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Capítulo 1 Las sociedades mediterráneas del centro-oeste argentino

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Capítulo 1Las sociedades mediterráneas delcentro-oeste argentino

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Arqueología de las Sierras Centrales:problemas y perspectivas actuales*

Andrés Laguens

Museo de Antropología, Universidad Nacional de CórdobaContacto: [email protected]

Introducción

La invitación a participar en las Jornadas de Arqueología y Etnohistoria del CentroOeste, un espacio que desde su inicio intenta dar cuenta de un pasado regional y resul-tan un punto de encuentro de múltiples voces y perspectivas, se convirtió para mí en undesafío. Me propusieron dar una charla que sirviera como gatillo para exposiciones ydebates posteriores sobre arqueología de la región. En este contexto, el desafío no eramenor: la idea era identificar conjuntos de problemas que merecían reflexión y debateen relación a la arqueología de Córdoba y San Luis, pero ¿desde qué perspectiva hacer-lo? ¿Cómo encarar algo así sin que fuera entendido como una prédica o como unaagenda? Me pareció que lo más prudente era entonces hablar desde la propia experien-cia, realizando un recorrido de nuestros trabajos de las últimas décadas, sin ningunapretensión más allá de aquella de reflexionar desde una perspectiva crítica que nospermita recapacitar sobre nuestra propia práctica, invitando así indirectamente a unadiscusión que nos ayude a pensar la arqueología regional. En nuestra esperanza que apartir de allí los colegas, también desde sus propias trayectorias, se identifiquen –o biense diferencien– en los problemas, las perspectivas, las preguntas y abramos así el diálo-go. Pienso que por eso hoy llamar a esta presentación «Reflexiones actuales desde laarqueología de Córdoba y San Luis» hubiera sido quizás más apropiado.

Para lograr lo propuesto, iremos teniendo en cuenta en nuestro relato algunos tópi-cos que consideramos centrales, en tanto han incidido e inciden sobre las formas deentender el registro arqueológico y el pasado regional, considerando a la par los contex-tos sociales y políticos de producción del conocimiento, junto con las limitaciones quenos imponen nuestras propias pre-nociones sobre el registro y las poblaciones locales.

Justamente, una pregunta que siempre nos hacemos es cómo estamos entendiendoal registro arqueológico, como concebimos y construimos a través de él al otro y anosotros, de qué manera conceptos teóricos, genealogías, contextos sociales –acadé-micos y extra académicos– más los propios objetos y contextos arqueológicos parti-culares se imbrican en un entramado con distintos efectos sobre nuestros modos de

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hacer y comunicar. En definitiva, nos preguntamos qué arqueología estamos hacien-do, qué problemas estamos definiendo y qué pasado estamos (re)construyendo.

Es entonces esta una oportunidad para analizar estos problemas desde el caso parti-cular de la arqueología de Córdoba y San Luis, tomando como tema nuestra propiaexperiencia, aquella realizada en conjunto con Mirta Bonnin y un equipo de colabora-dores. Esto no sólo nos dará más confianza y detalle sobre lo que estamos hablando, sinoque también es pensar que no estamos aislados, que de alguna manera todos participa-mos en redes y entornos más amplios que lo local, siendo muchas veces, sin querer,colegas invisibles (Laguens, 2007a) y que nuestra práctica profesional, como otras, esuna expresión de época. Entonces, qué mejor que hablar desde donde más conocemos.

Las personas y el ambiente

En una mirada retrospectiva, cuando empezamos a hacer arqueología de Córdobahace 24 años atrás, nos dimos cuenta que nos habíamos introducido en una región quese venía trabajando desde hacía casi un siglo con una tradición general de trabajarsitios aislados (por ejemplo, Berberian, Marcellino y Pérez, 1968; González, 1950;Menghin y González, 1954) estudios de colecciones y trabajos de síntesis (De Aparicio,1936; Outes, 1904; Serrano, 1941, por ejemplo). El panorama era un mosaico deinformación dispersa, aunque amalgamada en tres grandes construcciones: Ayampitín,Ongamira y las sociedades agroalfareras. Esto tenía validez para toda la región, enten-dida ésta como una unidad geo-cultural homogénea de límites más o menos fijos en eltiempo, las Sierras Centrales, caracterizada como una región de tránsito y convergen-cia a través de distintas interacciones con las regiones culturales aledañas.

Si nos preguntamos cuáles eran los problemas de la época, dada su generalidad,quizás tendríamos que decir que no era una arqueología orientada específicamente aproblemas, en todo caso, a los sitios en sí o más bien orientada al puro conocimiento,al descubrimiento.

En este contexto, se nos solicitó trabajar un sitio: El Ranchito. El sitio había sidodescubierto por un aficionado local1, quien brindó todo su apoyo y colección para suestudio por parte de profesionales del Instituto de Antropología de la UniversidadNacional de Córdoba en la década de 1970. Resultado de los trabajos de campo, queincluían tanto intensas recolecciones de superficie como algunas excavaciones, conla recuperación de un esqueleto humano y un fechado cercano a los 3000 años deantigüedad, se conformó una vastísima colección del sitio que sirvió de inicio para elplanteo de un proyecto que incluyera a este sitio (Laguens y Bonnin, 1987b).

Con una formación en arqueología desde las Ciencias Naturales, y crecidos en uncontexto histórico social caracterizado por los movimientos hippies de fines de los‘60, la Universidad post Mayo del ‘68, el auge de la izquierda y el retorno del peronismoa inicios de la década de 1970, y habiendo estudiado arqueología durante el ProcesoMilitar, estábamos orientados teóricamente por los postulados de la Nueva Arqueolo-gía, en tanto una forma de reaccionar contra el sistema y realizar una ruptura con lasteorías tradicionales. Compartíamos el optimismo cientificista de la NA, su «pérdidade inocencia» y veíamos allí la posibilidad de actuar en el presente a partir del cono-cimiento positivo del pasado. Ello implicaba, por un lado, entender que la arqueolo-

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gía debía estar orientada a problemas, pasados y actuales; por otro, que para solucio-narlos era necesario un conocimiento detallado y profundo, que sólo se podía lograrcon criterio regional, es decir, haciendo arqueología de espacios geográficos delimi-tados, con proyectos a largo plazo, y con técnicas de campo y gabinete adecuadas atales fines, como la excavación con registro tridimensional y técnicas analíticas lomás objetivas posibles, tanto a escala contextual como artefactual, como lo proponíala Arqueología Analítica inglesa. Ello también implicaba entender al registro arqueo-lógico como fuente de datos no autoevidente, a partir del cual, de acuerdo a laspreguntas que le hiciéramos, las técnicas analíticas empleadas y proposiciones teóri-cas de rango medio, podríamos encontrar algunas respuestas.

Este punto de vista implicó plantear un proyecto interdisciplinario, entre arqueo-logía, ecología y etnohistoria, el Programa Chuña (Laguens, et al., 1987), donde elsitio problema, generador del trabajo, se articulaba en un proyecto regional, tomandoun valle y la cuenca de su río principal como eje espacial de estudio (el Valle deCopacabana, en el Dpto. Ischilín) y, como problema, a las formas humanas de adapta-ción a un medio árido-semiárido y su cambio en el tiempo, desde los inicios de laocupación del valle hasta la actualidad (Laguens y Bonnin, 1987a). De este modo, laproblemática particular del sitio El Ranchito era redimensionada en un contextoespacial, temporal y cultural más amplio.

El proyecto se realizó a partir de 1983 desde el Instituto de Antropología2 de laUniversidad Nacional de Córdoba, en un contexto académico y político transicional,entre la represión y la falta de libertad intelectual del gobierno militar y la aperturaincipiente en la democracia. Esta circunstancia resulta interesante, en tanto la mismaperspectiva procesual que el sistema político y académico veía como objetiva y polí-ticamente neutra –como si la neutralidad fuera apolítica– y fuera favorecida en algu-nos ámbitos, podía ser utilizada en un contexto social marginal con otros fines, pesea las restricciones en la libertad de conocimiento, pensamiento y expresión del mo-mento. Derechos estos últimos a los que tardamos en acostumbrarnos una vez recupe-rados, dados el temor y la autocensura en la que solíamos vivir, junto con la incerti-dumbre en la estabilidad del nuevo sistema político. Pese a ello, esta situación permi-tió el inicio de las investigaciones regionales en un proyecto que finalmente duró 12años, a las que se sumaron trabajos con la comunidad desde equipos de investigacióny desarrollo rural, de educadores, historiadores, sociólogos y extensionistas, en elcumplimiento de los objetivos del Programa Chuña, muchos de los cuales aún hoycontinúan desarrollando su labor en el valle de Copacabana.

Los problemas y resultados del proyecto en el ámbito arqueológico permitieronavanzar en el entendimiento y conocimiento de las poblaciones locales pasadas, gene-rando modelos sobre la lógica de sus estrategias económicas, el uso del espacio y sobrelas formas de organización política (Laguens, 1999, por ejemplo) –los que no viene alcaso relatar aquí– que aún hoy están en uso y son puestos a prueba en otras zonas de laregión (por ejemplo, Berberián y Roldan, 2003; Pastor, 2005), así como están siendoincorporados y reinterpretados por pobladores locales (Sanchez et al., 2006).

Ahora bien, nos preguntamos ¿registro de qué era el registro arqueológico? Bási-camente, registro de las interacciones de los individuos y las sociedades con su am-biente en los procesos de adaptación. Sociedad y naturaleza eran dos ámbitos separa-dos, aunque interactuantes, vinculados a través de las estrategias tecnológicas, eco-

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nómicas y sociales puestas en juego en los sistemas culturales (Laguens y Bonnin,1987a). El registro arqueológico era una manifestación de la dimensión material deesas interacciones y, a través de éste, podíamos lograr conocimiento de las formas deadaptación de las sociedades humanas a su ambiente, un potencial informativo me-diante el cual podríamos aprender de las sociedades del pasado –idealmente socieda-des con un buen conocimiento de su medio al cual estarían ajustadas armónicamente–para aportar ese conocimiento y aplicarlo en el presente.

Justamente del planteo de estos problemas y de sus resultados, es uno de los temassobre los que queremos reflexionar aquí y compartir cómo esto nos ha llevado a repensarnuestras propias prácticas. Son varias las críticas que se han hecho sobre la arqueologíaprocesual ortodoxa, y no tiene sentido repetirlas aquí, pero sí señalar dos aspectosclaves que consideramos todavía pueden ser problemas actuales en la práctica profesio-nal: por un lado, la relación entre lo universal y lo particular y, por otro, nuestro enten-dimiento de los otros (y por ende, de nosotros), y cómo ello va a afectar la construcciónque hagamos del pasado y los usos que a ello le demos, nosotros u otros.

Iniciamos el proyecto con una pretensión de universalidad, en el sentido que laspoblaciones humanas del Valle de Copacabana eran un caso particular de principios yleyes generales de valores transhistóricos y transculturales. Para ello utilizamos marcosexplicativos de la ecología evolutiva, así como ciertos principios teóricos tomadosprovisoriamente como teorías de rango medio, junto con la teoría general de sistemas,modelos de forrajeo, de recolección, maximización, evitación del riesgo, etc. (Laguens,1999). Al hacer esto, sin quererlo, estábamos naturalizando una esencia humana, paratodo tiempo y lugar, sin dar opción a la manifestación particular de alternativas y aldesarrollo de otros modos de ser. Además, estábamos proyectando al pasado una formade relación con la naturaleza, creyendo a esta también como poseedora de una esenciainmutable, a la par de considerarla a priori un ámbito opuesto a lo humano, como sinuestra perspectiva occidental también fuera universal. En realidad, no nos dábamoscuenta que al usar estos modelos todo ya estaba explicado; como dice Bourdieu, se dabapor explicado aquello que queríamos explicar (Bourdieu et al., 1975:36), sólo era cues-tión de encontrar en el registro lo que nuestra modelos predecían. Y, sin embargo, en elregistro arqueológico nos encontrábamos con otras dimensiones, sobre todo al trabajarel problema del contacto hispano indígena y considerar también los datos etnohistóricos.

Esos humanos medios, que creíamos universales, en cierto sentido «naturales»,respondiendo a reglas generales, tomando decisiones racionales y actuando con unalógica económica de oferta y demanda, se desviaban de las reglas: además de ajustarsea los modelos, también hacían un uso ilógico de los recursos, sobre-explotaban elmedio, implementaban estrategias no económicas para la subsistencia, se arriesgaban,resistían a la dominación española, hacían alianzas, redefinían su condición de in-dios, entre otras cosas (también quizás universales), no previstas en los modelos(Bonnin y Laguens, 1999; Laguens, 1999). Es decir, las respuestas particulares, indi-viduales o colectivas, de los aborígenes de Copacabana, se «negaban» a reafirmar demanera completa para el pasado algunos de aquellos supuestos, pre-nociones y mode-los de la ciencia universal de los cuales partimos, modelos que justificaban y natura-lizaban así desde el pasado una lógica económico occidental y una clase de relacio-nes de los humanos con la naturaleza. Es más, una lectura no especializada de nuestrotrabajo podía caer en el riesgo de interpretar la desaparición de los pueblos de indios

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en el siglo XIX como un proceso de mala adaptación y extinción, algo totalmenteopuesto a lo pensado.

La fuerza de esos conceptos teóricos era tan fuerte que no nos dejaba ver el nexo delpasado con el presente, sino que imaginábamos a la historia local como una serie dediscontinuidades. Sin embargo, habían sido los mismos descendientes del último curacalocal, los hermanos Tino y Chacho Montes, propietarios de las tierras del Pueblo deIndios de San Antonio de Nunsacat, quienes nos habían autorizado a trabajar en el lugar,quienes nos contaron su historia local y nos demandaban más conocimiento. Afortuna-damente, no quedarnos sólo con el registro arqueológico y sus modelos, nos ayudó acomprender otra realidad y, por ejemplo, pudimos captar la vigencia de mecanismos deexclusión social en el pasado que tienen sus consecuencias aún en la actualidad, asícomo nos ayudó a cuestionar los alcances y limitaciones de nuestra propia disciplina, almismo tiempo que nos llevó a repensar nuestra responsabilidad moral.

En síntesis, y en términos de la invitación de las Jornadas, creemos que uno de losproblemas con los que nos encontramos es cómo pensar esta dimensión del registroarqueológico regional y la práctica profesional. La universalización del registro parti-cular en aras de la ciencia internacional y los problemas de la arqueología mundial nosalejaban de las voces de lo local, pasado y actual. ¿Cómo conciliarlo? Si bien no es unproblema particular sólo de la arqueología local, sí nos incumbe en el contexto actualdonde las demandas y la participación de las poblaciones locales –criollas, originariaso no– en relación al patrimonio y la construcción del pasado es cada vez mayor, a lasque debemos dar respuesta y con los cuales debemos dialogar, no desoír o evadir.

Las personas y las cosas

Retomando nuestro itinerario personal para llegar a los problemas en común, trasla finalización del Programa Chuña, en 1995, nuestros intereses profesionales se cen-traron en temas similares con respecto al cambio social, aunque ahora con ciertainsatisfacción con respecto a la arqueología que hacíamos, lo que nos llevó a nuevasbúsquedas teóricas.

Esta sensación, sumada a las dificultades impuestas por la legislación provincialsobre las autorizaciones para la práctica profesional de la arqueología, que comenzóa exigir requerimientos imposibles de cumplir en un proyecto, contribuyeron a quenuestros esfuerzos se desviaran hacia el NOA en proyectos de arqueología política,los que nos acercaron también a otras lecturas y perspectivas.

Desde el punto de vista del contexto del pensamiento científico del momento, esindudable que los planteos posmodernos habían abierto la puerta a posiciones másheterodoxas y críticas –no necesariamente etiquetables como post-procesuales– don-de aspectos antes considerados como inalcanzables arqueológicamente, como lo so-cial, lo político, lo ideológico o los significados de las cosas, por ejemplo, ahorapodían ser tema de estudio. En ese entorno intelectual, la arqueología de mediados dela década de 1990 no era la misma que la de inicios de los ‘80. Las cuestiones eranotras, los problemas ahora se centraban en el individuo, en el valor de la individuali-dad y no en lo colectivo –como en los sistemas adaptativos–, importando la agenciade individuos inmersos en relaciones sociales estructuradas y estructurantes.

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Con respecto al contexto institucional, a partir del año 1997 la Antropología enCórdoba cobró un nuevo impulso a partir de la gestión de la Facultad de Filosofía yHumanidades, al reconocerla como un área de vacancia, apoyando la re-fundación delMuseo de Antropología y obteniendo un subsidio del FOMEC3. El Museo de Antro-pología se trasladó a una nueve sede en el año 1999, replanteando su exhibición ydefiniendo una nueva misión4, creciendo institucionalmente e incorporando las áreasde Antropología Social y Bioantropología a la ya existente de Arqueología, connumerosos investigadores y becarios. Este crecimiento en personal y proyectos deinvestigación, conservación y educación, fue acompañado por un incremento en lacantidad de oportunidades y en los montos de los subsidios para la investigación delas agencias de promoción científica estatales como la ANPCyT, la Agencia CórdobaCiencia S.E. y más tardíamente el CONICET, coadyuvando al emprendimiento deproyectos multidisciplinarios y de largo plazo.

Paralelamente a este desarrollo de la Antropología, las demandas por rescates o salvatajesarqueológicos fueron creciendo notablemente a partir de mediados de la década de 1990,y desde el Museo de Antropología consideramos una responsabilidad dar respuesta inme-diata a estos pedidos. Esto, junto con la actividad extensionista del Museo, con programasespecíficos de arqueología en la escuela primaria y programas de colaboración con mu-seos del interior provincial, nos fueron acercando a una perspectiva preocupada en loregional y a una comprensión de algunos puntos del proceso de desarrollo de las pobla-ciones aborígenes que apuntaban a una tendencia hacia una diversificación regionalcreciente y desarrollo de identidades locales, procesos en curso cuando la conquistaespañola (Bonnin y Laguens, 2000), como señalaremos más adelante.

A su vez, la actividad extensionista nos acercó a la posibilidad de interactuar conalgunas comunidades del interior, actividades que fueron desde colaboraciones oasesoramientos en los museos locales, hasta programas con la comunidad, incluyendotanto temas de educación patrimonial como investigaciones con miras a la aplicaciónde propuestas sustentables de conservación, tal como es el caso de los sitios con arterupestre del NO de la Provincia, particularmente en la zona de Charquina, por ejem-plo. Se trata de una localidad riquísima en manifestaciones estéticas rupestres en unasituación de riesgo por la explotación minera, donde se pasó de una explotación detipo artesanal a una industrial que está arrasando rápidamente con los sitios arqueoló-gicos (Ochoa, 2007).

También los proyectos de investigación y extensión nos fueron acercando mutua-mente con las comunidades originarias y criollas locales, quienes se han involucradocon el patrimonio y con los cuales no sólo compartimos la información arqueológica,sino también los estudios biomoleculares de un proyecto sobre el poblamiento origi-nal (Fabra et al., 2005) y quienes, bajo consentimiento explícito, están ayudando a ladeterminación individual de filogenias americanas originarias, contribuyendo así a laafirmación y construcción de identidades actuales.

La mayoría de los rescates arqueológicos que demandaban las comunidades esta-ban vinculados con hallazgos de restos humanos en riesgo, como el caso particulardel yacimiento de Agua de Oro en las Sierras Chicas, donde el descubrimiento en1998 de una serie de enterratorios datados luego en alrededor de 4000 años atrás(Laguens et al., 2006), colaboró para que tomáramos conciencia de la necesidad detrabajar junto con la Antropología biológica (Fabra, 2000) y emprender el estudio de

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las poblaciones humanas de cazadores recolectores desde una perspectivainterdisciplinaria (Laguens et al., 2002, 2007). Las limitaciones de la legislaciónprovincial, también impulsaron a plantear inicialmente un proyecto de amplia escalageográfica, incluyendo así a San Luis, con estudio de colecciones, trabajos geológicos,paleontológicos (Laguens et al., 2002), junto a estudios bioantropológicos de pobla-ciones pasadas y actuales, proyecto aún en curso.

Allí nos planteamos el problema del poblamiento original de la región desde unenfoque geográfico más abarcador, incluyendo regiones aledañas y vinculando los proce-sos locales con procesos de poblamiento continentales realizados en el límite Pleistoceno-Holoceno por vías de menor costo desde el Este de la región (Laguens et al., 2007).Planteado el problema desde una perspectiva de la ecología del paisaje (Laguens, 2006),además del poblamiento inicial nos interesan los procesos posteriores de dispersión ydiversificación de las poblaciones, generando espacios de habitat particulares.

Uno de los temas ejes del programa de estudio es la definición de lo regional,como un proceso de generación de entramados sociales que trascienden el alcanceespacial de lo local y el temporal de la inmediatez de las relaciones interpersonales.La idea es ver cómo los grupos van construyendo redes de relaciones entre el medio yotras poblaciones humanas, analizar cómo en este proceso se van definiendo prácticascon una lógica propia y cómo sobre esta base luego se van generando distintos alcan-ces de lo local, se generan identidades, hay rupturas, continuidades y se forjan dife-rencias. Ello, por ejemplo, parece haber sucedido entre Ayampitín y Ongamira entanto modos de vida de economía cazadora recolectora: al realizar una comparaciónentre ambos, encontramos que aún frente a ciertas continuidades, se trata de doslógicas distintas, de dos modos de relacionarse con la naturaleza y de construir unpaisaje social, donde a partir del Holoceno medio se comienzan a generar modalida-des regionales, con crecimiento de la población, expansión de los límites de losespacios de hábitat y definición de territorialidades, probablemente vinculadas conprocesos de diferenciación individual, y quizás de demarcación étnica, materializadoen el uso de estilos demarcatorios en lo estético, mueble e inmueble (Bonnin y Laguens,2000). A esta misma lógica parece haber respondido también el intercambio a largadistancia de obsidianas que se registra en Intihuasi, donde las redes de interacción ylas prácticas de consumo parecieran trascender lo económico y participar en otrasesferas sociales y de vínculos extra-regionales (Laguens et al., 2008).

Este problema de diversificación regional progresiva, a la par de la construcciónsimultánea de lugares, también lo analizamos entre los grupos agroalfareros, así comoparticularmente en el momento de transición entre el modo de vida cazador recolectory el modo de vida aldeano posterior, tratando de entender también cuáles son losesquemas subyacentes en las prácticas involucradas en cada caso y cómo, en distintosprocesos y contextos de interrelación, se van redefiniendo capitales y generandocampos sociales distintos.

El problema de la generación de nuevos entramados sociales en la transición entre elmodo de vida cazador recolector y el aldeano es un excelente ejemplo de cómo la incor-poración de dos elementos tecnológicos, como la agricultura y la cerámica, al ser introdu-cidos en otras tramas heterogéneas de relaciones materiales e inmateriales, tuvieron distin-tos efectos sobre las personas y los grupos de personas, no ajustándose estrictamente a unmodelo de «neolitización» (Laguens, 1999b). Hallamos que su incorporación en

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entramados previos en distintos lugares fue construida de manera diferente en cada re-gión, con diferentes rupturas y continuidades en cada caso, y con distinto grado de inci-dencia en distintos ámbitos. En Copacabana, por caso, en poblaciones que crecieronnuméricamente con la nueva tecnología de producción, su lógica de manejo de los recur-sos económicos siguió siendo la misma que la previa, integrando a la agricultura con lacaza y la recolección en una misma estrategia, aunque sin embargo, cuando esos mismosrecursos fueron puestos en juego en otros campos, como el del poder y la autoridad, seconstituyeron nuevos entramados sociales. Así, por ejemplo, en el momento de la con-quista parecieran haber estado en definición espacios de poder distintos, con una diferen-ciación política incipiente, asociados a mecanismos de control y distribución de losrecursos económicos, en cierto sentido convertidos de recursos económicos en capitalessociales o políticos (Laguens, 1999a). Esto parece haber sido parte de la misma tramadonde se incluyen nuevas formas de interacción social, enmarcadas en una vecinalidadgenerada en la vida gregaria, la aldea, como un espacio de sociabilidad, inmediatez yreproducción social (Appadurai, 2001), con incremento de las interacciones cara a caraentre no parientes, en un espacio que va siendo construido como lugar. Notablemente, a lapar que se intensifican las interacciones interindividuales, se nota un énfasis en la idea depersona, como se estaría haciendo presente en la oposición entre el tratamiento de losindividuos en la muerte y sus representaciones en las estatuillas cerámicas (Laguens yBonnin, 1997).

En breve, estamos viendo que diversos procesos de diversificación habrían determinar en una regionalización y construcción de identidades locales. Creemos queestos procesos han tenido continuidad en el tiempo y son la base de la regionalizaciónque estamos estudiando desde la cultura material, el registro biantropológico y laspoblaciones nativas actuales (Demarchi et al., 2006).

¿Otra arqueología?

En este punto entonces, nos volvemos a preguntar cómo estamos entiendo el regis-tro arqueológico, nuestra propia práctica, el pasado y el entendimiento de los otros.

Nos encontramos hoy haciendo otro tipo de arqueología, una que supera las cues-tiones de adaptación y los modelos universales, no por eso menos científica o acadé-mica en cuanto a los proyectos de investigación, pero sí quizás más humana en sumirada y que contempla a la par un enfoque patrimonial y el trabajo con las comuni-dades; situación multidimensional donde la noción y el alcance de arqueología seven complejizados. Teoría y práctica se ponen en juego permanentemente, sea en ladeterminación del ADN, en la construcción de parques temáticos por descendientesde indígenas a partir de nuestra información, sea en los museos locales, en la valoriza-ción del patrimonio, en la construcción de identidades, en el desarrollo sustentable oen la recuperación de conocimientos tradicionales.

Teoría, práctica, conocimiento, servicios, promoción, educación y difusión noson cosas distintas; es una sola arqueología con otros sentidos, sin fronteras a priori,no limitada al campo de la investigación científica, sino con un alcance que se vadefiniendo allí hasta donde lleguen sus efectos. Son proyectos donde participan edu-cadores, antropólogos, historiadores, arqueólogos, estudiantes, gente local, comuni-dades originarias y público en general. La práctica profesional resulta así en un fibrado

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multidimensional de relaciones, objetos y personas en constante fluir y construcción.

Desde esta perspectiva relacional, la misma arqueología se va definiendo en lapráctica y no hay un otro u otros –pasados o presentes– en tanto entes mutuamenteajenos, como dos sustancias separadas, sujeto y objeto, un nosotros y un otros queentran en interacción sin modificarse.

Tampoco hay de antemano una naturaleza objetiva y mundos humanos enfrenta-dos con ella, sino que humanos y no humanos se interrelacionan de distintas manera,con continuidades o discontinuidades, de acuerdo a distintas perspectivas y ontologíasque definen formas propias de ser y estar en el mundo (Descola, 2001; Laguens yGastaldi, 2006).

Esto lleva consigo también una idea dinámica de las personas, que si bien implicacierto sentido de universalidad en cuanto a lo humano, reconoce a la vez en los otrosdimensiones más particulares. Los individuos y los grupos de individuos no tienen unaesencia fija, sino que son efectos de relaciones y su ser se va construyendo a partir de laexistencia, se va realizando en las acciones y las interrelaciones con otros iguales y conlas cosas; se va desenvolviendo en la trama de distintos contextos relacionales, materia-les e inmateriales, estructurados. Como decía Childe, el hombre se hace a sí mismo.

Desde el punto de vista arqueológico, ello supone entender al registro como lamaterialización, o un efecto material, de esas múltiples y multidimensionalesinterrelaciones entre cosas y personas (Laguens, 2007b; Laguens y Pazzarelli, 2007);un entendimiento que nos permitirá acceder a otras dimensiones que superen laslimitaciones que nos imponía el modelo físico del registro arqueológico.

No se trata sólo de dejar de entender al registro de manera esencialista, sino depensarlo en términos relacionales, así como entender nuestra práctica profesionalsituada socialmente en el presente. Significa realizar una ruptura epistemológica ypensar las relaciones de las personas con las cosas –el registro arqueológico– de otrasmaneras, así como repensar nuestras relaciones con las personas actuales desde nues-tro compromiso profesional en un entorno social enriquecido por la suma de nuevosagentes interesados en lo arqueológico.

Notas* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

1 Nos referimos al Dr. Lincoln Urquiza, de la ciudad de Dean Funes, un fervoroso entu-siasta y conocedor del pasado local, quien participó en los trabajos de campo del Institutode Antropología de esa época, así como con su constante generosidad y buena voluntadapoyó nuestros trabajos, a quien agradecemos por ello.

2 El IA, fundado por Serrano en 1941, en 1983 estaba casi desestructurado debido a lasdisputas internas por el poder durante los años anteriores. La planta de profesional habíaquedado reducida a un bajo número, en una situación conflictiva cuyo desenlace fue sudisolución en 1987, con una acefalía previa desde 1985, aproximadamente.

3 El FOMEC fue un programa trianual para la mejora de la enseñanza de grado impulsadopor el Ministerio de Educación de la Nación en el año 1997. Con este subsidio se

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formaron recursos humanos de postgrado, se adquirió equipamiento para la enseñanzadel trabajo de campo y de laboratorio, se actualizó el fondo de libros y revistas periódicasde la Biblioteca de Antropología y se creó la Maestría en Antropología de la Facultad deFilosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

4 La misión del Museo de Antropología de la UNC es «reunir, conservar, investigar y exhibirla cultura de las sociedades indígenas pasadas y contemporáneas, dentro de un marcocientífico actualizado y crítico, como una manera de fomentar el respeto hacia otros modosde vida y de crear actitudes de preservación del patrimonio cultural en la sociedad».

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Arqueología de las Sierras Centrales: problemas y perspectivas actuales

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Categorías arqueológicas para construir el pasado deCórdoba y San Luis

Mirta Bonnin y Andrés Laguens

Museo de Antropología, Universidad Nacional de CórdobaContactos: [email protected]; [email protected]

Introducción

Las categorías conceptuales, analíticas y descriptivas que se han utilizado parainterpretar la arqueología de las provincias actuales de Córdoba y San Luis, en tantoun espacio pensado en conjunto como una región geográfica con un desarrollo histó-rico y cultural propia, pueden ser vistas en un contexto académico más amplio comomanifestaciones locales de prácticas y líneas de pensamiento que se dieron en lahistoria de la arqueología argentina. Aquí nos interesan en relación al impacto quetienen sobre las nociones locales extra-académicas.

El devenir de la práctica arqueológica en la región ha ido generando construccionessobre el pasado indígena que implica una forma de conceptualizar a los pueblos origina-rios y de valorizar sus modos de vida y sus capacidades como individuos y sociedades.Las construcciones sobre el pasado inciden en nuestras representaciones en el presente, enla representación de un otro indígena, tanto actual como pasado. Circulan por ámbitos noacadémicos y se instalan en el público, incluidos los pueblos originarios, pudiendo refor-zar estereotipos o avalar asimetrías y mecanismos de diferenciación, convirtiéndose eninstrumentos de poder, a veces en situaciones tan paradójicas que, a la par que se constru-ye una idea de los indígenas se los niega, o se pretende que, para reconocer su continuidad,permanezcan en un «eterno presente etnográfico» (Pérez Gollán, 2005:292), o se losrestringe a un ámbito de conocimiento especializado1. Es decir, nuestras prácticas profe-sionales tienen un poder de agencia que supera nuestras propias intencionalidades.

Las categorías han ido variando desde los primeros trabajos arqueológicos en el sigloXIX hasta la actualidad, presentando un panorama complejo de posturas evolucionistas yculturalistas, concretadas mayormente en escritos científicos, de divulgación y exhibicio-nes museográficas, producidos por actores tanto locales como de fuera de la región, vincu-lados en distinto grado a la profesión, así como en la producción de distintas formas detrabajos de campo, de nociones sobre el registro, todo enlazado en redes de relaciones dedistinto alcance, sociales, profesionales, académicas y extra-académicas.

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Como ejemplos paradigmáticos tomaremos dos autores claves, Antonio Serrano yAlberto Rex González, en tanto han establecido tradiciones de pensamiento y prácti-ca de marcada influencia en la región con sus esquemas conceptuales. Esto nos permi-tirá considerar adicionalmente a otros que de distinta forma también han contribuidoa estos esquemas o a su reproducción.

La región

En general, se acepta que la arqueología de Córdoba y San Luis tiene característi-cas propias que permite diferenciarla de otras arqueologías regionales. Sin embargo,como región, adquirirá distintas propiedades de acuerdo a su grado de independenciao vinculación con esas otras regiones: no es lo mismo pensar a la región SierrasCentrales como una región en sí misma (González y Pérez, 1972; González, 1977;Outes, 1911), o como una región intermedia o intermediaria entre otras zonas, comoLitoral, Pampa y Cuyo (Marcellino y Colantonio, 1997), o como parte del NOA (DeAparicio, 1939; Serrano, 1945; González, 1960), con el agregado de ser consideradamarginal o periférica a lo andino (Serrano, 1945; González, 1977).

La concepción del espacio geográfico cultural local es un efecto de dos corrientes.Una que proviene del concepto de área nuclear, respondiendo a esquemas evolutivosde complejidad cultural; y otra que define ciclos culturales superiores o inferiores,sobre la base de concepciones difusionistas de centralidad y marginalidad. Ambastienen en común el supuesto de que las capacidades de creación e innovación estaránprogresivamente disminuidas en función de la mayor distancia al centro. Encontra-mos esta pre-noción, aunque implícita desde el punto de vista teórico, claramentevigente y explícito en apreciaciones de Serrano en su obra Los Comechingones (1945),como en obras de síntesis de González, muy posteriores (1977).

Para Serrano, Córdoba es una unidad étnica y geopolítica, una provincia, integra-da con otras provincias del NOA a la civilización andina, a partir de lo cual reconocela existencia de cuatro regiones caracterizantes. Pese a la homogeneidad y unidadétnica que plantea, entrevé la existencia de variaciones regionales, aunque luego nolas desarrolle en detalle y termine construyendo una imagen monolítica de los aborí-genes agro-alfareros (Serrano, 1945:9).

Rex González define a la región desde el enfoque de las áreas culturales y la denomi-nará Sierras Centrales, abarcando Córdoba y San Luis, unificada por criterios ambientalesy culturales, de límites espaciales fluctuantes en el tiempo, en un esquema geográficocultural de vigencia aún hasta hoy (González y Pérez, 1972; González, 1977).

Es indudable que los esquemas organizativos del espacio cultural sudamericanohan influido notablemente en esta delimitación regional. Se reproducen la centralidadandina y la unidireccionalidad Norte-Sur de los movimientos poblacionales y dedifusión cultural. Esta es una idea presente ya en los relatos de los conquistadoresespañoles, quienes escriben sus crónicas en continua comparación con el mundoquechua parlante que conocían.

¿Por qué miramos alrededor? Según el mismo Serrano, la región tiene elementoscaracterizantes propios que le permiten hacer el inventario sistematizado de su cultura

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material y caracterizar una etnia o pueblo local (Serrano, 1945). Hay un pasado con profun-didad en el tiempo que se remonta hasta 8000 años atrás, como pudo demostrar González(1960). Sin embargo, para ambos autores los orígenes y las causas del cambio son alóctonas.

Nos preguntamos: ¿esta mirada andino-céntrica es producto de pre-conceptos, delas propiedades del registro o de un estado de conocimiento?; ¿por qué si las referenciasa lo andino son tan frecuentes como las referencias al litoral, los aborígenes de nuestraregión son considerados como vinculados culturalmente con la primer región y no conla segunda?, ¿por qué si el registro arqueológico cerámico es estilísticamente tan similaral de las costas del Paraná, se mira hacia los Andes como origen y al Litoral comoinfluencia o interacción?, ¿por qué los aborígenes de Córdoba no son la facie serrana delos indígenas del bosque chaquense de la llanura, pese a que su ambiente, economía yasentamientos son más afines a los de éstos que al de los primeros?, ¿por qué es preferi-ble que sean andinos marginales, o relictuales de estadios anteriores, que chaquenses?

Algo distinto sucede con las conceptualizaciones arqueológicas para el Sur deCórdoba, donde la mirada es más afín con las regiones Pampa y Patagonia que con laregión Noroeste, como lo plantean Austral y Rocchietti en sus trabajos (1995a y1995b). ¿Es posible que la proximidad física a entidades con una definición culturaly material clara, y quizás respondiendo a un imaginario existente – como son losincas en cuanto al máximo de orden y progreso americano, y los pampas como expo-nentes de salvajes e indómitos – influya en la dirección de nuestras miradas, haciadonde buscamos nexos o paralelismos?2

Creemos que aquí conviven dos planos simultáneos en la interpretación: uno que asociacomplejidad y calidad tecnológica con desarrollo cultural, y otro que asocia desarrollocultural con capacidades humanas. A ellos se le suman dos procedimientos inferencialesdistintos, la comparación y la analogía, y dos escalas de análisis diferentes, lo regional y loextraregional que, combinados con los planos teóricos, dan una matriz de relaciones.

En un primer plano, si se piensa al registro arqueológico como la manifestación materialde un grado de desarrollo o de la complejidad cultural del grupo que lo generó, éste parecieratan limitado, homogéneo, con poca variabilidad y complejidad, escasa habilidad técnica,relativa carga estética que, comparativamente, remite a pueblos con un desarrollo inferior alos del NOA (aunque superior a los de más al Sur). En un segundo plano, grupos humanos enun estadio poco avanzado no podrían haber desarrollado su «patrimonio» sin la ayuda deotros de mayor desarrollo, en este caso las culturas agroalfareras andinas.

Se utiliza un método comparativo que, partiendo de una primera clasificaciónmorfológica de los objetos arqueológicos, y luego funcional, busca en la similitud conotras regiones las explicaciones de sus orígenes y los vínculos culturales que explican elesquema teórico de desarrollo local. La comparación es siempre en una escala extra-regional, ya sea para los grupos agroalfareros en Serrano o para los portadores de las puntasAyampitin en González, mientras que los análisis a escala regional y local se centran en lasdistribuciones espaciales – como en las divisiones regionales de Serrano - no comparandolas clases de objetos entre sí, sino su presencia o ausencia.

Esta perspectiva teórica implica que la dinámica del cambio debe ser impulsadadesde afuera, ya sea por difusión o directamente por invasión o reemplazo poblacional,tal como considera González para los cazadores recolectores de Ayampitín y los deOngamira, o Serrano para las poblaciones anteriores a sus comechingones.

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Un modelo similar es empleado en los estudios bioantropológicos: la región es unespacio propio, pero poblado por otros. La historia biológica es una historia de reem-plazos raciales, no de mestizajes ni de evolución local (Marcellino y Colantonio,1993; Serrano, 1945).

En el análisis de otras dimensiones no materiales se recurre a la analogía etnográfica,o mejor dicho, a la homología etnohistórica. La interpretación de las culturas locales secomplementa con datos tomados de fuentes históricas utilizadas como descripcionesetnográficas a partir de la comprobación de la coincidencia geográfica y toponímicaentre lo descrito y lo observado, en una escala que va desde lo extra-regional de lascrónicas generales a lo local de documentos post-conquista. En las fuentes etnohistóricasse encuentra una constatación de los esquemas teóricos, en tanto los conquistadores ycolonizadores también reproducen una perspectiva basada en la comparación con laregión andina central y con el conocimiento de su propia sociedad de origen. No es sóloel registro arqueológico material que apunta a una clase de seres humanos, sino quehubo una mirada que lo documentó. Desde el inicio de la conquista y colonización delterritorio, las fuentes «crean» la región, la distinguen de otras y la identifican comoparticular, tanto por sus cualidades geográficas como por las características culturales,raciales y lingüísticas de sus pobladores originarios, dándole denominaciones étnicascomo Comechingones y Sanavirones, principalmente.

El tiempo

La ausencia de cronologías relativas o de secuencias tipológicas en la arqueologíade Córdoba plantea el tema de cómo la concepción del tiempo y la cronología dispo-nible influyen en la construcción del pasado. Como sostienen Whittle y Bayliss (2007),la falta de estimaciones cronológicas pueden alterar nuestra percepción del cambio,sobre su modalidad y, por ende, las sociedades que estudiamos (Laguens, 2004).

Si bien los trabajos de González en Olaen, Intihuasi y Ongamira establecieron unasecuencia para los grupos cazadores recolectores o «precerámicos», es como si detodos modos el proceso histórico se dividiera en dos grandes bloques: un bloquetiempo correspondiente a los cazadores recolectores, sea al hombre fósil de Serrano(1945) o al de Aníbal Montes (1960), al Período Paleolítico de Outes (1911) o el de laculturas precerámicas de González (1952, 1960), y otro bloque correspondiente a lassociedades agroalfareras, sean los Comechingones de Serrano o de Montes, los pue-blos del Período Neolítico de Outes (1911), los aborígenes de las crónicas o los sitios«tardíos» (Berberián y Roldán, 2001; Pastor, 2003).

Cada bloque es tratado de manera distinta e implica dos maneras de concebir elpasado y las personas. El tiempo precerámico es el del hombre primitivo, se asociacon escalas areales, e implica un modo particular de trabajo de campo y gabinete – defiliación con las ciencias naturales y estratigráficas, con excavaciones extensas ysistemáticas – y donde la cronología es un problema. El tiempo agroalfarero es delhombre del Neolítico, se asocia con problemas locales e implica otro modos de traba-jo de campo y gabinete – vinculado con la historia, con análisis de documentos yexcursiones breves en el terreno (Bonnin, 2007; Guber et al., 2007). Los cazadoresrecolectores fueron habitantes de la prehistoria y los agroalfareros de la historia. So-bre estos se basan la conquista y la colonización, y marcan el contraste luego en la

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construcción de un mundo civilizado y moderno (Pérez Gollán, 2005).

Si se concebía al registro arqueológico de la región como de poca variabilidad,ello dificultaba la realización de tipologías para luego ser ordenadas cronológicamente.Una excepción es el caso de las puntas de proyectil sobre cuya variación morfológicaGonzález construyó su clave de cambio, fósiles guía en la separación de dos momen-tos o etapas dentro del bloque temporal precerámico. Los cambios en los modos devida de un bloque a otro no son un problema, ya que se asume que éstos son pormigración, reemplazo o influencias (Bonnin y Laguens, 2000).

¿Qué supone esta visión del tiempo y qué consecuencias tendrá en la construccióndel pasado y las personas? Aquí se ponen en juego una serie de creencias enlazadassobre tiempo, espacio, cambio y culturas, de las cuales no podemos afirmar la priori-dad de alguna sobre la otra. Nos preguntamos si se trata de concebir a las poblacioneslocales como portadoras de una cultura conservadora; o bien es una cultura con pocasposibilidades intrínsecas y sujeta a las interacciones con otros; o bien es la pre-nociónde un tiempo prehispánico corto, sin tiempo suficiente para un desarrollo.

Serrano no explicita una preocupación por la cronología, ni tampoco expresaabiertamente una creencia en un tiempo corto. Su concepción del tiempo es más bienestadial, en cuanto las culturas arqueológicas representan supervivencias de tiempospasados, coexistiendo en espacios distintos, o bien, extinguidas o reemplazadas en elmismo espacio. No es un tiempo cronológico sino un tiempo étnico y cultural. Se tratade un tiempo tipológico (Fabian, 1983:23), donde la distancia cultural es convertidaen distancia temporal. No hay cronología, no hay una medición de eventos, sino unasucesión de estados, caracterizados por cualidades esenciales, que se distribuyen demanera diferente entre poblaciones en el espacio, incluyendo estas cualidades tantola cultura material como la morfología o tipo biológico3. La mayor o menor antigüe-dad de las culturas se establece entonces a partir de la riqueza relativa de su «patrimo-nio» y de las características físicas, a la manera del modelo de la escuela histórico-cultural: sobre un primer estrato más antiguo, que es el del hombre fósil y los cazado-res recolectores, hace aproximadamente 2000 años se establece una civilización, laandina4, origen de diversas manifestaciones regionales (Serrano, 1945:23-24), entreellas, la comechingona. Como el tiempo va indisolublemente atado al espacio, alcaracterizar las sub-regiones de Córdoba, Serrano distingue un estrato más reciente,que se manifiesta en la zona norte de la región, vinculado a través de la cerámica local(comechingón) en un «fondo cultural» común con Pampa Grande, Candelaria y loque hoy llamaríamos Las Mercedes y Ciénaga; y un estrato antiguo sanavirón, confuerte influencia andina, que llega hasta la conquista y ocupa norte y centro de laregión5, en lo que pareciera entenderse como dos etapas dentro del tiempo agroalfarero.

Rex González, con su preocupación por las cronologías culturales, junto con AníbalMontes, aplica el método estratigráfico y el cuadriculado en el terreno por primera vezen Ongamira y luego en Intihuasi, revirtiendo la concepción del tiempo que habíaplanteado Serrano. No sólo significó profundidad temporal para la historia local, sinoque implicó una lectura distinta del registro arqueológico, en tanto éste encerraba cro-nologías. El tiempo de la cronología absoluta de González es un tiempo físico (Fabian,1983:22), objetivo, natural, no cultural, inicialmente vacío, donde se anclarán los even-tos históricos, antropológicos o culturales, que el arqueólogo develará con sus métodos,descubriéndolo (Gnecco, 1999:91), dándole contenido y un sentido de sucesión y cam-

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bio. Si bien González enriqueció sustancialmente la concepción de los cazadoresrecolectores al inventariar otros elementos que no fueran las armas y al considerar elregistro faunístico en sus análisis, su concepción no dejó de ser esencialista, en tantoconsideró a Ayampitín y Ongamira como dos culturas distintas, donde la segunda nosólo sucedía en el tiempo a la primera, sino que la reemplazaba a partir de un procesomigratorio (González, 1960:119). Reaparece cierta noción estática de las causas queforman el registro y la poca capacidad de cambio de las sociedades locales, las que noevolucionan por una génesis propia, sino por fuerzas externas. No hay procesos sinodiscontinuidades temporales. La mayor sería aquella entre grupos cazadores recolectoresy agroalfareros. Los cazadores recolectores de Ongamira serán reemplazados por pobla-ciones andinas, que luego representarán de manera relictual una cultura andina elemen-tal o empobrecida (la «cultura primordial» propuesta por De Aparicio, 1939; González,1977). De este modo, si bien el tiempo físico se prolongó, fue subdividido en dosbloques menores que volvían a repetir las mismas propiedades generales de la región.

Hallamos en ambas concepciones del pasado una misma idea en cuanto a la formadel cambio cultural. Las sociedades son reemplazadas por otras, resultando una historialocal de sucesión de invasiones y reemplazos. Como sostiene Gnecco (1999:63), se tratade un discurso catastrofista que presupone la desaparición definitiva de los pueblos, sudesintegración en el tiempo y en el espacio, y que solo será integrable a través de laarqueología y sus textos. La historia de las sociedades indígenas de las Sierras Centra-les, desde los inicios hasta la misma conquista, supone un destino fatal de invasión ycolonización por sociedades progresivamente superiores, el que termina caracterizandoa las poblaciones locales, a la par de justificar el colonialismo occidental.

La concepción del tiempo en bloques homogéneos pareciera haber continuado enmuchos escritos hasta hace relativamente poco tiempo. Las nuevas datacionesradiocarbónicas y el uso de modelos centrados en procesos han producido algunas preci-siones y comenzado a revertir esta situación y, aunque de manera general se sigue distin-guiendo dos etapas principales contrastantes, se ha comenzado a plantear la existencia deprocesos de desarrollo local y no sólo de reemplazos poblacionales. Una excepción quemaneja otra idea de tiempo y de personas son los trabajos de la zona austral de nuestraregión (Austral y Rocchietti, 1995a), donde se plantea un proceso con continuidad entrelos cazadores recolectores sin cerámica y los grupos que la incorporan posteriormente; oen nuestro propio esquema donde planteamos la posible existencia de una etapa de expe-rimentación y transición hacia la agricultura (Bonnin y Laguens, 2000), y entendemos a lacontinuidades materiales en el registro arqueológico a lo largo del tiempo como unaestrategia con toma de decisión, de elecciones sociales, en el marco de situacionesevolutivamente estables (Laguens, 1999). Criterios similares han sido seguidos porBerberián y Roldán para su esquema del desarrollo regional (Berberián y Roldán, 2001).

Las personas

Teniendo en cuenta las concepciones del espacio y del tiempo que han contribuidoa construir los pasados regionales, retomamos la preocupación inicial en torno a quétipo de persona habitaba esos distintos pasados. Algunas ideas ya fueron adelantadaspor cuanto es imposible separar estas tres dimensiones como ámbitos excluyentes, yaque definen un estrecho y heterogéneo entramado de conceptos, juicios, y representa-

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ciones. De acuerdo a qué bloque tempo-cultural nos refiramos, las características de laspersonas serán distintas. Los cazadores recolectores de la etapa precerámica correspon-den a grupos de menor desarrollo, más bien primitivos, más próximos a la naturalezacuanto más nos alejemos en el tiempo. El caso extremo es el de Aníbal Montes, paraquien los congéneres del hombre fósil de Miramar eran salvajes caníbales y carroñeros(Montes, 1960). Según González (1960), los cazadores recolectores de Ayampitín, sibien más evolucionados que los anteriores, son absorbidos por un grupo migrante másdesarrollado, que los termina reemplazando. Y éstos, de tradición Ongamira, aún conotra tecnología de caza, no sobreviven a la invasión andina que habrá de reemplazarloso aculturarlos (Serrano, 1945, Marcellino y Colantonio, 1997).

La reconstrucción de Serrano sobre los Comechingones, respondiendo a una es-tructura análoga a la del pensamiento histórico-cultural, aunque no siéndolo, lograuna tipologización que los fija culturalmente en el tiempo, ya sea como primitivos,marginales, inferiores, tribus, pueblos, ándidos, fuéguidos, entre las categorías másusadas. Esto no hace más que generar y reproducir las diferencias, universalizandomodos de vida y categorías jerarquizantes de grupos humanos.

El esquema bipartito en bloques proporciona una imagen de seres pasivos sinposibilidad de agencia. Esta imposibilidad de la agencia de algún modo justifica lafalta de investigaciones sobre las formas de resistencia, pese a menciones aisladas alrespecto, como la historia del cacique de Ongamira frente a los españoles o de lospueblos de indios del Valle de Copacabana (Bonnin y Laguens, 1999; Laguens,1999). Los enfoques procesuales – más allá de las conocidas limitaciones de cortepositivista y la noción uniformitarista de un hombre racional – han contribuido adinamizar parcialmente la imagen de los indígenas, ubicándolos en contextos en losque toman decisiones, ejecutan estrategias, evitan el riesgo, tienen conductas oportu-nistas, expeditivas, etc. (Laguens y Bonnin, 1987, Laguens, 1999).

Pero, además, así como la arqueología construye los habitantes del pasado, delmismo modo los extingue. Ya Outes en su síntesis regional da por extinguidos a losComechingones, aunque con posibilidades de poblaciones relictuales en el NO deCórdoba (Outes, 1911). Serrano lo da por sentado y para otros no es un problema, esun dato. Para la historia, los indígenas de la región se convierten en los «indios deCórdoba», y se suman a los análisis como una casta del mundo colonial.

Sin embargo, desde las perspectivas actuales, los documentos y el registro arqueo-lógico, apuntan una historia con persistencia indígena. Los pueblos de indios segui-rán vigentes hasta el siglo XIX, convirtiéndose en espacios para el desarrollo deestrategias sociales de integración con otros grupos sociales, como los esclavos, conquienes resisten frente a la adversidad y la injusticia del sistema colonial y luego elorden nacional (Laguens, 1999). En esas instancias perderán la identidad étnica y elreconocimiento de sus derechos, y se dará una situación de invisibilidad como grupo,en un proceso del que parecen estar emergiendo recién en nuestros tiempos gracias alas acciones de lucha y reclamos de los propios pueblos originarios.

Los relatos fundacionales que dan sentido y estructuran las identidades étnicasactuales en muchos casos proceden del campo científico académico arqueológico.Antonio Serrano instaló las entidades étnicas que perduran hasta la actualidad en elimaginario popular que identifica a los indígenas de Córdoba: comechingones y

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sanavirones, principalmente. Su narrativa ofreció la ventaja de compensar lo estáticode la reconstrucción arqueológica con el dinamismo aportado por el dato etnográficohallado en las fuentes etnohistóricas. Ello les insufló características vitales que losacercaron más a personas reales, no sólo imaginadas o reconstruidas. Posiblemente eneso resida la difusión y rápida aceptación que tuvo su obra y que perdura en nuestrosdías como parte del discurso más extendido sobre la prehistoria de la región. LosComechingones, al igual que el Nomenclador Cordobense de Toponimia Autóctonade Montes (1950 y 1957), es una obra de intensa consulta y referencia para las comu-nidades interesadas. Serrano fue un profesor egresado de una escuela normal que a lolargo de sus investigaciones siempre tuvo la inquietud de la difusión de los saberes.Particularmente como director del Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore(1941-1957; 1967-1972) siempre estuvo preocupado por la responsabilidad de launiversidad en la divulgación del conocimiento con el fin de aportar a la culturapopular y a la educación (Bonnin, 2007).

En las zonas centrales y norte de la provincia de Córdoba se están dando procesosde construcción de identidades étnicas colectivas. En ese marco, la arqueología esutilizada para proveer conocimientos sobre el pasado por los grupos que tradicional-mente han estado subordinados y que necesitan hoy legitimar una existencia jurídicae histórica. Esto les proporciona armas de poder y autoridad histórica, las mismas quetradicionalmente poseyó el grupo dominante (Gnecco, 1999:72). Los restos materia-les muebles e inmuebles así como fechados radiocarbónicos le otorgan existencia«real» en un pasado que se puede medir en tiempo cronológico similar al de la histo-ria nacional, al tiempo que los ubica en un espacio determinado. En esta línea se hanapropiado del discurso legal colonial, recuperado y organizado por la etnohistoria yla misma arqueología que interpreta los hallazgos a partir de las lecturas de las cróni-cas y los documentos administrativos coloniales (autores tales como Cabrera, Mon-tes, Serrano).

También la Antropología Biológica, a través de análisis de ADN, aporta informacióny categorías como los linajes de consanguinidad, que son reinterpretados como indicadoresde la ancestralidad indígena pero que al mismo tiempo brindan un elemento de indudablevalidez científica para probar la cualidad de «ser pueblo originario». Estos elementosresultan de utilidad para el fortalecimiento étnico y la legitimación ante el estado (Gnecco,1999:73), es decir tanto hacia adentro como hacia fuera de la organización.

El caso de La Higuera (Departamento Cruz del Eje) es significativo como ejemplode la elección de la antigüedad en la ocupación del territorio, aproximadamente 8000años basándose en los trabajos de González, como factor definitorio de su arraigadaancestralidad local, pero al mismo tiempo estableciendo como fecha de fundación delpueblo el Día de la Pachamama (1 de Agosto). Esto último nos lleva a preguntamos si,de manera similar a la recurrente mirada científica buscando explicaciones en loandino, los pueblos originarios locales que se hallan en un proceso de resignificacióne «insubordinación postcolonial» (Gnecco, 1999), y que han perdido sus horizontesmíticos y culturales originales, recurren a esas otras tradiciones culturales más firmescomo la de los Andes centrales, en términos de referentes históricos, prácticas y me-dios discursivos (Gnecco, 1999:60), debido a que ya cuentan con un reconocimientosocial en contextos de la cultura dominante, tales como la práctica de las ofrendas a laPachamama, la relación con la naturaleza o la cosmología incaica.

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Conclusiones

Morita Carrasco (2000) considera que al menos existen en el imaginario colectivode los argentinos, tres imágenes contemporáneas cotidianas sobre los indígenas: ladel indio estatua, la del salvaje indómito y nómada y la de la ausencia indígena6. Elindio estatua remite a una imagen de ser de la naturaleza, como habitante del monte,de las selvas o de las montañas, lugares donde reside la pureza de la humanidad. Elsalvaje indómito es el nómada, culturalmente inferior, que debe ser civilizado, asimi-lado a la cultura. La ausencia indígena se relaciona con el «crisol de razas» que habríaborrado todas las diferencias, en una supuesta unidad racial, cultural y lingüística. Elconjunto de estas representaciones impone la idea de un indio genérico que contrastacon el poblador criollo y los pobladores locales (Carrasco 2000:14-15).

Pareciera que los pasados construidos por las categorizaciones de la arqueologíaregional sostienen cada una de estas imágenes, en un inter-juego entro lo espacial y lotemporal. El indio estatua corresponde en parte al bloque temporal más lejano, peroen parte también al modelo Comechingón, habitante del monte, en un paraíso perdi-do, serrano, pero un indígena con conocimientos suficientes para vivir en aldeas,hacer cerámicas, cultivar. Por su parte, el indio indómito se asocia inmediatamentecon el sector austral, más salvaje, más lejos de la civilización, así como con los caza-dores recolectores, más lejanos en el tiempo, domesticados por los andinos. Peroambas imágenes del pasado se fusionan en un indio ausente y genérico, que aunquenegado, conserva la pureza de lo natural.

Antonio Serrano y Rex González han creando dos pasados, con algunos puntos encomún y algunas diferencias, respondiendo a intenciones disciplinarias distintas.Estos dos pasados, sumados a los nuevos pasados en construcción por todos nosotrosen la actualidad, coexisten en los medios extra-académicos de distinta manera, de lascuales señalamos tres a partir de nuestra experiencia: como parte de un imaginario, enla construcción de identidades individuales y colectivas, y en el reconocimiento deuna ancestralidad arraigada en lo local.

Notas1 Muchos arqueólogos, inclusive, llegan a sentirse hasta los dueños del pasado o, al menos,

las únicas voces autorizadas a hablar sobre el mismo, justificando su conocimiento comoverdadero a partir de su metodología de adquisición y, por ende, convirtiéndolo en autén-tico. La labor arqueológica llevaría de por sí implícita un compromiso y una contribucióna las comunidades indígenas, quienes sería de esperar que incorporaran nuestros descu-brimientos y contribuciones como recuperación de un mundo que se fue.

2 Podríamos decir que ya nos aproximamos a dos modelos que conviven: el de la línea deSerrano para el sector serrano, y el de la línea de Austral para el sector austral.

3 «Estamos en presencia de pequeñas áreas co­existentes dentro del habitat u culturascomechingón. Creemos que no puede afirmarse lo mismo con respecto a los hallazgosde Montes en Ongamira y Ameghino en el Observatorio donde parece constatarse unestrato más antiguo, con elementos culturales más pobres, cuyos portadores seríantribus de cráneo dolicocéfalo. Sobre la estratigrafía de los yacimientos y el tipoantropológico es sobre lo que habría que afianzar la diferenciación de estos hallazgos.La pobreza cultural y la ausencia de alfarerías, tomado aisladamente, no nos parece

Categorías arqueológicas para construir el pasado de Córdoba y San Luis

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argumento de mucha validez pero sí la presencia de ciertos instrumentos como laspuntas cónicas de hueso (fig. 235) y las embotantes (fig. 234). Vislumbramos que estoshallazgos incluyendo el tipo antropológico que lo acompaña, constituye el estratoprotohistórico más antiguo del territorio cordobés» (Serrano, 1945:74).

4 «Esta raza [ándida] se establece en el territorio referido en una época muy antigua, perono mucho más allá de los albores de nuestra era, desalojando a los primitivos poblado­res, que lo fueron pescadores o recolectores pertenecientes a otras dos razas america­nas, la fuéguida y la láguida» (Serrano, 1945: 23-24, énfasis original).

5 «Nos imaginamos así a la las llanuras santiagueñas y norte de Córdoba ocupadas porun pueblo de tejedores de redes y cestas, quizás no agricultor. Corrientes andinas decultura superior ocuparon con posterioridad el dominio de estos primitivos, aculturandoelementos del pueblo dominado. Vestigios de este pueblo fueron los reducidos núcleos desanavirones que encontraron los españoles» (Serrano, 1945:78).

6 Carrasco sostiene que «La imagen del indio estatua incluye a la del indio como ser de lanaturaleza, más cerca de la animalidad que de la humanidad, primitivo testimonio de laedad de piedra o de la del bronce. Una certeza que nos remite al indio como habitante delmonte, de las selvas o de las montañas, en aquellos lugares donde reside la pureza de lahumanidad. […] La noción del salvaje indómito, nómada y, por lo tanto, culturalmenteinferior, se vincula con los mandatos civilizadores. Se ve al indio como un ser queguiado espiritual y materialmente podrá incorporarse al proceso civilizatorio de laArgentina deseada. Después de todo, y a pesar de cierta fascinación por la naturalezadel indio, es saludable el hecho de haberlo pacificado, domesticado, cultivado y asimila­do. […] La noción de la ausencia indígena se relaciona con el celebrado «crisol derazas» que habría borrado definitivamente todas las diferencias a favor de una supuestaunidad racial, cultural y lingüística. Finalmente, el conjunto de estas representacionestermina por imponer la «certeza» de que existe un indio genérico que contrasta enbloque con el poblador criollo, el descendiente de «criollos viejos», el descendiente deinmigrantes (pasados y presentes) y el descendiente de los, también ausentes, negros. Lagente no percibe ni tiene interés en reconocer diferencias culturales ni desigualdadeshistóricas tras ese `indio genérico´» (Carrasco, 2000:14-15).

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Poblamiento humano temprano en la Sierrasde San Luis: Estancia La Suiza*

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba- CONICETContacto: [email protected]; [email protected]; [email protected];

[email protected]

El problema del poblamiento inicial del sector austral de las Sierras Pampeanas, en lasprovincias de Córdoba y San Luis, es un tema que ha despertado nuestro interés a partir deconcebir a la región en términos espaciales y sociales más amplios que el de la regiónarqueológica de las Sierras Centrales (Laguens et al. 2007a, Laguens, 2006). Si se consi-dera por un lado que, como espacio geográfico, no tiene una solución neta en su continui-dad con otros espacios geográficos circundantes, como las tierras bajas y pampas sudame-ricanas; y por otro que, desde el punto de vista de las comunidades humanas, estas regio-nes circundantes fueron escenarios de procesos de poblamiento desde fines del Pleistoceno,con ciertas estrategias y modos de vida en común que trascienden las particularidadeslocales de distintos ambientes, es dable pensar entonces que, en dicho momento, el sectorgeográfico de nuestro interés haya sido parte de los mismos procesos humanos de movi-miento poblacional de escala subcontinental que abrieron la puerta al poblamiento huma-no, colonización y posterior diversificación de gran parte de Sudamérica.

Con estas ideas en mente, desde el 2001 estamos llevando a cabo un proyectoacerca del poblamiento humano durante la transición Pleistoceno-Holoceno en lasprovincias de Córdoba y San Luis, donde nos interesa investigar los procesos depoblamiento y colonización del área central del territorio argentino a partir de lainformación proporcionada por la arqueología, la antropología física y la genéticamolecular, de manera interdisciplinaria (Fabra et al., 2005; Laguens et al., 2007a).Partimos de dos grupos de hipótesis, aquellas referidas al poblamiento, entendidocomo proceso migratorio y de colonización, y aquellas referidas a la evolución localde las poblaciones, una vez asentadas en la región de estudio.

En cuanto a las referidas al poblamiento, sostenemos que el ingreso de poblacioneshumanas al sector austral de las Sierras Pampeanas habría comenzado en el límitePleistoceno-Holoceno, a través de vías de menor costo que toman como eje los ríos dellanura, en dirección general E-O (para la actual provincia de Córdoba) y sur sureste(para la provincia de San Luis), relacionado con la búsqueda de condiciones ambienta-

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les más favorables y vinculado a los desplazamientos de la megafauna hacia los pastizalesde las pampas de altura en un contexto ambiental cambiante hacia condiciones máshúmedas y cálidas, no tan propicio para las especies animales típicamente pleistocénicas.

En cuanto a las hipótesis referidas a la evolución local, creemos que una vezcolonizado el territorio, los grupos humanos ocuparon diversas unidades ambienta-les, sufriendo procesos de diversificación cultural que generaron regionalismosidentificables arqueológicamente. Sin embargo, a pesar de la diversidad cultural en-tre las distintas sub-regiones, no existió entre ellas una variación biológica significa-tiva, como consecuencia de su origen común reciente y/o de un sostenido flujo genéticoentre las sub-poblaciones (Demarchi et al., 2005).

Antecedentes sobre el tema a nivel regional

Los primeros trabajos sobre el poblamiento de las Sierras Centrales fueron realizados afines del siglo XIX por Ameghino. Durante la primera mitad del siglo XX, diversos investi-gadores, como Outes, González o Serrano, propusieron una colonización de las SierrasCentrales desde la región Andina Central, mientras que otros, como Canals Frau, sugeríanque el poblamiento se habría realizado desde la región de Cuyo, en función de las similitu-des craneométricas entre ambas poblaciones (ver más detalles en Laguens, 2006).

Investigaciones más recientes realizadas desde la bioantropología han sugerido laexistencia de dos o tres etapas en la evolución biológica de estas poblaciones (Cocilovo,1984). También se ha propuesto el mantenimiento de rasgos propios de una antiguacorriente pobladora, debido a un fuerte aislamiento biológico y cultural de las mis-mas, si bien compartiendo semejanzas morfológicas con grupos patagónicos(Marcellino y Colantonio, 1993). Han sido propuestos tres escenarios posibles para lacolonización de la región: 1) según la evidencia climática y arqueológica, una rutaposible sería por el Noroeste, siguiendo los ríos Dulce y Salado; 2) otra ruta, por elNoreste, desde el Sudoeste de Brasil –en concordancia con los hallazgos arqueológi-cos más antiguos para Sudamérica encontrados hasta la actualidad– siguiendo los ríosParaná y Carcarañá, finalmente 3) una migración desde el sur, de Patagonia y Pampa;es decir, se plantean todas las vías posibles (Marcellino, 1992).

Los datos que aporta la arqueología desde la bibliografía, no son muy claros conrespecto al poblamiento inicial del sector austral de las sierras pampeanas: es poco loque sabemos acerca de cómo fue el proceso de poblamiento y colonización, y si hubocoexistencia o no de poblaciones humanas con fauna extinguida, típicas del Pleistocenoe inicio del Holoceno, como sucede en regiones aledañas, como las Provincias deBuenos Aires y Mendoza. Sin embargo, hay varios hallazgos muy sugerentes, conoci-dos en la literatura (como los de Ameghino en el Observatorio, Castellanos en Can-donga o Montes en Miramar) que, aunque de registros e interpretaciones muy discu-tibles brindan un poco de luz sobre ello y dejan abierta la posibilidad de su confirma-ción a través de nuevas investigaciones (Laguens, 2006).

En particular con respecto a San Luis, en la localidad de Sayape, al Sur de la ciudadde Villa Mercedes Luis, en el primer cuarto del siglo XX Greslebin encontró una serie de28 yacimientos donde considera la existencia de asociaciones de fauna extinguida yartefactos (Greslebin, 1928). Se trataría de varios sitios con asociaciones de megafauna,artefactos líticos, junto con escasos y pequeños restos óseos humanos. Los sitios se

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ubican en una zona actualmente semi-árida, en el fondo de una serie de bajos entremédanos, en un paisaje natural caracterizado por dunas y pequeñas lagunas formadas alaflorar la napa freática. Aparentemente, de acuerdo a las observaciones de campo deGreslebin, hechas junto con Joaquín Frenguelli y Lorenzo Parodi, los materiales guar-darían aún sus relaciones originales dentro de la matriz sedimentaria, expuesta entoncespor la deflación, lo que les permitió asegurar su indudable asociación en un viajeconjunto al campo (Greslebin, 1928:304). En dos parajes, Greslebin encontró lo queserían los restos de un pequeño taller, junto con huesos fósiles de animales extinguidos.En otros casos, encontró restos de megaterio junto con artefactos de las mismas clasesque había encontrado asociados a cinco pequeños fragmentos de cráneo humano enotro sitio, los que presentaban el mismo tipo de fosilización al de un megaterio de otroyacimiento (Greslebin, 1928:305). En una especie de razonamiento transitivo, estasrecurrencias y similitudes lo llevaron a postular la contemporaneidad de humanos y elmegaterio en la localidad de Sayape. Unos 70 km al Sur de estos sitios también encontrórestos de megaterio y, a aproximadamente tres metros dentro de la misma excavación,recuperó dos puntas de flecha -que no describe- que también consideró no removidas.

Re-pensando el problema

Una de las re-interpretaciones que resulta sugerente con respecto a estos hallazgos esconsiderar que se tratase del registro de los encuentros iniciales de los primeros poblado-res en una etapa de conocimiento y colonización incipiente, coincidente con los últimosmomentos de existencia de la fauna pleistocénica, ya en vías de extinción. Partimos dedos hipótesis, una referida a estrategias de movilidad entre cazadores-recolectores, y otraambiental, referida a los movimientos migratorios de megafauna en el Holoceno. Conrespecto a la primera, seguimos la propuesta y resultados de Anderson y Gillam (2000),quienes sostienen que, en una escala global del paisaje, es más probable que en un procesode colonización los grupos humanos se trasladarían por las vías de tránsito más fáciles,con menor costo de movimiento y que, a su vez, les brindaran ciertas expectativas deencontrar alimentos y otros recursos necesarios, como son las márgenes de los ríos, lasplanicies o las líneas costeras, de baja pendiente y pocos obstáculos.

A partir de esto, nuestra idea principal sostiene que en el límite Pleistoceno-Holoceno,desde el Este de la región, se comienza a producir el ingreso de poblaciones humanas alactual territorio de las Provincias de Córdoba y San Luis a través los ríos de la llanura, losque actuando como corredores ambientales, en tanto espacios que vinculan distintospaisajes o distintos parches ambientales (Laguens, 2006), también pudieron funcionarcomo de vías de menor costo. Desde el punto de vista de la ecología del paisaje, loscorredores funcionan como atractores y expulsores de especies animales y vegetales, porlo cual es muy probable que los ríos de la llanura oriental de las sierras hayan resultadotambién vías de desplazamiento para la megafauna en su búsqueda de condiciones am-bientales más favorables en la transición hacia el Holoceno, como las pampas de altura enel Oeste, más frías y con abundantes pastizales de altura (Laguens et al., 2007c).

Este ingreso inicial de poblaciones humanas se habría producido como una op-ción migratoria a partir de la fisión de grupos que, continuando una ruta principal demigración en dirección Norte-Sur, habrían de terminar asentándose en la Pampa bo-naerense y Patagonia. Al respecto, resultan interesantes los resultados obtenidos através de estudios bioantropológicos basados en el análisis de variaciones morfológicas

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craneales donde pudimos ver, mediante análisis de correlación de matriz y clusteranálisis, que los habitantes ancestrales de estas sierras muestran similitudesmorfológicas más cercanas con las poblaciones de Patagonia y Tierra del Fuego quecon los de otras regiones (Fabra et al., 2005)1.

Las vías con más posibilidades de tránsito hacia las Sierras Pampeanas del sur sonlas cuencas de los ríos Carcarañá y Tercero en la llanura oriental, satisfaciendo losrequerimientos de la hipótesis: menor costo y oferta de recursos, teniendo en cuentalas condiciones ambientales de finales del Pleistoceno e inicio del Holoceno. Existela posibilidad que el río Cuarto también haya funcionado como una vía alternativa,aunque los datos geológicos indican que entre el 9.000 y el 3.500 A.P. aún no con-fluía con el Tercero para formar el Carcarañá (Carignano, 1996).

Con respecto al paleoambiente, en base a estudios geomofológicos se ha planteadoque el clima imperante en la región durante el Pleistoceno final (30.000 a 9.000 añosAP), habría estado signado por una extrema aridez, siendo frío aunque con gran estabi-lidad; luego el clima cambió, tornándose más cálido y húmedo (entre 9.000 y 3.000años AP) (Carignano, 1996). En este contexto general las pampas de altura de Córdoba,habrían mantenido por más tiempo condiciones ambientales pleistocénicas, en compa-ración con las regiones latitudinales equivalentes (Cioccale, 2002). Allí se habríanreplegado los grandes mamíferos cuaternarios, buscando sitios más favorables para susupervivencia, con condiciones relativamente más húmedas y frías, en un ambiente depastizales, lagos y pantanos (por lo menos estacionalmente) (Laguens et al., 2007).

Dataciones recientes en el sitio El Alto 3, un abrigo en la Pampa de Achala, Córdo-ba, con 9790 ± 80 años AP (LP-1420) y 11.010 ± 80 años AP (LP-1506) (Rivero yRoldán, 2005) presentan un contexto estratigráficamente anterior a Ayampitín – cu-yas ocupaciones más antiguas datadas hasta ahora en la región eran de 8.000 años deantigüedad (7.970 ± 100 años C14 AP y 8.068 ± 95 C14 AP) (González, 1960) – estaríanconfirmando nuestra hipótesis de una presencia humana efectiva hacia fines delPleistoceno en el Este de la región, antes que en el Oeste y justamente en zonas depastizales de altura, con una datación que a la vez aumenta las probabilidades quehaya habido coexistencia humana con fauna extinguida (Laguens, 2006).

Con todo, el descubrimiento reciente de puntas de proyectil cola de pescado y lascaracterísticas de los contextos tecnológicos asociados, en la localidad arqueológicade Estancia La Suiza, en el centro-este de la Provincia de San Luis (Laguens et al.,2007a y b), confirmarían la presencia humana temprana en la región, abriendo nuevasexpectativas en cuanto al poblamiento fini-pleistocénico de la región, desafiandonuestras expectativas y generando nuevas hipótesis.

Estancia La Suiza

Con la denominación de localidad arqueológica de Estancia La Suiza queremos descri-bir un conjunto de alrededor de una decena de sitios arqueológicos de propiedades simila-res, diseminados en un radio de aproximadamente 2 km alrededor de un arroyo temporario,Arroyo Tilquicha, y su confluencia con el Río El Tala, ubicados entre el faldeo Este de laSierra de la Estanzuela, en las cercanías de la localidad de Villa del Carmen (DepartamentoChacabuco) y el piedemonte occidental de las Sierras de Comenchigones, aproximadamen-

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te a los 32° 56´ de latitud Sur y 65° 07´ de longitud Oeste, y a 942 m.s.n.m.m (Figura 1). Setrata en todos los casos de sitios al aire libre, la mayoría de ellos puestos hoy en evidencia porlos procesos erosivos que sufre la región por la construcción de rutas y la agro-ganadería. Supresencia se detecta por la dispersión de materiales líticos o bien artefactos en los perfiles delas barrancas de los cauces temporarios.

De particular relevancia son los hallazgos en el sitio Estancia La Suiza 1 (ELS, enadelante), donde se encontraron en superficie dos puntas «cola de pescado» o tipoFell 12, así como los sitios ELS 2 y ELS 4, dos canteras de chert, ópalo y cuarzoaparentemente utilizadas como fuente de aprovisionamiento en dicha localidad; y elsitio ELS 3, donde excavaciones estratigráficas en marzo de 2007 han permitidoavanzar en la comprensión del conjunto tecnológico lítico de estas ocupaciones(Laguens et al., 2007a y b, Sario, 2008).

El sitio Estancia La Suiza 1 se halla a la izquierda de la Ruta Provincial Nº 22 queune Villa del Carmen con Naschel, caracterizado por la dispersión de material lítico ensuperficie. Se pueden distinguir dos sectores de concentración de materiales, aproxima-damente a 30 m uno de otro, pudiendo ser el primero una continuidad del segundo,aunque aún no lo podemos afirmar con seguridad. El primer sector (ELS 1/a), se hallasobre la banquina, con procesos de erosión que han dejado al descubierto un nivelbastante continuo de tosca, con pendiente Oeste hacia el río, donde fue hallada una delas puntas cola de pescado (Figura 2a); el otro sector (ELS 1/b), se ubica dentro de elcampo lindante, en un nivel 1,50 m más alto que el anterior, con procesos erosivospuntuales en formación por el tránsito de animales, con mejor conservación de losperfiles originales del suelo, donde se halló la otra punta en superficie (Figura 2b). Losrestos obtenidos en recolecciones de superficie sistemáticas mediante transectas y uni-dades de recolección incluyen, además, instrumentos como raspadores, manos, cuchi-llos, unifaces, bifaces, preformas, lascas retocadas y fragmentos de núcleos (Figura 2).

En las zonas con mejor conservación del suelo en ELS 1/b se realizaron 3 pozos desondeo estratigráficos, cubriendo 3 m2 de superficies expuestas. El Sondeo 1 se realizóen el lugar de hallazgo de una de las puntas, hasta 0,70 m de profundidad, sin notarsealguna estratificación en particular; se recuperaron algunas lascas pequeñas y medianashechas en los materiales locales. El Sondeo 2 se realizó sobre un sector con afloramien-tos de carbonatos en superficie, recuperándose algunos desechos líticos, sin una estrati-ficación aparente. En el Sondeo 3 se determinaron dos unidades estratigráficas, dondese destaca, por la presencia de lascas y artefactos, el segundo estrato (UE 2, de 40 a 68 cmde profundidad desde la superficie), que fuera determinado como otra unidad por elcambio de coloración en el perfil hacia un pardo más claro que la unidad estratigráficasuperior (UE 1, de 0 a 40 cm de profundidad), con un aumento de la proporción de lafracción arena en el sedimento. Los hallazgos son concordantes con las recoleccionesen cuanto a materias primas y a las variedades de instrumentos.

A 1,2 km al Oeste de este sitio se halló una cantera arqueológica (Sitio ELS 2), de unavariedad de rocas silíceas de excelente calidad para la talla, entre ellas: chert, vulcanitas,ópalo y calcedonia y, en menor cantidad, otros materiales silíceos. A partir de cortes delámina delgada de las variedades de rocas presentes en el sitio se determinaron tres clasesde rocas3: una variedad de chert (antes publicada por nosotros como ópalo jasperoide(Laguens et al., 2006), una roca volcánica y cuarzo, un material abundante en todas lasSierras Pampeanas. El chert está compuesto por cuarzo, calcedonia y ópalo, con escasa

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proporción de óxidos-hidróxidos de hierro intersticiales. La roca volcánica, es muysilicificada, con plagioclasa, biotita y cuarzo (pasta) con venas de cuarzo y calcedonia; loscristales de cuarzo son mayormente de forma alargada y con una disposición o arreglomayormente caótica. El cuarzo se halló en sus variedades cristalino y hialino. En distintossectores del afloramiento se registraron concentraciones de materiales superficiales queincluyen núcleos, instrumentos y lascas. A 700 m al Sur de ésta, hallamos otra cantera demenores dimensiones, de cuarzo cristalino de tonalidades rosadas (sitio ELS 4) con unaconcentración de materiales superficiales que incluyen núcleos, instrumentos y lascas.

El sitio Estancia La Suiza 3 (ELS 3) se halla a unos 180 m al Noroeste del sitio ELS1, cercano al margen izquierdo del Arroyo Tilquicha, a la vera derecha de la RutaProvincial N° 22. El sitio se descubrió a partir de una concentración de material líticotallado, con abundantes objetos con reducción bifacial realizados en el chert local,aflorando en una pequeña cárcava paralela a la ruta, recuperados por el Museo deTilisarao, Dr. Luis Gallo. La buena calidad y abundancia de material en alta concen-tración orientó la decisión de emprender una excavación en el sitio.

Se excavaron 4 cuadrículas contiguas de 2 m por 1,50 m cada una (cuadrículas Ahasta D), siguiendo los lineamientos del método estratigráfico de Harris, de acuerdocon los estándares establecidos por el Museum of London Archaeology Service(MoLAS, 1994). Se pudieron identificar 17 unidades estratigráficas (UE 1 a UE 17),desde la superficie actual hasta 1,40 m de profundidad, distinguiéndose 14 estratos y3 cortes. Luego se continuó la excavación en un sondeo de 1 m por 1 m en el ánguloNE de la Cuadrícula C, hasta 1,88 m más de profundidad, determinándose la existen-cia de 3 estratos más (UE 18 a 21). En la Figura 3 se reproducen las unidadesestratigráficas y en la Figura 4 el perfil en dos cortes Norte-Sur del sitio (paredes de lascuadrículas A y C, y B y D). Estas unidades estratigráficas fueron caracterizadas como:

Unidad Estratigráfica 1: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas C y D,caracterizado por un suelo friable, de color pardo claro (5/5 YR/3 de la escala deMunsell; colores observados en seco), en la fracción limo, sin inclusiones. Suespesor es de aproximadamente 15 cm en el borde Norte de la cuadrículas C y D, y5 cm en los afloramientos en los sectores centrales. Esta misma unidad es el estratosuperior de las cuadrículas E y F.

Unidad Estratigráfica 2: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas A y B,correspondiendo a la superficie del sitio en estas cuadrículas. Se caracteriza porser muy compacto, duro, de color pardo claro (5/5 YR /1 de Munsell), fracciónlimo arcilloso, de sedimento muy fino, tipo eólico, sin inclusiones. Aparece comoun estrato continuo en su espesor, de aproximadamente 30 cm, después de loscuales se produce una especie de «media caña», de aproximadamente 40 cm dealtura y 10 a 15 cm de profundidad. Esta media caña en algunos sectores aparecede color blanco, como afloramientos de sales o carbonatos.

Unidad Estratigráfica 3: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas C y D.Se caracteriza por un sedimento muy suave, de color pardo claro (4/5 YR /2 deMunsell), en la fracción limo, sin inclusiones. Su espesor varía entre 5 y 6 cm en laparte central, hasta 15 o 20 cm en el extremo Este, y 12 cm en el Oeste. El estratoaflora en una cárcava poco profunda que se forma por acción del agua, con unapendiente Este-Oste. Se trata del relleno de una cárcava (UE 8) cavada sobre el

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estrato más duro (UE 1 y UE7), y luego rellenado con sedimento suelto.

Unidad Estratigráfica 4: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas A, B, C yD. Se caracteriza por un sedimento friable, suelto, de color pardo claro (5/7,5 YR/2de Munsell), en la fracción limo, sin inclusiones. Presenta un espesor de 10 cm en laparte central, 0 cm en los laterales, por la forma de cubeta de la cárcava central (UE9). Junto con la UE 1 sería el estrato más reciente, que estaría suprayaciendo a la UE18, dejado al aire por la erosión hídrica y luego rellenado con este sedimento.

Unidades Estratigráficas 5 (y 6): Se trata de un estrato (inicialmente en el campofueron definidos como dos), abarcando el centro de la unión de las cuadrículas A,B, C y D. Se caracteriza por un sedimento entre rígido y suave, de color pardo claro(6/7,5 YR/2 de Munsell), fracción limo, sin inclusiones. Es un estrato dentro deuna cárcava (UE 9). Parece un relicto de un nivel anterior de cárcava, sobre el cualluego se generó otra cárcava más profunda (la UE 4). Su nivel es intermedio entrela UE 4 y la UE 3, la otra cárcava de las cuadrículas C y D. En las cuadrículas A yC estaba afectada por una excavación previa del Museo de Tilisarao, por lo cual laUE 6 fue considera como en un solo estrato junto con la UE 5.

Unidad Estratigráfica 7: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas C y D, quese caracteriza por un sedimento entre rígido y duro, de color pardo claro (4/5 YR /2de Munsell), sin inclusiones. En la cuadrícula C, sector Norte, tiene 5 cm de espesor;sobre la cárcava de la UE 9, entre 15 y 20 cm. Es el equivalente o la continuidad dela UE 2 al Norte de la cárcava UE9. Tanto este estrato, como el otro, parecen ser ladepositación de sedimento por acción del agua, en una especie de charco o algo conpoca corriente y mucha sedimentación. De igual dureza e igual color.

Unidad Estratigráfica 8: Se trata de un corte irregular, redondeado, sin esquinas,de 2,73 m de largo y aproximadamente 30 cm de profundidad, atravesando lascuadrículas C y D en dirección Este-Oeste, que cortó a las UE 1 y UE 7. Presenta unquiebre neto de pendiente, de lados suaves, verticales, con algunos sectores cón-cavos, y de base suave, cóncava. Su relleno está compuesto por la UE 3. Es un corterealizado por acción hídrica, formado por el nacimiento de una cárcava en lacuadrícula D, que se continúa fuera del área de excavación.

