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MIRADOR ARMANDO FUENTES AGUIRRE M Llega una libélula y mi jardín se llena de art nouveau. A la libélula le sobra mucho para ser insecto y le falta poco para ser ave. Es algo más que una mariposa y algo menos que un colibrí. La quiero porque me trae evocaciones raras. Pienso en Mata Hari, en Pola Negri, en la Pavlova... Si la libélula fuera mujer sería seguramente mujer fatal. Claro, a fin de cuentas todas las mujeres son fatales, pues en cada una de ellas está el destino de algún hombre. Si no se cumple ese hado es porque la mujer fue muy sabia o porque el hombre fue muy tonto. Pienso en todo eso mientras contemplo el vuelo sereno y elegante de este caballito del diablo. Así llamábamos a la libélula los niños del ayer. Quizás un hombre de religión la vio apareándose en el aire y le puso ese nombre al mismo tiempo afectuoso y de condenación: caballito del diablo. Se va de pronto la libélula. Y yo me doy al diablo por haberme puesto a elucubrar sobre ella en vez de haberla disfrutado. Me ha sucedido antes con otra clase de libélulas. ¡Hasta mañana!... S on falsas las versiones que hablan de un México republicano, el de los liberales juaristas, austero, so- brio y de moralidad acrisolada. Des- de la época de la Colonia se había en- señoreado de la vida política de Méxi- co una corrupción que nunca hemos vencido. El famoso “unto mexicano” –así se llamaba en el Virreinato lo que hoy conocemos con el nombre de “mordida”– fue uno de los primeros usos que los extranjeros conocían de aquí. Con los españoles llegaron a México dos grandes males: la sífilis y la corrupción. A la primera la acabó la ciencia; con la segunda parece que no podrá acabar ni el Padre Eterno. Ya en la Nueva España se veía esa rampante corrupción. Títulos, dignidades, conde- coraciones, grados militares, prebendas religiosas, todo era objeto de ilícito co- mercio. Unos se enriquecían vendien- do a otros la oportunidad de enrique- cerse. El tráfico de influencias era co- mún y tolerado. Un cierto barbero le cayó en gracia a un virrey recién llega- do, a quien agradó el despejado inge- nio del rapista. Le preguntó si quería alguna merced. ¿Un cargo en la admi- nistración? ¿Un estanco donde obte- ner ganancia? Nada de eso quería el fí- garo. Le dijo al virrey que lo único que pedía es que al ir en su carroza se de- tuviera al pasar por su barbería y lo sa- ludara con amabilidad. Así lo hizo el vi- rrey, sorprendido por lo poco que pedía su peluquero. Y sucedió que todos los cortesanos, al ver la amistad del rapa- barbas con el alto señor, empezaron a acercarse a él para pedirle que al afei- tar a Su Excelencia le deslizara algunas palabras al oído en su favor. Por ese ser- vicio cobraba el barbero buenas sumas, con lo que se enriqueció bien pronto. La corrupción no sólo tenía género masculino. Una virreina llegó acá y ob- servó que las damas lucían espléndidos collares de finísimas y grandes perlas. De inmediato hizo correr el rumor, di- fundido por sus damas españolas, de que las perlas habían pasado de moda ya en Europa, y que se consideraba cur- si y paya a la mujer que las usaba. Las pobres señoras del país empezaron a vender sus perlas, que fueron compra- das a precio vil por hábiles agentes de la virreina. Cuando ésta volvió a España sus perlas fueron la admiración y en- vidia de la corte. Los militares que vi- nieron con Maximiliano aprendieron pronto que en México casi todo se po- día comprar. Pero ellos mismos no tar- daron en aprender los usos mexicanos. Un visitante alemán se sorprendió al encontrar en la capital dos grandes al- macenes de telas y ropa. Todo tipo de géneros se podían hallar ahí, y a pre- cio