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Pierre Broué España 1931-1939: La revolución perdida Escrito: 1973 Esta edición: Marxists Internet Archive, octobre de 2011. Publicado originalmente en francés en La révolution espagnole 1931-1939 (1973) Traducción: Pilar Bouzas (1977) Digitalización: Martin Fahlgren, 2011. Tabla de contenido  Advertenc ia .............................................................. 1  1. La monarquía ...................................................... 1  2. El movimiento obrero ......................................... 4  3. La democracia imposible ................................... 7  4. La reacción imposible ...................................... 13  5. El Frente Popular .............................................. 20  6. Alzamiento y revolución ................................... 24  7. La reacción democrática ................................. 29  8. La influencia estalinista .................................... 32  9. La derrota y su precio ...................................... 37  Advertencia La historia de los primeros arios de la revolución española, a partir de la caída de la monarquía, ha estado enmascarada por la guerra civil, y ésta, a su vez, Por la Segunda Guerra Mundial, de la que constituye el prólogo y la repetición general. Tras haber dedicado, junto con Émile Témime, una obra a La Revolución y la guerra de España, de la cual pensamos que, a pesar de la publicación de otras obras de calidad, no ha perdido vigencia desde su primera edición, hemos aceptado con alegría la propuesta de Marc Ferro de hacer para la colección Questions d'Histoireuna puesta al día sobre la revolución propiamente dicha a partir de 1931. Rogamos al lector que en ningún momento busque lo que no podría encontrar: ni una historia política de la última República española, ni una historia de la guerra civil. Hemos intentan solamente ajustar al máximo nuestro tema, la revolución, es decir, la lucha de los obreros y de los campesinos españoles por sus derechos y libertades, por las fábricas y las tierras y por el poder político finalmente. La revolución. Éstas son las imágenes ya clásicas: manifestaciones, huelgas, asalto a las prisiones, milicianos en mono, barricadas, dinamiteros, ejecuciones sumarias y colectivizaciones. Pero éstas son también las exégesis contradictorias, los debates teóricos, las polémicas y los conflictos personales, las batallas de aparatos, las fracciones y las tendencias, en una palabra, todas las otras formas que revisten combates de ideas y conflictos entre fuerzas sociales. Está también ante ella a veces en sus propias filas y bajo la misma bandera , siempre presente, hasta cuando, como aquí, no se le percibe más que como una silueta o un disfraz, la contrarrevolución. P. B. Grenoble, 21 de julio de 1971 1. La monarquía El 12 de abril de 1931 España votó para designar sus consejos municipales. Hacía más de un año que el general que gobernaba en régimen de dictadura des de 1923, Primo de Rivera, se había marchado, despedido por el rey Alfonso XIII, que antes no le había regateado su apoyo. Fue reemplazado por el general Berenguer y después por el almirante Aznar, que organizó estas elecciones a pesar de los riesgos evidentes  para dar al régimen, frágil, duramente mermado por la crisis y el descontento general, una cierta base. El 12 de diciembre anterior, dos oficiales, los capitanes Galán y García Hernández intentaron en Jaca un pronunciamiento en favor de la República. Fracasaron, y  Alfonso XIII insistió personalmente para que fueran fusilados, lo cual se hizo. Si el rey, sin embargo, corrió el riesgo de llamar a las urnas y de prometer el restablecimiento de las garantías constitucionales suspendidas bajo la dictadura, es porque esperaba que las estructuras tradicionales  el reinado de los caciques  dieran la victoria electoral a los candidatos monárquicos. No era el único que esperaba tal resultado, ya que los dirigentes socialistas Largo Caballero y el republicano Manuel Azaña pensaban, como él, que estas elecciones serían como las otras: una razón suficiente a los ojos de los dirigentes

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Pierre Broué

España 1931-1939:

La revolución

perdida

Escrito: 1973Esta edición: Marxists Internet Archive, octobre de

2011. Publicado originalmente en francés en Larévolution espagnole 1931-1939 (1973)

Traducción: Pilar Bouzas (1977)Digitalización: Martin Fahlgren, 2011.

Tabla de contenido

 Advertencia .............................................................. 1 1. La monarquía ...................................................... 1 2. El movimiento obrero ......................................... 4 3. La democracia imposible ................................... 7 4. La reacción imposible ...................................... 13 5. El Frente Popular .............................................. 20 6. Alzamiento y revolución ................................... 24 7. La reacción democrática ................................. 29 8. La influencia estalinista.................................... 32 9. La derrota y su precio ...................................... 37 

Advertencia

La historia de los primeros arios de la revoluciónespañola, a partir de la caída de la monarquía, haestado enmascarada por la guerra civil, y ésta, a su vez,Por la Segunda Guerra Mundial, de la que constituye elprólogo y la repetición general.

Tras haber dedicado, junto con Émile Témime, unaobra a La Revolución y la guerra de España, de la cualpensamos que, a pesar de la publicación de otras obrasde calidad, no ha perdido vigencia desde su primeraedición, hemos aceptado con alegría la propuesta deMarc Ferro de hacer para la colección “Questions

d'Histoire” una puesta al día sobre la revoluciónpropiamente dicha a partir de 1931.

Rogamos al lector que en ningún momento busque loque no podría encontrar: ni una historia política de laúltima República española, ni una historia de la guerracivil. Hemos intentan solamente ajustar al máximonuestro tema, la revolución, es decir, la lucha de losobreros y de los campesinos españoles por sus

derechos y libertades, por las fábricas y las tierras y porel poder político finalmente.La revolución. Éstas son las imágenes ya clásicas

manifestaciones, huelgas, asalto a las prisionesmilicianos en mono, barricadas, dinamiterosejecuciones sumarias y colectivizaciones. Pero éstasson también las exégesis contradictorias, los debatesteóricos, las polémicas y los conflictos personales, lasbatallas de aparatos, las fracciones y las tendencias, enuna palabra, todas las otras formas que revistencombates de ideas y conflictos entre fuerzas sociales.

Está también ante ella — a veces en sus propias filas

y bajo la misma bandera —, siempre presente, hastacuando, como aquí, no se le percibe más que como unasilueta o un disfraz, la contrarrevolución.

P. B.Grenoble, 21 de julio de 1971 

1. La monarquía

El 12 de abril de 1931 España votó para designar susconsejos municipales. Hacía más de un año que egeneral que gobernaba en régimen de dictadura des de

1923, Primo de Rivera, se había marchado, despedidopor el rey Alfonso XIII, que antes no le había regateadosu apoyo. Fue reemplazado por el general Berenguer ydespués por el almirante Aznar, que organizó estaselecciones – a pesar de los riesgos evidentes  – para daal régimen, frágil, duramente mermado por la crisis y edescontento general, una cierta base. El 12 dediciembre anterior, dos oficiales, los capitanes Galán yGarcía Hernández intentaron en Jaca unpronunciamiento en favor de la República. Fracasaron, y

 Alfonso XIII insistió personalmente para que fueranfusilados, lo cual se hizo. Si el rey, sin embargo, corrió e

riesgo de llamar a las urnas y de prometer erestablecimiento de las garantías constitucionalessuspendidas bajo la dictadura, es porque esperaba quelas estructuras tradicionales – el reinado de los caciques – dieran la victoria electoral a los candidatosmonárquicos. No era el único que esperaba taresultado, ya que los dirigentes socialistas LargoCaballero y el republicano Manuel Azaña pensabancomo él, que estas elecciones serían “como las otras”

una razón suficiente a los ojos de los dirigentes

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socialistas para llamar a no tomar parte en unasvotaciones a todas luces trucadas...

 Ante la sorpresa general, estas eleccionesmunicipales constituyeron una verdadera mareaelectoral: participación particularmente elevada en lasvotaciones y desbordante mayoría para los republicanosen todas las ciudades, sobre todo en Madrid yBarcelona. El hecho, ya previsto, de que en el campo

salieran elegidos, poco más o menos en todas partes,los monárquicos, no cambiaba nada: estaba claro que lapequeña burguesía había votado en masa contra lamonarquía. El principal consejero del rey, el conde deRomanones, uno de los mayores propietarios de tierrasdel país, fue el primero en sacar conclusiones políticasde estas elecciones: el rey debía marcharse. Esta eratambién la opinión del general Sanjurjo, otro amigopersonal del soberano, director general de la GuardiaCivil: se lo dijo sin rodeos. El desafortunado soberanovaciló un poco, pero debió rendirse a la evidencia: susfieles más próximos, sus partidarios más encarnizados

son unánimes al pensar que debía marcharse si noquería hacer correr al país el riesgo de una “revoluciónroja”, en otros términos, de una revolución obrera ycampesina. Alfonso XIII hizo, pues, sus maletas yemprendió sin tambores ni trompetas el camino delexilio. La monarquía española se había desvanecido singloria. La historia de la Segunda República comenzócon esta sorpresa que algunos saludaron con asombro,un cambio de régimen obtenido por simple consultaelectoral, la proclamación de una república que no habíacos tado ni una sola vida humana...

Ya algunos meses antes, comentando la marcha deldictador Primo de Rivera, Trotsky, observador atento delos acontecimientos en España, había notado que en elcurso de esta “primera etapa” la situación había sidoresuelta “por las enfermedades de la vieja sociedad” yno “por las fuerzas revolucionarias de la nuevasociedad”.1 Es decir, que España era una de lassociedades más “enfermas” de Europa, el eslabón másdébil de la cadena del capitalismo. El avance adquiridopor ella en el alba de los tiempos modernos setransformó en su contrario como consecuencia de lapérdida de sus posiciones mundiales al acabar el siglo

XIX. La sociedad del Antiguo Régimen no habíaacabado todavía de descomponerse cuando laformación de la sociedad burguesa comenzaba ya adetenerse. El capitalismo no había tenido ni la fuerza niel tiempo para desarrollar hasta el final sus tendenciascentralistas, y el declinar de la vida comercial e industrialurbana, la disolución de los lazos de interdependenciaentre las provincias reforzaba las tendencias

1 L. Trotsky, “Les taches des communistes en Espagne”, Écrits, t.III, p. 405.

separatistas cuyas raíces se hundían en la más lejanahistoria de la Península.

En lo esencial, la España de principios del siglo XXcontinuaba siendo un país agrícola donde la aplastantemayoría, 70% de la población activa, se consagraba a laagricultura con medios técnicos rudimentariosobteniendo los más bajos rendimientos por hectárea detoda Europa, dejando sin cultivo, por falta de medios y

de conocimientos, debido a la estructura social, más de30% de la superficie cultivable. En la totalidad del paísla tierra pertenecía esencialmente a los hacendados, losterratenientes que vivían en régimen de dependenciaparasitaria de una masa rural pauperizada: 50.000hidalgos rurales poseían la mitad del suelo, 10.000propietarios poseían más de 100 hectáreas, de tamanera que más de dos millones de trabajadoresagrícolas dependían, para vivir, del trabajo en losgrandes latifundios, al igual que un millón y medio depropietarios de pequeñas fincas. Los ejemplos de estaspropiedades inmensas son bien conocidos, la del duque

de Medinaceli con sus 79.000 hectáreas, o la del duquede Peñaranda con sus 51.000... Es necesario matizar loexpresado anteriormente, indicar que en el norte y ecentro el problema de las pequeñas propiedades – el delos mini-propietarios, de los granjeros, de los colonoscontratados en diversas condiciones  – no era el de loslatifundios del sur y de la gran miseria de sustrabajadores agrícolas, los braceros. Sea como fuere, latierra de España pertenecía a un puñado de oligarcas yel campesino español profundamente mísero teníahambre de tierra.

La Iglesia española ofrecía una imagen conformista atodo este mundo rural medieval. Al lado de la masacampesina que contaba con un 45% de analfabetos, secontaban más de 80.000 sacerdotes, monjes oreligiosos, lo mismo que alumnos de establecimientossecundarios, más de dos veces y media el efectivo to tade estudiantes. Con sus 11.000 haciendas, la Iglesiaespañola no estaba lejos de ser el mayor propietario detierras del país; por otra parte dominaba casi totalmentela enseñanza, con escuelas confesionales en las cualeshabían sido educados más de 5 millones de adultos, yreflejaba en su jerarquía la manera de ser más

resueltamente reaccionaria y pro-oligárquica. Su jefe, ecardenal Segura, arzobispo de Toledo, gozaba de unarenta anual de 600.000 pesetas  – contra una media de161 para un pequeño propietario andaluz. Era, según laexpresión de un historiador español, un “hombre deIglesia del siglo XIII”, para el cual “el baño no era unainvención de los paganos, sino del mismo diablo”.2 

El ejército no era menos característico. Nacido en laépoca de las guerras napoleónicas, amparándose en la

2 A. Ramos Oliveira, Politics, Economics and Men of ModernSpain, p. 438.

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 joven generación de las clases dominantes decadentesque lo esperaban todo del Estado, creyéndosedepositarias de una misión nacional, el ejército era unafuerza social que buscaba el apoyo de una clasedominante herida de muerte, y su columna vertebral, lacasta de los oficiales, justificaba, más que todos susrestantes privilegios, el de “pronunciarse”, es decir,ampararse en su propio provecho del control del Estado

por el golpe de Estado militar. A principios del siglo XX, particularmente en elperíodo de la Primera Guerra Mundial, se reanudó, enparte, la industrialización. Sin embargo, quedó reducidaa unas determinadas zonas geográficamente limitadas.La industria metalúrgica del País Vasco era la única enpresentar los rasgos de una industria modernaconcentrada. La industria textil de Cataluña, la másimportante desde el punto de vista de la producciónglobal, quedó desparramada en una multitud depequeñas y medianas empresas. En el marco delmercado mundial, España no era más que una

semicolonia, que no ofrecía más que los productos  – una pequeña parte – de su agricultura o de sus minas acambio de productos industriales extranjeros,ampliamente abierta a los capitales extranjeros quehabían colonizado durante algunos decenios todos lossectores rentables, las minas, la industria textil, laconstrucción naval, la energía hidroeléctrica, losferrocarriles, los transportes urbanos, lastelecomunicaciones... No existía una verdaderaburguesía capitalista española: las acciones bancarias eindustriales estaban re partidas entre las sociedadesextranjeras y los más importantes terratenientes  – losque verdaderamente daban un sentido más general altérmino de “oligarquía”. Entre el millón de éstos, queHenri Rabasseire llama “los privilegiados”   – funcionarios, sacerdotes, oficiales, intelectuales,propietarios y burgueses  – y los dos o tres millones deobreros de las industrias y de las minas, se intercalaban“clases medias” que procedían tanto del AntiguoRégimen como de una sociedad moderna, un millón deartesanos urbanos, un millón de esas familias deintermediarios nacidos del desarrollo capitalista en loscentros urbanos de las regiones más desarrolladas.3 

 Ahora bien, la unificación nacional no llegó a sutérmino, y dos de estas regiones  – bastiones de laindustria  – Cataluña y el País Vasco, manifestaronfuertes tendencias separatistas. Si el PartidoNacionalista Vasco y la Lliga Catalana, nacidos de lascapas dirigentes de estas dos regiones, eranformaciones autonomistas de tendencia conservadora,léase reaccionaria, la “cuestión nacional” se convertíaen una de las motivaciones esenciales que movilizó

3 H. Rabasseire, Espagne, creuset politique, p. 40.

contra el centralismo castellano a la pequeña burguesíay a una parte del proletariado, a través, por ejemplo, dela Esquerra catalana. Utilizada por las fuerzasconservadoras en el marco de la crisis que las destrozóla opresión nacional de los vascos y los catalanesconstituyó un elemento explosivo en el contexto de unacrisis más general, la de la sociedad en su conjunto.

Tal era la situación a comienzos de este siglo: la que

hizo en efecto de España uno de los eslabones másdébiles del capitalismo. Todos los elementos seencontraban ya desde ahora reunidos para que seconjugaran estos diferentes movimientos que, ya en1917, darían a la Revolución rusa su irresistible poderla insurrección de los campesinos pobres, el levanta-miento de los trabajadores industriales, el movimientode emancipación nacional, los tres dirigidos contra unaoligarquía que no tenía otra alternativa que la de lucharpor todos los medios, para mantener en unasupervivencia precaria el sistema decadente queasegurara su dominación. Esta es la situación que

condujo al rey Alfonso XIII a recurrir en 1923 a losservicios del general Primo de Rivera para la ejecuciónde un pronunciamiento, del que fue el inspirador amismo tiempo que cómplice. Se trataba de imponer alas clases dirigentes divididas por la explosión dedificultades económicas, que se agudizaron con lavuelta de la paz, medidas de “salud” dictadas por unaconcepción del interés general permitiendoeventualmente atacar a ciertos privilegiados. Se tratabasobre todo de poner fin a la agitación obrera ycampesina, de aprovechar la crisis interna, la divisióndel movimiento obrero para apoderarse de lasprincipales conquistas obreras, y en particular paradestruir las libertades democráticas relativas quepermitían en cierta medida la organización de losobreros y los campesinos.

Fue, pues, bajo el enérgico puño del ministro deInterior de la dictadura  – el general Martínez Anidocélebre por haber lanzado a principios de los años 20 asus asesinos, los “pistoleros”, contra los militantes de laCNT catalana  – que el “directorio” de Primo de Riveradestituyó los consejos municipales, revocó losfuncionarios, censuró los diarios, se apoderó de las

condiciones de trabajo, violó alegremente la jornada deocho horas, mientras una inflación galopante devorabalos salarios y el nivel de vida de los obreros, y mientrasla apertura de España a los capitales americanospermitía buenos negocios y espectacularesespeculaciones. Todo esto no aseguró a la oligarquíamás que un breve plazo. La crisis mundial de 1929debilitó profundamente la dictadura a la que los sonorosescándalos financieros habían desacreditadoprofundamente, incluso entre las capas sociales que lesuministraban un apoyo, el ejército y la pequeña

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represión, y esta última un gran prestigio. Desempeñóun papel de primer orden en la huelga generalinsurreccional de 1917. Las formas muy flexibles de suorganización, su fidelidad a los principios de la accióndirecta, su adhesión a la lucha de clases; respondíanbastante bien a las características del proletariado de lapenínsula, joven, mísero y poco diferenciado, marcadopor el carácter distintivo del campesinado pobre,

sensible a las acciones “ejemplares” de “minoríasactivas” que se esforzaban en sacudir al mismo tiempoel yugo de la opresión y su apatía. En este sentido es enel que se puede decir que la CNT  – su perennidad, suarraigo a pesar de tantos avatares  – era típicamenteespañola, en la medida en que España había cambiadopoco, en que las condiciones históricas que habíanmarcado su nacimiento persistían, apenas modificadaspor los comienzos de la industrialización y de laconcentración capitalista. Sin embargo, tanto paraEspaña como para la CNT, la historia mundial, a partir de la guerra de 1914, suministraría un contexto nuevo.

1917 fue, en efecto, al mismo tiempo que el año de lavictoriosa Revolución rusa, el de una huelga general sinprecedentes en España. El impacto de la Revoluciónrusa, el aumento de las contradicciones sociales,volvieron particularmente vigorosa en España laascensión de la agitación obrera que revistió en 1919, apartir de la gran huelga de la Canadiense en Cataluña,el aspecto de una poderosa ascensión revolucionaria.Como todas las organizaciones del mismo tipo, la CNTsufrió profundamente el atractivo de la Revolución rusa,atestiguó el prestigio que revestía la victoria bolcheviquea los ojos de los revolucionarios de todas lastendencias. En España, como en otras partes, lashuestes anarquistas, anarcosindicalistasrevolucionarias, habían aumentado por oposición a lapráctica de un marxismo reformista, intentandoadaptarse al marco democrático y parlamentarioparticularmente mediocre aquí. La victoria del Octubreruso volvió a dar al marxismo su estallido revolucionario.Fue después de la huelga general que siguió a la de laCanadiense, en la cumbre de la ola de huelgas ymanifestaciones, que el congreso de la CNT, por aclamaciones, y en un gran impulso que sin duda no

estaba exento de segundas intenciones, decidióadherirse provisionalmente a la III Internacional. Uno desus principales dirigentes, Ángel Pestaña, fue comodelegado a Moscú, donde participó en los trabajos del IICongreso de la Internacional Comunista (IC), y llevó ladiscusión con Lenin y los suyos. En 1921, unadelegación de la CNT, conducida por los catalanes

 Andreu Nin y Joaquim Maurín, asistió al III Congreso dela Internacional y participó en la fundación de laInternacional Sindical Roja (ISR).

 A pesar de todo, la coyuntura había cambiado. EnEspaña, el movimiento obrero decrecía. En Cataluñalos asesinos de los “sindicatos libres” del gobernadoMartínez Anido y del policía Arlegui habían logrado poel momento detener la ascensión obrera asesinandorevolucionarios sistemáticamente. Además, la acción delos obreros y los campesinos después de la Revoluciónrusa no había conducido en ningún país a la victoria: e

reflujo que comenzaba permitiría una estabilizaciónprovisional del capitalismo en Europa. Las dificultadesde la Rusia soviética aislada, la represión por parte delos bolcheviques contra los militantes y organizacionesanarquistas, especialmente de la insurrección deKronstadt, fuertemente marcada por la influencialibertaria, proveyó a los defensores del anarquismotradicional de argumentos contra el bolchevismo, y lespermitió volver a recuperar el terreno cedido en 1919ante el empuje de las masas. En febrero de 1922, enausencia de Nin, que permanecía en Moscú, y deMaurín, que estaba encarcelado, un comité naciona

puso fin a la adhesión “provisional” de la CNT a laInternacional Comunista: en junio del mismo año, laconferencia de Zaragoza confirmó su ruptura con laInternacional Comunista y con la Internacional SindicaRoja.

Sin embargo, en el intervalo, un gran número demilitantes y cuadros de la CNT habían sido ganados acomunismo, y de ellos se hallaban en primera fila Nin yMaurín. Igualmente eran numerosos los militantes quesin ser comunistas, rehusaban apartarse de la ISR, de laque Nin era uno de los secretarios. Bajo la impulsión deMaurín y de sus camaradas, se crearon los ComitésSindicalistas Revolucionarios (CSR) que se adhirieron ala ISR. Celebraron a finales de 1922 una conferencianacional en Bilbao, y fundaron el semanario “La Batalla”

Comunistas y sindicalistas constituyeron una nuevacorriente, nacida del anarcosindicalismo, peroalimentada por la experiencia rusa, que rompiódefinitivamente con el anarquismo tradicional y enadelante siguió su propio camino: los militantes de losCSR se adhirieron lo mismo a la CNT que a la UGT, detendencia reformista, lucharon por conquistar la mayoríaen estos dos sindicatos de los que reclamaban la

unificación. Fueron sistemáticamente expulsados tantodel uno como del otro.

Una corriente muy próxima a la de los sindicalistascomunistas continuó sin embargo manifestándose en laCNT en torno a uno de sus más populares dirigentes enCataluña, Salvador Seguí. Este, de origen anarquistase impuso como un dirigente obrero de primera línea enel curso de las huelgas de 1919, y pudo ser calificado deverdadero “sindicalista revolucionario”. En 1922, en laconferencia de Zaragoza, se situó entre los partidariosde la ruptura con la ISR, pero con argumentos propios

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Se negó, en efecto, a la condena, tradicional entre losanarquistas, de la “política”, y no dudó en pronunciarseen 1919 por “la toma del poder ”. En Zaragoza inspiró laadopción de una “revolución política” dirigida contra lostradicionales tabús anarquistas. Muy preocupado por elproblema de la unidad obrera, buscó sistemáticamentela unidad de acción con la UGT, y un comunista comoNin, su amigo personal, pensaba que se aproximaba al

comunismo. Pero este organizador sin par, estecombatiente obrero tan popular, era también la bestianegra de la patronal: fue asesinado por los pistoleros deMartínez Anido en el momento en que iba a concluir unacuerdo entre la CNT y la UGT contra la represión. Conél desapareció, al menos durante muchos años, laposibilidad de ver llegar al frente de la CNT unacorriente sindicalista revolucionaria en plena evolución,que rompiera claramente con el anarquismo “puro”.

Prácticamente fuera de la ley desde 1923 y desde elinicio de la dictadura, la CNT conoció durante muchosaños una crisis crónica. Entre los anarquistas

tradicionales y una dirección nacional de tendenciasindicalista penosamente reconstituida en 1927, se situóen estos años de clandestinidad el pequeño grupoactivista de los “Solidarios” animado por Juan GarcíaOliver, Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti, aquienes sus adversarios trataban de“anarcobolcheviques” porque volvían a adoptar la ideade la “toma del poder ”, defendían la de una “dictadura” yla de un “ejército revolucionario” que estimabannecesarios. Sobre todo, a partir de 1927, se asistió a laconstitución totalmente clandestina, en el seno de laCNT y a partir de sus propias organizaciones, de laomnipotente y muy secreta Federación AnarquistaIbérica (FAI), que emprendió la conquista sistemática dela central sindical a la que quiso convertir en elinstrumento de su política de golpes revolucionarios.