Unidad Estratigráfica 9: Se trata de un corte irregular, sin esquinas, de 3 m delargo, abarcando las cuadrículas A, B, C y D, en orientación predominante Este-Oeste, continuando fuera de las cuadrículas, a ambos lados de la excavación. Sepresenta como un corte neto en el quiebre de la pendiente, de lados suaves, verti-cales, con algunos sectores cóncavos, cuyo quiebre es gradual, de base redondea-da, cóncava. Está relleno con la UE 4, y en su formación cortó los estratos UE 2, UE5 y otros. Corresponde a un sector del cauce de agua o cárcava central que atravie-sa el sitio, que viene desde el este y continúa hacia el Oeste, con igual pendiente.

Unidad Estratigráfica 10: Se trata de un corte de forma irregular, sub-triangular,de esquinas redondeadas, con un largo de 1,35 m y un ancho mínimo de 0,41 m y0,71 de ancho máximo: 0,71, en la cuadrícula B, con una orientación predominan-te SE–NO. Su quiebre en la cima es neto, de filos redondeados, lados suaves,regulares, verticales, con irregularidades. El quiebre de la pendiente es gradual, debase redondeada, cóncava. Es un corte sobre el estrato UE 2, que dejó en evidenciaotro estrato, UE 11, más profundo que la UE 2. Tiene una pendiente desde el

Poblamiento humano en las Sierras de San Luis: Estancia La Suiza

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ángulo SE hacia el NO, siendo tributaria de la UE 9 (cárcava central).

Unidad Estratigráfica 11: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrícula A, B, Cy D, caracterizado por un sedimento muy compacto, duro, de color pardo muyclaro (5/10 YR /2 de Munsell) y blanquecino (7 /10YR/2 de Munsell), en la frac-ción limo, sin inclusiones, de aproximadamente 20 cm de espesor. En superficietiene afloramientos calcáreos, que se continúan en el perfil del lado sur de la UE 9,por debajo de la UE2, y en la pared N, por debajo de la UE 7, entre la cuadrícula Cy la mitad de la D. La transición con la UE 2 es imperceptible al excavar, salvo porla presencia de material calcáreo sobre las raíces. Desde el punto de vista delcontenido arqueológico, es la unidad con menor abundancia y densidad relativade material, lo que ha llevado a pensar en un corte en las tasas de depositación,quizás correspondiendo a un hiato ocupacional.

Unidad Estratigráfica 12: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas C y D,que se caracteriza por un sedimento suelto, de color pardo anaranjado, amarillentomediano, en la fracción limo, sin inclusiones. Corresponde al relleno de la UE 8,por debajo de la UE 3, y tiene la misma composición que la UE 7, pero distintogrado de compactación y bordes netos. Parece que la UE 12 fue parte de la UE 7que se derrumbó en la cárcava de la UE 8.

Unidades Estratigráficas 14 y 16: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículasA y B (UE 14) y C y D (UE 16), caracterizado por un sedimento suave en húmedo,duro y hasta rígido en seco, de color pardo claro, algo rojizo en húmedo, en lafracción limo, casi sin inclusiones, de 14 cm de espesor promedio. Excepcionalmen-te se encuentran algunos clastos pequeños (entre 1,5 y 2 cm). Fue definido principal-mente por diferencia de color y compactación con respecto a la UE 11 en lascuadrículas A y B, y la UE 11 en las cuadrículas C y D (inicialmente designadascomo UE 14 y UE 16, respectivamente). No se pudo observar un corte neto entredicho estrato superior y éstos, sólo un cambio gradual de color. Este cambio podríadeberse a procesos pedogenéticos propios del suelo, y ser parte de una misma uni-dad estratigráfica, junto con UE 11. Desde el punto de vista del contenido arqueoló-gico, son las unidades con mayor abundancia y densidad relativa de material.

Unidad Estratigráfica 15: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas A y B,caracterizado por un sedimento suelto, de color pardo claro, en la fracción limo, sininclusiones naturales. Corresponde al fondo de la cárcava de la UE 9, con una coloraciónmás oscura con respecto a la UE 14. La composición es la misma con respecto a la UE 14,a excepción de unos pocos lugares donde apareció arena, en espesores de 1,5 cm.

Unidad Estratigráfica 17: Se trata de un estrato, abarcando las cuadrículas A, B,C y D, caracterizado por un sedimento suelto, de color pardo, en la fracción limo yalgunos sectores limo-arenosos, sin inclusiones. Posee límites difusos en toda suextensión, con pequeñas concentraciones de arena, diferenciándose de las otrasunidades porque tiene algunos sectores con arena. Entre las cuadrículas A y Ctiene un límite difuso. Estaba cubierta íntegramente por la UE 15. Posee inclusio-nes arqueológicas, microlascas y muchas hipermicrolascas.

Unidad Estratigráfica 18: Corresponde a un estrato hallado en el Sondeo 2 en lacuadrícula C. Se caracteriza por un sedimento rígido en algunos sectores y en otrossuaves, de color pardo claro, en la fracción limo, sin inclusiones, con un espesor:0,64 m. Se percibe como una mancha de color más claro en relación a la UE 16, y

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

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de mayor dureza, como si fuera una especie de tosca.

Unidad Estratigráfica 19: Corresponde a un estrato del Sondeo 2 en la cuadrículaC, caracterizado por un sedimento duro, de color pardo claro (más claro que la UE18), en la fracción limo con concreciones de tosca, de 0,09 m de espesor, a 1,14 mde profundidad desde donde se empezó el sondeo (base de la UE 16), encontramosun nivel más duro. Parece corresponder al nivel de tosca, aunque no como algocontinuo, sino como concentraciones duras.

Unidad Estratigráfica 20: Corresponde a un estrato del Sondeo 2 en la cuadrículaC, caracterizado por un sedimento duro, de color pardo claro, como un limo com-pacto (¿tosca?), sin inclusiones, de 0,39 cm de espesor, a 1,25 m. de profundidaddesde la superficie del Sondeo 2, y que se extendía por todo el sondeo. Parece serun nivel de tosca que se encuentra en otros lados fuera de la excavación. Está muycompactado, de superficie irregular.

Unidad Estratigráfica 21: Corresponde al último estrato excavado en el Sondeo2 en la cuadrícula C, y se caracteriza por un sedimento entre suave y rígido, decolor pardo, en la fracción limo. Tiene algunas inclusiones ocasionales de tosca,quizás de la UE 20, y se extiende por toda la superficie del sondeo, sin una transi-ción neta. Desde 1,64 m de la superficie del sondeo y termina a 1,88 m.

En todos los estratos se hallaron materiales arqueológicos correspondientes a obje-tos líticos (Tabla 1) y algunos restos de cáscara Rhea sp. Se halló un solo fragmento dehueso, que se envió a datar pero no contenía colágeno. A partir de las características delas unidades estratigráficas y su articulación, se consideró que la estratigrafía podíainterpretarse en torno a dos componentes distintos, a partir de la disminución abrupta enla densidad de hallazgos de materiales arqueológicos en la Unidad Estratigráfica 11,además de las diferencias en las propiedades de las unidades estratigráficas que leanteceden y suceden. Por ejemplo, para los materiales con procedencia tridimensionalse calculó una densidad de 50 objetos por m3, en contraste con las UE 2 y UE 7, con unadensidad media de 114 objetos/m3 y las UE 14/16 con 386,31 ob./m3). De este modo seconsideró un componente inferior (Componente I, integrado por las UE 14/16, inclu-yendo las UE 5/6) y un componente superior (Componente II, comprendiendo la UE 1,UE 4 y la UE 2/7)4. Desconocemos aún el significado temporal y/o cultural de estoscomponentes, por lo que su sentido debe ser tomado como instrumentación de observa-ciones de campo, sujetas a ulterior verificación.

A continuación, nos centraremos en las características del conjunto artefactual delcomponente más antiguo de la campaña de Mayo de 2007, para analizarlo luego entérminos del problema más general que nos ocupa. En cuanto al material del Compo-nente II, solo mencionaremos por ahora que corresponde casi en su absoluta mayoríaa desechos de talla y en mínima proporción a instrumentos (4 objetos), confecciona-dos sobre el chert de los afloramientos del sitio ELS 2, de acuerdo a su similitudmacroscópica, con algunos elementos en cuarzo.

Componente I

Para analizar los conjuntos líticos se usaron modelos de tecnologías generalizadas-estan

Poblamiento humano en las Sierras de San Luis: Estancia La SuizaPoblamiento humano en las Sierras de San Luis: Estancia La Suiza

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darizadas para los instrumentos líticos y el método del Análisis Nodular o MANA (Cattáneo,2005; Larson y Kornfeld, 1997), consistente en establecer grupos mínimos de ítems quepudieran haber pertenecido al mismo nódulo, teniendo en cuenta ciertos rasgos petrológicos.Para el estudio de los desechos del proceso de talla se siguieron los lineamientos no tipológicosde Ingbar, Larson y Bradley (Ingbar et al., 1989), considerando el proceso de reduccióncomo un continuo. El fin de estos procedimientos fue establecer los eventos unitarios detalla producidos en el sitio y determinar así aspectos de la organización de la tecnología apartir de la presencia o ausencia de elementos dentro de la secuencia de manufactura y uso.Para la clasificación de instrumentos se realizó la descripción morfotecnológica siguiendolos criterios de Aschero (1975, 1983) y Hocsman (2006) y esos datos fueron utilizados paraentender las estrategias propuestas por Andresfsky (1994) y Dibble (1991) que considerandos clases de instrumentos: generalizados (informales) y estandarizados (formales), catego-rías que permiten discutir los contextos de manufactura y uso.

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

Chert

20

76

7

22

48

49

34

64

15 + 1calcedonia?

284

121

171

485

741

COMP.II

COMP.I

UnidadEstratigr.

U.E 1

U.E 2

U.E 3

U.E 4

U.E 7

U.E 11

U.E 12

U.E 14

U.E 15

U.E 16

U.E 17

Chert

5

42

4

25

7

6

129

8

100

34

76

271

360

Cuarzo

5

3

2

6

8

4

8

18

28

Cuarzo

8

1

3

5

2

6

1

12

10

17

29

48

Objetosformalizados

2 bifaces

1 bifaz1 lasca form.

1 núcleo1 percutor

1 raspador

5 núcleos1 cepillo1 lasca form.2 bifaces

3 núcleos1 raspador4 bifaces

1 lasca form.

4 objetos

18 objetos

25 objetos

TOTAL

25

131

12

25

81

60

40

205

25

404

169

274

803

1177

TRIDIMENSIONAL ZARANDA

Sub-total Comp II

Sub-total Comp I

Total general U.E.

Tabla 1. Distribución de hallazgos por unidad estratigráfica. Las zonas sombreadas correspondenrellenos de cortes, no considerados en el análisis4. Con tridimensional nos referimos a hallazgos con

registro espacial, con zaranda a elementos recuperados con dicha técnica debido a su tamaño muyreducido (menor a 1 cm) que impedía la conservación de su ubicación original al excavar.

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En total se recuperaron 803 artefactos en este componente, de los cuales un 94,14 %(756 ejemplares) es de chert y el 5,86 % restante (47 ejemplares) es de cuarzo. Predominanen altísima proporción los desechos, con sólo 3 instrumentos en chert y 1 en cuarzo, 4núcleos en chert y otros tantos en cuarzo y sólo 6 bifaces en chert (Tabla 1). A partir de esteconjunto se pudieron distinguir 371 nódulos en chert y 5 en cuarzo (Sario, 2008), inclu-yendo simples y múltiples (Cattáneo, 2005; Kelly, 1985) (Tabla 2). En el caso de losnódulos simples – es decir, instrumentos aislados o bien desechos aislados – se identifi-caron 1 raspador sin desechos, 1 núcleo, 4 bifaces y 275 desechos de talla, todos ellos enchert, y 1 solo desecho de cuarzo, la gran mayoría correspondiendo a eventos «aislados»,que quizás se vean en alguna medida sobreestimados debido a los rasgos heterogéneos delchert que contiene muchas gamas de colores, diferentes texturas y tipos de inclusiones.

Poblamiento humano en las Sierras de San Luis: Estancia La Suiza

Instrumentos Núcleos Bifaces Desechos

NODULOS SIMPLES

Chert

Cuarzo

Chert

Cuarzo

Totales

1 raspador

-

1 cepillo1 lasca conmicroretoque

1 percutor

4

2 núcleos amorfos

-

2 amorfos1 bifacial

2 amorfos1 bifacial

8

2 biconvexas2 fracturadas

-

1 biconvexa

1 triédrica

-

6

268

1

85

4

358

NODULOS MULTIPLES

Tabla 2. Cantidad de artefactos que integran los nódulos mínimos identificados.

Para los nódulos múltiples -es decir, grupos que combinan instrumentos y desechos-se observaron 7 grupos de núcleos y desechos (3 de c hert y 4 de cuarzo), 2 nódulos debifaces y desechos en chert y 3 instrumentos con sus desechos, consistentes en 1 cepilloy 1 raspador en chert, junto con 1 percutor en cuarzo para los primeros. De los núcleoscon desechos, 2 de ellos son bifaciales (uno de cuarzo y otro de chert) y 6 amorfos (tresde cada una de dichas materias primas). Las bifaces son todas de chert, 2 enteras y 4fracturadas. Las piezas enteras tienen sección transversal biconvexa y carácter de lasección regular, pertenecerían a la categoría bifaces en sí mismos (sensu Hocsman,2006) (Figura 2). Dentro de las fracturadas, hay una triédrica irregular, una biconvexasimétrica irregular y dos que están muy fracturadas como para caracterizarlas.

Con respecto a la conformación de los nódulos múltiples, en general son pocos losdesechos que los acompañan. En los núcleos de chert, hay 1 núcleo bifacial con su desecho,1 núcleo amorfo con 7 desechos y 1 núcleo amorfo con su desecho. En los núcleos de cuarzo,hay 1 núcleo bifacial con su desecho y 2 nódulos de núcleos amorfos con 1 desecho cadauno. En cuanto a los instrumentos de chert, hay 1 lasca con microretoque y 2 desechos, y 1cepillo con su lasca. Con respecto a los instrumentos de cuarzo, es 1 percutor con 8 desechos.

52

De los bifaces de chert, 1 bifaz tiene 8 desechos y otro bifaz, 3 desechos.

Vemos entonces que, en general, de acuerdo a la distribución y composición delos conjuntos artefactuales y de desechos, así como a las propiedades de los nódulosmínimos que, desde el punto de vista de las secuencias de actividades y la lógica de laorganización de las prácticas asociadas con la fabricación y manipulación de losartefactos líticos, la ausencia de secuencias de reducción completas, así como la pre-sencia de secuencias entrecortadas –en cuanto se hallan representadas ciertos momen-tos de los eventos de talla no secuenciales de un mismo nódulo– apuntan a unadinámica del uso del espacio y del tiempo discontinua. Así, por ejemplo, los gruposformados con los desechos no agrupados con otras clases de artefactos, se correspon-den con 85 nódulos, que implican la producción, reciclaje y/o mantenimiento deinstrumentos en el sitio, aunque ellos no estén. Sólo identificamos siete nódulos conpresencia de instrumentos y desechos de nódulos múltiples, tanto de chert comocuarzo, que implican la producción, uso, mantenimiento y descarte en el sitio. Sinembargo, ello contrasta con los instrumentos, núcleos y bifaces de nódulos simples,que tiene que haber sido formatizados en gran parte fuera del área de hallazgo o delsitio, pese a que las materias primas son las mismas rocas locales. De acuerdo alanálisis no tipológico, los procesos de talla representados en el sitio correspondensólo a los momentos medios y finales de las actividades secuenciales de la producciónlítica, tanto para el chert como para el cuarzo (Figura 5). Algo inverso sucede con losproductos primarios de los núcleos, tanto amorfos como bifaciales, donde las bocas delascado son de mayores dimensiones que los desechos del mismo nódulo origen, esdecir, las lascas grandes hubieran sido trasladadas a otro lado, quizás como artefactos,o bien no sólo eran formatizados fuera del sitio, sino que durante su vida útil quizásingresaban y egresaban del sitio repetidas veces con sus talladores.

Consideraciones finales

Los resultados obtenidos hasta ahora en los sitios de Estancia La Suiza comienzana vislumbrar un modo de vida cazador recolector análogo al de otros sitios tempranosde la Pampa y Paragonia con contextos artefactuales similares, quizás en etapas quesuperen la exploración inicial, probablemente ya definiendo espacios de habitat par-ticulares (Laguens, 2006). Ello nos lleva a fortalecer la idea de la alta probabilidad deun poblamiento humano de la región cercano al límite Pleistoceno-Holoceno, comolo planteáramos en el modelo inicial (Laguens et al., 2003) y como las fechas másantiguas de las sierras de Córdoba lo estarían confirmando.

Desde el punto de vista de nuestras hipótesis de movimiento poblacional, la pre-sencia de estos sitios en el occidente de las Sierras de Córdoba plantea varios puntosy desafíos interesantes a destacar: por un lado, que las vinculaciones morfológicasdescubiertas desde la bioantropología con poblaciones de Pampa y Patagonia (Fabraet al., 2005) quedan también manifiestas en cuanto a las similaridades en las estrate-gias tecnológicas de organización y uso del espacio (Flegenheimer, 1991; Cattáneo,2005; Cattaneo y Flegenheimer, 2007), y, posiblemente con los procesos migratoriosde dichas regiones, como suponíamos a partir del modelo; por otro, y en relación aesto último, la ubicación geográfica y ambiental de la localidad de La Suiza abre laposibilidad de considerar otra alternativa de poblamiento para el modelo, debiendoconsiderar también el Sur o Suroeste como ruta migratoria (quizás por el río Quinto,

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

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que une las sierras de San Luis con la llanura pampeana).

Desde el punto de vista de nuestras hipótesis de movimiento poblacional, la presen-cia de estos sitios en el occidente de las Sierras de Córdoba plantea varios puntos ydesafíos interesantes a destacar: por un lado, que las vinculaciones morfológicas descu-biertas desde la bioantropología con poblaciones de Pampa y Patagonia, quedan tam-bién manifiestas en cuanto a estrategias tecnológicas y, posiblemente, con los procesosmigratorios de dichas regiones, como suponíamos a partir del modelo; por otro, y enrelación a esto último, la ubicación geográfica y ambiental de la localidad de La Suizaabre la posibilidad de considerar otra alternativa de poblamiento para el modelo, de-biendo considerar también el Sur o Suroeste como ruta migratoria (quizás a través del ríoQuinto (Hauri et al., 2003), que une las sierras de San Luis con la llanura pampeana).

Como planteamos en otro lado (Laguens et al., 2007c) todo ello establece otrosinterrogantes interesantes para trabajar como, por ejemplo, determinar si los habitan-tes de La Suiza tuvieron continuidad en el tiempo, con una evolución local haciaotras formas de vida; si es así, si existe una filiación entre estos grupos y los cazadorescaracterizados a partir de Intihuasi, si existió una continuidad entre ambas poblacio-nes, o bien existe la posibilidad de un segundo poblamiento (¿vinculado con losAndes como sostenía González en 1960?), entre otros problemas a resolver.

Notas* Este proyecto fue financiado mediante un subsidio de la Agencia Nacional de Promoción

Científica y Técnica, FONCYT, PICT N° 15.187, dirigido por el Dr. Darío Demarchi.

1. Dicho ingreso no necesariamente tiene que haber sucedido con anterioridad al poblamiento dela Patagonia o de la Provincia de Buenos Aires, sino que en tanto producto de la fisión degrupos, puede tratarse de poblaciones hijas de comunidades asentadas en el litoral fluvial o elnorte de la llanura pampeana, cuyo desprendimiento pudo hacerse en momentos posteriores alde tránsito. Tampoco sería imposible que haya habido una migración en dirección Sur-Nortedesde las pampas bonaerenses. Sin embargo, si bien el terreno tiene equiprobabilidad decostos, no hay vías claras de tránsito desde allí, como pueden ser ríos o cauces abandonados(Laguens, 2006).

2. Agradecemos la colaboración del Dr. Luis Gallo, Director del Museo de Tilisarao, SanLuis, quien descubrió los sitios y halló la primera punta cola de pescado, y quien gentilmentecompartió su información y el trabajo de campo con nosotros.

3. Agradecemos a la Lic. Claudia Di Lello (CIC- Fac. de Cs. Naturales y Museo, UNLP) dela División Mineralogía del Museo de La Plata quien realizó las descripciones y lasdeterminaciones mineralógicas.

4. Las UE 3- UE 12 y UE 4 fueron consideradas como un relleno muy reciente de las UE 8y UE 9, respectivamente, considerando a los materiales como intrusivos en dichos estra-tos, por lo que quedaron fuera de estos componentes.

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Figura 1. A. Ubicación relativa de la localidad arqueológica Estancia la Suiza; B: esquema delárea de sitios en ELS; C: topografía de los sitios ELS 1 y ELS 3.

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

Figuras

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Figura 2. Puntas cola de pescado de Estancia La Suiza. A: procedente de ELS 1/b;B: procedente del ELS1 1/a; C: artefactos de ELS 3, Unidad Estratigráfica 14-16.

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Figura 3. Unidades Estratigráficas, cuadrículas A, B, C y D, sitio ELS 3, Marzo 2007.

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

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Figura 4. Secuencia de Unidades Estratigráficas en corte vertical de ELS 3. Arriba, sobrepared Este de las cuadrículas B y D; abajo: pared Este de las cuadrículas A y C.

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Figura 5. Vista general del sitio ELS en proceso de excavación.

Andrés Laguens; Roxana Cattáneo; Eduardo Pautassi y Gisela Sario

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Arte del centro-oeste argentino:Sierra de Comechingones Sur

Ana María Rocchietti

Universidad Nacional de Río CuartoContacto: [email protected]

«El arte es la imaginación del mundo, no es el mundo mismo»

Luis Lumbreras.1974. La arqueología como ciencia social

Introducción

El centro de la Argentina, espacio al que pertenece la provincia de Córdoba, es unpaís de montañas viejas y de pedregales, de vegetación achaparrada, de algarrobos ychañares a medida que se viaja hacia el occidente, hacia la Cordillera de los Andes. Enél, el arte rupestre constituye un tesoro de imágenes, frecuente, escondido entre lasrocas.

Nuestro trabajo lo ilustra para darlo a conocer más allá de sus fronteras pero sufinalidad es aportar conceptos a los estudios rupestres.

I.El arte rupestre fue descubierto en 1879, en la Cordillera Cantábrica (España), y

rápidamente despertó un interés de primera magnitud por los enigmas científicos yfilosóficos que suscitaba: arte de salvajes, arte de hombres prehistóricos, arte de unahumanidad que estaba en el propio pasado de los europeos pero dotado de unaradicalidad singular: su significado era desconocido y debía ser ubicado en la histo-ria plástica del Hombre o, al menos, en la secuencia evolutiva del progreso en susactividades intelectuales. Mucho después se conoció que las pinturas y grabadosestaban vivas en una tierra tan remota como Australia y, por única vez, se pudoadvertir que se ligaban a mitologías aborígenes sobre el Universo o sobre el Planeta1.

Interpretar el arte rupestre, desde entonces, habría de consistir en encontrar elvínculo entre los signos y sus significados. Tarea difícil porque las imágenes provie-nen de una intención arbitraria e ideológica, las cuales -como apuntó Lumbreras- sonuna imaginación sobre el mundo pero no el mundo mismo (Lumbreras, 1981:158).

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Sin embargo, existe asimismo una cuestión que se integra a la de la interpretacióny ella es la de que al registrar (documentar) creamos un nuevo hecho, por otra imagenque aunque persiga ser idéntica al original nunca lo logrará. Es una imagen que estarádestinada al almacenaje, a la sistematización y a su transformación en una percepciónmás clara, correcta, objetiva pero distinta e -inevitablemente- distorsionada (SánchezProaño, 1991:66). La realidad de las imágenes devendrá, así, fuertemente imbricadacon su documento (calco, fotografía, video, programa de digitalización electrónica).La química de una fotografía es apenas convergente con la química de las pinturasreales ya que la fidelidad a los colores nunca alcanza una coincidencia verdadera.Este problema estuvo en las etapas iniciales de los estudios rupestres y siempre forma-rá parte del esfuerzo crítico de las reproducciones que se popularizan en las publica-ciones o en los medios de comunicación. La verdad del documento visual siempreserá una perspectiva de aceptabilidad, es decir, referida a criterios para la aceptacióndel documento que ofrecen las publicaciones o films sobre el arte arqueológico.

Pero, ¿a qué se llama arte rupestre y por qué?

La respuesta pareciera sencilla: se nombra así al arte en las rocas, al arte prehistó-rico en las cuevas, al arte indígena arqueológico, realizado por hombres, pueblos,cuya única forma de expresión gráfica quedó plasmada en él, en las piedras mobiliaresdibujadas, en la cerámica, en los artefactos de caza, en la textilería, etc. Se lo denomi-na así porque se evoca el soporte universal que lo define: paredes y techos de cuevas,abrigos, bloques y paredones según sean las geoformas típicas de cada ambientelitológico aún cuando en la actualidad se tiende a incluir otras obras o fenómenos ensu universo de investigación.

Sin embargo existen tantas dificultades para definirlo como para explicarlo. Losespecialistas saben de qué hablan cuando lo abordan pero no siempre acuerdan sobrela mejor forma de denominarlo y eso se debe a que cuando arriesgamos un nombreesbozamos una teoría.

Las recomendaciones sobre cómo llevar adelante su registro son bastante homogé-neas en nuestra época. Jean Clottes afirma que se debe estudiar los suelos, las paredes, elcontexto ambiental y arqueológico (Clottes, 1998:29) tratando de abarcar su contextoexterno (los hábitats de sus autores y contemporáneos) e interno (las grutas profundas)con la finalidad de interpretarlo (Clottes, 1998:7). En cambio, han aparecido interesesnuevos, especialmente el de su conservación. Ian Wainwrigth -un reconocido expertoen el tema- clasifica los deterioros en naturales y antrópicos definiendo los siguientesfactores que los provocan: 1. alteración y deformación a gran escala, 2. desgate geofísicoy geoquímica y, por último, 3. deterioro biogeofísico y biogeoquímico (Wainwrigth,1985). En todas partes, sin excepción de tiempo ni de geografía se verifican desprendi-mientos, exfoliaciones, agrietamientos, filtraciones de agua, acreciones de distinto tipo(sal, carbonatos, yeso), incrustación de líquenes, acción de los mamíferos, de las aves, deas avispas, de las bacterias, de los hongos, de los musgos, la frotación de las ancas delganado y, sobre todo, del vandalismo humano. Todo esto condena al arte a desaparecer.

También importan los problemas surgidos en su documentación, particularmente,la cuestión de cómo llevar a cabo una sistematización de la información visual paraluego volcarla a distintos soportes cuya variedad es muy amplia, en términos, técni-cos en nuestra era tanto como la de secuenciar registros detallados para luego articu-

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larlos y obtener el friso completo en el laboratorio informático (Cf. Sánchez Proaño,2002:80). Pero, también, la documentación lleva, hoy, adosadas las consideracioneséticas: la investigación debiera ser objeto de regulaciones apropiadas y debiera po-seer requisitos de acceso, toda documentación del arte rupestre no será destructiva enrelación con el arte rupestre en sí mismo y en relación con los restos arqueológicosasociados que pudieran existir, ningún artefacto será recogido si es que antes el traba-jo sea parte de un programa legalmente constituido se prospección o excavaciónarqueológica, ninguna excavación se realizará sin ser antes parte de un proyecto deexcavación legal, no se removerá el suelo con el solo objeto de exponer el arte rupes-tre subyacente y, finalmente, los procedimientos de documentación y de investiga-ción potencialmente destructivos serán llevados a cabo solo si existiera otro poten-cial daño sobre el arte rupestre (ARARA, 1987 en Loendorf et al, 1998:21). Estapreocupación ética se extiende a los registros de campo que deberían ser depositadosen algún lugar público.

Se lo llama «arte» pero se afirma que, por el tipo de práctica que fue, no es un arte«verdadero» si por detrás de esta denominación predomina una teoría sobre el arte ensentido estético y se rechaza su investigación como arte si los criterios que se aplicanson los de la Estética occidental. Llamarlo «artesanía» tampoco sería demasiado ade-cuado porque ese término –además de estar devaluado en nuestra propia sociedadcomo si ella fuera un arte menor para el mercado- y sólo destaca la dimensión de«habilidad» y «destreza». De todos modos, y aún cuando esta designación de arte escriticada, ella perdura.

En los trabajos modernos aparecen también las expresiones tales como imágenes,dibujos, manifestaciones. Todas implican algún tipo de adscripción teórica ya sea enel campo de la percepción, del arte, de la realidad o del método.

El concepto de imagen alude -en el diccionario de la lengua española- a figura orepresentación de una cosa por medio del lenguaje, «idealmente» y, también, repre-sentación religiosa (que es el término que el cristianismo usa para la representación delos seres de su dogma). Un imaginario sería, a su vez, un conjunto organizado deimágenes, un repertorio y –asimismo- la ausencia de realidad. Lo que es imaginario noes real porque surgiría del sueño, de las fantasías oníricas, de la exaltación alienadatanto de las facultades mentales como del lenguaje. La imágenes están dentro de lamente de su autor pero se materializan con la ayuda de algún lenguaje (hablado,gráfico, gestual, escultórico, etc.). La imagen se distancia de lo real sea porque es sureflejo (y no la cosa misma), sea porque construye cosas diferentes de lo real (inclusoimposibles).

La imposibilidad de llegar al fondo del sentido de las imágenes o signos rupestres(que yacen ahí solamente como significantes flotantes2, prestos a tomar los significa-dos que queramos darles, o enigmáticos sin ofrecer la calma de creer en haber encon-trado su último significado) lleva al problema de la relación teoría/registro en estecampo de investigación. Tampoco aquí hay acuerdo: para unos la investigación seagota (pero adquiere todo su valor) en el registro, es decir, en la documentación. Laindagación consiste en aumentar la compilación de sitios con arte y en adjudicarlesuna cronología. Para otros, la documentación sirve a la teoría como prueba. La teoría,generalmente en este caso, ofrece explicación para la vida social de sus autores: el artesería marca territorial, expresión de la organización política y económica, ritual reli-

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gioso respaldado por el mito, sistema de comunicación entre grupos de una mismasociedad o entre sociedades o entre los géneros. Menos frecuentemente se advierteque –en los estudios concretos- la teoría conduzca la documentación pensando a losregistros como una interacción entre sujeto (el investigador) y el arte rupestre.

Hay que tener en cuenta que sus imágenes no tienen –muchas veces- ni siquierauna percepción unívoca y es muy posible que cada uno vea lo que quiere ver. Aúncuando lo que se ve sea indubitable (un animal de especie conocida, un hombre)siempre existe un «plus» o una reserva de significado que se asienta sobre todo lo queno sabemos sobre el contexto de su ejecución (crisis social, escasez de animales, ciclomitológico, instituciones) y, también, sobre lo que vemos parcialmente o mal pordestrucción o por los efectos del paso inexorable del tiempo. En algún sentido, cadauno de nosotros, en las imágenes, encuentra lo que busca.

Los estudios neopositivistas del arte rupestre no son satisfactorios porque parecenconstatar solamente asociaciones estadísticas entre signos (o motivos) pero, asimis-mo, los estudios puramente interpretativos o hermenéuticos tampoco lo son ya queescapan a las pruebas de contrastación y permanecen como estados de conciencia desus investigadores. Es probable que nunca se logre una constatación satisfactoria dela adecuación de nuestro pensamiento –o, por lo menos, de nuestro pensamientoactual- con el arte rupestre. En esta cuestión no sería conveniente ignorar los aportesde la semiología y del estructuralismo moderno. En definitiva, el arte en las rocasdescribe una antigua episteme, es decir, una organización de conceptos, de pensa-miento, de retórica.

Muchas veces nos detenemos en la puerta del arte rupestre estimando que él sola-mente consiste en sus imágenes y somos indiferentes a la posibilidad de que el espa-cio en que fue realizado fuera mucho más importante que las mismas imágenes: unespacio sacralizado, heredado como magia, formulado como especial en una clase depensamiento que ve en el paisaje, en las rocas, en los cerros, en las aguas, en losrincones lo que nosotros no vemos.

Por esa razón, algunos autores incluyen dentro del arte rupestre no sólo a laspinturas, a los petroglifos, a los geoglifos sino también a algunos casos del arte mobiliar(como los morteros, por ejemplo, o las estelas y las cámaras mortuorias) y, fundamen-talmente, a sitios o lugares como piedras míticas y cerros sagrados destacando alapropiación cultural del espacio y no sólo los dibujos (Tarble, 1991).

Nosotros creemos advertir que el arte rupestre argentino y americano (y todo lo queél comprende, incluyendo los objetos que acabamos de señalar) muestra -simultánea-mente- coherencia espacial y temporal y movimiento interior en un proceso de varia-ción, cambio, recombinación de temas y de signos, abandono de otros como grados delibertad en la ejecución, en la selección de lugares y en las perspectivas de observación.

Es muy probable que el género de vida haya ofrecido la base material para el imagi-nario y el ritual rupestre. Algunas teorías sobre el cambio social sostienen que cuandocambia la estructura económica inevitablemente, más tarde o más temprano, sobrevieneel cambio en la ideología. Es indudable que los sitios rupestres ofrecen una oportunidadmuy grande de estudiar ideologías pero las asignaciones a tecnologías y técnicas (decaza o agrarias) siempre es dificultosa por múltiples causas pero especialmente por la

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inseguridad de la correlaciones entre la arqueología que ofrecen las paredes rupestres yla arqueología que yace a sus pies en las cuevas o abrigos de roca.

La duración es una dimensión característica de las ideologías; también su tenden-cia a la universalización, a volverse un modelo de desarrollo social generalizado. Lossignos rupestres perduraron como práctica en dos sentidos: como tales -por una con-fianza real en su eficacia mítica y religiosa- y como continuidad perseverante deritual, probablemente mucho más ligados a la institución imaginaria de la sociedadcomo acostumbraba a caracterizar Cornelius Castoriadis (1992). Este proceso llevómiles de años y colapsó ante la ruptura de la vida colectiva y moral que significó lainvasión europea.

En la práctica encontramos investigaciones de sitio, investigaciones de conjuntosde sitios (enfoques territoriales y estadísticos) y -en la actualidad casi nunca- de deter-minadas figuras o signos. A veces se correlaciona el arte rupestre con la iconografía deotras esferas de la expresión cultural, principalmente la cerámica, los textiles, la cestería,la metalurgia, las calabazas pirograbadas o los huesos y otros materiales decorados. Nosiempre la correlación es segura o se puede intentar dependiendo del tipo de registrosarqueológicos regionales. La calidad de las intervenciones arqueológicas y políticas enellos es de muy diversa calidad y metodología. Berenguer (1995) sostuvo en un trabajomuy innovador que el arte tiene las mismas dimensiones semióticas que el lenguajegeneral: sintácticas, semánticas y pragmáticas. Asimismo, posee dimensiones nosemióticas como las relaciones cronológicas y espaciales entre signos rupestres asícomo una sucesión lineal de eventos físicos, químicos y biológicos únicos.

La demarcación de las propiedades físicas de los sitios rupestres requiere prestaratención a sus ambientes tanto litológicos como biológicos. Un ambiente está com-puesto por entidades y procesos y sus características son el resultado de procesoscíclicos como únicos que han operado a lo largo del tiempo. Y no sólo se compone deesas propiedades transitoriamente estabilizadas y registradas sino que existe una di-mensión intangible: la experiencia humana. Ella cuenta tanto en el pasado como en elpresente porque agrega a la percepción distraída de un paisaje un contenido culturalheredado o activamente construido en nuestra propia época. Ahora bien, por fuera delas sensaciones e ideas que él añade a un ambiente, también se verifican todas lascondiciones biosociales que definen un género de vida en él. La arqueología denuestro tiempo es sensible a estas cuestiones.

Los ambientes rupestres poseen diferencias de escala, de geomorfología y de integri-dad porque devienen de los procesos y acontecimientos histórico-sociales de las regionesy de la evolución de los factores de propiedad y explotación económica en ellas. Elregistro arqueológico informa sobre la materialidad rupestre, sobre sus vecindades y sobreesos particulares espacios semióticos (enigmáticos, mudos, escondidos, imperfectos en suvisibilidad) que aluden a una subjetividad y a un conocimiento que nos son extraños.

Su sistematización no es demasiado diversa, ni en criterios ni en denominaciones.Los investigadores usan términos como estilos, grupos estilísticos, unidadesestilísticas, modalidades estilísticas o, en su defecto, letras o números o códigos paraabarcar en la denominación sitios, paneles y motivos o signos. No siempre tienenéxito en su comunicabilidad. Generalmente, estamos en una situación en la que ideasexpresan ideas, es decir, usamos conceptos para poder dar cuenta de los conceptos

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que sostienen las imágenes rupestres. Por lo tanto, todo estudio rupestre se realiza enun marco enteramente ideológico, tanto por parte de los autores como por partes delos investigadores.

La naturaleza del arte rupestre puede pensarse como ritos en imágenes para contes-tar a dos preguntas. Una es ¿cómo se originaron las cosas?; Y otra, ¿cómo es el sistemadel Universo? Ambas han sido formuladas insistentemente durante miles y miles deaños y por las más diversas sociedades. No importa que se despliegue como represen-taciones «realistas» o como imaginario «fantástico»; su carácter es plenamente sim-bólico, «pensado» 3.

El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, es una forma de organizar la expe-riencia humana y, en particular, el conocimiento. Al respecto podríamos decir que lasmaneras de pensar producen maneras de vivir y estilos de existencia; el arte rupestrefue una de esas maneras. Lévi Strauss (1999:53) sostenía que el arte de las sociedadesprimitivas es eminentemente social, a despecho de la creciente individualizaciónocurrida en la historia general del arte.

Sánchez de Montañes (1977:143) destaca cuatro aspectos a considerar en el aná-lisis:

§ aspecto formal o los elementos combinados que le proporcionan coherenciacomo para poder ser considerado como algo en sí mismo,

§ aspecto representativo o temático (el argumento),

§ aspecto significativo o idea que puede transmitir, comunicar, comprensiblepara el hombre de la época pero difícil de apreciar en una cultura arqueológica,

§ aspecto funcional o de finalidad (la autora se basa, en este caso, en la afirma-ción de Herskovits -El Hombre y sus obras- de que en las «sociedades primiti-vas» no hubo arte por el arte).

En este esquema cuentan los elementos formales o motivos, las relaciones entre lasformas o elementos formales, las diferentes formas en que se combinan los elementosy las cualidades sobre las que descansa la expresión. Pero su dimensión más importan-te es la de portar significado y de valorar de algún modo específico el material sobreel cual se ha trabajado hasta volverlo algo diferente de la utilidad (por ejemplo de surelevante carácter comunicativo). Añade que todo cambio de estilo (es decir, el enfo-que con que se estudia habitualmente el arte) equivale a un cambio cultural profundoya que los estilos son «estables».

Sin embargo, en 1993, apareció un volumen, editado por Lorblanchet y Bahnque daba a conocer los trabajos presentados en un simposio celebrado en el Segun-do Congreso de la AURA en Cairns (Australia); en él se daba por iniciada la erapost­estilítica, entendiendo por tal la llegada a escena de los nuevos métodos dedatación del arte –que vendrían a reemplazar al uso cronológico de los estilos- y elalbor de una crítica profunda a la manera de cómo los estilos habían sido elaboradosy utilizados como indicadores cronológicos en Europa y en Australia (Lorblanchety Bahn, 1993). Si bien su lectura no obliteró ni la existencia de los estilos comoreferentes para describir el arte rupestre ni la tarea de seguir proponiéndolos en los

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estudios regionales, provocó una reflexión seria sobre ellos y sobre el análisis delarte arqueológico en general.

Para la investigación del arte rupestre sólo cabe una visión de conjunto que inten-te dar una caracterización a estos problemas: cada signo ¿a qué se opone?, ¡con cuál secombina?, ¿con cuál se complementa? El primero y el tercero son problemas gráficosy semánticos, el segundo es uno gráfico. Dilucidarlos implica proponer algún caminode análisis, descubrir nuevos problemas y avanzar sustantivamente en ellos. Mientraslo primero compromete un esfuerzo por definir sus dimensiones heurísticas, lo últimose vincula, más bien, con la capacidad para interpretar los registros y trascenderlos.

El arte rupestre, resulta así en un tesoro de imágenes y un documento ideológicode primer orden para entender a las sociedades antiguas -en nuestro caso- de la Argen-tina Mediterránea. La condición, de acuerdo con nuestra perspectiva, de cumplir conestos criterios en su estudio: comprensión, distinción, definición, sistematización ycriticidad.

El estilo, como herramienta de análisis, responde a tres preguntas: 1. ¿qué se ve?,2. ¿cómo está organizado lo que se ve? y 3. ¿por qué se ve lo que se ve? (es decir, ¿quécausas han originado lo que se ve?). En este último caso, nuestros supuestos de inves-tigación adjudican las mismas a estos órdenes de causalidad:

§ Acumulación de actos de dibujo (pintura o grabado),

§ Repetición ritual de una ideología,

§ Relictos sucesivos y autónomos de arte o de ideología.

La organización de estos actos o de esta ideología puede ser alta o baja en lamedida en que todos o buena parte de los dibujos estén combinados o conectadosentre sí y baja si los dibujos son autónomos y variantes, separados en tiempo y espa-cio. De todas maneras no siempre se puede aplicar esta apreciación al heterogéneoconjunto de registros rupestres. El estilo será el instrumento que permitirá descubrir lacoherencia de la ideología rupestre (o manifestada por los diseños rupestres) o, lo quepara nosotros es lo mismo, el sistema de pensamiento y de acción que llevó a los sereshumanos a pintar o grabar signos (herméticos, esotéricos, espectaculares) en las pare-des o pisos de roca.

La formulación de estilos es un esfuerzo de interpretación realizado casi ininte-rrumpidamente por los estudiosos desde que Henri Breuil los formulara, en 1934, parael arte rupestre de Europa Occidental (Breuil, 1934 y 1952). En términos generales, sebasa en la búsqueda de similaridades por contenido (es decir, eligiendo un ciertoinventario de figuras o signos), por asociación de elementos particulares dentro de uninventario, por posición (del animal, de sus orejas, patas, etc.) y por técnicas usadas(Cf. Sieveking (1993:27)4.

Los fundamentos estéticos o ideológicos debieran derivarse de los paneles pinta-dos o grabados en sí mismos. Sin embargo, existe un cierto consenso sobre que laestética no es sino uno de sus efectos no buscados. Si son bellos será solamenteporque nosotros admitimos en nuestra subjetividad, como observadores, esta cuali-

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dad. Pero no es demostrable la intención por lo bello por parte de sus autores. Lomismo podríamos afirmarlo en relación con la emoción (el miedo, el vínculo con lodesconocido, el sentimiento primario de lograr comida para sobrevivir, la promesaambigua de gobernar el cosmos a través de las ceremonias, etc.). La investigaciónarqueológica, si bien la invoca, no se compromete con el valor espiritual y trascen-dente de los signos. No penetra en el «alma primitiva» de la que hablaba Lucien Lévi-Bruhl más que para contornearla.

Asimismo, el arte rupestre implica que existió una comunidad de comunicación(una antigua y ancestral colectividad de gente, viva y muerta, para la cual esos signostenían un preciso y especial significado). Si no fuera por los estudios de estilo, ellapermanecería en la esfera conjetural.

El arte rupestre sugiere la expresión ideológica. La ideología tiene una larga trayec-toria como concepto y una gran discusión teórica por detrás. Las más sobresalientes son:

§ la ideología es cosmovisión (cómo está organizado el Universo) o cosmogonía(cómo se originó el Universo), conciencia contemplativa,

§ la ideología es sinónimo de simbolización, de proceso de construcción designificados,

§ la ideología es un conjunto de significados elaborados (anónimamente o porun autor conocido) con el propósito de luchar contra otros significados yexpresa la lucha política y material en cualquier sociedad entre grupos, secto-res, clases o estamentos,

§ la ideología es una máscara, una trama de símbolos que oculta la realidad (o loque sería aquello que verdaderamente sucede),

§ la ideología es parte de la cultura (y ésta está constituida por las prácticas ysímbolos dependientes de la tradicionalidad),

§ la ideología es toda la cultura (Barthés, 1982, Ricoeur, 1989; Therborn, 1987;Eagleton, 2003).

El arte rupestre es también pensamiento, si entendemos a éste como la capacidad paraformular conceptos y una cierta forma desorganización de la subjetividad. Al respectoquedará en las sombras si ella actuó en estados de conciencia alterados (shamanismo y usode plantas sagradas para obtenerlos). Pero no podemos evitar a ludir a esta posibilidad.

Decir qué es no equivale a explicar, especialmente en arqueología. Quizá cual-quier intento de abordaje de las manifestaciones rupestres (y mucho más que losíconos de la decoración cerámica o textilera porque éstos se complementan con unafuncionalidad existente, concreta) podría resumirse de esta manera:

§ ¿cuál es la imaginación de lo imaginario?

§ ¿qué dice el pensamiento rupestre?

§ ¿es pertinente la empresa desde la arqueología, con sus métodos y con susventajas y límites?

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II. Una región rupestre

En el centro-oeste de la Argentina existe una región singular formada por montañasantiguas cuya enorme extensión y dispar jurisdicción política es denominada SierrasPampeanas. Tiene un común una característica: configuran un paisaje granítico típico,es decir, un ámbito de rocas cristalinas formadas por cuarzo, feldespato, micas y otrosminerales con menor abundancia, cruzadas por filones y diques de cuarzo y con coloresque van desde el gris puro al gris rosado. Ellas poseen formas redondeadas, con oqueda-des de variada profundidad; alojan helechos, musgos, hierbas olorosas y espinillos queflorecen al llegar el verano. A veces se extienden amplias explanadas de roca desnudacon algunos cactus y pastos que crecen en el escaso sedimento de sus partes más cónca-vas. No son montañas excesivamente altas y testimonian el basamento precámbrico dela América del Sur. En general es una tierra feraz hacia oriente donde se encuentran laspampas y seca hacia occidente, en dirección de los Andes.

Allí vivieron de manera autónoma los indígenas desde tiempos y con una identi-dad social que no nos es conocida suficientemente todavía hasta la invasión españo-la. Este trabajo está destinado a sintetizar muchos años de investigación en uno de los«bordes» de ese espacio: la Sierra de Comechingones Sur, en la Provincia de Córdoba.El arte al que nos referimos se encuentra a relativamente pocos kilómetros de laciudad de Río Cuarto.

La comarca tiene valles y montes relativamente bajos (ya que apenas alcanzan los1800 metros sobre el nivel del mar), constituidos por granitos y esquistos, filones y cante-ras de cuarzo o marmolina y -sobre todo- secciones graníticas extensas y significativas,configurando un paisaje litológico derivado de las formas redondeadas de esa roca ígnea,grisácea y lábil a la acción del agua. La Sierra se despliega en sentido meridiano; losbloques se estrechan en dirección norte-sur. La cubren isletas de monte xerófilo y depajonales densos allí donde la agricultura o la ganadería han sentado sus reales desde elsiglo XVI. El monte es un bosque que ha sido climáxico en el pasado y hoy esta disminui-do por la tala y por su sustitución por especies extranjeras. Numerosos arroyos y arroyitosbajan desde la altura pero son de régimen irregular; sus cauces se colman en primavera yverano y en el resto del año lucen secos, arenosos o limosos o con torrenteras relativamen-te extensas de rodados. Todo ese país fue habitado por los indígenas en distintos momen-tos de la historia: por todas partes hay sitios con materiales arqueológicos. Allí, la produc-tividad del ambiente tiene correlato en la productividad humana.

La dinámica demográfica debió estar relacionada con la habitabilidad de la Sierra.No se trató de un paisaje hostil sino, por lo contrario, pródigo; por lo menos, duranteel Holoceno medio y tardío En él, los sitios rupestres brindan una arqueología deimágenes. No parece haber existido obstáculos a la vida humana en estos parajes devalle y abras rellenados con material detrítico, salpicados de espinillos, romerales,árboles de porte y forraje natural para los guanacos que fueron pintados en las paredesde piedra de sus refugios naturales. La entrada de los españoles a la tierra montañosade la Argentina mediterránea causó tal efecto sobre los indígenas que vivían en ellaque los pintaron en su notable arte rupestre.

Es así como el arte rupestre, en Córdoba, muestra una iconografía fiel al género devida y a la historia de sus parajes. Los hombres montados a caballo expresan el final, elrepertorio tardío de esta producción de imágenes que debe haber durado muchos siglos

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y que se encuentra, hoy, dispersa en aleros y refugios de roca en esta montañas viejas, deperfil redondeado y cubiertas (hasta cierta altura) por un monte abigarrado de algarrobo,chañar y espinillo. Los valles suaves, originados en la orogenia profunda de sus bloquesinclinados y aflorantes, albergan dibujos (pintados y grabados) realizados por gruposhumanos que habitaron la región, mucho antes de la invasión española que acabamosde describir. Es posible que muchas hayan sido realizadas por los indios Comechingones,nombre que les dieran los españoles, pero otras pueden haber deberse a la creación deuna ignota identidad etnohistórica para nosotros. Es probable que vinieran realizándo-se desde alrededor del comienzo de la era cristiana y que tuvieran influencias –en susmotivos y temas- de las sociedades que vivían en las áreas geográficas aledañas. Laconvención gráfica que estudiamos es, entonces, resultado de la originalidad rupestrede esta región así como de muchos elementos de variación que impusieran en ella elnoroeste argentino y pampa-patagonia. En la región que estudiamos, la fecha de octubrede 1573 debe haber constituido el tiempo casi final de la manifestación rupestre. Seinterrumpieron los temas tradicionales (los animales, la caza, los signos herméticos), sedibujaron en algunos lugares de la sierra hombres a caballo5 y, finalmente, todo termi-nó6. Mucho más impreciso es intentar establecer sus comienzos.

Las características de un sitio rupestre dependen del paisaje de roca en el que fueseleccionado para ser pintado o grabado. Puede tratarse de aleros o abrigos (refugiosde poca profundidad, cuya génesis debe ser atribuida a la acción del agua y delviento) o cavernas o grutas de origen geológico y geomorfológico mucho más com-plejo. Pueden yacer solitarios o formar parte de un conjunto solidario de sitios. Pue-den estar ocultos o aparecer simplemente a la mano de una recorrida cuidadosa. Locierto es que el arte rupestre no fue hecho para ser mirado pero sus grados de accesibi-lidad son bastante variables. Si fue un arte secreto o esotérico no siempre este carácterobligó a realizarlo en lugares inaccesibles. Sin embargo sus imágenes suelen teneruna relación, remota o próxima, con la luz exterior y con la penetración de la luz en laintimidad de la oquedad. Como los dibujos que ellos contienen son significantes,podemos considerarlos espacios semióticos: espacios en los que los indígenas deja-ron signos con su ideología, su lenguaje gráfico y su cosmovisión.

Vemos así que su simple distribución en el espacio no basta para agotar su procesode significación sino que -quizá a diferencia de los que ocurre con los yacimientosarqueológicos corrientes- ella solamente abre una de las dimensiones de su compleji-dad. Sin embargo, de las tres líneas de definición de sitio que hemos consignadoantes, tomaremos la primera de ellas (la idea de que existe una materialidad arqueoló-gica que se distribuye en forma discontinua en toda una región) y la aplicaremos parafundamentar nuestra proposición sobre el arte rupestre -investigadoarqueológicamente- como una formación arqueológica.

Es así, entonces, que en un paisaje -en este caso el de Comechingones- no solamenteencontraríamos sitios arqueológicos con sus depósitos sedimentarios y artefactualessino, asimismo, un régimen de imágenes con su dispersión espacial tan elocuente comola de los primeros. Las síntesis espaciales permiten verificar cuánto se ha progresado enla ampliación documental y cuánto en la interpretación de los diseños rupestres. Ellasson mucho más que una sumatoria de yacimientos arqueológicos.

Los sitios de nuestra región exhiben dos tipos de geoformas: aleros (llamados tam-bién abrigos o casas de piedra entre los pobladores actuales) y taffoni (designados por

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los geólogos con esta expresión italiana) o piedras bola (nombre que usan los lugare-ños). Tienen orígenes diferentes. Los taffoni son específicos de los países con paisajesgraníticos; los aleros, no. En este tipo de ambientes litológicos no suele haber cuevas.

Los taffoni son grandes «bochas» graníticas, geoformas muy típicas pero no excesi-vamente frecuentes, formadas por denudación hídrica en el seno de extensos batolitos.Su superficie externa es muy lisa o casi, sub-esférica, producida por un efecto caracterís-tico de erosión en hojas de cebolla o catafilar. En su interior siempre existe una oque-dad -también lisa y netamente cóncava- que a veces posee nichos o superficies cóncavasmenores. En ese interior se aloja, casi inevitablemente, el arte. Es evidente que lostaffoni han sido objeto de especial atención por reunir misterio de la forma y rareza en lamontaña. Los geólogos suponen que estas geoformas existen en el interior de la forma-ción batolítica, bajo sedimentos de edad posterior los cuales deben haber sidoerosionados. Su ambiente interior es generalmente muy oscuro porque la apertura quesirve de entrada es muy baja (a veces sólo admite que se ingrese agachándose o enposición decúbito ventral). La cavidad interior suele estar desnuda de sedimentos y ellaha crecido -en el tiempo geológico- a expensas de su masa por meteorización y porerosión hídrica. De ésta última hay evidencias por chorreos negros (ya que arrastranminerales propios de la descomposición de la roca). Helechos o hierbas suelen vivir a suamparo cuando se forma alguna pequeña capa de tierra llevada por el viento odesagregada de la descomposición de los feldespatos o plagioclasas que constituyen latrama mineral del granito A su alrededor puede haber algunos árboles de porte, espinilloso pastizal. Suelen aparecer solitarios en el paisaje y son bien visibles como geoforma.

Los aleros, en cambio, son rocas cuyos bloques -por lo común- de formasparalelepípedas irregulares, sobrepuestos o partidos, delimitan espacios fuera de laintemperie (uno solo o varios). Su evolución como geoforma empezó en el frente deerosión, una «visera» que se encuentra a altura variable, de extensión y grosor tam-bién variable. Los aleros poseen diaclasas y fisuras, es decir, grietas producidas por lasdiferencias térmicas y por la erosión hídrica; algunas tienen mucha longitud y anchu-ra volviéndose verdaderos ejes arquitectónicos de la geoforma y vectores de su evolu-ción futura. El interior puede ser una cavidad grande o pequeña –brindando mucha opoca protección- que recibe, generalmente, bastante luz. Las paredes y techos, asídemarcados, tienen planos que describen superficies poco cóncavos en los que apare-cen los dibujos. También tienen bloques caídos, regolito suelto que proviene de ladescomposición del techo y depósitos sedimentarios no demasiado potentes ya queno exceden el medio metro de profundidad, por debajo de los cuales se encuentraregolito y granito desnudo. Éste, a veces, se extiende por afuera del alero, especial-mente cuando éste forma parte de un conjunto disperso sobre el batolito aflorante;otras, el terreno por fuera del refugio de roca, se desarrolla en talud siguiendo latopografía general o cayendo hacia un arroyo y en él crece el monte ocultando laentrada y- en no pocos casos- el alero mismo.

Tanto en los taffoni como en los aleros se puede identificar una arqueología desuelo, es decir, sus depósitos arqueológicos con distintos tipos de restos: artefactoslíticos y cerámica en mayor proporción y restos óseos en pronunciado grado de frag-mentación; extraordinariamente algún objeto de significación especial como lasestatuillas modeladas en arcilla y cocidas o, asimismo, restos correspondientes a ocu-paciones criollas7 y modernas. En los sitios de piedra bola, esos depósitos se encuen-

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tran en su adyacencia inmediata, contenidos en una matriz de naturaleza húmica y, encasi todos los casos aflorando en superficie; en los aleros se encuentran tanto en suinterior como en el terreno contiguo denotando el carácter de habitat -transitorio opermanente- que tuvieron e suelen incluir en bajo su abrigo o fuera de él morterosfijos, horadados en la piedra de cualquiera de sus bloques. Zorros o pumas suelenrefugiarse en su interior; vacas y chivos tienen acceso fácil y no es raro que algunoquede atrapado en la parte más profunda por lo cual los pobladores (capataces deestancia, peones) colocan rocas, pircados, para obturar estas trampas inesperadas parasu ganado añadiendo elementos a la arquitectura humana de ellos.

Cuando un alero o piedra bola guarda arte indígena también, entonces, se constatauna arqueología de pared: de los pigmentos, de los diseños rupestres, de sussuperposiciones, de los soportes en que fueron realizados, de los colores y formas delos planos elegidos, los fantasmas de pintura, los graffiti antiguos y modernos, lasroturas vandálicas, y los líquenes y musgos que suele alojar, las fisuras y microfisuras,las líneas y superficies de chorreo, las marcas de humedad, los panales de avispas, elpolvo repartido en su superficie, su posición en el espacio –horizontal, vertical, incli-nada, las partes cubiertas por sedimentos, los bloques desprendidos, etc.

El modelo analítico para una y otra no es el mismo ya que desarrolla algoritmosdiferenciados. La arqueología de suelo procede a realizar registros estratigráficos,tipológicos, muestrales distribucionales de distinta extensión (calicatas en algunoscasos o excavaciones amplias en otros). La arqueología de pared rupestre es –todavía-imprecisa en términos de técnicas de registro y de unificación sistematizada de lasvariables a observar; los informes y artículos publicados generalmente no la consignaporque no nos dicen casi nada acerca de su propia topografía (es decir, sobre susaccidentes en la roca, sobre el desarrollo de sus planos, sobre las superposicionestotales o parciales de dibujos, etc.), sobre las características de la roca que está dibu-jada, sobre sus transformaciones y sobre sus propiedades como soporte. A veces, lasmonografías se focalizan e informan sobre los paneles de arte completos o sólo comu-nican sus signos más elocuentes con fines comparativos.

Las dificultades inherentes a cada una de estas arqueologías y el tipo de informaciónque fijan parecen bifurcar sus destinos. Muchos informes incluyen a ambas, otros lasseparan y, por fin, los más netamente rupestres sólo consignan la arqueología de los signospintados y grabados. Los investigadores del arte tienen la convicción que la correlaciónentre una y otra debiera ser demostrada con algún grado de probabilidad; la conexión mássegura es cuando se encuentran bloques pintados desprendidos y enterrados en los depó-sitos internos a los sitios rupestres o cuando se encuentran trozos de la materia prima quese usó para fabricar los pigmentos en la estratigrafía del sitio. No es frecuente que estoocurra. Cuando esta correlación se verifica, estamos ante una interacción heurística entrearqueología de suelo y arqueología de pared que nos informa sobre el género de vida delas sociedades indígenas serranas tanto como sobre su ideología. Si ésta no tuvo lugar y nopodemos garantizar esa correspondencia, la arqueología de pared adquiere autonomía, selleva a cabo por sí misma aún cuando elecciones personales de los investigadores puedenconducir al mismo resultado haciendo del registro rupestre una rupestrología que hacemención a la arqueología de suelo solamente para adjudicar al arte una cronología y unaadscripción cultural. Este trabajo toma este último camino, no porque desdeñe la informa-ción de los depósitos -que de todas maneras se describen- sino por la convicción de que elarte merece un tratamiento irreductible por su carácter de imaginario social y por sus

Ana María Rocchietti

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valores ideológicos, rituales y estéticos.

Usamos el término formación arqueológica para connotar los depósitos arqueológi-cos de una cultura material que se distribuye en una geografía definida, que es proceso y,a la vez, resultado de una acción humana, social y natural, destacando el movimiento y lavariación en la constitución de las propiedades específicas de los restos arqueológicos asícomo la posibilidad de ordenar los datos en un modelo n-dimensional de sitio arqueoló-gico (Rocchieti, 2004). En la práctica de campo realizada en una región se suelen identi-ficar una o más formaciones de este tipo: el concepto alude a tipos de asociación sistemá-tica entre restos artefactuales y no artefactuales verificados en distintos sitios arqueológi-cos, a posición y relaciones estratigráficas y a parámetros de iniciación, duración y extin-ción de la misma. Está inspirado en las formaciones geológicas y en los bioestratos de lapaleontología y lo consideramos útil para expresar el «espesor» concreto que ha dejado lavida humana en los estratos de la tierra. En el caso del arte rupestre, abarcadodescriptivamente como formación arqueológica, esta síntesis está conformada por su ar-queología de pared (a veces complementada con la de suelo), esto es, la arqueología de lossignos, de los colores, de la roca, de los vectores de transformación.

Es que la investigación rupestre habrá de enfrentarse con un verdadero desideratum:su carácter doble: relicto material y material significante, situación que es inédita en lahistoria del arte y de la comunicación humana. El primero es tangible, el segundo intangi-ble pero absolutamente interdependientes porque no sólo el primero es condición derequisito para el segundo (si desaparece, definitivamente desaparece la actuación queestudiamos como signo) sino porque constituye también al segundo en el plano de lasignificación haciendo casi imposible discernir entre lo que es signo y lo que no lo es yaque, recordemos, el uso de determinado panel de roca, de un nicho en un techo, el accesode luz y los efectos que ella provoca en términos de visibilidad ritual, el color del soportey los colores de realización de los signos, su forma, todo confluye para volverse signo aúncuando su naturaleza objetiva –desde otra perspectiva- sea «no sígnica».

En definitiva, poner el centro de los estudios en el arte por sí mismo, en el arte y enla base tangible de su carácter como formación arqueológica, en ambos a la vez o enla arqueología del arte junto a la arqueología de los depósitos de sitio, no deja de seruna elección –muchas veces enteramente personal y no siempre fundamentada- quepodemos constatar en el campo disciplinario propio tanto como en el de las discipli-nas que también lo toman como objeto de investigación (especialmente, la historiadel arte, la filosofía y la estética). Las referencias a la arqueología artefactual y deresiduos de las actividades económicas y domésticas de los grupos humanos que loprodujeron es habitual a veces con la misma intensidad que el análisis del arte, a vecessubordinado a su registro; y lo inverso también ocurre y, como ya lo señaláramos másarriba, el estudio o la mención del arte ocurre como un complemento del trabajo sobrela arqueología de sitio. Examinar su configuración ideológica bajo la perspectivaterritorial y asimismo como formación arqueológica sensu estricto es consecuencia delos itinerarios de la arqueología contemporánea, particularmente, aquella que destacacomo fundamental la espacialidad y las n-transformaciones del registro. Desde nues-tra forma de ver estas cuestiones, consideramos que la categoría de estilo podría ex-presar la síntesis del arte entre ideología y formación arqueológica, problemática quedesarrollaremos en el capítulo correspondiente asumiendo que clasificar y sistemati-zar es ya interpretar (Rocchietti, 1984).

Arte del centro-oeste argentino: Sierra de Comechingones Sur

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Las fuentes de información rupestre: los sitios rupestres8

Sea por un impulso de juego, por un acto de comunicación o-lo más probable- poruna necesidad de dominar mágicamente el mundo de los animales y de las cosas,pintaron o grabaron signos en las paredes o en los techos de roca. El caso más frecuen-te es aquél en el que diseñaron animales con características muy propias en el desarro-llo de las imágenes, particularmente las del movimiento. En otros casos dibujaron unrepertorio muy amplio de signos geométricos. Mientras que los conjuntos de anima-les reproducen detalles de anatomía y de conducta de las especies que les eran fami-liares, los conjuntos de poligonales son particularmente enigmáticos y las más de lasveces aparecen juntas haciendo que evoquemos rituales propiciatorios de caza o dereproducción. Pero también, este arte exhibe figuras humanas con características debosquejo sumario del cuerpo y, en pocos casos con vestidos y adornos. Las figurashumanas y de animales están pintadas generalmente en blanco, las figuras geométricassuelen mostrar los colores blanco, ocre y rojo. El inventario de sitios, con su geoformade base, es el siguiente:

La Barranquita - El Zaino 2

La Barranquita – El Zaino 3

La Barranquita – El Zaino 4

India Muerta – Sierra Grande 1

India Muerta – Sierra Grande 2

India Muerta – Sierra Grande 3

Tapera Los Cocos

El Toldo

Los Nogales – Casa de Piedra 1

Los Nogales – Casa de Piedra 2

Achiras – Piedra del Águila 8

Achiras – El Ojito

Las Lajas - Chorro de Borja

El Pantanillo – Alero Irusta

El Pantanillo – Bocha Irusta

Arroyo La Cruz – La Cruz 1

alero

alero

alero

alero

alero

Bloque irregular

taffoni

alero

alero

alero

alero

alero

bloque

alero

taffoni

alero

Cerro Intihuasi – Alero 1

Cerro Intihuasi – Alero 2

Cerro Intihuasi – Alero 3

Cerro Intihuasi – Alero 4

Cerro Intihuasi – Alero 5

Cerro Intihuasi – Alero Mayor

Cerro Intihuasi – Alero de la Máscara

Cerro Intihuasi – Alero de los ñandúes

Cerro Intihuasi – Alero del Norte

Cerro Intihuasi - Alero de la Explanada de la Coral

Cerro Intihuasi - Aero 1 del Abra Chica

Cerro Intihuasi – Alero 2 del Abra Chica

Cerro Intihuasi – Alero del Oeste

Bocha Gaumet

La Barranquita – El Zaino 1

alero

alero

alero

alero

alero

alero

alero

alero

alero

alero

taffoni

taffoni

alero

taffoni

alero

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Ana María Rocchietti

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La región rupestre

El paisaje serrano y los aleros con arte rupestre delimitan una región: la que surge delos intercambios entre el hombre y la naturaleza que lo rodea, en este caso ceremoniales,simbólicos y estéticos. Poco queda en la geografía actual del pasado antiguo: los camposhan sido dedicados a agricultura y a la ganadería, el monte que se deslizaba desde lascuestas hasta el borde de la llanura cordobesa fue talado y rutas de asfalto la cruzan haciael oeste y hacia el sur. Los sitios arqueológicos resguardan esas manifestaciones de lassociedades autóctonas y alojan a sus mundos, imaginarios y reales. Ese universo de comu-nicación, de imágenes y de roca es el que sintetizamos bajo el concepto de región rupestre.En ella uno o varios estilos expresan un universo gráfico y convencional.

La descripción del ambiente litológico dominado por la roca de granito nos ofrece lasbases materiales para entender las pinturas y grabados rupestres de la Sierra deComechingones. El fenómeno rupestre posee, simultáneamente, otras dimensiones: lasque se desenvuelven a partir de la interacción entre litología, vegetación, aguas corrien-tes, movilidad del viento, visibilidad de las vecindades del sitio rupestre, juegos de lucesy de sombras, sonidos y olores característicos. El paisaje rupestre debió ofrecer una co-nexión entre los aspectos no sígnicos del arte que es crucial para sintetizar las caracterís-ticas semióticas y no semióticas, arqueológicas y no arqueológicas del sitio en tantosistema unificado de elementos y de relaciones entre ellos, en el pasado y en el presente.Siendo el paisaje una construcción social, tanto de carácter material como de carácterimaginario, ofrece un dominio de investigación en términos escenográficos y semióticos.Por lo tanto, el «monte» como paisaje rupestre sintetiza el carácter del arte que encontra-mos en él. El estudio de esta dimensión de la síntesis rupestre exigiría efectuar un procesa-miento de la información basado en cinco criterios, teniendo en cuenta que el concepto depaisaje no puede ser aprehendido sólo desde un concepto singular:

a. circunscripción espacial del fenómeno rupestre,

b. establecimiento de los agrupamientos de sitios (o en su defecto, su dispersióny aislamiento),

Ana María Rocchietti

La Barranquita - El Zaino 2

La Barranquita – El Zaino 3

La Barranquita – El Zaino 4

India Muerta – Sierra Grande 1

India Muerta – Sierra Grande 2

India Muerta – Sierra Grande 3

Tapera Los Cocos

El Toldo

Los Nogales – Casa de Piedra 1

Los Nogales – Casa de Piedra 2

Achiras – Piedra del Águila 8

Achiras – El Ojito

Las Lajas - Chorro de Borja

El Pantanillo – Alero Irusta

El Pantanillo – Bocha Irusta

Arroyo La Cruz – La Cruz 1

Cerro Suco - Suco

alero

alero

alero

alero

alero

Bloque irregular

taffoni

alero

alero

alero

alero

alero

bloque

alero

taffoni

alero

cueva

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c. exclusividad en el uso de medio-ambientes,

d. conexiones en espacio y tiempo (similitud entre diseños y correlacióncronológica) y, por último

e. Inter.-visibilidad de los sitios.

La cuestión temporal

El ordenamiento de los registros dentro de un panorama general de continuidad,constatable en la expresión espacial y en la carencia de diferencias apreciables quepermitan un diagnóstico particularizado de diacronía, requiere una discusión sobre lavariabilidad de sitios presentes en ese sector de la Provincia.

Sea que represente distribución funcional o serie diacrónica, en todo caso ilustra unpattern estabilizado en el cual podría establecerse casos de largo término (como podríaserlo Casa de Piedra, un sitio al aire libre con un importante número de puntas deproyectil y artefactos molienda) y de corto término (como Piedra del Águila, un cerrocon trece sitios – paraderos con gran cantidad de raspadores nucleiformes y material detalla, puntas de proyectil y preformas). Lo que resalta, en todos los casos, es la naturalezaaleatoria de las distribuciones internas de sitio, con pocas excepciones.

Dados los fechados9 de que disponemos podría proponerse una secuencia delsiguiente tipo para usar en la referencia temporal del arte rupestre (aunque no necesa-riamente su adscripción arqueológica la cual no es segura salvo en un solo caso):

750 AP Chorro de Borja (ChB)

780 AP Casa Pintada (IW)

1500 AP Chañar de Tío (ChT)

1700 AP Abra Chica (INW El Ojito (?) Casa de Piedra (?) (por set de artefactos)

1940 AP Piedra del Águila (PA8)

2840 AP El Zaino 2 - La Barranquita (LB)

El continuum del proceso histórico regional en el ámbito indígena debe tener unsignificado más amplio que la adaptación eficiente puesto que las variantes ambien-tales durante el Holoceno tardío no parecen haber sido extremas. La arqueología desuelo de brindó estos fechados definen un rango de duración. Sabemos, ya lo hemosdicho, que debe haber terminado hacia 1573 o poco después.

Los signos rupestresLlegados a este punto, podemos presentar la hipótesis fundamental de este trabajo

ya que consideramos que los conjuntos rupestres de la Sierra de Comechingonespermiten advertir una organización visual que se basa en algunas pocas reglas dediseño. Reglas que sintetizan la coherencia sostenida, perdurable, de la organizaciónde las imágenes rupestres:

Ana María Rocchietti

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a. El tema general es la fauna, en movimiento10,

b. su lógica que expresa la idea de captura de animales, transitandoiconográficamente desde la representación completa de los animales hasta lahuella de su pata,

c. la imagen humana se dibujó siempre como si estuviera «flotando» en el espa-cio, pocas veces con partes sexuales, adornos o vestimenta,

d. color derivado del blanco (con matices debido a su transformación por acciónmeteórica sobre el pigmento) y, en menor medida, el rojo, el amarillo-ocre y el negro,

e. elección de texturas (es decir, de roca de base), equi-granulares11 en planoscóncavos o alabeados12.

Estimamos que es posible articular el arte rupestre con su mundo ambiental y social demanera sintética (aún cuando hubiera entre arte, ambiente y sociedad aspectos contradic-torios). En principio, cada sitio rupestre posee la autonomía combinatoria de los signosbásicos pero, al mismo tiempo, documenta variación y apartamiento de la «norma» de sucódigo. La colección de sitios muestra siempre (con mayor o con menor intensidad):

a. similitudes fundamentales entre sitios rupestres, las que ilustran, para noso-tros, la duración del modelo icónico en el tiempo así como de las corrientesestilísticas (Gradin, 1999:91) que sostuvieron en sus tradiciones, y

b. variación de «fondo» entre ellos, verificándose ya sea, en los casos en queaparecen signos únicos, ya sea en los que se verifican modificaciones de com-binación o en las clases y gamas de colores (Rocchietti, 2000).

Si la variación de fondo no afecta en forma drástica la coherencia de las similitu-des fundamentales, entonces puede esperarse que las instituciones históricas que lasostuvieron (y su conciencia social productora) no deban haberse transformado. A lainversa, si ello ocurre, puede tratarse de su colapso, de su reemplazo o de la experi-mentación con formas, colores y temas nuevos.

Conclusiones

El arte rupestre es una producción polidimensional y polisémica -allí donde severificare- por lo cual cualquier esfuerzo por aprehenderla habrá de acudir a los con-ceptos que ofrecen las disciplinas sociales. Su naturaleza simbólica y ritual escapa alos determinismos y ofrece una alternativa metafísica en los sistemas simbólicos conlos que opera el pensamiento humano.

Notas1 En la Cordillera de Kimberley, en el noroeste de Australia, todavía en la actualidad los aborí-

genes pintan las wandjinas, de un tamaño notable porque pueden alcanzar unos seis metros.Ellas representan rostros blancos y sin boca, rodeadas de uno o dos semicírculos en forma deherradura, con líneas irradiadas por el símbolo exterior. Ellos creen que en los primeros días

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del mundo, cada wandjina (de los que había muchos) creó la topografía de una zona determi-nada y, una vez terminada la tarea, se transformó en una serpiente mítica y se refugió en uncharco cercano. Pero, al hacerlo, dejó una imagen en una pintura rupestre, en un refugiorocoso, y ordenó que antes de que diera comienzo a cada estación de los monzones, loshombres tenían que renovarla. La renovación de las wandjina no solamente da comienzo a laslluvias (porque después viene la época calurosa y seca) sino que es garantía de fecundidad delos animales, y de los vegetales. El incumplimiento de este mandato acarrearía la sequía y elhambre. Cuando las pinturas de las cuevas se vuelven borrosas, el wandjina desaparecellevándose consigo la lluvia y la fertilidad (Cf. Mountford, 1964:12-13).

2 Esta expresión la usó Claude Lévi Strauss para describir las estructuras que subyacen alos mitos.

3 Jacques Lacan decía que lo Real, para el hombre, es aquello que no puede ser simbolizado.Las respuestas a ambos interrogantes –por ser cruciales pero inhallables- para la humani-dad sólo pueden consistir en absolutos símbolos.

4 Esta autora señala que es frecuente el error de confundir contenido con estilo y que losatributos estilísticos son los que tienen similaridades con otros.

5 En la localidad de Cerro Colorado, en el extremo norte de la Provincia, verdaderas batallasentre indios y españoles.

6 Seguramente no dejaron de producirse paneles rupestres de inmediato -porque una creen-cia no se esfuma así porque sí- pero desde esa fecha era una práctica condenada adesaparecer, por herejía o porque el sentido de ese mundo había cambiado.

7 Muchos aleros fueron usados como una suerte de vivienda natural en la Provincia deCórdoba porque la población rural pobre usaba los aleros como habitat permanente.Nosotros mismos hemos recibido testimonios sobre familias conocidas en la zona deAchiras cuyos bisabuelos y abuelos moraban en ellos y hemos observado suimplementación como galpones y como depósitos.

8 Un sitio rupestre es un lugar en el que los indígenas (habitantes de la región antes de la llegadade los españoles) han dejado una expresión imaginativa de la realidad o de sus deseos derealidad así como testimonios de la invasión que cambió su historia. Podemos considerarlosespacios semióticos ya que los dibujos (pintados o grabados) poseen naturaleza significante.

9 Realizados en el Laboratorio de Radiocarbono y Tritio del Museo de Ciencias Naturales,Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad Nacional de La Plata.

1 0 Es decir, corriendo, desplazándose alineadas, atacando. Su coherencia es muy grande, siatendemos a su reiteración en casi todos los sitios enumerados.

1 1 El granito feldespático de los batolitos de Comechingones suele ofrecer algunas superfi-cies con cristales de cuarzo y feldespato pequeños y de tamaño regular. Van acompañadosde micas blanca y negra que completan el brillo y la tonalidad gris-blancuzca de lasparedes interiores de los aleros.

1 2 El granito, al exfoliarse, deja oquedades convexas de fuerte curva; por eso, los planos enque dibujaron describen una especie de cuenco o un plano cóncavo-convexo, aprovecha-do para obtener más realismo de la figura.

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Anexo de Imágenes

Mapa de Córdoba. Ubicación de la región rupestre.

Paisaje rupestre típico.

Paisaje rupestre.

Ana María Rocchietti

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Montaje de figuras de arte:las leyendas son: AleroIrusta /Campo Toledo /Chorro de Borja /El Ojito /Cáliz / Humanos del Alero1 del Abra Chica (Intihuasi)India Muerta / CamélidosFigura Humana (Intihuasi)huella de puma / El Zaino

Arte del centro-oeste argentino: Sierra de Comechingones Sur

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Arqueología de la zona lacustre de Córdoba (N.E.).Un contexto para armar

Marta Bonofiglio

Universidad Nacional de Córdoba. Museo Histórico Municipal de La ParaContacto: [email protected]

1. Introducción

Las imágenes que sobre la Mar Chiquita nos transmite la bibliografía escrita du-rante el siglo XX ocasionan desconcierto al lector que hoy ha visitado el espejo deagua, sus costas y sus islas. Los mapas de entonces mostraban una laguna de diámetromás reducido, casi la mitad de la actual, que se prolongaba hacia el Norte mediantepequeñas lagunas relacionadas entre sí y rodeadas de bañados. Sus aguas poseían unaltísimo nivel de salinidad, la fauna piscícola era escasa, desde 1920 la economía sebasaba en el turismo, atraído por las cualidades medicinales de los barros, en la críadel coipo, que abastecían a la industria peletera y alguna actividad agrícola incipien-te. El imaginario colectivo asumía que las condiciones naturales podían retrotraersea centenares o miles de años, por lo que aceptaba que había sido escasamente pobladapor grupos aborígenes (Frenguelli y Aparicio, 1932; Outes, 1911).

Todavía hoy, la opinión de obras de circulación masiva repite la misma visión:

«Las bajas tecnologías no parecen conjugar con la posibilidad de densidades poblacionalesen su entorno […] los yacimientos poseen una cerámica pobre y mal cocida....» (ÁreasNaturales Protegidas. Agencia Córdoba Ambiente. La Voz del Interior, 2006).

Actualmente, a partir de los fenómenos hidrológicos acaecidos en los años ‘70, el paisajelacustre ha sufrido drásticas modificaciones. Precipitaciones superiores a las normales, en lacuenca de captación de los ríos afluentes y los aportes de las aguas subterráneas, han provo-cado cambios en los niveles de costa, en los porcentajes de salinidad de las aguas, en la faunaictícola, en la economía regional, perjudicada en gran parte por la pérdida de la superficieedificada, y de extensiones considerables de los terrenos de cultivo.

Como contrapartida de estas consecuencias ecológicas, hoy está clasificada entreuna de las 10 lagunas de agua saladas más extensa del planeta, una «isla biológica»

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que conserva un alto porcentaje de sus condiciones naturales originales, poseedora dehumedales que representan riqueza y diversidad de especies.

Valorada por sus características, actualmente es objeto de investigaciones bioló-gicas, geológica, arqueológicas. Sus sedimentos han sido motivo de análisis (Piovano,et al., 2002, Piovano et al., 2004a y 2004b; Piovano, 2005), los que han permitidoreconstruir la historia del clima hasta un período superior a los 13.000 años AP yefectuar reconstrucciones paleoclimáticas. De este modo conocemos «que la historiahidrológica de la laguna se caracteriza por fluctuaciones en su nivel que son desimilar magnitud a las ocurridas durante el siglo XX» (Piovano, 2005). Este autor halogrado reconstruir la línea de escarpas que corresponden a una paleo- línea de costas,coincidentes con el nivel de inundación actual (Piovano, 2006).

Infiere, en consecuencia, fases de alta humedad durante el Pleistoceno Tardío, repre-sentadas por eventos transgresivos, separadas entre sí por largos períodos de sequía.

El último ciclo húmedo culmina en el 13.700 AP, cuando se inicia una fase regre-siva. En el Holoceno se registran otros períodos de balances hídricos positivos ytransgresiones, interrumpidas hacia el 4200 A P por etapas de marcada sequía y nive-les bajos. Estos niveles perduran hasta el último cuarto del siglo XX, caracterizadopor el exceso hídrico. Según Butzer (1989), dichos cambios corresponderían a anoma-lías de largo plazo en la escala de variabilidad medioambiental por él definida, deamplitud suficiente para traducirse en los registros arqueológicos. Este tipo de varia-ciones incluyen oscilaciones repetidas durante los 10.000 años del Holoceno.

El sistema más sensible, en este caso es el hidrológico. Se trata de un tema comple-jo, conformado por diferentes niveles de análisis como

«la relación entre el agua superficial y a) la infiltración b) las condiciones periódicas decanales fluviales y las amplitudes y periodicidades de inundaciones. Estos cambiosafectan al equilibrio entre la formación del suelo y la erosión a través de las modificacio­nes de los microclimas y de la cohesión del suelo, de la cobertura vegetal que retarda losefectos erosivos de las gotas de lluvia y la abundancia y circulación de las aguassuperficiales o de la remoción de la capa de humus, de los corrimientos del suelo y de laformación de cañadas» (Bucher et. al, 2006).

Las consecuencias de este proceso pueden ser la profundización de los lechosfluviales o la formación de un sistema fluvial ramificado y sinuoso, favorable a ladeposición de sedimentos y morfologías aluvionales. Estas modificaciones cualitati-vas perduran en tanto que los cambios cuantitativos afectan a las estructuras de mo-saicos y a los ecotonos en particular.

Los cambios descriptos han afectado de distintas maneras a los depósitos arqueoló-gicos y, por lo tanto al conocimiento del pasado prehistórico. Pensamos que nuestrapercepción del pasado está directamente relacionada con el estado de preservación delregistro material o arqueológico, según las pautas de procesos de formación implicadas,existiendo un ruido (un problema a resolver) en dicho registro que debe ser extraídoantes de su interpretación en términos de conducta humana (García San Juan, 2004).

En este caso, ese ruido o problema está representado por las múltiples alteraciones que

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ha sufrido el registro debido a las condiciones postdeposicionales, las que provienen dediferentes factores, en general ocasionados por los eventos climáticos y sus efectos sobrela biomasa. Esta realidad nos obliga a considerar que cualquier interpretación acerca delcomportamiento humano debe ser precedida por el estudio de las transformacionespostdeposicionales, en primer lugar, naturales, ya sean biológicas o geomorfológicas.

Entre ellas, las que han incidido de forma directa sobre los establecimientos huma-nos del pasado son las que provienen de la acción de las aguas sobre el litoral de laLaguna, con los consiguientes movimientos de sedimentos. Ésta, dado el extensoperímetro de sus costas y el volumen de agua que contiene, se comporta como un marcuyos agentes de transformación son, entre otros, las mareas, la erosión eólica provo-cada por vientos regulares y frecuentes, la remoción y transporte de sedimentos.

Los antiguos poblados o establecimientos costeros han quedado, en las siguientessituaciones:

§ Bajo el nivel de la laguna, a cientos de metros de la costa actual. Sobre ellas, lasolas llevan todo tipo de restos, fragmentos cerámicos especialmente. Dichaactividad constituye el elemento morfodinámico principal del espejo de agua;los cambios en el balance hídrico originan movimientos que causan la«canibalización» de su propio depósito y la formación de escarpas (Piovano,2007). Es en ellas y a causa de estos movimientos que los acantilados y losmédanos alojan las evidencias arqueológicas.

§ en relación con la línea de costas; pueden reconocerse una parte de los sitiosde asentamiento, es decir el sector no cubierto totalmente por las aguas. En estecaso los desplazamientos son más reducidos e identificables.

§ en las barrancas altas, acantilados y médanos formados por la dinámica descripta.

§ en las islas, algunas de las cuales hoy han adoptado esa característica, ya queantes del 79 integraban la tierra firme y formaban parte del contextohabitacional propio de los períodos secos.

