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JUAN 1, 43-51 153 í ra que nada de cuanto había dicho era \ tan extraordinario como para poner de i manifiesto la totalidad de cuanto Él era. Así pues, El menciona cuáles son esas cosas mayores que Natanael vería... Habló de ángeles que ascendían y des- cendían sobre El, asistiéndole en su rela- ción con toda la creación. T eodoro de Mopsuestia, Comentario al Ev. de Juan, 1,1, 50-512S. J acob previo a C risto sobre la T ie - rra. Jacob marchó y durmió, lo cual es indicio de un espíritu sereno, y vio a los ángeles de Dios que subían y bajaban29. Es decir, previo a Cristo en la tierra: una multitud de ángeles descendía y subía hacia El para obsequiar a su Señor con i una piadosa servidumbre. Ambrosio, gSobre Jacob y la vida feliz, 2, A , 1630. I Los PREDICADORES ASCIENDEN IMITANDO A Cristo, y descienden cuando predi- can. Hermanos, no sé qué hay mayor que esto: «Debajo de la higuera te vi o». Más es, desde luego, el habernos justificado después de llamarnos que el .bernos visto postrados en las sombras e la muerte. ¿De qué nos hubiera servi- Ho quedarnos allí, donde nos vio? ¿No estaríamos, por ventura, allí todavía? ¿Qué es cosa mayor? ¿Cuándo hemos visto nosotros a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre?... Los ángeles de Dios son los buenos predicadores, que anuncian a Cristo, esto es, que suben y bajan sobre el Hijo del hombre... Mirad a Pablo en su subi- da..., mirad cómo baja el que subió. ¿Quieres saber hasta dónde subió? Hasta el tercer cielo31. ¿Quieres saber también hasta dónde bajó? Hasta dar leche a los niños32...; y lo mismo hace un padre que es elocuente y tan gran orador que haga resonar su palabra en el foro y retemblar su tribuna. Cuando ese padre vuelve a casa, si tiene algún niño, deja a un lado toda su elocuencia foren- se, adonde había subido, y se le ve amoldarse al niño en su lengua pueril... Si el mismo Señor subió y bajó, es evi- dente que sus predicadores suben por su imitación y bajan por la predicación. A gustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 1 , 22-2333. 28 CSCO 4/3, 54. 29 Cf. Gn 28, 10-12. 30 CSEL 32/2, 41. 31 Cf. 2 Co 12, 2-4. 32 Cf. 1 Co 3, 1-2. 33 CCL 36, 80-81: BAC 139, 221-223. JESÚS ES INVITADO A UNAS BODAS CON SU MADRE Y LOS DISCÍPULOS (2, 1-4) }Al tercer día se celebraron unas bodas en Cana de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. 2También fueron invitados a la boda Jesús y sus dis- cípulos. 3 Y, como faltó vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». 4Jesús respondió: «Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí? Todavía no ha llegado ni hora».

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JUAN 1, 4 3 -5 1 153

í ra que nada de cuanto había dicho era \ tan extraordinario como para poner de i manifiesto la totalidad de cuanto Él era. Así pues, El menciona cuáles son esas cosas mayores que Natanael vería...Habló de ángeles que ascendían y des­cendían sobre El, asistiéndole en su rela­ción con toda la creación. T eodoro de Mopsuestia, C om entario a l Ev. d e Juan,1,1, 50-512S.

J a c o b p r e v io a C r i s t o s o b r e l a T ie ­

rra . Jacob marchó y durmió, lo cual es indicio de un espíritu sereno, y vio a los ángeles de Dios que subían y bajaban29. Es decir, previo a Cristo en la tierra: una multitud de ángeles descendía y subía hacia El para obsequiar a su Señor con

i una piadosa servidumbre. Ambrosio, gSobre Ja cob y la v ida fe liz , 2, A, 1630.

I Los PREDICADORES ASCIENDEN IMITANDO

A C r i s t o , y d e s c i e n d e n c u a n d o p r e d i ­

c a n . Hermanos, no sé qué hay mayor que esto: «Debajo de la higuera te vi o». Más es, desde luego, el habernos

justificado después de llamarnos que el .bernos visto postrados en las sombras

e la muerte. ¿De qué nos hubiera servi- Ho quedarnos allí, donde nos vio? ¿No

estaríamos, por ventura, allí todavía? ¿Qué es cosa mayor? ¿Cuándo hemos visto nosotros a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre?...

Los ángeles de Dios son los buenos predicadores, que anuncian a Cristo, esto es, que suben y bajan sobre el Hijo del hombre... Mirad a Pablo en su subi­d a ..., mirad cómo baja el que subió. ¿Quieres saber hasta dónde subió?Hasta el tercer cielo31. ¿Quieres saber también hasta dónde bajó? Hasta dar leche a los niños32...; y lo mismo hace un padre que es elocuente y tan gran orador que haga resonar su palabra en el foro y retemblar su tribuna. Cuando ese padre vuelve a casa, si tiene algún niño, deja a un lado toda su elocuencia foren­se, adonde había subido, y se le ve amoldarse al niño en su lengua pueril... Si el mismo Señor subió y bajó, es evi­dente que sus predicadores suben por su imitación y bajan por la predicación. A gustín, Tratados sob re e l Ev. d e Juan,1, 22-2333.

28 CSCO 4/3, 54. 29 Cf. Gn 28, 10-12. 30 CSEL 32/2, 41. 31 Cf. 2 Co 12, 2-4. 32 Cf. 1 Co 3, 1-2. 33 CCL 36, 80-81: BAC 139, 221-223.

JESÚS ES INVITADO A U N AS BODAS CO N SU MADRE Y LOS D ISCÍPULO S (2, 1-4)

}Al tercer día se celebraron unas bodas en Cana de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. 2También fueron invitados a la boda Jesús y sus dis­cípulos. 3 Y, como faltó vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». 4Jesús

respondió: «Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí? Todavía no ha llegado ni hora».