De hecho, la corriente dominante en la CNTreconstituida en 1931 fue, sin embargo, el reformismoque inspiraba Angel Pestaña. Suficientementemoderado para aceptar participar en el juego de los“comités paritarios” instituidos por la dictadura paraimponer el arbitraje obligatorio de los conflictos detrabajo, no dudó, en los últimos meses de la monarquía,

en hacer de la central anarcosindicalista una fuerza depunta en la coalición general que impuso la república.Dos representantes de la CNT tenían su asiento, entanto que observadores, en la conferencia de SanSebastián de agosto de 1930, y prometían su apoyo alos republicanos y a los socialistas a cambio de laseguridad del restablecimiento de la libertad deorganización y de la promulgación de una amnistíageneral. En noviembre, la dirección de la CNT negociócon el líder conservador Miguel Maura; en diciembre,apoyó la insurrección de los oficiales republicanos de

Jaca. En las elecciones municipales del 12 de abril de1931, por fin, abandonando la vieja hostilidad deprincipios del anarquismo a las “farsas electorales”, hizovotar en masa a sus partidarios por los candidatosrepublicanos. Con la proclamación de la República, laCNT reapareció, pero en su seno se enfrentaban lascorrientes más diversas, desde el reformismo abierto dePestaña y sus compañeros al golpismo revolucionario y

al terrorismo de ciertos elementos extremistas de la FAIpasando por tendencias sindicalistas todavía vacilantes.La corriente “marxista” también fue profundamente

sacudida por los acontecimientos mundiales quesucedieron después de 1917. En el Partido SocialistaObrero Español (PSOE), fundado por Pablo Iglesiassegún el modelo guesdista, apareció, después de laRevolución rusa, un ala izquierda, favorable a laadhesión del partido a la Internacional Comunista. Unpaso que las Juventudes Socialistas, con Juan Andradey Luis Portela a la cabeza, fueron las primeras enfranquear, fundando, en abril de 1920, el Partido

Comunista Español (PCE). El Partido Socialista sufriríala escisión un poco más tarde, en abril de 1921, cuandola mayoría del mismo decidió rehusar las veintiunacondiciones de adhesión a la IC. La minoría fundóentonces el Partido Comunista Obrero Español (PCOEque se fusionaría rápidamente con el PCE bajo lapresión de la Internacional. Esta fusión se logró en1921, pero era demasiado tarde para que el jovenpartido pudiera desempeñar el papel que le asignabansus fundadores.

Un año después se produjeron por una parte epronunciamiento de Primo de Rivera que arrojó apartido a la ilegalidad, y por otra parte la crisis dePartido bolchevique que condujo, bajo el pretexto de“bolchevización”, a la sumisión de los PCs a la fracciónvictoriosa en la Unión Soviética. El partido perdió a unode sus fundadores  – Oscar Pérez Solís, que acabaríasiendo falangista  – y a muchos militantes. Aunque en1927 logró ganar un grupo importante de militantes de laCNT en Sevilla, con Manuel Adame y José Díaz, nocesó de debilitarse, tanto bajo los golpes de unarepresión sistemática como bajo los efectos de su propiapolítica, y especialmente con expulsiones exigidas por la

dirección de la Internacional cuya acción fue favorecidapor las condiciones precarias de la acción clandestinaEn el momento de la proclamación de la República, ePartido Comunista oficial no contaba apenas con másde 800 miembros en todo el país, tras responsables queeran militantes desde fecha reciente y que fueronpreferidos, a causa de su docilidad a las directricesvenidas de Moscú, a los supervivientes de la “viejaguardia”. Cuadros ente ros del partido fueronexpulsados de hecho sin que se les diera ningún tipo derazones, ni argumentando los verdaderos motivos: as

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sucedió en la Federación Catalano-Balear que dirigíanMaurín y Arlandis, en la Agrupación Madrileña de LuisPortela, en la Agrupación de Valencia, en la Federación

 Asturiana, todas orientadas por hombres que eranmucho más conocidos como dirigentes obreros que losdirigentes del partido oficial. El mismo Andreu Nin volvióa España en 1930. El antiguo secretario de la CNT, ydespués de la ISR, estaba ligado a la oposición de

izquierda en Rusia, miembro de su “comisióninternacional”, amigo personal de Trotsky. Con otrosmilitantes  – especialmente Juan Andrade y HenriLacroix, que habían seguido, por su parte, el mismoitinerario – se dedicó a construir en España la oposicióncomunista de izquierda, buscando las vías de unacuerdo con Maurín para la unificación de los gruposcomunistas de oposición.

En los medios comunistas, las reacciones ante laproclamación de la República eran igualmente muydiversas. El PC oficial recibió la orden de lanzar laconsigna de “¡Abajo la república burguesa! ¡El poder 

para los soviets!”, cuando no existía en España, segúndijo “Pravda”, la sombra de un soviet o de un organismoparecido. Maurín  – que reconoció sin dificultad lainfluencia ejercida sobre él, en aquella época, por Bujarin y los “comunistas de derecha”

5 y Nin  – a quienvimos unido a Trotsky  – llamaron, por el contrario, a lalucha por la realización de las consignas de larevolución democrática, de la que estimaban que sólolos trabajadores podían arrancarlas, y que su conquistaconstituía un elemento primordial en la lucha por larevolución socialista. Los dos hombres, sin embargo, seoponían a propósito de la cuestión nacional: igualmentecatalán, partidario de la autodeterminación, Andreu Ninno aprobaba la posición de Maurín y de su organizaciónen favor de la independencia de Cataluña, y lereprochaba su estrecha colaboración con la pequeñaburguesía catalanista.6 

Como en los otros países, la escisión que siguió a lafundación de la Internacional Comunista desplazó enEspaña un poco más a la derecha al Partido Socialista,que había rehusado en 1921 las veintiuna condicionesde admisión a la Internacional Comunista. El PSOE y lacentral sindical que controlaba, la Unión General de

Trabajadores (UGT), se pronunciaron en 1923 por unacolaboración con la dictadura y acepta ron las promesasque les ofreció Primo de Rivera. El secretario general dela UGT, Francisco Largo Caballero, se convirtió en

5 J. Maurín, Introducción de 1965 a Revolución y contrarrevoluciónen España, p. 3. (En realidad el partido de Maurín, el BOC, fue pocoinfluenciado por Bujarin, ver, A. C. Durgan, B. O. C. 1930-1936 El Bloque Obrero y Campesino, Barcelona 1996, pp. 97-101. (Nota deled.)

6 Maurín ya dejó de defender la independencia de Catalunya en1932 su ‘colaboración con la pequeña burguesía catalana’ muyefímera, más bien no existente, ver ídem pp. 102-136. (Nota del ed.)

consejero de Estado. La UGT utilizó sistemáticamentedurante la dictadura organismos de colaboración, comolos comités paritarios, para hacer progresar suimplantación en detrimento de la CNT, perseguida ydividida. Los socialistas, partidarios de la colaboraciónde clases bajo la dictadura de Primo de Rivera, sevolvieron resueltamente reformistas a partir de laproclamación de la República: uno de ellos, Indalecio

Prieto, fue uno de los animadores del reagrupamientode la oposición frente a la dictadura, y luego, frente a lamonarquía, uno de los principales organizadores de laconferencia de San Sebastián. La presencia en egobierno provisional de ministros socialistas constituyópara el nuevo régimen una garantía sobre su izquierdauna protección contra las impacientes aspiraciones delas masas obreras y campesinas, al mismo tiempo queuna promesa de “reformas” profundas y de leyessociales para satisfacer algunas de las reivindicacionesmás inmediatas.

Sería erróneo, sin embargo, no ver en él más que a

una fuerza de orden. Su política reformista no era másfuerte que las ilusiones de los trabajadores hacia enuevo régimen, además del miedo que temporalmentepodían inspirar a una oligarquía inquieta. La verdad esque la proclamación de la República abrió la vía de lasreivindicaciones obreras y campesinas que las clases enel poder no eran capaces de satisfacer. En definitiva, larevolución estaba a la orden del día. El problema erasaber si podría organizarse en España la fuerzanecesaria para su victoria: los elementos existían entodas partes, tanto en la UGT como en la CNT, en lasfilas de los “faístas”, y en las de los sindicalistas, en loscomunistas oficiales o no, en los jóvenes que sedespertaban a la vida política y se apuntaban en tal ocual organización política o sindical. ¿Cómo construir emarco que permitiría reunirlas? Tal fue el objeto de ladiscusión que se llevó entre comunistas, entre Maurín yNin en Barcelona, entre Nin y Trotsky a través de cartasen un círculo todavía reducido de militantes que notenían por el momento más arma que la experiencia delas revoluciones del siglo XX, victoriosas o vencidas, y laconvicción de que la hora de la revolución proletaria seacercaba en España de modo inevitable.

3. La democracia imposible

La composición del gobierno provisional era por smisma reveladora tanto de las intenciones como de loslímites de los fundadores de la República. El presidenteNiceto Alcalá Zamora, y el ministro del Interior, MigueMaura, eran no solamente fervientes católicos yconservadores declarados, sino además centralistasdecididos. Nicolau D’Olwer, ministro de Economía, era

un liberal ligado a la banca de Cataluña. El ministro de

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Hacienda, Indalecio Prieto, además de líder socialista,era un hombre de negocios de Bilbao. Largo Caballero,secretario de la UGT, antiguo consejero de Estado bajoel régimen de Primo de Rivera, era ministro de Trabajo.Todos eran hombres de orden, deseosos de impedir yde tratar de combatir la revolución, y su alianza  – sobreesta base negativa – era imposible frente a las tareas dela “revolución burguesa” que se imponía en España para

salir de sus contradicciones seculares: el problema de latierra y de la reforma agraria, la cuestión de lasnacionalidades, las relaciones entre la Iglesia y elEstado, el destino del aparato burocrático y del ejércitode la monarquía, que estaba confiado al único hombrenuevo de este equipo, el republicano de izquierdaManuel Azaña.

Sus primeras iniciativas querían ser tranquilizadoras.En una primera declaración garantizó la propiedadprivada dejando abierta la posibilidad de “expropiación” “por razón de utilidad pública y con indemnización”;afirmó de manera muy vaga que “el derecho agrario

debía corresponder a la función social de la tierra”.Proclamó su intención de conservar las buenasrelaciones con el Vaticano, proclamó la libertad decultos sin hacer alusión a una eventual separación. Seopuso a la proclamación en Barcelona de la Repúblicacatalana, a donde envió tres ministros que negociaronun compromiso, el restablecimiento de la Generalitat,vieja institución catalana, y la promesa de un estatuto deautonomía. No hizo ninguna alusión respecto adepuraciones del aparato de Estado o del ejército,manteniendo en sus funciones a los jefes de la policía yde la odiada Guardia Civil, cuyo jefe era el generalSanjurjo, y Alcalá Zamora recibía con gran pompa a losoficiales monárquicos que dirigían el ejército, con elalmirante Aznar, último ministro del rey, en primera f ila.

Las primeras semanas de existencia del nuevorégimen dan la clave de esta prudencia. Un hecho de extrema justicia fue el que no se conocieran el 14 de abrilenfrentamientos sangrientos. Cuando ni losmonárquicos ni los anarquistas parecían querer negar seriamente a la República, las primeras decisiones delgobierno provisional provocaron reacciones quepermitieron medir la profundidad de las contradicciones.

Los primeros decretos provenían del Ministerio deTrabajo: el dirigente de la UGT tenia un grave problemaen el seno de su propia organización, una fuertepresión, la de los obreros agrícolas agrupados en laFederación de los Trabajadores de la Tierra, y debíadarles al menos parcialmente satisfacción. Un primer decreto prohibía el embargo de pequeñas propiedadesrurales hipotecadas, otro prohibía a los grandespropietarios emplear trabajadores ajenos al municipiomientras existieran parados, los ayuntamientos fueronautorizados a obligar a los grandes propietarios a poner 

en cultivo tierras dejadas en baldío. Por fin, el 12 de junio, el gobierno extendió a los obreros agrícolas ebeneficio de la legislación sobre los accidentes detrabajo del que habían estado hasta entonces excluidos.

Por mal acogidas que fueran estas medidas en losmedios de la oligarquía, no provocaron abiertamenteuna tempestad. Por moderadas que fueran, en cambiolas declaraciones de los proyectos del gobierno

parecían intolerables amenazas en los mediosdirigentes de la jerarquía y del mundo católico. Losgrandes diarios que controlaban, “ ABC” y “El Debate”

sostenían una dura polémica, destacando el carácterprovisional del gobierno que oponían a la eternidad de lareligión católica. Atacaban con violencia el decreto del 6de mayo que dispensaba de la enseñanza religiosa a losniños de las escuelas públicas cuyos padres así lodesearan. El 7 de mayo publicaron una carta pastoradel cardenal Segura, verdadera declaración de guerra ala República y a su gobierno, en “defensa” de los“derechos” de la Iglesia frente a la “anarquía” que

amenazaba el país, llegando a comparar al gobiernoprovisional con la república bávara de los consejos de1919. Este texto provocador reforzó la agitación a puntode desarrollarse contra las congregaciones. Muchosdieron un apoyo abierto a los manejos reaccionarios, delos que la reunión de Madrid del “círculo monárquicoera la prueba más evidente. La reunión de este últimoel 10 de mayo, provocó vivos incidentes y dio lugar arumores alarmantes: se hablaba del asesinato de untaxista por los monárquicos. Durante la noche, seisconventos fueron incendiados en Madrid por jóvenesconventos e iglesias fueron igualmente saqueados eincendiados en los días siguientes en Sevilla, Málaga

 Alicante y Cádiz. La versión de una provocaciónsostenida aún hoy por un historiador eminente como esGabriel Jackson, ha sido a menudo expuesta paraexplicar estas violencias antirreligiosas. No ha sidoprobada. Lo que es cierto en cambio es que la Iglesiaespañola encarnaba a los ojos de las más ampliasmasas, en vías de tomar conciencia de su condición declase, toda la tradición reaccionaria del país y unaservidumbre secular hacia los poderosos. El gobiernoobservó la mayor prudencia: la policía no intervino más

que para asegurar la evacuación de los religiosos, y fueen vano  – hasta el 15 de mayo  – que el ministro deInterior reclamase la autorización para hacer intervenir ala Guardia Civil y para proclamar el estado de guerraLos gritos de indignación de la gran prensa y de losprelados no disimulaban la to tal ausencia de reacciónde la mayoría católica del país: el despertar de lasmasas trastornó los esquemas tradicionales.

El resultado de los incidentes de mayo fue en todocaso un endurecimiento de las posiciones: Seguraacusado de haber provocado la explosión popular, fue

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declarado persona non grata, y el gobierno se decidió aproclamar la libertad de cultos, añadiendo, bajo pretextode higiene, la prohibición de poner imágenes religiosasen los nichos. Los obispos protestaron con indignación.

La cuestión religiosa estuvo igualmente en el centrode la primera crisis, después de la discusión por lasCortes de la Constitución y especialmente de su artículo26. El proyecto, estrechamente inspirado en la

constitución de Weimar, proclamaba una “repúblicademocrática de trabajadores de toda clase”,concentrando el poder en una cámara única, elegida por sufragio universal, directo y secreto, y en las manos deun presidente con extensas prerrogativas, elegido por siete años por un colegio electoral particular. Laseparación de Iglesia y Estado, prevista por el artículo 3,y las disposiciones del artículo 26 contra lascongregaciones provocaron la primera crisis ministerial,la dimisión de Maura y Alcalá Zamora y la formación deun gobierno presidido por el anticlerical Azaña. Fue estemismo gobierno, de coalición republicano-socialista,

quien volvió sobre los principios mismos de laconstitución en materia de las libertades democráticasadoptando la “ley de defensa de la república”, que dio alMinisterio del Interior poderes exorbitantes paramantener el orden, y que sería más utilizado contra laagitación obrera y campesina que contra la reacción.

Lanzados a la lucha contra la Iglesia católica, losrepublicanos fueron, sin embargo, mucho másprudentes en el terreno de las reformas sociales y antetodo en su aproximación a la cuestión agraria. La “ley dereforma agraria”, votada después de interminablesdebates, preveía la expropiación de los grandesdominios en las principales regiones de latifundios, perosu alcance era considerablemente limitado por lascláusulas de indemnización y, por consiguiente, por loscréditos puestos a disposición del Instituto de Reforma

 Agraria. En efecto, para los primeros años, este últimono disponía más que de sumas que permitían lainstalación anual de 50.000 campesinos, abriendo laperspectiva de un plazo de medio siglo para unareglamentación definitiva del problema de la tierra. Y lasresistencias de las clases poseedoras a nivel delaparato de Estado eran tales que el Instituto no gastaría

en dos años más que el tercio de las sumas que lehabían sido concedidas. Como los capitales se fugabano se di simulaban, las dificultades económicas y socialesaumentaron en todos los sectores de actividad: el paroobrero alcanzó proporciones sin precedentes, y a éstevino a sumársele un alza continua de los precios que nodetenían los aumentos de salarios obtenidos por lashuelgas cada vez más numerosas a pesar de lamultiplicación de las instituciones que las arbitraban. Laagitación obrera reforzó la agitación campesina yviceversa. La represión, llevada por los cuerpos de

policía tradicionales  – especialmente la Guardia Civil  –exasperó, indignó y envenenó los conflictos. Mientrascatólicos y “laicos” se enfrentaban en las Cortes congrandes oratorias y se lanzaban a la cara amenazasapenas veladas de recurrir a la fuerza, obreros ycampesinos españoles hacían en sus luchas cotidianasla experiencia del nuevo régimen.

Ya durante la discusión de la constitución, estalló en

Barcelona la huelga de los empleados de la compañíaamericana de la Telefónica, impulsada por los militantesde la CNT. Esta compañía, introducida en España entiempos de Primo de Rivera, simbolizaba la penetracióndel imperialismo extranjero, denunciada antes porsocialistas y republicanos, quienes, ahora en el poderquerían tranquilizar a los capitalistas extranjerosSocialistas y anarquistas, militantes de la UGT y de laCNT, se enfrentaban, los primeros acusando a lossegundos de desencadenar y extender la huelga bajo laamenaza de sus pistoleros. En respuesta a la represióngubernamental, la CNT lanzó en Sevilla la consigna de

huelga general, a la que el gobierno respondió con eestado de guerra. En una semana fue restablecido eorden en la gran ciudad andaluza: el balance fue detreinta muertos y más de doscientos heridos. La prensay los militantes de la CNT desencadenaron unacampaña contra el gobierno: socialistas y anarquistascomenzaron a arreglar sus divergencias con las armasen la mano.

Seis meses después ocurrieron los trágicosacontecimientos de Castilblanco. Allí la Guardia Cividispersó brutalmente una manifestación de campesinosorganizada por la Federación de los Trabajadores de laTierra, afiliada a la UGT. Cuatro guardias civiles queentraron en la Casa del Pueblo para impedir unamanifestación de protesta fueron rodeados por lasmujeres. Uno de ellos disparó: los cuatro seríanlinchados y descuartizados por una masa encolerizadaLa represión fue dura: seis condenas a muerte conmutadas por prisión a perpetuidad. Unos días más tarde, lamisma Guardia Civil abrió fuego sobre una delegaciónde huelguistas en la comarca de Arnedo: hubo seismuertos, entre ellos cuatro mujeres y un niño, y dieciséisheridos de bala.

 Al mismo tiempo, militantes de la FAdesencadenaron una insurrección armada en la cuencaminera del Alto Llobregat, proclamando el “comunismolibertario” en estos pueblos miserables. Fueronaplastados en pocos días y un centenar de militantesanarquistas, entre ellos Durruti y Francisco Aseasodeportados a las Canarias y al Sahara español. Suscamaradas protestaron con una nueva insurrección enTerrassa, el 14 de febrero de 1932, tomando e

 Ayuntamiento, asediando el cuartel de la Guardia Civil, yfinalmente rindiéndose al ejército enviado contra ellos.

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Unos meses más tarde fue la derecha la que tomó lainiciativa del recurso a los fusiles. Reemplazado en elmando de la Guardia Civil por el general Cabanellas, elgeneral Sanjurjo intentó un pronunciamiento que la CNTy los trabajadores sevillanos cortaron en secorespondiendo con la huelga general inmediata, mientrasque las tropas gubernamentales rechazaron la tentativapobremente preparada por los elementos monárquicos

en Madrid. El general faccioso fue condenado a muertee indultado a continuación. Los bienes de losconspiradores  – algunos de los cuales fuerondeportados  – fueron confiscados. Favorecido por elfracaso de este movimiento, el gobierno aprovechó paradar un ligero avance a la reforma agraria y hacer aprobar el Estatuto de Autonomía de Cataluña, quepermanecía hasta entonces en suspenso. Pero noapartó del ejército más que a algunos de losconspiradores más conocidos.

En el mes de enero de 1933, los activistasanarquistas del grupo Nosotros  – García Oliver, Durruti,

antiguos miembros de los “Solidarios”  – apoyados en laFAI y los “comités de defensa” desencadenaron unanueva insurrección que arrastró a la CNT en numerosaslocalidades de Cataluña, de Levante, de la Rioja y de

 Andalucía. En esta última región, en Casas Viejas, undestacamento de guardias civiles prendió fuego a unacasa en la que se habían refugiado una treintena demilitantes anarquistas que serian quemados vivos,mientras que un oficial hizo ejecutar a sangre fría acatorce amotinados hechos prisioneros. El autor de estecrimen pretendió haber obedecido órdenes de Azaña.“Ni heridos, ni prisioneros.7 Tiros a la barriga”. Es tapolítica de brutal represión, el arsenal jurídico que elgobierno se dio con la ley del 8 de abril de 1932 sobre elcontrol de los sindicatos, la ley de orden público de juliode 1933, la ley sobre los vagabundos, permitiendodisparar sobre obreros parados y militantesprofesionales, la obligación de un anuncio de ocho díasde antelación para toda huelga, la multiplicación de losarrestos preventivos, la protección acordada por lapolicía a los comandos antianarquistas, todo esto dio, enadelante, al nuevo régimen su fisonomía antiobrera,exasperó las contradicciones, avivó las divergencias y

preparó reagrupamientos en el seno del movimientoobrero.

En cuanto a la CNT, después de la proclamación dela República, fue sacudida por una profunda crisis.Desde el mes de octubre, los elementos de la FAIconsiguieron, en efecto, una explosiva victoria sobre susadversarios sindicalistas eliminando de la dirección deldiario cenetista “Solidaridad Obrera” a Joan Peiró, al

7 Al encontrar resistencia, la Guardia Civil fue reforzada sonsecciones de guardias de asalto. El oficial que mandaba la fuerza erael capitán Rolas de la Guardi de Asalto (N. del E .)

que juzgaban oportunista. Algunos meses despuésPestaña fue expulsado del sindicato del metal. Unmanifiesto firmado por treinta dirigentes de la CNT  – los“trentistas”  – entre los cuales estaban Joan Peiró, JuanLópez, Pestaña, tomó posición contra el aventurerismode la FAI y trazó un programa reformista8 que valdría asus firmantes la expulsión de la Confederación, connumerosas organizaciones  – en Valencia, Huelva y

Sabadell especialmente  –, que tomaron el nombre de“Sindicatos de la oposición”.Sin embargo, la FAI se dividió ella misma, y los

anarquistas puros, fieles al modelo tradicionalcombatieron encarnizadamente a aquellos que llamabananarcobolcheviques y que buscaban en la realidad demomento una respuesta a la cuestión que los “trentistasrehusaban plantear: ¿Cómo hacer la revolución?9 Econflicto interno se tradujo de forma trágica a nivel delas contradicciones entre organismos responsables: enenero de 1933, en Cataluña, la federación local de laCNT lanzó la consigna de huelga general, veinticuatro

horas después que la confederación regional hubieratomado posición en contra. Pero reflejó en realidad unacrisis política extremadamente profunda. Como subrayóentonces Andreu Nin, en notas repetidas hoy por ehistoriador César Lorenzo, si los anarquistaspermanecían fieles a su viejo esquema de “gimnasiarevolucionaria” destinada a adiestrar a los trabajadoresno harían más que un cambio radical que les pondría encontradicción con los principios anarquistastradicionales, apoderándose, de hecho, del poderpolítico e instaurando, a su manera, una dicta dura queno era ciertamente la del proletariado, sino que era la desu propio poder revolucionario.10 Comentando la huelgade enero de 1933 y las “proclamaciones” de “toma depoder ” por los comités anarquistas, Andreu Nin saludóesta nueva posición como un “paso adelante”: “Losdirigentes del movimiento han renunciado prácticamentea los principios fundamenta les del anarquismo paraacercarse a nuestras posiciones”.11 Y esto no eraevidentemente por casualidad, ya que al otro extremodel horizonte anarcosindicalista, Angel Pestaña rompíacon el anarquismo para fundar un “Partido Sindicalistadestinado en lo fundamental a realizar por una vía

pacífica y reformista un socialismo basado en laautogestión y el federalismo.

La colaboración de los socialistas en un gobiernorepublicano que se volvía tan claramente contra lasreivindicaciones obreras y campesinas, la decepciónprovocada por los resultados concretos del cambio derégimen político, no podían, al menos en un primer

8 Texto integro en Peirats, La CNT, en la Revolución Española, t. Ipp. 44-48.

9 A. Nin, Los problemas de la revolución española, p. 115.10 C. Lorenzo, Les anarchistes espagnols et le pouvoir , p. 7411 A. Nin, op. cit., p. 112.

