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C O N número 3

El Quijote, alfa de lanarrativa y del idioma

La Biblioteca y loslibros DE SALAMANCA

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DICIEMBRE DE 2004EDITORIALMARÍA ISABEL MONTESINOS

DE LA PUENTE

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Cervantes y el QuijoteEN COLOMBIA

VICENTE PÉREZ SILVA

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46 Literatura, Derechoy DON QUIJOTECARMENZA KLEIN

52TINA ALARCÓN

LOS YANTARESDE DON ALONSO

La música enla época deEl QuijoteMARÍA CRISTINA SÁNCHEZ

PRESIDENTE DEL CONSEJO EDITORIALEnrique Battaner Arias

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

CONSE JO ED ITOR IAL

Jorge Civis LloveraDIRECTOR ~ GERENTE DE LA FUNDACIÓN GENERAL

DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

Belisario Betancur CuartasPRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN SANTILLANA

Carlos Gómez–Múgica SanzEMBAJADOR DE ESPAÑA EN COLOMBIA

Jaime Posada DíazDIRECTOR DE LA ACADEMIA COLOMBIANA

DE LA LENGUA

Ignacio Chaves CuevasDIRECTOR DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO

Fernando ToledoCOORDINADOR DE ACTIVIDADES CULTURALES DEL

CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DESALAMANCA EN BOGOTÁ

Virginia Sánchez LópezGERENTE ADMINISTRATIVA DE LA

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA SANITAS

DIRECTORAMaría Isabel Montesinos de la Puente

EDITORFernando Toledo

DISEÑO GRÁFICO Y DIAGRAMACIÓNCristina López M.

CORRECCIÓN DE ESTILO Y REVISIÓN DE TEXTOSEnrique Dávila Martínez

COLABORAN PARA ESTA EDICIÓN

Carlos José Reyes ·

ASISTENTESMaría Cristina Rodríguez · Ana Carolina Chavarro

PREMEDIA, IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓNImprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo

FOTOGRAFÍACortesía de:

Editorial Universidad de Salamanca · ACNUR ·

PORTADAAna Mercedes Hoyos, Cumbia.

PÁGINA ANTERIOR:El país del Sagrado Corazón de Colombia, 2003

Enrique Grau

ISSN: I692-3537

IMPRESIÓNEditorial Nomos

FUNDACIÓN GENERAL DE LA UNIVERSIDADDE SALAMANCA SEDE COLOMBIA

Carrera 5 No. 21 - 51Teléfono: 342 93 61

Bogotá, Colombia

NUEVE ESCRITORESCOLOMBIANOS SEEXPRESAN SOBREEL QUIJOTE

A propósito del Quijote

LA POESÍA ENTIEMPOS DE Miguelde Cervantes SaavedraCARLOS JOSÉ REYES

FERNANDO TOLEDO

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DOCUMENTO

Delitos y penas en El QuijoteLUIS ARROYO ZAPATERO 60

6872DON LUIS BUÑUEL: una mirada onírica

LUIS CARLOS MUÑOZ SARMIENTO

8280ÁLVARO MUTIS

JAVIER ALONSO

El premio 85MARÍA CONSUELO ARAUJO

El festival de la leyenda vallenata 87Un aliento para los desplazados

MARÍA EUGENIA CÁRDENAS 92

ALFONSO LÓPEZ MICHELSEN

Ezequiel Uricoecheay la ciencia y la cultura hispánica

96 Los Solís de Valenzuela y la cultura del nuevo Reino de

Granada en el siglo XVIICARLOS JOSÉ REYES POSADA

113

¿TÉ DE BOGOTÁ?Itinerario de un proyecto frustado

CARLOS BARRERO ORTIZ

T E N I D O

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CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

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CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN BOGOTÁ

La biblioteca de la Universidad de Salamanca, apenas superada por la

Biblioteca Nacional de Madrid y por la famosísima del monasterio de

San Lorenzo del Escorial, es una de las más importantes de España. A

menudo se dice que, por sí sola, es suficiente razón para visitar la ciudad.

Aunque ello es cierto, Salamanca reúne tal cantidad de tesoros artísticos

y arquitectónicos que la biblioteca se convierte en el complemento

extraordinario de un entorno monumental. Es, entonces, otro de los

hitos de la ciudad del Tormes.

La biblioteca ylos libros deSALAMANCA

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Desde el ingreso a la que suele llamarsebiblioteca vieja, el golpe de vista es impre-sionante. Sus instalaciones fueron realizadasa mediados del siglo XVIII en estilobarroco tardío por dos artífices de la másdepurada calidad: José Isidro y AndrésGarcía de Quiñones. Están ubicadas en unespléndido pabellón en donde las nervadu-ras y los arbotantes del techo parecenprolongar el garbo de las estanterías.

La biblioteca, más allá del espectáculo desus instalaciones, atesora una asombrosacolección de manuscritos, códices,incunables y publicaciones, muchos de ellasúnicos en el mundo y otros de una rarezaque les otorga incalculable valor. En estaspáginas, STVDIA Colombiana ofrece a suslectores un reportaje visual de esta extraor-dinaria biblioteca y un resumen gráfico dealgunas de las publicaciones excepcionalesque contiene.

Discursos medicinales de Méndez Nieto (1560),autor que llevó una existencia de trashumante hastasu asentamiento en Cartagena de Indias.

Página anterior:Detalle de los barandales de la biblioteca y dela estantería donde reposan los viejos infoliosde derecho canónico.

Abajo:Libro para el juramento de licenciados por Salamanca.Edición del siglo XV.

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Página anterior, arriba:Puertas del depósito de manuscritos e incunablespintadas por Martín de Cervera en 1614. Representansendas lecturas de cátedra.

A la izquierda:Espléndida panorámica de la vieja biblioteca, cuyasinstalaciones son obra de artífices salmantinos del sigloXVIII.

Abajo:Edición príncipe de La perfecta casada, de fray Luis deLeón, profesor de la Universidad de Salamanca y unode los líricos más señalados del Siglo de Oro.

Página anterior, abajo:Antigua arca de caudales de la universidad, exhibidaactualmente en la sala de manuscritos.

Abajo:Copia medieval manuscrita del Libro del buen amor, delArcipreste de Hita realizada por Alfonso de Paradinas.

A la derecha, abajo:Edición de las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio,impresa en Lyon, obra capital de ordenamiento jurídicode Castilla.

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CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN BOGOTÁ

Un libro que nació como final se convirtió enapertura. Cervantes manifiesta, en el últimopárrafo del Quijote, su intención de “… poneren aborrecimiento de los hombres las fingidasy disparatadas historias de los libros de caballe-ría…”. En otras palabras, hace evidente elpropósito de dar al traste con la prosopopeyade un género que partía de una pretensiónhistórica, pero cuyos héroes se resolvieron enlos ámbitos de la quimera. Lo consiguió y, conello, al permitirse una audacia insólita para suépoca frente al eterno fenómeno de contar,sembró la simiente de la novela moderna. Enel Quijote, por vías a veces evidentes y otras notanto, se advierten los antecedentes de algunosde los derroteros de la narrativa inglesa de laépoca de la Ilustración, o de los relatos con-temporáneos con la expansión colonial. En laobra palpitan los ardides de la novela románti-ca, el vigor de los personajes rusos o el decai-miento de las heroínas naturalistas. Aunquevarios autores no estén del todo de acuerdo,también se vislumbra la esencia perturbada porla cavilación que habría de abrumar tres

centurias después a los atosigados héroes de laliteratura del siglo XX, así muchos de elloshubieran nacido, en una paradoja, como unareacción en contra de la novelística de cortequijotesco.

La gran discrepancia que esboza el Quijotecon lo que el mundo conocía hasta su primeraimpresión en enero de 1605, y que habría deser definitiva en el desarrollo de la manera dereferir posterior, guarda relación con la posturade los personajes frente al lector. Antes de donAlonso Quijano, de Sancho, y hasta del moro,que en una nueva treta cervantina cuenta lahistoria, los actores hacían alarde de unaimpúdica aproximación con un público atóni-to. A partir del Quijote, cuantos deambulan porel entramado de un relato deben conseguir queaquel que se acerque a sus actos, a sus pasioneso a sus abismos mentales, indague, a veces demanera metafórica y otras desde el ámbito delo primario, en las razones o en las sinrazonesque los impulsan. Ello precipita una aproxima-ción a la reconditez del destino del hombrefrente a unas coordenadas de tiempo y de

El Quijote: alfa dela narrativay del idiomaA manera de prólogo de los cuatro ensayos

ganadores del I Concurso de ensayo que, con

el tema del Quijote en América, convocó el

Centro cultural de la Universidad de Salamanca

en Bogotá.

POR FERNANDO TOLEDO

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espacio. Después del ingenioso manchego, ellector no se contenta con advertir andanzas olances o con asombrarse; el envolvimiento lolleva a transmutarse en una suerte de sujetopartícipe del devenir de los personajes, lo quesignifica el hallazgo de unos caminos literariosque modifican de manera imprescindible lositinerarios de la escritura y los hace coherentescon el Renacimiento filosófico planteado porErasmo de Rótterdam y, por lo tanto, imbuidode un profundo humanismo. Lo sorprendentees que el autor transitó con un fantásticodonaire por esa catarata de posibilidades,vinculada con los contornos externos y menta-les de los personajes de la trama concebida porél, que prospera a medida que esta transcurre,hasta desembocar en ese prodigio de la sagaci-dad que es la segunda parte de la obra, publica-da en 1615. En un aparente contrasentido,partió de la exploración minuciosa del tópico,del lugar común, pero desde un prisma quetiene una asombrosa hondura crítica.

Otro cariz imprescindible es la libertad queresuma el Quijote tanto desde lo formal, insólitopara la época, como a partir de lo orgánico.Nada puede ser tomado tan en serio comohabía ocurrido hasta entonces. La perspicaciaque se deriva de un delirio enfrentado a uncontexto real por antonomasia y hasta prosai-co, juega un papel concluyente. Es una refinadaarmazón de espejos donde todo el asunto seresuelve en un cotejo indisoluble entre lo queen apariencia es objetivo y las entelequiassubjetivas. El hilo conductor transita por entrela existencia, las mentiras y la imaginaciónemancipadas de cualquier acatamiento, comodon Alonso Quijano lo estaba de losautoritarismos que chocaban con su concep-ción del mundo. Poco es seguro en el orbe delhidalgo, como poco lo es en la literatura que ha

de surgir después, lo que lleva al instante a lasreflexiones: a unas explícitas, expuestas en lasdisquisiciones del caballero andante o en lasapostillas de Sancho, y a otras que brotan delas abstracciones que se dan de formaaxiomática en la mente del lector. Con elmanchego y, desde luego, con el escudero, consus peripecias, con su manera opuesta y com-plementaria de mirar el universo y de intentarpenetrarlo, que a veces se trastoca, germinatambién la posibilidad de las múltiples lecturas.

Aún en esta minúscula aproximación, esboza-da a manera de prólogo de los cuatro ensayossobre el Quijote en América que ganaron sendospremios en el I Concurso de ensayo del CentroCultural de la Universidad de Salamanca enBogotá, es imposible olvidarse de otroschaflanes que, por sí solos, marcan hitos yatañen a la forma: por un lado están el estable-cimiento del diálogo, eje del concierto, y elhumor que se resuelve en una sucesión casiinfinita de matices. Aparte quizás de un únicoantecedente en la obra de Rabelais, el Quijoteseñala una apertura hacia la ambigüedadflagrante que provoca desde la sonrisa, que sederiva de la ironía, hasta la carcajada que no seorigina en la ridiculización, sino en el cambiode significado de las cosas, con todas lastonalidades que ello engendra. Otro fenómenoes el lenguaje, desarrollado desde dos ángulosparalelos y dependientes al tiempo, el literarioy el coloquial, que confluyen en una ausenciade afectación y en una desfachatez que seconvierten en autoridad y que, a su vez, trazanlos rumbos del castellano moderno. No es unacontingencia, entonces, que al idioma español,a la lengua con la que pensamos, hablamos yescribimos en América, se le llame “la lenguade Cervantes”.

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Don Quijote leyendo libros de caballería en su estudio. (Detalle).Adolph Schödter.The Hispanic Society of America, Nueva York.

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Un nuevo mundopara don Quijote

POR CARLOS JOSÉ REYES

El nuevo mundo se proyectaba como unterritorio aún por descubrir en muchos aspec-tos, y, sin duda, movía la curiosidad no sólo deaventureros y conquistadores, que lo arriesga-ban todo en la búsqueda del famoso Dorado,sino también de mentes creativas y sensibles,que poco a poco vieron en las tierras deAmérica nuevas posibilidades de libertad y deinvención. Frente a un mundo donde todoparecía hecho y ordenado era preferible buscaruna nueva vida donde todo estaba por hacer.

Tras una etapa inicial de navegantes ygeógrafos, conquistadores y aventureros,comenzaron a llegar pobladores que seadentraban por tierra firme fundando ciudadesy asentando sus reales en ellas. Un antecedentede las aspiraciones de viajar a tierras deAmérica por parte de Miguel de Cervantes loconstituye la figura del adelantado GonzaloJiménez de Quesada, tal como lo plantea elescritor Germán Arciniegas en su libro Elcaballero de El Dorado.

En efecto, descendientes de la familia deJiménez de Quesada se relacionan con lafamilia de Cervantes Saavedra, como un talHernando Salazar Vozmediano, y un tío,llamado Alonso Quijada. Por eso, cuandopiensa en las Indias, Cervantes debe recordar aaquel aventurero que fundó a Santa Fe deBogotá, en el Nuevo Reino de Granada, una delas ciudades a donde quiere viajar, como lodemuestra una solicitud que presenta ante lasautoridades peninsulares.

Al respecto dice Arciniegas: “Dos temasnuevos para Cervantes empiezan a llenar sumente: América y la familia de los Quesada.Esa vida de Indias de que tanto ha oído hablaren sus andanzas por la corte y en su nueva casa,esa patria de ladrones y pícaros —como éldice—, último refugio de los caballeros, leatraen”.

Y más adelante complementa su idea, en lahipotética situación de un eventual viaje deCervantes al Nuevo Mundo:

PRELUDIO

Cervantes pensó venir al Nuevo Mundo por los días en que se

cumplía el primer siglo del descubrimiento, tanto con el fin de

evadir múltiples problemas que lo asaltaban por aquellos días

en España, en los aspectos económicos y familiares, como

buscando aquellas aventuras que relataban las novelas de

caballerías y que ya no tenían lugar en la vida cotidiana en

tierras de Castilla.

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CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN BOGOTÁ

Harto ha podido coger al vuelo Cervantes de losQuesada: de Gaspar, de Hernán, de Francisco…;pero el que conmueve por sus locuras y supiedad, por su grandeza y sus miserias, es donGonzalo, espejo del Quijote. Si Cervanteshubiera venido a América, en la Nueva Granadahabría figurado a su héroe para moverlo dentrodel escenario de las Indias. Lo hubiera llevado deSanta Fe a los Llanos, y de los Llanos a Mariqui-ta. En vez de llamarle don Alonso le hubierallamado don Gonzalo.1

En el año de 1590, antes de que por sumente hubiera surgido la idea de escribir elQuijote, Cervantes se dirige al Rey, por mediodel Consejo de Indias, para solicitar un puestocomo contador en alguna de las plazas que seencuentran vacantes en el Nuevo Mundo:

Miguel de Cervantes Saavedra… pide y suplicahumildemente quanto puede a V.M. sea servidode hacerle merced de un oficio en las Yndias delos tres o quatro que al presente están vacos, quees el uno la contaduría del Nuebo Reyno deGranada, o la gobernación de la provincia deSoconusco en Guatemala, o contador de lasgaleras de Cartagena, o corregidor de la ciudadde La Paz… que su deseo es a continuar siempreen el servicio de V. M. y acavar su vida como lohan hecho sus antepasados.2

Su solicitud es rechazada, con estas lacónicaspalabras: “Busque por acá en qué se le hagamerced. En Madrid, a 6 de junio de 1590”.

Cada una de las ciudades mencionadas porCervantes en su solicitud reivindica la inten-ción del Quijote de venir a América comopropia. En el juego siempre fantasioso deprobabilidades, han abundado las ficcionessobre la suerte del Quijote, y en general detoda la obra de Cervantes, de haber viajado atierras de Indias, con su exuberante geografía ysu encanto de tierras recién descubiertas o pordescubrir, que le daban toda un áurea mágica,muy atractiva para soñadores de utopías ycreadores de ficciones literarias. Queda la dudadentro del juego de ficciones, si el exuberantetrópico hubiera inspirado a Cervantes, o bienhubiera devorado sus energías como a ArturoCova, a quien, en el turbión de La vorágine, “selo tragó la selva”.

El escritor colombiano Pedro GómezValderrama juega con esta posibilidad en suprimer relato del libro La procesión de los valientes,titulado: En un lugar de las Indias. En esta versiónimaginaria, escrita por un tal Alonso Quijano,otro falso historiógrafo al modo de CideHamete Benengeli, el doctor NúñezMarqueño, relator del Consejo de Indias,concedió el permiso con estas palabras: “Vayael peticionario de contador de las galerasde Cartagena de Indias”. Con el papel quecertificaba su nombramiento, viajó donMiguel en el galeón Santiago rumbo aCartagena, a finales del año de gracia de 1590.Desde su llegada, se dejó llevar por la moliciey la vida fácil. En su primer año en la ciudadde Heredia, “Fueron muchas las españolas aquienes rindiera honores y levantara faldas”,sin contar con una hermosa mulata con quienvivió en público concubinato, para escándalode la ciudad y escarnio de las autoridadesespañolas.

Dedicado al ocio y a la lujuria, “Nadie sabeen Cartagena los humos de escritor que teníadon Miguel, porque nadie lo ha visto escribirnada, con excepción de los papeles de su oficio,y aún esos mal y con prisa excesiva”.3

En esta historia apócrifa de Alonso Quijano,don Miguel de Cervantes, envuelto por lasensualidad y magia del Nuevo Mundo, “seacerca ya al final melancólico, en el cual elhombre se disuelve en el trópico”.

Según Gómez Valderrama, el Quijote nohabría existido de haber venido Cervantes aCartagena o a cualquier otra ciudad de lasindias, ya que no habría descubierto el contras-te que vivió en Castilla a finales del siglo XVIentre los viejos ideales caballerescos y laslecturas de los libros de caballerías, y la vidaordinaria en fondas y caminos en las áridastierras de La Mancha.

Otros fabuladores tal vez hubieran dibujadoun Quijote americano más realizado y fantasio-so, y mejor concebido que las semblanzas deaventureros, descubridores y adelantados queplantean los cronistas de Indias sobre los

1 Germán Arciniegas, El caballero de El Dorado, Madrid,Editorial Revista de Occidente, 1969, pp. 240-241.2 Ibid. Citado por Arciniegas, pág. 164. El original de estasolicitud se encuentra en el Archivo de Indias de Sevilla.3 Pedro Gómez Valderrama, Cuentos completos, Bogotá,Santillana – Alfaguara, 1996, pp. 93-98. La procesión de losardientes se publicó por primera vez en 1973.

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conquistadores de los grandes imperios preco-lombinos, como los reinos de los aztecas o delos incas, o aquellos hombres aguerridos a losque podríamos calificar de quijotescos, queansiaron la libertad y la sola dependencia de símismos en la búsqueda de su propio destinodesde que se adentraron en las selvas y monta-ñas de América del Sur, como Lope deAguirre, un aguerrido vasco que proclamó suabsoluta independencia del monarca español, yse calificó con orgullo a sí mismo de traidor.Otro guerrero, también de origen familiarvasco lograría la total independencia de lamayor parte de Suramérica tres siglos mástarde: Simón Bolívar. Por eso no es de extrañarque al retirarse de la vida pública, en 1830,desilusionado de todo, poco antes de sumuerte, comentara en la quinta de san PedroAlejandrino, en Santa Marta, frente al marCaribe de la nueva República de Colombia:“Los tres grandes majaderos de la humanidadhemos sido Jesucristo, don Quijote y yo”.

Con esta frase Bolívar quería subrayar elcarácter de su lucha por la libertad y el amorpor la utopía, rasgos caballerescos que destaca-ban sobre todo en tiempos de incertidumbre yderrota, como sucede en la mayor parte de lasperipecias del Quijote descritas por Cervantes.De algún modo se repite la idea de recuperaruna razón escéptica ante la proximidad de lamuerte.

Por otra parte, estos rasgos quijotescos sevislumbran en muchas personalidades y mo-mentos destacados de la historia de los pueblosde América Latina. Los sueños utópicos, lasluchas sociales, el calor y la vehemencia con losque se han emprendido muchas jornadas,avalan esta postura como una cualidad ingenua,si se quiere, de pueblos que aún luchan porideales en medio de un mundo globalizadodonde la razón práctica y el utilitarismoparecen imponerse.

LIBROS QUE LLEGARON

A las tierras de la América española llegó unagran cantidad de volúmenes de la primeraedición de Don Quijote de La Mancha, impresa1605 en Madrid por Juan de la Cuesta. En lasdos flotas que se dirigían a Nueva España y

Lima salió una gran parte de esta primeraedición. En Nueva España, hoy México, serecibieron entre los meses de junio y julio 262ejemplares, que se vendieron a 8, 10, 11 y 12reales, dependiendo de la calidad de la encua-dernación. El virrey del Perú, conde deMonterrey, pudo leer el Quijote antes de queterminara el año de 1605. Otros 100 ejempla-res fueron enviados desde Sevilla para que losreclamaran en Cartagena de Indias AntonioMéndez o Diego Correa. En la actualidad nose tiene noticia en Colombia de la existencia deninguno de estos ejemplares.4

El impacto de estos libros en tierras deIndias tenía que ser muy diferente al que podíapercibirse en España o en Europa, ya que en elviejo mundo las gestas caballerescas eran cosadel pasado, mientras que en América el descu-brimiento de nuevas tierras, la colonización yfundación de ciudades y la penetración eninmensas selvas o la subida a los picos de lacordillera de los Andes aún preservaban unespíritu de aventura y de riesgo. En verdad,hasta bien entrado el llamado “Siglo de lasLuces”, o sea el XVIII, con las expedicionescientíficas de La Condamine y más tarde laExpedición Botánica de José Celestino Mutisen el Nuevo Reino de Granada, los aspectosfantásticos de una América mágica, con mitoscomo el de las Amazonas, aún seguían vigentes.

Así lo demuestra la opinión de Carlos Mariede La Condamine en su relación de viaje por laAmérica meridional, cuando afirma:

Bien sé que todos o la mayor parte de los indiosde la América Meridional son embusteros,crédulos, encaprichados con lo maravilloso; peroninguno de estos pueblos oyó nunca hablar delas amazonas de Diodoro de Sicilia y de Justino.Sin embargo, la cuestión de las amazonas yaexistía entre los indios del centro de Américaantes que allí penetrasen los españoles, y semencionan también entre los pueblos que nuncahabían visto europeos.5

Sin duda, esta corriente alcanza a llegar hastalo real maravilloso del siglo XX, que caracteri-

4 Archivo de Indias de Sevilla, audiencia de Santa Fe,documento del 31 de marzo de 1605, citado porHernando Cabarcas en sus notas de El conjuro de los libros, labiblioteca de Cervantes en la Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá,abril de 1987.5 La Condamine, La América meridional. Viajeros por Colombia,

Bogotá, Biblioteca V Centenario, Presidencia de laRepública – Colcultura, 1992.

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CENTRO CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN BOGOTÁ

za el estilo de autores como Alejo Carpentier oGabriel García Márquez. De algún modo, en laobra del autor de Cien años de soledad se planteauna reivindicación del mundo maravilloso, queen relación con la obra de Cervantes no estámuy claro que desaparece, al hacer la crítica yparodia de las novelas de caballerías, o llega aun punto culminante al mostrar la tensiónconstante entre la imaginación y la realidad, elmundo de los hechos reales y vividos, o lacreación de vidas imaginarias cuyo ropaje sonlas letras y cuya patria es el papel.

El hecho cierto es que mientras España seempobrecía a lo largo del siglo XVI a causa delas guerras con Francia, emprendidas porCarlos V contra Francisco I, y las guerras dereligión, en costosas campañas contra losmusulmanes o los protestantes luteranos en elnorte de Europa, la lucha por la supervivenciase hizo más ardua y los ideales caballerescosmás escasos, por lo cual las novelas de caballe-rías se convirtieron en historias del pasado,mientras la picaresca ocupaba el espacio comoreflejo de la vida cotidiana. Desde este puntode vista, el Quijote vendría a ser una lectura delos libros de caballerías desde la mirada escép-tica y burlona de los relatos de la picaresca.

Esto, sin embargo, es sólo parcialmentecierto, ya que a medida que Cervantes avanzaen la escritura de su libro, sobre todo de lasegunda parte, terminada en 1615, poco antesde su muerte, como una réplica al Quijoteapócrifo de Fernández de Avellaneda (otrohistoriador fantasma, como Cide Hamete, cuyaverdadera identidad se ignora), el propioCervantes resulta transformado por la fuerza ygallardía de su personaje, y, en vez de acentuarlas críticas y sátiras en su contra, devuelve losdardos hacia la sociedad mezquina y ordinariaque no logra comprenderlo. Existe enCervantes una nostalgia por los valores perdi-dos, el honor y la caballerosidad, la entregagenerosa al servicio de los demás, la devociónsincera al amor y a los más nobles ideales. Talescaracterísticas se van perfilando poco a poco enel Nuevo Mundo, primero, en las luchas deldescubrimiento y la conquista, cuyos relatoshechos por los Cronistas de Indias reemplazana las ficciones de las novelas de caballerías eimpulsan a muchos hombres audaces a viajar a

las tierras de América en busca de fortuna yaventuras. Hernán Cortés, Jiménez deQuesada, Orellana, los hermanos Pizarro y elmismo Lope de Aguirre harían parte de estosnuevos Amadises, Palmerines o Quijotes,dispuestos a enfrentar los lances más arriesga-dos, sólo que entonces desde una perspectivareal y no de una ficción novelesca. Esto explicaque un personaje como Hernán Cortés, des-pués de haber logrado vencer al imperio aztecaen la conquista de México, se alistara en lasfuerzas más beligerantes del emperador CarlosV, los tercios viejos, para combatir a losinsurrectos luteranos, y, en un momento en quela prudencia exigía un retiro en un frente debatalla difícil de sostener por más tiempo, fueel único en insistir que había que continuar enla lucha, enfrentando al enemigo, aunque sefuera en ello la vida. Una actitud que hoyllamaríamos quijotesca.

Los ejemplares del Quijote que llegaron a lasIndias sin duda hicieron carrera, pero aún máslo lograron los ideales caballerescos de donQuijote, incluso entre muchos que sin haberleído jamás el libro conocieron y aún conocensus principales características, transmitidas porla tradición oral, de tal modo que se puedadecir, con Vladimir Nabokov, que el Quijote deLa Mancha es un libro que ha ido mejorandocon el paso de los siglos. De aquellos rudoscampesinos de La Mancha, hidalgos o labrado-res, venteros, comerciantes, titiriteros de feria,prostitutas, curas o soldados, que constituyenla amplia galería de la novela, lo que se nosviene a la mente en un primer golpe es laimagen del hidalgo vestido a medias de caballe-ro en su escuálido rocín, y el humilde campesi-no analfabeta que lo acompaña, montado sobresu asno, que viene a ser la única propiedad dela familia. Esta pareja singular y paradigmáticaparece flotar más allá del paso de los siglos, ycontinuar cabalgando hasta el presente porotras tierras, entre ellas las de América.

Para comprender esta gran saga, en la cual seunen la ficción novelesca y la tradición oral, losrasgos caballerescos y la sabiduría popular,proponemos realizar un viaje por una buenaparte de los países más destacados de la Améri-ca española a través de la voz de sus principalesautores, para descubrir el calidoscopio de

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miradas y puntos de vista que existen sobre elQuijote, que le confieren al personaje cervantinouna vigencia y un vigor renovados y actuales.

Por ello, conviene, en primer lugar, citar unamirada anglosajona, que tras la lectura de unamala traducción al inglés percibe al Quijotecomo un libro burdo y grotesco, que se escapapor completo a su mirada y a su gusto refina-do. Se trata de la opinión de uno de los másdestacados narradores ingleses de las últimasdécadas, Martín Amis, nacido en 1949, yquien realizó sus estudios literarios en launiversidad de Oxford:

Carlos Fuentes, en su introducción, elogia alQuijote y lo califica de supernovela fundamentalporque abarca todo el género novelístico. Esevidente que el Quijote, con sus extravaganciaslibrescas y sus realidades rivales, agita profunda-mente la sangre de la obra literaria de Fuentes.Pero su tradición no es la nuestra. La novelalatinoamericana siempre ha sido quijotesca porsu sentido del humor, por la conciencia de suindividualidad y por su realismo mágico. Encambio, el realismo de la ficción que conforma lacorriente principal de los países del AtlánticoNorte va, por así decirlo, a contracorriente dellatinoamericano, pues no lo modifica la magia,sino la ironía.6

El Quijote tiene entonces más cosas que decira la América de habla española que a la Europaanglosajona. Pero no sólo se trata de magia oironía, como lo sugiere Amis, sino de unaexigencia más profunda relacionada con elsueño de modificar la realidad de acuerdo conlos ideales, en un territorio de países jóvenes enlos cuales las utopías aún juegan un importantepapel frente al mundo utilitarista y pragmáticode las naciones del norte. Desde luego, lasgeneralizaciones son siempre superficiales, y noes posible reducir las múltiples posibles lectu-ras del Quijote a estos parámetros. Por esoformulamos un viaje geográfico y personalsobre distintas miradas, del sur y del norte dela América española, para poder aproximarnosde un modo más complejo y enriquecedor a lavigencia del Quijote en estas tierras del NuevoMundo, que don Ramón del Valle Inclánbautizaba con el apelativo de “tierra caliente”.

De Colombia ya hemos mencionado lasvoces de Arciniegas, Gómez Valderrama yGarcía Márquez, aunque existe una abundantebibliografía realizada por el investigadorVicente Pérez Silva, que aporta valiosos datossobre textos de muchos autores de los siglosXIX y XX sobre Cervantes y el Quijote. Entreellas se pueden mencionar el Breviario del Quijote,de Eduardo Caballero Calderón,7 la Bibliografía,realizada por Rafael Torres Quintero,8 o ElQuijote, un nuevo sentido de la aventura, obra delensayista Estanislao Zuleta, publicada en formapóstuma.9 Otros valiosos ensayos originales deAzriel Bibliowicz y María Teresa Garcésplantean las relaciones del Quijote con losmundos judío y árabe, tema al cual nos referi-remos más tarde.10

También vale la pena mencionar las palabrasdel escritor cartagenero Germán Espinosa,autor, entre otras, de la novela La tejedora decoronas,11 su obra más destacada, con ocasión decumplirse en 1997 el 450 aniversario delnatalicio de Cervantes:

Voy a hacer una afirmación rotunda: Cervantesha influido en la totalidad de los novelistasposteriores a él. Y no resulta difícil sustentarla.No se trata —empecemos por aclarar— de unacuestión de estilo. El estilo cervantino, el delQuijote, es impar y, por cierto, supremamenteprendedizo. El escritor español León y Román,en sus novelas, calcó el estilo de Cervantes, peroello no las hizo mejores, sino más bien afectadas.No es, pues, que quede claro, una cuestión deestilo. En cambio, en la más grande de sus obrasel poeta complutense nos enseñó a relativizar elmundo. Ese es su aporte insuperable.12

Las distintas miradas del Quijote en Colombiao en cualquier país de América podrían multi-plicarse en un número digno de una enciclope-

6 Martín Amis, La guerra contra el cliché, Barcelona, EditorialAnagrama, 2001, p. 412.7 Eduardo Caballero Calderón, Breviario del Quijote, Bogotá,Panamericana Editorial, 1997.8 Rafael Torres Quintero, Bibliografía, Bogotá, Instituto Caroy Cuervo, 1947.9 Estanislao Zuleta, El Quijote, un nuevo sentido de la aventura”Medellín, Edición de Alberto Valencia Gutiérrez, 2001.10 El Quijote en Colombia: ayer y siempre, Senderos, vol. IX,Bogotá, Biblioteca Nacional de Colombia, junio de 1998.11 Germán Espinosa, La tejedora de coronas, Bogotá, AlianzaEditorial Colombiana, 1987.12 Testimonio de Germán Espinosa en una encuesta deAdriana Alfaro (fragmento), en El Tiempo, Lecturas Dominicales,5 de octubre de 1997, p. 7.

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dia sobre el tema. Pero en estas páginas, noslimitaremos a presentar el recorrido del Quijotepor medio de una selección de algunos de losescritores más representativos del continente.Comencemos por el sur.

ARGENTINABORGES

Si la lectura saca de su biblioteca a don AlonsoQuijano y lo lanza por los caminos a vivir loleído, no es extraño que otro lector obsesivohasta la ceguera, como Jorge Luis Borges, seaproxime al Quijote en varias oportunidadesy de diversos modos.

Borges nació en Buenos Aires en 1899 y en1979 compartió con el filólogo DámasoAlonso el premio Cervantes de literatura. Ensu caso, el premio tiene una connotación muyespecial, pues se trata de un escritor / lectorcomo lo fue Cervantes, buscando un álter egoal cual atribuir la escritura de su obra, como loharía el propio Borges con su ingenio e ironíacaracterísticos: “Yo vivo, yo me dejo vivir, paraque Borges pueda tramar su literatura, y esaliteratura me justifica”.13

Borges juega a su doble, como lo haceCervantes con Cide Hamete Benengeli o comolo hace Alonso Quijano con don Quijote de laMancha. Son personalidades que se desdoblan,se duplican, entre su ser viviente y el personajede su invención. Por otra parte, la naturalezamisma del personaje también aparece comouna duplicación de sus lecturas. Don Quijoteintenta ser otro Amadís, otro Lanzarote, pero,en realidad, en este juego mimético terminaencontrando su propio ser. Convertirse en símismo. Un ser que no nace de una identidadúnica, sino de una confluencia de factores y deinfluencias, como el hombre moderno.

A Borges siempre le atrajeron y, al mismotiempo, le dieron miedo los espejos. El reflejoes sólo una ilusión, pero una ilusión poderosa,con gran apariencia de verdad. Un juego quepodía apasionar tanto a Borges como a LewisCarroll o a Cervantes. De ahí que la irrupciónde este sobreviviente del mundo de las caballe-rías no sea una simple sátira a un géneromuerto, sino un ser que a medida que luchapor hacer verdaderas sus lecturas terminaconstruyéndose como personaje. Este aserto lo

confirma el propio Borges: “El Quijote es laprimera y la más íntima de las novelas decaracteres y el postrimero y el mejor de loslibros de caballerías”.14

Las referencias directas e indirectas aCervantes y al Quijote abundan en la obra deBorges, algunas con nombre propio y otras enforma latente o sugerida. Siempre comopequeñas cápsulas cargadas de contenido,pero en extremo breves, lo cual es una de lascaracterísticas esenciales de ese lector queparece escribir sus apuntes, como los monjesmedievales, en los espacios mínimos que ledejan los libros al margen de lo impreso.

En su relato Pierre Menard, autor del Quijote,quizá el texto más extenso, a pesar de subrevedad, entre los que Borges escribió sobre laobra de Cervantes, el juego de la duplicación ylos reflejos adquiere otras significativas conno-taciones. Pierre Menard, un escritor cuya obrase desarrolla de un modo parasitario frente alas obras de otros, es autor de algunos textosinspirados en Descartes, Leibniz, Wilkins,Ramón Lull y otros autores, pero su trabajomás interesante y significativo es la escrituradel Quijote, basada en sus recuerdos detalladosde la lectura de la obra de Cervantes, hastareconstruirla por completo. ¿Acaso, en esteaspecto, los pasos dados por el propio Quijoteno eran la reconstrucción de los que habíandado otros andantes caballeros antes que él? Alfin y al cabo, la novedad se asemeja a unpalimpsesto, al revelarse como escritura sobrela escritura.

La memoria de sus lecturas es lo que lequeda a don Alonso Quijano en medio de susanta locura, pero la memoria también es untema persistente en toda la obra de Borges,como una forma de retener lo leído y conver-tirlo en algo propio. Se encuentra de un modoevidente en el relato Funes el memorioso,15 peropuede decirse que este aspecto, como sucedecon el Quijote, es la clave secreta de toda suobra. Ciudades imaginarias, encantamientos,juegos de palabras, aventuras caballerescas…

13 Jorge Luis Borges, “Borges y yo” (El hacedor), en Obrascompletas, t. II, Buenos Aires, Emecé Editores, 1974, p. 186.14 Jorge Luis Borges, “Prólogos”, en Miguel de Cervantes,

Novelas ejemplares, Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1977,p. 43.15 Jorge Luis Borges, “Funes el memorioso” (Artificios), enObras completas, t. I, 1944, p. 485.

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Podrían definir tanto a los escritos de Borgescomo al propio Quijote.

La gran pregunta que Borges se hace enrelación con los propósitos esenciales deCervantes al escribir su obra es si el realismodel autor del Quijote rechaza lo maravilloso y lopoético, que, de hecho, se encontraban en lasnovelas de caballerías. La primera respuestaparece indicar que, en efecto, el plan de su obrale vedaba lo maravilloso. Pero luego, durante laejecución de las salidas del Quijote y susaventuras, este propósito resulta traicionadopor el desarrollo mismo de la trama y lospersonajes. Su conclusión, al respecto, esreveladora: “Don Quijote es menos un antído-to de estas ficciones, que una secreta despedidanostálgica”.

La nostalgia surge como respuesta a unapérdida, al dolor que nace ante la desapariciónde algo querido y apreciado. No se puedeenterrar de buenas a primeras un género quehaya producido tantas obras hermosas y talencantamiento en los lectores sin su respectivoduelo. Y este duelo, en sí mismo, es un home-naje a aquello que se ha perdido.

En esta ficción, Borges retoma el juego delectura y vida: “Cervantes se complace enconfundir lo objetivo y lo subjetivo. El mundodel lector y el mundo del libro”. En efecto, estepaso lo lleva a un curioso laberinto de posibili-dades y cambio de planos: “El barbero, sueñode Cervantes o forma de un sueño deCervantes, juzga a Cervantes”.16

También anota el juego de espejos que seproduce en el relato cervantino: “Los protago-nistas del Quijote son así mismo lectores delQuijote”. Esta constatación impresiona a Borgesde un modo singular, pues afecta su propiacomprensión de los libros y los lectores. Sesiente a la vez aludido y desplazado, menciona-do y negado: “¿Por qué nos inquieta que donQuijote sea lector del Quijote y Hamlet especta-dor de Hamlet? Creo haber dado con la causa:tales inversiones sugieren que si los caracteresde una ficción pueden ser lectores o espectado-res, sus lectores y espectadores podemos serficciones”.

La conclusión de Borges al respecto de sussecretas inquietudes como lector podrían sertambién un compendio de las propias ilusiones

del caballero andante sobre la realidad de susficciones, que en vez de ser abolidas, sonratificadas y consolidadas con el paso de losaños:

Vencido por la realidad, por España, donQuijote murió en su aldea natal hacia 1614.Poco tiempo lo sobrevivió don Miguel deCervantes.Para los dos, para el soñador y el soñado, todaesa trama fue la oposición de dos mundos: elmundo irreal de los libros de caballerías, elmundo cotidiano y común del siglo XVII. No sospecharon que los años acabarían porlimar la discordia, no sospecharon que LaMancha y Montiel y la magra figura del caballe-ro serían, para el porvenir, no menos poéticasque las etapas de Simbad o que las vastasgeografías de Ariosto.Porque en el principio de la literatura está elmito, y así mismo en el fin.

Enero de 1955.17

BIOY CASARESTambién Adolfo Bioy Casares, otro granescritor argentino, amigo y compañero deBorges en admirables andanzas literarias,plantea el reconocimiento a Cervantes y alQuijote, quienes ayudaron a incentivar su queha-cer literario: “Gracias a Cervantes. / Cuandoleí el primer capítulo del Quijote, donde el héroeresuelve alejarse de su aldea y de los suyos parasalir en busca de aventuras, sentí ansiedad porsu suerte. Admiré a Cervantes por aquella leveansiedad que despertaba en mí y decidí serescritor para provocar una ansiedad análoga enlos lectores”.18

En sus recuerdos sobre la amistad y las largasconversaciones con Borges, Bioy habla sobre elQuijote y el carácter de Cervantes, así comosobre las profundas diferencias que existíanentre dúos de personajes como don Quijote ySancho o Sherlock Holmes y Watson. Unarelación singular de dos escritores que compar-tieron muchas tertulias, encuentros, antologíasy viajes por el mundo de los libros. En algunade estas conversaciones, Borges dijo: “Siemprepienso que una de las cosas felices que me han

16 Esta y las notas que corresponden a este segmento hansido tomadas del texto de Borges “Magias parciales delQuijote”, en Ibid., t. II, p. 45.17 Jorge Luis Borges, “Parábola de Cervantes y de Quijote”(El Hacedor), en Ibid., t. II, p. 177.18 Adolfo Bioy Casares, Obras completas. Ensayos y memorias,Buenos Aires, Editorial Norma, 1999, p. 429.

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ocurrido en la vida es haber conocido a donQuijote”. Una pareja espléndida, en la quecualquiera puede ser el caballero o bien servirleal otro de escudero.

ALBERTO MANGUELNacido en Buenos Aires en 1948, Manguel esun lector empedernido, al modo de Borges.Novelista, crítico literario y de arte, especialistaen el mundo del libro y sus ediciones, Manguelno podía sustraerse al encanto del Quijote, ysentirse partícipe en la construcción de lanovela:

Cuando Cervantes comienza su introducción a laprimera parte del Quijote dirigiéndose al “Des-ocupado lector”, soy yo quien desde las primeraspalabras de la obra me convierto en personajede la novela, alguien con tiempo suficiente paraleer la historia que está a punto de comenzar.Cervantes me dirige el libro, me explica loshechos de su composición, me confiesa losdefectos de la obra. Siguiendo el consejo de unamigo, el autor ha escrito unos poemaslaudatorios recomendando su novela (la versiónactual, menos inspirada, de esta costumbre essolicitar elogios de personalidades bien conoci-das y colocar sus panegíricos en la sobrecubiertadel libro). Cervantes socava su propia autoridadhaciéndome confidencias. A mí, el lector, se mepone en guardia y, mediante esa misma acción,quedo desarmado. ¿Cómo protestar contra loque con tanta claridad se me ha explicado?Acepto participar en el juego. Acepto la narra-ción ficticia. No cierro el libro.19

Es evidente que no todo lector se sientedirectamente concernido. Para ello se requiereel lector apasionado, que es el que vive lasexperiencias imaginarias como otra posibilidadde vida, así como Alonso Quijano vivió lasnovelas de caballerías. Se trata del lectorcómplice, que acepta el juego de la ficcióncomo una posibilidad de enriquecer sus espa-cios interiores y sublimar muchos aspectos desu propia experiencia existencial. ¿Qué otrautilidad podrían tener los libros, y, en especial,las ficciones literarias?

El engaño voluntariamente aceptado prosigue.Transcurridos ocho capítulos de la primera partedel Quijote se me dice que hasta ahí llega el

relato de Cervantes y que el resto del libro esobra de Cide Hamete Benengeli, historiadorarábigo. ¿Por qué el artificio? Porque a mí, ellector, no se me convence fácilmente y, si bien nome creo la mayoría de las estratagemas con que elautor pretende demostrar la veracidad de lo quecuenta, disfruto dejándome arrastrar a un juegoen el que los niveles de lectura cambian constan-temente.20

Para jugar cualquier tipo de juego es necesa-rio aceptar sus reglas. No se pueden usar losmismos parámetros para analizar los aconteci-mientos de la vida real, los hechos vividos, y lasficciones literarias. De ser así, la mayor partede la gran literatura equivaldría a una enormefalsedad y sería inaceptable. Así sucede con lasluchas entre los hombres y los dioses queaparecen en la Ilíada o la Odisea, o el pacto deFausto con el diablo, así como con las aventurasde los caballeros andantes o las peripeciasmismas del Quijote, que parecerían una parodiao un juego con ellas. ¿Cómo un hombre adulto,un lector como Alonso Quijano, puede con-fundir los molinos de viento con gigantes?Estas y otras muchas acciones del Quijote sólopueden ser avaladas, en definitiva, por el lectordesprevenido que acepte el juego de las ficcio-nes, como Alberto Manguel y muchos otros.

PARAGUAYROA BASTOS

Prosigue nuestro viaje por la América del Sur,donde encontramos a otro gran escritorinspirado por Cervantes y el Quijote: AugustoRoa Bastos.

Roa Bastos nació en Asunción, en 1917. En1934 se incorporó al Ejército y participó en laGuerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia,que se inició en 1932 y terminó en 1935.Aparte de los intereses de ambas naciones porla tierra, había otro motivo poderoso, ya que sepresumía que en la zona del llamado ChacoBoreal existían importantes reservas de petró-leo. Para Bolivia, por otra parte, el acceso a eseterritorio le permitía realizar un sueño formu-lado desde la misma creación de la nación, en

19 Alberto Manguel, Una historia de la lectura, Bogotá,Editorial Norma, 1999, p. 405.20 Ibid., pp. 405-406.

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una zona del llamado alto Perú, que en losúltimos tiempos coloniales pertenecía alVirreinato del Río de la Plata: hallar una salidaal mar, por un camino fluvial que desembocaraen el Río de la Plata. Al terminar la guerra, trasuna terrible mortandad, en especial de indiosdel altiplano, se perdió esa posibilidad, que losbolivianos aún conservan como un sueñoutópico.

Tras el encuentro con las armas, Roa Bastospasa al mundo de las letras, y en ellas escribenovelas y relatos, entre cuyos títulos destaca Yoel Supremo, publicada en 1974, que le haríamerecedor al Premio Cervantes de 1989.

La adjudicación de este premio no es casual,ya que, según reconocería el autor, en la propiaescritura de su obra existía una clara intenciónde armar un proyecto narrativo sobre el hom-bre y sus ideales, el ser real y el otro imaginado,cuyo modelo vendría a ser el Quijote deCervantes.

En su discurso al recibir el galardón, RoaBastos lo confiesa con orgullo:

El núcleo generador de mi novela, en relacióncon el Quijote, fue el de imaginar un doble delCaballero de la Triste Figura cervantino ymetamorfosearlo en el Caballero Andante de loAbsoluto, es decir, un Caballero de la TristeFigura que creyese, alucinadamente, en laescritura del poder y en el poder de la escritura, yque tratara de realizar este mito de lo absolutoen la realidad de la ínsula Barataria que élacababa de inventar.21

Este “doble” del Caballero de la Triste figuraes también su antítesis: uno de los primerosdictadores de América Latina, después deconsolidarse la independencia de España, fue eljefe supremo del Paraguay José GasparRodríguez de Francia, el “doctor Francia”, unpersonaje tomado de la realidad, que se conver-tiría en uno de los grandes paradigmas de laficción literaria latinoamericana sobre lasdictaduras, junto con El señor Presidente, deMiguel Ángel Asturias y El otoño del patriarca, deGabriel García Márquez.

Este doctor Francia aparece con bombos yplatillos en las letras de la América del Sur, enel gran recuento de la historia latinoamericanaque hace Pablo Neruda en su Canto general:

Del légamo caliente, de los tronosdel yacaré devorador, en mediode la pestilencia silvestrecruzó el doctor Rodríguez de Franciahacia el sillón del Paraguay.Y vivió entre los rosetonesde dorada mamposteríacomo una estatua sórdida y cesáreacubierta por los velos de la araña sombría.22

Es evidente que esta “estatua sórdida”, comocalifica Neruda al doctor Francia, poco tieneque ver con el Quijote. Pero en la parábolaconcebida por Roa Bastos con su Yo el Supremo,la obsesión del dictador es crear un territoriode utopía, un mundo imaginado, del cual él sepostula como autor y suprema autoridad. Es eldrama de muchos de los libertadores, al tenerque asumir la dictadura una vez conseguida laindependencia, como sucedió con Bolívar en larecién fundada Colombia. En cada caso, unautopía con un gran discurso en el que seplantean las premisas del nuevo Estado, y, almismo tiempo, se señalan los temores y ase-chanzas maléficas que rodean al gobernantecreador: “Ahora se atreven a parodiar misdecretos supremos. Remedan mi lenguaje, miletra, buscando infiltrarse a través de él, llegarhasta mí desde sus madrigueras. Taparme laboca con la voz que los fulminó. Recubrirmeen palabra, en figura. Viejo truco de los hechi-ceros de las tribus.23

En el relato del dictador, manifestado pormedio de cuadernos privados, se puede entreverla influencia quijotesca, tanto en razón de laslecturas del protagonista, como a causa de sulucha contra fuerzas hostiles, magos o hechice-ros que tratan de impedir la plena realizaciónde sus deseos, convertidos en proyecto político.Aquí también se plantea el temor y el repudioa la imitación y al plagio, como le sucedió aCervantes con el Quijote apócrifo de Fernándezde Avellaneda.

El camino de la lectura a lo escrito y de loescrito a lo vivido plantea una dramáticaaventura, que oscila entre la búsqueda de lo

21 Augusto Roa Bastos, discurso al recibir el PremioCervantes, Universidad de Alcalá, 1989.22 Pablo Neruda, La arena traicionada. El doctor Francia(fragmento), en Canto general, p. 210.23 Augusto Roa Bastos, Yo el supremo, La Habana, Casa delas Américas, 1979, p. 3.

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absoluto y el imposible. También se plantea elconflicto entre la realidad y la invención.¿Acaso no es posible reinventar la realidad?“Cervantes, manco, escribe su gran novela conla mano que le falta. ¿Quién podría afirmar queel flaco caballero del verde gabán sea menos realque el autor mismo? ¿Quién podría negar que elgordo escudero-secretario sea menos real que tú;montado en su mula a la zaga del rocín de suamo, más real que tú montado en la palanganaembridando malamente la pluma?”.24

Cada ser humano es portador de su propiomundo imaginario. En él no sólo configura unavisión ennoblecida de sí mismo, sino que tomaprestados otros caracteres, modelos ideales enlos cuales busca reflejarse para armar la imagenque pueda resultarle grata de su propia perso-nalidad. La dificultad se halla en el hecho deque es muy difícil que una tal representaciónllegue a los ojos de los demás como la ve elemisor / protagonista, de ahí el profundodesajuste entre la realidad y los sueños, elmodelo quijotesco y el resultado dictatorial ygrotesco del personaje de Roa Bastos. Por eso,el esfuerzo del doctor Francia se basa en loslibros y no en el trato con los hombres, unossubalternos a quienes desprecia. Como donQuijote, busca en ellos la verdad de sus actos:

El atrabiliario dictador tiene un almacén decuadernos con cláusulas y conceptos que hasacado de los buenos libros. Cuando le urgeredactar algún papel los repasa. Selecciona lassentencias y frases que a su juicio son las de másefecto, y las va derramando aquí y allá, vengan ono a cuento. Todo su estudio se cifra en el buenestilo. De los buenos panegíricos memoriza lascláusulas que más le impresionan. Pone a manoel diccionario para variar las voces. Sin él notrabaja cosa alguna.25

La búsqueda de legitimidad tomando elapoyo de los libros es de vieja data. Por esoexisten libros sagrados, como la Biblia o elCorán, que pueden justificar genocidios oautos de fe a nombre de una fuerza mayor.Pero en este caso, la mirada se concreta sobredon Quijote de La Mancha. Como el PierreMenard de Borges o el Fernández deAvellaneda del Quijote apócrifo, el doctorRodríguez de Francia tiene su propio proyecto:

¡Vea Ud., fray Bel-Asco, si no es fábula paramejor reír! Ya sabrá S. Md. que nuestro granhombre desaparece por tiempo en periódicasclausuras. Durante meses se encierra en sushabitaciones del cuartel del hospital, según lohace saber con el método del rumor oficial, o seadel público secreto de Estado, para dedicarse alestudio de los proyectos y planes que su calentu-rienta imaginación pretende haber concebidopara poner al Paraguay a la cabeza de los paísesamericanos. Se ha filtrado sin embargo la especiede que estos retiros a su hortus conclusus respondenal propósito de escribir una novela imitada delQuixote, por la que siente fascinada admiración.Para desdicha de nuestro dictador novelista, lefalta ser manco de un brazo como Cervantes, quelo perdió en la gloriosa batalla de Lepanto, y lesobra manquedad de celebro y de ingenio.26

La biblioteca personal del dictador deja vera las claras las tendencias y gustos de la época,pero también el modelo ideal que el doctorFrancia guarda en sus anaqueles:

Había varios voluminosos libros de derecho.Otros tantos de matemáticas, ciencias experi-mentales y aplicadas, algunos en francés y enlatín. Los elementos, de Euclides, y algunosvolúmenes de física y química se destacabanentreabiertos sobre la mesa con marcas entrelas páginas. Su colección de libros sobreastronomía y literatura general ocupaba una filacompleta. El Quijote, también abierto por lamitad en primoroso volumen con un señaladorpúrpura y galones dorados, descansaba sobreun atril. Voltaire, Rousseau, Montesquieu,Volney, Raynal, Rollin, Diderot, Julio César,Maquiavelo, hacían coro un poco más atrás enla penumbra que ya comenzaba a espesarse.27

En esta selección se observa muy a las clarasla preeminencia de la obra de Cervantes sobrelos otros autores, aún los más destacados de lailustración, que inspiraron las gestas de laindependencia y el desarrollo de las ideasdemocráticas, como Montesquieu, Voltaire oRousseau. No deja de ser una paradoja y unacruel ironía que la sombra noble y desinteresa-da del Quijote se proyecte sobre una figurasiniestra como la del dictador Francia. Pero

24 Ibid., p. 90.25 Ibid.26 Ibid., p. 91.27 Ibid., p. 187.

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esta circunstancia no desdice del modelo, sinoque revela de un modo dramático la formacomo puede ser usada una personalidadejemplar, con toda clase de pretextos y referen-cias, para llevar a cabo actos que el personajegenuino jamás hubiera tolerado. En este caso,el juego planteado por Roa Bastos tiene todoun complejo significado, por cuanto muestrael uso indebido que se puede hacer decualquier gran figura de la historia o de laficción, para distorsionar sus alcances. Algosemejante ocurrió con Hitler y El superhombrede Federico Nietzsche. Si al hombre superiortodo le está permitido, el alcance de estasuperioridad debe estar reflejado por sus actos.Un verdadero Quijote, en el caso que nosocupa, se hubiera dedicado a desenhebrar elhilo trenzado por el dictador, por más quehiciera alardes de ilustración, basándose ensentencias y grandes libros para justificar susentuertos.

Pero en el personaje de Roa Bastos hay algomás que en su modelo real, el dictador para-guayo. Este doctor Francia parece vivir dosvidas. La una, la de la historia ya hecha yrelatada, que ha dado su veredicto en estudiosy análisis enjundiosos, y la otra, una vidasecreta, en la que toma prestados algunosrasgos del Quijote, cierto sentido de la utopía,y también algo del Tristram Shandy de LawrenceSterne, quien, a su vez, tiene una deuda con elQuijote por su carácter de picardía infantil, quese observa tanto en el uno como en el otro, yque Roa Bastos constata en sus notas al recibirel premio Cervantes:

Entre las magias siempre renovadas de la lecturadel Quijote hay una que no advertí consciente-mente hasta mucho más tarde, ya entrado en laadultez: la ausencia de niños. No lo había vistoacaso porque en la atmósfera luminosa de estaobra reverbera la cosmovisión lúdica de lainfancia en la primavera del mundo. El mundoniño del que hablaba Montaigne. En el Quijote los adultos son niños jugando alas fantasías, y quien escribió este libro es otroniño deslumbrado por la virtud transfiguradorade la ilusión.28

Finalmente, el autor de Yo el Supremohace unreconocimiento de su deuda con Cervantes:

“De Cervantes aprendí a evitar la facilidad de serun escritor profesional, en el sentido de unproductor regular de textos, a escribir menos porindustria que por necesidad interior, menos porocupar espacio en la escena pública que pormandado de esos llamados hondos de la propiafisiología creativa que pareciera trabajar porfotosíntesis, como en la naturaleza”.29

Como Rulfo, Roa Bastos también es autor deun limitado número de obras, pero la másimportante de su producción, con el modelosecreto que la inspira, es suficiente para dejaren alto su nombre en el panorama de las letraslatinoamericanas y de la lengua castellana,como lo hizo Rulfo con su Pedro Páramo.

PERÚVARGAS LLOSA

El gran escritor peruano Mario Vargas Llosaha sido un lector apasionado tanto del Quijotecomo de las novelas de caballerías, en especialde Tirant lo Blanc, del valenciano Joanot Martorell,de la cual uno de los personajes del Quijoteafirma que se trata “del libro más hermoso delmundo”. Sobre él Vargas Llosa escribió unensayo que ha contribuido de un modo notableal redescubrimiento de este relato, concebidoen el siglo XVI en tierras del Levante español.

En su nota sobre “Don Quijote y el romanceartúrico”, ensayo escrito por EdwinWilliamson, Vargas Llosa cuenta cómo en sustiempos de estudiante de literatura en launiversidad San Marcos de Lima escuchóhablar a algunos de sus profesores en contra delas novelas de caballerías. El catedrático delSiglo de Oro español las liquidaba en una solaclase, enumerando las acusaciones hechas pordon Marcelino Menéndez y Pelayo en suhistoria de la novela: desmaño, ampulosidad,disparate, indecencias, caos. Toda una retahílaque dejaba por tierra, sin discriminar entreunas y otras, todas las historias comprendidasen el género.

Relata Vargas Llosa la forma como reaccio-nó, apoyándose en su espíritu de contradicción.De inmediato se dirigió a la biblioteca de launiversidad con el fin de verificar por sí mismo

28 Roa, discurso...29 Ibid.

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la validez de estas afirmaciones. Su descubri-miento inicial fue el Tirant lo Blanc. Entusiasma-do por este primer encuentro, más tarde VargasLlosa pasó un buen tiempo en la BibliotecaNacional de Madrid, entusiasmado con lalectura de Amadises, Esplandianes, Luisartes,Palmerines y demás caballeros andantes.

En sus notas sobre el Quijote, Vargas Llosadefine las implicaciones de la novela deCervantes en su propia época: “El Quijote es lanovela de caballerías de una época en la que yano había caballeros ni la realidad permitíaforjarse la ilusión de un orden caballeresco delmundo, pero en la que, sin embargo, este idealimposible sobrevive todavía, refugiado en dosúltimas trincheras: la nostalgia y la locura”.30

Vargas Llosa muestra la forma cómo elprofesor Williamson aborda la relación entre elQuijote y la literatura caballeresca, al enfocar eltema de una manera dialéctica: fingiendoignorar esta tradición, Cervantes la enriquece,devolviéndole la vitalidad que había perdido,mientras echa los cimientos de un arte narrati-vo nuevo.

El juego entre realidad y ficción ha sido unade las constantes de la obra narrativa de VargasLlosa. A lo largo de su trayectoria ha defendidola tesis de la literatura como ficción, así sealimente de situaciones y referencias tomadas dela realidad: “La ficción es constitutivamente unamentira, una realidad sustitutoria, fingida conpalabras, y cuya verdad esencial está en suengaño: en persuadirnos, mediante artificiosformales, en el curso de la lectura, que aquellailusión que nos comunica no lo es, sino realidadescrita, vida viva, experiencia haciéndose”.31

Líneas más adelante, Vargas Llosa habla delos propósitos de la literatura en el mundomedieval, en tiempos de Chrétien de Troyes yotros autores: “La razón de ser de la ficciónera, perforando el engañoso vaivén de la vidacotidiana, describir el orden permanente ydivino del mundo. La vida real era falsa; laficción, cierta. El narrador desenmascaraba larealidad hechiza y transeúnte del tiempo y elcuerpo e instalaba sus ficciones en la realidadintemporal y trascendente del alma”.32

Según Vargas Llosa, con Cervantes la novelase vuelve exclusivamente literaria. Otros autoresafirman que con Cervantes nace la novela

moderna, es decir, aquella cuyo propósitoesencial es crear una ficción dentro de la cual sedesarrollan situaciones y conflictos, por partede un número determinado de personajes,relativizando las antiguas versiones rígidas einmodificables del mundo y del hombre. Perodesde luego, una cosa es la intención quepudiera tener un autor en un momento deter-minado, y otra las consecuencias y proyeccio-nes que lleguen a derivarse de su obra: “Si esverdad que Cervantes escribió su novela paracondenar la irrealidad del romance caballeres-co, lo sucedido en todo este tiempo con elQuijote debería desconcertarlo. Cuatrocientosaños después, el mundo entero tiene a su librocomo un formidable alegato a favor del sueñoy la ilusión, y en contra del acatamiento por loshombres de la realidad que viven”.33

Al recibir el Premio Cervantes en Alcalá deHenares, Vargas Llosa insiste sobre estosaspectos, mostrando cómo el Quijote es: “Unaficción sobre la ficción, sobre lo que ella es y lamanera como opera en la vida, el servicio quepresta y los estragos que puede causar”.34

En efecto, Vargas Llosa no ignora que laficción juega un importante papel (quizá comolos sueños, según Freud), para compensar lasdeficiencias de la vida cotidiana de las gentes, y,en este caso, de los lectores. Una cosa es llegara la locura, como Alonso Quijano, y otraenriquecer la experiencia íntima con un ricoimaginario, que ayude a la persona no sólo asobrellevar sus frustraciones y carencias, sinotambién a impulsar su acción y su destino porotros caminos. Pero también puede existir unpeligro al respecto:

El transitorio alivio de una insatisfacciónexistencial, un sucedáneo para esa hambre dealgo distinto a lo que ya somos y ya tenemos,que, paradójicamente, la ficción aplaca al mismotiempo que exacerba. Porque esas vidas presta-das, que son nuestras gracias a la ficción, en vezde curarnos de nuestros deseos los aumentan ynos hacen más conscientes de lo poco que somoscomparados con esos seres extraordinarios que

30 Mario Vargas Llosa, Vuelta, N° 120, Ciudad de México,noviembre de 1986.31 Ibid., p. 54.32 Ibid., p. 55.33 Ibid.34 “La tentación de lo imposible”, discurso de VargasLlosa en la recepción del Premio Cervantes, en Vuelta, Nº223, p. 7.

