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Y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. (Mat. 19:5-6 RV 1960) El ideal cristiano para alcanzar la plenitud como persona para el ser humano es el matrimonio. No existen matrimonios perfectos ni mucho menos. Todo depende del esfuerzo y la colaboración de cada uno. En este artículo vamos a ver una hermosa historia de amor y tristeza también. Este artículo, trata de la historia familiar matrimonial de Juan Calvino, un hombre del que bien podemos decir que la vida lo golpeó duramente. Pero aun así, en medio de la adversidad, Calvino se mantuvo fiel a Dios en primer lugar y luego fiel a su esposa, hasta que esta falleció a temprana edad, como resultado de una enfermedad. Es una historia muy particular, donde el éxito (“aparente”), le fue esquivo. Pero Calvino no fue un hombre que tuvo el éxito que esperamos de un hombre como él en vida, sino que su mayor éxito fue post – mortum, donde todo el material teológico que escribió fue de gran apoyo para miles y miles de jóvenes estudiantes de teologías y también ministros. No es tampoco como la historia de Romero y Julieta, que tantas veces escuchamos en los libros, en el teatro, sino que esta es la historia matrimonial de Juan Calvino e Idelette, su amada esposa. La vida matrimonial Jesús habló de la importancia de la vida matrimonial, aunque Él era casto y célibe. Mateo

Calvino a Different History

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HISTORIA DEL REFORMADOR PROTESTANTE REFERENTE A SU MATRIMONIO

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Y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos

serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el

hombre. (Mat. 19:5-6 RV 1960)

El ideal cristiano para alcanzar la plenitud como persona para el ser humano es el matrimonio. No existen matrimonios perfectos ni mucho menos. Todo depende del esfuerzo y la colaboración de cada uno. En este artículo vamos  a ver una hermosa historia de amor y tristeza también. Este artículo, trata de la historia familiar matrimonial de Juan Calvino, un hombre del que bien podemos decir que la vida lo golpeó duramente. Pero aun así, en medio de la adversidad, Calvino se mantuvo fiel a Dios en primer lugar y luego fiel a su esposa, hasta que esta falleció a temprana edad, como resultado de una enfermedad.

Es una historia muy particular, donde el éxito (“aparente”), le fue esquivo. Pero Calvino no fue un hombre que tuvo el éxito que esperamos de un hombre como él en vida, sino que su mayor éxito fue post – mortum, donde todo el material teológico que escribió fue de gran apoyo para miles y miles de jóvenes estudiantes de teologías y

también ministros. No es tampoco como la historia de Romero y Julieta, que tantas veces escuchamos en los libros, en el teatro, sino que esta es la historia matrimonial de Juan Calvino e Idelette, su amada esposa.

La vida matrimonial

Jesús habló de la importancia de la vida matrimonial, aunque Él era casto y célibe. Mateo utiliza la frase “dejar y unirse” en el v. 19:5, palabras que provienen del Génesis.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra…Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó: varón y hembra los creó…Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su

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nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente…Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. ” (Gén. 1:1,26-27;2:7,24 RV 1960).

Y entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,… (“Nuestra” se refiere a la Santísima Trinidad – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo).  Entonces Dios hizo a la mujer. La hizo de la costilla que había tomado del hombre, y la trajo ante él.

“Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue formada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Gn. 2:23-24)

y Mateo nos recuerda las palabras del Sr. Jesús, diciéndonos que

“Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Mat. 19:6).

El apóstol Pablo también reconoció que el matrimonio era

un ideal de vida para los seres humanos y lo comparó con la sublime entrega de Cristo por Su Iglesia (“Los esposos deben amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia”,Ef.5:25 TLA). 

La elevación o la decadencia futura de una sociedad, está determinada por los modales y la moralidad de la juventud que se va criando en derredor nuestro. Según se hayan educado los jóvenes y en la medida en que su carácter fue amoldado en la infancia por hábitos virtuosos, de dominio propio y temperancia, será su influencia sobre la sociedad. Si a los jóvenes se los deja sin instrucción ni control, y como resultado llegan a ser tercos, intemperantes en sus apetitos y pasiones, así será su influencia futura en lo que se refiere a amoldar la sociedad. Las compañías que frecuenten los jóvenes ahora, los hábitos que adquieran y los principios que adopten indican cuál será el estado de la sociedad durante los años venideros.

El más dulce de los cielos.

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Una vida austera

Calvino llevó una vida austera, él vivía una vida de cuasi-pobreza. En la mayor pobreza y con un sueldo increíblemente raquítico, pero sostenido por el orgullo de no aceptar jamás la más pequeña ayuda, Juan Calvino hacía lo suyo. Asombraba a quienes le visitaban pues le veían abrir a él mismo la puerta. Un cuarto frío y sin calefacción, pero con un calor de persona siempre dispuesta a ayudar.

Calvino no perdió un sermón, una conferencia o una reunión. Él también estaba escribiendo un comentario sobre hebreos. Calvino tenía un ama de llaves y un sirviente jorobado, Pierre, para ayudarlo. Sin embargo, Calvino vivió en la pobreza relativa. Jesús nos habló de ello en Su Palabra

“Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que entre un rico en el Reino de los cielos” (Mat. 19:24).

“El asunto es bastante simple. La Biblia es muy fácil de entender. Sin embargo, los cristianos somos un montón de intrigantes estafadores. Fingimos ser incapaces de entender la Biblia porque sabemos muy bien que desde el momento en que la comprendamos, estamos obligados a actuar de forma coherente.” (Soren Kierkegaard)

Buscando esposa para Juan Calvino

En Génesis,  leemos todas las vueltas que dio Isaac, hijo de Abraham, hasta que le consiguieron una esposa. Y era una esposa del pueblo de Dios y de la familia de Abraham (“Y aconteció que antes que él acabase de hablar, he aquí Rebeca, que había nacido a Betuel, hijo de Milca mujer de Nacor hermano de Abraham, la cual salía con su cántaro sobre su hombro”,Gn.24:15)

Siempre se nos enseña que después de recibir a Cristo, la segunda decisión mas importante en la vida del cristiano es CON QUIEN SE VA A CASAR: ¿Quién será mi compañero/a el resto de mi vida? es la pregunta que creo la mayoría de los jóvenes se hacen cuando están en busca de su pareja, y para saber elegir

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tenemos que estar bien firmes en la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es muy clara al mostrarnos las características que debe de tener la persona que será nuestro/a compañero/a el resto de nuestras vidas. Como primer punto Dios nos dice que debe de ser UNA PERSONA CRISTIANA, debe de ser UN HIJO O UNA HIJA DE DIOS y es aquí donde muchísimos cristianos caen en la TRAMPA DEL DIABLO AL NO ESCOGER UN HIJO O HIJA DE DIOS. (cf. 2 Cor. 6:14-18).