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momento, nutrir el desarrollo de la CNT, que conocía, apesar de las dificultades, un desarrollo considerable desu organización y de su influencia durante los primerosaños de la República, en los cuales aparecía como elpolo de reagrupamiento ofrecido a los revolucionarios lomismo que a la acción de clase de los obreros ycampesinos. La CNT reunía indiscutiblemente loselementos más combativos y los más decididos del

proletariado español, pero, al mismo tiempo, no eracapaz de ofrecerles ni un método ni un programarevolucionario y, en estas condiciones, la crisis queatravesaba  – la rebelión de los militantes contra losprejuicios anarquistas  – dejaba teóricamente un lugar considerable a la intervención de los comunistas, quedisponían de una posibilidad real de construir verdaderamente su partido en una doble oposición a lascorrientes reformistas de colaboración de clase y a lastácticas aventureristas del golpismo revolucionario quefacilitaban la tarea de la represión gubernamental yagravaban las divisiones en el interior del movimiento

obrero.Pero el Partido Comunista oficial estaba lejos de

comprender la realidad política y de tomar esta postura.Íntegra y estrechamente sumiso a la dirección estalinistade la Internacional Comunista  – que representaba enEspaña una “delegación” compuesta por Humbert-Droz,Rabaté y el argentino Codovilla  – aplicabamecánicamente en España los análisis y las consignaselaboradas por ella en el marco de la política llamadadel “tercer período”, caracterizada por su sectarismo ysu rechazo a la unidad obrera. La definición de lasocialdemocracia como un “socialfascismo”, que daríaen Alemania los resultados catastróficos de impedir launidad en la lucha contra los nazis, asegurando lavictoria sin combate a las bandas hitlerianas, se aplicótambién a la situación española: el análisis del PartidoSocialista como un partido “socialfascista” no podía másque aislar a los comunistas y agrupar alrededor de susdirigentes reformistas a los militantes socialistas que sepreguntaban sobre los fundamentos de la política de supartido. Aún más, este análisis era aplicado de maneramecánica a los anarquistas, calificados de“anarcofascistas” y tratados en consecuencia como

tales. Las repetidas llamadas del PCE al “poder de lossoviets” en un país donde no había nada que separeciera, ni de lejos, a un soviet, no hacía más quedesacreditarlos y al mismo tiempo desacreditar tambiénla imagen del comunismo. Allí donde los militantescomunistas constituían una fuerza importante, como enSevilla, la ponían al servicio de una política de escisiónde la CNT: el “comité de reconstrucción de la CNT”,fundado por los comunistas que militaban en el puertode Sevilla, era el instrumento de esta empresa, quesería la causa de enfrentamientos sangrientos entre

militantes del PCE y de la CNT, y levantaría contra e“comunismo” a numerosos militantes anarcosindicalistasligados a la unidad de la central que el PCE seesforzaba en destruir. Esta trayectoria sectaria yantiunitaria culminó con la “sanjurjada”; el mismo día depronunciamiento del general, “Mundo Obrero” denuncióal gobierno como centro de la actividad fascista, y lacontra manifestación organizada por el PCE no ofreció

otra consigna que la de “¡Abajo Sanjurjo!”. El error eratan manifiesto, la incomprensión tan grande en lasmismas filas del partido, que la Internacional decidió un“cambio”: los dirigentes Adame y Bullejos, consideradoslos responsables de la política sectaria que no hicieronmás que aplicar, fueron eliminados, y el comité de“reconstrucción” fue transformado en “comité para launidad sindical”. Los mismos delegados de Stalincontinuaron en realidad dirigiendo el partido bajo lacobertura de “nuevos” jefes recientemente ascendidoscomo José Díaz, Jesús Hernández y Dolores Ibárruri, yel comité para la unidad sindical sirvió de trampolín a

una nueva central sindical, la CGT unitaria, cuyacreación facilitó la expulsión de los militantescomunistas de las otras dos centrales y contribuyó unpoco más todavía al aislamiento del Partido Comunista.

Los comunistas que se oponían a esta situacióndurante este tiempo, se esforzaban en promover otrapolítica y en conquistar a los militantes que se rebelabancontra esta situación catastrófica. La FederaciónCatalano-Balear de Maurín se fusionó con el PartitComunista Catalá de Jordi Arquer, otra pequeñaorganización, pero bien implantada en muchos centrosentre los estibadores de Barcelona y de LéridaFormaron juntos el Bloc Obrer i Camperol (BOC), que seautodefinía como organización de masas y llamaba a loscomunistas de España a la reunificación. Nin, quecomenzó a colaborar en “La Batalla” de Maurín ypensaba adherirse a la Federación Catalana, renuncióno tanto por el hecho de las exhortaciones de Trotsky sno por las continuas negativas que le oponían losdirigentes del Bloc Obrer i Camperol. La vuelta aEspaña de los elementos ganados a la oposición deizquierda en Bélgica y en Luxemburgo, permitió edesarrollo del grupo que se convertiría en la Izquierda

Comunista en 1932, y publicaba una importante revistateórica, “Comunismo”, y además un efímero semanario“El Soviet”. Desde entonces, Nin se apartó de losmaurinistas y polemizó contra el Bloc Obrer i CamperolLas divergencias eran profundas entre los dos gruposLa principal era que Nin y los suyos poseían un análisissobre el estalinismo, y que su apreciación de lasituación española se basaba en una interpretación delos acontecimientos que se desarrollaron en Rusiadespués de la revolución, y por consecuencia, de la“cuestión rusa”, que según ellos, dominaba toda la

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política de la Internacional, tanto en España como enotras partes. Maurín y sus partidarios, por su lado,rechazaban los ataques contra los trotskistas,rehusaban tomar partido entre “estalinistas” y“trotskistas”, afirmando querer atenerse a sus propiasdivergencias de comunistas españoles en la solacuestión española, y rehusando aceptar una política, fuese cual fuese, que se limitase a aplicar teóricamente en

España los esquemas que habían sido válidos en Rusiaen 1917.12 Una posición que Nin calificaba de “trasplantación deformada de la teoría estalinianaantimarxista del socialismo en un solo país”.13 Y estadivergencia fundamental alimentó, de golpe, muchasotras oposiciones.

De acuerdo en reconocer la importancia de la“cuestión nacional”, trotskistas y maurinistas no sacabanlas mismas conclusiones prácticas. Nin luchaba por elreconocimiento del derecho de las nacionalidades a laseparación, pero también por la unificación nacional einternacional del proletariado, mientras que Maurín se

declaraba “separatista” en Cataluña y reprochaba a laInternacional que no apoyase a todos los movimientosseparatistas en España. Igualmente, la IzquierdaComunista y el Bloc Obrer i Camperol estaban deacuerdo en condenar la política estalinista sectaria queconsistía en oponer mecánicamente “la dictadura delproletariado y de los soviets” a la “república burguesa” yen caracterizar como “democrática burguesa” la faseinicial de la Revolución española. Pero Nin llevóadelante la consigna de “ruptura con las organizacionesburguesas” como un paso hacia la constitución de lossoviets, mientras que Maurín propuso una “convenciónnacional” dirigida por los elementos avanzados de lapequeña burguesía, en resumen, una coalición del tipode la que se estaba formando en Cataluña con elmovimiento catalanista, en una región donde, adiferencia del resto de España, la UGT y el PartidoSocialista no constituían más que una fuerzainsignificante. Después de la “sanjurjada”, el Bloc Obrer iCamperol lanzó la consigna de “Todo el poder para lasorganizaciones obreras”: Nin la condenó como unaconcesión oportunista, puesto que en Españasignificaba “todo el poder a los sindicatos” y excluía, por 

tanto, a las masas campesinas. Lo que los trotskistascalificaban de oscilaciones “centristas”, que en ladecisiva cuestión del poder conducía a los maurinistas aadaptarse a veces a la pequeña burguesía catalana yotras a los anarcosindicalistas, ellos oponían la línea dela lucha por la construcción de la forma española de los

12 Ya a finales de 1932, el BOC empezó a defender una posiciónclaramente anti estalinista, además de elogia a Trotsky y publicóartículos suyos mientras que mantuvo sus críticas a sus seguidores,ver Durgan, B.O.C. pp101-102. (Nota del ed.)

13 Ibidem<, p. 73

soviets, las “ juntas revolucionarias” elegidas por losobreros y campesinos.

El encarnizado combate político entre gruposopuestos entre ellos, y entre ellos y el PCE, provocóreplanteamientos y cambios entre estos grupos cuyasfronteras eran por lo demás bastante débiles. EnMadrid, en Valencia y en Extremadura, militantes dePCE y de las Juventudes Comunistas (JC) fueron

expulsados y se sumaron a la oposición de izquierdaGorkín, antiguo dirigente del partido en la emigraciónque había aglutinado a los trotskistas en Francia, dejó laoposición de izquierda española para militar finalmenteen el Bloc Obrer i Camperol. Pero el catalán Molins Fábrega dejó el Bloc Obrer i Camperol por la oposiciónde izquierda. La agrupación de Madrid se descompusoen 1932, una parte de sus miembros se integraron en ePCE, mientras que dos de sus principales animadoresel antiguo dirigente de las JS y del Partido SocialistaLuis Portela, y el antiguo dirigente de las JC, Luis GarcíaPalacios, se integraron, el primero en el Bloc Obrer

Camperol de Maurín y el segundo en la oposición deizquierda. Una minoría que se denominaba “OposiciónObrera” en el interior de la Federación catalana, seagrupó alrededor de los camaradas de Maurín, AntonioSesé y los pioneros del comunismo Hilario Arlandis yEvaristo Gil, que en 1932 igualmente se integraron en ePCE. Este, a quien el apoyo financiero de laInternacional permitía la publicación de un diario, tareamuy superior a sus propias fuerzas, no progresó másque débilmente, a pesar del éxito conseguido en Madridsobre la oposición de tendencia maurinista. La revista“Comunismo” gozaba de un enorme prestigio entre losintelectuales, pero la oposición de izquierda convertidaen Izquierda Comunista que la editaba no progresódemasiado entre los trabajadores manuales. El BlocObrer i Camperol, alrededor de la Federación catalanaque se convirtió en Federación Comunista Ibérica, siguiósiendo, a pesar de sus fracasos en el resto de España,el primer partido obrero en Cataluña, donde lasorganizaciones sindicales de la CNT y los partidoscatalanistas tenían la preponderancia política.

Sin embargo, de la acción de estas organizacionesminoritarias, separadas por serias divergencias, surgió

con la agravación de la situación política y la amenazamás precisa de contrarrevolución en 1933, la primerainiciativa susceptible de trastornar la relación de fuerzasentre sindicatos y partidos por una parte, y movimientoobrero y clases dirigentes por otra.

En efecto, en diciembre de 1933 se constituyó enBarcelona, bajo el impulso del Bloc Obrer i Camperol yde la Izquierda Comunista, el primer frente de unidadentre organizaciones, la Alianza Obrera: la UGTcatalana, la Unió Socialista, los sindicatos de laoposición  – trentistas  –, la Unió de Rabassaires

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(pequeños campesinos) y el minúsculo PartidoSocialista Español de Barcelona, y estas dosorganizaciones comunistas decidieron concluir estaalianza en vista de “oponerse a la victoria de lareacción” y de preservar las amenazadas conquistas dela clase obrera. Esta iniciativa, todavía modesta, era a lavez el resultado de la propaganda incansable llevadapor la oposición de izquierda internacional y española en

favor de los frentes de unidad obreros contra el fascismoascendente y de la emoción provocada en el mundoentero por la derrota de la clase obrera alemana,consecuencia del rechazo obstinado de la política defrente único por parte de los dos grandes partidosobreros alemanes. Constituyó al mismo tiempo unainiciativa defensiva frente a la aparición de los primerosgrupos abiertamente fascistas, las JONS (Juntas deOfensiva Nacional-Sindicalista) de Ledesma Ramos yOnésimo Redondo, después Falange (FalangeEspañola) que dirigían José Antonio Primo de Rivera, elhijo del dictador, y el aviador Ruiz de Alda.

Correspondía, en fin, a la creciente inquietud y a laimpaciencia que se traducía más y más vigorosamenteen el interior del Partido Socialista, decepcionado por losresultados de los años de colaboración gubernamental.

El balance de estos años era, en efecto, sentido demanera extremadamente contradictoria por losmilitantes. Si los resultados obtenidos eran pobres encomparación con las esperanzas alimentadas enmateria de reformas y de avance gradual hacia elsocialismo, no era menos cierto que el Partido Socialistay la UGT crecieron enormemente, se convirtieron, enestos años, en poderosas organizaciones de masasatrayendo a sus filas a numerosos jóvenes que veían enellas la principal esperanza de un cambio político ysocial. Sus nuevos militantes traducían a la vez ladecepción de las masas ante la pobreza de losresultados obtenidos y la presión ejercida por losanarquistas sobre su izquierda. La coalicióngubernamental se volvió cada vez más incómoda. Por una parte, los republicanos reprochaban a los socialistasno ser más que instigadores, o al menos cómplices de laagitación campesina y de sus formas cada vez másviolentas, y les acusaban de do ble juego. Por otra

parte, anarquistas y comunistas de obediencias diversasdenunciaban a los socialistas como cómplices de unapolítica de represión feroz, de un régimen en el que unrepublicano tan moderado como Martínez Barrio podíadeclarar que era un régimen de “barro, de sangre y delágrimas”.14 La ruptura entre socialistas y republicanosseria desde ahora inevitable: el presidente de laRepública, Alcalá Zamora, se empleó activamenteprovocando primero la crisis ministerial, y luego

14 Citado por G. Jackson, La República española y la guerra civil ,p. 94.

decidiendo la disolución de las Cortes después de unefímero gabinete Lerroux. De repente, la crisis dePartido Socialista se volvió inevitable: la perspectiva delas elecciones planteó la cuestión de las alianzaselectorales, obligó a los dirigentes a re considerar econjunto de su balance, forzando a los militantes aasumir sus responsabilidades. En las filas de laJuventud Socialista, especialmente en Madrid, se dibujó

una corriente que volvía a poner en cuestión de formaradical las perspectivas del partido después de laescisión, la defensa de la democracia burguesaparlamentaria y la colaboración de clases en una ópticareformista. Surgió una nueva fuerza, una nuevaposibilidad concreta de construir un frente de lostrabajadores al mismo tiempo que una fuerzarevolucionaria. Pero no estaba por el momento más queen sus primeros pasos, y las elecciones de noviembrede 1933, que dieron a la derecha la mayoría, iban acrear un contexto nuevo.

4. La reacción imposible

Las elecciones de noviembre de 1933 dieron lavictoria a la derecha: la ley electoral favoreció lasamplias coaliciones, y los socialistas, que entraron solosen la competición, perdieron la mitad de sus escañosaun sin perder votos, mientras que los partidosrepublicanos se derrumbaron. Este resultado por sí sóloplantea el problema de fondo: en el contexto económicoy social de la España tradicional, los socialistas, frente auna coalición a la que sostenían fondos considerables y

los caciques de los pueblos, no les quedaba más opciónque la derrota o la alianza con los republicanos, alianzaque, como demostraban los años transcurridos, no lespermitió aplicar su política. Decidido a afrontar sólo lacompetición electoral, el Partido Socialista fue forzadode improviso a asumir esta contradicción y a poner enmarcha una revisión desgarradora. El ala izquierda quese dibujaba en el transcurso del verano de 1933 a travésde las reacciones de la Juventud Socialista empezó atomar forma, y su principal portavoz no fue otro queLargo Caballero. El hombre que durante cincuenta añosfue el jefe de las filas del reformismo y de la

colaboración de clases, traía un lenguaje nuevo ycuando menos sorprendente. Para él, la experiencia delos primeros años de la República estaba clara: nohabía que esperar nada de la pequeña burguesía y delos partidos republicanos que eran congénitamenteincapaces de realizar su revolución democráticaburguesa. Según él, durante estos años de coalicióngubernamental, Azaña y los suyos habían saboteadotodas las tentativas de reformas serias – incluso a travésde los altos funcionarios de su propio Ministerio. Durantela campaña electoral, empleó, según ex presión de

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entrevistaron con Largo Caballero, que se iría pocotiempo después a Barcelona para proseguir la discusión.Sensible a la amenaza de la contrarrevolución, heridomoralmente por el fracaso de su vida militante,empujado por la voluntad de combate de los militantesobreros de su partido y de la UGT, influenciado por intelectuales  – Carlos de Baraibar, Luis Araquistain  – que traducían la corriente a la vez unitaria y

revolucionaria que comenzaba a animar a la jovengeneración, el viejo dirigente reformista dio un paso másy se pronunció por la Alianza Obrera, al mismo tiempoque por la vía revolucionaria. La Alianza Obrera, ya unarealidad en Barcelona, se extendió por toda Cataluña, ytambién por Madrid, donde la participación del alacaballerista le dio un peso particular, por Valencia, por 

 Asturias, donde obtendría la espectacular adhesión dela organización regional de la CNT.

Fue en febrero de 1934 cuando, en las columnas de“La Tierra” apareció la primera toma de posición de unconocido dirigente de la CNT en favor de la Alianza

Obrera. Valeriano Orobón Fernández, lanzándose sobreel viejo sectarismo anarquista, planteó el problema enestos términos:

“La realidad del peligro fascista en España haplanteado seriamente el problema de unificar alproletariado revolucionario para una acción de alcancemás amplio y radical que el meramente defensivo. Laúnica salida política actualmente posible se reduce a lasso las fórmulas antitéticas de fascismo o revoluciónsocial... es indispensable que las fuerzas obrerasconstituyan un bloque de granito”.17 

La unidad que proponía debía hacerse sobre la basede la negativa a colaborar con la burguesía y de luchar por su caída. La base del nuevo régimen debía ser  “laaceptación de la democracia obrera revolucionaria, esdecir, de la voluntad de la mayoría del proletariado, entanto que denominador común y factor decisivo delnuevo orden de cosas”.18 

Sobre esta base la Confederación Regional asturianafirmó con la UGT un pacto de alianza que el plenonacional de la CNT rechazó con escándalo. Losasturianos, tras su dirigente José María Martínez,persistieron. Así lo señala César Lorenzo: “Volviendo a

poner en duda el anarquismo tradicional, estosmilitantes asturianos aceptarían la constitución de unpoder ejecutivo que organizaría la revolución y despuésde ésta ejercería la autoridad y aseguraría el orden”.19 

Combatida con encarnizamiento, tanto por lossocialistas de derecha de la tendencia Besteiro comopor los anarquistas, denunciada como “socialfascista” por el Partido Comunista, la construcción de la Alianza

17 Texto íntegro en Peirats, op. cit., pp. 70-78; aquí, p. 70.18 Ibidem, p. 77.19 C. Lorenzo, op. cit., p. 84.

Obrera trazó una división nueva dentro del movimientoobrero español y creó al mismo tiempo las condicionesde su reunificación a plazos y, en lo inmediato, las de suunidad de frente. La iniciativa de la Alianza Obrera deCataluña llamando en marzo de 1934 una huelgageneral de solidaridad con los huelguistas de la prensamadrileña demostraba que desde ahora existía enEspaña un elemento nuevo, un factor de renovación de

la estrategia obrera, una posibilidad de superar lasantiguas divisiones y de asumir una estrategiarevolucionaria.

Pronto sería puesta a prueba. La CEDA hizo sabepor boca de Gil-Robles que exigía su parte deresponsabilidades gubernamentales. Los dirigentessocialistas se dividieron: ¿debían resistir por la fuerza, apesar de una evidente falta de preparación, comopensaba Largo Caballero? ¿Debían buscar la manerade evitar una batalla cuyo fracaso era seguro y reservarse para tiempos mejores, como afirmaba Prieto? Lareciente derrota de los socialistas austríacos frente a

canciller Dollfuss  – el modelo de Gil-Robles  – hacía sinduda inclinar la balanza, y Largo Caballero lo consiguióse resistirá con las armas en las manos. El 1 de octubrelas Cortes se reunieron, el gobierno dimitió y Gil-Roblesreclamó la mayoría en el gobierno. Los socialistashicieron saber al presidente que considerarían estaentrada como una declaración de guerra contra ellosapoyados por los republicanos de izquierda, pi dieron ladisolución de las Cortes y nuevas elecciones. Despuésde vacilar, el presidente Alcalá Zamora designó aLerroux y le pidió que formara un gobierno quecomprendiera tres miembros de la CEDA. La UGT lanzóla orden de huelga general. La CNT no se movió en eplano nacional. Los campos, agotados por una larga ydura huelga de los obreros agrícolas en junio, tampocose movieron. Solamente se declararían tres focosinsurreccionales: Barcelona, Madrid y Asturias.

En Barcelona, la Alianza Obrera que inspirabanMaurin y Nin tomó posición por la insurrección contra enuevo gobierno, amenaza directa contra los obreros ylos campesinos así como contra la autonomía catalanaIntentó convencer al gobierno de la Generalitat de quetenía entre sus manos la clave de la situación. La CNT

catalana, por su crisis interna, por los largos meses delucha para sostener la enorme huelga de Zaragoza en laprimavera anterior, no consideró la alianza, aún limitadacon los autonomistas de la Generalitat, y aún menos conlos comunistas del Bloc Obrer i Camperol que intentaronexplotar su crisis para construir una centraindependiente, aliándose con la UGT y con lossindicatos de la oposición. La CNT tomó posición contrala huelga  – uno de sus dirigentes habló incluso en estesentido por la radio de Barcelona  – y los militantesanarquistas volvieron a hallarse de hecho en el campo

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del gobierno central, contra la huelga que se extendíapor Cataluña, contra la proclamación por el presidentede la Generalitat, Companys, de la “independencia delEstado catalán en el marco de la república federal”. Losdirigentes catalanes, desbordados por la derecha por losfascistas catalanes del responsable del orden público,Dencàs, y sus “camisas verdes”, que se dedicaban aprovocar a los trabajadores atacando a los anarquistas y

desarmando a los aliancistas, con su proclamaciónhabían “salvado el honor ”, y se apresuraron a negociar una rendición honorable. A pesar del éxito inicial de lahuelga general  – la primera en Cataluña que no habíasido impulsada por los anarquistas  – la clase obrera,especialmente en Barcelona, permaneció pasiva ante laaparente connivencia de la Alianza y de losautonomistas y la complicidad, de hecho, de losanarquistas con Madrid: quedando la CNT al margen dela Alianza Obrera, por ver en ésta una fuerzacompetidora, y así roto el frente de unidad, el gobiernode Madrid pudo restablecer su autoridad sin disparar un

tiro.En Madrid, donde el Partido Socialista era con

mucho la fuerza determinante, la CNT se negóigualmente a entrar en la Alianza Obrera. El 2 deoctubre sus representantes informaron a los delegadosde la Alianza que habían decidido pasar a la accióninsurreccional en caso de que la CEDA accediera algobierno. El 4, con el anuncio de esta entrada, tomaronposición para el desencadenamiento de una huelgageneral pacífica destinada a hacer presión sobre elpresidente de la República. La huelga arrancó, dehecho, espontáneamente: las calles estaban llenas detrabajadores dispuestos a tomar las armas y a combatir.Pero los dirigentes socialistas no se decidían: faltabanlas armas. Finalmente no hubo más que apasionadosmovimientos de la muchedumbre, algunos disparosaislados contra las fuerzas del orden, operaciones decomando contra los edificios públicos y los cuarteles,realizadas esencialmente por militantes de lasJuventudes. El gobierno pudo respirar al cabo decuarenta y ocho horas y comenzó a hacer detener adirigentes y militantes. La huelga prosiguió hasta el 12,testimonio de una voluntad de combate que no se pudo

traducir en actos. La Alianza Obrera de Madrid, simpleórgano de unión, apéndice del Partido Socialistamadrileño, no fue el esperado órgano de frente único ycombate revolucionario.

Pero no sería lo mismo en Asturias. Allí, como yavimos, la CNT, con José María Martínez, entró en la

 Alianza Obrera, que reunió igualmente en el últimominuto al Partido Comunista, y que lanzó la célebreconsigna “Unión, hermanos proletarios”. En todos lospueblos mineros se constituyeron comités locales que,desde la noche del 4 de octubre, lanzaron la huelga

general, ocupando el 5 la mayor parte de laslocalidades, atacando por sorpresa y desarmando a lasfuerzas de policía, y ocupando la capital provincialOviedo, el día 6. La noticia del fracaso de Barcelona yde Madrid no disminuyó la voluntad de combate de losmineros, cuyos comités tomaron en sus manos el poderarmando y organizando las milicias, haciendo reinar unorden revolucionario muy estricto, ocupando los

edificios, confiscando las empresas, racionando losvíveres y las materias primas. Se apoderaron dearsenal de La Trubia, de La Vega y de Marigoyadisponiendo de 30.000 fusiles e incluso de artillería y dealgunos blindados, pero faltos de municionesemplearon sobre todo la dinamita, arma tradicional ensus combates. Seguro de contener al resto de Españael gobierno empleó los mayores medios a su alcance, ybajo los consejos de los generales Goded y Francoconfió al general López Ochoa el encargo de lareconquista, con las tropas más escogidas, losmarroquíes y la Legión extranjera. Oviedo caería el 12

de octubre, y el socialista Ramón González Peñadimitiría del comité revolucionario. La resistenciacontinuó, y el ejército tomaría un pueblo minero tras otrohasta el 18 de octubre en que el socialista BelarminoTomás negoció la rendición de los insurgentesFrancotiradores resistieron aquí y allá durante semanasLa represión fue terrible, más de 3.000 trabajadoresmuertos, 7.000 heridos, más de 40.000 encarceladossiendo algunos sometidos a la tortura por los agentesdel comandante Doval, levantando la indignación en losmás amplios medios. El estado de guerra se mantuvodurante tres meses y numerosos ayuntamientos fueronsuspendidos, entre ellos Madrid, Barcelona y ValenciaLos tribunales militares pronunciaron cierto número decondenas a muerte: el sargento Vázquez, que se habíapasado al lado de los insurrectos, fue fusilado; losdiputados socialistas Teodomiro Menéndez y RamónGonzález Peña verían sus penas con mutadas, ascomo el comandante Pérez Farras, jefe de las fuerzascatalanistas “insurgentes”.20 Azaña, Largo Caballero yotros serían encarcelados por algún tiempo...21 Prieto serefugió en Francia.