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maquina el fantaseador agazapado en nuestroser.35

Es un riesgo que hay que correr, comocualquier otro. Si algún sentido tienen loslibros es el de servir de motivación para adelan-tar grandes empresas, vivir aventuras arriesga-das o descubrir otros aspectos ocultos de lapropia personalidad. El lector es, de algúnmodo, creador y coautor, en la medida en que,colocando su propio texto entre líneas, partici-pa activamente en el mundo imaginario de loleído.

En esta gran creación, Cervantes, AlonsoQuijano y Cide Hamete Benengeli constituyenuna trinidad creadora que, según Vargas Llosa,incurre en un “deicidio” al asumir por sucuenta la creación de nuevos seres. Esta posibi-lidad creadora del lector es presentada porVargas Llosa como uno de los alicientes másfecundos de la lectura:

Es verdad que la empresa quijotesca —salir de larealidad propia para vivir la fantasía— ha dadotipos humanos excepcionales, gracias a cuyastemeridades el mundo ha progresado en eldominio del conocimiento, y que sin ellos la vidasería mucho más gris de lo que es. El progresocientífico, social, económico, cultural, se debe asoñadores así: sin ellos no se habría descubiertoaún América, ni la imprenta, ni los derechoshumanos y seguiríamos zapateando en la tierrapara que cayera la lluvia sobre las cosechas.

Este es el lado positivo y creador, aunque nohay que olvidar que también existe el riesgo:“Pero también es cierto que el llamado de loirreal, al aguijonear en hombres y mujeres elapetito de lo que no tienen ni tendrán, haaumentado, considerablemente, su infelicidad.Se trata de un problema insoluble, pues no hayuna manera realista de que aquello que intentael Quijote sea posible y lleguemos a vivir,simultáneamente, en la vida objetiva de lahistoria y en la subjetiva de la ficción”.36

Esta especie de esquizofrenia abunda ennuestro mundo latinoamericano, en el cual lasfantasías utópicas y el realismo mágico tropicalemergieron desde los relatos de los cronistas deIndias hasta los escritores más imaginativos delas últimas décadas, como Lezama Lima,Rulfo, García Márquez, Mujica Láinez o

Fernando del Paso, para citar sólo a algunos delos más destacados.

Cada lector de lectura constante forma supropio repertorio, su biblioteca personal, asícomo la armó Alonso Quijano con las novelasde caballerías, los romances y otros textos de laépoca. También Vargas Llosa habla de la suya,desde sus lecturas de iniciación, en los días dela infancia:

Yo entonces era inmensamente feliz, viviendocomo Alonso Quijano, “todo absorto yempapado en lo que había leído en sus librosmentirosos”. Pinocho, la Sombra, el Coyote,Hill Barnes, el pequeño Guillermo, Mandrakey Nostradamus, las correrías del Zorro en lamisión de San Juan de Capristano, las deSandokan y el fiel Yañes en Malasia y lashistorias que irrumpían en la casona de LadislaoCabrera con el Peneca y el Billiken llenaban misdías de exaltación.37

El niño de hace algunas décadas aún buscabaen la lectura su desarrollo imaginativo, tanto ennovelas y cuentos de aventuras y fantasía, comoen revistas de tiras cómicas. En la actualidad,los programas de televisión y los juegos devideo han sustituido en buena parte aquellaslecturas, imponiendo un mundo virtual conpredominancia de la imagen, pero que de algúnmodo limita la capacidad de abstracción ycreatividad del niño, que antiguamente teníaque completar con su imaginación aquello quele proponían los textos.

Pero la gran mayoría de los lectores aúndefienden al libro como un objeto precioso,cuya relación íntima y personal no puede serdestruida por ninguna invención cibernética.De nuevo se produce el choque entre el granlegado de la antigüedad y las invenciones de lamodernidad.

En el caso de Vargas Llosa, el lector afiebradoa la larga se volvió escritor, pero siguió enri-queciendo su mundo con lecturas constantes,construyendo su biblioteca personal de laépoca adulta con autores como Malraux,Melville, Hemingway, Kipling, Kafka, VictorHugo, Sthendal, Flaubert, Faulkner, Joanot

35 Ibid.36 Ibid., p. 8.37 Ibid., p. 9.

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Martorell, Tolstoi y otros muchos narradoresdel repertorio universal. Vargas Llosa, comolector agradecido, no puede dejar de hacerlesun reconocimiento: “Sin ellos, que deslumbra-ron mi juventud y me enseñaron a animar lossueños en la vida gracias a las palabras, nohabría llegado a ser un escritor.”38

VENEZUELAÁNGEL ROSENBLAT

Uno de los aspectos más interesantes de lavisión del Quijote desde América Latina loconstituye el estudio de la lengua en la obrade Miguel de Cervantes Saavedra, sobre todoconsiderando que la evolución del castellanoen las distintas regiones y países adquirióresonancias y formas verbales propias, de talmodo que la distinción planteada porFerdinand de Saussure entre lengua y hablaadquiere pleno sentido al observar las particu-laridades de las diversas hablas regionales.Desde esa perspectiva, la lectura del Quijote enlas Indias o en las actuales repúblicas de laAmérica española se percibe como un textohomogéneo —así como a veces se ve a Españasin conocerla—, cuando en realidad en laescritura del Quijote existen formas arcaicas delhabla popular, así como otras llanas y directas,contemporáneas a Cervantes, expresiones cultasy también parodias de las lecturas, por parte dedon Quijote, y refranes y sentencias de laentraña popular, recogidas por las vías de latradición oral, por boca de Sancho Panza.

El reconocimiento y el estudio de estasdiversas hablas y formas de expresión, que porlo general escapan a la comprensión del lectorcomún, constituyen el objeto de estudio delfilólogo venezolano Ángel Rosenblat.

Ángel Rosenblat (1902-1984), filólogovenezolano de origen polaco, se destacó porsus investigaciones relacionadas con el castella-no en América, así como por el estudio de losclásicos castellanos del Siglo de Oro, y muy enespecial sobre la obra de Cervantes. Su libro Lalengua del Quijote es un cuidadoso estudio de lasvarias modalidades expresivas que se encuen-tran en las distintas instancias del texto, desdela propia expresión de Cervantes como narra-dor hasta las voces de sus distintos personajes,que constituyen una verdadera galería del habla

de la época, tanto culta como popular, enespecial en el cotejo del caballero andante y suescudero: la lengua culta y libresca del Quijote yel habla popular de Sancho Panza, con sussentencias y dichos de una cultura analfabeta,recibida por la vía de la tradición oral.

Rosenblat señala la gran popularidad delQuijote desde sus primeros tiempos, de talmodo que no sólo recogió el acervo de lenguajede su época y de los tiempos antiguos, sino quetambién influyó sobre la lengua futura, que sehallaba en plana expansión por los territoriosdel Nuevo Mundo: “Las figuras de donQuijote, Sancho, Dulcinea y Rocinante apare-cieron enseguida en mascaradas y bufoneríaspopulares, aún en tierras del Nuevo Mundo(ya en 1607)”.39

Pero no sólo los personajes, sino también sulenguaje, comenzaron a hacer historia y aconvertirse en un referente obligado para losescritores y lectores que comenzaban a formar-se en las universidades y colegios mayores delNuevo Mundo. El Quijote sería el portador delos avances de la cultura y la lengua en laEspaña del Siglo de Oro, y por su conducto nosólo se tendría noticia, en forma crítica, de lasnovelas de caballerías, sino también de laconsolidación de la lengua y el pensamientohumanista de la época, tal como había sidodesarrollado en la obra de Elio Antonio deNebrija, Fernando de Herrera, llamado “ElDivino”, fray Luis de León, Juan de Valdés yotros autores menos conocidos del lectorcomún. Un nuevo orden de ideas se estabagestando, tanto en la palabra como en la acción,y Cervantes no era ajeno a estos cambios.

Al abordar su estudio, Rosenblat formula suhipótesis por medio de algunaspreguntasesenciales: “¿En qué consiste la lengua deCervantes? ¿Cuál es la actitud de Cervantesante la lengua? ¿Cuál es su ideal de lengua?¿Qué hay en su lengua literaria, en la del Quijotesobre todo, para que se haya convertido en larealización más hermosa y acabada de la lenguacastellana?”.40

38 Ibid.39 Ángel Rosenblat (pról.), La lengua del Quijote, Madrid,Editorial Gredos, 1978, p. 10.40 Ibid., p. 11.

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Al estudiar la actitud de Cervantes ante lalengua, Rosenblat observa el desarrollo de lasdiversas corrientes, la culta y la popular, quecaracterizan las hablas respectivas de donQuijote y Sancho. Aparte de ello, a finales delsiglo XVI y comienzos del XVII aún existía unuso frecuente del latín, más en relación contextos escritos que con el habla, aunque mu-chos aspectos de la vida religiosa, diplomática,oficial o académica se expresaban en lengualatina, en menosprecio del “habla popular”,que se consideraba espuria y de bajo nivel. Estohacía que los escritores más avanzados, quetenían un gran interés por darle una mayorjerarquía a la lengua castellana, lucharan porocupar espacios que antes estaban reservados allatín y al griego y depurar el uso de la lenguadel común destacando su ductilidad y belleza.Fue el caso de la traducción del Cantar de loscantares a la lengua romance, hecha por frayLuis de León, que lo enfrentó a las autorida-des, que se apoyaban en las tradiciones de usode la lengua como uno de sus puntales, y es,desde luego, el caso de Cervantes, que no sólousaba los recursos del lenguaje para escribiruna historia, sino que, a la vez, se interesabapor las formas y calidades de sus mediosexpresivos: “Cervantes tuvo constante preocu-pación por su lengua, en parte por la concien-cia de que la estaba haciendo. Es evidente quehabía meditado en sus problemas y elaboradosu propia solución. Que se manifiesta, frente alas dos vertientes del lenguaje, en su crítica dela afectación cultista y de las prevaricacionesdel habla vulgar”.41

Rosenblat señala cómo Cervantes respetósiempre la erudición clásica, pero no la falsaerudición. Por ello sigue la ruta trazada porNebrija, Juan de Valdés y fray Luis de León enel propósito de dignificar la lengua popular. Lariqueza de la lengua, sus posibilidades sonorasy lexicales, enriquecidas no sólo por medio delhabla, sino también de la escritura, que se habíaimpuesto la tarea de superar el menospreciopor las voces oídas en fondas, caminos ymercados, y que encontraba en ellas, por elcontrario, la vida futura de la lengua. Por ello,“el ideal expresivo de Cervantes se manifiestaen primer lugar en su actitud ante la afectacióny en su defensa de la llaneza”.42

Eso no quiere decir que todo el textocervantino fuera llano y sin afectación alguna,ya que aparte del tono austero, aunque a vecesparódico, del narrador omnisciente, ya sea esteel propio Cervantes o el supuesto Cide HameteBenengeli, los parlamentos del Quijote remedanla hinchazón retórica de algunos textos decaballerías, las expresiones arcaicas, los neolo-gismos, que venían de traducciones apresuradasde autores italianos, franceses o ingleses, yquizá algunas modalidades, imágenes o pala-bras que comenzaban a llegar de las Indiasoccidentales. Pero más allá de la crítica queentrañaba el uso paródico de tales formasverbales, Cervantes también pone en boca delQuijote un elogio a los aspectos nobles ydignos de la lengua en otros tiempos:

Lo declaraba don Quijote en la evocación dela dichosa edad y siglos dichosos a quien losantiguos pusieron el nombre de dorados (I,cap. XI):

“Entonces se decoraban los concetos amorososdel alma simple y sencillamente, del mesmomodo y manera que ella los concebía, sin buscarartificioso rodeo de palabras para encarecerlos.No había la fraude, el engaño ni la maliciamezclándose con la verdad y llaneza”.43

En la construcción del personaje de donQuijote hay que distinguir el juicio y claridadde muchas de sus sentencias y consejos dados aSancho, de las parodias al lenguaje de los librosde caballería, sus ampulosos alardes de valor,desafíos, declaraciones de amor por la amadaausente, a quien se dedican todos los afanes ydemás rasgos propios de los hombres de armaserigidos en forma solemne como caballerosandantes:

Ese lenguaje lo caracteriza enseguida comohombre de otros tiempos, salido de los libros decaballerías, igual que sus armas, heredadas de susbisabuelos, “que, tomadas de orín y llenas demoho, luengos siglos había que estaban puestas yolvidadas en un rincón”. (I, cap. I). Por fortuna,estos pasajes son excepcionales. En sus diálogos ydiscursos se manifiesta en todo su esplendor la

41 Ibid., p. 14.42 Ibid., p. 20.43 Ibid., p. 24.

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lengua de su tiempo, y sólo ocasionalmentealternan —como conciliación entre el pasado yel presente— las formas viejas y las formasnuevas.44

Rosenblat también señala la forma cómo donQuijote va dejando poco a poco el uso dellenguaje arcaico, de tal modo que en la segundaparte aparece sólo en raras ocasiones. Enefecto, muchas de las burlas a las accionesdesmesuradas de los caballeros van quedandoatrás en la segunda parte, no sólo como unarespuesta a la fría y retórica parodia deFernández de Avellaneda, que no logró captarlas sutilezas lingüísticas cervantinas, sinotambién porque el desarrollo mismo de laaventura quijotesca va cambiando al autor y alos personajes. El propio Cervantes ya no seregodea tanto en las insólitas aventuras delcaballero, sino que desvía su crítica al modocomo se burlan de él en fondas y castillos,entrando en un juego tosco que en el fondodesprecia los valores y altos objetivos de losantiguos caballeros, y se solaza con un realismomezquino, en el cual privan intereses utilitariosy chanzas de mal gusto.

Si en la primera parte todos los dardos caíansobre el loco Quijote, en la segunda el quijotis-mo se ha ennoblecido y cargado de nostalgia,Sancho ha cambiado gracias a las lecciones delcaballero, mientras las gentes que los rodean seobservan crueles, burdas y sin ideales, conalgunas excepciones.

A lo largo de su estudio, Rosenblat no sedetiene tan sólo en el lenguaje culto, aunque aveces retórico y arcaizante del Quijote, sino quetambién analiza con cuidado las expresiones yrefranes de Sancho Panza, que hemos llamado“cultura analfabeta”, cuyas fuentes se hallan enla tradición oral, que encuentra en los refranesy proverbios un tipo de enseñanza o sabiduríanacida de la experiencia, aunque, en muchoscasos, su aplicación no corresponda a lasnecesidades expresivas del momento, sino, másbien, a la necesidad del personaje de mostrar suriquísimo repertorio de refranes para emular dealgún modo con las citas librescas de su amo.Por esto don Quijote llama a Sancho:“Prevaricador del lenguaje”.

Una cosa son estas prevaricaciones, cuandose trata de malos usos de la lengua, o interpre-

taciones erradas de algunas sentencias o citasdel Quijote, y otra muy diferente su usoconstante de los refranes, tengan o no que vercon las circunstancias que los suscitan. No sólose trata del uso de un refrán que case en formajusta con una determinada situación, sino eluso de toda una retahíla refranesca, con la queCervantes logra estupendos efectos cómicos.

Pero el habla popular no sólo dispone de unrepertorio de refranes o sentencias, ni siemprese expresa en forma tosca y chabacana. Tam-bién el buen uso del habla popular deja ver elalma misma de la lengua en constante movi-miento, y la naturalidad como la principalvirtud del diálogo.

El libro de Rosenblat no es sólo un estudioserio de los aspectos filológicos más destacadosque se encuentran en la obra de Cervantes, sinotambién un aporte de América Latina, queposee tantas variantes nacionales y regionalesde la lengua castellana, para distinguir las vocesy los tiempos del Quijote, como quien a travésde los sonidos descubre la estructura de unapartitura musical sin confundir los instrumen-tos ni los tempos. Una prueba más de la madu-rez de una lengua que mantiene su secretaunidad pese a las variaciones de las diversas“hablas” que la componen, cuya riqueza hasido tema de juicioso estudio en la obra de losclásicos filólogos de la América española, comoAndrés Bello o Rufino José Cuervo, y que hoytiene en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotáun baluarte de excepcional importancia para sudefensa y conservación.

De la América del Sur nos dirigimos ahora alas tierras del norte.

MÉXICO

Con la conquista de México, llevada a cabo acomienzos de la tercera década del siglo XVI,justo cuando se iniciaba el imperio de Carlos V,la imagen del Nuevo Mundo o las Indiasoccidentales, como se llamó en un comienzo aestas nuevas tierras, cambió por completofrente a Europa. Ya no se trataba de ínsulas dela mar océana, ni de un lugar selvático y

44 Ibid., p. 28.

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pantanoso de tierra firme, sino de otra civiliza-ción, que había logrado edificar grandes urbes,comparables a las mejores de Europa, como lagran Tenochtitlán o las ciudades sagradas,destinadas al culto de sus deidades legendarias,como Tula o Teotihuacán. Junto a estas, sehallaban las grandes pirámides y ciudadesmayas, ubicadas en la península de Yucatán oen el actual territorio de Guatemala. Frente atales descubrimientos y conquistas, el papel deaquellos hombres aguerridos que se aventura-ban por las tierras desconocidas del NuevoMundo cambió por completo. Estos audacesconquistadores tuvieron la oportunidad deconvertirse en verdaderos caballeros andantes,los que quedaban de aquel siglo, que poco apoco se perfilaba hacia una modernidad másescéptica y utilitaria, y que convertía en cosadel pasado las gestas épicas y, por tanto, lasnovelas de caballerías, como exponente de unaépoca que llegaba a su fin.

La Nueva España, por sus característicasculturales, urbanísticas y sociales se convierteen el primer gran virreinato del Nuevo Mundo,al desplazar a la isla de La Española, quequedaba convertida tan sólo en un lugar depaso hacia la América continental. Elsincretismo cultural se desarrolla en medio deferoces contiendas y tragos amargos, como lafamosa “noche triste”, que marca el fin delimperio azteca. El relato de las gestas deHernán Cortés, expuesto por la pluma deBernal Díaz del Castillo, reemplaza las invero-símiles historias de Palmerines, Amadises,Lanzarotes o Esplandianes:

Quiero volver con la pluma en la mano, comoel buen piloto lleva la sonda descubriendo bajospor la mar adelante cuando siente que los hay;así haré yo en decir los borrones de loscoronistas; mas no será todo, porque si parte porparte se hobiesen de escrebir, sería más la costade recoger la rebusca que en las verdaderasvendimias. Digo que sobre esta mi relaciónpueden los coronistas sublimar y dar loa alvaleroso y esforzado capitán Cortés y a losfuertes conquistadores, pues tan grande empresasalió de nuestras manos, y lo que sobre elloescribieron diremos los que en aquellos tiemposnos hallamos como testigos de vista ser verdad,como agora decimos las contrariedades dél; que

cómo tienen tanto atrevimiento y osadía deescrebir tan vicioso y sin verdad, pues sabemosque esta verdad es cosa bendita y sagrada, y quetodo lo que contra ello dijeren va maldito.45

Bernal Díaz intenta distinguir los linderosque se presentan entre las historias verdaderas ylas falsas historias, defendiendo de un modoenfático su versión de los hechos, que bienpodrían parecerles fábulas imaginarias a todoscuantos las leyeren sin haberlas vivido. Muchosde los relatos y descripciones del cronistamayor de México superaban los cuentos yreinos fabulosos de un oriente mágico, inventa-dos por los autores de las novelas de caballe-rías, cuando todo lo anotado por un cronistacomo Bernal Díaz era el testimonio de lo vistoy vivido. ¿Acaso Tirant lo Blanc o Amadís deGaula habían podido apreciar algo tan maravi-lloso como lo que encontraron los conquista-dores de México?

Y de que vimos cosas tan admirables no sabía-mos qué nos decir, o si era verdad lo que pordelante parecía, que por una parte en tierra habíagrandes ciudades, y en la laguna otras muchas, evíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzadamuchas puentes de trecho a trecho, y por delanteestaba la gran ciudad de México; y nosotros aúnno llegábamos a cuatrocientos soldados, tenía-mos muy bien en la memoria las pláticas e avisosque nos dijeron los de Guaxocingo e Tascala y deTamanalco, y con otros muchos avisos que noshabían dado para que nos guardásemos de entraren México, que nos habían de matar desquedentro nos tuviesen.46

En aquella ciudad de México, la granTenochtitlán, encontraron cosas tan maravillo-sas que ellos mismos dudaban de su realidad:“Algunos de nuestros soldados decían que siaquello que veían, si era entre sueños, y no esde maravillar que yo lo escriba aquí destamanera, porque hay mucho que ponderar enello que no sé cómo lo cuente: ver cosas nuncaoídas, ni vistas, ni aún soñadas, como víamos”.47

45 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista deNueva España, t. I, cap. XVIII, La Habana, Casa de lasAméricas, 1984. pp. 42-43.46 Ibid., p. 200.47 Ibid., p. 201.

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Bernal Díaz como cronista y Hernán Cortéscomo capitán y comandante de aquellasempresas, reemplazan a los caballeros andantesy desplazan hacia las tierras de América elespacio de las aventuras y las utopías. Primero,por medio de los relatos de los cronistas deIndias, algunos de los cuales mezclan lo realcon lo fantástico hasta convertirse en losverdaderos precursores del llamado “realismomágico” latinoamericano del siglo XX, y mástarde, los nuevos exploradores y descubridoresdel siglo XVIII, desde La Condamine aDarwin, en la época de la Ilustración y elracionalismo, convierten a las provincias deAmérica en el territorio de la aventura y lalibertad, las novedades y las maravillas.

El escritor cubano Guillermo CabreraInfante, al recibir el Premio Cervantes, loconfirma en su discurso, pronunciado enAlcalá de Henares: “¿Qué les parece donQuijote de las Indias? ¿Qué tal Sancho Pampa?No habría habido molinos, pero habría vien-tos. ¿Es una fantasía americana? Cervantes, enla segunda parte del Quijote, hace elogio yalabanza de Hernán Cortés y lo muestra comoun caballero ejemplar. Ni más ni menos su parimpar”.48

A México, por otra parte, llega la primeraimprenta desde una fecha muy temprana,cuando apenas estaba apareciendo en lasciudades más desarrolladas de Europa, lo cuales bien significativo como expresión de que eldescubrimiento y la conquista de América y suexpresión escrita, en el marco de la invención dela imprenta, marcan el inicio de la modernidad.

Con base en esta rica historia de sincretismode culturas y comprensión de la nueva realidadpluralista y mestiza, aparecen en Méxicograndes escritores que estudian la obra deCervantes, en particular el Quijote, desde laperspectiva de América Latina, profundizandoaspectos del imaginario cervantino, como labúsqueda de la justicia y la libertad, que son lasgrandes premisas que motivan el espíritu dedon Quijote de La Mancha.

CASTAÑÓNEl poeta, traductor y ensayista mexicanoAdolfo Castañón, nacido en 1952, ha vividodesde muy joven entregado al sagrado oficiodel libro, como lector y escritor. Se consideraa sí mismo un prisionero de la lectura, y, desdeluego, entre sus obras favoritas se encuentraDon Quijote de La Mancha. Miembro de laAcademia Mexicana de la Lengua, es uno delos escritores mexicanos más destacados de losúltimos lustros.

Sus reflexiones sobre el Quijote se dirigen amostrar la relación del personaje cervantinocon los libros impresos, lo que aún constituíauna novedad a comienzos del siglo XVII,cuando un modesto impresor madrileño comoJuan de la Cuesta intentaba seguir los pasos delos grandes artífices del oficio, entre quienesdestacaban el veneciano Aldo Manuzio o elholandés Lodewijk Elzevir. Castañón escribeun ensayo titulado: “Don Quijote y la máquinaencantadora”, incluido en su libro Los mitos deleditor, en camino de ser publicado por la edito-rial Lectorum.

En este escrito, Castañón muestra la relacióndel Quijote con la imprenta, ya que él mismo eslector de su propia historia, como personajeque sólo vive de palabras, en un territorio depapel. Este juego del personaje lector de supropia aventura marca una nueva modalidad enla historia de la literatura, que va a influir deun modo notable sobre los escritores quesucederán a Cervantes. En efecto, desde lainvención de la imprenta por parte deGutenberg a mediados del siglo XV, existe unaprofunda diferencia entre el texto manuscrito,generalmente reservado a un mínimo delectores y en ciertas ocasiones con un ejemplarúnico, y el libro impreso, que permite unaamplia lectura colectiva.

Por eso el Quijote reacciona al ver la ediciónpresentada por un tal Fernández de Avellanedacomo la segunda parte de sus aventuras, puesconsidera que su única y verdadera historia esla contada por Cide Hamete Benengeli o sea,Miguel de Cervantes Saavedra. Pero… ¿existeen verdad ese sólo Quijote? La sombra de este

48 “Cervantes, mi contemporáneo”, discurso dedicado a lamemoria de Octavio Paz, al recibir el Premio Cervantes en1997.

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personaje, acompañado por su escuderotransitando por los caminos polvorientos de LaMancha, ha rebasado los tiempos y las fronte-ras y se ha multiplicado en infinidad de textos,películas, piezas teatrales, poemas, pinturas ydibujos, artesanías y demás figuraciones, comouno de los íconos más reconocidos de la edadmoderna, que hace parte del imaginariocolectivo de los pueblos. El Quijote ya nopertenece sólo a un autor, pues se ha llenadode múltiples voces, que le confieren unapropiedad colectiva.

Para Castañón, en este caso, su interés radicaen mostrar las peculiares relaciones de donQuijote con el libro, como hojas impresas ycosidas de papel, tras el descubrimiento de laimprenta. Y aunque la primera edición de1605 fue hecha en Madrid, el Caballero de laTriste Figura se dirige a Barcelona a buscar unimpresor para conocer su oficio y conversarcon él sobre los libros. Esta inquietud le naceal Quijote después de leer el llamado “Segun-do tomo del Ingenioso Hidalgo don Quixote de LaMancha, que contiene su tercera salida y es laquinta parte de sus aventuras. Compuesto porel licenciado Alonso Fernández de Avellaneda,natural de la Villa de Tordesillas.49

Aquella edición, publicada en Tarragona en1614 en la Casa Editorial de Felipe Roberto,era un libro real, escrito por un autor ficticio ycriticado por un personaje ficticio, que, sinembargo, hablaba de cosas muy reales con eleditor catalán, como lo señala en sus notasAdolfo Castañón.

Fernández de Avellaneda pertenece a lamisma estirpe que Cide Hamete Benengeli,aunque ignoramos quién se ocultaba tras estenombre y, en cambio, sabemos muy bien quetras el historiador arábigo se hallaba Miguel deCervantes Saavedra. Esta controversia coloca enprimer plano la discusión sobre legitimidad delos textos, derechos de autor, veracidad omentira de lo escrito, imitaciones o plagios, y,en fin, toda una serie de confrontaciones entrela realidad y la invención, la escritura y la vida,que se hallan en la esencia del Quijote y suamplia galería de personajes.

En su estudio, cita Castañón el diálogo entredon Quijote y el impresor barcelonés: “Alvisitar don Quijote la ciudad de Barcelona, en

la segunda parte de su novela topa con unaimprenta y pregunta a su dueño: ‘Pero dígame,vuestra merced, ¿imprímese por su cuenta otiene ya vendido el privilegio de algún librero?’

El editor responde tajante: ‘Yo no imprimomis libros para alcanzar fama en el mundo; queya en él soy conocido; provecho quiero, que sinél no vale un cuatrín la buena fama’ ”.50

Aquí aparece un aspecto nuevo, que generauna nítida separación entre los autores yeditores de los textos. Al producir en serie, ellibro se convierte en una industria, por lo cuallos editores toman muy en cuenta el estudio delas posibles ganancias o el riego de pérdidasque les puede implicar la publicación de uno uotro texto. Algo semejante ocurrió con laabundante producción de comedias realizadapor Lope de Vega, quien, en un rasgo deasombrosa sinceridad, confiesa las razones dela fecundidad de su pluma y el verbo de estirpepopular que la sustenta:

Escribo por el arte que inventaronlos que el vulgar aplauso pretendieron;porque, como los paga el vulgo, es justohablarle en necio para darle gusto.51

Don Quijote se pasea por la imprenta,observando los menudos tipos y las cajas quepermitirán una amplia reproducción de losescritos, y poco a poco comprende que suhistoria pasa, a través de la difusión por partede la imprenta, del ámbito privado al público,lo cual convierte a esa máquina en productorade encantamientos. También allí, la transforma-ción del manuscrito original del Quijote, hoydesaparecido, adquiere otra dimensión al entraral mundo del libro impreso. En este caso, losencantadores ya no buscan el infortunio delCaballero de la Triste Figura, sino su másamplia difusión en los tiempos futuros y entoda clase de ámbitos y latitudes.

Castañón cita unas líneas de Quevedo,incluidas en su Perinola, relacionadas con eltema: “El librero es meramente mecánico

49 Edición facsimilar del Quijote apócrifo, publicada enBarcelona en 1905.50 Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de La Mancha,2ª parte, cap. LXII., (edic. de Martín de Riquer), Barcelo-na, Editorial Juventud, 1968, p. 999.51 Lope de Vega, “Rimas” (El arte nuevo de hacer comedias),dirigido a la Academia de Madrid, en Obras poéticas,Barcelona, Editorial Planeta, 1983, p. 257.

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porque no es forzoso que el librero sepa nadade libros que vende, ni de lasciencias necesita,sino de coser bien y engrudar y estirar laspieles y cabecear y regatear”.52

Aquí Quevedo vislumbra la profundadiferencia que se va a establecer entre el trabajomaterial y el intelectual en la época de laproducción en serie y el consumo. El valor deun texto original nada tiene que ver con la tareade reproducirlo por medio de la imprenta, quesólo pide un buen trabajo artesanal y no unavisión artística y creadora. Desde luego. vista lahistoria del libro impreso cuatro siglos mástarde, en una época neoliberal altamentecompetitiva, el tema de las ganancias de laindustria editorial y los derechos de autor nodeja de ser inquietante, sobre todo cuando esmuy difícil verificar la cantidad de librosimpresos para establecer las regalías, sin hablarde los libros piratas que obtienen pingüesganancias sin pagar derecho alguno.

Don Quijote es conciente de la importanciade sus aventuras, o, por lo menos, así lo da aentender Cervantes, aunque su intención seaparódica o burlesca. Sin embargo, la realidadhistórica le ha venido a dar toda la razón a lasafirmaciones de su personaje, que en el mo-mento de ser escrita la obra, parecerían estarteñidas de desmesura: “Yo le prometo quecuando se vea cargado de dos mil libros, veatan molido su cuerpo que se espante”.

Ante lo cual anota Castañón: “La amenaza ladicta la experiencia. Don Quijote tiene elcuerpo molido de tantas ediciones, aunquetodavía está viviendo su segunda parte. Élmismo nos hace saber que: ‘Treinta mil volú-menes se han impreso de mi historia y llevacamino de imprimirse treinta mil veces demillares si el cielo no lo remedia’.53

El cielo no lo remedió, sino que, por elcontrario, ratificó la opinión del Quijote, másallá de si esa fue o no la intención del propioCervantes. Sin duda, la burla se le tornó enserio y la crítica de la fantasía y la invenciónliteraria en una verdad con el paso de los años,más allá de las mezquindades de la época enque fue escrita.

Las últimas ediciones hechas en el presenteaño ratifican este aserto, por cuanto lograronsuperar los índices de venta, aún en compara-

ción con libros de éxito de reciente escritura,en el mercado de los países de habla hispana.

CARLOS FUENTESEl gran estudio hecho en Latinoamérica sobreel Quijote lo realiza el escritor mexicano CarlosFuentes, narrador y ensayista de primera línea.En su libro Cervantes o la crítica de la lectura,54

sostiene, como tesis principal, que el Quijote esla primera novela moderna, y explica su tesiscon un enjundioso análisis de la historia de lanarrativa desde el poema épico a la tragediagriega, y desde los textos medievales a LaCelestina y Don Quijote de La Mancha.

Así lo define en el primer punto de suensayo: “Una crítica de la lectura que seproyecta desde las páginas del libro hacia elmundo exterior; pero, también y sobre todo, ypor vez primera en la novela, una crítica de lacreación narrativa contenida dentro de la obramisma: crítica de la creación dentro de lacreación”.55

Fuentes se remite en primera instancia alcarácter de los primeros grandes poemas épicosde la historia, la Ilíada y la Odisea, fuentesprimarias y germinales de la narrativa, y de allípasa a La canción de Rolando o al Poema del Mío Cidcomo las formas del relato escrito que antece-dieron a la novela propiamente dicha. La épicase apoya en forma unívoca en el orden de larealidad que la sustenta. En cuanto a los textoscanónicos del período medieval, se remite alorigen mismo del verbo como encarnación deDios. Según afirma Fuentes, en aquella épocatoda lectura era considerada finalmente comolectura del verbo divino. De ahí el espíritu deverdad inmutable de los textos del Antiguo ydel Nuevo Testamento, La ciudad de Dios, de SanAgustín, o los grandes textos de la patrística,como verdades inmutables: “La visión escolás-tica del mundo es unívoca: todas las palabras ytodas las cosas poseen un lugar establecido, unafunción precisa y una correspondencia exactaen el orden cristiano. No hay lugar para loequívoco”.56

52 Citado por Castañón: Francisco de Quevedo y Villegas,“Perinola”, en Obras completas, t. I, Madrid, EditorialAguilar, 1969, p. 451.53 Ibid., p. 559.54 Carlos Fuentes, Cervantes o la crítica de la lectura, Ciudad deMéxico, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1976.55 Ibid., p. 15.56 Ibid., p. 19.

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Según este precepto, “Las palabras de laSumma Theologiae y las del ciclo artúrico, porigual, significan lo que contienen y contienenlo que significan”.

Existiría, para decirlo con una expresión denuestro tiempo, una correspondencia exactaentre forma y contenido. Otra cosa significanlos libros heréticos, comprendidos entre losmuchos que discrepan de esta exactitud mate-mática en relación con la verdad revelada. Poreso, muchos autores se cuidan de que sus librosno sean condenados ante la severa mirada delos censores, y en el caso de intentar evadir estejuicio, que equivaldría a la muerte civil dellibro, e incluso del autor, exploran un caminoindirecto, planteando vueltas y regodeos,omisiones y metáforas para poder expresar loque se quiere decir. Es el caso, desde luego, deCervantes, cuando busca criticar el tipo deescritura del pasado representada por los librosde caballerías, en contraposición con lascostumbres y hábitos contemporáneos suyos:“El héroe épico es don Quijote, el pícarorealista es Sancho Panza. Don Quijote vive enun pasado remoto, en juicio desvelado yperdido por la lectura de demasiadas novelas decaballería; Sancho Panza vive en el presenteinmediato, y sus únicas preocupaciones son lasdel sobrevivir cotidiano: ‘¿Qué vamos a comer,dónde vamos a dormir?’ ”.57

Fuentes prosigue su argumentación afirman-do que esta confrontación entre el pasado y elpresente convierte a la novela en un proyectocrítico. Estos opuestos, sin embargo, no seconfrontan como antagonismos ideológicos,sino que encuentran una vía para hacerlo entérminos literarios. El choque de opiniones yactitudes entre don Quijote y Sancho no sesostiene de tal modo que cada personalidadpermanezca invariable, sino que, por el contra-rio, el uno influye sobre el otro en formadinámica, de tal modo que con el desarrollo delas relaciones y aventuras que viven el caballeroy su escudero en sus diversas salidas su perso-nalidad ya no es la misma: don Quijote deja dever fondas o posadas convertidas en castillos, ySancho comienza a entender los nobles precep-tos del caballero, por lo cual puede decirse queSancho se torna quijotesco, mientras el Quijoteva perdiendo su locura, lo cual, en vez se ser

una ganancia, lo llevará a la muerte, pues la santalocura caballeresca es la que lo mantenía vivo.

Fuentes plantea una compleja reflexiónhistórica para mostrar la forma como cambióel pensamiento europeo, en medio de lasgrandes confrontaciones religiosas e ideológi-cas del siglo XVI, el surgimiento de la impren-ta y la aparición de grandes utopías y discusio-nes sobre los valores inmutables y la compren-sión del concepto de verdad en medio decambios radicales en la comprensión delmundo. En efecto, desde la misma imagen deluniverso físico, cuyas nuevas proposicionesllevaron a la hoguera a figuras tan destacadascomo Giordano Bruno e hicieron abdicar aGalileo Galilei, hasta avanzar en la compren-sión de la verdad por medio de la duda metó-dica, o la confrontación de la razón y la locura,en la obra de Erasmo de Rótterdam.

Esta relación no es casual. ¿Acaso la locurade don Quijote no pertenece a esta estirpe?Aunque Cervantes no lo diga en forma explíci-ta, Fuentes piensa que existen suficientesindicios para creerlo así: “La relación, a miparecer evidente, entre Cervantes y Erasmo, hade buscarse, no en la muy explicable ausenciade toda mención del sabio de Rótterdam por elmanco de Lepanto, sino en la presencia mismade tres grandes temas erasmistas en el centronervioso del Quijote: la dualidad de la verdad, lailusión de las apariencias y el elogio de lalocura”.58

Erasmo piensa que todas las cosas humanastienen dos aspectos, como sostiene Fuentes, alo que habría que agregar que en las cienciashumanas de la modernidad, la semiología y lapsicología, esta doble estructura aportanovedosas visiones del discurso textual, comoes el caso de las distinciones entre habla ylengua, propuestas por Saussure, y la formula-ción de Freud en relación con el contenidomanifiesto y el contenido latente de un texto.En efecto, una cosa es lo que se dice textualmentey otra las sugerencias implícitas, las ausenciassignificantes y demás recovecos que la lenguahumana utiliza para expresarse. Porque, enefecto, la expresión oral o escrita no sólo sirve

57 Ibid., p. 31.58 Ibid., pp. 66-67.

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para comunicarse en forma directa, sinotambién para ocultar, enrarecer, aludir osugerir ideas o conceptos que puedan resultarpeligrosos si se expresan de un modo directo.El mismo Esquilo, el primero de los grandestrágicos griegos, lo expresa por medio del coroen la Orestíada: “Hablo para los que me entien-den. Para los demás no sé nada”. Esta expre-sión bien podría aplicársele a Cervantes, cuyasrelaciones con Erasmo, así como con losgrandes pensadores judíos y árabes, que tantoinfluyeron en la España medieval y de losalbores del Renacimiento, puede descubrirse endiferentes claves y guiños que hace el autor, enun tiempo en que judíos y moros habían sidoexpulsados de la Península y aún se perseguíaen forma encarnizada tanto a judíos encubier-tos como a los árabes que perseveraran en suscreencias musulmanas. La tolerancia que sehabía logrado en España entre las tres grandesculturas se ve quebrada por el imperio de unpensamiento único: el cristianismo católico.Frente a este pensamiento, incentivado por laContrarreforma y el Concilio de Trento,Cervantes adopta una vía de astucia y expresiónindirecta. El sólo hecho de inventar la figura deCide Hamete Benengeli como autor de labiografía del Quijote es bien diciente.

El concepto de locura puede aplicarse adiversos aspectos del comportamiento que seaparten de los rituales y convenciones vigentesde la vida social. Se toma como loco a aquelque salga a la calle con trajes de otro tiempo.Es loco quien defiende teorías que contradiganlas verdades en uso. La locura planteada porErasmo no es una entelequia abstracta, pues sesitúa en la entraña misma del devenir histórico:“La locura erasmiana, situada en el cruce decaminos de dos culturas, relativiza los absolu-tos de ambas: ésta es una locura críticamentesituada en el corazón mismo de la fe, perotambién, en el corazón mismo de la razón”.59

La locura del Quijote es afín a las del reyLear, Macbeth o Hamlet, que, reales o fingidas,ponen en tela de juicio las relaciones vigentesen sus respectivos reinos. Por eso Fuentes anotaque no es fortuito que el mismo año de 1605nazcan Don Quijote, El rey Lear y Macbeth. Elespíritu de los tiempos relaciona a estos gran-des creadores de la literatura y el drama, así

como en la esfera del pensamiento se producenestrechas afinidades y valiosos intercambiosentre Erasmo y Thomas Moro. Por eso losconceptos de locura y utopía se encuentranestrechamente ligados. El loco parece hablar enun mundo que no existe, como el utópico. Poreso también, la locura del Quijote entraña unadesilusión, al reconocer que sus grandes idealescaballerescos ya no tienen vigencia en el mundoque le ha tocado vivir: “Cervantes ha vencido ala épica en la que se apoyó, ha puesto a dialogara Amadís de Gaula con Lazarillo de Tormes yen el proceso ha disuelto la normatividadsevera de la escolástica y su lectura unívoca delmundo”.60

Las conclusiones finales del ensayo deFuentes nos acercan de nuevo a la problemáticade América Latina, y sus sueños utópicos de unnuevo orden social: “Don Quijote, extensiónespañola de un elogio de la locura que esidéntico a un elogio de la utopía, contiene unaética del amor y la justicia”.

FERNANDO DEL PASOEl libro más reciente, con reflexiones y notassobre la lectura del Quijote, lo produce otrogran escritor mexicano, Fernando del Paso, conel título de Viaje alrededor del Quijote.61

Fernando del Paso nació en Ciudad deMéxico en 1935. Tras adelantar estudios deeconomía y biología se dedicó de lleno a laliteratura como poeta, dramaturgo, ensayista ynovelista. Es autor de dos de las novelas másdestacadas escritas en América Latina en elsiglo XX: Palinuro de México y Noticias del imperio.A lo largo de su vida ha sido un lector constan-te no sólo de la novela de Cervantes, sino deinnumerables libros, ensayos, artículos y glosasinspiradas por la lectura del Quijote. En estelibro no sólo cita una amplia gama de fuentesdiversas, sino que busca afirmar su propia voz ysu propia mirada en medio de una tan comple-ja y a veces agobiante y contradictoriapolifonía. Por eso su pregunta inicial, sazonadacon fina ironía, nos coloca frente al asombroque suscita la enorme producción que pulula

59 Ibid., p. 68.60 Ibid., p. 83.61 Fernando del Paso, Viaje alrededor del Quijote, Ciudad deMéxico, Fondo de Cultura Económica, 2004.

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alrededor del Caballero de la triste Figura:¿Quijotitos a mí?62

En este primer capítulo, además de constatarla dificultad de escribir algo relacionado conun libro sobre el cual tantas cosas se han dicho,expresa su pasión por la gran obra deCervantes, incrementada por nuevas y constan-tes lecturas: “Volví a el Quijote mucho tiempomás tarde, por curiosidad: una curiosidad quese transformó en un inmenso respeto, unrespeto que se convirtió en amor, un amor quese volvió una de esas obsesiones que suelenalimentarme por varios años en tanto yo, a mivez, cumpla con sus exigencias y lasretroalimente”.63

Y es precisamente esta retroalimentación laque se nutre de infinidad de lecturas no sóloen torno al Quijote, sino en relación con loslibros que lo antecedieron y precedieron enlos grandes temas que constituyen su esencia.Como don Alonso Quijano, el lector empeder-nido inicia su viaje por el territorio de loimaginario, con la pluma lista a anotar cadahallazgo, interpretación o analogía que puedaayudar a comprender y gozar el viaje delQuijote por las tierras de La Mancha, y, másallá de sus linderos, por los territorios de unmundo imaginado, maravilloso e imprevisto, enel cual aún puedan tener lugar aventuras comolas de los caballeros andantes.

En primer lugar, menciona aquellas novelas yrelatos épicos que tratan sobre viajes, entre loscuales la Odisea, de Homero, se convierte enuna fuente inagotable de historias, así como losviajes de Simbad el marino y otros relatos deLas mil y una noches, la Eneida, de Virgilio, LaDivina Comedia, en cuya visita al otro mundo,con sus infiernos, purgatorio y cielo deseado, elpropio Dante es acompañado por Virgilio,especialista en esa clase de revistas al más allá,así como tantos viajes y jornadas de aventurasde los relatos de caballerías.

Fernando del Paso anota la forma comoCervantes modifica el relato fantasioso, puesescribe sobre un caballero andante en untiempo en el que ya no existen las gestas decaballerías. ¿Qué ha ocurrido? El mundoantiguo y la imaginería medieval han sufridoun cambio radical con la aparición del NuevoMundo. Este hecho trascendental cambió por

completo el sueño de un paraíso en la Tierra,ese lugar de las mil maravillas que se imaginabamás allá de la isla de Thule, en tierras descono-cidas que podían hallarse al sur de África, uncontinente al que los europeos aún no sehabían atrevido a penetrar, o más allá de lasislas de la mar océana, llamadas Fortunadas,Hespérides o Gorgonas, desde los tiemposantiguos, así como la Atlántida sumergida, talcomo se había señalado en los textos de Platón.Tales islas y lugares fantásticos, incluido elParaíso terrenal, sólo existían en el mundoantiguo y en la época medieval en tierrasdesconocidas, pero anticipadas por la imagina-ción y el ensueño. Con el descubrimiento delNuevo Mundo, el misterio se despeja y latierra logra por fin su plena redondez. Pero,contra lo que muchos soñadores pudieranesperar y desear, los viajes de Colón,Magallanes o Elcano no llegan a los reinosfeéricos soñados, sino que pisan tierra firme,desvaneciendo viejas ilusiones y creando nuevasapetencias terrenales, más caras a Sancho quea don Quijote, como podrían ser el oro y lasperlas y tantos otros tesoros que se hallaron enlas llamadas Indias occidentales, el continenteamericano. En este punto, Fernando del Pasoconcluye: “Al reducirse el planeta a medidasterrenales, Occidente se dio cuenta de que elParaíso no existía en este mundo”.64

El desvanecimiento de aquella ilusión no seprodujo de inmediato; los viajeros y libros deviajes continuaron alimentando durante muchotiempo la búsqueda de otros mundos y eldeseo de aventuras. Tal fue el caso de la bús-queda de El Dorado, que obsesionó a losprimeros conquistadores y viajeros. Por eso,además de los libros de caballerías, los relatosde viajes influyeron sobre el Quijote, como fueel caso de Os Lusíadas, el poema nacionalportugués, que narra el viaje de Vasco de Gamapor mundos fantásticos. Entre el personaje realque inspiró el relato, y el héroe del poemaépico, existe una profunda diferencia, como laque podría darse a grandes rasgos entre laliteratura y la vida. Fernando del Paso trae acuento en su libro una cita del escritor Ramiro

62 Ibid., pp. 13 y ss.63 Ibid., p. 21.64 Ibid., p. 45.

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de Maeztu sobre esta relación entre las dosnovelas: “Habría que habituarse a considerarOs Lusíadas y el Quijote como las dos partes deun solo libro escrito por dos hombres, a pesarde su disparidad aparente… donde acaba OsLusíadas comienza Don Quijote”.65

Muchos otros viajes son mencionados porFernando del Paso, hasta llegar a algunas de lasvisiones y ensoñaciones de los viajeros deIndias, que, como don Quijote, creían vergigantes donde sólo había molinos de viento,como ocurrió con Juan Ponce de León en subúsqueda de un manantial que le diera unaeterna juventud, o el viaje por territorios delnorte y el sur de América, cuyos nombres seinspiraron en novelas de caballerías, comoCalifornia, Florida o Patagonia. Otra menciónrelacionada con el nuevo mundo es la referen-cia que Cervantes hace en varias oportunidadesa La Araucana, de Alonso de Ercilla.

Un nuevo hallazgo de Fernando del Paso,que hace parte de la segunda parte del libro deCervantes, escrito en 1615, poco antes de sumuerte, lo constituye el viaje sin par que unpersonaje de ficción hace de un libro al otro:

Ningún salto, sin embargo, tan extraordinario,tan descomunal, como el que dio don ÁlvaroTarfe al brincar desde el Quijote de Avellaneda,para caer, tan campante, en el capítulo LXXIIde la segunda parte del Quijote de Cervantes.Ninguno, tampoco, de tanta posible trascenden-cia literaria, y que diera pie para tanta sabrosaespeculación, como la que ha habido y de segurohabrá.66

Muchos de los grandes personajes de laliteratura han viajado de un libro al otro, comosucedió con los héroes de la Iliada y la Odisea deHomero en su paso a las tragedias de Esquilo,Sófocles y Eurípides, o las diversas encarnacio-nes de Orestes o Antígona en innumerablesobras, con los mismos nombres o análogassituaciones y comportamientos, como ocurrecon Hamlet en relación con Orestes.67

Sin embargo, el “salto” de Álvaro Tarfe de unQuijote al otro posee nuevas connotaciones,como lo señala Del Paso. Al aceptar Cervantesla existencia del personaje e incorporarlo a surepertorio, lo coloca en situación de reconocera su Quijote como el verdadero, y dejar al de

Avellaneda como un impostor. El Quijote y elSancho de Fernández de Avellaneda pasan a serde este modo imitadores de los auténticos, y,por lo tanto, se constituyen en personajesmenores en comparación al modelo original.Con esta astucia, Cervantes se apropia de unpersonaje de su imitador, así como este lo hizocon los suyos, pero lo hace para subrayar susderechos morales como autor y la originalidadde su invención. Originalidad relativa, sinembargo, ya que no debemos olvidar que todoslos gestos y actos del Quijote, así como muchasde sus sentencias, son, a su vez, tomadas deotras lecturas de Amadises, Lisuartes oPalmerines. Un juego de invenciones y présta-mos que pone en duda la originalidad absolutade la obra de cualquier autor, ya que no se tratade un Dios que saca sus criaturas de la nada,sino de un artífice humano que compone susobras tomando personajes y situaciones tantode la vida social como de otras creacionesliterarias. En este punto cabe recordar laopinión que se tenía al respecto en los tiemposdel Renacimiento: “El único verdadero creadores Dios; lo demás es un ars combinatoria”.

En su Viaje alrededor del Quijote, Fernando delPaso descubre otros aspectos curiosos y aúnextravagantes que hacen parte del textocervantino, algunas de cuyas incongruenciashan sido señaladas por diversos autores. Unode estos aspectos lo constituye “El increíblecaso del aposento desaparecido”.68 En estecapítulo (IV), del Paso se refiere a la biblioteca dedon Alonso Quijano, clausurada por el ama, lasobrina, el cura y el barbero después de quemar lamayor parte de sus libros de caballerías y algunoscon románticas historias pastoriles, con la excusade que le “habían sorbido el seso” a don AlonsoQuijano el Bueno.

¿Cómo puede don Quijote creer lo que ledicen de los encantamientos, apoyándose en supropia locura, sin indagar en lo sucedido,buscar pruebas o indicios, y, lo que es másgrave, sin investigar la misteriosa desapariciónde un amplio salón de su casa en sólo dos díasque estuvo dormido? ¿Hasta ese punto llega sulocura, que no es capaz de comprender lo que

65 Ibid., nota en la p. 53.66 Ibid., p. 72.

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ha ocurrido, y la mala jugada que le han hechoseres tan cercanos a su vida diaria?

Don Quijote resulta una especie de niñocrédulo, y por eso se le compara con Cristo, denuevo crucificado, pues recibe su corona deespinas y su cruz en las burlas y escarnios quese le hacen, en los golpes que recibe y en laincomprensión general a sus nobles ideales, talcomo sucedió con Cristo mientras marchabahacia el sacrificio en el Calvario.

Pero si don Quijote es un nuevo Jesucristo,su amor idealizado, Dulcinea del Toboso, serepresenta como una encarnación de la VirgenMaría:

Es a esta clase de vírgenes a la que perteneceDulcinea, la cual se le apareció a don Quijote y anadie más en el orbe universo. Una Virgen, desdeluego, sin niños como hay varias: la del Carmen,la de los remedios, la de Zapopán, la BienAparecida, la propia Guadalupana, la de Doloresy, por último, la Virgen de la Inmaculada Con-cepción que es, diría yo, como mejor podríamosimaginar a la amada de don Quijote, Dulcinea,ya que esta se le apareció al caballero, gracias aque él la concibió en su corazón cristalino, en suimaginación virgen, libre de pecado y son tacha,purísima, inmaculada, blanca paloma tobosina.69

Los grandes mitos, héroes o personajes queemergen del imaginario colectivo arrastranconsigo toda clase de leyendas, especulacionesy significados ocultos, y, por lo tanto, seprestan para que sobre su vida y milagros seconstruyan toda clase de fantasías, pues el artede la lectura es una segunda escritura, y ellector suele proyectar sus propios fantasmassobre las ficciones literarias, ya que no existe unsolo ser humano que no tenga su propio relatoíntimo, elaborado con fragmentos de modelosdeseables e idealizaciones, por medio del cualintenta superar sus temores y hacer de laimagen de su propia vida algo atractivo ydeseable. Sin un relato personal, como el quedon Quijote construyó inspirándose en los

héroes de las novelas de caballerías, ningúnhombre tendría la motivación y las agallas parair más allá de los límites a los que tratan derestringirlo la costumbre y la presión de lasrelaciones sociales. Pero esta “sacralización” delhéroe también tiene sus riesgos, como lo anotaFernando del Paso en las últimas páginas de suViaje alrededor del Quijote: “Mi lectura del me dice que a don Quijote le han colgado tantosmilagros que no dejan verlo de cuerpo entero,que se le han atribuido tantas virtudes que lohan desvirtuado. El caballero se merece un tratomás razonable. Casi diría, más humano”.70

Queda como última sombra el interrogantesobre la locura del Quijote. ¿Se trata, endefinitiva, de una deficiencia mental o, másbien, de un desajuste con los valores de sutiempo? ¿De qué clase de locura se trata? Eneste punto, tenemos que volver la mirada haciaalgunas de las observaciones de Carlos Fuentes,que creemos pertinentes sobre el tema: “DonQuijote, el loco, está loco no sólo porque hacreído cuanto ha leído. También está locoporque cree, como caballero andante, que lajusticia es un deber y que la justicia es posible.(…). El elogio de la locura es el elogio deMoro: es el elogio de la Utopía. Y la Utopíatiene un lugar: el Nuevo Mundo”.71

Mundo nuevo, en permanente ebullición deideas y conflictos, en permanente pugna entreel poder y los ideales de justicia social, elmundo de la América Latina, con sus contras-tes y dramas es un buen escenario para lasactitudes quijotescas. Pero como una conse-cuencia del gran turbión de la historia, tambiénpara las grandes derrotas. Así lo expresabaBolívar poco antes de su muerte, al compararsecon el Quijote y decir: “He arado en el mar”.Pero, también, una mirada de largo alcance lollevaba a vislumbrar a lo lejos otro destino parael nuevo mundo: “Las naciones que he funda-do, luego de prolongada y amarga agonía,sufrirán un eclipse, pero después surgirán comoestados de una gran república: ¡América!”.

67 Estas duplicaciones y reiteraciones de personajesclásicos la plantea George Steiner en su libro Antígonas,Barcelona, Editorial Gedisa, 1987.68 Del Paso, op. cit., pp. 101 y ss.69 Ibid., p. 199.70 Ibid., p. 121.71 Fuentes, op. cit., pp. 87- 88.

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1. DON QUIJOTE CAMINAPOR EL MUNDO

En los primeros días del mes de enero de1605 salía a la luz pública, de las prensas deJuan de la Cuesta, en Madrid, la primeraedición de El ingenioso hidalgo don Quijote de laMancha. Un año antes, en 1604, Cervantes sehabía trasladado de Sevilla a Valladolid, dondeentonces se dedicó a terminar y corregir sufamosa obra. El 20 de septiembre de este año,encontrándose en dicha localidad, su autorobtuvo el privilegio de impresión por diezaños. Allí encontró a un editor llamado Fran-cisco de Robles quien, con mucha diligencia,viajó a Madrid para hacerlo imprimir en lostalleres tipográficos citados.

DON QUIJOTEvino a América…

… ¡y se quedópara siempre!

POR EDUARDO SANTA

El primer interrogante que surge sobre lavida misma de la obra destinada a desafiar lossiglos es ciertamente el lugar donde Cervantestuvo la genial idea de escribirlo y de poner enejecución su pensamiento a este respecto, puesmientras algunos críticos e investigadoresliterarios, especialistas en el tema, afirman quefue en Argamasilla de Alba, otros sostienen quefue en Sevilla, donde su autor residió durantevarios años. Lo que sí está claro es que la obratuvo su principio de vida en una cárcel. Lo diceCervantes en el prólogo a la primera parte, conestas elocuentes y conmovedoras palabras, conlas que inicia la misma:

Desocupado lector: sin juramento me podráscreer que quisiera que este libro, como hijo del

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entendimiento, fuera el más hermoso, el másgallardo y más discreto que pudiera imaginarse.Pero no he podido yo contravenir a la orden denaturaleza, que en ella cada cosa engendra susemejante. Y así, ¿qué podía engendrar el estéril ymal cultivado ingenio mío, sino la historia de unhijo seco, avellanado,1 antojadizo y lleno depensamientos varios y nunca imaginados de otroalguno, bien como quien se engendró en unacárcel, donde toda incomodidad tiene su asientoy donde todo triste ruido hace su habitación?2

Dejando de lado estos avatares en la vida deCervantes, diremos que la publicación de laprimera parte del Quijote, en 1605, constituyóun éxito verdaderamente extraordinario, pueseste mismo año se hicieron seis ediciones. Aese respecto, Luis Astrana Marín, uno de losmás eminentes cervantistas y comentaristas delQuijote, anota que “No se habló sino de aquellibro por entonces en el mundo literario; losnombres de don Quijote, Sancho y Dulcineaandaban en todas las bocas, y pronto salieronsus figuras en mascaradas y otras fiestas.Ningún libro fue tan rápidamente famoso”.3

Sin embargo, todo parece indicar queCervantes no esperaba tan extraordinario éxito,que marcó el hito más grande e imperecederoen toda su obra literaria. En efecto, hasta esemomento Cervantes era considerado como unafigura de segundo orden en el campo de lasletras españolas. Sus obras anteriores no habíantenido mayor renombre, y algunas habíanpasado inadvertidas. Por aquel entonces,Cervantes consideraba su mayor logro literariosu novela La Galatea que, como todas las suyas,había salido a la luz pública sin pena ni gloria.Esta circunstancia, justamente, hizo queCervantes vendiera sus derechos sobre elQuijote, por las primeras ediciones del mismo,en cantidad aproximada a 1.600 reales.4 Diezaños después de haber aparecido la primeraparte del Quijote, Cervantes, en la segunda, serefiere al éxito obtenido por ésta, cuando elbachiller Sansón Carrasco le da cuenta almismo don Quijote, del logro editorial quehan tenido sus aventuras. En efecto, en elcapítulo III de dicha parte encontramos elsiguiente pasaje, que nos da noticia de tal éxito,cuando el mencionado bachiller, poniéndosede rodillas ante don Quijote, le dice:

Déme vuestra grandeza las manos, señor donQuijote de La Mancha, que por el hábito de SanPedro que visto, aunque no tengo otras órdenesque las cuatro primeras, que es vuesa merced unode los más famosos caballeros andantes que hahabido ni aún habrá en toda la redondez de laTierra. Bien halla Cide Hamete Benengeli, que lahistoria de vuestras grandezas dejó escrita, yrebién halla en curioso que tuvo cuidado dehacerlas traducir de arábigo, en nuestro vulgarcastellano para universal entretenimiento de lasgentes.

A lo cual responde de inmediato don Quijo-te: “Desa manera, ¿verdad es que hay historiamía y que fue moro y sabio el que la compu-so?”. A lo que argumenta, de inmediato, elbachiller Carrasco:

—Es tan verdad, señor, (…), que tengo para míque el día de hoy están impresos más de doce millibros de la tal historia; si no, dígalo Portugal,Barcelona y Valencia, donde se han impreso; yaún hay fama de que se está imprimiendo enAmberes, y a mí se me trasluce que no ha dehaber nación ni lengua donde no se traduzca.(…). —Una de las cosas —dijo a esta sazóndon Quijote— que más debe dar contento a unhombre virtuoso y eminente, es verse, viviendo,andar con buen nombre por las lenguas de lasgentes, impreso y en estampa.5

¡Cómo estaba seguro Cervantes de que sulibro, con el correr de los años, llegaría a ser unclásico universal conocido en todo el orbe ytraducido a tantos idiomas y dialectos!

2. DON QUIJOTE VIENE A AMÉRICA

Tampoco llegó a imaginarse que su obra,cruzando el océano Atlántico, en pocos mesesse difundiera de tal modo en América quebuena parte de la primera edición llegara aestas tierras para solaz de los primeros con-quistadores, cronistas y gentes interesadas enconocer la buena literatura que se estabaproduciendo en España. Astrana Marín demos-

1 Avellanado: Arrugado, enjuto, como las avellanas secas.2 Miguel de Cervantes Saavedra, El Quijote, prólogo,primera parte.3 Luis Astrana Marín, “Cervantes y el Quijote”, en Elingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, Madrid, EditorialCastilla, s.f., p. XIII.4 Ibid.5 Cervantes, op. cit., cap. III, segunda parte.