§ en los paleocauces y actual desembocadura del Río Primero, en las llanuras aluvialesde origen fluvial (desembocaduras del Rio Xanaes) donde son notables los proce-sos de escurrimiento, la denudación de la superficie, pero que mantienen unaextensión de costas altas con importantes niveles de conservación.

Estas características motivaron que planteáramos el trabajo de investigación enun proyecto a nivel regional, en el que se determinen paleo ambientes habitados,posibilidad afirmada por la existencia de recursos críticos como el agua dulce.

Entendemos que los contextos arqueológicos corresponden a momentos diferen-tes, en paisajes que se han superpuesto temporalmente unos a otros, cuyas caracterís-ticas bióticas responden a períodos de alternancia.

Las tareas realizadas hasta ahora (primera etapa del trabajo), han aportado informaciónacerca de algunos aspectos y planteado problemas que orientarán los trabajos futuros.

Se han recolectado varios miles de fragmentos de piezas cerámicas, objetos líticos

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y óseos, los cuales han mostrado variables importantes en tecnologías y posiblementerevelen los diferentes momentos en que fueron producidos. La variabilidad de lascondiciones en las que se produjo el depósito muestra el resultado de acciones queprovienen del contacto del agua con las distintos tipos de sales y otros factores queafectan al grado de conservación.

2. Área de Trabajo

Las prospecciones generales de reconocimiento, de las que daremos cuenta a con-tinuación, abarcaron en la primera etapa las zonas sud -sudoeste de la laguna de laMar Chiquita, comprendidas entre las localidades de Altos de Chipión, donde co-mienza la fractura Tostado- Selva y Loma Alta, a la altura del paraje Las Saladas. Lazona sur comprende, de este a oeste:

a) La desembocadura deltaica del Xanaes. Se trata de un abanico aluvial, partede cuyos brazos están desactivados, debido a que el cauce ha sido derivado,desde el año 1927, al canal de Plujunta. Entre la actual desembocadura y laantigua, se desarrolla una zona de paleocauces donde hay indicios de ocupa-ciones prehispánicas. Las costas presentan barrancas de 2,3 m a 1 m de altura.

b) La desembocadura del río Suquía, que se encuentra actualmente en la Lagu-na del Plata. Lleva sus aguas mediante el llamado Río Primero Nuevo. SegúnBertoldi de Pomar (1953), en 1886, grandes crecientes desviaron el caucedesde el brazo del Río Primero Viejo, hacia el Nuevo, generando un sistema depaleocauces. En sus proximidades hemos localizado sitios costeros.

c) La Laguna del Plata: es una laguna satelital, en épocas secas, aislada del lagoprincipal, al que se une en etapas como las actuales, caracterizadas por un granvolumen hídrico. Recibe el agua dulce del Suquía y del delta del Segundo, por loque sus porcentajes de salinidad suelen ser menores. El material transportado porlos ríos genera un abanico de transición, tanto en la salinidad de las aguas como enel aporte de sedimentos (Bucher et. al, 2006). En los mapas del siglo pasado se larepresentó como una formación independiente lo que debió posibilitar las instala-ciones humanas en tiempos prehispánicos. Se prospectaron las barrancas y lasplayas, que arrojaron abundantes restos arqueológicos. Los pozos de sondeo seefectuaron en las barrancas, (sitios la Loma y La Playa) en las que los restos seidentifican entre el nivel del piso actual, hasta los 60 cm (formación denominada«Paleosuelo» (Kanter, 1938). La forma del depósito sugiere eventos de tipo secun-dario. En el área de montículos (paleomédanos), conocida como Loma de LaFortuna, se practicó otro sondeo, en el que se evidencian contextos primarios.

d) Hacia el NO, Campo Mare forma parte de la Laguna del Plata. Se caracte-riza por la presencia de médanos y paleomédanos, de variadas alturas, sosteni-dos por las raíces de las gramíneas. Los restos aparecen tanto relacionados conlos médanos como en la playa.

e) La zona Noroeste, comprende la región de la Loma Alta, también conocida comoIsla del Tigre. En épocas secas formó parte de la tierra firme, una península que se

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adentraba hacia la laguna, utilizada antes de los años ‘70 para la ganadería. Hoy elagua invadió los sectores bajos y emerge como un islote, cubierto de un monteespinoso denso y rodeado de los troncos secos de algarrobos y chañares que elagua convirtió en un bosque fantasmal de troncos que surgen entre el barro salado.Los restos se localizaron en el perfil de la costa, barranca de 3 metros de alto. Elacceso debe efectuarse atravesando el terreno inundado. Durante las prospeccio-nes identificamos el pilar trigonométrico de Segundo orden de la malla geodésicaE (R. A) (4E-II-609) instalado por el Instituto Geográfico Militar en 1955. Losdatos obtenidos en la monografía correspondiente informan que se plantó sobretierra firme, del mismo modo que el pilar de acimut, a 817,20 m. Dicho documentoidentifica la presencia de una vertiente que proveía de agua dulce. Estos «surgentes»,llamados por los lugareños «aparecidos»; son vertientes que proceden del aflora-miento de las aguas subterráneas a través de las fisuras de las capas interiores.

La región de la Mar Chiquita, en general, es objeto de trabajos sistemáticos apartir del año 2002, realizados desde el Museo Histórico Municipal de La Para y laUniversidad Nacional de Córdoba. Destacamos la labor de preservación que realizanlos Museos de La Para, Miramar y Marull que documentan y preservan este patrimo-nio y los trabajos de Carlos Ceruti que han abierto un panorama muy claro para losestudios en la zona. En el pasado, diferentes autores han dejado sus testimonios,generalmente producto de visitas esporádicas: Frenguelli y Aparicio (1932); Frenguelli(1945); Hierling (1984); Montes (1956, 1960); Oliva (1947) y Serrano (1945).Berberián (1995), ubica la región en la sección norte de las Sierras Centrales.

La bibliografía existente ha transmitido la idea de poblaciones con escaso niveltecnológico y estilos de vida muy simples, generalmente asociados al nomadismo o aincursiones temporales, negándose la posibilidad de establecimientos fijos y la deuna evolución cultural (Frenguelli y Aparicio, 1932; Serrano, 1945), así como aporta-do confusas referencias a sanavirones y comechingones, que, por ahora, no tienencorrelato arqueológico.

En particular, en este trabajo haremos referencia específica al sector de la Loma Alta.

La Loma Alta, es decir, el sector noreste de la laguna fue seleccionado para lasintervenciones arqueológicas, ya que se trata de un emplazamiento ubicado en lascostas altas, cubiertas de montes, no alcanzado por las cotas máximas de la inunda-ción, que representa, por lo tanto, parte del asentamiento original.

El paisaje actual corresponde a lo formación chaqueña, abundante en recursosvegetales y faunísticos: quebracho, algarrobo, talas, mistoles, herbáceas característi-cas de dicha formación y una muy rica fauna: armadillos, anfibios, reptiles, mamífe-ros, aves acuáticas y terrestres, crustáceos y actualmente peces de especies diversas.

El cambio verificado en el paisaje se encuentra documentado en la monografía 4 E-II609 del Instituto Geográfico Militar. En ella se observa la distancia entre la costa de laMar y la ubicación del punto trigonométrico en el sitio denominado Los Médanos, entierra firme, hoy ocupada por las aguas de la Laguna. Según Piovano et al. (2002), en losúltimos 300 años la laguna nunca alcanzó los niveles de crecimiento que viene mante-niendo en los últimos años. Estos estudios, realizados en base a información sedimentaria,

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composición isotópica de los carbonatos y de la materia orgánica, permitieron recons-truir la historia hidro climática de la laguna en un período superior a los 13.000 años AP,lo que ha evidenciado las fluctuaciones a través del tiempo: balances hídricos positi-vos, alternados por períodos de déficit hídricos. El autor agrega que durante el Holocenotemprano continúa con una larga serie de balances hídricos positivos y transgresiones,interrumpida hacia los 4200 años AP por un período de marcada sequía y niveles bajos,característica que se prolongaría hasta el último cuarto del siglo XX.

Es en estas condiciones ambientales, iniciadas posiblemente en el Holoceno Me-dio, que se desarrollaron las poblaciones tardías cuyas evidencias analizamos, fecha-das por C14 en 649 AP, o sea 1301 AD.

El estudio de las evidencias obtenidas en los pozos de sondeo y perfiles de lasplayas y barrancas indica la existencia de ocupaciones que dependían de recursosaltamente predecibles como los que brindan los ambientes chaqueños y el litorallacustre. A ello se añade la documentación de evidencias de consumo de maíz (pre-sentes en silito fitolitos de afines a Zea mays, representado por los morfotipos Wavytop –rondel (Informe de Laura López, 2007).

Nos enfrentamos con grandes concentraciones de restos en cada uno de los espa-cios prospectados, cuyas características tecnológicas se diferencian de las de las re-giones vecinas. El conjunto se integra con artefactos de cerámica, piedra, hueso,productos malacológicos, en los que se representan gran variabilidad de formas ytécnicas de manufactura, estructuras enterradas como los «hornitos». Además de nues-tros trabajos arqueológicos, tuvimos en cuenta las colecciones catalogadas de losMuseos de La Para, Marull y Miramar.

Nos encontramos con un registro arqueológico que, considerado desde el presen-te, no refleja las condiciones físicas elegidas por los grupos humanos que le dieronorigen, ni la integridad de sus representaciones sociales originales. Según CriadoBoado (1993):

«…dentro de las primeras instancias fundadoras del registro arqueológico y formandoparte de la racionalidad subyacente a los procesos de la acción social, se encuentrainvolucrada una voluntad de hacer que los procesos sociales y/o sus resultados sean máso menos visibles o invisibles a nivel social […] que esto es así porque las condiciones devisibilidad de los resultados de la acción social son de hecho la objetivación de la concep­ción espacial vigente dentro del contexto cultural en el que se desarrolla esa acción».

Nuestro intento es reconstruir, con los datos que poseemos, dicha concepciónespacial en las diferentes etapas de ocupación. Nos proponemos, en base a la recons-trucción del paisaje habitado reconocer las áreas en las que se realizaron las activida-des sociales: los objetos materiales y sus efectos (Criado Boado, 1993). La ausenciade monumentalidad, de estructuras habitacionales y de otros tipos de construccionesque indiquen modificación intencional del paisaje hace que los restos materiales(artefactos, estructuras de combustión) constituyan las bases de la reconstrucción delas redes sociales de este espacio, transformado por la naturaleza y escenario de adap-taciones y usos diversos a través del tiempo.

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Entre ellos, los restos cerámicos recuperados constituyen un porcentaje elevadocon respecto al total de las manifestaciones ergológicas locales. Las variables tecno-lógicas representadas, su resistencia a las modificaciones climáticas y a las agresionesdel ambiente salino, su recurrencia en los diferentes sectores de la región, los consti-tuyen en un componente ineludible para acercarnos a los diferentes aspectos delfuncionamiento de estas sociedades lacustres.

Nos proponemos, en esta etapa organizar algunas de las características de la pro-ducción cerámica en un sector de la región, observar su función en actividades coti-dianas, identificar distribuciones, tradiciones, aspectos ideológicos y simbólicos.

3. Análisis del Material3.1 Contenedores

En esta primera etapa iniciamos el estudio de las propiedades tecnológicas de lasevidencias cerámicas. Por el momento, las hemos agrupado según las características ob-servadas macroscópicamente, teniendo en cuenta los resultados de los cortes delgados.

3.1.1. Manufactura

Se confeccionaron en base a rollos de arcilla, trabajados en espiral, «acordelados»(Caggiano, 2000; Rodríguez, 1993); se usaron técnicas de modelado y moldeado (mol-des de cestas). El tratamiento de la superficie puede ser alisado, pulido o pintado.Predominan los fragmentos alisados. Los fragmentos pulidos tienen pastas homogé-neas, abundan los pulidos internos, posiblemente recurso para impermeabilizar la pieza.

Grupo 1: se identificaron fragmentos alisados y pulidos de recipientes de escasogrosor (3 mm. aproximadamente) que corresponden a cuencos pequeños, de baseredondeada, cuyo diámetro de la boca no excede los 8 cm. Los cortes delgadosrealizados sobre muestras de la Laguna del Plata (Dra. Kolsson) describen tres situa-ciones diversas: a) pasta gris oscuro de matriz homogénea, opaca al microscopio,con granos de arena inmersos en la masa; b) pasta con áreas opacas y transparentes,con granos de arena en los que predominan el cuarzo y el feldespato y clastos decerámica molida; c) pastas con las mismas características anteriores, más el agregadode vegetales. Estas pastas son de tipo ordinario, manufactura expeditiva, frágiles,pero con buena conducción del calor; cocciones irregulares. Las decoraciones sonsimples, incisas de líneas rectas sin que hayamos podido reconstruir los diseños. Enalgunos casos las impresiones de cestas y redes y cestas se ubican en el interior de lapieza. La mica es escasa, observación ya hecha por Ceruti (1992).

Grupo 2: otro grupo corresponde a piezas de mayor grosor (entre 4 y 5 mm), inclu-siones de arena con abundante cuarzo y mica, cocciones parejas y contornos sim-ples, se trata de piezas globulares, de bocas cuyo diámetro varía entre 5 y 8 cm., debases planas o cóncavas; predominan los rebordes modelados de las bases. En estegrupo abundan las impresiones de redes y cestas especialmente en el interior de laspiezas, generalmente más ennegrecido que el exterior. Como decoración, están

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presentes incisiones de distinto tipo: rectas, alrededor de los bordes, incisionesirregulares, verticales de distinto tamaño, que llenan la superficie, en forma despareja.Algunas de las piezas de este grupo son troncocónicas, de superficie acabada con untrabajo de peinado o cepillado o bien en base a la misma forma, armadas sobre cestasy redes, las que se notan predominantemente en el interior, aunque las hay externas.Los perfiles son rectos, como en el caso de la troncocónicas o bien inflexionadossimples, como en el caso de las globulares, cuencos pequeños de bases redondeadasy rectas, platos hondos, chatos, de base recta y contornos rectos y bajos, en los quela altura es menor que la de 1/3 del diámetro, fuentes, de bases anchas (hasta 30 cm)y lados no mayores a 5 cm. Hay casos de pintura negra o pintura roja. Las decoracio-nes son preferentemente incisas (simples, con guardas) e incisas con surco rítmico.

Grupo 3: un tercer grupo está conformado por piezas modeladas sobre una pasta conabundantes clastos de cuarzo y tiesto molido, abundante mica, núcleos negros, coc-ciones irregulares; en algunos casos la pieza ha sido toscamente alisadas, otras sepresentan pulidas, color gris oscuro o negro brillante. Se caracterizan por tener decora-ciones de surcos obtenidos por extracción de materia, de 3 o 4 mm de ancho, más finosen los extremos, aislados o conjuntos, en posiciones curvas o paralelos entre sí.

Grupo 4: este conjunto se elaboró con una pasta homogénea, excelente cocción,terminado con pulidos internos y externos, bordes irregulares, con hondas termina-das en una punta notable. Corresponden a vasijas de bocas anchas, de base recta ylados bajos (platos hondos). A esta modalidad tecnológica se agregan vasijas grisoscuro o negras, con aberturas practicadas en el cuerpo de la vasija, o bajo las asas.En la bibliografía no existe otra evidencia de estas manifestaciones, que interpreta-mos como usadas para el vertido de sólidos. Las aberturas han sido practicadas antesde la cocción y están cuidadosamente terminadas. En todos los casos se trata devasijas casi enteras, globulares con asas acintadas e incluidas con remache.

Grupo 5: un número menor de fragmentos corresponde a vasijas de paredes finas,inclusiones de arena con abundante mica, coloración rojiza. La decoración es abase de incisiones formando triángulos llenos de puntos que se disponen bajo elborde o en forma vertical con respecto al borde.

Grupo 6: fragmentos de origen alóctono, rojizos y casi anaranjados, pulidos, sindecoración o con decoración pintada en negro sobre rojo, constituyen un pequeñogrupo que asemeja a la producción cerámica de la región santiagueña (Sunchituyoc).

3.1.2 Formas

Se pueden reconocer variedades de formas. En los sitios estudiados se han recupe-rado, al mismo tiempo que miles de fragmentos correspondientes a distintas partes delos ceramios, piezas casi enteras o enteras. Consideramos piezas enteras a las comple-tas y a aquellas que presentan más de las ¾ partes del total, por lo que su reconstruc-ción no presenta dudas. Contorno:

a) Vasijas no restringidas (recipientes que tienen un diámetro de boca menor queel diámetro máximo de la vasija). Entre ellas encontramos contenedores con lassiguientes características:

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Cuencos medianos y pequeños: bases cóncavas y planas. Presentan agujeros desuspensión en el cuerpo y en las bases.

Platos hondos: los que corresponderían a las vasijas planas de Caggiano. La alturaes 1/3 de la base. Esta es recta o ligeramente convexa, el punto de inflexión esangular. Apoyan perfectamente sobre la base. Están decoradas en el borde.

Fuentes: son planas. El borde tiene una altura de entre 2 y 4 cm. y las bases hasta25cm. Los bordes son decorados, lisos u ondulados. La forma de los bordes lesotorga características diferenciales entre sí. No hay piezas iguales.

Recipientes ovoides: son más largos que anchos (entre 20 y 25 cm. de largo y 5 cmde ancho), con una altura de hasta 4 cm.

Vasijas troncocónicas: bases pequeñas (5-6 cm.), cuerpos que se abren a partir deun punto de inflexión que forma un ángulo obtuso. Las subdividimos en 2 tipos:a) Moldeadas sobre cestas, en la mayoría de los casos cubiertas con redes. En estecaso son grandes (30 cm de boca) de terminación ordinaria. b) Modeladas conrodetes; se trata de recipientes muy bien acabados, con excelente alisado o puli-dos cuya decoración se ha realizado con peinados de líneas anchas o con guardasdecoradas en surco rítmico.

Platos hondos, fuentes y vasijas cónicas se reconstruyeron por medios tradiciona-les e informáticos.

Vasos: bases de 4cm como máximo y bocas de 6 cm.

Ollas: contenedores globulares de boca ancha, aptas para sólidos o líquidos y parala exposición al fuego. Conservan rastros de hollín y de materias grasas en suinterior. Tienen agujeros de suspensión y algunos «hendiduras» cuya función aúnno podemos determinar.

b) Vasijas restringidas (recipientes cuyo diámetro de boca es menor que el diáme-tro máximo de la vasija):

Cántaros grandes y pequeños, con cuello. Aptos para la contención de líquidos.

Vasijas globulares de cuello pequeño, aptas para la contención de líquidos.

Ser trata de contenedores en los que predomina el alto sobre el ancho, de baseredondeada, que se afina hacia la boca. Bordes decorados.

Botellones: la altura es de 20 cm, la base mide 8 cm. y la boca 4 cm. Algunos tienenlos bordes ondulados.

Botellas con gollete: éstos son pequeños, de bordes evertidos y modelados.

En ambos tipos de vasijas contamos con miniaturas, muy pequeñas, de hasta 4 cmde alto, que reproducen algunas de las formas descriptas.

Las bases pueden ser planas, cóncavas, esféricas, con impresiones de redes y ces-tas; bordes modelados. Permiten que la pieza apoye sobre el moldeado y no sobrela misma base.

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3.1.3 Decoración

Las técnicas de decoración son variadas. Constituyen modalidades hasta ahora noreconocidas en la zona en tanto que comparte otras con las regiones vecinas, aúnhaciendo la salvedad de que las percibimos como manifestaciones de origen local.

Definimos dos grandes tipos: aquellos en los que se modificó la superficie de lavasija y aquellos en los que se agregó arcilla (Orton et. al, 1997). Entre las primerasmencionamos: la incisión, la excisión y el moldeado. En las segundas, el agregado dearcillas en diferentes formas: apéndices, engobes.

3.1.3.1.

Consideramos distintos casos de incisiones; éstas se presentan con diferentes ti-pos de variantes, generando casos específicos:

a. Líneas

Líneas curvas: aisladas

asociadas en círculos concéntricos

curvas elongadas acabadas en un círculo

onduladas en espiral

figuras curvas aisladas

dispuestas de manera azarosa

enganchadas entre sí

Líneas rectas: aisladas

verticales

verticales y oblicuas

oblicuas

entrecruzadas, delimitando espacios cuadrangulares

entrecruzadas formando espacios triangulares y rómbicos

paralelas entre sí

líneas oblicuas que se suceden formando ángulos

líneas horizontales y oblicuas.

b. Círculos: aislados

integrando guardas

a modo de puntos

marcados con excisión en el centro

llenando triángulos

círculo con punteado central

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c. Ungulado: las marcas de las uñas se suceden llenando campos, formando guar-das de líneas de uñas sucesivas, a modo de mediaslunas o distribuidas en formaazarosa.

d. Peinado o cepillado: el cepillado se extiende por todo el cuerpo de la vasija,ya sea en una sola dirección, vertical o entrecruzadas en distintas direcciones.

e. Surco rítmico: líneas rectas llenas con surco rítmico

guardas con líneas rectas formando triángulos

guardas muy complejas, con líneas rectas en surco rítmico que forman grandesespacios cuadrangulares

líneas en surco rítmico acompañando diseños de guardas con espacios llenosde círculos y triángulos

motivos laberínticos

surcos hechos con instrumentos de punta doble

3.1.3.2 Excisos

Un grupo de vasijas globulares muestra hendiduras perpendiculares a la boca, a laaltura de las asas, de forma elíptica. Dichas hendiduras tienen entre 8 y 10 cm. de largoy 2 y/o 3 cm. de ancho.

En otros contenedores, se practicaron en el cuerpo de la vasija, a 7 cm. de la base,con un largo de 3 a 4 cm. y 2 cm. de ancho. Se trata de una operación realizada antesde la cocción, tal vez en el estado de consistencia «cuero», con muy buena termina-ción. No conocemos su uso, interpretamos que pudieron facilitar el vertido de sólidos.

Cuencos pequeños y medianos, de base redondeada han sido decorados conexcisiones bastante profundas (3 – 4 mm), aisladas; acompañadas con otras en sentidoparalelo u oblicuo. Los cuencos son de cerámica ordinaria, con inclusiones de tiestosmolidos, lo que les da una apariencia rugosa y tosca. Las denominamos «acanalados».

3.1.3.3 Agregado de arcilla

Engobe: Una cubierta fina, blanquecina o rojiza, que le da apariencia brillante ala pieza, abundan las terminaciones pulidas, posiblemente para aumentar las posi-bilidades de impermeabilización.

Pasta: con ella se forman orejitas o pequeños mamelones, a modo de asas, y enforma de pequeñas esferas. Excepcionalmente se han identificado agregados alar-gados que van desde la boca hasta la base, con líneas excisas transversales, deapariencia similar a los «loritos» Goya-Malabrigo.

3.1.3.4 Pintadas

Se ha pintado la superficie de rojo o de un color blanquecino - amarillento. Hayguardas rojas sobre el natural de la pasta.

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El negro se dispuso a grandes pinceladas o formando guardas alternas sobre elcolor natural de la pasta.

3.1.3.5 Bordes

Los bordes han sido decorados en su mayoría; es notable en el tratamiento de loslabios incisiones en zig- zag, líneas oblicuas, puntos excisos, pellizcos, marcas dededos, cortes perpendiculares, ondas, ondas terminadas en picos.

3.1.3.6 Impresiones de redes y cestas

El moldeado sobre canastas debió ser una tecnología muy usada, ya que haycientos de fragmentos que revelan esta técnica, de la que hay diversas variantes:espiralados, falsos espiralados, cesteria, twining (enroscado sobre elementos vertica-les fijos.), con importantes relieves. Las impresiones están en las base, en forma deplatillo, pero lo más frecuente es que ocupen la parte interna de la pieza, en todo elcuerpo, ya que han sido moldeadas.

Se acompañan en general con impresiones de redes de múltiples formas: rectangu-lares, cuadrangulares, rómbicas (de retículas pequeñas). Regulares e irregulares, siem-pre con nudos. Las impresiones dejan ver las cuerdas perfectamente hiladas y firmes.

Una discusión vigente se refiere a la función de estos tejidos y su aplicación a losobjetos cerámicos, es decir, cuando constituyen una decoración y cuando se usan conotras funciones, como asegurar la forma, dotar a la pieza de mayor cohesión, o lograrefectos que desconocemos, como es el caso de las impresiones internas.

Seguramente la economía tuvo en cuenta la pesca, aunque no encontremos otrasevidencias, ya que difícilmente dedicarían semejante inversión de tiempo y trabajosólo para hacer bolsas o para dar forma a los objetos cerámicos. Acordamos con Ceruti(com. pers) en que las redes cubrieron las cestas y que sobre ellas se distribuyó laarcilla, la que se desplaza hacia el interior y asegura la red.

3.2. Otros objetos

En este trabajo sólo mencionaremos otros objetos de cerámica como las estatuillasantropo y zoomorfas. Un grupo de ellas responden a las tradiciones de la CuencaMedia del Xanaes y del Suquía inscriptas en general en la gran tradición de SierrasCentrales. Por otra parte, hay ejemplares a modo de placas incisas con elementos queconfiguran el rostro, que no corresponden a estas características.

Fichas, cucharas, objetos que se parecen a los peones del juego de ajedrez, bolaspequeñas con surco, miniaturas, cucharas, bandejitas componen un conjunto complejo.

4. Problemas

El poblamiento de la zona lacustre recién comienza a investigarse. Este primer abordaje

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tiene por objetivo el análisis de los restos existentes, para colaborar en la etapa de estudiossistemáticos. Si bien no todos los hallazgos cuentan con un contexto de excavación, su presen-cia constituye un elemento de información y no invalida su uso como evidencia científica yaque nos permitirá definir patrones tecnológicos y establecer su distribución regional.

El volumen de este material y sus propiedades habla de grupos que habitaron laregión en momentos diferentes.

El material lítico añade información relevante: puntas lanceoladas grandes, enteraso fragmentadas, plantean la posibilidad de la presencia de cazadores. Puntas triangula-res grandes evidencian tecnologías que pueden remontarse a más 1000 años atrás. Algu-nos trabajos (Laguens, 1997) afirman la llegada de los grupos de cazadores desde lazona amazónida, teoría que habrá que considerar ya que los sistemas del Paraná y delDulce hacen posible estos recorridos desde regiones del norte y este de América del Sur.

Se reconocen instrumentos como raspadores y cuchillos, bolas con y sin surco,piedras con hoyuelos, mencionadas por Serrano (1945) y Rodríguez (1993) para latradición Humaitá (sur del Brasil, E del Paraguay, NE argentino y N del Uruguay),hachas de tipos diferentes: pulidas, semi pulidas, con o sin cuello, medio cuello, contrabajos de picado; lascas, tabletas de pizarra con los extremos pulidos.

La movilidad de los grupos en el área en parte está sugerida por los diversosorígenes de la materia prima lítica, recurso crítico que tuvo que ser transportado, dadala escasa disponibilidad local: granito, magmatita, areniscas compactadas y gneisprovienen de las Sierras Chicas y de las sierras de Ambargasta, rocas ígneas : gabro yserpentina, del valle de Calamuchita, ocres, areniscas y rocas volcánicas de las Sierrasdel Norte, ópalos y sílex de la región misionera (Informe: geólogo Américo Caffarena;com. personal). Cuarzos, cuarcitas y calcedonia pudieron ser aportados, como cantosrodados por las aguas de los ríos Suquía y Xanaes.

Relacionados con etapas de productores de alimentos están presentes conanas dediversos tamaños y sus manos, morteros, palos cavadores, azuelas.

Consideramos que los restos correspondientes a la producción cerámica, abrenimportantes interrogantes. Formalmente, es decir en cuanto a pastas, formas y decora-ción muestran modelos diferentes a los conocidos para Sierras Centrales, incluyendola Región Serrana y la cuenca Media del Xanaes.

Como un método de abordaje del problema, creemos que la interrelación de estosrasgos puede contribuir, con otros elementos del contexto a configurar un estilo, otradición que nos permita identificar las comunidades de los ceramistas que las pro-dujeron y asociarlos a sus diversas manifestaciones de adaptación y uso del ambiente.

Intentamos definir si las manifestaciones cerámicas ya sean objetos de uso cotidia-no o expresión de elementos simbólicos, son representativos de producción autóctona,si tienen sus raíces en otras regiones, cual fue el sistema local, o si hubo conjuntos deelementos que ingresaron al sistema en diferentes etapas.

Las características estilísticas están constituidas por la combinación de diseño ytécnicas decorativas y configuran una expresión del comportamiento social. Constitu-yen un modo de transformación de la naturaleza, en un tiempo y espacio determinados.

Aceptamos con Leroi y Gourhan (1964) que el estilo es un factor sutil, de difícilaprehensión, pero a menudo perceptible desde el primer momento y que manifiesta la

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existencia de una unidad cultural, de un modo de pensar y expresarse.

Cremonte (1988), agrega que «tanto la forma como la decoración contribuyen a laestética de la pieza cerámica, son aspectos que se influencian mutuamente». Establece unainteracción dialéctica entre la figuración formal y los modos sociales de percibir la relacióncon el entorno. En el caso que nos ocupa, debemos considerar la presencia de varios entornos,situaciones diferentes según las etapas. Hoy sabemos que los ciclos de humedad y sequía sealternaron en el tiempo por lo que paisaje y hábitat, también cambiaron.

Por eso entendemos que nuestro trabajo actual es solo un momento inicial en la tareade ordenar el registro, para luego, explorando los sitios diagnósticos, poder establecercriterios de contemporaneidad, en tanto que construir los contextos que caracterizan losmodos de vida en el transcurso temporal y espacial de estas ocupaciones.

Observamos, sin embargo, que la producción cerámica de esta zona de humedales, ycuenca baja de los ríos Suquía y Xanaes difiere de la conocida para Sierras Centrales, ysi bien, recordando las observaciones de autores como Serrano (1945), Outes (1911);Oliva (1947) y Frenguelli y Aparicio (1932), hay similitudes con la del litoral, éstas setratan de elementos que pueden solamente relacionarse en algunos aspectos, por lo queaceptamos que se trata de producciones básicamente locales, al menos, el proceso deelaboración de rasgos como pastas, forma y decoración asumió modalidades propias.

No podemos asegurar, sin embargo, que se trate de invenciones locales. Pensamosmás bien que se compartieron, modificaron y adaptaron modelos propios de las socie-dades que habitaron las zonas de floresta y las costas fluviales de América del Sur.Algunas de las características tecnológicas compartidas son las siguientes:

Manufactura por «acordelado» (cordones de masa) (Rodríguez, 1996; Ceruti,1992; Caggiano, 1986) o enrollado. El modelado es poco usado, se nota en losbordes y labios, y en la aplicación de apéndices como asas.

El uso de antiplásticos: hemos identificado las siguientes posibilidades: a) arena, por loque se distinguen sus componentes: cuarzo, feldespato y mica, ésta es muy notable, lomismo que los gránulos de cuarzo. b) tiesto molido. Es visible en vasijas de paredes finas,cuencos, en general, frágiles, aunque está presente en pastas más elaboradas. c) restosvegetales, a veces integrados en forma burda, la deficiente cocción no alcanza a elimi-narlos, se notan los filamentos en la pasta. d) partículas negras. Son muy abundantes,pueden ser carbones, o cenizas usados para dar mayor coherencia a la masa de arcilla. Lascaracterísticas mencionadas se corresponden con las frecuentes en el litoral.

Los acabados de superficie: predominan en la zona de estudio, así como en la regiónmencionada los alisados, hay buenos pulidos, tratados con engobes rojizos y negros.

Las formas: se observa predominio de vasijas de contorno simple, no restringidas.Un alto porcentaje está compuesto por escudillas o cuencos de base redondeada,hemisféricos. Otros tipos de bases son las planas y cóncavas. Hay «platos hondos»de bordes altos, ollas, cántaros grandes y pequeños, grandes fuentes, vasijastroncocónicas, vasos altos. Un tratamiento especial, como ya lo hemos expuesto,se ha dedicado a los bordes y a los labios, decorados con incisiones, impresionesde cuerdas, ondas terminadas en puntas, almenas, repulgues, cortes oblicuos, deta-lles observados en la tecnología de las zonas litorales.

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Las decoraciones son diversas: líneas curvas y rectas y sus combinaciones, inci-siones que no siguen un diseño, sino que se esparcen por el campo sin un ordenestablecido, en forma de pequeñas líneas, que a veces imitan el tejido de lascanastas. Guardas complejas formando complicados zig-zag que encierran moti-vos cuadrangulares, y múltiples combinaciones, con líneas incisas ungulares, que-bradas, continuas. Círculos concéntricos rodeados de incisiones triangulares.

La técnica preponderante es el surco rítmico, punteado arrastrado (Meggers yEvans, 1999) o drag and jab. Esta técnica, según Caggiano (1986), puede ser conside-rada como un elemento indicador de las semejanzas mencionadas. Dicha autora ob-serva que este rasgo está compartido por diversas entidades de las Tierras Bajas sudamericanas y está ausente en el área andina. Agrega que el área donde se reconoce esla del Amazonas y sus afluentes (comprendiendo Brasil, Bolivia, Colombia y Ecua-dor). Sin embargo, debemos reconocer ausencias de información, vacíos en grandesregiones del este americano, en este caso del noreste argentino.

Rodríguez y Cerutti (1999) mencionan esta técnica para la tradición Tacuara yTupíguaraní; Ceruti (2000) para la Tradición Cultural Esperanza y Goya - Malabrigo;González (2005) para la depresión del Río Salado (Provincia de Buenos Aires) y en la zonapampeana (Politis et. al., 2001), así como en la Patagonia (Outes, 1904). En el NOA estáescasamente identificado. En la región montañosa de las Sierras Centrales apareceesporádicamente, en casos excepcionales como en Ongamira (Pastor, 2007); del mismomodo ya lo había considerado Serrano (1945) presentando un fragmento de Chacra de LaMerced, es decir, en las proximidades del Río Primero, cuando éste inicia su recorrido por lallanura pedemontana. Aparece en la cuenca media del Xanaes, en pocos ejemplares deRincón (Bonofiglio et. al., 1985) siguiendo hacia el Este, en Costasacate identificamos unaimportante variedad de fragmentos con surco rítmico, decorando vasijas muy bien pulidas yformando guardas complejas. A partir de allí esta decoración está presente en Villa delRosario, Villa Concepción del Tío y en los sitios de los paleocauces del Suquía y del Xanaes(Bonofiglio et. al, 2004). Consideramos que esta modalidad está relacionada con losasentamientos fluviales y las Tierras Bajas y que su uso pudo difundirse por esta vía.

Para definir el surco rítmico se usaron utensilios de extremo redondo, triangular de unasola punta o de dos puntas, produciendo en este caso incisiones dobles y diseños complejos.

Otra característica de estos artefactos son las hendiduras y los agujeros de suspen-sión, frecuentes en todo tipo de vasijas y a veces en las bases, indicando algún tipo dereutilización de las piezas.

Los contextos de hallazgo de restos cerámicos están acompañados de útiles enhueso lisos y grabados y una industria malacológica que se caracteriza por sus diseños:círculos con bordes escalonados, colgantes y una producción lítica muy elaborada.

Estos conjuntos corresponden a entidades productoras de alimentos; azadas ypalos cavadores pudieron colaborar en esta actividad económica, la complejidad desu ergología habla de grupos con residencias permanentes, capaces además de desa-rrollar una industria textil variada y compleja.

Dichos elementos configuran un sistema al que adscribimos características propias, seobserva un principio organizador, en el que identificamos rasgos comunes y relaciones que

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se mantienen en las diversas partes de la región. Transmiten una personalidad expresiva, lamanifestación de un pensamiento y sentir colectivos. Si bien observamos variabilidad demotivos y formas, distinguimos una cierta unidad estética, manifestada tanto en la configu-ración del soporte (la pasta, la forma de los recipientes) como en la decoración. Correspondea un modo de expresión, que si bien incluye elementos de Sierras Centrales (triángulosllenos de puntos, guardas en T invertida) o del litoral y pampa (surco rítmico, unguiculados,bordes incisos, fuentes), configuran un cosmos de realidades físicas concretas que evoca yrepresenta a sociedades con un particular modo de expresarse. Conceptos muy diferentes alos de quienes consideraban que la laguna era solo objeto de visitas esporádicas.

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Anexo de Imágenes

Sitio La Loma Alta Sitio La Loma Alta-incisos

Marta Bonofiglio

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Sitio la Loma Alta- inciso

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Capítulo 2Los paisajes áridos y semiáridosy sus fronteras

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Desarrollo cronológico cultural del centro-oeste argentino*Humberto Lagiglia

Museo de Historia Natural de San RafaelContacto: [email protected]

Introducción

Desde el inicio de nuestra labor arqueológica y siguiendo a nuestro maestro, el Dr.Alberto Rex González, planteamos la necesidad de establecer el desarrollo cronológicocultural de una subárea arqueológica nueva que denominamos «centro oeste argentino».En tal sentido se publicaron algunos trabajos tomando como esqueleto guía sitios tipocomo el Rincón del Atuel y Los Morrillos de Ansilta, que dieron las pautas para formularunidades de desarrollo cultural. Frecuentemente en el país en los últimos tiempos, sedesechan los conceptos de cultura arqueológica, sin embargo nos parece una herramientasumamente útil para ordenar contenidos en los procesos de sucesión socio- cultural.

Entendemos por cultura arqueológica aquellas unidades con contenido singularen el conjunto de sus costumbres y pautas conductuales que se mantiene y perduradurante cierto tiempo en la escala cronológica de una secuencia ambiental con perso-nalidad propia y con manifestaciones de la cultura material que se diferencian de susantecesoras y sucesoras. No por esto se descartan criterios tales como los de tradicióncultural, donde muchas veces se habla de área de co-tradición. Sin lugar a dudas eldesarrollo de las culturas recibe manifestaciones culturales de los estadios preceden-tes y transfiere a los sucesivos muchos de sus aspectos que quedan a veces comovestigiales o como tradiciones culturales.

Muchas veces nos resulta sumamente difícil separar dentro de cada uno de estosconjuntos, manifestaciones de la cultura material que recurren en un sitio y que son laexpresión de desarrollos que se generan en valles o lugares distantes. A pesar de todoesto, el estudio contextual en sitios de vivienda o en hallazgos cerrados como lastumbas ha resultado en cierto modo de sumo valor para establecer las relaciones quese producen entre diferentes estadios. No entraremos a analizar aquí si estas unidadesque se han denominado culturas desde el punto de vista arqueológico corresponden apueblos o etnos. Sería sumamente difícil poderlo establecer. Dentro de esto podría-mos generar la idea que un mismo etno produce variantes culturales singulares, dife-rentes entre sí. De todos modos importa para nuestros estudios establecer cómo segeneran las estructuras morfológicas comparativas de la cultura material y establecerla singularidad en cada una de ellas.

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Los cuadros cronológicos

Existen tendencias actuales de estudios arqueológicos puntuales donde los sitiosque se estudian son englobados como manifestaciones de «cazadores-recolectores» uotras que no definen estadios de características morfotípicas de los artefactos presen-tes. Pero, sin lugar a dudas, tomando como criterios indicadores algunos elementos delos conjuntos de análisis se pueden establecer, mediante la presencia de determinadosrasgos tecnológicos, algunas formas de estadio.

Por eso clásicamente, aunque esto induzca a pensar que no se hace más que retro-traer viejas tradiciones de la arqueología, hasta el presente no entendemos a quépertenece cada cosa. Por supuesto que esto no es extensivo para todos los casos. Ennuestras aperturas conceptuales podemos establecer, siguiendo criterios de desarrolloen el cono sur americano: Paleoindio, Arcaico, Protoproductores y Productores.

Paleoindio

El Paleoindio es un período arqueológico muy antiguo que está relacionado conel poblamiento original de América donde los contingentes encontraron fauna demega herbívoros y otros en un estadio crítico de extinción faunística.

Sabemos que para esta época se generan grandes cambios y recesos climáticos, defrío y húmedo a seco y templado, especialmente en nuestras regiones, el clima se vahaciendo más benigno y, lentamente, la fauna superviviente del Pleistoceno va des-apareciendo. Si la acción antrópica es la responsable de esta causa, no podemos otor-garle su rol protagónico, pero sí es dable aceptar su contribución a la disminuciónpronunciada de estas especies favoreciendo su extinción.

Dentro del centro este argentino, en el confín del área, el ejemplo de un nivelpaleoindio se encuentra en el Atuel, en San Rafael, Mendoza.

En las cuevas de los rebordes del Cerro Negro, la fauna del Pleistoceno superior deMega-herbívoros, durante muchos años, ocupó las cuevas como madrigueras o refugios.

Se ha logrado llegar a datar casi más de 30.000 años. Para estas épocas tan anti-guas, no existían contingentes poblacionales humanos, los que irrumpen, dejando suregistro arqueológico en los alrededores del 11.500 años A. P. Está representada enestos niveles megafauna de Milodontes, Megathéridos, Paleolamas y Caballos Ame-ricanos. No sólo dejan restos de huesos que el hombre a veces consume, sino tambiénlos que son producto del pisoteo de estos animales.

Por otro lado aparecen algunos artefactos como raederas, perforadores y buriles. Estenivel ha sido designado con el nombre de Atuel IV, mientras que el anterior, conPaleofauna, sin restos humanos, los hemos denominado pre-paleoindio o pre- Atuel IV.

El estadio Atuel IV, se establece cronológicamente entre 9.000 y 11.500 A.P.Existen fogones con el contexto y excrementos muy bien conservados de estosmegaherbívoros. Los excrementos que aparecen en los niveles pre-paleoindio queson muy antiguos, se deshacen con mucha facilidad y tienen una coloración comple-tamente distinta. En cambio los que están dentro del nivel estratigráfico Atuel IVestán caracterizados por estar conformados por boñigas de una coloración diferenteque no se desagregan tan fácilmente.

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Existen un sinnúmero de restos de maderas y vegetales y microrestos que están enproceso de análisis y que nos dan una idea de que el clima para esta época era más fríoy húmedo del actual con componentes de la flora que aún existen. Estos correspondenno sólo a la Formación del Monte del Espinal sino a la provincia Patagónica. Aunqueen estos aspectos es digno establecer un interjuego existente entre el Monte y la Florapatagónica en el cual uno lentamente va a desplazando al otro. Es decir, habría uncorrimiento o desplazamiento hacia el sur y oeste de la flora patagónica. Esos temasson muy difíciles de establecer por la proximidad de los sitios donde se realiza elmuestreo polínico, en virtud de que los registros contienen elementos compartidos deambas poblaciones. En el Atuel IV que corresponde a la etapa Paleoindia y que ten-dría un desarrollo desde unos 11.500 años a unos 9.000, lo cual puede verse en eltrabajo respectivo (Lagiglia, 2001). Dentro de los hallazgos del Paleoindio del Atuelcorrespondiente a la fauna pampeana, se destacan diversos restos óseos y algunosmolares, como uno de Milodóntido, otro de Megatherium sp. y restos correspondien-tes a la fauna neotrópica como pequeños armadillos, tortugas (Geoquelones sp.). Elmolar de Megatherio tiene, como es conocido, una forma de sección cuadrangularcuya cúspide tiene cortes en V. De acuerdo a las conversaciones y apreciacionesestablecidas con Carlos Rusconi, quien tuvo oportunidad de estudiar la muestra, ladiferencia de grosor de la parte inferior respecto de la superior del molar es de algunosmilímetros menos. Para este investigador este aspecto respondería a que se trata de unmolar juvenil. La corona está formada por dos crestas salientes, separadas una de otra11 mm. por un valle transversal de 5.9 a 6.6 mm. de profundidad. El molar tiene undiámetro transversal (en la corona), tomado siguiendo la línea del eje transversal, de26 mm. por 2.8 mm. Correspondiendo a los restos de milodóntidos apareció un mantode más de 250 huesecillos dérmicos de estos animales abarcando una superficie de 25x 20 al lado de un fogón que fue fechado primeramente sin descontaminar la muestra-siendo uno de los primeros fechados del Atuel en 8.045 ± 55 años A.P. (C)- (Lagigliay Lehrman, 1968). Los huesecillos dérmicos fueron fechados con una muestra espe-cialmente pre-tratada en 9560 ± 90 A.P. (H). Mientras que el carbón que los acompa-ñaba de un duplicado de la muestra de 8.045 años pre-tratada y descontaminada diouna antigüedad de 9.580 ± 100 años. Esto da la pauta de la asociación y seguramenteconsumo del Milodón por su asociación con el fogón de origen humano.

Dentro de los objetos culturales tallados en piedra del nivel Atuel IV se destacan 6artefactos. Estos corresponden a una lasca con retoque, una raedera-perforador, un buril,y otros de pequeño tamaño trabajados en un tipo de calcedonia (Lagiglia, 1977).

Es evidente que entre el denominado pre-Atuel IV y Atuel IV existe una diastemaestratigráfica. Se trataría seguramente de un bloqueo de la cueva, el cual no permi-tió el acceso a los lugares estudiados de la Paleofauna. Esta diastema estratigráficaes una parte donde no hay manifestación de restos. Estaría entre unos 24.000 y12.000 años.

Es sumamente difícil el registro de restos culturales que puedan vincularse con laetapa Paleoindia, puesto que generalmente se trataría de grupos de cazadores-recolectores nómades que oscilan o poseen una movilidad muy grande. Esto da laimpresión de que se trataría de grupos que se van desplazando sin tomar una posiciónterritorial, seguramente tras la búsqueda de recursos de la caza.

Desarrollo cronológico cultural del centro-oeste argentino

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Atuel III

Correspondiente al Periodo Arcaico, el estadio Atuel III se inicia cuando han des-aparecido los componentes de la fauna pampeana y entra en dominio la fauna geotrópica.Hay un dominio de plantas como el Lyssium, y aumento de la humedad de edáfica de losterrenos. Podemos dividir el Arcaico en un pre-Atuel III, cuyas antigüedades son de7.860 ± 90 y de 7.430 ± 90 A. P. Esta etapa del Arcaico continúa con otra que hemosdenominado de protoproductores. Estos cazadores recolectores que también compartenel ambiente con la fauna neotrópica prevalecen en un ambiente de formación del montedonde hay dominio de la Jarilla, del Algarrobo, Chañar Brea. Esta etapa deprotoproductores tiene un desarrollo marcado alrededor de unos 4.000 años A. C. (3.840± 40 A.P.), desarrollándose hasta el 2.300 A.P. Estos cazadores del Atuel III, confeccio-nan entierros colectivos que permanentemente los violan para extraer los huesos de ladiáfisis de los difuntos que utilizan seguramente como tubo de aspiración. Aparecenentre los restos numerosas epífisis cortadas a bisel dentro del conjunto de huesos delentierro colectivo y escasos tubos o boquillas. Seguramente estas fueron extraídas paraser utilizadas. Algunas muestras obtenidas dan crédito de ello.

Si bien los sistemas de enterratorios colectivos de este periodo corresponden,tanto en cuevas como al aire libre, a este sistema, también existe algunos entierros quese han conservado enfardados o envueltos en esteras, en uno de los casos conservandoalgunas partes momificadas.

Estos grupos eran excelentes cesteros, trabajaban las fibras vegetales con suma des-treza, no conocían la cerámica e inmediatamente corresponde a la base sobre los cualesse implanta la agricultura incipiente que va a constituir el estadio Atuel II, es decir el deproductores con fuego. Estos agricultores se instalan en las riberas del Atuel, aprove-chando el agua del río del mismo nombre y cultivando plantas como el maíz, el zapallo,poroto y quinoa. También eran excelentes en el trabajo de la cestería y del cuero. Losentierros o funerales lo realizaban en algunos casos momificando los restos, en otrosenterrándolos directamente a orillas de las barrancas del Atuel. En estos grupos se hacenotar el uso de la técnica del semi - telar, el excelente trabajo del cuero, de las fibrasvegetales y de la cordelería. Tenían la costumbre de resguardar los granos de las semillascultivadas en cestos de fibras vegetales, como los del poroto, la quinoa, entre otros.

Los entierros de esta etapa son envueltos en cueros perfectamente resguardados enentierros especiales que eran dispuestos sobre una cama de coirón o fibras vegetales, prote-gida su cabeza con un cestillo semi-esferoidal y cubierto con una lápida de lajas de basalto.

Esta etapa de agricultores incipientes del Atuel II, si bien tiene un momento deapogeo entre unos 300 años A.C. y unos 100 de la Era Cristiana, perdura hasta laépoca histórica. A partir de los inicios de la Era Cristiana se incorporan nuevas mani-festaciones tecnológicas que están vinculadas con el desarrollo de la cerámica.

Las primeras manifestaciones de grupos agroalfareros se destacan con la culturasde Agrelo y regionalmente, en el sur de Mendoza con las de Arbolito y del Overo-Nihuil. Hacia el 1300 de la Era Cristiana aparecería la Cultura de Viluco que va arecibir la aculturación incásica entre el 1470 y 1550 de esa Era. Durante todo elperíodo agro alfarero existió en gran parte del territorio del centro oeste argentinoactivos intercambios culturales con Chile central. Se destacan en primer término,relaciones entre la movilidad de los grupos agro-alfareros de Bato-Llolleo.

Humberto Lagiglia

109

Nota* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

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Humberto Lagiglia

111

Tumbas y textiles preincaicos en una zonaandina meridional¹*

Catalina Teresa Michieli

Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo «Prof. Mariano Gambier»,Universidad Nacional de San Juan

Contacto: [email protected]

La provincia de San Juan de la República Argentina se ubica sobre la vertienteoriental de la Cordillera de Los Andes. Junto con las provincias de Mendoza y SanLuis constituyen la «región de Cuyo» con identidad geográfica, histórica y cultural.Con respecto al área andina central, esta región corresponde a un área extrema, encontacto con la zona andina austral por un lado y con el noroeste argentino por elotro, del cual, sin embargo, se diferencia.

Los valles ubicados entre la cordillera y el importante cordón orográfico longitudinalconocido como «Precordillera de La Rioja, San Juan y Mendoza» se denominan, denorte a sur, Iglesia y Calingasta. En estos tuvieron un gran desarrollo las manifestacio-nes culturales de los momentos prehispánicos tardíos, es decir entre los años 1000 a1460 d.C., en época anterior a la dominación incaica de la zona. De ellas se mantienenvariados testimonios por la aridez del clima local (Gambier, 1998; 2000; 2002) quepermite la conservación incluso de materiales perecederos, como los textiles.

Estas manifestaciones, aunque contemporáneas, fueron algo diferentes en cadauno de los valles, pero con importantes elementos comunes que evidencian un paren-tesco de raíz posiblemente más antigua. Tales características se advierten especial-mente con la descripción, análisis y comparación de los textiles que constituyenfardos funerarios similares, provenientes mayoritariamente de tumbas de «pozo ycámara» y en menor medida de tumbas simples.

Las tumbas y su cronología

Las tumbas de «pozo y cámara», que no poseen antecedentes regionales anterioresal año 1000 d.C., constan de un pozo elíptico de aproximadamente 90 cm de largo y1,00 a 1,50 m metros de profundidad en cuya base se abre una cámara lateral, cerradacon esteras o pastos, donde se colocaba el cadáver y el ajuar que lo acompañaba. Casi

112

todas poseían un palo cavador colocado verticalmente, hundido en los sedimentosdel pozo. En ambos valles este tipo de tumbas poseen la misma forma y estructura, conla leve diferencia de profundidad que puede deberse a que en Calingasta están cava-das en suelo rocoso y en Angualasto en sedimentos blandos.

Junto con ellas se encuentran algunas tumbas de pozo simple con contextos seme-jantes. Tanto las tumbas simples como las de «pozo y cámara» contenían preferente-mente fardos funerarios consistentes en un cadáver de adulto o niño (colocado decú-bito lateral, con las piernas flectadas y las manos sobre el pubis), envuelto con piezasde vestimenta y/o restos de ellas. En Calingasta excepcionalmente se encuentranentierros de nonatos o neonatos en urnas u otros recipientes de cerámica que, encambio, fueron usuales en Angualasto.

Para la ubicación cronológica exacta de estos conjuntos funerarios se realizaron fecha-dos de radiocarbono sobre la estera que cubría la entrada a la cámara en Calingasta y sobrelas uñas de los pies de los cadáveres en el caso de las tumbas de Angualasto mientras quese consideró la fecha obtenida por A. R. González (Gaspary, 1967:116; González y Lagiglia,1973:298) sobre una de las telas del cuerpo momificado descubierto por Debenedetti(1917:50-51) en una de las grutas artificiales de Alto Verde (Calingasta).²

La fecha realizada por González dio una edad convencional de 1035 d.C. en tantolas fechas calibradas por el laboratorio dieron: 1180 d.C. para la tumba de CerroCalvario, 1300 d.C. y 1400 d.C. para las tumbas 2 y 3 de Angualasto respectivamente.

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos de fardos funerarios de Calingasta e Iglesia.

Tabla 2. Cuadro comparativo de los fechados radiocarbónicos en años calendario teniendo encuenta el margen de error y/o la calibración

Catalina Teresa Michieli

Sitio

Calingasta

Cerro Calvario, tumba 2

Angualasto, tumba 2

Angualasto, tumba 3

EdadC14 (BP)

915 ± 55

880 ± 50

550 ± 40

440 ± 40

Edadconvencional

1035 d.C.

Edadcalibrada

1180 d.C.

1300 d.C.

1400 d.C.

Citado por:

González y Lagiglia, 1973

Gambier , 2002

Gambier, 2002

Michieli, 2007

113

Considerando que diez fechados calibrados realizados para Angualasto, tanto entumbas como en construcciones superficiales y semisubterráneas, abarcan un rangotemporal que va de 1260 a 1430 d.C. y que las edades radiocarbónicas de éstos y otrofechado anterior no calibrado abarcan un rango que va de 810 a 510 años antes delpresente (Gambier, 2003; Michieli, 2007), puede afirmarse con bastante certeza quelos conjuntos textiles correspondientes con el desarrollo tardío de Calingasta sonalgo más antiguos que los semejantes de la cultura de Angualasto.

Tumbas comparables a las que denominamos de «pozo y cámara» se encontraron en elNorte Chico chileno vinculadas con etapas preincaicas. En Altos Blancos (en la cuenca altadel río Copiapó, III Región) Niemeyer excavó en 1974 una tumba definida como «ampollar»,fechada en 1350 años d.C., que contenía un esqueleto flectado, restos de una estera y otrosobjetos entre los cuales se destaca un tubo realizado con el raquis de una pluma de cóndor(Niemeyer et al., 1998:174-175; 273). En la cuenca alta del río Aconcagua (V Región)recientemente se encontraron túmulos funerarios correspondientes al Período IntermedioTardío (1000 a 1400 d.C.) que en ocasiones cubrían tumbas con cámaras o bóvedas excavadasen el suelo original con acceso por un foso angosto (Pavlovic et al., 2003:52).

En el Norte Grande (I y II Regiones), a su vez, este tipo de tumbas fueron mencionadostambién para el Período Intermedio Tardío de Arica y Quillagua (cit. de Michieli, 2000:78).

Los ajuares y las piezas textiles

Los ajuares de estas tumbas incluyen en general cuerpos flectados colocados decostado con envolturas textiles, una o dos vasijas de cerámica pequeñas, recipientesde calabaza, cestos en espiral y palos cavadores (Gambier, 1994; 2002). La diferenciaentre ambas manifestaciones culturales está dada por el tipo de cerámica, que corres-ponde a la característica de cada cultura, y por la cantidad y calidad de los objetos queconformaban el ajuar contenido en la tumba.

Los fardos están formados por la envoltura del cadáver con una o varias piezas devestimenta o sus restos, fuertemente atados con madejas de hilos, cordones o fajas yprendidos a modo de alfileres con espinas de algarrobo, trozos de palos o cañas finas(Michieli, 1986; 2001b; 2002). Durante el proceso de desenvoltura de los fardos pudoapreciarse que los correspondientes a Angualasto presentan una mayor cantidad deprendas textiles tanto en la envoltura como colocados doblados por debajo del cadá-ver, así como fajas trenzadas utilizadas como ataduras.

Un gran porcentaje de estas prendas muestra rastros de utilización y desgaste;algunas están reiteradamente zurcidas y de varias se conservan sólo grandes trozosusados como trapos para acuñar el fardo o que sirvieron como una especie de almoha-dilla sobre la que se asentaron los mismos. Esto sugiere que las piezas, aun las quepresentan algún tipo de decoración, eran usuales y comunes en la vida diaria.

En todos estos ajuares funerarios fueron identificadas sin dificultad camisetas ygrandes ponchos como prendas de vestimenta.

En la denominación de las piezas de vestimenta se utilizan los nombres que se regis-traron en español desde los primeros momentos de la conquista. Es este caso se diferenciaclaramente «poncho» de «camiseta», porque son dos prendas distintas concebidas como

Tumbas y textiles preincaicos en una zona andina meridional

114

tales desde el momento de tejer la tela, ya que la misma tiene diferentes tamaños según sudestino final. Por otra parte se evita el uso de la palabra «túnica» (usual en trabajos sobretextilería arqueológica) porque consideramos que alude a vestimenta de la antigüedadoccidental que puede ser indistintamente abierta o cerrada, con o sin mangas, lo queimpediría apreciar la importante distinción entre camiseta y poncho.

Las prendas tienen características similares. Para la confección de las telas entécnica de faz de urdimbre se utilizaron finos y firmes hilos de lana de camélido(especialmente guanaco) seleccionados por tonos naturales y ocasionalmente teñi-dos. La mayoría de estas telas son lisas del color natural de la lana de camélido sinteñir (con apenas una leve apariencia de jaspeado conseguido por el hilo utilizado enla urdimbre que tiene los cabos de distinto tono) o totalmente teñidas de color rojo;ocasionalmente presentan listas decorativas en sentido de la urdimbre. Los orillos y laabertura para el cuello poseen terminaciones especiales.

En cuanto al tamaño, las telas para ponchos, tanto de Calingasta como deAngualasto, tienen entre 3 y 4 m2, mientras que las telas destinadas a confeccionarcamisetas oscilan entre 1,60 y 3 m2 (Michieli, 2001a; 2001b). Las telas que forman lascamisetas incaicas provenientes de los cerros El Toro y Tambillos (departamento deIglesia, San Juan), en cambio, no superan 1,40 m2 (Michieli, 1990).

Tabla 3. Cuadro comparativo del tamaño de las telas de cuatro orillos en faz de urdimbre queforman ponchos y camisetas para adultos procedentes de Calingasta e Iglesia y de los ajuares

incaicos procedentes de Iglesia (Michieli, 2001b:68).

Catalina Teresa Michieli

Sitio

Angualasto

Angualasto

Angualasto

Villa Corral

Angualasto

Sorocayense

Sorocayense

Sorocayense

Angualasto

Angualasto

Angualasto

Cº Calvario

Alto Verde

Angualasto

Cº Calvario

Pieza

poncho

poncho

poncho

poncho

poncho

poncho

poncho

poncho

camiseta

poncho

camiseta

camiseta

camiseta

camiseta

camiseta

Largo dela tela (m)

2,40

2,20

2,48

2,24

2,35

2,26

2,20

2,40

2,20

2,35

2,00

2,10

2,16

1,88

2,10

Ancho dela tela (m)

1,63

1,72

1,50

1,64

1, 56

1,60

1,60

1,44

1,48

1,30

1,30

1,20

1,16

1,30

1,16

Superficietotal (m2)

3,91

3,78

3,72

3,67

3,66

3,61

3,52

3,45

3,25

3,05

2,60

2,52

2,50

2,44

2,43

Citado por:

Renard, 1994

Michieli, 1999

Renard, 1994

Michieli, 1997

Michieli, 1999

Michieli, 1994

Michieli, 1994

Michieli, 1996

Michieli, 1999

Vignati, 1934

Michieli, 1999

Michieli, 1994

Renard, 1994

Michieli, 1999

Michieli, 1997

115

Presentan similares técnicas de confección y decoración y tamaño normalizado.La mayoría está realizada con técnica de faz de urdimbre. Son piezas medianas ylivianas; están confeccionadas con hilos muy finos y con menor densidad de tejidoque los ponchos y las camisetas. Si bien la decoración se basa por lo general en listas

Tumbas y textiles preincaicos en una zona andina meridional

Esto indica también que la pieza de vestimenta llamada «poncho» era una prendaen sí misma y no una camiseta descosida, que era muy común en las etapas tardíasprevias a la dominación incaica de la región y que no provenía de una influencia deeste origen y mucho menos una creación posthispánica.

Se observa también la reiterada la aparición de ciertas piezas que reúnen caracte-rísticas semejantes (Lámina Nº 1) y que hemos identificado como «telas rectangularesdecoradas» (Michieli, 2000:88-89). En algunos casos estas piezas están completas;en otros casos existen fragmentos que pueden ser identificados como pertenecientes aobjetos similares. Por los desgastes, roturas, zurcidos y remiendos que presentan,puede considerarse que se trató de prendas de uso diario y prolongado antes de quepasaran a integrar ajuares funerarios. Aparecen en contextos de adultos en menorproporción que en los de niños; en estos últimos, a su vez, se observan los ejemplaresmás deteriorados por el intenso uso.

Lámina 1. Piezas rectangulares decoradas: A- Hilario (Calingasta); B- Angualasto (Iglesia).

Cº Calvario

Angualasto

Cº El Toro

Cº Tambillos

Cº El Toro

camiseta

camiseta

camiseta incaica

camiseta incaica

camiseta incaica

2,14

1,80

1,56

1,68

1,52

1,08

0,90

0,90

0,74

0,76

2,31

1,62

1,40

1,24

1,15

Michieli, 1994

Michieli, 1999

Michieli, 1990

Michieli, 1990

Michieli, 1990

116

en sentido de la urdimbre, algunos casos presentan recursos más complicados (comoel empleo de urdimbres suplementarias, flotantes y transpuestas) que los usados en laspiezas más grandes; posiblemente esto estaba relacionado con una mayor la facilidadde trabajo en telas de menor tamaño y más livianas.

Tabla 4. Cuadro comparativo del tamaño y técnicas de confección y decoración de las telasrectangulares decoradas de Iglesia y Calingasta (Michieli, 2000:89).

Excepcionalmente aparece una tela rectangular realizada con técnica de faz de trama(o «tapiz») con decoración multicolor de 1 m por 1,20 m aproximadamente, en muy buenestado de conservación (Michieli, 2002:80; 2001b:66; 70). Los colores predominantesson rojo, verde, amarillo y azul teñidos en diferentes tonos y beige muy claro y beigecastaño natural. La decoración en faz de trama consta de diez listas en sentido de la trama

Catalina Teresa Michieli

Sitio

Angualastoaldea

Angualasto(niño con cesto)

Angualasto(camino)

Cerro Negro

Cº Calvario (t. 1)

Chinguillos

Angualasto(niño con cesto)

Alto Verde

Angualasto(niño sin cesto)

Angualasto(niño con cesto)

Hilario

Angualasto(niño con cesto)

Angualasto (t. 1)

Ancho enm (trama)

—-

—-

—-

—-

—-

0,84

0,45

0,70

0,60

0,57

0,80

0,80

1,20

Largo enm(urd.)

—-

—-

—-

—-

—-

—-

0,96

0,70

1,15

1,30

1,22

1,30

1,00

Superficie(en m2)

—-

—-

—-

—-

—-

0,43

0,49

0,69

0,74

0,97

1,04

1,20

Técnica ydecoración

f/u-tr. supl.discontinuas

f/u-u. supl.flotantes

f/u-u. supl.flotantes

f/u-u.transp.

f/u-listasurd.

f/u-listasurd.

f/u-u.transp.

f/u-listasurd.

f/u-listasurd.

f/u-listasurd.

f/u-u.transp.

f/u-listasurd.

f/tr-tapizmulticolor

Cit. por:

Michieli, 2001a:51

Michieli, 2001a:46

Michieli, 2002

Michieli, 2001a:49

Debenedetti, 1915:71-72

Michieli, 1994:12

Michieli, 2001b:66

117

con decoración de zigzagues oblicuos que separan campos triangulares rojos y verdes oazules terminados en espirales cuadrangulares que combinan los colores de los fondos(rojo y verde) y el del zigzag (amarillo o beige claro). Ambos extremos comienzan con doslistas lisas de color rojo y beige claro. Las tramas son discontinuas y se encadenan cuandocambian de color en forma recta; los planos triangulares que forman los fondos, en cam-bio, están divididos oblicuamente con tramas discontinuas no encadenadas sino fijadasdirectamente a una urdimbre. Las puntas de las tramas se ocultan entre el tejido, pero enocasiones alcanzan a aparecer en la superficie. Todo el tejido es irregular en cuanto a lacantidad de tramas y en cuanto a la organicidad del diseño; lo primero produceabultamientos que hacen que los laterales correspondientes a los dobleces de trama nosean rectos sino ondeados. El diseño de esta pieza reproduce los motivos decorativosusuales en los refuerzos de la base del cuello de ponchos y camisetas de Angualasto. Porla forma, la técnica de confección y de decoración y el colorido, esta pieza es inusual eimpactante, aunque no tiene la calidad y la dificultad de ejecución que las restantes.

Los ajuares se completan con bolsitas rectangulares vacías colocadas sobre lacabeza o sobre el pecho del cadáver, vinchas y cinturones formados por madejas dehilos simples o con confección complicada, sandalias de cuero con y sin decoración,cestos decorados, excepcionalmente un gorro de red y fajas decoradas que combinancon gran maestría el trenzado plano y el trenzado macizo.

Casi todas las telas presentan los orillos laterales terminados con un acordonadode dos elementos o con un trenzado de tres o más elementos formados por hilossemejantes al de trama pero tomados doble; cada elemento se fija alternadamente encada doblez de la trama (Lámina Nº 2). Excepcionalmente estas terminaciones sepresentan recubiertas por costura decorativa; en los ponchos constituyen las termina-ciones laterales; para estas telas se utilizó siempre trama única.

Lámina 2. Terminación de los orillos laterales de las telas con acordonado de dos elementos ocon trenzado de tres o más elementos: A a C- Angualasto (Iglesia); D y E- Villa Corral y Cº

Calvario (Calingasta).

Tumbas y textiles preincaicos en una zona andina meridional

118

En cambio en algunos pocos casos se utilizaron tramas múltiples, especialmenteen número de dos a cinco y excepcionalmente doce, que forman en los orillos lateralesuna terminación ligeramente ondeada al entrecruzarse los dobleces de las tramas.Estos ejemplares son más usuales en las prendas de Calingasta que en las de Angualasto.

Como era tradicional desde cientos de años antes en las culturas locales, continuóempleándose en forma aproximadamente similar el teñido en colores rojo y verde. Enrojo se tiñeron hilos para costuras y decoraciones y para confeccionar telas completastanto en Calingasta como en Angualasto. En un caso se tiñó una pieza ya confeccio-nada.

En Angualasto, sin embargo, aparece como novedad el teñido de hilos en coloresamarillo y azul con gran variedad de gamas.

También en Angualasto se utilizó el teñido de hilos por reserva (o «ikat») espe-cialmente en color rojo sobre base natural o sobre base previamente teñida de amari-llo. Estos hilos fueron empleados en trabajos especiales y de poco tamaño comocadenetas del extremo de la abertura de los cuellos, refuerzos decorativos, cinturonesformados por madejas de hilos y fajas trenzadas (Lámina Nº 3).

Lámina 3. Hilos teñidos por reserva (o «ikat») de Angualasto (Iglesia).

En cuanto a la decoración de los tejidos fue más común el empleo de listas ensentido de la urdimbre ubicadas solas o agrupando rítmicamente listas lisas de distin-to tono o color con listas con dameros en dos tonos.

Fue menos común la utilización de listas decorativas realizadas con el empleo deurdimbres flotantes, suplementarias y transpuestas; estas últimas definen figurasromboidales y las anteriores o diseños más complejos donde se destacan espiralesdobles encadenadas de formas curvas o rectilíneas. Este tipo de decoración se utilizósobre todo en las piezas rectangulares decoradas.

Catalina Teresa Michieli

119

En cambio en grandes y pesados ponchos se comprueba la aparición de técnicasdecorativas más especializadas como las urdimbres discontinuas (Lámina Nº 4). Ladecoración de piezas de vestimenta con urdimbres discontinuas ya había sido regis-trada en el ajuar de una momia hallada en Angualasto en 1934 (Vignati, 1934; Renard,1994); se ha ratificado últimamente con otra pieza hallada en Angualasto y dos ejem-plares de Calingasta (Michieli, 2001b:67).

Lámina 4. Ponchos confeccionados con técnica de urdimbres discontinuas: A- Angualasto(Iglesia); B y C: Villa Corral y Sorocayense (Calingasta).

Todas estas consisten en grandes ponchos en los cuales las urdimbres discontinuas,ubicadas a la altura de los hombros, determinan cuatro sectores (dos lisos y dos deco-rados con listas) que se distribuyen en forma opuesta. Es interesante observar que entodos los casos la confección de estas prendas -que de por sí implica una complejidadtécnica y un gran dominio del tejido-, su tamaño y su forma, son prácticamente idén-ticas, diferenciándose las de Angualasto sólo por la presencia de un refuerzo decora-tivo en los extremos de la abertura para el cuello.

El hallazgo reiterado de textiles de gran dificultad técnica con característicassemejantes indica que posiblemente la elaboración de piezas textiles no era un hechocomún en cada grupo familiar sino que debería haber existido un sector de la sociedadespecializado en este tipo de trabajo.

Por otra parte, la misma reiteración de estos hallazgos en tumbas y contextossemejantes, así como la evidencia fehaciente de que estas prendas formaban parte dela vestimenta diaria por el desgaste y reparación que presentan, llevan a considerarque no se trataba de piezas extraordinarias que denotaran algún tipo de jerarquía de suusuario, sino que formaban parte del acervo común de una sociedad en la cual no seobserva hasta ahora, estratificación social marcada ni fuerte control estatal.

Las camisetas y bolsas presentan costuras de unión simples, usualmente con cos-

Tumbas y textiles preincaicos en una zona andina meridional

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tura en punto guante con mayor o menor densidad, aunque se destacan dos casos decosturas de unión decorativas con variantes de punto zigzag, dos con punto rococó enzigzag y otro formando una fantasía cruzada.

Es común que los laterales de las aberturas para el cuello y mangas de camisetas yponchos estén recubiertas con costuras decorativas de colores contrastantes y que los enca-bezamientos de urdimbre de casi todas las telas (que corresponden a los ruedos de ponchosy camisetas y las bocas de algunas bolsas) estén recubiertos con costura decorativa en puntode aguja o con cadeneta; en algunos casos también se usaron los puntos festón y ojal.

Además de los detalles que se han señalado, la diferencia más marcada entre latextilería de Iglesia y la de Calingasta en los momentos tardíos está dada por laaparición en algunos de los textiles Angualasto de llamativos refuerzos decorativosen los extremos de la abertura para el cuello de ponchos y camisetas.

Aproximadamente la mitad de los ponchos y camisetas de Angualasto presenta estosrefuerzos decorativos que están realizados con técnica de faz de trama y sus variantes en elmismo momento del tejido, con la utilización de hilos de color rojo, verde y beige omarrón natural formando motivos que incluyen combinaciones de espirales (curvas ocuadrangulares), líneas oblicuas y triángulos escalerados, sucesión de cheurones, o suce-sión alternada de espirales que nacen de un tronco común y que forman con el fondofiguras de tipo complementario. Los extremos de los hilos empleados se retuercen forman-do cordeles de 10 a 13 cm de largo que penden a cada lado de los refuerzos decorativos.

Los motivos de estos refuerzos se repiten en algunas de las decoraciones de telas y enotras manifestaciones de la cultura. Los hemos interpretado como una abstracción deatributos propios del cóndor macho adulto [especialmente el cuello, la cresta y el ojo].Este elemento constituye un rasgo excepcional en la textilería de la región y se liga conevidencias de zonas circunvecinas del noroeste argentino y norte chileno (Michieli, 2001a).

Finalmente y en coincidencia con la mayor cantidad y diversidad de piezas textiles,sólo en Angualasto aparecen prendas de tamaño infantil. Éstas se hallaron colocadascomo vestimenta en cadáveres de niños o formando parte de los restos de telas que losenvuelven. Se destacan pequeñas camisetas confeccionadas con lana muy suave (posible-mente de vicuña) y ponchitos tejidos con cuatro orillos de tamaño adecuado para niños demeses o recortados de viejas prendas de adulto. Algunos de ellos están sumamente usados,gastados y remendados, lo que evidencia una intensa y prolongada reutilización.

En síntesis, entre las manifestaciones culturales de los grupos que ocuparon ambosvalles durante el período tardío existen elementos comunes, los que son más visibles encontextos funerarios. A la semejanza en las formas y contenido de las tumbas se agregala similitud en los conjuntos textiles. No obstante esta similitud general, en ellos seaprecian algunas diferencias de detalles técnicos y de uso que demuestran intencionesy preferencias que individualizan y definen a cada grupo cultural.

Estas diferencias pueden sintetizarse de la manera siguiente:

1. Mayor cantidad de prendas y objetos textiles en los ajuares textiles de Angualasto.

2. Piezas de vestimenta de tamaño infantil en Angualasto.

3. Uso de fajas trenzadas decoradas en Angualasto.

Catalina Teresa Michieli

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4. Utilización excepcional de faz de trama para la confección de telas en Angualasto.

5. Terminación de orillos laterales con acordonado o trenzado más usual en Angualasto.

6. Uso de tramas múltiples más usual en Calingasta.

7. Refuerzos decorativos en los extremos de la abertura para el cuello de ponchosy camisetas en Angualasto.

8. Utilización del teñido de hilos de lana en colores azul y amarillo, además delos tradicionales rojo y verde en Angualasto.

9. Decoración de hilos y cordeles de lana por medio del teñido por reserva en Angualasto.

Notas* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

1 Este trabajo fue presentado parcialmente en el Simposio Internacional «La magia de loandino II» (Lima, 2005).

2 GR.N.-5476: Calingasta, 915 ± 55 = 1035 d.C.

Beta-107203: Cerro Calvario, tumba 2 (de «pozo y cámara») [madera de un año: palitos dela estera] = 880 ± 50 BP. Edad calibrada: con 2 sigmas = 1030 a 1265 d.C.; intercepción conla curva de calibración = 1180 d.C.; con 1 sigma= 1055 a 1090 d.C./1150 a 1225 d.C.

Beta-134392: Pta. del Barro, Primer Canal, t. 2 [AMS con uña de pie] = 650 ± 40 BP. Edadcalibrada: con 2 sigmas = 1280 a 1405 d.C.; intercepción con la curva de calibración = 1300d.C.; con 1 sigma= 1290 a 1315 d.C./1350 a 1390 d.C.

Beta-161362: Angualasto t. 3 [AMS con uña de pie] = 440 ± 40 BP. Edad calibrada: con2 sigmas = 1300 a 1420 d.C.; intercepción con la curva de calibración = 1400 d.C.; con 1sigma = 1310 a 1370 d.C./1380 a 1410 d.C.

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Catalina Teresa Michieli

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Avances recientes en el conocimiento arqueológicode los grupos indígenas tardíos y la dominación

incaica de Cuyo*Alejandro García

CONICET. UNCuyo (FFyL). UNSJ (FFHA)Contacto: [email protected]

La arqueología de Mendoza ha experimentado avances importantes en los últimosquince años, vinculados fundamentalmente con la aparición de nuevos enfoques y con laexploración de temáticas antes no abordadas. Algo similar, aunque en menor escala, estásucediendo en San Juan gracias al desarrollo de proyectos relacionados con nuevos gru-pos de trabajo. En gran medida, estos avances de la Arqueología cuyana se vinculan conun mejoramiento del conocimiento sobre las sociedades tardías prehispánicas (sobre tododel registro arqueológico huarpe) y la dominación incaica. Si bien en estas temáticas losestudios documentales tienen aún mayor peso que las investigaciones arqueológicas, sehan registrado recientemente diversos aportes basados en la elaboración de nuevas pro-puestas y en la ampliación y evaluación del registro arqueológico. A continuación co-mentaré algunos de estos nuevos resultados (sobre todo los vinculados con nuestras pro-pias investigaciones) y sus implicancias en el marco de la arqueología de la región.

La arqueología huarpe

Con respecto al registro atribuible a los huarpes, una de las contribuciones mássignificativas ha sido el replanteo del esquema cronológico-cultural tradicional pro-puesto por Humberto Lagiglia. Lagiglia (1976) realizó a mediados de los ‘70 unabúsqueda exhaustiva de todos los materiales arqueológicos tardíos y un ordenamien-to general que lo llevó a proponer la aparición de un cambio marcado en las socieda-des indígenas locales a partir de 1200 -1300 d.C. Según esta visión, hacia ese momen-to se habría producido el paso entre dos entidades denominadas «Culturas de Agrelo»y «Cultura de Viluco». La primera, que ya había sido definida por Canals Frau en ladécada del ‘50 (Canals Frau, 1956), se habría extendido entre aproximadamente 500y 1.000 años d.C. Luego de un hiatus de unos 200 años habría aparecido un registroarqueológico totalmente distinto, caracterizado fundamentalmente por vasijas cerá-micas pequeñas (vasos, jarritas y platos de pasta naranja y decoración geométrica

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pintada). Esta «Cultura de Viluco» habría correspondido a los huarpes, el grupo localque conocieron los conquistadores españoles, y que habría sufrido sucesivos cambiosdebido a las conquistas incaica y española y a los contactos con otros grupos indíge-nas (como los mapuches del sur).

A mediados de los ‘90 ya se disponía de nueva información que permitiría revisareste esquema. En ese momento no sólo se estaba difundiendo la calibración de fecha-dos radiocarbónicos sino que además se contaba con registros estratificados prove-nientes de sitios de montaña, como Agua de la Cueva, que mostraban un acotamientomuy tardío de la cerámica Viluco y una extensión de la cerámica gris incisa (similar ala conocida como «Agrelo») por lo menos hasta el período incaico.

Como resultado, se propuso (García, 1996) que los cambios atribuidos a la «Cul-tura de Viluco» en realidad habrían sido producto del control estatal incaico, y que elhiatus que entonces se producía entre aproximadamente 1000 y 1500 d.C. (entre lo«Agrelo» y lo «Viluco») no era tal, ya que en parte se reducía al calibrar los fechadosradiocarbónicos (García, 2004) y en parte se habría debido a la falta de hallazgos deregistros arqueológicos tardíos estratificados y con buen control cronológico, cuyaposterior aparición mostraría la continuidad del registro «Agrelo» hasta el surgimien-to de los cambios más recientes ya mencionados. Los trabajos realizados en la últimadécada han apoyado este modelo y en la actualidad varios colegas de la región com-parten esta interpretación, al menos en lo referido al origen incaico del registro Viluco(e.g. Cahiza, 2001; Ots, 2007).

Recientemente se ha podido constatar un aspecto interesante relacionado con lacultura material de los grupos huarpes de Mendoza y San Juan: la utilización deestilos cerámicos diferentes. En el centro-norte de Mendoza, como ya se ha mencio-nado, el estilo predominante entre los huarpes de habla millcayac fue el denomina-do «Viluco». En cambio, en el sur de San Juan (huarpes que hablaban el dialectoallentiac), si bien aparece escasa alfarería vinculable estilísticamente con la «Viluco»la cerámica más abundante parece responder al tipo gris con decoración incisaconocido como «Calingasta». Otro tipo cerámico, de pasta naranja sin decoración ocon decoración pintada, estaría más relacionado con los cambios tecnológicos in-troducidos por el estado inca. Este último estilo no guarda similitudes con el«Viluco», ya que las formas, espesor, motivos decorativos, etc. son diferentes. Demanera que, aún cuando la muestra de sitios necesita ser ampliada, el registro cono-cido indicaría que los estilos cerámicos en uso en el centro-norte de Mendoza y enel sur de San Juan eran diferentes.

Por lo tanto, la información actualmente disponible indica que durante la domina-ción incaica algunos aspectos de la cultura material no habrían sido similares y uni-formes en toda el área huarpe, sino que habría habido diferencias entre los huarpes deSan Juan y los de Mendoza, lo que avalaría la propuesta de que el actual sectorlimítrofe entre ambas provincias habría actuado como un límite natural que obstacu-lizaba la comunicación entre los grupos indígenas ubicados hacia el norte y hacia elsur previamente a la conquista incaica (García, 2005a). Por otra parte, estas diferen-cias podrían indicar la utilización de estrategias distintas de anexión territorial porparte del estado inca, aún cuando (si damos crédito a la documentación temprana) sehabría tratado de grupos correspondientes a la misma etnia (huarpe).

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Finalmente, otro aspecto que está siendo revisado es el de las fronteras del territo-rio huarpe allentiac (esto es, los huarpes sanjuaninos). Tradicionalmente este límite seubicaba por el norte cerca de los 30º 30‘ - 31º S (en la travesía entre los ríos Jáchal ySan Juan) y por el este cerca del límite con San Luis. Sin embargo, recientes observa-ciones indican que el límite norte pudo haber estado más cerca del río San Juan,mientras que el límite oriental parecería haberse ubicado entre los ríos San Juan yBermejo. Este acotamiento del territorio permite tener una mejor perspectiva de laenvergadura de la etnia huarpe allentiac en relación con sus vecinos capayanes yyacampis, y contribuye a definir la organización territorial del área en tiemposprehispánicos tardíos. Pero el hallazgo de un sitio que permitía el control de un pasoimportante por una de las quebradas que conecta el Valle de las Invernadas con lazona baja de Gualilán, llama la atención también sobre un aspecto poco consideradoen la arqueología regional: la posibilidad de conflictos interétnicos, situación que nodebería resultar extraña, debido a la existencia de algunas menciones documentalestempranas vinculadas con las poblaciones del norte de Mendoza (García, 2001).

El control incaico de Cuyo

Avances similares se han registrado en el conocimiento de la dominación incaicaregional. En este sentido, nuestro trabajo ha contribuido a mejorar algunos aspectosde la temática, entre los que resaltan: 1) la ampliación del registro arqueológicoincaico; 2) los mecanismos de control estatal implementados en la región; 3) el altogrado de variabilidad del registro incaico.

1) El conocimiento actual de los sitios incaicos de San Juan y Mendoza se debe enparte a los relevamiento de Juan Schobinger, y M. Gambier, y sobre todo a las exten-sivas prospecciones realizadas por Bárcena en las últimas décadas, que en la provin-cia de San Juan incluyen áreas tan diversas como el Valle de Calingasta, la zonacentral, el extremo noroeste y Valle Fértil. Nuestro equipo ha aportado informaciónsobre nuevos sitios incaicos en varios sectores del área (García, 2005b, 2007; Garcíaet al., 2006). Así, en San Juan se identificaron hasta el momento cinco nuevos sitiosdel período incaico en la zona de Pedernal/El Acequión, uno en la Sierra de la Invernaday ocho en el Parque Nacional San Guillermo y zonas aledañas (denominados ArroyoPeña Negra, Macho Muerto 3, Alero de los Petroglifos, Vega de los Salineros 2, TamberíaRío San Guillermo, Tambería Junta de la Palca –o Alcaparrosa-, Río San Guillermo 2y Río San Guillermo 4 –Figuras 1 y 2). En Mendoza se identificaron materiales ocontextos incaicos en diversos sitios de la zona precordillerana, como Agua de laCueva, Agua de las Herraduras, alero La Pulpería y Papagayos (Figura 3). Esta amplia-ción del registro permite a su vez mejorar nuestra percepción del alcance de la domi-nación incaica local. Pero además, en nuestro caso, uno de los aspectos más interesan-tes es la aplicación de una perspectiva no monumentalista, que ha permitido la detec-ción de sitios incaicos con niveles de visibilidad mucho menores que los de los sitiostradicionales del período. Algunos de aquellos sitios no presentan ninguna evidenciaarquitectónica en superficie (como algunos de la zona de El Acequión). En el caso deun sitio hallado en La Invernada el grado de destrucción y dispersión de los restos deuna estructura es tan grande que las rocas de la misma no parecían haber formado partede una construcción.

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Figura 1. Refugio moderno construido con rocas de estructuras incaicas en Macho Muerto 3(norte de San Juan).

Figura 2. Vista general del Alero de los Petroglifos(Parque Nacional San Guillermo, norte de San Juan).