Después de la insurrección de octubre de 1934

 Andreu Nin escribió que a la Comuna asturiana le faltópara vencer, lo que ya había faltado a la Comuna deParís, un partido revolucionario. Esta era también laopinión de Trotsky  – la línea de los partidarios de la

20 El capitán Frederic Escofet también vería conmutada su pena demuerte. Otros oficiales, fieles al Gobierno de la Generalitat y queparticiparon en los hechos de octubre, sien do por ello condenadosfueron Joan Ricart, Salas Ginestar y López Gatell. (Nota del Ed.)

21 El Gobierno de la Generalitat permaneció también encarceladohasta las elecciones de febrero de 1936. Había sido juzgado en mayode 1935 y condenado, de acuerdo con la petición fiscal, a 30 años deprisión. (Nota del Ed.)

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fundación de una nueva Internacional, la IV. Era tambiénla opinión defendida por la Juventud Socialista,especialmente por su dirección, así como en los me diosintelectuales más avanzados del ala “caballerista” delPartido Socialista y de la UGT. Y era sin embargo en elmomento en que se podía considerar la fusión sobreesta base, y en esta perspectiva común de estas trescorrientes, en definitiva convergentes, cuando fueron de

hecho a divergir de manera decisiva, de una parte, conla ruptura entre Nin y Trotsky, y de otra con la evoluciónde la Juventud Socialista hacia el Partido Comunista.

Durante los años del “tercer período”, la oposición deizquierda internacional luchó con encarnizamiento por larealización de un frente de unidad obrero. En 1934 estaperspectiva estuvo a punto de realizarse en Francia y enEspaña, tanto bajo el empuje de la corriente unitaria quese desarrolló en las masas después de la victoria delnazismo, como por el resultado directo del giro mundialde los partidos comunistas y del abandono por ellos dela política de denuncia del “socialfascismo”. Los inicios

de realización de este frente de unidad era para los quefueron sus ardientes defensores un paso adelante, peroconstituyó al mismo tiempo un enorme peligro al crear las condiciones de su aislamiento de pequeño grupo enel exterior de este frente. Partiendo de la necesidad quetenían los revolucionarios de estar en el interior de estefrente de unidad para “fecundarlo”, Trotsky propuso asus camaradas fran ceses lo que él llamó la política del“entrismo” en el Partido Socialista. Se trataba para él, enun primer momento, de operar la unión entre el pequeñogrupo de sus partidarios, los “bolcheviques-leninistas”  – casi todos antiguos militantes del Partido Comunistaexpulsados por  “trotskistas”  – y el ala izquierda que seencontraba en el interior de la socialdemocracia. Seríaasí posible en un segundo momento y a través de laruptura con la socialdemocracia buscar las bases deorganización de un partido independiente queconstituyera entonces un polo de atracción suficientepara precipitar a su alrededor la crisis en las filas de losPCs oficiales. La evolución hacia la izquierda del PartidoSocialista – más clara todavía que la de la SFIO  – llevóa Trotsky a insistir para que sus partidarios operaran enEspaña lo que se dio en llamar el “viraje francés”,

negociando su entrada en el partido de Largo Caballero.El fracaso de las sublevaciones de 1934 estaba lejos

de haber roto el desarrollo hacia la izquierda deimportantes sectores del Partido Socialista y de la UGT.Largo Caballero, llevado por el movimiento natural deradicalización de las masas, se hizo el portavoz y llegó aser a su vez, por su acción, uno de los más poderososfactores de su aceleración. En prisión, el viejo militantereformista descubrió a los clásicos del marxismo, seentusiasmó con la lectura de El Estado y la Revolución,con Lenin y con la Revolución rusa. Reunió en torno a él

una pléyade de brillantes intelectuales, los AraquistainCarlos de Baraibar, Alvarez del Vayo, que constituían eestado mayor del semanario “Claridad” que tomó comomisión propagar la nueva orientación revolucionariaLuis Araquistain la resumió en estos términos:

“Yo creo que la II y la III Internacional estánvirtualmente muertas; está muerto el socialismoreformista, democrático y parlamentario que encarnaba

la II Internacional; está muerto también ese socialismorevolucionario de la III Internacional que recibía deMoscú consignas y orientaciones para el mundo enteroEstoy convencido de que debe nacer una IVInternacional que funda a las dos primeras, tomando deuna la táctica revolucionaria, y de la otra el principio dela autonomía nacional”22.

Estos revolucionarios eran seguidos, apoyados y aveces precedidos por la Juventud Socialista. Juntoshicieron campañas por lo que llamaban una“bolchevización” del Partido Socialista, del que queríanhacer un partido revolucionario. El órgano de la JS de

Madrid, “Renovación”, lanzó una llamada a lostrotskistas de la Izquierda Comunista que considerabacomo “los mejores teóricos y los mejores revolucionariosde España” para que entraran en el Partido23 y en lasJuventudes Socialistas con el fin de precipitar estatransformación necesaria. Fue un umbral quefranquearon, desde 1934, algunos militantes trotskistasimportantes, especialmente José Loredo Aparicio.

Pero la mayoría de los trotskistas españoles no sedejaron convencer por los argumentos de Trotsky ymenos aún por las llamadas de aquellos a quienesTrotsky denominaba “la magnífica juventud socialistallegada espontáneamente a la idea de la IVInternacional”. A pesar de la oposición de L. Fersen yEsteban Bilbao, por una larga mayoría en otoño de1934, la Izquierda Comunista rehusó, por lo que nosería, según ella, más que un “beneficio circunstancial”a “fundirse en un conglomerado amorfo llamado aromperse al primer contacto con la realidad”,24 en otrostérminos, a entrar en el Partido y la Juventud Socialistaa la que consideraba que las nuevas orientaciones eranampliamente demagógicas y el revolucionarismopuramente verbal. De hecho, la experiencia de la

 Alianza Obrera permitió a los militantes de la IzquierdaComunista aproximarse, a través de una colaboracióncotidiana, al Bloc Obrer i Camperol, particularmente enCataluña. Los trotskistas españoles estaban deseosostambién de romper el aislamiento al cual les condenó enla acción la pequeña dimensión de su organización, y deencontrar un campo de acción inmediata más amplio, a

22 L. Araquistain, prólogo a F. Largo Caballero, Discursos a lostrabajadores, pp. XI-XVI.

23 G. Munis, Jalones de derrota, promesa de victoria, página 178.24 ”Comunismo”, septiembre, 1934, p. 6.

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mismo tiempo que de responder al sentimientoapasionado de búsqueda de la unidad extendido entrelas masas y sostenido por la insurrección asturiana.Cualquiera que fueran las divergencias con losmaurinistas sobre un cierto número de puntosimportantes, los consideraban, como escribe hoy

 Andrade,25 como “más próximos” y en consecuencia“más influenciables” y eran sensibles al hecho de que la

fusión con ellos les daría dimensiones apreciables enCataluña al mismo tiempo que los elementos de unpartido a escala nacional.

Un largo trabajo en común acercó más, en todos losplanos, a las dos organizaciones. La IzquierdaComunista rompió con Trotsky, y el Bloc Obrer iCamperol se negó a unirse a los esfuerzos deorganización de la “derecha” en el terreno internacional.

 Ambas organizaciones estaban de acuerdo en lafórmula de “revolución democrático socialista” enEspaña y en la necesidad de constituir un nuevo partido.De su fusión nació, el 29 de septiembre de 1935, en

Barcelona, el Partido Obrero de Unificación Marxista(POUM) que se consideró una etapa en la vía de launificación de los “marxistas revolucionarios” enEspaña. La resolución de la fundación proclamaba:

“El gran Partido Socialista Revolucionario(Comunista) se formará agrupando en un todo único alos núcleos marxistas revolucionarios existentes, más lanueva promoción revolucionaria que entrará en acciónimpulsada por la unidad marxista, y los elementos que,desmoralizados a causa del fraccionamiento delmovimiento obrero, han quedado temporalmenteinactivos”.26 

Se trata para el nuevo partido de “ganar a este puntode vista a los sectores realmente marxistas de lospartidos socialista y comunista para que ambos,conquistados a la idea de un solo partido socialistarevolucionario, se pronuncien por un Congreso deUnificación Marxista Revolucionario”.27 

El nuevo partido se situó en la tradición comunista, lade la Revolución de Octubre y de los cuatro primeroscongresos de la Internacional Comunista (IC), bajo labandera “de Lenin y de Trotsky”, pero tomó susdistancias respecto al “trotskismo” y a sus

organizaciones partidarias de la IV Internacional.Contaba con unos 8.000 militantes, una base obrerareal, especialmente en Cataluña en ciudades comoLérida o Gerona, y grupos menos sólidamenteimplantados en Andalucía, en Extremadura, en el PaísVasco y en Asturias. Sus dirigentes eran todos hombresconocidos en el movimiento obrero, no solamente

25 Nin, op. cit., p. 6. Añadimos que en 1933, por ejemplo, el diariodel BOC en Barcelona, “ Adelante”, publica los artículos de Trotsky.

26 “La Batalla”, 18 de octubre de 1935.27 ¿Qué es y qué quiere el POUM?<, p. 9.

Maurín y Nin, sino también Luis Portela y Juan Andradeantiguos dirigentes de las Juventudes Socialistas (JJSS)y del primer PC, Luis García Palacios, uno de losprimeros responsables de las Juventudes Comunistas(JJCC), David Rey y Pere Bonet, pioneros decomunismo y de los CSR catalanes, el antiguofuncionario del partido y de la Internacional, JuliánGorkin. En Cataluña a partir de los sindicatos de la CNT

en los que los militantes del Bloc Obrer i Camperohabían tomado la dirección y que, por esta razón, fueronexpulsados, se constituyó incluso una organizaciónsindical, la Federación Obrera de Unidad Sindica(FOUS) de la que Andreu Nin fue secretario generalque reunió a la mayoría de los trabajadores organizadosen Tarragona, Lérida y Gerona, y que se afirmónuméricamente superior a la UGT catalana.

La fundación del POUM por la fusión de dosorganizaciones que habían inspirado y animado la

 Alianza Obrera se produjo precisamente en el períodode declive de esta última y contribuyó acaso

indirectamente a que la izquierda socialista se alejara deella. Pero en el intervalo se produjo el viraje de lapolítica estalinista mundial, que se tradujo por la nuevalínea adoptada en el VII Congreso de la InternacionaComunista. Más allá de la consigna de “frente únicoapareció  – presentada como su profundización o suampliación  – la del “frente popular ” que era en realidadde naturaleza opuesta, ya que postulaba la alianza delas organizaciones obreras con los partidosrepublicanos..

Numéricamente débiles, las organizacionescomunistas oficiales, una vez roto el aislamiento del quesu propia política sectaria había constituido el factoesencial, beneficiaron las condiciones favorables a undesarrollo rápido de su influencia. En esta atmósferaprerevolucionaria, el prestigio de la Revolución rusa, dela que pretendían encarnar la tradición y la continuidadera inmenso. Y tuvieron además a su favor los lazosinternacionales, su capacidad de organización, suexperiencia, los considerables medios materiales y eeco que encontró en la España angustiada la campañaantifascista llevada por los PCs en el mundo entero.

 Ahora bien, la tendencia de izquierda del Partido

Socialista le ofrecía un terreno favorable, al mismotiempo que suscitaba entre sus dirigentes reservas queexpresaban en privado respecto al “izquierdismo” queencarnaba. Pero la fraseología revolucionaria deCaballero y de sus lugartenientes no se apoyaba sobreningún análisis serio, se apoyaba en cambio en unaprofunda ignorancia de la naturaleza del fenómenoestalinista, en una ausencia casi total de consignasconcretas, en una excesiva confianza en sus propiasfuerzas. Seguros de sus centenas de millares deadherentes, los dirigentes socialistas y ugetistas no

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tomaron en serio los riesgos eventuales de un“establecimiento de células” por parte del PartidoComunista. Para muchos socialistas de izquierda,además, la fusión de los partidos socialista y comunista,aparecía como la solución-milagro a la división fuente dedebilidad, la perspectiva necesaria para la victoria.Parecía igualmente inscrita en la naturaleza de lascosas, como resultado de una doble evolución, “a la

izquierda” por parte de su propio partido, “a la derecha” por parte del Partido Comunista. Algunos  – en primeralínea de ellos Alvarez del Vayo, vicepresidente de laorganización socialista de Madrid  – fueron más lejostodavía y vieron en el PCE y, de manera general, en laURSS y en la Internacional Comunista, las únicasfuerzas “eficaces”, los puntos de apoyo que permitíansuperar las divisiones, el verbalismo y, en definitiva, laimpotencia de su propio partido.

La coalición de aquellos que se convirtieron,conscientemente o no, en agentes del estalinismo en lasfilas del movimiento obrero español y de aquellos,

mucho más numerosos, para los que desde ahora sólopequeños matices separarían a los dos partidosopuestos durante mucho tiempo, conduciría areplanteamientos rápidos. Un grupo de dirigentes con

 Alvarez del Vayo y dos responsables nacionales de laUGT, Amaro del Rosal y Edmundo Rodríguez, figurabanaliados abiertos del PCE, a quienes algunos, muchomás tarde, calificaron de “agentes”. Pero, sobre todo, losdirigentes de la juventud socialista tomaban partido yprogresaban muy rápidamente en la misma vía. El jovensecretario de las JS, Santiago Carrillo, y su principallugarteniente, Federico Melchor, antiestalinistas yantirreformistas declarados, que en 1934 pasaban por simpatizantes trotskistas, en 1935 volvieron de un viajea Moscú convencidos de la necesidad de trabajar la“unidad” y se dedicaron en seguida a realizarla: el 1 deabril de 1936 la fusión de la minúscula JuventudComunista de Fernando Claudín con la poderosaorganización de la Juventud Socialista dio nacimiento ala Juventud Socialista Unificada (JSU), que constituiríadesde entonces el trampolín principal de la influenciaestalinista en España. Hacia la misma época lossocialistas de Cataluña, detrás de uno de los

lugartenientes de Largo Caballero, Rafael Vidiella,participaron también en la vía que conduciría a la fusióndel Partido Comunista de Cataluña en el Partit SocialistaUnificat de Catalunya (PSUC) que se adhirió desde sufundación a la III Internacional.

El fenómeno era evidentemente importante. El hechode que la crisis abierta en el seno del Partido Socialistacomo reacción contra su política reformista, bajo lapresión de los obreros y de los campesinos, en el marcode la crisis del régimen, comenzase a resolverse por unreforzamiento de la corriente neoreformista encarnada

por los comunistas de posiciones estalinistas, revestíaen definitiva más importancia que el reagrupamiento delos revolucionarios, “la unión de los marxistas” que dionacimiento al POUM. El debilitamiento del pesoespecífico de la Alianza Obrera, el acercamiento entresocialistas y comunistas, el reforzamiento de estosúltimos y el peso que aportaron, en el interior demovimiento obrero, en favor de los partidarios de la

renovación de una alianza con los partidos republicanosabrieron igualmente el riesgo de arrojar de nuevo aPOUM fuera del frente en vías de constituirse, y laamenaza de un aislamiento tanto político comogeográfico inmediatamente después de que lainsurrección asturiana demostraba que ninguna de lascuestiones que se hallaban en el fondo de la crisisespañola estaba lejos de ser solucionada por las víaspacífica y parlamentaria y que la guerra civil estabamás que nunca, a la orden del día.

El gobierno de centro-derecha de Lerroux parecía, enefecto, incapaz de dominar la situación. Su ministro de

agricultura, el demócrata cristiano Giménez Fernándezbuscó en el catolicismo social la cuadratura del círculouna reforma agraria que no lesionara verdaderamentelos intereses de los grandes propietarios. La CEDA dejóel gobierno porque el presidente de la República, AlcaláZamora, negó a Gil-Robles la ejecución de los diputadossocialistas asturianos condenados a muerte. Perovolvió, esta vez con Gil-Robles en el Ministerio de laGuerra, lo que le permitió atribuir los principales poderesa los generales organizados en la Unión MilitaEspañola (UME), fundada por Sanjurjo en vista de lapreparación del pronunciamiento que aparecía cada vezmás como la solución, independientemente de losriesgos que comportaba: el general Francisco Francoera jefe de Estado Mayor, el general Fanjusubsecretario de Estado, el general Rodríguez del Barrioinspector del Ejército, y todos se contaban dirigiendo ecomplot. La CEDA estaba a cada instante cerca de sedesbordada por su derecha, ya fuera por su propiaorganización juvenil, la Juventud de Acción Popular(JAP), que dirigía Ramón Serrano Suñer, cuñado deFranco, admirador de Hitler y Mussolini, y perseguidorde “ judíos, francmasones y marxistas”, ya por la

Falange, con programas y métodos típicamentefascistas, que dirigió como jefe incontestable el jovenJosé Antonio Primo de Rivera, también agente degobierno fascista italiano.

El presidente de la República se decidió finalmente aponer término a estos dos años de reacción  – el “bienionegro”, como se le llamaría desde ahora  – disolviendo aestas Cortes ingobernables después de los escándalosfinancieros que acabaron de desacreditar a Lerroux, ydespués que el jefe del principal partido parlamentarioGil Robles, multiplicara las declaraciones de guerra y las

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amenazas contra la república parlamentaria. “ Arriba” nose puede más. “ Abajo” no se quiere más. Nuevaselecciones, sobre la base de alianzas políticas, pudieronpermitir a las clases dirigentes ganar tiempo antes delenfrentamiento cada vez más inevitable, al menos a susojos.

5. El Frente Popular 

En 1933, la ley electoral, favoreciendoinexorablemente a las grandes formaciones en el marcode un escrutinio mayoritario, en inmensascircunscripciones, había jugado en favor de la derechagracias a la fragmentación de la coalición entrerepublicanos y socialistas, resultado de los dos primerosaños de gobierno de la izquierda. Después de lareacción del “bienio negro”, jugó en sentido inverso,acentuando la victoria electoral del bloque  – el futuroFrente Popular  – en el seno del cual se volvieron aencontrar partidos obreros y republicanos burgueses.Sería falso, sin embargo, atribuir a la sola influencia deesta ley electoral la reconstitución de una coalición de laizquierda.

En primer lugar, los esfuerzos de la derecha por extender la represión después de la insurrección deoctubre de 1934, favorecieron un acercamiento: laspersecuciones, el arresto de Azaña, el ensañamiento deciertos medios políticos gubernamentales contra él y losmás próximos a él, lo mismo que contra lasorganizaciones obreras, favorecieron su acercamientoen el terreno político, objetivamente imposible después

de los acontecimientos de Casas Viejas, de los quehabía, en 1933, cargado con la responsabilidad.Después, los furiosos ataques de la extrema derechaapartarían del centro a sus elementos liberales, algunosde los cuales se agruparon en formaciones más a laizquierda. Un reagrupamiento político se hizo alrededor de la Izquierda Republicana28 de Azaña y CasaresQuiroga, con la Unión Republicana de Martínez Barrio,que abandonó a los radicales, y el Partido NacionalRepublicano de Sánchez Román.

Estos eran los factores favorables a los ojos denumerosos militantes obreros: sufriendo la represión, o

combatiendo la que golpeó a los militantes obrerosdespués de 1934, rompiendo limpiamente con lacoalición de centro-derecha, los elementos republicanosfueron, si no totalmente, al menos en gran parte,rehabilitados. Por otra parte, en el curso de los últimosmeses de 1935, el peligro fascista no había cesado de

28 El partido Izquierda Republicana se creó por la fusión dedistintas organizaciones republicanas, después del fracaso electoralde noviembre de 1933. Se constituyó en abril de 1934, a partir de

 Acción Republicana, dirigida por Azaña, de la OrganizaciónRepublicana Gallega Autónoma (ORGA), de Casares Quiroga, y delPartido Radical-Socialista de Marcelino Domingo. (Nota del Ed.)

crecer tanto en España como en el resto del mundodonde la victoria hitleriana lo había puesto a la orden dedía. La propaganda de los comunistas oficiales, perotambién la de los disidentes del POUM, la de lossocialistas y en cierta medida la de los liberales pusieronel peligro fascista en el centro de las preocupacionesobreras. Por lo tanto, los comunistas se hicieron loscampeones del antifascismo concebido como e

reagrupamiento más amplio posible de todos losadversarios del fascismo, incluso de los que estabanfuera del movimiento obrero. La nueva combinación defuerzas condujo a un nuevo reagrupamiento, a unarenovación de la unión de la izquierda, de la alianza detos partidos obreros y de los republicanos burguesesPor una parte, en efecto, el ala derecha del PartidoSocialista, dirigida por Besteiro, y su centro, con Prietodisponían de mejores argumentos para defender una taalianza con Azaña; por otra parte, el ala izquierdaimpresionada por la URSS, sus realizacioneseconómicas, el plan quinquenal, la colectivización de la

agricultura, se acercó de nuevo a los comunistas quedes de hacia algunos meses, llevaban la campaña enfavor del Frente Popular.

En estas condiciones, desde el mes de diciembre, ladirección del Partido Socialista tomó la decisión dealiarse con los republicanos de izquierda. Vueltoclandestinamente de Francia donde se había refugiadodespués de los acontecimientos de octubre de 1934Indalecio Prieto llegó a convencer al comité ejecutivoLargo Caballero, puesto en minoría, dimitió de su puesto en el ejecutivo. El juego estaba en marcha. No haríafalta más de una semana para que fuera negocia da laalianza electoral y después, el 15 de enero, firmada. Eprograma de la nueva coalición era un programamoderado que los socialistas calificaban sin rodeos de“democrático burgués”: vuelta a la política religiosaescolar y regional de los primeros años de la Repúblicareactivación de la reforma agraria, medidas dereanimación de la economía por la intervención deEstado, amnistía para todos los presos políticos. Entodas las circunscripciones fueron establecidas listascomunes en el interior de las cuales los escaños fueronrepartidos de antemano entre las diferentes

formaciones. El Partido Socialista y el PartidoComunista se empeñaron en sostener la realización deeste programa, que consideraban como mínimo, sinparticipar en el gobierno  – esta última eventualidad eraenérgicamente rechazada por la tendencia de LargoCaballero, que amenazó con hacer una escisión en ecaso de que se produjera. El pacto de alianza electoraestaba firmado por la Izquierda Republicana, la UniónRepublicana, el Partido Socialista, el Partido Comunistala UGT, la Juventud Socialista, el POUM, el PartidoSindicalista y la Esquerra Catalana.

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La firma puesta por Juan Andrade en nombre delPOUM levantó en la extrema izquierda internacionalásperas polémicas. Trotsky denunció lo que él llamó la“traición del POUM”, escribiendo: “La técnica electoralno puede justificar la política de traición que constituyeel lanzamiento de un programa común con laburguesía”.29 Nin justificaría el comportamiento de supartido afirmando que el movimiento de masas y sus

ilusiones democráticas eran tan fuertes que el POUM nopodía más que sumarse a él, durante las elecciones,bajo pena de encontrarse completamente aislado y deperder toda audiencia entre los obreros. De hecho, elargumento mayor, que eliminó sin duda reticencias yprincipios, fue el que llevó en el mismo momento a laCNT a dejar de lado su consigna tradicional deabstención y a trabajar, discreta, pero eficazmente, por la victoria electoral del Frente Popular: el hecho de quelos 30.000 prisioneros asturianos detenidos pudieran eldía de mañana ver abrirse las puertas de sus prisiones.Esta voluntad de eficacia en la solidaridad obrera in

mediata con los insurrectos de 1934 cimentó la voluntadde los militantes obreros de oponer una barrera “legal” aun nuevo período de gobierno de la derecha, inclusocuando  – y es el caso al menos a la izquierda delPartido Socialista, en el POUM y en la CNT  – losmilitantes no se hacían la menor ilusión sobre la realidadde la amenaza del fascismo, independientemente delresultado de las elecciones.

El 16 de febrero las listas del Frente Popular vencieron por un escaso margen de algunos centenaresde miles de votos, pero se aseguraron en las Cortes unaconfortable mayoría. El reparto previo de escaños dio 84diputados al partido de Azaña, 37 al de Martínez Barrio,38 a la Esquerra de Companys, 90 al Partido Socialista,16 al Partido Comunista, 1 al POUM – Joaquín Maurín – y 1 al Partido Sindicalista – Pestaña. La CEDA tuvo aún86 diputados, Renovación Española 11 solamente.

Entre los medios militares gubernamentales corriócon insistencia el rumor de que el general Franco habíapropuesto al jefe del gobierno la intervención del ejércitopara anular las elecciones. Pero éste prefirió ceder laplaza a uno de los jefes de las filas de los vencedores.