menor que en cualquier parte, pues venían sin pagar flete en los barcos de guerra franceses. Tampoco cubrían los derechos de las aduanas, y eran traí- dos a costa del gobierno. ¿Quién era el propietario de esos almacenes? El mis- mísimo mariscal Bazaine, principal co- mandante de la expedición francesa. Tal parece, entonces, que la corrupción no es solamente mexicana. Va, como el instinto sexual y el de conservación, en la naturaleza del hombre. Sólo la apli- cación recta de la ley puede frenarla. Y en México la ley es letra muerta, o por lo menos bastante desmadrada... Maña- na debería aparecer aquí “El chiste más pelado del primer semestre del año”. Sin embargo doña Tebaida Tridua, cen- sora de la pública moral, interpuso un amparo, y retrasó por un día la publi- cación del vitando chascarrillo, que ve- rá la luz el próximo miércoles. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Don Chinguetas y doña Gorgolota viajaron a un país de Oriente. Un jeque vio a la señora y se prendó al instante de ella, pues le gustaban las mujeres gordas, y doña Gorgolota era abundante en car- nes. Le dijo a don Chinguetas: “Te com- pro a tu mujer”. Respondió él, descon- certado: “No está en venta”. Insistió el jeque: “Te doy 100 camellos por ella”. Tras una larga pausa volvió a contestar el marido: “No. Definitivamente no la vendo”. El jeque masculló algunas mal- diciones y se fue. Doña Gorgolota, fu- riosa, le preguntó a su esposo por qué había tardado en contestar. Respondió don Chinguetas: “Es que me costó tra- bajo calcular lo que me costaría llevar a casa los 100 camellos”... FIN. E n mayo de 2012, en pleno as- censo de la campaña electoral por la gubernatura de Jalisco de Enrique Alfaro, afuera de la casa de su coordinador de campaña Clemen- te Castañeda Hoeflich fue arrojada una cabeza de perro con un mensaje: “Fíjate con quién te estás metiendo; así vas a acabar, perro pendejo”. Una amenaza de mafias. Una par- ticular exhibición de uno de los esti- los jaliscienses para hacer política. El vuelco electoral del 7 de junio ha dado la vuelta a ese estilo de diri- mir la política y las diferencias. Lo que acontece en Jalisco es tanto o más va- lioso que el triunfo del independiente Jaime Rodríguez, El Bronco. Igual que El Bronco, Enrique Al- faro viene del PRI pero su militancia fue efímera, picando piedra en el PRI opositor, mientras El Bronco disfrutó por décadas los esplendores del tri- color y defendió la causa de Roberto Madrazo, misma que Alfaro detestó. Mientras El Bronco era madracista, Alfaro era lopezobradorista. Uno se hizo alcalde de García e ignoró al ca- bildo para ejercer su mando con ma- no dura, el otro llegó a la alcaldía de Tlajomulco donde sustentó su gobier- no en la consulta ciudadana. Ahora amigos, rompiendo con sus pasados, comparten causa pe- ro con una diferencia esencial: para El Bronco el poder del gobierno de- be ganarse sin el apoyo de los par- tidos, mientras que Alfaro comulga con una reforma dentro de los parti- dos en alianza con la comunidad no partidista. El efecto Bronco alcanzó para ga- nar la gubernatura de Nuevo León pero no para fumigar al Congreso que ha quedado sólidamente bajo el control del bipartidismo. El efecto Al- faro alcanzó para lograr mayoría in- dependiente y romper el bipartidis- mo en el Congreso local y ampliar la mancha naranja en las principa- les alcaldías de la entidad. El alfaris- mo gobierna 63.42 por ciento de la población jalisciense. Ambos comulgan con el enten- dimiento con la ciudadanía en redes sociales. “El gobernante tiene que salir a la calle, y la calle hoy se llama Facebook”, dijo recientemente El Bronco, en una reciente conferencia sobre comunicación política. Aunque