94
Relatos e ilustraciones sobre la Merluza Chilena

CALETA DE CUENTOS. RELATOS E ILUSTRACIONES SOBRE LA

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Relatos e ilustraciones sobre la Merlu za Chilena

CALETA DE CUENTOS. RELATOS E ILUSTRACIONES SOBRE LA MERLUZA CHILENA.

Publicación de WWF Chile que compila las obras ganadoras y seleccionadas del concurso “Caleta de cuentos: en septiembre la merluza no se puede pescar, pero se puede cuentear”. Debe ser citada de la siguiente manera: WWF Chile (2020). Caleta de cuentos. Relatos e ilustraciones sobre la merluza chilena. WWF Chile. Santiago.

Edición: Comunicaciones WWF ChileDiseño y dirección de arte: www.alvaroaraya.com

Todos los derechos reservados. Cualquier reproducción total o parcial de la presente publicación deberá mencionar el nombre del libro.

Copyright Publicado en Diciembre de 2020 por WWF Chile, Valdivia. © 2020 WWF ChileLibro de distribución gratuita, prohibida su venta.

WWF Chile tiene como visión hacer que “la biodiversidad en los paisajes terrestres y marinos prioritarios de Chile sea conservada asegurando la provisión de bienes y servicios que contribuyan al bienestar humano, y que la huella ecológica de los principales sectores industriales de Chile se mantengan dentro de los límites de los ecosistemas, mediante procesos de participación social que promueven la equidad social”.

3

Relatos e ilustraciones sobre la Merlu za Chilena

4

ÍNDICE

Pag. 6 Merluza chilena: una pesquería con historias y desafíosPag. 8 PRIMER LUGAR RELATO Merluza pa’ la olla (Eduardo Jara).Pag. 9 PRIMER LUGAR POESÍA Versos libres a la merluza (José Lefian H.).Pag. 10 PREMIO AL TALENTO MAYOR Receta (José Enrique Rodríguez Yanten).Pag. 11 PRIMER LUGAR ILUSTRACIÓN Yapo péscame (María Ignacia Ávalos).

Pag. 12 OBRAS SELECCIONADAS – RELATOS E ILUSTRACIONESPag. 13 El pescador, el mar y el amor (Miriam Contreras Rivera).Pag. 14 El almuerzo (Cristian Rivera M.).Pag. 15 La visita (Paulina Sepúlveda Berra).Pag. 16 Los peces en el cielo (Carmen Castells).Pag. 18 Bajo el mar del sur. Ilustración (Gabriela Melo).Pag. 19 El rey del pescado frito. Ilustración (Topo Lagos).Pag. 20 Pescado a la carretilla (Elba Meneses Cortés).Pag. 21 Recuerdos (Andrea Vogel L.).Pag. 22 Soltar: para dejar ir (Juan Pablo Porte Delaporte).Pag. 23 Especie extinta (Mirta Durán Salgado).Pag. 24 Fugaz (Javiera Arias Cartes).Pag. 25 Merluzín (David La Mura Ovalle).Pag. 26 Cardumen. Ilustración (José Agustín Córdova).Pag. 28 Churrasco marino de merluza.

Ilustración (Carlos Cienfuegos González).Pag. 29 Cuando te conocí. Ilustración (Eunice Huelgas Estrada).Pag. 30 El pescador Tremebundo (Axel Fuentes).Pag. 31 Guiso invernal (Felipe Alejandro Figueroa Garrido).Pag. 32 La pescá (Felipe Vargas).Pag. 33 Merluza en salsa verde (Yerko Strika).Pag. 34 Fish and chips (Yerko Strika).Pag. 35 El ingrediente secreto (Yerko Strika).Pag. 36 Merluza dos. Ilustración (Topo Lagos).Pag. 37 Sin título. Ilustración (Kassandra Vilches).Pag. 38 Pesca ilegal (Mirta Durán Salgado).Pag. 39 Tu destino (Felipe Andrés Moya Gallardo).Pag. 40 Yo, la merluza (Carlos Báez Lecourt).Pag. 41 Con las botas puestas (Marcelo Mella).Pag. 42 De Kiruza (Miguel González Troncoso).Pag. 43 El Merlu (Cristóbal Castillo).Pag. 44 Danta. Ilustración (Carolina Cárdenas).Pag. 45 La compra de la pescada. Ilustración (Rebeca Heyer Molina).Pag. 46 El paseo (Susana Castillo).Pag. 47 El reino (René Araya Alarcón).Pag. 48 El tesoro del mar chileno (Iván César Herrera Espinoza).Pag. 49 Gracias a ella (Claudia Soto Soto).Pag. 50 La merluza de los tres Marios (Juan Valenzuela C.).Pag. 51 La pescada (Ailín Leyton Muñoz).Pag. 52 De la costa. Ilustración (María Merino).Pag. 53 El mensaje de las merluzas.

5

Ilustración (Melisa Pacajes).Pag. 54 La tarde iluminada (M. Patricia Calderón U.).Pag. 55 Las merluzas de la abuela (María Inés Vega Sanhueza).Pag. 56 Las vacaciones de las merluzas (Celinda Vergara Ferreira).Pag. 57 Los bosques de cochayuyo (Diego Alonso Orellana Zapata).Pag. 58 Merluza bendita (Irene Mora Gutiérrez).Pag. 59 ¡¡¡Merluza fresca caserita!!! (Ana María Burrows Torrealba).Pag. 60 En libertad. Ilustración (Luisa Molina).Pag. 61 En veda. Ilustración (Mónica Niño Saldivia).Pag. 62 La pescadora (Sady Ogalde Cárcamo).Pag. 63 Merluzanomicón (Marco Rojas Rojas).

Pag. 64 OBRAS SELECCIONADAS – POEMAS E ILUSTRACIONESPag. 65 Ojitos de pescado (Aurora Fajardo Llaña).Pag. 66 Décimas a la merluza (Karen Alicia Reyes Miranda).Pag. 67 La tregua (Denise Lagos Escobar).Pag. 68 Espera de un encuentro en Curiñanco. Ilustración (Valeria Paredes Planet).Pag. 69 Merluza en movimiento. Ilustración (Jenifer Ortiz Tobar).Pag. 70 Oda a la merluza austral (Karen Alicia Reyes Miranda).Pag. 71 Oda a la merluza en Chile (Mauricio L. Acuña Pérez).

Pag. 72 Oda a la merluza (Jaime González Fabres).Pag. 73 Merluza querida (Rodrigo Tello).Pag. 74 La reina de los mares (Elizabeth Soto Mejía).Pag. 75 Es de noche en el corazón del mar (María Teresa Pérez).Pag. 76 La merluza quiere tomarse un descanso junto a sus amigos. Ilustración (Eric Salazar).Pag. 77 Merluza en todas partes. Ilustración (Patricia Morales Larreta).Pag. 78 Pescado por excelencia (Luis López Duarte).Pag. 79 Danzarina de los mares (Irma Naranjo Garrido).Pag. 80 Respeto (Mariela Lodeiro).Pag. 81 Merlucci Gayi Gayi (María Cristina Toro Sánchez).Pag. 82 Oda a la merluza chilena (José Luis Reveco Jaña).Pag. 83 Merluza y pescadilla. Ilustración (Cristian Silva).Pag. 84 Merluza para todos. Ilustración (Cristóbal Ladrón de Guevara).Pag. 85 Merluza alegre. Ilustración (Roxana Patricia Muñoz Figueroa).Pag. 86 Merluza. Ilustración (Mónica Albar).Pag. 87 Peces. Ilustración (IXUL).Pag. 88 Pescado a la carretilla. Ilustración (Elba Meneses Cortés).Pag. 89 Pintura. Ilustración (Leonor Medina).Pag. 90. Salvando un amigo. Ilustración (Kimberly Leiton).

6

MERLUZA CHILENA: UNA PESQUERÍA CON HISTORIAS Y DESAFÍOS

Es muy grato compartir los relatos, poemas e ilustraciones que se recogen en estas páginas, creaciones presentadas al concurso “Caleta de cuentos: en septiembre la merluza no se puede pescar, pero se puede cuentear”, iniciativa que apuntó a recoger historias, ficticias o reales, así como ilustraciones, vinculadas a la merluza chi-lena, durante su mes de veda: septiembre. Esto, con la intención de visibilizar y rescatar parte del significado cultural de esta pesquería y también conocer la visión de la sociedad civil respecto a la crisis de los recursos pesqueros.

Con apoyo de Sernapesca, esta iniciativa fue convocada por WWF, la organización mundial de conservación, cuya misión es detener la degrada-ción ambiental de la Tierra, construyendo un fu-turo en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza.

Específicamente en pesquerías, WWF Chile ha enfocado sus esfuerzos en promover el desarrollo sostenible de la actividad pesquera, abordando te-mas de incidencia política, promoción de buenas prácticas, disminución de la pesca ilegal y trabajo con pesquerías a pequeña escala, asociado a me-dios de vida de pescadores artesanales. Todo lo anterior, siempre acompañado por el desafío de incorporar las comunicaciones para amplificar el mensaje de conservación y sumar a muchas per-

7

sonas en este desafío.Al año 2020, en Chile alrededor del 70% de las

pesquerías se encuentran en estado de sobrexplo-tación o colapso. Ante esta preocupante realidad, WWF Chile ha trabajado para poder revertir la si-tuación y una de sus iniciativas más emblemáticas se enfoca en la pesquería de la merluza común. Se trata de una campaña comunicacional que desde 2014 busca visibilizar la fragilidad de esta pesque-ría, entendiendo este concepto como el sistema completo que involucra la actividad. Esto es, tanto desde el punto de vista biológico-ambiental, como económico y humano, ya que es indispensable que quienes dependen de la actividad puedan mante-ner sus medios de vida, pero de forma sustentable y sostenible en el tiempo.

Para el caso particular de la merluza común el camino ha sido largo y transversal, contribuyendo en el proceso de comprender y diseñar el Plan de Manejo de la pesquería, identificando las princi-pales problemáticas y soluciones emanadas desde los pescadores y pescadoras artesanales, con un fuerte enfoque territorial, comprendiendo la di-versidad de las caletas merluceras desde la Región de Coquimbo a la del Biobío.

El entendimiento entre las partes interesadas en esta pesquería ha sido fundamental, generan-do acuerdos de colaboración con las instituciones

públicas pesqueras (Sernapesca y Subpesca) y también con otras ONGs, con el fin de mejorar el impacto y aunar esfuerzos en pos de la recupera-ción de la pesquería. Lo anterior ha permitido una comprensión a distintas escalas de la dinámica de la pesquería y de las y los pescadores, llevan-do aquellas necesidades a discusiones de carácter político y generando propuestas para el Plan de Manejo y Programa de Recuperación. Todo esto, incorporando una visión no solo desde lo biológi-co y considerando el relevante rol que esta especie tiene en el ecosistema, sino que también desde el valor cultural y la importancia emocional de cone-xión que las personas tienen con la pesca artesanal y la merluza.

Las tareas son múltiples en términos de sus-tentabilidad, desde contribuir al entendimiento e implementación de herramientas territoria-les para mejorar las condiciones de la actividad, hasta la planificación del trabajo de conservación con enfoque de género. Por ello, también se ha in-corporado a los desafíos el dignificar el rol de la mujer en la pesca y acuicultura a pequeña escala, considerando que son parte de la población más vulnerable frente al cambio climático y que las múltiples actividades que desarrollan en las cale-tas pesqueras son indispensables y forman parte de la historia de la actividad.

8

PRIMERLUGARRELATO

Autor : Eduardo Jara

Merluza pa’ la olla

Cada semana el mismo hombre aparecía en la explanada; era pobre en apariencia y merluza comerciaba.

Un canasto bien relleno en sus hombros transportaba; pescada fresca caserita, a grito pelado anunciaba.

Llevar el mar a los campos y la dieta mejorar; dar alegría a los niños que lo invitan a jugar.

Caminó calles con piedras y cualquier árbol servía; descansar, tomar fuerza, masticar comida fría.

Debía escapar de los perros, de algún borracho bravucón; otros lo despreciaban y lo trataban de ladrón.

Nunca hizo daño a nadie, era esforzado el hombrón; limpio, educado y honesto, trabajando con pasión.

Lo esperó la policía. Ya no vengas le dijeron, en pandemia no te necesitamos; olla común tenemos, como sea lo arreglamos.

