencia> del tiempo artiguistahabía dejado profundas aunque escondidas huellas.

En suma, una visión problematizada, rompedora, respecto a la épicadominante. Sigue adoleciendo, sin embargo, la visión de los tiempos de inde-pendencia de una focalizaciín muy desequilibrada en la insurgencia, frente ala atención prestada al estudio de la parte antiinsurgente, españolista, lusitanao brasileñista.

El profesor Lincoln Maiztegui acaba de editar (2005) el primer volumende 1o que será más tarde una historia del uruguay: orientales. (Jna historiapolítíca del uruguay. De los orígenes a 1865s2.Es obra de divulgación, conintenciones didácticas y con una óptica que nuevamente se ve aquejada de

s2 Lincoln/Casas (2004 y 2005).

Y Uruguay... 67

un cierto nacionalismo y de una visión cercana a la tradicionalmente soste-

nida por la opinión blanca.En una obra aparecida en los años 90 aparece una importante novedad

respecto a las aproxinraciones historiográficas habituales a los tiempos de la

revolución. En el marco de su exhaustiva historia del puerto de Montevideoen tiempos de la colonia arriba citada, el profesor de la Universidad de lal\epública Arturo Ariel Bentancur53 introduce varios capítulos en los que

recoge, ¡al fin!,la historia del otro lado, la del Montevideo sitiado y no el sitia-c{or. Basándose, colno en toda la obra, en una notable aportación documental,cla cuenta de la profunda adhesión a España de la población intramuros, de sus

sacrificios y de sus acciones positivas para ayudar a la defensa de la plaza fren-te a los sitiadores. Es la primera vez que en la historiografia oriental se realiza

runa aproximación desde la otra parte a los primeros tiempos del largo proce-s() que concluirá veinte años rnás tarde con Ia independencia nacional, a pesar

de la abundantísirna documentación que existe, para empezar en el propioArrhivo Nacional ururguayo54. Bentancur aborda de forma minuciosa la cues-

tión central del comercio, pero también sigue la peripecia de algunos de los

t'omerciantes, sus relaciones con el poder colonial, su ideología y su mayorita-lia fidelidad a la Corona española. Como prácticamente primer trabajo, se

tlrrta de una investigación enormemente útil y novedosa, pero hay todavía un('norme campo en barbecho en el que es urgente adentrarse.

También son los partidarios del mantenimiento de los lazos con España,

..'n las diversas manifestaciones de tal mantenirliento -absolutismo, sistema( ()rrstitucional de Cádí2, etc.- el objeto de estudio de un artículo nuestro de

r¡rnrinente aparición: <El tortuoso camino hacia la Independencia de lal(cpública Oriental del Uruguay. Los realistas en la Banda Oriental en los

Irr.inreros momentos de la insurgencia>, en el que analizamos los numerosos

r',rr'íos que aún perduran en el estudio del proceso de ernancipación oriental,i.lrre todo del lado de los colocados frente a la insurgencia. lJn estudio ante-n()r se enfrentaba a las actitudes de las elites cornerciantes frente a la insur-rit'rrcia en ambos lados del Plata: Sánchez G6mez,Julio/Mira delli Zotti,( j

r r illermo, <¿Crisis Imperial?... Conflictos regionales en América: Ser "realis-r.r" cn el Río de la Plataoss. (Jno y otro no son sino anticipos de un intento

'\ llcrrtancur (1996-1999).'l l)cnr tl¡lbién en los de Río, Itamarary Buenos Aires, Indias, etc.

''' Sr'¡nchcz Gónrez (en prcnsa). [Jn estudio de ]as actrtudes de las elites corlercianteslrcnt(' :l l:¡ inst¡rgcnci¡ en ¡rnbos l¿dos del Pl:rt:r ap:rrecía en un artículo anterior: Sánchez( ,,rrrt'2,/Mi¡;¡ I)clli Zt¡tti (l()()(): -17-(r.l).

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de aproximación al proceso de la independencia desde el ángulo de losantiindependentistas de signo hispano, proluso o filobrasileño, que prepara-mos con el título más arriba indicado de Vasallos de Su Majestad Católica...

(Jna joven investigadora de la lJniversidad del PaísVasco, Cecilia Suárez,

ha presentado ya dos adelantos de lo que será su futura tesis doctoral enforma de artículos referidos a temas de soberanía y ciudadanía en el marcode la Banda Orientalsr'.Y son estos los únicos ejemplos de aproximación al

proceso uruguayo correnzado en 1810 por parte de estudiosos no orientalesen los tiempos recientes5T.

Por último y dentro del capítulo de las publicaciones documentales, elArchivo Nacional editó un muy interesante relato del británico John Hall enla víspera de la invasión de los Treinta y Ties. Su mayor interés reside, además

del carácter complementario de los informes del cónsul de Su Majestad Bri-tánica arriba citados, en el hecho de que recoge el estado de la provinciaentonces brasileña en unos años de los que conocemos muy pocas fuentesdocurnentales editadasss.Y si consideramos que la invasión británica al Ríode la Plata en 1807 fue el momento en que todo comenzó, podemos referir-nos ahora al volumen que en este año 2006,anterior a la conmemoración, ha

editado la admirable librería nontevideana Linardi, con testilnonios británi-cos inéditos sobre la invasión y una buena introducción de Ana Ribeirose.

Los dos temas conexos con el de la independencia, calificados comoobsesiones nacionales o como (temas-problema, por Ana Ribeiro -vid. rnás

arriba- han seguido dando aluz páginas por parte de los historiadores. Porun lado, la construcción de la nacionalid¿6160' la reflexión historiográfica

s6 Suárez Cabal (2001 y 2004:185-204)57 Lo absolutamente inseparable de la evolución histórica de la Banda Oriental y del

resto del Río de la Plata hace que prácticamente todo estudio referente a la revoluciónrioplatense incluya capítulos referentes al territorio situado al otro lado del río. No es

nuestra intención recogerlos, ya que aparecerán en el capítulo correspondiente en este

mismo número.58 La Prouincia Oríental a príncípios de 1825 uísta porJohn H¿l/. Montevideo:Archivo

General de la Nación-Ministerio de Educación y Cultura-A. Monteverde y cia.,7995.5e Inuasiones Inglesas. Crónicas anónimas de dos íngleses sobre MonteVídeo y Buenos'4yres>.

Prólogo de Ana Ribeiro. Montevideo:Ediciones El Galeón,2006.('r) Escriben/Caetano/Rilla (2005): <La creación de Uruguay como Estado y como

Nación se transformó en adelante [después de 1830] en una cuestión crucial para el ras-

treo de la identidad del país y para la estructuración de algunas de sus mitologías. Lossucesivos "presentes" llenaron de diverso contenido aquellos mismos hechos, selecciona-ron y aun manipularon la documentación que sin embargo parece todavía lejos de hallar--

Y Uruguay... 69

reciente en torno al tema de la creación de la identidad nacional -el estudiode la justificación de la independencia frente a otras opciones posibles-arranca de la obra antes citada de Carlos Real de Azúa, Los orígenes de la

nacionalidad. .. ; su tardía aparición supuso por sí sola la reapertura de un deba-te, el de la cimentación teórica de la nación, abandonado o dormido desde

tiempo atrás. [Jna de las claves del pensamiento de Real fue su elevado inte-rés por los temas del nacionalismo y la construcción de la nación, y esa refle-xión, aplicada al caso uruguayo, se reflejó en toda su obra y especialmente eneste libro. Probablemente, lo más interesante de él en relación con la crea-ción del imaginario nacionalista fue, a decir de sus prologuistas y editores, la

forma en que desvela la fuerte impregnación partidista del debate en el caso

uruguayo, hasta con tomas de postura parlamentarias en cuestiones pura-mente historiográficas y el reflejo de la situación del país en el predominiode una u otra postura. Su crítica es demoledora y su revisionismo es total enrelación con las razones últimas de la comunidad nacional a la que estudia.

En la estela abierta por Real, el historiador Carlos Demasi daba a la pren-sa en 2004 su lúcido estudio I-a lucha por el pasado. Historia y nación en Uru-

.guay (1920-1930)61 .Las fechas límite de sLr estudio son las que enmarcan loscentenarios de dos fechas clave: 1825 -el de la insurrección contra Brasil y laproclamación de la unión con las provincias del Río de la Plata- y 1830 -elcle la primera constitución de la nación independiente-; las virulentas discu-siones que entonces se producen en relación a cuál de las dos debía de ser la

tccha conmemorativa y que dieron lugar a debates parlamentarios y sesudos

informes62 no eran inocentes, y debajo de una u otra postura se escondían

¡rosiciones partidarias antagónicas. En torno a los debates que llenaron la

..lócada del veinte, Demasi analiza la cuestión de la nación y la identidad, el

ltapel de los partidos en la construcción nacional de Uruguay, su transfornra-t'irin en las primeras décadas del siglo xx y, alrededor de la auténtica (cons-

tnrcción> de una fecha para la celebración del nacimiento de la nación, la

,'l:rboración del relato hegemónico y la utilización de la memoria parula('strulcturación de un <pasado útil>. Al final de tan dilatadas discusiones, la

st' (otlhltente aprovechada. Sin el ánimo de resolver el problema puede sostenerse que el

l)r()(-cso clue culn-rinó con la creación del (Jruguay fue mucho más complejo y contin-r,,( ni('y nrt¡cho r-nenos inequívoco de lo que cualquier interpretación predeterminista"totlo cst:rlr:r clero desde el corlienzo"- qurera sostenerD.

''r l)cnresi (2004).

''' I:l nr:ís t'onocirl<>,:ruti'nticl tcsis en rehción con la cuestión de la independencia,lrrr' t'l tlt' Ill:t¡rt o At't'vt'tlo (l()22: .16l-6O2).

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de aproximación al proceso de la independencia desde el ángulo de losantiindependentistas de signo hispano, proluso o filobrasileño, que prepara-mos con el título más arriba indicado de Vasallos de Su Majestad Católica...

(Jna joven investigadora de la lJniversidad del PaísVasco, Cecilia Suárez,

ha presentado ya dos adelantos de lo que será su futura tesis doctoral enforma de artículos referidos a temas de soberanía y ciudadanía en el marcode la Banda Orientalsr'.Y son estos los únicos ejemplos de aproximación al

proceso uruguayo correnzado en 1810 por parte de estudiosos no orientalesen los tiempos recientes5T.

Por último y dentro del capítulo de las publicaciones documentales, elArchivo Nacional editó un muy interesante relato del británico John Hall enla víspera de la invasión de los Treinta y Ties. Su mayor interés reside, además

del carácter complementario de los informes del cónsul de Su Majestad Bri-tánica arriba citados, en el hecho de que recoge el estado de la provinciaentonces brasileña en unos años de los que conocemos muy pocas fuentesdocurnentales editadasss.Y si consideramos que la invasión británica al Ríode la Plata en 1807 fue el momento en que todo comenzó, podemos referir-nos ahora al volumen que en este año 2006,anterior a la conmemoración, ha

editado la admirable librería nontevideana Linardi, con testilnonios británi-cos inéditos sobre la invasión y una buena introducción de Ana Ribeirose.

Los dos temas conexos con el de la independencia, calificados comoobsesiones nacionales o como (temas-problema, por Ana Ribeiro -vid. rnás

arriba- han seguido dando aluz páginas por parte de los historiadores. Porun lado, la construcción de la nacionalid¿6160' la reflexión historiográfica

s6 Suárez Cabal (2001 y 2004:185-204)57 Lo absolutamente inseparable de la evolución histórica de la Banda Oriental y del

resto del Río de la Plata hace que prácticamente todo estudio referente a la revoluciónrioplatense incluya capítulos referentes al territorio situado al otro lado del río. No es

nuestra intención recogerlos, ya que aparecerán en el capítulo correspondiente en este

mismo número.58 La Prouincia Oríental a príncípios de 1825 uísta porJohn H¿l/. Montevideo:Archivo

General de la Nación-Ministerio de Educación y Cultura-A. Monteverde y cia.,7995.5e Inuasiones Inglesas. Crónicas anónimas de dos íngleses sobre MonteVídeo y Buenos'4yres>.

Prólogo de Ana Ribeiro. Montevideo:Ediciones El Galeón,2006.('r) Escriben/Caetano/Rilla (2005): <La creación de Uruguay como Estado y como

Nación se transformó en adelante [después de 1830] en una cuestión crucial para el ras-

treo de la identidad del país y para la estructuración de algunas de sus mitologías. Lossucesivos "presentes" llenaron de diverso contenido aquellos mismos hechos, selecciona-ron y aun manipularon la documentación que sin embargo parece todavía lejos de hallar--

Y Uruguay... 69

reciente en torno al tema de la creación de la identidad nacional -el estudiode la justificación de la independencia frente a otras opciones posibles-arranca de la obra antes citada de Carlos Real de Azúa, Los orígenes de la

nacionalidad. .. ; su tardía aparición supuso por sí sola la reapertura de un deba-te, el de la cimentación teórica de la nación, abandonado o dormido desde

tiempo atrás. [Jna de las claves del pensamiento de Real fue su elevado inte-rés por los temas del nacionalismo y la construcción de la nación, y esa refle-xión, aplicada al caso uruguayo, se reflejó en toda su obra y especialmente eneste libro. Probablemente, lo más interesante de él en relación con la crea-ción del imaginario nacionalista fue, a decir de sus prologuistas y editores, la

forma en que desvela la fuerte impregnación partidista del debate en el caso

uruguayo, hasta con tomas de postura parlamentarias en cuestiones pura-mente historiográficas y el reflejo de la situación del país en el predominiode una u otra postura. Su crítica es demoledora y su revisionismo es total enrelación con las razones últimas de la comunidad nacional a la que estudia.

En la estela abierta por Real, el historiador Carlos Demasi daba a la pren-sa en 2004 su lúcido estudio I-a lucha por el pasado. Historia y nación en Uru-

.guay (1920-1930)61 .Las fechas límite de sLr estudio son las que enmarcan loscentenarios de dos fechas clave: 1825 -el de la insurrección contra Brasil y laproclamación de la unión con las provincias del Río de la Plata- y 1830 -elcle la primera constitución de la nación independiente-; las virulentas discu-siones que entonces se producen en relación a cuál de las dos debía de ser la

tccha conmemorativa y que dieron lugar a debates parlamentarios y sesudos

informes62 no eran inocentes, y debajo de una u otra postura se escondían

¡rosiciones partidarias antagónicas. En torno a los debates que llenaron la

..lócada del veinte, Demasi analiza la cuestión de la nación y la identidad, el

ltapel de los partidos en la construcción nacional de Uruguay, su transfornra-t'irin en las primeras décadas del siglo xx y, alrededor de la auténtica (cons-

tnrcción> de una fecha para la celebración del nacimiento de la nación, la

,'l:rboración del relato hegemónico y la utilización de la memoria parula('strulcturación de un <pasado útil>. Al final de tan dilatadas discusiones, la

st' (otlhltente aprovechada. Sin el ánimo de resolver el problema puede sostenerse que el

l)r()(-cso clue culn-rinó con la creación del (Jruguay fue mucho más complejo y contin-r,,( ni('y nrt¡cho r-nenos inequívoco de lo que cualquier interpretación predeterminista"totlo cst:rlr:r clero desde el corlienzo"- qurera sostenerD.

''r l)cnresi (2004).

''' I:l nr:ís t'onocirl<>,:ruti'nticl tcsis en rehción con la cuestión de la independencia,lrrr' t'l tlt' Ill:t¡rt o At't'vt'tlo (l()22: .16l-6O2).

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70 Julio Sánche z Gotnez

imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la Gcha conmemorativa dio lugara una solución salomónica: dos celebraciones, en 1925 el <CentenarioNacional> y en 1930 la <Fiesta de la Democracia>, teñidas de connotacionesconservadoras la una y reformistas la otra. A partir de ese momento se edifi-ca una visión consensuada, que es la que ha perdurado, a cambio de olvidarla oposición de proyectos que estaba en su origen. Demasi trata en su obrade recordárnoslo. Este libro es, de paso, un excelente análisis de la evoluciónpolítica del país en la tercera década del siglo xx.

Ahondando en el mismo tema, Gerardo Caetano, uno de los historiado-res más consagrados de la academia uruguaya63, inserta un interesantísimocapítulo suyo dedicado a (Jruguay y Paraguay en un libro dedicado al análi-sis del tratamiento de los procesos de independencia y configuración de las

identidades nacionales en los países latinoamericanos, iniciativa que debemosa la OEI6a.

Con su acostumbrada agudeza, Caetano65 plantea un candente problema:cómo conjugar integración regional -Mercosur- con el imaginario hiperna-cionalista que ha caracteriz^do la fornración de generaciones y generacionesde escolares y el hecho de que, en el caso uruguayo, la afirmación nacional se

haya caracterizado por el posicionar.niento (contra> el otro, contra Brasil ysobre todo contra Argentina -el fanloso libro de Pivel Devoto Raíces colonia-

les de la Reuolucí(m Orietúal es citado por el autor como un excelente ejemplode la premisa antiporteñista de la historiografia uruguaya nacionalista-. lJnproceso de integración que, al menos teóricamente, debería exigir ciertasreformulaciones en los relatos escolares.

Caetano comienza su capítulo con una reflexión teórica -<algunos apun-tes teóricos para rediscutir la construcción de identidades sociales y naciona-

('3 Historiador y politólogo. Director de una de las instituciones más prestigiosas deUruguay en la investigación en ciencias sociales, el Instituto de Ciencia Política de laUniversidad de la República.

6a Trabajo ya citado de Gerardo Caetano: <Los "nosotros" y los "otros",r. Notas paraun estudio de los manuales escolares en Paraguay y (Jruguayr, de inmediata aparición enel volumen correspondiente de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos parala Educación).Agradezco al proGsor Caetano su amabilidad al proporcionarme el rexrodel artículo antes de su salida de prensas.Amplía sensiblemente este texto otro publicadoen la revista portuguesa Atlántica, N." 2, 2005, rirulado <Buenos Aires y Montevideo y las

marcas de la revolución de la Independencia>.65 Continúa aquí una reflexión que ya planteaba antes en dos volúmenes que ante-

riornrente había coordinado: Caetano (2003 y 2004).

Y uruguay...

les>- en la que plantea el carácter históricamente construido y, por lo tanto,no esencialista de toda identidad social, y el que las trayectorias contemporá-neas de las identidades sociales no pueden ser ajenas a las múltiples implica-ciones de los procesos de globalizaciín y trasnacionalizaciín actualmente en

curso. No hay autarquía posible frente a los muchos vectores de planetariza-ción de las agendas y de los problemas, con un nivel de integración crecien-te y diversificado que alcanza niveles inéditos. Aborda también el tópico de

las identidades culturales y nacionales alaluz de los procesos de integraciónen espacios supranacionales. I-Jna segunda parte la titula (Algunos prejuiciosperdurables en la perspectiva de una historia regional: apuntes para una nira-da histórica acerca del contraste entre Montevideo y Buenos Aires>, la histo-ria de la revolución de independencia en el oriente platense como revolu-ción <en> y (contra) el Río de la Plata. El autor sigue los orígenes y el

desarrollo de la fabricación del enfrentamiento entre ambas orillas: loshechos, desde la colonia hasta los tiempos de la ocupación luso-brasileña y lareelaboración de los hechos después del momento de la independencia66.

A continuación, Caetano aborda la aparición del <imaginario nacionalistauruguayo y algunos de sus itinerarios más significativos> y lo acompaña desde

su configuración -<en las últimas décadas del siglo xIX, cuando en el país

adquiría vigencia un primer impulso modernizador de signo capitalista yc'mpezaban a perfilarse los rasgos del Uruguay contemporáneo>- hasta su

clefinitiva consolidación, con un objetivo declarado: <[...] poner de manifies-to algunas de las muchas razones que impidieron un consenso sólido entorno a la interpretación del "pasado fundante" o la "narrativa de los oríge-nes" en el lJruguay, así como el registro de cómo la controversia resultante se

configuró como un motor dinamizador de la lucha de ideas en el (Jruguay

del siglo xx)).Y Caetano se coloca en la posición de Real de Azia: el uru-rray nació antes que los uruguayos, el Estado precedió a la nación. Entre las

('6 <Buenos Aires y Montevideo, entre encuentros y desencuentros, fueron sin embar-r1o fbrjando en forma progresiva una alteridad predominante, sobre todo promovida,lesde el lado más pequeño de la disputa, desde Montevideo; se fueron construyendo,lcstle entonces una historia de filias y fobias convertidas con el tiempo en el cimientoi.rt r-:rlizador de las liturgias cívicas de ambas naciones. Sin embargo, a casi dos siglos de,rt¡trcllos acontecimientos, aquellas "primeras independencias" ya no bastan. Sus sustentoslristoriogríficos y simbólicos fueron hechos hacia finales del siglo xtx para fundar nacio-r rt's y países ensimismados "para andar solos" recelosos de sus vecinos, ya no resultan ade-( u:r(l()s par:l elrfi'entar los desafios del nuevo mundo de la aldea global y de los procesos, lt' itttt'gr';rt'i<irr lcgionltlcs.o

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imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la Gcha conmemorativa dio lugara una solución salomónica: dos celebraciones, en 1925 el <CentenarioNacional> y en 1930 la <Fiesta de la Democracia>, teñidas de connotacionesconservadoras la una y reformistas la otra. A partir de ese momento se edifi-ca una visión consensuada, que es la que ha perdurado, a cambio de olvidarla oposición de proyectos que estaba en su origen. Demasi trata en su obrade recordárnoslo. Este libro es, de paso, un excelente análisis de la evoluciónpolítica del país en la tercera década del siglo xx.

Ahondando en el mismo tema, Gerardo Caetano, uno de los historiado-res más consagrados de la academia uruguaya63, inserta un interesantísimocapítulo suyo dedicado a (Jruguay y Paraguay en un libro dedicado al análi-sis del tratamiento de los procesos de independencia y configuración de las

identidades nacionales en los países latinoamericanos, iniciativa que debemosa la OEI6a.

Con su acostumbrada agudeza, Caetano65 plantea un candente problema:cómo conjugar integración regional -Mercosur- con el imaginario hiperna-cionalista que ha caracteriz^do la fornración de generaciones y generacionesde escolares y el hecho de que, en el caso uruguayo, la afirmación nacional se

haya caracterizado por el posicionar.niento (contra> el otro, contra Brasil ysobre todo contra Argentina -el fanloso libro de Pivel Devoto Raíces colonia-

les de la Reuolucí(m Orietúal es citado por el autor como un excelente ejemplode la premisa antiporteñista de la historiografia uruguaya nacionalista-. lJnproceso de integración que, al menos teóricamente, debería exigir ciertasreformulaciones en los relatos escolares.

Caetano comienza su capítulo con una reflexión teórica -<algunos apun-tes teóricos para rediscutir la construcción de identidades sociales y naciona-

('3 Historiador y politólogo. Director de una de las instituciones más prestigiosas deUruguay en la investigación en ciencias sociales, el Instituto de Ciencia Política de laUniversidad de la República.

6a Trabajo ya citado de Gerardo Caetano: <Los "nosotros" y los "otros",r. Notas paraun estudio de los manuales escolares en Paraguay y (Jruguayr, de inmediata aparición enel volumen correspondiente de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos parala Educación).Agradezco al proGsor Caetano su amabilidad al proporcionarme el rexrodel artículo antes de su salida de prensas.Amplía sensiblemente este texto otro publicadoen la revista portuguesa Atlántica, N." 2, 2005, rirulado <Buenos Aires y Montevideo y las

marcas de la revolución de la Independencia>.65 Continúa aquí una reflexión que ya planteaba antes en dos volúmenes que ante-

riornrente había coordinado: Caetano (2003 y 2004).

Y uruguay...

les>- en la que plantea el carácter históricamente construido y, por lo tanto,no esencialista de toda identidad social, y el que las trayectorias contemporá-neas de las identidades sociales no pueden ser ajenas a las múltiples implica-ciones de los procesos de globalizaciín y trasnacionalizaciín actualmente en

curso. No hay autarquía posible frente a los muchos vectores de planetariza-ción de las agendas y de los problemas, con un nivel de integración crecien-te y diversificado que alcanza niveles inéditos. Aborda también el tópico de

las identidades culturales y nacionales alaluz de los procesos de integraciónen espacios supranacionales. I-Jna segunda parte la titula (Algunos prejuiciosperdurables en la perspectiva de una historia regional: apuntes para una nira-da histórica acerca del contraste entre Montevideo y Buenos Aires>, la histo-ria de la revolución de independencia en el oriente platense como revolu-ción <en> y (contra) el Río de la Plata. El autor sigue los orígenes y el

desarrollo de la fabricación del enfrentamiento entre ambas orillas: loshechos, desde la colonia hasta los tiempos de la ocupación luso-brasileña y lareelaboración de los hechos después del momento de la independencia66.

A continuación, Caetano aborda la aparición del <imaginario nacionalistauruguayo y algunos de sus itinerarios más significativos> y lo acompaña desde

su configuración -<en las últimas décadas del siglo xIX, cuando en el país

adquiría vigencia un primer impulso modernizador de signo capitalista yc'mpezaban a perfilarse los rasgos del Uruguay contemporáneo>- hasta su

clefinitiva consolidación, con un objetivo declarado: <[...] poner de manifies-to algunas de las muchas razones que impidieron un consenso sólido entorno a la interpretación del "pasado fundante" o la "narrativa de los oríge-nes" en el lJruguay, así como el registro de cómo la controversia resultante se

configuró como un motor dinamizador de la lucha de ideas en el (Jruguay

del siglo xx)).Y Caetano se coloca en la posición de Real de Azia: el uru-rray nació antes que los uruguayos, el Estado precedió a la nación. Entre las

('6 <Buenos Aires y Montevideo, entre encuentros y desencuentros, fueron sin embar-r1o fbrjando en forma progresiva una alteridad predominante, sobre todo promovida,lesde el lado más pequeño de la disputa, desde Montevideo; se fueron construyendo,lcstle entonces una historia de filias y fobias convertidas con el tiempo en el cimientoi.rt r-:rlizador de las liturgias cívicas de ambas naciones. Sin embargo, a casi dos siglos de,rt¡trcllos acontecimientos, aquellas "primeras independencias" ya no bastan. Sus sustentoslristoriogríficos y simbólicos fueron hechos hacia finales del siglo xtx para fundar nacio-r rt's y países ensimismados "para andar solos" recelosos de sus vecinos, ya no resultan ade-( u:r(l()s par:l elrfi'entar los desafios del nuevo mundo de la aldea global y de los procesos, lt' itttt'gr';rt'i<irr lcgionltlcs.o

71

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72 Julio Sánche z Gornez

dos posturas enfrentadas en el último tercio del siglo xIx para explicar laindependencia y la construcción del estado uruguayo, la nacionalista o inde-pendentista clásica y la unionista o disidente, el triunfo de la primera sólo se

produce de forrna masiva ya en el siglo xx. Por último, el autor aborda la

explicación del proceso histórico en los manuales escolares -<nosotros y los

otros en el sistema educativo: los manuales escolares tradicionales y sus sobre-vivenciaso6T- y culmina recogiendo un pensamiento y un programa deAlberto Methol Ferré, expresado en un simposio sobre <políticas culturalesen el marco de la integración regional en MERCOSUR: <[Debemos] inte-rrogarnos si el imaginario brasileño, el imaginario argentino y el imaginariouruguayo actuales sirven tal como han sido acuñados. Porque han sido acu-ñados para estar solos y no juntos>.

En el marco de una tesis doctoral presentada en la lJniversidad del País

Vasco, la joven historiadora formada en España Carolina González Laurinoha rastreado también la construcción de la identidad nacional uruguaya a

través de la escuela y la enseñanza, desrnenuzando el papel del ámbito esco-lar en la creación de nacionalidad('8.

En cuanto a los estudios dedicados al caudillo José Gervasio de Artigas yal artiguismo, la creación ha seguido siendo abundante y sólo en los últimoscinco años han aparecido un sinnírmero de obras dedicadas a la figura delconsiderado fundador de la nacionalidad oriental6e; entre tantísima produc-ción hay que decir que en su inmensa nrayoría se trata de literatura novelada

67 En el caso del Uruguay llega a la conclusión -tras un recorrido histórico de

manuales escolares desde fines del siglo xtx-, en primer lugar, de que en todos los textosse percibe con nitidez una clara voluntad de afirmación nacionalista, simbolizada en laexaltación recllrrente de la <singularidad,¡ de la sociedad uruguaya y su recorrido históri-co. En segundo lugar, este nacionalisno acendrado de la <historiografia escolan urugua-ya convive con bastante comodidad con un marcado cosmopolitismo, especialmentereferido a Europa y Estados Unidos.l en tercer lugar, el tratamiento dado a la relaciónentre este (nosotros) uruguayo y sus (otros) más cercanos de la región resulta claramentemás conflictivo (en particular respecto a la percepción de los argentinos).

68 González Laurino (2001).6e A título de ejemplo y además de otras citadas y comentadas más abajo: Fernández

Huidobro (2000) en st Artigas olvídatlo,Maggi (1999),Carrezzoni (1999), Rela (2000),Abella (1999), Ór.". Padrón Favre (1999), Galván (1998), RodríguezAlcalá (2003) yPedro Gaudiano (2002).Junto a esta abrumadora producción,monografias en las que elprócer ocupa una parte destacada, como la de Luna (2000), al lado de obras de tinte más

novelístico, como la de Caula (2000),libros ilustrados infantiles y un sinnúmero de artícu-los en prensa.

Y Uruguay... 73

o seminovelada,biografras apologéticas que forrran parte de la tradición lau-datoria y acútica con el héroe fundador que tanto choca fuera del país e

incluso literatura militante, de reivindicación de la vigencia de la figura delcaudillo, sobre todo parala izquierda. Mucho prescindible y poco, por tanto,rescatable para el campo de la historia. De entre el denso bosque, probable-nlente sólo dos obras puedan ser objeto de rescate por su aportación al avance

del conocimiento histórico: la monumental obra de Ana Ribeiro El Caudilloy el Dictado/O, que culmina otras publicadas antes por ella, fundamentalmen-te Los tíempos de ArtigasTl y 200 cartas y papeles de los tiempos de Artigas, queconvierten a la profesora Ribeiro en la mayor especialista actual en el perso-naje, lo que es mucho decir en un país en el que casi cada habitante escribeuna obra sobre el caudillo. Sin despegarse del todo del tono apologéticohabitual, Ribeiro utlliza documentación inédita que muestra facetas nuevas

tlc'l personaje y de su actuación política y plantea cuestiones que se apartan,rlgo de la historiografia tradicional: cuestiona el carácter de reforma agrariadel celebrado reglarnento de tierras del año 15, inserta un proyecto de cons-titución artiguista que incluye variables desconocidas respecto a las conoci-.l¡s Instrucciones del año XIII y abunda en la idea del final poco glorioso ytlcrrotado del caudillo, frente a la visión tradicional de la <traición> universal.l:n El Caudillo teahzaAna Ribeiro la aportación más decisiva: si el caudillocs Artigas, el dictador es Francia, el Supremo de Paraguay, que lo acogió en ele xilio que marcó los últimos años de su vida. Es, pues, sobre todo, una histo-rirr de los años 1820 a 1850, los rnás desconocidos, los años paraguayos, quel:r ¡utora recrea manejando una amplia documentación recogida en Para-

r1tny. Pero tras el marco del seguimiento de la peripecia artiguista, aparece unt'studio entrelazado de los procesos de ruptura e independencia respecto al

¡rocler español de Paraguay y la Banda Oriental, y de la proyección sobre,'llos de las relaciones conflictivas con los vecinos brasileños y rioplatenses

lunto con la presencia constante del poder británico, un necesario marcort'giorral hasta ahora poco trabajado, como indicábamos más arriba.

En 2001 y cono resultado de una de las muchas reuniones científicas quelr.r organizado, la profesora Ana Frega publicaba, junto con Ariadna Islas,

,\irr'ru-s miradas en torno al artiguismoT2,que recoge las intervenciones en un

/'r l\ibciro (2000 y 2003).Ana Ribeiro es profesora de la Universidad Católica delI lruqu:ry y nricnrbro del CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana), eli ( ntr() (lc rcft'rcncia en ciencias sociales y humanas del Uruguay.

'r l{ilrt'irrr (199()).'' l:rcg:r/lsl:rs(2(X)l ).

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dos posturas enfrentadas en el último tercio del siglo xIx para explicar laindependencia y la construcción del estado uruguayo, la nacionalista o inde-pendentista clásica y la unionista o disidente, el triunfo de la primera sólo se

produce de forrna masiva ya en el siglo xx. Por último, el autor aborda la

explicación del proceso histórico en los manuales escolares -<nosotros y los

otros en el sistema educativo: los manuales escolares tradicionales y sus sobre-vivenciaso6T- y culmina recogiendo un pensamiento y un programa deAlberto Methol Ferré, expresado en un simposio sobre <políticas culturalesen el marco de la integración regional en MERCOSUR: <[Debemos] inte-rrogarnos si el imaginario brasileño, el imaginario argentino y el imaginariouruguayo actuales sirven tal como han sido acuñados. Porque han sido acu-ñados para estar solos y no juntos>.

En el marco de una tesis doctoral presentada en la lJniversidad del País

Vasco, la joven historiadora formada en España Carolina González Laurinoha rastreado también la construcción de la identidad nacional uruguaya a

través de la escuela y la enseñanza, desrnenuzando el papel del ámbito esco-lar en la creación de nacionalidad('8.

En cuanto a los estudios dedicados al caudillo José Gervasio de Artigas yal artiguismo, la creación ha seguido siendo abundante y sólo en los últimoscinco años han aparecido un sinnírmero de obras dedicadas a la figura delconsiderado fundador de la nacionalidad oriental6e; entre tantísima produc-ción hay que decir que en su inmensa nrayoría se trata de literatura novelada

67 En el caso del Uruguay llega a la conclusión -tras un recorrido histórico de

manuales escolares desde fines del siglo xtx-, en primer lugar, de que en todos los textosse percibe con nitidez una clara voluntad de afirmación nacionalista, simbolizada en laexaltación recllrrente de la <singularidad,¡ de la sociedad uruguaya y su recorrido históri-co. En segundo lugar, este nacionalisno acendrado de la <historiografia escolan urugua-ya convive con bastante comodidad con un marcado cosmopolitismo, especialmentereferido a Europa y Estados Unidos.l en tercer lugar, el tratamiento dado a la relaciónentre este (nosotros) uruguayo y sus (otros) más cercanos de la región resulta claramentemás conflictivo (en particular respecto a la percepción de los argentinos).

68 González Laurino (2001).6e A título de ejemplo y además de otras citadas y comentadas más abajo: Fernández

Huidobro (2000) en st Artigas olvídatlo,Maggi (1999),Carrezzoni (1999), Rela (2000),Abella (1999), Ór.". Padrón Favre (1999), Galván (1998), RodríguezAlcalá (2003) yPedro Gaudiano (2002).Junto a esta abrumadora producción,monografias en las que elprócer ocupa una parte destacada, como la de Luna (2000), al lado de obras de tinte más

novelístico, como la de Caula (2000),libros ilustrados infantiles y un sinnúmero de artícu-los en prensa.

Y Uruguay... 73

o seminovelada,biografras apologéticas que forrran parte de la tradición lau-datoria y acútica con el héroe fundador que tanto choca fuera del país e

incluso literatura militante, de reivindicación de la vigencia de la figura delcaudillo, sobre todo parala izquierda. Mucho prescindible y poco, por tanto,rescatable para el campo de la historia. De entre el denso bosque, probable-nlente sólo dos obras puedan ser objeto de rescate por su aportación al avance

del conocimiento histórico: la monumental obra de Ana Ribeiro El Caudilloy el Dictado/O, que culmina otras publicadas antes por ella, fundamentalmen-te Los tíempos de ArtigasTl y 200 cartas y papeles de los tiempos de Artigas, queconvierten a la profesora Ribeiro en la mayor especialista actual en el perso-naje, lo que es mucho decir en un país en el que casi cada habitante escribeuna obra sobre el caudillo. Sin despegarse del todo del tono apologéticohabitual, Ribeiro utlliza documentación inédita que muestra facetas nuevas

tlc'l personaje y de su actuación política y plantea cuestiones que se apartan,rlgo de la historiografia tradicional: cuestiona el carácter de reforma agrariadel celebrado reglarnento de tierras del año 15, inserta un proyecto de cons-titución artiguista que incluye variables desconocidas respecto a las conoci-.l¡s Instrucciones del año XIII y abunda en la idea del final poco glorioso ytlcrrotado del caudillo, frente a la visión tradicional de la <traición> universal.l:n El Caudillo teahzaAna Ribeiro la aportación más decisiva: si el caudillocs Artigas, el dictador es Francia, el Supremo de Paraguay, que lo acogió en ele xilio que marcó los últimos años de su vida. Es, pues, sobre todo, una histo-rirr de los años 1820 a 1850, los rnás desconocidos, los años paraguayos, quel:r ¡utora recrea manejando una amplia documentación recogida en Para-

r1tny. Pero tras el marco del seguimiento de la peripecia artiguista, aparece unt'studio entrelazado de los procesos de ruptura e independencia respecto al

¡rocler español de Paraguay y la Banda Oriental, y de la proyección sobre,'llos de las relaciones conflictivas con los vecinos brasileños y rioplatenses

lunto con la presencia constante del poder británico, un necesario marcort'giorral hasta ahora poco trabajado, como indicábamos más arriba.

En 2001 y cono resultado de una de las muchas reuniones científicas quelr.r organizado, la profesora Ana Frega publicaba, junto con Ariadna Islas,

,\irr'ru-s miradas en torno al artiguismoT2,que recoge las intervenciones en un

/'r l\ibciro (2000 y 2003).Ana Ribeiro es profesora de la Universidad Católica delI lruqu:ry y nricnrbro del CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana), eli ( ntr() (lc rcft'rcncia en ciencias sociales y humanas del Uruguay.

'r l{ilrt'irrr (199()).'' l:rcg:r/lsl:rs(2(X)l ).

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simposio con ese título celebrado con presencia de historiadores uruguayos,argentinos y brasileños. Evidentemente, como todas las obras colectivas,recoge contribuciones con valor muy dispar, algunas de muy alto interés:Arturo A. Bentancur inserta, como prolongación de su investigación abiertaen El puerto, una novedosa reflexión sobre la figura de Artigas: <En busca delpersonaje histórico José Artigas: breve análisis de su relacionamiento con elnúcleo español de Montevideo>, una visión de la conflictiva relación quemantuvo el caudillo con el coraz6n del Montevideo español, los comercian-tes; los artículos de Tomás Sansón, <La religiosidad de Artigasr, un acerca-miento a la relación de Artigas con el elemento eclesiástico; de Diana Bian-chi, <Educación y cobertura escolar en el contexto del pensamientoilustrado>, Ia política educativa en tiempos de la revolución; el de HelenOsorio, <La capitanía de Río Grande en la época de la revolución artiguista:economía y sociedad>, una novedosa aproximación, al menos para el lectordel otro lado de la frontera, al territorio riograndense en tiempos de Artigasy a la participación de los gaúchos en el movimiento oriental, y la contribu-ción de la propia editora,Ana Frega: <El artiguismo en la revolución del Ríode la Plata.Algunas líneas de trabajo sobre el "Sistema de los pueblos libres">,donde cuestiona duramente la idea de la <naturalidad> de la separación de laBanda-Provincia Oriental en Estado independiente a partir del límite del río(Jruguay. Parte del supuesto de que las regiones son un producto histórico,analizando los diferentes proyectos de organización política del espacio pla-tense, las tensiones entre las soberanías locales y los poderes pretendidanentecentrales y las rivalidades entre los poderes locales de diversajerarquía. Losterritorios que conformaron la Liga Federal fueron muy carnbiantes durantela pervivencia de ésta. El <Sistema de los Pueblos Libres> fue un sistema depactos inestable, cambiante e inrpreciso entre los grupos dirigentes de las

provincias. Muestra la representación cartográfica del (Protectorado) comoalgo firme, consolidado, estable, cuando en realidad refiere a una experienciacambiante, en conflicto, y donde fueron pocos meses aquellos en los que este

territorio correspondi6 ala <Líga Federal>. La profesora Frega analiza desde

un ángulo que contradice la conocida tesis nacionalista de la inevitabilidaddel Uruguay, cuestiones como el concepto de soberanía de los pueblos y las

relaciones entre éstos en el seno de la Liga y con Buenos Aires, la actitud de

las elites -<el apoyo de las elites hispano criollas a Artigas se mantuvo hasta

tanto lograron crear -o construir rnediante alianzas- un sistema defensivoque no dependiera del ejército artiguista))-, su temor al desorden social... Enresumen, un nluy interesante, serio y documentado trabajo dentro de la línea

Y LJruguay... 75

a que nos tiene acostumbrados. El capítulo de Héctor R. Olazábal, <La idea

de Nación en Artigas>, desmenuza no sólo la idea de Artigas, que no era par-

tidario de la independencia, sino la dominante en la provincia oriental -?artede las provincias del Río de la Plata- hasta mediados del siglo xtx;el de

Lucía Sala, <Democracia durante las guerras por la Independencia en Hispa-

noamérica>, revelador de su maestría como historiadora consagrada, o el de

Isabel Barreto Messano, <Villa Soriano durante el período artiguista. Los

sucesos históricos y su consecuencia demográftca en un poblado de la cam-

paña oriental>, que incide en una imprescindible vía -que ya ha seguido

también la profesora Frega- de estudio de la revolución artiguista a escala

local. Por último, imprescindible hacer mención al estudio deJaimeYafÉ,<La izquierda uruguaya y el pasado revolucionario oriental ¿una leyenda roja

del artiguismo?, interesantísimo seguimiento del cambio de óptica por parte

de la izquierda, desde la negación al abruzo apasionado en los últimos años.

Como es inevitable, otras miradas no tienen nada de nuevas y se limitan a

continuar el camino más trilladoT3.

Más allá de la edición de ese volumen, la profesora Frega ya había abor-

dado a Artigas y el artiguisnlo en otros estudios suyos, avances de su línea de

investigación. En <La virtud y el poder. La soberanía particular de los pueblos

en el proyecto artiguistarT4, llama la atención sobre las ambigüedades y con-tradicciones del proyecto artiguista, la inestabilidad de los pactos de la Liga

Federal, el carácter personal de los poderes del caudillo, que no se basaban en

la aceptación de un pro€arama, sino en las adhesiones a su carisma. Aborda

t¡mbién la red de legitimidades en qLre basaba su poder, en relación con las

clites, los pueblos o sus milicias, y las razones por las que la lucha se mantuvo

nlás afianzada en las poblaciones de la campaña oriental que en los núcleos

rrrbanos.

13 Vid., por ejemplo, el capítulo de Eduardo Azcuy Anreghino, <Actualidad y signifi-, rrtftr del :rrtignismor, en el qr,re pueden recogerse expresiones como: <la gesta artiguistrto;((.r):u¡osto de 1U16,miles de soldados portugueses,en cuurplimiento del viejo sueño de

l.r corte lusit¿rna invaden la tierra oriental con la nriser¿ble complicidad del Directorio y

Ios srupos dirigentes de Buenos Aireso, que yl recogíat-nos ntás arriba;o: <Qué lejos están

t rtos princi¡rios de un "bár'brro desorg:rnizador", como lo ilamó Mitre, y qué cerca de

lr.rbc¡'constituido,ya en los inicios del siglo xlx, los cimientos de una gran nación sud-

,ulrt'r'iclrn;r, clcrlrc¡crátic¿r y plural, que aíur hoy pemranece entre nosotros conlo una astg-

n.rtrrr:r l:¡rq:uncntc pcndientcr- ¡Artig:rs, a punto de conseguir la unidad latinoarnericana

¡tol l:r tltrc suspiltblr llolív:rr!/l I'r'egu (l()()13:r).

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simposio con ese título celebrado con presencia de historiadores uruguayos,argentinos y brasileños. Evidentemente, como todas las obras colectivas,recoge contribuciones con valor muy dispar, algunas de muy alto interés:Arturo A. Bentancur inserta, como prolongación de su investigación abiertaen El puerto, una novedosa reflexión sobre la figura de Artigas: <En busca delpersonaje histórico José Artigas: breve análisis de su relacionamiento con elnúcleo español de Montevideo>, una visión de la conflictiva relación quemantuvo el caudillo con el coraz6n del Montevideo español, los comercian-tes; los artículos de Tomás Sansón, <La religiosidad de Artigasr, un acerca-miento a la relación de Artigas con el elemento eclesiástico; de Diana Bian-chi, <Educación y cobertura escolar en el contexto del pensamientoilustrado>, Ia política educativa en tiempos de la revolución; el de HelenOsorio, <La capitanía de Río Grande en la época de la revolución artiguista:economía y sociedad>, una novedosa aproximación, al menos para el lectordel otro lado de la frontera, al territorio riograndense en tiempos de Artigasy a la participación de los gaúchos en el movimiento oriental, y la contribu-ción de la propia editora,Ana Frega: <El artiguismo en la revolución del Ríode la Plata.Algunas líneas de trabajo sobre el "Sistema de los pueblos libres">,donde cuestiona duramente la idea de la <naturalidad> de la separación de laBanda-Provincia Oriental en Estado independiente a partir del límite del río(Jruguay. Parte del supuesto de que las regiones son un producto histórico,analizando los diferentes proyectos de organización política del espacio pla-tense, las tensiones entre las soberanías locales y los poderes pretendidanentecentrales y las rivalidades entre los poderes locales de diversajerarquía. Losterritorios que conformaron la Liga Federal fueron muy carnbiantes durantela pervivencia de ésta. El <Sistema de los Pueblos Libres> fue un sistema depactos inestable, cambiante e inrpreciso entre los grupos dirigentes de las

provincias. Muestra la representación cartográfica del (Protectorado) comoalgo firme, consolidado, estable, cuando en realidad refiere a una experienciacambiante, en conflicto, y donde fueron pocos meses aquellos en los que este

territorio correspondi6 ala <Líga Federal>. La profesora Frega analiza desde

un ángulo que contradice la conocida tesis nacionalista de la inevitabilidaddel Uruguay, cuestiones como el concepto de soberanía de los pueblos y las

relaciones entre éstos en el seno de la Liga y con Buenos Aires, la actitud de

las elites -<el apoyo de las elites hispano criollas a Artigas se mantuvo hasta

tanto lograron crear -o construir rnediante alianzas- un sistema defensivoque no dependiera del ejército artiguista))-, su temor al desorden social... Enresumen, un nluy interesante, serio y documentado trabajo dentro de la línea

Y LJruguay... 75

a que nos tiene acostumbrados. El capítulo de Héctor R. Olazábal, <La idea

de Nación en Artigas>, desmenuza no sólo la idea de Artigas, que no era par-

tidario de la independencia, sino la dominante en la provincia oriental -?artede las provincias del Río de la Plata- hasta mediados del siglo xtx;el de

Lucía Sala, <Democracia durante las guerras por la Independencia en Hispa-

noamérica>, revelador de su maestría como historiadora consagrada, o el de

Isabel Barreto Messano, <Villa Soriano durante el período artiguista. Los

sucesos históricos y su consecuencia demográftca en un poblado de la cam-

paña oriental>, que incide en una imprescindible vía -que ya ha seguido

también la profesora Frega- de estudio de la revolución artiguista a escala

local. Por último, imprescindible hacer mención al estudio deJaimeYafÉ,<La izquierda uruguaya y el pasado revolucionario oriental ¿una leyenda roja

del artiguismo?, interesantísimo seguimiento del cambio de óptica por parte

de la izquierda, desde la negación al abruzo apasionado en los últimos años.

Como es inevitable, otras miradas no tienen nada de nuevas y se limitan a

continuar el camino más trilladoT3.

Más allá de la edición de ese volumen, la profesora Frega ya había abor-

dado a Artigas y el artiguisnlo en otros estudios suyos, avances de su línea de

investigación. En <La virtud y el poder. La soberanía particular de los pueblos

en el proyecto artiguistarT4, llama la atención sobre las ambigüedades y con-tradicciones del proyecto artiguista, la inestabilidad de los pactos de la Liga

Federal, el carácter personal de los poderes del caudillo, que no se basaban en

la aceptación de un pro€arama, sino en las adhesiones a su carisma. Aborda

t¡mbién la red de legitimidades en qLre basaba su poder, en relación con las

clites, los pueblos o sus milicias, y las razones por las que la lucha se mantuvo

nlás afianzada en las poblaciones de la campaña oriental que en los núcleos

rrrbanos.

13 Vid., por ejemplo, el capítulo de Eduardo Azcuy Anreghino, <Actualidad y signifi-, rrtftr del :rrtignismor, en el qr,re pueden recogerse expresiones como: <la gesta artiguistrto;((.r):u¡osto de 1U16,miles de soldados portugueses,en cuurplimiento del viejo sueño de

l.r corte lusit¿rna invaden la tierra oriental con la nriser¿ble complicidad del Directorio y

Ios srupos dirigentes de Buenos Aireso, que yl recogíat-nos ntás arriba;o: <Qué lejos están

t rtos princi¡rios de un "bár'brro desorg:rnizador", como lo ilamó Mitre, y qué cerca de

lr.rbc¡'constituido,ya en los inicios del siglo xlx, los cimientos de una gran nación sud-

,ulrt'r'iclrn;r, clcrlrc¡crátic¿r y plural, que aíur hoy pemranece entre nosotros conlo una astg-

n.rtrrr:r l:¡rq:uncntc pcndientcr- ¡Artig:rs, a punto de conseguir la unidad latinoarnericana

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76 Ju[o Sánchez Gómez

otros dos libros interesantes, pero que no son nuevos: se trata de dosobras de un autor ya fallecido, Arturo Ardao, que aparecen publicadas ahorarecogiendo trabajos suyos de fechas anteriores: Artigas y er artiguismo, y unainteresante historia del surgimiento y recorrido de ialaiía artiluista, ¿Desdecuándo el rulto artiguísta?7s.

De las otras muchas publicaciones aparecidas en los últimos años en tornoa Artigas, poco hay que decir desde el punto de vista del análisis histórico.Hay alegatos y apologías sobre el caudilloT. o sobre disti'tas facetas del per-sonaje -su entraña india77, su carácter de revolucionario radicalTs, etc._ con

'rás o menos apoyatura documental, otros son cronologías seguramente úti-

les y otros se califican desde su título7e.Lamentábamos nlás arriba la escasa presencia de historiadores extranjeros

entre los estudiosos de la historia oriental. Excluimos -ya lo decíamos r'ásarriba- de esta afirmación a los historiadores argentinos, que en muchas oca_siones abordan cuestiones referentes a la historia orienial en el marco deestudios referentes a su país80. pero, en el caso brasileño, la absoluta indiferen_cia hacia lo que fue una parte de su propio territorio comienza a ronperseen los últi'ros años.Tau Golin dedica una obra reciente'l a la problemáticade la fijación de la frontera sur en los co'rienzos de la vida indeiendiente deBrasil y, en ella, tres capítulos -<Sediqáo e Guerra

'a indepencléncia urugua-

ya>, <As invasdes da Banda oriental em 1g11 e o clestino áa Fronteirao y oAsfronteiras de 1819 e 1821(cisplatina)>- abordan el tiempo de la ocr.rpaciónde la Banda oriental. La obra de Golin estudia la formación de las fronterasdel sur de Brasil, los movimientos efectuados por los gobiernos, colonial eimperial, y los espontáneos de la propia población en la fijación de los lími_tes de Brasil con sus vecinos platenses.

Recientemente, los Departamentos de Historia de la universidade deSáo Paulo,la Pontificia Universidade católica do Rio Grande do Sul y launiversidade Federal de Río Grande do Sul -esta última ha iniciado los pri-

7s Atdao (2001 y 2002).76 Maggi (1999 y 2005).77 Abella (1999).78 Fernández Huidobro (2000).7e Caula (2000).8o Enrre los nuchísi'ros que podría'.ros cirar: chiaramonte (1997a),Mayo (1997),

Segreti (1995) y Schmit (2004).8r Golin Q002).Tau Golin es profesor clel Instituto cle Filosofia y ciencias Humanas

y de Historia e' la universidade de passo Fundo, Rio Grande do sul.

Y Uruguay... 77

meros programas conjuntos de trabajo e investigación con la (Jniversidad dela República de Montevideo para acometer problernáticas comunesS2- hancornenzado a abordar investigaciones referentes a la formación de la naciónbrasileña, en las que han concedido algún espacio al papel de la Cisplatina enlos primeros tiempos de vida independiente del Imperio. Es el caso de losestudios ya publicados de Joao Paulo Garrido Pimenta, Estado e naSáo no fnrdtts Imperitts Ibérícos n.o Prata (180s-1828),que desde una postura que privile-gia el estudio conjunto del Plata como región,analiza cuestiones tan intere-santes conlo la postura de la corte portuguesa en Brasil frente a las revolu-ciones en la América hispana, la intervención lusitana y sus consecuencias, yel reflejo cle la revolución de Porto y de la independencia de Brasil en elconjunto de la región. De más amplia dimensión temporal es el estudio deLuiz Alberto Moniz Bandeira, que abarca hasta el tuning poittt sudantericanoque supuso la guerra del Paraguay; su foco se centra en las consecuencias y elreflejo del irnperialismo brasileño, heredero del tardocolonial portuguéslracia la cLrenca del Plata. Más arriba -uid.los párrafos dedicados a la profeso-ra Ana Frega- aludíamos a los simposios celebrados en Porto Alegre; vincula-dos a Río Grande, los profesores Francisco das Neves Alves y Helga Iracemal)iccolo, en el marco de su interés por los tiempos de la independencia enl\ío Grande do Sul, han estudiado también aspectos relacionados con elinrpacto del artiguisnlo en su territorio.Y, aparte de las universidades citadas,rlpuntemos que en el reciente 52" Congreso de Americanistas de Sevilla-julio de 2()06- y en el marco dcl simposio <Las indcpendencias americanas.Hacia los bicentenarios>, coordinado por Manuel Chust, Ivana Frasquet y

.f osé Antonio Serrano, se presentó por parte de Fabio Ferreira, de la Univer-siclade Federal Fulmínense, ubicada en el Estado de Río deJaneiro, un traba-

.io titulado <A independencia do Brasil e o Estado cisplatino oriental: arricu-lrrqoes e conflitos políticos>83.

82 Empieza a ser uormal la participación de algunos historiadores Llruguayos en sim-lrosios o reuniones celebradas en Río Grande o viceversa; uíd.,por ejemplo, las arribat ituths intervenciones de la profesora riograndense Helen osór'io en el volunren con-¡ttttttr Nrtctra.s niradas etx tonro al artiguísnro, o deAna Frega en reuniones científicas enr ¡ ¡ r ivcrsidlrlc's riogrrrndenses.

*] ¡ i,/., por tjenrplo, Pimienta (2002) y Bandeira (1995). Los trabajos del Centro delrsttrtlos llrlsilciros tlc l¿ Universidade de Sao Paulo,dirigido por el eminente historiadorlstr';ttt -f;tttcsti. orit'rlt¡tlos h¿rcie los prirneros tienrpos del Brasil independiente, han d¿do\'t (()ttl() rt'strlt;ttlo irrtcrcs¡lrtísinllrs ptrlrlic:rcioncs,tlc l:rs que son ejcnrplo las del:rntesr rt.ltl¡r I'irttt'ttt.t,,r l.¡s tlt' l:t ¡rrofi'sorl dc l;r USI' M:rrcil llcqin¿ llcrbcl,:r lls c¡trc habrí:r

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76 Ju[o Sánchez Gómez

otros dos libros interesantes, pero que no son nuevos: se trata de dosobras de un autor ya fallecido, Arturo Ardao, que aparecen publicadas ahorarecogiendo trabajos suyos de fechas anteriores: Artigas y er artiguismo, y unainteresante historia del surgimiento y recorrido de ialaiía artiluista, ¿Desdecuándo el rulto artiguísta?7s.

De las otras muchas publicaciones aparecidas en los últimos años en tornoa Artigas, poco hay que decir desde el punto de vista del análisis histórico.Hay alegatos y apologías sobre el caudilloT. o sobre disti'tas facetas del per-sonaje -su entraña india77, su carácter de revolucionario radicalTs, etc._ con

'rás o menos apoyatura documental, otros son cronologías seguramente úti-

les y otros se califican desde su título7e.Lamentábamos nlás arriba la escasa presencia de historiadores extranjeros

entre los estudiosos de la historia oriental. Excluimos -ya lo decíamos r'ásarriba- de esta afirmación a los historiadores argentinos, que en muchas oca_siones abordan cuestiones referentes a la historia orienial en el marco deestudios referentes a su país80. pero, en el caso brasileño, la absoluta indiferen_cia hacia lo que fue una parte de su propio territorio comienza a ronperseen los últi'ros años.Tau Golin dedica una obra reciente'l a la problemáticade la fijación de la frontera sur en los co'rienzos de la vida indeiendiente deBrasil y, en ella, tres capítulos -<Sediqáo e Guerra

'a indepencléncia urugua-

ya>, <As invasdes da Banda oriental em 1g11 e o clestino áa Fronteirao y oAsfronteiras de 1819 e 1821(cisplatina)>- abordan el tiempo de la ocr.rpaciónde la Banda oriental. La obra de Golin estudia la formación de las fronterasdel sur de Brasil, los movimientos efectuados por los gobiernos, colonial eimperial, y los espontáneos de la propia población en la fijación de los lími_tes de Brasil con sus vecinos platenses.

Recientemente, los Departamentos de Historia de la universidade deSáo Paulo,la Pontificia Universidade católica do Rio Grande do Sul y launiversidade Federal de Río Grande do Sul -esta última ha iniciado los pri-

7s Atdao (2001 y 2002).76 Maggi (1999 y 2005).77 Abella (1999).78 Fernández Huidobro (2000).7e Caula (2000).8o Enrre los nuchísi'ros que podría'.ros cirar: chiaramonte (1997a),Mayo (1997),

Segreti (1995) y Schmit (2004).8r Golin Q002).Tau Golin es profesor clel Instituto cle Filosofia y ciencias Humanas

y de Historia e' la universidade de passo Fundo, Rio Grande do sul.

Y Uruguay... 77

meros programas conjuntos de trabajo e investigación con la (Jniversidad dela República de Montevideo para acometer problernáticas comunesS2- hancornenzado a abordar investigaciones referentes a la formación de la naciónbrasileña, en las que han concedido algún espacio al papel de la Cisplatina enlos primeros tiempos de vida independiente del Imperio. Es el caso de losestudios ya publicados de Joao Paulo Garrido Pimenta, Estado e naSáo no fnrdtts Imperitts Ibérícos n.o Prata (180s-1828),que desde una postura que privile-gia el estudio conjunto del Plata como región,analiza cuestiones tan intere-santes conlo la postura de la corte portuguesa en Brasil frente a las revolu-ciones en la América hispana, la intervención lusitana y sus consecuencias, yel reflejo cle la revolución de Porto y de la independencia de Brasil en elconjunto de la región. De más amplia dimensión temporal es el estudio deLuiz Alberto Moniz Bandeira, que abarca hasta el tuning poittt sudantericanoque supuso la guerra del Paraguay; su foco se centra en las consecuencias y elreflejo del irnperialismo brasileño, heredero del tardocolonial portuguéslracia la cLrenca del Plata. Más arriba -uid.los párrafos dedicados a la profeso-ra Ana Frega- aludíamos a los simposios celebrados en Porto Alegre; vincula-dos a Río Grande, los profesores Francisco das Neves Alves y Helga Iracemal)iccolo, en el marco de su interés por los tiempos de la independencia enl\ío Grande do Sul, han estudiado también aspectos relacionados con elinrpacto del artiguisnlo en su territorio.Y, aparte de las universidades citadas,rlpuntemos que en el reciente 52" Congreso de Americanistas de Sevilla-julio de 2()06- y en el marco dcl simposio <Las indcpendencias americanas.Hacia los bicentenarios>, coordinado por Manuel Chust, Ivana Frasquet y

.f osé Antonio Serrano, se presentó por parte de Fabio Ferreira, de la Univer-siclade Federal Fulmínense, ubicada en el Estado de Río deJaneiro, un traba-

.io titulado <A independencia do Brasil e o Estado cisplatino oriental: arricu-lrrqoes e conflitos políticos>83.

82 Empieza a ser uormal la participación de algunos historiadores Llruguayos en sim-lrosios o reuniones celebradas en Río Grande o viceversa; uíd.,por ejemplo, las arribat ituths intervenciones de la profesora riograndense Helen osór'io en el volunren con-¡ttttttr Nrtctra.s niradas etx tonro al artiguísnro, o deAna Frega en reuniones científicas enr ¡ ¡ r ivcrsidlrlc's riogrrrndenses.

*] ¡ i,/., por tjenrplo, Pimienta (2002) y Bandeira (1995). Los trabajos del Centro delrsttrtlos llrlsilciros tlc l¿ Universidade de Sao Paulo,dirigido por el eminente historiadorlstr';ttt -f;tttcsti. orit'rlt¡tlos h¿rcie los prirneros tienrpos del Brasil independiente, han d¿do\'t (()ttl() rt'strlt;ttlo irrtcrcs¡lrtísinllrs ptrlrlic:rcioncs,tlc l:rs que son ejcnrplo las del:rntesr rt.ltl¡r I'irttt'ttt.t,,r l.¡s tlt' l:t ¡rrofi'sorl dc l;r USI' M:rrcil llcqin¿ llcrbcl,:r lls c¡trc habrí:r

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78 Julio Sánche z Gírnez

Y por último, permítasenos una alusión muy de pasada a una temáticarelacionada con la formación de la nación: la aportación indígena y africana,esta última que mayoritariamente se produce precisamente en los tiempos entorno a la independencia. Si la llegada de europeos ha recibido tradicional-mente una atención muy destacada por parte de los estudiosos, sobre todo sinos referimos a la emigración posterior a 1880, el factor africano en la forma-ción de la nación fue bastante marginado por las investigaciones, ,',uy enconsonancia con la invisibilidad tradicional de la población negra uruguaya.Esa invisibilidad se rompe ahora con la aparición de tres estudios recientes: elde oscar D. Montaño, rlmkhonto: Ia lanza negra. Historía del aporte negro africanoen la-formación del (Jruguay84, una reivindicación rnilitante de dicho aporre, ysobre todo una recentísima obra conjunta de Arturo Ariel Bentancur y Fer-nando Aparicio, Amos y esclauos en el Río de la plata8s, con todo el rigor deapoyatura documental y seriedad que caracteriza al prirner autor; continúaéste la aproximación que dos años antes realizaba ya el profesor Bentancur enla obra colectiva Estudíos sobre la cultura afro-rioplatense. Historia y presentesí.

Los debates acerca de la aportación aborigen a la formación de <lo uru-guayo) comenzaron antes y han recibido muchas más contribuciones. Éstasvan desde la declaración de irrelevancia y la exploración antropológica en el<mito de ausencia> hasta la exageración de su legado, más o menos asociadoal artiguismo y por tanto a <lo revolucionario>, y luego al llamado por algu-nos <genocidio> de 1831, acto de violenta exclusión en el nacimiento de larepública uruguayasT.

DanielVidart, en la estela del trabajo editado po. ór.r. padrón Favressen los años 80, se centra sobre todo en la aportación guaraní -contradicien-

que añadir los urás cl¿isicos de Novais (1979),que a pesar de su fecha de edición es untrabajo, aún muy vírlido, de los años 70.Añádanse a ellos los que avanza Enrique SerraP¡dró en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul- Estos írltir-nos y algunos másaPlrntan tanlbién a tenlas cercanos, si bien todos ellos mucho más relacionados con ladimensión internacional del tema qlre con la interna.Todo ello sin olvidar Ia bibliografil,ell este caso abundante, que desde los lados tanto portugués corno brasileño se ha ocupa-do de la participación del r.natrimonioJoaoVl y carlotaJoaquina de Borbón en losasllntos platinos antes cle su partida para lir metrópoli. Por citar sólo algunos ejemplosreci entes, rri d. : Mrrqu es Pereira (1 L)9 9), Ly r a, (1 9c) 4) .

81 Monraño (1997).85 Bentancur/Aparicio (2006).8r' Benrancur/Borucki,/Freg a (2004).87 Caetano/Rilla (2005).88 Padrón Favre (1986).

Y LJru guay... 79

do la tradicional fijación charrúa y el olvido del peso de lo misionero jesuíti-co en la formación de los pueblos de las riberas rioplatenses- dio a la prensa

dos publicaciones sobre esta temática: <lndios, negros... y gallegos, italianos,vascos)) y La trama de Ia ídentidad nacionalse. González Rissotto y RodríguezVarese han trabajado en los archivos parroquiales del período que va de lacolonia a la Guerra Grande y han producido 30.000 fichas biográficas de

indios guaraníes, número espectacularrnente mayor al de los charrúas. Esos

guaraníes se mestizaron y fueron la base de la mano de obra rural uruguayaen los tiempos pre y postindependencia, tomaron apellidos españoles y se

perdieron en el magma nacional. SegúnVidart, hasta 1840 el idioma de lacampaña era el guaraní.

La búsqueda de raíces africanas, pero sobre todo indígenas, que aparece

en los años 80, después de la dictadura, sustituye a décadas de olvido y de

presencia única de la rnatriz europea del país. Según Teresa Porzekanskieo,asistimos en los últinos tiempos a la construcción de un discurso mítico,neoindigenista, y a la fundación de instituciones reivindicativas, un procesoque conrienza a tener su reflejo en la historiografra. Parece existir una impe-riosa necesidad de construir una <identidad mestizar para el país, sea ésta ono forzada, a los efectos de perdonarse el exterrninio que pendería sobre laidentidad nacional. Su intención sería tantbién entroncar con el estereotipoc-le <lo latinoamericanor, definido en la mayor parte de los países del entornopor sociedades indígenas o fuertemente mestizadas y del que una parte -sólocle la intelectualidad- del país siente una cierta culpa por haber permanecidoclespegado en décadas. En varias de las obras dedicadas a Artigas de las arribacitadas sobrevuela fuertemente esta visión.

¡i() V itl:r rt ( I ()()'+ y I ()()li-2(X )3) .

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78 Julio Sánche z Gírnez

Y por último, permítasenos una alusión muy de pasada a una temáticarelacionada con la formación de la nación: la aportación indígena y africana,esta última que mayoritariamente se produce precisamente en los tiempos entorno a la independencia. Si la llegada de europeos ha recibido tradicional-mente una atención muy destacada por parte de los estudiosos, sobre todo sinos referimos a la emigración posterior a 1880, el factor africano en la forma-ción de la nación fue bastante marginado por las investigaciones, ,',uy enconsonancia con la invisibilidad tradicional de la población negra uruguaya.Esa invisibilidad se rompe ahora con la aparición de tres estudios recientes: elde oscar D. Montaño, rlmkhonto: Ia lanza negra. Historía del aporte negro africanoen la-formación del (Jruguay84, una reivindicación rnilitante de dicho aporre, ysobre todo una recentísima obra conjunta de Arturo Ariel Bentancur y Fer-nando Aparicio, Amos y esclauos en el Río de la plata8s, con todo el rigor deapoyatura documental y seriedad que caracteriza al prirner autor; continúaéste la aproximación que dos años antes realizaba ya el profesor Bentancur enla obra colectiva Estudíos sobre la cultura afro-rioplatense. Historia y presentesí.

Los debates acerca de la aportación aborigen a la formación de <lo uru-guayo) comenzaron antes y han recibido muchas más contribuciones. Éstasvan desde la declaración de irrelevancia y la exploración antropológica en el<mito de ausencia> hasta la exageración de su legado, más o menos asociadoal artiguismo y por tanto a <lo revolucionario>, y luego al llamado por algu-nos <genocidio> de 1831, acto de violenta exclusión en el nacimiento de larepública uruguayasT.

DanielVidart, en la estela del trabajo editado po. ór.r. padrón Favressen los años 80, se centra sobre todo en la aportación guaraní -contradicien-

que añadir los urás cl¿isicos de Novais (1979),que a pesar de su fecha de edición es untrabajo, aún muy vírlido, de los años 70.Añádanse a ellos los que avanza Enrique SerraP¡dró en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul- Estos írltir-nos y algunos másaPlrntan tanlbién a tenlas cercanos, si bien todos ellos mucho más relacionados con ladimensión internacional del tema qlre con la interna.Todo ello sin olvidar Ia bibliografil,ell este caso abundante, que desde los lados tanto portugués corno brasileño se ha ocupa-do de la participación del r.natrimonioJoaoVl y carlotaJoaquina de Borbón en losasllntos platinos antes cle su partida para lir metrópoli. Por citar sólo algunos ejemplosreci entes, rri d. : Mrrqu es Pereira (1 L)9 9), Ly r a, (1 9c) 4) .

81 Monraño (1997).85 Bentancur/Aparicio (2006).8r' Benrancur/Borucki,/Freg a (2004).87 Caetano/Rilla (2005).88 Padrón Favre (1986).

Y LJru guay... 79

do la tradicional fijación charrúa y el olvido del peso de lo misionero jesuíti-co en la formación de los pueblos de las riberas rioplatenses- dio a la prensa

dos publicaciones sobre esta temática: <lndios, negros... y gallegos, italianos,vascos)) y La trama de Ia ídentidad nacionalse. González Rissotto y RodríguezVarese han trabajado en los archivos parroquiales del período que va de lacolonia a la Guerra Grande y han producido 30.000 fichas biográficas de

indios guaraníes, número espectacularrnente mayor al de los charrúas. Esos

guaraníes se mestizaron y fueron la base de la mano de obra rural uruguayaen los tiempos pre y postindependencia, tomaron apellidos españoles y se

perdieron en el magma nacional. SegúnVidart, hasta 1840 el idioma de lacampaña era el guaraní.

La búsqueda de raíces africanas, pero sobre todo indígenas, que aparece

en los años 80, después de la dictadura, sustituye a décadas de olvido y de

presencia única de la rnatriz europea del país. Según Teresa Porzekanskieo,asistimos en los últinos tiempos a la construcción de un discurso mítico,neoindigenista, y a la fundación de instituciones reivindicativas, un procesoque conrienza a tener su reflejo en la historiografra. Parece existir una impe-riosa necesidad de construir una <identidad mestizar para el país, sea ésta ono forzada, a los efectos de perdonarse el exterrninio que pendería sobre laidentidad nacional. Su intención sería tantbién entroncar con el estereotipoc-le <lo latinoamericanor, definido en la mayor parte de los países del entornopor sociedades indígenas o fuertemente mestizadas y del que una parte -sólocle la intelectualidad- del país siente una cierta culpa por haber permanecidoclespegado en décadas. En varias de las obras dedicadas a Artigas de las arribacitadas sobrevuela fuertemente esta visión.

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LA HrsroRrocRArÍaSOBRE LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA.

pRopUESTAS pARA UNA RENovACTóN TEMÁrrca

Nidia R. Areces

CEDCU-CIUA¡R(Jniversidad Nacional de Rosario (Argentina)

En el complejo proceso de disolución de este gran corljunto multicomuni-tario que era el imperio español, la independencia paragaaya en compamcióncon el resto de las colonias americanas fue un caso precoz de ruptura de víncu-los con la metrópoli, España, y con la submetrópoli, Buenos Aires. IJna preco-cidad que no se correspondió con trarsformaciones en la estructura de la socie-dad paraguaya, que por un largo período mantuvo las características deAntiguol\égimen, por lo que, en consonancia con este modelo, e4perimentó retardos

cn la adopción de principios, imaginarios y púcticas políticas modernas.La e4periencia histórica colonial también hizo, como en otras regiones a

lo largo de América, que la independencia en esta Gobernación Intendenciatlcl Paraguay adquiriera una forma específica, a pesar de estar encuadrada enlrrs rnismas condiciones internacionales predominantes. El vínculo con larnctrópoli se rompió abruptamente, impulsado por los acontecimientos de lapcnínsula: la doble abdicación de FernandoVll y de su padre Carlos IV enliiryona a favor de Napoleón el 6 de mayo de 1808,Ia ocupación del territo-rio cspañol por el ejército francés y la sustitución de la autoridad del rey pri-

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LA HrsroRrocRArÍaSOBRE LA INDEPENDENCIA PARAGUAYA.

pRopUESTAS pARA UNA RENovACTóN TEMÁrrca

Nidia R. Areces

CEDCU-CIUA¡R(Jniversidad Nacional de Rosario (Argentina)

En el complejo proceso de disolución de este gran corljunto multicomuni-tario que era el imperio español, la independencia paragaaya en compamcióncon el resto de las colonias americanas fue un caso precoz de ruptura de víncu-los con la metrópoli, España, y con la submetrópoli, Buenos Aires. IJna preco-cidad que no se correspondió con trarsformaciones en la estructura de la socie-dad paraguaya, que por un largo período mantuvo las características deAntiguol\égimen, por lo que, en consonancia con este modelo, e4perimentó retardos

cn la adopción de principios, imaginarios y púcticas políticas modernas.La e4periencia histórica colonial también hizo, como en otras regiones a

lo largo de América, que la independencia en esta Gobernación Intendenciatlcl Paraguay adquiriera una forma específica, a pesar de estar encuadrada enlrrs rnismas condiciones internacionales predominantes. El vínculo con larnctrópoli se rompió abruptamente, impulsado por los acontecimientos de lapcnínsula: la doble abdicación de FernandoVll y de su padre Carlos IV enliiryona a favor de Napoleón el 6 de mayo de 1808,Ia ocupación del territo-rio cspañol por el ejército francés y la sustitución de la autoridad del rey pri-

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82 Nidia R. Areces

sionero por unaJunta Suprema Central de Gobierno del Reino de España yde las Indias. Frente a ellos, las opciones fueron la insurrección o la lealtad al

depuesto o a la autoridad que lo sustituía.Paraguay fue una de las colonias que optaron por pernunecer leales a la

corona. Una vez que se inició en Buenos Aires el movimiento de mayo de1810,Asunción no respondió a la convocatoria de la PrimeraJunta porteña,que después de enviar emisarios con el objeto de informar sobre los aconte-cimientos puso en marcha un plan para aislar al Paraguay, provincia que noreconocía la supremacía que Buenos Aires pretendía irnponer. La precipita-ción de los acontecimientos provocó interrupciones en el comercio entreAsunción y Buenos Aires, que se profundizaron con el Congreso del 24 dejulio de 1810, cuando Paraguay manifestó fidelidad al Consejo de Regencia,por ser el <representante legítimo de FernandoVII>, y resolvió la creación de

unaJunta de Guerra con el objetivo de organizar Ia defensa provincial, rei-vindicando los derechos americanos en consonancia con la fidelidad al rey.

Hay que destacar que la independencia paraguaya tiene rasgos paradójicos,puesto que comienza con la defensa del monarca depuesto, FernandoVII, yconcluye con la proclamación de la soberanía popular, una titularidad con su

horizonte de expectativas y experiencias que se conrprende sólo en los usos

del lenguaje propios de los actores de la época. Desde un comienzo, el movi-miento independentista con el que despegó la construcción del Estado-nación paragLrayo contó con una amplia adhesión popular.

Con una antigua metrópoli invadida y cuyas autoridades, de un bando yde otro, buscaban legitimarse y sostenerse en el poder, en deterrninadas ciu-dades americanas, conlo en Buenos Aires y Asunción, adquirió importanciavital la cuestión de la libertad de comercio acoplada al desfase entre criollosy peninsulares. Paraguay, por hostilidad con Buenos Aires, mantuvo su

dependencia de España, lo que está indicando que los acontecirnientos queen esa provincia se desencadenaron estuvieron estrechamente vinculados a loque estaba sucediendo en Buenos Aires.

Paraguay no fue invadido por un ejército realista, sino por uno órganiza-do por la Junta porteña e integrado en su gran mayoría por efectivos dellitoral rioplatense que fueron coactivamente reclutados. Para enfrentarlo, se

agruparon los paraguayos en un ejército que todavía tenía mucho de la orga-nizaciín miliciana. La invasión porteña acarreí, como consecuencia directa,que los capitanes-estancieros que lideraban el ejército paraguayo entraranactivamente en la vida política e imprimieran su sello a los acontecirnientosque sobrevendrán. Precisamente, la revolución en Asunción fue obra de un

La historiografia sobre la independenci a paraguaya 83

grupo de oficiales patricios seguidos de soldados, que el 14 de mayo de 1811

reemplazaron al gobernador intendente Bernardo deVelasco por unaJuntade Gobierno, argumentando que de esa manera se evitaba que la provinciafuera entregada a <una potencia extranjera)). Ésta es la primera fase políticadel proceso, que de mayo de 1810 a junio de 1811 está centrado en los cam-bios locales y que terminó cuando unaJunta relevó del poder aVelasco yproclamó formalmente la independencia, no sólo de Buenos Aires sino de

todo país extranjero, aplicando la teoría del pactum translationís.

En la etapa inicial, como en otros futuros países iberoamericanos, laJuntade Gobierno fue uno de los fundarirentos institucionales de la independen-cia paraguaya. Concentró funciones que antes desarrollaban los cabildos, las

audiencias, los virreyes y gobernadores, dando lurgar, paulatinamente, a nue-vas estructuras estatales. Durante ese contradictorio proceso, las pugnas entrelos distintos grupos, tendencias y facciones dieron como resultado las vacila-ciones y retrasos frente a la declaración formal de independencia, a la defini-ción de la forrna de gobierno y a la deGnsa de los logros que se iban obte-niendo. El ejército, otra pata de los procesos emancipatorios, tuvo unaactuación específicamente militar sólo al comienzo, cuando repelió la inva-sión porteña, pasando sus integrantes a ocupar un primer plano en la palestra

política, lo que desembocó en fuertes desequilibrios entre civiles y militares.La habilidad política de un letrado como José Gaspar Rodríguez Francia:rcomodó esta pata militar y la transformó en sostén de la Dictadura. Lanrisión militar que se atribuyeron cubrió a esos hombres de un manto ideo-lógico que se convertirá en fuerza emancipadora, haciendo de portavoz delupueblo en armas).Al sector de la plebe que lo integraba se le negó todaindividualización, siendo dirigido y rnanipulado, aunque a veces adquiríarrutonomía. El historiador no puede encuadrar a estos protagonistas bajo undenominador común porque en su actlración incidieron variados elementos,dcsde el ámbito geográfico, la composición social, las coyuntnras, los objeti-vos políticos e incluso la integración al mercado internacional que tenían las

colonias en el momento de la separación política de la rnetrópoli.Lr segunda fase política comenzó después del golpe de Estado del 14 de

rrr:ryo de 1fi11, que estableció laJunta de Gobierno y declaró la independen-,'i:r cl 9 c'le jur-rio de 1811, mencionando en sus proclamas los Derechos delI lonrbrc y rlel Ciudadano de la Revolución Francesa. Esta fase, que adquirióun t'ur-iz rcvolucionario y de enfi-ent¿urrientos facciosos, se extiende hasta el(longr-t'so tlc octtrbrc cle 1U1-l c¡rrc cstrrblcció en l¿r llepírblica la DictaduraStt¡rrr'tuu tlc Iir:ult'i:r.

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82 Nidia R. Areces

sionero por unaJunta Suprema Central de Gobierno del Reino de España yde las Indias. Frente a ellos, las opciones fueron la insurrección o la lealtad al

depuesto o a la autoridad que lo sustituía.Paraguay fue una de las colonias que optaron por pernunecer leales a la

corona. Una vez que se inició en Buenos Aires el movimiento de mayo de1810,Asunción no respondió a la convocatoria de la PrimeraJunta porteña,que después de enviar emisarios con el objeto de informar sobre los aconte-cimientos puso en marcha un plan para aislar al Paraguay, provincia que noreconocía la supremacía que Buenos Aires pretendía irnponer. La precipita-ción de los acontecimientos provocó interrupciones en el comercio entreAsunción y Buenos Aires, que se profundizaron con el Congreso del 24 dejulio de 1810, cuando Paraguay manifestó fidelidad al Consejo de Regencia,por ser el <representante legítimo de FernandoVII>, y resolvió la creación de

unaJunta de Guerra con el objetivo de organizar Ia defensa provincial, rei-vindicando los derechos americanos en consonancia con la fidelidad al rey.

Hay que destacar que la independencia paraguaya tiene rasgos paradójicos,puesto que comienza con la defensa del monarca depuesto, FernandoVII, yconcluye con la proclamación de la soberanía popular, una titularidad con su

horizonte de expectativas y experiencias que se conrprende sólo en los usos

del lenguaje propios de los actores de la época. Desde un comienzo, el movi-miento independentista con el que despegó la construcción del Estado-nación paragLrayo contó con una amplia adhesión popular.

Con una antigua metrópoli invadida y cuyas autoridades, de un bando yde otro, buscaban legitimarse y sostenerse en el poder, en deterrninadas ciu-dades americanas, conlo en Buenos Aires y Asunción, adquirió importanciavital la cuestión de la libertad de comercio acoplada al desfase entre criollosy peninsulares. Paraguay, por hostilidad con Buenos Aires, mantuvo su

dependencia de España, lo que está indicando que los acontecirnientos queen esa provincia se desencadenaron estuvieron estrechamente vinculados a loque estaba sucediendo en Buenos Aires.

Paraguay no fue invadido por un ejército realista, sino por uno órganiza-do por la Junta porteña e integrado en su gran mayoría por efectivos dellitoral rioplatense que fueron coactivamente reclutados. Para enfrentarlo, se

agruparon los paraguayos en un ejército que todavía tenía mucho de la orga-nizaciín miliciana. La invasión porteña acarreí, como consecuencia directa,que los capitanes-estancieros que lideraban el ejército paraguayo entraranactivamente en la vida política e imprimieran su sello a los acontecirnientosque sobrevendrán. Precisamente, la revolución en Asunción fue obra de un

La historiografia sobre la independenci a paraguaya 83

grupo de oficiales patricios seguidos de soldados, que el 14 de mayo de 1811

reemplazaron al gobernador intendente Bernardo deVelasco por unaJuntade Gobierno, argumentando que de esa manera se evitaba que la provinciafuera entregada a <una potencia extranjera)). Ésta es la primera fase políticadel proceso, que de mayo de 1810 a junio de 1811 está centrado en los cam-bios locales y que terminó cuando unaJunta relevó del poder aVelasco yproclamó formalmente la independencia, no sólo de Buenos Aires sino de

todo país extranjero, aplicando la teoría del pactum translationís.

En la etapa inicial, como en otros futuros países iberoamericanos, laJuntade Gobierno fue uno de los fundarirentos institucionales de la independen-cia paraguaya. Concentró funciones que antes desarrollaban los cabildos, las

audiencias, los virreyes y gobernadores, dando lurgar, paulatinamente, a nue-vas estructuras estatales. Durante ese contradictorio proceso, las pugnas entrelos distintos grupos, tendencias y facciones dieron como resultado las vacila-ciones y retrasos frente a la declaración formal de independencia, a la defini-ción de la forrna de gobierno y a la deGnsa de los logros que se iban obte-niendo. El ejército, otra pata de los procesos emancipatorios, tuvo unaactuación específicamente militar sólo al comienzo, cuando repelió la inva-sión porteña, pasando sus integrantes a ocupar un primer plano en la palestra

política, lo que desembocó en fuertes desequilibrios entre civiles y militares.La habilidad política de un letrado como José Gaspar Rodríguez Francia:rcomodó esta pata militar y la transformó en sostén de la Dictadura. Lanrisión militar que se atribuyeron cubrió a esos hombres de un manto ideo-lógico que se convertirá en fuerza emancipadora, haciendo de portavoz delupueblo en armas).Al sector de la plebe que lo integraba se le negó todaindividualización, siendo dirigido y rnanipulado, aunque a veces adquiríarrutonomía. El historiador no puede encuadrar a estos protagonistas bajo undenominador común porque en su actlración incidieron variados elementos,dcsde el ámbito geográfico, la composición social, las coyuntnras, los objeti-vos políticos e incluso la integración al mercado internacional que tenían las

colonias en el momento de la separación política de la rnetrópoli.Lr segunda fase política comenzó después del golpe de Estado del 14 de

rrr:ryo de 1fi11, que estableció laJunta de Gobierno y declaró la independen-,'i:r cl 9 c'le jur-rio de 1811, mencionando en sus proclamas los Derechos delI lonrbrc y rlel Ciudadano de la Revolución Francesa. Esta fase, que adquirióun t'ur-iz rcvolucionario y de enfi-ent¿urrientos facciosos, se extiende hasta el(longr-t'so tlc octtrbrc cle 1U1-l c¡rrc cstrrblcció en l¿r llepírblica la DictaduraStt¡rrr'tuu tlc Iir:ult'i:r.

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84 Nidia R. Areces

Tias haber rechazado la intervención de Buenos Aires, en Paraguay no se

dieron guerra colonial ni civil. Después del período de inestabilidad que

incluye las dos fases señaladas, el orden político en Paraguay se recuperó en

el seno de una sociedad que no había cambiado los parámetros heredados de

la colonia. Las rivalidades estériles fueron de corta duración, al imponerse la

autoridad indiscutible y legitimada de Francia, que se convirtió como dicta-

dor en portavoz del <pueblo soberano>. La legitimidad que en el AntiguoRégimen personificaba el soberano fue reemplazada por la de la nación,

cuya representatividad estará en Francia. En el ámbito político, monopoliosignifica eliminación de la competencia en medio de poderes que ofrecen

protección a carnbio de obediencia: la simple copresencia, jurídicamente no

jerarquizada, de muchos grupos políticos en el interior de un conglomerado

social comporta, de hecho, el riesgo de conflictos de lealtad y, en definitiva,

de guerras civiles, lo que no se dio en Paraguay.Además, el monopolio polí-tico es definido con referencia al medio específico de la fuerza y en estrecha

conexión con el fiscal. Este monopolio político fue ejercido en el interiorcon un férreo control político y social, y frente a otros Estados con las medi-

das de clausura de las fronteras y de refuerzo de los cuerpos militares. Luego

de distintas tentativas de vincularse en los términos que consideraban acep-

tables para una Repírblica soberana y ya consolidada, la Dictadura Suprema yPerpetua controló todo tipo de vinculación con el exterior de personas ybienes a través de las conrand¿rncias de frontera.

Esr¡oo DE LA cUESTIóN

La historiografia de la independencia paraguaya ha cimentado una lectu-

ra sesgada del rnovirniento emancipador. La producción se centra en la actua-

ción de determinadas figuras que encarnan a los héroes de la independencia,

atendiendo sobre todo a consideraciones política ideológicas que han con-

vertido a la interpretación del proceso en Lrn campo donde se dirimen las

posiciones francistas y antifrancistas.

Blas Garay fue uno de los prirleros en enfocar la dictadura instrumentan-

do las fuentes usuales y nuevos materiales de archivol. Cecilio Báez, historia-

dor paraguayo enrolado en un positivismo spenceríano, reconoció a Francia

como fundadora del Estado paraguayo, que actuaba como (un gran estadista

I Garay (1e42).

La historiografia sobre la independencia paraguaya 85

y patriota, continuador de Rousseau e inspirador de la revolución francesa>.

En,su opinión, la carencia de libertades y el aislamiento obedecieron a lanecesidad de fortalecer la independencia frente al peligro de amenaza exte-rior2. Mientras que otro historiador paraguayo,Justo Pastor Benítez, traba-

-jando sobre materiales inéditos hasta ese momento, estudió distintas etapas

tle la estructuración de ese Estado, siendo el primer historiador qLle compa-ró a Francia con Robespierre, encontrando que, si bien los ámbitos dondeactuaban eran diferentes y las condiciones eran disiintas, existía entre ellossilnilitud de pensamiento. Sostuvo que la dictadura de Francia era una nece-sidad histórica, que respondía a la situación de la época, siendo Francia unlcvolucionario que, apoyándose en el pueblo, trabajaba para el bien delnrismo, aunque sin la participación directa de <las masas). Es decir, una dicta-dura ilustrada que comprendió desde el prirner monlento el sentido de larcvolución americana, pero que, al mismo tiempo, organizí un Estado totali-trrrio, rigiendo y controlando todos los aspectos de la vida de la sociedadparaguaya3.

Distintos autores destacaron aspectos positivos de la dictadura. [Jno de

cllos,José AntonioVázquez, no sólo valorizó al régimen, sino que manifestósu devoción por Francia en su obra sobre lo <visto y oído por los contempo-r-:'rneos>, que contiene 456 documentos dispuestos cronológicamente, trans-critos en su mayoría de manera fragmentaria de acuerdo a un criterio perso-nll, no uniformemente aplicado. El documento aparece entonces casi

sicnrpre recortado, sin su filiación completa, y ello le resta valor a la obra,tlcstnereciendo el aporte documental que una recopilación de esta naturale-zrr puede significar para los investigadores del tema4.

La creación del Instituto de Investigaciones Históricas Dr.J. G. R. del;mncia en Asunción, durante el gobierno de Alfredo Stroessner, y la obra dellristoriadorAlfredoViola respondieron, asimismo, a esta corriente revaloriza-,krra de la época y personalidad del dictador. Este historiador, acabado cono-,.ctlor del período, ha trabajado temas vinculados particularmente a las('\presiones de la soberanía territorial y simbólica5.

H¿rrris G.'Warren, con frecuencia reconocido como el <padre> de los estu-.lios sobre el Paraguay moderno en los Estados unidos, admiró el programa

r llicz (l()lo).l llcnítcz (1937).I V.iz.¡rrcz (lt)75).' Viol:r (l()()2).

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84 Nidia R. Areces

Tias haber rechazado la intervención de Buenos Aires, en Paraguay no se

dieron guerra colonial ni civil. Después del período de inestabilidad que

incluye las dos fases señaladas, el orden político en Paraguay se recuperó en

el seno de una sociedad que no había cambiado los parámetros heredados de

la colonia. Las rivalidades estériles fueron de corta duración, al imponerse la

autoridad indiscutible y legitimada de Francia, que se convirtió como dicta-

dor en portavoz del <pueblo soberano>. La legitimidad que en el AntiguoRégimen personificaba el soberano fue reemplazada por la de la nación,

cuya representatividad estará en Francia. En el ámbito político, monopoliosignifica eliminación de la competencia en medio de poderes que ofrecen

protección a carnbio de obediencia: la simple copresencia, jurídicamente no

jerarquizada, de muchos grupos políticos en el interior de un conglomerado

social comporta, de hecho, el riesgo de conflictos de lealtad y, en definitiva,

de guerras civiles, lo que no se dio en Paraguay.Además, el monopolio polí-tico es definido con referencia al medio específico de la fuerza y en estrecha

conexión con el fiscal. Este monopolio político fue ejercido en el interiorcon un férreo control político y social, y frente a otros Estados con las medi-

das de clausura de las fronteras y de refuerzo de los cuerpos militares. Luego

de distintas tentativas de vincularse en los términos que consideraban acep-

tables para una Repírblica soberana y ya consolidada, la Dictadura Suprema yPerpetua controló todo tipo de vinculación con el exterior de personas ybienes a través de las conrand¿rncias de frontera.

Esr¡oo DE LA cUESTIóN

La historiografia de la independencia paraguaya ha cimentado una lectu-

ra sesgada del rnovirniento emancipador. La producción se centra en la actua-

ción de determinadas figuras que encarnan a los héroes de la independencia,

atendiendo sobre todo a consideraciones política ideológicas que han con-

vertido a la interpretación del proceso en Lrn campo donde se dirimen las

posiciones francistas y antifrancistas.

Blas Garay fue uno de los prirleros en enfocar la dictadura instrumentan-

do las fuentes usuales y nuevos materiales de archivol. Cecilio Báez, historia-

dor paraguayo enrolado en un positivismo spenceríano, reconoció a Francia

como fundadora del Estado paraguayo, que actuaba como (un gran estadista

I Garay (1e42).

La historiografia sobre la independencia paraguaya 85

y patriota, continuador de Rousseau e inspirador de la revolución francesa>.

En,su opinión, la carencia de libertades y el aislamiento obedecieron a lanecesidad de fortalecer la independencia frente al peligro de amenaza exte-rior2. Mientras que otro historiador paraguayo,Justo Pastor Benítez, traba-

-jando sobre materiales inéditos hasta ese momento, estudió distintas etapas

tle la estructuración de ese Estado, siendo el primer historiador qLle compa-ró a Francia con Robespierre, encontrando que, si bien los ámbitos dondeactuaban eran diferentes y las condiciones eran disiintas, existía entre ellossilnilitud de pensamiento. Sostuvo que la dictadura de Francia era una nece-sidad histórica, que respondía a la situación de la época, siendo Francia unlcvolucionario que, apoyándose en el pueblo, trabajaba para el bien delnrismo, aunque sin la participación directa de <las masas). Es decir, una dicta-dura ilustrada que comprendió desde el prirner monlento el sentido de larcvolución americana, pero que, al mismo tiempo, organizí un Estado totali-trrrio, rigiendo y controlando todos los aspectos de la vida de la sociedadparaguaya3.

Distintos autores destacaron aspectos positivos de la dictadura. [Jno de

cllos,José AntonioVázquez, no sólo valorizó al régimen, sino que manifestósu devoción por Francia en su obra sobre lo <visto y oído por los contempo-r-:'rneos>, que contiene 456 documentos dispuestos cronológicamente, trans-critos en su mayoría de manera fragmentaria de acuerdo a un criterio perso-nll, no uniformemente aplicado. El documento aparece entonces casi

sicnrpre recortado, sin su filiación completa, y ello le resta valor a la obra,tlcstnereciendo el aporte documental que una recopilación de esta naturale-zrr puede significar para los investigadores del tema4.

La creación del Instituto de Investigaciones Históricas Dr.J. G. R. del;mncia en Asunción, durante el gobierno de Alfredo Stroessner, y la obra dellristoriadorAlfredoViola respondieron, asimismo, a esta corriente revaloriza-,krra de la época y personalidad del dictador. Este historiador, acabado cono-,.ctlor del período, ha trabajado temas vinculados particularmente a las('\presiones de la soberanía territorial y simbólica5.

H¿rrris G.'Warren, con frecuencia reconocido como el <padre> de los estu-.lios sobre el Paraguay moderno en los Estados unidos, admiró el programa

r llicz (l()lo).l llcnítcz (1937).I V.iz.¡rrcz (lt)75).' Viol:r (l()()2).

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li(r Nidia R. Areces

de gobierno que preservó la independencia del Paraguay, pero despreció la

dictadura en una ambivalente reiteración de las viejas historias sobre Fran-cia6. Otros historiadores, asumiendo distintas posiciones teóricas, al abordarla independencia y la Dictadura de Francia, ya sea en forma general o espe-

cífica, calificaron al régimen de <Estado autocrático gobernado por un dés-

pota> (Robertson 1961), <un socialismo estatal sui generis> (Box 1929), <un

Estado igualitario con huellas de socialismo primitivo> (Raine 1956), <una

dictadura pseudopopular, fenómeno supraclasista, sistema absurdo que nogoza del apoyo de ninguna clase de la sociedad> (Lynch 1,973), <dictadura

revolucionaria nacional> (E. L. Nitoburg), <revolución desde arriba llamada a

liquidar el orden feudal y a materialtzar las transformaciones burguesas> (Al-perovivc 1,975), <un atenuado régimen feudal-patriarcal> (Cueva 1.975), <un

jacobinismo para el pueblo, (Kossok 1.977), entre otras caracterizaciones.

Dejando estas calificaciones, se encuentran pocos trabajos que intentaransuperar la tradición historiográfica basada en el mero manipuleo de nombres

y fechas, y del intencionado ensayo político, que se limitó a buscar en la his-

toria las armas para combatir en el presente. Sólo algunos estudios intentaronromper este esquema y abrir otras dimensiones de análisis con temáticasrenovadoras. Este señalamiento debe acoplarse a otro: la historiografia sobre

el Paraguay no ha ocupado un lugar de preferencia en las historias de Amé-rica Latina, dando pie a la irnagen de <un país olvidado del cual poco o nada

se sabe>, que parece <una islita caída del mapa)), como poéticamente lo des-

cribió el escritor Augusto Roa Bastos.

lJna de las obras qr"re intentó superar la antinomia francismo-antifrancis-mo fue la biografia que sobre Francia publicó Julio César Chaves. Según sus

palabras, un intento imparcial y objetivo de historiar la época de su gobierno,para 1o cual analizí un vasto corpus documental, esforzándose por eliminar la

concepción de <la historia con anteojeras> y dar paso a la verdad, la justicia ylos juicios equilibrados. Consideró a Francia, no colno el fundador de la inde-pendencia paraguaya, sino como su encarnación en horas decisivas, siendo,

por lo tanto, su más constante y enérgico defensor. Con ello, según este histo-riador, es suficiente para redimirlo de todos sus errores y justificarlo ante lahistoria. En esta biografia, que señala un hito para la compresión del persona-je, delineó la imagen compleja de un dictador vengativo, cruel, receloso, des-

equilibrado, qlle en su fuero íntimo despreciaba a sLrs cornpatriotas y queconvirtió a su país en Lrn grarl cuartel. Sostuvo que la política de autoaisla-

(' 'Warren (1941)).

La historiografia sobre la independenci a parugtraya 87

miento instrumentada por Francia era la réplica forzosa a las tentativas de

Buenos Aires de imponer nuevamente su hegemonía como en los tiemposcoloniales. De toda su argumentación, Chaves dedujo que la ideología revo-lucionaria que guiaba al dictador era inaplicable al Paraguay de esos tiemposT.

John H.Williams analizó la formación de la república del Paraguay desde

una óptica económica-social, basándose en el análisis crítico de un impor-tante corpus documental proveniente de archivos americanos y españoles.

Abordó cuestiones de significación para la comprensión del proceso: las vin-culaciones entre la Iglesia y la Dictadura, la secularizaciín del Estado y el

papel de los eclesiásticos adeptos al régimen, el aislamiento paraguayo nosimplemente detectado como una respuesta a la defensa de la soberanía sinocontextualizándolo en el complejo panorama de las repúblicas sudamerica-nas y de las relaciones entre ellas, y los conflictos entre Paraguay y Corrien-tes, provincia del litoral rioplatense, unos de los precedentes de la posteriorGuerra de la Triple lylianza como la denominan los vencedores, entre otrostemas8.

Por su parte, Raúl de Andrada e Silva apreció los problernas de la Cuencaclel Plata en su conjunto y, enmarcado en la propuesta de la escuela <braude-liana> presentó en su tesis un desarrollo tcmático que abarca desde el sigloxvttl hasta la rnuerte de Francia en 1840. Para este historiador, la Dictadurafire en su origen un régimen de emergencia condicionado por la coyuntllracrítica en la que se instituyó. Esta coyuntura estuvo señalada por las presionescxternas, cuyo centro generador estaba en Buenos Aires, que contrariaba-según su expresión- la tendencia autónoma del Paraguay, a la que tambiénsc oponían los enemigos internos, los <españolistas> y los <porteñistas>, dos

tlc las tendencias políticas actuantes en el proceso revolucionario paraguayocntre 1811y 1814. Sin ernbargo,unavez instaurada la Dictadura, ésta supot'umplir con (su misión histórica de asegurar la plena soberanía del Para-gtray> frente a España y Buenos Aires. Para conseguirla, apeló al aislamiento y:rl clespotismo, que ofueron puestos al servicio de un fin superior>. Fue unri'sirnen de rigor, pero también de orden y seguridad general, a la sombra de

r¡n Estado protector, sensible sobre todo a la situación de inferioridad y a las

ncccsidades de los humildes, para lo cual generó condiciones de amparo para

Ios lronrbres de campo, es decir, parala mayoría de la población. De todasnr:urcras, no se realizó una redistribución de la tierra, si bien las <Estancias de

(.lr:tvt's (l95ti).Willi;ults ( l ()(r(), l')7'>, l ()73[r y 1L)7 4).

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de gobierno que preservó la independencia del Paraguay, pero despreció la

dictadura en una ambivalente reiteración de las viejas historias sobre Fran-cia6. Otros historiadores, asumiendo distintas posiciones teóricas, al abordarla independencia y la Dictadura de Francia, ya sea en forma general o espe-

cífica, calificaron al régimen de <Estado autocrático gobernado por un dés-

pota> (Robertson 1961), <un socialismo estatal sui generis> (Box 1929), <un

Estado igualitario con huellas de socialismo primitivo> (Raine 1956), <una

dictadura pseudopopular, fenómeno supraclasista, sistema absurdo que nogoza del apoyo de ninguna clase de la sociedad> (Lynch 1,973), <dictadura

revolucionaria nacional> (E. L. Nitoburg), <revolución desde arriba llamada a

liquidar el orden feudal y a materialtzar las transformaciones burguesas> (Al-perovivc 1,975), <un atenuado régimen feudal-patriarcal> (Cueva 1.975), <un

jacobinismo para el pueblo, (Kossok 1.977), entre otras caracterizaciones.

Dejando estas calificaciones, se encuentran pocos trabajos que intentaransuperar la tradición historiográfica basada en el mero manipuleo de nombres

y fechas, y del intencionado ensayo político, que se limitó a buscar en la his-

toria las armas para combatir en el presente. Sólo algunos estudios intentaronromper este esquema y abrir otras dimensiones de análisis con temáticasrenovadoras. Este señalamiento debe acoplarse a otro: la historiografia sobre

el Paraguay no ha ocupado un lugar de preferencia en las historias de Amé-rica Latina, dando pie a la irnagen de <un país olvidado del cual poco o nada

se sabe>, que parece <una islita caída del mapa)), como poéticamente lo des-

cribió el escritor Augusto Roa Bastos.

lJna de las obras qr"re intentó superar la antinomia francismo-antifrancis-mo fue la biografia que sobre Francia publicó Julio César Chaves. Según sus

palabras, un intento imparcial y objetivo de historiar la época de su gobierno,para 1o cual analizí un vasto corpus documental, esforzándose por eliminar la

concepción de <la historia con anteojeras> y dar paso a la verdad, la justicia ylos juicios equilibrados. Consideró a Francia, no colno el fundador de la inde-pendencia paraguaya, sino como su encarnación en horas decisivas, siendo,

por lo tanto, su más constante y enérgico defensor. Con ello, según este histo-riador, es suficiente para redimirlo de todos sus errores y justificarlo ante lahistoria. En esta biografia, que señala un hito para la compresión del persona-je, delineó la imagen compleja de un dictador vengativo, cruel, receloso, des-

equilibrado, qlle en su fuero íntimo despreciaba a sLrs cornpatriotas y queconvirtió a su país en Lrn grarl cuartel. Sostuvo que la política de autoaisla-

(' 'Warren (1941)).

La historiografia sobre la independenci a parugtraya 87

miento instrumentada por Francia era la réplica forzosa a las tentativas de

Buenos Aires de imponer nuevamente su hegemonía como en los tiemposcoloniales. De toda su argumentación, Chaves dedujo que la ideología revo-lucionaria que guiaba al dictador era inaplicable al Paraguay de esos tiemposT.

John H.Williams analizó la formación de la república del Paraguay desde

una óptica económica-social, basándose en el análisis crítico de un impor-tante corpus documental proveniente de archivos americanos y españoles.

Abordó cuestiones de significación para la comprensión del proceso: las vin-culaciones entre la Iglesia y la Dictadura, la secularizaciín del Estado y el

papel de los eclesiásticos adeptos al régimen, el aislamiento paraguayo nosimplemente detectado como una respuesta a la defensa de la soberanía sinocontextualizándolo en el complejo panorama de las repúblicas sudamerica-nas y de las relaciones entre ellas, y los conflictos entre Paraguay y Corrien-tes, provincia del litoral rioplatense, unos de los precedentes de la posteriorGuerra de la Triple lylianza como la denominan los vencedores, entre otrostemas8.

Por su parte, Raúl de Andrada e Silva apreció los problernas de la Cuencaclel Plata en su conjunto y, enmarcado en la propuesta de la escuela <braude-liana> presentó en su tesis un desarrollo tcmático que abarca desde el sigloxvttl hasta la rnuerte de Francia en 1840. Para este historiador, la Dictadurafire en su origen un régimen de emergencia condicionado por la coyuntllracrítica en la que se instituyó. Esta coyuntura estuvo señalada por las presionescxternas, cuyo centro generador estaba en Buenos Aires, que contrariaba-según su expresión- la tendencia autónoma del Paraguay, a la que tambiénsc oponían los enemigos internos, los <españolistas> y los <porteñistas>, dos

tlc las tendencias políticas actuantes en el proceso revolucionario paraguayocntre 1811y 1814. Sin ernbargo,unavez instaurada la Dictadura, ésta supot'umplir con (su misión histórica de asegurar la plena soberanía del Para-gtray> frente a España y Buenos Aires. Para conseguirla, apeló al aislamiento y:rl clespotismo, que ofueron puestos al servicio de un fin superior>. Fue unri'sirnen de rigor, pero también de orden y seguridad general, a la sombra de

r¡n Estado protector, sensible sobre todo a la situación de inferioridad y a las

ncccsidades de los humildes, para lo cual generó condiciones de amparo para

Ios lronrbres de campo, es decir, parala mayoría de la población. De todasnr:urcras, no se realizó una redistribución de la tierra, si bien las <Estancias de

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Nidia R. Areces

l¿r l)atria> prestaron un uso eminentemente social. Andrada e Silva concluyóque Francia dejó delicados problemas sin resolver: el problema de la defini-ción de las fronteras, el de la demarcación de límites, el del establecirnientode las relaciones diplomáticas y comerciales que devolviesen al Paraguay alconcierto de las naciones y la fraternidad con el mundo exteriorg.

Richard L.White realizí un importante estudio, del que merece desta-carse su análisis sobre la política económica de la dictadura. Sostuvo que lade Paraguay era una revolución radical que parece única, aunque se corres-ponde con las corrientes ideológicas y realidades históricas de la época. Iden-tificó así al Paraguay popular con la inrerpretación más radicalizada del pen-samiento ilustrado. Definió claramente su posición cuando expresó que alremover las elites, al liberarse de <la dorninación imperalista,r, al poner enmarcha <la igualitaria reforma agraría y la racional dirección de la economíapor el Estado>, <el radical gobierno> de Francia otorgó al Paraguay losmedios para romper su tradicional dependencia y establecer una naciónauténticamente independiente. Sostuvo que la exitosa promulgación de estas

medidas básicas, tanto hoy como ayer, constituye la piedra angular de la inde-pendencia y el desarrollo, porque <la independencia política sola, sin inde-pendencia económica, históricamente ha resultado en nada r-nás de lo quehoy se llama subdesarrollorlo.

Para Sergio GuerraVilaboy, el Paraguay de Francia es un caso singular deindependencia en la Anrérica Latina. Basó su interpretación en un análisis declase y tuvo presente las condiciones de la dependencia, explicando que enel panorama socio-político del Paraguay existían otros intereses de clases dis-tintos al de la dominante -tanto realista como criolla- que jugaron unirnportantísimo papel en el proceso de independencia, contribuyendo engran rnedida a la radicahzaciín del movimiento separatista. El ascenso alpoder del dictador es analizado a través de las contradicciones entre <la oli-garquía latifundista y la clase media rural>. Francia era el líder de un gruposocial internedio, compuesto por propietarios medios o pequeños -llamadoschacreros-, en su rrayoría campesinos dedicados al cultivo del tabaco y otrosproductos, que catalogó de <incipiente pequeña burguesía>. Estos chacrerosse vieron beneficiados con las medidas adoptadas por el gobierno de Francia.La consolidación de un excepcional régimen revolucionario, a pesar de laintensificación de la penetración inglesa en el resto de América Latina, se

') Andrada e Silva (1978).l') White (1975-1976).

La historiografia sobre la independenci a paraguaya 89

debió, según este historiador, a la unidad de la incipiente burguesía rural conlas clases populares en torno a Francia, así como a la situación de anarquía en

la que se hallaba el Río de la Platall.El pensador paraguayo Adriano Irala Burgos indagó sobre el pacto políti-

co y sus consecuencias, sobre el poder supremo y la nación, sobre las ideas

religiosas de Francia y su paso de católico a deísta, sobre la función de laiglesia pafagu ya en el esquema político francista, sobre la independenciapolítica y la transformación socio-económica, señalando el dinamisrno delEstado paraguayo como matriz del hombre individuo social; en síntesis, la

ideología política de Francia y el discurso político de la época. Sostuvo que

Francia <jamás buscó sombrillas protectoras, ni mendigó desarrollo a cambiode independencia>, su accionar político desbordaba todo esquema, inclusiveaquellos que se construyen partiendo de la propia coherencia del pensa-

miento francista, que admitía contradicciones internas en función de undinamismo centrado alrededor de un valor-eje: <El Estado como matriz delhombre individuo social, como plasmador del ciudadano paraguayo>. Afirmóentonces que el Estado aparece como el centro de todo esquema francista,

no siendo posible interpretarlo desde la perspectiva de una historia de luchade clases. (Jn Estado con un sistema de gobierno y un dictador absoluto yperpetuo, único e irremplazable, lo que conspiró contra el esquema políticoque se intentó instrumentar y que con el correr del tiempo agravó las difi-cultades emergentes del proyecto histórico viablel2.

El trabajo pionero de Rafael EladioVelásquez sobre la sociedad paraguaya

en la época de la independencia y otros trabajos de este mistno autor dieronclrenta de una caracterización de la sociedad y de la política de la época,

haciendo hincapié en los aspectos institucionalesl3. Su interés también fue

estudiar la evolución de la cultura patagtr y^ partiendo de la guaraní en el

nlomento de la conquista, el tiempo de la colonia con la acción cultural de

la Iglesia y en particular de los jesuitas, la independencia incluyendo en ella

l.rs etapas revolucionarias, de laJunta y de la Dictadura,par^,Prcgresivamen-te, abordar los siguientes períodos de la historia paragtraya.

Por su parte, la compilación de Jerry'W Cooney y Thomas Whigham:rurtrpó distintos trabajos -la rnayoria publicados con anterioridad- bajo untlcnominador común: la sociedad patrimonial en tiempos de Francia. La

I | (lr¡crreVil:rboy (1 946: 93-125).r'r Ir:rlu lltrrgos (2l9uit).I I VclÍrzt¡trcz (l()65).

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Nidia R. Areces

l¿r l)atria> prestaron un uso eminentemente social. Andrada e Silva concluyóque Francia dejó delicados problemas sin resolver: el problema de la defini-ción de las fronteras, el de la demarcación de límites, el del establecirnientode las relaciones diplomáticas y comerciales que devolviesen al Paraguay alconcierto de las naciones y la fraternidad con el mundo exteriorg.

Richard L.White realizí un importante estudio, del que merece desta-carse su análisis sobre la política económica de la dictadura. Sostuvo que lade Paraguay era una revolución radical que parece única, aunque se corres-ponde con las corrientes ideológicas y realidades históricas de la época. Iden-tificó así al Paraguay popular con la inrerpretación más radicalizada del pen-samiento ilustrado. Definió claramente su posición cuando expresó que alremover las elites, al liberarse de <la dorninación imperalista,r, al poner enmarcha <la igualitaria reforma agraría y la racional dirección de la economíapor el Estado>, <el radical gobierno> de Francia otorgó al Paraguay losmedios para romper su tradicional dependencia y establecer una naciónauténticamente independiente. Sostuvo que la exitosa promulgación de estas

medidas básicas, tanto hoy como ayer, constituye la piedra angular de la inde-pendencia y el desarrollo, porque <la independencia política sola, sin inde-pendencia económica, históricamente ha resultado en nada r-nás de lo quehoy se llama subdesarrollorlo.

Para Sergio GuerraVilaboy, el Paraguay de Francia es un caso singular deindependencia en la Anrérica Latina. Basó su interpretación en un análisis declase y tuvo presente las condiciones de la dependencia, explicando que enel panorama socio-político del Paraguay existían otros intereses de clases dis-tintos al de la dominante -tanto realista como criolla- que jugaron unirnportantísimo papel en el proceso de independencia, contribuyendo engran rnedida a la radicahzaciín del movimiento separatista. El ascenso alpoder del dictador es analizado a través de las contradicciones entre <la oli-garquía latifundista y la clase media rural>. Francia era el líder de un gruposocial internedio, compuesto por propietarios medios o pequeños -llamadoschacreros-, en su rrayoría campesinos dedicados al cultivo del tabaco y otrosproductos, que catalogó de <incipiente pequeña burguesía>. Estos chacrerosse vieron beneficiados con las medidas adoptadas por el gobierno de Francia.La consolidación de un excepcional régimen revolucionario, a pesar de laintensificación de la penetración inglesa en el resto de América Latina, se

') Andrada e Silva (1978).l') White (1975-1976).

La historiografia sobre la independenci a paraguaya 89

debió, según este historiador, a la unidad de la incipiente burguesía rural conlas clases populares en torno a Francia, así como a la situación de anarquía en

la que se hallaba el Río de la Platall.El pensador paraguayo Adriano Irala Burgos indagó sobre el pacto políti-

co y sus consecuencias, sobre el poder supremo y la nación, sobre las ideas

religiosas de Francia y su paso de católico a deísta, sobre la función de laiglesia pafagu ya en el esquema político francista, sobre la independenciapolítica y la transformación socio-económica, señalando el dinamisrno delEstado paraguayo como matriz del hombre individuo social; en síntesis, la

ideología política de Francia y el discurso político de la época. Sostuvo que

Francia <jamás buscó sombrillas protectoras, ni mendigó desarrollo a cambiode independencia>, su accionar político desbordaba todo esquema, inclusiveaquellos que se construyen partiendo de la propia coherencia del pensa-

miento francista, que admitía contradicciones internas en función de undinamismo centrado alrededor de un valor-eje: <El Estado como matriz delhombre individuo social, como plasmador del ciudadano paraguayo>. Afirmóentonces que el Estado aparece como el centro de todo esquema francista,

no siendo posible interpretarlo desde la perspectiva de una historia de luchade clases. (Jn Estado con un sistema de gobierno y un dictador absoluto yperpetuo, único e irremplazable, lo que conspiró contra el esquema políticoque se intentó instrumentar y que con el correr del tiempo agravó las difi-cultades emergentes del proyecto histórico viablel2.

El trabajo pionero de Rafael EladioVelásquez sobre la sociedad paraguaya

en la época de la independencia y otros trabajos de este mistno autor dieronclrenta de una caracterización de la sociedad y de la política de la época,

haciendo hincapié en los aspectos institucionalesl3. Su interés también fue

estudiar la evolución de la cultura patagtr y^ partiendo de la guaraní en el

nlomento de la conquista, el tiempo de la colonia con la acción cultural de

la Iglesia y en particular de los jesuitas, la independencia incluyendo en ella

l.rs etapas revolucionarias, de laJunta y de la Dictadura,par^,Prcgresivamen-te, abordar los siguientes períodos de la historia paragtraya.

Por su parte, la compilación de Jerry'W Cooney y Thomas Whigham:rurtrpó distintos trabajos -la rnayoria publicados con anterioridad- bajo untlcnominador común: la sociedad patrimonial en tiempos de Francia. La

I | (lr¡crreVil:rboy (1 946: 93-125).r'r Ir:rlu lltrrgos (2l9uit).I I VclÍrzt¡trcz (l()65).

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Nidia R. Areces

hipótesis ¡4iró en torno a la adopción por el dictador de los principios que

sostuvieron al gobierno patrimonial hispánico y a la sociedad. Si bien eltexto estaba focalizado en Francia, la perspectiva no era apologética, el inte-rés era aproximarse a la mentalidad de esos tiempos, a las normas y valoresque regían esa sociedad en las relaciones de género y entre las castas, par:, a

partir de este análisis que transcendía lo formal institucional, abocarse a 1o

social, reflexionar acerca de los orígenes de la república paraguaya con elobjetivo de alcanzar una mayor comprensión de la naturaleza del poder y de

la sociedadla.Con una perspectiva innovadora, hay estudios recientes que abordan

desde otras perspectivas el proceso de independencia paraguayo. Se interesanpor analizat la escritura de la época que lo expresa, el lenguaje de los prota-gonistas, que manifiesta una determinada visión del hombre y de la sociedad,pero que es también una pedagogíals; otros, desde la construcción del capitalpolítico, la formación de un líder, las prácticas políticas, del origen y consoli-dación del poder, o en el marco de las cuestiones de la centralidad y locali-dad y desde la perspectiva metodológica de la historia regional, reflexionansobre ese proceso y la construcción del Estado16.

PRopupsrRs rál{A UNA r\ENC)vAoróN TEMÁTrcA

El propósito es identificar los temas y las cuestiones sobresalientes que se

deben enfocar y trabajar para lograr una renovación temática de la indepen-dencia paragúaya,y con ello aproximarse a una explicaci6n/cornprensiónmás acabada de ese proceso histórico.

Uno de los temas a indagar es la relación entre el movimiento revolucio-nario iniciado en 1810 y la recepción en el Paraguay de las llamadas refor-mas borbónicas, y para ello estudiar específicamente el período de la Gober-nación Intendencia. Por supuesto que la relación no es directa, las reformasno conducen inevitablemente al movimiento separatista, a pesar de que,según la perspectiva imperial borbónica, los territorios americanos se con-vertían en dependencias y dejaban de ser reinos autónomos. Hay continui-dades y rupturas en los distintos niveles de aproximación económicos, políti-

r1 whigham/Cooney (1996).r5 Bouvet (2006).rr' A¡eces (1992:75-146 y 2005: 59-93).

La historiografia sobre la independenci ^

paraguaya 91

cos y culturales, que deben ser indicadas y justipreciadas. Sin embargo, se

debe tener en cuenta que, desencadenado el proceso de independencia, éste

provoca movilizaciones políticas que se distinguen de otras anteriores y que

imprimirán la tónica al peúodo.

En relación con esta problemática sería importante apuntar las claves

generales de la organización municipal de la ciudad de Asunción y al fortale-

cimiento de su elite local, que había sufrido un catnbio en su colllposición

con el arribo, a partir del últirno cuarto del siglo XVIII, de una camada de

inmigrantes proveniente de la península, pensando en la actuación de los

cabildantes en el proceso de independencia. En 1811, el Cabildo de Asun-

ción compuesto en su mayor parte de españoles, (no se hallaba a unísono

con el espíritu del pueblo>: resistía tenaznente la idea surgida de Buenos

Aires; se negaba abiertanr.ente a reconocer los actos emanados de la JuntaRevolucionaria y se ponía de acuerdo con el gobernador de Montevideopara su sostenimiento y conservación. El Cabildo y sus adeptos eran el foco

clel apoyo al antiguo sistema, oponiéndose a las otras facciones, que bregaban

por afirmar la independencia, en conjunción o no con Buenos Airesl7. Pero

también se hace necesario estudiar los cabildos existentes en la Provincia, en

particular a quiénes se nombraba apoderados y cómo se fueron tejiendo los

vínculos entre los núcleos dirigentes, los capitanes-estancieros y los milicia-nos-camPeslnos.

Si hasta el momento la producción historiográfica referida a la indepen-

clencia ha centrado su atención en las figuras de sobresaliente actuación, lo

interesante sería que se pusiera énfasis en Ia experiencia de los grupos etno-

sociales subalternos, más bien que sobre los notables y/ o las elites poseedoras

y educadas, que en repetidas ocasiones se sintieron amenazadas por <los de

:tbajo>. La revolución paraguaya, aunque no fue en su origen un nrovimiento

popular, llegó a involucrar a otros sectores de la población fuera de la elite.

En determinados momentos del proceso, en particular en los Congresos de

1814 y 1816, sectores sociales no capitalinos lideraron los debates y fueron

l:rs voces visibles de las propuestas que llevaron a Fra¡rcia a la Dictadura

Suprema y finalmente Perpetua.

El análisis del bagaje intelectual, del ideario, del pensamiento político, de

l:r pluralidad de referencias políticas, sería de gran utilidad. Si bien, como

Ircnlos señalado, existen algunos trabajos que desarrollan algunas de estas

t.trcstiones, habría que ahondar, por ejemplo, en las tradiciones políticas y

l7 Mol¡s (1866: 47 3-17 4).