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tró que la casi totalidad de la primera edicióndel Quijote pasó a las Indias, y en documentopublicado por Leonard en su estudio Romancesof Chivalry in the Spanish Indies (1933) se acreditaque de la obra cervantina fueron enviados aCartagena nada menos que cien ejemplares.6

Es, pues, un hecho incuestionable, que enlas Indias había ya, por aquel tiempo, unapreciable horizonte intelectual. Todo esto, sincontar con la gran cantidad de libros y libelos,famosos o no, que llegaban subrepticiamentede contrabando a nuestras tierras americanasen toneles de vino, en cajas de conservas, entodas aquellas pintorescas formas de que sevalió la clandestinidad para burlar las prohibi-ciones, como también lo anotan los distingui-dos historiadores ya citados.

Según algunos autores, muchos libros deesa primera edición, llegaron al continenteamericano, especialmente a México, Perú yColombia. No podemos pasar por alto que enaquel momento histórico los libros de caballe-rías aún eran muy solicitados y leídos en elnuevo continente, y este sobre don Quijote,indudablemente, presentaba una doble faz,pues para muchos de los lectores de esa épocapudo ser un nuevo libro de la andante caballe-ría, en tanto que para otros apenas una simplecaricatura de los mismos, tendiente a ridiculi-zarlos y combatirlos. La cantidad de libroseuropeos que llegaban a América, en eseentonces, era bastante considerable. EnriqueAnderson Imbert, importante historiadorcultural, nos dice a este respecto, en su libroHistoria de la literatura hispanoamericana:

En este período las colonias, como siempre,recibían lo que España les daba. Apenas publica-dos el Quijote y el Guzmán de Alfarache, se embarca-ron para América. Inmediatamente tambiénvinieron las comedias de Lope de Vega... Catálo-gos, bibliotecas y librerías revelan una sorpren-dente cantidad de poesía, ficción, teatro, historia.En una sola biblioteca de un oscuro mexicanohabía, en 1620, latinos (Virgilio, Cicerón),italianos (Bocaccio, Aretino, Boza Candioto,Sannazzaro, Ariosto, Tasso), portugueses(Camoens), y naturalmente españoles (Ercilla, LaCelestina, López de Enciso, Antonio de Guevara,Lorenzo Palmireno y antologías poéticas comoVergel de flores divinas, de López de Úbeda, y Flores

de poetas ilustres de España, de Pedro Espinosa. Otromexicano, a quien un proceso inquisitorial sacóde la oscuridad, Pérez de Soto, nacido en 1608,tenía en su biblioteca 1.663 volúmenes en variaslenguas, un quinto de los cuales era de bellasletras: dos docenas de novelas pastoriles,picarescas y de caballería, colecciones de cuentos—por ejemplo los del conde Lucanor—,escritos de Erasmo, La Celestina, poesía épicay lírica de griegos, romanos, renacentistas ybarrocos (Góngora, naturalmente). La lista delibros que vendía una tienda de México, en1683, es igualmente instructiva: entre los 276títulos se hallaban Góngora, Lope, Calderón,Rojas, Zorrilla, Cervantes, Quevedo, Pero Mexía,Péres de Montalbán, el Lazarillo, Gonzalo deCéspedes, etc. La literatura entraba a formarparte también de las alegres fiestas al aire libre.7

El Quijote llegó a ser tan popular, tanto enEspaña como en los países hispanoamericanos,que podían citarse muchas anécdotas al respec-to. Jean Babelón, uno de los más autorizadosbiógrafos de Cervantes, nos dice lo siguiente:

Lo extraordinario es que don Quijote y SanchoPanza pasaron inmediatamente a la leyenda, y sepodría decir que al folclore. El ingenioso hidalgofue al Nuevo Mundo y lo conquistó. En el Perú,el Caballero de la Triste Figura y su escuderorechoncho aparecían en los bailes de máscaras. Elautor de La pícara Justina, obra que se publicóese mismo año, pone estas palabras en boca de laprotagonista: “Soy la reina de la picardía, máscélebre que doña Oliva, don Quijote y Lazarillo,Alfarache o la Celestina”.8

En fin, el gusto por las obras de caballeríasfue tan difundido en Hispanoamérica, durantela Colonia, que conviene recordar lo que noscuenta Babelón en su erudita biografía deCervantes, ya citada:

Era necesario que el mal fuese grande [se refiereal efecto pernicioso de esta clase de lecturas]para que en 1552 una ley prohibiese laimpresión de los libros de caballería y la venta deese género de obras en las Indias Occidentales.

6 Gabriel Giraldo Jaramillo, “El libro y la imprenta en lacultura colombiana”, en Eduardo Santa, El libro en Colombia,Bogotá, Colcultura, 1973, p. 46.7 Enrique Anderson Imbert, Historia de la literatura

hispanoamericana, México, Fondo de Cultura Económica,1954, p. 78.8 Jean Babelón, Cervantes, Buenos Aires, Editorial Losada,

1947, p. 138.

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Dos años después, en 1555, las cortes reunidasen Valladolid se pronunciaron contra esa literatu-ra y querían que fueran quemadas todas lasnovelas, prólogo éste del auto de fe que celebraráel digno cura en el patio de la casa de donQuijote. Por otra parte, el Concilio de Trentocondenó implícitamente la lectura de esos libroscomo un pasatiempo deletéreo.9

Hay un hecho de singular importancia,que nos permite apreciar el impacto queesos libros de caballería produjeron en elánimo de los primeros descubridores yconquistadores de nuestro continenteamericano. Varios autores, entre ellos GermánArciniegas y Anderson Imbert, nos recuerdanque el cronista Gonzalo Fernández de Oviedofue traductor de Claribalte, libro de caballeríay aventuras. Bernal Díaz se refiere en susCrónicas al propio Amadís de Gaula y, en algunade ellas, al mencionar la geografía descomunalde los territorios que visitó y los monumentosconstruidos por los aborígenes, no tieneinconveniente en consignar esta comparación:“Todos quedamos asombrados y dijimos queesas torres, templos, lagos, se parecían a losencantamientos de que habla Amadís”.Anderson Imbert anota a ese respecto:

Y no era para menos que aquellos hombres, queeran como nuevos caballeros andantes, capacesde heroicas y descomunales hazañas, gustaran deeste tipo de literatura que los acercaba a supropia naturaleza heroica y a su imaginaciónacostumbrada a tropezar a cada instante con loinsólito y lo mágico, llegando casi a identificarlas admirables y portentosas realidades conaquellas fantasías que ya se habían albergado ensus mentes, hechas para producir actos prodigio-sos, para descubrir mundos extraños y mágicos,donde todo podía ser posible. Muchos de losnombres con los que esos conquistadores ycronistas bautizaron sitios y seres tan extrañospara ellos fueron tomados de tales libros, comopor ejemplo California, que era la isla de lasamazonas negras en la saga de Esplandián; comola Patagonia, toponimia tomada de Patagón, elnombre de un monstruo que, según la fábula delPalmerín, tenía grandes pies de humanos perocon rostro perruno.10

3. SUS HUELLAS EN COLOMBIA

En 1966, la Universidad Nacional de Colombia,sede de Bogotá, con el fin de conmemorar los350 años de la muerte de Cervantes, organizó,en los salones de su Biblioteca Central, una‘Exposición de ediciones del Quijote’, pertene-cientes, unas, a las bibliotecas de las distintasfacultades, y, otras, a academias, profesores,estudiantes e intelectuales bogotanos. Dichoacto se inauguró paralelamente a la Semana delLibro y al Día del Bibliotecario, el 23 de abril,que tradicionalmente se ha tomado como fechade la muerte del insigne escritor en 1616. Deese gran evento de la cultura colombiana nosquedó un ‘Catálogo’ de las obras presentadas, elcual fue impreso en mimeógrafo por la mismauniversidad. De conformidad con su conteni-do, se “exhibieron sesenta y dos ejemplarescorrespondientes a diversas ediciones”, dedistintos tamaños, formatos, épocas históricas,algunas en papeles de alta calidad y con ilustra-ciones célebres, como las de Doré, Dalí,Carretero, Ángel Lizcano, Jiménez Aranda,etc.; otras en ediciones en rústica, de diversospaíses, pero en su mayoría procedentes deeditoriales españolas. Junto a tales piezasbibliográficas, la mayoría de considerable valorcultural y económico, también se presentaronobras (libros y folletos) sobre Cervantes y elQuijote, de autores colombianos, como Anto-nio Gómez Restrepo, Eduardo CaballeroCalderón y Julián Motta Salas.

En este evento de tanta importancia culturalhubo varias cosas que vale la pena resaltar. Entoda esa rica colección sobresalía un ejemplarde la “edición príncipe”, hecha en Madrid, enlos talleres tipográficos de Juan de la Cuesta,en dos volúmenes, que corresponden a las dospartes, impresas respectivamente en 1605 y1615. No dejó de ser la nota más admirable dela exposición, pues nadie podía imaginarse,antes de ella, que en Colombia todavía existieraun ejemplar de los que posiblemente habíanllegado en los primeros años de su coloniza-ción. Pertenecían a la colección particular deldoctor Rafael Martínez Briceño, hace ya variosaños fallecido. Nosotros nos preguntamos

9 Ibid.10 Anderson, op. cit., pp. 35 y ss.

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ahora: ¿dónde estarán esos dos volúmenes queconfiguran una sola obra? No se nos escapa suinmenso valor económico y su importanciacultural, y hacemos votos porque semejantetesoro esté aún en manos de algún colombiano,heredero quizás del doctor Martínez Briceño,quien tuvo el gesto admirable de prestarlos parauna exposición que, aunque patrocinada poruna entidad tan respetable como la Universi-dad Nacional, no disponía de un sistema deseguridad que garantizara su integridad y supropiedad. También fueron expuestos dosejemplares, no tan valiosos, pero que tampocose pueden desestimar, pues se trata de dosfotocopias facsimilares de un original de dichaedición príncipe, una de propiedad del doctorEnrique Uribe White y otra del doctor RafaelCamargo Serrano, ya fallecidos también.11

Otros aspectos importantes de esta exposicióntampoco podrían pasar por alto, pues al ladode esa edición príncipe se presentaron otrasque, desde el punto de vista bibliográfico,tienen un gran valor por su rareza o por otrascircunstancias excepcionales, editadas endiferentes épocas, en Madrid, Barcelona, París,Amberes, Londres, Nueva York, Praga, BuenosAires y México. Otra, muy especial y de granvalor, fue la editada en alguna pequeña tipogra-fía de Argamasilla de Alba, población donde,según algunos investigadores muy notables,fueron escritos los primeros capítulos de laobra.12 El Catálogo de la Exposición, enedición de muy pocos ejemplares, quedó parala posteridad como demostración no sólo delinterés de la intelectualidad colombiana, endiferentes épocas, por esa gran obra de laliteratura universal, sino como testimonio de lahuella que dejaron tantas editoriales, grandes ypequeñas, durante varios siglos, en el gloriosoperegrinar histórico del libro cervantino, enediciones, algunas muy raras y curiosas, otrasque pertenecieron a ilustres hombres de letrasy muchas con bellas ilustraciones de notablespintores, dibujantes y grabadores.

Al lado de las ediciones europeas se exhibie-ron también algunas hechas en Buenos Aires yMéxico, lo cual se explica por la tradición queesos dos países han tenido desde hace variasdécadas en el campo editorial. A los lectorescolombianos y de otras latitudes de nuestro

continente hispanoamericano seguramente lespodía resultar más económico obtener aprecios cómodos las ediciones españolas. Enrealidad, las argentinas y mexicanas, a las queacabo de referirme, fueron hechas a partir delos años cuarenta del siglo pasado, época enque la industria editorial de esos países sedisparó y cubrió casi todo el continentehispano, no sólo con las obras de Cervantes,sino también con las de muy principalesautores americanos y europeos, como tambiénde revistas de todo género, con las cualesinundó los mercados de estos países, compi-tiendo, por su alta calidad editorial y por susprecios, módicos y al alcance de todos losbolsillos, con las publicaciones europeas.

Valgan estas observaciones para preguntar-nos: ¿cuándo y dónde se hizo la primeraedición colombiana del Quijote? Nuestraexperiencia de bibliófilos y nuestra búsquedaen ficheros y estanterías apenas nos han permi-tido identificar algunos ejemplares impresos enBogotá y Medellín a partir de la segunda mitaddel siglo que acaba de finalizar, cuando nuestraindustria editorial empezó a tomar impulso,hasta llegar al día de hoy, cuando ocupa unsitio de importancia en el panorama culturaldel continente.

4. ¿QUÉ SABÍA CERVANTES DELA AMÉRICA HISPANA?

La circunstancia de que Cervantes quería venira nuestro continente hispanoamericano, intere-sado como estaba en servir algún empleodispensado por la Corona, no obedece única-mente a la precaria situación económica por laque atravesaba hacia 1590. También habíaalgunos móviles que, aparte de esta circunstan-cia, lo impulsaban a mostrarse dispuesto avenir al virreinato de la Nueva Granada (hoyColombia), al Alto Perú (hoy Bolivia) o aGuatemala. Y ese algo era, naturalmente, elconocimiento que él podía tener de estos

11 En el Catálogo de la Exposición, dichos ejemplaresaparecen relacionados en las páginas 20, 26 y 30, respecti-vamente.12 Según el Catálogo (en mimeógrafo), fue impresa en“Argamasilla, imprenta de don Manuel Rivadeneira [casaque fue prisión de Cervantes] en 1863”. Se agrega que soncuatro volúmenes y que la edición fue corregida “conespecial estudio de la editorial, por don J. E.Hartzzembuch. En empaste de lujo”. (Ver página 9 delCatálogo).

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territorios, recientemente descubiertos,conquistados y colonizados por sus propiospaisanos españoles. ¿De dónde pudo provenirdicho conocimiento, por superficial y ambiguoque pudiera ser, en aquellos tiempos en quetodavía se tenía una idea bastante distorsionaday hasta fabulosa de toda la América Hispana,de su geografía, de sus condiciones sociales yculturales?

Partamos de la base de que don Miguel deCervantes era un hombre bastante culto ensu época. Además de los clásicos griegos ylatinos, de la historia universal, de la filosofíay demás humanidades, seguramente había leídocrónicas escritas directamente por varios deesos conquistadores y cronistas españoles,algunas muy agradables y amenas, inclusivepara el profano que hoy quiera leerlas. Esteconocimiento de Cervantes sobre las primeraspiezas de nuestra literatura puede comprobarsecon la simple lectura del Quijote y de sus demásobras literarias. Pero, más importante quizásque estas crónicas de la conquista, que pudohaber leído o escuchado, fue el conocimientoque tuvo en forma directa de muchos viajerosque habían venido a nuestro continente poraquella época y que habían regresado a Españacargados de experiencias y algunos hasta dedinero y del prestigio que daba, en ciertosmedios, el haber cruzado el “mar ignoto”,desafiando toda clase de peligros y aventuras,para llegar a estas tierras donde la fantasíaformaba con la realidad una estrecha simbiosis.

Así, pues, encontramos que Cervantes, en Ellicenciado Vidriera, al referirse a Ciudad de Méxicola compara con Venecia, cuando dice queTomás Rodaja se embarcó para Ancona y que“fue a Venecia ciudad que no haber nacidoColón en el mundo no tuviera en él semejante;merced al cielo y al gran Hernando Cortés,que conquistó la gran México para que la granVenecia tuviese en alguna manera quien se leopusiese. Estas dos famosas ciudades separecen en las calles, que son todas de agua:la de Europa, admiración del mundo antiguo;la de América, espanto del mundo nuevo”.13

Y esto lo dijo Cervantes porque quizás habíaleído o le habían contado que la ciudad deMoctezuma había sido construida en unalaguna, y es posible que en la época de Cortés

todavía presentara el aspecto al que se refiereCervantes en su novela ya citada. También ensu comedia Pedro de Urdemalas, como lo veremosmás adelante, Cervantes se refiere a Cartagenade Indias (en Colombia) como aquel lugar adonde llegó el famoso pillo que da nombre asu obra.

No olvidemos que Cervantes vivió, desdejoven, muchos años en Sevilla. Y decir Sevillaes hablar de la llave hacia las Indias. Era de allíde donde partían las embarcaciones hacia elNuevo Mundo, y a donde regresaban tambiéncargadas de oro, de plantas exóticas, de indíge-nas semidesnudos, de aves vistosas que pronun-ciaban palabras escuchadas a los mismosespañoles y, sobre todo, de leyendas que ledaban a estas tierras todo su misterio, su magiay su atractivo. Sevilla era, en la época en quevivió allí Cervantes, el centro de esta granaventura que fue el descubrimiento y la con-quista de un nuevo continente, lugar donde seconcentraban miles de aventureros, deperdularios, de gentes de todas las clases ycondiciones. Ciudad cosmopolita, puertoprincipal sobre el mundo entonces conocido, adonde por razones políticas y económicas sehabía trasladado la capital del imperio español,se había convertido también en el centro demuchas actividades económicas y culturales, detabernas y posadas, de oficinas y casas decontratación, de traficantes, usureros,especuladores, meretrices, clérigos y adivinos.Era también el centro providencial desdedonde todos los vagabundos y aventurerosquerían partir hacia el nuevo continente enbusca de fortuna.

Allí, en ese centro de tanta importancia ymovimiento, estaba Cervantes, compartiendocon todas esas gentes de tan variada condición,escuchando de los que regresaban de tierras tanignotas tantas aventuras, penalidades, gozos yconocimientos nuevos sobre el mundo. Sevillaera, pues, el espejo en que se podía mirar elcontinente descubierto a través de las imágenesy las palabras de los marineros y aventurerosque habían ido hasta allá, todos con el deseode volver ricos y poderosos. Cervantes, además,

13 Miguel de Cervantes Saavedra, El licenciado Vidriera, enNovelas ejemplares, Barcelona, Editorial Juventud, 1958, pp.211 y ss.

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ocupaba en esa gran ciudad un cargo oficialque, si bien no importante ni bien remunerado,le permitía establecer contacto con toda lagente que venía de ultramar. Ese conocimientolibresco, a través de las crónicas, y directo enla oralidad de los que regresaban, le dio aCervantes una imagen de lo que podía ser elNuevo Mundo, en ese instante en que albergóla esperanza fallida de ocupar allí un cargooficial, otorgado directamente por la Corona,de lo cual hablaremos más adelante.

Lo que ahora nos interesa es examinar en susescritos, particularmente en el Quijote, la ideaque Cervantes tenía del continente americano.En realidad, hay algunas pocas referenciassobre éste, pero ellas cobran especial importan-cia, pues detrás podemos descubrir la imagenmuy general que él podía tener sobre el NuevoMundo descubierto, que no era otra que la quepodían tener muchas gentes cultas, con laventaja para Cervantes de estar trabajando nopropiamente en una biblioteca o en una univer-sidad o sumergido como un humanista en suestudio particular, sino en el hervidero mismodonde se cocinaban las realidades vitales de esemomento histórico. Veamos, pues, cómo vadejando Cervantes las huellas de su conocimien-to sobre el mundo al que anheló ir casi quinceaños antes de la publicación de su Quijote.

Cervantes tiene sobre América la idea co-múnmente difundida en ese entonces de queéste continente era un emporio de riqueza. Así,pues, encontramos en el Quijote los siguientesregistros sobre el particular: En el capítuloVIII de la primera parte, que es aquel en que sehabla de la aventura de los molinos de viento,don Quijote y su escudero encuentran en elcamino a dos frailes de la orden de San Benito,que van montando dos mulas pequeñas, consus respectivos comisos y quitasoles y, detrás deellos, un coche con cuatro o cinco jinetes de acaballo, en el cual va una distinguida dama.Refiriéndose Cervantes a esta señora, dice queera vizcaína y que “iba a Sevilla, donde estabasu marido, que pasaba a las Indias con un muyhonroso cargo”. Y refiriéndose a este pasajeconcretamente, don Diego Clemencín, el másimportante comentarista del Quijote, en la nota20 del mencionado capítulo, expresa lo si-guiente:

En los tiempos que siguieron al descubrimientode América, Sevilla era el emporio del comerciode ultramar, donde se hacían los acopios ycargamentos y se disponían los viajes paraaquellas regiones. Bien informado de ello estabaCervantes, que residió en Sevilla algunos años yestuvo empleado en el ramo de provisiones paralas armadas y flotas de Indias. Tuvo también elproyecto de pasar a ellas, y solicitó, aunque sinfruto, que se le confiriese uno de los cargos quehabía vacantes en las provincias de Costafirme yde Guatemala. ¡Quién sabe si Cervantes, queapuntó en el Quijote tantos sucesos suyos efecti-vos, al hablar aquí de una señora vizcaína cuyomarido pasaba a las Indias con un muy honrosocargo, quiso aludir a algún rival dichoso en quienconcurriese esta circunstancia.14

Más adelante, en el capítulo XXIX de esamisma primera parte de la obra, en el cual serefiere a la penitencia que se impuso donQuijote estando en la Sierra Morena por suamor a Dulcinea, este le pregunta al cura (quese ha disfrazado de licenciado) cuál es la causaque le ha llevado hasta estos desolados pasajes,a lo cual el interlocutor le dice: “A eso yoresponderé con brevedad, porque sabrá vuestramerced, señor don Quijote, que yo y maeseNicolás, nuestro amigo y nuestro barbero,íbamos a Sevilla a cobrar cierto dinero que unpariente mío que hace muchos años pasó aIndias, me había enviado, y no tan pocos queno pasan de sesenta mil pesos ensayados, etc”.

En el capítulo XXXIX, también de laprimera parte, que es aquel en que el cautivocuenta su vida y aventuras, éste, hablando delos distintos caminos que han tomado en lavida sus propios hermanos, refiriéndose a unode ellos dice: “El segundo hermano hizo losmismos ofrecimientos [a su padre], y escogióirse a las Indias llevando empleada la haciendaque le cupiese. El menor, y, a lo que yo creo, elmás discreto, dijo que quería seguir la Iglesia oirse a acabar sus comenzados estudios aSalamanca”.

Finalmente, en el capítulo XLII de la primeraparte, que refiere lo que pasa en la venta dondeel cautivo narra su vida, al oidor que está con suhija Zoraida y con don Quijote, Sancho y un

14 Diego Clemencín, “Comentarios al Quijote”,nota 20, cap. VIII, primera parte.

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capitán, todos interesados en tal relato,Cervantes escribe:

Allí don Quijote estaba atento sin hablarpalabra, considerando estos tan extraños sucesos,atribuyéndolos todos a quimeras de la andantecaballería. Allí concertaron que el capitán yZoraida se volviesen con su hermano a Sevilla yavisasen a su padre de su hallazgo y libertad, paraque, como pudiese, viniese a hallarse en las bodasy bautismo de Zoraida, por no le ser al oidorposible dejar el camino que llevaba, a causa detener nuevas que de allí a un mes partía flota deSevilla a la Nueva España, y fuérale de grandeincomodidad perder el viaje.

Cabe tener en cuenta que Cervantes se estárefiriendo concretamente a México, al que enese entonces se le conocía como Nueva España.

Como podemos advertirlo claramente enestas citas textuales, Cervantes se refiere en tresoportunidades a las llamadas Indias. Hay en elQuijote, otras tres citas relacionadas concreta-mente con tres países del Nuevo Continente. Amás de la última cita que acabamos de transcri-bir, relacionada con el México actual, hay unaque se refiere al Perú, y otra al Potosí (Bolivia).Veamos: en el mismo capítulo XLII de laprimera parte, el cautivo expresa que “Mimenor hermano está en el Perú, tan rico, quecon lo que ha enviado a mi padre y a mí, hasatisfecho bien la parte que él se llevó, y aúndado a las manos de mi padre con qué poderhartar su liberalidad natural; y yo asimismo hepodido con más decencia y autoridad tratarmeen mis estudios, y llegar al puesto en que meveo”. Confirma Cervantes una vez más la ideaque se tenía en España sobre la riqueza delNuevo Continente, donde cualquier aventureropodía volverse rico y enviar mucho dinero a susparientes peninsulares e inclusive regresar conapreciable fortuna. El Perú, especialmente, erauno de los centros de mayor prestigio en cuantoa la abundancia de riquezas. Por ello mismo, enEspaña solían llamar “perulero” a todos los quese habían hecho ricos en las Indias y regresabana a disfrutar de sus riquezas.

En el capítulo LXXI, de la segunda parte,en el que se narra el regreso de don Quijote asu aldea, hay un pasaje en el que al preguntarleSancho a su amo cuánto habrá de pagarle por

cada azote que él se ha dado para acabar con elencantamiento de que ha sido víctima Dulcinea,el andante caballero don Quijote le responde:“ Si yo te hubiere de pagar, Sancho, (...) con-forme a lo que merece la grandeza y calidaddeste remedio, el tesoro de Venecia, las minasde Potosí fueran poco para pagarte; toma tú eltiento a lo que llevas mío y pon el precio acada azote”.

De otra parte, Cervantes, como lo anotanvarios de sus biógrafos y comentaristas, debióleer algunos libros de los cronistas de Indias,publicados en Sevilla por aquel tiempo, en loscuales se describen aspectos muy importantesdel continente recientemente descubierto y delas valerosas e intrépidas hazañas de sus con-quistadores, entre ellas las de Bernal Díaz delCastillo y las de Hernán Cortés. Sin embargo,al único que cita es a este último, cuandoexpresa lo siguiente, en el capítulo VIII, de lasegunda parte:

Quiero decir, Sancho, que el deseo de alcanzarfama es activo en gran manera. ¿Quién piensas túque arrojó a Horacio del puente abajo, armadode todas armas, en la profundidad del Tibre?¿Quién abrasó el brazo y la mano aMucio?¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en laprofunda sima ardiente que apareció en la mitadde Roma? ¿Quién, contra todos los agüeros queen contra se le habían mostrado, hizo pasar elRubicón a César? Y, con ejemplos más moder-nos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco yaislados los valerosos españoles guiados por elcortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo? Todasestas y otras grandes y diferentes hazañas son,fueron y serán obras de la fama, que los mortalesdesean como premio y parte de la inmortalidadque sus famosos hechos merecen, puesto que loscristianos católicos y andantes caballeros máshabemos de atender a la gloria de los siglosvenideros, que es eterna en las regiones etéreas ycelestes, que a la vanidad de la fama que en estepresente y acabable siglo se alcanza, etc.

En cuanto a esta cita, que Cervantes hacedel conquistador Cortés, Diego Clemencín, ensus famosos “Comentarios al Quijote”, nota 20al capítulo VIII de la segunda parte, expresa:

Bien conocida es la hazaña de Hernando Cortéscuando viendo a sus compañeros irresolutos, y

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titubeando en la empresa de seguirle, hizo echara pique los navíos que los habían conducido aNueva España [hoy México], para que perdiesenla esperanza de la vuelta y no les quedase másque la de la victoria. No encuentro otro motivopara aplicar el dictado superlativo del texto aHernando Cortés, que la relación y semejanzade su apellido; por lo demás, dudo mucho de lapropiedad de la aplicación, y por de contado nose lo aplicara muy de corazón Moctezuma.

En el capítulo LIV de la segunda parte,que trata de algunas cosas que pasaron en elcastillo de los duques, un vecino de Sancho,llamado Ricote, se refiere en su improvisadodiscurso sobre sus viajes a la riqueza de lasIndias, en el siguiente pasaje:

Salí, como digo, de nuestro pueblo; entré enFrancia, y aunque allí nos hacían buen acogi-miento, quise verlo todo. Pasé a Italia, llegué aAlemania, y allí me pareció que se podía vivircon más libertad, porque sus habitadores nomiran en mucho delicadezas: cada uno vive comoquiere, porque en la mayor parte della se vive conlibertad de conciencia. Dejé tomada casa en unpueblo junto a Augusta; juntéme con estosperegrinos, que tienen por costumbre venir aEspaña muchos dellos cada año a visitar lossantuarios della, que los tienen por sus Indias ycertísima granjería y conocida ganancia.

5. LA OBSESIÓN DE CERVANTESY SU MALA SUERTE

Las citas que acabamos de hacer, tomadasdirectamente de diferentes capítulos del Quijote,nos ponen de manifiesto que Cervantes teníasiempre presente el Nuevo Continente. Pero aesto podemos agregar que su persistente deseode venir a estas tierras no sólo está contenidoen el famoso memorial que envió al rey deEspaña en 1590, sino que, desde mucho antes,en sus comedias y en sus Novelas ejemplaresfiguran dos simpáticos personajes que logranalcanzar ese anhelo. El primero de ellos loencontramos en las páginas de El celoso extremeño.Es nadie menos que el personaje principal deesta obra, el travieso y aventurero joven Filipode Carrizales, de quien su ilustre creador nos

dice que era un hidalgo de Extremadura,nacido de padres nobles, de muy buena fortu-na, quien dilapidó en su juventud, sin tasa nimedida, todo su patrimonio viajando no sólopor diversas partes del territorio español, sinotambién por Italia y Flandes. Nos informaCervantes que vino a parar en Sevilla, “dondehalló ocasión muy bastante para acabar con lopoco que le quedaba”. Como única solución,este joven aventurero “se acogió al remedio aque otros perdidos en aquella ciudad se acogen,que es el de pasarse a las Indias, refugio yamparo de los desesperados de España, iglesiade los alzados, salvoconducto de los homici-das, pala y cubierta de los jugadores a quienllaman ciertos los peritos en el arte, añagazageneral de mujeres libres, engaño común demuchos y remedio particular de pocos”.15

Cada cual, seguramente, venía a lo suyo.Los alzados, es decir, los comerciantes, que porhaber quebrado en sus negocios respectivos, opor cualquier otro motivo, defraudaban a susacreedores en el pago de lo que debían esca-pándose a las Indias, al igual que aquellos quetenían cuentas pendientes con la Iglesia yquerían evadir sus acciones punitivas. Loshomicidas, por cuanto al escaparse de jueces ytribunales españoles, al venir clandestinamentea las Indias, cambiando de nombre, hacíanprácticamente imposible su captura. Losjugadores también huían de sus acreedores ydemás obligaciones civiles. Las que el autorllama mujeres libres no podrían ser otras quelas que estaban dispuestas a llevar una vida deprostitutas o de compañeras ocasionales detodos los aventureros que, viajando sin mujerpropia, como era la costumbre, se atrevían avenir a estas tierras ignotas y desconocidas.

Cervantes, en realidad, no pertenecía aninguna de estas categorías. Pero, en cambio,hacía parte de esa angustiada cofradía de losque él llama los desesperados.16 Él lo era,indudablemente, por su precaria situacióneconómica, que lindaba con la pobreza declara-da; por el ingrato y despreciado oficio quedesempeñaba, que nunca fue de su agrado y

15 Cervantes, El celoso extremeño, en ibid., pp. 259 y ss.16 Ibid.

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que tantas molestias le deparó, entre ellas, losjuicios que se le adelantaron por no rendircuentas claras en sus recaudos; las prisionesconsiguientes que tuvo que padecer por lamisma causa; las excomuniones que tambiénsufrió, que fueron dos, proferidas por eclesiás-ticos que se sintieron atropellados cuando él,como comisario real de abastos en Andalucía,entraba a las tierras pertenecientes a la Iglesia aincautar sus productos agrícolas, pagando porellos precios oficiales que, en el fondo, eranpoco equitativos y hasta irrisorios, además deque se desembolsaban con tardanza.

Cervantes, sin duda alguna, toda su vidafue un desesperado, sobre quien la mala suerteno dejó de clavarle a cada paso su ponzoña.Cárceles, desprecios, pobreza, persecuciones,confinamiento en las lejanas tierras de Argel,heridas en su pecho y en la mano izquierda,que perdió para siempre su natural movilidad.A esto habría que agregar la poca fortuna quetuvo con la publicación de sus obras; sudesencanto cuando quiso triunfar en el teatro,en el que Lope de Vega, su enemigo implacable,era el rey, indiscutible y venerado; y, finalmen-te, cuando su talento y los ingentes serviciosprestados a su rey y a su patria le fuerondesconocidos, y cuando le hicieron a un lado,en varias ocasiones, para darle los honores y loscargos a otros de poco valer y de menorprestancia. Cervantes, indiscutiblemente,siempre tuvo la certeza de su mala ventura, y,por lo mismo, de ser un desesperado, de esosque en los primeros renglones de su novela Elceloso extremeño aparecen señalados con talcalificativo, siempre dispuestos a viajar a lasIndias, en busca de mejor suerte.

En otro de sus libros, la comedia tituladaPedro de Urdemalas, ya citada, considerada poralgunos críticos como una de las mejores salidasde su pluma, también aparece un personajesingular, aventurero, ladino, trotamundos,embaucador, tramposo y cínico, que viene a lasIndias en busca de fortuna. Se trata del persona-je principal de la obra, el propio Pedro deUrdemalas. Realiza el sueño dorado de venir alas Indias, pero no logra hacerse rico y poderosoporque su mala suerte y sus propias pillerías lollevan al fracaso. Entonces Cervantes pone enboca de su personaje, esta estrofilla:

No me contentó ésta vidacuando algo grande me vi,y en un navío de flotacon todo mi cuerpo di,donde serví de grumete,y a las Indias fui y volví,vestido de pez y angeo,y sin un maravedí.Temí con los huracanes,y con las calmas temí,y espantóme la Bermudacuando su costa corrí.17

No se nos pasa por alto que Cervantes, alcrear estos dos personajes que logran viajar alas Indias pensó en uno que alcanzaba el éxitoy regresaba a España rico y poderoso; y en otroque viaja a las Bermudas y regresa sin haberobtenido lo deseado, que no era otra cosa queel éxito económico. El primero es Filipo deCarrizales, de quien Cervantes narra su aventu-ra en El celoso extremeño. El segundo, el ya nom-brado Pedro de Urdemalas, en la comedia desu mismo nombre. Y es muy significativo queéste aventurero se dirija a las Bermudas, islassituadas al este de los Estados Unidos, tierrascolonizadas por españoles, que hicieron partede sus posesiones del ultramar hasta quefueron ocupadas por los ingleses para incorpo-rarlas a su imperio marítimo. En la novela Elceloso extremeño, don Filipo de Carrizales, encambio, cruzando las aguas del Atlántico, sinnovedad alguna, llega al puerto colombiano deCartagena. De allí pasa (no dice Cervantescómo ni cuando) al Perú, la colonia españolaque tenía fama universal de ser la más rica detodas por sus famosas minas de oro y plata.También, como Urdemalas, regresa a España,pero después de veinte años de permanecer enlas Indias edificando su gran fortuna, y, pasa-dos los años, resuelve casarse con una bellajovencita de trece o catorce años, cuando poresa época él es un anciano que vive de sucuantiosa renta. Engañado por su joven esposa,tiene el trágico fin de verse consumido por loscelos y por el conocimiento directo que tienede la infidelidad de ella al sorprenderla en

17 ——, Pedro de Urdemalas, en Obras completas, Madrid,Editorial Aguilar, 1962, pp. 497 y ss.

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brazos de un intruso que, si bien la ha seduci-do, no logra plenamente su cometido.

Tanto don Filipo de Carrizales comoPedro de Urdemalas son, en principio, dosaventureros. En Sevilla, de donde parten paralas Indias, pertenecen al grupo que Cervantesdenomina “los desesperados”. Cervantes, comoya se dijo, también lo es, pero quiere venir aestas tierras del Nuevo Mundo, no como ellos,que lo hacen en esa condición de “buscavidas”,por la puerta falsa de los que entran a las navesen condición de “inmigrantes perdularios”, degrumetes de ocasión o de ayudantes volunta-rios, a las escondidas o, al menos, violando lasnormas y controles de unas aduanas compla-cientes y conscientes también de la necesidadde llevar a las Indias a gentes sin oficio, parapoblar estas tierras necesitadas de toda clase deaventureros que se le midan al peligro que ellasrepresentan. Cervantes quiere hacerlo con uncargo oficial, con un empleo que le permitaservir lealmente a su rey y a su patria. Y,además, tiene sobrados derechos para obtenerlopor sus múltiples servicios a ambos, en la paz yen la guerra, en el cautiverio o en el disfrute desu libertad honesta y productiva. Pero laburocracia de su país le cierra el paso, de unsolo plumazo, como lo veremos en otro lugarde este trabajo.

De su mala suerte se queja Cervantes envarias de sus obras, muy especialmente en elcapítulo IV de su Viaje del Parnaso, donde haceun breve recuento de su obra como escritor, delo que con dolor, tenacidad y sufrimiento le hadado a su país y al mundo entero, para termi-nar con una queja amarga y lastimera, quelogra conmover al más desprevenido de suslectores. En la parte que consideramos máselocuente dice:

Yo corté con mi ingenio aquel vestidocon que al mundo la hermosa Galateasalió para librarse del olvido.Soy por quien la confusa nada feapareció en los teatros admirable,si esto a su fama es justo se le crea.Yo con estilo en parte razonablehe compuesto comedias que en su tiempotuvieron de lo grave y de lo afable.

Yo he dado en Don Quijote pasatiempoal pecho melancólico y mohínoen cualquiera sazón, en todo tiempo.Yo he abierto en mis Novelas un caminopor do la lengua castellana puedemostrar con propiedad un desatino.Yo soy aquel que en la invención excedea muchos, y al que falta en esta parte,esa fuerza que su fama falta quede.Desde mis tiernos años amé el artedulce en la agradable poesía,y en ella procuré siempre agradarte.Nunca voló la pluma humilde mía por la región satírica, bajeza que a infames premios y desgracias guía. ..................................................... Por eso me congojo y me lastimo de verme solo en pie, sin que se aplique árbol que me conceda algún arrimo. ...................................................... También al par de Filis mi Filena resonó por las selvas, que escucharon más de una y otra alegre cantilena. Y en dulces varias rimas se llevaron mis esperanzas los ligeros vientos, que en ellos y en la arena se sembraron. Tuve, tengo y tendré los pensamientos, merced al Cielo que a tal bien me inclina, de toda adulación libres y exentos. Nunca pongo los pies por do camina la mentira, la fraude y el engaño de la santa virtud total ruina. Con mi corta fortuna no me ensaño, aunque por verme en pie como me veo, y en tal lugar, pondero así mi daño. Con poco me contento, aunque deseo mucho. A cuyas razones enojadas con estas blandas respondió Timbreo: vienen las malas suertes atrasadas, y toman de tan lejos la corriente, que son temidas, pero no excusadas.18

Por el contexto de los versos transcritossabemos que esta “queja a Apolo” fue escritadespués la primera parte del Quijote. En reali-

18 ——, Viaje del Parnaso, en ibid., pp. 81 y ss.

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Ilustración de Gustavo Doré.

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dad, fue compuesta el 22 de julio de 1614,cuando también escribía la segunda parte de suobra inmortal.19 Ya estaba viejo Cervantes ysólo le quedaban dos años de vida. Ya habíasufrido mucho, y mucho le quedaba por sufrir.Pero él, siempre ahí, parado sobre su destino,con altivez y sin claudicaciones. Todos susbiógrafos se han acercado a él con gran respetoy admiración a su carácter siempre firme, a suinmensa bondad y a su gran valor civil ymilitar, demostrado en todo momento, muyespecialmente durante sus cinco años decautiverio en Argel, en manos de los turcos,cuando asumió, muchas veces, la culpa deactuaciones concebidas y realizadas por otroscautivos para salvarlos de los castigos cruentosque él tomó con dignidad como propios. Losversos transcritos anteriormente son algo asícomo un rápido esbozo de su actividad litera-ria, pero también una radiografía de su moralincorruptible. Porque, digámoslo sin ambajes,su verdadera autobiografía está consignada concaracteres indelebles y con destino a la inmor-talidad en su famoso e inigualable Don Quijotede la Mancha, la obra que, además de exaltar losgrandes valores morales del hombre, ha sidoconsiderada, desde hace mucho tiempo, por

millones de lectores y por críticos de granrenombre, una de las obras más importantes dela literatura universal.

En cuanto al conocimiento que sobre elQuijote pudieron tener algunas personas cultasde Colombia en esa ya lejana época de lacolonia, podemos afirmar que, pese al analfa-betismo tan extendido, algunas personas de altaposición social y solvencia económica, deorigen español, tenían afición por la lectura.Así lo confirma Tomás Carrasquilla, cuando ensu famosa novela La marquesa de Yolombó, quetiene como trasfondo esa época histórica, noscuenta cómo Taita Moreno y doña Rosalía, dosencopetados personajes, “tenían los Evangelios,algunas vidas de santos, uno que otro libro demoral; pero si leían el Quijote, El lazarillo deTormes y El diablo cojuelo, les aburrían librosdevotos”.20 Es de suponer, también, quepersonas como las mencionadas tenían lacostumbre de leerles a muchos de sus másinmediatos sirvientes y vecinos, en las tertuliasdespués de la cena, obras como esas, de interés

general y muy amenas, costumbre que se fuetrasmitiendo de generación en generación,especialmente en las haciendas y fincasantioqueñas, donde existe un fuerte sentidocomunitario y donde las gentes del campotienen una gran imaginación y un pensamientomágico, y siempre se muestran interesadas porconocer historias reales o fantásticas, especial-mente por episodios que invaden los territoriosde la picaresca, del chisme y de la farándula.Quizás de esas lecturas, transmitidas en esaforma a los caporales y luego, por éstos, a lapeonada, fue saliendo, como de un mágicocrisol de fantasías, el personaje criollo (colom-biano) llamado Pedro Rimales, versiónantioqueña del Pedro de Urdemalas cervantino.Para elaborar la novela a la que nos referimos,don Tomás Carrasquilla tomó base en latradición oral con profundas raíces en elpoblado de Yolombó y sitios aledaños dondediscurre la misma.

6. UN EXTRAÑO PERSONAJE

En relación con los nombres de personajescitados en el Quijote y vinculados a nuestrocontinente americano, hay dos alusiones a unprotagonista a quien Cervantes llama Juan delas Indias, que puede ser don Juan de Castella-nos, poeta español, radicado en Colombia,contemporáneo de Cervantes, como veremosmás adelante. Las dos referencias anotadas sonlas siguientes: en el prólogo a la primera parteescribe Cervantes, refiriéndose a una conversa-ción que tuvo con algún amigo literato, queéste le comentó, cuando él le mostró su obrainédita lo siguiente:

Lo primero en que reparáis de los sonetos,epigramas o elogios que os faltan para el princi-pio [del Quijote], y que sean de personajes gravesy de título, se puede remediar en que vos mismoos toméis algún trabajo en hacerlos, y despuéslos podéis bautizar y poner el nombre quequisiéredes, ahijándolos al preste Juan de lasIndias o al emperador de Trapisonda, de quienyo sé que hay noticia que fueron famosos poetas;

19 Babelón, op. cit., p. 168.20 Tomas Carrasquilla, La marquesa de Yolombó, cap. V, Medellín,Editorial Bedout, 1980.

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y cuando no lo hayan sido, y hubiere algunospedantes y bachilleres que por detrás os muerdany murmuren desta verdad, no se os dé dosmaravedís, porque ya que os averigüen la mentirano os han de cortar la mano con que loescribistes.

La segunda referencia que hace Cervantesde Juan de las Indias es en el capítulo XLVIIde la misma primera parte de la obra, en eldiscurso del cura contra los libros de la andan-te caballería. Dice así Cervantes, en boca delcura de marras, criticando los libros menciona-dos: “Qué ingenio, si no es del todo bárbaro einculto, podrá contentarse leyendo que unagran torre llena de caballeros va por la maradelante como nave con próspero viento, y hoyanochece en Lombardía y mañana amanezca entierras del preste Juan de las Indias o en otrastierras que ni las descubrió Tolomeo ni las vioMarco Polo?”.

La afirmación del investigador españolCésar Vidal, en su Enciclopedia del Quijote, en elsentido de que tal personaje es “un rey cristia-no asiático de carácter legendario, al que seatribuía haber vencido a los musulmanes”,21

nos parece muy improbable y traída de loscabellos. No es necesario hilar tan delgado parapresentar la tesis que hoy me atrevo a consignaren este ensayo, en el sentido de que el tal presteJuan de las Indias no es otro que Juan deCastellanos, nacido en la ciudad española deAlanís en 1522 y muerto en Tunja en 1607.Vino a Colombia desde su temprana juventud.Aventurero, viajero incansable, pescador deperlas en el Caribe, poeta de gran sensibilidad,historiador, cronista, amigo del conquistadorJiménez de Quesada y de otros personajesestrechamente vinculados a la conquista ycolonización de lo que hoy es Colombia,terminó por ordenarse como sacerdote ydedicarse a escribir, en pleno recogimiento, lacrónica en verso más extensa de toda la lenguaespañola (113.609 versos), en la que refiere lashazañas de aquella época turbulenta y lashistorias y crónicas que escuchó de quienes lashabían vivido de cerca. La primera parte deesta interesante crónica la hizo publicar donJuan de Castellanos, en Madrid, en 1589, conel título de Elegías de varones ilustres de Indias, con

un estudio preliminar de Agustín de Zárate.22

Como puede apreciarse, fue publicada quinceaños antes de que apareciera la primera partedel Quijote.

Es, pues, casi seguro que Cervantes hubieraconocido la poesía de Juan de Castellanos,quien, además de poeta, era clérigo y residía enlas Indias, adonde aquel quería ir ciertamentepor la misma época, cuando el mencionadolibro fue dado a la luz pública. Madrid en eseentonces era una ciudad pequeña y con unamuy limitada producción de libros para unmercado también muy pequeño de lectores, yresulta difícil que un intelectual de las condi-ciones de Cervantes, siempre atento a losfenómenos propios de la cultura, hubieradesconocido o pasado por alto la publicacióndel libro de Castellanos (1589), más aún si setiene en cuenta que era la obra de un poetaespañol radicado en las Indias, lugar que en eseinstante estaba metido en la mente deCervantes por su interés de ir a esas tierras(1590), sobre las cuales nuestro poeta cronistaarrojaba tanto conocimiento personal y direc-to, tanta historia y experiencia tan admirable-mente asimiladas. Por todo ello, nos parecebien explicable la tesis que hoy exponemoscomo la más razonable. Para sustentarla noshemos apoyado en seis puntos que sostienen lamencionada identidad. El primero es el nombrede pila del personaje (Juan); el segundo, sucondición de sacerdote; el tercero, ser poeta; elcuarto, vivir en las Indias; el quinto, ser contem-poráneo de Cervantes; y el sexto, haberse dado aconocer en España con la publicación de laprimera parte de su libro, que tiene tanto depoesía como de crónica histórica, mucho antesde ser escrito y publicado el famoso Quijote.

7. CERVANTES QUISO VENIRA AMÉRICA

A propósito del interés de Cervantes de venir alas Indias, también es un hecho plenamenteestablecido y comprobado. Esta circunstanciafue desconocida durante varios siglos, por lo

21 César Vidal, Enciclopedia del Quijote, Barcelona, EditorialPlaneta, 1999, p. 408.22 Darío Achuri Valenzuela, “Juan de Castellanos”, enDiccionario Literario, Barcelona, González Porto-Bompiani,1967.

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cual no fue un dato del que pudieran aprove-charse los primeros biógrafos del insigneescritor. A ese respecto, el notable historiadorEduardo Posada, en su libro Apostillas a la historiacolombiana, escribe lo siguiente:

Fue don Manuel Fernández de Navarrete elprimero, si no estamos equivocados, que dio eldato del viaje de Cervantes a América. En labiografía que él escribió del autor del Quijote, yque publicó la Academia Española en 1819,refiere que en 1588 se trasladó Cervantes aSevilla a desempeñar el empleo de comisariopara la compra de víveres destinados a los navíosde Indias. Le dio este empleo don AntonioCervantes de Guevara, que era el proveedorgeneral de las armadas y flotas que hacían elviaje al Nuevo Mundo.23

En el libro mencionado, el historiadorEduardo Posada, quien además de su extensa yvariada obra fue uno de los fundadores denuestra Academia Colombiana de Historia ysu primer presidente,24 anota que don ManuelFernández de Navarrete no inserta en subiografía de Cervantes el texto original delmemorial que éste le envió al rey de Españapara solicitarle el empleo tan anhelado. Pero, encambio, en una nota de la misma biografía (la152), Navarrete dice que tal memorial fuehallado con posteridad a los trabajos deMayáns, de Ríos y de Pellicer, y en los días enque él se ocupaba de adelantar las investigacio-nes sobre el autor del Quijote.

Agrega Eduardo Posada que en 1870 estuvodon José María Vergara y Vergara en España,consultando el famoso Archivo de Sevilla. Yse presentó la oportunidad de que el archivero,un señor de apellido Juárez, le mostrara dichomemorial, tal “como lo cuenta el bondadosoVergara en una revista que escribió al regresar,en Santa Marta, el 30 de marzo de ese mismoaño de 1870”.

En efecto, el acucioso Vergara logró obteneruna copia fotográfica “con destino a laCancillería de Bogotá o a cualquiera otraentidad oficial interesada en darle publicidada tan importante documento”. Lo cierto es quepasados algunos años, en 1875, se publicó,quizás por primera vez, el memorial deCervantes, en el tomo XXV de la obra Docu-

mentos inéditos de América. De allí lo tomó elhistoriador Eduardo Posada para reproducirloen sus Apostillas, cuya primera edición se hizo en1919.25

El 6 de agosto de 1879 celebró la Acade-mia Colombiana de la Lengua una sesiónespecial, con asistencia de mucho público ydel cuerpo diplomático, para conmemorar unaniversario de su fundación. En ese actosolemne, el doctor José María Quijano Otero,distinguido académico e historiador, le obse-quió a dicha corporación una fotografíafacsimilar del memorial de Cervantes. Es muyposible que fuera el mismo que Vergara yVergara había conseguido en el Archivo deIndias de Sevilla.

Por considerar este documento deCervantes de una gran importancia para loshistoriadores de nuestra literatura hispanoame-ricana, nos permitimos transcribirlo en suintegridad en este trabajo.

Dice así el memorial:

Representación de Miguel de CervantesSaavedra, exponiendo sus méritos y servicioshechos en Italia, en la batalla naval de Lepantoy en otras partes, con motivo de solicitar unode los oficios vacantes en las Indias.

Madrid, mayo 21 de 1590 Señor:Miguel de Cervantes Saavedra dice que haservido a vuestra majestad muchos años en lasjornadas de mar y tierra que se han ofrecido deveintidós años a esta parte, particularmente en labatalla naval, donde le dieron muchas heridas, delas cuales perdió una mano de un arcabuzazo, yel año siguiente fue a Navarino, y después a la deTúnez y a la Goleta; y viniendo a esta corte concartas del señor don Xoan y del Duque de Sesapara que la vuestra majestad le hiciese merced,fue cautivo en la galera del Sol, él y un hermanosuyo que también ha servido a vuestra majestaden las mismas jornadas, y fueron llevados aArgel, donde gastaron el patrimonio que teníanen rescatarse, y toda la hacienda de sus padres y

23 Eduardo Posada, Apostillas a la historia colombiana, Bogotá,Academia Colombiana de Historia, 1978, pp. 85 y ss.24 La Academia Colombiana de Historia fue fundada en

1902.25 Posada, op. cit., pp. 85 y ss.

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la dote de dos hermanas doncellas que tenían,las cuales quedaron pobres por rescatar a sushermanos, y después de libertados, fueron aservir a vuestra majestad en el reino de Portugaly a las Terceras con el marqués de Santa Cruz, yahora al presente, están sirviendo y sirven avuestra majestad, el uno de ellos en Flandes, dealférez, y él, Miguel de Cervantes, fue el quetrajo las cartas y avisos del alcalde de Mostagány fue a Orán por orden de vuestra majestad, ydespués asistido sirviendo en Sevilla en negociosde la armada por orden de Antonio de Guevara,como consta por las informaciones que tiene, yen todo este tiempo no se le ha hecho mercedninguna. Pide y suplica humildemente, cuantopuede a vuestra majestad, sea servido de hacerlemerced de un oficio en las Indias, de los tres ocuatro que al presente están vacos, que es el unode la contaduría del Nuevo Reino de Granada, ola gobernación de la provincia de Soconusco enGuatemala, o de contador de las galeras deCartagena, o corregidor de la ciudad de La Paz;que con cualquiera de estos oficios que vuestramajestad le haga merced, la recibirá, porque eshombre hábil y suficiente y benemérito, para quevuestra majestad le haga merced; porque su deseoes continuar siempre en el servicio de vuestramajestad, y acabar su vida como lo han hechosus antepasados, que por ello recibirá muy granbien y merced. En Madrid, a mayo 21 de 1590. Miguel de Cervantes Saavedra

El historiador Fernández de Navarrete, en laobra ya citada, expresa que ese memorial lopasó el Rey ese mismo mes, en 1590, alpresidente del Consejo de Indias, y que, pordecreto fechado en Madrid el 6 de junio delmismo año, se resolvió, por nota que apareceadjunta a la solicitud, que contiene esta frasede clara estirpe burocrática: “Busque por acá enqué se le hiciere merced”. Con este solo pluma-zo se le puso término a la aspiración deCervantes de venir a las Indias.26

Mucho se ha especulado sobre lo que hubierapasado en la vida y en la obra de Cervantes encaso de que se le hubiese nombrado en cual-quiera de los cuatro cargos vacantes, a los queél bien pudo aspirar por sus capacidades. Queno hubiera escrito su famoso Quijote, que leabrió las puertas de la inmortalidad y le brindóa las letras universales una de sus máximas

creaciones. Que tal vez hubiera escrito, encualquiera de los países señalados, en el NuevoMundo, una gran novela que, relacionada conel entorno mágico y descomunal de estecontinente, y basada en su historia turbulenta,hubiera inaugurado con la brillantez de supluma y la fecundidad de su imaginación elgénero novelístico hispanoamericano. Especula-ciones, ambas, sobre “lo que pudo haber sido yno fue”. Pero remitiéndonos a esa maravillosarealidad de lo sucedido, sólo nos cabe afirmarque por fortuna Cervantes se quedó en sutierra, dentro de su propio hábitat, en elmundo conocido y amado por él, donde teníalas raíces de su sangre, abrevando en las fuentesde la historia medieval y caballeresca, que tantoconocía, y tejiendo con su formidable imagina-ción la gran novela universal, aquella con la quese inicia de verdad la novelística moderna. Esosólo basta para aceptar y agradecerle al destino,con plena conciencia histórica, la realidad de losucedido, por no habérsele dado el empleosolicitado, lo que contribuyó a que Cervantes sequedara en su patria escribiendo su inmortalQuijote, que nos legó a todos los humanos; y paraagradecerle también su extraordinaria herencialiteraria.

No debemos condolernos de que no hubieravenido a nuestro continente, pues, por lodemás, Cervantes está con nosotros, presenteen nuestro espíritu, en nuestro idioma, ennuestra cultura, en nuestra sangre hispanoame-ricana. Con él también nos encontramos en loscaminos del idealismo y la esperanza. Y suspersonajes son tan nuestros, españoles yuniversales, pues el mundo se ha movido envirtud de dos ejes psicológicos llamadosSancho Panza y don Quijote. Los demássomos todos, la humanidad viviendo, luchando,trabajando en los campos, en los pueblos y enlas aldeas y ciudades, de todos los meridianos ypaíses y en todas las épocas históricas. Tal vezpor eso se ha dicho que el Quijote no es propia-mente el poema heroico de una nación, laepopeya de una raza, sino la obra que recoge ysintetiza el espíritu del hombre, movido por loshilos del idealismo y del pragmatismo, de la

26 Ibid., p. 88.

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cordura y la demencia, de la realidad y lafantasía, del conocimiento y la superchería, dela razón y la fe.

8. REVIVE EL IDEAL CABALLERESCO

Desde que llegaron los primeros ejemplares delQuijote a Cartagena de Indias, en su ediciónpríncipe de 1605, siguieron entrando por elmismo puerto las sucesivas ediciones de laimportante obra. Es seguro, dada la existenciade una elite intelectual que se fue formandopoco a poco en nuestro país y en todos losdemás de la América Hispana, que la obrafuera difundiéndose con mucho interés ymucho éxito en seminarios, colegios y universi-dades de todos los países del Nuevo Mundo.Los historiadores de la literatura hispanoameri-cana han podido encontrar algunas referenciassobre el particular en bibliotecas públicas yparticulares. No sólo por la afición que en esaépoca se tenía hacia las novelas relacionadascon la andante caballería, sino por el prestigiomismo que, desde el momento de su aparición,fue adquiriendo la obra que, al igual que suprotagonista principal, empezó a caminar por losdiversos caminos del mundo, abriéndole nuevoshorizontes a la imaginación y a la cultura.

Con el Quijote y con todas las grandes obrasde la literatura del Siglo de Oro español (Lopede Vega, Calderón de la Barca, FranciscoQuevedo, etc.), que estaba en su apogeo,empezó también a cambiar la mentalidad de lasgentes, como era natural que cambiara con esesensible remezón que implicó el Renacimientoen todos los esquemas del desarrollo social delmundo entonces civilizado. El descubrimientoy conocimiento de este maravilloso continenteamericano por parte de los europeos fuedeterminante en el cambio de todas las estruc-turas sociales, políticas y económicas queempezaban a apolillarse en la rutina y en elocio, que sólo veían en las guerras transitoriasmaneras de salir de ese descomunal hastío deinercia que dirigía sus miradas a los problemasteológicos y que orientaba todo su contenidoespiritual a la salvación de las almas y a laconquista del cielo a través de la sumisión, lahumildad y la ignorancia.

Fueron varios los espíritus pioneros queabrieron las puertas de un nuevo comporta-miento social y de una nueva concepción delmundo, y cuya obra se proyecta en el presente.Gutenberg, con la invención de la imprentade tipos móviles hacia 1455, produjo unarevolución de proyecciones insospechadas.En literatura, Cervantes y Shakespeare, elprimero en la novela y el segundo en el teatro,hicieron innovaciones y trazaron derroterossimilares a los que Colón había trazado en lageografía del mundo entonces conocido, yotros lo hicieron en la ciencia y en la filosofía.Europa salía de su largo letargo medieval yconquistaba territorios inmensos no sólo en laconfiguración del mundo físico, sino en lamentalidad de todos los pueblos que ibaincorporando a su cultura, en la ciencia, en lasartes, en la filosofía y, en forma muy especial,en su literatura.

No puede negarse que, entre las obras quecontribuyeron a formar esa nueva mentalidadrenovadora, el Quijote ocupa un lugar destacado.No es rigurosamente cierto que Cervantes vayacontra la andante caballería ni contra todos loslibros novelados que a ella se refieren. En elQuijote están consignadas sus ideas, que apun-tan hacia un mundo donde impere la justicia, laequidad, el respeto a la dignidad y a la libertad,todo lo cual constituye, ciertamente, el ideal dela andante caballería, y principios que defiendeCervantes a capa y espada. No es contra ellosque dirige su pluma, sino “contra los maloslibros de caballería” que la han ridiculizadocon sus exageraciones, sus extravagancias y susdesvaríos.

No podía estar Cervantes, en ningúnmomento, contra la andante caballería, puesél, en el fondo, no es sino un nuevo caballeroandante de esa orden que ya se había extingui-do hacía mucho tiempo y que sólo existíacomo recuerdo distorsionado y fabulado en loslibros absurdos, que tanto éxito tenían y queCervantes quería derrotar, como antiguosendriagos, con la punta de su pluma magistral,para que, con la muerte de sus protagonistasimaginarios y truculentos, revivieran los princi-pios que les habían dado existencia y quehabían fracasado en el mundo de las realidadeshistóricas de aquellos tiempos. En el escrutinio

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que el cura, el barbero y su sobrina, hacen en labiblioteca de don Quijote, para sacar de ella yarrojar al fuego dichos libros y hacerlos des-aparecer en la realidad, Cervantes salva no sóloel Amadís de Gaula, para el cual tiene los mejoreselogios, sino también otros, como Palmerín deInglaterra y Don Belianís, y la Historia del famosocaballero Tirante el Blanco, los cuatro únicos decaballería que lograron el perdón de los tresimplacables censores.27

Cervantes entendía muy bien que la profe-sión o el ejercicio de la caballería ya eraanacrónica, y así lo da a entender en variospasajes del Quijote, pero sin perder de vista quelos nobles principios que aquellos defendíanno habían perdido vigencia ni necesidad de serpropalados y defendidos. Por eso dice, en bocade su personaje, en el capítulo XIII de laprimera parte:

Esto, pues, señores, es ser caballero andante, y laque he dicho es la orden de su caballería, en lacual, como otra vez he dicho, yo, aunque peca-dor, he hecho profesión y lo mismo que profesa-ron los caballeros referidos, profeso yo, y así, mevoy por estas soledades y despoblados buscandolas aventuras con ánimo deliberado de ofrecer mibrazo y mi persona a la más peligrosa que lasuerte me depare en ayuda de los flacos ymenesterosos.