puede ser riesgosa la con- fusión. La gente es de carne y hueso y no solo de yemas de los dedos. Su- poner que en las redes hay un ter- mómetro esencial, único, del humor y ánimo social puede llevar a grandes equivocaciones. En el caso del alfarismo parece haber una convergencia del prota- gonismo en redes sociales con la es- tructura de un movimiento político. Conectar y articular el ánimo de re- des con la realidad callejera es difícil; hacerlo desde el gobierno más. Lo de Jalisco es también una rup- tura generacional. Jóvenes nacidos en los setenta, formados en las alternan- cias políticas, pero también en las cri- sis sociales; con estudios en el extran- jero, decidieron que era su turno en el gobierno. Una generación que rompió tam- bién con el estilo mafioso de hacer política que era la norma impuesta en la Universidad de Guadalajara con la Federación de Estudiantes y el ca- cicazgo –ya en decadencia– de Raúl Padilla. En las lides estudiantiles tapa- tías se hacía política con pistola al cin- to. Los muchachos que disentían del cacique eran amenazados, golpeados e incluso desaparecidos. Las generaciones universitarias no tenían otra opción que la sumisión o la muerte. Valga ver que de una veintena de integrantes del Comité Ejecutivo de la FEG que encabezó Raúl Padilla entre 1977-1979, solamente quedan vivos tres, incluido Padilla. Los que quedaron en el camino no necesaria- mente fue por muerte natural. Con Alfaro por primera vez un grupo de egresados o personajes ligados a la UdeG logran un cargo público sin usar la pistola para abrir- se paso. Enrique Alfaro quería ser futbo- lista y acabó al frente del movimien- to político más importante de Jalis- co de los últimos 20 años. Rompió la tradición bipartidista y sepultó al PRD local, una izquierda podrida que no hacía honor a dirigentes de enorme calidad como el doctor Joel Robles, el profesor José Luis Rodrí- guez o Samuel Meléndez. Ha eleva- do muy alto la expectativa de cam- bio. Dice que quiere cambiar la histo- ria, no repetirla. Caminará un trienio en la cuerda floja, bajo asedio, en una ciudad donde las mafias perdieron la batalla pero no la guerra. Cambiar la historia DENISE DRESSER TOLVANERA ROBERTO ZAMARRIPA [email protected] Enrique Alfaro logró en Jalisco una mayoría independiente sin abrirse camino con la violencia. Le dice un tipo a otro: “Las piernas de Facilisa no han de ser muy amigas “. “¿Por qué?” –se extraña el otro. Responde el tipo: “Porque casi nunca se les ve juntas”... DE POLÍTICA Y COSAS PEORES CATóN [email protected] ¿Telepresidente apagado? E l Telepresidente . El Copetudo. El Copete Electrónico. El Co- petesaurio . He allí los apodos que le han puesto a un Presidente con el peor nivel de aceptación en veinte años. He allí los nombres con los que han bautizado a quien pro- metió “Mover a México” y lo hizo, pero en una mala dirección. El país ha pasado del delirio al desencan- to. Del enamoramiento a la estulti- cia. Del saco que Enrique Peña Nieto presumía al saco que le quedó grande. Donde ya no se habla de “Mexican moment” sino de “Mexican murder”. Donde el PRI sigue ganando pero con márgenes cada vez menores y percepciones cada vez peores. La segunda alternancia que se volvió la segunda gran decepción. La restau- ración política y la resistencia social ante sus implicaciones. Porque el proyecto peñanietista constituyó sólo un proyecto de con- centración del poder, mas no un pro- yecto de reconstrucción del Estado. Un proyecto ambicioso pero equi- vocado, construido sobre reformas pero no las suficientes, edificado sobre la corrupción y desbaratado por ella. No buscó y no busca hacer más grande el pastel, sino repartir- lo entre los suyos. No