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Nidia R. Areces

hipótesis ¡4iró en torno a la adopción por el dictador de los principios que

sostuvieron al gobierno patrimonial hispánico y a la sociedad. Si bien eltexto estaba focalizado en Francia, la perspectiva no era apologética, el inte-rés era aproximarse a la mentalidad de esos tiempos, a las normas y valoresque regían esa sociedad en las relaciones de género y entre las castas, par:, a

partir de este análisis que transcendía lo formal institucional, abocarse a 1o

social, reflexionar acerca de los orígenes de la república paraguaya con elobjetivo de alcanzar una mayor comprensión de la naturaleza del poder y de

la sociedadla.Con una perspectiva innovadora, hay estudios recientes que abordan

desde otras perspectivas el proceso de independencia paraguayo. Se interesanpor analizat la escritura de la época que lo expresa, el lenguaje de los prota-gonistas, que manifiesta una determinada visión del hombre y de la sociedad,pero que es también una pedagogíals; otros, desde la construcción del capitalpolítico, la formación de un líder, las prácticas políticas, del origen y consoli-dación del poder, o en el marco de las cuestiones de la centralidad y locali-dad y desde la perspectiva metodológica de la historia regional, reflexionansobre ese proceso y la construcción del Estado16.

PRopupsrRs rál{A UNA r\ENC)vAoróN TEMÁTrcA

El propósito es identificar los temas y las cuestiones sobresalientes que se

deben enfocar y trabajar para lograr una renovación temática de la indepen-dencia paragúaya,y con ello aproximarse a una explicaci6n/cornprensiónmás acabada de ese proceso histórico.

Uno de los temas a indagar es la relación entre el movimiento revolucio-nario iniciado en 1810 y la recepción en el Paraguay de las llamadas refor-mas borbónicas, y para ello estudiar específicamente el período de la Gober-nación Intendencia. Por supuesto que la relación no es directa, las reformasno conducen inevitablemente al movimiento separatista, a pesar de que,según la perspectiva imperial borbónica, los territorios americanos se con-vertían en dependencias y dejaban de ser reinos autónomos. Hay continui-dades y rupturas en los distintos niveles de aproximación económicos, políti-

r1 whigham/Cooney (1996).r5 Bouvet (2006).rr' A¡eces (1992:75-146 y 2005: 59-93).

La historiografia sobre la independenci ^

paraguaya 91

cos y culturales, que deben ser indicadas y justipreciadas. Sin embargo, se

debe tener en cuenta que, desencadenado el proceso de independencia, éste

provoca movilizaciones políticas que se distinguen de otras anteriores y que

imprimirán la tónica al peúodo.

En relación con esta problemática sería importante apuntar las claves

generales de la organización municipal de la ciudad de Asunción y al fortale-

cimiento de su elite local, que había sufrido un catnbio en su colllposición

con el arribo, a partir del últirno cuarto del siglo XVIII, de una camada de

inmigrantes proveniente de la península, pensando en la actuación de los

cabildantes en el proceso de independencia. En 1811, el Cabildo de Asun-

ción compuesto en su mayor parte de españoles, (no se hallaba a unísono

con el espíritu del pueblo>: resistía tenaznente la idea surgida de Buenos

Aires; se negaba abiertanr.ente a reconocer los actos emanados de la JuntaRevolucionaria y se ponía de acuerdo con el gobernador de Montevideopara su sostenimiento y conservación. El Cabildo y sus adeptos eran el foco

clel apoyo al antiguo sistema, oponiéndose a las otras facciones, que bregaban

por afirmar la independencia, en conjunción o no con Buenos Airesl7. Pero

también se hace necesario estudiar los cabildos existentes en la Provincia, en

particular a quiénes se nombraba apoderados y cómo se fueron tejiendo los

vínculos entre los núcleos dirigentes, los capitanes-estancieros y los milicia-nos-camPeslnos.

Si hasta el momento la producción historiográfica referida a la indepen-

clencia ha centrado su atención en las figuras de sobresaliente actuación, lo

interesante sería que se pusiera énfasis en Ia experiencia de los grupos etno-

sociales subalternos, más bien que sobre los notables y/ o las elites poseedoras

y educadas, que en repetidas ocasiones se sintieron amenazadas por <los de

:tbajo>. La revolución paraguaya, aunque no fue en su origen un nrovimiento

popular, llegó a involucrar a otros sectores de la población fuera de la elite.

En determinados momentos del proceso, en particular en los Congresos de

1814 y 1816, sectores sociales no capitalinos lideraron los debates y fueron

l:rs voces visibles de las propuestas que llevaron a Fra¡rcia a la Dictadura

Suprema y finalmente Perpetua.

El análisis del bagaje intelectual, del ideario, del pensamiento político, de

l:r pluralidad de referencias políticas, sería de gran utilidad. Si bien, como

Ircnlos señalado, existen algunos trabajos que desarrollan algunas de estas

t.trcstiones, habría que ahondar, por ejemplo, en las tradiciones políticas y

l7 Mol¡s (1866: 47 3-17 4).

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doctrinas a las que recurren los actores de la revolución. Si acudieron a una ovarias, o si hubo alguna predominante. (Jn relevamiento de las bibliotecas, delas posibilidades de acceso a la literatura de la época, una indagación de laformación intelectual y política de los protagonistas, coadyuvarían a cubrirestos rnterrogantes.

otro de los temas clave es el de la representación política. Frente al pro-ceso de recuperación metropolitana del predominio político en los rerrito-rios americanos, impulsado por el reformismo borbónico, se abrió la bús-queda de nuevas formas de representación que garantizaran la participaciónde las elites americanas en los procesos políticos. La categoría de AntiguoRégimen no desconoce la dominación colonial y a ella responden el orde-namiento y carácter de la sociedad en la América hispánica. Con los sucesosmetropolitanos, la farsa de Bayona, la crisis de legitimidad y la invasión napo-leónica a la península, la búsqueda de la represenración se intensificó. El ciu-dadano renitía todavía al vecino, al miembro de un cuerpo político del queaún no era separable. En tiempos ordinarios y a todos los niveles, él era quiendesignaba a sus representantes, aunque lógicamente estuviera inserto en lared de vínculos que formaba el entramado social. Pero esta representaciónno bastaba en circunstancias extraordinarias. Cuando éstas se producían, se

buscaba ampliar la representación para que interviniera la totalidad, o losmiernbros más <representativos> del cuerpo político, ya sea añadiendo losvecinos más notables, ya sea reuniendo a todo el cuerpo o haciendo ratiftcarla decisión tornada. Esta necesidad de reunir y consultar al conjunto delcuerpo político se daba a todos los niveles: nacional, estatal, local. En estesentido, se estaba lejos de una noción nroderna de la representación, de un<sistema representativo)) que suponía que la nación sólo existía in situ, en laasamblea de representantes. Aquí, al contrario, la <nación> continuaba exis-tiendo en el conjunto de los cLrerpos que la formaban, de ahí la posibilidadde consultarla fisicarnente. En ese sentido, el pronunciamiento, con sus actasde adhesión a los pronunciados o al Gobierno, era como una consulta direc-ta a la nación, a través de esos pueblos y cuerpos nrilitares que la constituían.La solución a corto plazo, en el caso paraguayo, se encontró en la transferen-cia de la voluntad de nación a un líder, Francia, capaz de integrar un sistemaunificado de pactos de múltiples cuerpos que componían la República.

Estos problemas llevarían a explorar la génesis del nacionalismo en elParaguay, poniendo enlabalanza las formas de lucha anticolonialistas que se

generaban y enfatizando el rechazo al colonialismo y la progresiva toma deconciencia por parte de estos nuevos ciudadanos. La cuestión es preguntarse

La historiografia sobre la independenci a paraguaya 93

acerca de las características del proceso de construcción del Estado-naciónparaguayo en la vertiente política que procede de la Revolución francesa, es

decir, sobre la asociación voluntaria de los individuos-ciudadanos, y la cultu-ral, que se afirma con el Romanticismo y se forrnaliza en la medida que

todos compartan una historia y un imaginario comunes. Hay que pensar si

tempranamente Paraguay se constituyó en una unidad territorial soberana e

idealmente homogénea, que habitaban como <ciudadanos> los miernbros de

una <nación>, y si estaba definida de diversas maneras convencionales (étnica,

lingüística, cultural, histórica, etc.). Sin embargo, normalmente se considera

que los ciudadanos de los estados territoriales modernos constituyen este

tipo de <nación>, y los que no cumplen todos estos requisitos quedan clasifi-cados como <minorías> u otras <naciones>, de lo cual se desprende que lógi-canente deberían tener su propio Estado.

Es de interés entonces debatir si la revolución fue un movimiento nacio-nalista, lo que fundamentalmente representa la búsqueda de la identidad. De1810 a 1814 existió en Paraguay una fuerte corriente, la revolucionaria-democrática liderada por Francia, que propuso que los criollos se aliaran conlos sectores subalternos y definió como enemigos a los españoles. Precisa-ruente el sentido de pertenencia, uno de los rasgos identitarios, se activa enlas situaciones de confrontación. Fuertes indicios ofrecen en el caso paragua-

yo la visión de una sociedad constituida por múltiples redes de identidadesque se superponían e intersectaban, en el marco de una red de identidadrnayor que se está conformando corno el cuerpo de la nación.

Se presenta otro tema vinculado al anterior, que es el del patriotismocriollo y si éste se diferencia del nacionalismo que emerge en el contextolrrtinoamericano. ¿De qué se habla cuando se hace referencia a ese patriotis-rrro? ¿Responde más un sentimiento que a un movimiento político? Si se

piensa en sus orígenes - que difieren en cada colonia-, ¿prefigura la forma-ción del Estado-nación? ¿A qué aluden los coetáneos cuando invocan a laprtria? ¿A qué imaginario remiten? ¿Implica una redefinición de la noción a

l,r que la coyuntura revolucionaria hace apaftar de la acepción más estrecha

crrrpleada en los tiempos coloniales? Aparecen significativos componentes,, onro la unión de voluntades vinculada a las aspiraciones igualitarias,la sobe-r';ulía raclical a la que tienen que acatar todas las autoridades; en síntesis,prin-, ipi<>s nrodernos a los que acompañan nuevas virtudes cívicas.

Si sc considera a la revolución paraguaya como una reacción anticolonial,s('srrr:uncntc se la aprecie en toda su originalidad y especificidad. Para ellolr;ry t¡uc tlctct'trrr a los operadores materiales de la dominación cuya inter-

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doctrinas a las que recurren los actores de la revolución. Si acudieron a una ovarias, o si hubo alguna predominante. (Jn relevamiento de las bibliotecas, delas posibilidades de acceso a la literatura de la época, una indagación de laformación intelectual y política de los protagonistas, coadyuvarían a cubrirestos rnterrogantes.

otro de los temas clave es el de la representación política. Frente al pro-ceso de recuperación metropolitana del predominio político en los rerrito-rios americanos, impulsado por el reformismo borbónico, se abrió la bús-queda de nuevas formas de representación que garantizaran la participaciónde las elites americanas en los procesos políticos. La categoría de AntiguoRégimen no desconoce la dominación colonial y a ella responden el orde-namiento y carácter de la sociedad en la América hispánica. Con los sucesosmetropolitanos, la farsa de Bayona, la crisis de legitimidad y la invasión napo-leónica a la península, la búsqueda de la represenración se intensificó. El ciu-dadano renitía todavía al vecino, al miembro de un cuerpo político del queaún no era separable. En tiempos ordinarios y a todos los niveles, él era quiendesignaba a sus representantes, aunque lógicamente estuviera inserto en lared de vínculos que formaba el entramado social. Pero esta representaciónno bastaba en circunstancias extraordinarias. Cuando éstas se producían, se

buscaba ampliar la representación para que interviniera la totalidad, o losmiernbros más <representativos> del cuerpo político, ya sea añadiendo losvecinos más notables, ya sea reuniendo a todo el cuerpo o haciendo ratiftcarla decisión tornada. Esta necesidad de reunir y consultar al conjunto delcuerpo político se daba a todos los niveles: nacional, estatal, local. En estesentido, se estaba lejos de una noción nroderna de la representación, de un<sistema representativo)) que suponía que la nación sólo existía in situ, en laasamblea de representantes. Aquí, al contrario, la <nación> continuaba exis-tiendo en el conjunto de los cLrerpos que la formaban, de ahí la posibilidadde consultarla fisicarnente. En ese sentido, el pronunciamiento, con sus actasde adhesión a los pronunciados o al Gobierno, era como una consulta direc-ta a la nación, a través de esos pueblos y cuerpos nrilitares que la constituían.La solución a corto plazo, en el caso paraguayo, se encontró en la transferen-cia de la voluntad de nación a un líder, Francia, capaz de integrar un sistemaunificado de pactos de múltiples cuerpos que componían la República.

Estos problemas llevarían a explorar la génesis del nacionalismo en elParaguay, poniendo enlabalanza las formas de lucha anticolonialistas que se

generaban y enfatizando el rechazo al colonialismo y la progresiva toma deconciencia por parte de estos nuevos ciudadanos. La cuestión es preguntarse

La historiografia sobre la independenci a paraguaya 93

acerca de las características del proceso de construcción del Estado-naciónparaguayo en la vertiente política que procede de la Revolución francesa, es

decir, sobre la asociación voluntaria de los individuos-ciudadanos, y la cultu-ral, que se afirma con el Romanticismo y se forrnaliza en la medida que

todos compartan una historia y un imaginario comunes. Hay que pensar si

tempranamente Paraguay se constituyó en una unidad territorial soberana e

idealmente homogénea, que habitaban como <ciudadanos> los miernbros de

una <nación>, y si estaba definida de diversas maneras convencionales (étnica,

lingüística, cultural, histórica, etc.). Sin embargo, normalmente se considera

que los ciudadanos de los estados territoriales modernos constituyen este

tipo de <nación>, y los que no cumplen todos estos requisitos quedan clasifi-cados como <minorías> u otras <naciones>, de lo cual se desprende que lógi-canente deberían tener su propio Estado.

Es de interés entonces debatir si la revolución fue un movimiento nacio-nalista, lo que fundamentalmente representa la búsqueda de la identidad. De1810 a 1814 existió en Paraguay una fuerte corriente, la revolucionaria-democrática liderada por Francia, que propuso que los criollos se aliaran conlos sectores subalternos y definió como enemigos a los españoles. Precisa-ruente el sentido de pertenencia, uno de los rasgos identitarios, se activa enlas situaciones de confrontación. Fuertes indicios ofrecen en el caso paragua-

yo la visión de una sociedad constituida por múltiples redes de identidadesque se superponían e intersectaban, en el marco de una red de identidadrnayor que se está conformando corno el cuerpo de la nación.

Se presenta otro tema vinculado al anterior, que es el del patriotismocriollo y si éste se diferencia del nacionalismo que emerge en el contextolrrtinoamericano. ¿De qué se habla cuando se hace referencia a ese patriotis-rrro? ¿Responde más un sentimiento que a un movimiento político? Si se

piensa en sus orígenes - que difieren en cada colonia-, ¿prefigura la forma-ción del Estado-nación? ¿A qué aluden los coetáneos cuando invocan a laprtria? ¿A qué imaginario remiten? ¿Implica una redefinición de la noción a

l,r que la coyuntura revolucionaria hace apaftar de la acepción más estrecha

crrrpleada en los tiempos coloniales? Aparecen significativos componentes,, onro la unión de voluntades vinculada a las aspiraciones igualitarias,la sobe-r';ulía raclical a la que tienen que acatar todas las autoridades; en síntesis,prin-, ipi<>s nrodernos a los que acompañan nuevas virtudes cívicas.

Si sc considera a la revolución paraguaya como una reacción anticolonial,s('srrr:uncntc se la aprecie en toda su originalidad y especificidad. Para ellolr;ry t¡uc tlctct'trrr a los operadores materiales de la dominación cuya inter-

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94 Nidia R. Areces

vención produce sujetos ubicados en posiciones que implican,ala vez, sub-ordinación y resistencia.La caractenstica de anticolonial no desobliga a cobi-jarla en la amplia perspectiva de los movimientos revolucionarios que se

producen a ambos lados del Atlántico duranre el período 1770-1.830, cuyasmiras estaban colocadas en la lucha contra el absolutismo de las anquilosadasmonarquías. Sin embargo, todo análisis debe tener en cuenta que la dirigen-cia paragaaya tuvo que dirimir primeramente el enfrentamiento con BuenosAires, el centro político y económico de la misma colonia del cual dependía.

Las prácticas políticas son otro problema a estudiar. Ért"t no pueden pen-sarse como inamovibles, sino que son ellas mismas un producto de la historiacambiante, pero se está lejos de poder hacer ese seguimiento durante los añosrevolucionarios. Estas prácticas estaban enfrentadas de continuo a experien-cias nuevas de participación y toma de decisiones y, en consecuencia,afecta-das sin cesar por ellas. La política de esos días de la independencia cabalgabasobre los acontecinientos. Se estaba pasando del objeto de la política delAntiguo Régimen centrado en el bien común, los cargos públicos, la <felici-dad pública> de los ilustrados, a la revolucionaria, el salut Ttublic de los jacobi-nos, o a la del constitucionalismo liberal que perseguía la legitimación de lospoderes públicos por la soberanía del pueblo.Aquí se alude a <lo político> porlo que es común a todos, a Io que concierne a toda la comunidad, y se lodefine, como afirma MaxWeber, por los medios que utiliza: la coacción fisica.

Una de las líneas de discusión más importante tanlbién a tener en cuentagira en torno al problema del gobierno. Esta noción no se refiere sólo alpoder político ejercido sobre una comunidad que se extiende sobre undeterminado territorio, sino que cubre un variado campo de significados,desde el gobierno de sí rnisrno hasta el del alma, presentes en los debatesintelectuales de los siglos xvl al xvllr. De todas maneras, el gobierno se defi-ne a partir del control de la acción humana, ya fuera ésta de tipo político,moral o pedagógico, y la admisión de una canridad considerable, tanro deinterlocutores para el debate como de gestores de estrategias de ejecución.

Varios autores de los que se han mencionado en el estado de la cuestiónse preocuparon por el ejercicio de la soberanía por parte del Estado paragua-yo, rescatándolo como uno de los rasgos más distintivos, tanto de la indepen-dencia como de la dictadura de Francia. Pero entre ellos primó el análisisacotado de la soberanía nacional. La contradicción entre ésta y la soberaníade los pueblos no ha sido aún despejada. Si bien esos esrudios apuntaban a lacontinua movilización política de la sociedad por los conflictos entre losmiembros de la elite y a sus efectos, inestabilidad y crisis políticas, desde la

La historiografia sobre la independencia paraguaya 95

perspectiva de la <nueva historia política> son pocos los trabajos realizadosque traten el funcionamiento y comportamiento del cuerpo político en unperíodo tan decisivo de la historia paragoay^. En este punto surgen variaspreguntas. Desde el punto de vista social, ¿cuál era la comunidad política, es

clecir, los grupos que integraban la nación, en particular los de las clases

populares? Desde el punto de vista político e ideológico, ¿cuáles eran las

clivisiones de la comunidad política?, ¿cómo se concebía la unidad de lacomunidad política?, ¿tenía Paraguay algunas características o rasgos particu-Lrres o específicos?, ¿por qué llegó a ser considerada legítima la emancipa-ción y cuál era el tipo de independencia que las elites deseaban?

En cuanto a modernidad o tradición, la cuestión es pensar en la existenciacle nuevas referencias donde se combinan las ideas, los imaginarios sociales yIt>s comportamientos que deben configurar al <nuevo hombre,¡ encuadradocn una (nueva sociedad>. Muchas de estas novedades habían comenzadotlurante el Antiguo Régimen, el ámbito de la Ilustración les dio especialcebida y las revoluciones de independencia nortearnericana y francesa pro-tlujeron un significatlo clivage en este mundo de la política y de la cultura.Iiste sistema de referencias fue pasando de los círculos privados a los públi-('os, conenzó a transitar hacia lo que sintéticamente se denomina Moderni-tl¡d. En Paraguay, el pasaje y las mutaciones hacia una política rnoderna y unnuevo sistema de referencias no quedó al descubierto sino pasado un largoticnrpo del primer momento revolucionario, persistieron fuertes resabios delAntiguo Régimen. Este término aparece como una tipificación negativa de

toclos los valores de la Modernidad, pero más allá de esta visión maniquea.rp¡recen también con claridad las continuidades entre uno y otra. Se estaba

tr:¡nsitando entre tradición y reforma, la actuación de los misnros protagonis-t:rs lluchas veces oscilaba entre una y otra según las presiones que debíans()portar. Las explicaciones hay que buscarlas en las exigencias del <tiempo('()rto)), en donde el acontecimiento de carácter único modifica la situaciónpolítica, la que no debe olvidarse encuadrar en el <tiempo largo>, aquel que( ()ntempla las estructuras. En síntesis, para comprender la marcha hacia laMoclernidad es necesario examinar las relaciones entre el régimen político, lasocicclad y la cultura, así como la ruptura que posibilita corrrenzar a construirun nuevo pacto social en un mundo moderno.

[]n la relación analítica, compleja por cierto, entre política y economía,unr¡ rlc los tenras a indagar está referido al dilema de si la revolución en Para-rtu:lv sc pxrtlrrjo cn un período de crisis o de crecimiento económico. (Jno u()tr'() s(' ('n('r.rcr)tr:ln :rsot'i:ttl<¡s il csttucturlls,:r Íi>rtrt¡s de economía, a modos

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vención produce sujetos ubicados en posiciones que implican,ala vez, sub-ordinación y resistencia.La caractenstica de anticolonial no desobliga a cobi-jarla en la amplia perspectiva de los movimientos revolucionarios que se

producen a ambos lados del Atlántico duranre el período 1770-1.830, cuyasmiras estaban colocadas en la lucha contra el absolutismo de las anquilosadasmonarquías. Sin embargo, todo análisis debe tener en cuenta que la dirigen-cia paragaaya tuvo que dirimir primeramente el enfrentamiento con BuenosAires, el centro político y económico de la misma colonia del cual dependía.

Las prácticas políticas son otro problema a estudiar. Ért"t no pueden pen-sarse como inamovibles, sino que son ellas mismas un producto de la historiacambiante, pero se está lejos de poder hacer ese seguimiento durante los añosrevolucionarios. Estas prácticas estaban enfrentadas de continuo a experien-cias nuevas de participación y toma de decisiones y, en consecuencia,afecta-das sin cesar por ellas. La política de esos días de la independencia cabalgabasobre los acontecinientos. Se estaba pasando del objeto de la política delAntiguo Régimen centrado en el bien común, los cargos públicos, la <felici-dad pública> de los ilustrados, a la revolucionaria, el salut Ttublic de los jacobi-nos, o a la del constitucionalismo liberal que perseguía la legitimación de lospoderes públicos por la soberanía del pueblo.Aquí se alude a <lo político> porlo que es común a todos, a Io que concierne a toda la comunidad, y se lodefine, como afirma MaxWeber, por los medios que utiliza: la coacción fisica.

Una de las líneas de discusión más importante tanlbién a tener en cuentagira en torno al problema del gobierno. Esta noción no se refiere sólo alpoder político ejercido sobre una comunidad que se extiende sobre undeterminado territorio, sino que cubre un variado campo de significados,desde el gobierno de sí rnisrno hasta el del alma, presentes en los debatesintelectuales de los siglos xvl al xvllr. De todas maneras, el gobierno se defi-ne a partir del control de la acción humana, ya fuera ésta de tipo político,moral o pedagógico, y la admisión de una canridad considerable, tanro deinterlocutores para el debate como de gestores de estrategias de ejecución.

Varios autores de los que se han mencionado en el estado de la cuestiónse preocuparon por el ejercicio de la soberanía por parte del Estado paragua-yo, rescatándolo como uno de los rasgos más distintivos, tanto de la indepen-dencia como de la dictadura de Francia. Pero entre ellos primó el análisisacotado de la soberanía nacional. La contradicción entre ésta y la soberaníade los pueblos no ha sido aún despejada. Si bien esos esrudios apuntaban a lacontinua movilización política de la sociedad por los conflictos entre losmiembros de la elite y a sus efectos, inestabilidad y crisis políticas, desde la

La historiografia sobre la independencia paraguaya 95

perspectiva de la <nueva historia política> son pocos los trabajos realizadosque traten el funcionamiento y comportamiento del cuerpo político en unperíodo tan decisivo de la historia paragoay^. En este punto surgen variaspreguntas. Desde el punto de vista social, ¿cuál era la comunidad política, es

clecir, los grupos que integraban la nación, en particular los de las clases

populares? Desde el punto de vista político e ideológico, ¿cuáles eran las

clivisiones de la comunidad política?, ¿cómo se concebía la unidad de lacomunidad política?, ¿tenía Paraguay algunas características o rasgos particu-Lrres o específicos?, ¿por qué llegó a ser considerada legítima la emancipa-ción y cuál era el tipo de independencia que las elites deseaban?

En cuanto a modernidad o tradición, la cuestión es pensar en la existenciacle nuevas referencias donde se combinan las ideas, los imaginarios sociales yIt>s comportamientos que deben configurar al <nuevo hombre,¡ encuadradocn una (nueva sociedad>. Muchas de estas novedades habían comenzadotlurante el Antiguo Régimen, el ámbito de la Ilustración les dio especialcebida y las revoluciones de independencia nortearnericana y francesa pro-tlujeron un significatlo clivage en este mundo de la política y de la cultura.Iiste sistema de referencias fue pasando de los círculos privados a los públi-('os, conenzó a transitar hacia lo que sintéticamente se denomina Moderni-tl¡d. En Paraguay, el pasaje y las mutaciones hacia una política rnoderna y unnuevo sistema de referencias no quedó al descubierto sino pasado un largoticnrpo del primer momento revolucionario, persistieron fuertes resabios delAntiguo Régimen. Este término aparece como una tipificación negativa de

toclos los valores de la Modernidad, pero más allá de esta visión maniquea.rp¡recen también con claridad las continuidades entre uno y otra. Se estaba

tr:¡nsitando entre tradición y reforma, la actuación de los misnros protagonis-t:rs lluchas veces oscilaba entre una y otra según las presiones que debíans()portar. Las explicaciones hay que buscarlas en las exigencias del <tiempo('()rto)), en donde el acontecimiento de carácter único modifica la situaciónpolítica, la que no debe olvidarse encuadrar en el <tiempo largo>, aquel que( ()ntempla las estructuras. En síntesis, para comprender la marcha hacia laMoclernidad es necesario examinar las relaciones entre el régimen político, lasocicclad y la cultura, así como la ruptura que posibilita corrrenzar a construirun nuevo pacto social en un mundo moderno.

[]n la relación analítica, compleja por cierto, entre política y economía,unr¡ rlc los tenras a indagar está referido al dilema de si la revolución en Para-rtu:lv sc pxrtlrrjo cn un período de crisis o de crecimiento económico. (Jno u()tr'() s(' ('n('r.rcr)tr:ln :rsot'i:ttl<¡s il csttucturlls,:r Íi>rtrt¡s de economía, a modos

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96 Nidia R. Areces

de organización que siguen siendo tradicionales. En este panorama incidentambién los efectos de la atlantización del espacio americano en su conjuntoexperimentada a partir del siglo xvIII y la progresiva incorporación a la eco-nomía mundial en particular, luego de la independencia de España, con laconsecuente reorientación de las rutas y agentes comerciales y la absorciónde nuevas tecnologías en el transporte. La cuestión, entre otras, es discutir a

partir de nuevas evidencias las interpretaciones del proceso de inserción de

los nuevos Estados en la economía internacional y sus implicancias en el des-

arrollo de los mercados regionales.

A uaNnn¡ or coNcruslóN

¿Qué conclusiones más generales podemos sacar de este balance y, a su

vez, propuesta? Su tratamiento historiográfico se ha hecho en función de latrayectoria histórica de este país surgido delVirreinato del Río de la Plata yde la construcción del Estado-nación, insistiendo que el inicial enfrenta-miento con Buenos Aires y los temores frente al imperio portugués marca-ron el proceso de afirmación nacional y también de integración social,teniendo en la mira la expoliación impactante sufrida por la Guerra de la

Triple Alianza y la actual situación de dependencia y subdesarrollo del país.

Los antecedentes historiográficos se ocupan de los problemas que se han

reseñado y con las perspectivas indicadas.Apreciados éstos, se plantea la nece-sidad de buscar nuevos puntos de partida, renovar ideas y conceptos y utllizatotros criterios investigativos que permitan interpretar desde otros ángulos elproceso histórico en cuestión. Se percibe con claridad la necesidad de estu-

diar los acontecimientos en relación con la sociedad y la cultura; para ello los

aportes provenientes de distintas ciencias sociales evitarán correr el riesgo de

pasar por alto muchos de los problemas, así como el de tener que privarse de

todo un vocabulario diseñado por estas disciplinas. Asimismo, desde las ver-tientes, por ejemplo, de la (nueva historia política>, de la <historia de las

sociabilidades>, de la <historia de la experiencia>, de la <historia conceptual>

o con una óptica más antropológica, se podría encarar el estudio, replantearpreguntas, explorar y revisar críticamente las fuentes, para poder dar cuentade este período crucial en la historia del país de una manera innovadora ypara avanzar en respuestas a los acuciantes interrogantes del presente.

El problema también aparece como un campo particularmente interesan-te para el análisis comparado, en particular fortalecer y, en algunos casos,

L¿r historiografia sobre la independencia paragvay^ 97

cmprender la reflexión conjunta con las historiografias de los países del(lono Sur, provocando una revisión de los paradigmas tradicionales a través

cle los cuales se construyeron las imágenes del pasado y gran parte de la lite-

frtura historiográñca existente. Se impone replantear críticamente el tránsito

del imperio español a la conformación de la nación como algo inacabado, así

como la caracterización del Estado que se fue perfilando y preguntarse en

particular acerca de las vinculaciones de un proyecto nacional con las identi-

d¡des colectivas de los distintos sectores de la población.

Nuevos enfoques y debates son necesarios para renovar la historiografia

dc la independencia paraguaya: superar los estudios que se reducen al análisis

tlel aparato estatal y de sus funciones y lograr una mejor aproximación a los

¡lrodos en que algunos grupos procesaron intelectualmente su experiencia'

Un período particularmente rico en alternativas políticas y constitución de

srúetos actuantes debe, por sobre todo, continuar siendo un tema en debate.

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96 Nidia R. Areces

de organización que siguen siendo tradicionales. En este panorama incidentambién los efectos de la atlantización del espacio americano en su conjuntoexperimentada a partir del siglo xvIII y la progresiva incorporación a la eco-nomía mundial en particular, luego de la independencia de España, con laconsecuente reorientación de las rutas y agentes comerciales y la absorciónde nuevas tecnologías en el transporte. La cuestión, entre otras, es discutir a

partir de nuevas evidencias las interpretaciones del proceso de inserción de

los nuevos Estados en la economía internacional y sus implicancias en el des-

arrollo de los mercados regionales.

A uaNnn¡ or coNcruslóN

¿Qué conclusiones más generales podemos sacar de este balance y, a su

vez, propuesta? Su tratamiento historiográfico se ha hecho en función de latrayectoria histórica de este país surgido delVirreinato del Río de la Plata yde la construcción del Estado-nación, insistiendo que el inicial enfrenta-miento con Buenos Aires y los temores frente al imperio portugués marca-ron el proceso de afirmación nacional y también de integración social,teniendo en la mira la expoliación impactante sufrida por la Guerra de la

Triple Alianza y la actual situación de dependencia y subdesarrollo del país.

Los antecedentes historiográficos se ocupan de los problemas que se han

reseñado y con las perspectivas indicadas.Apreciados éstos, se plantea la nece-sidad de buscar nuevos puntos de partida, renovar ideas y conceptos y utllizatotros criterios investigativos que permitan interpretar desde otros ángulos elproceso histórico en cuestión. Se percibe con claridad la necesidad de estu-

diar los acontecimientos en relación con la sociedad y la cultura; para ello los

aportes provenientes de distintas ciencias sociales evitarán correr el riesgo de

pasar por alto muchos de los problemas, así como el de tener que privarse de

todo un vocabulario diseñado por estas disciplinas. Asimismo, desde las ver-tientes, por ejemplo, de la (nueva historia política>, de la <historia de las

sociabilidades>, de la <historia de la experiencia>, de la <historia conceptual>

o con una óptica más antropológica, se podría encarar el estudio, replantearpreguntas, explorar y revisar críticamente las fuentes, para poder dar cuentade este período crucial en la historia del país de una manera innovadora ypara avanzar en respuestas a los acuciantes interrogantes del presente.

El problema también aparece como un campo particularmente interesan-te para el análisis comparado, en particular fortalecer y, en algunos casos,

L¿r historiografia sobre la independencia paragvay^ 97

cmprender la reflexión conjunta con las historiografias de los países del(lono Sur, provocando una revisión de los paradigmas tradicionales a través

cle los cuales se construyeron las imágenes del pasado y gran parte de la lite-

frtura historiográñca existente. Se impone replantear críticamente el tránsito

del imperio español a la conformación de la nación como algo inacabado, así

como la caracterización del Estado que se fue perfilando y preguntarse en

particular acerca de las vinculaciones de un proyecto nacional con las identi-

d¡des colectivas de los distintos sectores de la población.

Nuevos enfoques y debates son necesarios para renovar la historiografia

dc la independencia paraguaya: superar los estudios que se reducen al análisis

tlel aparato estatal y de sus funciones y lograr una mejor aproximación a los

¡lrodos en que algunos grupos procesaron intelectualmente su experiencia'

Un período particularmente rico en alternativas políticas y constitución de

srúetos actuantes debe, por sobre todo, continuar siendo un tema en debate.

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LA INDEPENDENCIA DEL PERU.BALANCE DE LA HrsroRrocRApÍa coNTEMponÁNEA

Carlos ContrerasPontficia Universiilad Católim del Peni

Podría decirse que la historiografia moderna sobre la independencia delPerú comenzí con la polémica librada con ocasión de su sesquicentenario.

Con ello no quiero decir que lo producido antes carezca de interés o valor;todo 1o contrario, creo que en trabajos como los de José de la Riva Agüero(como, por ejemplo, su biografia de Baquíjano, cuya primera edición data de1905) o José de la Puente (1948), figuraban ya muchas de las ideas sobre las

que se volveúa en décadas más recientes, con una fraseología ciertamentemás en sintonía con nuestra época. Simplemente quiero anotar que dichapolémica marc6la agenda de la historiografre peruana posterior, incluso más

allá del tema específico de la Independencia.En 7971 se celebraban los 150 años (o sesquicentenario) de la declara-

ción de independencia proclamada por el general José de San Martín en laplaza Mayor de Lima, el 28 de julio de 1821.Aunque esta proclamación nosignificó el logro efectivo de la independencia, puesto que ocurrió en mediode una guerre contra los reaüstas que todavía habría de prolongarse porvarios años más, tuvo un fuerte vdor simbólico, tanto porque el lugar de laproclama había sido el símbolo del poder español en el país, cuanto porIraber representado la partida de nacimiento del actual Esado peruano. Esto

cxplica que éste la haya elegido como la fecha central de la independencianacional, desdeñando otros episodios que también podrían haber ocupado

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LA INDEPENDENCIA DEL PERU.BALANCE DE LA HrsroRrocRApÍa coNTEMponÁNEA

Carlos ContrerasPontficia Universiilad Católim del Peni

Podría decirse que la historiografia moderna sobre la independencia delPerú comenzí con la polémica librada con ocasión de su sesquicentenario.

Con ello no quiero decir que lo producido antes carezca de interés o valor;todo 1o contrario, creo que en trabajos como los de José de la Riva Agüero(como, por ejemplo, su biografia de Baquíjano, cuya primera edición data de1905) o José de la Puente (1948), figuraban ya muchas de las ideas sobre las

que se volveúa en décadas más recientes, con una fraseología ciertamentemás en sintonía con nuestra época. Simplemente quiero anotar que dichapolémica marc6la agenda de la historiografre peruana posterior, incluso más

allá del tema específico de la Independencia.En 7971 se celebraban los 150 años (o sesquicentenario) de la declara-

ción de independencia proclamada por el general José de San Martín en laplaza Mayor de Lima, el 28 de julio de 1821.Aunque esta proclamación nosignificó el logro efectivo de la independencia, puesto que ocurrió en mediode una guerre contra los reaüstas que todavía habría de prolongarse porvarios años más, tuvo un fuerte vdor simbólico, tanto porque el lugar de laproclama había sido el símbolo del poder español en el país, cuanto porIraber representado la partida de nacimiento del actual Esado peruano. Esto

cxplica que éste la haya elegido como la fecha central de la independencianacional, desdeñando otros episodios que también podrían haber ocupado

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l(X) Carlos Contreras

dicho lugar, en otros contextos ideorógicos o bajo otros proyectos historio_gráficos1.

El 150 aniversario de la proclama de San Martín encontraba ar perú a laexpectatrva de gran-des cambios poríticos y sociales. Haciapocos años, lasFuerzas Armadas de-r qaís, interrumpiendo una larga tradiciór, d. fid.lid"d .la clase propietaria,,habían dado un golpe de EstaJo e iniciado un gobiernodictatorial, autotitulado orevolucionariou, qu. se proponía rearizarlas refor_mas estructurales que, de-acuerdo a su percepción (compartida por muchosotros sectores de la sociedad peruana), eran indispensabres p"." .i progreso yla modernización de la nación.

L",r militares gobernantes sostuvieron ra tesis de que la independencia de1821 habia sido un hecho solamente político, q,r. ,ro había solucionado ladependencia económica del perú, q,r. .." .r .etÁ que ahora debía encararse.Este contexto puede explicar ra rerativa sorpresa que significó er caráctermás bien moderado y conservador que asumió l" .o.r-.áoración del sigroy rnedio de vida independiente o republic ana2.Ergoui...ro -ilir", .r.ó ,.r"comisión de historiadores civiles y militares, qulenes actuaban como repre_sentantes de instituciones oficiares (como las Fuerzas Armadas, el Ministeriode Relaciones Exteriores, el concejo provincial de Lima, er consejoNacional de la (Jniversidad peruana, la Bibriotec" N".iorr"i, el ArchivoNacional' el centro de Estudios Histórico Militares, ra Asamblea Episcopar),semioficiales (la Academia Nacional de la Historia, el Instituto San Marti_niano del Perú, la Sociedad Boriviariana de Lima, ra Sociedad Fundadoresde la Independencia) o particulares (el Instituto Riva Agüero, la SociedadPeruana de Historia, el comité de promoción Económic"a¡, qr. .r, ra prác-tica significaban un cuerpo de <notables>, por ra .r.rl" pr.r.rr.ia de las uni-versidades nacionales, instituciones der interior u otras, con vinculacionesmás populares.

1 Por ejemplo, la rebelión de Túpac Amaru II en 17g0,rade Ios herma'os Angulo enel cuzco (1814), o Ia dc la batalla creAyacucho (1g24),pudieron haber funcionado conofechas centrales de la independencia. Er, ,u irrt...,r..rción en la polérnica crel sesquicente_nario, el hisroriadorJorge Basadre (1973:146,),frecuentemente citado por las nuevasgeneracrones como la figura e'rblemática de la <historiografia criolra>, ro*,ruo su preG_rencia por la rebelión de 1g14 como símbolo de la independencia del perú, por rrararsede una iniciativa local, surgida de sectores medios y con vínculos con los caciques indí_genas, colno el enigmático pumacahua.

,', tor: el ejército peruano nació con la Guerra de Independencla, esre orrgenpodría explicar el conservadurismo historiogúfico de esta institución sobre el tema.

La independencia del Peru 101

La tarea de esta comisión consistió en preparar una suerte de Monumenta

Histórica Documental sobre la Independencia del Perú. Entre 1971 y 1976la comisión publicó veinticuatro tomos, con un total de 86 volúmenes, más

un volumen adicional de antología de textos sobre el proceso emancipato-rio, que podía entenderse como un compendio del conjunto. Sin duda, fuet'l proyecto historiográfico de mayor envergadura emprendido por el Estado

peruano a lo largo de su historia. En un balance reciente, un importante his-toriador mencionó la colección como <el gran suceso bibliográfico del siglo>

cn el Perú3. El despliegue temático, vinculado con el número de volúmenesconcedido a cada tema, es revelador de cómo pensaban los historiadoresperuanos reunidos en la comisión, que debía entenderse el proceso de lairrdependencia: como un hecho que se desplegó a paftir de ideas difundidaspor un conjunto de <ideólogosD, cuyo pensamiento convergió con variosnlovimientos populares que en distintos lugares del Perú se venían rebelandocontra el gobierno español, obedeciendo a un sentimiento de peruanidad ydcseo de libertad y autonornía.

l)r nN DE LA Cor-EccróN DocUMENTAL DE LA INDEpENDENCTA DEL Prnú(( .t)IP) 1971-197 41

Torno Título No devolúrnenes

Responsables

Los ideólogos ls (10) César Pacheco, Noé Cevallos,

Miguel Maticorena, Alberto Táuro,

Jorge Arias-Schreiber, AugustoTánrayo, Carlos Orttz de Cevallos,

Guillermo Ugarte, ManuelAparicio, José de la Puente

) La rebelión de

Túpac Anr.aru

4 C arlos YaIcárcel, GuillermoDurand Flírez

i l)ucnte C¿urdanro (2001: 11).| ( luutlx.l conrpuesto a partir de la información proporcionada porVirgilio Roel

f 'rnr'tl.r t'n l¡ cclición cle 2(X)4 de su libro Itts líbertadores. De acuerdo a la información pro-

1,,,r( r()n.r(l:r por_fcssic:r Allr:urz¿r (lálvez, biLrliotecaria de la sección Historia de la Bibliote-r,r ( r'ntr.rl tlc l:r Univcrsid:rtl (l:rtrilice tlc Linn, rlc cstc ¡rlan s<ilo llegaron a publicarse B(r

r,'lunrt'rts. lirrtrt'11:rli'rrtcsis llcruos prrt'sto krs volti¡rrcrrcs cfi'ctive¡rrcrrtc prrbliclrtftrs.

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l(X) Carlos Contreras

dicho lugar, en otros contextos ideorógicos o bajo otros proyectos historio_gráficos1.

El 150 aniversario de la proclama de San Martín encontraba ar perú a laexpectatrva de gran-des cambios poríticos y sociales. Haciapocos años, lasFuerzas Armadas de-r qaís, interrumpiendo una larga tradiciór, d. fid.lid"d .la clase propietaria,,habían dado un golpe de EstaJo e iniciado un gobiernodictatorial, autotitulado orevolucionariou, qu. se proponía rearizarlas refor_mas estructurales que, de-acuerdo a su percepción (compartida por muchosotros sectores de la sociedad peruana), eran indispensabres p"." .i progreso yla modernización de la nación.

L",r militares gobernantes sostuvieron ra tesis de que la independencia de1821 habia sido un hecho solamente político, q,r. ,ro había solucionado ladependencia económica del perú, q,r. .." .r .etÁ que ahora debía encararse.Este contexto puede explicar ra rerativa sorpresa que significó er caráctermás bien moderado y conservador que asumió l" .o.r-.áoración del sigroy rnedio de vida independiente o republic ana2.Ergoui...ro -ilir", .r.ó ,.r"comisión de historiadores civiles y militares, qulenes actuaban como repre_sentantes de instituciones oficiares (como las Fuerzas Armadas, el Ministeriode Relaciones Exteriores, el concejo provincial de Lima, er consejoNacional de la (Jniversidad peruana, la Bibriotec" N".iorr"i, el ArchivoNacional' el centro de Estudios Histórico Militares, ra Asamblea Episcopar),semioficiales (la Academia Nacional de la Historia, el Instituto San Marti_niano del Perú, la Sociedad Boriviariana de Lima, ra Sociedad Fundadoresde la Independencia) o particulares (el Instituto Riva Agüero, la SociedadPeruana de Historia, el comité de promoción Económic"a¡, qr. .r, ra prác-tica significaban un cuerpo de <notables>, por ra .r.rl" pr.r.rr.ia de las uni-versidades nacionales, instituciones der interior u otras, con vinculacionesmás populares.

1 Por ejemplo, la rebelión de Túpac Amaru II en 17g0,rade Ios herma'os Angulo enel cuzco (1814), o Ia dc la batalla creAyacucho (1g24),pudieron haber funcionado conofechas centrales de la independencia. Er, ,u irrt...,r..rción en la polérnica crel sesquicente_nario, el hisroriadorJorge Basadre (1973:146,),frecuentemente citado por las nuevasgeneracrones como la figura e'rblemática de la <historiografia criolra>, ro*,ruo su preG_rencia por la rebelión de 1g14 como símbolo de la independencia del perú, por rrararsede una iniciativa local, surgida de sectores medios y con vínculos con los caciques indí_genas, colno el enigmático pumacahua.

,', tor: el ejército peruano nació con la Guerra de Independencla, esre orrgenpodría explicar el conservadurismo historiogúfico de esta institución sobre el tema.

La independencia del Peru 101

La tarea de esta comisión consistió en preparar una suerte de Monumenta

Histórica Documental sobre la Independencia del Perú. Entre 1971 y 1976la comisión publicó veinticuatro tomos, con un total de 86 volúmenes, más

un volumen adicional de antología de textos sobre el proceso emancipato-rio, que podía entenderse como un compendio del conjunto. Sin duda, fuet'l proyecto historiográfico de mayor envergadura emprendido por el Estado

peruano a lo largo de su historia. En un balance reciente, un importante his-toriador mencionó la colección como <el gran suceso bibliográfico del siglo>

cn el Perú3. El despliegue temático, vinculado con el número de volúmenesconcedido a cada tema, es revelador de cómo pensaban los historiadoresperuanos reunidos en la comisión, que debía entenderse el proceso de lairrdependencia: como un hecho que se desplegó a paftir de ideas difundidaspor un conjunto de <ideólogosD, cuyo pensamiento convergió con variosnlovimientos populares que en distintos lugares del Perú se venían rebelandocontra el gobierno español, obedeciendo a un sentimiento de peruanidad ydcseo de libertad y autonornía.

l)r nN DE LA Cor-EccróN DocUMENTAL DE LA INDEpENDENCTA DEL Prnú(( .t)IP) 1971-197 41

Torno Título No devolúrnenes

Responsables

Los ideólogos ls (10) César Pacheco, Noé Cevallos,

Miguel Maticorena, Alberto Táuro,

Jorge Arias-Schreiber, AugustoTánrayo, Carlos Orttz de Cevallos,

Guillermo Ugarte, ManuelAparicio, José de la Puente

) La rebelión de

Túpac Anr.aru

4 C arlos YaIcárcel, GuillermoDurand Flírez

i l)ucnte C¿urdanro (2001: 11).| ( luutlx.l conrpuesto a partir de la información proporcionada porVirgilio Roel

f 'rnr'tl.r t'n l¡ cclición cle 2(X)4 de su libro Itts líbertadores. De acuerdo a la información pro-

1,,,r( r()n.r(l:r por_fcssic:r Allr:urz¿r (lálvez, biLrliotecaria de la sección Historia de la Bibliote-r,r ( r'ntr.rl tlc l:r Univcrsid:rtl (l:rtrilice tlc Linn, rlc cstc ¡rlan s<ilo llegaron a publicarse B(r

r,'lunrt'rts. lirrtrt'11:rli'rrtcsis llcruos prrt'sto krs volti¡rrcrrcs cfi'ctive¡rrcrrtc prrbliclrtftrs.

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103

t02La independencia del Peru

Carlos Contreras

Torno Título No devolúrnenes

Responsables

3 Conspiraciones yrebeliones en el

siglo xtx

10 (8) Ella Dumbar Temple, HoracioVillanueva, Manuel Aparicio

4 El Perú en las

Cortes de Cádtz2 Guillermo Durand Flórez

5 Acción patrióticadel pueblo en laemancipación:guerrillas ynrontoneras

6 Ella Dumbar Tenrple

6 Asuntos nrilitares 9 Félix Denegri, Cap. Nav. JulioElías M.

7 La Marina1 780- 1820

4 Crp. Nav. Julio Elías M.

8 La cxpediciónlibertadora

3 José de la Puente

9 Cabildos, Actas de laIndependencia

1 (0) José de la Puente

10 Símbolos de lapatrla

1 Gustavo Pons Muzo

11 Misiones peruanas

1820-1,826

3 Carlos Ortiz de Cevallos,

Félix Ñu^rrrBrun

I2 Misiones ydocumentación de

cancillerías

extran¡eras

1 Félix Denegri Luna

13 Obra gubernativa yepistolario de San

Martín

3 (2) José de la Puente

1,4 Obra gubernativa yepistolario de Bolívar

4 Félix Denegri Luna

ResPonsables

Gustavo Pons Muzo Y Alberto

Táuro

Carlos Deustua Y José de la

mple

nte y Alberto

Totno Título

Primer Congreso

Constituyente

Archivo Riva Agüero

No de

volúrnenes

315

t6 (1)2

(0)11,7 Archivo Torre Tagle

Archivo ReYes18 (0)I

5 Ella Dumbar Y Carlos D'

Valcárcel

Armando Nieto

Alberto Tauro

Guillermo Lohmann, Floracio

Villanueva

I Crrnren Villanueva

T9 La Universidad

20 La Iglesia 2

3 (1)21 Asuntos econórnicos

Documentaciónoficial esPañola

322

323 Periódicos

1

2

Aurelio Miró Quesada

Guillermo Ugarte Chamorro

Félix Denegrt

Ella Dumbar

24 La poesía de la

emancipación

25 El teatro en la

independencia

26 I M.-orias, diarios YLI cronrcas

(4)6

427 Relaciones de

vlaJ eros

28 | Cttto grafta histórica

I

29 | Icono grafra

Page 101: Briss 3071101073318644370

103

t02La independencia del Peru

Carlos Contreras

Torno Título No devolúrnenes

Responsables

3 Conspiraciones yrebeliones en el

siglo xtx

10 (8) Ella Dumbar Temple, HoracioVillanueva, Manuel Aparicio

4 El Perú en las

Cortes de Cádtz2 Guillermo Durand Flórez

5 Acción patrióticadel pueblo en laemancipación:guerrillas ynrontoneras

6 Ella Dumbar Tenrple

6 Asuntos nrilitares 9 Félix Denegri, Cap. Nav. JulioElías M.

7 La Marina1 780- 1820

4 Crp. Nav. Julio Elías M.

8 La cxpediciónlibertadora

3 José de la Puente

9 Cabildos, Actas de laIndependencia

1 (0) José de la Puente

10 Símbolos de lapatrla

1 Gustavo Pons Muzo

11 Misiones peruanas

1820-1,826

3 Carlos Ortiz de Cevallos,

Félix Ñu^rrrBrun

I2 Misiones ydocumentación de

cancillerías

extran¡eras

1 Félix Denegri Luna

13 Obra gubernativa yepistolario de San

Martín

3 (2) José de la Puente

1,4 Obra gubernativa yepistolario de Bolívar

4 Félix Denegri Luna

ResPonsables

Gustavo Pons Muzo Y Alberto

Táuro

Carlos Deustua Y José de la

mple

nte y Alberto

Totno Título

Primer Congreso

Constituyente

Archivo Riva Agüero

No de

volúrnenes

315

t6 (1)2

(0)11,7 Archivo Torre Tagle

Archivo ReYes18 (0)I

5 Ella Dumbar Y Carlos D'

Valcárcel

Armando Nieto

Alberto Tauro

Guillermo Lohmann, Floracio

Villanueva

I Crrnren Villanueva

T9 La Universidad

20 La Iglesia 2

3 (1)21 Asuntos econórnicos

Documentaciónoficial esPañola

322

323 Periódicos

1

2

Aurelio Miró Quesada

Guillermo Ugarte Chamorro

Félix Denegrt

Ella Dumbar

24 La poesía de la

emancipación

25 El teatro en la

independencia

26 I M.-orias, diarios YLI cronrcas

(4)6

427 Relaciones de

vlaJ eros

28 | Cttto grafta histórica

I

29 | Icono grafra

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Título No devolúmenes Responsables

Ricardo Arbulú, FélixDenegri, Alejandro Losranau,Alberto Tauro

Bibliografr,a

Antología de laindependencia delPerúr

Félix Denegri, ArmandoNieto, Alberto Thuro y LuisDurand Florez

I04Carlos Contreras

Aunque los r'iembros de ra cDIp no escribieron proplamente una his-toria de la independencia, el plan de su colección, ta s.te.cr¿n de los docu_nlentos, así como los prólogos y estudios introducto'os que prepararon paracada volumen, transmitieron ras claves de su mensaje: t" ma.p.rráencia fue elgran suceso de la vida peruana de los siglos xrx y xx, y ella fue el resultadode la convergencia de las divers", .orrLrrr.s poríticas y sociales que habíaentre los peruanos de inicios del xx. Los ideólágos criorios terminaban dán_dose la mano con los líderes rebeldes indígenas y los caudillos militares de lospaíses vecinos que vinieron a ayudar a Áateriarizar el anhelo emancipadorque se había desarrollado entre la población local.

Podría entenderse este mensaje como ra versión <oficiar> de la indepen-dencia (como en efecto tendió a ser lamada en el debate que se produjo poresos años), e' la medida que se ajustaba a la visión id,ealiiada o estándar delnacimiento de un Estado nacionar en la perspectiva europea liberal. En estesentido, podemos decir que se trataba de una narrativa encajada dentro delguión de la historiografia romántica del siglo xrx, en .l qr."l" lucha por laindependencia nacional era entendid" .o-o la insurreccián local contra Llnpoder extranjero (o una egoísta oligarquía local) que negaba ros fundamen-tos de la cultura originaria, concebidl como ra raiz d,e <lo nacional>s. Laindependencia significaba entonces la <liberación> del espíritu nacionar, a lavez que expresaba la voluntad general, o al menos claramente mayoritaria, dela población que encarnaba dicha cultura.

En la versión de la cDIp se resaltaba el papel director e inspirador de loscriollos, sobre todo en su condición de uideólogosr,

"rí .o-o l" naturaleza

precursora de la emancipación por parte de los movimientos indígenas y

5 Vid. Gellner (1988).

L¿r independencia del Peru 10s

c:rurpesinos, que finalmente habrían convergido con la ideología autonomis-t¡ criolla. No se negaba la ayuda extranjera para el logro de la independen-cia, puesto que se asimilaba la idea de que la independencia del Perú fueparte de un proceso continental, fuera de cuyo marco no podía entenderse,pero se ponía, naturalmente, el acento en el protagonismo de los peruanos6.

Al lado de esta obra oficial también se publicaron en el sesquicentenario()tros trabajos, que aportaron una visión más popular sobre la independencia.lrl nrás caracterizado y difundido de éstos podría ser el libro Los libertadores

tleVirgilio Roel Pineda (1,971)7.Él procuró destacar la participación indíge-na en la independencia y argumentó cómo ésta fue traicionada por los crio-llos y jefes rnilitares de las naciones vecinas: San Martín, Sucre, Bolívar.Aun-t¡ue el libro fue premiado por el Centro de Estudios Histórico Militares en1972,se distanciaba claramente del punto de vista de la comisión de la CDIP.A pesar de que concordaba en el carácter (precursop de la independencia

l)()r parte de las rebeliones indígenas del siglo xvIIl, Roel Pineda señalaba(lue era necesario distinguir dos grupos entre los criollos: el de los ricos, alia-tlos con el colonialismo, y el de los menos ricos, que llegaron a envolverse en

l,rs rebeliones y conspiraciones de inicios del xIc y que al final terrninaron.rprropiándose de un movimiento iniciado por la población india y mestiza.l(oel Pineda colocó, así, el ingrediente de las clases sociales en el debate

',rbre la independencia. No todas ellas estaban por la autonomía. El naciona-lisnro era patrimonio de los de abajo. Su libro gozó de gran difusión en los.rrios siguientes, tanto en la enseñanza universitaria, cuanto en la opinión¡rriblica general, realizándose varias ediciones hasta años recientes.

Más revulsivo todavía resultó el volumen compilado por Heraclio Bonilla1l')72), La independencia en el Peru, en el que, junto a textos de grandes histo-

'' Eran muy típica en este argumento la división de las causas de la independencia,( il (iDtelnas) y (externasD, tratanclo de llegar a la conclusión de que ambas fueronrrirr.rlrnerrte inrportantes. Víd.,sobre ello, Puente Candano (1970). Para la conmemo-r r, itin del sesquicentenario de la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1974), el,',rlrit'r-lo rnilitar promovió una reunión de jefes de Estado sudamericanos en la ciudad,l, Av¡cucho (rebautizada con tal nombre tras la célebre batalla, ya que el nombre,,'lonirrl erl Huamanga), inaugurándose para la ocasión el primer aeropuerto de dicha, rrrtl:rtl ¡ndin:r. En las décadas finales del siglo xx,Ayacucho sería,coincidentemente, la',,,1t'tit'stlc ll cu;rl los guerrilleros nraoistas de Sendero Luminoso desafiaron al Estado

l'( t U.ill().

' ( )tnrs, cn cstu lírrc:r, scrí:tn los lib¡rls tlc Ezct}ricl Bcltr:ín (1977) y GtrstavoVerglra,\rr,rr (l()7.i). Urr tr:rh;rjo l)r('('ur-s()r c¡l t'st:¡ línt':r firc cl dc ll.:rúl l{ivcr¡ Sern;r (1()5ii).

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Título No devolúmenes Responsables

Ricardo Arbulú, FélixDenegri, Alejandro Losranau,Alberto Tauro

Bibliografr,a

Antología de laindependencia delPerúr

Félix Denegri, ArmandoNieto, Alberto Thuro y LuisDurand Florez

I04Carlos Contreras

Aunque los r'iembros de ra cDIp no escribieron proplamente una his-toria de la independencia, el plan de su colección, ta s.te.cr¿n de los docu_nlentos, así como los prólogos y estudios introducto'os que prepararon paracada volumen, transmitieron ras claves de su mensaje: t" ma.p.rráencia fue elgran suceso de la vida peruana de los siglos xrx y xx, y ella fue el resultadode la convergencia de las divers", .orrLrrr.s poríticas y sociales que habíaentre los peruanos de inicios del xx. Los ideólágos criorios terminaban dán_dose la mano con los líderes rebeldes indígenas y los caudillos militares de lospaíses vecinos que vinieron a ayudar a Áateriarizar el anhelo emancipadorque se había desarrollado entre la población local.

Podría entenderse este mensaje como ra versión <oficiar> de la indepen-dencia (como en efecto tendió a ser lamada en el debate que se produjo poresos años), e' la medida que se ajustaba a la visión id,ealiiada o estándar delnacimiento de un Estado nacionar en la perspectiva europea liberal. En estesentido, podemos decir que se trataba de una narrativa encajada dentro delguión de la historiografia romántica del siglo xrx, en .l qr."l" lucha por laindependencia nacional era entendid" .o-o la insurreccián local contra Llnpoder extranjero (o una egoísta oligarquía local) que negaba ros fundamen-tos de la cultura originaria, concebidl como ra raiz d,e <lo nacional>s. Laindependencia significaba entonces la <liberación> del espíritu nacionar, a lavez que expresaba la voluntad general, o al menos claramente mayoritaria, dela población que encarnaba dicha cultura.

En la versión de la cDIp se resaltaba el papel director e inspirador de loscriollos, sobre todo en su condición de uideólogosr,

"rí .o-o l" naturaleza

precursora de la emancipación por parte de los movimientos indígenas y

5 Vid. Gellner (1988).

L¿r independencia del Peru 10s

c:rurpesinos, que finalmente habrían convergido con la ideología autonomis-t¡ criolla. No se negaba la ayuda extranjera para el logro de la independen-cia, puesto que se asimilaba la idea de que la independencia del Perú fueparte de un proceso continental, fuera de cuyo marco no podía entenderse,pero se ponía, naturalmente, el acento en el protagonismo de los peruanos6.

Al lado de esta obra oficial también se publicaron en el sesquicentenario()tros trabajos, que aportaron una visión más popular sobre la independencia.lrl nrás caracterizado y difundido de éstos podría ser el libro Los libertadores

tleVirgilio Roel Pineda (1,971)7.Él procuró destacar la participación indíge-na en la independencia y argumentó cómo ésta fue traicionada por los crio-llos y jefes rnilitares de las naciones vecinas: San Martín, Sucre, Bolívar.Aun-t¡ue el libro fue premiado por el Centro de Estudios Histórico Militares en1972,se distanciaba claramente del punto de vista de la comisión de la CDIP.A pesar de que concordaba en el carácter (precursop de la independencia

l)()r parte de las rebeliones indígenas del siglo xvIIl, Roel Pineda señalaba(lue era necesario distinguir dos grupos entre los criollos: el de los ricos, alia-tlos con el colonialismo, y el de los menos ricos, que llegaron a envolverse en

l,rs rebeliones y conspiraciones de inicios del xIc y que al final terrninaron.rprropiándose de un movimiento iniciado por la población india y mestiza.l(oel Pineda colocó, así, el ingrediente de las clases sociales en el debate

',rbre la independencia. No todas ellas estaban por la autonomía. El naciona-lisnro era patrimonio de los de abajo. Su libro gozó de gran difusión en los.rrios siguientes, tanto en la enseñanza universitaria, cuanto en la opinión¡rriblica general, realizándose varias ediciones hasta años recientes.

Más revulsivo todavía resultó el volumen compilado por Heraclio Bonilla1l')72), La independencia en el Peru, en el que, junto a textos de grandes histo-

'' Eran muy típica en este argumento la división de las causas de la independencia,( il (iDtelnas) y (externasD, tratanclo de llegar a la conclusión de que ambas fueronrrirr.rlrnerrte inrportantes. Víd.,sobre ello, Puente Candano (1970). Para la conmemo-r r, itin del sesquicentenario de la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1974), el,',rlrit'r-lo rnilitar promovió una reunión de jefes de Estado sudamericanos en la ciudad,l, Av¡cucho (rebautizada con tal nombre tras la célebre batalla, ya que el nombre,,'lonirrl erl Huamanga), inaugurándose para la ocasión el primer aeropuerto de dicha, rrrtl:rtl ¡ndin:r. En las décadas finales del siglo xx,Ayacucho sería,coincidentemente, la',,,1t'tit'stlc ll cu;rl los guerrilleros nraoistas de Sendero Luminoso desafiaron al Estado

l'( t U.ill().

' ( )tnrs, cn cstu lírrc:r, scrí:tn los lib¡rls tlc Ezct}ricl Bcltr:ín (1977) y GtrstavoVerglra,\rr,rr (l()7.i). Urr tr:rh;rjo l)r('('ur-s()r c¡l t'st:¡ línt':r firc cl dc ll.:rúl l{ivcr¡ Sern;r (1()5ii).

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106 Carlos Contreras

riadores extranjeros, como pierreV'ar, pierre chaunu, Eric Hobsbawm yTulio Halperin -que no se referían a la independencia peruana, sino ar con_texto continentar o mundial-, incluía un ensayo suyo de ra historiadoranorteamericana Ka¡en Spalding, destinado "

.,r.rtioá, U, ,.ri, de <la inter_pretación oficiarr de ra independencia. La sociedad coloniar en vísperas deésta no estaba compuesta por (peruanos), slno por poblacrones segmentadasde peninsulares' criollos, mestijos, indios y negros, cuyas rivalidades y con-tradicciones los indisponian para una causa común como la de la lucha porla emancipación. Los criollos, .n qui.rr., la interpretación oficial habíahecho descansar el rol conductor der proceso emancipatorlo, no podían darseel lujo de demoler un orden porítico y social que, al final, era er garante de supreeminencia en esa sociedad coloniár multicolor. Así las .*"r,r.l virreinatoperuano era incapaz de ruchar por su independen.t", p".q". no era unanación, ni tenía una clase dirigente qu. p.rdi.ra .r"d";l;-üceso con elconsenso social necesalio. La independencia del perú fr. ..rtJ.r..s un resul_tado subsidiario de las luchas .-r.r.iprto.ras en otras reglones sudamerica_nas' La <[...] elite peruana no luchó ptr h Independencii'. Se conformó y seaconrodó ante re Jait accompri,> (ed. 20b 1 : 7 3) . poi lo mismo, t" iJ.p..ra.rr.i"no significó un carnbio rear en ra vida de la pobraci¿rr rrr'.., l" orientacióndel país; sólo sirvió para <[. ..1 rcforzar ru.ela.iór, asimérrrca .o., 1", poren_cias dominantes> (79).En los años sigurentes se desplegó un ardoroso debate acerca de si la inde_pendencia fue <concedida, porlos-ejércrtos extranjeros, como decía Bon'la,o <conseguida) por los peruanos (aunque con ayuda foránea),como señala_ban los historiadores <tradicionar.ro; ,i io, indígenas se compromeüeron conella (como sentaron los <tradicion"i.rn¡ o-se mantuvieron indiferenres porconsiderar que se trataba de un pleito átre blancos, como ,.¡riu" Bonilla;si trajo algún carnbio significativo paralavida de ra pobración, o no hizo sinoreforzar la <dependencia> del p"í, fr.rrt.

" 1", por..r.ias hegemónicas, con lacontinuidad de la elite de descendientes de coronos europeos en er vérticede la dominación social y económica

El debate envolvió a historiadores de vcomo en el caso deJorge Basadre, *o"..i,'il'f"'rTit';:ll',lll;r#lqulenes surgieron con ra celebración der primer centenaiio a. t" irra.p.rr_dencia' Hubo quienes insistieron .r, l. ."i*..rcia de un protonacionalismoen el Perú, encarnado en ros hombres de Ia revista EI mercurio perudno (1791_1794), y en la tesis de que el senti'riento antipeninsurar y el deseo de auro_nornía, consecuencia de ese asomo de nacionalirrrro, poií, il;g;;. anudar

La independencia del Perú 107

alianzas entre poblaciones racial y regionalmente diversass. Otros, concor-dando con Bonilla-Spalding en que la independencia no había significado la

redención de la nación y que había sido un rnovimiento al que sólo tardía-mente se montaron los criollos, buscando acomodarse a las circunstancias,reclamaron que no bastaba con votar en contra o destruir una versión oficial,sino que hacia falta proponer una nueva, más cerca de lo popular.

Dentro de esta línea, Scarlett O'Phelan intentó presentar los rnovimien-tos de lasJuntas de Gobierno que en 1809 se formaron enLaPaz y Quitocomo proyecciones peruanas.Ante la dificultad de instaurarJuntas tan cerca

de un virrey tan enérgicamente fidelista conro era Fernando de Abascal, los

criollos peruanos comenzaron la lucha por la autononía en los márgenes delvirreinatoe. Los confusos episodios deTácna en 1811 y Huánuco en el añosiguiente, en el que grupos de rebeldes intentaron apoderarse de dichas ciu-dades, fueron presentados también por ella, como intentos de formarJuntasde Gobiernol0. En la medida en que la formación de-dales Juntas, en el con-texto de la crisis de Ia monarquía peninsular, habían sido presentadas por la

historiografia clásica como la primera manifestación del deseo de autonomíay casi como el primer grito de Independencia, el empeño de O'Phelan fueatacar lo que ella llamó <el mito de la independencia concedida>.

Más ubicado en la línea de presentar una versión que, a la que vez querenovada, forjase una imagen nacional o más integral de la independencia,estuvo el trabajo de Alberto Flores-Galindo, inicialntente presentado en unartículo (1,982), y luego en el libro Aristouacia y plebe (1984).Aceptando la

tesis de Bonilla, acerca de la imposibilidad (estructural) de que la aristocraciacolonial hubiese podido iniciar una ruptura con la metrópoli, él se preguntópor qué, vnz vez que la ruptura se hizo inevitable, la aristocracia sobrevivien-te peruana, en vez de emigrar hacia la madre patria o huir hacia la fortalezaclel Callao, no se adaptó a la situación, forjando un proyecto nacional viable,conlo por ejemplo ocurrió en Chile o en Brasil. Ciertamente que no falta-r on quienes lograron hacer una transición exitosa, pero primó la escisión y la.luda11. Flores-Galindo encontró una respuesta en la naturaleza <colonial> de

3 En esta lírrea discurrieron Basadre (1973) y Puenre Candamo (1970).

" I.ril. o'lrhelan (20()1).r" I 'irl. O'l)hchn/(luer¡ero (20t)5), así como también el artículo pionero de Christine

I liincf-r'ldt sobrc <Los irrdios y l:r Constitución de 1812r (197U) y Bonilla (2001;cap. III).| | Sobrc Lrs tirrrili¿rs rlc l:t uristocmci:r c¡ne sobrevivierol.r l la revolución de indepen-

rlt'nt ir¡, r,irl. l(izo l)ltlrin (2(XX)).

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106 Carlos Contreras

riadores extranjeros, como pierreV'ar, pierre chaunu, Eric Hobsbawm yTulio Halperin -que no se referían a la independencia peruana, sino ar con_texto continentar o mundial-, incluía un ensayo suyo de ra historiadoranorteamericana Ka¡en Spalding, destinado "

.,r.rtioá, U, ,.ri, de <la inter_pretación oficiarr de ra independencia. La sociedad coloniar en vísperas deésta no estaba compuesta por (peruanos), slno por poblacrones segmentadasde peninsulares' criollos, mestijos, indios y negros, cuyas rivalidades y con-tradicciones los indisponian para una causa común como la de la lucha porla emancipación. Los criollos, .n qui.rr., la interpretación oficial habíahecho descansar el rol conductor der proceso emancipatorlo, no podían darseel lujo de demoler un orden porítico y social que, al final, era er garante de supreeminencia en esa sociedad coloniár multicolor. Así las .*"r,r.l virreinatoperuano era incapaz de ruchar por su independen.t", p".q". no era unanación, ni tenía una clase dirigente qu. p.rdi.ra .r"d";l;-üceso con elconsenso social necesalio. La independencia del perú fr. ..rtJ.r..s un resul_tado subsidiario de las luchas .-r.r.iprto.ras en otras reglones sudamerica_nas' La <[...] elite peruana no luchó ptr h Independencii'. Se conformó y seaconrodó ante re Jait accompri,> (ed. 20b 1 : 7 3) . poi lo mismo, t" iJ.p..ra.rr.i"no significó un carnbio rear en ra vida de la pobraci¿rr rrr'.., l" orientacióndel país; sólo sirvió para <[. ..1 rcforzar ru.ela.iór, asimérrrca .o., 1", poren_cias dominantes> (79).En los años sigurentes se desplegó un ardoroso debate acerca de si la inde_pendencia fue <concedida, porlos-ejércrtos extranjeros, como decía Bon'la,o <conseguida) por los peruanos (aunque con ayuda foránea),como señala_ban los historiadores <tradicionar.ro; ,i io, indígenas se compromeüeron conella (como sentaron los <tradicion"i.rn¡ o-se mantuvieron indiferenres porconsiderar que se trataba de un pleito átre blancos, como ,.¡riu" Bonilla;si trajo algún carnbio significativo paralavida de ra pobración, o no hizo sinoreforzar la <dependencia> del p"í, fr.rrt.

" 1", por..r.ias hegemónicas, con lacontinuidad de la elite de descendientes de coronos europeos en er vérticede la dominación social y económica

El debate envolvió a historiadores de vcomo en el caso deJorge Basadre, *o"..i,'il'f"'rTit';:ll',lll;r#lqulenes surgieron con ra celebración der primer centenaiio a. t" irra.p.rr_dencia' Hubo quienes insistieron .r, l. ."i*..rcia de un protonacionalismoen el Perú, encarnado en ros hombres de Ia revista EI mercurio perudno (1791_1794), y en la tesis de que el senti'riento antipeninsurar y el deseo de auro_nornía, consecuencia de ese asomo de nacionalirrrro, poií, il;g;;. anudar

La independencia del Perú 107

alianzas entre poblaciones racial y regionalmente diversass. Otros, concor-dando con Bonilla-Spalding en que la independencia no había significado la

redención de la nación y que había sido un rnovimiento al que sólo tardía-mente se montaron los criollos, buscando acomodarse a las circunstancias,reclamaron que no bastaba con votar en contra o destruir una versión oficial,sino que hacia falta proponer una nueva, más cerca de lo popular.

Dentro de esta línea, Scarlett O'Phelan intentó presentar los rnovimien-tos de lasJuntas de Gobierno que en 1809 se formaron enLaPaz y Quitocomo proyecciones peruanas.Ante la dificultad de instaurarJuntas tan cerca

de un virrey tan enérgicamente fidelista conro era Fernando de Abascal, los

criollos peruanos comenzaron la lucha por la autononía en los márgenes delvirreinatoe. Los confusos episodios deTácna en 1811 y Huánuco en el añosiguiente, en el que grupos de rebeldes intentaron apoderarse de dichas ciu-dades, fueron presentados también por ella, como intentos de formarJuntasde Gobiernol0. En la medida en que la formación de-dales Juntas, en el con-texto de la crisis de Ia monarquía peninsular, habían sido presentadas por la

historiografia clásica como la primera manifestación del deseo de autonomíay casi como el primer grito de Independencia, el empeño de O'Phelan fueatacar lo que ella llamó <el mito de la independencia concedida>.

Más ubicado en la línea de presentar una versión que, a la que vez querenovada, forjase una imagen nacional o más integral de la independencia,estuvo el trabajo de Alberto Flores-Galindo, inicialntente presentado en unartículo (1,982), y luego en el libro Aristouacia y plebe (1984).Aceptando la

tesis de Bonilla, acerca de la imposibilidad (estructural) de que la aristocraciacolonial hubiese podido iniciar una ruptura con la metrópoli, él se preguntópor qué, vnz vez que la ruptura se hizo inevitable, la aristocracia sobrevivien-te peruana, en vez de emigrar hacia la madre patria o huir hacia la fortalezaclel Callao, no se adaptó a la situación, forjando un proyecto nacional viable,conlo por ejemplo ocurrió en Chile o en Brasil. Ciertamente que no falta-r on quienes lograron hacer una transición exitosa, pero primó la escisión y la.luda11. Flores-Galindo encontró una respuesta en la naturaleza <colonial> de

3 En esta lírrea discurrieron Basadre (1973) y Puenre Candamo (1970).

" I.ril. o'lrhelan (20()1).r" I 'irl. O'l)hchn/(luer¡ero (20t)5), así como también el artículo pionero de Christine

I liincf-r'ldt sobrc <Los irrdios y l:r Constitución de 1812r (197U) y Bonilla (2001;cap. III).| | Sobrc Lrs tirrrili¿rs rlc l:t uristocmci:r c¡ne sobrevivierol.r l la revolución de indepen-

rlt'nt ir¡, r,irl. l(izo l)ltlrin (2(XX)).

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Iofi Carlos Contreras

la sociedad peruana y en la tenacidad de esa estructura. El Perú no era unasociedad de uclases sociales>; es decir, moderna o burguesa, sino un conglo-merado de castas unidas sólo por un poder colonial. Empeñado en ir más allá

de los intereses materiales e <[...] indagar por las ideas y la cultura de esos

años, [...]>, vio en la rebelión tupacamarista, una alternativa más nacionalque en cualquier otro proyecto criollo.Esta idea teniaya cierto linaje en elPerú, puesto que la historiografia indigenista desarrollada en los mediadosdel siglo xx, propuso ya la rebelión del cacique cuzqueño como un movi-miento (precursor)) de la Independencial2. Claro que la gran rebelión cam-pesina del Cuzco de 1780 no correspondía con u[...] .l modelo de las revo-luciones burguesas de Francia o Inglaterra, [...].0 S. trató de una <revoluciónpopular>, con una dirigencia y un programa político, pero qlle fracasó enadherir hacia sí a los dernás grupos sociales, por la nrism¡ naturaleza de castas

de la sociedad colonial.Flores-Galindo trató de entender,asi,la independencia como una revolu-

ción incompleta o fustrada: cay6 el poder de la metrópoli, pero sin que nin-gún grupo local consiguiera hacer de esa derrota el conrienzo de una refor-ma o de una nueva orientación. Para su análisis recurrió a las nuevas ideas

sobre las revoluciones sociales que la sociología histórica de Eric Hosbawm,Barrington Moore y Theda Skocpol, había popularizado en los años setenta.

La amargura de su conclusión reflejaba el pesimisnlo que había en muchossectores intelectuales acerca de la viabilidad de la nación, lo que, sin duda,tenía que ver con la situación del país en los años ochental3. Por ello resultainteresante ver qué pasaba con la academia foránea sobre el Perír.

La tesis de Bonilla de la independencia concedida recibió en los añossiguientes el respaldo de otros trabajos suscritos por autores extranjeros,como John Lynch (197 6) y Timothy Anna (1979), que no tuvieron, sino algotarde, difusión en el Perú. En su libro sobre fus reuolucíones hispanoamericanas,

el primero había titulado los capítulos sobre la independencia peruana conlas elocuentes frases de <La revolución ambigua> y <La república mal dis-puesta). Mientras que <Freedom by coertion> (Libertad ala fuerza) fue el

t2 Vid.Valcárcel (1943), de la que hubo muchas ediciones posteriores, y Lewin(1es7).

13 En 1980 había terminado el gobierno militar, con una <transición a la democra-cia>, que no significó otra cosa que el retorno de los mismos gobernantes de la era ante-rior. En esta misma década se inició la acción subversiva de Sendero Luminoso y el Movi-niento RevolucionarioTúpac Amaru, que dividió fuertemente a la izquierda <leealo.

La indePendencia del Perú 109

títulodeunartículoescritoporAnnaenlosmismosañossetenta'acercadelproceso emancrpatori;";;;;t'enfatizando el hecho de que el Perú se vio

empujado " on" t"dtiááttti"'o"e no había buscado' ni para la cual esbba

preparado. Estos autor;;-Jtt -""áo anglosajón' igual queJohn Fisher y Brian

Hamnett, que publicaron por esos mrsmos años' significaron los primeros

esfuerzos de en rergadu." ,ái""do, desde una perspectrva académica moder-

;;;";t. h indePendencia del Perura'

Poniendo Ia experiencia peruana de independt":i1 :l un contexto de

historiacomparada,tUo""U'"y"'onlaidentificaciónfidelistaoconservado-ra del virreinato peruano hasta la víspera misma de la independencia' pero

destacaron o,ro, no"'l' n"t f" apasionada"polémica entre los historiadores

;.;;;.t urr".,ott"li""'o lqot deiendían la independencia como un proceso

que tuvo una raizi";;";i de izquierda y de derecha' y los <intervencionis-

tasD (que ponían el énfasis en el origen externo)' como los ha llamado Anna

(2003: 18) no fftgO " tLtgt'' P" l"'""btliones <precursoras) o en las guerras

nrismas enffe los ejércitos patriotas de San.Mart?n o Bolívar contra las fuer-

zas del virrey, o t" ;;#sión que también sacudió a las filas virreinales

(como en la ocasión t" qot el viirey Pezuela fue depuesto por el general La

Serna y luego, cuando ésie fue desaáado por Olañeta' qulen se apartó con su

ejército al Alto Pt'új:tll* oU""'"'o" el desenlace de otras contradicciones'

distintasalasdepatriotasyrealistas.Lahistoriografraperuanahabíatendidoa enfocar el período iniciaáo en el último t.r.io d.l siglo xvttt como el de la

preparación d. I" it;;;;;t'cia' de modo que todo Io sucedido en él: las

reformas borbónicas, las rebeliones c"mp.si.ras o las luchas de los criollos'

veníanaserenfocadascomoafluentesoreaccionesalprocesoemanclpato-rio. Los trabajos de Fisher y Hamnett nostraron' en cambio' que el período

de finales del siglo xvIII e inicios del xtx' tuvo muchas otras motivaciones'

que aunque r..-i""to" entremezcladas con las de la independencia' prove-

rrían de otros resortes'

Fisher estudió .i.rt"bl..i-lenro de las intendencias en el Peru, a finales

clel siglo xvIII e interpretó los levantamientos del Cuzco de 1780 (el de

'Iírpac Amaru ff¡, pt1á'oUre todo los de inicios del xtx' como el de 1814'

como rebeliones anticentralistas, que se oponían al control no propiamente

cspañol, sino de Lima' El regionalismo provincial más que el nacionalismo

perLrano ,r^Ufu.e'')f,n"t t-p"ftó la dinámica política de esos años' Ello

rr Si' cr'brrrgr), cs 't,cesrrrio

resrlt:rr el trlbajo cle Pue'te canda'ro (1948) como

ottrl llitrl llltly llllP()rt:ll)tc'

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Iofi Carlos Contreras

la sociedad peruana y en la tenacidad de esa estructura. El Perú no era unasociedad de uclases sociales>; es decir, moderna o burguesa, sino un conglo-merado de castas unidas sólo por un poder colonial. Empeñado en ir más allá

de los intereses materiales e <[...] indagar por las ideas y la cultura de esos

años, [...]>, vio en la rebelión tupacamarista, una alternativa más nacionalque en cualquier otro proyecto criollo.Esta idea teniaya cierto linaje en elPerú, puesto que la historiografia indigenista desarrollada en los mediadosdel siglo xx, propuso ya la rebelión del cacique cuzqueño como un movi-miento (precursor)) de la Independencial2. Claro que la gran rebelión cam-pesina del Cuzco de 1780 no correspondía con u[...] .l modelo de las revo-luciones burguesas de Francia o Inglaterra, [...].0 S. trató de una <revoluciónpopular>, con una dirigencia y un programa político, pero qlle fracasó enadherir hacia sí a los dernás grupos sociales, por la nrism¡ naturaleza de castas

de la sociedad colonial.Flores-Galindo trató de entender,asi,la independencia como una revolu-

ción incompleta o fustrada: cay6 el poder de la metrópoli, pero sin que nin-gún grupo local consiguiera hacer de esa derrota el conrienzo de una refor-ma o de una nueva orientación. Para su análisis recurrió a las nuevas ideas

sobre las revoluciones sociales que la sociología histórica de Eric Hosbawm,Barrington Moore y Theda Skocpol, había popularizado en los años setenta.

La amargura de su conclusión reflejaba el pesimisnlo que había en muchossectores intelectuales acerca de la viabilidad de la nación, lo que, sin duda,tenía que ver con la situación del país en los años ochental3. Por ello resultainteresante ver qué pasaba con la academia foránea sobre el Perír.

La tesis de Bonilla de la independencia concedida recibió en los añossiguientes el respaldo de otros trabajos suscritos por autores extranjeros,como John Lynch (197 6) y Timothy Anna (1979), que no tuvieron, sino algotarde, difusión en el Perú. En su libro sobre fus reuolucíones hispanoamericanas,

el primero había titulado los capítulos sobre la independencia peruana conlas elocuentes frases de <La revolución ambigua> y <La república mal dis-puesta). Mientras que <Freedom by coertion> (Libertad ala fuerza) fue el

t2 Vid.Valcárcel (1943), de la que hubo muchas ediciones posteriores, y Lewin(1es7).

13 En 1980 había terminado el gobierno militar, con una <transición a la democra-cia>, que no significó otra cosa que el retorno de los mismos gobernantes de la era ante-rior. En esta misma década se inició la acción subversiva de Sendero Luminoso y el Movi-niento RevolucionarioTúpac Amaru, que dividió fuertemente a la izquierda <leealo.

La indePendencia del Perú 109

títulodeunartículoescritoporAnnaenlosmismosañossetenta'acercadelproceso emancrpatori;";;;;t'enfatizando el hecho de que el Perú se vio

empujado " on" t"dtiááttti"'o"e no había buscado' ni para la cual esbba

preparado. Estos autor;;-Jtt -""áo anglosajón' igual queJohn Fisher y Brian

Hamnett, que publicaron por esos mrsmos años' significaron los primeros

esfuerzos de en rergadu." ,ái""do, desde una perspectrva académica moder-

;;;";t. h indePendencia del Perura'

Poniendo Ia experiencia peruana de independt":i1 :l un contexto de

historiacomparada,tUo""U'"y"'onlaidentificaciónfidelistaoconservado-ra del virreinato peruano hasta la víspera misma de la independencia' pero

destacaron o,ro, no"'l' n"t f" apasionada"polémica entre los historiadores

;.;;;.t urr".,ott"li""'o lqot deiendían la independencia como un proceso

que tuvo una raizi";;";i de izquierda y de derecha' y los <intervencionis-

tasD (que ponían el énfasis en el origen externo)' como los ha llamado Anna

(2003: 18) no fftgO " tLtgt'' P" l"'""btliones <precursoras) o en las guerras

nrismas enffe los ejércitos patriotas de San.Mart?n o Bolívar contra las fuer-

zas del virrey, o t" ;;#sión que también sacudió a las filas virreinales

(como en la ocasión t" qot el viirey Pezuela fue depuesto por el general La

Serna y luego, cuando ésie fue desaáado por Olañeta' qulen se apartó con su

ejército al Alto Pt'új:tll* oU""'"'o" el desenlace de otras contradicciones'

distintasalasdepatriotasyrealistas.Lahistoriografraperuanahabíatendidoa enfocar el período iniciaáo en el último t.r.io d.l siglo xvttt como el de la

preparación d. I" it;;;;;t'cia' de modo que todo Io sucedido en él: las

reformas borbónicas, las rebeliones c"mp.si.ras o las luchas de los criollos'

veníanaserenfocadascomoafluentesoreaccionesalprocesoemanclpato-rio. Los trabajos de Fisher y Hamnett nostraron' en cambio' que el período

de finales del siglo xvIII e inicios del xtx' tuvo muchas otras motivaciones'

que aunque r..-i""to" entremezcladas con las de la independencia' prove-

rrían de otros resortes'

Fisher estudió .i.rt"bl..i-lenro de las intendencias en el Peru, a finales

clel siglo xvIII e interpretó los levantamientos del Cuzco de 1780 (el de

'Iírpac Amaru ff¡, pt1á'oUre todo los de inicios del xtx' como el de 1814'

como rebeliones anticentralistas, que se oponían al control no propiamente

cspañol, sino de Lima' El regionalismo provincial más que el nacionalismo

perLrano ,r^Ufu.e'')f,n"t t-p"ftó la dinámica política de esos años' Ello

rr Si' cr'brrrgr), cs 't,cesrrrio

resrlt:rr el trlbajo cle Pue'te canda'ro (1948) como

ottrl llitrl llltly llllP()rt:ll)tc'

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I lO Carlos Contreras

explicaría la estrategia del virrey La, serna de abandona t Lima,en medio dela Guerra de Independ.n.i., y't."rrJr r., sede de gobierno ar cuzco. Lasdiferencias regionales .n .l p.o..rt;l; independencia han sido uno de Iosaspectos en ros que comenzó a insistirse desde enton..Ji."p..o mientrasalgunos interpretaron elro en .l ,.rrri¿o de que -r..r*, ri-" se manteníafidelista, otras ciudades o regronet;; er cuzco, g"e"".. . r"cna sí deja_ron maniGstar su inconformidad con eIla propuesta J. n,r,.. iba en l" rí;;;;.";:'::11fu:lT;,:i?:::T:"t:.?tralistas con posturas contrarias al vínculo coloniar con España. Es cierto, noobstanre' que para ra pobración d. ;;;;.i ra confusión ei" ,."1, puesro queLima funcionaba tanto como un encrave der imperio españor cuanto como<cabeza de estos reinos> y, si era .ra-.rlri_o, se Jebía prÉ.irr_.rrte a lo pri_::,'i?"i'#::era

que es,"r contra el poder español v .or,r." Lima saría en unBrian Hamnett (1gg,a) yTimothyA nna.(1g7g,2003) estudiaron los pro_

;:r:li:¿Tornposición dei gobierno virreinat en sus últimos años, ponien_

Ambosa.,,..or".ol:"rfi ,:i.:".,il!::;J,:...,::T::"_:;::ff I*,:,,.;México y perú, sobre ra base de I"';;;;."tación española en el Archivo

,TLXl"t:;i.lJT.:: Sevilla' H"-,,.tt .,i"aio u

".tit,,a J. ri,-.rouo, y,uil;ffi ,*il1?il.Tl"i::T,ff i::T.i.lT:'i*lfi ,.::,::i:Ttpero poco desarrotado en la histori ografrasobre Ia independencia, como erael del conflicto de poder en,.e lo, .-.--il"o y los peninsulares, postuló que raindependencia rerminó siendo ;;;.i más bit n rnrerna que exrernaentre los bandos fidelistas,,repr.r.nr"á, frin.iprl, pero no exclusivamente,

#:,[:.O."tnsulares, y de los pat.i.r.r,..iroenrado principalmenre por los

Anna' quien venía de estudiar er derrumbe der poder español en México,entendió la Independencia der perú, más .o-o r" descomposición o erosiónde un poder estatal, asediado p". i"r"f.iUles dificultaiJ, -"*'.r"les, quecorno una transición porítica orientada por una co npetencla entre ideas

o"r.t ,o..".rjrll'fl.;,1Í;":1 r.,ículo de Aldana (1ee2) parael caso de la región det norte.

(1993). central es úrtil Mallor (19s3). p.'. .l-C"ü ñ.ir"r,o 0,o..,ir' Denfto de esta rínea de estudio de la adninistración virreinar en sus últimos años,cabe referir ros nrás rccienres trabajos ¿-"r"r".r, rr000) y deVíctor peralta (2002).

políticas tradicionales y modernas. Para ello, el autor retomó planteamientosanteriores, como los de Guillermo Céspedes del Castillo (1947), que susten-taron un declive del virreinato peruano a raiz de la implantación del régi-men de libre comercio en 1778.La nueva dinámica comercial provocó eldespegue económico de regiones con mayores potencialidades agrícolas,como el virreinato de Buenos Aires, la capitania general de Chile e incluso el

virreinato de Nueva Granada, por el norte, donde en la zona del golfo delGuayas los cultivos de cacao habían creado una prosperidad promisoria.Todolo cual quitó al núcleo central del virreinato de Lima su anterior irea dedominio comercial y lo volvió dependiente de las importaciones para ren-glones tan básicos como el de los alimentoslT.

El retrato de la magra situación económica del virreinato, presentado porAnna, no coincidía, sin embargo, con el que ofreció en otros trabajos JohnFishe¡ quien por el contrario resaltó la recuperación de la producción mine-ra en el Bajo Perú y calificó corrro un <mito> la idea de que el comercio deBuenos Aires hubiese provocado el derrumbe del de Lima y el Callaol8.Alberto Flores-Galindo (1984) y Carmen Parrón (1,995) estudiaron a los

comerciantes de Lima, coincidiendo más con Fisher que con Anna. ¿Cuálera, entonces, la verdad ecerca de la situación económica del Perú en vísperas

de su independencia? ¿Se trataba de una economía yacente y agónica, cornoseñaló Anna, o por el contrario de una en renovación y recuperación, comolo propuso Fisher?

De otro lado, del debate del sesquicentenario, que se prolongó a lo largode toda la década de 1970, así corno de la influencia que los trabajos de loshistoriadores foráneos comenzaron a desarrollar, surgieron varios puntos de

interés parala agenda de investigaciones de una generación siguiente: ¿cómoera la política en una nación colonial, atravesada por divisiones étnicas násque de clase?, ¿tenían ideas políticas los campesinos, o su cohesión social era

solamente, como alguna vez dijera Marx, la de las papas en un costal? Si era

cierto que la dependencia económica se mantuvo respecto de los países delnorte, ¿contaba algo la soberanía nacional en el terreno de las relaciones eco-nómicas entre las naciones? ¿Eran ellas un simple formalismo del que comí-rllr unos cuantos privilegiados? En conjunto, los temas tenían que ver ahoracon la cuestión de cómo se formaban las naciones. No todas tendrían port1ué seuuir un mismo guión, corrro por ejemplo el europeo.

l7 Ann,r (2tttl.): crrp. l).rs l,islrcr (2txx): l2t)).

La independencia del Perír r1,1

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I lO Carlos Contreras

explicaría la estrategia del virrey La, serna de abandona t Lima,en medio dela Guerra de Independ.n.i., y't."rrJr r., sede de gobierno ar cuzco. Lasdiferencias regionales .n .l p.o..rt;l; independencia han sido uno de Iosaspectos en ros que comenzó a insistirse desde enton..Ji."p..o mientrasalgunos interpretaron elro en .l ,.rrri¿o de que -r..r*, ri-" se manteníafidelista, otras ciudades o regronet;; er cuzco, g"e"".. . r"cna sí deja_ron maniGstar su inconformidad con eIla propuesta J. n,r,.. iba en l" rí;;;;.";:'::11fu:lT;,:i?:::T:"t:.?tralistas con posturas contrarias al vínculo coloniar con España. Es cierto, noobstanre' que para ra pobración d. ;;;;.i ra confusión ei" ,."1, puesro queLima funcionaba tanto como un encrave der imperio españor cuanto como<cabeza de estos reinos> y, si era .ra-.rlri_o, se Jebía prÉ.irr_.rrte a lo pri_::,'i?"i'#::era

que es,"r contra el poder español v .or,r." Lima saría en unBrian Hamnett (1gg,a) yTimothyA nna.(1g7g,2003) estudiaron los pro_

;:r:li:¿Tornposición dei gobierno virreinat en sus últimos años, ponien_

Ambosa.,,..or".ol:"rfi ,:i.:".,il!::;J,:...,::T::"_:;::ff I*,:,,.;México y perú, sobre ra base de I"';;;;."tación española en el Archivo

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#:,[:.O."tnsulares, y de los pat.i.r.r,..iroenrado principalmenre por los

Anna' quien venía de estudiar er derrumbe der poder español en México,entendió la Independencia der perú, más .o-o r" descomposición o erosiónde un poder estatal, asediado p". i"r"f.iUles dificultaiJ, -"*'.r"les, quecorno una transición porítica orientada por una co npetencla entre ideas

o"r.t ,o..".rjrll'fl.;,1Í;":1 r.,ículo de Aldana (1ee2) parael caso de la región det norte.

(1993). central es úrtil Mallor (19s3). p.'. .l-C"ü ñ.ir"r,o 0,o..,ir' Denfto de esta rínea de estudio de la adninistración virreinar en sus últimos años,cabe referir ros nrás rccienres trabajos ¿-"r"r".r, rr000) y deVíctor peralta (2002).

políticas tradicionales y modernas. Para ello, el autor retomó planteamientosanteriores, como los de Guillermo Céspedes del Castillo (1947), que susten-taron un declive del virreinato peruano a raiz de la implantación del régi-men de libre comercio en 1778.La nueva dinámica comercial provocó eldespegue económico de regiones con mayores potencialidades agrícolas,como el virreinato de Buenos Aires, la capitania general de Chile e incluso el

virreinato de Nueva Granada, por el norte, donde en la zona del golfo delGuayas los cultivos de cacao habían creado una prosperidad promisoria.Todolo cual quitó al núcleo central del virreinato de Lima su anterior irea dedominio comercial y lo volvió dependiente de las importaciones para ren-glones tan básicos como el de los alimentoslT.

El retrato de la magra situación económica del virreinato, presentado porAnna, no coincidía, sin embargo, con el que ofreció en otros trabajos JohnFishe¡ quien por el contrario resaltó la recuperación de la producción mine-ra en el Bajo Perú y calificó corrro un <mito> la idea de que el comercio deBuenos Aires hubiese provocado el derrumbe del de Lima y el Callaol8.Alberto Flores-Galindo (1984) y Carmen Parrón (1,995) estudiaron a los

comerciantes de Lima, coincidiendo más con Fisher que con Anna. ¿Cuálera, entonces, la verdad ecerca de la situación económica del Perú en vísperas

de su independencia? ¿Se trataba de una economía yacente y agónica, cornoseñaló Anna, o por el contrario de una en renovación y recuperación, comolo propuso Fisher?

De otro lado, del debate del sesquicentenario, que se prolongó a lo largode toda la década de 1970, así corno de la influencia que los trabajos de loshistoriadores foráneos comenzaron a desarrollar, surgieron varios puntos de

interés parala agenda de investigaciones de una generación siguiente: ¿cómoera la política en una nación colonial, atravesada por divisiones étnicas násque de clase?, ¿tenían ideas políticas los campesinos, o su cohesión social era

solamente, como alguna vez dijera Marx, la de las papas en un costal? Si era

cierto que la dependencia económica se mantuvo respecto de los países delnorte, ¿contaba algo la soberanía nacional en el terreno de las relaciones eco-nómicas entre las naciones? ¿Eran ellas un simple formalismo del que comí-rllr unos cuantos privilegiados? En conjunto, los temas tenían que ver ahoracon la cuestión de cómo se formaban las naciones. No todas tendrían port1ué seuuir un mismo guión, corrro por ejemplo el europeo.

l7 Ann,r (2tttl.): crrp. l).rs l,islrcr (2txx): l2t)).

La independencia del Perír r1,1

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n2 Carlos Contreras

Desde finales de los años ochenta, surgieron así dos líneas de investiga-ción. De un lado, la que trató de profundizar en los aspectos económicos,centrándose especialmente en las figuras de los grandes comerciantes delTri-bunal del Consulado, y otra, que se orientó al proceso político de la inde-pendencia.

Cuanto a la primera línea, se trató de esclarecer si la situación económicaprevia a la independencia era de estancamiento o declive; si el modelo econó-mico colonial, como se preguntara Alfonso Quiroz (1,993a), estaba ya agotadoy exangüe o, por lo contrario, planteando una estrategia de metodología con-tra{actica,hubiera podido aún crecer y desarrollarse si no se hubiera produci-do la ruptura con la metrópoli española. Los nuevos trabajos, entre los quefiguran los del propio Quiroz (I993a y b), centrados fundarnentalmenre en lacuestión del crédito o mercado del dinero; Cristina Mazzeo (1994,1999) yRamiro Flores (2001), sobre el comercio y su gremio, eltibunal del Consu-lado, y Carlos Contreras (1995) y Magdalena Chocano (1982,2001), acercade la minería, han apuntado la tesis de que la economía colonial había entra-do en una fase de crecimiento desde las últimas décadas del siglo xvur, que lalucha por la independencia ciertamente interrumpió. Quiroz (1993a: I28-129) postuló que el último medio siglo colonial podía dividirse en dos fases

económicas de muy distinto signo: el período 1770-1800, caracterizado porsignos bonancibles de prosperidad en los rubros de la minería, la agricultura yel conrercio, y el de 1800-1821, caracterizado por lo contrario. Por mi parte(Contreras 1988, 1995) planteé dudas sobre tal viabilidad del modelo econó-nrico colonial, puesto que era claro que la pujanza del sector minero sólopodía mantenerse en el largo plazo sobre la base del apoyo, fomento e inclusosubsidio que el Estado colonial le brindaba por diversas vías.

Los trabajos de Ramiro Flores y Cristina Mazzeo mostraron que auncuando la apertura de los nuevos puertos al comercio ultramarino desplazó elrol hegemónico que antes tuvo el Callao, la pujante dinámica de la econoniamundial en el último tercio del siglo xvrrr también abrió oportunidades nue-vas para el comercio, como la exportación de productos de origen agncola(tabaco, cacao, cascarilla), el tráftco de esclavos, el comercio intra-americanocon los puertos del Pacífico y la provisión a los territorios de Chile y NuevaGranada de productos en los que el Perú tenía una <ventaja conlparativa)):azítcar, tabaco y algodón en el caso del sur, y cereales en el caso del nortelg.

le La tesis doctoral inédita de Haitin postuló, en un sentido similar que, aun cuandolas teformas comerciales borbónicas afectaron a los privilegios de los comerciantes dc

La indePendencia del Pertt1,1,3

Latragediadelaelitecomerciallimeña,segúnhanreseñadolostrabajosdeFlores-Galindo, Quiroz y Flores, fue apostar por la continuidad del lazo colo-

nial, comprometiéndose con la "y"da

fi"""tiera al gobierno de los últimos

virreyes. Cuanto más acreencras

pensable resultaba darle la espald

iiéndot. hacia 1820 en el último

comercial se volvió casi imposible des vecinos y la clase comerclante nau-

on su desgracia la economía de Lima

debido a que, según dejar-on sentado

)b), Contreras (1995) y Chocano (2001)'

loscomerciantesfuerontambiénlosprincipalesfinancistaso<aviadores>delos mineros, d. *odo que la crisis del comercio produjo también la de la

rninería e incluso de la agricultura'

pe

de

Antonio Annino, que enfocaron la in

lnericanas corno la proyección o se

revolución española> de iaog-tgz¡, caló en la pr.áctica de varios historiado-

res en el Perú. De esta nanera, las ideas de nacionalisnro, constitucionalis-

mo, republicanismo, tio¿"¿"tti" y las <prácticas> ellas

rrdscritas, como los debates "t l" p"t'"' las <reprc y las

clecciones, pasaron a ser el objeto de estudio de n de

historiadores20. Los nuevos planteamientos sostenían que' aunque la inde-

f.oa.rr.i" haya sido un hecho impuesto al Perú' como posttlló la genera-

ción anterior, su proplo proceso' con su juego de eleccione.s' de debates

stlbrelaformadegob'ierrro,elhechodelaguerranrisma,rrrodificaronirre_,risiblemente la cultura política de la población, al punto que una postura

riloclerada como la del rnonarqursmo constitucional fuese totalmente inapli-

.'rrble en el Perír de 1821''

ra se adnlite que éste hacía tienlpo estabr ya

orría desde el siglo xvrr)' ella prrdo encolltrar

operaciones de triangulación comercial' Los

r"',:','-'¿ili:11.;ff co'ro lo dejaron va ver

,,) [Jn¡ oblir Piorrcrl cn esr¿r línea fue el libro de Martínez Riaza (1985)'sobre Lr

l)r('ns:r er) cl lt'rti'.lc ll ['pocl dc 'll ctnrrlciplción'

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n2 Carlos Contreras

Desde finales de los años ochenta, surgieron así dos líneas de investiga-ción. De un lado, la que trató de profundizar en los aspectos económicos,centrándose especialmente en las figuras de los grandes comerciantes delTri-bunal del Consulado, y otra, que se orientó al proceso político de la inde-pendencia.

Cuanto a la primera línea, se trató de esclarecer si la situación económicaprevia a la independencia era de estancamiento o declive; si el modelo econó-mico colonial, como se preguntara Alfonso Quiroz (1,993a), estaba ya agotadoy exangüe o, por lo contrario, planteando una estrategia de metodología con-tra{actica,hubiera podido aún crecer y desarrollarse si no se hubiera produci-do la ruptura con la metrópoli española. Los nuevos trabajos, entre los quefiguran los del propio Quiroz (I993a y b), centrados fundarnentalmenre en lacuestión del crédito o mercado del dinero; Cristina Mazzeo (1994,1999) yRamiro Flores (2001), sobre el comercio y su gremio, eltibunal del Consu-lado, y Carlos Contreras (1995) y Magdalena Chocano (1982,2001), acercade la minería, han apuntado la tesis de que la economía colonial había entra-do en una fase de crecimiento desde las últimas décadas del siglo xvur, que lalucha por la independencia ciertamente interrumpió. Quiroz (1993a: I28-129) postuló que el último medio siglo colonial podía dividirse en dos fases

económicas de muy distinto signo: el período 1770-1800, caracterizado porsignos bonancibles de prosperidad en los rubros de la minería, la agricultura yel conrercio, y el de 1800-1821, caracterizado por lo contrario. Por mi parte(Contreras 1988, 1995) planteé dudas sobre tal viabilidad del modelo econó-nrico colonial, puesto que era claro que la pujanza del sector minero sólopodía mantenerse en el largo plazo sobre la base del apoyo, fomento e inclusosubsidio que el Estado colonial le brindaba por diversas vías.

Los trabajos de Ramiro Flores y Cristina Mazzeo mostraron que auncuando la apertura de los nuevos puertos al comercio ultramarino desplazó elrol hegemónico que antes tuvo el Callao, la pujante dinámica de la econoniamundial en el último tercio del siglo xvrrr también abrió oportunidades nue-vas para el comercio, como la exportación de productos de origen agncola(tabaco, cacao, cascarilla), el tráftco de esclavos, el comercio intra-americanocon los puertos del Pacífico y la provisión a los territorios de Chile y NuevaGranada de productos en los que el Perú tenía una <ventaja conlparativa)):azítcar, tabaco y algodón en el caso del sur, y cereales en el caso del nortelg.

le La tesis doctoral inédita de Haitin postuló, en un sentido similar que, aun cuandolas teformas comerciales borbónicas afectaron a los privilegios de los comerciantes dc

La indePendencia del Pertt1,1,3

Latragediadelaelitecomerciallimeña,segúnhanreseñadolostrabajosdeFlores-Galindo, Quiroz y Flores, fue apostar por la continuidad del lazo colo-

nial, comprometiéndose con la "y"da

fi"""tiera al gobierno de los últimos

virreyes. Cuanto más acreencras

pensable resultaba darle la espald

iiéndot. hacia 1820 en el último

comercial se volvió casi imposible des vecinos y la clase comerclante nau-

on su desgracia la economía de Lima

debido a que, según dejar-on sentado

)b), Contreras (1995) y Chocano (2001)'

loscomerciantesfuerontambiénlosprincipalesfinancistaso<aviadores>delos mineros, d. *odo que la crisis del comercio produjo también la de la

rninería e incluso de la agricultura'

pe

de

Antonio Annino, que enfocaron la in

lnericanas corno la proyección o se

revolución española> de iaog-tgz¡, caló en la pr.áctica de varios historiado-

res en el Perú. De esta nanera, las ideas de nacionalisnro, constitucionalis-

mo, republicanismo, tio¿"¿"tti" y las <prácticas> ellas

rrdscritas, como los debates "t l" p"t'"' las <reprc y las

clecciones, pasaron a ser el objeto de estudio de n de

historiadores20. Los nuevos planteamientos sostenían que' aunque la inde-

f.oa.rr.i" haya sido un hecho impuesto al Perú' como posttlló la genera-

ción anterior, su proplo proceso' con su juego de eleccione.s' de debates

stlbrelaformadegob'ierrro,elhechodelaguerranrisma,rrrodificaronirre_,risiblemente la cultura política de la población, al punto que una postura

riloclerada como la del rnonarqursmo constitucional fuese totalmente inapli-

.'rrble en el Perír de 1821''

ra se adnlite que éste hacía tienlpo estabr ya

orría desde el siglo xvrr)' ella prrdo encolltrar

operaciones de triangulación comercial' Los

r"',:','-'¿ili:11.;ff co'ro lo dejaron va ver

,,) [Jn¡ oblir Piorrcrl cn esr¿r línea fue el libro de Martínez Riaza (1985)'sobre Lr

l)r('ns:r er) cl lt'rti'.lc ll ['pocl dc 'll ctnrrlciplción'

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t14Carlos Contreras

Dentro de esta línea han destacado los trabajos de cristóbal Aljovín(2000), quien trató de explicar la aparente contradicción entre la tendencia acambiar continuamente la constitución de la República (el país se dio cinco(cartas fundamentales)) en ras dos décadas que siguieron a la Independencia)y el desorden caudillista de la posindependencia. LJna extrañ a mezcla d.eculto al formalismo legal con ra poca legitimidad de ras leyes habriahalladosu expresión en la proclama de <callarán las leyes, p"r" q.rá hs leyes puedanser respetadas,r de uno de los protagonistas de esos a¡os de turbulencia. Elestudio de las elecciones para los representantes a las cortes de cádiz y loscargos de los cabildos ha sido otro de los te'ras frecuentados (peralta 1995,Aljovín de Losada/López 2005).Aunque la inrroducción de ra práctica elec-toral pudo ser exógena, como la idea de la independencia misÁa, ella consi-guió cambiar las ideas que tenían las personas acerca de quiénes debíangobernar y de qué forma debían hacerlo.

Estos nuevos estudios respondieron, por su parte, a la nueva postura quelos intelectuales peruanos comenzaron a tener frente a la democracia comosistema político tras la caída der muro de Berlín y, sobre todo, tras ra duraexperiencia de la guerra interna de los años d,e 19g2-1993, derEstado perua-no contra los grupos subversivos de inspiración maoísta, para quienes ra<democracia formal> y las elecciones no eran sino una farsa de la burguesíapara legitimarse en el poder. La nueva postura implicó un reconocimiento deque los mecanismos <forrnales>, como la independencia de poderes, las elec_crones competitivas y la libertad de asociación y de opinión, podían negar aconvertirse en virtuosos hechos reales a través de su púctica cotidiana. Así, lapolítica no aparecía dererrninada principalmente por el juego de la lucha declases, como en el esquema marxista, sino por un conjunto de prácticas socia_les que, a su vez, respondían, tanto a .r.r" o.,rlt,-r.")) cuanto a normas o institu_ciones for'rales.Todo esto hizo nacer el interés por el estudio de ro que real-mente sucedía con hechos como las elecciones, que antaño no parecierondignos de estudio, por considerar que no habían siáo más q.r. .r.r" uf".r"n.

, carmen McEvoy (1999),buscando alejarse de la idea d. q,re hay nna solaforma de construir una nación, aplicó ra dicotonúa de unación cultural> (quecorrespondería al modelo francés) y <nación contractual> (el

'rodelo ale-

mán) al proceso peruano de la independencia, p"r" .o.r.lrrir que el perú,como el conjunto de América hispana, no se ajusraría a dicho diüma, propiode la historia europea. Desafiando ras ideas de ra generación del reformismomilitar (Macera, Bonilla, Flores-Galindo), postulólue hubo un nacionalis'roperuano y un proyecto político propio, emergido, no previa'rente a los

hechos de la emancipación, sino durante ellos mismos y, sobre todo, durantela primera experiencia de autogobierno.

Las fuentes de los estudios de McEvoy, como de Aljovín, fueron los dis-cursos, cartas y reflexiones de los hombres de la época.A diferencia de lageneración anterior, estos documentos no fueron concebidos como manifes-taciones ideológicas en el sentido de una <falsa consciencia>, sino como tex-tos que registraron pensamientos auténticos, que, a su vez, fueron el resultadode experiencias sociales concretas. Hubo, en este sentido, una ruptura meto-dológica que explica cómo historiadores relativarnente próximos en el tiem-po podían contradecirse tan abiertamente. Ocurría que, mientras para losantiguos debía darse la atención preferente a <los hechos>, ya que éstosohablaban por sí mismos> y permitían rastrear no sólo a la pequeña elite de

hombres alñbetos, los nuevos consideraban que los pensamientos de los con-ternporáneos podían ser legítimamente tomados en cuenta y que los hom-bres no eran solamente marionetas de unos intereses económicos y políticos.La cuestión, claro, era c6mo alcanzar a comprender a los sectores no escri-bientes dentro de la nueva estrategia metodológica de estudiar los discursos.

Centrado en el estudio de los (cuerpos cívicos>, que eran brigadas derrrilicianos formadas durante el Protectorado de San Martín (1,820-1,822)

para mantener el orden urbano alavez que buscaban incorporar a los gru-pos populares en el ejército patriota, Gustavo Montoya (20O2: cap. III), tratóde hallar, igual que McEvoy, la cuna local de un nacionalismo; pero en sur

caso, Lrna de origen más popular y enfrentada contra la política de la aristo-cracia limeña, bajo cuyo conando intentaron poner las autoridades del Pro-tectorado a dichos crlerpos. Este autor, retomando los llamados que dosclécadas antes hiciera Flores-Galindo, resaltó, así, la necesidad de estudiar a loshombres de la plebe, y también de otros sectores sociales, que se enlistaroncn el ejército patriota, y en su lucha contra los realistas desarrollaron, por la

lógica rnisma de la guerra, un sentimiento nacional.

Con cierta vinculación con esta (nLleva historia política>, pero enraizadanlírs bien en la historiografia de las clases subalternas, han discurrido reciente-nrente algunas obras que buscaron rescatar la historia indígena o campesina(lue estLrvo detrás del proceso de la Independencia. CharlesWalker (1999),M:rrkThurner (1997,2006) y Cecilia Méndez (2005) rechazaron la <tesis

nrrrrxist¿rr¡ de que los campesinos se mostraron indiferentes ante la Indepen-tlcncia, por tr¿rtarse de un conflicto interburgués, o de que se comportaranficlcs rr Lr urorrlrcluía espariola, por tener alienad¿r su conciencia de clase (idea

sostcnitl:r, por r'jcrrr¡rlo, cn Husson 1992). Oudl trno clc cllos brsó srr ilrvesti-

La independencia del Perú 115

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t14Carlos Contreras

Dentro de esta línea han destacado los trabajos de cristóbal Aljovín(2000), quien trató de explicar la aparente contradicción entre la tendencia acambiar continuamente la constitución de la República (el país se dio cinco(cartas fundamentales)) en ras dos décadas que siguieron a la Independencia)y el desorden caudillista de la posindependencia. LJna extrañ a mezcla d.eculto al formalismo legal con ra poca legitimidad de ras leyes habriahalladosu expresión en la proclama de <callarán las leyes, p"r" q.rá hs leyes puedanser respetadas,r de uno de los protagonistas de esos a¡os de turbulencia. Elestudio de las elecciones para los representantes a las cortes de cádiz y loscargos de los cabildos ha sido otro de los te'ras frecuentados (peralta 1995,Aljovín de Losada/López 2005).Aunque la inrroducción de ra práctica elec-toral pudo ser exógena, como la idea de la independencia misÁa, ella consi-guió cambiar las ideas que tenían las personas acerca de quiénes debíangobernar y de qué forma debían hacerlo.

Estos nuevos estudios respondieron, por su parte, a la nueva postura quelos intelectuales peruanos comenzaron a tener frente a la democracia comosistema político tras la caída der muro de Berlín y, sobre todo, tras ra duraexperiencia de la guerra interna de los años d,e 19g2-1993, derEstado perua-no contra los grupos subversivos de inspiración maoísta, para quienes ra<democracia formal> y las elecciones no eran sino una farsa de la burguesíapara legitimarse en el poder. La nueva postura implicó un reconocimiento deque los mecanismos <forrnales>, como la independencia de poderes, las elec_crones competitivas y la libertad de asociación y de opinión, podían negar aconvertirse en virtuosos hechos reales a través de su púctica cotidiana. Así, lapolítica no aparecía dererrninada principalmente por el juego de la lucha declases, como en el esquema marxista, sino por un conjunto de prácticas socia_les que, a su vez, respondían, tanto a .r.r" o.,rlt,-r.")) cuanto a normas o institu_ciones for'rales.Todo esto hizo nacer el interés por el estudio de ro que real-mente sucedía con hechos como las elecciones, que antaño no parecierondignos de estudio, por considerar que no habían siáo más q.r. .r.r" uf".r"n.

, carmen McEvoy (1999),buscando alejarse de la idea d. q,re hay nna solaforma de construir una nación, aplicó ra dicotonúa de unación cultural> (quecorrespondería al modelo francés) y <nación contractual> (el

'rodelo ale-

mán) al proceso peruano de la independencia, p"r" .o.r.lrrir que el perú,como el conjunto de América hispana, no se ajusraría a dicho diüma, propiode la historia europea. Desafiando ras ideas de ra generación del reformismomilitar (Macera, Bonilla, Flores-Galindo), postulólue hubo un nacionalis'roperuano y un proyecto político propio, emergido, no previa'rente a los

hechos de la emancipación, sino durante ellos mismos y, sobre todo, durantela primera experiencia de autogobierno.

Las fuentes de los estudios de McEvoy, como de Aljovín, fueron los dis-cursos, cartas y reflexiones de los hombres de la época.A diferencia de lageneración anterior, estos documentos no fueron concebidos como manifes-taciones ideológicas en el sentido de una <falsa consciencia>, sino como tex-tos que registraron pensamientos auténticos, que, a su vez, fueron el resultadode experiencias sociales concretas. Hubo, en este sentido, una ruptura meto-dológica que explica cómo historiadores relativarnente próximos en el tiem-po podían contradecirse tan abiertamente. Ocurría que, mientras para losantiguos debía darse la atención preferente a <los hechos>, ya que éstosohablaban por sí mismos> y permitían rastrear no sólo a la pequeña elite de

hombres alñbetos, los nuevos consideraban que los pensamientos de los con-ternporáneos podían ser legítimamente tomados en cuenta y que los hom-bres no eran solamente marionetas de unos intereses económicos y políticos.La cuestión, claro, era c6mo alcanzar a comprender a los sectores no escri-bientes dentro de la nueva estrategia metodológica de estudiar los discursos.

Centrado en el estudio de los (cuerpos cívicos>, que eran brigadas derrrilicianos formadas durante el Protectorado de San Martín (1,820-1,822)

para mantener el orden urbano alavez que buscaban incorporar a los gru-pos populares en el ejército patriota, Gustavo Montoya (20O2: cap. III), tratóde hallar, igual que McEvoy, la cuna local de un nacionalismo; pero en sur

caso, Lrna de origen más popular y enfrentada contra la política de la aristo-cracia limeña, bajo cuyo conando intentaron poner las autoridades del Pro-tectorado a dichos crlerpos. Este autor, retomando los llamados que dosclécadas antes hiciera Flores-Galindo, resaltó, así, la necesidad de estudiar a loshombres de la plebe, y también de otros sectores sociales, que se enlistaroncn el ejército patriota, y en su lucha contra los realistas desarrollaron, por la

lógica rnisma de la guerra, un sentimiento nacional.

Con cierta vinculación con esta (nLleva historia política>, pero enraizadanlírs bien en la historiografia de las clases subalternas, han discurrido reciente-nrente algunas obras que buscaron rescatar la historia indígena o campesina(lue estLrvo detrás del proceso de la Independencia. CharlesWalker (1999),M:rrkThurner (1997,2006) y Cecilia Méndez (2005) rechazaron la <tesis

nrrrrxist¿rr¡ de que los campesinos se mostraron indiferentes ante la Indepen-tlcncia, por tr¿rtarse de un conflicto interburgués, o de que se comportaranficlcs rr Lr urorrlrcluía espariola, por tener alienad¿r su conciencia de clase (idea

sostcnitl:r, por r'jcrrr¡rlo, cn Husson 1992). Oudl trno clc cllos brsó srr ilrvesti-

La independencia del Perú 115

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ll(rCarlos Contreras

gacron en regiones distintas del interior andino: cuzco (walker),Ancash(Thurner) yAyacucho (Méndez). Esros autores enfatizaron los perjuiciospercibidos por los indígenas en el Perú a raiz d.e las reformas borbónicas delsiglo xvrrr. La intromisión de mestizos en los cargos de autoridades locales yen las tareas de recolección del tributo, el incremento de éste y la concentra_ción de las funciones de poder en las nuevas autoridades instaradas por elrégimen de las intendenclas provocaron descontento con er régimen españor,pero también ternores y rencillas entre los diversos clanes de J.iq.res y gru-pos mestizos y criollos, al punto que para walker fue la carencia de liderazgoel factor que explicaría la derrota de las rebeliones de la década de 1g102r.

De acuerdo a la perspectiva de Thurner, los campesinos andinos teníanuna idea de <república> germinada en la época colonial, en la que este térmi-no aludía a una comunidad locar políticamen te organizada. Los alcaldes varasde los cabildos indios representarían esta noción que fue ignorada por larepública criolla. Los indios, así, convertidos primerá .r, o.rp""ñol.s> por losconstitucionalistas gaditanos, trocaron en (peruanos) por los libertadores de7821 ,para terminar volviendo ar estatuto de <indíjenas), una vez que erGobierno de Bolívar constató que no estaban preparados para ser <ciudada-nos'> dentro del esquema liberal. privados del Jerecho

" erra¡.n". sus tierras,

se les restauró desde 1826 la obligación del tributo pe.so.ral21.

. _ Cecilia Méndez, por su parte, tras deslindar .or, .l indigenismo que, en lalínea de la <utopía andina> de Frores-Galindo (19g6),and"aba a ra búsquedade ideologías nativistas y mesiánicas dirigidas por míticos curacas, postuló laexistencia de una política- campesina indepenJiente de ra criolla,

".rrrqr. .,

activa negociación con ella. En su estudio sobre la <revuelta monarquista> delos indios iquichanos de 1826-1g2g, esta autora señaló que tal monarquismohabría sido solamente una estrategia instrumental para ,regociar con el Esta-do criollo' Por lo misrno no debe extrañar que los -iJmos indígenas sehubiesen comportado como guerrilleros aliados de ros liberares en ros añosde 1830.

Aunque ambos autores (Thurner y Méndez) concordaron en su crítica ala <historiografia criolla>, tampoco terminaron de presentar una propuestaalternativa de lo que habría sido la política india o c"mperin" en la época de

2l Acerca de los conflictos desarrollados en torno a la recaudación del tributo indí-gena,han sido importantes los aportes de cahill (2002) y Sala ivila (1996),quienes hanestudiado la región del sur. Sobre ra reforma fiscal de Abáscar, zirl. contrerí, poor¡.22 Thurner (2006: ll-13).