 Azaña fue en seguida encargado de formar gobierno:

mantuvo el estado de excepción proclamado por supredecesor desde la víspera de las elecciones.

Desde la entrada en funciones de Azaña, la madejade la historia, una vez más, parece desarrollarse ensentido inverso: el 22 de febrero, todos los detenidospolíticos fueron amnistiados, el 23, los pagos de rentasen Andalucía y Extremadura fueron suprimidos, comogarantía de una aceleración de la reforma agraria. Losayuntamientos vascos suspendidos en 1934 fueron

29 L. Trotsky, “La trahison du Parti ouvrier d’unificationmarxiste”, La Révolution espagnole, (1936-1939), p. 98.

restituidos; Companys salió de prisión y se volvió aponer al frente de la Generalitat de Cataluña. Dos de losgenerales sospechosos de conspiración fueron alejadosde la capital: Franco enviado a Canarias y Goded a lasBaleares. El 4 de abril, Azaña presentó a las Cortes suprograma legislativo: se trataba de realizar al pie de laletra el programa electoral del Frente Popular, unareforma agraria profunda y renovada, construcciones

escolares masivas, un aumento de la autonomía paralos ayuntamientos, un estatuto de autonomía para lasprovincias vascas, la readmisión en las empresas detodos los trabajadores despedidos por razones políticasy sindicales desde 1933. Reafirmó solemnemente queno se trataba de la nacionalización de la tierra, de labanca o de las industrias; prometió a la derechatrasladar la fecha de las elecciones municipales; y juró aderecha e izquierda jugar el juego parlamentario y dejardesarrollar su empresa de reforma en la legalidad.

El gobierno se encontró desde entonces en unasituación difícil. Desde el anuncio de la victoria electoral

tuvieron lugar en todas las grandes ciudades españolasenormes “desfiles de la victoria”; en Valencia y enOviedo las prisiones fueron abiertas y lo prisionerosliberados sin esperar la amnistía. Un poco por todaspartes estallaron incidentes entre las masas demanifestantes y las fuerzas de policía que montabanguardia ante las iglesias y los edificios de los diariosreaccionarios. En todo el país estallaron huelgas por lareadmisión inmediata de los obreros despedidos, epago de los salarios atrasados a los trabajadoresencarcelados, por el aumento de los salarios y nuevascondiciones de trabajo. La agitación fue si cabe másgeneral todavía en el campo donde se multiplicaron los“asentamientos”, ocupaciones de tierras por loscampesinos pobres, también fuente de riñas, a veces deenfrentamientos armados entre manifestantes yguardias civiles. La extrema derecha organizó eterrorismo. El 13 de marzo un grupo de estudiantesfalangistas intentaron asesinar a un diputado socialistamatando al policía que lo acompañaba. El 14 las masasinvadieron los talleres del diario de Calvo Sotelo “LaNación”, e intentaron incendiar el edificio. El mismo díahubo cuatro muertos en Logroño en un choque entre e

ejército y una manifestación de campesinos. El 19, unosdesconocidos abrieron fuego sobre la casa de LargoCaballero; el 13 de abril, unos falangistas asesinaron aun juez que acababa de condenar a treinta años deprisión a uno de ellos, asesino de un vendedor dediarios obreristas.

Los socialistas de izquierda, y particularmente lasJuventudes, estaban a la cabeza de los “desfiles de lavictoria” donde reclamaban la dictadura del proletariadoSu prensa multiplicó los paralelismos entre la Rusia de1917 y la España de 1936, comparando a Azaña con

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Kerensky, y haciendo de Largo Caballero el “Leninespañol”. En vano Azaña, en el curso de tempestuosasentrevistas a primeros de marzo, pidió a Largo Caballeroque pusiera un freno a estas manifestaciones. Eldirigente socialista le aseguró su lealtad al FrentePopular, pero le reprochó su lentitud en la aplicación desu programa. “Claridad”, que fue diario desde el 6 deabril, manteniendo el fervor de los socialistas, anunciaba

la victoria cercana. El 1 de mayo, celebró “el granejército de los trabajadores en su marcha adelante hastaalcanzar la cima del poder ”, y 10.000 miembros de lasJuventudes Socialistas, con uniforme, el puño en alto,desfilaron en orden, cantando cantos revolucionarios yextendiendo las consignas por un “Gobierno obrero” yun “Ejército rojo”. Los socialistas de Madrid sepronunciaron no solamente por la “dictadura delproletariado”, sino también por la unidad socialista-comunista, la unificación sindical, la transformación deEspaña en “confederación de los pueblos ibéricos”, elreconocimiento  – comprendiendo Marruecos  – del

derecho a la autodeterminación de los pueblos. LargoCaballero se dirigió personalmente al congreso de laCNT que se celebró en Zaragoza con un lenguajedecidido. Poco después declaró: “La revolución quenosotros queremos no puede hacerse más que por medio de la violencia... Para establecer el socialismo enEspaña es necesario triunfar ante la clase capitalista yestablecer nuestro poder ”30 y llamó a los republicanos adejar el lugar.

En la CNT, se da el triunfo de la FAI durante estecongreso que se terminó el 15 de mayo, en la viejaciudad aragonesa engalanada de banderas rojas ynegras, por lo que César M. Lorenzo llama “undespliegue impresionante de misticismo revolucionario,de optimismo y de excitación colectiva.”31 Los trentistas,vencidos, capitularon sin condiciones, y los“anarcobolcheviques” renunciaron a defender en unaatmósfera tal sus planes de organización militar para lalucha contra un golpe de estado fascista. Sobre elprograma adoptado, César Lorenzo escribe que “laspuerilidades y la utopía se daban libre curso con unolvido total de las particularidades de España, de lasituación internacional, del momento histórico y de la

manera de esperar la nueva tierra prometida”.32

 En realidad el entusiasmo revolucionario que

llevaban socialistas de izquierda y anarcosindicalistasestaba lejos de dar los medios y de abrir las vías de larevolución victoriosa. Ni los unos ni los otros aportaronperspectivas inmediatas, fines unificadores, objetivosconcretos. La frase revolucionaria reinaba como laprimera en este movimiento, doble reflejo de la

30 “Claridad”, 15 de junio de 1936.31 C. Lorenzo, op. cit., p. 935. Ibidem, p. 96.32 Ibidem, p. 96.

búsqueda, por la juventud inexperimentada, de una víarevolucionaria, y por los dirigentes socialistas deizquierda, de un instrumento de presión en su propiopartido y sobre sus aliados republicanos.

Por otra parte, el primer contraataque vino del senodel Partido Socialista. En Cuenca, el 1 de mayo, conocasión de una elección parcial, Prieto pronunció undiscurso que constituyó un verdadero programa

gubernamental. Denunció los desastres de la violencia yde la anarquía, generadora, a sus ojos, del fascismoafirmó que la agitación revolucionaria, falta de poderconduciría a lo que no sería más que una “socializaciónde la miseria”, riesgo de provocación de un golpe deestado militar del que el general Franco, por suscualidades, sería el jefe idóneo. Exhortó, pues, a lostrabajadores a ser razonables, a evitar  “hacer el juegodel fascismo manteniendo el miedo por susreivindicaciones “exageradas”, se pronunció por ungobierno de coalición con los republicanos que seasignasen un programa de reformas progresivas y

prudentes, de reforma agraria y de industrialización enel marco de un capitalismo moderno. Pero la hora dePrieto no había llegado todavía: cuando las Cortesdespués de una operación, en la que éste desempeñóun papel de primera fila, depusieron al presidente AlcaláZamora, cuyo lugar ocupó Azaña; Prieto, a causa de laresistencia de la izquierda socialista y del temor de unaescisión, debió rehusar la presidencia del Consejo, quefue entonces confiado a Casares Quiroga, unrepublicano de Galicia.

La tumultuosa ascensión del movimiento obrero ycampesino avivó las contradicciones en el seno de lospartidos y entre ellos. Si Largo Caballero y suspartidarios rivalizaban con los militantes de la CNT enanimar huelgas y manifestaciones, el Partido Comunistaadoptó una política de acentuada reserva que le acercóa Prieto. Su secretario, José Díaz, subrayó, en un discurso en Zaragoza, que “los patronos provocan y atizanlas huelgas por conveniencias políticas de sabotaje”, ydenunció la intervención de los “agentes provocadores”.33 Por su parte, Nin, secretario político del POUMargumentó que “cada retroceso de la reacción, cadaavance de la revolución, ha sido un resultado directo de

la iniciativa, de la acción extralegal deproletariado”.34 Estas divergencias no se limitaban apolémicas en la prensa: el 13 de abril, en Écija, PrietoGonzález Peña y Belarmino Tomás fueron recibidos condisparos procedentes verosímilmente de las filas de lasJuventudes Socialistas; en Málaga, en el mes de juniofueron sucesivamente asesinados un dirigente de laUGT, el hijo de un dirigente cenetista y un dirigentesocialista.

33 José Díaz, Tres años de lucha, p. 164.34 A. Nin, op. cit., p. 171.

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Esta tensión, el estallido en el seno de los partidos ysindicatos obreros de conflictos de esta importancia y deesta violencia tienen su explicación: de hecho, era lacuestión del poder la que planteaban, por susreivindicaciones, los trabajadores que se lanzaban ahuelgas cada vez más duras. Los obreros metalúrgicosde Cataluña habían obtenido en 1934 la semana de 44horas, pero en 1935 debían trabajar 48 horas por el

mismo salario. Exigían pago de atrasos de 15 meses yrehusaban un compromiso ofrecido por la Generalitat deuna semana de 40 horas con el salario de 44. Losferroviarios exigían la vuelta a sus salarios de 1931-1933, y las compañías ofrecían en vano abrir sus librosde contabilidad para probar que no podían satisfacerlos.Los trabajadores de tranvías de Madrid tomaron lapalabra a la compañía que usó el mismo lenguaje:decidieron funcionar por su propia cuenta y abrieron unasuscripción que les proporcionó sumas considerables.

Pero fue la huelga de la construcción de Madrid laque llevó a su más alto grado las contradicciones

sociales y políticas. La huelga se decidió el 1 de junio enuna asamblea general convocada por las dos centralessindicales: los obreros reclamaban una importante alzade los salarios, la semana de 36 horas, un mes devacaciones pagadas, el reconocimiento deenfermedades profesionales, como el reumatismo. Perola patronal resistió. La CNT llamó entonces a los obrerosen huelga a aplicar los principios del comunismolibertario, servirse en los almacenes de alimentación,comer sin pagar en los restaurantes. “Claridad” y“Mundo Obrero” denunciaron estas consignas como“provocaciones anarquistas”. El arbitraje de un juradomixto dio una satisfacción parcial a los obreros en lossalarios, aumentando a los más bajos el 5%, a los otrosel 10%. El 20 de junio, consultados los obreros de laUGT se pronunciaron por la aceptación del arbitrajesiguiendo el llamamiento de sus dirigentes. Pero la CNTllamó a la continuación de la huelga y trató de“amarillos” a los dirigentes ugetistas. El secretario de lafederación de la construcción, Edmundo Domínguez,simpatizante del PCE, declaró que la huelga podía“degenerar en un grave peligro para el régimen”,mientras que los dirigentes cenetistas David Antona y

Cipriano Mera lanzaron una llamada a la “unidadrevolucionaria” contra la patronal y el gobierno que laapoyaba. Estallaron alborotos delante de los edificios enconstrucción: hubo muertos de una y otra parte. Laprensa de derechas afirmó que los obreros seguían enhuelga por el “terror anarquista”; los falangistas, bajo ladirección de Fernández Cuesta, atacaban a los piquetesde huelga, y los militantes cenetistas replicaron conviveza ametrallando un café, matando a tres hombresde la escolta de José Antonio Primo de Rivera. Elgobierno intervino cerrando los locales de la CNT y

deteniendo a Antona y Cipriano Mera. La situación sevolvió difícil para Largo Caballero, acusado por la CNTde hacer desempeñar a la UGT el papel derompehuelgas, mientras la derecha de su partido lereprochaba el haber desempeñado el papel de aprendizde brujo y ser desbordado por los anarquistas. Econgreso socialista fue trasladado de junio a septiembredespués de los hechos de Écija, pero, el 30 de junio; los

resultados de la elección en el comité ejecutivo  – pootra parte, contestada por los amigos de LargoCaballero – dieron la mayoría a los partidarios de Prietoque puso a González Peña en la presidencia y a RamónLamoneda en el secretariado. La escisión parecíainevitable, pero Largo Caballero perdió definitivamenteel aparato en el momento en que parecía que habíaperdido también el control del movimiento de masas.

Por parte de la oligarquía los preparativos seaceleraron. El hecho importante no fue sin embargo emás espectacular: los progresos de la Falange, sus agresiones y atentados diarios, sus tentativas por comenzar

a militarizar sus tropas y quebrantar mediante el terror yla muerte el movimiento obrero y campesino. El hechocapital estaba en los preparativos de los jefes militaresorganizados en la Unión Militar Española.

El alejamiento, después de las elecciones, de losgenerales Franco y Goded retardó la conspiración. Su

 jefe, Sanjurjo, que residía en Portugal, tomó en el mesde abril, en Alemania, los contactos necesarios y recibióde las autoridades hitlerianas la promesa de su apoyoEl gobierno fascista de Roma suministró dinero y armas. El financiero Juan March se encargó en Londresde ganar complicidades. El general Mola, antiguo jefe deSeguridad de la monarquía, nombrado comandantemilitar en Navarra, aseguró la dirección generalayudado por los coroneles Varela y Yagüe que aseguraron los enlaces con los otros jefes militares. Un nuevoplan fue elaborado siendo necesario modificarlo en emes de abril, dos días antes de la fecha fijada para epronunciamiento. Pero este nuevo plan permitió reclutados jefes importantes, que pasaban por republicanoslos generales Queipo de Llano y Cabanellas, y gracias aFranco, el almirante Salas, que aportó el apoyo de laMarina. Los planes definitivos preveían el levanta miento

militar para el 10 de julio: los conjurados obtuvieron eacuerdo de José Antonio Primo de Rivera y de CalvoSotelo y todo el mundo aceptó de momento la autoridaddel general Sanjurjo.

Tales preparativos no podían pasar desapercibidosPrimero porque la policía estaba informada, y ella informó al gobierno. Después porque una sociedad secreta de oficiales republicanos  – el general de aviaciónNúñez del Prado, el coronel Asensio Torrado, ecomandante Pérez Farras  – siguió las huellas de losconspiradores e informó igualmente al gobierno. Pero

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éste no supo realmente intervenir contra el complot delos generales que constituían en realidad, al mismotiempo que un peligro para el régimen político deEspaña, el último amparo de la defensa de su régimeneconómico y social. Fue pues con pleno conocimientode causa que en una nota del 18 de marzo denunció los“injustos ataques” de que eran objeto los oficiales “fielesservidores del poder constituido y garantía de

obediencia a la voluntad popular ”, asegurando querevelaban por parte de sus autores “el deseo criminal yobstinado de minar el ejército”.35 En junio, el presidentedel gobierno Casares Quiroga desmintióobstinadamente todos los rumores de conspiraciónmilitar y calificó de “fantasías de la menopausiamasculina”

36 las advertencias lanzadas por Prieto. Paraeste republicano burgués, la cuestión principal en estemomento era, como subraya Gabriel Jackson,37 lahuelga de la construcción de Madrid, y estaba ansiosopor conservar los buenos favores de los jefes delejército frente al mayor peligro que amenazaba la

sociedad. Para evitar la amenaza de la guerra civil quele marginaría, el gobierno de Frente Popular de lapequeña burguesía no podía más que andar a la deriva,golpear blanda y alternativamente a cada uno de susadversarios de derecha y de izquierda, para noentregarse indefenso al otro. De hecho, estaba yacondenado, y los trágicos acontecimientos del mes de

 julio, el doble asesinato del teniente Castillo y del líder de las derechas Calvo Sotelo, no hicieron más que dar al pronunciamiento el telón de fondo que acentuó lacredibilidad de sus motivos.

El 12 de julio, el teniente de la guardia de asalto Josédel Castillo, instructor de la Juventud Socialista ypersona odiada por los pistoleros falangistas, fueabatido. Sus camaradas, seguros de la impunidad de losasesinos, decidieron vengarlo cogiendo a uno de loscerebros de la empresa: al día siguiente, al alba, conuniforme, se llevaron a Calvo Sotelo de su domicilio y lomataron. La prensa, los políticos de derecha,denunciaron al gobierno, blandiendo el pretexto que lespermitió justificar un golpe largo tiempo preparado. Losobreros buscaron armas. Los dirigentes socialistaspidieron al gobierno que armara a los obreros. El jefe del

gobierno salió fiador de la “lealtad” de Mola; después, alenterarse de la noticia del levanta miento, pronuncióestas palabras “históricas”: “Se levantan. Muy bien,entonces yo me voy a acostar ”.38 

El levantamiento militar comenzó en la noche del 17al 18 de julio. La guerra civil empezaba, con la iniciativade la oligarquía, para aplastar esta revolución que los

35 Nota del 18 de marzo de 1936.36 Jackson, op. cit., p. 195.37 Ibidem. 38 Citado por Peirats, op. cit., t. I, p. 138.

revolucionarios no habían sabido organizar para lavictoria.

6. Alzamiento y revolución

Los planes de los insurrectos preveían una victoriarápida, y no retroceder, para este objetivo, ante lasmedidas más radicales. Decididos a pagar el precio

necesario para aplastar el movimiento obrero yrevolucionario, “regenerar ” a España y exorcizadefinitivamente el espectro de la revolución, losgenerales contrarrevolucionarios no sospechaban quesu iniciativa iba precisamente a liberar a los obreros ycampesinos españoles de sus vacilaciones y de susdivisiones, y a desencadenar esta revolución queprecisamente buscaban prevenir.

El movimiento que el general Franco dirigiría a partirdel día 19 de julio partió del ejército de Marruecosdonde, en la noche del día 17, los oficiales rebeldesrompieron toda resistencia. Contra toda evidencia, egobierno republicano negó la gravedad de la situaciónanunciando el 18 a las 15 horas que un “vastomovimiento antirrepublicano ha sido ahogado” y que “noencontró ninguna ayuda en la península”. La mismanoche un consejo de ministros, incluido Prieto, se negóde nuevo a satisfacer la demanda presentada por LargoCaballero, en nombre de la UGT, de distribuir armas alos trabajadores. Siguiendo con el juego parlamentariolos partidos Socialista y Comunista, en un comunicadoconjunto, declararon que el “gobierno está seguro deposeer los medios suficientes”, y proclamaron que “e

gobierno manda y el Frente Popular obedece”.39

 Por la noche, CNT y UGT lanzaron la consigna dehuelga general y el 19, a las 4 de la mañana, en emomento en que los combates se iban entablando entodo el país, el gobierno Casares Quiroga dimitía.

Sin esperar, Azaña llamó al gobierno a MartínezBarrio, que formó un gobierno republicano incluyendo ensu derecha al grupo de Sánchez Román, ajeno al FrentePopular, con el general Miaja en el Ministerio de laGuerra. Esta última tentativa de encontrar con los jefessublevados una vía de acuerdo fracasó ante ladeterminación de centenares de miles de trabajadores

que invadieron las calles de Madrid y reclamaron armasMartínez Barrio rehusó ceder al ultimátum de la UGT y adistribuir stocks de armas, dimitiendo. Se encontraríaalgunas horas más tarde un republicano de izquierdasel doctor Giral, amigo personal de Azaña, que aceptaría“decretar ” lo que era ya realidad: el armamento de losobreros, preparado y realizado por ellos para hacefrente al levantamiento de los generales.

39 P. Broué y É. Témime, La Revolución y la Guerra de España, p84.

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En el combate así entablado, numerosos factoresexplican éxitos y fracasos de uno y de otro campo yespecialmente la actitud de los cuerpos de policía,guardias civiles y de asalto, de los que algunoscolaboraron en el levantamiento mientras que otros locombatieron. Pero, en conjunto, no jugando el efectosorpresa, y procediendo los militares en todas partes dela misma forma, se puede decir que el levantamiento del

ejército se consiguió cada vez que la falta de visiónpolítica de los dirigentes obreros no permitió la pues taen marcha de planes de resistencia o que se deja rontomar por falsas declaraciones de fidelidad: “No esimprudente afirmar que fue menos en la acción de losrebeldes que en la reacción de los obreros, de lospartidos y de los sindicatos y su capacidad paraorganizarse militarmente, en una palabra, en superspectiva política misma donde residió la clave delresultado de los primeros combates. En efecto, cada vezque las organizaciones obreras se dejaban paralizar por la preocupación de respetar la legalidad republicana,

cada vez que sus dirigentes se contentaban con lapalabra dada por los oficiales, estos últimos laquebrantaban. En cambio, el Movimiento fracasó cadavez que los trabajadores tuvieron tiempo de armarse,cada vez que se empeñaron inmediatamente en ladestrucción del ejército como tal, independientementede las tomas de posición de sus jefes o de la actitud delos poderes públicos “legítimos”.40 

En casi toda Andalucía, el pronunciamiento triunfó,siguiendo unas pautas casi uniformes: el gobierno y lasautoridades presentaron como garantía la lealtad delejército, y los trabajadores se inclinaron ante el rechazoa distribuirles armas: tomados por sorpresa, fueronentonces aplastados después de una resistenciaencarnizada pero improvisada. Esto pasó en Cádiz,

 Algeciras, Córdoba, Granada, donde los combates enlos barrios duraron hasta el 24 de julio. En Sevilla, elgeneral Queipo de Llano consiguió un excepcional golpede efecto apoderándose de la emisora de radio con undestacamento de guardias civiles y haciendo creer quedisponía de numerosas tropas. Los dirigentes obreros,socialistas, comunistas, anarquistas, se dejaronengañar, al tiempo que llegaron por avión las primeras

tropas marroquíes, y la resistencia armada de losobreros comenzó demasiado tarde. El barrio de Trianaresistió una semana entera antes de ser  “limpiado” abomba y cuchillo en una verdadera carnicería que haríaunas 20.000 víctimas. Sólo una ciudad importante,Málaga, permaneció en manos de los obreros porque, sibien los militares se lanzaron a la acción desde el 17 de

 julio, mantuvieron después un compás de espera. Lostrabajadores utilizaron esta tregua para reaccionar: un

40 Ibidem, pp. 87-88.

comité de defensa CNT-UGT tomó la dirección de lasoperaciones. Las casas que rodeaban los cuartelesfueron incendiadas y los militares, amenazados dequemarse en sus atrincheramientos, prefirieron rendirse

En Zaragoza, bastión de la CNT, los militaresconsiguieron un éxito inesperado. El responsable de laCNT, Miguel Abos, confió en el gobernador y en el jefede la guarnición, el general Cabanellas, los dos

republicanos y francmasones como él. Consiguióconvencer a los militantes de que no era necesarioarmarse. Sólo el 19, cuando se produjeron las primerasdetenciones en sus filas, los cenetistas comprendieronque habían si do engañados y lanzaron la consigna dehuelga general. Era demasiado tarde y, a pesar de ladeterminación obrera  – la huelga duraría más de unasemana  – los 30.000 obreros organizados en lossindicatos de Zaragoza fueron vencidos sin haberpodido combatir.

Los acontecimientos que se desarrollaron en Oviedoeran parecidos a éstos. Allí, algunos dirigentes obreros

fueron intuitivos, y el diario socialista de izquierda deJavier Bueno, “ Avance”, desafiando la censura, anuncióel levantamiento, en el mediodía del 18, y llamó a losobreros a armarse. El jefe de la guarnición, unrepublicano, el coronel Aranda, sin embargoconseguiría un extraordinario restablecimiento con lacomplicidad de los socialistas de derecha y de losrepublicanos que continuaron, a pesar de lasadvertencias de Bueno y de la CNT, mostrándoleconfianza. Bajo su consejo, tres columnas de minerosequipados con ar mas improvisadas, partieron ensocorro de Madrid, mientras que la guardia civil seconcentró en Oviedo, que logró conservar. En Gijón laguarnición proclamó también su fidelidad, pero losobreros del puerto, reforzados por los metalúrgicos deLa Felguera, cercaron sus cuarteles y conminaron a losrebeldes a rendirse en el momento en que iban a“pronunciarse”. En Santander, la huelga general fueproclamada desde la llegada de la noticia de lainsurrección: allí también los cuarteles fueron rodeadosy los oficiales se rindieron sin verdaderos combates. Enel País Vasco, los jefes del levantamiento titubearon, lasguarniciones se dividieron. En San Sebastián, el 21

cuando los guardias civiles intentaron sublevarse, losobreros estaban preparados y la ciudad cubierta debarricadas. Los insurrectos capitularon entre el 23 y e28.

