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CAPÍTULO 1 - … · 3 —No, y limpia tu porquería de mi piso antes de que vuelva…, Holm —le ordenó mientras cerraba la puerta—. «Holm». Qué estupidez, suena como una

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CAPÍTULO 1

GÉNESIS

I

—B-buenas tardes, señor.

—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?

—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.

—¿Disculpa?

—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-sólo deme lo

que lleve en sus bolsillos —sollozó.

—¿Estás bien?

—Señor, por favor…

—Hijo, mírate, estás llorando. Tú no eres así, tú no quieres hacer esto. ¿Necesitas un poco

de dinero?

—N-no, señor. Discúlpeme, en verdad no quiero hacer esto; p-pero necesito comer y…

pagar mis deudas.

—Todos necesitamos dinero, hijo; pero estas no son las formas de ganarlo.

—¡Señor! Dis… discúlpeme…, necesito que me dé su dinero ahora mismo.

—Está bien, sólo que… yo también tengo que comer y pagar deudas.

—Lo entiendo, señor. Y-yo… sé que todos tenemos necesidad; pero estoy desesperado —

masculló, con lágrimas en los labios—. Por favor, dese prisa, no quiero lastimarlo.

—Bien…, si no hay otra opción…, ten, llévate esto, es todo lo que tengo en mi cartera.

—G-gracias, señor, muchas gracias. S-si algún día… Algún día se lo devolveré, lo juro.

Gracias, gracias. Espero que la vida se lo multiplique, señor, muchas gracias.

—Anda, vete de aquí antes de que alguien te vea.

II

—¿Cómo te fue?

—Conseguí 3,112 y… ¿qué mierda es esto?

—Parece una menta.

—Ah… Esto quédatelo tú.

—Tienes que enseñarme a hacerlo, viejo. Desde que te conocí has asaltado más de 31 veces

y ni siquiera le hablan a la policía.

—Sólo llora, idiota. Puedes decir lo que sea que se te venga a la mente; pero tiene que

parecer que eres un buen tipo que ha tomado una mala decisión. Sé educado, suelta unas

cuantas lágrimas, da lástima y deja que el cerebro de tu víctima haga el resto.

—¿Síndrome de Estocolmo, eh?

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—¿Qué? ¡Carajo! ¿Yo qué sé? Ponle el nombre que quieras —y se detuvo un segundo a

considerarlo—. Mmm… Sí, supongo que algo tiene que ver con eso. Ahora deja de arruinar

el momento con tus «palabritas» cultas, pretencioso de mierda.

—¡Jaja! Eres un maldito, ¿lo sabías? Tienes un lugar reservado en el infierno, justo a un

lado del diablo.

—¿De qué hablas, estúpido? —rio—. Estás hablando con el diablo.

—¡Oye! ¡Eso es! ¡El diablo de Estocolmo! —exclamó, sonriendo—. Suena bien, ¿no?

Buenos y malos merecen un apodo, un alias, un seudónimo. Ese podría ser el tuyo. ¿O

quieres que se te conozca por tu nombre de pila?

—Vaya, hasta que tuviste una buena idea. Te estás ganando un lugar en el infierno, justo a

un lado de mí —bromeó… el diablo, el nuevo diablo, El diablo de Estocolmo.

—Veo que te estás acostumbrando al concepto.

—Digamos que es de mi talla —se vanaglorió—. ¿Y qué «seudónimo» quieres para ti?

—No lo había pensado antes; pero ya que insistes, podría ser algo como «El grande», «El

magnífico», «El indomable», «El…».

—¿Sueco? —atajó el diablo entre risas.

—¿Qué? ¿Por qué «El sueco»? —preguntó consternado, con el amargo presentimiento de

que se quedaría con ese apodo aun cuando se negara rotundamente.

—Tú escogiste el mío, lo justo es que yo escoja el tuyo.

—P-pero…

—Estocolmo, Suecia, ¿no? Eso significa que te llamaré «sueco».

—Por lo menos llámame con el gentilicio de Estocolmo, no de Suecia.

—¿Gentilicio? ¿Qué…, qué es eso? ¿Ya empezaste a usar tu palabrería rara?

—Sí, gentilicio. Un gentilicio es algo así como el apodo que llevan…

—Sí, sí, ya entendí, puedo intuir lo que significa. Termina de una vez.

—Bien, pues, sueco es el gentilicio de Suecia; holmiense, el de Estocolmo.

—¿Holmiense? ¿Holmiense? ¿En serio? ¿Estás sugiriendo que tu apodo sea parecido a

Holmes?

—Podría ser. Piénsalo bien. ¿Qué tiene de malo?... «El diablo de Estocolmo y Holm, su

secuaz».

—¡Jaja! ¿Ahora eres mi secuaz, intento de secretaria? —se mofó el diablo.

—Soy tu mano derecha, idiota. ¿Quién no necesita una mano derecha?

—Alguien que ya tiene una —repuso el diablo levantando su mano con el dedo cordial

extendido.

—¡Bien! Entonces que sea «El sueco», imbécil —se resignó, indignado.

—Oye, tranquilo, sólo bromeaba, no soy tan malo como crees. Te quedarás con «Holm».

¿Feliz? —le dijo, escondiendo su risa en el cuello de su abrigo blanco.

—¡¿En serio?!

—Sí, como sea, sólo no llores frente a mí.

—¡Genial! Ahora podríamos empezar a diseñar nuestro…

—No, no, no, no, no. Olvídalo, olvídate de esas cosas. Voy a salir un momento, ¿está bien?

Necesito hacer unos trabajos.

—¿Se puede saber adónde vas?

—No.

—¿Y podrías hacerme el favor de pasar por una hamburguesa cuando vengas de regreso?

—No.

—Vete al carajo.

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—No, y limpia tu porquería de mi piso antes de que vuelva…, Holm —le ordenó mientras

cerraba la puerta—. «Holm». Qué estupidez, suena como una maldita arcada.

III

—Disculpe que la moleste, señorita, ¿me podría decir la hora, por favor?

—Sí…, claro —titubeó—. Son las 7:03 p.m.

—Gracias, muy amable… Oscureció rápido hoy, ¿no?

—... S-sí.

—¡Uff! ¡Vaya, qué día! Cómo me gustaría una hamburguesa en este momento… Un poco

de carne me vendría bien para relajarme… ¿Le sucede algo, señorita?

—No…, no, estoy bien.

—Oh, lo siento mucho, creo que la estoy incomodando… Tal vez debería alejarme, ¿no lo

cree?

—…

—Vamos, pequeña, no seas así. ¿Podrías regalarme unas cuantas palabras? Me gustaría ver

qué tanto puedes abrir la boca.

—¡Estúpido!

—¡Oye, no seas tan quisquillosa! Deberías de sentirte halagada, niña. No siempre tendrás a

alguien como yo interesándose en ti y en tus… delicadas… piern…

—¡No me toques, imbécil!

—¡Ey, ey, ey! Si cooperas conmigo no te sucederá nada malo, ¿entendido?

—N-no…, p-por… fvr… No m… tqs… N…, no…

—¡Cállate! Te voy a quitar la mano de la boca y vas a caminar frente a mí como si se

tratara de una bella y colorida caminata por el parque, ¿está bien? ¡¿ESTÁ BIEN?!...

¡Perfecto! Me encantan las que ponen de su parte. ¡Muévete!

—P-por favor, no me hagas nada. T-te puedo dar mi bols…

—¡Que te calles! —musitó con impaciencia, presionando el cañón de su pistola en la

cintura de la joven—. Sigue caminando… Así, exactamente así... Bien, bien… Vamos,

continúa… Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Me gusta cómo te mueves, hermosa… Sólo falta

un poco más, no te detengas… Aquí está bien… Agáchate.

—N-no, n-no, por favor, por lo que más quieras.

—¡YA! ¡Deja de llorar! ¿Acaso no te enseñaron a apreciar una obra de arte como esta?

Difícilmente encontrarás algo tan grande en este mundo.

—¡Oye, tú, imbécil! Lo estás haciendo mal.

—¿Pero qué mierda…? ¿Este idiota viene contigo?

—No, no vengo con ella; pero lamento decirte que me la tendré que llevar.

—¡Jajaja! ¿Te la vas a llevar? Lo que te vas a llevar son mis balas en tu pecho, estúpido…

¡¿Qué?! ¿C-cómo…?

—Eres un novato en esto, ¿verdad?

—¡No tienes ni idea de con quién estás hablando! Probablemente ya violé a tu hermana y a

tu madre al mismo tiempo, idiota.

—Te daré un consejo: si vas a llevar una pistola en el pantalón, procura tener siempre cerca

tu pantalón, imbécil. Es tan básico… Das lástima.

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—E-está bien, está bien, tú ganas. Llévatela; pero no dispares, por favor.

—Mmm… No lo sé… Ya la tocaste y tus manos me dan asco, así que...

—P-pero… ¡No, no, tranquilo, baja el arma! No le he hecho nada, te lo juro. Apenas iba a

empezar.

—Mmm… Está bien, te dejaré ir.

—¡¿Qué?! —saltó la joven, incrédula.

—Sin embargo —continuó el diablo—, tendrás que darle a la señorita todo lo que tengas de

valor.

—Eres un maldito, hijo de per… ¡Está bien, está bien! Toma esto y… esto..., y esto

también. Es todo lo que llevo.

—Perfecto. Ya nos estamos entendiendo.

—¿Entonces me puedo ir?

—No.

—Pero tú dijiste…

—¡Que no! Cállate... Disculpe, señorita, ¿tendrá un bolígrafo en su bolso?

—S-sí, c-creo que sí. Aquí está.

—¡Rojo! Qué conveniente. Gracias... Ven para acá, pedazo de estiércol.

—¿Q-qué vas a hacer con eso?

—Sólo pondré mi autógrafo en tu mano, tranquilízate.

—¿Y yo para qué quiero…? ¡AAAAAAH! ¡¿QUÉ HICISTEEE?!

—Estoy marcando mi territorio, marica. Agradece que no soy un perro.

—¡MI MANO, ESTÚPIDO, MI MANOOO!

—No te molestes en devolverlo, te lo puedes quedar.

—¡ERES UN IMBÉCIL!

—Ya, ya, cómo lloras. Vete de aquí antes de que te saque el bolígrafo con una bala.

—¡Me las vas a pagar…, basura de Estocolmo!

—¡QUE DEJES DE LLORAR! —le gritó el diablo con impaciencia, disparando varias

veces al suelo para hacer que el violador empezara a correr.

—¿Q-quién eres? Perdón, p-perdón, muchas gracias por ayudarme. ¿Eres algo así como un

suprahéroe? ¿Por qué ocultas tu rostro?

—Porque entonces sabría quién la rescató.

—Pues me encantaría saberlo.

—Lo único que debe de saber es que El diablo de Estocolmo estuvo aquí.

—¿El diablo de Estocolmo? Vaya, eso suena tan… intenso.

La joven, cautivada, se acercó lentamente y apoyó sus delicadas manos sobre el pecho de

su salvador. Un silencio después, le dio un beso en la mejilla, sobre la máscara blanca.

—Quisiera conocerte más. ¿Dónde te puedo encontrar?

—En ningún sitio. Pero si se mete en problemas, tal vez aparezca.

—Tal vez lo haga.

—No se lo recomiendo —y se dieron un beso; pero la parte inferior de la máscara esta vez

no se entrometió.

—El diablo de Estocolmo —suspiró la joven, mordiéndose el labio—. ¿Qué significa?

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—Significa… que me tendrá que dar todo lo que tenga —contestó el diablo, y eso fue lo

que sucedió.

IV

—Toma, aquí tienes tu pizza. De nada.

—¡Pero te pedí una hamburguesa!

—Pan, queso, carne, condimentos… Es lo mismo. Y si no la quieres, me la comeré yo solo.

—Sé de otra cosa que te puedes comer tú solo.

—¿En serio…, «Holm»? Vuelves a decir una tontería como esa y te voy a decapitar la de

abajo.

—¿A mordidas?

—¡Te lo advertí, hijo de…!

—¡Oye, ya, ya! Sólo era una broma, no lo vuelvo a hacer. ¡Jaja! No se puede jugar contigo.

—No.

—¿Y bien? ¿Saliste a conseguir más dinero?

—Alguien tiene que salir a conseguirlo, ¿no?

—No me mires así, yo estoy a cargo del cuartel y de las finanzas.

—¿Le llamas cuartel a esta caja putrefacta de zapatos? Tenemos que buscar otro lugar.

—Entonces tendrás… Tendremos que conseguir un botín más grande. ¿Cuánto juntaste esta

vez?

—Mmm… No lo sé, no lo he contado. Toma, cuéntalo tú, «señor finanzas».

—¡Vaya! No sabía que tenías esos gustos tan…

—Cállate. Hay unos tampones dentro, por si los necesitas.

—¿Asaltaste a una pobre jovencita y te quedaste con su bolso? ¿Cuántos años tenía?

—Yo qué sé. Probablemente unos 19 o algo así. No vi su identificación, sólo se la entregué.

—¡Mira esto! ¡Jaja! Un trozo de hamburguesa. ¿Qué mujer guarda un trozo de

hamburguesa en su bolso?

—¿Qué tiene de malo guardar un poco de…? Un momento…

—¿Cómo era la chica, eh? ¿Era bonita, fea, alta, «XXL»? ¡Jaja! Tal vez acababa de romper

con su novio y se refugió en el brazo consolador de la comida rápida.

—El imbécil mencionó algo sobre una hamburguesa... ¡Eso es! Entonces él también la

estaba siguiendo desde antes de llegar a la parada de autobús. ¿Cómo no lo noté?

¡Mierda! Tal vez no era un principiante…; pero sí fue muy descuidado, de eso no me cabe

ni la menor duda. Además, él tampoco me vio a mí en el trayecto. Mmm…

—Tierra llamando a…

—Sí, era «XXL»; pero no ella, sino sus labios —atajó el diablo, guiñándole un ojo.

—¡¿La besaste?! ¡¿La asaltaste y luego la besaste?!

—No. Primero me besó y luego le pedí sus cosas.

—¡Carajo! ¿Cómo sucedió todo? ¿Lloraste otra vez para hacerte la víctima frente a tu

víctima?

—Fue una situación diferente.

—¿No me lo piensas contar, verdad?

—No.

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—No importa. La próxima vez iré contigo. Me vendría bien una investigación de campo.

Quién sabe, puede ser que me vuelva mejor que tú.

—Sigue soñando, tarado.

—¡Pff! ¡Por favor! ¿Qué tan difícil puede ser?

—No mucho; pero si te descuidas al momento de la acción, tal vez lo único que consigas es

el autógrafo del diablo… y una mano perforada.

—¡¿Le perforaste la mano a la chica?!

—¡No, tonto! No estás entendiendo. Yo… Olvídalo, no tengo que contártelo.

—Da igual. Mejor cambiemos de tema. ¿Has pensado en robar un banco? Eso cambiaría

nuestras vidas. Imagina poder vivir en una mansión llena de lujos, comodidades...

—¿Y luego qué?

—¿Eh? ¿No es suficiente? B-bueno, podríamos comprar un avión, viajar por el mundo,

robar aquí y allá; y hacernos cada vez más ricos.

—En algún momento nos aburriremos. ¿De qué servirá todo eso? Nada de lo que hagamos

será suficiente en esta vida.

—¿Qué mierda estás diciendo? ¡Por un demonio! ¿Te vas a poner así de dramático, viejo?

El diablo de Estocolmo no tenía más que decir, tan solo calló y tomó asiento en su raído y

polvoriento sillón. Luego de varios minutos de introspectivo silencio, le habló por fin a su

colega.

—Está bien, te concederé un deseo —le dijo—; pero, a cambio, tendrás que hacer algo por

mí. Soy el diablo, ¿no? Esas son las reglas.

—Habla.

—Tú escogerás nuestro siguiente trabajo. Puedes o no participar en él, como quieras; y será

tan grande o pequeño como lo desees: asaltar a un anciano, a una jovencita, robar un banco,

secuestrar al presidente, lo que sea. Cuando lo logremos, el botín será completamente

tuyo…

—Qué interesante, suena bastante bien. Continúa, continúa.

—Sin embargo, ese será nuestro último atraco, nuestro último trabajo juntos. Después de

eso, no nos volveremos a ver y cada quien seguirá su propio camino. ¿Qué te parece?

Holm miró al diablo con atención. Posteriormente, bajó la mirada, decepcionado.

—Esto ya no me está gustando. ¿Qué te sucede?

—¿Lo tomas o lo dejas? Responde.

—¿No es obvio? No lo aceptaré, nunca lo haría. ¿En verdad creíste que preferiría unos

cuantos millones en lugar de tu amistad?

—A eso me refiero. Lo material, al final del día, no es tan relevante.

—Mmm… Puede ser… Bien, es cierto. Odio admitirlo; pero tienes razón. No sirve de nada

poseerlo todo si no tengo a alguien como tú para compartirlo.

—¿Lo ves? Estás enamorado de mí, maldito homosexual.

—¿Qué? ¡Eres un imbécil! —repuso Holm entre risas—. Pensé que estabas siendo… Ya

me estaba poniendo sentimental, pedazo de basura.

—Te lo dije: soy el diablo. No confíes mucho en mí, por tu seguridad te lo digo.

—Ya, ya, sabes mover bien los sentimientos, ya entendí, no presumas. Mejor dime dónde

aprendiste a hacerlo.

—¿A hacerlo? Lo hice por primera vez con una chica que… ¡Ah! ¿Te referías a lo de los

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sentimientos?

—¡Jajaja! Muy gracioso, muy gracioso.

—Y después de un chiste tonto, pero en el lugar indicado, cambias totalmente de tema y te

ahorras la respuesta a la pregunta anterior —suspiró internamente—. ¿Por qué los

humanos tienen que ser tan manipulables? ¿Entonces crees que sería buena idea robar un

banco?

—¡Sí! ¡Jaja! ¡Claro!

V

—Esto está saliendo mal, Holm, muy mal.

—Apégate al plan y nos libraremos de esta, te lo prometo… ¡QUE ME DES CADA

MALDITO CENTAVO, ANIMAL! ¿ACASO ESTÁS SORDO? ¡TE FALTAN ESOS

BILLETES DE ALLÁ, NO TE HAGAS EL TONTO! ¿O ME LOS QUIERES

ESCONDER? ¿EH, EH? ¿ME LOS QUIERES NEGAR A MÍ, AL GRAN HOLM? ¿ESO

QUIERES, IDIOTA? ¿ESO QUIERES, EH?

—Oye, ya, tranquilízate. Recuerda que tienes que empatizar con la víctima para que las

cosas se den con naturalidad, sin traumas.

—Ese es tu estilo, viejo, no el mío. Déjame divertirme, ¿sí?… ¡TÚ, EL QUE TIENE

CARA DE MOSCA, AGACHA LA MALDITA CABEZA SI NO QUIERES MORIR

AQUÍ MISMO, PERRA!

—Holm, tenemos a la mitad de la policía afuera del banco. ¿Cómo demonios ayudan tus

gritos? Me estás irritando demasiado.

—Está bien, está bien, ya vámonos. ¿OYERON ESO, PERROS? YA NOS VAMOS;

PERO NO NOS IREMOS SOLOS, ¿SABEN POR QUÉ? PORQUE NOS LLEVAREMOS

SUS AHORROS, IMBÉCILES. ¡JAJAJA!

—Estás a un grito de que te mate, Holm, ya cállate.

—No seas marica. Tenía casi dos semanas sin salir del cuartel. Necesitaba un poco de

interacción humana, ¿de acuerdo? Ve por la rehén y vámonos.

—¡Atención, atención, esto acaba aquí, queridos contribuyentes! ¡No hay nada de qué

preocuparse! ¡Podrán reunirse con sus familias este día! —exclamó el diablo desde el

centro del enorme banco.

—¡Diablo! Esa no, mejor que sea la rubia —lo interrumpió Holm cuando estaba por tomar

del brazo a una joven de cabello castaño.

—¿Alguna otra petición? ¿El helado lo quieres de chocolate, vainilla o…?

—Larguémonos de aquí de una vez.

—Por fin.

—¡QUÍTENSE DEL CAMINO, BESTIAS! ¿NO VEN QUE VAMOS DIRECTO A LA

GLORIA?

—¡Policía Federal! ¡Bajen sus armas o procederemos a disparar!

—¡Asaltabancos locales! ¡Pueden meterse sus disparos por el recto! ¡Colocamos explosivos

en todo el lugar! ¡Los tres llevamos explosivos escondidos en la ropa! ¡Si no quieren

publicar una masacre en los diarios de mañana, tendrán que darnos todo lo que pidamos!

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—¡No negociamos con terroristas! ¡Suelten a la rehén ahora mismo!

—¿Terroristas? ¡¿Qué?!… Ahora sí la cagamos, diablo, nos están confundiendo. ¡Mierda!

El primer mundo en verdad está jodido; se la vive con el trasero en la mano. Uno ya no

puede salir a robar un poco, porque lo tratan como a un maldito terrorista demente.

¿Diablo? C-creo que es tu turno, n-no sé qué hacer, lo siento —musitaba Holm, aterrado.

—¿Eso es todo? ¿Es lo único que puedes dar? ¿Primero quieres hacer todo tú y al final te

echas para atrás? Mira y aprende, novato... ¡QUÉDENSE CON EL DINERO, NO LO

QUEREMOS! —y arrojó la maleta hacia enfrente; pero sujetó con más fuerza a la rehén.

—¡¿ESTÁS LOCO?! —masculló Holm, confundido, atónito, desconcertado.

—Te dije que no confiaras en mí —susurró el diablo, y le disparó a su adepto justo entre

los ojos—, y que estabas a un grito de que te matara. Que disfrutes el botín…, Holm.

La policía se había petrificado, la incertidumbre había endurecido sus gatillos. Nadie

reaccionó, hasta que lo hizo el diablo: guardó su pistola, tomó a la rehén por los hombros,

la empujó impetuosamente, provocando que cayera sobre la maleta con dinero y aprovechó

el caos del momento para salir corriendo.

—¡FUEGO, FUEGO! —gritó uno de los oficiales, demasiado tarde.

El enemigo corrió hasta perderse en una solitaria calle, se deshizo de su máscara de ciervo,

se despojó de los explosivos falsos, de su gabardina negra, arrojó todo a un contenedor de

basura, guardó sus guantes en el interior de sus zapatos y volvió a correr, esta vez hacia el

último lugar donde lo buscaría la policía: el banco.

—¡Salgan todos! ¡Vamos, vamos, salgan! ¡Rápido!

—E-escuchamos disparos, oficial ¿qué sucedió?

—Salga, por favor. Tenemos que evacuar el lugar de inmediato.

—Muchas gracias, en verdad, muchas gracias. Son unos ángeles. Dios los bendiga —le dijo

aquel nervioso hombre con lágrimas de felicidad en los ojos. Aquel hombre era el diablo…

y también sabía rezar.

VI

—(…) Sí, puede ser que me haya sobrepasado un poco. Discúlpame por eso, Holm, a veces

me altero con facilidad y tú no dejabas de gritar. Además, no me agradaban tus métodos.

Como sea, ya estás en un lugar mejor. Gracias por lo de «El diablo de Estocolmo»,

conservaré el nombre... Nos vemos allá arriba —terminó de leer lo que había escrito,

asintió dos veces con la cabeza, impasible, y arrojó el trozo de papel al suelo.

El diablo miró por última vez su departamento, se colocó su maleta en el hombro y le

prendió fuego a todo.

VII

—Hola, ¿me recuerdas?

—¡Oh, mierda…! ¡OH, MIERDA! ¡¿CÓMO SUPISTE…?!

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—Descuidas muchos detalles; pero tienes talento. Te pareces a mí cuando empecé.

—¡No pedí tu opinión!

—Vine a instruirte. De nada.

—¡ESTÁS LOCO, HOMBRE! ¡ERES UN MALDITO ENFERMO! ¡LÁRGATE DE MI

CASA AHORA MISMO O TE VOY A DEJAR COMO UN PUTO COLADOR!

—La última persona que gritó frente a mí ahora está muerta. No lo vuelvas a hacer.

—…

—Tengo una duda: la otra noche, cuando quisiste violar a aquella joven, sabías que ella

había estado en una hamburguesería. ¿Por qué lo sabías?

—¿Q-qué?

—¿Por qué lo sabías?

—¡Ya pagué por eso! ¡Mira!

—Responde.

—¡Porque la estaba siguiendo desde antes, genio!

—Estás a una tontería de perder tu lengua... ¡Ya sé que la estabas siguiendo desde antes!

¡¿Por qué lo hacías, maldita sea?!

—¡¿Qué quieres de mí?! ¡Déjame en paz, por favor! ¡Yo sólo quería un poco de diversión!

¡No me mates, por favor, no lo hagas! —gimió.

—¡CONTESTA LA PUTA PREGUNTA, MIERDA!

—Y-yo s-sólo… Y-yo…

—¡DEJA DE TARTAMUDEAR, MARICA!

—Y… Yo —gimoteó— estaba haciendo unas cosas cerca de la hamburguesería… —el

diablo levantó una ceja—, ¡cosas personales!... E-entonces escuché que una pareja de

mocosos estaba teniendo una discusión muy acalorada.

—Vaya, Holm tenía razón.

—Cuando dejé de… hacer lo mío… y me acerqué para ver qué sucedía, vi que la chica le

había dado un golpe en la ingle a quien supongo que era su novio… o exnovio. Después

noté que se alejó llorando y decidí seguirla para…, para…

—Ya sé para qué, imbécil, no necesitas decírmelo.

—¡No me mates, por favor!

—¿P-pero qué mierda…? ¡Que no vengo a matarte, estúpido! ¡Pero si sigues

comportándote así, créeme que lo voy a hacer!

—E-está bien, está bien.

—Continúa. ¿Qué hiciste después?

—Yo… Vi que ella entró a comprar una hamburguesa y decidí esperarla afuera.

—Por eso no recordaba haberlo visto en alguna de las mesas. ¿Y qué hiciste cuando salió

del lugar? Habla.

—La n-noté muy deprimida y pensé que… ¿Podrías dejar de apuntarme a la frente, por

favor?

—No. Sigue hablando.

—Supuse que buscaría un autobús para regresar a casa o ir a otro lugar. No levantaba la

mirada, no hablaba con nadie, no utilizaba su celular, era lógico pensar que quería aislarse.

—Pudo haber tomado un taxi. ¿Pensaste en eso?

—¡¿Por qué tantas preguntas?! ¡Me estás irritando! ¡Tú y tu maldita máscara me están

irritando demasiado!

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—Sigue-moviendo-tu-asqueroso-hocico —le ordenó el diablo, impaciente.

—¡Sí, sí, sí pensé en que podía tomar un taxi! Pero lo hubiera hecho desde que salió de la

hamburguesería, y no lo hizo. Ella empezó a caminar, supuse lo del autobús y decidí

adelantarme a la parada más cercana para que no pareciera que la estaba siguiendo.

—¡Ajá! Comienzas a agradarme, idiota. Resultaste ser más inteligente de lo que pensé.

—El resto supongo que ya lo sabes.

—Sí.

—¿Tú también la estabas siguiendo?

—Eso no es de tu incumbencia.

—Es obvio que también la estabas siguiendo; pero… ¿por qué?

—Porque no me dejó disfrutar mi estúpida hamburguesa. Estaba en la mesa de atrás,

sollozando como un cachorro abandonado. Aquello me revolvió el estómago, echó a perder

mi momento de relajación y decidí que tenía que pagar por eso.

—¡Jaja! Así que la pobre perra atrajo a dos «tipos malos» con su lloriqueo.

—¿Sabes? Me recuerdas a un amigo.

—¿Amigo? ¿Tienes amigos? ¿Tú?

—Tenía. Lo maté. Y si le vuelves a faltar el respeto a una dama frente a mí, terminarás

como él.

—Está bien, está bien. ¿Ya me puedes dejar en paz? Tengo cosas que hacer.

—No. Dije que vine a instruirte y eso es lo que haré. Acostúmbrate a mi presencia, no te

librarás de mí tan fácilmente.

—¿Necesitaré un cuaderno y un bolígrafo, maestro?

—¿Dónde dejaste el que te regalé?

—¡Ah! Buena esa. Veo que piensas rápido.

—Tú y yo podríamos hacer un buen equipo.

—¿Yo las intento violar y tú las rescatas? —preguntó con sarcasmo.

—No, claro que… Oye, podría ser buena idea.

—¿De qué diablos hablas?

—Tu técnica… no es tan mala. Vi cómo abordaste a la chica. Primero la trataste con

educación, amabilidad, caballerosidad y esas cosas. Pero te desesperaste, perdiste la de

arriba, se te calentó la de abajo y empezaste a cometer errores.

—Entiendo…, «sensei»; ¿pero eso qué tiene que ver con lo anterior?

—Que sabes cómo iniciar el trabajo, sabes cómo bajar la defensa de tu víctima; pero no

sabes cómo dar el siguiente paso. Eres observador, calculador y perspicaz. Esos son

algunos de los ingredientes más importantes… Si te ayudo a perfeccionar tu técnica, podrás

hacer lo que se te plazca. Y cuando aprendas a hacerlo, podremos juntar nuestras

habilidades para crear otro tipo de empatía con nuestras presas. Imagina esto: tú te haces

pasar por el malo, yo por el bueno, y luego nos quedamos con el botín sin tener que

preocuparnos por represalias.

—¿Me estás diciendo que actuemos para conseguir lo que queramos? ¿Quieres que sea un

maldito actor callejero? ¿Y luego qué? ¿Me tendré que subir a un monociclo mientras hago

malabares para que la gente me dé limosna? ¡Me estás ofendiendo, estúpido!

—Tenemos métodos y gustos muy distintos, estoy consciente de eso; pero piénsalo:

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¿cuántas veces has ido a la cárcel por hacer lo que haces de la forma en que lo haces?

—Dos veces.

—¿Sabes cuántas veces me ha perseguido la policía por asaltar a alguien?

—…

—Ninguna.

—Lo mío ni siquiera es asaltar. Prefiero robar tiendas y casas mientras todos duermen. No

me interesa tu oferta.

—¿Y qué te parecería poder acostarte con las mujeres que quieras sin necesidad de

obligarlas ni tener que huir de la policía?

—¡JA! Ahora me vas a decir que tu técnica me ayudará a violar desconocidas que

mágicamente no pedirán ayuda después de eso.

—Mejor aún: tal vez hasta te llamen para más.

—Creo que la palabra que buscas es «ligar», pedazo de imbécil.

—Mmm… Sí, algo así.

—¡Jajaja! Eres patético. ¿En serio crees que me voy a rebajar a eso? ¿Acaso nunca has

sentido esa adrenalina por estar haciendo lo incorrecto cuando destrozas a una mujer por

dentro? Y no me refiero necesariamente a lo físico.

El diablo guardó silencio, expectante—. Ya veo… Sí, eso es. Mírate, tienes buen físico, tu

voz es profunda, varonil; dices que sabes hablarles a las mujeres, y probablemente bajo esa

estúpida máscara blanca se esconde un rostro delicado, de niña, de esos que les gustan a las

que sí son niñas. Ya tienes el cabello, no me extrañaría que también tuvieras el rostro.

¿Cómo se les dice? ¿Andrógino? En fin… Tal vez nunca te haya hecho falta obligar a una

chica; pero aunque pudieras tener a quien sea con tu método, nada se comparará a esa…

húmeda…, adictiva…, prohibida…, excitante…, sensación de culpa y regocijo mientras

deslizas tus manos sobre su cuerpo sin su consentimiento, mientras frotas tus dedos en sus

partes más sensibles y la obligas a tocar las tuyas. Esa sensación tan placentera de poder, de

fuerza, de dominio, de unión, de saber que el cuerpo de tu víctima lo está disfrutando,

aunque su cerebro pretenda ordenarle lo contrario. Nada se compara con esa posibilidad

que te brinda el violar a una mujer e intentar hacerlo tan bien que la hagas desear más —

rio, orgulloso—. ¿Tú qué sabes sobre eso? Seguramente nunca has sentido cómo una

vagina mojada se contrae tan fuerte por el pánico que tu pene termina siendo succionado

una y otra vez.

El diablo lo miró, sonrió y le apuntó en la entrepierna.

—Dame una buena razón para no destrozarte el pene.

—¿Sabes? Ya no me interesa lo que hagas. Lo que quise hacer en esta vida ya lo hice.

—¿Vivir en una pocilga era parte del plan?

—Me importa muy poco dónde viva. ¿Qué más da el lugar, la ropa, el transporte? Yo vine a

esta vida a disfrutar de sus verdaderos placeres, a satisfacer mis necesidades corporales,

mentales.

—Vaya…, su ambición es diferente a la del resto. Holm quedaría como un estúpido a su

lado. Tal vez sea hora de cambiar un poco el orden de las cartas… ¿Ah, sí? ¿Y qué me

dices de la manipulación? Al parecer te gusta forzarlo todo; pero… ¿y si pudieras hacer que

las personas hicieran lo que quisieras? No tendrías que esforzarte demasiado.

12

—¿Eh? ¿Manipulación? ¿La psicología inversa cuenta?

—…

—Acabo de manipularte, ¿no lo notaste?

—¡Jaja! Está bien, está bien, te has ganado otra oportunidad, mocoso.

—¿Quieres que intercambiemos los papeles? Ahora podría ser yo quien intente enseñarte

algunos trucos.

—Supusiste que no te mataría y te mostraste confiado, no es para tanto.

—Dime una cosa: ¿por qué te molesta que obligue a alguien a darme algo? Tú eres el

mismo tipo de escoria que yo. Independientemente del método, estamos arrebatándole sus

pertenencias a los demás.

—Sin embargo, yo juego con sus mentes para que ellos mismos sean los que decidan

dármelas, sin tanta presión, sin traumas, sin pánico. Después de eso, nadie intenta

aprehenderme y lo único que pierde mi víctima son cosas materiales.

—¿En verdad nunca te han denunciado con las autoridades?

—No.

—Es digno de admirarse, lo admito; pero ¿qué ganas con tanta amabilidad? ¿Cuál es la

diversión?

—Verás, yo juego y me divierto con la mente de mis presas, tú juegas con tu mente. Mi

objetivo es provocar emociones, tu objetivo es provocarte emociones. Esa es la diferencia.

—Ya, ya, soy un egoísta, lo sé, no necesitas insinuarlo.

—¿Te gustaría dejar de serlo?

—Mmm… No lo sé, hombre. Ciertamente no me interesa demasiado; pero… no sé…, tal

vez me guste. Creo que no pierdo nada con intentarlo una vez.

—Una vez, exacto. Si no te agrada, nos olvidamos de todo esto y cada quien seguirá su

camino. ¿Trato hecho?

—… Trato hecho.

—Bien. ¿Con qué quieres empezar? ¿Un robo, un secuestro, un…?

—Una violación.

El diablo gruñó—. Esa será la prueba de fuego. Necesito ver cómo funciona tu técnica en

eso. Es lo que más me importa, chico. Yo no tengo la culpa de ser adicto al cuerpo

femenino. Culpa a la vida, no a mí.

—Está bien, será una violación. Te enseñaré cómo hacerlo de la manera correcta, y que no

te extrañe si terminas besándome los pies.

—Ya lo veremos, ya lo veremos… Por cierto, hablas demasiado; pero ni siquiera sé tu

nombre, y no te has quitado esa máscara. ¿Siempre la usas? Es un poco incómodo hablarle

a esa cara tan… inexpresiva.

—Mi nombre ya lo sabes, y no creo que quieras que te lo recuerde.

—Pero me refería a un nombre real, no a un apodo… ¿No? Bueno, como quieras…,

«diablo». ¿Y qué me dices de la máscara?

—Verás mi rostro cuando te lo merezcas.

—No sé cómo te va con las demás personas; pero tu misterio no me impresiona.

—Ya lo noté. Digamos que tú eres un tanto diferente.

—«Único» es la palabra que buscas.

13

—Estaba pensando en «idiota»; pero gracias por la sugerencia.

—¡Jaja! No eres tan mal sujeto. Empiezas a caerme bien.

—Sólo no te enamores.

—¡Ey, ey, ey! Alto ahí. Yo no juego en ese equipo.

—¿Seguro? Dicen que los que buscan muchas mujeres son los que más dudan de su

sexualidad.

—E-eso no pasa conmigo, te lo aseguro.

—¡Jajaja! Sólo era una broma, no te lo tomes tan a pecho… ¿Y bien? ¿Me dirás tu nombre?

—Claro. Me llamo Gabriel, Gabriel Rangel. Ese es mi nombre real. Yo no necesito apodos,

no tengo 7 años.

—Sí, sí, muy gracioso. Pero ya verás por qué me llaman El diablo de Estocolmo.

VIII

—¿Ves esa de allá? Ella es la indicada.

—¿Cómo lo sabes? Puede ser que guarde una pistola en su ropa.

—Sé que es ella porque está sola; pero su postura es la de alguien que está acompañada. Su

mente busca compañía y su subconsciente la hace sentir que la tiene… Vaya, es hermosa.

—Bien, estás aprendiendo. ¿Recuerdas el método? Dímelo.

—Me acerco con timidez, le hablo con amabilidad y me hago la víctima contándole un

problema personal para que baje su defensa cuando note que estoy vulnerable, lo cual la

hará creer que no represento una amenaza. Luego, su instinto maternal le exigirá que me

ayude. Mientras lo hace, le pregunto sobre su vida, toco el tema de las relaciones, inquiero

sobre sus fracasos amorosos para obligar a su cerebro a recordarle las heridas del corazón, y

con eso provocaré que se sienta como una tonta, una ingenua y una pobre víctima del amor.

Después le cuento sobre mis supuestos fracasos amorosos para que ahora sea ella quien se

sienta vulnerable pero comprendida. Posteriormente, y aprovechando su guardia baja, la

halago para hacerla sentir deseada. Luego llega mi parte favorita: le insinúo una aventura,

hago un sutil y supuestamente accidental contacto físico para detonar inconscientemente su

libido; y la incito sexualmente para hacer algo que no se ha atrevido en sus antiguas

relaciones. Esto ocasionará que se cuestione sus pudores, sus decisiones, las que la han

llevado a fracasar en el amor; y terminaremos haciéndolo dentro de aquel baño público.

—Correcto. Ve por ella.

El diablo lo miraba todo desde el ventanal de la cafetería, a unos 50 metros de distancia,

escondiendo su cabeza en un sombrero negro, sus ojos tras unas gafas de sol, su rostro en

una bufanda blanca y sus manos dentro de unos guantes de cuero.

Sorbió un poco de café, inclinó su cabeza, dobló el periódico y vio de soslayo cómo Gabriel

tomaba asiento a un lado de la joven. Pero, segundos después, una sonrisa de cortesía dio

por concluida aquella breve conversación. La chica se levantó del escaño y se alejó sin más.

Apenado, el diablo pagó la cuenta, se dirigió a la salida y caminó hacia su colega.

Gabriel lo vio acercarse lentamente, así que se puso de pie y secó rápidamente el vestigio

de una fugitiva lágrima.

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—No funcionó —le dijo.

—No te preocupes, las circunstancias a veces impiden que el método resulte efectivo.

—No. No funcionó y eso es lo único que importa. ¿Sabes qué significa?

El diablo guardó silencio unos momentos.

—¿Se terminó? ¿Cada uno seguirá su camino?

—Sí. Yo iré tras esa perra y la obligaré a desearme, a disfrutar de mí; y tú te quedarás aquí

sin poder hacer nada al respecto.

—… Sabes que no te permitiré hacerlo.

—No pedí tu opinión —sentenció Gabriel, enfurecido. Así, sacó su pistola, le apuntó al

diablo en la cabeza y disparó tres veces.

El diablo de Estocolmo cayó de inmediato al suelo, con la cara de frente, tiñendo su sombra

de rojo.

15

CAPÍTULO 2

EL DIABLO Y LA MUERTE

—M-mald… ¡MALDITO! ¡MALDITO SEAS, ESTÚPIDO! —gritó el diablo encolerizado,

segundos más tarde, mientras se ponía de pie.

Su rostro había empalidecido, su abrigo blanco y bufanda estaban empapados de sangre, su

sangre. Pero las heridas de bala ya no estaban, ni una cicatriz, ni un rasguño, ni una marca.

Con los ojos hundidos, los párpados negros, la piel lívida, las pupilas contraídas y sus

entrañas ardiendo, el diablo miró sus manos, se detuvo a considerarlo y, luego de observar

la consternada multitud que lo rodeaba, soltó una carcajada—. Interesante —susurró.

En el suelo no había rastro de su cuerpo ni de su sangre; pero sí dejó un rastro cuando

desapareció frente a todos, un olor en particular: a azufre.

IX

—Hola, Gabriel.

—¿Q-qué…? ¿Q-quién…, quién eres? Tu voz…

—Querías ver mi rostro, ¿no?

—N-no, n-no puede…

—Te advierto que cambié un poco, eh. Antes no era tan atractivo. Pero tengo que

agradecerte por haberme matado. Ahora puedo hacer varias «cosillas», nada importante,

claro; pero sí divertidas —recitó el diablo con teatral modestia.

—N-no, no p-puedes ser tú. ¡YO TE MATÉ! —gritó Gabriel, desesperado, acorralado, y

disparó consecutivamente.

—¿Terminaste? —le preguntó el diablo, mirando con aburrimiento sus atezadas uñas.

—¿Q-qué quieres de mí? ¡¿Qué mierda quieres de mí, maldita sea?! ¡Me uniré a ti! ¿Eso es

lo que quieres? ¡Me uniré a ti! ¡No volveré a traicionarte, lo juro!

—¿Y yo para qué te necesito? ¿Qué me puedes dar tú que no tenga ya? ¡Ah! Ya lo sé.

¡Devuélveme-mis-malditas-cosas!

—¡Toma, toma, son tuyas, todas tuyas! ¡N-no las quiero, quédatelas! ¿Qué más quieres?

¿M-mi billetera? Toma, quédatela también.

—¡Oh, gracias, no era necesario! Qué amable eres, Gabriel. Ahora bésame los pies.

—… S-sí, sí, como tú digas.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue con aquella chica? ¿Lograste jugar con ella?

—…

—Habla, no tengas miedo.

—… Y-yo… N-no, no la encontré.

—Mientes —sentenció el diablo, y jaló el gatillo al mismo tiempo que el último aliento de

Gabriel salía de su cuerpo—. Mmm… Lástima, pudiste haber sido un buen aprendiz… Tal

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vez debería de conseguir un perrito. ¿O un gato? No, no, los gatos son muy malos, no

quiero competencia —bromeó en soliloquio.

—¿Q-qué sucedió?

—Bienvenido al infierno.

—P-pero es…

—Sí, es la Tierra.

—¿Estoy vivo? ¿Me mataste? ¿P-por qué…?

—No y sí. ¿Ves esto? Mi pistola ya no es una pistola ordinaria. Ahora mis balas hacen

«magia». ¿Verdad que soy genial? Se me ocurrió todo de camino aquí, incluso el diseño y

estos grabados tan… intensos.

—¿D-de qué estás hablando? Mierda, estoy agotado. ¿Por qué estoy agotado?

—Mira abajo.

—… ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ ESTOY HACIENDO EN EL SUELO?! E-espera, ¿esto es un

sueño? Tiene que ser un sueño, tiene que ser un sueño. Estoy soñando, lo sé, estoy soñando.

—No, no lo es. Te maté hace unos segundos. Estás muerto, tu cuerpo se pudrirá con el

tiempo; pero… me quedé con tu alma.

—Me veo… vivo.

—Sin embargo, estás-muerto, idiota. No me hagas volver a repetirlo.

—N-no entiendo.

El diablo suspiró, impaciente.

—Pude haberte matado y enviarte a… como sea que le llames a allá arriba. No obstante,

aquello sería demasiado bueno para ti, sería como enviarte de vacaciones, así que decidí

dejarte atrapado aquí abajo. ¿Acaso conoces un mejor infierno que la Tierra?

De pronto, los hombros de Gabriel comenzaron a saltar.

—¡JA-JA-JA-JA-JA! ¿Creíste que dejarme en la Tierra sería un castigo? ¿Estás consciente

de todo lo que podré hacer ahora que no puedo morir? ¡POBRE ESTÚPIDO!