Pero Calvino no cayó en este gancho del enemigo. Pero como citan los historiadores, al principio, Juan Calvino había sido reacio al matrimonio de los pastores, pero tras convivir un tiempo con su amigo el reformador Bucero y ver el apoyo mutuo entre éste y su esposa, cambió de opinión.

Es como nos dice el libro de Proverbios, que:

“El que halla esposa halla el bien, Y alcanza la benevolencia de Jehová”(Pr. 18:22 RV 1960)

Juan Calvino había sido escéptico al matrimonio de los pastores por muchos años, seguramente porque la costumbre de aquella época en el clero católico – romano era el celibato. Pero luego sensatamente cambió de

opinión. Se sabe que se ha hablado en muy pocas ocasiones de la vida privada de Juan Calvino, pero conocer a su entorno familiar más directo, puede ayudarnos a entender mejor a su persona. Cuando este hombre estaba a punto de cumplir treinta años, consideró que era el momento ideal para casarse y formar una familia. Los amigos más íntimos de Calvino se habían ido casando, mientras él seguía convertido en un soltero impenitente. Pero en cuanto él expresó su deseo de contraer matrimonio, varios de sus amigos le buscaron la mejor candidata.

Habían tres candidatas a la vista:

a) Una de ellas fue una mujer muy rica, pero Juan no quería vivir holgadamente y descuidar su relación con Dios, además ella no sabía francés. Por lo que rechazó la oferta.

b) La segunda candidata era francesa y una fiel protestante, pero era quince años mayor que él. No podrían tener hijos, y para él era muy importante formar una familia.

c) La tercera candidata parecía la más indicada, pero al final la relación tampoco cuajó.

Es entonces que  Calvino le escribió una carta a su amigo Farel, expresándole lo frustrado

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que se sentía. Había permanecido soltero hasta la edad de 31 años, y no podía resolver este problema. Pero sus colegas reformadores William Farel y Martin Bucero le animaron a reconsiderar la posibilidad del matrimonio por causa de su salud, de una casa en orden y de liberarse de esas preocupaciones para servir mejor a la iglesia. Incluso llegaron a ofrecerse para echarle una mano en el asunto, pero después de estos intentos fallidos, la cosa quedó en manos de la providencia.

La vida sentimental de los otros reformadores

a) Lutero

En cuanto la vida privada de Lutero, se registra que se despojó se sus sotanas  de fraile para contraer matrimonio con Catalina de Boga (quién le dio 6 hijos, de los cuales 2 murieron muy temprano) el día 13 de Junio del año 1525.

Martin Lutero en su largo exilio en el Castillo de Wartbur había traducido la biblia al idioma alemán, dando base a la doctrina luterana. Lutero había rechazado el celibato, y abandonó el hábito de monje y se casó con una ex-monja llamada Catalina von Bora (1525). Pero al parecer, habían algunos amigos de Calvino, que le reprochaban su eterna soltería; entonces para

demostrarles que él pensaba que el matrimonio estaba por sobre el celibato, Calvino les pidió que le buscaran una mujer que fuera sencilla, servicial, de ningún modo soberbia o extravagante, y además paciente y que se preocupara de su salud. Los requisitos que Juan Calvino tenía en mente, tal como lo enseña la escritura:

“Engañosa es la gracia y vana la belleza, Pero la mujer que teme al SEÑOR, ésa será alabada”

Pr.31:30

que el buscaba en una compañera para ser su esposa, eran:

Ten siempre presente lo que busco hallar en ella; porque no soy yo uno de esos enamorados locos que abrazan incluso los vicios de sus amadas cuando pierden el juicio por la hermosa figura de una mujer. La única belleza que me satisface es esta: que ella sea casta, atenta, ni demasiado bonita ni fastidiosa, económica, paciente y cuidadosa de mi salud”

Por cinco años había reivindicado ya Lutero al matrimonio su derecho natural como santo e instituido por Dios; pero todavía él mismo no pensaba en casarse, aunque la incomodidad de su vida privada le hubiera podido mover a ello. Todavía seguía viviendo en su convento solo con el que antes

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era su superior. Nadie le asistía en esta celda monástica; muchas veces se echaba por la noche fatigado del trabajo sobre una cama que ninguna mano amable le había preparado. Sólo con los amigos tenía de vez en cuando un rato de expansión. Bastante le han calumniado sus enemigos porque bebía con los otros doctores cerveza y tocaba el laúd; pero todavía se resistía a entrar en el estado matrimonial, aunque pocos tenían un corazón tan bien dispuesto para los afectos de la familia como Lutero.

Su matrimonio fue un hecho con él cual quería defender la Palabra y orden de Dios en contra de la ordenanza y desorden del Papa. Para él, el celibato clerical no es un estado sagrado, porque le falta la consagración  de la conformidad con la Palabra. También creía que el matrimonio, promueve la fe y todas las virtudes cristianas.

Pero aunque no sentía todavía una gran inclinación al matrimonio, ya se había declarado en su favor, y la confesión ha de ser perfecta dice en sus discursos- confesión por palabra y hecho: porque antes de tomar una mujer ya había yo resuelto conmigo mismo de honrar el estado del matrimonio, y si de repente hubiera caído mor talmente enfermo, me hubiera hecho casar con una

doncella piadosa, dándole dos copas de plata como dote.

Vivía entonces en Wittemberg una doncella de noble cuna, Catalina de Bora, que hacía diez años había entrado en el convento de Nimptschen; pero a consecuencia del movimiento de la Reforma había sido libertada de él con ocho compañeras, y vivía hacía dos años en la casa del secretario del Ayuntamiento, Reinchenbach; aquélla fue la que eligió por su mujer. Los enemigos ya acechaban este paso del Reformador, y hasta sus mismos amigos lo estaban temiendo.

Si este fraile se casa dijo su amigo Jerónimo Schurf, todo el mundo y hasta el mismo diablo se echarán a reír de escarnio, y su obra iniciada se perderá. Mas esta palabra produjo en Lutero el efecto contrario. Valerosamente se levantó, diciendo:

Precisamente por esto lo voy a hacer, para burla del mundo y del diablo, y alegría de mi anciano padre.

Y de una vez puso fin a las calumnias de los enemigos y a los temores de los amigos. El mismo dice: Sí yo no hubiese verificado mi casamiento de repente, silenciosamente, y sólo con conocimiento de pocos, todos lo hubieran impedido; porque mis mejores amigos

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hubieran gritado: Esa no; esta otra.

En la tarde del 13 de junio de 1525 invitó a su casa a una cena a Lucas Kranach, el célebre pintor, uno de los más importantes ciudadanos, consejero y secretario del Ayuntamiento, y a su esposa; al doctor Apell, catedrático muy estimado y afamado de cánones, que se había convertido a la fe evangélica, y además a los primeros pastores de la ciudad, Justo Jonás, párroco, y Juan Bugenhagen, y ante estos testigos casó con Catalina. Quince días más tarde, el 27 del mismo mes, celebró una fiesta mayor y pública, convidando para ella a muchos hombres importantes, sobre todo, por el deseo de la presencia de sus padres, que aún vivían.