Explicó que era difícil, que debía sobrevivir; el problema es suyo amigo, no nos venga aquí a mentir.

Fue expulsado con violencia, puede ser que nos contagies; vete pronto a tu agujero, no se permiten los viajes.

Después llegaron camionetas. Esas compran en la orilla y acumulan para revender; unas cuantas eran propias y otras muchas de alquiler.

Traían precios altos y merluza no vendían. Decían no conviene; agradezcan lo que comen, agradezcan que uno viene.

Se pelearon con todos. Jamás la olla importó; sólo querían dinero, aprovechar gente humilde y el suministro acabó.

El infierno ha venido, dijo una mujer asustada; sin recursos nos quedamos, no tenemos ni pescada.

Pero Dios no se hizo el sordo y un rayo de luz compartió; el hombre del canasto ha regresado, la merluza volvió.

Lo dejaron que se acerque y juntaron su dinero; no tenemos más palabras, bienvenido caballero.

No vine a vender: es para la olla común. Ustedes son personas lindas, la veda ha terminado y ayudar quiero yo; las risas se multiplicaron y hubo alguno que lloró.

9

PRIMER LUGAR POESÍA

Versos libres a la Merluza.¿Preferir otro pescado antes que la merluza?Ni que me juntara con gentuza.Tampoco busco escaramuza. Pero ignorar a ese rico pescado, Debería ser considerado pecado.Si crece casi un metro el agilado.

Yo a veces las pongo en mi sartén, Mira cómo se fríe el gayi gayi le digo al Rubén. Y él que me responde: qué jolgorio ese olorcito.Carne tan blanca que hasta les causa cortocircuito.

Si hasta sus huevos nos podemos comer.Con aceite de oliva, y hojas de laurel,Dientes de ajo y un poco de pan rallado.La receta es tan buena que quedo anonadado.

Y si te preocupas por tu bienestar,No olvides que la merluza tú debes probar,Proteínas y minerales tiene por montones, Ni deben preocuparse por quedar guatones.

Con tanto beneficio que te da este pescado,No puedo entender que no lo hayas probado,Si solo las vieras cuando nadan por nuestras costas,De Arica a Punta de Lapa, Acompañando a las langostas.

Así que no pierdas tiempo y ve corriendo a la caleta.

Que quizás tengas suerte y te muevan una aleta.Lo mejor es su consumo, tan artístico y variado,Al horno, a la plancha, o fresco.O si tú lo quieres, bien asado.

Pero no te confundas, amigo.Mira que ellas no son salmones,Solo ambas se parecen En que las comemos con limones.

Por hoy olvida la crisis, la pandemia y tanta muerte,Siéntate en la mesa, hermano.Qué ya pasará la veda y la mala suerte.

10

PREMIO AL TALENTO MAYOR

Receta

Se levantó la cuarentena, lo prometido es deuda.Mary quiere merluza, entera, frita, con ensalada chilena, recompensa

por 100 días y más, bien cuarentenados, voy a la feria, mañana vienen las nietas, les guardare pescadita y la Mary se las hará fritas.

Las monedas escasas, pero pescada es pescada, y donde manda capitán, Mary ordena. Es temprano, ni pacos ni milicos, yo, mascarilla bien puesta, en casa, Mary con zapatos en el jardín, ropa en el baño y amonio cuaternario.

Antes que yo, en el puesto de la casera del pescado, la Sarita, costurera, cuatro niños, seguiditos, viuda de un buen tipo, conversador, amable, tipo agradable y colocolino, obvio, no era perfecto, me sonríe con ojos tristes, dice “casera ¿se acordó de mi encargo?”, la casera me hace un gesto de espera, se agacha, llena una bolsa con cabezas de pescado y se la entrega.

Entiendo el momento y le digo: “Sarita, por favor, le cambio las cabezas, por un par de kilos de merluza”. Luminosos ojos de madre me miran y accede, digo a la casera “dos kilos de merluza para Sarita”, con ojos nublosos dice “para frito”, llora silenciosa, mientras me pasa la bolsa con cabezas, le entregan su pescado y dice “gracias vecino”.

Pago y me retiro, a media cuadra, corriendo, Juancho, ayudante de la casera: ¡¡Casero, se le quedó el pescado!! le digo “Juanito no es mío”, responde, choreado “¡¡ya po’ la jefa dijo que era suyo, y yo no discuto con ella!”.

Me toca a mí, solidaridad de pobres y el mar lotino, lejano de la casera, mujer de caleta, allegada en este Santiago inhóspito.

«Merlin à la solidarité et à la fraternité»

11

PRIMER LUGAR

ILUSTRACIÓN

Yapo péscame

12

Obras seleccionadas

RELATOS E ILUSTRACIONES

13

Autora : Mir ian Contreras Rivera

El pescador, el mar y el amor Cada vez que se prepara para salir a alta mar, con sus expectativas de que la pesca

sea buena, una verdadera inquietud me aprisiona. Años de sobresaltos, de dormir y despertar con miedo, sé que su trabajo en la pesca

nos ha permitido cumplir sueños, educar a los niños, tener lo suficiente para vivir, hemos armado nuestra vida.

Cada vez que se va, la angustia queda pegada en el pecho, endureciendo la garganta y sonriendo a mis hijos, la vida no puede parar.

Cuando llegan con las redes llenas de esa brillante merluza, el temor se disipa y disfrutamos de un sabroso caldillo o una exquisita merluza frita.

Es difícil ser la mujer del pescador, tal vez también del minero o del piloto…el temor es como enemigo invisible. Decidí ser la compañera de un pescador, pero parece que somos más que cuatro, la familia, las redes y el mar.

Cuando está en casa, la inseguridad no me abandona. En sueños veo redes con abundante y brillante merluza y los rostros felices de los pescadores, pero “El Aventura” pierde estabilidad entre agitadas olas, despierto y siento su respiración a mi lado.

Llega el día que deben zarpar e invento nuevas excusas para alargar su partida, lo abrazo con efusión guardando un poco de él en mi “yo”, me quedo mirando como “El Aventura” lentamente se pierde, mientras la oscuridad se une con el mar y ya no veo el horizonte.

Pido que las olas sean benevolentes y lo cuiden, especialmente en invierno. Sé que todos los trabajos tienen un grado de riesgo, no se sabe en qué momento la vida se escapa y la vida del pescador navega de ola en ola bajo la luz de la luna o de intensos nubarrones. Y yo espero.

14

Autor : Cr istian Rivera M

El almuerzo- ¡Tío!La voz del pequeño Benja retumbaba en cada rincón de la casa y mientras crecía el eco, más lo hacía

mi fastidio. Se supone que después de dos años de cuarentena, uno apreciaría un poco más la familia, pero somos

humanos y olvidamos rápido. Somos tan buenos para olvidar, que eso de prevenir, cuidar lo que nos rodea, pasó a un segundo plano. Las ansiedades del desconfinamiento nos transformaron y volvimos con un apetito por el consumo que nadie pudo prever.

Sin embargo, siempre hay que pagar las cuentas, y la factura nos llegó de golpe, y es que jamás pensamos ver marejadas de basura, las playas desaparecieron y ese fue el inicio de un nuevo caos.

La pesca casi desapareció y qué decir los animales, por años los esfuerzos se volcaron en arreglar lo que se hizo en poco tiempo.

Limpiar el mar ha sido una tarea titánica y al menos ya podemos ir a la playa. Quizás lo que más extraño es la pescada, esa merluza que odiaba de niño y que ahora al solo recordar comienzo a salivar. Son años sin probar un bocado de ese manjar y lo cierto es que creo que hasta se extinguieron.

- ¡Tío!No sé en qué momento apareció Benja, me escondí para evitar ser molestado y terminar mi lectura

de domingo.- ¡A comer tío!, que dice la abuela que te apures o si no te quedarás sin pescadaNo recuerdo haber corrido tanto, sé que choqué con algo, pero la verdad no me importó, menos quién

estaba en la mesa; cuando vi que después de diez años podría disfrutar de mi pescada, solo pensé en mis papas mayo y en… Otro día les cuento, ahora necesito comer.

15

Autora : Paulina Sepulveda Ber ra

La visitaFaltaban dos curvas y aparecería el mar. Si tenía suerte, mi viejito ya habría regresado y mi abuela

estaría a punto de tirar las merluzas al sartén caliente. Hice sonar el golpeteo rítmico sobre la puerta, que durante años fue nuestra contraseña, y mágicamente

aparecieron mis abuelos, que me recibieron entre risas y lágrimas.— ¡Francisco, mi niño!— repetía mi abuela con una sonrisa, nos hubieras avisado que venías. — ¡Tranquila viejita, fue un impulso del momento!— ¡Buenazo el impulso!— replicó mi tata, abriendo una botella de vino, de esas que siempre guarda

para momentos especiales. Hablamos sin parar, hasta que el reloj marcó las doce en punto. Mi abuela anunció el almuerzo y yo

me sobé las manos. En casa, desde que yo era chico, el domingo era día de merluza frita. Un ritual tan sagrado como delicioso.

— Espero que con el tiempo, se le hayan pasado las mañas de niño— bromeó pícaro mi abuelo, notando mi desconcierto.

Es que, contrario a todo pronóstico, frente a mí se erguía un plato de lentejas hirviendo que usurpaba el puesto de la reina del mar.

Mi abuela guardó silencio, como esperando mi reacción. Yo tomé la cuchara y comí como si hace días no lo hubiera hecho. Luego vinieron las papayas en conserva y el paseo en bote, como en los viejos tiempos.

— Estamos en veda, chiquillo— me explicó el tata con voz seria, hay que dejar crecer la merluza. Pero si gustas vuelve en octubre y te esperamos con almuerzo, dijo como pidiendo disculpas.

— No viejito, yo regreso la próxima semana y usted tenga el bracero prendido, mire que esas lentejas yo no me las pierdo.

— ¿Tú traes el vino?— ¡Trato hecho! — dije, y volvimos a casa entre olas saladas y viento de septiembre.

16

Autora : Carmen Castells

Los peces en el cieloMariano miraba el cielo oscuro. Era de noche y las estrellas estaban todas reunidas sobre su cabeza.

Debajo de su poncho de lana de llama, calientito, percibió el olor de su viejo abuelo, una mezcla de humo y tierra, tan agradable, que se sintió feliz. Su abuelo era un hombre amable y a Mariano, de diez años, le gustaba acompañarlo a buscar las llamas y alpacas, que cerca de un bofedal se quedaban rezagadas algunos días. Su abuelo no encendía el fuego aún, por lo que el cielo se mostraba con todo su esplendor. Mariano veía las sombras oscuras de la llama y su cría, el zorro, la pastora, la perdiz, el sapo y la serpiente, todas enmarcadas por las estrellas de la vía láctea. Él conocía cada una y sabía las historias.

Esa noche Mariano le preguntó a su abuelo, mientras mascaba un trozo de charqui de pescado y se sacaba de entre los dientes una pequeña y molesta escama, ¿por qué no hay peces en el cielo? Y agregó: si son tan amables que nos dejan comerlos y su sabor es tan rico… ¿Por qué, abuelo?

Su abuelo lo miró sorprendido, Mariano era preguntón y curioso, pero esa pregunta era especial.Te voy a contar la historia del pez que más te gusta a ti, la merluza, dijo el abuelo. Esta historia me la contó mi propio abuelo y cuenta que antes en el cielo oscuro de la noche, en la

vía láctea habían muchos peces, los peces eran tan brillantes como las estrellas, sus escamas color plata se podían ver destellando desde la tierra, pero no alegraban a los hombres pues en ese momento había mucha hambre y los niños nacían escuálidos y enfermos, no alcanzaban a crecer, pues morían antes de ser adultos. En la tierra se podían cazar animales y recoger semillas, pero algo faltaba.

Entonces, el gran espíritu, el gran Viracocha, vio lo que pasaba y decidió que era necesario entregar a

17

los mares los peces del cielo. El mar en ese entonces era bastante feo, de color igual al de ahora pero se veía sucio, opaco, el inti, el sol, no se reflejaba bellamente como ahora, las olas no brillaban como ahora. El mar estaba triste de estar solo.

