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Admito que, en algún momento, amar se convirtió en uno de mis más grandes temores, permití ser lastimada hasta el grado de enajenarme casi por completo. Hice lo posible por alejarme de toda persona que me inspirara algo de romanticismo y atracción. De poco a poco me fui convirtiendo en un ser reprimido que argumentaba no tener la capacidad de amar y se pretextaba con el hedonismo. Lunas y soles pasaron así, mientras me acompañaba el café y el licor. Entonces cuando menos lo esperaba apareció una persona cuya energía vibraba varios grados por encima de la mía. Se acercó cuando más me alejaba y esperaba con paciencia que regresara. Me daba la bienvenida con café y sonrisas, iluminando mi alma oscura y vacía. No había reproches, no esperaba nada a cambio. Y así fui cayendo, sin notarlo del todo, en manos de mi miedo, cuando fui plenamente consciente de ello, se lo comenté. Él calló por segundos, que para mí fueron eternos, y me dijo: "El amor es un constante ir y venir de alegrías y dolores. Es como vivir, vives aún sabiendo que vas a morir, pero eso no te detiene de salir, de disfrutar porque esa idea no domina tu pensamiento. Lamentablemente, muchas personas no tienen ese nivel de consciencia en cuanto al amor y viven así. Escondiéndose, de cierto modo, pretextandose con una mala experiencia. Volvió a callar y me miró. Extraña (y consciente) mente, no dijo que no me lastimaría, no comentó que no me haría llorar, ni prometió una vida de color rosa. Eso llamó mi atención. Sonreí al notar que esperaba alguna reacción de mi parte, lo abracé por la espalda y hundí mi nariz en su nucaz aspirando su aroma, inundandome de su esencia. Él era el ancla que me mantenía firme a la tierra, y a la vez el mar en el que flotaba y me sumergía. Era la fuerza con la que decidí soltar las amarras de mis miedos y exponerme al mundo como soy... Hoy, casi le hemos dado la vuelta al sol y han sido tantas aventuras, las risas y las lágrimas, las locuras y los placeres, que escribir esto, me parece, es lo menos que puedo hacer para agradecerle. Puedo ser sin él, lo sé. Pero quiero ser y estar en su compañía. Y de lejos de querer o no, de una manera que no puedo explicarles con palabras, su psique me llama y mi psique lo busca. No deseo presumir, pero considero que somos como la mezcla de café y leche en las cantidades precisas. Claro, esta analogía no es apta para los que no toman café, café con leche o analogías en general. Resumidamente soy una mujer completa, y lo era antes de que él me encontrara, sin embargo, cuando llego me complementó (im)perfectamente. Y aunque el ponga resistencias, he llegado a creer que todo es armonioso y perfectamente imperfecto y que de alguna manera ya estábamos destinados a ser.

Cafeína Para Dos

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Page 1: Cafeína Para Dos

Admito que, en algún momento, amar se convirtió en uno de mis más grandes temores, permití ser

lastimada hasta el grado de enajenarme casi por completo. Hice lo posible por alejarme de toda

persona que me inspirara algo de romanticismo y atracción. De poco a poco me fui convirtiendo

en un ser reprimido que argumentaba no tener la capacidad de amar y se pretextaba con el

hedonismo.

Lunas y soles pasaron así, mientras me acompañaba el café y el licor. Entonces cuando menos lo

esperaba apareció una persona cuya energía vibraba varios grados por encima de la mía. Se acercó

cuando más me alejaba y esperaba con paciencia que regresara. Me daba la bienvenida con café y

sonrisas, iluminando mi alma oscura y vacía. No había reproches, no esperaba nada a cambio.

Y así fui cayendo, sin notarlo del todo, en manos de mi miedo, cuando fui plenamente consciente

de ello, se lo comenté. Él calló por segundos, que para mí fueron eternos, y me dijo: "El amor es

un constante ir y venir de alegrías y dolores. Es como vivir, vives aún sabiendo que vas a morir,

pero eso no te detiene de salir, de disfrutar porque esa idea no domina tu pensamiento.

Lamentablemente, muchas personas no tienen ese nivel de consciencia en cuanto al amor y viven

así. Escondiéndose, de cierto modo, pretextandose con una mala experiencia.

Volvió a callar y me miró.

Extraña (y consciente) mente, no dijo que no me lastimaría, no comentó que no me haría llorar, ni

prometió una vida de color rosa. Eso llamó mi atención.

Sonreí al notar que esperaba alguna reacción de mi parte, lo abracé por la espalda y hundí mi nariz

en su nucaz aspirando su aroma, inundandome de su esencia. Él era el ancla que me mantenía

firme a la tierra, y a la vez el mar en el que flotaba y me sumergía. Era la fuerza con la que decidí

soltar las amarras de mis miedos y exponerme al mundo como soy...

Hoy, casi le hemos dado la vuelta al sol y han sido tantas aventuras, las risas y las lágrimas, las

locuras y los placeres, que escribir esto, me parece, es lo menos que puedo hacer para agradecerle.

Puedo ser sin él, lo sé. Pero quiero ser y estar en su compañía. Y de lejos de querer o no, de una

manera que no puedo explicarles con palabras, su psique me llama y mi psique lo busca. No deseo

presumir, pero considero que somos como la mezcla de café y leche en las cantidades precisas.

Claro, esta analogía no es apta para los que no toman café, café con leche o analogías en general.

Resumidamente soy una mujer completa, y lo era antes de que él me encontrara, sin embargo,

cuando llego me complementó (im)perfectamente. Y aunque el ponga resistencias, he llegado a

creer que todo es armonioso y perfectamente imperfecto y que de alguna manera ya estábamos

destinados a ser.