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CARRERA DE PSICOPEDAGOGÍA CÁTEDRA SOCIEDAD, CULTURA Y EDUCACIÓN CAMBIO FAMILIAR Emilio Álvarez Ortega Sociólogo CHILLÁN, 2012

CAMBIO FAMILIAR

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CARRERA DE PSICOPEDAGOGÍA CÁTEDRA SOCIEDAD, CULTURA Y EDUCACIÓN Emilio Álvarez Ortega Sociólogo CHILLÁN, 2012 Emanados de estudios e investigaciones de punta, los siguientes antecedentes sobre las dinámicas de cambio que experimentan las familias en Chile y Latinoamérica, ponen especial énfasis en la situación de la mujer. Cambio y disolución del vínculo familiar.

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CARRERA DE PSICOPEDAGOGÍA

CÁTEDRA SOCIEDAD, CULTURA Y EDUCACIÓN

CAMBIO FAMILIAR

Emilio Álvarez Ortega

Sociólogo

CHILLÁN, 2012

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Emanados de estudios e investigaciones de punta, los siguientes antecedentes

sobre las dinámicas de cambio que experimentan las familias en Chile y

Latinoamérica, ponen especial énfasis en la situación de la mujer.

Cambio y disolución del vínculo familiar.

Una de las características más sobresalientes del cambio familiar que experimenta

América Latina, es el aumento de las familias organizadas en torno a uniones

consensuales (convivencia) y la disminución de aquellas que lo hacen a través de

la figura del matrimonio1.

“La coexistencia de matrimonios y uniones consensuales es uno de los

rasgos distintivos del patrón de nupcialidad de Latinoamérica y el Caribe

(…). En algunos países como Colombia, la República Dominicana, El

Salvador, Honduras, Nicaragua o Panamá, el número de uniones

consensuales es incluso superior al de matrimonios formales entre las

mujeres en edad reproductiva” (Castro et ál., 2008: 2)

Uno de los más recientes estudios de la CEPAL sobre cambio familiar en América

Latina, señala que el mayor incremento de las uniones informales se presenta

entre las personas más jóvenes:

“Tanto en Chile como en Uruguay, países en donde las uniones sin

papeles eran poco frecuentes, ellas más que se duplicaron durante la

última década entre la población joven. En Argentina, se observa una

tendencia similar. Otros países en los que se detectan cambios de gran

magnitud entre las nuevas generaciones son Brasil, Costa Rica, México y

República Bolivariana de Venezuela” (Cerrutti y Binstock, 2009: 21)

1 Lo que hoy conocemos como familia tradicional -padre y madre unidos en matrimonio que viven

con sus hijos-, no es una tradición largamente anclada en la cultura latinoamericana. El matrimonio se forma sólo a comienzos del siglo XX, por influencia del Estado y de la Iglesia. Históricamente, hubo muy poco matrimonio y mucha cohabitación. Para encontrar una explicación al predominio histórico de las uniones libres en Latinoamérica, revisar a: Rodríguez, J. (2004): “Cohabitación en América Latina: ¿Modernidad, exclusión o diversidad?”. Papeles de Población. Universidad Autónoma del Estado de México. Toluca, México. Disponible digitalmente en: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/112/11204008.pdf

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En el caso chileno, el aumento de las uniones informales es un fenómeno

transversal que ha afectado a todos los estratos sociales.

“Las uniones libres no sólo conciernen a los estratos sociales populares

sino crecientemente a los de alto capital cultural” (Valdés, 2008: 55)

La disminución de las familias que se constituyen a través de la celebración del

matrimonio civil, también es un fenómeno presente en Chile. En este país, entre

2000 y 2005,

“los matrimonios disminuyeron de 67.397 a solo 54.724” (Naciones

Unidas, 2007: 226)

Pero una cosa es la baja, sostenida en el tiempo, del número de matrimonios por

año; y otra muy distinta, las variaciones en la tasa de nupcialidad. No obstante,

esta última también muestra un descenso de las uniones matrimoniales chilenas.