—Estando aquí, en tu estado, serás libre, podrás andar de aquí para allá sin restricciones ni

pasaportes; pero nadie podrá verte, nadie podrá escucharte, nadie podrá sentirte. Nada de lo

que hagas, digas o pienses afectará a los vivos. ¡Oye! ¡Tu risa! ¿Por qué desapareció?

—E-eres…, e-eres un… ¡HIJO DE PUTA! ¡ME LAS VAS A PAGAR!

Pero el puño de Gabriel jamás tocó a El diablo de Estocolmo, ni una ni dos veces—. N-no,

n-no lo creo. No p-puede ser cierto. Tiene…, t-tiene que haber algo que pueda hacer.

—No.

—¡ERES UN MALDITO! ¡TE MALDIGO A TI Y A TU…!

—Oye, oye, ese es mi trabajo —atajó el diablo con tranquilidad—. Ahora vete a vagar por

ahí, animal. ¡Ah! Y ni intentes contactar a una vidente o esas cosas. No funcionará, nada de

eso funciona.

Gabriel sabía que no podía hacer nada contra el mismísimo diablo. Gruñendo, lo rodeó y

caminó hacia la calle sin detenerse. Los automóviles lo traspasaban, los señalamientos no le

impedían el paso, las personas no lo notaban, su vida se le había escapado entre los dedos;

pero inesperadamente un pensamiento llegó hasta su abatido corazón y lo hizo levantar la

mirada con una sonrisa de esperanza—. ¡Tienes razón! Qué bueno que me lo recordaste.

Por poco olvido quitarte la vista —le dijo el diablo, reprimiendo una carcajada cuando

apareció frente a él, al otro lado de la calle.

Desde ese momento, la existencia de Gabriel dejó de tener sentido alguno y, resignado,

decidió permanecer en ese último lugar que sus ojos lograron presenciar. Y ahí estaba él,

como una estatua, como un monumento: sin vida, sin utilidad, sin movimiento. Pero para su

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mala suerte, a él ni siquiera podía verlo la gente.

Victorioso, el diablo le dio unas palmaditas en la espalda y, sin esperárselo ni desearlo,

volvió a tomar su aspecto humano, el aspecto de aquel joven hombre de 29 años.

—Vaya, esto se pone cada vez más interesante —pensó emocionado, y siguió su camino.

X

—Oh, Japón, tierra de oportunidades, tecnología de punta y humanos modificados

genéticamente. Malditos ojos rasgados, son como máquinas. ¿Qué mierda les dan de

comer?... Bueno, como sea, ya estoy aquí, no puedo dar un paso atrás, es hora de un nuevo

comienzo. Mmm… ¿Por dónde empiezo? Necesito un lugar donde dormir, sí, eso es obvio;

pero antes necesito conseguir dinero… ¿Cómo serán los Toki… Tokianos, Tokienses,

Tokieños? Mmm… ¿Cuál será el gentilicio? Da igual… He escuchado que los asiáticos son

muy solidarios; pero… ¿serán igual de ingenuos que en occidente?¡Ah, aquí viene alguien!

Tendré que averiguarlo. Buenas tardes, amable nipona. Disculpe que la moleste, ¿dónde

puedo encontrar un departamento?

—¿Uh?

—Un departamento. Migré a su hermoso país para comenzar una nueva vida. Estoy en

busca de un sitio donde pueda quedarme. Verá, soy sólo un joven inversionista que desea

crecer profesionalmente y encontrar su verdadero «yo». Sé que en su bendita tierra son muy

espirituales, eso me agrada. Yo no soy muy espiritual… ni muy disciplinado. De hecho,

ahora que lo pienso, soy muy impaciente y ni siquiera me gusta el pescado, ¿qué carajos

hago Japón?, por lo que tal vez tenga problemas para adaptarme. Mmm… ¡Oh! Pero podría

aprender todo eso si es necesario para encajar aquí. Sería un honor poder conocer un poco

de su cultura y…

—私はあなたの言葉を理解していません。

—¡¿PERO QUÉ MIERDA…?! ¡¿Por qué no han creado un estúpido idioma para todo el

mundo, malditos humanos?! A ver… Mmm… Póngame atención, por favor. Yo-necesito-

departamento. Lugar-vivir-yo. ¿No? ¿No me entiende? —gruñó, desesperado—. Mmm…

A ver, a ver… Picashu, pocquemon, sushi, takataka, pocquedecs, uan-ponch-men, sensei,

kung-fu, dillimon, gocú, ¿no? ¿Tampoco?... ¡Carajo! Olvídelo, señorita. «Arigatō» —se

despidió, y apresuró el paso muy apenado—. Vaya, pensé que sería más fácil establecerme

en este lugar.

XI

—¿Lo ves? Mira bien. ¡Rigo, devuélvete al minuto 63, por favor!

—No veo nada, Des.

—¡Ahí, justo ahí! ¡Pausa la grabación, Rigo! ¡AJÁ! ¡¿Lo ves ahora?! ¡¿Lo ves?! Mira con

atención, cuadro… por… cuadro. ¿Notas el destello?

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—Sí, sí noto el destello. Pero puede ser cualquier cosa. Estás viendo lo que quieres ver,

Des, y no tengo tiempo para eso.

—¡Por favor, Aaron! ¡Le disparan tres veces en la cabeza y se levanta un minuto después

como si nada hubiese pasado! No estamos tratando con cualquier cosa.

—¡Está bien! Sí, lo admito, es un punto a tomar en cuenta. Sin embargo, piénsalo bien, hay

miles de mocosos allá afuera haciendo tonterías en la calle para grabarlas y subirlas a

internet. ¿Cómo sabes que todo eso de la grabación no fue actuado? ¿O ya olvidaste los 30

mil que me hiciste perder en esa estúpida investigación de la muñeca que supuestamente

lloraba sangre? ¡Tenemos que darle a nuestro público material de calidad, no niñerías!

—No era necesario que me gritaras…

—E-estem… Creo que yo… iré a ver cómo está el clima allá afuera.

—¡Por dios, Desirée! ¡Tú…! Discúlpame; pero últimamente me has hecho perder más de lo

que he ganado. Siento que esto se ha vuelto un juego para ti, unas vacaciones. Ya no veo a

la mujer comprometida de hace 5 años.

—Pues ya no soy la misma de hace 5 años, y tú tampoco.

Aaron suspiró.

—Sólo… demuéstrame que valdrá la pena esta vez, ¿entendido? Confiaré en ti.

—¡¿En serio?!

—Sí, sí. Haz lo que tengas que hacer; pero hazlo rápido, me estoy quedando sin fondos.

—¡Gracias, gracias! ¡Ven acá y dame un beso, cabeza de montaña!

—Está bien, ya, es suficiente —rio—. Empieza de una vez antes de que me arrepienta de

haberte traído a Canadá.

—¡RIGOOO! ¡YA PUEDES ENTRAR!

—¿Ya acabó el apocalipsis?

—Mejor aún: creo que acaba de comenzar.

XII

—¿Conseguiste la ubicación exacta?

—Al parecer voló a Japón hace una semana. La última grabación que tengo de él es un

barrio de Tokio, cerca de un… ¿casino? ¿Crees que le gusten las apuestas?

—Apostaría a que no.

—Mira, tienes razón. Salió de ese intento de casino tan solo 4 minutos después de haber

entrado. O tiene pésima suerte o…

—¿Tienes acceso a las cámaras de vigilancia del interior?

—¡Oye, me estás ofendiendo! Dame un segundo… ¡Oh, sí! Aquí tienes tus grabaciones.

—Eres un genio. ¿Dónde aprendiste a «hackear» tan rápido?

—¿Dónde más? En internet.

—¡Mira! ¿Viste eso? Alguien le dio una envoltura.

—Parece un dulce. ¿Traficará droga?

—Mmm… No lo creo. Regresa de la muerte y comienza a vender narcóticos. Ilógico, ¿no?

—Sí, sería muy tonto… Tal vez los consume.

—Eso suena mucho más tonto…; pero probable... ¿Hay algo más?

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—No, es todo. El barrio en el que se esconde parece que se quedó en el siglo pasado.

¿Notas la calidad de la imagen? Es como si grabaran todo con un tenedor.

—¡Jaja! Entonces es hora de hacer las maletas…, corazón.

—¡Ey! —susurró muy nervioso, casi atragantándose con la saliva—. N-no me digas así

cerca de… —recorrió el interior del viejo hangar con la mirada—. El jefe podría oírnos.

—¿En verdad crees que se enoje con nosotros cuando se entere de que me comparte con su

hijo?

—¡Des! —Rigo volteó nuevamente hacia todos lados, alarmado—. Deja de recordármelo.

Me da escalofríos pensar en eso.

—No te hagas el pudoroso conmigo. Además, ni siquiera es tu padre.

—Pero lo veo como a uno. No me agrada tener que hacerle una cosa como est…

—Sí, se ve que sufres mucho cuando me tocas —atajó Desirée, burlona y sarcásticamente,

mientras tomaba asiento sobre sus piernas para morderle el labio inferior.

XIII

—Aquí tienes. Y no salgas de tu habitación mientras te metes esa porquería, maldito

drogadicto.

—G-gra… gracias, muchas gracias. L-le debo una.

—Ya sabes cómo pagarme.

—No lo conozco, en-ent… entendido.

—Buen chico. Debo irme, ¿bien? Cerraré con llave. Si crees que necesitas más, dejaré un

poco en el suelo, del otro lado de la puerta... ¿Has practicado?

—S-sí, sí, sí, sí. Ya váyase, por favor.

—Bien, fingiré que te creo. ¡Ey! Pero te lo advierto: si haces una tontería, te voy a arrancar

las manos. ¡Ey, ey, aquí, te estoy hablando! ¡Oye, ponme atención!

—S-sí, sí. D-déjeme solo, por favor.

—¡Pff! Humanos. Llena a un humano de regalos y ganarás un esclavo. ¡Jaja! Qué

patético. Y pensar que su silencio me cuesta lo mismo que un refresco. ¡Hasta me salió más

económico que un perro! ¡Y habla! ¡Jajaja! Pobre imbécil. El muy estúp… Mmm… —

bufó—. ¿Por qué estoy sintiendo lástima por él? Yo no lo metí en eso. Ni siquiera lo obligo

a consumir aquella mierda, sólo se la doy; es su decisión si la toma o la deja. Tenemos

libre albedrío, ¿no? Que cada quien se haga responsable de sus decisiones. ¡NO! No me

vengas con eso ahora. ¿Y qué si soy el que se la da? ¿Y qué si yo le pongo una pistola en la

frente y le ordeno que jale el gatillo? Por más que lo apremie, él tiene la última palabra, es

su decisión... Sí, sí, sería mi culpa si yo personalmente lo inyectara; pero no lo hago, lo

hace él. Mis manos están limpias. Ahora deja de molestarme, imbécil... … … ¡AAH,

ESTÚPIDO! ¡Está bien, lo liberaré, lo sacaré de su prisión! ¡¿Feliz?!

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XIV

—¡Bueeeenas nooooches, Guuuus! ¡Te tengo buenas notiiiiciaaas! —recitaba el diablo

teatralmente, girando su escuadra maldita, de color blanco con bordes negros, en el dedo

índice una y otra vez—. Adivina, adivinador, ¿quién saldrá hoy de su prisión?... … …

¿Gus?... ¿Gus? Qué raro, está abierto… ¡GUSANO! ¡¿Dónde te metiste?!

—Eh, eh, señor, por acá, por acá —susurró una sombra bajo el marco de la ventana.

—¿Qué sucede aquí? ¡Oye! ¿Cómo mierda saliste de la habitación? ¿Y q-qué carajos le

pasó a la puerta? —inquirió el diablo muy desconcertado.

—Acérquese, acérquese, rápido. ¿Ve aquellos dos de allá?

—Mmm… ¿Los de la esquina? —le preguntó el diablo, sacando apenas la nariz por la

ventana.

—Sí, sí, ellos. Se acaban de ir. De milagro no lo vieron entrar.

—¿Ellos te sacaron? ¡¿Ellos violaron mi maldita puerta?! ¡Ahora mismo me la van a pagar

esos hijos de toda su…!

—¡No, no, no vaya!

—¿Por qué? Habla.

—Venían por usted.

—¡Ja! ¡Genial! Pues les facilitaré el trabajo. ¿Quiénes eran y qué querían de mí?

—E-eran…, eran… Y-yo… sé que lo recuerdo… La chica era… ¡Maldición! Sé que lo

tengo, d-deme un segundo, por favor, no se enoje… ¡Kimberly! ¡Sí, sí, ese era su nombre!

¡Kimberly Esposito!

El diablo, muy abrumado, esperó—. E-el chico era… Empezaba con…, con… Creo que

empezaba con la misma letra.

—¿«Ka-boom»?

—¿Eh? ¿Qué quiere decir?

—Ka-boom —reiteró el diablo sin inmutarse. Un parpadeo después, el albo proyectil de su

pistola blanca atravesó el cráneo de Gus y le arrebató el alma; pero ni el más mínimo ruido

se escuchó fuera de esas cuatro paredes.

—Comienza a acostumbrarte y no te muevas de aquí. Vuelvo enseguida —le ordenó El

diablo de Estocolmo, y salió de su inmundo departamento para correr hacia la calle.

—¿Qué…? ¿P-por qué…? ¿Qué es esto? Yo… P-pero…

XV

—¡Oigan, ustedes! ¿Me buscaban?

—Des…, es él.

—Cúbreme, yo hablaré.

—¡No, Desirée! Deja que yo… —musitaba Rigo; pero la repentina presencia del diablo los

interrumpió.

—¿Y bien? ¿Les puedo ayudar en algo? —les preguntó cortésmente al abordarlos.

—Buenas noches, caballero. Disculpe que lo hayamos molestado en su morada. Sólo

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queríamos hablar con usted para conocernos un poco.

—¡Oh, claro, claro, con gusto! ¿Cuáles son sus nombres, perdón?

—Kimberly Esposito, mucho gusto —mintió Desirée, y extendió su mano al ver que el

diablo también lo había hecho.

—Mucho gusto…, Fernanda Desirée Bundy… Lindo nombre.

—¡OYE! ¡DÉJALA!

—¡No-te-muevas, imbécil! ¡¿Quieres que la mate?! ¡¿Eso quieres?!

—¡Ya, ya, está bien, tranquilízate! ¿Qué quieres que hagamos?

El diablo alzó un poco más la mano en el cuello de la fémina, mientras que su otra mano se

mantenía ocupada inspeccionando el pasaporte de su prisionera.

—Así que son de Canadá, ¿eh? ¿Cómo está el clima por allá? ¿La nieve les dijo que me

buscaran?

—S-sm… Nostrs… Slo…

—¿Perdón? ¿Quería decir algo, «madame»? —se burló.

—No venimos a hacerte daño. Sólo…, sólo queremos hacerte unas preguntas —habló por

fin, entre jadeos, luego de ser soltada y arrojada a los brazos de Rigo.

—¿Hacerme daño? —preguntó el diablo fingiendo sorpresa—. No saben con quién están

hablando. Ustedes no pueden hacerme daño, se los aseguro.

—Sabemos que no podemos matarte. O por lo menos eso especulamos —declaró Rigo.

Aquello causó verdadera sorpresa en su interlocutor.

—¡Ah! Interesante… Creo que me conocen bien. Una pregunta: ¿por qué me conocen bien?

—Mi nombre es Rigoberto DeShields. Ella es…

—Ya sé su nombre, idiota. Continúa.

—Pertenecemos a una organización secreta, privada, autónoma e independiente que se

encarga de investigar fenómenos paranormales.

—¡Bien, bien, bien! Detente ahí, rarito. Dos preguntas: ¿Autónomo e independiente no es

exactamente lo mismo, estúpido? Y ¿fenómenos paranormales?... Discúlpame, tal vez no

estoy entendiendo. ¿Crees…? ¿Creen que soy un fenómeno paranormal?

—Tenemos acceso a todas las videocámaras del mundo. Te vimos recibir tres disparos en la

cabeza y levantarte como si nada tan solo un minuto después de haberte desangrado —atajó

Desirée sin poder contener la emoción.

—Eso no es un fenómeno paranormal, es un fenómeno extraordinario. ¿Acaso regresar de

la muerte no es extraordinario? ¡Mírenme! ¡Me siento extraordinario!

—¡Lo sé! ¿Verdad que es genial? —saltó la fémina, embelesada.

—Extraordinario y paranormal son técnicamente lo mismo, pedazo de… —mascullaba

Rigo. Pero, de pronto, sus murmullos fueron interrumpidos por un sutil crujido. La

escuadra blanca estaba sobre su frente, y el pulgar del diablo había jalado el martillo.

—¿Alguna vez te han disparado un martes por la noche?

—N-no.

—¿Quieres saber qué se siente que te disparen un martes por la noche?

—N-no, lo siento.

—Agradece que estamos frente a una dama, imbécil.

—Puedes hacer lo que se te plazca frente a mí, corazón.

—¡¿Pero qué mierda, Des?!

—¡Ey! ¡No! Tú no. Tú no puedes hablar así frente a ella.

—P-pero…

—Lo acabo de decidir. ¿Quieres averiguar cómo hago que mi palabra se vuelva un

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mandamiento?

—Me gusta tu cabello —le susurró Bundy al oído, acercándose por detrás para pasar su

mano por el abdomen del diablo.

—C-compórtese, por favor, señorita... M-mejor…, mejor vamos a mi departamento, está

haciendo mucho frío y no es seguro hablar en la calle tan noche… Este barrio es muy

peligroso.

—¿Es una broma, maldito fenómeno?

XVI

—Por aquí, por favor… ¡Oh, miren! La puerta está abierta. ¡Qué coincidencia!

—Lo sentimos mucho, cariño. Toma, esto es para que compres una nueva.

—Gracias, qué amable —repuso el diablo, irritado.

—¡MIERDA! ¡¿QUÉ LE SUCEDIÓ?! —gritó Rigo.

—Ah, sí, eso… Olvidé que estaba ahí…

—¡¿Lo mataste?! ¡¿Mataste al pobre chico?! ¡TÚ! ¡LO TENÍAS ENCERRADO COMO A

UN ANIMAL! ¡¿POR QUÉ LO MATASTE?!

—No estaba encerrado, estúpido. Estaba bajo un… estricto régimen de abstinencia... o algo

así. ¿Vieron la bolsa en el suelo? Era la verdadera droga y se suponía que nunca la

alcanzaría. La que le dejé dentro de la habitación estaba adulterada para que surtiera el

mínimo efecto.

—¿En serio hizo eso, señor?

—Te necesitaba alerta, Gus. No me servías drogado.

—¿Y por qué me mató?

—¿Sientes ganas de drogarte ahora que estás muerto?

—No…, siento que no lo necesito. De hecho, ya no siento muchas cosas.

—De nada.

—¡Oh, mierda! ¡¿C-con quién carajo estás hablando?!

—¡Rigo, cállate! Déjalo interactuar con su realidad. Tal vez él pueda ver lo que nosotros

no.

—Señorita, por favor, no me mire así, me está incomodando.

—Continúa, cielo, continúa haciendo lo tuyo.

—E-estem… Bien… ¿Qué les parece si empiezan por contarme adónde quieren llegar con

todo esto? Ya me encontraron, ¿no? ¿Ahora qué?

—Bueno, cariño, seré sincera contigo: queríamos llevarte a Canadá para hacerte algunas

pruebas, aun cuando te rehusaras a ir… Ya sabes a qué me refiero... Sin embargo, ahora

que te conozco me doy cuenta de que mi palabra es nada comparada con la tuya, así que

haz conmigo lo que quieras.

—…

—No puedo más con esta tontería. Me largo.

—Siéntate, imbécil.

23

—No me interesa quién seas, me voy de aquí.

—¡Que te sientes, idiota! ¿Crees que es correcto dejar sola a una dama en un lugar como

este?

—¿En serio? ¡¿EN SERIO?! ¡ESTÁS LOCO! ¡¿QUÉ TIENES EN LA CABEZA,

MALDITO FENÓMENO?! ¡¿NO TE DAS CUENTA DE LO QUE ERES?! ¡YA DEJA

DE HACERTE EL EDUCADO CUANDO LE HABLAS A ELLA!

—¿Sabes? No me gustan los gritos.

—E-es cierto. La última vez que le grité perdí este dedo.

—No pueden oírte, Gus.

—Oh…, no lo sabía.

—¡ENFERMO! ¡EN-FER-MO! ¡ESTÁS ENFERMO!

—Disculpe, señorita Desirée, ¿necesita a este idiota para llevar a cabo su trabajo?

—Sí, él es la cabeza del equipo. No lo mates, por favor, precioso.

—¿La cabeza del equipo? Oye, Rigoberto, ¿qué te parece si demuestras un poco de tu

inteligencia y te ahorras los gritos? Será mi última advertencia.

—Como quieran.

—Perfecto… ¿Entonces…, dicen que desean hacerme pruebas?

—Sería genial que nos permitieras examinarte… completo, todo, completito.

—Temo que no accederé a eso.

—Podríamos llegar a un acuerdo —sugirió Desirée, mojándose los labios.

—… Eeeh… Creo que están perdiendo su tiempo. No hay nada qué probar en mí. Yo nací

humano, crecí como un humano, sigo siendo humano. Me da hambre, sueño, ganas de ir al

baño, me río, me enojo…

—¿En serio? No lo había notado —murmuró Rigo.

—¡ESTÁS A UNA PALABRA DE QUE TE REVIENTE LA PUTA CABEZA! Perdón,

señorita, me exalté. ¿En qué estaba? Ah, sí... La única diferencia es que no puedo morir.

Pero piénsenlo bien, ¿qué tiene de raro eso? Es obvio que no moriré nunca, soy el diablo.

El silencio se apoderó repentinamente de la habitación. Ni siquiera el alma de Gus sabía

aquello.

—¿Lo dices en serio?

—¿El diablo? ¿Satanás? ¿Belcebú? ¿El maligno? ¿Mara? ¿Lucifer?

—No, «El diablo de Estocolmo».

—¿De Estocolmo? ¿Estocolmo, Suecia? ¿Eres de Suecia? —inquirió Desirée, casi

babeando.

—No. Soy de aquí, soy de allá; no soy de ningún lugar.

—... Qué intenso —suspiró.

—¡Pff! Qué patético. ¿Puedo decir algo? ¡A-algo rápido, algo rápido! ¡Por Dios!

—Contaré los segundos.

—Si dices ser «el diablo», ¿qué pasó con el otro diablo?

—¿Cuál otro? Nunca ha habido otro.

—El otro, el que se menciona en todas partes, la representación de lo prohibido, la

personificación del mal. Ese diablo.

—Nunca existió —repuso El diablo de Estocolmo con tranquilidad.

24

—¿Por qué estás tan seguro?

—¿Estaría yo aquí si existiera ese otro diablo que se menciona en todas las historias de la

historia de la humanidad? Créeme, si me enterara de que hay alguien más intentando

quedarse con mi título, me encargaría de él inmediatamente.

—Mmm… Buen punto, lo admito.

—¿Y cómo puedes estar seguro de que tú eres… lo que dices ser?

—No puedo morir, puedo matar a alguien, puedo no matar a alguien, ¿qué otras pruebas

quieren?

—¿A qué te refieres con eso último?

—Verán, aquí, en este preciso instante, se encuentra con nosotros el alma que estaba en ese

costal inservible de huesos, carne y sangre.

—¿Como un fantasma?

—Los fantasmas no existen, imbécil. Es un alma, ya te lo dije.

—¡Es lo mismo! Como sea. ¿Qué pruebas tienes? No lo puedo ver, no lo puedo escuchar,

no lo puedo sentir.

—No, tú no podrás percibir nada de eso mientras estés vivo. Pero si lo deseas, con mucho

gusto podría arrancarte el alma para que le hagas compañía.

—…

—¿Podrías hacérmelo a mí? Sacarme… el alma…, toda.

—B-bueno, yo… p-preferiría no hacerlo, señorita. Lo siento.

—Mmm… Qué lástima. Entonces tendré que obligarte —suspiró Desirée mientras

desenfundaba su revólver.

El diablo no tuvo tiempo de reaccionar y recibió un balazo en el pecho, justo en el corazón.

Una mirada de desconcierto después, cayó al suelo de rodillas.

—¿Qué… hizo?

—Veamos de qué eres capaz, amor —le dijo Bundy, sonriendo, cruzando las piernas,

apoyándose en el respaldo de la silla y esperando.

—Yo llevo la cuenta… 43…, 42…, 41…, 40…, 39…, 38…, 37…, 36…, 35…, 34…, 33…

¿Y si no se levanta?

—Entonces saldremos vivos de esta —contestó Desirée, expectante.

XVII

—¡NO-DEBIERON-HACERLO!

El diablo estaba furioso, la habitación se oscureció como sus ojos, y el ardor de su interior

casi podía notarse en su lívida piel, así como en los muebles que empezaron a levitar junto

con él.

—E-está bien, está bien, tigre, fue mi culpa. Yo disparé, ¿no? Haz lo que tengas que hacer.

—¡T-TÚ! ¡TÚ…! —gruñó, y bajó la mirada al darse cuenta de que no podría contra sí

mismo—. No debió… hacerlo…, señorita.

25

Su aspecto volvió a la normalidad tan rápido como cambió hace unos momentos, y ya no

había marca que atestiguara una herida de bala.

—Mmm… Interesante… ¿Podrías dejarnos solos, Rigo?

—¿E-estás segura?

—Totalmente —contestó Desirée con una amplia sonrisa.

—Gus, acompáñalo —le ordenó el diablo, cabizbajo.

—Sí.

—¿U-un fantasma me está siguiendo?

—No seas marica, Rigo. Ya vete —lo reprendió Bundy.

—Bien, sé que ahora quiere averiguar por qué no le hice nada. No necesita preguntármelo.

—Pues me has ahorrado la pregunta, amor.

—Sin embargo, no la pienso responder.

—¿Por qué?

—Porque es un motivo muy personal, totalmente privado.

Desirée asintió con la cabeza y volvió a dispararle, esta vez en la frente. El diablo

nuevamente cayó al suelo sin vida; pero regresó de la muerte un minuto después. No

obstante, su aspecto iracundo no duró ni tres segundos, y eso lo sorprendió incluso a él.

—¿Ahora sí me lo dirás o quieres que siga probando tu paciencia?

—Si lo vuelve a hacer, aprovecharé mi poder para desaparecer de aquí, y no volverá a

verme jamás.

—Ya te encontré una vez, puedo encontrarte las veces que sean necesarias…, Fernando

Luciani.

El diablo tragó saliva, parpadeó y luego suspiró para relajarse.

—Me tiene... Está bien, lo admito, me acorraló.

—¿En verdad eres capaz de soportar toda esa impotencia y furia sólo por no lastimarme?

Ni siquiera me conoces.

—Conteste una pregunta, por favor: ¿por qué tanto interés en mí?

—Porque no se ven cosas como estas todos los días. Y te lo dice alguien que vive buscando

sucesos que van más allá de lo cotidiano… Ahora te preguntaré algo yo: ¿por qué no habría

de interesarme el origen del diablo que pisa nuestra tierra?

—Todos ustedes tienen un concepto idealizado del diablo.

—¿En serio? Continúa.

—Cualquiera puede decidir ser el diablo, incluso no eternamente. Puedes ser el diablo un

día, un minuto, un segundo o el tiempo que quieras. Esa es tu decisión, tuya y de nadie más.

Yo decidí ser el diablo de este mundo porque me di cuenta de que no existía uno solo que

valiera la pena. Todos buscan el poder, la fama, la riqueza; pero esos son objetivos

meramente superficiales. ¿Dónde está el trasfondo? ¿Qué ganan con todo eso? Después de

eso no hay nada. Diablos van, diablos vienen y ninguno es digno de ser el antagonista de la

historia de la humanidad.

—Pero tú puedes resucitar y ganar un poder inimaginable cada vez que lo haces. Ningún

otro humano lo ha conseguido.

—Porque ninguno se lo ha merecido.

—¿Y por qué tú sí?

—Porque no soy cualquier diablo, soy El diablo de Estocolmo.

—Dejemos a un lado lo teatral y vayamos directo a las explicaciones reales. ¿Qué te hizo

inmortal? ¿Qué significa para ti ser El diablo de Estocolmo? ¿Qué diferencia hay entre «El

diablo de Estocolmo» y «El diablo de… cualquier otra cosa»?

26

El diablo volvió a bajar la mirada; pero ahora para esconder su sonrisa—. ¿Dije algo

graci…? —intentó preguntarle Desirée. No obstante, el rostro de su interlocutor le cortó la

respiración cuando apareció a centímetros del suyo. Bundy no sabía cómo lo había logrado,

y sus ojos no le permitieron ver qué pasaba de su cuello para abajo; sin embargo, podía

sentir que sus manos sostenían algo frío y duro como el acero. El diablo le guiñó un ojo y

se escuchó la detonación que lo sacó de aquel departamento—. ¡Maldición! —gruñó

Desirée con una expresión de enojo, impotencia y admiración.

XVIII

—Gus, es hora de irnos.

—Escuché otro disparo. ¿Qué pasó con Des? —preguntó Rigo de inmediato, algo asustado.

—Ella está arriba. Te está esperando.

—¿Esperándome? ¿Para qué? —inquirió recelosamente.

—Para comenzar a buscarme de nuevo —rio el diablo.

Después de eso, y sin darle oportunidad a Rigo de preguntar algo más, tomó a Gus del

hombro y desapareció junto con él, dejando como único rastro un olor a azufre.

XIX

—¿Dónde estamos, señor?

—Seguimos en Tokio.

—¿En Tokio? ¿Entonces para qué…?

—Fue sólo una distracción. El departamento está justo enseguida. ¿Cuál crees que será el

último lugar donde buscarán? —repuso el diablo, conteniendo a duras penas la risa. Su

aspecto ya era el de siempre.

—¡Caray! ¿Cómo se le ocurren esas cosas?

—Yo no me meto porquerías al cuerpo, tal vez sea eso —contestó, ahora un tanto más

serio.

—Creo que no le he dado las gracias.

—Y tampoco necesitas dármelas, no seas tonto. Te maté, te robé el alma, ¿lo olvidaste?

—Pero…, si lo piensa bien…, es como si siguiera vivo, y ahora mucho más vivo que antes.

¡En mis 13 años nunca me había sentido tan vivo! Irónico, ¿no?

—Un poco. Sin embargo, todavía no me hagas un monumento. Robé tu alma para poder

usarte, no para dejarte en libertad.

—Bueno, de cualquier forma, también ahora soy más libre que antes. Gracias.

—Como quieras. Ahora cállate y escúchame: esperaremos aquí hasta que aquellos dos se

hayan ido. Cuando veamos que dan la vuelta en la esquina, tendrás que seguirlos hasta que

27

salgan de la ciudad. Después regresa lo más rápido que puedas y continuaremos con la

parte número 2 del plan.

—¿Se puede saber en qué consiste la segunda parte del plan?

—Ya lo verás, ya lo verás.

—Una pregunta, señor: ¿por qué no me había dicho que era el diablo?

—Porque no había sido necesario decírtelo.

—Y si es el diablo, ¿por qué no los mató para ahorrarse futuros problemas?

—No, ni lo pienses. A la chica no la tocaría ni en un millón de años. Al rarito

probablemente sí lo hubiera mandado al otro mundo; pero su muerte habría destrozado a la

chica, y eso sería lo mismo que lastimarla, cosa que no me perdonaría.

—¿Por qué?

—Porque así lo decidí.

—Oh, es un secreto, ya entendí… Tengo otra pregunta.

—Siempre tienes preguntas, Gus.

—¿Por qué si puede aparecer en donde lo desee, no lo hace siempre?

—Porque no siempre puedo hacerlo. Mi poder como el diablo de este mundo sólo aparece

cuando me matan o me enfurezco.

—¿Y no sería mejor para usted estar siempre furioso… o muerto?

—… No, no es tan fácil como parece. Cuando me enfurezco y el poder surge de mis

entrañas, algo me quema por dentro, me duele… No es agradable tener que soportarlo.

—Oh…, no tenía idea.

—Bueno, basta de preguntas. Baja de una vez y espera a que salgan. Probablemente estén

registrando mi departamento para encontrar información sobre mí.

—Sí —asintió Gus con determinación.

—Veamos qué tan bien puede servirme este niño.

XX

—Los seguí hasta el aeropuerto. Se fueron en un avión privado.

—Bien. ¿Escuchaste algo importante en sus conversaciones?

—… Eeeh… N-no pensé que usted…

—Olvídalo.

—Pero usted no me dijo que…

—¡Que lo olvides! Te falta iniciativa, niño.

—Perdón.

—Cállate. ¿Cuántas veces tengo que pedirte que lo olvides?... Vamos, hay que volver al

departamento. Si esos dos son tan inteligentes como dicen ser, seguramente dejaron

micrófonos o cámaras por si regresamos.

28

XXI

—¡Ese estúpido! ¿Cómo habrá conseguido tanto poder? ¡Mierda! Lo que daría por su

inmortalidad.

—Ay, cielo, él no es como nosotros, no es un humano aunque lo niegue.

—¿Por qué estás tan segura? ¿Qué te dijo mientras estaban a solas?

—Te preocupa más eso, ¿verdad, amor?

—¿Qué cosa?

—Que haya estado sola con él durante tanto tiempo.

—¿Preocuparme? Si eres una santa. ¿Por qué habría de preocuparme? Jamás he conocido tu

lado libidinoso.

—No te pongas celoso, corazón, sólo estaba jugando con el diablo.

—¿Y qué le vamos a decir al jefe cuando lleguemos? A él no le interesarán nuestros

testimonios, él quiere evidencias irrefutables de las investigaciones para poder venderlas.

—No te preocupes, lo grabé todo.

—¡¿Qué?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Cómo?!

—Si te lo digo, sabrás mi secreto… Lo importante es que ahora no sólo tenemos evidencia,

sino evidencia en alta definición.

—¡Eres…! ¡Eres…! ¡Por eso te amo!

—Lo tuyo no es amor, cielo, es deseo; no los confundas… Pero, bueno, por otro lado, no

podemos hablarle a Aaron sobre la grabación, ¿entendido? No todavía.

—¿Por qué?

—Cuando lleguemos, quiero que rastrees de nueva cuenta al diablo. Tenemos que hacerle

saber que su secreto nos pertenece. Lo quiero en Canadá cuanto antes. Y una vez que me

diga lo que quiero, le daremos la información a tu amado y respetado padre.

—¿Cómo sabes que sus poderes son un secreto?

—Si no lo fueran, ya tuviera al mundo entero a sus pies.

XXII

—No había nada en la entrada.

—¿Seguro?

—Sí, sí, estoy seguro.

—Está bien, confiaré en ti... Parece ser que no dejaron nada. De cualquier forma, para no

correr riesgos, nos mudaremos al otro departamento... ¿Quieres que lleve algo de tus

pertenencias?

—Sí, por favor. ¿Podría llevar mi jug…?

—Pues no lo haré, no las necesitas, ya estás muerto —atajó El diablo de Estocolmo.

—Oh…, está bien. Como usted diga, señor.

—¡Jaja! Me cae bien este chico.

—Disculpe, señor, ¿y cómo supieron dónde estaba?

29

—Usan la tecnología a su favor, no es la gran cosa. A estas alturas de la vida, sería una

tontería que alguien con una computadora no supiera dónde estás parado.

—¿Cree que se den cuenta de que jamás salió de Tokio?

—Sí. Pero probablemente tarden unos días en averiguarlo.

—¿Qué haremos mientras tanto?

—Por ahora, dormir. Estoy cansado, así que mañana continuaré con el plan. Si quieres,

puedes ir a vagar por ahí. No te sucederá nada malo, ya estás muerto.

—Me gustaría dormir un poco.

—Tampoco eso necesitas. No te dará hambre, sueño, ganas de ir al baño, no te podrás

lastimar, nadie te verá, nadie te escuchará. Eres libre, puedes hacer lo que quieras. Pero te

recomiendo que estés aquí cuando despierte… Es más, te ordeno que estés en el

departamento a las 5 en punto de la mañana. Si no me despiertas a las 5 en punto de la

mañana, preferirás haber muerto de verdad.

—E… Está bien, señor. Descanse.

—Este niño…

XXIII

—Señor, señor…, despierte. Ya son las 5 en punto de la mañana.

—Ya estaba despierto —mintió, bostezando.

—¿Qué hará?

—Es hora de desayunar un poco de plomo —repuso el diablo, todavía sin deshacerse de la

somnolencia, y se disparó en la boca con su escuadra blanca. Sin embargo, las balas albas

no lo afectaban como a los demás, y un minuto después revivió como siempre, junto con su

poder infernal—. Así está mucho mejor.

—Vaya… —suspiró Gus, emocionado—. ¿Puede hacer todo lo que quiera?

—Supongo —contestó antes de desaparecer—. Dejaré esto encendido para que no te

aburras. Si quieres cambiar de canal, te quedarás con las ganas. Volveré en un par de días,

¿de acuerdo? Tengo que crear algunas distracciones para que sea más difícil encontrarme

—le dijo el diablo cuando volvió a aparecer, con una televisión de última generación en las

manos y un costal lleno de ropa en la espalda.

—Sí…, gracias, señor —le dijo el muchacho, sonriendo de oreja a oreja.

—¡Ah! Casi lo olvido: si esos dos vuelven, escucha todas sus conversaciones y síguelos —

le ordenó El diablo de Estocolmo mientras arrojaba algunas prendas por aquí y por allá, y

metía otras tantas en algunos cajones de los viejos muebles de aquel departamento

abandonado.

—Disculpe, señor, ¿podría cambiarle a un canal… diferente? Me aburren los noticiarios.

—No, quiero que me veas en acción —contestó el diablo, se colocó su adusta máscara

blanca y desapareció.

30

CAPÍTULO 3

BIPOLAR

XXIV

—Oh, Nueva York, «el gran pecado», «la Gran Manzana». ¿Qué mierda haré aquí si

parece que ya todo está hecho? No me extrañaría ver a un tipo pegado en una pared y

vestido con ridículas mallas… Bueno, yo soy un tipo con una máscara blanca, supongo que

tengo gustos muy parecidos. En fin… ¿Por dónde empiezo? Tal vez con una… pequeña…

… … ¿Qué es eso? ¿Es un hombre o un niño? ¡Oh, Dios mío! ¡Es un hombre, es un

hombre! ¡Qué genial!

—¡Ey, enano, por allá no está el circo! —escuchó de pronto a un lado de él, seguido de

unas burlonas risas.

Aquello fue tan sorpresivo que tardó unos segundos en darse cuenta de lo que estaba

pasando. El diablo, entonces, al percatarse de la situación, miró a un costado y notó a un

sujeto tomando fotografías con su celular.

—Muy gracioso, ¿no? —le preguntó El diablo de Estocolmo al hacerse visible.

—¡Carajo! ¿C-cómo…?

—Te hice una pregunta.

—Mierda, amigo, me diste un buen susto. ¿Por qué llevas esa maldita máscara? ¿Eres un

retrasado?

—Muy gracioso, ¿no?

—¡Jajaja! ¡Sin duda! Tú y aquel enano me acaban de hacer el puto día. Hace unas cuadras

vi a un tipo vestido de pollo para vender más en un restaurante; pero ustedes lo superan por

mucho —decía el sujeto al mismo tiempo que fotografiaba la máscara del diablo a pocos

centímetros de distancia.

El diablo rio junto con él; pero, al terminar de hacerlo, lo tomó del cabello y le estrelló el

rostro en su rodilla, fracturándole la nariz al instante.

—Camina, idiota.

—¡Agh! ¡B-bi dariz!

—Cállate y camina… ¡Oye, tú! ¡El de la mochila! ¡Ey, voltea!

—¿Eh?

—¿Escuchaste lo que este imbécil te gritó hace unos momentos?

—E-eh… Sí.

—Creo que yo no lo escuché del todo. ¿Me podrías repetir lo que dijiste, estúpido?

—D-do puedo resfpirar.

—¡Que lo repitas! —le ordenó el diablo, y lo golpeó en las corvas para que cayera al suelo.

—Y-yo… do puedo…

—¡Repítelo!

31

—O-oye, edado, p-por allá do está el… —se disponía a decir aquel sujeto; pero el diablo

volvió a golpearle el rostro, ahora con la acera.

—Vuelve a repetirlo —le ordenó. Sin embargo, su víctima se limitó a llorar y a ahogarse

con su sangre, por lo que el diablo sujetó con más fuerza su cabello y de nuevo lo lanzó

contra el suelo—. No te escucho.

—Oy-ye, eda... edad-do, p-por…

Y el diablo repitió el mismo movimiento.

—¡Más claro!

—P-por allá d-do-do está e-el…

—¡Desde el principio, idiota! —atajó el diablo, y le volvió a aplastar la nariz.

—Oy… Oye…, ed-da… do…

—¡No te entiendo! ¡Repítelo!

—¡P-perdódabe! ¡P-perdón, perd-dón! ¡D-do lo volv-veré a hacer! ¡Lo juro!

—¿Perdón? A nadie le sirve unas disculpas. Mejor deja de ser un estúpido y comienza a ser

un hombre. ¿Entendido? —sentenció El diablo de Estocolmo y, sin esperar una respuesta,

arrojó el rostro de su víctima una vez más contra la acera ensangrentada. Al terminar, tomó

el celular del sujeto, borró las últimas fotografías que había capturado y se lo dio al perplejo

joven de la mochila—. Felicidades, te ganaste un celular nuevo —le dijo antes de

desaparecer.

XXV

—Buenas tardes, dulces ancianitos.

—E-eh, disculpe, joven, ¿cómo entró a nuestr…?

—La puerta estaba abierta, lo siento mucho.

—No es cierto, John, yo cerré la puerta, lo recuerdo.

—No-diga-mentiras, señora, eso-es-muy-malo. ¿Me-escucha?

—¡No estoy sorda, muchacho insolente!

—Como sea, temo que tendré que pedirles que se vayan. Este es un vecindario muy

peligroso para ustedes.

—¿Quién te envió, niño? ¿Fueron esos del gobierno? ¡Esos malditos…!

—Oh, no, señor. Yo vengo de parte de… la… El «Fondo para Ancianos… en… Peligro…

de Extinción por… Mala Residencia». Sí, eso.

—Yo jamás escuché sobre ese programa.

—Qué pena. Tomen, son diez mil quinientos dólares. Vayan a comprar algo para sus

últimos días.

—¡Cariño, son diez grandes!

—Yo…

—¡Diez grandes, señora! Este mugriento departamento vale mucho menos. Ya váyase.

—E-está bien. ¡Diez grandes! ¡Sí!

—Sí, sí, dinero. ¡Wuju! Ahora retírense, por favor, necesito pasar el reporte a mi jefe.

—Oye, ¿y nuestras cosas?

—¡Cómprense otras! ¡Adiós! —decretó el diablo, apuntando hacia la puerta.

32

Los ancianos bajaron del edificio y tomaron el primer taxi que pasó por la avenida de

enseguida. Momentos más tarde, varios muebles, objetos y ropa de todos colores salieron

volando por la ventana y terminaron en la acera. La cámara de vigilancia de la esquina lo

captó todo; pero el diablo fingió que no lo sabía.

XXVI

—Lo encontré, está en Nueva York.

—Bien —asintió Desirée con una ambiciosa mirada, y le dio un inesperado beso a Rigo,

quien, después de disfrutarlo, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se apartó de

inmediato para inspeccionar que Aaron no estuviera cerca.

—¡Desi! —susurró, trastornado—. ¿Iremos por él? —le preguntó un tanto nervioso, luego

de recibir una sonrisa y un guiño como única respuesta.

—No. Dije que lo haría venir a Canadá y eso es lo que haré.

Rigo bufó.

XXVII

Después de reorganizar su nuevo departamento provisional y de ahuyentar a sus vecinos

con una pequeña broma que consistía en hacer levitar todas sus pertenencias, incluyendo

aquellas que llevaban puestas, el diablo se acostó en el suelo a pensar.

—Tengo hambre... Maldición, odio perder tiempo comiendo. Debería de darme un balazo.

Pero se resistió y salió de su departamento con tranquilidad, consciente de que la cámara de

vigilancia seguía grabándolo.