La independencia del Perír 117

la Independencia. ¿Querían, nada más, un mejor acomodamiento en cada

circunstancia de la política nacional, o eran ellos, como desliza Thurner, los

<verdaderos> republicanos y liberales, compitiendo contra una clase criollaque arremetiendo contra las <leyes de Indias> desarticulaban el orden de

<república> de los indios, sin incorporarlos como miembros de la <nueva,>

república liberal? En la coyuntura de la independencia nadie era, entonces, lo

que parecía, y en el marco de una economía que la propia revolución volviódecadente, si no lo estaba ya antes, el tejido social parecia debilitarse peligro-samente, volviendo más dificil la transición de colonia a nación y, peor toda-vía, a nación republicana.

No hay duda de que, en el tema de la independencia, la historiografiarefleja más claramente que en otros las preocupaciones del presente volcadas

en el estudio del pasado. Si en los años setenta y ochenta los temas del deba-

te fueron la lucha de clases y las posibilidades de una revolución popular, en

los años noventa y dos mil parecen ser los de participación ciudadana, gober-nabilidad y cultura política. (Jn asunto presente, sin embargo, en ambas épo-cas, ha sido el de la inclusión indígena en la nación, ya como indios, comocampesinos, o como <pobres>, que es el término más reciente. El orden social

y político colonial tenía, por definición, una alternativa para la integraciónindígena, pero dicho orden resultó desarticr"rlado tras la independencia, sin

clue lograra componerse uno nuevo, por lo menos a lo largo de prácticamen-te todo el siglo xIx.

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ll(rCarlos Contreras

gacron en regiones distintas del interior andino: cuzco (walker),Ancash(Thurner) yAyacucho (Méndez). Esros autores enfatizaron los perjuiciospercibidos por los indígenas en el Perú a raiz d.e las reformas borbónicas delsiglo xvrrr. La intromisión de mestizos en los cargos de autoridades locales yen las tareas de recolección del tributo, el incremento de éste y la concentra_ción de las funciones de poder en las nuevas autoridades instaradas por elrégimen de las intendenclas provocaron descontento con er régimen españor,pero también ternores y rencillas entre los diversos clanes de J.iq.res y gru-pos mestizos y criollos, al punto que para walker fue la carencia de liderazgoel factor que explicaría la derrota de las rebeliones de la década de 1g102r.

De acuerdo a la perspectiva de Thurner, los campesinos andinos teníanuna idea de <república> germinada en la época colonial, en la que este térmi-no aludía a una comunidad locar políticamen te organizada. Los alcaldes varasde los cabildos indios representarían esta noción que fue ignorada por larepública criolla. Los indios, así, convertidos primerá .r, o.rp""ñol.s> por losconstitucionalistas gaditanos, trocaron en (peruanos) por los libertadores de7821 ,para terminar volviendo ar estatuto de <indíjenas), una vez que erGobierno de Bolívar constató que no estaban preparados para ser <ciudada-nos'> dentro del esquema liberal. privados del Jerecho

" erra¡.n". sus tierras,

se les restauró desde 1826 la obligación del tributo pe.so.ral21.

. _ Cecilia Méndez, por su parte, tras deslindar .or, .l indigenismo que, en lalínea de la <utopía andina> de Frores-Galindo (19g6),and"aba a ra búsquedade ideologías nativistas y mesiánicas dirigidas por míticos curacas, postuló laexistencia de una política- campesina indepenJiente de ra criolla,

".rrrqr. .,

activa negociación con ella. En su estudio sobre la <revuelta monarquista> delos indios iquichanos de 1826-1g2g, esta autora señaló que tal monarquismohabría sido solamente una estrategia instrumental para ,regociar con el Esta-do criollo' Por lo misrno no debe extrañar que los -iJmos indígenas sehubiesen comportado como guerrilleros aliados de ros liberares en ros añosde 1830.

Aunque ambos autores (Thurner y Méndez) concordaron en su crítica ala <historiografia criolla>, tampoco terminaron de presentar una propuestaalternativa de lo que habría sido la política india o c"mperin" en la época de

2l Acerca de los conflictos desarrollados en torno a la recaudación del tributo indí-gena,han sido importantes los aportes de cahill (2002) y Sala ivila (1996),quienes hanestudiado la región del sur. Sobre ra reforma fiscal de Abáscar, zirl. contrerí, poor¡.22 Thurner (2006: ll-13).

La independencia del Perír 117

la Independencia. ¿Querían, nada más, un mejor acomodamiento en cada

circunstancia de la política nacional, o eran ellos, como desliza Thurner, los

<verdaderos> republicanos y liberales, compitiendo contra una clase criollaque arremetiendo contra las <leyes de Indias> desarticulaban el orden de

<república> de los indios, sin incorporarlos como miembros de la <nueva,>

república liberal? En la coyuntura de la independencia nadie era, entonces, lo

que parecía, y en el marco de una economía que la propia revolución volviódecadente, si no lo estaba ya antes, el tejido social parecia debilitarse peligro-samente, volviendo más dificil la transición de colonia a nación y, peor toda-vía, a nación republicana.

No hay duda de que, en el tema de la independencia, la historiografiarefleja más claramente que en otros las preocupaciones del presente volcadas

en el estudio del pasado. Si en los años setenta y ochenta los temas del deba-

te fueron la lucha de clases y las posibilidades de una revolución popular, en

los años noventa y dos mil parecen ser los de participación ciudadana, gober-nabilidad y cultura política. (Jn asunto presente, sin embargo, en ambas épo-cas, ha sido el de la inclusión indígena en la nación, ya como indios, comocampesinos, o como <pobres>, que es el término más reciente. El orden social

y político colonial tenía, por definición, una alternativa para la integraciónindígena, pero dicho orden resultó desarticr"rlado tras la independencia, sin

clue lograra componerse uno nuevo, por lo menos a lo largo de prácticamen-te todo el siglo xIx.

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LA INDEPENDENCIA DE CHILE

AlejandroUniuersidad

San Francisco*Católica de Chile

IurroouccróN

Durante 2006 apareció en Chile nuevamente el libro Tiadición y reforma

en 7870,de SergioVillalobosl. La obn,que aún conserva vigencia, había sidopublicada originalmente en 1967 y es hasta hoy uno de los estudios clásicos

en el tema de la Independencia de Chile, por su trabajo documental y la per-manencia de sus interpretaciones.Además, el übro es ilustrativo del trabajosobre una materia que desde el siglo xx ha concitado el interés de los espe-

ciálistas, de las autoridades políticas y del púbüco en general.

Todavía más: en el primer siglo de vida republicana el tema de la inde-pendencia se convirtió en un gran tema historiográfico, al cual consagraronsus estudios y libros algunos de los historiadores más importantes del país.

Barros Arana, por ejemplo, dedicó algunos volúmenes de su HistoriaJeneral de

Chile tanto a los hechos de 1810 como a sus consecuencias y al comienzo dela organización republicana2. Miguel Luis Amunátegui se refirió a los pre-

* Alejandro San Francisco es profesor del Instituto de Historia y de la Facultad deDerecho de la Universidad Católica de Chle y editor de Bicentenario. Reyista de Historíade Chile y América. El autor agradece aJorge Olguín por su colaboración en el desarrollode la presente investigación.

I Villalobos (22006 Í1 19611).2 lJ:rrros Arerra (1ttfl1-1902).

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LA INDEPENDENCIA DE CHILE

AlejandroUniuersidad

San Francisco*Católica de Chile

IurroouccróN

Durante 2006 apareció en Chile nuevamente el libro Tiadición y reforma

en 7870,de SergioVillalobosl. La obn,que aún conserva vigencia, había sidopublicada originalmente en 1967 y es hasta hoy uno de los estudios clásicos

en el tema de la Independencia de Chile, por su trabajo documental y la per-manencia de sus interpretaciones.Además, el übro es ilustrativo del trabajosobre una materia que desde el siglo xx ha concitado el interés de los espe-

ciálistas, de las autoridades políticas y del púbüco en general.

Todavía más: en el primer siglo de vida republicana el tema de la inde-pendencia se convirtió en un gran tema historiográfico, al cual consagraronsus estudios y libros algunos de los historiadores más importantes del país.

Barros Arana, por ejemplo, dedicó algunos volúmenes de su HistoriaJeneral de

Chile tanto a los hechos de 1810 como a sus consecuencias y al comienzo dela organización republicana2. Miguel Luis Amunátegui se refirió a los pre-

* Alejandro San Francisco es profesor del Instituto de Historia y de la Facultad deDerecho de la Universidad Católica de Chle y editor de Bicentenario. Reyista de Historíade Chile y América. El autor agradece aJorge Olguín por su colaboración en el desarrollode la presente investigación.

I Villalobos (22006 Í1 19611).2 lJ:rrros Arerra (1ttfl1-1902).

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cursores del proceso independentista y también narró los sucesos del añodecisivo3.JoséVictorino Lastarria tuvo su famoso debate historiográfico conAndrés Bello, precisamente al tratar los asuntos referidos a la independenciaa.

A comienzos del siglo xx comenzó una colección documental impor-tante -cuya edición se extendió por más de rnedio siglo-, que permitió la

agrupación de numerosas obras y fuentes sobre la independencia y facilitócon ello la aproximación al tema. Se trata de más de cuarenta volúmenes decartas, periódicos, memorias, documentos legales, debates, juicios y una largaserie de interesantes documentos que se han convertido en un sine qua non

para el desarrollo de investigaciones sobre la independencias.Las décadas de 1950 y 1960 fueron decisivas en la renovación de los estu-

dios relativos a la independencia, con posturas originales, nuevos enfoques yperspectivas que tienen vigencia hasta hoy, al menos parcialmente. Entre las

obras principales se encuentran 1os trabajos de Hernán Ranrírez Necochea,quien se concentró en los aspectos económicos del proceso de emancipa-ción6;Jainre Eyzaguirre, gran promotor de una visión hispana tradicional,que valora el pensamiento escolástico en los orígenes intelectuales de 18107;

el propio SergioVillalobos, que al estudio mencionado añade uno sobre la

crisis colonial desde la perspectiva del comercioS. Francisco Antonio Encina,en su .Fli-sÍtiria de Chile, también había dedicado importantes páginas de su

obra al desarrollo del terna que comentarnos9. Finalmente, es necesariorecordar el trabajo de Simon Collier, aparecido originalmente en Inglaterra,símbolo de esta renovación de intereses históricos, pero tarnbién de la nuevatendencia ellropea, por estudiar los países latinoamericanosl0. Collier -tradu-cido al español rnás de una década después- se convirtió en un autor funda-nrental, al analizar las ideas y actitudes de las elites que encabezaron la revo-lución de 1810 y los años siguientesll. La lista no agota todos los trabajos

3 Amnn¿iteglri (11)7 0-1972).-r Lastarria (1 909) .

s Colcccít|n da Hístttríadttres ), dc Dttcttnterlros Rclatít,tts

ti¿rso, (1900-1966). La colección fue editada por Imprentaírltinros núrmeros los pr,rblicó la llibliotec¿'r Nacional.

6 Rarnírez Necochea (1959).t Eyzaguirre (1996).8 Villalobos (11)61 y 196U).()

E,ncin¿r (1 9-+(,)- 1952) .

rrr Collier (1967).rr (lollicr (1977).

n la hdependettcia de Clúlc San-

Cervantes originalnrente, y los

La independencia de Chile I21

sobre el tema, pero ilustra sobre la preocupación permanente que ha conci-

tado el asunto entre los especialistas'

Quizá esta proliferación de obras históricas fue lo que motivó a Gonzalo

Vial a intentar un balance historiográfico a mediados de la década de

196012.A su juicio, Ios nuevos estudiÁ habían demostrado la preeminencia

de los factores internos sobre los externos entre las causas de la emancipa-

ción, destacando especialnente el factor del despertar de la nacjonalidad' en

elcualestaríalasenrilladelaindependencia.Elaspectomásllanrativodeltrabajo deVial es una lista de temas q dados en los estu-

dios históricos, por estar mal cubier no estudiados: la

conexión con otros procesos en Hisp ación de naciona-

lidades,lapugna.nt,.t'p"ñolesycriollos'Iaideologíapolíticadeloslíderesintelectuales del movimiento, la actitud de la lglesia, el papel de los indíge-

nas y el bajo pueblo, así como también los factores económicos que incidie-

ron en el procesol3.

Después de estos trabajos parece htt-tt: detenido' al menos parcialmen-

te, el interés por las int.'ittát'ones globales sobre el proceso de indepen-

dencia de Chile, pero.es "ttt'"'io mi ár el tema con más calma y detalle' Por

una parte, ., "lt"-.rrta-convenlente

revisar efectivamente las obras generales

p"Uli."¿", en los últimos veinte ro también debemos diri-

;i.;", hacia los trabajos lnono an concentrarse en algún

aspecto esPecífico de la ruPtura

Sin embargo, también es precrs inserción de Chile en el

ámbitodelasinvestig"tio"t'qt'esehanrealizadofueradelpaíssobrelosprocesos de independencia hispanoamericanos' que muchas veces incluyen

trabajosgeneralesyenotrasseconcentransobredistintospaíses.Llamalaatenciónquealgunosdelosúltimoslibroscolectivosquesehanpresentadoincluyan trabajos de v"rio' procesos de,emancipación y excluyan -por la

razón que sea- un análisis partic.rlar sobre el caso chilenola.Aquí hay un

vacío importante y una deuda que saldarls'

r2 Vial Correa (1965: 165-190)'t3 lbídett,185-187.ra pocler-'os l.nencronar, a manera de ejemplo, algunos libros recientes muy atractl-

vos,t:rlescomoRodríeuez(2005c),Calderón/Thibaud(2006a)'l5 L:r te.clenci¡ n. es .rrríuo.r'.., 'rodo

alguno. Así se puede ver en Guerra/Lempé-

rii'rc (l()9t3).

Alejandro San Francisco

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cursores del proceso independentista y también narró los sucesos del añodecisivo3.JoséVictorino Lastarria tuvo su famoso debate historiográfico conAndrés Bello, precisamente al tratar los asuntos referidos a la independenciaa.

A comienzos del siglo xx comenzó una colección documental impor-tante -cuya edición se extendió por más de rnedio siglo-, que permitió la

agrupación de numerosas obras y fuentes sobre la independencia y facilitócon ello la aproximación al tema. Se trata de más de cuarenta volúmenes decartas, periódicos, memorias, documentos legales, debates, juicios y una largaserie de interesantes documentos que se han convertido en un sine qua non

para el desarrollo de investigaciones sobre la independencias.Las décadas de 1950 y 1960 fueron decisivas en la renovación de los estu-

dios relativos a la independencia, con posturas originales, nuevos enfoques yperspectivas que tienen vigencia hasta hoy, al menos parcialmente. Entre las

obras principales se encuentran 1os trabajos de Hernán Ranrírez Necochea,quien se concentró en los aspectos económicos del proceso de emancipa-ción6;Jainre Eyzaguirre, gran promotor de una visión hispana tradicional,que valora el pensamiento escolástico en los orígenes intelectuales de 18107;

el propio SergioVillalobos, que al estudio mencionado añade uno sobre la

crisis colonial desde la perspectiva del comercioS. Francisco Antonio Encina,en su .Fli-sÍtiria de Chile, también había dedicado importantes páginas de su

obra al desarrollo del terna que comentarnos9. Finalmente, es necesariorecordar el trabajo de Simon Collier, aparecido originalmente en Inglaterra,símbolo de esta renovación de intereses históricos, pero tarnbién de la nuevatendencia ellropea, por estudiar los países latinoamericanosl0. Collier -tradu-cido al español rnás de una década después- se convirtió en un autor funda-nrental, al analizar las ideas y actitudes de las elites que encabezaron la revo-lución de 1810 y los años siguientesll. La lista no agota todos los trabajos

3 Amnn¿iteglri (11)7 0-1972).-r Lastarria (1 909) .

s Colcccít|n da Hístttríadttres ), dc Dttcttnterlros Rclatít,tts

ti¿rso, (1900-1966). La colección fue editada por Imprentaírltinros núrmeros los pr,rblicó la llibliotec¿'r Nacional.

6 Rarnírez Necochea (1959).t Eyzaguirre (1996).8 Villalobos (11)61 y 196U).()

E,ncin¿r (1 9-+(,)- 1952) .

rrr Collier (1967).rr (lollicr (1977).

n la hdependettcia de Clúlc San-

Cervantes originalnrente, y los

La independencia de Chile I21

sobre el tema, pero ilustra sobre la preocupación permanente que ha conci-

tado el asunto entre los especialistas'

Quizá esta proliferación de obras históricas fue lo que motivó a Gonzalo

Vial a intentar un balance historiográfico a mediados de la década de

196012.A su juicio, Ios nuevos estudiÁ habían demostrado la preeminencia

de los factores internos sobre los externos entre las causas de la emancipa-

ción, destacando especialnente el factor del despertar de la nacjonalidad' en

elcualestaríalasenrilladelaindependencia.Elaspectomásllanrativodeltrabajo deVial es una lista de temas q dados en los estu-

dios históricos, por estar mal cubier no estudiados: la

conexión con otros procesos en Hisp ación de naciona-

lidades,lapugna.nt,.t'p"ñolesycriollos'Iaideologíapolíticadeloslíderesintelectuales del movimiento, la actitud de la lglesia, el papel de los indíge-

nas y el bajo pueblo, así como también los factores económicos que incidie-

ron en el procesol3.

Después de estos trabajos parece htt-tt: detenido' al menos parcialmen-

te, el interés por las int.'ittát'ones globales sobre el proceso de indepen-

dencia de Chile, pero.es "ttt'"'io mi ár el tema con más calma y detalle' Por

una parte, ., "lt"-.rrta-convenlente

revisar efectivamente las obras generales

p"Uli."¿", en los últimos veinte ro también debemos diri-

;i.;", hacia los trabajos lnono an concentrarse en algún

aspecto esPecífico de la ruPtura

Sin embargo, también es precrs inserción de Chile en el

ámbitodelasinvestig"tio"t'qt'esehanrealizadofueradelpaíssobrelosprocesos de independencia hispanoamericanos' que muchas veces incluyen

trabajosgeneralesyenotrasseconcentransobredistintospaíses.Llamalaatenciónquealgunosdelosúltimoslibroscolectivosquesehanpresentadoincluyan trabajos de v"rio' procesos de,emancipación y excluyan -por la

razón que sea- un análisis partic.rlar sobre el caso chilenola.Aquí hay un

vacío importante y una deuda que saldarls'

r2 Vial Correa (1965: 165-190)'t3 lbídett,185-187.ra pocler-'os l.nencronar, a manera de ejemplo, algunos libros recientes muy atractl-

vos,t:rlescomoRodríeuez(2005c),Calderón/Thibaud(2006a)'l5 L:r te.clenci¡ n. es .rrríuo.r'.., 'rodo

alguno. Así se puede ver en Guerra/Lempé-

rii'rc (l()9t3).

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1. Los lÍ^¿rrrs DE LAS INTER'RETACI()NES (;ENEI{ALESy Er. rrLVrsr()NISM()urstonrocRÁuco

- Apesar de esta aparente ausencia de trabajos que reflejen interpretacionesglobales sobre el proceso de independencia, en las últimas dos décadas hanaparecido estudios interesantes por su aporte documental, sus interpretacio_nes o la capacidad de unir el proceso de 1g10 con otros momentos del des_arrollo político de chile. En este sentido conviene detenerse en algunos delos libros más relevantes para actuarizar el debate historiográfi co y avanzarnuevas posibilidades de investigación.

En l992,AlftedoJocelyn Hort presentó su libro Ia Independencia de chire,que fue reeditado años más tarde16. Recibió elogiosos comentarios desde uncomienzo: <Será dificil de aquí en adelante enfrentar un estrdio de la indepen-dencia de chile sin considerar los argumentos deJocelyn Holt [.. I Es un estu-dio nuevo, con una nueva metodol,ogía y una nueva tesis> (Iván Jaksic); <LaIndependencia de chile, al conrrario de lo que ha sostenicro .i"rt. úirtoriogo_fia conservadora, constituyó un genuino principio de modernicrad y liberaris-mo' aunque ese principio no fue deriberado y se halla inconcluso> (carlos peña,refiriéndose a uno de los aspectos rnterpretativos más originales de este libro)17.otros, en cambio, han relativizado el aporre de Jocelyn"Holt: tal es er caso deLeonardo León, quien sostrene que (no agreg| nada sustanciar al tema, basadoen obras anteriores, aunque avanzí algutras consideraciones personaresrlS.

Sin embargo, es necesario detenerse en er trabajo d. .rt. historiador. Erlibro de Jocelyn Holt es la última interpretación general que se ha intentadosobre el proceso de independencia chiiena y su propuesta, efectivamente, esanalizada de acuerdo a los criterios de modernraaa y nueratrsmo, para lo cualafirma tres ideas centrales (refutando ras tres posiciones

"drr.rr"r¡, en primer

lugar, que la independencia invorucró un cambio efectivo y no meramentecosmético; en segundo término, que er intento de omodernizar> chile yAmérica ha sido una forma de participar en el mundo contemporáneo ydarle al país y al continente una historia moderna; finalmente, qr. ., necesa-rio seguir haciendo historia de la elite, aunque en modo alguno ésta sea rairnica forma de hacer historiate.

rr' Jocelyn Holt (1999a).

17 -¡aksic (199\ y peñ,a (7994:329-331).

18 León (1991:11).r"

Jocelyn Holt (1999: 13-16).

La independencia de Chile 123

En cuanto al contenido del libro, el autor se concentra en varios aspectos: el

legado colonial y la formación de una modernización incipiente en América,producto de las reformas borbónicas; la coyuntura cútica, es decir, la indepen-dencia <propiamente tal>, incluyendo el colapso de la monarquia y la opciónpor el régimen republicano-liberal. Por últirno, en la parte más original del tra-bajo, Jocelyn Holt explora los eGctos históricos de mediano y largo plazo quetuvo la independencia de Chile, en especial en cuanto la opción político-ideo-lógica impulsó la tendencia a una modernización social nrás global2o.

El autor agrupa en cinco categorías las conclusiones principales del estu-dio: a) La independencia es un fenómeno cultural en el marco de un proce-so de más larga duración, que deja atrás la tradición mientras acepta la

modernidad; b) La independencia y el proceso nracro configuran Lln proyec-to de origen exógeno, fruto de la casualidad: conlo resultado se acepta unorden legitimante republicano;c) El carnbio político e ideológico de 1810constituye una ruptura de carácter legitimante; el grupo dirigente tradicionalhizo suyo dicho proyecto en la medida en que conservaría su posición pree-nrinente en el nuevo sistema; d) La modernizacíín borbónica y la indepen-dencia contienen un potencial de cambio futuro de carácter ideológico yutópico; e) La independencia fue un quiebre trascendental y revolucionario,aunque insuficiente y parcial, pero no hay una restauración colonial ni nada

semejante después de 181021.

Otro trabajo importante publicado en los últimos años es el de CristiánGuerrero Lira, quien ha escrito uno de los libros revisionistas nrás interesan-tes y bien informados sobre el período, en el cual intenta desafiar algunos de

los mitos rnás asentados en los estudios sobre la independencia22.En concre-to, se refiere al período de la llamada Reconquista (1814-1818). (A nlrestrojuicio -explica el autor- no existió una política de represión que buscara, a

través del castigo indiscriminado,aftanzar la causa monarquista. Si bien exis-tieron posiciones que implicaban distintos grados de inflexibilidad contra-rrevolucionaria, éstos no fueron absolutos y desrrredidos, y tanrpoco carecen

de explicación que vaya más allá del mero interés en castigan23.

Desde el punto de vista metodológico y de sus conclusiones, Guerreroprocura contradecir a los autores más importantes que trabajaron el mismo

2o El libro se encuentra dividido en tres partes, con diez capítulos en total.rl

Jocelyn Holt (1999: 349-350).rr Guerrero Lin (2002).)\ Ihíd(m,17-18.

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122

1. Los lÍ^¿rrrs DE LAS INTER'RETACI()NES (;ENEI{ALESy Er. rrLVrsr()NISM()urstonrocRÁuco

- Apesar de esta aparente ausencia de trabajos que reflejen interpretacionesglobales sobre el proceso de independencia, en las últimas dos décadas hanaparecido estudios interesantes por su aporte documental, sus interpretacio_nes o la capacidad de unir el proceso de 1g10 con otros momentos del des_arrollo político de chile. En este sentido conviene detenerse en algunos delos libros más relevantes para actuarizar el debate historiográfi co y avanzarnuevas posibilidades de investigación.

En l992,AlftedoJocelyn Hort presentó su libro Ia Independencia de chire,que fue reeditado años más tarde16. Recibió elogiosos comentarios desde uncomienzo: <Será dificil de aquí en adelante enfrentar un estrdio de la indepen-dencia de chile sin considerar los argumentos deJocelyn Holt [.. I Es un estu-dio nuevo, con una nueva metodol,ogía y una nueva tesis> (Iván Jaksic); <LaIndependencia de chile, al conrrario de lo que ha sostenicro .i"rt. úirtoriogo_fia conservadora, constituyó un genuino principio de modernicrad y liberaris-mo' aunque ese principio no fue deriberado y se halla inconcluso> (carlos peña,refiriéndose a uno de los aspectos rnterpretativos más originales de este libro)17.otros, en cambio, han relativizado el aporre de Jocelyn"Holt: tal es er caso deLeonardo León, quien sostrene que (no agreg| nada sustanciar al tema, basadoen obras anteriores, aunque avanzí algutras consideraciones personaresrlS.

Sin embargo, es necesario detenerse en er trabajo d. .rt. historiador. Erlibro de Jocelyn Holt es la última interpretación general que se ha intentadosobre el proceso de independencia chiiena y su propuesta, efectivamente, esanalizada de acuerdo a los criterios de modernraaa y nueratrsmo, para lo cualafirma tres ideas centrales (refutando ras tres posiciones

"drr.rr"r¡, en primer

lugar, que la independencia invorucró un cambio efectivo y no meramentecosmético; en segundo término, que er intento de omodernizar> chile yAmérica ha sido una forma de participar en el mundo contemporáneo ydarle al país y al continente una historia moderna; finalmente, qr. ., necesa-rio seguir haciendo historia de la elite, aunque en modo alguno ésta sea rairnica forma de hacer historiate.

rr' Jocelyn Holt (1999a).

17 -¡aksic (199\ y peñ,a (7994:329-331).

18 León (1991:11).r"

Jocelyn Holt (1999: 13-16).

La independencia de Chile 123

En cuanto al contenido del libro, el autor se concentra en varios aspectos: el

legado colonial y la formación de una modernización incipiente en América,producto de las reformas borbónicas; la coyuntura cútica, es decir, la indepen-dencia <propiamente tal>, incluyendo el colapso de la monarquia y la opciónpor el régimen republicano-liberal. Por últirno, en la parte más original del tra-bajo, Jocelyn Holt explora los eGctos históricos de mediano y largo plazo quetuvo la independencia de Chile, en especial en cuanto la opción político-ideo-lógica impulsó la tendencia a una modernización social nrás global2o.

El autor agrupa en cinco categorías las conclusiones principales del estu-dio: a) La independencia es un fenómeno cultural en el marco de un proce-so de más larga duración, que deja atrás la tradición mientras acepta la

modernidad; b) La independencia y el proceso nracro configuran Lln proyec-to de origen exógeno, fruto de la casualidad: conlo resultado se acepta unorden legitimante republicano;c) El carnbio político e ideológico de 1810constituye una ruptura de carácter legitimante; el grupo dirigente tradicionalhizo suyo dicho proyecto en la medida en que conservaría su posición pree-nrinente en el nuevo sistema; d) La modernizacíín borbónica y la indepen-dencia contienen un potencial de cambio futuro de carácter ideológico yutópico; e) La independencia fue un quiebre trascendental y revolucionario,aunque insuficiente y parcial, pero no hay una restauración colonial ni nada

semejante después de 181021.

Otro trabajo importante publicado en los últimos años es el de CristiánGuerrero Lira, quien ha escrito uno de los libros revisionistas nrás interesan-tes y bien informados sobre el período, en el cual intenta desafiar algunos de

los mitos rnás asentados en los estudios sobre la independencia22.En concre-to, se refiere al período de la llamada Reconquista (1814-1818). (A nlrestrojuicio -explica el autor- no existió una política de represión que buscara, a

través del castigo indiscriminado,aftanzar la causa monarquista. Si bien exis-tieron posiciones que implicaban distintos grados de inflexibilidad contra-rrevolucionaria, éstos no fueron absolutos y desrrredidos, y tanrpoco carecen

de explicación que vaya más allá del mero interés en castigan23.

Desde el punto de vista metodológico y de sus conclusiones, Guerreroprocura contradecir a los autores más importantes que trabajaron el mismo

2o El libro se encuentra dividido en tres partes, con diez capítulos en total.rl

Jocelyn Holt (1999: 349-350).rr Guerrero Lin (2002).)\ Ihíd(m,17-18.

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t2+ Alejandro San Francisco

tema durante el siglo xrx, especialmente a los hermanos Amunátegui y aBarros Arana, a quienes representa en ocasiones la falta de ecuanimidad y deargunlentos basados en la documentación y también la primacía de criteriospolíticos liberales y antimonárquicos a prio,ri.por lo mismo, en su revisión, elautor de La contrarreuolución procura dos cosas: por una parte, acceder a unaamplia documentación en archivos chilenos, peruanos y argentinos (entre lasfuentes de información más útiles), y, por orro lado, un planteamiento deconclusiones alternativas.

Los temas tratados son abundantes y cubren, prácticamente, todos losgrandes problemas del chile de la Reconquista: ros aspectos propios de lacontrarrevolución peruana y del virrey Abascal; cl exilio chileno en cuyo,Argentina; el presidio existente en Juan Fernánrjez, que se destinó a los chi-lenos revolucionarios; los juicios políticos que se si{¡uieron a los no fidelistas;la revisión de las figuras de Mariano osorio y Frarrcisco casimiro Marcó delPont; el contenido de la prensa monarquista; la l{eal Hacie'da y el asuntodel secuestro de bienes; finahnente, el ocaso contrarrevolucionario, con espe-cial énfasis en la situación económica de perú.

No se trata, en esta ocasión, de revisar cada uno de los temas y las posicio-nes planteadas por Guerrero, pero sí conviene considerar al menos un par delos asuntos que han tenido mayor interés entre los historiadores que son con-trastados en este libro, como una muestra del revisionir-o p..r..rá en la obra.

El primero de ellos se refiere al ñmoso presidio de Juan Fernández, cuyaimagen tiene un carácter entre siniestro y dramático, marcado por la degrada-ción que sufrieron un grupo de aristócratas chilenos c.r"ndo se restauró lamonarquía en el país. Las características geográficas del archipiélago y su his-toria particular contribuyen a consolidar esra visión decadent. de la isla. Alláfueron a dar funcionarios de gobierno, funcionarios públicos secundarios,comerciantes y hacendados, militares y milicianos, eclesiásticos y algunos per-sonajes más. Guerrero desafia a las fuentes que muestran el drama de los dete-nidos, como es el caso de El chileno consolado en los presidio.s, deJuan Egaña, porsu cercanía con los hechos y, por ende, cuando subsistía un profundo quiÁrey resentimiento contra los españoles; además, por la finalidad de estos memo-riales, que exageraban para procurar la libertad y el regreso al continente; porúltirno, debemos considerar la condición aristocrática de los detenidos, quie-¡rcs obviamente no pudieron seguir disfrutando de las comodidades de s'vida precedente. considerando todo, el autor del libro que conentamos señ¡-lrr t¡re los sufrimientos <no tuvieron la dtreza con que se han transrlitir.lo>,sirro r¡ue hay elementos con <sabor mitológico> que roclean lo rclat.i6¡:rtl.

La independencia de Chile 125

con el archipiélago que ñcilitan la <credibilidad> de las exageraciones. <Todo

esto, a nuestro entender ha asumido la función de hipérbole de una realidadque no revestía los caracteres de extrema gravedad con que el confinamientoenJuan Fernández ha sido relatado>. Es la conclusión de Guerrero24.

Otro tema de indudable interés se refiere a las imágenes y realidades de

los gobernadores Osorio y Marcó del Pont, descritos por la historiografiacon caracteres slempre negativos hasta el extrerno, tanto en sus cualidadesmorales como en sus capacidades de gobierno: <Muchas de las descripcionesanteriores carecen de un fundamento que las valide absolutamente). Guerre-ro rcaliza una declaración de principios interesante: <En esta labor [descrip-ción de un personaje histórico] es deseable que el historiador proceda esfor-zándose por discernir entre el mito y la realidad, sopesando ecuánimernentelos elementos que levanten o depriman al sujeto de su estudio, escudriñandolos motivos de sus acciones y considerando la realidad contemporánea en laque su personaje haya intervenido>. Su conclusión es que no se han cumpli-do esos requisitos con los dos personajes tratados.

El punto de partida determina una clarificación del asunto, por cuantoresulta clave la comprensión del rnomento histórico, a partir de lo cual es

posible evaluar el gobierno y sus medidas, incluso las rnás extremas o doloro-s¿rs. En este sentido, y particularmente en relación a la <represión> de la quesc habla habitualmente, Guerrero estima necesario entender que <aquellos

lños no fueron de normalidad y, por tanto, no es de extrañar que se decreta-r-:ln clertas restrrccrones>. Por lo mismo, es conrprensible que el grupo quecstaba eventualmente en el poder -los revolucionarios o los monárquicos,scgún el momento- tomara medidas para afranzar su primacía y, entre esas

:rt-ciones, había algunas que lesionaban los derechos de sus enemigos. Porc'jemplo, al analizar las leyes y sus amenazas de penas, Guerrero advierte quel:r dureza de las normas era equivalente en las disposiciones de los restaura-tkrres monárquicos y de los patriotas2s.

Gabriel Salazar, en un libro publicado recientemente, procura volversobre el proceso de independencia y la construcción del Estado chileno ent'l siglo xtx26. El autor sostiene que su investigació histórica es también un, .'nrpromiso personal y político: <No sólo la figura de Freire tenía tras sí

lrt'r'ht>s de gran interés histórico, sino también, antes que él y en torno a é1,

) I Ibídrttt, 119-1 35 (capítulo <El presidio de Juan Fernández>) .

).) Ihídt'ttt,187-21 2 (c:rpítulo <Osorio y Marcó del Pont: ¿Un nlito histórico?o).

)r' S:rl:r't:tr ('>005).

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tema durante el siglo xrx, especialmente a los hermanos Amunátegui y aBarros Arana, a quienes representa en ocasiones la falta de ecuanimidad y deargunlentos basados en la documentación y también la primacía de criteriospolíticos liberales y antimonárquicos a prio,ri.por lo mismo, en su revisión, elautor de La contrarreuolución procura dos cosas: por una parte, acceder a unaamplia documentación en archivos chilenos, peruanos y argentinos (entre lasfuentes de información más útiles), y, por orro lado, un planteamiento deconclusiones alternativas.

Los temas tratados son abundantes y cubren, prácticamente, todos losgrandes problemas del chile de la Reconquista: ros aspectos propios de lacontrarrevolución peruana y del virrey Abascal; cl exilio chileno en cuyo,Argentina; el presidio existente en Juan Fernánrjez, que se destinó a los chi-lenos revolucionarios; los juicios políticos que se si{¡uieron a los no fidelistas;la revisión de las figuras de Mariano osorio y Frarrcisco casimiro Marcó delPont; el contenido de la prensa monarquista; la l{eal Hacie'da y el asuntodel secuestro de bienes; finahnente, el ocaso contrarrevolucionario, con espe-cial énfasis en la situación económica de perú.

No se trata, en esta ocasión, de revisar cada uno de los temas y las posicio-nes planteadas por Guerrero, pero sí conviene considerar al menos un par delos asuntos que han tenido mayor interés entre los historiadores que son con-trastados en este libro, como una muestra del revisionir-o p..r..rá en la obra.

El primero de ellos se refiere al ñmoso presidio de Juan Fernández, cuyaimagen tiene un carácter entre siniestro y dramático, marcado por la degrada-ción que sufrieron un grupo de aristócratas chilenos c.r"ndo se restauró lamonarquía en el país. Las características geográficas del archipiélago y su his-toria particular contribuyen a consolidar esra visión decadent. de la isla. Alláfueron a dar funcionarios de gobierno, funcionarios públicos secundarios,comerciantes y hacendados, militares y milicianos, eclesiásticos y algunos per-sonajes más. Guerrero desafia a las fuentes que muestran el drama de los dete-nidos, como es el caso de El chileno consolado en los presidio.s, deJuan Egaña, porsu cercanía con los hechos y, por ende, cuando subsistía un profundo quiÁrey resentimiento contra los españoles; además, por la finalidad de estos memo-riales, que exageraban para procurar la libertad y el regreso al continente; porúltirno, debemos considerar la condición aristocrática de los detenidos, quie-¡rcs obviamente no pudieron seguir disfrutando de las comodidades de s'vida precedente. considerando todo, el autor del libro que conentamos señ¡-lrr t¡re los sufrimientos <no tuvieron la dtreza con que se han transrlitir.lo>,sirro r¡ue hay elementos con <sabor mitológico> que roclean lo rclat.i6¡:rtl.

La independencia de Chile 125

con el archipiélago que ñcilitan la <credibilidad> de las exageraciones. <Todo

esto, a nuestro entender ha asumido la función de hipérbole de una realidadque no revestía los caracteres de extrema gravedad con que el confinamientoenJuan Fernández ha sido relatado>. Es la conclusión de Guerrero24.

Otro tema de indudable interés se refiere a las imágenes y realidades de

los gobernadores Osorio y Marcó del Pont, descritos por la historiografiacon caracteres slempre negativos hasta el extrerno, tanto en sus cualidadesmorales como en sus capacidades de gobierno: <Muchas de las descripcionesanteriores carecen de un fundamento que las valide absolutamente). Guerre-ro rcaliza una declaración de principios interesante: <En esta labor [descrip-ción de un personaje histórico] es deseable que el historiador proceda esfor-zándose por discernir entre el mito y la realidad, sopesando ecuánimernentelos elementos que levanten o depriman al sujeto de su estudio, escudriñandolos motivos de sus acciones y considerando la realidad contemporánea en laque su personaje haya intervenido>. Su conclusión es que no se han cumpli-do esos requisitos con los dos personajes tratados.

El punto de partida determina una clarificación del asunto, por cuantoresulta clave la comprensión del rnomento histórico, a partir de lo cual es

posible evaluar el gobierno y sus medidas, incluso las rnás extremas o doloro-s¿rs. En este sentido, y particularmente en relación a la <represión> de la quesc habla habitualmente, Guerrero estima necesario entender que <aquellos

lños no fueron de normalidad y, por tanto, no es de extrañar que se decreta-r-:ln clertas restrrccrones>. Por lo mismo, es conrprensible que el grupo quecstaba eventualmente en el poder -los revolucionarios o los monárquicos,scgún el momento- tomara medidas para afranzar su primacía y, entre esas

:rt-ciones, había algunas que lesionaban los derechos de sus enemigos. Porc'jemplo, al analizar las leyes y sus amenazas de penas, Guerrero advierte quel:r dureza de las normas era equivalente en las disposiciones de los restaura-tkrres monárquicos y de los patriotas2s.

Gabriel Salazar, en un libro publicado recientemente, procura volversobre el proceso de independencia y la construcción del Estado chileno ent'l siglo xtx26. El autor sostiene que su investigació histórica es también un, .'nrpromiso personal y político: <No sólo la figura de Freire tenía tras sí

lrt'r'ht>s de gran interés histórico, sino también, antes que él y en torno a é1,

) I Ibídrttt, 119-1 35 (capítulo <El presidio de Juan Fernández>) .

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Alt'¡,r¡¡,lro S:u) Fr-ancisco

una centenaria tradición que, ahora, podemos delro¡ninrrr "tlt.rrrot.rrrt-i:r tlc lospueblos"' La reconstitución de esa tradición permitió alrr-t't.i:rr los vrrlgrescívicos del proyecto de Estado que Portales y sus conjuracftls rlcstr¡y(.r1)r) cn1830)27. El libro se plantea expresanlente conlo una crítica rr ulrr r¡rt'rr6riapolítica oficial>, que ha levantado a Diego Portales conro el sl-:¡¡ (.()rlsr¡r(-torde la nación y de la constitución duradera del sislo xlx. S,rlaz,rr rt'r.lr:rz:r tlosaspectos de la historiografia: que la lucha militar ocr-rpc t:lnt() (.sl):r( i() y seatan heroificada, por una parte, y que la imposiciólr clcl ortlt.n ,..,, ,',,,i, v:rlqra-da que la lucha de la ciudadanía por ejercer la sobcrrrní:r.

El texto de Salazar recupera la figura política dc l;rcir.t., (.olr(l(.n;r l;r pre-sencia militar en la promulgación de las constitnci.rcs t.lrlt.r¡,rs

' l.r ,r.sc'cia

de valoración del <poder constituyenten que debcrí¡ r'jt.rt't.r' l.r r rutl:rtl¡¡ía. Elcapítulo III, llamado <Derecho de los pueblos y construr.t.rrin tlt.l l:st:r¿o: los

gencia del Cabildo en medio de la crisis monárquicl: si t.tlos nrir¿ron alCabildo fue porque era el <domicilio perpetuo de la vcrtlrrtlt'r.:r s6[rcranía>28.Otro factor político novedoso fue el surgimiento del rlilitlris¡r9, ¡sgciado alnlotín de Tonás de Fig'eroa y a la figura de José Migtrcl ( r:rr-cru, (lre mos-traban el incipiente predominio del factor núlitar sobre lrrs inicirrtivas civiles.Después de la caída de los patriotas en Rancagua, en 1til4, nl:r rc:rludacióndel proceso histórico general iba a depender, nuevamente, cle krs nrilitares>29.Para el auto! el militarisrno podía actuar en favor de los puebl()s y 'o nece-sariamente de la oligarquía mercantil.

salazar plantea una nLleva lectura de la década de 1g20, co'rírnrnenteasociada a la idea de anarquía y fracaso en la organizaciln republicana. Deesta manera, la figura de Freire adquiere un papel relevante en términosdemocráticos: <Es evidente que Freire se propuso incluir en la masa electorala los artesanos, al campesinado medio (<clases industriosas>) y a los funciona-rios públicos de rango medio y bajo, despojando a la elite aristocrática delcontrol exclusivo del sistema electoralr3o. Sin embargo, hacia 1,g29 y por dis_

27 Ibídem, g.28 lbídem,g5.2e lbídem,744.3(t lbídem,235.

La independencia de Chile 127

tintas circunstancias políticas e históricas, la oposición conservadora se levan-tó contra la alternativa liberal que había regido Chile, uniendo la obstruc-ción política y parlamentaria, una ofensiva periodística antipipiola y unaconspiración militar para instalar un gobierno centralista y autoritario en el

país31. Comenzaba a consolidarse la figura de Portales y luego lo que seúan

los efectos de su acción política.El libro de Salazar es polémico, logra introducir de manera interesante el

tema de la soberanía y la base popular existente en la época de la indepen-dencia, aunque es discutible su análisis de las ñllas y dificultades que existie-ron en el país después de 1818.

Un trabajo reciente que vale la pena comentar es el de Bárbara Silva,quien se ha detenido en el tema de los símbolos y los discursos en torno a la

nación, con una novedad interesante: su estudio comprende tanto los prime-ros años de la independencia como el centenario, es decir, la celebración de

lgto32.La autora enfatiza que se trata de un proceso más que un acontecimiento

puntual:

Los dos momentos históricos que se tratan aquí son revoluciones, en el senti-do que vienen a cambiar lo existente. Si la independencia fue antes que nada una

revolución política, que en sí misma no altera de forma relevante el orden social,

el centenario puede entenderse como una revolución social, en tanto se sociali-za,valga la redundancia, la forma de la nación, sin cambiar sustancialmente elorden político que la sistematiza33.

En el caso de la independencia, entendida como proceso y no como unrnomento determinable en una fecha específica,la autora busca la <combina-ción e integración de dos conceptos de nación: la política-discursiva y la cul-tural-simbólica,¡34.

La primera parte del texto se concentra en los discursos de la elite chile-na al formular su proyecto de nación, en el que se mezclan aspectos de la tra-clición de siglos con otros factores que aparecían como revolucionarios. Unclernento central es el ideario republicano, consecuencia de la coyuntura queinvitaba a autogobernarse, la creación de corporaciones educativas como el

lt llrídem,336.12 Bárbara Silva (2006: 17-131).\\ Ibídcm,124.\t Ilídun,21 .

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Alt'¡,r¡¡,lro S:u) Fr-ancisco

una centenaria tradición que, ahora, podemos delro¡ninrrr "tlt.rrrot.rrrt-i:r tlc lospueblos"' La reconstitución de esa tradición permitió alrr-t't.i:rr los vrrlgrescívicos del proyecto de Estado que Portales y sus conjuracftls rlcstr¡y(.r1)r) cn1830)27. El libro se plantea expresanlente conlo una crítica rr ulrr r¡rt'rr6riapolítica oficial>, que ha levantado a Diego Portales conro el sl-:¡¡ (.()rlsr¡r(-torde la nación y de la constitución duradera del sislo xlx. S,rlaz,rr rt'r.lr:rz:r tlosaspectos de la historiografia: que la lucha militar ocr-rpc t:lnt() (.sl):r( i() y seatan heroificada, por una parte, y que la imposiciólr clcl ortlt.n ,..,, ,',,,i, v:rlqra-da que la lucha de la ciudadanía por ejercer la sobcrrrní:r.

El texto de Salazar recupera la figura política dc l;rcir.t., (.olr(l(.n;r l;r pre-sencia militar en la promulgación de las constitnci.rcs t.lrlt.r¡,rs

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de valoración del <poder constituyenten que debcrí¡ r'jt.rt't.r' l.r r rutl:rtl¡¡ía. Elcapítulo III, llamado <Derecho de los pueblos y construr.t.rrin tlt.l l:st:r¿o: los

gencia del Cabildo en medio de la crisis monárquicl: si t.tlos nrir¿ron alCabildo fue porque era el <domicilio perpetuo de la vcrtlrrtlt'r.:r s6[rcranía>28.Otro factor político novedoso fue el surgimiento del rlilitlris¡r9, ¡sgciado alnlotín de Tonás de Fig'eroa y a la figura de José Migtrcl ( r:rr-cru, (lre mos-traban el incipiente predominio del factor núlitar sobre lrrs inicirrtivas civiles.Después de la caída de los patriotas en Rancagua, en 1til4, nl:r rc:rludacióndel proceso histórico general iba a depender, nuevamente, cle krs nrilitares>29.Para el auto! el militarisrno podía actuar en favor de los puebl()s y 'o nece-sariamente de la oligarquía mercantil.

salazar plantea una nLleva lectura de la década de 1g20, co'rírnrnenteasociada a la idea de anarquía y fracaso en la organizaciln republicana. Deesta manera, la figura de Freire adquiere un papel relevante en términosdemocráticos: <Es evidente que Freire se propuso incluir en la masa electorala los artesanos, al campesinado medio (<clases industriosas>) y a los funciona-rios públicos de rango medio y bajo, despojando a la elite aristocrática delcontrol exclusivo del sistema electoralr3o. Sin embargo, hacia 1,g29 y por dis_

27 Ibídem, g.28 lbídem,g5.2e lbídem,744.3(t lbídem,235.

La independencia de Chile 127

tintas circunstancias políticas e históricas, la oposición conservadora se levan-tó contra la alternativa liberal que había regido Chile, uniendo la obstruc-ción política y parlamentaria, una ofensiva periodística antipipiola y unaconspiración militar para instalar un gobierno centralista y autoritario en el

país31. Comenzaba a consolidarse la figura de Portales y luego lo que seúan

los efectos de su acción política.El libro de Salazar es polémico, logra introducir de manera interesante el

tema de la soberanía y la base popular existente en la época de la indepen-dencia, aunque es discutible su análisis de las ñllas y dificultades que existie-ron en el país después de 1818.

Un trabajo reciente que vale la pena comentar es el de Bárbara Silva,quien se ha detenido en el tema de los símbolos y los discursos en torno a la

nación, con una novedad interesante: su estudio comprende tanto los prime-ros años de la independencia como el centenario, es decir, la celebración de

lgto32.La autora enfatiza que se trata de un proceso más que un acontecimiento

puntual:

Los dos momentos históricos que se tratan aquí son revoluciones, en el senti-do que vienen a cambiar lo existente. Si la independencia fue antes que nada una

revolución política, que en sí misma no altera de forma relevante el orden social,

el centenario puede entenderse como una revolución social, en tanto se sociali-za,valga la redundancia, la forma de la nación, sin cambiar sustancialmente elorden político que la sistematiza33.

En el caso de la independencia, entendida como proceso y no como unrnomento determinable en una fecha específica,la autora busca la <combina-ción e integración de dos conceptos de nación: la política-discursiva y la cul-tural-simbólica,¡34.

La primera parte del texto se concentra en los discursos de la elite chile-na al formular su proyecto de nación, en el que se mezclan aspectos de la tra-clición de siglos con otros factores que aparecían como revolucionarios. Unclernento central es el ideario republicano, consecuencia de la coyuntura queinvitaba a autogobernarse, la creación de corporaciones educativas como el

lt llrídem,336.12 Bárbara Silva (2006: 17-131).\\ Ibídcm,124.\t Ilídun,21 .

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l.li..iAlejandro San Francisco

Irstituto Nacional (1813) y la difusión de las ideas. (Jn segundo aspecro serefiere a la cultura escrita y la opinión pública, que es ,.r.r" ,lrror.r.ión parale-la a la de la Independencia: <La prensa en ra patriavieja tiene una doble fun-ción; primero como el instrumento de difusión de ras nuevas ideas y segun-do como espacio de justificación doctrinaria de las acciones revorucionarias,constituyéndose como su slrstento teórico...>. La autora agrega una tercerafunción, que consiste en la configuración de la prensa .'rrrri" nlo,rro un sím-bolo y testimonio de que el progreso y la revolución estaban entrerazados>3s.El tercer tema ffatado se refiere al discurso hegemónico de ra elite, en cuan-to a dominación y a dirección interectuar y morar sobre la población. Estoll-eva a que las primeras instituciones fueran <populares por definición peroelitistas en la práctica36.

Bárbara Silva también estudia la construcción de ra identidad nacional através de los símboros que se crean para er pueblo. Al respecto también haytres factores que destacan. El primero se refiere a los referentes identitarios,que incluyen el rechazo antiespañol, Ia varoúzación de ro araucano, ra guerracorrro factor de cohesión nacional, la religión cat|Iica como fuerza dermportancia clave en el chile de esos años.A lo anterror sumarrros los emble_mas nacionales: la bandera tricolor y el escudo nacional. Igualmente, ciertasinstituciones que surgen en esos años: el congreso Nacional y el InstitutoNacional, además de una prensa con nombres simbólicos, como r-a Aurora dechile, El Monitor Araucano,ra lrustración Araucana, er, semanario Repubrícano.Finalmente, el libro destaca la importancia de la historia en la construcciónnacional: <La historia permrte mantener y crear una memoria de acuerdo alpresente, y a 7a vez, permite el acceso a la experiencia acumulada de ungrupor37.

conviene, por último, deshcar una de las concrusrones expresadas por laautora, que vincula el proceso de independencia al centenario de la Repú-blica, que se conmemo16 en 7910:

Los dos momentos históricos que se tratan aquí son revoluciones, en el senti_do que vie'en a cambiar lo existente. Si la independencia fue antes que nada unarevolución política, que en sí mis'ra no altera de forma relevante el orden social,el centenario puede entenderse como una revolución social, en tanto se sociali_

35 lbídem,41.-42.36 lbí(1em,46.31 lbídem,69.

La independencia de Chile 129

za,vtlga la redundancia, la forma de la nación, sin cambiar sustancialmente el

orden político que la sistematizao38.

Este élemento de análisis es original y a su vez tiene una dimensión atrac-tiva de cara al futuro, por cuanto durante 2010 se conmemorará el bicente-nario y, con ello, probablemente, un resurgrmrento de las revisiones históri-cas, las comparaciones y los nuevos estudios sobre la independencia de Chile.

2. Nusvns PERSPECTTvAS DE ESTUDTo

En las últimas décadas han aparecido numerosos artículos y algunos librosque han procurado tratar la independencia desde una perspectiva específica.

Estas monografias son de gran utilidad a la hora de estudiar el tema conbibliografia renovada y fuentes revisitadas. Las miradas y los asuntos tratadosson múltiples. Sin pretender agotar el tema, en esta ocasión queremos abor-dar algunos trabajos originales que han repuesto el tema de la independenciaen la discusión historiográfica.

El tema de la construcción de la identidad nacional revisado anteriormen-te también está presente en el breve trabajo de MarcelaYentzen,quien se con-centra fundamentalnente en la narrativa de la independencia3e. El artículo se

basa en el texto autobiográfico deJuan Egaña, uno de los constituyentes yhombres más influyentes de la primera construcción republicana, titulado <El

chileno consolado en los presidios>. La autora concluye que ula identidad que"emerge" en el discurso sobre la nación deJuan Egaña, es el producto de unairnagen, de una aspiración, de un proyecto de país, que desea ser plasmado enla retina y el imaginario colectivo, justamente para impulsar las voluntadescolectivas en la construcción de esa nación imaginada>; que tiene un selloconservador en el caso de Egaña, en tanto pronueve la mantención de lospoderes sociales y políticos y la hegemonía de los sectores aristocráticos4O.

En la misma línea de formación nacional se inscribe el estudio de AndrésStefane sobre los censos de población, asociado al proceso de <construcciónsocial de la nación>4l. El tema de los habitantes del país tenía importancia en

38 ll,ídem,124.r" Yentzen (1996).tttllídun,27.rr Stcfhnc (2{)l)4: 33-59).

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l.li..iAlejandro San Francisco

Irstituto Nacional (1813) y la difusión de las ideas. (Jn segundo aspecro serefiere a la cultura escrita y la opinión pública, que es ,.r.r" ,lrror.r.ión parale-la a la de la Independencia: <La prensa en ra patriavieja tiene una doble fun-ción; primero como el instrumento de difusión de ras nuevas ideas y segun-do como espacio de justificación doctrinaria de las acciones revorucionarias,constituyéndose como su slrstento teórico...>. La autora agrega una tercerafunción, que consiste en la configuración de la prensa .'rrrri" nlo,rro un sím-bolo y testimonio de que el progreso y la revolución estaban entrerazados>3s.El tercer tema ffatado se refiere al discurso hegemónico de ra elite, en cuan-to a dominación y a dirección interectuar y morar sobre la población. Estoll-eva a que las primeras instituciones fueran <populares por definición peroelitistas en la práctica36.

Bárbara Silva también estudia la construcción de ra identidad nacional através de los símboros que se crean para er pueblo. Al respecto también haytres factores que destacan. El primero se refiere a los referentes identitarios,que incluyen el rechazo antiespañol, Ia varoúzación de ro araucano, ra guerracorrro factor de cohesión nacional, la religión cat|Iica como fuerza dermportancia clave en el chile de esos años.A lo anterror sumarrros los emble_mas nacionales: la bandera tricolor y el escudo nacional. Igualmente, ciertasinstituciones que surgen en esos años: el congreso Nacional y el InstitutoNacional, además de una prensa con nombres simbólicos, como r-a Aurora dechile, El Monitor Araucano,ra lrustración Araucana, er, semanario Repubrícano.Finalmente, el libro destaca la importancia de la historia en la construcciónnacional: <La historia permrte mantener y crear una memoria de acuerdo alpresente, y a 7a vez, permite el acceso a la experiencia acumulada de ungrupor37.

conviene, por último, deshcar una de las concrusrones expresadas por laautora, que vincula el proceso de independencia al centenario de la Repú-blica, que se conmemo16 en 7910:

Los dos momentos históricos que se tratan aquí son revoluciones, en el senti_do que vie'en a cambiar lo existente. Si la independencia fue antes que nada unarevolución política, que en sí mis'ra no altera de forma relevante el orden social,el centenario puede entenderse como una revolución social, en tanto se sociali_

35 lbídem,41.-42.36 lbí(1em,46.31 lbídem,69.

La independencia de Chile 129

za,vtlga la redundancia, la forma de la nación, sin cambiar sustancialmente el

orden político que la sistematizao38.

Este élemento de análisis es original y a su vez tiene una dimensión atrac-tiva de cara al futuro, por cuanto durante 2010 se conmemorará el bicente-nario y, con ello, probablemente, un resurgrmrento de las revisiones históri-cas, las comparaciones y los nuevos estudios sobre la independencia de Chile.

2. Nusvns PERSPECTTvAS DE ESTUDTo

En las últimas décadas han aparecido numerosos artículos y algunos librosque han procurado tratar la independencia desde una perspectiva específica.

Estas monografias son de gran utilidad a la hora de estudiar el tema conbibliografia renovada y fuentes revisitadas. Las miradas y los asuntos tratadosson múltiples. Sin pretender agotar el tema, en esta ocasión queremos abor-dar algunos trabajos originales que han repuesto el tema de la independenciaen la discusión historiográfica.

El tema de la construcción de la identidad nacional revisado anteriormen-te también está presente en el breve trabajo de MarcelaYentzen,quien se con-centra fundamentalnente en la narrativa de la independencia3e. El artículo se

basa en el texto autobiográfico deJuan Egaña, uno de los constituyentes yhombres más influyentes de la primera construcción republicana, titulado <El

chileno consolado en los presidios>. La autora concluye que ula identidad que"emerge" en el discurso sobre la nación deJuan Egaña, es el producto de unairnagen, de una aspiración, de un proyecto de país, que desea ser plasmado enla retina y el imaginario colectivo, justamente para impulsar las voluntadescolectivas en la construcción de esa nación imaginada>; que tiene un selloconservador en el caso de Egaña, en tanto pronueve la mantención de lospoderes sociales y políticos y la hegemonía de los sectores aristocráticos4O.

En la misma línea de formación nacional se inscribe el estudio de AndrésStefane sobre los censos de población, asociado al proceso de <construcciónsocial de la nación>4l. El tema de los habitantes del país tenía importancia en

38 ll,ídem,124.r" Yentzen (1996).tttllídun,27.rr Stcfhnc (2{)l)4: 33-59).

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|.)oAlejandro San Francisco

sí y también relevancia porítica -paralaelección de diputados, por ejemplo-,ya que el número de representantes de cada distrito a.il" ,.r'pr.porcional ala población. El artículo se refiere a la construcción de lealtades y estrategiasde persuasión para que las personas fueran censadas (en generar se recelabade este tipo de instrumenros), también destaca uer afán háogenizador de raestadística>, en la idea de unir raza,religiíne idioma.En el ámbito de los símbolos y la fo.m"ción de ra identidad nacionalcobra relevancia el trabajo de Isabei cruz, quien esrudia las festividades de ranacienre República. como explica la autora, después de 1g10 se produceuna transformación de la fiesta que estimula .l ,.rrti-i.na f".i", esa espe-cie de nueva religión cívica que ,om nz^baa desarrollarse en chile. particu_

lar interés despiertan nlas primeras juras de la Indepera.r.r"f qre por unaparte se basaban en las antiguasjurai reales, pero que eran su contraparte. Entodos los casos había presencia Je púbrico, ar,ocuciones p"rrrári."r, documen-tos conmemorativos l una-1e-ri9 de ritos que contribu ian a generar una iden-tificación con la nueva rearidad política áel país+2. La misma autora, en otrotrabajo, se ha referido a la impoitancia de ras alegorías .** , caricaturaspolíticas en chilea3. Entre sus conclusiones señala lo siguiente: <Er cambio depoder político -la sustitución del sistema monárquico !o, el sistema repubri_cano- trajo en chile sustanciares modificaciones en la simbo logia cívicadesde la segunda década del siglo XrX). f¡6lu5s llega a hablar de atisbos de<<religión republicana> y de la aparición de símbolos y celebraciones destina_das a estimular el sentimiento nacionalaa.

Isabel cruz muestra en otra ocasión las transformaciones que implicó laindependencia en el plano de la moda, no sólo en cuanro "

l" ,rid" privada delas personas, sino también en ras instituciones públicas, como el Ejércitoas.Entre las obras de la PrimeraJunta de Gobierno se cuenta la creación de unEjército Nacional, integrado por varios cuerpos, cada uno con su uniforme,en que se nota la influencia napoleónica. Las pinturas de la época retratan amilitares en trajes muy hermosás, ilenos de insignias y t" ,i-iJogí" ,".i.rr-te del chile republicano, que ilustran sobre las aspiraciones d. hl.rt"a q.r.son las propias de la épocaa6.

12 cruz (2003:15-49)-Isabel cruz (1995) también ha rrarado el mismo. otro traba-jo qrre ilustra sobre un asbecto específico de los símbolos es Barros (1996:117-130).rr Cruz (1997: 127-i7 1).11 lbíden\734.{s Cruz eA$:U9-223).1(' il,ídcm,22O.

La independencia de Chile 13r

Jocelyn Holt, por otra parte, invita a (repensar la cultura chilena de laépoca de la independenctar>47.En su artículo se manifiesta crítico de visiones

precedentes (Huneeus Gana, Domingo Amunátegui, Eyzagairre, GodoyUrzúa, Sol Serrano y Pedro Morandé), especialmente en cuanto ellas asignan

preeminencia al Estado que pasa de la ilustración borbónica ala republicana,

mientras Jocelyn Holt enfatiza la importancia de la elite que se concibe en

términos simbólicos y retóricos. Esta interpretación señala que un desafio

que trae consigo la independencia es ético-político, por lo que la cultura,equidistante del Estado y de la sociedad tradicional, se constituye en (unespacio intermedio que posibilitaba márgenes importantes de libertad, o,

mejor dicho, márgenes críticos de autoritarismor48.El trabajo de Roberto Hernández sobre las Guardia Nacional es muy

interesante por lo original, pero también por su vinculación con el proceso

de independencia4e. El autor sostiene que las milicias son instituciones pre-cursoras de la emancipación en México, Río de la Plata y Chile, desernpe-

ñando también un papel irnportante en la PatriaVieja (1810-1814) y que

tendría una continuidad en el peíodo propiamente republicano.Claudio Rolle, por su parte, desarrolló un estudio en el que los rnilitares

son presentados como (agentes de la revolución>, mirando los casos de Fran-cia y de Chile a fines del siglo xvlII y conrienzos del xIxs0. Para el caso anle-ricano, destaca la mutación desde la lealtad de 1810 a los deseos de indepen-dencia de los años siguientes. Como conclusión interesante se puede decirque <los militares fueron elementos centrales del proceso de formación yaprendizaje político nacional, responsable en importantísima medida del des-

arrollo de la conciencia nacionab, con una clara vocación constitucionalistay no militarista.

En el contexto de la <tradición y reforma> de 1810 es interesante destacar

lo que ocurre con el derecho, que tiene ambas caras de la medalla: en el

ámbito político se produjo un claro quiebre, con el surgimiento del consti-tucionalisnro y la república, que reemplazan a la monarquía, mientras en

otras áreas jurídicas continúa prevaleciendo la tradición hispana indiana.Tales el caso, entre otros, de las Siete Partidas, como ha probado Bernardino

a7 Jocelyn Holt (1999b: 154-176).

18 lbídeffi,776.4') Hernández Ponce (1984: 53-ll4). Para el período inmediatamente posterior es

i r)rportrnte Fernández (2004: 329 -352).5r) l{<rllc (1990: 277 -301).

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sí y también relevancia porítica -paralaelección de diputados, por ejemplo-,ya que el número de representantes de cada distrito a.il" ,.r'pr.porcional ala población. El artículo se refiere a la construcción de lealtades y estrategiasde persuasión para que las personas fueran censadas (en generar se recelabade este tipo de instrumenros), también destaca uer afán háogenizador de raestadística>, en la idea de unir raza,religiíne idioma.En el ámbito de los símbolos y la fo.m"ción de ra identidad nacionalcobra relevancia el trabajo de Isabei cruz, quien esrudia las festividades de ranacienre República. como explica la autora, después de 1g10 se produceuna transformación de la fiesta que estimula .l ,.rrti-i.na f".i", esa espe-cie de nueva religión cívica que ,om nz^baa desarrollarse en chile. particu_

lar interés despiertan nlas primeras juras de la Indepera.r.r"f qre por unaparte se basaban en las antiguasjurai reales, pero que eran su contraparte. Entodos los casos había presencia Je púbrico, ar,ocuciones p"rrrári."r, documen-tos conmemorativos l una-1e-ri9 de ritos que contribu ian a generar una iden-tificación con la nueva rearidad política áel país+2. La misma autora, en otrotrabajo, se ha referido a la impoitancia de ras alegorías .** , caricaturaspolíticas en chilea3. Entre sus conclusiones señala lo siguiente: <Er cambio depoder político -la sustitución del sistema monárquico !o, el sistema repubri_cano- trajo en chile sustanciares modificaciones en la simbo logia cívicadesde la segunda década del siglo XrX). f¡6lu5s llega a hablar de atisbos de<<religión republicana> y de la aparición de símbolos y celebraciones destina_das a estimular el sentimiento nacionalaa.

Isabel cruz muestra en otra ocasión las transformaciones que implicó laindependencia en el plano de la moda, no sólo en cuanro "

l" ,rid" privada delas personas, sino también en ras instituciones públicas, como el Ejércitoas.Entre las obras de la PrimeraJunta de Gobierno se cuenta la creación de unEjército Nacional, integrado por varios cuerpos, cada uno con su uniforme,en que se nota la influencia napoleónica. Las pinturas de la época retratan amilitares en trajes muy hermosás, ilenos de insignias y t" ,i-iJogí" ,".i.rr-te del chile republicano, que ilustran sobre las aspiraciones d. hl.rt"a q.r.son las propias de la épocaa6.

12 cruz (2003:15-49)-Isabel cruz (1995) también ha rrarado el mismo. otro traba-jo qrre ilustra sobre un asbecto específico de los símbolos es Barros (1996:117-130).rr Cruz (1997: 127-i7 1).11 lbíden\734.{s Cruz eA$:U9-223).1(' il,ídcm,22O.

La independencia de Chile 13r

Jocelyn Holt, por otra parte, invita a (repensar la cultura chilena de laépoca de la independenctar>47.En su artículo se manifiesta crítico de visiones

precedentes (Huneeus Gana, Domingo Amunátegui, Eyzagairre, GodoyUrzúa, Sol Serrano y Pedro Morandé), especialmente en cuanto ellas asignan

preeminencia al Estado que pasa de la ilustración borbónica ala republicana,

mientras Jocelyn Holt enfatiza la importancia de la elite que se concibe en

términos simbólicos y retóricos. Esta interpretación señala que un desafio

que trae consigo la independencia es ético-político, por lo que la cultura,equidistante del Estado y de la sociedad tradicional, se constituye en (unespacio intermedio que posibilitaba márgenes importantes de libertad, o,

mejor dicho, márgenes críticos de autoritarismor48.El trabajo de Roberto Hernández sobre las Guardia Nacional es muy

interesante por lo original, pero también por su vinculación con el proceso

de independencia4e. El autor sostiene que las milicias son instituciones pre-cursoras de la emancipación en México, Río de la Plata y Chile, desernpe-

ñando también un papel irnportante en la PatriaVieja (1810-1814) y que

tendría una continuidad en el peíodo propiamente republicano.Claudio Rolle, por su parte, desarrolló un estudio en el que los rnilitares

son presentados como (agentes de la revolución>, mirando los casos de Fran-cia y de Chile a fines del siglo xvlII y conrienzos del xIxs0. Para el caso anle-ricano, destaca la mutación desde la lealtad de 1810 a los deseos de indepen-dencia de los años siguientes. Como conclusión interesante se puede decirque <los militares fueron elementos centrales del proceso de formación yaprendizaje político nacional, responsable en importantísima medida del des-

arrollo de la conciencia nacionab, con una clara vocación constitucionalistay no militarista.

En el contexto de la <tradición y reforma> de 1810 es interesante destacar

lo que ocurre con el derecho, que tiene ambas caras de la medalla: en el

ámbito político se produjo un claro quiebre, con el surgimiento del consti-tucionalisnro y la república, que reemplazan a la monarquía, mientras en

otras áreas jurídicas continúa prevaleciendo la tradición hispana indiana.Tales el caso, entre otros, de las Siete Partidas, como ha probado Bernardino

a7 Jocelyn Holt (1999b: 154-176).

18 lbídeffi,776.4') Hernández Ponce (1984: 53-ll4). Para el período inmediatamente posterior es

i r)rportrnte Fernández (2004: 329 -352).5r) l{<rllc (1990: 277 -301).

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l.t.l Alejandro San Francisco

llnrvr¡ Lirrr, ¡rr.rcs rcflcjan la continuidad del Derecho Común en el Chilerc¡rtrblicarro, lo que será interrumpido sólo con el proceso de codificación derlrccliados del siglo xrxsl. El mismo autor trabaja esta idea en relación a otrosclocurrrentos jurídicos, que también demostrarían la pervivencia del derechoindiano: <La independencia de América española señala el fin de la épocaindiana. Pero no del derecho indiano, que mantiene su vigenci" po, largotiempo, a veces incluso hasta comienzos del siglo xx, como sucede en chileen rrateria procesal civil y penalos2.

En el plano político, el Bravo Lira ha estudiado el constitucionalismo chi-leno e hispanoamericano, enfatizando que las constituciones escritas sonparte del revisionismo crítico de la Ilustración. El resultado es un verdadero<carrusel de constituciones>, lo que define un período de anarquía: lo másnovedoso, sin ernbargo, es que el autor extiende esta práctica de cambios dela carta fundamental hasta el presente, como uno de los males políticos delcontinente. Por otro lado, discute la importancia de las declaraciones de dere-chos que aparecian repetidanlente en cada texto constitucional, consideran-do que en la práctica el Estado de derecho tuvo una pérdida importante enel período 1810-183353. con esto se separa de la historiogra(ra más compla-ciente sobre el proceso que siguió a 1810 y que valoraba la década de losensayos constitucionales como <años de formación y aprendizaje político>,en palabras de Julio Heisesa.

Dentro del mismo constitucionalismo, Guzmán Brito estudia algunasinfluencias de las constituciones francesas de fines del siglo xvrrr en las pri-neras constituciones chilenas que procuraron organizar la Repúblicass. Enesta línea aprecia una clara continuidad en ideas, tales como el carácter indi-visible de la República (reino en Francia);el principio de que la soberaníareside en la nación; o que nadie puede atribuirse su ejercicio fuera de la ley.tJn aspecto relevante y cuya continuidad se extiende hasta hoy es aquél quefija que Ia fuerza pública es esenciahnente obediente y que ningún cuerpoarmado puede deliberar, una de las bases del profesionalismo militar delChile republicano56.

5r Bravo Lira (1989:89-145), capítulo <vigencia de las Siete partidas en chile>.i2 Br-avo Lira (1984:5-52).5'1 lJravo Lira (1996).sr Heise (1978).5s (ltrzrrríur Brito (1990: 225-245).){' Ltrs cr¡:rtro c'jcrrrplos cn lbídun,239-245.

La independencia de Chile 133

El ya mencionado Bravo Lira reflexiona sobre la fbrnución de institucio-nes republicanas en lfunta queremos>, artículo que pretende preguntar y res-ponder qué ocurrió efectivamente el 18 de septiembre de 1810 en Chile.Como obra de una rninoría ilustrada, el CabildoAbierto de 1810 fue unareunión de un sector aristocrático de la capital. Ante la situación de peligrodel reino y la crisis de confianza reinante, se procuró una solución de gobier-no que mantuviera la fidelidad al Rey y que devolviera la conftanza al país.

Sin entrar en más detalles, es interesante la afirnración del autor en el sentidode destacar la <crisis de conftanza en el gobierno en Chile), que se produjodespués entre 1810 y 1830, cuando los hombres de Estado comenzaron a

buscar nuevas solucionessT.

Otro estudio importante de carácter político es el de Rafael Sagredosobre los catecismos, que incluye documentos sobre Chile, México, Colonr-bia y Argentina. Así, explica cónro los catecismos se constituyeron en instru-mentos clave de divulgación de los principios e ideas defendidos por lospatriotas. La preocup:rción del alrtor se centró especialmente en la apariciónde nuevos actores políticos, por lo cual analíza conceptos como patria, pue-blo, pueblo soberano, república, honrbre libre y ciudadano, todos importantesaunque con nratices y diferencias entre los distintos paísess8.

Existe un consenso en el sentido de que la independencia fue un procesoliderado por la elite dirigente de ese entonces, y que el pueblo fue más bienespectador de los acontecimientos, que muchas veces ni siquiera compren-día. Sin embargo, en el último tiernpo hay trabajos que intentan explicarespecíficamente al sujeto popular presente en la emancipación, y en ese

ánrbito se inscriben los estudios de Sergio Grez y Leonardo León, entreotros. Grez no estudia los sucesos de 1810, sino al movimiento popular en el

siglo xlx, comenzando su análisis en 1808se. Si bien reconoce que la revolu-ción, como en todos los países del continente, fue una obra erninentementearistocrática, dicha <emancipación no estuvo exenta de conflictos sociales>.

En materia de participación, observa que tanto los carnpesinos como gruposurbanos fueron obligados a pronunciarse y suruarse a los rebeldes; los indíge-nas se adhirieron a Llno u otro campo según las condiciones de sus localida-des; los esclavos tarnbién tuvieron parte a cambio del <impuesto a la sangre)

(pronresa de libertad a cambio de enrolamiento). De este modo, la lucha por

IJravo Lira (1989: 59-78).Sesrcclo (1991: 27 3-21)8) .

( ircz (1()()7).

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llnrvr¡ Lirrr, ¡rr.rcs rcflcjan la continuidad del Derecho Común en el Chilerc¡rtrblicarro, lo que será interrumpido sólo con el proceso de codificación derlrccliados del siglo xrxsl. El mismo autor trabaja esta idea en relación a otrosclocurrrentos jurídicos, que también demostrarían la pervivencia del derechoindiano: <La independencia de América española señala el fin de la épocaindiana. Pero no del derecho indiano, que mantiene su vigenci" po, largotiempo, a veces incluso hasta comienzos del siglo xx, como sucede en chileen rrateria procesal civil y penalos2.

En el plano político, el Bravo Lira ha estudiado el constitucionalismo chi-leno e hispanoamericano, enfatizando que las constituciones escritas sonparte del revisionismo crítico de la Ilustración. El resultado es un verdadero<carrusel de constituciones>, lo que define un período de anarquía: lo másnovedoso, sin ernbargo, es que el autor extiende esta práctica de cambios dela carta fundamental hasta el presente, como uno de los males políticos delcontinente. Por otro lado, discute la importancia de las declaraciones de dere-chos que aparecian repetidanlente en cada texto constitucional, consideran-do que en la práctica el Estado de derecho tuvo una pérdida importante enel período 1810-183353. con esto se separa de la historiogra(ra más compla-ciente sobre el proceso que siguió a 1810 y que valoraba la década de losensayos constitucionales como <años de formación y aprendizaje político>,en palabras de Julio Heisesa.

Dentro del mismo constitucionalismo, Guzmán Brito estudia algunasinfluencias de las constituciones francesas de fines del siglo xvrrr en las pri-neras constituciones chilenas que procuraron organizar la Repúblicass. Enesta línea aprecia una clara continuidad en ideas, tales como el carácter indi-visible de la República (reino en Francia);el principio de que la soberaníareside en la nación; o que nadie puede atribuirse su ejercicio fuera de la ley.tJn aspecto relevante y cuya continuidad se extiende hasta hoy es aquél quefija que Ia fuerza pública es esenciahnente obediente y que ningún cuerpoarmado puede deliberar, una de las bases del profesionalismo militar delChile republicano56.

5r Bravo Lira (1989:89-145), capítulo <vigencia de las Siete partidas en chile>.i2 Br-avo Lira (1984:5-52).5'1 lJravo Lira (1996).sr Heise (1978).5s (ltrzrrríur Brito (1990: 225-245).){' Ltrs cr¡:rtro c'jcrrrplos cn lbídun,239-245.

La independencia de Chile 133

El ya mencionado Bravo Lira reflexiona sobre la fbrnución de institucio-nes republicanas en lfunta queremos>, artículo que pretende preguntar y res-ponder qué ocurrió efectivamente el 18 de septiembre de 1810 en Chile.Como obra de una rninoría ilustrada, el CabildoAbierto de 1810 fue unareunión de un sector aristocrático de la capital. Ante la situación de peligrodel reino y la crisis de confianza reinante, se procuró una solución de gobier-no que mantuviera la fidelidad al Rey y que devolviera la conftanza al país.

Sin entrar en más detalles, es interesante la afirnración del autor en el sentidode destacar la <crisis de conftanza en el gobierno en Chile), que se produjodespués entre 1810 y 1830, cuando los hombres de Estado comenzaron a

buscar nuevas solucionessT.

Otro estudio importante de carácter político es el de Rafael Sagredosobre los catecismos, que incluye documentos sobre Chile, México, Colonr-bia y Argentina. Así, explica cónro los catecismos se constituyeron en instru-mentos clave de divulgación de los principios e ideas defendidos por lospatriotas. La preocup:rción del alrtor se centró especialmente en la apariciónde nuevos actores políticos, por lo cual analíza conceptos como patria, pue-blo, pueblo soberano, república, honrbre libre y ciudadano, todos importantesaunque con nratices y diferencias entre los distintos paísess8.

Existe un consenso en el sentido de que la independencia fue un procesoliderado por la elite dirigente de ese entonces, y que el pueblo fue más bienespectador de los acontecimientos, que muchas veces ni siquiera compren-día. Sin embargo, en el último tiernpo hay trabajos que intentan explicarespecíficamente al sujeto popular presente en la emancipación, y en ese

ánrbito se inscriben los estudios de Sergio Grez y Leonardo León, entreotros. Grez no estudia los sucesos de 1810, sino al movimiento popular en el

siglo xlx, comenzando su análisis en 1808se. Si bien reconoce que la revolu-ción, como en todos los países del continente, fue una obra erninentementearistocrática, dicha <emancipación no estuvo exenta de conflictos sociales>.

En materia de participación, observa que tanto los carnpesinos como gruposurbanos fueron obligados a pronunciarse y suruarse a los rebeldes; los indíge-nas se adhirieron a Llno u otro campo según las condiciones de sus localida-des; los esclavos tarnbién tuvieron parte a cambio del <impuesto a la sangre)

(pronresa de libertad a cambio de enrolamiento). De este modo, la lucha por

IJravo Lira (1989: 59-78).Sesrcclo (1991: 27 3-21)8) .

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l Alejandro San Francisco

ll intlcpcrrdencia de Chile fue la primera ocasión en que los sectores popu-lares tlc h sociedad hispano-criolla se incorporaron a la política, respondien-do a los llamados de uno u otro sector de las clases dominantes y en funciónde lo c¡ue ellos consideraban la defensa de sus propios intereses60. Esta incor-poración tendría múltiples manifestaciones durante todo el siglo xrx61.

Leonardo León, por su parte, estudia <el bajo pueblo>, especialmente enlo que se refiere a la participación militar en la Guerra de la Independen-cia62.LJna conclusión novedosa y con proyección histórica se refiere ¿rl hechode que, mientras la elite iniciaba su distanciamiento con Esplña, el pueblochileno comenzaba su propia rebelión contra la elite, que se rurnifestó endeserción y fuga de los ejércitos patriotas. Con ello, <los chilenr>s que deser-taron al ejército desertaron también a la idea de Patria, fuese est¡ rrronarquis-ta o republicanan63. MarioValdés trabaja el mismo tema, nranifbstando queexistieron múltiples factores que causaron la deserción: bajos sueldos y pagoirregular de ellos, malas condiciones de abrigo y alimentación, nral entrena-miento y falta de disciplina, entre otros64.

En cuanto a Ia Iglesia catílica,Lucrecia Enríquez se ha propuesto replan-tear el tema y presentarlo de acuerdo a la última revisión de archivos ybibliografia existente65. Su artículo forma parte de una invcstigación mayor

-Clero y política en la Independencia de Chile (1810-1828)-, que desafia lahistoriografia liberal y la marxista, que están de acuerdo en asignar al cleroregular y secular un marcado carícter antipatriota. Entre sus conclusionesdestacan las siguientes: <Que el clero secular de Concepción no sólo no fuemayoritariamente realista como lo sostuvo la historiografia liberal chilena delsiglo xlx, sino que entre sus miembros se cuentan algunos de los patriotasmás definidos en el proceso independentista>, y <que el clero de Concepciónparticipó del proceso independentista con una radicalidad y actuación quesupera el estudio de su participación a nivel de una adhesión a una causa o aotra y lo sitúa en la estructura misma del proceso político que siguió la inde-pendencia de Chile: juntas locales en 1810, diputados al Congreso de 1811,

6tt lbídem,182.61 Puede ser interesante revisar también Corvalán (2000-2001: 57-35), donde analiza

el Discurso de Orihuela (1811), la Sociabilidad Chilena y el Discurso de FermínVi-v¿rceta.

('2 León (2002: 251-297).('3 lbídun,296.r'r Vrldi's (l99tt: 103-126).r'5 Firrr'ít¡trcz (200()).

La independencia de Chile 135

división política del bando patriota entre carreristas y ohigginistas, colabora-ción en la formación del ejército libertadoo.

Esta visión no excluye que hayan existido comunidades realistas duranteel proceso de la independencia, según se ha señalado en el pasado y comodemuestra un estudio reciente deJaimeValenzuela sobre los franciscanos de

Chillán, zona del sur de Chile. Ellos mantuvieron una férrea posiciónmonarquista en sus discursos y actitudes, incluso después de la victoriapatriota en Chacabuco y Maipú. Finalmente, aunque no sin sufrir avatares de

distinta especie, los franciscanos se adaptaron a la nueva realidad política(republicana) y eclesiástica del país, en lo que el autor denomina la r<conver-

sión republicanao66.

En cuanto a las relaciones internacionales o la visión existente sobre

Chile en las potencias extranjeras, se pueden considerar algunos estudios de

interés.El caso de Francia y su influencia en la independencia hispanoamericana

siempre es atractivo. Cristián Gazmuri trabajó el tema, precisamente conocasión del bicentenario de la Revolución Francesa, reconociendo unadoble premisa: en Chile hubo <horror ante el proceso revolucionario, peroaceptación de las bases políticas teóricas de éster67. En su caso se concentraen las continuidades, destacando que incluso antes de 1810 había chilenosentusiasmados con las ideas ilustradas. Como conclusión sugerente, Gazmurisostiene que <los ideólogos de la independencia de Chile, que no eran filóso-fos, habrían utilizado el ideario (o imaginario) de la escolástica tardía españo-

la y el de las Luces, simultánea o secuencialmente, en todo caso, conectados

uno con otro, sin preocuparse por las contradicciones o diferencias que en

un análisis riguroso de ambos parecen evidentes,¡68.

El tema de la prensa no ha tenido un tratamiento mayor en los últimosaños, a pesar de que podría hablarse, para el caso chileno, de <los escritos de

la revolución y la revolución de lo escritor de la que hablara Guerra6e. lJnestudio reciente al respecto es de Rebecca Earle, publicado originalmente en

inglés y luego traducido al español, referido a la imprenta en la época de la

independenciaTo.La autora concluye que la prensa no fue causa de la revolu-

r'(' Valenzuela (2005: 113-158).r'7 Gazrrruri (1990:151-177).La cita en p. 152.68 lbídcm,177. Se puede consultar también sobre este tema Claro (1989:73-92).r") (lrrclr':r (201\2: 125-149).7" E:trlc (2tX)4: l9-4.j).

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l Alejandro San Francisco

ll intlcpcrrdencia de Chile fue la primera ocasión en que los sectores popu-lares tlc h sociedad hispano-criolla se incorporaron a la política, respondien-do a los llamados de uno u otro sector de las clases dominantes y en funciónde lo c¡ue ellos consideraban la defensa de sus propios intereses60. Esta incor-poración tendría múltiples manifestaciones durante todo el siglo xrx61.

Leonardo León, por su parte, estudia <el bajo pueblo>, especialmente enlo que se refiere a la participación militar en la Guerra de la Independen-cia62.LJna conclusión novedosa y con proyección histórica se refiere ¿rl hechode que, mientras la elite iniciaba su distanciamiento con Esplña, el pueblochileno comenzaba su propia rebelión contra la elite, que se rurnifestó endeserción y fuga de los ejércitos patriotas. Con ello, <los chilenr>s que deser-taron al ejército desertaron también a la idea de Patria, fuese est¡ rrronarquis-ta o republicanan63. MarioValdés trabaja el mismo tema, nranifbstando queexistieron múltiples factores que causaron la deserción: bajos sueldos y pagoirregular de ellos, malas condiciones de abrigo y alimentación, nral entrena-miento y falta de disciplina, entre otros64.

En cuanto a Ia Iglesia catílica,Lucrecia Enríquez se ha propuesto replan-tear el tema y presentarlo de acuerdo a la última revisión de archivos ybibliografia existente65. Su artículo forma parte de una invcstigación mayor

-Clero y política en la Independencia de Chile (1810-1828)-, que desafia lahistoriografia liberal y la marxista, que están de acuerdo en asignar al cleroregular y secular un marcado carícter antipatriota. Entre sus conclusionesdestacan las siguientes: <Que el clero secular de Concepción no sólo no fuemayoritariamente realista como lo sostuvo la historiografia liberal chilena delsiglo xlx, sino que entre sus miembros se cuentan algunos de los patriotasmás definidos en el proceso independentista>, y <que el clero de Concepciónparticipó del proceso independentista con una radicalidad y actuación quesupera el estudio de su participación a nivel de una adhesión a una causa o aotra y lo sitúa en la estructura misma del proceso político que siguió la inde-pendencia de Chile: juntas locales en 1810, diputados al Congreso de 1811,

6tt lbídem,182.61 Puede ser interesante revisar también Corvalán (2000-2001: 57-35), donde analiza

el Discurso de Orihuela (1811), la Sociabilidad Chilena y el Discurso de FermínVi-v¿rceta.

('2 León (2002: 251-297).('3 lbídun,296.r'r Vrldi's (l99tt: 103-126).r'5 Firrr'ít¡trcz (200()).

La independencia de Chile 135

división política del bando patriota entre carreristas y ohigginistas, colabora-ción en la formación del ejército libertadoo.

Esta visión no excluye que hayan existido comunidades realistas duranteel proceso de la independencia, según se ha señalado en el pasado y comodemuestra un estudio reciente deJaimeValenzuela sobre los franciscanos de

Chillán, zona del sur de Chile. Ellos mantuvieron una férrea posiciónmonarquista en sus discursos y actitudes, incluso después de la victoriapatriota en Chacabuco y Maipú. Finalmente, aunque no sin sufrir avatares de

distinta especie, los franciscanos se adaptaron a la nueva realidad política(republicana) y eclesiástica del país, en lo que el autor denomina la r<conver-

sión republicanao66.

En cuanto a las relaciones internacionales o la visión existente sobre

Chile en las potencias extranjeras, se pueden considerar algunos estudios de

interés.El caso de Francia y su influencia en la independencia hispanoamericana

siempre es atractivo. Cristián Gazmuri trabajó el tema, precisamente conocasión del bicentenario de la Revolución Francesa, reconociendo unadoble premisa: en Chile hubo <horror ante el proceso revolucionario, peroaceptación de las bases políticas teóricas de éster67. En su caso se concentraen las continuidades, destacando que incluso antes de 1810 había chilenosentusiasmados con las ideas ilustradas. Como conclusión sugerente, Gazmurisostiene que <los ideólogos de la independencia de Chile, que no eran filóso-fos, habrían utilizado el ideario (o imaginario) de la escolástica tardía españo-

la y el de las Luces, simultánea o secuencialmente, en todo caso, conectados

uno con otro, sin preocuparse por las contradicciones o diferencias que en

un análisis riguroso de ambos parecen evidentes,¡68.

El tema de la prensa no ha tenido un tratamiento mayor en los últimosaños, a pesar de que podría hablarse, para el caso chileno, de <los escritos de

la revolución y la revolución de lo escritor de la que hablara Guerra6e. lJnestudio reciente al respecto es de Rebecca Earle, publicado originalmente en

inglés y luego traducido al español, referido a la imprenta en la época de la

independenciaTo.La autora concluye que la prensa no fue causa de la revolu-

r'(' Valenzuela (2005: 113-158).r'7 Gazrrruri (1990:151-177).La cita en p. 152.68 lbídcm,177. Se puede consultar también sobre este tema Claro (1989:73-92).r") (lrrclr':r (201\2: 125-149).7" E:trlc (2tX)4: l9-4.j).

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I -)(r Alejandro San Francisco

ción, sino que más bien se vio influida por ella, e incluso la guerra ayudó a

que la prensa adquiriera una posición de importancia desproporcionada en

el caso de ChileTl. El artículo deja al final una serie de preguntas interesantessobre estudios que podrían ser asumidos en relación a la independencia: porejemplo, el papel de la oratoria o de las cartas privadas en la propagación de

la información, y cuál sería la función de los periódicos en esos casos, si pro-pagar noticias o poner en la discusión pública temas que ya erar' de dominiopúblico72.

Otro trabajo interesante sobre el tema de la prensa se encuentra incluidoen un libro colectivo editado por Frangois Xavier Guerra y Annik Lempé-riére73. Se trata del artículo de Celine Desramé, referido al paso de la culturadel manuscrito al reino de la prensa en los comienzos de Chile republicano.El texto analiza desde el surgimiento de \a Aurora dc Cltile hasta la década de

1840, ilustrando sobre una cultura escasa de inrpresos hasta una mayorexpansión que modificó las formas de sociabilidad. Si a courienzos de laindependencia la regla general era la cultura manuscrita, con el tiempo se

produjo un rápido desarrollo de la prensa periódica, qLre (no tenía corres-pondencia con la demanda real>, sino que basaba su sustento en el respaldo

del Gobierno a través de las suscripciones (a lo cual se sumaba la escasa dura-ción de las diferentes iniciativas). Es interesante destacar que no se trata sólo

de rescatar el valor de los escritos, sino también de los lectores, quienes for-maban parte del nuevo público ciudadanoTa.

No podemos dejar de mencionar en esta revisión el tema económico. (Jn

trabajo importante es el deJohn Rector sobre el impacto económico de laindependencia en Chile75. En esa época las predicciones de prosperidad ydesarrollo se repetían en las distintas naciones emergentes, pero escasas veces

tuvieron éxito en esos anhelos , quizá influidos por la inestabilidad políticadel período postindependentista. Chile fue una de las excepciones, tanto porsu ambiente político favorable al desarrollo como por sus medidas adecuadas

en lo económico: la revisión de la legislación comercial vigente, la aperturacomercial, la creación de almacenes francos. Luego hubo problemas conler-ciales y políticos, situación que se vio superada en la década de 1830, por el

7t lbídem,39.72 lbídem,43.73 Guerra/Lempériére (1998).7+ Desranré (1998: 273-299).75 Rec,tor (1985: 2c)5-318).

La independencia de Chile 1,37

inicio de la era de Portales en lo político y de Rengifo en lo economrco

(<logró consolidar la deuda pública y restablecer el crédito del Gobierno>)76:

ésa fue la clave del éxito, con reforrnas políticas y comerciales. Con ello se

logró: <una dirección política creativa que combinó los estímulos con la

moderación frente al sector privado, permitió a los empresarios agrícolas,

mineros y comerciales, desarrollar los recursos del paísr77.

Un trabajo original en este mismo sentido es el de Rafael Sagredo sobre

el período 1823-1.83l,cuando lafaka de estabilidad política era la regla y las

dificultades económicas eran evidentesTs. Sin embargo, Sagredo destaca que

la definición de Rengifo como el gran organizador de la Hacienda Pública

debe scr revisada a través de unajusta dinrensión de la labor de sus predece-

sores en la organización económica de chile: Rodríguez Aldea, Diego José

Benavente yVentura Blanco Encalada. <En el plano econótnico se hacen

interesantes esfuerzos por organizar la vida económica del país y consolidar

el crédito público, planteándose ideas y conceptos que si bien entonces no se

nraterializaron, en años posteriores hicieron posible \a otganización definiti-

va de la hacienda pública>7e.

Es iruportante, por último, mencionar un libro que recoge el tema de la

independencia a través de un análisis historiográfico, aspecto sobre el cual

han vuelto diferentes historiadores en las últimas décadas, tales conro Gonza-

loVial o Alfredo Jocelyn Holt, entre otros80. En 1996 Luis Moulián publicó

un balance historiográfico, que analiza a diversos historiadores desde los

comienzos mismos del proceso de independencia hasta la segunda rnitad del

siglo xxs1. El autor distingure varias corrientes Presentes en los dos siglos de

vida independiente: una escuela liberal positivista (Amunátegui y Barros

Arana), una conservadora-nacionalista (Alberto Edwards, Francisco A. Enci-

na y Mario Góngora), una conservadora hispanista (Jaime Eyzaguirre, Néstor

Meza yJulio Alemparte), Lrna representativa de las capas medias (SergioVilla-

lobos), una tendencia marxista clásica (Ranrírez Necochea y LuisVitale),

adernás de reconocer la posibilidad de una nueva escLlela en los estudios de

-focelyn Holt. Si bie¡ las clasificaciones y conclusiones son discutibles, el

7t' Ibídnt,309.71 llidtn,312.7s Srgrctir> (1997 : 2ll7 -312).1" Il,ídtut.2<)1.s" Vill (lollcrt (l()65:.133-3'12).3l Mottli:itr (l()(Xr).

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I -)(r Alejandro San Francisco

ción, sino que más bien se vio influida por ella, e incluso la guerra ayudó a

que la prensa adquiriera una posición de importancia desproporcionada en

el caso de ChileTl. El artículo deja al final una serie de preguntas interesantessobre estudios que podrían ser asumidos en relación a la independencia: porejemplo, el papel de la oratoria o de las cartas privadas en la propagación de

la información, y cuál sería la función de los periódicos en esos casos, si pro-pagar noticias o poner en la discusión pública temas que ya erar' de dominiopúblico72.

Otro trabajo interesante sobre el tema de la prensa se encuentra incluidoen un libro colectivo editado por Frangois Xavier Guerra y Annik Lempé-riére73. Se trata del artículo de Celine Desramé, referido al paso de la culturadel manuscrito al reino de la prensa en los comienzos de Chile republicano.El texto analiza desde el surgimiento de \a Aurora dc Cltile hasta la década de

1840, ilustrando sobre una cultura escasa de inrpresos hasta una mayorexpansión que modificó las formas de sociabilidad. Si a courienzos de laindependencia la regla general era la cultura manuscrita, con el tiempo se

produjo un rápido desarrollo de la prensa periódica, qLre (no tenía corres-pondencia con la demanda real>, sino que basaba su sustento en el respaldo

del Gobierno a través de las suscripciones (a lo cual se sumaba la escasa dura-ción de las diferentes iniciativas). Es interesante destacar que no se trata sólo

de rescatar el valor de los escritos, sino también de los lectores, quienes for-maban parte del nuevo público ciudadanoTa.

No podemos dejar de mencionar en esta revisión el tema económico. (Jn

trabajo importante es el deJohn Rector sobre el impacto económico de laindependencia en Chile75. En esa época las predicciones de prosperidad ydesarrollo se repetían en las distintas naciones emergentes, pero escasas veces

tuvieron éxito en esos anhelos , quizá influidos por la inestabilidad políticadel período postindependentista. Chile fue una de las excepciones, tanto porsu ambiente político favorable al desarrollo como por sus medidas adecuadas

en lo económico: la revisión de la legislación comercial vigente, la aperturacomercial, la creación de almacenes francos. Luego hubo problemas conler-ciales y políticos, situación que se vio superada en la década de 1830, por el

7t lbídem,39.72 lbídem,43.73 Guerra/Lempériére (1998).7+ Desranré (1998: 273-299).75 Rec,tor (1985: 2c)5-318).

La independencia de Chile 1,37

inicio de la era de Portales en lo político y de Rengifo en lo economrco

(<logró consolidar la deuda pública y restablecer el crédito del Gobierno>)76:

ésa fue la clave del éxito, con reforrnas políticas y comerciales. Con ello se

logró: <una dirección política creativa que combinó los estímulos con la

moderación frente al sector privado, permitió a los empresarios agrícolas,

mineros y comerciales, desarrollar los recursos del paísr77.

Un trabajo original en este mismo sentido es el de Rafael Sagredo sobre

el período 1823-1.83l,cuando lafaka de estabilidad política era la regla y las

dificultades económicas eran evidentesTs. Sin embargo, Sagredo destaca que

la definición de Rengifo como el gran organizador de la Hacienda Pública

debe scr revisada a través de unajusta dinrensión de la labor de sus predece-

sores en la organización económica de chile: Rodríguez Aldea, Diego José

Benavente yVentura Blanco Encalada. <En el plano econótnico se hacen

interesantes esfuerzos por organizar la vida económica del país y consolidar

el crédito público, planteándose ideas y conceptos que si bien entonces no se

nraterializaron, en años posteriores hicieron posible \a otganización definiti-

va de la hacienda pública>7e.

Es iruportante, por último, mencionar un libro que recoge el tema de la

independencia a través de un análisis historiográfico, aspecto sobre el cual

han vuelto diferentes historiadores en las últimas décadas, tales conro Gonza-

loVial o Alfredo Jocelyn Holt, entre otros80. En 1996 Luis Moulián publicó

un balance historiográfico, que analiza a diversos historiadores desde los

comienzos mismos del proceso de independencia hasta la segunda rnitad del

siglo xxs1. El autor distingure varias corrientes Presentes en los dos siglos de

vida independiente: una escuela liberal positivista (Amunátegui y Barros

Arana), una conservadora-nacionalista (Alberto Edwards, Francisco A. Enci-

na y Mario Góngora), una conservadora hispanista (Jaime Eyzaguirre, Néstor

Meza yJulio Alemparte), Lrna representativa de las capas medias (SergioVilla-

lobos), una tendencia marxista clásica (Ranrírez Necochea y LuisVitale),

adernás de reconocer la posibilidad de una nueva escLlela en los estudios de

-focelyn Holt. Si bie¡ las clasificaciones y conclusiones son discutibles, el

7t' Ibídnt,309.71 llidtn,312.7s Srgrctir> (1997 : 2ll7 -312).1" Il,ídtut.2<)1.s" Vill (lollcrt (l()65:.133-3'12).3l Mottli:itr (l()(Xr).

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I -]ri

estudio es importante al hacer una revisión bastante completa del tema, loqlre es útil y valioso. Como el propio Moulián enfatiza en sus conclusiones,<ninguna de las escuelas, tendencias y reflexiones de historiadores sobre el

proceso indicado está de más, cada una de ellas es el resultado del desarrollo

y la historia de la sociedad chilena y obedecen todas al conflicto y contradic-ciones de esa sociedad>82.

3. RErr¡xoNES FTNALES

Desde los comienzos del proceso de la independencia de Chile existió el

interés de narrar y comprender los sucesos vividos y sus consecuencias.Recientemente Cristián Gazmuri publicó el primer torno de su erudita his-toria de la historiografia chilena, el cual se concentra principalmente en el

siglo xtx83. En el texto queda ilustrado precisamente el interés que tuvieronlos intelectuales decimonónicos chilenos en el proceso de independencianacional.

En un principio ésa fue una tarea fundamentalmente de memoristas, tanr-bién los nacientes periódicos se convirtieron en difusores de los gobiernos ylas ideas que rnovían a los actores políticos del momento. Con el tiempoaparecieron 1o que podrían denominarse los primeros historiadores, quecontaron los hechos con más perspectiva y un alcance nlayor, tratando de

comprender el significado del cambio de régimen de gobierno, desde la

monarquía a la incipiente república. <Hacia 1840 -resume Gazmuri- se creó

la conciencia entre la elite política e intelectual de Chile qlre, corno una

forma de vertebrar a la joven nación, era necesario escribir la historia delpaís>, lo que da al asunto una dimensión propiamente historiográfrca y otraclaranrente patrióticaBa.

Para muestra de este interés, un elemento destacado: las Memorias Anuales

de la lJniversidad de Chile, que tenían por fin difundir los sucesos más des-

tacados de la historia patria y que debían ser leídas en una sesión pública. Delas primeras trece memorias, entre 1844 y 1860, podernos decir que diez de

ellas se concentran en temas de la independencia y en sus consecuencias.Así,

aparecen temas tales corno La primera Escuadra Naciotul, El primer Gobierntt

82 llrídu\,760.8'1 Grrzurnri (2(X)(r.3t ll¡ídun,54.

La independencia de Chile 139

Nacíonal, La Dittadura de O'Higgins y La expedición al Perú de 1820, entreotros85.

Por eso, no fue extraño que en gran parte del siglo xtx y en algunosmomentos relevantes del siglo xx los principales historiadores chilenos hayan

vuelto sobre los hitos fundacionales del Chile republicano, narrando la histo-ria o bien interpretando sobre la base de hechos ya conocidos. La indepen-dencia se convirtió así en un tema dificil de eludir, por el cual todos losinvestigadores debían pasar en algún momento como por predestinación.No por nada 1810, o el proceso de independencia en general, se han conver-tido en la línea divisoria de la historia de Chile: monárquico o colonial antes

de esa fecha, republicano después de la emancipación.La historiografia, según hemos podido observar, continúa interesada en el

tema, a veces reiterando problemas ya cuestionados en el pasado y en otras

ocasiones ofreciendo miradas novedosas sobre el asunto y pfosiguiendo conello la tradición secular. De esta manera, la tendencia liberal dominante delprimer siglo de vida independiente dio paso después a visiones <conservado-

ras> e incluso a posturas <marxistas>, las que ilustran deseos de ver las cosas de

Lrna manera distinta. Hoy podríamos estar en una situación de ausencia de

escuelas historiográficas, pero no de vacío de historiadores y de historias.A los temas mencionados más arriba es preciso acTarar que existe todavía

un ancho camino por recorrer, en tendencias, preguntas, tenlas o simple-mente el regreso a viejos terllas pero con miradas renovadas, con interpreta-ciones más sugerentes, que incorporan los avances de la historiografia y quese salen del recurso de construcción de la nación que se utilizó durante elsiglo xlx y que hoy no encuentran eco entre los especialistas.

Es interesante cómo algunas ideas novedosas comienzan a aparecer enpublicaciones recientes. Carmen McEvoy, por ejernplo, ha retomado la figu-ra del libertador Bernardo O'Higgins desde una fórmula original: el funeraldel héroe en Chile y su relación con el irnaginario nacional chileno, después

de haber mlrerto muchos años antes durante su destierro en Perú8r'. O laaproximación de Carlos Contreras, quien estudia los documentos fundacio-nales de la República -tanto de la fornución de laJunta en 1810 como de la

Proclamación de Independencia de 1818- desde una perspectiva de análisis

cle textos (en base a teorías de Derrida),lo que le lleva a confirmar que elEstado chileno precede a la nación, según la formula popularizada por Mario

Ibídcttt, 65-7 6.

Mr-Evoy (2()0(r: 1 25-155)

Al.jandro San Francisco

fi5

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estudio es importante al hacer una revisión bastante completa del tema, loqlre es útil y valioso. Como el propio Moulián enfatiza en sus conclusiones,<ninguna de las escuelas, tendencias y reflexiones de historiadores sobre el

proceso indicado está de más, cada una de ellas es el resultado del desarrollo

y la historia de la sociedad chilena y obedecen todas al conflicto y contradic-ciones de esa sociedad>82.

3. RErr¡xoNES FTNALES

Desde los comienzos del proceso de la independencia de Chile existió el

interés de narrar y comprender los sucesos vividos y sus consecuencias.Recientemente Cristián Gazmuri publicó el primer torno de su erudita his-toria de la historiografia chilena, el cual se concentra principalmente en el

siglo xtx83. En el texto queda ilustrado precisamente el interés que tuvieronlos intelectuales decimonónicos chilenos en el proceso de independencianacional.

En un principio ésa fue una tarea fundamentalmente de memoristas, tanr-bién los nacientes periódicos se convirtieron en difusores de los gobiernos ylas ideas que rnovían a los actores políticos del momento. Con el tiempoaparecieron 1o que podrían denominarse los primeros historiadores, quecontaron los hechos con más perspectiva y un alcance nlayor, tratando de

comprender el significado del cambio de régimen de gobierno, desde la

monarquía a la incipiente república. <Hacia 1840 -resume Gazmuri- se creó

la conciencia entre la elite política e intelectual de Chile qlre, corno una

forma de vertebrar a la joven nación, era necesario escribir la historia delpaís>, lo que da al asunto una dimensión propiamente historiográfrca y otraclaranrente patrióticaBa.

Para muestra de este interés, un elemento destacado: las Memorias Anuales

de la lJniversidad de Chile, que tenían por fin difundir los sucesos más des-

tacados de la historia patria y que debían ser leídas en una sesión pública. Delas primeras trece memorias, entre 1844 y 1860, podernos decir que diez de

ellas se concentran en temas de la independencia y en sus consecuencias.Así,

aparecen temas tales corno La primera Escuadra Naciotul, El primer Gobierntt

82 llrídu\,760.8'1 Grrzurnri (2(X)(r.3t ll¡ídun,54.

La independencia de Chile 139

Nacíonal, La Dittadura de O'Higgins y La expedición al Perú de 1820, entreotros85.

Por eso, no fue extraño que en gran parte del siglo xtx y en algunosmomentos relevantes del siglo xx los principales historiadores chilenos hayan

vuelto sobre los hitos fundacionales del Chile republicano, narrando la histo-ria o bien interpretando sobre la base de hechos ya conocidos. La indepen-dencia se convirtió así en un tema dificil de eludir, por el cual todos losinvestigadores debían pasar en algún momento como por predestinación.No por nada 1810, o el proceso de independencia en general, se han conver-tido en la línea divisoria de la historia de Chile: monárquico o colonial antes

de esa fecha, republicano después de la emancipación.La historiografia, según hemos podido observar, continúa interesada en el

tema, a veces reiterando problemas ya cuestionados en el pasado y en otras

ocasiones ofreciendo miradas novedosas sobre el asunto y pfosiguiendo conello la tradición secular. De esta manera, la tendencia liberal dominante delprimer siglo de vida independiente dio paso después a visiones <conservado-

ras> e incluso a posturas <marxistas>, las que ilustran deseos de ver las cosas de

Lrna manera distinta. Hoy podríamos estar en una situación de ausencia de

escuelas historiográficas, pero no de vacío de historiadores y de historias.A los temas mencionados más arriba es preciso acTarar que existe todavía

un ancho camino por recorrer, en tendencias, preguntas, tenlas o simple-mente el regreso a viejos terllas pero con miradas renovadas, con interpreta-ciones más sugerentes, que incorporan los avances de la historiografia y quese salen del recurso de construcción de la nación que se utilizó durante elsiglo xlx y que hoy no encuentran eco entre los especialistas.

Es interesante cómo algunas ideas novedosas comienzan a aparecer enpublicaciones recientes. Carmen McEvoy, por ejernplo, ha retomado la figu-ra del libertador Bernardo O'Higgins desde una fórmula original: el funeraldel héroe en Chile y su relación con el irnaginario nacional chileno, después

de haber mlrerto muchos años antes durante su destierro en Perú8r'. O laaproximación de Carlos Contreras, quien estudia los documentos fundacio-nales de la República -tanto de la fornución de laJunta en 1810 como de la

Proclamación de Independencia de 1818- desde una perspectiva de análisis

cle textos (en base a teorías de Derrida),lo que le lleva a confirmar que elEstado chileno precede a la nación, según la formula popularizada por Mario

Ibídcttt, 65-7 6.

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Al.jandro San Francisco

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(lírrsor¡s7.'lhnrbión los intentos de Angel Soto y SamuelVial, quienes se

rrccrc-llr) no ll problenra de la independencia de Chile en sí, sino a la maneraelr clue dicho proceso se ha ido enseñando en los manuales escolaress8.

(Jn tema interesante sería hacer una nueva revisión constitucional,poniendo énfasis en las influencias recibidas por las constituciones chilenasdesde diferentes países -especialmente Francia, Estados Unidos y España-,así como también revisar la originalidad de los constituyentes chilenos. Enesa línea se inscribe el trabajo realizado por Enrique Brahm, aún inédito,sobre Mariano Egaña, hrjo deJuan y jurista como su padres'). Pero de lamisma manera eso debiera animar a los investiqirdores a volver sobre los per-sonajes tradicionales con nuevas miradas e interés, no hagiográfico, sino quebusca comprender a O'Higgins, Carrera, Manrrel Rodríguez,Juan Egaña ytantos otros que comenzaron el proceso de independencia, lo consolidaron yson parte de la historia nacional.

En rnateria constitucional sería conveniente conipletar l:r revisión,siguiendo la línea de investigación de Manuel Chust, sobre la influencia yrepercusiones de la Constitución de Cádiz de 1,81,2 en los textos constitu-cionales chilenos de las primeras décadas. O volver sobre los periódicos chi-lenos de los primeros años independientes, tanto desde la perspectiva de lahistoria de la prensa conro de la historia de las ideas. Las mujeres son Lln

telna qlre ha aparecido ya en varios países y parece que Chile todavía noingresa a esa línea de preocupaciones, aunque Sarah Chambers se encuentradesarrollando estudios al respecto. La vida cotidiana, bien trabajada reciente-nente en un libro colectivo dirigido por Rafael Sagredo y Cristián Gazmu-ri, debería tener trabajos especiales qLle se concentraran preclsanlente en1810 y en los años posteriores a la forrnación del primer Gobierno nacional.

En definitiva, la idea de fondo es mirar el problema desde dos ángulosfundamentales. El primero observa hacia atrás y reconoce una rica tradiciónhistoriográfica, con trabajos importantes, colecciones documentales, ensayos

y estudios, artículos y libros que -desde el siglo xlx- han puesto la indepen-dencia como uno de los asuntos de mayor interés para los especialistas. Portanto, hay una historia de la cual partir y que debe seguir siendo consideradaen los estudios de estos días. La segunda mirada se dirige hacia el futuro, ypermite comprender que todavía quedan temas pendientes, hay espacio para

87 Contr-eras (2003). El libro referido es Góngora (1970).88 Soto/Vial (2006).8') Ilr:rhrn (2(X)7).

visiones originales, que es preciso volver a consultar las fuentes y que sonmuchas las páginas que deben ser llenadas en nlrevos estudios.Y así como el

siglo xlx estudió la independencia con un cicrto sentido de deber patriótico,para construir la nación chilena, y el siglo xx se permitió desafiar posturas e

incorporar nuevas tendencias al estudio, la proximidad del año 2010 nosinvita a repensar la independencia a la luz del bicentenario, año de celebra-ciones populares, de organizaciones gubernamentales y, seglrramente, de pro-nrociones comerciales-

Para la historia, el sentido de esa fecha es otro: aprovechar la connremora-ción para evaluarlo que fue 1810 y sLrs consecuencias, lo que fue el prinrerGobierno nacional y los sucesivos ensayos de organización republicana, loque tLlvo ese proceso de ruptura y lo que significó la continuidad de variossiglos de historia.

La independencia de Chile 141

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l lo Alejandro San Francisco

(lírrsor¡s7.'lhnrbión los intentos de Angel Soto y SamuelVial, quienes se

rrccrc-llr) no ll problenra de la independencia de Chile en sí, sino a la maneraelr clue dicho proceso se ha ido enseñando en los manuales escolaress8.

(Jn tema interesante sería hacer una nueva revisión constitucional,poniendo énfasis en las influencias recibidas por las constituciones chilenasdesde diferentes países -especialmente Francia, Estados Unidos y España-,así como también revisar la originalidad de los constituyentes chilenos. Enesa línea se inscribe el trabajo realizado por Enrique Brahm, aún inédito,sobre Mariano Egaña, hrjo deJuan y jurista como su padres'). Pero de lamisma manera eso debiera animar a los investiqirdores a volver sobre los per-sonajes tradicionales con nuevas miradas e interés, no hagiográfico, sino quebusca comprender a O'Higgins, Carrera, Manrrel Rodríguez,Juan Egaña ytantos otros que comenzaron el proceso de independencia, lo consolidaron yson parte de la historia nacional.

En rnateria constitucional sería conveniente conipletar l:r revisión,siguiendo la línea de investigación de Manuel Chust, sobre la influencia yrepercusiones de la Constitución de Cádiz de 1,81,2 en los textos constitu-cionales chilenos de las primeras décadas. O volver sobre los periódicos chi-lenos de los primeros años independientes, tanto desde la perspectiva de lahistoria de la prensa conro de la historia de las ideas. Las mujeres son Lln

telna qlre ha aparecido ya en varios países y parece que Chile todavía noingresa a esa línea de preocupaciones, aunque Sarah Chambers se encuentradesarrollando estudios al respecto. La vida cotidiana, bien trabajada reciente-nente en un libro colectivo dirigido por Rafael Sagredo y Cristián Gazmu-ri, debería tener trabajos especiales qLle se concentraran preclsanlente en1810 y en los años posteriores a la forrnación del primer Gobierno nacional.

En definitiva, la idea de fondo es mirar el problema desde dos ángulosfundamentales. El primero observa hacia atrás y reconoce una rica tradiciónhistoriográfica, con trabajos importantes, colecciones documentales, ensayos

y estudios, artículos y libros que -desde el siglo xlx- han puesto la indepen-dencia como uno de los asuntos de mayor interés para los especialistas. Portanto, hay una historia de la cual partir y que debe seguir siendo consideradaen los estudios de estos días. La segunda mirada se dirige hacia el futuro, ypermite comprender que todavía quedan temas pendientes, hay espacio para

87 Contr-eras (2003). El libro referido es Góngora (1970).88 Soto/Vial (2006).8') Ilr:rhrn (2(X)7).

visiones originales, que es preciso volver a consultar las fuentes y que sonmuchas las páginas que deben ser llenadas en nlrevos estudios.Y así como el

siglo xlx estudió la independencia con un cicrto sentido de deber patriótico,para construir la nación chilena, y el siglo xx se permitió desafiar posturas e

incorporar nuevas tendencias al estudio, la proximidad del año 2010 nosinvita a repensar la independencia a la luz del bicentenario, año de celebra-ciones populares, de organizaciones gubernamentales y, seglrramente, de pro-nrociones comerciales-

Para la historia, el sentido de esa fecha es otro: aprovechar la connremora-ción para evaluarlo que fue 1810 y sLrs consecuencias, lo que fue el prinrerGobierno nacional y los sucesivos ensayos de organización republicana, loque tLlvo ese proceso de ruptura y lo que significó la continuidad de variossiglos de historia.

La independencia de Chile 141

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1

LOS PROCESOS DE INDEPENDENCIAEN LOS PAÍSESANDINOS: ECUADORY BOLIVIA

Juan March ena F ernándezUniversidad Pablo de Olavide. Seuilla

Apunos DE HrsroRrADoRES

Cuando nos reunimos los integrantes del Comité Editorial dela Historiade Amhica Anilina (Unlersidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2002) coorü-nados por Enrique Ayala Mora, para fijar los criterios del volumen 4, titulado<Crisis del régimen colonial e independencia>, conocíamos perfectamentelas dificultades que entrañaba la elaboración de un texto que asumiera unavisión andina del proceso de independencia en la región. Dificultades dadas,

especialmente, por la fragmentación con que las respectivas historiografiasnacionales han abordado el tema, como si se tratase de varios procesos sepa-

rados entre sí, sin mayores conexiones, primando el concepto de <indepen-dencias nacionales> frente al estudio integrado en el nivel regional andino, yprimando también numerosos particularismos, puesto que muchas de las

obras de referencia que debían utüzarse poseían un marcado acento territo-rial y provincid cuando no señaladamente local o, como indicó algún autor,una modulación casi parroquial.

He de confesar que esas dificultades parecieron ser, en muchos casos,insalvables, por numerosas razones que el lector o lectora pueden suponer.Entre ellas el palmario <nacionalismo> de la mayor parte de las respectivashistoriografias a la hora de abordar el tema, que han fragmentado el proceso

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LOS PROCESOS DE INDEPENDENCIAEN LOS PAÍSESANDINOS: ECUADORY BOLIVIA

Juan March ena F ernándezUniversidad Pablo de Olavide. Seuilla

Apunos DE HrsroRrADoRES

Cuando nos reunimos los integrantes del Comité Editorial dela Historiade Amhica Anilina (Unlersidad Andina Simón Bolívar, Quito, 2002) coorü-nados por Enrique Ayala Mora, para fijar los criterios del volumen 4, titulado<Crisis del régimen colonial e independencia>, conocíamos perfectamentelas dificultades que entrañaba la elaboración de un texto que asumiera unavisión andina del proceso de independencia en la región. Dificultades dadas,

especialmente, por la fragmentación con que las respectivas historiografiasnacionales han abordado el tema, como si se tratase de varios procesos sepa-

rados entre sí, sin mayores conexiones, primando el concepto de <indepen-dencias nacionales> frente al estudio integrado en el nivel regional andino, yprimando también numerosos particularismos, puesto que muchas de las

obras de referencia que debían utüzarse poseían un marcado acento territo-rial y provincid cuando no señaladamente local o, como indicó algún autor,una modulación casi parroquial.

He de confesar que esas dificultades parecieron ser, en muchos casos,insalvables, por numerosas razones que el lector o lectora pueden suponer.Entre ellas el palmario <nacionalismo> de la mayor parte de las respectivashistoriografias a la hora de abordar el tema, que han fragmentado el proceso

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I (r0 Juan Marchena Fern ández

hasta nuclearlo o exclusivizarlo tras cada una de las fronteras nacionales, fuer-temente pertrechadas por banderas, himnos, héroes, batallas decisivas y defi-nitivas, pues, como ha sido señalado por Frangois-Xavier Guerra o Mónica

Quijada, entre otros autoresl, es incuestionable la gran eficacia de los mitosconstruidos y de los imaginarios nacionales representados, necesarios para

legitimar y consolidar los nuevos órdenes políticos surgidos de estos aconte-clmlentos.

Dificultades halladas también si consideramos, de acuerdo con lo que

escribieron hace años Tülio Halperin Donghi2 o John Lynch3 , que la inde-pendencia fue el resultado de la eclosión, fundamentalmente debida al colap-so de la monarquía española en 1808, de un haz de conflictos -unos abier-tos, otros latentes- de extensión continental americana, ya planteados en el

largo y medio tiempo colonial, aunque dotados de distintas intensidades en

función de los medios sociales, económicos, políticos y étnicos donde se

produjeron. Sin embargo, estos conflictos no han sido suficienternente estu-

diados por los especialistas de la <historia nacional>, al ser considerados exclu-sivanrente como <problemas coloniales>, de modo que elhaz al que nos refe-ríamos viene a aparecer en estas obras como una articulación de coyunturasde alcance estrictanente <nacional>, escasamente analizadas fuera de las fron-teras respectivas,y cuyas cronologías no arrancan sino a partir de 1809 ó1810. En el mejor de los casos son estudiados, con nayor o menor exten-sión, como <antecedentes> y casi siempre bajo una óptica linútada al territo-rio de que se trate.

Ello puede deberse, como ha indicado recientemente Heraclio Bonillaa, a

que las dificultades para entender el proceso en su conjunto devienen de 1o

sui generis del <nacionalismoo de los países de América Latlna, ya que, en su

opinión, éste no nace exclusivamente en el contexto de una abierta oposi-ción contra la metrópoli, de una guerra contra la despótica monarquía espa-

ñola, sino también de las sospechas, de las aprehensiones y de los conflictosque cada uno de estos países, desde el principio, mantuvo con sus vecinos.En esta coyuntura -añade el mismo autor-, las guerras declaradas de varias

provincias y regiones entre sí y contra otras, guerras inmersas en el mismoproceso independentista, fueron expresiones de rencor e insatisfacción, en

I Gtrerra/Quijúa (1994).2 H:rlperin Donghi (19tt5a).I Lynch (1976).I llorrilll (2(X)5).