buscó ni bus- ca la competencia real, sino la com- petencia administrada que apuntala al capitalismo oligárquico. No bus- có ni busca combatir la impunidad, sino aprovecharla. El sexenio mo- dernizador convertido en el sexe- nio restaurador, retratado en el li- bro de Jenaro Villamil, La caída del telepresidente. De la imposición de las reformas a la indignación social . El gran montaje metamorfizado en la gran crisis. Una que el resultado de la elección intermedia intenta tapar, pero que la población padece. El PRI gana pero no convence. Con 11 reformas estructurales que no acaban de despegar. 11 reformas estructurales celebradas a la hora de su aprobación y diluidas o sabo- teadas a la hora de su instrumenta- ción. 11 reformas perdidas por una Presidencia que no ha demostrado la capacidad probada para gobernar. El Pacto por México –tan celebrado, tan alabado– no fue en realidad un pacto político producto del consenso, sino una hábil cooptación presiden- cial de las burocracias dirigentes en los dos principales partidos de opo- sición. Los Chuchos y los maderistas compartiendo el mismo objetivo: un arreglo para afianzar el control de sus aparatos partidistas. El incentivo no era reformar sino sobrevivir. Y los partidos de oposición acep- taron casi todo, palomearon casi to- do, respaldaron casi todo. Aprobaron paquetes legislativos de gran com- plejidad técnica con enormes impli- caciones sociales en cuestión de ho- ras, con dinero de por medio. Los su- perlegisladores leyeron, discutieron y debatieron miles de páginas que sólo sus redactores en la Presidencia entendían a cabalidad. Como ironi- zó Alejandro Encinas del PRD. “Es el método de más barato por doce- na de leyes”. Todos ellos en una bur- buja, alejados de la sociedad y sin el imperativo de convencerla. Aceptando reformas impuestas desde arriba, sin la necesidad de ha- cer trabajo político desde abajo. Acep- tando –en el caso de la reforma ener- gética– un marco regulatorio dema- siado débil para contener la voraci- dad de los consorcios que participa- rán. Aceptando –en el caso de la ley Peña-Televisa– el guión impuesto pa- ra asegurar a la televisora el privile- gio del control y la comercialización de los contenidos audiovisuales en los próximos 20 años, para reducir a su mínima expresión los derechos de las audiencias, para convertir al Insti- tuto Federal de Telecomunicaciones en una figura decorativa, para cerrar la posibilidad de nuevos modelos de comunicación realmente viables. Y luego Tlatlaya. Ayotzinapa. La Casa Blanca. La casa de Malinalco. La casa de Ixtapan de la Sal. El escán- dalo de OHL. Tanhuato. Guadalaja- ra. Las estimaciones de crecimiento a la baja y los índices de homicidios a la alza. El estudio reciente sobre la es- candalosa concentración de la rique- za hecho por Gerardo Esquivel para Oxfam. Ante esta crisis de impunidad, inseguridad e inequidad, la respuesta de quienes trabajan en Los Pinos es sentirse incomprendidos. Decir que viven una fuerte “resistencia” de los intereses creados cuando el verdade- ro problema es que no los han enfren- tado en realidad. Los intereses que llevaron a Peña Nieto a donde está siguen allí. Televisa y el Grupo Higa y OHL y Juan Armando Hinojosa y Carlos Hank Rhon y David Peñalo- za y Olegario Vázquez Raña y José Andrés de Oteyza y tantos más. Bene- ficiarios de las licitaciones. Beneficia- rios de los contratos. Beneficiarios se- lectos del telepresidente que impone, que indigna, pero que no cae porque la pantalla lo mantiene allí. Rampante corrupción El proyecto de Enrique Peña solo constituyó una concentración de poder, el país ha pasado del delirio al desencanto. Lunes 29 de Junio del 2015 z REFORMA OPINIÓN 13

