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NICOLÁS CABASILAS LA VIDA EN CRISTO Cuarta edición EDICIONES RIALP, S. A . MADRID

Cabasilas, Nicolas-selecciã“N-la Vida en Cristo

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Cabasilas, Nicolas la Vida en Cristo

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  • NICOLS CABASILAS

    LA VIDA EN CRISTO

    Cuarta edicin

    EDICIONES RIALP, S. A . MADRID

  • manera especial justos y sabios, no le viene esta efi -cacia de lo que de humana tiene, sino de la Justicia y Sabidura divinas, ms ntimas a nosotros que las humanas, de las que nace nuestro esfuerzo y di li-gencia. Por esto, ms bien debemos llamarlas divi-nas que humanas .

    Pues as como el nombre no nos viene de lo que nos es extrao y est fuera de nosotros, sino que se nos conoce y distingue por lo ms ntimo y propio de nuestra naturaleza, ya que ni la casa ni el vestido establecen nuestro carcter, ni nos hacen pasar por virtuosos o viciosos; as, en el orden divino, aquello que nos es ms ntimo y constituye nuestra esencia debe darnos el nombre. Pues bien: aqu Cristo nos es ms ntimo que todo lo que estructura nuestra na-turaleza . Y sus cosas son tan nuestras que estamos constituidos miembros e hijos por su Carne, por su Sangre y por su Espritu. Est tan entraado en no-sotros, que no slo nos es ms ntimo que nuestra propia actividad, sino que su intimidad sobrepuja a lo que nos 'pertenece por naturaleza. Nuestra com-penetrac in con l es ms honda que la unin que tenemos con nuestros padres terrenos.

    Para e llo no nos sirve la humana filosofa, ni es fruto de nuestros esfuerzos. Se nos impuso esta obli-gacin de vivir la vida en Cri sto y hacer que en no-sotros brille la justi cia. Y no nos hubiera impuesto esta obligacin de no convenirnos, ni juntarnos con l esta nueva vida. Por esto se dijo: Por el bautismo fuimos sepultados en Cristo, para que caminsemos en novedad de vida255 , y dijo Pablo a Timoteo:

    255 Rom 6. 4.

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    Aprpiate la vida eterna256 , y Sed santos como es santo el que os llam25'. Sed compasivos, no con hu-mana compasin, sino con la misericordia de vues-tro Padre258 Y: A~naos los unos a los otros como yo os he amad0259. Este es el hechizo amoroso por el que Pablo amaba en las entraas de Jesucrist0260 Y es que el Salvador, que mand a los Apsto les ser portadores de la paz, les entreg su misma paz cuand? les dijo: Os doy la paz, mi misma paZ261 . Y dmglendose al Padre: Que el amor Can que me amaste sea en ellos262 .

    [La unin can Cristo hace justos por la justicia de Cristo J

    En una palabra: como la generacin es divina, y es sobrenatural la vida que de ell a procede, la ma-nera de vivir y de conocer son totalmente nuevas y espmtuales . Lo deca el Salvador a Nicodemo: Lo nacido del Espritu es Esprit1l263 Y lo confirma San Pablo: Para que sea engendrado en l, no por mi propia justicia, que proviene de la ley, sino justifi-cado por la que viene de Dios por la fe de Crist0264

    La nueva justicia, dice la Escritura, es un vestido regio. Y todo lo que hay en nosotros lleva el esti ama

    256 1 Tim 6,12. m i Pet 1. 15. m Le 6, 38. ", lo 13. 34. ,,,, Phi/ 1.8. 261 lo 16. 26. 262 / 0 14, 27. 203 lo 3. 6. '" Phi/ 3,9.

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  • de la esclavitud. De dnde podremos esperar la li-bertad y el Reino a que es preciso apresurarse? O es que virtudes propias de esclavos nos haran dig-nos del reino? San Pablo nos dice que la corrupcin no puede heredar lo incorruptible, pues es necesa-rio que todo lo que perece se revista de inmortali-dad'65 Y de la misma manera , tampoco nuestras obras de esc lavos pueden sernos tiles para aquel reino. La justicia de Dios nos es necesaria. Slo el hijo puede ser heredero y no el esclavo; porque el esclavo - dice la Escritura- no permanece en casa para siempre; pero el hijo vive all por los siglos'66 .