Los procesos de independencia en los países andinos I6I

oposición a la exclusión y al control ejercido durante décadas sobre estas

provincias y territorios por los antiguos centros de poder coloniales. Deacuerdo con Mónica Quijadas, las <singularidades> provinciales o locales fue-ron ya elementos recurrentes en los movimientos emancipadores, y el con-cepto de <patria> como sinónimo de <lo nuestro> (y las escalas geográficassobre las que se aplicó este (lo nuestro) fueron muy variadas y variables a lolargo del período) acabó triunfando sobre otras concepciones más generales

y abarcativas, mediando símbolos, fiestas, efemérides, ritos, panteones de pró-ceres6, de alcance y extensión territoriales bien definidas, quedando fijadosdesde entonces, sobre mármoles y bronces inmortales, hasta nuestros días.

Un triunfo debido especialmente a que, desde estas <singularidades>, logróestablecerse un reconocimiento colectivo al interior de estos ámbitos terri-toriales concretos; es decir, se llegó a obtener una identificación común de

los que eran <patriotas> frente al (otro)), <los otros,> o <lo otro>, componiendoun ámbito simbólico en el cual los creadores de la <comunidad imaginada>ofrecieron a los miembros de la nueva nación un arquetipo del ejemplar ciu-dadano nacional, muchas veces forjado tanto en la declamación de sus virtu-des como en la reiteración de la falta de ellas en el enemigo, primero el espa-

ñol, luego el vecino. De este modo, las distintas <identidades referenciales>nacionales vinieron a ser más <diferenciales)) que otra cosa, a pesar de queanteriormente ello no hubiera sido tan drásticamente así.

Sin olvidar que, a todo lo anterior, se sumaron los amantes de la histoire

événementielle, desgranando en sus análisis los episodios más dramáticos yconmovedores de este largo proceso, incluyendo guerras entre próceres,actuaciones de caudillismos provinciales de imborrable memoria, odios,recelos, deudas pendientes, consolidando personalismos locales, o localismospersonales si se quiere, más un sinfin de otros <ismos> que archipielagizaron

-valga la expresión- y desconectaron espacios, problernas y realidades quehasta entonces habían estado de uno u otro modo enlazados; o, al menos,como indica Frangois-Xavier Guerra, obviaron que los vínculos, valores ydiscursos, tradicionales y generales para todo el conjunto de la sociedad colo-nial, siguieron siendo dominantes durante décadas7.

El coordinador de aquel volumen IV de \a Historia de Améríca Andina al

que me referia al principio, Germán Carrera Damas, consciente de todas

s Quijada (1994:34).6 Kónig (1984).7 Guerra (1994:8).

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I (r0 Juan Marchena Fern ández

hasta nuclearlo o exclusivizarlo tras cada una de las fronteras nacionales, fuer-temente pertrechadas por banderas, himnos, héroes, batallas decisivas y defi-nitivas, pues, como ha sido señalado por Frangois-Xavier Guerra o Mónica

Quijada, entre otros autoresl, es incuestionable la gran eficacia de los mitosconstruidos y de los imaginarios nacionales representados, necesarios para

legitimar y consolidar los nuevos órdenes políticos surgidos de estos aconte-clmlentos.

Dificultades halladas también si consideramos, de acuerdo con lo que

escribieron hace años Tülio Halperin Donghi2 o John Lynch3 , que la inde-pendencia fue el resultado de la eclosión, fundamentalmente debida al colap-so de la monarquía española en 1808, de un haz de conflictos -unos abier-tos, otros latentes- de extensión continental americana, ya planteados en el

largo y medio tiempo colonial, aunque dotados de distintas intensidades en

función de los medios sociales, económicos, políticos y étnicos donde se

produjeron. Sin embargo, estos conflictos no han sido suficienternente estu-

diados por los especialistas de la <historia nacional>, al ser considerados exclu-sivanrente como <problemas coloniales>, de modo que elhaz al que nos refe-ríamos viene a aparecer en estas obras como una articulación de coyunturasde alcance estrictanente <nacional>, escasamente analizadas fuera de las fron-teras respectivas,y cuyas cronologías no arrancan sino a partir de 1809 ó1810. En el mejor de los casos son estudiados, con nayor o menor exten-sión, como <antecedentes> y casi siempre bajo una óptica linútada al territo-rio de que se trate.

Ello puede deberse, como ha indicado recientemente Heraclio Bonillaa, a

que las dificultades para entender el proceso en su conjunto devienen de 1o

sui generis del <nacionalismoo de los países de América Latlna, ya que, en su

opinión, éste no nace exclusivamente en el contexto de una abierta oposi-ción contra la metrópoli, de una guerra contra la despótica monarquía espa-

ñola, sino también de las sospechas, de las aprehensiones y de los conflictosque cada uno de estos países, desde el principio, mantuvo con sus vecinos.En esta coyuntura -añade el mismo autor-, las guerras declaradas de varias

provincias y regiones entre sí y contra otras, guerras inmersas en el mismoproceso independentista, fueron expresiones de rencor e insatisfacción, en

I Gtrerra/Quijúa (1994).2 H:rlperin Donghi (19tt5a).I Lynch (1976).I llorrilll (2(X)5).

Los procesos de independencia en los países andinos I6I

oposición a la exclusión y al control ejercido durante décadas sobre estas

provincias y territorios por los antiguos centros de poder coloniales. Deacuerdo con Mónica Quijadas, las <singularidades> provinciales o locales fue-ron ya elementos recurrentes en los movimientos emancipadores, y el con-cepto de <patria> como sinónimo de <lo nuestro> (y las escalas geográficassobre las que se aplicó este (lo nuestro) fueron muy variadas y variables a lolargo del período) acabó triunfando sobre otras concepciones más generales

y abarcativas, mediando símbolos, fiestas, efemérides, ritos, panteones de pró-ceres6, de alcance y extensión territoriales bien definidas, quedando fijadosdesde entonces, sobre mármoles y bronces inmortales, hasta nuestros días.

Un triunfo debido especialmente a que, desde estas <singularidades>, logróestablecerse un reconocimiento colectivo al interior de estos ámbitos terri-toriales concretos; es decir, se llegó a obtener una identificación común de

los que eran <patriotas> frente al (otro)), <los otros,> o <lo otro>, componiendoun ámbito simbólico en el cual los creadores de la <comunidad imaginada>ofrecieron a los miembros de la nueva nación un arquetipo del ejemplar ciu-dadano nacional, muchas veces forjado tanto en la declamación de sus virtu-des como en la reiteración de la falta de ellas en el enemigo, primero el espa-

ñol, luego el vecino. De este modo, las distintas <identidades referenciales>nacionales vinieron a ser más <diferenciales)) que otra cosa, a pesar de queanteriormente ello no hubiera sido tan drásticamente así.

Sin olvidar que, a todo lo anterior, se sumaron los amantes de la histoire

événementielle, desgranando en sus análisis los episodios más dramáticos yconmovedores de este largo proceso, incluyendo guerras entre próceres,actuaciones de caudillismos provinciales de imborrable memoria, odios,recelos, deudas pendientes, consolidando personalismos locales, o localismospersonales si se quiere, más un sinfin de otros <ismos> que archipielagizaron

-valga la expresión- y desconectaron espacios, problernas y realidades quehasta entonces habían estado de uno u otro modo enlazados; o, al menos,como indica Frangois-Xavier Guerra, obviaron que los vínculos, valores ydiscursos, tradicionales y generales para todo el conjunto de la sociedad colo-nial, siguieron siendo dominantes durante décadas7.

El coordinador de aquel volumen IV de \a Historia de Améríca Andina al

que me referia al principio, Germán Carrera Damas, consciente de todas

s Quijada (1994:34).6 Kónig (1984).7 Guerra (1994:8).

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Juan Marchena Fern ández

estas dificultades, optó finalmente por plantearlo haciéndolo girar en torno a

grandes problemas, amplias miradas de alcance regional transandino, aunqueconsiderando, como señala christine Hunefeldt en las primeras páginas delvolumen citados, que aunque hemos avanzado en nuestra comprensión de launidad-heterogeneidad de la realidad andina, también <hemos aprendido, encierto sentido, a leer el ritmo propio de las pulsaciones internas> en los diG-rentes espaclos que componen la región. Así, el análisis de la cuestión de loscambios y continuidades producidos en el transcurso de estos largos años deguerra por la independencia política y por la construcción de las nuevasnaciones, en ámbitos más amplios que los estrictamente nacionales, se vuelvemucho más interesante que la descripcrón fragmentaria del proceso; y, desdeluego, resulta mucho más sugerente y clarificador el estudio de la participa-ción en el mismo de todos los actores sociales, en especial la de los sectorespopulares, las poblaciones negras e indígenas, mayoritarias en buena parte dela región andina y tradicionalmenre excluidas en los análisis del tema, que ladescripción reiterativa de las probidades y virtudes de las elites locales, de suslinajes o de sus principales representantes, en su papel de forjadores de lapatria y de la nacióne. Lo que no qurta que estos cambios y continuidades,estas participaciones, el rol de estos grupos en el proceso, no deban ser leídosen sus respectrvos contextos.

De este modo, la llamada <crisis de la independencia> como <crisis delrégimen colonial>, debe ser anahzada considerando que fue la consumación

8 Hunefeldt (2003:27).e Ni que decir tiene que en el estudio de esta participación ha de ser incluida la

población femenina, añadiendo forzosamente a estos trabajos la perspectiva de género.No sólo por ser de una lógica elemental, sino porque pocos asLrntos de la historia latino-americana han sido r-nanejados clesde una óptica tan masculina coruo éste de la indepen-dencia, donde los valores más apreciados por la historiografia clásica han sido los varoni-les, constituyendo un tópico por excelencia: la fortaTeza, la valentía, el arrojo, ladeterminación, el coraje, la bravura, la temeridad, el don de mando...Todo lo más, la pre-sencia en esta historia de la mujer ha estado representada por las que mantuvieron com-portamientos o asumieron valores nusculinos en las campañas, el combate o el martirio.Al otro extreno, figuran también mujeres dóciles y fieles a sus esposos o a sus hijos, enquienes se modela la imagen de madre ejemplar, entregada a las necesidades de la p:rtria,la matrona de la nación. (J, otra variante, l:r de la mqjer (amante) del guerrero, sesuidor¿rde sus pasos y destinos, a quien ya en un descarado discurso machista se la calificl co¡lola <querida>, se la adorna con todos los elementos pasionales en los que alguna litcr-ettrrase regodea, o se la apoda con diminutivos y, en general, se la menosprecia prt'cis:rrrrcrrtcpor su feminidad.Es seglrro que el lector o lectol¡ no necesitaní c.jcnrplos:rl rcslrccto.

Los procesos de independencia en los países andinos 163

terminal de las contradicciones coloniales acumuladas en el largo tiempo,aunque poniendo el acento en la segunda mitad del siglo xvIII. (Jna crisis

estructural de todo el sistema, pero que recibió respuestas específicamenteandinas, desde adentro, según afectí e incidió sobre los distintos sectores

sociales presentes en la región en un entorno compartido.Y ello no impide,sino que rcfuerza la idea de cómo,en función de las características de estos

sectores sociales en los diferentes espacios andinos, sus respuestas hubieronde ser específicas y diferenciadas. De ahí que, sin abandonar la contextualiza-ción regional, <leer sus pulsaciones internas> sea de una extraordinariarmportancla.

No debe olvidarse igualmente que, tras la independencia, con el proyec-to de construir en cada territorio una <nación homogénea>, se pretendióeliminar la heterogeneidad o la yuxtaposición de elementos diversos -o,como indica Guerra, la superposición de identidades culturalesl0- que

caracterizabagran parte de mundo colonial en su conjunto, con el fin de

construir sociedades amalgamadas en sí mismas y autorreconocibles en uncomún y propio <espíritu público>l1 de la nación. Un espíritu público desde

el que, en el fondo y en la forna, se pretendía la integración -más o menos

forzada-, en un mismo y único respíritu nacional>, de un heterogéneo con-junto de población ahora suleta a un mlsmo gobierno y habitando unmismo y singular territoriol2, el que fue redefinido en las nuevas constitu-ciones nacionales, una vez superados los primeros y graves enfrentamientosinterregionales que se acaballaron sobre la misma guerra contra la monar-quía española. Las dificultades que encontr6 para su ejecución este proyectoconformador del <espíritu público nacional> en cada uno de los territoriosahora redelineados dan una idea de la importancia de estas <pulsaciones

internas> a las que nos referíamos, a la vez que señalan que los lazos <comu-

nes> inherentes a la región andina estaban todavía muy trabados en esas

décadas.

Diversidad-heterogeneidad y <pulsaciones internas> que se manifestaronigualnr.ente en lo económico. Aunque es evidente la existencia en el interiorde la región de diversos espacios coloniales con diferentes grados de autono-mía, con capacidad a veces de cuestionar e incluso evadirse de los mecanis-nros de sujeción fiscal y regulación comercial impuestos por la corona espa-

lo Guerra (1994b:107).I I Guerra/Quijada (1994: 40).t2 Ibídilt,51..

lrrf

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Juan Marchena Fern ández

estas dificultades, optó finalmente por plantearlo haciéndolo girar en torno a

grandes problemas, amplias miradas de alcance regional transandino, aunqueconsiderando, como señala christine Hunefeldt en las primeras páginas delvolumen citados, que aunque hemos avanzado en nuestra comprensión de launidad-heterogeneidad de la realidad andina, también <hemos aprendido, encierto sentido, a leer el ritmo propio de las pulsaciones internas> en los diG-rentes espaclos que componen la región. Así, el análisis de la cuestión de loscambios y continuidades producidos en el transcurso de estos largos años deguerra por la independencia política y por la construcción de las nuevasnaciones, en ámbitos más amplios que los estrictamente nacionales, se vuelvemucho más interesante que la descripcrón fragmentaria del proceso; y, desdeluego, resulta mucho más sugerente y clarificador el estudio de la participa-ción en el mismo de todos los actores sociales, en especial la de los sectorespopulares, las poblaciones negras e indígenas, mayoritarias en buena parte dela región andina y tradicionalmenre excluidas en los análisis del tema, que ladescripción reiterativa de las probidades y virtudes de las elites locales, de suslinajes o de sus principales representantes, en su papel de forjadores de lapatria y de la nacióne. Lo que no qurta que estos cambios y continuidades,estas participaciones, el rol de estos grupos en el proceso, no deban ser leídosen sus respectrvos contextos.

De este modo, la llamada <crisis de la independencia> como <crisis delrégimen colonial>, debe ser anahzada considerando que fue la consumación

8 Hunefeldt (2003:27).e Ni que decir tiene que en el estudio de esta participación ha de ser incluida la

población femenina, añadiendo forzosamente a estos trabajos la perspectiva de género.No sólo por ser de una lógica elemental, sino porque pocos asLrntos de la historia latino-americana han sido r-nanejados clesde una óptica tan masculina coruo éste de la indepen-dencia, donde los valores más apreciados por la historiografia clásica han sido los varoni-les, constituyendo un tópico por excelencia: la fortaTeza, la valentía, el arrojo, ladeterminación, el coraje, la bravura, la temeridad, el don de mando...Todo lo más, la pre-sencia en esta historia de la mujer ha estado representada por las que mantuvieron com-portamientos o asumieron valores nusculinos en las campañas, el combate o el martirio.Al otro extreno, figuran también mujeres dóciles y fieles a sus esposos o a sus hijos, enquienes se modela la imagen de madre ejemplar, entregada a las necesidades de la p:rtria,la matrona de la nación. (J, otra variante, l:r de la mqjer (amante) del guerrero, sesuidor¿rde sus pasos y destinos, a quien ya en un descarado discurso machista se la calificl co¡lola <querida>, se la adorna con todos los elementos pasionales en los que alguna litcr-ettrrase regodea, o se la apoda con diminutivos y, en general, se la menosprecia prt'cis:rrrrcrrtcpor su feminidad.Es seglrro que el lector o lectol¡ no necesitaní c.jcnrplos:rl rcslrccto.

Los procesos de independencia en los países andinos 163

terminal de las contradicciones coloniales acumuladas en el largo tiempo,aunque poniendo el acento en la segunda mitad del siglo xvIII. (Jna crisis

estructural de todo el sistema, pero que recibió respuestas específicamenteandinas, desde adentro, según afectí e incidió sobre los distintos sectores

sociales presentes en la región en un entorno compartido.Y ello no impide,sino que rcfuerza la idea de cómo,en función de las características de estos

sectores sociales en los diferentes espacios andinos, sus respuestas hubieronde ser específicas y diferenciadas. De ahí que, sin abandonar la contextualiza-ción regional, <leer sus pulsaciones internas> sea de una extraordinariarmportancla.

No debe olvidarse igualmente que, tras la independencia, con el proyec-to de construir en cada territorio una <nación homogénea>, se pretendióeliminar la heterogeneidad o la yuxtaposición de elementos diversos -o,como indica Guerra, la superposición de identidades culturalesl0- que

caracterizabagran parte de mundo colonial en su conjunto, con el fin de

construir sociedades amalgamadas en sí mismas y autorreconocibles en uncomún y propio <espíritu público>l1 de la nación. Un espíritu público desde

el que, en el fondo y en la forna, se pretendía la integración -más o menos

forzada-, en un mismo y único respíritu nacional>, de un heterogéneo con-junto de población ahora suleta a un mlsmo gobierno y habitando unmismo y singular territoriol2, el que fue redefinido en las nuevas constitu-ciones nacionales, una vez superados los primeros y graves enfrentamientosinterregionales que se acaballaron sobre la misma guerra contra la monar-quía española. Las dificultades que encontr6 para su ejecución este proyectoconformador del <espíritu público nacional> en cada uno de los territoriosahora redelineados dan una idea de la importancia de estas <pulsaciones

internas> a las que nos referíamos, a la vez que señalan que los lazos <comu-

nes> inherentes a la región andina estaban todavía muy trabados en esas

décadas.

Diversidad-heterogeneidad y <pulsaciones internas> que se manifestaronigualnr.ente en lo económico. Aunque es evidente la existencia en el interiorde la región de diversos espacios coloniales con diferentes grados de autono-mía, con capacidad a veces de cuestionar e incluso evadirse de los mecanis-nros de sujeción fiscal y regulación comercial impuestos por la corona espa-

lo Guerra (1994b:107).I I Guerra/Quijada (1994: 40).t2 Ibídilt,51..

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lr, I Juan Marchena Fern ández

ñol:r -lo rluc otors¿ba al nrundo andino una diversificación más que notoria,conrr> henros podido ntostrar en un trabajo recientel3-, también es induda-ble que después de la independencia continuaron existiendo numerosos ejescomLlnes de articulación econórnica atravesando toda la región. Asuntoscomo la presencia de un mercado colonial andino, del tributo indígena o losrepartos, del control sobre la tierra y la mano de obra mantenido por las eli-tes locales, del papel predominante de la producción metalífera sobre todo lodemás, o la dinámica de los mercados locales, la continuidad en el tiempo delos tradicionales espacios de circulación..., no pueden ser fácilnente obvia-dos, al nenos durante la primera mitad del siglo xrx. Ejes comunes que tran-sitaron del tiempo colonial al tiempo republicano sin transformaciones esen-ciales, puesto que los estados nacionales, tras la independencia, mantuvieronmuchas de las antiguas regulaciones coloniales, en procura de conservar suje-ta a la población indígena como rnano de obra barata y consurnidora forza-da, al rnismo tiempo que preservar los antiguos privilegios y preeminenciasde las elites locales; al fin y al cabo, fueron ellas las artífices y gestoras delmodelo político resultante. De nuevo los conceptos de unidad-diversidad enla región aparecen estrechamente enlazados, lo que irnpide que los estudiosfragmentarios del proceso emancipador contengan explicaciones suficientescomo para entenderlo por completo.

O que se pueda analizar o reducir exclusivamente al estudio de la mismaguerra, como sucesión de operaciones militares y batallas, o al estudio de loscontendientes respectivos en los numerosísirnos ejércitos que transitaron yensangrentaron la región en cada uno de los espacios que luego compondrí-an las naciones. Su compleja y heterogénea composición en cuanto a susprocedencias geográficas, sociales o étnicas, y sus cambios de posición y posi-cionamiento político, bien fueran del lado patriota o del lado realista,dernuestran que la misma guerra quedó marcada por un conjunto enmara-ñado de circunstancias propias de un conflicto de alcance regional andino,pero de considerable impacto, en cada uno de los espacios concretos. Si las

tropas de Bolívar o Sucre, por ser mayoritariamente colombianas o venezo-lanas, pueden ser calificadas por alguna historiografia conlo <extranjeras>cuando actuaban en otras regiones de los Andes, es porque se están aplicandoconceptos acuñados con posterioridad. Igual sucede con las tropas realistas,que parecen ser mayoritariamente <peninsulares) -aunque en su composi-ción étnica resulten ser bien diferentes-, cuando no (peruanas> (en el caso de

1 3 Garuvaglia/Marchena (2005).

Los procesos de independencia en los países andinos 165

la ocupación de Quito por orden delVirreyAbascal) o <españolas> (en el

caso de los informes de Buenos Aires sobre el enemigo realista en el AltoPerú, aunque se trate de rnilicianos indígenas cochabambinos, paceños o

potosinos, enrolados ala fuerua por hacendados y mineros partidarios de la

monarquía)1+.En fin, como el lector puede deducir, este cúrnulo de dificultades a la

hora de mantener una mirada regional sobre las independencias andinas, y a

la vez atender las necesarias <pulsaciones internas>, no parece tener fácil solu-

ción y, al igual que nos sucedió a los miembros del Comité Editorial del

volumen 4 de la HístoriaAndina,ha acontecido también a otros autores, entre

los que quiero citar a Marta Irurozqui y aVíctor Peralta Ruiz, en su excelen-

te trabajo <Los países andinos. La conformación política y social de las nue-

vas repúblicas (1810-1834)r>15, y, en general, a cuantos historiadores han

intentado aportar visiones regionales andinas sobre el tema.

El presente trabajo pretende ofrecer una breve panorámica de los grandes

problemas en torno a los cuales- considero- ha girado la producción histo-riográfica sobre la independencia en dos países andinos bien representativos,

Ecuador y Bolivia, situados en una cierta periferia frente a la producciónperuana, colombiana o venezolana en esta materla, e lntenta comentar tam-

bién de qué manera en los últimos años y en estos países los grandes tópicos

tradicionales están dejando su lugar a otros aspectos hasta ahora escasarrlente

considerados, más acordes sin embargo con una (nueva historiar con la que

se pretende responder, con más tino y convicción, a las principales cuestio=

nes sociales, económicas e ideológicas que, desde la misma independencia

hasta nuestros días, han marcado el pasado de estos dos países. O, al menos,

cuáles son las dificultades que esta (nueva historia> está encontrando en su

camino.Y ello en estos países señalados que, y es harto significativo de sus

singularidades, no mantuvieron en sus nombres constitutivos -por razones

que pueden deducirse de sus procesos emancipadores sui generis - referen-

cias a los antiguos ámbitos administrativos que conformaban, según las ante-

riores jurisdicciones coloniales, sino que optaron por nombres nuevos. IJno,el de la línea imaginaria que lo atravesaba y con el que se deseaba reafirmar

una posición central americana, Ecuador, según algunos para obviar el con-flicto entre el antaño Reino de Quito, de carácter marcadamente serrano, yla costa, centralizada en el puerto de Guayaquil, o las provincias del sur (el

Marchena F. (2003).

Irrrrozrlui/Per¿rlta Rui z effidncípacit5n (2001).

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lr, I Juan Marchena Fern ández

ñol:r -lo rluc otors¿ba al nrundo andino una diversificación más que notoria,conrr> henros podido ntostrar en un trabajo recientel3-, también es induda-ble que después de la independencia continuaron existiendo numerosos ejescomLlnes de articulación econórnica atravesando toda la región. Asuntoscomo la presencia de un mercado colonial andino, del tributo indígena o losrepartos, del control sobre la tierra y la mano de obra mantenido por las eli-tes locales, del papel predominante de la producción metalífera sobre todo lodemás, o la dinámica de los mercados locales, la continuidad en el tiempo delos tradicionales espacios de circulación..., no pueden ser fácilnente obvia-dos, al nenos durante la primera mitad del siglo xrx. Ejes comunes que tran-sitaron del tiempo colonial al tiempo republicano sin transformaciones esen-ciales, puesto que los estados nacionales, tras la independencia, mantuvieronmuchas de las antiguas regulaciones coloniales, en procura de conservar suje-ta a la población indígena como rnano de obra barata y consurnidora forza-da, al rnismo tiempo que preservar los antiguos privilegios y preeminenciasde las elites locales; al fin y al cabo, fueron ellas las artífices y gestoras delmodelo político resultante. De nuevo los conceptos de unidad-diversidad enla región aparecen estrechamente enlazados, lo que irnpide que los estudiosfragmentarios del proceso emancipador contengan explicaciones suficientescomo para entenderlo por completo.

O que se pueda analizar o reducir exclusivamente al estudio de la mismaguerra, como sucesión de operaciones militares y batallas, o al estudio de loscontendientes respectivos en los numerosísirnos ejércitos que transitaron yensangrentaron la región en cada uno de los espacios que luego compondrí-an las naciones. Su compleja y heterogénea composición en cuanto a susprocedencias geográficas, sociales o étnicas, y sus cambios de posición y posi-cionamiento político, bien fueran del lado patriota o del lado realista,dernuestran que la misma guerra quedó marcada por un conjunto enmara-ñado de circunstancias propias de un conflicto de alcance regional andino,pero de considerable impacto, en cada uno de los espacios concretos. Si las

tropas de Bolívar o Sucre, por ser mayoritariamente colombianas o venezo-lanas, pueden ser calificadas por alguna historiografia conlo <extranjeras>cuando actuaban en otras regiones de los Andes, es porque se están aplicandoconceptos acuñados con posterioridad. Igual sucede con las tropas realistas,que parecen ser mayoritariamente <peninsulares) -aunque en su composi-ción étnica resulten ser bien diferentes-, cuando no (peruanas> (en el caso de

1 3 Garuvaglia/Marchena (2005).

Los procesos de independencia en los países andinos 165

la ocupación de Quito por orden delVirreyAbascal) o <españolas> (en el

caso de los informes de Buenos Aires sobre el enemigo realista en el AltoPerú, aunque se trate de rnilicianos indígenas cochabambinos, paceños o

potosinos, enrolados ala fuerua por hacendados y mineros partidarios de la

monarquía)1+.En fin, como el lector puede deducir, este cúrnulo de dificultades a la

hora de mantener una mirada regional sobre las independencias andinas, y a

la vez atender las necesarias <pulsaciones internas>, no parece tener fácil solu-

ción y, al igual que nos sucedió a los miembros del Comité Editorial del

volumen 4 de la HístoriaAndina,ha acontecido también a otros autores, entre

los que quiero citar a Marta Irurozqui y aVíctor Peralta Ruiz, en su excelen-

te trabajo <Los países andinos. La conformación política y social de las nue-

vas repúblicas (1810-1834)r>15, y, en general, a cuantos historiadores han

intentado aportar visiones regionales andinas sobre el tema.

El presente trabajo pretende ofrecer una breve panorámica de los grandes

problemas en torno a los cuales- considero- ha girado la producción histo-riográfica sobre la independencia en dos países andinos bien representativos,

Ecuador y Bolivia, situados en una cierta periferia frente a la producciónperuana, colombiana o venezolana en esta materla, e lntenta comentar tam-

bién de qué manera en los últimos años y en estos países los grandes tópicos

tradicionales están dejando su lugar a otros aspectos hasta ahora escasarrlente

considerados, más acordes sin embargo con una (nueva historiar con la que

se pretende responder, con más tino y convicción, a las principales cuestio=

nes sociales, económicas e ideológicas que, desde la misma independencia

hasta nuestros días, han marcado el pasado de estos dos países. O, al menos,

cuáles son las dificultades que esta (nueva historia> está encontrando en su

camino.Y ello en estos países señalados que, y es harto significativo de sus

singularidades, no mantuvieron en sus nombres constitutivos -por razones

que pueden deducirse de sus procesos emancipadores sui generis - referen-

cias a los antiguos ámbitos administrativos que conformaban, según las ante-

riores jurisdicciones coloniales, sino que optaron por nombres nuevos. IJno,el de la línea imaginaria que lo atravesaba y con el que se deseaba reafirmar

una posición central americana, Ecuador, según algunos para obviar el con-flicto entre el antaño Reino de Quito, de carácter marcadamente serrano, yla costa, centralizada en el puerto de Guayaquil, o las provincias del sur (el

Marchena F. (2003).

Irrrrozrlui/Per¿rlta Rui z effidncípacit5n (2001).

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| (r(, Juan Marchena Fernán dez

(austr'()), collto comenzí a ser autorreconocido por sus propias elites, en unesfucrzo a su vez de diferenciación) congregadas en torno al circuito deCuenca y su área de influencia; un nombre que, según afirma algún autor,fue asignado por (extraños>.Y el otro país, Bolivia, denominado así enhomenaje a Simón Bolívar, quien fuera su libertador y creador, y quién quisodotarlo identitariamente de sus propias referencias, por fuera de las anterioresdenorninaciones de <Alto Perú,r o <Audiencia de Charcas>, desgajándolo desus anteriores y tradicionales marcos jurisdiccionales, el Perú y el Río de laPlata, evitando que fuera absorbido por ninguno de estos dos grandes espa-cios políticos, como habían intentado a lo largo de más de quince años deguerra independentista en procura de sus metales.

Esta panorámica que aquí ofrecemos sobre los procesos de independenciaen estos dos países quiere enfatizar la producción local, es decir, obviar lasgrandes obras de referencia generales por todos conocidas, e insistir en lamirada que las respectivas historiografias han elaborado sobre sus realidadesnacionales, a fin de que podamos conocer mejor su evolución, y en qué con-diciones o por qué razones se han ido produciendo como lo han hecho. Denuevo en palabras de Heraclio Bonilla, debemos insistir en conocer mejor lacambiante representación de la independencia en las historiografias naciona-les, en la medida en que ésta traduce los intereses y la metamorfosis de unapretendida memoria colectiva.

LJna historiografia que, con carácter general para toda la región andina ypara estos dos países en particular, echó a andar con las propias memorias delos que intervinieron directamente en el conflicto, y que ocuparon -de resul-tas del triunfo nacional- las más altas instancias políticas de las nacientesrepúblicas, bien desde los sillones presidenciales o desde el mando irrestricrode las fuerzas militares. Es decir, la historia personal de estos prohombres, sus

miradas particulares y sus intereses concretos, determinaron, de acuerdo conla anterior reflexión de Bonilla, la que debía ser en adelante la <historia ofi-cial> de la independencia; la cual, mediante la extensión de su enseñanzaentre los nuevos ciudadanos, vinieron a conformar la <memoria colectiva dela nación>. No sólo partieron de una concepción clásica de la historia, sinoque incursionaron también en todos los ramos de la literatura, desde la cró-nica a la novela e incluso en la poesía. Al fin y al cabo, en todas estas obraspodemos hallar las claves de cómo ellos <imaginaronr la nación que queríany, como comprobaremos, fijaron también las líneas de pensamiento e inter-pretación que en buena medida han permanecido como tópicos inmarcesi-bles hasta nuestros días.

Los procesos de independencia en los países andinos 167

lJNa urRaoa A LA HrsroRrocl¡rÍa ECUAToRTANA soBRE LA TNDEpENDEN-

crAY LA cnE¡cróN DE LA REPúBLrcA

La rnezcla de racionalismo clásico, todavía heredero de la ilustración, ydel sentimiento romántico tan en boga en el período, generó en el primerEcuador independiente un (costumbrismo nacional> (con un fuerte sentidode lo regional) que impregnó la historia elaborada en esas fechas, especial-mente a partir de las primeras ediciones de estas <memorias> de algunos de

los que se proclamaron protagonistas o testigos directos de los hechos. Elsubjetivismo se inpuso a la norma clásica, abstracta y universal, y los valores

del <yo local> se sobrepusieron sobre todos los demás. La historia buscó, a

través de estas memorias, características individuales del comportamientohumano, haciéndola extensivas a toda la nación, construyendo así una expli-cación parala <conducta nacional>. Fue el momento de la creación de la pri-migenia memoria colectiva, de los mitos y los héroes. De ahí que el costum-brismo envuelto en aires de leyenda, cono expresión y explicación del <yo

local> (que luego se hizo colectivo, y se impuso como tal, creando tópicos de

larga pervivencia) acabara por convertirse en el vehículo idóneo para este

propósito.Y de ahí tan-rbién su gran difusión, realizada primero a través de laprensa y de la literatura.Todavía muchos años después, Benjamín Carriónescribía en El ct¿ento de la Patria: <Pienso yo que las Patrias se nutren más de la

leyenda que de la historia; singularmente en la edad niña de las Patrias, cuan-do el misterio y el juguete, la magia y el n-rito, son indispensables para

engrandecer e iluminar la realidad>.

Esta visión del proceso de independencia ha tenido así una larga vida,demostrada en las sucesivas ediciones que tuvieron estas memorias: una com-pilación de las mismas se halla en Cronistas de la Independencia y Ia República16,

o en Carlos Paladines, <Estudio introductorio y selección>17. Autores con-temporáneos al proceso comoJosé deVillamil (Reseña de los acontecímientos

polítícos y milítares de la provincia de Cuayaquil),Agustin Salazar y Lozano(Reaterdos de Ia reuoludón de Quito) o Carlos R. Tobar (Relación de un ueterano

de la independencia, aunque escrita algo más tarde) conforman un cuadro bas-

tante significativo a este respecto.

Los primeros historiadores que trazaron en sus obras líneas más abarcado-r2rs que las remembranzas anteriores, comenzaron la construcción de la epo-

r(r Crttnistas de la Independencia y la Repúltlica (1960).t7 l)al¿rdines (1981).

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| (r(, Juan Marchena Fernán dez

(austr'()), collto comenzí a ser autorreconocido por sus propias elites, en unesfucrzo a su vez de diferenciación) congregadas en torno al circuito deCuenca y su área de influencia; un nombre que, según afirma algún autor,fue asignado por (extraños>.Y el otro país, Bolivia, denominado así enhomenaje a Simón Bolívar, quien fuera su libertador y creador, y quién quisodotarlo identitariamente de sus propias referencias, por fuera de las anterioresdenorninaciones de <Alto Perú,r o <Audiencia de Charcas>, desgajándolo desus anteriores y tradicionales marcos jurisdiccionales, el Perú y el Río de laPlata, evitando que fuera absorbido por ninguno de estos dos grandes espa-cios políticos, como habían intentado a lo largo de más de quince años deguerra independentista en procura de sus metales.

Esta panorámica que aquí ofrecemos sobre los procesos de independenciaen estos dos países quiere enfatizar la producción local, es decir, obviar lasgrandes obras de referencia generales por todos conocidas, e insistir en lamirada que las respectivas historiografias han elaborado sobre sus realidadesnacionales, a fin de que podamos conocer mejor su evolución, y en qué con-diciones o por qué razones se han ido produciendo como lo han hecho. Denuevo en palabras de Heraclio Bonilla, debemos insistir en conocer mejor lacambiante representación de la independencia en las historiografias naciona-les, en la medida en que ésta traduce los intereses y la metamorfosis de unapretendida memoria colectiva.

LJna historiografia que, con carácter general para toda la región andina ypara estos dos países en particular, echó a andar con las propias memorias delos que intervinieron directamente en el conflicto, y que ocuparon -de resul-tas del triunfo nacional- las más altas instancias políticas de las nacientesrepúblicas, bien desde los sillones presidenciales o desde el mando irrestricrode las fuerzas militares. Es decir, la historia personal de estos prohombres, sus

miradas particulares y sus intereses concretos, determinaron, de acuerdo conla anterior reflexión de Bonilla, la que debía ser en adelante la <historia ofi-cial> de la independencia; la cual, mediante la extensión de su enseñanzaentre los nuevos ciudadanos, vinieron a conformar la <memoria colectiva dela nación>. No sólo partieron de una concepción clásica de la historia, sinoque incursionaron también en todos los ramos de la literatura, desde la cró-nica a la novela e incluso en la poesía. Al fin y al cabo, en todas estas obraspodemos hallar las claves de cómo ellos <imaginaronr la nación que queríany, como comprobaremos, fijaron también las líneas de pensamiento e inter-pretación que en buena medida han permanecido como tópicos inmarcesi-bles hasta nuestros días.

Los procesos de independencia en los países andinos 167

lJNa urRaoa A LA HrsroRrocl¡rÍa ECUAToRTANA soBRE LA TNDEpENDEN-

crAY LA cnE¡cróN DE LA REPúBLrcA

La rnezcla de racionalismo clásico, todavía heredero de la ilustración, ydel sentimiento romántico tan en boga en el período, generó en el primerEcuador independiente un (costumbrismo nacional> (con un fuerte sentidode lo regional) que impregnó la historia elaborada en esas fechas, especial-mente a partir de las primeras ediciones de estas <memorias> de algunos de

los que se proclamaron protagonistas o testigos directos de los hechos. Elsubjetivismo se inpuso a la norma clásica, abstracta y universal, y los valores

del <yo local> se sobrepusieron sobre todos los demás. La historia buscó, a

través de estas memorias, características individuales del comportamientohumano, haciéndola extensivas a toda la nación, construyendo así una expli-cación parala <conducta nacional>. Fue el momento de la creación de la pri-migenia memoria colectiva, de los mitos y los héroes. De ahí que el costum-brismo envuelto en aires de leyenda, cono expresión y explicación del <yo

local> (que luego se hizo colectivo, y se impuso como tal, creando tópicos de

larga pervivencia) acabara por convertirse en el vehículo idóneo para este

propósito.Y de ahí tan-rbién su gran difusión, realizada primero a través de laprensa y de la literatura.Todavía muchos años después, Benjamín Carriónescribía en El ct¿ento de la Patria: <Pienso yo que las Patrias se nutren más de la

leyenda que de la historia; singularmente en la edad niña de las Patrias, cuan-do el misterio y el juguete, la magia y el n-rito, son indispensables para

engrandecer e iluminar la realidad>.

Esta visión del proceso de independencia ha tenido así una larga vida,demostrada en las sucesivas ediciones que tuvieron estas memorias: una com-pilación de las mismas se halla en Cronistas de la Independencia y Ia República16,

o en Carlos Paladines, <Estudio introductorio y selección>17. Autores con-temporáneos al proceso comoJosé deVillamil (Reseña de los acontecímientos

polítícos y milítares de la provincia de Cuayaquil),Agustin Salazar y Lozano(Reaterdos de Ia reuoludón de Quito) o Carlos R. Tobar (Relación de un ueterano

de la independencia, aunque escrita algo más tarde) conforman un cuadro bas-

tante significativo a este respecto.

Los primeros historiadores que trazaron en sus obras líneas más abarcado-r2rs que las remembranzas anteriores, comenzaron la construcción de la epo-

r(r Crttnistas de la Independencia y la Repúltlica (1960).t7 l)al¿rdines (1981).

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I r,li Juan Marchena Fern ández

pcyrr, corno Francisco Xavier Aguirre Abad (Bosquejo Histórico de la República

dcl EnadortE);igualmente, deben ser citados Pablo Herrera (Apuntes para la

Hístttria de Quíto), Pedro Moncayo (El Ecuador cle 1825 a 1875. Sus hombres,

stts instituciones y sus leyes) y otros tantos autores en la misma línea, cornoManuel Maúa Pólit, Gabriel Pino Roca, Modesto Chávez Franco, BenignoMalo,Juan León Mera, Marietta deVeintemilla o Juan Murillo Miró.

En Cuenca surgió también un grupo de historiadores que ofreció unaversión regionalizada del proceso, entre los que figura en primer lugar JuanMontalvo, un clásico en las formas y un romántico y liberal en el fondo,opositor en cuerpo y alma al presidente conservador Gabriel Garcia More-no, de quien no toleraba el sentido teocrático que quería imponer a la repú-blica, y que, según el alto dignatario, procedía directamente del ideario inde-pendentista.

De estos años hay que resaltar las obras que encajan en la más clásica erudi-ción, tan en boga en la época, ya a caballo entre el romanticismo y el positivis-nro realista, como las de Pedro Fernín Cevallos (Revnnen de la Hístoria del Ecua-

dor; desde su orígen lwta 'l845,escrita en 18701e),la más influyente y donrinantevisión histórica del período en la historia ecuatoriana casi hasta nuestros días,

aunque su estudio se detiene en 1845; las de Roberto Andrade Rodríguez(Historía del Ecuadof()), también feroz opositor a García Moreno y proscritodurante décadas, y, sobre todo, la nunlerosa producción de Federico GonzilezSuárez, considerado por algunos como el primer investigador a la rnoderna de

la historia ecuatoriana Hístoria eclesíástíca del Ecuador desde los tiempos de la con-

qista lusta nuestros días (1881), y luego la monumental por su tarnaño y propó-sitos Hístoria C.etrcral cla la Repúblíca del Ecuador en ocho volúmenes21.

La independencia aparece en todas estas obras como <la guerra rnagna)) ylos acontecimientos se narran en función de las actuaciones de los líderesprincipales, transformados en héroes míticos e irrenunciables de la patria,cuyas actitudes y comportamientos no sólo son un modelo a seguir sino queconstituyen los hechos definitorios del proceso. Aunque, como en el caso de

Federico González Suárez, su visión sobre la población indígena quede refle-jada en frases como la que sigue: <Los indios tienen defectos de raza, notables

18 Aguirre fl'bad (1972).Intentamos, en la medida de lo posible, citar la última edi-ción de estas obras, más accesibles para el lector interesado.

re Cevallos (1985-1986).20 Rodríguez Andrade (1982-84).21 Gonzílez Suárez (1931a).

Los procesos de independencia en los países andinos 169

y característicos; son, de suyo, muy dados a la inacción y ala pereza, y gustande pasar el tiempo en estéril holganza: [...] sucios, desaseados, se dejan estar

cubiertos de repugnantes harapos, sin hacer la menor diligencia para mejorarde vestido: sus casas, aun a pesar de su pobreza,todavia pudieran ser menosincómodas y desgreñadas. Para gentes de semejante carácter, indolente yperezoso, el trabajo debió ser un tormento moralizador: condenemos losabusos, deploremos los excesos: pero reconozcamos que el trabajo no sólo es

una fuente de riqueza, sino el medio más poderoso de la civilización>.La escuela historicista de GonzálezSsárez fue grande y perduró en el

tiempo.Ya en el siglo xx, y entre otros muchos, hay que citar aJacintoJijóny Caamaño (Quito y la índependencia de América y La Ecuatorianidad)zz y a JoséGabriel Navarro (Iarevolución de Quito del10 de agosto de 19292r,creándoseun imaginario de carácter conservador que tuvo un hondo calado a través

del magisterio en toda la república.En Cuenca deben ser reseñados, por lo que significaron de aporte desde

una perspectiva subrregional, Octavio Cordero Palacios (Crónícas documenta-

das para la historia de Cuenca. La emancipacíón: nouíembre de 1820, mayo de

15224) y Alfonso María Borrero (Cuenca en Pichincha2s). Del mismo modo,fue fundamental la obra de Carnilo Destruge Illingworth (Hístoria de la Reuo-

lución de Octubre y campaña libertadora de 1820-2*6), en cuanto puso un énfa-sis especial en el tema de la participación guayaquileña en el proceso inde-pendentista, toda vez que la prirnacia de Quito había sido hasta entonces casi

incuestionada por la historiografia nacional; en la misma línea se insertaJosé

Rumazo González (<Guayaquil alrededor de 1809>27).

Pero, de acuerdo con el análisis de Rosemarie Terán28, las obras funda-mentales de la historiografra del siglo xx ecuatoriano en esta materia, hasta

la aparición de la Nueva Historia, fueron las de Óscar Efrén Reyes (Breve his-

toria general del EcuadoPe) y Gabriel Cevallos Garcia (Reflexiones sobre Ia histo-

ría del Ecuador e Historia del Ecuador)30.

22 11¡6n y Caamaño (1922/1943).

23 Navarro (1960).2a Cordero Palacios (1920).25 Borrero (1.922).26 Destruge Illingworth (1982).27 Rumazo Gonzílez (1945).:8 Terán Najas (2005).2') Reyes (1930).ro Ocbellos Gnrcia (1960/1967).

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I r,li Juan Marchena Fern ández

pcyrr, corno Francisco Xavier Aguirre Abad (Bosquejo Histórico de la República

dcl EnadortE);igualmente, deben ser citados Pablo Herrera (Apuntes para la

Hístttria de Quíto), Pedro Moncayo (El Ecuador cle 1825 a 1875. Sus hombres,

stts instituciones y sus leyes) y otros tantos autores en la misma línea, cornoManuel Maúa Pólit, Gabriel Pino Roca, Modesto Chávez Franco, BenignoMalo,Juan León Mera, Marietta deVeintemilla o Juan Murillo Miró.

En Cuenca surgió también un grupo de historiadores que ofreció unaversión regionalizada del proceso, entre los que figura en primer lugar JuanMontalvo, un clásico en las formas y un romántico y liberal en el fondo,opositor en cuerpo y alma al presidente conservador Gabriel Garcia More-no, de quien no toleraba el sentido teocrático que quería imponer a la repú-blica, y que, según el alto dignatario, procedía directamente del ideario inde-pendentista.

De estos años hay que resaltar las obras que encajan en la más clásica erudi-ción, tan en boga en la época, ya a caballo entre el romanticismo y el positivis-nro realista, como las de Pedro Fernín Cevallos (Revnnen de la Hístoria del Ecua-

dor; desde su orígen lwta 'l845,escrita en 18701e),la más influyente y donrinantevisión histórica del período en la historia ecuatoriana casi hasta nuestros días,

aunque su estudio se detiene en 1845; las de Roberto Andrade Rodríguez(Historía del Ecuadof()), también feroz opositor a García Moreno y proscritodurante décadas, y, sobre todo, la nunlerosa producción de Federico GonzilezSuárez, considerado por algunos como el primer investigador a la rnoderna de

la historia ecuatoriana Hístoria eclesíástíca del Ecuador desde los tiempos de la con-

qista lusta nuestros días (1881), y luego la monumental por su tarnaño y propó-sitos Hístoria C.etrcral cla la Repúblíca del Ecuador en ocho volúmenes21.

La independencia aparece en todas estas obras como <la guerra rnagna)) ylos acontecimientos se narran en función de las actuaciones de los líderesprincipales, transformados en héroes míticos e irrenunciables de la patria,cuyas actitudes y comportamientos no sólo son un modelo a seguir sino queconstituyen los hechos definitorios del proceso. Aunque, como en el caso de

Federico González Suárez, su visión sobre la población indígena quede refle-jada en frases como la que sigue: <Los indios tienen defectos de raza, notables

18 Aguirre fl'bad (1972).Intentamos, en la medida de lo posible, citar la última edi-ción de estas obras, más accesibles para el lector interesado.

re Cevallos (1985-1986).20 Rodríguez Andrade (1982-84).21 Gonzílez Suárez (1931a).

Los procesos de independencia en los países andinos 169

y característicos; son, de suyo, muy dados a la inacción y ala pereza, y gustande pasar el tiempo en estéril holganza: [...] sucios, desaseados, se dejan estar

cubiertos de repugnantes harapos, sin hacer la menor diligencia para mejorarde vestido: sus casas, aun a pesar de su pobreza,todavia pudieran ser menosincómodas y desgreñadas. Para gentes de semejante carácter, indolente yperezoso, el trabajo debió ser un tormento moralizador: condenemos losabusos, deploremos los excesos: pero reconozcamos que el trabajo no sólo es

una fuente de riqueza, sino el medio más poderoso de la civilización>.La escuela historicista de GonzálezSsárez fue grande y perduró en el

tiempo.Ya en el siglo xx, y entre otros muchos, hay que citar aJacintoJijóny Caamaño (Quito y la índependencia de América y La Ecuatorianidad)zz y a JoséGabriel Navarro (Iarevolución de Quito del10 de agosto de 19292r,creándoseun imaginario de carácter conservador que tuvo un hondo calado a través

del magisterio en toda la república.En Cuenca deben ser reseñados, por lo que significaron de aporte desde

una perspectiva subrregional, Octavio Cordero Palacios (Crónícas documenta-

das para la historia de Cuenca. La emancipacíón: nouíembre de 1820, mayo de

15224) y Alfonso María Borrero (Cuenca en Pichincha2s). Del mismo modo,fue fundamental la obra de Carnilo Destruge Illingworth (Hístoria de la Reuo-

lución de Octubre y campaña libertadora de 1820-2*6), en cuanto puso un énfa-sis especial en el tema de la participación guayaquileña en el proceso inde-pendentista, toda vez que la prirnacia de Quito había sido hasta entonces casi

incuestionada por la historiografia nacional; en la misma línea se insertaJosé

Rumazo González (<Guayaquil alrededor de 1809>27).

Pero, de acuerdo con el análisis de Rosemarie Terán28, las obras funda-mentales de la historiografra del siglo xx ecuatoriano en esta materia, hasta

la aparición de la Nueva Historia, fueron las de Óscar Efrén Reyes (Breve his-

toria general del EcuadoPe) y Gabriel Cevallos Garcia (Reflexiones sobre Ia histo-

ría del Ecuador e Historia del Ecuador)30.

22 11¡6n y Caamaño (1922/1943).

23 Navarro (1960).2a Cordero Palacios (1920).25 Borrero (1.922).26 Destruge Illingworth (1982).27 Rumazo Gonzílez (1945).:8 Terán Najas (2005).2') Reyes (1930).ro Ocbellos Gnrcia (1960/1967).

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l7 tt

Efrén l\eyes fue un autor que, desde una posición liberal, destacó el

<tardiente y combativo nacionalismo> del pueblo ecuatoriano, en cuanto

señala que, ya a partir de la conquista, existió en él un irrefrenable deseo de

libertad frente al invasor europeo. Según Reyes, existe un hilo conductor en

el proceso anticolonial que arranca con las primeras sublevaciones del siglo

xvl, insistiendo sobre todo en las de carácter urbano y dirigidas por el sector

criollo. Destaca también el papel protagónico de Quito en todo el proceso

de independencia americana, por las primacías de 1809, de lo que devino

posteriormente un notable sentimiento de frustración al no hallar recom-

p.rrsado, sus esfuerzos frente a otras tensiones regionales y por la ambición

de los vecinos, que acabaron recortando y empequeñeciendo el territorio

nacional. De ahí que explique el fin de la Gran colornbia y la separación de

la República del Ecuador por los deseos nacionalistas de sus habitantes, como

reacción al excesivo centralismo de Bogotá.

Para Gabriel Cevallos, el otro autor principal de estos años, el sujeto his-

tórico de la independencia por excelencia es el mestizo, ejemplarizado y sin-

tetizado en la figura de Eugenio Espejo. Estudia la emancipación conr'o el

<despliegue de la conciencia histórica de un nuevo sujeto colectivo, surgido

naturalmente del fenómeno del mestizaje americano>. Como cuencano,

resaltó nenos que Reyes el papel de Quito en el proceso, e incluso criticó su

centralismo; también destacó el gran proyecto bolivariano y cómo éste, final-

mente, hizo aguas tras su muerte hasta la desintegración del mismo, debido a

las nuevas circunstancias del período que lo hicieron inviable'

Tras estas obras, cuya importancia fue larga en el tiempo (la obra de Reyes

alcanzí las 17 ediciones), debido al acierto de ofrecer una visión de conjun-

to de la historia del país y en las que el estudio de la independencia ocupa

un lugar especial en tamaño e importancia temática, fue surgiendo lenta-

rrrente una moderna historiografia sobre el tema después de un largo y difi-

cil proceso de transición.En los años 50 Manuel María Borrero publicó Quito: Luz de América3t y

I-a Reuohtción Quiteña, 1809-181232, '¿rnbién de clara oposición a la visión

conservadora de la historia ecuatoriana de la independencia, obras que fue-

ron casi prohibidas por su tnarcado acento reivindicativo de la actuación de

otros sectores en el proceso. No obstante, desde los años 60 otros autores

continuaron publicando sus estudios en defensa de la tradición' como Alfre-

Borrero (1 959) .

Borrero (1962).

Los procesos de independencia en los países andinos 1,71

do Ponce Ribadeneira (Quito, 1809-181233),-¡orge Salvador Lara (La docu-

mentación sobre los próceres de la independencía y la uítica hktórica; La Patria Heroi-

ca. Ensayos crítícos sobre la independencia; La Reuolución de Quito: 1809-1822,

según los primeros relatos e historias por at4tores extranjeros; <La Revolución de

Quito: 1809-1812>;<Del alzamiento de Guayaquil a la batalla de Pichincha>

y Breve historia contemporánea del Ecuador)34, Carlos de la Torre Reyes (La

Reuolución de Quito del 10 de agosto de 1809, sus uicisitudes y stt signficación en el

proceso general ile emancípacíón hispanoamerícana3s) o Alberto MuñozVernaza(Memorias sobre Ia Revolución de Quito y Orígenes de la Nacionalidad Ecuatoria-

ra)36, entre otros.Pero al misrno tiempo la producción historiográfica ecuatoriana sobre la

independencia se fue diversificando y ampliando, como señalan algunos de

los trabajos de análisis acerca de esta historiografia que comenzaron también a

elaborarse y que constituyen una formidable gaiapara el investigador: Rodol-fo M. Agoglia, <Historiografi a ecuato r iana>37 ; Carlos Landázw i Camacho, <La

historiografia ecuatoriana: una apretada visión de conjunto>38; Heraclio Boni-lla, <Progresos y dilemas de la historiografra en el Ecuador: Primera parteu3e;

Víctor Peralta, <La historia en el Ecuador, 1980-1990140; Segundo E. MorenoYánez,<La etnohistoria y el protagonismo de los pueblos colonizados: contri-buciones en el Ecuador>41;Carlos Landáari,<Balance historiográfico sobre la

independencia en Ecuador, 1830-1980,,0',y,rn la misma obra, GuillermoBustos, <La producción historiográfica contemporánea sobre la independen-

cia ecuatoriana (7980-2001). Una Interpretación'>; así como el ya citado de

Rosemarie Terán Najas, <Análisis de los manuales escolares. Ecuador>.

En lo referente al tema de la independencia, se desprende de estos estu-

dios que los primeros síntomas de cambio aparecen con Leopoldo Benítez

Vinuesa y su obra Euador: dranta y paradoiaa3 y con Alfredo Pareja Diezcan-

-33 Ponce Ribadeneira (1960).'r4 Lara (1958,1961, 1,982,1988t,1988b y 1994).35 Torre Reyes (1961).'i6 MuñozVernaza (1966 y 1984),37 Agoglia (1985).rB Landázuri Camacho (1987).re Bonilla (1990).4" Peralta Ruiz (1991).ar MorenoYánez (1994).+: Lurdázuri Camacho (2004a).lr llcnítczVirruesr (1950).

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Efrén l\eyes fue un autor que, desde una posición liberal, destacó el

<tardiente y combativo nacionalismo> del pueblo ecuatoriano, en cuanto

señala que, ya a partir de la conquista, existió en él un irrefrenable deseo de

libertad frente al invasor europeo. Según Reyes, existe un hilo conductor en

el proceso anticolonial que arranca con las primeras sublevaciones del siglo

xvl, insistiendo sobre todo en las de carácter urbano y dirigidas por el sector

criollo. Destaca también el papel protagónico de Quito en todo el proceso

de independencia americana, por las primacías de 1809, de lo que devino

posteriormente un notable sentimiento de frustración al no hallar recom-

p.rrsado, sus esfuerzos frente a otras tensiones regionales y por la ambición

de los vecinos, que acabaron recortando y empequeñeciendo el territorio

nacional. De ahí que explique el fin de la Gran colornbia y la separación de

la República del Ecuador por los deseos nacionalistas de sus habitantes, como

reacción al excesivo centralismo de Bogotá.

Para Gabriel Cevallos, el otro autor principal de estos años, el sujeto his-

tórico de la independencia por excelencia es el mestizo, ejemplarizado y sin-

tetizado en la figura de Eugenio Espejo. Estudia la emancipación conr'o el

<despliegue de la conciencia histórica de un nuevo sujeto colectivo, surgido

naturalmente del fenómeno del mestizaje americano>. Como cuencano,

resaltó nenos que Reyes el papel de Quito en el proceso, e incluso criticó su

centralismo; también destacó el gran proyecto bolivariano y cómo éste, final-

mente, hizo aguas tras su muerte hasta la desintegración del mismo, debido a

las nuevas circunstancias del período que lo hicieron inviable'

Tras estas obras, cuya importancia fue larga en el tiempo (la obra de Reyes

alcanzí las 17 ediciones), debido al acierto de ofrecer una visión de conjun-

to de la historia del país y en las que el estudio de la independencia ocupa

un lugar especial en tamaño e importancia temática, fue surgiendo lenta-

rrrente una moderna historiografia sobre el tema después de un largo y difi-

cil proceso de transición.En los años 50 Manuel María Borrero publicó Quito: Luz de América3t y

I-a Reuohtción Quiteña, 1809-181232, '¿rnbién de clara oposición a la visión

conservadora de la historia ecuatoriana de la independencia, obras que fue-

ron casi prohibidas por su tnarcado acento reivindicativo de la actuación de

otros sectores en el proceso. No obstante, desde los años 60 otros autores

continuaron publicando sus estudios en defensa de la tradición' como Alfre-

Borrero (1 959) .

Borrero (1962).

Los procesos de independencia en los países andinos 1,71

do Ponce Ribadeneira (Quito, 1809-181233),-¡orge Salvador Lara (La docu-

mentación sobre los próceres de la independencía y la uítica hktórica; La Patria Heroi-

ca. Ensayos crítícos sobre la independencia; La Reuolución de Quito: 1809-1822,

según los primeros relatos e historias por at4tores extranjeros; <La Revolución de

Quito: 1809-1812>;<Del alzamiento de Guayaquil a la batalla de Pichincha>

y Breve historia contemporánea del Ecuador)34, Carlos de la Torre Reyes (La

Reuolución de Quito del 10 de agosto de 1809, sus uicisitudes y stt signficación en el

proceso general ile emancípacíón hispanoamerícana3s) o Alberto MuñozVernaza(Memorias sobre Ia Revolución de Quito y Orígenes de la Nacionalidad Ecuatoria-

ra)36, entre otros.Pero al misrno tiempo la producción historiográfica ecuatoriana sobre la

independencia se fue diversificando y ampliando, como señalan algunos de

los trabajos de análisis acerca de esta historiografia que comenzaron también a

elaborarse y que constituyen una formidable gaiapara el investigador: Rodol-fo M. Agoglia, <Historiografi a ecuato r iana>37 ; Carlos Landázw i Camacho, <La

historiografia ecuatoriana: una apretada visión de conjunto>38; Heraclio Boni-lla, <Progresos y dilemas de la historiografra en el Ecuador: Primera parteu3e;

Víctor Peralta, <La historia en el Ecuador, 1980-1990140; Segundo E. MorenoYánez,<La etnohistoria y el protagonismo de los pueblos colonizados: contri-buciones en el Ecuador>41;Carlos Landáari,<Balance historiográfico sobre la

independencia en Ecuador, 1830-1980,,0',y,rn la misma obra, GuillermoBustos, <La producción historiográfica contemporánea sobre la independen-

cia ecuatoriana (7980-2001). Una Interpretación'>; así como el ya citado de

Rosemarie Terán Najas, <Análisis de los manuales escolares. Ecuador>.

En lo referente al tema de la independencia, se desprende de estos estu-

dios que los primeros síntomas de cambio aparecen con Leopoldo Benítez

Vinuesa y su obra Euador: dranta y paradoiaa3 y con Alfredo Pareja Diezcan-

-33 Ponce Ribadeneira (1960).'r4 Lara (1958,1961, 1,982,1988t,1988b y 1994).35 Torre Reyes (1961).'i6 MuñozVernaza (1966 y 1984),37 Agoglia (1985).rB Landázuri Camacho (1987).re Bonilla (1990).4" Peralta Ruiz (1991).ar MorenoYánez (1994).+: Lurdázuri Camacho (2004a).lr llcnítczVirruesr (1950).

Juan Marchena Fern ández

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I l.t, Juan Marchena Fern ández

scco (Iircrc Ilis¡oría dcl Eundoraa). Luego, desde finales de los años 70, fuestrrsiendo lo c¡.re ha venido en llamarse la <Nueva Historia>: en ella aparecen<los actores colectivos>, a partir de trabajos que incluyen ya visiones etnohis-t<iricas de la independencia y elementos de la historia social, de la historiaeconómica o de la historia de las mentalidades. Será sumamente importantela aparición de publicaciones seriadas, entre otras la Revista de Ciencías Socia-

/¿s de la Universidad Central, la Reuista del Instituto de Inuestigaciones Socíales

de la Universidad de Cuenca,la línea editorial de la FLACSO,Ia BibliotecaAbya-Yala o la revista Procesos y, en general, las publicaciones de la lJniversi-dad Andina, que cada vez incluyeron en sus páginas nuevas y rnás actualiza-das visiones del tema de la independencia.

En estos finales de los 70 aparecieron trabajos que significaron una clara

rllptura con el tratamiento que el proceso ernancipador ecuatoriano habíatenido hasta entonces, como por ejemplo el de Andrés Guerrero y Rafael

Quintero (rla transición colonial y el rol clel Estado en la Real Audiencia de

Quito: elelnentos para su análisis>as), donde los colectivos indígenas comen-zaron a tener la importancia que requerían, o el de Manuel ChiribogaV.,<Las fuerzas del poder durante el período de la independencia y la GranColombia>, finalnrente publicado de forma extensa en CarlosLandázuri,/N úñez (1.989) .

A raiz de la elaboración de la Nueua Hístoria del Ecuadol6 (comenzada en1988) se produjo Lrna ruptura aún rnás clara con la situación anterior, debidoal aporte de la historia econórnica y social y del pensamiento marxista. Elmundo indígena y su participación en el proceso independentista pudo ser,

al fin, nrás visibilizado, al igual que los sectores urbanos y el papel de las

luchas sociales. En esta nueva historia tuvo una notable influencia la histo-riografia europea y la norteamericana, así como autores que habían trabajadodesde el exterior de las fronteras ecuatorianas esta problernática, especial-mente los procesos electorales4T.A partir de aquí surgieron nuevas preguntasy se enfatizó la presencia de los actores colectivos en el proceso histórico,que fueron tratados con la rigurosidad de criterios científicos, contando, ade-

aa Pareja Diezcanseco (1992).as Guerrero/Quintero (1977).a6 Ayala Mora (1988). Miembros del Comité Editorial: Manuel Chiriboga,Jaime

Durán, Carlos Landázuri, Segundo Moreno, Gonzalo Ortiz, Carlos Paladines,VicentePólit, Rosemarie Terán y Fernando Tinajero, actuando como asistente del director Gui-llerrno Bustos.

Los procesos de independencia en los países andinos 173

más, con la participación de diversos especialistas procedentes de otras cien-cias sociales.

En concreto para el período de la independencia, debe considerarse en su

inrportancia el volumen 6 de esta Nucua Historíaa8 y, en é1, los trabajos deCarlos Landázuri Camacho, <La independencia del Ecuador,>, y de JorgeNúñez, <El Ecuador en Colombiar¡. Otros trabajos a reseñar sobre este temay que fueron apareciendo en otros ámbitos editoriales son los de JorgeNúñez, EI nitt¡ de la independencia4e,y del mismo atttor La defensa del país de

Quitrtst' . Sobre las juntas quiteñas, los de Carlo s Landázari,<Las primeras Jun-tas quiteñas>, en Bustos /Martinez (2004) y, en el ntismo volumen,ValeriaCoronel, <Narrativas de colaboración e indicios de imaginarios políticospopulares en la "revolución" de Quito>; o los de la historiadora peruanaScarlett O'Phelan Godoy, <Por el Rey, Religión y Patria, las Juntas deGobierno de 1809 enLaPaz y Quito)s1, y del colombiano AlonsoValenciaLlano, <Elites, burocracia, clero y sectores populares en la independencia qui-teña (1809-181.2)r52;sobre elecciones, el esrudio deJaime R. Rodríguez O.,<Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de Quito, 1809-1814y 1821-1822rt',y sobre otras zonas del país, Rosario Coronel, <La conrra-revolución de Riobamba frente a la PrimeraJunta de Quito, 1t109>sa, yMaría Eugenia Cháves, <Los sectores subalternos y la retórica libertaria.Esclavitud e inferioridad racial en la gesta independentista>55.

Sobre la independencia de Guayaquil deben ser reseñados, entre otros, lostrabajos de Julio Pimentel Carbo, <En Guayaquil se juró la Constituciónespañola de 1812,)s6; Abel Romero Castillo, La hñependencia de Guayaquil,9de ttcfitbre de 182057;Julio EstradaYcaza,, I-a lucha de Ctmyaqil por el Estadtt de

a7 Deben ser citados Marie D. Démelas,Yves Saint-Geours o Federica Morelli, asícomo para otros aspectos Bernard Lavalle, Malcohrr Deas, David Bushnell o Dick D.Mills, entre otros.

a8 Landázuri/Núrñez (1989).re Núñez (1976).5{} Núñez (1999).sr O'Phelan Godoy (1988).s2 Valencia Llano (1.992).sr Rodríguez O. (1999).sr Bustos,/Martínez (2004).55 Cháves (2004).5(' I)irnentel C;rrbo (1971).57 l{,rrrcro (lrrstillo (1983).

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I l.t, Juan Marchena Fern ández

scco (Iircrc Ilis¡oría dcl Eundoraa). Luego, desde finales de los años 70, fuestrrsiendo lo c¡.re ha venido en llamarse la <Nueva Historia>: en ella aparecen<los actores colectivos>, a partir de trabajos que incluyen ya visiones etnohis-t<iricas de la independencia y elementos de la historia social, de la historiaeconómica o de la historia de las mentalidades. Será sumamente importantela aparición de publicaciones seriadas, entre otras la Revista de Ciencías Socia-

/¿s de la Universidad Central, la Reuista del Instituto de Inuestigaciones Socíales

de la Universidad de Cuenca,la línea editorial de la FLACSO,Ia BibliotecaAbya-Yala o la revista Procesos y, en general, las publicaciones de la lJniversi-dad Andina, que cada vez incluyeron en sus páginas nuevas y rnás actualiza-das visiones del tema de la independencia.

En estos finales de los 70 aparecieron trabajos que significaron una clara

rllptura con el tratamiento que el proceso ernancipador ecuatoriano habíatenido hasta entonces, como por ejemplo el de Andrés Guerrero y Rafael

Quintero (rla transición colonial y el rol clel Estado en la Real Audiencia de

Quito: elelnentos para su análisis>as), donde los colectivos indígenas comen-zaron a tener la importancia que requerían, o el de Manuel ChiribogaV.,<Las fuerzas del poder durante el período de la independencia y la GranColombia>, finalnrente publicado de forma extensa en CarlosLandázuri,/N úñez (1.989) .

A raiz de la elaboración de la Nueua Hístoria del Ecuadol6 (comenzada en1988) se produjo Lrna ruptura aún rnás clara con la situación anterior, debidoal aporte de la historia econórnica y social y del pensamiento marxista. Elmundo indígena y su participación en el proceso independentista pudo ser,

al fin, nrás visibilizado, al igual que los sectores urbanos y el papel de las

luchas sociales. En esta nueva historia tuvo una notable influencia la histo-riografia europea y la norteamericana, así como autores que habían trabajadodesde el exterior de las fronteras ecuatorianas esta problernática, especial-mente los procesos electorales4T.A partir de aquí surgieron nuevas preguntasy se enfatizó la presencia de los actores colectivos en el proceso histórico,que fueron tratados con la rigurosidad de criterios científicos, contando, ade-

aa Pareja Diezcanseco (1992).as Guerrero/Quintero (1977).a6 Ayala Mora (1988). Miembros del Comité Editorial: Manuel Chiriboga,Jaime

Durán, Carlos Landázuri, Segundo Moreno, Gonzalo Ortiz, Carlos Paladines,VicentePólit, Rosemarie Terán y Fernando Tinajero, actuando como asistente del director Gui-llerrno Bustos.

Los procesos de independencia en los países andinos 173

más, con la participación de diversos especialistas procedentes de otras cien-cias sociales.

En concreto para el período de la independencia, debe considerarse en su

inrportancia el volumen 6 de esta Nucua Historíaa8 y, en é1, los trabajos deCarlos Landázuri Camacho, <La independencia del Ecuador,>, y de JorgeNúñez, <El Ecuador en Colombiar¡. Otros trabajos a reseñar sobre este temay que fueron apareciendo en otros ámbitos editoriales son los de JorgeNúñez, EI nitt¡ de la independencia4e,y del mismo atttor La defensa del país de

Quitrtst' . Sobre las juntas quiteñas, los de Carlo s Landázari,<Las primeras Jun-tas quiteñas>, en Bustos /Martinez (2004) y, en el ntismo volumen,ValeriaCoronel, <Narrativas de colaboración e indicios de imaginarios políticospopulares en la "revolución" de Quito>; o los de la historiadora peruanaScarlett O'Phelan Godoy, <Por el Rey, Religión y Patria, las Juntas deGobierno de 1809 enLaPaz y Quito)s1, y del colombiano AlonsoValenciaLlano, <Elites, burocracia, clero y sectores populares en la independencia qui-teña (1809-181.2)r52;sobre elecciones, el esrudio deJaime R. Rodríguez O.,<Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de Quito, 1809-1814y 1821-1822rt',y sobre otras zonas del país, Rosario Coronel, <La conrra-revolución de Riobamba frente a la PrimeraJunta de Quito, 1t109>sa, yMaría Eugenia Cháves, <Los sectores subalternos y la retórica libertaria.Esclavitud e inferioridad racial en la gesta independentista>55.

Sobre la independencia de Guayaquil deben ser reseñados, entre otros, lostrabajos de Julio Pimentel Carbo, <En Guayaquil se juró la Constituciónespañola de 1812,)s6; Abel Romero Castillo, La hñependencia de Guayaquil,9de ttcfitbre de 182057;Julio EstradaYcaza,, I-a lucha de Ctmyaqil por el Estadtt de

a7 Deben ser citados Marie D. Démelas,Yves Saint-Geours o Federica Morelli, asícomo para otros aspectos Bernard Lavalle, Malcohrr Deas, David Bushnell o Dick D.Mills, entre otros.

a8 Landázuri/Núrñez (1989).re Núñez (1976).5{} Núñez (1999).sr O'Phelan Godoy (1988).s2 Valencia Llano (1.992).sr Rodríguez O. (1999).sr Bustos,/Martínez (2004).55 Cháves (2004).5(' I)irnentel C;rrbo (1971).57 l{,rrrcro (lrrstillo (1983).

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171 Juan Marchena Fern indez

Quitoss;Mariano Fazio Fernández, Ideología de Ia emancípación guayaquileña5e,

y del mismo autor EI Cuayaquil colombiano, 1822-183Ú0; o Carlos Contreras

yVíctor González, Rumbos de libertad. Guayaquí\, 9 de octubre de '1820: primera

reuolución triunfante6l .

Como indicamos anteriormente, la revisión en esta Nueva Historia de

los problemas coloniales cobró un énfasis especial, con el objetivo de cono-

cer mejor los procesos independentistas. Algunos de estos trabajos venían de

más atrás, como los de Aquiles Pérc2, Las mitas en la ReaI Attdiencia de Quito62;

José MaríaVargas, La economía polítka del Ecuador durante la colonia63; o Fer-

nandoVelasco, <La estructura económica de la Real Audiencia de Quito.Notas para su análisis>óa , en Ecuador: Pasado y presente, Quito, 1'976. A ellos se

unió el gran trabajo del ilustre filósofo argentino Arturo Roig, E/ lumanismo

ecuatoriano en la segunda mitad del siglo xvufs.Y los análisis desde perspectivas

regionales: Jorge Núñez, <Familias, elites y sociedades regionales en laAudiencia de Quito, 1750-1822>uu;p^t^ Guayaquil, Dora León Borja yAdám Szászdi,<El problema jurisdiccional de Guayaquil antes de la indepen-

denciar6T; para otras regiones de la costa, Carmen Dueñas de Anhalze4 Mar-

queses, cacaoteros y vecinos de Portoviejo. Cultura polítíca en la Presidencia de

Quito6s;para Cuenca, los de la historiadora argentina Silvia Palomeque, <FIis-

toria económica de Cuenca y sus relaciones regionales (desde fines del siglo

xvIII a principios del xtx)06e, y <El sistema de autoridades de los pueblos de

indios y sus transformaciones a fines del período colonial. El partido de

CuencaoT0; también SilviaVega Ugalde, <Cuenca en los movimientos inde-pendentistasoTl,yJuan Chacón Zhapán,Hístoría del Cowegímiento de Cuenca72,

ss EstradaYcaza (19tt4).se Fazio Fernández (1987).6rt P^.io Fernández (1988).6r Contreras/González (1988).62 Pétez (1947).('r Vargas (1957).('+ Velasco (1976).65 Roig (1984).ó6 Núñez (1991).67 León Borja/Szászdi (1971)-r'8 Dueñas deAnhalzer (1997).(") Palotneque (197U).7" Palotneque (1999).7r Vegl Ugalde (19t3q.72 Ch¡cílr Zhrrpín (199(D.

Los procesos de independencia en los países andinos 175

o María SusanaVela, El Departantento del Sur en la Gran Colombia, 1822-1$073.Y, desde luego, hay que mencionar los trabajos que tuvieron a losuniversos indígenas conro tema central de sus estudios: Galo RamónValare-zo, I-a resistencía andína. Cayambe, 1500-180074;laya citada Scarlett O'PhelanGodoy (1,992) y el monumental trabajo de Segundo MorenoYánez, Subleua-

ciones indígenas en la Audiencia de Quito. Desde comienzos del siglo xvut hasta

fnes de Ia coloniaTs.

Entre los que analizan la independencia desde la perspectiva de la historiaeconónrica y social, debemos citar a Piedad y Alfredo Costales, Hístoria social

del EcuadorT6; Nick D. Mills y Gonzalo Ortiz, <Economía y sociedad en elEcuador postcolonial , 1759-1859>77; Manuel Chiriboga,Jornaleros y granpro-

pietaríos en 135 años de explotación cacaotera (1790-1925)78; Leonardo Espino-za,<La influencia de 1830 en el desarrollo republicano del EcuadorrTe;JulioCorrea Paredes, La economía en la república, 1830-198080;Jra.r Chacín Zha-pán, Hístoria de la minería en Cuencasl; Fernando Carrión, El proceso de urbani-zación en el Ecuador (del siglo xvut al siglo xx)82; Carlos Contreras, El sectttr

exportador de una economía colonial. La costa del Ecuador, 1760-1üff3; Guiller-mo Arosenrena, Elfruto de los dioses: eI cacao en el Ecuador, desde la colonia hasta

el ocaso de su industria, 1600-198384; LindaAlexander Rodúguez, Lasfnanzaspúblicas en el Ecuador, 1830-19408s; Rubén Holguín Arias, Estudios socíales86;

Juan Maiguashca, <El proceso de integración nacional en el Ecuador: el roldel poder central, 1830-1895r,87, y los excelentes trabajos de balance y reco-pilación bibliográfica sobre este tema de Rosemaúe Terán Najas, <La historiaeconómica y social sobre la época colonial ecuatoriana: un balance de la

73 vela (1999).74 Yalarczo (1987).7s MorenoYánez (1995).76 Costales (1964).77 Mllls/Orriz(1980).78 Chiriboga (1930).7e Espinoza (1980).80 Correa Paredes (1982).8r Chacón Zhapán (1986).82 Carrión (1986).8'r Contreras (1990).8+ Arosemena (1991).8s Alexander Rodríguez (1992).86 HolguínArias (2003).87 M:rigtrashca (1994).

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171 Juan Marchena Fern indez

Quitoss;Mariano Fazio Fernández, Ideología de Ia emancípación guayaquileña5e,

y del mismo autor EI Cuayaquil colombiano, 1822-183Ú0; o Carlos Contreras

yVíctor González, Rumbos de libertad. Guayaquí\, 9 de octubre de '1820: primera

reuolución triunfante6l .

Como indicamos anteriormente, la revisión en esta Nueva Historia de

los problemas coloniales cobró un énfasis especial, con el objetivo de cono-

cer mejor los procesos independentistas. Algunos de estos trabajos venían de

más atrás, como los de Aquiles Pérc2, Las mitas en la ReaI Attdiencia de Quito62;

José MaríaVargas, La economía polítka del Ecuador durante la colonia63; o Fer-

nandoVelasco, <La estructura económica de la Real Audiencia de Quito.Notas para su análisis>óa , en Ecuador: Pasado y presente, Quito, 1'976. A ellos se

unió el gran trabajo del ilustre filósofo argentino Arturo Roig, E/ lumanismo

ecuatoriano en la segunda mitad del siglo xvufs.Y los análisis desde perspectivas

regionales: Jorge Núñez, <Familias, elites y sociedades regionales en laAudiencia de Quito, 1750-1822>uu;p^t^ Guayaquil, Dora León Borja yAdám Szászdi,<El problema jurisdiccional de Guayaquil antes de la indepen-

denciar6T; para otras regiones de la costa, Carmen Dueñas de Anhalze4 Mar-

queses, cacaoteros y vecinos de Portoviejo. Cultura polítíca en la Presidencia de

Quito6s;para Cuenca, los de la historiadora argentina Silvia Palomeque, <FIis-

toria económica de Cuenca y sus relaciones regionales (desde fines del siglo

xvIII a principios del xtx)06e, y <El sistema de autoridades de los pueblos de

indios y sus transformaciones a fines del período colonial. El partido de

CuencaoT0; también SilviaVega Ugalde, <Cuenca en los movimientos inde-pendentistasoTl,yJuan Chacón Zhapán,Hístoría del Cowegímiento de Cuenca72,

ss EstradaYcaza (19tt4).se Fazio Fernández (1987).6rt P^.io Fernández (1988).6r Contreras/González (1988).62 Pétez (1947).('r Vargas (1957).('+ Velasco (1976).65 Roig (1984).ó6 Núñez (1991).67 León Borja/Szászdi (1971)-r'8 Dueñas deAnhalzer (1997).(") Palotneque (197U).7" Palotneque (1999).7r Vegl Ugalde (19t3q.72 Ch¡cílr Zhrrpín (199(D.

Los procesos de independencia en los países andinos 175

o María SusanaVela, El Departantento del Sur en la Gran Colombia, 1822-1$073.Y, desde luego, hay que mencionar los trabajos que tuvieron a losuniversos indígenas conro tema central de sus estudios: Galo RamónValare-zo, I-a resistencía andína. Cayambe, 1500-180074;laya citada Scarlett O'PhelanGodoy (1,992) y el monumental trabajo de Segundo MorenoYánez, Subleua-

ciones indígenas en la Audiencia de Quito. Desde comienzos del siglo xvut hasta

fnes de Ia coloniaTs.

Entre los que analizan la independencia desde la perspectiva de la historiaeconónrica y social, debemos citar a Piedad y Alfredo Costales, Hístoria social

del EcuadorT6; Nick D. Mills y Gonzalo Ortiz, <Economía y sociedad en elEcuador postcolonial , 1759-1859>77; Manuel Chiriboga,Jornaleros y granpro-

pietaríos en 135 años de explotación cacaotera (1790-1925)78; Leonardo Espino-za,<La influencia de 1830 en el desarrollo republicano del EcuadorrTe;JulioCorrea Paredes, La economía en la república, 1830-198080;Jra.r Chacín Zha-pán, Hístoria de la minería en Cuencasl; Fernando Carrión, El proceso de urbani-zación en el Ecuador (del siglo xvut al siglo xx)82; Carlos Contreras, El sectttr

exportador de una economía colonial. La costa del Ecuador, 1760-1üff3; Guiller-mo Arosenrena, Elfruto de los dioses: eI cacao en el Ecuador, desde la colonia hasta

el ocaso de su industria, 1600-198384; LindaAlexander Rodúguez, Lasfnanzaspúblicas en el Ecuador, 1830-19408s; Rubén Holguín Arias, Estudios socíales86;

Juan Maiguashca, <El proceso de integración nacional en el Ecuador: el roldel poder central, 1830-1895r,87, y los excelentes trabajos de balance y reco-pilación bibliográfica sobre este tema de Rosemaúe Terán Najas, <La historiaeconómica y social sobre la época colonial ecuatoriana: un balance de la

73 vela (1999).74 Yalarczo (1987).7s MorenoYánez (1995).76 Costales (1964).77 Mllls/Orriz(1980).78 Chiriboga (1930).7e Espinoza (1980).80 Correa Paredes (1982).8r Chacón Zhapán (1986).82 Carrión (1986).8'r Contreras (1990).8+ Arosemena (1991).8s Alexander Rodríguez (1992).86 HolguínArias (2003).87 M:rigtrashca (1994).

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176

producción historiosráfica en los últimos 25

Miño Cepeda, <,La histori ografr,a económicay xx en los último s 25 añoso8e.

Jtrerr M:u't'lrcrt:r I ;r'r-n.'u lrlt'z

años>88, yJr-ran J.Paz y Manueldel Ecuador sobre los siglos xlx

Debe destacarse también la obra de Enrique Ayala Mora, quien, aparte de

coordinar las ya citadas Nueua Historia del Ecuador e Historia de América Andi-na,y

^ pesar de tratarse de un investigador sobre el período republicano, ha

mantenido en sus obras una perspectiva novedosa e interesante sobre este

peiodo de la independencia, logrando sintetizar y recoger todo este caudalhistoriográfico, renovándolo con una perspectiva del largo tiempo, trascen-diéndolo a la historia republicana del Ecuador, como pone de manifiesto enun reciente manual de cívica, Ecuador, Patria de todosgo.

Ahora bien, ¿cuánto en verdad se ha avanzado sobre las anteriores pro-puestas en el tratamiento de la independencia por parte de la historiografiaecuatoriana? Rosemaríe Terán concluye que, aunque se percibe la asimila-ción de ideas renovadas acerca de ciertos aspectos de la historia económica,social y política, y sobre la participación de otros sectores, el período de laindependencia es tratado todavía de forma diferente al de la Republica o laColonia, y se advierte en él una mayor persistencia de los enfoques tradicio-nales, debido en su opinión a que (es la etapa más emblemática de la historiaecuatoriana, en la medida que en ella residen los hechos gloriosos que lanación celebra, como las batallas de Pichincha yTarquioel. El calendario cívi-co del Ecuador gira, efectivamente, alrededor de acontecimientos relaciona-dos con esa etapa y <no hay momento que haya alimentado más sueños iden-titarios y nacionales que éste. Identidad de una nación mestiza que reivindicaa Espejo, y sueños que se cristalizan en Bolívar, símbolo de una utopía liber-tarra e rntegraclonlsta que siempre estará en el horizonte.Adicionahnente, enel Espejo mestizo y precursor, la nación se contempla como feliz síntesis ysuperación de las distancias raciales y sociales heredadas de la colonia,re2.Como puede observarse, la independencia, no es sólo una etapa más de lahistoria, (es una fuente de orgullo e identidad nacionales, situada entre laorfandad colonial y la orfandad republicana>e3.

88 Terán Najas (1994).3') PazlMiño Cepeda (1994).e() Ayala Mora (2004).

"l Te¡án Najas (2005: lt0)')2 lbídcm.')3 Ibídetn.

Los procesos de independencia en los países andinos 177

Así, romper el delicado equilibro de los imaginarios históricos, forjados

en la larga duración, resulta muy dificil para los historiadores que pretenden

aportar visiones más <abarcadoras) y menos épicas, pues, como cita la misma

autora, en el día cívico más importante del calendario, el aniversario de la

batalla de Tarqui, y en la ceremonia de la jura de la bandera, en algunos cole-

gios de Quito se recita aún en nuestros días: <El ejército peruano de 8.000

soldados que invadió la tierra de sus libertadores fue vencido por cuatro rnilbravos de Colombi a eL27 de febrero de 1'829>ea.

Quizás obtengamos una mayor claridad al respecto, analizando algunos

de estos principales tópicos (con el mínimo detenrmrento que estas pocas

páginas permiten) en los autores más significativos para este período: Carlos

Landázuri Camacho,Jorge Núñez S., Manuel ChiribogaV Y el fundamental,

Jaime E. Rodríguez O.

Para Carlos Landázuri,en la ya citada Nueua Historia del Ecuadores, la inde-pendencia ecuatoriana tuvo su epicentro de interés en la revolución de

Quito de 1809.Truncada ésta, el resto del proceso parece conro si dejara de

ser netamente ecuatorlano:

También es necesario recordar qLle la gesta independentista tuvo, en Ecua-

dor, dos etapas muy claramente marcadas: la primera de 1809 a 1812, en la que la

iniciativa correspondió a Quito, cuyas clases dirigentes propllsleron un proyecto

económico político concreto que por supuesto reflejaba sus intereses pero que

no llegó a realizarse;y la segunda de 1820 a 7822 en la cual fueron adquiriendocada vez mayor peso los proyectos amerlcanos pero no específicarnente ecuato-

rianos, simbolizados porJosé de San Martín y Simón Bolívar, líderes con cuyo

concurso finalmente se logró la victoria.Al estudiar los antecedentes de la inde-

pendencia eclratoriana nos referinos de manera especial a la génesis de la revo-

lución quiteña de 1809-1872,1^ et^p^ más original del proceso. Derrotada ésta,

la independencia se da en el Ecuador como parte de un movtmento contrnen-

tal, cuyas caLrsas son generales para toda la región y cuyos resultados, asimismo,

tienen caracteres similares en todos los nuevos Estados96.

Y la liberación frente al régimen colonial español, fruto del triunfo en

Pinchincha por un ejército multinacional que decidió su futuro, aparece

como el comienzo de una etapa, unos años sin personalidad histórica, donde

e4 lbídem,82.')s Landázuri Camacho (1986: 79 s).')b Ibídcm,83-84.

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producción historiosráfica en los últimos 25

Miño Cepeda, <,La histori ografr,a económicay xx en los último s 25 añoso8e.

Jtrerr M:u't'lrcrt:r I ;r'r-n.'u lrlt'z

años>88, yJr-ran J.Paz y Manueldel Ecuador sobre los siglos xlx

Debe destacarse también la obra de Enrique Ayala Mora, quien, aparte de

coordinar las ya citadas Nueua Historia del Ecuador e Historia de América Andi-na,y

^ pesar de tratarse de un investigador sobre el período republicano, ha

mantenido en sus obras una perspectiva novedosa e interesante sobre este

peiodo de la independencia, logrando sintetizar y recoger todo este caudalhistoriográfico, renovándolo con una perspectiva del largo tiempo, trascen-diéndolo a la historia republicana del Ecuador, como pone de manifiesto enun reciente manual de cívica, Ecuador, Patria de todosgo.

Ahora bien, ¿cuánto en verdad se ha avanzado sobre las anteriores pro-puestas en el tratamiento de la independencia por parte de la historiografiaecuatoriana? Rosemaríe Terán concluye que, aunque se percibe la asimila-ción de ideas renovadas acerca de ciertos aspectos de la historia económica,social y política, y sobre la participación de otros sectores, el período de laindependencia es tratado todavía de forma diferente al de la Republica o laColonia, y se advierte en él una mayor persistencia de los enfoques tradicio-nales, debido en su opinión a que (es la etapa más emblemática de la historiaecuatoriana, en la medida que en ella residen los hechos gloriosos que lanación celebra, como las batallas de Pichincha yTarquioel. El calendario cívi-co del Ecuador gira, efectivamente, alrededor de acontecimientos relaciona-dos con esa etapa y <no hay momento que haya alimentado más sueños iden-titarios y nacionales que éste. Identidad de una nación mestiza que reivindicaa Espejo, y sueños que se cristalizan en Bolívar, símbolo de una utopía liber-tarra e rntegraclonlsta que siempre estará en el horizonte.Adicionahnente, enel Espejo mestizo y precursor, la nación se contempla como feliz síntesis ysuperación de las distancias raciales y sociales heredadas de la colonia,re2.Como puede observarse, la independencia, no es sólo una etapa más de lahistoria, (es una fuente de orgullo e identidad nacionales, situada entre laorfandad colonial y la orfandad republicana>e3.

88 Terán Najas (1994).3') PazlMiño Cepeda (1994).e() Ayala Mora (2004).

"l Te¡án Najas (2005: lt0)')2 lbídcm.')3 Ibídetn.

Los procesos de independencia en los países andinos 177

Así, romper el delicado equilibro de los imaginarios históricos, forjados

en la larga duración, resulta muy dificil para los historiadores que pretenden

aportar visiones más <abarcadoras) y menos épicas, pues, como cita la misma

autora, en el día cívico más importante del calendario, el aniversario de la

batalla de Tarqui, y en la ceremonia de la jura de la bandera, en algunos cole-

gios de Quito se recita aún en nuestros días: <El ejército peruano de 8.000

soldados que invadió la tierra de sus libertadores fue vencido por cuatro rnilbravos de Colombi a eL27 de febrero de 1'829>ea.

Quizás obtengamos una mayor claridad al respecto, analizando algunos

de estos principales tópicos (con el mínimo detenrmrento que estas pocas

páginas permiten) en los autores más significativos para este período: Carlos

Landázuri Camacho,Jorge Núñez S., Manuel ChiribogaV Y el fundamental,

Jaime E. Rodríguez O.

Para Carlos Landázuri,en la ya citada Nueua Historia del Ecuadores, la inde-pendencia ecuatoriana tuvo su epicentro de interés en la revolución de

Quito de 1809.Truncada ésta, el resto del proceso parece conro si dejara de

ser netamente ecuatorlano:

También es necesario recordar qLle la gesta independentista tuvo, en Ecua-

dor, dos etapas muy claramente marcadas: la primera de 1809 a 1812, en la que la

iniciativa correspondió a Quito, cuyas clases dirigentes propllsleron un proyecto

económico político concreto que por supuesto reflejaba sus intereses pero que

no llegó a realizarse;y la segunda de 1820 a 7822 en la cual fueron adquiriendocada vez mayor peso los proyectos amerlcanos pero no específicarnente ecuato-

rianos, simbolizados porJosé de San Martín y Simón Bolívar, líderes con cuyo

concurso finalmente se logró la victoria.Al estudiar los antecedentes de la inde-

pendencia eclratoriana nos referinos de manera especial a la génesis de la revo-

lución quiteña de 1809-1872,1^ et^p^ más original del proceso. Derrotada ésta,

la independencia se da en el Ecuador como parte de un movtmento contrnen-

tal, cuyas caLrsas son generales para toda la región y cuyos resultados, asimismo,

tienen caracteres similares en todos los nuevos Estados96.

Y la liberación frente al régimen colonial español, fruto del triunfo en

Pinchincha por un ejército multinacional que decidió su futuro, aparece

como el comienzo de una etapa, unos años sin personalidad histórica, donde

e4 lbídem,82.')s Landázuri Camacho (1986: 79 s).')b Ibídcm,83-84.

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I /r Juan Marchena Fem ández

rlmcho se perdió y nada o poco se pudo decidir; una <revolución a medias,rdo'de el pueblo quedó sometido y reprirnido por los <capitanes de la inde-pendencia>, que no eran ecuatorianos

La batalla de Pichincha, decisiva dentro de la independencia americana, fuehasta ese monento la más internacional de toda la guerra. Sucre traía consigovenezolanos, granadinos, ingleses e irlandeses, amén de ecuatorianos de toda lasprovincias por donde había pasado su ejército. con San Martín venían argenti-nos, chilenos, peruanos y bolivianos. En ambos bandos había españoles. Era comosi toda Hispanoamérica se congregara para liberar a la patria donde comenzó laindependencia.

Los habitantes de Quito con ernoción contenida siguieron paso a paso labatalla que, corllo en un gigantesco escenario, se desarrolló ante sus ojos.Talposición encerraba un profundo simbolismo. euito, que se había apresurado ini-ciar el conflicto de la independencia para defender sus intereses regionales en unmarco de ya antiguas tensiones, debía ahora limitarse a contemplar cómo pode-rosas fuerzas continentales decidían su futuro. En efecto, en medio del entusias-mo de la victoria, el antiguo Reino de Quito pasó a formar parte de la Repúbli-ca de colombia con el nombre de Distrito del Sur, que ni siquiera reconocía supersonalidad histórica.

No había de ser, pues, la ambición caudillista de Juan José Flores, como inge-nuamente se ha repetido tantas veces, la causa fundamental de la separación delEcuador en 1830. cuando los padres de farnilia de euito, es decir, los represen-tantes de las clases dominantes, decidieron terminar la sujeción del Ecuador a laGran colombia, el 13 de mayo de aquel año, esraban poniendo en juego factoreshistóricos mucho más profundos. Pero eso es ya otra historia.

Por último, digarnos que la independencia conseguida en pichincha el 24 demayo de 1822 no satisfizo completamente a nadie. por supuesto que hubo fiestasy alegría, y todos sintieron alivio por el fin de tal largo conflicto. pero, comohemos visto, los acontecirnientos, fruto de tantas voluntades discordantes, lossuperaron a todas ellas. Quito no obtuvo el espacio económico político que habíasoñado. Guayaquil debió incorporarse a la Gran colombia a la fuerza.y nadietomó siquiera en cuenta las aspiraciones de esas nusas populares que pretendieronimpulsar una revolución original en los tumultuosos días de 1g10-1g12. peor aúnlas del campesinado indígena, que con exasperante constancia venían sublevándo-se desde el siglo anterior, tan sólo para ser duramente reprinridos por los mismosscñores que habían de convertirse en capitanes de la independencia.Todos elloshrrbic.a' podido ponerse de acuerdo, por lo menos, en que la independencia fueun:t t't'volución a nredias.Y en eso no se hubieran equivocadogT.

"i Il¡ílrttt, 125- 126.

Los procesos de independencia en los países andinos 179

El mismo autor, en un trabajo posterior9S, contrapone el ensalzamiento

del modelo juntista quiteño de 1,809-1,2 con una fuerte crítica a los hechos

posteriores. Aparece así una independencia que, en su opinión, el Ecuadorno realizí (en sus propios términos>: imposición del modelo, negación de

aspiraciones propias, detrimento de la dignidad de la capital, más centralismoque en la colonia, pérdida de territorialidad..., inconvenientes todos frente a

los cuales sólo se pudo aportar <paciencia>,dadala falta de articulación entre

las distintas provincias:

Las consecuencias inmediatas de la batalla de Pichincha fueron bien diferen-tes de 1o que habían imaginado los líderes de las primeras juntas quiteñas hacía

ya trece años. Quito no había logrado consolidar su soñado espacio económico ypolítico, ni había conseguido la independencia en sus propios términos, adelan-

tándose a Lima y Bogotá... Al final, la Gran Colombia impuso sus puntos de

vista y toda la Audiencia se incorporó a la joven república creada por Bolívar.La Gran Colombia también hizo caso omiso de las aspiraciones quiteñas. La

Constitución de Cúcuta de 1821 creó un régimen mucho más centralista que el

del sistema colonial, en el cual todo el poder se concentraba en Bogotá. La ley de

división territorial de 1824 estableció una nueva organización del espacio gran

colombiano en términos claramente desfavorables para el antiguo Quito, cuyo

territorio se convirtió simplemente en el Distrito del Sur. Para colmo, la división

entre los distritos del Centro y del Sur era ahora el úo Carchi, con lo cual todo el

departamento del Cauca, la gobernación de Popayán, pertenecía ahora al Ceutro.En el caso específico de los líderes quiteños, a todo lo antcrior se añadía la sen-

sación de que su ciudad había sido privada de su antigua dignidad: acostumbrada a

ser la capital de la Audiencia colonial, veía ahora cómo su autoridad se limitaba al

departamento del Ecuador, nientras que grandes secciones de su antiguo territo-rio pertenecían al distrito del Centro, e incluso los que seguían perteneciendo al

Sur, Azuay y Guayas, dependían en la práctica de Bogotá y no de Quito aun en

los asuntos judiciales.Era como si sus peores temores,aquellos que los movieron ¿t

dar el golpe del 10 de agosto de 1809,se hubieran materializado.En realidad,nrás

bien llama la atención la paciencia con que el actual Ecuador soportó los inconve-nientes del régimen colombiano, actitud que quizá sólo se explica por la falta de

integración de los departamentos del Sur entre sí o, lo que viene a dar lo mismo,

por la falta de poder suficiente de Quito, la antigua capital, o de cualquier otra

ciudad, para articular con urla sola a los intereses de todo el país.

Desde esta perspectiva las primeras juntas quiteñas de 1809-1812 fueron urr

intento de asumir ese poder y posibilitar un estado cohesionado y viable en 1o

')s l-:urtl:izuri (l;lnr;rcho (2{X)4b: 102-1(')3).

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I /r Juan Marchena Fem ández

rlmcho se perdió y nada o poco se pudo decidir; una <revolución a medias,rdo'de el pueblo quedó sometido y reprirnido por los <capitanes de la inde-pendencia>, que no eran ecuatorianos

La batalla de Pichincha, decisiva dentro de la independencia americana, fuehasta ese monento la más internacional de toda la guerra. Sucre traía consigovenezolanos, granadinos, ingleses e irlandeses, amén de ecuatorianos de toda lasprovincias por donde había pasado su ejército. con San Martín venían argenti-nos, chilenos, peruanos y bolivianos. En ambos bandos había españoles. Era comosi toda Hispanoamérica se congregara para liberar a la patria donde comenzó laindependencia.

Los habitantes de Quito con ernoción contenida siguieron paso a paso labatalla que, corllo en un gigantesco escenario, se desarrolló ante sus ojos.Talposición encerraba un profundo simbolismo. euito, que se había apresurado ini-ciar el conflicto de la independencia para defender sus intereses regionales en unmarco de ya antiguas tensiones, debía ahora limitarse a contemplar cómo pode-rosas fuerzas continentales decidían su futuro. En efecto, en medio del entusias-mo de la victoria, el antiguo Reino de Quito pasó a formar parte de la Repúbli-ca de colombia con el nombre de Distrito del Sur, que ni siquiera reconocía supersonalidad histórica.

No había de ser, pues, la ambición caudillista de Juan José Flores, como inge-nuamente se ha repetido tantas veces, la causa fundamental de la separación delEcuador en 1830. cuando los padres de farnilia de euito, es decir, los represen-tantes de las clases dominantes, decidieron terminar la sujeción del Ecuador a laGran colombia, el 13 de mayo de aquel año, esraban poniendo en juego factoreshistóricos mucho más profundos. Pero eso es ya otra historia.

Por último, digarnos que la independencia conseguida en pichincha el 24 demayo de 1822 no satisfizo completamente a nadie. por supuesto que hubo fiestasy alegría, y todos sintieron alivio por el fin de tal largo conflicto. pero, comohemos visto, los acontecirnientos, fruto de tantas voluntades discordantes, lossuperaron a todas ellas. Quito no obtuvo el espacio económico político que habíasoñado. Guayaquil debió incorporarse a la Gran colombia a la fuerza.y nadietomó siquiera en cuenta las aspiraciones de esas nusas populares que pretendieronimpulsar una revolución original en los tumultuosos días de 1g10-1g12. peor aúnlas del campesinado indígena, que con exasperante constancia venían sublevándo-se desde el siglo anterior, tan sólo para ser duramente reprinridos por los mismosscñores que habían de convertirse en capitanes de la independencia.Todos elloshrrbic.a' podido ponerse de acuerdo, por lo menos, en que la independencia fueun:t t't'volución a nredias.Y en eso no se hubieran equivocadogT.

"i Il¡ílrttt, 125- 126.

Los procesos de independencia en los países andinos 179

El mismo autor, en un trabajo posterior9S, contrapone el ensalzamiento

del modelo juntista quiteño de 1,809-1,2 con una fuerte crítica a los hechos

posteriores. Aparece así una independencia que, en su opinión, el Ecuadorno realizí (en sus propios términos>: imposición del modelo, negación de

aspiraciones propias, detrimento de la dignidad de la capital, más centralismoque en la colonia, pérdida de territorialidad..., inconvenientes todos frente a

los cuales sólo se pudo aportar <paciencia>,dadala falta de articulación entre

las distintas provincias:

Las consecuencias inmediatas de la batalla de Pichincha fueron bien diferen-tes de 1o que habían imaginado los líderes de las primeras juntas quiteñas hacía

ya trece años. Quito no había logrado consolidar su soñado espacio económico ypolítico, ni había conseguido la independencia en sus propios términos, adelan-

tándose a Lima y Bogotá... Al final, la Gran Colombia impuso sus puntos de

vista y toda la Audiencia se incorporó a la joven república creada por Bolívar.La Gran Colombia también hizo caso omiso de las aspiraciones quiteñas. La

Constitución de Cúcuta de 1821 creó un régimen mucho más centralista que el

del sistema colonial, en el cual todo el poder se concentraba en Bogotá. La ley de

división territorial de 1824 estableció una nueva organización del espacio gran

colombiano en términos claramente desfavorables para el antiguo Quito, cuyo

territorio se convirtió simplemente en el Distrito del Sur. Para colmo, la división

entre los distritos del Centro y del Sur era ahora el úo Carchi, con lo cual todo el

departamento del Cauca, la gobernación de Popayán, pertenecía ahora al Ceutro.En el caso específico de los líderes quiteños, a todo lo antcrior se añadía la sen-

sación de que su ciudad había sido privada de su antigua dignidad: acostumbrada a

ser la capital de la Audiencia colonial, veía ahora cómo su autoridad se limitaba al

departamento del Ecuador, nientras que grandes secciones de su antiguo territo-rio pertenecían al distrito del Centro, e incluso los que seguían perteneciendo al

Sur, Azuay y Guayas, dependían en la práctica de Bogotá y no de Quito aun en

los asuntos judiciales.Era como si sus peores temores,aquellos que los movieron ¿t

dar el golpe del 10 de agosto de 1809,se hubieran materializado.En realidad,nrás

bien llama la atención la paciencia con que el actual Ecuador soportó los inconve-nientes del régimen colombiano, actitud que quizá sólo se explica por la falta de

integración de los departamentos del Sur entre sí o, lo que viene a dar lo mismo,

por la falta de poder suficiente de Quito, la antigua capital, o de cualquier otra

ciudad, para articular con urla sola a los intereses de todo el país.

Desde esta perspectiva las primeras juntas quiteñas de 1809-1812 fueron urr

intento de asumir ese poder y posibilitar un estado cohesionado y viable en 1o

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Juan Marchena Fernán dez

cconí¡nico y político. El fracaso de tal empeño tuvo consecuencias muy signifi-c¿rtivas uo sólo para la narcha del proceso independentista sino para la historiaecuatoriana de las décadas posteriores

En el ya citado volumen 6 de la Nueua Historia del Ecuador,Jorge NúñezS. elabora un completo trabajo sobre los años 1822-1830, cuando el actualEcuador formó parte de la entonces llamada República de colombiaee. Eneste trabajo, el gran tena es la ingerencia de los problemas peruanos ycolonrbianos en las decisiones que la sociedad ecuatoriana no pudo tomar,c}re aGctaron incluso a su unidad territorial y que constituyeron un <sacrifi-cio> y una pérdida total de su soberanía:

Para cuando el Libertador entró en euito, la ciudad y la provincia habíandeclarado ya su incorporación a Colombia. Quedaba por resolver írnicarnente laagregación de Guayaquil, dificultada aún por la supervivencia de la terca (repu-bliqueta,r de ohnedo.tiunfante sobre las fuerzas españolas que ocupaban el surde colombia e inquieto por las renovadas ambiciones de San Martín sobre elterritorio de la provincia de Guayaquil, Bolívar marchó rápidamente hacia elpuerto y, respaldado por el Procurador Municipal y buena parte de la ciudada-nía, destituyó a laJu'ta de Gobierno y proclanó la soberanía plena de colom-bia. Era el 13 de julio de 1822. Ese día marcaba, para colonrbia, la integracióndefinitiva de su territorio nacional nrediante la incorporación de toda la antiguaAudie'cia de Quito, en que las fuerzas oligárquicas regionales tuvieron quesacrificar sus ansias de autonomía frente al superior poder republicano deColombialo().

otro de los grandes temas del período aparece planteado por el autor entorno a la permanente hostilidad peruana contra sus vecinos. El perú ya esenemigo declarado y usurpador de parte del territorio ecuatoriano:

En realidad, los únicos prepararivos bélicos existenres eran los del perú, quedesde tiempo atrás había formado dos ejércitos, el del Norte y el del Sur, con losque anlenazaba a colombia y a Bolivia, respectivamente. En el caso de Bolivia,los peruanos desenvolvían también una actividad conspirativa de amplio espec-tro: invitaban a las autoridades boliüanas a incorporar a su país al perú, incitabanconspiraciones y motines militares contra el Gobierno de Sucre, al que acusabande extranjero, negaban paso por su territorio a las tropas colornbianas estaciona-

"" Núñcz (l()li6:21 I s$.t"" Il,í,¡r,,,,,:21-225.

Los procesos de independencia en los países andinos 181

das en Bolivia, Que Sucre buscaba repatriar, etc. Por fin, viendo fracasar todos sus

proyectos anteriores, el ejército perllano del Sur, dirigido por el general Ganra-rra, invadió Bolivia,y forzó la renuncia de Sucre y la salida de las tropas colom-bianas de ese territorio (1828). Las aleves acciones del Perú contra Bolivia y su

reiterad¿ls nllrestras de hostilidad contra Colombia, entre ellas la retención inde-bida de las provincias colombianas de Jaén y Mainas, crearon Lln estado de ten-sión prebélica entre los dos países10l .

Y el conflicto en el sur surge en el texto como inevitable, auspiciado porlas ansias autonomistas de la elite cuencana, firmándose un tratado tras labatalla de Tarqui:

El conflicto estalló finalnlente en agosto de 1828 t..].A comienzos de

diciembre, el ejército peruano de 8.400 soldados invadió Colombia por la pro-vincia de Loja y xanz6 hasta cerca de Cuenca, contando con el respaldo y acti-va colaboración de los sectores terratenientes de esas dos provincias, en donde LaMar poseía vínculos familiares, y era visto conlo un libertador que venía a ponerfin a la dominación colombiana [...].Tras la batalla se firmó el Tratado de Girón,por el que Sucre in'rpuso al Perír las rnás generosas condiciones, tratándolo más

como a un país hermano que cofiro a un enemigo derrotadol{}2.

Por último, plantea la culminación del proceso con la separación deColombia como una terrible herencia recibida, mernuda por los extranjerosy bajo el <yugo> oligárquico y militar:

El 14 de agosto se reunía en Riobamba la Asamblea Constituyente Ecuato-riana, que consagró a Flores como presidente de la nueva república.Tres días

antes, cumpliendo con lo estipulado en el Tratado de Guayaquil, el ministro ple-nipotenciario de Colombia, general Tomás Cipriano de Mosquera, había firma-do en Lima el tratado que fijaba los línites definitivos entre Colombia y Perú.

Empero, producida meses atrás la separación de hecho del Ecuador de la integri-dad colornbiana, Mosquera no tuvo empacho en ceder al Perú los grandes terri-torios ecuatorianos situados en la margen derecha del Amazonas.Así la NuevaRepública del Ecuador nacía bajo el doble yugo del poder oligárquico y delmilitarisrno extranjero, y con un territorio sensiblemente inferior al que históri-camente le correspondíalo3.

tttt lltídem,253.ttt2 lbídem,254-256.ttt\ Ibídutt, 261 .

l ¡i0

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Juan Marchena Fernán dez

cconí¡nico y político. El fracaso de tal empeño tuvo consecuencias muy signifi-c¿rtivas uo sólo para la narcha del proceso independentista sino para la historiaecuatoriana de las décadas posteriores

En el ya citado volumen 6 de la Nueua Historia del Ecuador,Jorge NúñezS. elabora un completo trabajo sobre los años 1822-1830, cuando el actualEcuador formó parte de la entonces llamada República de colombiaee. Eneste trabajo, el gran tena es la ingerencia de los problemas peruanos ycolonrbianos en las decisiones que la sociedad ecuatoriana no pudo tomar,c}re aGctaron incluso a su unidad territorial y que constituyeron un <sacrifi-cio> y una pérdida total de su soberanía:

Para cuando el Libertador entró en euito, la ciudad y la provincia habíandeclarado ya su incorporación a Colombia. Quedaba por resolver írnicarnente laagregación de Guayaquil, dificultada aún por la supervivencia de la terca (repu-bliqueta,r de ohnedo.tiunfante sobre las fuerzas españolas que ocupaban el surde colombia e inquieto por las renovadas ambiciones de San Martín sobre elterritorio de la provincia de Guayaquil, Bolívar marchó rápidamente hacia elpuerto y, respaldado por el Procurador Municipal y buena parte de la ciudada-nía, destituyó a laJu'ta de Gobierno y proclanó la soberanía plena de colom-bia. Era el 13 de julio de 1822. Ese día marcaba, para colonrbia, la integracióndefinitiva de su territorio nacional nrediante la incorporación de toda la antiguaAudie'cia de Quito, en que las fuerzas oligárquicas regionales tuvieron quesacrificar sus ansias de autonomía frente al superior poder republicano deColombialo().

otro de los grandes temas del período aparece planteado por el autor entorno a la permanente hostilidad peruana contra sus vecinos. El perú ya esenemigo declarado y usurpador de parte del territorio ecuatoriano:

En realidad, los únicos prepararivos bélicos existenres eran los del perú, quedesde tiempo atrás había formado dos ejércitos, el del Norte y el del Sur, con losque anlenazaba a colombia y a Bolivia, respectivamente. En el caso de Bolivia,los peruanos desenvolvían también una actividad conspirativa de amplio espec-tro: invitaban a las autoridades boliüanas a incorporar a su país al perú, incitabanconspiraciones y motines militares contra el Gobierno de Sucre, al que acusabande extranjero, negaban paso por su territorio a las tropas colornbianas estaciona-

"" Núñcz (l()li6:21 I s$.t"" Il,í,¡r,,,,,:21-225.

Los procesos de independencia en los países andinos 181

das en Bolivia, Que Sucre buscaba repatriar, etc. Por fin, viendo fracasar todos sus

proyectos anteriores, el ejército perllano del Sur, dirigido por el general Ganra-rra, invadió Bolivia,y forzó la renuncia de Sucre y la salida de las tropas colom-bianas de ese territorio (1828). Las aleves acciones del Perú contra Bolivia y su

reiterad¿ls nllrestras de hostilidad contra Colombia, entre ellas la retención inde-bida de las provincias colombianas de Jaén y Mainas, crearon Lln estado de ten-sión prebélica entre los dos países10l .

Y el conflicto en el sur surge en el texto como inevitable, auspiciado porlas ansias autonomistas de la elite cuencana, firmándose un tratado tras labatalla de Tarqui:

El conflicto estalló finalnlente en agosto de 1828 t..].A comienzos de

diciembre, el ejército peruano de 8.400 soldados invadió Colombia por la pro-vincia de Loja y xanz6 hasta cerca de Cuenca, contando con el respaldo y acti-va colaboración de los sectores terratenientes de esas dos provincias, en donde LaMar poseía vínculos familiares, y era visto conlo un libertador que venía a ponerfin a la dominación colombiana [...].Tras la batalla se firmó el Tratado de Girón,por el que Sucre in'rpuso al Perír las rnás generosas condiciones, tratándolo más

como a un país hermano que cofiro a un enemigo derrotadol{}2.

Por último, plantea la culminación del proceso con la separación deColombia como una terrible herencia recibida, mernuda por los extranjerosy bajo el <yugo> oligárquico y militar:

El 14 de agosto se reunía en Riobamba la Asamblea Constituyente Ecuato-riana, que consagró a Flores como presidente de la nueva república.Tres días

antes, cumpliendo con lo estipulado en el Tratado de Guayaquil, el ministro ple-nipotenciario de Colombia, general Tomás Cipriano de Mosquera, había firma-do en Lima el tratado que fijaba los línites definitivos entre Colombia y Perú.

Empero, producida meses atrás la separación de hecho del Ecuador de la integri-dad colornbiana, Mosquera no tuvo empacho en ceder al Perú los grandes terri-torios ecuatorianos situados en la margen derecha del Amazonas.Así la NuevaRepública del Ecuador nacía bajo el doble yugo del poder oligárquico y delmilitarisrno extranjero, y con un territorio sensiblemente inferior al que históri-camente le correspondíalo3.

tttt lltídem,253.ttt2 lbídem,254-256.ttt\ Ibídutt, 261 .

l ¡i0

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t82Juan Marchena Fern ández

Desde una posición más crítica con las oligarquías provinciales ecuatoria-nas, a las que califica como feudalizantes, Marcelo chiribogav sintetiza elproceso final, señalando que la independencia no modificó las estructurascoloniales, sino que incluso las reforzó, y que el Estado nacional no pudosurgir en esas condiciones debido a\ carácter excluyente de estas elites queno pretendieron ni permitieron la articulación del país:

La revueltas independentistas en el Ecuador no asumieron un carácter nacio-nal, ni territorial ni socialnlente. Fueron esfuerzos de grupos regionales domi_nantes y no contaron con el apoyo de los sectores subalternos locales, ni con elapoyo de otras elites regionales. Dichas revueltas no tenían como objetivo laconformación de una unidad territorial, sobre la base de la Real Audiencia deQuito, sino más bien unidades autónomas, delimitadas a las viejas gobernaciones.En la medida en que eran movimientos de elites económi."r, b,rr.-"b"rr, en buenaproporción, redefinir los papeles dirigentes de los grupos dominantes, fuerte-mente restringidos por el poder colonial, sin alterar las estructuras coloniales dedominación. En este sentido, ni la revolución de 1g09, ni la incorporación de losdepartarnentos del Ecuador, cuenca y Guayaquil a la Gran colombia, ni la con-formación de la República del Ecuador de 1g30, permite la conformación delestado nacional unificado en base del consenso [...1.

Lógica'rente esto ha significado partir mucho más atrás en el estudio, buscaren la colonia los orígenes de la desarticulación del país. Desarticulación que noencontrará respuesta durante el período independentista y que incluso ha ferfila_do el funcionamiento socioeconómico del país hasta la actualidad. Esta desarticu-lación se expresaría en la ausencia de homogeneidad y de fluidez económica entrelas diferentes esferas productivas, en la posición regional, en una organizaciónsocial compleja, en la poca participación de los sectores populares en el estado, enla exclusión de las masas indígenas, etc. La independen.ia no alteró la estructurasocioeconómica heredada de la colonia y, al contrario,la reforz|,impidiendo, deesta nunera, la constitución de un Estado nacional. Esto es explicable por el carác_ter de las fuerzas del poder que constltuyeron a Ecuado. .onro paíslOa.

Para terminar con este breve panorama historio gráftco,hemos de referir-nos sin duda al autor que, seguramente, nrás ha trabajado casi con exclusividaden el proceso de la independencia americana y, con especial interés, en el casoecuatoriano. Se trara del guayaquileñoJaime E. Rodríguez o.Algunas de suobras al respecto son:.E/ nacimiento de Hispanoantérica:vicente Rocafierte y el his-pdn(tdnrerícanisrno, 1808-18321os,<Las primeras juntas autonomistas. 1gOfl_

ttt+ Ibídutt,2(¡8.lr'5 llotlrír¡r¡cz (). (l()8f h)

Los procesos de independencia en los países andirlos 183

1812,>106,<La antigua provincia de Guayaquil durante la época de la indepen-dencia, 1809-1820)107, ln índependencia de la América Españolaro\, o I¿ revoht-

ci(tn política durante la época de Ia indepentlencia. EI Reino de Quito. 1808-182211)e.

El autor demuestra tener por el tema del constitucionalisrno y su influen-cia en los procesos de independencia un especial interés, sobre todo por elimpacto de Cádí2, cuyo triunfo inicial y fracaso final fueron, en su opinión,determinantes en el proceso.Ya en su trabajo sobre Rocafuerte señala que

. [...] "tt el rnundo hispánico había ocurrido una revolución, y los dirigentes his-

panoamericanos, en un principio, habían favorecido la creación de una comuni-dad constitucional hispánica. Pero el posterior fracaso de las Cortes gaditanas les

obligó a ir en pos de la independenciall0.

(Jn constitucionalismo que -añade- afectó al mundo indígena no sólo desde

el punto de vista de su participación electoral (tema al que dedica un capítu-lo completo (,Los indígenas y la nueva política>)- en su obra ya citada sobre

la revolución política en el Reino de Quito), sino en el papel que éstos asu-

mieron por corresponderles como <ciudadanos>:

Étt"t .to fueron las únicas consecuencias imprevistas del nuevo orden consti-tucional. Muchos indígenas, antiguos miembros de repúblicas de indios, invoca-ron su estatus de ciudadanos españoles para negarse a cumplir con el serviciopersonal o el trabajo forzado [...].E" unos cuantos casos, indígenas que habíansido arrestados por generar desorden en estado de ebriedad, defendieron slr pro-ceder declarando que como ciucladanos españoles libres podían hacer lo quequisieran. Algunos incluso se negaron a p^gn sus deudas creyendo que la Cons-titución había puesto fin a esas obligaciones [ . ] El activismo político de losindígenas se mantuvo vigente tras la independencia [...].Apenas cuatro meses

después de la derrota de los realistas en la batalla de Pichincha, los naturales delantiguo Reino de Quito ya usaban la constitución de Colombia para defendersus intereses, de la misma manera que antes se habían apoyado en la Constitu-ción de Cádizlll .

106 Rodríguez O. (2003).107 Rodúguez O. (2005b).108 Rodríguez O. (1996). Capítulos dedicados a Ecuador en pp. 174-182 y 267-274.r')e Rodríguez O. (2006).ll0 Rodríguez O. (19S0a). El autor mismo autorreferencia esta idea en su posterior

obr:r L¿ reuolución polítíca durante la índependencia... (2006:9).t11 lbídem, 122-123.

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t82Juan Marchena Fern ández

Desde una posición más crítica con las oligarquías provinciales ecuatoria-nas, a las que califica como feudalizantes, Marcelo chiribogav sintetiza elproceso final, señalando que la independencia no modificó las estructurascoloniales, sino que incluso las reforzó, y que el Estado nacional no pudosurgir en esas condiciones debido a\ carácter excluyente de estas elites queno pretendieron ni permitieron la articulación del país:

La revueltas independentistas en el Ecuador no asumieron un carácter nacio-nal, ni territorial ni socialnlente. Fueron esfuerzos de grupos regionales domi_nantes y no contaron con el apoyo de los sectores subalternos locales, ni con elapoyo de otras elites regionales. Dichas revueltas no tenían como objetivo laconformación de una unidad territorial, sobre la base de la Real Audiencia deQuito, sino más bien unidades autónomas, delimitadas a las viejas gobernaciones.En la medida en que eran movimientos de elites económi."r, b,rr.-"b"rr, en buenaproporción, redefinir los papeles dirigentes de los grupos dominantes, fuerte-mente restringidos por el poder colonial, sin alterar las estructuras coloniales dedominación. En este sentido, ni la revolución de 1g09, ni la incorporación de losdepartarnentos del Ecuador, cuenca y Guayaquil a la Gran colombia, ni la con-formación de la República del Ecuador de 1g30, permite la conformación delestado nacional unificado en base del consenso [...1.

Lógica'rente esto ha significado partir mucho más atrás en el estudio, buscaren la colonia los orígenes de la desarticulación del país. Desarticulación que noencontrará respuesta durante el período independentista y que incluso ha ferfila_do el funcionamiento socioeconómico del país hasta la actualidad. Esta desarticu-lación se expresaría en la ausencia de homogeneidad y de fluidez económica entrelas diferentes esferas productivas, en la posición regional, en una organizaciónsocial compleja, en la poca participación de los sectores populares en el estado, enla exclusión de las masas indígenas, etc. La independen.ia no alteró la estructurasocioeconómica heredada de la colonia y, al contrario,la reforz|,impidiendo, deesta nunera, la constitución de un Estado nacional. Esto es explicable por el carác_ter de las fuerzas del poder que constltuyeron a Ecuado. .onro paíslOa.