Cambiar la Historia - Columna de Roberto Zamarripa

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Columna de Roberto Zamarripa para el diario Reforma del lunes 29 de junio del 2015.

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  • mirador

    armando fuentes aguirre

    mirador

    Llega una liblula y mi jardn se llena de art nouveau.

    A la liblula le sobra mucho para ser insecto y le falta poco para ser ave. Es algo ms que una mariposa y algo menos que un colibr.

    La quiero porque me trae evocaciones raras. Pienso en Mata Hari, en Pola Negri, en la Pavlova...

    Si la liblula fuera mujer sera seguramente mujer fatal. Claro, a fin de cuentas todas las mujeres son fatales, pues en cada una de ellas est el destino de algn hombre. Si no se cumple ese hado es porque la mujer fue muy sabia o porque el hombre fue muy tonto.

    Pienso en todo eso mientras contemplo el vuelo sereno y elegante de este caballito del diablo. As llambamos a la liblula los nios del ayer. Quizs un hombre de religin la vio aparendose en el aire y le puso ese nombre al mismo tiempo afectuoso y de condenacin: caballito del diablo.

    Se va de pronto la liblula. Y yo me doy al diablo por haberme puesto a elucubrar sobre ella en vez de haberla disfrutado. Me ha sucedido antes con otra clase de liblulas.

    Hasta maana!...

    Son falsas las versiones que hablan de un Mxico republicano, el de los liberales juaristas, austero, so-brio y de moralidad acrisolada. Des-de la poca de la Colonia se haba en-seoreado de la vida poltica de Mxi-co una corrupcin que nunca hemos vencido. El famoso unto mexicano as se llamaba en el Virreinato lo que hoy conocemos con el nombre de

    mordida fue uno de los primeros usos que los extranjeros conocan de aqu. Con los espaoles llegaron a Mxico dos grandes males: la sfilis y la corrupcin. A la primera la acab la ciencia; con la segunda parece que no podr acabar ni el Padre Eterno. Ya en la Nueva Espaa se vea esa rampante corrupcin. Ttulos, dignidades, conde-coraciones, grados militares, prebendas religiosas, todo era objeto de ilcito co-mercio. Unos se enriquecan vendien-do a otros la oportunidad de enrique-cerse. El trfico de influencias era co-mn y tolerado. Un cierto barbero le cay en gracia a un virrey recin llega-do, a quien agrad el despejado inge-nio del rapista. Le pregunt si quera alguna merced. Un cargo en la admi-nistracin? Un estanco donde obte-ner ganancia? Nada de eso quera el f-garo. Le dijo al virrey que lo nico que peda es que al ir en su carroza se de-tuviera al pasar por su barbera y lo sa-ludara con amabilidad. As lo hizo el vi-rrey, sorprendido por lo poco que peda

    su peluquero. Y sucedi que todos los cortesanos, al ver la amistad del rapa-barbas con el alto seor, empezaron a acercarse a l para pedirle que al afei-tar a Su Excelencia le deslizara algunas palabras al odo en su favor. Por ese ser-vicio cobraba el barbero buenas sumas, con lo que se enriqueci bien pronto. La corrupcin no slo tena gnero masculino. Una virreina lleg ac y ob-serv que las damas lucan esplndidos collares de finsimas y grandes perlas. De inmediato hizo correr el rumor, di-fundido por sus damas espaolas, de que las perlas haban pasado de moda ya en Europa, y que se consideraba cur-si y paya a la mujer que las usaba. Las pobres seoras del pas empezaron a vender sus perlas, que fueron compra-das a precio vil por hbiles agentes de la virreina. Cuando sta volvi a Espaa sus perlas fueron la admiracin y en-vidia de la corte. Los militares que vi-nieron con Maximiliano aprendieron pronto que en Mxico casi todo se po-da comprar. Pero ellos mismos no tar-daron en aprender los usos mexicanos. Un visitante alemn se sorprendi al encontrar en la capital dos grandes al-macenes de telas y ropa. Todo tipo de gneros se podan hallar ah, y a pre-cio menor que en cualquier parte, pues venan sin pagar flete en los barcos de guerra franceses. Tampoco cubran los derechos de las aduanas, y eran tra-dos a costa del gobierno. Quin era el