Pero el “Movimiento” sufrió otros fracasos másestrepitosos y de graves consecuencias. Y en primerlugar en la marina de guerra, donde la casi totalidad delos oficiales se sumaron al levantamiento, pero losmarineros, bajo el impulso de los militantes obreros, seorganizaron clandestinamente en “consejos demarineros” en los que los delegados reunidos se

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pusieron de acuerdo desde el 13 de julio y mantuvieronel contacto entre ellos por medio de los radios. La señalfue dada por un suboficial de Madrid, destinado al centrode transmisiones de la Marina: detuvo al jefe del centro,agente principal del complot, y alertó a todas lastripulaciones. Estas últimas se amotinaron, algunas enpleno mar ejecutaron a los oficiales que se resistieron,se apoderaron de todos los navíos de guerra y dieron

así al levantamiento de los generales un golpe muyserio.En Barcelona, el gobierno de la Generalitat se negó a

distribuir armas como le había pedido la CNT. Pero lostrabajadores empezaron desde el 18 la búsqueda dearmas, fusiles de caza, armas de fuego de los buquesdel puerto, dinamita de las canteras, y obtuvierondistribuciones de fusiles por los guardias de asalto.Cuando las primeras tropas salieron de los cuarteles, enla noche del 18 al 19, eran esperados por unamuchedumbre inmensa que cargó y los derrotó a pesar de espantosas pérdidas. Una fracción importante de la

Guardia Civil, y también la aviación militar, se pusierondel lado de los obreros. Después de dos días decombate, el jefe de la insurrección, el general Goded, serindió. El último cuartel fue tomado por asalto. En loscombates murieron el jefe de las Juventudes del POUM,Germinal Vidal, y el líder anarquista Francisco Ascaso.Una columna del POUM, dirigida por Grossi y Arquer, ysobre todo la famosa columna CNT-FAI de Durrutimarcharon hacia Zaragoza y a su paso liberaron

 Aragón.En Madrid el dirigente cenetista Antona fue liberado

el 19 por la mañana. Emprendió inmediatamente laorganización de la lucha armada. El dirigente socialistade izquierda Carlos de Baráibar organizó una red denoticias por medio de los ferroviarios y los carteros de laUGT. Ningún cuartel se había movido toda vía cuandoya las milicias obreras, provistas de un armamentoheterogéneo, patrullaban por las calles. El 19 secombatía en muchos cuarteles entre partidarios yadversarios del pronunciamiento. El general Fanjul,desde el cuartel de la Montaña, que estaba rodeado,mandó disparar sobre la muchedumbre. Un oficial hizodistribuir 5.000 fusiles. El 20 los obreros, apoyados por 

los bombardeos de aviones “leales”, tomaron loscuarteles a costa de graves pérdidas. El general Fanjulfue hecho prisionero. Columnas obreras se pusieron enmarcha hacia Toledo, Alcalá, Sigüenza y Cuenca, que elalbañil cenetista Cipriano Mera, recién salido de laprisión, volvió a tomar con 800 milicianos y una solaametralladora.

En Valencia, la situación fue otra. La guarnición nose sublevó, pero los sindicatos lanza ron el 19 laconsigna de huelga general, los cuarteles fueronrodeados y el general Martínez Monje proclamó su

fidelidad a la república: fue rápidamente apoyado poruna delegación del gobierno de Madrid, conducida porMartínez Barrio. Esto ocurrió a primeros de agostocuando, sacudida por motines, sin perspectiva políticala guarnición se rindió.

En la noche del 20 de julio, salvo algunasexcepciones, la situación estaba clarificada. O bien losmilita res habían véncido y las organizaciones obreras y

campesinas estaban prohibidas, sus militantesencarcelados y muertos, y la población trabajadorasumida en el más feroz de los terrores blancos. O bienel levantamiento militar fracasó, y las autoridades deEstado republicano fueron barridas por los obreros, quellevaron el combate bajo la dirección de susorganizaciones reagrupadas en “comités” los cuales seatribuían, con el consentimiento y el apoyo de lostrabajadores en armas, todo el poder, y se dedicaban ala transformación de la sociedad. La iniciativa de lacontrarrevolución desencadenó la revolución.

La lucha armada contra el levantamiento milita

exigió un centro, una dirección, un principio deorganización. Esto fue todavía más cierto en los díassiguientes a la victoria en los cuarteles: era necesariocompletar la victoria, eliminar los últimos partidarios defascismo, asegurar el nuevo orden revolucionario, volvera poner en marcha la producción y las comunicacionespreparar nuevas operaciones militares, en una palabragobernar. Era la tarea de los comités que G. Munís, enuna expresión sorprendente, llamó los “comitésgobierno”.41 La España que rechazó a los generalesestaba cubierta de ellos: comités populares de guerra ode defensa, comités revolucionarios, ejecutivosantifascistas, comités obreros, comités de salud públicaejercían por todas partes el poder a nivel local. Fuerondesignados de mil y una formas, a veces elegidos en lasempresas o en las asambleas generales, a vecesdesignados por las organizaciones obreras, partidos ysindicatos, con o sin negociación. A nivel local, estabanestrechamente controlados por una “base” que losimpulsaba más frecuentemente de lo que la dirigían. Entodas partes, en todo caso, sindicatos y partidosestaban representados en tanto que tales enproporciones que variaban a menudo su influencia o la

política de la organización numéricamente dominanteTodos, después del aplastamiento del levantamientomilitar, se atribuyeron, con el consentimiento o bajo lapresión de las masas obreras y campesinas, todas lasfunciones legislativas y ejecutivas. “Todos decidensoberanamente... no sólo problemas inmediatos como emantenimiento del orden y el control de los precios, sinotambién tareas revolucionarias del momentosocialización o sindicalización de las empresas

41 G. Munis, op. cit., passim.

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industriales, expropiación de los bienes de la Iglesia, delos “facciosos”, o simplemente de los grandespropietarios, distribución entre los aparceros oexplotación colectiva de la tierra, confiscación de loscapitales bancarios, municipalización de las viviendas,organización de la información, escrita o hablada, de laenseñanza, de la asistencia social”.42 A partir de loscomités locales se organizaron, en los días que

siguieron al aplastamiento de la rebelión armada, lospoderes regionales. En Cataluña, donde los militantesde la CNT tuvieron un papel de primera importancia,donde la gran mayoría de los trabajadores armados lesdio confianza, el pleno regional de la CNT rechazó laproposición de García Oliver de tomar el poder y deinstaurar el comunismo libertario. Se pronunciaron almismo tiempo por el mantenimiento de la existencia delgobierno de la Generalitat en el cual se negaron acolaborar. En contrapartida, respaldaría, con los otrospartidos obreros y republicanos, y los sindicatos, elComité Central de las milicias antifascistas de Cataluña.

Verdadero segundo poder revolucionario, alrededor delcual se ordenaban los comités especializados de guerra,organización de las milicias, de los transportes, delabastecimiento, de las industrias de guerra, de la“escuela unificada” y de la seguridad; verdaderoMinisterio del Interior, que compartían de hecho con laCNT y la FAI la autoridad en las “patrullas de control”,milicias obreras de la retaguardia.

En Valencia, la particular situación creada por laactitud de la guarnición alimentó durante algunassemanas un conflicto entre la Junta delegada deMartínez Barrio, representante del gobierno de Madrid, yel Comité Ejecutivo Popular, en cuyo interior el comitéde huelga CNT-UGT era el ala vanguardista. Este últimose impuso a principios de agosto como una únicaautoridad revolucionaria en la región.

En Asturias, dos autoridades revolucionarias dehecho reivindicaban la autoridad: el Comité de guerra,de Gijón, con predominio anarcosindicalista, conSegundo Blanco, y el Comité popular, de Sama deLangreo, con González Peña. En Santander, el Comitéde guerra estaba dominado por los socialistas. En elPaís Vasco, en el seno de las Juntas de defensa, se

afirmó la autoridad de los representantes del PartidoNacionalista Vasco (PNV), cuidadoso del orden tantocomo de la autonomía. En Málaga, el comité devigilancia animado por los militantes de la CNT dictó susórdenes al gobernador, “máquina de firmar... pálidogirondino”, como escribió el periodista francésDelaprée.43 

En Aragón, reconquistado por las milicias catalanasen pocas semanas, aparecería en último lugar el tipo

42 P. Broué y É. Témime, op. cit., p. 111.43 L. Delapree, Mort en Espagne, p. 70.

más original de poder revolucionario, el Consejo de Aragón, que César Lorenzo bautizó como“criptogobierno libertario”.44 Fue investido de autoridadpor un congreso de los comités de las ciudades ypueblos constituidos después de la reconquista, y fue enrealidad una emanación de las corrientes anarquistasmás determinantes.

En algunas semanas se esbozaron las nuevas

instituciones de un aparato de Estado nuevo, que, aabrigo de los comités-gobierno, emanaban en realidadde los trabajadores armados y de sus organizacionescomisiones de orden público o de seguridaddisponiendo de patrullas de control, de milicias deretaguardia, de brigadas obreras o de guardiaspopulares, constituyen do la nueva fuerza de policíarevolucionaria, haciendo reinar el “terror de clase”

“Tribunales revolucionarios” elegidos, en los que losmiembros eran designados por los partidos y sindicatosaparecieron en Barcelona, Lérida, Castellón y ValenciaEn fin, la institución dominante, en el marco de la lucha

armada, fue la de las milicias, formadas por iniciativatanto de los comités como de los partidos y sindicatosejército revolucionario improvisado donde cohabita ronmilitares de carrera “leales”, considerados como“técnicos”, y militantes políticos que suministraron losdirigentes de hombres y tropas. Allá también, loscomités, especialmente el Comité Central de Barcelonase esforzaron en unificar los modos de organización, losreglamentos, los sueldos, la formación militar. EnMadrid, el 5º Regimiento, creado por el PartidoComunista, dedicó todos sus esfuerzos a la formaciónde cuadros, y el Comité Central de Barcelona confió aGarcía Oliver la organización de una escuela popular deguerra.

Estos organismos revolucionarios, en pocos días, ysin que fuera dada a este respecto por ningunaorganización la menor directriz, se metieron en la vía dearreglo directo de los grandes problemas de EspañaLos comités-gobierno eran la réplica obrera el Estadoburgués, las milicias sustituyeron al ejército de casta, eproblema de la Iglesia fue arreglado de la manera másradical con el cierre de los templos, la prohibición deculto, la confiscación de los bienes, el cierre de las

escuelas confesionales y una depuraciónparticularmente enérgica que alcanzó a la gran mayoríade los sacerdotes y religiosos. Lo mismo sucedió con lasbases económicas de la oligarquía, la propiedad agrariae industrial. En la totalidad de la zona controlada por loscomités-gobierno, las empresas industriales fueronarrebatadas a sus propietarios, tomadas por los obreros – con la expropiación como norma en Cataluña, y, demanera general allá donde dominaban los anarquistas  –

44 C. Lorenzo, op. cit., p. 147.

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o controladas con la intervención, que prevaleció en lasregiones bajo influencia socialista o ugetista. En lapráctica, la autoridad en las empresas pasó a manos decomités obreros elegidos que emprenderían la puestaen marcha de la producción sobre la base de unaprofunda reorganización de acuerdo con su concepciónde la nueva sociedad, originando una multitud desoluciones que no las estudiaremos aquí, pero que

todas llevan el sello de la voluntad de los obreros dedominar su condición. La misma variedad apareció enlos campos, marcados por un vasto y profundomovimiento de colectivización que permanece todavíahoy como una de las materias más controvertidas de lahistoria de este período: colectivización forzada,englobando a todos los habitantes, colectivizaciónvoluntaria englobando a veces a la mayoría,colectivización sólo de las tierras de los grandespropietarios o de pequeños lotes reunidos, creación decooperativas de producción o de distribución,experiencias de colectivismo integral en supresión del

dinero como en el Aragón reconquistado. Los comitésque ejercían el poder político partían de los esfuerzos decoordinación y de planificación de la economía:consejos de economía en Cataluña y en Levante, quechocarían evidentemente con los problemas de lasdivisas y del crédito, es decir, en definitiva, con elproblema del poder político, arreglado en apariencia,solamente a escala local y regional, pero que quedabaintacto, puesto que subsistía un gobierno centralrespecto al cual ninguna organización obrera seresponsabilizó de llamar a los trabajadores si no aderribarlo, al menos simplemente a descartarlo.

Porque el gobierno subsistía, aunque no fuera, segúnla expresión de Franz Borkenau, más que un“monumento de inactividad”. Conscientes de suimpotencia, él gobierno Giral y sus representantes y elgobierno Companys en Cataluña, no asumieron enningún momento el riesgo de afrontar los comités-gobierno en una prueba de fuerza, y la sola tentativa deabrir un conflicto de poderes, la de Valencia, pusorápidamente en desventaja a los representantes delgobierno legal. Sin embargo, la existencia misma deestas autoridades constituyó un factor capital. Durante

todo un período se contentaron con “decretar ” sobre elpapel lo que los trabajadores habían ya impuesto en larealidad: las milicias que montaban guardia delante desus puertas y que luchaban en el frente, las patrullasque controlaban las calles, los comités queadministraban y legislaban. Pero este poder de“decretar ”, que les fue dejado por las organizacionesobreras y los comités, les abrió posibilidades:finalmente, en nombre del Estado y del gobiernorepublicano, intervinieron las nuevas autoridadesrevolucionarias, y no por simple formalismo el gobierno

nombró en calidad de “gobernadores” a los presidentesde los comités que reinaban en las grandes ciudades ylas provincias. Por fantasmal que fuera el poder deEstado tradicional, subsistía al menos nominalmente, yla situación creada en la España “republicana” por larespuesta obrera y campesina a la insurrección de losgenerales era una situación de “doble poder ”, en otrostérminos, una situación transitoria que sólo podía ser

solucionada por la hegemonía de uno o del otro.Los comités-gobierno tenían la confianza de lostrabajadores armados, pero emanaban también de lospartidos y de los sindicatos. Dos posibilidades seabrieron, al término de una situación que no podía durarindefinidamente: o bien se unían a la legalidadrepublicana, colocándose, como forma de frente popularextendida a los sindicatos y a la corriente anarquista, enel marco de un Estado de tipo tradicional “renovado”

que no era otro que la república burguesa yparlamentaria adaptada a las condiciones de la guerracivil: tal era la concepción que defendían los

republicanos, los socialistas del ala derecha y losdirigentes del Partido Comunista. O bien, rompían conesta legalidad burguesa, dándose una nueva legalidadla investidura de las masas, y se transformaban enórganos de un Estado de nuevo tipo que reposaba en larepresentación directa de los trabajadores a partir de sulugar de trabajo, en otros términos, de un Estado“soviético”, un Estado de los consejos en sentido clásicomarxista del término.

Pero, en este verano de 1936, ningún partido obreroambicionaba seriamente esta última soluciónSocialistas de derecha y comunistas rehusaban laperspectiva de una “república socialista”, que juzgabanno so lamente irreal, sino también peligrosa. Anarquistasy anarcosindicalistas rehusaban entablar una lucha porun “poder ” con el cual no sabrían qué hacer, puesto queel ejercerlo era contrario a sus principios. En el POUM  –

donde Maurín, caído en manos de los franquistas, pasópor ejecutado – Andreu Nin, convertido en un secretariopolítico y principal dirigente, afirmaba que de hecho ladictadura del proletariado estaba ya realizada enEspaña, donde por otra parte la existencia de sindicatosde partidos, de organizaciones proletarias específicas

hacía inútil la aparición de los soviets.45

En cuanto aLargo Caballero, se pronunció porque “los partidosobreros barriesen rápidamente a los burócratas, losfuncionarios, el sistema ministerial de trabajo” y“pasasen a nuevas formas revolucionarias de direcciónque no definió.46 La revolución se detuvo a mediocamino, a la puerta del sancta sanctorum, el podepolítico, el del Estado.

45 A. Nin op. cit., p. 182.46 Kolstsov, Diario de la Guerra de España, p. 58.

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7. La reacción democrática

La Revolución española, a la orden del día despuésde cinco años, estalló con la respuesta ampliamenteespontánea al golpe de Estado militar. En algunashoras, frente a los mercenarios y a las tropas del ejércitoregular y de la policía, lo que contó fue la iniciativa, laimaginación, el espíritu de sacrificio, en una palabra, la

acción de las masas más que la estrategia de losaparatos de los partidos y sindicatos: más de unmilitante libertario o socialista, anarquista o comunista,fue atacado en estos días por la fiebre de las iniciativasque condenaban los principios defendidos por suorganización y por sus propios dirigentes. Pero lacontrarrevolución armada no había sido vencidatotalmente. Fue llevada a un buen tercio de España y enlo sucesivo estaba en condiciones de beneficiarse deesta ayuda exterior que se había asegurado en elperíodo de preparación. Además, una vez terminadoslos combates en la calle, los asaltos de las masas a los

cuarteles y los combates en las barricadas, la estrategiay las técnicas militares volvieron a tomar preponderancia, y la organización superó a losmovimientos de masas: era una guerra de movimientosla que ahora se iba a librar entre las dos Españas, y elejército de profesionales pudo afirmar su superioridadfrente a las milicias revolucionarias improvisadas.

Y en primer lugar, los gobiernos alemán e italiano,por su pronta intervención, permitieron a losnacionalistas superar dos de sus principales fracasos: laderrota de los militares conjurados en la aviación y en la

marina militares. Desde el 21 de julio, Hitler enviaba alos sublevados aviones de transporte que aseguraban, apesar del bloqueo de la flota republicana, el transportede las tropas de Marruecos a la Península. La aviaciónitaliana y alemana intervino poniendo fuera de combatepor sorpresa al acorazado Jaime I y protegiendo loscomboyes marítimos que transportaban refuerzos a lazona nacionalista. Simultáneamente, las grandescompañías petroleras internacionales tomaronposiciones: las compañías británicas, la Vacuum OilCompany de Tanger, prohibió toda venta de carburantea los barcos de guerra que se amotinaron contra sus

oficiales y, desde el 18 de julio, el presidente americanode la Texas Oil Company ordenó a los cinco petrolerosque partieron para realizar entregas en España, dirigirsehacia los puertos ocupados por los generalesnacionalistas, con los que acordó inmediatamenteamplias facilidades de crédito. Una coalicióninternacional se estaba urdiendo contra la Revoluciónespañola porque ésta era una amenaza directa para losintereses capitalistas en España, un resurgimientoinquietante del peligro revolucionario en Europa.

El gobierno Giral se volvió hacia Francia dondeacababa de acceder al poder un gobierno de FrentePopular presidido por Léon Blum. Los acuerdosinternacionales entre los dos gobiernos, el principio desimpatía que se podía imaginar entre ellos, hacíaverosímil una ayuda francesa. Pero ésta fue nulaPrimero, porque en el interior del gobierno de FrentePopular, los ministros radicales, representantes de la

burguesía y portavoces de los jefes del ejército, seoponían con fuerza a toda intervención que pudierasignificar una ayuda indirecta a una revolución que lagran prensa denunciaba con extraordinaria violenciaDespués, porque el gobierno francés, prisionero de laalianza inglesa, era tributario del gobierno conservadode Londres ante todo preocupado por la salvaguardia delos intereses capitalistas en España, más amenazadospor los trabajadores armados que por los generalessublevados, y de todas maneras, estaba dispuesto atratar con los generales españoles como también ahacerlo con Hitler y Mussolini. El gobierno Blum tomó

entonces la iniciativa de un pacto de “no intervenciónque presentó como el medio de poner fin a laintervención itálico-alemana evitando los riesgosinternos y externos de una intervención francesa. El 8de agosto, el gobierno Blum cerró la frontera de losPirineos a todo tráfico de material militar; cassimultáneamente, el gobierno americano prohibió todaventa de material militar, autorizando las ventas depetróleo de la Texaco que no consideraba comoproducto estratégico. El Portugal de Salazaraterrorizado por la sublevación obrera y campesinasolidario de la oligarquía española y de los interesesbritánicos, se transformó en base de operaciones paralos nacionalistas.

España está sola. El gobierno de la Unión Soviéticaexpresó, en declaraciones oficiales, su simpatía por egobierno “democrático y amante de la paz” queacababan de agredir las potencias fascistas. Peroestaba pasando un período difícil: algunos días despuésdel principio de la guerra civil española, comenzaba enMoscú el primero de los procesos dirigidos contra lavieja guardia bolchevique de Zinoviev y Kámenevpresentes en el banquillo de los acusados, y Trotsky

bestia negra del régimen estalinista. ¿Cómo considerarun apoyo sin condiciones a un régimen nominalmente“republicano” donde socialistas de izquierdaanarquistas y comunistas antiestalinistasdesempeñaban los papeles más importantes? La UniónSoviética se adhirió también al pacto de no intervencióny por otra parte hasta finales del mes de agosto no seestablecieron entre ella y la España republicanarelaciones diplomáticas normales, con la llegada aMadrid del embajador soviético Marcel RosenbergFinalmente sólo el presidente de México, Cárdenas

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aceptará, con todo honor, ayudar al gobierno de laRepública española.

En estas condiciones, los primeros éxitos de lasmilicias obreras y campesinas quedaban sin futuro. Sinduda invencibles en los combates en la calle, en susbarrios y sus ciudades, eran ineficaces en las maniobrasnecesarias en campo abierto. Formadas por voluntariosentusiastas e individualistas, carecían de la formación

técnica elemental, de cuadros competentes, y de unadisciplina mínima. Sobre todo, combatían de maneradispersa, sin plan, sin articulación de un sector con otro,y, muy rápidamente, se hacía evidente que las miliciasno podían esperar ningún éxito fuera de un mando únicoque rehusaban aceptar y que el gobierno era incapaz desuministrarles. Desde la primera semana de agosto, laofensiva nacionalista hacia Badajoz, apoyada en lacomplicidad portuguesa, estuvo coronada de éxitos: lasdos zonas nacionalistas se unieron. Casisimultáneamente empezó la ofensiva contra lasciudades del norte: Irún, y después San Sebastián,

cayeron después de una resistencia desesperada peroincoherente. En todas partes el avance nacionalista seacompañaba de masacres masivas, de una represiónferoz, de la que los muertos de Badajoz se volverían elsímbolo. A primeros de septiembre, Franco se convirtióen general en jefe del ejército nacionalista, después dela muerte accidental de Sanjurjo el mismo día dellevantamiento, y pudo preparar la ofensiva, que todoslos observadores juzgaban decisiva contra Madrid; cuyacaída parecía anunciada tanto por los súbitos desastresque dispersaban a las milicias ante fuerzas motorizadasy ataques aéreos que no sabían ni a menudo podíanafrontar, como por el lamentable éxodo de las masascampesinas ante el avance de las tropas nacionalistas.

Una vez disipada la embriaguez de la ilusión lírica dela batalla revolucionaria en las calles de las grandesciudades, la realidad de las relaciones de clase surge denuevo bajo la doble forma del aislamiento de España yde la entrada en acción, contra las milicias, de unamáquina de guerra moderna, superiormente entrenada yequipada. Ganar la guerra se convirtió en la primeranecesidad, en la condición para el desarrollo de larevolución, y de manera inesperada, pero lógica,

consignas como “disciplina” y “unidad de mando” fueronde nuevo asumidas por todos los revolucionarios,cualesquiera que fueran, que comprendieron lo quesignificaría en concreto la victoria de las tropasfranquistas.

En este contexto se planteó el problema del Estado ydel poder político. Los socialistas de derecha, detrás dePrieto, subrayaban que una España revolucionaria nopodría esperar ninguna ayuda exterior. Importaba puespara ellos evitar lo que Prieto llamaba los “excesosrevolucionarios”, que no servían a sus ojos más que

para justificar la abstención de los gobiernos“democráticos” de Londres y París. El mismo temarecogían los dirigentes comunistas, afirmando que nosería cuestión de luchar por una España socialista, sinosolamente “por una república democrática con uncontenido social extenso”, “la defensa del ordenrepublicano en el respeto a la propiedad”. La lucha noestaba entablada, según ellos, entre revolución y

contrarrevolución, socialismo y oligarquía, sino entredemocracia y fascismo, lo que convertía en necesario emantenimiento del Frente Popular y la alianza con losrepublicanos burgueses, el respeto a las instituciones legales, a la democracia parlamentaria y al gobierno. Paralos hombres que defendían estas tesis y entendían asproseguir a través de la guerra civil la política quequebró entre febrero y julio, los desastres del verano, lasdebilidades del ejército revolucionarlo suministrabaninagotables argumentos: se trataba, decían, “de ganar laguerra en primer lugar ”, y la revolución vendría mástarde.

Sin embargo ésta no era la posición de los obreros yde los campesinos españoles, que no separaban lalucha armada de sus reivindicaciones, que hacían laguerra para hacer triunfar la revolución, y la revoluciónpara ganar la guerra. Era su presión la que expresó sinninguna duda Largo Caballero al escribir: “La guerra y larevolución son una sola y misma cosa. No solamente nose excluyen ni se dificultan, sino que se completan yrefuerzan la una a la otra... El pueblo no estácombatiendo por la España del 16 de julio, bajo ladominación social de castas hereditarias, sino por unaEspaña de la que se habrían extirpado todas sus raícesEl más poderoso auxiliar de la guerra es la extincióneconómica del fascismo. Es la revolución en la retaguardia la que da seguridad e inspiración a la victoria enlos campos de batalla”.47 Tal era también el punto devista del POUM, que por boca de Nin afirmaba que“contra el fascismo sólo hay un medio eficaz de lucha: larevolución proletaria”.48 

En cuanto a los anarquistas, después de renunciar aintentar imponer el comunismo libertario, es decir, supropia dictadura, no tenían otro problema que el desaber si ayudarían en el gobierno que formarían las

otras organizaciones, cualquiera que fuera la forma  –puesto que, de todas maneras, esta participaciónconstituía una ruptura con su tradicional oposición atoda forma de poder  – en definitiva el sacrificio quedespués de las jornadas de julio, estaban dispuestos aconsentir como precio de la victoria militar.