Para terminar con este breve panorama historio gráftco,hemos de referir-nos sin duda al autor que, seguramente, nrás ha trabajado casi con exclusividaden el proceso de la independencia americana y, con especial interés, en el casoecuatoriano. Se trara del guayaquileñoJaime E. Rodríguez o.Algunas de suobras al respecto son:.E/ nacimiento de Hispanoantérica:vicente Rocafierte y el his-pdn(tdnrerícanisrno, 1808-18321os,<Las primeras juntas autonomistas. 1gOfl_

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Los procesos de independencia en los países andirlos 183

1812,>106,<La antigua provincia de Guayaquil durante la época de la indepen-dencia, 1809-1820)107, ln índependencia de la América Españolaro\, o I¿ revoht-

ci(tn política durante la época de Ia indepentlencia. EI Reino de Quito. 1808-182211)e.

El autor demuestra tener por el tema del constitucionalisrno y su influen-cia en los procesos de independencia un especial interés, sobre todo por elimpacto de Cádí2, cuyo triunfo inicial y fracaso final fueron, en su opinión,determinantes en el proceso.Ya en su trabajo sobre Rocafuerte señala que

. [...] "tt el rnundo hispánico había ocurrido una revolución, y los dirigentes his-

panoamericanos, en un principio, habían favorecido la creación de una comuni-dad constitucional hispánica. Pero el posterior fracaso de las Cortes gaditanas les

obligó a ir en pos de la independenciall0.

(Jn constitucionalismo que -añade- afectó al mundo indígena no sólo desde

el punto de vista de su participación electoral (tema al que dedica un capítu-lo completo (,Los indígenas y la nueva política>)- en su obra ya citada sobre

la revolución política en el Reino de Quito), sino en el papel que éstos asu-

mieron por corresponderles como <ciudadanos>:

Étt"t .to fueron las únicas consecuencias imprevistas del nuevo orden consti-tucional. Muchos indígenas, antiguos miembros de repúblicas de indios, invoca-ron su estatus de ciudadanos españoles para negarse a cumplir con el serviciopersonal o el trabajo forzado [...].E" unos cuantos casos, indígenas que habíansido arrestados por generar desorden en estado de ebriedad, defendieron slr pro-ceder declarando que como ciucladanos españoles libres podían hacer lo quequisieran. Algunos incluso se negaron a p^gn sus deudas creyendo que la Cons-titución había puesto fin a esas obligaciones [ . ] El activismo político de losindígenas se mantuvo vigente tras la independencia [...].Apenas cuatro meses

después de la derrota de los realistas en la batalla de Pichincha, los naturales delantiguo Reino de Quito ya usaban la constitución de Colombia para defendersus intereses, de la misma manera que antes se habían apoyado en la Constitu-ción de Cádizlll .

106 Rodríguez O. (2003).107 Rodúguez O. (2005b).108 Rodríguez O. (1996). Capítulos dedicados a Ecuador en pp. 174-182 y 267-274.r')e Rodríguez O. (2006).ll0 Rodríguez O. (19S0a). El autor mismo autorreferencia esta idea en su posterior

obr:r L¿ reuolución polítíca durante la índependencia... (2006:9).t11 lbídem, 122-123.

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li'.i.l Juan Marchena Fernán dez Los procesos de independencia en los países andinos 185

te la parte final del siglo xvtll.Al mismo tiernpo, el área entró en un peúodo de

notable declinación econórnica.Los habitantes del Reino, en particular la elite, se sintieron nuy descontentos y

aún más se preocuparon fuertemente sobre Ia situación en Europa. Los criollos.

temían que los peninsulares aprobaran el dominio francés, en tanto que los eurcpe-

os se hallaban convencidos de que los arnericanos estaban en favor de la indepen-

dencia. En dicha circunstancia, seis quiteños de prosapia se vieron arrestados con

cargos de infidencia el 9 de marzo de 1809. Las autoridades sin embargo,subse-

cuentemente, exoneraron a los supuestos conspiradores y los pusieron en libertad.

Las tensiones entre españoles y americanos se exacerbaron. Preocupada porproteger sus intereses, la elite americana de Quito actuó. La tarde del 9 de agosto

cle 1809 algunos miembros de la elite quiteña firnraron un acuerdo para estable-

cer unaJllnta integrada por 36 vocales, escogidos entre los vecinos, cuyo fin era

gobernar en nombre de FernandoVII. Durante las tempranas horas de la próxi-ma mañana, del 10 agosto, ocuparon edificios del Gobierno y arrestaron a la

mayoria de los funcionarios reales. Fue proclamado un nuevo Gobierno integra-do por el marqués de Selva Alegre como presidente, el obispo José Cuero y Cai-cedo como vicepresidente y unaJunta en la que participaban los miembros dili-gentes de la elite de Quito. El nuevo organismo afirmó en el manifiesto de Quitoque <las imperiosas circunstancias han forzado asegurar los sagrados intereses de

su religión, de su príncipe y de su patria,r. En consecuencia, <Quito juró por su

Rey y Señor a FernandoVll, conservar la pura religión de sus padres, defender yprocurar la felicidad de la patria y derratnar toda su sangre por tan sagrados y

dignos motivos, [...].Los gobernantes de Popayán, Guayaquil y Cuenca organizaron fuerzas con el

fin de someter a los insurgentes de la capital, y los virreyes de Nueva Granada yde Perú iniciaron los preparativos para montar asaltos a gran escala [...].Al mes

siguiente, después de que la Junta había disuelto su fuerza, soldados procedentes

de Lima y Guayaquil ocuparon la ciudad mientras que las unidades nilitares pro-venientes de otras provincias se estacionaron en las proximidades.

Todo este movimiento de ideas, encarnado en el ntovimiento juntista de

Quito -afirma-, se vio frustrado por lo que él considera una introurisión, en

un proceso emancipador que se iba consolidando con características propias,

de los ejércitos de la independencia y de sus líderes principales, que antepu-

sieron otros intereses a los netamente ecuatorianos. Primero los realistas, que

aparecen como foráneos y al servicio de la política virreinal (peruana):

Quito, solitaria entre las capitales de la América española, era, en 1810, una

ciudad ocupada. Ni los residentes de la capital ni el presidente Ruiz de Castilla ysu Gobierno se consideraban libres. Los soldados de Peru, los fusileros pardos del

'lhnrbién insiste en la necesidad de valorar la permanencia delAntiguo Régi-nlen en las estructuras y prácticas políticas de décadas posteriores:

La independencia de la Arnérica española no constituyó un movimiento anti-colonialista, sino que se dio en el contexto de la revolución del mundo hispánicoy de la disolución de la monarquía española [ .].Si bien las ideas, estructuras yprácticas políticas cambiaron con rapidez vertiginosa después de 1808, gran partedel antigr-ro régimen quedó intacto. La naturaleza de las relaciones sociales y eco-nómicas e institucionales cambió lentamente: los nuevos procesos, al igual que las

nuevas instituciones liberales, a menudo se entretejían con prácticas y tradicionesya arraigadas. No hubo una ruptura drástica con el pasado, puesto que el antiguorégirnen y el nuevo liberalismo se entremezclaron durante el proceso112.

Ello le lleva a concluir, en su obra general la independencia de la América Espa-ñola, en lo referente a Ecuadorl 13:

Es tiempo de descartar los mitos de la independencia y de investigar la histo-ria verdadera de la nación. Los estudiosos que buscan comprender la historia delEcuador tras la independencia deben situar la experiencia nacional en el contex-to más amplio del colapso, la revolución y la disolución de la monarquía españo-la universal. Sólo entonces serán capaces de comprender las dificultades queEcuador y las demás naciones nuevas del rnundo hispánico enfrentaron, así comolos esfuerzos que sobrellevó para forjar un estado nación moderno durante elsiglo xtx.

Su visión sobre los acontecimientos de 1809 la sintetiza en el capítulo sobrelasJuntas Autononristas de 1808-1812, contenido en el reiteradamente cita-do vol. 4 de la Historia Antlinalla:

Quito, otra audiencia orgullosa pero dependiente, resentía tanbién su posi-ción secundarray,al igual que Charcas, luchaba a favor de su autonomía en con-tra de las capitales virreinales, Santa Fe de Bogotá y Lima. Aunque Quito era lamás arltigua de las ciudades capitales de Sudaméric a, y su economía había idocobrando importancia desde principios del siglo xvl, no logró obtener el codi-ciado estatuto de capitania general independiente.Al contrario, Quito perdió eldominio eclesiástico,jurídico y financiero sobre algunas de sus provincias duran-

I r2 Rodríguez O. (2006:I I '1 lbídun, 1 99.II+ l\orlrísLrcz (). (2(X)3:

16).

1 3e- 1 40).

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te la parte final del siglo xvtll.Al mismo tiernpo, el área entró en un peúodo de

notable declinación econórnica.Los habitantes del Reino, en particular la elite, se sintieron nuy descontentos y

aún más se preocuparon fuertemente sobre Ia situación en Europa. Los criollos.

temían que los peninsulares aprobaran el dominio francés, en tanto que los eurcpe-

os se hallaban convencidos de que los arnericanos estaban en favor de la indepen-

dencia. En dicha circunstancia, seis quiteños de prosapia se vieron arrestados con

cargos de infidencia el 9 de marzo de 1809. Las autoridades sin embargo,subse-

cuentemente, exoneraron a los supuestos conspiradores y los pusieron en libertad.

Las tensiones entre españoles y americanos se exacerbaron. Preocupada porproteger sus intereses, la elite americana de Quito actuó. La tarde del 9 de agosto

cle 1809 algunos miembros de la elite quiteña firnraron un acuerdo para estable-

cer unaJllnta integrada por 36 vocales, escogidos entre los vecinos, cuyo fin era

gobernar en nombre de FernandoVII. Durante las tempranas horas de la próxi-ma mañana, del 10 agosto, ocuparon edificios del Gobierno y arrestaron a la

mayoria de los funcionarios reales. Fue proclamado un nuevo Gobierno integra-do por el marqués de Selva Alegre como presidente, el obispo José Cuero y Cai-cedo como vicepresidente y unaJunta en la que participaban los miembros dili-gentes de la elite de Quito. El nuevo organismo afirmó en el manifiesto de Quitoque <las imperiosas circunstancias han forzado asegurar los sagrados intereses de

su religión, de su príncipe y de su patria,r. En consecuencia, <Quito juró por su

Rey y Señor a FernandoVll, conservar la pura religión de sus padres, defender yprocurar la felicidad de la patria y derratnar toda su sangre por tan sagrados y

dignos motivos, [...].Los gobernantes de Popayán, Guayaquil y Cuenca organizaron fuerzas con el

fin de someter a los insurgentes de la capital, y los virreyes de Nueva Granada yde Perú iniciaron los preparativos para montar asaltos a gran escala [...].Al mes

siguiente, después de que la Junta había disuelto su fuerza, soldados procedentes

de Lima y Guayaquil ocuparon la ciudad mientras que las unidades nilitares pro-venientes de otras provincias se estacionaron en las proximidades.

Todo este movimiento de ideas, encarnado en el ntovimiento juntista de

Quito -afirma-, se vio frustrado por lo que él considera una introurisión, en

un proceso emancipador que se iba consolidando con características propias,

de los ejércitos de la independencia y de sus líderes principales, que antepu-

sieron otros intereses a los netamente ecuatorianos. Primero los realistas, que

aparecen como foráneos y al servicio de la política virreinal (peruana):

Quito, solitaria entre las capitales de la América española, era, en 1810, una

ciudad ocupada. Ni los residentes de la capital ni el presidente Ruiz de Castilla ysu Gobierno se consideraban libres. Los soldados de Peru, los fusileros pardos del

'lhnrbién insiste en la necesidad de valorar la permanencia delAntiguo Régi-nlen en las estructuras y prácticas políticas de décadas posteriores:

La independencia de la Arnérica española no constituyó un movimiento anti-colonialista, sino que se dio en el contexto de la revolución del mundo hispánicoy de la disolución de la monarquía española [ .].Si bien las ideas, estructuras yprácticas políticas cambiaron con rapidez vertiginosa después de 1808, gran partedel antigr-ro régimen quedó intacto. La naturaleza de las relaciones sociales y eco-nómicas e institucionales cambió lentamente: los nuevos procesos, al igual que las

nuevas instituciones liberales, a menudo se entretejían con prácticas y tradicionesya arraigadas. No hubo una ruptura drástica con el pasado, puesto que el antiguorégirnen y el nuevo liberalismo se entremezclaron durante el proceso112.

Ello le lleva a concluir, en su obra general la independencia de la América Espa-ñola, en lo referente a Ecuadorl 13:

Es tiempo de descartar los mitos de la independencia y de investigar la histo-ria verdadera de la nación. Los estudiosos que buscan comprender la historia delEcuador tras la independencia deben situar la experiencia nacional en el contex-to más amplio del colapso, la revolución y la disolución de la monarquía españo-la universal. Sólo entonces serán capaces de comprender las dificultades queEcuador y las demás naciones nuevas del rnundo hispánico enfrentaron, así comolos esfuerzos que sobrellevó para forjar un estado nación moderno durante elsiglo xtx.

Su visión sobre los acontecimientos de 1809 la sintetiza en el capítulo sobrelasJuntas Autononristas de 1808-1812, contenido en el reiteradamente cita-do vol. 4 de la Historia Antlinalla:

Quito, otra audiencia orgullosa pero dependiente, resentía tanbién su posi-ción secundarray,al igual que Charcas, luchaba a favor de su autonomía en con-tra de las capitales virreinales, Santa Fe de Bogotá y Lima. Aunque Quito era lamás arltigua de las ciudades capitales de Sudaméric a, y su economía había idocobrando importancia desde principios del siglo xvl, no logró obtener el codi-ciado estatuto de capitania general independiente.Al contrario, Quito perdió eldominio eclesiástico,jurídico y financiero sobre algunas de sus provincias duran-

I r2 Rodríguez O. (2006:I I '1 lbídun, 1 99.II+ l\orlrísLrcz (). (2(X)3:

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I li(r ,f tr:ul M:u-t'ltcll:t I;t'r n,urtlt'z Los procesos de independencia en los países andinos 187

sólo la asamblea de Guayaquil tenía el derecho a decidir sobre el futuro de la

nación, temía al poder militar de Colornbia [...]. Bolívar no tenía la intención de

permitir a Guayaquil que decidiera su destino. Escribió a San Martín, <Yo nopienso comoVE. que el voto de una provincia debe ser consultado [...]. La Cons-titución de Colombia da a la provincia de Guayaquil una representación de lomás perfecta,>. E informaba a Oln-redo, <Yo tendré la satisfacción de entrar a la

cabeza de las tropas aliadas en esa ciudad y espero de ser recibido como presiden-

te de Colombia protector de Guayaquil,>. Para asegurarlarealizactón de sus pla-nes, cerca de 2.000 soldados colombianos ocuparon Guayaquil al mislno tienrpoél bajaba con otro ejército desde la montaña de Quito. El presidente de Colom-bia entró en Guayaquil el 11 de julio de1822 entre salvas de cañonazosy repique

de campanas. El Gobierno de la ciudad declaró tres días de fiestas en honor de la

victoria de Pichincha. De inmediato los colombianos iniciaron la agitación a

favor de la anexión. Dos días después Bolívar anunció que tornaba <el mandopolítico militar para salvar al pueblo de Guayaquil de la espantosa anarquía que se

hallaba>.Y añadió cínicanlente, <sin que esta medida de protección coarte de nin-gún nrodo la absoluta libertad del pueblo para emitir franca y espontáneanente

su voluntad>. No obstante, en el bando republicano de ese día declaraba: ol,as

antiguas autoridades han cesado en sus funciones políticas y rnilitares>.

El Gobierno de Guayaquil no tenía otra alternativa que condescender.Olmedo escribía a Bolívar que <sería precisa toda la tilosofia de un estoico o laimprudencia de un cínico para no ver el abuso que se ha hecho del candor de

estos pueblosr [...]. Las bayonetas y no el pueblo habían votadoll6.

Así, toda esta segunda fase de la independencia le parece una época de impo-sición y <subyugación>, de no libertad, marcada por el militarismo de los

libertadores, por la presencia de extranjeros en el mando político, de explo-tación para financiar la guerra en el Perú, de merrnas territoriales, y, en gene-ral, de vuelta atrás en muchas cosas. Incluso de la pérdida de su nombre his-tórico... La verdadera independencia, según este autor, no se produjo sinohasta 1830.

Algunos quiteños pr minentes se opusieron inútilmente a la subyugación. Elpresidente Bolívar entró a Quito con su ejército el 16 de junio.Entonces decla-

ró oficialmente al Reino de Quito como un departamento de Colombia y norn-bró a Sucre como prirner Intendente [...].El antiguo Reino de Quito había

logrado la independencia de la monarquía española, mas no su libertad. El depar-

tamento de Quito o del Sur, como a veces se le llamaba, fue puesto bajo ley mar-

tt(' Ibíden, 270-272.

l\eal de Lima, se comportaban como si fueran conquistadores y no los defetrsorcs

de la nación española a la que tanto ellos como los quiteños pertenecían. Oprimí-an y an:ten zaban a la población de diversas n-raneras, manteniéndose en la ciudad

que pertenecía a otro virreinato, el de la Nueva Granada, aun cuando la <revueltao

a la que habían sido enviados para reprimir ya había terminado. Lo anterior se

debía a que el virreyAbascal de Perú, campeón ardiente del antiguo orden, care-

cía de confianza en el presidente Ruiz de Castilla o en el virrey Amar y Borbón

cle Nueva Granada.tl situación no auguraba nada nuevo para el futurol 15.

Luego -añade, páginas más adelante-, las tropas de Bolívar y Sucre, que

reemplazaron a los anteriores como (ocupantes), puesto que -explicita- los

colombianos obligaron al reconocimiento de la soberanía de Colombia, cttl-r-ninando el autor con una rotunda frase sobre el hecho de que, en la inde-pendencia ecuatoriana, el voto popurlar quiteño y guayaquileño fuera susti-

tuido por las bayonetas colombianas:

El enfrent¡miento final (batalla de Pichincha) entre realistas y republicanos se

produjo la mañana del 24 de mayo de 1822 [...1. Después de las cerenroni¿s cotr

que se festejó la victoria, Sucre obligó alAyuntanliento de Quito a reconocer en

nombre de todo el reino la soberanía de Colonrbia. Sin embargo la capital del

reino, la ciudad de Quito, carecía de la atltoridad para actuar en nombre de todoel territorio. Únicamente un congreso de provincias, tal como el que había pro-puesto Guryaquil, era capaz de decidir el destino de todo el reino. No obstante,

la declar¿ción espontánea de la capital proveyó :r los goberuantes de Colonrbiade la justificación para anexarse el Reino de Quito.

A pesar de los esfuerzos por lllantener la irpariencia de cordialidad, algunos

quiteños distinguidos se opusieron a la decisión de unirse a Colombia. Cuatromiembros del ayuntamiento collstitucional, descritos conlo <bochincheros ene-

migos de Colombia,r, resultaron víctimas de una disputa sangrienta por criticar a

1:r República del Norte. No mucho después contenzaron a aparecer por toda la

ciudad carteles en los que podía leerse oÚltimo día del despotismo y el prirnero

de lo urismor. Después de derrotar a los realistas en Pasto, al norte, el presidente

lJolívar entró con su ejército en Quito el 16 de junio. Oficialurente declaró a

todo el reino como Departamento de Quito, nombrando al general Sucre su

plinrer intendente.En la costa, la <republiqueta), conro desdeñosamente nombraba Bolívar a

(iu:ryaquil, se preparaba para el último acto de la liberación colombiana del

l{cino dc Quito.Aunque el presidente Olmedo continuaba insistiendo en que

l{ orlríqu cz O. (11)96: 17 4) .

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I li(r ,f tr:ul M:u-t'ltcll:t I;t'r n,urtlt'z Los procesos de independencia en los países andinos 187

sólo la asamblea de Guayaquil tenía el derecho a decidir sobre el futuro de la

nación, temía al poder militar de Colornbia [...]. Bolívar no tenía la intención de

permitir a Guayaquil que decidiera su destino. Escribió a San Martín, <Yo nopienso comoVE. que el voto de una provincia debe ser consultado [...]. La Cons-titución de Colombia da a la provincia de Guayaquil una representación de lomás perfecta,>. E informaba a Oln-redo, <Yo tendré la satisfacción de entrar a la

cabeza de las tropas aliadas en esa ciudad y espero de ser recibido como presiden-

te de Colombia protector de Guayaquil,>. Para asegurarlarealizactón de sus pla-nes, cerca de 2.000 soldados colombianos ocuparon Guayaquil al mislno tienrpoél bajaba con otro ejército desde la montaña de Quito. El presidente de Colom-bia entró en Guayaquil el 11 de julio de1822 entre salvas de cañonazosy repique

de campanas. El Gobierno de la ciudad declaró tres días de fiestas en honor de la

victoria de Pichincha. De inmediato los colombianos iniciaron la agitación a

favor de la anexión. Dos días después Bolívar anunció que tornaba <el mandopolítico militar para salvar al pueblo de Guayaquil de la espantosa anarquía que se

hallaba>.Y añadió cínicanlente, <sin que esta medida de protección coarte de nin-gún nrodo la absoluta libertad del pueblo para emitir franca y espontáneanente

su voluntad>. No obstante, en el bando republicano de ese día declaraba: ol,as

antiguas autoridades han cesado en sus funciones políticas y rnilitares>.

El Gobierno de Guayaquil no tenía otra alternativa que condescender.Olmedo escribía a Bolívar que <sería precisa toda la tilosofia de un estoico o laimprudencia de un cínico para no ver el abuso que se ha hecho del candor de

estos pueblosr [...]. Las bayonetas y no el pueblo habían votadoll6.

Así, toda esta segunda fase de la independencia le parece una época de impo-sición y <subyugación>, de no libertad, marcada por el militarismo de los

libertadores, por la presencia de extranjeros en el mando político, de explo-tación para financiar la guerra en el Perú, de merrnas territoriales, y, en gene-ral, de vuelta atrás en muchas cosas. Incluso de la pérdida de su nombre his-tórico... La verdadera independencia, según este autor, no se produjo sinohasta 1830.

Algunos quiteños pr minentes se opusieron inútilmente a la subyugación. Elpresidente Bolívar entró a Quito con su ejército el 16 de junio.Entonces decla-

ró oficialmente al Reino de Quito como un departamento de Colombia y norn-bró a Sucre como prirner Intendente [...].El antiguo Reino de Quito había

logrado la independencia de la monarquía española, mas no su libertad. El depar-

tamento de Quito o del Sur, como a veces se le llamaba, fue puesto bajo ley mar-

tt(' Ibíden, 270-272.

l\eal de Lima, se comportaban como si fueran conquistadores y no los defetrsorcs

de la nación española a la que tanto ellos como los quiteños pertenecían. Oprimí-an y an:ten zaban a la población de diversas n-raneras, manteniéndose en la ciudad

que pertenecía a otro virreinato, el de la Nueva Granada, aun cuando la <revueltao

a la que habían sido enviados para reprimir ya había terminado. Lo anterior se

debía a que el virreyAbascal de Perú, campeón ardiente del antiguo orden, care-

cía de confianza en el presidente Ruiz de Castilla o en el virrey Amar y Borbón

cle Nueva Granada.tl situación no auguraba nada nuevo para el futurol 15.

Luego -añade, páginas más adelante-, las tropas de Bolívar y Sucre, que

reemplazaron a los anteriores como (ocupantes), puesto que -explicita- los

colombianos obligaron al reconocimiento de la soberanía de Colombia, cttl-r-ninando el autor con una rotunda frase sobre el hecho de que, en la inde-pendencia ecuatoriana, el voto popurlar quiteño y guayaquileño fuera susti-

tuido por las bayonetas colombianas:

El enfrent¡miento final (batalla de Pichincha) entre realistas y republicanos se

produjo la mañana del 24 de mayo de 1822 [...1. Después de las cerenroni¿s cotr

que se festejó la victoria, Sucre obligó alAyuntanliento de Quito a reconocer en

nombre de todo el reino la soberanía de Colonrbia. Sin embargo la capital del

reino, la ciudad de Quito, carecía de la atltoridad para actuar en nombre de todoel territorio. Únicamente un congreso de provincias, tal como el que había pro-puesto Guryaquil, era capaz de decidir el destino de todo el reino. No obstante,

la declar¿ción espontánea de la capital proveyó :r los goberuantes de Colonrbiade la justificación para anexarse el Reino de Quito.

A pesar de los esfuerzos por lllantener la irpariencia de cordialidad, algunos

quiteños distinguidos se opusieron a la decisión de unirse a Colombia. Cuatromiembros del ayuntamiento collstitucional, descritos conlo <bochincheros ene-

migos de Colombia,r, resultaron víctimas de una disputa sangrienta por criticar a

1:r República del Norte. No mucho después contenzaron a aparecer por toda la

ciudad carteles en los que podía leerse oÚltimo día del despotismo y el prirnero

de lo urismor. Después de derrotar a los realistas en Pasto, al norte, el presidente

lJolívar entró con su ejército en Quito el 16 de junio. Oficialurente declaró a

todo el reino como Departamento de Quito, nombrando al general Sucre su

plinrer intendente.En la costa, la <republiqueta), conro desdeñosamente nombraba Bolívar a

(iu:ryaquil, se preparaba para el último acto de la liberación colombiana del

l{cino dc Quito.Aunque el presidente Olmedo continuaba insistiendo en que

l{ orlríqu cz O. (11)96: 17 4) .

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I l.il..i Juan Marchena Fern ández

ci¡I. Funcionarios de otras partes de Colombia así como de otros países reempla-zaron a las autoridades locales. Los departar-nentos del Sur estaban gobernadospor militares,la mayoría de ellos extranjeros. Para financiar la liberación de Perír,

Bolívar restauró el tributo indígena, que las Cortes y más tarde el Congreso de

Colombia había abolido [.. ].El antiguo Reino de Quito no obtuvo verdadera

independencia sino hasta 1830, cuando Colombia se fragmentó. La región se

convirtió erltonces en una nueva nación, la República de Ecuador [...].Por desgracia, el antiguo Reino de Quito poseía vecinos poderosos al Norte

y al Sur. En írltima instancia, el presidente militarista de Colonrbia, Simón Bolí-var, conquistó y explotó la región cono parte de sus esfuerzos para separar al

Perír de la monarquía española. Cuando el antiguo Reino de Quito se convirtióen la República del Ecuador de 183t1, perdió alguna cle sus provincias norteñas.

También perdió su nombre histórico, Quito, que Guayaquil y el resto de la zona,

incluida la capital de Quito, ftrvorecían [...]1t7.

Terna sobre el que vuelve a insistir en otra de sus obras más recientes:

Los procesos de independencia en los países andinos 189

miembros de las elites regionales criollas o pertenecientes a determinadossectores mestizos urbanos. <Episodios> que arrancan con los movirnientosjuntistas en Chuquisacay LaPaz de 1809, a los que se ha querido situar enuna clara posición independentista, generándose una fuerte polérnica sobrecuál fue el prirnero en tonar esta resolución, adquiriendo este asunto unaimportancia vital, dado el espacio que ocupa en la historiogtafra boliviana.lJna cuestión abonada, además, por los documentos que los diversos autoreshan ido aportando, aunque alguno haya sido surnar-rlente polémicol20. Lasiguiente fase es denominada por algunos historiadores <la guerra entre Lirnay Buenos Aires>, consecuencia de las operaciones que las tropas enviadasdesde el Río de la Plata para asegLrrarse el dominio del Alto Perú (tropas lla-rnadas en algunas obras <Ejército Auxiliar argentino>) realizaron en el terri-torio de la Audiencia de charcas contra las unidades realistas altoperuanas ycontra las tropas enviadas desde Lima, Cusco y Arequipa por el virrey delPerú, a fin de evitar la conquista por los porteños de esta región, fundamen-tal por su producción de metales y por el alto valor fiscal de sus contribucio-nes (especialmente el ramo del <tributo indígena>) que ambos nírcleos depoder querían para sí. Por tanto, esta fase aparece en la historiografia más clá-sica como sunamerlte contradictoria: unos se refieren a ella como (guerracivil>, otros conlo (guerra patriota>; unos critican la <invasión> porteña, otrosla invasión (peruana), mientras otros defienden que la guerra fue llevada a

cabo básicamente por las heroicas guerrillas locales claranrente nacionales, yaún otros aportan datos sobre el desarrollo de los preceptos de la constitu-ción de Cádiz, aplicados en la región entre 1811-1814,y 1820-1823, espe-cialmente importante en cuanto a las cornpetencias y autonomías que con-cedia a los ayuntamientos.

El período comprendido entre 1815 y 1820 constituye para estos autoresotra fase del proceso, en la cual se destaca la conrpleta intervención del ejér-cito realista en todo el territorio, excepto algunas actuaciones de los gruposguerrilleros, cada vez nlenos apoyados tras la retirada del ejército auxiliarenviado desde Buenos Aires. (Jna nueva fase es establecida tras la crisis del

ll'r Magdalena Cajías de laVega anota al respecto: <En el caso de Bolivia,por ejem-plo, investigaciones que pretendieron cuestionar el accionar o las conductas del "proto-rn:rrtir" plceño Pedro Domingo Murillo, provocaron una fuerte reacción en esa regióntlcl prís, rsí como las dudas respecto a la autenticidad de un documento de 1809 consi-dcr;rdo ¡ror los paceños colno la mllestra de que los revolucionarios de esa ciudad teníanclunr cl <>bjr.tivo de la independenci:r, (2005b: 2()).

En 1B3t), después de que

de sus provincias norteñers, se

histórico de Quito, sino corlconquistadores: Ecuadorl I 8.

Colonrbia se desmoronó, la región, ya sin algunas

convirtió en Llna nueva nación, ilo con sLr nonrbreel nonrbre artificial qlre le había sido dado por sus

(JNR urnaoR A LA Hrsror\rocnapÍa rJoLrvrANA

soBRE LA TNDEpENDENCTAy r-R cn¡RcróN up lR Rppú¡ucR

Al igual que en el caso ecuatoriano, la historiografia clásica bolivianasobre la independencia viene a constituir un conjunto de obras apologéticassobre la actuación de los héroes que la llevaron a cabo, y casi un catálogodescriptivo de las batallas en que participaron, sazonado con antiguas yencendidas rivalidades regionales en procura de asegurar la primacía quecada una de ellas tuvo en este proceso.

Una historiografta que ha dividido cronológicamente al período encliversos <episodios>1 19, mecánicamente concatenados entre sí, en los cuales

se destaca la actuación personalista de determinados líderes, normahnente

lr7 l{otlrísuez O. (2{.)06: 198).I rs l\odríqtrcz (). (2f )t)5b: 556).ll" LJrrrr descr-ipcitirr tlc kls nlisrrros ptrctlc vcrsc' en Sonx (2005).

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I l.il..i Juan Marchena Fern ández

ci¡I. Funcionarios de otras partes de Colombia así como de otros países reempla-zaron a las autoridades locales. Los departar-nentos del Sur estaban gobernadospor militares,la mayoría de ellos extranjeros. Para financiar la liberación de Perír,

Bolívar restauró el tributo indígena, que las Cortes y más tarde el Congreso de

Colombia había abolido [.. ].El antiguo Reino de Quito no obtuvo verdadera

independencia sino hasta 1830, cuando Colombia se fragmentó. La región se

convirtió erltonces en una nueva nación, la República de Ecuador [...].Por desgracia, el antiguo Reino de Quito poseía vecinos poderosos al Norte

y al Sur. En írltima instancia, el presidente militarista de Colonrbia, Simón Bolí-var, conquistó y explotó la región cono parte de sus esfuerzos para separar al

Perír de la monarquía española. Cuando el antiguo Reino de Quito se convirtióen la República del Ecuador de 183t1, perdió alguna cle sus provincias norteñas.

También perdió su nombre histórico, Quito, que Guayaquil y el resto de la zona,

incluida la capital de Quito, ftrvorecían [...]1t7.

Terna sobre el que vuelve a insistir en otra de sus obras más recientes:

Los procesos de independencia en los países andinos 189

miembros de las elites regionales criollas o pertenecientes a determinadossectores mestizos urbanos. <Episodios> que arrancan con los movirnientosjuntistas en Chuquisacay LaPaz de 1809, a los que se ha querido situar enuna clara posición independentista, generándose una fuerte polérnica sobrecuál fue el prirnero en tonar esta resolución, adquiriendo este asunto unaimportancia vital, dado el espacio que ocupa en la historiogtafra boliviana.lJna cuestión abonada, además, por los documentos que los diversos autoreshan ido aportando, aunque alguno haya sido surnar-rlente polémicol20. Lasiguiente fase es denominada por algunos historiadores <la guerra entre Lirnay Buenos Aires>, consecuencia de las operaciones que las tropas enviadasdesde el Río de la Plata para asegLrrarse el dominio del Alto Perú (tropas lla-rnadas en algunas obras <Ejército Auxiliar argentino>) realizaron en el terri-torio de la Audiencia de charcas contra las unidades realistas altoperuanas ycontra las tropas enviadas desde Lima, Cusco y Arequipa por el virrey delPerú, a fin de evitar la conquista por los porteños de esta región, fundamen-tal por su producción de metales y por el alto valor fiscal de sus contribucio-nes (especialmente el ramo del <tributo indígena>) que ambos nírcleos depoder querían para sí. Por tanto, esta fase aparece en la historiografia más clá-sica como sunamerlte contradictoria: unos se refieren a ella como (guerracivil>, otros conlo (guerra patriota>; unos critican la <invasión> porteña, otrosla invasión (peruana), mientras otros defienden que la guerra fue llevada a

cabo básicamente por las heroicas guerrillas locales claranrente nacionales, yaún otros aportan datos sobre el desarrollo de los preceptos de la constitu-ción de Cádiz, aplicados en la región entre 1811-1814,y 1820-1823, espe-cialmente importante en cuanto a las cornpetencias y autonomías que con-cedia a los ayuntamientos.

El período comprendido entre 1815 y 1820 constituye para estos autoresotra fase del proceso, en la cual se destaca la conrpleta intervención del ejér-cito realista en todo el territorio, excepto algunas actuaciones de los gruposguerrilleros, cada vez nlenos apoyados tras la retirada del ejército auxiliarenviado desde Buenos Aires. (Jna nueva fase es establecida tras la crisis del

ll'r Magdalena Cajías de laVega anota al respecto: <En el caso de Bolivia,por ejem-plo, investigaciones que pretendieron cuestionar el accionar o las conductas del "proto-rn:rrtir" plceño Pedro Domingo Murillo, provocaron una fuerte reacción en esa regióntlcl prís, rsí como las dudas respecto a la autenticidad de un documento de 1809 consi-dcr;rdo ¡ror los paceños colno la mllestra de que los revolucionarios de esa ciudad teníanclunr cl <>bjr.tivo de la independenci:r, (2005b: 2()).

En 1B3t), después de que

de sus provincias norteñers, se

histórico de Quito, sino corlconquistadores: Ecuadorl I 8.

Colonrbia se desmoronó, la región, ya sin algunas

convirtió en Llna nueva nación, ilo con sLr nonrbreel nonrbre artificial qlre le había sido dado por sus

(JNR urnaoR A LA Hrsror\rocnapÍa rJoLrvrANA

soBRE LA TNDEpENDENCTAy r-R cn¡RcróN up lR Rppú¡ucR

Al igual que en el caso ecuatoriano, la historiografia clásica bolivianasobre la independencia viene a constituir un conjunto de obras apologéticassobre la actuación de los héroes que la llevaron a cabo, y casi un catálogodescriptivo de las batallas en que participaron, sazonado con antiguas yencendidas rivalidades regionales en procura de asegurar la primacía quecada una de ellas tuvo en este proceso.

Una historiografta que ha dividido cronológicamente al período encliversos <episodios>1 19, mecánicamente concatenados entre sí, en los cuales

se destaca la actuación personalista de determinados líderes, normahnente

lr7 l{otlrísuez O. (2{.)06: 198).I rs l\odríqtrcz (). (2f )t)5b: 556).ll" LJrrrr descr-ipcitirr tlc kls nlisrrros ptrctlc vcrsc' en Sonx (2005).

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l()o Juan Marchena Fern ández

ejercito realista en 1820, por el conflicto que estalló en su seno entre consti-tucionalistas y absolutistas -fase llamada por algunos la <Guerra Domésti-ca>>-,y determinada por el control que el general, rrinero y hacendado PedroPablo de Olañeta, del partido de estos últimos, acabó ejerciendo sobre todoel territorio.

Por último, con la entrada en el territorio del ejército bolivariano en1825,aLmando del general Sucre, se da inicio a la últirna fase, obteniendo loslibertadores el apoyo y la adhesión de los cabildos locales, mientras el poderde la Audiencia se fue diluyendo hasta desaparecer, con lo que la indepen-dencia se daba por alcanzada en l825,ante el desmoronamiento del régimencolonial.

Es decir, en estas obras de la historiografia rnás clásica, la crisis institucio-nal del gobierno realista parece ser, más que la guerra en sí, el determinantedel proceso, aunque se destaca el papel responsable del patriciado urbano (enLaPaz, Chuquisaca, Oruro, Potosí...) por alcanzar la libertad a través de sus

propios medios políticos en torno a las Juntas, y la acción de algunos caudi-llos locales, organizados en partidas de guerrilleros, que dificultaron el desen-volvimiento de las tropas virreinales. Mientras, la población indígena y su

participación en la guerra aparece en ellas de una fbrma rnuy opacada, cuan-do no claramente denigrativa, en la medida que se insiste en que nunca fue-ron <confiables>, que cambiaron reiteradamente de bando, incluso que<cobardemente> abandonaban el combate, y que existió entre ellos un mayordeseo de lograr sus reivindicaciones como (raza)) antes que en alcanzar laindependencia de la nación.

Una historiogra(ra que tuvo a sus representantes más eximios enJoséDomingo Cortés (l,a Repúúlíca de Boliuial2l), Manuel María Alcoc er (Breues

r(lexiones sobre la sítuación política, moral y administratíua de Boliuial22),AdolfoMier (Clorias nacionales. La íniciatiua de Oruro en 1781. Sebastián Pagador yposteriormente Noticias y proceso de laVilla de San Felípe deAustria la Real de

On rro1 23), Modesto Omiste (Hí s t or i a d e B olíui al 2a), Ramón S otomayor Valdés(Estudio Histórico de Bolivialzs),Vicente Ballivián y Rojas (Archiuo Bolivia-tto126),José Rosendo Gutiérrez (Documentos sobre la historia antigua de Boli-

121 Cortés (1872).122 Alcocer (1872).123 Mier (1877 y l9l3).124 Omiste (1897)l2s SotonrayorValdés (1874).rr(' llrrlliviír¡r y I\qas (1t372).

Los procesos de independencia en los países andinos 191

uia127),José Pol (E/ pueblo y las-facciones t¡ la uerdadera c(u$a de todos mtestros

malest2s) o José María Camacho.Como puede observarse, las miradas nacionales y regionales del proceso

fueron casi simultáneas, como si todavía siguiera latente el conflicto entre las

principales capitales que dieron origen a las Juntas independentistas. AI res-pecto, Fernando Cajías comenta que, a fines del siglo xrx, <hubo en Boliviaun valioso afán de reconstruir la guerra de independencia. Si bien el movi-miento dio lugar a ntuchos avances para el conocindento de ese período, per-dió valor por el excesivo subjetivismo y por la influencia del creciente regio-nalisr-no, que llegó finalmente a la Revolución Federal. Los historiadores se

preocuParon de mitificar a los héroes de sus respectivas ciudades, en atribuir-les frases y acciones que los acreditase como los más independentistas)12e.

Además, en esos años en que tan dramáticamente se vivieron en Bolivialas consecuencias de la Guerra del Pacífico, dos textos tuvieron Lrna granir-rrportancia. uno de ellos, las memorias deJosé SantosVargas (Diario de uncomandante de la índependencia antericatta, 18'14-'1825, de las qure contamos conuna magnifica edición del maestro Gunnar Mendozal-10) constituyen un rela-to heroico del tiempo glorioso de la guerra contra la metrópoli, ensalzándo-se los valores y los sacrificios de aquel momento fundacional de la nación.Yel otro texto, algo así como Ltn raccouto de la memoria colectiva, es la novelahistórica y más que romántica escrita por el cochabambino Nataniel AguirretituTadaJuan de la Rttsa. Memctrias del último soldadtt de la independenciat3t,queresultó fundamental para la construcción de una <idea> comírn de lo quehabía sido la independencia.

Sobre esta última obra, Marta Irurozqui conlenta que los dos planos enlos cuales se había construido hasta entonces la historia boliviana, el de larnirada regional y el de la nacional, aparecen nítidamente explicitados. De unlado, la ubicación de los sucesos independentistas en un espacio geográficoconcreto, Cochabarnba en este caso, significaba reconocer a la región cornoelemento fundamental en el nacimiento de la nación. De otro, los aconteci-mientos bélicos acaecidos al comienzo del siglo xtx eran interpretados conrola fundación de una patria que luego fue abatida durante los años de excesos

127 Gutierrez (1890).l2n Pol (1872).l2') Fernando Cajías de laVega (2005: 538).I r0 S¿rntosVrrgas (1982).I rr As¡uirrc' (18u5).

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l()o Juan Marchena Fern ández

ejercito realista en 1820, por el conflicto que estalló en su seno entre consti-tucionalistas y absolutistas -fase llamada por algunos la <Guerra Domésti-ca>>-,y determinada por el control que el general, rrinero y hacendado PedroPablo de Olañeta, del partido de estos últimos, acabó ejerciendo sobre todoel territorio.

Por último, con la entrada en el territorio del ejército bolivariano en1825,aLmando del general Sucre, se da inicio a la últirna fase, obteniendo loslibertadores el apoyo y la adhesión de los cabildos locales, mientras el poderde la Audiencia se fue diluyendo hasta desaparecer, con lo que la indepen-dencia se daba por alcanzada en l825,ante el desmoronamiento del régimencolonial.

Es decir, en estas obras de la historiografia rnás clásica, la crisis institucio-nal del gobierno realista parece ser, más que la guerra en sí, el determinantedel proceso, aunque se destaca el papel responsable del patriciado urbano (enLaPaz, Chuquisaca, Oruro, Potosí...) por alcanzar la libertad a través de sus

propios medios políticos en torno a las Juntas, y la acción de algunos caudi-llos locales, organizados en partidas de guerrilleros, que dificultaron el desen-volvimiento de las tropas virreinales. Mientras, la población indígena y su

participación en la guerra aparece en ellas de una fbrma rnuy opacada, cuan-do no claramente denigrativa, en la medida que se insiste en que nunca fue-ron <confiables>, que cambiaron reiteradamente de bando, incluso que<cobardemente> abandonaban el combate, y que existió entre ellos un mayordeseo de lograr sus reivindicaciones como (raza)) antes que en alcanzar laindependencia de la nación.

Una historiogra(ra que tuvo a sus representantes más eximios enJoséDomingo Cortés (l,a Repúúlíca de Boliuial2l), Manuel María Alcoc er (Breues

r(lexiones sobre la sítuación política, moral y administratíua de Boliuial22),AdolfoMier (Clorias nacionales. La íniciatiua de Oruro en 1781. Sebastián Pagador yposteriormente Noticias y proceso de laVilla de San Felípe deAustria la Real de

On rro1 23), Modesto Omiste (Hí s t or i a d e B olíui al 2a), Ramón S otomayor Valdés(Estudio Histórico de Bolivialzs),Vicente Ballivián y Rojas (Archiuo Bolivia-tto126),José Rosendo Gutiérrez (Documentos sobre la historia antigua de Boli-

121 Cortés (1872).122 Alcocer (1872).123 Mier (1877 y l9l3).124 Omiste (1897)l2s SotonrayorValdés (1874).rr(' llrrlliviír¡r y I\qas (1t372).

Los procesos de independencia en los países andinos 191

uia127),José Pol (E/ pueblo y las-facciones t¡ la uerdadera c(u$a de todos mtestros

malest2s) o José María Camacho.Como puede observarse, las miradas nacionales y regionales del proceso

fueron casi simultáneas, como si todavía siguiera latente el conflicto entre las

principales capitales que dieron origen a las Juntas independentistas. AI res-pecto, Fernando Cajías comenta que, a fines del siglo xrx, <hubo en Boliviaun valioso afán de reconstruir la guerra de independencia. Si bien el movi-miento dio lugar a ntuchos avances para el conocindento de ese período, per-dió valor por el excesivo subjetivismo y por la influencia del creciente regio-nalisr-no, que llegó finalmente a la Revolución Federal. Los historiadores se

preocuParon de mitificar a los héroes de sus respectivas ciudades, en atribuir-les frases y acciones que los acreditase como los más independentistas)12e.

Además, en esos años en que tan dramáticamente se vivieron en Bolivialas consecuencias de la Guerra del Pacífico, dos textos tuvieron Lrna granir-rrportancia. uno de ellos, las memorias deJosé SantosVargas (Diario de uncomandante de la índependencia antericatta, 18'14-'1825, de las qure contamos conuna magnifica edición del maestro Gunnar Mendozal-10) constituyen un rela-to heroico del tiempo glorioso de la guerra contra la metrópoli, ensalzándo-se los valores y los sacrificios de aquel momento fundacional de la nación.Yel otro texto, algo así como Ltn raccouto de la memoria colectiva, es la novelahistórica y más que romántica escrita por el cochabambino Nataniel AguirretituTadaJuan de la Rttsa. Memctrias del último soldadtt de la independenciat3t,queresultó fundamental para la construcción de una <idea> comírn de lo quehabía sido la independencia.

Sobre esta última obra, Marta Irurozqui conlenta que los dos planos enlos cuales se había construido hasta entonces la historia boliviana, el de larnirada regional y el de la nacional, aparecen nítidamente explicitados. De unlado, la ubicación de los sucesos independentistas en un espacio geográficoconcreto, Cochabarnba en este caso, significaba reconocer a la región cornoelemento fundamental en el nacimiento de la nación. De otro, los aconteci-mientos bélicos acaecidos al comienzo del siglo xtx eran interpretados conrola fundación de una patria que luego fue abatida durante los años de excesos

127 Gutierrez (1890).l2n Pol (1872).l2') Fernando Cajías de laVega (2005: 538).I r0 S¿rntosVrrgas (1982).I rr As¡uirrc' (18u5).

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| .)l

nrilitaristas y por la guerra con Chile. Frente a una actitud de desaliento,Nataniel Aguirre opuso colno rnodelo la conducta de los independentistas, a

la espera de que su ejemplo devolviera la conftanza a los bolivianosl32.Ade-más -añade Marta Irurozqui-, en la obra se señala también claramente quié-nes fueron los artífices del proceso: la independencia aparece como un logrocolectivo, pero se especifica que no todos los participantes tuvieron la mismaresponsabilidad en él; sus principales gestores fueron los criollos y <los mesti-zos letradosr, nientras la población indígena apenas tuvo una actuación auxi-liar, figurando en las páginas de la novela como moralmente débiles, carentes

de ética y disciplina. En contraste, se aclara en la obra que existió una mino-ría que tuvo el valor y el honor de los ciudadanos de lustre para encarar lahistoria y hacer la nación; una minoría que representí la fuerza moral y quepodía canalizar la energia de la multitud133.

Es decir, se deduce de esta novela, de gran difusión en su tiempo, la exis-tencia de un pensamiento que, aun viniendo desde atrás, constituyó tambiénhacia adelante uno de los pilares de la construcción historiográfica boliviana,la autoexclusión nacional de la población indígena, pues como señala MartaIrurozqui refiriéndose a Ia obra de Aguirre: <las iniciativas de la poblaciónindia, al ser concebidas en términos de guerra de razas, eran imposibles deconciliar con los proyectos de otros sectores sociales, ya que estaban pensadas

en términos de ruptura con la mancomunidad criollo-mestiza [...]. El resul-tado fue que esta población quedaba excluida del diseño de la nación futuraporque había demostrado ser incapaz de propender a la uniformidad ydefendió sólo la segregación>134.

Ya en el siglo xx, bajo la idea de que era necesaria la construcción de unaidentidad nacional sólida a partir del conocimiento del pasado, la historia se

convirtió en un elemento fundarnental para definir la nación. Sin modificarsustancialmente los planteos iniciales, añadiéndole un academicismo basado

en la revisión científica de las fuentes, surge una nueva visión del procesoindependentista de la mano de Alcides Arguedas y, sobre todo y posterior-mente, de René Moreno.

Alcides Arguedas fue el autor de un libro de gran impacto, Pueblo enfermo

(1,91,3) donde planteó el problema de la formación de la nación boliviana entérrninos completamente pesimistas, pues si halla en las primeras Juntas un

132 Irurozqui (2000a: 42-43).133 lbítlcnr47.t31 II¡íduu,48.

Los procesos de independencia en los países andinos t93

deseo de libertad, se encuentra ahora frente a una Bolivia derrotada, tras vercercenada su salida al mar a\ finalizar la guerra del Pacífico, y realiza una lla-nrada de atención <nacional> desde <el desastrer¡.Ternática que plantea másexhaustivamente en su posterior Historía general de Boliuia. 1809-1921. Elpraceso de la nacionalídadl3s.Pretende lograr desde esta obra un despertar de laconciencia social y colectiva para poner fin a ese estado de cosas.Y, casi porprimera vez, aparecen en esta historiografia los indígenas (todavía, <el indio>),que comienzan a ser entendidos rnás como clase que cofiro raza. Sin embar-go, para Arguedas, el determinismo geográfico es nluy inlportante. En la tie-rra donde vive -afirma-, la naturaleza es modelante, y la miseria del indiocongénita, sin alternativas. Hasta <Dios -anota- es inclemente y vengativo; se

complace en enviar todo tipo de calamidades y desgracias>. Se evidencia enlas páginas de sus obras la presencia de un <racismo criollo> de largo aliento,sembrado en un discurso en general autoritario, donde no se aporta ningunasolución ideológica a lo que se llamaba ya en la época <el problema delindior. En esta misna línea considerarse también los trabajos de Marcos Bel-trán Ávila (Historia delAtto Perú en. 1810t36),de Luis Paz (Historia Ceneral del

Alto Peni, hoy Bolíviat37) o Sabino Pinilla (La creación de Boliuiat3s).

Otra obra importante, por lo que significó de avance en el planteamientodel tenra de la independencia, fue la de Gabriel René Moreno (ÚItimos días

coloniales en el AIto Perut3e), quien usó una abundante documentación con elpropósito de realizar un trabajo histórico de carácter científico, dando pie a

una larga escuela de recopiladores de documentos, que ha servido para rrrejo-rar el conocimiento del período desde sus fuentes, aunque también paragenerar airadas polémicas sobre sus calidades y autenticidades.

Otros autores incursionaron en el problema de la independencia desde laíptica de la sociolog¡a politica, como Octavio Salamanca (Nttestra uida repu-

blicana. Esbozos de socialogía boliuianala(t),debiendo ser citados tar-nbiénJoséSalnrón Ballivián (ldeario aymaralal), Rodolfo Soria Galvarro (Let rebelión de

Cochabamba. Datos y rectíficacíones para Ia historiala2),José Antonio Arze,'Gusta-

l3s Arguedas (1922).r36 Beltrán Ávila (1910).137 Pez (1919).l-r8 Pinilla (1917).l3') Moreno (1940).r4{) Salamanca (1925).rar Salmón Ballivián (1926).lrl Sori¡ (lelv¡rro (192(D.

Juan Marchena Fernán dez

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nrilitaristas y por la guerra con Chile. Frente a una actitud de desaliento,Nataniel Aguirre opuso colno rnodelo la conducta de los independentistas, a

la espera de que su ejemplo devolviera la conftanza a los bolivianosl32.Ade-más -añade Marta Irurozqui-, en la obra se señala también claramente quié-nes fueron los artífices del proceso: la independencia aparece como un logrocolectivo, pero se especifica que no todos los participantes tuvieron la mismaresponsabilidad en él; sus principales gestores fueron los criollos y <los mesti-zos letradosr, nientras la población indígena apenas tuvo una actuación auxi-liar, figurando en las páginas de la novela como moralmente débiles, carentes

de ética y disciplina. En contraste, se aclara en la obra que existió una mino-ría que tuvo el valor y el honor de los ciudadanos de lustre para encarar lahistoria y hacer la nación; una minoría que representí la fuerza moral y quepodía canalizar la energia de la multitud133.

Es decir, se deduce de esta novela, de gran difusión en su tiempo, la exis-tencia de un pensamiento que, aun viniendo desde atrás, constituyó tambiénhacia adelante uno de los pilares de la construcción historiográfica boliviana,la autoexclusión nacional de la población indígena, pues como señala MartaIrurozqui refiriéndose a Ia obra de Aguirre: <las iniciativas de la poblaciónindia, al ser concebidas en términos de guerra de razas, eran imposibles deconciliar con los proyectos de otros sectores sociales, ya que estaban pensadas

en términos de ruptura con la mancomunidad criollo-mestiza [...]. El resul-tado fue que esta población quedaba excluida del diseño de la nación futuraporque había demostrado ser incapaz de propender a la uniformidad ydefendió sólo la segregación>134.

Ya en el siglo xx, bajo la idea de que era necesaria la construcción de unaidentidad nacional sólida a partir del conocimiento del pasado, la historia se

convirtió en un elemento fundarnental para definir la nación. Sin modificarsustancialmente los planteos iniciales, añadiéndole un academicismo basado

en la revisión científica de las fuentes, surge una nueva visión del procesoindependentista de la mano de Alcides Arguedas y, sobre todo y posterior-mente, de René Moreno.

Alcides Arguedas fue el autor de un libro de gran impacto, Pueblo enfermo

(1,91,3) donde planteó el problema de la formación de la nación boliviana entérrninos completamente pesimistas, pues si halla en las primeras Juntas un

132 Irurozqui (2000a: 42-43).133 lbítlcnr47.t31 II¡íduu,48.

Los procesos de independencia en los países andinos t93

deseo de libertad, se encuentra ahora frente a una Bolivia derrotada, tras vercercenada su salida al mar a\ finalizar la guerra del Pacífico, y realiza una lla-nrada de atención <nacional> desde <el desastrer¡.Ternática que plantea másexhaustivamente en su posterior Historía general de Boliuia. 1809-1921. Elpraceso de la nacionalídadl3s.Pretende lograr desde esta obra un despertar de laconciencia social y colectiva para poner fin a ese estado de cosas.Y, casi porprimera vez, aparecen en esta historiografia los indígenas (todavía, <el indio>),que comienzan a ser entendidos rnás como clase que cofiro raza. Sin embar-go, para Arguedas, el determinismo geográfico es nluy inlportante. En la tie-rra donde vive -afirma-, la naturaleza es modelante, y la miseria del indiocongénita, sin alternativas. Hasta <Dios -anota- es inclemente y vengativo; se

complace en enviar todo tipo de calamidades y desgracias>. Se evidencia enlas páginas de sus obras la presencia de un <racismo criollo> de largo aliento,sembrado en un discurso en general autoritario, donde no se aporta ningunasolución ideológica a lo que se llamaba ya en la época <el problema delindior. En esta misna línea considerarse también los trabajos de Marcos Bel-trán Ávila (Historia delAtto Perú en. 1810t36),de Luis Paz (Historia Ceneral del

Alto Peni, hoy Bolíviat37) o Sabino Pinilla (La creación de Boliuiat3s).

Otra obra importante, por lo que significó de avance en el planteamientodel tenra de la independencia, fue la de Gabriel René Moreno (ÚItimos días

coloniales en el AIto Perut3e), quien usó una abundante documentación con elpropósito de realizar un trabajo histórico de carácter científico, dando pie a

una larga escuela de recopiladores de documentos, que ha servido para rrrejo-rar el conocimiento del período desde sus fuentes, aunque también paragenerar airadas polémicas sobre sus calidades y autenticidades.

Otros autores incursionaron en el problema de la independencia desde laíptica de la sociolog¡a politica, como Octavio Salamanca (Nttestra uida repu-

blicana. Esbozos de socialogía boliuianala(t),debiendo ser citados tar-nbiénJoséSalnrón Ballivián (ldeario aymaralal), Rodolfo Soria Galvarro (Let rebelión de

Cochabamba. Datos y rectíficacíones para Ia historiala2),José Antonio Arze,'Gusta-

l3s Arguedas (1922).r36 Beltrán Ávila (1910).137 Pez (1919).l-r8 Pinilla (1917).l3') Moreno (1940).r4{) Salamanca (1925).rar Salmón Ballivián (1926).lrl Sori¡ (lelv¡rro (192(D.

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) Juan Marchena Fern ández

vo A. Nrrvano, o Luris S. Crespo, con una obra de gran envergadura pero queItreuo qtredó trunca, Episttdios histórictts de Bolivia. A ellos hay que sumar elesfuerzo de recopilación de documentos realizado porJoséVázquez Machi-cado,Víctor Santa Cruz, o C. Ponce Sanjinés y R.A.García (Doamrcntos para

la hístoría de Ia reyolucíón de 1809143), más los trabajos sobre biografias de per-sonajes históricos realizados por Augusto Guznán.Además, deben conside-rarse la Nueva Historía de Boliuia (Ensayo de interpretación socittlógica)l4a, deEnrique Finot, o la obra de Manuel M. Pinto (<La revolución de la Inten-dencia deLaPaz en el virreinato del Río de la Plata>1as)

A partir de aquí han surgido otros trabajos más actuales que han logradociertos avances al abordar el problema, como los de Augusto Guzrnán (Histo-ria de Bolivial+6), HumbertoVázquez Machicado,José de Mesa,Teresa Gis-bert y Carlos D. Mesa Gisbert (Manual de Histrtria de Boliuial+7), MarianoBaptista Gumucio (Otra historia de Boliuiatas) o Clara L6pez Beltrán (Bittgrqfía

dc Boliuia. (Jn estudio de su historiat4e).

[Jna mirada temática a la última producción historiográfica nos muestratoclavía l:r gran diversidad que existe en torno al tema de la independencia, yl¿r convivencia de nuevas y antiguas miradas. Qué duda cabe que, al igual queen el c¿rso ecuatoriano, una (nueva historia> se ha ido abriendo paso, lentapero efectivalllente, de la mano de jóvenes autores, incorporando novedosasaportaciones realizadas desde la historia política, la historia económica ysocial o la historia de las mentalidadeslsO, especiah-nente en torno al terna dela construcción de la ciudadanía, la participación de los sectores populares,los rnecanismos electorales y, sobre todo, el papel jugado por la poblaciónindígena. Problemas historiográficos que han sido planteados por Marta Iru-rozqui yVíctor Peralta (<La historiografia boliviana sobre la república. Unestado de la cuestión,,1si) o Magdalena Cajías de laVega (<La independencia

ra3 Machicado et al. (1953).l++ Finor (1946).r+s Pinro (1953).l4r' Guzrrán (19S1).r+7 Gisbert et al.(1988).ia8 Baptista Gumucio (1989).1ae López Beltrán (1993).lstt p"6. reseñarse la in-rportancia que otros autores no bolivianos, cono Charles

Arnade, Herbert Klein, Erick Langer, Brooke Larson, Williar-n Lee Lofstr-om,Thonras A.Abercrombie,Tristan Platt, o Nicolás Sánchez Albornoz, entre otros, han tenido en este

proceso de renovación.151 Irurozqui/Peralta (1992b).

Los procesos de independencia en los países andinos 195

frente a la integración latinoamericana en los libros escolaresul52), y el ya cita-do, de esta misma autora, <Bolivia>1s3.

Al estudio de los antecedentes de la independencia boliviana han dedica-do excelentes trabajos Fernando Cajías de laVega (Oruro 1781: sublevacíón de

indíos y rebelión criollal5a) y Rossana Barragán (<Españoles patricios y españo-

les europeos: conflictos intra elites e identidades en la ciudad de La Paz,rlss).

Dedicados al proceso concreto de la independencia durante los años de la

guerra, los autores y obras más significativas son:AlipioValenciaYega, El hñioen la independencials6;Alberto Crespo, René Arze, Florencia B. de Romero yMary Money, La uida cotidiana en La Paz durante Ia Guerra de Independencia,

1800-18251s7; René D. Arze Aguirre, Participación popular en la independencía

de Boliuialss;ValentínAbeciaValdivieso, <Bolívar y Sucre en la fundación de

Bolivia>1se;José Luis Roca, <Las masas irrumpen en la guerra, 1810-1821>160;

el trabajo ya citado de la investigadora peruana Scarlett O'Phelan Godoy,<Por el Rey, Religión y Patria, lasJuntas de Gobierno de 1809 enLaPazyQuitoor6r; el del argentino Emilio A. Bidondo, Alto Perú. Insurrección, Líber-

tad, índependencial62;Edgar ArmandoValda Martínez, Potosí duratúe Ia üdepen-

dencia de Charcas, 1810-18171o3' l¿ Jorge Siles Salinas, La independencia de

Bolivia y Tbxtos clásicos para la Hístoria de Boliuiatsa; Estanislao Just Lleó,ConúenzttsdelaindependenciaenelAltoPerú:/ossuresos deChuqrúsaca, 180916s;

José Luis Roca, 1809. La reuttlución de laAudiencia de Charcas en Chuquisaca y

2 po=166tde Marta Irurozqui, <La vecindad y sus promesas. De vecino a ciu-dadano. Bolivia, 1810-1930',, <El sueño del ciudadano. Sermones y catecis-

mos políticos en la Charcas tardocolonial, 1809-1814o y ol)e cómo el vecino

's2 Crjías de laVega (2004).rs3 Magdalena Cajías de laVega (2005).ls+ Fernando Cajías de laVega (2005).1s5 Barragán (1996).156 ValenciaVe ga (1962).1s7 Crespo et al. (1975).158 Arze Aguirre (1.979)rse AbeciaValdivieso (1983).16() Roca (1984).r6r O'Phelan Godoy (1988).r62 Bidondo (1989).lo'l Y"1¿" Marrínez (1989).r('+

Jorge Siles (1992 y 2001).r6s

Just Lle6 (1994).Itrrr ¡1o.', (1998).

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vo A. Nrrvano, o Luris S. Crespo, con una obra de gran envergadura pero queItreuo qtredó trunca, Episttdios histórictts de Bolivia. A ellos hay que sumar elesfuerzo de recopilación de documentos realizado porJoséVázquez Machi-cado,Víctor Santa Cruz, o C. Ponce Sanjinés y R.A.García (Doamrcntos para

la hístoría de Ia reyolucíón de 1809143), más los trabajos sobre biografias de per-sonajes históricos realizados por Augusto Guznán.Además, deben conside-rarse la Nueva Historía de Boliuia (Ensayo de interpretación socittlógica)l4a, deEnrique Finot, o la obra de Manuel M. Pinto (<La revolución de la Inten-dencia deLaPaz en el virreinato del Río de la Plata>1as)

A partir de aquí han surgido otros trabajos más actuales que han logradociertos avances al abordar el problema, como los de Augusto Guzrnán (Histo-ria de Bolivial+6), HumbertoVázquez Machicado,José de Mesa,Teresa Gis-bert y Carlos D. Mesa Gisbert (Manual de Histrtria de Boliuial+7), MarianoBaptista Gumucio (Otra historia de Boliuiatas) o Clara L6pez Beltrán (Bittgrqfía

dc Boliuia. (Jn estudio de su historiat4e).

[Jna mirada temática a la última producción historiográfica nos muestratoclavía l:r gran diversidad que existe en torno al tema de la independencia, yl¿r convivencia de nuevas y antiguas miradas. Qué duda cabe que, al igual queen el c¿rso ecuatoriano, una (nueva historia> se ha ido abriendo paso, lentapero efectivalllente, de la mano de jóvenes autores, incorporando novedosasaportaciones realizadas desde la historia política, la historia económica ysocial o la historia de las mentalidadeslsO, especiah-nente en torno al terna dela construcción de la ciudadanía, la participación de los sectores populares,los rnecanismos electorales y, sobre todo, el papel jugado por la poblaciónindígena. Problemas historiográficos que han sido planteados por Marta Iru-rozqui yVíctor Peralta (<La historiografia boliviana sobre la república. Unestado de la cuestión,,1si) o Magdalena Cajías de laVega (<La independencia

ra3 Machicado et al. (1953).l++ Finor (1946).r+s Pinro (1953).l4r' Guzrrán (19S1).r+7 Gisbert et al.(1988).ia8 Baptista Gumucio (1989).1ae López Beltrán (1993).lstt p"6. reseñarse la in-rportancia que otros autores no bolivianos, cono Charles

Arnade, Herbert Klein, Erick Langer, Brooke Larson, Williar-n Lee Lofstr-om,Thonras A.Abercrombie,Tristan Platt, o Nicolás Sánchez Albornoz, entre otros, han tenido en este

proceso de renovación.151 Irurozqui/Peralta (1992b).

Los procesos de independencia en los países andinos 195

frente a la integración latinoamericana en los libros escolaresul52), y el ya cita-do, de esta misma autora, <Bolivia>1s3.

Al estudio de los antecedentes de la independencia boliviana han dedica-do excelentes trabajos Fernando Cajías de laVega (Oruro 1781: sublevacíón de

indíos y rebelión criollal5a) y Rossana Barragán (<Españoles patricios y españo-

les europeos: conflictos intra elites e identidades en la ciudad de La Paz,rlss).

Dedicados al proceso concreto de la independencia durante los años de la

guerra, los autores y obras más significativas son:AlipioValenciaYega, El hñioen la independencials6;Alberto Crespo, René Arze, Florencia B. de Romero yMary Money, La uida cotidiana en La Paz durante Ia Guerra de Independencia,

1800-18251s7; René D. Arze Aguirre, Participación popular en la independencía

de Boliuialss;ValentínAbeciaValdivieso, <Bolívar y Sucre en la fundación de

Bolivia>1se;José Luis Roca, <Las masas irrumpen en la guerra, 1810-1821>160;

el trabajo ya citado de la investigadora peruana Scarlett O'Phelan Godoy,<Por el Rey, Religión y Patria, lasJuntas de Gobierno de 1809 enLaPazyQuitoor6r; el del argentino Emilio A. Bidondo, Alto Perú. Insurrección, Líber-

tad, índependencial62;Edgar ArmandoValda Martínez, Potosí duratúe Ia üdepen-

dencia de Charcas, 1810-18171o3' l¿ Jorge Siles Salinas, La independencia de

Bolivia y Tbxtos clásicos para la Hístoria de Boliuiatsa; Estanislao Just Lleó,ConúenzttsdelaindependenciaenelAltoPerú:/ossuresos deChuqrúsaca, 180916s;

José Luis Roca, 1809. La reuttlución de laAudiencia de Charcas en Chuquisaca y

2 po=166tde Marta Irurozqui, <La vecindad y sus promesas. De vecino a ciu-dadano. Bolivia, 1810-1930',, <El sueño del ciudadano. Sermones y catecis-

mos políticos en la Charcas tardocolonial, 1809-1814o y ol)e cómo el vecino

's2 Crjías de laVega (2004).rs3 Magdalena Cajías de laVega (2005).ls+ Fernando Cajías de laVega (2005).1s5 Barragán (1996).156 ValenciaVe ga (1962).1s7 Crespo et al. (1975).158 Arze Aguirre (1.979)rse AbeciaValdivieso (1983).16() Roca (1984).r6r O'Phelan Godoy (1988).r62 Bidondo (1989).lo'l Y"1¿" Marrínez (1989).r('+

Jorge Siles (1992 y 2001).r6s

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r Juan Marchena Ferrrández

hizo al ciudadano en Charcas y de cómo el ciudadano conservó al vecino enllolivia, 1809-183001r'7;Alberto Crespo, <La independencia desde el surol(,8, yMaría Luisa Soux, <La independencia desde una perspectiva institucional: elcaso del Alto Perúol('e.

Para temas que se sitúan a caballo entre la historia colonial y la republica-na, deben consultarse los trabajos deJosé M. Gordillo y Robert H.Jackson,<Mestizaje y proceso de parcelización en la estructura agraria de Cochabam-ba (El caso de Sipe-Sipe en los siglos xvrrr-xrx))17o. Humberro YázqttezMachicado, Glttsas sttbrc la listoría ccttnómica da Bolíuia: el Inccndísta Dtm MigrclMaría Agúrre, 1793-1873171; María Luisa Soux, Autttridad, poder y redes sociales

etúre la coltuia y la república. ktja, 1800-1850172, oJosefa Salmón y GuillermoDelgado, Idcntidad, dudadanía y particípacíóu poprilar desdc la ctiltuia a/ sig/o .rx17-r.

Las repercusiones de la independencia en la historia política de los pri-nreros años republicanos pueden estudiarse enValentín AbeciaValdivieso, La-s

relarittttcs itttcrtncionalcs en la Historía dc BoliuiatTa, o Marcelo Galindo deUgarte, Constítucioucs bttlíuiattas cttmparadas (1 82 6- 1 9 67)t75.

Y por fin, sobre la participación indígena en el proceso y sus consecuen-ci¿rs innrediatas, resultan de sumo interés las obras de Jorge Alejandro Ovan-do Sarrz, El tributo indígma ctt las -finanzas bt¡livianas del sigkt.{1.\l7r'; Dorisl]utrón ontiveros, La-fcstiuídad dc Nuestra Señttra de La Paz,Alacitas y l()s drtc-sanos (1825-'1900)177;XavierAlbó yJoseph M. Barnadas, La cara índia y sa¡¡¡-

pesirra de tutestra listttriatTs; María Luisa Soux, <Esclavos, peones y nringas.Apuntes sobre la fuerza de trabajo en las haciendas yungueñas a principiosde la República>17e;Marta Irurozqr-ri yVíctor Peralta Ruiz, <Los bolivianos yel indio. Patrirnonialislllo y modernización en Bolivia, siglo xrxo18,,; Alejan-

1r'7 Irurozqui (2(XX)b,2lX)3 y 2{){)5).I('s Crespo (2003).lr:e 5o.r* (2005).r70 Gordillo,{ackson (1 9ti9).171 Yázqtez Machicado (1991).r72 Soux (1999).r73 Salmón/Delgado (20{)3).174 AbeciaValdivieso (1986).r7s Galindo de Ugarte (191)1).17r' Ovando Sanz (1986).177 Butrón Ontiveros (1990).r78 Albó/Barnadas (1990).r7e Soux (1992).18r) Peralta Ruiz/Irurozqui (1992a).

Los procesos dc independencia elr los países arldirlos 197

droAntezalra S., E-sfnlcfrlra agraría en. el si,glo.xr.x. Lcp¡-slacitht agraría y transforna-citítt dc la rcalidad ntrdt de Bttliuialsl; Gnstavo Rodríguez ostria, Poder cerrtral 1,

pt()yccto rcsíotml. Ct¡cltabanúa y Santa Cntz ett /trs -sig/o-s.xl.\ y x.\ y La cortstnrc-

citit dc ttna rcgititt. Cttcltabatnba ), yt hist()ria, srg/os.xr.r Jr.{.x182; Raúl Calderón

Jemio, <Conflictos sociales en el altiplano paceño enrre 1830 y 1t360>183;Ana

María Lema, Bttsqrcjo híst(trirc dcl cstadtt eil quc sc halla la riqrcza nacíottal con

srts rcxtltados, prcserttadtt a exa,ncn dc Ia ttacítitt p(rr un aldcatto.Añtt dc '1 830181.Ximena Medinaceli, (Elenrentos para inragin¿lr Llna nación: el discurso delaldeano,rl$s; María Luisa Soux, <lndividuo, ñnilia y conrurnidad. El derechosucesorio entre los comunarios de L¿r Paz (1825-1850)>18(,; Marta Irurozqui,<Ebrios, vagos y analfabc'tos. El sufiagio censitario en Bolivi¿r, 1826-1925> yel ya citado A bala,picdra y pa\o...187; tarnbién de Marta lrurozqui yVíctorPeralta, <Ni letrados ni bárbaros. Caudillos nrilitares y elecciones en lJolivia,1826-1880,)188; Raírl CalderónJemio, <Años de ambigüedad: propr-restas ylimitaciones de la política y legislación de tierras dur¿rnte la consolidaciónrepublic:rna ((Jnrasuyu y Paria, 1825-1839)ol8e;Javier Mendoza, La mcsa

crr.iate't; l{ossana Barragán, lrrdíos, urtricrcs ), cittdadatu¡s. Lc,qislacitín y cjcrcicío dc lacíudadattía ctt Bttliuia (-rig/o .rlr)l')1, y de esta nrisrua :lutora y Silvia Rivera,Dcbatcs postcttlortialcs: tttta itttr<¡dttcción tt los estttditts dc la stúaltt'rttidddte2.

Por últinro, relacionados con el tenla ell seneral de la construcción yevolución de la nación, tanto en aspectos locales coltlo generales, contamoscon los trabajos de otra larga serie de interes¿rntes alltores, conto l\obertoQuerejazu,Juan Albarracín, Laura Escob¿rri, Guillerruo Lora, María Eugeniadel Valle, Esteban Ticona, Leandro Condori Chura, Roberto Choque Can-qui, Carnren Ileatriz Loza, Silvia Arze,JavierJáuregui,Verónica Cereceda oGabriel Martínez.

l8l Antezan¿r S. (1992).182 Rodrisuez Ostlia (1993 y 1995).l8l

Jenrio (1994).184 Lem,r (199'+).r85 Medirrrceli (1994).r86 Soux (199fr.I87 Irurozqui (11)()6y 2000a).188 lrurozqui/Peralta (1998).l8') Calderón Jemio (1997).r')(r Mendoza (1997).I')r llrrrr:rr¡án (1 999) .

l"l li:u-r:rs:'¡nll{ivcrrr (l 997).

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hizo al ciudadano en Charcas y de cómo el ciudadano conservó al vecino enllolivia, 1809-183001r'7;Alberto Crespo, <La independencia desde el surol(,8, yMaría Luisa Soux, <La independencia desde una perspectiva institucional: elcaso del Alto Perúol('e.

Para temas que se sitúan a caballo entre la historia colonial y la republica-na, deben consultarse los trabajos deJosé M. Gordillo y Robert H.Jackson,<Mestizaje y proceso de parcelización en la estructura agraria de Cochabam-ba (El caso de Sipe-Sipe en los siglos xvrrr-xrx))17o. Humberro YázqttezMachicado, Glttsas sttbrc la listoría ccttnómica da Bolíuia: el Inccndísta Dtm MigrclMaría Agúrre, 1793-1873171; María Luisa Soux, Autttridad, poder y redes sociales

etúre la coltuia y la república. ktja, 1800-1850172, oJosefa Salmón y GuillermoDelgado, Idcntidad, dudadanía y particípacíóu poprilar desdc la ctiltuia a/ sig/o .rx17-r.

Las repercusiones de la independencia en la historia política de los pri-nreros años republicanos pueden estudiarse enValentín AbeciaValdivieso, La-s

relarittttcs itttcrtncionalcs en la Historía dc BoliuiatTa, o Marcelo Galindo deUgarte, Constítucioucs bttlíuiattas cttmparadas (1 82 6- 1 9 67)t75.

Y por fin, sobre la participación indígena en el proceso y sus consecuen-ci¿rs innrediatas, resultan de sumo interés las obras de Jorge Alejandro Ovan-do Sarrz, El tributo indígma ctt las -finanzas bt¡livianas del sigkt.{1.\l7r'; Dorisl]utrón ontiveros, La-fcstiuídad dc Nuestra Señttra de La Paz,Alacitas y l()s drtc-sanos (1825-'1900)177;XavierAlbó yJoseph M. Barnadas, La cara índia y sa¡¡¡-

pesirra de tutestra listttriatTs; María Luisa Soux, <Esclavos, peones y nringas.Apuntes sobre la fuerza de trabajo en las haciendas yungueñas a principiosde la República>17e;Marta Irurozqr-ri yVíctor Peralta Ruiz, <Los bolivianos yel indio. Patrirnonialislllo y modernización en Bolivia, siglo xrxo18,,; Alejan-

1r'7 Irurozqui (2(XX)b,2lX)3 y 2{){)5).I('s Crespo (2003).lr:e 5o.r* (2005).r70 Gordillo,{ackson (1 9ti9).171 Yázqtez Machicado (1991).r72 Soux (1999).r73 Salmón/Delgado (20{)3).174 AbeciaValdivieso (1986).r7s Galindo de Ugarte (191)1).17r' Ovando Sanz (1986).177 Butrón Ontiveros (1990).r78 Albó/Barnadas (1990).r7e Soux (1992).18r) Peralta Ruiz/Irurozqui (1992a).

Los procesos dc independencia elr los países arldirlos 197

droAntezalra S., E-sfnlcfrlra agraría en. el si,glo.xr.x. Lcp¡-slacitht agraría y transforna-citítt dc la rcalidad ntrdt de Bttliuialsl; Gnstavo Rodríguez ostria, Poder cerrtral 1,

pt()yccto rcsíotml. Ct¡cltabanúa y Santa Cntz ett /trs -sig/o-s.xl.\ y x.\ y La cortstnrc-

citit dc ttna rcgititt. Cttcltabatnba ), yt hist()ria, srg/os.xr.r Jr.{.x182; Raúl Calderón

Jemio, <Conflictos sociales en el altiplano paceño enrre 1830 y 1t360>183;Ana

María Lema, Bttsqrcjo híst(trirc dcl cstadtt eil quc sc halla la riqrcza nacíottal con

srts rcxtltados, prcserttadtt a exa,ncn dc Ia ttacítitt p(rr un aldcatto.Añtt dc '1 830181.Ximena Medinaceli, (Elenrentos para inragin¿lr Llna nación: el discurso delaldeano,rl$s; María Luisa Soux, <lndividuo, ñnilia y conrurnidad. El derechosucesorio entre los comunarios de L¿r Paz (1825-1850)>18(,; Marta Irurozqui,<Ebrios, vagos y analfabc'tos. El sufiagio censitario en Bolivi¿r, 1826-1925> yel ya citado A bala,picdra y pa\o...187; tarnbién de Marta lrurozqui yVíctorPeralta, <Ni letrados ni bárbaros. Caudillos nrilitares y elecciones en lJolivia,1826-1880,)188; Raírl CalderónJemio, <Años de ambigüedad: propr-restas ylimitaciones de la política y legislación de tierras dur¿rnte la consolidaciónrepublic:rna ((Jnrasuyu y Paria, 1825-1839)ol8e;Javier Mendoza, La mcsa

crr.iate't; l{ossana Barragán, lrrdíos, urtricrcs ), cittdadatu¡s. Lc,qislacitín y cjcrcicío dc lacíudadattía ctt Bttliuia (-rig/o .rlr)l')1, y de esta nrisrua :lutora y Silvia Rivera,Dcbatcs postcttlortialcs: tttta itttr<¡dttcción tt los estttditts dc la stúaltt'rttidddte2.

Por últinro, relacionados con el tenla ell seneral de la construcción yevolución de la nación, tanto en aspectos locales coltlo generales, contamoscon los trabajos de otra larga serie de interes¿rntes alltores, conto l\obertoQuerejazu,Juan Albarracín, Laura Escob¿rri, Guillerruo Lora, María Eugeniadel Valle, Esteban Ticona, Leandro Condori Chura, Roberto Choque Can-qui, Carnren Ileatriz Loza, Silvia Arze,JavierJáuregui,Verónica Cereceda oGabriel Martínez.

l8l Antezan¿r S. (1992).182 Rodrisuez Ostlia (1993 y 1995).l8l

Jenrio (1994).184 Lem,r (199'+).r85 Medirrrceli (1994).r86 Soux (199fr.I87 Irurozqui (11)()6y 2000a).188 lrurozqui/Peralta (1998).l8') Calderón Jemio (1997).r')(r Mendoza (1997).I')r llrrrr:rr¡án (1 999) .

l"l li:u-r:rs:'¡nll{ivcrrr (l 997).

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I ()ti

Juan Marchena Fern ández

Ll conclusión general que Magdalena Cajías extrae de buena parte deest¿rs obras citadas, a excepción de las que tratan sobre la participación indí-gene tanto en la independencia como en los primeros años republicanos, es

que, en cuanto al tratamiento de la emancipación, las permanencias y conti-nuidades han sido mayores que las innovacionesle3, ya que nr.uchas de las

construcciones históricas del siglo xlx sobre estos acontecrmrentos srguenplenamente vigentes194, debido, según esta autora y entre otras razones, a <la

insuficiente socialización de las investigaciones académicas más recientes,que expresan nuevas rnterpretaciones y formas de hacer historia, las que se

conocen sólo en pequeños círculos y no llegan a influir en el conjunto de lapoblación>, porque <la revisión o incluso el cuestionamiento de verdadesmás o menos inamovibles puede chocar con sensibilidades regionales, secto-riales o nacionales, e incluso desembocar en la desestructuración de mitoshistóricos considerados como necesarios para la cohesión y las identidadeslocales y nacionalesol')5.

María Luisa Soux plantea, además, que, de resultas de muchas de estas lec-tttras, viene a deducirse que Bolivia, al parecer, se independizí rnás de Argen-tina y de Perú que de la misma Españale6, siendo abundantes las críticas a lospropios libertadores en cuanto que, por ejernplo, la política centralizadora deSucre llevó a decretar en 1826 la supresión de los ayuntamientos, lo que sig-nificó un auténtico desdoro a <la libertad del pueblo altoperuano>, motivopor el cual encontró pronto la oposición de las ciudades y sus patriciadosrespectrvos.

Al igual también que en el caso ecuatoriano, buena parte de la másnroderna historiografia rccalca actualmente la necesidad de estudiar y cono-cer las contradicciones del sistema colonial, en la medida en que este ordencolonial sobrevivió durante décadas en las estructuras políticas, sociales yeconómicas del país. Como puede deducirse de las obras comentadas másarriba y publicadas en los últimos años sobre el siglo xtx boliviano, estudian-do el mediano plazo, es decir, al menos la primera mitad del siglo xx, estos

trabajos resultan fundamentales para entender a cabalidad el proceso de inde-pendencia, seguramente mucho más que la guerra en sí misma, pues es en

1e3 Ciertamente, todavía en alguna obra los capítulos referidos a la independenciasiguen teniendo títulos como <La guerra larga>, <El año del destino>, <Los violentosr,<Los enfermos> o <Los envidiosos>.

lea Magdalena Cajías de laVega (2005: 19).tes lbídem,20.re6 Sonx (2005:221).

Los procesos de independencia en los países andinos 199

ellos donde aparecen los temas fundamentales de la conquista de la ciudada-nía, la participación popular, sus motivos y alcances, y el papel de la pobla-ción indígena, así como su complejo nudo de contradicciones y paradojas.

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I ()ti

Juan Marchena Fern ández

Ll conclusión general que Magdalena Cajías extrae de buena parte deest¿rs obras citadas, a excepción de las que tratan sobre la participación indí-gene tanto en la independencia como en los primeros años republicanos, es

que, en cuanto al tratamiento de la emancipación, las permanencias y conti-nuidades han sido mayores que las innovacionesle3, ya que nr.uchas de las

construcciones históricas del siglo xlx sobre estos acontecrmrentos srguenplenamente vigentes194, debido, según esta autora y entre otras razones, a <la

insuficiente socialización de las investigaciones académicas más recientes,que expresan nuevas rnterpretaciones y formas de hacer historia, las que se

conocen sólo en pequeños círculos y no llegan a influir en el conjunto de lapoblación>, porque <la revisión o incluso el cuestionamiento de verdadesmás o menos inamovibles puede chocar con sensibilidades regionales, secto-riales o nacionales, e incluso desembocar en la desestructuración de mitoshistóricos considerados como necesarios para la cohesión y las identidadeslocales y nacionalesol')5.

María Luisa Soux plantea, además, que, de resultas de muchas de estas lec-tttras, viene a deducirse que Bolivia, al parecer, se independizí rnás de Argen-tina y de Perú que de la misma Españale6, siendo abundantes las críticas a lospropios libertadores en cuanto que, por ejernplo, la política centralizadora deSucre llevó a decretar en 1826 la supresión de los ayuntamientos, lo que sig-nificó un auténtico desdoro a <la libertad del pueblo altoperuano>, motivopor el cual encontró pronto la oposición de las ciudades y sus patriciadosrespectrvos.

Al igual también que en el caso ecuatoriano, buena parte de la másnroderna historiografia rccalca actualmente la necesidad de estudiar y cono-cer las contradicciones del sistema colonial, en la medida en que este ordencolonial sobrevivió durante décadas en las estructuras políticas, sociales yeconómicas del país. Como puede deducirse de las obras comentadas másarriba y publicadas en los últimos años sobre el siglo xtx boliviano, estudian-do el mediano plazo, es decir, al menos la primera mitad del siglo xx, estos

trabajos resultan fundamentales para entender a cabalidad el proceso de inde-pendencia, seguramente mucho más que la guerra en sí misma, pues es en

1e3 Ciertamente, todavía en alguna obra los capítulos referidos a la independenciasiguen teniendo títulos como <La guerra larga>, <El año del destino>, <Los violentosr,<Los enfermos> o <Los envidiosos>.

lea Magdalena Cajías de laVega (2005: 19).tes lbídem,20.re6 Sonx (2005:221).

Los procesos de independencia en los países andinos 199

ellos donde aparecen los temas fundamentales de la conquista de la ciudada-nía, la participación popular, sus motivos y alcances, y el papel de la pobla-ción indígena, así como su complejo nudo de contradicciones y paradojas.

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LA INDEPENDENCIA DEL NUEVO REINO DE GRANADA.ESTADo DE LA REPRESENTACTÓN HISTÓruca

Armando Merúnez GarnicaUniuusidad Industial de Santander

La RealAudiencia del Nuevo Reino de Granada, cuya sede era la ciudadde Santa Fe, tenía en 1810 jurisdicción directa sobre diecinueve provinciasl.En cada una de ellas, un gobernador o un corregidor encarnaba el gobiernosuperior y moderaba el poder de los cabildos locales.Abogados, eclesiásticos,comerciantes y militares eran las huestes de Esado que ejercían los cargos deautoridad pública en cada provincia y en la pequeña corte santafereña, bajola supervisión del virreyAntonio Amar y Borbón y de los dos gobernadoresdelArzobispado, por la ausencia del titular. En 1809 todas las ciudades yvillas habían jurado obedecer al rey FernandoVll, habían escrito instruccio-nes para el diputado que los representaría ante laJunta Suprema de España ylas Indias, y habían participado en las elecciones para su escogencia.La defec-ción de estaJunte y su reemplazo por un Consejo de Regencia, sumado a lossucesos de laJunta de Quito, pusieron a cavilar a las huestes de Estado, duran-te el primer semestre de 1810, sobre el derrotero a seguir contra el <pérfidocorsoD y pare defender al rcy,la religión catóüca y la patria.

I Santa Fe,Tunja, Cartagena, Santa Marta, Paramá,Popayán,Antioquia, Portobelo,Riohacha, Darién,Veragua, Chocó, Los Llanos, Pamplona, Socorro, Mariquita, Neiva,San Faustino y Salazar de las Palmas.

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LA INDEPENDENCIA DEL NUEVO REINO DE GRANADA.ESTADo DE LA REPRESENTACTÓN HISTÓruca

Armando Merúnez GarnicaUniuusidad Industial de Santander

La RealAudiencia del Nuevo Reino de Granada, cuya sede era la ciudadde Santa Fe, tenía en 1810 jurisdicción directa sobre diecinueve provinciasl.En cada una de ellas, un gobernador o un corregidor encarnaba el gobiernosuperior y moderaba el poder de los cabildos locales.Abogados, eclesiásticos,comerciantes y militares eran las huestes de Esado que ejercían los cargos deautoridad pública en cada provincia y en la pequeña corte santafereña, bajola supervisión del virreyAntonio Amar y Borbón y de los dos gobernadoresdelArzobispado, por la ausencia del titular. En 1809 todas las ciudades yvillas habían jurado obedecer al rey FernandoVll, habían escrito instruccio-nes para el diputado que los representaría ante laJunta Suprema de España ylas Indias, y habían participado en las elecciones para su escogencia.La defec-ción de estaJunte y su reemplazo por un Consejo de Regencia, sumado a lossucesos de laJunta de Quito, pusieron a cavilar a las huestes de Estado, duran-te el primer semestre de 1810, sobre el derrotero a seguir contra el <pérfidocorsoD y pare defender al rcy,la religión catóüca y la patria.

I Santa Fe,Tunja, Cartagena, Santa Marta, Paramá,Popayán,Antioquia, Portobelo,Riohacha, Darién,Veragua, Chocó, Los Llanos, Pamplona, Socorro, Mariquita, Neiva,San Faustino y Salazar de las Palmas.

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202 Arrnando Ma fiinez Garnica

La llegada del cornisionado regio, el quiteño donAntonio deVillavicen-cio, precipitó la formación de juntas provinciales contra la voluntad delvirrey y de los oidores de la Audiencia. Con este acto se desencadcnó unrápido proceso político que dividió a las provincias respecto de su adhesiónal Consejo de Regencia y que condujo a la constitución de los primerosestados provinciales, que buscaban solución de continuidad para la antiguajurisdicción del Reino, bien adhiriendo al esrado de Cundinamarca o bienal Congreso de las Provincias Unidas. La guerra civil se desató como conti-nuación de la política por otros medios, consolidando en el Congreso laautoridad de las provincias independientes que enfrentaban a las que se

mantuvieran fieles a la Regencia, hasta que la llegada de un Ejército Expedi-cionario de Tierra Firme puso fin a la experiencia de la Primera República(1810-1816).

La historiogra(ta de las dos últimas décadas se ha ocupado de este procesogeneral de cambio político nr.ediante la proyección de algunos temas singu-lares: la eclosión juntera y los sucesos particulares en cada una de las provin-cias, los diversos actores sociales que participaron (abogados, científicos, par-dos, mujeres, diputados en Cádiz, militares),las guerras civiles y su impactoeconónúco, el imaginario político en los actores o los sermones y catecisruosque utilizaron para promover sus proyectos.A través de esta temática se hanexpuesto las peculiares representaciones que oscilan entre el cambio y lascontinuidades, buena parte de ellas inscritas en la corriente de la construc-ción de nación y del nacionalismo concomitante, pero otras en términos delfracaso del proyecto nacional. Por supuesto, muchos temas han sido soslaya-dos, dado el pequeño tamaño del grupo de historiadores que se ocupan deeste Reino. De manera breve, se presentan a continuación los trabajos denayor impacto en la construcción de una representación compartida sobreesta época llamada desde antiguo con la voz de <Patria Boba>, pero querecientemente ha recuperado su dignidad como <Primera Repúblicar.

Los rEiuas

Inscrito en el grupo de historiadores que ha mantenido en funcionamien-to la cátedra itinerante de Historia de Iberoamérica,Armando Martínez iden-tificó la eclosión juntera acaecida en el Nuevo Reino durante el año 18102.

I M:rrtí¡rcz (lrrnic:r (20t)4b: 112-131.y 2llll2:3-59).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 203

La experiencia de laJunta de Quito (1809) y la llegada del comisionadoregio a Cartagena de Indias crearon las circunstancias apropiadas para que las

huestes de Estado doblegaran las resistencia del virrey Amar y de algunoscorregidores o gobernadores a permitir su constitución. Fue así como se for-maron las juntas de Cartagena, Mompóx, Pamplona, Socorro, Santafé, Mari-quita, Neiva, Cali, Girón y Tunja. El gobernador de Popayán resistió conéxito y en Santa Marta algunos notables conjuraron el proceso.

La continuidad de las antiguas huestes de Estado en las nuevas juntas -descontando al virrey, los oidores y algunos altos funcionarios peninsulares-

fue muy notoria en todas ellas: la ruptlrra institucional se redujo inicialmen-te a la nomenclatura de los nuevos cargos republicanos y a la redefinición de

las funciones públicas, así como a la adopción del nuevo espíritu representa-

tivo3. El problema inicial de todas las juntas fue el de la transición a la nueva

entidad estatal que heredaría la jurisdicción del Nuevo Reino de Granada.

Para ernpezar, la resolución de la representación en los congresos del Reino:

¿provincias o pueblos?4. En el fondo, se trataba del problema de cesión de la<soberanía reasumidar> por las juntas a favor de un nuevo Gobierno superiorque conservara la jurisdicción del Reinos. La llegada a Santafé del comisio-nado de laJunta de Caracas,José Cortés de Madariaga, puso en claro el asun-to: los estados que advendrían en Nueva Granada yVenezuela tendrían que

aplicar el utí possídetis iuris a la hora de definir sus respectivas soberanías sobre

los futuros territorios nacionales.Las urgencias de la guerra civil que puso en rnarcha Antonio Nariño, pre-

sidente del Estado de Cundinarnarca, contra las provincias vecinas que quiso

anexar a su jurisdicci6n y contra las provincias fidelistas del Sur hicieronolvidar el tema, en especial porque el Congreso de las Provincias lJnidasrepresentaba otro proyecto político para la forrnación del nuevo Estado repu-blicano. La profundizaciín de la guerra civil devastó rnuchas localidades yfue debilitando el poder de los abogados. La <reconquista> de 1816 abrió el

proceso de concentración del poder social en la nueva generación de milita-res del Ejército Libertador, con lo cual fue posible la invención de Colombiaen 1819. (Jna mirada rápida al debate ideológico que libraron los abogados

3 M¿rrtínez Garnica (2006b).r Martínez Garnica (2004t:3=1.6,y 2005: 45-108).5 Martínez Garnica (2006c). El problema de la gobernabilidad del Reino en la cir-

cr¡nst:r¡rci¿r de la reasunción de soberanías fue planteado recientemente por Conde Cal-dcrrirr (2(X)(rb).

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202 Arrnando Ma fiinez Garnica

La llegada del cornisionado regio, el quiteño donAntonio deVillavicen-cio, precipitó la formación de juntas provinciales contra la voluntad delvirrey y de los oidores de la Audiencia. Con este acto se desencadcnó unrápido proceso político que dividió a las provincias respecto de su adhesiónal Consejo de Regencia y que condujo a la constitución de los primerosestados provinciales, que buscaban solución de continuidad para la antiguajurisdicción del Reino, bien adhiriendo al esrado de Cundinamarca o bienal Congreso de las Provincias Unidas. La guerra civil se desató como conti-nuación de la política por otros medios, consolidando en el Congreso laautoridad de las provincias independientes que enfrentaban a las que se

mantuvieran fieles a la Regencia, hasta que la llegada de un Ejército Expedi-cionario de Tierra Firme puso fin a la experiencia de la Primera República(1810-1816).

La historiogra(ta de las dos últimas décadas se ha ocupado de este procesogeneral de cambio político nr.ediante la proyección de algunos temas singu-lares: la eclosión juntera y los sucesos particulares en cada una de las provin-cias, los diversos actores sociales que participaron (abogados, científicos, par-dos, mujeres, diputados en Cádiz, militares),las guerras civiles y su impactoeconónúco, el imaginario político en los actores o los sermones y catecisruosque utilizaron para promover sus proyectos.A través de esta temática se hanexpuesto las peculiares representaciones que oscilan entre el cambio y lascontinuidades, buena parte de ellas inscritas en la corriente de la construc-ción de nación y del nacionalismo concomitante, pero otras en términos delfracaso del proyecto nacional. Por supuesto, muchos temas han sido soslaya-dos, dado el pequeño tamaño del grupo de historiadores que se ocupan deeste Reino. De manera breve, se presentan a continuación los trabajos denayor impacto en la construcción de una representación compartida sobreesta época llamada desde antiguo con la voz de <Patria Boba>, pero querecientemente ha recuperado su dignidad como <Primera Repúblicar.

Los rEiuas

Inscrito en el grupo de historiadores que ha mantenido en funcionamien-to la cátedra itinerante de Historia de Iberoamérica,Armando Martínez iden-tificó la eclosión juntera acaecida en el Nuevo Reino durante el año 18102.

I M:rrtí¡rcz (lrrnic:r (20t)4b: 112-131.y 2llll2:3-59).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 203

La experiencia de laJunta de Quito (1809) y la llegada del comisionadoregio a Cartagena de Indias crearon las circunstancias apropiadas para que las

huestes de Estado doblegaran las resistencia del virrey Amar y de algunoscorregidores o gobernadores a permitir su constitución. Fue así como se for-maron las juntas de Cartagena, Mompóx, Pamplona, Socorro, Santafé, Mari-quita, Neiva, Cali, Girón y Tunja. El gobernador de Popayán resistió conéxito y en Santa Marta algunos notables conjuraron el proceso.

La continuidad de las antiguas huestes de Estado en las nuevas juntas -descontando al virrey, los oidores y algunos altos funcionarios peninsulares-

fue muy notoria en todas ellas: la ruptlrra institucional se redujo inicialmen-te a la nomenclatura de los nuevos cargos republicanos y a la redefinición de

las funciones públicas, así como a la adopción del nuevo espíritu representa-

tivo3. El problema inicial de todas las juntas fue el de la transición a la nueva

entidad estatal que heredaría la jurisdicción del Nuevo Reino de Granada.

Para ernpezar, la resolución de la representación en los congresos del Reino:

¿provincias o pueblos?4. En el fondo, se trataba del problema de cesión de la<soberanía reasumidar> por las juntas a favor de un nuevo Gobierno superiorque conservara la jurisdicción del Reinos. La llegada a Santafé del comisio-nado de laJunta de Caracas,José Cortés de Madariaga, puso en claro el asun-to: los estados que advendrían en Nueva Granada yVenezuela tendrían que

aplicar el utí possídetis iuris a la hora de definir sus respectivas soberanías sobre

los futuros territorios nacionales.Las urgencias de la guerra civil que puso en rnarcha Antonio Nariño, pre-

sidente del Estado de Cundinarnarca, contra las provincias vecinas que quiso

anexar a su jurisdicci6n y contra las provincias fidelistas del Sur hicieronolvidar el tema, en especial porque el Congreso de las Provincias lJnidasrepresentaba otro proyecto político para la forrnación del nuevo Estado repu-blicano. La profundizaciín de la guerra civil devastó rnuchas localidades yfue debilitando el poder de los abogados. La <reconquista> de 1816 abrió el

proceso de concentración del poder social en la nueva generación de milita-res del Ejército Libertador, con lo cual fue posible la invención de Colombiaen 1819. (Jna mirada rápida al debate ideológico que libraron los abogados

3 M¿rrtínez Garnica (2006b).r Martínez Garnica (2004t:3=1.6,y 2005: 45-108).5 Martínez Garnica (2006c). El problema de la gobernabilidad del Reino en la cir-

cr¡nst:r¡rci¿r de la reasunción de soberanías fue planteado recientemente por Conde Cal-dcrrirr (2(X)(rb).

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l( )+

clue encabezaron las juntas, y a las cartas constitucionales que redactaron, fueofrecida por Rodrigo Llano Isaza6.

El tema de los caudillos militares, primero de los actores sociales de laindependencia, bien abonado por una buena cantidad de biografias de <pró-ceres)), fue examinado por John LynchT. Posteriormente,Víctor ManuelUribe emprendió el estudio de los abogados en el proceso de la indepen-dencias, con lo cual se pudo acceder a una extensa identificación de estos

actores tan destacados durante la invención republicana temprana. Coruocomplemento necesario,Julio Gaitán se ocupó de su formación universitariay de los progralllas y textos escolares que sirvieron a este propósito en losprimeros tiempos republicanose. Las vicisitudes personales del pequeñogrLrpo de científicos que había sido congregado por la Real ExpediciónBotánica del Nuevo Reino, durante los sucesos de la independencia, llamórecientemente Ia atención de Diana Sotol0 y deArmando Martínezl1.

Por mucho tienrpo se creyó que el Nuevo Reino de Granada no habíatenido diputados en las Cortes de Cádiz.Vino a desvirtuar esta creenciaManuel Chust, quien no solarlente identificó a los dos diputados suplentes,sino que expllso los interesantes aportes hechos porJosé Mejía Lequerica en

ese cuerpo constitucionall2. El sran olvidado de los actores sigue siendoIgnacio Sánchez deTejada, el oficial de la Secretaría delVirreinato que firmóla Carta de Bayona a nombre del Nuevo Reino de Granada.

Los ¿rctores privilegiados de la historiografia ruás reciente son los par-dosl'l o <libres de todos los coloreso. Dado que la nueva Constitución Nacio-nal de 1991 facllití el <surgimiento de una identidad étnica rnás sólida quela que previarrente existía>,y complacidos por el saludo de PeterWade al

surgimiento de uuna comunidad imaginada de negrosol4, muchos historia-

(' Llano Isaza (1999).7 Lyrrch (1984: 197-218).8 Uribe Urín (1992,2000a:229-269, y 2{)00b: 7-4i}).e Gaitán Bohórquez (2002).r') Soto Restrepo (2000).ll Martínez Ga¡nica (2006d: 50-60).r2 Chust (1999b: 53-68, 2000: 43-62,y 2004: 63-78).13 La palabra <pardo> nombraba a todos los descendientes de africanos qLle eran

librcs. La document¿rción raranlente merrciona las palabras <muhtor o nnrorenoo, por 1o

que el opardo> se diferenciaba socialmente del nnegro> (escl:rvo) por su libertld personrrl.Por c'llo, la expresión <libres de todos los colores, designa bien ¿r los pardos,yir c¡re sc tr':r-

t¿tb¡ c-lt' nrul¿rtos y zlmbos libres.r'r W,rdc (1997: -l I 5).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 205

dores han introducido con los más bellos ropajes a estos (nuevos actores

subalternos>.Alfonso Múnera incorporó a la representación histórica del proceso de

independencia de Cartagena a los artesanos tnulatos y libres del arrabal de Get-semaní, asignándoles un decisivo papel en la ruptura de la Junta fortnada en esa

ciudad respecto de la autoridad del Consejo de Regencia. En su representa-

ciónl s, el desenlace del 1 1 de noviembre de 181 1 fue el resultado de la tensión

social entre los mulatos artesanos que aspiraban a la igualdadyla elite criollaqLre se había apoderado inicialnente de laJunta, tras la defección del goberna-

dor español. Actor principal fue el mulato cubano Pedro Rontero, quien al

frente del cLlerpo de los Lanceros del Getsemaní asaltó el almacén de armas e

irrumpió en el salón donde se hallaba reunida laJunta para exigir la declaración

de independencia absoluta de Cartagena, (al nlisnto tiempo que pedían qlle en

las rnilicias de pardos los oficiales fuesen pardos).Asustada, <la mayoría de la

dirigencia criolla allí presente votó contra su voluntad por la separación abso-

luta de España>. En esta representación de la independencia de Cartagena res-

pecto del Consejo de Regencia, se trató del resultado <de un levantatniento

popular [de los pardos libres] contra las elites [blancas y criollas]>.

Aunque los pardos ejercieron su poder social durante el proceso de la

independencia de Cartagena, no hay que ir denrasiado lejos. Conro advirtióMírnera, no llegaron al extremo de reducir la autoridad de la Junta provincial

a una sombra, ni tampoco emplearon el motín colno arma única para inrpo-ner sLr perspectiva política. El caso de Pedro Romero, cuya hija mulata estaba

casada con Lrn abogado blanco de Corozal,y qlre en 1810 había implorado al

rey la dispensa del color para su hijo Mauricio con el fin de que pudieraestudiar leyes, ejemplifica bien los compromisos sociales y políticos de los

líderes de los pardos con las autoridades establecidas. Ronrero se ganaba la

vida como herrajero en el arsenal de la ciudad y fue elegido diputado en

1,81,2 ante la Convención Constituyente del Estado de Cartagena.

El gran logro de los mulatos en esta Convención fue la igualdad de dere-chos de todos los hombres libres, <al margen del color de su piel y del grado

de su educación>, un derecho que habrían ttsado durante todos los años de la

Primera República. Pero no se trata de un logro de algún proyecto racial de

los pardos, sino la reivindicación normal allí donde las cartas provinciales eri-gieron la ciudadanía de los hombres libres y la promesa de manumisión pau-

latina de los esclavos.

ri Múlcm ()rv¡clír (199lJb).

Arrrrando Martínez Garnica

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clue encabezaron las juntas, y a las cartas constitucionales que redactaron, fueofrecida por Rodrigo Llano Isaza6.

El tema de los caudillos militares, primero de los actores sociales de laindependencia, bien abonado por una buena cantidad de biografias de <pró-ceres)), fue examinado por John LynchT. Posteriormente,Víctor ManuelUribe emprendió el estudio de los abogados en el proceso de la indepen-dencias, con lo cual se pudo acceder a una extensa identificación de estos

actores tan destacados durante la invención republicana temprana. Coruocomplemento necesario,Julio Gaitán se ocupó de su formación universitariay de los progralllas y textos escolares que sirvieron a este propósito en losprimeros tiempos republicanose. Las vicisitudes personales del pequeñogrLrpo de científicos que había sido congregado por la Real ExpediciónBotánica del Nuevo Reino, durante los sucesos de la independencia, llamórecientemente Ia atención de Diana Sotol0 y deArmando Martínezl1.

Por mucho tienrpo se creyó que el Nuevo Reino de Granada no habíatenido diputados en las Cortes de Cádiz.Vino a desvirtuar esta creenciaManuel Chust, quien no solarlente identificó a los dos diputados suplentes,sino que expllso los interesantes aportes hechos porJosé Mejía Lequerica en

ese cuerpo constitucionall2. El sran olvidado de los actores sigue siendoIgnacio Sánchez deTejada, el oficial de la Secretaría delVirreinato que firmóla Carta de Bayona a nombre del Nuevo Reino de Granada.

Los ¿rctores privilegiados de la historiografia ruás reciente son los par-dosl'l o <libres de todos los coloreso. Dado que la nueva Constitución Nacio-nal de 1991 facllití el <surgimiento de una identidad étnica rnás sólida quela que previarrente existía>,y complacidos por el saludo de PeterWade al

surgimiento de uuna comunidad imaginada de negrosol4, muchos historia-

(' Llano Isaza (1999).7 Lyrrch (1984: 197-218).8 Uribe Urín (1992,2000a:229-269, y 2{)00b: 7-4i}).e Gaitán Bohórquez (2002).r') Soto Restrepo (2000).ll Martínez Ga¡nica (2006d: 50-60).r2 Chust (1999b: 53-68, 2000: 43-62,y 2004: 63-78).13 La palabra <pardo> nombraba a todos los descendientes de africanos qLle eran

librcs. La document¿rción raranlente merrciona las palabras <muhtor o nnrorenoo, por 1o

que el opardo> se diferenciaba socialmente del nnegro> (escl:rvo) por su libertld personrrl.Por c'llo, la expresión <libres de todos los colores, designa bien ¿r los pardos,yir c¡re sc tr':r-

t¿tb¡ c-lt' nrul¿rtos y zlmbos libres.r'r W,rdc (1997: -l I 5).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 205

dores han introducido con los más bellos ropajes a estos (nuevos actores

subalternos>.Alfonso Múnera incorporó a la representación histórica del proceso de

independencia de Cartagena a los artesanos tnulatos y libres del arrabal de Get-semaní, asignándoles un decisivo papel en la ruptura de la Junta fortnada en esa

ciudad respecto de la autoridad del Consejo de Regencia. En su representa-

ciónl s, el desenlace del 1 1 de noviembre de 181 1 fue el resultado de la tensión

social entre los mulatos artesanos que aspiraban a la igualdadyla elite criollaqLre se había apoderado inicialnente de laJunta, tras la defección del goberna-

dor español. Actor principal fue el mulato cubano Pedro Rontero, quien al

frente del cLlerpo de los Lanceros del Getsemaní asaltó el almacén de armas e

irrumpió en el salón donde se hallaba reunida laJunta para exigir la declaración

de independencia absoluta de Cartagena, (al nlisnto tiempo que pedían qlle en

las rnilicias de pardos los oficiales fuesen pardos).Asustada, <la mayoría de la

dirigencia criolla allí presente votó contra su voluntad por la separación abso-

luta de España>. En esta representación de la independencia de Cartagena res-

pecto del Consejo de Regencia, se trató del resultado <de un levantatniento

popular [de los pardos libres] contra las elites [blancas y criollas]>.

Aunque los pardos ejercieron su poder social durante el proceso de la

independencia de Cartagena, no hay que ir denrasiado lejos. Conro advirtióMírnera, no llegaron al extremo de reducir la autoridad de la Junta provincial

a una sombra, ni tampoco emplearon el motín colno arma única para inrpo-ner sLr perspectiva política. El caso de Pedro Romero, cuya hija mulata estaba

casada con Lrn abogado blanco de Corozal,y qlre en 1810 había implorado al

rey la dispensa del color para su hijo Mauricio con el fin de que pudieraestudiar leyes, ejemplifica bien los compromisos sociales y políticos de los

líderes de los pardos con las autoridades establecidas. Ronrero se ganaba la

vida como herrajero en el arsenal de la ciudad y fue elegido diputado en

1,81,2 ante la Convención Constituyente del Estado de Cartagena.

El gran logro de los mulatos en esta Convención fue la igualdad de dere-chos de todos los hombres libres, <al margen del color de su piel y del grado

de su educación>, un derecho que habrían ttsado durante todos los años de la

Primera República. Pero no se trata de un logro de algún proyecto racial de

los pardos, sino la reivindicación normal allí donde las cartas provinciales eri-gieron la ciudadanía de los hombres libres y la promesa de manumisión pau-

latina de los esclavos.

ri Múlcm ()rv¡clír (199lJb).

Arrrrando Martínez Garnica

I

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)O(r Arnrando Ma rtinez Garnica

¿Fueron los pardos del arrabal de Getsemaní una amenaza para los esfuer-zos de organizaciín republicana empeñados por la <parte sana> de la socie-dad cartagenera durante la Primera República? La respuesta de Jorge Condetambién es negativa, en el entendido que aceptar la existencia de esa supues-ta arnenaza supondría (un proyecto político alterno al que sus contemporá-neos consideraron régimen republicano de gobiernool6. Por el contrario, lospardos jugaron decisivamente a favor de la organizaci6n republicana y de su

representación en el Colegio Electoral de la provincia de Cartagena. La luchapor su igualdad, en el contexto de la nueva ciudadanía ofrecida a la opiniónpública, mostró una participación destacada de los pardos en la inédita vidapolítica republicana. El bando de los Gutiérrez de Piñeres se alió con los par-dos para ascender a las altas posiciones del nuevo régimen político, en detri-nlento de los ricos comerciantes que habían controlado hasta entonces losgrandes negocios de Cartagena.

Aline Helg se centró en el proceso contradictorio de la primera indepen-dencia (1810-1816) acaecido en las ciudades del Caribe colombiano (Carta-gena, Santa Marta, Riohacha), con la mirada puesta en la reivindicación deigualdad política proveniente de los pardos17. Por este interés particular, elénfasis de su texto se refiere a la prirnera década de la República de Colombia(1821-1830) y sus políticas liberales respecto de la manumisión de esclavos eincorporación de los pardos al nuevo orden de la ciudadanía. Es así que elcaso del general pardo José Padilla ocupa el centro de su atención en el capí-tulo final. Este interés en el tema de <<la raza en la formación de las identidadespolíticas en la región caribeña> había sido maniftstado por Helg previamen-te18, cuando se lamentó de que laraza no se hubiera vuelto una <categoríaorganizacional> en el Caribe colombiano durante la primera independencia,con lo cual <la invisibilidad de la identidad afrocaribeña en la imagen deColombia> habría facilitado a <la elite de los altiplanos centrales construir lanación colombiana como andina, blanca y nlestiza, y nrinirrrizar su identidadafrocaribeña)). Esta profesora norteamericana suscribió así, sin beneficio deinventario y pese a su esfuerzo por transrnitir <una imagen mucho nrás mati-zadar>,Ias reclamaciones ideológicas de los historiadores caribeños contra la

l(' Conde Calderón (2006a: 189-213).Este artículo es una réplica a M:rrixir Lasso,

quien r-uostró el uso político de la revolución haitian:r por los pardos de Cartagena en str

luchzr <parr por.rer fin rl dominio de los blancos>. Qf, Lasso (20{)3: 5-1ti).r7 Helg (2(x)4).rs Hcli¡ (2r)tX):219-25 l).

La independencia del Nttevo Reino de Granada 207

fuerza nacionalista del centro andino de Bogotá. Olvida que <el silencio ofi-cial sobre la raza de los colombianos> no es un producto de algún (proyecto

de la elite andina> interesada en presentar a la Nueva Granada <(col'l1o blanca

y andina>, sino uno de los supuestos liberales de la construcción de una

nación como comllnidad de ciudadanos iguales. En sus estudios sobre las

provincias neogranadinas del océano Pacífico, ÓscarAlmario introdujo a los

negros esclavos en su representación del proceso de independencia acaecido,

llegando a plantear cierta imagen de la independencia couro (guerra de cas-

taso desde su perspectiva de raciaTización-etnicidadle.

Los indios de la provincia de Pasto, tozudanlente fieles al rey Fernando

VII hasta la época colombiana, fueron estudiados por Rebecca Earle20 yJairoGutiérrez2| . Finalmente, las mujeres -en tanto actrices del proceso de inde-

pendencia- han recibido la atención de varias historiadoras, tales cotno

Evelyn Cherpak22 y Mercedes Guhl23. Las mujeres de la gobernación de

Popayán fueron estudiadas porAlonsoValencia Llano2a y dos licenciados de

la Universidad delValle, que identificaron sus roles como soldaderas, solda-

dos, donantes y abastecedoras2s. Pero la parte del león se la lleva Manuelita

Sáenz, una figura que atrae por igual a historiadores y literatos26.

El tema de las guerras civiles acaecidas durante todo el proceso de laindependencia de la Nueva Granada atrajo la atención de un nutrido grupo

de historiadores. lJn relato descriptivo fue ofrecido por los dos brigadieres

generales que participaron en la Hístoria tle las Ftrcrzas Milítares de ColombiazT,

el cual se completa con el de Alfonso Riaño, afincado en el concepto de

guerra civil28. Por contraste, Eduardo Pérez enfocó el asunto desde el con-

I e Alnrario (2005a: 1 05-1 53, y 2005b: 317 -356).20 Earle <Indian Rebellion and Bourbon Reforrn in New Granada: Riots in Pasto,

1780-1800) enHispanftAtncrkanHístorical Reuieu,vol.T3,nisrn.l,(1993,1999:87-101,y2002:91.-102).

2l Gutiérrez Ramos (2006).Algunos avances de esta obra (en prensa) fueron publi-cados ya: Gutiérrez Ranros (2005:371-399). En la versión publicada enlarevist¡ Memo-

rlas,el títtrlo ya no habla de <indios> sino de <campesinosr. Cf.2O04b:12-37.22 Cherpak (1985: 235-27 0).23 Guhl (1977 : 118-130).2a Valencia Llano (1999;81-116).2s Otero Buitrago/Lerma Rosas (2000: 95-114).2(' Recienremenre, Carlos Álrr".e" Saá (2005) compiló Los diaríos perdidos de Manuela

S,ír'1.-. Para una bibliografi:- actuahzada de este personaje femenino, gf Nieto L6pez (2006).27 l'uyana García (1993:77-283) e Ibáñez (1993:285-380).13 l{i,rñ,, Uprlela (1983).

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)O(r Arnrando Ma rtinez Garnica

¿Fueron los pardos del arrabal de Getsemaní una amenaza para los esfuer-zos de organizaciín republicana empeñados por la <parte sana> de la socie-dad cartagenera durante la Primera República? La respuesta de Jorge Condetambién es negativa, en el entendido que aceptar la existencia de esa supues-ta arnenaza supondría (un proyecto político alterno al que sus contemporá-neos consideraron régimen republicano de gobiernool6. Por el contrario, lospardos jugaron decisivamente a favor de la organizaci6n republicana y de su

representación en el Colegio Electoral de la provincia de Cartagena. La luchapor su igualdad, en el contexto de la nueva ciudadanía ofrecida a la opiniónpública, mostró una participación destacada de los pardos en la inédita vidapolítica republicana. El bando de los Gutiérrez de Piñeres se alió con los par-dos para ascender a las altas posiciones del nuevo régimen político, en detri-nlento de los ricos comerciantes que habían controlado hasta entonces losgrandes negocios de Cartagena.

Aline Helg se centró en el proceso contradictorio de la primera indepen-dencia (1810-1816) acaecido en las ciudades del Caribe colombiano (Carta-gena, Santa Marta, Riohacha), con la mirada puesta en la reivindicación deigualdad política proveniente de los pardos17. Por este interés particular, elénfasis de su texto se refiere a la prirnera década de la República de Colombia(1821-1830) y sus políticas liberales respecto de la manumisión de esclavos eincorporación de los pardos al nuevo orden de la ciudadanía. Es así que elcaso del general pardo José Padilla ocupa el centro de su atención en el capí-tulo final. Este interés en el tema de <<la raza en la formación de las identidadespolíticas en la región caribeña> había sido maniftstado por Helg previamen-te18, cuando se lamentó de que laraza no se hubiera vuelto una <categoríaorganizacional> en el Caribe colombiano durante la primera independencia,con lo cual <la invisibilidad de la identidad afrocaribeña en la imagen deColombia> habría facilitado a <la elite de los altiplanos centrales construir lanación colombiana como andina, blanca y nlestiza, y nrinirrrizar su identidadafrocaribeña)). Esta profesora norteamericana suscribió así, sin beneficio deinventario y pese a su esfuerzo por transrnitir <una imagen mucho nrás mati-zadar>,Ias reclamaciones ideológicas de los historiadores caribeños contra la

l(' Conde Calderón (2006a: 189-213).Este artículo es una réplica a M:rrixir Lasso,

quien r-uostró el uso político de la revolución haitian:r por los pardos de Cartagena en str

luchzr <parr por.rer fin rl dominio de los blancos>. Qf, Lasso (20{)3: 5-1ti).r7 Helg (2(x)4).rs Hcli¡ (2r)tX):219-25 l).

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fuerza nacionalista del centro andino de Bogotá. Olvida que <el silencio ofi-cial sobre la raza de los colombianos> no es un producto de algún (proyecto

de la elite andina> interesada en presentar a la Nueva Granada <(col'l1o blanca

y andina>, sino uno de los supuestos liberales de la construcción de una

nación como comllnidad de ciudadanos iguales. En sus estudios sobre las

provincias neogranadinas del océano Pacífico, ÓscarAlmario introdujo a los

negros esclavos en su representación del proceso de independencia acaecido,

llegando a plantear cierta imagen de la independencia couro (guerra de cas-

taso desde su perspectiva de raciaTización-etnicidadle.

Los indios de la provincia de Pasto, tozudanlente fieles al rey Fernando

VII hasta la época colombiana, fueron estudiados por Rebecca Earle20 yJairoGutiérrez2| . Finalmente, las mujeres -en tanto actrices del proceso de inde-

pendencia- han recibido la atención de varias historiadoras, tales cotno

Evelyn Cherpak22 y Mercedes Guhl23. Las mujeres de la gobernación de

Popayán fueron estudiadas porAlonsoValencia Llano2a y dos licenciados de

la Universidad delValle, que identificaron sus roles como soldaderas, solda-

dos, donantes y abastecedoras2s. Pero la parte del león se la lleva Manuelita

Sáenz, una figura que atrae por igual a historiadores y literatos26.

El tema de las guerras civiles acaecidas durante todo el proceso de laindependencia de la Nueva Granada atrajo la atención de un nutrido grupo

de historiadores. lJn relato descriptivo fue ofrecido por los dos brigadieres

generales que participaron en la Hístoria tle las Ftrcrzas Milítares de ColombiazT,

el cual se completa con el de Alfonso Riaño, afincado en el concepto de

guerra civil28. Por contraste, Eduardo Pérez enfocó el asunto desde el con-

I e Alnrario (2005a: 1 05-1 53, y 2005b: 317 -356).20 Earle <Indian Rebellion and Bourbon Reforrn in New Granada: Riots in Pasto,

1780-1800) enHispanftAtncrkanHístorical Reuieu,vol.T3,nisrn.l,(1993,1999:87-101,y2002:91.-102).

2l Gutiérrez Ramos (2006).Algunos avances de esta obra (en prensa) fueron publi-cados ya: Gutiérrez Ranros (2005:371-399). En la versión publicada enlarevist¡ Memo-

rlas,el títtrlo ya no habla de <indios> sino de <campesinosr. Cf.2O04b:12-37.22 Cherpak (1985: 235-27 0).23 Guhl (1977 : 118-130).2a Valencia Llano (1999;81-116).2s Otero Buitrago/Lerma Rosas (2000: 95-114).2(' Recienremenre, Carlos Álrr".e" Saá (2005) compiló Los diaríos perdidos de Manuela

S,ír'1.-. Para una bibliografi:- actuahzada de este personaje femenino, gf Nieto L6pez (2006).27 l'uyana García (1993:77-283) e Ibáñez (1993:285-380).13 l{i,rñ,, Uprlela (1983).