Y reafirma esta idea en forma tajante cuandose dirige a los galeotes que van prisioneros,atados todos con una gruesa cadena, rumbo alsitio donde deben pagar de por vida, en condi-ciones infrahumanas, las culpas que se lesimputan:

De todo cuanto me habéis dicho, hermanoscarísimos, he sacado en limpio, que aunque oshan castigado por vuestras culpas, las penas quevais a padecer no os dan mucho gusto, y que vaisa ellas de muy mala gana y muy contra vuestravoluntad, y que podría ser que el poco ánimoque aquel tuvo en el tormento, la falta de dinerosdéste, el poco favor del otro, y finalmente eltorcido juicio del juez hubiese sido causa devuestra perdición, y de no haber salido con lajusticia que de vuestra parte teníades; todo locual se me representa a mí ahora en la memoria,de manera que me está diciendo, persuadiendo yaún forzando que muestre con vosotros el efecto

para que el cielo me arrojó al mundo, y me hizoprofesar en él la orden de caballería que profeso,y el voto que en ella hice de favorecer a losmenesterosos y opresos de los mayores. Peroporque sé que una de las partes de la prudenciaes, que lo que se puede hacer por bien no se hagapor mal, quiero rogar a estos señores guardianesy comisario sean servidos de desataros y dejarosir en paz, que no faltarán otros que sirvan al reyen mejores ocasiones, porque me parece durocaso hacer esclavos a los que Dios y naturalezahizo libres.28

Para terminar, con la misma idea, siemprepresente en su mente y en su voluntad, de hacerjusticia a los desvalidos, con esta otra sentencia,en la que también se refiere a la época que letocó vivir, en la que ya la caballería andantehabía desaparecido y quedaba sólo su recuerdodistorsionado en los libros que el mismoCervantes quería desterrar:

Y ahora en estos nuestros detestables siglos noestá segura ninguna [se refiere a las mujeres],aunque la oculte y cierre otro nuevo laberintocomo el de Creta; porque allí, por los resquicioso por el aire, con el celo de la maldita solicitudse les entra la amorosa pestilencia, y les hace darcon todo su recogimiento al traste. Para cuyaseguridad, andando más los tiempos, y creciendomás la malicia, se instituyó la orden de loscaballeros andantes, para defender las doncellas,amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y alos menesterosos.29

Finalmente, para recabar en la filosofía dedon Quijote como caballero andante, recorde-mos que en el capítulo XVIII de la segundaparte, refiriéndose a la “ciencia de la caballe-ría”, dice que, además de las muchas otrascosas que debe saber y practicar un verdaderocaballero, “ha de ser casto en los pensamientos,honesto en las palabras, liberal en las obras,valiente en los hechos, sufrido en los trabajos,caritativo con los menesterosos, y finalmentemantenedor de la verdad, aunque le cueste lavida el defenderla”. Sin embargo, esa granfilosofía que Cervantes le atribuye a su hijo

27 Cervante, Don Quijote, cap. VI, primera parte.28 Ibid., cap. XIII, primera parte.29 Ibid., cap. XI, primera parte.

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don Quijote, está consignada en forma prolija,elocuente, a manera casi de aforismos, y conmucha claridad, en los capítulos donde éste leda muchos y muy buenos consejos a SanchoPanza, para el buen gobierno de la ínsula deBarataria.30

9. UN HERMOSO CANTOA LA LIBERTAD

Por la gran difusión que el Quijote tuvo entodos nuestros países hispanoamericanos,especialmente entre las élites intelectuales, noes de extrañar que tanto los precursores denuestra independencia de España y los organi-zadores de las primeras repúblicas hubieranconocido esta obra fundamental y hubieransacado de ella provechosas enseñanzas. Porqueel Quijote, además de su inmenso valor comoobra literaria, tiene una gran significación en lafilosofía de la vida. El andante caballero, suinmortal protagonista, representa muchosvalores éticos, morales, políticos y filosóficos yes obra que nos pone a reflexionar sobre todoslos temas que toca, incluyendo los propios dela psicología, como extraordinario creador delos dos grandes arquetipos del género humano,como son los que corresponden al longilíneo eidealista de don Quijote, y al brevilíneo ypragmático de Sancho Panza, aunque otrospreferirían llamarlos “asténicos” y “pícnicos”,respectivamente.

En el campo de los valores morales, no senos pasa por alto que el Quijote es una de lasobras más importantes dentro del pensamientouniversal. Como se ha dicho y repetido tantasveces, es un hermoso canto a la libertad. Pordonde quiera que se toque están de bulto losprincipios propios del humanismo renacentista.Dice Cervantes, en uno de los más bellosdiscursos de don Quijote, aquel que pronunciacuando abandona el castillo de los duques, yaen campo abierto, libre de zalemas y refina-mientos, de venias y requiebros, aspirando elaroma de las plantas silvestres que decoran elcamino, dirigiéndose únicamente a su escudero:

La libertad, Sancho, es uno de los más preciososdones que a los hombres dieron los cielos; conella no pueden igualarse los tesoros que encierra

la Tierra, ni el mar encubre: por la libertad, asícomo por la honra, se puede y debe aventurar lavida; y por el contrario, el cautiverio es el mayormal que puede venir a los hombres. Digo esto,Sancho, porque bien has visto el regalo, laabundancia que en este castillo que dejamoshemos tenido; pues en mitad de aquellos ban-quetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve,me parecía a mí que estaba metido entre lasestrechezas de la hambre, porque no lo gozabacon la libertad que lo gozara si fueran míos; quelas obligaciones de las recompensas, de losbeneficios y mercedes recibidas, son ataduras queno dejan campear el ánimo libre. Venturoso aquela quien el Cielo dio un pedazo de pan, sin que lequede obligación de agradecerlo a otro que almismo Cielo.31

Don Quijote no sólo hace discursos sobre lalibertad, sino que su vida misma es una apolo-gía de ella. Díganlo, si no, las circunstancias dehaber roto todos los lazos que lo ataban a sufamilia, a su aldea, a sus vecinos, a todas lascostumbres y parámetros de la vida social deaquel entonces, para salir sin rumbo determi-nado, libre de todo derrotero y de todo com-promiso, sin preocupaciones por el dinero nipor ninguno de los valores materiales, sinsujeciones a la moda ni a nada, como practi-cante convencido de la más auténtica autarquía.Quiere romper con todo lo que hasta esemomento de su primera salida lo ha rodeado ysujetado a los comportamientos imperantes.Rompe con la autoridad política cuando,desafiando el poder de los carceleros, represen-tantes de la ley y del monarca, da libertad a loscondenados a galeras. Y desafía también elpoder y la autoridad de la Iglesia cuandoarremete contra la procesión de disciplinantesque iban, con la Virgen en andas, cantandoletanías, y contra los clérigos que los acompa-ñan en dicha ceremonia.32 No quiere coyundasni ataduras de sus parámetros sociales; quiereser tan libre como el viento.

Para él sólo existen las normas de la andantecaballería y sus metas sólo pueden ser laequidad, la justicia y la libertad. Y sólo aceptala sujeción y la obediencia a una persona, que

30 Ibid., cap. XVIII, segunda parte.31 Ibid., cap. LVIII, segunda parte.32 Ibid., cap. LII, primera parte.

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representa y encarna todos estos ideales: sudama, Dulcinea del Toboso.

Ella es la única soberana que manda en supensamiento y en su voluntad. Por ella se hahecho caballero y a ella dedica todas susgrandes hazañas. Es la única que dirige susactos, desde el trono inviolable de su propiocorazón. Dulcinea representa en la obra elelevado concepto que don Quijote tiene de lamujer, como la máxima expresión de la natura-leza humana, no sólo en lo físico, sino tambiénen el mundo de los sentimientos. Ello equivalea lo que los románticos, siglos más tarde,llamaron el “eterno femenino”, expresión dealta significación en lo estético, psicológico ymoral, valores que se identifican también con el“ideal caballeresco”.

A tanto llegó Don Quijote en su deseo deliberarse de ciertas imposiciones sociales, comoel vestido, del que no tuvo inconveniente enprescindir, en un momento dado de su locuraliberante y liberadora, ante el asombro de suescandalizado escudero, hasta quedar casidesnudo. Esto sucedió cuando el andantecaballero se internó en la Sierra Morena,dispuesto a hacer penitencia por el amor aDulcinea, y para que Sancho fuera testigo delas “locuras” que él podía hacer en honor de sudama. Fue, ciertamente, cuando “desnudándo-se con toda priesa los calzones, quedó encarnes y en pañales y luego sin más ni más diodos zapatetas en el aire, y dos tumbas la cabezaabajo y los pies en alto, descubriendo cosas quepor no verlas otra vez, volvió Sancho la riendaa Rocinante, y se dio por contento y satisfechode que podía jurar que su amo quedabaloco”.33 ¿No había dicho, pues, este gran donQuijote, que añoraba “aquella santa edad enque todas las cosas eran comunes”, puesto que“a nadie le era necesario para alcanzar suordinario sustento tomar otro trabajo que alzarla mano y alcanzarle de las robustas encinas,que libremente le estaban convidando con sudulce y sazonado fruto” y que en aquellaépoca, que debió ser lo que hoy los historiado-res denominan “comunismo o colectivismoprimitivo” era cuando

andaban las simples y hermosas zagalejas de valleen valle, de otero en otero, en trenza en cabello,

sin más vestidos de aquellos que eran menesterpara cubrir honestamente lo que la honestidadquiere y ha querido siempre que se cubra; y noeran sus adornos de los que ahora se usan, aquien la púrpura de Tiro y la por tantos modosmartirizada seda encarecen, sino de algunas hojasde verdes de lampazos y hiedra, entretejidas, conlo que quizá iban tan pomposas y compuestascomo van ahora nuestras cortesanas, con las rarasy peregrinas invenciones que la curiosidad ociosales ha mostrado.34

Era la libertad suprema, la que ansiaba donQuijote, la que debió existir en aquella “dicho-sa edad y siglos dichosos aquellos a quien losantiguos pusieron nombre de dorados”.35 Así,pues, don Quijote desprecia no sólo la autori-dad política y la de las autoridades de la Iglesia,incluyendo la Santa Hermandad, sino tambiénla que procede de los convencionalismossociales, de la moralidad circunstancialimperante, de los caprichos de las modas consus tiránicas normas y sus severas sanciones, aligual que las establecidas en las leyes elaboradaspara salvaguardar el pudor, tan cambiantecomo las formas del comportamiento humano.

10. LOS QUIJOTES DE LAINDEPENDENCIA

Entre los precursores de nuestra independen-cia, de los cuales algunos terminaron en loscadalsos de la reconquista, había gentes cultas,de buen entendimiento, verdaderos humanistasy, por lo consiguiente, buenos lectores. Muchosde ellos, como Nariño, Caldas, Pedro Fermínde Vargas, Santander y tantos otros, tuvieronexcelentes bibliotecas. Su buen conocimiento ymanejo de las ideas y del lenguaje se pone debulto en sus documentos políticos, en susmensajes, en sus cartas. Bolívar mismo habíaadquirido en Europa una excelente cultura y,además de manejar el idioma español converdadera corrección y elocuencia, hablaba yescribía muy bien el francés y tenía los elemen-tos básicos para entender el inglés. Aunque elLibertador no poseía una gran biblioteca, lo

33 Ibid., cap. XXV, primera parte.34 Ibid., cap. XI, primera parte.35 Ibid.

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que era explicable por su permanente deambu-lar y su infinita generosidad con sus amigos, aquienes estimulaba en sus lecturas desprendién-dose de sus libros más amados, hay listas, muyconocidas por cierto, de aquellos libros quedespachaba en sus bagajes y su impedimentapersonal, pues hasta en los mismos campos debatalla no dejaba de leer y meditar sobre suslecturas que, por lo demás, siempre fueron muyselectas. Debió leer a Cervantes, especialmenteel Quijote, puesto que era muy buen conocedorde todos los clásicos de la lengua española. Élmismo lo dice en carta a Santander, con fechadel 20 de mayo de 1825:

Ciertamente que no aprendí ni la filosofía deAristóteles, ni los códigos del crimen y del error;pero puede ser que Mr. Mollien no haya estudia-do tanto como yo a Locke, Condillac, Bufón,D’Allembert, Helvetius, Montesquieu, Mably,Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin,Berthelot y todos los clásicos de la antigüedad,así filósofos, historiadores, oradores y poetas; ytodos los clásicos modernos de España, Francia,Italia, y gran parte de los ingleses. Todo esto lodigo muy confidencialmente a usted para que nocrea que su pobre presidente ha recibido tanmala educación como dice Mr. Mollien; aunquepor otra parte, yo no sé nada, no he dejado sinembargo, de ser educado como niño de distin-ción puede serlo en América bajo el poderespañol.36

Pero si esto fuera poco para confirmar elgran conocimiento que Bolívar tenía de losclásicos españoles, sólo nos bastaría recordarque su gran maestro fue nadie menos que donAndrés Bello, lingüista, filólogo y gramático yel más conocedor de la obra de Cervantes, y,por lo consiguiente, del Quijote, en todo elcontinente americano. Luis Perú de Lacroix,confidente del Libertador, en sus últimos años,nos dice en su famoso Diario de Bucaramanga queBolívar leía permanentemente, cada vez que lascircunstancias lo permitían, por lo generalmeciéndose en su hamaca.37

Todo parece indicar que fue el mismo Perúde Lacroix quien se encargó de divulgar, conposterioridad a la escritura de su Diario deBucaramanga, la tan conocida anécdota relacio-nada con un diálogo que tuvo Bolívar en Santa

Marta con su médico de cabecera, el francésPróspero Reverend. El escritor peruanoRicardo Palma (1833-1919) la reproduce ensu obra Tradiciones peruanas, y de allí la tomódon Miguel de Unamuno para contarla congracia en su ensayo “Don Quijote y Bolívar”,al cual nos referiremos más adelante.

La anécdota es bien sencilla, pero produce ensus lectores tal impacto que ha venido pasandode boca en boca de todos sus lectores porque,en realidad, contribuye a definir el carácter delLibertador. Una tarde en que Bolívar, en laquinta de San Pedro Alejandrino, dondefalleció, situada en Santa Marta, a orillas delmar Caribe, conversaba con el doctorReverend, de repente le lanzó esta pregunta:“¿Sabe usted, estimado doctor, cuáles han sidolos tres grandes majaderos de la historia?”. Elmédico, que vivía molesto porque el Libertadorno se tomaba sus medicamentos y, por elcontrario, solía botarlos por no creer en ellos,quedó estupefacto con la insólita pregunta desu ilustre paciente. Desconcertado, y más enesos instantes en que la enfermedad de Bolívarhacía crisis, ya próximo a bajar al sepulcro, lecontestó sin ocultar su turbación: “No, exce-lencia; no tengo ni la menor idea sobre lo queusted me pregunta”. “Pues vea usted —lecontestó el Libertador—, los tres grandesmajaderos de la historia hemos sido Jesucristo,don Quijote y yo”.

¡Qué hermoso paralelo, no propiamente enlo de “majaderos”, lo cual es una impropiedad,sino en lo grandioso de sus doctrinas, quefueron como tres grandes evangelios: el de lafe, el del idealismo y el del desprendimiento,respectivamente. Y los tres los llevaron alsacrificio, crucificados en el madero de laincomprensión, el sufrimiento y la ingratitud.Sólo que en los Evangelios también está laEsperanza; en el Quijote, el Humanismo; y en laobra de Bolívar, la superación del Hombre ensu lucha por la Libertad. Son, en cierto modo,los tres grandes ejes que orientan la naturalezahumana y la conducen hacia las más altas

36 Ramón Zapata, Los libros que leyó el libertador Simón Bolívar(pról. de Eduardo Santa), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo,1997, p. 12.37 Luis Perú de Lacroix, Diario de Bucaramanga, Medellín,Editorial Bedout, 1980, pp. 35, 101, 120.

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metas que dignifican el espíritu y justifican laexistencia del hombre y su paso por la vida.

Volviendo al tema de la libertad de estospaíses hispanoamericanos, y de sus precursoresy realizadores, diremos que otro de losforjadores de esos nobles objetivos fue donAntonio Nariño, el precursor indiscutible denuestra independencia. Hombre culto, de graninteligencia y notables atributos humanos,sufrió toda clase de persecuciones, prisiones yvejámenes en defensa de sus principios. Traduc-tor de los Derechos del hombre y del ciudada-no, él mismo se encargó de imprimirlos, en laclandestinidad, en diciembre de l793, en lasprensas de la Imprenta Patriótica, de su propie-dad. Tuvo don Antonio una de las grandesbibliotecas de Bogotá, con cerca de mil volú-menes, apreciable cantidad en aquella época detantas limitaciones y restricciones. Esa impor-tante biblioteca le fue embargada por lasautoridades españolas, ese mismo año, bajo elgobierno del virrey Ezpeleta, al tiempo que eraapresado por haber hecho imprimir y divulgarel mencionado documento, considerado comosubversivo.38

El historiador Eduardo Posada tuvo elcuidado de copiar la lista de todas las obrasque componían la biblioteca de Nariño,tomándola directamente de la diligencia deembargo y secuestro de sus bienes y en elmismo orden en que aparecen relacionadas enésta. De allí la tomó el doctor Eduardo RuizMartínez, quien la publicó en su obra La libreríade Nariño y los derechos del hombre, junto con loscomentarios individualizados para cada una deellas. Y en esa lista, ciertamente, es dondehemos encontrado, bajo el número 586, Elingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, en cuatrotomos en folio, empastados. Infortunadamente,el empleado encargado de hacer el inventario,en la diligencia del embargo y secuestro, quizáspor ser persona ajena a la cultura, no anotó elcorrespondiente pie de imprenta, por lo cualnos quedamos sin saber a qué edición corres-ponde el ejemplar, la casa editora y demásdatos pertinentes. Imposible saberlo a estashoras, pues todos los libros incautados aNariño fueron rematados y vendidos enpública subasta, y quedaron en diferentesmanos, imposibles también de identificar.

A partir del grito de independencia deEspaña, por parte de todos los paíseshispanoamericanos, los caminos culturalesque nos unían a ésta se van a ver cerrados, nosólo por el conflicto bélico, sino por el rechazoa todo lo español, al saldo de resentimientosque dejó la contienda por la libertad y a lanatural clausura de toda clase de importaciones,incluyendo la de los libros. Esta circunstanciade rechazo y, por lo consiguiente, de distancia-miento con dicho país, va a repercutir en lalectura de las obras de todos los autoresespañoles, incluyendo los clásicos, entre ellos elQuijote, situación que se va a prolongar hastabien entrado el siglo XIX, cuando, ya consoli-dada nuestra independencia y organizadospolítica y administrativamente nuestros paíseshispanos, se restablecen las relaciones conEspaña, previo el reconocimiento de nuestraautonomía como pueblos libres. Las aduanas seabren de nuevo a la importación de bienesculturales y en los cargamentos que vienen delos puertos españoles llegarán necesariamentemuchos ejemplares de las obras de los autoresdel Siglo de Oro español, entre ellas las deCervantes.

Sin embargo, durante toda aquella época delucha por la independencia y de organizaciónde estas nuevas repúblicas, la presencia delQuijote en nuestras bibliotecas públicas yprivadas es un hecho indiscutible. El libroestaba allí, desde antes de los primeros gritosde insurgencia y, seguramente, contribuyó,junto con muchos otros, franceses, ingleses yespañoles, a crear esa nueva conciencia revolu-cionaria de transformación y cambio. Lasclases dirigentes, que habían empuñado lasbanderas y las armas, constituían una pequeñaburguesía ilustrada y culta, y a ella pertenecíanSimón Bolívar, Francisco de Paula Santander,Francisco Miranda, José de San Martín,Miguel Hidalgo, José María Morelos, MarianoMoreno, Bernardino Rivadavia, José Artigas,Bernardo O’Higgins, Andrés Santa Cruz,Camilo Torres, Francisco José de Caldas,Antonio Nariño, Francisco Antonio Zea ytantos otros, muchos de ellos educados en

38 Eduardo Ruiz Martínez, La librería de Nariño y los derechosdel hombre, Bogotá, Editorial Planeta, 1990, pp. 209 y ss.

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colegios y universidades, casi todos hombres deestudio, algunos profesionales, y muchospoetas y literatos. Casi todos tenían importan-tes bibliotecas y es de suponer que no eranajenos al conocimiento de los clásicos. Enellas fue forjada nuestra independencia y deallí, también, salieron esas ideas de cambio,ocultas en la clandestinidad, o desafiantes ytemerarias en los discursos de plaza pública,en los libelos que circulaban de mano en mano,en periódicos y hojas volantes, como portado-ras de principios que ya hacía años habíanproclamado los revolucionarios liberales deFrancia, Inglaterra y los Estados Unidos.

El grito de independencia, al igual que lasprimeras actas de la misma y las primerasconstituciones de nuestras repúblicas, tenía elrespaldo de esos grandes pensadores. Nuestroslibertadores habían abrevado en sus libros, ensus doctrinas, en sus ideas. Y se habían conver-tido, sin saberlo quizás, en nuevos andantescaballeros de la libertad. En todos ellos habita-ba el alma de don Quijote, y en ésta ardía elidealismo que signó sus vidas e impulsó susgrandes empresas libertarias, calificadas poralgunos de sus contemporáneos como “utópi-cas y quijotescas”. Era la andante caballería dela independencia americana. Por esto mismo,no en vano, muchos autores han llamado, tantoa Bolívar como a Nariño, “los quijotes dela libertad”, pensando quizás en su granidealismo y en esa su locura sublime, deconstruir repúblicas en moldes heredados delenciclopedismo y de los pensadores de laGrecia clásica.

11. DON QUIJOTE Y BOLÍVAR

Un buen día el notable humanista españolMiguel de Unamuno se interesó por conocera fondo la historia de la emancipación de lospaíses hispanoamericanos. Tomó la Historiaconstitucional de Venezuela, de Gil Fortoul y, amedida que la iba leyendo, su admiración porel libertador Simón Bolívar se fue acrecentan-do. Empezó a darse cuenta cabal de la magni-tud del héroe, sus permanentes proezas, suinmenso desinterés por las cosas materiales, suproverbial generosidad, su indiscutible sensibi-lidad social y su fervorosa convicción de la

necesidad de luchar por la independencia y lalibertad de todas las colonias españolas enAmérica. Pero también fue tomando concienciade que este hombre extraordinario presentabamuchas similitudes con el andante caballerodon Quijote de La Mancha. No sólo en suvalor personal, en su solidaridad con las genteshumildes y en todas las condiciones anterior-mente señaladas, sino también en sus locurasy sus extravagancias. Recordó cómo el héroeamericano, en la localidad de Pativilca,derrotado y enfermo, reducido prácticamentea la impotencia, y cuando parecía que todoslos horizontes de la victoria en la guerracontra el poderío de los monarcas españolesse habían cerrado, al ser preguntado por elilustre patriota colombiano Joaquín Mosquerasobre qué pensaba hacer frente a su derrota ysu postración le respondió de inmediato, con laarrogancia de un león enfurecido: “¡Vencer!¡Vencer, querido amigo!”. Tal era la fe en susprincipios y su amor ilimitado por la libertadde los pueblos oprimidos.

Don Miguel de Unamuno fue confirmando,a medida que iba leyendo el libro de Fortoul,que Bolívar tenía toda la razón en su luchadesvelada por transformar en repúblicas aestos pueblos oprimidos, pero también vio enel héroe el carácter propio del pueblo español,y descubrió en él el mismo valor y la perseve-rancia de sus antepasados vascos. Al final dela lectura del libro de Fortoul, don Miguelescribió entonces su estupendo ensayo sobre“Don Quijote y Bolívar”.

Refiriéndose a la estirpe del Libertador,Unamuno escribe en el ensayo mencionado losiguiente:

Me permitiréis, benévolos lectores americanos,que como vasco que soy por todos los treinta ydos costados, me detenga en la vasconía delLibertador... Cuántas veces, en un verano quepasé cerca de Cenarruza, me he detenido desdelos balcones de esta vieja colegiata, antiguahospedería acaso para los peregrinos que pasa-ban por Vizcaya en piadosa romería a Santiagode Compostela, a contemplar allá abajo, en elvalle, el lugar de Bolívar, de donde tomó sunombre y su origen el Libertador.

Y anota el insigne humanista, refiriéndose asu organismo y a los “ímpetus de su alma”, que

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era tan español en lo uno como en lo otro, yconcluye: “Sí, españoles y quijotescos. Bolívarfue uno de los más fieles adeptos al quijotis-mo”. Después de narrar la anécdota sobre lostres majaderos más grandes de la historia, yatranscrita en este trabajo, celebra que Bolívar sehubiera incluido entre ellos, al lado de donQuijote, y anuncia que cuando él “vuelva ahacer otra edición sobre la vida de éste y deSancho”, la aumentará “incluyendo en ellapasajes de la vida del Libertador, como incluípasajes de la vida de Íñigo de Loyola”.39

Todo en la vida de Bolívar entusiasma aUnamuno y, no sin razón, descubre en sucarácter muchas similitudes con don Quijotede La Mancha. Así, por ejemplo, en el aspectosentimental o amoroso llega a preguntarse: “Sia don Quijote le lanzó esa locura caballerescaaquel amor tímido y contenido hacia AldonzaLorenzo, según yo creo, ¿no determinaronacaso la carrera de Bolívar la muerte de sumujer, María Teresa, y el dolor que le causó?”.Un poco más adelante, se hace don Miguelotra inquietante pregunta:

¿Y no es acaso quijotesco aquello que cuentandijo Bolívar, a raíz del terremoto de Caracas, en26 de marzo de 1812 cuando, atribuyéndolo unfraile a azote de Dios, irritado por habersedesconocido a Fernando VII, el ungido del Señor,el futuro Libertador, que se hallaba en la turba,entre las ruinas, desenvainando la espada yobligando a bajar de la mesa que le servía depúlpito al fraile predicador, gritó: “¡Si se opone laNaturaleza, lucharemos contra ella y haremos quenos obedezca!”. ¿Y no es quijotesco aquello queen 11 de agosto de 1826 decía a Gual, el plenipo-tenciario colombiano al congreso proyectado deTacubaya, continuación del de Panamá, de quepromoviera la expedición libertadora a Cuba yPuerto Rico, para poder marchar luego conmayores fuerzas a España..., si para entonces noquieren la paz los españoles? Acaso se habríanresuelto no pocas cosas si nos hubiera conquista-do Bolívar; digo, a nuestros bisabuelos.40

Después de esta irónica frase, con la queremata Unamuno su observación, comenta arenglón seguido:

Todo esto es profundamente quijotesco; perohay algo más que acerca a Bolívar a don Quijote,

otro de los tres insignes majaderos de la historia.(¡Y qué gloriosa, qué divina es la majadería así!Cuantos hayan leído el Quijote recordarán aquelmelancólico capítulo LVIII de la segunda parte,en que el caballero encontró unas imágenes derelieve y entalladura para el retablo de una aldeay las reflexiones de triste desesperanza que ellasle sugieren. En mi ya mencionada Vida las hecomentado largamente. Aquello fue como elhuerto de los Olivos de Jesús, el otro de los tresinsignes, según Bolívar. ¿Y no están llenos losúltimos años del Libertador de tristes reflexio-nes, en que el héroe parece repetir con donQuijote: “No sé lo que conquisto a fuerza demis trabajos”. En aquellos tristes momentos, enaquellas horas de desaliento, propias de todos losverdaderamente grandes, creía haber arado en elmar y desconfiaba de los destinos de las nuevasnaciones que con su espada y su fe separó deEspaña).41

No se queda Unamuno en estas inteligentesobservaciones de carácter anecdótico, que nosponen de relieve algunas características psicoló-gicas atinentes a la recia personalidad deBolívar, pues también nos deja algunas observa-ciones relacionadas con su pensamiento cuandodesentraña el contenido de algunas de susfrases y avanza, inclusive sobre sus lecturasfavoritas. Anota a ese respecto:

Pero hay una frase profunda, profundísima, talvez la frase más profunda que he leído de Bolívar—con frecuencia hay en sus frases célebres másretórica que otra cosa—, hay una frase que noshace penetrar hasta el hondón del alma delhéroe. Es cuando en 1824 escribía al marquésDel Toro: “Entienda usted, mi querido marqués,que mis tristezas vienen de mi filosofía; y que yosoy más filósofo en la prosperidad que en elinfortunio. Esto se lo digo a usted para que nocrea que mi estado es triste, y mucho menos mifortuna”.42

De inmediato nos preguntamos cuál es lafilosofía de Bolívar, a la que alude Unamunoen el estudio que estamos comentando. Esverdad que Bolívar, como ya lo hemos anotado,era un gran lector, de lo cual nos dan cuenta

39 Miguel de Unamuno, Don Quijote y Bolívar y otros ensayos,México, Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 5-15.40 Ibid., p. 11.41 Ibid., p. 12.42 Ibid., p. 12.

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Ilustración de Gustavo Doré.

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muchos de sus contemporáneos, especialmentequienes estuvieron cerca de él, bien en lasépocas de la contienda bélica o cuando lovieron actuar como estadista y gobernante.Además de esos testimonios de todos esosgrandes autores, que leyó en medio del vivac oentre las turbulencias de su vida política,Bolívar nos dejó una lista ocasional de muchasde sus obras. Este aspecto lo estudió, condetenimiento y erudición, nuestro ilustre amigoy compañero de la Academia Colombiana deHistoria, don Ramón Zapata, en su magníficolibro titulado Los libros que leyó el Libertador, el cualfue publicado por el Instituto Caro y Cuervo,con un prólogo de quien escribe estas líneas.43

Unamuno se refiere en su ensayo principalmen-te a sus lecturas en el campo de la filosofía ynos reitera la gran influencia que en él tuvo sumaestro Juan Jacobo Rousseau, bajo cuyosprincipios fue educado y formado por suinsigne preceptor Simón Rodríguez. (Y cuan-do pensamos en este hombre singular, se nosviene a la cabeza la idea de que se trata de otroQuijote, célebre no sólo por ser el preceptor deBolívar, sino por sus extravagantes ideas y por suapego irrestricto a los principios del notablefilósofo ginebrino, especialmente los consigna-dos en el Contrato social, el Emilio y las Confesiones).

En realidad, entre todos los autores de laIlustración, a los que el Libertador era tanadicto, fueron dos los que marcaron su pensa-miento y su vida en forma indeleble: Rousseauy Voltaire. Cabe anotar que Perú de Lacroix,refiriéndose a sus lecturas, escribe en su Diariode Bucaramanga, el 23 de mayo de 1828, cuandoambos estaban en dicha ciudad, pendientes delo que sucedía en la Convención Constituyenteque en Ocaña se celebraba por esos días:

Después de almorzar, el Libertador fue a tomarsu hamaca y me llamó para traducir versosfranceses al castellano; tomó La guerra de los dioses yla leyó como si fuera una obra escrita en español:lo hizo con facilidad, prontitud y elocuencia;mas de una hora seguí oyéndole, con el mayorplacer, y raras veces me preguntó el significadode alguna voz. En la comida volvió S. E. a hacerel elogio de dicha obra; pasó después a elogiarlas de Voltaire, que es su autor favorito; criticóluego algunos autores ingleses, particularmente aWalter Scott, y concluyó diciendo que La nueva

Eloísa, de J. J. Rousseau no le agradaba porpesada, pero que el estilo era admirable. Queen Voltaire se encuentra todo: estilo, grandes yprofundos pensamientos filosóficos, crítica finay diversión.44

Si a estos autores, Rousseau y Voltaire, que,como dijimos, eran sus favoritos, agregamos elnombre de su preceptor, don SimónRodríguez, que acabamos de mencionar, quienen los años de adolescencia y primeros dejuventud, con sus palabras y con su ejemplo, leenseñó la filosofía práctica del revolucionario,las maneras propias del irreverente y deliconoclasta, el decálogo del trotamundos y delescéptico, tendremos el explosivo productohumano que con el nombre de Bolívar produjoel terremoto político de la revolución hispano-americana, de cuya conmoción nacieron seisrepúblicas que, después de vivir tantos años enla anarquía, a las que las llevaron sus caudillos,han empezado a aprender la lección de lasdemocracias modernas y a consolidarse econó-mica y políticamente.

Finalmente, don Miguel de Unamuno conclu-ye su trabajo con una verdad bien conocida: “Acada hombre puede juzgársele por sus lecturasfavoritas”. Y, en desarrollo de esta idea, que másparece un apotegma, concluye:

Don Quijote leía libros de caballería; Bolívar aRousseau, y San Martín apacentaba su espíritucon la lectura de Plutarco. Y decir simplementeque aquel leía a Rousseau y éste a Plutarco dicetanto a los que a Plutarco y a Rousseau conoz-can, como cuantos paralelos puedan trazarse ylos que hayan trazado el venezolano Larrazábal yel argentino Mitre, y el del chileno, Santa María,el que llamó a San Martín zorro y a Bolívaráguila, paralelo éste último que reproduce elseñor Gil Fortoul.45

Termina Unamuno su excelente ensayo,poniendo de presente los ancestros españolesde Bolívar, iguales a los de la mayor parte delos promotores y jefes de nuestras independen-cias, pertenecientes casi todos a unasaristocracias locales, menospreciadas por las de

43 Zapata, op. cit.44 Perú, op. cit., p. 101.45 Unamuno, op. cit.,p. 13.

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la metrópoli, que no vacilaban en tildar aaquellos con el despectivo mote de “criollos”y de excluirlos sistemáticamente, y en formainjusta, de pertenecer al gobierno de susrespectivas patrias. Los integrantes del puebloraso, que aportaron generosamente su sangrea tan importante como trascendental empresa,no fueron tenidos en cuenta jamás por losgobiernos españoles, salvo para quitarles sustierras, imponerles el peso desmesurado detodas las tributaciones e impuestos y tenerlossumidos en la ignorancia y en la esclavitud.De otra parte, el insigne humanista españolconsidera que el ímpetu de los libertadores deAmérica no fue entendido en su época por suscompatriotas peninsulares, cuando la monar-quía hubiera podido asumir otra actitud antesus súbditos americanos, y que los pensadoresespañoles de hoy deberían sentirse orgullososde estos, de su carácter, de su insurgencia y desu intrepidez, pues en realidad son los descen-dientes de los conquistadores, de cuyo valor yfortaleza nos hablan los cronistas de Indias.

A ese respecto, anota Unamuno, en formapor demás elocuente:

Los últimos momentos del gran Libertador sonde tan intensa poesía, como los últimos momen-tos del caballero manchego. Poesía, sí; esta es lapalabra, poesía. Poesía es la que rezuma la vidade Bolívar, como es poesía lo que rezuma de lahistoria de la emancipación de las repúblicashispanoamericanas, lo mismo que de la épicahistórica del descubrimiento y de la conquista.Una y otra poesía están enterradas en las viejascrónicas de los conquistadores, de los Oviedo,Castillo, Gomara, etc., y en las memorias de loscaudillos de la Independencia. Poesía, sí, y esapoesía deberíamos ser nosotros, los españoles,los que más fuertemente la sintiéramos. ComoDiego Laínez se llenó de orgullo al ver que suhijo, el Cid, sintiéndose mordido en el dedo porel padre, le amagó un bofetón, así nosotros, losespañoles, deberíamos enorgullecernos de laheroicidad de aquellos hombres frente a lastropas de los torpes gobiernos peninsulares yconsiderar una gloria de la raza, las glorias de lasindependencias americanas. Pero aún no hemosllegado a esto. Ni aún, justo es decirlo, se hallegado ahí, en América, a hacernos enterajusticia, aunque cada día, sobre todo desde queEspaña perdió a Cuba y Puerto Rico, aumenta el

buen deseo de hacérnosla, y prueba de ello es,entre otras muchas, la obra del señor Gil Fortoulque ha provocado éste escrito. Y vuelvo a lo quedecía al principio, y que es uno de mis másrepetidos estribillos: a la necesidad de que todoslos pueblos de la lengua castellana se conozcanentre sí. Porque no es sólo que en España seconozca poco y mal a la América latina, y que enésta no se conozca ni mucho ni muy bien aEspaña, sino que sospecho que las repúblicashispanoamericanas, desde México a la Argentina,se conocen muy superficialmente entre sí.46

Bien por don Miguel de Unamuno, quiensupo en su tiempo valorar la independencia delos países hispanoamericanos y las circunstan-cias en que se realizó, y por culpar a la “torpemonarquía” de lo que hubiera podido evitarcon generosidad, inteligencia y justicia. DonMiguel, indudablemente, puso el dedo en lallaga y con esta página puso también de presen-te su comprensión de aquel momento históricoy de sus proyecciones hacia el futuro. Hoy yano se trata de enmendar lo que hicieron lostiranos y los sátrapas de aquellos tiempos,cuando el general Pascual Enrile, con exceso desoberbia y estupidez, les dijo a quienes aboga-ban por la vida del sabio colombiano FranciscoJosé de Caldas, condenado al patíbulo porinsurgente: “¡España no necesita de sabios!”.47

Por todo esto, la página de Unamuno, queestablece un interesante cotejo entre Bolívar ydon Quijote, no ha perdido actualidad. Nosólo por lo que pueda tener de verdad en susapreciaciones literarias, sino porque constituyeun hermoso y oportuno puente de solidaridadentre dos pueblos, el español y el hispanoame-ricano, frente a todas las asechanzas y peligrosque tienen para ambos las mismas ideologíasde los monarcas colonialistas de ayer, represen-tadas hoy por los imperialismos económicos ymilitares, que pretenden sojuzgar a todos lospueblos libres de la Tierra. Pensamos, también,que frente a estos sátrapas, el espíritu de donQuijote, al igual que el de Bolívar, encarnadoen sus ideas de libertad y de justicia, debe ser lafilosofía que alimente la política internacional

46 Ibid., p. 15.47 Marcelino Menéndez Pelayo, al referirse a Caldas lellama “víctima nunca bastante deplorada de la ignoranteferocidad de un soldado a quien en mala hora confióEspaña la delicada empresa de la pacificación de susprovincias ultramarinas”. Jesús María Henao; GerardoArrubla, Historia de Colombia, cap. VI, “La Independencia”.

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de los pueblos que siguen luchando, hoy lomismo que ayer, por su independencia, por suautonomía, por sus derechos económicos ypolíticos y por su dignidad como naciones. Enesto está también la actualidad del gran librode Cervantes.

12. SU INFLUENCIA EN EL IDIOMA

A finales del siglo XIX, que fue el de laconsolidación de esa gran empresa comunitariaque nos dio vida como naciones libres yautónomas, ya existían en todos nuestrospaíses hispanoamericanos bibliotecas públicas,universidades y hasta centros masónicos,que tanto papel jugaron en el proceso de laindependencia. Don Quijote había regresadoa América en una nueva salida, lanza en ristre,dispuesto a reconquistar culturalmente uncontinente, a penetrar esas bibliotecas yuniversidades, seminarios y colegios para noirse jamás ni de sus estanterías, ni de lasmentes, ni de sus conciencias.

En los últimos treinta años del mencionadosiglo XIX, ya había en todas nuestras repúbli-cas unas elites intelectuales que se proyectabanampliamente en todos los campos de la activi-dad social, principalmente en la política y lacultura. Estaban llamadas a impulsar esedesarrollo de los nuevos pueblos, y lo hicierondesde distintos campos ideológicos, y siemprese distinguieron por hacerlo con sus libros bajoel brazo. Eran unas “minorías letradas”, y susideas se fueron proyectando ampliamente sobretodo el espectro sociocultural de sus pueblosrespectivos. Finalizando el siglo, en Colombiaestaban, para corroborarlo, José Eusebio Caro,Rufino J. Cuervo, Carlos Arturo Torres,Miguel Antonio Caro, Marco Fidel Suárez,Rafael Uribe Uribe, Ezequiel Uricoechea, JoséMaría Vergara y Vergara, José ManuelMarroquín, José María Rivas Groot, LorenzoMarroquín, Antonio Gómez Restrepo y otrosescritores y humanistas, algunos de los cualesfueron maestros del idioma y lo enriquecieroncon sus obras, y otros tantos estudiaron afondo el Quijote y también nos dejaron porescrito el resultado de esos estudios que hoyson fundamentales para tener una visióncompleta e inteligente de la obra cervantina.

Durante los últimos años, en Colombiase han publicado varias obras de granimportancia sobre el Quijote. El distinguidoescritor bogotano, Eduardo Caballero Calde-rón, publicó en 1947 uno de los libros másinteresantes de nuestra bibliografía cervantina,titulado Breviario del Quijote, en el cual se anali-zan varios aspectos de la obra, tales como elestilo, el humor, el ideal caballeresco, el paisajede La Mancha, los ambientes geográficos yhumanos de esa región en esa época, y algunospersonajes de la misma. Es, indudablemente,un estudio original, hecho con adecuadoconocimiento de la obra y una devocióninmensa hacia su personaje inmortal. RafaelMaya, eminente poeta y crítico colombiano,es también autor de un ensayo sobre el temaque nos ocupa, titulado “Los tres mundos dedon Quijote”, publicado con motivo de laconmemoración del cuarto centenario delnacimiento de Cervantes. Sin lugar a dudas, esuno de los más acertados estudios que se hanhecho en nuestro país sobre las enseñanzas delQuijote, no sólo por la calidad del estilo, sinopor su sagacidad crítica y la originalidad de susplanteamientos. Germán Arciniegas, por suparte, escribió un libro, ameno y documenta-dos, sobre dos caballeros españoles de estirpeaventurera. Se trata de don Gonzalo Jiménezde Quesada y de don Quijote de La Mancha.En efecto, Arciniegas, en El caballero del Dorado, alhacer la biografía del insigne fundador deBogotá, sostiene la tesis de que Cervantes tomócomo modelo para escribir su Quijote a nadiemenos que al gran adelantado, conquistador dela Nueva Granada, Gonzalo Jiménez deQuesada. En su estilo fluido, sencillo y erudito,Arciniegas ha enriquecido la bibliografíacervantina con este libro tan original comoingenioso, que amerita las traducciones que deél se han hecho a varias lenguas del mundocontemporáneo. Julián Motta Salas, el másdestacado cervantista de América, filólogo derenombre, publicó varios ensayos sobreCervantes y don Quijote, entre los que desta-can Recuerdos del ingenioso hidalgo; Dulcinea o el amorde don Quijote; El triunfo del ideal en don Quijote; yVida del príncipe de los ingenios, Miguel de CervantesSaavedra. Son muy interesantes y valiosas lasobservaciones de este lingüista, filólogo y

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especialista en los clásicos griegos y latinos,sobre toda la obra de Cervantes, en especialsobre su inmortal caballero. Fue tanta ladevoción de Julián Motta Salas hacia éste, queno vaciló en escribir una novela titulada DonAlonso Quijano, el bueno. Aunque como novelistasu obra carece de interés, sus libros sobreCervantes revisten especial importancia por losvaliosos aportes que hace al estudio de su obra.

La proyección del Quijote en los campos delderecho y la filosofía tampoco puede dejarse delado. En nuestro país, un respetable humanista,el doctor Ignacio Rodríguez Guerrero, escribióuna extensa obra (en dos tomos) titulada Lostipos delincuentes del Quijote, en la cual examina,desde el punto de vista del derecho penal,varios de los personajes delincuentes queaparecen en la obra de Cervantes, empezandopor los dos famosos bandidos que hacenincursiones por las regiones de La Mancha yde Barcelona, Ginés de Pasamonte y RoqueGuinart, respectivamente. Además, un aspectoesencial, en el campo del derecho político en laobra de Rodríguez Guerrero es el capítulodonde comenta los consejos que don Quijoteda a su escudero Sancho Panza cuando, ya alfinal, los famosos duques, que han tenidocomo huéspedes en su castillo a don Quijote ya su escudero, quienes se han divertido conellos en forma inmisericorde, dan a Sancho lafalsa ilusión de ser gobernador de la “ínsula”de Barataria, que en realidad no lo es, ungobierno que terminó en “asonada popular”para deleite de los insensibles anfitriones. Lasobservaciones de Rodríguez Guerrero en estaobra son admirables y dignas de ser tenidas encuenta en la teoría forense y en la filosofía delderecho. Aunque de nada le sirvieron a Sancho,porque, a pesar de haberlos practicado casi alpie de la letra y de haber proferido fallosadmirables, fue destituido por el común de susinsatisfechos y caprichosos habitantes. Otralección que nos da Cervantes en su obrainmortal.

En el campo de la filosofía se han escrito, enColombia y en otros países de Hispanoaméri-ca, interesantes estudios relacionados con elpensamiento tanto de don Quijote como deSancho. Pero seguramente uno de los másprofundos y completos es el que escribió el

crítico y humanista Jaime Mejía Duque, con eltítulo Cervantes, don Quijote y Sancho; tres personasdistintas y un libro verdadero. Esta es una obracrítica y analítica, en la cual se profundiza en lafilosofía misma de don Quijote, y en la cualcampean no solamente el buen estilo literario yla sagacidad crítica de su autor, sino también sumaestría en el análisis filosófico de la gran obrade Cervantes.

La influencia de toda la obra cervantina,particularmente del Quijote, en el idioma culto,en estos países de estirpe hispana, ha sido tangrande que la constitución de todas las acade-mias de la lengua ha sido en ellos parte esencialde esa admiración que se ha tenido por elQuijote y demás obras de Cervantes. El Quijotees, como si dijéramos, el “patrono espiritual detodas” y, por lo consiguiente, cada una de ellasle rinde en forma permanente un culto indecli-nable y creciente. La primera en fundarse fue laAcademia Colombiana, establecida en Bogotá,por iniciativa de don José María VergaraVergara y de otros notables intelectuales de suépoca, el 10 de mayo de 1871. En la antesalade su espacioso y elegante edificio, que le sirvede sede, se levantó hace algunos años, unaimponente estatua a Cervantes. Era apenasnatural que la primera academia de la lengua enHispanoamérica fuera la colombiana, si setiene en cuenta que en nuestro país se empleael español con bastante corrección y esmero, atal punto que notables estudiosos del idiomahan considerado que es donde mejor se habla yse escribe.

Son muchos los filólogos nacidos en Colom-bia, empezando por don Rufino J. Cuervo,quien inició con su admirable erudición yconocimiento del idioma su obra tan celebradaDiccionario de régimen y construcción del idiomacastellano, obra básica para el estudio de nuestralengua; y del humanista y filólogo también,don Miguel Antonio Caro, quien nos dejóvarios estudios muy útiles para el buen conoci-miento de la misma. En honor de ellos sefundó en 1942 el Instituto Caro y Cuervo, deBogotá, y posteriormente, como parte inte-grante del mismo, el Seminario Andrés Bello,instituciones docentes y difusoras del idioma,de amplio prestigio continental. Allí se hanformado muchos importantes lingüistas que,

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hoy por hoy, constituyen el mejor sello degarantía de la eficiencia del Instituto que llevaen su nombre, unidos indisolublemente, losde estos dos cultores del idioma. A todo esto,agregamos que a través de la Imprenta Patriótica,del Instituto mencionado, éste ha hecho unaextraordinaria labor de difusión de los estudioslingüísticos en nuestro país, en sus diversascolecciones, entre cuyas centenares de obraspublicadas, en más de sesenta años de existencia,están el ya citado Diccionario de régimen y construc-ción, y el Atlas lingüístico-etnográfico de Colombia, esteúltimo dirigido por otro excelente filólogo,llamado Luis Flórez. La Academia Colombianatiene un importante órgano de divulgación quees el Boletín; y el Instituto Caro y Cuervo suafamada revista Tesauros, con amplio prestigiointernacional. En todas estas publicaciones sehan dado a conocer muchos estudios sobreCervantes y su obra, pero, principalmente,sobre el Quijote y sus diversos aspectos y pro-yecciones en la cultura hispanoamericana.

Siguiendo el ejemplo de Colombia, fueronapareciendo las otras academias hispanoame-ricanas, en el siguiente orden: la Ecuatoriana,en Quito, el 15 de octubre de 1874; laMexicana, en Ciudad de México, el 11 deseptiembre de 1875; la Salvadoreña, en SanSalvador, el 19 de octubre de 1876; la Vene-zolana, en Caracas, el 26 de julio de 1883; laChilena, en Santiago, el 5 de julio de 1885; laPeruana, en Lima, el 5 de mayo de 1887; laGuatemalteca, en Ciudad de Guatemala, el 30de junio de l887; la Costarricense, en SanJosé, el 12 de octubre de 1923; la Filipina, enManila, el 25 de julio de 1924; la Panameña,en ciudad de Panamá, el 12 de mayo de 1926;la Cubana, en La Habana, el 19 de mayo de1926; la Paraguaya, en Asunción, el 30 dejunio de 1927; la Boliviana, en La Paz, el 25de agosto de 1927; la Dominicana, en SantoDomingo, el 12 de octubre de 1927; laNicaragüense, en Managua, el 31 de mayo de1928; la Argentina, en Buenos Aires, el 13 deagosto de 1931; la del Uruguay, en Montevi-deo, el 10 de febrero de 1943; la Hondureña,en Tegucigalpa, el 28 de diciembre de 1948;la Puertorriqueña, en San Juan, el 28 de enerode 1955; la Norteamericana, en Nueva York,el 5 de noviembre de 1973.

En todas estas Academias está presente elespíritu de don Quijote, pues en ellas se hanhecho importantes estudios sobre la vida y laobra de Cervantes y, en particular, de ese granprotagonista de la literatura universal. Tambiénpodemos anotar que son muchos los escritores,humanistas y filósofos hispanoamericanos quehan reconocido la profunda influencia que laobra ha tenido en su formación intelectual, quele han dedicado admirables páginas para exaltarsu importancia, que han dejado su testimoniode admiración por la misma en artículos deprensa, en reportajes, en programas radiales, yque también han analizado, en ocasiones, esainnegable influencia en el desarrollo de lasideas, las ciencias y las artes. Todas estaspersonalidades están avalando su trascendenciaen los diversos campos de la cultura, susproyecciones en la vida social, su permanenteparticipación en la formación de nuevosmovimientos artísticos y literarios.

13. SU ENTRAÑA POPULAR

La obra capital de Cervantes sigue siendonovedosa, a pesar de las modas, las tendencias,los remezones políticos y sociales. El pasoturbulento de los siglos sigue confirmando quela novela moderna se inició con el Quijote y quesu vigencia continúa abriéndole nuevos hori-zontes y caminos a este género, en el cual sehan mirado y se siguen reflejando todos lospueblos y todas las culturas. Entre estosinsignes admiradores de Cervantes, que hanreconocido de alguna manera la influencia desu obra en su formación de escritores y en susrespectivos trabajos profesionales, podemoscitar, entre otros muchos, a Alfonso Reyes, aOctavio Paz y a Jaime Torres Bodet, en Méxi-co; a Rubén Darío, en Nicaragua; a RicardoPalma, Ciro Alegría, César Vallejo, VenturaGarcía Calderón y Vargas Llosa, en Perú; aAndrés Bello, Rómulo Gallegos, Rufino BlancoFombona, Teresa de la Parra y Uslar Pietri, enVenezuela; a Alcides Arguedas, en Bolivia; aJuan Montalvo, José Joaquín Olmedo y JorgeIcaza, en Ecuador; a Pablo Neruda, GabrielaMistral y Vicente Huidobro, en Chile; a JoséMármol, Domingo Faustino Sarmiento,Bartolomé Mitre, Leopoldo Lugones y Arturo

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Marasso, en Argentina; a Guimarães Rosa yJorge Amado, en Brasil; a José Enrique Rodó,Zorrilla de San Martín y Horacio Quiroga, enUruguay; a José Martí y a Alejo Carpentier, enCuba; a Enrique Gómez Carrillo y RafaelArévalo Martínez, en Guatemala; a FroilánTurcios, en Honduras, etc.

La lista podría extenderse indefinidamente,pero no es ese nuestro propósito. Bastaríaagregar a ella el testimonio y la palabra detantas gentes, en todos nuestros países, que enalguna etapa de sus vidas se han asomado a suspáginas, bien para el regocijo de quienes solohan buscado distracción en ellas o bien paraquienes han encontrado en las mismas verdade-ros manantiales de sabiduría. De todos modos,contra lo que muchos suelen afirmar, sinningún fundamento serio, el Quijote es una obraamena, divertida, sabia, que nos reconcilia conel mundo y con la vida. Tal vez porque fueescrita sobre la realidad misma de un granpueblo es una obra sentida y vivida por quienla plasmó con admirable autenticidad. En ellano sólo encontramos el espíritu y la sabiduríade su autor, sino el temple y las virtudes deesas gentes sencillas que conoció Cervantes,que retrató en su obra, que siguen viviendopara siempre en sus páginas, los arrieros, loscampesinos, el cura, el barbero, el galeote, elbandido, la criada, el posadero, el sacristán, elpenitente, la chismosa, el siervo, el titiritero, elventero, el guardián, el cabrero, en fin, todo esepueblo que le dio la inspiración, que estuvo asu lado, que le prestó su idioma, sus refranes,su profunda filosofía nacida de la necesidad yla experiencia, que se movió en aldeas y ventas,que recorrió con él, a su lado, los caminos deLa Mancha y los campos de Montiel, y que losiguen acompañando, moviéndose, disputándo-se, peleándose, en las páginas de sus obras,como fieles guardianes de su gloria y comotestigos de su vida de pobreza, de prisiones, deesfuerzos, de persecuciones, de ingratitudes yrechazos.

Porque el alma de su pueblo español estápresente en sus obras, ha podido también llegara nuestros pueblos. En muchos de nuestroscampos alejados, de nuestras llanuras y monta-ñas, de nuestras breñas y oquedades, sushabitantes siguen hablando como hablaban los

personajes del Quijote, un español arcaico ypintoresco, a pesar de los impactos que durantelas últimas décadas ha sufrido a través de losmedios masivos de comunicación, donde lopropio y lo auténtico tienden a serremplazados por usos y expresiones foráneas.Porque es un hecho evidente que durante lasúltimas décadas ha prosperado en nuestro país,y en casi todos los países hispanoamericanos,cierto sentido de inautenticidad y extranjeris-mo, a nombre de una presunta globalización,que equivale, en la práctica, a una especie deuniformidad social, que implica un someti-miento, un servilismo político y económico, esdecir, una entrega de nuestra dignidad depueblos libres y autónomos al imperialismo delas naciones económicamente fuertes, que nosimponen no solamente una especie de servi-dumbre en todos estos campos, sino en nues-tros patrones culturales.

A pesar de todo, nuestras clases populares,especialmente las de origen y asentamientocampesino, siguen conservando con dignidad yorgullo muchas de sus tradiciones, usos ycostumbres, entre ellos el idioma, al que, másbien, enriquecen con palabras y expresionesregionales, que poco a poco se van incorporan-do al uso general y adquiriendo carta delegitimidad en los lexicones y diccionarios.

En Colombia, al igual que en casi todos lospaíses del continente suramericano, desde losprincipios mismos de la colonia española elespíritu cervantino, al proyectarse en nuestrasgentes sencillas de los campos y aldeas, sequedó con ellas, haciendo parte de su idiosin-crasia, tradiciones y leyendas. Bastaría un soloejemplo, muy elocuente por cierto, para confir-mar que ese espíritu ha echado profundasraíces en nuestras leyendas y tradiciones y, porlo consiguiente, en la literatura popular. Enefecto, una de las comedias de Cervantes, latitulada Pedro de Urdemalas, trata de lasaventuras de un pícaro audaz, inteligente,cínico y trotamundos que pasa la vida urdiendotoda clase de pilatunas, engañando incautos yseduciendo mujeres.48 Esta comedia, que tuvotanto éxito en su época y que ha sido conside-

48 Cervantes, Pedro de Urdemalas,en Obras completas, Madrid,Editorial Aguilar, l962, pp. 497 y ss.

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rada por algunos críticos como una de lasmejores de Cervantes, trasplantada a nuestrocontinente, concretamente a las regionesantioqueñas, dio origen, tal como hemosnarrado, a otro simpático y cínico personajeque no es otro que el muy conocido PedroRimales. Al igual que el cervantino primigenio,este tunante, que pertenece a la picarescaamericana, tiene también un profundo arraigopopular en la mencionada región colombiana, atal punto que sus anécdotas, “hazañas” ycuentos, a veces procaces y hasta escatológicos,no podían faltar en ninguna tertulia campesina,especialmente entre arrieros y otras gentesmenudas, donde eran celebrados, aumentados ycorregidos. El ingenio y el humor propios deestas gentes de origen antioqueño tuvo laoportunidad de manifestarse en todo suesplendor en esos cuentos que hacían lasdelicias en las reuniones familiares (y las siguenhaciendo), en los convites de trabajo, en lasfondas y en los ventorrillos de ocasión.

Pero no solamente en este tipo de literaturapopular, que generalmente se improvisa en talesreuniones, frecuentemente estimuladas por ellicor y por la presencia de mujeres maliciosas,se manifiesta la influencia de Cervantes y susinmortales personajes. Casi todos los escritorescostumbristas de la misma zona, como TomásCarrasquilla, Samuel Velásquez, Francisco dePaula Rendón, Efe Gómez y muchos otros,manejan un idioma de clásico sabor castellano,con abundancia de arcaísmos y formas deexpresión típicamente cervantinas, lo cual lesda gracia y donosura a sus escritos. Es elmismo lenguaje que se sigue hablando en loscampos, en las veredas, en las fondas, en lasaldeas de esas regiones, y es verdaderamentemaravilloso encontrar, tanto en los libros comoen el lenguaje de la vida cotidiana de estospueblos muchos de los refranes que Cervantespone en labios de su inefable Sancho Panza.Pero esos refranes, de muy larga tradiciónespañola, también los encontramos en otraszonas colombianas, urbanas y rurales, comomuy bien lo demuestran importantesfolcloristas, como Octavio Quiñones Pardo ensu Refranero de Boyacá; Pedro José RamírezSendoya en su Refranero del Tolima; Benigno A.Gutiérrez en Ají pique y Gente maicera; y Jaime

Sierra García en su Diccionario folclórico antioqueño.Lo mismo sucede con las coplas populares decasi todas las regiones colombianas, con firmesentronques en el romancero español de todaslas épocas, como podemos apreciarlo en obrascomo el Cancionero antioqueño, de Antonio JoséRestrepo; Cantares de Boyacá, de OctavioQuiñones Pardo; El mester de arriería, de ArturoEscobar Uribe; Poesía popular del Norte de Santander,de los hermanos Miguel y Rodulfo Eloy; en lostrabajos folclóricos sobre Boyacá, de JavierOcampo López y Mercedes Medina dePacheco y, sobre todo, en el bien documentadoy erudito libro de Andrés Pardo Tovar tituladoLa poesía popular colombiana y sus orígenes españoles.En estos trabajos encontramos no sólo remi-niscencias de la picaresca española, sino el almapopular, expresada con gracia y autenticidad.

14. DOS OBRAS AMERICANASEMPARENTADAS CON EL QUIJOTE

Con motivo de la celebración del cuartocentenario de la publicación de la primeraparte del Quijote se editó en Bogotá, con eltítulo de El Quijote a lo paisa, una versión libredel mismo, escrito como lo hubiera contado asus amigos un campesino “antioqueño” des-pués de haber leído la gran obra de Cervantes.Esta curiosa obra, que tiene un contenidovernáculo que apela al lenguaje típico de los“antioqueños” y hace gala de su característicosentido del humor, fue escrito por RobertoCadavid Misas (conocido con el seudónimo deArgos), importante y erudito periodista yescritor colombiano, profesor de literatura,humorista bien conocido en su época, oriundodel departamento de Antioquia, nacido enAndes en 1914 y fallecido en Medellín en1989. 49 Cadavid murió sin terminar deescribir su obra, pero su amigo Jorge FrancoVélez, también periodista muy conocedor de laproducción de Cervantes, la continuó hastafinalizarla, y en el mismo estilo “paisa”.50 Loseditores de esta interesantísima y excepcionalobra, única en toda la bibliografía sobre el

49 El término “antioqueño” tiene que ver con todo lo quese relaciona con el departamento de Antioquia, una de lasregiones integrantes de la república de Colombia. Eltérmino “paisa” se aplica a personas, lenguaje, comidas ycostumbres propios de esa región.

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verdadero Quijote, escribieron en la contraporta-da de la primera edición que ella “no es sólouna recreación de la máxima obra literariade nuestra lengua” y que “es otra forma deleerla en el habla popular de Antioquia”.Agregan que en ella sus lectores “encontraránun profundo conocimiento de las expresiones,términos despectivos y eufemísticos, modismos,exageraciones y refranes antioqueños, que conel tiempo se han extendido a otras regiones deColombia”.

En la literatura hispanoamericana hay unaobra fundamental que también nos recuerda lapicaresca española y en alguna manera alcélebre Pedro de Urdemalas de Cervantes. Setrata del famoso Martín Fierro, del escritorargentino José Hernández. De todos los juicioscríticos que sobre dicha obra hemos leído,queremos traer a colación lo que sobre él dijodon Miguel de Unamuno:

Martín Fierro es, de todos los hispanoamericanosque conozco, lo más hondamente español...Cuando el payador pampero, a la sombra delombú, en la infinita calma del desierto, o enla noche serena a la luz de las estrellas, entona,acompañado de la guitarra española, lasmonótonas décimas de Martín Fierro, y oiganlos gauchos conmovidos la poesía de sus pampas,sentirán sin saberlo, ni poder de ello darsecuenta, que les brotan del lecho inconscientedel espíritu ecos no extinguibles de la madreEspaña, ecos que con la sangre y el alma leslegaron sus padres. Martín Fierro es el cantodel luchador español que, después de haberplantado la cruz en Granada, se fue a Américaa servir de avanzada a la civilización y a abrir elcamino del desierto. Por eso su canto estáimpregnado de españolismo; es española sulengua, españoles sus modismos, españoles susmáximas y sus sabidurías, española su alma.51

Tiene razón don Miguel. Pero el que saliófue don Miguel de Cervantes Saavedra y plantósu pluma en América. Salió en el espíritu dedon Alonso Quijano, en las páginas del Quijote,y aquí se ha quedado para siempre, iluminandonuestro espíritu, nuestro idealismo y nuestrapropia locura.

