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LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN Y LA DISOLUCION DE UURRSS La caída del Muro de Berlín fue el resultado de una imparable revolución popular que se anidó durante más de cuarenta años, y que conoció sucesivos estallidos debido a la inviabilidad del régimen estalinista de la Alemania oriental, y de los regímenes estalinistas en general, principalmente el ruso. Se inscribió en la ola de levantamientos que inició la clase obrera polaca en 1980, una ola que puso al desnudo la negativa de la clase obrera a soportar la carga de la 'coexistencia pacífica' y de la 'distensión' entre el imperialismo mundial y la burocracia estalinista, que se traducía en pesadas deudas externas y descomunales 'ajustes' económicos. Por eso, aunque las grandes potencias de los dos bloques ya habían tomado la decisión de enfrentar a los pueblos del este, no mediante la represión sino mediante el 'desvío democrático', el derribamiento del Muro por una revolución popular fue un episodio de la revolución europea, que quebró "el artificio montado (por el imperialismo mundial y la burocracia soviética) para dividir al proletariado más fuerte de Europa"; la caída del Muro puso sobre el tapete "la descomposición conjunta del imperialismo y de los regímenes burocráticos y el completo agotamiento de las relaciones políticas establecidas entre ellos a partir de la posguerra". -Las causas que provocaron su derrumbe: Alentados por las reformas de Gorbachov, a partir de octubre de 1989 proliferaron en Alemania Oriental los movimientos de protesta contra el régimen comunista de Erich Honecker.

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LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN Y LA DISOLUCION DE UURRSSLa caída del Muro de Berlín fue el resultado de una imparable revolución popular que se

anidó durante más de cuarenta años, y que conoció sucesivos estallidos debido a la

inviabilidad del régimen estalinista de la Alemania oriental, y de los regímenes estalinistas

en general, principalmente el ruso. Se inscribió en la ola de levantamientos que inició la

clase obrera polaca en 1980, una ola que puso al desnudo la negativa de la clase obrera

a soportar la carga de la 'coexistencia pacífica' y de la 'distensión' entre el imperialismo

mundial y la burocracia estalinista, que se traducía en pesadas deudas externas y

descomunales 'ajustes' económicos. Por eso, aunque las grandes potencias de los dos

bloques ya habían tomado la decisión de enfrentar a los pueblos del este, no mediante la

represión sino mediante el 'desvío democrático', el derribamiento del Muro por una

revolución popular fue un episodio de la revolución europea, que quebró "el artificio

montado (por el imperialismo mundial y la burocracia soviética) para dividir al proletariado

más fuerte de Europa"; la caída del Muro puso sobre el tapete "la descomposición

conjunta del imperialismo y de los regímenes burocráticos y el completo agotamiento de

las relaciones políticas establecidas entre ellos a partir de la posguerra".

-Las causas que provocaron su derrumbe:

Alentados por las reformas de Gorbachov, a partir de octubre de 1989 proliferaron en

Alemania Oriental los movimientos de protesta contra el régimen comunista de Erich

Honecker.

Miles de ciudadanos optaron por abandonar el país por las fronteras, recientemente

abiertas de Hungría y Austria, mientras otros miles continuaban la resistencia a través de

huelgas y manifestaciones que culminaron en noviembre con una enorme concentración

de dos millones de personas que se fueron acercando al muro de Berlín y comenzaron a

derribarlo.

El 9 de noviembre el gobierno permitió la libre circulación entre las dos Alemanias.

La caída del Muro de Berlín, inaugurado en agosto de 1961 con el fin de evitar el éxodo

de la población de Berlín oriental hacia occidente, era todo un símbolo del derrumbe del

bloque comunista.

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Los grandes protagonistas de la desaparición del gran símbolo de la gerra fría en Europa

fueron, entre otros, el entonces presidente de la antigua URSS, Mijail Gorbachov; el ex

presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan; el joven electricista de los astilleros

Lenin de Gdansk, el polaco Lech Walesa; el disidente y ex prisionero político checo Vaclal

Havel; el ex canciller de Alemania, Helmut Kohl; y el Papa Juan Pablo II.

Gorbachov, con la extensión de su perestroika (reestructuración) fuera de las fronteras

rusas, fue el encargado de relajar la presión sobre los países satélites de la antigua Unión

Soviética y de facilitar la apertura a Polonia y Hungría. Una política que, junto a la

glasnost (transparencia), acabó por destruirle políticamente, al no contentar ni a los

ortodoxos ni a los reformistas. El golpe de Estado de 1991 fue el punto final. Admirado

fuera de sus fronteras, Gorbachov recibió el Premio Nóbel de la Paz el 1990, un año

después de la caída del muro. Retirado de la política, a los 73 años imparte conferencias

millonarias en las que ofrece su visión del mundo.