Se ignora hoy todavía en qué condiciones LargoCaballero, a quien muchos consideraban comocandidato a la dirección de un gobierno obrero y que

47 ”Claridad”, 22 de agosto de 1936.48 Nin, op. cit., p. 178.

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había insistido sobre la necesidad de desembarazarsedel gobierno Giral, aceptó finalmente tomar el mando deun gobierno de Frente Popular, que comprendía a losrepublicanos burgueses, los socialistas, los comunistasy la UGT, y que reunió, dos meses después, a cuatroministros de la CNT: gobierno “legal”, constituido en lasformas sobre la proposición del presidente Azaña, cuyoprograma de “defensa de España contra el fascismo” 

llamaba a la “unión de las fuerzas que luchan por lalegalidad republicana” y “al mantenimiento de larepública democrática”.49 Algunos días después, losrevolucionarios catalanes a su vez se inclinaban,aceptando simultáneamente la disolución con ungobierno de la Generalitat que presidía el republicanoTarradellas, donde hombres de la CNT tomaron lascarteras de Economía, Abastecimiento y Sanidad, y ellíder del POUM, Andreu Nin, la de Justicia... Así loexpresó algunos años más tarde un moderado: “Lasituación normal estaba restablecida”.50 

En realidad, la formación de estos gobiernos de

coalición, la participación de los dirigentesrevolucionados o considerados como tales, respondía almenos tanto a la necesidad de presentar a lasdemocracias occidentales un aspecto “respetable” degobierno republicano legítimo, solicitando una ayudanormal contra la agresión fascista, como a la de obtener la garantía de las organizaciones revolucionarias parauna “vuelta a la normalidad” justificada por lasnecesidades de la guerra, pero que implicaba una luchaactiva contra la mayor parte de las conquistas de larevolución.

Desde su entrada en funciones, los gobiernos LargoCaballero en Madrid y Tarradellas en Barcelona sededicaron a “unificar ” los organismos de poder. ElConsell de la Generalitat disolvió todos los comités-gobierno desde el 9 de octubre y los reemplazó por consejos municipales constituidos a su imagen.“Claridad”, por su parte, proclamaba que “todos estosórganos acababan de cumplir la misión para la cualhabían sido creados” y en adelante sólo serían“obstáculos a un trabajo que correspondeexclusivamente al gobierno de Frente Popular ”. Seríannecesarios meses antes de llegar al fin de la resistencia

de los partidarios de los comités: en una primera fasetransitoria, sus dirigentes recibieron la mayor parte deellos títulos oficiales, de “gobernadores”, presidentes de“consejos municipales”, como por ejemplo, el anarquistaJoaquín Ascaso, “delegado del gobierno” en Aragón.

De la misma manera se realizó la reforma de laJusticia, en Madrid por García Oliver, y en Barcelona por 

 Andreu Nin: el cuerpo de magistrados, seriamentedepurado después del período de terror revolucionario,

49 “Política”, 5 de septiembre de 1936.50 Angel Ossorio, Vida y sacrificio de Lluís Companys, página 172.

fue restablecido en sus funciones en calidad de “técnicode la justicia”, operando con la ayuda de tribunalesformados por representantes de los partidos ysindicatos. Las “milicias revolucionarias de laretaguardia” fueron unificadas por decreto, puestas bajoel control del ministro del Interior, controladas por“consejos de seguridad” formados por responsablespolíticos. A las “guardias nacionales republicanas”

constituidas por restos de las antiguas unidades lealesde guardias civiles o de asalto, se añadió bajo emandato del ministro de Finanzas el nuevo cuerpo decarabineros, encargado en principio de la vigilancia delas fronteras, pero que era en realidad una fuerza depolicía escogida. La militarización de las milicias serealizó paso a paso, primero con la creación de unestado mayor, después con la movilización de dosclases, oficiales y suboficiales de reserva, por la presiónque el gobierno mantenía sobre las unidades de miliciasa través del reparto de armas. Los consejos de soldadosfueron suprimidos, los términos militares para de signar

las unidades restablecidos, los nombres reemplazadospor números, grados y galones reaparecieron, y eantiguo Código de Justicia Militar fue igualmente puestoen vigor. El cuerpo de “comisarios políticos”

“representando la política de guerra del gobierno en eejército” y que substituyó a los antiguos delegadosmilitantes, fue el instrumento decisivo de estamilitarización.

El nuevo gobierno se dedicó igualmente, siguiendosu propia expresión, a “legalizar ” las conquistasrevolucionarias, legalización que al mismo tiempo era unmedio de impedir su extensión. El gobierno se otorgó ederecho de “intervención” en las industrias de guerrahizo admitir el principio de la indemnización a loscapitales expropiados, rehusó el monopolio del comercioexterior y se impuso en todas las empresas a través decontrol que ejercían sobre los bancos los sindicatos dela UGT. En fin, un decreto firmado por el comunistaUribe, ministro de Agricultura, mudo ante el problemacrucial de los bienes y rentas, legalizó la expropiaciónsin indemnización y en beneficio del Estado de lastierras de los facciosos reconocidos como tales, e hizode golpe, pesar sobre miles de campesinos la eventua

amenaza de una restauración con la vuelta de lospropietarios “no facciosos”.

El parate de la revolución llevado adelante por lasnuevas formaciones gubernamentales de tipo FrentePopular coincidió con el primer viraje de la guerra, erestablecimiento de la situación militar a través de labatalla por Madrid. Tres factores fueron aquí capitalesen primer lugar, la ayuda material rusa, la aparición antela capital de carros y tanques rusos, la intervención deuna aviación suministrada por el gobierno de Moscú yenteramente controlada por él; después, con la iniciativa

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y bajo el control de los diferentes partidos comunistasdel mundo, la entrada en combate en la capital de lasBrigadas Internacionales, formadas por voluntarios detodos los países venidos a combatir al fascismo; por último, el recurso provisional pero decisivo, de la Juntade Defensa de Madrid, donde dominaban comunistas yJuventudes Socialistas, con los métodos másrevolucionarios de organización de la defensa: lenguaje

de clase, llamada a la noción de “revolución proletaria” yde “internacionalismo”, constitución de comités devecinos, de manzanas de casas, de barrios, represiónde masas contra la “Quinta columna”. Madrid resistió.En el mes de marzo de 1937, la gran victoriaconseguida en Guadalajara sobre el cuerpoexpedicionario italiano, minado por la propagandarevolucionaria organizada con manos maestras por loscomunistas, marcó la cima de este período en el cursodel cual “la organización y la disciplina no habíandestruido el entusiasmo y la fe, el entusiasmo y la fe seapoyaban en la disciplina y la organización, y también

en las armas”...51 A partir de esta fecha, la lucha contrala revolución en zona republicana perdería cada vezmás su aspecto democrático.

8. La influencia estalinista

El historiador de la batalla de Madrid, el americanoColodny, describió en estos términos lo que él llamó el“momento crucial del asedio”, después del mes dediciembre de 1936: “Bajo el mando de los generales delEjército rojo, la guerra en Madrid se transformó de

guerra de comités revolucionarios en guerra dirigida por los técnicos del Estado Mayor general. De la exaltaciónde las primeras semanas, la ciudad pasó a la monotoníadel asedio, agravada por el frío, el hambre y elespectáculo familiar de los bombardeos aéreos y de ladesolación. El instante heroico había pasado a laleyenda y a la historia: con el enemigo enganchadocontra las fortificaciones, el peligro mortal que habíafundido temporalmente todas las energías en unavoluntad única de resistir parecía haber desaparecido”.52 

En realidad se produjo un giro político: a la revoluciónle sucedió la lenta carcoma de la reacción democrática

que debía ahora ceder el puesto a la contrarrevoluciónestalinista en toda su crudeza. La ilusión lí rica quehabía inspirado durante los meses de verano a losmilitantes de la CNT-FAI, que creyeron fundar con susmanos otra sociedad, que se transformó en su contraria,dejó lugar al cinismo y al desespero. García Oliver seconvirtió en el “excelentísimo señor ministro de Justicia”,y numerosos camaradas se convirtieron en oficiales,

51 P. Broué y E. Témime, op. cit.,p. 216.52 K. Colodny, The struggle for Madrid , p. 93.

 jefes de policía, gobernadores, en nombre de losnecesarios sacrificios y de su determinación de“renunciar a todo, salvo a la victoria”, como decíaDurruti, caído en Madrid bajo una bala dispara da, sinduda, por uno de sus milicianos, que no admitió que su

 jefe le impidiera desertar como él quería. Edesconcierto de los anarquistas les condujo a accionesde violencia absurda como la expedición de castigo de

la tristemente famosa Columna de Hierro, que dejó efrente de Teruel para ir a saquear en Valencia e juzgado y los cabarets, como las violencias a las quealgunos cientos de militantes de la CNT se entregaronen Tarancón sobre los miembros del cortejo oficiacamino de Valencia. Violencia ciega, sin otro objetivoque el de una protesta ante un callejón sin salida, lareacción de los anarquistas vencidos por sus propiascontradicciones y bajo el peso de sus propios prejuiciosno hacía más que reforzar la autoridad y el prestigio dequienes, incansablemente, denunciaban a los“incontrolados” y sus “excesos”, estos nuevos

campeones del orden que eran los comunistasestalinistas, fuertes por el miedo que habían inspiradoestos anarquistas, revolucionarios de palabra, incapacesde ir hasta el final y de dar a la revolución los medios yla voluntad de vencer.

Desde el mes de julio, la dirección del PartidoComunista Español recibió de Moscú apreciablesrefuerzos: al argentino Codovilla, conocido con enombre de Medina, y el veterano búlgaro Minev llamadoStepanov, a los que se unieron otros hombres deconfianza del aparato stalinista internacional; el húngaroGeroe, llamado Pedro en Barcelona, el italiano Vidaliuno de los jefes del 5º Regimiento con el nombre deCarlos Contreras, y luego, el italiano Palmiro Togliattique en Moscú se le llamaba Ercoli y aquí Alfredo.

 Aunque la mayoría de los militantes del partido sedejaron llevar por el impulso revolucionario de la épocade los combates en las calles, los dirigentesmantuvieron firmemente el timón y conservaron la líneaEra necesario, en primer lugar, ganar la guerra, “primerovencer a Franco”, y para ello, reforzar el “bloquenacional y popular ”, y la autoridad del “gobierno deFrente Popular ” contra aquellos que llamaban “los

enemigos del pueblo” y que definían así: “los fascistaslos trotskistas y los incontrolados”. Fuertes por eprestigio revolucionario de la Unión Soviética aureoladapor el octubre victorioso de 1917, disponiendo de fondosimportantes, y pronto del apoyo del único gobiernosusceptible de aportar a la España en lucha una ayudamaterial, fueron los únicos en poder entablar de frente lalucha contra los revolucionarios que llamaban“trotskistas o incontrolados” cuando no los asimilaban alos fascistas. Los únicos en oponerse a los comités, alas colectivizaciones, a las expropiaciones, a la justicia

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de clase expeditiva, los únicos, en una palabra, en decir bien alto lo que pensaba la pequeña burguesíarepublicana aterrorizada por las iniciativas de las masasy que justo empezaba a reponerse del enorme miedoque les habían inspirado los anarquistas.

España llegó a ser una carta importante en la políticaexterior de Stalin, consciente del peligro querepresentaban para él la voluntad de expansión y el

antibolchevismo ostentado por el gobierno hitleriano.España era para él, al mismo tiempo que un campo deexperiencias necesarias, un laboratorio para la próximaguerra, el terreno sobre el cual se proponía demostrar alas “democracias occidentales” que era un aliado sólido,un defensor del statu quo, al amparo contra lasubversión política a la que temían más todavía que alos nazis o los fascistas. Stalin no disimulaba susobjetivos políticos en España, el más importante de loscuales era la destrucción de las organizacionesrevolucionarias, en primera fila de las cuales estaba elPOUM, que había denunciado duramente los “Procesos

de Moscú” y proclamado que combatía bajo la banderade Lenin. El 28 de noviembre el cónsul general de laURSS en Barcelona, el viejo revolucionario AntonovOvseenko, no vaciló en remitir a la prensa una nota enla que denunciaba a “La Batalla” como “la prensavendida al fascismo internacional”. Bajo su presión,combinada con la de los estalinistas catalanes delPSUC y de la UGT, el POUM fue apartado del gobiernode la Generalitat con el consentimiento de la CNT; díasmás tarde, “Pravda”, en ese lenguaje particularmenteamenazador, después de seguir muy de cerca laejecución de los viejos bolcheviques que figuraron en elprimer proceso de Moscú, comentó: “En Cataluña, laeliminación de los trotskistas y de los anarcosindicalistasya ha comenzado: será realizada con la misma energíaque en la URSS”.53 Por otra parte, en diciembre, en unacarta transmitida por el embajador Marcel Rosenberg,Stalin daba a Largo Caballero algunos “consejos deamigo”: tener en cuenta a los campesinos, e interesarlos“mediante algunos decretos que traten de la cuestiónagraria y los impuestos”, ganar al menos la neutralidadde la pequeña burguesía protegiéndola contra lasexpropiaciones y asegurándole la libertad de comercio,

atraer al gobierno a republicanos burgueses “paraimpedir que los enemigos de España vean en ella unarepública comunista, lo que constituiría el más gravepeligro para España”, finalmente, declarar solemnemente que no “tolerará que nadie atente contrala propiedad y los legítimos intereses de los extranjerosen España, de los ciudadanos de los países que noapoyan a los facciosos”.

53 ”Pravda”, 17 de diciembre de 1936.

Esta política, resueltamente moderada ycontrarrevolucionaria en circunstancias como las dadasaseguró en España el desarrollo de la audiencia de lasorganizaciones estalinistas: bajo su control, por ejemplose organizó en Cataluña la GEPCI, organización dedefensa de los comerciantes, artesanos y pequeñosindustriales, y en Levante, la federación campesina, quereunía a los pequeños propietarios enemigos de la

colectivización. Magistrados, altos funcionariosoficiales, policías, encontraron en él, al mismo tiempoque una eficaz protección, el instrumento de la políticaque ellos deseaban. A los que solamente preocupaba lalucha militar inmediata contra el fascismo  – y erannumerosos  – el apoyo de Moscú y sus entre gas, epapel jugado por los consejeros militares rusos, laaportación de las Brigadas Internacionales, la capacidadde organización de los cuadros comunistas, parecíangarantizar la eficacia necesaria para la victoria. No erapor casualidad que el 5º Regimiento fuera uno de losprincipales temas de propaganda y la palanca de acción

del Partido Comunista: en dos meses, pasó de 8.000 a30.000 hombres, poseía instructores, armas modernasreclutaba sistemáticamente oficiales y suboficiales decarrera, se hizo un modelo de disciplina, un verdaderoinstrumento militar, al mismo tiempo que el objeto deuna orquestación sistemática. De la misma manera, loscomunistas eran los primeros y prácticamente los únicosen tomar las posibilidades que ofrecía el cuerpo decomisarios del ejército cuyas puertas el comisariogeneral Alvarez del Vayo les abrió ampliamenteIntocables a causa de la ayuda rusa, los estalinistasespañoles, “defensores consecuentes del programaantifascista de restauración del Estado, organizadoresdel ejército, se convirtieron así en los elementos másdinámicos de la coalición gubernamental”,54 y se confióa ellos los puestos claves de la policía y demantenimiento del orden.

 Ahora bien, fue precisamente este éxito el queprovocó que se desatara contra ellos los descontentos ylas hostilidades. Los primeros signos de un enfriamientoevidente de las relaciones con Largo Caballeroaparecieron en la sequedad de la respuesta hecha poeste último, el 12 de enero, a la carta de Stalin. Herido

por la evolución de sus antiguos discípulos que dirigíanla JSU y que casi todos se habían adherido al PCEdurante los seis últimos meses de 1936, LargoCaballero opuso una rotunda negativa a las presionesde Stalin en fa vor de la fusión de los partidos socialistay comunista, a las que su viejo adversario Prieto prestóen revancha una atención demasiado complaciente. Eprestigio de que gozaba la Junta de Defensa de Madridla cual según él le manifestaba una abierta oposición, la

54 P. Broué y É. Témime, op. cit., p. 214.

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alianza con el PCE, y Alvarez del Vayo, del que empezóa dudar seriamente, contribuyeron a irritarlo. En febreropidió de forma tajante la retirada del embajador Rosenberg.

El Partido Comunista, desde entonces, le declaró laguerra, tomándola primero con su hombre de confianzaen las cuestiones militares, el general Asensio. Laocasión sería la caída de Málaga, probablemente

inevitable en la situación militar dada, pero cuyascircunstancias particularmente trágicas trastornaron atodos los españoles. Aliándose en esta circunstanciacon la CNT, que no apreciaba en Asensio al militar decarrera, el PCE lanzó una gran campaña demanifestaciones y mítines reclamando la movilizacióngeneral, la depuración del cuerpo de oficiales y unauténtico mando único. Los republicanos y lossocialistas de derecha, con Prieto, se unieron a lacampaña CNT-UGT contra Asensio. Largo Caballero seresignó, con gran dolor, a pedirle su dimisión. Peroestaba decidido a luchar y los “medios bien informados” 

hablaban de un nuevo ministerio que podría estar presidido por el ministro de Finanzas, Juan Negrín, conPrieto como hombre fuerte.

Quizás estas circunstancias decidieron a la CNT aintentar a su vez afojar la opresión del PCE. Encontró laocasión en el asunto Cazorla, el joven consejero deorden público de la Junta de Madrid, a quien acusó deencubrir con su autoridad la existencia y elfuncionamiento en Madrid de prisiones secretas delPCE. La investigación, abierta finalmente, descubrió ensu entorno la existencia de un negocio montado enliberaciones a precio de oro de detenidos generalmenteinocentes. Fue la ocasión para Largo Caballero dedisolver la Junta de Madrid, después de un nuevoescándalo de las prisiones secretas, esta vez en Murcia,de limitar los poderes de los comisarios po líticos y dereservarse los nombramientos. El conflicto quedabadesde entonces abierto: el plan de ofensiva de losconsejos militares de Caballero en dirección aExtremadura debió ser abandonado porque los rusos noofrecían más que diez aviones y porque su protegido, elgeneral Miaja, comandante en Madrid, se negó pura ysimplemente a desguarnecer la defensa de la capital.

Los desacuerdos en el seno de la coaliciónantifascista constituyeron el signo de la aproximación deuna nueva crisis. Una oposición revolucionaria estaba apunto de recobrarse, nacida en el mismo seno de lospartidos que en el otoño precedente habían aceptado lapolítica de colaboración, pero extrayendo ahora lasconsecuencias. El periódico de la JCI, “JuventudComunista”, mencionaba criticándola la participación deNin en el gobierno, cuando “La Batalla” hizo unacampaña durante varios meses por la reintegración delPOUM en el consejo. La misma tesis se expresó poco

después también en “La Batalla”, esta vez con la plumade Andrade, que escribió que la participación había sido“negativa y nociva”. Sintiéndose definitivamente arrojadode la coalición antifascista y comprendiendo perfecta-mente la suerte que le esperaba, el POUM atacóduramente a los contrarrevolucionarios del PCE y dePSUC, habló de nuevo de “comités” y de “consejosanálogos a los soviets, que deberían constituir la base

de un poder verdaderamente revolucionario. Unmovimiento parecido se manifestó en la CNT donde ungrupo de militantes hostiles a la militarización crearonlos “ Amigos de Durruti”, publicando un pequeño diario yexpresándose, por intermedio de su animador, JaimeBalius, en las columnas del diario vespertino de la CNTde Barcelona, “La Noche”. El libertario italiano CamilloBerneri, en el semanario “Guerra di Classe”, calificaba aPCE de “legión extranjera de la democracia y deliberalismo”, y lo comparaba a Noske, econtrarrevolucionario en nombre de la democracia salidodel movimiento obrero. Subrayaba la relación que

existía entre la política contrarrevolucionaria de Stalin enla URSS, los procesos de Moscú, y su políticainternacional, de la que España no era más que uno desus aspectos. Idénticos eran los temas entre lasJuventudes Libertarias y en su diario “Ruta” se afirmabaque la alianza en España de los republicanos y el PCEno hacía más que reflejar la alianza de la URSSestalinista con Francia y Gran Bretaña con el objeto de“estrangular la revolución”.

Por iniciativa de la JCI se constituyó en Cataluña e“Frente de la juventud revolucionaria” cuyo secretarioera e militante libertario Alfredo Martínez, y que seextendió rápidamente a Levante. Después de laconferencia en Valencia de la JSU, en donde se vio laalineación completa de esta organización con la políticaestalinista y la denuncia, en lo sucesivo clásica, de los“trotskistas” y de los “incontrolados” por SantiagoCarrillo, dos de las federaciones más importantes, la de

 Asturias y la de Levante, levantaron el estandarte de laoposición. Rafael Fernández, secretario de la JSUasturiana, negaba la afirmación según la cual la JSUcombatía por  “una república parlamentaria”, dimitió decomité nacional, uniéndose, con su federación, a las

Juventudes Libertarias asturianas en el Frente de la juventud revolucionaria. En la primavera de 1937estaba claro que un nuevo grado de tensión había sidoalcanzado. Las fuerzas que condujeron juntas lareacción democrática estaban en vías de dividirse. Ecrecimiento de la oposición revolucionaria que sebuscaba exigía métodos más firmes, un gobierno másseguro que se decidiera a contar con el POUM y laCNT-FAI para establecer de una manera más decisivael régimen republicano.

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La prueba de fuerza se produciría en Cataluña,donde subsistía lo esencial de las conquistasrevolucionarias y constituía el bastión de la oposición.La corriente caballerista era prácticamente inexistente.Por el contrario, el PSUC de Juan Comorera, templadopor los conflictos con los anarquistas desde hacíameses, estaba preparado para la batalla, y no fue por casualidad que se le atribuyó la famosa fórmula: “ Antes

de tomar Zaragoza, es necesario tomar Barcelona”. Losprimeros choques fueron provocados por el envío deimportantes fuerzas de carabineros venidos por ordende Negrín para tomar el control de los puestosfronterizos a los milicianos de la CNT que se opusieroncon las armas. El 25 de abril, Roldán Cortada, unantiguo trentista que llegó a ser dirigente de la UGT ymiembro de] PSUC, fue asesinado por unosdesconocidos en Molins de Llobregat55. La CNTcondenó formalmente esta muerte, reclamando unaencuesta que dejara a sus militantes libres deacusación. Pero el PSUC aprovechó la ocasión,

explotando a fondo la emoción provocada por esteasesinato. El entierro de Roldán Cortada fue el motivode una manifestación sobre la cual “La Batalla” escribiríaque tenía por objeto crear un ambiente de pogromcontra la vanguardia del proletariado catalán, la CNT, laFAI y el POUM. Los dirigentes anarquistas de Molins deLlobregat fueron detenidos y ocho militantes de la CNTfueron muertos en Puigcerdá por los carabineros. Latensión era máxima en Barcelona, donde corrió el rumor de un próximo desarme de todos los obreros nointegrados en la policía del Estado. El gobierno de laGeneralitat prohibió toda manifestación para el 1 demayo, y este día “Solidaridad Obrera” denunció la“cruzada contra la CNT”, mientras “La Batalla” llamaba alos obreros a montar guardia “con el arma vigilante”.

El incidente que puso fuego en la pólvora estalló el 3de mayo, a propósito del control de la central telefónica.Desde julio de 1936, las telecomunicaciones enBarcelona estaban “sindicalizadas” bajo la dirección deun comité CNT-UGT: situación intolerable puesto quelos responsables de la CNT del sindicato de losempleados del teléfono podían así permanentementecontrolar y también interrumpir las comunicaciones entre

el gobierno y el extranjero. Sobre este terreno favorableel PSUC decidió la provocación: sin órdenes niautorización del gobierno de la Generalitat, el comisariode orden público, Rodríguez Salas, ex miembro del BlocObrer i Camperol, perteneciente al PSUC, llegó a lacentral contres camiones de guardias y penetró,desarmando a los milicianos que ocupaban la plantabaja. Los milicianos que ocupaban los pisos pusieron

55 Se trata de la población catalana de Molins de Rei, nombre quefue cambiado durante la República por sus reminiscenciasmonárquicas. (Nota del Ed.)

una ametralladora en batería y abrieron fuego. Losdirigentes anarquistas de la policía acudieronpersuadiendo a sus camaradas para que no seobstinaran en la resistencia. Pero el ruido de la batallaalertó a los trabajadores de Barcelona que vieron unatentativa contrarrevolucionaria apuntando a susorganizaciones. Sin que ninguna consigna fuera lanzadapor ninguna organización, la huelga general estalló y

Barcelona se cubrió de barricadas.Por la noche tuvo lugar una reunión común de losdirigentes de la CNT, de la FAI, de las JuventudesLibertarias y del POUM. El POUM consideraba que lostrabajadores habían respondido espontáneamente a unaprovocación contrarrevolucionaria y que era necesarioponerse a su lado. Los dirigentes anarquistas preferíanintentar interponerse. El 4 de mayo, muchasorganizaciones, el POUM, las Juventudes Libertariaslos Amigos de Durruti, sostenían el movimientoCompanys y la CNT se pusieron de acuerdo paraimponer un compromiso negociado. El presidente de la

Generalitat desaprobó la iniciativa de Rodríguez Salas ylanzó una llamada a la calma, mientras que el comitéregional de la CNT llamó a los trabajadores a de ponelas armas. En el mismo sentido se expresaron por lanoche en la radio el caballerista Hernández Zancajo ylos dos ministros anarquistas García Oliver y FedericaMontseny. El 5 fue hecho un acuerdo sobre la base dealto el fuego y del statu quo militar, con retiradasimultánea de policías y milicianos. Los dirigentes de laCNT detuvieron a la 29 división mandada por GregorioJover, que marchaba sobre Barcelona, y desautorizarona los Amigos de Durruti. Sin embargo, nuevas violenciascomprometieron el alto el fuego: agresión por parte demiembros del PSUC contra el coche de FedericaMontseny, asesinato de Antonio Sesé, dirigente de laUGT que acababa de ser llamado al gobierno. Navíosde guerra ingleses llegaron frente a Barcelona. Egobierno de Largo Caballero se hizo cargo del ordenpúblico en Cataluña y nombró comandante de las tropasde Cataluña al general Pozas, antiguo oficial de laGuardia Civil, miembro del PCE.