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1 5 4 JUAN 2, 1 - 4

P r e s e n t a c i ó n : C risto , com o siervo, asiste a la boda de sus siervos (C r isò sto ­mo), que tiene lu gar en G alilea de los gentiles, no en Jerusa lén o en otro lugar de Ju d ea (C ir i lo de A le ja n d r ía ) . A sí cum ple la p rofecía de Isaías (Eusebio). Según la crono logía de Ju an , la boda fue tres días después de su bautism o (T eo­d o ro de M opsuf.stia). A l tercer d ía, es decir, en los ú ltim os d ías, la Palabra baja a la tierra p ara contraer m atrim on io con nuestra n atu ra leza hum ana, a la que sana (T eodoro de H e ra c le a ) . El tercer d ía tam bién representa a la T rin idad , m ien ­tras que el m ilagro que C risto rea liza en la boda es una p regustación de la dote de su sangre, que Jesús dará por su esposa (C esáreo ). Jesús acepta la inv itac ión a esta boda com o una oportun idad para confirm ar su in stituc ión del m atrim onio (O rígenes) p resagiando sus prop ios es­ponsales con la Ig lesia (A gustín ). Su p re­sencia santifica la in stituc ión del m atri­m onio (M áxim o de T u rín ) y anu la la m ald ic ión del G énesis (C ir i lo de A le ­ja n d r ía ).

Cuando se acaba el vino, María se dirige a Jesús esperando un milagro, pero ¿de dónde sacó ella esa idea, si era éste el primer milagro que Juan nos narra (R omano)? Quizá también espera­ba algún reconocimiento para su hijo (T eodoro de M opsuestia). Jesús, por su parte, rechaza la petición de María, aun­que la amaba y respetaba (C risòstomo). Pero también vislumbramos la naturale­za divina de este rechazo (A mmonio, A gustín). El la rechaza porque se centra en el vino físico, mientras El tiene en la mente el vino de nuestra redención (M á­ximo de T urín), ya que espera la hora que sólo su Padre conoce (Ireneo). N o hizo el milagro por necesidad, sino para manifestar su gloria, que sólo aparecería plenamente cuando llegara su hora en la

cruz (A gustín). Como creador del tiem­po, Cristo sabía cuál sería la hora más apropiada para realizar su obra, pero también honró a su madre y por eso re­alizó el milagro en su momento (R oma­no).

2, 1 Unas bodas en Cana

E l S i e r v o a s i s t e a l a b o d a d e s u s

s i e r v o s . Os he dicho ya que Él era muy conocido en Galilea, por lo que lo invi­tan a una boda y acude. No se cuidaba de su dignidad, sino que pretendía sólo hacer el bien de cualquier modo posible. Quien no tuvo a menos asumir la natu­raleza de siervo1, con mayor razón no tendría inconveniente en asistir a los desposorios de unos siervos. Ju an C r i­sòstomo, H omilías sob re e l Ev. d e Juan, 21, l 2.

L a b o d a se c e l e b r a b a e n G a l i l e a . La boda no tuvo lugar en Jerusalén, sino fuera de Judea, como en una región pa­gana. Se trata de «la Galilea de los genti­les», como dice el profeta3. Es claro que la sinagoga de los judíos rechazó al espo­so celeste, mientras que Iglesia de los gentiles lo recibió con enorme alegría. C ir i lo de A le ja n d r ía , C om entario al Ev. d e Juan, 2, l 4.

E l p r i m e r m i l a g r o t u v o l u g a r e n l a

G a l i l e a d e l o s g e n t i l e s . Considera si no es propio de este primer milagro, que nuestro Salvador realizó en Caná de Ga­lilea convirtiendo el agua en vino, lo que al inicio de la profecía se predice con estas palabras: «Así como la tierra de Za­bulón y la tierra de Neftalí, la Galilea de

1 Cf. Flp 2, 7. 2 PG 59, 127-129: BPa 15, 157. 3 Is 9, 1. 4 Pusey 1, 204.

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JUAN 2, 1 - 4 1 5 5

los gentiles»5. Este milagro era símbolo de una mayor mezcolanza mística, es decir, del cambio de una bebida corporal en una alegría espiritual e inteligible de la bebida de la fe de la nueva alianza. Eusebio de C esarea, La dem ostra ción evangélica , 9, 8, 86.

L a b o d a a c o n t e c e t r e s d í a s d e s p u é s

d e l b a u t i s m o d e J e s ú s . Este tercer día debe considerarse como el tercer día después del bautismo. El dijo que el pri­mer día fue aquel en que Andrés y su compañero le siguieron y luego pasaron la noche con Él. El segundo día cuenta lo acontecido entre Felipe y Natanael.El tercer día señala lo sucedido en el banquete de esta boda. Estos aconteci­mientos sin lugar a dudas tuvieron lugar en Galilea. Nada más bautizarse, El se marchó a vivir allí. T eodoro de M op- suestia, C om en tario a l Ev. d e Juan , 1,2, l 7.

U n a b o d a e s c a t o l ó g i c a a l t e r c e r

d í a . Conforme a la teoría8 [de este pa­saje], el Verbo de Dios descendió de los cielos, de forma que el esposo, al hacer propio el castigo debido a la naturaleza humana, pudiera persuadir [a su espo­sa] para quedar embarazada con las se­millas espirituales de la sabiduría. Con­vocó la boda al tercer día, es decir en los últimos tiempos del mundo... C ier­tamente castigó la transgresión de Adán, pero de nuevo nos vendó al ter­cer día, es decir, en los últimos tiem­pos, cuando se hizo hombre por noso­tros y se revistió con la naturaleza de carne de todos los hombres, resucitán­dola en sí mismo al tercer día de entre los muertos. Por eso [Juan] dice que la boda tuvo lugar al tercer día. T eo d o ro de H e ra c le a , F ragm en tos so b re e l Ev. d e Juan , 129.

L a d o t e d e s u r e i n o a g u a r d a . El ter­cer día representa el misterio de la Trini­dad; los milagros de las bodas anuncian el misterio de los gozos del cielo. «Era, pues, día festivo de boda porque, al es­poso que llegaba, se unía la Iglesia redi­mida; a aquel esposo, quiero decir, que era la promesa de todos los siglos desde el principio del mundo; que bajó a la tie­rra para invitar a su amada al tálamo de su majestad, dándole ahora la arras de su sangre, a la espera de otorgarle luego la dote de su reino». C esáreo de A r le s , Serm ones, 167, l 10.