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l( )ti Arrrrando Ma rtinez Garnica

ccpto cle gtterra irregular2'). El asgrccto lcprcsivo cle las acciones militares, enespecial las que aplicó el Ejército Expctlit'i.rrrrrio de Tierra Firme, fue eltema de HermesTovar30. lJna síntesis clc l:rs prirrcipales acciones militares deesta época fue recientemente preserltlch por- Il.afhel Pardo3l. La experienciaprevia de las milicias disciplinadas de Carragcrra y Srrntafé, útil para la forma-ción de los primeros ejércitos republicanos, tire tcnra permanente de los tra-bajos de Allan J. Kuethe32.

La renovación de la representación sobre el papel central de la guerra enla construcción de las nuevas naciones en la Nueva Granada yvenezuelaprovino de la tesis doctoral de Clément Thibaud33, dirigida por Frangois-Xavier Guerra, el libro más importante de la última década en esta temática.Desde su perspectiva, (la estrategia militar permitía leer las evoluciones y elprogreso de la rnodernidad>. Se afirma en él también la noción de que laindependencia asumió la forma de una guerra civil sangrienta, pese al peque-ño tamaño de las tropas en contienda, y se recoge la tradición de las miliciasdisciplinadas de la época anterior. La guerra va siguiendo una mutacióndesde las primeras guerras cívicas entre provincias hasta la guerra a muerteentre españoles y patriotas, pasando por las levas rrasivas que le pernritenhablar de guerra popular. con la guerra a muerte se consolidó la guerra civilentre realistas y republicanos y la rcalizaciín de la identidad proyectada porBolívar. El capítulo IV da cuenta de las fuerzas armadas en los tiempos de laPrimera República. En la

'risma lógica de la guerra civil, Georges Lomné

advirtió sobre los peligros de olvidar la lógica de la guerra de ernancipaciónnacional, pues fue ésta en los tiernpos colombianos y en la dimensión conti-nental la que hizo retroceder, <de momento, el espanto de la guerra civil>34.

El tema del impacto econónrico de las guerras de independencia sobre lasproducciones e intercambios provinciales, así como en los niveles del contra-bando y del abigeato, fue abordado comparativamente por Maurice p Brun-gardt. Su mirada al tema3s concluyó en un impacto diGrenciado por provincias,según la vulnerabilidad de las localidades estratégicas. Las ciudades-puerto de

2e Pérez Ochoa (1982).30 Tovar Pinzín (1983:187-234).3i Pardo Rueda (2004:89-197).32 Kuethe (1993 y 2005: 101-126).33 Thibaud (2002: 463-492, 2005a,y 2005b: 339-364).3a Lonrné (2000: 285-312).3s Bringardt (1990: 164-193).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 209

Cartagena, Santa Marta y Mompóx fueron devastadas varias veces, al igualque algunos centros andinos como Popayán y Pasto, donde las acciones mili-tares fueron intensas y prolongadas. Los valles de Cúcuta, los llanos orienta-les, el valle del Cauca y los valles de la altiplanicie (Cáqueza,Tenza, Gachetá)fueron saqueados repetidamente. Los valles de Cúcuta, por ejemplo, cambia-ron diez veces de manos durante las guerras de independencia. Las ganaderí-as vacunas y equinas fueron las más afectadas por las requisas militares y el

abigeato. Los esclavos también forzados o convencidos a dejar las haciendas e

incorporarse en todas las partidas militares. Como resultado general, las acti-vidades mineras y agropecuarias fueron duramente golpeadas por las guerrasde la independencia. lJna mirada particular al legado del impacto de la gue-rra en la Cartagena ya colombiana fue expuesta por Gustavo Bell Lemus-16.

El examen de este tema por Marco Palacios se funda en las continuidades de

la economía minera que empleaba esclavos, con lo cual la manumisión de lostiempos republicanos tenía que afectar negativamente su desempeño. Pero lacontinuidad del subdesarrollo colornbiano sería entonces la situación deatraso de España y sus colonias, respecto de Inglaterra, en el montento de laindependencia3T. Recientemente, Adelaida Sourdis intentó medir <el dramá-tico precio> pagado por los cartageneros durante la Primera República;colapso poblacional, emigraciones, asolamiento de la infraestructura, des-abastecimiento y muertes38.

De las universidades francesas nos han llegado el tema del imaginariopolítico en la independencia: Lydia Alvarez3e, Georges Lomné y ClémentThibaud introdujeron sus trabajos sobre este tema en las universidades bogo-tanas. Por su tesis doctoral sobre la mutación del imaginario de la soberaníaen Quito y en Santa Fe durante la época revolucionariaa0, y por su nragiste-rio en la lJniversidad Nacional de Colornbia, Lor-nné ha logrado la acepta-ción de este ten1a, ligado al de los sínrbolos nacionales4t y al de las represen-taciones patrióticas en los nuevos espacios públicosa2.

Por su lado, ClémentThibaud y MaríaTeresa Calderón enñ'entaron el pro-blema de la construcción de la nueva sociedad republicana sin el referente sim-

36 Bell Lenrus (1991).'r7 Palacios (1992: 3-23).rB Sourdis Nájera (2006).re Álvarez (s/p).40 Lor.nné (2003a).4r Lonrné (2003b: 475-500).'rr [.<r¡nne\ (1 L)93 : 1 1 4 -1 35, y 1 998 : 321 -339).

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l( )ti Arrrrando Ma rtinez Garnica

ccpto cle gtterra irregular2'). El asgrccto lcprcsivo cle las acciones militares, enespecial las que aplicó el Ejército Expctlit'i.rrrrrio de Tierra Firme, fue eltema de HermesTovar30. lJna síntesis clc l:rs prirrcipales acciones militares deesta época fue recientemente preserltlch por- Il.afhel Pardo3l. La experienciaprevia de las milicias disciplinadas de Carragcrra y Srrntafé, útil para la forma-ción de los primeros ejércitos republicanos, tire tcnra permanente de los tra-bajos de Allan J. Kuethe32.

La renovación de la representación sobre el papel central de la guerra enla construcción de las nuevas naciones en la Nueva Granada yvenezuelaprovino de la tesis doctoral de Clément Thibaud33, dirigida por Frangois-Xavier Guerra, el libro más importante de la última década en esta temática.Desde su perspectiva, (la estrategia militar permitía leer las evoluciones y elprogreso de la rnodernidad>. Se afirma en él también la noción de que laindependencia asumió la forma de una guerra civil sangrienta, pese al peque-ño tamaño de las tropas en contienda, y se recoge la tradición de las miliciasdisciplinadas de la época anterior. La guerra va siguiendo una mutacióndesde las primeras guerras cívicas entre provincias hasta la guerra a muerteentre españoles y patriotas, pasando por las levas rrasivas que le pernritenhablar de guerra popular. con la guerra a muerte se consolidó la guerra civilentre realistas y republicanos y la rcalizaciín de la identidad proyectada porBolívar. El capítulo IV da cuenta de las fuerzas armadas en los tiempos de laPrimera República. En la

'risma lógica de la guerra civil, Georges Lomné

advirtió sobre los peligros de olvidar la lógica de la guerra de ernancipaciónnacional, pues fue ésta en los tiernpos colombianos y en la dimensión conti-nental la que hizo retroceder, <de momento, el espanto de la guerra civil>34.

El tema del impacto econónrico de las guerras de independencia sobre lasproducciones e intercambios provinciales, así como en los niveles del contra-bando y del abigeato, fue abordado comparativamente por Maurice p Brun-gardt. Su mirada al tema3s concluyó en un impacto diGrenciado por provincias,según la vulnerabilidad de las localidades estratégicas. Las ciudades-puerto de

2e Pérez Ochoa (1982).30 Tovar Pinzín (1983:187-234).3i Pardo Rueda (2004:89-197).32 Kuethe (1993 y 2005: 101-126).33 Thibaud (2002: 463-492, 2005a,y 2005b: 339-364).3a Lonrné (2000: 285-312).3s Bringardt (1990: 164-193).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 209

Cartagena, Santa Marta y Mompóx fueron devastadas varias veces, al igualque algunos centros andinos como Popayán y Pasto, donde las acciones mili-tares fueron intensas y prolongadas. Los valles de Cúcuta, los llanos orienta-les, el valle del Cauca y los valles de la altiplanicie (Cáqueza,Tenza, Gachetá)fueron saqueados repetidamente. Los valles de Cúcuta, por ejemplo, cambia-ron diez veces de manos durante las guerras de independencia. Las ganaderí-as vacunas y equinas fueron las más afectadas por las requisas militares y el

abigeato. Los esclavos también forzados o convencidos a dejar las haciendas e

incorporarse en todas las partidas militares. Como resultado general, las acti-vidades mineras y agropecuarias fueron duramente golpeadas por las guerrasde la independencia. lJna mirada particular al legado del impacto de la gue-rra en la Cartagena ya colombiana fue expuesta por Gustavo Bell Lemus-16.

El examen de este tema por Marco Palacios se funda en las continuidades de

la economía minera que empleaba esclavos, con lo cual la manumisión de lostiempos republicanos tenía que afectar negativamente su desempeño. Pero lacontinuidad del subdesarrollo colornbiano sería entonces la situación deatraso de España y sus colonias, respecto de Inglaterra, en el montento de laindependencia3T. Recientemente, Adelaida Sourdis intentó medir <el dramá-tico precio> pagado por los cartageneros durante la Primera República;colapso poblacional, emigraciones, asolamiento de la infraestructura, des-abastecimiento y muertes38.

De las universidades francesas nos han llegado el tema del imaginariopolítico en la independencia: Lydia Alvarez3e, Georges Lomné y ClémentThibaud introdujeron sus trabajos sobre este tema en las universidades bogo-tanas. Por su tesis doctoral sobre la mutación del imaginario de la soberaníaen Quito y en Santa Fe durante la época revolucionariaa0, y por su nragiste-rio en la lJniversidad Nacional de Colornbia, Lor-nné ha logrado la acepta-ción de este ten1a, ligado al de los sínrbolos nacionales4t y al de las represen-taciones patrióticas en los nuevos espacios públicosa2.

Por su lado, ClémentThibaud y MaríaTeresa Calderón enñ'entaron el pro-blema de la construcción de la nueva sociedad republicana sin el referente sim-

36 Bell Lenrus (1991).'r7 Palacios (1992: 3-23).rB Sourdis Nájera (2006).re Álvarez (s/p).40 Lor.nné (2003a).4r Lonrné (2003b: 475-500).'rr [.<r¡nne\ (1 L)93 : 1 1 4 -1 35, y 1 998 : 321 -339).

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llo

bólico que legitimaba el poder: el rey. Sometiendo a crítica el prejuicio sobre

la naturaleza anárquica e invertebrada de la sociedad republicana en la Nueva

Granada, usaron el concepto de redes de poder social para mostrar la construc-

ción del orden republicano y sus correspondientes irnaginarios políticosa3.

Javier Ocampo L|pezaa y Margarita Garrido abordaron el tema de los

catecismos políticos y los serurones patrióticos en la transición al ordenrepublicano. En Cartagena de Indias se imprimó, en 1814, el Catecismo políti-

ro del presbítero Juan Fernández de Sotomayor, una justificación popular de

la legitirridad de la separación respecto del Estado monárquico español. Undecreto dado en 1819 por el vicepresidente Francisco de Paula Santander,

dirigido a los párrocos, puso en ejecución la orden de predicar sermones

para aftanz r la legitimidad de la independencia en la imaginación de los

neogranadinos. Fue así como la figura del rey fue desacralizada,al tiempo

que la independencia fue presentada como designio divino, en tanto era la

reasunción de la soberanía por el pueblo, una prédica de claro espíritu suaris-

ta4s. De tal modo qure los republicanos emplearon, entre las masas campesi-

nas, las misrnas tácticas que tanto habían criticado a los curas realistas.

Buena parte de la narrativa de los procesos de independencia ha tomado

corro unidad analítica las provincias que existían antes de 1810 en la juris-dicción del Nuevo Reino de Granada. Pese al reclamo de Alfonso Múnera

contra los políticos andinos, son las provincias del Caribe las que han cobra-

do la mayor tajada de la producción historiográfica reciente: Christiane Laf-

fire46, Aline HelgaT, Adelaida Sourdisa8 y Ana Catalina Reyes4e abordaron el

Caribe colombiano como un todo.Aunque Laffite apenas abordó el terna de

la independencia como una parte de su presentación sobre el estado social yeconómico del Caribe hasta la llegada de su antepasado a Cartagena en 1834,

y desde los tradicionales términos de causas y consecuencias del proceso'

43 Calderón/Thibaud <La construcción del orden en el paso del Antiguo Régimen a

la República: redes sociales e imaginario político del Nuevo Reino de Granada al espa-

cio Grancolombiano>, Anuario Colombíano de Historia Social y de la Culntra, Universidad

Naciorral de Color.nbia, n6n. 29, (2002: 1' 35 - 1 65).+4 Ocampo López (1988).+s Garlido (2001: 65-79,y 2004: 461-483).a6 Laffite Carles (1995).a7 Helg (2004).+8 Sonldis Nájera Co/orrrüiarro, Bogotá, (Jninorte, (1994:1'55-228). Previamente

(l9utt),lr:rbírr prrblicado CttrÍd.{t'tt(1 dc Indias duratttc ln prinrcra Repúblíca, 1810-1815 -

r" ll.cycs (linlcnrts (2(X)3: l'19-19f3).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 211

Aline Helg se centró en los temas de la libertad y la igualdadpara todo el

Caribe colombiano.En su investigación doctoral sobre la Primera Repírblica en el Caribe

colombiano, Ana Catalina Reyes planteó el tema de los enfrentanrientosentre las elites comerciales de Santa Fe y de Cartagena como antecedente de

los sentimientos y actitudes que se expresaron durante la independencia yque contribuyeron a formar dos proyectos políticos enfrentados: el del Con-greso de las Provincias Unidas y el del Estado de Cundinamarca. La disputas

de las soberanías de las juntas locales y provinciales complicó el escenariopolítico del Nuevo Reino, así como la guerra entre provincias independien-tes y subordinadas al Consejo de Regencia, con lo cual en 1815 <muchos

odiaban y rechazaban el nuevo gobierno que les había prometido un nrundojusto y mejor>, una situación que explicaría <,la facilidad corl que la mayoría

de las poblaciones se sometieron a la reconquista de Morillo en 1816r. En su

opinión, la fragmentación étnica y política delVirreinato en 1810, sumada a

las confrontaciones entre las elites de las principales ciudades comerciales,fueron un obstáculo importante para el avance del proceso de construcciónnacional. La Primera República habría que entenderla entonces conlo<muchas patrias que conlpetían por sus autonomías e independencias>, como<muchos gritos distintos)) que ahogaban la voz de independencia nacionalso.

La investigación doctoral de Steinar A. Saether sobre la lealtad inquebran-table de las provincias de Santa Marta y Riohacha durante la Primera Inde-pendencia es un trabajo irnportante, no solamente por el abigarrado aporteinformativo sobre unas provincias que la historiografia colombiana había

dejado de lado, sino por su revisión de algunos de los mitos de la historio-grafia del Caribe correspondiente a dicha época5t. Después de caracterizar la

compleja configuración social y la representación racial de estas dos provin-cias leales a FernandoVII, trató de explicar el sentido de esta lealtad y elmodo en que la independencia cambió el orden social.Así como la historio-grafra cartagenera aportó los nombres de los mulatos que jugaron un impor-tante papel en la declaratoria de independencia absoluta, Saether aportó losnombres de los mulatos qlle defendieron al rey sin tregua contra las tropas

cartageneras que tomaron laplaza de Santa Marta.Esta vista a la otra cara de

5(' Reyes Cárdenas (2()()4: 2tt1-315). La tesis doctoral is.ip) de esta profesorir antioque-ñrr fr.re defendida a finales del 2006 en l¿r (Jniversidad Prblo de Olavide bajo el título de

I Iotnbrcs ), tcrritorios, idetttidndcs c indcputdurci,r-s, E/ ¿z-io dc l¿ Nucva Crarmda, 1780- 1816.5r S:rether (2005).

Arrrrando Ma rtinez Garnica

Page 193: Briss 3071101073318644370

llo

bólico que legitimaba el poder: el rey. Sometiendo a crítica el prejuicio sobre

la naturaleza anárquica e invertebrada de la sociedad republicana en la Nueva

Granada, usaron el concepto de redes de poder social para mostrar la construc-

ción del orden republicano y sus correspondientes irnaginarios políticosa3.

Javier Ocampo L|pezaa y Margarita Garrido abordaron el tema de los

catecismos políticos y los serurones patrióticos en la transición al ordenrepublicano. En Cartagena de Indias se imprimó, en 1814, el Catecismo políti-

ro del presbítero Juan Fernández de Sotomayor, una justificación popular de

la legitirridad de la separación respecto del Estado monárquico español. Undecreto dado en 1819 por el vicepresidente Francisco de Paula Santander,

dirigido a los párrocos, puso en ejecución la orden de predicar sermones

para aftanz r la legitimidad de la independencia en la imaginación de los

neogranadinos. Fue así como la figura del rey fue desacralizada,al tiempo

que la independencia fue presentada como designio divino, en tanto era la

reasunción de la soberanía por el pueblo, una prédica de claro espíritu suaris-

ta4s. De tal modo qure los republicanos emplearon, entre las masas campesi-

nas, las misrnas tácticas que tanto habían criticado a los curas realistas.

Buena parte de la narrativa de los procesos de independencia ha tomado

corro unidad analítica las provincias que existían antes de 1810 en la juris-dicción del Nuevo Reino de Granada. Pese al reclamo de Alfonso Múnera

contra los políticos andinos, son las provincias del Caribe las que han cobra-

do la mayor tajada de la producción historiográfica reciente: Christiane Laf-

fire46, Aline HelgaT, Adelaida Sourdisa8 y Ana Catalina Reyes4e abordaron el

Caribe colombiano como un todo.Aunque Laffite apenas abordó el terna de

la independencia como una parte de su presentación sobre el estado social yeconómico del Caribe hasta la llegada de su antepasado a Cartagena en 1834,

y desde los tradicionales términos de causas y consecuencias del proceso'

43 Calderón/Thibaud <La construcción del orden en el paso del Antiguo Régimen a

la República: redes sociales e imaginario político del Nuevo Reino de Granada al espa-

cio Grancolombiano>, Anuario Colombíano de Historia Social y de la Culntra, Universidad

Naciorral de Color.nbia, n6n. 29, (2002: 1' 35 - 1 65).+4 Ocampo López (1988).+s Garlido (2001: 65-79,y 2004: 461-483).a6 Laffite Carles (1995).a7 Helg (2004).+8 Sonldis Nájera Co/orrrüiarro, Bogotá, (Jninorte, (1994:1'55-228). Previamente

(l9utt),lr:rbírr prrblicado CttrÍd.{t'tt(1 dc Indias duratttc ln prinrcra Repúblíca, 1810-1815 -

r" ll.cycs (linlcnrts (2(X)3: l'19-19f3).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 211

Aline Helg se centró en los temas de la libertad y la igualdadpara todo el

Caribe colombiano.En su investigación doctoral sobre la Primera Repírblica en el Caribe

colombiano, Ana Catalina Reyes planteó el tema de los enfrentanrientosentre las elites comerciales de Santa Fe y de Cartagena como antecedente de

los sentimientos y actitudes que se expresaron durante la independencia yque contribuyeron a formar dos proyectos políticos enfrentados: el del Con-greso de las Provincias Unidas y el del Estado de Cundinamarca. La disputas

de las soberanías de las juntas locales y provinciales complicó el escenariopolítico del Nuevo Reino, así como la guerra entre provincias independien-tes y subordinadas al Consejo de Regencia, con lo cual en 1815 <muchos

odiaban y rechazaban el nuevo gobierno que les había prometido un nrundojusto y mejor>, una situación que explicaría <,la facilidad corl que la mayoría

de las poblaciones se sometieron a la reconquista de Morillo en 1816r. En su

opinión, la fragmentación étnica y política delVirreinato en 1810, sumada a

las confrontaciones entre las elites de las principales ciudades comerciales,fueron un obstáculo importante para el avance del proceso de construcciónnacional. La Primera República habría que entenderla entonces conlo<muchas patrias que conlpetían por sus autonomías e independencias>, como<muchos gritos distintos)) que ahogaban la voz de independencia nacionalso.

La investigación doctoral de Steinar A. Saether sobre la lealtad inquebran-table de las provincias de Santa Marta y Riohacha durante la Primera Inde-pendencia es un trabajo irnportante, no solamente por el abigarrado aporteinformativo sobre unas provincias que la historiografia colombiana había

dejado de lado, sino por su revisión de algunos de los mitos de la historio-grafia del Caribe correspondiente a dicha época5t. Después de caracterizar la

compleja configuración social y la representación racial de estas dos provin-cias leales a FernandoVII, trató de explicar el sentido de esta lealtad y elmodo en que la independencia cambió el orden social.Así como la historio-grafra cartagenera aportó los nombres de los mulatos que jugaron un impor-tante papel en la declaratoria de independencia absoluta, Saether aportó losnombres de los mulatos qlle defendieron al rey sin tregua contra las tropas

cartageneras que tomaron laplaza de Santa Marta.Esta vista a la otra cara de

5(' Reyes Cárdenas (2()()4: 2tt1-315). La tesis doctoral is.ip) de esta profesorir antioque-ñrr fr.re defendida a finales del 2006 en l¿r (Jniversidad Prblo de Olavide bajo el título de

I Iotnbrcs ), tcrritorios, idetttidndcs c indcputdurci,r-s, E/ ¿z-io dc l¿ Nucva Crarmda, 1780- 1816.5r S:rether (2005).

Arrrrando Ma rtinez Garnica

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ltl Ar-nlrrntkl M:u-tíncz ( ]rtrttic':t

la <nroneda parda> le permitió sugerir que las circunstancias locales anterio-res a 1809 tuvieron mayor importancia en la determinación de la configura-ción de las afiliaciones políticas en el momento de la crisis, antes que <el

hecho de qr,re la población fuera negra, india, blanca o nestiza)). Este histo-riador norlrego mostró en este trabajo, a partir del análisis de los patrones

matrimoniales, la nragnitud del cambio social que produjo el proceso de

independencia incluso en las provincias leales a la Corona.Aunque fueron las

mismas familias distinguidas las que siguieron en la círspide de la sociedad

local, las distinciones entre los colllllnes tendieron a disolverse. El debilita-miento del clero samario pernitió la expresión de <una actitlld nueva, libe-ral, antiaLrtoritaria frente al matrimonio y la sexualidad,r. La simplificación de

la anterior estratificación social y la disolución de las distinciones raciales

hablan de una mntación social generada por la independencia. De modomatizado, Saether concluyó que, aLlnqlre las dos divisiones sociales básicas

heredadas (elites y comunes) se mantuvieron, <la forma conro la gente con-cebía la sociedad canrbió radicalmente>.

Centrado en las vidas de tres aventLrreros que navegaron por las costas del

nrar Caribe durante el período de la independencia, todos ellos con Luis conronombre de pila (Luis Peru de Lacroix, Luis Aury, Luis Brion), el historiadorsantandereanoJaime Duarte French nos dejó una crónica ampliamente docu-mentada sobre el proceso de independencia en el Caribe colombianos2. ¿Cor-sarios o libertadores? Estos dos aventureros franceses y un rico armador de

Curazao, de ascendencia holandesa, ejemplifican la cornplejidad de los intere-ses comerciales y militares del mar Caribe durante esta época, la inrportanciadeJarnaica conro apoyo al proceso independentista, y la intervención de ingle-ses y norteanlericanos en los primeros asuntos colonrbianos. Queda claro aquí

el papel de los navegantes extranjeros con patente de corso otorgada por el

Gobierno de Buenos Aires y sLl aporte a la prinrera marina colombiana y a la

soberanía reclamada sobre las islas de San Andrés y Providencia.El Consulado de Comercio de Cartagena de Indias fue estudiado colllo (re-

flejo final de una épocaos3, o bien como elemento del proceso de independen-ciasa.un iÍrlportante trabajo es el deJusto Cuño sobre la época de la restaura-

ción monárquica en Cartagena (1816-1820), dado el aporte de informacióndesconocida y las noticias sobre la proclamación de la Carta de Cádiz en esa

5l Duarte French (1988).s3 Sourdis Nájera (1990).s+ Álvarez Romero (1996).

La indeperldencia del Nuevo Reino de Gr¿rn¿rda 213

ciudad cuando ya Santa Fe había pasado a nlanos de las fuerzas patriotasss.Finahnente, Adolfo Meisel Roca mostró las vicisitudes de una fantilia de co-urerciantes cartagenelos, los Amador, durante el proceso de la independencia5('.

El proceso de independencia en la provincia llanera del Casanare recibióla atención de Jane M. Rauschst y d. Héctor Publio Pércz Ángels8. La pri-nrera hizo Lrna representación general sobre las acciones militares acaecidas

en esta provincia, insistiendo en <los inmensos reclrrsos en ganados y cab:rllos

que los Llanos pusieron a disposición de la c:rusa patriota, el asilo providen-cial que allí encontraron los perseguidos, sin contar con el .elemento hunra-no, más fuerte que todos los elementos para re¿rlizar la independencia>. Elsegundo identificó todas las acciones nrilitares acaecidas y a los principalesactores llaneros desde la perspectiva regional, así conro la organización de lacampaña libertadora que alcanzó el triunfo en Boyacá (7 de agosto de 1819),aportado un útil apéndice documental.

El proceso de la independenci¿r en la gobernación de Popayán fue estu-diado por Germán Colmen¿rresse, Francisco Zultraga6t)y ZaLnljra Díazr'1. Col-lllenares insistió en la alteración de las prelaciones de los centros urbanos quetrajo la independencia, dado el proceso de reasunción de l¿r soberanía por los

pueblos. La antigua y orgullosa gobernación de Popayz'rn, dotada de una eliteburocrática importante, fue el teatro de todas las guerras civiles del siglo xx,corl slls obvios eGctos en su decadencia económica. Basándose en los libroscapitulares de Popayán, Cali y Pasto, ZanriraDiaz estudió las transform¿rcio-nes de lirs actitudes políticas de los notables dr.rrante los años de l:r indepen-dencia, caracterizadas por su escasa unifornridad en el arnplio rango que ibadel regalismo sin cuartel (Pasto) hasta el ¿rutonomisnro telnprano (Cali). I']or

sLr parte, y con slr larga experiencia, Francis co Ztrluaga ofreció una represen-tación general de la guerra civil entre Popayán y las ciudades confederadasdelValle del Cauca, por una parte, y por l:r otra de las guerras libradas en laprovincia de Pasto.

Oscar Almario afinó su mirada sobre las provincias del Pacífico colom-biano, una parte olvidada de la gobernación de Popayán, contrastando el

Cuño (2001 : 55-87).Meise I Roc¿r (2t)04: 5ti9-6 1 1).

R¿rtrsch (19c)1: parte VI I) .

Pérez Ánsel (22005).

Clolrrren¿rres (1 989 : 157 -1 8 1 ) .

Ztrltrasa (1996: 9 t-98).l)í;tz Lir¡rcz (2{X )(r).

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ltl Ar-nlrrntkl M:u-tíncz ( ]rtrttic':t

la <nroneda parda> le permitió sugerir que las circunstancias locales anterio-res a 1809 tuvieron mayor importancia en la determinación de la configura-ción de las afiliaciones políticas en el momento de la crisis, antes que <el

hecho de qr,re la población fuera negra, india, blanca o nestiza)). Este histo-riador norlrego mostró en este trabajo, a partir del análisis de los patrones

matrimoniales, la nragnitud del cambio social que produjo el proceso de

independencia incluso en las provincias leales a la Corona.Aunque fueron las

mismas familias distinguidas las que siguieron en la círspide de la sociedad

local, las distinciones entre los colllllnes tendieron a disolverse. El debilita-miento del clero samario pernitió la expresión de <una actitlld nueva, libe-ral, antiaLrtoritaria frente al matrimonio y la sexualidad,r. La simplificación de

la anterior estratificación social y la disolución de las distinciones raciales

hablan de una mntación social generada por la independencia. De modomatizado, Saether concluyó que, aLlnqlre las dos divisiones sociales básicas

heredadas (elites y comunes) se mantuvieron, <la forma conro la gente con-cebía la sociedad canrbió radicalmente>.

Centrado en las vidas de tres aventLrreros que navegaron por las costas del

nrar Caribe durante el período de la independencia, todos ellos con Luis conronombre de pila (Luis Peru de Lacroix, Luis Aury, Luis Brion), el historiadorsantandereanoJaime Duarte French nos dejó una crónica ampliamente docu-mentada sobre el proceso de independencia en el Caribe colombianos2. ¿Cor-sarios o libertadores? Estos dos aventureros franceses y un rico armador de

Curazao, de ascendencia holandesa, ejemplifican la cornplejidad de los intere-ses comerciales y militares del mar Caribe durante esta época, la inrportanciadeJarnaica conro apoyo al proceso independentista, y la intervención de ingle-ses y norteanlericanos en los primeros asuntos colonrbianos. Queda claro aquí

el papel de los navegantes extranjeros con patente de corso otorgada por el

Gobierno de Buenos Aires y sLl aporte a la prinrera marina colombiana y a la

soberanía reclamada sobre las islas de San Andrés y Providencia.El Consulado de Comercio de Cartagena de Indias fue estudiado colllo (re-

flejo final de una épocaos3, o bien como elemento del proceso de independen-ciasa.un iÍrlportante trabajo es el deJusto Cuño sobre la época de la restaura-

ción monárquica en Cartagena (1816-1820), dado el aporte de informacióndesconocida y las noticias sobre la proclamación de la Carta de Cádiz en esa

5l Duarte French (1988).s3 Sourdis Nájera (1990).s+ Álvarez Romero (1996).

La indeperldencia del Nuevo Reino de Gr¿rn¿rda 213

ciudad cuando ya Santa Fe había pasado a nlanos de las fuerzas patriotasss.Finahnente, Adolfo Meisel Roca mostró las vicisitudes de una fantilia de co-urerciantes cartagenelos, los Amador, durante el proceso de la independencia5('.

El proceso de independencia en la provincia llanera del Casanare recibióla atención de Jane M. Rauschst y d. Héctor Publio Pércz Ángels8. La pri-nrera hizo Lrna representación general sobre las acciones militares acaecidas

en esta provincia, insistiendo en <los inmensos reclrrsos en ganados y cab:rllos

que los Llanos pusieron a disposición de la c:rusa patriota, el asilo providen-cial que allí encontraron los perseguidos, sin contar con el .elemento hunra-no, más fuerte que todos los elementos para re¿rlizar la independencia>. Elsegundo identificó todas las acciones nrilitares acaecidas y a los principalesactores llaneros desde la perspectiva regional, así conro la organización de lacampaña libertadora que alcanzó el triunfo en Boyacá (7 de agosto de 1819),aportado un útil apéndice documental.

El proceso de la independenci¿r en la gobernación de Popayán fue estu-diado por Germán Colmen¿rresse, Francisco Zultraga6t)y ZaLnljra Díazr'1. Col-lllenares insistió en la alteración de las prelaciones de los centros urbanos quetrajo la independencia, dado el proceso de reasunción de l¿r soberanía por los

pueblos. La antigua y orgullosa gobernación de Popayz'rn, dotada de una eliteburocrática importante, fue el teatro de todas las guerras civiles del siglo xx,corl slls obvios eGctos en su decadencia económica. Basándose en los libroscapitulares de Popayán, Cali y Pasto, ZanriraDiaz estudió las transform¿rcio-nes de lirs actitudes políticas de los notables dr.rrante los años de l:r indepen-dencia, caracterizadas por su escasa unifornridad en el arnplio rango que ibadel regalismo sin cuartel (Pasto) hasta el ¿rutonomisnro telnprano (Cali). I']or

sLr parte, y con slr larga experiencia, Francis co Ztrluaga ofreció una represen-tación general de la guerra civil entre Popayán y las ciudades confederadasdelValle del Cauca, por una parte, y por l:r otra de las guerras libradas en laprovincia de Pasto.

Oscar Almario afinó su mirada sobre las provincias del Pacífico colom-biano, una parte olvidada de la gobernación de Popayán, contrastando el

Cuño (2001 : 55-87).Meise I Roc¿r (2t)04: 5ti9-6 1 1).

R¿rtrsch (19c)1: parte VI I) .

Pérez Ánsel (22005).

Clolrrren¿rres (1 989 : 157 -1 8 1 ) .

Ztrltrasa (1996: 9 t-98).l)í;tz Lir¡rcz (2{X )(r).

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]l-+ Arnrando Ma rtinez Garnica

proyecto general de la independencia nacional con los (proyectos nenores)que fueron expuestos por los actores locales y provinciales, en especial porlos de la problemática provincia de Pasto62. Jean-Pierre Minaudier63 yRebecca A. Earle('4 se interesaron en sus rnvestrgaclones doctorales en la con-ducta política de la provincia de Pasto, precisamente por su tozuda resistenciaal proyecto de emancipación. Aunque centrado en el tema de los indios de

Pasto, tambiénJairo Gutiérrez Ramos se ocupó del tema del comportamien-to de esta provincia en las guerras de independencia6s.

(Jna mirada comparativa y sintética al signo político de la insurgenciapopular (patriota o realista) en cada una de las provincias del Nuevo Reinode Granada fue presentada por Brian R. Hamnett, de gran utilidad para apre-ciar la desigual reacción política en este Reino respecto de la crisis de lamonarquíal'6. Permanecieron fieles al Consejo de Regencia las provincias de

Popayán, Pasto, Santa Marta, Riohacha, Barbacoas, El Patía y Panamá. Encanrbio, desde muy temprano rompieron con el Consejo las provincias de

Panrplona, Socorro, Mariquita, Mompós, Santa Fe,Tunja, las ciudades delv¡lle del Cauca y los Llanos. Cartagena se mantuvo fiel a la Regencia hasta el

11 de noviembre de 1811, cuando la presión popular precipitó la indepen-dencia absoluta. Los estudios cronológicos de la época de la Primera Repú-blica no han superado las Efemérídes publicadas por Rodrigo Llano, pero ya

es tienlpo de que alguien las actualice con mayor prolijidad6T.

LRs rNr¡npR¡TACToNES

Tal como ha resumido Annick Lempériére reciententente, la interpreta-ción predorninante en nuestros días sobre los procesos de independencia ha

descartado el mito fundador de la tabula ras¿ revolucionaria: la continuidad de

las instituciones estatales del Antiguo Régimen en el nuevo orden republica-no tornan incluso dificil el uso del mismo concepto de revolución, pues loscambios tenían sus límites en la capacidad estratégica de los sistemas institu-

62 García (2004:144-163, y 2005a: 43-104).('r Minaudier (1987).('r

E¿rrle (19U9 y 2000).6s

Jairo Gutiérrez Ranos (2004a: 135-143).('r' Hanrnett (1990: 292-339).('7 Llrno Iseza (19t15: 147-164 y 5{)1-523).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 215

cionales para asimilarse lo ya construido. Incluso la disyuntiva ruptura-conti-nuidad tiene hoy escaso alcance heurístico. Antes que una acción, la indepen-dencia fue una reacción de emergencia ante el vacío inicial producido en elcentro de la Monarquía por el ingreso de los ejércitos franceses a la penínsu-la ibérica. Incluso el constitucionalismo que se activó de inmediato en lasprovincias neogranadinas y venezolanas demuestra la ausencia de algunaintención de destruir el orden establecido en esta ernergencia institucional6s.

La interpretación predominante en nuestros días también acepta que enLatinoamérica el Estado precedió ala naci6n,y que ésta es parte de un largode proceso de construcción paulatina, continuo e inacabado, sin que presu-ponga la existencia de aspectos culturales para esa formación. La indepen-dencia supone la existencia de un Estado y la idea de su transición al régi-men republicano, así como el inicio del proceso de construcción de la naciónque se acompaña del proceso de la modernidad política.Todos los trabajosde Hans-Joachim Kónig sobre la Nueva Granada han insistido en este vín-culo entre independencia, construcción de nación y modernidad, al puntode sugerir que en Latinoamérica puede hablarse de un tipo propio entre losprocesos de construcción de naciones, <paralelo en el tiempo y hasta anteriora los procesos europeos>, si bien conectado estrechamente con éstos69. Estetipo es propio porque la cuestión nacional no requirió un sustrato étnico,sino <la idea de la libertad política y la autonomía>. En consecuencia, la dis-cusión sobre si los criollos neogranadinos se basaron en una idea de nacióncultural,/étnica o en una idea de nación cívica es gratuitaTo. MariaTeresauribe destacó el cambio del vocabulario político que significó la indepen-dencia, mostrando el modo como el lenguaje del republicanismo patrióticoguió la inmensa tarea intelectual que se impusieron las huestes de Estadopara construir la nueva nación. Los relatos patrióticos, de viejos agravios y desangre derramada, habrían sido parte de esa acciín política7l.

Desde la reivindicación ideológica que en las últimas décadas erigió elconcepto de <Costa Caribe> contra el concepto de <Costa Atlántica>72, unhistoriador cartagenero -Alfonso Múnera cavadia- propuso una singularinterpretación de los conflictos entre federalistas y centralistas durante la Pri-

r'8 Lempériére (2006: 55-77).6e Kónig (1984, 1994, 2000: 7 -47, y 2005: 9-31).7r) Kónig (2000: 38-39).7r uribe (2005:225-249).72 Bell Lemus (2006: 123-149).

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proyecto general de la independencia nacional con los (proyectos nenores)que fueron expuestos por los actores locales y provinciales, en especial porlos de la problemática provincia de Pasto62. Jean-Pierre Minaudier63 yRebecca A. Earle('4 se interesaron en sus rnvestrgaclones doctorales en la con-ducta política de la provincia de Pasto, precisamente por su tozuda resistenciaal proyecto de emancipación. Aunque centrado en el tema de los indios de

Pasto, tambiénJairo Gutiérrez Ramos se ocupó del tema del comportamien-to de esta provincia en las guerras de independencia6s.

(Jna mirada comparativa y sintética al signo político de la insurgenciapopular (patriota o realista) en cada una de las provincias del Nuevo Reinode Granada fue presentada por Brian R. Hamnett, de gran utilidad para apre-ciar la desigual reacción política en este Reino respecto de la crisis de lamonarquíal'6. Permanecieron fieles al Consejo de Regencia las provincias de

Popayán, Pasto, Santa Marta, Riohacha, Barbacoas, El Patía y Panamá. Encanrbio, desde muy temprano rompieron con el Consejo las provincias de

Panrplona, Socorro, Mariquita, Mompós, Santa Fe,Tunja, las ciudades delv¡lle del Cauca y los Llanos. Cartagena se mantuvo fiel a la Regencia hasta el

11 de noviembre de 1811, cuando la presión popular precipitó la indepen-dencia absoluta. Los estudios cronológicos de la época de la Primera Repú-blica no han superado las Efemérídes publicadas por Rodrigo Llano, pero ya

es tienlpo de que alguien las actualice con mayor prolijidad6T.

LRs rNr¡npR¡TACToNES

Tal como ha resumido Annick Lempériére reciententente, la interpreta-ción predorninante en nuestros días sobre los procesos de independencia ha

descartado el mito fundador de la tabula ras¿ revolucionaria: la continuidad de

las instituciones estatales del Antiguo Régimen en el nuevo orden republica-no tornan incluso dificil el uso del mismo concepto de revolución, pues loscambios tenían sus límites en la capacidad estratégica de los sistemas institu-

62 García (2004:144-163, y 2005a: 43-104).('r Minaudier (1987).('r

E¿rrle (19U9 y 2000).6s

Jairo Gutiérrez Ranos (2004a: 135-143).('r' Hanrnett (1990: 292-339).('7 Llrno Iseza (19t15: 147-164 y 5{)1-523).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 215

cionales para asimilarse lo ya construido. Incluso la disyuntiva ruptura-conti-nuidad tiene hoy escaso alcance heurístico. Antes que una acción, la indepen-dencia fue una reacción de emergencia ante el vacío inicial producido en elcentro de la Monarquía por el ingreso de los ejércitos franceses a la penínsu-la ibérica. Incluso el constitucionalismo que se activó de inmediato en lasprovincias neogranadinas y venezolanas demuestra la ausencia de algunaintención de destruir el orden establecido en esta ernergencia institucional6s.

La interpretación predominante en nuestros días también acepta que enLatinoamérica el Estado precedió ala naci6n,y que ésta es parte de un largode proceso de construcción paulatina, continuo e inacabado, sin que presu-ponga la existencia de aspectos culturales para esa formación. La indepen-dencia supone la existencia de un Estado y la idea de su transición al régi-men republicano, así como el inicio del proceso de construcción de la naciónque se acompaña del proceso de la modernidad política.Todos los trabajosde Hans-Joachim Kónig sobre la Nueva Granada han insistido en este vín-culo entre independencia, construcción de nación y modernidad, al puntode sugerir que en Latinoamérica puede hablarse de un tipo propio entre losprocesos de construcción de naciones, <paralelo en el tiempo y hasta anteriora los procesos europeos>, si bien conectado estrechamente con éstos69. Estetipo es propio porque la cuestión nacional no requirió un sustrato étnico,sino <la idea de la libertad política y la autonomía>. En consecuencia, la dis-cusión sobre si los criollos neogranadinos se basaron en una idea de nacióncultural,/étnica o en una idea de nación cívica es gratuitaTo. MariaTeresauribe destacó el cambio del vocabulario político que significó la indepen-dencia, mostrando el modo como el lenguaje del republicanismo patrióticoguió la inmensa tarea intelectual que se impusieron las huestes de Estadopara construir la nueva nación. Los relatos patrióticos, de viejos agravios y desangre derramada, habrían sido parte de esa acciín política7l.

Desde la reivindicación ideológica que en las últimas décadas erigió elconcepto de <Costa Caribe> contra el concepto de <Costa Atlántica>72, unhistoriador cartagenero -Alfonso Múnera cavadia- propuso una singularinterpretación de los conflictos entre federalistas y centralistas durante la Pri-

r'8 Lempériére (2006: 55-77).6e Kónig (1984, 1994, 2000: 7 -47, y 2005: 9-31).7r) Kónig (2000: 38-39).7r uribe (2005:225-249).72 Bell Lemus (2006: 123-149).

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216 Arnrando Ma rtinez Garnica

rnera República. Esta pugna de las juntas que resultaron durante el procesode independencia no habría sido más que <el disfraz ideológico> detrás delcual continuó una vieja <lucha colonial>: la de las elites regionales que con-trolaban las provincias con el Gobiemo central asentado en los Andes orien-tales. En esencia, se trató de un conflicto histórico (entre el Caribe y losAndes> que hizo fracasar la primera independencia. Durante el tiempo de laRepública de Colombia (1819-1830), Caracas relevó a Cartagena en lapugna del Caribe contra Bogotá, la capital de los Andes, con lo cual esteexperimento político también fracasó.Ya en los tiempos del estado de laNueva Granada, Cartagena fue definitivamente subordinada a la <repúblicaandina> que gobernó Bogotá, con lo cual <el sentido de nación estuvo lejosde existio. Con este resultado inesperado de la pugna histórica entre el Cari-be y los Andes, <un siglo de guerras civiles nos costó mantener un Estado>originado en un acto de fuerza de los andinos contra los caribeños.

La independencia es así interpretada por Múnera como la subordinacióndel centro de poder del Caribe por el centro de poder de los Andes, con unconsiguiente <fracaso del proyecto nacionalr>73. Solamente cuando Cartagenafue reducida a <la rnayor miseria y desolación'r, quedando sometida a la auto-ridad de Bogotá, fue posible (construir un Estado-nación centrado en losAndes>. Su conclusión general es la de que <el proyecto de nación de las eli-tes del Caribe poco tenía en común con el de las elites andinas de Santa Fe>.

Alaluz de esta diferencia de proyectos políticos, el nacimiento del estado dela Nueva Granada en 1831 no se explica desde una supuesta <comunidadimaginada> conjuntamente, sino desde la guerra de las elites andinas contrael Caribe, del envío de <masas de soldados campesinos de tierra fria> almundo del Caribe, (para que los costeños aprendieran a sentir como suyotambién aquel otro lado de la patria>.

La perspectiva reivindicativa de la nueva historiografia cartagenera erigióesta representación con fuerte sesgo ideológico que se esfuerza por conduciral lector al convencimiento de que <el proyecto de construir la nación[colombiana] sigue siendo todavía una realidad inconclusa, atravesada pbrtoda clase de conflictos culturales,>. La fuerza sugestiva del título del libro deldoctor Mírnera -EI fracaso de la nación- nos indica que sin la voluntad de loscaribeños no habrá nación en el futuro. Agreguemos que también sin lavoluntad de los habitantes de la Orinoquía, la Arnazonia, el Pacífico, elCauca, etc., y quedaremos convencidos de que la nación colombiana es Llna

73 Mírncrr C¡vaclír (199fte).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 217

imposibilidad política. Con ello se confirmaría una tradición política pro-puesta por este historiador de la negatividad, para quien ya desde los tiemposdelVirreinato de la Nueva Granada <probablernente en ninguna otra partede Hispanoamérica tuvo esta anarquía manifestaciones rnás extreÍnas que enel territorio de la actual Colombia>.

Por otra parte, y fundándose en la tradición sostenida por Manuel JoséForero74, Arrnando Martinez y Anthony McFarlane arremetieronTs contra ladenominación de <Patria Boba> adjudicada por la historiografia centralista alperíodo de la primera independencia del Nuevo Reino de Granada (1810-1816), proveniente de la culpabrhzaci6n de las provincias que se organizaronen Congreso y se negaron a subordinarse a la autoridad del Estado de Cun-dinamarca. La expresión <tPatria Bobar no es Lln producto original del gabi-nete de los historiadores, sino una acuñación de la pugna política de los libe-rales neogranadinos contra el general Antonio Nariño, a quien trataron deinrpedir que ocupara en 1823 la silla de senador en la primera legislatura deColonrbia.El redactor del periódico El Patriota se la endilgó y Nariño con-testó desde las páginas de su <Tercera Corrida> de Lo-s tort¡s de Fucha (abr1l de1823) usándola con desparpajo: <En cuanto a balazos de SanVictorino yVentaquenrada, y las viudas, huérfanos, y qué sé yo qué más, que se vieron enla patria boba, con que usted me favorece [...] ¿V por qué tanta cólera, señorpredicador de moderación, contra un general de antaño, contra un generalde la patria boba, contra nn general casi olvidado [...]>.

La descalificación de esta época de la historia de la Nr-reva Granada, reco-gida sin beneficio de inventario de la Historia de José Manuel Restrepo porlos manuales universitariosT(', ya no se sostiene, si se considera la precocidadcon que los abogados y eclesiásticos de las provincias que desconocieron laautoridad del Consejo de Regencia introdujeron las reformas liberales al

74 Forero (1.966).75 Martínez Garnica (2002:47-82).7(' <Este período de 1811 a 181,6,en que se abortó la tent¿rtiva de independencia en

la Nueva Granada, se ha llamado tradicionahnente la Patria Boba. El nombre es biennrer-ecido.> Cf, Safford/Palacios (2002:215).Aceptando qr.re <todo el período desde 1810l-rrsta la reconquista fue llamado Patria Boba por los historiadores posteriores>, DavidBushnell reconoció que <bobos o no, los primeros gobiernos independientes alcanzarontrtttchos logros importantesr (1996:69). En las memorias de uno de slrs contemporáneos,tlon José María Espinosa, se advirtió que el origen de la expresión fue un tropo irónico:

"[...] l. primera y gloriosa época de nuestra emancipación política [...] esa época quesrilo ¡ror ironír h¿r podido apellidarse la Patria Boba> (1876).

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rnera República. Esta pugna de las juntas que resultaron durante el procesode independencia no habría sido más que <el disfraz ideológico> detrás delcual continuó una vieja <lucha colonial>: la de las elites regionales que con-trolaban las provincias con el Gobiemo central asentado en los Andes orien-tales. En esencia, se trató de un conflicto histórico (entre el Caribe y losAndes> que hizo fracasar la primera independencia. Durante el tiempo de laRepública de Colombia (1819-1830), Caracas relevó a Cartagena en lapugna del Caribe contra Bogotá, la capital de los Andes, con lo cual esteexperimento político también fracasó.Ya en los tiempos del estado de laNueva Granada, Cartagena fue definitivamente subordinada a la <repúblicaandina> que gobernó Bogotá, con lo cual <el sentido de nación estuvo lejosde existio. Con este resultado inesperado de la pugna histórica entre el Cari-be y los Andes, <un siglo de guerras civiles nos costó mantener un Estado>originado en un acto de fuerza de los andinos contra los caribeños.

La independencia es así interpretada por Múnera como la subordinacióndel centro de poder del Caribe por el centro de poder de los Andes, con unconsiguiente <fracaso del proyecto nacionalr>73. Solamente cuando Cartagenafue reducida a <la rnayor miseria y desolación'r, quedando sometida a la auto-ridad de Bogotá, fue posible (construir un Estado-nación centrado en losAndes>. Su conclusión general es la de que <el proyecto de nación de las eli-tes del Caribe poco tenía en común con el de las elites andinas de Santa Fe>.

Alaluz de esta diferencia de proyectos políticos, el nacimiento del estado dela Nueva Granada en 1831 no se explica desde una supuesta <comunidadimaginada> conjuntamente, sino desde la guerra de las elites andinas contrael Caribe, del envío de <masas de soldados campesinos de tierra fria> almundo del Caribe, (para que los costeños aprendieran a sentir como suyotambién aquel otro lado de la patria>.

La perspectiva reivindicativa de la nueva historiografia cartagenera erigióesta representación con fuerte sesgo ideológico que se esfuerza por conduciral lector al convencimiento de que <el proyecto de construir la nación[colombiana] sigue siendo todavía una realidad inconclusa, atravesada pbrtoda clase de conflictos culturales,>. La fuerza sugestiva del título del libro deldoctor Mírnera -EI fracaso de la nación- nos indica que sin la voluntad de loscaribeños no habrá nación en el futuro. Agreguemos que también sin lavoluntad de los habitantes de la Orinoquía, la Arnazonia, el Pacífico, elCauca, etc., y quedaremos convencidos de que la nación colombiana es Llna

73 Mírncrr C¡vaclír (199fte).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 217

imposibilidad política. Con ello se confirmaría una tradición política pro-puesta por este historiador de la negatividad, para quien ya desde los tiemposdelVirreinato de la Nueva Granada <probablernente en ninguna otra partede Hispanoamérica tuvo esta anarquía manifestaciones rnás extreÍnas que enel territorio de la actual Colombia>.

Por otra parte, y fundándose en la tradición sostenida por Manuel JoséForero74, Arrnando Martinez y Anthony McFarlane arremetieronTs contra ladenominación de <Patria Boba> adjudicada por la historiografia centralista alperíodo de la primera independencia del Nuevo Reino de Granada (1810-1816), proveniente de la culpabrhzaci6n de las provincias que se organizaronen Congreso y se negaron a subordinarse a la autoridad del Estado de Cun-dinamarca. La expresión <tPatria Bobar no es Lln producto original del gabi-nete de los historiadores, sino una acuñación de la pugna política de los libe-rales neogranadinos contra el general Antonio Nariño, a quien trataron deinrpedir que ocupara en 1823 la silla de senador en la primera legislatura deColonrbia.El redactor del periódico El Patriota se la endilgó y Nariño con-testó desde las páginas de su <Tercera Corrida> de Lo-s tort¡s de Fucha (abr1l de1823) usándola con desparpajo: <En cuanto a balazos de SanVictorino yVentaquenrada, y las viudas, huérfanos, y qué sé yo qué más, que se vieron enla patria boba, con que usted me favorece [...] ¿V por qué tanta cólera, señorpredicador de moderación, contra un general de antaño, contra un generalde la patria boba, contra nn general casi olvidado [...]>.

La descalificación de esta época de la historia de la Nr-reva Granada, reco-gida sin beneficio de inventario de la Historia de José Manuel Restrepo porlos manuales universitariosT(', ya no se sostiene, si se considera la precocidadcon que los abogados y eclesiásticos de las provincias que desconocieron laautoridad del Consejo de Regencia introdujeron las reformas liberales al

74 Forero (1.966).75 Martínez Garnica (2002:47-82).7(' <Este período de 1811 a 181,6,en que se abortó la tent¿rtiva de independencia en

la Nueva Granada, se ha llamado tradicionahnente la Patria Boba. El nombre es biennrer-ecido.> Cf, Safford/Palacios (2002:215).Aceptando qr.re <todo el período desde 1810l-rrsta la reconquista fue llamado Patria Boba por los historiadores posteriores>, DavidBushnell reconoció que <bobos o no, los primeros gobiernos independientes alcanzarontrtttchos logros importantesr (1996:69). En las memorias de uno de slrs contemporáneos,tlon José María Espinosa, se advirtió que el origen de la expresión fue un tropo irónico:

"[...] l. primera y gloriosa época de nuestra emancipación política [...] esa época quesrilo ¡ror ironír h¿r podido apellidarse la Patria Boba> (1876).

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llti Ar-rtt:ulclo Martín cz (iarrtica

réginren político en la dirección republicana y plantearon todos los proble-mas de la construcción del Estado nacional neogranadino, llegándose a ensa-

yar en algunas provincias las soluciones que fueron adoptadasTT. En la per-cepción de la rnayor parte de esos actores ya había dejado de existir laautoridad de la dinastía de los borbones, pues se partía del supuesto de lairreversibilidad de la acción napoleónica en Europa. En presencia de ese

<vacío de poderr>, el movimiento inmediato fue la reasunción de la soberaníaabsoluta por cada una de las provincias. Este principio fue el punto de parti-da del proyecto de construcción del Estado nacional, pero al mismo tiempola fuente de las disputas entre las provincras.

El cor-nplejo juego de intereses provinciales de tamaño distinto, unos basa-

dos en fueros antiguos y otros en las nuevas jurisdicciones de finales del sigloxvttt, fueron definiendo las lealtades de signo distinto que se construyerondnrante la Primera Repírblica. Por una parte, las grandes provincias-corregi-miento se asociaron en el Congreso de las Provincias (Jnidas, entendiendoque la nueva nación sería el resultado de la cesión nlancomunada de sus sobe-ranías en favor de un cuerpo legislativo resultado de su federación. De la otra,Curndinamarca derivó hacia la dictadura para potenciar el esfuerzo nrilitarque le demandó el proyecto de reconstruir la jurisdicción gubernativa delNuevo Reino, fundarnento de una nación que resultaría de su unión con las

otras dos jurisdicciones gubernativas de Popayán y Cartagena. Finalmente, las

pequeñas provincias-cabildo se la jugaron, para contrarrestar las pretensionesde dominio de las provincias-corregimiento, a la anexión a los grandes pode-res gubernativos de Cundinamarca (Yélez, San Gil, Sogamoso) o España(Santa Marta y Pasto), capaces de defender sus aspiraciones de la autonornía,ofreciendo a sus naturales una mejor representación política.

Vista desde la perspectiva de las huestes de Estado78, el proceso de la inde-pendencia de Nueva Granada fue una continuidad de las anteriores en laescena republicana: los veintitrés abogados que, con los tres expertos funcio-narios de corregimiento y barrio, coparon el 72% de los altos empleos delEstado de Cundinamarca demuestran una consolidación de las aspiracionesde este grupo para ejercer el poderío estatal. Entre ellos, dos españoles: unantiguo oidor de la Real Audiencia,Juan Jurado, y un abogado de ranciaestirpe, el doctor Francisco Manrique del Frago, casado con la hermana del

77 (Jna representación detallada de estos logros de <los bobos> puede verse en M¡rtí-nez Garnica (2006a).

78 Martínez Garnica (2006b).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 219

administrador de la Casa de Moneda, doña Manuela Sanz de Santamaría. Encambio, los eclesiásticos y los militares vieron reducidas sus posibilidades,pues sólo colocaron conjuntamente seis funcionarios en la nueva huesteestatal. La continuidad de las antiguas huestes de Estado es evidente, comotambién el empoderamiento de los profesionales de la pluma en detrimentode los poderes de los profesionales de la predicación y de las armas.

Resulta así que, en la transición del régimen indiano del Estado de lamonarquía hispánica al régimen representativo del estado de Cundinarrrarca,las huestes del Estado conservaron su tradicional diferenciación profesional(abogados, eclesiásticos y militares) y sus efectivos más destacados, pero se

produjo un reequilibrio de sus respectivos poderes inicialnente a favor delgrupo de los abogados. La congregación de los diputados de los colegioselectorales de las provincias que se dieron sus propias cartas constitucionales(Cundinanurca, Cartagena, Tlrnja, Antioquia, Mariquita, Neiva y Pamplona)y la adhesión de buena parte de ellos al Acta de Federación (27 de novienr-bre de 1811) tenía que empoderar a los abogados,dado su especial talentoprofesional para redactar esa clase de textos y para debatir sobre las nllevasinstituciones liberales que requeriría el nuevo régimen estatal.

Fueron los hombres de arnras que se improvisaron en las milicias, y queaprendieron a ser oficiales y generales en las batallas, quienes fueron concen-trando las oportunidades de ejercer poder en la medida en que se fue gene-rahzando la guerra civil. Las acciones militares iniciales se libraron entremilicias locales que defendían la <soberanía reasumida> respecto de las anti-guas cabeceras provinciales, siguiendo después entre los dos conglomeradosprovinciales que se constituyeron (Cundinamarca y el Congreso de las Pro-vincias Unidas), y entre éstos y los gobernadores españoles que se aprestaronpara impedir la separación del Reino respecto del Estado monárquico.Cuando se ahondó la diferenciación ideológica entre <españoles> y <ameri-canos), pasando a una (guerra a muerte) entre ejércitos de rnayor tamaño,acompañada de embargos y destierros recíprocos, las acciones de los profb-sionales de armas se orientaron por las recompensas que recibirían del reyFernandoVll en pago de su fidelidad, o por la gloria a alcanzar en la libera-ción de lapatria, en un clima de mutuos preJurclos y tenores.

Aunque la representación predominante de nuestros días ha acogido bienla idea de eclosión junteraTg y la representación de sus actores en términos

7() unl nrir¿rda de conjunto a este proceso(2( x )3: I 2()-16¡t) .

fue presentada por- l\odrígúez Ostrirr

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llti Ar-rtt:ulclo Martín cz (iarrtica

réginren político en la dirección republicana y plantearon todos los proble-mas de la construcción del Estado nacional neogranadino, llegándose a ensa-

yar en algunas provincias las soluciones que fueron adoptadasTT. En la per-cepción de la rnayor parte de esos actores ya había dejado de existir laautoridad de la dinastía de los borbones, pues se partía del supuesto de lairreversibilidad de la acción napoleónica en Europa. En presencia de ese

<vacío de poderr>, el movimiento inmediato fue la reasunción de la soberaníaabsoluta por cada una de las provincias. Este principio fue el punto de parti-da del proyecto de construcción del Estado nacional, pero al mismo tiempola fuente de las disputas entre las provincras.

El cor-nplejo juego de intereses provinciales de tamaño distinto, unos basa-

dos en fueros antiguos y otros en las nuevas jurisdicciones de finales del sigloxvttt, fueron definiendo las lealtades de signo distinto que se construyerondnrante la Primera Repírblica. Por una parte, las grandes provincias-corregi-miento se asociaron en el Congreso de las Provincias (Jnidas, entendiendoque la nueva nación sería el resultado de la cesión nlancomunada de sus sobe-ranías en favor de un cuerpo legislativo resultado de su federación. De la otra,Curndinamarca derivó hacia la dictadura para potenciar el esfuerzo nrilitarque le demandó el proyecto de reconstruir la jurisdicción gubernativa delNuevo Reino, fundarnento de una nación que resultaría de su unión con las

otras dos jurisdicciones gubernativas de Popayán y Cartagena. Finalmente, las

pequeñas provincias-cabildo se la jugaron, para contrarrestar las pretensionesde dominio de las provincias-corregimiento, a la anexión a los grandes pode-res gubernativos de Cundinamarca (Yélez, San Gil, Sogamoso) o España(Santa Marta y Pasto), capaces de defender sus aspiraciones de la autonornía,ofreciendo a sus naturales una mejor representación política.

Vista desde la perspectiva de las huestes de Estado78, el proceso de la inde-pendencia de Nueva Granada fue una continuidad de las anteriores en laescena republicana: los veintitrés abogados que, con los tres expertos funcio-narios de corregimiento y barrio, coparon el 72% de los altos empleos delEstado de Cundinamarca demuestran una consolidación de las aspiracionesde este grupo para ejercer el poderío estatal. Entre ellos, dos españoles: unantiguo oidor de la Real Audiencia,Juan Jurado, y un abogado de ranciaestirpe, el doctor Francisco Manrique del Frago, casado con la hermana del

77 (Jna representación detallada de estos logros de <los bobos> puede verse en M¡rtí-nez Garnica (2006a).

78 Martínez Garnica (2006b).

La independencia del Nuevo Reino de Granada 219

administrador de la Casa de Moneda, doña Manuela Sanz de Santamaría. Encambio, los eclesiásticos y los militares vieron reducidas sus posibilidades,pues sólo colocaron conjuntamente seis funcionarios en la nueva huesteestatal. La continuidad de las antiguas huestes de Estado es evidente, comotambién el empoderamiento de los profesionales de la pluma en detrimentode los poderes de los profesionales de la predicación y de las armas.

Resulta así que, en la transición del régimen indiano del Estado de lamonarquía hispánica al régimen representativo del estado de Cundinarrrarca,las huestes del Estado conservaron su tradicional diferenciación profesional(abogados, eclesiásticos y militares) y sus efectivos más destacados, pero se

produjo un reequilibrio de sus respectivos poderes inicialnente a favor delgrupo de los abogados. La congregación de los diputados de los colegioselectorales de las provincias que se dieron sus propias cartas constitucionales(Cundinanurca, Cartagena, Tlrnja, Antioquia, Mariquita, Neiva y Pamplona)y la adhesión de buena parte de ellos al Acta de Federación (27 de novienr-bre de 1811) tenía que empoderar a los abogados,dado su especial talentoprofesional para redactar esa clase de textos y para debatir sobre las nllevasinstituciones liberales que requeriría el nuevo régimen estatal.

Fueron los hombres de arnras que se improvisaron en las milicias, y queaprendieron a ser oficiales y generales en las batallas, quienes fueron concen-trando las oportunidades de ejercer poder en la medida en que se fue gene-rahzando la guerra civil. Las acciones militares iniciales se libraron entremilicias locales que defendían la <soberanía reasumida> respecto de las anti-guas cabeceras provinciales, siguiendo después entre los dos conglomeradosprovinciales que se constituyeron (Cundinamarca y el Congreso de las Pro-vincias Unidas), y entre éstos y los gobernadores españoles que se aprestaronpara impedir la separación del Reino respecto del Estado monárquico.Cuando se ahondó la diferenciación ideológica entre <españoles> y <ameri-canos), pasando a una (guerra a muerte) entre ejércitos de rnayor tamaño,acompañada de embargos y destierros recíprocos, las acciones de los profb-sionales de armas se orientaron por las recompensas que recibirían del reyFernandoVll en pago de su fidelidad, o por la gloria a alcanzar en la libera-ción de lapatria, en un clima de mutuos preJurclos y tenores.

Aunque la representación predominante de nuestros días ha acogido bienla idea de eclosión junteraTg y la representación de sus actores en términos

7() unl nrir¿rda de conjunto a este proceso(2( x )3: I 2()-16¡t) .

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lll I Ar-nllutrlo Mlrrtíncz ( iru-n ir':r

de <reasttnción de la soberaníar¡ para conservarla intacta al rey cautivo, inclu-so las palabras del virrey Amar respecto a que la Junta de Santafé <cargó corrlas atribuciones de la soberanía>, dos historiadores han criticado a los actorespor no distinguir la soberanía moderna respecto de la najestad antigua.Aun-que parece tratarse solantente de <un punto de erudición>, sostienen que estepaso de la majestad a Ia soberanía es <un precioso recurso heurístico> para<aclarar los problemas que encontró la nación colombiana para construir larepública y la democracia en el pluralismo>. Esa confusión conceptual de(los autores del pasado>, disipada reciententente por algunos intelectualesfrancesess('|, permitiría entender <el nromento confederal de la independenciaen Colombia>, no ya en términos de <una sinrple reversión de soberanía,como los actores se complacían en repetir>, sino como <la construcción deuna for nra lllleva a partir de una tradición intelectual renuente a la idea deun poclc'r secnl¿rrizado,>s 1

.

Guillenlro Sosa estudió la forma como fue aplicado el principio de lasober¡nírr popular en la provincia de Cundinamarca durante la Primeral{epública, tratando de mostrar la transforuración de la dimensión políticac¡uc proclujo, <resultado de r-nírltiples combinaciones con la tradición que, si

bierl sc llt¿lntttvo conro estructura dominante, al misnro tiempo se vio afecta-cla por una serie de factores que incidieron de diversa forma en su desarro-llor. Este trabajos2 aportó una representación sobre las tenlpranas experien-cias electorales, representativas y constitucionales, con lo cual la inragen derenovación política durante la Prinrera Repírblica se torna más nítida. Conello, la precocidad de las referencias republicanas en el caso de la Nueva Gra-nada tendrá que dar por el suelo con la mala tradición de seguir llamando a

esta brillante época con la irónica voz de <patria boba,¡, tal corno señaló antesde su fallecimiento Frangois-Xavier Guerras3. El legado de la Prir¡eraRepública al orden colonrbiano que se erigió en la villa del Rosario deCúcuta (1.821) fue esa forma republicana de gobierno que experimentótenlprananlente la Generación de la Independencia.

8{) Los atttores se fundan ertThomas (1991:331-386) y en los conrentarios deJeln-Fréderic Schaub (2001:981-997), según el cual <la rnonarquía española desconocír en l:rpráctica l¿r noción de soberaníar.

sr Calderón/Thibaud (2006b : 365-401).82 Sosa (2006).8'1 Guerra (2000: 253-283).

HISTORIOGRAFIA E INDEPENDENCIA EN VENEZUELA

Inés Quinterohtsfítuttt dc Estttdítts Hispnnoonterícatttts

(Jníucrsídad Cctttral de Wnezucla

INrnonuccl(rN

La independencia de Venezuela ha sido, sin lugar a dudas, el proceso y el

período sobre el cual se ha producido el mayor nírmero de publicaciones en

nuestro país y también el que ha generado la elaboración de las más fuertes e

inmutables convenciones historiográficas. Muchas de las cuales todavía hoynutren el discurso educativo y fornran parte de la idea que los venezolanos

tienen de su historia.Desde el nrismo siglo xlx, cuando conlienza la primera etapa de la pro-

ducción historiográfica relativa a la independencia -toda ella abiertamentepartidaria y Llna parte significativa de corte testimonial- la tendencia más

generalizada se caracterizó por su contenido fundamentahrente apologético,descriptivo, lineal y épico, atendiendo especialmente a los héroes que habían

hecho posible la conquista de la <Libertad>; el más importante de ellos,Simón Bolívar, padre de la Patria y Libertador de la América del Sur.

Esta orientación se mantuvo, sin mayores variaciones, durante todo elsislo xlx e inclusive buena parte del xx, conviviendo con otras lecturas quenl¿lrcaron el inicio de nuevos abordajes de pretendido alcance científico:un:rs proverlientes de la doctrina positivista; otras, del materialismo histórico.En c¡cla urro cie los casos con resultados y alcances diferentes. Seguramente

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lll I Ar-nllutrlo Mlrrtíncz ( iru-n ir':r

de <reasttnción de la soberaníar¡ para conservarla intacta al rey cautivo, inclu-so las palabras del virrey Amar respecto a que la Junta de Santafé <cargó corrlas atribuciones de la soberanía>, dos historiadores han criticado a los actorespor no distinguir la soberanía moderna respecto de la najestad antigua.Aun-que parece tratarse solantente de <un punto de erudición>, sostienen que estepaso de la majestad a Ia soberanía es <un precioso recurso heurístico> para<aclarar los problemas que encontró la nación colombiana para construir larepública y la democracia en el pluralismo>. Esa confusión conceptual de(los autores del pasado>, disipada reciententente por algunos intelectualesfrancesess('|, permitiría entender <el nromento confederal de la independenciaen Colombia>, no ya en términos de <una sinrple reversión de soberanía,como los actores se complacían en repetir>, sino como <la construcción deuna for nra lllleva a partir de una tradición intelectual renuente a la idea deun poclc'r secnl¿rrizado,>s 1

.

Guillenlro Sosa estudió la forma como fue aplicado el principio de lasober¡nírr popular en la provincia de Cundinamarca durante la Primeral{epública, tratando de mostrar la transforuración de la dimensión políticac¡uc proclujo, <resultado de r-nírltiples combinaciones con la tradición que, si

bierl sc llt¿lntttvo conro estructura dominante, al misnro tiempo se vio afecta-cla por una serie de factores que incidieron de diversa forma en su desarro-llor. Este trabajos2 aportó una representación sobre las tenlpranas experien-cias electorales, representativas y constitucionales, con lo cual la inragen derenovación política durante la Prinrera Repírblica se torna más nítida. Conello, la precocidad de las referencias republicanas en el caso de la Nueva Gra-nada tendrá que dar por el suelo con la mala tradición de seguir llamando a

esta brillante época con la irónica voz de <patria boba,¡, tal corno señaló antesde su fallecimiento Frangois-Xavier Guerras3. El legado de la Prir¡eraRepública al orden colonrbiano que se erigió en la villa del Rosario deCúcuta (1.821) fue esa forma republicana de gobierno que experimentótenlprananlente la Generación de la Independencia.

8{) Los atttores se fundan ertThomas (1991:331-386) y en los conrentarios deJeln-Fréderic Schaub (2001:981-997), según el cual <la rnonarquía española desconocír en l:rpráctica l¿r noción de soberaníar.

sr Calderón/Thibaud (2006b : 365-401).82 Sosa (2006).8'1 Guerra (2000: 253-283).

HISTORIOGRAFIA E INDEPENDENCIA EN VENEZUELA

Inés Quinterohtsfítuttt dc Estttdítts Hispnnoonterícatttts

(Jníucrsídad Cctttral de Wnezucla

INrnonuccl(rN

La independencia de Venezuela ha sido, sin lugar a dudas, el proceso y el

período sobre el cual se ha producido el mayor nírmero de publicaciones en

nuestro país y también el que ha generado la elaboración de las más fuertes e

inmutables convenciones historiográficas. Muchas de las cuales todavía hoynutren el discurso educativo y fornran parte de la idea que los venezolanos

tienen de su historia.Desde el nrismo siglo xlx, cuando conlienza la primera etapa de la pro-

ducción historiográfica relativa a la independencia -toda ella abiertamentepartidaria y Llna parte significativa de corte testimonial- la tendencia más

generalizada se caracterizó por su contenido fundamentahrente apologético,descriptivo, lineal y épico, atendiendo especialmente a los héroes que habían

hecho posible la conquista de la <Libertad>; el más importante de ellos,Simón Bolívar, padre de la Patria y Libertador de la América del Sur.

Esta orientación se mantuvo, sin mayores variaciones, durante todo elsislo xlx e inclusive buena parte del xx, conviviendo con otras lecturas quenl¿lrcaron el inicio de nuevos abordajes de pretendido alcance científico:un:rs proverlientes de la doctrina positivista; otras, del materialismo histórico.En c¡cla urro cie los casos con resultados y alcances diferentes. Seguramente

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222

el aspecto lttás relevante surgido de la corriente positivista fue el polémico

texto de Laureano Vallenilla Lanz, en el cual planteaba que la Guerra de

Independencia no había sido un enfrentamiento entre españoles y anlerica-

nos, sino una guerra civil entre quienes se oponían ella y quienes se nante-nían fieles a la corona, independientemente del lugar en el cual hubiesen

nacido. En el caso de los marxistas, Ia relectura de este período de nuestra

historia, estuvo dirigida a demostrar que la independencia no podía ser con-

siderada conro una revolución, ya que no se había producido ninguna altera-

ción en la estructura económica y talllpoco se habían dado modificaciones

strstanciales en la estructura social. Finalizada la guerra -concluían los mar-

xistas-, todo había quedado igual: eran los mismos quienes detentaban el

poder y los tnismos quienes seguían siendo explotados por sus opresores de

antaño.No será sino a partir de la década del sesenta, con el surgimiento y con-

solidación de las escuelas universitarias de historia y como parte del proceso

de profesionalizaciín de la disciplina, cuando se dio un proceso lento pero

ininterrumpido de revisión y crítíca sistemática de la historia de la indepen-

dencia, también con alcances y resultados diversos. Las nuevas lecturas sobre

la independencia surgidas en las dos ítltimas décadas del siglo xx son, en

gran medida, la continuación de este esfuerzo y también resultado del con-

tacto e intercambio con los nuevos enfoques y las renovadas tendencias his-

toriográficas que en los últimos años han enriquecido los estudios sobre el

proceso de las independencias en Hispanoamérica. En las páginas que siguen

presentaremos algunos de los temas y problemas que ocupan a qulenes se

interesan en la actualidad por el tema de la independencia deVenezuela.

DPSIT¡ONTRNDO EL CULTO A BOLÍVAR

Hace ya casi cuatro décadas, en1969, salió publicado el libro El atlto a

Bolívar, de Germán Carrera Damas. Sin duda, una reflexión seminal y deter-

rninante acerca de una de las fortalezas más sólidas de la historiografia origi-naria sobre la independencia: el culto a los héroes, la visión providencialista

de la independencia como fruto de la acción de unos individuos excepcio-

nales, los padres de la patria, ejemplos imperecederos de virtud para la vida

republicana. Dejaba al descubierto Carrera, en este libro, el proceso de edifi-cación del culto a Bolívar y sus profundas implicaciorjes, no solamente histt.r-

riográficas, sino ideológicas y políticas, así como sus manifestaciorrcs clivcrsls

Historiosr-efia c independencia en Venezuela 223

más allá clc krs libros de historia; planteando, además, una aguda crítica a los

contenidos c'lc h historiogra{ta sobre la independencia, subsidiaria pasiva de

esta construcción heroica, individual y providencial de nuestro pasado.

Podría clccirse entonces que la primera fase del proceso de relectura de la

independelrcia comienza por la cabeza, es decir, por la figura del nráximohéroe, piez:r fundrcional de la historia patria y de las diferentes ramificacio-nes que se clesprenden de ella: la historia militar, la descripción pornrenori-zada de b¿rtalhs, el recuento de sucesos definitivos y paradigmáticos; en fin, laapología dc' h gesta independentista como sucesión lineal y exitosa de unproyecto lars¿rnrente acariciado y finahlente alcanzado gracias a la actuacióndel Libert¿rdor y de quienes lo acompañaron en la conquista de la libertad.

No ha sido éste el único ensayo o reflexión de Carrera Damas sobre el

culto a los héroes y los alcances que ha tomado la ideología bolivariana entre

nosotros. [Jna densa y prolífica obra historiográfrca da cuenta de lo que ha

sido una de sus preocupaciones más constantes. De hecho, su írltimo libro, E/Boliuarianisnto-nilitarivno. Una Ideología de reerrrylazo, tal como el mismo autorlo expresa en su introducción, reírne las expresiones más recientes de su inte-rés profesional por el <[...] uso del prestigio histórico de Simón Bolívar, confines ideológicos más o rnenos coherentes o crudamente políticos>.

Pero no ha sido Carrera Damas el írnico en desmontar de manera críticalas perversiones políticas del culto a los héroes y sus complicadas implicacio-nes ideológicas. Luis Castro Leiva, ya fallecido, también se ocupó del tema en

varios de sus escritos. El libro De la patria boba a la teología boliuariana, publi-cado en 1991,reúne una colección de ensayos escritos en los años ochentaen los que el autor se detiene a n[...] repensar el surgimiento de nuestra

nacionalidad>, poniendo al descubierto la simplificación que se ha hecho delcomplejo proceso de nuestra independencia por la <fuerza emocional delpatriotismo>. A partir de allí se hace un estudio crítico del pensamiento de

Bolívar y de su idea de libertad. Se trata de un estudio de historia intelectualacerca de los primeros años de vida republicana y del proceso mediante elcual se gesta lo que el autor llarna <la teología bolivariana>, para destacar la

condición cuasirreligiosa del culto cor-no una práctica que se nutre de una

determinada interpretación de la independencia cuyas expresiones se nran-tienen hasta nuestros días.

Thmbién Elías Pino Iturrieta, en su discurso de incorporación a la Acade-mia Nacional de la Historia, titulado <Nueva lectura de la Carta deJamaica>,

desnronta de manera crítica la lectura que se había dado a este texto, uno de

krs docurrrc¡rtos más conociclos de Bolívar, para despojarlo de su falso valor

In['s Qtrirr tcro

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el aspecto lttás relevante surgido de la corriente positivista fue el polémico

texto de Laureano Vallenilla Lanz, en el cual planteaba que la Guerra de

Independencia no había sido un enfrentamiento entre españoles y anlerica-

nos, sino una guerra civil entre quienes se oponían ella y quienes se nante-nían fieles a la corona, independientemente del lugar en el cual hubiesen

nacido. En el caso de los marxistas, Ia relectura de este período de nuestra

historia, estuvo dirigida a demostrar que la independencia no podía ser con-

siderada conro una revolución, ya que no se había producido ninguna altera-

ción en la estructura económica y talllpoco se habían dado modificaciones

strstanciales en la estructura social. Finalizada la guerra -concluían los mar-

xistas-, todo había quedado igual: eran los mismos quienes detentaban el

poder y los tnismos quienes seguían siendo explotados por sus opresores de

antaño.No será sino a partir de la década del sesenta, con el surgimiento y con-

solidación de las escuelas universitarias de historia y como parte del proceso

de profesionalizaciín de la disciplina, cuando se dio un proceso lento pero

ininterrumpido de revisión y crítíca sistemática de la historia de la indepen-

dencia, también con alcances y resultados diversos. Las nuevas lecturas sobre

la independencia surgidas en las dos ítltimas décadas del siglo xx son, en

gran medida, la continuación de este esfuerzo y también resultado del con-

tacto e intercambio con los nuevos enfoques y las renovadas tendencias his-

toriográficas que en los últimos años han enriquecido los estudios sobre el

proceso de las independencias en Hispanoamérica. En las páginas que siguen

presentaremos algunos de los temas y problemas que ocupan a qulenes se

interesan en la actualidad por el tema de la independencia deVenezuela.

DPSIT¡ONTRNDO EL CULTO A BOLÍVAR

Hace ya casi cuatro décadas, en1969, salió publicado el libro El atlto a

Bolívar, de Germán Carrera Damas. Sin duda, una reflexión seminal y deter-

rninante acerca de una de las fortalezas más sólidas de la historiografia origi-naria sobre la independencia: el culto a los héroes, la visión providencialista

de la independencia como fruto de la acción de unos individuos excepcio-

nales, los padres de la patria, ejemplos imperecederos de virtud para la vida

republicana. Dejaba al descubierto Carrera, en este libro, el proceso de edifi-cación del culto a Bolívar y sus profundas implicaciorjes, no solamente histt.r-

riográficas, sino ideológicas y políticas, así como sus manifestaciorrcs clivcrsls

Historiosr-efia c independencia en Venezuela 223

más allá clc krs libros de historia; planteando, además, una aguda crítica a los

contenidos c'lc h historiogra{ta sobre la independencia, subsidiaria pasiva de

esta construcción heroica, individual y providencial de nuestro pasado.

Podría clccirse entonces que la primera fase del proceso de relectura de la

independelrcia comienza por la cabeza, es decir, por la figura del nráximohéroe, piez:r fundrcional de la historia patria y de las diferentes ramificacio-nes que se clesprenden de ella: la historia militar, la descripción pornrenori-zada de b¿rtalhs, el recuento de sucesos definitivos y paradigmáticos; en fin, laapología dc' h gesta independentista como sucesión lineal y exitosa de unproyecto lars¿rnrente acariciado y finahlente alcanzado gracias a la actuacióndel Libert¿rdor y de quienes lo acompañaron en la conquista de la libertad.

No ha sido éste el único ensayo o reflexión de Carrera Damas sobre el

culto a los héroes y los alcances que ha tomado la ideología bolivariana entre

nosotros. [Jna densa y prolífica obra historiográfrca da cuenta de lo que ha

sido una de sus preocupaciones más constantes. De hecho, su írltimo libro, E/Boliuarianisnto-nilitarivno. Una Ideología de reerrrylazo, tal como el mismo autorlo expresa en su introducción, reírne las expresiones más recientes de su inte-rés profesional por el <[...] uso del prestigio histórico de Simón Bolívar, confines ideológicos más o rnenos coherentes o crudamente políticos>.

Pero no ha sido Carrera Damas el írnico en desmontar de manera críticalas perversiones políticas del culto a los héroes y sus complicadas implicacio-nes ideológicas. Luis Castro Leiva, ya fallecido, también se ocupó del tema en

varios de sus escritos. El libro De la patria boba a la teología boliuariana, publi-cado en 1991,reúne una colección de ensayos escritos en los años ochentaen los que el autor se detiene a n[...] repensar el surgimiento de nuestra

nacionalidad>, poniendo al descubierto la simplificación que se ha hecho delcomplejo proceso de nuestra independencia por la <fuerza emocional delpatriotismo>. A partir de allí se hace un estudio crítico del pensamiento de

Bolívar y de su idea de libertad. Se trata de un estudio de historia intelectualacerca de los primeros años de vida republicana y del proceso mediante elcual se gesta lo que el autor llarna <la teología bolivariana>, para destacar la

condición cuasirreligiosa del culto cor-no una práctica que se nutre de una

determinada interpretación de la independencia cuyas expresiones se nran-tienen hasta nuestros días.

Thmbién Elías Pino Iturrieta, en su discurso de incorporación a la Acade-mia Nacional de la Historia, titulado <Nueva lectura de la Carta deJamaica>,

desnronta de manera crítica la lectura que se había dado a este texto, uno de

krs docurrrc¡rtos más conociclos de Bolívar, para despojarlo de su falso valor

In['s Qtrirr tcro

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224 Inés Quintero

<profético> y de su aparente sentido <revolucionario>. Se trata de un ensayo

crítico y reflexivo sobre el verdadero alcance de este documento, en el cual

pueden aclvertirse la concepción jerárquica de la sociedad que prevalece en

el Libertador corrro miembro inequívoco de la elite criolla de Caracas, así

como las consecuencias políticas y prácticas del balance hecho por Bolívarde Ia independencia, luego de los fatales sucesos del año 1814.

Dos trabajos de reciente publicación dan cuenta de los alcances políticos

y contelnporáneos del culto a Bolívar co1l1o un proceso que hunde sus raíces

en la independencia, y cuyas implicaciones demandan la reflexión crítica y¿rctu:rlizad¿ de la trayectoria, ideario y acción de Simón Bolívar. Son éstos E/l)ivítrc Bolíuar, de Elías Pino Iturrieta,y Pttr qué ntt soy Boliuariano, de ManuelCaballero. Ambos autores, desde perspectivas distintas, atienden el frondosotenla de la ideología bolivariana en sus manifestaciones históricas e historio-gráficas y abordan sus implicaciones políticas en el presente.

El debate y el interés sobre la figura de Bolívar, e incluso sobre sus usos yculto, no ha ocupado solamente a historiadores venezolanos; el más recientelibro de John Lynch , Sitn(nt Boliuar. A Life, publicado en el 2006 porYaleUniversity Press y por la editorial Crítica de España, se ocupa de estudiar la

figura de Sirlrón Bolívar. El autor no esconde su sinrpatía por su objeto de

estudio, alrnque en ningún Í1on1ento se deja cautivar por la palabra delLibertador. No es, en lo absoluto, una obra apologética ni una semblanza

lineal de la vida de Bolívar, sino un análisis concienzudo, actualizado, críticoy profesional de un proceso y Lrn persorlaje que, desde hace varias décadas,

ha sido estudiado y pensado porJohn Lynch y que permite al lector, no sola-

nlente conocer la mirada de este historiador sobre Bolívar, sino tambiénsobre la época y circunstancias de la independencia; sin desatender, tampoco,las implicaciones contemporáneas y políticas qrle tienen las tergiversaciones

y Llsos que se le han dado a su discurso y trayectoria histórica.No cabe duda, pues, que para el caso de la historiografia sobre la inde-

pendencia deVenezuela, el tratamiento crítico de la figura de Bolívar, su des-

r-nitificación y el proceso de desrnontar y dejar al descubierto las peripecias

del culto han sido determinantes a la hora de replantear el estudio de laindependencia, secuestrado desde el siglo xtx por la hagiografia bolivariana ycuyas manifestaciones en el presente foruran parte insoslayable de la agenda

historiográfica, rrráxime cuando se acerca el bicentenario de las independen-cias, coyuntura qlle dejará al descubierto la peruranencia del culto, rnás allá

c'le lcls csfuerzos clue ha hecho y siuue h¿rcier-rdo la historiosrafi¿r desde hace

('uiltr.t) d['crrdrrs por clcsrrrorrt:rr-lo. I)cspr'jrrc]o cl c¡lllillo clel rrtito ttrrtd:rciorl:rl,

Histori ografia e independencia en Venezuela 225

caminos dignos dela historiografta de

atención.la independencia ha transitado otros

La cnÍrrca HrsronrocnÁ¡rc¿,

Muy cercana a esta preocupación sobre el culto a Bolívar y los usos quese han hecho de su discurso y acción han sido los estudios sobre la historio-graÍta acerca de la independencia, no desde una perspectiva general sinoabordando tópicos específicos.Vale la pena mencionar el trabajo de Gilberto

Quintero Lugo, profesor de la Universidad de Los Andes, titulado <La leyen-da negra y su influjo en la historiografiavenezolana de la Independencia,r, enel cual recoge lo que ha sido,junto con la apología y culto al héroe, una delas visiones más arraigadas y sólidas de la historiogra{ra sobre la independen-cia: la satanizaciín de España como el origen de todos nuestros males; la

demonización de la cultura hispánica y el retorno maniqueo a la leyendanegra de la conquista como fundamento justificador y legitimador de lacausa independentista, argunentos éstos que nutrieron los documentos polí-ticos de la independencia y que pasaron sin variaciones ni maticcs a los alc-gatos testinloniales y de allí directamente a los contenidos maniqueos difun-didos hasta el presente por la historia patria.

(Jna preocupación similar se percibe en el trabajo de Ángel Lombardi<Principales valoraciones historiográficas de la presencia española en Améri-ca y del proceso emancipador>. Aun cuando el artículo no pretende asociarel tema con la leyenda negra sobre España, tal como lo hace Quintero Lugo,sí deja ver lo que ha sido la recurrente omisión en la historiografr.a venezola-na sobre la otra cara de la ruoneda: la presencia española en tiempos de laindependencia, ya que la historiografia se ocupó de España o de los <españo-

les> exclusivamente para emitir juicios adversos en virtud de su condición de

enenrigos de la causa patriota. El ensayo pretende hacer una critica sobre este

vacío historiográfico. De hecho, como veremos más adelante, el mismo Lom-bardi se ocupó de estudiar este aspecto en su tesis doctoral, publicada parcial-mente este año 2006 (sobre esto harernos un comentario más adelante).

Dos visiones de conjunto sobre la producción historiográfica del períodoofrecen Elina Lovera y Alicia Ríos. La primera en un ensayo titulado (Dife-rentes posiciones historiográficas sobre el proceso independentista venezola-lro), en el cual insiste sobre el tema de las omisiones respecto al partido rea-list:r y a la ¿rusencia de noticias y referencias sobre el proceso de la

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224 Inés Quintero

<profético> y de su aparente sentido <revolucionario>. Se trata de un ensayo

crítico y reflexivo sobre el verdadero alcance de este documento, en el cual

pueden aclvertirse la concepción jerárquica de la sociedad que prevalece en

el Libertador corrro miembro inequívoco de la elite criolla de Caracas, así

como las consecuencias políticas y prácticas del balance hecho por Bolívarde Ia independencia, luego de los fatales sucesos del año 1814.

Dos trabajos de reciente publicación dan cuenta de los alcances políticos

y contelnporáneos del culto a Bolívar co1l1o un proceso que hunde sus raíces

en la independencia, y cuyas implicaciones demandan la reflexión crítica y¿rctu:rlizad¿ de la trayectoria, ideario y acción de Simón Bolívar. Son éstos E/l)ivítrc Bolíuar, de Elías Pino Iturrieta,y Pttr qué ntt soy Boliuariano, de ManuelCaballero. Ambos autores, desde perspectivas distintas, atienden el frondosotenla de la ideología bolivariana en sus manifestaciones históricas e historio-gráficas y abordan sus implicaciones políticas en el presente.

El debate y el interés sobre la figura de Bolívar, e incluso sobre sus usos yculto, no ha ocupado solamente a historiadores venezolanos; el más recientelibro de John Lynch , Sitn(nt Boliuar. A Life, publicado en el 2006 porYaleUniversity Press y por la editorial Crítica de España, se ocupa de estudiar la

figura de Sirlrón Bolívar. El autor no esconde su sinrpatía por su objeto de

estudio, alrnque en ningún Í1on1ento se deja cautivar por la palabra delLibertador. No es, en lo absoluto, una obra apologética ni una semblanza

lineal de la vida de Bolívar, sino un análisis concienzudo, actualizado, críticoy profesional de un proceso y Lrn persorlaje que, desde hace varias décadas,

ha sido estudiado y pensado porJohn Lynch y que permite al lector, no sola-

nlente conocer la mirada de este historiador sobre Bolívar, sino tambiénsobre la época y circunstancias de la independencia; sin desatender, tampoco,las implicaciones contemporáneas y políticas qrle tienen las tergiversaciones

y Llsos que se le han dado a su discurso y trayectoria histórica.No cabe duda, pues, que para el caso de la historiografia sobre la inde-

pendencia deVenezuela, el tratamiento crítico de la figura de Bolívar, su des-

r-nitificación y el proceso de desrnontar y dejar al descubierto las peripecias

del culto han sido determinantes a la hora de replantear el estudio de laindependencia, secuestrado desde el siglo xtx por la hagiografia bolivariana ycuyas manifestaciones en el presente foruran parte insoslayable de la agenda

historiográfica, rrráxime cuando se acerca el bicentenario de las independen-cias, coyuntura qlle dejará al descubierto la peruranencia del culto, rnás allá

c'le lcls csfuerzos clue ha hecho y siuue h¿rcier-rdo la historiosrafi¿r desde hace

('uiltr.t) d['crrdrrs por clcsrrrorrt:rr-lo. I)cspr'jrrc]o cl c¡lllillo clel rrtito ttrrtd:rciorl:rl,

Histori ografia e independencia en Venezuela 225

caminos dignos dela historiografta de

atención.la independencia ha transitado otros

La cnÍrrca HrsronrocnÁ¡rc¿,

Muy cercana a esta preocupación sobre el culto a Bolívar y los usos quese han hecho de su discurso y acción han sido los estudios sobre la historio-graÍta acerca de la independencia, no desde una perspectiva general sinoabordando tópicos específicos.Vale la pena mencionar el trabajo de Gilberto

Quintero Lugo, profesor de la Universidad de Los Andes, titulado <La leyen-da negra y su influjo en la historiografiavenezolana de la Independencia,r, enel cual recoge lo que ha sido,junto con la apología y culto al héroe, una delas visiones más arraigadas y sólidas de la historiogra{ra sobre la independen-cia: la satanizaciín de España como el origen de todos nuestros males; la

demonización de la cultura hispánica y el retorno maniqueo a la leyendanegra de la conquista como fundamento justificador y legitimador de lacausa independentista, argunentos éstos que nutrieron los documentos polí-ticos de la independencia y que pasaron sin variaciones ni maticcs a los alc-gatos testinloniales y de allí directamente a los contenidos maniqueos difun-didos hasta el presente por la historia patria.

(Jna preocupación similar se percibe en el trabajo de Ángel Lombardi<Principales valoraciones historiográficas de la presencia española en Améri-ca y del proceso emancipador>. Aun cuando el artículo no pretende asociarel tema con la leyenda negra sobre España, tal como lo hace Quintero Lugo,sí deja ver lo que ha sido la recurrente omisión en la historiografr.a venezola-na sobre la otra cara de la ruoneda: la presencia española en tiempos de laindependencia, ya que la historiografia se ocupó de España o de los <españo-

les> exclusivamente para emitir juicios adversos en virtud de su condición de

enenrigos de la causa patriota. El ensayo pretende hacer una critica sobre este

vacío historiográfico. De hecho, como veremos más adelante, el mismo Lom-bardi se ocupó de estudiar este aspecto en su tesis doctoral, publicada parcial-mente este año 2006 (sobre esto harernos un comentario más adelante).

Dos visiones de conjunto sobre la producción historiográfica del períodoofrecen Elina Lovera y Alicia Ríos. La primera en un ensayo titulado (Dife-rentes posiciones historiográficas sobre el proceso independentista venezola-lro), en el cual insiste sobre el tema de las omisiones respecto al partido rea-list:r y a la ¿rusencia de noticias y referencias sobre el proceso de la

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ll(, Inés Quintero

independencia, en las provincias que formaban parte de la Capitanía GeneralcleVenezuela, más allá de la provincia de Caracas, única presente en los textosde las historias generales. El segundo es más bien una mirada general sobre el

tratamiento dado a la independencia en algunas de las más importantes histo-rias generales de la historiografia venezolana, comenzando con Rafael MaúaBaralt en el siglo xtx y concluyendo con la Historia-fundanrcntal deWnczuelade Salcedo Bastardo, escrita en el último tercio del siglo xx. El ensayo de

Ríos no pretende ser exhaustivo ni se ocupa de las tendencias recientes.Finalmente,Tomás Straka hace una critica historiográfica al discurso mar-

xista de la independencia en un artícLllo titulado <Los rnarxistas y la Guerrade Independencia: política e historiografia enVenentela 1.939-1989>. El artí-culo destaca cómo la lectura marxista de la independencia, desde sus oríge-nes en 1939, cuando sale a la luz la primera interpretación marxista de la his-toria deVenezuela escrita por Carlos lrazábal, el tema de la independenciasurge intervenido por los partidarismos políticos del mornento. Hace Strakaun seguirniento de los alegatos nrarxistas sobre el período, destacando funda-nrentalmente la politización conro recurso de explicación historiográfica.

EL I'RITTIUC) I\EALISTA Y LA DEFENSA I)EL REY: LA OTRA CARA I)E LA MONEDA

Precisamente este aspecto, qLre aparece en las críticas historiográficasconlo una omisión recurrente en las obras sobre la independencia de Vene-zuela,ha sido uno de los que ha comenzado a ser atendido por la historio-grafia reciente, aun cuando hace ya varios años se habían comenzado a publi-car algunos de los más importantes testinlonios realistas de aquellos años. Las

primeras publicaciones se hicieron incluso en el contexto de la conrllemora-ción del Sesquicentenario de la Independencia por la Academia Nacional de

la Historia en 1960.Ese año y en los años siguientes salieron alaluz Reurcr-

dos sobre la Rebelión de Caracas, de José Domingo Díaz, seguranlente el alega-

to más feroz contra la independencia escrito por un criollo, enemigo vehe-nlente e implacable de la gesta emancipadora; también la Academia publicóMentoriales sobre Ia Independencia de Wnezuela, de Narciso Coll y Pratt, el obis-po de Caracas en tiempos de la independencia, en la cual da su visión, cornomáxima autoridad eclesiástica, de los sucesos acaecidos en aquellos años, y,

finalnrente las Memorias del Regente Heredia, también un testinronio crucialescrito por un testigo de excepción: el regente de la Audiencia de Caracas

durante los años de la ¡¡uerm. C¿rda uno de estos textos s¿llió publicado crr str

Historiogrerfia e independencia en Venezuela 227

momento con estudios críticos que, más que una reflexión sobre la comple-jidad de los hechos, ternúnaba siendo un juicio sumario a sus autores, como

enemigos de la gesta emancipadora o como testigos blandos antes las atroci-

dades cometidas por los defensores del rey.

Desde un espíritu tnucho menos partidario y conlo parte de esta preocu-

pación por rescdtar la otra cara de la moneda, Germán Carrera Damas propi-ció la publicación en 1.967 , en el Anuario del Instituto de Antropología e Historia

de la Universidad Central deVenezuela, de dos toltlos que recogían valiosos

testimonios realistas sobre la independencia, precedidos de un ensayo suyo

titulado <La crisis de la sociedad colonial>, que servía de presentación a los

textos escritos por estos hombres, la nrayoría funcionarios de la corona o

conrprometidos oficiales que combatieron en defensa del rey.

Pero no será sino en tiempos más recientes cuaudo la publicación de estas

fuentes comenzó a rendir frutos.Varios trabajos que recuperan las vivencias

del otro lado de la contienda han surgido en los últinlos años y varios de

ellos ligados también estrechamente al desarrollo de los estudios regionales,

otro de los aspectos que la critica historiográfica sobre la independencia ha

señalado cor11o una de las carencias en los estudios sobre estos años.

De Tomás Straka pr"rblicó la (Jniversidad Central deVenezuela, el año

2003,La uoz de los uencidtts. ldeas del partitlo realista de Caracas, 1810-1821-El

estudio de Straka, corl1o su título advierte, es un ensayo que analiza los argu-

mentos en defensa de los valores antiguos esgrimidos por quienes asuutieron

la defensa del rey y se opusieron a la desintegración del imperio. Straka se

ocupa de los orígenes de este pensamiento, de sus fundanrentos doctrinarios

y de cómo éstos se expresan por diferentes vías: la prensa, el discurso religio-so, las proclamas y edictos, con la finalidad expresa y militante de rechazat,

combatir y desmontar la oferta republicana. Es, pues, la presentación del otro

discurso, el discurso de la tradición en contraposición con las ideas de <liber-

tadr e <igualdado que pregonaban el partido contrario: los republicanos.

Ángel Lombardi, en su libro Banderas tlel Rey,publicado por la (Jniversi-

dad Cecilio Acosta y la (Jniversidad del Zulia,se ocupa r-nás bien de estudiar

la actuación política y militar de los defensores de la monarquía. No es un

estudio que se ocupa de las ideas, sino de la actuación pública de quienes

asunlen la defensa del orden monárquico y del funcionamiento institucional,

político y militar de las instancias de poder de la monarquía en estos territo-rios, Ofreciendo así una lectura complementaria y poco conocida acerca de

lo que fue el desenvolvimiento de los hechos desde el otro bando de la con-ticnt'l:r; rspecto que no solamente había sido desatendido por la historiogra-

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ll(, Inés Quintero

independencia, en las provincias que formaban parte de la Capitanía GeneralcleVenezuela, más allá de la provincia de Caracas, única presente en los textosde las historias generales. El segundo es más bien una mirada general sobre el

tratamiento dado a la independencia en algunas de las más importantes histo-rias generales de la historiografia venezolana, comenzando con Rafael MaúaBaralt en el siglo xtx y concluyendo con la Historia-fundanrcntal deWnczuelade Salcedo Bastardo, escrita en el último tercio del siglo xx. El ensayo de

Ríos no pretende ser exhaustivo ni se ocupa de las tendencias recientes.Finalmente,Tomás Straka hace una critica historiográfica al discurso mar-

xista de la independencia en un artícLllo titulado <Los rnarxistas y la Guerrade Independencia: política e historiografia enVenentela 1.939-1989>. El artí-culo destaca cómo la lectura marxista de la independencia, desde sus oríge-nes en 1939, cuando sale a la luz la primera interpretación marxista de la his-toria deVenezuela escrita por Carlos lrazábal, el tema de la independenciasurge intervenido por los partidarismos políticos del mornento. Hace Strakaun seguirniento de los alegatos nrarxistas sobre el período, destacando funda-nrentalmente la politización conro recurso de explicación historiográfica.

EL I'RITTIUC) I\EALISTA Y LA DEFENSA I)EL REY: LA OTRA CARA I)E LA MONEDA

Precisamente este aspecto, qLre aparece en las críticas historiográficasconlo una omisión recurrente en las obras sobre la independencia de Vene-zuela,ha sido uno de los que ha comenzado a ser atendido por la historio-grafia reciente, aun cuando hace ya varios años se habían comenzado a publi-car algunos de los más importantes testinlonios realistas de aquellos años. Las

primeras publicaciones se hicieron incluso en el contexto de la conrllemora-ción del Sesquicentenario de la Independencia por la Academia Nacional de

la Historia en 1960.Ese año y en los años siguientes salieron alaluz Reurcr-

dos sobre la Rebelión de Caracas, de José Domingo Díaz, seguranlente el alega-

to más feroz contra la independencia escrito por un criollo, enemigo vehe-nlente e implacable de la gesta emancipadora; también la Academia publicóMentoriales sobre Ia Independencia de Wnezuela, de Narciso Coll y Pratt, el obis-po de Caracas en tiempos de la independencia, en la cual da su visión, cornomáxima autoridad eclesiástica, de los sucesos acaecidos en aquellos años, y,

finalnrente las Memorias del Regente Heredia, también un testinronio crucialescrito por un testigo de excepción: el regente de la Audiencia de Caracas

durante los años de la ¡¡uerm. C¿rda uno de estos textos s¿llió publicado crr str

Historiogrerfia e independencia en Venezuela 227

momento con estudios críticos que, más que una reflexión sobre la comple-jidad de los hechos, ternúnaba siendo un juicio sumario a sus autores, como

enemigos de la gesta emancipadora o como testigos blandos antes las atroci-

dades cometidas por los defensores del rey.

Desde un espíritu tnucho menos partidario y conlo parte de esta preocu-

pación por rescdtar la otra cara de la moneda, Germán Carrera Damas propi-ció la publicación en 1.967 , en el Anuario del Instituto de Antropología e Historia

de la Universidad Central deVenezuela, de dos toltlos que recogían valiosos

testimonios realistas sobre la independencia, precedidos de un ensayo suyo

titulado <La crisis de la sociedad colonial>, que servía de presentación a los

textos escritos por estos hombres, la nrayoría funcionarios de la corona o

conrprometidos oficiales que combatieron en defensa del rey.

Pero no será sino en tiempos más recientes cuaudo la publicación de estas

fuentes comenzó a rendir frutos.Varios trabajos que recuperan las vivencias

del otro lado de la contienda han surgido en los últinlos años y varios de

ellos ligados también estrechamente al desarrollo de los estudios regionales,

otro de los aspectos que la critica historiográfica sobre la independencia ha

señalado cor11o una de las carencias en los estudios sobre estos años.

De Tomás Straka pr"rblicó la (Jniversidad Central deVenezuela, el año

2003,La uoz de los uencidtts. ldeas del partitlo realista de Caracas, 1810-1821-El

estudio de Straka, corl1o su título advierte, es un ensayo que analiza los argu-

mentos en defensa de los valores antiguos esgrimidos por quienes asuutieron

la defensa del rey y se opusieron a la desintegración del imperio. Straka se

ocupa de los orígenes de este pensamiento, de sus fundanrentos doctrinarios

y de cómo éstos se expresan por diferentes vías: la prensa, el discurso religio-so, las proclamas y edictos, con la finalidad expresa y militante de rechazat,

combatir y desmontar la oferta republicana. Es, pues, la presentación del otro

discurso, el discurso de la tradición en contraposición con las ideas de <liber-

tadr e <igualdado que pregonaban el partido contrario: los republicanos.

Ángel Lombardi, en su libro Banderas tlel Rey,publicado por la (Jniversi-

dad Cecilio Acosta y la (Jniversidad del Zulia,se ocupa r-nás bien de estudiar

la actuación política y militar de los defensores de la monarquía. No es un

estudio que se ocupa de las ideas, sino de la actuación pública de quienes

asunlen la defensa del orden monárquico y del funcionamiento institucional,

político y militar de las instancias de poder de la monarquía en estos territo-rios, Ofreciendo así una lectura complementaria y poco conocida acerca de

lo que fue el desenvolvimiento de los hechos desde el otro bando de la con-ticnt'l:r; rspecto que no solamente había sido desatendido por la historiogra-

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lll..i Inés Quintero

fia, sino cluc',:rdemás, conlo ya se ha dicho, había sido satanizado y descalifi-cado conro parte de la <barbarier y la <opresión) características del dominioespañol sobre estos territorios.

A estos dos estudios se suman otros que, aun cuando trabajan el partidorealista o el desenvolvimiento de las autoridades de la monarquía en el marcode la independencia, lo hacen exponiendo de nranera explícita la relevanciade los estudios regionales, es decir, no se trata de desentrañar la otra cara dela moneda sino, más bien, destacar la especificidad de las ocurrencias regio-nales de la independencia, en contraposición con la versión convencional ygeneralizadora de las historias nacionales, constreñidas fundantentalmente a

las vivencias políticas de la capital.

La HISTonIR DE LA INI)EI,ENI]ENCIA VISTA I)ESDE LAS REGIONES

El desarrollo de los estudios de historia regional ha tenido entre sus preo-cupaciones fundamentales, como ya se dijo, atender el período de la inde-pendencia desde la especificidad de las regiones. Desde Maracaibo, en elCentro de Estudios Históricos de la (Jniversidad del Zulía,se han adelantadovarias investigaciones cuya motivación ha sido analizar el proceso de inde-pendencia en la región, no solamente por el hecho de haber sido la provin-cia de Maracaibo la primera en manifestarse leal a la regencia cuando lossucesos de Caracas de 1U10, sino por haber sido también la última en incor-porarse al proyecto republicano. La provincia ofrece así la peculiaridad dehaber sido un territorio ininterrumpidamente fiel a la monarquía y, portanto, espacio de análisis privilegiado para estudiar el período a la luz de loc¡ue fueron las prácticas políticas e institucionales de las autoridades de lacorona mientras ocurría la confrontación armada en la nrayoría de las pro-vincias que forrlaban la Capitanía General deVenezuela.

Forman parte de esta orientación los trabajos de Ligia Berbesí: <Maracai-bo ante la Independencia Nacional>; <Independencia y conflictos locales enLrs provincias deVenezuela (1808-1821). Estudio de Caso>; <Ilustración e

Independencia en Maracaibo>, así como su tesis doctoral sobre el goberna-dor de Maracaibo Fernando Miyares, próxima a publicarse, de la cual salióun adelanto bajo el título <Actuación del brigadier Fernando Miyares en elgobierno provincial de Maracaib o. 1799-1810>.

Tánrbién de la Universidad del Zulia y sobre la especificidad regional cle

Maracaibo clur:urte h indeperrderrcia, ¿rsí conro respecto al tellra de los auto-

Historiosrefi:l e independencia en Venezuela 229

nomisnros provinciales, se ha ocupado Germán Qardozo Galué en algunos

trabajos de su autoría: <Actitud autonomista de Maracaibo ante la indepen-dencia de Venezuela> y <Alianzas y disidencias durante la enrancipación en

Veneztrela>; el nrismo Cardozo Galué, en coautoría con Arlene (Jrdaneta, ha

publicado tanrbién, bajo este mismo signo de los autonomisnros y los conflic-tos y tensiones regionales, el artículo <Las soberanías de los pueblos durante laindependencia deVenezuela: de las regiones a la nación>.Arlene urdaneta,por su parte, es la autora de un ensayo titulado. <Federalismo y constituciona-lismo en los primeros intentos republicanos enVenezuela (1811-1830)>, en el

cual se aborda el tema de los autonomismos en el contexto de los debates

constitucionales de la época y asociado a la defensa del federalisllro conloopción política para preservar las autonomías históricas de las regiones.

BelínVásquez de Ferrer ha adelantado tanrbién trabajos de historia regio-nal para este período en la provincia de Maracaibo, tomando en considera-ción el proceso de transición qLre ocurre en las décadas finales del siglo xvtlthasta que se disuelve de un todo la Repírblica de Colonrbia en 1830.EIensayo se titula: <El proceso político de Maracaibo en una época de transi-ci6n. 1799-1.830>.

Es importante señalar que los resultados de investigación que se han dado

en Maracaibo forman parte de líneas de investigación y proyectos colectivos

de trabajo que se vienen desarrollando en la Universidad del Zulia desde

hace varios años, algunos de los cuales son los siguientes: la región zuliana en

la formación del Estado y en la construcción de la identidad nacional en

Venezuela, coordinado por Gerr-nán Cardozo Galué; colectivos sociales, for-rnación de la conciencia ciudadana y nuevos espacios públicos (1811-1836),

coordinado por Arlene (Jrdaneta, y construcción social de poder, espacio

público y redes sociales en Maracaibo (1780-1860) coordinado por BelínVásquez de Ferrer.

Son dignos de destacar también los trabajos que se han hecho sobre la

provincia de Coro, otra de las localidades que se nlantuvo leal a la regencia yque constituyó uno de los bastiones desde donde se inició la guerra contralos insurgentes de Caracas. IJn primer artículo de Elina Lovera Reyes, bajoel título "Autonomismo y Realismo en la provincia de Coro durante la

Independencia", aborda el tema específico de la provincia de Coro y su

negativa a seguir las directrices de Caracas, aspecto que profundiza y arnpliala misma autora en su tesis doctoral, próxirna a publicarse por la AcademiaNacional de la Historia bajo el título De leales ntottárquicos a ciudadanos repu-

Iilicanos. Cont 1810-1858.ALIi la autora estudia las incidencias de la provincia

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lll..i Inés Quintero

fia, sino cluc',:rdemás, conlo ya se ha dicho, había sido satanizado y descalifi-cado conro parte de la <barbarier y la <opresión) características del dominioespañol sobre estos territorios.

A estos dos estudios se suman otros que, aun cuando trabajan el partidorealista o el desenvolvimiento de las autoridades de la monarquía en el marcode la independencia, lo hacen exponiendo de nranera explícita la relevanciade los estudios regionales, es decir, no se trata de desentrañar la otra cara dela moneda sino, más bien, destacar la especificidad de las ocurrencias regio-nales de la independencia, en contraposición con la versión convencional ygeneralizadora de las historias nacionales, constreñidas fundantentalmente a

las vivencias políticas de la capital.

La HISTonIR DE LA INI)EI,ENI]ENCIA VISTA I)ESDE LAS REGIONES

El desarrollo de los estudios de historia regional ha tenido entre sus preo-cupaciones fundamentales, como ya se dijo, atender el período de la inde-pendencia desde la especificidad de las regiones. Desde Maracaibo, en elCentro de Estudios Históricos de la (Jniversidad del Zulía,se han adelantadovarias investigaciones cuya motivación ha sido analizar el proceso de inde-pendencia en la región, no solamente por el hecho de haber sido la provin-cia de Maracaibo la primera en manifestarse leal a la regencia cuando lossucesos de Caracas de 1U10, sino por haber sido también la última en incor-porarse al proyecto republicano. La provincia ofrece así la peculiaridad dehaber sido un territorio ininterrumpidamente fiel a la monarquía y, portanto, espacio de análisis privilegiado para estudiar el período a la luz de loc¡ue fueron las prácticas políticas e institucionales de las autoridades de lacorona mientras ocurría la confrontación armada en la nrayoría de las pro-vincias que forrlaban la Capitanía General deVenezuela.

Forman parte de esta orientación los trabajos de Ligia Berbesí: <Maracai-bo ante la Independencia Nacional>; <Independencia y conflictos locales enLrs provincias deVenezuela (1808-1821). Estudio de Caso>; <Ilustración e

Independencia en Maracaibo>, así como su tesis doctoral sobre el goberna-dor de Maracaibo Fernando Miyares, próxima a publicarse, de la cual salióun adelanto bajo el título <Actuación del brigadier Fernando Miyares en elgobierno provincial de Maracaib o. 1799-1810>.

Tánrbién de la Universidad del Zulia y sobre la especificidad regional cle

Maracaibo clur:urte h indeperrderrcia, ¿rsí conro respecto al tellra de los auto-

Historiosrefi:l e independencia en Venezuela 229

nomisnros provinciales, se ha ocupado Germán Qardozo Galué en algunos

trabajos de su autoría: <Actitud autonomista de Maracaibo ante la indepen-dencia de Venezuela> y <Alianzas y disidencias durante la enrancipación en

Veneztrela>; el nrismo Cardozo Galué, en coautoría con Arlene (Jrdaneta, ha

publicado tanrbién, bajo este mismo signo de los autonomisnros y los conflic-tos y tensiones regionales, el artículo <Las soberanías de los pueblos durante laindependencia deVenezuela: de las regiones a la nación>.Arlene urdaneta,por su parte, es la autora de un ensayo titulado. <Federalismo y constituciona-lismo en los primeros intentos republicanos enVenezuela (1811-1830)>, en el

cual se aborda el tema de los autonomismos en el contexto de los debates

constitucionales de la época y asociado a la defensa del federalisllro conloopción política para preservar las autonomías históricas de las regiones.

BelínVásquez de Ferrer ha adelantado tanrbién trabajos de historia regio-nal para este período en la provincia de Maracaibo, tomando en considera-ción el proceso de transición qLre ocurre en las décadas finales del siglo xvtlthasta que se disuelve de un todo la Repírblica de Colonrbia en 1830.EIensayo se titula: <El proceso político de Maracaibo en una época de transi-ci6n. 1799-1.830>.

Es importante señalar que los resultados de investigación que se han dado

en Maracaibo forman parte de líneas de investigación y proyectos colectivos

de trabajo que se vienen desarrollando en la Universidad del Zulia desde

hace varios años, algunos de los cuales son los siguientes: la región zuliana en

la formación del Estado y en la construcción de la identidad nacional en

Venezuela, coordinado por Gerr-nán Cardozo Galué; colectivos sociales, for-rnación de la conciencia ciudadana y nuevos espacios públicos (1811-1836),

coordinado por Arlene (Jrdaneta, y construcción social de poder, espacio

público y redes sociales en Maracaibo (1780-1860) coordinado por BelínVásquez de Ferrer.

Son dignos de destacar también los trabajos que se han hecho sobre la

provincia de Coro, otra de las localidades que se nlantuvo leal a la regencia yque constituyó uno de los bastiones desde donde se inició la guerra contralos insurgentes de Caracas. IJn primer artículo de Elina Lovera Reyes, bajoel título "Autonomismo y Realismo en la provincia de Coro durante la

Independencia", aborda el tema específico de la provincia de Coro y su

negativa a seguir las directrices de Caracas, aspecto que profundiza y arnpliala misma autora en su tesis doctoral, próxirna a publicarse por la AcademiaNacional de la Historia bajo el título De leales ntottárquicos a ciudadanos repu-

Iilicanos. Cont 1810-1858.ALIi la autora estudia las incidencias de la provincia

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l.lo Inés Quintero

desde el monlento inicial de la independencia, hasta el estallido de la GuerraFederal, cincuenta años más tarde, y constituye uno de los primeros aborda-jes sistemáticos sobre el autonomismo coriano, antes, durante y después de laindependencia. Otro trabajo también sobre la misma provincia es el de MaríaA. Martínez <La actitud de los corianos durante la Independenciar.

La singularidad o relevancia de estos trabajos radica en su novedad, ya quecon anterioridad no se habían tomado en consideración las experienciaspolíticas de las regiones, en virtud del interés por <lo nacional>. Pero a ello se

suma otro aspecto y es que, en los casos de Maracaibo y Coro, como tam-bién ocurre con Guayana, el hecho de que estas tres provincias no se hubie-sen incorporado a la propuesta independentista las dejó, por así decirlo, fueradel ámbito de estudio de la historia patria, y no ha sido sino hace pocos años

que fueron atendidas por parte de la historiografra profesional.Otros estudios, también de carácter regional sobre la independencia, son

los adelantados por Edda Samudio en la Universidad de los Andes sobre losconstitucionalismos provinciales, titulado <Las constituciones provinciales enla Independencia deVenezuela. El caso de Mérida>, y la investigación queadelanta Ezio Serrano en la lJniversidad Simón Bolívar sobre el tema de lalegitimidad política y las provincias, uno de cuyos resultados lleva por título<Provincialismo y legitimidad en Venezuela, 1 8 1 0- 782I>.

En los párrafos precedentes nos hernos limitado a mencionar un númeroacotado de trabajos, expresión representativa pero incompleta de unacorriente historiográfica que en la actualidad es nucho más frondosa ynumerosa que la que aquí brevemente hemos descrito y que seguranente se

arnpliará y enriquecerá en los próximos años como resultado del crecimien-to de los estudios regionales.

Otro de los aspectos que en los últimos años ha comenzado a tener nue-vos desarrollos ha sido el del estudio de las prácticas y las formas de represen-tación política en tiempos de la independencia, sin duda un tópico que hasta

hace poco tiempo no había sido objeto de atención por parte de la historio-grafia venezolana.

JUNTISUO, REPRESENTACIóN Y SOBERANÍA EN TIEMPoS

I)E LA INI)EPENDENCIA

Algur-ras de las nrás sólidas convenciones historiográficas sobrc le ilrc.lc-pcrrdencin estr'rn clirect¡nlc'ntc rclacionadas con los años iniciulcs dcl pnrr'cso.

Historiografie c inclependencia en Ven ezvela 231

Una de ellas se refiere ala caracterizaciín de los sucesos juntistas del año1808 conlo cl preludio de la independencia o también como nr.ovimientospreindependentistas; de la misma manera que el 19 de abril de 1810, cuando

se constltuye una nuevaJunta conservadora de los derechos de FernandoVII, ha sido interpretado como un acto de ruptura con la corona, inicioinequívoco de la independencia largamente acariciada por las elites provin-ciales como respuesta a trescientos años de ignominia y despotismo. A estas

dos premisars inconmovibles se suma todo un conjunto de valoraciones res-pecto a las causas de la independencia y al peso determinante que en ellatuvieron la Revolución Francesa, la independencia norteamericana, las ideas

de la Ilustración, las demandas por el libre comercio y la insalvable enernistad

existente entre criollos y autoridades peninsulares.

Todavía en el presente esta lectura de nuestra independencia sigue tenien-do un peso determinante en los textos de enseñanza y en las obras generales

que tratan sobre estos temas. Sin embargo, en los últimos años ha habido unesfuerzo por discutir estas prenrisas a partir de una reflexión que establece la

estrecha conexión existente entre los sucesos ocurridos en la península a

partir de 1808 y el proceso juntista que se da en toda Hispanoamérica cuyodesenlace finalmente conducirá a las independencias. Igualmente, comoparte de esta reflexión se ha dado un intenso proceso de discusión y de pro-ducción historiográfica que da cuenta del complejo debate que generó la

crisis de la monarquía española respecto a aspectos claves del desenvolvi-miento político en uno y otro lado del Atlántico. El debate sobre la sobera-nía, las prácticas electorales, el inicio de inéditas formas de representación, el

surgimiento de nuevas formas de sociabilidad política, la presencia de repre-sentantes americanos en las instancias de poder de la monarquía, el debate

sobre la (cuestión aruericana> en las Cortes de Cádiz, el impacto de la Cons-titución de Cádiz en los territorios americanos y muchos otros aspectos for-man hoy parte de una agenda común que ocupa a los estudiosos de las inde-pendencias hispanoamericanas.

En el caso deVenezuela las experiencias juntistas del año 1808 han sido

trabajadas por Inés Quintero en el libro La Conjtrra de los Mantuonot. Últíntoacto de fidelidad a la monarquía española, y en varios artículos que discurrensobre el mismo tema, en los cuales analiza el debate y los sucesos que tienenlugar en Caracas luego de que se conocieron las renuncias forzadas de los

reyes borbones. La respuesta fue exactamente la misma que se había dado enlrr península: primero de lealtad al monarca depuesto y luego constituir una

.jurrta que fuese la depositaria de la soberanía, recurriendo a la misma ar¡¡u-

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l.lo Inés Quintero

desde el monlento inicial de la independencia, hasta el estallido de la GuerraFederal, cincuenta años más tarde, y constituye uno de los primeros aborda-jes sistemáticos sobre el autonomismo coriano, antes, durante y después de laindependencia. Otro trabajo también sobre la misma provincia es el de MaríaA. Martínez <La actitud de los corianos durante la Independenciar.

