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Capítulo 6 “Algunos conceptos sociales básicos” La autora aclara que la temática de este capítulo se alejará de lo propiamente literario y se enfocará en las ciencias sociales, con el objetivo de aclarar conceptos sobre relaciones humanas: la percepción social, la sensibilidad y juicios literarios. Esto no quiere decir que el maestro debe ser un experto en estas áreas, pero sí tener un conocimiento sobre estas ya que tienen una implicancia humana. Se comienza analizando un axioma del pensamiento pedagógico contemporáneo que consiste en dar al estudiante “un conjunto rígido de ideas y hábitos dogmáticos, bajo condiciones sin precedentes y rápidamente cambiantes de la vida actual”, provocando una inestabilidad e inseguridad en él, a quien el mundo “real” que se le había mostrado se le presenta de una manera totalmente distinta, tanto en el área política, económica y social, descubriendo así la inutilidad de lo que se la ha sido enseñado, no teniendo de dónde asirse. De esta manera se vuelven personas de fácil convencimiento, con necesidad de otros “líderes” que guíen sus decisiones. En consecuencia, debemos rechazar este enfoque absolutista de la vida, ya que somos conscientes tanto del dinamismo de nuestra vida diaria y sus complejidades y de la herencia literaria que refleja las diversas visiones, emociones y expresiones de la vida humana. De esta manera, el sistema de valores y juicios que tiene el maestro no debe ser traspasado a sus estudiantes - quienes viven otro contexto, otra generación - y, sin dejar de ser sinceros ante ellos (para no caer en una objetividad que lo convertirá más bien en un humanoide frente a sus alumnos), entregarles todos los enfoques posibles de manera que ellos los seleccionen, promoviendo a la vez la tolerancia a la diversidad de puntos de vista. Sin embargo, hay que ser cauteloso en no caer en el otro extremo, donde no hay nada en qué creer ni norma que seguir, provocando un negativismo en masa en los estudiantes que quedarán paralizados en su camino de formación de juicios. De esta manera, se requiere una transformación de escuela, que pasen de “instituciones de enseñanza” a “instituciones de

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Capítulo 6

“Algunos conceptos sociales básicos”

La autora aclara que la temática de este capítulo se alejará de lo propiamente literario y se enfocará en las ciencias sociales, con el objetivo de aclarar conceptos sobre relaciones humanas: la percepción social, la sensibilidad y juicios literarios. Esto no quiere decir que el maestro debe ser un experto en estas áreas, pero sí tener un conocimiento sobre estas ya que tienen una implicancia humana.

Se comienza analizando un axioma del pensamiento pedagógico contemporáneo que consiste en dar al estudiante “un conjunto rígido de ideas y hábitos dogmáticos, bajo condiciones sin precedentes y rápidamente cambiantes de la vida actual”, provocando una inestabilidad e inseguridad en él, a quien el mundo “real” que se le había mostrado se le presenta de una manera totalmente distinta, tanto en el área política, económica y social, descubriendo así la inutilidad de lo que se la ha sido enseñado, no teniendo de dónde asirse. De esta manera se vuelven personas de fácil convencimiento, con necesidad de otros “líderes” que guíen sus decisiones.

En consecuencia, debemos rechazar este enfoque absolutista de la vida, ya que somos conscientes tanto del dinamismo de nuestra vida diaria y sus complejidades y de la herencia literaria que refleja las diversas visiones, emociones y expresiones de la vida humana. De esta manera, el sistema de valores y juicios que tiene el maestro no debe ser traspasado a sus estudiantes -quienes viven otro contexto, otra generación - y, sin dejar de ser sinceros ante ellos (para no caer en una objetividad que lo convertirá más bien en un humanoide frente a sus alumnos), entregarles todos los enfoques posibles de manera que ellos los seleccionen, promoviendo a la vez la tolerancia a la diversidad de puntos de vista. Sin embargo, hay que ser cauteloso en no caer en el otro extremo, donde no hay nada en qué creer ni norma que seguir, provocando un negativismo en masa en los estudiantes que quedarán paralizados en su camino de formación de juicios.

De esta manera, se requiere una transformación de escuela, que pasen de “instituciones de enseñanza” a “instituciones de aprendizaje” (Peirce), donde el enfoque esté centrado en el estudiante, fomentándole el deseo de aprender, la curiosidad por el actuar humano, las condiciones sociales y tantos otros temas que lo conformen como sujeto crítico, que quiere acceder a una comprensión verdadera de las causas, y que esto lo lleve a un mayor control de las condiciones. Es aquí donde tienen cabida las ciencias sociales, ya que positivamente entregan una solución a problemas personales y para el desarrollo de un sistema de ideas que haga posible una acción social constructiva. El profesor, por tanto, tiene que ser consciente de su existencia y comprender las fases de la vida en que estas tienen implicancia.

A continuación, se recalca la importancia de que el profesor de literatura no se oponga a la ciencia y la utilización de ella, mostrando una visión maligna hacia sus alumnos de esta, por el contrario, debe promover el uso de esta y su buena utilización. En este sentido, el profesor de literatura debe comprender la esencia del espíritu científico, para presentar y utilizar teorías de las ciencias sociales a sus alumnos.

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La autora cree en la injusticia social que recibe la mirada del científico, que, opuesta a la del artista –que es capaz de ver las peculiaridades en cada individuo-, masifica y propone miradas generalizadas de la vida. Esto lo considera no del todo cierto, ya que la ciencia igualmente reconoce la espontaneidad e innovación en la naturaleza, y aduce que los mismos científicos (economistas, sociólogos, políticos teóricos, etc.) han sido responsables de esta concepción, utilizando cánones conductistas y tecnicismos que parecen muy alejados de la vida ordinaria. No obstante, la corriente cognoscitiva ha comenzado a cambiar este enfoque, utilizando métodos introspectivos y etnológicos, preocupándose del valor humano. Finalmente, la tarea del artista y el científico se asemejan, buscando, en un terreno general, las individualidades.

El desarrollo de la física einsteiniana ha llevado a un cambio en la atmósfera científica: el nuevo paradigma asume que la humanidad no está separada de la naturaleza, sino que es parte de ella. Así, la ciencia tiene que admitir sus resultados como tentativos, ya que lo observado siempre depende del observador y de su cultura. La esencia del espíritu científico, entonces, radica en el esfuerzo cooperativo que se realice sobre una materia, es decir, el trabajo a nivel mundial de muchas mentes que observen, critiquen y lleguen a conclusiones que contribuyan a una sólida comprensión de nuestro entorno, pero admitiendo siempre el dinamismo de esta verdad.

De esta manera, el maestro debe procurar enseñar la comprensión real de la ciencia, sin caer en la enseñanza de terminología científica. No debe permitir caer en etiquetas, en fórmulas estereotipadas, sino despertar la conciencia de la complejidad del comportamiento y sociedad humana.

Existe una creencia en los estudiantes y en la mayoría de los individuos medios de concebir la conducta del hombre totalmente voluntaria, es decir, si este es anti-social, alegre o introvertido, es por mera decisión propia. Es importante entregar una mirada distinta de estos preceptos, apoyándonos en las ciencias sociales que reconocen la plasticidad del ser humano, siendo este un poseedor de potencialidades para una variedad infinita de comportamientos, influidos por condiciones externas. Por este hecho es que un temperamento o acción particular no puede ser juzgado en sí mismo, sino que verse en relación con el curso total de la vida del individuo.