Reagan, por su parte, que impulsó una fuerte corriente conservadora en los Estados

Unidos durante su mandato de 8 años, que acabó precisamente en enero del mismo año

en que cayó el muro, contribuyó al mismo tiempo a liquidar la Guerra Fría. Llegó a

celebrar hasta 5 cumbres con Gorbachov, en las que se firmaron importantes acuerdos de

desarme. Premonitorias fueron sus palabras dirigidas al primer mandatario ruso ante la

puerta de Brandenburgo un 12 de junio del 87: “Señor Gorbachov, haga caer este muro”.

También en un segundo plano de la política y afectado por el Alzheimer en la última

década, fallecía el pasado 5 de junio a los 93 años de edad en su residencia de Los

Ángeles.

Desde Polonia, 2 destacadas personalidades, una política y la otra religiosa, estaban

destinadas a ser protagonistas de la historia, entre otras cosas, por su influencia en la

caída del muro de Berlín. El Papa Juan Pablo II contribuyó decisivamente a la caída del

muro, al respaldar en todo momento a Lech Walesa en sus aspiraciones de hacer

desaparecer el comunismo de la tierra natal de ambos y las de derribar la muralla que

dividía Berlín. Walesa, también premio Nóbel de la Paz en 1983, llegó a convertirse en el

primer presidente postcomunista de Polonia desde 1990 hasta 1995. Actualmente, a sus

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61 años, también está retirado, lo mismo que el checo Havel, de 68 años, que se mantuvo

13 años como jefe de Estado de su país.Por su parte, Kohl no pudo acabar de peor

manera su brillante carrera política: su nombre se vio involucrado en un escándalo

financiero ilegal de su partido. Repudiado por su propia gente, el hombre que se lo jugó

todo a una carta en la reunificación alemana y que estuvo 16 años en la chancillería es

hoy un diputado más de la Unión Demócrata Cristiana.

Mijail Gorbachov en profundidad

Líder de la URSS. Gorbachov comenzó a aplicar cambios significativos en la economía y

el liderazgo del partido. La política de Glasnost liberó el acceso público a la información

después de décadas de pesada censura del gobierno, como también abogó por la

transparencia en la gestión de los líderes soviéticos.

La actitud de Gorbachov ha merecido juicios muy diferentes. Muy positivo en Occidente:

The Economist lo llamó “zar liberador” y más aún en Alemania.

En cambio en Rusia es criticado acerbamente como pusilanimidad, que supuso la

renuncia a las conquistas acumuladas por Moscú durante tres siglos. Si la voluntad

política, de la que careció Gorbachov, hubiese faltado a Lincoln, Estados Unidos habría

dejado de existir. Otros líderes rusos, anteriores y posteriores a Gorbachov, no habrían

actuado como él lo hizo. Putin consideró la desintegración de la URSS el principal

desastre geopolítico del siglo XX. La gran mayoría de los rusos comparte esta opinión.

Las consecuencias

Una vez caído el Muro de Berlín, y ante la quietud militar de la Unión Soviética (que

al perder a la RDA perdía a su socio clave en el Pacto de Varsovia) se produjo la

reunificación inmediata y la reaparición de la antigua Alemania en el centro de

Europa.

Esto, unido a la transición postcomunista en Polonia, consolidó de nuevo el

concepto geopolítico de Europa Central y creó una frontera compleja contra la

URSS.

El gigante soviético vivió entonces el surgimiento de movimientos nacionalistas y

religiosos, más que de partidos políticos de orientación capitalista, como

principales opositores al monopolio político comunista.

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Las consecuencias para América Latina, y para Colombia en especial, fueron

complejas: por una parte, Cuba, el gran aliado soviético y promotor de revoluciones

y guerras interestatales tanto en África como en América Latina, se quedó sin

respaldo y viviendo las consecuencias de un ‘período especial’ para el que no

estaba preparado.

Esta situación desembocó en el distanciamiento entre La Habana y Moscú que

solo empezó a cerrarse con la llegada al poder de Vladimir Putin en 1999.

En Colombia el impacto fue intenso en diversos grupos intelectuales, para quienes

estos hechos representaban el síntoma de una crisis cultural de fondo que

englobaba lo político, lo económico y lo social, y que poco después sería ratificada

por la implosión soviética.