La singularidad o relevancia de estos trabajos radica en su novedad, ya quecon anterioridad no se habían tomado en consideración las experienciaspolíticas de las regiones, en virtud del interés por <lo nacional>. Pero a ello se

suma otro aspecto y es que, en los casos de Maracaibo y Coro, como tam-bién ocurre con Guayana, el hecho de que estas tres provincias no se hubie-sen incorporado a la propuesta independentista las dejó, por así decirlo, fueradel ámbito de estudio de la historia patria, y no ha sido sino hace pocos años

que fueron atendidas por parte de la historiografra profesional.Otros estudios, también de carácter regional sobre la independencia, son

los adelantados por Edda Samudio en la Universidad de los Andes sobre losconstitucionalismos provinciales, titulado <Las constituciones provinciales enla Independencia deVenezuela. El caso de Mérida>, y la investigación queadelanta Ezio Serrano en la lJniversidad Simón Bolívar sobre el tema de lalegitimidad política y las provincias, uno de cuyos resultados lleva por título<Provincialismo y legitimidad en Venezuela, 1 8 1 0- 782I>.

En los párrafos precedentes nos hernos limitado a mencionar un númeroacotado de trabajos, expresión representativa pero incompleta de unacorriente historiográfica que en la actualidad es nucho más frondosa ynumerosa que la que aquí brevemente hemos descrito y que seguranente se

arnpliará y enriquecerá en los próximos años como resultado del crecimien-to de los estudios regionales.

Otro de los aspectos que en los últimos años ha comenzado a tener nue-vos desarrollos ha sido el del estudio de las prácticas y las formas de represen-tación política en tiempos de la independencia, sin duda un tópico que hasta

hace poco tiempo no había sido objeto de atención por parte de la historio-grafia venezolana.

JUNTISUO, REPRESENTACIóN Y SOBERANÍA EN TIEMPoS

I)E LA INI)EPENDENCIA

Algur-ras de las nrás sólidas convenciones historiográficas sobrc le ilrc.lc-pcrrdencin estr'rn clirect¡nlc'ntc rclacionadas con los años iniciulcs dcl pnrr'cso.

Historiografie c inclependencia en Ven ezvela 231

Una de ellas se refiere ala caracterizaciín de los sucesos juntistas del año1808 conlo cl preludio de la independencia o también como nr.ovimientospreindependentistas; de la misma manera que el 19 de abril de 1810, cuando

se constltuye una nuevaJunta conservadora de los derechos de FernandoVII, ha sido interpretado como un acto de ruptura con la corona, inicioinequívoco de la independencia largamente acariciada por las elites provin-ciales como respuesta a trescientos años de ignominia y despotismo. A estas

dos premisars inconmovibles se suma todo un conjunto de valoraciones res-pecto a las causas de la independencia y al peso determinante que en ellatuvieron la Revolución Francesa, la independencia norteamericana, las ideas

de la Ilustración, las demandas por el libre comercio y la insalvable enernistad

existente entre criollos y autoridades peninsulares.

Todavía en el presente esta lectura de nuestra independencia sigue tenien-do un peso determinante en los textos de enseñanza y en las obras generales

que tratan sobre estos temas. Sin embargo, en los últimos años ha habido unesfuerzo por discutir estas prenrisas a partir de una reflexión que establece la

estrecha conexión existente entre los sucesos ocurridos en la península a

partir de 1808 y el proceso juntista que se da en toda Hispanoamérica cuyodesenlace finalmente conducirá a las independencias. Igualmente, comoparte de esta reflexión se ha dado un intenso proceso de discusión y de pro-ducción historiográfica que da cuenta del complejo debate que generó la

crisis de la monarquía española respecto a aspectos claves del desenvolvi-miento político en uno y otro lado del Atlántico. El debate sobre la sobera-nía, las prácticas electorales, el inicio de inéditas formas de representación, el

surgimiento de nuevas formas de sociabilidad política, la presencia de repre-sentantes americanos en las instancias de poder de la monarquía, el debate

sobre la (cuestión aruericana> en las Cortes de Cádiz, el impacto de la Cons-titución de Cádiz en los territorios americanos y muchos otros aspectos for-man hoy parte de una agenda común que ocupa a los estudiosos de las inde-pendencias hispanoamericanas.

En el caso deVenezuela las experiencias juntistas del año 1808 han sido

trabajadas por Inés Quintero en el libro La Conjtrra de los Mantuonot. Últíntoacto de fidelidad a la monarquía española, y en varios artículos que discurrensobre el mismo tema, en los cuales analiza el debate y los sucesos que tienenlugar en Caracas luego de que se conocieron las renuncias forzadas de los

reyes borbones. La respuesta fue exactamente la misma que se había dado enlrr península: primero de lealtad al monarca depuesto y luego constituir una

.jurrta que fuese la depositaria de la soberanía, recurriendo a la misma ar¡¡u-

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t.] l Inés Quintero

nrentación elaborada por las juntas que se constituyeron en la península, des-

montando, por tanto, la falsa percepción de una temprana vocación indepen-dentista por parte de las elites provinciales.

Otro foco de interés ha sido el del surgimiento de nuevas formas de

sociabilidad política como parte del proceso generado por la crisis de lamonarquía y la transición hacia la modernidad política. Estos aspectos han

sido trabajados por Carole Leal Curiel, de la Universidad Simón Bolívar, en

varios artículos donde analiza distintas experiencias de sociabilidad política yde formación de espacios pírblicos durante los años iniciales de la indepen-dencia, así como un análisis pormenorizado de la compleja trama de situa-ciones y conflictos que se suscitan en la provincia de Caracas en esos dificiles

y contradictorios años de la Prirnera República (1810-1812). Estos aspectos

están recogidos en varios trabajos de su autoría: <Los peldaños de la libertad>,<Tertulia de dos ciudades: modernisrno tardío y formas de sociabilidad polí-tica enVeneztela,, y <Del Antiguo Régimen a la "Modernidad Política"(Cronología de una transición simbólica)>.

Otro aspecto qua ha despertado interés ha sido el de la representaciónamericana en las Cortes de Cádiz. Al respecto se han elaborado varios traba-jos, cuyo interés fundamental es analizar Ia actuación del representante elec-to a las Cortes de Cádiz por la provincia de Maracaibo,José Domingo Rus.A partir del análisis de su participación en las Cortes se hace un estudio de

las demandas y expectativas autonotllistas de la provincia, así conlo el interés

que suscita la oferta gaditana en territorios conro el de Maracaibo, dispuesto

a mantenerse leal a la monarquía en el contexto de la mudanza que comien-za a operarse en la península. Son varios los trabajos que se han hecho sobre

este diputado americano: Frédérique Langue publicó en 1995 un ensayo

titulado <La representación venezolana en las Cortes de Cádiz:José Domin-go Rus>; Zulirnar Maldonado, de la Universidad del Zulia,hace un estudio

comparado entre los casos de Maracaibo y Tabasco, <La representación ame-

ricana en las cortes de Cádiz y la lucha por la autonomía provincial: casos de

Maracaibo yTabasco, 1810-1814,,, y en coautoría con Gerrnán CardozoGalué tanbién se ocupa de José Domingo Rus en un ensayo que lleva portítulo {osé Dorningo Rus: su actuación como diputado por la provincia de

Maracaibo en las Cortes de Cádiz 1.81.2-181.4>>.

Estos trabajos tienen en común un interés acotado. Los estudios se refie-ren exclusivamente al episodio particular de Rus, al margen o sin atender la

dimensión política que constituyó el proceso gaditano, así como la significa-

ción dc los dcbates y la presencia anrericrtna en esta priutera ex¡rcricrtcirt

Histori ografr,a e independencia en Venezuela 233

política, que integró en un mismo cuerpo a representantes de ambos hemis-ferios para transformar la monarquia y dar una salida conjunta a la crisispolítica por la que atravesaba la península.

Hasta la Gcha no se han hecho estudios que analicen desde la historia el

efecto o impacto de la Constitución de Cádiz en las provincias pertenecien-tes a la Capitania General deVenezuela durante los años de 1.81,2 a 1814. Losestudios regionales elaborados en la lJniversidad del Zulia sobre el períodode la independencia, los trabajos que se ocupan de manera general de estos

años de nuestra historia y tampoco aquellos que trabajan las ideas o las actua-

ciones de quienes se mantuvieron fieles a la corona se han ocupado de este

tema. Sin embargo es una temática que ha empezado a cobrar interés entre

los estudiosos del período. De hecho, varios tesistas de Maestría en la (Jni-versidad Central deVenezuela están orientando sus tesis en esta dirección.Ellos son Ángel Ptlmarza,que trabaja los procesos electorales ocurridos entrelos años de 1808 a 1810 enVenezuela, y Enrique Ramírez, que estudia el

mismo tema a partir de 1810.

En la actualidad, Robinzon Meza, profesor de la Universidad de Los

Andes, que se encuentra concluyendo slr tesis doctoral, está trabajando eltema de los cabildos y ha podido rastrear y analizar, a partir de ellos, el impac-to de la Constitución gaditana en las diferentes provincias deVenezuela,incluso en medio de la guerra.Thrnbién se ocupa Meza en este trabajo -delcual ha presentado un avance todavía sin publicar- de analizar la actuaciónde los representantes deVenezuela en las Cortes del año 1.821-23, y de estu-

diar los procesos eleccionarios y la constitución de ayuntamientos constitu-cionales y diputaciones provinciales que tuvieron lugar enVenezuela justoantes de que concluyera la Guerra de Independencia. Este último trabajo se

titula Las políticas del tríenio líberal español y la Independencía deWnezuela 1821-

1823 y está en proceso de publicación.Este mismo tema es abordado por Carl Almer, tesista de Jairne Rodrí-

guez, en un trabajo titulado <<La confianza que han puesto en mí. La partici-pación local en el establecimiento de los ayuntamientos constitucionales en

Venezuela (1820-1821)>. La revisión de archivos hecha por Alnr.er, así comoel contenido de su estudio, permite constatar la celebración de procesos elec-torales y la constitución de ayuntamientos constitucionales en varios de lospueblos de las cercanías de Caracas, así como el interesante debate que susci-

ta la experiencia gaditana transcurridos casi diez años de confrontaciónarmada en estos territorios. El artículo es un avance de la investigación quese encuentra en ejecución, de manera que todavía lrabrá quc csperar el resul-

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t.] l Inés Quintero

nrentación elaborada por las juntas que se constituyeron en la península, des-

montando, por tanto, la falsa percepción de una temprana vocación indepen-dentista por parte de las elites provinciales.

Otro foco de interés ha sido el del surgimiento de nuevas formas de

sociabilidad política como parte del proceso generado por la crisis de lamonarquía y la transición hacia la modernidad política. Estos aspectos han

sido trabajados por Carole Leal Curiel, de la Universidad Simón Bolívar, en

varios artículos donde analiza distintas experiencias de sociabilidad política yde formación de espacios pírblicos durante los años iniciales de la indepen-dencia, así como un análisis pormenorizado de la compleja trama de situa-ciones y conflictos que se suscitan en la provincia de Caracas en esos dificiles

y contradictorios años de la Prirnera República (1810-1812). Estos aspectos

están recogidos en varios trabajos de su autoría: <Los peldaños de la libertad>,<Tertulia de dos ciudades: modernisrno tardío y formas de sociabilidad polí-tica enVeneztela,, y <Del Antiguo Régimen a la "Modernidad Política"(Cronología de una transición simbólica)>.

Otro aspecto qua ha despertado interés ha sido el de la representaciónamericana en las Cortes de Cádiz. Al respecto se han elaborado varios traba-jos, cuyo interés fundamental es analizar Ia actuación del representante elec-to a las Cortes de Cádiz por la provincia de Maracaibo,José Domingo Rus.A partir del análisis de su participación en las Cortes se hace un estudio de

las demandas y expectativas autonotllistas de la provincia, así conlo el interés

que suscita la oferta gaditana en territorios conro el de Maracaibo, dispuesto

a mantenerse leal a la monarquía en el contexto de la mudanza que comien-za a operarse en la península. Son varios los trabajos que se han hecho sobre

este diputado americano: Frédérique Langue publicó en 1995 un ensayo

titulado <La representación venezolana en las Cortes de Cádiz:José Domin-go Rus>; Zulirnar Maldonado, de la Universidad del Zulia,hace un estudio

comparado entre los casos de Maracaibo y Tabasco, <La representación ame-

ricana en las cortes de Cádiz y la lucha por la autonomía provincial: casos de

Maracaibo yTabasco, 1810-1814,,, y en coautoría con Gerrnán CardozoGalué tanbién se ocupa de José Domingo Rus en un ensayo que lleva portítulo {osé Dorningo Rus: su actuación como diputado por la provincia de

Maracaibo en las Cortes de Cádiz 1.81.2-181.4>>.

Estos trabajos tienen en común un interés acotado. Los estudios se refie-ren exclusivamente al episodio particular de Rus, al margen o sin atender la

dimensión política que constituyó el proceso gaditano, así como la significa-

ción dc los dcbates y la presencia anrericrtna en esta priutera ex¡rcricrtcirt

Histori ografr,a e independencia en Venezuela 233

política, que integró en un mismo cuerpo a representantes de ambos hemis-ferios para transformar la monarquia y dar una salida conjunta a la crisispolítica por la que atravesaba la península.

Hasta la Gcha no se han hecho estudios que analicen desde la historia el

efecto o impacto de la Constitución de Cádiz en las provincias pertenecien-tes a la Capitania General deVenezuela durante los años de 1.81,2 a 1814. Losestudios regionales elaborados en la lJniversidad del Zulia sobre el períodode la independencia, los trabajos que se ocupan de manera general de estos

años de nuestra historia y tampoco aquellos que trabajan las ideas o las actua-

ciones de quienes se mantuvieron fieles a la corona se han ocupado de este

tema. Sin embargo es una temática que ha empezado a cobrar interés entre

los estudiosos del período. De hecho, varios tesistas de Maestría en la (Jni-versidad Central deVenezuela están orientando sus tesis en esta dirección.Ellos son Ángel Ptlmarza,que trabaja los procesos electorales ocurridos entrelos años de 1808 a 1810 enVenezuela, y Enrique Ramírez, que estudia el

mismo tema a partir de 1810.

En la actualidad, Robinzon Meza, profesor de la Universidad de Los

Andes, que se encuentra concluyendo slr tesis doctoral, está trabajando eltema de los cabildos y ha podido rastrear y analizar, a partir de ellos, el impac-to de la Constitución gaditana en las diferentes provincias deVenezuela,incluso en medio de la guerra.Thrnbién se ocupa Meza en este trabajo -delcual ha presentado un avance todavía sin publicar- de analizar la actuaciónde los representantes deVenezuela en las Cortes del año 1.821-23, y de estu-

diar los procesos eleccionarios y la constitución de ayuntamientos constitu-cionales y diputaciones provinciales que tuvieron lugar enVenezuela justoantes de que concluyera la Guerra de Independencia. Este último trabajo se

titula Las políticas del tríenio líberal español y la Independencía deWnezuela 1821-

1823 y está en proceso de publicación.Este mismo tema es abordado por Carl Almer, tesista de Jairne Rodrí-

guez, en un trabajo titulado <<La confianza que han puesto en mí. La partici-pación local en el establecimiento de los ayuntamientos constitucionales en

Venezuela (1820-1821)>. La revisión de archivos hecha por Alnr.er, así comoel contenido de su estudio, permite constatar la celebración de procesos elec-torales y la constitución de ayuntamientos constitucionales en varios de lospueblos de las cercanías de Caracas, así como el interesante debate que susci-

ta la experiencia gaditana transcurridos casi diez años de confrontaciónarmada en estos territorios. El artículo es un avance de la investigación quese encuentra en ejecución, de manera que todavía lrabrá quc csperar el resul-

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l.] I Inés euintero

taclo fillal para llegar a conclusiones definitivas respecto a este tema, sin dudauno de los que se había encontrado inexplorado hasta el presente por la his-toriografia de la independencia.

un último aspecto que hasta el presente había sido parcialmente desaten-dido por la historiografraha sido el de los actores sociales y el proceso de laindependencia y, unida a ello, la dimensión social de la independencia.

INo¡pENo¡NCrA y socrEDAD

como ya se ha dicho, son muchos los tópicos que quedaron fuera delanálisis que privó durante muchos años en los estudios sobre la independen-cia. Su dimensión social, los actores sociales y su desenvolvimiento duranteesos años, son algunos de estos aspectos, aun cuando finalizando la décadadel sesenta ya Carrera Damas había publicado su estudio Boves: aspectos sttcioeconóruicos de su acción históríca,en el cual hacía un análisis del irnpacto y con-tenido social de la actuación de este caudillo realista en los llanos deVene-zuela, y se habían dado a conocer los ensayos de charles Griffin recogidosen el libro Ensayos sobre Historía tle América, en los que hacía un conjunto deprecisiones acerca de la dimensión social del proceso de independencia enHispanoamérica. A estos trabajos se suma el libro de Federico Brito Figue-roa, Historía económíca y social de wnezuela. (Jna estntchua para su estudio, en elcual aborda desde el marxismó el proceso histórico venezolano y trata, porconsiguiente, la estructura social devenezuela durante el período de la inde-pendencia.

Los estudios más recientes sobre el tema social de la independencia abor-dan desde diferentes ángulos el problema. Empecemos por el caso de los par-dos. En el caso deVenezuela el tema de la participación de los pardos en elproceso de independencia, así como el de su exclusión en el tratamiento his-toriográfico, ha sido materia de estudio en los últirnos años. Frederique Lan-gue se ocupa de los pardos en su artículo <La pardocratie ou I'itineraire d'une"classe dangereuse" dans leVenezuela des xvrrre et xvrxv siécles>.Allí dejaver las percepciones que había sobre este sector de la sociedad y cómodurante la independencia y a raiz de la importante presencia de los pardos enlos ejércitos del rey el asunto de los pardos se convierte en motivo de discu-sión y preocupación por parre de las elites. Igualmente, el artículo de InésQuintero <Sobre la suerte y pretensiones de los pardos>, analiza el debate quesc sust'itu eu el Congreso Constituyente deVenezuela cuando se discute el

Histori ogra{ra e independencia en Venezuela 235

tema de la igualdad y las prevenciones que genera entre los diputados la

posibilidad de eliminar la organización jerárquica de la sociedad, sostenida

sobre el principio de la desigualdad, y cómo finahnente termina aprobándo-se una Constitución en la cual quedan abolidas todas las leyes antiguas que

imponían limitaciones y exclusiones a los pardos, aun cuando no se les

incorporó al disfrute de la ciudadanía.En esta misnra temática que atiende el tema de los pardos se inscribe la

tesis de maestría de Alejandro Gómez, Cíudadanos de cttlor: del affaire de los

tnulatos al asunto de ltts pardos, 1787-l912,defendida en la Universidad SirnónBolívar en 2004. Si bien la tesis no ha sido publicada, dos artículos del autorabordan la problernática de los pardos no solamente en la independencia de

Venezuela sino en la cuenca del Caribe; el primero de ellos publicado, titula-do <Del affaire de los nrulatos al asunto de los pardos>, en donde resume los

contenidos esenciales de su tesis, y el segundo titulado <La ley de los france-ses: una reinterpretación de las insurrecciones de inspiración jacobina en lacosta de Caracas>.Ambos trabajos constituyen un aporte novedoso y originalde las estrechas relaciones que pureden advertirse entre los movimientos insu-rreccionales de la cuenca del Caribe y la preocupación que suscita enVene-zselala presencia de los pardos en el proceso de independencia,así como loque podrían ser sus consecuencias para la sociedad resultante. Este aspecto,

por lo derrrás, está analizado en el libro ya citado de John Lynch Simón Bolí-

uar.A life, en el cual dedic¿ un capítulo entero al análisis de las reservas que

surscitaba en Bolívar la presencia y beligerancia de los pardos en la Guerra de

Independencia.Otro enfoque social sobre el período de la independencia es el que he

tenido ocasión de desarrollar en los últir,ros años y que está recogido en latesis doctoral defendida er, la universidad Central deVenezuela el año 2(X)5

con el título Noú/cza y Socicdad en la provirrcia dcWnezuela, en proceso de

public:rción. De este trabajo han salido publicados algunos avances: <Los

nobles de Caracas,r, presentado como discurso cle incorporación a la Acade-rrria Nacional de la Historia en octubre del 2(X)5, y el libro El últinto rrmrqrús.

Frattcisco Rodríguez del Torc 1 7 61 - 1 I 5 1.

La orientación que anima estos estudios ha sido analizar la actuación de

los bl¿rncos criollos en el proceso de independencia, con el fin de problerna-ttzar y discutir la versión convencionalmente difundida de que era Llr1 pro-yecto largamente acariciado por los mantuanos caraqueños, insertando los

succs()s en el contexto de la crisis política de la rnonarquía. Por otra parte se

procurrr también discutir la idea de la existencia de un proyecto homogéneo

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l.] I Inés euintero

taclo fillal para llegar a conclusiones definitivas respecto a este tema, sin dudauno de los que se había encontrado inexplorado hasta el presente por la his-toriografia de la independencia.

un último aspecto que hasta el presente había sido parcialmente desaten-dido por la historiografraha sido el de los actores sociales y el proceso de laindependencia y, unida a ello, la dimensión social de la independencia.

INo¡pENo¡NCrA y socrEDAD

como ya se ha dicho, son muchos los tópicos que quedaron fuera delanálisis que privó durante muchos años en los estudios sobre la independen-cia. Su dimensión social, los actores sociales y su desenvolvimiento duranteesos años, son algunos de estos aspectos, aun cuando finalizando la décadadel sesenta ya Carrera Damas había publicado su estudio Boves: aspectos sttcioeconóruicos de su acción históríca,en el cual hacía un análisis del irnpacto y con-tenido social de la actuación de este caudillo realista en los llanos deVene-zuela, y se habían dado a conocer los ensayos de charles Griffin recogidosen el libro Ensayos sobre Historía tle América, en los que hacía un conjunto deprecisiones acerca de la dimensión social del proceso de independencia enHispanoamérica. A estos trabajos se suma el libro de Federico Brito Figue-roa, Historía económíca y social de wnezuela. (Jna estntchua para su estudio, en elcual aborda desde el marxismó el proceso histórico venezolano y trata, porconsiguiente, la estructura social devenezuela durante el período de la inde-pendencia.

Los estudios más recientes sobre el tema social de la independencia abor-dan desde diferentes ángulos el problema. Empecemos por el caso de los par-dos. En el caso deVenezuela el tema de la participación de los pardos en elproceso de independencia, así como el de su exclusión en el tratamiento his-toriográfico, ha sido materia de estudio en los últirnos años. Frederique Lan-gue se ocupa de los pardos en su artículo <La pardocratie ou I'itineraire d'une"classe dangereuse" dans leVenezuela des xvrrre et xvrxv siécles>.Allí dejaver las percepciones que había sobre este sector de la sociedad y cómodurante la independencia y a raiz de la importante presencia de los pardos enlos ejércitos del rey el asunto de los pardos se convierte en motivo de discu-sión y preocupación por parre de las elites. Igualmente, el artículo de InésQuintero <Sobre la suerte y pretensiones de los pardos>, analiza el debate quesc sust'itu eu el Congreso Constituyente deVenezuela cuando se discute el

Histori ogra{ra e independencia en Venezuela 235

tema de la igualdad y las prevenciones que genera entre los diputados la

posibilidad de eliminar la organización jerárquica de la sociedad, sostenida

sobre el principio de la desigualdad, y cómo finahnente termina aprobándo-se una Constitución en la cual quedan abolidas todas las leyes antiguas que

imponían limitaciones y exclusiones a los pardos, aun cuando no se les

incorporó al disfrute de la ciudadanía.En esta misnra temática que atiende el tema de los pardos se inscribe la

tesis de maestría de Alejandro Gómez, Cíudadanos de cttlor: del affaire de los

tnulatos al asunto de ltts pardos, 1787-l912,defendida en la Universidad SirnónBolívar en 2004. Si bien la tesis no ha sido publicada, dos artículos del autorabordan la problernática de los pardos no solamente en la independencia de

Venezuela sino en la cuenca del Caribe; el primero de ellos publicado, titula-do <Del affaire de los nrulatos al asunto de los pardos>, en donde resume los

contenidos esenciales de su tesis, y el segundo titulado <La ley de los france-ses: una reinterpretación de las insurrecciones de inspiración jacobina en lacosta de Caracas>.Ambos trabajos constituyen un aporte novedoso y originalde las estrechas relaciones que pureden advertirse entre los movimientos insu-rreccionales de la cuenca del Caribe y la preocupación que suscita enVene-zselala presencia de los pardos en el proceso de independencia,así como loque podrían ser sus consecuencias para la sociedad resultante. Este aspecto,

por lo derrrás, está analizado en el libro ya citado de John Lynch Simón Bolí-

uar.A life, en el cual dedic¿ un capítulo entero al análisis de las reservas que

surscitaba en Bolívar la presencia y beligerancia de los pardos en la Guerra de

Independencia.Otro enfoque social sobre el período de la independencia es el que he

tenido ocasión de desarrollar en los últir,ros años y que está recogido en latesis doctoral defendida er, la universidad Central deVenezuela el año 2(X)5

con el título Noú/cza y Socicdad en la provirrcia dcWnezuela, en proceso de

public:rción. De este trabajo han salido publicados algunos avances: <Los

nobles de Caracas,r, presentado como discurso cle incorporación a la Acade-rrria Nacional de la Historia en octubre del 2(X)5, y el libro El últinto rrmrqrús.

Frattcisco Rodríguez del Torc 1 7 61 - 1 I 5 1.

La orientación que anima estos estudios ha sido analizar la actuación de

los bl¿rncos criollos en el proceso de independencia, con el fin de problerna-ttzar y discutir la versión convencionalmente difundida de que era Llr1 pro-yecto largamente acariciado por los mantuanos caraqueños, insertando los

succs()s en el contexto de la crisis política de la rnonarquía. Por otra parte se

procurrr también discutir la idea de la existencia de un proyecto homogéneo

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f .](r Inés Quintero

y claraurente definido por la elite criolla, a fin de ofrecer una lectura en lacu¿rl se insiste sobre la profunda complejidad y las dramáticas contradiccionesque suscitó la formulación de un proyecto republicano para quienes habíansido los más irrestrictos defensores del orden antiguo.

Cou¡,Nranro FINAL

Esta apretada descripción y balance de las tendencias recientes de la his-toriografia sobre la independencia deVenezuela, con toda seguridad deja porfuera importantes trabajos sobre tópicos y problemas que no hemos aborda-do en las páginas precedentes; igualmente,habrá artículos o ensayos quehemos pasado por alto. ofrecemos de antemano excusas a sus autores, no hasido por desinterés, sino con toda seguridad producto de una omisión invo-luntaria o por falta de conocimiento de su existencia. En todo caso, la inten-ción de este resumen temático y de este inventario de títulos y autores no hasido otro que dar una primera organización a lo que son algunos de losderroteros por los cuales transita nuestra historiografia sobre la independen-cia y abrir la discusión sobre sus alcances, pero también dar inicio a un deba-te que nos permita ir incorporando nuevos tenas y perspectivas de análisis, ala luz de lo que son los avances y los problemas planteados por otras histo-riografias nacionales sobre este proceso, quizá uno de los que más posibilida-des ofrece para la elaboración de variadas y sugerentes miradas compartidas.

LA INDEPENDENCIA EN GUATEMALAY EL SALVADOR:UNA NUEVAVISIÓN SOBRE LOS ACTORES

Xiomara Avendaño Roj as1

Uníuersídad de El Saluador

La mayor producción historiográfica centroamericana sobre la indepen-dencia, durante el siglo xrx y la primera mitad del siglo xx, está sustentada enel enfoque positivista. En esta producción se registran cronologías, apuntes,bosquejos o efemérides históricas, sin olvidar la persistencia de las biografiasde los próceres independentistas. Por lo antes mencionado, el hecho en sí, lafecha y el personaje resultan ser el centro de estudio de los hacedores de his-torias. Pero debemos reconocer que también hubo autores que se dedicarona recopilar documentos, de gran valia para la investigación histórica2.

De soslayo se menciona a los tumultuosos, la plebe o el pueblo. Por ello,el tema de los actores sociales y político tendría que esperar hasta la segundamitad del siglo xx. Así, en El Salvador y Guaremala, bajo el enfoque delmaterialismo histórico, dos autores ponen al descubierto los diversos sectoressociales durante el proceso de independencia.

En este trabajo presentamos las visiones de dos autores,Alejandro Dago-berto Marroquín, de quien analizaremos el texto Apreciación socíológica de laindependencia. Éste se publicó por primera vez en 1964 y,no por casualidad,

I Doctora en historia por El Colegio de México, docenre de la Escuela de CienciasSociales, Universidad de El Salvador.

2 En la bibliografia presentamos los textos en mención.

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f .](r Inés Quintero

y claraurente definido por la elite criolla, a fin de ofrecer una lectura en lacu¿rl se insiste sobre la profunda complejidad y las dramáticas contradiccionesque suscitó la formulación de un proyecto republicano para quienes habíansido los más irrestrictos defensores del orden antiguo.

Cou¡,Nranro FINAL

Esta apretada descripción y balance de las tendencias recientes de la his-toriografia sobre la independencia deVenezuela, con toda seguridad deja porfuera importantes trabajos sobre tópicos y problemas que no hemos aborda-do en las páginas precedentes; igualmente,habrá artículos o ensayos quehemos pasado por alto. ofrecemos de antemano excusas a sus autores, no hasido por desinterés, sino con toda seguridad producto de una omisión invo-luntaria o por falta de conocimiento de su existencia. En todo caso, la inten-ción de este resumen temático y de este inventario de títulos y autores no hasido otro que dar una primera organización a lo que son algunos de losderroteros por los cuales transita nuestra historiografia sobre la independen-cia y abrir la discusión sobre sus alcances, pero también dar inicio a un deba-te que nos permita ir incorporando nuevos tenas y perspectivas de análisis, ala luz de lo que son los avances y los problemas planteados por otras histo-riografias nacionales sobre este proceso, quizá uno de los que más posibilida-des ofrece para la elaboración de variadas y sugerentes miradas compartidas.

LA INDEPENDENCIA EN GUATEMALAY EL SALVADOR:UNA NUEVAVISIÓN SOBRE LOS ACTORES

Xiomara Avendaño Roj as1

Uníuersídad de El Saluador

La mayor producción historiográfica centroamericana sobre la indepen-dencia, durante el siglo xrx y la primera mitad del siglo xx, está sustentada enel enfoque positivista. En esta producción se registran cronologías, apuntes,bosquejos o efemérides históricas, sin olvidar la persistencia de las biografiasde los próceres independentistas. Por lo antes mencionado, el hecho en sí, lafecha y el personaje resultan ser el centro de estudio de los hacedores de his-torias. Pero debemos reconocer que también hubo autores que se dedicarona recopilar documentos, de gran valia para la investigación histórica2.

De soslayo se menciona a los tumultuosos, la plebe o el pueblo. Por ello,el tema de los actores sociales y político tendría que esperar hasta la segundamitad del siglo xx. Así, en El Salvador y Guaremala, bajo el enfoque delmaterialismo histórico, dos autores ponen al descubierto los diversos sectoressociales durante el proceso de independencia.

En este trabajo presentamos las visiones de dos autores,Alejandro Dago-berto Marroquín, de quien analizaremos el texto Apreciación socíológica de laindependencia. Éste se publicó por primera vez en 1964 y,no por casualidad,

I Doctora en historia por El Colegio de México, docenre de la Escuela de CienciasSociales, Universidad de El Salvador.

2 En la bibliografia presentamos los textos en mención.

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l lri Xiomara Avendaño Rojas

firc una respuesta a la historia oficial. En 1961 se conmemoró el 150 aniver-sario de los levantamientos de 1811, por este motivo el Gobierno salvadore-ño inició Lrn concLlrso anual con un único tema, la vida deJosé Matías Del-gado, uno de los próceres independentistas. Cinco de las obras las publicó elMinisterio de Educación en la década de 19603.

La propuesta de Marroquín, cientista social salvadoreño, es novedosa. Poruna parte, marca el cambio hacia una historia crittca y, por otra, va más alláde un planteamiento unívoco elaborada solamente desde las relaciones deproducción. Su propuesta la ubica desde un enfoque cultural, y es por elloque utiliza las categorías de mestizo, criollo e indígena. Aunque, en su traba-jo, el indígena no fue abordado enraz6n de que su análisis lo sitúa en losprincipales centros urbanos, la categoría es parte de su enfoque teórico.Observa la independencia como un proceso positivo, porque al final se logróarticular el Estado salvadoreño.

El otro autor a considerar es Julio César Pinto Soria, historiador guate-rrralteco, del cual estudiaremos su obra Centroamérica, de Ia coltnia al estado

rmcional, 1800-1840, publicada en 1986. Su propuesta plantea tres rangos deestudio: las masas populares, la fracción progresista republicana y la oligarquíaconservadora. El entorno del trabajo lo ubica principalmente en la ciudad deGuatemala, con pocas referencias al proceso en otras provincias del antiguoreino. Al indígena Io inserta conlo parte de las masas explotadas y en su aná-lisis queda difuso durante el proceso independentistaa.

Entre las fechas de publicación de los dos libros en rnención, se editó Lapatría del crittlltt,del gLlatelnalteco Severo Martínez Peláez. El libro, publicadoen 1.972, es un estudio sobre las relaciones sociales de producción durante laépoca colonial. En uno de sus capítulos plantea una pregllnta iltlportante:¿fue lir independencia un hecho revolucionario o fue la implantación de lapatriir de los criollos? En el capítulo final expresa que los criollos ronlaron elpoder para beneficiarse con la estructura colonial, no para transformarl¿r:

'r Los estndios que le antecedieron son los siguientes: Barberena (1914-1917),Marti-nez Suá¡ez (1917),Acaderlia Salvadoreñ¿r de h Historia, (1932), García (1952), Fagoaga(1954), Lardé y Larín (1960), Barón C:rstr-o (1961), Durán (1961), Meléndez Chaverr-i(1 9 6 1), Guandique (19 62), L6p ez Jiménez ( I 962).

+ La historiogl:rfia guatenralteca expone h independenci¿r en un¿r ¡-rerspectiva centl'o-anrel:icana. Los más des!¿rcados son los que signen: Malure (1877-1ti78 y 195Q, Montír-far y Coronado (21853) -la primerl edición es conocid¿r conto Mcmttrios dcJtldp,r-,Montírfhr (1U79-lf3ti2), Moreno (1927). B:rtres Jírureuui (191(r), l\odrígrrcz lJctcr:r(1926), S:rlrrz;rr (1952).Vill:rcort¡ (luldcrírr (19(r0). Llr:rir:rs (1969) y Lu jirr Muñoz (l()75).

La independencia en Guatemala y El Salvador 239

<Los cambios introducidos por esos grupos hallan pronta explicación histó-rica si se les estudia en función de los beneficios que en ambos casos se que-ría obtener de la vieja estructura)s. Desde el enfoque de la lucha de clases,

también sustentada por Julio César Pinto Soria, la apreciación no es favora-ble, puesto que las masas explotadas no cambiaron su situación económica ysocial.

Hemos seleccionado las obras mencionadas por varias razones. Prirnero,ofrecen nuevos puntos de vistas de la estructura social de la época indepen-dentista y evidencian la participación de diversos sectores sociales que la his-toriografia positivista no puso al descubierto. Segundo, dan relevancia nosólo al contexto de la independencia del reino de Guatemala en 1821,tam-bién ofrecen urna explicación sobre las motivaciones e intereses de los gruposdominantes -guatemaltecos y salvadoreños- que durante la época indepen-dentista se enfrentaron. Con ello podemos observar los intentos cenúaliza-dores de Guatemala y la posición autonornista de San Salvador.

Este carrrbio historiográfico sólo fue posible ante la profesionalización delas ciencias sociales, y la inserción de los intelectuales en los partidos deizquierda en Centroantérica, en el momento de ascenso de la lucha revolu-cionaria contra los regímenes dictatoriales a finales del siglo. Marroquín,tLrvo una formación en las ciencias sociales, se le conocen nueve libros publi-cados y decenas de artículos. Sus aportes enriquecieron la investigaciónantropológica, sociológica,jurídica e histórica. Fue docente e investigador eninstituciones de prestigio en México, lugar donde mayor tiempo radicó porel exilio a que fue obligado; también trabaj6 en Honduras, Guatemala y ensu patria, en la lJniversidad de El Salvador6.

Pinto Soria, formado dentro de la filosofia y la historia, cuenta con cuatrolibros publicados y varios artículos. Ha sido investigador en Alemania y Gua-temala, en la (Jniversidad de San Carlos. Su aporte lo ha realizado desde lahistoria institucional, urbana y agraria.También ha promovido la publicaciónde muchas obras sobre la historia guatemalteca.

Es importante hacer notar que ambos autores utilizan diversas fuentes,inforrnes de autoridades provinciales y de la capitania general, informes ecle-siásticos y documentos que acercan la opinión de los actores, como son losprocesos judiciales. Sin embargo,hizo falta la documentación generada poruno de los pilares del proceso; por ejemplo, la de los ayuntamientos constitu-

5 Martínez Peláez (1981:575).r' Vrist¡ucz ll.uiz (2{)l)6).

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l lri Xiomara Avendaño Rojas

firc una respuesta a la historia oficial. En 1961 se conmemoró el 150 aniver-sario de los levantamientos de 1811, por este motivo el Gobierno salvadore-ño inició Lrn concLlrso anual con un único tema, la vida deJosé Matías Del-gado, uno de los próceres independentistas. Cinco de las obras las publicó elMinisterio de Educación en la década de 19603.

La propuesta de Marroquín, cientista social salvadoreño, es novedosa. Poruna parte, marca el cambio hacia una historia crittca y, por otra, va más alláde un planteamiento unívoco elaborada solamente desde las relaciones deproducción. Su propuesta la ubica desde un enfoque cultural, y es por elloque utiliza las categorías de mestizo, criollo e indígena. Aunque, en su traba-jo, el indígena no fue abordado enraz6n de que su análisis lo sitúa en losprincipales centros urbanos, la categoría es parte de su enfoque teórico.Observa la independencia como un proceso positivo, porque al final se logróarticular el Estado salvadoreño.

El otro autor a considerar es Julio César Pinto Soria, historiador guate-rrralteco, del cual estudiaremos su obra Centroamérica, de Ia coltnia al estado

rmcional, 1800-1840, publicada en 1986. Su propuesta plantea tres rangos deestudio: las masas populares, la fracción progresista republicana y la oligarquíaconservadora. El entorno del trabajo lo ubica principalmente en la ciudad deGuatemala, con pocas referencias al proceso en otras provincias del antiguoreino. Al indígena Io inserta conlo parte de las masas explotadas y en su aná-lisis queda difuso durante el proceso independentistaa.

Entre las fechas de publicación de los dos libros en rnención, se editó Lapatría del crittlltt,del gLlatelnalteco Severo Martínez Peláez. El libro, publicadoen 1.972, es un estudio sobre las relaciones sociales de producción durante laépoca colonial. En uno de sus capítulos plantea una pregllnta iltlportante:¿fue lir independencia un hecho revolucionario o fue la implantación de lapatriir de los criollos? En el capítulo final expresa que los criollos ronlaron elpoder para beneficiarse con la estructura colonial, no para transformarl¿r:

'r Los estndios que le antecedieron son los siguientes: Barberena (1914-1917),Marti-nez Suá¡ez (1917),Acaderlia Salvadoreñ¿r de h Historia, (1932), García (1952), Fagoaga(1954), Lardé y Larín (1960), Barón C:rstr-o (1961), Durán (1961), Meléndez Chaverr-i(1 9 6 1), Guandique (19 62), L6p ez Jiménez ( I 962).

+ La historiogl:rfia guatenralteca expone h independenci¿r en un¿r ¡-rerspectiva centl'o-anrel:icana. Los más des!¿rcados son los que signen: Malure (1877-1ti78 y 195Q, Montír-far y Coronado (21853) -la primerl edición es conocid¿r conto Mcmttrios dcJtldp,r-,Montírfhr (1U79-lf3ti2), Moreno (1927). B:rtres Jírureuui (191(r), l\odrígrrcz lJctcr:r(1926), S:rlrrz;rr (1952).Vill:rcort¡ (luldcrírr (19(r0). Llr:rir:rs (1969) y Lu jirr Muñoz (l()75).

La independencia en Guatemala y El Salvador 239

<Los cambios introducidos por esos grupos hallan pronta explicación histó-rica si se les estudia en función de los beneficios que en ambos casos se que-ría obtener de la vieja estructura)s. Desde el enfoque de la lucha de clases,

también sustentada por Julio César Pinto Soria, la apreciación no es favora-ble, puesto que las masas explotadas no cambiaron su situación económica ysocial.

Hemos seleccionado las obras mencionadas por varias razones. Prirnero,ofrecen nuevos puntos de vistas de la estructura social de la época indepen-dentista y evidencian la participación de diversos sectores sociales que la his-toriografia positivista no puso al descubierto. Segundo, dan relevancia nosólo al contexto de la independencia del reino de Guatemala en 1821,tam-bién ofrecen urna explicación sobre las motivaciones e intereses de los gruposdominantes -guatemaltecos y salvadoreños- que durante la época indepen-dentista se enfrentaron. Con ello podemos observar los intentos cenúaliza-dores de Guatemala y la posición autonornista de San Salvador.

Este carrrbio historiográfico sólo fue posible ante la profesionalización delas ciencias sociales, y la inserción de los intelectuales en los partidos deizquierda en Centroantérica, en el momento de ascenso de la lucha revolu-cionaria contra los regímenes dictatoriales a finales del siglo. Marroquín,tLrvo una formación en las ciencias sociales, se le conocen nueve libros publi-cados y decenas de artículos. Sus aportes enriquecieron la investigaciónantropológica, sociológica,jurídica e histórica. Fue docente e investigador eninstituciones de prestigio en México, lugar donde mayor tiempo radicó porel exilio a que fue obligado; también trabaj6 en Honduras, Guatemala y ensu patria, en la lJniversidad de El Salvador6.

Pinto Soria, formado dentro de la filosofia y la historia, cuenta con cuatrolibros publicados y varios artículos. Ha sido investigador en Alemania y Gua-temala, en la (Jniversidad de San Carlos. Su aporte lo ha realizado desde lahistoria institucional, urbana y agraria.También ha promovido la publicaciónde muchas obras sobre la historia guatemalteca.

Es importante hacer notar que ambos autores utilizan diversas fuentes,inforrnes de autoridades provinciales y de la capitania general, informes ecle-siásticos y documentos que acercan la opinión de los actores, como son losprocesos judiciales. Sin embargo,hizo falta la documentación generada poruno de los pilares del proceso; por ejemplo, la de los ayuntamientos constitu-

5 Martínez Peláez (1981:575).r' Vrist¡ucz ll.uiz (2{)l)6).

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.l l( ) Xiomara Avendaño Rojas

cion¡lcs, cliputaciones provinciales y juntas gubernativas. Estas entidades sur-uerr a ¡rartir de la Constitución de Cádiz de 1812, y en ellas se incorporó la

sociecücl colonial. En la base, el poder local, entraron los pueblos de indios yaldeas cle rnestizos, si contaban con una población de mil habitantes.Al poderprovincial y el órgano legislativo, las Cortes, solarnente llegaron los criollos.

L¡ u¡neNcrA coLoNrAL

Para Alejandro Dagoberto Marroquín, la dominación colonial dejó tres

elementos de orden positivo. En lo económico se introdujeron nuevos culti-vos y manufacturas, algunas innovaciones técnicas y la creación de un rner-cado provincial salvadoreño. En lo político, la invención del reino de Guate-mala, nrás tarde conocido como Centroamérica, y la unificaciónpolítico-económica de cada provincia en particular, así como el desarrollode instituciones políticas y jurídicas. Por último, señala la herencia cultural, a

través de la difusión del español y, en general, de un acervo de cultura más

desarrollado, la incorporaciín al proceso de la civilización mundial y elfomento del mestizajeT.

En cambio,Julio César Pinto Soria, de manera muy general, señala comofavorables solamente las bases administrativas y la superposición del capitalcomercial sobre los centros productivoss.La gran diftrencia con el autor sal-

vadoreño es la ausencia, en su análisis, del factor cultural.Como elementos negativos, los dos autores coinciden en cuanto al aspec-

to económico. Señalan el carácter desigual y el estancamiento de la econo-rnía en \a época colonial; presión del mercado externo sobre la región y cier-to intercambio comercial, sin llegar a superar la etapa mercantil, y, por último,la explotación de los indígenas.Al mismo tiempo, en el interior de cada pro-vincia, surgieron varias regiones con sus economías específicas. Estos localis-mos, alimentados por el aislamiento econórnico, cobrarían después carácterpolítico reivindicativo, Que fortalecieron las autonomías provinciales.

La gestión pública estuvo dominada por grupos organizados en cabildoslocales y en el control de la administración media colonial. Sin embargo,Marroquín especifica que existió una administración saturada de burocraciay que esos defectos pasaron al nuevo aparato estatal posterior a la indepen-

7 Marroquín (1965: 86-87).I Pinto Soria (1986:5-10).

La independencia en Guatenala y El Salvador 247

dencia. Sostiene que la sociedad mantenía un fuerte remanente feudal en laorganizaciín social.

Thmbién destacan la presencia de la Iglesiae, como uno de los pilares en el

que descansaba la monarquía española, y en la época independentista fueronun factor estabilizador.Ante los acontecimientos entre 1811 y 1814, el clerojugó un papel importante para mantener el orden10. Sin embargo, PintoSoria menciona que durante la década de 1810 fue el bajo clero el que apoyólos levar.rtamientos. La falta de profundidad en las experiencias provincialesno le permitió observar que en la ciudad de Granada y en San Salvador, elalto y bajo clero cerró filas junto a los criollos; por una sencilla raz6n: erantambién miernbros de los grurpos domrnantes.

La época colonial es vista como el período donde se formaron los agravios

o contradicciones entre la clase dominante y las provincias. En Guatemala resi-dían las altas autoridades españolas vinculadas a las principales familias. Estas

familias controlaban el crédito y el comercio externo, asunto directamentevinculado con los productores salvadoreños de añil. Los perjuicios, por tanto,no procedían sólo de los españoles, sino también de la aristocracia guatemalte-ca, quien pe{udicó los intereses económicos de las provincias en beneficio deintereses particulares. La ciudad de Guatemala, capital del reino, es percibidacomo opresora y explotadora de las provincias y se convirtió en un punto de

repudio de las elites regionales, que más tarde serán factores in-rportantes en laevolución política del istrno y en el florecimiento de la conciencia autonomis-ta que caracteriza temprananlente a las regiones de Quezaltenango, en la pro-vincia guatemalteca, y a las intendencias de San Salvador y Chiapas.

(Jn elemento importante que los dos autores no señalan como herencia es

la inconrpleta reforma borbónica. La ordenanza de intendentes de la NuevaEspaña, aplicada también en el reino de Guaternala, elevó la Alcaldía Mayor de

San Salvador a Intendencia. De esta forrna, el intendente ejerceúa también el

vicepatronatoll. Con este derecho se debió organizar un obispado, pero las

autoridades reales y eclesiales de la ciudad de Guatemala no lo permitieron.

e EI acuerdo entre el Papa y Fernando de Aragón, en la primera década del siglo xvr,clio origen al Patronato. Mediante este acuerdo se selló la relación Estado-Iglesia. En(lentroamérica continuó vigente dicho patronato durante los primeros gobiernos repu-blic¿rnos en el siglo xlx, siendo efectiva la separación Iglesia-Estado solarnente a finalesdcl sislo señal¿rdo, con las reformas liberales.

r{) M:rrrocprin (1964: 8lt-89) y Pinto Soria (1986: 37-38).ll un nucvo estudio sobre la formación de la Intendencia de San Salvador lo hace

I It'r'r't'¡':r (2(X).1).

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.l l( ) Xiomara Avendaño Rojas

cion¡lcs, cliputaciones provinciales y juntas gubernativas. Estas entidades sur-uerr a ¡rartir de la Constitución de Cádiz de 1812, y en ellas se incorporó la

sociecücl colonial. En la base, el poder local, entraron los pueblos de indios yaldeas cle rnestizos, si contaban con una población de mil habitantes.Al poderprovincial y el órgano legislativo, las Cortes, solarnente llegaron los criollos.

L¡ u¡neNcrA coLoNrAL

Para Alejandro Dagoberto Marroquín, la dominación colonial dejó tres

elementos de orden positivo. En lo económico se introdujeron nuevos culti-vos y manufacturas, algunas innovaciones técnicas y la creación de un rner-cado provincial salvadoreño. En lo político, la invención del reino de Guate-mala, nrás tarde conocido como Centroamérica, y la unificaciónpolítico-económica de cada provincia en particular, así como el desarrollode instituciones políticas y jurídicas. Por último, señala la herencia cultural, a

través de la difusión del español y, en general, de un acervo de cultura más

desarrollado, la incorporaciín al proceso de la civilización mundial y elfomento del mestizajeT.

En cambio,Julio César Pinto Soria, de manera muy general, señala comofavorables solamente las bases administrativas y la superposición del capitalcomercial sobre los centros productivoss.La gran diftrencia con el autor sal-

vadoreño es la ausencia, en su análisis, del factor cultural.Como elementos negativos, los dos autores coinciden en cuanto al aspec-

to económico. Señalan el carácter desigual y el estancamiento de la econo-rnía en \a época colonial; presión del mercado externo sobre la región y cier-to intercambio comercial, sin llegar a superar la etapa mercantil, y, por último,la explotación de los indígenas.Al mismo tiempo, en el interior de cada pro-vincia, surgieron varias regiones con sus economías específicas. Estos localis-mos, alimentados por el aislamiento econórnico, cobrarían después carácterpolítico reivindicativo, Que fortalecieron las autonomías provinciales.

La gestión pública estuvo dominada por grupos organizados en cabildoslocales y en el control de la administración media colonial. Sin embargo,Marroquín especifica que existió una administración saturada de burocraciay que esos defectos pasaron al nuevo aparato estatal posterior a la indepen-

7 Marroquín (1965: 86-87).I Pinto Soria (1986:5-10).

La independencia en Guatenala y El Salvador 247

dencia. Sostiene que la sociedad mantenía un fuerte remanente feudal en laorganizaciín social.

Thmbién destacan la presencia de la Iglesiae, como uno de los pilares en el

que descansaba la monarquía española, y en la época independentista fueronun factor estabilizador.Ante los acontecimientos entre 1811 y 1814, el clerojugó un papel importante para mantener el orden10. Sin embargo, PintoSoria menciona que durante la década de 1810 fue el bajo clero el que apoyólos levar.rtamientos. La falta de profundidad en las experiencias provincialesno le permitió observar que en la ciudad de Granada y en San Salvador, elalto y bajo clero cerró filas junto a los criollos; por una sencilla raz6n: erantambién miernbros de los grurpos domrnantes.

La época colonial es vista como el período donde se formaron los agravios

o contradicciones entre la clase dominante y las provincias. En Guatemala resi-dían las altas autoridades españolas vinculadas a las principales familias. Estas

familias controlaban el crédito y el comercio externo, asunto directamentevinculado con los productores salvadoreños de añil. Los perjuicios, por tanto,no procedían sólo de los españoles, sino también de la aristocracia guatemalte-ca, quien pe{udicó los intereses económicos de las provincias en beneficio deintereses particulares. La ciudad de Guatemala, capital del reino, es percibidacomo opresora y explotadora de las provincias y se convirtió en un punto de

repudio de las elites regionales, que más tarde serán factores in-rportantes en laevolución política del istrno y en el florecimiento de la conciencia autonomis-ta que caracteriza temprananlente a las regiones de Quezaltenango, en la pro-vincia guatemalteca, y a las intendencias de San Salvador y Chiapas.

(Jn elemento importante que los dos autores no señalan como herencia es

la inconrpleta reforma borbónica. La ordenanza de intendentes de la NuevaEspaña, aplicada también en el reino de Guaternala, elevó la Alcaldía Mayor de

San Salvador a Intendencia. De esta forrna, el intendente ejerceúa también el

vicepatronatoll. Con este derecho se debió organizar un obispado, pero las

autoridades reales y eclesiales de la ciudad de Guatemala no lo permitieron.

e EI acuerdo entre el Papa y Fernando de Aragón, en la primera década del siglo xvr,clio origen al Patronato. Mediante este acuerdo se selló la relación Estado-Iglesia. En(lentroamérica continuó vigente dicho patronato durante los primeros gobiernos repu-blic¿rnos en el siglo xlx, siendo efectiva la separación Iglesia-Estado solarnente a finalesdcl sislo señal¿rdo, con las reformas liberales.

r{) M:rrrocprin (1964: 8lt-89) y Pinto Soria (1986: 37-38).ll un nucvo estudio sobre la formación de la Intendencia de San Salvador lo hace

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r ti Xiomara Avendaño Rojas

l-os rlicznlos s:rlvrrc'l<¡reños eran Llna buena fuente del ingreso 6scal y no estabanclispucstos a perderlos.A partir de ese momento el clero salvadoreño se unía a

los criollos propietarios de añil en sus protestas contra los guatemaltecos.

Los acton¡s DEL cAMBro

Soterrados bajo la capa y el sombrero de los notables decimonónicos,yacen los sectores sociales partícipes en el proceso de independencia. Nues-tros autores analizados tienen algunas coincidencias y también apreciacionesdiversas. Pinto Soria, en su análisis, continúa la tradición historiográfica gua-temalteca de tratar el tema en el contexto centroamericano, camino seguidotambién por la historiografra costarricense. En carnbio, Marroquín solamen-te trata el asunto salvadoreño, una de las característica de los estudios en estepaís, contradictorio con la tradición política unionista de los gobernantes.

El autor guatemalteco señala como agentes centrales en la formaciónestatal centroamericana a las siguientes clases o fracciones sociales. Su estruc-tura la percibe desde las relaciones econórnicas e ideológicas, aclara que laiglesia está inmersa en las tres corrientes siguientes:

a) Las masas populares. Corresponde a la población explotada, compues-ta de artesanos, campesinos, jornaleros. Los artesanos estaban bajo el controldel Ayuntamiento y pertenecían a la hermandad religiosa del grupo. Aquítambién ubica a las masas indígenas, mestizas y negras.

b) La fracción progresista republicana, proveniente en su mayor parte delos propios sectores dominantes: comerciantes, terratenientes, alta y mediaburocracia, etc. Pero también se nutrió fuerternente de otros sectores socia-les; por ejemplo, de las clases medias. Este grupo tenía presencia en la regiónsrlvadoreña, Granada, SanJosé,Tegucigalpa y en la provincia de Guatemala.

c) Los grupos conservadores, estaban integrados por los grandes terrate-nielrtes y comerciantes, y la alta burocracia, vinculados directa o indirecta-nrente con los viejos intereses coloniales. Los define también como la oligar-t¡uía tradicional, compuesta por españoles y criollos. Poseedor de capitales ytrn sistema de comercio organizado: añil, metales preciosos y productosinr¡rortantes del mercado local. Éstos se localizaban en las antiguas capitalestlc l:rs provinciasl2.

La independencia en Guatemala y El Salvador 243

La estructura de clases presentada ubica a dos sectores étnicos lrreconcl-liables durante la colonia, los mestizos y los indígenas. Los primeros con unclaro rechazo a ser confundidos con los indios, a quienes socialmente se les

consideraba en la escala más baja. (Jn argumento contundente es la solicitudde los mestizos de erigir sus asentamientos como aldeas o barrios, y no conlopueblosl-1. Los indios, igual que los españoles, concebían a los rnestizos conlola plebe, y solicitaban mantenerlos lejos de sus propiedades. A los pueblosindígenas es dificil concebirlos solamente como nlasas explotadas; por unlado, sí lo eran, pero mantenían derechos sobre la propiedad comunal, ejidaly de cofradías. Los mestizos, en cambio, tendían a ser jornaleros asalariados.Aeste grupo sí se le puede ubicar dentro de la categoría propuesta. Respecto a

los carnpesinos, el autor no da explicaciones de quiénes eran.

En cambio,Alejandro Dagoberto Marroquín presenta a los sectores socia-les desde su formación cultural. Según el autor, los de mayor claridad eranlos criollos y los mestizos. Los criollos, por ser los más conocedores en polí-tica, se colocaron al frente del movimiento. Éstos eran propietarios de

haciendas de añil y se convirtieron en representativos de todos los sectores

descontentos.Aparentemente, su horizonte doctrinario se nutrió de Mon-tesquieu, Rousseau y, en especial, de Maquiavelo. Sus tácticas y estrategias se

pueden caracterizx como reformistas, pues perseguían cambios y con ellofrenaron la acción violenta de las masas. Los procedimientos indirectos, los

pasquines, las canrpañas de rumores, las intrigas, eran sus medios predilectosde acción política.

Siguiendo al mismo autor, las denrandas de los criollos se encllentrall en

las Instrucciones del Ayuntanriento de San Salvador a sr,r diputado a cortes erl

1820:

- Las de tipo político. En ellas solicitaban un régimen nronárquico cons-titucional con participación de criollos y peninsulares, supresión de privile-gios e instauración de derechos liberales, participación de los criollos en las

jlrdicaturas, xlltononlía provincial y la erección de un obispadol+.

- Las dernandas económicas eran las siguientes: libertad de comercio c

industria; supresión de estancos, monopolios y varios impuestos; impulso de

r'r Gutiér'rez Ulioa (1962) y Rodas Núrñez (200.1).ll Estas peticiones las hrbí¿r hecho el diputado sans¿rlvadoleño en las Cortes,Jos('

Is¡nrcio Avila,el 12 de marzo de 1812.Barón Castr-o (1962:74-77). Cf, t:rnrbié'rr cl libnrde l{odríguez (1978).l)i I I to Sor-i;r ( 1

()t3(r. li(r-137) .

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r ti Xiomara Avendaño Rojas

l-os rlicznlos s:rlvrrc'l<¡reños eran Llna buena fuente del ingreso 6scal y no estabanclispucstos a perderlos.A partir de ese momento el clero salvadoreño se unía a

los criollos propietarios de añil en sus protestas contra los guatemaltecos.

Los acton¡s DEL cAMBro

Soterrados bajo la capa y el sombrero de los notables decimonónicos,yacen los sectores sociales partícipes en el proceso de independencia. Nues-tros autores analizados tienen algunas coincidencias y también apreciacionesdiversas. Pinto Soria, en su análisis, continúa la tradición historiográfica gua-temalteca de tratar el tema en el contexto centroamericano, camino seguidotambién por la historiografra costarricense. En carnbio, Marroquín solamen-te trata el asunto salvadoreño, una de las característica de los estudios en estepaís, contradictorio con la tradición política unionista de los gobernantes.

El autor guatemalteco señala como agentes centrales en la formaciónestatal centroamericana a las siguientes clases o fracciones sociales. Su estruc-tura la percibe desde las relaciones econórnicas e ideológicas, aclara que laiglesia está inmersa en las tres corrientes siguientes:

a) Las masas populares. Corresponde a la población explotada, compues-ta de artesanos, campesinos, jornaleros. Los artesanos estaban bajo el controldel Ayuntamiento y pertenecían a la hermandad religiosa del grupo. Aquítambién ubica a las masas indígenas, mestizas y negras.

b) La fracción progresista republicana, proveniente en su mayor parte delos propios sectores dominantes: comerciantes, terratenientes, alta y mediaburocracia, etc. Pero también se nutrió fuerternente de otros sectores socia-les; por ejemplo, de las clases medias. Este grupo tenía presencia en la regiónsrlvadoreña, Granada, SanJosé,Tegucigalpa y en la provincia de Guatemala.

c) Los grupos conservadores, estaban integrados por los grandes terrate-nielrtes y comerciantes, y la alta burocracia, vinculados directa o indirecta-nrente con los viejos intereses coloniales. Los define también como la oligar-t¡uía tradicional, compuesta por españoles y criollos. Poseedor de capitales ytrn sistema de comercio organizado: añil, metales preciosos y productosinr¡rortantes del mercado local. Éstos se localizaban en las antiguas capitalestlc l:rs provinciasl2.

La independencia en Guatemala y El Salvador 243

La estructura de clases presentada ubica a dos sectores étnicos lrreconcl-liables durante la colonia, los mestizos y los indígenas. Los primeros con unclaro rechazo a ser confundidos con los indios, a quienes socialmente se les

consideraba en la escala más baja. (Jn argumento contundente es la solicitudde los mestizos de erigir sus asentamientos como aldeas o barrios, y no conlopueblosl-1. Los indios, igual que los españoles, concebían a los rnestizos conlola plebe, y solicitaban mantenerlos lejos de sus propiedades. A los pueblosindígenas es dificil concebirlos solamente como nlasas explotadas; por unlado, sí lo eran, pero mantenían derechos sobre la propiedad comunal, ejidaly de cofradías. Los mestizos, en cambio, tendían a ser jornaleros asalariados.Aeste grupo sí se le puede ubicar dentro de la categoría propuesta. Respecto a

los carnpesinos, el autor no da explicaciones de quiénes eran.

En cambio,Alejandro Dagoberto Marroquín presenta a los sectores socia-les desde su formación cultural. Según el autor, los de mayor claridad eranlos criollos y los mestizos. Los criollos, por ser los más conocedores en polí-tica, se colocaron al frente del movimiento. Éstos eran propietarios de

haciendas de añil y se convirtieron en representativos de todos los sectores

descontentos.Aparentemente, su horizonte doctrinario se nutrió de Mon-tesquieu, Rousseau y, en especial, de Maquiavelo. Sus tácticas y estrategias se

pueden caracterizx como reformistas, pues perseguían cambios y con ellofrenaron la acción violenta de las masas. Los procedimientos indirectos, los

pasquines, las canrpañas de rumores, las intrigas, eran sus medios predilectosde acción política.

Siguiendo al mismo autor, las denrandas de los criollos se encllentrall en

las Instrucciones del Ayuntanriento de San Salvador a sr,r diputado a cortes erl

1820:

- Las de tipo político. En ellas solicitaban un régimen nronárquico cons-titucional con participación de criollos y peninsulares, supresión de privile-gios e instauración de derechos liberales, participación de los criollos en las

jlrdicaturas, xlltononlía provincial y la erección de un obispadol+.

- Las dernandas económicas eran las siguientes: libertad de comercio c

industria; supresión de estancos, monopolios y varios impuestos; impulso de

r'r Gutiér'rez Ulioa (1962) y Rodas Núrñez (200.1).ll Estas peticiones las hrbí¿r hecho el diputado sans¿rlvadoleño en las Cortes,Jos('

Is¡nrcio Avila,el 12 de marzo de 1812.Barón Castr-o (1962:74-77). Cf, t:rnrbié'rr cl libnrde l{odríguez (1978).l)i I I to Sor-i;r ( 1

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Xionrar¿r Avendaño Roj as

tlc Inincntlcs; abolición de los mayorazgos y contribucionesclc les vías cle cotnunicación; liberación de la mano de obra.

sin crnbrrrgo en los requerinrientos antes expuestos no fue incorporado('l scct()r inclír¡ura, aunque consideraban qlle sus peticiones traeían <la felici-rl'd gcncral>. La re¿lidad era que la econornía del criollo descansaba sobre lacxpl.trrcií>n de la mano de obra indígena y la lucha por la liberación delindio llubiera provocado su propia ruina económica.

Ur seqnndo sector identificado por Marroquín es el de los mestizos.l{cstrnle sns intereses en dos árnbitos:

- Las peticiones políticas. Exigían la independencia absoluta de España;

'n régimen republicano de gobierno y la realización de los principios esen-ciales de la sociedad: igualdad, seguridad, propiedad y libertad.

- Las de orden económico. Se referían a la libertad de comercio e indus-tria, hacia el exterior y al interior; la supresión de alsunos impuestos y la eli-minación de estancos y monopolios. Este grupo había sufrido una discrimi-nación durante el dominio español, por lo que insistían con mayor énñsis enla supresión de privilegios y la igualdad social.

Este sector social, en gran mayoría en la Intendencia de San Salvador,carecía de tierras.A diferencia de los indígenas, quienes todaví¿r podían recu-rrir a las tierras conrunales, los mestizos tenían que labrar la tierra ajcna comoarrendatarios, aparceros, lllozos, colonos, etc. Su actitud ante el derecho depropiedad no es la n.lisma que la de los criollos, por lo que expresan su des-precio a los grandes terratenientes, fuesen criollos o peninsulares; pero suanimosidad es contra los chapetones y no vacilan en reclarnar la confiscaciónde sus bienes.

Pero el autor salvadoreño no deja de manifestar qlle entre criollos y mes-tizos había discrepancias, solanrente entendidas por las condiciones socialesdiversas en las que cada sector social se había formado. A fi'ales del períodocolonial los mestizos eran catalogados como plebe, vulgo o populacho. pero

inflr"ridos por los prejuicios sociales de la época expresaban superioridad fren-te a los indios.A pesar de ello, los mestizos fraternizan con los indígenas yconstituyen el elemento de enlace para las grandes movilizaciones populares.Su bagaje político doctrinario se nutría de las narraciones y leyend:rs c¡rre cir-cul¿lban de boca en boca acerca de los insurgentes que luchabrn colltrrl Lr

donrinación española: Bolívar, Hidalgo y en particular el sallto pldrc Morc-

La independenci¿r en Guatenrala y El S¿rlvador 245

los. Sus nrétodos políticos eran nruy simples: acción violenta, lucha armadapara ac:rbar con los chapetones y despojarles de sus bienesls. Pero Marroquínse refería a los indígenas cercanos a las ciudades principales o a los que habi-taban en los mismos centros urbanos.

Los lgvRNrAMIENTos

Anrbos ¿rutores coinciden cuando señalan a las dos primeras décadas delsiglo xtx corllo un período de transición y de cambios. Pero este procesopuede ser visto de rnanera incor-npleta o negativa teniendo como parámetrosa las dos grandes revoluciones burguesas de finales del siglo xvul: la francesa

y la norteamericana.La invasión francesa a España y la coronación de José Bonaparte como

rey provocó una crisis monárquica en 1808. En la península surgieron diver-sos necanisnlos para reconstituir el poder: juntas en los reinos, laJunta Cen-tral y, finalmente, un Consejo de Regencia. La crisis obligó a los españoles a

convocar a Cortes y en esta situación los territorios americanos obtuvieronel derecho de representación. Posteriorr-rlerlte, bajo una monarquía constitr-r-cional, se extendería el derecho de elegir ayuntamientos constitucionales ydiputación provincial.

La ausencia de un movimiento independentistas y de una guerra, como la

novohispana y las neogranadinas, dejó una sensación de vacío en los primeroshistoriadores republicanos.Alejandro Marure, durante la década de 1830, fueel primero en señalar que los levantamientos en NicaraSla y El Salvador entre1811 y 1814 eran movimientos o revoluciones independentistas, porque ulas

ideas de libertad se propagaban secretanlente y, aunqLle lentos, los gérmenesde la independencia comenzaron a desarrollarse en el suelo guatemalteco.Aún no era llegada la época de proclamarla, aún no existía ningún plan biencornbinado, aún no se contaba con los elenrentos necesarios para realizar unac'llrpresa de tanto tarnaño, cuando algunos patriotas demasiados exaltados, se

atrevieron a pronover algunas insurrecciones parciales, honrosas para sus

rLltores, pero que no tuvieron un éxito favorable para la nacióno16.

Para Pinta Soria, el período en mención era un mornento de transición:ul)or lo regular, cobra forma en agudas crisis estructurales donde entran en

ri Mrrrxrc¡uín (l 964: 5tl-(r4).lr' M:trt¡n' (lti77- lt37U: Libnl plinrcnr, c:rpíttrlo prirrrcrr).

)

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Xionrar¿r Avendaño Roj as

tlc Inincntlcs; abolición de los mayorazgos y contribucionesclc les vías cle cotnunicación; liberación de la mano de obra.

sin crnbrrrgo en los requerinrientos antes expuestos no fue incorporado('l scct()r inclír¡ura, aunque consideraban qlle sus peticiones traeían <la felici-rl'd gcncral>. La re¿lidad era que la econornía del criollo descansaba sobre lacxpl.trrcií>n de la mano de obra indígena y la lucha por la liberación delindio llubiera provocado su propia ruina económica.

Ur seqnndo sector identificado por Marroquín es el de los mestizos.l{cstrnle sns intereses en dos árnbitos:

- Las peticiones políticas. Exigían la independencia absoluta de España;

'n régimen republicano de gobierno y la realización de los principios esen-ciales de la sociedad: igualdad, seguridad, propiedad y libertad.

- Las de orden económico. Se referían a la libertad de comercio e indus-tria, hacia el exterior y al interior; la supresión de alsunos impuestos y la eli-minación de estancos y monopolios. Este grupo había sufrido una discrimi-nación durante el dominio español, por lo que insistían con mayor énñsis enla supresión de privilegios y la igualdad social.

Este sector social, en gran mayoría en la Intendencia de San Salvador,carecía de tierras.A diferencia de los indígenas, quienes todaví¿r podían recu-rrir a las tierras conrunales, los mestizos tenían que labrar la tierra ajcna comoarrendatarios, aparceros, lllozos, colonos, etc. Su actitud ante el derecho depropiedad no es la n.lisma que la de los criollos, por lo que expresan su des-precio a los grandes terratenientes, fuesen criollos o peninsulares; pero suanimosidad es contra los chapetones y no vacilan en reclarnar la confiscaciónde sus bienes.

Pero el autor salvadoreño no deja de manifestar qlle entre criollos y mes-tizos había discrepancias, solanrente entendidas por las condiciones socialesdiversas en las que cada sector social se había formado. A fi'ales del períodocolonial los mestizos eran catalogados como plebe, vulgo o populacho. pero

inflr"ridos por los prejuicios sociales de la época expresaban superioridad fren-te a los indios.A pesar de ello, los mestizos fraternizan con los indígenas yconstituyen el elemento de enlace para las grandes movilizaciones populares.Su bagaje político doctrinario se nutría de las narraciones y leyend:rs c¡rre cir-cul¿lban de boca en boca acerca de los insurgentes que luchabrn colltrrl Lr

donrinación española: Bolívar, Hidalgo y en particular el sallto pldrc Morc-

La independenci¿r en Guatenrala y El S¿rlvador 245

los. Sus nrétodos políticos eran nruy simples: acción violenta, lucha armadapara ac:rbar con los chapetones y despojarles de sus bienesls. Pero Marroquínse refería a los indígenas cercanos a las ciudades principales o a los que habi-taban en los mismos centros urbanos.

Los lgvRNrAMIENTos

Anrbos ¿rutores coinciden cuando señalan a las dos primeras décadas delsiglo xtx corllo un período de transición y de cambios. Pero este procesopuede ser visto de rnanera incor-npleta o negativa teniendo como parámetrosa las dos grandes revoluciones burguesas de finales del siglo xvul: la francesa

y la norteamericana.La invasión francesa a España y la coronación de José Bonaparte como

rey provocó una crisis monárquica en 1808. En la península surgieron diver-sos necanisnlos para reconstituir el poder: juntas en los reinos, laJunta Cen-tral y, finalmente, un Consejo de Regencia. La crisis obligó a los españoles a

convocar a Cortes y en esta situación los territorios americanos obtuvieronel derecho de representación. Posteriorr-rlerlte, bajo una monarquía constitr-r-cional, se extendería el derecho de elegir ayuntamientos constitucionales ydiputación provincial.

La ausencia de un movimiento independentistas y de una guerra, como la

novohispana y las neogranadinas, dejó una sensación de vacío en los primeroshistoriadores republicanos.Alejandro Marure, durante la década de 1830, fueel primero en señalar que los levantamientos en NicaraSla y El Salvador entre1811 y 1814 eran movimientos o revoluciones independentistas, porque ulas

ideas de libertad se propagaban secretanlente y, aunqLle lentos, los gérmenesde la independencia comenzaron a desarrollarse en el suelo guatemalteco.Aún no era llegada la época de proclamarla, aún no existía ningún plan biencornbinado, aún no se contaba con los elenrentos necesarios para realizar unac'llrpresa de tanto tarnaño, cuando algunos patriotas demasiados exaltados, se

atrevieron a pronover algunas insurrecciones parciales, honrosas para sus

rLltores, pero que no tuvieron un éxito favorable para la nacióno16.

Para Pinta Soria, el período en mención era un mornento de transición:ul)or lo regular, cobra forma en agudas crisis estructurales donde entran en

ri Mrrrxrc¡uín (l 964: 5tl-(r4).lr' M:trt¡n' (lti77- lt37U: Libnl plinrcnr, c:rpíttrlo prirrrcrr).

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l)lllln.r tr¡tl.r r¡n.r rlivt'r'sirl:rtl tlc intcreses que, mientras no se llega a la solución.rtlt', u,r.l:r, tlt'sg:rrr:rn lrr sor'icclacl en interminables y acerbas luchas políticas.l:n ( lr'ntnr;rnri'rit'u, dcbiclo ¿r la extrenra heterogeneidad de sus componentest't'o¡rrinlit'os, i'tnicos y soci:rles, este rasgo se dio probablemente en forma¡ r tlis ltt'cntt¡¡tl¡,¡ | 7.

Scgún lo arrtes expuesto, en Guatenlala no se dio ningún rnovirnientorrrnrrrtlo dcl pucblo explotado que pusiera en peligro el sistema colonial. Las

rutor-irl¡clcs coloniales contaban con Lrn represivo aparato estatal bien organiza-do y capacitrrdo para reaccionar, y el único intento, una conspiraciín organiza-clrr cn cl interior del convento de Belén, fue controlado. La población indígena,tlisgr-egacla en veintidós grupos étnicos, con distint¿rs lensuas y una econonúacilsi autosuficiente, vivía al margen de los acontecinrientos políticos. El débiltlcsrrnollo de una conciencia de clase en los grupos explotados los convirtió eninstrunrentos de los intereses de la oligarquía y el clcro. En 1820 hubo unlcvrrntanriento en Totonicapán, pero fue control¿rc'lo ¡.ror hs autoridades.

En Nicaragua, un movimiento popular de la pobhción mestiza fue favo-rable para un nrovimiento anticolonial, pero nrediatizrrclo por los criollos y laIglesia. Al final, los involucrados firmaron un pacto. Ullo de los mediadoresfue el obispo GarciaJerezts.

En cambio, en El Salv¿rdor se presentaron varios factores, lo cual motivólos primeros rnovimientos armados contra el poder colonial. Los criollosc'staban vinculados a la actividad productiva y la provincia contaba con unanlayor concentración de población. Era la provincia con más movilidadsocial, las relaciones de trabajo jornalero-asalariado se encontraban extendi-d¡s, ¿r diferencia de Guatemala, donde esta situación sí se encontraba en áreas

dcternrinadas. Ahí se inició nrás claranrente el antagonislrro de clase. Otrot:rctor era que en El Salvador el nivel cr.rltural de la población en general era

rrrris elevado que en el resto de las provincias, lo cual facilitaba la incorpora-cirin de las nrasas a la luchale. Sin embargo los criollos salvadoreños y la oli-

l7 l'inrr'¡ Sorir (1986: it5).ls I'e ro hubo urr gr:lve error político: l¿rs autoridrdes coloniales con el obispo Garcí:r

It'rt'2. irrtcuclc'r)te interino, no respetx¡olr el acuerdo. El capitán generalJosé de Bustarnrn-tt'los nlrurc-ló rprcs:lr.Posteriormente al juicio,fueron confiscados y er-rvildos r la cárrel.I os rlistut-l¡ios fueron en León, Mas:rya y Glan:rda,y las f¡milias granadinas fueron las ntás

l'.'r-i t r,lic':ttlrrs. Zcllyr ()oodrrrlu ( 1 97 1 ).l" Estu ,rsevcr¿rciótr no es slrstentadr por el rutor. En las c:rpitales de plovinci:r cs

,lontlc llubo escuehs con mayor permauencia, no así en los pueblos indíg¡enls y aldc:rs

l.rtli r¡:ts.

La independencia en Guatern ala y El Salvador 247

garquía guatemalteca tarnbién llegaron a un acuerdo en 1811 y 181420. Este

autor centra su análisis en las contradicciones de los grupos dominantes y no

presenta la participación popular en estos eventos, aun cuando los incluye en

su propuesta metodológica21.

Alejandro Dagoberto Marroquín señala, y coincidimos con é1, que verda-

deramente sí hubo Ltna amenaza social provocada por la pobreza y la migra-

ción, pero ese descontento fue capitalizado por los criollos para lograr sus

objetivos: el ascenso al poder local y provincial. San Salvador y Nicaragua

tenían una situación social y una nlayor población mestiza favorable a la

organización y desarrollo de un movimiento popular. Sin ernbargo, fue en

San Salvador donde estos factores se presentaron con nlayor acentuación, lo

cual motivó que la provincia se transformara más tarde en el centro de los

acontecimientos políticos del istmo.

La intendencia de San Salvador, presentaba, a diferencia de las otras pro-vincias, mayor homogeneidad económica, política y social. Ocupaba el

segundo lugar de concentración de población con más de 200.000 habitan-

tes. Ésta era la región con más movilidad social, producto de un evidente

debilitarniento de las formas coloniales de explotación y del sistema de cas-

tas. Las relaciones de trabajo jornalero-asalariado se encontraban extendidas

por toda la región, a diGrencia de Guatemala, donde sólo eran zonas deter-

minadas las absorbidas por el dinamismo de estas relaciones de trabajo. Para

1808, había cerca de 20.000jornaleros asalariados y 500 propietarios de

hacienda.22

Sin embargo, el factor más importante que hacía de la provincia de San

Salvador la parte más interesada del istmo por la independencia de España,

era el hecho de que esa provinciavivia prácticamente bajo dos dictadutas:la

del sistema colonial en general y la de los criollos guatemaltecos en particu-

lar. Estos últimos ligados a la actividad comercial e intermediarios entre el

reino y la metrópoli, los primeros ligados directamente a la producciín agri-

cola. En este planteamiento coinciden plenamente Pinto Soria y Marroquín.

Cabe preguntarse: ¿los levantamiento referidos por nuestros autores fue-

ron realmente anticoloniales? Marroquín proporciona algunas pistas para

Pinto Soria (1986: 38-41).No tornó en cuenta la documentación de los procesos seguidos a los dirigentes.

fircrorr publicados por Miguel Ángel García (1940).

Esros lllisltros d¿rtos son también presentados por Julio César Pinto Soria. Los

l<rs tonl:lr()t't dcl illfirnlle del intenclelttc Antonio Gutiérrez y Ulloa (1962).

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)( Xiomara Avendaño Rojas

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Scgún lo arrtes expuesto, en Guatenlala no se dio ningún rnovirnientorrrnrrrtlo dcl pucblo explotado que pusiera en peligro el sistema colonial. Las

rutor-irl¡clcs coloniales contaban con Lrn represivo aparato estatal bien organiza-do y capacitrrdo para reaccionar, y el único intento, una conspiraciín organiza-clrr cn cl interior del convento de Belén, fue controlado. La población indígena,tlisgr-egacla en veintidós grupos étnicos, con distint¿rs lensuas y una econonúacilsi autosuficiente, vivía al margen de los acontecinrientos políticos. El débiltlcsrrnollo de una conciencia de clase en los grupos explotados los convirtió eninstrunrentos de los intereses de la oligarquía y el clcro. En 1820 hubo unlcvrrntanriento en Totonicapán, pero fue control¿rc'lo ¡.ror hs autoridades.

En Nicaragua, un movimiento popular de la pobhción mestiza fue favo-rable para un nrovimiento anticolonial, pero nrediatizrrclo por los criollos y laIglesia. Al final, los involucrados firmaron un pacto. Ullo de los mediadoresfue el obispo GarciaJerezts.

En cambio, en El Salv¿rdor se presentaron varios factores, lo cual motivólos primeros rnovimientos armados contra el poder colonial. Los criollosc'staban vinculados a la actividad productiva y la provincia contaba con unanlayor concentración de población. Era la provincia con más movilidadsocial, las relaciones de trabajo jornalero-asalariado se encontraban extendi-d¡s, ¿r diferencia de Guatemala, donde esta situación sí se encontraba en áreas

dcternrinadas. Ahí se inició nrás claranrente el antagonislrro de clase. Otrot:rctor era que en El Salvador el nivel cr.rltural de la población en general era

rrrris elevado que en el resto de las provincias, lo cual facilitaba la incorpora-cirin de las nrasas a la luchale. Sin embargo los criollos salvadoreños y la oli-

l7 l'inrr'¡ Sorir (1986: it5).ls I'e ro hubo urr gr:lve error político: l¿rs autoridrdes coloniales con el obispo Garcí:r

It'rt'2. irrtcuclc'r)te interino, no respetx¡olr el acuerdo. El capitán generalJosé de Bustarnrn-tt'los nlrurc-ló rprcs:lr.Posteriormente al juicio,fueron confiscados y er-rvildos r la cárrel.I os rlistut-l¡ios fueron en León, Mas:rya y Glan:rda,y las f¡milias granadinas fueron las ntás

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La independencia en Guatern ala y El Salvador 247

garquía guatemalteca tarnbién llegaron a un acuerdo en 1811 y 181420. Este

autor centra su análisis en las contradicciones de los grupos dominantes y no

presenta la participación popular en estos eventos, aun cuando los incluye en

su propuesta metodológica21.

Alejandro Dagoberto Marroquín señala, y coincidimos con é1, que verda-

deramente sí hubo Ltna amenaza social provocada por la pobreza y la migra-

ción, pero ese descontento fue capitalizado por los criollos para lograr sus

objetivos: el ascenso al poder local y provincial. San Salvador y Nicaragua

tenían una situación social y una nlayor población mestiza favorable a la

organización y desarrollo de un movimiento popular. Sin ernbargo, fue en

San Salvador donde estos factores se presentaron con nlayor acentuación, lo

cual motivó que la provincia se transformara más tarde en el centro de los

acontecimientos políticos del istmo.

La intendencia de San Salvador, presentaba, a diferencia de las otras pro-vincias, mayor homogeneidad económica, política y social. Ocupaba el

segundo lugar de concentración de población con más de 200.000 habitan-

tes. Ésta era la región con más movilidad social, producto de un evidente

debilitarniento de las formas coloniales de explotación y del sistema de cas-

tas. Las relaciones de trabajo jornalero-asalariado se encontraban extendidas

por toda la región, a diGrencia de Guatemala, donde sólo eran zonas deter-

minadas las absorbidas por el dinamismo de estas relaciones de trabajo. Para

1808, había cerca de 20.000jornaleros asalariados y 500 propietarios de

hacienda.22

Sin embargo, el factor más importante que hacía de la provincia de San

Salvador la parte más interesada del istmo por la independencia de España,

era el hecho de que esa provinciavivia prácticamente bajo dos dictadutas:la

del sistema colonial en general y la de los criollos guatemaltecos en particu-

lar. Estos últimos ligados a la actividad comercial e intermediarios entre el

reino y la metrópoli, los primeros ligados directamente a la producciín agri-

cola. En este planteamiento coinciden plenamente Pinto Soria y Marroquín.

Cabe preguntarse: ¿los levantamiento referidos por nuestros autores fue-

ron realmente anticoloniales? Marroquín proporciona algunas pistas para

Pinto Soria (1986: 38-41).No tornó en cuenta la documentación de los procesos seguidos a los dirigentes.

fircrorr publicados por Miguel Ángel García (1940).

Esros lllisltros d¿rtos son también presentados por Julio César Pinto Soria. Los

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('()ntcstur lrr ¡rrcgrrrrta. No hlbía unrr lrgarrización secreta protoindependen-tista: <T¿lcs leva'tanrrc'rtos er¿ln explosiones populares espontáneas quetonlaba' por sorpresa a los

'rismos criollos que dirigían el movimiento

lnsurgente. Los criollos estimulaban el descontento popular y utilizaban esec'stado de ánirno de las masas para presionar a las autoridades españolas yarrancarles concesiones y cambios institucionaleso23. San Salvador fue elrírcleo central del descontento contra la metrópoli, pero hubo ocho pobla-cioncs c¡ue tarnbién se levantaron.

Scgúr-r Marroquín la historiografr.a tradicionar trata de presentarnos elnr()vilDrento como la obra perGctamente planificada de los eximios patriotas-f.só Matías Delgado y ManuelJosé Arce.Toda ra gloria de esre movimientolrr capitalizan en su beneficio los criollos lnsurgentes, sepultando en el olvido¡ los millares de seres anónimos, ladinos e indios, que fueron realmente losr.notores de la insurrecci6n2a.

Los procesos de infidencia seguidos a los protagonistas destacan el rol his-tórico quejugaron en esasjornadas los criollos, peninsulares, ladinos e indios;cada estamento actuó de acuerdo con sus intereses. Sin embargo, el autor sal-vadoreño presenta el resultado con un saldo negativo. El movimiento denoviembre de 1811, según é1, fue frustrado por la intervención criolla. La

'rediación del cabildo guatemaheco propició que el coronelJoséAycinena,

r'iembro de una de las connotadas familias, sustituyera al intendente españolAntonio Gutiérrez y ulloa. contra dicho funcionario fue que los mestizossansalvadoreños se levantaron; controlada la situación, los dirigentes obtuvie-ron el indulto general para los revoltosos25.

Posteriormente, dirigieron orro movimiento er 24 de enero de 1 g 14 con-tra el intendente José María Peinado, criollo guatemalteco. Los criollos salva-doreños ganaron ampliamente las elecciones y el intendente las anuló dosveces; la tercera elección fue siernpre a favor de los criollos, aun cuando elirtendente logró colocar algunos hombres de su confianza.Lo anteriorqcneró la hostilidad entre las mencionadas autoridades. Las milicias locales

r'r Pinto Soria (1986: 65-67).Los levantamientos sucedieron en los siggientes tiem-¡r.s:4,5 y 6 de noviembre en San Salvador y pueblos aledaños;5 y 6 en San pedro elgr:rrde; 5 y 6 en Santiago Nonualco; 17 en usulután, chalatenango yTejutla; 20 enS;urt¡ An¡ y Sensutepeque;24 en Metapán;30 en Cojutepepeque.

2a La década de 1970 fue muy importante: ,,.r.gieror, .rtrrdio, que ofrecen otrri'isirir. Entre ellas tenemos: sáenz de Santamaría (197g:219-2g5), Rodr?g.rez (197g). Det'st:r írltinu existe una edición que se publicó en español en 19g4.r5 Marroquín (1964: 72-73).

La independencia en Guatenlala y El Salvador 249

no estaban bajo el control de la Intendencia, por lo que los españoles forma-ron un cuerpo militar llamado "voluntarios honrados de FernandoVll>, inte-grado por los monárquicos absolutistas. Este cuerpo realizaba constantemen-te actos arbitrarios sobre criollos, mestizos e indios.

Peinado ordenó la detención de los alcaldes de barrios que no le eran fie-les.Al mismo tiempo, ordenó que los voluntarios velaran por el orden públi-co. La noticia se expandió y el pueblo reclamó la libertad de los presos y el

desarrne de los voluntarios, amenazando con una revuelta en caso de no ser

escuchado. Miguel Delgado, Manuel José Arce, Santiago Celis, Antonio Lara

yJuan M. Rodríguez, miembros del Cabildo capitalino, salieron al frentepara calmar a la población. Pedro Pablo Castillo, alcalde segundo de San Sal-vador, fue el írnico en mantener el apoyo para un levantamiento. El inten-dente liberó a los presos, pero no accedió al desarnre2(i.

Existieron dos planes, unos a favor de una Junta Gubernativa y seguir loque en otras regiones del continente se hizo27.A este grupo pertenecía PedroPablo Castillo y los sacerdotes y hermanos Aguilar. El otro plan, impulsadopor las familias criollas más importantes, consistía en presionar a las autorida-des provinciales para poner en vigencia lo establecido por las Cortes y luegopor la constitución de Cádlz de 181.2. Los rumores y luego los apacigua-rnientos de los habitantes urbanos, fueron los mecanismos utilizados por losdirigentes para obtener sus metas: el cambio de intendente y las eleccionesindirectas para elegir al Ayuntamiento constitucional.

En 1811,Ios pueblos que en aquella ocasión apoyaron habían recibidocastigo y sus dirigentes estaban en prisión o habían nluerto. Los criollos san-salvadoreños de 1814 sí fueron confiscados, castigados y sometidos a proce-sos de infidencia. Las declaraciones son lnuy vagas; obviamente, los cabecillas

se cuidaron de no involucrarse:el regreso de FernandoVII yla anulación de

la Constitución gaditana influyó en la actitud de los involucrados2s.El descontento de la población indígena tenía su origen en el cobro del

tributo, elirninado por las Cortes, el abuso de gobernadores indios y depárrocos, pero el más extendido fue el rechazo al reparto de mercancías. Este

úrltirno, producto del engranaje comercial establecido por los subdelegados

2(' Ibíduil,74-78.r7 l{odríguez (1994). Este autor sintetiza las formas en qlre se dio el proceso inde-

lrcrrtlcntist:r: elgur"ros salvadorerios deseaban orgtnizar unaJunta corno las que prolifera-nrr crr A¡uí'r'ic:r tlcl Sur.

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lnsurgente. Los criollos estimulaban el descontento popular y utilizaban esec'stado de ánirno de las masas para presionar a las autoridades españolas yarrancarles concesiones y cambios institucionaleso23. San Salvador fue elrírcleo central del descontento contra la metrópoli, pero hubo ocho pobla-cioncs c¡ue tarnbién se levantaron.

Scgúr-r Marroquín la historiografr.a tradicionar trata de presentarnos elnr()vilDrento como la obra perGctamente planificada de los eximios patriotas-f.só Matías Delgado y ManuelJosé Arce.Toda ra gloria de esre movimientolrr capitalizan en su beneficio los criollos lnsurgentes, sepultando en el olvido¡ los millares de seres anónimos, ladinos e indios, que fueron realmente losr.notores de la insurrecci6n2a.

Los procesos de infidencia seguidos a los protagonistas destacan el rol his-tórico quejugaron en esasjornadas los criollos, peninsulares, ladinos e indios;cada estamento actuó de acuerdo con sus intereses. Sin embargo, el autor sal-vadoreño presenta el resultado con un saldo negativo. El movimiento denoviembre de 1811, según é1, fue frustrado por la intervención criolla. La

'rediación del cabildo guatemaheco propició que el coronelJoséAycinena,

r'iembro de una de las connotadas familias, sustituyera al intendente españolAntonio Gutiérrez y ulloa. contra dicho funcionario fue que los mestizossansalvadoreños se levantaron; controlada la situación, los dirigentes obtuvie-ron el indulto general para los revoltosos25.

Posteriormente, dirigieron orro movimiento er 24 de enero de 1 g 14 con-tra el intendente José María Peinado, criollo guatemalteco. Los criollos salva-doreños ganaron ampliamente las elecciones y el intendente las anuló dosveces; la tercera elección fue siernpre a favor de los criollos, aun cuando elirtendente logró colocar algunos hombres de su confianza.Lo anteriorqcneró la hostilidad entre las mencionadas autoridades. Las milicias locales

r'r Pinto Soria (1986: 65-67).Los levantamientos sucedieron en los siggientes tiem-¡r.s:4,5 y 6 de noviembre en San Salvador y pueblos aledaños;5 y 6 en San pedro elgr:rrde; 5 y 6 en Santiago Nonualco; 17 en usulután, chalatenango yTejutla; 20 enS;urt¡ An¡ y Sensutepeque;24 en Metapán;30 en Cojutepepeque.

2a La década de 1970 fue muy importante: ,,.r.gieror, .rtrrdio, que ofrecen otrri'isirir. Entre ellas tenemos: sáenz de Santamaría (197g:219-2g5), Rodr?g.rez (197g). Det'st:r írltinu existe una edición que se publicó en español en 19g4.r5 Marroquín (1964: 72-73).

La independencia en Guatenlala y El Salvador 249

no estaban bajo el control de la Intendencia, por lo que los españoles forma-ron un cuerpo militar llamado "voluntarios honrados de FernandoVll>, inte-grado por los monárquicos absolutistas. Este cuerpo realizaba constantemen-te actos arbitrarios sobre criollos, mestizos e indios.

Peinado ordenó la detención de los alcaldes de barrios que no le eran fie-les.Al mismo tiempo, ordenó que los voluntarios velaran por el orden públi-co. La noticia se expandió y el pueblo reclamó la libertad de los presos y el

desarrne de los voluntarios, amenazando con una revuelta en caso de no ser

escuchado. Miguel Delgado, Manuel José Arce, Santiago Celis, Antonio Lara

yJuan M. Rodríguez, miembros del Cabildo capitalino, salieron al frentepara calmar a la población. Pedro Pablo Castillo, alcalde segundo de San Sal-vador, fue el írnico en mantener el apoyo para un levantamiento. El inten-dente liberó a los presos, pero no accedió al desarnre2(i.

Existieron dos planes, unos a favor de una Junta Gubernativa y seguir loque en otras regiones del continente se hizo27.A este grupo pertenecía PedroPablo Castillo y los sacerdotes y hermanos Aguilar. El otro plan, impulsadopor las familias criollas más importantes, consistía en presionar a las autorida-des provinciales para poner en vigencia lo establecido por las Cortes y luegopor la constitución de Cádlz de 181.2. Los rumores y luego los apacigua-rnientos de los habitantes urbanos, fueron los mecanismos utilizados por losdirigentes para obtener sus metas: el cambio de intendente y las eleccionesindirectas para elegir al Ayuntamiento constitucional.

En 1811,Ios pueblos que en aquella ocasión apoyaron habían recibidocastigo y sus dirigentes estaban en prisión o habían nluerto. Los criollos san-salvadoreños de 1814 sí fueron confiscados, castigados y sometidos a proce-sos de infidencia. Las declaraciones son lnuy vagas; obviamente, los cabecillas

se cuidaron de no involucrarse:el regreso de FernandoVII yla anulación de

la Constitución gaditana influyó en la actitud de los involucrados2s.El descontento de la población indígena tenía su origen en el cobro del

tributo, elirninado por las Cortes, el abuso de gobernadores indios y depárrocos, pero el más extendido fue el rechazo al reparto de mercancías. Este

úrltirno, producto del engranaje comercial establecido por los subdelegados

2(' Ibíduil,74-78.r7 l{odríguez (1994). Este autor sintetiza las formas en qlre se dio el proceso inde-

lrcrrtlcntist:r: elgur"ros salvadorerios deseaban orgtnizar unaJunta corno las que prolifera-nrr crr A¡uí'r'ic:r tlcl Sur.

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l5( ) Xiomara Avendaño Rojas

-antes corregidores- y los comerciantes guatemaltecos. En cambio los mes-tizos disentían de las medidas fiscales borbónicas y del estanco del tabaco2e.Desde el Ayuntamiento, y con respaldo del nuevo marco jurídico constitu-cional, indígenas y mestizos reclamaron sus derechos a la propiedad y susderechos políticos. Fueron partícipes del proceso electoral indirecto para ele-gir ayuntarnientos, diputación provincial y diputados a cortes30. El métodoutilizado para estudiar los levantamientos -el de la presencia de las contra-dicciones y de lucha clases- deja a un lado un interesante proceso político: laapropiación del Ayuntamiento constitucional por parte de los diversos secto-res sociales. No es tomado en consideración por parecer un mecanisnloreformista-l1.

(JNa nEvoruclóN porÍrrca

Ésta es la parte donde los historiadores positivistas y nlarxistas tienengrandes coincidencias: la independencia no fue el resultado de una guerraanticolonial. ljn acontecimiento internacional de enorme trascendenciavino a evitar el estallido y a imponer el advenimiento de la independencia, ellevantamiento de Riego en España y la vigencia de la constitución decádiz. El otro factor clave para el reino de Guaternala fue la etapa final de lalucha por la independencia en Nueva España.

De acuerdo a Pinto Soria, con la declaración de independencia salieron aluz las contradicciones y el fuerte localismo se agudizl. El carácter desigualdel desarrollo económico se reflejó también en las distintas posiciones quetonraron las provincias.

Sin e'rbargo, fue evidente la a,sencia de un criterio único con respectoal contenido y forma de la independencia. considera que el movimientorepublicano fue extremadamente débil para hacer valer sus intereses. Sola-rrente presionaron a la oligarquía colonial para proclamar el acta emancipa-dora32. Finalmente, expresa que se dio una <proclamación prematura de la

2') Solórzano Fonseca (1984).'rr) Avendaño Rojas (1997).-11 Por ello los autores en estudio no introducen el tema de las elecciones, ni la nuevl

institucionalidad generada por la experiencia gaditana. ff los textos de Berr.r.relo (19ti6)y Rodríguez (1994).

'r2 Pinto Soria (1986: 35-45).

La independencia en Guatemala y El Salvador 251

independencia, por una posible falta de desarrollo de todos aquellos elemen-tos constitutivos de un Estado burgués en general, como el que se intentaimplantar a partir de 1821>33. Esta nrisma frase ya la había emitido AlejandroMarure en la década de 1830, cuando intentó justificar el proyecto liberalguatemalteco.

De igual manera, a Alejandro Dagoberto Marroquín le resultó dificiladmitir el consenso entre los criollos salvadoreños y los nobletes guatemalte-cos; por ejemplo, le pareció inaudito que un hombre de cerrada mentalidadcomo el marqués de Aycinena, estuviese junto al tribuno republicano JoséFrancisco Barrundia; un partidario de las Cortes de Cádiz como lo era JoséMatías Delgado, con un enemigo acérrirno de esa misma Constitución, el

arzobispo de Guatemala, Cassaús y Torres, y el más rico de los propietariosañileros, ManuelJosé Arce.Todos convergían en un solo punto: la indepen-dencia de España.Y de esta nlanera, sin derramamiento de sangre, el 15 de

septierubre de 1821 se proclamó la independencia del Reino de Guatemala.Marroquín y Pinto Soria coinciden plenamente en su visión del momen-

to y el tipo de documento firrnado por tan heterogéneo grllpo en 1821. ElActa de Independencia no hizo cambio alguno y lo único novedoso fue lacreación de laJunta Provisional Consultiva, que gobernó mientras se definíala situación del reino respecto a la monarqr"ría del Septentrión, cuya sede era

la ciudad de México. El Acta, es hasta cierto punto contradictoria, por lomenos en cuanto a finalidades ideológicas no se tiene la audacia para aceptarlas líneas fundamentales del Plan de Iguala y no se quiere declarar de inme-diato la independencia. Por eso la cláusula segunda se remite al congreso que

se convocará,para decidir el punto de independencia absolutay frjar,en caso

de acordarla, la forma de gobierno y la ley fundamental que deba regir. Con-forme a esta disposición, todo parecía quedar suspenso (arts.7 y 8);se reco-nocen los fueros y privilegios de la Iglesia Católica y de sus sacerdotes; hasta

la cláusula décima del acta nuntiene en realidad el estatus colonial.Según nuestros autores, fue la acción del pueblo de Guatemala, encabeza-

do por Francisco Barrundia, criollo republicano, la que presionó ese 15 de

septiembre. El ominoso clamor del pueblo en calles, plaza,patio,corredores yantesala del Palacio de Gobierno llenó de pánico a los corazones timoratos;el pueblo clamó por la independencia y exigió que el jefe político prestasejuramento (art. 13). La causa popular de la independencia triunfó y, auncuando el redactor quiera eludirlo restándole importancia, el hecho queda

\\ Il¡ídtttt,7.

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l5( ) Xiomara Avendaño Rojas

-antes corregidores- y los comerciantes guatemaltecos. En cambio los mes-tizos disentían de las medidas fiscales borbónicas y del estanco del tabaco2e.Desde el Ayuntamiento, y con respaldo del nuevo marco jurídico constitu-cional, indígenas y mestizos reclamaron sus derechos a la propiedad y susderechos políticos. Fueron partícipes del proceso electoral indirecto para ele-gir ayuntarnientos, diputación provincial y diputados a cortes30. El métodoutilizado para estudiar los levantamientos -el de la presencia de las contra-dicciones y de lucha clases- deja a un lado un interesante proceso político: laapropiación del Ayuntamiento constitucional por parte de los diversos secto-res sociales. No es tomado en consideración por parecer un mecanisnloreformista-l1.

(JNa nEvoruclóN porÍrrca

Ésta es la parte donde los historiadores positivistas y nlarxistas tienengrandes coincidencias: la independencia no fue el resultado de una guerraanticolonial. ljn acontecimiento internacional de enorme trascendenciavino a evitar el estallido y a imponer el advenimiento de la independencia, ellevantamiento de Riego en España y la vigencia de la constitución decádiz. El otro factor clave para el reino de Guaternala fue la etapa final de lalucha por la independencia en Nueva España.

De acuerdo a Pinto Soria, con la declaración de independencia salieron aluz las contradicciones y el fuerte localismo se agudizl. El carácter desigualdel desarrollo económico se reflejó también en las distintas posiciones quetonraron las provincias.

Sin e'rbargo, fue evidente la a,sencia de un criterio único con respectoal contenido y forma de la independencia. considera que el movimientorepublicano fue extremadamente débil para hacer valer sus intereses. Sola-rrente presionaron a la oligarquía colonial para proclamar el acta emancipa-dora32. Finalmente, expresa que se dio una <proclamación prematura de la

2') Solórzano Fonseca (1984).'rr) Avendaño Rojas (1997).-11 Por ello los autores en estudio no introducen el tema de las elecciones, ni la nuevl

institucionalidad generada por la experiencia gaditana. ff los textos de Berr.r.relo (19ti6)y Rodríguez (1994).

'r2 Pinto Soria (1986: 35-45).

La independencia en Guatemala y El Salvador 251

independencia, por una posible falta de desarrollo de todos aquellos elemen-tos constitutivos de un Estado burgués en general, como el que se intentaimplantar a partir de 1821>33. Esta nrisma frase ya la había emitido AlejandroMarure en la década de 1830, cuando intentó justificar el proyecto liberalguatemalteco.

De igual manera, a Alejandro Dagoberto Marroquín le resultó dificiladmitir el consenso entre los criollos salvadoreños y los nobletes guatemalte-cos; por ejemplo, le pareció inaudito que un hombre de cerrada mentalidadcomo el marqués de Aycinena, estuviese junto al tribuno republicano JoséFrancisco Barrundia; un partidario de las Cortes de Cádiz como lo era JoséMatías Delgado, con un enemigo acérrirno de esa misma Constitución, el

arzobispo de Guatemala, Cassaús y Torres, y el más rico de los propietariosañileros, ManuelJosé Arce.Todos convergían en un solo punto: la indepen-dencia de España.Y de esta nlanera, sin derramamiento de sangre, el 15 de

septierubre de 1821 se proclamó la independencia del Reino de Guatemala.Marroquín y Pinto Soria coinciden plenamente en su visión del momen-

to y el tipo de documento firrnado por tan heterogéneo grllpo en 1821. ElActa de Independencia no hizo cambio alguno y lo único novedoso fue lacreación de laJunta Provisional Consultiva, que gobernó mientras se definíala situación del reino respecto a la monarqr"ría del Septentrión, cuya sede era

la ciudad de México. El Acta, es hasta cierto punto contradictoria, por lomenos en cuanto a finalidades ideológicas no se tiene la audacia para aceptarlas líneas fundamentales del Plan de Iguala y no se quiere declarar de inme-diato la independencia. Por eso la cláusula segunda se remite al congreso que

se convocará,para decidir el punto de independencia absolutay frjar,en caso

de acordarla, la forma de gobierno y la ley fundamental que deba regir. Con-forme a esta disposición, todo parecía quedar suspenso (arts.7 y 8);se reco-nocen los fueros y privilegios de la Iglesia Católica y de sus sacerdotes; hasta

la cláusula décima del acta nuntiene en realidad el estatus colonial.Según nuestros autores, fue la acción del pueblo de Guatemala, encabeza-

do por Francisco Barrundia, criollo republicano, la que presionó ese 15 de

septiembre. El ominoso clamor del pueblo en calles, plaza,patio,corredores yantesala del Palacio de Gobierno llenó de pánico a los corazones timoratos;el pueblo clamó por la independencia y exigió que el jefe político prestasejuramento (art. 13). La causa popular de la independencia triunfó y, auncuando el redactor quiera eludirlo restándole importancia, el hecho queda

\\ Il¡ídtttt,7.

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i5l Xionrara Avendaño Roj as

cn pie conro testimonio de la voluntad popular que impuso la independen-cia general y absoluta en ese monlento histórico3a.

¿Fue solamente la presión popular la que motivó la emancipación cen-troamericana? Ése es el factor visible e inmediato que rodeó los días de dis-cusión, elaboración y firma del Acta emancipadora. El plan de Iguala y elActa del 15 de septiembre de 1821,se convirtieron en los documentos baseparala discusión política en cabildos abierros a lo largo y ancho del reino deGuatenrala. El autor guatemalteco sólo nrenciona el desprendinriento dechiapas y no explica las causas de la separación de Quezaltenango, territoriode la provincia de Guatemalass.

Los diversos actores firmantes del acta lo hacían a favor de sus propiosintereses. Los criollos guatellraltecos para mantener la hegemonía, la Iglesiapara conservar el patronato, los provincianos para obtener la libertad de deci-dir por la monarquía constitucional mexicana o formar una república, perosin el centro político, la ciudad de Guatemala. Para Pinto Soria la anexión a

México sólo tiene significado para los grupos dominantes. La oligarquía gLra-temalteca deseaba nrantener el control y las provincias vieron la oportunidadde librarse de los comerciantes guater-naltecos. Por sLr parte, los mexicanospretendían ampliar su dominio al istmo para fornrar el Imperio del Septen-¡.¡6tt'16. Este sueño surgió desde finales del siglo xvrrr y se manifestó en lascortes, cuando los diputados americanos propusieron la fornración de dosnronarquías.Al frente de ellas solicitaban a un miembro de la familia real.

El Acta independentista se ratificó en las provincias y produjo diversasreacciones. En San Salvador se ratificó seis días después y posteriornente enotros ayuntamientos. El cerenronial utilizado era el que se acostumbrabacuando ascendía un nlrevo nlonarca español: los miembros del cabildo, jefesruilitares, autoridades eclesiásticas, vecinos principales y todo el vecindario,en nredio de vivas y aclamaciones, partieron a la iglesia donde antes de can-tar el Te l)eum se leyó el Acta guatenulteca. De regreso, en el Ayuntamientose repitió la lectura del Acta, el intendente hizo su jnramento de fidelidadante el alcalde primero con las siguientes palabras: <[juro] por Dios nuestroSeñor, la Santa Cruz y los Santos Evangelios de guardar y hacer guardar laindependencia, ser fiel a la monarquía americana, y observar el gobierno que

3r Marroquírr (1964: 81-ti3) y Pinro Soria (1986: 47-52).-35 En la década de 1970, ya ¿rntes señalada, un guatemalteco retonló el tema corr

nuevas perspectivas. C-f Luján Muñoz (1975)'1r' Pinto Soria (1c)tl(r: 16--53). Mlrr-oq.ín no se'r¿rnife'stti sotrre cste tcr)¡.

La indepenclcncie cn (lu¿'rtenrala y El S¿rlvador 253

se establezclr, y las leyes que se sancionen>37. l)e esta forrra quedó sellada la

obediencir a l¡ Islesia y a la nronarquía constitucional del Septentrión, queradicaría en lrr ciudad de México38.

La I)echr:rción de Independencia de San Salvador llevó implícita su unióna México, sisuiendo los pasos de Chiapas y Quezaltenango. ¿Por qué cambia-ron de opirrión? La regencia mexicana hizo una redistribución de los territo-rios en tres conrandancias: la prinrera integrada por Chiapas,Thbasco y Que-zaltenango; l¡ sesunda por Guaternala y San Salvador; la tercera por Nicaragua,Honduras y Costa Rica. La razón es simple: no querían depender de Guate-rnala,sede de la nueva gobernación.Al no ofrecer el imperio rnexicano laautonomía deseada, rompían el acuerdo político establccido en elActa del 21

de septienrbre de 1821. Rápidamente, entre 1822 y 1824,se reorganizó elgobierno provincial; primero una Diputación provincial, que posteriornrentese erigió en Jr,rnta Gubernativa3e. Ésta llamó una asamblea provincial de ayun-tanúentos constitlrcionales, que establecida conro una constituyente elaboró yfirnró el 24 de junio de 1,824 la primera Constitución. La Carta Magna esta-

blecía las paLltas paru organizarse en Estado independiente y soberano, adelan-tándose a las pretensiones centralistas de los criollos guatemaltecos.

¿Cuál fue el sentido esencial del proceso indcpcndentista, lo económico-social o lo político? Indudablemente fue lo político. Para el caso salvadoreño,Dagoberto Marroquín dice que fue una verdadera revolución limitada al

ámbito político, porque no hubo cambio en la economía ni en la organiza-ción social. Reconoce la gloria de los prócercs sansalvadoreños en la dificiltarea de forjar una nueva patria, una república criolla, imbuida de la ideolo-gía liberal propia de la época. Los criollos defendieron la autonomía de laprovincia, sus intereses particulares de hacendados añileros; de ahí su decisióna favor de la república federal y en contra de la república unitaria que propo-nían los conservadores de Guatemala40. Para una mayoría de población r-nes-

37 AcÍa dc Indcpendurcia dc Satt Sttlwdttr,2l dc scptianltrc de 1821, en Cevallos (1965:tonro III, 230-232). En este misnro texto tanrbién se encuentra el Plan de Iguala, los tr:r-tados de Córdova, el Acta de Independencia de Centroamérica de 1,821 y otros docu-nlentos de la época.

38 Dicha jurisdicción quedó estipulada en la Constitución de Cídiz de 1tJ12, cuandorlefine el continente en dos partes, el septentrión y la parte meridional.

']e Avendaño Rojas (2001). Las actas de la Diputación Provincial yJunta Gubernati-v¡ salvadoreña se encuentrall enJosé Antonio Cevallos (1965).Ver los Anexos.

l0 Marroquín (1964:9{)).Pero ¿rhí coincidían tanto los conservadores como los libe-rrlcs criollos.

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cn pie conro testimonio de la voluntad popular que impuso la independen-cia general y absoluta en ese monlento histórico3a.

¿Fue solamente la presión popular la que motivó la emancipación cen-troamericana? Ése es el factor visible e inmediato que rodeó los días de dis-cusión, elaboración y firma del Acta emancipadora. El plan de Iguala y elActa del 15 de septiembre de 1821,se convirtieron en los documentos baseparala discusión política en cabildos abierros a lo largo y ancho del reino deGuatenrala. El autor guatemalteco sólo nrenciona el desprendinriento dechiapas y no explica las causas de la separación de Quezaltenango, territoriode la provincia de Guatemalass.

Los diversos actores firmantes del acta lo hacían a favor de sus propiosintereses. Los criollos guatellraltecos para mantener la hegemonía, la Iglesiapara conservar el patronato, los provincianos para obtener la libertad de deci-dir por la monarquía constitucional mexicana o formar una república, perosin el centro político, la ciudad de Guatemala. Para Pinto Soria la anexión a

México sólo tiene significado para los grupos dominantes. La oligarquía gLra-temalteca deseaba nrantener el control y las provincias vieron la oportunidadde librarse de los comerciantes guater-naltecos. Por sLr parte, los mexicanospretendían ampliar su dominio al istmo para fornrar el Imperio del Septen-¡.¡6tt'16. Este sueño surgió desde finales del siglo xvrrr y se manifestó en lascortes, cuando los diputados americanos propusieron la fornración de dosnronarquías.Al frente de ellas solicitaban a un miembro de la familia real.

El Acta independentista se ratificó en las provincias y produjo diversasreacciones. En San Salvador se ratificó seis días después y posteriornente enotros ayuntamientos. El cerenronial utilizado era el que se acostumbrabacuando ascendía un nlrevo nlonarca español: los miembros del cabildo, jefesruilitares, autoridades eclesiásticas, vecinos principales y todo el vecindario,en nredio de vivas y aclamaciones, partieron a la iglesia donde antes de can-tar el Te l)eum se leyó el Acta guatenulteca. De regreso, en el Ayuntamientose repitió la lectura del Acta, el intendente hizo su jnramento de fidelidadante el alcalde primero con las siguientes palabras: <[juro] por Dios nuestroSeñor, la Santa Cruz y los Santos Evangelios de guardar y hacer guardar laindependencia, ser fiel a la monarquía americana, y observar el gobierno que

3r Marroquírr (1964: 81-ti3) y Pinro Soria (1986: 47-52).-35 En la década de 1970, ya ¿rntes señalada, un guatemalteco retonló el tema corr

nuevas perspectivas. C-f Luján Muñoz (1975)'1r' Pinto Soria (1c)tl(r: 16--53). Mlrr-oq.ín no se'r¿rnife'stti sotrre cste tcr)¡.

La indepenclcncie cn (lu¿'rtenrala y El S¿rlvador 253

se establezclr, y las leyes que se sancionen>37. l)e esta forrra quedó sellada la

obediencir a l¡ Islesia y a la nronarquía constitucional del Septentrión, queradicaría en lrr ciudad de México38.

La I)echr:rción de Independencia de San Salvador llevó implícita su unióna México, sisuiendo los pasos de Chiapas y Quezaltenango. ¿Por qué cambia-ron de opirrión? La regencia mexicana hizo una redistribución de los territo-rios en tres conrandancias: la prinrera integrada por Chiapas,Thbasco y Que-zaltenango; l¡ sesunda por Guaternala y San Salvador; la tercera por Nicaragua,Honduras y Costa Rica. La razón es simple: no querían depender de Guate-rnala,sede de la nueva gobernación.Al no ofrecer el imperio rnexicano laautonomía deseada, rompían el acuerdo político establccido en elActa del 21

de septienrbre de 1821. Rápidamente, entre 1822 y 1824,se reorganizó elgobierno provincial; primero una Diputación provincial, que posteriornrentese erigió en Jr,rnta Gubernativa3e. Ésta llamó una asamblea provincial de ayun-tanúentos constitlrcionales, que establecida conro una constituyente elaboró yfirnró el 24 de junio de 1,824 la primera Constitución. La Carta Magna esta-

blecía las paLltas paru organizarse en Estado independiente y soberano, adelan-tándose a las pretensiones centralistas de los criollos guatemaltecos.

¿Cuál fue el sentido esencial del proceso indcpcndentista, lo económico-social o lo político? Indudablemente fue lo político. Para el caso salvadoreño,Dagoberto Marroquín dice que fue una verdadera revolución limitada al

ámbito político, porque no hubo cambio en la economía ni en la organiza-ción social. Reconoce la gloria de los prócercs sansalvadoreños en la dificiltarea de forjar una nueva patria, una república criolla, imbuida de la ideolo-gía liberal propia de la época. Los criollos defendieron la autonomía de laprovincia, sus intereses particulares de hacendados añileros; de ahí su decisióna favor de la república federal y en contra de la república unitaria que propo-nían los conservadores de Guatemala40. Para una mayoría de población r-nes-

37 AcÍa dc Indcpendurcia dc Satt Sttlwdttr,2l dc scptianltrc de 1821, en Cevallos (1965:tonro III, 230-232). En este misnro texto tanrbién se encuentra el Plan de Iguala, los tr:r-tados de Córdova, el Acta de Independencia de Centroamérica de 1,821 y otros docu-nlentos de la época.

38 Dicha jurisdicción quedó estipulada en la Constitución de Cídiz de 1tJ12, cuandorlefine el continente en dos partes, el septentrión y la parte meridional.

']e Avendaño Rojas (2001). Las actas de la Diputación Provincial yJunta Gubernati-v¡ salvadoreña se encuentrall enJosé Antonio Cevallos (1965).Ver los Anexos.

l0 Marroquín (1964:9{)).Pero ¿rhí coincidían tanto los conservadores como los libe-rrlcs criollos.

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151 Xiomara Avendaño Rojas

tiza la independencia se percibe como un proceso constructivo, el de la géne-sis del estado, una visión positiva del cambio.

CoNcrusloNEs

Algunos intelectuales centroamericanos comprometidos con partidospolíticos de izquierda iniciaron nuevas proplrestas en las ciencias socialesentre las décadas de 1960-1980. La historia se nutrió de esos aportes. El cen-tro de la critica fue la historia positivista, la cual solamente evidenciaba comoactora a la clase dominante. La propuesta marxista destaca la participaciónpolítica y social de las grandes mayorías, de las masas explotadas en el proce-so de la independencia en Guaternala y El Salvador. Pero el marxismo, cuyoorigen es la realidad europea, no percibe en su totalidad ala sociedad centro-americana diversa, multiétnica. En este caso, Alejandro Dagoberto Marro-quín, sí tiene un enfoque novedoso: retoma la categoría cultural y la integracon la de contradicciones y lucha de clases.Y desde esta perspectiva se pue-den observar de mejor manera los intereses y participación de los grupossociales en la época independentista.

Coincidir-nos con los autores estudiados cuando expresan que la indepen-dencia no trajo un cambio económico y social para las masas explotadas,pero no podemos enterrar un proceso político de gran trascendencia, latransformación de las provincias a estados. El cambio llegó desde el mismosistenra y lo propició la Constitución gaditana de 1,8L2. Los beneficiarios delproceso fueron los criollos. Los mestizos y los pueblos indígenas entrarían entrna vorágine donde se enfrentarían o harian alianzas, según sus propios inte-reses, con los nuevos miembros de los grupos dominantes.Ahora estos secto-res estaban dotados del Ayuntamiento o municipio, desde donde se apertre-charon no sólo de una instancia administrativa, sino también política.

DE LA INDEPENDENCIA NACIONALA LOS PROCESOS AUTONOMISTAS NOVOHISPANOS:

BALANCE DE LA FIISTORIOGRAFÍA RECIENTE

u,,,))Í,'ir:,::i:Jh':;T,ii,Í",iofiu,,,,

La independencia ha sido uno de los temas favoritos de la historiografiamexicana. Esto resulta comprensible si consideramos la necesidad de nopocos pensadores decimonónicos de explicar el surgimiento de la nación e,

incluso, de justificarla. La gesta emancipadora también ha favorecido quenumerosos historiadores elaboren relatos heroicos en torno de personajes yacontecimientos simbólicos, considerados dignos de veneración por parte de

los ciudadanos. Es posible que sólo el proceso revolucionario iniciado en

791,0 haya ocupado más a los historiadores mexicanos del siglo xx, por razo-nes, además, semejantes a las que desvelaban a los horrbres de letras de lacenturia anterior. Así, se fue construyendo y consolidando una interpreta-ción de la independencia según la cual el pueblo de México (cuya existenciabajo el dominio español no se ponía en duda) tomó conciencia de su condi-ción colonial y decidió, inspirado y dirigido por algunos criollos ilustrados,

liberarse del despotismo trisecular,pata adoptar una forma de gobiernorepublicana, liberal y federal, que era la que más le convenía. Por supuesto,esta versión tenía algunas variantes. Algunos historiadores marxistas no creí-¡n que los objetivos del pueblo y de la dirigencia criolla fueran los mismos,

aunque por momentos pudieran coincidir. Nadie dudaba del amor a la patriade los próceres, pero algunos aseguraban que ese amor sólo pudo manifestar-

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151 Xiomara Avendaño Rojas

tiza la independencia se percibe como un proceso constructivo, el de la géne-sis del estado, una visión positiva del cambio.

CoNcrusloNEs

Algunos intelectuales centroamericanos comprometidos con partidospolíticos de izquierda iniciaron nuevas proplrestas en las ciencias socialesentre las décadas de 1960-1980. La historia se nutrió de esos aportes. El cen-tro de la critica fue la historia positivista, la cual solamente evidenciaba comoactora a la clase dominante. La propuesta marxista destaca la participaciónpolítica y social de las grandes mayorías, de las masas explotadas en el proce-so de la independencia en Guaternala y El Salvador. Pero el marxismo, cuyoorigen es la realidad europea, no percibe en su totalidad ala sociedad centro-americana diversa, multiétnica. En este caso, Alejandro Dagoberto Marro-quín, sí tiene un enfoque novedoso: retoma la categoría cultural y la integracon la de contradicciones y lucha de clases.Y desde esta perspectiva se pue-den observar de mejor manera los intereses y participación de los grupossociales en la época independentista.