No hay duda de que Lutero quiso, por una parte, evitar ruido innecesario, y por otra parte, con los testigos tan importantes que había convidado, sellar su matrimonio con el sello de una legitimidad perfecta. No era la belleza de su Catalina la que le había movido al casamiento; sus retratos nos presentan una mujer de una constitución sana y fuerte y facciones vivas e inteligentes, aunque de nariz un poco irregular y pómulos algo salientes; no era un amor fantástico el que le había movido; era la seguridad de que su matrimonio contribuiría al

adelanto de la obra de la Reforma, a la renovación de las costumbres, según la Palabra de Dios.

Pero que ahora, en medio de un tiempo tan excitado por la guerra de los campesinos, el hombre más importante de la Reforma entrase en el matrimonio, significaba un cambio completo en la vida de los ministros de la palabra y una influencia profunda en la vida del pueblo entero; porque el matrimonio de Lutero no procedió, como calumniosamente y sin ninguna prueba dicen sus enemigos, del deseo de hacer más grata su vida privada. El matrimonio de Lutero fue un hecho con el cual quería él defender la Palabra y orden de Dios en contra de la ordenanza y desorden del Papa.[4]

b) Zwinglio

En Suiza, Ulrico Zwinglio y León Iudae vivían ya en matrimonio santo y bendito.

c) Capitón y Matías Zelí

En Strasburgo, Capitón había seguido el ejemplo de Martin Bucero, y Matías Zelí se había casado con Catalina Schulz, la cual, bajo el nombre de Catalina Zelí, se ha hecho muy conocida como una de las mejores esposas de pastor.

d) Justo Jonas y Juan Bugenhagen

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Y en Wittemberg mismo, los dos pastores Justo Jonas y Juan Bugenhagen, que Lutero convidó como testigos a su casamiento, estaban casados ya hacía años.

e) Martin Bucero

Y Martin Bucero, (nacido el 11 de noviembre de 1491 en Schlettstadt, Alsacia – fallecido el 1 de marzo de 1551 en Cambridge, Inglaterra), quien fue uno de los más importantes teólogos de la Reforma Protestante y es considerado el reformador de Estrasburgo y Alsacia, en 1518 conoció en Heidelberg a Martín Lutero, quien tendría una gran influencia en la vida de Bucero. Este se inclinó por la teología protestante y dejó rápidamente la orden de los dominicos. En 1522 se casó con la ex monja, Elisabeth Silbereisen, con la que procrearía trece hijos, todos los cuales murieron en la niñez, al igual que sucedería también con los hijos de Calvino. Ese mismo año fue pastor en Landstuhl, donde predica la doctrina del protestantismo. En 1523 el Papa publicó un anatema contra Bucero, por lo que se asila en la tolerante ciudad imperial libre de Estrasburgo. En esta época Enrique VIII de Inglaterra consultó a Bucero en conexión con su divorcio de Catalina de Aragón.

Juan Calvino quien al principio se había mostrado reacio del

matrimonio del clero, tras convivir un tiempo con su amigo Bucero y ver su felicidad matrimonial, cambió de opinión y optó por unirse al gremio de los casados.

Casamiento de Juan Calvino con Idelette Stordeur

Finalmente, Martin Bucero, el gran amigo del reformador, le presentó una mujer que enamoró al reformador; se llamaba Idelette Stordeur, y ya era madre de dos hijos. Idelette, había nacido en una pequeña población de Guelderland, en los Países Bajos; pero al casarse con John Störder, de Liége, la pareja estableció su residencia en la famosa ciudad de Estrasburgo, donde llegaron a ser conversos de los Anabaptistas. John Störder y su esposa eran una pareja que se destacaban por su moralidad y por su piedad, y siendo también personas de considerable entendimiento, eran tenidos en alta estima. Este hombre llegó a pastorear una iglesia anabaptista en la ciudad de Ginebra. Allí  pudieron conocer a Calvino brevemente, mientras él vivía en la ciudad. El esposo de Idelette se había enfrentado en un principio con Calvino, pero tras abandonar los dos Ginebra se habían hecho amigos.

Para el tiempo cuando la pareja estaba residiendo en Estrasburgo entraron en

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contacto con Calvino, quien, después de haber sido desterrado de Ginebra por su firme oposición a la inmoralidad de los libertinos, se fue a Estrasburgo; esto sucedió en el año 1538., fecha en la que Calvino marcha al exilio y fija su residencia en Estrasburgo, Alemania. Durante este periodo pastoreaba una congregación de refugiados franceses entre los cuales estaban John Stordeur (de la ciudad de Liege), junto a su esposa Idelette de Bure. Stordeur, que había sido anabaptista, lo vemos que se convirtió finalmente a la fe reformada, a través de la predicación de Calvino. Tan pronto como Calvino se hubo establecido en esta lugar comenzó sus habituales labores ministeriales, y rápidamente reunió a su alrededor a un grupo de oyentes inteligentes, entre quienes estaban John Störder y su esposa. Esta pareja, fue conducida a examinar los principios de los Anabaptistas y a compararlos con los de Calvino, lo que los indujo a cambiar sus opiniones y llegaron a ser firmes adherentes del nuevo pastor. Pero tan solo dos años más tarde, la peste asoló la ciudad de Estrasburgo llevándose la vida de Stordeur y dejando a su esposa viuda con dos niños.

El marido de Idelette murió poco después que se uniera ministerialmente a J. Calvino, a causa de unas fiebres, producto de una plaga que se había desatado en la ciudad de Estrasburgo. Se enfermó y murió de esta plaga, dejando sola a Idelette al cuidado de varios hijos. Durante la vida de Störder había existido una afectuosa simpatía hacia el exiliado de Ginebra: habían llegado a estar íntimamente asociados en la gran obra de reforma, y combinaron con un objetivo común todos los poderes de sus ministerios.

Después de la muerte de Störder, Calvino siguió siendo el firme amigo de su viuda e hijos, aunque al principio no tuvo ningún pensamiento de una unión con esta dama. Al mismo tiempo estaba buscando una compañía para ayudarle en los trabajos de la vida. Es que Calvino era uno de los hombres menos románticos que han existido. Su idea de lo que debía ser una esposa se puede derivar de una carta dirigida a Farel, otro renombrado Reformador, fechada en Mayo de 1539.

“Recuerda,” dice él, “lo que espero de quien ha de ser mi compañera para la vida. No pertenezco a la clase de amantes tontos quienes, cuando son impactados con una bella figura, están listos para invertir su

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afecto incluso en los defectos de aquella de quien se han enamorado. El único tipo de belleza que puede ganar mi alma es una mujer que sea casta, no fastidiosa, económica, paciente y que probablemente se interese de mi salud.