2, 2 Invitados a la boda Jesús y sus discípulos

E l C r e a d o r d e l h o m b r e y d e l a

MUJER NO RECHAZA LA INVITACIÓN. Altercer día en que Jesús fue bautizado, se celebraban unas bodas en Caná de Galilea y fueron invitados la Madre de Jesús, Jesús mismo y sus discípulos. Puesto que Jesús es el Creador del hombre y de la m ujer..., no desprecia la invitación a las bodas. Por eso El dice en el evangelio, refiriéndose a la unión [matrimonial]: «Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre»11. Los herejes que rechazan el matrimonio, son ridicu­lizados por esta circunstancia de la invi­tación de Jesús y de su Madre a las bodas. O rígenes, F ragm en tos sob re e l ev. d e Juan , 2812.

L a P a l a b r a e r a e l e s p o s o . Invitado el Señor, va a las bodas. ¿Qué maravilla es

5 Is 9, 1 LXX. 6 GCS 23 (6), 424. 7 CSCO 4/3, 55.8 Es un término técnico que el pasaje proporcionapara expresar la visión de Dios. 9 TU 89, 67-68.10 CCL 104, 682-683. 11 Mt 19, 6. 12 GCS 10 (4),505.

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1 5 6 JUAN 2, 1 -4

que vaya a aquella casa a las bodas quien viene a este mundo a las bodas?...Tiene, pues, aquí la esposa que redimió con su sangre y le dio como prenda al Espíritu Santo13. La salvó de la esclavi­tud del diablo; dio su vida por sus peca­dos y resucitó por su justificación. Ofrezcan los hombres preciosidades de la tierra: oro, plata, piedras preciosas, caballos, esclavos, posesiones, fincas, ¿ofrecerá, por ventura, alguien su san­gre? Ciertamente, si alguien da su sangre a la esposa, no le es posible ya casarse con ella. El Señor, en cambio, muere se­guro y da su vida por aquella que, resu­citado, sería suya y con la que ya se había unido en el vientre de la Virgen.El Esposo es el Verbo, y la Esposa es la carne humana, y ambas cosas son uno solo y el mismo, que es el Hijo de Dios y el Hijo del hombre. El seno de la Vir­gen María fue como el lecho nupcial donde se hizo cabeza de la Iglesia, y de allí salió como el esposo de su tálamo. Lo había predicho ya la Escritura: «Y El es como esposo que sale del lecho nup­cial y se regocija como gigante para re­correr su carrera»14. De su lecho nupcial sale como esposo quien invitado viene a las bodas. A gustín, Tratados sob re e l Ev. d e Juan , 8, 415.

E l m a t r i m o n i o q u e d a s a n t i f i c a d o

POR LA PRESENCIA DE C R IST O . El Hijo de Dios va a las bodas para santificar y bendecir con su presencia lo que, usando de su poder, había instituido al principio. Va a las bodas antes establecidas para ha­cerse de la vida de los pueblos una nueva esposa perpetuamente virgen. Va a las bodas uno a quien no engendraron las bodas. Va por cierto a las bodas no para gozar del banquete, sino para darse a co­nocer con el milagro. Va a las bodas, no para estar bebiendo sino para darse

como bebida. M áximo de T urín, Serm o­nes, 2316.

L a m a l d i c i ó n q u e d a a n u l a d a . Conve­nía que quien debía restaurar la naturale­za misma del hombre y llevarla a una condición mejor, convenía que no sólo bendijese a los que ya habían nacido, sino que también ofreciese su gracia a los que habrían de nacer más tarde y santifi­case su entrada en la existencia. Y hay un tercer motivo, pues en un determinado momento Dios dijo a la mujer: «Con dolor parirás los hijos»17. ¿Cómo podría alejarse de nosotros esa maldición? Ade­más, ¿cómo iba a ser lícito casarse si es­taba condenado? Esta cuestión la resuel­ve el Salvador por el amor que tiene a los hombres. Con su presencia honró el matrimonio, que es alegría y regocijo de todos, y así [el Salvador] canceló la anti­gua tristeza del parto. C ir i lo de A le ja n ­d r ía , C om entario a l Ev. d e Juan, 2, l 18.

2, 3 No tienen vino

¿ P o r q u é M a r í a e s p e r a u n m i l a g r o ?

Mientras Cristo participaba en la boda y la multitud de los invitados banqueteaba, llegó a faltar el vino y la alegría parecía transformarse en melancolía. El novio se puso nervioso, los esclavos murmuraban y aparecía por todas partes un gran des­contento por esa falta, originándose un murmullo en toda la sala. Ante este es­pectáculo, María, toda pura, enseguida se lo manifestó al Hijo: «No tienen vino.Te ruego, hijo mío, que manifiestes lo

13 Cf. 2 Co 1, 22. 14 Sal 19, 5 (18, 6 LXX). 15 CCL36, 83-84: B A C 139, 228-229. Cf. También B eda, H om ilías s ob r e lo s E van ge lio s , 1 ,1 4 . 16 PL 57, 274.Véase también G r e g o r io , O ración , 40, 18. 17 Gn 3,16. 18 Pusey 1, 201.

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JA N 2, 1 - 4 1 5 7

ue puedes, tú, que lo has hecho todo on sabiduría».

Te rogamos, Virgen santa, ¿cuáles son ds milagros que tú has conocido? ¿Cuá- ;s han sido para convencerte que tu lijo pudiera ofrecer vino sin haber ven- imiado antes? ¿Cuáles fueron, si Juan, ispirado por Dios, escribe que Jesús to- avía no había realizado milagro algu- io19? Enséñanos cómo pudiste invitar a esús a realizar milagros si nunca habías isto ni experimentado ninguno de sus irodigios. El interrogante que se nos iresenta ahora no es sencillo, es decir, ómo hacer lo mismo que tú pudiste lecir a tu Hijo: «Dales vino, tú que todo □ has hecho con sabiduría».

Aprendamos las palabras que la 4adre del Dios del universo nos dirige. )ice así: «Escuchad, amigos, conoced y .prended los misterios. He visto a mi ■fijo realizar milagros, incluso antes que :ste20...