Lo primero que hizo fue comprar una pizza, de esas que cuestan apenas unos cuantos

dólares, ya que odiaba esperar media hora para que le entregaran su comida. Pero luego de

acabar con ésta, buscó un lugar donde vendieran batidos de chocolate, así que caminó unas

cuantas manzanas para encontrarlo. Al llegar al sitio, pidió el vaso más grande y se sentó a

disfrutarlo en las pequeñas mesas de la acera. No obstante, justo cuando estaba por dar el

primer sorbo, notó que del otro lado de la calle una mujer estaba amamantando en público a

su hijo recién nacido, situación que le revolvió el estómago—. Mierda, esto no es bueno...

Creo que el batido tendrá que esperar —suspiró, agobiado, y cruzó la avenida al mismo

tiempo que escuchó las palabras detonantes.

Aquel lado de la calle se había quedado solo, parecía desierto. Únicamente se hallaban en él

la mujer, su hijo y un sujeto que iba pasando; pero que se detuvo frente a ellos al verlos.

—Qué asco. No deberías hacer eso en público. Ve a hacerlo a un baño o a tu casa, cerda —

reprochó, moviendo su cabeza de un lado a otro.

La mujer, algo apenada, bajó la mirada para ignorarlo; el diablo, en cambio, sonrió

abiertamente y se colocó su máscara blanca para esconder cómo sus ojos se hundían y su

piel palidecía.

33

Nadie lo vio cruzar la avenida, nadie lo vio llegar a la otra acera, nadie lo vio tomar del

cuello a aquel tipo; pero su presencia se hizo manifiesta cuando lo arrodilló, le puso el vaso

de batido en la cabeza y le metió su escuadra blanca en la boca.

—Adivina, adivinador, ¿quién tiene más hambre? ¿El niño, tú o yo?

Aquel joven y la mujer estaban aterrorizados. El primero no podía moverse, y la fémina no

sabía si lo mejor era correr o pasar desapercibida—. Contesta.

—O-ojaol, n-no d-disaes —balbuceó el joven, llorando.

—Respuesta incorrecta —sentenció el diablo. No obstante, quitó el dedo del gatillo cuando

un penetrante y fétido olor llegó a su nariz—… ¿Te cagaste, marica? ¡JAJAJA! ¡¿TE

CAGASTE?!

—P-por favor, d-déjame ir. No he… hecho n-nada malo.

—Usar tu lengua para decir estupideces es algo muy malo, pequeño idiota. ¡Ah! Y te

acabas de hacer en los pantalones, eso es todavía peor. Y adivina qué más: eso sí es

asqueroso... ¿Cómo podemos solucionarlo? Mmm… ¿Qué me sugieres?

—Y-yo…

—¡Regalándome todo lo que tengas! ¡Qué buena idea! —exclamó el diablo antes de darle

un sorbo a su bebida, la cual seguía en la cabeza del joven—. Ponte de pie —le ordenó al

tomar el vaso y guardar su pistola—. Dame tu laptop, tu celular y tu billetera.

—S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas.

—Ahora lárgate, cerdo asqueroso —le dijo al darle un fuerte empujón por la espalda,

dejando en ésta un letrero que decía: «¡Ayúdame! ¡La cagué!».

—Buenas tardes, señorita, y disculpe lo que acaba de ver. Tome, esto es para usted —le

dijo el diablo, inclinando su cabeza con las manos extendidas.

—E-eso es robado —contestó la mujer, asustada.

—Mmm… No, no es robado. Y cito: «S-sí, toma, quédatelas, son todas tuyas» —se burló,

remedando teatralmente al sujeto—. ¿Lo ve? El amable imbécil me las regaló, y ahora yo

se las regalo a usted. Si no quiere tomarlas, no hay problema. Las dejaré aquí y

desapareceré lentamente —añadió, y así lo hizo, sonriendo; pero escondiendo su sonrisa

tras la máscara blanca.

XXVIII

—¡Vaya! ¡Qué día! —bostezó, frotándose el abdomen con una mano y arrojando el vaso

del batido de chocolate con la otra—. ¡Jojo! Espero que esos cuatro lo hayan visto —se

vanaglorió al conseguir que el vaso cayera en un contenedor de basura, a unos metros de

distancia.

—¡Oye, tú!

El diablo se detuvo y dio media vuelta girando sobre sus talones.

—¿Yo? —fingió despiste.

—¿Ves a alguien más en el callejón, imbécil?

—Sí, a ustedes cuatro. ¡BUM, idiota! —se mofó, carcajeándose.

—¡Vas a pagar por lo que le hiciste a Rick, estúpido!

—¿Rick? ¿Así se llamaba el que apestaba a mierda o el que perdió la nariz?

34

—¿Eh?

—Olvídalo. Hagan lo que tengan que hacer —los retó, abriendo sus brazos.

XXIX

—¡Uff! El negro no resultó ser tan débil. Malditos negros, ¿por qué siempre tienen que ser

físicamente superiores a los demás? Y sus dientes son tan perfectos... Maldita naturaleza,

¿por qué mierda no fui negro? ¡Espera!... … … ¿Qué pasaría si existiera un asiático negro?

¡Mierda! Eso sería como…, como la evolución del ser humano, el emperador perfecto para

la humanidad —se decía el diablo cuando acabó de arrojar al último sujeto al contenedor de

basura, donde antes echó el vaso de su batido de chocolate—. 50, 150, 182… Pensé que

juntaría más. Malditos pandilleros pobres. Cuando vuelva a ver a ese tal Rick le voy a

romper la nariz de nuevo —bromeó—. Bueno, ya creé muchos distractores, es hora de

regresar.

En eso, un teléfono público sonó al pasar junto a él. Suponiendo de qué se trataba, el diablo

siguió caminando. Más adelante, un segundo teléfono se hizo escuchar; pero nuevamente el

diablo lo ignoró. Sin embargo, después de evitar el tercero, un sujeto de mal aspecto se

acercó con miedo, volteando nerviosamente a todos lados.

—E-es p-para ti —y corrió luego de arrojarle su celular al pecho.

—Pizzas Satanás, «el pecado en tu paladar». ¿Qué desea ordenar? —contestó teatralmente.

—Hola, Fernando. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, gracias. ¿Y usted, estimada señorita Desirée?

—Mucho mejor ahora que te veo.

—¿Me ve? ¿Dónde está? Yo no la puedo ver.

—Estoy en Canadá.

—Oh, ya, ya —dijo el diablo al notar la cámara de vigilancia de la tienda que tenía

enseguida—. ¿Y cómo consiguió que aquel buen samaritano me entregara voluntariamente

su celular?

—Vendió medio kilo de cocaína hace unas horas. Le pedí que te entregara el celular si no

quería ir a aislamiento.

—Vaya, «aislamiento», he oído de él. Eso sí da miedo. ¿Ya lo están implementando?

—Está en etapa de prueba.

—¿Le gustaría probarlo personalmente? Puedo utilizar este celular y esta llamada para

mandarlos a aislamiento. No creo que al gobierno estadounidense le agrade que alguien,

aparte de ellos, claro, tenga acceso a cámaras de vigilancia y demás.

—Trabajamos para el gobierno, amor, para varios gobiernos, inclusive. O los gobiernos

trabajan para nosotros, como quieras tomarlo. Verás, nuestro trabajo es investigar ciertas

cosas que el gobierno no quiere que el mundo conozca; y nos pagan muy bien por

ocultarlas o distorsionar la verdad para distraer a las personas.

—¿El gobierno hace eso? Nunca lo hubiera imaginado —repuso el diablo sarcásticamente.

—Así es esto, cielo. Y te sugiero que accedas a venir si no quieres que las personas

equivocadas vayan por ti.

—Los esperaré con ansias.

35

—… … … Escúchame: entiendo que no tengas miedo. Supongo que yo tampoco lo tendría

si fuera tú. Pero varios gobiernos ya saben de ti. Si no te han buscado es porque no son

tontos.

—O me tienen miedo, como quiera tomarlo.

—Como sea. El punto es que quieren detenerte para experimentar contigo y manipularte.

No te han capturado porque pedimos ser nosotros quienes te examinen primero, quienes

corran el riesgo.

—O porque no pueden hacerlo, como quiera tomarlo —bromeó nuevamente el diablo.

—… Tengo grabaciones tuyas y de tus habilidades. Son pocos videos, lo admito; pero son

los suficientes para hacer que el mundo entero te conozca... Si no quieres perder tu

anonimato, tendrás que venir a Canadá ahora mismo. Te doy 2 horas para decidirlo. Si te

niegas a venir, autorizaré que el gobierno estadounidense comience a buscarte, y

consecutivamente todos los gobiernos lo harán. Te capturen o no, el planeta entero

conocerá tu rostro, te odiará y te temerá tanto que tendrás que matarnos o resignarte a una

vida solitaria y aburrida.

—¿Eso es todo lo que tiene? ¿Cree que yo, siendo el ser más poderoso de esta realidad, le

temeré a la soledad y al aburrimiento? ¿Yo, siendo inmortal y teniendo la capacidad de

crear lo que se me plazca? ¿Yo, siendo el mismísimo diablo?

—Sí.

—… … … Llego en 1 minuto.

XXX

—Nuestro millón de dólares llegará en cualquier momento. Quiero las cámaras y los

micrófonos funcionando a la perf… —se disponía a ordenar Desirée, ansiosa; sin embargo,

no pudo hacerlo.

—¿Cómo lo supo? —le preguntó el diablo al aparecer a su lado para luego taparle la boca,

desaparecer y aparecer nuevamente, sólo que ahora en la cima de una montaña nevada,

donde el frío era insoportable, casi tanto como el calor abrasador de su mano.

—Te estudié, guapo —respondió Bundy, sonriente, muy sonriente.

El diablo la había soltado; no obstante, en el forcejeo, un delgado cable rojo se asomó por

su larga cabellera ondulada del mismo color. Advirtiendo lo que eso significaba, el diablo

dio un paso, se acercó a su prisionera y le destrozó la camisa con una mano, dejando al

descubierto un pequeño auricular detrás de la oreja, un micrófono en la cerviz, una

diminuta videocámara en el sostén y un rastreador en la cintura—. Ahora sabrán dónde

estamos.

—Ya no —repuso el diablo, y todos los artefactos se calcinaron cuando posó sus dedos

sobre el hombro de Bundy, lo cual también provocó que ambos desaparecieran.

Esta vez, el par emergió en una montaña desértica. Allí, el diablo tomó asiento en el suelo,

se recargó en sus codos y su aspecto volvió a la normalidad—. ¿Y bien? ¿Qué desea a

cambio de su silencio?

—Podrías matarme aquí mismo para ahorrarte las negociaciones.

—En ese caso, sus perros irían tras de mí. Y confío más en la prudencia del dueño que en la

36

de los perros. Aun así, dice que me ha estudiado. Si eso es cierto, sabrá que no le haré daño.

—Sí, lo sé. Pasé toda la noche, y la mañana de hoy, viendo y analizando cada video en el

que apareces. Por lo que vi, las mujeres son tu debilidad, no sólo físicamente. Sin embargo,

¿por qué lo son psicológicamente? En ningún video pude encontrar la respuesta exacta a

esa pregunta.

»Hace 6 años, de un día para otro, eliminaste a las mujeres de tu lista de víctimas. Una

tarde, acosaste a una chica, la llevaste a su casa, las cámaras no lograron captar lo que

sucedió ahí dentro, nadie te vio salir y al día siguiente ya ni siquiera te acercabas a las

mujeres. Una semana después, lo hacías con miedo. Luego, el miedo se convirtió en

respeto; y ahora eres lo que eres. ¿Qué sucedió en esa casa?

El diablo guardó silencio, cerró los ojos, bostezó, se rascó la cabeza y le dirigió una

inexpresiva mirada a su interlocutora.

—¿Para qué preguntármelo si ya conoce la respuesta?

—Sólo quiero corroborar lo que sé.

—Está bien —contestó El diablo de Estocolmo, aburrido—. Ella tenía como 20 años, yo

tenía 23, la vi comprando ropa, la seguí hasta su casa, la violé, la maté, fin. ¿Alguna otra

duda?

—Ángela Bertoni, italiana, 19 años, 1.65 metros de altura, caucásica, cabello largo, teñido

de azul. Sus padres la encontraron sin vida sobre la mesa del comedor. Fue víctima de una

violación y estrangulamiento. No se encontraron huellas dactilares de otra persona, no se

encontraron grabaciones de las cámaras de vigilancia, no hay sospechosos —recitó Desirée

como si leyera un escrito mental—. El caso se cerró medio año después y jamás dieron

contigo.

—No se encontraron grabaciones de las cámaras de vigilancia —iteró el diablo,

impasible—, porque me deshice de ellas. Y, sin embargo, usted vio una grabación. Qué

curioso, ¿no?

—Para mi buena suerte, alguien pasó hablando por teléfono celular enseguida de esa casa,

por lo que pude verte entrando a un lado de la chica, con el cañón de tu pistola en su cadera.

Sólo eso.

—Hagamos un trato: contestaré todas las preguntas que desee aquí y ahora, y luego la

llevaré a su casa. A cambio, me asegurará mi anonimato y se encargará, mientras sus pies

toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en pena, de que ningún gobierno, grupo

u organización me busque, atrape y/o delate ante el mundo. ¿Qué le parece? —le preguntó

El diablo de Estocolmo mientras su aspecto cambiaba lentamente.

—Trato hecho —repuso Bundy de inmediato, emocionada. Pero cuando extendió su mano

para tomar la del diablo, éste interpuso una hoja blanca que sacó de su manga, en la cual se

quedó grabada la palma de la fémina, tal como si la sangre del interior de sus dedos se

hubiese impregnado en la hoja.

—Con eso bastará.

—...

—Puede empezar cuando guste.

—E-eh, sí… ¿Qué sucedió dentro de esa casa? ¿Por qué el asesinato de esa joven te alejó

de las mujeres?

—Mejor pasemos a otra pregun…

—¡Oye, no! Dijiste que contestarías todo.

—Sí, y cumpliré mi palabra. Sólo quiero dejar esa para el final… Jamás dije en qué orden

lo haría.

37

—Mmm… Está bien —repuso Desirée un tanto recelosa—. Cuéntame sobre tu infancia, tus

orígenes.

—Eso no es una pregunta.

Bundy gruñó teatralmente.

—¿Cuáles son tus orígenes? ¿Cómo fue tu infancia?

El diablo suspiró.

—Nací en la República Italiana, en la localidad de Quart, en Valle de Aosta, para ser más

preciso. Vengo de una familia en verdad pequeña, sin tíos, sin primos y sin abuelos, ya que

estos últimos murieron antes de que yo naciera —explicó—. Mis padres eran las personas

más solidarias y benevolentes que ha visto la Tierra. Eran muy religiosos, devotos. Siempre

iban a la iglesia, siempre le entregaban todo a ésta. Eran tan buenas personas que eso los

volvió tontos, muy tontos.

»Todos se aprovechaban de ellos. Si alguien los traicionaba, mis padres nunca borraban su

sonrisa del rostro; si alguien los asaltaba, rezaban por ese asaltante. Vivíamos en la pobreza

porque todo se lo daban a los más necesitados. Eran tan estúpidamente buenos que me

inculcaron una creencia: «Todos vamos al Cielo cuando morimos». Les pregunté si incluso

las personas malas iban al Cielo, y ellos me contestaron que no existen malas personas, sino

malas decisiones. Por eso todos van al Cielo sin excepción.

»Yo era feliz creyendo eso, era igual de ingenuo que ellos. Incluso, en la escuela, era tan

buen estudiante que los más grandes se burlaban de mí y me golpeaban, me hacían daño, se

aprovechaban de mí; pero yo no hacía nada. Y cuando se lo contaba a mis padres buscando

refugio, buscando consuelo, se limitaban a decir que los ignorara y que rezara por ellos. Al

principio resultó para mí. Pero cuando llegué a la edad de 12 años ya no era el mismo.

Tanto odio contenido me estaba carcomiendo las entrañas. Un día, cuando el bravucón tiró

mi vieja mochila (que tanto trabajo les costó a mis padres comprarme) al contenedor de

basura, me enojé a tal grado que terminé golpeándolo hasta que escupió 3 dientes. Desde

ese momento, no volví a dejar que me hicieran daño; y cada vez que alguien se

aprovechaba de mis padres, por la noche buscaba a esa persona y la hacía pagar por lo que

hizo. En una de mis escapadas, cuando tenía 13, mis padres me descubrieron y lloraron

durante horas. Estaban muy tristes. ¡Ni siquiera se enojaron, maldita sea! —exclamó,

agobiado—. Nunca me regañaron, nunca levantaron la voz, nunca me castigaron. Tan solo

lloraron, se tomaron de las manos y rezaron por mí. Eso me desesperó tanto que tomé mi

mochila con algunas de mis cosas y escapé, decidido a nunca más tener que caer por culpa

de otros. Desde entonces me dediqué a robar, a destruir, a odiar. Jamás regresé a casa…

Bueno, tal vez algunas veces, hasta que mis padres murieron por culpa de un estúpido

alcohólico que ya está bajo tierra.

—Lino Luciani y Francesca Sansixto —recordó Bundy. El diablo asintió con la cabeza,

impávido.

—Maldito internet —bromeó después.

—Tengo curiosidad. ¿Te duele matar a alguien?

—Cuando mato a alguien es porque sé que su muerte no me dolerá.

—Mmm… Ya veo. En otras palabras, haces justicia por tu propia mano, ¿no es así?

—Exactamente.

—¿Por qué?

—A temprana edad descubrí que la vida no se encarga de nadie, la vida simplemente es,

independientemente de lo que hagas o dejes de hacer. Las circunstancias, casualidades y

causalidades hacen que a los buenos les sucedan cosas malas; y a los malos, cosas buenas.

38

«El Creador» ni siquiera se molesta en intervenir. Él es más como un espectador. Por eso

decidí hacer mi voluntad.

—Sin embargo, no eres precisamente un «chico malo», lo he visto. Por ejemplo, hace unos

días, en México, asaltaste a un sujeto con un maletín, un hombre mayor que se dirigía a su

oficina… No, no, no hagas eso, no finjas que lo olvidaste. Vi y escuché cómo te hiciste la

víctima frente a él para despojarlo de su dinero. Admite que lo recuerdas.

—¿Y eso no me convierte en un «chico malo»?

—Sí, pero no. Minutos antes, una cámara de vigilancia te grabó observando cómo ese

pobre, inocente y buen hombre —lo describió con sarcasmo— se bajó de su automóvil

deportivo último modelo que estacionó en un lugar reservado para discapacitados.

El diablo guardó silencio, esperando a que su interlocutora siguiera hablando o preguntara

algo—. Aquel hombre no era discapacitado, no físicamente, claro está; pero sí moralmente.

Después interviniste; y luego de conseguir un botín de más de 4 mil pesos, te dirigiste a un

centro de rehabilitación, donde anónimamente donaste una parte del dinero. ¿Por qué?

—Las verdaderas buenas acciones son las que se hacen en el anonimato, ¿no?

—No me refería a eso. ¿Por qué decidiste asaltar a un hombre que hizo algo moralmente

incorrecto, para luego ayudar a otros con lo que obtuviste en el asalto?

—Ya lo dijo con anterioridad: hago justicia con mi propia mano.

—Sí, pero… ¿por qué siempre haces algo bueno después de algo malo? ¿Es tu forma de

redimirte? ¿Crees que con eso estás pagando por tus pecados, que estás saldando tu deuda?

—Mmm… No lo había visto de ese modo; pero, ahora que lo pienso, no, no lo hago con

ese objetivo. Me importa una mierda si mis acciones me condenan o me abren las puertas

del paraíso.

—¿Y bien? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué haces cosas buenas?

—No lo sé —confesó el diablo, pensativo—. Tener demasiado me incomoda. No necesito

mucho, así que regalo lo que me sobra.

En eso, un breve silencio se fundió con el aire del desierto.

—¿De dónde salió «El diablo de Estocolmo»? El nombre.

—Tenía un amigo. Era un poco imprudente. Lo conocí cuando le robé, sin que se diera

cuenta, todo lo que llevaba. Él iba caminando hacia su casa, yo salí de un callejón,

tropezamos, le pedí la hora, le dije que esperaba a una persona; pero que ya se había hecho

tarde y que me había dejado plantado. Él se rio, me dijo que seguramente se trataba de una

chica, que así eran todas las mujeres, que siempre se daban a desear. Entonces me invitó un

trago para animarme. Yo no bebo, no me gustan esas cosas, ya que prefiero estar siempre

alerta y esas mierdas te nublan la mente. Pero él bebía como si le pagaran por hacerlo. Se

llamaba Holm o, bueno, mejor dicho, ese era su apodo.

»Me cayó bien, era muy gracioso… Estando en el bar, al llegar la hora de liquidar la

cuenta, decidí confesarle que le había quitado la cartera cuando tropezamos. Soy muy buen

carterista. Algunos dicen que soy como un mago. En fin... Se rio, me dijo que no era su

cartera, que se la había robado a un hombre y que prácticamente ese hombre había invitado

las bebidas. Desde esa tarde nos hicimos colegas. Yo le enseñé algunos trucos y él accedió

a ser mi secuaz. Tiempo después, él fue quien me sugirió el nombre, pues pensaba que yo

era como el diablo: me encargo de seducir a mis víctimas para que hagan lo que necesito

que hagan, sin dañarlas, sólo atrayéndolas, usándolas. Luego, Holm pasó a mejor vida. Pero

eso ya es otra historia.

—Holm, ¿eh? ¿Es el que mataste frente a la policía, aquella vez en el banco?

—Tuve que hacerlo.

39

—Pero era como tu mano derecha, ¿no?

—Algo así. Sin embargo, noté una casi imperceptible debilidad en su interior. Esa debilidad

lo llevaría a traicionarme en un futuro, lo presentí, así que le di la oportunidad de morir

siendo todavía mi amigo. No sólo le debo mi apodo, sino también palabras presuntuosas

como «presuntuoso», «imperceptible», etc. Se ganó una muerte digna, a mi lado, por

detalles como esos.

—¿Nunca agrediste a alguien cuando lo asaltaste o…?

—Sí, cuando era más joven no tenía tanta paciencia ni era tan inteligente. Muchos salieron

heridos mientras aprendía a controlar mis impulsos.

—Te he visto trabajar solo la mayor parte de tu vida. Pero desde el incidente con Ángela

Bertoni, comenzaste a buscar secuaces, por así decirlo. ¿Por qué? Me cuesta creer que los

necesites.

—No los necesito, puedo hacer el trabajo yo solo; no obstante, prefiero siempre tener a

alguien que cuide mis cosas cuando no estoy, como un perro guardián, pero que pueda

hablar con él y ordenarle lo que por obvias razones no podría confiarle a un perro.

—¿Ya podemos hablar de eso? De Ángela y…

—No, todavía no.

—¿Por qué? ¿Te afecta el recordarlo?... ¿Hay algún trauma?

—… … … Sí.

—Te aseguro que hablar de ello te…

—Hará sentir mejor, lo sé. Lo he escuchado muchas veces; pero no, no me hace sentir

mejor. Hablar de ello sólo me enoja más.

—Enojo, ¿eh? Así que eso es.

El diablo bufó, ceñudo, evasivo—. ¿Enojo contigo…, con algo… o con alguien más?

—Dije que no respondería aún.

—Está bien, está bien —se apresuró a decir Bundy—. Cuéntame algo: específicamente

hablando, ¿por qué no quieres que el mundo se entere de tu eminente presencia y que

conozca tu identidad?

—Porque, de enterarse, no conseguiré divertirme en mi anonimato. Gracias a que nadie me

conoce es que puedo seguir jugando con los humanos. El día que la Tierra conozca mi

rostro, que conozca lo que hago y que sepa que soy su diablo, ese día los humanos sabrán

que alguien los vigila, y entonces vivirán con el miedo que les impedirá ser auténticos,

genuinos, honestos. Vivirán actuando, vivirán en un mundo mejor…, en un mundo más

hipócrita de lo que ya es; pero, aun así, mejor.

—No comprendo. ¿Eso no es bueno?

—No, claro que no. Es casi como quitarles el libre albedrío, como convertirlos en títeres,

como arrebatarles la vida misma. ¿Qué sentido hay en eso? Si quisiera un grupo de títeres,

me uniría al ejército. Fuimos creados con libre albedrío para tener la libertad de

equivocarnos. No puedes ir por la vida castigando a todos por algo que está en su

naturaleza, que implícitamente tienen permitido hacer. Sería como reprimir la respiración

sólo porque consume oxígeno que otros pudieran respirar.

—¿Entonces lo haces por mera diversión? ¿Solamente por eso? ¿O cuál es el verdadero

objetivo?

—Le preguntaré algo: ¿por qué sigues aquí? ¿Por qué no te has suicidado si sabes que nadie

es indispensable, que nada de lo que hagas tendrá sentido en esta vida, que todos

moriremos independientemente de lo que seamos, y que todos iremos al mismo lugar

cuando muramos? ¿Cuál es tu objetivo? ¿Qué te mantiene en el juego?

40

—… … … No lo sé… Supongo que… No sé… Obviando la búsqueda de la felicidad, tal

vez, lo único que me mantiene viva es no darme cuenta de que lo estoy… ¿Por qué sigo

aquí?... Cuando lo piensas así, con tanta crudeza, te percatas de la realidad. Pero… si no

piensas en ello, tan solo sigues adelante.

—Bendita ignorancia, ¿no?

—… Supongo.

—Pues, contestando su pregunta anterior, hago lo que hago porque es la forma en que me

distraigo, dejo de pensar, me dejo llevar, me olvido de mi realidad. Asimismo… Mmm…

¿Alguna vez ha visto la reacción de alguien cuando se le escapa lo que tanto trabajo le

costó conseguir? Eso lo obliga a salir de su prisión mental, lo libera de la felicidad, le exige

cuestionarse qué diablos pasa en la vida.

—Oh… Ya veo. El objetivo es espabilarlos.

—Espabilarlos, despertarlos, sacarlos de su zona de confort, de la rutina, todo eso. Si nada

malo sucediera en la vida, no podrías estar seguro de que estás vivo, pues la felicidad

absoluta se reservó para la muerte. En cambio, la realidad que nos atañe, nuestra realidad,

es dual, está conformada por el bien y el mal. Sin una de las dos partes, la realidad no

existiría, ya que ambas son interdependientes. Precisamos de la felicidad para disfrutar el

camino; pero se necesita del dolor para distinguir, valorar y anhelar la felicidad.

—Así que de eso se trata. Eres parte del equilibrio natural. Existes porque tienes que existir,

¿no?

—Al parecer.

—Dices ser un humano ordinario; pero ¿cómo conseguiste tu poder, tu inmortalidad?

—Todo surge desde adentro. Tienes que tener o completa paz o todo un caos en tu interior.

Tal como lo dije antes, la naturaleza es dual, bipolar, extremista, radical, y su verdadero

poder se encuentra en esos extremos: luz-oscuridad, positivo-negativo, frío-calor. Sí,

también existe lo neutral; pero eso es sólo un capricho de la naturaleza misma, un capricho

necesario para llenar un vacío, un hueco… Verá, nadie se acuerda de una ola; sin embargo,

jamás se olvida un tsunami. Nadie le presta atención a las vibraciones de la tierra; no

obstante, todos recuerdan un terremoto. ¿Se da cuenta? Lo sumamente relevante son los

extremos, no lo que hay en el centro.

—¿Estás diciendo que cualquiera podría tener tu poder?

—Claro. Dudo que lo consigan; pero sí es posible.

—¿Y qué se necesita para conseguirlo? La última vez que nos vimos mencionaste algo de

merecerlo.

—Le confesaré algo: sé que estoy en uno de los límites, que en mi interior bipolar existe lo

necesario para obtener el poder que tengo. Sin embargo, cada ser es diferente, único e

irrepetible, por ende, tal vez muchos lleguen a sus extremos, a su positivo o a su negativo;

pero esos, sus límites, no sean lo suficientemente radicales —caviló—. Todo es relativo. Lo

que es para algunos, no es para otros. Tal vez soy simplemente un capricho más de la

naturaleza, el capricho que tiene la posibilidad de conocer los extremos capaces de crear y

destruir dentro de esta realidad. Tal vez soy el resultado de incalculables coincidencias. Tal

vez, incluso, mi poder sea inferior en otras realidades o, en su defecto, inmensamente más

poderoso en algunas otras. Eso, lo admito, está fuera de mi comprensión.

—¿Crees que existen otras «realidades»? ¿Algo así como otros universos?

—Sin duda. Sería muy tonto, egocéntrico y presuntuoso pensar que estamos solos. La

naturaleza es muy ambiciosa, no se conformaría, nunca, con unos pocos millones de seres

inteligentes.

41

—¿Qué me puedes decir de tu inmortalidad?

—Es parte de mi poder.

—¿Te agrada ser inmortal?

—¡Claro! Me permite no temerle a nada.

—¿Y… te da miedo morir?

El diablo borró su sonrisa al instante.

—No —contestó resueltamente, segundos después de una introspectiva pausa.

—¿Por qué?

—Porque tengo la certeza de que hay algo más allá de lo perceptible, algo que se ocultó lo

necesario para no conocerlo; pero se dejó lo suficientemente visible para desearlo. Y llegar

a conocer aquello es algo que en verdad me interesa.

—Pero si eres inmortal, ¿cómo…?

—Confío en que llegará el momento en el que mi presencia en esta vida ya no sea

necesaria, y entonces podré ascender como cualquier otro ser.

—Bien, dejémonos de rodeos. ¿Qué sucedió con Ángela? ¿Por qué cambiaste después de

matarla?

—¿Es la última pregunta?

—Sí.

El diablo asintió varias veces con la cabeza, irresoluto.

—Cuando vi a Ángela en aquel centro comercial, sentí un ardor inusual en mi cuerpo.

Verla fue como acercarme al fuego y desear la quemadura. Lo que hice… A veces, tal vez

cobardemente, justifico lo que hice pensando que no era yo quien actuaba. Me gusta pensar

eso, me libera de culpas.

»Algo en mi interior me dijo que la siguiera, que no la perdiera de vista. Y estuve casi tres

horas acosándola desde lejos. Cada minuto que pasaba, ese furor crecía dentro de mí. La

naturaleza me cegó.

—¿Estás culpando a la naturaleza por lo que hiciste?

—No. La naturaleza lo hizo, la naturaleza está en mí, yo soy la naturaleza… Nunca lo había

hecho, nunca tuve la necesidad de hacerlo. Las mujeres siempre llegaban solas a mí; pero

ella ni siquiera me miró, ella era diferente. En ocasiones, pienso que existe alguien

preelegido de alguna forma para interpretar el papel de aquel que debe destrozarte la vida

aun sin proponérselo.

»Lo que pasó esa vez fue totalmente mi culpa. Al estar en su casa, nuestros cuerpos se

unieron, ella me miraba con pánico y me aterré. De un segundo a otro me desconocí, no

sabía lo que estaba haciendo. La sujetaba del cuello, la forzaba a permanecer acostada sobre

la mesa y, de pronto, su vida se fue entre mis dedos. No advertí lo que había pasado, tan

solo sentí que ya no estaba conmigo, que se había ido… Pude haberla ayudado; pero estaba

asustado. Desaparecí.

Desirée bajó la mirada cuando notó una lágrima en la mejilla del diablo, y le permitió unos

segundos.

—Creo que ya es suficiente… Hemos acabado.

—… … … ¿Qué ganó con todo esto? ¿Para qué le sirvió escuchar mi historia? No lo

entiendo.

—Te seguiré estudiando. Posteriormente…, ya buscaré qué hacer con los resultados. Por lo

pronto, esto será todo.

—Está bien —asintió el diablo, acercándose.

—Una última pregunta: ¿qué me harás si no cumplo con mi parte del trato? —inquirió

42

Bundy.

—No necesito hacer nada. Usted cumplirá con su parte, esté de acuerdo o no —contestó El

diablo de Estocolmo tranquila y confiadamente.

—¿Uh?

—El trato fue claro y conciso: «me asegurará mi anonimato y se encargará, mientras sus

pies toquen esta tierra, ya sea con vida o siendo un alma en pena, de que ningún gobierno,

grupo u organización me busque, atrape y/o delate ante el mundo». No hay opción, no hay

escapatoria, firmó con sangre.

—Eso significa que…

—He ganado un secuaz.

—¿Entonces te protegeré contra mi voluntad?

—Al menos que me mate… Le recomiendo que, para la otra, sea más precavida con lo que

firma.

—Maldita víbora —pensó Bundy con una sonrisa de resignación—. Llévame a mi oficina.

—No. El trato dice que la llevaré a su casa. ¿Está lista?

—… Vámonos de una vez —rio Desirée mientras sacaba su revólver para dispararle en el

pecho.

—¡Ey! Sólo estoy cumpliendo con mi palabra —se mofó el diablo, tomó a Bundy del

hombro y desapareció junto con ella.

XXXI

—¿Quieres quedarte un rato?

—Nada me obliga a hacerlo. Mi parte del trato ya quedó saldada.

Desirée lo miró fijamente, se quitó el sostén y lo dejó caer al suelo, enseguida del sofá.

—Podría ayudarte a superar… lo de aquella vez. Ya pasaron muchos años.

—¿Sabe? Creo que me ayudó bastante hablar sobre eso. Adiós —repuso El diablo de

Estocolmo, desapareciendo inmediatamente después de guiñarle un ojo.

XXXII

—¡Señor!

—Hola, Gus.

—¡Lo vi en televisión!

—¿En serio?

—¡Sí! «Enmascarado ataca dos veces, el mismo día. Nueva York ve el surgimiento de un

nuevo justiciero».

—¿Eso dicen de mí? ¡Vaya! Esa hubiera sido una buena distracción; pero ya no necesitaré

ocultarme, nadie nos molestará.

—¿Mató a sus enemigos, señor?

43

—Mejor aún: los hice mis aliados.

—¿Cómo lo logró?

—Con mi hermosa sonrisa, supongo. ¿Estás listo para salir a divertirnos? Japón nos espera.

—¡Genial!... Oh…, aguarde, acabo de recordar algo. ¿Usted tiene hijos?

—¿Hijos? Ni que estuviera loco. La vida puede llegar a ser muy cruel, no se la deseo a

nadie. ¿Por qué lo preguntas?

—En las noticias salió un reportaje sobre alguien en Sudamérica que dice ser el hijo del

diablo. Tienen todo un templo para venerarlo.

—¡¿Pero qué mierda…?! Yo no tengo ningún hijo y tampoco necesito que un grupo de

ociosos me veneren. ¿Dónde dices que están?

—Si mal no recuero, en Colombia.

—Ahora mismo van a saber esos vividores quién es el diablo —masculló éste, enfurecido.

XXXIII

—Qué rápido volvió, señor. ¿Qué sucedió?

—Sólo jugué un poco. Estaban rezando no sé qué tontería cuando le prendí fuego al idiota

de traje que se hallaba frente a esos ignorantes feligreses. ¡Hubieras visto cómo salieron

corriendo después de que la estatua con cuernos empezó a hablar con mi voz! ¡Jajaja! ¡Sus

expresiones casi me matan de la risa!

—¿Feligreses? ¿Así se les llama?

—Sí.

—¿Por qué? ¿Porque son felices viviendo como reses?

—Oye, no, no digas eso. Qué mal educado eres. Respeta las creencias de las personas.

—P-pero usted acaba de…

—Cállate, no me grites.

—Pero ni siquiera levanté la voz.

—Pues sentí que me habías gritado.

—Oh, lo siento, tal vez no me di cuen…

—Acabo de descubrir algo. No hay cosa más tierna en este mundo que ver a un hombre

gordo tropezar y caer sin poder meter sus torpes y cortos bracitos.

—¿Eh?

—Que no me grites.

—P-pero si yo…

—¿No es curioso?

—… ¿Qué cosa, señor? —inquirió Gus ya muy desconcertado por lo extraña que se había

vuelto la conversación.

—Que siempre nos encontremos con personas que sospechosamente hablan español. ¡Hasta

yo! Y eso que soy italiano.

—… Oh…, tiene razón. No lo había pensado.

—¡Y tú eres chino!

—Soy japonés, señor.

—Eh, sí, eso… Qué sospechoso, ¿no?

44

—Un poco.

—Quizá nuestras vidas sólo sean parte de una historia escrita por alguien. Piénsalo: tal vez

somos unos simples personajes creados para entretener a personas con problemas mentales.

—… … … Eso es escalofriante, señor.

—Tal vez… —susurró el diablo, y volteó de inmediato a la ventana—, sólo tal vez, ese

payaso tuerto que acaba de pasar volando con unos globos se le ocurrió a un estúpido

escritor para demostrar lo que estoy diciendo y poder llenar, con fines simbólicos, de

palabras vanas la última página de un capítulo explicativo basado en filosofía barata, en

lugar de colmarlo de disparos, muertes, explosiones y chistes sarcásticos, como lo haría

cualquier producción estadounidense para recaudar dinero fácil... «La naturaleza es dual,

bipolar, extremista, radical, y su verdadero poder se encuentra en esos extremos». Ni

siquiera recuerdo de dónde mierda saqué eso. No tengo ni puta idea de qué significa…;

pero me funcionó.

—No estoy entendiendo.

—Olvídalo, no tiene sentido. ¿Cómo se te ocurren esas estupideces?

—Pero usted fue el que empezó a…

—Cállate, no me cuestiones.

—Lo siento, señor.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—De nada, gusano.

—Mi nombre es Gusakee, no gusano, señor.

—¿Puedes dejar de hablar, maldita sea? No logro concentrarme.

—Oh, lo siento.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—¡Que ya te calles, Gus!

—Sí, lo siento.

—¡Mierda! ¡¿Cuánto falta para que acabe esto?!

—¿Qué cosa, señor?

—¡Que te calles!

—Oh, es cierto. Lo siento.

—¡CARAJO, GUS!

—…

—…

—…

—Oye…, ¿qué mierda son esos puntos sobre tu cabeza?

—¿Qué punt…? Oh, perdón. Olvidé que…

—¡Ssh! Guarda silencio. ¿No te das cuenta de que algo interesante está por suceder?

—¿D…?

—¡SSH! Ahí viene, ahí viene, puedo sentirlo.

—…

—…

—…

—¡ESTÚPIDOS PUNTOS!

45

CAPÍTULO 4

LA CONDENA DEL DIABLO

XXXIV

—Señor, ya pasó una hora y no se ha movido de su lugar. ¿Está seguro de que sucederá

algo?

—Tienes razón, es una tontería. Creo que estoy un poco cansado… o me estoy volviendo

loco. En fin... Iré por algo para la cena.

Pero justo cuando el diablo dio el primer paso, una cegadora luz entró por la ventana e

iluminó el pequeño y deplorable apartamento. Un segundo más tarde, El diablo de

Estocolmo había caído al suelo, inconsciente; no muerto, sólo dormido.

—¡Señor, levántese!

—¡Hola, hola! Qué gusto volver a verte…, cariño. Adivina qué descubrí: en ningún

momento del trato prohibiste que una sola persona te buscara. Vengo sola, bajo mis propios

intereses. Bueno, no del todo, lo admito, Rigo me ayudará en esto; pero ningún gobierno,

grupo u organización me ordenó venir. Sólo somos 2, un grupo es a partir de 3.

—¡Señor, despierte! ¡Esa señora se lo quiere llevar! ¡Despierte, por favor!

Desirée le quitó el dardo del cuello y le dio un beso en la herida. Posteriormente, alguien

más salió del helicóptero y entró por la ventana rota del departamento.

—Ten cuidado, Rigo.

—Lo cuidaré como a mi propia vida —repuso éste, y la cabeza del diablo terminó

golpeando un florero vacío que cayó al suelo y se destrozó de inmediato.

—¡Que tengas cuidado! Si se despierta antes de que lleguemos… No quiero ni imaginar

qué sería capaz de hacernos.

—Este somnífero fue diseñado para dormir a una ballena azul. No creo que… ¡Ups! Se me

cayó —se burló Rigo al soltarlo deliberadamente y dejar que de nuevo se golpeara la

cabeza, esta vez en el suelo.

—¡DÉJENLO! ¡DÉJENLO EN PAZ…, idiotas! ¡IDIOTAS! —les gritaba Gus

infructuosamente.

—Deberías de estar agradecido con él. Si no fuera por su existencia, ahora mismo

estaríamos tras de videos de supuestos ovnis editados por niños de 12 años.

—Está bien, te daré la razón en eso. Pero admite que gracias a mí y mis recursos, por no

decir miles de dólares, podrás experimentar todo lo que quieras con este fenómeno.

¿Quieres que te recuerde de quién es el helicóptero?

—Yo tuve que ponerle el rastreador sin que se diera cuenta. Gracias a mí, tienes algo más

interesante que hacer que jugar videojuegos y crear aplicaciones para celulares. No te debo

nada.

—¡Por favor! ¡Se escondía en el departamento de enseguida! Justo estaba por buscarlo de

nuevo en las cámaras de Tokio cuando regresaste al hangar.

46

—Mejor olvídalo y vámonos. Si sigo discutiendo con tu cabeza dura, voy a envejecer más

rápido.

—Como quieras.

—No se preocupe, señor, estaré con usted hasta que despierte. Ellos no podrán verme ni

oírme, lo sé.

—¿Uh…? ¿Qué me…?

—¡MIERDA!

—¡PONLE OTRA DOSIS, RÁPIDO!

—¡Agh!

—¡Carajo! Este imbécil por poco…

—¡Señor! ¡Vamos, despierte! ¡Ya casi lo logra!

—¡Encárgate de suministrarle más somnífero cada minuto! Hasta que lleguemos al

laboratorio estaremos a salvo. Recuerda que estamos tratando con el diablo, tenemos que

ser precavidos.

—¿Crees que lo olvidé?

XXXV

—Hola, cielo.

—¿D-dónde est…? ¡PUTA MADRE!

El diablo había cambiado. Su cuerpo ahora ardía por dentro.

—No te molestes en molestarte, cariño.

—¡¿DÓNDE ESTOY Y CÓMO ME TRAJERON AQUÍ?! ¡ESTÁS ACABANDO CON

MI PACIENCIA, MUJER! —le gritó en la cara. Su mirada era tan penetrante como una

bala.

—¿En serio? —le preguntó Desirée burlonamente.

—¡N-NO PUEDO DESAPARECER! ¡¿POR QUÉ NO PUEDO DESAPARECER?!

¡¿QUÉ ME HICIERON, IMBÉCILES?! ¡¿QUÉ DIABLOS ME HICIERON?!

—Estás dormido. Yo sólo soy una huésped en tu… Oh, veo que no se te dificulta hacer con

tus sueños lo que se te plazca... Vamos, Fernando, no seas dramático. ¿Para qué cambiar mi

hermoso laboratorio por…? ¿Qué clase de fijación tienes con las montañas? ¿Adónde me

trajiste? ¿Al Pico de Orizaba? —le decía Bundy, mofándose a sus anchas.

—¡TÚ! ¡ESTÚPIDA…!

—¡Jojo! Oye, tranquilo, vaquero.

—PAGARÁS… POR TODAS… LAS…

—¡¿R-RIGO?! ¡S-sácame… d-de aquí!

—Nos vemos luego, rarito —se escuchó una voz proveniente de todos lados, la voz de

Rigoberto DeShields.

El diablo, atónito, soltó el cuello de Bundy y ésta desapareció en un parpadeo.

47

XXXVI

—¡Mierda! Parece que ahora sí lo hicimos enojar.

—¿Estás bien?

—S-sí…, sí.

—¿Segu…?

—¡Mira! ¡Deprisa, incrementa la dosis y adminístrale el analgésico más fuerte que

encuentres!

—… ¿Y qué haremos cuando ya no lo necesitemos, cuando hayas terminado tu

experimento? En cuanto lo despertemos, nos matará a todos.

—Estoy pensando en varias alternativas; pero aún no sé cuál podría funcionar sin

comprometer nuestras vidas.

—Supongo que borrarle la memoria es una de esas opciones; mas sabes que no es tan

efectiva, y menos lo será con este idiota. ¿Cuál es la otra?

—Manipular sus recuerdos. Podemos hacerle creer que lo ayudamos de alguna forma.