15. TRES HOMENAJESBIBLIOGRÁFICOS

No podemos pasar por alto que la nómina delos estudiosos del idioma y los comentaristasde la obra cervantina ha sido bastante numero-sa en todos los países hispanoamericanos, locual nos demuestra cómo el Quijote, en particu-lar, se ha difundido en forma muy amplia enestas naciones. El estudio del idioma español,en su gramática, es decir, en su estructura, fueincorporado en todos los planes de estudio,tanto en la educación primaria como en lasecundaria. El estudio y conocimiento de laliteratura española en los colegios de segundaenseñanza, en los seminarios y en las universi-dades también tuvo este carácter. Saber correc-tamente el idioma, saberlo redactar, conocer suestructura, su fonética y, sobre todo, hablarlo yescribirlo con propiedad, fue y sigue siendouno de los puntos esenciales de nuestra culturacolombiana e hispanoamericana. Por el contra-rio, no hablarlo correctamente o escribirlo enforma desaliñada constituye casi un baldón y,de todos modos, no deja de ser objeto decensura y de crítica sociales. En muchas denuestras publicaciones periódicas es frecuenteencontrar secciones especiales, dedicadas aabsolver dudas relacionadas con el uso delidioma o con la ortografía.

En nuestro país son frecuentes los concursosorganizados por los grandes periódicos en esemismo sentido. En el fondo, todo esto consti-tuye un hermoso homenaje a Cervantes, elpríncipe de nuestro idioma, y a su famosoQuijote, en donde se encarna el espíritu de este.Se considera, aún por personas que ni siquieralo han leído, que en esta obra está toda lasabiduría del idioma, que en ella vive lo másentrañable del mismo, y se le cita como el“gran evangelio” de nuestra lengua, como lamáxima autoridad en estos asuntos del buendecir, como la urna sagrada donde estándepositadas las claves de nuestra cultura. Talvez por esto mismo se ha dicho que el idioma

50 Roberto Cadavid Misas; Jorge Franco Vélez, El Quijotea lo paisa, Bogotá, Intermedio Editores, 2005.51 Miguel de Unamuno, “Martín Fierro”, en ValentinoGonzález Porto-Bompiani (edit.), Diccionario literario, t. VI,p. 873.

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es nuestra patria y que en él reposa lo másnoble y permanente de la cultura de unanación. Sabemos que el idioma es el patrimo-nio más importante del pueblo que lo habla,que es el reflejo mismo de su idiosincrasia, esealgo maravilloso que nos identifica y que nosune, esa herencia compartida por todos y lacual vamos acrecentando con su uso, para quepase de una generación a otra, cada vez másenriquecido con los aportes no sólo defilólogos y gramáticos, sino del pueblo rasoque, a la hora de la verdad, es el que lo vaconstruyendo con su espíritu, con sus costum-bres, con sus luchas y con su propia vidacotidiana. El interés por estudiar a fondonuestro idioma y, a través de él, a los clásicosespañoles e hispanoamericanos y, principal-mente el Quijote, no ha declinado y, por elcontrario, constituye una tradición sostenidahasta la época que estamos viviendo.

Ahora que se están conmemorando loscuatrocientos años de haber salido a la luzpública la primera edición del Quijote, la RealAcademia Española, conjuntamente con laAsociación de Academias de la Lengua Espa-ñola, han puesto en manos de todos los lecto-res de habla hispana una hermosa y económicaedición de la obra, la cual ha sidoclamorosamente acogida no sólo en España,sino en todos los países hispanoamericanos,especialmente en Colombia, donde los regis-tros bibliográficos la señalan como la másvendida y solicitada en los últimos años. Estaedición conmemorativa está acompañada de unprólogo del escritor peruano Mario VargasLlosa y de un ensayo preliminar del académicoespañol Francisco Ayala.

El homenaje de nuestros lectores a la inmor-tal obra de Cervantes data de años atrás.

En el campo bibliográfico hay tres aconteci-mientos que bien vale la pena destacar. Elprimero de ellos fue la publicación del libroCervantes en Antioquia, por una universidad deesta importante región colombiana, en 1947.Se trata de una antología de los principalesensayos sobre el Quijote y sobre su autor, en lacual se recogen interesantes y bien documenta-dos estudios hechos por escritores antioqueños,en diferentes épocas y circunstancias. Allíaparecen páginas dignas de ser tenidas en

cuenta, como las de Manuel Uribe Ángel, FélixBetancur, Luis Eduardo Villegas, Marco FidelSuárez, Laureano García Ortiz, Antonio JoséRestrepo, Félix Restrepo S. J., José IgnacioEscobar, Baldomero Sanín Cano, GonzaloRestrepo Jaramillo, Abel García Valencia, elPbro. Roberto Jaramillo, Francisco JaramilloMedina, Carlos E. Restrepo, Juan C. Ramírez,Juan de Dios Bravo, Cenón Muñoz y RafaelRestrepo Vélez.

El segundo gran homenaje bibliográficofue el que le hizo la Biblioteca Nacional deColombia en junio de 1998, al dedicarle elnúmero 33 de su revista Senderos (segundaépoca), bajo la dirección de Carlos José Reyes,en una hermosa edición, a todo lujo, con eltítulo El Quijote en Colombia, ayer y siempre. Reúnealgunas de las más importantes páginas escritasen nuestro país sobre el particular, entre ellaslas de Miguel Antonio Caro, José María VargasVila, José María Yepes Herrera, EduardoCastillo, Eduardo Caballero Calderón, GermánArciniegas, Alberto Lleras Camargo, BernardoArias Trujillo, Lucio Pabón Núñez, PedroGómez Valderrama, Ramón de Zubiría,Eduardo Carranza, María Antonia Garcés yVicente Pérez Silva. La edición contienetambién una muy completa bibliografía de casitodo lo que en Colombia se ha escrito sobre elQuijote, una sección de poemas al mismo, entrelos cuales encontramos los de GuillermoValencia, Rafael Pombo, Ricardo López,Ricardo Arango Franco, Álvaro Ordúz León,Guillermo Botero Restrepo y GiovanniQuessep. Además, algo que consideramos demucho interés, en el campo del arte, algunos delos dibujos e ilustraciones que se han hecho dedon Quijote y Sancho Panza en diversasépocas, por grandes dibujantes y pintorescolombianos.

El tercer gran homenaje fue el que le hizorecientemente la Universidad de Salamanca ysu Centro Cultural en Bogotá, al dedicarle elnúmero 3 de su revista Stvdia Colombiana,correspondiente a diciembre del 2004, enuna bella y fina edición, en la cual encontramosartículos de gran valor intelectual, como supágina editorial, escrita por María IsabelMontesinos de La Puente, y ensayos eruditosy muy bien escritos, como los de Fernando

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Toledo, Vicente Pérez Silva, Carlos José Reyes,Carmenza Klein, Tina Alarcón, María CristinaSánchez y Luis Arroyo Zapatero. Llamapoderosamente la atención, además de lacalidad de los escritos, las ilustraciones sobreCervantes y el Quijote, de diferentes épocas,algunas en blanco y negro y otras en forma debellas policromías de corte moderno.

Estas tres publicaciones, llamadas a perdurar,constituyen valiosos elementos de consultasobre Cervantes y el Quijote, lo mismo que de laépoca en que fue escrito, y son fiel testimoniode la admiración que los escritores e intelectua-les colombianos han tenido hacia don Miguelde Cervantes Saavedra y su hijo muy dilectodon Quijote de la Mancha.

16. EL QUIJOTE Y LOS ESCRITORESHISPANOAMERICANOS

Son muchos los ensayos, artículos y librosque se han publicado en Hispanoaméricasobre el Quijote, pero de todos ellos queremosdestacar, por su erudición y buen sentidocrítico, el de Juan Montalvo, excelente escritorecuatoriano (1832-1889), un verdaderoclásico del idioma, titulado Los capítulos que sele olvidaron a Cervantes. En esta obra, de auténti-co estilo cervantista, Montalvo toma de nuevola figura de don Quijote para trazarle con supluma una “cuarta salida”, en la cual tantoMontalvo como el andante Caballero de laTriste Figura salen muy bien librados. Ade-más de este ingenioso truco o recurso paraprolongar la vida del manchego, Montalvoincluye en su obra, a manera de prólogo, unadmirable estudio sobre Cervantes y el Quijote.La obra puede considerarse, pues, como unensayo de crítica literaria y como una excelen-te novela, escrita con donoso castellano delllamado Siglo de Oro.

El mexicano José Joaquín Fernández deLizardi (1776-1827), además de ser el autorde la primera novela picaresca escrita enHispanoamérica, conocida con el título dePeriquillo sarniento, es autor de otras dos obrasde ficción tituladas Don Catrín de la Fachenda yLa Quijotica y su prima, en las cuales es notablela influencia cervantina, que Fernández deLizardi no trató de ocultar, pues, por el

contrario, siempre se consideró como unobsecuente admirador de Cervantes y su obra.

El pensador uruguayo José Enrique Rodó, ensu famoso libro Ariel, incluye su pequeño, perointeresante ensayo titulado “El centenario deCervantes desde América”, en el cual hace unrápido balance de lo que significó la conquistade nuestro continente en la historia y la culturaespañola. Rodó afirma en dicho trabajo que laúnica figura que puede representar dignamenteel descubrimiento de América y sus repercusio-nes en el mundo de la cultura es Cervantes.Sólo a él se le puede hacer la gran estatua demármol que lo eternice en la historia comosímbolo de una época y de un continente. Subello artículo prácticamente está sintetizado enestas frases, provenientes de su autorizadapluma:

La filosofía del Quijote es, pues, la filosofía de laconquista de América. La radical transformaciónde sentimientos, de ideas, de costumbres, para laque el hallazgo del hemisferio ignorado fue causaconcurrente, es la que adquiere forma poéticaimperecedera en esa epopeya de la burla, dondeel jovial espíritu del Renacimiento dirige sobrelos últimos vestigios de un ideal moribundo lasmortales saetas de la ironía. América nació para que muriese don Quijote;o, mejor, para hacerle renacer entero de razón yde fuerzas, incorporando a su valor magnánimoy a su imaginación heroica el objetivo real, laaptitud de acción conjunta y solidaria y eldominio de los medios proporcionados a susfines.52

Más recientemente, a mediados del siglo queacaba de terminar, el escritor argentino ArturoMarasso publicó un admirable libro de críticaliteraria titulado La invención del Quijote, en elcual, con un verdadero dominio del tema y unagran erudición, establece un parangón entre elQuijote de Cervantes y la Eneida de Virgilio.Aunque nos parezca extraño este parentescoliterario, el libro de Marasso es un profundoanálisis de la gran novela de Cervantes, un buenejemplo de lo que debe ser la crítica literaria, y,en especial, el conocimiento de la literatura de

52 José Enrique Rodó, Ariel, Montevideo, La Bolsa de losLibros, 1943, p. 117.

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los clásicos griegos y latinos, al igual que de losclásicos españoles del Siglo de Oro. Considera-mos que el de Marasso es un libro para elanálisis del Quijote.

Conviene anotar también que el sentido deactualidad del Quijote y de su permanencia en eltiempo, sin que el paso del mismo haya logra-do disminuir el interés de sus lectores en tandiversas épocas de su existencia, lo captómagistralmente el novelista peruano MarioVargas Llosa en el prólogo que escribió para laedición conmemorativa de los cuatrocientosaños de haberse publicado su primera edición,cuando en uno de sus apartes expresó losiguiente:

La modernidad del Quijote está en su espíriturebelde, justiciero, que lleva al personaje a asumircomo su responsabilidad personal cambiar elmundo para mejor, aun cuando, tratando deponerla en práctica, se equivoque, se estrellecontra obstáculos insalvables y sea golpeado,vejado y convertido en objeto de irrisión. Perotambién es una novela de actualidad porqueCervantes, para contar la gesta quijotesca,revolucionó las formas narrativas de su tiempo ysentó las bases sobre las que nacería la novelamoderna. Aunque no lo sepan, los novelistascontemporáneos que juegan con la forma,distorsionan el tiempo, barajan y enredan lospuntos de vista y experimentan con el lenguaje,son todos deudores de Cervantes.53

El notable escritor argentino Jorge LuisBorges, un intelectual que pensaba en inglés yescribía en español con algo de lunfardo,concibió algunas notas y un poema sobre elQuijote, de acuerdo con sus conocidos esquemasde los sueños contenidos o reflejados en otrossueños, al igual que en el juego de las muñecasrusas, que se guardan unas en otras, en unasucesión indefinida.

En su ensayo titulado “Magias parciales delQuijote”, Borges nos dice, refiriéndose a lospersonajes de la obra, que “el barbero, sueñode Cervantes, o forma de un sueño deCervantes, juzga a Cervantes...”. Ese juego deextrañas ambigüedades culmina en la segundaparte; los protagonistas han leído la primera,los protagonistas del Quijote son, asimismo,lectores del Quijote. Aquí es inevitable recordarel caso de Shakespeare, que incluye en un

escenario de Hamlet otro escenario, donde serepresenta una tragedia, que es más o menos lade Hamlet: la correspondencia imperfecta de laobra principal y la secundaria aminora laeficacia de esa conclusión. Un artificio análogoal de Cervantes, y aún más asombroso, figuraen el Ramayana, poema de Valmiki que narra lasproezas de Rama con los demonios”. Borges,en el mismo ensayo, agrega:

¿Por qué nos inquieta que don Quijote sea lectordel Quijote, y Hamlet espectador de Hamlet? Creohaber dado con la causa: tales inversionessugieren que si los caracteres de una ficciónpueden ser lectores o espectadores, nosotros, suslectores y espectadores, podemos ser ficticios. En1833, Carlyle observó que la historia universal esun infinito libro sagrado que todos los hombresescriben y leen y tratan de entender, y en el quetambién los escriben.54

Siguiendo esta misma línea de interpretacióny de análisis de la estructura misma de la obra,Borges en su ensayo “Parábola de Cervantes yde don Quijote” complementa lo dicho conestas frases:

Vencido por la realidad de España, don Quijotemurió en su aldea natal hacia 1614. Pero pocotiempo lo sobrevivió Miguel de Cervantes. Paralos dos, para el soñador y el soñado, toda esatrama fue la oposición de dos mundos: el mundoirreal de los libros de caballerías, el mundocotidiano y común del siglo XVII. No sospecha-ron que La Mancha y Montiel y la magra figuradel caballero serían, para el porvenir, no menospoéticas que las etapas de Simbad o que lasvastas geografías de Ariosto. Porque en elprincipio de la literatura está el mito, y asimismoel fin.55

En conclusión, puede afirmarse que lavigencia de la obra, en lugar de decaer con elpaso de los siglos, se ha venido acrecentada, nosólo entre los pueblos de habla hispana, sino entodos los países del mundo civilizado. Traduci-do a todos los idiomas, ha sido objeto de losmás altos elogios por parte de escritores de

53 Mario Vargas Llosa, “Un novela para el siglo XXI”,prólogo a Don Quijote de la Mancha, edición conmemorativadel IV Centenario, patrocinada por la Real AcademiaEspañola y la Asociación de Academias de la LenguaEspañola, Editorial Alfaguara, 2004.54 Jorge Luis Borges, Obras completas, Buenos Aires, EmecéEditores, 1974, pp. 667 y ss.55 Ibid., p. 799.

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fama universal, empezando por Shakespeare,Tolstoi, Dostoievski, Victor Hugo, Goethe,Unamuno, Thomas Mann y cientos más, hastalos actuales escritores de amplia trayectoria yreconocimiento. Con todas las ediciones quehasta ahora se han hecho en los cuatro siglosde su existencia y todas las traducciones yadaptaciones en la totalidad de los países delmundo civilizado se podrían llenar bibliotecasenteras, de estanterías casi infinitas, que po-drían darle la vuelta al globo terráqueo envarias direcciones. Y por lo consiguiente, suinfluencia y sus proyecciones, no sólo enliteratura, sino en todas las artes, pintura,escultura, grabado, teatro, ópera, ballet y hastacoplas y música popular ha sido de una magni-tud incalculable.

Para terminar, sólo nos queda por decir que,si bien es cierto que Cervantes no pudo venir aAmérica porque la burocracia de su país lenegó esa oportunidad solicitada, su hijo donQuijote si pudo hacerlo. Viajó en las carabelasque salían de Sevilla, rumbo al Nuevo Mundo,cruzó el Atlántico y llegó a tierra firme, aCartagena de Indias, con su primer vestido denoble navegante, que no fue otro que los cienejemplares del libro editado en 1605. Vino aestas tierras y resolvió quedarse para siempre.Aquí está, en nuestros colegios, en nuestrasuniversidades, en nuestras bibliotecas y, sobretodo, en nuestras conciencias y en nuestroespíritu. Aquí continúa vigilante, repitiéndonossiempre sus sabias enseñanzas, que son lasmismas que dio a su escudero para que gober-nara su ínsula anhelada. Las que también estánen sus discursos y, muy particularmente, enaquellos que se refieren a la libertad y a lajusticia. Dios quiera que los gobernantes deestos pueblos, hijos también de España, sigan lasenseñanzas y consejos del inmortal caballero.

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INTRODUCCIÓN

I. DESCARGOComponer el Quijote a principios del siglo XVIIera una empresa razonable, necesaria, acaso fatal;a principios del XX, es casi imposible. No envano han transcurrido trescientos años, cargadosde complejísimos hechos. Entre ellos, paramencionar sólo uno: el mismo Quijote.Jorge Luis Borges, Pierre Menard, autor del Quijote.

La casi imposibilidad que amenaza a PierreMenard para escribir el Quijote es idéntica a ladel crítico actual, cuando se enfrenta a la tarea

POR MARÍA DE LOS ÁNGELES GONZÁLEZ BRIZ de comentar el célebre libro de Cervantes. Elpropio Borges es una dificultad que intimida. Ysi se intentara medir la repercusión creativa delQuijote en América se debería empezar por unapregunta desalentadora: ¿qué novela escrita enAmérica está realmente libre de influenciacervantina? Es cierto que la pregunta podríahacerse con similar propiedad frente a todoslos novelistas del mundo occidental, por lo quesólo cabe una respuesta global: sino todos,muchos han reconocido su admiración y deudacon Cervantes, desde Flaubert a Dostoievski,de este a Faulkner pasando por Kafka y porVirginia Woolf. Hace mucho se reconoce alQuijote como la primera novela de la moderni-dad y, como se ha probado más de una vez,varios de los procedimientos narrativos máscaracterísticos del siglo XX están prefiguradosen ella. En Hispanoamérica, bastan los nom-bres de Borges, Mario Vargas Llosa y CarlosFuentes para establecer que es un libro cuyalectura e incidencia consolida una poéticairrecusable.1 Alejo Carpentier llamó a su autorel “padre de todas las novelas”,2 y todoscuantos recibieron el Premio Cervantes loconfirmaron una y otra vez.

No puede decirse, sin embargo, que estosescritores hayan forjado una manera de leer elQuijote propia de estas latitudes. Han abiertocaminos en base a sus preocupaciones estéticas,y los aportes novedosos están en relación conla brillantez y el talento de cada uno. Engrandes líneas, el amor profesado al Quijote vaen ellos mucho más allá del acatamiento a un

1 Alcanza con mencionar el ensayo de Vargas Llosa queabre la edición de Don Quijote de La Mancha, recientementepublicado por la Real Academia Española y la Asociaciónde Academias de la Lengua (Cervantes, 2004) y el célebrede Carlos Fuentes, Cervantes, o la práctica de la lectura, México,Joaquín Mortiz, 1983. Respecto a Borges, me exime derepasar cada uno de los textos dedicados a Cervantes, lareferencia a un trabajo que atiende el tema: João AlexandreBarbosa, “Borges, lector del Quijote”, en Borges no Brasil, SãoPaulo, Unesp / Imprensa Oficial do Estado, 2001(Organizador: Jorge Schwartz).2 Alejo Carpentier, “Cervantès, père de tous les romans”,Le Monde, Paris, 26 janvier, juin, 1978: 20. Hay muchasotras referencias a Cervantes en la obra de Carpentier.Basten algunas: Cervantes en el alba de hoy, París, ImprimerieCary, 1978; “No tuvo España mejor embajador, a lo largode los siglos que don Quijote de La Mancha”, en Visióncubana de Cervantes, La Habana, Letras Cubanas, 1980; “DonQuijote sale otra vez al camino para satisfacer deudas nosaldadas”, en México en la cultura, 12 de junio, 1960; “Ellibro sin fronteras”, en El Nacional, Caracas, 1º de septiem-bre de 1956.

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modelo de lengua —“la lengua deCervantes”—, concepto que quedó bastanteatado al discurso escolar y a cierta línea dehispanismo conservador impermeable a ladinámica social, cultural y lingüística deHispanoamérica. Los escritores que protagoni-zaron la narrativa en el continente en la segun-da mitad del siglo XX, tendieron más bien avalorar en la novela la ambigüedad en eltratamiento de verdad y fantasía, la heteroge-neidad de materiales con que trabaja, los juegosautorales, la vacilación como artificio literarioque abre la puerta al desasosiego existencial yla preeminencia de la ficción sobre la realidad,hasta llegar a tomarlo como invitación alsolipsismo. A medida que avanzaba el sigloXX, la agudización de la conciencia de laliteratura como construcción verbal, de laindependencia de las palabras frente a las cosas,hicieron perder prestigio a la ilusión de repre-sentar la vida misma, que tentó a los autoresdel XIX. Entonces el Quijote abrió nuevaspuertas a su propia interpretación y se convir-tió en un precursor obligado. La crítica literariacorrió, por su parte, un camino paralelo, sobretodo a partir del estudio de Américo Castro en1925, que Avalle-Arce consideró pionero de lacrítica cervantina moderna (Rico, 1980: 591).

No es propósito de este trabajo sopesar laincidencia de Cervantes en los escritores de lasúltimas décadas y menos aún relevar los críti-cos americanos que se dedicaron al Quijote, ariesgo de andar sobre lo ya dicho o, peor, decaer en el mero inventario. Imposible seríabrindar un panorama exhaustivo de todas lasapropiaciones, homenajes y reescrituras que sepublicaron en el continente, lo que exigiría unarigurosa selección que discrimine calidades enel torrente de escritos. Por el contrario, seintentará analizar la recepción de la obra en elcontinente mestizo tomando como hitos sóloalgunas encrucijadas históricas en las que elQuijote se transforma en símbolo funcional a laconstrucción de la idea de una identidadamericana.3 Mucho se ha revisado el impactode la conquista, la trabajosa creación de unacultura en la nueva realidad híbrida surgida dela colonización, la ruptura traumática de lasrevoluciones independentistas y las consecuen-cias que estos hechos tuvieron en la gestación

de imaginarios nacionales / continentalespropios. Como la identidad es un conceptodinámico, cada generación revisa y vuelve atrabar su relación con el pasado. Hasta por lomenos el medio siglo pasado, la definición delas identidades nacionales de Hispanoaméricaestuvo muy ligada a las variantes de cercanía yde distancia con España. Hemos elegido, grossomodo, el año 1947 como límite a nuestrotrabajo, para de hacerlo coincidir con elcentenario de la muerte de Cervantes, cuando,además, las secuelas de la Segunda GuerraMundial incidieron en el futuro delfranquismo en España, lo que repercutió en lasexpectativas de los exiliados en América e,indirectamente, en las formas de acercarse a losmitos españoles.

Entonces, como desde mucho antes, lasvariantes políticas de uno y otro lado delAtlántico tenían sus efectos sobre las relacionesculturales. Repasando la historia hispanoameri-cana parecería que, de tanto en tanto, esnecesario recurrir a una matriz —la manidanoción de madre patria, aunque sea para rompercon ella— de modo que nos devuelva laimagen de quiénes somos o qué nos define. Enese complejísimo proceso reaparece en distintasépocas, textos y países, el nombre de Cervantescomo modelo de lengua que hay que reveren-ciar o discutir, y la figura de Don Quijote comomito que explica una trágica suerte, aunquellamada a más altos destinos. América pugnan-do por encontrar un lugar en la cultura occi-dental y como tal participando de la herencialiteraria española. América condenada a laderrota por exceso de ideal. América comopromesa del porvenir, que resarcirá a Españadel pecado que le imputó Nietzsche de haberquerido demasiado.

II. LAS ETAPAS

3 El propio recorte temático que aquí se propone dejafuera del trabajo lo relativo al Quijote en Brasil, aunqueexisten investigaciones al respecto. Baste mencionar dosimportantes artículos que dan cuenta de la importanterecepción creativa del Quijote en ese país: María Augusta DaCosta Vieira, “Don Quijote y la novela brasileña: estudioacerca de las proyecciones temáticas y estéticas en Fogo mortoy Memórias póstumas de Brás Cubas”, en Actas del XII Congreso dela Asociación Internacional de Hispanistas, Birmingham, 1995:307-317; “Don Quijote y Grande Sertão: Veredas”, en CuadernosHispanoamericanos, Nº 499, Madrid, enero de 1992.

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En los orígenes, los intelectuales americanosque acudieron al Quijote lo hicieron paraabrevar de una fuente común de la que sesentían dignatarios. Por eso, es frecuente que elestudio de la literatura hispánica en el área seencuentre al margen de los primeros intentospor reivindicar una cultura y un lenguajepropios y venga de la mano con cierta tenta-ción conservadora, en lo lingüístico y en loideológico. Y a veces, en el siglo XIX, enfrenta-do a la estrategia del escritor hispanoamericanode acercarse a Francia, o afrancesarse, como uncamino lateral de independizarse del yugoespañol, tan pesado sobre las conciencias comosobre las plumas.

Es a partir de la posibilidad de reconocer laexistencia de otra España, en este caso liberal,que las relaciones de los intelectuales vuelven aanudarse. A fines del siglo XIX se produce unverdadero retorno a España, propiciado por lasmentes más ilustres e ilustradas del continenteamericano. Entonces irrumpe con fuerza —enel entorno del centenario de 1905— el mito delQuijote con un sentido propio en las letras delsur de América. Se propone aquí este términoen el sentido que le da Roland Barthes encuanto “un uso social que se agrega” al sentidopreexistente de un objeto, una imagen o undiscurso (Barthes, 1981: 200). Esta acepciónestá sujeta a una circunstancia histórica, emergeal servicio de una interpretación para luegodesaparecer.

Recientemente, María de los Ángeles Varelaha propuesto la figura del Quijote comomitologema nacional español, a través de textospeninsulares del siglo XIX (Varela, 2004). Sulectura hace hincapié en la atemporalidad yuniversalidad del personaje, que funciona enciertos textos como un recurso de naturalezaideológica y política. Como se sabe, cuando laconciencia de la decadencia de España disparaciertas interrogantes en Galdós, Unamuno oAzorín estos vuelven sus ojos al personaje deCervantes buscando una respuesta. Varelaexplica el empleo del término mitologema por susposibilidades de reformulación y apertura, queharían del Quijote “una narración adaptable alas circunstancias”, en el mismo sentido en queel concepto había sido definido antes como“un material mítico pasible de ser continua-

mente reactualizado, remodelado y plasmadocomo un río de imágenes sin fin” (Kerenyi,1983:15-17).

De todas formas, la noción barthesiana demito sería aceptable en aquellos discursos y enaquel segmento de tiempo en que la figura sefosiliza al servicio de una práctica ideológica,opacando la polivalencia de signo. Es discutiblesi el uso del mito quijotesco por parte de lacrítica hispanoamericana novecentista fungecomo respuesta para enfrentar una clavehistórica, o si el signo mantiene su apertura designificados pese a ser revisitado con frecuenciaen esos discursos. Con alzas y bajas, el mito delQuijote construido hacia el novecientos,readaptada su funcionalidad española al uso delos americanos, siguió corriendo con el siglo.Simultáneamente, crecen los intentos deprofesionalización crítica, los estudios acadé-micos y aun los esfuerzos eruditos en estaparte del mundo. De todos modos, la posibili-dad del Quijote como mito llega, vigorizado, alas circunstancias de la Guerra Civil Española.Con la oleada de altruismo revolucionario queésta despertó y con el enorme contingente deespañoles exiliados que llegó luego a América,reaparece el Quijote con toda la fuerza delsímbolo, también derrotado, también noble ensu esfuerzo, también empecinado en el ideal.

1. EL QUIJOTE EN LA ETAPAFUNDACIONAL DE LA LITERATURAHISPANOAMERICANA

Aunque los aportes eruditos y las referenciasliterarias menudean a partir del siglo XIX, nopuede desconocerse la trascendencia que ellibro tuvo en el subcontinente, casi desde suaparición. En muchos estudios se ha relevadoabundantemente la gran cantidad de ejemplaresque ingresaron al Nuevo Mundo desde el sigloXVII (Icaza, 1918; Torres Revello, 1940;Rodríguez Marín, 1911; Leonard, 1953). Unartículo panorámico sobre el tema, de JoséMontero Reguera, propone que ese elevadonúmero habría contribuido en forma decisiva alrápido agotamiento de las seis primeras edicio-nes de la novela y que “el envío de ejemplares atierras americanas comenzó el mismo año de lapublicación de la primera parte del Quijote”(Montero, 1992:135). Eso, a pesar de que

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estuviera prohibido por las autoridades remitirhacia América obras de imaginación(Rodríguez Marín, 1911: 21). El año 2005representaría, de esta forma, otra conmemora-ción tal vez más sorprendente: los cuatrocien-tos años de la aventura del Quijote en América.

En sus Nuevas tradiciones peruanas, RicardoPalma cuenta una linda historia de cómohabría llegado el primer Quijote a esta zona delmundo en noviembre de 1605, enviado desdeMéxico a las manos del virrey de Perú, Gasparde Zúñiga Acevedo y Fonseca. Las fuentesorales de las que el escritor romántico dicerecoger estos datos no ofrecen garantías de suveracidad, pero, en cambio, parece másconfiable su testimonio de un ejemplar dedica-do por el propio Cervantes a un amigo dejuventud, Juan de Avendaño, quien residía enLima y ya en 1606 “daba noticias personalessobre el autor”. El valioso volumen habríaquedado en poder de la marquesa de CasaCalderón, literata limeña, y luego del doctorAgustín García. El propio Palma confiesa en surelato haber hecho en él su primera lectura delQuijote, hacia 1850 (Palma, 1977: 398-400).

En los virreinatos más antiguos se ha rastrea-do la carnavalización de los personajes de donQuijote y Sancho, como ocurrió en fiestas dedisfraces de Perú ya en 1607 (Icaza, 1918:115), pero habrá que esperar a 1746 paraobtener una mención directa de algún librocervantino en el inventario de una bibliotecachilena (Montero, 1992: 137). Por otra parte,parece natural que en ciudades como México yLima, fundadas a mediados del siglo XVI yrápidamente colonizadas por los españoles, sehayan encontrado testimonios anteriores de larecepción cervantina. En su meticulosa revisiónde fuentes e investigaciones americanas yespañolas, el mencionado Montero Regueraatribuye a factores como la lejanía y la funda-ción tardía del Virreinato del Río de la Plata elretardo del conocimiento de Cervantes. ParaGuillermo Díaz Plaja:

La cultura literaria en los terrenos situados en elextremo meridional del Virreinato del Perú seproduce, como es sabido, con un lógico retrasoen relación con el núcleo intelectual de Lima.Nadie ignora que Córdoba es el primer foco

intelectual de lo que un día habrá de ser laRepública Argentina, y, asimismo, es bienconocida la posición que en este grupo culturalmantiene la Compañía de Jesús hasta el momen-to de su expulsión, [que dio] a su labor culturalun fuerte matiz teocrático. No es fácil, en esteambiente, encontrar a Cervantes en las bibliote-cas de los centros culturales de la época (cit. enMontero, 1992: 138, n. 33).

Sin embargo, varios inventarios de las biblio-tecas particulares más antiguas de Montevideo—fundada en 1724— revelan la existencia deejemplares del Quijote. Se trata de bibliotecasformadas entre 1780 y 1810, pertenecientes aCipriano de Melo —constituida por setenta ydos ejemplares— y a Francisco Ortega yMonroy —quien poesía doscientos setenta yseis volúmenes—, entre los que se encuentra ellibro de Cervantes (Rocca, 2003). En lacolección de este funcionario del imperioespañol se halló también un ejemplar de Lostrabajos de Persiles y Segismunda (Sábat Pebet,1958). Si se observa el detalle de losinventarios publicados de las bibliotecascoloniales rioplatenses puede sacarse aún otrasconclusiones que permiten rebatir las afirma-ciones de Díaz Plaja sobre la ausencia dedivulgación cervantina en la órbita educativajesuítica del sur de América. Por lo pronto, enMontevideo, todas las bibliotecas particularesson muy inferiores a la que poseía la comuni-dad jesuita al momento de su expulsión, en1767. En el arqueo realizado en esa fecha, labiblioteca disponía de 1.930 volúmenes, entrelos cuales se hallan los primeros ejemplaresconocidos en el Río de la Plata de los Autossacramentales de Calderón de la Barca y, denuevo, un ejemplar del Quijote (Ferrés, 1975;Sábat Pebet, 1958). El destino de esos librosconfiscados es bastante incierto. Una ordenemitida por la Junta Provisional deTemporalidades de Buenos Aires, que entendíasobre los bienes jesuíticos, resuelve que seentreguen al cura de Montevideo “para quesirvan al público” (Ferrés, 1975: 197). Laresolución, que hubiera dado lugar a la crea-ción de la primera biblioteca públicamontevideana, no se llevó a cabo, y en 1775 sedispuso que los libros se entregaran a Buenos

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Aires, y quedaran en custodia del cura interinode la Iglesia Matriz, don José Manuel PérezCastellano (Ferrés, 1975: 199), quien será elprimer escritor criollo de Montevideo. Esfácilmente conjeturable que el ejemplar delQuijote de la biblioteca jesuítica fue el que leyócon devoción Pérez Castellano. Algunos añosmás tarde, en un libro redactado por enco-mienda del gobierno patrio, las Observacionessobre agricultura, acude una y otra vez a ejemplosdel “inmortal poema de don Quijote” [sic](Pérez Castellano, 1968: 95). Hay que notarque el sacerdote concluyó el texto en 1813,pero venía trabajando en él desde hacía algúntiempo. El delicioso libro de consejos, basadosen sus prácticos conocimientos botánicos y ensu experiencia como agricultor, integra re-flexiones y comentarios. Baste como ejemplo laentrada correspondiente al cultivo de nabos:

No sé si los nabos entran también en la prohibi-ción caballeresca de los ajos; ni me acuerdotampoco si alguna vez don Quijote le da enrostro a su escudero de ese grosero alimento, o siel mismo Sancho Panza hace confesión ingenuade que los usaba. Esto último me parece máspropio de la discreción de don Quijote, o pormejor decir de la de Cervantes, que engendró aaquel héroe en su cabeza fecunda. Sólo sé que losnabos no son un alimento ni fino, ni delicado(Pérez Castellano, 1968: 62).

Esta primera referencia escrita a una lecturadel Quijote prueba, si no la circulación, por lomenos el contacto de los pocos hombresilustrados de la pequeña ciudad con el célebrelibro en la orilla oriental del Plata, desde finesdel siglo XVII. Del otro lado del estuario, en elactual territorio argentino, se han halladoediciones del Quijote en los respectivos catálo-gos llevados a cabo al momento de la expulsiónde los jesuitas: en el Colegio de Buenos Aires,en el Colegio de Santa Fe y en la Universidadde Córdoba (Furlong, 1946: 147). Es probableque otras tantas piezas existieran en algunasbibliotecas particulares de Buenos Aires, ajuzgar por la opinión de Adolfo Saldías (1849-1914), para quien el Quijote gozaba de una granaceptación en “las repúblicas de habla castellana,porque encarna la democracia y la libertad”,tanto que en su opinión “hacia 1810 era el

más popular de todos, el que más leían yreleían los hombres de la revolución” (Cit. enMontero, 1992: 134).

Para Icaza, aunque sea impreciso, esa devo-ción se habría extendido por los mismos años aotros puntos de la América española:

El Quijote era ya más leído [...] durante el períodode crisis que precedió inmediatamente a laemancipación de las antiguas colonias. Es denotar que no fuera tan citado por los hombresque personificaban la cultura hispanoamericanaentonces —los que representaron a América enlas cortes de Cádiz, por ejemplo—, como porotros menos doctos y más populares, porfrancamente revolucionarios: hombres de acciónque hacían historia a la vez que la escribían; queestimaban la literatura como medio de propagan-da; que la practicaron con rudeza de pueblo(Icaza, 1918: 118).

De todas formas, la recepción hispanoameri-cana del Quijote, tanto la demanda y circulaciónde volúmenes, como el sentido en que fueleído, funcionó como reflejo de lo que ocurrie-ra en la metrópoli. En verdad, una fuerte einmediata repercusión ocurrió en el propioXVII, cuando, ante todo, se lo leyó como unlibro de burlas, para ir decayendo a lo largo deesa centuria y reaparecer en citas y ediciones yaavanzado el siglo XVIII, cuando se lo conside-ró como obra canónica (Icaza, 1918; Montero,1992). Quizá esto explique la fortuna de lasediciones americanas de la novela, que sehicieron esperar hasta bien entrado el sigloXIX. La primera de todas ve la luz en México,en 1833. A partir de esa fecha varias se suce-den en forma casi ininterrumpida en esaciudad; en la chilena Valparaíso se realiza unaedición abreviada en 1863, mientras que en1880 sale en Montevideo el primer Quijote deAmérica del Sur, por más que la ediciónargentina —publicada en la ciudad de La Plataen 1904— ostente en su portadilla la inscrip-ción “Primera edición sudamericana”. Hasta1930 la anterior era desconocida.4

Como sea, Cervantes no fue un escritorimitado en América, como sí lo fueron, porejemplo, Góngora o Quevedo. Sin embargo, sehan señalado referencias y hasta reminiscenciasclaras en el siglo XIX, como en La Quijotita y su

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prima (1818-1819), del mexicano José JoaquínFernández de Lizardi (1776-1827), que no esuna imitación, sino una novela de costumbresque pinta el ambiente colonial de comienzosdel siglo XVIII. Uno de los personajes de estanovela justifica la elección del nombre de laprotagonista: “Don Quijote era un loco y doñaPomposa es otra loca. Don Quijote teníalúcidos intervalos en los que se explicababellamente, no tocándole sobre caballería.Doña Pomposa tiene los suyos, en los que nodesagrada su conversación; pero delira entocándole sobre puntos de amor y de hermosu-ra [...] don Quijote... pero ya habré cansadovuestra atención, serenísimo congreso, contanto quijotear”.5

También pertenece al género costumbristaEl cristiano errante (1845-1847), del escritor ypolemista guatemalteco Antonio José Irisarri(1786-1868), pero sólo en el ecuatoriano JuanMontalvo (1833-1889) el concepto de “imita-ción” se reformula a partir de una concienciaestética que permite novedosas interpretacionesy posibilidades.

2. LA APROPIACIÓN AMERICANAAunque no sea el primer texto que se ocupede Don Quijote de La Mancha en Hispanoamérica,los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, deMontalvo, es la obra puente o, si se quiere, elpunto de partida para rehacer el itinerario delencuentro con la obra cervantina en América.Cervantes despertó en el siglo XIX el interésde críticos y gramáticos como Andrés Bello,6

Amenodoro Urdaneta (1877), Adolfo Saldías(1893) y Rufino José Cuervo,7 por mencionarlos más notorios. Pero Montalvo fue el prime-ro en la ambición de apropiarse del modelo ycaptar el tono cervantino, en buena medidaimitándolo. En 1882 da a conocer sus Sietetratados, el último de los cuales —“Elbuscapié”—8 servirá como “Prólogo” aCapítulos que se le olvidaron a Cervantes. Ensayo deimitación de un libro inimitable, el cual, pese a losesfuerzos del autor, sólo será publicado enforma póstuma en París, en 1905 (Pérez,1991: 381). Es posible que la permanentereescritura a la que sometió su texto, así comolos intentos denodados por publicarlo, reflejenla alta estima que Montalvo tenía de esa obra

suya, a la que llamaba “mi Quijote” (cit. enPérez, 1991:381).

Cada época pone el énfasis en uno u otroaspecto de la realidad y lee los textos recibidospor la tradición de acuerdo a sus inquietudes yobsesiones. Aun a pesar de la hermenéuticapositivista, nace en el siglo XIX la tendencia aencontrar en el libro de Cervantes símbolostrascendentes, en especial el reflejo de unadualidad humana eterna, encarnada en donQuijote y en Sancho como opuestos comple-mentarios. También así lo lee Montalvo, comomanifestación de “los dos polos del hombre”:para él don Quijote y Sancho representan “elespíritu y los sentidos, el pensamiento y lamateria” (Montalvo, 1930: VII-IX). De esemodo participa de una visión “moderna” delQuijote inaugurada con el romanticismo, la

4 El hallazgo de esta rara edición de 1880 correspondió aluruguayo Arturo Xalambrí, quien atesoró una importantebiblioteca cervantina, según consta en un folleto publicado enMadrid en 1930 con un apéndice en el que detalla la forma yel estado en que encontró el ejemplar. El Quijote uruguayo fuepublicado en entregas, sin encuadernar, por el periódico LaColonia Española como regalo para sus suscriptores, por lo queXalambrí estima que la edición no pasaría de los quinientosejemplares (Báig Baños, 1934:11). En la actualidad labiblioteca cervantina de Xalambrí está en poder de laUniversidad de Montevideo, aunque, a juzgar por el catálogoeditado en 2001, no se conservan los seiscientos libroscervantinos que se expusieron en 1947, en vida del bibliófilo,según se notifica en el Nº 1 de la revista Escritura, Montevideo,1947. (Véase La belleza de la biblioteca. La recepción de Cervantes enUruguay a través de Arturo Xalambrí, Montevideo, Museo deArtes Decorativas Palacio Taranco / Universidad de Montevi-deo, 2001).5 Según Icaza, esta es la primera mención literaria al Quijotede Hispanoamérica (Icaza, 1918: 120). Sin embargo, como seha dicho, son anteriores las Observaciones sobre agricultura, dePérez Castellano, de 1813, aunque publicado en 1848, a másde treinta años de la muerte del autor.6 Amén de la confesada admiración juvenil por Cervantes,Bello documenta su conocimiento del autor, en especial delQuijote, en sus trabajos sobre gramática de la lengua. Véase, amodo de ejemplo, en su vasta obra: “Análisis ideológico delos tiempos de la conjugación castellana” (1841), en AndrésBello, Obra literaria (selec. y pról. de Pedro Grases), Caracas,Biblioteca Ayacucho, 1979.7 Cuervo editó y prologó —probablemente en 1907— Cinconovelas ejemplares de Cervantes (Estrasburgo, Heitz & Mündel).Otras referencias a Cervantes se encuentran en Apuntacionescríticas al lenguaje bogotano y en el Diccionario de construcción y régimende la lengua castellana, iniciado en 1872 por el lingüistacolombiano, y continuado y culminado por el Instituto Caroy Cuervo de Bogotá.8 “El buscapié” es un opúsculo apócrifo, atribuido aCervantes como defensa de la primera parte del Quijote.Adolfo de Castro lo publicó en 1848, con notas históricas,críticas y bibliográficas (Cádiz, Imprenta Librería i Lit. de laRevista Médica, 1848).

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que consolidó la superación de los tiposcómicos y la mera parodia. Es probable que dela Filosofía del arte, de Schelling, arranque ladicotomía entre lo trascendente y lo empíricoepitomizada en el Quijote. De acuerdo a estaconcepción, los personajes son funcionales a laidea de la lucha eterna del espíritu entre el idealy el pueblo. Schlegel y Heine tenderán aexpandir esas interpretaciones históricas, eigual suerte tendrán los elogios de Hegel alQuijote como modelo de obra artística, cuyaacción se basa en oposiciones y permite lalibertad de un personaje con independencia dela sociedad (Menéndez Pelayo, 1943: 201;Rodríguez, 2003). O la importancia que alhumor cervantino dieron Richter ySchopenhauer, como procedimiento elevadopara poner en evidencia las antítesis de la vida.En adelante, y por esos carriles de significación,comienzan los personajes a adquirir categoríade símbolos.

Nada puede extrañar, entonces, que Montalvoparticipe de la concepción romántica de donQuijote tanto como héroe trágico que se escondetras cómicas desventuras, cuanto en un sentidode la obra inteligible sólo para algunos, según elcual el Quijote es el símbolo del hombre: “DonQuijote es una dualidad; la epopeya cómicadonde se mueve esta figura singular tiene dosaspectos: el uno visible para todos; el otro,emblema de un misterio, no está al alcance delvulgo, sino de los lectores perspicaces ycontemplativos que, rastreando por todas partesla esencia de las cosas, van a dar con las lágrimasanexas a la naturaleza humana guiados hasta porla risa” (Montalvo, 1930: VI).

No faltan en las páginas críticas de Montalvoconsideraciones estéticas que, en este caso,están muy ligadas a la ética. La valoraciónsobre la obra admirada y monumentalizada delpasado arroja luz sobre su propia poética, yesta implicancia se extrema si se tiene en cuentahasta dónde Montalvo quiere impregnarse deCervantes, escribir una continuación. Escribir,en fin, su propio Quijote. Consciente o incons-cientemente elige un Cervantes que coincidacon sus propios objetivos: el propósito moral,el uso de la pluma como arma de combate, elafán reformador, quizá más quijotesco quecervantino conforme a la inclinación de su

temperamento, también afín a Larra. Aunqueel autor americano es muy explícito respecto aalgunos propósitos de los Capítulos..., deja quela crítica a la sociedad contemporánea se leaentrelíneas, aunque a un lector de su época leresultara clara la sátira sobre la política y loshombres de su país. Montalvo prefiere elhumor que roza la ironía, y conforme a esoafirma que “la espada de Cervantes fue la risa”.Lee el Quijote pasando por encima de su triunfosobre las novelas de caballería, al fin en el planoestético, para quedarse con la derrota que laletra es capaz de infligir en la realidad social, sueficacia en el plano ético que considerabasuperior: “El triunfo de Cervantes fue la sátiraboyante, el golpe tan acertado, que la enormelocura de ese siglo, herida en el corazón, quedómuerta” (Montalvo, 1930: XIV y CXVII).

En el capítulo IV de “El buscapié” trataMontalvo de la imitación, motivo que le sirvepara problematizar la posibilidad de unacultura americana original. Sin cuestionarel eurocentrismo ni la idea de la culturaamericana como copia o reflejo, sugiere, confalsa modestia, que el único aporte posible esescribir un Quijote para los americanos: “Loque no les fue dable a los mayores ingeniosespañoles, ¿ha de alcanzar un semibárbaro delNuevo Mundo? Sírvale de excusa la ignorancia,abónele el atrevimiento, que suele ser prenda ovicio inherente al hombre poco civilizado”(Montalvo, 1930: XXIV).

Ironizando sobre el problema de laamericanidad como una hispanidad de segundoorden o, dicho de otro modo, el de una culturamestiza que carece de carta de ciudadanía paraparangonarse con la europea, Montalvo intentaafirmar la legitimidad del escritor americano ala par que reconoce válidos los modelos de unatradición castiza que entiende vigentes y aundignos de emulación. Así, propone como unaosadía la imitación de Cervantes: “Si él llegarea caer por aventura en manos de algún cultoespañol, queda advertido este europeo quehemos escrito un Quijote para la Américaespañola, y de ningún modo para España”(Montalvo, 1930: CXVIII).

Cervantes le proporciona el tono y lainspiración, así como la procura de un idiomaque busca preservar y limpiar de barbarismos,

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pero los hechos que se narran se fundan enacontecimientos del presente que, aunquepudieron haber ocurrido en escenario america-no, han sido trasladados al ámbito arcaico yespañol del original, para cumplir cabalmenteel propósito de la recreación.9 En la notaintroductoria de la edición de 1930 el editorafirma que en la lectura de los Capítulos... esposible encontrar “no sé qué airecillo de sierraecuatoriana”. Es claro que la fuente no es otraque la real y cotidiana, otra forma de fidelidada Cervantes: “... las escenas [...] no son casosficticios ni ocurrencias no avenidas; más antesacontecimientos reales y positivos en su totali-dad. [...]. Muchas escenas puestas en tonocaballeresco son las comunes y diarias, sin otradificultad para componer de ellas un pasofabuloso que echarle a la historia cortapisas yarrequives con sabor a antigüedad y caballería(Montalvo, 1930: CXIV)”.

Cuando escribe estas páginas, ya se habíaempleado algo de tinta en la posibilidad de unacultura americana original. Piénsese en loscasos vigorosos de Sarmiento y de Bello. Sibien el primero abogó por la europeización dela Argentina y el imperio de la “civilización”frente a la “barbarie” del mestizo, defendió unaforma de escritura diferencial del escritoramericano, no atada a casticismos. Conocida esla aspiración de Bello a una cultura hispano-americana independiente, dentro de la órbitade la gran comunidad del castellano, y habitualel reconocimiento de su silva A la agricultura de lazona tórrida como un grito de independencia enel campo poético. Conocedor de estos prece-dentes, Montalvo se inclina más bien, comoliberal universalista, a la apertura de los ameri-canos a los modelos de ilustración que tienenque venir de Europa, pero a los que se debeinyectar —siguiendo una improntahegeliana— una savia nueva, la fuerza de lospueblos jóvenes, rústicos, pero fecundos:

La naturaleza prodiga al semibárbaro ciertosbienes que al hombre en extremo civilizado noda sino con mano escasa. La sensibilidad es sumaen nuestros pueblos jóvenes, los cuales, por loque es imaginación, superan a los envejecidos enla ciencia y la cultura. El espectáculo de lasmontañas que corren a lo largo del horizonte;[...] los nevados estupendos que se levantan en la

cordillera [...] estas cosas infunden en el corazóndel hijo de la naturaleza ese amor compuesto demil sensaciones rústicas, fuente donde hierve lapoesía que endiosa a las razas que nacen para logrande. El pecho de un bárbaro dotado deinteligencia inculta, pero fuerte, de sensibilidadtempestuosa, es como el océano en cuyasentrañas se mueven desacompasadamente y seagitan en desorden esos monstruos que temen alsol y huyen de él. (Montalvo, 1930: XLII).

No es ajeno a Montalvo el problema dellenguaje, ante el que adopta una posiciónconservadora, entendiendo que la lenguaestándar es la de Castilla. Su manifiestapreocupación frente a la primacía de laliteratura francesa y lo que estima pésimainfluencia del francés, que permea auninconscientemente a los escritores hispanoame-ricanos, lo hace volver a Cervantes. Ya se dijo,aun en los Capítulos... Montalvo no deja deopinar e intervenir en las cuestiones que atañenal presente, y se manifiesta sobre la importan-cia de la traducción de obras francesas alespañol. Coincide, en el punto, con las ideas deLarra sobre un arte que eduque a las masas,asunto tan urgente en Hispanoamérica comoen la España de entonces. Debe traducirsemucho, pero con un criterio didáctico y cons-tructor de una alta cultura que ilumine y noembrutezca al pueblo. De ahí que sostenga laurgencia de traducir a los clásicos y no “cienromancillos franceses en los cuales el escritorles cuenta los bajos a sus heroínas, sin descui-darse de advertirnos si tienen buena o malapierna [...]. Que son la vergüenza de la Españamoderna, la vergüenza de la América hispana[...]. Traducidnos la Enciclopedia, por Dios”(Montalvo, 1930, CXXV).

9 Hubo otros escritores americanos que se dedicaron aescribir continuaciones de las aventuras quijotescasambientadas en América. Hasta donde sabemos, en el siglo XIXpuede mencionarse al venezolano Luis Otero y Pimentel,Semblanzas caballerescas o las nuevas aventuras de Don Quijote de LaMancha, 1886. En el siglo XX, las novelas de los tambiénvenezolanos Mario Briceño Iragorry (El caballo de Ledesma,1942) y Pedro Pablo Paredes (Leyendas del Quijote. Mérida,Universidad de Los Andes, Ediciones del Rectorado,1976). Recientemente, han aparecido dos libros del mismoautor que, a medio camino entre la ficción y el ensayo,también ofrecen nuevas aventuras del hidalgo: MarceloEstefanell, Don Quijote a la cancha, Montevideo, 2003 y Elretorno de don Quijote, caballero de los galgos, Buenos Aires, 2004.

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La incorporación sin digerir de todoproducto que venga de Francia tiene susefectos morales o, más bien, desperdicia lacapacidad educativa que tiene la letra impresa.Pero, además, cree que el abuso de galicismosdeforma la pureza de la lengua, cuestión queargumenta para luego relativizar como ejerciciode esgrima que le permita, al fin, arribar a unaapología de las prácticas de lenguaje propiasde Hispanoamérica, en el sentido que el mejordecir es el de la expresión directa, sin remilgosafrancesados, que nace del contacto directocon la vida: “No hay gusto que se iguale conllamarle vieja a una vieja, negro a un negro,pícaro a un pícaro: si hay satisfaccióncomparable con esta, es la de llamarle vieja auna presumida que las da de joven; cholo, rotoo lépero a un Capoche por cuyas venas corresangre de Benavides de León o de Zúñigas deVillamanrique”.

3. EN 1900: EL RETORNO A ESPAÑAY LA BÚSQUEDA DE UN MITO

El estudio del Quijote en España va a la zaga delinterés que adquiere en otros países comoInglaterra y Alemania. Pero a partir del sigloXIX tiene un impulso creciente, aunquepredominando, más bien, una inclinaciónformal y una excursión erudita. Sólo a partirde los trabajos de Juan Valera y de Menéndezy Pelayo el Quijote deja de ser, según FranciscoIcaza, “un texto gramatical y un almacén defiguras retóricas”, para transformarse en “larepresentación armónica de la vida nacionalen su momento de mayor apogeo e inminentedecadencia, y la epopeya cómica del génerohumano, breviario eterno de la risa y de lasensatez” (Icaza, 1918: 128). El paso siguientelo dará la “generación del 98”, que hará delQuijote y el quijotismo verdaderos símbolosnacionales. Carlos M. Gutiérrez conecta esteproceso con tendencias que venían creciendoen otros países europeos, como la búsqueda depoetas nacionales y el gusto por lo simbólico yesotérico. El crítico encuentra, entre las dosúltimas décadas del siglo XIX y el primerlustro del XX, la oposición entre un“cervantismo intrínseco” y otro “extrínseco”.Mientras el primero “aspira a leer la obradesde su propia lógica o, en última instancia,

desde la lógica de la filología positivista acadé-mica”, el segundo “se decanta por volver amezclar desde el simbolismo y desde una ciertahermenéutica a priori todos esos dominios(ciencia, moral, arte) que la modernidadpretendía separar”. Esta lectura extrínsecafortalecerá la interpretación del Quijote comomito adaptable a la España finisecular. Milnovecientos cinco —el centenario del Quijoteen el pasado siglo— será el ápice en el que laobra deviene en “capital cultural simbólico”por excelencia, siguiendo los conceptos dePierre Bourdieu, y se traslada su campo designificación fuera de los márgenes de la esferaartística (Gutiérrez, 1999: 113). En acuerdocon esta perspectiva, el cervantismo extrínsecosignificaría un hiato en el proyecto deseparación de las esferas artística y políticaque intentaría cumplir la modernidad.

Las interpretaciones ideológicas del Quijote,que se acomodarían a lo que Gutiérrez llama“cervantismo extrínseco” pronto fueron, paraalgunos, un desvío. En 1918, Alfonso Reyes(1889-1959) comenta un libro de A. Suarèssobre Cervantes, al que le señala desaciertos y“consideraciones de actualidad política quecaen fuera de nuestro campo”, apartándose dela interpretación ideologizada de los textos.Adviértase, de paso, el tenor de la salvedad:“No se debe juzgar a Suarès por este ensayoaislado, que es, en todo caso, un testimonioelocuente de amor a España” (Reyes, 1948:129). Las mismas consideraciones e indulgen-cias correrían para los hispanoamericanos queamaban España. También en 1918, Icaza hablapeyorativamente de las lecturas “al margendel Quijote”, tomando la frase de Unamuno,considerando inapropiadas las libres interpreta-ciones y sugerencias que despierta la novela enel propio Unamuno y en Ortega y Gasset.

Mientras tanto, en la Hispanoamérica delnovecientos, la lectura del Quijote consideradaautónomamente se veía resentida por loscontextos que la realidad imponía. En elumbral del siglo XX, la mirada de los intelec-tuales hispanoamericanos hacia España empie-za a transformarse respondiendo a un comúnfenómeno ideológico, estético y de “sensibili-dad”. La búsqueda de las raíces latinas, enparticular hispánicas, fue la respuesta de una

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minoría intelectual a la amenazante ofensivanorteamericana sobre el sur del continente y alcreciente prestigio del modelo nórdico en lasclases dirigentes de América del Sur. La guerrade Cuba y la adquisición del canal de Panamáen 1903 consolidaban la doctrina Monroe, yaunque la creación de organizaciones“panamericanas” difundía la idea de nacioneslibres e iguales, en la práctica eran menosiguales las repúblicas de Centroamérica, paralas cuales Roosevelt justificaba la política del bigstick. En este contexto debe situarse lo queHalperin Donghi llama el “retorno afectuosohacia el pasado español” que, aunque puedefuncionar como legítima aspiración para lasartes y la cultura, “no puede servir de punto departida para un alineamiento internacionalpolíticamente eficaz” (Halperin, 1969: 295).La animadversión a la América sajona de unsector de las elites ilustradas a comienzos delsiglo XX era una reacción temerosa por lasconsecuencias de las innovaciones que laspropias minorías dirigentes habían contribuidoa introducir. Halperin distingue una resistencia“revolucionaria” de otra conservadora, estaúltima “defensora en los hechos de los lazosestablecidos con otras potencias hegemónicas alo largo del siglo XIX”.

Escritos de José Martí, Rubén Darío y JoséEnrique Rodó sirven para ilustrar, con distin-tos matices, la crítica antinorteamericana deesos días. Si el primero debió tomar tambiénuna distancia imperiosa de España, los otrosdos están muy lejos de representar opciones“revolucionarias”, en el sentido que le daHalperin. La desconfianza de Rodó por losEstados Unidos tiene que ver con un pensa-miento elitista, la manifestación del horror a lamasificación y mercantilización de la sociedad,a la democracia que nivela hacia abajo y poneen peligro “la selección de las clases dirigentesy la nobleza con que obliga la tradición”.10 Porotra parte, esta disyuntiva, era el eco de polé-micas europeas que en Hispanoamérica secargaban de otros significados por el contextopolítico y la necesidad de construir imaginariosnacionales (Ramos, 1989). Lily Litvak detectóen el último tercio del siglo XIX el origen de lapolémica europea sobre la superioridad de lasrazas que se extremaba en el enfrentamiento de

latinos con anglosajones y germánicos (Litvak,1980:12). La teoría de la “decadencia latina”parecía confirmarse por las derrotas militares ypolíticas que sufrieran Francia y España frentea Alemania y Estados Unidos en las postrime-rías de esa centuria. Al mismo tiempo, comien-zan a surgir voces que propician la agrupaciónde los países europeos sobre bases culturales,lingüísticas o raciales comunes, entre las que elpanlatinismo ensaya respuestas en la historiacomún sobre la “decadencia” de Occidente,confiando en la superioridad espiritual de latradición latina para resistir a la crecientesupremacía militar y económica anglosajona.Entre muchos escritos sobre el tema en Españae Hispanoamérica, la figura del Quijote sevuelve icono recurrente para ilustrar la “raza”hispana. Por ejemplo, Joaquín Costa considera-ba la necesidad de “una raza española grande ypoderosa, contrapuesta a la raza sajona, paraestablecer un equilibrio moral en el juegoinfinito de la historia... [que] al lado delSancho británico... se irguiese puro, luminoso,soñador, el Quijote español” (cit. en Litvak,1980: 64).

Aunque el personaje de Cervantes ha funcio-nado con bastante movilidad simbólica, puedeproponerse que en la zona de cruce de lossiglos XIX y XX alcanza la categoría de mitoque expresa a la raza, en la crítica hispana. Estose refuerza por la consolidación de las lecturasrománticas convertidas en hegemónicas alservicio de la emergencia histórica. De mitoque ofrece una respuesta existencial sobre eldestino humano pasa a transformarse en unmito de carácter más bien político que será útilpara dar respuesta a la encrucijada de decaden-cia histórica de la cultura hispánica y susestrategias para hacer frente al creciente embatedel pragmatismo anglosajón. Claro que no sellega a esto sino después de un complejoproceso de interpretación de alcances europeos,universalizado por el triunfo de las categoríasdel trascendentalismo alemán, cuestión queproblematizó Juan Carlos Rodríguez, demos-trando que la dicotomía Quijote / Sanchoutilizada para representar la polaridad

10 En “Rumbos Nuevos”, de El mirador de Próspero. Obrascompletas, Madrid, Editorial Aguilar, 1967, p. 520.

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espiritualismo / materialismo ha funcionadotanto en favor de los intereses de la burguesíacomo para su conciliación (Rodríguez, 2003).

En 1928, el marxista José Carlos Mariáteguidesarmaba estos paradigmas que tanto habíancirculado para conformar una idea de nación alservicio de las clases dirigentes, rearticulandotambién la trama de los vínculos con España:

Hispano-América, Latino-América, como seprefiera, no encontrará su unidad en el ordenburgués. Este orden nos divide, forzosamente, enpequeños nacionalismos [...]. ¿Qué puedeacercarnos a la España de Primo de Rivera? Encambio, ¡qué cerca estaremos siempre de laEspaña de Unamuno, de la España revoluciona-ria, agónica, eternamente joven y nueva! A NorteAmérica sajona le toca coronar y cerrar lacivilización capitalista. El porvenir de la AméricaLatina es socialista.

