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El miedo al otro: la seguridad ciudadana 127 El miedo al otro: la seguridad ciudadana CAPITULO 5

Cap.5 El Miedo Al Otro. Informe PNUD 1998[1]

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  • El miedo al otro: la seguridad ciudadana 127

    El miedo al otro:la seguridad ciudadana

    CAPITULO 5

  • DESARROLLO HUMANO EN CHILE 1998 128

    EL MIEDO AL OTRO: LA SEGURIDAD CIUDADANA

    El miedo al otro

    Los chilenos suelen asociar espontneamen-te la inseguridad con la delincuencia. Estarepresenta una de las preocupaciones princi-pales de los entrevistados en las distintasencuestas de los ltimos aos. La insegu-ridad descansa, ms all de las tasas realesde delitos, sobre la definicin metafrica deldelincuente. Es la imagen de un delincuenteomnipotente y omnipresente la que conden-sa un temor generalizado y, por lo mismo,exagerado. El delincuente deviene, al menosen parte, un "chivo expiatorio" que nombra(y esconde) una realidad difcil de asir. Elanlisis de la seguridad ciudadana remitepues a factores subyacentes. En el miedo alotro resuenan otras inseguridades; aquellasprovocadas por el debilitamiento del vnculosocial, del sentimiento de comunidad y,finalmente, de la nocin misma de orden.

    La seguridad ciudadana comodefinicin histrica

    No temer una agresin violenta es el primery principal significado de la seguridad;saber respetada la integridad fsica y, porextensin, "lo propio". Estar seguro signifi-ca por sobre todo poder disfrutar de la priva-cidad del hogar sin miedo a ser asaltado ypoder circular tranquilamente por las callessin temer un robo u otra agresin. Esta segu-ridad fsica, cuasi corporal, concierne pues alas reglas bsicas de convivencia pacfica.No basta, empero, la ausencia de miedo auna muerte violenta. Al hablar de seguridadciudadana o seguridad pblica hacemos alu-sin a una dimensin ms amplia que lamera supervivencia fsica. La seguridad esuna creacin cultural que hoy en da implicauna forma igualitaria (no jerrquica) desociabilidad, un mbito compartido libre-mente por todos. Esta forma de "tratocivilizado" representa el fundamento paraque cada persona pueda desplegar su subje-tividad en interaccin con las dems. Esten juego la vida no slo de la personaindividual, sino igualmente de la sociedad.Dada lo fundamental de esta dimensin y,por ende, el peligro que involucra todatransgresin, la percepcin de amenazasuele ser extraordinariamente sensible.

    Como es sabido, las estadsticas registradasa partir de los aos 40 por la Polica deInvestigaciones y Carabineros reflejan msla actividad policial que la realidad de ladelincuencia. Resulta entonces difcil averi-guar en qu medida el miedo responde a unaumento efectivo de la delincuencia y de laviolencia. En todo caso, no estamos ante unfenmeno reciente; el miedo ante el delitocomn o la violencia tiene una larga histo-ria, pero alcanza dimensiones alarmantes araz de los procesos de urbanizacin e indus-trializacin. La violencia se traslada delcampo a la ciudad, donde el desarraigo delos emigrantes, las desigualdades sociales yla inestabilidad laboral favorecen la delin-cuencia. Autores de comienzos de siglodestacan cmo el trabajo fabril fomenta ladesorganizacin de la familia tradicional, elabandono de nios y la aparicin masiva devagos y mendigos; todo ello acentuado porel alcoholismo y la frecuente impunidad. Eltemor provocado por el deterioro del anti-guo orden de convivencia toma cuerpo enlas llamadas "clases peligrosas". Ms que lacriminalidad (acotada) es la violencia (difu-sa) la que imprime a la "cuestin social" suvirulencia.

    En este perodo se consolida el papelancestral del Estado como garante de la pazsocial y de la seguridad pblica. A losprocedimientos propios de un Estado deDerecho se agrega una intervencin activaque combina mecanismos represivos conmedidas preventivas y promocionales. Laaccin estatal dispone de sanciones (justiciapenal) y de incentivos (Estado asistencial).Tanto la ley penal como las medidassociales se guan por una idea de sociedadbasada en una familia legtima y untrabajador disciplinado. El Estado es fuerte-mente regulador y no vacila en vulnerarprincipios liberales con tal de afirmar eldisciplinamiento social. Un ejemplo es ladetencin por mera sospecha; entre 1930 y1964 ella aumenta de un 12% a un 35% deltotal de detenciones. (Frhling, H., 1997))