Viracocha bajó cada pez desde el cielo al mar y se empezó a producir un cambio, lentamente el mar se vio diferente y empezó a verse distinto, más bello, de tonalidades traslúcidas. Poco a poco el brillo de las olas fue apareciendo. El último pez en la vía láctea era la merluza, era tan bella que Viracocha sentía pena de dejarla ir. Su piel de plata tornasol era la más reluciente. El cielo no se vería igual sin su fulgor. Pero finalmente la puso en el mar.

Entonces, el mar se volvió plata, sus olas brillaron con una intensidad que nunca antes se había visto. Se completaba de esa forma la cadena de vida del mar y el equilibrio empezó. Los hombres vieron el cambio y aprovecharon este regalo, los niños empezaron a nacer sanos y envejecían tranquilos. Tan importante era la merluza que solo se pescaba lo necesario.

El poder benéfico de la merluza no se puede acabar, el mar y los hombres la necesitamos, terminó de decir el abuelo.

Entonces, Mariano ya no sintió que la escama de plata entre sus dientes era una molestia terrible, sino que entendió el enorme valor de este pez, el gran regalo que les había hecho el gran espíritu y la importancia de cuidar la vida, pues todos contamos.

18

Autora : Gabr iela Melo

Bajo el Mar del sur

19

Autor : Topo Lagos

El rey del pescado frito

20

Autora : Elba Meneses Cortes

Pescado a la carretillaEl “pescado a la carretilla”, como lo bautizaron mis hijos, era una

dinámica amorosa de mis padres, una conexión marina de tradición culinaria familiar para pescada frita, que disfrutamos los hijos y gozaron los nietos. Hoy, es herencia de amar.

Esta historia por siempre repetida, comenzaba así:- ¡Yernito, qué quiere comer hoy!- preguntaba mamá.Mi marido contestaba: ¡Merlucita frita, suegrita!Después, el grito: ¡Lucho, levántate, tienes que ir a la caleta a

comprar pescada!Luego, mi papá, mi marido e hijos iban rumbo al terminal

pesquero coquimbano a esperar la llegada de los botes, con la pescá tan fresquita, que venían con certificado de defunción. Volvían con sartas de merluzas grandes, destripadas, descamadas y limpiecitas.

Mi mamá las aliñaba con una mezcla de harina, ají color y toques de comino, porque batido con huevos para freír merluza era una aberración culinaria.

Mi papá, en el patio, comenzaba a preparar su intervención divina. Tomaba su aguerrida carretilla, acomodaba una plancha de fierro en su fondo desgastado, ordenaba leña y, con experticia, preparaba fuego. Cuando estaba listo, ponía una rejilla y encima la noble paila de cobre, con harto aceite.

Cuando el oleoso elixir estaba a punto, freía los trozos de pescada, que según él nadaban de un lado a otro de la paila, jugaban un rato y ya dorados eran escurridos y dispuestos en una budinera de aluminio, tan antigua como la carretilla.

Avanzada su fritanga, comenzaban las probaditas. Envolvía colitas de merluza con papel de diario para cada hijo: saboreábamos el crujiente manjar, soplando para no quemarnos la boca. Mis hijos se deleitaron de colitas fritas envueltas en toalla de papel, enfriadas a soplido limpio por su Tata.

El festín era apoteósico, no recuerdo la cantidad que se podía repetir cada comensal. Sin restricciones, ¡se disfrutaba a concho de la merluza frita!

21

Autora : Andrea Vogel L.

RecuerdosA la merluza siempre la asocio con buenos recuerdos, de

almuerzos familiares o vacaciones. En los típicos paseos a la playa siempre la pido en los restaurantes, pero además constantemente se presenta en el menú de nuestra casa. En mi infancia, cuando mi madre preparaba merluza frita, los niños nos poníamos ansiosos y acechábamos la cocina, esperando que ella se distrajera un momento para poder sacar un poco y dar una probadita antes de que nos sirvieran. Mi pobre madre muchas veces encontraba que su trabajo no rendía, ya que ponía las piezas ya fritas en una fuente y ésta, por algún motivo, nunca se llenaba. Luego ya ni nos quedaba almuerzo porque nos habíamos comido todo antes, ¡vaya gracia! Pero una vez nos jugó una mala pasada. Se puso a freír como siempre y nosotros ahí, esperando el momento preciso para dar el golpe. De pronto ella abandonó la cocina, ¡qué oportunidad nos estaba dando! Entramos y sacamos varios trozos en un plato, luego salimos corriendo. Yo iba imaginando el placer que me esperaba, ese sabor tan delicioso, se me hacía agua la boca. Entonces di un tremendo bocado, pero la cara que puse debe haber sido similar a una pelota desinflándose, con todos mis rasgos desfigurados. ¡El sabor era horrible! Fue como si me hubieran dado un golpe, durante unos segundos eternos no entendía lo que pasaba, no comprendía la situación. Miraba a mi hermano con ojos interrogativos y él me respondía de la misma forma. Entonces me puse a examinar mi botín, lo miré por todos lados, lo olí y descubrí el engaño: ¡era coliflor frita! Las carcajadas de mi madre finalmente también nos invitaron a la risa.

22

Autor : Juan Pablo Porte Delaporte

Soltar: para dejar irHan pasado 21 años; lo recuerdo como si fuese ayer. Yo era el típico chico de 13. Con mi viejo siempre me

llevé bien, nos aveníamos mucho, éramos como dos gotas de agua (tanto física como psicológicamente). Era verano. En Santiago no era muy entretenido pasarlo, por lo que cuando Pablín –mi padre– me dijo “¿vamos a la playa?” no lo pensé dos veces. Preparamos algo de ropa y lo estrictamente necesario para pasar unos 5 días en la costa. Llegamos; la playa era hermosa, bastante hippie. Ubicada en la Quinta Región. Íbamos por el día, nos quedaríamos a alojar en Concón.

– ¿Te tinca ir a pescar? –me dijo.Accedí feliz, nunca lo había hecho. Arrendamos un bote, nos adentramos en el mar, turnándonos para

remar. Contábamos con dos cañas. Al llegar a un punto determinado, Pablín señaló:– Aquí es, peladito. Usa tú esta caña.Él tiró su anzuelo por un lado, yo por el otro. El tiempo pasaba y pasaba… sin lograr el objetivo. Debe

haber transcurrido una media hora, le comenté que me estaba aburriendo, a lo que dijo “tranquilo, las cosas que cuestan se disfrutan más”.

Recogí la caña por enésima vez; volví a lanzar el anzuelo, con las pocas fuerzas que me quedaban. Al poco picó algo. “Bien, pelado. Tira hacia ti con todas tus fuerzas”, fue su consejo. Así lo hice, hasta lograr sacarlo a la superficie y posicionarlo arriba del bote.

– Qué lindo hijo, es una merluza.Realmente era maravillosa. Le sacamos el anzuelo de la boca.– Acaríciala, porque la vamos a soltar –dijo él. La soltamos y partió –rauda– alejándose.Ese día me diste la mejor lección: soltar, para dejar ir. A los cinco años y medio de tu muerte recordé

aquella bella merluza: también tuve que soltarte, debías mantenerte en paz.

23

Autora : Mirta Du ran Salgado

Especie ExtintaEn complicidad con la oscuridad, observa los siniestros y saltarines arroyuelos de agua oscura. Por

fin logra una chispa de luz. Respira aliviado. Mientras el humo comienza a brotar, el cansancio se disipa. Suspira. El impenetrable silencio de la noche sólo es interrumpido por el sonido del mar. Toma unos mates a la luz de la pequeña fogata. Come merluza frita con pan amasado y ají.

El día anterior realizó el calado. Era su tercer intento. No había pescado nada aún. El cielo amenaza tormenta. Vuelve para hacer el levantado. Posa el bote al costado de las boyas donde está el espinel horizontal. Revisa uno a uno. Sin expectativa alguna, encuentra una merluza enganchada. Al ojo calcula que mide al menos unos 60 cm. Ordena los anzuelos y espineles en el arpa. Navega rumbo a la caleta. Con el paso de los años la mala pesca se acentúa. Al menos el buen tiempo lo acompaña.

Con nostalgia, evoca su infancia lejana en su experiencia de pescador artesanal. El pez tiene un largo tiempo en estas remotas regiones del mundo, incluso más que el hombre, que los pueblos prehispánicos, que los propios Estados Nacionales.

“…los hombres son sólo compañeros de viaje de otras criaturas en la odisea de la evolución. Este conocimiento debiera habernos dado… un sentido de parentesco con las criaturas compañeras; un deseo de vivir y dejar vivir; un sentido de asombro frente a la magnitud y duración de la empresa biótica...” (Aldo Leopold, 1949).

Su hijo le leyó el texto, quedándosele grabado en el espíritu.A medio milenio de cumplirse la gran hazaña de Hernando de Magallanes, piensa con gran tristeza

que es una lástima que aún los hombres no aprendan a convivir con otras especies. Se pregunta si la merluza se transformará en otra de las especies extintas del planeta.

24

Autora : Javiera Ar ias Cartes

FugazEsa mañana a Mitón le parecía agotante; intentaba subir la red con agilidad, sin embargo, no gozaba

de grandes aletas como sus compañeros y eso le generaba bastante frustración. Se limpió el sudor con una aleta, mientras alzaba con fuerza. Notó cómo su compañero Sabón lo miraba de soslayo y con un movimiento iracundo de cabeza le indicaba que tenía que trasladar la red hacia la izquierda.

Le devolvió la mirada y repitió la acción. Al caer la red, miles de humanos se sacudieron con fuerza. Sabón, con su gran corporalidad, los dejó en un rincón donde yacían los demás y luego devolvió la red al agua. Estos humanos eran de la zona austral del país, por lo que tenían un sabor particular y debían atraparlos con cuidado.

Mitón se giró para acomodar su gorro y rogó que los demás no lo hubieran visto. Llevaba al menos tres meses trabajando en la captura de humanos en esa zona y necesitaba llegar al nivel de los otros. Más aún cuando llegaba septiembre, en donde comenzaba el mes de veda.

Suspiró y divisó el horizonte, ya estaba llegando la hora de volver al puerto. Se sentó, mientras se hacía la última atrapada del día. Se dio cuenta perfectamente que los demás se encargarían del resto.

Y pensó: “¿Qué pasaría si fuera al revés? ¿Si los humanos los capturaran a ellos para alimentarse?”. Se le estremecían las escamas de solo imaginarlo. Observó a un pequeño humano junto a él, con los ojos desorbitados.

Quizás en un mundo paralelo también sería muy difícil obtenerlos, comerciarlos e incluso exportarlos. A lo mejor sufrirían mucho como especie y los descuidarían. Estaba divagando demasiado cuando fue interrumpido por uno de sus compañeros con una sacudida. Se había quedado dormido y con ello su más profunda analogía.

25

Autor : David La Mu ra Ovalle

Merluzin Mi nombre es Merluzín, y vivo frente a las costas de El Quisco, lindo lugar en la Quinta Región,

donde llegaron mis padres, nadando por la costa, desde Valdivia. Es menos frio que el mar austral y hay más comida en la superficie del mar. Mi papá cuenta que donde él nació navegan muchos botes artesanales con grandes redes hechas a mano, para atraparnos y filetearnos. Algunos de nosotros se van en camiones frigoríficos a las pescaderías de todas las ciudades de Chile, para que luego nos compren y nos cocinen en las casas. En cambio, acá cerca, frente al puerto de San Antonio, nos pescan con grandes buques extranjeros, y arrastran todo lo que hay en el fondo marino junto con nosotros, nos filetean en el mismo buque y nos envasan al vacío para enviarnos a muchos países de todo el mundo, para que nos cocinen. Un día del mes de febrero, yo me encontraba jugando con mis amigos cerca del muelle, cuando vi un gusano sabroso frente a mis ojos bailando y haciéndome piruetas. De pronto, aparecieron muchos gusanos en el agua y entonces muchos de los adultos de más de treinta y seis a cuarenta centímetros, nos apartaron para comérselos ellos y cada vez que los pillaban, salían del mar y no volvían a entrar. Mi mamá, de cuarenta y cinco centímetros, la más grande de mi cardumen, se volvió loca gritándome para que me alejara de aquellos gusanos, porque eran los humanos que nos estaban pescando, yo casi agarro uno y ella no me hubiera visto nunca más. Desde ese día, nado a más de cuatrocientos metros de la costa para que no me vuelvan a tentar los humanos con sus cañas de pescar, evitando las redes de los grandes buques de mi bahía donde vivo.

