Cap 2_El Ancla de Arena

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    El peaje de Biarritz

    El walkie-talkie zumba.Ah vienen. Pasan por el punto Charlie. TimingOK. Estarn aqu en tres minutos.

    El comandante Malfart recibe la noticia con satisfac-cin. Todo est sucediendo como estaba previsto. Revisa unaltima vez sus notas, mira de nuevo la foto de las dos parejas.Est listo.

    Los coches se deslizan por la noche, respetando escru-pulosamente el lmite de velocidad. Un Audi A4 metalizadoy, justo atrs, un Mercedes modelo antiguo. Las rfagas delluvia transforman la autopista en un decorado de fin demundo. Los vehculos atraviesan el puente de Behobia que

    marca la frontera entre Espaa y Francia. Como flotando enla tormenta, un anuncio azul seala el peaje de Biarritz. Elconductor del Audi decide no avanzar hacia la caseta de te-lepeaje situada a la derecha. Un semirremolque se encuentrainmovilizado en el acceso reservado a los camiones pesados.Quedan dos casetas de pago abiertas. Los dos coches lleganhasta ellas al mismo tiempo.

    La banalidad del lugar se desmorona bruscamente; losocupantes no sospechan nada. Todos los vidrios de los ha-bitculos vuelan en pedazos. Salidas de ninguna parte, unas

    armas apuntan a los pasajeros atados a sus cinturones de segu-ridad que ven, aterrados, al semirremolque colocarse delantede ellos para impedirles cualquier huida. Los ocupantes de losvehculos no tienen tiempo de reaccionar. Como en cmara

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    rpida, el estallido de los proyectores perfora la noche; la es-

    cena mezcla ruidos metlicos de culatas, rdenes vociferadas,empujones, manos esposadas, hombres rudamente inmovili-zados al suelo. Se escucha el arrastre de una barrera de pasdetrs de los vehculos. Con maestra, el equipo del GIGNacaba de detener el convoy de ETA. Se instala un permetrode seguridad que desva a los automovilistas hacia las casetasde peaje de la derecha. La inspeccin de los vehculos em-pieza de inmediato.

    El comandante Malfart tiene la sonrisa en los labios. Elpitazo era bueno. La seccin de operaciones antiterroristas

    haba recibido informacin tan precisa que haba generadodudas. La ETA deba transportar esa noche un tesoro deguerra para ponerlo en un lugar seguro en Chartres, en elcorazn de la Beauce. Los servicios franceses, perfectamenteinformados, lo saban todo: el tipo de vehculo, los nmerosde las falsas placas, el itinerario, la hora del paso de los ve-hculos, la identidad de los cuatro militantes implicados enel transporte. Todo.

    Muy buena operacin. Muy buena operacin se

    regocija Malfart.Los especialistas de la inspeccin, en trajes de astro-nauta, ya se encuentran activos frente a los coches protegidosde la lluvia por el barroco techo ondulado del peaje. Buscanel botn, pero tambin los mltiples indicios de los que sealimenta la polica cientfica.

    El equipo de intercepcin espera un coctel droga-oro-dinero en efectivo. Los lingotes de oro son un clsico comodepsitos en garanta para abrir cuentas bancarias en Luxem-burgo. La cocana colombiana, de manejo ms delicado, ge-

    nera inmensas ganancias: siempre formaba parte del arsenalde la ETA. En cuanto al efectivo, siempre en denominacionesde 500 euros, poda indistintamente ser autntico o falso. Elcomandante Malfart haba hecho apuestas mentalmente: un

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    milln, dos millones, tres millones de euros? Intentaba evaluar

    el botn pensando en la promocin que le dara a su carrera.Es curioso, mi comandante, no encontramos nadaCmo que nada?No, nada. Slo un asiento para beb atrs del Audi y

    dos maletas con algunas pertenencias Y a menos de ser adi-vinos, no podemos saber si los papeles de los vehculos sonfalsos. Ni la ms mnima huella de algn tesoro de guerra:tarjetas de crdito personales y algunas decenas de billetesde 100 euros.

    Imposible. Todo esto es demasiado normal. Desar-

    men los coches.El comandante Malfart frunce el ceo. Quiz se alegr

    demasiado pronto. Algo no anda bien. Recibe en pleno ros-tro lluvia lanzada por la borrasca. Como esas salpicadurasde mala mar que azotan, sumergen, anestesian.

    Vemos entonces la silueta del sper polica encorvarseun poco, preso de la duda. Piensa que tuvo razn en serprudente y no haber informado a los servicios espaoles.Habra quedado como tonto! Le da una patada de rabia a

    los vidrios rotos esparcidos en el piso. Ms vale esperar unpoco. Se controla.Al cabo de un rato que le parece interminable, uno de

    sus hombres se acerca con un sobre. Un sobre cualquiera depapel kraft, cerrado.

    Lo encontramos sobre el asiento trasero del Audi.Vindolo de cerca, el formato del sobre no es tan estn-

    dar como podra parecer. Malfart se pone unos guantes y loabre con prudencia. Saca un fajo de hojas amarillentas ati-borradas de una escritura deslavada. En el colmo del estrs,

    el hombre en traje de cosmonauta que sirvi de mensajeroespera impaciente el veredicto de su jefe.

    Pero qu rayos es esto? grue Malfart, contrariado.

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    Guarda con nerviosismo las hojas en el sobre. La lluvia

    ha cesado. Se llevan a los etarras. Los coches detenidos sonarrastrados. No se dignaron revelar su misterio. Y el coman-dante se halla ahora meditabundo con un grueso sobre entrelas manos al que le da vueltas y vueltas compulsivas. Sabe queese extrao botn no es de la incumbencia de los habitualesexpertos de la polica.

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