Desde esa perspectiva, ningún lugar tenía elconcepto de “raza hispana”, puesto que laúnica unidad se jugaba en el terreno de lasideas, lo que inauguraba una nueva concienciade Hispanoamérica o Latinoamérica, basada enlas condiciones económicas de subdesarrollo,explotación y dependencia cultural con lasmetrópoli: “Que conste, que no hablo enhomenaje a la Fiesta de la Raza. No meadhiero a celebraciones municipales ni alconcepto mismo de nuestra latinidad. ¡Latinos,nosotros!”. (Mariátegui, 1982: 487).

4. EL QUIJOTISMO COMO IDEALESPIRITUALEl tercer centenario del Quijote en 1905,mirado desde Hispanoamérica se enmarca enesa tendencia de acercamiento a España yrecuperación de su legado cultural. En esemarco deben entenderse los textos de Rodósobre Cervantes. El entorno del novecientoses una fecha clave para esos regresos ya que,como señaló Arturo Ardao, el siglo XIX enUruguay había sido casi incuestionablementeantiespañol y el vínculo se retoma a través deUnamuno y la influencia de la Revista deOccidente (Ardao, 1968, p. 233).

Unamuno es uno de los ejes a partir del cualla mirada de los escritores americanos empiezaa rotar de Francia hacia España. Él mismo crea

los lazos para esa recuperación, por sus delica-dos vínculos con los hispanoamericanos tantoen sus textos críticos como a través de unacopiosa correspondencia: “Comprendo y meexplico que la juventud americana no venga abuscar agua del pozo de España, que es hoycharca estancada”, le escribe al uruguayo CarlosReyles en 1901 (González, 2001: 175). Laemergencia de un pensamiento crítico en laEspaña del 98 y la capacidad de interrogarsesobre lo español tienden puentes, en un mo-mento en que los escritores hispanoamericanosse interrogaban —apremiados por la potenciaanglosajona en lo internacional y la necesidadlocal de construir “literaturas nacionales”—,acerca de su identidad cultural y de su perte-nencia o invención de una tradición. El replie-gue del pensamiento español sobre sí mismo yel debate sobre el destino nacional, si bien teníaotro origen distinto al de los conflictos queafligían a Hispanoamérica, tenía puntos decontacto. No obstante, los intelectuales delNuevo Mundo se enfrentaban una y otra vez alas consecuencias de la dominación españolacomo origen y explicación de muchos proble-mas. En esto incidían, como se dijo, factoresideológicos de creciente prestigio, y la necesidadde romper con fuerza los lastres coloniales caíacon frecuencia en el prejuicio. Lo dijoHenríquez Ureña en 1922: “La historia deldominio español en América no se ha limpiadoaún de toda pasión” (Henríquez Ureña, 1960:187). Y él mismo advirtió, en un breve y juvenilensayo sobre Ariel, que existían problemascomunes y parecidas búsquedas entre las mino-rías pensantes de España e Hispanoamérica,sobre todo en cuestiones como la educación delas mayorías y en el papel de las minorías, larepresentación democrática, el progreso técnicoy material enfrentado al desarrollo del espíritu ola cultura, aspectos centrales en el debate de laépoca:

[Próspero] se dirige a una juventud ideal, la elitede los intelectuales; y en la obra hay escasasalusiones a la imperfección de la vida real ennuestros pueblos. [...]. Su propósito es contribuira formar un ideal en la clase dirigente, tannecesitada de ellos. El problema de la civilizaciónes idéntico en nuestros pueblos americanos ysemejante al problema de la renovación en

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España [...] la mayoría ignorante necesitainstrucción y la minoría ilustrada necesita idealespatrios (Henríquez Ureña, 1960: 25).

Unido al tema nacional y en estrecha rela-ción, irrumpe en la España de entresiglos lareflexión en torno al quijotismo como actitudvital que trasciende la obra de Cervantes paratransformarse en símbolo de opciones oderroteros colectivos, y el Quijote en “el libro denuestra filosofía nacional”, como lo llamóMaeztu, quien, por otra parte, se pronunció encontra de los festejos de 1905 por considerar-los una celebración de la decadencia. Quizá lavinculación del héroe con el “espíritu” de lanación estaba ya prefigurada por la críticaextranjera, en especial la que nace con elidealismo alemán. Lo cierto es que la reflexiónen torno a la figura de don Quijote y susignificación simbólica, en particular en rela-ción a España, representa toda una líneareflexiva de la “generación del 98” española.Puede encontrarse, como tema central, enUnamuno, Ortega y Gasset, Ángel Ganivet,Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu, por lomenos.

En el específico campo intelectual uruguayodel novecientos es la figura de Unamuno y ladevoción común a Cervantes, los factores quecontribuyen a forjar una nueva visión de lohispánico. O con el interés que despertaba laEspaña moderna se colaba una nueva posibili-dad de entender el Quijote que contribuía aconsolidar el mito. En carta fechada en octubrede 1903 al escritor uruguayo Alberto NinFrías, Unamuno narra la génesis de su Vida dedon Quijote y Sancho:

El caso es que hará cosa de dos meses cogí undía el Quijote y una cuartilla de papel, encabezan-do ésta así: “La vida de D. Quijote y Sancho,según Miguel de Cervantes, explicada y comenta-da por M. de U.”. Abrí aquél, y empezando porsu primera línea fui entretejiendo con sus pasos ypensamientos culminantes mis libres meditacio-nes, y trabajando en ello a diario, y hasta cincohoras algún día, he terminado mi labor, queredondeo ahora. Me ha resultado una filosofía ymás bien una teología a la española, a la genuinaespañola.11

Además de este estímulo, es seguro que losuruguayos estaban familiarizados, directa oindirectamente, con las opiniones románticasacerca del Quijote, por lo menos de Schlegel,Coleridge, Heine, Walter Scott y Sainte-Beuve.A efectos de situar la postura de Rodó eintentar mostrar sus puntos de contacto conotros escritores de la época, puede elegirse,como cualquier otra perspectiva, la de confron-tar su forma de acudir al Quijote con la de otroescritor uruguayo representativo del romanti-cismo tardío, Juan Zorrilla de San Martín. Lascoincidencias —como ocurre a lo largo detodo este trabajo— sirven también para marcarlos límites del pensamiento individual y trazarlíneas que atraviesan una época determinandopatrones de lectura.

Zorrilla y Rodó coinciden en el ideal depureza lingüística y literaria de corte castizo yen cierta forma de hispanismo, a pesar deresponder a distintos sistemas filosóficos:Zorrilla desde el espiritualismo católico, Rodódesde el idealismo laico. El interés del persona-je cervantino se reactiva en ambos a la hora deteorizar sobre nociones como el ideal, lavoluntad, la reafirmación de una noción decultura y de lengua.

La opinión de Rodó sobre Cervantes y suobra se liga siempre a la idea de la construcciónde una identidad hispanoamericana, la renova-ción del “pacto” con España y la tradicióncultural grecolatina, presentes en toda su obra.En un artículo de 1915, el autor de Ariel seadelanta al centenario de la muerte deCervantes y procura el rescate fuera de la“pompa oficial” y desde “esta América nues-tra” (Rodó, 1967: 1.210). Porque el homenajedebe ser una “obligación americana” de amorfilial, que es expresión de la conciencia “de unacontinuidad histórica y de un abolengo [...] queno tienen representación más cabal que la delidioma”. Por un lado, la lengua y su más altaexpresión, la literatura, afianza el sentido depertenencia a una comunidad cultural. Por otrolado, se filtra una revalorización de la conquistaespañola, que es también una reivindicación de“nuestro” europeísmo. Aceptar la raíz española

11 Citado por A. Ardao, Etapas de la inteligencia uruguaya,Montevideo, Universidad de la República, 1968, pp. 235-236.

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es la mejor forma de participar con derechopropio del legado cultural de Occidente. Deeste modo, Cervantes representa el espíriturenacentista de la conquista, y la muerte delvetusto ideal caballeresco dará lugar a otrotipo de heroísmo, el de Hernán Cortés yFrancisco Pizarro. Con esa positiva valoracióndel proceso colonizador, restaurados losvínculos que había quebrado la revoluciónindependentista, lectura con la que comulgaZorrilla de San Martín, va a propiciar laconstrucción de América como largo apéndicede lo europeo: “América nació para quemuriese don Quijote o, mejor, para hacerlerenacer entero de razón y de fuerzas,incorporando a su valor magnánimo y a suimaginación heroica el objetivo real” (Rodó,1967: 1.210).

Parecidas crisis suscitaba en la generación del98 la reflexión en torno a lo español, su críticay sus aspiraciones regeneracionistas y, tambiénla figura de don Quijote era un símbolo entorno al cual era posible anudar explicaciones.Del otro lado del Atlántico, Ganivet atribuía “ala conquista de América, [...] la ruina nacio-nal”12 . En Vida de don Quijote y Sancho (1905),Unamuno cuestiona los lugares comunes a lahora de explicar la esencia española —que yaestaban presentes en su libro En torno al casticismo(1895)— y propone el “culto al quijotismocomo religión nacional”. Unos a favor, otros encontra, como Ganivet —imbuidos del espíritude la famosa frase de Lord Byron, para quien elQuijote, “fue un gran libro que mató a un granpueblo”—, casi todos preocupados por encon-trar en este la filosofía de la nación. Esasmismas preocupaciones rondan en Uruguay losescritos sobre Cervantes del joven Nin Frías ydel maduro Rodó. El motivo quijotesco es unaexcusa para interrogarse sobre deudas, depen-dencias y autonomías culturales. Los doscoinciden en la búsqueda de un porvenir, de undestino en el ruedo universal. La oposiciónrodoniana entre pragmatismo yanqui e idealis-mo de cuño hispánico, es también tomada porNin, un discípulo algo díscolo, quien disuelvela contradicción abogando por una síntesis delas dos tendencias para sacar adelante lasnaciones modernas. Nin había publicado en1900, cuando tenía veintiún años, un ingenuo

opúsculo en el que proponía la fundación deuna sociedad cervantina internacional y hasta lacreación de una ciudad con el nombre deCervantes, cuyo territorio fuera común a todaHispanoamérica. Destacan, entre sus propósi-tos, el de “servir a la raza” y el de “levantarentre nosotros el genio de España” (Nin Frías,1900: 3).

Para Rodó, don Quijote representa elidealismo puro, la superación de un “idealmoribundo” para dar paso a nuevas formasde espiritualidad y de heroísmo: “Al figuraruna viva oposición de ideales [Cervantes] dejóescrita en ese libro la epopeya de la civilizaciónespañola”. En cambio, para Nin Frías, laderrota del quijotismo se entiende como lacrítica al idealismo estéril que América haheredado de España y que el espíritu moderno,ya anticipado por Cervantes en la conjuncióncomplementaria entre don Quijote y Sancho—pragmatismo versus idealismo—, debesuperar.

También es posible verificar la lectura “ideo-lógica” que Rodó hace del Quijote, gracias a losapuntes de clase que tomó un alumno suyo enla Universidad de Montevideo en 1903. Deacuerdo a este testimonio, se valora en el Quijote“un mérito de carácter superior [...] en lapersonificación de dos tendencias que, desdeque el mundo es tal, se han encontrado entodos los pueblos”. La interpretación simbóli-ca, influida por las lecturas románticas, sebasaría en que el caballero representa “latendencia generosa, desinteresada, la que nosimpele a perseguir un ideal, a prestar servicios anuestros semejantes”, mientras que Sancho,“un labrador vulgar y grosero, de carácterpositivo y sensual”, pone de manifiesto “latendencia interesada, la que nos hace buscar laprosperidad material, el lucro”. Esta dicotomíaentre las actividades nobles del espíritu y lasfinalidades materiales y pragmáticas de la vidahumana, significan una reformulación de lapolaridad presente en Ariel y se conectan conlos “modelos míticos” que venimos consideran-do (Ariel y Calibán). Así Rodó se anexa a loque algunos españoles proponían sobre el

12 La opinión corresponde a Azorín (1949: 25).

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Quijote en la primera década del siglo XX, perose salva de la repetición problematizando lacomplejidad de Cervantes, quien “nos aconsejabuscar y tener la generosidad, el idealismo dedon Quijote, unidos al buen sentido prácticode Sancho, sin la insensatez de aquel ni lagrosería de este” (en González, 2001).

Nada de esto tiene lugar en los escritos deZorrilla de San Martín sobre el Quijote: unpasaje de su ensayo “Huerto cerrado” y unacarta que le dirigiera a Unamuno comentadosu Vida de don Quijote y Sancho (Visca, 1955). Susreflexiones siguen el derrotero de los valoresmorales, la persecución del ideal y del amor.Pero no hay una explícita reafirmación de lalengua ni reivindicación de una tradición,porque en Zorrilla esto no representa unconflicto. Lejos está del escepticismonoventayochista o de la crisis espiritual delmodernismo hispanoamericano y, más aun,porque su formación es tan genuinamentejesuita como española, de manera que llega aCervantes por derecho de linaje, sin complejos:“Soy tan devoto como Ud. de don Quijote.Sobre mi mesa de luz tengo dos libros amigos:[...] la Imitación de Cristo y Don Quijote”, dice enuna carta a Unamuno. Sus lecturas no revelanuna contradicción ni una necesidad de acerca-miento entre lo español y lo americano, porquepara él las dos culturas forman una solución decontinuidad casi natural. Su obra más célebre,el Tabaré (1888), epopeya del indio imposiblede ojos azules, que tanto gustara a Unamuno,es la representación poética e ideológica de esamixtura. Formalmente, Tabaré consuma laperfecta asimilación de la tradición líricahispánica, pese a sus vocablos guaraníes. Y era,también, el tipo de literatura que los europeosquerían leer de plumas americanas, porque enopinión de Unamuno los españoles reclaman alos americanos que sean americanos, es decir,como ellos creen que debe ser el pensamiento yla literatura de estas tierras: “Aún sus raíces, quecrecen en busca del suelo, no han dado con elsuelo nativo; me resulta una literatura de esplen-dentes hojas que se bañan al sol del pensamientocosmopolita, pero con las raíces al aire” (carta aReyes, en González, 2001: 276).

Por su parte, el autor del Tabaré encuentracoincidencias entre sus preocupaciones y las

que asoman en la Vida de don Quijote y Sancho: “Yohe hecho mentalmente muchas veces ese mismolibro, sin duda alguna; en sentido contrarioalgunas veces, en idéntico sentido otras, conmucho menos mérito ético y estético siempre,pero con el mismo genio, con el mismo calor desangre humana, con el mismo espíritu de fe, deesperanza y de caridad” (Visca, 1955: 28-29).

Después de la Guerra de 1914, Zorrillacomienza a escribir una serie de ensayos sobrela filiación hispánica de los pueblos america-nos, reivindicando el “panhispanismo” y laidea de la raza, tomada ésta en su acepciónetimológica de “radix, raíz”, aunque afirmandola existencia de una identidad nacional urugua-ya (Zorrilla, 1945: 192). En esa oportunidad,dedica un capítulo a la contraposición entre laAmérica hispana y la anglosajona, recurriendoa la dicotomía “Ariel y Calibán americanos”. Sibien deja lugar al relativismo y la duda, acepta“ese idealismo que Rodó adjudica a la razaespañola” (Zorrilla, 1945: 38). En Motivos deProteo (1909), Rodó había planteado la parado-ja cervantina de una “locura razonable y [una]sublime cordura”.13 El delirio caballeresco esun objetivo tan válido como la tardía propuestapastoril de don Quijote a Sancho, porque essólo una nueva forma de que se reviste elidealismo. Y lo verdaderamente importante esque tenga el hombre algo superior a queaspirar, por encima de las “bajas realidades deeste mundo”. Rodó vierte allí su prédicapedagógica en favor del ideal espiritual, reivin-dicando la condición soñadora del personaje ysu voluntarismo enraizado más allá de lautilidad, que permite sobreponerse al fracaso.Ese don Quijote vencido “busca la manera dedar a su existencia nueva sazón ideal. Convierteel castigo de su vencimiento en proporción degustar una poesía y una hermosura nuevas.Propende desde aquel punto a la idealidad dela quietud, como hasta entonces habíapropendido a la idealidad de la acción y a laaventura”.

Por eso, la preocupación de Rodó por elcreciente materialismo de la sociedad moderna,del mismo modo que la mirada cristiana de

13 “Don Quijote vencido”, en Motivos de Proteo (Rodó,1967: 318).

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Zorrilla, permiten tomar el personaje de donQuijote como símbolo positivo de las mejoresaspiraciones humanas, casi en la línea delmisticismo quijotesco de Unamuno. DonQuijote se imponía, también, como perfecciónde la lengua y del estilo, máximo representantede lo español, en un momento en que losintelectuales uruguayos precisaban referentestradicionales que dieran solidez a la idea denación ilustrada, por oposición a formasartísticas “no cultas” que pudieran incorporarla lengua gauchesca o el “cocoliche” inmigran-te. Sólo así podía erigirse un modelo “civiliza-do” que contrarrestara el avance de la culturamasificada y barata.

5. HACIA EL UNIVERSALISMO O LAESPECIFICIDAD DE LOS ESTUDIOSLITERARIOS

Amortecidos los fastos del centenario de 1916,las urgencias y las preocupaciones van cam-biando a lo largo del XX y otorgando otrotenor a las lecturas críticas del continente. Setomarán aquí algunas que resultan representati-vas de esas transformaciones. Es necesarioconsiderar, en primer término, un nombresignificativo en la cultura de América, comoAlfonso Reyes, quien escribió con eleganciasobre casi todo lo que atañía a la literatura desu tiempo, en particular a la española. Sinembargo, dedicó muy poco al Quijote, apenasunas reseñas juveniles sobre libros de crítica yediciones de Cervantes. Como síntesis de susopiniones, en general relacionadas en particularcon el libro que comenta, puede señalarse latendencia a recomendar la lectura directa ypersonal, con cierta desconfianza por lasinterpretaciones unilaterales, que tratan deseguir “una sola de las intenciones” deCervantes, así como por los cervantistas y laerudición árida: “La mejor manera de honrar alautor del Quijote es no aumentar la secta decervantistas, sino acrecer el número de loslectores de Cervantes. Los exégetas febriles quele han salido al libro quieren hacernos de él untratado de metafísica hegeliana. Tampococonviene preocuparse de los ditirambos excesi-vos (Reyes, 1948: 128).

Reyes disuena con los abordajes extrínsecosde la obra y recomienda la lectura sin

intermediaciones. Esta opinión es coherentecon las que había vertido en “Las ediciones delos clásicos”, una nota de 1917 en la que sedetenía a considerar la necesidad de divulgar alos clásicos en ediciones populares y la incon-veniencia —aunque resulte paradójico— deque el público en general se preocupe porproblemas de edición al leer una obra clásica,porque implica el prejuicio de considerarlo untexto escolar. “Suponer que aquí puedenquedar las cosas, es suponer que la literaturaespañola clásica no tiene verdadero valorhumano” (Reyes, 1948: 77). El propósito delartículo es promover la democratización de lalectura, y de un tipo de lectura, aquella en laque “el lector se entrega inocentemente”. Lapolítica que hay que seguir respecto a losclásicos —y la opinión puede trasladarse alQuijote— no es la de sumar estudios eruditos,sino la de propiciar la lectura familiar comosedimento de una tradición, y eso sólo se logracon ediciones económicas y sencillas. “Aún —sigue Reyes— no han bajado los clásicos alpueblo: que los leen, de preferencia los univer-sitarios o los literatos, los happy few. Y paraéstos, la lectura del clásico es, a su vez, unalectura aristocrática, excepcional por lo menos:una lectura en que todavía interesa tanto lo quedice el autor como el criterio del erudito”(Reyes, 1948: 77).

En otras ocasiones arriesga algunos comenta-rios sobre el Quijote. Advierte el error deentenderlo como una crítica a la literaturaartificiosa y compleja, “como un asalto demo-crático contra refinamientos ridículos”. Alcontrario, piensa que Cervantes abomina de laliteratura más popular de todas: las novelas decaballería, y comparte en todo los presupuestos“cultos”, incluidas las “supersticiones de lapreceptiva” de su época (Reyes, 1948: 118).En “Cervantes y el Romancero” (1918)destaca como procedimiento cervantino el“sentimiento de antítesis entre la vida que sevive y la que se quisiera vivir”, que lo llevó aescribir “siendo soldado, un libro como LaGalatea; cuando va a morir, trabaja en una obrallena de ensueños como lo es el Persiles” (Reyes,1948: 123). En síntesis, Reyes se acerca alescritor castellano con devoción de humanistay vocación de universalidad. Está lejos de

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suscribir las lecturas míticas finiseculares delQuijote en el continente, aunque pudo convivircon ellas, porque estaban aún vigentes enmuchos de los textos y discursos en oportuni-dad del centenario de la muerte de Cervantes,cuando, en 1916, Reyes estrenaba sus armascomo escritor y periodista.

En el otro extremo del continente, RicardoRojas orienta sus trabajos desde muy jovenhacia la especialización en Cervantes. Dehecho, publica un estudio pionero sobre lapoesía del escritor, hasta entonces pocoatendida.14 Para las conmemoraciones de1916, recuperó e imprimió el facsímil de lanota en que Cervantes solicita al rey permisopara pasar a las Indias. Se ha dicho —yaprovechado— hasta el cansancio, que lanegativa de ese permiso salvó al Quijote. Rojasrescata la posibilidad de que la obra misma seala sustitución de esa aventura deseada: “Alquedarse en España [...] escribió allá, en unacárcel, su Quijote, símbolo viviente de la Españaaventurera” (Rojas, 1935: IX).

Los acercamientos de Rojas a Cervantes sesintetizan en una lectura global de la obra quepublica en 1935. Procuran siempre la líneaacadémica y la investigación, pero en el“Prólogo” a este Cervantes, deja ver las raícesde una tarea que llevaba ya muchos años, y enla que se compromete una cercanía filial aEspaña que está —sigue estando para esasfechas en los escritores hispanoamericanos—ligada a la construcción de una idea conserva-dora de patria, que se define por la pureza deun idioma y una “raza”. “Este libro es untestimonio de mi antigua devoción por Españay por nuestro magnífico idioma. En 1908peregriné a esa Tierra Santa de la Raza, paraconocerla mejor, porque sin España no puededescifrarse este enigma de nuestra América, queaún nos atormenta” (Rojas, 1935: XVI).

Para Rojas la importancia de un mito vivocomo el de don Quijote, que encarne en lassociedades y que represente las ideas y elespíritu, asegura la continuidad de una culturay es adecuado para la identificación de loshombres en esta parte del mundo, sin dejar deser un modelo de validez universal. La penetra-ción de Rojas indaga, discute, complementa,entre otras cosas, las interrogantes sobre el

posible efecto histórico del libro en cuantocausa o consecuencia de la derrota de la Españaimperial, heroica y caballeresca, línea ya transi-tada por otros. Sin decirlo, rebate la perspectivaque vio en la novela el espejo de la ruinaespañola. Para él, es la cima del heroísmo, deun heroísmo a la medida de la época inaugura-da con el Renacimiento. El Quijote es “unaverdadera Ilíada española y su protagonista unarquetipo de perfección moral”, así comoCervantes “es un genio romántico que no cabeen el canon clásico” (Rojas, 1935: 326).

Como Zorrilla de San Martín, Rojas rescatala empresa conquistadora, cuyo heroísmo no hasido estéril. Para los españoles escépticos,España perdió un imperio; para estos america-nos hispanófilos, la grandeza épica sobrevive enla América española; donde toda una línea deescritores ha leído, en el Quijote, el libro de unaderrota histórica, toda otra línea de americanosha leído el libro de la filiación hispana. Paraunos es la burla del pasado, para otros es elpresente y la definición del porvenir: “Se hadicho del Quijote que, siendo el poema másnacional es el más universal. Si España desapa-reciera, sobreviviría en América y en ese libro.Estos son sus dos más duraderos galardones enla historia” (Rojas, 1935: 328).

Otro es el caso de Pedro Henríquez Ureña,quien, habiendo sido uno de los más impor-tantes hispanistas de América y un devoto delSiglo de Oro, escribió poco sobre Cervantes.Sólo un artículo sobre las Novelas ejemplares yuna breve nota redactada en Nueva York en elaño del tricentenario de la muerte.15 Decualquier modo, en su obra crítica constanmuchas referencias perladas al Quijote y a suautor, a lo largo de textos sobre distintos temasy escritos en distintas épocas, lo que revela unalectura y una presencia cultural permanentes deuno y de otra. Del mismo modo, la nota sobreel centenario de 1916 permite percibir unafrecuentación de la crítica cervantina tradicio-nal y contemporánea, aunque ésta se deslice sinreferencias eruditas precisas, como apoyo parauna interpretación actualizada de la novela, que

14 Ricardo Rojas, Poesía de Cervantes, Buenos Aires, Coni.1916.15 “De la nueva interpretación de Cervantes”, en Lasnovedades, Nueva York, abril de 1916; La Nación, La Habana,mayo de 1916.

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se enmarca en reflexiones más amplias sobre elRenacimiento español, tema al que HenríquezUreña volverá a lo largo de su obra. Como suépoca, que aborta “las nunca satisfechasambiciones del Renacimiento”, el Quijote es unaobra “crepuscular y majestuosa” (HenríquezUreña, 1960: 236-237). Consciente de lavariaciones de la crítica a lo largo de los siglos,y de la validez y superposición de esas distintaslecturas, la riqueza del principal librocervantino nace, entre otras cosas, del complejocruce histórico en que se produce y de la formaen que preanuncia algunos conflictos delmundo moderno. Calificándolo, también él,como “gran epopeya cómica, como puerta detrágica ironía”, el Quijote cerraría las “irrealesandanzas de la Edad Media [...] y se abre sobrelas perspectivas de la edad moderna”. La risasuperficial es el único comentario posible delprosaísmo moderno de los últimos tres siglos yla actitud del Quijote no puede ser otra cosa queuna protesta. Las preferencias que dominan lacrítica cervantina, desde el Romanticismo hastael XX, son “el resultado de la protesta surgidaen espíritus rebeldes contra la opresión espiri-tual de la edad moderna”. El Quijote es víctimade una nueva estructura social, “inesperada-mente mezquina”. Aunque el dominicano nomenciona la posible semejanza con el infortu-nio del propio Cervantes a causa de esas nuevasformas de desamparo social que produjo lacrisis interna de la España posrenacentista,detecta una relación entre el fracaso quijotesco—que resulta, sin embargo, una glorificaciónmoral— y la condena del artista en la posteriorsociedad mercantil, ejemplificándolo en figurascomo Beethoven o Shelley, “asombrosos casosde choque quijotesco con el ambiente social”.Hoy parece sencillo advertir la implicanciaentre fenómenos de índole social y una deter-minada forma de leer un texto literario. Oafirmar que en el romanticismo estalla laagudización del conflicto que se produce por ellugar del artista en la sociedad moderna,eliminadas o muy agostadas las posibilidadesde mecenazgo, sometido el criterio estético algusto burgués que dio lugar a la nueva catego-ría de “público” y transformó la obra enmercancía. La intuición de Henríquez Ureñaradica en afirmar que la situación vital del

escritor romántico dio lugar a una nuevainterpretación que la obra de Cervantes conte-nía en potencia: “Heine —que comenzóquijotescamente su carrera, renunciando a unaenorme fortuna para ser poeta— es uno de losprimeros en dar voz a esta nueva interpreta-ción. Con él, y después de él, don Quijote va aser, no el tipo del idealista ‘que no se adapta’,sino el símbolo de toda protesta contra lasmezquindades innecesarias de la vida social, ennombre de ideales superiores” (HenríquezUreña, 1960: 237).

Además de los valores literarios, el Quijotefunciona para este crítico como símbolocontemporáneo compartido o universalizadode acuerdo al sentido prefigurado por Heine.También Sancho se convierte en “modelo” deotros posibles “humildes entusiastas de lo quea medias comprenden pero adivinan magno”,aunque no queda claro si se refiere a una zagade personajes literarios prefigurados por elescudero o a los verdaderos hombres de puebloque Sancho representaría y dignificaría(Henríquez Ureña, 1960: 237). Aunque lainterpretación que Henríquez Ureña hace delmito quijotesco coincide en términos generalescon la de Rodó, la superación de la mismaradica en que el uruguayo maneja categoríasesencialistas de validez universal, en tanto eldominicano las explica de acuerdo a criterioshistóricos explícitos propios de una era “dondeson realizaciones distintivas los códigos y laeconomía política”.

Con los años, siguen en aumento, en elcontinente, los esfuerzos por independizar elejercicio crítico de la esfera político-ideológica.El resultado de ese recorrido se observa en eltono de los festejos de otro centenario, el delnacimiento de Cervantes, en 1947. Puedetomarse, para ilustrar el caso, el discursoofrecido por Rafael Maya en la AcademiaColombiana de la Lengua, en el que repasa lasdistintas posiciones de la crítica histórica delQuijote, adoptando un método de análisis quelas integra eclécticamente.16 En primer lugar,Maya, cifra el alcance del Quijote en su carácter

16 Para una bibliografía general hasta la fecha de edición, de lacrítica cervantina en ese país, consúltese Eduardo CaballeroCalderón (edit.), Cervantes en Colombia, Madrid, Patronato delIV Centenario de Cervantes, 1948.

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universal, libre de compromisos raciales onacionales: “Si otros escritores llevan siempregrabado el sello de la propia raza, circunstanciaque suele dificultar la total asimilación de suespíritu en países extraños, la novela deCervantes traspasa sin dificultad las barrerasidiomáticas y materiales y se adapta al carácterde las gentes más opuestas al ser español”(Maya, 1993: 623).

A su vez, clasifica los formas de acercarse a lanovela, distinguiendo el método positivista delsimbólico, y propone uno nuevo que integretres “mundos” o planos, a saber: el mundo dela realidad o el problema humano que el Quijotedescubre, según el cual la novela continúa lalínea de la picaresca; el mundo de la verdad,que corresponde al plano filosófico y el mundode la ficción, que corresponde al plano de lapoesía. Interesa señalar, a los efectos de lashipótesis que venimos manejando, que sedescarta —por reductivo— el mito del Quijotecomo representante de una nación: “El roman-ticismo trajo, como consecuencia social, ciertatendencia a ver en las obras del espíritu huma-no un reflejo de la sensibilidad colectiva, o, alcontrario, a considerar las obras de arte comoconsecuencia del sentimiento popular, quitándo-les aquella épica objetividad de las edadesclásicas, por virtud de la cual la inteligencia eraapenas espejo del universo” (Maya, 1993: 626).

El colombiano propone un Quijote múltiple,abierto a la permanente relectura. Todos losagregados que pueden hacerse a su sentido —por lo que resultó al fin “una especie de ‘suma’del desengaño universal, y [un] libro donde,tanto pueblos como individuos, leyeran supropia historia”— se deben más a las doloro-sas experiencias de la humanidad que a suscontenidos manifiestos, y la única virtud querealmente pone en evidencia es la permanentefecundidad del Quijote, que se vivifica genera-ción tras generación.

Pese a lo fragmentario de las citas, puedeencontrarse una búsqueda común en AlfonsoReyes, Henríquez Ureña y aun en Rafael Maya:una tendencia a la profesionalización y univer-salización de la crítica literaria, que intentadespegar de la atadura de la lectura política ofuncional a una ideología. Sin embargo, lafuerza de la realidad política y social de estos

países hacía difícil el ejercicio distante yobjetivo de la obra literaria, cuando frecuentesintromisiones de circunstancias urgentes delpresente comprometen y circunscriben lalectura. El caso de Ricardo Rojas es significati-vo, como se verá. Luego, los avatares de laGuerra Civil Española van a teñir por décadascasi toda lectura posible del pasado.

6. DON QUIJOTE EN EL EXILIOEn 1934, Ricardo Rojas fue confinado enUshuaia, la población más austral del conti-nente, víctima, según él, de la arbitrariedad delpoder por haber defendido las institucionesrepublicanas amenazadas por los militares quese habían entronizado en Argentina. Él mismoafirma en el “Prólogo” a Cervantes, que nuncahabía participado hasta entonces de actividadesni pronunciamientos políticos, por entenderque eran lides ajenas a su actividad de profesory ensayista, concebidas idealmente como unazona de pureza a la que no tocaban los intere-ses y los avatares de la hora. Es allí y entoncescuando da forma a su libro. La derrota, lacárcel y demás consecuencias de su incursiónen la política en pro de lo que entendía comouna causa noble, se sienten desde el infortuniocomo una herida abierta. Por eso manifiestaque “hay algo de cervantesco y quijotesco” ensu empresa y se llama a sí mismo “el Quijoteen Ushuaia”. Por eso pregona una actitudintelectual, un ideal que “consiste en la culturamilitante, que Cervantes nos ha enseñado en ellibro inmortal” (Rojas, 1935: XVI). Esaposición nada tiene que ver con la politizaciónde la crítica del texto cervantino. Aun así, elescritor que trabaja con la historia cultural yliteraria no puede dejar de tomar posicionespolíticas. La devoción a España y a las fuentespeninsulares como base para la construcción dela nacionalidad argentina marcaron un rumboconservador en la orientación intelectual deRojas, pese o gracias a sus pretensiones depureza. El libro que escribe como corolario desu carrera de profesor, recogiendo notas queusó en sus cursos y cerrando una admiraciónpor Cervantes que se testimonia desde 1916,cuando organizó en la ciudad de La Plata unode los homenajes académicos más importantesdel mundo hispánico, refleja también la impo-

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sibilidad de mantenerse al margen de losproblemas políticos. Y quizá no sea casual quesu discreto manifiesto público —reducido alprólogo y al último capítulo del libro— secoloque bajo la sombra de Cervantes y la figuradel Quijote, que arrastraban consigo una posibi-lidad de lectura mítica, adaptable a las situacio-nes históricas y con un camino ya hecho en laconsolación de adversidades y derrotas.

Diez años después, en 1943, en Cubaaparece un extraño libro de Mario AguileraFuentes, escrito al calor de la Segunda GuerraMundial, de inspiración religiosa y quijotesca,de tema político, estilo y lenguaje arcaizantes.A pesar de la retórica, ya entonces anticuada, setrata de un libro político que intenta darrespuesta a la interpelante realidad: “Nunca eldolor del hombre fue más agudo ni másuniversal” (Fuentes, 1943:10). A pesar deltono, el ensayo intenta abrir caminos deesperanza y reflexiona sobre la paz y la belleza,la fe y la familia, los bienes perdurables en basea los cuales la humanidad debe edificar suesperanza, con capítulos dedicados a Martí, acada país aliado exaltando su historia y carác-ter, sin faltar otros relativos a México y Cuba.En ese contexto de fuerte condena al fascismoy loas a los Estados Unidos, aparece un capítu-lo dedicado a España. Si ya el título del libropuede tomarse como reminiscencia cervantina—En un lugar de América— el del capítulo es másexplícito: “Quijote en el exilio”. Este pasaje sevuelve más eufemístico, incluso críptico; donQuijote “se ha exiliado en América”, porque“no se ha resignado a llevar en España una vidaprocaz en pugna con su valimiento y su prosa-pia” (Fuentes, 1943: 47). Es así que el hidalgo,ahora símbolo del exilado español, “anda porAmérica: frecuenta Universidades, hace discur-sos”; vaticina un futuro de grandeza para la“raza”, “toda, la de allá y la de acá”; proponeun nuevo concepto de patria, que es “el dere-cho que tiene todo hombre de no ser lastimadoen su decoro” (Fuentes, 1943: 50). Por fin,don Quijote en América está como en su casa,porque en este lado del Atlántico está llamadaa completarse su civilización.

Un texto como este, aun en su ingenuidad,permite inferir la existencia de un nuevo frentede apropiación del mito quijotesco en textos

hispanoamericanos posteriores a la Guerra deEspaña. Recabar de manera representativa larecurrencia de la figura cervantina en los textosdel exilio español en América y en publicacio-nes prorrepublicanas del continente seríamateria para un grueso volumen. Otro tantopodría intentarse indagando la forma en queCervantes fue leído por las publicaciones delbando nacionalista y su utilización oficialdurante el franquismo. Bastarán aquí unospocos ejemplos que por lo menos revelan queel mito se convirtió también en campo debatalla cargado de nuevas implicancias.

Por su importancia y su seriedad críticahabría que considerar en primer lugar las notassobre el Quijote que publica Francisco Ayaladurante su exilio argentino. En la recienteedición del libro por la Real Academia Espa-ñola y la Asociación de Academias de laLengua Española, aparece un estudio de Ayala—“La invención del Quijote”—, que conservaactualidad e interés y que había sido publicadoen Buenos Aires en la revista Realidad, que éstedirigía (Cervantes, 2004). Unos años antes, elcrítico había dado a conocer una serie deartículos en el diario La Nación; “Notas sobreun destino y un héroe”, en las que ingresa conmás fuerza el peso de las circunstancias históri-cas entonces acuciantes y la tentación deprocurar en el libro de Cervantes las preguntasy las respuestas sobre la esencia, el carácter y elproyecto nacional español. Para Ayala, cons-ciente de la maleabilidad del símbolo y de lanecesidad de readaptarlo, las disyuntivas ya nopodían ser las mismas que para los hispano-americanos del novecientos, que buscaban en elmito quijotesco una raíz que consolidara eldestino nacional de estos pueblos nuevos.Desde América, para muchos españoles yamericanos, se hacía necesario repensar Españaen la década de los cuarenta, de acuerdo a lanecesidad de saldar simbólicamente la fisura dela reciente Guerra Civil, explicar y explicarse lascausas de la derrota y hasta encontrar unarazón de ser —histórica, ideológica— delespañol en el exilio:

Siempre que se detiene uno a meditar sobre eldestino de España —dice Ayala—; siempre queel español se hace cuestión de su ser histórico y

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se pregunta la causa última de fracaso y de gloria,o mejor: de gloria en el fracaso [...] vuelve aacudirle a las mientes de nuevo, una y otra vez[...] la creación literaria del Quijote. [...]. Siemprede nuevo le pedimos la clave de aquel destino, deaquel ser histórico en que la tozudez heroica sequiebra siempre, aunque nunca se doble, y en quetodo ímpetu resulta al final baldío en su inocen-cia y desnudo de eficacia (Ayala, 1960: 27).

Hay algunos elementos pocas veces conside-rados, según Ayala, que explican la profundi-dad y la perdurabilidad del mito quijotesco,que es más que un libro cómico y más que unaexcusa para discurrir sobre el destino humanoen un plano trascendente. Un elemento que nopuede soslayarse es el cruce epocal en el queeste libro aparece, poniendo de manifiesto elconflicto entre los valores españoles escolásti-cos y los valores europeos modernos y laseguridad de que Cervantes, como cualquierintelectual lúcido de su tiempo, vivía interna-mente ese conflicto. Ayala supone que nopuede entenderse a Cervantes si se lo juzgacomo un intelectual moderno, luchando contrala presión del poder institucional que actúadesde afuera, sino que todo español participa-ba íntimamente de ese oficial, aunque lacerteza de esa fe se estuviera resquebrajando.Por otra parte, la parodia es eficaz —y doloro-sa— porque el mundo que don Quijoteremeda patéticamente no es sólo el de laficción caballeresca ilusionista, sino que seidentifica con un tiempo histórico, con unorden que fue parte de la realidad objetiva. El“humorismo trascendente” de la novela surgede la paradoja que el mundo de don Quijote esmás organizado, presenta una mayor estructuraque el mundo caótico, sin jerarquías, con el queel caballero tropieza en sus aventuras. Hay “unorden de valores que no ha sido sustituido porningún otro”. En este sentido, el crítico estálejos de asumir la identificación del drama dedon Quijote con el del exiliado o el de laderrotada República. No es posible compararla melancolía de Cervantes por un mundoperdido, aunque, en lo interior, se vea lanecesidad de sustitución —porque de laineficacia del viejo sistema resulta la parodia—,con la pérdida de los valores republicanos enmanos del nuevo orden autoritario. En todo

caso, Ayala encuentra la supervivencia de eseespíritu en el motivo de la nobleza en desgra-cia, que presta la mayor energía a las “másgenuinas manifestaciones colectivas” españolasy en individuos que “suelen encontrarse enEspaña, viejos caballeros provincianos [...] queactúan por simple afección mental a un ordende valores [...] que para nada se correspondecon la realidad social en torno” (Ayala,1960:37).

Otras posibilidades se abrían a las concien-cias republicanas derrotadas en España, peroalertas en América. En 1947, aparece unartículo en el periódico montevideano EspañaDemocrática, cercano al Partido ComunistaEspañol, pasaje de una conferencia del escritoruruguayo Cipriano S. Vitureira en ocasión delos festejos cervantinos. El texto marca unalínea clara de disenso con una tradición delectura, la que enfrenta los caracteres y lossimbolismos de don Quijote y Sancho, paraincorporarlos en una nueva visión del hombrey en un también nuevo y enaltecedor conceptode “pueblo”, bajo la advocación revolucionaria,henchido de fe: “Nuestra generación [siente adon Quijote y Sancho] unidos por la materiaplástica y por la materia humana, tal como lossintió Daumier, como aparecidos del polvo deuna catástrofe, arrastrando consigo jirones deuna época, espejos cóncavo uno y convexo elotro, el afuera y el adentro del mundo y delhombre” (Vitureira, 1947: 5).

No pueden faltar, en su arrebato militante,alusiones a la hora actual de España, aunqueeso signifique profanar el terreno sagrado, peroya no incontaminado, de la literatura. PeroCervantes sigue estando por encima de losbandos:

No he nombrado a Falange. Porque sé que si lanombro corre un escalofrío necesario y bendecidopor esta sala... El revolucionario constructivoCervantes, ese no les pertenece ni a los panzistasni a los quijotistas, ni a los ahítos de poder ni alos de gloria... No es de los dictadores ni de losmilitares. Porque Cervantes es un principio, es unaunidad, la base, la realidad trascendida del hombrey de la tierra que pisa (Vitureira, 1947: 5).

En el número siguiente de España Democrática,Rafael Alberti va mucho más lejos en un

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artículo aún inédito en libro, apropiándose delmito. Lo enuncia desde el título: “Cervantesnos pertenece”. Nadie más que los fracasadosluchadores de la República perdida puedeconsiderarse legítimamente heredero deCervantes. El sueño romántico se transformaahora en el sueño revolucionario, cuando losdos tienen en común la derrota del ideal frentea la realidad, que en el momento se encarna enla prepotencia del fascismo: “¿Quiénes mejorque nosotros, españoles leales, errabundosahora por tan distintos rincones de la Tierra,tirados hoy aquí, temidos allá; quiénes mejorque nosotros para amar y entender la grande ygolpeada vida —cuerpo y espíritu— deMiguel de Cervantes?” (Alberti, 1947: 5).

Cervantes soldado, Cervantes delatado ytraicionado, “alma justa e ilusionada, pareja ala que, sangrante y llena de esperanza alienta ennosotros”, exaltó el heroísmo de Numancia, laprimera gran “quijotada española”.17 Ya se dijoque el Quijote se leyó hasta entonces como laadvertencia o la comprobación de la imposibi-lidad de subsistencia de un ideal colectivoquizá noble, aunque perimido, incapaz deresistir el empuje de la modernidad capitalistaincipiente. Cervantes sería un testigo de lainevitable decadencia de España, que empezócon el sueño imposible de restauración de unorden y que, entre otras cosas, precipitó al paísen la ruina. En 1947 podía recuperarse elheroísmo patético del Quijote con otro sentidocolectivo, aggiornado a los acontecimientosnacionales que significaron otra ruina. Tambiénotro sueño español se había frustrado,embanderado con altos ideales que no soporta-ron la contundencia de los hechos. PeroMadrid había resistido la ocupación de losnacionalistas hasta más allá de sus fuerzas y eraposible parangonarla, en la construcción delimaginario de izquierda, a una nuevaNumancia. De este modo, Cervantes reingresade dos formas distintas al territorio del mitopredicado por Alberti: como creador del héroequijotesco “caballero errante de la libertad, sumás genial y eterno combatiente” y comoactualizador del también heroico sacrificionumantino. Con todo, Alberti está lejos de lamelancolía de Cervantes, lo mueve la confianzaen un provenir que seguramente resultará de la

lucha —“cuando nos sentimos los españolesacorralados por la desgracia volvemos haciaNumancia nuestros ojos”— y de la bravura delos hijos de España.

Desde las mismas tiendas políticas, pero conun tono de resignación romántica, podía leerseel poema Vencidos, de León Felipe, escrito en1920, pero cobra nuevo sentido en 1947,cuando lo lee y comenta en una conferenciapronunciada en Buenos Aires, que luegorecogería la revista Sur, en el número de home-naje que dedica a Cervantes (autores varios,1947). En esa oportunidad, el poeta español sehace cargo de la diferencia entre el estado deánimo de desaliento individual juvenil queinspiró el poema y el alcance simbólico queadquirieron los motivos de la batalla perdida yla amargura del ideal estéril, con el correr delos acontecimientos de las últimas décadas:“Hace treinta años que escribí estos versos.Ahora los repito aquí con un lamento redobla-do... La Historia ha hecho de carne y hueso...ha llenado de carne y hueso el símbolo... y hapuesto un número gigantesco de españoles [...]donde, aparentemente, no había más que uncaballero y un criado”.

También León Felipe se apropia del mito.Aun más, no tiene dudas de que la premoni-ción de Cervantes, hace cuatro siglos, sólo secumplió cabalmente con el fin de la GuerraCivil: la derrota del hidalgo es un símbolo de ladesaparición de España como idea histórica.No la España leal (“¿leal a quién?”, se pregunta)a un gobierno, sino a los principios eternos, la“que nos enseñó a hablar y con la que aprendi-mos estas dos palabras: Hombre y Justicia”.Esa no es más que un fantasma, tal vez nuncaexistió. Es posible que “lo sustantivo delespañol sea la locura y la derrota”, y que donQuijote no sea más que un clown que Cervantes

17 En 1937, se había estrenado en París una puesta deNumancia, de Cervantes, a cargo de Jean-Louis Barrault, conmúsica de Alejo Carpentier. El propio Carpentier escribióuna reseña del espectáculo, no sin señalar la sorpresa frenteal hecho de que Cervantes se hubiera puesto de moda, yaque era la obra más vista del momento, dadas las sugeren-cias dramáticas que despertaba: “Es éste el tipo de dramaclásico del que hubiéramos podido decir, en otros tiempos,que en él moría hasta el apuntador. Pero ahora toda ironíanos es vedada. Los acontecimientos no nos permitensonreír. El simple cable de la prensa diaria ha vuelto aponer de actualidad la obra de Cervantes, con todo suformidable aporte de humanidad doliente. El contenidolatente del drama ha surgido, pujante, tremendo, después desiglos de silencio” (Carpentier, 1985).

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creó para burlarse de su reino, simplementeporque tenía cincuenta y siete años y “se moríade tedio”. España es una broma de Dios y donQuijote es una farsa, y “llegan los dos con esetruco de la justicia que tan bien conocéis”.Lejos está del discurso mítico revolucionario,aunque desde el escepticismo apueste a ladenuncia y a la idea final de que el sacrificio deun payaso ridículo tiene un sentido que recon-cilia al Quijote con la tradición, cristianizándo-lo, transformándolo en redentor de los hom-bres. Por eso hace decir al héroe cervantino:“¡Yo no soy un payaso! ¡Yo soy Prometeo! [...].Y he dado mi sangre, no para hacer reír a losdioses y a los hombres, sino para fecundar elyermo”.

Como los frutos del heroísmo no se recogende inmediato, y el crimen y el odio se transfor-man permanentemente, el único objetivo decualquier sacrificio redentor parece ser eltestimonio solitario que fecundará otrossacrificios similares, también ineficaces, mien-tras “sólo la risa del mundo, abierta y mons-truosa, le responde”.

Desde otros lados de la izquierda, y en el Ríode la Plata, se refuerza la imagen del “Quijoteen el exilio”, acicateando la idea de que elpersonaje de Cervantes es un mito rechazadopor el bando triunfal. En 1955, al cumplirselos trescientos cincuenta de la publicación delQuijote, aparece un artículo sin firma en EspañaDemocrática de Montevideo que da cuenta deltema y advierte una lectura que del libro sehace desde el bando falangista. Según se cita,Eugenio Montes escribe en el periódicofalangista Arriba, que “Cervantes ha escrito unlibro genial, pero éste ha contribuido a ladestrucción de nuestra patria”, mientrasErnesto Giménez Caballero propone “expulsara Cervantes de España”. De paso, se informaque el Premio Cervantes de 1954 fue otorgadoa una obra inédita correspondiente al espíritudel “movimiento nacionalista” (España Democrá-tica, 1955).

Después de unas y otras consideraciones,nada puede sorprender que el mito siguieratransformándose y adaptándose a sus lectores.“Nos igualamos al espíritu que comprende-mos”, ha dicho Renan. La frase podría ser unaexcusa para explicar por qué ciertas épocas

retoman obras o autores y porqué agudizan talo cual sentido. Los románticos fueron propen-sos a comprender el infortunio melancólico deCervantes y a asimilar la faceta del heroísmotrágico cotidiano del Quijote. Más allá de lasasociaciones que la novela despertó frente acausas colectivas, las biografías de los escritoresque se han acercado al Quijote con particularintensidad lo entienden como escuela deincomprensión y de desdichas individualesfrente a la adversidad y a la injusticia delmundo.

Para Montalvo, experto en contratiempos, laspenurias de Cervantes fueron necesarias para sugloria: “El infortunio, sí, señor, el infortunio esel dragón que cuida las manzanas de oro en eljardín de las Hespérides” (Montalvo, 1930:XCIV). Por eso cada lectura es diversa deacuerdo a la geografía y la época en que sesitúan, pero cada cual se mueve, también, apartir de la situación personal del escritor o delcrítico. Hay un libro escrito en Buenos Aires en1938 que revela una forma distinta de acerca-miento al Quijote, alejada de la crítica académicay de la arena política. Alberto Gerchunoff(1884-1950) había nacido en Ucrania, depadres judíos. Radicado desde niño en Argen-tina, llegó a participar activamente en elperiodismo y la política del país, además deescribir ensayos y novelas. Tres volúmenes deensayos dedica a Cervantes, Nuestro señor donQuijote (San José de Costa Rica, 1916), elmencionado de 1938 (La jofaina maravillosa) yRetorno a don Quijote (1951), que aparecerápóstumamente con prólogo de Borges. En Lajofaina..., entrega al público una serie de impre-siones subjetivas haciendo alternar librementeal hidalgo con personajes, ideas y situacionesde distintas épocas. Recorre sus propias etapascomo lector del libro, que supo aunar “laemoción de lo grandioso con lo cómico” hastaencarnarlo en la vida: “Porque las obras maes-tras tienen tal cualidad: crecen con los indivi-duos, con ellos se transforman, reflejándolos yreflejándose en ellos, como espejos recíprocosen cuyas lunas tersas se reproduce la comediadolorosa de nuestra existencia” (Gerchunoff,1953: 19).

Visita distintos momentos y personajes dellibro, rescatando en especial la figura de

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Sancho. Cervantes ha representado en él dostipos antitéticos: el rústico conformista paraquien —para quienes— “actos descomunalesson peligros para su bienestar”, que “siguen alos directores hinchados y huecos”; perotambién el que se doblega ante el genio, se dejadeslumbrar, “no deshecha la filosofía por nopenetrarla”. Gerchunoff siente predilecciónpor los humildes; hasta para el mismoCervantes ha sido consuelo y esperanza frente ala desprotección de la sociedad. Aunque la citaes larga, vale la pena transcribir cuándo loconoció y el efecto que le produjo:

Desde muy temprana edad vengo leyendo alQuijote. Empecé su lectura siendo niño aún.Trabajaba entonces en una fábrica y comprendípor primera vez que la justicia del mundo, ajuzgar por los golpes que recibía y lo duro de mipan cotidiano, no era un dechado, y en mi sentirinfantil soñaba con improbables redenciones.[...]. [Fue] cuando llegué al pasaje en que elvaleroso caballero salvaba al niño aullante tras unárbol, bajo el látigo de su amo feroz, llenéme degratitud sin fin hacia su alma resplandeciente,enloquecida de misericordia y desequilibrada porla misma virtud que la hacía heroica. Os juro quehabría agradecido mejor que aquel chicuelo, sidon Quijote hubiese aparecido, con su espadafiel y con su recia lanza, en la fábrica donde yotrabajaba (Gerchunoff, 1953: 15-16).

Si continuáramos el recorrido, encontraría-mos con seguridad el Quijote para los obreros yprobablemente una funcionalidad rediviva enfunción de la lucha de clases.

CONCLUSIÓN EN UN CRUCE DECAMINOS

Sería pretencioso suponer que estas calas enlas lecturas cervantinas americanas constituyan

un pensamiento orgánico que nos represente.En todo caso, es una excusa que permitereconocer la fuerza histórica de la interpreta-ción. Salta a la vista la dependencia de laslecturas europeas a la hora de leer el Quijote.Alfonso Reyes se refirió a los homenajes y alfervor hispanoamericanos por Góngora des-pués de 1927 como “otro imperialismo más”.En ese sentido, frente a cada centenario,ocasión poco propicia a la novedad, sereformula la pregunta de cómo debe celebrarsea efectos de trascender el panegírico de cir-cunstancia y contribuir al debate cultural delpresente desde esta América. Lo dijo mejorIcaza respecto al Quijote: “Las peroratas delcentenario [...] no pueden darnos la medida dela importancia actual del cervantismo enHispanoamérica. [...]. Bastarían los versos deRubén Darío y los escritos de Rodó y EnriqueJosé Varona”18 (Icaza, 1918: 140).

A pesar de estas dificultades, se percibe enconjunto, una búsqueda de definiciones conti-nentales que se abrieron lento camino en losacercamientos que consideramos y que aúnpueden seguir interpelando, para la cual ellibro de Cervantes ofició de campo de batalla.

“En todas las fases de mi vida me acosaronlos espectros del escuálido hidalgo y de supanzudo escudero, señaladamente cuando en elcruce de un camino me detuve indeciso”,escribió Heine. Como se ha intentado mostrar,también las obras literarias son más producti-vas en “los cruces de caminos”, y la suerte delQuijote ha sido más polémica y productiva en sucapacidad de interpelar la sociedad en lasépocas de encrucijadas más agudas.

18 A los cuales, nobleza obliga, no hemos podido consultar.

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1. UN VIAJE POR LOS AIRES: “O SANCHOMIENTE O SANCHO SUEÑA”Propongo empezar con una imagenemblemática: don Quijote y Sancho Panzavendados encima de un caballo de maderadebatiendo de cosmología mientras creenviajar al fabuloso país de Candaya. A surededor una corte de mujeres barbudas losobserva divertida mientras unos criados seencargan de soplarles con los fuelles yabrasarlos con estopas encendidas.

Se trata del celebre episodio de Clavileñoel Alígero.2 Los duques, que ya hace varioscapítulos siguen burlándose de nuestros dosprotagonistas, han maquinado una gran puestaen escena para divertirse a costa de ellos: “...han leído la primera parte de la historia, aligual que muchos otros personajes, y cuandose encuentran al Quijote y a Sancho Panza sehallan tan seducidos por la novela como aquelpor los libros de caballerías. Y entonces dispo-nen que en su castillo la vida se vuelva ficción,que todo en ella reproduzca esa irrealidad enque vive sumido don Quijote”.3 De allí enadelante toda la vasta corte de servidores va asecundar a don Quijote, recreando un ambientecaballeresco.

En el capitulo XL, “La Trifalda se presentaante don Quijote con un grotesco cortejo dedamas barbudas para pedirle que vaya a lalejana isla de Candaya a desencantar a la

CLAVILEÑO YEL HIPOGRIFOImaginarios geográficos enEl Quijote y en el Orlando furioso1

infanta Antonomasia y a don Clavijo,convertidos por el gigante Malambruno ellaen simia de bronce y el otro en un espantosococodrilo. Sólo a don Quijote estaba reservadala hazaña de hacerles recobrar su primitivaforma”.4

Rodeados de la familia, la corte y loscriados de los duques, los dos protagonistas—absolutamente ignaros de ser el centro detodas las miradas— comentan cada uno a sumanera la excitante y asustadora experienciade volar por las regiones del aire. A las quejasde Sancho de “un viento tan recio, que pareceque con mil fuelles me están soplando” contes-ta don Quijote:

Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos dellegar a la segunda región del aire, adonde seengendra el granizo o las nieves; los truenos, losrelámpagos y los rayos se engendran en la terceraregión, y si es que de esta manera vamos subien-do, presto daremos en la región del fuego, y nosé yo cómo templar esta clavija para que nosubamos donde nos abrasemos.5

POR PAOLO VIGNOLO

1 Este ensayo recibió mención especial en el I PremioEl Quijote en América, de la Universidad de Salamancaen América, bajo el título “A las antípodas de Candaya.Imaginarios geográficos en el Quijote”.2 Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de La Mancha,Madrid, Real Academia Española de la Lengua, edición delIV Centenario, Editorial Alfaguara, 2004, p. 851.3 Mario Vargas Llosa, Una novela para el siglo XXI, enCervantes, ibid., p. XVII.4 Riquer, op. cit., p. 123.5 Cervantes, op. cit., p. 860.

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Se trata de los fuelles con que, artificialmente,las gentes del castillo recrean los vientos de loscírculos celestes, que pronto serán sustituidospor estopas encendidas para simular la regióndel fuego. De regreso de esta extraordinariaexperiencia de teatro sensorial ante literam, alresponder Sancho a las maliciosas preguntasde la duquesa sobre el largo viaje, se lanza enun hilarante, grotesco excursus geográfico:

... aparté tanto cuanto el pañizuelo que metapaba los ojos, y por allí miré hacia la Tierra, yparecióme que toda ella no era mayor de granode mostaza, y los hombres que andaban sobreella, poco mayores que avellanas; porque se veacuán altos debíamos de ir entonces.6

Las irónicas observaciones de la duquesano hacen sino estimular la ya excitada fantasíadel escudero. Convencido de que “... porencantamiento podía yo ver toda la Tierra ytodos los hombres por doquiera que losmirara”, se atreve a asegurar que ha llegadohasta “las siete cabrillas”, es decir, a laconstelación de las Pléyades, y habersedemorado jugando con ellas. A lo que donQuijote afirma categórico: “o Sancho miente,o Sancho sueña”.

2. UN EMBLEMA ELOCUENTE:CLAVILEÑO, QUE “HOY ESTÁ AQUÍ,Y MAÑANA EN FRANCIA, Y OTRO DÍAEN POTOSÍ”Mary Gaylord define la escena de Clavileñocomo “Cervantes most eloquent emblem”. Si deemblema se trata, cabe entonces preguntarsecuáles son sus orígenes, qué símbolos locomponen, qué significados les atribuyeronlos contemporáneos de Cervantes.

La misma Gaylord nos indica un camino:

Bien sea que escojamos mantener el enfoque enel Viejo Mundo o en América, o que intentemosquedarnos con un pie en cada lado del charco,nos conviene recordarnos continuamente anosotros mismos que “acá” y “allá” son unadicotomía particularmente resbaladiza en elperiodo en estudio. Tanto en sus paseos del almacomo literalmente, los españoles de los siglosXVI y XVII cruzaban mucho ese puente y enambas direcciones. El emblema más elocuente de

Cervantes para ese itinerario bi-direccional esquizás Clavileño, imagination’s steed, que te lleva undía a Francia, otro a Potosí.7

En otros términos, la aventura de nuestroshéroes al lomo del caballo Clavileño rumbo alfabuloso reino de Candaya puede revelarnosmucho de la relación entre el acá cotidiano y elallá exótico, entre el Viejo y el Nuevo Mundo.El episodio se nos presenta, entonces, comouna brújula que nos permite orientarnos en elmapa de los imaginarios geográficos de laépoca.

Clavileño podría verse como el hijo ilegítimode una familia de ilustre estirpe. No se tratasólo de la genealogía al revés de equinoscélebres a la cual nuestro caballo de madera esincautamente asociado: el Pegaso deBelerofonte, el Bucéfalo de Alejandro Magno,el Brilladoro de Orlando… El motivo del viajepor los cielos y del contemptus del mundo desdelos aires es, en efecto, un verdadero topos litera-rio que puede contar con célebres y remotosantepasados, cuyos orígenes se remontan a losmitos de Mesopotamia y la Grecia antigua.

Ya Sócrates había expresado un conceptoparecido cuando había comparado a loshombres que viven al borde del Mediterráneocon unas hormigas o unas ranas al borde de unpantano.8 El tema se volverá tópico en lacultura del Renacimiento gracias —sobretodo— al célebre episodio de Alejandrotransportado al cielo por los grifos.

Cervantes lo retomará del Somnium Scipionis,otro texto fundamental para la culturahumanística. En este mito filosófico contenidoen la República, Cicerón eleva a Scipio elEmiliano hasta la Vía Láctea para que pueda alfin contemplar la pequeñez de la zona habitadapor nosotros y reflexionar sobre el peso insig-nificante de las conquistas del hombre, cara acara con el cosmos. El viaje del alma hasta lamás alta esfera le permite llegar a un estado deperfecta lucidez: los límites del universo y losfines de la Historia le son simultáneamenterevelados.9

6 Ibid., p. 863.7 Mary Gaylord, “The True History of Early ModerrnWriting in Spanish: Some Americans Reflections”, enJournal of Literary History, vol. 57, Nº 2, Washington, June1996, pp. 213-225.8 Gabriella Moretti, Gli antipodi. Avventure Letterarie di un MitoScientifico, Parma, Nuova Pratiche Editrice, 1994, p. 19.9 Frank Lestringant, L’Atelier du Cosmographe ou l’Image duMonde à la Renaissance, Paris, Albin Michel, 1991, p. 37.