26

Autor : Jose Agustin Cordova

Cardumen

27

28

Autor : Carlos Cienfuegos Gonzalez

Churrasco marino de Merluza

29

Autora : Eunice Huelgas Estrada

Cuando te conoci

30

Autor : Axel Fuentes

El pescador Tremebundo

Cinco y media de la mañana, Tremebundo se levantaba de la cama, se vestía con la misma polera blanca y los overoles que se compró la primera vez que empezó a trabajar. Desayunaba una paila de huevos revueltos, y partía rumbo a la caleta.

Allí, junto a José, quien había sido su compañero en el oficio desde 1974, arrastraban al mar el bote, “La Lupita”, como le había bautizado su padre, quien se había dedicado a la pesca toda su vida y le había regalado el barco a Tremebundo cuando ya no pudo más seguir trabajando producto de la enfermedad que se lo llevó años después. Una vez allí, tomaban las cubetas llenas de carnada y las cañas, y partían mar adentro.

Pescaban la merluza hasta más o menos las doce. Volvían a la costa, e iban donde doña Herminda, quien le cocinaba a todos los pescadores del lugar. Como Tremebundo, sesenta y siete pescadores eran los que solían seguir la misma rutina. Recordaba que, cuando empezó, eran muchos más. Como mil cuando su padre trabajaba. Pero cada vez eran menos. En parte porque a los jóvenes no les gustaba el oficio. En parte porque los industriales habían quitado harto terreno. Pese a todo, sesenta y siete pescadores, todas las mañanas, se levantaban a pescar la merluza.

Después de almuerzo, llegaba don René a comprarle la pesca de la mañana. Antes venía más gente, pero los industriales eran más baratos.

Luego de eso, volvía Tremebundo de vuelta al mar. Si tenía suerte, pescaba más para vender.

Esa era la rutina diaria de Tremebundo.Un día la caleta cerró. La habían comprado los industriales.Tremebundo vivió unos tres años más luego de eso. Nunca más volvió al mar ni vio la merluza de nuevo. Después

murió.

31

Autor : Felipe Alejandro Figueroa Gar r ido

Guiso invernal

Llovía copiosamente en aquel día de junio del año 1972. Pasado el mediodía terminaba la jornada matinal de clases en mi escuelita de pueblo chico y nos daban una hora para almorzar. A veces comía en la escuela y otras caminaba hasta mi casa, que distaba tres cuadras y media desde la escuela, trayecto que hacía a carreritas cortas, si llovía, como en aquel día de invierno. La razón de mi apuro era muy simple, mi madre cocinaba ese día un guiso que a mí me encantaba y que traía desde el mar ese aroma fresco e intenso de los pescados, a las tierras precordilleranas de mi Tucapel.

En la cocina el calor era intenso, el fogón de la estufa me entregaba colores que iban desde el rojo, anaranjado y amarillo y unos hilillos de azul en la llama cocinante. En la gran olla familiar, hervía suavemente esa preparación “hecha con amor y espuma”. Las papas cortadas en juliana, las zanahorias en medallones, las cebollas en pluma, vino blanco, unas hojas de laurel, el ajo, el orégano, una pizca de pimienta, una de comino, un ají cacho cabra seco y ahumado y encima de todos esos vegetales, recogidos de la huerta hogareña, unos trozos suculentos de merluza, la humilde “pescada”, blanca, carnosa y suave. Coronaba esta preparación el rojo dulzón de la salsa de tomates. Tomarse a cucharadas el caldo de esa preparación, era simplemente sublime.

A carreritas volvía a mi escuela para la jornada de la tarde y,

sentado en mi pupitre, junto a mis compañeros y mi profesora, soñaba con un gran viaje a la costa de Concepción para conocer el mar, que solo intuía gracias al aroma y al sabor de la merluza, la humilde “pescada” preparada por las manos de mi madre, en la humilde cocina familiar.

32

Autor : Felipe Vargas

La pesca

Ya van más de 15 años que llevo zarpando las costas coquimbanas con la promesa de sustentar a mi familia. Nunca ha sido sencillo vivir del mar, y si bien el dinero escaseaba en mi bolsillo, la felicidad abundaba al alejarme del recuerdo del terno y la corbata.

Todos estos años viví de la pescá: se vendía bien. La gente la usaba para hacer harina o aceite, por lo que pronto comenzó a popularizarse en las caletas. Tanto así, que en poco tiempo casi la extinguimos. Tal fue el daño que provocamos, que incluso se puso una veda sobre ésta, la que siendo sincero muchas veces no respeté.

Aún recuerdo bien aquel día de lluvia en que salí a bordo de mi humilde bote de palo pintado de amarillo. Era uno de esos días malos en los que solo el huiro tiraba del anzuelo. Recuerdo haber pasado horas lanzando y recogiendo el sedal de mi caña de pescar hasta que finalmente una merluza se dignó a picar. No se sentía pesada ni tampoco oponía mayor resistencia. Una vez fuera del agua, pude ver que no medía más de 15 cm. Pensé en llevarla conmigo, no obstante, tras verla tan indefensa, me retracté, y con cuidado removí el anzuelo que se hallaba clavado en su hocico. Ya por soltarla al mar, la merluza se zafó de mis manos cayendo entre los tablones. Allí, entre salto y salto, escupió un anillo de oro para luego desembarcar. No lo podía creer. Tomé el anillo y lo observé de cerca: llevaba una esmeralda incrustada en su centro.

Al volver a tierra lo vendí por una larga suma de dinero, y a partir de ese día, cada vez que me topo con una pescá, le agradezco y la devuelvo al mar.

33

Autor : Yer ko Str ika

Merluza en salsa verdeLa niña corre descalza por la única calle asfaltada de la caleta. Su marcha es libre,

como si se tratara de correr sobre una pradera en flor, dando la impresión que esa frescura en sus pies es un asunto íntimo, que sólo puede provenir de la urgencia de ser niña. Pasa del mediodía y el sol cae estío sobre la, ahora, tierra arcillosa, que al paso de la mujercita parece transformarse en una ilusión de pasto tierno. Mientras corre, aprieta contra su pecho el secreto que esconde envuelto en un paño bañado en agua de mar.

Encontró al pez atascado en la punta sur de la playa. Lo reconoció de inmediato, pues en la escuela habían visto imágenes de él, mientras la profesora explicaba acerca de su especie, quedándosele grabado que ascendían durante la noche a las capas superiores del mar para alimentarse y descendiendo durante el día, por lo que se angustia al pensar que el pez debe haber pasado la noche solo, aguardando por su destino.

Con el corazón en la boca, llega a su casa y extiende el paño mojado sobre el mesón de la cocina, implorando con la mirada a su madre para que haga algo. La mujer pone la mano en la mejilla de la niña y le cuenta la historia de la merluza que se enamoró de la luna, olvidando bajar a respirar. Dicen que cuando vio la luz de la luna, se quiso morir de alegría y que el último deseo de la humilde merluza, era ser despedida en una mesa bien servida, bañada en un mar de salsa verde. Entonces, ya más tranquila, y con un ramito de perejil en la mano, la niña dice unas palabras y se prepara para la ceremonia que va a comenzar.

34

Autor : Yer ko Str ika

Fish and chips

Siempre vengo de alguna parte y voy para otra. Llegando y yéndome de todos lados. Cuántos días se va a quedar, me preguntan apenas llego y yo invariablemente respondo, “no lo sé”. Tal vez una temporada, quizá un par días o solo por esta noche. No es desaire, de verdad no sé cuánto; voy de aquí para allá, tengo cosas que hacer, me llaman de todos lados; cobro caro por lo que hago y entre una cosa y otra, ustedes ya saben.

No obstante, yo soy de acá, como ustedes; pertenezco al lugar donde duermen mis recuerdos, a la escuela rural a medio camino entre el bosque y el mar, al barro, las estrellas, el hacha partiendo leña, las olas reventando en la playa. Veo a los viejos bajarse una botella de aguardiente como si nada, cantando cuecas mientras el pescado frito crepita en la sartén y el olor de la fritura se me pega a la ropa, como azahares impregnando el huerto.

Mañana viaje a Tokio. Arigato gozaimasu. Los japoneses son los que mejor pagan. Me quedo unos días. El sake me recuerda esa aguardiente que les comentaba y los jardines del silencio, mi primera puesta de sol. Pero ya es tiempo de marcharse. Tokio-Londres, con escala en París. Estos pagan bien. Arriendo un auto y me voy manejando por la izquierda al norte. Me encanta el clima y la costa se parece a mi infancia. Al anochecer llego hambriento a un pueblito, donde el olor me lleva directo a un hostal junto al mar. Miro la carta y no lo dudo. Pido eso por lo que aguardo y cuando llega un pescado frito dentro de una marraqueta con papas crujientes, envuelto en papel, me pregunto cómo cresta me encontró esta merluza tan lejos de casa.

35

Autor : Yer ko Str ika

El ingrediente secreto

Las manos de Luz hacen de todo. Pican el ajo, lo mismo que tejen un chaleco. Como el que le tejió a Lucio: azul mar profundo de cuello alto, lana gruesa, punto apretado, bien apretado que ni la lluvia lo atraviesa. Las manos de Luz acarician, embeben, estrujan. Son dos historias tibias y también pueden ser tenazas cuando se agarran a lo que no quieren soltar. Esa mañana, como pocas, Luz acompañó a Lucio hasta el bote y ella misma le dio el último empujón a la lancha con esas manos para que se hiciera a la mar. Con esas mismas manos lo despidió, mientras Lucio se perdía vestido de pescador azul, mar adentro a echar la red.

Cuando evoca esa imagen, a Luz se le aprieta la garganta y la mirada se le pone vidriosa, como los ojos de la pescada fresca que tiene entre sus manos, agallas rojas, colores plateados, reflejos irisados; siente el filo del cuchillo abriéndose paso por la carne del animal, como lo hace el propio recuerdo de Lucio rasgando con la quilla la mañana del adiós. Mira por la ventana y ve a lo lejos un montón de gaviotas aleteando, sobre lo que adivina, es una lancha que vuelve con su cargamento. Termina de cortar la merluza en medallones y aguanta las lágrimas para lo que vendrá.

Las manos de Luz preparan sobre la tabla de hualle los ingredientes del caldillo. Vegetales que todos conocemos y aliños que se encuentran en cualquier parte. La olla al fuego, un jarro de vino, el ruido del mar que adormece la caleta y la mujer en delantal, llorando una pizca de su amor sobre el pescado, que se va cociendo en el lento hervor de una pena.

36

Autor : Topo Lagos

Merluza dos

37

Autora : Kassandra Vilches

38

Autora : Mirta Du ran Salgado

Pesca Ilegal

Ondas acústicas viajan en el agua chocando con los organismos y partículas que encuentran a su paso. Sabe que emiten un eco que es recibido y procesado revelando el ecosistema subacuático. Podrían oírlo si les habla. Duda. Debe tomar una decisión.

No dice nada. Finge que no escucha los comentarios de su madre. Nuevamente despertó gritando y bañado en sudor. Su madre siempre le recuerda que nació en el camarote de un barco. “Por eso amas tanto el mar”, le dice. Sólo navegando, la desazón que oprime su pecho desaparece.

Siempre es la misma pesadilla: un monstruo de cuerpo alargado, comprimido lateralmente, de cabeza aplastada, ojos grandes y hundidos, boca con dos filas de dientes, lo acecha en la oscuridad.

Navegan por las aguas costeras en el buque científico Cabo de Hornos. Despierta con los bruscos movimientos. Al salir, el agua lluvia golpea rudamente su rostro. Ráfagas de viento, truenos y relámpagos, le indican que están surcando la tempestad. No distingue la costa. Van del brazo con las olas, ladeados sobre el mar.

Cabo de Hornos viaja a estudiar la estructura demográfica, las relaciones alimentarias y condiciones reproductivas de la merluza común. No fue diseñado para soportar una tormenta de estas características. Pasada la tempestad notifican del terrible accidente sufrido por uno de sus tripulantes. Vuelven con la esperanza de encontrarlo. Usan el equipo hidroacústico. Distinguen sólo algunas merluzas. Recorren la zona, no lo encuentran. Los envuelve la tristeza.

En un brusco movimiento del buque, cayó al mar. Su cuerpo alargado gris plateado, más oscuro en el dorso, tonos plateados y blancos en el vientre, dos aletas dorsales y una aleta pectoral larga, le permiten moverse. No sabe qué sucedió. Todo es paz, dulzura y silencio. Observa el buque. Toma una decisión. Nadará hacia aguas seguras, evitando la pesca ilegal.