Sé que yo no conocía varón alguno >ara dar al mundo un hijo de manera so- )renatural, más allá de todo posible ra­zonamiento, es decir, permaneciendo vir- ;en como era. Y tú, hombre, ¿buscas un nilagro mayor que ese nacimiento? El ircángel Gabriel vino hasta mí y me refi- ■ió cómo nacería el que ha hecho todas as cosas con sabiduría.

Una vez que concebí, yo misma oí :ómo Isabel me llamaba Madre de Dios ncluso antes de haber puesto a mi hijo ;n el mundo21. Simeón cantó en mi ala­banza después del parto22 y Ana me ce- ebró23. Los Magos vinieron desde Per- iia hasta el pesebre, porque una estrella del cielo les había anticipado el anuncio del nacimiento24. Unos pastores se hicie­ron mensajeros de la alegría, juntamente :on los ángeles, mientras que la creación entera se llenaba de alegría25. ¿Dónde se podrían ver milagros mayores que esos

y creer que mi Hijo lo ha hecho todo con sabiduría? R o m a n o el C a n t o r ,

H im no b r e v e sob re la boda d e Cana,18, 5-926.

M a r í a q u ie r e q u e s u H i j o se m a n i ­

f ie s t e . Tal vez su madre, como hacen las madres, le incitó a obrar un milagro, de­seando que la grandeza de su Hijo se manifestase y pensando que la falta de vino era la ocasión perfecta para el mila­gro. T e o d o r o de M o p su e st ia , C om en ta ­rio a l Ev. d e Juan , 1, 2, 327.

2, 4 Mujer, ¿qué nos importa a ti y a mí?

J e s ú s s i e m p r e h o n r a b a a s u m a d r e .

Para haceros idea de cuánta veneración sentía por su madre, leed el pasaje en que san Lucas cuenta cómo estaba so­metido a sus padres28... Cuando los pa­dres no obstaculizan la voluntad de Dios ni se oponen a ella, la sumisión a ellos es un deber necesario, y los hijos que no la muestran se exponen a un gran peligro. Pero si los padres preten­dieran de sus hijos cosas imposibles o se opusieran en cosas tocantes a la vida es­piritual, lo que no estaría exento de peli­gro sería prestarles obediencia. J u a n

C r is ò s t o m o , H omilías sob re e l Ev. d e Juan , 21, 229.

Dios n o n e c e s i t a q u e l e r e c u e r d e n

n a d a . Regaña a la madre por haber re­

19 Cf. Jn 2, 11. 20 Dado que en Caná tuvo lugar el primer milagro público, María, por medio de Ro­mano, se puede estar refiriendo a algunas de las historias sobre Cristo niño de los evangelios apó­crifos. 21 Cf. Le 1, 42 . 22 Cf. Le 2, 25 . 23 Cf. Le 2,36- 38 . 24 Cf. M t2 , 1-12. 25 Cf. Le 2, 51. 26 SC 110,306-310. 27 CSCO 4/3 , 56 . 28 Cf. Le 2, 51.29 PG 59, 130: BPa 15, 260.

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1 5 8 JUAN 2, 1-4

cordado algo a Dios inoportunamente, pues El no necesita que le recuerden nada. Es como si [Jesús] le hubiera dicho: «No pienses que soy únicamente hombre, sino que también soy Dios. To­davía no ha llegado el momento de mi manifestación. Todavía no se sabe quién soy yo». A m m o n io , Fragm entos sob re e l ev. d e Ju an , 5 730.

E l r e p r o c h e q u e J e s ú s h a c e a s u

m a d r e e v i d e n c i a su d i v i n i d a d . Aunque el mismo evangelista menciona que estu­vo presente la madre de Jesús, éste, sin embargo, dice: «¿Qué nos importa a ti y a mí, mujer?». Con tales palabras no re­chaza a aquella de quien había tomado carne, sino que sobre todo indica su di­vinidad en el momento en que iba a con­vertir el agua en vino. Divinidad creado­ra de aquella mujer, no hecha en ella. A g u s t í n , C oncordancia d e los ev a n g e lis ­tas, 4, 10, l l 31.

E l v e r d a d e r o i n t e r é s d e J e s ú s se

h a l l a e n e l v i n o d e n u e s t r a r e d e n ­

c i ó n . M aría Santísima le dice: «No tienen vino». Jesús, como contrariado, le responde: «Mujer, ¿qué nos va a ti y a m í?». No cabe duda de que esta respuesta es la de uno que se ha contra­riado. Pero, en mi opinión, es porque su madre le advertía tan de repente la falta de bebida material, cuando él había venido a procurar a todos los hombres del mundo la nueva bebida de la salvación eterna. Pues con lo de «to ­davía no ha llegado mi hora», estaba anunciando el tiempo gloriosísimo de su pasión, o el vino de nuestra reden­ción, provechoso para la vida de todos. Lo que pedía M aría era un beneficio temporal; lo que Cristo preparaba era el gozo eterno. Con todo, el Señor en su bondad no dudó en hacer aquel pe­

queño favor, mientras llegaban las gra­cias mayores. M á x im o de T u r ín , Serm o­nes, 2332.

J e s ú s s a b e e s p e r a r l a h o r a c o n o c i d a

d e a n t e m a n o p o r e l P a d r e . Nada hay de desordenado ni de intempestivo en Jesús, como tampoco sería esto con­gruente con el Padre. Porque el Padre conoce de antemano todas las cosas, pero el Hijo las realiza a su debido tiem­po según conviene. Por eso, cuando María lo apresuraba al admirable signo del vino, queriendo participar antes de tiempo de la copa de comunión33, el Señor rechazó su prisa intempestiva di- ciéndole: «¿Qué nos afecta a mí y a ti, mujer? Aún no ha llegado mi hora», porque debía esperar la hora conocida del Padre. I r e n e o , Contra las herejías, 3, 16, 734.

L a c r u c i f i x i ó n e s l a h o r a q u e a ú n

n o h a l l e g a d o . No nos obliga a des­preciar a la Madre de Cristo lo que El dijo: «¿Qué hay entre tú y yo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora»35. Más bien este texto nos llama la atención para que comprendamos que Jesús, en cuanto Dios, no tiene madre. Pues en ese mo­mento se disponía a manifestar la majes­tad de su Persona36, al convertir el agua en vino. Sin embargo, cuando fue cruci­ficado, lo fue en cuanto hombre. Y ésta era la hora que aún no había llegado. A g u s t í n , La f e y e l S ímbolo d e los Após­toles, 4, 937.