Figura 3. Fragmento de cerámica inca hallado enla localidad de Papagayos, Mendoza.

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También se destaca el estudio de contextos estratigráficos del período inca localiza-dos en secuencias más amplias en abrigos rocosos de la precordillera mendocina. Estetrabajo, centrado fundamentalmente en el sitio Agua de la Cueva, ofreció informaciónimportante para comprender mejor el uso de estos sectores montañosos por el estadoinca. Entre los elementos más destacados relacionados con estos sitios cabe mencionar:

a) la aparición de cerámica diaguita-chilena III (diaguita-inca), que podría consti-tuir una manifestación de la presencia de estos grupos en el norte de Mendoza enel marco de las estrategias de dominación incaica de la zona (García, 1999).

b) La ausencia de modificaciones importantes en los sitios durante las ocupacio-nes vinculadas con este período. En ningún caso se observa levantamiento demuros o una estructuración especial del espacio interno de los sitios, lo que denotael desinterés del estado inca por manifestar de manera llamativa su presencia encada uno de los sitios ocupados.

c) La falta de construcción o demarcación especial de las vías de comunicación quevinculaban los sitios del Valle de Uspallata con los de la llanura mendocina. Esteaspecto no es novedoso, ya que hasta donde se conoce actualmente, responde a loobservado en el resto de Mendoza y San Juan: la simple utilización de senderospreexistentes o la apertura de nuevas sendas mediante la simple limpieza de una víarelativamente angosta y sin pavimentación o demarcación especial. Un ejemplo delo anterior puede observarse en el caso de Pedernal/El Acequión (Figura 4).

Figura 4. Tramo de la senda que une los sitiosincaicos de Pedernal/El Acequión.

2) Otro aspecto relevante se vincula con el estudio de los mecanismos del controlestatal incaico sobre los grupos indígenas de la región. En general resulta muy difícilaproximarse a este tipo de información debido a la falta de integridad de los contextosarqueológicos y a la falta de asociación entre registros de sitios incaicos y de sitios

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correspondientes a las poblaciones locales. El hallazgo reciente de una serie de sitiosespacial y cronológicamente relacionados ha permitido avanzar en la comprensión desu articulación y de cómo ésta podría reflejar las estrategias estatales de reorganiza-ción del espacio y de las poblaciones locales. Se trata de tres estructuras halladas enuna cerrillada en el área de la antigua Estancia El Acequión, cerca de la localidad dePedernal, y de dos sitios localizados a pocos centenares de metros de los anteriores, enuna zona más baja, a orillas del Río del Agua. La ubicación, configuración y diferen-cias del registro arqueológico de estos sitios indican una clara separación entre sitioslocalizados en sectores altos y destinados al control del espacio regional, por un lado,y sitios más extensos destinados a vivienda y actividades generalizadas en el sectorbajo, por el otro. A su vez, existe una clara diferenciación entre éstos, marcada por laalta proporción de cerámica incaica en el sitio «bajo» más oriental, y escasa apariciónde cerámica incaica y predominio de alfarería de estilo local gris inciso en el sitio másoccidental. En éste, a diferencia del primero, se han observado también evidencias decanales, hornillos, entierros, etc.

Las marcadas diferencias internas del conjunto pueden interpretarse como signode una doble jerarquización en este sistema de asentamiento: sitios «altos» vs.sitios «bajos», por un lado, y dentro de éstos, un sector netamente incaico vs. otrosector aparentemente ocupado por las poblaciones locales (García, 2007).

3) Finalmente, otro elemento cada vez más evidente a partir de las recientes investigacio-nes regionales es la alta variabilidad del registro arqueológico incaico de la región:desde conjuntos con construcciones típicas en Tambillos o Paso del Lámar hasta lasestructuras totalmente «atípicas» de Yalguaraz, desde sitios de gran tamaño como Alca-parrosa o Ranchillos hasta las pequeñas estructuras de Pedernal/Acequión, desde lasconstrucciones cuadrangulares de los sitios administrativos estables hasta las ocupacio-nes efímeras y sin modificaciones estructurales o con pequeños pircados irregulares enlos sitios precordilleranos; registros con y sin cerámica incaica o diaguita chilena, conpuntas de proyectil de diversos estilos, y así sucesivamente. Es esperable que esta marca-da variabilidad del registro arqueológico refleje no sólo la amplia gama de actividadesy situaciones involucradas en el manejo estatal de la región, sino también diferenciassignificativas en las estrategias de control de las poblaciones indígenas locales. En estesentido, no son sólo interesantes las diferencias antes señaladas en relación a la imposi-ción o no de cambios tecnológicos en la producción de cerámica en las diversas pobla-ciones, sino también la propuesta de modelos que permitan avanzar en la discusión delmanejo de los grupos indígenas a nivel local y regional. Afortunadamente, hallazgoscomo los del área de Pedernal/Acequión permiten encaminarse en esta dirección. De lamisma manera, los frecuentes hallazgos de alfarería diaguita chilena (y en algunos casossin la aparición de cerámica inca) mantienen vigente la idea de un control incaicogeneral de por lo menos el centro-norte de Mendoza a través de mitmaq diaguitaschilenos, quizás no como simples colonos transportados por el régimen imperial sinocomo aliados o encargados de la administración del sector y de la exploración de losterritorios adyacentes por el sur (García, 1999).

Algunos elementos remarcables y perspectivas futuras

El bosquejo presentado aquí sobre nuestra contribución al avance del conoci-

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miento de la arqueología tardía de San Juan y del centro-norte de Mendoza es breve yparcial, pero suficiente como para permitir detectar algunos aspectos importantes yllamar la atención sobre otros que generalmente han sido poco tratados. Uno de estoselementos es la necesidad de considerar la ocurrencia de situaciones de conflictoentre las sociedades indígenas tardías y de estar preparados para poder advertir seña-les de tales situaciones en el registro arqueológico. Como ya se ha señalado, algunosdocumentos españoles de época temprana hacen alusión a este tipo de circunstancias,en tanto que la presencia de sitios locales de control territorial (como el ya señaladode Gualilán) o de sitios incaicos vinculables con situaciones de defensa (Paso delLámar) o de control de poblaciones locales (Pedernal/Acequión) refuerza la idea deconsiderar posibles enfrentamientos entre las sociedades indígenas tardías del área.

También parece importante, a la luz de los resultados mostrados, la necesidad deflexibilizar los criterios de búsqueda de sitios incaicos, teniendo en cuenta que nosiempre éstos van a estar señalados por la presencia de construcciones de gran tamaño,y ni siquiera por la presencia de evidencias de estructuras. En tal sentido, es importantedestacar el fuerte impacto que sobre los sitios incaicos pudieron tener algunas activida-des como la preparación de campos de cultivo (sitios de Pedernal/Acequión) o lareutilización de rocas para construcciones modernas y el huaqueo de bines arqueológi-cos (por ejemplo en el sitio de la Sierra de la Invernada o en Macho Muerto 3).

Otro aspecto relevante es la necesidad de incorporar a la agenda de trabajo estu-dios específicamente arqueológicos relacionados con la evolución política y socialde las sociedades indígenas tardías. En este sentido, resulta bienvenido cualquierintento de despegarse de la dependencia que por razones obvias se tiene muchasveces de las elaboraciones producidas a partir de la información documental. Comotodos sabemos, siempre es bueno tener presente que los datos documentales deben sersometidos a una exhaustiva crítica y ser considerados como una fuente de informa-ción alternativa y complementaria sobre las sociedades aborígenes en estudio, perode ninguna manera como una usina generadora de modelos a los cuales supeditarindefectiblemente los estudios arqueológicos. Registros arqueológicos como los delsur de San Juan y del centro-sur de Mendoza constituyen un incentivo importantepara intentar progresar en el análisis de los aspectos sociales y políticos a partir decriterios desarrollados fundamentalmente desde la Arqueología.

Asimismo, otro punto sobre el que se puede avanzar decididamente a corto plazoes el de la necesidad de realizar estudios más detallados y profundos en determinadossitios relacionados con la dominación incaica. Esto no significa de ninguna maneraque los amplios relevamientos realizados en los últimos tiempos no sean de sumautilidad o deban interrumpirse. Por el contrario, significa que este tipo de aproxima-ción «extensiva» debería ir acompañada por estudios «intensivos» de sitio o de con-texto (e.g. Bárcena y Román, 1986-87; Schobinger, 2001) que permitan obtener infor-mación verdaderamente representativa acerca de las actividades que se desarrollabanen algunos de éstos y de su funcionamiento. De la misma forma, un mayor trabajosobre aspectos específicos puede llevar a ampliar el conocimiento de los cambiosoperados en las etnias locales y de las características de la relación entre dominadoresy dominados. Estos son aspectos que aún muestran un vacío importante en la arqueo-logía incaica regional, y que, por otra parte, resultan imprescindibles para compren-der los mecanismos de control estatal aplicados al manejo de las poblaciones locales.

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Finalmente, me interesa señalar dos elementos que creo importantes para poderavanzar en el estudio del tema. Por un lado, me parece imprescindible un trabajo orien-tado a promover la creación de ámbitos propicios para la discusión y elaboración depropuestas alternativas para la comprensión del registro arqueológico tardío. Esto sig-nifica que quienes estamos involucrados de alguna manera en el estudio de las socieda-des tardías y del domino incaico deberíamos alentar la discusión y replanteo de nuestrospropios modelos e interpretaciones y generar en nuestros estudiantes y becarios unsentimiento de independencia de criterio que les permita contribuir creativamente a eseproceso con la generación de nuevas ideas. Probablemente esto esté sucediendo en losequipos de investigación locales, pero de ser así este proceso aún no se ha reflejado enuna multiplicidad de propuestas o en la discusión de las interpretaciones tradicionales.

Por otro lado, cabe señalar el marcado progreso registrado en San Juan en losúltimos años en relación al tema aquí tratado es coincidente con el ingreso a estaregión de nuevos investigadores y grupos de trabajo. Esta situación, contrastante conla política de frontera cerrada imperante en San Juan hasta hace menos de diez años,refleja claramente que es necesario aumentar la cantidad de arqueólogos de la región.Además de constituir un instrumento de extrema utilizado para combatir el avanzadonivel de pérdida o alteración de sitios y bienes arqueológico por la acción de diversosagentes de alteración postdepositacional, un sostenido incremento de los recursosarqueológicos profesionales sin duda garantizaría un avance sustancial en el conoci-miento arqueológico de las sociedades indígenas tardías y del período incaico, y unmayor y mejor desarrollo de la disciplina en la región.

Agradecimientos

Agradezco profundamente la amable invitación de los organizadores del Semina-rio Magistral y VII Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria delCentro del País para disertar en el marco del este fructífero encuentro.

Nota* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

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La población tardía del Valle de Uco y la dominaciónincaica en la frontera suroriental del Qollasuyu

María José Ots

Unidad de Antropología. Instituto Nacional de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales. CONICET.Contacto: [email protected]

El antiguo Valle de Uco comprendía el territorio ubicado al sur del río Mendoza;de acuerdo con datos documentales del momento de contacto hispano-indígena estesector concentraba una importante densidad de población. Los estudios históricos yarqueológicos incluyen al área en procesos culturales regionales, entre los que nosinteresa el de dominación incaica (estudiado en el marco de los proyectos de investi-gación de dicha dominación en el Centro oeste argentino -CONICET y ANPCYT-dirigidos por el Dr. J. R. Bárcena). Partimos del supuesto de que el contacto entre lassociedades dominada y dominadora, en este caso, la del Tardío del Valle de Uco y laincaica, introdujo transformaciones en la sociedad local.

Los antecedentes en las investigaciones etnohistóricas y arqueológicas del Valle deUco son escasos, aunque estas últimas se están incrementando y posibilitan un mejorpanorama sobre las poblaciones locales. En este sentido, uno de los objetivos de nues-tros trabajos en el área es profundizar el conocimiento de la prehistoria regional.

La información histórica temprana sobre la percepción que los españoles tuvierondel ambiente y los recursos del área permite dilucidar aspectos organizacionales deestas comunidades y las transformaciones que sobre ellas pudieron inducir las conquis-tas incaica y española. La metodología arqueológica implementada para abordar estostemas y reconocer en qué aspectos se produjeron cambios en la sociedad local consistióen un estudio microregional en áreas discretas mediante la prospección y excavación desitios en distintos ambientes y el análisis diacrónico de las ocupaciones prehistóricas.

Características del área de estudio

Los valles de Cuyo/Huentota (asiento de la actual ciudad de Mendoza) y Uco conforma-ban a fines del siglo XVI los principales núcleos poblacionales de lo que luego constituyóel territorio mendocino, hábitat de ocupación huarpe, cuyo límite sur era el río Diamante. El«Valle de Diamante» constituyó una frontera ecológico-cultural entre los huarpes y lassociedades cazadoras nómades (puelches), que se mantuvo hasta el siglo XIX:

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«...la ciudad de la Resurrección, Provincia de los Guarpes /.../ daba e dio por término /.../ por la banda del Sur hasta el Valle de Diamante /.../» (Acta de la Fundación de laCiudad de Mendoza por Jufré, 28 de marzo de 1562. En: Cabrera 1929:26).

En la actualidad, la denominación Valle de Uco hace referencia a la región com-prendida por los departamentos de Tupungato, Tunuyán y San Carlos en el centrooeste de la provincia de Mendoza, los antiguos valles de Uco y Xaurúa (Rosales,1937:248) (Figura 1). Este territorio constituye el extremo austral oriental del ÁreaAndina Meridional, en la subárea arqueológica Centro oeste argentino.

Figura 1: Ubicación relativa del Valle de Uco en el centro oeste de la provincia de Mendoza.Ubicación de las principales referencias mencionadas en el texto.

El área de estudio tiene muy buenas condiciones ambientales: mayor humedadpor abundancia de lluvias y recursos hídricos y mejores tierras y pasturas que otrossectores de la provincia de Mendoza. En relación con la aridez característica deMendoza, el valle superior del Tupungato constituye un sector excepcional que re-gistra precipitaciones cercanas a los 350 mm anuales (Vitali, 1940:52).

El territorio presenta las características ecológicas propias del ambiente cordillerano–Cordillera Frontal- y del piedemonte hacia el Este. La vegetación es la típica demontaña: vegas y matorrales húmedos, cactáceas y coironales en cotas más bajas(Larrea divaricata, Stipa tenuis, y Piptochaetium napostaense en el piedemonte). Elsector oriental del área presenta vegetación de Bolsones y Huayquerías, con comuni-dades saxícolas diversas y estepas arbustivas (Larrea cuneifolia, Atriplex lampa,Geoffroea decorticans y otras) (Roig y otros, s/f). La extracción de madera y leña y elpastoreo han favorecido intensos procesos de erosión en el piedemonte.

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El oasis del Valle de Uco, formado por el cono aluvial del río Tunuyán y susafluentes, se ubica en la transición entre el piedemonte y el extremo norte de la«Depresión de los Huarpes», cuenca receptora de sedimentos acarreados por la redfluvial desde la Cordillera con suelos areno-limosos aptos para la agricultura.

Las condiciones ambientales actuales se han mantenido más o menos similaresdesde los inicios del Holoceno tardío, caracterizado por una gran variabilidad am-biental y la influencia de los eventos El Niño (Zárate, 2002:38). Alrededor de 3000A.P. comenzaron las condiciones de clima moderno, con lluvias de verano en las áreasbajas y temperaturas más favorables en las tierras altas (Markgraf, 1983 en Zárate,2002). Los eventos El Niño determinan un incremento de las precipitaciones invernalesen Los Andes, produciendo un aumento considerable de los caudales fluviales enverano y mayor recarga de los acuíferos del piedemonte.

Para el momento que nos interesa, los registros dendrocronológicos y de variacio-nes glaciares de Chile Central y del sector norte de la Patagonia establecen un largoperíodo más frío y húmedo entre 1270 y 1660 A.D., cuyo punto máximo se dio entre1340 y 1640 A.D1. Mediante estudios dendrocronológicos en Chile Central se hanidentificado precipitaciones por encima del promedio entre 1450 y 1550 A.D. (Villalba1994). Aun a fines de este período frío (1654) «...el paso de Uco se abre a fines defebrero, y en abril está cerrado» (Espejo, 1954:188)2.

De acuerdo a la opinión de los cronistas, el clima y el ambiente de Chile resultó másbenigno a los españoles que el de Mendoza (Prieto 2000: 40-41). Sin embargo, a prin-cipios del siglo XVII se aprecian sectores cordilleranos y del Valle de Uco con buenospastos «... donde tienen los españoles sus ganados por ser mui fértil...» (CartasAnnuas:210). Las condiciones de temperaturas bajas y humedad tuvieron como conse-cuencia la abundancia de precipitaciones nivales y estivales, favoreciendo el desarrollode pasturas y de la actividad ganadera en varios sectores de los valles de Uco y Xaurúa.

Se describe para ambas márgenes del río Tunuyán, entre otros sectores, el paisajede ciénagas o dehesas (vg. Espejo, 1954:82-83), semejante a una gran vega con aflo-ramientos de agua y abundante vegetación hidrófita -pastos, totora, Phragmitesaustralis (carrizo), Scirpus californicus (junco)- (Prieto y Wuilloud, 1997:31). Otrosrecursos, además de los pastos, se explotaban en relación con este paisaje: madera,leña, aves y peces (Prieto y Wuilloud, 1997).

Estas características contrastan con las del territorio al sur del Diamante, «...tierray parte tan agria y fría e inhabitable» (Bibar, 1966:137).

La población del Valle de Uco en el momento de contacto con elTawantinsuyu y la conquista europea

A partir del análisis etnohistórico y lingüístico de los datos sobre el área CanalsFrau concluyó que «...la población indígena del Valle de Uco, en la época del descu-brimiento, estaba constituída por Huarpes mendocinos, o sea, por indios de idiomaMillcayac» (1950:9. Destacado por el autor). Esta hipótesis será contrastada, además,por los datos arqueológicos a partir de los cuales identificó «dos distintos estadios enla evolución cultural de los Huarpes» (Canals Frau, 1950), representados por lasposteriormente denominadas «culturas» arqueológicas de «Agrelo» (Canals Frau,

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1956; Canals Frau y Semper, 1956) y «Viluco» (Lagiglia, 1978) respectivamente. Elmomento tardío se caracterizó además por «la presencia de cerámica pintada de in-fluencias incaicas», «benéfica» influencia que, según el autor, propició el desarrollode prácticas agrícolas con irrigación en el Valle de Uco (Canals Frau, 1950:10 y ss.).

Estudios históricos posteriores demostraron que la mayor densidad de poblaciónse concentraba en los valles de Huentota y Uco (Prieto, 1974-76, 2000; Michieli,1983; Parisii, 2003), donde se manifestó una adaptación exitosa al medio, mediantetecnología adecuada (Prieto, 2000)3 ?Estas comunidades habrían desarrollado dosactividades económicas de base diversas -recolección (complementada con caza ypesca) y agricultura-, coexistentes y complementarias. La filiación cognaticia bilate-ral y la adscripción territorial bilocal de las poblaciones locales fueron interpretadascomo estrategias adaptativas para el acceso a distintos ambientes y recursos que supo-nían una gran movilidad de la población (Parisii, 1995; 2003).

En el momento de contacto hispánico, se estarían produciendo procesos de cambiosocial que llevarían a la consolidación de «jefaturas de reducido dominio territorial»,coexistentes con grupos gobernados por «cabecillas». El cambio habría sido inducidopor la presión tributaria incaica, permitiendo el acceso a actividades económicas para laobtención de excedentes por los grupos menos favorecidos (Parisii, 1995; 2003).

El primer empadronamiento europeo de los pobladores de Mendoza fue realizadodurante «la permanencia forzada de Villagra en 1551» (Canals Frau, 1950), cuyosdatos fueron utilizados por Pedro de Valdivia para el otorgamiento de las primerasencomiendas de Huarpes, incluyendo a los del Valle de Uco (Medina, 1900, T XXII:222). El traslado inmediato de la población cuyana para servir en Chile se ha interpre-tado en relación con la persistencia de la movilidad transandina impuesta por ladominación incaica (Bárcena, 1994).

La encomienda más temprana conocida para el Valle de Uco fue otorgada por JuanJufré a Diego de Velazco4, y consistió en el “cacique Guarinay, que reside en el Valle deUco, con todos sus indios é principales, tierras é pueblos, do quiera que estuvieren é fueranhallados sus sujetos…” (Santiago, 15.06.1563) (Medina, 1898, T XIV:427-428). En laconfirmación de esta encomienda (y de la que Velazco obtuvo en la ciudad de La Resu-rrección), Villagra aclaró que debía ser “de esta manera: los doscientos indios de valle enlos caciques y principales y sus indios que cayeren en valle, y los trescientos restantes enalgarroberos…” (Medina, 1898, T XIV:427-428), dato que sostiene para este sector lacoexistencia de grupos con distintas actividades económicas. Por el momento no se hanestudiado otros mecanismos que posibilitarían el acceso y la complementación de losrecursos, como en el caso de los indios “algarroberos” Yalchemire, Chiguti y Motu delValle de Uco que “... se habían ido a sus tierras y algarrobales y dejado sus casas ymaizales...” en las tierras de cultivo del cacique Ayanta (AHM, C290, D85).

La existencia de tierras destinadas a la agricultura y con irrigación en Uco está docu-mentada, entre otros casos, en la merced de tierras a Diego Muñoz “donde antiguamentesolía sembrar el cacique del mismo nombre Yampliquentta...” (1581. Citada en Cabrera,1929:337; Rusconi, 1962:366). Aunque las menciones a acequias en el Valle de Uco sonun poco más tardías, del momento en que se realiza la toma de posesión de las tierras,conservan la denominación indígena (22.05.1628. AHM, EC, C8, D15; entre otros).

Las condiciones climáticas del Valle de Uco propiciaron desde principios del

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siglo XVII la progresiva ocupación española para la explotación ganadera (AHM, EC,C278, D9; entre otras menciones), momento en que la población de este sector estabamuy disminuida (Cartas Annuas, 1927:210). La reestructuración espacial de los gru-pos locales es uno de los cambios que produjo el contacto hispano-indígena, comoconsecuencia de la encomienda y la reducción impuestas por los españoles, y de lasprácticas de resistencia indígena. Asimismo, continuó la interacción étnica y culturalentre poblaciones huarpes, puelches y otras procedentes de la vertiente occidental dela cordillera, características de este espacio fronterizo.

La intensa movilidad transcordillerana está documentada desde momentostempranos. Los pasos Piuquenes o “del Yeso” (Espejo, 1954:182), próximo a la na-ciente del río Tunuyán, y del Cajón del Maipo5 conectan los antiguos valles de Uco yXaurúa con el del Maipo, y durante la época colonial fueron pasos alternativos para eltraslado de ganado a Chile (Espejo, 1954:187).

En algunos sitios de Chile Central se han registrado materiales que sugieren larelación entre los grupos agroalfareros de ambas vertientes trasandinas, tal es el caso,entre otros, del cementerio de Rengo (cuenca del río Cachapoal), donde se encontrócerámica de estilo Viluco y Diaguita-chileno inca en contextos prehispánicos (CáceresRoque et al., 1993, Raffino y Stehberg, 1997).

Las relaciones interétnicas prehispánicas pervivieron en las uniones o alianzas deindígenas que resistieron la conquista española y sus consecuencias en continuasincursiones a las estancias del Valle de Uco (ACM). Asimismo, sitios como Viluco oCapiz en el antiguo valle de Xaurúa son ejemplos interesantes de la interacción étnicay cultural poshispánica en la frontera. El cementerio indígena de Viluco, en las proxi-midades del río Tunuyán en San Carlos, excavado por Reed, fue considerado porBoman (1920) poshispánico temprano (del primer siglo posterior a la conquista) y dehuarpes millcayac. En el sitio se encontraron recipientes de cerámica cuyo estilo escaracterístico de las poblaciones tardías locales, identificados posteriormente en otrossitios de la subárea (Lagiglia, 1978; entre otros), y otros materiales que se asocian acomponentes mapuche (una «pifilca») e hispánico (lanzas y cascabeles de metal,cuentas de vidrio, etc.).

Próxima a Viluco, la localidad de Capiz conserva la denominación que recibía endocumentos tempranos (AHM, EC, C8, D10; Espejo 1954: 73). A partir de estudiosbioarqueológicos se consideró muy probable que los individuos enterrados en Capizfueran huarpes, del primer siglo de contacto hispano-indígena6. Al igual que Viluco,registra indicadores de gran movilidad de bienes (objetos confeccionados sobre valva demolusco marino, obsidiana y cerámica del sur de Mendoza, y bienes de origen europeocomo cuentas de vidrio y objetos metálicos). Las investigaciones bioantropológicas y dedieta han confirmado las propuestas sobre la complementación de caza-recolección yagricultura-pastoreo como actividades de subsistencia de estas sociedades, destacando laausencia de indicadores de stress nutricional (Durán y Novellino, 2003).

A partir de datos documentales se sostuvo que la dominación incaica habría inducidoprocesos de cambio social y centralización política, acentuados por la dominación espa-ñola (Parisii, 2003). Entre las escasas manifestaciones arqueológicas de dicha jerarquizacióny complejidad social y política pueden considerarse las características del ajuar funerariode Capiz que indican diferenciación social (Durán y Novellino, 2003).

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La estructura arqueológica regional: cambios y continuidades en laocupación del espacio

Entre los posibles enfoques para el estudio de la evolución de las sociedadestardías locales, la propuesta que adoptamos consiste en el análisis de la distribuciónespacial de los restos materiales de las actividades humanas en relación con el paisajecon el propósito de identificar procesos diacrónicos y sincrónicos en la ocupación delespacio. Ante la imposibilidad de abarcar toda el área, seleccionamos una unidad demuestreo representativa de las condiciones ambientales generales: el valle del río delas Tunas.

La unidad de muestreo consiste en un área rectangular discreta de 600 km2 atrave-sada por el cauce principal del río de las Tunas y parte de los arroyos subsidiarios, queabarca dos tipos de ambientes: la Cordillera y el piedemonte. Dicho espacio puededefinirse como una “microregión” dentro del Valle de Uco –en el sentido propuestopor Pérez de Micou y otros (1992:77)-, que articula una serie de microambientes enzonas con recursos diferenciados, los cuales se presentan en cierta continuidad espa-cial agrupando gran parte del potencial de recursos ofrecidos por la región de estudio.

El nivel inferior de la planicie pedemontana es un glacis cubierto por una espesa capade materiales que desciende desde los 2000 m hasta los 1200 m, con una pendiente entre2° y 10°. Los limos de origen aluvial y tectónico de la superficie permiten una importanteactividad agrícola (Gutiérrez de Manchón y Furlani de Civit, 1997:233 y ss).

Cubrimos el 1,68% del área mediante la prospección pedestre de transectas (99,22 kmlineares y una superficie de 10,08 km²). Comenzamos nuestras prospecciones en la con-fluencia del arroyo Cortaderas con el Santa Clara, donde identificamos el sitio estudiadopor Sacchero y García (1991) con cerámica Diaguita clásica y con influencia inca. Lasprospecciones de J. R. Bárcena conectaron este sector con Punta de Vacas, remontando elrío Santa Clara y, a través del Portezuelo del Azufre, el río Tupungato (2001).

A partir del registro muestreado utilizamos fundamentalmente la tecnotipologíalítica y cerámica como indicador cronológico y de componentes (mediante la com-paración morfológica y estilística con otros contextos regionales del área Centrooeste argentino), e identificamos seis “componentes”. Los tres primeros son locales:precerámico, agroalfarero temprano-medio (siglos VI-XII) y tardío (siglos XV-XVII).Asociada a este último, registramos cerámica Diaguita chilena inca y AconcaguaSalmón, característicos del componente tardío y bajo dominación incaica del NorteChico y Centro de Chile respectivamente. El componente poshispánico consiste enpircas y puestos de pastoreo, en algunos casos asociados a cerámica naranja vidria-da, loza, vidrio, etc. (Figura 2).

Algunos elementos observados en la microregión permiten establecer patrones deocupación del espacio (Ots, 2006). Como hipótesis operativa, con fines comparativospara interpretar los principales cambios y continuidades en la ocupación del espacio,asumimos que la superficie de un sitio estará en relación directa con el tamaño de lapoblación. La ocupación principal del área durante la prehistoria corresponde a co-munidades agroalfareras, entre las cuales destacamos dos patrones en la configura-ción espacial del registro arqueológico, que corresponden a dos momentos.

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Los sitios del componente agroalfarero temprano-medio se ubican sobre las terrazasde los arroyos afluentes del río de las Tunas en los sectores cordillerano y pedemontano.Bajo los 1000m s.n.m., también se ubican en las márgenes de cauces (secos en la actua-lidad) subsidiarios del río de las Tunas. Estos últimos tienen mayor superficie que lossitios ubicados en los sectores de los cauces superior y medio del río. Hallazgos aisladoso pequeñas concentraciones de este tipo también se encuentran dispersos sobre lasmárgenes de estos arroyos. Podría tratarse de un patrón de asentamiento disperso, decomunidades de población reducida, en relación con la explotación estacional de recur-sos en distintos ambientes. En la Cordillera, las márgenes de los arroyos subsidiarios delcauce superior del río de las Tunas son ambientes muy favorables para el asentamientoestival, aptos para la caza y recolección, y también para las prácticas ganaderas y para laproducción y el procesamiento de alimentos. La distribución de morteros alrededor delos cursos de agua y barrancas en distintos sectores ambientales se ha interpretadoasimismo como un patrón vertical de explotación económica que probablemente si-guió la disponibilidad estacional secuencial de frutos maduros a diferentes tiempos ydiferentes alturas (Stehberg y Dillehay, 1988). La localización de morteros, manos yconanas cerca del agua y de áreas forestadas presupone su función como ciclos demolienda (Stehberg y Dillehay, 1988:151).

Los asentamientos estacionales de usos específicos del sector cordillerano se rela-cionan con otros, residenciales de usos múltiples, permanentes, ubicados en elpiedemonte. Estos sitios son más grandes, concentrando –probablemente- mayor can-tidad de población: mientras que los sitios del período temprano-medio ubicados enla Cordillera Frontal no superan el rango de los 10.000m², en el piedemonte superanlos 60.000 m². Estas estrategias son características de un sistema Formativo (en elsentido de Olivera, 2001).

Figura 2. Cuenca del río de las Tunas.Ubicación de sitios y hallazgos aislados por componente.

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Las concentraciones que adscribimos al agroalfarero tardío, en cambio, son menosnumerosas. Una de ellas se ubica en la Cordillera, a más de 2500m s.n.m. -confluenciade los arroyos Santa Clara y Cortaderas-, y las de mayor tamaño en el piedemonte,entre 1100 y 900m s.n.m. (sitios Agua Amarga y Puesto La Isla). No registramoshallazgos aislados de este componente. Este patrón de asentamiento corresponde apoblaciones más densas y más integradas, concentradas en el piedemonte. Duranteesta etapa no notamos reocupación de los sitios formativos de la Cordillera. La aso-ciación de estas poblaciones al cauce principal del río de las Tunas, en el sector conmejores condiciones para la explotación agrícola intensiva podría indicar intensifi-cación en la producción, mediante la mayor eficiencia en el uso del espacio comoconsecuencia de una tecnología más compleja para el manejo del recurso hídrico(sistema de acequias y aprovechamiento de la pendiente del terreno, como se usa en laactualidad), disponibilidad de suelos óptimos y mejores instrumentos de labranza.Esta actividad estaría complementada con pastoreo, caza y recolección.

Características de las ocupaciones tardías

Los sitios multicomponentes Puesto La Isla y Agua Amarga se ubican en un sectordel piedemonte ocupado en la actualidad de manera intensiva por la explotaciónagrícola (“Corredor productivo”). En Puesto La Isla (990m s.n.m.), una finca se super-pone a un sitio de casi 9 Ha de superficie, ubicado en las altas terrazas de la intersec-ción de los cauces del río de las Tunas y otro arroyo de caudal estacional. Mediantela recolección selectiva de material en la superficie cultivada, identificamos cerámicade tres de los componentes agroalfareros descriptos -Viluco, Aconcagua salmón yDiaguita chilena inca- y artefactos líticos, entre ellos una herramienta agrícola.

Los tiestos Aconcagua salmón o “anaranjado bícromo” (Durán y Massone, 1997)son partes del borde y cuerpo de pucos, con la característica decoración geométricanegra sobre la superficie pulida naranja. El único fragmento que identificamos comoDiaguita chileno inca pertenece al borde de un aríbalo. Entre las bases de recipientesreconocimos una forma que se ha atribuido a la influencia incaica (o más bien, Diaguitachilena inca) sobre la cerámica Viluco, que consiste en la unión de la base (convexa)y el cuerpo (evertido) de un puco “por un punto angular” (García, 1994:45).

Excavamos dos sondeos hasta 1,80 m de profundidad. Se observa homogeneidad en elregistro de todos los niveles excavados, sobre todo cerámica, lascas, hueso, cáscara dehuevo, granos de maíz y cuentas de collar de hueso. Entre 1,30 y 1,55 m de profundidad seregistraron 16 puntas de proyectil de cuarzo de tamaño y forma similar (muy pequeñas ypequeñas, triangulares, con aletas) y mayor cantidad de cuentas de collar que en los demásniveles. Algunos restos están termoalterados (el 31,7% de la cerámica, y también semillassin identificar, granos y marlos de maíz y fragmentos óseos y de cáscara de huevo).

Las clases de cerámica más abundantes (87%) son gris y marrón (distintos matices)alisadas, sin decoración. Algunos fragmentos están decorados con pastillaje incisopunteado, incisiones lineares o pintura. La cantidad de artefactos recuperados en lossondeos sugiere una ocupación (u ocupaciones) muy intensa de un mismo componen-te, mientras que las clases de artefactos representados en la superficie en distintossectores del sitio son menos frecuentes. Entre ellos, solo se registró cerámica marrónpintada en la excavación.

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Si bien el porcentaje de fragmentos de cerámica Aconcagua salmón es bajo, debeconsiderarse que este estilo no se ha registrado en otros sitios del piedemonte delValle de Uco7. Aunque la presencia de estos artefactos no indica necesariamente laocupación de grupos Aconcagua en el sitio, puede inferirse al menos intercambio debienes entre las poblaciones de ambas vertientes cordilleranas.

En el sitio Agua Amarga (1100m s.n.m.) el espacio cultivado (vid y frutales) ocupa unasuperficie de 52,3 Ha, coincidiendo parcialmente con la distribución superficial de mate-riales arqueológicos. Como resultado de la recolección superficial sistemática y la exca-vación de sondeos en distintos sectores del sitio se recuperó material cerámico, lítico,óseo, botánico, cáscara de huevo de ñandú (en estado fresco y quemada), arcilla cocida.

Identificamos un nivel de ocupación entre los 27 y 35cm de profundidad. Unfragmento de cerámica gris incisa con motivos de “chevrones” de este nivel fue data-do (muestra UCTL 1723 de la Tabla) en 1100-1200 años A.D. (785 + 80/ 905 + 90).Otro contexto consiste en una concentración de granos y semillas carbonizados, frag-mentos de hueso y de cerámica quemados y espículas de carbón. El sedimento arcillo-so en la base de la concentración (en forma de cubeta) se presenta termoalterado. No seregistraron indicadores de otras actividades en la excavación en extensión de estenivel (9 m2 de superficie en total), por lo que inferimos que podría corresponder a undepósito secundario de desechos. Entre los restos botánicos recuperados (carbón,semillas, granos y frutos carbonizados) identificamos Zea mays (fragmentos de granosy de marlos, 1244,4g), Phaseolus spp (196,6g) y Cucurbita spp (0,4g).

Este nivel incluye entre los materiales termoalterados un tiesto (borde de recipien-te abierto) con características de la cerámica del momento tardío (engobe rojo enambas caras); los fechados (muestra UTCL 1725. (Ver tabla) lo ubican en un rangoentre 1390-1475 A.D. (530 + 50 y 615 + 60 años A.P.), correspondiendo dicha crono-logía a la esperada para este tipo de piezas.

La población tardía del Valle de Uco y la dominación incaica en la frontera suroriental de Qollasuyu

DescripciónMuestra P (Gy) D(G y/año)

EDAD(años AP)

FECHA

UCTL 1723 Agua AmargaS VIII g 4Cerámica 1000

2,90 ± 0,28 3,7*10-3

3,2*10-3

785 ± 80

905 ± 90

1220 AD

1100 AD

UCTL 1726 Agua AmargaS XII e 14Cerámica 500

1,65 ± 0,11 4,0*103

3,5*10-3

415 ± 45

470 ± 50

1590 AD

1535 AD

Agua AmargaS VII a 16Cerámica 500

UCTL 1724 1,72 ± 0,13 4,6*10-3

4,1*10-3

375 ± 40

420 ± 40

1630 AD

1585 AD

Agua AmargaB 1 a 1Cerámica 500

UCTL 1725 1,86 ± 0,18 3,5*10-3

3,0*10-3

530 ± 50

615 ± 60

1475 AD

1390 AD

Entre los artefactos líticos registrados en el sitio encontramos puntas muy pequeñas,triangulares, con aletas y, salvo un caso, muy fragmentadas. Este tipo que se ha asignado

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a momentos tardíos y bajo dominación incaica (García, 1992) se encuentra en la super-ficie y el primer nivel de excavación en Agua Amarga. Otras puntas triangulares, peque-ñas, con base convexa o recta, presentan mejor estado de conservación y se encuentranen niveles más profundos. La materia prima más frecuentemente utilizada para este tipode artefactos es el cuarzo, pero también se utiliza obsidiana para el primer tipo descrito.

La identificación taxonómica de los restos óseos permitió determinar especímenesque se corresponden con las especies Bos taurus y Eudromia elegans; con el géneroLama sp.; al nivel de familia, Dasypodidae; al orden Rodentia; la clase Aves y enmenor grado de identificación, mamíferos diferenciados por tamaño: especímenesprovenientes de carcazas correspondientes a mamíferos grandes, medianos y peque-ños. Un grupo identificado como «pequeños» (P) pueden ser mamíferos o aves. Losrestos de Rodentia y Dasypodidae indican de posibles modificaciones naturales, aun-que en el último caso también pueden serlo de consumo, dado que muchos de ellostienen alteración térmica. Se observaron muy pocos casos con huellas: incisiones enfragmentos de costillas y hueso largo de mamífero grande, en estado fresco y quemadoy en huesos probablemente de ave. Se identificó también un instrumento, a partir deun fragmento muy pequeño probablemente parte de una diáfisis de hueso largo, que-mado, y con los bordes pulidos, especie de pulidor o retocador8.

Los grupos cerámicos más abundantes de Agua Amarga son los naranja cerrados(con y sin decoración). Mediante el análisis tecno-tipológico y la comparación con elregistro de otros sectores del área, asociamos los tiestos naranjas decorados con tiposdel momento tardío: por su forma y decoración, algunos fragmentos se asemejan apartes de las «ollas» o «jarras» características del estilo alfarero tardío «Viluco»(Lagiglia, 1978). Asimismo, se reconocieron atributos formales y decorativos de lospucos o escudillas típicos de la denominada «facie II» de dicho estilo o «Viluco Inca»(Lagiglia 1978, Raffino 1982: 155-157). Sin embargo, la mayoría de los fragmentosdecorados (aproximadamente 0,6 ó 0,7 cm. de espesor) son semejantes al tipo «rojizoo anaranjado pulido, pintado de rojo» del Tambo incaico de Tambillos (Bárcena yRomán, 1990:41;61), cuya descripción puede asimilarse a la de estos:

«fragmentos de buena fractura, (que) señalan formas según modelos incaicos, condecoración pintada de rojo, en zonas o en bandas –vg. pintura roja cubriendo desde loslabios hasta la zona de inflexión cuello­cuerpo en un aribaloide...» (Bárcena y Román,1990:41 y dibujo en pág. 43).

Estas características morfológicas y decorativas se asemejan a las de un aribaloideprocedente de Agua Amarga (Museo Municipal de Historia Natural de San Rafael,10348. Prieto Olavarría, 2005).

Las semejanzas que se identifican entre la cerámica de producción local de lostambos incaicos del Valle de Uspallata y de Agua Amarga en los aspectos formales ydecorativos se estudiaron mediante el análisis de otros atributos tecnológicos. Elestudio de las características de las pastas (análisis de cortes delgados, difracción derayos x, índice de absorción) de la cerámica de Agua Amarga y su comparación con lade los tambos permitió la identificación de similitudes tecnológicas entre ambosgrupos (color, textura, densidad y tipo de inclusiones, porosidad), aunque con dife-rencias mineralógicas que sugieren el uso de distinta materia prima.

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Otros ejemplares de Agua Amarga son del tipo rojo engobado, con o sin decora-ción geométrica pintada en blanco y/o negro; y negro y/o rojo sobre engobe blanco(ambas caras); registrada también en los tambos incaicos del Noroeste de Mendoza, yen otros sitios del área, cuyos motivos decorativos son característicos del estilo Diaguitachileno Fase III o Inca (Bárcena, 1988, 1998; Bárcena y Román, 1990; Cahiza, 2003).

El registro de Agua Amarga descrito corresponde respectivamente a los componen-tes agroalfarero temprano-medio regional y tardío (asociado a cerámica Diaguita chile-na inca). Los resultados de la datación de la cerámica del sitio (Pontificia UniversidadCatólica de Chile, Facultad de Física) (Tabla) confirman el ordenamiento de esta se-cuencia cultural. Las fechas obtenidas para las últimas tres muestras (del tipo naranjapintado y con engobe rojo) las ubican dentro de un rango temporal que coincide con elmomento de dominación incaica regional (Bárcena, 1998b, entre otros).

Los artefactos recuperados en Agua Amarga se asocian a actividades generaliza-das que se habrían desarrollado en espacios domésticos de residencia permanente, enrelación con la extracción, producción, conservación, preparación y consumo de ali-mentos. Los restos óseos y botánicos conservados gracias a la termoalteración permi-ten inferir algunas de las actividades de subsistencia. Las especies botánicas recupe-radas podrían indicar la producción de alimentos en este sector (aunque las transfor-maciones del paisaje dificultan la identificación de sectores que pudieron ser cultiva-dos con tecnología similar a la que aún se utiliza).

La dominación incaica del Valle de Uco

La dominación incaica regional se basó, principalmente, en la extracción de dostipos de recursos: mano de obra y productos agrícolas. El flujo de personas haciaChile para «dar obediencia y servir» a los españoles -documentado tempranamente-se baso en la modalidad de mit’a incaica preexistente (Bárcena, 1994), el cual, a suvez, se sustentó en las relaciones interétnicas regionales (Parisii, 2003). La produc-ción de bienes agrícolas, orientados seguramente al mantenimiento del sistema detambos y Qhapac ñan, se basó igualmente en la apropiación del trabajo, pero tambiénde las tierras aptas para la agricultura bajo irrigación en distintos sectores del área y lainstalación de mitmaq con funciones productivas (Bárcena, 1994, Parisii, 2003).

Durante el momento tardío, las condiciones ambientales y las estrategias adaptativasimplementadas por los habitantes del Valle de Uco sustentan la posibilidad de mante-ner una población importante mediante prácticas económicas mixtas. En este sentido,concluye Parisii,

«...es casi imposible demarcar un área no incaica en los valles de Huentota, Caria,Uspallata y Uco. El proceso de cambio que afecta el usufructo de los bienes productivospor la acción de los conquistadores interesa al total del área cuyana, determinándose unnuevo tipo de propiedad, un nuevo mecanismo para acceder a ella, y delimitándosenuevos «excedentes» en la producción y en el trabajo humano...» (Parisii, 2003: 101).

Los complejos procesos de cambio en las estructuras organizacionales, en relación

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con la apropiación de tierras y recursos, requieren para esta área, como se ha tratado paraHuentota, un análisis específico. Algunos datos permiten identificar en la población delValle de Uco características semejantes a las que se han estudiado en otros sectores,aunque quedan por definir, por ejemplo, los mecanismos de acceso a los recursos. Sibien destacamos indicadores históricos y arqueológicos de jerarquías socio políticas,no se conocen tampoco datos sobre el origen del poder político y sus funciones.

La alternativa propuesta para el estudio arqueológico del cambio y la estabilidad enlas comunidades humanas consistió en el análisis de la distribución espacial de los com-ponentes artefactuales y otros rasgos arqueológicos a través del tiempo. Partimos de unsupuesto que se ha estudiado en otros sectores del Tawantinsuyu según el cual la interacciónentre las sociedades dominadora y dominada introduce en esta última cambios en distin-tos aspectos. Consideramos que las transformaciones que se produjeron en las poblacio-nes locales durante la dominación incaica regional (1470/1551 como máximo rango)respondieron a la interacción o la coacción que implicó dicha dominación, independien-temente de los procesos evolutivos de estas sociedades (Dillehay et al. 2006).

Se consideran para el norte y centro de Mendoza procesos de incremento y concen-tración demográfica, innovaciones en la subsistencia y la tecnología y mayor comple-jidad social y política en relación con cambios en las condiciones ambientales duranteel Holoceno tardío y con la dinámica cultural regional. En el sector estudiado, la cuencadel río de las Tunas, los cambios en el patrón de asentamiento indican aumento yconcentración demográfica (reocupación y mayor superficie de los sitios) por parte delas poblaciones locales tardías contemporáneas a la dominación incaica regional. Inter-pretamos el incremento del tamaño de estos sitios con respecto a los del período anterioren relación con la concentración de la población en las tierras óptimas para la agricultu-ra con irrigación, que suponemos obedece a la coacción del Tawantinsuyu.

Asociada a estos indicadores, la presencia de grupos (o bienes) del Centro y NorteChico chileno en este sector concuerda con los procesos demográficos y culturalesque se relacionan con la dominación incaica regional.

Los datos que contribuyen en forma más directa a demostrar la instalación degrupos incas (o asentados por los incas) en el Valle de Uco son los que se han registra-do en Agua Amarga, ya que este sitio presenta un componente alfarero incaico cuyosfechados pueden incluirse dentro del rango temporal establecido por los datos obteni-dos para otros sitios incaicos del Centro oeste argentino (Bárcena, 1998b, entre otros).

Mediante el análisis tecnológico y tipológico de la cerámica de pasta naranjadecorada de Agua Amarga, identificamos atributos que la asocian con otros ejempla-res estudiados en el área, y que se adscriben al estilo característico de la cerámica incamixta «Viluco-inca» (o la segunda «facie» de Viluco, según la clasificación tradicio-nal), es decir, piezas que sintetizan atributos locales e incaicos: los pucos o escudillasy los aribaloides. Los resultados obtenidos de los análisis comentados permiten soste-ner que la cerámica naranja de Agua Amarga y la de producción local de los tambos deUspallata se incluyen dentro de una misma tradición tecnológica, pero que no ha sidoproducida con materia prima de la misma procedencia. La asociación de este grupotecnotipológico con el Diaguita Chileno inca en Agua Amarga se asemeja a la situa-ción en los tambos incaicos del Valle de Uspallata.

Otras características de Agua Amarga confirman la interpretación del sitio en rela-

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ción con un incremento de la producción agrícola en el área durante este momento:mayor concentración demográfica en un sector apreciado por las condiciones climáticas,de suelo y agua. Es probable la producción mediante la irrigación por acequias y elaprovechamiento de la pendiente del terreno, como evidencian las herramientas delabranza, los productos agrícolas registrados y los bienes asociados con el almacena-miento y transporte de los mismos. Como en otros sectores de la provincia, no seidentifican en el terreno los espacios cultivados o restos de antiguas acequias (mencio-nadas frecuentemente en los documentos sobre el Valle de Uco), cuya visibilidad supo-nemos dificultada por las transformaciones en el paisaje agrícola.

Consideraciones finales

Los datos comentados sostienen para el Valle de Uco algunas de las características quese han destacado para las comunidades del norte y centro de Mendoza del momento decontacto hispano-indígena. En la región es escaso el registro de sitios residenciales, como esel caso de los que aquí presentamos (Agua Amarga y Puesto La Isla). En general, el registroarqueológico tardío o «cultura de Viluco» proviene de sitios funerarios, permitiendo inter-pretaciones sesgadas ya que los artefactos que componen los ajuares -bienes suntuarios enmuchos casos- no son representativos de las actividades productivas. Asimismo, los datosprovenientes de un sitio residencial son indicadores más apropiados sobre la identidad desus ocupantes que los que provienen de enterratorios, precisamente porque se utilizan en lasactividades cotidianas (Stanish, 1989). Los bienes de lujo que generalmente integran losajuares funerarios pueden proceder de otros ámbitos y dar una idea falsa de identidad.

La alta frecuencia en Agua Amarga de cerámica Viluco-inca, y la presencia minoritariade Diaguita chilena inca podría corresponder a una importante ocupación del sitio porparte de grupos productores del primer tipo tanto en Agua Amarga como en los tambosincaicos, bajo la dirección de artesanos incaicos o trasladados por los incas en su estrate-gia de dominio regional. Queda por definir la procedencia de estos artesanos, que podríaser regional, como ya se ha propuesto (Bárcena y Román, 1990) y el área de producción dela cerámica de Agua Amarga. Estas características incluyen a este sector del Valle de Ucoen la región de producción, distribución y consumo de bienes (los recipientes cerámicoso su contenido) en relación con la economía política inca, en cuanto se utilizarían para elfinan-ciamiento de la dominación del área.

La interacción de la sociedad local y el estado expansivo incaico afianzó en lapoblación del Valle de Uco algunas transformaciones que venían desarrollándose anivel regional, y que observamos principalmente en la concentración espacial y en laorganización tecnológica, en relación con la intensificación de la producción; entanto que aspectos que caracterizan a esta zona fronteriza se mantienen, como fueronlas relaciones interétnicas con comunidades de otros sectores del Centro oeste argen-tino y el Norte Chico y Centro de Chile.

Notas1 Ante la imposibilidad de consultar datos directos sobre el área de estudio, los DrEs. R.

Villalba y M. del R. Prieto sugieren utilizar esta información como marco general (M. delR. Prieto comunicación personal).

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2 Este paso (Portillo de Piuquenes) comunica Tunuyán con el valle de Maipo en Chile yactualmente está abierto desde principios de noviembre hasta fines de abril Latitud Sur 33º38´ - Longitud Oeste 69º 52´- Altura 4.035 m. http://www.difrol.cl (Noviembre 2006)

3 Esta hipótesis contradice a Canals Frau (1950), quien sostuvo que las estrategias adaptativasde los huarpes del Valle de Uco no permitieron mantener una gran población en elpiedemonte mediante la agricultura con irrigación.

4 Canals Frau presumió que la primera encomienda de Aguarinez (o Guarinay) a Peñalosafue otorgada por Pedro del Castillo durante el «repartimiento general de indios», en mayode 1561, con que se beneficiaron los integrantes del grupo de conquistadores que loacompañó. Sin embargo, estimó que este dato «no puede ser óbice para que la primeraencomienda del mencionado cacique fuera aun más antigua, y procediera de los tiemposde Pedro de Valdivia» (1950).

5 Latitud Sur 34º 14´ - Longitud Oeste 69º 48´ - Altura 3.430 m. http://www.difrol.cl/html(noviembre de 2006).

6 Los fechados por TL que presentan los autores son de 450+45 AP –1550 d.C.- (UCTL1292) y 385+40 AP –1615- (UCTL 1291) (Durán y Novellino, 2003:153).

7 Ejemplares de este estilo cerámico se han encontrado en sitios cordilleranos del sur deMendoza (Falabella y otros 2001, Gil y Neme, 2005).

8 Análisis óseo realizado por el Lic. Jorge García Llorca.

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Textiles «Angualasto» en el Valle de JachalLorena María Ré

Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo «Prof. Mariano Gambier» UNSJContacto: [email protected]

Resumen

Se analizan y describen los únicos textiles encontrados hasta la actualidad en elvalle de Jáchal (San Juan, Argentina- Lám. 1), ubicándolos en el período agropecuariotardío mediante el estudio comparativo con otras piezas textiles de ese período halla-das en el valle de Iglesia (pertenecientes a los grupos «Angualasto») y Calingasta(San Juan, Arg.).

Lámina 1. Mapa de la provincia de SanJuan, Argentina, con la ubicación de losvalles de Iglesia, Calingasta y Jáchal.

Introducción

El siguiente trabajo es producto de la labor de investigación realizada bajo ladirección de la Dra. Teresa Michieli en el marco del Programa «Conocimiento ydifusión de la prehistoria de San Juan» y desarrollado en el Instituto de Investigacio-nes Arqueológicas y Museo «Prof. Mariano Gambier», Universidad Nacional de SanJuan.

Establece una comparación entre los textiles pertenecientes a los grupos«Angualasto», estudiados y descriptos en distintas oportunidades (Vignati, 1934;

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Renard, 1994; Michieli, 2001a, 2001b, 2002, 2007)1 y los recientemente recuperadospor orden Judicial en el año 2005 por el Instituto de Investigaciones Arqueológicas yMuseo «Prof. Mariano Gambier».

Estos textiles pertenecen a un fardo funerario hallado de manera fortuita en BellaVista, situada en el valle de Jáchal, al norte de la provincia de San Juan, en el año2003, que al momento de ser ingresados al Instituto se encontraban en un estado demuy mala conservación, ya que estuvieron almacenados durante dos años en condi-ciones inapropiadas.

Textiles Angualasto. Marco de referencia

A partir de los trabajos realizados por el Prof. Mariano Gambier hasta 1999, y publi-cados en el año 2000, se cuenta con una caracterización general de los grupos Angualasto,que se fue incrementando resultado de investigaciones posteriores y que aún sigue enestudio como parte de los trabajos desarrollados en el marco de los proyectos del Insti-tuto de Investigaciones Arqueológicas. Dichos estudios parten tanto de tareas de camporealizadas en el sector norte del valle de Iglesia, como de estudios de gabinete e inclusode datos obtenidos a partir de piezas pertenecientes a colecciones particulares.

Como característica principal se debe tener en cuenta que los grupos Angualastose ubican en el período agropecuario tardío preincaico, que comprendió los años1200 a 1460 d.C. En dicho período se practicó una actividad agrícola ganadera, congrandes extensiones de cultivo, que recibían el agua de riego mediante importantesobras hidráulicas. Estos grupos ocupaban no sólo el valle de Iglesia, sino que ademásse han encontrado restos de instalaciones similares en los valles de Jáchal y río Ber-mejo, que poseen evidencias de haber tenido una organización socioeconómica comola de Angualasto (Gambier, 2000:53-62; Michieli, 2000, 2001, 2002, 2007)2.

En cuanto a la textilería Angualasto, en sucesivos trabajos y publicaciones Michielicaracteriza los conjuntos textiles de este periodo, describiendo sus particularidades yestableciendo diferencias con el noroeste argentino, ya que San Juan no se correspon-de con modelos utilizados para otras regiones; es un caso único en cuanto a «testimo-nios textiles conservados», contando con un importante patrimonio de textiles ar-queológicos que han permitido no sólo continuar una línea temporal en la prehistoriade San Juan a partir del estudio de los mismos, sino que además son extraordinarios encuanto a técnica y diversidad.

En sus descripciones Michieli enumera diversos elementos presentes en la textileríaAngualasto como la utilización de la técnica de faz de urdimbre, puntos empleados enlas terminaciones de orillos y como elemento destacado, los refuerzos decorativosque se ubican en los extremos de las aberturas o cuellos de ponchos y camisetas. Estosrefuerzos tienen la particularidad de estar confeccionados con diseños abstractos in-terpretados como atributos del cóndor, presentes también en otras producciones deAngualasto, como la cestería, la cerámica, adornos, pipas, etc.

Las características de Angualasto ya sea sobre su organización socioeconómica oen cuanto a textiles se refiere, es mucho más extensa y compleja, pero tomaremos losdatos antes enunciados como base para establecer una comparación entre los textiles«Angualasto» que se analizaron hasta la actualidad, y los recientemente recuperados

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por el Instituto de Investigaciones Arqueológicas, que son los únicos textiles halla-dos en el valle de Jáchal hasta el momento.

Proceso de acondicionamiento y estudio de los textiles de Bella Vista, Jáchal

Las tareas previas al estudio de los textiles implican la limpieza y acondiciona-miento de los tejidos a tratar, a fin de hacer posible su observación. Luego de realizarel diagnóstico de los textiles, se consideró someterlos a un proceso de limpieza yacondicionamiento extenso y meticuloso3.

En este caso puntual nos encontramos ante una serie de fragmentos prácticamentepegados entre sí a causa de la acumulación de fluidos corporales propios de un fardofunerario, y presentaban además un gran deterioro a raíz de la inapropiada forma enque estuvieron almacenadas durante dos años antes de ser recuperadas por el Institu-to, ya que se encontraban envueltos en papeles de diario, dentro de una caja de cartón,siendo la tinta de impresión sumamente corrosiva para los tejidos.

Entre las piezas textiles se cuenta con un poncho con refuerzos decorativos, muydeteriorado, del que se conserva prácticamente la mitad con parte del refuerzo (Lám.2 y Lám. 7); una tela rectangular con franjas decorativas (Lám. 3), dos fragmentos conrefuerzos (que son posibles ponchos o camisetas), uno marrón café y el otro castaño(Lám. 4); dos fragmentos de tela, uno liso marrón oscuro y otro marrón rojizo confranja en tono más oscuro, con extremo de urdimbre.

Lámina 2. Fragmentos textiles sinmontar. Poncho de grandes dimensionescon refuerzo decorativo (perteneciente alfardo funerario hallado en Jáchal).

Lámina 3. Tela rectangular con franjasdecorativas en sentido de la urdimbre(perteneciente al fardo funerario halladoen Jáchal).

Textiles «Angualasto» en el Valle de Jachal

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A fin de recuperarse la flexibilidad de los tejidos se procedió de la siguiente manera:

a. En primer lugar se colocó cada fragmento entre dos bastidores de malla metáli-ca, y se aspiró mecánicamente el polvo, para disminuir la suciedad antes del lava-do. Este paso se realiza entre los bastidores para evitar dañar los tejidos.

b. El procedimiento de lavado implica la cuidadosa manipulación de los tejidos paraevitar que los mismos se rompan en las zonas de doblez, se debe procurar primero lahidratación prolongada de las piezas, para luego desplegarlas. De esta manera, se colocólos fragmentos o piezas textiles en forma individual entre bastidores de malla plástica. Selavó con agua destilada con detergente de PH neutro que facilita la eliminación desuciedad adherida a las fibras. Una vez sumergidas las piezas a lavar, se las dejó remojarun tiempo determinado y luego se hizo el cambio en forma reiterada del contenido de labatea, eliminando el agua sucia cuantas veces fuera necesario. Al finalizar con el clarea-do, se sacaron los bastidores para escurrir los tejidos, evitando el contacto directo de latela con cualquier superficie que pudiera volver a incorporarle suciedad. Con muchocuidado, una vez escurridas, se extendieron desdoblándolas, facilitando el secado.

c. El procedimiento de lavado facilita la eliminación de dobleces, pero no eliminalas arrugas. Para ello se colocaron pesas especiales antes de que los tejidos secarantotalmente.

d. En este caso los fragmentos de tejido continuaban desprendiendo mucha pelu-sa, por ello se les roció con un preparado de alcohol etílico y glicerina, al 1%,aportándoles una apariencia más compacta y a la vez flexible (Abal, et al. 2001:187).

e. Luego se comenzó a montar los fragmentos sobre soportes de tela de poliéster,cosiéndolos con hilo plástico, seleccionados por sus componentes inocuos paraeste tipo de material arqueológico. En algunos casos las telas presentaban indiciosque permitieron reconstruir la forma original, ya que bordes o roturas coincidentescompletaban la forma del tejido. Este proceso demanda la observación detalladade elementos como tonos del tejido, variaciones en la trama o urdimbre, puntosempleados en la confección de las terminaciones, y hasta manchas que las piezaspuedan tener. Se convierte en el armado de un verdadero «rompecabezas» (Lám.2).

Como siguiente paso se realizó detallada descripción formal, y la consiguientecomparación con los textiles de los valles de Iglesia («Angualasto») y Calingasta.

Conclusiones obtenidas

Tal estudio comparativo nos permite afirmar que los textiles pertenecientes alvalle de Jáchal presentan elementos característicos de la textilería «Angualasto».

Entre estas similitudes se puede destacar que:

§ Están confeccionados con técnica de faz de urdimbre.

§ Se utilizaron hilos muy finos de 0,5 a 1 mm de espesor dos cabos retorcidos en

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S (en su mayoría más retorcido el de urdimbre que el de la trama).

§ Las terminaciones de las telas, o sea los remates de los orillos, son similares. Seutiliza para los laterales el acordonado o el punto aguja variedad A; y para losextremos de urdimbre el punto aguja variedad A o el variedad B (Michieli,1986, 1994:32). Estos son puntos muy complejos que tienen la apariencia deser costuras dobles, están realizados con cabos retorcidos de a pares en S–Z, ytomando grupos de 4 a 6 urdimbres (Lám. 5).

§ En estas terminaciones se observa también, el empleo de tramas dobles en lasdos últimas pasadas y también la utilización de refuerzos decorativos para losextremos de aberturas (de ponchos o camisetas), con diseños abstractos pro-pios de los grupos Angualasto que han sido interpretados como atributos delcóndor (Michieli, 2001a, 2001b). Estos elementos son la cresta y el ojo, abs-traídos en formas como la espiral cuadrangular y la sucesión de triángulosescalerados. (Lám. 4, 6 y 7).

§ El teñido de las fibras en colores rojo, verde, amarillo y azul.

§ La utilización de la técnica «ikat», o reserva de teñido mediante el atado de lamadeja de hilos, lo que da por resultado el cambio de tonos al tejer.

§ La decoración con franjas en sentido de la urdimbre en telas rectangulares.

§ El tejido de telas con urdimbres con hilos de tonos más claros u oscuros, dandoun efecto de rayado apenas perceptible.

Lámina 4. Detalle del refuerzodecorativo con utilización de hilo teñidopor reserva («ikat»). Fragmento de telacolor marrón oscuro o café con abertura(posible poncho o camiseta).

Lámina 5. Extremos de urdimbre. a.Punto aguja variedad A. b. Punto agujavariedad B.

Textiles «Angualasto» en el Valle de Jachal

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Además de las telas antes enunciadas el ajuar también cuenta con una madeja dehilo color natural; varios fragmentos de un cordel realizado con fibra vegetal que esuna trenza plana de 7 elementos; fragmentos de un cesto realizado con técnica deencordado de tres cabos de a pares; todos ellos confeccionados con técnicas que seutilizaron repetidamente en textiles «Angualasto»4.

Más allá de las similitudes descriptas, nos encontramos con una llamativa diferencia quedistingue a los textiles de Jáchal del resto de las piezas «Angualasto». Dicha característica esla amplitud de las dimensiones, tanto en las telas como en los refuerzos decorativos.

El poncho de mayor tamaño atribuido a «Angualasto» (Renard 1994) alcanza los 3,91m², mientras que el correspondiente al fardo funerario de Jáchal suma los 4,62 m². con unadiferencia notable en cuanto a su amplitud. Lo mismo sucede con las telas rectangulares, delas cuales se registra como de mayor amplitud una tela con listas en sentido de la urdimbre(Michieli, 2000:88-89, 2007), con un total de 1,04 m² de superficie, mientras que la telarectangular perteneciente al fardo funerario del valle de Jáchal tiene 1,45 m² (Tabla 1).

Lámina 6: Dibujo del refuerzo decorativode la tela marrón oscuro (dib. A. Díaz).

Lámina 7: Dibujo del refuerzodecorativo del «poncho» (dib. A. Díaz).

Lorena María Ré

Sitio

Angualasto (Iglesia)

Villa Corral (Calingasta)

Bella Vista (Jáchal)

Angualasto (Iglesia)

Hilario (Calingasta)

Bella Vista (Jáchal)

Tipode textil

poncho

poncho

poncho

tela rect.

tela rect.

tela rect.

Largo(m)

2,40

2,24

2,46

1,30

1,22

1,41

Ancho(m)

1,63

1,64

1,88

0,80

0,80

1,03

Superficie(m²)

3,91

3,67

4,62

1,04

0,97

1,45

Citado por:

Renard 1994/Michieli 2001

Michieli 1997/2001

Michieli 2000/2007

Michieli 1994/2000

Tabla 1. Comparación de tamaño de algunos textiles (los de mayor tamaño) del período tardíopreincaico del valle de Iglesia («Angualasto») y de Calingasta (Michieli, 2001b:68) con los

hallados en el valle de Jáchal.

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Más significativa aún, es la diferencia tanto en el ancho como en el largo de losrefuerzos decorativos. Registrado como «Angualasto» en el caso de los ponchos, elrefuerzo más largo mide 2 x 22 cm y, en el caso de las camisetas, llega a los 24 cm. Encambio los refuerzos decorativos correspondientes telas de Jáchal duplican estas me-didas. En el caso del poncho el mismo mide 2,5 x 40 cm y en los dos fragmentos (delos que no se ha determinado si son ponchos o camisetas) uno alcanzaría 2,5 x 38 cmy el otro 3,5 x 50 cm. Observando en forma comparativa ambos esquemas de refuerzos,se puede ver claramente esta diferencia (Tabla 2).

Textiles «Angualasto» en el Valle de Jachal

Tabla 2. Comparación de tamaños de algunos de refuerzos decorativos en textiles Angualastoy los pertenecientes a las telas del valle de Jáchal.

Refuerzos decorativos

Textiles Angualasto

Textiles de Jáchal

Largo (cm)

24 cm

22 cm

21 cm

50 cm

40 cm

38 cm

Ancho (cm)

1,2 cm

2 cm

1,5 cm

3,5 cm

2,5 cm

2,5 cm

Es importante entonces destacar, la relevancia de estos datos. Ya que analizando estasdiferencias en los tamaños de las piezas textiles y de los refuerzos decorativos, se planteaun interrogante: si estas diferencias en las dimensiones es una característica propia delos textiles del valle de Jáchal o es un caso aislado y único. Este interrogante permanecerálatente, ya que no contamos hasta ahora, con otros ejemplares de esta misma procedencia.

Notas1 Ver en este volumen: Michieli, 2009

2 El período agropecuario tardío preincaico fue modificando las fechas de su duraciónconforme avanzaba la investigación sobre el mismo.

3 Procedimientos de rutina para el tratamiento de textiles en el laboratorio del Instituto, quetienen su base en el trabajo metodológico de la Dra. Michieli.

4 Los trenzados y los fragmentos de cestería sólo fueron sometidos a una limpieza concepillos suaves.

BibliografíaABAL, C. M. y J. O. FERRARI 2001 Informe acerca de los trabajos de conservación,

restauración y estudio efectuados en el Laboratorio de procesamiento de textiles –Facul-tad de Filosofía y Letras- U.N.C. En SCHOBINGER, J. (comp.). El santuario incaicodel cerro Aconcagua. EDIUNC. Mendoza.

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Lorena María Ré

159

Capítulo 3Etnohistoria de las SociedadesComplejas

160

161

Las fronteras en los estudios regionales y etnohistóricos.Propuesta de análisis*

Nidia R. Areces

Consejo de investigaciones, Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural,Universidad Nacional de Rosario

Contacto: [email protected]

En esta propuesta se abordarán algunas cuestiones referidas a las posibilidadesque brindan los estudios regionales y etnohistóricos para el análisis de los espacios defronteras. Se entiende que las fronteras son expresión de la misma dinámica que con-figura los asentamientos humanos. Sus límites materiales y simbólicos dependen de lacapacidad que esos grupos tienen de controlar el territorio en cuestión. Tanto estecontrol como el establecimiento de variadas relaciones con las sociedades circundan-tes conducen a la configuración y al reconocimiento de una frontera frente a las otras.

En el amplio campo de las relaciones «espacio-sociedad» se privilegia el de lasfronteras. Esta construcción conceptual, con base en las interpretaciones de FrederickJackson Turner (1920) y sus discípulos,1 comienza a desarrollarse pensando la fronte-ra como imagen2 del proceso formativo de una sociedad y no como una línea divisoriainfranqueable. Así la experiencia histórica norteamericana la imagina como reflejo detodo el proceso según el cual cobra forma esa sociedad y como terreno en cuyo marcose forja la conciencia nacional. La conjunción de la llegada de los «peregrinos delMayflower» y de la «conquista del Oeste» recrea esa imagen al mismo tiempo quecontribuyen a la fijación del «mito de la frontera».

Sea cual fuere la experiencia que se trate, la historia de la frontera siempre atañe alrelato de los esfuerzos de una sociedad por definir su territorialidad. Es decir, constru-ye su espacio, construcción histórica que rescata en su devenir las relaciones que seestablecen entre las sociedades que conviven y, al mismo tiempo, compiten por eseespacio. La frontera se origina entonces:

«cuando una comunidad ocupa un territorio. A partir de allí, la frontera se conforma ymodifica de acuerdo con la actividad y el crecimiento de la comunidad o por el impactocausado sobre ella por otra comunidad» (Lattimore, 1968).

Se puede pensar entonces que las fronteras son expresión de la misma dinámica

162

que configura los asentamientos humanos, dependiendo sus límites materiales y sim-bólicos de la capacidad que esos grupos tienen de controlar el territorio en cuestión.Pero a su vez, la expansión de una determinada sociedad sobre un espacio -de acuerdocon su propia dinámica interna y con las características físicas, ecológicas, culturalesde su entorno- lleva al establecimiento de variadas relaciones con las sociedadescircundantes las que han construido sus propios espacios, proceso que conduce a «laconfiguración de la frontera» frente a las otras.

La referencia a «configuración» alude a la figura global siempre cambiante queforman los «jugadores» y que incluye no sólo su intelecto sino toda su persona (Elias,1993:157). Para comprenderla es necesario apreciar la articulación alrededor deljuego de cuatro nociones: idea, concepto, elemento y fenómeno. Para aprehender losfenómenos -que son los elementos de base de la realidad empírica- debendescomponérselos, gracias al trabajo analítico de los conceptos. A estos elementosdispersos hay que agruparlos en nuevas figuras para que no se disipen en un caosininteligible; estas figuras son lo que Walter Benjamin llama «ideas», las que tam-bién reciben el nombre de «configuraciones» o «constelaciones»:

«las Ideas son constelaciones eternas, y en la medida en que los elementos se puedenconcebir como estrellas en el interior de estas constelaciones, los fenómenos quedan a untiempo descompuestos y salvados». Porque los elementos son, en un principio, partes delas realidades empíricas, Benjamin puede escribir en este sentido que `las Ideas son a lascosas lo que las constelaciones son a las estrellas´» (Mosés, 1997:93-94).

Son estas nociones las que nos permitirán analizar lo que se ha denominado «laconfiguración de la frontera».

Las fronteras, expansión y geopolítica

¿Cómo se piensa a la frontera? Su noción en principio indica algo más que lademarcatoria de un límite territorial. Es un espacio geográfico donde todavía el Esta-do está incorporando los territorios y configurando los procesos de producción yestructuración institucional y social, procesos que presuponen el choque, lainterrelación, en síntesis, la vinculación dinámica de sociedades distintas, es decir seconstituye en área de contacto de formaciones sociales diversas. Pero cada sociedad,cada pueblo interpreta su entorno y, por consiguiente sus márgenes y límites de mane-ra diferente y para nada estática.

En este sentido, una perspectiva esencial para la comprensión de una zona fronte-riza es la geopolítica. Ésta permite ver a la realidad de la frontera como «algo vivo,[como] el producto de un movimiento de expansión diversamente contrariado», porconsiguiente la idea de frontera dimana del tipo de fuerzas que la producen (Toubert,1992:9-17). Para entender mejor la noción de zona fronteriza es útil incorporar la delimes, es decir, entendida ésta como una zona de fricción o tensiones que excede ladelgadez de una línea, una «frontera móvil», sintetizando, una franja de territorio decontorno impreciso, fluctuante, difícil de precisar porque varía según las circunstan-cias (Vilar, 1982:147-148).

Nidia R. Areces

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En esa misma perspectiva se piensa en particular en la construcción de una territoria-lidad, base física de la sociedad, que responda a un determinado Estado-nación que a suvez la garantiza3 y en donde tengan validez las normas que componen la formaciónestatal. Esa construcción es el resultado de la presencia y desarrollo de una fuerte socie-dad civil pero también de las relaciones entre Estados, en síntesis, de «una perspectivacivil de la geopolítica» (Fajardo Montaña, 1996:237-282). En este planteo no puedeobviarse al poder que una formación social ejerce sobre un espacio, ella se lo apropia ylo controla para que responda a sus fines globales y, de esa manera y a partir de laexplotación de sus recursos tanto físicos como humanos, obtener de él valores de uso yde cambio. No se puede tampoco soslayar que el territorio -sobre el cual se ha destacadosu importancia como materialización del vínculo entre el ejercicio de la dominación ylos alcances geográficos de la misma- a más de un contexto geográfico es una construc-ción cultural mediante la cual la comunidad humana concibe y describe su hábitat.

Las fronteras, hechos históricos y culturales

Las evidencias históricas y arqueológicas no dejan lugar a dudas acerca de que lafrontera no es un hecho geográfico inmutable en el tiempo, sino un hecho histórico,que se define sobre todo a partir de la acción y el control que el Estado alcanza aejercer en los confines de lo que considera es su territorio. Si bien un decisivo mediodel poder político es la centralización territorial, la forma más eficaz de lograrlo esmediante el establecimiento de instituciones centrales cuyo dominio se ejerce portodo el territorio demarcado. El Estado centralizado y con un grupo de poder más omenos estable va adquiriendo capacidades logísticas para ejercitar el poder con auto-nomía, rasgo que intrínsecamente conlleva su precariedad. La centralidad del Estadoque connota su fuerza, contradictoriamente es también su debilidad por la falta depoderes reales para penetrar en los ámbitos descentralizados, debilidad que está enestrecha relación con la infraestructura geográfica y con sus propias limitaciones paraabarcarla. A lo largo de la historia se ha comprobado que ningún Estado ha logradotodavía controlar todas las relaciones que se desplazan por encima de sus fronteras(Mann, 1991:732).

Por lo tanto, una frontera no es de ninguna manera un ‘espacio vacío´, es unespacio que intenta ser ocupado y que, a su vez, es recorrido y traspasado en formaintermitente. «Es un espacio móvil, contendido y peligroso, pero cerrado, a la vezfosilizado y cambiante» (Izko, 1992:9-60). Se resalta aquí otro rasgo de la frontera: supermeabilidad, peculiaridad de esos espacios que le permiten tener una fuerte capila-ridad social la que incide para que en cortos períodos de tiempo pueda experimentarprofundas transformaciones en su diagrama societario. Si llevamos el análisis a ladimensión económica, tampoco resulta fácil trazar una línea demarcatoria entre doseconomías diferentes que interactúan -tomemos como ejemplo la agricultura mixta yel pastoreo nómada- porque las áreas explotadas por las dos economías se interpenetrany pueden cambiar con el tiempo (Renfrew, 1990:120).

Trasladada la cuestión de la permeabilidad a las fronteras culturales, éstas puedenestar una veces muy bien definidas y otras veces no alcanzan a diferenciarse, laspautas pueden ser terminantes y sencillas o bien tortuosas y complejas, y esta riquezade diferenciación generalmente no coincide y, de hecho, no puede hacerlo ni con los

Las fronteras en los estudios regionales y etnohitóricos. Propuestas de análisis

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límites de las unidades políticas ni con la voluntad (Anderson, 1989:11). La cargaideológica que se asocia a un mundo de frontera visto como nuevo, pleno de oportu-nidades que se abren al esfuerzo, se combina pasada la euforia inicial con las expe-riencias vividas en los espacios ya consolidados en su configuración.

La frontera aparece así como un concepto clave en los relatos y explicaciones delos procesos culturales contemporáneos. Ninguno de ellos puede soslayar en el con-texto de la llamada «globalización» las referencias a los límites, los márgenes, laszonas de contacto. Sin embargo, el concepto de frontera sigue siendo difuso tanto encierta retórica diplomática como en gran parte de los ensayos sociales y estudiosculturales. Precisamente porque una de sus características es la duplicidad: fronterafue y es simultáneamente un objeto/concepto y un concepto/metáfora. De una parteparece haber fronteras físicas, territoriales, de la otra, fronteras culturales, simbólicas,4

cuando se percibe claramente que ambas se entremezclan porosamente e intercambiana lo largo del tiempo los elementos que las componen.

Las fronteras, los intercambios y la guerra

En esos espacios de frontera se dan intercambios de todo tipo de objetos y de personasa través de múltiples modalidades. Determinados estándares y criterios (simbólicos, clasi-ficatorios y morales) definen, en un contexto histórico particular, la intercambiabilidad delas cosas. Para interpretar el «marco cultural» dentro del cual se clasifican las cosas que seintercambian es pertinente destacar las convenciones acerca del intercambio que sonobservadas por ambas partes y a nivel del individuo y de la subjetividad, las discrepanciasentre el valor considerado por el que da y el que recibe. Estos intercambios están afectadospor el medio ambiente ecológico, el acceso a los recursos naturales, las relaciones detrabajo, el reparto de poderes, que imprimen sus marcas específicas a estos fundamentos,reconocibles entre distintas formaciones socioculturales.

Entremezclada con los intercambios, la guerra, vista no como el simple resultado deuna transacción desgraciada sino como la principal perspectiva relacional a partir de labúsqueda y la necesidad que los grupos étnicos tienen de expandir la frontera para posibi-litar la reproducción del grupo. La cuestión es si la guerra excluye o no el intercambio. Ensu transcurso, el proceso es de reivindicación de la propia frontera y de percepción de loscontrincantes, al mismo tiempo que se comprueba la permeabilidad y la rigidez de lafrontera en el marco de la naturaleza del conflicto y del problema del ejercicio del poderdonde siempre hay que tener en cuenta la proyección a la sociedad mayorn (Izko, 1992).

Desde otra perspectiva puede observarse la actividad militar a los efectos de clari-ficar su significación para los pueblos y países dominantes y para el pueblo y paísesque están dominando, para lo cual es imprescindible que agucemos la percepción delantiguo control y sistemas de guerras con el propósito de obtener una clara idea decómo funcionaban la logística y la diplomacia geopolítica en la realidad concreta.Cabe entonces preguntarse ¿de qué manera estos imperios efectivamente ejercieronsu control en las zonas de frontera? En este sentido hay que considerar que los proble-mas de capacidad logística y tecnológica torna relativos la acción y el control delEstado en una amplia extensión territorial. La historia guarda muchos ejemplos. Lafrontera de un imperio muchas veces no estuvo determinada por la existencia de otrogran poder en la vecindad sino por sus límites y por la habilidad para preservar de

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manera efectiva el control en el tiempo y en el espacio. Esto nos lleva a advertir sobrelo inconveniente que resulta forzar un modelo sistémico en el que juegan un roldestacado las nociones de centro-periferia, marco que no puede sino determinar uncuadro excesivamente fijo y estático del problema que estamos analizando y queexcluye toda consideración de las situaciones de cambio.

Las fronteras, la etnicidad y los ‘otros’

La frontera se configura también como frontera étnica, lo cual significa el límite dereconocimiento de identidades culturales en donde grupos que comparten un mismoterritorio configurando un tejido policromático, se consideran distintos unos de otros,cada uno de ellos conserva los recuerdos de sus orígenes, costumbres y mitos diferen-tes, contexto donde es importante destacar el carácter relacional de la conformaciónidentitaria, a la vez que la centralidad de las representaciones del sí mismo y los otrosen ese proceso. Proceso que, a su vez, genera un espacio de fricción interétnica, conmatices que van de la discriminación a la hostilidad, pasando por las distintas moda-lidades de intercambio (Barth, 1976:9-49), fenómeno muy interesante por cierto através del cual puede observarse un sistema complejo de reciproci-dades, decomplementariedades, de confrontaciones.

Los criterios étnicos constituyen una de las bases de todo pueblo nación, así comolos criterios culturales están en la base de las naciones culturales o naciones definidascomo colectividades de habla común y los criterios jurídico-cívicos fundamentan lasnaciones de ciudadanos. De todos ellos se derivan diferencias en lo que hace tanto alas acciones políticas como también a la demarcación de las fronteras exteriores y a laforma de la organización interna de la nación respectiva las que permiten comprenderel carácter procesual de la formación de la nación.

Las líneas imaginarias que los Estados fijan cuando delimitan sus jurisdiccionesson permanentemente rebasadas y esos espacios y lugares de frontera se configuran enámbitos singulares con muy variadas vinculaciones interétnicas. Si pensamos en esecampo de interacciones y en que:

«exteriormente la ̀ tribu´ encuentra sus límites inequívocos cuando es una subdivisión deuna comunidad política. Pero en este caso la delimitación es creada casi artificiosamen­te a partir de la comunidad política» (Weber, 1992:322),

se deduce que no se dan fronteras rigurosas que separan netamente los ámbitos delo «indio» y de lo «blanco», de lo «bárbaro» y de lo «civilizado», término este últimoprácticamente igualado a «nacional».

Se engendran entonces, a partir de las vinculaciones entre distintos grupos, las quepodemos denominar fronteras psicosociológicas que están determinadas por lasidentidades que se asignan cada uno de ellos y que les atribuyen los demás. La percep-ción de esta doble concepción, que se desprende del proceso de identificación recí-proca basado en criterios engendrados por la situación de dominación, resulta esen-cial para comprender la identidad indígena. En efecto, si el indio se considera miem-

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bro de un Nos comunitario en donde las relaciones de parentesco, la reciprocidad, losritos, la representación simbólica de la tierra y del espacio sirven para forjar los valo-res del grupo y para relacionar estrechamente a los individuos que lo componen, estaidentidad india valorada entre la gente como un «si mismo» cambia ante la mirada delotro, blanco o criollo. Éste es poseedor de la cultura de referencia y del poder, eimpone al indio otro sistema de valores y otra identidad, definida desde el exterior. Através de esta interacción con el otro, el indio se entera de los atributos negativosconferidos a su identidad comunitaria: es un campesino «atrasado, no civilizado,sucio, haragán, analfabeto, etc.», confrontación identitaria que engendra una culturade retraimiento y una autodepreciación de su identidad étnica. De ahí la necesidadque sienten los individuos que emigrando de sus comunidades y urbanizándose aspi-ran a cambiar de «raza social», de borrar los estigmas abandonando lengua, vestimen-ta, cultura y comunidad, de traspasar las fronteras y negociar su identidad.

Las fronteras y los poderes centrales

En estas disquisiciones están presentes actuales investigaciones que, en lugarde adoptar la perspectiva unidimensional de una penetración de las periferias por elEstado, preferentemente estudian las interacciones complejas entre los poderes lo-cales, en este caso de frontera, y una multiplicidad de poderes superiores. Éstasresponden a normas muy diferentes a las emanadas del tipo ideal weberiano delEstado soberano que lo exhibe detentando el exclusivo monopolio de la violencialegítima.

Desde otra perspectiva, se puede pensar en las localidades de frontera a partir de laconstrucción regional y comprender así al espacio en toda su complejidad. Tanto laregión como la frontera son parte de un todo. En referencia a su uso político, la regiónse convirtió en un área administrada y con ello en parte de una totalidad política másgrande, los Estados-naciones centralizados. La región no fue sólo una parte sino unaparte subordinada de una entidad política más grande. Provinciano y regional pasa-ron a ser términos de relativa inferioridad con respecto a un centro supuesto, en el usodominante. Sin embargo, a diferencia de provinciano y también suburbano, regionaltiene un sentido positivo alternativo «como en el contramovimiento indicado por losusos modernos de regionalismo» porque «conlleva implicaciones de un modo devida valiosamente distintivo». A pesar de lo cual, una corriente de ideas:

«contra la centralización o la hipercentralización y las características metropolitanas quehan hecho hablar de megalópolis (que no significa gran ciudad madre, del griego clásicomegas, grande, sino que se trata de una asociación con megalomaníaco o un sentido másgeneral de distorsión debida a un tamaño excesivo) todavía se expresa fundamentalmenteen términos de la subordinación anterior» (Williams, 2000:279-281).