    Hasta mediados de siglo el miedo al delitoest vinculado a acciones individuales yconcentradas en los sectores populares. En

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    los aos 70 aparece una nueva modalidad dedelincuencia violenta y de violencia poltica;aumentan los robos y los delitos comunescon fines polticos. En la medida en que lasociedad se polariza polticamente tambinaumentan los conflictos intergrupales tantoen las ciudades como en el campo (huelgas,tomas de tierra). En septiembre de 1972,ocho de cada diez personas entrevistadas erade la opinin que en Chile se viva un climade violencia (Valenzuela, A., 1988). Ya noes el delito sino un ambiente generalizadode violencia difusa el que generaba miedo.Este adquiri una dimensin desconocidahasta entonces con la intervencin militar.Aparece una nueva forma de violencia; elpropio Estado abandona el marco jurdico.La represin estatal es particularmenteintensa en 1973; la Comisin de Verdad yReconciliacin consigna 1.264 homicidios ydesapariciones para ese ao. Pero laafirmacin del poder militar no elimina elmiedo, por el contrario.

    La democracia pone fin a la represin, perono al miedo. La transicin est acompaadade un temor difuso que, a falta de amenazaexplcita, se cristaliza nuevamente en la de-lincuencia. A partir de 1990 se afianza lapercepcin de que la delincuencia ha creci-do y que est fuera de control. Desdeentonces las encuestas sealan a la delin-cuencia como uno de los problemas prio-ritarios para los chilenos. Ms importanteque el aumento cuantitativo es el cambiocualitativo: hay ms asaltos a mano armada,ellos afectan tambin a hogares en comunasdel "barrio alto" y comienzan a operar ban-das organizadas. Adems adquiere visibi-lidad un factor que comienza a cristalizar elmiedo al delito: la droga. Entre 1977 y 1992los detenidos por trfico de estupefacientesaumentan de 254 a 10.119, segn datos deCarabineros (Frhling, H., 1997)

    En los aos 70 y 80 la sociedad chilena seencuentra dominada por una verdadera

    "cultura del miedo": miedo al comunista, alsubversivo; miedo al "cncer" invisible yomni-presente que corroe al cuerpo social.Miedo a la represin y al delator; miedo aser "descubierto" en alguna (no se sabe cul)imprudencia. Las "reglas del juego" quedansuspendidas; la arbitrariedad del poderprovoca estrategias de disimulacin y auto-coercin. La desconfianza del otro se instalaen toda la vida social, incluido el hogar. Notodo es violencia poltica; tambin aumentala delincuencia. El control estatal no lograopacar la disgregacin producida por lacrisis econmica y el desempleo. En plenogobierno militar los robos con violenciaaumentan 77% entre 1980 y 1986 (Blanco,R. et al., 1995). Sin embargo, el fenmeno

    A medida que fue pasando el tiempo y fui escarbando en el corazn de la gente tanheterognea como un sacerdote, un militar, un militante comunista y un empleado debanco, comenc a percibir que el miedo era un elemento comn a casi todos. Sushistorias son tan distintas como pueden serlo las vivencias de un Chicago boy, de unminero del cobre, de una voluntaria de la Secretara de la Mujer, o la madre undetenido-desaparecido. Sin embargo, en algn momento de la conversacin, el temorsurgi en forma ms o menos explcita y con razones ms o menos fundadas. Enalgunos, era miedo a los militares, en otros, a la cesanta; en el siguiente, a la pobreza,al soplonaje, a la represin, al comunismo, a los marxistas, al caos, a la violencia o alterrorismo. Cada uno tena el suyo.

    Patricia Politzer: Miedo en Chile, Santiago, 1984

    GR AF ICO 30 De nu ncias de ro bo y aprehe ns ion es 19 89-199 0

    DENUNCIAS

    APREHENDIDOS

    19891990

    19911992

    19931994

    19951996

    0100002000030000400005000060000700008000090000

    100000

    Fuente: Paz Ciudadana 1997

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    slo alcanza niveles de alarma pblica bajoel rgimen democrtico.