39

Autor : Felipe Andres Moya Gallardo

Tu Destino

Como jurel, muévete rápido, desplázate, esquiva. Como lenguado, por abajo, camuflado, entre el montón, que el gentío hambriento de pescadas sea el cardumen que te oculta. Camina mientras avanza el bote, busca un reflejo plateado entre los pescados y las anguilas, aprovecha tu camuflaje natural, nadie se fija en un niño entre un montón de adultos. No improvises, usa la misma estrategia de siempre, cuando el bote se detenga y el pescador a grito pelao cante el precio de la docena, ese será tu momento. Prepárate, alístate, ¡el bote se está deteniendo!, ¡el pescador está buscando las pescadas más grandes!, ¡ahora es cuando! Y mientras todos se apretujan y desean las merluzas que levanta el pescador, tú, rápido como un jurel, metes el brazo y sientes el bravo metal entre los dedos, con la seguridad de la sierra que muerde una sardina, desengancha hasta el leso y al bolsillo. Camina como si nada y se siente orgulloso porque tres para uno solo mañana, no está mal, nada de mal.

Y el día que en la casa te pillen el escondite y te pregunten: “¿De dónde sacaste y pa qué tenís tantos anzuelos?”, diles la verdad no más, que vay a ser pescador, que naciste pa la mar, que los anzuelos son prestados, y que se vayan preparando, porque lueguito van a parecer lobos de comer tanto pescado.

40

Autor : Carlos Baez Lecou rt

Yo, la merluza

Soy larga, angosta, de ojos grandes y color gris plateado, vivo en cardúmenes, en mares profundos de agua fría, me consideran la Reina, apreciando mis rendidores filetes de carne blanca, sin grasa, pocas espinas y de agradable sabor, que fritos y acompañados de una ensalada chilena, hacen las delicias de las familias. Formo parte de la cadena trófica del mar, donde el pez grande se come al chico, ya adulta pongo millones de huevos que aseguran la especie.

Mi vida en estos mares del sur no ha sido fácil, como era abundante igual que el jurel, me llamaron la Pescada común; fui poco apreciada, a diferencia del congrio, la corvina y mi prima sureña. Hicieron harina de mi cuerpo y experimentaron concentrados proteicos. En una época difícil, recobré mi nombre de Merluza. Enormes barcos me pescaron, filetearon y congelaron abordo, distribuyéndome de norte a sur en ferias y mercados, me hicieron una canción y un Presidente se interesó en mi suerte.

Después vino el desastre, como era abundante, fácil de pescar y de gran demanda resulté ser un buen negocio, en olímpica carrera aumentaron los barcos, descartando los pescados chicos, irrespetando cuotas, tamaño y época de reproducción, desaparecieron las maltonas y el ballico, solo quedaron las pequeñas sin reproducción y con filetes que fritos no cubren el plato.

Para detener mi agotamiento, desde hace años tengo en septiembre una corta veda reproductiva nacional, para mi desgracia hay pescadores ilegales que no entienden que cuidándome tendrán pan para siempre.

Es necesario que los hombres comprendan que los peces somos parte de una herencia común que todos necesitamos cuidar. La pesca debe equilibrar aprovechamiento y capacidad reproductiva. Hay contaminación, cambios en las corrientes y en el clima, haciendo difícil nuestra sobrevivencia y la del planeta.

41

Autor : Marcelo Mella

Con las botas puestas

A fin de mes le tocaba pagar el piso al nuevo, a Norman. Sabíamos que su familia tenía un restaurant en la costanera, así que lo molestamos hasta que accedió a invitarnos.

Después del trabajo le hicimos la encerrona y nos fuimos directo al local para que no tuviera posibilidad de evadir su deuda.

Resultó que toda su familia trabajaba allí, desde los garzones hasta los cocineros, incluyéndolo a él, que en sus días libres estaba a cargo de las masas. Todos fueron criados como obedientes soldados al mando de su tía, quien dirigía el negocio.

Desde la cocina se asomó una chica y empezó a hacerle señas a Norman para saber si podía traer el plato principal. Él le hizo una señal de aprobación. Me contó que se llamaba Sofía y que era muda, además muy complicada, siempre peleaba con él en la cocina. No lograba imaginar tal escena...

Yo había pedido merluza a la plancha. Estaba exquisita y quise agradecerle a la cocinera. Le dije lo rico que estaba el plato y le hice señas de aprobación. Para mi sorpresa, ella se emocionó y con los ojos brillantes me hizo una reverencia en agradecimiento.

Cuando se fue, le pregunté a Norman qué le pasaba a la muchacha.Resulta que el novio de Sofía era pescador. Un día salió a la pesca

de la merluza. Cuando el bote se fue a la mar, ella notó que su novio iba con las botas de agua puestas. En su imposibilidad de gritar, le hizo señas, pero el muchacho iba concentrado en sus redes y no le prestó atención. Sofía lo esperó hasta el ocaso, pero él no regresó.

Entonces, de las risas y alegría, pasamos a la seriedad y solemnidad, sentimos como si estuviésemos probando un plato sagrado, sagrado para Sofía.

42

Autor : Miguel Gonzalez Troncoso

De Kiruza

Después de ordenar la cabaña, los turistas salieron en dirección a la Caleta Portales a comprar para el almuerzo. Les habían hablado de un sabroso pescado llamado Merluza y no querían perder la oportunidad de probarlo, sobre todo que su captura entraba en veda en las próximas horas. Al llegar, se dieron cuenta que la gente hacía filas para comprar el famoso pez, por lo que resignados integraron la cola del puesto “El Anzuelo”, que era atendido por su dueña doña Bertita, una entusiasta mujer que ofrecía la mercadería gritando: “¡A la rica pescá!”, “¡Fresquita la pescá!”. De pronto, y de entre los variados gritos de los pescadores, sobresalió uno que silenció a los demás: “¡De Kiruza la Merluza!”… Por algunos segundos la concurrencia quedó inmóvil, a la expectativa, después, comenzaron a correr en distintas direcciones. Los turistas, desconcertados, corrían también para todos lados provocando la risa de los pescadores de la caleta. La Bertita, que también reía al principio, se compadeció y salió tras ellos: “¡Esperen, esperen, no se vayan!”, les pedía la Bertita, y entre jadeos trataba de explicarles que la “estampida” se debía a un mal entendido, a una confusión, y que uno de los pescadores de la caleta, por querer alertar a los clientes de posibles delincuentes, y para que cuidaran bien sus pertenencias de los “amigos de lo ajeno”, había gritado “¡De Kiruza la Merluza!”, y que dicho grito no se trataba de la oferta de un nuevo pescado, sino que era un refrán para asustar a los delincuentes, pues el grito, en coa, no significaba otra cosa que “cuidado que andan los ratis”, refiriéndose a la policía.

Ese día los turistas pudieron comprar cuatro merluzas, dos para frito y dos para un rico caldillo, después regresaron a casa, contentos y sonrientes por lo ocurrido.

43

Autor : Cr istobal Castillo

El Merlu

Desde pequeñito a Andrés le decían El Merluza, por sus ojos redondos y planos y su mandíbula prominente con dientes filudos. Odiaba ese apodo colegial. Le hacía realmente daño, todo ese tiempo cuando le gritaban “dale merlu” o cuando le preguntaban “¿cómo está el ‘pescada’?”, también como vulgarmente llaman a ese pez.

Nunca comió una merluza. Lo peor era cuando en el casino del colegio era el día del pescado y preparaban una merluza frita, repitiéndose una y otra vez las tallas de sus compañeros: “se frió el merlu”. Los días con aquel menú intentaba no asistir al colegio.

Era un chico un tanto retraído, pero bastante aplicado en las notas y terminó estudiando ingeniería comercial en la universidad, donde continuó solitario. Nunca pololeó siquiera, y cuando salió de la U, paradójicamente, encontró trabajo en una multinacional pesquera de la Quinta Región, dedicados a la captura de merluza. Le iba bien, pero así y todo sentía incomodidad con su vida.

A veces en septiembre salía en una embarcación a recorrer con sus compañeros los mares de Valparaíso, celebrando el 18. Todo ese mes la pesca de merluza estaba prohibida y ese año fue distinto para él. Se empinó unas copas de chicha. Desde la proa miró el mar y vio cómo, libremente, los cardúmenes de merluza avanzaban por el agua. Entre un deja vu y su ebriedad prematura, toda la oficina vio cómo Andrés retrocedió para tomar impulso, avanzar unos pasos, dar un salto y tirarse un piquero para desaparecer. Nunca más se supo de él y dice la historia que desde ese día todas las embarcaciones buscan capturar a la merluza más grande del mar, pero sólo se le ve ese mes de veda de este pez junto a su mujer, una hermosa sirena.

44

Autora : Carolina Cardenas

Danta

45

Autora : Rebeca Heyer Molina

La compra de la pescada

46

Autora : Susana Castillo

El paseo

Cuando se podía, una vez al mes, viajaban al pueblo. El panorama consistía en almorzar los tres en algún rinconcito de la ciudad (capital regional), variando un poco del panorama rural del cual venían. La mejor pinta y el bolsillo blindado para el garrotazo que diera el restaurante. Elegían casi siempre el mismo lugar; un comedor sencillo, contundente y quitadito de bulla. Venía el garzón con una declamación-menú, que acompañaba de un “¿qué va a servirse?”. Pese a la variada guarnición, los tres convergían en un punto: la merluza.

Una vez escucharon por la tele que en diez años más se extinguiría el pez, y sintieron miedo de no probarla nunca más, de ahí por qué siempre la elegían. Desconocían los porqués, pero el final de dinosaurios no se lo deseaban a ninguna especie. Poco sabían de la veda, la sobreexplotación, de la tierra que se fragmenta y la especie que se desdibuja rápidamente. Sí sabían de amor y familia, de crianza y de ciclos, de estaciones y tiempos, el campo era una implacable escuela. Una vez claro el concepto y meollo del asunto, para el paseo mensual de septiembre todos pedirían pollito con papas fritas.

47

Autor : Rene Araya Alarcon

El reino

Hasta los 35 años viví sin grandes sobresaltos. Es decir, al igual que todo todos, tenía a veces apreturas económicas, pero nos la arreglábamos bien en casa. Luego, una noche de verano, tuve un sueño hermoso. Soñé que nadaba por las profundidades de un océano cálido. Desperté ahogado y mi mujer dio un grito. Quise preguntarle por qué estaba haciendo ese alboroto, pero yo no podía hablar porque ya no tenía cuerdas vocales ni pulmones. En su lugar tenía branquias. Me había transformado en merluza. Soy pescador y después de un par de años capturándola me transformé en una. Cerré los ojos e imaginé todas esas hermosas merluzas que alguna vez habían ido a parar a la mesa de alguien. No pueden acusarme de nada. Siempre respeté las vedas y sobre todo respetaba al animal que nos daba de comer. Yo y las merluzas estábamos en paz.

Esa noche, mi mujer superó el espanto inicial y haciendo un gran esfuerzo me sacó de la cama y me cargó en la camioneta. Yo creí que iba a morirme en cualquier momento. Por suerte, llegamos a tiempo al muelle y mi mujer pudo arrojarme al mar cuando no había nadie mirando. Es una mujer fuerte. Hay que serlo para arrastrar sin quejarse a una merluza viscosa de ochenta kilos.

Durante largos años mi mujer vino a visitarme. Me hablaba y me cantaba canciones de cuna para peces. Yo me dormía de modo que parecía estar despierto. A veces me alimentaba. Una noche arrojó al mar un soldado de juguete. Yo había leído de niño el cuento El soldadito de plomo y no quise arriesgarme. Llámenme supersticioso, pero yo nadé lejos de esas aguas peligrosas. El mar de Chile es vasto y desde entonces es mi reino.