    Es, pues, absolutamente necesario que todo aquel que haya de venir a la herencia de los cielos se des-poje primero del esclavo para que el hijo aparezca. Para que, llevando en s impresa la forma y el rostro del Unignito, pueda presentarse al Padre revestido de su hermosura . Es, por lo mismo, preciso que el Hijo de Dios arroje de nuestra alma toda esclavitud para que llegue a disfrutar la libertad verdadera. Lo deca Jesucri sto a los judos: Si el Hijo de Dios os libra, seris libres de verdad'67

    l es qu ien rompe nuestras cadenas y convierte en hijos a los esclavos, pues siendo Hijo, y libre de toda mancha de culpa, les comunica su Cuerpo, su Sangre y su mismo Espritu. Por estas sendas mara-villosas, fusionndose con nosotros el Dios lleno de verdad , de libertad y salud, fuimos regenerados, li-bertados y endiosados.

    '" 1 Cor 15,53 , .. 10 '13 , 35. '" l o 8, 36.

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    As troquela el divino Convite a Cristo en noso-tros; a Cristo, que, siendo la verdadera justicia, es ms nuestro que las mismas energas vitales . Por eso en su gloria encontramos nuestra gloria, por sus triunfos somos declarados triunfadores y somos lla-mados con sus ttulos de gloria, mientras conserva-mos su ntima comunicacin. Es que todo el que es sdanto y justo en verdad, y hace alg~ que sea digno

    e alabanza, de la comunin con El le viene: En Dios -dice la Escritura- ser alabada mi alma'6s y en l sern benditas las naciones todas'69. .

    Por lo mismo, nuestra grandeza no radica en los humanos esfuerzos, sino sola mente en Cristo, a quien debemos albergar en nuestras almas durante la vida, llevndole con nosotros al salir de este des-tierro, mostrando de todos los modos esta celesti al sab idura, esta moneda incomparable, que ser nues tra corona, sin mezcla de metales de inferior calidad. Slo quien la presente tendr crdito en el reino de los cielos.

    y porque el premio de los que combaten es el mismo, es preciso que el valor en la pelea sea pro-porcionado a la recompensa, que las batallas sean batallas de Dios, y que sea el mismo Dios, no slo quien les unge para la lucha y les gua en el com-bate, sino tambin quien en ellos triunfa. Solamente de este modo el fin que se ha deseado est en pro-porcin con los medios; y la preparacin responde al trmino.

    y como al colocarnos en la tierra no nos mand

    168 Ps 33. 3. 269 Gen 12, 3.

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  • ni nos exigi cosa alguna sobrenatural, as, al con-ducirnos a Dios y desprendernos de la tierra, no per-mite que subsista nada humano. Pero todos sus cui-dados se concentran en que no nos falte nada de lo necesario, pues no se cons idera ajeno a nada de cuanto pueda conducirnos a trmino semejante.

    Si queremos comparar nuestro estado con el de un enfermo que necesita curacin, tan grande es su beni crnidad que no slo se ll ega a nosotros para

    o . auscultar nuestras llagas con sus oJos y sus manos, proporcionndonos por S mismo cua~to es' nece-sario para alcanzar la salud, S1l10 que El mismo se convierte en medicina y alimento acomodado , en todo cuanto puede contribuir a reparar nuestras fuerzas.

    No reengendra de la mi sma materia de que nos haba creado: entonces tom polvo de la ti erra. Ahora entrecra su propio Cuerpo y, para restaurar la vida no se ;ontenta con hermosear el alma, dejn-dola' en su naturaleza; vertiendo su Sangre en los corazones de los in iciados, hace que retorne en ellos la misma vida divina. Al crearnos nos infundi el hlito de vida270 ; ahora nos compenetra en su divino Esp ritu ; y as , dice Pablo: Envi Dios el Espritu de su H jo a nuestros corazones, que clama en no-sotros: Abba, Padre271 Para hacer brotar la luz dijo: Hgase la luz, y la luz apareci272 Es la luz de los esclavos. Ahora es el Seor, como nos dice San Pablo: El mismo que entonces dijo que de las

    270 Gen 2, 7. m Ca/4. 6. 272 Gen 1, 3.

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    {inieblas saliese la luz, el que irradia en nuestros corazones273 .

    y para dec irlo todo de una vez: en los primeros tiempos comunicaba sus beneficios al gnero hu-mano por medio de las criaturas visibles, gu iando al hombre por preceptos, leyes y mensajeros, sirvin-dose ya de los ngeles, ya de hombres extraordina-rios. Ahora es l mismo quien obra directamente, sirvindose de S mismo para todo.