En cierta medida esta carta fue una respuesta a aquellos amigos suyos que querían verlo casado, y que se ocupaban del asunto. Calvino era suficientemente poco sentimental como para estar contento dejándoles a ellos el asunto. Es posible que si se le hubieran presentado una docena de retratos, hubiese escogido uno de ellos que fuese especialmente recomendado, y cuya disposición respondiera a sus expectativas antes expresadas.

Después de uno o dos fracasos en obtener lo que deseaba estaba a punto de darse totalmente por vencido, cuando su amiga Idelette, a quien estimaba grandemente, apareció para acercarse mucho más a su estándar que cualquier otra; y a pesar de ser una viuda y madre de varios hijos, decidieron casarse.

Al final Calvino le confesó de sus sentimientos e intenciones a Idelette y está aceptó su propuesta de matrimonio. La unión se formalizó, pero los numerosos viajes de Calvino a causa de su ministerio dificultaban mucho la relación.

Para Calvino resolver era actuar, y pronto, para gozo de sus amigos, el matrimonio se celebró en Estrasburgo en Setiembre de 1540. Aunque no se sabe nada de su noviazgo, Juan Calvino e Idelette felizmente se casaron, contrayendo matrimonio y cuando Calvino fue llamado para retornar a Ginebra, Idelette lo siguió con la hija de su primer matrimonio.

Idelete de Bure es su nombre de soltera, y se conoce que había nacido en Geldern. Esta mujer fue la única esposa de Juan Calvino. El primer esposo de Idelette fue Jean Storder, un ex-pastor anabaptista de Lüttich con el que tuvo un hijo y una hija. El matrimonio Storder estaba fascinado con los sermones de Calvino y concordaba con sus doctrinas religiosas. Calvino se hizo amigo de la pareja y a menudo los visitaba en su casa en Estrasbugo. Jean Storder murió a causa de la peste e Idelette también cuidó a Calvino cuando su estado de salud se encontraba bastante deteriorado. Calvino escribió bellamente sobre su esposa Idelette, la que siempre fue una ayuda idónea en el desempeño de su ministerio y la mejor amiga que había tenido en su vida.

Un hecho bien seguro es que Calvino amaba a su esposa de acuerdo a su manera. Sabemos

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que jamás estuvo decepcionado de ella en el menor de los grados; y que justo en aquellos momentos cuando el cuerpo estaba cansado de la tierra y todas sus posesiones, Idelette acudía a él como un ángel que ministraba tranquilidad. Calvino no era el tipo de hombre que gastara su tiempo alabando a nadie, y no obstante se refirió a su esposa en su correspondencia como una

“mujer singularmente ejemplar.”

En la correspondencia de Calvino encontramos muy poca información sobre los ocho años y medio que duró su matrimonio, y muy poco se sabe también de la misma Idelette, pero debió ser una mujer notable y una gran ayuda para el reformador de Ginebra. Su marido la llamaba “una mujer de raras cualidades” y “la fiel ayudante de mi ministerio”. Teodoro de Beza también la describe como una “dama sobria y honorable”.

Como dice el libro de Proverbios

“Qué difícil es hallar una esposa extraordinaria! ¡Hallarla es como encontrarse una joya muy valiosa! Quien se casa con ella puede darle toda su confianza; dinero nunca le faltará. A ella todo le sale bien; nunca nada le sale mal. Sale a comprar lana y lino, y con sus

propias manos trabaja con alegría. Se parece a los barcos mercantes: de muy lejos trae su comida. Se levanta muy temprano, y da de comer a sus hijos y asigna tareas a sus sirvientas. Calcula el precio de un campo; con sus ganancias lo compra, planta un viñedo, y en él trabaja de sol a sol. Ella misma se asegura de que el negocio marche bien; toda la noche hay luz en su casa, pues toda la noche trabaja. Ella fabrica su propia ropa, y siempre ayuda a los pobres. No le preocupa que haga frío, pues todos en su casa andan siempre bien abrigados. Toma telas de lino y de púrpura, y ella misma hace colchas y vestidos. En la ciudad y en el país su esposo es bien conocido, pues ocupa un lugar importante entre la gente de autoridad. La ropa y los cinturones que ella misma fabrica los vende a los comerciantes. Es mujer de carácter; mantiene su dignidad, y enfrenta confiada el futuro. Siempre habla con sabiduría, y enseña a sus hijos con amor. Siempre está pendiente de su casa y de que todo marche bien. Cuando come pan, es

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porque se lo ha ganado. Sus hijos la felicitan; su esposo la alaba y le dice: «Mujeres buenas hay muchas, pero tú las superas a todas». La hermosura es engañosa, la belleza es una ilusión; ¡sólo merece alabanzas la mujer que obedece a Dios! ¡Que todo el mundo reconozca los frutos de su esfuerzo! ¡Que todos en la ciudad la alaben por sus acciones!(Pr.31:10-31 TLA)

Retorno a Ginebra

Calvino se casó con Idelette De Bure, viuda de la provincia holandesa de Gelderland. Su primer marido fue John Stordeur, que se había convertido de la fe anabaptista por la predicación de Calvino en Estrasburgo. Y fue un poco después de su conversión, que John Stordeur enferma y murió de la peste.

Al año de haber ellos iniciado su vida conyugal, Calvino recibió una nueva oferta para regresar a Ginebra. Por lo que trasladó toda su familia a su vieja residencia en la ciudad y retomó su ministerio en la ciudad. El regreso a su antiguo trabajo en la ciudad ginebrina no fue fácil. A pesar de encontrar un gran apoyo en su esposa, Ginebra era

una comunidad problemática. Juan sabía que su misión allí sería ardua y difícil, pero una vez más escuchó antes a su sentido del deber, que a sus deseos de permanecer en Estrasburgo.

Calvino sabía apreciar lo que valía una existencia pacífica. Amaba el retraimiento de su hogar, la felicidad de su esposa y la dicha de la amistad; sin embargo era un escritor fuerte, polémico. Tenía una clara idea de ese tono de moderación necesaria para la literatura, pero era claro y directo. Algunos historiadores dicen que sus escritos son de los más violentos que se conozcan.

El pueblo de Ginebra había odiado a Calvino por su virtud severa e inflexible, y lo habían desterrado del estado; pero pasados tres años los magistrados revocaron la sentencia, y en Setiembre de 1541 regresó de manera triunfante. Idelette, con quien había estado casado aproximadamente un año, se quedó en Estrasburgo, pero poco después volvió a reunirse con su esposo. Su entrada en Ginebra casi se asemejó a la llegada de una princesa: el Concilio envió un heraldo para escoltarla, también tres caballos y un carruaje; y cuando ambos estuvieron en la ciudad, que había de ser su futuro hogar, los

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magistrados les otorgaron una casa que incluía un jardín.