Mmm… No sé, hacerle creer que el gobierno de Japón rompió el acuerdo e intentó

aprisionarlo para experimentar con él; pero nosotros intervenimos y lo liberamos.

—Bien, suena convincente. Sin embargo, primero tenemos que estructurar a la perfección

esa mentira. Piensa bien la situación, detalladamente, y yo me encargo de meterla en su

cerebro.

—Espera.

—¿Qué sucede?

—¿Y si no funciona? Su cuerpo es diferente, resiste mucho más que cualquiera.

—Ya llegamos hasta aquí, no hay marcha atrás. Tenemos que intentar algo, lo que sea, o

confiar en que tu conejillo de Indas no explotará el mundo al despertar.

Desirée suspiró. Se le veía excesivamente preocupada y no dejaba de masajearse el cuello,

pues aunque físicamente el diablo ni siquiera la tocó, el dolor que sintió mientras estaba en

el sueño de éste se había injertado como una pesadilla que te atormenta incluso después de

abrir los ojos.

—Nunca lo había visto tan furioso... Mis especulaciones se fueron al carajo… No pensé

que esto me haría cruzar la raya. ¡Mierda! ¡Lo arruiné, lo arruiné, maldita sea!

—No se preocupe, señor, yo lo pondré al tanto de todo cuando despierte. Estos tontos no se

saldrán con la suya —le susurró Gus al oído.

El diablo de Estocolmo, por otro lado, gracias a los analgésicos, ahora se encontraba

flotando pacíficamente en un sosegado lago.

XXXVII

—¿Cómo van esos recuerdos?

—No me presiones, Des. Este animal se está resistiendo demasiado.

—¡Son códigos! ¡Son unos malditos códigos! ¿Cómo puede ser tan difícil? ¿Quieres que

llame a alguien más competente?

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—¿En serio, Bundy? ¿En serio me vas a fastidiar sólo porque tu amado no reaccionó como

pensaste? ¿Acaso tengo que pagar por tus malos cálculos, doctora? —gruñó Rigo,

arrojando la silla hacia atrás—. No eres nada sin mí.

—No me retes, Rigoberto.

—El estúpido cerebro de tu estúpido diablo está atacando la inserción… Mira, para que me

entiendas, tengo que hackear su hipotálamo si quiero que su cerebro reconozca los impulsos

nerviosos externos. ¿Sabes lo complejo que es eso?

—No soy una tonta, niño. Sé lo que tienes que hacer, así que hazlo rápido. No tenemos un

cargamento de somnífero y analgésicos para mantenerlo dormido toda la eternidad.

—Ya acabaste con la paciencia de él y estás a poco de acabar con la mía. Te sugiero que

muestres más prudencia si no quieres terminar con la cabeza entre las piernas un día de

estos.

Desirée bufó indignada y le dio la espalda. Un segundo después, regresó la mirada sobre su

hombro, una mirada de arrebatamiento.

—Déjame sola.

—¿Qué?

—Sólo… dame 15 minutos. Tengo que intentar algo.

—Pero los falsos recuerdos no están listos.

—Eso puede esperar.

—¿No me piensas decir qué harás?

—¡Hazte a un lado, Rigoberto! ¡Por el amor de Dios, déjame intentarlo!

—¡Pff! Como quieras.

—Rigo…, confía en mí.

—Ese es el problema. Ya he confiado demasiado en ti. Ahora entiendo por qué mi padre es

tan receloso —le decía DeShields mientras caminaba hacia la salida del oscuro

laboratorio—. «Nunca confíes del todo en un poco de carne, hijo. La carne se pudre con el

tiempo y te hará daño si te la comes» —recordó en voz alta.

XXXVIII

—Despierta, corazón, ya estás a salvo.

—… … … ¿Uh?... … … ¿Q-qué…?

—Dijiste que me encargara de que ningún gobierno, grupo u organización te busque, atrape

y/o delate ante el mundo. Eso hice, cariño.

—N-no recuerdo… nada.

—¡Señor, señor, no la escuche!

—¿Eh?

—¿Qué sucede? —le preguntó Bundy, desconcertada.

—¡Le está mintiendo, señor! ¡Ellos lo raptaron!

—¿Qué estás diciendo, Gus?

—¡Carajo! ¡El niño! ¡Me olvidé del fantasma! ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Eres una tonta,

Fernanda, eres una estúpida!

—¡Estábamos en el departamento de Tokio y ellos lo durmieron para traerlo hasta aquí! —

49

le decía Gus con desesperación.

El diablo dirigió una intranquila mirada al rostro palidecido de Bundy.

—Come esto, guapo. Es como una goma de mascar. Te hará sentir mejor —se apresuró a

intervenir Desirée, metiendo en la boca del diablo una pequeña pelotita roja. Y unos

movimientos de mandíbula después, el diablo habló.

—No es bueno decir mentiras, niño.

—¡Pero, señor, ellos...!

—Ahora lo recuerdo: cuando apareció el helicóptero del gobierno nipón, me inyectaron un

somnífero y… escuché muchas palabras asiáticas antes de quedarme dormido. Luego…,

luego desperté en una especie de contenedor lleno de un líquido muy denso. ¡Me tenían

intubado! Ya lo recuerdo. Pero no podía moverme, sólo podía ver a muchos chinos

caminando de aquí para allá con libretas en las manos y observándome de vez en cuando.

—Y después me viste llegar, corazón. ¿Lo recuerdas?

—Claro... Cuando…, cuando la vi entrar por aquella puerta, sentí que todo estaría bien.

—¡Nada de eso es cierto, señor! ¡Todos son falsos recuerdos… o algo así! ¡Ellos los

metieron en su cabeza con esa computadora! ¡Lo vi todo!

—Gus, estás a una mentira más de que te corte la lengua. Estoy hablando con la señorita,

no seas irrespetuoso.

—¡Carajo!

—¡Gusakee! ¡No digas groserías!

—No te preocupes por mí, cielo, no puedo escuchar lo que tu amigo dice.

—Es mejor así… Pero, bueno, muchas gracias por ayudarme. Me alegra saber que cumple

con su parte del trato.

—Y me encanta hacerlo.

—Una pregunta: ¿por qué el gobierno de Japón me atacó? ¿No se suponía que habían

llegado a un acuerdo con ustedes y los demás países?

—Eeeh…, cosas de políticos. Pero no te alarmes, cariño, ya lo arreglé todo. Hice que el

emperador firmara tu fuero permanente.

—¡¿En serio?!

—Por supuesto. Un trato es un trato. Además, permíteme explicarte algo: la goma de

mascar que te di contiene un químico que te permitirá alcanzar tu nivel máximo de enojo

sin perturbarte. Con esto podrás expulsar todo tu poder sin necesidad de perder la paciencia

o recibir un disparo. Sólo…, sólo no dejes de masticarla.

—¡Vaya, muchas gracias!... ¡Y sabe a manzana!

—Exactamente. Parece, se siente y sabe como una goma de mascar sabor manzana; pero al

hacer contacto con tu saliva, te ayudará a ser lo que eres… No me lo agradezcas, guapo.

Ahora vete, ya eres libre.

—¡Perfecto! —exclamó muy sonriente—. Empieza a caerme bien, eh —le susurró a

Desirée, guiñándole un ojo—. ¿Nos vamos, Gus?

—¡NO! N-no puedo creerlo… ¡U-usted váyase! ¡No quiero saber nada de usted!

—Bien —asintió el diablo sin inmutarse.

—Hasta luego, cariño.

—Hasta… pronto, señorita —se despidió con una coqueta sonrisa, y desapareció luego de

masticar un par de veces más aquella aparente goma de mascar roja.

—Muy pronto, más de lo que te imaginas —se regocijó Bundy.

50

XXXIX

—Qué niño tan raro, ¿por qué no habrá querido venir? Bueno, da igual, ya se le pasará —se

decía El diablo de Estocolmo recostado en su cama—. Oh, un momento. Los gobiernos

saben dónde vivo. Este departamento ya no es seguro para mí… Mmm… ¿Adónde iré

ahora? ¿Tombuctú? ¿Moscú? ¿Dubái? ¿Bácum?... Qué difícil decisión… Tal vez será

mejor que vaya a Bác…

—¡No! —lo interrumpió Gus, apareciendo de pronto, con el rostro tan rojo como un

tomate.

—¡Gusakee! ¿Cómo apareciste?

—N-no lo sé… Yo sólo… ¡Wuau! ¡P-puedo desaparecer y aparecer!

—¡Oye! Bien por ti. No sabía que las almas podían hacer eso; pero qué bueno que lo

lograste.

—¡Sí! ¡Es geni…! ¡No, espere, olvídelo! ¡Entre a mis pensamientos! ¡Rápido!

—¿De qué hablas?

—¡Tuve una idea! ¡Tiene que poder entrar a mis pensamientos! ¡Usted es el diablo, tiene

que poder hacerlo!

—N-nuca lo he intentado —admitió algo confundido, sin dejar de jugar en su boca con la

goma de mascar.

—¡Ya escupa esa porquería! Le mintieron, sólo es sedante comestible. Mejor entre en mi

mente. ¡Inténtelo! ¡Vamos!

—Bueno, ya que insistes… … … —y después de aquello, el diablo ya no era el mismo—.

¿Qué…? ¿Q-qué… significa…? ¡¡ESOS HIJOS DE PERRA!! ¡SE ATREVIERON A

METERSE EN MI CABEZA! ¡AHORA MISMO ME…!

—¡Cómo lloras, marica!

—¿Eh? ¡¡AAAGH!!... … … ¿Quién mierda…?

Algo había sucedido en aquella vieja habitación, algo había aparecido en aquel desolado

apartamento.

—¿No me recuerdas?

El diablo, desde el suelo, con la mandíbula casi dislocada, entornó los ojos y por fin lo

reconoció.

—¡Gabriel! —gruñó, observando con atención y un poco de desconcierto la marca negra

que aquel sujeto llevaba en su pecho descubierto: una cruz invertida con una guadaña

enroscada.

—El mismo; pero más vivo que nunca.

—¿P-pero c-cómo…?

—¿Qué? ¿Tienes miedo?

—Por favor, no me hagas reír —se burló el diablo, y escupió la goma de mascar al suelo.

Un parpadeo después, Gabriel recibió un derechazo y atravesó, sin tocar, la pared del

edificio—. ¡Gus, vete de aquí! ¡Este idiota…! ¡No sé lo que pasó; pero sé que no es nada

bue…! ¡AGH! ¡IMB-BÉCIL! ¡ESO SÍ ME DOLIÓ, ESTÚPIDO! —le gritó el diablo al

caer de espaldas, luego de recibir un gancho en la barbilla.

—¡Ven por mí, perra! —bufó Gabriel, arrojando uno de sus dientes ensangrentados al piso.

51

Gusakee era su rehén.

—¡NO! ¡DÉJALO! ¡ÉL NO TIENE NADA QUE VER EN ESTO!

—¡Ah! Así que «El idiota de Estocolmo» tiene un pequeño amiguito. ¿Quieres que lo deje

en paz? Entrégame tu alma.

—¿Mi alma? ¡JA! ¡Vete al diablo! —se mofó este mismo, y apareció frente a Gabriel para

tomarlo del cuello, alzándolo hasta el techo—. ¡Dime quién mierda te dio ese poder! —le

ordenó, estrangulándolo.

—¡Ja…, ja…, ja!

—¿Qué es tan gracioso, idiota?

—Q-que… ¡AGH! Que al p-parecer n-no te imaginas el p-problema en el que…, en el que

te metiste. ¡Desafiaste a la muerte y eso sólo se puede pagar de una forma!

Gabriel se liberó propinándole una patada en el pecho. De pronto, densa oscuridad se

apoderó del edificio entero. El diablo empezó a recorrer el lugar con la mirada, alarmado.

—Gusakee, es hora de que te vayas —le susurró, evidentemente nervioso.

—Pero, señor…

—Vete. Yo me encargaré de esto.

—No lo dejaré solo, señ…

—¡Mierda, Gus! —gruñó entre dientes el diablo, exasperado. Y justo cuando aquella

intrigante oscuridad estaba por llegar a sus pies, El diablo de Estocolmo y Gusakee

desaparecieron.

XL

—¿Q-qué…?

—Cuando te quedes solo, quiero que comiences a caminar sin rumbo, sin pensar hacia

dónde, sólo camina. No sé cómo nos encontraron; pero no me extrañaría que puedan leer

nuestros pensamientos.

—¿Adónde irá?

—Iré a distraerlos y averiguar quién me está buscando. Ese imbécil no pudo haber obtenido

tanto poder solo. Alguien lo está…

—La muerte —musitó Gusakee, temeroso.

—Te buscaré cuando esto acabe.

—¡Señor…!

XLI

—¡Hola! Bienvenidos. Disculpen la interrupción. ¿Gustan una tacita de té?

—Llegas justo a tiempo para servirnos —se regocijó Gabriel, sentado plácidamente sobre

la vieja cama, con las piernas cruzadas. Detrás de él, la oscuridad tomó forma.

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—Es un gusto conocerte, Fernando… Qué curioso, debí de haberlo hecho hace mucho

tiempo; pero, oh, sorpresa, jamás llegó el momento, por más herido que estuviste… o por

más muerto. ¿Cómo lo hiciste? —le preguntó un extraño ser, casi inapreciable, casi

indescriptible…, inefable. Parecía ser sólo un largo y delgado bulto, como un velo negro,

una estela de humo, una densa oscuridad, un agujero bruno, un vacío en la nada o un

espacio lleno. Apenas se lograba distinguir dónde estaba su cabeza. Sus ojos eran blancos

como tenues luces a punto de extinguirse, como el último instante de una luz

consumiéndose a falta de energía, de vida.

—¿Tú también quieres una maldita entrevista?

Gabriel desapareció, iracundo—. Esta vez no me tocarás, idiota —gruñó El diablo de

Estocolmo, deteniendo el puño de su rival a centímetros de él.

—Entonces lo haré yo —susurró la muerte, y el diablo quedó inconsciente a la distancia,

sin ni siquiera haber sido tocado.

XLII

—Buenos días, dormilón —le habló Gabriel antes de golpearlo en el abdomen con todas

sus fuerzas.

El diablo se hallaba colgado de las manos en un árbol marchito. La noche estaba sobre

ellos, y la luna llena sobre la noche.

—¿Q-qué…, qué quieren de mí? —les preguntó el diablo, jadeando. Ya su torso desnudo se

veía lastimado, como si lo hubiesen golpeado una y otra vez mientras estaba desmayado.

—¿Yo? Yo sólo divertirme un poco. Mi señor, la muerte, creo que quiere algo más —

repuso Gabriel, y le golpeó las piernas con una rama vieja del suelo.

—¡AAGH!

—Detente unos momentos, Gabriel.

—Como usted diga, mi señor.

—Fernando, Fernando, Fernando... ¿De dónde saliste?

—De las piernas de mi madre, supongo —bromeó el diablo con una risa entrecortada por la

sangre en su boca.

—Muy gracioso, sí, muy gracioso —contestó la muerte, impasible por dentro y por fuera—

. Permíteme confesarte algo: ya intenté matarte; pero no pude.

El diablo rio; sin embargo, una piedra golpeándole la sien detuvo de inmediato su burlona

risa.

—Lo siento… Es broma, no lo siento —se mofó Gabriel, recargado en otro marchito árbol

de aquel sombrío bosque.

—Por favor —le habló la muerte, pidiéndole que se comportara—. Fernando, mi

conocimiento es más grande que aun el del ser más inteligente de esta realidad

insignificante; no obstante, ignoro por alguna razón tu verdadera procedencia, incluyendo

la de tus poderes… Como recompensa…, te concederé el honor de unirte a mis filas para

que realices mis quehaceres.

—¡¿QUÉ?! —saltó Gabriel, incrédulo.

—Sin embargo —continuó la muerte—, tendrás que pasar ciertas pruebas.

53

—No me interesa el trabajo, gracias —escupió el diablo junto con un poco de sangre.

En eso, se escuchó un disparo que atravesó la frente de Gabriel. El diablo de Estocolmo

empezó a reír cuando notó que éste ni siquiera parpadeó—. ¿No eras alérgico a mis balas?

—Ya no puedes acribillarme, imbécil —se jactó Gabriel mientras su rival volvía a guardar

la escuadra blanca tranquilamente, pues las sogas que antes sujetaban sus muñecas ahora se

encontraban calcinadas.

—Oigan, ¿era necesario destrozarme la camisa? La acababa de comprar —bufó

teatralmente enojado, y apareció otra camisa idéntica con tan solo sacudir un poco su lívida

mano—. ¿Ya me puedo ir?

—No —repuso la muerte—. Veo potencial en ti. Te unirás a mí aunque no lo quieras —

sentenció. De pronto, la oscuridad que conformaba su cuerpo se movió de tal manera que

una delicada hebra negra tocó el pecho todavía descubierto del diablo, y le tatuó la misma

marca que portaba Gabriel.

—¿Entonces iba en serio?... ¡Maldición! ¿Por qué obligar a alguien a que haga lo que

quieres sólo porque crees que tiene potencial? ¡Qué molesto eres!

Gabriel soltó una risa a secas, volteando los ojos.

—Ahora que eres parte de mi ejército, tu primera encomienda será enviar a las almas, que

has dejado en la Tierra, a mi inframundo.

—¡No! ¡Dije que no haría lo que tú quieres! ¡Gusakee se queda conmigo, he dicho!

—El niño me pertenece. No puedes ir en contra de la naturaleza. Naces, vives, mueres. El

niño ya murió, es hora de que esté con los demás muertos.

—¡No!

—Fernando...

—¡No! Gabriel también era un alma en pena gracias a mí y, sin embargo, lo dejaste

quedarse.

—Decidí dejar a Gabriel aquí para que pudiera buscarte y vengar su interrumpido descanso

que por naturaleza se merecía, y tú le arrebataste.

—¡Eso no es justo! ¡Exijo justicia! ¡Quiero a mi mascota conmigo para siempre!

—El niño no es una mascota, Fernando.

—¡Sí lo es! ¡Me sigue a todos lados y me da la pata si se lo pido! ¡No juzgues a mi mascota

sólo por ser un humano, maldito racista de mierda!

—Eres… irritante —suspiró Gabriel, impaciente.

—Mmm… … … ¡Lo tengo! Déjame conservar a Gus y te daré otra alma a cambio.

—No hay alma en este planeta que me importe más que otra. Todas me importan lo mismo,

Fernando.

—Te equivocas —El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—. Deseas mi alma, lo veo

en tus… Bueno, si tuvieras ojos, sé que podría ver en ellos tu deseo.

—… … …Interesante…, interesante, muy interesante... ¿En verdad eres capaz de

entregarme tu alma sólo para preservar la del niño?

—Sin dudarlo… ¿Nos vamos ya? Quiero conocer el paraíso.

—Claro.

—¡¿Qué?! ¡¿Así de fácil?! —exclamó Gabriel, atónito, desconcertado—. ¿Tanto alboroto

para vencerte tan rápido? ¿En serio te entregarás para dejar que aquel mocoso se quede en

la Tierra, siendo que podría estar mucho mejor en el paraíso?

—Sí —repuso el diablo de inmediato—. No obstante —se apresuró a decir cuando la

muerte extendió su brazo de oscuridad para tomar el suyo—, lo haremos a mi modo, con un

trato: te entregaré mi alma para que me lleves a conocer por fin el paraíso a cambio de

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permitir que Gusakee Yomimoto sea un alma libre por toda la eternidad y sólo pueda morir

plenamente cuando yo lo decida. ¿Trato hecho?

—¿Cambiar el alma del mismísimo diablo de la humanidad por la insignificante alma de un

tonto niño? ¡JA! ¡Trato hecho! —contestó resueltamente la muerte.

Un parpadeo más tarde, El diablo de Estocolmo apareció junto con su enorme sonrisa en un

lugar totalmente diferente al viejo y sombrío bosque en el que antes se encontraban.

Enseguida de él se hallaba un perplejo Gabriel y una satisfecha muerte.

—¿Q-qué…, qué le p-pasó a mi marca? —inquirió Gabriel, aterrado.

El diablo bajó la mirada y notó que en su pecho tampoco estaba su tatuaje nuevo.

—Gabriel, encontraste a Fernando y lograste tu venganza. Fernando, decidiste morir a

cambio de tu amigo…

—Mascota.

—Ninguno de los dos necesitará el poder que antes estuve dispuesto a darles. Vayan, pues,

a descansar por toda la eternidad. El paraíso les pertenece ahora.

—Gracias; pero mejor regresaré a la Tierra. Esto se ve muy aburrido, el ambiente está

demasiado muerto.

—No podrás hacerlo, me entregaste tu alma, Fernando. Por fin has muerto, le perteneces al

paraíso, a la muerte.

—No, amigo mío, no. El trato era: «Te entregaré mi alma para que me lleves a conocer por

fin el paraíso». Jamás dije que aceptaría morir ni quedarme eternamente aquí. Claramente

dije que me llevarías a conocer por fin el paraíso. Pues ya me trajiste hasta acá, ya lo conocí

y ahora volveré a mi hermosa, mundana e inmunda vida en la Tierra. Como podrás notarlo,

fuiste un estúpido... Gabriel, tú también. ¡Hasta nunca!

—¿Q-qué? ¿C-cómo…?

—¡MALDITO HIJO DE PERRA! —gritó el alma de Gabriel cuando el diablo desapareció

de aquel blanco, vacío e inefable lugar: el paraíso.

XLIII

—¡Jaja! Pobres ilusos. Nadie le gana al diablo…, nadie…, nunca…, nadie, nunca, nadie,

nunca, nadie, nunca… —canturreaba en sus pensamientos—. Mmm…, ¿dónde estará ese

tonto de Holm? —se preguntó después mientras caminaba tranquilamente por la nada,

intentando ver algo más que eso—. ¡HOOOOLM!

—¿Me llamaste?

—¡Oh, mierda! ¡Carajo, Holm, me asustaste!

—¡Jaja! ¡Diablo! ¡Qué gusto verte! ¿Qué haces aquí? ¿Moriste?

—¿En serio te da gusto verme? Eeeh, no, no morí. Es una larga historia.

—¡Claro que me da gusto verte! ¡Gracias a ti, ahora estoy aquí! Este lugar es genial. Lleno

de abundancia, tranquilidad, felicidad. Aquí no necesito drogas, alcohol, sexo, ¡nada! ¿No

es grandioso? ¡Mira, mira! ¿Ves ese árbol de allá? ¡Da chocolates!

—¿Cacao?

—¡No! ¡Da chocolates, chocolates de verdad! En ese árbol crecen chocolates de leche,

chocolates con nuez, chocolate amargo, chocolates con avellanas, chocolate blanco,

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chocolate con chocolate, etcétera. ¡¿Verdad que es genial?!

—¡Vaya, sí!... ¿Qué árbol? No veo ningún árbol.

—¿Cómo que no ves ninguno, diablo? ¡El árbol de allá!

—Mmm… No, no veo nada. Creo que te volviste loco. Aquí no hay absolutamente nada.

—¡Pero si estamos en el paraíso! ¡Mira, allá está mi familia! ¡Hola, mamá, papá! ¡Él es el

amigo del que les hablé!

—Holm…, allá no hay nadie —susurró el diablo, desconcertado.

—Debes de estar bromeando, hermano —repuso Holm entre risas—. Siempre fuiste muy

gracioso. Pero, bueno, ya tengo que irme. Nos vemos luego, amigo. Esperaré con ansias esa

larga historia de cómo llegaste aquí. ¡Hasta pronto! —se despidió eufórico, sacudiendo su

mano en el aire.

El diablo, aterrado, vio cómo Holm se perdió a la distancia, en la nada, y decidió que era

hora de regresar a la Tierra.

—Este lugar es una locura —musitó, conmocionado—. Un momento —pensó—. ¿Estará

ella aquí?… … … N-no, no, mala idea. Mejor me voy.

XLIV

—¡Señor!

—¡Ey! ¡Hola, Gus!

—¿Dónde estuvo todo este tiempo?

—… Es una larga historia. ¿Quieres oírla? Bien, te la contaré: todo empezó hace algunas

semanas, cuando conocí a un tipo que quería violar a una… —y se lo contó.

—¡Vaya! ¿En verdad pudo engañar a la muerte? Oh, espere…, ¿soy su mascota?

—¡Y entonces me dijo que había un árbol de chocolate! Me hubiera encantado verlo —le

dijo el diablo—. Qué extraño, ¿no? ¿Por qué crees que no pude ver nada?

—Eeeh…, no lo sé. ¡Ah! Una vez leí en un libro que, y cito: «Los ojos de un vivo jamás

podrán ver lo que los ojos de un muerto ven».

—¿En serio? ¿Quién fue el imbécil que escribió eso? Bueno, como sea. ¿Sabes qué

haremos ahora que nos deshicimos de la muerte?

—¿Qué cosa, señor?

—Ir a matar a los que me secuestraron. Gus, toma tus cosas, nos mudaremos un tiempo a

Canadá.

—Pero ya no tengo nada.

—Perfecto. Así nos largaremos de aquí más rápido. ¿Estás listo?

—¡A la carga!

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XLV

—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.

—¿Quién es? —preguntó Gus.

—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando, jalando gatillos,

quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y siniestra, destrozando todo lo

que veía a su paso.

La acribillación («Acción y efecto de acribillar» ¡Daah!... ¡¿Me estás leyendo, RAE?!

Incluye esa maldita palabra en tu diccionario. ¡Carajo!... … … Por favor) duró un minuto

entero. Cuando todo terminó, el diablo notó que no había nadie en aquel laboratorio.

—Qué extraño —susurró Gusakee.

—¡Gus! ¡Dijiste que recordabas dónde me habían tenido secuestrado!

—¡Sí, sí! ¡Mire, allí está la camilla! Pero… parece que se fueron.

—No hay absolutamente nada ni nadie, gusano.

—Tal vez imaginaron que se daría cuenta de todo y decidieron esconderse, señor.

—Bien pensado —atajó el diablo chasqueando los dedos—. Mmm… ¿Dónde se habrán

metido? ¡Gus! Si tu fueras un idiota que secuestró al diablo y tienes miedo de que éste te

encuentre, ¿dónde te esconderías?

—Yo… Mmm… Tal vez… Mmm… Podría ser…; pero… ¡Lo tengo! ¡En Tokio! ¡En el

departamento del diablo!

—¿Qué? ¿Por qué harí…? ¡Ooooooh! Entiendo... ¡De vuelta a Tokio!

—¡A la cargaaaa!

XLVI

—¡Toc, toc! —exclamó el diablo al abrir la puerta de una patada.

—¿Quién es? —preguntó Gus.

—¡MIS PUTAS BALAS! —repuso El diablo de Estocolmo, gritando, jalando gatillos,

quemando cartuchos, disparando a quemarropa, a diestra y siniestra, destrozando todo lo

que veía a su paso.

La acribillación duró un minuto entero. Cuando todo terminó, el diablo notó que no había

nadie en aquel departamento—. ¡Mierda, Gus!

—Pensé que usarían su idea.

—Una excelente idea, por cierto. Pero al parecer no son tan inteligentes como yo… ¿Dónde

estarán esos dos?

57

XLVII

—Te dije que no nos encontraría.

—Lo admito, sí, esta vez estuviste a un paso adelante del diablo, Rigo.

—Fue fácil. Tal vez pueda aparecer en cualquier lugar que pase por su cabeza; pero jamás

pensará que estamos en un laboratorio bajo el agua.

—Lo…, lo siento, Rigoberto. Fui una tonta, no debí tratarte así. Tú…

—Está bien, olvídalo —DeShields esbozó una indulgente sonrisa.

—¿Le contarás todo a Aaron?

—…

—Rigo, entiendo que…

—Apártate, por favor, Des. No hagas esto más difícil. Mi padre corre peligro en Canadá,

tengo que contarle todo y traerlo aquí.

—Rigo, sólo déjame…

—No…, Des…, no lo… hagas.

—Déjame hacerlo. Quiero… agradecerte… por todo.

Lo besó.

XLVIII

—¿Y qué haremos ahora, señor?

—Mmm… … … No lo sé... … … ¿Será que ellos…? ¿Tienes hambre?

—¡Sí…! Ah…, no, no tengo. Olvidé que…

—Ya te acostumbrarás. Vamos, acompáñame por una pizza.

—¿Adónde iremos?

—¿Adónde? ¡A Italia! ¿Adónde más?

—¡Genial!

XLIX

—Bienvenido a Nápoles.

—Nápoles…

—En Nápoles, Italia, nació oficialmente la pizza… ¡¿Quieres ir a la primera pizzería del

mundo?!

—¡Siiií!

—Pues no sé dónde está. Mejor vamos a otra. De cualquier forma, tú no conseguirás probar

58

la pizza.

—Oh…, está bien.

L

—¿Está rica la pizza, señor?

—¡Carajo! ¡Esta pizza está deliciosa!

—… Me alegro por usted, señor.

—¡¿Deliciosa?! ¡Quise decir exquisita! ¡Por un demonio, es perfecta! ¡Oh, qué pizza tan

sublime! ¡Este queso, esta salsa, esta masa! ¡La comería todo el dí…! ¡¿Qué…?!

¡Demonios! ¡¿Qué mierda es esto?! —gritó encolerizado. Después, bajó la voz para

dirigirse sólo a Gusakee—. Mira y aprende—. ¡¿Cómo es posible?! ¡Esto es una burla!

¡Una estúpida burla! —y, al levantar la última rebanada de pizza, apareció una zarigüeya

muerta en su plato—. ¡MESERO! ¡VEN ACÁ!

—¿Qué necesita, caballe…? ¡Oh, mierda! ¡¿Qué es eso?!

—¡Yo me pregunto exactamente lo mismo! ¡¿Por qué hay una zarigüeya en mi comida?!

—Y-yo… N-no… N-no es p-po… P-pero…

—¡No pienso pagar ni un centavo por esta pizza! ¡Me largo de aquí! ¡Todo mundo se

enterará de esto en redes sociales! ¡Son unos cerdos asquerosos!

—N-no se preocupe, s-señor. Le pido una d-disculpa por…

—¡Adiós! ¡Pizzería tercermundista!

LI

—¿Cómo lo hizo?

—Es un viejo truco. Primero les elevas el ego con halagos y luego provocas que se sientan

apenados por algo que no cometieron, pero que creen que sí. Eso te asegurará que no

sospechen de un posible fraude de tu parte. Psicología básica —se vanaglorió—. Lo

admito, no siempre funciona; pero corrimos con suerte hoy, Gus, no tengo nada en los

bolsillos. Será mejor que haga algo al respecto, no se puede ir por esta vida sin dinero en

mano.

—¿Irá a conseguir más dinero, señor?

—Sí. Te enseñaré cómo asaltar sin sufrir represalias. Mira, ese sujeto de allá será mi

víctima.

—¿Cómo escoge a sus víctimas, señor?

—Intuición, a veces improvisación, no lo sé. Por ejemplo, ese de allá me lo dijo su cara:

pide a gritos que alguien lo estafe… o lo golpee. Sígueme y pon atención.

—Sí.

—¡Oye, tú!

El joven, de aproximadamente 20 años, volteó sobre su hombro y se detuvo.

59

—¿Yo?

—Sí, tú. ¿Esto es tuyo? —le preguntó el diablo, mostrándole un billete de 500 euros que

había aparecido en su mano un pestañeo antes de hablarle al muchacho—. Creo que lo vi

caer de tu pantalón mientras caminabas.

—E-eh, sí…, sí, muchas gracias.

—Oye…, espera un momento. ¿Me estás mintiendo?

—No, no, sí es mío.

—¿Por qué estás tan nervioso?

—S-sólo estoy feliz por haber recuperado mi dinero. G-gracias.

—No, mientes. Este billete no es tuyo, ¿verdad?

—¡Te lo juro, te lo juro, es mío! Lo acabo de retirar de un cajero automático.

—Mira, vamos a hacer algo: sigo sin creer que este billete sea tuyo. Quizá se le cayó a otra

persona, así que podría quedármelo para comprarme algo… Pero te lo daré.

—¡¿En serio?! Q-quiero decir…, sí, sí, claro, me pertenece.

—No obstante…

—¿Qué?

—A cambio, me llevaría un mal sabor de boca por pensar en la posibilidad de que me estés

mintiendo y haber perdido 500 euros. Si me das algo de lo que traigas en tus bolsillos, me

iré más tranquilo y tú te llevarás este billete. Ya quedará en tu conciencia si mentiste o

dijiste la verdad.

—¡Oh, sí, sí! Tengo… Mmm… 32…, 47…, ¡66 euros! Toma, quédatelos.

—¿Sólo 66?... ¡Bah! Está bien. No pareces tan mal muchacho. Confiaré en que tus padres

te enseñaron a ser un hombre honesto.

—Claro. Gracias por devolverme mi billete. ¡Hasta luego!

Y aquel joven se alejó.

—Estúpido rarito. ¿Lo viste, Gus?

—Eso fue gracioso —le dijo el chico, reprimiendo una carcajada con las manos.

—¿Ves qué fácil es conseguir dinero? Aquel idiota obviamente prefería perder unos

cuantos euros que 500. Lo que nunca se imaginó el muy imbécil fue que era un billete

falso, así que no sólo quedó como un maldito embustero, sino que sus mentiras le costaron

66 euros... Pan comido.

—Señor…, una pregunta: si puede aparecer lo que sea y apareció la zarigüeya y ese billete

falso en su mano, ¿por qué no creó algunos billetes reales para ahorrarse problemas?

—Oye, no, eso está mal, es como lavado de dinero, como un delito. Deja de pensar así,

Gus.

—Lo siento, señor.

—Te perdono. Además, sólo para aclarar, todavía no puedo aparecer lo que sea, solamente

cosas pequeñas. En fin… Vayamos por más diversión.

—¿Adónde iremos ahora?

—Necesito una computadora.

—¿Comprará una con el dinero que consiguió?

—No, obviamente no. ¿Alguna vez has visto una computadora de 66 euros? Por favor, Gus,

no digas tonterías. Con este dinero compraré un automóvil deportivo.

—¡¿Un automóvil deportivo?!

—¡Jaja! ¡Qué ingenuo! Claro que no, sólo estoy bromeando.

—Oh…

—Pero lo que sí necesito conseguir, sea como sea, es un submarino.

60

—… … … ¿Esa es otra de sus bromas?

—No, en verdad necesito uno. Sospecho que Bundy y Rigo se esconden bajo el mar.

Pero mientras El diablo de Estocolmo y su fiel mascota caminaban en busca de una

biblioteca, alguien se acercó a ellos. Era un hombre de corta edad, tenía el semblante

trastornado, la mirada trémula como sus manos, encorvaba la espalda y llevaba un arma

escondida en el pantalón.

—B-buenas tardes, señor.

—Buenas tardes, joven. ¿En qué le puedo ayudar?

—Necesito…, necesito que me dé todo lo que tenga.

—¿Disculpa?

—E-esto…, esto es u-un asalto, señor. Por favor, no quiero hacerle daño, s-sólo deme lo

que lleve en sus bolsillos —sollozó.

—¿Estás… tonto? ¡Vete de aquí, idiota! —lo reprendió el diablo, despojándolo de la pistola

con un fugaz movimiento.

—L-lo siento, lo siento, no dispare, por favor.

—¡Largo! ¡Y busca un trabajo, maldito holgazán! —le gritó, arrojándole la pistola (ya sin

balas) en la cabeza.

—Ese sujeto se veía muy asustado, señor —opinó Gus cuando se quedaron nuevamente

solos y volvieron a lo suyo: caminar.

—Estos jóvenes de ahora sólo buscan el camino fácil. Qué vergüenza —pensó el diablo en

voz alta, exasperado—. Nunca seas como esos estúpidos, Gus.

—Ya no puedo serlo, señor, estoy muerto.

—Ah…, tienes razón. Sigue caminando.

LII

—¡Vaya! ¿Esto es una biblioteca?

—Así es. ¿Nunca habías entrado a una?

—No, nunca. ¡Qué bonita es!

—Pero no grit… Ah, olvídalo, nadie puede escucharte.

—¿Y cómo encontrará un submarino aquí, señor?

—Aquí no encontraré el submarino, encontraré la computadora que me permitirá buscar el

submarino.

—Oh, genial.

—¿Sabes usar una computadora?

—N-no…, nunca he usado una —confesó Gus, apenado.

—¿Te gustaría usar esa de…? Ah…, olvídalo, recordé que estás muerto.

—Esto de estar muerto comienza a ser un poco aburrido, señor.

—¿Sabes por qué piensas eso? Porque no le has sacado provecho a tu condición.

—¿Y qué podría hacer estando muerto? No puedo comer, no puedo dormir, no puedo tocar

nada. Esto apesta.

—Pero no puedes oler, Gus, estás muerto.

—¡En sentido figurado!

61

—¡No me grites, gusano!

—Oh, lo siento, señor, me exalté.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—Bien, mira, tú puedes desaparecer y aparecer en cualquier lado, ¿no? Eso no lo pueden

hacer los vivos… También puedes atravesar cosas, volar, estar en cualquier planeta…,

—¡¿Volar?!

—Obviamente, Gus. ¿Qué clase de muerto no puede volar?

—¡¿A cualquier planeta?!

62

CAPÍTULO 5

MUERTE VIVA

—Eeeeeeeh…. Sí.

—¿P-puedo…, puedo ir a la Luna?

—Claro. Te esperaré aquí.

—¡Genial! ¡Muchas gracias, señor!

—Sí, sí, sí. Adiós. ¡Uff! Por fin me deshice del niño.

Y en cuanto Gusakee desapareció, el diablo encendió la computadora, entró a navegación

privada y buscó aquello que todo hombre busca en internet cuando está completamente

solo… … …: «#VentaIlegaldeDinosaurios».

El diablo de Estocolmo se inclinó en la silla para esperar respuestas. Sólo tardaron un par

de segundos en llegar.

«¿En qué te podemos ayudar?», apareció en una ventana negra emergente. «Necesito de La

Venta Ilegal de Dinosaurios. ¿Dónde puedo encontrarlos?», escribió el diablo. «Nosotros te

encontraremos», le respondieron. Medio minuto después, otro mensaje apareció en la

pantalla: «Sal de la biblioteca, te estamos esperando en el callejón de la avenida

adyacente».

El diablo desconectó la computadora, se puso de pie y apresuró el paso hacia la salida.

—¿Se va tan pronto, joven? —le preguntó la anciana encargada.

—Mi computadora tiene Un Virus Amiba. Me largo.

—Oh…, lo sentimos mucho —susurró la anciana, y colocó un pequeño costal blanco sobre

el escritorio.

El diablo lo tomó discretamente y se fue.

LIII

—Detente ahí, no te acerques demasiado. ¿Tienes la UVA?

—Aquí está.

—Bien… ¿Qué deseas?

—Encontrar a alguien.

—Di su nombre.

—Fernanda Desirée Bundy.

—Bien… Recibirás la información dentro de un máximo de 12 horas. «La VID es vida. La

VID está contigo. Pronto recibirás noticias de La VID». Adiós.

Luego de aquello, el encapuchado de negro arrojó algo al suelo, lo cual provocó un cegador

destello que no le permitió al diablo ver adónde se fue aquel par de extraños sujetos.

—¡Jojo! Qué muchachos tan dramáticos… Me caen bien —rio, y dio media vuelta para

63

regresar caminando a la biblioteca; no obstante...

—¿Quiénes eran, señor?

—¡Ay, cabrón! No aparezcas así, Gusakee.

—Oh, lo siento, señor.

—Te perdono… Oye, ¿por qué no estás en la Luna?

—No pude llegar —repuso Gus frunciendo el ceño.

—¿No? ¿Por qué?

—Yo qué sé —bufó Gus, enojado.

—¡Ey! No me hables en ese tono.

—… Lo siento, señor —contestó Gus casi a regañadientes.

—Te perdono.

—Gracias, señor.

—De nada, Gus. Mierda, cada vez está más implacable... Creo que será mejor que…

—¿Y con quiénes hablaba, señor?

—Con… unos viejos amigos… ¿Sabes? Tienes razón. Eso de estar muerto apesta. Te

regresaré a la vida.

—¡¿En serio?!

—¡NO! —se escuchó una aguardentosa voz, como un trueno. Una nubosidad impenetrable

se había apoderado del cielo. Las tinieblas habían caído desde las nubes y en medio

segundo tocaron suelo—. Evades la muerte…, impides que almas inocentes tengan su

merecido descanso…, me engañas…, te burlas de mí y… encima… pretendes revivir a

alguien. ¡No! ¡No, no y no! ¡NO! ¡NUNCA TE LO PERMITIRÉ! ¡Te condeno, Fernando

Luciani Sansixto, a servirme como nadie más me ha servido a lo largo de esta efímera

eternidad! ¡AHORA TÚ SERÁS LA MUERTE!

—Yo no quiero ser la muerte —respingó de inmediato el diablo, buscando el origen de

aquella voz entre los rayos del oscuro firmamento.

—Aunque no lo quieras, tomarás mi lugar hasta que perdone tu osadía vulgar.

—¡Pues no, no y no para ti también! ¡Estoy buscando a alguien! ¡No puedo distraerme con

otras cosas!

—Sé a quiénes buscas. Están escondidos en un laboratorio submarino en el océano

Pacífico.

—¡Sí! Lo sabía —se vanaglorió el diablo, agitando el puño.

—Pero no irás a ningún lado —lo detuvo la muerte, apareciendo frente a él, cuando se

disponía a desaparecer.

De pronto, la mirada del diablo cambió, sus pupilas se dilataron desmesuradamente, su ropa

se tiñó de tinieblas, su lívida piel se cubrió de marcas negras y en su pecho se dibujó el

mismo símbolo de la cruz invertida con la guadaña; sin embargo, en esta ocasión aquella

marca se formó con la sangre de su cuerpo.

—S-señor…, ¿se encuentra bien?

—¿Qué es… esto? —susurró El diablo de Estocolmo con una mirada conturbada.

—Cada vez que alguien esté en peligro, sentirás unas incontrolables ganas de estar cerca.

Cada vez que alguien sea demasiado feliz, sentirás unas incontrolables ganas de probar su

fortaleza. Cada vez que alguien te quiera a su lado, sentirás unas incontrolables ganas de

abrazarlo —recitaba aquella silueta negra: la muerte—. De ahora en adelante, sentirás lo

que yo siento, harás lo que yo hago, existirás como yo existo —y al término de esas

palabras, las tinieblas desaparecieron.

—Señor…, señor…, ¿me escucha?

64

—¡Ssh! Gus, calla. Los vas a asustar.

—¿De qué habla, señor?

—Allá, allá y allá también. Mira, allá, allá, allá y allá. ¿No lo ves? ¿No lo ves? ¿En verdad

no lo ves? Mira, allá, esos dos, ve al de allá y a ellos. ¿Los ves a todos? Los de allá, allá,

aquel y ellas. También allá y los de por allá. Y allá, esos de allá también. ¿Lo ves?

Los ojos del diablo se movían frenéticamente.

—Sólo veo personas caminando, señor.

—Todas ellas están a punto de morir.

—¡¿Todas?! ¿Cómo lo sabe, señor?

—N-no lo… sé… Yo sólo…

Y en eso… una explosión.

En tan solo un parpadeo, decenas de personas terminaron calcinadas, edificios enteros se

convirtieron en nada, las avenidas pasaron de ser elegantes calzadas a un descomunal cráter

repleto de almas. En aquel sitio, a unos cuantos metros del diablo y su fiel compañero, una

bomba nuclear había sido detonada; pero ninguno de los dos anteriores se vio afectado en

lo más mínimo, pues ni el diablo ni su pequeño amigo estaban, de ninguna forma, vivos.

Una decisión fue lo que separó a El diablo de Estocolmo de una insoportable agonía aquella

tarde. Jamás se imaginó que así sucedería, que la presencia de la muerte sería su salvación.

—A-algo exp-plotó —titubeó Gusakee, aterrado.

—Necesito… estar cerca —siseó el diablo con la mirada fija en la nada.

—¡Señor, espere!

—Atrás. Déjame solo.

—P-pero, señor…

—Descansa ahora, pobre alma —susurró el diablo al acercarse a una de las miles de

personas—. Descansa ahora, pobre alma —iteró frente a otro muerto, cerrando los ojos y

alzando sus pálidos brazos a la altura de los hombros. Posteriormente, las almas ascendían

con rapidez al cielo, donde se perdían de vista.