30 TU 89, 211. 31 CSEL 43, 407: BAC 521, 653.32 PL 57, 274-275. 33 Cf. 1 Co 10, 16-17. 34 SC 211, 314. 35 Los maniqueos utilizaban este pasaje para negar que Jesús tuviera una madre terrena.36 En latín cu iu s m a jesta tis p erson am . 37 CSEL 41,12: BAC 499, 399.

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JUAN 2, 1 - 4 15 9

E l C r e a d o r d e l t ie m p o n o s e h a l l a

s o m e t id o a l t ie m p o . Cristo, respon­diendo a la Madre que le decía: «Concé­deme esta gracia», dijo enseguida: «¿Qué nos va a ti y a mí, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Algunos han dejado entrever en estas palabras un significado que justifica su falta de piedad. Son los que defienden la sumisión de Cristo a las leyes naturales38...

«Ahora contesta, hijo mío -d ijo la toda pura Madre de Dios-, tú que impo­nes a las horas el freno de la medida, ¿cómo puedes fijarte en la hora, hijo mío y Señor? ¿Cómo puedes atender al tiem­po, si tú mismo has establecido los inter­valos del tiempo, oh Creador del mundo visible e invisible, tú que diriges con plena sabiduría al día y a la noche, y las evoluciones inmutables con tu discre­ción? Tú que has establecido el curso de los años con sus ciclos bien regulados, ¿cómo puedes tener en cuenta el tiempo propicio para el milagro que te pido, tú, que todo lo has hecho con sabiduría?». «Antes que tú te dieras cuenta, venerada Madre, ya sabía yo que el vino faltaba», respondió entonces el Inefable, el Mise­ricordioso, a la Madre muy querida. «Conozco todos los pensamientos que hay en tu corazón. Tú piensas dentro de ti: la necesidad obligará precisamente a mi hijo al milagro, pero con el pretexto de la hora lo está retrasando. Oh Madre pura, date cuenta del por qué del retraso, y cuando lo sepas, yo te concederé cier­tamente ese favor, yo que todo lo he hecho con sabiduría». R omano el C an­tor, H imno b r e v e sob re la boda d e Cana, 18, 10-1239.

E x is t e u n o r d e n a d e c u a d o p a r a

t o d a s l a s c o s a s . [Cristo dice:] «En el mismo momento en que yo creaba cielo y tierra, y todo el universo, hubiera po­

dido poner en orden todo lo que estaba formando. Pero he establecido un orden bien repartido: la creación se ha hecho en seis días. Y no porque me fal­tase el poder de hacerlo, sino para que el coro de los ángeles, al constatar que todo lo hacía yo en su momento, pu­dieran reconocer mi divinidad y cele­brarla, en el siguiente canto, con el himno: “Gloria a ti, Rey poderoso, que todo lo has hecho con sabiduría”. En­tiendo todo lo que te estoy diciendo, oh santa [Madre]: he querido comenzar el anuncio por los israelitas, para que aprendieran su fe esperanzada, con el objetivo de que, antes de los milagros, supieran quién me ha enviado y cono­cieran con certeza la gloria de mi Padre y su voluntad, y cómo Él quiere con firmeza que yo sea alabado con Él por todos. En realidad, todo lo que hace el que me ha engendrado, también yo puedo hacerlo, porque soy consustan­cial a Él y al Espíritu; yo, que todo lo he hecho con sabiduría. Si hubieran en­tendido esto cuando vieron los m ila­gros, se hubieran dado cuenta que yo soy Dios antes de todos los siglos, aun­que me haya hecho hombre. Sin embar­go ahora, contrariamente a lo estableci­do, y antes de la predicación, tú me pides un milagro. Ésa es la razón de mi retraso ante tu solicitud. Debo esperar la hora de realizar milagros por ese único motivo. Pero, puesto que es ne­cesario que los padres sean honrados por sus hijos, te haré caso, Madre, ya que puedo hacerlo todo, yo que todo lo he hecho con sabiduría». R omano el C antor, H im no b r e v e so b r e la boda d e Cana, 18, 13-1640.

38 La misma objeción pone Juan Damasceno (PG59, 134). 39 SC 110, 310-312. 40 SC 110, 312-316.

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EL M ILAG RO DEL AG U A CONVERTIDA EN VINO: EL PRIM ER SIGNO (2, 5-11)

'’Dijo su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». 6Había allí seis tinajas de piedra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de unas dos o tres metretas. 7Jesús les dijo: «Llenad de agua las tina­jas». Y las llenaron hasta arriba. 8Entonces les dijo: «Sacadlas ahora y llevadlas al maestresala». A sí lo hicieron. 9Cuando el maestresala probó el agua conver­tida en vino, sin saber de dónde provenía -aunque los sirvientes que sacaron el agua lo sabían- llamó al esposo 10y le dijo: « Todos sirven primero el mejor vino, y cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has reservado el vino bueno hasta ahora». 11 Así, en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de los sig­nos con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

P r e s e n t a c i ó n : Jesú s concede a su m a­dre su p etic ió n p ara m ostrar que la h on raba (B eda). Las tin a jas eran p ara la p u rif icac ió n , lo que s ign ificaba que esta­r ían to ta lm en te lim p ias ; no p o d ía haber engaño en el m odo de rea liz a r el m ila ­gro (C risòstom o). Estas tin a jas tam bién s im b o lizan el v ien tre de la V irgen en el que Jesú s hab ía sido conceb ido y que tam b ién hab ía p resenciado u n a tran sfo r­m ación de la n a tu ra leza . C om o re y que lleg a a su p rop io banquete , C ris to no só lo trae su p rop io v ino , sino que lo es­cancia a sus huéspedes com o siervo (E frén ). El hace su p ro p io v ino del evange lio a p a r tir de l agua de la le y y los p ro fetas, que, sin C risto , no tienen sabor (A gu stín ). El que creó el agua de la nada pudo cam b iar esa m ism a agua en v ino (M áxim o de T u rín ). El d eta lle que b rin d a el evange lista Ju an p rueb a la au ten tic id ad de l m ilag ro (T eo d o ro ), y a que d icho m ilag ro se d esp liega g rad u a l­m ente ante todos los que lo presencian , cu lm inando con el testim on io del que m ejo r p o d ía d ar fe de lo que hab ía su ­ced ido , es decir, el m aestresa la de la

boda, que juzgó excelente el vino (C ri­sòstomo). Ese vino extraordinario y abundante resultó también ser un regalo de boda generoso para la nueva pareja (T eodoro).