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Los conocimientos geo-astronómicos másacreditados de la época son puestos al serviciode la ética estoica que reduce la importancia dela gloria para subordinarla a la virtud. Dante,en el canto XXII del “Paraíso”, se acordará deestos versos al describir la Tierra vista desde loalto como “L’aiuola che ci fa tanto feroci”.10 Volvien-do a contar la misma historia, al comienzo delcapitulo siguiente, Sancho confiesa:

Después que bajé del cielo, y después que desdesu alta cumbre miré la Tierra y la vi tan pequeña,se templó en parte en mí la gana que tenia tangrande de ser gobernador; porque ¿qué grandezaes mandar en un grano de mostaza, o quédignidad o imperio el gobernar a media docenade hombres tamaños como avellanas que, a miparecer, no había más en toda la Tierra?11

Como nos hace notar Francisco Rico, “laspalabras de Sancho recuerdan de nuevo alsueño de Scipio, donde la visión de la Tierracomo un mero punto sirve para moralizarsobre la significación de las ambicioneshumanas”.12 Sancho no se ha inventadonada. En su hiperbólico y grotesco relatoastronómico – campestre, se apoya en unalarga y consolidada tradición que contemplatanto el tema épico-didáctico del motivocomo sus versiones paródicas y burlescas. Nosólo su sueño es la reminiscencia de otro sueño,el de Scipio, sino que tampoco es nueva la ideade presentar este sueño como un mundo alrevés, aprovechando las potencialidadessubversivas del tema del allá desconocido.

Como Cervantes sabe muy bien, la imagen dela ascensión cosmográfica, utilizada a menudopara celebrar las gestas de reyes y emperadores,se presta de manera extraordinaria a las inver-siones propias de la sátira y de la parodia,como lo demuestra su empleo por parte deAristófanes.13 El tema del vuelo fantástico estáarraigado también en el género menippeo, otrafuente predilecta para los humanistas delRenacimiento. En La nave o los deseos, Luciancuenta que cuatro amigos hablan de sus sueñosy de sus deseos, uno de los cuales es recibir unanillo mágico que les permita volar hasta laIndia y al país de los hiperbóreos para descu-brir las fuentes del Nilo y, sobre todo, para ver“cuantas tierras son inhabitadas y si alguien

vive en la mitad meridional del mundo, cabezaabajo y patas al aire”.14

3. LOS HOMBRES: ANTÍPODAS LOS UNOSRESPECTO A LOS OTROSEl motivo del viaje por los aires se convierte enocasión para celebrar la representación dominantede la faz de la Tierra. En su poema didascálicoHermes, cuyos fragmentos gozaban de granpopularidad en el Renacimiento, Eratóstenesdescribe el ascenso del dios por las regionescelestes aprovechando la ocasión para lanzarse enun amplio excursus geo-astronómico.15

La Tierra se presenta dividida en cincobandas climáticas: las dos capas polares, deazul oscuro, están “siempre heladas, húmedasde agua” y de hielo. Una en el medio, “árida yroja, como de fuego”, quemada por el soltórrido del ecuador. Y en el medio:

Dos más había, opuestas la una a la otraEntre el calor del fuego y el hielo llovido delcieloAmbas regiones temperadas, fértiles de messiEl fruto de Demetra Eleusina: allí vivenlos hombres, antípodas los unos respeto alos otros.16

Se trata de una de las más antiguasformulaciones conocidas de la célebre teoríade las zonas, que dominará sin rivales hastalos albores de la era moderna, y, gracias a lacelebración poética de Eratóstenes y a lasistematización filosófica hecha por Aristóteles,se volverá la piedra millar de la disciplinageográfica entrando a hacer parte —vía librosde caballerías— del imaginario colectivo deOccidente.

Esta teoría permite enfrentar dos problemasfundamentales: la división del globo en sectoresclimáticos y la distinción crucial entre zonashabitables y no habitables. De las dos zonas

10 Dante Alighieri, La Divine Comédie, “Paradis”, chantXXII, vers 151-153, p. 215.11 Cervantes, op. cit., p. 865.12 F. Rico, op. cit., p. 865.13 Como nos hace notar Moretti, la parodia deAristófanes, “como toda parodia, marca la consagraciónliteraria y devela así la estabilidad tópica del motivo”, p. 24.14 Moretti, op. cit., p. 38.15 Ibid., pp. 21-22 ; G. Aujac, La Geographie dans le MondeAntique, Paris, PUF, 1975.16 Moretti, op. cit., p. 24

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temperadas, fértiles y, por ende, habitables,una sola es conocida: la septentrional. La otrabanda templada en el hemisferio meridional—designada hasta el siglo XV con el términoantichtone o antípodas— será consideradainalcanzable a causa de la presencia en la zonatórrida de barreras naturales infranqueables:mares tempestuosos y extensos desiertos.17

De allí surgen las especulaciones sobrelos antípodas, mundo al revés, el lugar dondees de noche cuando acá es de día, la tierra delo onírico, frecuentemente asociada con elreino de los muertos y de la metempsicosis delas almas. “Allá es de día como acá es de noche,y, al contrario, como allá es de noche acá esde día”, se lee en los célebres viajes deMandevilla.18

Sus misteriosos habitantes, que pordefinición son imposibles de conocer,parecidos y al mismo tiempo opuestos anosotros, duermen cuando acá estamosdespiertos, y viceversa. Surge entonces lasospecha de que ellos no sean sino loshabitantes de nuestros sueños. O, según unmotivo literario que cruzará los siglos hastaalcanzar a Borges, que nosotros no seamos sinolos sueños de ellos.19

En la Edad Media y hasta el siglo XVII, elviaje hacia el allá remoto se presenta a los ojosde los europeos cristianos, ante todo, como unviaje a las antípodas. La antigua doctrina de laexistencia de tierras y pueblos al hemisferioopuesto —que, como vimos, hunde sus raícesen la filosofía presocrática y es convertida enpilar de la concepción geográfica medieval—emerge en toda su dramática actualidad en elmomento en que los europeos efectivamentealcanzan las antípodas.

Como confiesa Broc, concluyendo su funda-mental estudio sobre la geografía del Renaci-miento: “... de todas maneras, parece que larevelación de la habitabilidad de los trópicos yde las antípodas haya sido más decisivo paralos contemporáneos que el descubrimiento deAmérica, al cual nosotros atribuimos retrospec-tivamente tanta importancia”.20

Prácticamente, todos los autores de la épocahacen referencia, de una manera o de otra, ala questio de antipodorum. Los geógrafos y loscosmógrafos le dedican casi obligatoriamente

unas páginas de introducción en sus tratados,los cronistas y los exploradores hacen ampliasdigresiones sobre el asunto, los letrados ylos humanistas no pierden ocasión paraaprovechar las implicaciones paródicas,críticas o edificantes que ofrece el tema.

Las antípodas demuestran un dispositivoretórico muy poderoso, que durante elRenacimiento invade a toda la sociedadeuropea. Lo encontramos en acción en losrituales de la corte, en las fiestas populares,en los juegos diplomáticos, en las disputasreligiosas, en los planisferios. Y, por supuesto,en los libros de caballerías, punto de partidade las hazañas de don Quijote.

La doctrina de las antípodas —evocandoun lugar simétricamente opuesto al delobservador— estimula una fecundaespeculación sobre el tipo de pueblos y decivilizaciones al otro lado de la Tierra,parecidos y al mismo tiempo opuestos a loshabitantes de Europa.21

En otras palabras, las antípodas permitencultivar en la cultura occidental una reflexiónsobre el “radicalmente otro” a través de laconjunción de varios elementos: el recurso dela adynata, la imposibilia de la tradición antigua,figura retórica que junta entre sí elementosaparentemente inconciliables, el tópicotípicamente medieval de mundo al revés, lasleyendas antiguas sobre tierras lejanas yfabulosas… y abre las puertas a los recursos—que caracterizarán la sensibilidadmoderna— del trastrocamiento del punto devista y de la relatividad de toda perspectiva.22

17 Hay cierta confusión en el empleo del masculino y delfemenino del término “antípodas”. En el texto, cuando nosreferimos a la tierra de las antípodas vamos a usar elfemenino, mientras que cuando nos referimos al pueblo delos antípodas optamos por el masculino. Así mismo, vamosa recurrir al adjetivo “antipódico”, neologismo que procuratraducir el inglés “antipodal”.18 Juan de Mandevilla, Libro de las maravillas del mundo,Madrid, Editorial Visor, 1984, p. 119.19 Véase Paolo Vignolo, “Nuevo Mundo: ¿un mundo alrevés? Los antípodas en el imaginario del Renacimiento”,en (coloquio) El Nuevo Mundo. Problemas y debates” (D.Bonnett; F. Castañeda edits.), Bogotá, Universidad de losAndes, 2004.20 Numa Broc, La géographie de la Renaissance (1420-1620),Paris, Bibliothèque Nationale, 1980, p. 238.21 Peter Mason, “De l’Articulation”, en L’Homme, Nº 114,XXX, Avril-Juin 1990, pp. 27-49.22 Véase Ernst Robert Curtius, European Literature and theLatin Middle Ages, Bollingen, Princeton University Press,1953.

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Evocando tanto un anti mundo, un mundoal revés, como unas gentes radicalmentediferentes con respecto a los europeos, lasantípodas permiten representar lasdesconcertantes novedades que se vanasomando al horizonte y escapancompletamente a las categorías cognitivastradicionales, sin poner en causa la base de lacosmología cristiana medieval. Por otra parte,es a partir de esta teoría antiquísima cuandoel Nuevo Mundo entra a hacer parte delimaginario europeo, subvirtiendo la visión dela Tierra y del ser humano, en vigor hasta esemomento, y dando origen a la moderna culturaeuropea.

El fortuito hallazgo de la geografía deTolomeo a mitad del siglo XV —“el primerode los grandes descubrimientos”,parafraseando una célebre afirmación deGusdorf— no hará sino confirmar esta imagende la Tierra a los ojos de los hombres delRenacimiento.23 Dicha concepcióncosmológica se volverá el paradigmadominante durante toda la primera etapa dela gran expansión europea y no se limitará ala reflexión savante, sino que moldeará tambiénlas coordenadas simbólicas de la culturapopular.

La vulgata aristotélica es el marcofundamental mediante el cual las antípodasvan a ejercer su influencia hasta elRenacimiento. En la base de estasistematización hay unas cuantas categoríasbien definidas: primero que todo la dicotomíaalto-bajo, fundamental como categoría devirtus y no simplemente de forma, y enseguidalas oposiciones centro-periferia y adelante-atrás. El imaginario relacionado a las antípodaspermitirá invertir todas y cada una de estasdicotomías. Las antípodas demostrarán ser unaherramienta extraordinaria, capaz de girar,desplazar, trastrocar el sentido producido porla poderosa machine a penser aristotélica.

A comienzos de la Edad Moderna, elconcepto de antípodas —en el doble sentidode anti Tierra, simétricamente opuesta, y depueblo misterioso situado al otro extremodel mundo— jugará un papel fundamental enla transformación de la imagen de la Tierra ydel hombre. En otras palabras, las antípodas

proveen las categorías mentales necesariaspara tomar en cuenta la alteridad y volverlainteligible sin hacer estallar la imagendominante del mundo.

Las antípodas actúan como una machine arenverser, permitiendo imaginar mundos posiblesa través del sistema de inversiones de la machinea penser aristotélica. Aunque no cualquiermundo, ni cualquier inversión: el dispositivofunciona según las reglas propias de ladinámica de los imaginarios.24

Las antípodas se encuentran, en efecto, en elpunto de conjunción entre el vasto imaginariodel mundo al revés medieval, del cual noconstituyen sino una pequeña parte (unaspecto o una variante de las muchasexistentes) y el legado tan rico de creencias,leyendas y mitologías alrededor de las fronterasde la Tierra y de lo desconocido geográfico. Sueficacia consiste en proveer al, mismo tiempo,un sistema de reglas para invertir el sentido yuna gran reserva de imaginario social.25

Las diferentes lógicas de inversión permitenoperar sobre este abundante materialimaginario, creando una increíble variedad decombinaciones y de mezclas que setransforman sin cesar a lo largo de los siglos.Será precisamente a través del complejo juegocombinatorio de estas múltiples inversionesque el Renacimiento podrá elaborar una nuevaimago mundi a partir del riquísimo bagajeimaginario heredado por la Antigüedad y laEdad Media.

Podemos, en particular, identificar cuatrograndes corrientes imaginarias alrededor de lascuales se organiza esta inmensa constelación demitos, leyendas y creencias, que tienen comoeje las tierras de las fronteras extremas delmundo: la búsqueda del Edén perdido de latradición judaico-cristiana, la nostalgia de laEdad de Oro de los antiguos, la afirmación deun imperio universal de origen clásico y lasreveries medievales sobre el país de Cucaña.

A las antípodas estos mitos se mezclan, y secontaminan unos con otros, reproduciendo, enmiles de variantes, las obsesiones de la época.

23 Citado en Broc, op. cit., p. 9.24 Véase Gilbert Durand, Lo imaginario, Barcelona,

Ediciones del Bronce, 2000.25 Esta hipótesis tiene muchos puntos en común con la de

capital mimético de Greenblatt. Véase Stephen Greenblatt,Ces Merveilleuses Possessions. Découverte et Appropriation du NouveauMonde au XVIe Siècle, Paris, Les Belles Lettres, 1996.

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De este gran cruce de imaginarios surgiráUtopía, mito fundador de la modernidad.26

4. OTRO EMBLEMA: EL MOVIMIENTOERRANTE DEL HIPOGRIFOAriosto —al que Borges señala, junto aCervantes, como el otro gran fautor deldeclino de los libros de caballerías— tambiénconstruye su obra alrededor de una concepciónantipódica del mundo. El Orlando furioso nosbrinda otro excelente ejemplo de cómo laficción puede intervenir en los imaginarioscolectivos, dando un sentido y un orden nuevoa un mundo en tumultuosa transformación.

El Orlando furioso —escribe Calvino— nace enuna Ferrara donde la gloria guerrera es aún elfundamento de todo valor, pero que es conscien-te de que no es sino una pieza en un juegodiplomático y militar mucho más amplio. Elpoema se redobla continuamente en dos planostemporales: el de la fábula caballeresca y el de laactualidad político-militar; una corriente deimpulsos vitales se transmite de los tiempos delos paladines (...) a las guerras italianas del sigloXVI. (…). Esto de Ariosto es el juego de unasociedad que se siente depositaria de una visión delmundo, pero que siente también el vacío que se abrebajo sus pies, entre temblores de terremoto.27

Ariosto representa una sociedad que, pese asu refinada vida cortesana, al orgullo militar ya la opulencia mercantil, muestra los signos deuna decadencia inminente. Gracias al ímpetudel corcel alado, desplaza a su personaje a lolargo y ancho de la superficie de la Tierra paradescribir, con irónica distancia, sus cualidadesy sus defectos, celebrar sus ideales y exorcizarsus miedos. De esta manera, él abre caminohacia lo que Michel de Certeau —detrás deHeidegger— considera la base de laexperiencia moderna: “El proceso fundamentalde los tiempos modernos es la conquista delmundo, en tanto que imagen cumplida”.28

El “movimiento errante” de Ariostoexpande, de manera jamás vista, los espacios endonde la acción poética se desarrolla, rompecon las referencias del acá y del allende,reinventa la relación entre espacio geográfico yespacio imaginario. En el Orlando furioso la

realidad cotidiana es embebida de presenciasestrafalarias e inesperadas que escapan a lascoordenadas simbólicas en donde tratamos deenjaularlas.

Los lugares pierden su característica derealidad objetiva para volverse territoriosfluidos e inquietantes donde no se reconocenlas reglas ni las perspectivas, que provocan,según las circunstancias, un sentimiento demiedo o de curiosidad, de excitación o deterror. Es la sensación de asombro y maravillaque acompaña a los huéspedes de una tabernafrente a la aparición en el cielo de una extrañabestia voladora: el hipogrifo.

El hipogrifo, como Clavileño, es también unemblema. Borges, en su Manual de zoologíafantástica, nos cuenta cómo Ariosto llega ainventar un animal fantástico nuevo a partir deuna hibridación:

Para significar imposibilidad o incongruencia,Virgilio habló de encastar caballos con grifos.Cuatro siglos después, Servio el comentadorafirmó que los grifos son animales que de mediocuerpo arriba son águilas y de medio abajoleones. Para dar mayor fuerza al texto, agregóque aborrecen a los caballos... Con el tiempo, lalocución jungentur jam grypes equis (“cruzar grifoscon caballos”) llegó a ser proverbial; a principiosdel siglo XVI, Ludovico Ariosto la recordó einventó al hipogrifo.29

El hipogrifo es, entonces, una quimeraproducida en los alambiques del taller literariode un refinado poeta de la corte de los duquesdel Este para desbaratar y reinventar, en unjuego libre y divertido, las relaciones con loslugares y el espacio. Más precisamente se tratade una imposibilia, un adynata, fruto de la unióndel más familiar de los animales y el másfabuloso de los monstruos.

En el mundo del Renacimiento, el caballo esuna criatura noble, fiel compañero de camino através de los paisajes domésticos y los paísesconocidos; el grifo, un medio de transporteasombroso —heredado de la antigüedad—para ir rumbo hacia el allá desconocido.

26 Vignolo, op. cit.27 Italo Calvino, Orlando Furioso di Ludovico Ariosto Raccontato da ItaloCalvino, Milano, Mondadori, 1995, p. 15.28 Martin Heidegger, Chemins qui ne Mènent Nulle Part, Paris,Gallimard, 1962, p. 81-85, citado en Michel De Certeau,L’Écriture de l’Histoire, Paris, Gallimard, 1975, p. 24629 Jorge Luis Borges, op. cit., p.130.

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Inventando el hipogrifo, extraña criatura querealiza una síntesis admirable de sueño yrealidad, Ariosto orienta su poética hacia unacomplicidad entre mito geográfico y vidacotidiana, hacia una conciliación entre losideales de los antiguos y los valores de losmodernos.

Ser fantástico nacido más allá de los maresglaciales y destinado a viajar por toda lasuperficie del planeta hasta el otro lado delmundo, el hipogrifo es, sin lugar a dudas, unacreación antipódica. Lo es en sentidometafórico, en cuanto engendrado por dosseres que Virgilio y la tradición sitúan a lasantípodas el uno del otro, pero también lo esen sentido literal, puesto que es originario delas regiones hiperbóreas y destinado en eltranscurso del poema a atravesar todos los topoidel motivo antipódico, a los límites extremosde la geografía terrestre, y plus ultra hastaencima del Monte de la Luna.

La heredad paterna del hipogrifo no puedesino confirmar esta vocación: el grifo, en lacultura antigua y medieval, está íntimamenteasociado al viaje alado a las fronteras delmundo. Marco Polo y Mandeville, sólo porcitar dos ejemplos de los más célebres, hacenalusión a los grifos, confirmando su existenciaen el Oriente lejano. Y Dante pone a esteanimal fabuloso a cerrar una procesiónalegórica que sube la montaña del purgatorio.

Su nomea deriva, sobre todo, de unaspáginas célebres del Roman d’Alexandre, donde elrey macedonio, cuya ambición no ha menguadoa pesar de la conquista del mundo entero,decide explorar el cielo más allá del círculo dela Luna en una jaula tirada precisamente porgrifos:

Y finalmente los grifos se elevaran tan alto queAlejandro llega muy lejos, más allá de la regióndel aire puro, en la del fuego. Comienza entoncesa mojar los pies de sus pájaros con unas esponjaspara refrescarlos, y él mismo se refresca. Final-mente llega a una altura tal que se percibe elardor del fuego. Apenas gira la mirada haciaabajo, se encontraba tan alto, como la historiaatestigua, que la Tierra le aparecía como unasimple serpiente.30

Don Quijote, con su clavija, tiene la mismapreocupación de Alejandro con sus esponjas:

evitar la región del fuego. Y Sancho, en sucuriosidad, esta vez se muestra más atrevido —¿más loco?— que su maestro.

Muchos son los elementos que nos permitencomparar el hipogrifo de Ariosto y el caballode madera de Cervantes. Según una idea que elRenacimiento retoma de la Edad Media, losanimales —comunes o fantásticos— son comoemblemas vivientes creados por Dios, nosolamente para ayudar al hombre en sus tareasmateriales, sino, sobre todo, por su confusion einsegnanza.31 La invención poética de Ariostoinvierte este concepto: el hipogrifo es unemblema que, desembarazándose con unagalopada de todo precepto moral y simbolismoalegórico, se vuelve principalmente un válidoapoyo material para que los personajes puedandesplazarse de un lado al otro de la Tierra.

Igual ocurre con Cervantes que, leyendolibros de caballerías —en la estiba de unbuque, en un campamento militar, quizás enuna cárcel— se inventa las aventuras de uncaballero andante por los prosaicos ypolvorientos caminos de La Mancha, aimitación de las grandes gestas de sus ilustrespredecesores. Ahí también opera una inversión:su Clavileño, que, sin duda, opera por confusion einsegnanza de Sancho Panza y don Quijote, noes emblema vivo, sino mecánico. “Unamáquina”, lo define sin indugio uno de lossalvajes que lo introducen en el jardín de losduques.

El hipogrifo, esta espléndida pieza, sedesplaza en el tablero que es el mapa delmundo, bufando y rugiendo, batiendo las alasy galopando como ningún caballo de ajedrezpodría hacerlo jamás. Clavileño, de maderacomo el antiguo caballo de Troya o como unapieza de ajedrez, no se mueve del jardín de losduques, pero dispara a don Quijote hasta loslímites de las regiones del fuego —cual nuevoAlejandro Magno llevado por los grifos—mientras Sancho sueña —¿o miente?— conobservar la Tierra pequeña como un granode mostaza y hasta con jugar a gobernar lasestrellas y las constelaciones.

30 Aby Warburg, La Rinascita del Paganesimo Antico, Milano, LaNuova Italia, 2000, pp. 276-277.31 Véase también Hernando Cabarcas Antequera, Bestiariodel Nuevo Reino de Granada. La imaginación animalística medieval yla descripción literaria de la naturaleza americana, Bogotá, InstitutoCaro y Cuervo, 1994, p. 80.

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En el Orlando furioso, un libro de ficción,Ariosto acredita como real un animal fabuloso:“Non finzion d’incanto” ma “vero e natural”.32 En donQuijote, un libro que se presenta como“historia verdadera”, Cervantes acredita comomágico y fabuloso un simple caballo demadera. De este juego continuo de espejos, deecos, de reenvíos entre ficción y realidad, sealimentan los imaginarios colectivos. Veamoscómo.

5. LAS LETRAS EN LAS ARMAS…A partir de la segunda mitad del siglo XV, lagran expansión marítima europea pone encrisis la imago mundi medieval. Los viajes deexploración portugueses en las costasoccidentales del continente africanodemuestran la inconsistencia de la teoría de laszonas: no sólo es posible cruzar la bandaecuatorial, sino que, además, allá se encuentrannumerosos asentamientos humanos.

Se trata de un acontecimiento trascendental:el camino hacia el otro mundo queda abierto.Quienes se encargarán de elaborar una nuevarepresentación del orbe en la Europa cristianaserán en gran medida los libros de caballerías.A lo largo del siglo XVI parece que nadiepudiera escapar al encanto de esas lecturas.Entre los lectores apasionados se encuentranconquistadores como Cortés y Oviedo,letrados y humanistas como Valdés y Garcilasode la Vega, futuros santos como santa Teresa eIgnacio de Loyola, reyes y emperadores,empezando por el mismo Carlos V.33

El fenómeno no se limita a las elites, sinoque se infiltra de manera capilar en el tejidosocial de Europa, penetrando en los claustrosde los conventos y en los campamentosmilitares, en las bodegas de los mercaderes y enlas estibas de los galeones, en las feriascampesinas y en las tabernas de paso.Benedetto Croce demuestra que los libros decaballerías eran uno de los pasatiempospreferidos de las tropas españolas durante laslargas campañas militares en Italia.34

Leonard llega a extender esta afirmación alproceso de la conquista:

Esta moda literaria adquirió su mayor desarrolloen España inmediatamente después del descubri-

miento de América y pronto se extendió comoun contagio a los países vecinos de Europa almismo tiempo que cruzaba el océano hacia elNuevo Mundo. En todas partes campeó por susrespetos, y los elementos literarios de todas lasclases sociales sucumbieron a ella. Mucho antesde que este entusiasmo llegara a su máximo,estos cuentos fantásticos ya habían dejado suhuella en hábitos y costumbres, inflamando laimaginación de aventureros en Europa y Améri-ca, e inspirando de paso la obra cumbre de laliteratura española.35

Este fenómeno, desde luego, no seríaexplicable sin “la ingeniosa y muy fructíferaarte de la imprenta”, para emplear la expresióndel prólogo a la Historia de los nobles caballerosOliveros de Castilla y Artús Dalgarve.36 La rápidadifusión de los talleres de imprenta en el sigloXVI permite una multiplicación de textos y deimágenes, inconcebible antes, a precios y contiempos de trabajo extremadamentecontenidos.

Por otra parte, como subraya Leonard, laintroducción de la imprenta no da comoresultado inmediato la popularización de lalectura o la reducción de la reverenciatradicional frente a la palabra escrita:

El rollo de pergamino y el libro eran los deposi-tarios y los mágicos transmisores del saberoculto, de los recónditos secretos de la naturale-za y de un poder milagroso que era accesibleúnicamente a una mayoría capaz de descifrar susjeroglíficos. (...) la mezcla de superstición ydesacralización que se asociaba a infolios ymanuscritos, no se desvaneció hasta muchodespués de que se había inventado el tipomovible y la multiplicación de los trabajosimpresos.37

En un comienzo, los textos impresos no vanmás allá de los circuitos tradicionales dedifusión de los códigos redactados a mano yescritos en latín, y continúan siendo deexclusivo provecho del alto clero, de la

32 Ludovico Ariosto, op. cit., canto IV, 9, 7-8.33 Irving A. Leonard, Los libros del conquistador, Ciudad deMéxico, Fondo de Cultura Económica, 1996 (1949), pp.31-32.34 Benedetto Croce, La Spagna nella Vita Italiana durante laRinascenza, Bari, G. Laterza & Figli, 1917, pp. 197-198.35 Leonard, op. cit., p. 26.36 Citado en Ida Rodríguez Prampolini, Amadises de América.La hazaña de Indias como empresa caballeresca, Caracas, ConsejoNacional de la Cultura, 1977 (1948), pp. 85-86.37 Leonard, op. cit., p. 39.

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aristocracia y de los círculos cultivados de lasciudades comerciales. No será sino con loslibros de caballerías, publicados en lasdiferentes lenguas vernáculas, que la imprentademostrará todas sus implicacionesrevolucionarias, tanto en términos de difusióncomercial como de influencia sobre elimaginario colectivo.

Obligados a fijar un lugar y una fecha denacimiento a este sorprendente fenómeno —precursor de la afirmación de los medios decomunicación masivos modernos—,probablemente la mayor parte de loshistoriadores y letrados —incluidos quizásCervantes y Ariosto— estaría de acuerdo enseñalar la Zaragoza de 1508, como la ciudad yaño de la publicación del Amadís de Gaula.

El Amadís obtiene inmediatamente un éxitoextraordinario, que abre un nuevo ciclo, el ciclogriego-asiático, que va a entrar pronto encompetencia directa con los tradicionales ciclosbretón y carolingio. Pero, sobre todo,constituye el ejemplo paradigmático de unpunto de vista literario y también comercial deun producto editorial totalmente nuevo, quemuy pronto se impondrá como el primer casode literatura de masas.

Esta unión entre las innovacionestecnológicas de la reproducción de textos y elrenacimiento del género caballeresco de origenmedieval, junto a la impetuosa expansióneuropea en los territorios de ultramar, generacomo consecuencia la formación de un públicode amplitud verdaderamente global. Ariostoescribe un poema de dimensiones planetarias,que encuentra, por primera vez en la historia,un público de dimensiones planetarias.Cervantes, en cambio, inventa un mundo de“pequeñas patrias” de localismos, que tambiénencuentra un público planetario, que llegahasta las más perdidas de estas patrias.

La relación entre la invención de la imprentay la difusión de los libros de caballerías no es,entonces, una relación en sentido único: si esevidente que el éxito del género caballeresco enel siglo XVI no es concebible sin los caracterestipográficos móviles, también es cierto quesólo con los libros de caballerías los editoresdescubren las potencialidades insospechablesde la nueva tecnología.38 Un mismo libro —es

el caso del Amadís, y más adelante de l Orlandofurioso y, sobre todo, del Quijote— es leídodesde las Filipinas hasta el Brasil, desde lasIndias orientales hasta el Perú, lo quecontribuye a forjar un imaginario compartidoen todos los vastos territorios imperiales.

Como hace notar Serge Gruzinski, se trata delibros que, uniendo de manera ecléctica lastradiciones literarias portuguesa, española,italiana y francesa, engendran un corpus demodelos de comportamiento, lugares comunesy parámetros de referencia colectivos, queservirá como base cultural para la entrada enescena de la monarquía católica.39

En su investigación sobre Los libros delconquistador, Leonard nos cuenta cómo las tierrasde ultramar del imperio español van a serinundadas de ejemplares de la obra deCervantes, al punto de llegar a eclipsar ladifusión de los libros de caballerías en augehasta ese momento. Con extraordinaria ydocumentada minucia, describe también lashazañas de algunas copias de la primeraedición del Quijote que, zarpadas de España elmismo 1605, año de su publicación, llegan alCuzco ya en 1606.

Aunque a partir del siglo XVI, gran parte dela población empieza a tener acceso a los textosimpresos, la manera de interpretarlos, desdeluego, no es la misma entre todas las clasessociales. Como escribe Ginzburg:

Los almanaques, las canciones, los libros depiedad, las vidas de los santos, toda la variedadde panfletos que constituyen la masa de laproducción impresa, nos parecen hoy en díaestáticas, inertes, y siempre iguales a sí mismas;pero, ¿cómo eran leídos por el público de laépoca? ¿En qué medida la cultura dominante oralde esos lectores interfería, modificando ymodelando hasta desnaturalizarla en la percep-ción del texto? No es suficiente considerar loslibros que son producidos y puestos en circula-ción. Hay que prestar atención a las modalidadesde su percepción: (…) sólo la clara concienciadel carácter histórico y socialmente variable de lafigura del lector puede sentar las bases para unahistoria de las ideas que sean diferentes inclusiveen el plan cuantitativo.40

38 José Manuel Lucía Megías, Imprenta y libros de caballerías,Ollero & Ramos, Madrid, 2000, p. 69.39 A este propósito, véase Serge Gruzinski, La Pensée Métisse,Paris, Librairie Arthème Fayard, 1999.40 Carlo Ginzburg, Il Formaggio e i Vermi. Il Cosmo di un

Mugnaio del ‘500, Torino, Einaudi, 1976, pp. 17-18.Ginzburg se refiere acá a una publicación del siglo XVIII,pero su discurso tiene una validez más general.

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El éxito abrumador del género caballerescono podía no suscitar reacciones irritadas, sobretodo en esos medios —inclusive en ciertasocasiones los círculos humanistas— quesentían directamente amenazado su monopoliocultural en la elaboración de la imago mundi.Durante todo el siglo, voces indignadas selevantan de las sillas eclesiásticas yuniversitarias a lanzar anatemas en contra deesas “infacetísimas facecias y gracias desgraciadas”,como las apostrofa Juan Luis Vives,recurriendo él también a las imposibilia.41

Las críticas se concentran esencialmente endos aspectos: en los hechos de que estos librosson amorales y mentirosos. La oposiciónretórica es entre virtud cristiana e historiasvanas y falsas, entre verdad revelada eimaginación descontrolada, entre obras de lanatura y obras de fantasía.42

Los libros de caballerías, en efecto, heredanen parte el aura de sacralidad y de autoridadque rodeaba hasta ese momento todo textoescrito, lo que genera —según los críticos—una confusión imperdonable entre textosverdaderos y falsos. A este propósito, el mismoLeonard cuenta una anécdota muy quijotesca,tomada de un texto portugués del siglo XVII:

En la milicia de la India, teniendo un capitánportugués cercada una ciudad de enemigos,ciertos soldados camaradas, que albergabanjuntos, traían entre las armas un libro de caballe-rías con que pasaran el tiempo: uno dellos, quesabía menos que los demás, de aquella lectura,tenía todo lo que oía leer por verdadero (que hayalgunos inocentes que les parece que no puedehaber mentiras impresas). Los otros, ayudando asu simpleza, le decían que así era; llegó laocasión del asalto, en que el buen soldado,envidioso y animado de lo que oía leer, seencendió en deseo de mostrar su valor y haceruna caballería de que quedase memoria, y así semetió entre los enemigos con tanta furia, y loscomenzó a herir tan reciamente con la espada,que en poco espacio se empeñó de tal suerte, quecon mucho trabajo y peligro de los compañeros,y de otros muchos soldados, le ampararon lavida, recogiéndolo con mucha honra y no pocasheridas; y reprehendiéndole los amigos aquellatemeridad, respondió: “Ea, dexadme, que no hicela mitad de lo que cada noche leeis de cualquier

caballero de vuestro libro”. Y él dallí adelantefue muy valeroso.43

La confusión se acrece a causa de lacostumbre, en boga entre los autores de librosde caballerías, de emplear toda clase deartificios retóricos para demostrar laautenticidad de la historia que contaban,insertando por ejemplo —es el caso de CideHamete Benengeli— algunos comentariosdonde se cuenta del descubrimiento fortuitodel manuscrito original, cuya provenienciaatesta la autenticidad del relato.

Al mismo tiempo, los que se cimentaban enla redacción de crónicas y de textos históricos,tampoco eran impermeables a la influencia delestilo aventurero de la literatura caballeresca, apesar de todos los esfuerzos con que tratabande distinguirse. En el imaginario de una granparte de los europeos, la frontera entre lascrónicas de la conquista y los libros decaballerías será por mucho tiempo muyambigua. Como afirma Leonard: “Lossedentarios novelistas de España, Portugaly Francia no calcularon hasta qué extremoserían responsables de la conquista delNuevo Mundo”.44

6. … Y LAS ARMAS EN LAS LETRASLos libros de caballerías influencianprofundamente el proceso de apropiacióndel globo por parte de los europeos. Pero, ¿locontrario también es cierto? ¿Hasta qué puntola realidad de la conquista se refleja en lasficciones de la literatura? ¿Hasta qué puntolas verdaderas gestas de armas influencian lasletras?

Según un juicio muy difuso, en elRenacimiento, ni la cultura de elite ni muchomenos la popular prestaron a los grandesdescubrimientos y a la evolución del sabergeográfico la atención que se merecían.

Broc mismo parece ser de este aviso:

En el campo literario —escribe— se podríaesperar una irrupción de exotismo en la literatura

41 Citada en Rodríguez Prampolini, op. cit., p. 22.42 Ibid., pp. 46-47.43 Francisco Rodríguez Lobo,

, Valencia, 1798 (1619), pp. 18-20, citado enLeonard, op. cit., p. 36.44 Ibid., p. 52.

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tradicional, ya que las condiciones parecen tanfavorables: revelación de continentes desconoci-dos, de plantas y animales extraños, de puebloscuya diversidad es infinita, de civilizacionesextraordinarias… Ahora, la cosecha es flaca:nada en un cosmopolita como Erasmus, muypoco en Cervantes en plena edad de oro españo-la, unas cuantas alusiones en la obra considerablede Shakespeare (….).45

Broc, y con él la mayor parte de loshistoriadores de la geografía, lamenta noencontrar en la literatura de la época elementosexóticos más cercanos a la representaciónmoderna del allá: descripciones etnográficastomadas de cronistas y exploradores,indicaciones botánicas y zoológicas, nombresde lugares sacados de los planisferios y de losportulanos.

La cultura renacentista estaría demasiadoconcentrada en el re-descubrimiento de laantigüedad y demasiado distraída en susproblemáticas internas para atribuir la debidaimportancia a las noticias provenientes deultramar. Es decir, a parte de unas cuantasexcepciones, la imagen del Nuevo Mundo enel siglo XVI se deslizará de la mitologíaantigua y medieval directamente a lasrepresentaciones alegóricas del manierismo, sinencontrar una tensión vital propia en el campoartístico.

En particular, Broc retoma y extiende a todaEuropa la opinión de Argan, que estima que lacultura italiana no es particularmente receptivaa los descubrimientos de nuevas tierras:

No más que en la pintura, la revolución geográfi-ca tampoco se ha manifestado en la literaturaitaliana (…). Así mismo, la visión del mundo deun Ariosto es toda fantasiosa y casi mágica. Loshéroes del Orlando furioso (1532) están empeña-dos en incesantes viajes por tierra, por mar, enlos aires, y sus aventuras son geográficamentedispersas, de la India a las Hespérides, deIslandia a Grecia; recorren Europa, África media,Tartaria, y Angélica conduce a Medoro hasta elCatai, en donde se vuelve rey. Pero al lado de lastierras reales, ¡cuántos condados imaginarios yencantados como la isla de las Plantas o el reinodel Paraíso terrenal!.46

Sin embargo, en Ptolémée et l’Hippogriffe,Alexandre Doroszlaï invierte estainterpretación, nos introduce en el taller deLudovico Ariosto y nos muestra su métodode trabajo. Según Doroszlaï, Ariosto, paradeterminar los movimientos de sus personajes,se sirve sistemáticamente de planisferios,mapamundis, mapas regionales, planos deciudad: “… en materia geográfica la fuenteprincipal, quizás única, de Ariosto, no es unescrito que tenga bajo los ojos, ni una memoriade lecturas, y no puede sino ser cartográfica”.47

A través de un cuidadoso trabajo de filologíacartográfica, Doroszlaï pone el imaginariogeográfico de Ariosto a “l’épreuve des cartes”, a laprueba de los mapas. Por ejemplo, el periploaéreo de Rugiero al lomo del hipogrifo hasta laisla de Alcina, identificable con Cipango, asícomo el primer viaje de Astolfo de regreso deOriente, se desarrollan siguiendo la UniversalisCosmographia de Waldesemüller, o de unacopia suya, hoy perdida. Y el viaje de Astolfoen África hacia el reino del preste Juan siguemeticulosamente las indicaciones del portulanode Dulcert de 1339 o de alguna de sus copiastardías.48

Para describir a los personajes y a lasarmadas en movimiento, Ariosto no duda encambiar de escala: ya que la acción se concentraalrededor de París sitiada; llega incluso autilizar mapas regionales y planos de la ciudad.En cuanto al Paraíso terrenal, la cuestión a laépoca es si había sido preservado por el diluviouniversal, si había sido borrado por las aguas osi aún hubiese vestigios del Edén. Pero de suexistencia geográfica nadie duda, comodemuestran los furibundos debates político-religiosos y las frecuentes expediciones en subúsqueda.49

El hecho de que la mayor parte de losdocumentos cartográficos hayan desaparecidono es, según Doroszlaï, una razón suficientepara afirmar con Gnudi que “la geografía delOrlando furioso es una geografía irreal (…) que,

45 Broc, op. cit., p. 224.46 G. C. Argan, prefacio en L’Europe et la Découverte du Monde,Catalogue Exposition, Bordeaux, Mai-Juillet 1960, citadoen Broc, op. cit., p. 210.47 Alexandre Doroszlaï, Ptolémée et l’Hippogriffe. La Géographiede l’Arioste Soumise à l’Épreuve des Cartes, Alessandria, EdizioniDell’Orso, 1998, p. 183.48 Ibid., pp. 25-44 y 112.49 Jean Delumeau, Une Histoire du Paradis. (I. Le Jardin desDélices), Paris, Librairie Arthème Fayard, 1992.

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en los desplazamientos rápidos de lospersonajes, anula las distancias, iguala lopróximo con lo lejano, desde la unidad de unlugar de imaginación”.50

Es cierto que el “movimiento errante” deAriosto quema las distancias entre el acá y elallá, lo cercano y lo lejano. Sin embargo, eso nose da a través de la creación de una geografíaimaginada e irreal, sino que, al contrario, es através de la información geográfica másactualizada, a la cual el autor tenía accesogracias a su posición privilegiada como hombrede letras en la corte de los duques de Este.

“En esta época cremallera —concluyeDoroszlaï— que es la de los grandesdescubrimientos, el mapa geográfico parece enefecto jugar un papel que sobrepasa de lejos sufunción primitiva de localizar: es decir, departicipar, en las huellas de los exploradores, alinventario de nuestro globo”.51

Ariosto, que por su misma admisión es deinclinación sedentaria y privilegia los viajes delespíritu, viaja pluma en mano y el dedo en elplanisferio.52 El mapa renacentista, nacido dela unión precaria entre tradición escrita ycuento oral, geometría de los cielos yresistencia del terreno, se vuelve entonces unaherramienta lúdica para fabular el mundo.

7. Don Quijote, un mito americano¿Y en Cervantes? No cabe duda, entre don

Quijote y América existe un vínculo entrañable.La obra que inventa la novela moderna seríaimpensable sin el traumático cambio deparadigma que sacude la imago mundi medieval.Es más, a partir de entonces los lazos entre laobra de Cervantes y las tierras americanas vaestrechándose en una telaraña de relaciones,citas, contaminaciones… Así, el Quijote hundesus raíces en la gran expansión europea en elNuevo Mundo.

La imagen del caballero de la triste figuraes el espejo deforme de la de losconquistadores españoles, con sus armadurasde hierro y sus caballos. O —según una célebresugestión borgesiana— sueños ambos, el unodel otro.

El error más considerable de don Quijote —escribe Riquer— no es el de querer resucitar losideales medievales a principios del siglo XVII,sino el haber equivocado su ruta. Cervantes sabía

perfectamente que si don Quijote, en vez deencaminarse a Barcelona se hubiese dirigido aSevilla y de allí hubiese embarcado para lasIndias, su héroe hubiera encontrado las aventurasque anhelaba, los países exóticos, rara fauna ytemible, salvajes que tantas veces asoman a laspáginas de los libros de caballerías, y reinos,provincias, ínsulas que ganar. Otros quijotes yotros sanchopanzas partían de España sin máscaudal y hacienda que las ilusiones y la ambición,y las saciaban en lo que pronto se llamaríaAmérica, a base de más trabajos y de másextraordinarias aventuras que las que se cuentanen los libros de caballerías.53

En su biografía sobre Gonzalo Jiménez deQuesada, Germán Arciniegas llega a insinuarque Cervantes se haya quizás inspirado en elfundador de Santafé de Bogotá, con quien, alparecer, mediaban vínculos sociales e inclusode familia.54

Dos temas nuevos para Cervantes empiezan allenar su mente: América y la familia de losQuesadas. Esa vida de Indias de que tanto haoído hablar en sus andanzas por la corte y en sucasa —esa patria de ladrones y pícaros, como éldice, último refugio de los caballeros. En 1590se dirige al rey suplicándole por un puesto enSantafé o en Cartagena: las dos ciudadesQuesada (…). Si Cervantes hubiera venido aAmérica, en la Nueva Granada habría figurado asu héroe para moverlo dentro del escenario de lasIndias. Lo hubiera llevado de Santafé a losLlanos y de los Llanos a Mariquita.55

50 Citado en Doroszlaï, op. cit.51 Ibid., p. 183.52 E più mi piace di posar le poltre / membra , che di vantarle che alliSciti / sien state, agli Indi, agli Etiopi ed oltre. / […]. Chi vuolandare a torno, a torno vada : / vegga Inghelterra, Ongheria, Francia eSpagna ; /a me piace abitar la mia contrada. / […]. Questo mi basta; il resto de la Terra, / senza mai pagar l’oste, andro’ cercando / conPtolomeo, sia il mondo in pace o in guerra ; / e tutto il mar, senza farvoti quando / lampeggi il ciel, sicuro in su le carte / verro’, più che suilegni, volteggiando. Ludovico Ariosto, Satire, III, v. 49-51, 55-66.53 Riquer, op. cit., p. LXVII.54 “Una de las tesis principales de mi libro en preparación—afirma Mary Gaylord— es que Cervantes pone laspalabras de primera y segunda mano de Colón, Cortés, LasCasas y otros en la boca de sus personajes, sobre todo donQuijote y Sancho Panza”. Gaylord, op. cit., p. 222.55 La referencia es a la celebre definición de Cervantes:“Las Indias, refugio y amparo de los desesperados deEspaña, iglesia de los alzados, salvoconducto de loshomicidas, pala y cubierta de los jugadores, añagaza generalde mujeres libres…”. Arciniegas, op. cit., pp. 161 y 240.

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La relación entre el visionario hidalgo y lasepopeyas de las tierras americanas se vuelve unconsolidado topos retórico en las letrasiberoamericanas. A comienzos del siglo, sólopor nombrar algunos ejemplos, don TulioFebres Cordero escribe un Don quijote en América,o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo de LaMancha”, en donde —según Mario BriceñoPerozo— “sienta cátedra de acendradopatriotismo. Armar y defender lo nuestro, sermás criollos cada día, es decir, máshispanoamericanos, prescribir del esnobismoque trae la servil copia de los modelosextranjeros”.56 El venezolano Luis Pastori, en1921, en un poema dedicado a Cervantesescribe:

España: sin dejar tu campo austero,siempre pudo su hidalgo aventurerollegar hasta la tierra americana.Y en su rocín profético y sensatonos trajo en flor tu cuerdo mentecato

—copa y raíz— la lengua castellana.57

Miguel de Unamuno no duda en ubicar elespíritu del Quijote en Hispanoamérica y en lazona eusquera y llega a comparar al personajede Cervantes con el héroe americano porexcelencia, Simón Bolívar: “Bolívar fue uno delos más fieles adeptos del quijotismo. (…).Bolívar era de la estirpe de don Quijote”.58 Lacomparación hace escuela: T. GutiérrezCalderón, dedica un poema a Don Quijote deAmérica:

Don Quijote de América,Padre nuestro SimónDe tu soldado lírico escucha su canción(…).Padre nuestro Bolívar, Señor de la AventuraDon Quijote de América, genio de la locuraQue al lomo de tu mágico sonoro corcel,Diste a tus cinco patrias un gajo de laurel(…).No dejes, pues, Quijote de la moderna Mancha,prosperar el dominio que el extranjero ensanchaa golpes de conquistas del oro violador;

venga otra vez el brillo de tu espada señor.59

En los ires y venires de la fortuna quijotescaqueda claro que un filón literario de fuenteantigua y de aguas caudalosas está representadoen la construcción de un Quijote americano,según el caso, caballero en busca de El Dorado,conquistador delirante, prócer libertario, Señorde la Aventura, soñador y utópicoimpenitente...

No obstante, en el conjunto de la opera omniade Cervantes, la palabra América no aparecemencionada ni una sola vez. A primera vista, elQuijote parece ser muy pobre en cuanto aalusiones al imaginario geográfico de la época:en la constelación semántica que se puededeslindar de su universo literario las palabrasque hacen referencia a la geografía remota deultramar son sorprendentemente escasas. Ladicción Nuevo Mundo aparece de maneracontingente sólo dos veces en toda su obra, ytérminos como India o indiano, así comoOriente, Occidente, Asia, África, no corren conmejor suerte.

Del mismo modo que ocurre con Ariosto,cuando se hacen referencias a reinos lejanos yfabulosos como la ínsula Barataria o el país deCandaya, la impresión es que ellos son puroslugares de fantasía, estados de la mente porcompleto desligados de una visión geográficacoherente. “Cervantes —escribe Broc— noparece haber retenido nada de las gestas desus compatriotas de ultramar, y muy poco desus propios viajes. Su universo se limita a losturcos, con quien él mismo ha peleado enLepanto, y a los barbarescos que lo hanreducido a esclavo en Argel”.60

¿Por qué tanta indiferencia a las geografíasdel allá remoto por parte de un hombre al cualla vida lo había puesto frente a innumerablesviajes y aventuras en tierras lejanas? ¿Cómo seexplica que la misma persona que en dosocasiones había suplicado un puesto en losbuques que zarpaban hacia las Indias, a lo largode su obra jamás mencione este nuevo

56 Mario Briceño Perozo, La espada de Cervantes, Caracas,Italgráfica,1987, p. 48.57 Citado en ibid., p. 48.58 Citado en ibid., pp. 168-170.59 Citado en ibid., p. 114.60 Broc, ibid., p. 227.

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continente americano que ya lo había hechosoñar y le había disparado la imaginación en sumadurez?

8. LAS INDIAS ENTRE NOSOTROSFrente a este vertiginoso vacío, aparentementeindescifrable si pensamos que Cervantes es uncontemporáneo de la revolucionaria expansiónde España hasta las tierras más lejanas delglobo, se interrogan hace rato estudiosos yespecialistas. Ni la historia de la ciencia—concentrada en el desarrollo de la técnicacartográfica—, ni la geografía histórica, hanexplorado mucho los mapas mentales con quela Europa cristiana del tiempo de Cervantesconcibe el mundo. Sólo recientemente lahistoria de las mentalidades y de losimaginarios se ha enfrentado de forma mássistemática a la cuestión.

Una primera aproximación consiste enadmitir que el objetivo que Cervantes mismose había impuesto le impedía el recurso de loexótico, lo prodigioso y lo pintoresco. Altrasladar las heroicas hazañas de los libros decaballerías a los prosaicos paisajes de unaMancha cotidiana, polvorienta y desencantada,es evidente que ya no caben en el relato lasanotaciones etnográficas o los comentariossobre fauna y flora de los viajeros.

Pero hay algo más. Quizás la decepción delos estudiosos se deba más a una deformaciónde perspectivas que a una remoción del autor.Hoy en día nos resulta difícil desembarazarnosde conceptos como Nuevo Mundo y América,cargados en el transcurso de los siglos de unaespesa densidad simbólica. Sin embargo, la ideade América, así como la concebimos desde unaperspectiva moderna, está lejos de habercuajado y el término mismo de Nuevo Mundoaún está en plena gestación.

Ginzburg nos recuerda que, a mediados delsiglo XVI, la metáfora de un verdadero mundonuevo más allá del océano, obvia en nuestrosdías, era aún desconcertante a causa de suatrevimiento. “Menocchio (molinero del sigloXVII) la empleaba en sentido diverso, enreferencia no a un continente sino a unasociedad para construir. (…). En las palabrasde Erasmus, toda implicación geográfica de laexpresión Novus mundus era ausente”.61 Su uso

tiene más a que ver con las disputas religiosaseuropeas que con la referencia a un más allágeográfico.

Aunque en ciertos círculos doctos degeógrafos y astrónomos, de consejeros decorte y de sabios de monasterios, el debatesobre la existencia de un nuevo continente—desconocido para los antiguos— ya habíacomenzado, la mayoría de la población ni losospechaba.62

La visión del allá remoto en el imaginariogeográfico de la época aún no está dominadapor la poderosa imagen de América, comotiende a hacernos creer el mito del Quijotehéroe americano, fruto en gran medida de laretórica nacionalista y bolivariana de los siglosXIX y XX.

Volvemos a explorar entonces la posibilidadde que don Quijote y Sancho se muevan enuna representación “tradicional” del mundo.Una representación donde, a la ecumenecompuesta por Europa, África y Asia, seopone —en el otro hemisferio— un ampliocontinente identificado, desde la época deColón y de Pedro Mártir, con la fabulosa tierrade las antípodas “donde es día cuando acá esnoche”.

Los reinos fabulosos, los excursuscosmográficos y las leyendas de ultramar queencontramos en la literatura renacentista nosproyectan en otra visión de este mundus alter etidem, identificado, según las circunstancias, conlas Indias o el Cathay, con la Tierra de la Cruzo las costas de Paria, con el reino del presteJuan, El Dorado o la Terra Australis Incógnita…Un mundo que —vale la pena recordarlo— lagran mayoría de la población europea percibe—si es que la percibe— como un allá remoto,vago e indistinto.

Roscioni, en una fascinante investigaciónsobre las cartas con que los jóvenes jesuitassolicitaban ser enviados a las tierras deultramar, nos cuenta: “Pocos entre ellos quehubieran sido capaces de decir lo que tenían deverdad en la cabeza cuando hablaban de India,o de Indias. De esos países, que figuraban con

61 Ginzburg, op. cit., pp. 96-97.62 Bernadette Bucher, Icon and Conquest. A Structural Analysisof the Illustrations of de Bry’s Great Voyages, Chicago, Universityof Chicago Press, 1981, p. 4.

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sus nombres en los planisferios y en los mapasgeográficos, no habían sino nociones muyvagas”.

Y continúa:

Las Indias lejanas, que no podemos comparar alas de acá, no sólo lejanas simplemente de unpunto de vista geográfico: las tantas millas quelas separan de Europa simbolizan, a los ojos demuchos entre ellos, la distancia que ellos quiereninterponer entre la nueva vida interior a la queaspiran y su existencia actual, inerte y distraída.Más que a las Indias, es lejos donde quieren serdestinados. Muchos se declaran, en efecto, listos(…) a cambiar las Indias con no importa cuálotra región muy alejada.63

Las Indias, sean ellas orientales uoccidentales, comprenden prácticamente todaslas nuevas tierras que acaban de ser alcanzadaspor los europeos, del Japón al Brasil, de laChina a México, incluyendo a las Indiaspropiamente dichas y, en ciertos casos, aEtiopía.

Sin embargo, a esta indeterminación en unplano estrictamente geográfico se opone unimaginario muy intensamente percibido. Unanálisis de los argumentos a favor y en contradel envío de misioneros, devela, en efecto, unaoposición neta entre un centro —Europa— yuna vasta periferia concebida como unaverdadera anti Europa.

Los indipetae, literalmente “los que petebantIndias”, sueñan con ir a las antípodas. No escasualidad que una de las respuestas másfrecuentes de los superiores a las pretensionesobsesivas de zarpar rumbo a las Indias consistaen invertir los términos de la cuestión. Si elobjetivo es el de buscar la perfección sirviendoel Señor, no hay necesidad alguna de ir hasta elotro lado del mundo. Las Indias también estánentre nosotros. Por ejemplo, a un talSebastiano Discreti le contestan que: “Esospaíses no eran para mí, y que el oficio que yotenía era una buenísima India”.64

Algo semejante había ocurrido al mismoCervantes cuando en 1590 solicita por segundavez un empleo en las Indias: “Busque por acáen qué se haga merced”, fue la lacónicarespuesta que recibió.

9. CARTAS DESDE LAS ANTÍPODASEn la tradición occidental tres son los

caminos privilegiados para aproximarse a lasantípodas: el primero es el camino aéreo,uránico, por ascensión o por vuelo. Es, comovimos, el que privilegian Astolfo en su célebreviaje al lomo del hipogrifo y el que empeñandon Quijote y su escudero rumbo al país deCandaya.

El segundo es el camino tectónico, entre lasvísceras de la Tierra (a través de un túnel, unmeandro, un pasaje secreto) del cual la Divinacomedia es modelo inigualado. Finalmente, elviaje por tierra o —más comúnmente— pormar, que en el Renacimiento encuentra dignacelebración en el Rabelais del Cuarto libro y enel Shakespeare de La tempestad, sólo por nombrarlos más famosos.65

Sin embargo, existe otro canal decomunicación directa con la gente de lasantípodas, muy frecuentado desde laantigüedad: el canal epistolario. Una de lasprimeras cartas desde las antípodas de la cualhay conocimiento es la llamada Epístola deTiberiano. Se trata de un fragmento queaparece en una breve alusión de Servius en sucomentario a la Eneida: “superi inferis salutem”.“Nosotros superiores —es el sentido delmensaje— los saludamos a ustedes, losinferiores”. En una típica inversión antipódica,los habitantes de del otro hemisferio tratanestablecer un contacto, y en tres palabraslogran trastrocar el sentido de superioridadde los romanos.

No conocemos absolutamente nada más deesta carta misteriosa, pero este simplefragmento tendrá una fortuna literariainesperada. Moretti define el mensaje como“uno de los más sorprendentes tratos de unióngracias al cual el motivo de las antípodas y desus posibles contactos con nosotros (…)encuentra su camino para asegurar unapermanencia durable en la literaturaeuropea”.66 En el siglo XV, la Epístola deTiberiano goza todavía de bastantepopularidad entre la gente de letras: Petrarca,

63 Roscioni, op. cit., pp. 102, 107, (trad. pers.)64 “... quei paesi non facevano per me, et che l’officio ch’io avevo era unabuonissima India”, Roscioni, ibid.,p. 75.65 Véase Frank Lestringant, Écrire le Monde à la Renaissance.Quinze Études sur Rabelais, Postel, Bodin et la LittératureGéographique, Caen, Paradigme, 1993.66 Moretti, op. cit., p. 48.

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por ejemplo, se refiere a ella en sucorrespondencia con Cola de Rienzo.

Pero, de lejos, la carta más importante quejamás haya llegado de las antípodas es la delpreste Juan. Por más de cuatro siglos, a partirde este misterioso soberano cristiano deOriente, logra poner en agitación a políticos,diplomáticos y consejeros de las cortes demedia Europa, influenciando los equilibriosgeopolíticos de su tiempo.

En las diferentes cartas del preste Juan sedescribe un maravilloso imperio, ubicado en lasextremas fronteras del mundo, compuesto por“numerosas Indias”, y próximo a los reinosapocalípticos de Gog y Magog, a la tumba delapóstol Tomás y al Paraíso terrenal. El presteJuan, además, se declara cristiano y afirma sudeseo “de luchar por la Tierra Santa y por elsepulcro de nuestro Señor Jesús.” 67

La figura de un emperador cristiano muypoderoso que reina en el otro hemisferio searraiga en la mentalidad colectiva de la EdadMedia tardía. A lo largo de todo el siglo XV,los portugueses lo buscan febrilmente alinterior de África hasta identificarlo,finalmente, con el reino cristiano-nestoriano deEtiopía. La escasa fuerza militar del nuevoaliado decepciona a políticos y hombres dearmas, pero eso no impide que la fama delpreste Juan como personaje literario sigacreciendo.

La literatura caballeresca, el teatro callejero ylas estampas populares le aseguran un éxitoduradero como personaje cómico. En Much AdoAbout Nothing, de Shakespeare, las estrafalariasofertas de servicios de Benedick, con todaprobabilidad, resultaban bien familiares alpúblico inglés de la época:

¿Su alteza quisiera ofrecerme un servicio al otrolado del mundo? Estoy listo a ir a las antípodaspara la menor comisión que usted pueda imagi-nar de conferirme; iré a buscar un palillo en elultimo rincón de Asia, le traeré la medida del piede preste Juan, iré a buscar un pelo de la barbadel Gran Kan, llevaré cualquier embajada a lospigmeos, con que no tenga que aguantar trespalabras de conversación con esta arpía; ¿ustedno tiene empleo para mí? 68

Ariosto desarrolla más cabalmente aún laspotencialidades histriónicas del personaje. Para

llegar al lado opuesto del mundo, en busca dela razón perdida de Orlando, el caballeroAstolfo toma la ruta del sur, la misma indicadapor los portugueses, que por lo generalubicaban el Edén en el extremo meridional deÁfrica.

El duque inglés, a saltos y brincos, cruzabuena parte de los topoi antipódicos, las arpías,las parcas y los dobles etíopes de la tradiciónhomérica, la villa de oro de Nubia que va aalimentar el mito de El Dorado, el carrobíblico de Helia y Juan el Evangelista, elInfierno y el Paraíso terrenal y, desde luego, elreino del preste Juan.

Es el impulso característico de Astolfo lo queda al relato un ritmo fluido, dinámico, a ratosfrenético. Al mismo tiempo, los mecanismos deinversión le brindan a Ariosto la estructuranarrativa central y las herramientas literariaspara describir el otro hemisferio.

Acá, en efecto, la historia de preste Juan sepresenta al revés: el remoto reino de Etiopía,lejos de poder apoyar a la cristiandad contra laamenaza mahometana, espera con impacienciala llegada de alguna ayuda desde el Cielo.Cuando Astolfo se aparece en su hipogrifo, esacogido como un ángel salvador enviado porDios.

El mismo preste Juan es un personajegrotesco, una parodia del rey Midas: aunquesea el soberano de un imperio inmensamenterico, está a punto de morirse de hambre contoda su corte. Cada vez que los cortesanosalistan un banquete llegan las arpías a atacarlos,defecando y ensuciando todo alimento. En lamás clásica de las inversiones carnavalescas, elpaís de oro se vuelve un país de mierda.69

67 Jacqueline Pirenne parece haber develado la mayor partede los enigmas con respeto a las múltiples versiones de lacarta. El primer grupo, en hebreo, provenzal, francés eitaliano sería obra de un mismo autor, probablemente unjudío provenzal. Jacqueline Pirenne, La Légende du Prêtre Jean,Strasbourg, Presses Universitaires de Strasbourg, 1992, p. 81.68 “Benedick: Will your Grace command me any service to the world’send? I will go on the slightest errand now to the Antipodes that you candevise to send me on: I will fetch you a toothpicker now from the furthestinch of Asia; bring you the length of Prester’s John foot; fetch you a hairoff the Great Cham’s beard; do you any ambassage to the Pigmies, ratherthan hold three words’ conference with this harpy. You have no employementfor me?”. William Shakespeare, Much ado about nothing, Act II, Scene I,(The Complete Works) (W. J. Craig edit.), London-New York-Toronto, Oxford University Press, 1947, pp. 273-282.69 “…e molta feccia il ventre lor dispensa / che non si puo’ patire lapuzza immensa”, en Calvino, op. cit., p. 237. A este propósito vertambién Norman

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También Cervantes nombra al preste Juan envarias ocasiones. Al comienzo del Quijote, elautor nos cuenta “el caos de la confusión” enque había caído al momento de tener queescribir el prólogo y de entregar el libro alpúblico. Pide consejo a un amigo que havenido a visitarlo, y el amigo le contesta:

Lo primero en que reparáis de los sonetos,epigramas o elogios que os faltan para elprincipio, y que sean de personajes graves y detítulo, se puede remediar en que vos mismotoméis algún trabajo en hacerlos, y después lospodéis bautizar y poner el nombre que quisieres,ahijándolos al preste Juan de las Indias o alemperador de Trapisonda, de quien yo sé quehay noticia que fueron famosos poetas; y cuandono lo hayan sido y hubiere algunos pedantes ybachilleres que por detrás os muerdan y murmu-ren de esta verdad, no se os dé dos maravedís,porque, ya que os averigüen la mentira, no os hande cortar la mano con que lo escribisteis.70

Con todos los falsos documentos del presteJuan en circulación —sugiere el amigo aCervantes— no será uno más o uno menos loque va a cambiar las cosas… Las cartas delpreste Juan salen definitivamente de la esfera dela política internacional y entran en las de laliteratura, como sinónimo de falso, de copia, deplagio, y aún desde esta nueva perspectivaseguirán sacudiendo las certezas de Occidente.