Aquí la pareja, con los hijos del anterior matrimonio de Idelette, podían disfrutar la libertad de la seguridad y las bellezas de la naturaleza. La misma Ginebra, que se hallaba a los pies de grandes montañas, con una serena superficie de agua frente a ella, es uno de los puntos más pintorescos de la tierra; y la casa que le habían dado a Calvino estaba situada de tal forma que invitaba a dar una amplia mirada a las orillas serenas y empinadas del lago Leman, junto con el maravilloso aspecto del Mont Blanc siempre cubierto de nieve, mientras, una vez más, a lo lejos, se podían ver los majestuosos y elevados Alpes Savoyard.

Estos panoramas, vistos bajo los rayos oro y púrpura de la luz de la mañana, eran precisamente aquellos mejor calculados para elevar el alma anhelante, y hacían que se mirara con horror cualquier cosa en la conducta de los hombres que pudiera mancillar los gloriosos esplendores de la creación.

Después que Calvino y su esposa se establecieran en Ginebra, tuvieron muchas oportunidades de mostrarles su benevolencia a aquellos que necesitaban ayuda, y en aquel tiempo eran muchos, pues la persecución a la que los Protestantes estaban expuestos en otros países, particularmente

los Valdenses, empujaba a gran número de ellos a buscar refugio en Ginebra, donde eran abrigados de los rigores de la maldad inclemente, y podían adorar a Dios como quisieran.

Muchos de estos exiliados, sumamente agradecidos, reconocían la caridad desinteresada de Calvino y su esposa quienes mostraban hacia estos forasteros una bondad tan activa que sus propios coterráneos se sentían celosos, y a culparles de atender las necesidades de los extranjeros que las suyas propias.

Los golpes de la vida ponen a prueba la edificación

Vinieron los golpes de la vida. Pero Calvino se mantuvo firme en la fe de su Señor. El había edificado su casa sobre la roca y no sobre la arena, como bien había prevenido Cristo que se hiciese. (Mat. 7:24-29 TLA). A la pareja les fueron concedidos nueve años de vida matrimonial, años de devoción y benevolencia; les fueron otorgados tres hijos, pero todos murieron en la infancia para dolor de Calvino; el primero, un hijo, por poco causa la muerte de la madre. Al escribir sobre su nacimiento a un hermano ministro, Calvino dice,

“Mi esposa ha dado a luz de manera prematura, no sin extremo peligro. Que el Señor nos mire con misericordia.”

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Y cuando ocurrió la muerte del niño, Calvino escribe otra vez,

“Mi esposa regresa su gratitud por tanta consolación amistosa y piadosa. Ella podría contestar sólo por medio de un secretario, y sería muy difícil para ella incluso dictar una carta. El Señor ciertamente ha infligido una herida severa y amarga por la muerte de nuestro pequeño hijo. Pero Él mismo es Padre, y sabe lo que es necesario para Sus hijos.”

Después de esto llegó una hija, y partió; luego llegó un tercero, pero no le fue concedido a Calvino que su nombre fuera perpetuado por su propia descendencia. Calvino dijo,

“El Señor me dio un hijo, pero pronto se lo llevó. Se reconoce esto entre mis desgracias, que no tenga hijos. Tengo miríadas de hijos a lo largo del mundo cristiano.”

Pero aunque los hijos murieron, esto no eliminó la felicidad conyugal del hogar. Calvino era totalmente feliz con su esposa, y conocía muy bien su gran valor; pero llegó el tiempo cuando iba experimentar su valor por el contraste de una separación terrenal. Idelette cayó enferma, y aunque se hizo todo lo que podía hacerse para salvar su vida, pronto se supo que sus horas estaban contadas. Pocos días antes de su muerte, un amigo le preguntó si ahora que sabía que iba a separarse de su

familia había instruido a su esposo a que continuara con sus hijos el tipo de crianza que ella les había dado; pero ella contestó,

“Lo principal es que ellos vivan una vida piadosa y santa. No es necesario hacer que mi esposo prometa criarles en santidad y temor de Dios. Si son piadosos, tengo la confianza de que él será para ellos un buen padre aún sin ser solicitado; si no lo son, no merecen que yo pida algo de ellos.” Esto probaba que su confianza era fuerte en la rectitud de su esposo; y habiendo vivido nueve años con él, es probable que haya llegado a ser igual a él en su compasión; de allí su breve despreocupación en cuanto al cuido de sus hijos. También debió haber visto a Dios como un Ser de justicia, antes que de amor; de modo que su resumen fue, “Si hacen lo correcto, será bien para ellos; si no, sufrirán… y con justa razón.”

Esta era la visión de Calvino y su esposa, y aunque no los seguimos en todas las cosas, no obstante no podemos ocultar nuestra alabanza por su persistente valentía. Ellos representaron una fase de pensamiento y libertad por el cual era tan necesario luchar como el amor más amplio y tolerante.

La esposa de Job, cuando perdieron todos sus bienes le indicó un camino extraño a su esposo, de tal manera que nos

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hace pensar mucho acerca de su condición espiritual. Leemos en el libro de Job que

Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. (Job 2: 9 RV 1960)

Como sea que haya dicho la esposa de Job que se hiciese, fuese bendecir o maldecir a Dios, Job no lo hizo, sino que confió en Dios. Vemos que la esposa de Calvino, no peco contra Dios en medio de la vicisitud. Ella no obró así como lo hizo la mujer del patriarca Job, de ese modo tan ligero, tan necio!

Y a todo su aflicción, se le añadió aún más dolor, más tristeza, ya que su primer hijo, Jacques, nació prematuramente en 1542 y murió poco después. Pero incluso en aquella desgracia, la soberanía de Dios fue un ancla para sus almas.

“El Señor ciertamente nos ha infligido una amarga herida con la muerte de nuestro hijo. Pero Él es Padre y sabe lo que es necesario para sus hijos”.

Dos años después, Idelette dio a luz a una hija que moriría de fiebres, y más tarde a un tercer hijo que también murió en la infancia, de lo cual ella nunca se recuperó. Su hijo, después de dos semanas de nacido muere. Luego tienen dos hijos más los

cuales mueren a los pocos días de nacidos. En marzo de 1549, su esposa Idelette muere de tuberculosis. Acerca de estos eventos Calvino escribe,

El Señor seguramente ha causado una herida severa y amarga en la muerte de nuestro hijo. Pero Él es Padre y sabe que es lo mejor para sus hijos.

Y Calvino nunca se separó de su esposa en medio de la adversidad, como muchos ministros de nuestros días lo hacen. El, de seguro conocía bien la escritura que dice “Jehová Dios de Israel ha dicho que Él aborrece el repudio…” (Mal. 2:16). El “dejar y unirse” en el lazo matrimonial es también una ilustración de la unión que Dios quiere que tengamos con Él.

“En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a Él temeréis, guardaréis Sus mandamientos y escucharéis Su voz, a Él serviréis y a Él seguiréis.” (Deut. 13:4).