“Desde el año 1980 al año 1998 la tasa bruta de nupcialidad descendió

de 7,8 a 5,0 matrimonios por cada mil habitantes” (Álvarez et ál., 2008: 7)

Al fenómeno del aumento de las familias formadas en torno a uniones

consensuales y la disminución de aquellas constituidas a través de la figura del

matrimonio, se suma un aumento de las rupturas conyugales, tanto informales

(separación) como formales2 (divorcio).

“Los datos disponibles son claramente indicativos del aumento de las

separaciones y divorcios (…) se incrementó en 8 de los 10 países para

los que se dispone información para el inicio y el final de la última década

2 Las rupturas conyugales formales, están referidas sólo a la situación de quiénes -casándose

legalmente- disuelven el vínculo a través de la separación o del divorcio legal. Muchos matrimonios que disuelven su relación no se separan legalmente, o bien tardan varios años en realizar dichos trámites. En Chile, la Ley Nº 19.947 sobre Matrimonio Civil, establece la Separación de Hecho, la Separación Judicial y el Divorcio.

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(…). Por ejemplo, en Uruguay, en menos de una década la proporción de

matrimonios que disuelven el vínculo se duplicó alcanzando a casi más

de un tercio” (Cerrutti y Binstock, op. cit.: 26)

En Chile, desde la entrada en vigencia de la nueva Ley de Matrimonio Civil (Ley

19.947, vigente desde el 18 de noviembre de 2004), el número de divorcios

(disolución del matrimonio) aumentó progresivamente. Según datos del Registro

Civil, los divorcios pasaron de 1.191 en el 2005 (año a partir del cual se dispone

de datos) a 53.555 en el 20093.

Trayectoria de las mujeres luego de la disolución del vínculo familiar.

El aumento de las rupturas conyugales (hayan sido uniones matrimoniales o

consensuales), ha contribuido al aumento de las familias monoparentales, en

donde la jefatura de la familia es asumida, principalmente, por la mujer. Del total

de familias monoparentales en América Latina,

“un 86,8% son de jefatura femenina y un 13,2% de jefatura masculina”

(Naciones Unidas, op. cit.: 226)

Las mujeres jefas de familias monoparentales, experimentan grandes dificultades,

las cuales se multiplican mientras menor es su nivel educacional (a menor

educación, menor inserción laboral y mayor pobreza). De esta manera, muchas

de estas jefas de hogar se ven obligadas a un doble esfuerzo que consiste en

“incrementar sus cargas de trabajo cotidiano (tanto remunerado como no

remunerado). Ya sea que deban integrarse o reinsertarse al mundo

laboral, o que deban aumentar la dedicación horaria en sus empleos la

carga de trabajo aumenta en forma significativa, particularmente entre

aquellas con escasa educación formal, con hijos” (Cerrutti y Binstock, op.

cit.: 28)

3 En el año 2010, se registró una disminución del número de divorcios (51.535) en relación al año

inmediatamente anterior (53.555). En el año 2011, el número de divorcios fue de 47.043, lo que habla de una pequeña tendencia a la baja o estabilización del divorcio.

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Debido a estas mismas tensiones (sobrecarga de trabajo), gran parte de estas

mujeres inician nuevas relaciones (preferentemente informales) a los pocos años

de terminada la primera unión. La celeridad con que se manifiestan estas nuevas

trayectorias familiares, está en directa relación con la edad y el nivel educativo de

la mujer (a menor edad y menor nivel educativo, mayores probabilidades de una

segunda unión).

Mujer y maternidad.

Una de las transformaciones familiares demográficamente más significativa, son

los cambios que ha experimentado el patrón de maternidad de las mujeres

latinoamericanas. Se exponen a continuación, los más relevantes:

Existe una sostenida disminución de la natalidad. Este fenómeno encuentra

marcadas diferencias entre las mujeres, según el mayor o menor capital cultural

que éstas posean.

“Las mujeres con mayores niveles educativos postergan la maternidad y

tienen menos hijos que sus pares con menores niveles de instrucción

(…). Dichas diferencias son una de las manifestaciones de la mayor

vulnerabilidad y menor control sobre su reproducción de las mujeres en

situación de pobreza. En efecto, mientras en cada país de la región las

mujeres tienen preferencias relativamente similares sobre el número de

hijos que desean tener, son sólo aquellas con mayor educación quienes

alcanzan a concretar sus preferencias reproductivas (…) por ejemplo, hoy

tanto en Bolivia, Colombia, Honduras y Paraguay, la tasa global de

fecundidad de las mujeres con educación primaria casi duplica a la de las

mujeres con educación media o superior” (Ibíd.: 23)

Según Larrañaga (2006), en Chile, el número de hijos por mujer comenzó a

disminuir progresivamente a partir de la década de los setentas: 1970 (4,34), 1975

(3,99), 1980 (3,42), 1985 (3,07), 1990 (2,83), 1995 (2,64) y 2000 (2,39).