Si el ángulo de análisis enfoca las redes de poder y la construcción del Estadopodemos percibir a las localidades de frontera «como unidades que comprenden unazona de territorio sobre la que una única autoridad central ejerce un control más omenos efectivo» aclarando que:

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«cuanto menor sea la zona y más pequeño el número de sus habitantes, en igualdad deotras circunstancias, más fácil será para la autoridad central (el o los gobernantes)estar en relación directa con todos sus súbditos [gobernados], y consiguientementemenor será la necesidad de cualquier clase de élites regionales o locales intermedia­rias» (Aylmer, 1997:83).

Si se enfocan las relaciones entre centro y localidad, seguramente la mejor manerade describirlas es «la de una simbiosis o interpenetración más que una rígida dicoto-mía o conflicto» estimando que

«el centro y la localidad, o el reino y la provincia, no eran ni son entidades antitéticas yrígidamente separadas, como tampoco lo eran el feudalismo y el capitalismo o la cortey la aldea, esos otros dobletes conceptuales caros a los historiadores de los comienzosde los tiempos modernos» (Aylmer, 1997:105).

En este punto, las preguntas que surgen son ¿quiénes son los intermediarios?, ¿po-demos identificarlos?, ¿están localizados en el centro al mismo tiempo que mantienenfuertes intereses con la región, con la localidad, con la frontera?, ¿incidieron en losvínculos personales e institucionales aquellos conflictos que se dieron en el proceso deconstrucción grupal?, ¿qué cambios experimenta? El análisis de situaciones con dife-rente temporalidad resulta esencial para comprender a los actores, a las redes deintermediación del poder, tanto aquellas situaciones que encierran conflictos, compe-tencias, antagonismos como aquellas donde predominan acuerdos y conciliaciones.¿Cómo definir la localidad y el centro para poder considerar las relaciones entre losactores intervinientes en uno y en otro? Si la intención es repensar la formación delEstado como un proceso social, tenemos que centrarnos en el conjunto multiforme decomunicaciones y los procesos de negociaciones entre la sociedad local/regional y lospoderes superiores. Esta perspectiva de análisis implica no solamente el reconocimien-to de las particularidades de los conflictos locales sino la capacidad creativa de lospoderes locales.5

En su análisis del poder inmaterial de un notable del Piamonte, Giovanni Leviobserva que la integración en las estructuras estatales abre una vía de movilidad socialbasada sobre el prestigio, las relaciones sociales y la capacidad de mediación entre lacomunidad local y el mundo exterior. Según este autor, las estrategias familiares susten-tadas sobre estos factores contribuyen de manera duradera a dar forma a la realidadpolítica:

«en los intersticios de los sistemas normativos estables o en formación, grupos y perso­nas juegan una estrategia propia y significativa, capaz de marcar la realidad políticacon una huella duradera, no de impedir las formas de dominación sino de condicionarlasy modificarlas» (Levi, 1990:11).

Es necesario insistir que las explicaciones habituales sobre el nacimiento delEstado moderno se basan muchas veces en una perspectiva globalizante, que tiende a

Las fronteras en los estudios regionales y etnohitóricos. Propuestas de análisis

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infravalorar el papel de la sociedad y de las realidades locales en el condicionamientode los caracteres políticos de las conformaciones nacionales.6 Sucede en las explica-ciones en términos de desarrollo evolutivo que ven en la formación del Estado unestadio uniforme de la modernización; lo que también se manifiesta en otras explica-ciones que, aunque subrayando el carácter de progresiva extensión del monopolioestatal de la autoridad y del control social, consideran al poder central como capaz deejercer un dominio uniforme y uniformador. Se deduce, por consiguiente, que elcambio del papel de las diferentes clases sociales se produce dentro de un marcosustancialmente estático. Otras posiciones ven en el desarrollo del mercado mundialcapitalista la realidad explicativa fundamental de la dislocación de las diferentesnaciones en el centro o en la periferia del sistema conjunto de explotación. De estamanera tienden así a quitar toda importancia a las diferencias locales que no esténdeterminadas por variables completamente exógenas respecto a la estructura socialinterna.7

En estas relaciones complejas entre el centro y las periferias es necesario esclare-cer principalmente el hecho de que la estructura con la que las nuevas formacionesestatales americanas que se organiza después de la Independencia en sus aspectospolíticos posteriores está determinada por el modo en que las realidades locales hanreaccionado al del sistema de toma, redistribución y control de los poderes centrales.Analizar el cruce de pactos y conflictos entre grupos del centro y de las localidadescomo mecanismo fundamental que diferencia y caracteriza, a partir de sus resultados,los sistemas políticos teniendo en cuenta que el poderío del Estado se deriva delpapel de control que los grupos dominantes han debido y podido confiar al podercentral, según su capacidad hegemónica y sus orientaciones económicas y, al mismotiempo, no descuidando ni infravalorando la enorme diversidad de las situacionesperiféricas sobre las que el Estado ejerce su propio poder así como de loscondicionamientos que se derivan de él. Fue posible edificar el Estado-nación latino-americano, precisamente, por las relaciones y vinculaciones que entrelazaron con elpoder central los detentores y beneficiarios del poder regional.

La Etnohistoria, los estudios regionales y las fronteras

De la antropología histórica o variedad «antropológica» de la historia, oetnohistoria, se puede decir que es una ‘nueva historia’ -aunque no tan nueva dadoque ya tiene su acta de nacimiento a mediados de la década de los setenta del siglopasado- que bordea las fronteras de dos disciplinas, la historia y la antropología,configurando para sí misma una identidad mezclada cuestión que problematiza sustatus epistemológico. Así también lo problematiza la emergencia de nuevas pregun-tas acerca de su condición como campo de estudios resultado de los desarrollos inter-nos de las disciplinas que la generaron y de los importantes cambios que han venidoexperimentando. En todo caso, la historia antropológica es producto de nuestro tiem-po, un tiempo de donde se han acentuado las polarizaciones sociales y culturales, porlo que el presente con sus conflictos étnicos y religiosos tiene mucho que ver en eldesarrollo de esta disciplina.

Al mismo tiempo, dicha forma de abordar el problema que se puede denominarNueva Etnohistoria puede defenderse como una opción frente a la que resulta de

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bifurcar los análisis de clases y los estudios étnicos en dos disciplinas separadas, cadauna de ellas provista de su propia batería de conceptos y problemas. Hay que señalar,además, la conveniencia de poner en discusión el marco de ideas y el vocabulario paraconducir la reflexión sobre la desigualdad estructural en todos los aspectos en que sepresenta habitualmente. Por consiguiente, hay que conceder tanta atención teórica alas divisiones internas de las clases como al «problema de los límites» mismo; o, másprecisamente, que la identificación de los límites de las clases y de las comunidadesdebe abordarse como dos aspectos de un mismo problema y ser analizado como tal.

Ni antropólogos ni historiadores a esta altura de la acumulación disciplinariapueden prescindir de las perspectivas diacrónicas y sincrónicas sean que se encuen-tren trabajando sobre el presente o el pasado. Ni el componente temporal ni el espa-cial pueden ser excluidos, a pesar de que la historia continúe siendo esencialmentedocumentalista y que la antropología recurra sobre todo a la observación de campo.Los cruces interdisciplinarios entre objetos, y entre técnicas interpretativas,específicamente por el acercamiento de las escalas de observación de ambas discipli-nas, se siguen incrementando. Posibilita este incremento la complejidad interna delas mismas y la permeabilidad de sus límites disciplinarios.

La antropología y la historia no han dejado de encontrarse en los últimos años y hasido precisamente el descubrimiento del ‘otro’ el que las ha hecho aproximarse. Fren-te a intentar comprender a personas muy diferentes a nosotros, con condiciones mate-riales diferentes y con ideas también diferentes ¿Qué mirada tiene el historiador?¿Qué mirada tiene el antropólogo? Las percepciones sobre el tiempo y el espacio sonquizás las que los separan aunque las cosas varían poco si cuando tratamos con unmundo de otro lugar, ese otro lugar está lejos en el tiempo y en el espacio. En uno uotro caso no es menor el desafío a afrontar. Pero esto no impide que historiadores yantropólogos compartan cada vez con mayor frecuencia territorios comunes y es pre-cisamente el campo de los estudios regionales los que les posibilitan compartirmetodologías y técnicas de trabajo. Se aprecia un intercambio que resulta fructíferoentre la antropología, la historia y los estudios regionales y una de las interseccioneses la etnohistoria.

¿En qué medida la etnohistoria contribuye a la realización de los estudios regio-nales? Hay que señalar, en primer lugar, la necesidad de visualizar y debatir los fenó-menos históricos a través de las posibilidades que brindan las intersecciones entre lasdistintas disciplinas del campo social. Éstas tienen el carácter de transfronterizas ydependen en gran medida de un diálogo y cooperación interdisciplinarios abarcandouna amplia perspectiva histórica y procesos culturales e interculturales complejos, asícomo percepciones divergentes. La ciencia histórica, la ciencia política, la sociologíay la economía están más estrechamente unidas a sus disciplinas de base, pero tambiéntrabajan para el entendimiento de fenómenos que exigen el cruce de fronteras de lasdisciplinas clásicas y -lo que ha sido más evidente en los últimos años- para contribuira la ampliación de sus propias disciplinas. Éstas no solamente se confrontan conmateriales empíricos diversos sino que, en parte, también con otras tradiciones depensamiento y con el desarrollo de las disciplinas.

En el plano de las intersecciones entre distintas disciplinas se entiende que lahistoria regional es uno de los ámbitos más propicios para potenciarlas, en particularentre la historia y la antropología, siendo un presupuesto para la observación de otros

Las fronteras en los estudios regionales y etnohitóricos. Propuestas de análisis

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aspectos que están imbricados y que, en conjunto, conforman la trama de lo social.Las dimensiones analíticas de la etnohistoria pueden ser aplicadas de distintas mane-ras al estudio de situaciones del pasado, de momentos históricos, o bien como nosinteresa destacar en este punto, del proceso del desarrollo de una sociedad regional.En este nivel, el abordaje etnohistórico posibilita una imagen más ajustada y comple-ta de la sociedad, siempre y cuando se adopte un estilo que enfatice la naturaleza«perspectiva» de la historia y sus problemas de objetividad. Más importante quebuscar la objetivación es acceder al conocimiento de los distintos niveles de realidady de significado que presenta la escritura y así sopesar los conocimientos que aporta.

Las aproximaciones metodológicas sobre los estudios regionales conducen a pre-guntarse, por ejemplo, ¿cómo pensar la conformación histórica de una región?, ¿cómodefinirla teniendo en cuenta los componentes internos?, ¿qué núcleos la constituyen?,¿cómo se articulan en el tiempo y el espacio? y ¿coincide el espacio geográfico con elespacio social? Existen una gran cantidad de preguntas que pueden formularse. Lasregiones lo son en la medida en que su vida social encuentra y muestra ciertos límites ofronteras en su hegemonía espacial con respecto de otras matrices, tejidos sociales yprácticas culturales distintas o diferentes. Las regiones no dejan de ser invencionestejidas finamente por valores y prácticas culturales que se alteran unas veces de manerabrusca por conflictos militares, conquistas o extinción del grupo social originario.

A manera de conclusión…

Tanto a las fronteras como a todo fenómeno histórico se hace necesario observar-los y debatirlos a través de las posibilidades que brindan las intersecciones entre lasdistintas disciplinas del campo social. En este plano se entiende que la historia regio-nal es uno de los ámbitos más propicios para potenciar esas intersecciones siendo unpresupuesto para la observación de otros aspectos que están imbricados y que confor-man la trama de lo social. En la práctica, la historia regional permite detectar laspeculiaridades de cada proceso, observar las semejanzas y las diferencias, las conti-nuidades y las rupturas. Pero hay que entender que si bien las regiones son buenaspara pensar, esto no implica que se haga un culto del localismo. De igual manera, unainsuficiente contextualización encierra el peligro de proporcionar una visión con‘anteojeras’ o una crónica intrascendente, las que obvian los problemas esenciales adiscutir. Para salvar estas deficiencias se hace imprescindible acudir a la reflexiónteórica así como repensar los fenómenos históricos y las situaciones que atraviesanlas sociedades. Emprender este camino requiere de las contribuciones de otras disci-plinas sociales en especial de la etnohistoria, entendiendo que existen diferencias enlos campos disciplinarios pero que, a su vez, estos se complementan contribuyendode esa manera a potenciar las miradas y perspectivas de análisis.

Las dimensiones analíticas de la etnohistoria pueden ser aplicadas al proceso dedesarrollo de sociedades de frontera. Esta disciplina no deviene de la simple combina-ción de la antropología con la historia, sino de la utilización antropológica de fuentes ydatos del pasado para precisar la dimensión temporal y entender con mayor profundi-dad los procesos de cambio operados en las sociedades objeto de estudio. La posibili-dad de traducir para la historia las sugerencias de la antropología requiere no sólotenerlas presentes sino establecer una permanente interrelación entre ellas y el constructo

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histórico que, a su vez, es el producto de una reflexión sobre los restos y las fuenteshistóricas. La cuestión reside en un ir y venir de estos a la antropología, así como de lahistoriografía a los documentos, para comprender las distintas situaciones que atravie-san los hombres. En síntesis, la riqueza del saber etnohistórico reside en la potenciali-dad de asumir la consideración del tiempo que tiene la historia y del espacio que tienela antropología para así alcanzar una mayor inteligibilidad de los fenómenos sociales.

Notas* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores)

1 El texto de F. J. Turner puede encontrarse en distintas fuentes.

2 La imagen que presenta la imaginación es «un acto sintético que une un saber concreto, queno tiene carácter de imagen, a elementos más propiamente representativos» (Sartre, 1936:19).

3 La noción de Estado para nada tiene una asimilación automática con la de nación, noobstante hoy se emplea la denominación común de Estado-nación para designar práctica-mente cualquier país contemporáneo.

4 Ver, entre otros, Grimson, 2000.

5 Cf. Lombardini, S., O. Raggio, A. Torre, 1986; Grendi, 1993.

6 Dos estudiosos de la historia del derecho, A. M. Hespanha y B. Clavero que han trascen-dido en sus investigaciones el espacio que estudian, la Península Ibérica, han realizadovaliosos aportes sobre el Estado moderno. Critican radicalmente los análisis que fijan laatención en aquellos elementos que parecen anunciar la presencia progresiva del Estado,que ven las monarquías del Antiguo Régimen en los términos de una prehistoria delEstado liberal; por el contrario están interesados en estudiar las monarquías del AntiguoRégimen en sus propias lógicas, caracterizadas en particular por la pluralidad de jurisdic-ciones y por la ausencia de una soberanía estatal, y de una esfera pública distinta deldominio privado. Véase: Hespanha, 1989; Clavero, 1986.

7 Véase entre otros: Parsons, 1966; Stone, 1965; Wallerstein, 1979.

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El Tucumán durante los siglos XVI y XVII.La destrucción de las ‘Tierras Bajas’ en aras de la

conquista de las ‘Tierras Altas’*

Silvia Palomeque2

CONICET, Programa de Historia Regional Andina, Área de Historia del Centro de Investiga-ciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba.

Contacto: [email protected]

Este texto tratará sobre la notoria duración del proceso de conquista e invasiónespañola de la Gobernación del Tucumán, donde la imposibilidad española de lograracuerdos duraderos con los señores étnicos o en su defecto de asestarles una derrotamilitar definitiva, impidió su habitual asentamiento urbano entre las sociedades indí-genas de las andinas tierras altas, obligándolos a la fundación de sus ciudades-fuertesen las tierras bajas, llanas y cálidas, desde donde persistieron en su objetivo originalde controlar las tierras altas.

En esta ocasión revisaremos las conclusiones de un trabajo de síntesis anteriordonde sostuvimos que durante la conquista, los españoles contaron con el apoyo de«indios amigos» en el piedemonte del Aconquija y en la Mesopotamia Santiagueña,mientras se mantenían hostiles los indios de tierras altas de valles Calchaquíes y dePuna. En aquella oportunidad consideramos a las tierras bajas con «indios amigos» osometidos a las huestes españolas, a las sociedades indígenas en cuyos territorios sefundaron las ciudades de Santiago del Estero e Ibatín (1ra. Tucumán), es decir, mantu-vimos un eje espacial tradicional al delimitar el espacio en base a la fundación de lasciudades que persistieron a lo largo del período colonial. En cambio, ahora, despuésde analizar una temprana serie de los diezmos recaudados en cada jurisdicción delTucumán a fines del siglo XVI, plantearemos que dentro de las tierras bajas debemosincluir a un espacio mayor que es el habitado por todo el conjunto de pueblos asenta-dos a lo largo de los ríos Salado y Dulce, considerando los cursos inferiores de los dosríos como una unidad. Desde la perspectiva colonial, este espacio ya no incluye sóloa Santiago y a Ibatín sino también a las cambiantes ciudades de Esteco y Madrid delas que poco nos hemos preocupado hasta ahora.

En un entrecruzamiento de experiencias previas de investigación, de otros colegasy propias, se comienza con un análisis de los espacios económicos de la Gobernacióndel Tucumán y sus transformaciones entre 1590 y 1690 basado en las series de los

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diezmos y su distribución entre las distintas ciudades y sus jurisdicciones y, luego,siempre considerando el tipo de sociedades prehispánicas y su forma de acceso a losrecursos, se integra e interpreta estos resultados consultando los conocimientos prove-nientes de las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas. Este recorrido es el quenos permitirá plantear que durante el largo y particular proceso de la conquista españoladel Tucumán -donde se sigue buscando el asentamiento colonial en las tierras altas y enel piedemonte en los que se desarrollaba la resistencia indígena-, se da un fuerte deterio-ro de los recursos ambientales y de las poblaciones indígenas de las tierras bajas, entanto los mismos van siendo «consumidos» por la empresa conquistadora.

En todo este proceso, muy signado por los objetivos originales, devienen consecuen-cias no previstas como es la hegemonía de una zona como Córdoba que no formaba partedel esquema espacial original, pero que surge y toma gran importancia como punto detránsito de variadas redes mercantiles primero y luego como abastecedor de ganado paralos centros mineros andinos, es decir, un espacio muy adecuado a las lógicas del nuevomundo colonial y de su mercado interno dinamizado por el espacio económico peruano.

Los avances del proyecto de investigación que aquí presentamos los hemos veni-do desarrollando paulatinamente, a través de trabajos parciales, pero se convirtieronen unos de nuestros principales objetivos desde el año 2005 cuando observamos quelas investigaciones previas no nos permitían escribir un texto sobre la situación eco-nómica y social de Santiago del Estero y de la Gobernación del Tucumán en los siglosXVI y XVII, que acompañara y contextualizara la publicación de las Actas del Cabil­do Eclesiástico del Tucumán.... (1592 a 1667) (Palomeque et al., 2005).

Esta investigación, que se inició con la recuperación de investigaciones anterioresy que luego continuamos a través del análisis de los diezmos y de las transformacionessufridas por los recursos de las tierras bajas, nos permitió avanzar en el conocimientodel proceso de destrucción general que sufrieron las sociedades indígenas durante lainvasión y conquista por parte de los españoles, y las distintas intensidades ytemporalidades que presenta cada región del territorio abarcado por el espacioinstitucional que, en términos coloniales, se construyó bajo la designación de la Gober-nación del Tucumán.

Si bien desde hace tiempo sabíamos que desde Santiago del Estero habían partidolas distintas «entradas» que dieron origen a las ciudades del Tucumán, que estasentradas y las desnaturalizaciones provocaron un fuerte proceso de destrucción en lazona de valles calchaquíes, y que el sistema de explotación colonial a través de losservicios personales implicó un alto grado de desestructuración de las sociedadesindígenas, en este trabajo insistiremos en el hecho que, en toda la Gobernación delTucumán, se dio uno de los períodos de invasión y guerra más prolongados, cuyo altocosto no sólo lo sufrieron los vecinos españoles de Santiago sino que incidió negati-vamente en la preservación de las sociedades originarias de todo el conjunto regio-nal, afectando tanto a las sociedades de los valles calchaquíes como a las de las tierrasbajas. Los recursos (ambientales y humanos) de estas tierras bajas posibilitaron elprimer asentamiento español desde donde se desplegaron los esfuerzos militares des-tinados a acabar con la resistencia de las sociedades indígenas de las tierras altas depuna, de valles y quebradas, que eran las más valiosas desde la perspectiva española.Es decir, pondremos el énfasis en que la expansión española fue el origen de unnotorio derrumbe de la población y de los recursos de las tierras bajas, llanas y cálidas,

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y que este proceso no sólo lo sufrieron con gran intensidad las zonas de vallescalchaquíes y Santiago del Estero sino un espacio mucho más amplio que incluía atodas las poblaciones asentadas en las cuencas de los ríos Dulce y Salado, que es lazona que en este trabajo denominamos tierras bajas. Este proceso de larga y costosainvasión y conquista recién concluyó hacia fines del siglo XVII e incidió indirecta-mente en la reestructuración del espacio económico y social del Tucumán, donde amedida que Córdoba se perfilaba como una región en auge constante, se iban debili-tando las economías regionales asentadas en las tierras bajas de los ríos Salado yDulce mientras que, paulatinamente, se iba iniciando un lento crecimiento de lastierras altas que los españoles recién controlarán definitivamente en la década de1660. El estudio comparativo de los montos totales de los diezmos de cada jurisdic-ción a lo largo de un siglo que presentamos a continuación, nos permitirá tener unaclara dimensión de la magnitud de este proceso, cuyos resultados persistirán hastafines del siglo XVIII por lo menos.

En el trasfondo de este análisis están presentes los largos años de lucha militar queimplicó la invasión y conquista de las sociedades indígenas que habitaban en las tierrassobre las cuales luego los españoles conformaron la Gobernación del Tucumán, todasellas integradas al Tawantinsuyu con excepción de las de Córdoba. Esta guerra, cuyassecuelas han sido poco consideradas por la historiografía argentina, se inició hacia1536 cuando Almagro y su hueste acompañaron a Paullo Inca hacia la parte delTawantinsuyu ubicada en Chile, y luego de su paso quedaron sublevadas las poblacio-nes indígenas de las tierras altas de los valles Calchaquíes, habitadas por sociedadesandinas de compleja organización social. Esta resistencia inicial, la posterior resisten-cia de los pueblos de Puna a la hueste de Diego de Rojas, esta falta de sometimiento o deacuerdos, indirectamente derivó en el futuro asentamiento español entre las poblacio-nes indígenas que habitaban las tierras bajas y el inicio de frecuentes expedicionesmilitares que recién culminarían en la década de 1660 con la destrucción y deportaciónde los indígenas de valles Calchaquíes, luego de ciento treinta años de conflicto.

Las investigaciones previas y el análisis de las nuevas fuentes

Sobre la historia económica y social de los siglos XVI y XVII de Santiago del Estero,capital de la Gobernación y sede del Obispado, sólo contábamos con la experiencia quenos había brindado el análisis de su economía regional pero para un período posterior,el de los siglos XVIII y XIX, aunque lo insólito de sus primeros resultados nos habíanllevado a incluir un análisis de los recursos ambientales y las formas de acceso y manejode los mismos por parte de las sociedades indígenas y campesinas en la larga duraciónque va desde el período prehispánico hasta principios del siglo XX. En esa ocasión nosbasamos en el resultado de investigaciones arqueológicas de la década de 1970 de AnaMaría Lorandi (Ottonello y Lorandi, 1987), en cronistas, religiosos y funcionarios comoAbreu, Alfaro, Barzana, Bibar, Cieza, Fernández y Sotelo, relatos de viajeros y funciona-rios del siglo XVIII y XIX y estudios geográficos de los siglos XIX y XX como los deFazio, Gancedo y Denis. Durante esa investigación habíamos logrado conocer quehasta hace casi un siglo, antes de la tala masiva de los bosques, la «mesopotamiasantiagueña» consistía en una extensa planicie inclinada inundable, cubierta por undenso monte de algarrobos y chañares que estaba bañada por dos importantes ríos. Suelevada temperatura en los veranos, donde imprevistamente se alternaban períodos de

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sequía o de humedad, originaba dos tipos de ciclos y de acceso a distintos recursos encada uno de ellos. Si bien había cultivos de temporal (regados sólo por la lluvia), másimportantes que ellos eran los que se realizaban en los pantanos ubicados principalmen-te alrededor del río Dulce, aunque también se los encontraba en el paralelo río Salado(Palomeque, 1991; 1992).3 Recuperando estos avances en esta ocasión seguiremos ana-lizando los procesos de transformación y deterioro de las formas de acceso a los recursosen las tierras bajas ubicadas alrededor de las cuencas de los ríos Dulce y Salado, y paraello consultaremos primero los textos de las Actas que con su escueto lenguaje vandando cuenta de la angustia e impotencia de los religiosos/colonos frente a un ambienteinmanejable e imprevisible de inundaciones, derrumbe de casas, sequías, incendios,langostas, etc. Para completar esta información también contamos con documentos delArchivo Nacional de Sucre (BANB) como las cartas a la Audiencia del Gobernador delTucumán en la década de 1630 y los Informes de Santiago del Estero y Esteco del año1608 cuya importancia ya ha sido señalada por Gastón Doucet.4

Sobre la historia económica y social de la Gobernación del Tucumán en los siglos XVIy XVII las investigaciones no son frecuentes en tanto la «historia colonial argentina»habitual trata sobre la conquista española de todo el territorio hasta el año 1600 y luegosalta hacia los procesos previos a la independencia, en el tardío siglo XVIII, centrándoseallí en el auge de la región litoral y portuaria y su vinculación al mercado mundial. Laspocas investigaciones previas con las que podíamos contar, que son aquellas que recupe-ran a la Gobernación del Tucumán como unidad de análisis, eran escasas y todas ellashabían tendido a centrarse primero en el triste destino de la población indígena coloniza-da y aún no habían avanzado sobre la historia económica regional. Entre ellas correspon-de mencionar un trabajo temprano de Assadourian (1972) sobre el proceso de conquistade la región, a Gastón Doucet (1978; 1980a; 1980b) y a Ana María Lorandi (Lorandi,1988; 1997a; 1997b), habiendo sido todos ellos muy consultados cuando realizamos unaprimera síntesis interpretativa sobre la historia de las sociedades indígenas coloniales enel Tucumán, en la que también integramos nuevos estudios de casos realizados por inte-grantes del equipo de Lorandi y los de otros grupos como fueron Farberman, Noli, CastroOlañeta, Piana, Sica, Sanchez, López, Mata, entre otros (Palomeque, 2000).

Sobre la historia económica y social regional tucumana para los siglos XVI y XVIIsólo contábamos con una investigación sobre Córdoba, realizada décadas atrás por C.Garzón Maceda y Assadourian luego de una larga, sistemática y dificultosa consulta delos protocolos notariales (Garzón Maceda, 1968; Assadourian, 1982 [1968]) a través dela cual se relevaron las especializaciones productivas de esta región y sus actores aligual que los importantes y distantes circuitos mercantiles en los que participaba estaeconomía regional. Este excelente trabajo, quizá por el tiempo y los recursos que re-quiere su realización, aún no ha sido continuado por los colegas de las otras jurisdiccio-nes de la antigua Gobernación del Tucumán, sobre las cuales no contamos con este tipode investigaciones de historia económica y social regional para los siglos XVI y XVII.

Esta falta de conocimientos se nos volvió muy notoria durante la lectura del primertomo de las Actas... cuya transcripción estábamos publicando en ese momento (Palomequeet al., 2005). Las Actas..., que constituyen el primer documento édito referido al conjun-to de la Gobernación del Tucumán para este período temprano, si bien centran la infor-mación sobre Santiago del Estero, sede del Obispado hasta 1699, también nos informansobre la situación económica del resto de las ciudades tucumanas. Estas Actas ... fueron

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las primeras fuentes que nos brindaron los primeros indicios sobre el problema sobre elcual teníamos que centrar la investigación. Su lectura nos dejó una primera sensación deque estábamos ante un amplio espacio económico y político que enfrentaba una lentadecadencia, sensación de la cual había que cuidarse porque la misma estaba muy teñidapor las frecuentes menciones al incierto destino de la iglesia catedral y de toda la ciudadde Santiago, siempre acosadas por las crecientes del río Dulce y cada vez más carentesde recursos e indios para enfrentar el problema. También sus textos trasmitían la imagende que a medida que se profundizaba la decadencia de Santiago, más importancia ibatomando la región de Córdoba, zona hacia donde se iba trasladando el centro económi-co que orientaba el conjunto de la dinámica regional mercantil.

Frente a todo esto optamos por iniciar la investigación sobre los distintos espacioseconómicos de la Gobernación del Tucumán recuperando los mencionados aportes ante-riores pero también incorporando nueva información, que es la que nos ha brindado unanueva perspectiva sobre la zona. La nueva información, que ya analizamos en un primeranálisis publicado en 2005, consistía en pasajes de las Actas..., en los ingresos recaudadosen cada jurisdicción regional en concepto de pagos de diezmos durante la última décadadel siglo XVI (1591-1601) de la Colección García Viñas5 (CGV), el porcentaje de ladistribución regional de 1691/2 (Garavaglia, 1987) y datos sobre recaudaciones de diez-mos para algunos años puntuales que se mencionan tanto en las Actas como en Arcondo(1992). Un año después, al publicarse el segundo tomo de las Actas... (1681­1699), (CastroOlañeta et al, 2006), ya pudimos contar con los avances realizados por Sonia Tell e IsabelCastro quienes localizaron nuevos datos sobre el monto total de los diezmos recaudadospara el Tucumán en las dos primeras décadas del siglo XVII (1604-1617), para Salta (1680a 1704) y para el Tucumán en 1691/2 (Tell y Castro, 20066).

En tanto el diezmo consistía en el pago de la décima parte del valor de los frutosdel trabajo agrícola y ganadero, aunque aún desconozcamos con precisión sobre quétipo de unidades de producción y productos afectaba, entendimos que dichas cifrasnos brindarían un primer indicador general sobre la situación económica de cadajurisdicción y su análisis nos permitiría contar con una base sólida para una posteriorintegración con otras referencias.

Cabe señalar que desde un primer momento, al analizar los diezmos de 1591 a 1601, eltrabajo se alejó notablemente de nuestras previsiones espaciales, sobre todo al observarque los diezmos recaudados a fines del siglo XVI provenían de un conjunto de ciudadestucumanas que no correspondían a las que conocíamos desde los trabajos sobre el sigloXVIII (Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Córdoba), entanto varias de ellas aún no se habían fundado, otras se estaban fundando e inclusoexistían otras que luego desaparecieron y a las que nunca habíamos prestado atención.

Es decir que, a fines del siglo XVI y primera década del siglo XVII, aún estábamosdentro del proceso de conformación del espacio colonial español, lo que implicaba lanecesidad de cruzar los datos de los diezmos con el proceso preciso de fundación yrefundación de ciudades. Para ello hubo que recuperar los trabajos previos de síntesissobre la invasión y conquista española para observar cómo dicho avance se iba consoli-dando a través de la fundación de distintas ciudades coloniales que al principio eranciudades-fuertes con huestes armadas transitando por los caminos que las comunicaban,pero que luego fueron ampliando su control sobre el espacio rural de su «jurisdicción».Para estos temas hemos recuperado síntesis relativamente recientes (Lorandi, 2000;

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Palomeque, 2000), hemos vuelto a consultar la obra de Levillier (1926/32) sobre la con-quista del Tucumán cuyos datos sólo llegan hasta el año 1600 al igual que sus transcrip-ciones documentales (Levillier, 1918/22; 1919; 1921/26; 1926/32), la del Padre Lizárraga(1916 [1609]) y hemos incluido la consulta al primer tomo de la obra de Bruno (1966) entanto registra con cuidado la historia de la estructura territorial eclesiástica y sus parro-quias, que se fueron transformando en el proceso de conquista y colonización ya que elcontrol político y militar español fue paralelo e imbricado con el de la evangelización.

De los testimonios contemporáneos a los hechos que hace años venimos revisan-do, corresponde recuperar uno que ha influido e influye mucho en nuestros trabajos.Para los mismos años que nuestra serie de diezmos de fines del siglo XVI ya contába-mos con una inteligente y humanitaria observación del Padre Barzana sobre la deca-dencia de Santiago y Esteco y sus causas. El Padre Barzana, luego de haber vivido yrecorrido durante una década estas tierras, en 1594 decía que las casas y los camposestaban llenos de salitre, que las casas había que repararlas constantemente para queno se cayeran, que los campos se habían vuelto estériles, y que en estas tierras «... quecuando se poblaron eran un vergel... la tierra fructífera se ha convertido en tierrasalobre ...» , y que todo ello debido a «... la malicia de los que en ella moran»7 y «...la grande opresión con que son fatigados los indios...» (Barzana, 1987[1594]:255).

La invasión, la fundación de ciudades y la paulatina conformación deun espacio colonial8

A continuación presentaremos un resumen, que intentará ser lo más escueto posi-ble, sobre el proceso de invasión española a la gobernación del Tucumán para elperíodo previo a 1590, momento en que comienzan las series de diezmos que analiza-remos más adelante.

Los españoles que invadieron las sociedades indígenas ubicadas en el espacio quepaulatinamente se fue institucionalizando como parte de la Gobernación del Tucumán,vinieron a estas tierras desde Charcas y Chile, trayendo con ellos su experiencia en lainvasión y conquista de las complejas sociedades andinas de las ricas zonas centralesdel imperio inca. Luego de 1536, año en el que se dio el tránsito de Almagro y PaulloInca por las altas tierras andinas enfrentando ya una fuerte resistencia en el valle deJujuy y en los valles Calchaquíes, los españoles reanudaron la invasión al Tucumánen 1543 con la hueste que habitualmente se designa como «la expedición de Diego deRojas». Esta hueste exploró toda la zona durante tres años, pero sin lograr asentarse enningún lugar debido a la resistencia indígena general, que tomó más fuerza en todaslas tierras altas de Puna y Valles Calchaquíes y Valle de Jujuy.

Recién en la década del 1550 se reinició la invasión al Tucumán, cuando en laszonas centrales del virreinato del Perú las huestes reales habían derrotado la «suble-vación de los encomenderos» que desconocían el derecho de la corona a controlar suaccionar y a imponer las leyes protectoras de los indígenas por las que tanto habíanbregado los religiosos lascasianos. En el período que va de 1549 a 1556, bajo lasupervisión de este nuevo tipo de autoridades coloniales pero también en medio deconflictos entre las huestes provenientes de Charcas y de Chile, se dieron variosintentos de fundaciones que finalmente lograron concretarse con la fundación de

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Santiago del Estero (1553), a la orilla del río Dulce, en años que podemos caracterizarpor la presencia de «indios amigos» o ya sometidos en el piedemonte del Aconquijay en la Mesopotamia Santiagueña mientras se mantenían hostiles los indios de tierrasaltas de valles Calchaquíes y de Puna, zonas donde se asentaban las sociedades andinasde organización social más compleja.

Luego, desde 1556 hasta 1562, bajo el gobierno de Pérez de Zurita, por primeravez se vivió un período de paz general que alcanzó incluso a los pueblos de las tierrasaltas, lo que permitió la fundación de tres ciudades en los valles Calchaquíes (Lon-dres, Cañete y Córdoba de Calchaquí) y una en el valle de Jujuy (Nieva), luego de queel cacique Coyoacona de Casabindo acordara la paz con españoles provenientes deCharcas, dentro de una compleja alianza auspiciada por los señores de los chichas.Estas ciudades garantizaban el paso por los caminos del Inca que comunicaban aCharcas con Chile y con el Tucumán. Esta paz fue el fruto de una actitud negociadoraespañola que respondía a una política general del virreinato cuyo gobernante era elmarqués de Cañete, personaje reconocido por su política protectora hacia los indios.

Pero los españoles no mantuvieron una política de alianza permanente frente a losgrupos indígenas; los enfrentamientos entre las distintas huestes hicieron que dichaspolíticas dependieran de las características personales de cada jefe, las que a vecescoincidían con las también cambiantes políticas de las autoridades superiores delvirreinato peruano que se iban volviendo cada vez más desconocedoras de los dere-chos de los señores étnicos y de las sociedades andinas a medida que avanzada ladécada de 1560. En el Tucumán la paz se rompió estrepitosamente en 1562 cuandodesde Chile llegó una nueva autoridad que destituyó a Pérez de Zurita y desconociólos pactos acordados con los señores étnicos. La consecuencia fue el desencadena-miento de la gran rebelión de «toda la tierra» (tierras altas y bajas), que tambiénpuede haber sido parte de los movimientos generales de resistencia que las sociedadesandinas iniciaban en esos años. Esta gran rebelión redujo el asentamiento español asólo el territorio de la ciudad de Santiago, lugar donde los españoles que se salvaronquedaron cercados durante largo tiempo bajo el mando del gobernador Francisco deAguirre mientras desde la Audiencia de Charcas, creyéndolo muerto, enviaron refuer-zos militares bajo el mando de Martín de Almendras en una expedición donde parti-ciparon los encomenderos de Puna y Valles que eran vecinos de Charcas. Durante estaimportante sublevación, los ejércitos indígenas destruyeron las tres ciudades de losvalles Calchaquíes y Nieva del valle de Jujuy, cortando así el camino a Chile y aCharcas, se enfrentaron y derrotaron a Almendras quien murió a manos de los indiosomaguacas, mientras el resto de su hueste se dirigió hacia el cercado Santiago.

La sublevación, que finalmente se controló contando con el apoyo de estos refuer-zos militares llegados desde Charcas, tuvo graves consecuencias para los españolespues de ahí en más quedaron ocupando sólo las tierras bajas y con la ruta a Chileinterrumpida y la de Charcas transitable sólo en grupos con protección armada. DesdeSantiago, apenas roto el cerco, se efectuó un primer esfuerzo expansivo con la funda-ción de la primera ciudad de Tucumán (Ibatín, 1565, varios km. al sur de su emplaza-miento actual) en la falda del Aconquija, en el curso superior del río Dulce. Pocos añosdespués, con el objeto de pacificar el camino a Charcas, reconocen formalmente a unpoblado denominado Cáceres, asentamiento creado a la orilla del río Salado por ungrupo de soldados españoles sublevados que desde 1567 será legalizado con el nombre

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de Talavera de Esteco9. Es decir, que los españoles rompieron el cerco y lograron conso-lidar nuevas fundaciones ubicadas en los cursos de los ríos Dulce y Salado, todas ellasubicadas en las tierras bajas. De ahora en más, los españoles deberán circular haciaChile a través de los caminos del sur, por las tierras de los huarpes de Cuyo.

En la década del setenta el virrey Toledo cuya mayor preocupación era proteger elcentro minero potosino y la zona colonizada que estaba amenazada por los agresivospueblos de las tierras bajas orientales denominados «chiriguanos» que se habían expan-dido hacia el oeste acercándose al centro minero, ordenó la fundación de ciudades enlos actuales emplazamientos de Salta y/o Jujuy para garantizar el paso del camino haciaCharcas y apaciguar los indios sublevados, en tanto temía que sublevaran a los puebloschichas y/o se aliaran con los chiriguanos. Pero el virrey parece que tuvo que enfrentarserias dificultades para ser obedecido por las huestes tucumanas. El proyecto de Toledosólo en parte coincidía con otros que se venían generando desde años atrás desdedistintos sectores coloniales. También estaba vigente la propuesta del influyente OidorMatienzo de la Audiencia de Charcas sobre comunicar directamente a Charcas (queincluía la zona minera potosina) con España a través de una cadena de ciudades en elTucumán que permitiera el acceso al puerto del océano Atlántico (Buenos Aires), pro-yecto que en parte coincidía con el de los conquistadores asentados en Chile queconsideraban necesaria una fundación en la zona de Córdoba que les facilitara la comu-nicación con Charcas y con España a través del Atlántico.

Posiblemente respondiendo a estos dos últimos proyectos más que al del virreyToledo, el gobernador del Tucumán Gerónimo Luis de Cabrera hizo caso omiso de laorden de fundar Salta y desde Santiago realizó la fundación de Córdoba (1573), en elpiedemonte de las últimas sierras antes de entrar a la llanura, bastante más al sur de laszonas bañadas por los ríos Dulce y Salado, y en tierras habitadas por densas socieda-des indígenas pero que no habían estado integradas al Tawantinsuyu. A nuestro en-tender esta fundación respondió a lógicas diversas a las anteriores, en tanto en ellaprimaron los intereses mercantiles que requerían de una ciudad que facilitara la comu-nicación con el océano Atlántico, más que el objetivo de ocupar las difíciles tierrasaltas con sus poblaciones indígenas sublevadas.

El virrey Toledo, en 1575, insistiendo en su política fundacional, le ordena a Pedrode Zárate que dentro de la jurisdicción de Tarija funde nuevamente una ciudad en Jujuy,Salta o en los valles Calchaquíes con el apoyo de los encomenderos de esas zonas (queeran los ya mencionados vecinos de Charcas), lo cual se concretó con la fundación de lasegunda ciudad de Jujuy, ahora denominada Alava (1575), en medio de una fuerteofensiva indígena que culminó por destruirla, ante la ausencia de apoyo de las huestesespañolas del Tucumán, mientras que igual suerte fueron corriendo otros asentamientosque Zárate intentó fundar en el valle Calchaquí hasta el año 1577.

Recién en 1582, y con huestes del Tucumán, se concretaron las antiguas órdenes deToledo cuando el Gobernador del Tucumán Hernando de Lerma fundó la ciudad de Salta(1582), aunque su presencia no logró obtener el perseguido objetivo de la paz en la ruta aCharcas en tanto hasta la misma ciudad durante largos años sufrió serias inestabilidadesdebido al asedio indígena. Es decir que desde 1563 hasta mediados de la década de 1580las tierras altas siguieron sublevadas y el camino a Charcas siguió siendo riesgoso.

Años después los españoles del Tucumán logran desplegar una política militar ofen-siva con la que ocuparán la Puna y cercarán la zona que quedó sublevada en valles

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Calchaquíes, permitiendo así el tránsito tranquilo hacia Charcas. Este proceso se desa-rrolló durante el gobierno de Ramírez de Velasco cuando se reinició otra ofensivamilitar hacia los valles Calchaquíes de dudoso resultado pero que les permitió la conso-lidación de Salta y la fundación de La Rioja (1593). También invadieron y derrotaron alas sociedades indígenas de la Puna sin fundar ningún poblado allí (1588-9), dondehabitaban pueblos que pocos años atrás habían acordado su pacificación con la Au-diencia de Charcas. Posteriormente, con el apoyo de un grupo de vecinos de Salta,realizaron la tercera fundación de Jujuy (1593) que ya será la definitiva. Es decir que eneste período, los españoles asentados en sus ciudades de las tierras bajas lograronexpandirse y controlar la parte norte de las tierras altas al someter la población de laPuna mientras se mantenía sublevada la de los valles Calchaquíes, zona que será rodea-da por un cerco de ciudades, tal como lo planteó Lorandi. Estas ciudades (Salta, LaRioja y Jujuy) estarán asentadas en los piedemontes, en los valles o quebradas quepermiten y controlan el tránsito entre las tierras altas occidentales y las tierras bajasorientales, es decir, impidiendo el paso de los pueblos sublevados hacia el camino queiba de Charcas al Tucumán. Para consolidar dicho camino y poder transitar por la zonade piedemonte, en ese período se funda Madrid de las Juntas (1592) con apoyo de losvecinos de Esteco, ciudad que al igual que Esteco estaba asentada sobre el río Salado,pero más hacia sus naciente, es decir, más cerca del piedemonte. Es decir que luegovarias décadas de conflicto, hacia finales del siglo XVI, justamente en la misma décadapara la cual contamos con la series de diezmos que analizaremos en el próximo punto,allí culminó el «período inicial de la conquista» y quedaron fundadas las principalesciudades, todas ellas situadas en las tierras bajas o en el piedemonte.

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Durante el período de la conquista los enfrentamientos no sólo se dieron en lastierras altas. Si bien los indios de las tierras bajas tuvieron una actitud más conciliado-ra con los españoles y colaboraron con ellos sobre todo al continuar sus antiguosenfrentamientos con los indios de las tierras altas de valles Calchaquíes, debe recordarseque durante los primeros años de la conquista ellos también se enfrentaron con Diego deRojas y tuvieron sitiado mucho tiempo a Aguirre y a todos los españoles en Santiago.Después de esta sublevación, desde 1566, las tierras bajas quedaron definitivamentecontroladas por los españoles que sin duda fueron ayudados en todo momento por unarmamento militar que era sumamente efectivo en este tipo de territorio de llanura.

No sólo el armamento español colaboró en la conquista. Otra de las causas quepermitió el triunfo de esas huestes españolas que a veces se enfrentaban entre sí pero quese socorrían en caso de necesidad, fue su experiencia previa de conquistadores en lastierras andinas del norte y su relación con los incas que facilitó este tipo de invasióncuya etapa inicial estaba orientada a utilizar los conflictos entre los grupos y la conse-cuente generación de alianzas transitorias y oportunistas con algunos de ellos. En losdocumentos no son frecuentes las referencias a la alianza entre españoles e indios, másbien se tiende a ocultarla para no oscurecer la «heroica gesta» española. Sólo a través depalabras sueltas se puede ver que junto a la hueste y sus sometidos «indios de servicio»,«indios de carga» y «yanaconas peruanos», también estaban numerosos «indios ami-gos» que participaban a la par -y quizás más intensamente- que los españoles, conti-nuando con sus luchas contra otro grupo indígena que era su tradicional enemigo.

Las alianzas entre españoles y grupos indígenas, y las manipulaciones por parte delos primeros, fueron posibles por la existencia previa de múltiples cacicazgos que sólocontrolaban cortos grupos de población que mantenían constantes enfrentamientos consus vecinos por los recursos y, donde la mayoría de ellos venía de una reciente interven-ción incaica que había provocado el conjunto de conflictos sobre los cuales se super-pondrían las políticas de alianzas de los españoles. La alianza o relaciones que con elincario mantuvieron los pueblos indígenas de las tierras bajas y su lucha contra lospueblos insumisos de las tierras altas, generó una tradición de redes y alianzas quefacilitaron la relación de estos pueblos con los españoles posibilitando la expansióndesde sus tierras, tal como antes lo hicieron los incas. También la relación con el estadoincaico y sus formas políticas centralizadas incidieron en la capacidad de los pueblos dePuna y Valles y Quebradas para generar las rápidas y efectivas alianzas antiespañolas.En resumen, en este período se dio el contacto y alianza de los distintos líderes de lashuestes españolas con diversos grupos indígenas y también la invasión de ambos sobreotros grupos, con la característica de que no siempre fueron los mismos actores losimplicados. No sólo la violencia, el poder militar o el afán de lucro de los españolesincidieron en todo este proceso; lamentable e inevitablemente también lo hizo la difi-cultad del combativo mundo indígena para entender el real significado de la invasiónespañola. Desde las distintas sociedades indígenas -organizadas en base al respeto delas relaciones personales y de parentesco- era muy difícil entender cabalmente los obje-tivos económicos y políticos coloniales de larga duración que persiguieron y finalmen-te lograron imponer los españoles a pesar de todas sus luchas internas.

Las discrepancias, luchas sangrientas, enfrentamientos y ajusticiamientos que sedieron entre las distintas huestes españolas no impedían que todos en conjunto persi-guieran el mismo objetivo: el sometimiento de la población indígena cuya explotación

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les permitiría recuperar las inversiones realizadas en su conquista. Según Assadourian,el carácter privado de la expansión implicaba la obligación de premiar a los responsa-bles con un régimen de recompensas que fue estatuido en función de la necesidad deincentivar el interés por la riesgosa aventura, aunque públicamente apareciera comoreconocimiento gracioso de servicios. Las recompensas en mercedes de tierras y enencomiendas de indios fueron provistas por el propio medio conquistado.

En la década del noventa, en etapa final de la conquista del Tucumán, se profun-dizaron los abusos y malos tratos a la población indígena mientras se reforzaba elpoder de los encomenderos-conquistadores. Esta situación se tradujo en el incremen-to de la mortalidad indígena afectada por las pestes y epidemias resultantes del exce-so de trabajo, la falta de comida y los malos tratos entrecruzados con un período desequía. En los primeros años del siglo XVII las autoridades del Tucumán reconocíanque la población indígena restante era sólo una décima parte de la original.

Una mirada a través del estudio de los diezmos

Como ya lo adelantáramos al principio, en este punto pasaremos a analizar ycomparar la serie de los diezmos pagados desde cada una de las jurisdicciones de laGobernación del Tucumán o en el conjunto de dicho espacio, tratando de acercarnospor esta vía a la historia económica y social del Tucumán durante el siglo XVI y XVII.

Si recuperamos todos los montos totales recaudados en concepto de diezmos paratodo el Tucumán, y calculamos los promedios anuales de cada período, obtenemos elsiguiente gráfico:

De acuerdo con esta información, que realmente cubre tres décadas y nada nosinforma sobre 75 años intermedios, tendríamos un primer período de 1590-97 cuyosdiezmos son los más bajos conocidos, que se van incrementando constantementehasta 1612, reduciéndose un poco hasta 1616 donde quedan entre 10 y 11 mil pesosanuales. Luego entramos al largo período sin información hasta que llegamos a 1691donde la recaudación no presenta mayores cambios en relación a principios del siglo.Si analizamos estas cifras con más detalle tenemos que del período inicial donde losdiezmos alcanzaban a un promedio anual de 6851$ pasamos a un próximo período de

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1597-1601 donde suben a 9295$ (+36%) y luego, en 1604-12, donde siguen subien-do para llegar a 12.596$ (+84% en relación al período inicial de 1590-97 pero tam-bién otro 36% en relación al período anterior). Esta alza se interrumpe en el año 1612donde los diezmos vuelven a bajar, lentamente, sin retrotraerse al nivel del períodoanterior, con 10.701$ anuales. Sobre todos los años que van desde 1617 a 1691, esdecir sobre 74 años, no contamos aún con ninguna información sobre los diezmos, ysu ausencia presenta un serio problema en tanto justo en ese período se dan cambiossignificativos, como las dos ofensivas española contra los valles calchaquíes en lasdécadas de 1630 y 1660 (Lorandi, 2000) y una posible retracción de los precios en elconjunto regional a partir de 1660, tal como se dio en Córdoba en los precios de losmulares destinados a la exportación hacia los centros mineros andinos y en consonan-cia con la retracción de la producción minera (Assadourian, 1982[1968]). En 1691,cuando volvemos a contar con un monto total anual que alcanza a 12717$, semejanteal de la mejor década de principios de siglo, enfrentamos la duda sobre si un solo añonos puede marcar la tendencia general de ese momento, en tanto Arcondo (1992:45ss)sostiene que antes del traslado del obispado a Córdoba (1699) la renta anual alcanza-ba un promedio de 11.000$, que son los mismos recaudados en el período que va entre1612 y 1617 cuando se interrumpe nuestra serie anterior.

Para el período de 1591 a 1601 también contamos con la serie de diezmos delObispado del Tucumán que nos brinda una información que incluye su desagregaciónpor jurisdicciones, documento central para este trabajo. Estos datos son los que cons-tan en el siguiente cuadro, en el cual hemos ido ordenando las ciudades de acuerdo ala fecha de su fundación definitiva y anotando el año respectivo.

Años Santiago

(1553)

Tucumán

(1565)

Esteco

(1567)

Córdoba

(1573)

Salta

(1582)

L.Rioja

(1591)

V.Madrid

L.Juntas

(1592)

Jujuy

(1593)10

Total

1590/1 6495

91/2 2300 1330 1125 1000 1200 6955

92/3 2700 1150 1550 1100 1300 300 8100

93/4 2200 900 1300 800 1300 300 200 7000

94/5 2200 750 900 820 900 290 250 6110

95/6 2000 1013 1030 880 900 220 410 300 6753

96/7 1700 1100 1150 950 1060 470 300 6730

97/8 2109 1000 1250 950 1200 620 400 7529

98/9 2008 1400 1500 1400 1220 454 860 400 9242

99/00 1910 1500 1230 1500 1500 454 1350 350 9794

1600/1 2036 1320 1200 1700 1750 510 1650 450 10616

Antes de comenzar su análisis, lo primero que tenemos que hacer es agrupar losdatos de Salta y Jujuy en tanto, por investigaciones anteriores, sabemos que los prime-ros pobladores del Jujuy de 1593 son algunos vecinos de Salta y que Jujuy se fundósobre tierras que ya estaban repartidas entre ellos (Palomeque, 2006:18, basándose enVergara, 1961[1934]:114-130). También cabe señalar que los diezmos que cobraba el

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Diezmos recavados en el Obispado del Tucumán, 1590/1d 1600/01. Valores en pesos.

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obispado del Tucumán provenientes de Jujuy no coincidían con el actual territorio deesta provincia, en tanto su sector norte estaba diezmando al obispado de Charcas y larecuperación de los mismos por parte del Tucumán será parte de un largo conflicto queentendemos como la continuación o la secuela del tipo de invasión española que sufrie-ron las sociedades indígenas de esas zonas. Como antes mencionamos escuetamente,antes de la tercera y definitiva fundación de Jujuy en 1593, las huestes españolas delTucumán invadieron la Puna en zonas donde los indígenas ya estaban en paz, conreligiosos en sus pueblos y tributando a sus encomenderos que eran vecinos de laAudiencia de Charcas y, en consecuencia, hacia esa circunscripción eclesiástica siguie-ron fluyendo sus diezmos por lo menos hasta la década de 1660 (Palomeque, 200611).

A continuación presentamos la gráfica que surge de los datos anteriores y de lamencionada agrupación de Salta y Jujuy:

De la información expuesta se desprende que en los primeros años, lógicamente, hayuna relación directa entre el monto de los diezmos y el tiempo de consolidación de lapresencia española en cada jurisdicción. Esto se comprueba al observar su monto duran-te el primer año (1591/2) donde la recaudación más alta corresponde a Santiago (1553)y luego a Tucumán/Ibatín (1565), Esteco (1567) y Córdoba (1573), aunque esta tenden-cia no siempre es válida ya que en Salta -de fundación y estabilización más tardía (1582y más aún)- se recaudan diezmos casi tan altos como los de Tucumán/Ibatín.

En segundo lugar, el monto total de los diezmos es inestable y con cierta tenden-cia a la baja hasta 1594/5, fecha a partir de la cual se estabiliza para comenzar unconstante incremento a partir de 1597/8, donde todo indica que se habrían soluciona-do los problemas anteriores. Este repunte es tal que la recaudación total del año 1600/1 es un 52,3% más alta que la del año inicial de 1591/2.

La inestabilidad y decadencia de los diezmos durante el primer quinquenio bienpuede ser considerada como una consecuencia del largo período de campañas milita-res previas (casi medio siglo), de las cuales las últimas son las de Ramírez de Velascohacia Valles Calchaquíes y Puna en los años 1587 y 1588, que continúan luegocuando finalmente logran fundar las ciudades de La Rioja (1591) y Jujuy (1593)cerrando el cerco sobre las poblaciones insumisas de Valles Calchaquíes. También esposible que estén reflejando la gran mortalidad indígena ocurrida a lo largo de estemedio siglo o aún antes (Lorandi, 1988; Pucci, 199812) pero más aún la gran peste

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general del año 1590, ocasionada por una epidemia de viruelas que afecta tanto aCharcas como al Tucumán (CGV, 2935). Sobre estas pestes generales se explaya elTeniente de Gobernador de Esteco en su informe de 1608, cuando entiende que laspestes, entre otras, son una de las causas de la decadencia de su ciudad. Él dice que

«...Esta ciudad después de su fundación ha ido en disminucion a causa de que a habidodos pestilencias generales, que se han muerto mucha suma de indios. Y eran las pestes:la una llaman los naturales Lipe­Lipe que en dándoles se caian.... muertos y la otraviruela y sarampión de que murieron muchos indios... españoles y mestizos...» (BANB,CACh 630, f.13).

A su vez, la bonanza que se observa a partir de 1597/8 debería ser entendida comoresultado de la consolidación de las ciudades durante el período de paz que se inicialuego de haber rodeado, cercado, la zona sublevada en Valles Calchaquíes con estacadena de ciudades, lo cual habría permitido que todo el Tucumán gozara de unaestabilidad y bonanza creciente.

En paralelo, también observamos que dicha bonanza afectaba de manera desigual a lasdistintas jurisdicciones, en varias de las cuales ya se nota el inicio de problemas en susdiezmos. En lo que hace a Santiago del Estero en particular, la última década del siglo XVIaparece como una época de relativa bonanza en tanto es la jurisdicción que más diezmospercibe, lo cual se condice con los datos de 1608 sobre el incremento constante del valor delos oficios vendibles, la estabilización del derrumbe de su población indígena y el desarro-llo de sus producciones de trigo, maíz, cebada, garbanzos, vides, etc. en las chacras deespañoles cercanas a la ciudad que también cuentan con ganados vacunos y ovinos13 (Pérezet al., 1997). A contrapelo de estos indicios de bonanza, van apareciendo signos preocupantesen tanto sus diezmos no tienden a crecer como el resto sino que ya comienzan lentamente adecaer, como si ello de alguna forma se relacionara con las referencias a los problemas delsalitre que brota y de las inundaciones que derrumban las casas y la catedral.

En el siguiente gráfico podemos observar la participación que a cada jurisdicción lecorresponde en la masa total del diezmo durante todo el período 1591-1601. Para estegráfico, en aras de la simplificación gráfica, además de la unificación de Salta y Jujuy,hemos optado por unificar dos jurisdicciones más: una ciudad antigua, Talavera de Esteco(1567) y otra nueva, Madrid de las Juntas (1592), también debido a varios criterios que nosindican que es posible que así corresponda hacerlo. El primero es que ambas se localiza-ban en las tierras cálidas por donde corre el río Salado (Madrid más cercana a las nacientesque Talavera), el segundo porque desde Esteco partió la mayor parte de los vecinos quepoblaron Madrid (ABNB, CACh 630)14, y el tercero porque en el año de 1609 se traslada-ron los vecinos de Esteco hacia Madrid conformando una sola población llamada NuestraSeñora de Talavera de Madrid o Esteco (Bruno, 1966:490). Sin duda el traslado se debióa la decadencia de Talavera de Esteco producida, según el Informe de 1608 que antesmencionamos, por la mortalidad de sus indios, el paulatino abandono de la ciudad porparte de 12 de sus vecinos y el cambio de la ruta hacia Charcas que antes era Santiago delEstero-Esteco-Salta, en la década de 1590 se modificó para ser Santiago-Madrid-Salta.

Antes de pasar al gráfico, entendemos que corresponde recordar algunos elemen-tos sobre las zonas donde se asientan estas ciudades y sus funciones.

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A lo largo de los valles o planicies por donde corren los dos grandes ríos, el Saladoy el Dulce, tenemos en primer lugar a Santiago del Estero que es el primer asentamientoespañol sobre el río Dulce, en la parte en que éste se acerca al Salado. La poblacióncolonial de Santiago fue la que se expandió primero hacia la cuenca superior del ríoDulce con la fundación de Ibatín/Tucumán casi al mismo tiempo que se expandíanhacia Esteco, en el río Salado norte. Años después, desde Esteco, nuevamente los espa-ñoles se expandieron hacia el curso superior del Salado con la fundación de Madrid.Tanto la población colonial de Santiago como la de Esteco -ambas localizadas en zonascálidas que actualmente se denominan llanura chaqueña- se expandieron hacia zonasubicadas en los cursos superiores de sus respectivos ríos, situando las nuevas ciudadesaún en zonas cálidas pero ya en la zona de transición entre las sierras y la llanurachaqueña, como si quisieran acceder a la zona serrana pero sin lograrlo. Es decir, quetanto Santiago como Tucumán/Ibatín, Esteco y Madrid están localizados en zonascálidas, bañadas por los ríos más importantes de la región. Cabe remarcar también quedurante largos años la mayor parte de los recursos necesarios para la expansión haciaotras zonas provendrá de estas zonas bañadas por los ríos Dulce y Salado.

Otras tres ciudades están ubicadas en los valles más cercanos al piedemonte de lascadenas montañosas o en las quebradas cercanas a los indios sublevados: Salta, Jujuyy La Rioja, cuyo asentamiento y consolidación fue más tardío. Controlar el valle deLerma donde se asienta Salta, los valles bajos cercanos a Jujuy, la Puna y la Quebradales insumirá toda la década de 1580 e incluso los primeros años de la del ‘90. La Rioja,situada al oeste de Santiago del Estero casi en línea recta, era un naciente enclavemilitar fundado en la década del 90, ubicado en la boca de una quebrada que controlala salida de los valles sublevados, que difícilmente logra expandirse hacia ellos.

Más al sur, y ya cruzando las áridas salinas que la separan de la zona regadas porlos ríos Dulce y Salado, se encuentra Córdoba, asentada en el piedemonte oriental deunas antiguas sierras bajas y aisladas, de suelo fértil, con terreno firme y buenosarroyos, y con un clima más parecido al de España según los relatos nostálgicos de laépoca. Fundación conflictiva, con recursos de vecinos santiagueños en acuerdo congrupos de Charcas o de Chile o de ambos, quienes buscaban consolidar un asenta-miento en la ruta que permitiera la salida directa al Atlántico. Esta fundación respon-dió más a los intereses de la comunicación mercantil que al conflicto con las socieda-des indígenas de tierras altas.

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En el gráfico construido en base a los ingresos de cada jurisdicción durante la últimadécada del siglo XVI, a simple vista, puede observarse que los diezmos de Santiago delEstero son los más cuantiosos (27%), seguidos de los de Esteco/Madrid (23%), Salta/Jujuy(19%), Tucumán-Ibatín (15%), Córdoba (14%) y La Rioja (2%), cuya secuencia se corres-ponde con el tiempo de fundación de cada ciudad con excepción de Tucumán-Ibatín.

Pero si agrupamos a las ciudades de acuerdo a los criterios anteriormenteexplicitados, advertimos que aquellas ciudades situadas en las tierras llanas y cálidasbañadas por los ríos Salado y Dulce (Santiago, Ibatín, Esteco y Madrid) que constitu-yen nuestras tierras bajas, ellas aportan el 65% de los diezmos, es decir que son labase económica del asentamiento colonial en la Gobernación del Tucumán.

También, con preocupación, puede observarse que si bien en esta amplia zona seconcentran la mayor parte de los recursos, según los diezmos, aquellos están comenzandoa agotarse. Cruzando este gráfico con los datos del primer cuadro, se observa que, mientrasla tendencia general es al alza, los diezmos de Santiago del Estero presentan una lentadecadencia a lo largo de la década, los de Esteco y Ibatín/Tucumán se mantienen establesy los únicos que crecen notoriamente son los de Madrid, reflejando claramente que latendencia a la decadencia se acentúa cuanto más sean los años de asentamiento español encada jurisdicción. Es justamente el carácter de fundación reciente de Madrid (1592) y losaltos diezmos que recauda, lo que más nos alerta sobre la existencia de un tipo de accesoy control de los recursos muy exitoso en el corto plazo, pero con tendencias hacia la baja,hacia la destrucción de los mismos en el mediano plazo.

Para un período muy posterior, específicamente para el año 1691/2, contamos conotros datos sobre la recaudación de diezmos. Según Arcondo, antes que el ObispoMercadillo se hiciera cargo del Obispado (1698), los diezmos de todo el Tucumánalcanzaban a 11.000 pesos, es decir, casi lo mismo que un siglo atrás, ya que en el año1600/1 llegaban a 10.616 pesos. Un poco más alto es el monto de 12.717$ que para elaño 1691/2 citan Tell y Castro en base a una referencia de Pastells (Tell y Castro,2006), pero ello no modifica la tendencia. Para este año también contamos con ladistribución porcentual de la masa total de diezmos del Tucumán calculada porGaravaglia (1987:27) quien no incluye su valor total, pero cuyos datos nos permitenrealizar una comparación con los que sucedía en cada una de las jurisdicciones a unsiglo atrás. El siguiente grafico se construye en base a estos porcentajes.

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Al comparar las dos últimas gráficas, es decir los diezmos de la última década delsiglo XVI y un año de la última década del siglo XVII, pueden advertirse los profundoscambios que ha sufrido la región del Tucumán a lo largo del siglo XVII, y si remarcamosel hecho de que dicha estructura de la distribución porcentual de los diezmos se mantie-ne hasta fines del período colonial (Garavaglia, 1987:27), tenemos que concluir quedurante el siglo XVII se dio una profunda reestructuración de las distintas regiones delTucumán.

De estas dos gráficas lo primero que es preciso remarcar es que en el segundográfico, el que corresponde a fines del siglo XVII, se observa que de las antiguaspoblaciones asentadas a lo largo de los cauces de los ríos Salado y Dulce la únicaciudad que persiste y muy reducida es Santiago del Estero, cuyos diezmos han dismi-nuido tanto que dejaron de ser los más importantes. Los diezmos de Santiago quealcanzaban un 27% en 1591-1601, pasaron a convertirse en los de menor incidencia,representando apenas un 7% del total en 1691/2, incluso las Actas... mencionan queen los años 1637/8 y 1666 no se presentan posturas en el remate de los mismos.

En 1691/2 también se observa que ya no existe Nuestra Señora de Talavera de Madrido Esteco situada en el emplazamiento de la antigua ciudad de Madrid, hacia donde sehabían trasladado los vecinos de Esteco en 1609 y que para fines del período 1591-1601era la más pujante de todas las jurisdicciones.15 Todas estas ciudades del curso superior delSalado han desaparecido. Sobre Esteco sabemos que en 1610 tenía 110 vecinos y luego,en un tiempo aún impreciso, comienza a decaer; en 1662 es atacada por indígenaschaqueños y para 1671 sólo tiene 20 vecinos. Posteriormente, fue convertida en un presi-dio y finalmente fue destruida por un terremoto en 1692 (Bruno, 1966).

Tampoco Tucumán es la antigua Ibatín situada en el curso superior del río Dulceque aportaba un 15% de los diezmos. La ciudad original ya no existe, sus vecinos setrasladaron a su emplazamiento actual (La Toma) en 1685, a nuestro entender haciaun ambiente semejante, debido a inundaciones y enfermedades tropicales y a la bús-queda de un lugar más favorable para la inserción mercantil que vinculara la nuevaciudad al centro minero de Charcas (Noli, 2004). La nueva Tucumán tiene una parti-cipación muy escasa en la masa de los diezmos de fines del siglo XVII, donde sóloalcanza el 11% del total, que en poco se diferencia de su opaco lugar a principios delsiglo XVI cuando apenas llegaba a un 15%.

Es decir que se han derrumbado las economías de los antiguos asentamientosubicados en las tierras bajas de las zonas de los ríos Salado y Dulce (Esteco/Madrid,Santiago e Ibatín/Tucumán, en ese orden) que a fines del siglo XVI aportaban el 65%de los diezmos. Sus ciudades, un siglo después, han decaído notablemente, han des-aparecido o se han trasladado y su derrumbe que afecta sobre todo a aquellas ubicadossobre el río Salado. Santiago del Estero queda con su escaso aporte del 7% del total delos diezmos, que sólo alcanza a un 18% si incluimos a la nueva Tucumán.

Una tendencia inversa, no homogénea, donde se entrecruza la consolidación, la esta-bilidad y la expansión, se da en el otro grupo de ciudades, las que antes habíamos califi-cado como localizadas en el piedemonte, conformando un cerco alrededor de los vallescalchaquíes, y que en la última década del siglo XVI recién se estaban consolidando (Saltay su expansión con la fundación de Jujuy) o fundando (La Rioja). Estos asentamientos enzonas de piedemonte, durante el siglo XVII y luego de largos años de luchas en los valles

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Calchaquíes, se han logrado consolidar como en La Rioja e incluso, después de las guerrascalchaquíes, han logrado fundar una nueva ciudad estable como es la de Catamarca.16 Unsiglo después estas ciudades han incrementado su participación en la masa decimal. Para1591-1601 el conjunto conformado por Salta, Jujuy y La Rioja alcanzaban un 21% deltotal de los diezmos y en 1691/2, si incluimos la nueva ciudad de Catamarca, ya llegabanal 40% del total, es decir, casi duplican su participación.

Este crecimiento no es homogéneo si comparamos los diezmos de cada una de estasciudades. Este exitoso panorama se desdibuja en el caso particular de Salta y Jujuy cuyosdiezmos han bajado del 19% al 13%, en un movimiento de retracción que afecta más aSalta que a Jujuy, según desprendemos de la serie de diezmos para Salta publicadas porTell y Castro (2006). En contraste sobresale el fuerte crecimiento de La Rioja que de un2% ha saltado al 11%, y más aún el de Catamarca que apenas tiene un poco más de unadécada de existencia y cuyos diezmos ya alcanzan al 16% del total (es decir, lo mismo quelos diezmos aportados por lo poco que resta de las antiguas ciudades de las tierras bajas).

Entendemos que su bonanza responde por un lado al proceso de consolidación deesas economías regionales a principios del siglo XVII y, por el otro, esta alza nos estámarcando el éxito de los conquistadores en el avance hacia las tierras de VallesCalchaquíes, de regadío y tan fértiles, aunque no debemos olvidar que en 1691/2estamos ante una situación relativamente reciente ya que dicha expansión sólo halogrado consolidarse a fines de la década de 1660. Además, como veremos más ade-lante, el avance hacia los valles calchaquíes en las décadas de 1630 y 1660 implicóun conjunto de enfrentamientos militares con altos costos en quebrantos, crisis, etc.,para todas las ciudades mencionadas, tal como veremos más adelante.

Los diezmos de Córdoba a lo largo del siglo son los que más aumentan, pasandodel 14% en la última década del siglo XVI a un notable 42% en 1691/2. Las Actas...,nos brindan frecuentes noticias sobre los diezmos de Córdoba sobre todo a partir de1627 cuando los mismos comienzan a ser los más importantes de la jurisdicción. LasActas mencionan que estos diezmos habían crecido notablemente para 1627 alcan-zando a 4200 pesos, una cifra muy alta en comparación con los 1700 pesos del año1600, que implica un aumento del 150%. Para años posteriores se observa que dichoincremento es constante en tanto entre 1634 a 1666 los diezmos oscilan desde 5000$a 6000$ con una reducción a 4500$ en 1638/9.17 Hacia 1690 estos diezmos seestabilizan pero en su nivel mas bajo, en 5000$ anuales que realmente son 4600, yaque en ellos se incluyen 400$ que antes no se cobraban. Este nuevo ingreso se iniciaen 1689 cuando la masa decimal comienza a incluir el medio diezmo cobrado a losjesuitas que consiste en una suma fija de 600$ por todas sus haciendas (400$ por lasde Córdoba, 50$ por las del Colegio de Santiago, 60$ por las de Tucumán, 30$ por lasde Salta y 60$ por las de La Rioja) (Arcondo, 1992:46).

Cabe señalar además que los diezmos de Córdoba al igual que los de toda laGobernación del Tucumán sufren una abrupta caída ya fuera de nuestro período deestudio. En la primera década del siglo XVIII comienzan a caer y se reducen notable-mente en la segunda década, llegando a la mitad de su valor habitual.18

Si recuperamos las cifras anteriores referidas al fuerte crecimiento de la economíade Córdoba que nos indican las cifras de los diezmos de 1627 vemos que estos datosconcuerdan con los estudios de la economía regional realizados por Garzón Maceda

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(1968) y Assadourian (1982 [1968]).19 Estos autores nos señalan que en un primerperíodo (desde fines del siglo XVI hasta 1610 aproximadamente) la región se insertóen un conjunto amplio de circuitos interregionales comunicándose con Potosí, Chiley el Atlántico a través de Buenos Aires, con especializaciones productivas variadasdonde los textiles de lana y algodón eran sumamente importantes al igual que en todoel Tucumán, pero donde también participaban grasas, sebos, trigos, etc. Posteriormen-te, las prohibiciones legales del acceso al mercado atlántico, la gran mortalidad de lapoblación indígena y las tierras desocupadas en consecuencia, permitieron u obliga-ron a organizar una segunda especialización productiva regional, orientada hacia laproducción ganadera en general pero principalmente de mulares, los que eran vendi-dos luego en el mercado minero altoperuano. Estas mulas, escasas pero de altísimovalor unitario a principios de siglo (décadas de 1610 y 1620), comenzaron a serproducidas en forma creciente logrando altos retornos en dinero (décadas de 1630 a1660), ingresos que luego se van reduciendo a medida que fueron bajando sus valoresunitarios en consonancia con la crisis minera que orientaba el ritmo de sus precios(décadas 1670 hasta fin de siglo). Estas tendencias a la baja continúan durante el sigloXVIII hasta que, en la segunda década, la baja de los precios origina la interrupción delas exportaciones, precisamente en el período analizado por Aníbal Arcondo (1992).

La solidez e importancia económica del asentamiento español en Córdoba era noto-ria durante el período donde sus relaciones mercantiles eran variadas, cuando se vincu-laba con la zona minera de Charcas, Chile, el Tucumán, y el Atlántico a través del puertode Buenos Aires. En esos años los intereses de los vecinos de esta ciudad parecíancoincidir e incluso liderar al conjunto de intereses de las elites regionales del Tucumán.Esto se percibe claramente en 1608 en ocasión de una consulta del Consejo de Indiassobre la conveniencia o no de que la Gobernación del Tucumán y la del Paraguaydejaran de depender de la Audiencia de Charcas y pasaran depender de la de Santiago deChile. Ante la consulta, tanto el Gobernador Alonso de la Rivera como el Obispo Trejose opusieron, pero el Obispo fue más allá al proponer la creación de una Audiencia consede en Córdoba (CGV, N° 3885 y 3951). Esta propuesta de Trejo toma un sentido másamplio cuando se observa que en el mismo año el Padre Juan Romero, Viceprovincialde la Compañía de Jesús, recibió un poder de los vecinos de las ciudades de BuenosAires, Córdoba y Santiago del Estero, por el cual lo autorizaron a gestionar en España elestablecimiento de una Audiencia en Córdoba y también a solicitar autorizaciones parael comercio con Brasil y el abastecimiento directo desde España.

Si bien sería necesario un mayor desarrollo de las investigaciones sobre el conjun-to de las elites de las distintas jurisdicciones, los datos consultados nos permitensuponer que esta especie de acuerdo general sobre la centralidad de Córdoba se rom-pió en la década del 30 cuando la primera sublevación de los calchaquíes o una nuevainvasión española a estas zonas. En estos años, mientras las Actas ... nos informan dela crisis económica de las ciudades del Tucumán (la fuerte caída de los diezmos en1632 debido al avance indígena sobre las estancias de Tucumán, La Rioja, Salta,Esteco y Jujuy y que en los años 1637 y 1638 no se encuentran postores para losdiezmos de Santiago ni de Esteco), se observa el escaso interés de parte de los vecinosde Córdoba en colaborar con las invasiones hacia las tierras altas andinas, tan aleja-das de sus fronteras, de sus mercedes de tierras y también de sus derechos a las enco-miendas de indios ya distribuidas entre los vecinos de las otras jurisdicciones delTucumán. Esta actitud los llevó a enfrentamientos internos pero sobre todo con los

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otros vecinos de la Gobernación y sus autoridades, los que pueden advertirse cuandoen 1634, desde Salta, el Gobernador del Tucumán informa y denuncia a la Audienciade Charcas que con motivo de la sublevación indígena todos los vecinos de su pro-vincia han acudido a su convocatoria, pero que no lo han hecho los ricos vecinos dela ciudad de Córdoba,

«... siendo aquella ciudad la más rica de esta provincia y sus vecinos los que masutilidad y aprovechamiento han sacado de sus indios ocupandolos.... en poblaciones deestancias, trajines al puerto de Buenos Aires, guardas de crías de vacas, de mulas y deganados mayores, carreterías y en obrajes de sayales y cordellates, sementeras y servi­cios de casas...»20 (BANB, CACh, 943).

Similar o peor situación económica enfrentan las otras ciudades del Tucumándurante la siguiente y última rebelión calchaquí, o la última y definitiva invasión asus tierras en 1658-1665.21 En esta ocasión los vecinos de Córdoba sí participaron enla entrada, pero de las Actas se desprende que lo hicieron luego de haber negociado elacceso a los indios capturados en valles Calchaquíes y posteriormente extrañadoshacia distintas jurisdicciones para ser yanaconizados en las estancias. En las Actas de1666 se informa que los indios extrañados que hay que catequizar están 260 enCórdoba, 200 en Santiago, 180 en La Rioja, 160 en Catamarca, 150 en Salta y 140 enEsteco.

Entendemos que, luego de estas guerras, la centralidad de Córdoba no parecieragozar del respeto de los vecinos del resto del Tucumán. Pocos años después delcontrol de la última sublevación, para 1671, luego de la disolución de la Audienciaque funcionó en Buenos Aires desde 1661 a 1671, debido a que «...no han resultadolos efectos ... que dieron motivo a su erección...», desde España consultaron a la RealAudiencia de Charcas sobre la conveniencia de reinstalar esta Audiencia en Córdoba«... que es la mas principal de aquellas provincias...», para atender los problemas delTucumán y de Buenos Aires para los que había sido creada la anterior Audiencia(BANB, R.C.497). Si bien desconocemos la respuesta y los posibles debates, el hechode que esta propuesta no haya funcionado es un indicio de que entre las elites delTucumán ya no existía un consenso favorable a Córdoba como a principios del sigloXVII mientras, paralelamente, se seguía confirmando la importancia económica deCórdoba y su lugar como punto de comunicación -y también de tensión- de las rela-ciones entre el Tucumán y Buenos Aires. Cabe mencionar que en esos años tambiéncomenzó a discutirse el traslado de la sede del Obispado hacia Córdoba, con consensode un conjunto de importantes autoridades eclesiásticas (seculares y regulares) perocon fuerte oposición por parte de los vecinos de Santiago que presentaron una quere-lla en la Audiencia de Charcas en 1681, la que primero obtuvo una resolución favora-ble del virrey Duque de la Palata pero luego no fue apoyada por el Consejo de Indias,que se expidió a favor del traslado cuatro años después (Tell y Castro, 2006).

En síntesis y recuperando el problema inicial, del conjunto de la informacióndesprendemos que hacia fines del siglo XVI, luego de la primera etapa de la conquistadonde sólo quedaron sublevados los valles calchaquíes, las recaudaciones de losdiezmos se estabilizaron y comenzaron a incrementarse. En este período las mayores

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recaudaciones correspondían a las ciudades asentadas sobre los cauces de los ríosDulce y Salado donde la capital de la gobernación, la ciudad de Santiago del Estero,mas Esteco, Madrid e Ibatín/Tucumán aportaban el 65% de los diezmos aunque comoindicio preocupante se observa que en este tipo de ciudades de tierras bajas los diez-mos crecen en las primeras décadas de asentamiento, para tender luego a estabilizarsey a decaer lentamente, mientras ello no ocurre en las otras ciudades.

Entendemos que esta situación comienza a trastocarse en la década del 30 delsiglo XVII cuando todas las ciudades del Tucumán enfrentan problemas económicosdebido a la primera guerra contra los calchaquíes mientras una de ellas, Córdoba,logra eludir su colaboración en la misma mientras despegaban y se valorizaban suscuantiosas exportaciones ganaderas mulares destinadas a los centros mineros andinos.A partir de esta década, la economía de Córdoba sobresale sobre el conjunto y susdiezmos se van convirtiendo en los más importantes de la gobernación y, en conse-cuencia, marcando las tendencias generales de los mismos que siguen crecientes hastala década de 1660. En esta década, cuando una nueva guerra se desarrolla contra loscalchaquíes afectando la economía regional, nuevamente no todas las regiones lasufren de la misma manera. Por ejemplo, en 1666 mientras en Santiago ofrecían sólo200$ por sus diezmos, en Córdoba los diezmos alcanzan a 6000$.

Si bien el crecimiento de Córdoba se contradice con la situación del resto de lasciudades del Tucumán y sus serios quebrantos durante los dos períodos de luchas enlos valles calchaquíes, también hay que aclarar que las menciones de las Actas ....sobre la existencia de problemas y de decadencia en Santiago no sólo aparece durantelas guerras sino que es una constante que se agudiza a medida que el Obispado vadependiendo cada vez más de los ingresos que le proveen los diezmos de Córdoba. Aesta decadencia de Santiago hay que sumar la desaparición o traslado de las otrasciudades situadas en los cursos de los ríos Salado y Dulce, de todo lo cual desprende-mos que los diezmos de estas jurisdicciones fueron mermando en aras del crecimientode los de las otras zonas, sobre todo tras el esfuerzo de conquistar las más valiosastierras altas de lo que antes era el Tawantinsuyu.

Las ciudades ubicadas en el piedemonte, en los valles y quebradas que permitíano cerraban el paso a las valiosas tierras altas (Salta, Jujuy, La Rioja y Catamarca) nosufrieron el mismo deterioro que aquellas ubicadas en las tierras bajas, en tanto susvecinos fueron los directamente beneficiados por el proceso de expansión y consoli-dación en valles Calchaquíes. Pero, para relacionar las cifras de sus diezmos con esteproceso hay que considerar varios elementos, uno de los cuales es que un proceso deexpansión militar no se traduce inmediatamente en una explotación económica inme-diata de los recursos obtenidos, sobre todo cuando esos recursos son territoriales perosin acceso a trabajadores, ya que la indómita población original tuvieron que expul-sarla hacia las otras zonas coloniales. Aún así, con estas limitaciones, es sorprendenteel monto que alcanzan los diezmos de La Rioja y de Catamarca, como si allí sehubieran recuperado muy velozmente sus economías al final de las guerras, y tambiénes sorprendente la estabilidad o decadencia de los diezmos de Salta y quizá Jujuy, alas cuales podemos imaginar como las más afectadas por la decadencia de los preciosen Potosí debido a sus intensas relaciones mercantiles con ese destino.

Antes de cerrar este punto nos queda pendiente la pregunta de hasta dónde las oscila-ciones de los diezmos representan las oscilaciones de la economía de las empresas mer-

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cantiles españolas solamente o al conjunto de la producción regional. Todas las referen-cias de las Actas sobre la recaudación de diezmos no dan mayores detalles sobre quéproductos o grupos pagan diezmos, allí solo se alude a las ciudades y sus jurisdicciones ya sus «estancias». Gracias a Arcondo (1992:46) sabemos que en los diezmos que hemosanalizado no se incluyeron los correspondientes a las estancias y haciendas jesuíticas querecién luego de arduas negociaciones comenzaron a pagar a partir de 168922 una suma fijaanual de 600$.23 Aparte de esto, no hemos encontrado estudios sobre los diezmos de lasdiócesis del Tucumán o de Buenos Aires donde se indague sobre los cambios en el tipo deunidades de producción o productos afectados, como si se considerara que éstos eranconstantes en todo el período colonial y en todos los distintos territorios. Como esto no esasí en tanto los productos y los sectores sociales afectados no son homogéneos en todoslos obispados (Moreno Yánez, 1978:257-258), nos queda pendiente un estudio específi-co sobre el tema mientras del conjunto de los datos y transitoriamente entendemos que losdiezmos recaudados están reflejando tendencias sobre el valor de mercado de la masaglobal de productos que se comercializa en cada región. Estas mercancías sabemos que ensu gran mayoría provenía de las diversas empresas de los encomenderos aunque no porello tenemos que descontar los que provenían de otros grupos como eran los mercaderes,artesanos y pequeños productores dentro de los cuales se debe haber encontrado algunarecortada participación de los indígenas. La encomienda de servicios personales que regíalegalmente en todo el Tucumán hasta 1611, donde no había ningún tipo de tasaciónestatal sobre el monto o la composición de los tributos a entregar en concepto de vasallajey donde todo el tiempo de trabajo de la familia indígena era expropiado por el encomenderoy sus pobleros, hace suponer que, en general24, en el mercado no ingresaban productosoriginados en las economías indígenas como sí se daba en las altas tierras andinas. En añosposteriores, después de que se dictaron las Ordenanzas del Oidor Alfaro, esta participaciónmercantil indígena se volvió más posible debido a que se tasaron en productos los tributosque debía pagar cada hombre adulto, aunque el alto monto de los mismos, la autorizacióna conmutarlos por tiempo de trabajo, el fuerte poder político de los encomenderos ante ladebilidad de la corona en estas tierras, nos haga pensar que si esta participación mercantilindígena se dio, la misma debe haber sido bastante recortada.