Jesús utiliza su poder sólo para un propósito (Efrén). Cambiar el agua en vino es un milagro que va más allá de los sentidos, y, por tanto, manifiesta el poder de Dios (H ilario). Jesús eligió tes­tigos adecuados que podían avalar el mi­lagro y la calidad del vino (C risòstomo). El milagro probó la filiación de Jesús (M áximo de T urín) y que era el Rey de la gloria profetizado en los salmos (B eda). Cambiar el agua en vino no se diferencia de cambiar el vino en sangre (C irilo de J erusalén), de modo que hoy seguimos celebrando el misterio del vino transformado en el banquete de la Iglesia (R omano).

2, 5 Haced lo que él os diga

J e s ú s h o n r a a s u m a d r e h a c i e n d o l o

q u e e l l a l e p id e . ¿Por qué, después de haber dicho: «Aún no ha llegado mi

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JUAN 2, 5 - 1 1 16 1

hora», cumplió lo que su madre le había pedido? Para demostrar a sus enemigos y a cuantos lo consideraban sometido a la hora y al tiempo que no lo estaba en modo alguno. De haberles estado some­tido, ¿cómo habría podido realizar esa obra si aún no había llegado su hora? Quiso, además, honrar a su madre para que no pareciera que se le resistía tajan­temente, para que no tomara cuerpo la calumnia de que era incapaz de hacer nada extraordinario y no avergonzarla en presencia de tantas personas, pues ella, de hecho, le había enviado ya a los siervos. J uan C risòstomo, H omilías sobre el Ev. d e Juan, 22, 1

H o n r a a t u p a d r e y a t u m a d r e . No iba a dejar en mal lugar a su madre, el que nos manda honrar al padre y a la madre. Beda, H omilías sob re los E vange­lios, 1, 142.

2, 6 Seis tinajas de piedra

T i n a ja s p a r a l a p u r i f i c a c i ó n , n o

p a r a l a d e c e p c i ó n . El evangelista no precisó sin motivo eso de «para las puri­ficaciones de los judíos», no fuera a ser que algún incrédulo pensara que se había quedado en su interior alguna hez de vino que, al mezclarse con el agua vertida en ellas, habría producido una especie de vino ligerísimo. Por eso dice «para las purificaciones de los judíos», para precisar que en aquellas tinajas jamás se había guardado vino. Pues como Palestina padece escasez de agua y siendo raros allí los manantiales y fuen­tes, los judíos tenían tinajas llenas de agua para no verse en la obligación de acudir al río cuando quedaban impuros y para tener a mano el medio de purifi­carse. Ju an C risòstom o, H omilías sob re el Ev. d e Juan, 22, 2?.

Q u e e l a g u a se c o n v i e r t a d e n t r o d e

LAS TINAJAS SIMBOLIZA QUE LA NATURA­

LEZA c a m b i a e n e l v ie n t r e . ¿Por qué nuestro Señor cambió la naturaleza del agua, como primer milagro? Lo hizo para demostrar que la divinidad que había transformado la naturaleza en otras cosas, también había transformado la misma naturaleza en el seno de la Vir­gen. Así también, como coronamiento de sus milagros, abrió el sepulcro para manifestar su independencia respecto a la muerte voraz. Selló y confirmó el doble cambio de su nacimiento y de su muerte mediante esta agua transformada sustan­cialmente en vino de viña, sin que los odres de piedra sufran una transforma­ción semejante. Se trataba del símbolo de su cuerpo, concebido de forma milagrosa y creado de manera maravillosa en el seno la Virgen, sin participación de hom­bre alguno.

Transformó el agua en vino para hacer patente cómo se habían realizado su concepción y su nacimiento. Hace re­ferencia a seis odres para dar testimonio de la Virgen única que le había puesto en el mundo. Los odres conciben y dan al mundo, en contra de su costumbre, un vino nuevo; pero no volvieron a repetir esta maravilla. Así también la Virgen concibió y puso en el mundo al Emma- nuel, para no concebir ya más. Con los odres [Jesús] transformó la pequeñez en grandeza y la escasez en abundancia, el agua de las fuentes en vino dulce. En cambio, en María, la grandeza y la gloria de la divinidad cambiaron su aspecto en el de la debilidad y la ignominia. Estos

1 PG 59, 134: BPa 15, 268-269. 2 CCL 122, 97.3 PG 59, 135: BPa 15, 269-270. Cesáreo de Arles descubre una analogía entre el agua de las tinajas y el bautismo, S erm ón , 167, 1.

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1 6 2 JUAN 2, 5 - 1 1

recipientes servían para las purificaciones de los judíos; nuestro Señor vertió su doctrina en ellos para indicar que venía conforme al camino de la ley y los pro­fetas, para transformar todo con sus en­señanzas, igual que [había transformado] el agua en vino a la vista de todos. Efrén de N isibi, C om entario a l D iatessaron, 5, 6-74.

2, 7 Llenad de agua las tinajas

E l R e y s i r v e s u v i n o a l o s i n v i t a d o s .

Que Caná te dé gracias por haberle ale­grado su banquete. La corona del esposo te ensalzó por enaltecerla. La corona de la esposa formó parte de tu victoria. En su espejo quedan trazadas y explicadas las alegorías, porque en la esposa repre­sentaste a tu Iglesia, y en sus invitados estaban presentes los tuyos. En su mag­nificencia ella representó tu venida. Que la fiesta le dé gracias, porque al multipli­car su vino se revelaron allí seis mila­gros: las seis tinajas de vino reservadas para el agua en las que ellos invitaron al Rey a verter su vino. E frén de Nisibi, H imnos sob re la virg in idad , 33, 1-25.