    El sentimiento de inseguridad

    Las encuestas de opinin confirman lossentimientos que afloran en los grupos dediscusin: la inseguridad cotidiana est aso-ciada a la delincuencia. Casi ocho de cadadiez personas entrevistadas por CEP-PNUDen julio de 1997 estiman muy probable omedianamente probable que pueda ser vcti-ma de un robo o intento de robo en la calle,seis de cada diez presumen que ello lespuede ocurrir en su hogar, la mitad de lasmujeres entrevistadas temen ser vctimas deuna violacin o agresin sexual y cuatro decada diez entrevistados consideran muy omedianamente probable otro tipo de agre-sin (pandillas, etc.). Segn vimos en elacpite anterior, dicho miedo es proyectadosobre el otro. La imagen del otro es la deun agresor potencial que amenaza encualquier momento y en cualquier lugar. Elmiedo a una violencia descontrolada se

    condensa en la imagen del delincuentedrogado; l simboliza la prdida de todolazo social y de toda norma moral.

    Ahora bien, el aumento notable del miedo aldelito y a la violencia en los aos recientesno corresponde, segn vimos, a un incre-mento similar de la delincuencia. Laencuesta CEP-PNUD de 1997 permitecontrastar la percepcin de los entrevistadosacerca de las probabilidades de ser vctima yel nmero de veces que ellos fueron efec-tivamente vctimas de un delito. En elCUADRO 21 se indica una proporcinsignificativa, pero el hecho deviene motivode alarma a raz de ciertas razonesadicionales

    Al sentimiento generalizado de inseguridadcontribuye, por una parte, el hecho de seragredido en ms de una ocasin; un 5,3% dedichos entrevistados haba sufrido dos o msrobos sin violencia en un lugar pblico y2%. fueron vctimas de dos o ms asaltos enel hogar. Tales situaciones potencian elsentimiento de vulnerabilidad. Por otra

    CU AD RO 21Prob abilid ad pe rcibida de se r v ctim a, y vctimas efec tiv as de un de lito

    A. C u n p rob ab le cre e que Ud . o a lgu ie n d e s u hog ar pu eda se r vc tim a de..?

    M uy pro ba ble / p oco p rob able/ NSN C ba sta nte prob l. m uy im probl.

    Ro bo en ca lle,loco mo ci n 7 8,1 20 ,9 0 ,9 Ro bo al in te rio r h og ar 61 ,8 37 ,0 1 ,2Ag re si n s ex ual/violacin 47 ,2 51 ,0 1 ,8Otro tipo de ag res i n 39 ,8 58 ,5 1 ,7

    B. C u nta s v ec es en lo s ltimo s d oce m ese s h a sid o U d. o alg n miemb ro de su h oga rvctima de ..?

    Un a o m s No fu e v ec es vctima

    Ro bo sin v io len cia e n c alle 17,4 82,2Ro bo co n v io len cia e n c alle 6 ,0 93 ,7 Ro bo sin v io len cia e n h oga r 6 ,0 92,6Ro bo co n v io len cia e n h oga r 0 ,3 99,3Ag re si n s ex ual, v io lac in 0 ,9 98 ,8Otro tipo de ag res i n 2 ,5 96,9

    Fuente: Enc ues ta nacional s obr e Seguridad H umana CEP-PNUD , 1997

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    parte, es un hecho novedoso que lasvctimas pertenecen a todos los grupossociales. Las vctimas de robo sin violenciatanto en la calle como en el hogar perte-necen preferentemente al nivel socio-econmico alto (32% y 13%), seguido delnivel socioeconmico medio (21% y 7%) ydel nivel socioeconmico bajo (15% y 7%).

    En aos recientes los delitos contra lapropiedad aumentan significativamente enlas comunas ms pudientes, mientras que losdelitos contra las personas son ms nume-rosos en las comunas populares. En elpasado pareca existir una clara delimitacinde lo que eran lugares y grupos peligrosos.La amenaza era acotada social y geogrfica-mente. De los grupos de discusin antesmencionados se desprende que la deslimi-tacin actual transforma a la ciudad enteraen territorio hostil e incrementa la incer-tidumbre.

    A la alarma pblica contribuyen tambin losmedios de comunicacin masiva. La"crnica roja" concita un amplio interspblico, y es tenue la distincin entre lainformacin detallada del acontecer social yel relato sensacionalista. La conmocin estodava mayor cuando la imagen viva deldelito se introduce, por medio de latelevisin, al interior del hogar. Incluso elespacio ntimo aparece entonces indefenso.