Gus retrocedió un poco. Ver aquella zona de desastre lo hizo perder la noción. Sin

embargo, cuando El diablo de Estocolmo se detuvo frente a otro grupo de almas, el

pequeño Yomimoto dio en ello.

—¡Señor, señor! ¡Alguien…! ¡Creo que alguien intenta matarlo! ¡Seguramente esos dos

tontos quieren deshacerse de usted!

—¿Qué?

—Piénselo: ¿por qué habría una explosión justo en el lugar donde se encuentra? Esos dos lo

secuestraron, experimentaron con usted y le hicieron creer cosas que no eran ciertas.

¡Tienen miedo! ¡Esos imbéciles tienen miedo de que usted los encuentre!

—No hay tiempo para eso. Tengo que seguir.

—¡Pero, señor…! ¡Por favor, hágame caso! ¡Carajo!

—¡Mierda! Ahora sé por qué tanto interés por no perder a ningún alma. Dirigirlas se

siente… bien, se siente… revitalizador... Pero… Gus tiene razón. ¡No! Tengo que seguir

dirigiendo almas, no se van a dirigir solas. Necesito hacerlo yo, necesito sentirlas…,

necesito absorber su energía…, su extinta vitalidad… ¡Gus tiene razón! ¡NO! ¡QUE TE

CALLES! ¡Luego habrá tiempo para venganzas! ¡Concéntra…! Será sólo… ¡No! ¡No!

¡No! ¡No! ¡No! ¡YAAA! Respira…, respira… Inhala…, exhala..., inhala…

65

LIV

—¡ERES UN ESTÚPIDO!

—¡CÁLLATE! ¡TENÍA QUE HACERLO!

—¡MATASTE A PERSONAS INOCENTES!

—¿Y QUÉ? ¡¿Y QUÉ, EH?! ¿ACASO NO ERES CAPAZ DE ARRIESGAR UNAS

POCAS VIDAS PARA SALVAR A MILLONES?... ¡El imbécil de Aaron no pudo

controlar la situación! ¡No pudo controlar ni a sus propias perras, maldita sea! ¡Todos le

vieron la cara! ¡Tenían al diablo y lo dejaron escapar!

—…

—Ya quita esa maldita expresión de estúpida rabieta. ¡Fue la mejor decisión que pudimos

tomar! ¡Admítelo!

—¿Pudimos tomar? ¡¿Pudimos tomar?! ¡NO! ¡TÚ TOMASTE ESA DECISIÓN!

—¡Pues algún día me lo agradecerán! ¡Mira! ¡Tu diablo ya no existe! ¡Funcionó! Fin del

problema.

—E-eh…, honorable señor p-primer min…

—¡YA! ¡¿Qué quieres?!

—¿N-no es e-ese el d-dia-b-b…?

Varias detonaciones se escucharon repentinamente en la sala, seguidas de algunos gritos

ahogados.

—Debí haberte matado hace mucho tiempo, escoria repugnante.

—¡¿Q-qué hiciste, Darcy?!

—¡El imbécil de John se suicidó después de ver lo que ocasionó su error! ¡¿Entendido?!...

¡SE-SUICIDIÓ! ¡USTEDES ESTÁN DE TESTIGOS!

Todos asintieron, unos nerviosos, otros temerosos, y unos pocos orgullosos—. Llamen al

presidente de Italia y díganle que lo esperaré en mi despacho. ¡Muévanse, inservibles!... ¡Y

limpien este desastre!

LV

—Vamos, señor, tiene que detenerse. No puedo seguirlo por toda la eternidad.

—Haz lo que quieras, Gus. Yo… necesito… saciar mi ansiedad. Necesito… guiarlos al

Cielo.

—Pero tiene que haber una forma de liberarlo, señor. Piense.

—Apártate. No me dejas observar aquellas almas.

—Mmm… … … ¡Demonios! No se me ocurre nada —susurró el muchacho, impaciente.

—¡Oiga! ¡Señor! ¡¿Me escucha?! ¡¿Se encuentra bien?! —gritó alguien a lo lejos,

incrédulo. Luego, ambulancias, helicópteros, aviones y demás comenzaron a rodear el

lugar.

—Señor, creo que las personas pueden verlo.

Y, entonces, el diablo desapareció para los ojos de los vivos, no para la mirada de los

66

muertos.

LVI

Minutos antes:

—Perdimos la señal, jefe.

—Sigan el protocolo de emergencia.

—¿Qué salió mal?

—Interceptaron el llamado de «AnZ_049».

—Sabía que era mala idea permitirle seguir en la organización.

—Él no tiene la culpa, Akira. Los gobiernos de todo el mundo están buscándolo.

—¡Eso nos pone en peligro a nosotros!

—No si lo tenemos a él de nuestro lado… ¿A quién prefieres? ¿Al hombre o al diablo?

LVII

—¡Señor! ¡Señor! ¡Vamos, voltee!

—Ahora no, Gus.

—… … … ¡Quiero morir! ¡Quiero conocer la muerte! ¡Diríjame al Cielo, por favor!

—… … … ¿Eh?

—Usted es la muerte, su trabajo es llevarse a las almas de todos los muertos. Lléveme a mí

también, por favor.

—… P-pero…

—¡Haga su trabajo y mándeme al Cielo!

—… Es… cierto… Tienes razón —el diablo se detuvo y dio media vuelta.

—¿Lo hará? ¿E-en verdad lo hará?

—Tengo que… ¿hacerlo? —musitó el diablo, desconcertado, confundido—. Es mi deber.

Gusakee estaba aterrado; pero sostuvo su postura. Tenía un plan.

—¿Entonces aquí termina todo? ¿Esta será la última vez que lo veré?

—… Tú… tienes que… Yo… A menos que…

Un pestañeo después, la escuadra maldita cayó al suelo. El diablo se miraba las manos con

irresolución. Le había disparado al pequeño Yomimoto en el pecho. Éste, luego de una

profunda inhalación, levantó la mirada.

—Siento… hambre… … … ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! ¡Sí! ¡Genial! ¡Muchas gracias,

señor! ¡Muchas gracias! ¡Me revivió!

—Tengo que seguir dirigiendo almas —repuso el diablo, abstraído, y algo distraído, en su

propósito.

67

LVIII

—¡Primer ministro!, mire esto… No es posible, ese niño apareció de la nada... ¿E-está

sonriendo?

—¿Pero en qué mierda nos hemos metido? ¡Este mundo… se está volviendo loco!

—Y-yo m-mejor me largo.

—¡No! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡No juegues con eso!

—¡No estoy jugando! ¡Estoy harto! ¡Lo siento! ¡Díganle a mi madre que me perdone!

—¡No lo hagas, Frank!

Pero el soldado se disparó.

LIX

—Así que están escondidos en el océano Pacífico. ¡Los encontraré! —bisbiseó Gus,

decidido—. ¡Volveré pronto, señor! ¡Lo sacaré de esta! —le gritó al diablo cuando ya se

había alejado varios metros corriendo; sin embargo, éste ni siquiera le prestó atención.

—¡Oye, niño, por acá! ¡¿Necesitas ayuda?! —exclamó un paramédico, más que perplejo, al

ver que un chico había salido vivo de la zona de impacto de una bomba nuclear.

—¿Eh? No, no, estoy bien. Yo… acabo de llegar. ¡Esto es espantoso! —mintió Gus y

siguió corriendo, evadiendo los brazos de militares. Pero sus forcejeos no funcionaron por

mucho tiempo…

—Gus se fue… No importa, tengo que seguir guiando a las almas —pensaba El diablo de

Estocolmo, ignorando asimismo a la multitud que empezaba a rodearlo sin advertir su

intangible presencia. De pronto, un llanto.

El diablo volteó hacia un lado y vio a una mujer de rodillas en el suelo; lloraba

desconsolada. No obstante, la ignoró y siguió enviando almas al Cielo. Después de un rato,

los sonidos aquí y allá, los llantos, clamores, sirenas, todo eso fue demasiado. Intentó seguir

haciendo su trabajo, no darle importancia a aquello; pero la presencia de una pequeña

familia de jóvenes integrantes fue la gota que derramó el vaso.

El diablo de Estocolmo se acercó a ellos. Estaban los 3 sentados, tomados de las manos con

la cabeza agachada, esperando su momento. Era un padre, una madre y su pequeña hija en

brazos. Hace apenas unos instantes aquella tercia de turistas disfrutaba del italiano paisaje;

pero en su presente ya sólo había cabida para otro viaje.

Fernando Luciani se inclinó detrás de la terna. Los miraba con interés. Posteriormente, se

arrodilló y los observó en silencio durante algunos segundos. Hombre y mujer rezaban

entre siseos. El padre, un joven de 2 décadas y media, sintió una ajena presencia y alzó la

mirada poco a poco.

—Llévanos, por favor —gimoteaba—. Llévanos ya.

El diablo escuchó a la perfección aquellos frágiles lamentos. Ese «llévanos» le supo a un

68

implorante «libéranos». Entendió, pues, que mientras un muerto sigue pisando la Tierra,

sigue sufriendo la pérdida, sigue soportando la pena. Sólo hasta que llegan al Cielo se

olvidan de la tristeza… De pronto, sintió que no estaba solo. Allí se percató de que se

encontraba en un cráter de varios kilómetros diametrales. En el interior de éste se hallaban

decenas de personas, no sólo muertas esperando ser guiadas o liberadas, sino vivas, entre

ellas, militares, muchos militares.

Ya habían pasado casi veinte minutos desde que la bomba dio en el blanco. A la zona de

impacto arribaban convoyes armados hasta los dientes, y varias camionetas negras

blindadas hasta las llantas. Los militares tenían la bandera de Italia en los hombros. Las

camionetas negras portaban banderas no de un país, sino de una organización desconocida.

El diablo escuchó algunas órdenes. Todas ellas hablaban de él; pero ninguna de las almas.

De improviso, El diablo de Estocolmo se manifestó ante la mirada de los vivos. Tenía los

ojos hundidos, los párpados negros, la piel lívida, las pupilas contraídas y sus entrañas

ardiendo.

—¡¿ME BUSCABAN…, ESTÚPIDOS?! —gruñó a los cuatro vientos, y la tierra comenzó

a temblar.

—¡Código Delta 6! ¡Código Delta 6! ¡Repito: Código Delta 6!

El diablo recibió varios disparos. Eran somníferos. Ninguno le hizo efecto, pues ninguno

logró perforarlo.

—¡MIREN LO QUE HICIERON!

—¡Pon las manos sobre la cabeza y arrodíllate! ¡Te tenemos rodeado!

El militar cayó inerte al suelo en tan solo un parpadeo. El caos se apoderó de la situación y

un par de tanques dispararon. Otro pestañeo después, un total de setenta y nueve cuerpos

terminaron sin vida. Entonces, un hombre vestido con un impecable traje blanco descendió

de la camioneta más cercana.

—No hay necesidad de hacer esto, Sr. Luciani. Mi nombre es Tobías Martini. Soy

secretario de relaciones exteriores de la OPD, la Organización Plurinacional de Defensa.

Estamos aquí para forjar una relación amistosa y civilizada con usted.

—Pues vaya forma de hacer amigos. ¡Detonaron una PUTA BOMBA NUCLEAR!

—Le pedimos de la manera más atenta y respetuosa que no confunda las intenciones y

formas de actuar de las fuerzas armadas aquí prese…, antes presentes. Nosotros, la OPD,

venimos con otras intenciones. Verá, cuando…

—No me interesa escuchar sus intenciones, señor Tobías Coctel. Tengo un asunto

pendiente con alguien.

Y sin más, El diablo de Estocolmo desapareció junto con las almas de los que murieron en

la explosión, ignorando a las otras setenta y nueve.

—… ¿Te…, te dijo coctel?

—Cállate.

LX

—¡TÚ…, infeliz hijo de…!

—¿Ahora qué quieres, Fernando?

69

—¡Tu trabajo es una...!

—Me provocaste y te lo ganaste. No necesito escuchar tus lloriqueos.

—¡Eres un desgraciado! ¡Estás maldito! ¡Eres un maldito desgraciado!

—¿Algo más? Me gustaría seguir viendo tranquilamente mis caricaturas. Retírate.

—¡NO! ¡No sé cómo puedes estar tan tranquilo! ¡Eres la escoria de esta vida! ¡Tu presencia

sólo acarrea miseria, agonía, desesperación! ¡Renuncio! ¡Y tú también deberías de

renunciar!

—¡JA! ¡Qué cosas dices! No tienes ni la más mínima idea de lo importante que soy.

—¡Eres la mierda de la mierda! ¡Te llevas a nuestros hijos, te llevas a nuestros padres, a

nuestros amigos! ¡Tú eres el único que debería estar muerto! ¡Este mundo sería mucho más

feliz sin ti!

—¿Soy yo o… te lo estás tomando más personal de lo que es?

—¡Cállate! ¡Hoy acaba todo! ¡Me desharé de ti para siempre!

—No sabes lo que dices. Ni aunque pudieras…

—Ahora soy la muerte, ¿no?... Y sigo siendo el diablo.

Sacó su escuadra blanca y disparó.

—… … … ¿Qué… hiciste?

—Dime…, ¿qué se siente estar vivo?

—¿Yo?... ¿Vivo?... ¿Estoy vi…? ¿C-cómo es posible?

—Para ser honesto, te veías mejor todo de negro. La piel… no te sienta tan bien.

—¿Soy… humano? ¡¿Soy un asqueroso humano?!

—Y estás vivo, no te olvides de eso.

—¿Cómo lo… lograste?

—… … Pensé que estarías más molesto.

—E-estoy algo… Sí, sí, estoy molesto; pero… es extraña esta esencia tan inferior. ¿Cómo

pueden soportarlo?

—No me lo preguntes a mí, yo soy el diablo, mi poder es mayor que la de un humano

ordinario, así que no puedo sentir lo mismo que ellos.

—¡Vaya…, qué vida! —suspiró la muerte, sonriendo—. ¿Y ahora qué piensas hacer,

idiota?

—Bueno, ahora que estás vivo, me dieron unas incontrolables ganas de… matarte.

—¿Ma…?

—Sí, matarte.

—Todo esto me está confundiendo un poco.

—Eras la muerte, luego ya no. Después te di una vida y ahora te la quitaré. Supongo que te

irás al Cielo como todas las demás almas humanas. ¿Alguna otra duda?

—Sí… ¿Por qué soy un maldito cerdo? ¿Cuántos kilos peso? ¿200?

—Algo así… No sé, fue lo primero que se me vino a la mente cuando te di vida. Pensé: «Si

la muerte se representa con una calavera, seguramente en vida fue un maldito obeso». Y ya,

te hice así.

—Tienes una lógica realmente preocupante.

—… … ¿Algo más?

—¿E-esto es todo? ¿Entonces acabarás con mi existencia?

—Al parecer. Me caías bien; pero me estorbas.

—Pues haz lo que quieras, ya estoy cansado de tanto trabajar. Sólo te advierto que te

arrepenti…

70

—Ya cállate, cerda —y disparó, eliminando a la muerte y todo indicio de ella, incluyendo

el tatuaje de su pecho que antes lo condenaba a servirle.

LXI

—Oh, México, mi México, el pequeño gigante, el mandadero del más grande, el saqueado

por los siglos de los siglos. Amén... Extrañaba volver aquí, a mi segundo hogar, casi el

primero. No hay nada como tu olor a tacos, tu gente tan amable y sonriente... ¡Genial! Ya

viene el autobús. Qué transporte público tan más eficiente… Y mira a ese chofer. Se ve tan

amigable. Muy buenas tardes, señor.

—…

—…

—…

—Buenas… tardes.

—…

—…

—Son 10 pesos.

—¡CARAJO! ¡DIJE «BUENAS TARDES», PERRA SARNOSA! —gritó el diablo,

exasperado, y le apuntó entre los ojos con su escuadra maldita. Todos los pasajeros se

alarmaron.

—¡Dile «buenas tardes»! ¡Díselo, por el amor de Dios! —gritó una mujer al fondo.

—¡Usted cállese, señora metiche! ¡Esto es entre el imbécil que va manejando y yo! ¡TÚ…,

estúpido! ¡Respóndeme como la maldita gente civilizada, pedazo de mierda!

—B-buen…, b-buenas t-t-t-tardes, señor.

—¡BUENAS TARDES PARA TI TAMBIÉN! ¡Toma tus asquerosos 10 pesos, idiota!…

¡Mierda! ¡¿Por qué no pueden responder a un maldito saludo de cortesía?! ¡Estúpida gente

indecente! ¡Me lleva la chingada!... … … ¡YA AVANZA EL PUTO CAMIÓN! ¡¿QUÉ

ESTÁS ESPERANDO?!

—S-sí, sí.

—¡Usted, señora, deje de mirarme así, es de mala educación!

—Lo…, lo siento, señor. No me mate, por favor.

—¡La perdono!

—G-gracias, gracias.

—¡Ya cállese! ¡Me está irritando!… … … ¡¿POR QUÉ NO ESTÁ ENCENDIDO EL

AIRE ACONDICIONADO, CARAJO?! ¡ESTAMOS A 40 GRADOS! ¡ENCIENDE ESA

MIERDA! —le gritó de nuevo al chofer.

—S-sí, sí, lo siento.

—¡Y maneja bien! ¡No traes vacas, imbécil!

—E-entiendo, entiendo.

—¡Rayos! Lo que tiene que hacer uno para ser tratado como ser humano.

71

LXII

—¿Qué hacemos con el niño?

—Apareció de la nada después de la explosión de una bomba nuclear. ¿Tú qué crees?

Duérmelo y enciérralo en algún lado. Luego le haremos estudios.

—¡¿Qué?! ¡No, no, por favor! Necesito ayudar a mi amigo, está en problemas.

—¿Qué amigo, niño?

—El diablo. Él es mi amigo, él me mató y me devolvió la vida. Por eso aparecí de la nada.

Necesito ayudarlo a encontrar a unos sujetos que lo secuestraron en Japón.

—Sigue hablando.

—Vaya… Parece que tengo un plan. Les diré todo lo que quieran si me dejan en libertad y

me ayudan a encontrar a los que secuestraron a mi amigo.

Los dos militares intercambiaron miradas de complicidad.

—Está bien, te ayudaremos.

—¿De verdad? ¡Qué bien! Gracias, señores.

—¡Jaja! Pobre inocente.

—¿Y bien? Cuéntanos todo lo que sabes.

—Mi nombre es Gusakee Yomimoto. Tengo 13 años. Nací en Fukushima; pero a los 12 hui

a Tokio cuando mis padres murieron. Viví en la calle un tiempo, hasta que conocí a un

grupo de chicos iguales a mí. Ellos me enseñaron a… sobrevivir por mi cuenta. Luego,

cuando ya tenía 13, conocí al diablo. Fue hace tan solo unas semanas. Al verme se

sorprendió mucho y me dijo que me necesitaba para un trabajo. Les dijo a los demás chicos

que se fueran y no me buscaran jamás. Uno de ellos, el líder, al que llamábamos

simplemente «N», intentó apuñalar al diablo; pero él se defendió hábilmente y lo mató,

provocando que todos los demás huyeran.

—¿Por qué tú no huiste?

—No lo sé. Al ver al diablo me sentí más protegido que cuando estaba con los demás

chicos. A decir verdad, nunca me sentí bien con ellos. Siempre era yo el que se metía en

problemas por un poco de… No importa. Además, en ese momento no sabía que se trataba

del diablo. Sólo vi a un buen hombre sacándome de las calles.

—¿Qué trabajo tenía para ti el diablo?

—Quería a alguien que cuidara sus cosas mientras él no estaba. Me prometió alimentarme y

protegerme. Asimismo, me ayudaba a conseguir… «eso» que aprendí a desear por culpa de

los estúpidos que me lo indujeron… Ese tonto N se lo tenía bien merecido. Todo el tiempo

nos amenazaba con su navaja. Me da gusto que el diablo lo haya matado con la misma.

Nunca me cayó bien.

—¿El diablo te conseguía la droga?

—Al principio pensé que sí. Después, hace unos días, antes de morir, me enteré de que en

realidad no me estaba drogando del todo, sino que me daba pequeñas dosis para ayudarme a

dejarla poco a poco. Dijo que me necesitaba alerta.

—¿Antes de morir? ¿Estuviste muerto?... Pégate un poco más al micrófono, por favor.

—Sí. El diablo me mató para liberarme. Fue la misma noche que conocimos a un tal Rigo y

una tal Des. ¡Esos dos tontos lastimaron a mi amigo! ¡Lo secuestraron, se metieron en su

cerebro y ahora hasta lo intentaron matar con una bomba! ¡Son unos malditos! ¡Por eso

necesito salir de aquí y buscarlos para que paguen por todo lo que hicieron!

72

—Tranquilízate, niño.

Uno de los militares se acercó al oído del otro.

—Piensa que los empleados de Aaron arrojaron la bomba.

Regresaron la mirada a Gus.

—Sí, tienes razón, esos malditos deben pagar por lo que hicieron. ¿Sabes dónde están?

—La muerte nos dijo que estaban escondidos en un laboratorio submarino en el océano

Pacífico.

—¿La muer…? Eeeh… ¡Bien hecho, chico! No te preocupes por buscarlos, nosotros nos

encargaremos de ellos.

—¡Genial! ¡Muchas gracias, señores!

—Mira, niño, mientras mi compañero le avisa a nuestros superiores dónde se esconden esos

malnacidos de los que hablas, quiero que me cuentes más sobre la muerte y cómo

apareciste de la nada en la zona de impacto.

—Sí. Conocí a la muerte este día. Se presentó en nuestro departamento junto a otro sujeto,

un tal Gabriel. Él, Gabriel, y el diablo, mi amigo, se pelearon durante varios minutos.

Parecía que ya se conocían. Entonces todo el departamento empezó a oscurecerse, el diablo

me sacó de ahí y me llevó a una selva o algo parecido. Una hora después apareció en la

selva y me trajo a Italia para comer pizza. Yo no… podía… comer pizza porque…

Disculpe, tengo mucha hambre. ¿Me podría… traer… pizza?

—Claro, niño, cuando termines.

—… Creo…, creo que no tengo fuerzas para seguir. Necesito comer… pizza…, de

preferencia.

—… Hijo de… Está bien, ya vuelvo.

—¡Espere! ¡Que sean dos pizzas grandes, por favor!... ¡Y un jugo!

—… ¿Algo… más…, niño?

—No, eso es… ¡Ah, y un chocolate! ¡Gracias, señor!

LXIII

—¿Y bien?

—E-espere un… poco… ¡Oh, sí! Está deliciosa. Muchas gracias.

—Niño…

—Bien… —tragó y volvió a morder la rebanada—. Deshpuesh de omer pizza fuibmos a

una biblio…

—¡Niño! ¡Primero trágate eso y luego habla!

—Sí —engulló—, lo siento… Como le iba diciendo, después de la pizzería fuimos a una

biblioteca a usar una computadora. El diablo quería conseguir en internet un submarino

para buscar a esos dos tontos en el fondo del mar, ya que sospechaba muy inteligentemente

que ahí se escondían. Después, el diablo dijo que me devolvería a la vida y ahí fue cuando

apareció de nuevo la muerte. Intercambió unas palabras con el diablo, le confirmó que el

par de tontos se escondían en el océano Pacífico y luego lo condenó a ser la muerte.

—¿A qué te refieres?

73

—Le dijo que ahora él, el diablo, sería la muerte. A partir de ese momento, mi amigo se

comportó muy extraño y después la bomba estalló. Como el diablo se había convertido en

la muerte, ahora no podía estar lejos de las almas. Dijo que tenía que guiarlas al Cielo.

Luego me devolvió a la vida, ustedes me encontraron y aquí estoy.

—Así que estamos tratando con la muerte y el diablo, simultáneamente —masculló el

soldado—. ¿Sabes algo más sobre tu amigo o sobre la verdadera muerte?

—No, nada. El diablo es muy reservado, y la antigua muerte desapareció después de

condenar a mi amigo. No sé dónde se encuentra ahora.

—¿Entonces es todo lo que sabes?

—Sí, es todo… ¡Lo juro, lo juro, no me dispare, por favor!

—No te preocupes, no te mataré —y disparó.

Gusakee Yomimoto recibió en el cuello un extraño y muy pequeño dardo que, luego de una

fugaz descarga eléctrica controlada, lo durmió instantáneamente—. Vengan por el niño —

le habló el soldado al micrófono.

LXIV

—Te tengo una buena y una mala noticia.

—¡Fernando! No pensé que tardarías tanto en llegar.

—Quise distraer un poco a quien sea que me está buscando.

—¿Adónde fuiste?

—Sólo me paseé un poco por México para que creyeran que había regresado a mi antiguo

hogar.

—Bien pensado.

—Lamento lo que sucedió en Italia. Sé que después de la explosión…

—No te preocupes. Son tiempos de guerra, perderemos a muchos, hagamos lo que

hagamos. Además, La VID siempre está en guerra y conoce los riesgos de lo que hace.

Cuando te contactamos, sabíamos en qué nos estábamos metiendo.

—¿Y bien? ¿Quién intentó matarme?

—Seguramente ya los conociste.

—… ¿Fueron… los de las camionetas negras?... ¿La OPD?... ¡Mintieron! ¡Dijeron que

ellos no habían mandado la bomba!

—Así es, mintieron. El ejército italiano no tuvo nada que ver con el ataque. Según nuestro

informante, el primer ministro de Canadá perdió los estribos y detonó la bomba que te

seguía día y noche.

—Ese imbécil… Ahora mismo sabrá…

—No hace falta. Darcy lo mató.

—¿Cranston? ¿Darcy Cranston? ¿Qué hace ese kiwi iniciando una guerra contra Canadá?

—Intentando detener una guerra contra ti, Fernando. Además, no se iniciará ninguna otra

guerra por eso. La OPD inventará algo para encubrir el asesinato del primer ministro. No

hay nada que un poco de pan y circo no pueda ocultar.

—¡Já! No son tontos… Está bien, los dejaré en paz por ahora. Tanta política y diplomacia

74

me aburre. Supongo que ya sabes qué sí me interesa.

—La venganza, lo sé. Pero antes de que te diga cómo llegar a ese laboratorio, quisiera

escuchar tus noticias.

—¡Ah, sí! Casi lo olvido. La buena noticia es que me deshice de la muerte. La mala noticia

es que, antes de deshacerme de él, me advirtió que me arrepentiría. ¿Por qué?

—… ¿Qué… acabas de hacer, Fernando?

—¿Lo arruiné?

—Y a lo grande.

—¡Carajo!

—¿Qué crees que harán las personas cuando se den cuenta de que no pueden morir?

—… ¿Qué?

—Dejarán de tener miedo.

—¿Y… eso es malo?

—Piénsalo un poco. ¿Te da miedo algo?

—Mmm… Miedo, lo que se dice «miedo», literalmente miedo, no. Pero me preocuparía el

aburrimiento eterno.

—Y por eso cuidas tu identidad, lo sé. Sin embargo, mírate, tú no le temes a nada y eso te

permite hacerlo todo. Si todos fueran como tú, si nadie sintiera miedo, las personas harían

cualquier cosa a sus anchas, sin miramientos. La muerte no es sólo un acontecimiento, un

proceso, una etapa del ciclo o una desgracia; la muerte es la causante del mayor de los

miedos. Gracias a ese miedo, el miedo a la muerte, el ser humano ha logrado encontrar su

punto de equilibrio entre el caos y la paz; entre el temor y la valentía. Se escuchará extraño

y un tanto paradójico; pero gracias al miedo a la muerte, el ser humano sigue vivo. Por eso

es import…

—¡Aburriiidoooooo!

—…

—Ya entendí, ya entendí. Tengo que regresarle su poder a la muerte antes de que todos los

estúpidos humanos se coman entre ellos... Maldita naturaleza… ¡Pero ni creas que me

disculparé con ese idiota! El muy insolente se atrevió a marcarme un feo tatuaje en mi

hermoso torso.

—Ve de una vez antes de que pase más tiempo.

—Está bien… No sé cómo te soporto. Tú también eres un idiota, Názar, no lo olvides.

LXV

—¡Gorditoooo! ¡Gooooorditooooo! ¡PINCHE PUERCO! ¡¿DÓNDE ESTÁS?!

—¿Me buscabas?

—¡Jojo! Sí que estás obeso.

—Antes de que me digas para qué has venido al Cielo, quisiera darte las gracias.

—… … … ¿Qué?

—Nunca me había sentido tan bien. Siempre vine a este lugar y jamás pude disfrutarlo

como ahora. Creo que la condición humana, su naturaleza efímera, es la que me permite

75

gozar de este paraíso.

—¿Y tú también ves árboles de chocolate?

—¿Qué? No. Yo sólo veo amor y felicidad. Mira, allá están unos niños jugando con sus

padres. ¿Ves aquella familia de más allá? Van a todos lados tomados de las manos.

—¿Qué clase de lugar es este? —susurró el diablo, desconcertado.

—Desde que llegué, siento una paz abismal dentro de mí. Ya nada me preocupa, nada me

molesta, todo me hace feliz.

—Bien, bueno…, es hora de regresar a la realidad.

—¿De qué hablas, Fernando? Esta es la realidad. La vida en la Tierra es sólo el camino

para llegar a esta meta.

—Como sea, vámonos.

—No iré a ningún lado. Aquí puedo descansar. Quédate con mi antiguo poder, ya no me

interesa.

—Suficiente, tengo que sacarte de aquí. Este sitio te está haciendo daño.

—No lo…

LXVI

—Bienvenido a tu trabajo. Aquí está tu tonto poder y tu vestido de oscuridad. No es

necesario que me agradezcas por la pérdida inmediata de peso.

—¿Qué es… esto? ¿Qué… estoy sintiendo?

—Eeeh… ¿Te quedaron gases por la gordura?

—¡ME DEVOLVISTE MI PODER, IDIOTA! ¡¡TE DIJE QUE ME DEJARAS EN EL

CIELO!!

—No eras tú el de allá. Sólo eras una pobre alma obesa e hipnotizada por una mentira. Te

liberé de esa realidad alterna llena de ilusiones ópticas.

—¡Eres un imbécil! ¡No sabes lo que es estar ahí! ¡No sabes lo que dices! ¡ESPERO QUE

TE PUDRAS EN LA INMORTALIDAD Y NUNCA LLEGUES A TOCAR EL PARAÍSO

COMO CUALQUIER HUMANO!

—Yo espero lo mismo. Ahora ve a matar personas o algo. ¡Ah! Hay por ahí unos ochenta

soldados italianos esperándote. Y ni te molestes en intentar hacerme tu títere de nuevo.

Antes de regresarte el poder, me encargué de limitar tu alcance a otros seres. Ahora no

puedes tocarme.

—Eres…, eres…, eres un… ¡Bah! Ya no importa… En fin… Sabía que tarde o temprano

tendría que regresar a tomar la guadaña. Te lo advertí antes de irme: soy indispensable.

—Sí, sí, el ciclo de la vida, bla, bla bla, la cigüeña y la guadaña, bla, bla, bla, el miedo, bla,

bla bla. Adiós. Tengo prisa.

76

LXVII

—¿Cómo te fue con la muerte?

—Todo ha vuelto a la normalidad. Ahora dime dónde encontrar a Bundy y DeShields.

—El océano Pacífico es muy vasto y mis ojos no pueden abarcarlo tan rápido. Al principio

pensé que encontraría su laboratorio en el centro del océano, en la nada, y ahí fue donde

enfoqué la búsqueda. Pero después de no hallar ningún indicio en donde hubiese sido el

mejor lugar para esconderse, intuí que tal vez habíamos sobrevalorado la magnitud de su

presupuesto, así que moví el rastreo a los lugares más cercanos a tierra, lo cual, por obvias

razones, es mucho más barato.

—Estás a una palabra de dormirme.

—… Esconden su laboratorio en el fondo del estrecho de Magallanes, específicamente en

el segundo sector, el central.

—¡Ah, claro, el estrecho de Magallanes! ¿Cómo no se me ocurrió?... ¿Dónde diablos queda

eso?

—Al sur de Chile.

—Gracias. Ya vuelvo.

—Espera un segundo.

—¡¿Qué quieres, Názar?! ¿No ves que tengo prisa por matar a esos imbéciles?

—Es curioso que vuelvas a mencionar a la muerte. ¿Te das cuenta de que no pudieras

hacerles nada como venganza si la muerte no existiera?

—¿Ya terminaste el sermón?

—Y, curiosamente, es la muerte lo que me preocupa en este momento. Pero no la muerte de

esos dos, sino la de Gusakee.

—¡Gus! ¡Lo había olvidado! ¡Mierda! ¡¿Qué le sucedió?! ¡¿Sabes dónde está?! ¡Carajo!

¡Obviamente sabes dónde está! ¡Dímelo!

—Ese es el problema. Sé dónde está; pero no cómo llegar a él.

—¡Demonios, Názar! ¿Qué clase de hacker eres?

—No soy omnipresente, Fernando. Mis alcances tienen un límite. Sé que la OPD lo

aprisionó luego de que lo devolviste a la vida, y naturalmente lo tienen en alguno de sus

laboratorios más restringidos y secretos. No obstante, desconozco dónde lo esconden.

—Fue mi culpa, maldita sea. Si no lo hubiera regresado a la vida, jamás lo habrían visto.

—En un momento así intentaría animarte; pero tienes razón, fue tu culpa.

—¡NO! ¡Fue culpa de la estúpida muerte que me poseyó para que hiciera su trabajo! ¡Si no

hubiera sido por él, yo no habría sentido ganas de mandar a Gus al Cielo y tampoco hubiese

tenido la idea de revivirlo para que se quedara en la Tierra!

—¿Y bien? ¿Qué harás primero?

—Sabes muy bien que Gusakee es prioridad.

—¿Y cómo piensas encontrarlo?

—… … … Mmm… ¡La muerte!

—¿De nuevo?

—¡Sí! ¡Eso es! ¡La muerte debe saber dónde se encuentra cada alma! ¡Él me dijo que

Bundy se esconde en el océano Pacífico!

—¿Y crees que querrá ayudarte a encontrarlo?

—Tendrá que hacerlo, le guste o no.

77

—¿Por qué estás tan seguro?

—Porque podrá ser la muerte; pero yo el diablo.

78

CAPÍTULO 6

66

LXVIII

—¡Muerte! ¡Gordito! ¡¿Dónde te escondes?! —gritó el diablo en medio de una casi

desolada calle—. Mmm… Creo que debe de estar trabajando. Tengo que conseguir a

alguien a punto de morir… ¡No! ¡Mejor aún! ¡Mataré a alguien! Oye, tú, ¿cuántos años

tienes?

—¿Yo?

—Sí, tú, cara de idiota. ¿Cuántos años tienes?

—19…

—Bien, ya estás viejo. Llegó tu hora de morir.

—¿Mi hora de…? ¿P-por qué?

—Es por una buena causa. Cállate y no te muevas.

—¡N-no, por favor, señor! ¡No, no, no me haga nada, se lo suplico! ¡AUXILIOOOO!

—¡Deja de moverte, estúpido! Necesito cortarte el cuello.

—… ¡Mierda! ¿Otra vez tú?

—Llegas justo a tiempo. Necesito tu ayuda… Niño, tuviste suerte. Ahora podrás contarles a

tus amiguitos que el diablo intentó matarte y la muerte te salvó la vida, literalmente. Ahora

lárgate.

—¡Ya déjame en paz, por el amor de Dios!

—Sólo vengo a preguntarte dónde está…

—¡Ya te dije que en el océano Pacífico!

—¡Déjame terminar, animal! Estoy buscando a Gusakee. Lo secuestraron esos de la OPD.

No sé si sepas quiénes son y no me interesa saber si sabes; pero quiero que me digas ¡dónde

se encuentra Gusakee!

—¿Por qué tanto interés por ese mocoso? Consíguete otra mascota y ahórrate problemas.

—… … …Si no me dices dónde está Gusakee, te atormentaré por el resto de la eternidad,

maldito pedazo de estiércol.

—Está bien, está bien… Dame un segundo… … … Mmm… Al parecer… está en

África…, en el Sahara…, en Níger.

—¿Nigeria?

—No. Dije Níger.

—… … ¿Algún otro dato? No tengo ni puta idea de dónde se encuentra ese lugar.

—Es un país.

—Pues entonces sé más específico. No puedo perder tiempo buscando a Gusakee en todo

un país.

—Se encuentra en… Mmm… Parece ser un sitio al que llaman Área 32. Ésta se halla

escondida en el interior del desierto del Sahara, literalmente en el interior. Es un cuartel-

79

laboratorio subterráneo. Su entrada está cerca de la frontera con Libia. Cuando veas una

roca en forma de serpiente, ahí es.

—¡Bien! Gracias.

—Ya no me busques, por favor. Me vas a volver loco.

—Sí, como sea. Adiós.

—Es en serio.

LXIX

—¡Buenas tardes! ¡Bueeenaaas taaaaaaardeeeees! ¡¡BUENAAAS TARDEEEEEEEES!!

De pronto, explosiones—. Así que quieren jugar con eso.

El diablo destruyó las rocas de un puñetazo y comenzó a bajar unas sombrías escaleras de

metal.

—¡Alto! ¡No des un paso más!

—¡Ja! Por favor, no me hagas reír.

Las balas albas de su escuadra blanca salieron en todas direcciones. Minutos, disparos y

detonaciones más tarde, no quedaba nadie vivo, salvo El diablo de Estocolmo—… Mmm…

Qué extraño, no está por ninguna parte… ¿Me habrá mentido ese estúpido?

En eso, los vestigios del Área 32 explotaron, dejando un enorme cráter en su lugar—.

¿Qué… fue… eso?... … … Imbéciles. Seguramente guardaban información clasificada...

En fin.

LXX

—¡No, por favor! ¿Por qué te empeñas en molestarme? Ya te dije lo que querías. ¡Lárgate!

—Deja de llorar, cerdo mentiroso.

—¡Oye, ya no estoy gordo!

—Pero sí eres un mentiroso. Gus no estaba en ese lugar… y ahora tampoco ese lugar está

en ese lugar…; pero eso no importa. Lo importante es que me mentiste y pagarás por eso.

—¡Espera! Te dije la verdad. Su energía vital estaba localizada ahí… … ¡Oye, tienes razón!

Ya no puedo sentirlo en ese sitio… Qué extraño.

—No estés jugando conmigo.

—Calla… Estoy…, estoy sintiendo algo. Su energía se encuentra ahora en una tal Área 47.

—… Por tu bien, espero que…

—Te lo juro. Se encuentra en el interior del Macizo Vinson, en la Antártida.

—Genial. Primero el lugar más caliente del planeta y ahora el más frío. ¿Luego qué? ¿El

fondo del mar?

—Sé que ahora sí estará en esa Área. Si no está ahí, te prometo que te acompañaré al

siguiente lugar.

80

—Créeme, no tendrás opción.

—Lo sé —suspiró la muerte.

LXXI

—La montaña hizo ¡Ka-boom! y no encontré a Gusakee por ningún lado. ¡¿A qué mierda

estás jugando, estúpido?!

—N-no estoy jugando. Su energía vital desapareció justo momentos antes de que

regresaras.

—Esto no me está gustando.

—Ni a mí. Ahora su…

—¡Ya! ¡Estoy harto de esto! ¡Llévame adonde sea que esté y cierra tu asqueroso… lo que

sea que uses para hablar!

LXXII

—Estamos en el Área 66. Este es el único lugar donde aún siento su energía; pero mucho

menos intensa que antes.

—Perfecto… Sí estaba bajo el agua… Cómo me gustaría matarlos a todos.

De pronto, una alarma.

—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD NO IDENTIFICADA! ¡MANTÉNGASE

DONDE ESTÁ Y ESPERE CONTACTO! ¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD

NO IDENTIFICADA!

—¡AARGH! ¡QUÉ ALARMA TAN MOLESTA!

—¡ENTIDAD NO IDENTIFICADA, ENTIDAD… NUO… IDENTifuicaduaaaaa…!

—Eso le enseñara a esa estúpida computadora.

—Deja de pelear con los electrodomésticos de estos sujetos y mira, la puerta se abrió.

—… … Un segundo… Yo conozco a ese idiota… ¡COCTEL! ¡Devuélveme al niño ahora

mismo!

—Sr. Luciani, nos da gusto volver a verlo.

—Cállate y dime dónde esconden a Gusakee si no quieres que tu tonto laboratorio

submarino acabe igual que los otros dos.

—No te preocupes. Este es el número 66. Tenemos varias decenas de ellos sólo en este

planeta. El hecho de que hayas llegado al 32 y al 47 fue solamente un experimento. Sí,

fuiste nuestro conejillo de Indias.

—Oh…, oh… Creo que no es buena idea insultar al diablo.

81

—¡HIJO DE PUTA! ¡TÚ SERÁS EL PRIMERO!

—Y entonces el niño morirá.

—¿Morir? ¿Mo…rir? ¡JAJAJAJA! ¡Ni siquiera la muerte tiene permitido tocar a Gusakee!

No sabes en qué te estás metiendo, baboso.

—No hablo de una muerte natural. Sabemos que por alguna razón tienes el poder de matar

y revivir a quien se te plazca, así que vimos infructuoso amenazarte con deshacernos

físicamente de tu amigo. Decidimos que era mejor idea aprisionarlo en vida, y no me

refiero a meterlo en una celda, cosa que podrías destruir sin problemas; me refiero a retener

su conciencia en una realidad a la que jamás tendrás acceso: la virtual.

—¿Q-qué estás diciendo, idiota?

—Mira quién ríe ahora… Te estudiamos…, te estudiamos tan bien que conocemos tus

límites. La materia y la energía tal vez no se te resistan; pero el mundo artificial nos

pertenece. Eres un ignorante, un imbécil que no sabe nada de cifras, de datos, de ecuaciones

ni informática. El futuro le pertenece a la tecnología, a las computadoras, a la

programación, a la realidad virtual. ¡El futuro le pertenece a los programadores! Bienvenido

al nuevo mundo... Tarde o temprano prescindiremos de ti y de cualquier otra ley de la

naturaleza. Tu tonto amiguito, Gusakee, ya forma parte de eso. Será nuestro viajero, nuestro

ratón de laboratorio.

—¿Qué… le hiciste?

—Ahora mismo está profundamente dormido en una Cápsula de Concentración Cerebral

por Anegamiento, la «3CA».

»Mientras su cuerpo permanece inmóvil y ajeno a nuestra realidad material, su mente le

pertenece a la realidad artificial, a la virtual. Probablemente se encuentre yendo y viniendo

por todo el universo que creamos. Y el truco no acaba ahí. Quizá te jactes de ser el ente más

fuerte que jamás ha existido; pero no tienes ni conocimientos básicos de informática, y si

desconectas al mocoso sin antes haber finalizado correctamente la Transición, se perderá en

algún punto de la realidad virtual, su mente quedará en un trance eterno de desorientación

y, en nuestra realidad, se convertirá en un… costal inservible de huesos, carne y sangre…

En otras palabras, si quieres que el niño siga vivo, tendrás que velar por la seguridad del

Área 66 y todos los cerebros que hacen posible su funcionamiento.

El diablo bufó.

—Hagamos un trato —masculló, segundos después.

—A eso iba. Gracias por recordármelo… Soltaremos a Gusakee a cambio de tu cuerpo y

mente. Si dejamos en libertad a tu amigo, te comprometerás a ser examinado

minuciosamente sin condiciones ni represalias de tu parte. Esto incluye permitirnos

experimentar con tu entidad.

—Me entregaré…; pero no te molestes en experimentar conmigo. Bundy y el otro imbécil

ya lo hicieron. Me secuestraron para hacerme no sé qué cosa. Desconozco las conclusiones

a las que llegaron; pero si quieres resultados, búscalos en su laboratorio submarino en el

océano Pacífico. Y cuando tengas lo que quieres, hazme un favor y mata a esos idiotas.

—Veo que no estás al tanto.

—…

—Desirée y Rigoberto abandonaron el laboratorio antes de que pudiéramos encontrarlos.

Cuando llegamos, no quedaba rastro de ellos, sólo máquinas destruidas. Borraron toda

evidencia. Incluso… ¡Jaja! Descubrimos que asesinaron a Aaron antes de desaparecer.