    propietario de esos almacenes? El mis-msimo mariscal Bazaine, principal co-mandante de la expedicin francesa. Tal parece, entonces, que la corrupcin no es solamente mexicana. Va, como el instinto sexual y el de conservacin, en la naturaleza del hombre. Slo la apli-cacin recta de la ley puede frenarla. Y en Mxico la ley es letra muerta, o por lo menos bastante desmadrada... Maa-na debera aparecer aqu El chiste ms pelado del primer semestre del ao. Sin embargo doa Tebaida Tridua, cen-sora de la pblica moral, interpuso un amparo, y retras por un da la publi-cacin del vitando chascarrillo, que ve-r la luz el prximo mircoles. No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Don Chinguetas y doa Gorgolota viajaron a un pas de Oriente. Un jeque vio a la seora y se prend al instante de ella, pues le gustaban las mujeres gordas, y doa Gorgolota era abundante en car-nes. Le dijo a don Chinguetas: Te com-pro a tu mujer. Respondi l, descon-certado: No est en venta. Insisti el jeque: Te doy 100 camellos por ella. Tras una larga pausa volvi a contestar el marido: No. Definitivamente no la vendo. El jeque mascull algunas mal-diciones y se fue. Doa Gorgolota, fu-riosa, le pregunt a su esposo por qu haba tardado en contestar. Respondi don Chinguetas: Es que me cost tra-bajo calcular lo que me costara llevar a casa los 100 camellos... FIN.

    En mayo de 2012, en pleno as-censo de la campaa electoral por la gubernatura de Jalisco de Enrique Alfaro, afuera de la casa de su coordinador de campaa Clemen-te Castaeda Hoeflich fue arrojada una cabeza de perro con un mensaje:

    Fjate con quin te ests metiendo; as vas a acabar, perro pendejo.

    Una amenaza de mafias. Una par-ticular exhibicin de uno de los esti-los jaliscienses para hacer poltica.

    El vuelco electoral del 7 de junio ha dado la vuelta a ese estilo de diri-mir la poltica y las diferencias. Lo que acontece en Jalisco es tanto o ms va-lioso que el triunfo del independiente Jaime Rodrguez, El Bronco.

    Igual que El Bronco, Enrique Al-faro viene del PRI pero su militancia fue efmera, picando piedra en el PRI opositor, mientras El Bronco disfrut por dcadas los esplendores del tri-color y defendi la causa de Roberto Madrazo, misma que Alfaro detest.

    Mientras El Bronco era madracista, Alfaro era lopezobradorista. Uno se hizo alcalde de Garca e ignor al ca-bildo para ejercer su mando con ma-no dura, el otro lleg a la alcalda de Tlajomulco donde sustent su gobier-no en la consulta ciudadana.

    Ahora amigos, rompiendo con sus pasados, comparten causa pe-ro con una diferencia esencial: para El Bronco el poder del gobierno de-be ganarse sin el apoyo de los par-tidos, mientras que Alfaro comulga con una reforma dentro de los parti-dos en alianza con la comunidad no partidista.

    El efecto Bronco alcanz para ga-nar la gubernatura de Nuevo Len pero no para fumigar al Congreso que ha quedado slidamente bajo el control del bipartidismo. El efecto Al-faro alcanz para lograr mayora in-dependiente y romper el bipartidis-mo en el Congreso local y ampliar la mancha naranja en las principa-les alcaldas de la entidad. El alfaris-mo gobierna 63.42 por ciento de la poblacin jalisciense.

    Ambos comulgan con el enten-dimiento con la ciudadana en redes sociales. El gobernante tiene que salir a la calle, y la calle hoy se llama Facebook, dijo recientemente El Bronco, en una reciente conferencia sobre comunicacin poltica.