Coincidir-nos con los autores estudiados cuando expresan que la indepen-dencia no trajo un cambio económico y social para las masas explotadas,pero no podemos enterrar un proceso político de gran trascendencia, latransformación de las provincias a estados. El cambio llegó desde el mismosistenra y lo propició la Constitución gaditana de 1,8L2. Los beneficiarios delproceso fueron los criollos. Los mestizos y los pueblos indígenas entrarían entrna vorágine donde se enfrentarían o harian alianzas, según sus propios inte-reses, con los nuevos miembros de los grupos dominantes.Ahora estos secto-res estaban dotados del Ayuntamiento o municipio, desde donde se apertre-charon no sólo de una instancia administrativa, sino también política.

DE LA INDEPENDENCIA NACIONALA LOS PROCESOS AUTONOMISTAS NOVOHISPANOS:

BALANCE DE LA FIISTORIOGRAFÍA RECIENTE

u,,,))Í,'ir:,::i:Jh':;T,ii,Í",iofiu,,,,

La independencia ha sido uno de los temas favoritos de la historiografiamexicana. Esto resulta comprensible si consideramos la necesidad de nopocos pensadores decimonónicos de explicar el surgimiento de la nación e,

incluso, de justificarla. La gesta emancipadora también ha favorecido quenumerosos historiadores elaboren relatos heroicos en torno de personajes yacontecimientos simbólicos, considerados dignos de veneración por parte de

los ciudadanos. Es posible que sólo el proceso revolucionario iniciado en

791,0 haya ocupado más a los historiadores mexicanos del siglo xx, por razo-nes, además, semejantes a las que desvelaban a los horrbres de letras de lacenturia anterior. Así, se fue construyendo y consolidando una interpreta-ción de la independencia según la cual el pueblo de México (cuya existenciabajo el dominio español no se ponía en duda) tomó conciencia de su condi-ción colonial y decidió, inspirado y dirigido por algunos criollos ilustrados,

liberarse del despotismo trisecular,pata adoptar una forma de gobiernorepublicana, liberal y federal, que era la que más le convenía. Por supuesto,esta versión tenía algunas variantes. Algunos historiadores marxistas no creí-¡n que los objetivos del pueblo y de la dirigencia criolla fueran los mismos,

aunque por momentos pudieran coincidir. Nadie dudaba del amor a la patriade los próceres, pero algunos aseguraban que ese amor sólo pudo manifestar-

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.15(,

sc curulclo se conoció el ejernplo de otros procesos revolucionarios, como elestadounidense y el francés. No obstante, la historiografia coincidía, en tér-minos generales, en que resultaba casi natural y, por supuesto, justo que unanación, la mexicana, se independizan del dominio de otra, la españolal.

LR INOnPcNDENCIA REVISADA

Esta versión empezó a cambiar hacia la década de 1950. La conmemora-ción del bicentenario del natalicio de Miguel Hidalgo produjo un buennúmero de obras revisionistas. De forma casi inevitable, la mayoría de esos

trabajos tenía como objetivo explícito exaltar la figura de quien es conside-rado Padre de la Patria. Sin embargo, las eruditas investigaciones docurnenta-les de autores conlo Juan A. Ortega y Medina, Ernesto de la Torre y GabrielMéndez Plancarte ponderarían el pensamiento cristiano de Hidalgo porencima de inrprobables filiaciones liberales. De manera fundamental, el estu-dio de la Disertación sobre el uerdadero nútodtt dc estudiarTbología Escolástica

demostraba que quien fuera rector del Seminario de San Nicolás podía ser

un reformador, pero dentro de una tradición de pensantiento católico quepoco tenía qlle ver con los <enciclopedistasr2. El gran aporte intelectual dequien sería considerado iniciador del rnovimiento independentista habíasido la promoción de una teología positiva, fundada en las fuentes bíblicas yen la historia eclesiástica. Como Carlos Herrejón señalaría tiempo después,Hidalgo, como los otros teólogos de su generación, combatía <dos enemigos:el escolasticismo decadente y la irreligiosidad del sigloo3. Agustín ChurrucaPeláez sería el encargado de realizar un análisis acerca del pensamiento de

José María Morelos, con resultados semejantes a los de los trabajos citados.Por supuesto, no negaría el carácter libertario de los actos del Caudillo delSur, presente en sLls decretos de contenido social; sin embargo, conto podíaverse en esos nrismos documentos, sus orígenes eran cristianos4.

I En las siguientes páginas abordaremos la historiografia dedicada a la revolución deindependencia o aspectos que contribuyen a explicarla y no a la dedicada a otros tenlasque, si bien pueden cubrir la segunda década del siglo xtx nrexicano, se ocupan de asuntos

qr"re no atañen a la crisis del orden virreinal y el surgimiento del Estado nacional rtrexicrtno.2 Méndez Plancarte (2003: 50-51). Cf, también Ortega y Medina (1952,47-4tt y

I 93-21) y Torre Villar (1953: 207 -216).3 Herrejón Peredo (1989: 29-65,en especial la 32).+ Churruca Peláez (1983). CJ tambiénTorreVill¡r (2(XX)b: 2()7--3o6).

De la independencia nacional a los procesos aLrtonomistas 257

Producto también de la conmemoración de 1953, El proceso ideológico de

la revoluci(tn de independencla de LuisVilloro es, sin duda, la obra más influyen-te del revisionismo de ese período. Publicado originalmente con el título de

La reuoluci(tn dc independencia,fue modificado en varias ocasiones hasta alcan-zar su forma definitiva en 1981. (Jna de las primeras innovaciones de la obra

deVilloro consistió en revalorizar e incluir el debate de 1808 en el proceso

de emancipación. Hasta entonces, los historiadores del período consideraban

que las propllestas hechas por algunos miembros del Ayuntamiento de laciudad de México para formar una Junta de Gobierno eran meros antece-dentes del rnovimiento iniciado por Miguel Hidalgo. ParaVilloro, en cam-bio, la lucha de 1810 no podía entenderse sin lo sucedido dos años antes,

cuando -en sus palabras- un grupo de letrados pretendió <fundar la libertaden el derecho>. Los alegatos de Melchor de Talamantes, Francisco Azcárate yFrancisco Primo deVerdad y Ramos se hallaban lejos de las propuestas con-tractualistas rnodernas, pues estaban arraigadas en el derecho hispánico. Nisiquiera eran tan originales corno las de Sevando Teresa de Mier, quien, en

sintonía con el constitucionalismo histórico de Melchor deJovellanos yJoséMaría Blanco, imaginó un pacto fundacional entre rey y conquistadores en

el siglo xvr. Cuando FernandoVII enajenó sus dominios al emperador fran-cés, el pacto se rompió y, entonces, los americanos tendrían derecho a refor-mularlo como mejor les parecieras.

LuisVilloro, lo rnismo que el resto de la historiografia revisionista, hizo a

un lado la interpretación de que el rnovimie¡rto de independencia había sido

impulsado de manera exclusiva por el pensamiento liberal. El catolicismo, la

tradición jurídica de los letrados de la Nueva España y el constitucionalismohistórico en sus diversas vertientes habían jugado un papel nrás importanteque el liberalisrno en el proceso emancipador mexicano. Los principalesintelectuales de la insurgencia, como José María Cos y Andrés QuintanaRoo, daban muestra, segúnVilloro, de la persistencia <de la concepción polí-tica tradicional>, mientras que los pocos aires liberales llegaban de Cádtz,como podía apreciarse en la influencia de la Constitución de 7872 sobre la

de Apatzingán6. Tiempo después, historiadores como Edmundo O'Gorman

s Garrido Asperó (2005: 207 -222).6 Villoro (1953:99-107). En las ediciones posteriores, sin embargo,Villoro se dejaúa

llevar por las obras deJesús Reyes Heroles,José Miranda y Francisco L6pez Cárnara,t¡uienes desdeñaban la importancia del constitucionalismo hispánico y creían encontrarun nliberrlismo criollo> relacionado con un protonacionalismo mexicano:9f. Avtla/( ir¡rrido Asperó (20f15:. 77 -96).

Alfredo Ávila y Virginia Guedea

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sc curulclo se conoció el ejernplo de otros procesos revolucionarios, como elestadounidense y el francés. No obstante, la historiografia coincidía, en tér-minos generales, en que resultaba casi natural y, por supuesto, justo que unanación, la mexicana, se independizan del dominio de otra, la españolal.

LR INOnPcNDENCIA REVISADA

Esta versión empezó a cambiar hacia la década de 1950. La conmemora-ción del bicentenario del natalicio de Miguel Hidalgo produjo un buennúmero de obras revisionistas. De forma casi inevitable, la mayoría de esos

trabajos tenía como objetivo explícito exaltar la figura de quien es conside-rado Padre de la Patria. Sin embargo, las eruditas investigaciones docurnenta-les de autores conlo Juan A. Ortega y Medina, Ernesto de la Torre y GabrielMéndez Plancarte ponderarían el pensamiento cristiano de Hidalgo porencima de inrprobables filiaciones liberales. De manera fundamental, el estu-dio de la Disertación sobre el uerdadero nútodtt dc estudiarTbología Escolástica

demostraba que quien fuera rector del Seminario de San Nicolás podía ser

un reformador, pero dentro de una tradición de pensantiento católico quepoco tenía qlle ver con los <enciclopedistasr2. El gran aporte intelectual dequien sería considerado iniciador del rnovimiento independentista habíasido la promoción de una teología positiva, fundada en las fuentes bíblicas yen la historia eclesiástica. Como Carlos Herrejón señalaría tiempo después,Hidalgo, como los otros teólogos de su generación, combatía <dos enemigos:el escolasticismo decadente y la irreligiosidad del sigloo3. Agustín ChurrucaPeláez sería el encargado de realizar un análisis acerca del pensamiento de

José María Morelos, con resultados semejantes a los de los trabajos citados.Por supuesto, no negaría el carácter libertario de los actos del Caudillo delSur, presente en sLls decretos de contenido social; sin embargo, conto podíaverse en esos nrismos documentos, sus orígenes eran cristianos4.

I En las siguientes páginas abordaremos la historiografia dedicada a la revolución deindependencia o aspectos que contribuyen a explicarla y no a la dedicada a otros tenlasque, si bien pueden cubrir la segunda década del siglo xtx nrexicano, se ocupan de asuntos

qr"re no atañen a la crisis del orden virreinal y el surgimiento del Estado nacional rtrexicrtno.2 Méndez Plancarte (2003: 50-51). Cf, también Ortega y Medina (1952,47-4tt y

I 93-21) y Torre Villar (1953: 207 -216).3 Herrejón Peredo (1989: 29-65,en especial la 32).+ Churruca Peláez (1983). CJ tambiénTorreVill¡r (2(XX)b: 2()7--3o6).

De la independencia nacional a los procesos aLrtonomistas 257

Producto también de la conmemoración de 1953, El proceso ideológico de

la revoluci(tn de independencla de LuisVilloro es, sin duda, la obra más influyen-te del revisionismo de ese período. Publicado originalmente con el título de

La reuoluci(tn dc independencia,fue modificado en varias ocasiones hasta alcan-zar su forma definitiva en 1981. (Jna de las primeras innovaciones de la obra

deVilloro consistió en revalorizar e incluir el debate de 1808 en el proceso

de emancipación. Hasta entonces, los historiadores del período consideraban

que las propllestas hechas por algunos miembros del Ayuntamiento de laciudad de México para formar una Junta de Gobierno eran meros antece-dentes del rnovimiento iniciado por Miguel Hidalgo. ParaVilloro, en cam-bio, la lucha de 1810 no podía entenderse sin lo sucedido dos años antes,

cuando -en sus palabras- un grupo de letrados pretendió <fundar la libertaden el derecho>. Los alegatos de Melchor de Talamantes, Francisco Azcárate yFrancisco Primo deVerdad y Ramos se hallaban lejos de las propuestas con-tractualistas rnodernas, pues estaban arraigadas en el derecho hispánico. Nisiquiera eran tan originales corno las de Sevando Teresa de Mier, quien, en

sintonía con el constitucionalismo histórico de Melchor deJovellanos yJoséMaría Blanco, imaginó un pacto fundacional entre rey y conquistadores en

el siglo xvr. Cuando FernandoVII enajenó sus dominios al emperador fran-cés, el pacto se rompió y, entonces, los americanos tendrían derecho a refor-mularlo como mejor les parecieras.

LuisVilloro, lo rnismo que el resto de la historiografia revisionista, hizo a

un lado la interpretación de que el rnovimie¡rto de independencia había sido

impulsado de manera exclusiva por el pensamiento liberal. El catolicismo, la

tradición jurídica de los letrados de la Nueva España y el constitucionalismohistórico en sus diversas vertientes habían jugado un papel nrás importanteque el liberalisrno en el proceso emancipador mexicano. Los principalesintelectuales de la insurgencia, como José María Cos y Andrés QuintanaRoo, daban muestra, segúnVilloro, de la persistencia <de la concepción polí-tica tradicional>, mientras que los pocos aires liberales llegaban de Cádtz,como podía apreciarse en la influencia de la Constitución de 7872 sobre la

de Apatzingán6. Tiempo después, historiadores como Edmundo O'Gorman

s Garrido Asperó (2005: 207 -222).6 Villoro (1953:99-107). En las ediciones posteriores, sin embargo,Villoro se dejaúa

llevar por las obras deJesús Reyes Heroles,José Miranda y Francisco L6pez Cárnara,t¡uienes desdeñaban la importancia del constitucionalismo hispánico y creían encontrarun nliberrlismo criollo> relacionado con un protonacionalismo mexicano:9f. Avtla/( ir¡rrido Asperó (20f15:. 77 -96).

Alfredo Ávila y Virginia Guedea

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l5 fi Alli'r'tlo Avilrr y Virsini.r ( lut'tlr':t

y David tsrading recuperarían el estudio de las tr¿rcliciones intelectu¿rles lroliberales en el período de la independencia. El constitucionalismo histórico yel republicanismo serían resaltados, junto con la religión, como elenrentosfundamentales para comprender la riqueza del pensamiento de la enrancipa-

ción. Hacia 1968,Javier Ocampo concluiría con esa etapa revisionista en unexhaustivo ensayo sobre la variedad de ideas entre 1821 y 1822, cuando se

consumó la independencia. La historiografia posterior ya no podía seguirreduciendo la independencia a una mera expresión del enciclopedismo pro-toliberal. Quedaba demostrado que la variedad de tradiciones intelectuales a

comienzos del siglo xIX en Nueva España era mucho más compleja.La historiografia tradicional sobre la independencia insistía en que los

rrnrericanos, al sentirse desplazados por los españoles peninsulares, fueron los

principales pronotores de la ruptura con la metrópoli. Otra de las aportacio-nes de la obra deVilloro fue separarse, al menos en parte, de esa interpreta-ción. El lugar de nacimiento no podía explicar las razones de muchos criollospara defender el dominio de la monarquía hispánica en el Nuevo Mundo. Encambio, las clases y las relaciones sociales parecían ser Lrn mejor punto de par-tida. La alta burocracia, el clero catedralicio, los mandos militares y los gran-des mineros y comerciantes (a quienesVilloro denominó <clase europea>)favorecerían, por supuesto, el mantenimiento del statu quo. Otra clase domi-nante, integrada por propietarios vinculados con la economía regional, nobuscaría cambios sociales, pero anhelaba tener lnayor influencia política. Los

pequeños comerciantes, administradores, curas y abogados tendrían más

motivos para modificar las cosas, por lo que apoyaron, en general, la indepen-dencia. Esta clase media es el personaje central del relato de| Proceso ideolttgko

dc la revttlucitSn de indepeudencia.Por debajo de ella se encontraba <la clase tra-b:rjadora> o los grupos populares, poco conocidos y muy sir-nplificados.

Si bien esta distinción de clases sociales puede ser nllry cuestionable, se

trató de un buen punto de partida para otros autores.Timothy E.Anna,porcjenrplo, propuso sustituir las cuatro clases señaladas porVilloro, por (cuatro

clivisiones ligeramente modificadas: administrativa real y elite extranjera, elitc

local y plutócratas, pequeña burguesía y pobres>7.Tiempo después, BrianHanrnett haría sus propias adecuaciones al análisis de los grupos sociales.l)nso más cuidado al describir las características de la <elite nrexicana o resi-tlente> y de la <burguesía provincial> y advirtió que las variantes region:rlesinr¡rrimían sellos diversos en la composición de la sociedad, pero siguió corr-

7 Ann:r (19t31: 33).

De la independencia nacional a los procesos autonomistas 2s9

siderando útiles los esfuerzos deVilloro y de Anna8. En particular, el trabajo

deTimothy E.Anna contribuyó de un modo decisivo a consolidar una de las

interpretaciones más aceptadas de la historiografta reciente sobre las inde-

pendencias: la del proceso autonomista. The Fall of the Royal Government in

Mexíco Clfy constituyó un destacado aporte, al estudiar, sobre todo, la cultura

política y la administración española en la ciudad de México, temas poco

conocidos hasta entonces.

Los historiadores estadounidenses dedicados al tema de la independencia

nrexicana ya habían avanzado en el estudio del gobierno español en Nueva

España durante la crisis del orden colonial. Desde la década de 1'940, Nettie

Lee Benson se percató de la necesidad dc conocer las repercusiones liberales

del constitucionalismo gaditano en el virreinato y en el México indepen-

diente. Ernprendió el estudio de los procesos electorales y de las diputaciones

provinciales, cuando la mayor parte de los historiadores consideraba que lo

único digno de historiarse en el período de la década de 1810 era la gesta

insurgente.Volver la mirada a las Cortes de Cádiz significó una novedad, no

sólo por descubrir que la crisis por la cual atravesaban las tnonarquías ibéri-

cas podía considerarse responsable de su caída en el Nuevo Mundo (inde-

pendientemente de los esfuerzos de los insurgentes etl ese sentido), sino

sobre todo porque los americanos, colllo José Miguel Ramos Arizpe, tam-

bién fueron protagonistas en esa historiae. La vinculación que Benson hizo

del proceso político novohispano con el liberalismo gaditano sería retomada

después por varios autores, corno Hugh M' Hamill y Doris Ladd'

Para Hamill, no era posible comprender la insurgencia de Miguel Hidal-

go sin el estudio de su contraparte, las campañas de los realistas y defensores

áel orden colonial. En The Hidatgo Revolt. Prelttde to Mexican Independencelt\,

enfatizí que Hidalgo no pretendió organízar un gobierno alterno, sino sólo

justificó la insurrección con argumentos tomados del corpus jurídico tradi-

cional, el mismo al cual habían recurrido los letrados de 1808. De manera

particular, puso atención al uso que los insurgentes hacían del nombre del

rey, como un elemento propagandístico. La propaganda (es decir, la retórica)

se convirtió, en la obra de Hamill, en un elemento de fundamental impor-

tancia para explicar los éxitos y fracasos de los actores políticos a partir de

1808. Los letrados que buscaban la autonomía, como Francisco Primo de

s Hamnett R. (1990:37 ss).

" Benson (7946: 336-350, 1 955, 1966a, 1966b: 1' -22, y 1'984: 5 1 5-539)'r') HamillJr. (1966).

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y David tsrading recuperarían el estudio de las tr¿rcliciones intelectu¿rles lroliberales en el período de la independencia. El constitucionalismo histórico yel republicanismo serían resaltados, junto con la religión, como elenrentosfundamentales para comprender la riqueza del pensamiento de la enrancipa-

ción. Hacia 1968,Javier Ocampo concluiría con esa etapa revisionista en unexhaustivo ensayo sobre la variedad de ideas entre 1821 y 1822, cuando se

consumó la independencia. La historiografia posterior ya no podía seguirreduciendo la independencia a una mera expresión del enciclopedismo pro-toliberal. Quedaba demostrado que la variedad de tradiciones intelectuales a

comienzos del siglo xIX en Nueva España era mucho más compleja.La historiografia tradicional sobre la independencia insistía en que los

rrnrericanos, al sentirse desplazados por los españoles peninsulares, fueron los

principales pronotores de la ruptura con la metrópoli. Otra de las aportacio-nes de la obra deVilloro fue separarse, al menos en parte, de esa interpreta-ción. El lugar de nacimiento no podía explicar las razones de muchos criollospara defender el dominio de la monarquía hispánica en el Nuevo Mundo. Encambio, las clases y las relaciones sociales parecían ser Lrn mejor punto de par-tida. La alta burocracia, el clero catedralicio, los mandos militares y los gran-des mineros y comerciantes (a quienesVilloro denominó <clase europea>)favorecerían, por supuesto, el mantenimiento del statu quo. Otra clase domi-nante, integrada por propietarios vinculados con la economía regional, nobuscaría cambios sociales, pero anhelaba tener lnayor influencia política. Los

pequeños comerciantes, administradores, curas y abogados tendrían más

motivos para modificar las cosas, por lo que apoyaron, en general, la indepen-dencia. Esta clase media es el personaje central del relato de| Proceso ideolttgko

dc la revttlucitSn de indepeudencia.Por debajo de ella se encontraba <la clase tra-b:rjadora> o los grupos populares, poco conocidos y muy sir-nplificados.

Si bien esta distinción de clases sociales puede ser nllry cuestionable, se

trató de un buen punto de partida para otros autores.Timothy E.Anna,porcjenrplo, propuso sustituir las cuatro clases señaladas porVilloro, por (cuatro

clivisiones ligeramente modificadas: administrativa real y elite extranjera, elitc

local y plutócratas, pequeña burguesía y pobres>7.Tiempo después, BrianHanrnett haría sus propias adecuaciones al análisis de los grupos sociales.l)nso más cuidado al describir las características de la <elite nrexicana o resi-tlente> y de la <burguesía provincial> y advirtió que las variantes region:rlesinr¡rrimían sellos diversos en la composición de la sociedad, pero siguió corr-

7 Ann:r (19t31: 33).

De la independencia nacional a los procesos autonomistas 2s9

siderando útiles los esfuerzos deVilloro y de Anna8. En particular, el trabajo

deTimothy E.Anna contribuyó de un modo decisivo a consolidar una de las

interpretaciones más aceptadas de la historiografta reciente sobre las inde-

pendencias: la del proceso autonomista. The Fall of the Royal Government in

Mexíco Clfy constituyó un destacado aporte, al estudiar, sobre todo, la cultura

política y la administración española en la ciudad de México, temas poco

conocidos hasta entonces.

Los historiadores estadounidenses dedicados al tema de la independencia

nrexicana ya habían avanzado en el estudio del gobierno español en Nueva

España durante la crisis del orden colonial. Desde la década de 1'940, Nettie

Lee Benson se percató de la necesidad dc conocer las repercusiones liberales

del constitucionalismo gaditano en el virreinato y en el México indepen-

diente. Ernprendió el estudio de los procesos electorales y de las diputaciones

provinciales, cuando la mayor parte de los historiadores consideraba que lo

único digno de historiarse en el período de la década de 1810 era la gesta

insurgente.Volver la mirada a las Cortes de Cádiz significó una novedad, no

sólo por descubrir que la crisis por la cual atravesaban las tnonarquías ibéri-

cas podía considerarse responsable de su caída en el Nuevo Mundo (inde-

pendientemente de los esfuerzos de los insurgentes etl ese sentido), sino

sobre todo porque los americanos, colllo José Miguel Ramos Arizpe, tam-

bién fueron protagonistas en esa historiae. La vinculación que Benson hizo

del proceso político novohispano con el liberalismo gaditano sería retomada

después por varios autores, corno Hugh M' Hamill y Doris Ladd'

Para Hamill, no era posible comprender la insurgencia de Miguel Hidal-

go sin el estudio de su contraparte, las campañas de los realistas y defensores

áel orden colonial. En The Hidatgo Revolt. Prelttde to Mexican Independencelt\,

enfatizí que Hidalgo no pretendió organízar un gobierno alterno, sino sólo

justificó la insurrección con argumentos tomados del corpus jurídico tradi-

cional, el mismo al cual habían recurrido los letrados de 1808. De manera

particular, puso atención al uso que los insurgentes hacían del nombre del

rey, como un elemento propagandístico. La propaganda (es decir, la retórica)

se convirtió, en la obra de Hamill, en un elemento de fundamental impor-

tancia para explicar los éxitos y fracasos de los actores políticos a partir de

1808. Los letrados que buscaban la autonomía, como Francisco Primo de

s Hamnett R. (1990:37 ss).

" Benson (7946: 336-350, 1 955, 1966a, 1966b: 1' -22, y 1'984: 5 1 5-539)'r') HamillJr. (1966).

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lr,tl Alfi-crlo Avil:r y Vir-sini.r ( Jucrlc:r

Verdad, y los pensadores realistas, como Agustín Pomposo Fernández de S¡nSalvador, empleaban argumentos y estrategias retóricas similares para alcan-zar sus objetivos. De ahí la importancia de hacer una historia incluyente, unaqLle no sólo pusiera atención al pensamiento de los insurgentes y de los libe-rales, sino también al de los defensores del statu quo11 .

Hugh Hamill ya adelantaba la importancia de la búsqueda de la autono-mía para explicar el papel, en apariencia contradictorio y paradójico, de algu-nos políticos novohispanos. Doris Ladd, en Tlrc Mexican nobilíty at indepen-dencetz,recuperó este aserto, al relatar el papel de las familias más ricas ypoderosas del virreinato durante los últimos años de la dominación española.Sin embargo, quien en su nronlento nlejor sintetizó los esfuerzos de autoresconro Benson y Hamill fue Timothy Anna. En términos generales, la princi-pal hipótesis de este autor es que ni los insurgentes ni los trigarantes provo-caron la caída del gobierno español en México, sino que ésta fue productode la pérdida de legitimidad ocasionada por la crisis de 1808. Esto fue apro-vechado por los partidarios de la autonomía para debilitar a las autoridades,las cuales tuvieron que hacer frente a la insurrección y al liberalisnro impul-sado por las Cortes. Al final, la opción constitucional, al no satisfacer lasdemandas representativas de los americanos, propició el triunfo de los auto-norüistas. La independencia de 1,821, parecia, entonces, la culminación de loiniciado en 1808.

Si bien los historiadores r-nexicanos rnantenían su interés en la insurgen-cia, tampoco ellos pudieron ignorar la importancia de vincular el procesoemancipador de Nueva España con lo que sucedía en el resto del mundohispánico. Este es el caso de La constitudón de Apatzingán y los creadores delEstado Mexícanot3,de Ernesto de laTorre, uno de los más destacados especia-listas en el proceso emancipador. Es verdad que mantiene la hipótesis de unprotonacionalismo criollo como factor determinante en la independencia,pero también vinculó lo sucedido en Nueva España con los procesos sud-americanos, en especial en el análisis y comparación de los primeros experi-mentos constitucionales, incluido el de Cádiz. Esto lo condujo a revisar lacrisis de 1808, no como simple antecedente de la independencia, sino conroelelnento detonador de un proceso revolucionario en todo el mundo hispá-nico. (Jn caso semejante es el de Ernesto Lemoine, sin duda el más inrpor-

H¿rnrill (0t11. 49) Cf tanrbién (1979 439-47 4, 19U0 423-444,y 2(X)3: (r7-ti-l).Doris Ladd (197 6).Torre Villar (197 8) .

De la independencia naciorlal a los proccsos ¿rLrtonolllistas 261

tante biógrafo de Morelos. En seguimiento de las hipótesis deVilloro, consi-deró que el inicio del rnovimiento ernancipador debía ubicarse en 1808, conel conflicto entre los criollos del Ayuntamiento de México y la Audiencia.La rnayoúa de sus obras son de carácter nacionalista y considera que la insur-gencia fue única responsable de la independencia, pero no pudo dejar dereconocer la impronta del constitucionalismo español, cuyos efectos en el

virreinato analizí con cuidadol4.

Lns Nu¡vRs HISToRIAS 1: LR tNsultcENCIA

Hacia finales de la década de 1.97o,los historiadores habían realizado eru-ditos estudios acerca del proceso enrancipador y habían cuestionado algunas

de las interpretaciones más caras a la tradición historiográfica liberal. En elámbito de la historia de las ideas, se había descubierto que ni la Ilustración niel liberalismo francés fueron los principales impr,rlsores de los próceres de laindependencia. Según parecía, el pensamiento católico y el liberalismo gadita-no habían jugado un papel nrás inrportante.Asimismo, empezó a insertarse el

proceso novohispano en el más anrplio de transformación del mundo hispá-nico. Incluso, algunos autores cuestionaron el papeljugado por la insurgencia

y los trigarantes en la consecución de la independencia, pues la crisis iniciadaen 1808 parecía tan grave con1o para explicar la pérdida del dominio español

en Aurérica. Como señaló Anna, la monarquía hispana no fue derrotada porsus nunlerosos enernigos en el virreinato, sino que se colapsó. De maneraexplicable, muchos historiadores no estuvieron de acuerdo con este modo de

pensar la independencia. Ernesto Lemoine y Ernesto de la Torre mantuvieronla hipótesis de que la insurgencia comenzada por Miguel Hidalgo había sidoel principal motor del nacimiento del México soberano. No obstante, en par-ticular en las obras de este últirlro, puede apreciarse que sumaba a las tradicio-nales versiones sobre la Guerra de Independencia, el contexto hispanoanreri-cano e, inclusive, las actividadeé de políticos qLre no se habían insurreccionadosino que prefirieron las vías políticas para conseguir sus objetivosls.

Tal vez el autor que mejor consiguió vincular la insurgencia mexicanacon el proceso revolucionario hispánico es Brian Hamnett. Conocedor de la

r+ Lcnroine (1974: vol .6,309-320). EntreI cn)()inc, (f. l()(r3: 3¡i5-710 y197(). La últinla con

l;'liur-t' Vill:rr' (I ()(r(r).

las obras nrás destacables de Ernestovarias reediciones.

I

2

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lr,tl Alfi-crlo Avil:r y Vir-sini.r ( Jucrlc:r

Verdad, y los pensadores realistas, como Agustín Pomposo Fernández de S¡nSalvador, empleaban argumentos y estrategias retóricas similares para alcan-zar sus objetivos. De ahí la importancia de hacer una historia incluyente, unaqLle no sólo pusiera atención al pensamiento de los insurgentes y de los libe-rales, sino también al de los defensores del statu quo11 .

Hugh Hamill ya adelantaba la importancia de la búsqueda de la autono-mía para explicar el papel, en apariencia contradictorio y paradójico, de algu-nos políticos novohispanos. Doris Ladd, en Tlrc Mexican nobilíty at indepen-dencetz,recuperó este aserto, al relatar el papel de las familias más ricas ypoderosas del virreinato durante los últimos años de la dominación española.Sin embargo, quien en su nronlento nlejor sintetizó los esfuerzos de autoresconro Benson y Hamill fue Timothy Anna. En términos generales, la princi-pal hipótesis de este autor es que ni los insurgentes ni los trigarantes provo-caron la caída del gobierno español en México, sino que ésta fue productode la pérdida de legitimidad ocasionada por la crisis de 1808. Esto fue apro-vechado por los partidarios de la autonomía para debilitar a las autoridades,las cuales tuvieron que hacer frente a la insurrección y al liberalisnro impul-sado por las Cortes. Al final, la opción constitucional, al no satisfacer lasdemandas representativas de los americanos, propició el triunfo de los auto-norüistas. La independencia de 1,821, parecia, entonces, la culminación de loiniciado en 1808.

Si bien los historiadores r-nexicanos rnantenían su interés en la insurgen-cia, tampoco ellos pudieron ignorar la importancia de vincular el procesoemancipador de Nueva España con lo que sucedía en el resto del mundohispánico. Este es el caso de La constitudón de Apatzingán y los creadores delEstado Mexícanot3,de Ernesto de laTorre, uno de los más destacados especia-listas en el proceso emancipador. Es verdad que mantiene la hipótesis de unprotonacionalismo criollo como factor determinante en la independencia,pero también vinculó lo sucedido en Nueva España con los procesos sud-americanos, en especial en el análisis y comparación de los primeros experi-mentos constitucionales, incluido el de Cádiz. Esto lo condujo a revisar lacrisis de 1808, no como simple antecedente de la independencia, sino conroelelnento detonador de un proceso revolucionario en todo el mundo hispá-nico. (Jn caso semejante es el de Ernesto Lemoine, sin duda el más inrpor-

H¿rnrill (0t11. 49) Cf tanrbién (1979 439-47 4, 19U0 423-444,y 2(X)3: (r7-ti-l).Doris Ladd (197 6).Torre Villar (197 8) .

De la independencia naciorlal a los proccsos ¿rLrtonolllistas 261

tante biógrafo de Morelos. En seguimiento de las hipótesis deVilloro, consi-deró que el inicio del rnovimiento ernancipador debía ubicarse en 1808, conel conflicto entre los criollos del Ayuntamiento de México y la Audiencia.La rnayoúa de sus obras son de carácter nacionalista y considera que la insur-gencia fue única responsable de la independencia, pero no pudo dejar dereconocer la impronta del constitucionalismo español, cuyos efectos en el

virreinato analizí con cuidadol4.

Lns Nu¡vRs HISToRIAS 1: LR tNsultcENCIA

Hacia finales de la década de 1.97o,los historiadores habían realizado eru-ditos estudios acerca del proceso enrancipador y habían cuestionado algunas

de las interpretaciones más caras a la tradición historiográfica liberal. En elámbito de la historia de las ideas, se había descubierto que ni la Ilustración niel liberalismo francés fueron los principales impr,rlsores de los próceres de laindependencia. Según parecía, el pensamiento católico y el liberalismo gadita-no habían jugado un papel nrás inrportante.Asimismo, empezó a insertarse el

proceso novohispano en el más anrplio de transformación del mundo hispá-nico. Incluso, algunos autores cuestionaron el papeljugado por la insurgencia

y los trigarantes en la consecución de la independencia, pues la crisis iniciadaen 1808 parecía tan grave con1o para explicar la pérdida del dominio español

en Aurérica. Como señaló Anna, la monarquía hispana no fue derrotada porsus nunlerosos enernigos en el virreinato, sino que se colapsó. De maneraexplicable, muchos historiadores no estuvieron de acuerdo con este modo de

pensar la independencia. Ernesto Lemoine y Ernesto de la Torre mantuvieronla hipótesis de que la insurgencia comenzada por Miguel Hidalgo había sidoel principal motor del nacimiento del México soberano. No obstante, en par-ticular en las obras de este últirlro, puede apreciarse que sumaba a las tradicio-nales versiones sobre la Guerra de Independencia, el contexto hispanoanreri-cano e, inclusive, las actividadeé de políticos qLre no se habían insurreccionadosino que prefirieron las vías políticas para conseguir sus objetivosls.

Tal vez el autor que mejor consiguió vincular la insurgencia mexicanacon el proceso revolucionario hispánico es Brian Hamnett. Conocedor de la

r+ Lcnroine (1974: vol .6,309-320). EntreI cn)()inc, (f. l()(r3: 3¡i5-710 y197(). La últinla con

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las obras nrás destacables de Ernestovarias reediciones.

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historia regional oaxaqueña de finales del siglo xvrrr, no podía ignorar las

condiciones locales que dieron sus características peculiares al proceso inde-pendentista. En The Politics of Counter-Reuolutíon realiz6 un estudio compara-tivo del impacto de los movimientos revolucionarios y del constitucionalis-mo gaditano en los gobiernos virreinales de Nueva España y el Perú16. Elproceso desatado por la crisis de la monarquía pudo ser común a todas las

posesiones hispánicas, pero las respuestas variaron, toda vez que las guerras deliberación tarnbién formaron parte de conflictos internos entre grupos depoder americanos. La independencia mexicana puede ser interpretada, así,

como un reacomodo en las alianzas y coaliciones de esos gruposlT ante lacrisis de la monarquía española y el liberalismo, pero también, y de modoineludible, frente a la insurgencia que incendió buena parte del país durantelargos años. Después de todo, la Guerra Civil debía ser estudiada y compren-dida si quería entenderse la ernancipación. Esto conduciría a Hamnett a inte-resarse en la rebelión y, de paso, a minar otra de las más apreciadas interpreta-ciones de la historiografia nacionalista tradicional.

La toma de conciencia del pueblo mexicano respecto a la opresión espa-ñola había sido el argumento clásico que explicaba -y justificaba- la inde-pendencia. El <pueblo" siempre fue actor decisivo en la historiografia sobreel tema.Ya virnos cómo LuisVilloro lo incluyó también como un personajerelevante en su relato historiográfico. Si bien reconoció que los objetivos delas <clases trabajadorasD no eran los de la dirigencia criolla del movimientoinsurgente, en todo caso sus reclantos eran justos. Los estudios de historiaregional de los últimos años del virreinato contribuirian a dar más precisióna los historiadores en el abordaje de la participación popular en la guerra ini-ciada en 1810. El rnismoVilloro incluyó reGrencias a los trabajos de EnriqueFlorescano sobre las crisis agrarias y de David Brading sobre las estructurassociales y comerciales de Guanajuatols, pero serían historiadores como BrianHarnnett,JohnTutino y EricVanYoung quienes por fin dieron relieve yforrrra al upuebloo. En Roofs of Insurgencyle, Brian Hamnett admitiría que las

corrdiciones de vida de rnuy variados grupos sociales se habían deteriorado a

filr:rles del período virreinal debido a las transforrnaciones económicas, pero

l(' H:rnrnett (1980a).l7 Hnnrnctt (1980b: 55-86).l8 Florcsclno (1969) y Brading (1971).A estos estudios deben agregarse los trab:rjos

¡rostcriolcs dcTaylor (1979) yYoung (1981).l') H:ulnctt (198ft.

De la independencia llacional a los procesos autononlistas 263

también señaló que éste no es un factor que explique por completo la insu-rrección. La insurgencia no fue la continuación de los motines y rebelionesagrarias del siglo xvlu, sino resultado de una suma de factores políticos, entrelos que dest¡can la crisis de la monarquía y las aspiraciones políticas de losprofesionalcs y de las burguesías regionales.

El rrrisrrro airo en que apareció Roots of Insurgency,JohnTütino publicó unambicioso enálisis acerca de la violencia agraria en la historia de México:From invtrrt'ttitttt to reuolutiott fu Mexico2o. Si bien se trata de una interpretaciónde larso alcance que discute, rnás que con los historiadores de la independen-cia, con los especialistas en rebeliones sociales, los aportes sobre la guerra ini-ciada en 1 81 0 no pudieron pasar inadvertidos a los estudiosos de la emancipa-ción, pues casi la rnitad del libro está dedicado a ella2l. En términos generales,

coincidía con algunas de las conclusiones a las cuales había llegado Hamnett.En su estudio, resaltaba las condiciones regionales col11o un factor que perrni-tía explicar la diversidad de características de la rebelión.Tlrtino concluiríaque la rebeldía popular no se originaba en la opresión española sobre la pobla-ción indígena. l)e mayor irnportancia eran los cambios que en el medio ruralse presentaban por obra de la introducción de una economía moderna, algoque sucedía en el Bajío de cornienzos del siglo xlx.EricVanYoung yahabiaapuntado que en la región de Guadalajara también ocurría un fenórnenoparecido que contribuiría a explica¡ si bien parcialmente, las razones por las

que algunos pueblos se levantaron en armas en la década de 181022.

Las condiciones materiales de los pueblos del Bajío, insertos en una eco-nomía de mercado, podían explicar su insurgencia, lo mismo que las más tra-dicionales de las comunidades indígenas de los valles de Toluca aclaraban porqué Miguel Hidalgo no encontró apoyo masivo en esa región. Las oscilacio-nes brutales en los precios de rnaí2, el acaparamiento de los productos de

consumo básico y otras prácticas capitalistas en el Bajío y Guadalajara forma-ron el combustible para el incendio social. Sin ernbargo, como bien lo notóEricVanYoung, el problema de los motivos de la rebeldía no puede redücir-se a las condiciones materiales. Los estudiosos de la insurgencia popularsaben que comunidades con características semejantes e insertas en la misnudinámica econórnica optaron por vías diferentes a la hora de elegir entreunirse a la rebelión o mantener la lealtad al régimen. En términos generales,

20 Tütino (1986).21 Hernández (s/f).2r VrnYoung (1992).

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historia regional oaxaqueña de finales del siglo xvrrr, no podía ignorar las

condiciones locales que dieron sus características peculiares al proceso inde-pendentista. En The Politics of Counter-Reuolutíon realiz6 un estudio compara-tivo del impacto de los movimientos revolucionarios y del constitucionalis-mo gaditano en los gobiernos virreinales de Nueva España y el Perú16. Elproceso desatado por la crisis de la monarquía pudo ser común a todas las

posesiones hispánicas, pero las respuestas variaron, toda vez que las guerras deliberación tarnbién formaron parte de conflictos internos entre grupos depoder americanos. La independencia mexicana puede ser interpretada, así,

como un reacomodo en las alianzas y coaliciones de esos gruposlT ante lacrisis de la monarquía española y el liberalismo, pero también, y de modoineludible, frente a la insurgencia que incendió buena parte del país durantelargos años. Después de todo, la Guerra Civil debía ser estudiada y compren-dida si quería entenderse la ernancipación. Esto conduciría a Hamnett a inte-resarse en la rebelión y, de paso, a minar otra de las más apreciadas interpreta-ciones de la historiografia nacionalista tradicional.

La toma de conciencia del pueblo mexicano respecto a la opresión espa-ñola había sido el argumento clásico que explicaba -y justificaba- la inde-pendencia. El <pueblo" siempre fue actor decisivo en la historiografia sobreel tema.Ya virnos cómo LuisVilloro lo incluyó también como un personajerelevante en su relato historiográfico. Si bien reconoció que los objetivos delas <clases trabajadorasD no eran los de la dirigencia criolla del movimientoinsurgente, en todo caso sus reclantos eran justos. Los estudios de historiaregional de los últimos años del virreinato contribuirian a dar más precisióna los historiadores en el abordaje de la participación popular en la guerra ini-ciada en 1810. El rnismoVilloro incluyó reGrencias a los trabajos de EnriqueFlorescano sobre las crisis agrarias y de David Brading sobre las estructurassociales y comerciales de Guanajuatols, pero serían historiadores como BrianHarnnett,JohnTutino y EricVanYoung quienes por fin dieron relieve yforrrra al upuebloo. En Roofs of Insurgencyle, Brian Hamnett admitiría que las

corrdiciones de vida de rnuy variados grupos sociales se habían deteriorado a

filr:rles del período virreinal debido a las transforrnaciones económicas, pero

l(' H:rnrnett (1980a).l7 Hnnrnctt (1980b: 55-86).l8 Florcsclno (1969) y Brading (1971).A estos estudios deben agregarse los trab:rjos

¡rostcriolcs dcTaylor (1979) yYoung (1981).l') H:ulnctt (198ft.

De la independencia llacional a los procesos autononlistas 263

también señaló que éste no es un factor que explique por completo la insu-rrección. La insurgencia no fue la continuación de los motines y rebelionesagrarias del siglo xvlu, sino resultado de una suma de factores políticos, entrelos que dest¡can la crisis de la monarquía y las aspiraciones políticas de losprofesionalcs y de las burguesías regionales.

El rrrisrrro airo en que apareció Roots of Insurgency,JohnTütino publicó unambicioso enálisis acerca de la violencia agraria en la historia de México:From invtrrt'ttitttt to reuolutiott fu Mexico2o. Si bien se trata de una interpretaciónde larso alcance que discute, rnás que con los historiadores de la independen-cia, con los especialistas en rebeliones sociales, los aportes sobre la guerra ini-ciada en 1 81 0 no pudieron pasar inadvertidos a los estudiosos de la emancipa-ción, pues casi la rnitad del libro está dedicado a ella2l. En términos generales,

coincidía con algunas de las conclusiones a las cuales había llegado Hamnett.En su estudio, resaltaba las condiciones regionales col11o un factor que perrni-tía explicar la diversidad de características de la rebelión.Tlrtino concluiríaque la rebeldía popular no se originaba en la opresión española sobre la pobla-ción indígena. l)e mayor irnportancia eran los cambios que en el medio ruralse presentaban por obra de la introducción de una economía moderna, algoque sucedía en el Bajío de cornienzos del siglo xlx.EricVanYoung yahabiaapuntado que en la región de Guadalajara también ocurría un fenórnenoparecido que contribuiría a explica¡ si bien parcialmente, las razones por las

que algunos pueblos se levantaron en armas en la década de 181022.

Las condiciones materiales de los pueblos del Bajío, insertos en una eco-nomía de mercado, podían explicar su insurgencia, lo mismo que las más tra-dicionales de las comunidades indígenas de los valles de Toluca aclaraban porqué Miguel Hidalgo no encontró apoyo masivo en esa región. Las oscilacio-nes brutales en los precios de rnaí2, el acaparamiento de los productos de

consumo básico y otras prácticas capitalistas en el Bajío y Guadalajara forma-ron el combustible para el incendio social. Sin ernbargo, como bien lo notóEricVanYoung, el problema de los motivos de la rebeldía no puede redücir-se a las condiciones materiales. Los estudiosos de la insurgencia popularsaben que comunidades con características semejantes e insertas en la misnudinámica econórnica optaron por vías diferentes a la hora de elegir entreunirse a la rebelión o mantener la lealtad al régimen. En términos generales,

20 Tütino (1986).21 Hernández (s/f).2r VrnYoung (1992).

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r(r.l Alfi'ctlo Avil;¡ y VIr-snn.r ( it¡r'tlt'.r

los interesados en la insurgencia han transitado de la historia social a l¡ cultu-ral. El giro lingüístico que, como veremos más adelante, ha influido en losestudios de historia intelectual y política, también se halla presente en lostrabajos que abordan la rebelión popular, los cuales cadavez se alejan más delas perspectivas sociales clásicas.

El caso más paradigmático es el de EricVanYoung. En 1981 apareció su

interesante estudio acerca de la economía rural de la región de Guadalajara,en el que abordaba la compleja relación entre las unidades productivas y laformación del mercado23. Desde una perspectiva materialista, pero no mar-xiana, se ocupó del impacto social de las transformaciones económicas definales del siglo xvtII en La crisis elel ortlen colonial. No pudo ignorar, porsLlpuesto, que el mercado estaba beneficiando, sobre todo, a los más ricos,rnientras que los pobres no pudieron competir bajo las nuevas condiciones.Este fenómeno propició, por supuesto, descontento y facilitaría la insurrec-ción, pero no en una relación simple de causa-consecuencia.VanYoungobservó, por ejemplo, que en el marco de la mayor competencia económica,los indios principales de las comunidades indígenas tendieron a apropiarse de

las tierras que correspondían a los cargos de répírblica que ocupaban. Bajoun enfoque naterialista, esto conduciría a pensar la posibilidad de un esce-

nario de lucha de clases dentro de los pueblos, errtre principales y macehua-les. Sin embargo,VanYoung se percató de que los lazos de solidaridad comu-nitarios eran más fuertes y favorecieron que el conflicto se diera, más bien,entre los pueblos y las haciendas y ranchos. LJn elemento de índole culturalmostraba, así, tener más peso que las condiciones materiales para explicar la

actuación de las comunidades indígenas2a.

En su nronumental obra The Otlrcr Rebellíon2s,analiza las razones por las

cuales rruchas comunidades decidieron unirse o no a la insurgencia, desde

una perspectiva sociocultural. A partir de una enorme base de datos, el autorse adentró en la mentalidad popular como elemento fundamental para com-prender las razones de la rebeldía. De tal manera, describió las líneas de unmonarquismo ingenuo, presente en los testimonios de decenas de comba-tientes indígenas capturados por las autoridades realistas. La esperanza en el

¿rrribo de un Mesías (que podía ser, incluso, el mismo rey de España) motivóla participación de muchas personas, en una época en la que se temían ata-

VanYouns (1981).

V¿rrr Young (1984: 55-79) .

Van Young (2001) .

De la independcncia nacional a los procesos autonomistas 265

comunidades indígenas no se insurreccionaron por compartir las expectati-

vas de los dirigentes independentistas. En la mayoúa de los casos, los pueblos

que se amotinaban o que proporcionaban gente para la guerra tenían objeti-

vos locales, como el mantenimiento del orden comunitario frente a amena-

zas externas. Con resultados como éste, bien documentados, termina por

caer una de las certezas fundamentales de la historiografia nacionalista. En

definitiva, el pueblo mexicano nunca peleó por su independencia y libertad,

debido fundamentalmente a que dicho <pueblo mexicano> no existía, sino

que en su lugar había cientos de pueblos, que buscaban mantener la solidari-

dad comunal. Los objetivos que se plantearon en el trance de 1810 no eran

alcanzar la libertad de una entidad que dificilmente podrían imaginar, sino el

mantenimiento de un orden concebido como aceptable26'

LRs Nunv,qs HlsroRIAS 2: Iosas v LENGUAJES

lJna de las principales hipótesis de EricVanYoung es que había un divor-

cio entre la ideología popular -mesiánica, comunitaria y tradicionalista- y la

de las elites criollas, presuntamente protoliberal y protonacionalista2T. La his-

toriografia sobre el pensamiento de la independencia se ha encargado de

mostrar que, tal vez, Ias diferencias entre las elites y los grupos subalternos no

eran tan marcadas. Como veremos más adelante, autores como Peter Guardi-

no,Antonio Annino y Claudia Guarisco, entre otros, consideran que los pue-

blos, en diverso grado, adoptaron las instituciones liberales en beneficio pro-

pio. Es posible que hubiera mayor comunicación entre la cultura de los

grupos dominantes y la de los subalternos que lo que sugierevanYoung.

Esto puede apreciarse al hacer una revisión de la historia intelectual. Las

interpretaciones de la historiografia reciente confirma buena parte de las

26 La hipótesis deVanYoung ha recibido nunerosas críticas, entre otras cosas Por

strbestirlar las condiciones materiales. CJ, entre otras, Ia discusión que sostuvovanYoung

ctrrr Alrn Knight, en Historia Mexicana,LlY:214, octubre-diciembre de 2004, pp. 445-573.r7 Sobrc el presunto protonacionalismo de las elites criollas, c/VanYoung (2004:

r ls- | .le).

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r(r.l Alfi'ctlo Avil;¡ y VIr-snn.r ( it¡r'tlt'.r

los interesados en la insurgencia han transitado de la historia social a l¡ cultu-ral. El giro lingüístico que, como veremos más adelante, ha influido en losestudios de historia intelectual y política, también se halla presente en lostrabajos que abordan la rebelión popular, los cuales cadavez se alejan más delas perspectivas sociales clásicas.

El caso más paradigmático es el de EricVanYoung. En 1981 apareció su

interesante estudio acerca de la economía rural de la región de Guadalajara,en el que abordaba la compleja relación entre las unidades productivas y laformación del mercado23. Desde una perspectiva materialista, pero no mar-xiana, se ocupó del impacto social de las transformaciones económicas definales del siglo xvtII en La crisis elel ortlen colonial. No pudo ignorar, porsLlpuesto, que el mercado estaba beneficiando, sobre todo, a los más ricos,rnientras que los pobres no pudieron competir bajo las nuevas condiciones.Este fenómeno propició, por supuesto, descontento y facilitaría la insurrec-ción, pero no en una relación simple de causa-consecuencia.VanYoungobservó, por ejemplo, que en el marco de la mayor competencia económica,los indios principales de las comunidades indígenas tendieron a apropiarse de

las tierras que correspondían a los cargos de répírblica que ocupaban. Bajoun enfoque naterialista, esto conduciría a pensar la posibilidad de un esce-

nario de lucha de clases dentro de los pueblos, errtre principales y macehua-les. Sin embargo,VanYoung se percató de que los lazos de solidaridad comu-nitarios eran más fuertes y favorecieron que el conflicto se diera, más bien,entre los pueblos y las haciendas y ranchos. LJn elemento de índole culturalmostraba, así, tener más peso que las condiciones materiales para explicar la

actuación de las comunidades indígenas2a.

En su nronumental obra The Otlrcr Rebellíon2s,analiza las razones por las

cuales rruchas comunidades decidieron unirse o no a la insurgencia, desde

una perspectiva sociocultural. A partir de una enorme base de datos, el autorse adentró en la mentalidad popular como elemento fundamental para com-prender las razones de la rebeldía. De tal manera, describió las líneas de unmonarquismo ingenuo, presente en los testimonios de decenas de comba-tientes indígenas capturados por las autoridades realistas. La esperanza en el

¿rrribo de un Mesías (que podía ser, incluso, el mismo rey de España) motivóla participación de muchas personas, en una época en la que se temían ata-

VanYouns (1981).

V¿rrr Young (1984: 55-79) .

Van Young (2001) .

De la independcncia nacional a los procesos autonomistas 265

comunidades indígenas no se insurreccionaron por compartir las expectati-

vas de los dirigentes independentistas. En la mayoúa de los casos, los pueblos

que se amotinaban o que proporcionaban gente para la guerra tenían objeti-

vos locales, como el mantenimiento del orden comunitario frente a amena-

zas externas. Con resultados como éste, bien documentados, termina por

caer una de las certezas fundamentales de la historiografia nacionalista. En

definitiva, el pueblo mexicano nunca peleó por su independencia y libertad,

debido fundamentalmente a que dicho <pueblo mexicano> no existía, sino

que en su lugar había cientos de pueblos, que buscaban mantener la solidari-

dad comunal. Los objetivos que se plantearon en el trance de 1810 no eran

alcanzar la libertad de una entidad que dificilmente podrían imaginar, sino el

mantenimiento de un orden concebido como aceptable26'

LRs Nunv,qs HlsroRIAS 2: Iosas v LENGUAJES

lJna de las principales hipótesis de EricVanYoung es que había un divor-

cio entre la ideología popular -mesiánica, comunitaria y tradicionalista- y la

de las elites criollas, presuntamente protoliberal y protonacionalista2T. La his-

toriografia sobre el pensamiento de la independencia se ha encargado de

mostrar que, tal vez, Ias diferencias entre las elites y los grupos subalternos no

eran tan marcadas. Como veremos más adelante, autores como Peter Guardi-

no,Antonio Annino y Claudia Guarisco, entre otros, consideran que los pue-

blos, en diverso grado, adoptaron las instituciones liberales en beneficio pro-

pio. Es posible que hubiera mayor comunicación entre la cultura de los

grupos dominantes y la de los subalternos que lo que sugierevanYoung.

Esto puede apreciarse al hacer una revisión de la historia intelectual. Las

interpretaciones de la historiografia reciente confirma buena parte de las

26 La hipótesis deVanYoung ha recibido nunerosas críticas, entre otras cosas Por

strbestirlar las condiciones materiales. CJ, entre otras, Ia discusión que sostuvovanYoung

ctrrr Alrn Knight, en Historia Mexicana,LlY:214, octubre-diciembre de 2004, pp. 445-573.r7 Sobrc el presunto protonacionalismo de las elites criollas, c/VanYoung (2004:

r ls- | .le).

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Alfreclo Avila yVirginia Cluedea

hipótesis que el revisionismo iniciado en 1953 había propuesto, sobre todoen el señalamiento de que el pensamiento y las ideas de comienzos del sigloxlx debían más a las tradiciones españolas, como la neoescolástica y el libera-lis'ro gaditano, que a la influencia del enciclopedisrno y de los revoluciona-rios franceses. No obstante, el más destacable cambio de la historia intelec-tual reciente es metodológico. En vez de hacer una búsqueda de las ideas yde sus filiaciones, parece que importa más la manera en que fueron expresa-das y los contextos en que emergieron. No es que haya dejado de importarel significado, pero cada vez resulta más claro que irnporta más el uso de loslenguajes.

corno vimos, Hugh Hamill se había percatado ya de los efectos de lapropaganda, de modo que la aceptación o rechazo de la independenciadependió, no tanto de la racionalidad de cada proyecto, sino de las condicio-nes en que las ideas fueron expresadas. De ahí que en 1810, tanto los defen-sores del orden colonial como quienes promovían su caída, empleaban loslrrismos tópicos para legitinrar sus objetivos y para criticar a sus enenrigos.Mariano Beristáin acusaba a Hidalgo de ser agente de Napoleón, encargadode senrbrar la discordia en el Nuevo Mundo y atacar el catolicismo, mientiasque los insurgentes aducían ser defensores del rey, de la religión y de la patria.Si había agentes de los franceses -argüirían-, éstos eran las tercas autoridadesdel virreinato, que se obstinaban en nlantener la sujeción a una metrópolicontanr.inada por la herejía. Como el mismo Hamill probaría en un artículodedicado a Francisco Primo deverdad, las ideas de quienes promovían laautonomía no eran por sí mismas revolucionarias, lo peligroso era la maneracomo se expresaban2S.

De la misma nanera, los pensadores realistas defenderían sus posicionescon medios que, tal vez sin percatarse de eso, eran revolucionarios. AgustínPomposo Fernández de San Salvador emplearía el teatro y la prensa parafomentar una opinión pública favorable al dominio español y conrraria a laidea de independencia. Lo revolucionario de todo eso radicaba en la apela-ción al tribunal de la opinión. Según Brian connaughton, algo semejanresucedería con la Iglesia católica. Para preservar su posición como corpora-ción privilegiada, emplearía un discurso con tópicos liberales2e. carlosHerrejón, en un monumental estudio acerca de las retóricas en la época, hanrostrado cómo el sermón ilustrado proveyó los elementos para el discurso

:8 Hanrill (1979: 441,).3') connaughton (2003).Acerca de Fernández de San Salvador, rf, H:rrrrill (199 l).

De la independencia nacional a los procesos autonomistas 267

cívico decimonónico porque el primero incursionaba en los temas delsegundo30, pero también competía con la prensa periódica y con los folletosy papeles volantes. Cuando los sermones se imprimían, ya no iban dirigidosa la feligresía reunida en el templo, sino al público de la plaza, que no acepta-ba verdades sin discutirlas antes31.

En suma, la nueva historia intelectual también ha contribuido a ron,perlas interpretaciones nacionalistas, que veían en el pensamiento de los inde-pendentistas influencias ilustradas y protoliberales, mientras que los realistas

tendrían por fuerza que ser <conservadoreso. Al parecer, tanto las ideas comola manera de expresarlas eran muy semejantes en todos los bandos. Como ha

señalado Mercedes deVega, a comienzos del siglo xtx había elementos cul-turales comunes32 que proveían referencias para los partidarios de cualquieropción política. (Jna persona podía, incluso, defender causas diferentes yhasta contrarias empleando los mismos recursos retóricos y, por supuesto, las

mismas autoridades. Esto sucedió con el arcediano deValladolid, Manuel de

la Bárcena, quien en diferentes momentos sostuvo el constitucionalismogaditano, el absolutismo, la unión con España y la independencia, sin variarapenas las características de su discurso; pero también Carlos María de Busta-mante hizo sudar las prensas para pronlover la unidad de la monarquía y lalealtad a FernandoVII y, poco tiempo después, para encauzar un gobiernoindependiente33.

Este fenómeno ha conducido a que algunos autores recientes considerenque los discursos de la emancipación no tuvieron un carácter teórico sinosólo pragmático. Buscaban responder a los acontecimientos y las discusiones;

de ahí que hubiera un alto grado de eclecticismo. Por esto, para RobertoBreña, resulta inútil la búsqueda de influencias intelectuales y filiacionesdoctrinales. Los pensadores de la época de la independencia podían citar lomismo a Francisco Suárez que a Monesquieu. En todo caso, únicamente lohacían para obtener cierta autoridad. Más importante que saber si una idea

se debía a la tradición jurídica hispánica o a los revolucionarios franceses, es

entender el <uso ideológico> que se le daba3a.Autores recientes, como RafaelRojas y Elías Palti, por citar a dos de los más destacados representantes de la

l{) Herrejón Peredo (2003: 375).rr Ávila (s/f).32 Vega (2001a: 409-428).'rr Castelán Rueda (1997). Para Bárcena,cf. Avlh (2003: 5-41).'r+ Breña (2(l{)4:9).

)(r(r

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Alfreclo Avila yVirginia Cluedea

hipótesis que el revisionismo iniciado en 1953 había propuesto, sobre todoen el señalamiento de que el pensamiento y las ideas de comienzos del sigloxlx debían más a las tradiciones españolas, como la neoescolástica y el libera-lis'ro gaditano, que a la influencia del enciclopedisrno y de los revoluciona-rios franceses. No obstante, el más destacable cambio de la historia intelec-tual reciente es metodológico. En vez de hacer una búsqueda de las ideas yde sus filiaciones, parece que importa más la manera en que fueron expresa-das y los contextos en que emergieron. No es que haya dejado de importarel significado, pero cada vez resulta más claro que irnporta más el uso de loslenguajes.

corno vimos, Hugh Hamill se había percatado ya de los efectos de lapropaganda, de modo que la aceptación o rechazo de la independenciadependió, no tanto de la racionalidad de cada proyecto, sino de las condicio-nes en que las ideas fueron expresadas. De ahí que en 1810, tanto los defen-sores del orden colonial como quienes promovían su caída, empleaban loslrrismos tópicos para legitinrar sus objetivos y para criticar a sus enenrigos.Mariano Beristáin acusaba a Hidalgo de ser agente de Napoleón, encargadode senrbrar la discordia en el Nuevo Mundo y atacar el catolicismo, mientiasque los insurgentes aducían ser defensores del rey, de la religión y de la patria.Si había agentes de los franceses -argüirían-, éstos eran las tercas autoridadesdel virreinato, que se obstinaban en nlantener la sujeción a una metrópolicontanr.inada por la herejía. Como el mismo Hamill probaría en un artículodedicado a Francisco Primo deverdad, las ideas de quienes promovían laautonomía no eran por sí mismas revolucionarias, lo peligroso era la maneracomo se expresaban2S.

De la misma nanera, los pensadores realistas defenderían sus posicionescon medios que, tal vez sin percatarse de eso, eran revolucionarios. AgustínPomposo Fernández de San Salvador emplearía el teatro y la prensa parafomentar una opinión pública favorable al dominio español y conrraria a laidea de independencia. Lo revolucionario de todo eso radicaba en la apela-ción al tribunal de la opinión. Según Brian connaughton, algo semejanresucedería con la Iglesia católica. Para preservar su posición como corpora-ción privilegiada, emplearía un discurso con tópicos liberales2e. carlosHerrejón, en un monumental estudio acerca de las retóricas en la época, hanrostrado cómo el sermón ilustrado proveyó los elementos para el discurso

:8 Hanrill (1979: 441,).3') connaughton (2003).Acerca de Fernández de San Salvador, rf, H:rrrrill (199 l).

De la independencia nacional a los procesos autonomistas 267

cívico decimonónico porque el primero incursionaba en los temas delsegundo30, pero también competía con la prensa periódica y con los folletosy papeles volantes. Cuando los sermones se imprimían, ya no iban dirigidosa la feligresía reunida en el templo, sino al público de la plaza, que no acepta-ba verdades sin discutirlas antes31.

En suma, la nueva historia intelectual también ha contribuido a ron,perlas interpretaciones nacionalistas, que veían en el pensamiento de los inde-pendentistas influencias ilustradas y protoliberales, mientras que los realistas

tendrían por fuerza que ser <conservadoreso. Al parecer, tanto las ideas comola manera de expresarlas eran muy semejantes en todos los bandos. Como ha

señalado Mercedes deVega, a comienzos del siglo xtx había elementos cul-turales comunes32 que proveían referencias para los partidarios de cualquieropción política. (Jna persona podía, incluso, defender causas diferentes yhasta contrarias empleando los mismos recursos retóricos y, por supuesto, las

mismas autoridades. Esto sucedió con el arcediano deValladolid, Manuel de

la Bárcena, quien en diferentes momentos sostuvo el constitucionalismogaditano, el absolutismo, la unión con España y la independencia, sin variarapenas las características de su discurso; pero también Carlos María de Busta-mante hizo sudar las prensas para pronlover la unidad de la monarquía y lalealtad a FernandoVII y, poco tiempo después, para encauzar un gobiernoindependiente33.

Este fenómeno ha conducido a que algunos autores recientes considerenque los discursos de la emancipación no tuvieron un carácter teórico sinosólo pragmático. Buscaban responder a los acontecimientos y las discusiones;

de ahí que hubiera un alto grado de eclecticismo. Por esto, para RobertoBreña, resulta inútil la búsqueda de influencias intelectuales y filiacionesdoctrinales. Los pensadores de la época de la independencia podían citar lomismo a Francisco Suárez que a Monesquieu. En todo caso, únicamente lohacían para obtener cierta autoridad. Más importante que saber si una idea

se debía a la tradición jurídica hispánica o a los revolucionarios franceses, es

entender el <uso ideológico> que se le daba3a.Autores recientes, como RafaelRojas y Elías Palti, por citar a dos de los más destacados representantes de la

l{) Herrejón Peredo (2003: 375).rr Ávila (s/f).32 Vega (2001a: 409-428).'rr Castelán Rueda (1997). Para Bárcena,cf. Avlh (2003: 5-41).'r+ Breña (2(l{)4:9).

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It,li

trttcva histot-irt illtclccttral l¿rtirrorrnrcric¿rnrr, hrrn clejedo clc hdo cl cucstionrr-nriento <¿qué decían?>, por <¿cónro lo c{ecían?>. La respuesta para esra prc-gunta les conduce a la difusión de los inrpresos, las fornras del discurso, laimportancia de la retórica y la formación de los letrados coloniales3s.

L¡s Nu¡vRs HrsronrAs 3 : AUToNoMÍa y ¡ur<¡NoMrsrAs

No obstante los i.rportantes trabajos acerca de la insurgencia y al pensa-miento de la época de la independencia, en los írltimos años las aportacionesnrás relevantes en torno a la ernancipación rnexicana han girado en tornodel impacto del constitucionalismo gaditano en Nueva España. En este sen-tido, se han recuperado algunas de las propuestas de autores como NettieLee Benson, Hugh Harnill, Doris Ladd y Timothy Anna, en particular elconsiderar que la demanda más importante de los grupos políticos del virrei-nato era la autonomía, es decir, el autogobierno dentro de la monarquíaespañola, y no la independencia política como ral. Si al final el resultado fuela emancipación, esto se debió al colapso del régimen español, producto dela crisis de 1808 y del liberalisrno.Junto con esta interpretación, para los his-toriadores recientes también ha sido de fundamental irnportancia la obra deFrangois-Xavier Guerra, en especial los ensayos reunidos en Moderniclad e

índependencias36. Más que los procesos de independencias nacionales, Guerraprefirió observar la desintegración de la monarquía hispánica, de la cual sur-gieron diversos estados nacionales, incluida la moderna España. En segui-miento de las interpretaciones de Franqois Furet, mostró cómo algunos delos elementos que caracterizarían a los estados modernos se venían gestandodesde décadas antes de la crisis de 1808, mientras que la cultura política tra-dicional se mantendría presente en muchos aspectos, aun bajo los regímenesconstitucionales.

Salvo unos cuantos artículos, Guerra no dedicó un trabajo especial alproceso de independencia en Nueva España37, pero no puede ignorarse elgran impacto que ha tenido en la historiogra{ra rnexicana, quizá mayor que

r5 Rojas (2003) y Palti (2005).tu Guerra (1992). Sobre la obra de Guerra, cJ. Avlla (2004:76-112).r7 Guerra, <Alphabetisation, impri'rerie et revolution en Nouvelle-Espagne i I'epo-

t¡rrt' dc I'independance>, en Atnales tles Pays d'AmeriErc central et des caraibes,n.6, (19tt7:li.l- I 2(r, y 1993: 15-48).

De la independencia nacional a los procesos atltonolllistas 269

en la de los otros países hispanoamericanos. Los historiadores cada vez más

buscan elementos modernos en las postrimerías coloniales, conlo las sociabi-

lidades voluntarias, la difusión de los impresos, la construcción de los espa-

cios públicos o la aparición del pensamiento individualista. Al mismo tiem-

po, al estudiar el proceso revolucionario o la construcción del Estado

independiente, cada vez se pone más atención a las prácticas corporativas y la

concepción holista de la sociedad. Por supuesto, siempre hay controversia.

Algunos autores consideran que la permanencia de las elites coloniales en las

instituciones representativas es una supervivencia del imaginario tradicional.

Otros, en cambio, no creen que un réginren liberal se oponga a que los car-

gos públicos sean ocupados por notables3s. En todo caso, ha ido carnbiando

la perspectiva, del relato político de los acontecimientos al análisis de la cul-

tura política. Al igual que Guerra, autores como Antonio Annino también

consideran que el proceso de Nueva España es una expresión de la revolu-

ción hispánica y ponen su atención en los cambios y las continuidades de las

primeras décadas del siglo XIX. Con esta perspectiva, Annino ha renovado

nuestros puntos de vista en torno a la aparición del liberalismo y sus trans-

formaciones en México durante el período de la emancipación. Si bien

resulta casi inconcebible, los muchos estudios dedicados al liberalismo nrexi-

cano no se habían interesado en eleulentos fundamentales que acompañan a

los regímenes liberales, como las elecciones o la representatividad política.

Antonio Annino ha realizado fundamentales contribuciones para cubrir esas

deficiencias. En uno de sus primeros trabajos, <Pratiche creole e liberalismo

nella crisi dello spazio urbano coloniale: Il 29 novembrc 181.2 a Citti del

Messicoo3g, sostenía que las nuevas instituciones representativas inauguradas

por la Constitución de Cádiz permitieron a la elite criolla hacerse con el

poder político de la ciudad y articularse con los espacios indio y eclesiástico,

sin mediación del gobierno virreinal. Si bien pueden apreciarse muchas con-

tinuidades de la cultura política tradicional, las elecciones municipales per-

rnitieron la transferencia de poderes del Estado central a las comunidades, lo

que contribuiría a Ia caída del Gobierno virreinal y forrnó parte de una

revolución en la que los pueblos consiguieron autonomía política.Tras la

independencia, el principal problema del nuevo Estado nacional sería impo-

nerse a los pueblosa0. En particular, los ayuntalnientos constitucionales per-

38 Ávila (2004).'r') Arrrrino (1988:727 -763).r" Annitto (1995r: 177-226,y 1995b:269-292).

Allrt'tlo Avil.r y Virr¡irrr.r ( Jut.tlt.;r

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trttcva histot-irt illtclccttral l¿rtirrorrnrcric¿rnrr, hrrn clejedo clc hdo cl cucstionrr-nriento <¿qué decían?>, por <¿cónro lo c{ecían?>. La respuesta para esra prc-gunta les conduce a la difusión de los inrpresos, las fornras del discurso, laimportancia de la retórica y la formación de los letrados coloniales3s.

L¡s Nu¡vRs HrsronrAs 3 : AUToNoMÍa y ¡ur<¡NoMrsrAs

No obstante los i.rportantes trabajos acerca de la insurgencia y al pensa-miento de la época de la independencia, en los írltimos años las aportacionesnrás relevantes en torno a la ernancipación rnexicana han girado en tornodel impacto del constitucionalismo gaditano en Nueva España. En este sen-tido, se han recuperado algunas de las propuestas de autores como NettieLee Benson, Hugh Harnill, Doris Ladd y Timothy Anna, en particular elconsiderar que la demanda más importante de los grupos políticos del virrei-nato era la autonomía, es decir, el autogobierno dentro de la monarquíaespañola, y no la independencia política como ral. Si al final el resultado fuela emancipación, esto se debió al colapso del régimen español, producto dela crisis de 1808 y del liberalisrno.Junto con esta interpretación, para los his-toriadores recientes también ha sido de fundamental irnportancia la obra deFrangois-Xavier Guerra, en especial los ensayos reunidos en Moderniclad e

índependencias36. Más que los procesos de independencias nacionales, Guerraprefirió observar la desintegración de la monarquía hispánica, de la cual sur-gieron diversos estados nacionales, incluida la moderna España. En segui-miento de las interpretaciones de Franqois Furet, mostró cómo algunos delos elementos que caracterizarían a los estados modernos se venían gestandodesde décadas antes de la crisis de 1808, mientras que la cultura política tra-dicional se mantendría presente en muchos aspectos, aun bajo los regímenesconstitucionales.

Salvo unos cuantos artículos, Guerra no dedicó un trabajo especial alproceso de independencia en Nueva España37, pero no puede ignorarse elgran impacto que ha tenido en la historiogra{ra rnexicana, quizá mayor que

r5 Rojas (2003) y Palti (2005).tu Guerra (1992). Sobre la obra de Guerra, cJ. Avlla (2004:76-112).r7 Guerra, <Alphabetisation, impri'rerie et revolution en Nouvelle-Espagne i I'epo-

t¡rrt' dc I'independance>, en Atnales tles Pays d'AmeriErc central et des caraibes,n.6, (19tt7:li.l- I 2(r, y 1993: 15-48).

De la independencia nacional a los procesos atltonolllistas 269

en la de los otros países hispanoamericanos. Los historiadores cada vez más

buscan elementos modernos en las postrimerías coloniales, conlo las sociabi-

lidades voluntarias, la difusión de los impresos, la construcción de los espa-

cios públicos o la aparición del pensamiento individualista. Al mismo tiem-

po, al estudiar el proceso revolucionario o la construcción del Estado

independiente, cada vez se pone más atención a las prácticas corporativas y la

concepción holista de la sociedad. Por supuesto, siempre hay controversia.

Algunos autores consideran que la permanencia de las elites coloniales en las

instituciones representativas es una supervivencia del imaginario tradicional.

Otros, en cambio, no creen que un réginren liberal se oponga a que los car-

gos públicos sean ocupados por notables3s. En todo caso, ha ido carnbiando

la perspectiva, del relato político de los acontecimientos al análisis de la cul-

tura política. Al igual que Guerra, autores como Antonio Annino también

consideran que el proceso de Nueva España es una expresión de la revolu-

ción hispánica y ponen su atención en los cambios y las continuidades de las

primeras décadas del siglo XIX. Con esta perspectiva, Annino ha renovado

nuestros puntos de vista en torno a la aparición del liberalismo y sus trans-

formaciones en México durante el período de la emancipación. Si bien

resulta casi inconcebible, los muchos estudios dedicados al liberalismo nrexi-

cano no se habían interesado en eleulentos fundamentales que acompañan a

los regímenes liberales, como las elecciones o la representatividad política.

Antonio Annino ha realizado fundamentales contribuciones para cubrir esas

deficiencias. En uno de sus primeros trabajos, <Pratiche creole e liberalismo

nella crisi dello spazio urbano coloniale: Il 29 novembrc 181.2 a Citti del

Messicoo3g, sostenía que las nuevas instituciones representativas inauguradas

por la Constitución de Cádiz permitieron a la elite criolla hacerse con el

poder político de la ciudad y articularse con los espacios indio y eclesiástico,

sin mediación del gobierno virreinal. Si bien pueden apreciarse muchas con-

tinuidades de la cultura política tradicional, las elecciones municipales per-

rnitieron la transferencia de poderes del Estado central a las comunidades, lo

que contribuiría a Ia caída del Gobierno virreinal y forrnó parte de una

revolución en la que los pueblos consiguieron autonomía política.Tras la

independencia, el principal problema del nuevo Estado nacional sería impo-

nerse a los pueblosa0. En particular, los ayuntalnientos constitucionales per-

38 Ávila (2004).'r') Arrrrino (1988:727 -763).r" Annitto (1995r: 177-226,y 1995b:269-292).

Allrt'tlo Avil.r y Virr¡irrr.r ( Jut.tlt.;r

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)70 Alfredo Avila y Virginia Guedea

nlitieron a los pueblos administrar la justicia local, recurso con el cual defen-cierían sus derechos.

Más centrado en la alta política,Jaime E. Rodríguez O.ha coordinadoalgunas de las obras colectivas más innovadoras en torno de la independencianrexicana4l. Se ha ocupado tarnbién de dar una visión del proceso america-no en su conjunto+2, en el que recupera la dimensión hispánica y atlántica de

las emancipaciones. Al comparar el proceso en Nueva España y Guatemalacon lo sucedido en Sudamérica, elabora una interesante hipótesis acerca de

la importancia del constitucionalismo gaditano en la forma como se consi-guieron las independencias. Como es sabido, si bien el liberalismo hispánicoafectó también a los virreinatos de la América meridional, su presencia fuemucho menor a la que tuvo en el norte. De ahí que en Nueva España y enCentroamérica la emancipación hubiera podido alcanzarce mediante lanegociación política de los grupos autonomistas, mientras que en el resto delcontinente fue necesario derrotar militarmente al régimen, lo que daría ori-gen a dos tradiciones políticas encontradas, la civil y la militar.

En la mayoría de los trabajos de Rodríguez O. se desarrolla una tesis quehace décadas había esbozado Nettie Lee Benson: no fue ni la insurgencia niAgustín de Iturbide los que consiguieron la independencia. Ésta fue obra de

políticos más hábiles e inteligentes, miembros prominentes de la sociedad,empresarios, abogados cultos, comerciantes; integrantes de sociedades secre-tas con actividades en diversas ciudades de Arnérica y Europa. El objetivo de

estos grupos se presentó por vez primera en 1808, cuando promovieron la

autonomía y el autogobierno del reino dentro del conjunto de la rnonarquíaespañola. En diversos momentos volverían a plantear esa propuesta, pero laobstinación de las autoridades metropolitanas, así como el temor a una nuevainsnrrección, condujeron a la independencia43. Si bienJaime Rodrigvezhaexplresto estas hipótesis en diferentes trabajos, la mayoría de ellos artículos ycapítulos de libros, los ha presentado también en Llna de las pocas obras querros ofrecen una visión de conjunto de los procesos autonomistas novohispa-

rr Sob.e la labor deJaime E. Rodríguez O. cor.rro editor, rf,, entre otros: Tlrc Lrdapar-

durr t>f l\Icxictt dnd tlrc Crcútion ttf tlrc Ncu, Nati orr (19f39a), Pattcnts ttl' Corttcrrtíorr itt MexicanI/i.rnrry (1c)92b),LIcxico itr thcAgc tlf Dunocmtic Rcuolufíttus 1750-1850 (1994r), Tlrc Ori-

.qirr.r rf'f'¡*¡.u,t Nttittnnl Politks 1808-1947 (191)7) y Tlrc Diuirtc Clutrtcr Cttustitutionalistttu t d Li lr r¿l i v t t i t t N i t t t t' u t t I t C c t t t t r ¡,,/t4r'.r-iro (2005).

rl .feinrc E. I{orlúquez O. (199(r. La versiórr en inglés (199it), con rlgunos carrrbios:

'l ltt lrtlqutdcrrr'r' ,l'S)r,rrri.Vr .Atnt:riu. Crrurbridge: C:rnrtrriclge Urtiversity Press.lr .f;rinrt'lr. I{otlrísucz (). (l()li()b: l()--13,y l()()3).

De la independencia nacional a los procesos autononllstas 271

nos: El proceso de la índependencía de Méxícoaa. En ese libro ofrece al lector no

especializado ,.rn log."Jo relato en el que presenta una de las versiones más

predominantes en la actualidad acerca de la etnancipación'

En parte vinculada con el revisionismo de la historiografia estadouniden-

,., p.- sin descuidar la insurgencia,Virginia Guedea es la historiadora mexi-

."rr" qrr. más esfuerzos ha dedicado al estudio de las prácticas políticas

dura.rie el proceso emancipador. Desde comienzos de la década de 1980'

publicó t.aúajos relativos al golpe de Estado de 1808 y la nanera en que éste

prornovió prácticas políticas clandestinas, como las conspiraciones y las socie-

áades secretas. En varios artículos y en el llbro En htsca de un gttbiemo alterno:

Ios Gr.tarlalupes de México45, Guedea consiguió rastrear la continuidad que hay

en las actividades políticas de varios individuos desde el inicio de la crisis de

la monarquí" hart" la caída del orden co¡stitucional' De esta manera, identi-

ficó a varios autonomistas y describió la forma en que buscaron alternativas

para conseguir sus objetivos, desde participar en las convocatorias de los

ó.gr.ro, de gobier¡o ¡retropolitano para enviar representantes a la península

haita dar.poyo "

los diversos grupos de insurgentes en el virreinato. Esto la

condujo a tstudiar los procesos electorales en la ciudad de México, que per-

mitierop a los autono¡ristas el control en Nueva España de las instituciones

representativas establecidas por la Constitución de 1'81216 '

Sin embargo, una parre fundamental del trabajo de Guedea ha sido anali-

zarlas repercusiones y las ligas que los políticos y sectores urbanos tuvieron

con la insurgencia, como los varios intentos de establecer un gobierno repre-

sentativo e., el carnpo controlado por los rebeldes independentistas. Si los

procesos electorales impulsados por el constitucionalismo hispánico son cada

v.z .nás estudiados, en cambio los que se desarrollaron entre los insurgentes

son poco conocidos, pero muy importantes, pues nos permiten observar la

-"r.r" en que la culiura política se transformó, gracias a la influencia del

constitucionalismo y a los efectos de la guerra y de las necesidades milita-

resa7. Sin duda, el tema que rnás ha atraido las investigaciones deVirginia

Guedea es el de los intentos por organizar gobiernos alternos al de la monar-

quía durante el proceso de la independencia. De ahí su interés en las juntas

áe gobierno .En La inwrgencia en el Departamento del Norte. I-os Llanos de Apan

aa lainre E. Rodríguez O. (1992a).4s Guredea (1989 i 45-62, 1992, 1993: 185-208, y 2003: 85-105)'

'r(r Gtredea (1991a': 1'-28, 1992,y 1994i 27 -61) '

+7 Gtrede¿r (199 Lb 201-249) .

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)70 Alfredo Avila y Virginia Guedea

nlitieron a los pueblos administrar la justicia local, recurso con el cual defen-cierían sus derechos.

Más centrado en la alta política,Jaime E. Rodríguez O.ha coordinadoalgunas de las obras colectivas más innovadoras en torno de la independencianrexicana4l. Se ha ocupado tarnbién de dar una visión del proceso america-no en su conjunto+2, en el que recupera la dimensión hispánica y atlántica de

las emancipaciones. Al comparar el proceso en Nueva España y Guatemalacon lo sucedido en Sudamérica, elabora una interesante hipótesis acerca de

la importancia del constitucionalismo gaditano en la forma como se consi-guieron las independencias. Como es sabido, si bien el liberalismo hispánicoafectó también a los virreinatos de la América meridional, su presencia fuemucho menor a la que tuvo en el norte. De ahí que en Nueva España y enCentroamérica la emancipación hubiera podido alcanzarce mediante lanegociación política de los grupos autonomistas, mientras que en el resto delcontinente fue necesario derrotar militarmente al régimen, lo que daría ori-gen a dos tradiciones políticas encontradas, la civil y la militar.

En la mayoría de los trabajos de Rodríguez O. se desarrolla una tesis quehace décadas había esbozado Nettie Lee Benson: no fue ni la insurgencia niAgustín de Iturbide los que consiguieron la independencia. Ésta fue obra de

políticos más hábiles e inteligentes, miembros prominentes de la sociedad,empresarios, abogados cultos, comerciantes; integrantes de sociedades secre-tas con actividades en diversas ciudades de Arnérica y Europa. El objetivo de

estos grupos se presentó por vez primera en 1808, cuando promovieron la

autonomía y el autogobierno del reino dentro del conjunto de la rnonarquíaespañola. En diversos momentos volverían a plantear esa propuesta, pero laobstinación de las autoridades metropolitanas, así como el temor a una nuevainsnrrección, condujeron a la independencia43. Si bienJaime Rodrigvezhaexplresto estas hipótesis en diferentes trabajos, la mayoría de ellos artículos ycapítulos de libros, los ha presentado también en Llna de las pocas obras querros ofrecen una visión de conjunto de los procesos autonomistas novohispa-

rr Sob.e la labor deJaime E. Rodríguez O. cor.rro editor, rf,, entre otros: Tlrc Lrdapar-

durr t>f l\Icxictt dnd tlrc Crcútion ttf tlrc Ncu, Nati orr (19f39a), Pattcnts ttl' Corttcrrtíorr itt MexicanI/i.rnrry (1c)92b),LIcxico itr thcAgc tlf Dunocmtic Rcuolufíttus 1750-1850 (1994r), Tlrc Ori-

.qirr.r rf'f'¡*¡.u,t Nttittnnl Politks 1808-1947 (191)7) y Tlrc Diuirtc Clutrtcr Cttustitutionalistttu t d Li lr r¿l i v t t i t t N i t t t t' u t t I t C c t t t t r ¡,,/t4r'.r-iro (2005).

rl .feinrc E. I{orlúquez O. (199(r. La versiórr en inglés (199it), con rlgunos carrrbios:

'l ltt lrtlqutdcrrr'r' ,l'S)r,rrri.Vr .Atnt:riu. Crrurbridge: C:rnrtrriclge Urtiversity Press.lr .f;rinrt'lr. I{otlrísucz (). (l()li()b: l()--13,y l()()3).

De la independencia nacional a los procesos autononllstas 271

nos: El proceso de la índependencía de Méxícoaa. En ese libro ofrece al lector no

especializado ,.rn log."Jo relato en el que presenta una de las versiones más

predominantes en la actualidad acerca de la etnancipación'

En parte vinculada con el revisionismo de la historiografia estadouniden-

,., p.- sin descuidar la insurgencia,Virginia Guedea es la historiadora mexi-

."rr" qrr. más esfuerzos ha dedicado al estudio de las prácticas políticas

dura.rie el proceso emancipador. Desde comienzos de la década de 1980'

publicó t.aúajos relativos al golpe de Estado de 1808 y la nanera en que éste

prornovió prácticas políticas clandestinas, como las conspiraciones y las socie-

áades secretas. En varios artículos y en el llbro En htsca de un gttbiemo alterno:

Ios Gr.tarlalupes de México45, Guedea consiguió rastrear la continuidad que hay

en las actividades políticas de varios individuos desde el inicio de la crisis de

la monarquí" hart" la caída del orden co¡stitucional' De esta manera, identi-

ficó a varios autonomistas y describió la forma en que buscaron alternativas

para conseguir sus objetivos, desde participar en las convocatorias de los

ó.gr.ro, de gobier¡o ¡retropolitano para enviar representantes a la península

haita dar.poyo "

los diversos grupos de insurgentes en el virreinato. Esto la

condujo a tstudiar los procesos electorales en la ciudad de México, que per-

mitierop a los autono¡ristas el control en Nueva España de las instituciones

representativas establecidas por la Constitución de 1'81216 '

Sin embargo, una parre fundamental del trabajo de Guedea ha sido anali-

zarlas repercusiones y las ligas que los políticos y sectores urbanos tuvieron

con la insurgencia, como los varios intentos de establecer un gobierno repre-

sentativo e., el carnpo controlado por los rebeldes independentistas. Si los

procesos electorales impulsados por el constitucionalismo hispánico son cada

v.z .nás estudiados, en cambio los que se desarrollaron entre los insurgentes

son poco conocidos, pero muy importantes, pues nos permiten observar la

-"r.r" en que la culiura política se transformó, gracias a la influencia del

constitucionalismo y a los efectos de la guerra y de las necesidades milita-

resa7. Sin duda, el tema que rnás ha atraido las investigaciones deVirginia

Guedea es el de los intentos por organizar gobiernos alternos al de la monar-

quía durante el proceso de la independencia. De ahí su interés en las juntas

áe gobierno .En La inwrgencia en el Departamento del Norte. I-os Llanos de Apan

aa lainre E. Rodríguez O. (1992a).4s Guredea (1989 i 45-62, 1992, 1993: 185-208, y 2003: 85-105)'

'r(r Gtredea (1991a': 1'-28, 1992,y 1994i 27 -61) '

+7 Gtrede¿r (199 Lb 201-249) .

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)/) Alfredo Avila y Virginia Guedea

), ld Sitrru dc l)uclilo, l8l0-1816+8 llevó a cabo un análisis de los problemasque los irrsrrrgerrtes enfrentaron para dar un mínimo de organización en elterritorio que controlaban. La hacienda, la justicia y la administración de lossacrarller)tos eran asuntos que jefes rebeldes como los Osorno debían resol-ver, no sólo para contar con los recursos suficientes para continuar la guerra,sino para tener legitimidad en la región que gobernaban. El impacto delliberalisnro hispánico es claro en cuanto a la formación de las institucionesrepresentativas que los insurgentes trataron de establecer, incluso, en el aleja-do caso de laJunta de Gobierno de SanAntonio de Béjaa de 1813, en la queademás se nota de manera muy clara la influencia estadounidense49.

Moisés Guzmán Pérez tarnbién ha mostrado interés en los intentos insur-gentes de establecer un gobierno alterno, sobre todo en la región de Micho-acán.De tal manera, ha llevado a cabo investigaciones sobre el gobiernoencabezado por Miguel Hidalgo en la ciudad deValladolids0, en la breveestancia que tuvo en esa ciudad. Demuestra que, pese a lo repentino de larebelión hidalguina, hubo preocupación por la organización política. Esteproceso de institucionalizaciín continuó después de la muerte de los prime-ros dirigentes de la insurgencia, en particular en laJunta deZitácuaros1. Sinembargo, además de señalar la importancia de los intentos insurgentes paraorganizar un gobierno alterno, los esfuerzos de autores como GuzmánPérezy Guedea han mostrado que resulta ineludible vincular la experiencia cons-titucional gaditana con la guerra y las condiciones regionales de Nueva Espa-ñas2. El proceso de autonomía de los pueblos y del misno virreinato nopuede entenderse sólo como parte de la revolución hispánica, sin tomar enclrenta la guerra. En este sentido,Juan Ortiz Escamilla, en un ambiciosoensayo, se ha propuesto analizar el impacto de la autodefensa de los pueblos yde la formación de milicias, mientras que José Antonio Serrano ha señalado

la importancia de la guerra y el constitucionalismo en la intendencia deGuanajuato, y la forma como esos ingredientes transformaron la jerarquíaterritorial, pues permitieron a villas que antes estaban sujetas a otras ciudadesadquirir los instrumentos jurídicos y las armas para exigir su autonomía53.

Guedea (1996).

Guedea (2001b: 135-183).De este artículo existe otra versión (2002:47-61).(ltrzrnírrr Pérez (1996). Reeditado tanrbién por la UMSNH en2002.(itrzrrrírn [)érez (1994) .

(ltrzrníur l)érc'z (20(X): 305-324,y 2003: vol. II,389-401).Scn':tr)() ()rtce:r (2(X )1 ) y ()rtiz E,scanrilla (191)7).

De la independencia rlacional a los procesos autonomrstas 273

El fenómeno analizado por autores como Annino y Serrano afectó de un

modo diferente a los pueblos indios, como bien han mostrado Peter Guardi-

no, Michael Ducey y Claudia Guarisco. En su trabajo acerca de la relación

entre los campesinos del Sur (el actual estado de Guerrero) y la construcción

del Estado, Guardinosa explica las características de la insurgencia en esa

región y de la manera como ésta permitió a los pueblos establecer elianzas

con otras comunidades e, incluso, con terratenientes como los Galeana o los

Bravo. El liberalismo español los proveyó, además, de un lenguaje con el que

construyeron una ideología propia, que tendía a la defensa de la autonomía

de cada pueblo. En el mismo sentido, Michael Ducey observó que la insur-

gencia añadió formas nuevas en la protesta política de las comunidades toto-

nacas55. La guerra y el liberalismo habrían propiciado, así, un cambio en la

forma de negociar el poder para los pueblos indios. Sin embargo, conto ha

puntualizado Claudia Guarisco, éste se alimentó de la cultura política y de

ias experiencias previas de las comunidades. Sobre todo, las que se habían

integrado a través de medios como el comercio tuvieron nás posibilidades

de integrarse en el orden liberal, con la formación de ayuntamientos consti-

tucionales interétnicoss6. Cuando, en cambio, el predominio de la tradición

de las repírblicas de indios era mayor, los pueblos desarrollaron una sociabili-

dad política híbrida, en la que sobrevivían muchos elementos propios del

orden corporativo. En todo caso (y esto es lo importante), tanto la guerra

como las nuevas instituciones políticas de origen gaditano, contribuyeron a

que los más diversos actores políticos, desde las elites de la ciudad de México

hasta los pueblos de indios de las Huastecas, tuvieran la oportunidad y los

medios para buscar y, en muchas ocasiones, conseguir la autonomía política

que, durante el último período colonial no tenían. Hacen falta más estudios

en este sentido y, sobre todo, observar también a los actores políticos que fra-

casaron en ese emPeño.

CoNcI-uslóN

I)e forma casi inevitable, las conclusiones a las que ha llegado la historio-

grafia reciente acerca de la emancipación deben compararse con aquellas

Otrardino (1 996).I ) rr c ey (20(\4: 60-93) .

( I u:trisco (2003) .

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)/) Alfredo Avila y Virginia Guedea

), ld Sitrru dc l)uclilo, l8l0-1816+8 llevó a cabo un análisis de los problemasque los irrsrrrgerrtes enfrentaron para dar un mínimo de organización en elterritorio que controlaban. La hacienda, la justicia y la administración de lossacrarller)tos eran asuntos que jefes rebeldes como los Osorno debían resol-ver, no sólo para contar con los recursos suficientes para continuar la guerra,sino para tener legitimidad en la región que gobernaban. El impacto delliberalisnro hispánico es claro en cuanto a la formación de las institucionesrepresentativas que los insurgentes trataron de establecer, incluso, en el aleja-do caso de laJunta de Gobierno de SanAntonio de Béjaa de 1813, en la queademás se nota de manera muy clara la influencia estadounidense49.

Moisés Guzmán Pérez tarnbién ha mostrado interés en los intentos insur-gentes de establecer un gobierno alterno, sobre todo en la región de Micho-acán.De tal manera, ha llevado a cabo investigaciones sobre el gobiernoencabezado por Miguel Hidalgo en la ciudad deValladolids0, en la breveestancia que tuvo en esa ciudad. Demuestra que, pese a lo repentino de larebelión hidalguina, hubo preocupación por la organización política. Esteproceso de institucionalizaciín continuó después de la muerte de los prime-ros dirigentes de la insurgencia, en particular en laJunta deZitácuaros1. Sinembargo, además de señalar la importancia de los intentos insurgentes paraorganizar un gobierno alterno, los esfuerzos de autores como GuzmánPérezy Guedea han mostrado que resulta ineludible vincular la experiencia cons-titucional gaditana con la guerra y las condiciones regionales de Nueva Espa-ñas2. El proceso de autonomía de los pueblos y del misno virreinato nopuede entenderse sólo como parte de la revolución hispánica, sin tomar enclrenta la guerra. En este sentido,Juan Ortiz Escamilla, en un ambiciosoensayo, se ha propuesto analizar el impacto de la autodefensa de los pueblos yde la formación de milicias, mientras que José Antonio Serrano ha señalado

la importancia de la guerra y el constitucionalismo en la intendencia deGuanajuato, y la forma como esos ingredientes transformaron la jerarquíaterritorial, pues permitieron a villas que antes estaban sujetas a otras ciudadesadquirir los instrumentos jurídicos y las armas para exigir su autonomía53.

Guedea (1996).

Guedea (2001b: 135-183).De este artículo existe otra versión (2002:47-61).(ltrzrnírrr Pérez (1996). Reeditado tanrbién por la UMSNH en2002.(itrzrrrírn [)érez (1994) .

(ltrzrníur l)érc'z (20(X): 305-324,y 2003: vol. II,389-401).Scn':tr)() ()rtce:r (2(X )1 ) y ()rtiz E,scanrilla (191)7).

De la independencia rlacional a los procesos autonomrstas 273

El fenómeno analizado por autores como Annino y Serrano afectó de un

modo diferente a los pueblos indios, como bien han mostrado Peter Guardi-

no, Michael Ducey y Claudia Guarisco. En su trabajo acerca de la relación

entre los campesinos del Sur (el actual estado de Guerrero) y la construcción

del Estado, Guardinosa explica las características de la insurgencia en esa

región y de la manera como ésta permitió a los pueblos establecer elianzas

con otras comunidades e, incluso, con terratenientes como los Galeana o los

Bravo. El liberalismo español los proveyó, además, de un lenguaje con el que

construyeron una ideología propia, que tendía a la defensa de la autonomía

de cada pueblo. En el mismo sentido, Michael Ducey observó que la insur-

gencia añadió formas nuevas en la protesta política de las comunidades toto-

nacas55. La guerra y el liberalismo habrían propiciado, así, un cambio en la

forma de negociar el poder para los pueblos indios. Sin embargo, conto ha

puntualizado Claudia Guarisco, éste se alimentó de la cultura política y de

ias experiencias previas de las comunidades. Sobre todo, las que se habían

integrado a través de medios como el comercio tuvieron nás posibilidades

de integrarse en el orden liberal, con la formación de ayuntamientos consti-

tucionales interétnicoss6. Cuando, en cambio, el predominio de la tradición

de las repírblicas de indios era mayor, los pueblos desarrollaron una sociabili-

dad política híbrida, en la que sobrevivían muchos elementos propios del

orden corporativo. En todo caso (y esto es lo importante), tanto la guerra

como las nuevas instituciones políticas de origen gaditano, contribuyeron a

que los más diversos actores políticos, desde las elites de la ciudad de México

hasta los pueblos de indios de las Huastecas, tuvieran la oportunidad y los

medios para buscar y, en muchas ocasiones, conseguir la autonomía política

que, durante el último período colonial no tenían. Hacen falta más estudios

en este sentido y, sobre todo, observar también a los actores políticos que fra-

casaron en ese emPeño.

CoNcI-uslóN

I)e forma casi inevitable, las conclusiones a las que ha llegado la historio-

grafia reciente acerca de la emancipación deben compararse con aquellas

Otrardino (1 996).I ) rr c ey (20(\4: 60-93) .

( I u:trisco (2003) .

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27.1 Alfredo Ávila y Virginia Guedea

otras qrle han sido revisadas y cuestionadas. En primer lugar, el mismo tér-mino <lndependencia de México> (que aquí empleamos por pura comodi-dad) ya no manifiesta bien lo que los historiadores actuales piensan acerca de

ese proceso. México no existía antes de la guerra que estalló en 1810, de

modo que rnal puede seguirse asumiendo que el objetivo de ésta era conse-

guir la libertad del <pueblo mexicano,>. Cada vez resulta más frecuente, en

canrbio, considerar que se trató del proceso de crisis y caida de la monarquíahispánica, del cual surgieron diferentes estados nacionales, entre los cuales se

hallaban México y la misma España. Esto no debe conducir, como ha suce-

dido en ocasiones, a reducir el proceso novohispano a una nlera manifesta-ción de la revolución liberal hispana, sin tomar en cllenta las peculiaridades

regionales; pero, en definitiva, el enfoque nacionalista ha sido hecho a unlado por la mayoría de los académicos.

La historia intelectual, por su parte, ha contribuido a mostrar cómo, más

que el enciclopedismo, el liberalismo francés o un improbable protonaciona-lismo, las elites ilustradas del virreinato conlpartían un bagaje cultural cristia-no. Los lenguajes políticos que empleaban tanto los partidarios de la emanci-pación como los defensores del orden colonial eran muy semejantes y hacíonreferencia a una serie de tópicos aceptables en la época: la lealtad al rey, la

protección de la religión y de la patria.Tal vez se trataba de un pensanientomuy tradicional, pero las circunstancias hicieron que insurgentes, infidentes,realistas, liberales o absolutistas terninaran empleando medios más o menos

parecidos para promover sus respcctivos puntos de vista frente al tribunal de

la opinión. Incluso la lglesia o los viejos inquisidores pusieron sus ideas en

letras impresas y las discutieron con otros publicistas.

Si la cultura ilustrada tenía características como las referidas en el párrafoanterior, la de los pueblos tampoco tenía que ser protonacionalista ni liberal,aunque al parecer no tuvieron problema para adoptar el lenguaje y las insti-tuciones del constitucionalisrno gaditano para negociar sus demandas. La

solidaridad comunal, el deseo de un futuro mejor, que se haría realidad gra-cias al rey u otro Mesías, la conservación de la religión y de las tradiciones de

la comunidad, eran elementos presentes en la cultura de los grupos popula-res. No es que se subestime el empobrecimiento y la opresión que, en ver-dad, eran sufridos por rnuchos pueblos e individuos, pero no se trata de fac-tores determinantes. La historiografia nos ha recordado que la insurreccióllnl¿rsiva de 1810 se presentó en las regiones más modernas del virreinato,cncl l-)ajío y en Guadalajara, y no fue tan exitosa en algunas de las nrás pobrcs

zouas indíqenas. Sin ducl¡, l¡s upx.rxiuracioncs resionrrlcs y el rulírlisis t'ulttu':rl

De la indepenclcncia n¿lcional a los procesos alrtononlistas 275

han ayuclaclo ¡ entender las razones de la insurrección, de una manera más

conrpletl que lls explicaciones que proporcionaban la historia social y laeconónlic¡, pcro todavía falta por hacer57. La discusión debe continuarse. Si

algtrnos ¿rutores consideran que dificilmente pudo presentarse una alianza

entre pueblos y dirigentes criollos, otros, en cambio, creen que lo distintivodel proceso de independencia fue, precisamente, la adopción de una cultura

política diferente. Quizá no era una cultura política por completo moderna,

pero en todo caso permitió a grupos sociales e individuos negociar sus

demandas al arnparo de las nuevas instituciones liberales.

)Autononlía> y (autonomistas> son términos que, al parecer, explicanmucho más que <protonacionalismo>; pero dejan todavía algunos problemas

sin resolver, couro el republicanismo del movimiento insurgente encabezado

porJosé María Morelos. Hoy sabemos que la demanda de las elites virreinales

era la autononia, pero también de las elites regionales y de los pueblos.Algu-nos autores sugieren que los ayuntamientos y sus vecinos aprovecharon tan

bien las lecciones y oportunidades de la guerra y del liberalisnlo, que el prin-cipal reto del nuevo Estado nacional no sería construir una ciudadanía sino

controlara. Nuevos estudios podrían aportar información y datos sobre regio-nes poco conocidas aún. Por slrpuesto, la ciudad de México, el Bajío, Michoa-cán y Occidente han recibido mucha atención, mientras que el Sur y el Sures-

te cuentan con pocos, aunque ilustrativos trabajos. El Golfo de México y, en

especial, el amplísimo Norte, siguen siendo, en buena rnedida, terra igrtttta.

Desde la historia intelectual hay ya algunos trabajos acerca del pcnsa-

miento de los defensores del orden colonial, pero sus actividades políticas

todavía nos son desconocidas. Instituciones conro el virreinato, las audiencias

y otros tribunales, entre otros, cuentan con t1luy pocos acercamientos. Es

prioritario estudiar a los otros. Christon Archer y unos cuantos autores más

han avanzado en el estudio del ejército y de la guerra, pero falta rnucho porhacersS. Por último, no debe descuidarse la insurgencia. Los procesos políti-

57 En este ensayo no nos henros referido a h historiografir de la ecotrouría, pero

conviene señalal que tar-nbién ha revisado algunls de las interpretacioues clásices acerca

de las condiciones económicas de finales del siglo xvttl y comienzos del siglo xtx, autr-

que no neces¿l.riamente vinculad¿rs con la ir-rdependencil. Entre lo ur:is iurportante, con-viene destacar qlle ya r1o se acept¿r que 1:r prosperidad virreinal fue trunclda por la eue-rrr.Al prrecer, la econouría coloni¿rl ya ib:r en declive. CJ, entre otros,Jáuregui G/0 V

Mnrich:rl (1999).5s Cf, Archer (s/l). Entre los numerosos trabajos de Alchel, resrltamos uThe Army of

Ncrv Sprrirr rrncl theWlrs of Indepetrdence, 1.71)(l-1827 (1981:705-717); <Banditry and

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27.1 Alfredo Ávila y Virginia Guedea

otras qrle han sido revisadas y cuestionadas. En primer lugar, el mismo tér-mino <lndependencia de México> (que aquí empleamos por pura comodi-dad) ya no manifiesta bien lo que los historiadores actuales piensan acerca de

ese proceso. México no existía antes de la guerra que estalló en 1810, de

modo que rnal puede seguirse asumiendo que el objetivo de ésta era conse-

guir la libertad del <pueblo mexicano,>. Cada vez resulta más frecuente, en

canrbio, considerar que se trató del proceso de crisis y caida de la monarquíahispánica, del cual surgieron diferentes estados nacionales, entre los cuales se

hallaban México y la misma España. Esto no debe conducir, como ha suce-

dido en ocasiones, a reducir el proceso novohispano a una nlera manifesta-ción de la revolución liberal hispana, sin tomar en cllenta las peculiaridades

regionales; pero, en definitiva, el enfoque nacionalista ha sido hecho a unlado por la mayoría de los académicos.

La historia intelectual, por su parte, ha contribuido a mostrar cómo, más

que el enciclopedismo, el liberalismo francés o un improbable protonaciona-lismo, las elites ilustradas del virreinato conlpartían un bagaje cultural cristia-no. Los lenguajes políticos que empleaban tanto los partidarios de la emanci-pación como los defensores del orden colonial eran muy semejantes y hacíonreferencia a una serie de tópicos aceptables en la época: la lealtad al rey, la

protección de la religión y de la patria.Tal vez se trataba de un pensanientomuy tradicional, pero las circunstancias hicieron que insurgentes, infidentes,realistas, liberales o absolutistas terninaran empleando medios más o menos

parecidos para promover sus respcctivos puntos de vista frente al tribunal de

la opinión. Incluso la lglesia o los viejos inquisidores pusieron sus ideas en

letras impresas y las discutieron con otros publicistas.

Si la cultura ilustrada tenía características como las referidas en el párrafoanterior, la de los pueblos tampoco tenía que ser protonacionalista ni liberal,aunque al parecer no tuvieron problema para adoptar el lenguaje y las insti-tuciones del constitucionalisrno gaditano para negociar sus demandas. La

solidaridad comunal, el deseo de un futuro mejor, que se haría realidad gra-cias al rey u otro Mesías, la conservación de la religión y de las tradiciones de

la comunidad, eran elementos presentes en la cultura de los grupos popula-res. No es que se subestime el empobrecimiento y la opresión que, en ver-dad, eran sufridos por rnuchos pueblos e individuos, pero no se trata de fac-tores determinantes. La historiografia nos ha recordado que la insurreccióllnl¿rsiva de 1810 se presentó en las regiones más modernas del virreinato,cncl l-)ajío y en Guadalajara, y no fue tan exitosa en algunas de las nrás pobrcs

zouas indíqenas. Sin ducl¡, l¡s upx.rxiuracioncs resionrrlcs y el rulírlisis t'ulttu':rl

De la indepenclcncia n¿lcional a los procesos alrtononlistas 275

han ayuclaclo ¡ entender las razones de la insurrección, de una manera más

conrpletl que lls explicaciones que proporcionaban la historia social y laeconónlic¡, pcro todavía falta por hacer57. La discusión debe continuarse. Si

algtrnos ¿rutores consideran que dificilmente pudo presentarse una alianza

entre pueblos y dirigentes criollos, otros, en cambio, creen que lo distintivodel proceso de independencia fue, precisamente, la adopción de una cultura

política diferente. Quizá no era una cultura política por completo moderna,

pero en todo caso permitió a grupos sociales e individuos negociar sus

demandas al arnparo de las nuevas instituciones liberales.

)Autononlía> y (autonomistas> son términos que, al parecer, explicanmucho más que <protonacionalismo>; pero dejan todavía algunos problemas

sin resolver, couro el republicanismo del movimiento insurgente encabezado

porJosé María Morelos. Hoy sabemos que la demanda de las elites virreinales

era la autononia, pero también de las elites regionales y de los pueblos.Algu-nos autores sugieren que los ayuntamientos y sus vecinos aprovecharon tan

bien las lecciones y oportunidades de la guerra y del liberalisnlo, que el prin-cipal reto del nuevo Estado nacional no sería construir una ciudadanía sino

controlara. Nuevos estudios podrían aportar información y datos sobre regio-nes poco conocidas aún. Por slrpuesto, la ciudad de México, el Bajío, Michoa-cán y Occidente han recibido mucha atención, mientras que el Sur y el Sures-

te cuentan con pocos, aunque ilustrativos trabajos. El Golfo de México y, en

especial, el amplísimo Norte, siguen siendo, en buena rnedida, terra igrtttta.

Desde la historia intelectual hay ya algunos trabajos acerca del pcnsa-

miento de los defensores del orden colonial, pero sus actividades políticas

todavía nos son desconocidas. Instituciones conro el virreinato, las audiencias

y otros tribunales, entre otros, cuentan con t1luy pocos acercamientos. Es

prioritario estudiar a los otros. Christon Archer y unos cuantos autores más

han avanzado en el estudio del ejército y de la guerra, pero falta rnucho porhacersS. Por último, no debe descuidarse la insurgencia. Los procesos políti-

57 En este ensayo no nos henros referido a h historiografir de la ecotrouría, pero

conviene señalal que tar-nbién ha revisado algunls de las interpretacioues clásices acerca

de las condiciones económicas de finales del siglo xvttl y comienzos del siglo xtx, autr-

que no neces¿l.riamente vinculad¿rs con la ir-rdependencil. Entre lo ur:is iurportante, con-viene destacar qlle ya r1o se acept¿r que 1:r prosperidad virreinal fue trunclda por la eue-rrr.Al prrecer, la econouría coloni¿rl ya ib:r en declive. CJ, entre otros,Jáuregui G/0 V

Mnrich:rl (1999).5s Cf, Archer (s/l). Entre los numerosos trabajos de Alchel, resrltamos uThe Army of

Ncrv Sprrirr rrncl theWlrs of Indepetrdence, 1.71)(l-1827 (1981:705-717); <Banditry and

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,, / ( , Alfredo Ávita yVirginia Guedea

t'os irrrprrls:rtlos ¡ror cl constitucionalismo gaditano han sido ponderados jus-tilnlclltc conlo f¿rctores de la transformación de la cultura política de la['¡rocu, pcro la nrovilización popular no debe pasar inadvertida. Por supuesto,n() sc trat¡ de regresar a los viejos temas con los viejos enfoques, simplemen-tc hly clue cornpletar el panorama.

l{evolution in New Spain, 1790-1821> (7982:59-89); <En busca de una victoria defini-tiva: el ejército realista en Nueva España, 1810-1821) (2002:423-438); <La Causr l]ucrrl:The CounterinsurgencyArmy of New Spain and theTenYears''W'ao (19t19: 63-tl4); <Los

dineros de la insurgencia> (1985:39-69) y El ejércíto en el México ltorbtittico, 1760-llll0(1e83).

BIBLIOGRATÍA GENERAL

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ntt Damasceno. Un aporte a la cultura uruguaya,>. Montevideo: Colegio Sagrada

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na. Montevideo: Facultad de Historia y Ciencias de la Educación.A<:uñR,Víctor Hugo (1994): <Pueblos indígenas y la formación de la república>, en

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t'os irrrprrls:rtlos ¡ror cl constitucionalismo gaditano han sido ponderados jus-tilnlclltc conlo f¿rctores de la transformación de la cultura política de la['¡rocu, pcro la nrovilización popular no debe pasar inadvertida. Por supuesto,n() sc trat¡ de regresar a los viejos temas con los viejos enfoques, simplemen-tc hly clue cornpletar el panorama.

l{evolution in New Spain, 1790-1821> (7982:59-89); <En busca de una victoria defini-tiva: el ejército realista en Nueva España, 1810-1821) (2002:423-438); <La Causr l]ucrrl:The CounterinsurgencyArmy of New Spain and theTenYears''W'ao (19t19: 63-tl4); <Los

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27 (, Alfredo Ávila yVirginia Guedea

cos inrpulsados por el constitucionalismo gaditano han sido ponderados jus-t¡luente como factores de la transformación de la cultura política de laépoca, pero la movilización popular no debe pasar inadvertida. Por supuesto,no se trata de regresar a los viejos temas con los viejos enfoques, simplemen-te hay que completar el panorama.

l{t'volrrtiorr in Ncw Spain, 1790-1821> (7982:59-89); <En busca de una vicroria defini-tiv:r: cl t'ji'rcit<r rcrlist¡ en Nueva España, 1810-1821,r (2002:423-438); <La Causa Buena:'l'lrc ( ).t¡ntcrir)sur!¡cncy Arrny of New Spain and theTenYears'wan (1989:63-84); <Lostli¡rcros tfc l:r insurgcrrci:rr (l9tl5: 39-69) y El ciérdto en cl México borbónico, 1760-1810( I

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27 (, Alfredo Ávila yVirginia Guedea

cos inrpulsados por el constitucionalismo gaditano han sido ponderados jus-t¡luente como factores de la transformación de la cultura política de laépoca, pero la movilización popular no debe pasar inadvertida. Por supuesto,no se trata de regresar a los viejos temas con los viejos enfoques, simplemen-te hay que completar el panorama.

l{t'volrrtiorr in Ncw Spain, 1790-1821> (7982:59-89); <En busca de una vicroria defini-tiv:r: cl t'ji'rcit<r rcrlist¡ en Nueva España, 1810-1821,r (2002:423-438); <La Causa Buena:'l'lrc ( ).t¡ntcrir)sur!¡cncy Arrny of New Spain and theTenYears'wan (1989:63-84); <Lostli¡rcros tfc l:r insurgcrrci:rr (l9tl5: 39-69) y El ciérdto en cl México borbónico, 1760-1810( I

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- (1,t82)t EslsdiÉ hi.rói6 wru de lo Rqúbliu Oriertal del lJnguaLMott*ida. BRrrvo üR , Bdnardi¡o (1984): rEl Derecho indiuo después de l¿ Independencia

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Mad¡id: centros de Estudios colstituciods. bt sútiago'B¡sr, E (1960): ¡16¡n:¿ ¿¿ lÁ Cu¿naAry.ntifds.B\enos Airs: Peuse.. - 09aqt D¿fttho tottún y De'. ho ptopio el t\u64 Mt¡r¡lo. Súti¡gp:An&e B.Io.

C¡nbridge UniEBity prss .4 n&ka, 1808-1824: Ma mísiófl hktotíogtáfta del líh¿tulkñb hispáÍi@. Mí'j.o,D.BII)oNDo, Emilio A. (1976): In gaetn de la hd¿pade'rcia e4 eI Nú:d Atgertíw.BÉros F: El Colcgio dc Ménco.

AiB:Xud.b¿. BRTNGARDT, Maurice P (1990): .The EconoDy of Colombi¡ in the L¡te Colonial

o9a9): Atb Peñ|. LsuMiót\IjbetÁd, it¡d.:'lJndencia.I;aPaz. and E¡ü N¡cionál Periods', en FischeaJohn R./Kuethe Allán J./McF¡rl¡ne,

twideo: B¡rr€io y R¡m$ Ro¡¡ge: Louisiana Stat€ Uni!€Bity Prs, cap.7, pp. 164-193.

- (1922): úCenreúario de L¡ rndependenci¡. Fech¡ d€ celebnción. Info¡ne de l¡ BRrro FrcuERoA, Fedsico (1966\ Hiroid eo ót itd f social ¿e V. ¿zu¿a. Ut'a .stnk-

Co¡nisión p¡d¡nrentari¡,, en: Raü/¿ HüÍj¡1.d, N." X, pp. 361-602. hna patu s! sñtdio. C^ñcs: UniEsid¡d centnl devenezuelá-

deo:J.A.AFla. lonhhu a atesrm dia Bogotá:Plánel¿.

BoNrLr,\, Hd¿cfio (comp.) 11912): t' úúep¿ d¿'vid ¿fl .t penl. ümatrEP BusrAM^Nr¡ C¡rlos María de (1985): Crnrft, frttlrio de Ia ¡ewhri n*i¡an de

(1990): 1Prce6os y dilenas de Ia historiognft en el Icü¡do¡: Primen pa¡r€,, 1810. México, D E: Institu¡o Culrunl Helénico/FcE. svols.

en: N¿ñ.¿ rtst Dicbto, N." 16. Quiro Busros, Guilermo (2004): (L. prcducción historiográAc¡ contenporánea sobr€ la

- lz]Ot)t I'tetáfoñ y Ealidad d¿ la l"deyi¿aúa d.I Pe¡|LinajEg independe¡cia ecuatoriana (1980-2{}01). Un¡ int.rpret¡ción,, en Bustos, Gui-

- l21os)t Eifttwo del wado.Lnna. llermo/M¡rtinez,Amudo (corl.ps.)t In kd.putdclúa e" los palses ñ¡nos: tu¿MBoRRERo,Alfonso Mr¡ía (1922)t Cuena er Pültinha.Clen !. 1¿61¿.r'ffi. Bogotá/Quito

lloRRERo, Múucl Mdí¡ (1959): Qui¡o: Ltz de An¿rna. Q\iro. Busros, Guillermo/M^RriNEz,A¡nando (conps.) l2OO4): la in¿epe d¿ úd los

(1962): Ia Retutución Qait ña, 1809-l8l2.Qiuiro. paí'es andi,ns: nnMs peApeai¡d'. Bosotá/Quito.

lJ()RUcKr,Alex y RoBrrorrr, Cecili¡ (2004): .L¡ E¡6¡m¿ción del artieuicno en cl BrnRóN ONrIvrRos, Doris (1990): I'festui¿od dc NMhd &ibÚ de La Paz,Aladhs

discu^o fund¡cio¡¡l del FMte Anplio', en Devoto, E/Pagano, N.: L i srorio- v bs aúcsdnos (1825'1900).LaPa2-

Aibbs. sicosTaveia xdición en CD-Rom.lk)r N^, N. (1991): l, ¡i¡¿n¿ d po\tie y tu his¡otk.Buenos Aires: Sudame¡icana. C^&qrLERcr, Mmuel (20O6)t ¿Pot qué no toy boliv¿riat¡o? Cal"cás:A1fadil.

AiRr: Eudeb¡. edu.üión (1910-1930)-Monteüdco:T¡urus.

llr{^rnN(|. l)rvid (1971): Mi .ts d¡d Mefharts in tnboú Mdi.o, 1763- 1810. C¡|" (2005): {Buc¡os Airs y Moúteüd€o y las n¡rcas de la re\olución de la Indepen-

l)rids.: (:.nrbridge UniveBity Press. dencia,, en: áfl¿ttLa, N " 2.

rorr.rtrrftüd. s¡ndi!¡u (En cuso d. publicaciótr.) (-i"d,ri¿ d, s,.do xrü. Motrtwideo: Fin de si8lo.

/i¿.r,/1.l\rl(,Al.H^.:l,U(:l{s. tlün,¡|,I75qlu.tu.Arksr¡tAcrtlcu:ict\blishe¡s.

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(lntlrtp[]o¡s, l{. (1947):<()strrrcisnrt¡ tlc Sln Mlrtírr,>, cn Lcvenc, lt. (tir.): Llistori¿

dc Ia Nadtítt Argcrttina ¿/¿rr/c sus origclcs lttst,t Ia ttrganizadtín dclitritir,,t cu llJ(¡2,v<¡!.VI, 2" sección. Buenos Aires:Academia Nacional de la Historia.

Ca1Íns or raV¡ca, Fernando (2005): Oruro 1787: sublevadtitt de indios y rcbclit5tt uio-Ila.La Paz.

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gucrra da inclcpcndctrcia. Buenos Aires: Aguilar.CavtptclNs, D. (2002): Argerúitra. l-a escritura de su lústorin. Buenos Aires: Centro Cul-

tural de la Cooperación.CRrrpos TUrvENIN DE GnnRuer-lr, Martha (1972-78): La reuolucit5tt orietúal de 1822-

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actuación como diputado por la provincia de Maracaibo en las cortes de cádiz

(1 812-1814)D,"n Ágr',ro, Universidad de losAndes,Ario 3,N'" 4'pp'185-204'

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- (1969) El ailto a Bolívnr: esboztt para utta histttria de las idcas utl/cttczucla. Carac:rs:

Itrstituto de Antropología e Historia/universidad central deVenezuela-

- (2005): El Bolivarinttisutt¡-Militarístno. (Jna idcología dc rcunpla:tt. Caracas: Ala de

cuervo C.A.CRrrnr,zzoNr,José Andrés (1999): ltr cltttpcyn dcl indio Andrcsi ftr. Bueuos Aires: Dunken'

CnrulrciN, Fernando (cornp.) (1986): El prtccstt da urbanizacít5n ut cl Eatadt¡r (dcl si,qlo

xt'ttt al -sig/o x.x). Quito-Canvnrno,¡osé Murilo de (2001): Cidndania ntt Brasil: tt ltntgtt ramililro' Rio deJanei-

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