—No sé quién demonios es o era Aaron y no me interesa. ¡¿Dónde se esconden ahora esos

dos?!

82

—Nuestros satélites lograron captar un campo gravitatorio no identificado justo en la

exosfera… y luego nada. Según nuestras hipótesis, salieron de la galaxia en menos de un

parpadeo.

—… … Gordito, debes de saber dónde se encuentran.

—¿«Gordito»? ¿Con quién hablas?

—No…, no lo sé… Mi poder se limita a este planeta, pues esta tierra fue asignada a los

humanos… Sólo…, sólo sabré dónde están cuando mueran. Entonces mi instinto me dirá

adónde tengo que ir para liberar sus almas y enviarlas al Cielo.

—Mmm…

—¿Se siente bien…, Sr. Luciani? —se burló Martini.

—¡Cállate! No estoy hablando contigo, estúpido coctel rancio.

—Lo siento, diablo, en verdad no te puedo ayudar en esto… N-no me lastimes, por favor.

—…

—… … … ¿Y bien? ¿Ya tomaste una decisión?

En eso, aquel domo subacuático empezó a sacudirse violentamente.

—No es que esté de parte de ellos, diablo; pero ya te advirtieron que no debes de…

—¡GGH! Está bien. Hagamos el trato —gruñó el diablo. La cúpula se detuvo.

—Es una decisión muy inteligente de su parte, Sr. Luciani.

—Trae a Gusakee para saber que está bien. Cuando lo vea, haremos el intercambio.

—¡Ja-ja! Nos subestimas, idiota. No confiamos en ti. Te conocemos tan bien como para

saber que en cuanto despertemos al niño destruirás todo.

Tobías sacó su celular, se aceró tranquilamente al diablo y extendió su mano para mostrarle

la imagen de Gusakee dentro de la 3CA—. Es una transmisión en vivo y… si presiono este

botón… podrás ver cómo ahogo a tu amiguito... Es el riesgo de sumergirte a una de esas

cápsulas. Si algo falla, te mueres.

—Detente. Dije que acepto el trato. ¿Qué tengo que hacer?

—Entrarás conmigo al laboratorio y te meteremos en otra 3CA. Cuando estés dormido,

soltaremos al niño.

—No sólo lo liberarán, lo dejarán donde yo les diga. Quiero que lo saquen de aquí y lo

lleven a Japón. El trato será el siguiente: me comprometeré a ser examinado

minuciosamente sin condiciones ni represalias de mi parte. Esto incluye permitir que se

experimente conmigo. A cambio, ustedes regresarán la mente de Gusakee a su lugar, lo

liberarán y lo llevarán hasta Nagasaki, específicamente a las puertas de la catedral de

Urakami. Una vez allí, ustedes se alejarán y jamás volverán a tener contacto con Gusakee

Yomimoto. ¿Trato hecho?

Tobías esbozó una sonrisa e intercambió un apretón de manos con el diablo. Cuando

Martini alejó la suya, se percató de que el diablo sostenía una hoja blanca que

posteriormente incineró sin decir ni una palabra.

—Eeh… Por aquí, por favor —dijo Tobías algo desconcertado.

—Un segundo —el diablo dio media vuelta y se dirigió a la muerte—. No confío en estos

sujetos. Busca a un tipo llamado Názar y cuéntale todo lo que está sucediendo. Llévalo

hasta Gusakee para que le explique lo que pasó conmigo y que le diga al niño que me

espere y haga todo lo que Názar le ordene. Ah, y dile a este último que no intente hackear

la OPD, yo me encargaré de ellos. Cuando cumplas con mi mandato, puedes seguir

haciendo tu trabajo como la muerte —le susurró.

—No sé en qué momento me convertí en tu paloma mensajera; pero está bien, lo haré. De

cualquier forma, supongo que no tengo escapatoria.

83

—¡Ve y lleva mi palabra hasta su destino, oh, gran amiga muerte aquí presente! —exclamó

el diablo con teatrales ademanes.

—No soy mujer —masculló la muerte, agobiada, y desapareció.

—¿En verdad estabas hablando con la muerte? —le preguntó Martini al diablo, nervioso.

—Sí, es una vieja amiga. Ya sabes, son cosas que sólo alguien como yo puede hacer —se

jactó.

—B-bueno… Como sea. Sígueme.

LXXIII

—Ya está lista la segunda 3CA, Sr. Secretario.

—Gracias. Retírate, por favor.

—¡Gus!

—No haga nada estúpido, Sr. Luciani.

—¡Cállate! Sólo quiero corroborar que no tenga ningún rasguño… Te voy a sacar de aquí,

amigo. Resiste.

—Ya lo viste, ahora ven aquí… Desnúdate.

—… … … ¿Qué?

—No puedes sumergirte en la 3CA con ropa.

—… … … Est…, está bien… Hazte a un lado, no quiero picarte un ojo.

—… Idiota.

—Listo. ¿Ahora qué? ¿Quieres que te baile?

—Sólo métete en la cápsula y guarda silencio.

Varios cables, tubos y conductos terminaron en todo su cuerpo. Tan solo segundos después

de haberse cerrado la cápsula y haber sido anegado, el diablo comenzó a ser vencido por la

somnolencia. Del otro lado del cristal ya sólo podía ver la silueta de Martini—. Dentro de

poco conocerás el futuro de la humanidad —le dijo.

El diablo de Estocolmo frunció el ceño, hizo algunas señas para recordarle a Tobías que

debía liberar a Gusakee, y sus ojos por fin se cerraron.

LXXIV

—¿D-dónde estoy? —musitó el diablo, intranquilo.

Se hallaba en la mitad de una amplia calle. Edificios colosales lo rodeaban. No había

absolutamente nadie.

—Bienvenido al UniAversus —se escuchó una voz en el cielo. El diablo volteó hacia todos

lados—. No se asuste, Sr. Luciani. Ya sabe quién soy.

—Ah, eres tú —suspiró el diablo, abrumado—. ¿Ya liberaste a Gusakee?

—Descuida. En este momento está saliendo del domo. Llegará a Japón en un abrir y cerrar

84

de ojos.

—¿Y bien? ¿Para qué me necesitas aquí?

—Primero que nada, para quitarte de nuestro camino en la Tierra. Segundo, para que nos

ayudes con algunos… pequeños problemas de código. Verás, puedes pensar en el

UniAversus como nuestra maqueta de Realidad Virtual Incrustada o «RVI». Ya está casi

lista; pero sigue siendo tan solo una maqueta y, como tal, aún tiene algunos errores. Hemos

perdido más de 3 mentes en el trayecto. Usamos a Gusakee como la mente número 5 para la

etapa de prueba. En él no encontramos ningún problema: su mente ingresó y salió de la

RVI sin inconvenientes. No obstante, hay algo que no logramos hacer con el niño, y es ahí

donde entras tú.

—Te escucho.

—Cuando diseñamos el UniAversus nos esmeramos en crearlo lo más fiel posible a la

realidad material, así que reprodujimos en programación las leyes que rigen nuestro

universo. Esto nos llevó a crear algo implícitamente: la nada.

—A-a ver, a ver, pequeño imbécil. ¿Me estás diciendo que crearon una realidad virtual

igual a la que pertenecemos?

—Así es.

—¿Y no era mejor, simplemente, no hacerlo y levantar sus traseros de las sillas para jugar

con lo que ya fue creado?

—Me sorprende su falta de visión, Sr. Luciani… A oídos profanos, nuestra creación puede

sonar absurda e innecesaria. Pero para oídos más perspicaces, la creación de la RVI emite

el sonido del siguiente escalón evolutivo de la raza humana… Te lo explicaré de este

modo…, pequeño imbécil: a simple vista no hay diferencia alguna entre la realidad material

a la que pertenecemos y la RVI, ya que ese era el plan. ¡Compruébalo tú mismo! Observa y

siente tu alrededor… No obstante, la gran disimilitud entre ambas realidades es que la

primera es inmanipulable. La segunda, en cambio, está completamente en nuestras manos.

Piénsalo un segundo: actualmente, si queremos explorar el espacio, tenemos que invertir

millones en infraestructura y pasarían años antes de que lográramos nuestro objetivo, no sin

correr una gran cantidad de riesgos. Pero si lo hiciéramos a través de un simulador virtual,

el riesgo sería nulo y sólo se necesitaría una única inversión: la construcción del simulador,

pues una vez creado éste, se podría hacer lo que sea sin comprometer nada real, ni vidas, ni

dinero ni materia prima.

—Ya veo —musitó el diablo, realmente cautivado por la idea.

—Bastaría con escribir unos cuantos comandos para enviar a un ser humano a la galaxia

vecina, incluso sin necesidad de una nave que lo traslade ni de un traje que lo proteja, pues

con la misma programación se pueden cambiar ciertas… limitantes que nos impone la

naturaleza… En palabras más simples, la RVI es como un videojuego. De hecho, ¡jaja!, así

le vendimos la idea a los gobiernos para que cayeran en nuestra red. Permíteme confesarte

que ellos también son unos ignorantes. Se sienten plenos al invertir en tecnología; pero ni

siquiera la entienden. Sólo buscan el aplauso del público que opaque el ruido de las

monedas que se robaron. Por eso fue fácil convencer a todos y cada uno de los países de

que invirtieran en la RVI.

—¡¿A todos?! ¿En qué demonios les beneficia esto a los gobiernos?

—Todo empezó, nosotros, inclusive, luego de «La Depresión del 21» y «La Guerra del 22».

La OPD se formó posterior a esos sucesos.

—Estúpidos adolescentes y su música rara.

—Pero gracias a ello, la mente de las personas se abrió a tal grado que nos permitió surgir

85

como organización. Los gobiernos se percataron del poder de la tecnología aunada con la

mente humana. «¿Qué sucederá después?», se preguntaron muchos a causa de La Guerra

del 22. El miedo, la incertidumbre, hizo presa fácil a los gobiernos. Unos invirtieron en

armamento, otros en seguridad, otros más en mejorar la calidad de vida de sus pueblos para

evitar una segunda Depresión. Pero todos estuvieron de acuerdo en unir sus recursos para

crear una organización que…

—Me estás aburriendo.

—…, que garantizara —atajó Martini— la seguridad mundial con vigilancia las 24 horas,

tanto en el mundo real como en internet. Así nació la OPD. Pero al principio éramos un

simple cuerpo policiaco más.

»Tiempo después, a uno de nuestros programadores más sobresalientes se le ocurrió crear

un videojuego gratuito que acaparara la atención de todos los humanos, sobre todo niños y

jóvenes, donde pudieran hacer cualquier cosa que en la Tierra no podrían… Sin leyes, sin

impedimentos y con código abierto... Esto para ayudarnos a rastrear comportamientos

violentos de una forma más rápida… Durante media década atrapamos pedófilos,

violadores, asesinos, etc. ¿Te suena el «Vida Alterna Virtual»?

—… Oh, ya, ya, lo recuerdo.

—El «VAV» fue la mejor idea que pudo haber tenido la OPD. Todos los gobiernos estaban

fascinados con el proyecto, pues el videojuego les permitía conocer y predecir las acciones

de los jugadores, por ende, de las personas en la vida real. De esta manera no sólo

ganábamos tiempo al encauzar nuestra vigilancia en individuos específicos con altos

índices de proclividad criminal, sino que también atraíamos, con el código abierto, a los

mejores programadores autóctonos del internet.

»El tiempo pasó y el VAV siguió cosechando frutos... ¿Puedes creerlo? Algunos grupos

criminales utilizaban el juego para planificar sus atracos. Qué estúpidos. En fin... En una de

las reuniones con los cargos mayores de todas las naciones: presidentes, reyes, ministros,

etc., el presidente de la República Democrática del Congo, Fulbert Zambaia, pidió que se le

facilitara infraestructura para implementar el VAV en todas sus universidades, pues

deseaba introducir un plan de estudios alterno-virtual que le permitiera incursionar en

ciertas ingenierías y ciencias. Los demás gobiernos aplaudieron la idea y muchos hasta la

adoptaron. Como verás, ¡jaja!, es cierto aquello de que la escasez agudiza el ingenio. Pero

yo, en cambio, mucho más visionario que esa caterva de políticos, descubrí el verdadero

potencial de aquella, aparentemente, cándida concepción. Si se podía utilizar el VAV como

simulador para casi cualquier tarea humana, ¿por qué no habría de poderse utilizar como

una alternativa de vida?

—¡Vaya! Sí que fumas de la buena —susurró el diablo, impresionado, mientras recorría

cautelosamente las impecables calles desiertas de aquella metrópolis virtual.

—Pero no soy tonto, no expuse mi idea de inmediato. Me reuní, primero, con mis

programadores más destacados y confiables para proponer la nueva etapa del VAV.

Algunos creyeron que sería una tarea imposible de terminar; pero al final del día todos

estuvimos de acuerdo en que debíamos de intentarlo aunque nos costara años, mentes y

millones. Sobre eso último se encargó el mundo entero. En otra reunión de la OPD le

presentamos la idea a los gobiernos. Esta vez lo hicimos no como un videojuego, sino como

un salvavidas de la raza humana. Tan solo les recordamos lo que sucedió en el 2022 y les

dijimos que teníamos la solución a todos nuestros inminentes problemas: en caso de otra

guerra mundial o catástrofe natural, se podría dormir a la raza humana en cápsulas de

86

anegación, enviar éstas a un lugar seguro y llevar a cabo la Transición de sus mentes a la

realidad virtual, donde empezarían de nuevo; pero no desde cero.

—¿Dónde he visto eso? ¿Dónde? ¿En qué película? —preguntó el diablo. Ahora recorría el

interior de una habitación... Todo era tan real.

—Se le llama ciencia, y antes era ficción; pero hoy en día es una realidad.

—Como sea… ¿Qué sucedió después, abuelito? Continúa con tu historia, por favor —se

burló desde la cama, arropándose con las cobijas virtuales.

—Imbécil… Otro de los atractivos de esta idea era que mientras la anegación de la

humanidad no fuese necesaria, se podía utilizar la RVI para experimentar en ella antes que

en la vida real: pruebas nucleares, teorías científicas, viajes intergalácticos, etc., lo cual les

ahorraría muchas cosas a los gobiernos. Eso y más sin comprometer la realidad. Como era

de esperarse, todos alzaron la mano, maravillados. No obstante, sabían que la inversión

necesaria era tan grande que los países no lograrían juntar lo necesario, por lo que la RVI se

le presentó a los empresarios más poderosos. Éstos, mucho más ambiciosos y avispados, de

inmediato aseguraron sus bienes en la nueva realidad, es decir, decretaron en el contrato

que se les daría el doble de propiedades que la atesorada en vida. Posteriormente, los

gobernantes pidieron lo mismo y nosotros aceptamos sin titubear, pues lograr aquello era

tan fácil como escribir un par de códigos. Y teniendo listas las firmas y la inversión, nuestro

equipo creció. Llegaron físicos, químicos, biólogos, filósofos, psicólogos, etc. Los mejores

de todo el mundo. Trabajamos día y noche sin descanso. En tan solo 2 años terminamos la

RVI…, y henos aquí.

El diablo de Estocolmo se incorporó, bajó de un salto de la cama y aplaudió

entusiastamente al aire.

—¡Se acabó! ¡Se acabó! ¡Gracias al Cielo!... Hablas demasiado. Ya me estaba quedando

dormido.

—Sí, sí, muy gracioso. Pero ¿sabes? Al parecer, cuando hiciste el trato conmigo, olvidaste

lo mismo que olvidaron los inversionistas que hicieron posible la RVI: quien majea el

código se convierte en dios. No importa lo mucho que le hayamos prometido a los

gobiernos o a los magnates, en cuanto la RVI salga a la luz pública y todos deseen ser parte

de ella, porque lo harán, lo desearán como nada en el mundo, de eso nos encargaremos la

OPD, así tengamos que regalar mansiones virtuales, el mundo entero será dormido y sólo

aquel que quede despierto para escribir el código será el amo de todo. Como dicen en mi

pueblo: «El que reparte se lleva la mejor parte»… Permítame mostrarle un poco de mi

poder, Sr. Luciani.

De pronto, silencio. El diablo volteó hacia todos lados sin moverse. En aquella habitación

no había nada fuera de lo normal. Por lo menos él no advertía ningún cambio—. Los

detalles, Fernando, no olvides los detalles.

El diablo entonces se percató de que uno de los floreros había cambiado de color. Luego

cambiaron sus flores.

—¿Qué más tienes? —lo retó el diablo, aparentemente impasible; pero internamente alerta.

—¡Señor! Está aquí.

El diablo miró de inmediato sobre su hombro.

—¡¿Gus?! P-pero se suponía que te…

—¡Señor!

—¿Qué?

—¡Señor! ¡Por acá!

—¡Señor! ¡No, por acá!

87

—¡Señor!

—¡Señor!

—¡YA! —gritó el diablo, encolerizado.

—No soy Gus, sólo soy un par de códigos —dijo el niño; sin embargo, su voz era la de

Tobías Martini.

—Ya entendí. Deja de hacerlo.

—Como podrás verlo, el mundo me pertenece…

—Este mundo, querrás decir.

—Y este se convertirá en el nuevo y único mundo, tenlo por seguro. Sin embargo, aparecer

niños no es la gran cosa. Todavía hay más por admirar.

En eso, el suelo de aquella habitación se empezó a convertir en lava. El diablo retrocedió

hasta quedar atrapado con la espalda en la pared.

—No clamaré —gruñó.

El piso volvió a la normalidad y el diablo aprovechó aquello para salir deprisa del edificio.

—¿Adónde va, Sr. Luciani?

Repentinamente, estando en la solitaria calle, el diablo se doblegó y cayó de rodillas.

—¡AGH!

—Sólo es un cáncer avanzado de páncreas. ¿No eras tú el diablo? Desaparécelo.

—¡¡AAAGH!!

—¿No puedes? Bien. Dejemos el cáncer a un lado.

El diablo se puso de pie sin el más mínimo dolor. Lo desconcertó—. ¿Alguna vez has

estado en un terremoto de 9 grados en la escala de Richter? —le preguntó Martini.

El diablo esperó, expectante. Inmediatamente, todo comenzó a sacudirse de forma violenta.

En cuestión de un parpadeo, los edificios cayeron uno a uno. El diablo tuvo que correr para

esquivar los escombros. Pero luego de unos segundos aquella ciudad pasó a ser un verde

campo—. Bonito, ¿no?... ¿Qué te parecería si le agregamos una manada de leones

hambrientos?

Los leones aparecieron, rodeándolo.

—No me gustan los gatos. Prefiero a los perros —bromeó el diablo, atento a los

movimientos de los félidos que lo acechaban.

Martini soltó una risa a secas. Aquellos leones triplicaron su tamaño, se volvieron bípedos

y sus rasgos se mezclaron con los de lobos. La noche cayó con tan solo escribir unos

comandos más.

—Vamos, Sr. Luciani. Tenía entendido que guardaba ciertos poderes bajo la manga. ¿Por

qué no aparece su pistolita blanca o cambia su aspecto para ganar más fuerza?... ¿O

necesita estar entre los colmillos de mis híbridos para sacar ese poder oculto?

Dos de los leones se abalanzaron sobre el diablo. Éste intentó protegerse, intentó, incluso,

hacer lo que Tobías sugirió; pero no lo consiguió, y una de las bestias le prensó un brazo

entre sus fauces. La otra le arrancó parte del hombro.

—¡¡¡AAAAGGGH!!!

—Decepcionante…, muy decepcionante.

Todo aquello se esfumó. Ahora el diablo se encontraba, ileso, en el escaño de un concurrido

parque. Sostenía un helado de fresa en una mano; y en la otra, un par de globos con helio—

. ¿Te gusta el de fresa o prefieres de chocolate?

El diablo dejó caer el helado y soltó los globos. Se recargó en sus rodillas para contemplar a

las personas. Había niños jugando por doquier… Todo era tan real.

88

—¿Terminaste? —bufó.

—No, viene la mejor parte —se regocijó Martini—. Verá, Sr. Luciani, como recordará, al

principio de nuestra hermosa aventura virtual mencioné que al momento de crear el

UniAversus nos esmeramos en conseguir que fuera fiel a la realidad material. Por esa razón

tuvimos que programar las mismas leyes que rigen a ésta. Y como la piedra angular de

nuestra realidad natal es la dualidad, al instante en que creamos la materia virtual,

implícitamente recreamos otra particularidad de la naturaleza: la antimateria.

»El UniAversus estaba formado, desde su concepción, por materia (virtual, obviamente);

pero en algún lado tenía que existir la antimateria que recreamos. Posteriormente nos

percatamos de que esa antimateria se hallaba depositada en, técnicamente, todos los tipos

de enigmáticos agujeros espaciales: negros, blancos, de gusano, etc. Quisimos, pues,

explorarlos. Para no correr riesgos enviamos códigos, es decir, personas virtuales como las

que estás viendo en este momento. No son mentes reales, así que no había peligro alguno.

Sin embargo, al introducir a una de estas personas en los agujeros, sus presencias

desaparecían de nuestras bases de datos y no se volvía saber de ellos, por ende, no

obteníamos retroalimentación. Tuvimos que experimentar con mentes reales. Así fue como

perdimos a la número 2 de nuestras mentes. La primera fue con un error muy tonto: un

código mal escrito intercambió un automóvil por la cabeza de nuestro programador y su

mente se fue al demonio. Incineramos su cuerpo real hace un año. Pero, bueno, continúo: a

aquella segunda mente la introdujimos en un agujero negro, esperando que saliera de un

agujero blanco; no obstante, jamás lo consiguió. Su última señal de vida fue un «Us» como

despedida. El mensaje apareció por sí solo en nuestro código. Supusimos que quiso

escribirnos «Luz», pues probablemente quería ver algo en el interior del agujero negro;

pero no lo consiguió, aunque nunca supimos realmente qué significaba. Podían ser muchas

cosas… También incineramos su cuerpo real luego de semanas de nula respuesta. En fin…

Para no aburrirte con las demás historias, te diré que nunca obtuvimos un resultado

favorecedor en la investigación. Uno de nuestros programadores pensó en Gusakee para

seguir con los experimentos; pero se me ocurrió que nos servirá más como carnada. Él te

trajo aquí.

—No, yo vine solo. Él no tiene nada que ver en esto.

—... ¿Por… qué?... ¿Por qué tanto interés en ese niño?

—Ni te imaginas lo que acabas de dejar ir.

El diablo sonrió de oreja a oreja. Martini, desde su silla, frunció el ceño.

—Como sea. Llegó la hora de continuar con la última prueba… En nuestra realidad natal

nadie ha podido llegar a un agujero negro y nadie sabe con certeza qué hay en su interior o

qué sucede del otro lado. Gracias a la RVI, esto está por cambiar… o no.

»Sr. Luciani, está a un paso de probar si es merecedor del título que se adjudica. De lo

contrario, su mente se perderá en la nada.

De pronto, el parque empezó a girar y a oscurecerse. El diablo apareció en el espacio, a la

deriva, flotando. A kilómetros de distancia, un vórtice—. No tengo muchas expectativas en

ti. Verás, mientras estuvimos conversando tranquilamente, tu cuerpo fue examinado con

minuciosidad por los mejores científicos del mundo. Adivina qué descubrieron. Nada.

Hasta el momento no han encontrado nada anormal. Simplemente no posees ninguna

anomalía que te permita hacer lo que haces: desaparecer, aparecer, sanar, cambiar tu

aspecto, etc. Me informan que todo lo que puedes hacer, al parecer, lo haces sólo porque sí,

como por arte de magia. Eso quiere decir algo muy importante: definitiva e indudablemente

eres el diablo de la Tierra…; pero no del UniAversus. Hasta nunca…, Sr. Luciani.

89

El diablo de Estocolmo fue arrastrado sobre todo el espacio por una fuerza invisible que lo

lanzó hacia el agujero negro, el cual lo abdujo en un parpadeo y lo hizo desaparecer para

siempre.

LXXV

Minutos antes:

—Adiós, niño.

—E-eh, n-no me dejen aquí, por favor, no conozco este lugar.

—Son órdenes del diablo.

—¿Eh?

—¡Gus! ¡Gus! Acá. Voltea.

—¡Tú! ¡Tú eres la muerte!

—Sí. El diablo me envió.

—¿Dónde está? ¿Qué sucedió con él?

—¿Ves esos hombres de allá? Los que te dejaron aquí. Trabajan para la organización que te

secuestró. El diablo se entregó para que te dejaran en libertad y ordenó que te trajeran a este

lugar.

—¿Por qué?

—Porque tenemos que hablar, Gusakee.

El niño giró de inmediato sobre sus talones. Detrás de él se hallaba otra persona. Era un

joven de 16 años, de cabello largo y con anteojos rectangulares.

—¡N!... P-pero…, pero si tú… Yo vi cómo te… mataron.

—Todo fue parte de una farsa.

—Es cierto. Este chico nunca murió. Te lo dice la muerte… Pero vaya que has estado más

cerca de la muerte que muchos adolescentes de tu edad. ¿Quién demonios eres, muchacho?

—Gus, señora muerte, mi nombre...

—No soy mujer.

—…, mi nombre real es Názar Reilly, líder y fundador de La VID, la agrupación de

hackers más grande del mundo, la cual puede ufanarse de haber acabado con La Guerra del

22... Exhibimos lo oculto, y ocultamos lo que la humanidad no está preparada para ver. Esa

es, a grandes rasgos, La VID, mi pequeña gran creación. Pero no estoy aquí para

entregarles mi «currículum vitae», sino para ponerlos al tanto de algo de mayor importancia

que acontece en nuestros días.

—¿Por qué este lugar? Las iglesias me ponen nervioso —opinó la muerte.

—Porque esta catedral es mucho más segura que, incluso, la guarida de La VID. ¿A qué se

debe esto? A la radiación que aún emanan estas tierras gracias a la bomba nuclear arrojada

el 9 de agosto de 1945. Lo más curioso de este suceso es que Nagasaki no era el blanco

principal, sino la ciudad de Niigata; pero una oportuna lluvia impidió que ésta fuese el

objetivo, así que se optó por Kokura; no obstante, esa mañana el cielo nublado impidió la

visualización del blanco. Y como el bombardero se estaba quedando sin combustible,

Nagasaki terminó siendo la ciudad elegida, la víctima de las circunstancias. Y así ha sido

90

siempre la vida…

»A tan solo 500 metros de esta catedral cayó la llamada «Fat Man». Pues la radiación

provocada por ese hombre gordo estadounidense impide que ciertos artefactos funcionen a

la perfección, artefactos como localizadores, micrófonos, radiotransmisores, etc... Incluso el

internet es pésimo en este sitio… Síganme. Los llevaré a mi despacho.

—¡No! Tenemos que ayudar al diablo. Él me rescató de ese laboratorio y yo lo...

—El diablo pidió que no interfiriéramos, Gus —le dijo la muerte.

LXXVI

—Tomen asiento, por favor…, sobre todo tú, Gusakee.

El niño tragó saliva. Názar sólo tenía 16 años; pero transmitía la madurez de un hombre de

30—. Primero que nada, quisiera disculparme contigo por lo que te hice pasar en Tokio.

Drogarte fue necesario para que no hicieras nada malo.

—¡Pero yo nunca quise hacer nada malo!

—Lo sé…; pero está en tu naturaleza hacerlo.

—…

—Es momento de que lo sepas… … … Eres uno de los extremos de nuestra realidad…,

eres… la encarnación del mal, Gusakee.

—¿La encarnación del…? ¿Eh?

—¿No tenía ese papel Fernando Luciani, el diablo?

—No, no lo tiene y nunca lo ha tenido. Fernando es una particularidad de la naturaleza. Él

es la encarnación de la neutralidad, es lo necesario para equilibrar las fuerzas opuestas e

interdependientes de la realidad. Pero él, a diferencia de Gusakee y yo, no precisa que uno

de nosotros exista. Nosotros, en cambio, requerimos del otro para seguir con vida.

—Tú… ¿Tú eres…?

—Soy tu contraparte, Gusakee. Por eso… —sonrió— nunca he logrado que nos llevemos

bien.

—¿Tú eres la encarnación del bien, niño?

—Así es.

—¿Por qué nadie me cuenta nada sobre esto? ¡Soy la muerte! Tengo que saberlo todo.

—Tu trabajo es otro, es independiente al nuestro.

—E-eh… Era una pregunta retórica; p-pero…, bueno, gracias por aclararlo.

—¿Y qué se supone que haga en el mundo? ¿Destruir todo? —preguntó Gusakee con la voz

entrecortada. Una lágrima cayó a su mejilla.

—… No hoy, quizá no mañana; pero en algún momento tendrás que hacerlo.

—¿P-por qué? Me gusta vivir aquí. No quiero… ser el malo.

—Decidirlo no te corresponde. Sería como si el fuego se negara a quemar.

—¡Yo no quiero ser la encarnación del mal o lo que sea que tú digas! ¡No te creo nada!

¡Eres un mentiroso!

—¡Gusakee! ¡Ven aquí!

—¡NO! ¡Quiero estar con el diablo! ¡Él sí es mi amigo!

91

—¡Él te necesita, Gusakee!

—… ¿Qué?... ¿El diablo me…?

—Siéntate, por favor, te lo voy a explicar... ¿Quieres un poco de agua?

—N-no... B-bueno, sí.

—… … … Toma, bebe despacio.

—… Gra…, gracias.

—Verás, Gusakee, todos, hasta la muerte aquí presente, fuimos creados con libre albedrío;

sin embargo, hay cosas que se salen de nuestras manos, que no podemos manipular, ya que

nuestra condición nos lo impide. Tal vez seamos las encarnaciones de las fuerzas que

equilibran la realidad en la que existimos; no obstante, seguimos siendo humanos y, como

tales, tenemos limitaciones. Fernando es como es porque su condición, su propia

naturaleza, su esencia, lo obliga a ser de esa manera: ignorante, imprudente, explosivo,

bipolar…, eterno. El diablo jamás dejará de existir porque es quien se encarga de darnos

vida a ti y a mí. Si tú mueres, yo muero; si yo muero, tú mueres; pero si uno de los dos

muere, el diablo nos resucitará, y es quien se ha encargado de unirnos desde que se

concibió la eternidad, siempre que el universo lo necesita, siempre con otros cuerpos y

otros rostros; pero siempre nosotros… ¿Sabes por qué yo estaba en Tokio y pude

conocerte?

—N-no.

—Soy australiano e ininterrumpidamente viví en mi ciudad natal, en Adelaida. Pero un día,

el diablo llegó buscando algo que hacer. No tenía adónde ir ni un objetivo en los

pensamientos, sólo se estaba dejando guiar, inconscientemente, por su instinto. Él pensó

que llegó a Australia para meterse en algunos problemas, ganar un poco de dinero, conocer

nuevas tierras, etc. No obstante, la realidad es que llegó a mi ciudad para ayudarme a

arribar a Tokio. Él no lo sabe, actualmente no lo sabe; pero en una de sus imprudencias,

mató a un sujeto que se dirigía a su hogar para reunirse con su familia. Aquel sujeto era mi

padre, quien nunca llegó a casa. Y, a causa de su muerte, mi madre murió a los pocos días

por depresión... Gusakee, una pregunta: ¿tienes hermanos, padres, tíos o algún familiar?

—N-no.

—Exacto. Eres hijo único, tus padres eran hijos únicos, tus abuelos lo eran, tus bisabuelos

también, y así sucesivamente; y todos están muertos… Mi historia es la misma: soy hijo

único de hijos únicos. ¿Sabes por qué?

—… No.

—Porque así debe ser… Cuando mis padres murieron, fui enviado a un orfanato. Pero hui a

las calles. Al morir tus padres, huiste a las calles; y cuando estabas por ser recluido a un

orfanato, te encontré y escapamos.

»Llegué a Tokio un año después de la muerte de mis padres. Si el diablo no los hubiera

matado, a uno con una bala, y al otro con el sentimiento, la historia hubiese sido muy

diferente. Y escogí Tokio porque te estaba buscando y quería protegerte. Cuando te

encontré, de inmediato supe que sería imposible convivir contigo, así que empecé a

drogarte. Eso mantenía dormida tu naturaleza negativa, pues, repito, aunque seas la

encarnación del mal, primero eres humano, y si tu humanidad te hace susceptible de ser

manipulado, no podrás hacer nada al respecto... Las drogas fueron el ancla que me permitió

mantenerte cerca sin correr riesgos. Y una vez teniéndote cerca, sabía que era cuestión de

tiempo para que el diablo nos encontrara. Semanas después, lo hizo… Él nunca me había

visto ni sabía quién era aunque yo ya lo había contactado hace años, a través de La VID…

Pero esa es otra historia… Cuando nos topamos de frente, vi en su mirada que ni siquiera

92

recordaba a mi padre; pero también sus ojos me dijeron que había encontrado lo que tanto

había buscado: su verdadera misión en esta vida.

»Esa tarde tú no estabas conmigo. Te había enviado por más droga. Yo caminaba por una

calle que sabía que debía transitar sin detenerme a reconsiderarlo. Entonces lo vi llegar a la

esquina, seguí caminando y me vio. Se detuvo de inmediato y se asustó. «¿Quién diablos

eres?», me preguntó. Le respondí que yo era su respuesta y lo entendió.

»Procedí a explicarle quién era yo, quién eras tú y quién era él. Lo puse al tanto, también,

de lo que había acontecido todos esos años y cómo, sin desearlo, la vida nos había unido a

los tres. Le aclaré que él siempre había existido; pero que hasta hace unas décadas su

esencia se encarnó, puesto que un gran cambio en el universo acontecería. Por eso tuvimos

que nacer tú y yo, primero yo y luego tú, por una diferencia de tan solo 3 años… Me

preguntó cuál sería específicamente ese gran cambio y le dije la verdad: «No lo sé, sólo sé

que sucederá en poco tiempo». Me preguntó entonces qué debía de hacer él para contribuir,

y le confesé que no había nada en especial que debiera hacer, sólo ser él y hacer lo que se le

placiera, pues su instinto, su inconsciente, lo llevaría a hacer lo que la naturaleza necesita

que se haga para que nosotros…, tú y yo… …, nos enfrentemos una vez más a muerte.

—… … … ¿Q-qué..?

—Así es. No sé cuándo, dónde, por qué ni cómo; pero ocurrirá dentro de poco.

—¿Tendremos que morir?

—Todos morimos, sólo lo haremos más rápido que otros humanos. Sí, nos enfrentaremos

tarde o temprano porque así debe ser.

»Aquella tarde, Fernando insistió en conocerte. Quería verte y convivir contigo. Me dijo

que deseaba pasar los últimos días de paz enseguida de la encarnación del mal. Acepté sin

objetar, pues no era el diablo quien hablaba, sino su instinto… Sugirió que fingiéramos un

enfrentamiento para que tú pensaras que el diablo te había librado de esa vida de perdición,

y también accedí a hacerlo, porque así debía ser.

»Esa misma tarde tú conociste al diablo y él te alejó de mí. Esa misma tarde yo tuve otra

revelación. Esa misma tarde supe que el diablo dejaría este mundo antes que nosotros; pero

la revelación nunca especificó cómo lo haría. Pues esta tarde, cuando la muerte llegó a la

guarida de La VID para darme un mensaje del diablo, lo supe… El diablo acaba de dejar

este mundo. Mientras hablamos, se me reveló que Fernando Luciani Sansixto, el diablo, El

diablo de Estocolmo, se ha ido.

93

CAPÍTULO 7

UNUSTELÉCTUM

—¿Q-q…, qué? ¿S-se fue?

Su voz se quebró. Gusakee no lo podía creer.

—¿Es en serio? —inquirió la muerte.

—Sí. El diablo ya no se encuentra en nuestra realidad.

—¡¿Dónde está ahora?! —preguntó el niño, consternado.

—Un momento… —intervino la muerte—. No…, no siento nada… El diablo no… No

puedo sentir que haya muerto.

—Jamás dije que Fernando murió, sólo que se había ido, pues su mente ya no está en este

mundo, ya no está entre nosotros.

—¡¿Volverá?! ¡¿Volverá?! ¡¿Cuándo?! ¡Tenemos que ayudarlo a que regrese!

—No lo sé, no sé cuándo ni cómo; pero si Fernando dijo que no interfiriéramos, y que él

iba a solucionar todo, es porque así lo dijo su instinto, es porque así debe ser y no queda

más que guardar la calma y seguir con nuestras vidas hasta que el diablo regrese y el caos

profetizado por fin comience.

—¿Cómo sabes todo eso, N?

—La clarividencia es uno de los dones que se me otorgaron por ser la encarnación del bien.

Uno de tus dones, Gusakee, por ser la encarnación del mal, es el «Omniexitio», cualidad de

«Omniexitente», es decir, tienes el poder de destruir y destruirlo absolutamente todo con

sólo desearlo. Por eso es imprescindible evitar que te enojes.

—¿Por qué yo tengo que tener un poder tan malo?

—La destrucción no es mala, Gusakee, la destrucción forma parte de la vida. Inclusive, el

universo, esta realidad, la vida, todo lo existente actualmente, se creó gracias a una

explosión. En otras palabras, un poco de esto y de aquello tuvo que destruirse para crear

una reacción en cadena que creó vida.

Gusakee se sorprendió—. Por otro lado, volviendo a lo de los poderes, los poderes

característicos de Fernando, la encarnación de la neutralidad, son la indiferencia, la

independencia, la inmortalidad y un poder de creación y destrucción; pero este último no

tan grande como el tuyo.

—Vaya —suspiró el niño.

—Bueno, jovencitos, me dio gusto enterarme de todo esto; pero no me gustó enterarme

hasta ahora, así que, si me disculpan, iré a buscar a El Creador. Tengo que hablar

seriamente con él. Hasta luego…, encarnaciones del bien y el mal.

La muerte desapareció sin más. Názar y Gusakee se vieron las caras en silencio durante

unos segundos.

—¿Entonces a esperar? —preguntó el último.

—A esperar.

94

LXXVII

Todo era blanco en aquel lugar; pero no un blanco sólido, sino como un destello perpetuo y

ubicuo. Nada se veía, nada se escuchaba, nada se olía, se sentía ni se cataba. Al parecer,

ninguno de los sentidos funcionaba.

—¿Estoy en el… Cielo? ¿Morí? ¿En verdad morí?

—Hola, humano.

—¡AY, CABRÓN! ¿Q-quién…, qué eres tú? ¡Oh, mierda! ¡Hay otro! ¿Q-qué son ustedes?

Entre aquel eterno destello, el diablo logró distinguir dos siluetas. Ambas aparentaban ser

tan blancas como el entorno; pero, en realidad, eran transparentes. El único rasgo de otro

color que tenían eran sus ojos: negros como el espacio.

—Al inicio de los tiempos nos bautizaron como «Unusteléctum»; pero puedes decirnos

simplemente «Unus». Bienvenido a nuestro dominio, el «Unuscéntrum».

—¿Y qué es aquí? Se parece mucho al Cielo.

—No, para nada, esto no se parece ni en lo más mínimo al Cielo. Es evidente que no has

estado ahí.

—Créeme, cosa con ojos negros, sí he estado ahí y se parece mucho a esto.

—Mmm… Hay algo distinto en ti. No eres un humano ordinario. Tus pensamientos no se

encuentran libres en el Unuscéntrum.

—¿A qué te refieres, cosa?

—Pon atención y lo verás.

Aquellos seres figuraron girarse hacia un lado. El diablo, irresoluto, miró hacia el

inexistente horizonte.

—No veo nada.

—Exacto. No se trata de ver.

—¿Y de qué… mierda se trata entonces?

—Percibe.

—… ¿Y… eso qué significa? —El diablo entornó los ojos, agobiado—. ¡Esperen! ¡Lo

ve…, lo percibo!

Cerró por completo los párpados. Aquel entorno cambió para él: lo blanco se volvió negro,

lo negro se volvió blanco y lo transparente se volvió luz, luz celeste, destellos eléctricos. De

eso estaban formados aquellos Unusteléctum.

—Ahora lo percibes.

—¡¿Qué es?!

—Son los pensamientos de todos los seres vivos.

El diablo miró a su alrededor. Estaba ceñido por hebras infinitas de luces conectadas entre

sí por finas ramificaciones.

—Creo…, creo que he visto esto en otro lugar.

—Las conexiones neuronales en algunos seres vivos fueron inspiradas en el Unuscéntrum.

—Oooh, ya veo, qué impresionante… ¿Y cómo salgo de aquí?

—No pareces realmente sorprendido.

—Tengo cosas más importantes que hacer, no puedo quedarme a ver lucecitas. ¿Dónde está

la salida?

95

—Eso depende de ti.

El diablo gruñó.

—No me gustan los acertijos. Habla claro, maldita luciérnaga.

—Para salir de aquí, primero tienes que saber cómo entraste, ¿no?

—… … … Buen punto. Continúa.

—¿Cómo entraste?

—¿Eh?

—Es una pregunta.

—¡Ya sé que es una pregunta! ¿Por qué me lo preguntas a mí? Tú vives aquí, dime por qué

o cómo es que estoy en este lugar.

—No lo sé. Nadie aquí sabe por qué llegaste al Unuscéntrum. Como te lo dijimos antes,

eres un ser humano inusual, tus pensamientos no se encuentran libres... Hace unos

momentos, llegó un niño con una mente parecida a la tuya...; pero se fue de inmediato. Ni

siquiera logró quedarse lo suficiente para pronunciar la primera letra de «Hola».

—… ¿Un niño?... ¿Gusakee? ¿Názar?

—No lo sabemos. Como te lo dijimos antes, su mente era muy similar a la tuya, pues sus

pensamientos no estaban libres en el Unuscéntrum, no formaban parte de él.

—No estoy entendiendo. ¿Por qué llega alguien aquí?

—Verás, humano inusual, el Unuscéntrum se encuentra en el centro de «El TODO». El

TODO es la realidad que engloba todas las demás realidades existentes e inexistentes. Éste,

El TODO, se divide en 3 realidades más pequeñas: la inferior es la «Realidad material»; la

central, donde nos encontramos, es la «Realidad mental»; la superior, donde se encuentra El

Creador y el Cielo, es la «Realidad espiritual».

—Pues en realidad no deseaba saberlo; pero, bueno...

—Los seres vivos, al igual que El TODO, se dividen en 3 condiciones o esencias: la

inferior es la materia, la central es el alma, y la superior es el espíritu. El cuerpo, la

condición inferior, la materia, está diseñada para ser autosuficiente, es decir, funcionar por

sí sola, mediante el instinto, sin la ayuda de las demás condiciones. Sin embargo, El

Creador diseñó una mente para cada ser, una mente que permite controlar a la esencia

inferior, a la máquina, al cuerpo. Y para lograr eso, a cada mente la creó con libre albedrío;

y al momento de dotar a los seres vivos de libre albedrío, implícitamente los dotó de

receptividad, que les ayuda a percibir, evaluar e interactuar con su entorno en la medida de

sus posibilidades, en la medida que su individualidad se los permita. A esa segunda esencia,

a esa mente, a ese libre albedrío y receptividad se le llamó alma. Por último, pero

principalmente, está el espíritu, la condición superior que conforma a los seres vivos. El

espíritu es el don que da vida, es el equivalente a la sangre que ocupa el cuerpo, es lo que

une a cada creación con El Creador. El espíritu es la herencia que le dejó el padre al hijo.

—Estás a una palabra de matarme de aburrimiento.

—Esas tres esencias, en orden descendente, es decir, de superior a inferior, son las que El

Creador utiliza para crear a un ser vivo. Y cuando éste muere, cuando la vida del ser vivo se

acaba, desaparece en orden ascendente, es decir, de inferior a superior. Primero

desaparecerá el cuerpo, la materia, y liberará al alma y al espíritu. Cuando el cuerpo muere,

inmediatamente el espíritu regresa al Cielo a fundirse con el espíritu de El Creador, a

fundirse con El Creador mismo. Paralelamente, el alma, la mente, la segunda condición,

asciende al Unuscéntrum para fundirse con los pensamientos de todos los demás seres

vivos. Una vez absorbida toda la información, el alma inmediatamente se eleva al Cielo

para disfrutar del descanso eterno.