Al casarse, como hizo Calvino con Idelette, hasta que la muerte los separe, se deja atrás la opción del divorcio, lo cual nunca es una solución, sino más bien una ruptura del estado matrimonial, y una apertura a un montón de problemas más complejos aún. Dios toma nuestros votos matrimoniales muy seriamente.

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Así que, dejar a los padres y dejar la soltería, es unirse en el plan de Dios. Para aquellos que se casan según la voluntad de Dios, cuando seguimos con sinceridad y honestidad el plan de Dios, jamás saldremos decepcionados. Más allá de las duras circunstancias que podamos atravesar. También los tres hijos que ambos tuvieron murieron al nacer o en la infancia. Aunque Idelette no se encontraba en buenas condiciones de salud, se dedicó al cuidado de los enfermos y pobres de Ginebra, falleciendo en el año 1549 en esta ciudad.

Hay que repetir esto hasta que se entienda: la fraternidad, el amor, la entrega, no son cosas añadidas que determinen que un hombre sea santo o sea perfecto. Son la sustancia del hombre de Dios, del cristiano maduro. El hombre como individuo solitario no es hombre del todo. El hombre es hombre cuando vive en comunidad y para la comunidad. Cuando sirve a alguien. Cuando ama a alguien. Entonces es cuando nace como ser humano. Goethe lo explicó con una frase definitiva:

«Sólo entre todos los hombres llega a ser vivido lo humano».

Es decir: ninguno de nosotros agota por sí solo la condición humana. Juntos, sí. Abiertos, sí. La luz del alma sólo es luz

cuando es repartida, compartida. Tillich, el teólogo, también lo explicó muy bien:

«En el mundo sólo existimos en virtud de la comunidad de hombres. Y sólo podemos descubrir nuestra alma mediante el espejo de quienes nos observen. No existe ninguna profundidad en la vida sin la profundidad del bien común».

Los genios son genios no por lo que producen, sino por lo que proyectan, por lo que reparten. Un genio no es un hombre que tiene el alma muy grande, sino un hombre de cuya alma podemos alimentarnos. En los santos la cosa es aún más clara: son santos porque no se reservaron para sí, sino que se entregaron a todos cuantos les rodeaban. En este  sentido Calvino fue un santo. Si un santo hombre de Dios. Humano, imperfecto, pero entregado totalmente a sus convicciones ministeriales.

Vivir sus vidas, no fue fácil. Vivir en el siglo XVI ya era bastante difícil si lo comparamos con nuestros niveles de vida actuales, con epidemias continuas, falta de cuidado médico y turbulencias civiles y políticas. Pero lo más importante y evidente era el llamamiento de Dios a la vida de su marido para recuperar y defender la fe una vez dada a los santos.

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Calvino creía que la lámpara de la Palabra se había extinguido del todo en Europa, y sólo podía recuperarse a través de una exposición fiel de las Escrituras. Esto implicaba predicar diez veces en quince días, dar conferencias sobre teología, y dedicar mucho tiempo al estudio y a escribir. Además de esta inmensa tarea, Calvino era fiel en las visitas a los enfermos y en pastorear el rebaño que le había sido encomendado. Así pues, Idelette no era el objeto fundamental del amor y la devoción de su marido, dado que aunque imperfecto, pertenecía a Dios. Esto requería una falta total de egoísmo y un espíritu amable y generoso en la esposa de un hombre así, que sólo podía venir de la gracia divina. Pero ella era de un solo corazón y una sola mente con su marido, porque lo que ella siempre le aconsejaba era ser fiel a Dios a cualquier precio; y para que no se viera tentado a apartarse de su misión o a apartar el cumplimiento consciente de su deber pensando en la comodidad de su mujer, ella le aseguraba siempre su voluntad para compartir juntos los peligros que pudieran sobrevenirle”.

Idelette vivió bajo la sombra de la persecución tanto en casa como en el extranjero. Su marido era considerado como un gran hereje por la Iglesia Católica Romana, y habría sufrido el

mismo destino que otros mártires protestantes franceses de haber sido capturado. En Ginebra su vida se hallaba bajo constante amenaza por parte de los Libertarios, que se oponían a todas sus reformas morales. No sabía si un día lo arrojarían al río para que se ahogara o al día siguiente lo lincharía una multitud enfurecida. Algunos ciudadanos le ponían a sus perros el nombre de Calvino para demostrar públicamente su opinión acerca de él.

Idelette, ya tenía dos hijos de su matrimonio con Stordeur: Judith, y un hijo. Juan e Idelette, tuvieron un hijo muerto, y al menos dos abortos involuntarios. Estuvieron casados durante nueve años, la mayor parte de ese tiempo, estuvieron  enfermos. Un mes después de casarse, ambos estaban enfermos.

Dos años después, Idelette dio a luz a una hija que moriría de fiebres, y más tarde a un tercer hijo que también murió en la infancia, de lo cual ella nunca se recuperó.

Muerte de su esposa

Calvino dice al respecto que:

“Apenas podía mover un dedo. Mientras yo estaba sufriendo bajo la debilidad, mi esposa tuvo una fiebre de una especie diferente. Los últimos ocho días, ella estaba tan agotada que no podía ni sentarse “

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Y sobre la partida de su esposa, él dijo que había perdido la mejor compañera de su vida:

“He perdido al mejor acompañante de mi vida, uno que, si hubiera sido ordenado, hubiera voluntariamente compartido no sólo mi pobreza, pero hasta mi muerte. Durante su vida, fue la fiel ayudante del ministerio”

Idelette partió a la eterna presencia del Salvador en abril de 1549, dejando a su esposo para que siguiera trabajando a su manera incisiva e inquebrantable. Luego, Calvino nunca más se casó de nuevo, y seguramente el trabajo de su vida no se lo hubiera permitido. Colladon, un colaborador suyo escribe acerca de Calvino. La voluntad de Dios para el hombre y la mujer es dejar y unirse “hasta que la muerte los separe.”

«Recuerde el alma dormida … », nos exhortaba el poeta, porque «la muerte se viene tan callando». Pero no es lo preocupante que venga la muerte, sino que sea la vida la que se marcha «tan callando». Tan callando, mientras nosotros dormitamos a la orilla del milagro.

Calvino no se separó de la cama de su esposa hasta que murió a la edad de 40 años en marzo de 1549, probablemente de tuberculosis. Pierre Viret describe la condición de su amigo como “un corazón tan roto y lacerado” que a la vez buscaba la fuerza para que la pena no lo venciera y poder seguir cumpliendo con sus deberes. Calvino nunca volvió a casarse. Respecto al impacto duradero que Idelette supuso en la vida y el ministerio de su marido, dejaremos que sea el propio Calvino el que hable por sí mismo:

“Sabes bien qué tierna, o más bien blanda, es mi mente. Si no se me hubiera concedido un poderoso autocontrol, no podría haber resistido tanto tiempo. Y ciertamente, la mía no es una clase de dolor corriente. He sido privado de la mejor compañía de mi vida, de una que, si hubiera estado así dispuesto, habría compartido con gusto no sólo mi pobreza sino también mi muerte. Durante su vida, ella fue la fiel ayudante de mi ministerio.