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Otro de los cambios experimentados en los patrones de maternidad chilenos, es el

incremento de los hijos nacidos fuera del matrimonio (más de la mitad del total de

nacimientos).

“En el periodo que va de 1960 a 2003 (…) el porcentaje de nacimientos

fuera del matrimonio aumentó de 15,9 a 53,8 por ciento” (Larrañaga,

2006; en Tironi et ál., 2006: 137)

Los hijos que nacen fuera del matrimonio en Chile, provienen -casi en la misma

proporción- tanto de madres solteras como de madres en uniones consensuales.

“Tanto para las mujeres adultas como para las adolescentes, el contexto

conyugal en el que se conciben, dan a luz y crían los hijos ha sido uno de

los cambios más significativos durante las últimas décadas. El

matrimonio ha dejado de ser la única institución socialmente aceptada

para la concepción y crianza de los hijos. Hoy en día algo más de uno de

cada dos nacimientos ocurre fuera del matrimonio en la mayoría de los

países de la región (…). Los nacimientos por fuera del matrimonio

ocurren mayoritariamente en el marco de uniones consensuales, si bien

también hay algunos indicios de que se han incrementado los de madres

no convivientes con una pareja. Tal es el caso, por ejemplo, entre las

adolescentes madres de Argentina y Chile” (Cerrutti y Binstock, op. cit.:

25)

Se suma a los cambios descritos anteriormente, un fuerte incremento de las

madres solteras menores de 20 años. En Chile,

“El aumento en la tasa de nacimientos fuera del matrimonio ha sido más

importante en los grupos de mujeres más jóvenes: de 29 por ciento en

1960 a 89,9 por ciento en 2003 para las adolescentes (15-19 años); de

16,8 a 68,3 por ciento para las mujeres entre 20 y 24 años; de 11,9 a 44

por ciento para aquellas entre 25 y 29 años” (Larrañaga, 2006; en Tironi

et ál., op. cit.: 158)

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Este fenómeno también está condicionado por las desigualdades sociales, ya que

es entre las adolescentes chilenas de sectores más populares donde se presenta

el mayor incremento del número de nacimientos. Intervienen en esto,

“el cambio del inicio de la vida sexual y la falta de acceso a dispositivos

de control de natalidad (…) los límites en materia de políticas de

educación sexual y control de la natalidad” (Valdés, op. cit.: 56)

Este problema, se replica a nivel subcontinental, pues también se observa que

“la maternidad durante la adolescencia refleja claramente un problema de

desigualdad, y ocurre primordialmente entre las mujeres pobres. Más

aún, a diferencia de lo que ocurre entre las mujeres adultas, las brechas

en la fecundidad de las adolescentes entre el estrato más pobre y el

estrato más rico se han profundizado durante la última década en varios

de los países de la región. Hacia el año 2000, la fecundidad adolescente

del estrato socioeconómico más bajo al menos triplica la del quintil más

alto, y en varios países la relación se quintuplica” (Cerrutti y Binstock, op.

cit.: 24)

Mujer y trabajo.

En la actualidad, poco más de un tercio de las mujeres chilenas trabaja. Esto,

gracias al importante crecimiento que hace décadas experimenta la participación

de la mujer en el mercado laboral.

“Los datos de la encuesta CASEN reportan que la participación laboral de

la mujer a nivel del país se incrementó en alrededor de 15 puntos

porcentuales entre los años 1987 y 2003” (Larrañaga, 2006; en Tironi et

ál., op. cit.: 180)

Si bien la participación laboral de las mujeres chilenas ha crecido sostenidamente

desde la década de los ochenta, las cifras muestran una resistencia cultural del

país respecto de las transformaciones en la vida laboral de las mujeres de otros

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países de la región, y están muy por debajo de los indicadores europeos de

participación laboral de las mujeres.