96

—Entonces supongo que si estoy aquí es porque morí y vengo a absorber todo el

conocimiento. Sin embargo, eso no es posible, ya que…

—El Unuscéntrum aloja las mentes de todos los seres vivos: humanos, animales, plantas,

piedras, etc. Todos los pensamientos salen y entran de aquí; se encuentran transitando

libremente por el Unuscéntrum, por lo que todas las mentes de los seres vivos están

conectadas a través de este gran transmisor, lo cual permite que una especie reconozca y

comprenda a otra, y que la acepte como a su semejante. El viaje que realiza un alma por el

Unuscéntrum cuando el cuerpo muere es para que se purgue de los pensamientos negativos

ganados por el cuerpo, por ejemplo, los prejuicios, y pueda ascender al Cielo con el

conocimiento real y absoluto de El TODO. Ahora bien, la muerte no es la única puerta para

entrar al Unuscéntrum. En ocasiones, la primera esencia, la materia, sufre algún daño y la

mente no puede habitar de forma correcta ese cuerpo. En esos casos, la mente regresa al

Unuscéntrum y permanece aquí hasta que el cuerpo se arregle, lo cual la haría regresar a la

Realidad material o, por el contrario, hasta que el cuerpo muera definitivamente, lo cual la

liberaría y la regresaría a la Realidad espiritual. Un caso muy usual es lo que ustedes llaman

muerte cerebral. En esta situación, el cuerpo, específicamente el cerebro, el receptor

material de lo transmitido por el Unuscéntrum, sufre un daño que lo deja paralizado, pero

aún con vida. Esto provoca que la persona no muera ni viva. Su alma, su mente, su libre

albedrío, su receptividad, no puede permanecer dentro de su cuerpo; pero tampoco puede

deshacerse de él. Por eso el alma no logra quedarse en la Tierra ni ir al Cielo, así que se

queda un tiempo en el Unuscéntrum. Mientras una de las dos posibilidades sucede, las

almas aprovechan para explorar los pensamientos de todos los seres vivos.

Lamentablemente, es tanta información la que acumulan, y tan pequeña la condición

corpórea, que cuando el cerebro vuelve a funcionar y el alma regresa al cuerpo, olvidan

todo lo que absorbieron aquí. A veces, mentes excepcionales conservan un poco de lo que

vieron; pero olvidan el 99.9%. Lo normal es que algunos recuerden una luz blanca y es

todo.

—C-creo que ya lo entendí. Si es imposible que haya muerto y que esté aquí sólo para

absorber la información del Unuscéntrum y posteriormente ascender al Cielo, entonces tal

vez mi cuerpo sufrió una muerte cerebral. Pero…

—¿Por qué es imposible que mueras, humano inusual?

—¡Cállate! No me dejas concentrarme… Pero, si sufrí una muerte cerebral, mi magnífico

cuerpo se hubiera regenerado de inmediato… Entonces… no sufrí ningún daño físico…,

sino mental… Mental… ¡Eso es! ¡Martini tiene la culpa! Si transfirió mi mente a su tonto

proyecto RVI, quiere decir que vació mi cerebro. Éste no murió, sólo está vacío. Pero como

seguía conectado a la RVI, mi cuerpo nunca percibió que mi mente se había ido. Sin

embargo…, cuando entré al agujero negro… ¡mi cerebro se vacío! ¡Mi cerebro ya no sintió

a la mente en su lugar! ¡Exacto! ¡Ahora tiene sentido! Estar dentro de la RVI era como

engañar a mi cerebro; pero cuando caí al agujero negro, debí de haber salido de la RVI, por

lo tanto, ¡salí por completo de mi cerebro!

—Lo que dices se escucha como una muerte cerebral artificial. Sí, eres un humano inusual.

—Mi cerebro está vacío, mi alma no puede habitarlo y por eso ascendí a este lugar. ¡Soy un

genio! Sólo necesito…

—¿Qué eres, humano inusual?

—Soy el diablo, ya cállate.

—Oh… Así que era eso…

—Si quiero regresar a mi cuerpo, tendré que… regresar por donde vine… ¿Cómo podré

97

regresar a ese agujero negro?... ¡Oye, tú, cosa!, ¿cómo puedo llegar a un agujero negro?

—Los agujeros negros no existen en la Realidad mental. Tendrías que salir del

Unuscéntrum y buscar uno en la Realidad material.

—¡Carajo! ¿Y cómo mierda salgo de esta mentada Realidad mental?

—Eso depende de ti.

—… … … ¡Mierda! ¡Explícate, cosa! ¡Tengo prisa!

—Tu cuerpo es el que debe funcionar correctamente para que tu alma regrese

instantáneamente. Depende de tu cuerpo en la Realidad material.

—¡Pero ya sabemos que mi cuerpo está fuera de servicio temporalmente! ¡¿Cómo regreso

sin un cuerpo?!

—Algunos humanos, cuando llegan al Unuscéntrum, aprovechan su estadía para explorar…

—¡Eso ya lo mencionaste!

—Cuando exploran, algunos corren con suerte y encuentran rápidamente los pensamientos

de sus seres queridos. Entonces se comunican con ellos por medio de la mente.

—Por medio de la… ¡Gracias, cosa rara! ¿Dónde están los pensamientos de los humanos?

—Están por todos lados. Como te lo dijimos antes, los pensamientos van y vienen por todo

el Unuscéntrum. Por ejemplo, cuando alguien en la Tierra tiene una idea es porque su

mente logró capturar ese pensamiento mientras viajaba de aquí para allá en busca de una

mente que la tomara. Si la persona en la Tierra rechaza la idea, el pensamiento regresa al

Unuscéntrum para seguir viajando de un lado a otro en espera de otra mente, y la primera

mente olvida esa idea. Pero a veces las mentes se retractan y buscan las ideas que

rechazaron. A veces sólo encuentran parte de ellas. A veces no las encuentran. Otras veces,

si tienen suerte y nadie más las han capturado, pueden recapturarlas íntegras, tal como la

primera vez que las capturaron. En ocasiones, dos o más personas tienen la misma idea;

pero en realidad no son la misma, sino sólo muy parecidas. Ningún pensamiento es

perfectamente igual a otro.

—… ¿Y toda esa cháchara qué tiene que ver conmigo?

—Los pensamientos viajan por todos lados más rápido que la luz, y a veces hasta se

fragmentan o se mezclan cuando chocan con otros. Tendrías que poner a prueba tu suerte e

intentar capturar el pensamiento de uno de tus seres queridos de entre todos los existentes.

—¿Y… cuántos pensamientos hay en total?

—Mmm… Contando pensamientos espontáneos, recuerdos, ideas, fragmentos de

pensamientos, sueños, deseos, «déjà vu», entre otros, son… varios trillones.

—¡¿QUÉ? ¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR, COSA DE MIERDA?!

—Varios trillones.

—¡TE ESCUCHÉ LA PRIMERA VEZ!... No puedo quedarme a buscar entre tantos

pensamientos… Tiene que haber otra forma, tiene que haber otra…

—Eres el diablo, ¿no? La encarnación de la neutralidad.

—Sí. ¿Y qué?

—Cuando El Creador le dio vida a «Las Tres Eminencias», a la encarnación del bien, a la

encarnación del mal y a la encarnación de la neutralidad, los dotó de espíritu, es decir, vida;

y alma, es decir, libre albedrío y receptividad. Pero no les dio un cuerpo que los limitara y

tampoco metió los pensamientos de sus almas en el Unuscéntrum.

—¿Siempre le dan tantas vueltas a lo que dicen?

—Sin embargo, les obsequió una conexión especial e íntima para que pudieran encontrarse

cuando que se alejaran, una conexión fuera del Unuscéntrum. No obstante, hace unos años

humanos, cuando El Creador decidió darles un cuerpo a Las Tres Eminencias para que

98

resolvieran un conflicto en el que se metería la raza humana, creó una sección temporal y

privada en el Unuscéntrum con el fin de que los pensamientos de Las Tres Eminencias

viajaran de un lado a otro sin mezclarse con lo de los demás seres vivos.

—¡Genial! ¡¿Por qué no lo dijeron antes?!

—Pero esa sección la creó tan distante de la otra que ni siquiera los Unusteléctum pueden

llegar a ella. Sólo las almas de Las Tres Eminencias saben encontrarla y visitarla incluso sin

haber muerto. Si quieres comunicarte con algún humano ordinario, estás en el lugar

correcto; pero tendrás que intentar hallar sus pensamientos e interferirlos. Si quieres llegar a

la sección temporal de Las Tres Eminencias, no podemos ayudarte.

—¡Pff!… Genial… Volvemos al mismo problema… ¿Por qué tienen que hacer todo tan

complicado?

—Eres una de Las Tres Eminencias, está en ti ese conocimiento. Busca dentro de ti.

—Sí, sí, la respuesta está en mi corazón, bla, bla, bla… … … ¡Carajo! Deberían de darte un

instructivo cada vez que te dan un cuerpo. Tal vez no lo leería; pero me gustaría tener la

posibilidad de hacerlo cuando lo necesite…

El diablo de Estocolmo volteó hacia todos lados. No reconoció nada—. ¡Es imposible!

¡Sólo hay luces y más luces! ¿Dónde está el letrero de «Sección VIP de pensamientos»?

—Intenta hacer algo diferente.

—¿Qué quieres decir?

—Deja de pensar y mueve la boca.

—… No comprendo.

—Deja de pensar.

—¡¿Qué mierda significa eso?!

—Estás pensando. Deja de hacerlo. No nos necesitas, deja de pensar.

—¡¡QUE NO ENTIENDO!! ¡¡ME ESTÁN ESTRESANDO!!

—Tal vez eso funcione. Grita; pero hazlo con la boca.

—… ¿Qué?... ¿Cómo que…? ¿Entonces no estoy…?

—En el Unuscéntrum nos comunicamos sin boca, es decir, telepáticamente, y vemos con

los ojos cerrados. Quizá encuentres la sección de Las Tres Eminencias si abres los ojos,

despegas los labios y haces algo que no se haga aquí.

—¡Carajo! ¡Es cierto! ¡Había olvidado que tenía los ojos cerrados!

El diablo los abrió. Aquella constelación de pensamientos desapareció. Todo volvió a ser

blanco. Después posó los dedos sobre su boca—. Vaya… Entonces no estaba hablando…

… … ¡¿Hola?! ¡OH, MIERDA! ¡Mi voz! ¡Mi voz! ¡Hace eco!... ¡HOOLAAA!

Y recibió otro «¡HOOLAAA!» como respuesta—. ¿Por qué esta sensación? Es como si

fuese la primera vez que utilizo mis sentidos.

—En el Unuscéntrum no existen los sentidos corporales, sólo los pensamientos. Pero tú

eres una de Las Tres Eminencias, eres parte de la excepción… Intenta usar el poder que se

te confirió… Ordena.

—Ordenar… … … ¿Ordenar?... … … ¡MUÉSTRAME LAS TRES EMINENCIAS! —

gritó.

De pronto, el diablo sintió que su alma fue atraída violentamente hacia enfrente, dejando

atrás los ojos negros de los Unusteléctum. Cuando su entidad se detuvo, estaba

completamente solo, en la nada; pero frente a él se manifestó una red de pensamientos

similar a la que había visto antes. Sin embargo, esta era tan pequeña como la palma de su

mano; y en lugar de luces y destellos celestes, los pensamientos y sus conexiones eran

negros cual tinieblas—. Así que esta es nuestra conexión mental… … Bien… … … ¿Y

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ahora cómo entro ahí?... … … ¡Cosas! ¡Cosas raras de ojos negros! ¡Ey! ¡Necesito ayuda!

¡Olvidé preguntar cómo entro a los pensamientos!... … …

No obtuvo respuesta alguna—. ¡Diablos!... … Mmm… Tal vez… funcione igual… …

¡QUIERO HABLAR CON NÁZAR!

El diablo desapareció y fue enérgicamente abducido por aquella constelación negra.

LXXVIII

—¡¡OMAIGÁ’!! ¡¡Estoy en el cerebro de Názar!! ¡¡No puedo creerlo!!... ¡Ey! ¡Názar!

¡Oye! ¡Pst! ¡Pst! ¡¿Me escuchas?! ¡Názar! ¡¿Me escuchaaaaaas?!

—… … … ¿Eh?... ¿Qué…?

—¡Soy yo! ¡El diablo! ¿Sí me escuchas? ¡Estoy en tu mente! Por cierto, en verdad eres

muy aburrido… … … ¿Me escuchas? ¿Hay buena señal?

—¿El…? ¡Fernando! Fernando, ¿en verdad eres tú?

—¡Claro! Me encuentro en un sitio muy raro; pero estoy bien. ¿Cómo están ustedes? ¿Y

Gus? ¿Está contigo? Oye…, un segundo, no sabía que te salía barba tan rápido.

—B-bien, bien, estamos bien… Te estábamos esperando... E-eh… Gusakee no está aquí. Se

encuentra… con la muerte. Le ha estado ayudando a guiar almas.

—¿En serio?

—S-sí, ya sabes, estar cerca de mí no era de su agrado, así que se ofreció a ayudar a la

muerte mientras tú regresabas.

—¡Vaya! Pobre Gusakee, encuentra un trabajo y tiene que dejarlo el mismo día.

—… ¿De qué hablas?

—Bueno, ya regresé. Es hora de poner manos a la obra, ¿no?… Como sabrás, tuve que

entregarme a la OPD para que liberaran a Gusakee. Un tal Martini me metió en una

especie de videojuego llamado RVI. Significa Realidad Virtual no sé qué cosa.

—Realidad Virtual Incrustada, sí.

—Oh, ¿ya sabías sobre él?

—… Hace un par de años salió a la luz.

—… … … ¿Hace un par de…? Pero si Martini dijo…

—Fernando…

—¿Sí?

—Creo… que no te has dado cuenta…

—… ¿Eh? ¿De qué?

—Han…, han pasado 4 años desde que desapareciste.

—… … …

—…

—¿4…?... ¿4… años?... ¿4 años?… E-estás bromeando, ¿verdad?

—No, Fernando.

—P-pero…

—Hace cuatro años, cuando la muerte apareció para darme tu mensaje y reunirme con

Gusakee, se me reveló que tu mente había desaparecido por completo. Tus órdenes fueron

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claras: no debíamos interferir entre tú y la OPD. No lo hicimos. Sólo esperamos, y

esperamos durante 4 años tu regreso... Han pasado muchas cosas desde que te fuiste.

—… ¿C-cuáles?

—La OPD creó un chivo expiatorio para sacar a la luz todo lo que les convenía: fundaron

una organización fantasma de hackers. Digo «fantasma» porque eran ellos mismos, la OPD;

pero le hicieron creer al mundo que se trataba de un grupo caritativo de hackers anónimos

provenientes de las calles. Se ganaron la aceptación de las masas publicando

esporádicamente toda la información sobre la RVI, el UniAversus y… sobre El diablo de

Estocolmo.

—¡¿Qué?! ¡¿Qué dijeron de mí?! ¡¿Qué se atrevieron a decir esos idiotas sobre mí?!

Názar suspiró, cansado.

—«Los Iluminados», como se hicieron llamar un grupo de ineptos programadores de la

OPD, publicaron en internet los documentos que admitían internacionalmente tu presencia;

videos y grabaciones que evidenciaban tus poderes, información sobre la «Dead devil» (la

bomba nuclear que se detonó en Italia), las grabaciones de tu arribo al Área 32, 47 y 66; y

otros tantos videos y fotografías sobre ti siendo encamado, intubado, conectado y

supuestamente asesinado dentro de esta última Área… Ese mismo día, Tobías Martini

declaró que lo revelado por el grupo de hackers Los Iluminados era totalmente cierto, y le

pidió una disculpa al mundo entero por guardar esa información, argumentando que lo

hicieron en favor del orden público, y que irían tras Los Iluminados por atentar contra la

paz internacional.

»Al día siguiente fue cuando Los Iluminados, como supuesta réplica, subieron a internet la

evidencia de la RVI y el UniAversus, junto con una presunta lista de ventajas que el

programa traería a la humanidad, además de un mensaje para la OPD: «Queremos la RVI

en todos los hogares del mundo». Esa tarde, la OPD hizo pública su respuesta: «La RVI

sigue siendo un prototipo y aún no se conoce a ciencia cierta los riesgos que podría

ocasionar en la sociedad». Con la atención del mundo entero en la disputa, Los Iluminados

de inmediato respondieron: «No pueden negarnos lo que se construyó con los recursos del

pueblo. La RVI nos pertenece». Y eso provocó que las redes sociales explotaran a favor de

Los Iluminados. Todos exigían probar la RVI… La OPD y aquellos que auspiciaron el

proyecto habían logrado su objetivo.

—Hicieron de la RVI algo prohibido…, algo deseable… ¡Es psicología inversa para

principiantes!

—Así es.

—¡Malditos humanos estúpidos!... … ¿Ya… todo el mundo está dentro?

—No, aún no. Gracias a la intervención de algunos grupos de activistas, incluyendo a La

VID, sólo pocos humanos han probado la RVI. Tenemos suerte de que tu regreso no haya

demorado tanto.

—¡FUERON 4 MALDITOS AÑOS!

—Pero llegas con unas semanas de anticipación.

—¿Por…, por qué lo dices?

—Luego del buen movimiento de la OPD, el mundo cayó en un estado de permanente

incertidumbre e, incluso, segregación. El caos se desató en gran medida y hubo

enfrentamientos en diversos sectores a causa de las opiniones divididas. Muchos

comenzaron a especular que se repetiría algo similar a La Depresión del 21. Ese temor

inestabilizó a las masas, las volvió presa fácil de propuestas prematuras. La OPD aprovechó

la situación para sacar el as que escondía bajo la manga. Le propuso al mundo hacer algo

101

que jamás se había hecho antes en la Tierra: unir a las naciones.

—…

—Tobías fue la cara del «Proyecto PangeAZ». Esa fue otra de sus estrategias: promocionar

su imagen como la mejor opción de salvación. Y les vendió la idea a las personas

mezclando demagogia, filosofía y miedo.

—P-pero… Ahora que lo pienso… ¿Unir a las naciones es mala idea?

—No, no me malinterpretes. Aunar todas las naciones es el primer paso para empezar a

reconocer a la raza humana como una sola; pero es una teoría difícil de llevar a la práctica.

La única forma de que unir a los pueblos resulte favorecedor para la humanidad es teniendo

a un verdadero líder que guíe, no a falsos profetas que arreen… Y, lamentablemente,

Tobías va arriba en las encuestas.

—¿Contra quién?

—… Contra nadie... Sólo él se ha postulado.

102

CAPÍTULO 8

Venganza con «V» de Realidad Virtual

Incrustada…, o “Apocalipsis con «V» de

Virtual” (porque la “V” es como una “A”

volteada) o simplemente “Apocalipsis”.

Escojan el título que quieran.

—¡¿QUÉ?!

—Al parecer, tiene a todos en los bolsillos. Por un lado, ningún civil quiere tremenda

responsabilidad con tan pocos beneficios. La propuesta de la unión de naciones y un solo

líder incluía que éste no gozaría de ningún tipo de lujos. Un movimiento muy astuto de su

parte, pues de esa forma se aseguró una carrera sin competencia por parte de la clase

obrera. Por otro lado, los empresarios, gobernantes y políticos no quieren saber nada de «El

nuevo viejo mundo», como burlonamente le están llamando ahora a nuestra realidad

material... Todos ellos sólo buscan asegurarse una copiosa realidad alterna en la RVI, así

que competir contra quien estará a la cabeza de ésta es una idea muy tonta… Saben que si

Tobías se convierte en el nuevo «Líder Mundial», hará que todo el mundo entre al

UniAversus y entonces lo virtual se convertirá en realidad.

—¡Mierda! ¡¿Cuándo se llevarán a cabo las elecciones?!

—El próximo viernes 31 de diciembre será la votación mundial a través de una plataforma

en internet, y se dará el resultado en punto de las 12 de la noche del día primero para que en

pleno año nuevo las naciones pasen a ser una sola, se llame «PangeAZ», Tobías sea el

primer Líder Mundial y la RVI se lance oficialmente al público, por lo que, deduzco, esa tal

PangeAZ quedará desierta en un parpadeo y será el fin de nuestra era… Se tenía pensado

que el inicio de esto fuese hasta mediados del año que viene; pero las personas exigieron

adelantar las votaciones para poder ingresar al UniAversus cuanto antes y que coincida con

el año nuevo terrenal.

»Afuera es una bomba de tiempo. Lo único que mantuvo a la sociedad cuerda fue la

amenaza de la OPD: «Se les dará en el UniAversus aquello que poseían legalmente en la

Tierra». Tuvieron que lanzar esa advertencia porque muchos entusiastas abandonaron sus

trabajos, descuidaron sus vidas y hasta cometieron crímenes con el pretexto de que tendrían

la posibilidad de iniciar desde cero en la RVI.

—Espera. ¿Qué día es hoy?

—30 de noviembre.

—¡¿30 de nov…?! ¡Carajo! ¡Sólo tengo un mes para deshacerme de Martini! Y si regreso

para buscar sus pensamientos… ¡voy a volver cuando todo esto se haya ido a la mierda!

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Lo único que supimos, por medio de Tobías, así que

ya te imaginarás la veracidad de esto, fue que lograron matarte a través de la RVI para

liberar al mundo de la amenaza que representabas. Eso, por cierto, le sumó simpatizantes a

103

la OPD y sus… métodos: espionaje, tortura, pruebas nucleares, creación, posesión y venta

de armas de la misma índole; manipulación genética, etc… Pero obviamente no te mataron,

no pueden hacerlo… ¿Dónde estuviste todo este tiempo?

—En un lugar muy, muy extraño. Unos seres me dijeron que me encontraba… o me

encuentro, no lo sé, en el centro de El TODO. Se llama algo de Un…, Uncentro…,

Unoscentros.

—Unuscéntrum.

—Ah, sí… ¿Ya lo conocías?

—Hace algunos años tuve un sueño muy… peculiar. Me hallaba en el interior de un

cerebro, entre sus conexiones neuronales. Después aparecieron unos seres que me

explicaron que no era un cerebro, sino «el cerebro», y que se llamaba Unuscéntrum.

Desperté de inmediato sin poder saber nada más al respecto. Investigué por todos los

medios y no encontré nada que hablara sobre ese tal Unuscéntrum. Meses después tuve otra

revelación onírica: estaba meditando sobre un volcán. De pronto, el volcán me tragó y me

expulsó de nuevo en el Unuscéntrum. Desperté repentinamente. Supuse entonces que debía

recurrir a la meditación para intentar saber algo más sobre ese lugar. Luego de mucha

meditación, logré separar mi mente de mi cuerpo y ascendí hasta el verdadero

Unuscéntrum. Sin embargo, en cuanto lo hice, a mi mente llegó el conocimiento de que un

minuto en ese lugar equivalía a varios meses en la Tierra, así que decidí regresar, pues dejar

mi cuerpo en trance, solo, sin protección, durante meses, era muy peligroso. Jamás volví a

intentar ascender; no obstante, logré conservar una ínfima parte del conocimiento que ahí

transitaba. Sé qué es el Unuscéntrum y qué son los Unusteléctum. El tiempo de ellos es

diferente. De hecho, el tiempo es relativo en todos lados. Por eso unos minutos de ellos

equivalen a meses enteros de nosotros.

—Créeme…, ya lo noté… Pero creo que sé cómo salir de aquí…

—Tu instinto está hablando. Prosigue.

—La OPD no puede matarme, así que sólo devolviendo mi mente a mi cuerpo conseguiré

descender a la Tierra. Este es el plan: levantas tu trasero de esa silla, vas por mi cuerpo,

juegas un poco con tus códigos mágicos de programación y enciendes de nuevo mi cerebro

para que pueda regresar mi alma a él.

—Pero hay un problema. Tal vez no lo sepas aún: como la OPD no pudo destruir tu cuerpo,

lo guardó en un ataúd de alta seguridad en una cámara resguardada las 24 horas en uno de

sus laboratorios subterráneos. Estaban seguros de que nunca regresarías; pero tomaron sus

precauciones. Incluso, cambian el ataúd de laboratorio cada cierto tiempo. Tengo semanas

que no logro descifrar dónde lo tienen actualmente… No diré que intenté sacarte alguna

vez; pero reconozco que en una tarde de aburrimiento descubrí que la entrada a los

laboratorios, donde normalmente te esconden, son simplemente imposibles de pasar sin

autorización.

—¡Ja! Eso crees tú, pequeño ingenuo. Sólo necesitamos un arma para entrar allí, darles

un pequeño sustito de muerte a los que intenten impedírnoslo y sacar mi hermoso cuerpo.

—Fernando, creo que olvidas que sólo soy un hacker y tengo a unos cuantos de ellos a mi

disposición, no a un grupo terrorista. Sabes muy bien que no me gustan las armas.

—Sí, sí, eres un maldito pacifista aburrido de mierda, lo sé. Pero recuerda que tenemos un

arma infalible de nuestro lado.

—…

—Oh, sí… Lo sabes…, lo sabes muy bien.

—Gusakee.

104

—Él mismo… Un poco de esto, un poco de aquello y Gusakee nos dará lo que queremos.

¿Qué clase de apocalipsis sería sin la encarnación del mal presente?

—P-pero… Hace años que no lo veo. No he sabido nada de él desde que se fue con la

muerte… … … ¿Tú puedes…? ¡Claro! Tú puedes comunicarte con él desde donde estás,

¿no es así?

—Y sin pagar ni un centavo por larga distancia.

—¡Perfecto!

—Sigue con lo tuyo y yo me encargo de traer al niño. Vuelvo enseguida.

—¡Oye! Recuerda que el tiempo es relativo. No tenemos otros 4 años.

—Lo sé. También de eso me encargo yo. Adiós.

—Que así sea.

LXXIX

—… Gusano…, gusano… ¿Me escuchas?

—¿Eh?

—¡Buuu! Soy tu… consciencia…

—¿Mi qué…?

—Nah, es broma.

—¿Eh?

—¡Soy el diablo! ¿No me reconoces?

—¿Señor?

—Has crecido mucho, Gus. Oye, ¿cómo demonios ganaste esos bíceps? Pásame la receta,

niño.

A diferencia de Názar, quien conservó sus 170 centímetros de altura y a quien el tiempo

sólo le obsequió unas cuantas arrugas y barba, el pequeño Yomimoto, ahora con 17 años,

medía 1.90 m. y pesaba el doble que antes.

—¡Señor! ¡¿Dónde está?!

—Estoy en tu cabeza y, por lo que veo, encontraste algo que hacer estos últimos 4 años.

—E-estuve supliendo a la muerte.

—Sí, lo sé. Por cierto, te queda el tatuaje. A mí nunca me sentó.

—G-gracias, señor... ¡Pero ya regresó! Le diré a la muerte que dejaré la guadaña.

—No, consérvala, no molestes a esa gorda asquerosa todavía. Vamos a ocupar del poder

que te dio.

—¡¿Por fin atacaremos?!

—Así es. Es tiempo de venganza.

—¡Genial! ¿Qué haremos primero?

—Tengo un trabajo… muy explosivo para ti.

—Eeh… Pero, señor, si quiere que conserve mi guadaña, no podré hacer mucho. Ya

controlo mi ansiedad por guiar almas; pero tengo que seguir liberando.

—Lo sé, lo sé. Hablaría con la muerte para que te dé un descanso; pero el tiempo pasa

volando aquí donde estoy, y no…

—¿Dónde está, señor? ¿Por qué no lo veo?

105

—Es una larga historia. Názar te la contará después. Vamos, desaparece y ve a su oficina

en Nagasaki.

—Como usted ordene, señor.

—Buen chico.

LXXX

—¡Gusakee! ¡Cómo has crecido!

—E-eh… ¡Jeje! Sí, sí, un poco.

—Bueno, basta de reencuentros amorosos. Tenemos que ponernos a trabajar.

—¿Tú también lo estás escuchando, N?

—Sí. Fernando se encuentra en el Unuscéntrum, el centro de El TODO. Desde allí puede

comunicarse con cualquier ser vivo.

—¡Vaya! ¿Cómo llegó hasta allí, señor? ¿Consiguió salir de la máquina de la OPD?

—Algo así. Názar, explícale todo cuando me vaya. Por ahora…

—¡¿Se volverá a ir, señor?!

—Sólo un instante. Primero tengo que dejarles mis órdenes para que recuperen mi cuerpo.

Después, mientras ustedes están ocupados rescatándome, iré tras ese estúpido de Martini

para retorcerlo hasta que agonice y me implore la muerte.

—¡NO! Tobías se ha ganado a prácticamente todo el mundo. Matarlo sólo lo convertiría en

un mártir y no se lo merece… Fernando, si lo matas…

—Mmm… ¡Carajo! Tienes razón. Es mejor que el mundo no sepa que he regresado.

—¿Por qué? Si la humanidad se entera de que regresó, sabrán que es imposible deshacerse

del diablo, y se postrarán ante usted. PangeAZ será suya. Usted es el líder que necesita el

mundo.

—Oh, calla, me estoy sonrojando.

—Siento decirlo; pero Fernando no es…

—¡Tú qué sabes! Sólo eres un cuatrojos.

—Niños, no se peleen, concéntrense… Como ya quedó descartado el sanguinario y jugoso

asesinato de Martini, tendré que idear algo más para vengarme por haberme arrojado a

ese estúpido hoyo negro virtual.

—¿Con quién hablan ustedes dos?

—H-hola, Shinigami, lamento no haber avisado que iba a dejar de guiar almas; pero el

diablo regresó. ¡¿No es grandioso?!

—¿El diablo? ¿Por fin regresó? ¿Dónde está?

—Pensé que tardaría menos en llegar este cerdito —se mofó el diablo.

—El diablo dice «hola» —mintió Gusakee.

—¿Está aquí? No puedo verlo.

—Se encuentra en el Unuscéntrum —intervino Názar—. Se está comunicando con notros

por telepatía; pero está en una sección donde sólo puede hablarnos a nosotros dos.

—¿Unuscéntrum? Ah, sí, ya, lo recordé.

—En cuanto termine el trabajo del diablo regresaré a…

—Déjalo, déjalo, Gusakee. Sé cómo trabaja este sujeto. Ni siquiera yo pude contradecirlo.

106

Tómate tu tiempo… Diablo…, idiota…, ¿me escuchas? Yo no te escucho; pero sé que

debes de poder escucharme a través de lo que están escuchando estos chicos. En fin…

Ahora que sé dónde está mi adepto, sólo me queda aprovechar el transmisor para decirte, y

me ofusca un poco decirlo, he de admitirlo, que me alegra saber que has vuelto. Las cosas

se han puesto muy raras con los humanos. Si esa tal RVI se apodera de todas las mentes,

nadie morirá materialmente. ¿Sabes dónde me deja eso a mí? ¡En la calle! ¡Sin trabajo! Haz

algo rápido. Ya descansaste demasiado.

—¡No estuve des…! ¡Bah! Este imbécil no me escucha.

—El diablo dice que hará todo lo posible… y que también le da gusto saber de ti —mintió

de nueva cuenta Gusakee, sonriente.

—Bien. Sé que el diablo nunca diría eso; pero estoy seguro de que sí hará hasta lo

imposible por solucionar esto… Bueno, Gusakee, ya no necesitarás…

—¡NO! ¡Dile que no!

—¡No, espera! El diablo quiere que conserve este poder.

—Oh, ya veo. ¿Tienen planeado algo grande?

—Creo —dijo Gus.

—Eeh… ¿Estoy… interrumpiendo…?

—¡Sí! ¡Dile que sí!

—No, no, está bien, puedes quedarte.

—¡Mierda, Gus!

—P-perdón… Pensé que tal vez la muerte podría ayudarnos.

—¡Agh! Está bien… … … Pero no se lo preguntaré. Le ordeno que nos ayude.

—El diablo quiere que nos ayudes, Shinigami.

—Mmm… ¿Ser parte de esto e interrumpir mis más que merecidas vacaciones?... No lo sé,

no…

—¡Carajo! ¡Que no era opción!... Dile…, dile que haremos explotar muchos lugares.

¡Tendrá almas por doquier!

—El diablo dice que mataremos a muchas personas, que…

—¡Acepto!

—Bien. Ahora dile que busque en todas las propiedades de la OPD dónde esconden mi

cuerpo.

—El diablo dice que busques en todas las propiedades de la OPD dónde esconden su

cuerpo actualmente.

—Será pan comido. Vuelvo en unos minutos.

—La muerte dice que será pan…

—¡Oh, oh, oh! ¡Dile que espere, dile que espere!

—¡Espera!

—¿Qué sucede?

—Pregúntale si ya sabe algo de Bundy y DeShields.

—El diablo quiere saber si ya sabes algo de Bundy y DeShields.

—Mmm… No, aún no. No han muerto.

—La muerte dice que…

—¡Ya lo sé, Gus! ¡Lo estoy escuchando!... ¡Mierda! Esos dos imbéciles… … … ¡Pero

tengo el Unuscéntrum!... No… Eso me llevaría años… Tendrá que ser después de que

acabe todo esto… Como sea… Dile a ese idiota que ya se vaya y que no se tarde

demasiado.

107

LXXXI

—Tengo noticias.

—¡TARDASTE DEMAS…! ¡Dile que tardó demasiado!

—Eeh… El diablo quiere saber las noticias.

—No sólo hay un cuerpo.

—¡¿QUÉ?!

—¡¿QUÉ?!

—¡¿QUÉ CARAJOS…?!

—Creo que la OPD no subestimó al diablo… Vi 49 diferentes diablos en 49 diferentes

laboratorios… Créanme, a simple vista no se puede saber cuál es el real.

—P-pero…

—Son… señuelos —caviló Názar.

—¡¿Y los 49 tienen vida?!

—El diablo quiere saber si tenían vida.

—No entiendo de máquinas humanas. Sólo vi lucecitas y números; sin embargo, los

cuerpos parecían estar dormidos. Respiraban; pero sólo eso.

—Puede ser cualquier cosa. Lo más probable es que estén hechos de silicona por fuera y

algunos motores por dentro… Si la OPD pensó en todo, supuso que en algún momento

alguien más buscaría el cuerpo inerte de Fernando, incluso él mismo. No necesitaban darles

vida, solamente hacer creer que físicamente la tenían.

—¿Y cómo saber cuál es el real?

—Fácil. El que esté más custodiado.

—Ahora que lo dices —intervino la muerte—, me pareció que algunos estaban

sospechosamente desprotegidos.

—¡Déjense de sospechas y suposiciones, y vamos de una vez por todas a recuperar esos 49

cuerpos, así tengamos que explotar todos los laboratorios!

—Recuerda que tenemos que ser discretos, Fernando.

—¡Ya lo sé! ¡Cállate, no me lo recuerdes!... Sólo quería desahogarme.

—¿Entonces cuál es el plan? —preguntó Gus.

—Mmm… Mmm… … Mmm… … … Mmmmmmmmm… Pues ya qué. Tendremos que

robar… pacíficamente… los 49.

—La idea es obvia y casi imprescindible; pero para nuestra situación no est…

El diablo suspiró.

—Ser tan negativo no te llevará a ningún lado, N.

—Estoy siendo realista, Gusakee.

—Pues realmente me está irritando mi posición —gruñó el diablo—. Si tan solo estuviera

en la Tierra.

—Si estuvieras en la Tierra no tendríamos que ir por tus clones.

—Oh, es cierto. Bueno, el punto es que me bastaría con aparecer y desaparecer a mi

parecer. Nadie podría detenerme. Pero ustedes… Mírense. Son el peor equipo: la muerte

no puede hacerle nada a un vivo, sólo nos sirve para observar aquí y allá. Názar es pésimo

con su cuerpo. Si la muerte lo llevase a uno de esos laboratorios, lo acribillarían de

108

inmediato. El único que podría ayudarnos en esta situación es el mastodonte que está entre

ustedes. Pero si dentro de uno de esos 49 laboratorios alguien lo hace enojar…, el plan se

va a la mierda junto con la Tierra… Bueno, lo siento por la Tierra. Gus, tendrás que ser tú

quien vaya por esos cuerpos.

—¿Y-yo solo?

—Sí. No necesitas a la muerte para aparecer y desaparecer. Por eso pedí que conservaras

el poder. Además, físicamente eres el más apto. Názar no podría cargar ni el cuerpo de un

niño. Názar, demonios, la adolescencia no te ayudó en nada. Mira a Gus.

—Mi fortaleza está en el interior —opinó Názar escuetamente.

—¿Puede acompañarme la muerte?

—Como quieras.

—¿Y ella qué hará?

—Mmm… No sé, dile que te cante, te tome una foto o algo así.

—La muerte podría ayudarlo a vigilar mientras él saca los cuerpos de las Cápsula de

Concentración Cerebral por Anegamiento... Tenemos que ser lo más discretos posibles para

no alertar a los demás laboratorios. Nuestra ventaja es que no hay cámaras de vigilancia en

esas habitaciones, ya que la OPD quiso evitar a toda costa que alguien como yo los vigile

con sus propias cámaras.

—¿Y qué hago si me descubren de otra forma? Probablemente haya personas dentro,

alrededor de los cuerpos.

—Yo me encargaré de que nadie te vea. Acabo de tener una idea —intervino la muerte con

determinación.

—Bien. Entonces el equipo panteón irá por los clones. Názar estará aquí esperándolos. Si

uno de esos clones es mi cuerpo, le introducirá códigos mágicos de computación a diestra

y siniestra para reanimarlo. Cuando lo consiga, podré volver a la Tierra. ¡Muévanse!

LXXXII

—¿Por qué aparecimos aquí, Shinigami?

—Porque necesito traer a alguien antes de ir a la primera Área. Vuelvo enseguida, no te

vayas.

—E-es…, está bien.

—Listo.

—¡Wuau! Eso fue rápido… ¿Q-quién es él?

—Se llama Gabriel, es…

—¡OYE! ¡ÉL ES QUIEN…!

—¡Espera, Gusakee, no le hagas nada!

—¿D-dónde…, dónde estoy?

—Tengo un trabajo para ti, Gabriel.

—¿T-tú eres…? ¡¡¿QUÉ MIERDA HICISTE, IDIOTA?!!

—Te devolví a la vida. Pero ahora formas parte de mi ejército…, de nuevo.

—¡¡YO NO PEDÍ UN TRABAJO!! ¡¡INTERRUMPISTE MI SEXAGÉSIMA

109

HAMBURGUESA!!

—Pero fue por una buena razón. Ayudarás a tu amigo el diablo.

—¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ DIJISTE?! ¡ESE IDIOTA NO ES MI AMIGO! ¡NO PIENSO

AYUDAR A ESE…! Un momento… … … ¡Ja, ja, ja! Cometiste un gran error al darme

nuevamente este poder. Ahora iré tras ese estúpido para vengarme por lo que me hizo.

—¡¡Ni te atrevas!!

La muerte detuvo a Gusakee.

—No podrás encontrarlo. El diablo ya no está en esta realidad. Se encuentra en un lugar

llamado Unuscéntrum.

—¡Unusqué?

—Larga historia. Luego te la contaré… o no. Por ahora lo mejor será que me acompañes si

no quieres que te deje como un alma en pena aquí en la Tierra. ¿Recuerdas cómo te

encontré aquella vez que el diablo te mató?

Gabriel bufó.

—… ¿Y qué carajos tengo que hacer para que me regreses al paraíso y pueda seguir

tragando hamburguesas como si no hubiese mañana?

—Qué bueno que lo preguntas.

En eso, la vestimenta de Gabriel cambió en un parpadeo. Ahora llevaba una bata blanca y

anteojos.

—¿Y esto es obligatorio?

—Sí. Agradece que esconden el cuerpo del diablo en un laboratorio y no en un prostíbulo.

¡Jojo! ¿Entendieron?

—Tu sentido del humor está muerto —suspiró Gabriel, agobiado—. ¡JA! Está-muerto.

¡Jajaja! ¡Ese sí es un chiste!

—No me dio risa —opinó Gusakee adustamente.

—¿Y él quién es?

—¿Recuerdas al niño que el diablo protegía?

—¡CARAJO! ¡¿EN ESO SE CONVIRTIÓ?!... Los esteroides no son buenos, chico.

—¡No me inyecté ester…!

—Bueno, ya, tranquilícense. El diablo nos espera.

—Un momento. ¿Fue mi imaginación o dijiste que el cuerpo del diablo se encontraba en un

laboratorio?

—Sí; pero eso es parte de la larga historia que luego te contaré… o no.

—Eeeeh… Está bien… ¿Y qué haremos?

—Apareceremos en el interior de un laboratorio.

—¿Laboratorio de quién?

—Los detalles son parte de la larga historia. No me interrumpas.

—…

—Apareceremos en el interior de un laboratorio. En él se encuentra el cuerpo del diablo,

específicamente dentro de un ataúd o algo parecido. Tú caminarás tranquila y

confiadamente hasta la puerta de la habitación donde lo esconden; tocarás la puerta, y le

pedirás a las personas que están ahí dentro que desalojen la habitación, que son órdenes de

Tobías Martini.

—¿Tobías Martini? ¿Quién…?

—Tobías Martini. Es lo único que tienes que decir. Cuando todos estén afuera, Gusakee,

aquí presente, y yo apareceremos enseguida del ataúd. Gusakee lo abrirá, sacará el cuerpo

del diablo y desapareceremos de inmediato. Volveremos a este bosque con el cuerpo.

110

—¿Por qué no vamos a la oficina de N?

—Tal vez no te has dado cuenta; pero al parecer el diablo no está en tu cabeza. Por eso no

ha dicho nada sobre que Gabriel nos ayude. Imagino que su mente está ahora con ese otro

chico. Si llevamos a Gabriel a esa oficina, el diablo se enfurecerá.

—¿Y por qué no trajiste a otro que nos ayudara?

—Porque ya he trabajado antes con Gabriel y vale más diablo por viejo que viejo por

diablo… Bueno, algo así dicen los humanos. El caso es que Gabriel es la mejor opción que

tenemos en nuestra posición.

—… … Está bien.

LXXXIII

—Ejem… Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la

habitación de inmediato.

—¿Y tu identificación?

—… ¡Mier…!

—Dile que sí la tienes. Apareceré una en tu bolsillo —le dijo la muerte, quien no podía ser

visto ni escuchado por los demás.

—Mier… Mi e… Mi identificación está aquí.

Aquel guardia la observó unos segundos y luego asintió.

—Un momento, por favor… … … Salgan todos de aquí. Son órdenes del Secretario

Martini… … … Adelante, Sr. Gadiel.

—¿Gadi…? Gracias. Ahora váyase usted también y dígale a todos que no entren hasta que

yo salga.

—Entendido.

—… ¡Oye! ¡Escribiste mal mi nombre!

—Disculpa. Lo que pasa es que…, normalmente…, la muerte…, no escribe nombres, sólo

mata seres vivos.

—Ya, ya, como sea.

—Gusakee. ¿Cómo vas con…?

—El ataúd está sellado. Mira, parece que se necesita un código… No entiendo nada de esto,

soy pésimo para las computadoras.

—Mmm… Tenemos que hacer algo rápido.

—¡Ya sé! Regresaré con N y le preguntaré qué hacer. Vuelvo en un parpadeo.

111

LXXXIV

—¡N! ¡Veo el cuerpo del diablo; pero no puedo abrir la caja! Necesito una contraseña o…

algo así… ¡¿Qué hago?!

—Tranquilo, Gusakee… Dame un segundo… … … Mira, usa esto.

—¿Qué es?

—Es un obstructor de energía. Adhiérelo a la cubierta del ataúd y presiona este botón de

aquí. Si la pantalla se pone azul, quiere decir que la obstrucción se llevó a cabo con éxito.

Si cambia a rojo…, salgan de ahí de inmediato.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Porque, habitualmente, cuando se instalan controles de acceso con cerraduras de esa

naturaleza y se detecta una anomalía eléctrica en el circuito, se envía un mensaje de alerta

que activa alarmas externas incluso a kilómetros de distancia, lo cual, de suceder,

evidenciaría que estamos intentando violar los mecanismos de seguridad.

—… … Eeeh… Bien… Azul: bueno; rojo: corre… … Entendido.

—No te preocupes. Este obstructor de energía lo construí con sumo cuidado, no les fallará.

—… … Eeeh… Bueno.

—No confías en mis capacidades, ¿verdad?

—… … Adiós.

LXXXV

—¿Por qué tardaste tanto, muchacho?