E l v i n o d e C r i s t o a p a r t i r d e l a g u a

d e l a l e y y d e l o s p r o f e t a s . Con la in­teligencia de estos relatos del Evangelio, que en realidad son claros, quedan pa­tentes todos los misterios ocultos en este milagro del Señor... No omite Escritura alguna de las antiguas. Eso era el agua.El Señor los llamó insensatos precisa­mente por eso, porque aún les sabía a agua, no a vino. ¿Cómo se hizo vino el agua? En el momento de abrirles la inte­ligencia y explicarles las Escrituras, co­menzando desde Moisés y recorriendo todos los profetas. Por eso, embriagados ya, decían: «¿No es, por ventura, verdad que se abrasaban nuestros corazones

cuando nos abría el sentido de las Escri­turas?»6. Vieron en estos libros a Cristo, en donde antes no le veían.

Jesucristo, nuestro Señor, convierte el agua en vino y ya adquiere sabor lo que no lo tenía, ya embriaga lo que primero no embriagaba. Él hubiera podido man­dar derramar todo el agua que había en las hidrias y luego reemplazarla por un vino sacado de las profundidades miste­riosas de la naturaleza, al modo como hizo el pan cuando dio de comer hasta hartarse a tantos miles de hombres. Y, en efecto, con cinco panes no se podía har­tar a cinco mil hombres y ni siquiera lle­nar doce canastos7. La omnipotencia del Señor es la fuente, digamos así, del pan. Hubiera podido del mismo modo derra­mar el agua y llenar las hidrias de vino; pero entonces hubiera parecido que re­probaba las antiguas Escrituras.

Mientras, por el contrario, convir­tiendo el agua en vino nos muestra que Él es también el autor de las Escrituras antiguas, pues por orden suya se llena­ron las hidrias. Sí, de Dios son aquellas Escrituras, pero no saben a nada si no se ve en ellas a Cristo. A gustín, Tratados sob re e l Ev. d e Juan, 9, 58.

L a t r a n s f o r m a c i ó n d a t e s t i m o n i o

d e l C r e a d o r . Dijo a los sirvientes que aguardaban: «Llenad de agua las tinajas». El sirviente, obedeciendo, no tardó en hacer su trabajo, y de repente aquella agua comenzó milagrosamente a coger fuerza, a tomar color, a exhalar olor, a tener sabor, y al mismo tiempo cambió

4 CSCO 137 (Scrip. arm. 1), 61-62. 5 CSCO 224(Scrip. syr., 95), 119-120. 6 Le 24, 32. 7 Cf. Mt 14,19. 8 CCL 36, 93: BAC 139, 247-248. Véase unain t e r p r e t a c ió n s e m e ja n t e e n C e s á r e o d e A r l e s , Ser­m ón , 168, 4.

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JUAN 2, 5 - 1 1 1 6 3

toda su naturaleza. Carísimos, no se puede dudar que convirtiera el agua en vino, quien al principio la condensó en nieve, la hizo hielo duro, con los egip­cios la volvió sangre, y con los israelitas sedientos ordenó que de la roca viva brotara agua; el agua que, como los pe­chos de la madre, nutría con el fluir de fuente nueva a la multitud innumerable de los pueblos. M áximo de T urín, Ser­mones, 239.

« H a s t a a r r i b a » . El no añade «hasta arriba» sin razón, sino para que no sur­giese la sospecha de que, en caso de haber echado poca agua, pudiera haber sido mezclada con vino, y así, engañan­do su paladar, simplemente habría simu­lado el cambio del agua en vino. Quienes sacaban el vino [de las tinajas] también lo servían10. T eodoro de M opsuestia, C o­mentario a l Ev. d e Juan, 1, 2, 6-711.

2, 8 Llevadlas al maestresala

E l m i l a g r o s e d e s a r r o l l a g r a d u a l ­

m e n te . No quería Cristo revelar lo su­cedido, sino dar a conocer poco a poco, gradualmente, su poder taumatúrgico. Si se hubiera divulgado entonces el mila­gro, cuando los siervos lo contaran no habrían sido creídos. Es más, se les hu­biera tenido por locos de haber atribui­do tan gran poder a un hombre que, en opinión de los más, era sólo uno del pueblo. Verdad es que ellos, por propia experiencia, sabían bien lo sucedido y no podían por menos de prestar fe a lo que sus propias manos habían tocado.Sin embargo, no contaban con la capaci­dad de hacer creer a los demás. Por lo cual, Jesús no lo reveló a todos, sino sólo a quien podía percibir mejor lo su­cedido, reservándose el derecho de darlo luego a conocer más ampliamente. J uan

C risòstomo, H omilías sob re e l Ev. d e Juan , 22, 212.

V i n o p a r a e l f u t u r o d e l a p a r e j a . De acuerdo con el deseo de quien dio la orden, el agua se transformó en vino, no sólo saciando la sed de quienes bebían, sino proporcionando además vino en abundancia para el futuro de la pareja. T eodo ro de M opsuestia, C om en tario al Ev. d e Juan, 1, 2, 6-713.

2, 9 El agua convertida en vino

J e s ú s h a c e u s o d e s u p o d e r c o n u n

p r o p ó s i t o . [Jesús], que no quiso cambiar las piedras, en Caná transformó el agua. E frén de Nisibi, H imnos sob re la v ir g in i­dad, 14, l l 14.

E l m i l a g r o , q u e r e b a s a t o d o e n t e n ­

d i m i e n t o , m a n i f i e s t a e l p o d e r d e

D io s . En un día de bodas en Galilea se hizo vino a partir del agua. ¿Acaso nuestro lenguaje o nuestra inteligencia logrará saber de qué manera ha sido transformada la naturaleza para que de­sapareciera la insipidez del agua y apare­ciera el sabor del vino? No fue una mezcla, sino una creación; y una crea­ción que no consistió en hacer que algo empezara a existir, sino en que pasara de una cosa a otra. No se trata de que con una mezcla de algo mejor se obtenga otra cosa de inferior calidad, sino que desaparece lo que existía y empieza a ser lo que no era. El esposo está triste, los siervos se turban, peligra la fiesta del

9 PL 57, 275-276. Véase también I r e n e o , C ontra lash er e j ía s , 3, 11, 5. 10 Otra prueba de que no huboengaño por parte de Jesús. 11 CSCO 4/3, 57.12 PG 59, 136: BPa 15, 271-272. 13 CSCO 4/3, 57.14 CSCO 223 (Scrip. syr., 94), 50.