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Nunca experimenté por su parte la más mínima pega. Nunca me creó ningún problema, y procuraba no preocuparme durante todo el curso de su enfermedad, y estaba más ansiosa por sus hijos que por ella misma. Como yo me temía que estas preocupaciones mías podrían molestarla, tres días antes de su muerte le mencioné que no dejaría de cumplir con mi deber hacia sus hijos. A lo que ella, yendo directamente al grano, respondió:” Ya los he encomendado a Dios”. Cuando le dije que no me impidiese cuidar de ellos, ella contestó: “Ya sé que no dejarás de cuidar lo que sabes que te ha sido encomendado por Dios”. Su bondad era tan grande que parecía haber abandonado ya el mundo.

Sobre la hora sexta del día, en la que entregó su alma al Señor, nuestro hermano Bourgouin (un anciano de la iglesia de Ginebra) le dirigió algunas piadosas palabras, y mientras lo hacía, ella habló en voz alta, para que todos vieran que su corazón se estaba levantando por encima de este mundo. Porque estas fueron sus palabras:

“¡Oh resurrección gloriosa! ¡Oh, Dios de Abraham y de todos nuestros padres, en Ti tan confiado los fieles durante tantos siglos pasados, y ninguno de ellos confió en Ti en vano! ¡Yo también esperaré!”

Las escrituras nos dicen que Dios sabe todas las cosas.

“Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban

escritas todas aquellas cosas Que fueron luego

formadas, Sin faltar una de ellas. (Sal. 139:16).

La Gloria es para Dios. Solo Dios sabe porque suceden. Él sabe cómo consolar a su Pueblo. Por este motivo, el apóstol Pablo nos dice que

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios “(2 Cor. 1:3-4)

El 29 de marzo 1549 Idelette Calvino murió de tuberculosis. Quince años más tarde Calvino iba a morir de ella también.

Calvino describe la muerte de Idelette como

“su corazón se levantó como si fuera de este mundo.” Ella gritó “Por favor, oren, oren por mí”. Más tarde Calvino le escribió a Viret: “La mía es sin pena

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ordinaria. Yo he sido privado de la mejor compañera de mi vida. “

Y también le escribió a G. Farel,

” Yo hago lo que puedo para mantenerme de ser abrumado por la pena. .. Que el Señor me apoyen en esta gran aflicción.

Un año y medio más tarde Calvino escribe:

“Mi esposa, una mujer de cualidades raras murió hace un año y medio. Y ahora he elegido voluntariamente a llevar una vida solitaria. “

El dolor es tan poderosa emoción. A pesar de nuestros mejores esfuerzos, nos controla. Con él, el hombre más fuerte de rodillas, y la mujer más dura se lamenta de una manera u otra. Para el resto de su vida, después de la muerte de Idelette, Calvino estaba enfermo.

Y en el año 1536, después de una dura guerra, se alcanzó la Concordia de Wittenberg, que terminó el desacuerdo con Lutero. Y en 1541 también muere Elizabeth, la esposa de Bucero, igual que el ex-marido de la esposa de Calvino, a causa de una epidemia de peste.

En la correspondencia de Calvino encontramos muy poca información sobre los ocho años y medio que duró su matrimonio, y muy poco se sabe también de la misma Idelette, pero debió ser una mujer notable y una gran

ayuda para el reformador de Ginebra.

Su marido la llamaba “una mujer de raras cualidades” y “la fiel ayudante de mi ministerio”. Teodoro de Beza también la describe como una “dama sobria y honorable”.

La vida de ellos no fue fácil en absoluto. Vivir en el siglo XVI ya era bastante difícil si lo comparamos con nuestros niveles de vida actuales, con epidemias continuas, falta de cuidado médico y turbulencias civiles y políticas. Pero lo más importante y evidente era el llamamiento de Dios a la vida de su marido para recuperar y defender la fe una vez dada a los santos. Calvino creía que la lámpara de la Palabra se había extinguido del todo en Europa, y sólo podía recuperarse a través de una exposición fiel de las Escrituras. Esto implicaba predicar diez veces en quince días, dar conferencias sobre teología, y dedicar mucho tiempo al estudio y a escribir.

Además de esta inmensa tarea, Calvino era fiel en las visitas a los enfermos y en pastorear el rebaño que le había sido encomendado. Así pues, Idelette no era el objeto fundamental del amor y la devoción de su marido, dado que aunque imperfecto, pertenecía a Dios. Esto requería una falta total de egoísmo y un espíritu amable y generoso en la esposa de un hombre así, que

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sólo podía venir de la gracia divina. Pero ella era de un solo corazón y una sola mente con su marido, porque

“lo que ella siempre le aconsejaba era ser fiel a Dios a cualquier precio; y para que no se viera tentado a apartarse de su misión o a apartar el cumplimiento consciente de su deber pensando en la comodidad de su mujer, ella le aseguraba siempre su voluntad para compartir juntos los peligros que pudieran sobrevenirle”.

Salud de Calvino

Según los historiadores, su salud no era algo que desear, pues se quejaba de hemoptisis, gota, hemorroides, pero sobre todo de los cálculos renales, que debían pasar sin ningún sedante. Nunca gozó de buena salud, ya que padecía de asma y constantes catarros, murió el 27 de mayo de 1564, siendo enterrado en una sepultura anónima en Ginebra.  El secreto del éxito está en la Biblia:

“Pon toda tu confianza en Dios y no en lo mucho que sabes.Toma en cuenta a Dios en todas tus acciones,y él te ayudará en todo..”  (PR.3:5-6 TLA)

Éxito no es vivir o lograr conseguir todo lo que el mundo llama éxito. Éxito es tratar de vivir una vida lo más transparente posible, en

integridad, la cuál es ser el mismo tanto en privado como en público, tener éxito es lograr llevar una vida limpia (“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.”,Sal. 119:9 RV 1960)

También quiero citar que “los últimos días de Martin Lutero, antes de retirarse de la organización protestante para reasumir la catedra en Wittenberg (1531-1545), pasó la dirección del movimiento reformador a Melanchthon. Él concluyó la traducción completa de la biblia al alemán (1534), que juntamente con sus colecciones de himnos y salmos, desempeñaron un papel fundamental en el apogeo del uso de la lengua alemana y no la latina, Martin Lutero murió en su ciudad natal, Eisleben, el 18 de febrero del año 1546.”[10]

Debemos vivir conscientes de que vamos a entregar cuentas a Dios de todo lo que hagamos algún día. Nuestra inteligencia y nuestra capacidad personal tienen que  estar sujetas a Dios, la Palabra y la guía del Espíritu Santo. De esta manera todo se  transformará en sabiduría.  La palabra  dice que debemos reconocer a Dios en todos nuestros caminos: en el desarrollo  personal, la vocación, el ministerio, el potencial, su vida espiritual. Además  hay que honrar Su Palabra y ponerla como prioridad en nuestras

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vidas. Todo esto es un tipo de semilla  que va a producir una buena cosecha. Fíjese que sucede en los caminos de su vida familiar, recuerde que su  familia cuenta con la bendición de Dios por causa suya.  Mire qué importante es todo esto que estamos  aprendiendo hoy.