    [Cristo une consigo nuestra naturaleza y voluntad, y as reina en. nosotros 1

    Miremos desde ms alta perspectiva. Para salvar a los hombres no quiso enviar un ngel. l mismo vino en persona. Era necesario adoctrinar a los mor-tales, por lo que vino a la tierra, y no mand llamar a sus oyentes, quedndose l en casa. l mismo se fue buscando los oyentes, fatigndose por veredas y caminos. Llevando en sus labios los ms preciosos bienes, entra en las casas de quienes necesitan su bondad. Si cura a los enfelmos, lo hace por S mismo y los toca con su man0274 Rehzo los ojos al ciego

    ~e nacimiento, poniendo en sus prpados el lodo que El mismo haba formado con su sa li va y amasado con sus propios dedos; sus dedos lo extendieron275; sus yemas tocaron elfretro276 Se acerc al sepulcro de Lzaro y, junto a l, dio una gran voz"', aunque

    "' {{ COI" 4.6. 27 .. Le 6,14. m lo 9, 6. 276 Le 7, 14. m lo 11. 38-40.

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  • poda igualmente haber realizado desde lej?s y con una sola seal estas y otras cosas mucho mas mara-villosas como lo hizo en la creacin del mundo. Pero si ~sto hubiera sido testimonio evidente de su poder, aquello fue seal de su bondad. y para esto vino al mundo. .

    Aun para romper las cadenas de los pobres p,n-sioneros del infierno no deleg esta rmsln a los ary-oe les o a los prncipes de la milicia celestiaL El ~ismo fue quien descendi a los calabozos. La JUS-ticia exiga que los prisioneros no alcanzasen gra-tuitamente la libertad, sino por el JUsto precIo. Y los rescata derramando su Sangre. Es el modo que hasta el ltimo da de los tiempos emplear su rmsencor-dia para librar del castigo y purificar las almas de todas las inmundicias. .

    l en persona es quien nos purifica, como dIce San Pablo : Habindonos por s mismo purificado de nuestras culpas, se sienta a la diestra de la Ma-jestad en los cielos27\Por eso le llama el mIsmo Apstol sirvient79 y El dice de S que es Servidor

    . "so y que el Padre le envi al mundo para servir- " y hay todava algo ms portentoso. No solo s~

    mostr revestido con atavos de esclavo, y escondlo las insignias de Seor, cuando descendi, a este mundo y se revisti de flaqueza, pues no vema a jUZ-oarlo sino que al fin de los tiempos , cuando venga ~n su' poder y aparezca en la gloria de .:U ~adre y e~ la manifestacin de su impeno, se centra, les h.ara

    27S Hebr l. 3. ~" CaI2, 17: Rom 15,8 . 280 MI 20. 28.

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    t

    sentar y pasando les servir"', no obstante ser l por quien los reyes reinan y los prncipes dominan.

    As gobierna su reino , ll ena de verdad y de glo-ria. Y bastndose a S mismo para establecer su rei-nado, de tal suerte se puso al frente de quienes le si-guieron, que ms bien se present ante ellos como amigo por la afabilidad, ms justo que un prncipe, con ms ternura que un padre, ms ntimo que los miembros, ms imprescindible que el corazn, sin doblegar por el miedo ni hacer esclavos del premio. Siendo l mismo por S la potencia de su imperio, por S solo tiene unidos a los mismos que domina. Reinar por el temor y la paga no es verdadero rei-nar: es reinado de promesas y amenazas. Como no reina propiamente quien manda sometido a otro, as tampoco sirve realmente a Dios quien lo hace de al-guno de los modos indicados.

    Siendo necesario que l ejerza su real principado -el nico justo y verdadero-, invent la manera de establecerlo. Y a fe que el igi el medio ms in-creble: ech mano de medios contradictorios; para venir a ser Seor toma naturaleza de esclavo y sirve a los esclavos hasta la Cruz y la muerte, para de este modo redimir las almas de los esclavos, sometiendo sus voluntades a su inmediato servicio.

    Considerando San Pablo que por la servidumbre conquist su reino, exclama: Se humill a s mismo, hecho obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. Por esto Dios le elev hasta lo ms alt02'2 Y el ad-

    28' Le 12.37. m Phi/2. 8.

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    .,...