El 6 parecía que volvía el orden. El presidenteCompanys proclamó que no había “ni vencidos, n

vencedores”, formó un nuevo gobierno, en el que noentraron ni Comorera, líder del PSUC, ni RodríguezSalas. La columna motorizada enviada del frente deJarama para restablecer el orden en Barcelona entró enla ciudad al grito de “Viva la FAI”: estaba mandada poun oficial anarquista, Torres Iglesias. La partida parecíaconcluir con un empate. El balance en vidas humanasfue sin embargo considerable: al menos 500 muertos y1.000 heridos. Entre las víctimas, del ladogubernamental, Sesé y un oficial comunista; del ladoobrero, Domingo Ascaso y el nieto de Francisco Ferrer

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Pero habían pasado muchas cosas en las calles deBarcelona, y en los días que siguieron, se encontraríanlos cadáveres de dos de los principales animadores einspiradores de la oposición revolucionaria: el libertarioitaliano Camillo Berneri, que fue sacado de su domiciliopor milicianos ugetistas, y Alfredo Martínez, el secretariodel Frente de la Juventud revolucionaria. Estaba claroque los servicios secretos rusos trabajaban.

En realidad, las “Jornadas de Mayo” doblaban lascampanas por la revolución. Esta explosión inacabadade guerra civil en la retaguardia, en el marco de lamisma guerra civil, iba inmediatamente a explotar por lacoalición moderada y su ala andante, el PCE. Auncuando la CNT hizo todo lo posible para apaciguar elconflicto, cuando el POUM se negó a correr el riesgo dedesbordar a la CNT, a la que criticaba su ciegaprudencia, la prensa estalinista se desencadenó contraesta “insurrección”, de la que dijo que fue “preparadapor los trotskistas del POUM” con la ayuda de la policíasecreta alemana e italiana. Reclamó, con José Díaz,

que se terminara con el peligro de los “trotskistas “, esos“fascistas que hablan de revolución para sembrar laconfusión”. El 15 de mayo, en el consejo de ministros,los ministros comunistas reclamaron la disolución delPOUM y la detención de sus dirigentes. Largo Caballerose negó; los ministros comunistas se marcharon, seguidos por los republicanos y los socialistas de Prieto.No le quedó a Largo Caballero más remedio que dimitir.

Con el antiguo ministro de Hacienda Juan Negrínvolvería, en el curso de las semanas siguientes, aconsagrarse la victoria de la contrarrevolución. Granburgués de origen, socialista resueltamente moderado,casado con una rusa, el hombre era el candidato de losestalinistas españoles al gobierno, y por el momento notienen nada que objetar. “La Batalla” fue prohibida el 28de mayo y su director político, Gorkín, acusado por sueditorial del 1 de mayo. El 16 de junio, la mayoría de losdirigentes del POUM fueron detenidos. Les fuereprochado, no solamente el haber intentado lasupresión de la República por la violencia y lainstauración de una dictadura del proletariado, sinotambién el haber calumniado a un país cuyo apoyomoral y material permitió al pueblo español defender su

independencia, haber atacado la justicia soviética  – alusión a la campaña del POUM contra los procesos deMoscú  – y, en fin, “haber estado en contacto con lasorganizaciones internacionales conocidas, bajo ladenominación general de “trotskistas”, cuya acción en elseno de una potencia amiga demuestra que seencuentran al servicio del fascismo europeo”.

Pronto estalló un enorme escándalo. Andreu Nin,detenido junto con sus camaradas, había desaparecido.Los estalinistas insinuaban que se había evadido, y alas preguntas colocadas en los muros “¿Dónde está

Nin?” respondían con esta rima obsena: “En Salamancao en Berlín”. El ministro del Interior confesó suimpotencia, Negrín se declaró dispuesto a “cubrir todo”

pero exigió estar informado. De hecho, Nin no podíareaparecer porque había sido asesinado. Entregado pola policía al jefe de la NKVD (servicio secreto soviético)en España, Orlov, fue encerrado en una prisión secretade Alcalá de Henares y torturado a fin de obtener

confesiones según el modelo de los acusados en losprocesos de Moscú. Pero resistió, y sus carcelerosimpotentes ante este hombre torturado que se negaba a“colaborar ”, no tuvieron más remedio quedesembarazarse de él. De hecho, la resistencia de Ninechó abajo el edificio preparado en España según emodelo de Moscú y probablemente salvó a muchosotros militantes.56 En todo caso, había destruido lafachada “legal” de la represión estalinista y habíaforzado a revestir la forma de un puro y simplegansterismo, al margen de las formas judiciales.

En las semanas que siguieron se produjeron, en

condiciones parecidas, otras “desapariciones” demilitantes revolucionarios extranjeros “raptados” por losmismos servicios y asesinados: Marc Rhein, el hijo dedirigente menchevique ruso Rafael Abramovitch; lostrotskistas Hans Freund, llamado Moulin, y Erwin Wolfantiguo secretario de Trotsky; el militante austríaco KurtLandau, que se había unido al POUM. En el ejércitofueron fusilados militantes del POUM después de lasparodias de juicios por consejos de guerra: entre ellos eantiguo comisario de guerra de Lérida, Marcial Menauno de los organizadores de los sindicatos deprofesores de Cataluña, Joan Hervàs los dos antiguosmiembros del Bloc Obrer i Camperol. La restauracióndel Estado ciertamente había suprimido los aparatosilegales de los partidos, de los sindicatos, y la “dictadurade los comités”; pero no había suprimido los serviciossecretos estalinistas y dejaba actuar libremente, aunquede manera oficiosa, una todopode rosa GPU (viejapolicía política rusa) encargada de arreglar en sueloespañol las cuentas políticas de Stalin.

Ninguno de sus adversarios sería perdonado, aunque no serían perseguidos con la misma dureza que ePOUM, enemigo número uno del estalinismo en

España. En agosto, el Consejo de Aragón fue disueltola división del comunista Enrique Lister penetró en laprovincia, procediendo a detenciones en masa demilitantes anarquistas y disolviendo por la fuerza lascolectividades rurales que habían implantado. En

56 Los otros dirigentes del POUM serían juzgados en octubre de1938 y condenados a duras penas de prisión por su papel en el mayode 1937. Pero la acusación de “espionaje” y de “traición” fueabandonada. Estos hombres, evadidos después de la derrota, serefugiaron finalmente en Francia. La mayoría de ellos se volverían aencontrar en 1941 ante el tribunal militar de Montauban, por habedifundido “La Verité”, diario trotskista clandestino.

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septiembre, igualmente por la fuerza, las tropas delgobierno se apoderaron en Barcelona de la sede delComité de defensa CNT-FAI. En mayo, los partidariosde Largo Caballero fueron expulsados del comité deredacción de “Claridad”, que pasó a manos de la gentede Prieto. A petición el comité ejecutivo del PartidoSocialista, el ministro del Interior envió a los guardias deasalto a ocupar los locales del diario “ Adelante”, órgano

de la Federación de Levante que apoyaba a LargoCaballero. En el seno de la UGT la coalición de losamigos de Prieto y de los estalinistas lanzó una fuertecampaña contra Largo Caballero. El Ministerio delInterior suspendió el último periódico que le dio asilo,“La correspondencia de Valencia”. Incapaces deasegurarse normalmente la mayoría, la coalición de los“moderados” se decidió a organizar la escisión,eligiendo a González Peña para la presidencia de lacentral obrera. Bajo la orden del gobierno, correo ycheques con destino a la UGT eran desviados alorganismo escisionista que dirigía González Peña. No le

quedaba a Largo Caballero más que intentar unacampaña pública: desde su primera reunión en el cinePardiñas de Madrid, el gobierno decidió amordazarlo:interpelado, conducido a su domicilio de Valencia,vigilado, vencido definitivamente sin haber podidorealmente combatir.

El “gobierno de la victoria” tomó toda una serie demedidas tendentes a una verdadera normalización. Los

 jueces ocupaban de nuevo sus asientos con toga, elministro de Justicia, nacionalista vasco y católico,Manuel de Irujo, velaba para que los presidentes fueranefectivamente escogidos entre los magistradosprofesionales. Numerosos prisioneros, especialmentesacerdotes, fueron liberados. Por el contrario, se creó unTribunal de espionaje y de alta traición, destinado a

 juzgar a los dirigentes del POUM: en estos nuevostribunales, los cinco jueces, tres militares y dos civiles,eran nombrados por el gobierno. Los crímenes quetenían que juzgar comprendían la realización de “actoshostiles a la República”, la defensa o propagación de“falsas noticias”, la formulación de juicios “desfavorablesa la marcha de las operaciones de guerra o al crédito ya la autoridad de la República”, los “actos o

manifestaciones tendentes a debilitar la moral pública, adesmoralizar al ejército o a debilitar la disciplinacolectiva”. Las penas previstas, desde los seis meses deprisión a la muerte, eran aplicables tanto si el “crimen” no había sido consumado, como si se reducía a una“conspiración”, una “complicidad o una “protección”. Asílos dirigentes del POUM pudieron ser duramentecondenados, sobre la base de su política, después delabandono de las acusaciones apoyadas por falsospolicías y estalinistas. La censura fue reforzada, y unacircular del 14 de agosto de 1937 la extendió

expresamente a toda crítica a la Unión Soviética. Unapolicía especializada en el contraespionaje, el Serviciode Investigación Militar (SIM), fue creada, controlándolamiembros del PCE y “técnicos” rusos. El SIM, queescapó enseguida al control del ministro de la Defensacontaba con más de 6.000 agentes, dirigiendo sincontrol sus prisiones y “campos de trabajo”.

La celebración del culto católico fue autorizada a

título privado, como primera etapa hacia la restauraciónde la libertad de culto. Los propietarios antes“desaparecidos” que demostraron no es tar aliados conlos fascistas recuperaron sus tierras; el decreto decolectivización en Cataluña fue suspendido por sercontrario al espíritu de la constitución. El “Times” celebróla intervención del Estado en las empresas industrialescomo el “restablecimiento del principio de la propiedadprivada” y celebró los esfuerzos de Negrín por su deseode llegar a reconciliar  “los partidos opuestos en la horaactual de la España gubernamental”. ¿”Gobierno de lavictoria”, como decían los estalinistas españoles, “de la

reconciliación nacional”, como deseaban losconservadores ingleses? En la reunión de las Cortes, e1 de octubre de 1937, Largo Caballero estaba ausenteen cambio Miguel Maura estaba allí, así como ecentrista Portela Valladares, y las críticas de la prensade la CNT contra su presencia fueron suprimidas por lacensura. En la cárcel Modelo, la prisión de Barcelonados galerías y media de seis estaban reservadas a losdetenidos de la CNT -FAI y del POUM.

La España “democrática” estaba sin embargo másaislada todavía que la España “revolucionaria”. Era laépoca en que la ayuda rusa empezaba a disminuir. Laguerra civil seguía, pero la revolución estabacompletamente vencida.

9. La derrota y su precio

En la segunda mitad del año 1937, en el momento enque la represión estalinista se instaló en España através de los órganos del gobierno Negrín, comenzaronlas primeras retiradas de “consejeros” rusos. Casi todoslos que eran llamados los “españoles” en la UniónSoviética fueron ejecutados poco tiempo después de su

regreso. Entre ellos, los civiles Rosenberg, AntonovOvseenko, pero también Mijáil Koltsov, enviado especiade “Pravda” y considerado hombre de confianza deStalin, y Stachevski, la eminencia gris de la embajada, ytambién los militares, entre los que estaba en primerafila el verdadero organizador de la defensa de Madrid, egeneral Goriev. Los envíos de armas rusasdisminuyeron rápidamente. Solamente durante algunosmeses, en 1938, la reapertura de la frontera francesapermitiría aflojar un poco la opresión. Después del mayode 1937, España no fue más que el escenario de una

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guerra civil, un campo de experiencias militares, en unaespecie de prefiguración y de ensayo en vistas a laguerra mundial que se anunciaba. A partir del acuerdode Múnich, la suerte de España estaba definitivamentesellada.

La agonía de la España republicana, el retrocesoprogresivo de su territorio hasta la capitulación final nosucedieron sin crisis políticas. La primera se ter minó

con la resonante dimisión de Prieto y la explicación quedio: la influencia de los estalinistas españoles y de losconsejeros rusos que habían exigido su eliminación. Laantigua alianza entre Prieto y el PCE no resistió a sucomún victoria sobre la doble oposición revolucionaria ydemocrática de 1937. Prieto se negó a ser uninstrumento al servicio de una política que estimaba yano prestaba a España los servicios de antes, tanto en elplano material como en el político. Denunció lainjerencia de los consejeros rusos en la dirección de lasoperaciones militares, el papel de los militantescomunistas en el SIM, y que este escapaba

completamente al control del gobierno. Quizás Prieto, “elhombre de Inglaterra” en el sentido en que el términofue frecuentemente empleado, no era tanto el hombrede una paz negociada bajo la égida de Inglaterra, parala cual el papel de los comunistas en el Estadorepublicano era indudablemente un obstáculo. Políticatan vana como lo fue a partir de 1938, la esperanza deNegrín y Alvarez del Vayo de resistir hasta el estallidode la Segunda Guerra Mundial, después del fracaso delplan de restablecimiento en “13 puntos”, elaborado por Negrín.

Después de la caída de Cataluña empezó la crisisfinal. Azaña decidió quedarse en Francia, mientras quelos oficiales de su casa militar se pasaron a la Españanacionalista. El gobierno Negrín volvió a España yemprendió la organización de la resistencia a ultranza.Sólo los comunistas lo apoyaron. Convencidos de lainutilidad de prolongar una guerra perdida, la mayor parte de los jefes militares profesionales pidieron unanegociación que pudiera limitar los estragos. Uno deellos, el general Casado,57 estaba convencido de lanecesidad de apartar del gobierno a los ministroscomunistas y simpatizantes, a fin de obtener el apoyo

inglés para una eventual mediación. Con este fin tomócon tactos con todos los medios políticos, a través del

 jefe anarquista Cipriano Mera, el socialista WenceslaoCarrillo, antiguo brazo derecho de Largo Caballero, y elsocialista de derecha Julián Besteiro, partidario desdehacía tiempo de un compromiso negociado bajo la égidadel gobierno inglés. Perfectamente informado, Negrín

57 Segismundo Casado poseía, en realidad, el rango de coroneldel ejército. Si bien había sido ascendido a general, el 2 de marzo de1939, por Negrín, al tiempo que le apartaba del mando del ejército delCentro, jamás aceptó tal ascenso. (Nota del Ed.)

efectuó en el alto mando militar una serie de cambiosque llevaron a los jefes comunistas a los principalespuestos del ejército. Para sus adversarios, fue unverdadero golpe de Estado, que permitió al PartidoComunista ser el único en controlar la inevitableevacuación, con todas las consecuencias que estocomportaba para ellos. El general Casado, seguro de laadhesión en Madrid del general Miaja  – “el defensor de

Madrid”, de la propaganda oficial, antiguo miembro de laUME, ganado desde el comienzo de la guerra civil parael Partido Comunista  – rodeado de representantes delos partidos del Frente Popular y de los sindicatos aexcepción sólo del PCE, proclamó en Madrid una JuntaNacional de Defensa que se fijó como objetivo una pazhonrosa. Las tropas controladas por el PartidoComunista resistieron en Madrid, y esta breve guerracivil en el seno de la guerra civil causó 2.000 muertosmás. Durante este tiempo, el gobierno y el estado mayordel Partido Comunista se trasladaron a Francia enavión. El Partido Comunista no había pensado

seriamente en resistir en esta empresa de liquidación deun régimen condenado.

En realidad no fue posible ningún compromiso, y laguerra civil se terminó por la capitulación pura y simplede las autoridades, la ocupación casi sin disparar un tirode la totalidad del territorio por las tropas nacionalistasCentenares de miles de españoles intentaron una vezmás huir, pero esta vez pocos lo consiguieron. Paramuchos, el calvario de la guerra civil se terminaría consuplicios, ejecuciones sumarias o no y largos años deprisión. La contrarrevolución armada por fin habíarealizado el programa que se había trazado a principiosde 1938, con la complicidad de Hitler y Mussolini: estavez la Revolución española estaba completamente ypara mucho tiempo aplastada. Será necesario más deuna generación antes de que empiece a renacer unmovimiento obrero todavía inseguro e indeciso, casmedio siglo para que las gigantescas manifestacionespor los condenados de Burgos vuelvan a poner a laorden del día en Europa la “solidaridad con España”

Para realizar esta tarea, el general Franco necesitó castres años, pero también numerosos intermediarios yrelevos. Porque los combates obreros, que en julio de

1936 atacaban a sus mercenarios con las manosdesnudas, con fusiles de caza o cartuchos de dinamitafueron mucho antes muertos o desmoralizados: fuenecesario en primer lugar que la revolución fueravencida en la zona “republicana” para que Francopudiera poner a su victoria una rúbrica final. Se olvidaríarápidamente a través de la guerra mundial queempezaba y que enterraría finalmente a la guerra deEspaña en un olvido del que muchos políticos sesatisfacen.

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El tiempo de pasar cuentas había llegado. Las habríade todo orden. Los dirigentes socialistas, Araquistáin,Largo Caballero, Prieto, escribieron sus memorias:

 justificación de su política que no aportaba nada nuevo. Al Partido Comunista en cambio le llegó rápidamente lacrisis, y en primer lugar entre los dirigentes emigradosen la URSS. Jesús Hernández logró abandonar la UniónSoviética, donde José Díaz había muerto en

condiciones sospechosas. Llegó a Méjico en 1943 yrompió casi enseguida. Publicó unas memorias queconfirmaban en lo esencial, en lo que concernía amuchos puntos cruciales de la historia de la revolución yde la guerra civil, lo que decían los adversarios del PCE,a propósito de la campaña para desacreditar a LargoCaballero y sustituirlo por Negrín, y también acerca delasesinato de Andreu Nin. Hernández, profundamentedesmoralizado, abandonó enseguida toda actividad.Enrique Castro Delgado, el primer jefe del 5ºRegimiento, iría más lejos. También él conocía losarreglos de cuentas de los emigrados, el odio contra La

Pasionaria; también logró emigrar a Méjico, a pesar dela deserción de Jesús Hernández. También publicarárevelaciones que no harán más que confirmar en loesencial lo que se sabía ya. Acabaría por reconciliarsecon Franco. Mucho más interesante sería la reflexión  – tardía – de Fernando Claudín, antiguo dirigente de la JCy después de la JSU.

En una obra publicada en 1970, cinco años despuésde haber sido ex pulsado del PCE, dedicó muchaspáginas a la Revolución española, “inoportuna” dijo,para Stalin. Según él, la estrategia empleada en Españapor la Internacional Comunista, siguiendo lasinstrucciones de Stalin, sufría una debilidad mayor, la deir  “contra la corriente de la dinámica profunda de laRevolución española”.58 Mostraba los esfuerzos de losdirigentes del PCE por de tener y hacer retroceder larevolución, restaurar el aparato de Estado republicano,en el curso de la primera fase; el contraataque de losrepublicanos y .socialistas moderados rechazadosvigorosamente, en una segunda; procediendo a laeliminación definitiva de los comunistas y la capitulaciónfinal. Aunque dejó a la palabra sus comillas, llega a laconclusión de la “traición” de Stalin por la subordinación

de la Revolución española a la “razón de Estado delpoder soviético”

59 y estigmatiza de paso el asesinato de Andreu Nin como un “ultraje al comunismo”.60 Se nota,quizás con más interés, observaciones preciosas sobrela crisis del PCE, a partir de 1937, el desaliento de losmilitantes que han perdido toda ilusión en el apoyo a las“democracias”: cuando “Mundo Obrero”, el 23 de marzode 1938, se levanta contra la opinión según la cual la

58 F. Claudín, La crisis del movimiento comunista, t. I, p. 172.59 Ibidem, p. 196.60 Ibidem.

única salida de la guerra sería que España “no fuese nfascista ni comunista” y afirma que el “pueblo españovencerá contra el capitalismo”, fue llamado al orden po“Frente Rojo”, de Valencia, más directamente controladopor el aparato, que afirmó con la pluma de José Díazque estas dos afirmaciones eran “plenamente correctasy corresponden exactamente a la posición de nuestropartido”.61 

Las polémicas en torno a la revolución y la guerra deEspaña no están cercanas a extinguirse en el interior demovimiento anarquista. Ya en 1937, un grupo demilitantes de la CNT-FAI, los Amigos de Durrutiformado por faístas decepcionados por la política decolaboración y por lo que consideraban como unacapitulación de la CNT en mayo en Barcelona, llegarona conclusiones que les acercan indudablemente amarxismo revolucionario escribiendo:

“La unidad antifascista no ha sido más que la sumisión a la burguesía... Para vencer a Franco, hacíafalta vencer a Companys y Caballero. Para vencer a

fascismo, hacía falta aplastar a la burguesía y a susaliados estalinistas y socialistas. Era necesario destruircompletamente el Estado capitalista e instaurar unpoder obrero surgido de los comités de base de lostrabajadores. El apoliticismo anarquista ha fracasado”.62 

Pero con la represión, este grupo desapareció sindejar rastro durante el verano de 1937. De la largahistoria de los debates en el interior del movimientoanarquista, tratada tanto por Vernon Richards63 comopor César M. Lorenzo,64 no retengo más que losprincipales aspectos: la afirmación de una corriente“política” que se negaba a condenar la política decolaboración durante la guerra, condenaba firmementelos prejuicios anarquistas y el infantilismo revolucionarioEl secretario de la CNT en 1936, Horacio Prieto, fuequien lo encarnó con el máximo de constancia, y seríainjusto atribuirle la paternidad de las extraordinariasacrobacias realizadas después por anarquistas conmala colaboración, cuya cima sería alcanzada en 1948con la tentativa de los que César Lorenzo llamó “anarcorealistas” por poner la CNT al servicio de la restauracióndel rey.65 Por el contrario, Federica Montseny, antiguaministra, reconocía la amplitud del error cometido por los

suyos participando en el gobierno en estas condicionesexcepcionales, pero no sacó otra conclusión que lavalidez de los viejos principios anarquistas de hostilidada todo poder, cualquiera que sea.

La polémica más áspera fue sin duda la que oponía atrotskistas y poumistas, y que comenzó en el mes deabril de 1937 a instalarse tanto en las columnas de “La

61 Ibidem, pp. 189-19062 Citado por Lorenzo, op. cit., p. 27063 Lessons of the Spanish Revolution, 1953.64 Citado aquí varias veces.65 Lorenzo, op. cit., pp. 384 s.

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Batalla” como en la prensa trotskista internacional.Después del informe redactado contra los dirigentes delPOUM por el trotskista americano Felix Morrow en1938,66 Trotsky recogió en un folleto dedicado a Españala totalidad de las críticas hechas por él y sus partidariosa medida del desarrollo de los acontecimientos yconcluyó con este severo juicio:

“ A fin de cuentas, a pesar de sus intenciones, el

POUM ha constituido el principal obstáculo en el caminode la construcción de un partido revolucionario”.67 Treinta años más tarde, en su prólogo a los escritos

de Andreu Nin sobre la revolución española, Juan Andrade celebra que su partido “suscitó la esperanza enel mundo revolucionario, como una nueva concepciónde los anhelos de libertad de los trabajadores frente altotalitarismo y los crímenes de Stalin”,68 mientras que,según él, “el trotskismo no puede presentar ningún logroen su hoja de servicios [... ] si no es el haber divididoaún más los grupos en todos los países donde existen yel estar enfrentados más que nunca en un combate

feroz entre ellos”.69 No hay nada de extraordinario en la permanencia de

estas polémicas cuyas raíces se encuentran en ladureza de la lucha y en el carácter irreductible de losantagonismos de clase. El invierno de 1970-1971, conlas grandes manifestaciones obreras en favor de losacusados en el proceso de Burgos, lo demostró conesplendor: la historia todavía no había cortadodefinitivamente la suerte de la Revolución española,puesto que, a pesar de la masacre de una generaciónde luchadores obreros y campesinos, su sombra nodesapareció del horizonte treinta y cinco años despuésdel comienzo de la guerra civil.