    Aunque puede ser riesgosa la con-fusin. La gente es de carne y hueso y no solo de yemas de los dedos. Su-poner que en las redes hay un ter-mmetro esencial, nico, del humor y nimo social puede llevar a grandes equivocaciones.

    En el caso del alfarismo parece haber una convergencia del prota-gonismo en redes sociales con la es-tructura de un movimiento poltico. Conectar y articular el nimo de re-des con la realidad callejera es difcil; hacerlo desde el gobierno ms.

    Lo de Jalisco es tambin una rup-tura generacional. Jvenes nacidos en los setenta, formados en las alternan-cias polticas, pero tambin en las cri-sis sociales; con estudios en el extran-jero, decidieron que era su turno en el gobierno.

    Una generacin que rompi tam-

    bin con el estilo mafioso de hacer poltica que era la norma impuesta en la Universidad de Guadalajara con la Federacin de Estudiantes y el ca-cicazgo ya en decadencia de Ral Padilla. En las lides estudiantiles tapa-tas se haca poltica con pistola al cin-to. Los muchachos que disentan del cacique eran amenazados, golpeados e incluso desaparecidos.

    Las generaciones universitarias no tenan otra opcin que la sumisin o la muerte.

    Valga ver que de una veintena de integrantes del Comit Ejecutivo de la FEG que encabez Ral Padilla entre 1977-1979, solamente quedan vivos tres, incluido Padilla. Los que quedaron en el camino no necesaria-mente fue por muerte natural.

    Con Alfaro por primera vez un grupo de egresados o personajes ligados a la UdeG logran un cargo pblico sin usar la pistola para abrir-se paso.

    Enrique Alfaro quera ser futbo-lista y acab al frente del movimien-to poltico ms importante de Jalis-co de los ltimos 20 aos. Rompi la tradicin bipartidista y sepult al PRD local, una izquierda podrida que no haca honor a dirigentes de enorme calidad como el doctor Joel Robles, el profesor Jos Luis Rodr-guez o Samuel Melndez. Ha eleva-do muy alto la expectativa de cam-bio. Dice que quiere cambiar la histo-ria, no repetirla. Caminar un trienio en la cuerda floja, bajo asedio, en una ciudad donde las mafias perdieron la batalla pero no la guerra.

    Cambiar la historia

    denisedresser

    ToLvanEraroBerto [email protected]

    Enrique Alfaro logr en Jalisco una mayora independiente sin abrirse camino con la violencia.

    Le dice un tipo a otro: Las piernas deFacilisa no han de ser muy amigas . Por qu? se extraa el otro. Responde el tipo:

    Porque casi nunca se les ve juntas...

    dE poLTica y coSaS [email protected]

    Telepresidente apagado?

    E l Telepresidente. El Copetudo. El Copete Electrnico. El Co-petesaurio. He all los apodos que le han puesto a un Presidente con el peor nivel de aceptacin en veinte aos. He all los nombres con los que han bautizado a quien pro-meti Mover a Mxico y lo hizo, pero en una mala direccin. El pas ha pasado del delirio al desencan-to. Del enamoramiento a la estulti-cia. Del saco que Enrique Pea Nieto presuma al saco que le qued grande. Donde ya no se habla de Mexican moment sino de Mexican murder. Donde el PRI sigue ganando pero con mrgenes cada vez menores y percepciones cada vez peores. La segunda alternancia que se volvi la segunda gran decepcin. La restau-racin poltica y la resistencia social ante sus implicaciones.