Las tierras bajas y su destrucción

El análisis comparado de los ingresos en concepto de diezmos nos llevó a modificarla comprensión que anteriormente teníamos sobre la situación de las sociedades indíge-nas coloniales del conjunto del espacio tucumano. En una síntesis interpretativa ante-rior (Palomeque, 2000), recuperando a Lorandi, habíamos concluido que durante lacolonia se dio un alto grado de desestructuración general de las sociedades indígenas, elque se agudizaba en las que fueron derrotadas y extrañadas de los valles Calchaquíes, alo cual sólo habíamos aportado que había excepciones, que algunos grupos habíanlogrado persistir en «pueblos de indios» y que la mayor parte de los mismos se encon-traban en la Puna y en Santiago. Al plantear esto, no habíamos logrado percibir que elespacio de tierras bajas desde donde se conquistaron las tierras altas no incluía sola-mente a la ciudad de Santiago y su jurisdicción sino a un conjunto de ciudades asenta-das a las veras de los ríos Dulce y Salado (Santiago e Ibatín/Tucumán en el río Dulce yEsteco y Madrid en el río Salado), donde a las ciudades del Salado no les habíamosprestado atención por entenderlas como unos de los tantos intentos de fundación frus-

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trados. Nuestra percepción más compleja sobre esta zona sólo la conformamos luego deconocer la gran importancia que sus diezmos alcanzaron por lo menos hasta 1630 y suposterior colapso. En síntesis, lo que en el trabajo anterior habíamos considerado comouna fuerte persistencia de los indios de los esteros de Santiago en medio de un contextogeneral de desestructuración, se ha convertido ahora en un débil resto de las importantessociedades indígenas asentadas en la zona de los ríos Dulce y Salado.

De nuestros trabajos anteriores, lo que sigue siendo un avance sobre estos temas, eslo referido a la persistencia del manejo de los recursos ambientales de la mesopotamiasantiagueña hasta principios de siglo XX que analizamos hace años (Palomeque, 1991;1992), a la cual considerábamos sólo como una forma parcial y modificada de lasóptimas relaciones hombre-ambiente del período prehispánico. Ahora, con el objetivode centrarnos en los procesos de deterioro que produjo la presencia española y encaracterizar un espacio más amplio que el anterior, incluiremos en el análisis nuevasreferencias brindadas por las Actas...y los Informes de Santiago y de Esteco para 1608.

Dentro del conjunto de las tierras bajas, entendemos que la zona más productiva eimportante era la mesopotamia santiagueña, un amplio territorio que comienza al sur dela ciudad de Santiago actual. Es una llanura casi sin pendiente, que en partes alcanza aunos 100 km. de ancho, bordeada por los ríos Dulce y Salado. Esta planicie, antes de ladestrucción de los bosques y de la construcción de los diques del siglo XX, se inundabacompletamente durante los meses en que las crecientes de los ríos desparramaban susaguas, depositando también los restos orgánicos que arrastraban en su largo recorrido.La llanura no estaba deforestada como en la actualidad, sino que se encontraba cubiertade grandes árboles de alto valor económico entre los cuales el principal era el algarrobo,del que se obtenía alimento de sus frutos y también su rala sombra posibilitaba loscultivos en estas zonas durante las altas temperaturas estivales.

Alrededor de la zona inundable se continuaban las zonas boscosas de gran impor-tancia para la población indígena y campesina, que complementaban su dieta en basea la caza y recolección en años de inundación o que eran su única fuente de recursosen los años de sequía. Existían diferencias entre las zonas más cercanas a los dos ríos:la parte cercana a la costa del río Dulce era más boscosa y más apta para la agriculturade bañados, mientras que en la costa del río Salado la conformación menos densa delbosque y la presencia de algunos terrenos más altos y protegidos de la inundación,permitían que junto a los cultivos de pantanos se practicara también el cultivo detemporal (y una actividad ganadera más intensa durante el período colonial).

La actividad agrícola combinada con el acceso al bosque era muy importante. Lohabitual era una combinación anual donde la agricultura predominaba sobre la caza yrecolección, pero también había períodos donde esta relación se invertía. Esto sedebía a que los ciclos climáticos agudos eran frecuentes, si bien la inundación era lonormal y esperable, a lo largo de la vida de una persona se daban varias sequías,25 quevenían acompañadas de plagas de langostas y que obligaban a basarse en los recursosde bosque casi con exclusividad.

Los terrenos del bañado, cuando el río los inundaba, tenían la característica de sermóviles y requerir de trabajo continuo para ser productivos, ya que no toda la zonainundable era cultivable, sólo lo eran los terrenos de ubicación cambiante donde lacreciente depositaba el limo y eran necesarios trabajos constantes de drenajes para

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que no se salinizaran los terrenos donde la creciente dejaba arenas estériles. Las técni-cas de cultivo en terrenos de inundación requerían mucho trabajo, no sólo para evitarla salinización y por el desplazamiento del sitio de cultivo, sino porque también eranecesario el traslado de las casas de los habitantes o su protección. Según Lorandi,antes que llegaran los españoles la mayor densidad de población se asentaba en

«...las zonas deprimidas donde los cauces fluviales divagantes forman una compleja redde canales de agua permanente que permite una agricultura por inundación favorecidapor endicamientos que se utilizaron como reservorios naturales de agua... El asentamien­to típico se realizó sobre montículos artificiales para proteger las viviendas de inundacio­nes y el lodo que estas depositaban en las orillas... se trata de sociedades básicamente decazadores y recolectores que alcanzan el carácter de una economía mixta con el aporte dela agricultura de maíz, zapallos y porotos...» (Otonello y Lorandi, 1987:92).

También en general se acepta que el manejo local de los recursos, los sistemas dedrenaje, etc., deben haberse perfeccionado durante el período del Tawantinsuyu, con elque las sociedades indígenas santiagueñas mantuvieron buenas relaciones, colaborandoen el control de la frontera chaqueña y de los pueblos de valles Calchaquíes (Lorandi,1983).

En síntesis, la reconstrucción de las condiciones ambientales a fines del período colo-nial nos permitió observar que en la mesopotamia santiagueña se daba un sistema decultivo intensivo basado en inundaciones y fertilizaciones periódicas y una muy buenaadaptación al ambiente y sus posibilidades. Cabe remarcar que esto implicaba el uso deuna alta cuota de energía, debido a los cortos períodos de siembra y cosecha, la necesariatraslación de campos de cultivos y también de habitaciones, o al menos su protecciónfrente a las inundaciones. El acceso a los recursos del bosque permitía una mayor fertiliza-ción y sombra para los cultivos, al igual que alimentos para los oscilantes períodos climáticosdonde las sequías eran frecuentes. Estamos frente a un cultivo intensivo de fértiles camposmóviles inundados, con combinación frecuente y oscilante de caza y recolección.

Entendemos que sociedades similares a las de la mesopotamia santiagueña, quizácon menor densidad poblacional y con menos espacio inundable, eran las existentesen el curso superior del río Dulce y en el río Salado. Para comenzar, correspondemencionar que todas estas sociedades prehispánicas parecen haber compartido elmismo tipo de relación con el Tawantinsuyu. Investigaciones y reflexiones recientes(Pärssinen, 2003 [1992]:128) plantean que se dieron relaciones entre los incas y lospueblos de estas y otras zonas cálidas y bajas situadas hacia el oriente de las tierrasaltas, y también que estas relaciones eran más laxas o flexibles que las habituales26.Consultando trabajos previos de Lorandi y Berberián basados en documentos históri-cos tempranos, y considerando la existencia de estas flexibles relaciones, Pärssinenentiende que la posible frontera oriental del Tawantinsuyu en el Tucumán abarcabaeste tipo de zonas bajas, y que serían las ubicadas al oeste de una línea que partíadesde el Chorro (actual General Mosconi, al noreste de Salta) y bajaba por el ríoSalado hasta la altura de las Salinas ubicadas al sur de Santiago del Estero (Pärssinen,2003 [1992]:119;128).

Además de esto, estamos ante una zona donde predominaba una lengua. El padre

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Barzana relata que en toda la zona de nuestro interés predominaba el uso de la lenguatonocotes, excepto en el río Dulce donde también se hablan otras lenguas. El dirá:

«... La lengua tonocote que hablan todos los pueblos que sirven a San Miguel de Tucumány los que sirven a Esteco, casi todos los del río Salado y cinco y seis del río del Estero»27

(Barzana, 1987[1594]:252).

Y, en general, todos los cronistas caracterizaban a los tonocotés como sociedadesagrícolas aldeanas que mantenían frecuentes conflictos con los lules -también agri-cultores pero de asentamiento mucho más inestable-, mientras sostenían que en gene-ral las sociedades indígenas de Esteco (río Salado) en poco se diferenciaban de las delrío del Estero (río Dulce).

Los emplazamientos españoles en el Tucumán se realizaron en estas tierras llanasy cálidas porque la temprana desestructuración de los sistemas centrales de poder delTawantinsuyu debilitaron sus lazos con las sociedades indígenas de puna y valles; ydebido a esto los españoles no pudieron continuar con su política de superposición desus asentamientos coloniales sobre las complejas sociedades andinas de las tierrasaltas, y se vieron obligados a asentarse finalmente en Santiago. Este emplazamiento,ubicado en la zona baja, en lugares llanos y cálidos, lugares no deseados e imprevis-tos, se dio en ambientes y sociedades sobre las que cuales no tenían mayor experien-cia previa. El valle de «Esteco» también fue de ocupación española muy temprana yes muy posible que sus pueblos hayan sido parte de las mismas relaciones hispano-indígenas tempranas que se dieron con los pueblos de la mesopotamia santiagueña.Según Cieza (1987:177), para el período del Presidente La Gasca, este valle ya habíasido recorrido por Francisco Villagra y su hueste mientras señala que éste era uno delos lugares recorridos por los conquistadores que venían bajando por Humahuaca.Incluso antes de la creación de Cáceres, Aguirre ya había distribuido el trabajo de susindios entre los encomenderos de Santiago (Levillier, 1920:45).

Volviendo a nuestra inquietud inicial, ¿por qué tienden a agotarse los recursos deestas zonas bajas que, según Barzana, al principio eran un vergel con gran densidad depoblación? Sin duda alguna, tal como dice Barzana, la población indígena de Santiagodel Estero y Esteco era muy densa y éste será el principal recurso prontamente destruidodurante la conquista de los españoles, no sólo por las pestes y los saqueos de comidas ycosechas, sino también por las frecuentes guerras mantenidas al fundar otras poblacio-nes, en las «entradas» donde los indígenas acompañaban a la hueste como «indiosamigos» o forzados, por los maltratos infinitos a que los sometían, por la mala alimenta-ción, por el exceso de trabajo, por enviarlos a otras jurisdicciones, etc., tal como lo hanplanteado Assadourian (1972) y también Lorandi (1988), quien insiste en lo destructivoque fue un sistema de dominación sin tasaciones y basado en los «servicios personales».

Pero cabe remarcar que, al igual que en otras zonas coloniales, la catástrofe demográ-fica también implicó la desestructuración de la organización social indispensable parael manejo de ciertos recursos ambientales particulares y caracterizados por su fragilidad.

Si pasamos a revisar los cambios en los recursos ambientales y en su manejo queproduce la invasión y el asentamiento español, lo primero que observamos es que el

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asentamiento español requería indispensablemente de la existencia de una ciudaddesde la cual expandirse primero hacia el área rural circundante y luego hacia futurasinvasiones. En la zona de la «mesopotamia» que se iniciaba justo al sur donde losespañoles asentaron la ciudad de Santiago del Estero, en la parte donde las barrancasdel río se volvían más bajas, la ciudad quedó situada aguas arriba del plano inclinadoinundable. Es desde esta ciudad, lugar de asentamiento de los vecinos encomenderosque se beneficiaban del trabajo indígena, donde se produjo lo que a nuestro entenderfueron los cambios principales en el antiguo sistema de manejo de los recursos.

La ciudad colonial en sí misma, tal como en otros lugares, implicaba un granconsumo de energía indígena y éste se daba en una coyuntura general de derrumbe dedicha población. A sus permanentes requerimientos de energía en alimentos, en traba-jo para pagar el tributo y en las frecuentes campañas militares, en esta zona había quesumarles el constante reconstruir de casas y edificios que se derrumbaban por el salitrey necesitaban ser reedificadas, para no contar con las redificaciones que implicabanlos cambios de lugar de la ciudad para eludir las inundaciones por cauces cambiantes.

A todo esto se sumaba la incomprensión o menosprecio español hacia las formasindígenas de manejo de sus recursos ambientales. El que tanto las ordenanzas deAbreu como las de Alfaro hayan insistido en el necesario respeto hacia los tiempos derecolección de la algarroba como hacia la inevitable movilidad de los camposinundables, es todo un indicador su avasallamiento por parte de los españoles.

Sobre lo que poco o nada mencionan las fuentes directamente, es sobre la lenta einevitable desestructuración de los sistemas de drenaje de los campos inundables quenosotros entendemos como elementos centrales en toda esta decadencia. A nuestro enten-der una ciudad como la de Santiago, emplazamiento estable ubicado en la parte superiorde un plano inundable, con sus indios de servicio trabajando los cultivos inmediatos,regados por el sistema europeo de acequias recién construidas, al estar todo ello ubicadoen la parte superior del plano inclinado, desestructuraban el sistema de inundación de laparte baja de la cuenca. Estaban generando un asentamiento estable y, además, monopo-lizando y modificando el curso del agua, antes de que la misma ingresara a la planicieinundable. Estos cambios, río abajo, sin duda tenían que ocasionar la necesidad de multi-plicar el trabajo en nuevos drenajes, trabajo que no podía invertirse debido a las escasasenergías disponibles para la economía indígena, todo lo cual derivaría en una paulatinaretracción de áreas cultivables debido a la salinización por falta de obras de drenaje.

El monopolio del agua se daba a través de la construcción de una acequia princi-pal y, paulatinamente, de otras secundarias, con las que se regaban las chacras querodeaban la ciudad, todas ellas de propiedad de los españoles. Aparentemente quienhizo esta acequia fue el Gobernador Abreu, o al menos eso es lo que él dice en unacarta que le escribe a Toledo en 1577, orgulloso de haber podido controlar el cursosuperior de las aguas en beneficio de los vecinos:

«...He sacado una acequia principal para riego de sementeras tardías y hecho reparti­miento dellas ques ymportante cosa por questas son las que ynchen la tierra por ser lasmayores y las que quando faltan hazen mas falta por ques por falta de los temporalesques al tiempo de las aguas y asi estan proveydos de riego para todos tiempos...»(Levillier, 1920:58).

Silvia Palomeque

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Mientras todas las referencias hablan de la acequia como una construcción espa-ñola y no indígena, el Informe de 1608 brinda más detalles, al mencionar que laciudad consistía en cuatro cuadras por cinco, con una plaza en el centro, que

«no tiene arrabales porque, en saliendo de la ciudad entra el campo: por una parte se vaa tomar al río y por la otra salida a la acequia principal, donde están las chácaras parael sustento de los vezinos della....».

Entendemos que aún los españoles mejor intencionados no percibían ladesestructuración que generaban. Esto se nota durante el accionar humanista de algu-nas autoridades, religiosos o particulares que decían haber logrado cierto alivio paralos indios que antes molían el trigo a mano ya que, desde el período del GobernadorAlonso de la Rivera, se contaba con un molino «...que muele con el agua de la asequiaprincipal y el agua con que muele se aprovecha en el riego de las chácaras y otrosefectos...». (Pérez et al., 1997).

Con todos estos elementos, bien puede desprenderse que si en un plano inundable,factible de salinización donde se acumulan arenas, se sitúa un asentamiento poblacionalestable y además se entuba agua para regar zonas de cultivos que pasan a ser estables,las secuelas irreversibles28 serían:

§ La modificación del sistema de inundación en el curso inferior, cuya zonafértil se verá reducida velozmente por falta de agua.

§ El cambio en los comportamientos habituales de escurrimiento del agua, de-jando obsoletas las antiguas obras de drenaje, y requiriendo nuevas obras justodurante un período de derrumbe de la población indígena y de desestructuraciónde los sistemas de organización políticos y sociales que permitían la realiza-ción de las obras colectivas. Es decir, imposibilidad de recuperar los sistemasde drenaje que parecen haberse perfeccionado durante el período de presenciaincaica y un posible retorno a sistemas más simples, factibles de ser operadospor unidades aldeanas o unidades domésticas. Todo este proceso terminaríapor debilitar el denso asentamiento indígena en la zona del río Dulce, con locual el Salado pasaría a ser el área de mayor preservación, tal como se expresaen el Informe de 1608 cuando se señala que la mayor población indígena seasienta sobre el Salado, cuando las referencias más tempranas indicaban unamayor concentración poblacional estaba en las costas del río Dulce.

§ La reorientación del ya escaso trabajo indígena hacia obras constantes deconsolidación del curso del río a la altura de la ciudad y sus chacras (protec-ción de barrancas), que permitían consolidar el espacio de asentamiento esta-ble en una zona inundable inadecuada, en tanto todo asentamiento anterior eramóvil y respetaba los movimientos del río.

§ El recurso al trabajo indígena para el desembarrado de las acequias después decada ciclo de inundación. 29

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§ La salinización constante de los territorios consolidados en tanto éstos eranuna especie de isla seca en un territorio inundable, con la consecuente subidade las capas freáticas en las paredes de casas que pretender ser estables peroque, al estar en esta zona sin piedras, sólo podían estar fabricadas con paredesde adobe que tendían a derrumbarse con la humedad.

Finalmente, lo que -como dijo Barzana- bien podría llamarse «el castigo de losdioses». Es decir, la indefensión del asentamiento estable frente a los ciclos climáticosagudos que originaban grandes crecientes, que poco modificaban la vida de las socie-dades prehispánicas que cambiaban de lugar el asentamiento de sus casas, pero que sídesestructuraban y debilitaban el asentamiento español para el cual le era indispensa-ble estar en consolidado en un lugar estable. Nos referimos a las grandes inundacionesque si bien no eran constantes, parecen haberse dado quizás una vez en la vida de unapersona. En las Actas... se registran varias grandes crecientes del río Dulce (para 1627y 1663) donde el río «hace madre en la ciudad» y se lleva gran parte de sus casas, eincluso en un trabajo anterior (Palomeque, 1992) observamos que a fines del sigloXVIII el río Salado cambió su curso uniéndose al Dulce durante varios años, que en1825 el río Dulce se alejó hacia el oeste y pasó a correr por las Salinas hasta que, reciénen 1901, otra gran creciente derrumbó los canales artificiales y el río Dulce retornó asu antiguo cauce.

En el Informe de Esteco de 1608 se constatan los problemas que también enfrentaba elasentamiento español en esas zonas del Salado que, como caracterizamos antes, era unazona que presentaba bosques con árboles de mayor envergadura y con áreas de inunda-ción más reducidas pero donde la mayor humedad permite un mejor desarrollo de laagricultura de temporal. En esta ciudad los españoles se apropiaron del agua construyen-do una acequia que pasaba por el medio de la ciudad, pero muy velozmente tuvieron quebloquearla debido a que en sus casas comenzó a «criarse» el salitre. A esta acequia luegola reorientaron para mover un molino que se les embarraba en cada crecida y para el riegode las chacras obviamente eran de españoles y trabajadas por los tonocotes.

«...Las casas no tienen ni huertas ni jardines ni fuente, y al principio cuando se poblóesta ciudad, de la acequia que riega las chácaras se traia agua a la ciudad por susasequias y porque se criaba salitre y hacía daño a las casas la quitaron...» (ABNB,CACh 630:f.14v).

Salitre en las casas que parecen derretirse, inundaciones increíbles que casi borranlas ciudades, mortalidad indígena constante, son menciones frecuentes en los docu-mentos a las cuales, hacia fines del siglo XVII, también se añaden las ofensivas de losindígenas chaqueños con las que justificaban la decadencia de estas ciudades. Anuestro entender, y luego del recorrido de toda esta investigación, a este avance de lassociedades «chaqueñas» hacia el espacio colonial habría que interpretarlo de otraforma, y pensarlo como el avance de pueblos hacia una zona donde se ha reducidonotablemente la antigua población indígena original, derrumbe poblacional deriva-do de la aguda desestructuración generada por el largo y costoso período de invasiónespañola.

Silvia Palomeque

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Notas

* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología yEtnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

1 Versión revisada y ampliada de Palomeque, 2005a.

2 En esta ocasión, donde recuperamos y revisamos investigaciones previas a la luz de nuevosdatos, deseamos agradecer todas las generosas colaboraciones y sugerencias que fuimosrecibiendo de varios colegas amigos. A Andrés Laguens, Mirta Bonnin y Gabriela Oliveraquienes nos apoyaron en nuestro primer trabajo, y a Ana María Lorandi, Ana María Presta,Sonia Tell e Isabel Castro que comentaron o colaboraron con los siguientes.

3 Al realizar esta investigación nuestro objetivo fue desmontar la visión historiográficanacional vigente hacia 1990, que consideraba que después de la conquista, Santiago delEstero había pasado a ser una zona semidesértica como en la actualidad, sin que sepercibiera la continuidad de los cultivos campesinos del estero, su importancia ni suparticular combinación entre agricultura y recolección. Esta equivocada visión que anuestro entender proviene en parte de unas cortas y veloces líneas de Halperín Donghisobre Santiago a fines del período colonial muy leído por los historiadores, es la denuestros primeros trabajos sobre la zona (Palomeque, 1989:149-156; 206) al igual que lade otros colegas (Farberman, 1991:48). Esta perspectiva no era la de los geógrafos ehistoriadores santiagueños, que sí conocían esta situación, pero no insistían en ella entanto la consideraban algo natural o normal, la «naturalizaban». Actualmente esa visiónhistoriográfica ya se ha modificado e importantes investigaciones de difusión nacional lahan incorporado y profundizan sobre la misma (Farberman, 2005; Tasso, 2007).

4 Gastón Doucet ya ha avanzado en el análisis sobre el perfil social de los vecinos de esasciudades (Doucet, 1991; 1996) y ha prometido un análisis completo de esas fuentes. Eneste trabajo sólo recuperaremos las citas que nos sean indispensables del documentooriginal localizado en la Biblioteca y Archivo Nacional de Sucre para el caso de Esteco yde una transcripción del documento de Santiago del Estero (Pérez et al.,1997).

5 CGV, 3361. Tomo 172. «Traslado de las cuentas y memorial de los arrendamientos de losdiezmos del Obispado del Tucumán». Agradecemos a Ana M. Presta por habernosreenviado a la lectura de su catalogo publicado por Raúl A. Molina (1955:585) y a IsabelCastro Olañeta por haber contrastado dichos datos con los originales del A.G.I., con loscuales presentaban leves diferencias.

6 En el mencionado artículo también se analiza la legislación vigente sobre la distribución yasignación de los diezmos.

7 En latín en el impreso original. Incluimos la versión traducida que consta en nota al pie de página.

8 Las referencias específicas sobre las fundaciones y traslados de ciudades para el sigloXVI provienen principalmente de libros y documentos publicados por Roberto Levilliery también del Padre Lizárraga, y las del siglo XVII de Cayetano Bruno, recién citados.Para la invasión y conquista española hemos recuperado los trabajos de síntesisinterpretativa que junto a Ana María Lorandi hicimos para el tomo dirigido por EnriqueTandeter en la Historia Argentina de Editorial Sudamericana (2000), un artículo posteriordonde analizamos el período colonial temprano de la Puna (Palomeque, 2006) y unmanuscrito de una conferencia sobre la fundación de Córdoba (Palomeque, 2005b).

9 En el río Salado norte, en su rivera oriental, en el paraje El Vencido, localidad de ElQuebrachal, departamento de Anta, provincia de Salta.

1 0 En 1593 se dio la tercera y definitiva fundación de Jujuy luego de las fundacionesfracasadas de Nieva (1562) y de Alava (1575).

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1 1 Parte de la información en que se basa la citada publicación proviene del primer tomo de lasActas...., ya que el Obispo Trejo es quien primero inicia el largo conflicto judicial para recupe-rar estos diezmos para el Tucumán. Este conflicto, que sigue siendo mencionado frecuente-mente en las reuniones del Cabildo Eclesiástico, persiste hasta fines de la década de 1660.

1 2 Pucci plantea que la mortalidad indígena se inicia años antes de que comience la invasiónpropiamente dicha, en tanto las destructoras pestes deben haberlos precedido en muchos años.

1 3 En 1608 también se menciona que los «vecinos y moradores» de la ciudad eran aproxima-damente 160 hombres, 100 mujeres españolas y mestizas, algunos portugueses, 50 ne-gros y 50 negras y muy pocos mulatos. En el listado de población se observa, a simplevista, el alto número de hijos de los conquistadores. En este Informe de 1608 no seincluye a los indios dentro del rango de «vecinos y moradores». Sobre ellos hay referen-cias en otra sección del Informe, de cuyo contenido desprendemos que habría ciertatendencia a la interrupción del gran derrumbe de la población indígena porque allí se diceque los indígenas eran 20.000, que ahora son 5.000, pero que «de algunos años a estaparte, no van los naturales en tanta disminución».

1 4 « ...y ayudó a ir en disminución los indios aver sacado desta ciudad los Gobernadorespasados vecinos con sus indios para la población de Salta, y la Villa de Madrid y hasta elrío Bermejo....»

1 5 Tanto fue su crecimiento en esos años, que debido a ello allí se realizó el Sínodo de 1597.

1 6 En Catamarca, donde no había ningún poblado desde la destrucción de Londres, en 1607se fundó San Juan Bautista de la Rivera (al oeste de Belén actual, en el valle de Londres)que se despobló luego por asedio de los indios. En 1633 fue refundada en Pomán, perolos vecinos no acudeeron a ella sino que se instalaron en la actual Catamarca. Oficialmen-te, en 1681 se fundó Belén en la antigua jurisdicción de San Juan Bautista de la Rivera y,entre 1683 y 1684, se fundó Catamarca (Bruno, 1966).

1 7 Menciones a los diezmos de Córdoba y sus montos se encuentran en las Actas de 1627,1634 a 39 y en 1666.

1 8 Arcondo menciona que los diezmos de la Gobernación bajan de 11.000 pesos para laépoca en que se hizo cargo el Obispo Mercadillo (1698) a 5.000 o 6.000 pesos en 1711(Arcondo, 1992).

1 9 En esta investigación de Assadourian, realizada en la década de 1960, ya se consultó elprimer tomo de las Actas...

2 0 En estos años de sublevación sólo colaboró Jerónimo Luis de Cabrera «y sus deudos yamigos» que eran «los más pobres y de menos indios», sin contar con la colaboración delos otros vecinos que se quedan en Córdoba.

2 1 En 1658 comenzó la rebelión de indios calchaquíes encabezada por Pedro Bohorques y enel invierno de 1659 se inició la invasión del gobernador Mercado que derrotó a losindígenas de la zona norte del valle Calchaquí, quedando sin dominar la población de laparte sur hasta 1664 cuando, luego de ser derrotada, el valle fue vaciado y su poblacióndispersada (Lorandi, 2000:305ss, 319-322).

2 2 A decir verdad, no pagaron un diezmo sino una veintena -o medio diezmo- calculada enbase a una suma fija luego de un acuerdo precedido de fuertes discusiones.

2 3 Las negociaciones que precedieron la fijación de esta suma fija son tratadas con másdetalle y amplitud en Tell y Castro (2006).

2 4 Al respecto cabe mencionar que a través de las investigaciones de Gabriela Sica sobre Puna yQuebrada de Humahuaca, se ha podido conocer que los curacas de dichas zonas lograronparticipar en el mercado con productos generados desde sus propias economías (Sica, 2006).

Silvia Palomeque

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2 5 Entre 1790 y 1850 fueron años de sequía: 1790, 1794, 1799, 1802, 1803, 1817, 1818,1820 y 1846 (Palomeque, 1991; 1992).

2 6 El sistema de adhesión entre incas y curacas locales andinos, basado en el parentesco yque requería que cada inca reconfirmara su autoridad, no funcionaba bien en sistemassociales diferentes, de rudimentaria organización política, donde los señores locales te-nían escasa autoridad. La conquista militar inca era rápida y basada en la fundación deasentamientos en sociedades semejantes, que no estaban en la «frontera» ni debían prote-gerla, sino que eran puntos de apoyo a partir de los cuales desarrollaban avances pacíficoshacia estas zonas nuevas, de sociedades diferentes, en base a «dones prestigiosos» y«lazos de adhesión» (Pärssinen, 2003 [1992]:73; 92; 115).

2 7 Forma habitual de denominación del río Dulce en esos años.

2 8 Digo «secuelas irreversibles» no sólo pensando en el derrumbe de la población sinotambién en la destrucción del ambiente. Investigaciones actuales, que ubican la zona encuestión dentro del Chaco al que califican como uno de «los muchos ecosistemas fuerte-mente estacionales...» de América, plantean que una de sus características es la «...lentitudde los procesos de cicatrización de los ecosistemas y/o... la irreversibilidad de determina-dos cambios» (Morello, 1983:356).

2 9 En las Actas es notorio como cada vez que necesitaban de un trabajo sólo se imaginabana los indios mitayos como sus posibles ejecutores.

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La noticia periodística como documento histórico y/oantropológico*

María Cecilia Stroppa

Universidad Nacional de RosarioContacto: [email protected]

Descubriendo las noticias

La prensa de una época constituye un recurso valioso para el investigador encuanto brinda una visión contemporánea de los sucesos que se analizan, aunque dadasu inserción en la sociedad, sea una mirada sesgada, parcial y en cierta formadistorsionada. Algunos la han considerado el «espejo del mundo real», un espejo querecoge las imágenes del diario acontecer y otros1 la caracterizan como un actor políti-co colectivo, por la influencia que ejerce en los demás actores sociales que síinteractúan en el campo político de la conquista del poder. Las noticias, los textos decualquier tipo, las conversaciones informales, no sólo regulan una buena parte denuestra vida cotidiana sino que funcionan también como uno de los elementos centra-les para la reproducción de las condiciones del poder. Además, la noticia en su formanarrativa no es meramente una forma discursiva neutra que pueda o no utilizarse pararepresentar los acontecimientos reales sino una forma discursiva que supone opcionesontológicas y epistemológicas con implicaciones ideológicas e inclusoespecíficamente políticas2.

Analizados en el marco de la teoría de la comunicación, los medios gráficos cons-tituyen un vehículo por excelencia del mensaje, con un emisor (la prensa o el perio-dista) y un receptor (el lector). Y ambos forman parte de la sociedad con sus tensionesy conflictos. Las noticias relevadas en periódicos del siglo XIX sobre el tema indíge-na tienen la característica de aportar nueva información sobre una problemática quepreocupaba a todos por igual, mantener un carácter testimonial y a la vez, comodiscurso público de las élites del poder político, presentar una imagen de carácterambivalente positiva/negativa hacia estos grupos, tratándolos por una parte comopobres personas que deben ser ayudadas dada sus condiciones de vida o como gentedesagradecida que siempre está insatisfecha pese a lo que se hace por ella.

El problema del indio había sido predominante para todos los gobiernos que sesucedieron desde la Independencia, limitando con sus correrías las labores agrícolas y

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ganaderas, saqueando poblaciones que sufrían periódicamente los malones, la pérdidade vidas, el cautiverio de mujeres y el perjuicio a las haciendas. La inestabilidad políti-ca del país y la guerra con el Paraguay obligaban a las autoridades a mantener la pazmediante tratados pese a algunas acciones violentas que culminaron con la denomina-da «Conquista del Desierto» conducida por el Gral. Roca entre abril y mayo de 1879.

En las zonas fronterizas el problema adquiere un perfil propio que involucra tantoa los estancieros molestos por la leva de peones y las exacciones fiscales como amilitares, peones, sacerdotes, comerciantes, jueces, padres y esposos de los cautivosreclamando por ellos, etc. Tras la caída de Rosas, los indígenas participan activamen-te en las guerras civiles a favor de unos u otros, pero a partir de Caseros se instaura unperíodo de relativa paz. Las fuerzas indígenas se pliegan a quien mejor les pague o lesasegure un suculento botín. La organización estatal continúa siendo reducida y elpasaje del Estado Colonial al Nacional no termina de resolverse. Lo que comienza adefinirse como una política para con los indios, se manifiesta en relaciones socialesde desigualdad, de dominación/subordinación que tienen su especificidad y lógicapropia. Ya antes de la Conquista del Desierto están sentadas las bases de la hegemoníablanca en el campo económico, político, social y militar.

Una primera investigación exploratoria sobre el tema de la frontera en la prensa nos pusoen contacto con algunas publicaciones periódicas del siglo XIX. Muchas voces llevadas alpapel pero sin continuidad cronológica la mayoría de ellas. Finalmente se decidió leer losprimeros veinte años de dos periódicos que poseyeran los requisitos deseados y sobre todo,fuesen accesibles al público, en este caso al investigador. De allí la inmersión en el archivode los Diarios La Capital de Rosario, fundada por Ovidio Lagos y Eudoro Carrasco el 15 denoviembre de 1867, del cual Ovidio Lagos fue director primero y luego dueño exclusivo delmismo. El otro periódico elegido fue La Prensa de Buenos Aires, a fin de rastrear estaproblemática en el imaginario social de una época que Sarmiento anticipó tendría «lasventajas de la extinción de las tribus salvajes...». La elección de estos diarios se debe a sutemprana iniciación y a su continuidad en el tiempo sin interrupciones de ningún tipo. Otrosperiódicos de la época como El Rosario (1864-1865), El Ferrocarril (1865-1866), El Cos­mopolita (1865), etc. tuvieron una existencia muy limitada. Se tuvo también en cuenta a LaConfederación, fundada por don Federico de la Barra, importante bisemanario político,literario y comercial defensor de las autoridades federales, aparecido el jueves 25 de mayo de1854, dando publicidad desde sus comienzos a la Constitución Nacional en forma recortable.Ya en 1828 el rosarino Echeverría instala en Santa Fe, con la imprenta de la Convención queel mismo había conseguido en préstamo del gobierno porteño, dos periódicos titulados ElDomingo 4 de mayo en Buenos Aires y El Satélite. Ambas hojas de publicidad tuvieron vidaefímera por la falta de lectores suficientes.

El análisis de un corpus de textos periodísticos presenta diversas ventajas ya que,metodológicamente, resulta por lo general un discurso dotado de gran coherenciainterna y con una visión del mundo formalmente estructurada. Existe una fuerte co-nexión entre la narrativa periodística y el imaginario de una sociedad y en estainteracción y diálogo permanente es donde se institucionaliza el discurso cultural yactúan los así llamados «guiones» culturales cuya organización muestra la visiónsobre los «otros», en este caso los indios americanos. Además, nos permite indagar losprocesos de construcción y representación de identidades en el contexto histórico ypolítico argentino del siglo XIX. Lamentablemente la heterogeneidad de las noticias

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relevadas no ha permitido una clasificación de las mismas, ya que éstas aparecen deforma aislada y resulta difícil encontrar el hilo narrativo entre ellas.

Leyendo las noticias

Desde Rosario especialmente, el conflicto de la frontera parece lejano y ajeno. Laprensa local se hace eco de las protestas de los habitantes por las constantes invasio-nes y matanzas de los indios y publica los relatos de los cautivos liberados o de susfamiliares, cede sus páginas a comentaristas, a algunos exploradores con ciertas pre-tensiones literarias, a aquellos que se designan testigos oculares quienes narran cos-tumbres, hechos, curiosidades relacionadas con los indios y a los corresponsales des-tacados en los fortines de la frontera. En muchos casos se aconseja generalmente unapolítica de reducción por parte del gobierno, se citan ejemplos de buena voluntad delos indios que acosados por el hambre y la peste llegan a las puertas de los fortines apedir ayuda y la situación del indígena, se utiliza, más de una vez, como elementoimpugnador de los respectivos gobiernos.

La lectura de periódicos de épocas pasadas suele producir en nosotros disparessentimientos de sorpresa y estupor frente a acontecimientos distantes en el tiempo,que nos son ajenos y que no podemos en muchos casos contextualizar en su justamedida. Como ejercicio de interpretación, sin tratar de analizar demasiado el lengua-je o las circunstancias que los rodearon, nos enfrentan a hechos que a veces nosresultan difíciles de entender desde nuestra posición en el presente, aunque las pala-bras se constituyan en una forma pura de comunicación. La lectura y reconstruccióndel pasado asume la forma de diálogo entre el lector/historiador y los documentosconsiderados textos, acontecimientos históricos en si mismos.

Asomarse con curiosidad a las costumbres y pautas de la vida del Otro, tan diferen-tes de las propias y cotidianas, es una constante en las noticias periodísticas. El perio-dista se transforma en un escritor «etnógrafo/historiador» peculiar en el intento dequerer capturar fugazmente ciertos trazos de esas otras vidas, intentando describir unarealidad que difiere enormemente de la suya propia. El texto periodístico nos proponeun modelo del mundo real con el cual está en correlación y del cual constituye unmodelo finito de los hechos. El periodismo y/o la literatura, creadora de un mundo porexcelencia, pueden ser releídos históricamente como una manera de oponer nuevosmodelos acerca del devenir histórico a los ya existentes, corregir ideológicamente lahistoria y/o reelaborarla. La interpretación de estos textos son una operación comple-ja que depende del conocimiento de los códigos por parte de emisores y receptores.Una lectura histórica de un texto literario, antropológico, político, sociológico ocualquier otra es perfectamente «lícita» ya que éste ofrece a diferentes lectores distin-ta información, a la medida de las necesidades de cada uno. Para los historiadores, porejemplo, los textos siempre han sido medios para comprender algo más y no objetosde comprensión en si mismos. Esta historiografía documentalista de abordar un textocomo mera información sobre el pasado, con el objeto de reconstruirlo, es, en reali-dad, una ficción interpretativa que se apoya en la ilusión de que es posible unadescripción neutral de lo acaecido, sin interpretación o análisis, lo que implica unaconcepción del lenguaje como medio absolutamente transparente de representaciónde lo real, sin pensar que se describen acontecimientos situados en la historia de lacultura y del lenguaje.

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Desde los diarios de la época

Es difícil pensar qué sentimientos se generaban en la población rosarina leyendoincesantemente sobre invasiones, asaltos, saqueos, robos de personas y animales y losconsecuentes rescates de cautivos de la Sociedad de Beneficencia de Rosario queaportaban trágicas historias de una realidad desconocida, voces de hombres y mujeresque en calidad de testigos, procuran reproducir una situación que los ha tenido comoprotagonistas durante un tiempo involuntario. Tal vez pocos rosarinos habían oído eliracundo galope del malón, los alaridos, los relinchos; sufrido los ataques inespera-dos y violentos, la agresividad de la lucha cuerpo a cuerpo, la pérdida de seres queri-dos y sus bienes. Pero todos leían sobre estos hechos en las páginas de La Capital y LaPrensa. Encontramos variadas referencias desde la línea defensiva que partía desde elfuerte de Chascomús y llegaba al de Esquina, pasando por los de Ranchos, Monte,Lobos, Navarro, Mercedes, Luján, Salto, Rojas, Melincué e India Muerta, siete co-mandancias en una franja de tierra de aproximadamente 155 leguas.

Una carta del 11 de enero de 1868 (La Capital, Nº 46) de un corresponsal desdeJunín nos relata la invasión de dos mil indios al Fortín Las Tunas -por tercera vezconsecutiva-, e informa que invadirán luego Melincué y Rojas, de cuyos puntos noestán muy distantes:

«Para evitar este peligro no contamos más que con la Guardia Nacional de infantería,algunos de caballería y los extranjeros, todos los cuales vigilan el pueblo con patrullas.A juzgar por la declaración del oficial, que es el baqueano de esta frontera, la invasióna ella parece indudable, no obstante, puede que los indios se entretengan por la provin­cia de Córdoba y Santa Fe».

Un tipo de invasión frecuente es comparable a la del 2 de setiembre de 1868 (LaCapital, Nº 224) en la cual 200 indios irrumpen por la Cañada de Gómez al Nortellegando hasta el Carcaraña y hasta una legua de Las Tortugas:

«Han hecho la invasión desvastando con todo descaro y calma ­ entrando al trote yrecorriendo todos los puntos indicados. Llevan un considerable botín. Como cuatro ocinco mil animales yeguarizos y caballar. La hacienda vacuna se ha escapado por el malestado en que se halla que no han podido arrearla».

Al día siguiente (Nº 225) 400 o 500 indios invaden la estancia de Larré llevándosede nueve a diez mil caballos y vacas. El comentario del cronista remata la nota conestas palabras: «todo esto lo deben los argentinos al peor de los gobiernos que hatenido la República, General Mitre. Irritante reto de la Barbarie a la Civilización».Los resultados de estos ataques son siempre similares.

«Mientras los indios nos empobrecen las campañas y nos cautivan las familias, noso­tros sacrificamos nuestra sangre y tesoros en una guerra exterior, con el mentido objetode redimir a un pueblo de un tirano. No fuera mejor cuidar nuestra casa y redimir a

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nuestras familias arrebatadas por los salvajes sirviendo a sus lúbricas pasiones? Res­ponda el buen sentido» (4 y 5 de enero 1869, La Capital Nº 343) sobre una invasión aLos Loros (Río Quinto).

Y así se suceden las noticias a través de los corresponsales: el 31 de julio 1870 (Nº814) desde Villa de la Concepción donde se narra el saqueo de los indios a Rueda, el14 de junio 1872 (Nº 1364) cuando los indios entran por las puertas del Saladillo dela Orqueta, hasta cerca de la colonia Candelaria, etc.

Casi al mismo tiempo se escuchan otras voces con otros argumentos. Una nota del7 agosto de 1873 (La Capital, Nº 1704) anuncia que

«se está operando un fenómeno social en estos momentos, que puede, si no se explota enbien de la condición humana, en provecho de la economía y la seguridad de nuestrariqueza rural, transformarse en un cargo inmenso contra la conciencia de nuestrosgobiernos y nuestros Congresos».

Alude la noticia a los indios de las pampas del Sur que instigados por el hambre,buscan la protección de los jefes de frontera, piden tierras para abandonar el desiertoy recogerse a una vida más regular por «el poder del hambre». El diario comenta:

«el cacique Ramón, indio influyente entre la tribu de los ranqueles,bastante despierto ycon honestas inclinaciones es uno de los que se han dirigido al Gral Arredondo propo­niéndole trasladarse con todas sus dependencias a la vida civilizada con tal que seseñalen campos para fijar su residencia y elementos de trabajo para subsistir y progre­sar. Los bárbaros vienen a entregarse a una nueva vida y la civilización no puedecerrarles sus puertas sin ponerse al nivel de aquellos».

Este reducimiento voluntario es causado por el hambre,

«no tienen que comer y no tienen los medios de trabajar, ni saben trabajar. No seríacuerdo descuidar esta prueba, después de sacrificios tan grandes como inútiles. Laguerra en permanencia es también una amenaza en permanencia. La guerra no reme­dia tanto, toquemos el recurso de la reducción que ellos mismos nos brindan y quepaulatinamente irá quebrando sus chuzas. Hoy serán 200, mañana 2000, más tardeserán todos. La gran cuestión es formar los primeros núcleos, ésto establece la corrien­te de esa desgreñada inmigración».

El periodista cita el caso de Catriel y sus indios en la provincia de Buenos Aires ylos errores cometidos en ese intento de reducción ya que sólo se trasladó una tribu consus costumbres bárbaras dándoles ocho o diez leguas sin distribución ni orden.

La simplificación de las posturas que se asumen desde las páginas de los periódi-cos muestra, una y otra vez, la ambivalencia en el discurso frente al mal denominado

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«problema indígena». Alberdi planifica abrir el país a los inmigrantes europeos quecomienzan a derramarse sobre las extensas tierras despobladas, sin centros urbanos ysin industrias, con el único atractivo de la fertilidad natural del suelo. Ellos traen lacultura del trabajo, conocimientos, oficios, artesanías, todo lo contrario que ofrecenlos indígenas3. Nicasio Oroño, que habla desde la provincia y la tradición federal delBrigadier Estanislao López, tiene la obsesión de sus colonias como proyecto para elprogreso. Como bien dice David Viñas las tierras del desierto debían convertirse enlas tierras para las colonias, resolviendo así el viejo problema

«entre lo vacío y lo lleno, entre lo poblado y lo deshabitado, entre la cultura y lanaturaleza [...] Un espacio concebido no como una dimensión aérea sino como unparámetro concreto de la propiedad» (Viñas, 1982:145).

Se refuerza una y otra vez la imagen estereotipada de civilización y barbarie ponien-do las bases de una identidad nacional donde los Otros, dentro de las conflictivasrelaciones interculturales, son quienes deben ser eliminados para el logro del objetivonacional. El contacto implica tensiones que no pueden ser resueltas sino por medio dela eliminación o asimilación, única solución para la asimetría sociocultural. Las prácti-cas discursivas en los medios están organizadas para mostrar las jerarquías y representarlas diferencias. El ‘espacio vacío´ en poder de los indios debe ser incorporado al estado-nación y los límites originales ya no son los deseables en función de la nueva imagendel territorio nacional. Civilización y barbarie enfrentadas a través del desconocimien-to de ese otro mundo donde lo importante y visible parece ser la comida sin sal, la faltade pan, de azúcar, de vino, las ceremonias bárbaras, la crueldad innecesaria.

La política de reducción se aconsejaba ya a través de los periódicos desde el año1869. En una editorial curiosamente titulada «Civilización y caridad» se hace refe-rencia a los indios del Chaco, que han sido reducidos en un punto denominado SanJavier donde se concentran a más de 1000 indios de todas las edades.

«Vienen por fin, los azotes del desierto y los flagelos de nuestra propiedad a buscar elamparo de la civilización y el cristianismo. Que no lo busquen en vano. Que compren­dan ellos y sus hijos los beneficios de la moral y el trabajo honesto, el consuelo decreencias serenas y consoladoras. Que el pueblo cristiano los acoja y los entregue agoces de una vida arreglada y que poco a poco se divorcien los seres nómades de sushábitos y se conviertan en obreros de la vida oculta. ¿Cual es el medio de obtener elresultado en perspectiva? Protegerlos, ampararlos y aliviar en lo posible su desnudez.Están en la miseria y la caridad reclama la acción suave y benéfica de la mujer [...]Sabemos que el Gobierno ha dado algunos auxilios, que han enviado un sacerdoteidóneo, un maestro de escuela y algunos útiles de labranza. Pero entre tanto el hambrey la desnudez requieren eficaces auxilios. Que no se pierda esta invocación desgarradoraen el vacío de la indiferencia. NO!» (La Capital, 3 agosto 1869).

Las buenas intenciones que guían al periodista que redactó esta nota no tienen encuenta los enormes esfuerzos de reducción llevados a cabo por jesuitas y franciscanosdurante muchos años en todo el país y los inconvenientes ocasionados por una polí-

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tica tal vez bien intencionada pero que no consideró los diferentes sistemas de vida,creencias y jerarquías de los diversos grupos indígenas, llevándolos a la desintegra-ción. Y muy pronto a la extinción. La ignorancia y el desprecio por formas de vidadistintas, el etnocentrismo exacerbado en nombre de una civilización blanca quecentraba sólo su atención en los beneficios del trabajo, la moral y el progreso contri-buirían a un veloz exterminio de los indios sin culpas ni remordimientos.

Aunque en ocasiones estas representaciones sumen a los individuos en situacio-nes ambivalentes y confusas. Un periodista se interroga por la identidad de esossujetos que han quedado al margen de la sociedad sin poder entrar a la historia:

«Qué son estos indios?

No son extranjeros, porque nacieron en suelo argentino. No son ciudadanos, porqueno ejercen derechos de tales, ni observan las leyes a que los demás ciudadanos se obligan.

No son paisanos o particulares, porque viven a costa del Estado que los mantienencomo máquina de guerra.

No son militares aunque ostenten galones. Y esta clase de colonia tiende a au­mentarse. Hay que alejarlos de las fronteras y de la vista del desierto (La Prensa, 2junio 1874, Nº 1340).

Años claves

Las noticias que llegan de la frontera no son solamente informativas y testimonia-les sino como señala David Viñas (1982:51)

«intercalan elementos teóricos: especulan [...] sobre la conquista, la interpretan, re­cuerdan sus fundamentos iniciales, insisten en sus componentes doctrinarios, aplauden,descalifican y hasta proponen sanciones cuando presienten que una trayectoria generalha sido olvidada o tergiversada. O reiteran, dura y empecinadamente, el dilema frente alos indios; se convierten o se los suprime».

Es decir, proponen el exterminio total de los indígenas y la consiguiente expro-piación de sus tierras. Se trata, para Viñas, del comienzo de «la modernidad oligárquica;la matriz más dinámica de la Argentina oficial contemporánea». Pero no es fácildesprenderse de esos bárbaros «imposibles de asimilar» que, pese a todos los esfuer-zos por transformar el espacio nacional en moderno y eficiente intervienen e incidenen cuestiones políticas nacionales.

Artículos de La Capital del 9 al 13 de abril de1879 (Nº 3369-3371) bajo el título«Los indios y la política electoral», señalan el recrudecimiento del salvajismo atribu-yéndolo a la política sin escrúpulos de Avellaneda, cuyas fuerzas

«han perdido el pudor en sus propósitos anarquistas. Guerra salvaje declarada a la sobe­ranía de los Estados, con la ferocidad inherente a la raza ranquelina que ha sido y es el azoteterrible de nuestras fronteras [...] entre tanto las fuerzas de la Nación que el pueblo argen­

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tino paga con sus dineros, se ocupan de ejercer todo género de violencias, de iniquidades yatentados, con el criminal designio de usurpar el voto de las mayorías arrancándoles lasactas para inutilizar la legalidad del triunfo; los indios llegan hasta las puertas de nuestrasciudades, amenazan las poblaciones, hacen un gran botín, sembrando de cadáveres elcampo de sus depredaciones y dejando en la ruina a más de un comerciante»,

aludiendo a los escándalos ocurridos en Río Cuarto donde afirman que las autori-dades de las fronteras abandonan sus puestos para hacer «elecciones al paladar delgobierno».

La situación no es nueva. En una nota de 1870 «Los indios haciendo política. Susoriginalidades» un corresponsal escribe desde el fuerte Coronel Gainza, a propósitode la presentación en el fortín Benavídez de doña María Antonieta Maldonado, oriun-da de Totoras y cautiva desde 1868 del cacique Mariano Rosas, aparecida después deveinte días en el desierto sin alimentarse, comiendo escarcha de las lagunas paracalmar su hambre, envuelta sólo con un pedazo de bayeta. Además de sus problemaspersonales por haber dejado a sus hijos en las tolderías del cacique Colupta, narra quelos indios reciben los diarios con regularidad:

«Que ellos saben todo. Que Mansilla se apretó el gorro para Buenos Aires por temor deFelipe Saá que está en Córdoba, que los indios se plegarán a Saá para acabar con lastropas nacionales y luego irán hasta Buenos Aires para degollar al General BartoloméMitre por unitario [...] y que ellos temen mucho una invasión de la tropa del ejército»

Y además agrega

«Que los indios precisan aliarse a los de Chile para atacar este fuerte, que solos no seaniman, porque les tienen tomadas todas las mejores aguadas y los caminos reales pordonde hacían excursiones» (La Capital, 28 julio 1870).

Esta ofensiva al gobierno a través del indio se hace patente en la literatura periodística,ya sea indirectamente a través de comentarios sobre las costumbres, donde se vislumbraun salvajismo por necesidad -»no tienen que comer, por eso atacan»- o bien en forma deeditoriales, en que aparece la crítica directa. Pero en 1879 comienzan a llenar las páginasde los diarios los triunfos de Alsina y Roca que dan respuesta a la propuesta de exterminio,

«Cada vez que recibimos noticias de un triunfo obtenido sobre los salvajes que porespacio de tres siglos han ensangrentado y saqueado nuestras poblaciones fronterizas,no podemos menos que exclamar ¡Los indios se van! Sí, se van, unos a guarecerse en lasfaldas de las escarpadas rocas de los Andes y otros a los ingenios de azúcar, o aengrosar las filas del Ejército Nacional [...] El temible Epumer ha caido por fin con 300de los suyos en poder de la expedición que manda el coronel Racedo».

Cartas de particulares enviadas al diario narran episodios extraordinarios de los

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enfrentamientos con los indios. Desde San Luis, Villa Mercedes, llega el testimoniode alguien que ha participado y sido testigo ocular de lo ocurrido: la invasión de losindígenas a un paraje denominado «Sayapé», rechazada por las fuerzas del CoronelNelson el día 30 de mayo de 1879 a quien se suman algunos ciudadanos y los solda-dos del 8º de Caballería:

«Los indios ya nos llevaban más de una hora de delantera, llevando un arreo considerablede caballada y varios cautivos. Ibamos marchando sobre la rastrillada que habían dejado ensu marcha incesante. En su perspicacia habían elegido para su marcha los peores terrenos,los que llamamos guadales, pensando así cansar nuestros caballos y burlar nuestra perse­cución. Efectivamente lo hubieran conseguido si solo se hubieran llevado los caballos pa­trios, puestos estos iban quedando cansados por el camino, siendo los caballos de losparticulares los que salvaron la situación. Al caer la tarde comenzamos a encontrar vesti­gios recientes del paso de los indios, como ser fogones con fuego encendido donde elloshabian acampado. A las doce y media los bomberos regresaron y avisaron al comandanteque los indios estaban levantando campamento a cinco cuadras aproximadamente de dondenosotros estábamos [...] A la voz de la «A la carga!» el escuadrón cargó a media riendayendo nosotros detrás de la primera mitad. La sorpresa de los indios fue completa lo mismoque su dispersión, solo la noche pudo salvarlos, pues en el entrevero era imposible sabercuales eran los indios y cuales cristianos. Resultado de esta expedición: once indios muertos,un prisionero y tres cautivos rescatados. Más de quinientos animales yeguarizos que lleva­ban robados y una lanza de cacique, trofeo de mi amigo».

El símbolo del poder convertido en objeto de adorno y curiosidad

El «malón blanco» se apropia de las estrategias indígenas y las ideas de Rocafundamentan el exterminio como única solución viable para la recuperación de terri-torios tan ricos y fértiles pero improductivos en manos de los bárbaros. El ejército y laélite argentina lo siguen y respaldan. El proyecto está asegurado. Las páginas de losdiarios hablan ahora de

«los vagos sin familia, (que) andan entre bosques impenetrables, esparcidos o reunidos enzonas inmensas de pampas que imposibilita su captura y les facilita seguro albergue».

Abundan los estereotipos de un enemigo en retirada:

«el indio es el tipo más haragán y traicionero bajo el sol. De ladrón no diremos nada. Nobusca trabajo y al verse libre se ha largado al desierto para renovar sus antiguasdepredaciones».

Nadie se pronuncia a su favor. Sólo se escuchan voces que hablan de seguridad, decambio, de proyectos para hacer de la soledad del desierto un espacio «colonizable»donde comenzar una nueva organización nacional. La ciudad de Rosario comienza atransformarse aceleradamente al compás del crecimiento económico experimentado

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por el desarrollo agroexportador y el indio ya no es noticia.

En síntesis, la frontera aparece en las noticias relevadas como un espacio inclasi-ficable, desordenado, donde se cometen las mayores iniquidades, donde la vida hu-mana pierde su valor intrínseco y es sólo objeto de unas circunstancias que escapan ala normalidad. El proyecto de homogeneidad que el país lleva adelante y que seexpresa diariamente en las páginas de los periódicos no deja espacio para lo diferente,por eso se acepta la desaparición, la aniquilación de esos Otros seres que carecen deesencia humana porque no se ajustan a la vida civilizada que el país ha elegido comometa. Un silencio significativo irá reemplazando los nombres extraños de origenranquel o tehuelche por los de los recién llegados que en lenguas tan extrañas comolas anteriores se irán apoderando y asentando en aquellas tierras que alguna veztuvieron como único habitante a un indio bravo, agitando su chuza mientras el caba-llo lo lleva hacia el horizonte a la velocidad del viento.

EjemplosLa muerte de los Zorros

Los textos elegidos para el tema no son transcriptos en esta instancia porqueaparecieron en forma completa en la publicación de las Vª y VIª Jornadas de Investi­gadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro­Oeste del País4. Ellos tienen uneje en común y tratan de la muerte de los miembros de la dinastía de los Zorros,noticias que llegaron puntualmente a las páginas de La Capital de Rosario y LaPrensa de Buenos Aires en su momento. La elección del tema se debe tal vez a loinusual del mismo, el relato de las honras fúnebres realizadas a la muerte de estosindividuos que ocuparon un lugar sobresaliente en la sociedad indígena de la época.

Los testimonios que proporciona una sepultura nos hablan del sistema de creen-cias de un pueblo y de los elementos del mito que todos los hombres buscan para sutrascendencia «al mismo tiempo que dota al contexto funerario de una autonomíasignificante [...]» (Vincent Garcia, 1995:15). Los ranqueles enterraban a sus muertosde forma particular y sus creencias muestran la representación de una continuación dela vida del hombre más allá de la muerte, en condiciones del todo semejantes a la dela vida terrena, de allí los aperos, los caballos, la montura, la bebida y los alimentos.

Lectores invisibles supieron por los periódicos de sus hazañas y proezas, de susataques y saqueos, de su muerte, entierro y profanación, historias que la inquietud ycuriosidad de los periodistas acercaron a las páginas de los grandes comunicadores dela época donde también aparecían en frías letras de molde los rasgos civilizadores queconsolidaron la expansión territorial. La sangre de los ranqueles se perdió en la tierraferozmente defendida, un espacio ‘vacío´, aún no inscripto en la representación de losblancos y en su lógica de ‘conquistadores´, nunca reconocido como propio de aque-llos denominados salvajes, de una barbarie casi animal según la ideología de polari-zación de la realidad, típica en el mundo occidental del siglo XIX.

Es el momento propicio para que el historiador interprete estos textos que conseguridad no figuran en los anales oficiales pero expresan lo que Hayden White(1992:35) llama «el discurso de lo real». Dejar de lado la vieja discusión entre un«discurso histórico que narra» y un «discurso histórico que narrativiza», entre un

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discurso que «adopta abiertamente una perspectiva que mira al mundo y lo relata y undiscurso que finge hacer hablar al propio mundo y hablar como relato (1992:18). Loimportante no es estudiar el discurso sobre el indígena sino las razones que llevaron ala clase dirigente a elaborarlo, relevar la información que contengan sobre los modosde vida, comportamientos y prácticas sociales y también los motivos que llevaron asus autores textuales a expresarlo de ese modo, lo que no significa que se descalifiqueo dude de la información etnográfica contenido en los textos. El escrito históricodebe avanzar en el descubrimiento de todas las estructuras argumentales posibles quepodrían ser invocadas para encauzar conjuntos de hechos con significados diferentes.Algo semejante a lo que hace el narrador cuando manda su artículo al periódico,identificando y describiendo los objetos que encuentra a su paso, haciendo de ellosposibles objetos de representación narrativa por el lenguaje mismo que usa para des-cribirlos. De la misma forma, el historiador debe lograr encauzar conjuntos de hechospasados con sus significados. Coincidimos con Hayden White (1985) en que

«La distinción más antigua entre ficción e historia, en la cual la ficción es concebidacomo la representación de lo imaginable y la historia como la representación de lo real,debe dar lugar al reconocimiento de que sólo podemos conocer la realidad por contras­te o por semejanza con lo imaginable».

La vida y muerte de los Zorros que encontramos en los periódicos de la época sonverdaderos documentos para antropólogos e historiadores con el objeto de dar senti-do, a través de ellos, de prácticas culturales y acontecimientos que aparecen comopresupuestos básicos en la construcción de la realidad compartida por la cultura,valoraciones de un tiempo y un mundo ya pasado que en nuestro contexto sereinterpretan y recodifican. Los cientistas sociales deben intentar explicar los textosdel pasado, cualquiera sea su naturaleza (literaria, periodística, epistolar) buscandoestablecer con ellos un diálogo y una interpretación que enriquezca nuestro presente.

Tres muertes íntimamente relacionadas en una familia, producto de relacionesinterculturales conflictivas en una zona de tensiones donde el enfrentamiento cons-tante fue la causal de las mismas. Las tres viven en la memoria colectiva. Por eso sedice «que la memoria individual apoya y se apoya en la comunidad en su conjunto»(Halbawchs, 1952:249). El acto de recordar se relaciona siempre con el imaginario,con el conjunto de imágenes compartidas, constitutivas de las relaciones sociales delgrupo en el gran marco épico que hoy poseemos del siglo XIX en la Argentina.

Resulta ineludible a mi juicio, pese a la reiteración, mencionar el fin de la dinastíade los Zorros con la entrega de Epumer Rosas.

«Escolta a Epumer el teniente coronel Ramón que se presentó hace dos años al gobiernocon 300 indios diciendo que quería servir a los cristianos, pues estaba cansado de lavida salvaje. Hoy viene orgulloso al traer prisionero a su antiguo soberano. Ramón esun indio de presencia esbelta, el más alto tal vez de los salvajes y aún de nuestroshombres civilizados.[...] Epumer Rosas fue recibido en la estación por Mariano Rosas,su sobrino que se educa en el Colegio Nacional y tuvieron una larga plática familiar».

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La reducción es el equivalente a la muerte, pero una muerte sin honores. Losdiarios no registran las honras fúnebres de Epumer, ni siquiera el momento de sumuerte. Estuvo preso en la isla de Martín García hasta el año 1883, en que el senadorCambaceres lo llevó de peón a su estancia de El Toro, en el partido de Bragado. Quienfuera en vida un bravo indio de pelea, pasa a la Historia en silencio, su vida se diluyeen los acontecimientos del conflicto del cual no fue vencedor, un protagonista olvi-dado en los innumerables cruces políticos de la época.

Las cautivas y su rescate

Abordamos este tema desde el imaginario construido sobre las cautivas por lasociedad blanca de la segunda mitad del siglo XIX en la prensa periodística5. En LaCapital leemos, por ejemplo, que el rescate de cautivos moviliza a la población y elobjetivo fundamental de la Comisión de Damas de Beneficiencia6 en los primerostiempos parece ser el de recaudar fondos. El 9 de diciembre de 1867 «las damasaficionadas de Rosario dan un concierto cuyo producto será destinado a rescatar a loscautivos arrancados por los bárbaros de sus hogares», según comenta el periodista deldiario La Capital del día siguiente (Nº 23), agregando

«la redención es grande ­es verdad­ pero también es tristísimo que, en el siglo presentela mano de la caridad compre la libertad, la vida de nuestros semejantes al bárbaro deldesierto. He aquí el tributo de nuestras miserias!».

La acción de los ciudadanos y la eficaz actividad de las damas comienza a hacerse sentir.

«Para un objeto tan noble como piadoso, no necesitamos invocar la caridad ­todos loscorazones generosos deben espontáneamente contribuir con lo que puedan para salvaresos inocentes de los horrores de la barbarie (La Capital, 1 y 2 de junio de 1868, Nº 150).

Una y otra vez se apela al altruismo del pueblo de Rosario, esposos desconsoladosque lloran la desaparición de sus compañeras de fatigas, padres dolientes cuyos hijosfueron arrebatados por los indios de sus hogares, todos esperan que la Sociedad deBeneficencia tome a su cargo tan laudable propósito y los ayude en la salvación deesas víctimas, se apela a la caridad para recaudar el dinero necesario para el rescate yse menciona la codicia despertada en los indios que ya en setiembre de 1868 piden10.000 pesos por cada uno de ellos..

Nos proponemos realizar una serie de apreciaciones sobre las mujeres blancascautivas a partir de los testimonios que aparecieron en las páginas de La Capital y LaPrensa en la segunda mitad del siglo XIX. La vida de estas mujeres sólo se puedecomprender en el marco de la conquista, y su situación de cautividad las liga a la viejapráctica de cautivar, llevada a cabo antes por la sociedad «cristiana» que por laindígena. Los relatos de cautivas funcionan como justificación y naturalización detodo el complejo sistema ideológico de la conquista. Desde principios del siglo XVIII

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las cautivas cristianas constituyeron un preciado botín de guerra para los gruposindios. Mientras algunas de ellas eran incorporadas a la sociedad india donde cum-plían con los roles de género que les adjudicaba esa cultura, otras buscaban escapar oeran rescatadas tras el pago de importantes rescates.

Los cautivos pasan a ser -según algunos autores- «aquello de lo que no se habla»pese a lo que se publica en la prensa «no hay para esos infelices ni compasión». Losindios se llevaban las mujeres para servirse de ellas o venderlas, poseerlas mezclaba elpoder y el deseo. Las voces de las cautivas, porque fundamentalmente eran mujereslas que sufrían el rapto primero y el cautiverio después, se deslizan en los textos sóloen el discurso de algún narrador y por supuesto, sólo a través de su marco de referenciae interpretación del mundo. Como dice Susana Rotker (1996:106)

«el problema de las cautivas se resuelve, no porque se las recupere y salve, sino porquese ha eliminado tanto la frontera como el registro de la existencia de estas mujeres. Lacautiva ya no está en ninguna parte. La cautiva es nadie».

La cautiva permanece en el silencio «aunque en la práctica haya habido expedi-ciones y negociaciones de rescate, dentro del reino de la palabra es ignorada, defor-mada, negada» (Pratt, 1992:41).

Sobre el tema transcribimos una carta dirigida a la Sra. Angela N. De Cullen,Presidenta de la Sociedad Protectora de los Cautivos, aparecida en el diario La Capi­tal el 28 de diciembre de 1872 (Nº 1520), por su valor descriptivo y documental. Eltítulo de la nota Rescate de cautivas nos adelanta el tema de la misma y las palabrasdel religioso franciscano Prefecto de la Congregación de Río Cuarto, Fray MoisésAlvarez, testimonian la labor fructífera de las damas de Rosario:

«Debo decirle que he consolado a muchas cautivas contándoles que en Rosario se habíaformado una sociedad con el objeto de rescatarlas, rayo mantendremos esa esperanzay quiera Dios que se acorte un tanto nuestro cautiverio, repetían sin cesar».

La carta resume las desventuras de las mujeres cautivadas, el secuestro, el duroenfrentamiento con la diversidad cultural, la pérdida de los seres queridos que hanquedado atrás, el sufrimiento de ver a sus hijos pequeños morir en viajes intermina-bles a través del desierto apenas su llanto molesta al indio captor o a sus jóvenes hijasconvertidas en elementos de intercambio para alimentar la lujuria del secuestrador,convertidos sus cuerpos en espacio de una verdadera batalla donde se engendra a lafuerza bastardos que la sociedad blanca no querrá, mientras se van destruyendo lasfamilias junto con la memoria de aquello que ya fue y no volverá a repetirse. Eldesconocimiento del idioma agrava la situación: no se entienden los gritos ni lasórdenes ni los deseos de las chinas a las que son entregadas apenas llegadas a lostoldos.

Los recuerdos son intolerables, la memoria trata de reconstruir lo perdido, lucharcontra el olvido y las ausencias, se sufre por lo que se dejó atrás, por la inactividad de

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los familiares que no luchan para recuperarlas y la esperanza de volver a sus hogaresalimenta los deseos de fuga de algunas, deseos severamente castigados por los indiosque las consideran ya de su propiedad. Los cautivos eran propiedad individual, gene-ralmente de caciques o indios lanzas, que pertenecían a las jerarquías indígenas, locual señala que la apropiación dependía del rol y status y al mismo tiempo actuabacomo refuerzo del poder. Muchas de las mujeres cautivas se transformaron en esposaspreferidas de sus captores teniendo rápidamente numerosa descendencia, otras fueronentregadas a otros hombres a cambio de una dote equivalente a la que se obtenía deuna mujer de la propia familia dada en matrimonio; todas ellas se sumaban a la fuerzade trabajo femenino.

El rapto, el cautiverio, el rescate son instancias que comportan innumerables re-gistros de los cuales sólo una pequeña parte puede ser objetivada. Las personas sonviolentamente aprehendidas de su realidad, pierden el campo simbólico de su perte-nencia social, las redes de significación en la cual se basan las continuidades y lasfamiliaridades así también como lo extraño y diferente en su vida cotidiana. Su divi-sión entre lo propio (nosotros) y lo ajeno (ellos) cobra nuevo sentido según de quelado de la frontera se encuentren. Al reconocer la diferencia tienen consciencia de laalteridad, de la propia y la ajena, el conocimiento del Otro les permite ver lo que noson, tomar consciencia de lo que les falta y rechazar las diferencias. La imagen propia(identidad) se crea, destruye y reconstruye en la interacción social en los diversoscontextos aún en los más adversos. La identidad se va definiendo a partir de su Otredad:lo marginal, lo diferente, aquello que no soy. La desigualdad con el Otro, que suponela superioridad de si mismo, se borra en la ignonimia del cautiverio que sufren lasmujeres, olvidadas de Dios y de su patria, su lengua y su familia. Son blancas, pero esoes una desventaja en el nuevo ambiente; no son indias, eso es vergonzoso en elmomento del rescate. Las palabras del franciscano son una expresión de deseo:

«[...] quiero si es posible que todos los Argentinos sepan lo que padecen sus hermanos TierraAdentro y que así conozcan más y más la utilidad de la Sociedad protectora de cautivos».

Las Damas de Rosario se esfuerzan noblemente por solucionar una situación quetal vez ni logren entender, en la comodidad de sus hogares, en la placidez de sus vidas.Pero ¿cuál es la situación de las mujeres y niñas liberadas, víctimas de la sensualidady la «crueldad atroz del salvaje»? ¿Qué bienvenida les espera al volver a la sociedadblanca, con o sin sus hijos a criar? ¿Dónde quedó su decencia? Tal vez en aquellostoldos que se niegan a abandonar para evitar el escarnio y la condena. Han cruzadolímites que las han fragmentado en su identidad, no son lo que eran ni volverán aserlo. La transgresión no se borra y la cautiva que logra retornar a los suyos no inspi-rará confianza nunca más, sufrirán el rechazo y la dura readaptación a una sociedad yaremota en sus mentes. Además, los hijos tenidos en cautiverio son el lazo que las uneal infierno que vivido y les impide a muchas el regreso. Preguntas y respuestas quesuscita la carta de Fray Álvarez donde se deslizan las imágenes estigmatizantes de lasque hablamos al comienzo.

Por otra parte, el temor vence a la persona que cruza, una vez traspuesta la fronteraya no pertenecerá ni a un mundo ni a otro. En palabras de Laura Malosetti (1994:22)

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«la cautiva ya no es un heroína casta que ha logrado mantener su pureza a pesar de todo[…] Es ahora un personaje de frontera, una mujer sin identidad (sin nombre) condena­da por su transgresión, no importa que ésta haya sido involuntaria y forzada».

Para las que decidían emprender el camino de la vuelta, lo primero que remarcan losdocumentos es el estado de desnudez en el que llegaban a la frontera. En este contextovestirlas, taparlas, aparece como sinónimo de reafirmación de los valores de la civiliza-ción. Una cautiva nunca dejará de serlo aunque sea rescatada y vuelva a vivir con sufamilia. Nunca perdían esta condición. La marca de la cautividad permanece con ellas porel resto de sus vidas. Hay un estigma que no pueden borrar ni tapar con ropas y es el de larelación sexual con otros hombres, los indios a los cuales han pertenecido en las tolderías.Esto era considerado una desviación y causa de múltiples males, amenazaba la integridadde las tradiciones y su cuerpo aparece como una metáfora del espacio social, expresión detensiones profundas. Por el resto de sus días, estas mujeres no pierden nunca su condiciónde cautivas frente a una sociedad que las rescata pero las juzga. El regreso no es menospatético que el cautiverio en los toldos. La vuelta significaba en algunos casos la recons-trucción de su núcleo familiar pero en otros la no inserción en la sociedad blanca lesimplicaba quedarse en el fortín, un espacio siempre marginal. La frontera es el lugarelegido para permanecer esperando, año tras año, la vuelta de los hijos cautivos en el‘desierto´ y es casi seguro que la mayor parte de las rescatadas pasó a engrosar el sector delos marginales y desposeídos de aquella sociedad.

Anexo

La Capital, 28 de diciembre de 1872- Nº 1520

Rescate de cautivasA la Señora Presidenta de la Sociedad Protectora de los CautivosSra Angela N. de CullenBuenos Aires, diciembre 16 de 1872

De paso a mi vuelta de Tierra Adentro estuve algunos días en Río Cuarto y por lospadres supe que la sociedad que Ud. preside, trataba de comisionar al padre FrayMarcos Donati para rescatar algunos cautivos.

Está de más que venga a encomiarle una obra que en si misma lleva bastanterecomendación y que ya ha sido aplaudida por la prensa de Rosario, Buenos Aires,Córdoba, etc. El Excmo Sr. Obispo de Aulon dirigió meses pasados una circular atodos los curas de esta arquidiócesis recomendándoles esta gran obra y encargándolesal mismo tiempo solicitasen limosnas para este objeto.

También está de más que refiera a Ud. los sufrimientos de esas infelices (porque deordinario son mujeres) pues más o menos ya se saben; sin embargo me tomo estalibertad, ya porque me lo rogaron con lágrimas, ya porque quiero si es posible quetodos los Argentinos sepan lo que padecen sus hermanos Tierra Adentro y que asíconozcan más y más la utilidad de la sociedad protectora de cautivos.

No dudo que al oir sus padecimientos y sus lágrimas el que no haya concurrido con

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su contingente lo hará, no creo que haya corazones de un temple tal que ni el padecer loconmueva; ni las lágrimas los ablande y por fin no creo que alguno se excuse.

Es indescriptible el estado en que se hallan: padecen y su padecer es sin fruto. Conel objeto de las burlas de los indios y los cautivos: tal vez por contemporizar con susfieros dueños pierden el mérito de todas sus buenas obras, no son mártires por cierto,la virtud es delicada.

He hablado con algunas cautivas que fueron llevadas chicas, ya no recuerdanquienes fueron sus padres y mucho menos saben decir a que familia han pertenecido:sólo mantienen una idea confusa de que son cautivas.

Están acostumbradas a la vida salvaje; no hacen mención de salir aunque puedan,con nosotros vino una a la Villa de las Mercedes a negociar y se volvió luego, espreciso notar que ésta no tenía familia en Tierra Adentro, vivía sola, abandonada detodos y sufriendo mil y mil necesidades, sin embargo prefería permanecer en tal aban-dono; antes de venirse con los cristianos.

¡Qué se puede esperar de éstas! Evidentemente nada. No son indias, pues se sabeque son bautizadas, ellas también lo saben y que el bautismo impone obligacionesque no ignoran, pero tampoco son cristianas por sus costumbres y lo que es peortodavía que pudiendo salir y unirse de nuevo a la Iglesia no lo hacen.

Este camino seguirán muchas otras, las unas por la razón dicha, las otras porque secasaron (permítaseme la palabra), tuvieron familia y el amor de sus hijos no les permi-te separarse de ellos aunque pueden: digo más aunque los indios las despidan de sustoldos y las otras por otras razones. Ya se deja ver que todas éstas religión y patria hanperdido por eso es preciso que las primeras que se rescaten sean las chicas.

La desgraciada que fue cautivada chica generalmente se pone peor que las chinas, esgrosera en sus hábitos, más ignorante y si se quiere más salvaje aún, si ve un cristiano seoculta o se dispara como si viera un fenómeno o un fantasma, tal vez es más inhumana quelas mismas indias con otras pobres cautivas si llega a gozar de la amistad o favor de algúnindio; porque sabiendo el odio que estos tienen hacia los cristianos, el modo como lostratan y que son sus enemigos, hacen lo posible no sólo para desmentir en él estas preocu-paciones sino también dan una prueba martirizándolas que les pertenecen del todo.

En fin con decir que entre la hez de los indios se distingue fácilmente a una cautivase dice mucho pero no se dice todo.

La razón de esto es muy sencilla, es abatida de propósito, se cría en el mayor rigor, esapaleada, azotada frecuentemente y humillada de mil modos. Un estado tan violento paratodos y sobre todo para una criatura y para una criatura muchas veces tímida, pusilánime,poquita, no puede tener otro resultado que la descomposición y alteración de las faculta-des intelectuales. Vuelvo a decir, que también en éstas la religión y la patria se pierdenpues si alguna llega salir, lo que es muy difícil, salen estropeadas inútiles, para si mismasy solo buenas para ver el estado miserable en que las dejan los bárbaros.

Hablaré ahora de las que tanto, la una como la otra gana y rescatarlas sería servir aambas a un mismo tiempo. Hemos visto, señoras, que han sido arrancadas del medio de susfamilias, dejando al marido y los hijos entre los cristianos. No sabíamos qué conversarles,si le hablábamos de su actual estado era renovar su dolor, en el semblante estaba manifes-

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tando el dolor que les oprimía el alma, preguntarles de sus familias era ahondar más lallaga, probablemente el recuerdo de sus hijos había hecho canales en su mejillas, así puesno se hallan palabras con que saludarlas; con lágrimas nos reciben, entre sollozos pronun-cian una que otra palabra cortada y teníamos el sentimiento de dejarlas llorando. No secrea que esto es una alegoría, hace tres años que presencié esta escena en el toldo del indioRamón y ahora supe que todavía vive esa pobre, nos contó que tenía el marido y cuatrohijos chicos entre los cristianos. Esto es frecuentísimo en Tierra Adentro.

Creo que ha de ser terrible para una madre verse lejos de sus hijos, miserable esclava deun bárbaro y sin esperanza de mejor suerte. Yo no sabría descifrar si la pérdida de lalibertad, de los hijos, del marido son el verdugo que más la aflije, pero lo cierto es quetodos esos recuerdos le amargan día y noche. Algunos maridos no tocan los mediosnecesarios para rescatarlas; ellas sin embargo lo saben aunque están lejos, que mejor seríaque no lo supieran, porque evitarían un tormento más sabiendo que aquel que fue el dueñode su corazón y en quien depositaron su confianza es ahora que tanto lo precisan capaz dehacer el más pequeño sacrificio por el rescate de la madre de sus hijos. Sin embargo, aúneso puede ser un consuelo, reflexionando que sus hijos están entre los cristianos y puedenser educados como tales, vivir con menos exposición de la vida y sin la fatal necesidad deestar a voluntad agena (sic). Quién no compadecerá a estas desgraciadas madres?...

Hay más, hemos visto madres que han sido cautivadas con hijos chicos; la historiade estas pobres es tan triste que no es posible oirla sin conmoverse profundamente, nosólo sufren sus infortunios, sino también los de sus desgraciados hijos? Por lo ordinariolas señoras rara vez cabalgan, de suerte que obligadas a galopar 25, 30 o más leguas conuna criatura en los brazos o en anca de un indio, cuando no es en pelo o en algunamontura de ellos que casi es lo mismo¸ se hace pedazos y la criatura se muere o seenferma del sacudimiento, del sol o de las incomodidades de un viaje tan precipitado.

Y gracias que ésta muera de los sufrimientos del camino y no tenga la desgracia dever que el indio impaciente de oirla llorar la mate a lanzazos o caminando la arroje alsuelo donde morirá devorada por las fieras del campo o entre las garras de las avescarnívoras o bien lentamente por los rigores del hambre.

No puedo pintar el sentimiento de una madre que ve a su hijo exhalar el últimosuspiro en medio de horribles extorciones y débiles vajidos producidos por los repe-tidos golpes de lanza y que sin piedad y sin compasión alguna le acesta una manobárbara. Pobres hijos! Desgraciadas madres! ...

Hay todavía más, otras fueron cautivadas con hijas jóvenes. Los indios luego quellegan a sus toldos las entregan al cuidado de las chinas para que las vigilen y sesirvan de ellas. Ahí entra el padecer de madres e hijas, no saben el idioma y por lotanto no entienden lo que se les manda, las chinas creen que es por soberbia, por nosujetarse a ellas, las reprenden, pero como!

De ordinario dándole palos, puntapiés, bofetadas y llega a tal el castigo que situvieran otra cosa a mano le dan aunque sea el azador candente. Qué dolor para unapobre madre ver el bárbaro tratamiento que les dan a sus hijas! Qué sentimiento parauna madre ver que el indio las vende, las juega como si fueran bestias de carga o a vistay paciencia hace de ellas un tráfico ilícito.

Viven en un continuo martirio y en la fatal expectativa, si hoy o mañana su terribledueño en un acto de cólera les dará la muerte.

No permiten que las cautivas se junten, de suerte que puedan consolarse siquiera.

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Digo poco, carecen hasta de la libertad de desahogarse a sus solas porque temen seroídas y que esto les sea de mayor tormento.

Ahora pues, quien explicará el sentimiento de hijas viendo el triste estado de sus madres?Allí la ven trabajar el doble de lo trabajaba mientras vivía entre los cristianos sin poderaliviarla; observan que también, no obstante ese empeño no dan gusto a sus fieros dueños.

Para que sepa cuanto sufren estas pobres madres diré en compendio los trabajosque hacen, sus faenas, sus ocupaciones.

Son muy pocas aquellas a quienes toca la suerte de ocuparse en costuras, en teji-dos, etc, pues éstas llevarán una vida menos azarosa, son también muy pocas aquellasa quienes toca servir a una china de buen natural.

La cautiva desde su arribo al toldo es la esclava perpetua; ella ha de ser la última quese recoja y la primera que se levante, ella ha de ir por la mañana muy temprano a ordeñarvacas, en seguida ella ha de barrer el toldo, encender el fuego, traer agua y disponer elalmuerzo, en fin ella de hacerlo todo antes de salir al campo. Después de arreglarlo todosale al campo a pastorear las vacas, las ovejas, las cabras, o a cavar algún jagüel, o laszanjas de algún cerco, etc. O a cortar los postes que ella misma ha de hacer el corralencenada, etc, a su vuelta ha de traer un atado de leña. He aquí sus quehaceres ordinariosy desgraciada si no lo cumple.

Ahora bien si en tan rudas y penosas ocupaciones hubiera alguna falta, ahí vienenlas represenciones y los castigos. Y como no haberlas si éstas mismas son capaces dearredrar hasta a nuestros más esforzados campesinos, como no a una pobre mujer?

Ya se sabe que entre nosotros ni a las perezosas ni a las personas más criminales seobliga a ocuparse de faenas tan ordinarias y sobre todo ajenas a la mujer.

Muchas de ellas jamás tomaron la pala ni el azadón, ni cosa parecida, que costum-bre pudieron haber adquirido! Ninguna por cierto.

De suerte que los primeros días que toman tales instrumentos son los últimos desus vidas. Cómo no cometer faltas!

Pero el indio poco se detiene en examinar si aquella pobre tuvo culpa en dichafalta. A la noticia que le trae la china, esto es que ha perdido algún cordero se levantafurioso y la golpea torpemente, dándole bolazos por la cabeza y de lanzazos o final-mente del modo más bárbaro que puede darse. He tenido oportunidad de ver algunascicatrices de lanzazos dados en tales circunstancias. Callo muchísimas cosas más queel pudor me impide revelarlas.

Si se teme que alguna cautiva se fugue le descarnan las plantas de los pies o setoman otras prevenciones de esa clase.

.........................................................................................................................

Debo decirle que he consolado a muchas cautivas contándoles que en Rosario sehabía formado una sociedad con el objeto de rescatarlas, rayo mantendremos esaesperanza y quiera Dios que se acorte un tanto nuestro cautiverio, repetían sin cesar.

Si alguna vez puedo cooperar lo haré con el mayor placer

Fray Moisés Alvarez

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Notas* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

1 Ver Héctor Borrat (1989).

2 Sobre este tema sugerimos consultar Hayden White (1992).

3 En 1856 se fundó la colonia Esperanza y tres años después fueron formados losasentamientos agrícolas de San Carlos y San Jerónimo. Hasta mediados de la década delsetenta las tres colonias atravesaron momentos difíciles y, desde luego, no se fundaronnuevos asentamientos. Sobre el proceso de colonización seis períodos se destacan nítida-mente: 1) un desarrollo lento y escasamente exitoso entre 1856 y 1864; 2) una apreciablerecuperación entre 1864 y 1870, especialmente notable en los dos últimos años; 3) unaleve caída, tanto en el número de colonos como en la extensión ocupada, entre 1870 y1877; 4) una brusca caída entre 1877 y 1880; 5) un espectacular boom entre 1880 y 1892;y finalmente, 6) una nueva caída entre 1892 y 1894.