  • mirable Isaas dice: Por esto muchos sern su he-rencia y dividir los despojos de los f uertes, porque su alma fu e entregada a la muerte y fu e tenido por proscrito'83

    Por la creacin primera Cristo es Seor de nues-tra naturaleza. Por la recreacin de su gracia se apo-der de nuestra vida ntima, reinando as con toda verdad entre los hombres al someter nuestro enten-dimiento y la autonoma de nuestra voluntad , ms verdaderamente que se somete a un esclavo. Por esto dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra'8" Como si hubiera adquirido nuevos poderes quien era Seor del mundo desde todos los siglos, al sometrsele como a comn Seor la natu-raleza humana, estndole ya sometidos los cielos. Es lo que dice tambin David: Reinar el Seiior en-tre las naciones'85, aludiendo entre velos al reino en que los gentiles entrarn a formar parte del Cuerpo del Salvador, para ser sus miembros, como dice San Pablo'86 De tal forma se ha unido a los cuerpos y a las almas de una vez y para siempre, que por s lo ello qued constituido Seor del cuerpo y del al ma y del querer, gobernando tota l y absolutamente su imperio, conducindolo por S mismo, como gua el al ma al cuerpo y la cabeza a los miembros.

    Gobierna desde el fondo de su alma a los que amaron filialmente su yugo, como si no vivieran la vida de su alma, ni tuv ieran independencia en su vo-

    283 Is 52. 12. " .. MI 28. 18. 285.pS 47. 9. 286 Eph 3. 6.

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    luntad propia. Por esto dijo: Como una bestia llegu a ser en tu presencia' 87. Esto mismo es el dar y per-der el alma, salvndose con su prdida. Lo que tendr lugar cuando de tal forma logre su triunfo la nueva criatura y el nuevo Adn haoa desaparecer al antiouo b b , de suerte que nada sobreviva de cuanto nos vino por generacin, vida, muerte y levadura antigua.

    4. ASIMILADOS A CRISTO, PODREMOS REENCONTRARLE EN SU REINO

    El cuerpo del viejo Adn era un cuerpo terreno. El nuevo ha nacido de Dios'8'. Cada uno tiene su propio alimento: en la mesa de Adn haba los pro-ductos de la tierra; al segundo le alimenta el Adn celeste con su propia Carne; y as, cuando muera, el uno volver a la tierra, de donde sali; al paso que el otro volver a Cristo, de donde fue sacado.

    Pues debe el fin responder a su principio: a un padre terreno, hijo de tierra; a un padre celestial, hi-jos celestes'89 No slo en su alma, sino tambin en su cuerpo. Por eso aqu hasta el cuerpo es celeste, como all cuerpo y alma son terrenos. Pues el alma descansa en la de su Padre celestial, y el cuerpo es su mIembro. No tom la naturaleza del alma, pero es templo del Espritu de vida. Despus de la muerte vivir de la Vida -primera vida que sobrepuja todo humano sentir- , pues no muri su principio vital:

    287 Ps 73. 22. 188 Col 3. 10. 289 I Co,. 15.48.

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  • Parece que ha muerto, pero slo a los ojos de los necios, no a los de los prudentes290 Como Cristo re-sucitado de entre los muertos ya no muere, ni la muerte tendr ya dominio sobre 1'91 , tampoco los miembros de Cristo vern ms la muerte'''. Cmo haban de gustarla los que viven ya unidos a su co-razn vi tal?

    No debe admirarnos el que nosotros slo veamos polvo deleznable; la riqueza va dentro: nuestro vida est oCllita'93 Tenemos el tesoro en vasos de tie-rra'94 : quienes slo ven lo que aparece no descubren ms que el barro.

    Pero cuando Cristo aparezca, tambin este polvo manifestar su belleza, al mostrarse miembro de aquell a viva Llama, semej ante al sol y despidiendo rayos de S: Resplandecern los justos C0l110 el sol en el reino de su Padre'9'. Y llama reino de su Padre a aquel resplandor en que le vieron envuelto los Apstoles al contemplar el reino de Dios, que, como l mismo dijo, vendra en gran magnificencia296 Aquel da brillarn los justos con su mismo resplan-dor y gloria, radiantes todos: Cri sto, comunicn-dolo; los discpulos, recibindolo. Porque este Pan, este Cuerpo de Cristo que en la Mesa recibieron para ll evarlo siempre consigo, es el que entonces

    290 Ps 3, 2. 291 Rom 6. 9. 292 lo 8, 51 . 293 Col 3. 3. "" 11 Cor 4. 7. "" MI 13.43. 296 Mr 24. 30.

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    aparecer a todos los hombres sobre las nubes del cielo , manifestndose la gloria en el oriente res-plandeciendo su belleza con el fulgor repentin'o del rayo.