48

Autor : Ivan Cesar Her rera Esp inoza

El tesoro del mar chileno

Venía corriendo muy agitado como si el mismo diablo lo persiguiera, yo jugaba afuera en el pasaje, pero sin darme cuenta tomó de mi mano y me arrastró con él dentro de la casa. Cerrando la puerta muy fuerte, se sentó frente a la mesa y me miró sin decir nada. De su abrigo sacó un paquete que estaba amarrado y húmedo el cual dejó sobre la mesa, luego de volver a su respiración normal, tomó su pipa, la encendió y se dirigió a encender la cocinilla. Una vez encendida tomó su mejor cuchillo y procedió a cortar las amarras de ese paquete, su rostro cambió y sonrió tanto que casi no reconocí su cara, yo muy asustado solo atine a llevar mis manos a la nariz, pues me llegó un olor fuerte y desconocido para mí, me acerqué y pregunté “¿qué es eso abuelo?”. Nuevamente se sentó, me tomó por los brazos y me dijo:

- Luis, después de ahorrar siete meses hoy logré comprar una pieza de merluza en el mercado negro—, y sin entender volví a preguntar:

- ¿Pero abuelo, qué es una merluza, no te entiendo? Nuevamente su rostro cambió y con un tono muy

triste, dejando su pipa en la mesa me dice:- Es un pez que no se ve en Chile desde el año 2020,

por más que nos unimos para salvar esta especie ese año, no pudimos frenar su pesca descontrolada, era la reina de las mesas chilenas, simple, exquisita, económica y hoy, septiembre del 2035, probarás el más grande tesoro que tenía el mar chileno.

Casi con lágrimas en sus ojos, llevó el pequeño trozo de merluza a la cocinilla. De esto han pasado diez años y nunca volví a ver sonreír a mi abuelo como ese día.

49

Autora : Claudia Soto Soto

Gracias a ella

Cuando mi papá comenzó a trabajar en la pesca artesanal, yo solo era una niña, no había mucho dinero ni lujos, muchas veces sufrí burlas en la escuela por mi ropa, pero siempre pienso que sin sacrificio no hay victoria.

Recuerdo que una vez mi padre casi pierde la vida, ese día el mar estaba furioso, se agitaba por todos lados y el cielo gris que no daban ganas de sonreír.

Yo solo rezaba en mi habitación, para que nada malo sucediera, pero a veces los adultos son puestos a prueba en momento difíciles, como mi padre que se dio cuenta que era mejor trabajar en familia, ya que era la única manera de surgir en la vida.

Es ahí donde mi madre decide trabajar en la pesca junto a mi padre, duele ver a una mujer abandonar sus delicadas manos, sus uñas, el cabello sedoso, pero sin ella jamás hubiéramos avanzando.

Mi mamá pasó por todo un proceso, adquirir conocimientos hasta pescar su primera merluza, mientras trabajaba con mi padre, reforzaban su lazo matrimonial, había más comida en la casa y la familia estaba más unida que nunca.

Gracias a la merluza, se pudo ahorrar para metas soñadas, pude seguir estudiando y mis hermanos también, porque esta especie es el sustento de varias familias, su conservación es tan importante como la vida de cualquier ser vivo del mundo.

Son 11 años que mis padres trabajan juntos en el mar, pasando enormes temporales, muchas veces con el miedo de no volver a casa, son varias horas sin comer, teniendo como efecto negativo el desorden de la alimentación y un cansancio excesivo, pero la merluza nos da esperanza a todas las familias de Chile, su conservación es fundamental para sobrevivir y por su belleza innata.

50

Autor : Juan Valenzuela C.

La merluza de los tres Marios

Yo tenía 16 años cuando conocí al Tata Mario. No era mi abuelo, sino el dueño del carrito de pescado en la feria de Quinta Normal. Mi madre me llevaba todos los domingos para ayudar con las bolsas, cosa que no me gustaba mucho que digamos, pero que igual tenía que hacer. Era el año 1960, ella me daba una sola mirada y yo corría…

El puesto del Tata Mario era muy agradable, impecable por todos lados. Siempre tenía la radio puesta escuchando tangos, los sabía todos, tarareaba y contaba a su inmensa clientela miles de historias de juventud.

Me encantaba mirar el mostrador, todas las delicias del mar sobre hielo blanco: almejas, congrios azulados, choritos, jaibas rojas, etc. Sin embargo, para mí, la reina era La Merluza: larga, espigada, plateada y brillante como un sable. ¡Mi mamá la cocinaba exquisita!

El tiempo pasó y un día triste supimos que Tata Mario había fallecido en un accidente. Nos impresionamos mucho. Entonces, su hijo Mario Segundo se hizo cargo del negocio y honró el legado familiar.

La vida avanzó y unos años después yo me casé y comencé a ir a la feria con mi esposa. Mario Segundo seguía atendiendo su carrito, alegre y conversador, contando a sus clientes el valor nutricional del pescado, sus vitaminas, minerales y omega 3.

Otra vez el destino jugó una mala pasada y Mario Segundo sufrió un ataque cardíaco y falleció. Heredó entonces el negocio su único hijo: Mario Tercero, quien desde esos años hasta ahora mantiene intacto su carrito.

Hoy en día mientras almuerzo con mi viejita pienso en el valioso y esforzado camino que permite saborear una exquisita merluza frita en mi mesa, ya que a los Tres Marios yo nunca lo olvidaré.

51

Autora : Ailin Leyton Munoz

La pesca da

El día anterior preparó sus espineles, alistó reinales y amarró anzuelos bien firmes. Faltaba poco para que llegara la veda, tenía que asegurarse con la última merluza antes de que se cerrara la pesca. A esta edad ya no podía dedicarse al buceo durante las vedas, las fuerzas le quedaban para sus espineles y con eso se las arreglaba, así que debía asegurar su pescada. El invierno había sido duro, poco y nada los había dejado trabajar, llamó a su socio y le dijo que ya tenían que salir, aunque no estuviera tan bueno el tiempo, porque le hacía falta. Había revisado y esta semana parece que amainaba, así que partieron.

Cuando llegó a su picada, empezó a prepararse para bajar sus espineles, las manos curtidas por los años de trabajo de repente se le entumecían, a veces ni sentía correr el nylon por sus dedos. Mientras tiraba los reinales se podía apreciar la precisa técnica que le había dado la experiencia, evitando que se enredaran al poner la carnada en cada anzuelo. Su socio a la par iba encarnando con la misma técnica que compartían de hace años.

Cuando les tocó ir a recoger se picó un poco la mar, el nylon se incrustaba con fuerza en los protectores de goma que tenía en sus manos, encajando cada vez más hasta llegar a su piel, reabriendo la grieta de hace años que ya tenía en esa parte de las manos. Se tenían que turnar para recoger y maniobrar el motor, los brazos estaban acostumbrados al esfuerzo, pero ya empezaba a notar un poco el cansancio de todos esos años en la mar. Al final lograron conseguir su pescada, volvieron a casa a esperar que pasara la veda para volver a salir a su mar.

52

de la costa

53

Autora : Melisa Pacajes

El mensaje de las merluzas

54

Autora : M. Patr icia Calderon U.

La tarde iluminada

Bien puede ser un sueño: dialogar con un pez, sentada en una roca, al borde del mar. Todo comenzó el día de una tristeza que no podía describir. Oré pidiendo a Dios que me diera más entendimiento. Le dije: “¿Por qué nos pones en la tierra para enfrentar desafíos contra los que no podemos luchar?”.

Yo deseaba ser como Martín curioso, preguntando al profesor de Ciencias qué es equilibrio ecológico, en qué afecta, qué cosas de las que hacemos pueden destruir nuestra seguridad. Su esmero me contagió, entonces me hice amiga de la biblioteca y puedo decir que mi mayor aporte vino del diálogo con… ¡Oh, Dios nunca había visto a un pez llorando!… ¡Y menos hablando!

Supe que morían sus crías por montones con los venenos que los humanos lanzábamos y pensé “¡Qué ganas de volverme una mujer superheroína, abastecida con juicio y armamento para castigar al humano, incluida yo misma”. Entonces, se reanudó el diálogo con la merluza.

- Vengo del mundo de malas respiraciones, venenosos alimentos, ambiciones desmedidas.La merluza ya no lloraba, aunque tenía cara triste.- Dimos un pequeño paso. Ahora, escribe. La palabra es superpoderosa- me dijo. Entonces tomé conciencia o desperté. Empezó a rondar en mi cabeza un relato al que llamaría La tarde

iluminada. Caminé hasta el puerto y vi como los peces yacían en las cajas de madera esperando ojalá sanas y limpias el momento de convertirse en alimento de los que siempre debieron ser los responsables del planeta, de su futuro y ojalá de su eternidad. En el camino a casa me encontré con Martín, quien se acercó para decirme:

- Creo haber descubierto algo: la ciencia y el sentimiento son dos caras de una misma moneda.

55

Las merluzas de la abuela

Cuando la abuela María Mercedes se levantó, la caleta Tubul estaba todavía cubierta de una espesa neblina que no dejaba ver más allá de las casas de sus dos hijos. El canasto de ñocha lleno de merluzas secas parecía un montón de lana recién escarmenada. Solo ella conocía el secreto de sus pescadas secas que se vendían tanto en la caleta como en las ferias campesinas.

Esa mañana, su hijo Juan y su hijo Manuel habían sido citados por ella para que le acompañaran a colgar las “pescá”, como le decía ella tan graciosamente.

Juan y Manuel, pescadores corajudos y toscos, frente a los dichos de su madre eran como dos pajaritos nuevos. Lo que su madre mandaba se hacía sin dudar un instante y esa mañana no fue la excepción. Ella los esperaba muy seria, como dispuesta a darles una lección para toda la vida… y así fue.

- Hoy les voy a enseñar el secreto de mi “pescá” seca, dijo la abuela María Mercedes. - Todas las mañanas hay que sacarlas cuando todavía hay neblina pa’ que tomen un poco de humedad

salada, antes de colgarlas en los alambres hay que sobarlas una por una con un pedazo de manzana verde del huerto de su finao’ padre, y hay que dejarlas toda la mañana al sol y al viento para recogerlas en la tarde con arrumacos y conocencias. Después las guardan en el fogón donde la lumbre debe estar toa’ prendía día y noche. Ese es todo el secreto.

Juan y Manuel son famosos hoy en día vendiendo sus merluzas secas en época de veda en Arauco y Lebu. Septiembre se llena del sabor de la merluza seca que acompaña el mate caliente con un poco de malicia.

56

Autora : Celinda Vergara Fer reira

Las vacaciones de las merluzas

Se aproxima la primavera, en mi país Chile acontecerán las Fiestas Patrias con sones y acordes distintos, estamos hace medio año en plena pandemia Covid-19 en toda la superficie del planeta, donde ha habido muchas muertes y dolor… El lema es “quédate en casa”; sin embargo, en las profundidades de las costas chilenas todo es diferente, porque las merluzas se preparan para sus vacaciones, están haciendo sus equipajes en conchitas; todas las familias de las merluzas se retirarán a diferentes lugares a descansar y de esa forma conservar la especie, que para los humanos es una delicia, un producto culinario que en sus múltiples preparaciones es una exquisitez al paladar.

Todas las merluzas partieron a sus vacaciones, los padres se fueron al lugar donde todos los matrimonios descansan y desovan, los jóvenes y pequeños partieron al campamento de los bosques de algas y cabañas de coral, allí es habitual verlos elevar sus mantarrayas y competir en carreras de hipocampos, este lugar es solo diversión. Merlulú, Merlucente, Merluguel y Merlubella, la más pequeñita de estos cuatro primos que siempre vacacionan juntos, como era habitual siempre discutían quien esta vez sería el ganador en estas vacaciones. Con algunas trampas, siempre ganaba Merlulú las competencias deportivas y era la reina del concurso de belleza; pero en esta ocasión les ganó el pez Riyo todas las competencias deportivas, un pez muy veloz y experimentado jinete que practicaba todos los días.

Fue un mes completo de aventuras y juegos marinos. Pero finalmente terminan las vacaciones, se reúnen nuevamente las familias tras la veda, descansadas y relajadas, para volver a la vida cotidiana de las merluzas, dando gracias y pensando en que quizás esas podrían haber sido sus últimas vacaciones, porque todo pasa… también en el mundo submarino.

57

Autor : Diego Alonso Orellana Zapata

Los bosques de cochayuyo

Hoy con mi madre vamos a los bosques de cochayuyo. En el camino, puedo concluir que mi hogar es infinito y hermoso, pocas merluzas tienen la suerte de nadar en un lugar como este, incluso mi madre me ha contado que cuando conoció a mi padre, el océano era dos veces más bello, que las temperaturas de las corrientes eran más cómodas para nadar y que no existían las algas duras multicolores, que si te las comes te enfermas. Como yo y mis pequeñas aletas no conocimos el océano que recuerda mi madre, el actual sigue siendo mi hogar favorito, me cuesta imaginar otro lugar más bello.