—Cállate.

—Gusakee, ¿qué es eso que llevas en las manos?

—Me lo dio N. Sirve para abrir esta cosa… Esperemos.

Gusakee adhirió el obstructor a la cubierta del ataúd metálico, presionó el botón que le

indicó Názar y esperó.

—… … … ¿Y bien?

No sucedía nada.

—Listo.

La pantalla se iluminó de azul, la cubierta metálica profirió un chasquido y el extraño

líquido que contenía el ataúd descendió por unos conductos hasta que el cuerpo del diablo

terminó sin una gota.

—¡Genial! ¿Crees que este sea el verdadero?

Gusakee posó su mano sobre la frente del diablo.

—N-no…, no lo sé... Está muy helado; pero se siente como piel... Mejor salgamos de aquí.

Ustedes regresen al bosque y yo le llevaré el cuerpo a N. Los veo en un minuto… ¡Ah!

Oye, tonto, despega ese aparato y llévatelo. Nos servirá para los otros ataúdes en caso de

que este no sea el diablo.

Gabriel bufó.

112

—… … … No porque parezcas actor porno vas a venir a darme órdenes, niño.

—Pero yo sí. Haz lo que Gusakee te dijo.

—… … Idiotas.

LXXXVI

—N, aquí está el cuerpo.

—Bien.

Názar lo tocó.

—¿Es el…?

—… … No. Es silicona, indudablemente, aunque debo de admitir que se siente muy real.

—… Oh… … ¿Y qué hacemos con él? ¿Lo regreso al laboratorio?

—Mmm… No, déjalo aquí. Quiero hacerle una autopsia.

—… Qué lástima. Esperaba que sí fuese… Oye, ¿y el diablo? ¿Dónde está? No lo escucho

en mi cabeza.

—Salió de mi mente segundos después de que se fueran. Tiene otras cosas en que pensar.

Volverá cuando hayamos encontrado su cuerpo.

—Oh… Entonces regresaré de inmediato. Nos vemos.

LXXXVII

—Y que ni se te ocurra desapa… ¡Ah, Gus! ¡Volviste! Bien… Vamos al siguiente

laboratorio.

—Sí. En marcha.

LXXXVIII

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la habitación de

inmediato.

—¿Y el memorándum?

—¿Eh?

—El memorándum con la orden.

—Ah… Claro… Lo tengo… Aquí…, en mi bolsillo derecho… Justo aquí.

Gabriel, nervioso, metió la mano y sintió con alivio una hoja de papel.

—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje la habitación de inmediato. Atentamente,

113

Tobías Martini» —leyó el guardia. La hoja estaba sellada por la insignia de la OPD, la cual

podía verse en todas las paredes de los laboratorios—. Mmm… Está bien… —asintió algo

receloso—. Un segundo… … … … ¡Salgan todos! Son órdenes directas del Secretario —

les gritó a los investigadores del interior—. Listo.

—Gracias. Puede irse.

—… … … Sí.

—Lo hiciste bien, Gabriel.

—¡¿No le viste la cara?! ¡Probablemente ya nos delató! De seguro así ni son los

memorándums. ¡Eres un idiota!

—¿Tú sabes cómo son?

—… N-no…

—Entonces cierra la boca... Iré a vigilar. Gusakee, haz lo tuyo mientras vuelvo.

—Sí.

LXXXIX

—N, aquí está el otro cuerpo. Creo que este tampoco es el verdadero.

—Déjame observarlo un segu… No, no es. No importa, déjalo aquí.

—Sí.

—¿Cómo les está yendo con la vigilancia en los laboratorios?

—Creo que estamos bien por ahora.

—Perfecto. Sigan así.

—¿Qué encontraste en el primer cuerpo?

—Nada interesante. Como lo sospeché, sólo era un muñeco de silicona con algunos

mecanismos básicos en el interior para hacer creer que respiraba.

—Bueno, iré por el tercero… Espero que, como dicen, la tercera sea la vencida.

XC

—Traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la habitación de

inmediato.

—Mmm… «Ordeno directamente que se desaloje…». … … Entendido. Espere aquí.

—Gracias... … … Ahora retírese usted también.

—Gus, muévete.

—Sí.

—Oye, huesuda, ¿crees que este…?

—¡Maldición! Este también parece ser de silicona… ¿Cuántos más tendremos que llevar?

114

¡Carajo!

XCI

—También es falso… No te preocupes, Gusakee. Cada vez estamos más cerca.

El chico gruñó, agobiado.

XCII

—(…) Tienen que desalojar la habitación de inmediato.

XCIII

—… … Tampoco es.

—¡MIERDA!

—Paciencia, paciencia.

XCIV

—Gracias. Retírese usted también.

—¡TAMPOCO ES ESTE!

—¡Gusakee, no grites!

115

XCV

—Lo siento, Gus. No es…

XCVI

—(…) Tobías Martini.

—Un momento.

XCVII

—No, tampoco.

XCVIII

—Mmm… No, no es.

XCIX

—Este tampoco.

116

C

—(…) desalojar la habitación de inmediato.

CI

Názar movió su cabeza de un lado a otro.

CII

—(…) habitación de inmediato.

CIII

—Ya casi, Gus, te lo prometo.

CIV

—(…) de inmediato.

117

CV

—Falta muy poco. Paciencia.

CVI

Luego de más de 20 cuerpos, el muchacho ya estaba a una provocación de perder los

estribos.

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la habitación de

inmediato.

—A ver ese memorándum.

—Tome.

—Mmm… Está bien… … …

—¡Gus! Ten cuidado con la máquina. No debemos causar destrozos.

—Cállate.

CVII

Názar suspiró.

—Este tampoco es.

—¡YA! ¡ESTOY HARTO!

—Te entiendo, Gusakee. Sólo te pido un poco más de paciencia. Estamos a menos de la

mitad.

—Tú y tu paciencia… ¡Mira tu maldita oficina! ¡Parece una fosa común!

—No importa.

—¡Claro que importa! ¡Tal vez ese idiota de Tobías nos tendió una trampa! ¡Tal vez ni

siquiera está el cuerpo del diablo en este planeta!

—… … … Lo sé; pero primero tenemos que descartar…

—¡Descartar nada! ¡Voy a ir al siguiente laboratorio y mataré a todos!

—¡NO! ¡APÉGATE AL PLAN!

—… … … No… te atrevas… a gritarme… de nue-vo.

—¡Gu…! Gusakee, Fernando está de acuerdo en que tenemos que actuar con prudencia.

—¡¿Y dónde está él?! ¿Eh? ¡¿EH?!

—Te he estado observando todo este tiempo, gusano.

—¡S-señ…!… No sabía que… … … ¿Por qué nunca lo dijo? ¿Tú sabías sobre esto, N?

—No.

118

—No quise interferir, Gus... Y mira que deseé hacerlo cuando vi que viste que la muerte

había traído al idiota de Gabriel… Pero Názar tiene razón, tenemos que ser pacientes e

inteligentes en nuestros movimientos.

—Pues ya me harté de eso. Hemos recorrido más de la mitad de los laboratorios y aún no

damos con su cuerpo.

—Pero lo harán, tarde o temprano. La meta siempre estará ahí. Lo único susceptible de

cambio es el trayecto.

—Empieza a sonar como N. Y yo no soy como ustedes dos.

—¡Gusano! ¡No alimentes tu enojo! ¡Ni el mío! Te necesitamos tranquilo allá afuera.

¿Harás lo que te pedimos?

—… … …

—¡Vamos! Sé un hombre y aprende a tomar una decisión. O estás con nosotros o en

nuestra contra. Decídete ahora mismo. ¿Estás con nosotros? ¿Sí o no?

—… … … Yo…, yo… … ¡No! ¡Decido que no! ¡Decido hacer las cosas a mi modo! ¡El

siguiente laboratorio sabrá quién es Gusakee Yomimoto!

—¡Cualquiera puede romper cosas! ¡Romper cosas es de niñitos! No tienes opción, tu

respuesta será un «sí». ¡Ahora ve a la siguiente Área y haz el trabajo como se debe! ¡Es

una orden!

—… … … E-está… bien —masculló el muchacho, y desapareció en un abrir y cerrar de

ojos.

—Pensé que lo perderíamos.

—No, no te preocupes. Gracias a este sitio donde estoy descubrí que Gusakee no expulsará

su poder con un enojo mundano.

—¿Eso fuiste a hacer?

—Sí, eso…, entre otras cosas... Quería ver si esta rara sección del raro Unuscéntrum sabía

cómo provocar a La Tercera Eminencia. Ahora sé qué hacer y qué no... Gusakee necesita

mano dura.

CVIII

Las Áreas pasaron, los muñecos de silicona siguieron apareciendo; pero Gusakee guardó la

calma.

—Hola, traigo órdenes directas de Tobías Martini. Tienen que desalojar la habitación de

inmediato.

—¿Y el memorándum?

—Aquí está.

—… Bien. Vuelvo enseguida.

—Gracias.

—Listo. Pueden pasar.

—… … … ¿Notaron algo extraño en ese guardia?

—¿A qué te refieres?

—No lo sé… Fue como si…

119

—Eeeh… Oigan…, ¿es normal que…?

—¿Qué?

—Oh…, oh…

—¿E-es…, e-es… el diablo?

—S-señor…, ¿es usted?

—¡Ja, ja, ja! No, no soy el diablo, muchacho.

—¿E-eh?

—¿Creyeron que no nos daríamos cuenta?... 43 cuerpos extraviados, un estúpido con una

identificación falsa y un papel barato con un sello inexistente. ¿Creen que la OPD nació

ayer?

Aquel cuerpo que salía del ataúd, sin que Gusakee lo hubiese abierto, era idéntico a

Fernando Luciani Sansixto. La única diferencia física eran sus ojos. Sus ojos también eran

fieles copias; pero sin vida. Y su voz, su voz era diferente.

—¿Eres…?

—Soy la OPD…, soy Tobías Martini.

—¿Y qué harás ahora? ¿Eh? ¿Atacarnos? Tal vez no lo sepas; pero la muerte está de

nuestro lado.

—¿Atacar? No sé quiénes sean; pero no valen la pena. Sólo necesito salir a las calles con

este cuerpo para que el mundo entero pida a gritos los servicios de la OPD... La Realidad

Virtual Incrustada está a punto de ser la nueva realidad.

—¡Ja! No irás a ningún lado. Podrás parecerte al diablo; pero te aseguro que no tienes ni el

mínimo de su poder.

De pronto, Gusakee atacó. Con un solo derechazo a la mandíbula arrojó aquel cuerpo al

suelo.

—¡Mierda! ¡Pensé que sería un robot o algo parecido! ¡Esta cosa es real!

—Mira quién ríe ahora, niño.

—¡Cállate! Te recomiendo que te quedes en el suelo si no quieres que te arranque los ojos.

—No te atreverías.

—¿Quieres verlo?

—Me da igual. Este cuerpo es sólo uno de 6 clones perfectos. Los otros 43 eran simples

señuelos de silicona para distraer a los curiosos. Si le haces algo a este clon, tengo otros 5

para habitar… Hubiéramos creado 49 clones perfectos; pero salía demasiado caro.

—¿Por qué… lo hiciste?

—Utilizo la imagen del diablo a mi favor… Tengo al planeta entero en la palma de mi

mano; pero en caso de que surja un contratiempo que aleje a las personas de mí, puedo

presionarlas psicológicamente para que corran buscando refugio en mis brazos. ¿Cómo

crees que se sentirían si vieran que el diablo, el que supuestamente fue derrotado por la

organización internacional más poderosa, resurge de la nada para cobrar venganza? La

gente suplicaría de rodillas que la OPD salga al rescate, ya sea que invierta más dinero en

armamento o que metan a todos al UniAversus. Luego, si la situación lo amerita, puedo

matar a uno de estos clones para ganar más confianza. Y si de nuevo la determinación del

mundo fluctúa, tengo más clones a mi disposición.

—Bien. Veamos si es cierto —gruñó Gusakee, y con tan solo una patada destrozó la cabeza

de aquel diablo. Los sesos quedaron esparcidos por todos lados.

—¡Oh, carajo! ¡Eso… fue…! —exclamó Gabriel con inquietantes náuseas.

—No. Podrá parecer un humano; pero no lo es.

—¿Y qué haremos ahora? —inquirió la muerte.

120

—Darnos prisa. Tenemos que matar los otros 5 clones antes de que salgan a la luz.

—… ¿Eso… quiere decir que ningún cuerpo que vi en los 49 laboratorios es el verdadero?

¿Sólo son réplicas?

—Averigüémoslo.

CIX

—Vaya, tardaron más de lo que pensé.

—¡¿Qué?!

—¿Por qué te sorprendes, chico? ¿Creíste que controlaba esos clones por medio de hilos y

tenía que viajar hasta la otra Área para tomar los del nuevo clon? Estamos en el futuro,

muchacho, ni siquiera necesito estar en la Tierra para controlarlos.

—Felicidades.

Y Gusakee saltó sobre el clon para romperle el cuello.

—Realmente me estás asustando, niño —opinó Gabriel, conturbado.

—Vámonos —atajó Gusakee.

CX

—Oye, eres un maleducado. No me has dejado terminar de explicarles mi plan.

—No queremos escucharte.

—Ese es el punto. Con el clon anterior estaba por decirles que no sólo no necesito estar

presente, sino que tampoco necesito ser yo quien lo manipule.

—¿A qué te refieres?

—Ya destruiste 2 de mis 6 clones. No dejaré que destruyas el tercero.

—¿Y qué harás al respecto, eh?

—Dejar que el diablo haga su trabajo.

—… Explícate.

—Ah, ahora sí quieres explicaciones.

—… Te lo ganaste.

Y en menos de lo que cae un rayo, Gusakee había partido por la mitad al clon.

—¡Jojo! Sí que perdiste la paciencia, Gus.

—Sigamos… Sólo faltan 3.

121

CXI

—¡NO ME GUSTA QUE ME INTERRUMPAN!

—¿Sigues siendo tú? ¿No habías dicho que…?

—¡Mocoso insolente! ¡Ahora verás lo que…!

Pero Gusakee le aplastó la cabeza con ambos puños antes de que Tobías pudiera terminar

su amenaza.

—Lento.

CXII

—¡ME LAS PAGARÁS!

—¿En serio? Sólo te quedan 2.

En eso, justo cuando Gusakee dio un paso, aquel clon empezó a levitar. Los tres partidarios

del verdadero diablo se detuvieron.

—¿Ahora sí me dejarás…?

—No.

Y Gusakee apareció bajo los pies del clon, lo tomó del tobillo, lo arrojó con todas sus

fuerzas al suelo y aquel diablo terminó como un charco de sangre y órganos.

—¡Deprisa! Sólo le queda el último. Tenemos que evitar que salga a las calles.

CXIII

Los tres aparecieron en el laboratorio definitivo; pero el ataúd de metal no sólo estaba

abierto, estaba destruido.

—C-creo que… se fue.

—No, la verdad es que no —se escuchó una voz detrás de la terna.

Gusakee recibió un fuerte golpe en la sien que lo lanzó hasta la pared, la cual atravesó.

—N-no… debiste…

—Quería desquitarme antes de salir. Nos vemos luego —se despidió el clon, y destruyó el

techo del laboratorio con su cabeza cuando levitó a gran velocidad.

Gusakee estaba furioso. Se puso de pie luego de agitar la cabeza, y se dispuso a seguir al

diablo; no obstante, Gabriel se adelantó.

—¡Déjamelo a mí!... Hace mucho que quiero golpear a ese animal… aunque sea un clon —

122

se carcajeó el esclavo de la muerte, y ascendió por el enorme agujero que estaba creando

cual máquina perforadora la réplica parlante.

Gabriel alcanzó a su enemigo justo al llegar a la intemperie. Aquel laboratorio subterráneo

se encontraba sorpresivamente bajo un estadio de béisbol.

—Hola, extraño.

—¡Vaya! Qué forma de esconder un laboratorio…

—Agradece que esta noche no hay juego. ¿Te lo imaginas? Más de 15 mil personas atentos

al terreno, cientos de teléfonos celulares al acecho, el suelo abriéndose bajo la segunda base

y…, de pronto…, aparece el diablo, quien supuestamente había sido vencido por la OPD.

¿Qué crees que sucedería después?

—Ahora que lo pienso…, no me interesa...

123

CAPÍTULO 9

D. D. D. (D3)

—¿Eh?

—Yo ya estaba muerto. Disfrutaba del paraíso tranquilamente; pero la muerte apareció y

me obligó a venir… Lo que le suceda al mundo, al Cielo no le afecta, así que me importa

un carajo lo que hagas con tus juguetitos tecnológicos. Pero he de admitir que me ofrecí a

seguirte no para detenerte, sino porque tengo una deuda pendiente con el diablo y… me

encantaría… tener la oportunidad de volver a partirle el hocico.

—¿Me estás amenazando? ¿Te atreves a amenazarme?

—No…, una amenaza es la que puede o no cumplirse.

Gabriel desapareció frente a los lívidos ojos del clon y reapareció con su rodilla bajo éstos.

—¿Sabes qué es lo mejor de manipular un cuerpo que no es tuyo?

—Déjame adivinar: no sientes dolor.

—Exacto —se regocijó Tobías, retrocediendo unos metros todavía en el aire.

Sus labios sangraban copiosamente; pero su expresión era de total satisfacción.

—Qué lástima… El dolor se siente tan bien.

El clon del diablo entornó los ojos al ver que Gabriel había materializado una navaja en su

mano derecha para después abrirse, con un fino corte, la piel que revestía sus nudillos

izquierdos. Tobías estaba por abrir la boca cuando su enemigo desapareció una vez más y

se manifestó a centímetros de él para propinarle un gancho siniestro que lo arrojó hasta el

graderío. Gusakee apareció en el preciso lugar donde quedó el cuerpo desfigurado.

—¿Te diviertes en ese cuerpo, Tobías?

—Mucho —profirió.

—Pues será la última vez que lo hagas.

Gusakee lo tomó del cabello y lo alzó unos metros.

—Te equivocas —el clon de El diablo de Estocolmo sonrió ampliamente—. Dije la verdad

cuando mencioné que sólo teníamos 6 réplicas perfectas. Sin embargo, aún escondemos el

verdadero cuerpo del diablo.

—Y lo encontraremos.

—No, amigo, no… Él los encontrará primero.

—…

—Ahora mismo estoy conectado a una de nuestras creaciones tecnológicas más

prometedoras, la cual me permitía controlar a los 6 clones. Pero en el instante en que te

decidas a exterminar esta última réplica de tu amiguito, mi grupo de científicos llevará a

cabo la implantación de mi mente en el cerebro vacío del diablo. Sí, puedes destrozar estos

clones y decirle a la muerte que reviva a escoria como ustedes una y otra vez; pero el

cuerpo de Fernando es un arma y una armadura infalible. Cuando me encuentre en su

124

cabeza y mi mente tome el control de sus manos, no habrá bala que me dañe ni materia que

se me resista.

—… … …

—Bendita sea la tecnología, que nos deja sin palabras, ¿no lo crees?

—Te encontraré —masculló Gusakee, furioso.

El diablo sonrió burlonamente y el muchacho lo dejó caer a las gradas para clavarle los

dedos en sus cuencas y arrancarle los ojos. En ese instante, Tobías ya no tenía dominio

sobre el último clon. A lo lejos, en el campo, la muerte apareció enseguida de Gabriel.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó.

—N sabrá qué hacer. Yo iré a su oficina, ustedes busquen a Tobías y deténganlo; pero no lo

maten… De eso me encargaré yo —respondió Gusakee, al materializarse junto a ellos, con

una seriedad gélida.

CXIV

—¿Qué sucedió?

—Tobías tiene control sobre el verdadero cuerpo del diablo.

—¡¿Qué?!

—Nos deshicimos de todos los clones; pero antes de matar al último, ese idiota me confesó

que una de sus máquinas trasferirá su mente al cerebro del diablo.

—N-no tenía idea de… q-que eso fuese posible.

—¡¿QUÉ ACABAS DE DECIR?!

—¡Señor!

—¡¿Eso es posible?!

—A-al parecer.

—¡Názar! ¿Qué sabes sobre eso?

Názar agitó lúgubremente su cabeza.

—¿Por lo menos sabes dónde se esconde el verdadero cuerpo del diablo?

—La VID no me ha informado nada. Tengo a un equipo de cien personas revisando las

cámaras de vigilancia a las que tenemos acceso; pero tampoco logramos ver cada rincón de

la Tierra.

—Fantástico. Qué tipo tan eficaz —gruñó Gusakee.

—¡Oye! ¡Deja a Názar en paz y no estés «sarcasmando»!

—¿Eh?

—Sarcasmando: gerundio del verbo «sarcasmar». Sarcasmar: hablar sarcásticamente. Su

participio es «sarcasmado». Su conjugación es: yo sarcasmo, tú sarcasmas, usted

sarcasma, él sarcasma, nosotros sarcasmamos, ustedes y ellos sarcasman... ¿No fuiste a la

escuela? ¡Todo mundo lo sabe! ¿Verdad, Názar?

—¿E-eh? No…, n-no lo sabía.

—¡Sarcasmar! ¿No? ¿No conocían el verbo?... … ¡Vaya! Entonces lo saqué de un

pensamiento proveniente de una Tierra alterna… ¿Eso quiere decir que estar en el

Unuscéntrum me está volviendo más inteligente que Názar?

125

—¿Estuviste… en el Unuscéntrum? Es decir, ¿en la otra sección? ¿Fuera de…?

—Oh, sí. Salí un instante de nuestra sección VIP para experimentar un poco.

—¡¿QUÉ?! ¡¿Te das cuenta del riesgo que eso implica?

—No me grites, Názar.

—¡Pudiste haber regresado meses después!

—Pero no lo hice. Comienzo a dominar esto de cazar pensamientos en el Unuscéntrum.

Sólo tienes que ser certero.

—¡Demonios, Fernando!

—¡Názar! Tú nunca maldices.

—No fue una maldición.

—Sí lo fue.

—No, no lo fue.

—Sí, definitivamente lo fue. ¿Verdad, Gus…? ¿Gusakee? ¡¿Dónde está ese gusano?!

—¿Eh? ¡Fernando, ve a buscarlo de inmediato! ¡No permitas que arruine el plan!

—Dame medio segundo.

CXV

—¿Encontraron algo?

—No…, nada.

—¿Y si dejamos a un lado las batas de laboratorio y las identificaciones falsas, y

empezamos a abrir puertas a patadas?

—… ¡Rayos! Me encantaría; pero… N y el diablo tienen razón. Si provocamos a Tobías,

podría hacer algo que comprometa la imagen del diablo.

—¡Lo tengo! Vayamos a una ciudad grande y veamos los televisores. Si ese tal Tobías

decide aparecer con el cuerpo del diablo, seguramente le avisará a todos los medios de

comunicación para que transmitan la noticia en vivo a nivel mundial —opinó Gabriel.

—¡Bien pensado! ¡Dile a ese imbécil que digo que «bien pensado» y que me las pagará

por golpear a un clon mío!

—¡Eh! Está aquí.

—Sí. Quería asegurarme de que no harías nada estúpido.

—No, no lo haré…, no se preocupe —respondió Gusakee, cabizbajo—. Siento ser tan

explosivo a veces.

—Descuida… Créeme que si supieras lo que sé sobre ti gracias al Unuscéntrum, sabrías

que no has sido nada explosivo a comparación de lo que podrías ser.

—¿Tan… poderoso soy?

—Eres casi como un «Big Bang», muchacho.

—Wuau… Nunca lo hubiese imaginado.

—Pero ya llegará el momento de verlo. Por ahora será mejor que hagamos lo que dijo el

baboso de Gabriel. Estaré contigo. Necesito ver lo que ven tus ojos.

—Bien.

—Oye, chico, ¿te sucede algo?

126

—Seguramente está hablando telepáticamente con el diablo. Cállate.

—No, está bien, ya terminé… Vayamos a… … Mmm…

—¡Moscú! ¡Que sea Moscú! Nunca tuve tiempo de ir.

—Moscú, sí, vamos al centro de Moscú… El diablo nos acompañará. Verá y oirá a través

de mí.

—¿A través de ti? ¿Cómo…?

—Es parte de la larga historia que luego te contaré… o no —atajó la muerte.

—Como quieran.

—Ah, por cierto…, el diablo dice que tuviste una buena idea y que... … le da gusto saber

que estás ayudando.

—Oh… ¿En serio?... B-bueno —titubeó Gabriel con un gesto de sorpresa y desconcierto.

—¡NO ES CIERTO, GUSANO! ¡DEJA DE HACER ESO!

Gusakee sonrió y desapareció.

CXVI

La nieve cubría soberbiamente a la noche en aquella gran ciudad. El frío abrasador

corrompía los huesos; pero gracias a ciertos sucesos, Gusakee, Gabriel, la muerte y el

diablo no tenían que pasar por eso.

—Miren allá. Es una tienda de electrodomésticos.

Los cuatro entraron a ese sitio sin ser vistos. Estaba cerrado, así que ningún ojo humano los

percibió; pero tampoco ojos artificiales. Ahí pasaron toda la noche, observando diferentes

televisores. El diablo en ocasiones regresaba con Názar para preguntarle si La VID había

visto algo; no obstante, la respuesta era siempre desalentadora.

—Tal vez ni siquiera piensa salir todavía… Quizá tiene otro plan, quizá utilizará el cuerpo

del diablo para algo más —dijo Gusakee al amanecer.

—¡Oh! También podría estar ganando tiempo para que se acerquen las elecciones —

exclamó la muerte.

—Tienes razón… Incluso pudo habernos mentido. ¿Y si no tiene esa máquina para meter

su mente en el cerebro del diablo? Señor, ¿ha sentido algo en estas últimas horas?

—Sí. Aburrimiento.

—No eso. Me refiero a algo que le haya indicado que su cuerpo fue reanimado; pero que

su alma no pudo regresar. ¿Sintió algo así?

El diablo negó con la cabeza. Después recordó que nadie lo podía ver por estar en el

Unuscéntrum.

—¡Ah! No, nada.

—Eso debe de ser una señal. Tobías es un mentiroso. Estoy cien por ciento seguro de que

no tiene control sobre su verdadero cuerpo.

—No lo dudo. Soy demasiado genial como para que un humano cualquiera me controle.

—Muchacho, me incomoda que te quedes viendo a la nada de esa forma.

—Estoy hablando con el diablo. Al parecer, no ha sentido nada que le indique que Tobías

revivió su cuerpo.

127

—Bien. Entonces es todo. Vámonos de aquí —suspiró Gabriel, estirándose incómodamente

por estar varias horas sentado observando los televisores.

—Mmm… … No. Quédense.

—¿Eh? P-pero… Esperen. El diablo quiere que nos quedemos.

—¿Por qué? No tiene caso. Esto es estresante.

—Iré a hablar con Názar. Tengo un plan. Ustedes sigan observando. No se muevan de

aquí hasta que regrese. No tardaré.

—E-es… está bien. El diablo dice que regresará en unos instantes. Esperaremos.

Gabriel bufó y volvió a tomar asiento. La muerte ni siquiera les prestó atención. Llevaba

media hora viendo una comedia mexicana.

—¡Jaja! Esos aztecas y sus tacos.

CXVII

—¡Názar!, tengo un plan.

—¿No han visto nada en las noticias de Rusia?

—Ya olvidémonos de eso. Probablemente Martini nos mintió y sólo está ganando tiempo

para el día de las elecciones.

—… … … No lo había pensado. Tienes razón.

—… … Sí…, tengo razón... A mí se me ocurrió… … Bueno, da igual, tengo un plan. Saldré

de nuestra sección VIP para buscar el pensamiento de Martini que me indique dónde

esconde exactamente mi cuerpo.

—¡NO! ¡NO! ¡Sólo tenemos un mes!

—Názar…

—¡Es…, es muy arriesgado!

—Mi instinto, Názar, mi instinto… ¿Acaso olvidas que si mi instinto me dice que te golpee,

tengo que hacerlo?

—… … … Está… bien… Te escucho.

—Buen chico... … … Ahora dame la pata.

—Fernando…

—Mejor te ordeno que no me des la pata… Bien hecho. Así me gusta. Buen chico.

—¡Fernando! ¡El tiempo!

—Como te iba diciendo, tengo un plan. Mi instinto ha hablado y dice que debo ir a ese

ordinario Unuscéntrum lleno de pensamientos comunes y corrientes… ¡Brr! Qué asco…

En fin. Tengo que salvar al mundo.

»Una vez allí, no perderé tiempo buscando los pensamientos de Martini que me indiquen

dónde se encuentra él o qué planea. No, eso no, no nos sirve de nada. Me dedicaré a

buscar el pensamiento sobre dónde escondió mi cuerpo. En cuanto tenga la localización,

regresaré, te la daré, la buscarás en tu mapa mágico de internet, mandaré a la perra de la

muerte por mi cuerpo, te lo traerá y te encargarás de reanimarlo para que yo pueda

128

regresar. ¿Qué te parece?

Názar suspiró.

—Que así sea…, que así sea.

—Pero eso no es todo. Mientras yo me encargo de eso, tú postúlate para Líder Mundial. Es

una orden.

—¡¿QUÉ?!

—Tú sabes quién eres. El mundo estará mejor en tus manos que en cualquier otras. Tienes

que darte a conocer, decirle a todos lo que has hecho estos últimos años, informarles sobre

los riesgos naturales de la RVI y, bueno, abrirles los ojos a los humanos. Tú mejor que

nadie sabe cómo hacerlo. ¡Tienes algo enorme a tu favor! Si no hubiera sido por lo que

hiciste en La Depresión del 21, ni siquiera estaríamos vivos… Y no te preocupes por el

imbécil de Martini. Cuando el mundo te conozca, nadie votará por él. Confío en la

inteligencia y comprensión de las personas, y en la democracia aún existente… Sé que

entenderán tus acciones e ideales, y te elegirán… Eres la encarnación del bien, Názar, La

Segunda Eminencia… Y, no lo sé, tal vez, si cuando regrese ya eres el primer Líder

Mundial, no tengan que enfrentarse a muerte La Eminencia del bien y la del mal… Nada

está escrito, ¿no?

—F-Fernando…, no…, no sabía que tú… confiabas de esa forma en mí.

—Sí, pero no intentes besarme… Mejor me voy antes de que te pongas más sentimental.

—Oh, espera… ¿Cuánto tiempo pasaste en el Unuscéntrum antes de lograr comunicarte

conmigo? Quizá pueda calcular cuántos minutos terrestres equivalen a un minuto en el

Unuscéntrum, y así sabríamos...

—Oye, no lo sé. No acostumbro llevar un cronómetro a todos lados.

—Mmm… Está bien… Entonces no pod…

—Pero conté 230 líneas en 6 páginas, en la primera edición de la historia.

—¿Eh?

—Eso quiere decir que aproximadamente 4 líneas equivalen a 1 mes terrestre.

—¿C-cómo…?

—Sólo tengo que tardar menos de 5 líneas para llegar antes de las votaciones. Pan

comido. ¡Ah! Y cuando ganes, por lo que más quieras, no le pongas PangeAZ al mundo.

Nos vemos.

—¡No! ¡Espera!

CXVIII

—Hola, Unus. ¿Cómo están? ¿Bien? Qué bueno. Me da igual. Como sea. No estoy aquí por

ustedes. Hasta luego.

—¿Podemos ayudarte en alg…?

—No. Terminé. Hablan mucho. Vine rápido. Ya conseguí lo que quería. Adiós.

—Sabemos dónde está el pensamiento que nos pediste la vez pasad…

—¡¿En serio?!...

129

CXIX

—Listo. Ya sé dónde esconden mi cuerpo. Te sorprendería saber que en este momento se

encuentra flotando a la deriva en el interior de Júpiter. La OPD fue muy astuta, tengo que

admitirlo. Un mes terrestre después de mi llegada al Unuscéntrum, le dijeron al mundo que

enviarían una sonda a ese planeta para explorar su atmósfera. Pero después de lanzarla,

montaron una escena a computadora donde se observaban las supuestas últimas imágenes

que captó antes de ser destruida por un supuesto asteroide. Buena farsa. En realidad,

habían enviado mi cuerpo en un contenedor que se desintegró de inmediato, dejando mi

hermosa figura solita en aquella bola de gases.

—… Fernando… —musitó Názar, cabizbajo.

—… … ¿Sí?

—Feliz año nuevo y… bienvenido a PangeAZ… … … Ayer, Tobías fue elegido como el

primer Líder Mundial.

—¡¿QUÉ?! ¡¡ESTÚPIDOS HUMANOS!! ¡¡NO SABEN LO QUE ES MEJOR PARA

ELLOS!! ¡¡DEMONIOS!!

—Hice lo que pude, lo siento. Lo dije todo y… no gané.

—… … … Espera… … … ¿Gusakee y los demás siguen en la tienda de electrodomésticos?

—¿Eh?

—… N-no, nada… Ahora vuelvo.

CXX

—… No pensé que sucedería…

—¡Miren aquí!

En una de las pantallas, un noticiero transmitía imágenes aéreas en vivo de cientos de

personas formando una brutal fila afuera de un inmenso establecimiento con la insignia de

la OPD en el techo.

—¡Vaya! Sí que tenían prisa por probar ese estúpido simulador virtual.

—¡Señor! ¡¿Por qué tardó tanto?! Tobías ya gan…

—¡¿Por qué no se fueron de este lugar?! Son unos idiotas.

—Usted nos dijo que…

—¡Ya, ya! Eso no les quita lo idiotas… En fin... Tardé más de lo esperado; pero ahora sé

dónde está mi cuerpo. Es hora de arreglar este desastre… Dile a la muerte que se dirija a

Júpiter y traiga mi perfecta entidad. No sé la ubicación exacta; pero no creo que sea difícil

encontrar un cuerpo en ese planeta.

—¡Genial! ¡Shinigami! ¡El diablo regresó!

—Ya era hora.

130

—¡Quiere que vayas a Júpiter! ¡Allá está su cuerpo! ¡Lo encontramos! ¡¡Lo encontramos!!

—… … Gus…, yo no…

—Oh, por Dios… ¡Dile que no se atreva a decir que no puede ir a Júpiter!

—Fui asignado a la Tierra, no a…

—¡BASTA! ¡¡Que se calle!! ¡Ya escuché suficiente! ¡Dile que es un inservible!

—El diablo dice que…

—¿Sabes qué? Ya estoy harto de esto, ya perdimos mucho tiempo… Gusakee, es hora de

explotar.

—… ¿Q-qué?

—Llegó la hora, muchacho.

—… ¿Y-ya? P-pero… No estoy listo… N-no pensé que este día tendría que… d-

desaparecer… para siempre… Si tan solo me hubiera dicho días antes…

—Necesito que comas más pollo.

—¿Para qué?

—¡Para ver si así te salen huevos!

—…

—¡Vámonos! Tenemos que ver a Názar para el gran final… Dile a la muerte y a ese tonto

de Gabriel que…, que hicieron un buen trabajo; pero que ya no los necesitaremos.

CXXI

—¿Llegó la hora? ¿Ya? ¿Esto…, esto será todo para nosotros? —suspiró el joven Názar.

—… S-señor…, no estamos listos.

—No necesitamos estar listos, sólo estar presentes. El instinto hará el resto… No hay nada

que temer, hermanos… Confíen en mí…, confíen en el diablo.

—P-pero…

—¡AGH! ¡Ya cállense! ¡Haremos esto juntos y desapareceremos juntos! ¿Entendido?

—S-sí —asintieron las dos Eminencias al unísono, temerosos.

—… No se preocupen, muchachos…, cuando vuelvan a necesitarnos…, regresaremos.

—… Una pregunta: al morir, ¿la muerte nos guiará al Cielo?

—Ustedes dos irán al Cielo, sí; pero yo no. Mi espíritu se fundirá con El TODO para

seguir equilibrando las fuerzas que lo dominan, y mi alma se quedará en nuestra sección

del Unuscéntrum en espera de que mi reencarnación sea necesaria para reencarnarlos a

ustedes… Pero basta de plática. Názar, mata a Gusakee.

—… ¿E-eh?... P-pensé que sería algo más de… meditación… o algo parecido.

—¿Qué? ¡No! Eso es para gente trastornada. En nuestra sección del Unuscéntrum

descubrí que para que La Eminencia del mal expulse todo su poder, La Eminencia del bien

tiene que matarla.

—… O-oh… … E-está bien, N…, hazlo —le dijo Gusakee un tanto nervioso; pero

decidido. Y le ofreció un «kunai» que guardaba en su pantalón.

—No… Yo n-nunca he matado a nadie… L-lo siento, no puedo hacerl…

131

—Bueno…, tú me obligaste.

—¿Qué? ¿Q-qué harás?

—Hasta luego, Názar… Muchas gracias por todo.

De pronto, en tan solo un parpadeo, los ojos de Názar cambiaron. Ahora eran negros en su

totalidad.

—¿N? ¿Estás...?

—Me dio gusto conocerte, gusano. Gracias por ser siempre tan fiel…, amigo… Nos vemos

luego.

Aquel era Názar Reilly; pero su voz era la del diablo. Y fue éste, en el cuerpo del

muchacho, quien levantó su mano derecha cual hoja de espada y la dirigió hacia el pecho

de Gusakee, justo en el corazón, atravesándolo de inmediato, pulcramente, como un rayo de

luz perforando una nube.

Los ojos de Gusakee también cambiaron. Se habían vuelto, en su totalidad, blancos. Y, en

eso, su cuerpo, asimismo, mutó… En tan solo un par de segundos, la figura del joven medía

ahora 3 metros de altura, pesaba media tonelada de puro músculo y un halo rojo lo

abrazaba—. Vamos, muchacho, daremos un paseo antes del descanso —se dijo. Su voz era

la del diablo.

Gusakee desapareció de aquella iglesia dejando un mar de fuego en su lugar, y reapareció

levitando, sin dificultades, en el espacio… Miró de un lado a otro… A lo lejos lo vio. Era el

cuerpo del diablo.

El enorme muchacho se deslizó sobre la atmósfera del planeta a gran velocidad sin ser

afectado por absolutamente nada. Kilómetros después logró tomar con suma delicadeza el

inerte ser. Estaba íntegro, a pesar de las circunstancias… Desaparecieron.

El joven Gusakee apareció esta vez frente a una inmensa estrella de fuego blanco y levitó

hasta su interior. Allí dejó el cuerpo del diablo, el cual fue envuelto por las llamas; sin

embargo, no le hicieron daño, sólo lo acobijaron… Desapareció.

Gusakee reapareció en la Tierra. Se hallaba afuera de una oficina muy elegante, cuya

ubicación era las entrañas de un sofisticado laboratorio subterráneo. Entró sin tocar la

puerta. No cupo en la pared. Alguien dentro de la habitación le disparó consecutivamente.

—¡NECESITO REFUERZOS! ¡DEPRISA!

—Disculpa, no sabía que se caería. Bueno, tal vez sí; pero qué importa, ¿no? En el

UniAversus podrás tirar y levantar paredes a diestra y siniestra.

—T-tu voz… Tú… P-pero… ¿Y ese cuerpo?

—Es de un viejo amigo. Pero explotará en unos minutos, no te preocupes. Sólo vine a

despedirme y a agradecerte.

—… ¿Uh?

—Sí. Quiero darte las gracias por enviarme a este lugar donde me encuentro actualmente.

Desde aquí tengo acceso a todas las mentes de todos los seres vivos… Por cierto, cuando te

haga renunciar, confesarás algunas verdades y… otras las inventaré por pleno gusto, así que

tal vez, cuando llegues al Unuscéntrum, te enteres de que el mundo ahora aborrece tu

nombre y tus creaciones, y bautizó a la nueva era en mi honor —sentenció con tranquilidad.

Era el cuerpo de Gusakee Yomimoto, La Tercera Eminencia; pero la voz le pertenecía a La

Primera, al diablo, a «El diablo de Estocolmo».

132

EPÍLOGO

Luego de haber usado el cuerpo de Gusakee para su último cometido, EL DIABLO DE

ESTOCOLMO envió al muchacho hacia el interior de la singularidad espacial más cercana,

donde su cuerpo se comprimió hasta reventar, ocasionando que la explosión creada por La

Tercera Eminencia fuese absorbida por la naturaleza del vórtice negro. Y, desde ese

momento, Fernando Luciani se apoderó de la entidad de su enemigo: Tobías Martini.

Lo primero que hizo fue revelar en un comunicado las consecuencias negativas de la

Transición al UniAversus. Posteriormente, prohibió y condenó el uso de la Realidad Virtual

Incrustada. Asimismo, reconoció la valiosa e impresionante labor humanitaria de Názar

Reilly a lo largo de sus cortos 20 años. En consecuencia, cambió el nombre de PangeAZ

por «Názion». Esto a través del mismo comunicado que se difundió simultáneamente en

todos los medios, comunicado que aprovechó para explicar detalladamente cómo EL

DIABLO DE ESTOCOLMO, en su infinita sabiduría y atractivo sin igual, le había abierto

los ojos, mostrándole lo equivocado que estuvo todo ese tiempo con respecto a sus ideales.

Al final, como último mandato que decretaría siendo Líder Mundial, legisló que jamás

habría otro Líder Mundial y que el planeta se regiría a sí mismo mediante una democracia

sin intermediarios, siendo el internet la única vía para sugerir cambios y votar por ellos. En

su despedida, Tobías Martini le pidió al mundo que venerara el recuerdo de los héroes que

lucharon en todo momento contra aquella tentación tecnológica llamada UniAversus, y

exhortó al planeta a que no se olvidara de sus orígenes y no volviera a intentar ir en contra

de la naturaleza.

La Tierra escuchó, consternada, aquellas palabras. Había sentimientos encontrados; pero

todos ellos se unieron al oír la despedida terminal de Tobías Martini, cuyas palabras incluía

la confesión de sus verdaderas intenciones con el UniAversus y todas las mentiras que la

OPD, junto con los gobiernos, le hicieron creer al mundo.

La Názion permaneció fría. No había alma que no estuviese atento a aquella transmisión. Y

aunque la rabia se hizo presente en cuanto el primer y último Líder Mundial confesó sus

crímenes, la consternación tomó el papel protagónico al ver cómo sacó una escuadra blanca

de su ropa y posó el cañón de la pistola en su sien.

«No fui un buen hombre en esta vida. Espero encontrar el perdón en la otra. Pero aun si no

lo encuentro, seré feliz si consigo que el diablo se apiade de mi alma», fueron sus últimas

palabras, que pronunció con lágrimas en los ojos y una mirada de súplica… La transmisión

se detuvo antes de que jalara el gatillo… El mundo jamás volvió a saber de Tobías Martini.

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EPÍLOGO del EPÍLOGO

(¿DUPÍLOGO?)

La Názion reconoció la vida de EL DIABLO DE ESTOCOLMO y la de todos los

involucrados en la reinserción de la humanidad. Ese mismo día, el mundo votó para que se

dejara atrás lo acontecido en años pasados, por lo que a partir de ese 1 de enero del 2033

inició una nueva era para la humanidad y se escogió «D3» como nombre.

Así, desde el primer día del primer mes del primer año de la era «Después Del Diablo», los

países y demás territorios fueron rebautizados. Ninguno conservó su nombre anterior, ni

siquiera los océanos; y fue precisamente en uno de éstos donde unos años después, por la

noche, la sexta noche del sexto mes del sexto año de la era D3, una nave espacial apareció

con severas averías. Sin embargo, no lo hizo en la superficie. El vehículo estaba tan

deteriorado que no respondió debidamente y se materializó dentro del agua. Para buena

suerte de su único tripulante, sólo fueron unos metros de diferencia y logró salir con vida,

así que nadó hasta la costa más cercana. Cuando llegó a tierra firme se sacudió la arena del

traje y caminó exhausto hasta un sombrío sendero. Al lugar arribó con urgencia un

automóvil blindado. Del automóvil salió un hombre. El hombre le apuntó con una extraña

arma al piloto de la nave y le pidió que se identificara. El piloto se despojó de su traje y se

exprimió el agua de su oscuro cabello. Aquel piloto era mujer. Su nombre: Leonor Luciani

Bundy.

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ADVERTENCIA: Esta es sólo una novela de fantasía; léase como tal.

Carlos de Hernáheson