    La inseguridad provocada porla impunidad

    Finalmente, es menester mencionar uncuarto factor que incide en el sentimientogeneralizado de inseguridad: la (real osupuesta) impunidad del delito. Nueve decada diez entrevistados por CEP-PNUD en1997 expresaban poca o ninguna confianzaen que la ejecucin de un delito graverecibiera castigo en un tiempo razonable(ver CUADRO 22). Slo entre losentrevistados en zonas rurales exista algoms de confianza. Tal vez por eso solamentealgo ms de la mitad de los entrevistadosque haba sufrido algn tipo de robo realizla denuncia correspondiente. Las denunciasdisminuyen cuando se trata de secuestro,venganza o alguna agresin por pandillas.En el caso de agresin sexual, ni siquiera la

    cuarta parte de las entrevistadas hizodenuncia. La percepcin de que el delitoqueda sin sancin posiblemente influya enla evaluacin negativa que hace la sociedaddel poder judicial. En todo caso, generadesconfianza y acenta el sentimiento deimpotencia y frustracin. La situacinparece estar fuera de control. No debesorprender entonces el pesimismo reinante.Segn encuestas de Paz Ciudadana laproporcin de personas que opina que ladelincuencia haba aumentado respecto alao anterior subi de 59% en 1993 a 74% en1996, para bajar al 69% en marzo de 1997(Paz Ciudadana - Adimark, 1997). Es decir,dos tercios de las personas estiman que lasituacin va a empeorar an ms. Opinintan masiva indica que, al menos en lapercepcin de la gente, los mecanismos deseguridad son deficientes.

    La seguridad pblica

    La seguridad ciudadana es considerada unatarea primordial del Estado. Desde antiguocorresponde al Estado velar por "la ley y elorden". Para ello cuenta con el instrumen-tario tradicional: control policial (preventivoy represivo) y medidas legales. En relacincon la polica es menester constatar lapermanente disminucin de la dotacin deCarabineros e Investigaciones con respectoal nmero de habitantes. De acuerdo conestimaciones de Hugo Frhling acerca delpersonal efectivamente operativo, en 1933 y1941 haba un polica por 277 habitantes; larelacin baj a 440 habitantes por polica en1990 y a 454 habitantes por polica en 1994.

    CU AD RO 22Si U d. o a lg uie n d e su hog ar fu era v ctima de u n h ech o de lictu al grave , cu ntaco nfian za tiene Ud . de que e l o lo scu lp ables se ra n c on den ado s en un tiemp ora zo nab le?

    Ab so luta/b as tan te co nfianz a 9,0 % Po ca /ningu na co nfian za 89 ,1 %NS /N C 1,8 %

    Fuente: Enc ues ta nacional sobre Segur idadHumana CEP-PNUD , 1997

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    En aos recientes, sin embargo, hubo unfuerte incremento del aporte fiscal a la laborpolicial. Mientras que el aporte fiscal total aCarabineros e Investigaciones disminuy un13,5% entre 1986 y 1990, entre 1990 y 1996aument en 93%, respondiendo a lasdemandas de la opinin pblica. A ello seagregan aportes municipales y privados(Frhling, H., 1997).

    Existe asimismo un conjunto de medidaslegales destinadas a combatir mejor eldelito. Se cre en 1991 el Consejo Nacionalpara el Control de Estupefacientes y en 1993la Direccin de Seguridad Pblica e Infor-maciones; se facilitaron los trmites paradenunciar delitos de hurto y robo; seincrementaron las potestades policiales parainvestigar el trfico ilcito de estupefacientesy se tipificaron nuevos delitos (lavado dedinero). La iniciativa ms relevante,empero, concierne la amplia reforma delpoder judicial. No se trata tan slo deperfeccionar el sistema de justicia penal sinode simbolizar, por medio del poder judicial,la responsabilidad que asume la sociedadentera por la seguridad.

    La privatizacin de la seguridad

    La desconfianza en los mecanismos pbli-cos de seguridad ha dado mayor protago-nismo a los mecanismos privados. Elcreciente miedo al delito motiva conductaselusivas y medidas de seguridad domstica.Especialmente en Santiago est a la vista elaumento explosivo del mercado privado deseguridad. La privatizacin se hace visibleen la proliferacin de alarmas, en la presen-cia de 14.000 guardias privados, en el cierrede calles. Acorde con un estudio de la

    Fundacin Paz Ciudadana, en 1994 loschilenos gastaron cerca de 100.000 millonesde pesos en diversas medidas privadas deseguridad (ver CUADRO 23 ).