4 «Muerte del cacique Painé» (La Capital, 18 de abril de 1868), «Vida y muerte de MarianoRosas» (La América del Sur, 26 de agosto de 1877 y La Prensa, 9 de febrero de 1879), «EpumerRosas y el fin de una dinastía» (La Prensa, 28 de enero 1879, Nº 2586) en Stroppa (2007b).

5 Sobre el tema se recomienda ver los trabajos de Susana Rotker (1999), Fernando Operé(2001), Marcela Tamagnini (1995), Stroppa (2004, 2007a) entre otros.

6 En Junio de 1854 se crea en Rosario la Comisión de Damas de Beneficiencia, designán-dose presidenta a Doña Laureana Correo de Benegas. Estuvieron sucesivamente a cargode la institución las señoras: Angela Rodríguez de Rosas, Marcela S. de Rusiñol, EusebiaS. de Rosas, Benita Vidal de Caminos, Laureana C. de Benegas, Angela N. de Cullen,Deidamia O. de Díaz Vélez, etc. Lo más destacado de su actuación en estos años es laSociedad Protectora de los Cautivos que dependía de la Comisión.

7 Marcela Tamagnini (1995) publica un valioso material documental del Archivo privadodel Convento de San Francisco de Río Cuarto constituido por cartas, memorias, comuni-caciones, informes, etc. La carta que presentamos no figura en el mismo.

BibliografíaBORRAT, H. 1989 El periódico actor político. Gustavo Gilli, Barcelona.

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MALOSETTI COSTA, L. 1994 Rapto de cautivas blancas. Un aspecto erótico de la barbarie enla plástica rioplatense del siglo XIX. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires.

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STROPPA, M.C. 2007a El testimonio de Domiciana. El destino de las mujeres blancascautivas en la frontera sur a mediados del siglo XIX. Revista de la Escuela de Antropolo­gía, Vol. XIII. UNR. Rosario.

STROPPA M.C. 2007b La muerte de los Zorros y su repercusión en el periodismo. EnOLMEDO, E. y F. RIBERO (comp.) Debates actuales en Arqueología y Etnohistoria.Publicación de las V y VI Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria delCentro­Oeste del País. Universidad Nacional de Río Cuarto. Río Cuarto: 233-242.

TAMAGNINI, M. 1995 Cartas de frontera. Los documentos del conflicto interétnico, Uni-versidad Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto.

VIÑAS, D. 1982 Indios, ejército y frontera, Siglo XXI, Buenos Aires.

VINCENT GARCIA, JM. 1995 «Problemas teóricos de la arqueología de la muerte», Biblio­teca Arqueohistorica limiá, Serie Cursos e Congresos 3, Xinzo de Limia.

WHITE, H. 1987 El contenido de la forma, Ediciones Paidós, Barcelona, 1992.

WHITE, H. 1992 El contenido de la forma, Paidós. Barcelona.

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Dinámica de frontera al sud-oriente de la Quebrada deHumahuaca

Mercedes Garay de Fumagalli

Centro Regional Estudios Arqueológicos - Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy

Contacto: [email protected]

1. Presentación

Con una visión andino-centrista los estudios arqueológicos e históricos se hancentrado en los desarrollos socio-culturales propios de las Tierras Altas. Las TierrasBajas y la franja pedemontana en Argentina, han sido consideradas en su relaciónmarginal respecto a las anteriores. A sus ocupantes se los ha visto siempre constreñi-dos a progresar, reaccionar, huir, asimilarse o extinguirse, en respuesta a las accionesde las sociedades andinas más avanzadas. Este enfoque comienza a cambiar en lasúltimas décadas, en las cuales los estudios etnohistóricos de investigadores francesescomo Renard- Casevitz (1981) y Thierry Saignes (1983) en los Andes Orientales dePerú y Bolivia, ponen el acento en los procesos seculares, originales y variados que sedesarrollan en estas regiones y no solo en su carácter marginal.

Posteriormente también desde la Arqueología se llevan a cabo investigaciones enlas vertientes orientales de los Andes, que abordan los estudios en la región, poniendoénfasis en las particularidades, importancia y riqueza de los procesos socio-culturalesque se desarrollan en las zonas de frontera.

Schjellerup (1998) indaga sobre la expansión incaica hacia el Este y, tras estudiarguarniciones de frontera en los Andes Centrales (Perú), otorga a las mismas funcionesdefensivas e informativas, destacando que también cumplieron funciones respecto alordenamiento del trueque con las poblaciones que provenían del este. Sobre estabase, la autora caracteriza la especial forma de vida que la frontera otorga a sus habi-tantes. Para Schjellerup las situaciones de contacto permanentes generan procesossimbióticos que devienen en conductas particulares, que van a convertirse en ingre-dientes de una conciencia regional, una identidad que los distingue de sus grupos deorigen y los asemeja, y al mismo tiempo, los distingue entre sí, generando un compor-tamiento idiosincrático. Esto favorece procesos de etnogénesis y un sentido deregionalidad, que se traduce a nivel arqueológico en patrones estilísticos propios.

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Por su parte, Alconini (2004), quien viene realizando investigaciones en la franja fronte-riza de las poblaciones andinas con las de las Tierras Bajas orientales, destaca en un trabajorelacionado con el avance Chiriguano hacia el Oeste, las activas interacciones sociales,culturales y económicas que se desarrollaron entre las sociedades de la vertiente chaqueña yel Tawantinsuyu. En este trabajo, la autora resalta el particular interjuego que se produce enlas fronteras entre las poblaciones, el medio ambiente y las instituciones y que, por lo tanto,las conductas idiosincráticas propias de las fronteras serán producto de cada situación parti-cular de contacto, considerando que su comprensión dependerá del estudio de la matrizecológica, social, política y cultural específica de cada proceso histórico.

En nuestro país, crecientemente la franja de valles orientales, denominada localmente:Selvas Occidentales (Dougherty, 1974); Bosques occidentales o Sierras Subandinas(González, 1977); Area Pedemontana (Nuñez Regueiro y Tartussi, 1987) y Yungas (Ven-tura, 1994), ha sido motivo de investigaciones arqueológicas por parte de autores que,desde distintos marcos teóricos, en parte inspirados por los autores franceses, van aportan-do conocimientos sobre estas regiones, casi desconocidas hasta hace dos décadas.

De las investigaciones realizadas hasta el momento, se desprende que los AndesOrientales presentan ocupaciones humanas seculares en Bolivia y Perú. También enel Noroeste de la Argentina los conjuntos pertenecientes a San Francisco y Candelariaen las Sierras Subandinas documentan muy bien el período Formativo, demostrandola larga ocupación de la franja pedemontana local. Sin embargo, a pesar de la eviden-cia obtenida, se ha otorgado poco peso a estas sociedades en la construcción de losprocesos de desarrollo socio-cultural regional. No se estudió su continuidad y seconsideró a los valles donde se desarrollaron zonas de tránsito o vías de ingreso hacialas Tierras Altas. Así estas tierras siempre fueron consideradas «áreas marginales»;«corredores»; «tierras vacías»; «bordes».

Las causas que generaron esta situación son de carácter epistemológico y otrasrelacionadas con las características del registro arqueológico propio de los bosques yselvas occidentales:

1. De carácter epistemológico: Renard de Casevitz et. al. (1986) dicen

«Existe una división fantasmática de incumbencias teóricas que retoma la mirada de loseuropeos sobre las sociedades amerindias, por la cual las sociedades de las cordillerasandinas serían objeto de los discursos arqueológicos e históricos y las de la florestaamazónica (y en este caso de las Yungas), de los discursos etnográficos y antropológicos».

Por lo anterior, los estudios de la región de Yungas en el NOA, fueron descuidadosdurante muchos años, generando la equivocada interpretación histórica que las mismashabían sido zonas «vacías» u ocupadas esporádicamente con fines específicos. Asimis-mo, se desconoció que estos procesos tuvieron importancia decisiva, desde incluso elprecerámico, en la conformación de un macro-espacio de interacción regional, que fuedecisivo en la definición del acervo cultural de las sociedades de las Tierras Altas. Porello, la investigación del pasado prehispánico de las sociedades de las florestas, se presen-ta actualmente como materia fundamental para la arqueología, a fin de interpretar lasconductas, tanto de las sociedades andinas, como los desarrollos locales de las mismas.

Mercedes Garay de Fumagalli

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2. De carácter arqueológico: La arqueología de las tierras pedemontanas ha sidomás dificultosa y por ello, menos practicada por las siguientes razones:

1. La baja visibilidad de los rasgos materiales, debido a las característicasgeomorfológicas y a la cubierta vegetal presente en los valles orientales.

2. La escasez de asentamientos con arquitectura monumental y de grandes con-glomerados.

3. La característica de los asentamientos Formativos que, en general, no presen-tan estructuras de muros en superficie.

2. Las investigaciones en el sector meridional de los Valles Orientalesde Jujuy

Por sus características geomorfológicas, ecológicas e históricas, consideramos quenuestra región de estudio está comprendida en una «franja de frontera». Este espacio, cuyadimensión desconocemos por ahora, se extiende entre dos zonas que se diferencian en suspoblaciones, en su organización política, social y económica y en sus desarrollos históri-cos. Sin embargo, no entendemos que por ello se constituya en una línea de ruptura odiscontinuidad geográfica y cultural entre sociedades, sino contrariamente, lo interpreta-mos como un espacio conectivo (Clementi, 1987). En términos de Parker (2006) y dentrode la clasificación que el autor realiza, conceptualizamos a estos territorios como unaFrontier, una zona dinámica, fluida, «porosa», de interpenetración entre dos poblaciones,anteriormente diferenciadas (concepto, este último, tomado de Thompson y Lamar, 1981).

El marco teórico inicial de nuestras investigaciones se basó en el enfoque de laArqueología Regional (Parsons, 1972). Este enfoque fue complementado posterior-mente con el de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado, 1999). Abordamos elestudio desde una unidad de análisis regional, delimitando una región que compren-de desde las nacientes de los ríos Tiraxi-Tesorero al Norte, la cuenca del río Capillas-Negro al sur y desde el Pukara de Volcán, al Oeste, a la cuenca del río Ocloyas al Este.

Sobre esta unidad de análisis, buscamos reconstruir e interpretar los paisajes ar-queológicos, a la manera de Criado Boado (1999), comprendiendo las relacionesentre 3 dimensiones: 1) el espacio físico o matriz medioambiental, 2) el espacio comoconstrucción social, producto de la acción humana y de las relaciones entre indivi-duos y grupos y 3) el espacio en cuanto entorno simbólico, que, sobre todo para elmomento incaico, se refleja en el reclamo del paisaje sagrado a través de la culturamaterial con la construcción de apachetas, santuarios, etc.

Por lo anteriormente expuesto, otorgamos especial importancia al análisis de lamatriz espacial en la que desarrollaron su vida los pueblos prehispánicos. Los hom-bres se apropian y construyen su espacio en base a actividades culturales, rituales,sociales y económicas y lo hacen en interacción con el medio ambiente. Por ello, todopaisaje es un paisaje culturalmente construido y para comprender esta construccióndebemos analizar los factores intervinientes, tanto los naturales como los de caráctersocio-cultural. De acuerdo a lo expresado, la localización, el patrón de emplazamien-to e instalación, las vías de circulación, las estrategias económicas, los rasgos propios

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de la dimensión simbólica, se reflejarán en la distribución de la cultura material dise-ñando la estructura del registro arqueológico que llega hasta nosotros.

A partir de estos lineamientos teóricos, trabajamos la región delimitada con unenfoque transversal Este- Oeste, que nos permitió comprender mucho más claramentela organización del paisaje social con relación a los Sistemas de Asentamientoprehispánicos presentes. Así se estudiaron los sitios arqueológicos, correlacionándoloscon los distintos pisos ecológicos que ocuparon y explotaron, dentro de una econo-mía complementaria estructurada de acuerdo a la matriz medioambiental particulardel sector meridional de la Quebrada de Humahuaca.

3. Características diferenciales del espacio meridional de la quebradade Humahuaca

Los Andes Orientales decrecen en altitud de Oeste a Este, generando hacia elsuroriente una serie de elevaciones, valles intermontanos y cuencas de desagüe quevan perdiendo altura hasta llegar a la llanura chaqueña. Los sistemas hídricos llevanlas aguas hacia el oriente, por lo que todo el sistema pertenece a la vertiente Atlántica.

La quebrada de Humahuaca se caracteriza por su ubicación en sentido longitudinalNO-SE. La porción meridional, en la que desarrollamos nuestras investigaciones, se ex-tiende desde la localidad de Volcán (2100 msnm) hasta la localidad de Yala (1400 msnm).En esta sección se produce un brusco cambio altitudinal, en la llamada cuesta de Bárcena.En 20 km de distancia se desciende hasta los 1700 m de altura. Este cambio altitudinalobedece a la presencia del gran conoide de deyección que provoca el Arroyo del Medio yque constituye el límite sur (climático y de vegetación) de la sección central de la quebra-da de Humahuaca (Ottonello, 1994b). En razón de lo anterior este sector también consti-tuye una franja transicional entre el ámbito prepuneño, al Norte y el de Yungas al Sur.

Los valles orientales se extienden longitudinalmente entre la Quebrada de Humahuacay la llanura boscosa chaqueña. Esta franja territorial presenta cadenas de cerros de alturadecreciente hacia el Este, de orientación general Norte-Sur, que orográficamente corres-ponden a las estribaciones meridionales de la cordillera Oriental, compuesta por los cor-dones de Sta. Victoria, Iruya y Zenta y en el sector sur por las serranías de Volcán y susvalles intermontanos. Hacia el Este se encuentran las Sierras Subandinas, en ellas el ríoSan Francisco recorre la depresión más importante, convirtiéndose en el principal colectorde la cuenca que lleva las aguas hacia el río Bermejo y por lo tanto al Paraná y al Atlántico.

Desde un análisis ecológico, esta región presenta en sus distintos pisos altitudinales lassiguientes formaciones fitogeográficas: de los 500 a los 1600 msnm la Selva de Montaña oSelva Húmeda, también denominada Subtropical Montana, que en esta zona presenta prin-cipalmente variedades de Cebil (Anadenthadera macrocarpa); de los 1600 a los 1900msnm el Bosque Montano o Bosque Templado Nublado, que tiene como especies caracte-rísticas el Pino del Cerro (Podocarpus parlatorei), Nogal criollo (Juglans Australis) y Cedro(cedrella sp.); de los 1900 a los 2100 msnm, la franja transicional del Aliso (Alnus jorulensis)y la Queñoa (Prosopis ferox) y sobre los 2100 msnn, las Praderas Montanas, Pastizales dealtura o Pastizales de Neblina (Cabrera, 1958; Browm y Ramadori, 1989).

Una característica muy importante de la región, que facilita la instalación humana,radica en el hecho que, a los 23º 80´ se presenta un importante escalón altitudinal que

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genera el nacimiento de los ríos Tiraxi y Tesorero y la pérdida general de altura detoda la cuenca. La franja pedemontana se muestra más extendida y aplanada que en elsector Central y Norte, los vientos húmedos provenientes del sudeste penetran máshacia el Oeste y por lo tanto, la formación de Yungas se extiende en esta direcciónhacia la Quebrada de Humahuaca, atravesándola a la altura de la localidad de León, enlo se denomina Yungas occidentales o empobrecidas (Cabrera, 1958).

Esta particularidad geomorfológica y ecológica genera que en el sector meridionalde la Quebrada de Humahuaca, los recursos propios de los Valles Orientales, caracteriza-dos por su biodiversidad y riqueza, se encuentren más cercanos y accesibles a la Quebra-da, como así también a las tierras del borde oriental de la Puna. Esta cercanía se vefavorecida por las quebradas subsidiarias y transversales de León y Tumbaya Grande.

Los recursos que ofrecen los valles cálidos y húmedos del Este son abundantes yvariados y cubren una gama que abarca tanto bienes suntuarios o de prestigio (destina-dos a la ostentación social, al ritual y a las prácticas medicinales), como de subsistencia,que comprenden además del alimento, la materia prima destinada a la confección deartefactos y al vestido. Entre los primeros podemos mencionar: plumas multicolores,nueces de Nogal Criollo, pieles vistosas como las de gato montés y yaguareté. Entre losrelacionados con el ceremonial otorgamos principal importancia al cebil (Anadenantheracollubrina), que crece abundantemente en la región. También abundan las plantasmedicinales y otras especies vegetales útiles como el palo de tinte. Con relación a losproductos de subsistencia se encuentran: maderas duras, calabazas usadas como reci-pientes, abundantes recursos de caza y recolección (entre la que destacamos la miel); yproductos de siembra como la papa semilla y el maíz, que puede sembrarse en ciclosanticipados respecto a la Quebrada (michka). Es importante asimismo destacar en lazona la presencia de la mina denominada actualmente Chorrillos, ubicada sobre laQuebrada de Jaire, que produce carbonatos de cobre (malaquita v azurita), sulfuros decobre (calcosina) y fundamentalmente, cobre nativo (Solís com. pers.).

Por lo expuesto concluimos que el sector meridional de la quebrada de Humahuacapresenta las siguientes características ecológicas distintivas:

1. Las unidades geomorfológicas de Puna, Quebrada y Valles están más cercanasentre sí que en cualquier otro sector de la Quebrada, por lo tanto los recursos delos distintos pisos ecológicos son más accesibles para las poblaciones quehabitan cada uno de ellos.

2. Las condiciones medioambientales del sector meridional de la Quebrada son máshúmedas y templadas por lo que las yungas se extienden hacia el oeste, atravesan-do el valle del río Grande a la altura de León, acercándose al eje de la Quebrada.

3. Los Valles Orientales, a esta latitud, presentan más superficies aplanadas, favo-reciendo el cultivo y la circulación entre Tierras Bajas y Tierras Altas.

4. Características de la ocupación humana prehispánica en la región

El registro arqueológico de la quebrada de Humahuaca muestra en el sector Central yNorte, una densa instalación humana sobre el valle del Río Grande y quebradas subsidia-

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rias y una ocupación más escasa y dispersa en los Valles Orientales. En cambio, en el sectormeridional esta situación resulta inversa, en los valles pedemontanos hemos prospectadoy relevado 8 sitios Tardíos e Inka; 2 de inicios de Desarrollos Regionales, El Tinajo y AltoCutana (Garay de Fumagalli, 1997) y 1 sitio Formativo, Trigo Pampa, emplazado sobre elarroyo homónimo, en la localidad de Ocloyas (Garay de Fumagalli, 2003b).

En la misma latitud, sobre el eje de la quebrada de Humahuaca, Volcán es el únicositio de jerarquía que, según nuestras investigaciones, habría sido cabecera políticade los asentamientos contemporáneos de todo el sector meridional (Garay de Fumagalli,1995). En base al correlato cronológico, al análisis de los conjuntos artefactuales y alanálisis espacial, consideramos que Volcán fue, desde los Desarrollos Regionales, elnúcleo político que pudo haber controlado la producción y extracción de bienes delos territorios del Oriente de la Quebrada. A la vez, un eje articulador de los procesosde interacción con sociedades de las tierras altas occidentales.

Los sitios Tardíos e incaicos de los Valles Orientales comprenden:

1. El Sistema de Asentamiento Tiraxi compuesto por 6 sitios que denotan presen-cia incaica, con núcleo en API que consideramos destinado a la extracción debienes y productos propios de las Yungas.

2. Dos enclaves de frontera que controlan las principales vías de acceso desde lastierras bajas chaqueñas: el Cucho de Ocloyas, pequeña guarnición ubicada enlas cabeceras del río Ledesma, sobre uno de los caminos de acceso directo a laquebrada de Humahuaca (el que desemboca en la quebrada de Huajra) y elAntigal de Tacanas, que controla asimismo, la entrada por la cuenca del ríoNegro y su afluente principal, el río Capillas, que conecta con el valle de Jujuy.

3. Mula Barranca, asentamiento poblacional en ladera, adyacente al río Ocloyasy emplazado 3 km al Sur del Cucho de Ocloyas.

En el presente trabajo hemos focalizado nuestro análisis en los sitios más orienta-les de la región estudiada, que son el Cucho de Ocloyas, Alto Tacanas y Mula Barran-ca por considerar que, en los dos primeros, estaríamos en presencia de enclaves defrontera, controlados por el Tawantinsuyu, que operaron dentro del sistema imperial,con distintas modalidades y funciones, evidenciando las variadas estrategias de con-trol espacial, de recursos y personas, que el estado incaico utilizó en los territorios porél conquistados y en el tercer caso, en presencia de un asentamiento local del períodoTardío, que posteriormente entró bajo control del imperio. (Figura 1).

5. Descripción del Cucho de Ocloyas, Alto Tacanas y Mula Barranca5.1. Cucho de Ocloyas

Está ubicado a los 65º 20‘ Long. O. y 23º 50´ Lat. S., a 1490 msnm, emplazado sobrelas cabeceras del río Ledesma. Es una pequeña guarnición de frontera que habría sidodestacada por los Incas, para controlar la principal entrada directa desde el Chaco a laquebrada de Humahuaca. Esta se realiza por las localidades de San Bernardo, San Javier

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y sale a la misma por la quebrada de Huajra. Asimismo, pudo haber custodiado la zonade producción-extracción de Tiraxi, también con presencia de sitios incaicos (Garay deFumagalli, 2003a) y asentamientos locales como Mula Barranca, recientemente detec-tados. El fechado radiocarbónico obtenido GX-32582-AMS 320±40 AP, muy tardío,indicaría que su instalación pudo deberse a la activación de los movimientos en lafrontera, quizá debido al conflicto originado por el avance hacia el sud-oeste de losChiriguanos que generó el endurecimiento de la frontera y la instalación de una líneadefensiva, representada más al norte por las guarniciones de Puerta de Zenta y PueblitoCalilegua (Raffino, 1993). No obstante lo anterior, sus conjuntos cerámicos, con fuertepresencia de alfarería decorada por desplazamiento de pasta, muestran que el Cuchohabría mediatizado, asimismo, procesos de interacción con poblaciones de la llanuraoriental mediante intercambio de bienes, de servicios y/o de personas ¿mujeres?, que serealizaban en estos puestos fronterizos que cumplían funciones no solo defensivas(Garay de Fumagalli, 2003a). Una situación similar a la planteada para otras fronterasorientales incaicas (Renard de Casevitz et. al., 1986; Schjellerup, 1998; Pärssinen yShiiäinen, 1998; Alconini, 2004).

5.2. Alto Tacanas

También llamado Antigal de Tacanas, está instalado a los 65º 12´ Long. O. y 24º05´ Lat. S. a 1250 msnm. Es un emplazamiento en altura que controla también una

Figura 1

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entrada principal desde el Chaco, en este caso al valle de Jujuy, a través del río Negro-Capillas-Cucho, pero que a su vez controla visualmente una zona apta para la produc-ción agrícola y rica en recursos de Yunga (Garay de Fumagalli et al. 2004). Este sitiohabía sido estudiado en la década del 80 por Dougherty (1982). Sus investigacionesle permitieron localizar, además, 5 sitios sobre el cauce del río Capillas y el río Cucho,todos cercanos entre sí, unos 300 m por debajo del Antigal de Tacanas. Ninguno deellos tiene similitudes formales constructivas con dicho Antigal, pero los contextoscerámicos estudiados presentan en todos los casos materiales de influencia incaica,por lo que es posible suponer que en algún momento fueron habitados coetáneamente.También Dougherty recupera materiales decorado en N/R, ordinarios y fragmentosdecorados por desplazamiento de pasta, como así también tiestos de indudable proce-dencia San Francisco. Aunque no se posean fechados cronométricos, todo ello presu-pone un complejo proceso de ocupación y preexistencia poblacional en la zona.

5.3. Mula Barranca

Se encuentra localizado a los 65º 12´ Long. O y 23º 56´ Lat. S. El área de recintosse extiende entre los 1433 mts. y los 1560 msnm. Es un emplazamiento en ladera y losrecintos se asocian a niveles aterrazados. Su patrón constructivo y su emplazamientodifiere de los dos sitios anteriores, aunque existe conexión visual directa con el Cu-cho de Ocloyas y los contextos cerámicos presentan algunas similitudes que indicanuna instalación, que, en un momento, fue contemporánea a la anterior.

6. Similitudes y diferencias entre Cucho de Ocloyas, Aº Tacanas yMula barranca6.1. Similitudes

Los tres sitios están emplazados a similar altura y a casi la misma longitud. Los dosprimeros dominan visualmente las principales vías de circulación al Chaco, no asíMula Barranca.

El medio ambiente es similar en todos los casos: valles orientales cubiertos deyungas, en el piso ecológico correspondiente a la base del Bosque Montano conpresencia de nogales y abundantes mirtáceas.

En cuanto a los contextos cerámicos todos presentan tiestos Inca locales, AngostoChico Inciso (ACHI), corrugados y ordinarios con pastas locales. Se asemejan sobretodo en la cerámica ordinaria y la decorada por desplazamiento de pasta.

6.2 Diferencias

Cucho de Ocloyas: Es una instalación claramente defensiva y de control territo-rial. Presenta muro perimetral y base de torreones. Este sitio presenta conexiones conel sur de la quebrada de Humahuaca y con la zona de Tiraxi, por cuanto las pastas nolocales presentan en todos los casos, componentes de filitas-pizarras, de la formaciónPuncoviscana (que no existe en la zona, aparece en Quebrada a 10 km de distancia).

Sin embargo, lo más representativo de su contexto cerámico es la llamativa canti-

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dad de fragmentos decorados con Corrugados Complejos. También presenta más di-versidad de tiestos de manufactura alóctona, entre ellos muy importantes los ChichaMorado y Naranja, Castaños y Rojos muy pulidos correspondientes a platos o escudi-llas incaicas y fragmentos muy micáceos de pastas finas de vasijas pequeñas (14%).Oportunamente hemos interpretado estos conjuntos como posible producto del tras-lado de mitimaes a este enclave en el contexto de una estrategia estatal de afirmaciónde la frontera oriental (Cremonte, Garay de Fumagalli y Sica, 2003).

Antigal de Tacanas: No presenta muro perimetral, pero pudo haber desaparecidopor la erosión. Los contextos cerámicos son más monótonos que los del Cucho deOcloyas. La petrografía es local, igual que en el Cucho, pero no hay tiestos con filitas-pizarras de las rocas granitoideas propias de la formación Puncoviscana. Los litoclastosson de basalto porfírico o andesitas porfíricas, o sea provienen de volcanitas. Por lotanto las piezas en N/R o Inca-Paya que se recuperaron en el sitio, no son provenientesdel Sur de la quebrada de Humahuaca. Pueden ser locales o provenientes de otrossitios cercanos al valle de Jujuy. Este sitio podría ser Bajo La Viña, sobre el que seestán desarrollando investigaciones (Kulemeyer, et. al. 1997). Consideramos, por lotanto que podría haber formado parte de otra esfera de interacción o control estatalque involucró al Valle de Jujuy y a sitios orientales ubicados a la misma latitud, en lascabeceras del río Negro.

Mula Barranca: El patrón de instalación difiere de los anteriores, es más disperso,consiste en conjuntos de dos o tres recintos restringidos, asociados a otro de mayortamaño. No presenta rasgos que lo hagan relacionar con un sitio defensivo. Las técni-cas constructivas también son diferentes, los muros están realizados con grandes blo-ques que se van trabando entre sí y que aparentemente sostuvieron paredes y techo dematerial perecible, aunque el tamaño y la forma –rectangular de ángulos redondea-dos- es similar a las del Cucho de Ocloyas.

Los contextos cerámicos presentan una proporción, relativamente alta, de alfare-ría decorada en negro sobre rojo de líneas gruesas, adscribibles a los contextos Tar-díos de la quebrada de Humahuaca, acompañados, como en todos los sitios orientales,por una alta proporción del estilo Angosto Chico Inciso (ACHI) y de cerámicas ordi-narias con antiplástico de pórfiros basálticos, de origen local. Esta alfarería, se aseme-ja a la de Alto Tacanas en el uso de antiplástico proveniente de volcanitas locales y sediferencia del Cucho de Ocloyas dado que en éste aparecen más cerámicas propias dela quebrada de Humahuaca (realizadas con antiplástico de pizarras y filitas, prove-nientes de la formación Puncoviscana), cerámica Chicha y los Corrugados Comple-jos. El hecho que en Mula Barranca, a solo 3 km del Cucho de Ocloyas, no aparezcanestos conjuntos de corrugados, ratificaría la hipótesis que dichos conjuntos obedece-rían a la presencia de especialistas de frontera, trasladados por el imperio, en momen-tos posteriores a la instalación de Mula Barranca en la zona.

7. Análisis del contexto arqueológico de la frontera suroriental

En un espacio territorial limitado y con características ecológicas similares, con dife-rencias propias de sus distintos pisos altitudinales, detectamos tres sitios arqueológicosque muestran distinto tipo de presencia o influencia incaica. A escasos 40 km entre sí, dossitios de similares características y emplazamiento, presentan diferencias que remiten, por

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una parte a la existencia de población preexistente y por otra a las necesidades puntualesy estrategias de control del imperio incaico en la región. En el caso del Cucho de Ocloyas,el emplazamiento se habría realizado con el objetivo claro de controlar, mediante contin-gentes especiales, posiblemente mitimaes militares, la frontera oriental. Estos habríantenido, a su vez, la función de absorber y canalizar las interacciones con los gruposprovenientes del Chaco, «amortiguando», de esta manera, el posible impacto de estaspoblaciones sobre las instaladas en la quebrada de Humahuaca.

En cuanto a Alto Tacanas, no queda aún en claro la funcionalidad específicamostrando diferencias con el Cucho de Ocloyas. No podemos afirmar todavía que sufin fuera solo defensivo, aunque su emplazamiento en un sitio de difícil habitabilidad,indica que dicho emplazamiento se relaciona con situaciones de conflicto, tanto si lafunción fue la de esconderse, como la de controlar a otras poblaciones, seguramenteprovenientes del Chaco. Observamos, asimismo, que esta ocupación se realizó en unazona apta para la producción agrícola (lo que debe haber sido importante para suinstalación), como así también para la extracción de recursos de yungas. Esta debehaber sido la razón que generó la existencia de poblaciones locales preexistentes aldominio incaico en el lugar.

En cuanto a Mula Barranca, descubierto muy recientemente y en plena etapa deestudio, consideramos que fue un núcleo poblacional habitado durante los Desarro-llos Regionales, anterior a la instalación del Cucho de Ocloyas (que es un sitio muytardío). Sin embargo, la presencia de cerámica inca regional, como los tiestosespiralados de línea fina Negro sobre Rojo, indicarían que el sitio recibió influenciaincaica. Este sitio correspondería a la ocupación del espacio oriental, previo a lallegada de los inkas, espacio que luego fue reorganizado, bajo estrategias y mecanis-mos estatales, a partir del siglo XV.

8. Comentarios finales

Nuestras investigaciones nos llevan a retomar conceptos de otros autores que hantrabajado la frontera oriental del Tawantinsuyu como Renard de Casevitz, Saignes,Schjellerup, Alconini, Pärssinen y Shiiäinen y a destacar que, como sucede en losAndes Centrales y Meridionales, los valles sudorientales de Jujuy han sido territoriosde frontera, donde se desarrollaron procesos seculares de contacto interétnico, desdeel Formativo regional hasta la llegada de los Inkas. Estos últimos modificaron, deacuerdo a sus intereses regionales, las pautas de uso y explotación de la tierra yposiblemente, la composición étnica de la población de los valles, por la presencia demitimaes, proceso que continuó con la llegada de los españoles a la región.

Esta situación ha derivado en contextos arqueológicos que reflejaron los cambios ydiscontinuidades de esta especial dinámica poblacional, social y económica. Sin em-bargo, los rasgos que caracterizan dichos contextos, muestran una serie de regularidadesy recurrencias derivados de un comportamiento local ideosincrático, que se ve refleja-do, a nivel material, en las modalidades tecnológicas, la manufactura y los tipos depastas presentes y en los particulares patrones decorativos de sus estilos cerámicos.

Estos rasgos a los que aludimos, están representados en la alfarería decorada pordesplazamiento de pasta y fundamentalmente en lo que Madrazo (1970) llamó el

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Complejo Estilístico Angosto Chico Inciso (ACHI). En todos los sitios pertenecientesa los Desarrollos Regionales e Incaicos estudiados en el área pedemontana de Jujuy,se encuentra presente dicho Complejo Estilístico. El mismo está representado engeneral, en alfarerías asociadas a ámbitos domésticos y presenta en alta proporción,restos de hollín. A pesar que se ha recuperado también en los yacimientos de laquebrada de Humahuaca, en los sitios orientales tiene una representación estadísticamucho mayor. Es de destacar, en este análisis, que Volcán es el yacimiento quebradeñoen el que tiene mayor incidencia este estilo. El mismo está ubicado en el sectormeridional de dicha quebrada y en otros trabajos hemos considerado que fue el nú-cleo político desde el cual se organizó, durante el Tardío, la ocupación y explotaciónde los Valles Orientales de Jujuy (Garay de Fumagalli, 2003a).

Ottonello (1994a), tras analizar las características y dispersión geográfica del ACHI,recupera consideraciones ya realizadas por Dougherty (1974), proponiendo, como hi-pótesis, la posible relación entre el estilo San Francisco Ordinario y su derivación en elestilo Angosto Chico Inciso y, por lo tanto, la procedencia oriental de esta alfarería.

Si bien no es posible, en el estado de nuestras investigaciones, validar esta hipóte-sis, si podemos confirmar que, a medida que se realizan nuevos estudios en el áreapedemontana, la presencia del ACHI se va perfilando como un estilo local, con ampliadispersión y presencia permanente en los yacimientos trabajados.

Retomando los planteos que originaron este trabajo, planteamos que la ideosincraciade los contextos arqueológicos de los Valles Orientales, representada, entre otros rasgospor la presencia recurrente del ACHI, estaría indicando seculares procesos de ocupaciónhumana en los mismos; una dinámica de interacción muy activa con poblaciones delOriente y de la Quebrada; la reorganización de este espacio de frontera bajo las políticasestatales incaicas y, como consecuencia de lo anterior, el desarrollo de procesos deetnogénesis que otorgaron a sus habitantes conductas peculiares y distintivas, refleja-das en la cultura material que recuperamos mediante el trabajo arqueológico.

Agradecimientos

A las familias Tarifa y Kingard, por confiar en nosotros y permitirnos trabajar en sustierras. Al Lic. Luis Laguna por contribuir con su experiencia y conocimiento a las tareasde campo. A los alumnos Federico Castellanos, Anibal Villaroel y Martín Arjona por sucompromiso y sacrificio en las complejas tareas de campo en los Valles Orientales.

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Imágenes de los metales en los Valles Calchaquíesdurante los siglos XVI-XVII

Geraldine A. Gluzman

Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti, Buenos AiresContacto:[email protected]

«Salimos perdiendo... Salimos ganando...Se llevaron el oro y nos dejaron el oro...

Se llevaron todo y nos dejaron todo...Nos dejaron las palabras»

Pablo Neruda. Confieso que he vivido (1974)

Introducción

Al arribo de los españoles a América, muchas de las sociedades indígenas de losAndes manejaban sofisticadas técnicas de elaboración de bienes de metal, las cualesincluían la modalidad de fundición por cera perdida de aleaciones binarias y ternarias.Los objetos metálicos, en su mayoría de carácter ornamental y profusamente decora-dos, constituían símbolos de estatus social y de poder político y religioso. Para loseuropeos que llegaban a la región andina, los metales implicaban una manera deenriquecimiento rápido y el éxito social asegurado. De este modo, dos concepcionesdisímiles sobre una misma «riqueza», la local y la europea, se pusieron en contacto ylejos de mantenerse cristalizadas fueron alimentándose recíprocamente. En este traba-jo se analizarán estas perspectivas en un caso de frontera, los Valles Calchaquíes en elNoroeste Argentino (Figura 1). En el contexto de conflicto permanente y de amenazade guerra entre españoles e indígenas que se produjo en esta región, se habrían gene-rado «creencias de frontera», lo cual implica trascender la idea de frontera como unalínea que divide un espacio seguro de otro a conquistar por medio de la fuerza paraconsiderarla también como un espacio de conquista organizado a partir del movi-miento y de los cambios donde, como todo nuevo y desconocido territorio, se carac-teriza por la aventura, la ambigüedad, lo indefinido y transitivo.

Teniendo en cuenta estas articulaciones, nos proponemos evaluar cómo el imagina-rio español sobre las riquezas metalíferas y la cantidad real de metales fue decisivo enlos procesos de expansión colonial en el valle, así como también observar cómo losconocimientos sobre la localización de minas por parte de los españoles pudieron estar

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limitados como resultado de las estrategias de los nativos para impedir su usufructo.

Metales para las deidades, metales para intercambio mercantil

Sin duda uno de los aspectos más sobresalientes de lo que se ha denominado«encuentro de dos mundos» sea la confrontación de los diversos modos de observar lariqueza minera entre las sociedades americanas y la europea. No se trataba únicamentede una cuestión de percepción sino también de los fines a los que ésta estaba destina-da.

Para las sociedades andinas, el metal constituía uno de los medios más adecuadospara acercarse a los dioses, lo cual en última instancia implicaba una particular moda-lidad de interacción entre los hombres. Como tecnología de poder estaba orientada atrasmitir mensajes de diferenciación social y de status político y religioso. En laregión de los Andes Septentrionales (Colombia, Ecuador y sierra y costa Norte dePerú) la tecnología metalúrgica se orientó hacia la orfebrería empleando aleacionesbinarias (plata-oro, plata-plomo, cobre-plata, oro-cobre) y terciarias (oro-plata-co-bre), mientras que en sector meridional (Norte de Chile, NOA, Bolivia, Sur de Perú)predominaron las aleaciones de bronce estannífero y arsenical. Se empleaban comple-jas técnicas de colada, destacándose la modalidad de fundición por cera perdida. Enel caso del Noroeste Argentino, la actividad metalúrgica fue desde inicios del estable-cimiento de las aldeas agroalfareras, una de las principales producciones materiales ysimbólicas. La tecnología metalúrgica estuvo encauzada hacia la confección de bie-nes empleados en actividades no cotidianas, en muchos casos relacionadas con even-tos religiosos que atraerían centenares de personas y con ajuares mortuorios. Por talmotivo, los metales eran materias primas óptimas para legitimar una ideología favora-ble a los grupos de poder. A diferencia del trabajo sobre otros materiales como lapiedra, en la región andina los artefactos en metal no hacen su aparición como bienespensados en facilitar actividades de subsistencia. Los bienes de metal decorados, por

Geraldine A. Gluzmán

Figura 1. Mapa de los Valles Calchaquíes.

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las características de su producción y las vinculaciones del material con el universomítico panandino, resultaron particularmente adecuados para servir a la demarcaciónde status diferenciales (González, 2002). Los objetos de prestigio metálicos, actuan-do como símbolos religiosos, transmitían mensajes sobre el orden social y de estemodo lograban la materialización (De Marrais et al., 1996) de la ideología como unmecanismo de cristalización de dicho orden. A través de la religión se naturalizaba lavida social, ya que los ritos simulan operar sobre la naturaleza y la sociedad, pero enrealidad actúan sobre sus representaciones (García Canclini, 1986:190).

Con el fin de lograr acercarse los diversos tipos de lógicas de los valores que unbien pueden poseer, Jean Baudrillard distinguía: a) lógica funcional del valor de uso;b) lógica económica del valor de cambio; c) lógica del cambio simbólico y d) lógicadel valor/signo (Baudrillard, 1974:56). Las dos primeras clases de valor tienen quever principalmente con la base material de la vida social, mientras que los dos últimostipos se refieren a los procesos de significación cultural (García Canclini, 2004:34).

En relación con estas lógicas, es posible considerar que la gran mayoría de losobjetos metálicos ornamentales en las sociedades andinas, poseían un valor de usootorgado en los contextos de festividades y de ostentación social y es posible consi-derar que, al menos la mayoría de éstos, carecían de valor monetario formal en unmercado. Pero asimismo, en el estudio de los metales andinos, es factible destacarotros dos tipos de valores, signo y símbolo (Baudrillard, 1974). El valor signo hacereferencia al conjunto de connotaciones e implicaciones simbólicas, conectadas a unobjeto. Los bienes decorados en metal poseían connotaciones de asociación a lasdeidades tutelares, al tiempo que, a diferencia de otros bienes, su elaboración requeríade una compleja cadena productiva que involucraba operarios especializados y de laposibilidad de aprovisionamiento de los recursos primarios. Es decir, los objetosposeían un valor signo, relacionado con su proceso productivo complejo y de consu-mo segregacional. Asimismo, los objetos podían poseer un valor símbolo, vinculadoal regalo de los mismos, situación que los tornaba intercambiables con ningún otro ygeneraba valor simbólico diferente del valor signo. En su manipulación en la vidasocial, interactuaban estos tipos de lógicas, y durante el despliegue de festividades seponía en juego un sistema de dones y contradones entre los líderes y las deidades yentre éstos con el resto de la sociedad.

En el imperio inca, parafernalia ritual y bienes de estatus, producidos en diversospuntos del territorio, eran transportados al Cuzco y luego redistribuidos entre loslíderes locales. El objetivo era que el valor de los mismos aumentara por entrar encontacto con la divinidad del Inca y la capital imperial (Morris, 1986:64). Este accio-nar otorgaba a las piezas un valor signo, superior a aquél que era producido localmen-te pero redistribuido en el ámbito local. En caso de ser entregado a estos líderesdurante ceremonias o el ser parte integral de rituales auspiciados por el incanato, seacreditaba a los objetos además un valor símbolo. Como regalo o don, poseía unacarga simbólica diferente, que, a su vez generaba lazos permanentes de reciprocidadentre las partes.

Para los ibéricos de los primeros siglos de la conquista, el metal constituía princi-palmente un valor de cambio, en especial los metales preciosos. Esto implicaba quefuncionaban como mercancía y resultaban como moneda en sentido económico. Sinembargo constituían además un valor de uso, de símbolo y de signo, como por ejem-

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plo mediante la connotación de riqueza por medio de la elaboración de objetos deprestigio (joyas, adornos) y despliegue de regalos. En América, la conquista españolaestuvo ampliamente direccionada por la búsqueda de metales primero y más tarde laexplotación metalífera. El anhelo de enriquecimiento y acceso al poder fueron asocia-dos a los metales preciosos para la gran mayoría de los conquistadores así como parala monarquía española que autorizaba sus expediciones (Fisher, 2000), y en estesentido, los minerales poseían valor signo asociado a su proceso de búsqueda y adqui-sición. Como resultado de esta política económica, en la América española, se desple-garon dos tempranos centros de explotación de bienes metálicos argentíferos, deimportancia por su alto rendimiento y capacidad de organización de la mano de obra:la zona de Potosí y la de Nueva España en México, hacia 1545 y 1560 respectivamen-te. El enorme caudal de plata que recibió el Viejo Mundo de América fue destinadoprincipalmente a la acuñación de moneda, lo cual se tradujo en la fundición de ines-timables cantidades de bienes americanos y explotación de menas metalíferas. De estemodo, la vida económica mundial estuvo dominada por los envíos de metales a Euro-pa: la cantidad de oro y plata trasportada en forma legal desde América superó el 77%de la suma de las exportaciones durante tres siglos (Rodríguez Molas, 1985:25). Eneste contexto, el oro y la plata no eran materiales sagrados sino bienes duraderos yescasos y que constituyeron la base del crecimiento económico europeo.

En el área andina los españoles se asombraron no sólo por la riqueza en términosde metales preciosos sino de la maestría de los artesanos. Pronto algunos conquista-dores llegaron a creer que El Dorado, finalmente había sido descubierto. Fue enton-ces, desde los primeros contactos con las poblaciones locales que la fiebre del oro y laplata se instaló en forma definitiva, también, en América del Sur.

Al mismo tiempo, hubo poco interés por el cobre, pobremente explotado por losespañoles para esta época y destinado sobre todo a satisfacer necesidades cotidianasdentro de América Hispana:

«al presente labran algunas destas (sic) minas [de cobre] los españoles sacando dellas(sic) todo el cobre que se consume en Indias y alguno que se lleva a España. Todo elcobre deste (sic) reino del Perú es muy fino, señaladamente lo que se saca en […] lo delreino de Chile, de donde se trae a esta ciudad de Lima todo lo que se gasta en ella enfundir artillería, campanas y todos los demás usos en que sirve, así de instrumentoscomo de medicina» (Cobo 1964, I:151 en Morssink, 1993:78).

Mientras que la extracción del cobre fue una práctica metalúrgica de importanciay envergadura para el Estado inca, ya que la mayoría de su producción material era enbronce, la alusión española a ésta, y al estaño, es escasa. Éstos bienes, si bien poseíanvalor de uso (y de cambio), carecieron de importancia económica trasatlántica y devalor signo y símbolo.

De este modo, los grupos andinos y los conquistadores ibéricos percibieron yaprovecharon de diversos modos las riquezas mineras que ofrecía la región, lo cual setradujo en la explotación ibérica de mano de obra indígena barata y en la creación denuevas creencias sobre las mismas. Entendemos que se fueron gestando en las fronte-ras con los territorios no conquistados estas creencias, que se fueron retroalimentando

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en un espacio liminalmente significativo en sentido simbólico y material. En el con-texto económico político de la Gobernación del Tucumán, los valles Calchaquíespudieron haber constituido un verdadero ámbito de frontera cognitiva y material.

Opiniones españolas sobre la propiedad de los metales preciosos

Resultado de la concepción sobre los metales preciosos como valor de cambio,desde los inicios de la conquista americana los ibéricos buscaron legitimar su derechode usufructo y propiedad. En líneas generales subyacía un intento de justificación dela apropiación de los recursos por los españoles, sin tener en cuenta los costos deexplotación de la mano de obra indígena. Estas opiniones estuvieron, no obstante,condicionadas por el rol de cada actor dentro de la sociedad. A modo de ejemplo secitarán algunas de estas percepciones, las cuales fueron decisivas en las acciones de laCorona española y pueden ser generalizables al pensamiento ibérico dominante.

El Licenciado Juan de Matienzo de Peralta, Oidor de la Real Audiencia de losCharcas, observa que:

«… comparemos lo que los españoles reciben y lo que dan a los indios, para ver quiéndebe a quién: démosles doctrina, enseñámosles a vivir como hombres, y ellos nos danplata, oro, o cosas que lo valen…».

Y más adelante agrega

«pues, ¿qué otra cosa diremos que nos han dado los indios por cosas tan inestimablescomo les hemos dado, sino piedras y lodo? Mayormente, que como bárbaros no usabanla plata para con ella comprar las cosas necesarias, y si algo les aprovechaba, era parahacer de ella y del oro vasos para beber, y esto a los Incas solamente y algunos caciquesa quien ellos daban para ello licencia […] todo esto se dice para probar que son muydebidos los tributos a los españoles» (Matienzo, 1967 [1567]:43 y 44).

López de Gomara alude que «... estos metales no se utilizan como moneda -que es eluso propio de ellos y la verdadera manera de aprovecharlos» (en Romano, 1978:131-132).

Desde la opinión de las autoridades virreinales como eclesiásticas y desde elgrupo de conquistadores (así como también encomenderos y comerciantes) la propie-dad de la riqueza es de España y sus hombres. Desde los más variados sectores seexpone el verdadero sentido de la conquista: la sabiduría del eterno Señor ha coloca-do abundantes minas en América (Rodríguez Molas, 1985:67). En estas concepcionesimpera la noción de valor de cambio de los metales preciosos, y es precisamente lafalta de este valor entre las sociedades andinas, entendidas como incivilizadas, lo quelegitima la apropiación por la Corona Española.

El padre de la Compañía de Jesús, José de Acosta agradecía la posibilidad de laevangelización de los naturales del Perú a los mercaderes y soldados que reconocían la

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tierra atraídos por su riqueza: «que haya mercaderes y soldados con el calor de la codiciay del mando, busquen y hallen nuevas gentes» (en Rodríguez Molas, 1985:67). Por otrolado, según los comentarios de Lozano, el rey Carlos V «por su religión verdaderamenteespañola no reparaba en gastos para que se propagase su fe...» (Lozano, 1874, III: 24).

El dominico Fray Reginaldo de Lizárraga admitía que

«... nuestro Señor no puso el oro y la plata sino en tierras inhabitables; el oro por lamayor parte por el calor y la plata por el mucho frío, porque los hombres se contentasencon poco; mas la soberbia humana y codicia, lo inhabitable, como haya oro o plata, lohace habitable» (Lizárraga, 1999 [1595-1607]: L. II, 365).

Desde esta perspectiva eclesiástica, la codicia era el motor de la conquista, perodetrás de estos comentarios no hay una crítica a las condiciones de trabajo indígena(cf. Lozano, 1970 Vol. I: 2).

Sin embargo, la explotación de minerales precisos también constituía un valor designo para lo Corona española y conquistadores americanos. Lizárraga comentabahacia el último cuarto del siglo XVI que:

«Este cerro es conocidísimo entre mil que hubiera; parece que la naturaleza se esmeróen criarle como cosa de donde tanta riqueza había de salir; es como el centro de todaslas Indias, fin y paradero de los que a ellas venimos. Quien no ha visto a Potosí no havisto las Indias. Es la riqueza del mundo, terror del Turco, freno de los enemigos de lafe y del nombre de los españoles, asombro de los herejes, silencio de las bárbarasnaciones. Todos estos epítetos le convienen. Con la riqueza que ha salido de PotosíItalia, Francia, Flandes y Alemania son ricas, y hasta el Turco tiene en su Tesorobarras de Potosí, y teme al señor de este cerro, en cuyos reinos corre aquella moneda;los enemigos del magno Felipe y de los brazos españoles y de su cristiandad, en trayen­do a la memoria que es señor de Potosí, no se atreven a moverse de sus casas» (Lizárraga,1999 [1595-1607]: L. I:184, remarcado de la autora).

Contraparte de esta continua búsqueda de minerales, rápido enriquecimiento mone-tario y ascenso social, es la visión de las sociedades andinas. Guamán Poma de Ayalasimbolizó la dicotomía valor de uso - valor de cambio de los metales en las cosmovisionesandinas y europeas a través de una conversación entre un indígena y un español dondeel último comenta que los españoles se alimentan de oro y plata (Figura 2):

«y preguntó al español qué es lo que comía; responde en la lengua de español y porseñas que le apuntaba que comía oro y plata. Y así dio mucho oro en polvo y plata yvajillas de oro» (Guamán Poma de Ayala, ([1615] 1980: 343).

Esta representación además da cuenta de la interacción entre las creencias, las cualesfueron gestándose a partir de dos formas opuestas de ver la misma riqueza. Esta percep-ción no se trataría simplemente de una construcción intelectual de un mestizo descen-

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diente de la nobleza inca, sino también el reflejo de la existencia de un imagi-nariopopular (Lorandi, 1997) dentro de la coyuntura del siglo XVII que éste recupera. Tam-poco se ajustaba a un simple ejercicio de la memoria histórica, sino que subyace unareformulación espontánea frente a la nueva realidad: no aceptaba «este» mundo alrevés; por el contrario, sus crónicas tenían un claro sentido de lucha y reivindicaciones,más allá de las naturales contradicciones derivadas de la doble pertenencia a la sociedadcolonial e india de este escritor (Pizarro, 1997). Como sostiene esta autora, estas cróni-cas permiten abordar la producción de un discurso sobre el poder que refleja lacosmovisión local en tanto articulada en un contexto regional y mundial (Pizarro,1997). Esta cuestión es de especial importancia si se tiene en cuenta la dificultad derecuperar las voces de los distintos grupos locales en lo que hace a la metalurgia y alintento de explotación de las minas por los europeos. Además disponemos de referen-cias, que si bien permeadas por el discurso español, aluden a dichos y expresiones de losindígenas locales en relación con la explotación europea de los minerales americanos.

Figura 2. Encuentro entre españoles y los incas(tomado de http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/frontpage.htm)

Mitos y realidades sobre la distribución natural de los metales

A lo largo del proceso de conquista y colonización del NOA, podemos distinguirtres momentos que se sucedieron en el tiempo en donde es recurrente la referencia sobrela presencia en la región de metales preciosos. En las primeras crónicas vemos una fuertemención sobre su explotación en tiempos incaicos y empleo de mitimaes en las tareasorganizacionales. Es importante preguntarse si hubo impacto en estas descripciones de

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las pertenecientes a los yanacona (servidores directos del Inca o de otras autoridadesimperiales) del altiplano que guiaron la primera entrada al NOA, a cargo de Diego deAlmagro. En este sentido, «los cronistas iniciales crearon una nueva geografía a lo quepodríamos agregar que ésta primero reproduce y se adapta a la invención del espaciopreviamente efectuado por los incas» (Lorandi et al., 1997:213). Por otro lado, a desta-car es que el oro y la plata eran considerados de propiedad «natural» del Inca. Alrespecto Herrera declaró que Diego de Rojas en el Tucumán halló «una buena acogida,como era natural, porque el español había heredado los derechos del Inca» (en Lafone-Quevedo, 1888: 25, bastardilla de la autora), lo que indica especialmente derechossobre el oro y la plata. Las expediciones tempranas de Juan Díaz de Solís y SebastiánCaboto provenientes del Océano Atlántico tuvieron influencias decisivas en estas dosprimeras entradas al territorio argentino (ver adelante).

Luego, con el mayor conocimiento de la región comienzan a desarrollarse nuevosobjetivos de exploración, basados en las referencias de los grupos locales y de losespañoles que avanzaban en el territorio. Las expectativas de encontrar mineralesexplotados por los incas no se abandonaron y se mantuvo la búsqueda de regionesque, como la de los Césares, no estaban basadas en el supuesto conocimiento de lazona sino que provenían de viejas creencias y dichos.

Oro y plata fueron importantes además en determinadas circunstancias dentro deldesarrollo social de la gobernación: momentos relacionados con aumento de conflic-tos dentro de una sociedad plural en continuo estado de alerta. De los tres períodos deviolencia sucedidos por momentos de pacificación que se dieron en el área de losvalles Calchaquíes (1560-63; 1630-43; 1559-65), debemos considerar especialmentelos dos últimos, conocidos como «El gran alzamiento de 1630-1643» y «La últimarebelión calchaquí», la cual trajo como consecuencia la desnaturalización de laspoblaciones calchaquíes. En estos momentos resurgió la idea de ocultamiento indíge-na de información y posesiones metálicas.

Si bien la explotación de minerales no condujo directamente los sucesos en laGobernación de Tucumán, su búsqueda fue un importante impulsor de las empresasprivadas y colectivas que guiaron a las primeras entradas hasta la colonización efec-tiva del NOA. Esto queda demostrado en la lectura de los documentos de la región,donde la información referida a metales preciosos es escasa pero continua, vaga ypoco precisa, «y cuando aparece, sólo es para inducir a las autoridades de España aque se encomienden nuevas conquistas…» (Levillier, 1955:227).

Esta cuestión conduce a plantearse el impacto que tuvieron los modos de ver unanueva realidad, es decir a preguntarse por el interjuego entre la distribución natural dela riqueza con la manera de interpretar esa distribución. ¿Los metales fueron parte deuna situación concreta o simplemente un espejo de los anhelos de los europeos enAmérica? En este contexto es de importancia reconocer que los mitos formaban partedel bagaje científico de la cristiandad europea (De la Riva, 1991), constituyendo unmodo de explicar -y de enfrentarse cognitivamente- al mundo nuevo que observaban. Aestas «fantasías» hay que sumarle la ambición material, lo que condujo a la difusión delos antiguos mitos europeos, y a la readaptación y asimilación a aquellos americanos.

Guamán Poma de Ayala comenta, en referencia a la vuelta de los españoles alViejo Mundo,

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«de cómo llegó este dicho Candia [español] con la riqueza a España con todo lo quellevó y publicó de la tierra y riquezas. Y dijo que la gente se vestía y calzaba de todo oroy plata y que pisaba el suelo de oro y plata y que en la cabeza y en las manos traía oroy plata» (Guamán Poma de Ayala, [1615] 1980:343).

Esta cita refleja el modo en que los españoles se acercaban a la realidad queintentaban explicar a sus pares y fundamentalmente a la Corona que otorgaba lostítulos de las empresas de conquista.

Por otro lado, a medida que los peninsulares entraban en relación con la nuevarealidad, las viejas fábulas europeas eran sustituidas por nuevas debido al contactocon los pobladores locales como por la misma acción exploradora (De la Riva, 1991).De este modo, se conjugaban las creencias originadas en la Europa Medieval con lapresencia fáctica de piezas en oro y plata en uso a la llegada española en toda regiónandina: el español llega entonces a considerar que el metal precioso está en todaspartes, aunque en todas las ocasiones permanece oculto por los indígenas (Blanco-Fambona, 1919). Frente a este contacto cultural, los mitos en América durante la etapade descubrimiento pueden ser divididos en tres tipos (De la Riva, 1991:331): leyen-das europeas (tales como la leyenda de las Amazonas, la fuente de la Eterna Juventudy la Antilia); mitos americanos o mestizos (como Eldorado y Cibola), y finalmentefábulas generadas por los propios conquistadores (Ciudad de los Césares y la Sierra dela Plata). Tanto la leyenda de Eldorado, mito áureo por excelencia, la de los Césares yla Sierra de la Plata, máxima expresión de un mito argentífero tuvieron incidencia enlas grandes expediciones a nuevos territorios, en donde permanecía el anhelo de quejunto a su descubrimiento, se lograría fama y riqueza sin límites.

Siguiendo a Ana María Lorandi para los recién llegados, lo maravilloso oculto traslo desconocido seguía ejerciendo una atracción siempre renovada.

«Tal vez una frase resuma ese sueño: de campesino a señor, esa fue la verdadera utopíade cada europeo que llegaba al Nuevo Mundo, para quienes no había fronteras clarasentre la leyenda y la realidad» (Lorandi, 1997:61).

La conjunción de los «espejismos» europeos junto a las creencias y conocimien-tos de los indios pudieron haber tenido diversos orígenes. En gran parte es factibleque las historias sobre la existencia de metales preciosos fueran exageradas por losindígenas que, viendo el ansia temprana de oro, las usaran como un modo de alejar alos españoles de su propia sociedad fomentando la búsqueda de tesoros ocultos aleja-dos y de difícil acceso. Tampoco se debe dejar de contemplar la posibilidad de queestas creencias fueran reforzadas o fomentadas por aquellos españoles ya acomodadoscomo una estrategia de eliminar competencias molestas de sus zonas de acción o queestas historias fueran ensalzadas por españoles que buscaban la capitulación de em-presas apoyadas financieramente por la Corona. Es el caso de Pedro Bohórquez en losvalles Calchaquíes (Gluzman, 2006). En otros casos, como El Dorado, el oro constitu-yó un mecanismo para el intercambio con los europeos. Sus primeras noticias son trasla fundación de San Francisco de Quito (mediados del siglo XVI) cuando los muyscaspiden ayuda a los invasores españoles para enfrentarse a los chibchas. En esta ocasión

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se relató que en la tierra de los muyscas había grandes cantidades de oro y que dentrode las ceremonias había un

«...hombre dorado y su séquito que entraba en unas balsas de juncos y en medio de lalaguna1 arrojaban sus ofrendas con ridículas y vanas supersticiones. La gente ordina­ria llegaba a las orillas y vueltas las espaldas hacía su ofrecimiento porque tenían pordesacato el que mirara aquellas aguas persona que no fuese principal y calificada.También es tradición muy antigua que arrojaran en ella el oro y las esmeraldas» (FrayAlonso de Zamora, en Gandía, 1946:118).

Esta ceremonia constituía aquella relacionada a la designación del cacique muysca.

En la historia de la conquista del NOA, los españoles se movieron llevando consigo dosgrandes fantasías íntimamente relacionadas, expresadas en términos de la ciudad de losCésares y la Sierra de la Plata. Vemos así que en lo que hace al territorio argentino labúsqueda de metales preciosos no sólo estuvo impulsada por los conflictos políticos yeconómicos en los Andes Centrales sino que otras expediciones provenientes desde la costadel Océano Atlántico, estaban interesadas en el mismo tipo de descubrimiento. De estemodo se hace necesario observar los acontecimientos en el NOA sobre la base de las regionesque previa o paralelamente comenzaron a reconocerse, en particular desde la cuenca del Ríode la Plata, y cómo influyeron entre sí estos desplazamientos conquistadores.

El mito sobre la sierra de la Plata se origina cuando Juan Díaz de Solís inició unaexploración hacia el sur del Océano Atlántico (1515) con el objetivo de hallar un pasoque comunicase los océanos Pacífico y Atlántico. En esta ocasión el contacto conindígenas de la cuenca del Río de la Plata llevó al conocimiento que más al norteexistían tierras con oro y plata en donde había guerreros con plateadas armaduras. Pudohaberse tratado del NOA y sur de Bolivia o incluso de áreas andinas más septentrionales.Tras la muerte de Solís por los indios guaraníes, se generó una nueva expedición enbúsqueda de las noticias sobre riquezas. Alejo García, portugués que actuaba como jefede la expedición se habría encontrado con indios chané que le ofrecieron objetos en oroy plata (Gandía, 1955). Pero debió volver por el ataque de los indios. Si bien la campañaterminó en un fracaso, la curiosidad y ansia de metal generaron y dispersaron la leyendade la «sierra de la Plata» y años más tarde Sebastián Caboto (1526) envió a FranciscoCésar a seguir la ruta de la expedición de Solís, quien refuerza el mito. Francisco Césarsalió con catorce hombres en 1529 desde el fuerte Sancti Spiritu para explorar losalrededores, y atravesado la actual provincia de Córdoba, habría llegado hasta San Luis.Si bien Francisco César no halló una tierra con riquezas, logró recaudar informaciónsobre ésta y retornó con muestras de plata labrada. Por lo tanto también recolectó noti-cias de las creencias indígenas sobre la existencia de territorios ricos en metales precio-sos. Aún cuando estas creencias hicieran alusión a las riquezas del Imperio Inca, inclusodespués del hallazgo de las riquezas de Cajamarca y Cuzco, o al cerro de Potosí, laleyenda de la «Ciudad de los Césares» se mantuvo en el imaginario de los conquistado-res. En términos de Gandía (1933:9) la «ciudad errante» de los Césares fue «la últimaleyenda que murió en América y la primera que hechizó las infinitas soledades del sud».Observó que las creencias alrededor de ciudad de los Césares y la Sierra de la Platafueron fusionándose hasta crear una única leyenda, «pero que en realidad reconocen

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orígenes muy diferentes […] haciendo vivir en una sola ciudad a los césares cristianos ya los césares indios» (Gandía, 1933:19).

Por un lado, se destaca la creencia de que los descendientes de los incas se habríanrefugiado ante la caída del imperio. Una noticia tuvo gran repercusión durante laocupación hispana del NOA:

«De estos Incas de César ha oído decir que eran los que estaban poblados en Londres,que cobraban en oro y plata los tributos y los mandaban al Inca del Cuzco, sacados delas minas de este Londres y que al tiempo que pasó el Adelantado Almagro al reino deChile, estos Incas enviaban una parte del tributo a su señor el Inca en noventa andas...»(Montes, 1959:88-89).

Sin duda Ramírez de Velasco, más de 50 años después, iba en busca de estos dichossobre riquezas mineras al fundar La Rioja y al ir hacia la ciudad mítica de los Césares.Por otro lado, la ciudad de los Césares se había formado tras naufragios de naves hundi-das en el estrecho de Magallanes (Gandía, 1933). Pero a su vez «estos naufragios sellamaban césares porque se creía se habían refugiado en las comarcas visitadas porFrancisco César (Gandía, 1933:42). Luego, éstos se habrían unido a los césares perua-nos, fusionándose ambas creencias. Esta conjunción explica por qué la ciudad encanta-da de los césares fue buscada desde Patagonia a los Andes Meridionales.

Los valles Calchaquíes como frontera cognitiva y material

¿Cómo pudieron estas creencias incidir en los valles Calchaquíes? Los fracasos en elhallazgo de metales no alejaron de las esperanzas españolas –al menos durante los prime-ros años tras el descubrimiento de Potosí– en hallar nuevas tierras ricas en metal. Estasimágenes fueron impulsando a los conquistadores, quienes en virtud de su trabajo norecibían una retribución por la Corona española. Tras pocos años de haberse iniciado laconquista del territorio, y frente a la realidad de que el oro y la plata no habían colmado atodos los españoles que llegaban en forma continua, el ideal de la riqueza fácil no seextinguió sino que se redirigió a aquellas tierras aún no ocupadas, como Patagonia yciertos sectores del NOA, como los valles Calchaquíes. Estas creencias permaneceráncomo «creencias de frontera» en el imaginario colectivo de aquellos españoles que pobla-ban en la proximidad de tal espacio simbólica como económicamente significativo.

«No se trata del mineral de Potosí que estaba al alcance de la mano, que sólo necesitabatrabajo para ser extraído, sino de esa riqueza fabulosa, incalculable, envuelta en las brumasde la fantasía que sólo un héroe podía conseguir, siempre que fuera capaz de vencer todoslos obstáculos que poblaban las epopeyas relatadas en las novelas de caballería. Algunosvieron a América como el país del sueño del señor medieval, dueño de hombres que traba­jaran para él. Otros como el país donde se podía transponer los límites de lo cotidiano y delas fantasías solitarias para convertirlas en realidad» (Lorandi, 1997:62).

Estos mitos generaron mayor admiración en aquellos españoles aún no acomoda-

Imágenes de los metales en los Valles Calchaquíes durante los siglos XVI-XVII

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dos que habiendo atravesado el mar vieron en ellos la posibilidad de ascenso social yde cubrir sus expectativas de fortuna.

La ocupación del NOA y en líneas generales de avanzadas desde esta región haciael sur estuvo fuertemente condicionada, por un lado, por la búsqueda de la «Sierra dela Plata», de la ciudad mítica de los Césares y por otro, por los conflictos jurisdiccio-nales y económicos entre los ibéricos en los Andes Centrales. A principios de 1535 elAdelantado Diego de Almagro obtiene la capitulación para conquistar 200 leguas alsur de los territorios ya reconocidos. El objetivo final hacia tierras inexploradas delsur era liberar Cuzco de los intereses de Almagro (Lorandi, 2002:52). Hemos vistoque, Almagro se habría encontrado con una caravana de metales que se dirigía alCuzco, y estas referencias y la noticia de mitimaes en el sur posiblemente hayan sidodecisivas en las siguientes campañas al Tucumán y hayan contribuido a alimentar elimaginario sobre la presencia de minerales en gran cantidad.

La segunda entrada al NOA (1543), a cargo de Diego de Rojas, fue en parte moti-vada por las noticias recopiladas sobre la explotación de minas de oro y plata por elInca y sobre la existencia de la Sierra de la Plata, rica en metales preciosos. Larrouycomenta que sus expedicionarios «transforman en montañas de oro cualesquierarelumbrones que divisan» (Lizondo Borda, 1928). Una vez en el valle Calchaquí, elgrupo se dividió y parte del mismo continuó más al sur llegando hasta Córdoba y lascostas del río Paraná con el objetivo de encontrar las riquezas que habían sido comen-tadas previamente por las poblaciones nativas del Río de la Plata. Siete años después,Núñez de Prado realiza una nueva incursión (1549), que constituía otra de las con-quistas autorizadas para calmar el descontento de algunos capitanes (Lizondo Borda,1928) y para alejar a los españoles sin posesiones de las zonas ricas del Alto Perú. Noobstante estos fracasos iniciales de hallar metal, los territorios desconocidos mantu-vieron el anhelo de hallazgo de riquezas: durante el gobierno de Gonzalo de Abreu,una nueva expedición partió rumbo a la legendaria región de los Césares (1578), enbúsqueda de tierras ricas en metales preciosos (Lizondo Borda, 1928), pero «…descu-brió tierra poco poblada y miserable» (Sotelo de Narváez, 1885 [1583]:152). Mástarde, en 1591, el Gobernador Juan Ramírez de Velasco, fundó la ciudad de Todos losSantos de la Nueva Rioja (1591), planificándose como punto de referencia para laexplotación de los metales preciosos existentes en el cerro de Famatina, el «Potosítucumano» (Boixadós, 1997:343). Unos pocos años atrás (1586) Juan Ramírez deVelasco también soñó encontrar la región de los Césares, sin fruto.

Desde las primeras entradas al NOA, sus conflictos jurisdiccionales con Chile, lacreación de la gobernación del Río de la Plata así como la ausencia de metales en losterritorios efectivamente ocupados reorientaron la expansión territorial hacia riquezaspoco precisas en ubicación pero reconocidas de valor económico. Durante las épocas demayor conflicto, especialmente durante las últimas dos rebeliones calchaquíes (1630-1643 y 1659 y 1666) se hace alusión a las actividades de extracción de los minerales yfundición de los mismos para la obtención de metales. La máxima expresión de labúsqueda de metales se hizo presente durante la etapa de la última resistencia calchaquí,cuando los conflictos en una población multiétnica cobraron materialidad a través delimaginario del ocultamiento y presencia de metales en los valles Calchaquíes, referen-cias basales en la discusión de aceptar el ingreso de Pedro Bohórquez desde 1657. Lafalta de explotación posterior a las desnaturalizaciones calchaquíes responde a una

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política de explotación basada en otros recursos más redituables en el contexto de lagobernación del Tucumán de mediados del siglo XVII.

Ahora bien, ¿por qué se mantuvo el discurso sobre la búsqueda de riqueza de metalesen el valle hasta bien entrado el siglo XVII? Como espacio de frontera, la región de losvalles Calchaquíes mantenía vigente esos mitos porque era una zona aún no exploradaterritorial y conceptualmente. Entonces, se observa una relación reciproca entre ficcióny realidad: los hallazgos de metal sean en forma de piezas terminadas y en uso o mineralcontribuyeron a crear, y mantener la creencia de riquezas metalíferas en la región. A estohay que adicionar el contacto previo de los primeros conquistadores con otras realida-des que influyó en la creación de expectativas proyectadas sobre la región del Tucumánaún no conquistada (Quarleri, 1997) como también aquellas realidades de descubri-miento de metales en otras regiones al iniciarse un período de exploración sistemática(como Potosí). De este modo, no se trataba simplemente si los conquistadores conocíano no la real distribución de las riquezas en el NOA con relación a otras regiones sino quesus propios intereses (sociales, económicos y políticos) estaban alterando la percepciónde las riquezas. Asimismo, los indios temían el potencial hallazgo de riquezas minerase inicio de las explotaciones minero-metalúrgicas en valle. Sea por observación directaen sus viajes de arrieros a los centros mineros próximos y Potosí, o incluso por lospadecimientos individuales en esas minas, los grupos del valle pudieron haber logradoacercarse a la realidad minera. Por lo tanto, los grupos indígenas habrían optado pordiversas estrategias de ocultamiento de mineral, llegando en ciertos casos incluso alasesinato de españoles afortunados en la búsqueda de minerales (como durante el perío-do de la Gran Rebelión Calchaquí).

Estas estrategias locales, asimismo, posiblemente dieran forma y acrecentaran elimaginario español sobre las riquezas y el ocultamiento que estuvo presente desde lostempranos descubrimientos de las tierras luego conquistadas. De este modo, es facti-ble estar en presencia de dos imaginarios, el español y el americano, que fueronalimentándose mutuamente, especialmente si se piensa en el contexto de conflictopermanente y de amenaza de guerra entre españoles e indígenas.

En este trabajo nos propusimos analizar cómo la leyenda constituyó parte integran-te y flexible del imaginario europeo y cómo muchas de estas creencias confluyeron conlas andinas, creando nuevos mitos y fantasías, la mayoría de las veces como mecanismosinconscientes de ordenar el mundo nuevo que estaban observando. Otras veces estascreencias eran fomentadas por lo cual constituían deseos concientes de ciertos españo-les, que con el fin de generar nuevas expediciones, buscaban convencer a la Corona y aexpedicionarios dispuestos a correr el riesgo de la fantasía. Estas creencias, no obstanteiban surgiendo a lo largo de diferentes áreas de los Andes e involucraban tanto uncomponente de anhelo de enriquecimiento económico como también fama y reconoci-miento social: en España se sabía que el peligro y el coraje podían ser altamente premia-dos (Lorandi, 1997). Considero que por tal motivo se habrían mantenido vigentes en elimaginario español las historias de grandes tesoros y yacimientos ocultos por los indí-genas, no solo en la región (Torreblanca, 1999 [1696]) sino en otras áreas andinas(Lozano Machuca, 1885 [1581]: XXVI, Stern, 1986) como es el caso del Paitití, Enim,Manoa, El Dorado durante todo el proceso de conquista.

Como representación significativa, el oro y la plata generaron fantasías de valen-tía y heroísmo, no sólo ansias de enriquecimiento: el proceso de conquista, no sólo se

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orientó hacia la obtención de éstos en sentido monetario, sino que también, el valorsigno de los minerales preciosos estuvo presente, para demostrar virtudes socialmenteapreciadas en Europa. De este modo, los metales constituyeron uno de los principalesvehículos de expresión de los valores sociales en la Europa de los siglos de la con-quista americana.

Notas1 En el NOA existe la creencia sobre tesoros ocultos o «tapados». Uno de los lugares más

frecuentes de ubicación son las lagunas: se repiten en las creencias actuales elementos deantigua data en el continente.

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Estudio de elementos metálicos del Fortín Achiras.Primera aproximación

Adrián Ángel Pifferetti y Claudio Luis Martignoni

Laboratorio de Estudio de Materiales y Tecnologías (Convenio UTN-UNR)Contacto: [email protected]

Introducción

En el marco de los convenios de colaboración oportunamente firmados por laFacultad Regional Venado Tuerto de la Universidad Tecnológica Nacional con laFacultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto por un ladoy la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario por otro,se está efectuando en el Laboratorio de Estudio de Materiales y Tecnologías de laEscuela de Antropología de esta última Facultad, el proceso de limpieza y estudio demateriales metálicos provenientes de las excavaciones realizadas en el edificio de«La Comandancia» del Fortín Achiras y sus inmediaciones. Estos trabajos arqueoló-gicos se realizaron como parte del proyecto Arqueología del Valle de El Pantanillo,dirigido por el Dr. Antonio Austral y la Lic. Ana María Rocchietti.

El mencionado fuerte formo parte de una serie de precarias unidades militares queintegraron la Línea de Frontera Sud del río Cuarto (fig. 1). Está en discusión si existióo no un fortín relacionado con la primitiva posta de Achiras entre 1814 y 1830. Loque está confirmado es que en 1832 se fundo el fuerte en su emplazamiento actual, elque funciono hasta 1869, y fue reconstruido al menos tres veces, la última en 1863,luego del gran levantamiento del 7 de julio que destruyo viviendas, escuela, Iglesia yFuerte. (Gutiérrez, 1996; Austral y Rocchietti, 1999).

«Hacia 1840 estaba asegurado por una muralla de piedra y encerraba templo y escuelapublica, acequias y población estable que se extendía por fuera de sus limites. Más luegohubo reparaciones, agregados y reconstrucciones cuya envergadura hay que establecer[…] De acuerdo con Gutierrez y testimonios orales sus limites efectivos fueron la calleAlsina por el este, toda la edificación de la calle Cabrera (desde Alsina a Buenos Aires),quedando como área arqueológica posible la Plaza Roca, la Plazoleta del Mástil, elInstituto 24 de Septiembre (escuela media del pueblo), la Iglesia La Merced, la casa dela sucesión Sarandon, la sucesión E. Oribe, la sucesión J. Indavere» (Austral y Rocchietti,1999).

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Figura 1. Achiras.

Subsisten el edificio conocido como La Comandancia, hoy día transformado enMuseo, que es una estructura de tapia con dinteles, puertas y ventanas originales, quetambién conserva el pozo de aljibe original, y un muro de tierra en la orilla del arroyolos Coquitos.

La Comandancia posee algunas estructuras realizadas en 1936, pero el núcleocentral las salas Norte y Sur, mantiene en su mayor parte las características construc-tivas de la reconstrucción de 1863. «Las paredes tienen casi un metro de espesor,desprovistas de cimientos o «encadenado» de piedra» (Austral et al., 1999).

Si bien se han encontrado materiales arqueológicos en diversos lugares que cu-bren una amplia zona como la plaza del Mástil, la Plaza Roca y la Comandancia, lasmuestras metálicas provienen en su totalidad de esta última construcción.

Esta edificación actuó como Comandancia del Fuerte hasta el desmantelamientodel mismo en 1869, al trasladarse la frontera hacia el río Quinto (Austral et al., 2002). Noconocemos exactamente el destino posterior dichas construcciones y como se fue ope-rando su desmembramiento en distintos solares que hoy constituyen la plaza Roca, laPlaza del Mástil, la Comandancia, el solar Indavere y las calles intermedias. Pero sabe-mos que la Comandancia fue adquirida en 1928 para destinarla a casa habitación vera-niega, sufriendo ampliaciones y modificaciones diversas (Austral et al., 1999).

Descripción del material y trabajo en realización

Se trata de un conjunto de fragmentos ferrosos forjados o laminados, recubiertosde concreciones terrosas y productos de corrosión, provenientes de cinco sondeos enlos patios y alrededores del edificio denominado «La Comandancia». Nuestro trabajoconsiste en la limpieza mecánica y/o química de los mismos para poner de manifiestocaracterísticas o detalles ocultos o enmascarados por el recubrimiento, que permitaidentificar la forma de la pieza, el proceso de fabricación y, dentro de lo posible, suubicación cronológica dentro de las distintas funciones cumplidas por los edificios.Esto resulta fundamental en nuestro caso en que es necesario diferenciar el materialcorrespondiente al uso cono fortín del de épocas posteriores en que la construcción seuso como casa habitación familiar.

Adrián Ángel Pifferetti y Claudio Luis Martignoni

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El material recibido proviene de cinco sitios distintos, identificados como: «For-tín Sector Cabrera 1», «Fortín Jardín del W», «La Comandancia Sondeo 8 Amplia-ción», «La Comandancia Sondeo 2 Ampliación» y «Fortín La Comandancia S 1,13 E,3,60». Desconocemos el lugar exacto de estos hallazgos pero un plano publicado porAustral et. al. (1999, fig. 3) que reproducimos (fig. 2) nos muestra con puntos oscuroslos lugares donde se excavó, y la ubicación relativa respecto a la construcción origi-nal, salas norte y sur, y los agregados del siglo XX.

El primer sitio corresponde seguramente al jardín del este que da a la calle Cabreraal igual que el último porque las coordenadas geográficas dan dentro de él. El segun-do queda claramente identificado, tanto más que en el jardín occidental tenemos unúnico punto. Los sondeos deben corresponder a alguno de los puntos en las galerías oen el pasillo entre las salas Norte y Sur.

Se ha excavado mas en el jardín del este, seguramente porque en el oeste se hatenido en cuenta que se realizó un relleno «con tierra para evitar el escurrimiento delagua de lluvia que viene del desnivel del terreno…para evitar la inundación delinterior de la casa cuando hubiera lluvias fuertes» (Austral et. al., 2002).

Figura 2. La Comandancia(trazos gruesos) yconstrucciones agregadasen el siglo XX. Los puntosnegros indican los sondeos(Austral et. al., 1999).

Descripción de los materiales

Hemos enumerado a todo el material en forma correlativa, pero agrupándolo según elsitio de hallazgo. En el caso de lotes o series de fragmentos de las mismas características lehemos asignado un único número por pertenecer evidentemente a una misma pieza.

En muchos casos el análisis de los materiales se hace sumamente dificultoso debido algrado de deterioro y destrucción que presentan, pero en la mayoría de esos casos puedeidentificarse que se trata de chapa fina obtenida por procedimientos industriales. (Fig. 3).

Figura 3. Muestra Nº 7.

Estudio de elementos metálicos del Fortín Achiras. Primera aproximación

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La enumeración del material en base a su lugar de origen es:

a) Fortín Sector Cabrera 1

1) Del nivel superficie-0,12 m», nº inventario 2, proviene un fragmentotrapezoidal de chapa fina de Fe (1mm de espesor aproximado) que presentauna ligera curvatura y cuyas dimensiones son: 50 mm de base mayor, 34 mm debase menor y 25 mm de altura. Presenta en una de sus caras un grueso recubri-miento de concreciones terrosas, con algunas manchas amarillentas.

2) Una serie de 13 pequeños fragmentos de chapa de Fe, con la misma identifica-ción, podrían pertenecer al mismo objeto anterior.

3) Dos fragmentos de chapa fina de hierro

4) Clavo de hierro de sección y cabeza circulares.

b) Fortín Jardín del W

5) Del nivel superficie-0,20, H 0,80 W 8,60 m, viene una pieza de hierro de formalenticular con un vástago fragmentado. Se ha obtenido a máquina plegando ysolapando chapas de 1mm de espesor, en tres capas superpuestas, la centralplana actúa como nervio central y las dos exteriores se curvan hacia el centroformando un ancho máximo de 11,5 mm en la parte central. El perímetro plano,tiene un espesor de 2,5 mm por un ancho de 4-5 mm. El diámetro de la pieza es32 mm y al ancho del vástago es 19 mm.

6) El nivel 0,30-0,70. H 2,00 W 10,60 m, ha dado un resorte de torsión de alambrede hierro de 1,2 mm (1/20"?) similar al de un broche para colgar ropa

7) El mismo nivel varios fragmentos de chapa fina de hierro muy deteriorados,espesor (con oxido) 0,8 mm.

c) La Comandancia Sondeo 8 Ampliación

8) Nivel 0,55-0,60. Un fragmento de hierro subtriangular muy meteorizado ycubierto de concreciones, de 39 x 37 x 44 mm parece forjado. Otro fragmentomucho más pequeño de forma triangular de 19 x 12 x 16 mm y 5 mm deespesor, se complementa con el anterior formando parte de una misma pieza.

Figura 4. Muestra Nº 5.

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d) La Comandancia Sondeo 2 Ampliación

9) Nivel 0,30-0,35 m. Un clavo de hierro de sección y cabeza circular. Longitud100 mm, diámetro 4mm, diámetro de la cabeza 8-10 mm. Recubierto de con-creciones. Curvado en el centro.

10)Nivel 0,60-0,65 m. Fragmento de clavo de hierro de 33 mm de largo, muymeteorizado, de sección y cabeza indeterminada, aunque podría ser cuadrangular.

11)Mismo nivel. Pequeño clavo (tachuela) de sección cuadrangular de 3 x 4 mm,largo 20 mm, cabeza irregular subcuadrangular de 7 x 8 mm, «gota de sebo».

12)Nivel 0,75-0,80 m. Fragmentos de un fleje de chapa de hierro muy meteorizado,cinco entre grandes y medianos y gran cantidad de pequeños. El fragmentomayor parece presentar un remache. Ancho aprox. 28 mm, espesor 1mm. En laparte del remache el espesor parece ser mayor 2-3 mm.

e) Fortín La Comandancia S 1,13 E 3,60

13)Fragmento de hierro muy deteriorado, forma y dimensiones indeterminadas.

14)Fragmentos de un fleje de chapa.

Otros materiales

Si bien nuestra función era estudiar los materiales metálicos, recibimos otros dosobjetos con identificación «Fortín, sector Cabrera 1, Acequia, nivel superficie-0,12m, Nº inventario 2»; los que luego de la limpieza resultaron no serlo.

El primero es una lasca longitudinal de hueso. Una de las superficies, evi-dentemente la exterior se presenta lisa, mientras que la otra se observa con unaspecto alveolar y correspondiente al interior. Largo 40 mm, ancho máximo 7mm, espesor 3 mm.

El otro es un fragmento subcuadrangular de vidrio de color azulado y cierta curva-tura, muy posiblemente parte del cuello de una botella. La superficie exterior sepresenta muy opacada por el desgaste, la interior es más lisa y traslucida. Alto 16 mm,ancho 21 mm, espesor 4,7 mm.

Figura 5. Fragmentos mayores de laMuestra Nº 12.