La confusión entre historias verdaderas yestas “infacetísimas facecias y gracias desgraciadases, en efecto, un tema crucial del Quijote”.71

Cervantes, nos recuerda Wardropper, por logeneral se refiere a su libro como a una“historia”, y precisamente una “historiaverdadera”.72 En un periodo en que “unaentera generación había perdido la fe en laverdad histórica”, esta confusión espotencialmente subversiva.

A través de un complejo andamiaje retórico,hecho de notas, traducciones, cartas, citas quegeneran una ilusión de verosimilitud, Cervantesllega a confundir el lector hasta hacerlo dudarde la línea divisoria entre lo actual y lopotencial, lo real y lo imaginario, lo verdaderoy lo falso.

Precisamente en una tal destrucción de lafacultad crítica, justamente en el fracaso a

discriminar entre history y story, se encuentra lacausa de la locura de don Quijote. No es tanto lalectura de demasiado libros de caballerías lo quelo vuelve loco, es su interpretación, su lecturadeformada lo que causa su insanidad. (…).Cervantes, al tratar de minar las capacidadescríticas de su lector, está llevando la mimesis a sufinal lógico: está tratando de hacer participar allector en la locura de su héroe.73

10. “LA MÁQUINA MAL FUNDADA DEESTOS CABALLERESCOS LIBROS”

En el prólogo a la primera parte, elmisterioso amigo concluye de esta manera ellargo listado de consejos a Cervantes: “Enefecto, llevad la mira puesta a derribar lamáquina mal fundada de estos caballerescoslibros, aborrecidos de tantos y alabados demuchos más; que, si esto alcanzásedes, nohabríades alcanzado poco”.74

“La máquina mal fundada de estoscaballerescos libros” no es otra que la “machinea renverser” de las antípodas, que Cervantesempuja hasta sus más atrevidas potencialidades,generando una inversión de la inversión, unadoble inversión.

El allende fabuloso, poblado de gigantes,enanos, caníbales y amazonas, de monstruos eislas de Cucaña, es traído al aquí y ahora deuna cotidianidad pobre, mezquina, prosaica.

En esta primera parte, las vastas geografíasde la literatura caballeresca son transpuestas alos áridos paisajes de España. La precisióntopográfica con la cual Cervantes describe loscaminos polvorientos y las sórdidas tabernasde Castilla refleja de manera paradójica lavocación cosmográfica de esta obra-mundoque es el Quijote.

Cervantes, como Ariosto, mueve a suspersonajes con el más grande cuidado de loslímites puestos por la geografía, sólo que enAriosto percibimos el vértigo provocado porla dilatación del mundo, mientras que enCervantes aflora la angustia claustrofóbicahacia los lugares de la vida cotidiana.

7O. Brown, Life against Death: The Psychoanalytical Meaning ofHistory, New York, Vintage Books, 1959.70 Cervantes, op. cit., p. 10.71 Juan Luis Vives, Instrucción de la mujer cristiana, citado enRodríguez Prampolini, op. cit., p. 22.72 Bruce W. Wardropper, “Don Quijote: Story or History?”,en Modern Philology, vol. LXIII, Nº 1, august 1965, pp. 1-11.El autor del artículo llega a demostrar cómo la novela, másque la poesía o la épica, tiene sus raíces en la historiografía.73 Ibid., p. 6.74 Ibid., p. 14.

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No obstante, Cervantes va mucho más alláde una simple inversión mecánica. Utilizandode manera inédita las parejas antinómicas deimposibilia o adynata de la tradición antipódica,trasciende sus límites tradicionales y abrenuevas posibilidades a la ficción literaria.Introduciendo el episodio de Clavileño, elautor mismo se encarga de darnos, por bocade la señora Trifaldi, una explicación detallada,casi una teoría de esos “imposibles”:

He considerado que de las buenas y concertadasrepúblicas se habían de desterrar los poetas,como aconsejaba Platón, a lo menos los lascivos(…). Pero no tienen ellos la culpa, sino lossimples que los alaban y las bobas que los creen;y si yo fuera la buena dueña que debía, no mehabían de mover sus trasnochados conceptos, nihabía de creer ser verdad aquel decir “vivomuriendo, ardo en el yelo, tiemblo en el fuego,espero sin esperanza, pártome y quédome” conotros imposibles de esta ralea, de que están susescritos llenos. Pues ¿qué cuando prometen elfénix de Arabia, la corona de Ariadna, loscaballos del Sol, del sur las perlas, de Tíbar eloro y de Pancaya el bálsamo?75

Como nos recuerda Zuleta:

Precisamente la grandeza del libro procede deque esas parejas no son nunca simples. Lamalicia del libro consiste en que pone en juegodiferentes intérpretes. La realidad que se oponeal texto de don Quijote es siempre el texto deotros, (…) no es la confrontación entre unpersonaje que traduce todo a sus libros decaballería y otro que no traduce nada a nada sinoque está ante los hechos mismos. Por lo contra-rio, se trata siempre de gentes que traducen. DonQuijote lo traduce todo a los libros de caballeríay se encuentra por ejemplo con un cura que lotraduce todo a la Biblia. (…). Sancho opone altexto de don Quijote otro texto supremamentecolectivo y en parte también delirante, como esel caso de los refranes, que también son un textoy una traducción de la vida a lo ya sabido ycomentado.76

El cruce de puntos de vista sobre lo mismoes un elemento constante del juego antipódico:pero en este caso el juego se hace máscomplejo, se enrolla en sí mismo… En taloposición entre un “mundo poético

imaginario” y un “mundo verdadero yprosaico”, Cervantes introduce las que Borgesllama “magias parciales”.

Cervantes, nos dice Borges, se complace enconfundir lo objetivo y lo subjetivo, el mundodel lector y aquel del libro.77 Citando elcapítulo VI de la primera parte, cuando el curay el barbero examinan la biblioteca de donQuijote, sorprendentemente uno de los librosexaminados es La Galatea de Cervantes; elbarbero, “sueño de Cervantes, o figura de unsueño de Cervantes, juzga a Cervantes.”

Al contrario de La Galatea, continúa Borges, elcura y el barbero hubieran podido encontrar almismo don Quijote, pero tal magia hubierasido demasiado increíble por los discretospropósitos del autor. Ficción y realidad,presentadas como mundos opuestos ycomplementarios, a veces se confunden, y creanefectos vertiginosos: este juego de escenas en laescena, de espejos que se multiplican en otrosespejos, crece a medida que pasan loscapítulos.78

Este proceso llega a su culminación en lasegunda parte, escrita diez años más tarde. Laprimera, aparecida en Madrid en 1605, gozade un suceso inmediato, aunque Cervantes nologra sacarle grande ventajas, y continúa suvida precaria de privaciones económicas yproblemas jurídicos.

Mientras trabaja a la segunda parte del DonQuijote —nos recuerda Paoli— es precedido porun aún no identificado Alonso Fernández deAvellaneda, que publica en Tarragona un segundotomo del Ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha.La continuación no autorizada, introducida conun prólogo agresivo y venenoso con respecto alprimer autor, induce Cervantes a apresurar laescritura de la segunda parte auténtica.79

En la segunda parte, que él trabaja con laobsesión del falso Quijote que circulaimpunemente por el mundo, Cervantes empujahasta el límite el juego de superposicionesparadójicas entre vida cotidiana y literatura.Borges subraya que estas parciales y

75 Cervantes, op. cit., pp. 843-844.76 Estasnislao Zuleta, El Quijote, un nuevo sentido de la aventura,Medellín, Ediciones Hombre Nuevo, 2001, pp. 45- 46.77 Borges, op. cit., p. VIII.78 Ibid.79 Roberto Paoli, prefacio a la edición italiana de DonChisciotte della Mancha, Milano, Rizzoli, 1981, pp. XXIV-XXX.

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momentáneas fusiones de la ficción en larealidad, de los sueños en la vigilia, culminanen la segunda parte.

En ella, los protagonistas han leído laprimera parte, los protagonistas del Don Quijoteson, al mismo tiempo, lectores del Don Quijote.El don Quijote de la segunda parte es unpersonaje célebre del cual todo el mundoconoce sus extravagancias, ya que todo elmundo ha leído la primera parte. Se diría quela realidad se ha vuelto una prolongación delsueño del hidalgo.80

El mismo Quijote aprende de Sancho Panzala existencia de un libro que cuenta sus gestas.A partir de este momento, Sancho juega unpapel crucial. Es el que, incitado por elbarbero, anima a don Quijote a retomar elcamino para volverse rey de la isla. Si los librosde caballerías ponen en marcha las vicisitudesde la primera parte, la isla de Barataria, esteprosaico país de Cucaña, pone en marcha losde la segunda.

El capítulo XLV, titulado “De cómo el granSancho Panza tomó la posesión de su ínsula ydel modo que comenzó a gobernar”, se abrecon una invocación al Sol, parodia del“Imperio donde jamás se pone el Sol” de laretórica oficial de la Corona de España: “Ohperpetuo descubridor de los antípodas, hachadel mundo, ojo del cielo, meneo dulce de lascantimploras, Timbrio aquí, Febo allí, tiradoracá, medico acullá, padre de la poesía, inventorde la música, tú que siempre sales y, aunque loparece, nunca te pones”.81

La referencia a las antípodas podría parecerfortuita, pero, al contrario, resulta un indiciorevelador. En efecto, el dispositivo antipódicoes puesto en el corazón mismo del texto, en ladedicatoria al conde de Lemos que abre lasegunda parte, justo allí donde Borges aconsejacomenzar la lectura de la obra. En las primeraslíneas se cuenta la historia de una carta, unacarta de las antípodas:

Enviando a Vuestra Excelencia los días pasadosmis comedias, antes impresas que representadas,si bien me acuerdo dije que don Quijote quedabacalzadas las espuelas para ir a besar las manos aVuestra Excelencia; y ahora digo que se las hacalzado y se ha puesto en camino, y si él allá

llega, me parece que habré hecho algún servicio aVuestra Excelencia, porque es mucha la priesaque de infinitas partes me dan a que le envíe paraquitar el hámago y la náusea que ha causado otrodon Quijote que con nombre de “segunda parte”se ha disfrazado y corrido por el orbe. Y él quemás ha mostrado desearle ha sido el grandeemperador de la China, pues en lengua chinescahabría un mes que me escribió una carta con unpropio, pidiéndome o por mejor decir suplicándo-me se le enviase, porque quería fundar un colegiodonde se leyese la lengua castellana y quería que ellibro que se leyese fuese el de la historia de donQuijote. Juntamente con eso me decía que fueseyo a ser el rector del tal colegio.82

La irrupción de don Quijote en la vida real,tras los talones de su álter ego, el segundo donQuijote ficticio, se ramifica en un juego dedobles que se dan caza, según los casos, paraluchar en “singular tenzone”…

Más aún: la inversión se realiza también entreel autor y el personaje. El viejo Cervantes, queen su juventud había hecho la guerra en lasfronteras orientales y en sus años de madurezhabía pedido en vano zarpar hacia lasAméricas, imagina una última posibilidad paraganar el allá fabuloso, lejos de una realidad queno ama y de la cual quisiera escaparse.

Cervantes sueña —¿o miente?— de volverseel director de un “Instituto Cervantes” entierra china, para difundir las historia deQuijote al otro lado del mundo. No solamenteél se identifica con su personaje, sino que buscaincluso cambiarse por él para poder ir ahomenajear al emperador de China, dejandoque sea don Quijote quien lo remplace, dondeel conde de Lemos, entre piaggerias y salamelecos.

11. MÁS ALLÁ DEL DISPOSITIVOANTIPÓDICO: UTOPÍA, NOVELA YCIENCIA-FICCIÓNVolvamos a la historia del viaje a Candaya.Luego de haber echado aire frío con los fuellesa nuestros dos protagonistas y de haberlosasado con estopas calientes, los duquesordenan dar llamas a la cola del Clavileño.

80 Borges, op. cit., pp. X-XII.81 Cervantes, op. cit., p. 887.82 Ibid., p. 547.

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Razón tenía don Quijote al evocar el caballo deTroya, preñado de caballeros armados: el vientredel maniquí de madera está lleno de cohetesvoladores que, al explotar, hacen volar por losaires al caballero y a su escudero. Levantándosemedio chamuscados, los dos se encuentran otravez en el punto de partida: “Y creció más suadmiración cuando a un lado del jardín vieronhincada una gran lanza en el suelo, y pendientede ella y de dos cordones de seda verde unpergamino liso y blanco”.83

Justo en el desenlace del episodio deClavileño, nos encontramos otra vez con unacarta. Más precisamente, otra carta de lasantípodas. Las “grandes letras de oro” delpergamino cuentan las últimas noticias del paísde Candaya: “El gigante Malambruno se da porsatisfecho a toda su voluntad, y las barbas de lasdueñas ya quedan lisas y mondas, y los reyesdon Clavijo y Antonomasia, en su prístinoestado”.84

Como lo comprueba la firma del Merlín,“protoencantador de encantadores”, donQuijote ha cumplido cabalmente su misión,“por sólo intentarla”. La imaginación —parecesugerirnos Cervantes— es el mejor medio detransporte hacia el allá remoto y soñado.

Tanto Clavileño, clavado en el jardín de losduques, como el hipogrifo, al galope en loscielos, no son sino emblemas —uno espejo delotro— de este anhelo hacia lo ignoto, más allá,plus ultra, que caracterizará toda la aventura de lamodernidad.

En el episodio que consagra su fama, elhipogrifo, cabalgado por Astolfo, se lanza aúnmás lejos, hasta las regiones de la Luna. Elduque inglés se encuentra a viajar hasta el otrolado del mundo para invertir la locura deOrlando, que en vez de ayudar a Carlos Magnocercado en París, al centro mismo del imperio,vagabundea por los bosques, desnudo y salvaje,bestia furiosa que desarraiga árboles y asustacampesinos.

Sin embargo, el Deus ex machina que va arescatar al imperio y a brindar el desenlace alpoema no es sino la machine a renverser de lasantípodas. No se trata en ese caso de estableceralianzas con reyes exóticos, ni de saquear el oropara financiar la última cruzada, ni aun menosde convertir a gente desconocida. Esta vez, para

restablecer el orden en la Tierra, hay queconseguir la ampolla donde está contenida lacordura perdida de Orlando.

En el universo nada jamás se pierde —escribeCalvino—. ¿Las cosas perdidas en la Tierraadonde terminan? En la Luna. En sus blancosvalles encontramos la fama que no resiste altiempo, las plegarias en mala fe, las lágrimas ylos suspiros de los amantes, el tiempo malgasta-do de los jugadores. Y es ahí, entre ampollasselladas, donde se guarda la razón de aquellosque han perdido la razón, del todo o en parte.[…]. La Tierra y la Luna, bien cambiandodimensiones e imagen, invierten sus roles: vistadesde esas alturas, es la Tierra la que puede serconsiderada el mundo de la Luna; si la razón delos hombres está guardada acá, eso quiere decirque sobre la Tierra no se ha quedado sino lalocura.85

La Luna de Ariosto, “uguale, o minor poco di cio’che in questo globo si raguna”, no es sino unatransposición sideral de las antípodas. Elespectáculo que se nos presenta a nuestros ojoses un torbellino de imágenes invertidas, quenos hunden en un estado de ensoñaciónsuspendida. El vuelo del hipogrifo abre paso ala literatura fantástica moderna que —pasandopor Cirano de Bergerac y el barón deMunchaussen— llevarán al nacimiento de laciencia-ficción.

Sin embargo, esas “volaterías” de Clavileñoy del hipogrifo, que “van fuera de los cursosordinarios”, no van a durar mucho tiempo. Elhipogrifo es fruto de una fecundacióndemasiado artificial para que pueda proliferaren el imaginario colectivo. Su naturalezahíbrida lo condena a ser una criatura estéril, unmonstruo efímero, destinado a la extinciónliteraria. Ariosto se da cuenta, y respeta hasta elfinal las reglas del juego que él mismo se haimpuesto: Astolfo, en uno de los últimoscantos, desensilla al hipogrifo y lo suelta.

Por su parte, Clavileño, en un finalpirotécnico, ha demostrado su verdadera naturade máquina. Una máquina de guerra, parodia

83 Ibid., p. 861.84 Ibid., p. 862.85 Calvino, op. cit., pp. 239-240. “Altri fiumi, altri laghi, altrecampagne / sono là su, che non sono qui tra noi; / altri piani, altrevalli, altre montagne, / c’han le cittadi, hanno i castelli suoi, con case dele quai mai più le magne / non vide il paladin prima né poi: / e visono ample e solitarie selve, / ove le ninfe ognor caccian le belve”.Ariosto, op. cit., XXXIV, p. 72.

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del caballo de Troya, pero, al mismo tiempo,una formidable Deus ex maquina literaria. Unaingeniosa “machine a renverser” que, a través deastucias y artificios dignos de Ulises, lograsubvertir las reglas narrativas, los géneros, lassintaxis, abriendo paso a la novela moderna.86

El caballo de madera con el vientre lleno decohetes anuncia (así como los molinos deviento) la era de las máquinas y de losengranajes: la imprenta, el reloj, el arcabuz…

Clavileño es emblema de artificio, de arte yde magia, y señala también una posible evasión,un viaje al mundo onírico de un allá fabuloso,un mundo alter et idem que, a diferencia delnuestro, aún no ha perdido su encanto de losorígenes.

Los albores de la modernidad europea —afirmaDelumeau— estuvieron caracterizados (…) porel sentimiento agudo de la imposibilidad de unretorno a la Edad del Oro o al Paraíso terrenal,esos dos irreales del pasado que se confundían amenudo en los espíritus. Es revelador que lossiglos XVI y XVII hayan visto proliferar lostemas, relacionados entre sí, del país de Cucaña,de la fuente de la juventud, de las impossibilia máso menos ‘drolaticas’ y del mundo al revés.87

Las antípodas se revelan entonces como unaherramienta dúctil y eficaz para modelarnuevos mitos a partir de los viejos. Enparticular, es en las antípodas donde asistimosa la gestación del mito fundacional de lamodernidad: entre las ruinas del Jardín de lasDelicias se arraiga y crece la ciudad de Utopía.Las regiones al otro lado del mundo son elterreno propicio para que las semillas de unanueva sensibilidad puedan prosperar,alimentándose de un humus imaginariosedimentado con el curso de los siglos.

El antiguo motivo literario de un mundodiametralmente opuesto y especular al nuestroofrece extraordinarios recursos para la nuevanarrativa estrenada por Tomás Moro, quenecesita sustentarse en la epopeya de losgrandes descubrimientos geográficos parallegar a tener impacto en el imaginariocolectivo de la época.

Pero es la capacidad de esta “machine arenverser” de engendrar paradojas lo que más

inspira a los utopistas. Desde su estreno en lacultura moderna, el pensamiento utópicodesarrolla hasta sus extremas consecuencias laspotencialidades de subversión del sentidocomún propias del género. A partir de estejuego de inversiones toma fuerza la idea de unlugar que es, a la vez, eu-topos y u-topos, bellolugar que es un no-lugar, isla Fortunata yeternamente perdida...

Mediante estas paradojas, la cultura europea—apoyándose tanto en la tradición de losantiguos como en la experiencia de losmodernos— puede reorganizar el mundo,articulando de manera inédita las categoríasaristotélicas que lo gobiernan.

La aparición de Utopía, quimera engendradapor el encuentro fecundo e inquietante entre lamimesis de los clásicos y el ingenium de la nuevaciencia, representa el acto de nacimiento de loque Derrida llama “la tradición de lamodernidad”. Un lugar que existe y que, pordefinición, es inalcanzable —las antípodas—,se transforma en un lugar que no existe —Utopía—, y que, sin embargo, se puedealcanzar, aquí y ahora, gracias al poder de laimaginación.

La novela, género que nace con el Quijote, y laciencia ficción, de la cual el Orlando furioso esilustre antepasado, serán las bitácoras en esteviaje de la modernidad hacia Utopía. Uncambio de perspectiva que tendráimplicaciones revolucionarias. La self-fashioningrenaissance, según una afortunada expresión deGreenblatt —una sociedad que entrevé porprimera vez la posibilidad de moldear suspropias reglas, conductas y estructuras— eligeel Nuevo Mundo como laboratorioprivilegiado para la re-invención de sí misma.

A su vez, en el Nuevo Mundo se vangestando las premisas para la construcción deuna identidad autóctona. En ese proceso, lageografía fantástica va a dejar huellasprofundas. El nuevo continente, a las antípodasde Europa, se apropia del Quijote y lotransforma en un mito americano.

Hoy en día nos resulta imposible pensar enel Quijote sin pensar en América. Lo contrario

86 El mismo nombre Clavileño nos devela ahora su origenen los apparati, máquinas escenográficas muy empleadas enlas grandes fiestas renacentistas.87 Delumeau, op. cit., p. 176.

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también resulta cierto: la idea de América nosería la misma sin la presencia del Quijote. Larelación entre el hemisferio boreal y el austral“donde es noche cuando acá es día”, recuerdalos sueños cruzados de un poema de Borges:

El Hidalgo fue sueño de CervantesY don Quijote un sueño del hidalgo.

El doble sueño los confunde y algoEstá pasando que pasó mucho antes.Quijano duerme y sueña. Una batalla:Los mares de Lepanto y la metralla.88

De estos sueños también está hecho elNuevo Mundo, y por estos caminos prosigueel trasegar del Quijote en América.

88 Borges, Obras completas, t. III, Emecé, Buenos Aires,1989, p. 94.

Penitencia de don Quijote en la Sierra MorenaFrancis Engleheart por dibujo deRobert Smirke.

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Señora, donde hay música no puede haber cosa mala.Sancho Panza

Cuando don Alonso Quijano, en

un alarde de fantasioso optimismo,

decide armarse caballero andante,

su plácida condición de provinciano

manchego se convertirá en un

catálogo de desventuradas aventuras.

Aunque Cide Hamete Benengeli —álter egodel propio Cervantes— nos hace saber al iniciode la segunda parte de la novela que donQuijote emprenderá su tercera salida, al finaldel libro una pluma póstuma hará votos por elreposo del héroe que, de esta manera, se veráimposibilitado de “hacer tercera jornada ysalida nueva”.

Sea como fuere, el poeta y escritorsantandereano Aurelio Martínez Mutis (1884-1954) decide por su cuenta y riesgo resucitar adon Quijote en una tercera salida poética enforma de drama lírico en un prólogo, un acto ycuatro cuadros, que tendría lugar en Bogotá afinales de 1937. De ese evento escénico dacuenta el cuadernillo publicado bajo el saluda-ble patrocinio de Cafiaspirina y tónico Bayer,en donde se dan a conocer detalles del espectá-culo que, según Daniel Samper Ortega, contri-

buye a innovar el género teatral, pues “no escomedia, ni revista, ni imita al cinematógrafo”.

El argumento de esa tercera salida quijotescase fundamenta como origen inmediato en lossangrientos enfrentamientos que sacudían aEspaña por aquellos años. De esta manera, elautor, con “su visión purificada del mundo”,como lo describe J. Osorio Lizarazo, emprendeel inventario histórico del territorio ibérico quenos lleva desde el estrecho de Gibraltar en elsiglo VIII a la ciudad de Granada y la retiradadel último rey moro en el XVI, hasta lasrecientes implicaciones de la política interna-cional, que tenían lugar en esa agitada primeramitad del siglo XX.

Antonio José Restrepo encuentra en el textovirtudes de representación simbólica y pensa-miento idealista a las que la música contribuyea dar el carácter de verdadera ópera.

Cinco músicos colombianos son llamadospor el autor para elaborar un ambiente sonorode ilustraciones musicales a las peripeciasintemporales de este Quijote criollo: AlbertoUrdaneta, Egisto Giovanetti, GuillermoQuevedo, Emilio Murillo y Adolfo Mejía.

Mejía había regresado al país al cabo de unagira que lo llevó hasta los Estados Unidoshaciendo parte como guitarrista del TríoAlbéniz, junto al argentino Terig Tucci y elcatalán Antonio Francis, con quienes llegó apresentarse en los estudios de la NBC deNueva York. En Bogotá, el compositor sedesempeñó como bibliotecario de la Orquesta

Tercera salida con música:

El Quijote, deAdolfo Mejía

POR CARLOS BARREIRO ORTIZ

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Sinfónica Nacional, cargo al que había sidollamado por su colega Guillermo Espinosa. Suestadía en Bogotá hizo posible, al mismotiempo, que Mejía se matriculara en el Conser-vatorio Nacional en 1933, el año en quecompone la canción Cartagena, con letra deLeonidas Otálora, a la cual, según MiguelCamacho Sánchez, el autor amaba como tal y, ala vez, abominaba en arreglos de bolero.

El joven compositor cartagenero —a quienrecordamos en el primer centenario de sunacimiento— escribe para la pieza la Obertura,Canto de amor y Danza ritual africana, que comple-mentan la acción y las “decoracionesescenográficas” diseñadas por el artista PedroA. Quijano y el pintor español Vásquez Rojas.

La tarea era apenas adecuada para el estilo deMejía, quien ha sido el compositor colombia-no que ha mostrado más cercanía con loselementos de la tradición musical española.1 Amanera de ilustración, mencionemos suspartituras Capricho español para arpa y orquesta,Españolerías para guitarra, ciertas secuencias deLuminosidad de aguas para arpa, además del proyec-to para la película Los cuatro pasos de Gibraltar,también sobre un texto de Martínez Mutis.

En esta perspectiva, Mejía es percibido porPolicarpo Alvárez Lara en el discurso pronun-ciado en 1957 en la Peña Victoriana deCartagena de Indias, como “...caballero hidalgode verdad, empecinado seguidor de donQuijote (y dado) al sortilegio de la música, dela poesía, de la pintura, a sus mundos encanta-dos, a sus paraísos fantásticos”.2

La música del Preludio de Mejía marcado intempo di malagueña, se escucha al abrirse el telónsobre la escena, y propone algo así como elmapa musical de España con la sutileza ycolorida imaginación tan peculiar en todas suspartituras para orquesta. La pieza se incluyó enagosto de 1938 en el concierto ofrecido en elTeatro Colón de Bogotá por la OrquestaSinfónica Nacional dirigida por GuillermoEspinosa, con ocasión del Festival iberoameri-cano de música y el IV Centenario de lafundación de Bogotá. Fue esta una épocasignificativa en la carrera musical de Mejía,pues ese año recibió el premio Ezequiel Bernalpor su inspirada y mejor difundida Pequeña suitepara orquesta.

Además de los coros, los otros cuatro músi-cos del elenco contribuyeron con sendaspartituras originales: Suite Amazonas(Giovanetti), Coro e himno de Tarik, Canción de lamorisca e Intermezzo del desierto (Urdaneta), Marchatriunfal (Quevedo) y temas indígenas compues-tos por Emilio Murillo. La “aplaudida sopra-no” Anita Chaparro tendría a su cargo laCanción de la morisca de Urdaneta y Canto de amorde Mejía. Por su parte, la UniversidadJaveriana, en cabeza del padre José FélixRestrepo, contribuyó con la suma de doscien-tos pesos al montaje del espectáculo.

En el acto fundamental de la pieza, a losacordes de la Marcha triunfal de Quevedo, unevento singular reunirá a don Quijote, al MioCid, a Abderramán II (califa de Córdoba), a unobrero ruso, a camisas negras y rojas, y agrupos que llegan con armas, tipos y trajes delos países de Europa ataviados conveniente-mente con telas tejidas por los campesinos deSamacá. Un final digno del idealismo delCaballero de la Triste Figura en su propósitode enderezar un mundo que pugna por cons-truirse una civilización “pura, perfecta yequilibrada”.

Bogotá, julio de 2005.

1 Aunque Guillermo Uribe Holguín aseguraba que todoaquello “le venía de España” cuando recurría al elementofolclórico nacional, como ocurre, por ejemplo, en Sinfonía delterruño o en Tres ballets criollos, lo cierto es que en toda su obrano es posible identificar influencia directa alguna de lo quemusicalmente hablando ha llegado a considerarse españolen esencia. No obstante, otros compositores, como JesúsBermúdez Silva, quien en la década de 1930 se matriculóen Madrid como alumno de Conrado del Campo, intentaidentificar raíces ibéricas en las músicas tradicionales de lazona andina colombiana. El asunto se relaciona con lamúsica vasca y con algunas melodías de esa región del nortede España, ejecutadas con gaita y tamboril. SegúnBermúdez, “... fue entonces cuando se reveló una evidenciasemejante entre lo oído en Vasconia y el modo como eltiple acompaña la ejecución de bambucos, torbellinos yotros aires populares en ciertas regiones de Colombia,singularmente en el departamento de Boyacá”.2 Citado por Carlos Barreiro Ortiz en Clima, agreste y soleado,Bogotá, Centro Colombo-Americano, 1989.

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La ilusión porDESCUBRIR

Estas consideraciones, que el amable lector va a

encontrar a continuación si tiene la paciencia de

seguir, fueron expuestas por el autor en la sesión

inaugural de la Semana de la Ciencia de Castilla y

León, celebrada en la Universidad de Salamanca

en noviembre de 2004.

POR ARTURO PÉREZ ESLAVA*

La Ciencia, considerada en su totalidad,tiene como última meta la creación de unsistema en el que la enorme diversidad delos fenómenos de la naturaleza encuentrenun orden natural y racional que lossimplifique dentro de una unidad. El avancehacia la consecución de este objetivo se haido logrando por diversos caminos,mutuamente interconectados, entre los quecabe destacar:

a� La observación.

b� La abstracción en los hechos observadosde ciertas características para establecerrelaciones entre ellos.

c� La búsqueda de un orden natural ocultofundamentalmente en unidades cuyaobservación no es directa.

d� La proposición de modelos racionalessimplificados para dar cuenta de lasobservaciones.

e� La utilización ordenada del métodoexperimental.

f� El desarrollo de un lenguaje y de unsimbolismo adecuados para expresar losconceptos y describir los hechos deforma objetiva.

g� La subdivisión del quehacer científicoentre un número, cada vez más crecientede ciencias.

Los primeros pasos hacia la Cienciamoderna los iniciaron los filósofos,entregados a la búsqueda de un sentido en elmundo que nos rodea, en aquellos tiemposen los que Ciencia y Filosofía eran unamisma cosa. A ellos, a esos filósofos,debemos el desarrollo de los primerosmodelos sobre la naturaleza de la materia,basados en la observación de sucomportamiento. De sus esfuerzos, porejemplo, nació la Física, que, como haescrito Aldous Huxley, comenzó a avanzar“cuando los investigadores apartaron suatención de las cualidades para volcarlas en

Página anterior:Alexander Fleming

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las cantidades, de las apariencias de las cosaspercibidas como un todo a sus últimasestructuras, de los fenómenos que se hacenpresentes a la conciencia a través de lossentidos, a sus componentes invisibles eintangibles, cuya existencia sólo se puedeinferir por medio de un razonamientoanalítico”.

Se sentaron las bases de la Cienciamoderna al apreciar la trascendencia quetiene la realización de observaciones exactasy la creación de generalizaciones a partir deellas. Pero el ritmo de crecimiento de laCiencia no recibió un impulso arrolladorhasta la progresiva aparición de una nuevaaptitud que habría de cristalizar en elllamado “método experimental”. Desdeentonces, nuestros conocimientos noprovienen solamente de la observación delos hechos que ocurren espontáneamente.Cada investigador razona sobre datos deexperimentación obtenidos en condicionesque él mismo determina, y se convierte, enfrase de Claude Bernard, en inventor defenómenos y contramaestre de la creación.La Ciencia es una actividad humana, perocon el método experimental el hombre dejade esperar que la naturaleza se exprese, ypasa a investigarla; contrasta sus ideas conlos hechos y en el proceso crea nuevasrealidades que modifican su concepción nosólo de la naturaleza, sino de sí mismo.

Las ciencias son entes históricos. En sugenealogía se aprecian bifurcaciones yconfluencias de unas con otras, pero en sudesarrollo ulterior cada ciencia recorre supropio camino, ahonda su cauce y allana lasdificultades de su curso según su mentalidadcaracterística y a través de sus métodosespecíficos. Al crecer, cada ciencia alcanzasu etapa de madurez, dejando atrás lainevitable fase descriptiva para entrar en lafase analítica y de síntesis. Una vez sentadoslos principios básicos, se dispone de unmarco sólido en el que caben tanto loshechos acumulados como los que se vayanganando en futuras extensiones. Estoconduce a una dinámica interna, que afectatanto a la naturaleza de la ciencia como al

propio investigador, y por medio de la cualse establece un planteamiento continuo denuevos hechos experimentales, cuyosresultados e interpretaciones inciden en elcuerpo de doctrina anterior revisándolo,perfeccionándolo o confirmándolo. De lamisma manera, los principios básicos sobrelos que descansa cada ciencia contribuyen asugerir nuevos experimentos einterpretaciones que tratan de dar unarespuesta a problemas todavía no resueltos.Esta actitud dinámica y crítica al mismotiempo tiene profundas implicaciones,puesto que nos lleva a considerar a la cienciacomo algo que se está haciendo y rehaciendocontinuamente, que se cuestiona a sí mismatanto en sus fundamentos como en susaplicaciones.

UNIVERSIDAD E INVESTIGACIÓN

Es la universidad el escalón más elevadoentre los medios que tiene la sociedad paraformar a sus hombres. La universidad querealiza su función proporciona a la sociedadciudadanos capaces de mejorarla, aumentarsus valores humanos y desarrollar y repartirequitativamente los bienes comunes. Loscomplicados problemas que presentacualquier pueblo requieren especialistas quelos analicen y busquen soluciones o lasimpartan. Una sociedad sin hombresformados está destinada al fracaso. Launiversidad, por su mismo nombre (unusversus alia), no es depositaria de un saberlimitado, partidista o localista. La cerrazón,la estrechez de miras, el anquilosamiento sonlo más opuesto al verdadero espírituuniversitario. La universidad, en lo posible,debe de ocuparse de todos los saberes, yhacer de ellos objeto de estudio,investigación y enseñanza. El cardenalNewman plasmó bellamente estaconcepción: “Ante todo, la universidadprofesa enseñar todo lo que ha de serenseñado en cualquier dominio delconocimiento humano y abarca en sucometido los temas más elevados delpensamiento y los campos más ricos del

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saber. Nada es demasiado vasto, nadademasiado sutil, nada demasiado distante,nada demasiado pequeño, nada demasiadovago, nada demasiado exacto, para no ocuparsu atención”.

Universalidad no significa, sin embargo,que todas las universidades deban abarcartodas y cada una de las ramas del saber, yaque es material y espiritualmente imposiblereunir en todas partes a las personas y a losmedios que exige una dedicación a todasellas. Yo, personalmente, soy partidario depotenciar los saberes que tenemos, que seanserios, bien impartidos y con buenainvestigación, más bien que abarcar muchos,quizás demasiados, y diluir los recursos yesfuerzos que son limitados en beneficio deuna cierta demagogia. Pero universalidad nosignifica tampoco que se deban descuidar losvalores regionales de la zona donde estéubicada. Ni las ciencias del espíritu ni las dela naturaleza pueden permanecer ajenas alambiente en que viven. Ambas encontraránen el medio donde se establecen un estímulopara su trabajo y una ocasión para poderponer los resultados del mismo al serviciodel desarrollo regional con sus característicaspeculiares. El parque científico que estamosiniciando, propiciado por la Universidad deSalamanca, es un claro ejemplo de esteproceder.

En nuestra Universidad es preciso que sehaga más ciencia, es decir, que se desarrollemás la investigación. Si se quiere transmitirun saber no puede uno limitarse a repetir loque otros han dicho solamente. Debe launiversidad crear y avanzar en losconocimientos; dicho de otro modo, debeinvestigar. La mera repetición del pretéritono entusiasma, se necesita el estímulo de loarriesgado, de lo nuevo, de lo difícil. Lainvestigación se puede y debe considerarcomo el motor de la docencia, el únicoremedio para la comprensión viva de losclásicos y el antídoto contra las formaspatológicas de la pedantería y el recetariomemorístico.

Para ser investigador se requiere inquietud,afán de llegar al fondo de las cosas, ansias de

perfección, rigurosa crítica, exactitud,modestia, inventiva, espíritu creador ypoder de relación y de síntesis. La exigenciacontinua de pruebas experimentales y elconvencimiento de que aún las mejoresteorías tienen sólo un valor estadístico yprovisional acarrean efectos beneficiosospara la actitud mental del científico, y lellevan a desconfiar de las especulacionesdesatadas y de las posiciones inflexiblesy tolerantes.

Algunos creen que la investigaciónfundamental es un artículo de lujo al quelos países económicamente débiles debende renunciar, contentándose tal vez conpequeñas dosis importadas. Tal renunciaes ruinosa por imprevisora, porque lainvestigación fundamental es la fuente delos adelantos prácticos. “Nada hay máspráctico que una buena teoría”, decía elfísico Boltzmann. De la misma maneraque la investigación aplicada es un armaimportante contra el neocolonialismoeconómico, la investigación fundamentalo básica es el único remedio contra elneocolonialismo intelectual.

Un arma imprescindible para investigaren las ciencias experimentales es laaplicación del llamado método científico.Este ha sido objeto de muchasespeculaciones y comentarios, especialmentepor parte de aquellos que menos lo hanpracticado. Refiriéndose a los libros NovumOrganum y El discurso del método, escritos porBacon y Descartes respectivamente, nuestropremio Nobel Ramón y Cajal, en su libroLos tónicos de la voluntad, escribe

Tengo para mí que el poco provecho obtenidode la lectura de tales obras, y en general detodos los trabajos concernientes a losmétodos filosóficos de indagación, dependede la vaguedad y generalidad de las reglasque contienen, las cuales, cuando no sonfórmulas vacías, vienen a ser la expresiónformal del mecanismo del entendimientoen función de investigar. Este mecanismoactúa inconscientemente en toda cabezaregularmente organizada y cultivada.

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La mezcla de observación, intuición,teorización y deducción que entra en undescubrimiento científico se aprendefundamentalmente por contacto directocon investigadores en ejercicio y no enlibros o conferencias. Es decir, se aprendepor ósmosis. A este respecto, escribe elgran científico y premio Nobel alemánOtto Warburg: “El acontecimiento másimportante en la carrera de un jovencientífico es el contacto personal con losgrandes científicos de su tiempo”.

Los científicos en activo se contentancon aconsejar tenacidad en el esfuerzo.Alexander Fleming dijo: “No tengo ningúnmétodo nuevo que ofrecerles para lograr eléxito. Hay que trabajar, trabajar muchísimo.Hay que pensar sobre lo que se estátrabajando… No se debe nunca pasar poralto algo que sea inusitado”.

En otro campo diferente, Baudelaireapunta al esfuerzo que requiere la creación:“L’inspiration, c’est de travailler tous les jours”.

ESFUERZOS EUROPEOS PARAREPENSAR EL PAPEL DE LAINVESTIGACIÓN FUNDAMENTAL

Europa se halla actualmente inmersa en unimportante debate sobre la investigaciónfundamental, los retos que se plantean eneste campo y la mejor manera de afrontarlos.

Este debate tiene lugar en un momentoen que la economía y la sociedad delconocimiento se hallan en pleno periodo deimplantación. Se desarrolla en el marco delproyecto de creación del Espacio Europeode Investigación —en el que hasta ahora nose ha abordado explícitamente la cuestiónde la investigación fundamental—, y estávinculado al objetivo que se ha propuestoalcanzar la Unión de aquí al año 2010; asaber: aumentar su esfuerzo global deinvestigación hasta llegar al 3 % de su PIB.Téngase en cuenta que en España es deaproximadamente el 1 % de su PIB, enFrancia y Alemania del 2 % y en EstadosUnidos de aproximadamente el 2,5 % – 3%. Parte del presupuesto español dedicado a

investigación se usaba en la adquisición ydesarrollo (junto con varios países) deaviones Euro Fighter, fragatas F-100 ycarros de combate Leopardo.

En los años inmediatamente posterioresa la Segunda Guerra Mundial, momentoen que nacieron y se desarrollaron laspolíticas de investigación en Europa y USA,se concedía especial importancia a lainvestigación fundamental (I. F.).

Este interés queda patente en ladeclaración del asesor científico delpresidente Roosevelt, Vannevar Bus, en sucélebre informe de 1945, titulado “Science:the Endless Frontier” (“Ciencia: la fronterainalcanzable”): “En gran medida el progresocientífico es fruto de la libre iniciativa deintelectos libres que trabajan al dictado desu curiosidad sobre temas de su elección afin de explorar lo desconocido”.

A lo largo de las décadas siguientes sefue concediendo mayor importancia a lainvestigación destinada a fomentar lacompetitividad industrial y a su funciónde satisfacer las necesidades de la sociedad,por lo que ese interés por la investigaciónfundamental se fue centrandopaulatinamente —y con él los fondospúblicos— en la investigación aplicada yel desarrollo tecnológico e industrial.

En la actualidad, se tiende de nuevo areconocer plenamente el valor general delprogreso de los conocimientos y laimportancia que reviste la investigaciónfundamental para el desarrollo económicoy social. En el transcurso de los últimosmeses han sido muchas las personalidades,organizaciones e instituciones que hanexpresado su parecer sobre este tema.Entre ellas cabe citar a un grupo decuarenta y cinco investigadores europeos(galardonados todos con el premio Nobel),a la Fundación Europea para la Ciencia(FEC), otras fundaciones, asesores de laComisión Europea en el ámbito de lainvestigación, Parlamento Europeo, etc.

Aún cuando no exista una definiciónrigurosa y unánimemente aceptada de lo quees la investigación fundamental, en la

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práctica sí es posible distinguir del resto deactividades de investigación aquellas que sellevan a cabo sin estar directamenterelacionadas con una aplicación determinaday —si no exclusiva, al menosprincipalmente— con el fin de haceravanzar los conocimientos.

REPERCUSIÓN DE LAINVESTIGACIÓN FUNDAMENTAL

Si examinamos el destino de los grandesdescubrimientos y estudiamos las realidadesde nuestro entorno cotidiano, observamosque la práctica totalidad de las tecnologías,los productos y los logros que hanconducido a éxitos económicos ycomerciales o a mejoras concretas de lacalidad de vida se basan en actividades deinvestigación de carácter fundamental en elsentido antes indicado.

Por citar sólo algunos ejemplos: eldescubrimiento de los rayos X y delfenómeno de la resonancia magnéticanuclear ha dado lugar a numerosísimasaplicaciones en materia de diagnósticomédico y de estudio de los materiales. Lostrabajos realizados en los años sesenta sobreel principio de la emisión estimulada deradiación —el láser— han encontradomúltiples salidas en los sectores de laindustria y la medicina. El progreso delconocimiento sobre física de lossemiconductores hizo posible la llegadadel transistor, de los circuitos integrados yposteriormente de los microprocesadores,en los que está basada la electrónica.En el campo de la informática, losperfeccionadísimos soportes lógicos quehacen funcionar las interfaces de fácilutilización y los sistemas de cálculo sebasan en algoritmos matemáticos elaboradosen un contexto sumamente teórico.

En épocas anteriores Galvani y Volta nosdieron el conocimiento de la electricidad,Maxwell los fundamentos de laradiotelegrafía, Oersted los del telégrafo,Faraday los de los motores eléctricos y asíun largo etcétera.

En el ámbito de las ciencias y tecnologíasde los seres vivos, podríamos citar comoejemplo el descubrimiento de las enzimasde restricción, gracias al cual labiotecnología cuenta con una herramientauniversal, las llamadas “tijerasmoleculares”. Por cierto, Werner Arber, eldescubridor de estas enzimas (premioNobel 1978) estuvo aquí en Salamancahace algo más de dos años y tengo quecontar la siguiente anécdota: El mismo díacoincidieron en la ciudad dos premiosNobel, Arber (1978) y Saramago (1998).Éste último vino a apoyar lasreivindicaciones sociales de ciertos gruposy Arber pronunció una conferencia en lareunión de la Academia de Ingeniería deEspaña, que se estaba celebrando en laUniversidad. Al día siguiente los tresperiódicos locales reflejaban con profusióny en la primera página la visita de Saramago,y resumieron en unas líneas y en un lugarsecundario la visita y conferencia de Arber.

Los trabajos de Pasteur, de Koch, deFleming, los anticuerpos monoclonales yun largo etcétera no hacen más queconfirmar la línea de argumentación queestamos desarrollando.

Aunque el enfoque empírico y clínicosiga desempeñando, por definición, unpapel determinante en este sector, todosreconocemos que los éxitos de lainvestigación médica y farmacéutica, asícomo los avances logrados en el sectorsanitario, son tributos de los adelantosregistrados en los campos de la biologíamolecular y la inmunología. Tambiénsabemos que cabe esperar nuevos progresosen este ámbito gracias a los trabajos, amenudo de carácter estrechamentefundamental, que se están llevando a caboen los campos de la genómica, proteómica,etc. y de las neurociencias.

Por otra parte, el control del medioambiente y la aplicación del principio dedesarrollo sostenible dependen en granmedida de la investigación fundamental enlos campos de la climatología, laoceanografía, la física de la atmósfera, etc.

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Debe señalarse que el periodo quesepara un descubrimiento de sus posiblesaplicaciones es cada vez menor, pues enalgunos casos las investigacionesfundamentales se plasman con bastanterapidez en realizaciones concretas yproductos comerciales.

Aún cuando constituyan su parte másperceptible y sustancial, los efectoseconómicos de la investigación fundamentalno agotan los beneficios directos e indirectosque la sociedad puede esperar de estacategoría de investigación. Junto a ellos,cabe mencionar también el papel primordialque desempeña la formación de losinvestigadores. Para un investigador no hayotro medio de dominar los conocimientosy las técnicas de su disciplina que no sea larealización de investigaciones de este tipo.Así, a través de los trabajos de investigaciónpunteros que se efectúan en los laboratoriosse adquiere el potencial y las capacidadesque luego, el joven investigador, desarrollaráa lo largo de su carrera en este campo o enel de la investigación aplicada. En estesentido, y por esta razón, la investigaciónfundamental ha de seguir siendo un aspectoesencial de la actividad y de la misión de lasuniversidades, cuya dedicación a la mismaconstituye, unido a la enseñanza, su propiarazón de ser.

En términos más generales, lo quecaracteriza y concede preeminencia a lasuniversidades, sobre todo a las públicas, enel caso de España, con respecto a otroscentros de enseñanza, es la posibilidad deofrecer a los estudiantes una formación pormedio de actividades de investigación.También desde este punto de vista hay quesubrayar el interés que revierte lainvestigación fundamental.

Por regla general, el apoyo a la investigaciónfundamental se considera tradicionalmenteuna de las misiones de los poderes públicos.Este apoyo es hoy más necesario que nuncahabida cuenta de lo siguiente:

� Por los efectos, indirectos peroindiscutibles, de la investigación

fundamental en la competitividadeconómica, el crecimiento y, más engeneral, el bienestar.

� El creciente coste de la investigaciónfundamental, derivado, a su vez, del delos instrumentos, equipos einfraestructuras necesarios (en campostales como el de las nanotecnologías,etc.) y de la complejidad de losproblemas de que se ocupa, que requierecada vez con mayor frecuencia defórmulas interdisciplinarias. El sectorprivado se muestra poco dispuesto aasumir este coste, teniendo en cuenta elcarácter tan indirecto de los beneficioseconómicos esperados. (Esto es así enel entorno europeo. no tanto en losEstados Unidos).

� El valor de “bien público” delconocimiento, que entraña la necesidadde asegurar, como principio, el libreacceso al mismo, el cual queda másfácilmente garantizado a través de lafinanciación pública.

No voy a entrar en la situación de lainvestigación fundamental en Europa,Estados Unidos y Japón con el objeto de noexcederme demasiado, pero sí me gustaría eneste último apartado de mi exposición haceralgunas consideraciones sobre la Ciencia enEspaña.

LA CIENCIA EN ESPAÑA

Con frecuencia leemos o escuchamos en losmedios de comunicación de nuestro paísfrases como ésta: “Asistieron al actorepresentantes del mundo de la cultura”, y seenumera a continuación a literatos, filósofos,historiadores, artistas, poetas, actores, aveces personajes del mundo de la farándula,etc., pero raramente se incluye al científico,es decir, a la persona que hace ciencia y quetambién forma parte del concepto de culturacomo puede leerse en la definición que hacede ella la Real Academia Española de la

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Lengua: “Cultura es el conjunto de modosde vida y costumbres, conocimientos ygrado de desarrollo artístico, científico,industrial, en una época o grupo social, etc.”.Si tan claramente viene expresado en eldiccionario de nuestra lengua la inclusión delo científico en lo cultural, ¿cuáles podríanser las razones por las que nuestra sociedadparece ignorarlo o, quizás peor, ningunearlo?

En España, en términos generales, notuvimos ni la revolución científica que vadesde 1500 a 1700, ni la industrial, iniciadahacia 1800. Esto llevó a un grave retraso,que tuvo como consecuencia, entre otras, elque la ciencia y lo científico, entendidos enel sentido orteguiano de creencias, es decir,de aquello sobre lo que se está, el sistemadonde nos movemos y somos y que seadquiere por los pueblos lentamente, porimpregnación y sedimentación, no estéarraigado entre nosotros como lo está, porejemplo, en los pueblos sajones.

Haciendo un inciso, creo que una causa,entre otras, por la cual puede fracasarnuestro sistema educativo es por haberignorado el concepto de que a las ideas,para que calen, se les debe dar un ciertotiempo para que reposen en el interior.Claramente, con tantas asignaturas y tantainformación, que no formación, nuestrosalumnos no sedimentan las cosasimportantes de las verdaderas asignaturas.Como diría Machado, no aprenden adistinguir las voces de los ecos.

La formación de una culturacontemporánea pasa por hallar unarelación armónica entre las Ciencias y lasHumanidades. Se impone que el futurohombre de ciencia tenga un sentidopermanente del valor de la literatura y delas artes, pero, al propio tiempo, cuantoscultivan las Artes liberales necesitan parasu formación tener una idea de los métodos,el alcance y las fuentes de inspiración de laCiencia. Téngase en cuenta que el mundo enque vivimos es producto de la Ciencia tantocomo de las Humanidades, Economía,Política, Filosofía, etc. La máquina de vapor(siglo XVIII), por ejemplo, contribuyó a

formar el mundo moderno tanto comoNapoleón o Adam Smith, por citar sólo ados personajes.

Es curioso que hace ciento cincuenta años,en 1855, la revista española Crisol escribíadel catedrático de fisiología profesor JoaquínMysern lo siguiente:

Explica mucho que no debiera explicar, ypoco de lo que debiera enseñar. Su lenguajees cortado y tardío (es decir, no es unpiquito de oro), explica con apuntaciones(es decir, power point) y distraído a fuerza deenseñar práctica y experimentalmente suasignatura, pierde la enseñanza teórica (…).Es demasiado descuidado, da muchaimportancia a los experimentos, y el tiempoque pierde en preparaciones no es posibleganarlo en el desenvolvimiento necesario dela doctrina, como lo requiere la índole de sucátedra.

Díganme ustedes, con este tipo deambiente, ¿cómo se desenvolvió la Ciencia yla educación universitaria en nuestro país?

Según Pasteur, “laboratorios ydescubrimientos son términos correlativos.Suprimid los laboratorios y las cienciasfísicas se convertirán en imagen deesterilidad y de muerte”. Así las cosas,¿quién puede extrañarse de que en Españano hubiera Ciencia? Sencillamente no secreía en los laboratorios.

Decía Laín en su libro España como problema(1916): “El progresismo liberal y latradición contrarrevolucionaria son las doslíneas rectoras de la cultura españolaochocentista. Su cordial hostilidad hace quemutuamente se necesiten. La vida a la vezentusiasta e infecunda del progresista y elcontrarrevolucionario a la española consistenmás en la polémica que en la creación”.Menéndez Pelayo (1856-1912), en sujuventud, escribía “que en ciencia no hemostenido a nadie de primera fila. Los grandesde la ciencia no han sido españoles (con laexcepción de Ramón y Cajal)” y continuaba“Más honra a un país, y más actividadcientífica demuestra en él, la circunstancia deque haya producido doscientos sabiosmodestos y útiles que un genio, porque el

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genio lo da Dios, al paso que el trabajo yla constancia y el estudio, previa ciertascondiciones, dependen en gran parte de lavoluntad humana”.

En los últimos treinta años, en España seha iniciado una labor importante en materiacientífica con las creación de la ComisiónAsesora de Investigación Científica yTécnica, Caicyt, que introdujo de modoprogresivo la cultura de la financiación de laactividad científica por mecanismoscompetitivos y un sistema de evaluación“entre pares” (peer r eview) (Anep).

Posteriormente, en 1982 se promulgó laley de la Ciencia, que transformó la Caicyten la Comisión Interministerial de Ciencia yTecnología, Cicyt. Estos organismos, junto aotros en el campo de la salud (FIS),agricultura (antiguo Inia), CDTI (Centropara el Desarrollo Tecnológico Industrial),etc., son los organismos que coordinan lapolítica científica y tecnológica a nivel delGobierno central, a lo cual hay que añadir lapolítica científica de las comunidadesautónomas respectivas.

Esto ha hecho que el número de artículoscientíficos publicados por españoles hayapasado de 4.182 en 1981 a 23.461 en 1988,y de representar el 0,7 % de la producciónmundial en 1981 al 2,5 % en 1998.

Si bien en su conjunto las publicacionesnacionales tienen un índice de impacto detipo medio, existen grupos y centros deinvestigación con resultados comparables alos mejores de Europa y Norteamérica.

Por el contrario, la producción depatentes, como indicador de nuestracapacidad tecnológica, es manifiestamentepobre. El número de patentes europeas(EPO) es siete veces inferior al promedio dela Unión Europea, diez veces inferior aHolanda y catorce respecto a Alemania.Esto puede dar una primera orientación dela amplia brecha existente entre nuestraproducción científica y la tecnológica. Esdecir, los resultados tecnológicos, adiferencia de lo que ocurre en EstadosUnidos, por ejemplo, no siguen a loscientíficos.

¿Cuál puede ser, a grandes rasgos, lasituación actual de la investigación española?En primer lugar, tenemos que indicar quepara que se consolide el crecimiento de laciencia española y ver si sus implicacioneshan pasado a la sociedad se debe de esperarotro periodo de unos veinticinco años máspara ver el grado de consolidación yrectificación del sistema. Dicho esto, lasituación actual de la investigación enEspaña se caracteriza por:

1� Falta de preocupación por los temascientíficos. (Hemos tenido ocasión dehablar de ello en la presente charla).

2� Discontinuidad. Esto es un problemamuy importante, que hay que resolverhaciendo de la ciencia, que es el temaque nos ocupa, y también de laeducación una cuestión de Estado.También llegados a este punto, megustaría citar el poema de Juan Ramón,escrito en 1919 en el libro Piedra y cielo.Dice así:

No le toques ya más,que así es la rosa.

Creo fundamental que en la estructuraorganizativa de la Ciencia y de la educaciónde un país se hagan los menores cambiosposibles. Tanto vaivén lleva a la frustraciónde los científicos y de los profesionales de laeducación, así como a la mala formación delos estudiantes. Si las cosas están bien, no lascambiemos. Esto implica que se tenga encuenta el parecer de la sociedad, de loscientíficos, de los educadores y estudiantes,que se tenga presente la experienciaadquirida por nuestro país y por otros paísesdesarrollados, y vuelvo a repetir que se hagade estas materias una cuestión de Estado. Ycuando tengamos la rosa, procuremostocarla, cuanto menos, mejor. Los sistemascientíficos de los países más desarrolladospermanecen fundamentalmente intactosdesde sus orígenes. No tenemos que inventarnada nuevo, sólo aplicar con prudencia y

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sentido común lo que ya se ha comprobadoque funciona.

3� Falta de masa crítica. En España se haceciencia de minifundio.

4� Inexistencia de organización ypriorización de acuerdo con lasnecesidades del país y no con laspersonales: de cada investigador, políticoo grupo de presión.

5� Política de personal injusta y anacrónica,basada en el café con leche para todos.En las Universidades se tienendificultades para formar grupos deinvestigación compuesto porinvestigadores seniors, estudiantes dedoctorado, pos-doc, laborantes y técnicos.

6� Mala distribución del dinero para lainvestigación y un exceso de burocracia.

7� Falta de seguimiento del trabajo deinvestigación.

Dicho todo esto, estoy de acuerdo con elprofesor Echenique, cuando dice que “másimportante y sobre todo más rentable queintentar dirigir la investigación hacia finesprefijados es crear un entorno, un caldo decultivo, en el que la ciencia puedadesarrollarse”. También cualquier regulacióndebería tener presente los mecanismossutiles que vertebran a la comunidadcientífica: liderazgo, grupos de excelencia,creación de escuelas, etc. Como mínimo, seha de evitar dañarlos.

Se ha de procurar introducir en el sistemacientífico y, sobre todo, en los jóvenesinvestigadores, el espíritu de la modestia. Laciencia enseña a contener respuestasprecipitadas hasta el punto que BertandRusell gustaba de repetir que la buena lógicapodría definirse como el arte de no sacarconclusiones. Como dijo Feymann: “Piensoque es mucho más interesante vivir sin saberque tener respuestas falsas”.

Para hacer ciencia hace falta también tenerlibertad. Libertad para investigar, criticar,para revisar, para relacionar eventos, libertadpara equivocarse, para dudar, etc. De hecho,la ciencia excesivamente dependiente dejerarquías y que se planifica en función deldinero o de intereses políticos, no tarda enperder su verdadero sentido y empieza adeformarse.

Se necesita no tener miedo al fracaso; unasociedad que considera un fracasado aalguien que intenta algo y no le sale bien noserá nunca innovadora. Estigmatizar elllamado “fracaso” o exigir la certeza deléxito para apoyar algo es un mal caminopara el logro de innovaciones.

Es importante llevar a los jóvenes laconvicción de que lo que resulta másinteresante es aquello que no encaja, la parteque no procede según uno esperaba.

También decía Feymann que las cosas queimportan son la honestidad, laindependencia, la disposición a admitir laignorancia. Un científico nunca está seguro.Cuando se hace un enunciado, la cuestiónno es sí es cierto o falso sino más bien quéprobabilidad tiene de ser cierto o falso.

Debemos dejar sitio para la duda o no hayprogreso ni aprendizaje. No hay aprendizajesin plantear una pregunta, y una preguntarequiere duda. Realmente la libertad dedudar, que es absolutamente esencial para eldesarrollo de las ciencias, nació de una luchafrente a la autoridad constituida de la época,que tenía una solución para cada problema.

El científico tiene mucha experiencia conla ignorancia, la duda y la incertidumbre.Cuando un científico no conoce la respuestaa un problema es un ignorante. Cuandotiene una intuición sobre cuál es el resultadoestá inseguro. Y cuando está seguro de cuálva a ser el resultado, tiene algunas dudas. Sedescubre que para progresar tiene unaimportancia trascendental el reconocer laignorancia y dejar lugar a la duda.

La investigación occidental se mantiene,según Feymann, sobre dos grandesherencias. Una es el espíritu científico de

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aventura: la aventura en lo desconocido, quedebe ser reconocido como desconocido paraser explorado, la exigencia de los misteriosirresolubles del universo que siguen sinrespuesta; la actitud de que todo es incierto;en resumen: la humildad del intelecto. Laotra gran herencia es la ética cristiana, laacción basada en el amor, la hermandad detodos los hombres, el valor del individuo, lahumildad de espíritu.

Otro valor de la ciencia es la diversión y eldisfrute intelectual que se obtiene al leer,aprender, trabajar o reflexionar sobre ella.Este es un punto real muy importante, nosuficientemente considerado por aquellosque nos dicen que nuestra responsabilidadmoral debe ser tal o cual. ¿Tiene este mero

disfrute personal algún valor para lasociedad en conjunto? ¡No! Pero, ¿no setrata, en última instancia, de disponer lascosas de modo que la gente pueda disfrutarde ellas? Si es así, el disfrute de la ciencia estan importante como cualquier cosa.

Me gustaría terminar estas consideracionescon una cita del profesor Gotfried Schalz,que trabaja en el Biozentrum de laUniversidad de Basel en Suiza: “La cienciano necesita más cuotas regionales, centros deexcelencia, vacaciones regulares o semanas detreinta y cinco horas de trabajo. Necesitamentes jóvenes capaces de intentar cosasnuevas, de trabajar duro y afrontar riesgos.La ciencia, que es una aventura, necesita deaventureros”.

*Vicerrector de Investigación dela Universidad de Salamanca

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