    Ahora bien, segn se desprende de losgrupos de discusin realizados, la gente seda cuenta del crculo vicioso: los equipos dealarma a la vez crean ms alarma. Se haceevidente que la seguridad se ha vuelto unnegocio y que, en definitiva, lo que hacefalta es una renovacin de los lazos sociales.

    En efecto, la seguridad ciudadana esfundamentalmente un asunto ciudadano. Noobstante, la cooperacin ciudadana parecelimitada.

    La encuesta de Paz Ciudadana de 1996documenta la retraccin al espacio privadocomo principal reaccin frente a la delin-cuencia. Apenas la mitad de los entrevis-tados cuenta con la ayuda de los vecinos(CUADRO 24 ). Un estudio realizado entres comunas populares de Santiago confir-ma los resultados; la colaboracin entrevecinos no constituye una opcin masiva(Frhling y Sandoval, 1997). Prevalece puesel sndrome de "fortaleza asediada", cadacual defendiendo su hogar.

    El deterioro de lo pblico

    La razn de fondo del miedo al otro pareceradicar en las grandes y aceleradastransformaciones que vive la sociedadchilena. Ellas tienen su expresin msnotoria en el deterioro de las pautas bsicasde sociabilidad. El vecino, el prjimo,aparecen como personas ajenas con lascuales se comparte poco o nada. El

    CU AD RO 23Ga stos priva dos en s egu rid ad , 1 994 (e n miles de millo ne s d e p es os)

    Se rv icios priva dos d e v igila ncia 6 6,8

    Se gu ros de robo 7 ,7

    Otro s p rod uc tos de s egu rid ad 14,4

    Fuente: Paz Ciudadana 1994

    CU AD RO 24Me didas ad op tad as pa ra enfre nta rla d elincu en cia

    No s alir d e cas a a c iertas h ora s 7 0%

    Re fo rza r la seg urida d d e s u cas a 67%

    Co op era ci n con lo s vec ino s 5 1%

    Fuente: Paz Ciudadana 1996

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    CUADRO 25 La fragilidad del nosotros

    Sociabilidad:La fragilidad del nosotros

    Evaluacinpositiva

    Evaluacinnegativa

    NS/NR

    Confianza en recibir ayudade los dems 41,5 40,7 0,9

    Facilidad para organizarla gente 35,5 63,4 1.2

    Confianza en recibir ayudaante la agresin 11,7 87,7 0,7

    Fuente: Encuesta nacional sobre Seguridad Humana CEP-PNUD, 1997

    fenmeno ser analizado en el prximocaptulo, pero cabe adelantar tres resultadosde la encuesta CEP-PNUD de 1997 querevelan la atomizacin reinante.

    En primer lugar, llama la atencin que casidos tercios de los entrevistados estimadifcil o muy difcil organizar a la gente paraenfrentar un problema en el barrio. Slo enel sector socioeconmico alto y en la zonarural se encuentra algo ms de confianza enpoder organizar a los vecinos.

    En segundo lugar, resalta el hecho de que lagente suele confiar slo en su propiafamilia. Casi seis de cada diez entrevistadosno confan en que alguien que no pertenezcaa su hogar le ayudar a solucionar unproblema. Nuevamente las personas dezonas rurales y de nivel socioeconmicoalto se declaran ms confiadas en recibirayuda externa.

    El tercer resultado concierne a la fuerte des-confianza cuando se trata de esperar ayudafrente a una agresin en un lugar pblico.Casi nueve de cada diez entrevistados tienen

    poca o ninguna confianza en que la genteque pase por all acuda en su ayuda (verCUADRO 25).

    En este caso, las personas de nivelsocioeconmico alto son todava msdesconfiadas. Incluso en la zona ruralmenos de un tercio de los entrevistadosmanifiestan alguna confianza. Estas cifrasdesoladoras sealizan cun resquebrajado seencuentra el cuidado del otro en los espacioscompartidos.

    Precisamente la esfera pblica es uno de losmbitos daados por los cambios sociales.En Chile se ha deteriorado ese mbito enque estar juntos exterioriza una pasin y uninters compartido por la vida en comn.Cuando los chilenos acuden a un centrocomercial o un estadio de ftbol - losnuevos lugares pblicos - tal vez compartanemociones, pero no un bien pblico. El grandinamismo de la sociedad chilena descansasobre estrategias individuales, no sobre unanimus societatis. Parecera no existir un"nosotros" capaz de hacerse cargo de la vidaen sociedad.