5
En la teoría política moderna, la idea de soberanía hace alusión a la idea de autoridad política; autoridad política dentro de un territorio, si se quiere. Con regularidad se ha preguntado por su origen y por las formas de su ejercicio. El mismo desarrollo histórico del Estado, cuerpo política que encarna la soberanía, ha permitido preguntas por el carácter absoluto o relativo de la autoridad política, o por los terrenos de su puesta en ejercicio - dentro o fuera de las fronteras territoriales -. Para Buck-Morss, el punto ciego, la zona de poder sin control, el territorio de terror potencial, es intrínseca a los regímenes democráticos de masas, de moda tal que estos regímenes resultan siendo algo más que democracias (o algo menos); algo situado por encima o por debajo del régimen democrático en sentido estricto. De lo dicho por ella parece seguirse que en una democracia auténtica se dan unas condiciones que hacen imposible la aparición del punto ciego. Resulta al menos conveniente aclarar primero qué diferencia a un régimen político de masas - como lo es nuestra democracia - de uno que no lo sea.

Buck Morss

Embed Size (px)

Citation preview

En la teora poltica moderna, la idea de soberana hace alusin a la idea de autoridad poltica; autoridad poltica dentro de un territorio, si se quiere. Con regularidad se ha preguntado por su origen y por las formas de su ejercicio. El mismo desarrollo histrico del Estado, cuerpo poltica que encarna la soberana, ha permitido preguntas por el carcter absoluto o relativo de la autoridad poltica, o por los terrenos de su puesta en ejercicio - dentro o fuera de las fronteras territoriales -. Para Buck-Morss, el punto ciego, la zona de poder sin control, el territorio de terror potencial, es intrnseca a los regmenes democrticos de masas, de moda tal que estos regmenes resultan siendo algo ms que democracias (o algo menos); algo situado por encima o por debajo del rgimen democrtico en sentido estricto. De lo dicho por ella parece seguirse que en una democracia autntica se dan unas condiciones que hacen imposible la aparicin del punto ciego. Resulta al menos conveniente aclarar primero qu diferencia a un rgimen poltico de masas - como lo es nuestra democracia - de uno que no lo sea. El problema de la existencia de un punto ciego en las democracias de masas tambin puede expresarse en trminos de una no identidad entre los rdenes de la legalidad y la legitimidad. Dado que no hay equivalencia, podemos hablar de una legitimidad supra, extra, pre, o incluso ilegal. Como sea, la falta de correspondencia entre los rdenes de la legitimidad y la legalidad revela un problema nuclear en la teora y la filosofa poltica, que se puede formular en trminos de la relacin entre Estado y violencia. Ahora bien, si se reconoce que la zona de poder que esconden las democracias de masas es inevitable, entonces igualmente deber aceptarse la definicin del Estado como la institucin que monopoliza de manera legtima el ejercicio de la violencia. Pero, aceptar la violencia como necesaria no impide preguntarse por la causa de su legitimidad. La respuesta de la filosofa liberal es que el Estado tiene que ejercer violencia precisamente para salvaguardar la legalidad vigente. Pero este argumento no es nada convincente, pues bien se puede contestar, desde la teora marxista, que aquello que se salvaguarda no es el orden legal sino, por el contrario, el monopolio de su establecimiento. Desde la teora marxista, entonces, la teora de la democracia liberal cae en una lgica circular cuando pretende identificar la soberana popular con la voluntad popular. El mero establecimiento de la ley no la legitima, y por tanto cuando el Estado ejerce el monopolio de la violencia para salvaguardar la ley termina enunciando dos veces la misma casa. Es lo que Hegel llama la razn que examina leyes (Hegel, Fenomenologa del espritu. Barcelona: Abada, 2010, p. 510-519.). Para Buck-Morss el conjunto de estos elementos - regmenes democrticos, legitimidad, legalidad, violencia - se junta en una configuracin coherente que "crea un smbolo bajo el signo de la Guerra". En otros trminos, bajo el signo de la guerra contra un enemigo (Schmitt) se resuelve el problema de la legitimidad de la violencia. Si interpretamos bien esta idea, asistimos ni ms ni menos que al desplazamiento desde la dimensin interna de la soberana hacia su dimensin externa. Pero la legitimacin del monopolio de la violencia mediante la idea de una soberana externa conduce a una extraa situacin. Para ser soberano absoluto, y no meramente legal-civil, el Estado debe identificar a un enemigo al cual declarar la guerra. Sin embargo, identificar y sealar al enemigo supone asimismo sealar e identificar al colectivo. Esto debera reconducirnos al menos al replanteamiento de la imagen segn la cual el Estado es la encarnacin del colectivo o su representante legtimo; ambas imgenes ocultan una idea reveladora: es el Estado quien funda al colectivo:Ahora, cuando la soberana afirma ser democrtica, se dice que es el propio colectivo el que acta. Se dice que los interese del pueblo se reflejan de forma inmediata y transparente en el representante soberano quien, por consiguiente, tiene el poder absoluto. Pero la trampa lgica de este razonamiento es que el colectivo del "pueblo" que supuestamente constituye la soberana democrtica, no existe hasta que dicha soberana est constituida. Decir que no existe colectivo hasta que el soberano lo crea por medio del acto de identificar al enemigo es tanto como decir que el soberano absoluto se funda a s mismo. En realidad la distincin entre soberana interna y externa deja de tener sentido, pues incluso el colectivo puede ser un enemigo potencial del soberano absoluto. La existencia del pueblo mismo depende de la reivindicacin del derecho a monopolizar la violencia, es decir, del acto soberano de auto-legitimacin.