“Chile tiene la tasa de participación más baja de la región y casi la mitad

de la de los países europeos” (Valdés, op. cit.: 51)

Uno de los determinantes de la participación laboral de las mujeres chilenas, dice

relación con los años o el nivel de escolaridad alcanzado.

“Entre los años 1987 y 2003, la tasa de participación de la mujer con

estudios secundarios supera entre 12 a 15 puntos porcentuales a la de la

mujer con estudios primarios. Por su parte, la brecha de participación

entre mujeres con estudios terciarios y secundarios supera los 20 puntos

porcentuales en todos los años del citado periodo” (Larrañaga, 2006; en

Tironi et ál., op. cit.: 186)

El nivel de escolaridad de las mujeres no sólo determina una mayor o menor

participación en el mercado laboral, sino que también el acceso a mayores o

menores ingresos.

“El salario que gana la mujer con estudios superiores más que duplica a

aquel de la mujer con estudios secundarios, a la vez que éste último es

un 40 por ciento superior al de la mujer con estudios básicos” (Ibíd.: 186,

187)

Además, al estar relacionada con una menor tasa de natalidad, una mayor

escolaridad facilita la participación laboral. También se sabe que una mayor

escolaridad está relacionada con actitudes y preferencias más favorables al

trabajo de la mujer (Larrañaga, 2006).

Por último, señalar que se ha observado la existencia de una gran brecha salarial

entre mujeres y hombres, la cual se acentúa notoriamente entre aquellos

trabajadores y trabajadoras que han cursado estudios superiores.

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“Mientras más preparación para el trabajo tengan las mujeres

(educación), más se amplía la brecha salarial. Los ingresos percibidos

por ellas difícilmente van a ser suficientes para homologar los ingresos

masculinos y aunque éstos no constituyan un salario de apoyo son

simbólicamente percibidos como tales” (Valdés, op. cit.: 54)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

1. ÁLVAREZ, Emilio et ál. (2008): “Nupcialidad y tasas de fecundidad de los

habitantes de la Región de La Araucanía”. Observatorio Económico-Social

de La Araucanía. Universidad de la Frontera. Temuco, Chile. Disponible

digitalmente en:

http://fica.ufro.cl/oes/documentos/estudios/NupcialidadyFecundidadAraucania

.pdf

2. CASTRO, Teresa et ál. (2008): “Matrimonio vs. unión consensual en

Latinoamérica: contrastes desde una perspectiva de género”. Trabajo

presentado en el III Congreso de la Asociación Latinoamericana de

Población, ALAP, realizado en Córdoba, Argentina. Disponible digitalmente

en:

http://www.alapop.org/2009/images/DOCSFINAIS_PDF/ALAP_2008_FINAL_

228.pdf

3. CERRUTTI, Marcela y BINSTOCK, Georgina (2009): “Familias

latinoamericanas en transformación: desafíos y demandas para la acción

pública”. Naciones Unidas. CEPAL. División de Desarrollo Social.

Santiago, Chile. Disponible digitalmente en:

http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/8/37438/sps147-Familias-

latinoamericanas.pdf

4. NACIONES UNIDAS (2007): “Panorama Social de América Latina 2006”.

CEPAL. División de Desarrollo Social y División de Estadística y

Proyecciones Económicas. Primera Edición. Santiago, Chile.

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5. RODRÍGUEZ, Jorge (2004): “Cohabitación en América Latina: ¿Modernidad,

exclusión o diversidad?”. Papeles de Población. Universidad Autónoma del

Estado de México. Toluca, México. Disponible digitalmente en:

http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/112/11204008.pdf

6. TIRONI, Eugenio et ál. (2006): “El eslabón perdido. Familia, modernización y

bienestar en Chile”. Taurus Editora. Santiago, Chile.

7. VALDÉS, Ximena (2008): “Notas sobre la metamorfosis de la familia en

Chile”, en Arriagada, I. (editora) (2008): “Futuro de las familias y desafíos

para las políticas”. Naciones Unidas. CEPAL. División de Desarrollo Social.

Pp. 41-58. Santiago de Chile. Disponible digitalmente en:

http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/9/32699/ssc_52_Familias.pdf