    Porque el proyecto peanietista constituy slo un proyecto de con-centracin del poder, mas no un pro-yecto de reconstruccin del Estado. Un proyecto ambicioso pero equi-vocado, construido sobre reformas pero no las suficientes, edificado sobre la corrupcin y desbaratado por ella. No busc y no busca hacer ms grande el pastel, sino repartir-lo entre los suyos. No busc ni bus-ca la competencia real, sino la com-petencia administrada que apuntala al capitalismo oligrquico. No bus-c ni busca combatir la impunidad, sino aprovecharla. El sexenio mo-dernizador convertido en el sexe-nio restaurador, retratado en el li-bro de Jenaro Villamil, La cada del telepresidente. De la imposicin de las reformas a la indignacin social. El gran montaje metamorfizado en la gran crisis. Una que el resultado de la eleccin intermedia intenta tapar, pero que la poblacin padece.

    El PRI gana pero no convence. Con 11 reformas estructurales que no acaban de despegar. 11 reformas estructurales celebradas a la hora de su aprobacin y diluidas o sabo-teadas a la hora de su instrumenta-cin. 11 reformas perdidas por una Presidencia que no ha demostrado la capacidad probada para gobernar. El Pacto por Mxico tan celebrado, tan alabado no fue en realidad un pacto poltico producto del consenso, sino una hbil cooptacin presiden-cial de las burocracias dirigentes en los dos principales partidos de opo-sicin. Los Chuchos y los maderistas compartiendo el mismo objetivo: un arreglo para afianzar el control de

    sus aparatos partidistas. El incentivo no era reformar sino sobrevivir.

    Y los partidos de oposicin acep-taron casi todo, palomearon casi to-do, respaldaron casi todo. Aprobaron paquetes legislativos de gran com-plejidad tcnica con enormes impli-caciones sociales en cuestin de ho-ras, con dinero de por medio. Los su-perlegisladores leyeron, discutieron y debatieron miles de pginas que slo sus redactores en la Presidencia entendan a cabalidad. Como ironi-z Alejandro Encinas del PRD. Es el mtodo de ms barato por doce-na de leyes. Todos ellos en una bur-buja, alejados de la sociedad y sin el imperativo de convencerla.

    Aceptando reformas impuestas desde arriba, sin la necesidad de ha-cer trabajo poltico desde abajo. Acep- tando en el caso de la reforma ener-gtica un marco regulatorio dema-siado dbil para contener la voraci-dad de los consorcios que participa-rn. Aceptando en el caso de la ley Pea-Televisa el guin impuesto pa-ra asegurar a la televisora el privile-gio del control y la comercializacin de los contenidos audiovisuales en los prximos 20 aos, para reducir a su mnima expresin los derechos de las audiencias, para convertir al Insti-tuto Federal de Telecomunicaciones en una figura decorativa, para cerrar la posibilidad de nuevos modelos de comunicacin realmente viables.

    Y luego Tlatlaya. Ayotzinapa. La Casa Blanca. La casa de Malinalco. La casa de Ixtapan de la Sal. El escn-dalo de OHL. Tanhuato. Guadalaja-ra. Las estimaciones de crecimiento a la baja y los ndices de homicidios a la alza. El estudio reciente sobre la es-candalosa concentracin de la rique-za hecho por Gerardo Esquivel para Oxfam. Ante esta crisis de impunidad, inseguridad e inequidad, la respuesta de quienes trabajan en Los Pinos es sentirse incomprendidos. Decir que viven una fuerte resistencia de los intereses creados cuando el verdade-ro problema es que no los han enfren-tado en realidad. Los intereses que llevaron a Pea Nieto a donde est siguen all. Televisa y el Grupo Higa y OHL y Juan Armando Hinojosa y Carlos Hank Rhon y David Pealo-za y Olegario Vzquez Raa y Jos Andrs de Oteyza y tantos ms. Bene-ficiarios de las licitaciones. Beneficia-rios de los contratos. Beneficiarios se-lectos del telepresidente que impone, que indigna, pero que no cae porque la pantalla lo mantiene all.

    Rampante corrupcin

    El proyecto de Enrique Pea solo constituy una concentracin de poder, el pas ha pasado del delirio al desencanto.

    Lunes 29 de Junio del 2015 z REFORMA OPININ 13