Nadar entre los bosques de cochayuyo es una de las cosas que más me entretiene, es que mientras mi madre busca crustáceos, yo esquivo las enormes algas oscuras. Sin embargo, de pronto siento que algo me rodea y no me deja seguir nadando, es como un alga muy delgada de la misma familia de las multicolores. Mi madre, a la distancia, ve que estoy atrapada y busca acercarse lo más rápido que puede, gritándome que mueva fuerte las aletas, pero las mías son demasiado pequeñas y antes que mi madre llegue, comienzo a elevarme, como si el alga me quisiera expulsar del océano y separar de mi madre

Al salir del océano, ya no puedo seguir respirando, llevando a que mi cuerpo se mueva sin sentido por la desesperación. De pronto, veo una especie de tentáculos de pulpo, solo que son cinco, más cortos y tienen diferentes tamaños, éstos me sacan del alga secuestradora y me lanzan. Por suerte caigo en mi hogar y puedo reencontrarme con mi madre, quien con su aleta me acaricia, contándome que tuvo miedo de perderme de la misma forma que perdimos a mi padre el mes pasado.

58

Autora : Irene Mora Gutier rez

Merluza Bendita

Nibaldo apretó con fuerza su título de abogado. Se sentía algo incómodo con tanto aplauso y deseaba que aquello terminara pronto, temía que su garganta explotara.

Cuando era pequeño y su padre se acercaba a despedirse para hacerse a la mar, odiaba profundamente el nauseabundo olor que se había apoderado de su persona.

- Hijo, esto es lo que nos da de comer y lo que te hará grande– le decía pacientemente el hombre ante sus quejas y con una ternura infinita dibujaba una cruz en su frente.

- Dios te bendiga y me traiga junto a ti para protegerte – le repetía, además, cada madrugada.

Con el paso de los años y cuando la adolescencia llegó a su vida, ya no sólo aquel olor le pareció irritante. El aspecto huesudo de su progenitor y la curtida piel de su cara, pero por sobre todo, ese enfermizo afán de andar riendo por cualquier cosa, le avergonzaban tremendamente.

- Si tan solo tuviera todos sus dientes – mascullaba mirando con recelo aquel hueco negro entre los caninos paternos, y que éste había conseguido en una de las tantas protestas por la Ley de Pesca.

Sin embargo, lo que terminó por hartarlo hasta el punto de no querer dirigirle la palabra, fue su infaltable oración de cada noche: “gracias a ti Merluza somos lo que somos”.

- ¿Qué somos? - solía protestar él ante sus amigos. ¿Acaso mi padre piensa que comer pescado todos los días y vivir en una choza miserable es ser alguien?

Una lágrima redonda, tibia y transparente bajó por su mejilla y fue a perderse en el inmaculado blanco del cuello de su camisa. Cómo me gustaría abrazarlo y darle las gracias, pensó. Pero había esperado demasiado, la persona que más lo amó en la vida había sido engullida por el océano.

59

Merluza fresca caserita!!!

Óscar, hijo de pescador, diariamente acostumbra acercarse lentamente hasta la orilla del malecón para recordar tiempos de infancia. Se queda contemplando la profundidad de esas aguas que reflejan el sol simulando miles de diamantes que mecidos por el oleaje llegan a lamer las rocas. Su corazón agita los latidos cuando se recuerda sentado allí con una simple caña que sujetaba un hilo de volantín y en su extremo la carnada, que entre risas y bromas habían preparado anteriormente con amigos del barrio, para luego bajar desde los cerros de Coquimbo a pescar las abundantes merluzas que merodeaban en el pozón, al costado de la “Cancha de Water Polo”, con sus amplias graderías de cemento, lugar que muchos aprovechaban para hacer sus acrobacias y tirarse estrepitosas zambullidas.

Con alegría reían, gritaban alborozados al ver que algún amigo lograba enganchar en su carnada ese pez de escamas iridiscentes que se resistía dando ingentes movimientos al salir pendido del hilo de la caña. Era entonces que todos se agolpaban alrededor para felicitar al ganador de una hermosa “pescada”, como en esos tiempos se llamaba a la merluza. Varios volvían ufanados a tirar sus hilos con esperanza de tener éxito y muchos lograban su objetivo, subiendo luego en grupo y con enorme algarabía los varios zigzags que conducían a los empinados cerros para llevar a sus humildes hogares el manjar más exquisito y compartirlo en la mesa familiar.

Hermosos recuerdos que se vieron truncados cuando uno de esos veranos decidió realizar desde las gradas su famosa acrobacia y lanzarse un piquero mortal. Sobrevivió, pero nunca más pudo pescar allí.

Luego de incontables terapias, recobró la movilidad de sus piernas, lo puedes ver en el Mercado voceando “¡Merluza fresca caserita!, ¡aquí donde Óscar caserita!...”.

!!!

60

Autora : Lu isa Molina

En libertad

61

Autora : Monica Nino Silva

En veda

62

Autor : Sady Ogalde Carcamo

La pescadora

La mujer emprendió su rutina temprano, no sin antes dejar el desayuno a sus tres hijos escolares. Puso su humanidad en el bote que paciente la esperaba para servirle. Y se entregó a la inmensidad viviente.

Emelina del Rosario Meneses Andía, esposa, madre, pescadora y evangélica a las cinco ya estaba en la posa de la bahía rodeando el faro Belén. La mole de seis metros respondía fielmente en su colaboración.

Antes, la mujer había revisado su cocaví, la rigidez de los remos y su pequeño Nuevo Testamento azul puesto amorosamente en una parte intimísima de su ser: sus enormes senos de mujer trabajadora y pobre. Ya entrada a varias millas y casi enfrentando la isla, soltó los remos, elevó su azulino amuleto hacia el cielo e inició su letanía rogadora: ¡Señor, tú que todo lo puedes dame tu bondad, necesito que me vaya bien, la merluza es lo único que venderé bien, por favor papito, ayúdame!

Puesta la esperanza en su fe, echó la red pero su congestionado pensamiento no evadía su necesidad: el menorcito tenía que llevar un cuaderno de música a la escuela; comprado. Elías, el de en medio, había roto su corbata: listo. Y Aarón, el mayorcito, había perdido la insignia del colegio en una pichanga.

Y comenzó Emelina a subir la red; no había nada. Y gruesas lágrimas cayeron sobre la chata y allí con su Biblia en el pecho, oró: ¡Dios, yo siempre te he sido fiel, por favor ayúdame!

Y la voz celestial llegó: “Emelina, echa la red al lado izquierdo, tu fe te ha salvado, ahora ya empieza a subir la red”.

Y sin dejar de orar, la pescadora llenó la embarcación de merluzas, momento en el que compra el medicamento para su marido que el hospital no tenía.

63

Autor : Marco Rojas Rojas

Merluzanomicon

En plena discusión sobre la Ley de Pesca, don Atilio no aguantó y fue al baño. Recorrió los lujosos pasillos del Congreso cuando se perdió. Le dolían las manos por la artritis. No encontraba el letrero en ningún lado, entonces, los murmullos desde un pasillo le llamaron la atención. - Con este libro sellamos el pacto - dijo la Voz oscura. - Por supuesto, usted no se preocupe, el resto lo arreglamos nosotros - la otra voz era temblorosa, sumisa. - Por su bien espero que así sea… Don Atilio sintió una curiosidad enorme y se acercó sigiloso a escuchar; de pronto, los hombres terminaron la charla y se separaron, el pescador no tuvo tiempo de esconderse cuando uno de los hombres, el sumiso, pasó por su lado corriendo con un pañuelo tapándose la boca y haciendo arcadas, el olor a pescado podrido inundó todo el pasillo. Al otro sujeto jamás lo volvió a ver. Los años pasaron y don Atilio siguió pescando en alta mar como lo había hecho su padre y su abuelo. Eso, hasta que un día un pesquero noruego encalló misteriosamente en caleta portales. Estuvo semanas y nadie lo reclamaba, hasta que un grupo de pescadores decidió entrar. Lo que encontraron fue espantoso. Los cuerpos mutados aún se arrastraban gimiendo, los brazos de los tripulantes se convertían en aletas y la piel en escamas, entonces, una figura salió desde la oscuridad, don Atilio tembló, era el mismo hombre que vio años atrás en el Congreso, pero irreconocible - Dónde está el libro- balbuceaba, mientras que de su cuerpo deforme salían cientos de pequeñas merluzas que huían hacia el mar. La ley de los hombres se había aprobado, La ley de la naturaleza y sus mágicos conjuros volvía todo a su cauce normal.

Obras seleccionadas

POEMAS E ILUSTRACIONES

65

Autora : Au rora Fajardo LlaNa

Ojitos de pescadoSi no fueras tú merluzacon ojitos de cristalcon la piel de plata puracon tu sabor especial

Te usaría de adornoen mi puerta, en mis murallasni el Neruda con sus obrasnunca supo lo que callas

Alimentas a los pobresdas esperanza al enfermono hay pescador que no busqueeste exquisito alimento

Eres humilde merluzaa las redes vas en silenciode frente de cara al hombredel pescador el sustento

Sustento de gente humildefrito, en caldos y condimentosyo te hago un homenajete declaro del mar un monumento.

66

Autora : Karen Alicia Reyes Miranda

Decimas a la merluza Con aplastada cabeza Vistiendo negruzco color Plateado vientre cual loorFusiforme sin torpeza Flancos grises tu viveza Navegas por la surgencia Multiplicando existenciaEn bendita reproducción Del pescador asaz emoción Ruega por ti con vehemencia

Pez demersal depredador De ojos grandes y hundidos Por décadas abatido Con tal incesante sudor El hombre causa un dolor Sobreexplotando tu especie Aunque realmente te aprecie A la veda te haz de ir¡Hay que dejarte vivir!Septiembre te menosprecie Usando aleta triangularPectorales y dorsales

Surcas por los corales Una caníbal singular ¡Qué sabrosa al paladar!Versátil y con calidadsaludable en gran cantidadA muchas mesas tú llegasDesde azuladas vegasPoseerte es una bondad

Ya casi te aniquilaronPor eso descanso merecesQué terrible si perecesPorque no te apreciaron Pero ese temor borraron Quienes te han protegido hoyAlzando sus voces estoy Suave sabor experimentoTextura firme yo siento¡Bienaventurada que soy!Cual receta popularLa reina algunos te llamanBlanca carne extrañan No impidamos tu migrar

Pronto te podremos pescarQuiero escuchar ese gritoY que quede siempre escrito¡Pescada, casera, pescada!bello anuncio de la albadaque no se convierta en mito

De naturaleza inquieta¡Viva la proliferación!Puesta en ti la atenciónFina y tersa a la dietaConservarte es la metaFrenar el agotamientoEn la conciencia yo sientoDe este tesoro marino¡Qué regalo más divino!Perpetuemos el sentimiento

67

Autora : Denise Lagos Escobar

La tregua

Cromado gadiformemerluza o pescada denominada,

nada agitadaa contracorriente.

Es hora,de su ascenso nocturno.

Encontrarse con el éxtasisen las aguas al sur del mundo frías.

El tiempo se detieneentre el cardumen,

no hay tiempo que perder.

Hoy no ha aparecidola muerte blanca tejida,la merluza, se ha zafado

de la apnea seca.

La naturaleza llamaen su húmedo y ardiente

dialecto.

Es época de goce,De nacimientos,

roces de colas y escamas;tiempo de desove.

Generaciones nuevas,que emprenden su plan de fuga.

Peces pequeñosllenos de vida,

huyen y se multiplican,aprovechando la breve tregua

con el hombre.

Sus barcas hoy están fuerasecas, estacionadas

en la arena.