La crisis hizo que una parte importante de las referencias de las ciencias sociales

tuvieran que “redescubrir” discursividades y prácticas no marxistas para explicar el

“nuevo escenario mundial” que deshacía el modelo bipolar la Guerra Fría.

En ese contexto aún no era ni comprensible ni factible explicar asuntos como la

Tercerea Revolución Industrial, el papel de la religión en la política contemporánea

o los problemas sociales y políticos que se multiplicarían a partir de 1991.

La nueva situación creada por los acontecimientos de 1989 permitió que diversos

movimientos ciudadanos encontraran expresión y asumieran que el espectro

político en las sociedades contemporáneos se mueve más allá de la izquierda y la

derecha tradicionales, y que incluso esas denominaciones eran bastante

anticuadas para describir el mundo que se reconformaba a finales de siglo.

Disolución de la URSS: fue la desintegración de las estructuras políticas federales y el

gobierno central de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que culminó en

la independencia de las quince Repúblicas de la Unión Soviética entre el 11 de Marzo de

1990 y el 25 de Diciembre de 1991. El Tratado de Belavezha fue un acuerdo internacional

firmado el 8 de diciembre de 1991 por los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia

Borís Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkiévich, respectivamente, en la reserva

natural de Belavézhskaya Pushcha. La firma del Tratado fue comunicada por teléfono al

Presidente de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov por Stanislav Shushkiévich.1 2 Estos

acuerdos declaran la disolución oficial de la URSS poniendo fin a la vigencia del Tratado

de Creación de la URSS. La disolución del Estado socialista más grande del mundo

también marcó el fin de la Guerra Fría.

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Con el fin de dejar de lado el estancamiento de la economía soviética, el líder soviético

Mijaíl Gorbachov inició un proceso de apertura política (glásnost) y reestructuración

económica (perestroika) en el que había sido un Estado totalitario unipartidista. La

liberalización llevó al surgimiento de movimientos nacionales y disputas étnicas

largamente reprimidos al interior de diversas Repúblicas de la Unión Soviética. Las

Revoluciones de 1989 llevaron a la caída de los Estados socialistas aliados a la Unión

Soviética e incrementaron la presión sobre Gorbachov para implementar una mayor

democracia y autonomía para las repúblicas constituyentes de la URSS. Bajo el liderazgo

de Gorbachov, el Partido Comunista de la Unión Soviética introdujo elecciones directas,

formó una nueva legislatura central y puso fin a la prohibición de partidos políticos. Las

legislaturas de las repúblicas soviéticas empezaron a promulgar leyes que disminuyeron

el control del gobierno central y ratificaron su autonomía.

Los crecientes disturbios políticos llevaron a que las Fuerzas Armadas soviéticas y el

Partido Comunista intentaran un golpe de Estado para derrocar a Gorbachov, el entonces

Presidente de la Unión Soviética, y volver a establecer un régimen central autoritario en

agosto de 1991. Si bien fue frustrado por la agitación popular comandada por Borís

Yeltsin, el entonces presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia,

el intento de golpe aumentó el temor de que las reformas fueran revertidas y la mayoría

de repúblicas soviéticas empezó a declarar su independencia absoluta. El 8 de noviembre

de 1991, los presidentes de las repúblicas soviéticas de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se

reunieron en secreto y acordaron disolver la Unión Soviética y remplazarla con una forma

de unión voluntaria conocida como la Comunidad de Estados Independientes (CEI). Cada

vez más impotente frente a los eventos, Gorbachov renunció a su cargo y la Unión

Soviética dejó de existir formalmente el 25 de diciembre de 1991.3 El Soviet Supremo

reconocería al día siguiente la extinción de la Unión,4 disolviéndose y asumiendo Rusia

los compromisos y la representación internacional del desaparecido Estado, siendo

reconocida como el Estado sucesor de la Unión Soviética en el derecho internacional.3

La desintegración de la Unión Soviética está claramente relacionada con el contexto

surgido tras el fin de la Guerra Fría y la disolución de otros países del bloque oriental

como la disolución de Yugoslavia y la disolución de Checoslovaquia. A diferencia de

Checoslovaquia, no fue una disolución totalmente pacífica y prueba de ello es la

existencia todavía de conflictos latentes como la de Transnistria, Chechenia, o la Crisis en

Ucrania de 2013-2015. Pero a diferencia de Yugoslavia, tampoco degeneró en una guerra

abierta que el caso yugoslavo condujeron a las Guerras Yugoslavas.