    En esta luz viven los justos: no les abandona cu~ndo muerel~. Siempre les acompaa, y en ella banados llegaran a la vIda venidera, y corrern ha-Cia la luz, que no les dejar ya nunca. Cada uno de los resucitados juntar sus huesos con cada una de sus partes, y sus miembros con los de la cabeza para integrar la totalidad del cuerpo: Cristo Salva~ dor ser la Cabeza de todo. .

    Cuando Cristo aparezca radiante en las nubes -DIos entre dioses, bello entre bellos, director del celeste coro-, convocar a sus propios miembros de los mbitos del mundo. Y como los cuerpos pe-sados suspendIdos en el aire se lanzan sobre la tie-rra al romperse las amarras de que pendan y buscan al IOstante su centro, as los cuerpos de los santos an~ l ados ahora en la tierra por ncoras de corrup-clon ,;;-10 que nos hace gemir en esta nuestra casa- -, cuando aparezca su libertador con m-petu irresistible se lanzarn a Cristo, su C;ntro. San Pablo, indicando que aquella carrera ser inconteni-ble, la llama rapto: Seremos raptados en las nubes sobre los pi res, al encuentro del Seor'9'. El Seo; dIce que El mismo los tomar. Entonces estarn dos en el campo, y el uno ser tomado y el otro dese-f I '99 . f C 7ClG 0- ,slgm Icando que no habr nada humano ni

    197 11 Cor 5.4. 298 Tlless 4. 14. m MI 24. 40.

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  • lapso de tiempo para ello; l mismo, que no es es-clavo del tiempo, los transportar y arrebatar.

    Como al principio no esper a que le buscasen, sino que l mismo sali en busca de los que anda-ban errantes, mostrndoles e l camino, y despus, al ver que no podan caminar, los tom en sus mismos brazos, reanim a los que caan, espabil a los perezosos, llam a los fugitivos, importu-nndoles a que llevaran a feliz trmino su salva-c in ; as, aho ra, para que corran su postrer ca-rrera, les excitar, dando nuevas alas en su vuelo. Por esto nos ll am gui las que se renen sobre el cadver: Donde est el cadvel; all se reunirn las guilas3OO

    De una mesa irn a otra: de la oculta, a la mani-fiesta; del Pan, al Cuerpo. Ahora, mientras viven vida humana, Cristo es su Pan y su Pascua; porque estn de camino hacia la ciudad del cielo; mas cuando tomen nuevas fuerzas, segn dice el admira-ble lsaas les nacern alas de guila30l . Entonces tomarn asiento ante el mismo Cuerpo de Cristo, contemplndole sin velos. ,

    Por esto dijo San Juan: Le veremos a El como es302 No hay pan para los que acabaron ya la vida, ni pascua o trnsito para quienes llegaron al trmino del camino. Aun entonces Cristo se nos manifestar con seales del cuerpo: las manos con las heridas, los pies con las huellas de los clavos, el costado con la herida de la lanza.

    ~ Mt 24. 38. JOI Is 40. 31. 302 lo 3. 2.

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    El Convite terreno del pan eucarstico nos llevar al Banquete celestial del Cuerpo. Quien no comi de este Pan no participar de este Cuerpo; como quien lleva vacos los ojos no puede caminar a la experiencia de la luz. Porque si no tienen vida en s mismos quienes no recibieron este Cuerpo, cmo aspirarn a ser miembros de una Cabeza inmortal ellos, miembros muertos? '

    Una misma es la virtud de ambas Mesas uno t;Jismo quien ofrece el Convite en ambos mu~dos: El es la cmara nupcial, la preparacin para entrar en ella y el mismo Esposo. Quienes de aqu salieron carentes de estos bienes ninguna parte tendrn en aq uella vida; quienes, en cambio recibieron feliz-mente la grac ia, entrarn en el "ozo de su Seor

    '" , unindose en la cmara nupcial con el Esposo, go-zando de las delicias del banquete. No porque en aque] momento entre!] por vez primera en contacto con El, sino porque a El llegaron llevndolo ya en el alma. Al manifestrseles al descubierto, gozan de l en plenitud.

    Precisamente por esto el reino de los cielos est dentro de nosotros mismos30'.

    JO' Le 17,21.

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