68

Autora : Valer ia Paredes Planet

Espera de un encuentro en Curinanco

69

Autora : Jenifer Ortiz Tobar

Merluza en movimiento

70

Autora : Karen Alicia Reyes Miranda

Oda a la Merluza Austral

De aguas frías y cristalinasOriunda del océano PacíficoTe alzas gélida, tímidaCon tu robusta cabezaAcaricias la corriente de HumboldtTu lomo gris metálicoDestella reflejos azulados Vientre blanco como el glaciar Que alberga tu hábitat salvajeAguerrida de cuerpo alargadoIndomable en tiempos de antañoViajera aventureraTe vistes de gala por los paisajes australesBuceas ictiófagaRelativamente longevaGadiforme misteriosa¿Cómo conservar tu legado?Es tu calidad inigualable la que persiguen

Es tu carne perladaPerfecta y firmeRequieren que deleites paladaresViajas apetitosa congeladaMás allá de las fronterasAl comensal que te desea A través de múltiples preparacionesTe presentas sana y nutritivaApreciado tesoro marinoEres tú merluza austral¿Qué haremos si decides esconderte?¿A quién admiraré?¿Quién suplirá tu ausencia?El temor a tu extinción es un eco que resuenaEn quienes te apetecen En quienes te lastimanEn quienes te protegen con la veda…

71

Autor : Mau r icio I. Acuna Perez

Oda a la merluza en Chile

Tal si fuese cacería zarpan botes en hilerascomo flor en primavera cuando el sol amanecía.Los anzuelos sumergían en las aguas más profundas por merluzas más oriundas sin saber del espinel por ser jóvenes de pielno pudieron ser fecundas.

El pasado nos enseña de sangrienta arponería por cetáceos esos días en las costas más sureñas.Las especies más pequeñascon miradas asustadasde merluzas o pescadas mueren jóvenes sin vozpor captura tan atroztal ballenas añoradas.

Pescador artesanal con tu bote de sustento solo buscas tu alimentoen un mundo desigual.

Pero la pesca ilegalno tiene contemplación de matar la población de merluzas inocentes con anzuelos imprudentes en el mar de la nación.

También la pesca industrial reduce vida marinay reseca como harina a cambio de un dineral.En un mundo comercial que aniquila varias veces tal jurado con sus jueces las merluzas se condenan a su muerte por centenas en la vida de los peces. Si observamos el tamaño son pequeñas las merluzas por maldad con que se abusa que viene por muchos años.Es el hombre con su dañoirrumpe la madurez en la vida de este pezcausando perjuicio crónico

con efecto tan agónico carente de sensatez.

No hay futuro para pecesen océanos del mundo si somos tan iracundosy soberbios muchas veces.Los reinos se desvanecencon propia evaporación también por la poluciónmueren bancos de merluzas sofocadas por pelusassin tener su salvación.

Mientras tanto gobernantescon propuestas sin remediocomunican a los medios las nuevas vedas reinantes. Sigue muerte en cada instante de este chileno ejemplarde silueta singularde los peces “demersales” que habita en aguas australesla merluza popular.

72

Autor : Jaime Gonzalez Fabres

Oda a la Merluza

Navegante incansable de mares australes,inmune al frío de hielos milenarios,exploradora curiosa de fiordos y canales,presa fácil de pescadores sanguinarios.

Vestida de plata con adorno iridiscente,cual saeta marina acicalada,tu sabor sorprende a mucha gente,y a las aves que te siguen en bandada.

En el mes de la patria recibe merecido homenaje,protege tu descendencia de las redes ávidas,de sus barcos factoría de enorme tonelaje,cansados de medrar en aguas cálidas.

Nuestro pueblo te saluda agradecido,tras degustar humilde pescada frita,y pipeño en garrafa recién producido,con la desvergüenza del sibarita.

73

Autor : Rodr igo Tello

Merluza Querida

Aún recuerdo el día cuando te conocí Jugábamos fútbol en la gloriosa pampilla

El aceite chirriabaDel suelo hasta las rodillas

Dos huevos y harina un poco de cerveza Se acaba el partido

Miro para el lado está listo el batido Entra la merluza

Se sumerge se da un gran baño Quisiera tenerte todos los días del año Crujiente y sabrosa en un pan francés

Toda glamorosa que gran entremésAlzo mi botella como un gran pirata

No pesques en veda No metas la pata

Que rica es la merluza de todos los peces No cabe duda que es la más hermosa

Sigo brindando por tu rico sabor En la cancha y en el puerto

Una gran tradición

74

La Reina de los Mares

Cobijadas por las aguasDel océano oscuro y frío

Van como flechas de plataHuyendo de su presente sombrío

Sin rumbo, sin fuerzasConfusas pero unidas…

Van ellas cada día.Hemos robado su paz,

Hemos acortado sus días.Enojado suena el mar

Y a reclamar ha venido:¿Qué más podría darte?

Si ya me has quitado todo lo que he tenido.Mi multiforme vida te llevaste,

¡Mis aguas están vacías!Egoísmo incesante, ambición desmedida,

Codiciaste mis tesoros,Horadaste mis heridas

Vienes de noche y vuelves de día,Llenas tus balsas a rebosar con mi vida,

¿Cuándo cesará tanta porfía?Más delicada y blancuzca se presenta ante ti ya

inerteBrindándote lo mejor de sí, siempre podrás verle,

Es ella…la Merluza, la reina de los maresSacada de su reino, para deleitar los paladares

Y sin duda alguna su misión ha cumplido…Siempre será la reina y nunca pasará al olvido.

75

Es de noche en el corazon del mar

Soy acerada y esbelta.En el fondo del mar vivoporque el frío es mi pasión. Mi cuerpo es largo y angosto, como el país en que habito.

Fui una pescadilla pelágica y temerosa, desamparada, igual que todas.

También fui adulta y migrante,como las embarcacionesque navegan rompiendo las olas, como los pájaros que liberan sus sombras sobre nuestras cabezas,como los seres inquietos que en los océanos encuentran su paz .

Ocultándome en el secreto, ascendía a la nochepara atrapar peces pequeños.A veces viajaba

al corazón del marporque calamares y crustáceostambién son mi alimento. Buscaba aguas más tranquilas al terminar el invierno, para desovar en la quietud de islas inciertas. No tenía que criarlas:mis larvas se cuidaban solas, porque estaba en su naturaleza.

Creo haber recorridola región austral completa,aunque cuando te mueves entre la oscuridad y el silencio,apenas tienes certezas.

He acatado mi destino:mis branquias respiraron bajo el agua,mis aletas me dieron movimiento, mi corazón latió con esperanza;me alimenté de otros y crecí,aumentando mi atractivo;me reproduje copiosamentey logré sobrevivir porque estuve alerta.

Nunca pensé modificar los instintos.

He entendido que en el marexiste un equilibrio frágil y primordialy a través del resplandorque vislumbro al ascender, percibo otros mundosque nos complementan. Veo cada día en su ascenso regularcardúmenes de merluzas de todos los tamaños,que nunca regresan. Grandes redes las arrastran,quebrantando la armoníaentre pescador, mar y caleta.

He cumplido ampliamentelas demandas de mi especie, sin perseguir los motivos.He disfrutado la vidaen las burbujas plateadasdel ecosistema marino. Quisiera que todos los peces puedan completar su ciclo.

76

Autor : Er ic Salazar

La Merluza quiere tomarse un descanso junto a sus amigos

77

Autora : Patr icia Morales Lar reta

Merluza en todas partes

78

Autor : Lu is Lopez Duarte

Pescado por excelencia

Luego de válida excusaHoy la veda se decretaY el mundo entero respetaA la anhelada merluza

Pescado por excelenciaUsual en todas las mesasDe plebeyos y burguesasEs consumo con frecuencia;Entrego con suma urgenciaUn aviso que se cruzaQue el consumo de merluzaAunque entregue malestarSe tendrá que limitarLuego de válida excusa

No comeremos pescadaPor dos meses más o menosComo seguidores plenosGuardaremos su llegada;La queremos descansadaDe manera muy discretaHay que cuidar el planetaY a esta majestuosa musaPues de la rica merluzaHoy la veda se decreta

En la gran gastronomíaDe casi todo el planetaTienen fórmula secretaDe una gran categoría;Ahora la mayoríaDe manera muy discretaHa guardado la recetaPor un espacio importanteYa que todo restauranteY el mundo entero respeta

Es una especie longevaDe abundantes proteínas Con diversas vitaminasQue cada año se renueva;Hoy su prestigio se elevaEn forma rauda y profusaYa que todo el mundo abusaDebido a que no es tabúTener en el buen menúA la anhelada merluza

79

Autora : Irma Naranjo Gar r ido

Danzarina de los mares

En los mares de ChileJuguetonas y brillantesPareciera que son milesEn esas olas ondulantes.

Estilizada, con gran astucia…¡Hablamos de la Merluza!

Que desaparece de repente.Su carne, blanca y sabrosa,

Frita, jugosa, exquisita.

En septiembre… estamos pendientes

¡Te buscamos, por doquier!Seguro; para multiplicarte,

Nos dejas en espera.Te volveremos a degustar,Cuando termine la veda.

Veda… que dictan los hombresPara tu protección,

La multiplicación cosa de DiosEs nuestro creador.

80

Autora : Mar iela Lodeiro

Respeto

¡Lleve su rica Merluza!Gritaba el hombre muy fuerteCuál no sería su suerteVio de lejos a la musaLa vio un poquito confusaCómo le va mi muñecaVeo que lleva ReinetaLlevo lo que no está en vedaNo creo que no se puedaY no me llame muñeca

No se me ponga mañosaMejor le ofrezco CorvinaTómeselo con AndinaEstá muy rica y hermosaUsted parece una diosa

Sabe que yo no lo pescoPorque es un viejo frescoHay que cuidar la MerluzaMe tiene hasta la tusaMe buscaré otro casero

Usted a mí me respeta Porque soy un ser humanoComo si fuera su hermanoEse que toca trompetaAsí que no se entrometaCuando me vea de lejosSabe le doy un consejoVáyase a la BibliotecaAhí hay muchas recetas,Merluzas y otros recuerdos.

81

Merlucci Gayi Gayi

Septiembre se engalana, de amor y felicidad

La primavera ancló en el marColoreando así, la profundidad

Merlucci Gayi GayiLibre nada feliz

Su corazón apasionadoNada por todos lados

Agita con ardor sus aletasPor si un Merlucci Gayi Gayi

Se acercaMar adentro va

Plena de felicidad

Nada en libertad,La veda su esperanza,Mar adentro procrea

En medio de tantaEfervescencia,Que bien le vaLa maternidad

Así su especie se conservaráAgradece al humano

Por su auxilio y cuidadoPues así dará sustentoAl hombre de esfuerzo

Al pobre y al hambriento.

82

Autor : Jose Lu is Reveco Jana

Oda a la merluza chilena

Plateada lágrima de la lunaQue al mar una noche caísteComo veloz puñalO espada trepidantePara atravesar las corrientesDel azuloso manto del Pacífico

Con tu fina cabeza de flechaDe ojos como monedas de plataBajo gotas de oscura piedraLos amplios labios enmarcando La negra boca que comandaTu ahusada silueta vestida De finísimas lentejuelas de diamanteY aletas como banderillas enarboladas Sobre tu lomo que se extiendeHasta tu solitario zapato negroComo brillante espátula ondulanteO elegante abanico de acero

Hasta que llega septiembreY la tierra entera se estremecePor el zapateo del chilenoY la extensa alegría de la PatriaPero tú solo te mecesPorque entonces tú descansasPara luego multiplicarteY volver desnuda o enfundada En crocantes y dorados trajesA tenderte nuevamente frenteA tus fieles comensalesOh, Reina de nuestro mar¡Ambrosía pura de la vida!Sube a tu redondo trono de lozaDespliega tu blanco cuerpo como alasMonta tu dentado caballo de plataEntra magnífica por el umbral anilladoAvanza por la sinuosa alfombra rosadaY toma posesión del reinoDe nuestro agradecido paladar

83

Autor : Cr istian Silva

Merluza yPescadilla

84

Merluza paratodos

85

Autora : Roxana Patr icia Munoz Figueroa

Merluza alegre

86

Autora : Monica Albar

Merluza

87

Autor : IXUL

Peces

88

Autora : Elba Meneses Cortes

Pescado a la carretilla

89

Autora : Leonor Medina

Pintura

90

Autora : Kimberly Leiton

Salvando un amigo

91

92

wwf.cljuntos es posible

Trabajando para sostenerel mundo natural, para el beneficiode las personas y la vida silvestre.

©1986, WWF – World Wide Fund for Nature (también conocido como World Wildlife Fund)® WWF es una marca registradaWWF – Chile.Oficina Valdivia: General Lagos #1355, Valdivia. Tel. +56 63 2272100Oficina Santiago: Mariano Sánchez Fontecilla #524, Las Condes.