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banquete nupcial. Se acude a Jesús. Este no se levanta ni se apresura, sino que re­aliza su obra mientras sigue tranquilo.Se pone agua en las tinajas, con las copas se saca vino. No coinciden los pensamientos del que vierte y del que saca. Los que vertieron creen que se saca agua; los que sacan piensan que se ha echado vino. El tiempo entre una cosa y otra no da de sí para que la naturaleza de un líquido nazca y perezca la del otro. El modo como ocurre el hecho en­gaña a la vista y a la inteligencia, pero se experimenta la fuerza de Dios en lo que se ha hecho. H ilario de Poitiers, Sobre la Trinidad, 3, 515.

2, 10 Has reservado el vino bueno hasta ahora

J e s ú s e s c o g e a l o s t e s t ig o s a d e c u a ­

d o s . Que lo resultante era vino, y vino de la mejor calidad, lo atestiguaron los servidores, el esposo y el maestresala. Que eso sucedió por obra de Cristo, ha­brían podido testimoniarlo quienes lleva­ron el agua. Por eso, aunque no se reveló entonces el milagro, no podía permane­cer oculto para siempre, siendo tantos y tan fiables los testimonios que habrían podido aducirse para confirmar lo suce­dido. Contó con los siervos como testi­gos de haber convertido el agua en vino. Y al maestresala y al esposo, para dar testimonio de la exquisitez del vino.J uan C risòstomo, H omilías sob re e l Ev. d e Juan, 22, 316.

2,11 Sus discípulos creyeron en él

E l m i l a g r o d e m u e s t r a q u e J e s ú s e s e l

H i j o . Creyeron los discípulos, no que Jesucristo era hijo de la Virgen -eso ya lo sabían-, sino que era el Unigénito del Altísimo, como lo probaba el milagro.

1 6 4

También nosotros, hermanos, hemos de creer de todo corazón que, el mismo del que confesamos ser Hijo del hombre, es el Hijo de Dios. Hemos de creer que El participa de nuestra naturaleza, y que tiene la misma substancia del Padre; puesto que asistió a las bodas como hombre, y como Dios convirtió el agua en vino. Para que nuestro Señor, propi­cio por los méritos de esta fe, se digne saciar también nuestra sed con el vino de su gracia que no embriaga. M áximo de T urín, Sermones, 2317.

E l m i l a g r o r e v e l a a l R e y d e l a g l o ­

r i a . Con este signo manifestó que él era el Rey de la gloria18, y por tanto el es­poso de la Iglesia; asistía a las bodas como uno de nosotros, pero, por ser Señor de cielo y tierra, convertía los ele­mentos según su voluntad. Es hermosa la concurrencia de las cosas: el que co­menzando los signos que había de mos­trar a los mortales, siendo mortal con­virtió el agua en vino, el mismo, hecho inmortal por la resurrección, comenzó los signos que mostraba sólo a los que desean la vida inmortal... Hermanos ca­rísimos, veneremos con toda el alma estas bodas de Cristo y de la Iglesia, que entonces se representaban en una aldea, y ahora se celebran en el mundo entero. B eda, H om ilías sob re los Evangelios,1, 1419.

A g u a t r a n s f o r m a d a , v i n o t r a n s f o r ­

m a d o . En cierta ocasión convirtió el agua en vino, que se parece a la sangre, en Cana de Galilea. ¿Y no será digno de fe al convertir el vino en sangre? Invita­

JUAN 2, 5 -1 1

15 CCL 62, 76-77: BAC 481, 113-114. 16 PG 59,136: BPa 15, 272. 17 PL 57, 276. 18 Cf. Sal 24, 10(23, 10L X X ). 19 CCL 122, 103.

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JUAN 2, 5 - 1 1 1 6 5

sangre de Cristo y todos nosotros lo bebemos en santa alegría, glorificando al gran Esposo. Porque el verdadero Es­poso es el Hijo de María, el Verbo que existe desde la eternidad, el que ha asu­mido la condición de esclavo y que todo lo ha hecho con sabiduría. R oma­no el C antor, H im no b r e v e sob re la boda d e Cana, 18, 2 022.

20 Cf. Mt 9, 15. 21 PG 33, 1097-1100: BPa 67, 475.22 SC 110, 320. Cipriano también tiene un ex cursussobre la mezcla del agua y el vino en el cáliz de laEucaristía, que testimonia la unidad de Cristo y supueblo (cf. C arta , 62, 12-13).

PU RIFICA CIÓ N DEL TEMPLO (2, 12-25)

12Después de esto bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus dis­cípulos; y se quedaron allí unos días.

uPronto iba a ser la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14En- contró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cam­bistas en sus puestos. n Con unas cuerdas hizo un látigo y arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. I6Y les dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado». t7Recordaron sus discípulos que está escri­to: «El celo de tu casa me consume». ISEntonces los judíos replicaron: «¿ Qué signo nos das para hacer esto?». 19Jesús respondió: «Destruid este Templo y en tres días lo levantaré». 20Los judíos contestaron: «¿En cuarenta y seis años ha sido construido este Templo, y tú lo vas a levantar en tres días?». 21 Pero él se re­fería al Templo de su cuerpo. 22Cuando resucitó de entre los muertos, recorda­ron sus discípulos que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en las pa­labras que había pronunciado Jesús.

23Mientras estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos cre­yeron en su nombre al ver los signos que hacía. 24Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos, 25y no necesitaba que nadie le diera testimonio acer­ca de hombre alguno, porque conocía el interior de cada hombre.

do a una boda de los cuerpos, realizó milagrosamente esta maravilla. ¿Y no habrá que confesar con mucha más razón que ha regalado a los hijos del es­poso20 el disfrute de su cuerpo y de su sangre? C irilo df. J erusalén, Las ca tc ­quesis, 4, 221.

E l m i l a g r o c o n t i n ú a e n e l b a n q u e ­

t e d e l a I g l e s i a . Cuando Cristo trans­formó claramente el agua en vino gra­cias a su poder, toda la gente se llenó de alegría, al encontrar agradable el gusto de aquel vino. Ahora podemos todos participar del banquete de la Iglesia, porque el vino se ha transformado en la