Conclusión

“La pura e indiscutible  conclusión será que la voluntad de Dios es la principal y causa superior de todas las cosas en el cielo y en la tierra”  (Juan Calvino)

En estos días de tanto feminismo militante que hay, el versículo de Ef. 5:22 (“Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor”), no es muy bien recibido, ya que hay algunas mujeres que dicen que esto las convierte a las esposas en seres inferiores, socialmente hablando, que al marido. Pero esto no es verdad. Todos sabemos que una buena mujer es de gran valor cuando cumple su papel de mujer según la voluntad de Dios, y que un hombre es tremendamente valioso cuando cumple también con su rol sacerdotal en la familia y actúa según la voluntad de Dios. Dios nos hizo tan diferentes y a la vez puede hacernos uno solo en el matrimonio.

La Biblia enseña que la esposa debe someterse a su esposo.

Sumisión es cuando una persona se pone voluntariamente bajo otra persona igual, de manera que así Dios sea glorificado. No tiene nada que ver con inferioridad o superioridad. La Biblia enseña que Jesucristo está sometido a Dios el Padre (1 Cor. 15:28). Dios el Hijo no es inferior a Dios el Padre. Él tiene un nombre que es sobre todo nombre. Y aun así está la línea de autoridad en la deidad. En Ef. 5:25, la biblia le hablan a los maridos, y les dice que deben amar a sus esposas sacrificialmente (“Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”). Cuál de las dos partes es la más difícil? Es más difícil la tarea del esposo, porque él debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia. ¡Jesús murió por su iglesia! Esto es amor, explica el pastor Adrián Rogers.

A las esposas no les disgusta someterse a un hombre que las ama tanto como para morir por ellas y que lo demuestra en la manera como vive para ellas. [8]

Pero también el pastor Rogers nos dice que “un hombre no tiene en sus propias fuerzas lo que necesita” para amar a su esposa. Y nos da cuatro razones prácticas de porque el marido necesita del poder de Dios para amar como corresponde a su esposa:[9]

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a) El esposo debe amar a su esposa sacrificialmente porque así es como Jesús ama a la iglesia.

b) El esposo debe amar a su esposa proveyendo para ella porque así es como Jesús ama a la iglesia.

c) El esposo debe amar a su esposa firmemente porque así es como Jesús ama a la iglesia.

d) El esposo debe amar a su esposa desinteresadamente porque así es como Jesús ama a la iglesia.

El matrimonio de Juan Calvino bien puede ser tomado como ejemplo de abnegación, amor, sufrimiento.

En estos tiempos en que los activistas del lobby homosexual reconocen que su objetivo es la destrucción del matrimonio y que para ello no dudan en utilizar la mentira de la manera más descarada, y al mismo tiempo, existe toda una red mediática cómplice que magnifica o silencia sus postulados según convenga, es importante que defendamos los históricos  y bíblicos conceptos de la familia cristiana. Cada día que pasa es más y más importante la esencia del matrimonio, ya que hay grupos perfectamente organizados para destruir esta institución. Estos lobbys no dudan en usar la mentira para alcanzar sus

objetivos políticos [6], como han denunciado algunos medios.

El teólogo R.C. Sproul dijo recientemente en un artículo que “algo se ha perdido en torno al carácter sagrado y santo del pacto matrimonial.”[5]. Es verdad, algo se ha dañado. Ya  no es lo mismo casarse hoy que hace unas pocas generaciones atrás. Pero es nuestra responsabilidad como cristianos es volver una y otra vez con estas tremendas enseñanzas, a la luz de las escrituras sagradas. Ya vamos a hallar corazones dispuestos a abrazar la verdad de Dios. Porque la verdad de Dios es eterna.

Rescatemos el testimonio de estos hombres, ministros de Jesucristo, a los que no les fue nada sencillo el permanecer casados en aquella época, enfrentando las plagas de Europa, la pobreza económica, y las persecuciones de la inquisición católica romana. Aun así, ante todas estas cosas, ellos fueron más que vencedores. Lo seremos nosotros?

Muchos quizás no conocen el discurso final de San Tomás Moro en el s.XVI, antes de ser ejecutado en la película “Un hombre para la eternidad“, donde dijo que

“no es por esa supremacía por lo que me quitáis la vida, ¡sino porque no me inclino ante ese matrimonio!” (el matrimonio

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adúltero de Enrique VIII con Ana Bolena, origen de la Iglesia anglicana).

Pero aunque es evidente que Tomás Moro no se inclinaba ante ese matrimonio, las palabras reales que dijo en esa ocasión, recogidas por sus contemporáneos, fue algo distintas a las de la película, aunque también adecuadas a la ocasión.Los jueces le pidieron a Tomás Moro que firmase el Acta de Supremacía de Enrique VIII sobre la Iglesia, tal como habían hecho todos los obispos ingleses (menos San Juan Fisher), todas las universidades y todos los doctos del reino. El argumento no convenció a Tomás, que miraba más allá de los estrechos límites de la isla inglesa:«Aun cuando el conjunto de los obispos y de las universidades fuera tan importante como Su Señoría parece creer, yo no veo en absoluto, Milord, por qué razón esto tenga que suponer un cambio en mi conciencia, puesto que yo no pongo en duda que en toda la cristiandad, ya que no en este reino, no son pocos los que son de mi parecer al respecto.  Pero si hablara de los que ya están muertos, y de los cuales muchos son ahora santos del cielo, estoy muy seguro de que la mayor parte de ellos, cuando estaban vivos, pensaban como ahora lo hago yo; es por esto, Milord, por lo que no me siento

obligado a conformar mi conciencia al concilio de un solo reino en contra del Concilio general de la cristiandad.»

Lamentablemente, le costó la cabeza, pero los ingleses y el mundo entero pueden seguir revisitando sus palabras y su ejemplo. [7]Oración sugerida:Gracias, Señor, que eres nuestro refugio y fortaleza, nuestra ayuda segura en los difíciles momentos de angustia de la vida. Gracias porque eres el Dios de todo consuelo y nuestra fuente de consuelo en las tristezas y problemas de la vida. Gracias también te damos por el testimonio de estos hombres, que enfrentaron las divulgadas de la vida y no se rebelaron ni contra ti, Oh Dios, ni alzaron su mano contra sus cónyuges. Amen.Dios lo siga bendiciendo. Cristo le ama.