Estudio de elementos metálicos del Fortín Achiras. Primera aproximación

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Conclusiones

Se ha considerado que desde el punto de vista constructivo se identifican doseventos o momentos en este edificio «la reconstrucción del Fuerte en 1863 y losagregados de 1936» (Austral et. al., 1999).

En consonancia con ello hemos considerado dos períodos de ocupación perfecta-mente diferenciados tanto por uso como por función. El primero corresponde al Fuertey el segundo al de casa habitación a partir de 1936.

El análisis preliminar de las características tipológicas y tecnológicas del materialmetálico, así como las del fragmento de vidrio, nos lleva a la conclusión de queprácticamente la totalidad de los materiales corresponde al segundo de los períodosindicados, de utilización del edificio como casa habitación de uso familiar.

En general todo el conjunto parece corresponder a un período que va de la segun-da o tercera década del siglo XX hasta mediados de dicho siglo. Si bien no puededescartarse totalmente, una mayor antigüedad para el fragmento de clavo forjado desección cuadrangular, el estado que presenta no permite extraer muchas conclusiones.Además, existieron herreros que realizaban piezas por forjado a la fragua hasta bienentrada la década de 1950. En nuestra infancia alcanzamos a verlos, en una ciudadcomo Rosario, y en una localidad más pequeña y rural como Achiras su actividaddebe haber sido mucho más importante.

Descartamos entonces que alguno de los elementos estudiados corresponda alperíodo en que funcionara allí la Comandancia del Fuerte.

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Adrián Ángel Pifferetti y Claudio Luis Martignoni

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Pobladores en la vanguardia de la fronteraSur de Córdoba: el caso de la Estancia de Chaján

Flavio Ariel Ribero

Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Universidad Nacional de Río CuartoContacto: [email protected]

Sierra y llanura conviven en el sur cordobés, espacio en donde se situó histórica-mente la Frontera Sur de Córdoba, también conocida en estos lares como Frontera delrío Cuarto. Sus límites dependieron de las autoridades y de los pobladores, puestoque variaron según las alternativas que tuvo el conflicto interétnico a lo largo de suexistencia. El Estado colonial dispuso el emplazamiento de fuertes y fortines, en sumayoría sobre las márgenes del río Cuarto, estrategia defensiva continuada despuésde 1810. No obstante, la línea fronteriza se vio superada por pobladores que se asen-taron más allá de la misma. En este trabajo presentamos nuestras indagaciones entorno a los motivos que impulsaron a estos hombres y mujeres a asentarse en losconfines de dicha región. Específicamente, nos abocamos al caso del poblamiento dela Estancia de Chaján en el despertar del siglo XIX. Lo hacemos partiendo de tresideas que consideramos básicas para el análisis y entendimiento de la cuestión, lascuales abordaremos a continuación.

La primera de ellas es evitar caer en el sobredimensionamiento de la políticafronteriza desplegada por Sobre Monte tras la creación de la Gobernación Intendenciade Córdoba del Tucumán. Su reorganización de la Frontera Sur de Córdoba incluyó elagrupamiento de pobladores en pueblos a los que solicitó del rey el rango de villas, lacreación de nuevos fuertes y fortines y el repoblamiento de algunos existentes, con-formando una línea defensiva que seguía el cauce del Cuarto. Por delante de ella,hacia el Sur, estaban el Fuerte de Santa Catalina y el fortín de San Fernando. Perohacia el Oeste, en el piedemonte de la Sierra de Comechingones, existió una pobla-ción rural desperdigada que, inclusive, avanzó más allá de la latitud en donde yacíanestos mojones defensivos. Por lo tanto, consideramos que debe atenderse la políticafronteriza de Sobre Monte sin por ello dejar de estudiar a la frontera como un espaciocomplejo, en la cual hubo iniciativas de la población civil que también tuvieron pesoa la hora de determinar sus límites.

Por otra parte, y según creemos, vinculado estrechamente con lo planteado ante-riormente, pensamos en la necesidad de un estudio integrado de la Frontera Sur de

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Córdoba y de San Luis. La Sierra de Comechingones se ha constituido en un límitenatural entre estas provincias aunque históricamente la trama de relaciones ha sidomás compleja y tiene diversas etapas. La historiografía ha realizado sus estudiostratándolos como ámbitos inconexos, situación que debe superarse rescatando lasinterrelaciones espaciales de esta región.

Finalmente, los parajes de la frontera ubicados más allá del río Cuarto han sidoestudiados desde la disciplina histórica sólo cuando se trataban los conflictos ocurri-dos en su seno en diferentes épocas. En este sentido, los estudios históricos se limita-ron a crónicas de la frontera, relatando los problemas ocasionados a los pobladorespor los malones y luchas intestinas fundamentalmente. De esta manera, se dejó delado el proceso que explica el poblamiento y su desenvolvimiento cotidiano, obvian-do además, su situación de avanzada en la frontera y sus consiguientes connotacionesinterétnicas.

Uno de los casos que más hemos estudiado hasta el momento es el poblamiento deChaján. Actualmente, Chaján es el nombre de un pueblo ubicado a 80 km. al sudoestede la ciudad de Río Cuarto; pero en el pasado su localización era otra, distando 20kilómetros al Oeste de la actual, en proximidad de los cerros Negro y Blanco. Chajány el cerro Negro son nombrados por la historiografía cordobesa y nacional al abordarel lugar donde se produjo el combate sostenido por las huestes del caudillo chilenoJosé Carrera con las del Gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos, en 1821. Estacrónica y otros indicios documentales, más los relatos orales de sus actuales habitan-tes, ubican en las cercanías de los cerros Blanco y Negro los restos de unas construc-ciones que se señalan como propias del primer poblado de Chaján, a las cuales hemosestudiado arqueológicamente (Rocchietti y Ribero, 2006).

Razones del poblamiento de Chaján

Documentalmente, la primera noticia sobre este poblamiento la tenemos en 1808,momento en que se realizó el inventario, tasación y partición de bienes de la Estanciade Chaján. La misma estaba destinada a la cría de equinos, ovinos y vacunos, yexisten indicios de que se hubiese practicado una agricultura complementaria. Tem-poralmente, la Estancia perduró, por lo menos, hasta 1821, pero sus orígenes no estánclaros. Sus tierras formaron parte del latifundio de los Cabrera, según los límitesmencionados en la ampliación de la merced a favor de esta familia, concedida en1681. El historiador Luis Giacardi afirma que desde la segunda mitad del siglo XVIIIya se conoce a Chaján como un paraje, es decir, una población rural semiconcentrada.Posteriormente, sabemos de la existencia de la Estancia en la primera década del sigloXIX. Lamentablemente, en el censo virreinal de 1778 en el Curato de Río Cuarto, nose aclaró con exactitud la ubicación de cada una de las unidades domésticas releva-das. Los datos de esta fuente documental señalan que estas tierras ya contaban conpobladores e, inclusive, permiten hipotetizar que la Estancia todavía no se habíaformado. La unidad doméstica de los Alfonso, apellido de los propietarios de la Es-tancia consignado en 1808, está presente en este censo, pero el hecho de contar consólo tres miembros pone en duda de que pueda tratarse de una estancia. En la lista delos milicianos de Achiras de 1815, figuran tres personas de apellido distinto en cali-dad de residentes o nacidos en Chaján, lo cual induce a pensar pueda tratarse de

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pobladores del paraje preexistente o en condición de agregada en la Estancia. Algu-nas décadas después, la situación del este poblamiento es tildada de vecindario1 endocumentos de la época.

El análisis de la posición geográfica de Chaján, nos permite comprender que setrata del poblamiento más avanzado latitudinalmente en la Frontera Sur de Córdobaen la primera década del siglo XIX. Se encontraba ubicado al sur de la línea de fuertesy fortines de la frontera del río Cuarto, y aún más alejado de la Ruta Real o Camino delos Chilenos, que vinculaba Chile y Cuyo con Córdoba (desde fines del siglo XVI) yel Camino Real o Carrera de Las Postas, (también llamado Camino de Chile) que uníaBuenos Aires con Chile, pasando por Mendoza (desde el primer tercio del siglo XVIII)(Gutiérrez, 2004:38-39).

Mapa con la ubicación de villas, parajes, fuertes y fortines señalados en este trabajo

Analicemos ahora algunas de las razones que llevaron a estos pobladores a asen-tarse en estas tierras, las cuales pueden ser las siguientes:

a) Dinámica del poblamiento cordobés y puntano en la latitud de Chaján

b) Las rastrilladas de Chaján

c) Influencia de la conflictividad interétnica

a) Dinámica del poblamiento cordobés y puntano en la latitud de Chaján

Según la fuente censal de 1778, la mayor concentración poblacional en el Curatode Río Cuarto se hallaba en la subdivisión Río Cuarto Arriba (una de cuatro en total)con el 36 % de un total de 3720 personas (Carbonari y Cocilovo, 2004:43), en la cualChaján era su límite sur, correspondiente a las últimas estribaciones de la Sierra de

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Comechingones. Esto indica que había una tendencia a asentarse en el piedemonte dela Sierra de Comechingones, posiblemente, para aprovechar los buenos pastos y agua-das allí existentes.

Por otra parte, al analizar la ubicación geográfica de la Estancia de Chaján desdela vecina Provincia de San Luis se observa su cercanía al cerro El Morro, constituyen-do ésta una región de temprano poblamiento por parte de euroamericanos. Un antece-dente de ese poblamiento es informado por Catalina Teresa Michieli; en base a títulosy matrículas de encomienda localizados en el Archivo Nacional de Chile, la autoraseñala que en 1704 el Maestre de Campo Gerónimo de Quiroga, vecino de San Luisde Loyola, poseía indios encomendados en el paraje de El Morro (1995:190). UrbanoNúñez (1980:73) afirma que Jerónimo de Quiroga obtuvo la encomienda del Morrocon el cacique Juan Cuaiguacuendi en el año 1674; el mismo autor señala que en elaño 1753 la Junta de Poblaciones de Chile nombró un comisionado, el oidor GregorioBlanco de Laisequilla, al cual se le dieron instrucciones para establecer una nuevapoblación en el paraje de Las Pulgas2. En otra parte de las instrucciones citadas porNúnez (1980:74-76), se afirma:

«...Que en atención a que no debían fundarse nuevos pueblos en perjuicio de los anti­guos, hiciese que los tres acordados en los parajes de Santo Cristo de Renca, las Tablasy las Pulgas, se formasen en su mayor parte con los hacendados de sus respectivoscontornos que eran vecinos de la ciudad de San Luis y procediese de modo que quedasenen esta ciudad los suficientes de los que tenían estancias en su inmediación...».

Aunque finalmente no se fundó esta población, consideramos que el texto de lasinstrucciones da los suficientes indicios para pensar en la existencia de pobladoreseuroamericanos asentados en el espacio comprendido entre la ciudad de San Luis, elMorro y el cauce del Quinto. De acuerdo a esta fuente y las citadas anteriormente,podemos suponer que existió desde fines del siglo XVII en la Frontera Sud del territo-rio puntano, un poblamiento que avanzó siguiendo el cauce del Quinto, tal comosucedió con relación al Cuarto en buena parte del espacio fronterizo de Córdoba. Siesto es así, entonces el mismo estuvo localizado geográficamente a mayor latitud enel Sureste de San Luis y tuvo su correlato en territorio cordobés en la segunda mitaddel siglo XVIII en otros parajes como Zelegua, El Pantanillo y por supuesto, en Chaján,siendo éste el más avanzado de la Frontera Sur de Córdoba. Desde esta nueva perspec-tiva, los pobladores que ocupaban las tierras de Chaján estaban situados a igual omenor latitud que los puntanos, perdiendo la condición de vanguardia que ostenta-ban en el confín fronterizo cordobés.

Pero además, resulta importante recordar los cambios de jurisdicción que las tie-rras chajanenses sufrieron históricamente, para de este modo tener más elementos dejuicio a la hora de comprender las razones de su poblamiento temprano en una zonatan avanzada de la Frontera Sur. Estas tierras estuvieron caracterizadas desde la llega-da de los españoles por la impronta de ser zona limítrofe. Primero fueron el confín Estede la Capitanía General de Chile. Cuando la corriente colonizadora del Norte funda laciudad de Córdoba, y más específicamente, con la ampliación de la Merced de losCabrera en 1681, pasan a ser el límite austral de la Gobernación de Córdoba del

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Tucumán. Es decir que, durante este período, Chaján es un espacio limítrofe ambigua-mente definido entre esta Gobernación del Virreinato del Perú y la Capitanía Generalde Chile. Tras la creación del Virreinato del Río de La Plata y la reorganización delterritorio en gobernaciones intendencias y militares, Córdoba, La Rioja y Cuyo pasana formar parte de una jurisdicción común: la Gobernación Intendencia de Córdoba delTucumán. En la década pos-revolucionaria, cuando las provincias comenzaron a de-finir sus territorios, Chaján pasó a ser zona fronteriza entre San Luis y Córdoba, sinestar bien definido de que lado de la Frontera se encontraba, siendo ello el origen deuna disputa de décadas entre las provincias. En conclusión, la situación geográficadel paraje y/o Estancia de Chaján se torna más comprensible cuando se estudiaíntegramente el avance de pobladores euroamericanos en las dos jurisdicciones men-cionadas. Si se analiza la misma focalizando únicamente la posición de Chaján conrespecto a la línea militar en territorio cordobés, es inequívocamente un poblamientoavanzado, que nos plantea serias dificultades para comprender las razones que hanllevado a sus pobladores a estas tierras tan expuestas a los peligros de la frontera. Encambio, al tener en cuenta el espacio determinado por los territorios poblados tempra-namente en la jurisdicción de San Luis, latitudinalmente incluso más avanzados queChaján, además de la comunicación existente a través de rastrilladas en aquellaszonas donde la Sierra se va perdiendo, el poblamiento de Chaján, sin perder su condi-ción de vanguardia fronteriza, resulta entendible ya no como un caso aislado, sino enconjunción con un avance poblacional claramente reconocible siguiendo al Quinto,que la política ha separado y la historia ha aceptado y luego la ha trasladado a otrosplanos de la vida de los pobladores en aquellas épocas.

b) Las rastrilladas de Chaján

En trabajos anteriores referentes a Chaján en el período 1861 a 1876 (Ribero, 2004,2007), aludimos a la ubicación geoestratégica de este paraje en posición avanzada en laFrontera Sur de Córdoba. Concluimos entonces, que el mismo estuvo ubicado en lasúltimas estribaciones de la Sierra de Comechingones y resultó un paso de entrada osalida a las jurisdicciones de las Provincias de Córdoba y San Luis utilizado frecuente-mente en aquellas latitudes. Sostuvimos además, que las rastrilladas de Chaján, estabanvinculadas con los pasos sobre el Quinto, caminos que conducían tierra adentro, hacialas tolderías ranqueles en el actual territorio de La Pampa. De esta manera, explicamosporque su nombre aparecía frecuentemente en la documentación histórica asociada conlos hechos producidos por la compleja conflictividad de la Frontera Sur de Córdoba enel período señalado. Además, existen ciertos indicios poco explorados por lahistoriografía, que hablan de la existencia de un camino alternativo a la Carrera de lasPostas que pasaba próximo a la margen Norte del Quinto a fines del siglo XVIII ycomienzos del siglo XIX. Nos interesa especialmente poder avanzar en su esclareci-miento, porque el poblamiento de Chaján adquiriría una nueva perspectiva de análisis,vinculada a la integración que el mismo le daría con otras regiones.

Barba y Montes (2000:25) sostienen que las autoridades coloniales borbónicas,tanto de Chile como del Río de La Plata, impulsaron desde fines del siglo XVIII elredescubrimiento del «viejo camino apto para ser transitado todo el año por carretas,que unía antiguamente Buenos Aires con Chile». No sabemos si este «viejo camino»citado por Barba y Montes pasó alguna vez por las tierras de Chaján, pero en el mapa

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de las «principales rutas de la provincia de Córdoba, en los comienzos de la eraindependiente», publicado por Efraín Bischoff en su Historia de Córdoba(Cf.1968:108), existe un trazado de una latitud incluso superior a este lugar. Conrelación a este camino pero a principios de 1850, Emilio Rojas de Villafañe lo men-ciona como una de las cuatro rutas principales que atravesaban la Provincia por en-tonces, situándola de la siguiente manera:

«...la del camino del Sur, que viniendo de Buenos Aires, atravesaba de este a Oeste elactual Departamento Roque Sáenz peña y el Sur del Departamento Río Cuarto, no lejosde la margen Norte del Río Quinto y que conducía a Cuyo y Chile» (Rojas de Villafañe,1976:166).

Esta era indudablemente más beneficiosa desde el punto de vista de las distanciasmenores a recorrer para ir desde Buenos Aires a Cuyo y Chile. Pensamos en variasrazones posibles para que este camino se hubiese abandonado, tales como un avancelatitudinal de la población que no tuvo correlato en el resto de la Frontera Sur ySudeste de Córdoba, por lo cual, los trayectos a recorrer por los viajeros habrían sidodemasiado extensos sin disponer de postas de reabastecimiento. Además, una mayorprobabilidad de sufrir el ataque de bandoleros y malones al estar alejados de la protec-ción, escasa por cierto, de los fuertes y fortines.

c) Influencia de la conflictividad interétnica

Tenemos determinado documentalmente la existencia de la Estancia de Chajándurante el lapso comprendido entre 1805 y 1821. Al confrontar esta duración con losperíodos de menor y mayor conflictividad entre euroamericanos e indígenas en laFrontera Sur de Córdoba, surgen nuevas perspectivas para su esclarecimiento. SegúnMartha Bechis (2002:5), «...durante los casi 30 años que van desde 1785 a 1813 hubopaz en todo el cono sur lo que no descartó alguno que otro pequeño conflicto. En esteúltimo año, actos hostiles iniciados ya por los blancos, ya por los aborígenes rompie-ron aquella larga paz». Por lo tanto, esta explotación habría disfrutado de un períodode baja conflictividad entre aborígenes y euroamericanos, cobrando mayor sentido.

La primera referencia concreta que hemos hallado sobre la existencia de la Estan-cia de Chaján está en la cita que realiza Carlos Mayol Laferrere (1980:36) del itinera-rio realizado por el Capitán retirado D. José Santiago Cerro y Zamudio, en el año1805; según el autor, éste expresó que transitando de la Estancia de Chaján a losQuebrachos, traspuso dos cerritos llamados Blanco y Negro. Además de nombrar a laEstancia, la descripción del recorrido seguido por este militar retirado y minero natu-ral de Chile, ayuda a situarla geográficamente.

Por otra parte, sabemos que la Estancia tuvo continuidad hasta por lo menos 1821.En oportunidad de realizarse el inventario (1808), se llevó a cabo también la tasacióny partición de sus bienes en hijuelas destinadas a ser entregadas a los herederos,cuatro menores de edad, los cuales quedaron por su condición bajo las tutorías desig-nadas por el Defensor de Menores y aprobadas por el Alcalde Ordinario de la Villa dela Concepción del Río Cuarto. En otro documento localizado en el AHMRC-FDC,

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con fecha 13 de noviembre de 1820, se realiza la entrega de una de las hijuelas, hastaese momento bajo tutela, a uno de los herederos; consta en la actuación que se lleva acabo en la Estancia de Chaján. Pocos meses después, el caudillo chileno José MiguelCarrera incursionó con sus huestes por la Frontera Sur de Córdoba y San Luis. WilliamYates, un oficial irlandés que sirvió bajo su mando escribió que encontrándose en lafrontera de Córdoba hacia el 1° de Marzo de 1821,

«...el grupo llegó a una «farm­house» del límite donde encontraron ganado en abundan­cia y una chacra con muchas hortalizas. Esto no pudo ser más oportuno porque noshubiera resultado imposible continuar dos días más nuestra marcha, después de lasprivaciones y fatigas soportadas».

En una nota al pie de dicho relato, Yates comenta: «Difícil sería ubicar esa farm­house, pero estaría por las inmediaciones de Chajá o Chaján»3.

Tenemos incertidumbre sobre la suerte corrida por la Estancia en años posteriores alrelato de William Yates. En la década del veinte hubo un marcado crecimiento de laconflictividad interétnica en la Frontera Sur. Durante el gobierno de Juan BautistaBustos se firmó el «...Tratado de la Laguna del Guanaco (20 de diciembre, 1825), quepacificó precariamente a los terribles aucas y pampas...» (Bischoff, 1995:195). Efectiva-mente, fue una paz endeble. Barrionuevo Imposti (1986:60) sostiene que en 1829 seprodujo una invasión de indios entre el fuerte de Las Pulgas y la Punilla, jurisdicción dela Provincia de San Luis; ante el temor a la misma, «...los hacendados de Sampacho,Chaján y Achiras se retiraron hacia el norte». Por lo tanto, si los años de tranquilidadante la ausencia de malones en la Frontera Sur acabaron en 1813, como sostiene MarthaBechis, los pobladores de la Estancia estuvieron sometidos desde entonces a la incerti-dumbre del peligro constante, agravado por su situación en la vanguardia fronteriza.

Conclusión

El poblamiento de la Estancia de Chaján en el confín de la Frontera Sur de Córdoba,debe ser analizado con una perspectiva política y geográfica amplia. Su posición, supe-rando la línea militar y el camino frecuentado, revela que la lógica del poblamientoeuroamericano en nuestra región escapó a las disposiciones del Estado colonial y mástarde del Estado criollo. La ocupación del territorio fronterizo, especialmente aquelapto en pastos y aguadas como es el caso del piedemonte serrano cordobés, estuvo enmanos de hombres y mujeres que supieron aprovechar las distintas épocas convenientespara su asentamiento. Dicha lógica de poblamiento coincide con los estudios históricosque señalan lapsos de paz en la frontera, situación durante la cual el nivel de riesgos quetenía esta población se equiparaba a otros sectores de la misma en teoría más resguardade un eventual malón o del bandolerismo.

Notas1 Archivo Histórico Provincia de Córdoba. FG, t1, f212, 1859.

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2 El paraje Las Pulgas estaba situado en un paso que las fuentes de la época señalan como muyconocido sobre el río Quinto, del cual tomaba su nombre. En este lugar, el General Pedernerafundó en 1856 el Fuerte Constitucional; a su vera surgió un poblado a iniciativa del Gober-nador de San Luis, Justo Daract, origen de la actual ciudad de Villa Mercedes.

3 Citado en Rocchietti et al., 1998.

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Rastrilladas y parajes del Mamüll MapuNorberto Mollo y Carlos Della Mattia

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Introducción

Quienes transitan hoy por las pampas argentinas, por sus rutas y caminos, tienenante sí una visión totalmente distinta a aquella que se presentaba a los ojos de losprimeros pobladores de esta tierra. Por entonces la «pampa» era sinónimo de desierto,representado por la inmensa e inhóspita llanura cuyos únicos puntos de referencia loconstituían algunas especies arbóreas, médanos y lagunas. Elementos que serviríande orientación y apoyo para el traslado de un lugar a otro de las primeras poblacioneshumanas que llegaron a habitar esta región. «La llanura imponderable, que por todaspartes acorta distancia forma orizonte, y siempre se mira uno como punto en medio deun circulo...»1.

Las posibilidades de desplazamiento de estos antiguos moradores eran bastantelimitadas, ya que el único medio de movilidad era el caminar, y por consiguiente,tenían escasas posibilidades de dejar rastros o sendas en su andar, a no ser aquellasproducto de las actividades en las cercanías de su hábitat.

La llegada del español a América, y con él el noble caballo, habría de modificarsustancialmente las posibilidades de movimiento, permitiendo recorrer grandes dis-tancias ahorrando tiempo y esfuerzo. Los incipientes caminos irían cambiando sufisonomía, ya que las huellas dejadas por caballos, vacas y otros animales, serían másnotorias por su anchura y profundidad que las hechas por el tránsito de los aborígenes.

Miles de cabezas de ganado surcaban el corazón de la pampa, dejando tras su pasoinnegables señales que marcaban en el suelo el derrotero seguido, el que sería transi-tado una y otra vez, con numerosos arreos:

«la guella que hay desde Mamilmapú hasta el anterior alojamiento no la abriria entre elpasto tupido de coyron de que abundan estos Campos un continuo exercicio de carros yde aqui pueden inferirse, que parcialidad de animales no conducirán»2.

De tal forma se materializaban en el terreno las primeras marcas que darían ori-

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gen al concepto de rastrillada. El término encierra en un criterio amplio la denomi-nación de aquellas originarias vías de comunicación, que guardando afinidad conlos nombres de «sendas», «huellas», «caminos» o «carriles», fueron utilizados in-distintamente. La lengua mapuche nos refiere al término y lo menciona como «repüo rupü».

Cuando el conquistador español quiso adentrarse en el desierto de pasto punacomo de tupidos caldenales, que distinguía la inmensidad de la llanura pampeana,iría descubriendo estos caminos que interconectaban lugares vitales para la supervi-vencia como lagunas y/o médanos, parajes conformados por una topografía del terre-no singular que serviría de abrigo, descanso y de planificación al aborigen paraincursionar sobre otras áreas.

Las primeras expediciones militares provenientes de Chile y hacia el oriente,ingresaban al territorio del Neuquén, buscando descubrir y conquistar nuevas tie-rras.

«Valdivia embió al Teniente General Francisco de Villagra, otro segundo Valdivia en elvalor y grandeza de ánimo, a que con ochenta hombres passase la cordillera y vuscassenuevas tierras donde poblar esperando hallar otro nuevo Chile en riquezas, de la otrabanda de la cordillera nevada. Partió con título de Mariscal, por el camino de la VillaRica, que arriba diximos, como era llano passó con gran facilidad, llevando a un ladoy al otro aquellas inaccesibles montañas y cerranías y a pocos días se halló en laspampas y llanuras extendidas que van a Córdoba y Buenos Aires»3.

La expedición en busca de los Césares que llevara a cabo Gerónimo Luis deCabrera (1620-1621), seguiría el curso desde su partida a orillas del río Cuarto porrastrilladas existentes y ya conocidas, al menos por los guías que conducían la carava-na. En su rumbo eminentemente sur-suroeste transitarían la posteriormente conocidarastrillada de las Pulgas, y por otros sectores de la rastrillada de los chilenos cono-cidos como rastrillada del Carancho, de Lihuel Calel y de Choele­Choel, hastaalcanzar el río Negro.

Una extensa red de rastrilladas, preexistentes algunas de ellas a la conquista espa-ñola, surcaron el amplio territorio pampeano, conectando centros de vital importan-cia por ser fuentes de recursos naturales y de asiento de población aborigen. Entreéstos sobresalía el llamado Mamüll Mapu, región de predominancia arbórea que cobi-jó durante prácticamente un siglo la etnia ranquel. Grandes jefes como Carripilun,Yanquetruz, Painé, Pichun, Baigorrita, Platero, Mariano y Epumer Rosas, etc., habita-ron estos montes. Allí convergían rastrilladas que provenían de las fronteras de SanLuis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. Las más notorias en la región pampeana eranlas siguientes: de las Víboras, de Las Pulgas, del Cuero, del Sauce, de Las Tunas, delCarancho, de Lihuel Calel, el camino de la Derechura o de Las Nuevas Tunas, elcamino del Salto, el camino a Luán Lauquén, el camino a Trenel, el camino a SalinasGrandes y el camino ó rastrillada de los chilenos. Estas grandes rutas de comunica-ción se ramificaban a lo largo de su recorrido en otras menores o secundarias,densificando de tal modo la red de caminos que vinculaban los parajes más salientesde entonces.

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Metodología de Trabajo

Abarcando el área del Mamüll Mapu, que precisaremos más adelante, se construyó unmarco de apoyatura constituido por un mosaico cartográfico elaborado con cartas I.G.M.,escala 1:100.000, al cual se trasladó la información contenida en los planos de mensuralevantados por los agrimensores y que dieran origen al parcelamiento oficial de los Terri-torios Nacionales. En ellos el profesional actuante registra, en su andar palmo a palmosobre el terreno al delimitar cada lote, una vasta información, como lagunas, médanos,tipo de vegetación, caminos, vestigios de anteriores asentamientos humanos, etc. El apor-te del baqueano que lo secunda en su tarea, le permite incluir además datos sobre elinterior del lote, como accidentes y toponimia. A los efectos de la reconstrucción lote porlote, se consideró también la memoria descriptiva de la labor desarrollada. Esta documen-tación es merecedora de la mayor credibilidad, ya que muchos de los parajes relevados secorresponden con los registrados en la cartografía actual.

La moderna fotografía satelital permite redescubrir muchos de los sitios y com-prender su valor estratégico, dentro del contexto de situación de su tiempo histórico.La conjunción de estas tres variables de análisis: mensuras, cartografía IGM y fotogra-fía satelital, nos permiten precisar con un aceptable grado de certeza el curso de lasrastrilladas y la ubicación de parajes y topónimos.

El Mamüll Mapu

El Mamüll Mapu es una amplia zona de la región pampeana enclavada dentro de

Figura 1. Principales rastrilladas en la región pampeana.

Rastrilladas y parajes del Mamúl Mapu

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la provincia fitogeográfica del Espinal, caracterizada por una densa vegetación deporte arbóreo, con predominancia de caldenes, algarrobos y chañares, con presenciade lagunas y grandes medanales, así como la existencia de agua dulce en las napasfreáticas, aunque sin cursos superficiales de importancia. Este hábitat natural, lejos deser un desierto, fue el ámbito propicio para la ocupación gradual de aborígenes. Pri-mero merodearon estos montes los provenientes de latitudes patagónicas como lostehuelches septentrionales, como los que halló Cabrera en 1620; luego huilliches,pehuenches y finalmente los pehuenches ranquelinos quienes se asentaron en el lugaren las postrimerías del siglo XVIII, para desempeñar desde entonces y por espacio deuna centuria, un protagonismo relevante que los llevaría a trascender más allá delMamüll Mapu.

Si bien los montes de caldenales y algarrobales eran muy extensos, la mayordensidad se da dentro de límites más o menos precisos, que son coincidentes con elárea de ocupación ranquelina. Estos pueden delimitarse con buen criterio, desde elsur de San Luis y Córdoba, a partir de los montes del Cuero y al sur de la laguna LaVerde, por el norte; los valles Daza y Quehué por el sur, la laguna Meucó por el oeste;y la llanura pampeana por el este.

Si bien el Mamüll Mapu fue asiento de las tolderías ranqueles, como lugar dereunión para preparar grandes incursiones sobre las líneas de fronteras, de concentra-ción de las haciendas y cautivos que reunían producto del malón y objeto de comer-cio entre ellos y con otras parcialidades, su zona de acción fue notablemente mayor,haciendo sentir su influencia hasta los caminos de postas y poblaciones del sur de SanLuis, Córdoba, Santa Fe y los llanos bonaerenses. También llegaban hasta las orillasdel río Chadileuvú, límite natural con los pehuenches. «Amigos, este rio que acaba-mos de pasar es el deslinde de tus tierras con los indios de Mamilmapu...»4 (Luis de laCruz dirigiéndose a los caciques pehuenches que lo acompañaban, tras cruzar el ríoChadileuvú) y hasta las propias Salinas Grandes.

Rastrilladas y Parajes del Mamüll Mapu

Los caminos que surcaron el Mamüll Mapu son de muy antigua data, pudiendomencionarse entre estos a la posteriormente llamada «Rastrillada de las Pulgas», cuyocurso siguiera la expedición de Gerónimo Luis de Cabrera en 1620/21 en busca de laciudad de los Césares, la «Rastrillada de las Víboras», llamada así por pasar por elparaje del mismo nombre, y el «Camino de la Derechura o de las Dereceras», quedesde Meuco se dirigía hacia Buenos Aires con rumbo ENE. Esta fue llamada tambiéncomo «Camino de las Nuevas Tunas». Las dos últimas fueron recorridas por las expe-diciones de Benito de Acosta y Ventura Montoya en 1776 y la de Ventura Echeverríay Diego de las Casas en 1779, quienes nos dejaron una valiosa información. Ademásde estas tres grandes rastrilladas existían otras que las vinculaban entre si y a losparajes adyacentes a las mismas, configurando una destacada red caminera.

Partiendo desde el rio Cuarto, con rumbo sudoeste, Gerónimo Luis de Cabreraatravesaría el río Quinto por el luego conocido Paso de los Césares, hasta arribar a larastrillada de las Pulgas, donde toma el curso de la misma hacia el sur. Esta primigeniavia de comunicación lo llevaba a transitar por el luego conocido Mamüll Mapu,pasando por la Laguna Malabrigo (inmediatamente al oeste del actual Paraje El Du-

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razno) y continuando su marcha unos 20 km al S.S.E., llegan a un lugar que nominaríanLaguna del Juicio. Esta podría tratarse de la laguna posteriormente conocida comoTrehuá Laufquen (Laguna del Perro), donde en sus cercanías encuentran la primerapoblación aborigen, posiblemente tehuelches septentrionales y avanzada de otrosque se hallaban sobre la sierra de Choique Mahuida, y que hablaban la lengua caguane,según refiere el propio Cabrera. Esta referencia documental nos ilustra sobre la casiinexistencia de población aborigen en nuestra área de estudio durante el siglo XVII.Esta situación no habría de variar mayormente hasta el siglo siguiente, cuando nuevascrónicas documentales nos permiten conocer los primeros sitios de asentamientos depoblaciones y parcialidades en tránsito, provenientes de la falda oriental de la Cordi-llera de los Andes, como huiliches, llanistas, pehuenches ranquilinos y otros. Estaregión de la Pampa comienza a adquirir una fisonomía toponímica caracterizada porla nominación de parajes con voces mapuches o araucanas, tal era su lengua de origen.Las citadas entradas españolas de 1776 y 1779 nos hacen conocer la distribución yocupación del territorio que nos compete. Entre otros sitios ubican tolderías en Trenelo Tenel (Lepian), Colu Lauquen (Rainao, Aygopillan, Llancan), Calchahue (Puñaleph),Nahuel Mapu, Marivil (Culucalquin) y a orillas del Chadileuvú (Llanquetur). Lamayoría de estos parajes se hallaban sobre la Rastrillada de las Víboras, y tanto estosexpedicionarios, como Justo Molina en 1805 y Luis de la Cruz en 1806, que pasaronpor el lugar treinta años después, nada dicen sobre parajes como Poitahué y Leubucó,entre otros, de singular trascendencia pocos años después. Esto nos deja ver quedichos lugares todavía no habían sido ocupados, o que su población era incipiente.Destacan sin embargo a Meuco y Marivil (Cura Lauquen) donde, en este último,encuentran los toldos de Carripilun. Aproximadamente a partir de la segunda décadadel siglo XIX se produce una mayor ocupación del Mamüll Mapu, cobrando notorie-dad algunos parajes mas hacia el norte, período que se extendería hasta la llamada«Conquista del Desierto» de 1879, donde los principales jefes ranqueles fueron diez-mados por el arrollador accionar militar. En este último lapso de tiempo sobresalenlos asientos de los grandes caciques ranquelinos en Poitahué (Yanquetruz, Pichun),Quenqué (Baigorrita), Guada (Painé), Leubucó (Mariano y Epumer Rosas), Montes deCarrilobo (Ramón Platero), entre otros.

En el informe que Felipe de Haedo dirige al virrey Cevallos respecto a la entradade 1776, hace una detallada descripción de los sucesos y lugares visitados. Entreestos hace alusión a Telén de esta manera:

«...hasta el sitio llamado Telén, que dista ciento y cuatro leguas de las puntas del Sauce,que fue la primera tolderia que hallaron. Esta población estaba subordinada bajo lasórdenes del cacique Sipian quien dio noticias que en aquellas inmediaciones se hallabanotros seis caciques y que así el como los otros, todos concurrían á hacer guerra y robosen las provincias de Cuyo, Tucuman y Buenos Aires [...] A las tres de la mañana del dia23 de abril de dicho año sorprendió la marcha de Acosta a la tolderia de dicho Sipioncon 300 hombres; le mataron seis indios y le aprisionaron treinta y tres, en los que seincluían algunos cautivos que el año antecedente de 775 habian llevado de la jurisdicciónde dicha ciudad de Córdoba, y estos dieron bastante noticia de los establecimientos quetenían dichos indios [...] hizo llamar el comandante Acosta a dicho Sipion y otros de losseis caciques nombrados, que comparecieron y trataron de paces…»5.

Rastrilladas y parajes del Mamúl Mapu

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¿Sería este cacique Sipian o Sipion el mismo que llaman Lepian, al que ubican en elparaje Tenel? El informe de Diego de las Casas de las expediciones de 1776/79 cita:

«Lepian, anciano, tiene 20 en 10 toldos, y vive en Tenel, que quiere decir recado hallado.Tienen dos aguadas cavadas y cercadas, y dista un día de camino de Calchague»6.

¿A que paraje arribó la expedición? ¿A Telén o a Tenel (Trenel)? De acuerdo a losreferidos informes, las expediciones del 76 y 79 partieron de Punta del Sauce y LasTunas respectivamente, siguiendo rumbo sudoeste. Si atendemos al curso replanteadode las rastrilladas en la cartografía IGM vemos que las mismas convergen entre si, enel paraje Tres Lagunas, cerca de Italó, para fusionarse y continuando hacia Tenel, sitiode acceso al Mamüll Mapu desde el noreste. De allí su conexión es inmediata con larastrillada de las Víboras, con la de las Pulgas, y un poco mas al sur con la de lasNuevas Tunas. Telén, en cambio, se halla sobre el límite oeste del Mamüll Mapu, porlo que de haberlo atravesado, no hubiera sido esta la primer toldería, como lo expresaen forma explícita. La única posibilidad de que Telén fuese el primer paraje de con-tacto, es haber llegado por la rastrillada de las Pulgas, desde el norte, pero esto contra-deciría el informe. A manera de conclusión podría existir un error al referirse al paraje,debido a la similitud de las voces Telén y Tenel en el informe de Haedo. Asimismo lalaguna Telén se halla bastante distante de la rastrillada de las víboras, camino éste quedescubierto por estas expediciones constituyó el campo de acción de las mismas, yque con rumbo general NE-SO atravesaba de lleno el Mamüll Mapu. No obstantetodas estas consideraciones que hemos expuesto, queda evidenciada la antigüedad deambos topónimos. Tenel o Trenel, extensa área medanosa que se localiza en la Sec-ción VII, fracción C, lote 14, del departamento Rancul, a 13 km al S.O. de Caleufú.

Analizamos ahora las principales rastrilladas que surcaban el Pais del Monte, y losparajes salientes que se hallaban a la vera de las mismas.

Rastrillada de las Víboras

Procedente de Peningué (Laguna ubicada en proximidades de Estancia El Madro-ño, Sección II, Fracción A, Lote 15), se dirige hacia el SO ingresando en nuestra áreade estudio a la altura de la laguna Loncoché, (ubicada en la Colonia Los Guanacos,Sección II, fracción A, lotes 22 y 23, del departamento Capital. Actualmente la rutanacional Nº 35 atraviesa la misma en dirección norte-sur). En 1806 Luis de la Cruzestuvo en el lugar.

Poco más adelante se llega a la laguna y montes de Malal, que De la Cruz llamaríaPuitril Malal. Este paraje fue residencia de las tolderías de uno de los más afamadoscaciques que tuviera la pampa: Vicente Pincén. La laguna Malal (Corral) se halla en laSección II, Fracción A, Lote 21, del departamento Capital, en la zona rural conocidacomo Colonia La Pastoril.

Otro sitio destacado es Calchahue, uno de los primeros centros de población delMamüll Mapu, cuya ubicación aproximada podría darse en un accidente natural lla-mativo constituido por lagunas, médanos y montes, en el deslinde de los lotes 4

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(fracción C) y 24 (fracción B) de la sección VIII, en el departamento Toay. El topónimoactualmente se conserva como Establecimiento Calchagua, ubicado más al sur, en ellote 7, fracción C. El lugar que nos ocupa podría ser el mismo o, en todo caso, próximoal luego conocido como Pué-Chapicú-Lauquen.

Hacia el oeste la rastrillada atraviesa un tupido monte, y antes de llegar al parajede Las Víboras, merecen destacarse sobre su curso los sitios de Laguna Divisadero yLaguna de los Chañares, ambas en el lote 25, y Rinancó en el lote 24, fracción A,Sección VIII en el departamento Loventué.

Uno de los sitios más trascendentes, no solo de esta rastrillada sino del MamüllMapu, es el paraje Las Víboras. Haciendo alusión a la presencia de ofidios que abun-dan en el área, distintas voces nominaban este paraje, como Chochá, Chochá Lauquen,Marivil, cuya interpretación etimológica aluden a estos reptiles. La laguna CurraLauquen que menciona Luis de la Cruz como hábitat del cacique Carripilun es uncuerpo de agua que se halla comprendida dentro del área definida por dichos topónimos.

Para obtener una mejor localización de Curra Lauquen (de Cura: piedra, Lauquen:laguna; «Laguna de la Piedra»), es procedente atender a la descripción que hace esteexpedicionario en relación a lo pedregoso del terreno.

Figura 2: Imagen satelital de Loncoché.

Rastrilladas y parajes del Mamúl Mapu

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«Este lugar, como he dicho se llama Curra Lauquen, que quiere decir Laguna dePiedras por razon de que al Norte de este alojamiento se hace en Ybierno una Lagunasobre un plan pedregoso que es el unico de esta clase que hay en todos estos lugares enque no se encuentra una piedra»7.

Este paraje es mencionado asimismo por Angueñán y Molina como asiento deljefe ranquel Carripilún. Al respecto Angueñán dirigiéndose a De la Cruz dice: «Mecontextó, que Carripilun vivia en el Lugar Marivil, dos dias y medio distante deaqui»8.En 1805, al pasar Justo Molina por el lugar, anotaba en su diario de viaje: «hasta quellegue a alojar al toldo del Cazique Caripilun, cuyo parage se llama Maribil, y andariaen este dia nueve leguas»9.

En el marco de aporte de elementos para una mayor investigación sobre el lugar deresidencia de Carripilún, vale agregar una cita documental contemporánea a las ante-riores, que aporta una nueva toponimia al área en cuestión.

«Luego Dijo qe. su prial biaje se dirigia despues de haserse amigo con este Comandte.benirte avisar como los Yndios Guiliches pasaron de sus tierras en esta luna de Marzomas de Seiscientos Armados en Guerra, y que benian derecho pa. Tierras de Españolesy que le parece qe. estaban solos, y que haviendo llegado estos Yndios Guiliches hta elJuncal, dos dias de camino de los Porongos donde viven Carripilum, y esta nuevo AmigoLlamcaû, de alli sebolvieron asus tierras por las muchas Aguas; y que spire quedaronalgunos Yndios Guiliches Potreando y que de estos son los rastros qe. han visto losSoldados del fuerte en los Campos de Capelen adentro»10.

El paraje Las Víboras (Chochá, Marivil, Curra Lauquen) se halla en el cuadranteN.O. del lote 4, fracción D, Sección VIII, departamento Loventué. Punto nodal derastrilladas, conectaba con Loventuel y Leubucó donde empalmaba con la rastrilla-da de las Pulgas; hacia el S.O. por la continuación de la rastrillada homónima conMeucó; al este con Calchahue y Loncoché; hacia el N.E. con Tenel o Trenel y haciael S. con los posteriores sitios de toldos de Antigueo y de Baigorrita. Antes deconstituirse en un asentamiento permanente, Las Víboras era lugar de encuentrospreparatorios del malón a darse sobre las fronteras de Córdoba, Santa Fe y BuenosAires.

«…que estos sabian juntarse en Las Víboras para robar en Buenos Aires y Córdobaalgunas ocasiones y que otros iban tambien a Las Víboras y Mamelmapu cuando sabianque los indios de estos parajes anadaban robando a los cristianos y los aguardabanpara comprarles animales, efectos y cautivos…»11.

Una de las incursiones mas notorias por el trágico resultado fue el asalto a la tropade carretas que a la altura del Saladillo en el sur de Córdoba, se produjo en 1777,liderada por el cacique Llanquitur y secundado entre otros por Carripilun, Quilán,Neuquén, etc. Hecho muy mentado entonces por la muerte, entre otros, del canónigo

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Figura 3. Imagen satelital del lote Nº 2 donde se halla Poitahué.

Pedro Ignacio Cañas. Surge de la relación de las expediciones del 76/79 que Llanquiturse encontraba sobre el río Chadileuvú y utilizaba esta rastrillada en sus permanentesmalones a los caminos de postas.

Al practicar la mensura del lote Nº 24, fracción A, sección VIII, el agrimensor JuanIgnacio Alsina en mayo de 1882, describe la laguna de Chocha:

«La calidad del campo como la anterior. El terreno arenoso pero firme, pues ha sidoocupado por los Yndios. Entre otras aguadas, queda en él la parte norte de la laguna de«Chocha» (vívora). Esta laguna tiene 900 m de largo de Sur á Norte, y 200 m de ancho;el agua no es muy buena pero tiene vertientes de agua dulce á sús alrededores; por ellapasa un camino. Queda la laguna «Chocha» sobre el costado Sur del lote á los 2000 mal Este del esquinero Suroeste»12.

Desde Chochá el curso de la rastrillada de las Víboras se continúa hacia el sudoes-te hasta los médanos y laguna de Poitahué, ubicados aproximadamente a 12 km alN.O. de Carro Quemado, en el lote 2, fracción D, sección VIII, en el departamentoLoventué. La memoria del agrimensor Alsina de modo escueto dice «tiene variosjagüeles en el paraje que se indica como campamento de Poitahue». Queda definidauna interesante área de estudio en el centro sur del lote, donde a través de la imagensatelital se visualizan dos imponentes lagunas, siendo posible aseverar que confor-man el paraje Poitahué, ahora bien, sería necesario profundizar la investigación insitu para determinar mejor su localización. Vemos que la laguna de mayor tamaño secorresponde bastante bien con la localización que da el agrimensor Alsina en sucroquis de 1882, acompañada además de una importante formación medanosa. Esteagrimensor representa una sola laguna, y la carta IGM a escala 1:100.000 no registracon claridad ninguna de ellas. La importancia estratégica que tenía Poitahué, dentrode la red de caminos del Mamüll Mapu, estaba dada por ser el punto de enlace entrelas rastrilladas de las Pulgas y la de las Víboras.

Otro accidente topográfico tiene igual nombre, un poco mas adelante, siguiendola rastrillada que nos ocupa, bajo la forma de Médano Poitahué (Extremo N.E. del lote11 de igual fracción y sección).

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«...según el baqueano que me acompañaba, lo que los indios llamaban Poitahue, no erauna aguada como generalmente se cree, sino el médano que se observa en el ánguloNoreste de este lote» 13.

Un tanto más al suroeste se encuentra el paraje Guada, caracterizado asimismo poruna laguna y una zona medanosa, de importantes dimensiones.

«Laguna salobre como de quinientos metros de diametro rodeada de montes. A sualrededor existen jagüeles de buena agua. Está sobre la divisoria de los lotes 9 y 10 á losseis mil doscientos metros á contar del Norte»14.

El mismo agrimensor, al efectuar la medición del costado este del lote 10 atravesa-ría la laguna escribiendo en su memoria: «6200 m. Entré a la laguna Guada. 6700 m.Salí de la laguna». La laguna y médano Guada se hallan a unos 15 km al oeste de CarroQuemado. Posiblemente este sitio sería el que Luis de la Cruz llamó, en su viaje de1806, como Rimecó.

Figura 4. Imagen satelital de Guada.

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Otro paraje destacado sobre la rastrillada de las Víboras, que se halla un poco masal sur, es la laguna Metriquin o Mitriquin, ubicada en el lote 11 de la fracción D,sección VIII del departamento Loventué, unos 20 km al S.O. de Carro Quemado. Es uncuerpo de agua de grandes dimensiones, extendido en dirección N.E.-S.O., cuyasaguas salobres se corresponden con la salinidad de la zona.

«Laguna salada de mil metros de largo por quinientos de ancho, situada en un granbajo á cinco mil metros del costado Norte y tres mil del Este. A su alrededor se encuen­tran otras aguadas dulces. Hacia el Noreste de Metriquin, á unos quinientos metros sehalla la Salina que se indica en el croquis, de setecientos metros de largo por cuatrocien­tos de ancho, de sal riquisima. Según el baqueano de este punto se proveian los YndiosRanqueles de la sal que consumian»15.

Luis de la Cruz, en su paso por el lugar en 1806, la menciona como Metanquil.

Figura 5. Imagen satelital de la laguna Mitriquin o Metriquin

Con rumbo general S.S.O. la rastrillada se continúa hasta arribar a la laguna deMeucó, hallándose en este largo trayecto los parajes de Chadilauquen, Ringanco, Nahuel-Mapú, Butatequen, Rucal, Maribil o Manibil, Tolvan, y Gualicó o Guaibi. A excepción

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de Nahuel Mapú y Rucal, los demás sitios son los mencionados por De la Cruz en sudiario de viaje de 1806. Nahuel Mapú ha sido un paraje notorio en el Mamüll Mapu,relevado por las expediciones españolas de 1776 y 1779, no es mencionado sin embar-go por Luis de la Cruz en su paso por el lugar, lo que resulta llamativo. Nahuel Mapúocuparía un lugar estratégico en la vida ranquel durante el siglo XIX, tal como loevidencian las menciones que de él realiza Estanislao Zeballos, entre otros.

En el territorio pampeano existieron muchos sitios que funcionaron como puntosnodales, y entre estos podemos mencionar a Meucó. Este lugar representaba la puertade ingreso al Mamüll Mapu desde el oeste, a partir de aquí se continuaba la rastrilladade las Víboras hacia el río Chadileuvú; hacia el S.E. partía el camino de la Derechurao de las Nuevas Tunas, y varias rastrilladas mas como lo denota el croquis confeccio-nado por el agrimensor Otamendi, quien redacta en la memoria de mensura del lote 12,fracción A, sección XIV:

«El terreno de este lote tiene pocos médanos de gran estension. En general es de médanosaltos y poco estendidos. El suelo es guadaloso. La aguada llamada «Meucó» es lalaguna mas grande de todas las que hay en esta seccion, tiene como 1500 m. de Nord­Este a Sud­Oeste por 1000 m. de Nord­Oeste á Sud­Este. En las inmediaciones de lalaguna se encuentran pastos abundantes y buenos = pasto duro, gramilla, pasto dehoja, alfilerillo, paja y trebol. Desde esta laguna empiesa la travesia en el camino queconduce al Rio Salado por el «Paso de Meucó»…»16.

Refiriéndose al Camino de la Derechura, Angueñán señala:

«... que era mejor que los otros que van por lo del difunto Quintrepi (el que va al Salto), y otropara las fronteras del Sauce (el que va a La Carlota), porque tienen menos aguas y leñas»17.

Figura 6. Plano de mensura del lote 12 (Meucó), fracción A, sección XIV del agrimensorOtamendi. Dirección de Catastro de la Provincia de La Pampa.

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Camino de la Derechura o de las Dereceras o de las Nuevas Tunas

Esta vía de comunicación vinculaba Meucó con Buenos Aires, capital del Virreinato,con rumbo general N.E. Los parajes que se sucedían a lo largo del camino y que leinformara el indio Angueñán, sobrino del cacique Manquel, a Luis de la Cruz durantesu estada en Meuco, eran los siguientes:

«Que saliendo de aquí por donde venía la luna, que era al este, cuarta al norte, es el masrecto. Que primero se llegaba al lugar de Chaquilque, y despues á Chiyen, á Malcuaca,á Quilquil, á Cololanquen, á Tuay, á Aldirinanco, á Lelbun­Mapu; que ya ahí son lascastas a Leubuco, á Catrilechi­mamil, á Trilís, á Moncolo, á Mallin­lauquen, á Pichiloo,á Cumaloo, á Chalac, á Gualanelú, á Butanguencul, á Leubu­Mapu, y á Loncoguaca; yde aquí ya está en tierra de españoles, y que con mis cargas, despacio en 10 ó 12 diasestaria en Buenos Aires»18.

Por vincular en forma más directa Meucó con Buenos Aires, que cualquier otrocamino, Luis de la Cruz le llamó indistintamente «Camino de la Derechura», «Cami-no de las Dereceras» o «Derrotero de Angueñán». Al llegar al mismo los expediciona-rios de 1776 y 1779 llamaron al mismo «Camino de las Nuevas Tunas».

De los parajes enunciados, analizamos a los comprendidos en nuestra área deestudio, tales como Chaquilque, Chillen, Malal-Huaca, Quilquil, Colu Lauquen yToay. Otro sitio sobre este camino que merece nuestra atención es Tricaucó.

Tricaucó o Trecao­có: según A. Vúletin «Agua de los loros», Casamiquela «Aguadade los loros», laguna situada en el lote 11, fracción A, sección IX del departamentoUtracán. Al medir los lotes 17 y 18 de la fracción A, sección XIV, los agrimensoresCagnoni, Carballo y Otamendi en 1883 hacen mención del «camino de «Meucó» a«Trecao-có». Este sitio no era mencionado por Angueñan por lo que su ocupación eimportancia es más reciente.

Chaquilque: El paraje Chaquilque se lo localiza en el lote 18, fracción A, secciónIX, del departamento Utracán, a 4 Km al este-sudeste de la actual estancia Malal-Có.La ubicación del mismo se logra replanteando sobre el curso de la rastrillada que correpor el valle Daza, la distancia de 9 leguas indicada por Angueñan. Se observa que endicho sitio hay un paraje llamado Sanquilqué o Sanquelqué, obtenido de la mensurade Braly. Según Casamiquela, Chaquilque es una voz mapuche que significa: «Don-de hay Macahines». Sanquilqué o Sanquelqué, tal vez sea una deformación deltopónimo original; según Vúletin: «Cañada del Carrizo», según Piana: «Aguada delCarrizo», según Erize: «Agua de Cortaderas» y según Casamiquela: «Donde haycarrizales». Probablemente se trate del mismo sitio que Olascoaga cita como Chagqui-hue: «Donde se despedaza o destroza». En la memoria de la mensura del lote mencio-nado realizada por el Agrimensor Claudio A. Braly, al referirse a su ubicación dentrodel Valle Daza, dice: «Se sale de los médanos, se entra en el valle de Sanquilqué, en unbañado con mucha agua»19. En este paraje se encontraban los toldos de Payllatur en1806, en momentos del paso de la expedición de Luis de la Cruz a poca distancia.Cuarenta años atrás, en 1776, ya existían los primeros asentamientos aborígenes en ellugar:

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«Pichuimanque, tiene 10 soldados en 6 toldos; vive, en Chaquilque, en distancia demedio día de camino de Conquaí; sus aguadas son 3 pozos cavados. Este lugar estásobre el camino de las Nuevas Tunas, descubierto a la izquierda y rumbo al sud […]Mariñanco tiene 10 indios en 6 toldos; vive en Chadí, a la vista de Chaquilque»20.

Chillen, Chillem o Chiyen: es un paraje compuesto por una laguna situada sobre lalínea limítrofe entre los lotes 10 y 11, Fracción B, Sección IX, del departamento Toay. Susignificado admite diferentes interpretaciones: según Casamiquela una variante es ElChülen y se refiere a una fruta o a una planta, según Vúletin su nombre hace alusión a laGaviota Cocinera, llamada Chille por los aborígenes, con el agregado afirmativo de llén y,según Puch y Tello «ensillar y desensillar los caballos». Actualmente junto a la lagunamencionada se encuentra la Estancia El Chillén, dentro del importante valle de igualnombre. La crónica de mensura de los citados lotes 10 y 11 efectuada por el agrimensorCarlos A. Braly hace mención del lugar como «Chillem»: «Se llega á unos medanitos queestán al pié de la cadena indicada. Pasto bueno. El cañadon se llama Chillem»21.

Malalguaca o Malalhuaca o Malal Huaca: laguna cuyo nombre deriva de Malal:corral y Huaca: vaca; «corral de vacas». Dicha laguna se halla dentro del imponentevalle de Malal Huaca, que alberga también a una estancia de idéntico nombre, lote 2,fracción B, Sección IX, departamento de Toay. El Agrimensor Braly, al efectuar lamedición de los lotes 2 y 9 de la fracción citada, hace una interesante descripción delsitio. Midiendo el lado norte del lote 9 de oeste a este, sobre los 7.500 metros demarcha nos dice: «Cruza un camino al S.O. Se baja á un cortaderal á 250 m al N de lalinea aguada de Malal Huaca. Agua abundante, y buenos pastos»22.

Quilquil: laguna ubicada en el lote 3, fracción B, Sección IX, del departamento deToay. Según el «Nuevo Diccionario Mapuche-Español» de Vúletin y otros, su nombresignifica pájaro chucho. De acuerdo al relevamiento efectuado por el maestre de campoDiego de las Casas Quilquil quiere decir «Pájaro Chiquito». Según Casamiquela Kilkilnombra a una lechuza pequeña llamada Caburé. En este lugar habitaba en 1776/79 elcacique: «Painemanque, que quiere decir cóndor anciano, tiene 14 indios, inclusoscuatro hijos, en 7 toldos; vive en el paraje de Quilquil, que quiere decir pájaro chiquito,cuyas aguadas son 4 pozos cavados y cercados. Dista dos leguas del antecedente (ColuLauquen), sito sobre el mismo camino, tras de un cerro pequeño»23. Como esta voztoponímica se ha perdido en los registros cartográficos actuales, la ubicación tentativadel sitio Quilquil, sobre el curso de la rastrillada, se logra de la siguiente manera: de latabla de distancias que como «Derrotero de Angueñán» exhibe Luis de la Cruz, toma-mos las que indica de Malal Huaca a Quilquil y de Quilquil a Colu Lauquen, siendoambos extremos sitios de precisa localización. Esto nos permite establecer una corres-pondencia entre las leguas de Angueñán y los kilómetros. Luego medimos sobre la cartalas distancias en Km de Quilquil a los dos extremos. La cita anterior es coincidente conla localización efectuada, al señalar la distancia de Colu Lauquen a Quilquil.

Colulanquen, Cololanquen, Colo lauquen, Colu­Lauquen, Colu Lafquen o ColuLauquen: laguna situada en el lote 4, fracción B, Sección IX, del departamento Toay,cuya acepción etimológica nos dice Colu: colorado, Lauquen: laguna; «Laguna Co-lorada». Inmediatamente al este de la misma se ubica hoy la Estancia La Colorada,cuyo nombre se corresponde con las características del paraje. El agrimensor Braly, alefectuar la medición del lado norte de dicho lote, sobre el mojón colocado a los 7.500

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m expresa: «Tierra baya arenosa. Pasto bueno y abundante. A 500 m al SSO queda laaguada de Colu-Lauquen. (Laguna colorada)»24. Sus primeros moradores, a fines delsiglo XVIII y principios del XIX fueron los caciques Llancan, Rainao, Aygopillan,Cayupan y sus gentes.

Figura 7. Plano de mensura del lote 4 (Colu Lauquen), fracción B, Sección IX del agrimensorBraly. Dirección de Catastro de la Provincia de La Pampa.

Figura 8: Imagen satelital de la laguna Colu Lauquen.

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Tuay o Toay: topónimo cuya etimología hace referencia de modo coincidente conla opinión de diversos autores al significado de «abra, abertura, rodeo, vuelta ó sende-ro sinuoso» a través de una tupida población de caldenes, por el que se accedía a lavertiente ó manantial de agua existente en el lugar. Si bien los médanos y montes deToay son imponentes y abarcan una gran extensión, resulta complejo precisar conexactitud el lugar geográfico que dio origen al topónimo. A partir de Colu Lauquendejamos planteadas dos posibilidades de continuación del Camino de las NuevasTunas: una hacia el N.E., rumbo a los médanos y montes próximos a la actual locali-dad de Toay (Lotes 19 y 20, fracción D, sección II); la otra variante se dirige al S.E. dellote 21, donde la mensura del agrimensor Joaquín Maqueda registra «Á los 2500 m deesta linea y como 1500 al Oeste hay unos jagüeles donde ha existido una tolderia»25.Este lugar podría tratarse del mismo que cita Vúletin, como la aguada o vertiente quediera origen al nombre de Toay.

Rastrillada de Las Pulgas

La rastrillada de Las Pulgas debe su nombre a que nacía en el paraje de Las Pulgas(actual Villa Mercedes, provincia de San Luis), sobre la margen norte del río Quinto,y su recorrido mas relevante, en dirección eminentemente norte-sur, pasaba por losparajes de Pozo Escondido, Pozo de los Avestruces, Sayape, Los Pocitos, laguna delGuanaco, Bajos Hondos, Tala, laguna del Padre Marcos, La Hallada, Santiago Pozo oSantiago Pose, Los Barriles, El Macho Muerto, El Corralito, Las Acollaradas, Totoritas,La Seña (Desde esta laguna salía hacia el noreste un camino que la comunicaba con elFuerte 3 de Febrero), Loncomatro, Chicalcó, Overamanca, Los Chañares, Agustinillo,Fortín Salitrero, Bagual, Ranquelcó, Médano Colorado (aquí empalmaba con la ras-trillada del Cuero), La Verde, Trelactué, Pudum, Aillancó, Leuvucó (proximidades deVictorica, provincia de La Pampa), Liu-Carreta y Poitahué, donde empalmaba con larastrillada de las Víboras. Desde Villa Mercedes hacia el norte se comunicaba conSan José del Morro. Esta rastrillada fue relevada en su tránsito de regreso desde lostoldos de Mariano Rosas (Leuvucó), por el coronel Lucio V. Mansilla en 1870; ymedida por el General Arredondo en agosto de 1872, entre Villa Mercedes y Guada (alsur de Poitahué), resultando una distancia de 90,5 leguas26; transitada y medida asi-mismo por la 1ª Brigada de la 3ª División Expedicionaria al Desierto en abril de 1879.Asimismo fue recorrida por el padre Marco Donati en varias oportunidades, quiendescribe algunos parajes. Hoy una laguna recuerda su nombre.

De los lugares enunciados, analizaremos el sitio de Leuvucó, comprendido ennuestra área de estudio

Leuvucó: Este paraje se lo localiza entre los lotes 9 y 12 de la fracción A, secciónVIII, del departamento Loventué, a 17 km al norte de Victorica. La otrora laguna deLeuvucó caracterizada hoy por un cauce seco en medio de un valle dominado porformaciones medanosas a ambos lados. Se observan caldenes, chañares, piquillines yotros árboles del espinal. Además abundante pasto puna, colas de zorros o cortaderasy en ámbitos más salitrosos pelo de chancho. El material fino del suelo es abundanteobservándose concresiones de tosca, con abundante cantidad de arcillas. Hacia eloeste de la laguna se observa un enorme salitral que define la fisonomía de un paisajeinhóspito y desolado.

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La que fuera laguna de Leuvucó, se halla inmediatamente al oeste de la rutaprovincial Nº 105, la que hace una pronunciada curva para rodearla por el este en sudirección N-S. El camino vecinal «Cacique Mariano Rosas» la atraviesa en su sectorsur. Observando la imagen satelital, podemos interpretar la correspondencia entre elsignificado de Leuvucó (agua que corre), con la geomorfología del lugar.

«Leubucó: Este punto tan nombrado por haber sido allí la residencia de los Rosas, esuna especie de cañadon ó laguna desplayada (estaba seca en la época qué la ví) de 2000m. de largo, por 500 de ancho, que corre de N.O. á S.E. Tiene en sus alrededoresalgunos ojos de agua que se derraman en ella pero de poca importáncia. Está á a laorilla de un inmenso monte que se estiende al O. y al S.O.»27.

Figura 9. Imagen satelital del paraje Leubucó.

Figura 10. Plano de mensura del lote 9 (Leubucó), fracción A, sección VIII del agrimensorJuan Alsina. Dirección de Catastro de la Provincia de La Pampa.

Rastrilladas y parajes del Mamúl Mapu

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El siguiente paraje que se hallaba sobre la rastrillada de las Pulgas era Leubucó,punto neurálgico por ser un nodo de rastrilladas y por su relevancia geopolítica, comoasiento de los toldos ranqueles del gran cacique Mariano Rosas.

«La morada de Mariano Rosas consistía en unos cuantos toldos diseminados y enunos cuantos ranchos, construidos por la gente de Ayala, en un corral y variospalenques. Leubucó es una laguna sin interés –Quiere decir agua que corre, leuvu,corre, y co, agua­. Queda en un descampado a orilla de una ceja de monte, en unaquebrada de médanos bajos. Los alrededores de aquel paraje son tristísimos. Es lomas yermo y estéril de cuanto he visto; una soledad ideal. De Leubucó arrancancaminos, grandes rastrilladas por todas partes. Allí es la estación central. Salencaminos para las tolderías de Ramón que quedan en los montes de Carrilobo; paralas tolderías de Baigorrita, situadas a la orilla de los montes de Quenque; para lastolderías de Calfucurá en Salinas Grandes; para la Cordillera, y para las tribusaraucanas»28.

Si bien existen muchos otros sitios de importancia fuera de estas grandes rastrilla-das, sobresale el de Trehuá Lauquen (Laguna del Perro), centro nodal del cual irradia-ban ocho caminos en distintas direcciones. El más importante de ellos era una prolon-gación de la rastrillada de las Pulgas, que a su vez conectaba Poitahué (sobre lasVíboras) con Chaquilque (sobre la Derechura) y más al sur con Traru Lauquen (sobrelos Chilenos). Trehuá Lauquen se encuentra en la Sección IX, fracción A, lote 4, deldepartamento Loventué, a 19 km al SSE del paraje El Durazno.

Conclusiones

Nuestra área de estudio, el Mamüll Mapu, fue surcada por tres grandes rastrilladasprincipales: la de Las Pulgas, de Las Víboras y el Camino de la Derechura o de LasNuevas Tunas. Además existía una vasta red de caminos menores, que vinculaban aestas entre si y con otros sitios de relevancia.

Algunas de estas rastrilladas resultan ser preexistentes al arribo al lugar de lospehuenches ranquelinos. Así Gerónimo Luis de Cabrera en 1620, al transitar la rastri-llada que luego se llamaría de Las Pulgas y otras que le continuaban hacia el sur, noencuentra población aborigen hasta la Laguna del Juicio (Trehua Lauquen), dondeavista unos pocos moradores, presuntamente tehuelches septentrionales. La llegadade la parcialidad ranquel se opera en el último tercio del siglo XVIII, emplazando sustolderías a la vera, o en las proximidades, de estas grandes vías de comunicación. Asílo registran las expediciones españolas en 1776 y 1779, y la de Justo Molina en 1805y Luis de la Cruz en 1806.

En un principio, los parajes que cobijaron a los recién llegados fueron: Trenel,Calchague, Marivil, Metrenquel, Nahuel Mapu, Meucó, Chaquilque, Quilquil y ColuLauquen, entre otros. Mas adelante, en el transcurso del siglo XIX, se densificaría laocupación de las tierras del Mamüll Mapu, cobrando importancia otros sitios, comoPoitahué, Guada, y mas hacia el norte Leuvucó, que habría de erigirse en morada delos mas afamados caciques ranqueles.

Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

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Figura 11: Mapa de rastrilladas y parajes del Mamüll Mapu

La reconstrucción de la red caminera en el área de estudio, nos permite desta-car sitios erigidos como verdaderos centros nodales de rastrilladas, que facilitaronlas comunicaciones entre las dispersas tolderías que conformaron el país ranquel.Entre ellos: Meucó, Poitahué, Chocha, Trehuá Lauquen, Caihué, Lomothué, Trenel,Conhello, Malal, Leuvucó, Lobocó, Ruca Lauquen, Aillancó, Pudum y La Verde.

Rastrilladas y parajes del Mamúl Mapu

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Notas1 Archivo Nacional Histórico de Chile (ANHCH). Diario de Viaje de Luis de la Cruz.

Folio 149.2 ANHCH. Diario de Viaje de Luis de la Cruz. Folios 154 y 154 v.3 Diego de Rosales. Historia del Reyno de Chile. En: Alvarez, 1972:44.4 De la Cruz, 1835:111.5 Revista del Río de la Plata. «Descripción de la Colonia del Sacramento y puertos del Río

de la Plata al norte y sud de Buenos Aires, seguida de un plan para la conquista ypoblación del Cabo de Hornos y sus pampas, por Don Felipe de Haedo, Año de 1778».Tomo III. Buenos Aires, 1872. pp. 450.

6 Colección…, 1837:95.7 ANHCH. Diario de Viaje de Luis de la Cruz. Folios 129 v y 130.8 ANHCH. Diario de Viaje de Luis de la Cruz. Folio 110 v.9 Archivo General de la Nación (AGN). Sala IX. División Colonia. Legajo 39-5-5, Expe-

diente Nº 1. Diario de Viaje de Justo Molina.1 0 Archivo Histórico de San Luis (AHSL). Carpeta Nº 10. Documento Nº 1557. 11 de abril

de 18061 1 AGN. IX. 24. 1.1. Diario de la expedición de José Francisco Amigorena. Folios 115-131.1 2 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Juan Ignacio Alsina. Sección VIII. Fracción A. Lote 24.1 3 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Juan Ignacio Alsina. Sección VIII. Fracción D. Lote 11.1 4 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Juan Ignacio Alsina. Sección VIII. Fracción D. Lote 9.1 5 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Juan Ignacio Alsina. Sección VIII. Fracción D. Lote 11.1 6 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor P. Otamendi. Sección XIV. Fracción A. Lote 12.1 7 De la Cruz, 1835:131.1 8 De la Cruz, 1835:130.1 9 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Claudio A. Braly. Sección IX, Fracción A, Lote 18.Agr. 1882.

2 0 Colección…, 1837:98.2 1 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Claudio A. Braly. Sección IX, Fracción B, Lotes 10y 11. 1882

2 2 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de CatastroProvincial. Mensura del agrimensor Claudio A. Braly. Sección IX, Fracción B, Lote 9. 1882.

2 3 Colección…, 1837:97.2 4 Dirección General de Tierras, Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de Catastro

Provincial. Mensura del agrimensor Claudio A. Braly. Sección IX. Fracción B. Lote 4. 1882

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2 5 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de CatastroProvincial. Mensura del agrimensor Joaquín V. Maqueda. Sección II. Fracción D. Lote21. 1881

2 6 Memorias del Ministerio de Guerra y Marina. Año 1873. pp. 145

2 7 Dirección General de Tierras. Archivo de Mensuras de La Pampa. Dirección de CatastroProvincial. Mensura del agrimensor Juan I. Alsina. Sección VIII. Fracción A. Lote 9. 1882.

2 8 Mansilla, 1987:155-156.

Bibliografía citadaÁLVAREZ, G. 1972 Neuquén, Historia, Geografía, Toponimia. Universidad del Comahue.

Neuquén.

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VÚLETIN, A. 1978 La Pampa. Grafías y etimologías aborígenes. Eudeba. Buenos Aires.

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Rastrilladas y parajes del Mamúl Mapu

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TAPIA, A. RAMOS, M. y C. BALDASARRE 2006 Estudios de Arqueología Histórica.Investigaciones argentinas pluridisciplinarias. Museo Municipal de la Ciudad de RíoGrande, Tierra del Fuego. Ediciones Bimce.

Fuentes documentalesArchivo General de la Nación (A.G.N.), Sala IX, División Colonia, Legajo 24-1-1

Archivo General de la Nación (A.G.N.), Sala IX, División Colonia, Legajo 39-5-5 (Diario deviaje de Justo Molina)

Archivo Histórico de San Luis, Carpeta Nº 10, Documento Nº 1557, 11/04/1806

Archivo Nacional Histórico de Chile (ANHCH), Diario de viaje de Luis de la Cruz.

Dirección General de Tierras, Archivo de Mensuras de La Pampa, Dirección de CatastroProvincial. Mensuras de las Secciones siguientes:

1881. Sección VII; Agrimensor nacional: José Antonio Lagos

1882. Sección VIII; Agrimensor nacional: Juan Ignacio Alsina

1882. Sección IX; Agrimensor nacional: Claudio Andrés Braly

1885. Sección XIII; Agrimensores nacionales: Benjamín Domínguez, Cagnoni, Carballo yOtamendi.

1883. Sección XIV; Agrimensores nacionales: Cagnoni, Carballo y Otamendi.

Cartas topográficas del Instituto Geográfico Militar (IGM), a escala 1:500.000, 1:250.000,1:100.000 y 1:50.000.

Imágenes satelitales obtenidas de la página web: http://maps.google.com

Memorias del Ministerio de Guerra y Marina. Año 1873.

Mosaicos cartográficos de rastrilladas y parajes elaborados por los autores (inéditos).

Norberto Mollo y Carlos Della Mattia

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Los ranqueles reducidos en la frontera delrío Quinto durante la década de 1870:su incorporación al Ejército Nacional

Marcela Tamagnini; Graciana Pérez Zavala y Ernesto Olmedo

Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria-Universidad Nacional de Río CuartoContacto: [email protected]; [email protected]; [email protected]

«Los prisioneros [indígenas] han sido repartidos en el ejército como soldados enigualdad de condicion á estos»1

A partir de 1850 gran parte de los territorios fronterizos de la fértil llanura pampeana,comenzaron a insertarse en el proceso de explotación pecuaria y agrícola-ganadero.Sin embargo, en el sur de Córdoba y San Luis, la incorporación al capitalismo agrariopampeano fue tardía. Para comprender la singularidad de este espacio, es necesarioque prestemos atención a los acontecimientos ocurridos a lo largo de la década de1870, los cuales coinciden con el momento final de la frontera.

En términos generales, podemos decir que en los años ‘70 la vida en la fronteraestuvo signada por un acrecentamiento de las medidas militares y por la puesta enpráctica de planes de avance sobre los indígenas. Un hito distintivo de esta porciónfronteriza fue la creación por parte de los misioneros franciscanos de dos núcleos dereducciones indígenas sobre el río Quinto, específicamente en cercanías de los fuertesSarmiento y Villa Mercedes (Provincias de Córdoba y San Luis). Desde nuestra pers-pectiva, estas reducciones deben ser analizadas en el marco de los proyectos militaresde avance de la Frontera Sur por cuanto las acciones desarrolladas por los misionerosestuvieron condicionadas por las tácticas y estrategias castrenses.

Los indígenas reducidos eran ranqueles, una de las etnias que, a lo largo del sigloXIX, más se ajustó a la condición de indios soberanos. En la década de 1870 susprincipales caciques buscaron sostener su autonomía política y territorial respectodel Estado argentino a través de la vía diplomática. Sin embargo, en ese mismo perío-do, diferentes grupos de capitanejos e indios lanza abandonaron las tolderías parainstalarse en la frontera en calidad de indios reducidos. Estos ranqueles rápidamentefueron incorporados a las fuerzas militares que defendían esta frontera.

Este último suceso dota también de especificidad a la frontera cordobesa-puntana

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por cuanto si bien existen algunos antecedentes de militarización de ranqueles pre-vios a los de la década de 1870 (los hermanos Llanquelén y Calfulén en los años ‘302

y Coliqueo en los ‘603) el destino final de estos indígenas fue la frontera bonaerense,particularmente el fuerte Federación (también denominado Junín). Por ello, si compa-ramos la militarización de indígenas en la frontera cordobesa-puntana con la ocurridaen otras porciones de la larga línea militar, encontramos que la primera fue mucho mástardía y que su particularidad quedó determinada por la apuesta reduccional de losfranciscanos.

A su vez, la caracterización del proceso de militarización de los indígenas que seinstalaron en las misiones franciscanas nos permitirá explicar de qué manera la yuxta-posición de la jerarquía militar nacional con la organización socio-política indígenahabría favorecido la fragmentación y resquebrajamiento de las relaciones en el senode las sociedades indígenas que venía propiciando el Gobierno Nacional. Uno de losaspectos que dotan de visibilidad a este proceso de militarización tiene que ver con laconcesión de grados militares a los caciques, capitanejos e indios lanza reducidos. Enalgunas ocasiones, éstos habrían reproducido las diferencias de posición en las tolderías,pero, en otras habrían generado nuevos rangos tendientes a sobrevalorar el rol dealgunos capitanejos e indios lanza.

Para dar sustento a este conjunto de argumentos, apelamos a las cartas producidaspor los ranqueles, los franciscanos y los militares que vivieron en dicho tramo de lafrontera, localizadas en el Archivo Histórico «José Luis Padrós» (AHCSF). Recurri-mos también a las Memorias de Guerra y Marina de las décadas de 1860 y 1870, queconsignan, además del presupuesto destinado a cada frontera, la existencia de indiosmilitarizados dentro de las fuerzas y a la Memoria del Departamento de Justicia, Cultoé Instrucción Pública de 1877.

Las reducciones franciscanas de Las Totoritas, Villa Mercedes y Sarmiento

Para poder explicar las razones que condujeron a la formación de las reducciones deranqueles en la frontera del río Quinto es preciso que nsos remontemos a los inicios delGobierno de la Confederación Argentina, momento en el que llegaron a Río Cuarto losdoce primeros misioneros franciscanos italianos. Su objetivo era crear un «ColegioApostólico de Propaganda Fide»4, destinado a la pacificación de los indígenas. Sinembargo, en los primeros tiempos su labor se redujo a prestar auxilio espiritual a laspoblaciones cristianas de la frontera. Sólo recién con el avance militar sobre el ríoQuinto (1869) se produjo la «inauguración real de las Misiones Católicas entre losIndios de la Pampa», es decir, entre «las tribus sometidas al Cacique Mariano Rosas»5.

El traslado de la frontera militar del río Cuarto al río Quinto fue uno de los aconte-cimientos que, en nuestra perspectiva, marcó el curso de la década final de la frontera.Éste provocó el arrinconamiento de los ranqueles, en especial de aquellos que transi-taban por las tierras próximas a los nuevos fuertes. La documentación atestigua que afines de la década de 1860 los campos que se extendían entre el río Quinto y el Cueroeran recorridos por los «indios de la orilla», es decir, capitanejos e «indios gauchos»(no sujetos a ningún cacique) que al tener sus tolderías en lugares estratégicos (por lapresencia de agua y caminos) controlaban el paso de todos aquellos que entraban osalían de la tierra adentro. La mayor parte de estos «indios de la entrada» habrían

Marcela Tamagnini; Graciana Pérez Zavala y Ernesto Olmedo

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pertenecido al cacique Ramón y habrían tenido sus toldos en los alrededores de laLaguna del Cuero. Por su parte, en Lebucó y Poitague residían los caciques principa-les (Mariano Rosas, Epumer, Baigorrita) y junto a ellos un importante número decapitanejos (Tamagnini y Pérez Zavala, 2007; 2008).

Esta digresión sobre la territorialidad indígena adquiere todo su valor si tenemosen cuenta que la mayor parte de los grupos que se trasladaron «del todo a lacristiandád» entre 1872 y 1878 eran «indios de la orilla». Su instalación en la fronterahabría estado determinada en gran parte por el control nacional de las aguadas y lastierras de pastoreo, las expediciones punitivas sobre sus toldos, las disidencias conlos caciques principales, las epidemias de viruela y el «estado deplorable» (pobreza)en que se encontraban. Esquemáticamente podemos diferenciar dos formas de migra-ción a las reducciones: una, forzada (cuando las fuerzas nacionales regresaban de lostoldos con prisioneros) y, otra, voluntaria (cuando capitanejos e indios lanza acepta-ban las reiteradas invitaciones de los franciscanos de movilizarse a la frontera). En loshechos, ambas formas de ingreso a las reducciones fueron complementarias. Así, porejemplo, en mayo-junio de 1872 las familias prisioneras de la expedición del GeneralArredondo fueron destinadas al paraje de Las Totoritas, sito «unas dos leguas dedistancia de Villa Merced» y cinco meses después treinta y tres lanceros del caciqueMariano Rosas se incorporaron a este núcleo reduccional con el fin de unirse a susparientes. Cabe destacar que entre éstos se encontraban el capitanejo Martín Simón,Martín López (secretario de Mariano Rosas) y Francisco Mora (lenguaraz del caciqueRamón)6. Por su parte, a comienzos de mayo de 1874 se presentó a los jefes de fronterael capitanejo Bustos «con 6 indios y 7 chinas á vivir á Sarmiento». Pocos días despuéssiguió los mismos pasos el capitanejo Juan Villareal, que llegó acompañado por su«familia» y por «todos» los indígenas que estaban bajo sus «ordenes» (64 individuosen total). Para esa fecha también había arribado a Sarmiento el indio Santos con 14 desus seguidores. En septiembre de 1874 se redujeron Linconao Cabral y Morales,quienes escoltados por «30 á 40 personas», prometieron la llegada de nuevos contin-gentes7. En los años siguientes varios indígenas parientes de Mariano Rosas y resi-dentes en las tierras colindantes al Cuero fueron tomados prisioneros. El caciqueRamón y sus «cuatrocientos indios» arribaron «voluntariamente» a Sarmiento Nuevoen octubre de 1877, luego de que las fuerzas nacionales les retuvieran sus ganados.Con el inicio de las «Campañas de ablandamiento», en los últimos meses de 1878 seredujeron varios indígenas de importancia, entre ellos Cayupán, cuñado del caciqueBaigorrita8 (Pérez Zavala y Tamagnini 2007).

El análisis del destino de los ranqueles que se trasladaron a la frontera nos permiteestablecer que mientras en las reducciones de Las Totoritas y Villa Mercedes habríanalojado los indígenas prisioneros, la de Sarmiento habría nacido y se habría consoli-dado con contingentes que llegaron en forma intencional. Esta última misión –queestaba ubicada 28 leguas al sudoeste del río Quinto y anexa al fortín homónimo-,tomó la forma de «pueblo civil» y estaba a cargo del padre Moisés Alvarez9. Pordecreto, el Presidente Domingo F. Sarmiento le concedió a los indígenas allí instala-dos «1° un juez de Paz, 2° un Capellán, 3° un maestro de escuela, 4° un herrero, 5° uncarpintero». Sin embargo, el Supervisor de Misiones que en marzo de 1878 visitó estareducción, afirmaba que en ella vivían alrededor de seiscientos indígenas, «divididosen familias que habitan miserables chozas de paja». Además agregaba que «muy

Los ranqueles reducidos en la frontera del río Quinto durante la década de 1870:su incorporación al Ejército Nacional

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pocos» de estos indígenas se dedicaban a la labranza ya sea por su reciente reducción(se refiere a los indígenas de Ramón), por «su holgazanería natural» o porque, comolos de Villa Mercedes, estaban ocupados «al servicio militar»10.

A su vez, mencionaba que en la misión de Villa Mercedes vivían «cerca de tres-cientos indígenas entre grandes y chicos». Ella contaba con la asistencia del PadreMarcos Donati que regularmente iba hasta ese lugar para socorrer y supervisar a suspobladores, aunque su rol se veía desdibujado por la intervención de las autoridadesmilitares en los asuntos indígenas. Como esta reducción carecía de terreno propio, losranqueles debieron ubicarse en un «área de diez y seis manzanas» sobre el camino queunía la estación de tren con el poblado de Villa Mercedes. Esta circunstancia lesimpedía desarrollar la agricultura, obtener suficiente leña y edificar viviendas11.

Finalizadas las expediciones de «ablandamiento» (1878) y la «Campaña al De-sierto» (1879), esas reducciones fueron disueltas, enviándose a «las familias indiasá diversos puntos de la Provincia de San Luis, Buenos Aires, etc.». Mientras tanto lamisión de Sarmiento llegó a tener «1020 Yndios» y la de Villa Mercedes unos«500»12.

Esta información sobre población indígena en la frontera se ve enriquecida por losdatos aportados por la siguiente planilla en la cual se resume el número de habitantesde la Frontera Sur y Sur-Este de Córdoba en los inicios de 1879, con discriminacionesde sexo, edad y forma de participación en los ejércitos de línea.

Cuerpos

Plana Mayorde la F.

Batallón 10 delínea

Regimiento 4de Caballeríade Línea

Escuadrón deranqueles

Compañíaúnica Indiosauxiliares

Piquete deIndios deSanta Catalina

Particulares

Total

Hombrescomprendidosoficiales y tropa

48

302

251

132

55

47

66

901

Mujerescristianasy chinas

28

135

106

165

50

44

50

578

Chicos ychinas, desdelos mamoneshasta la edadde 13 años

19

37

75

293

49

46

30

549

Total General

95

474

432

590

154

137

146

2028

Notas

Capital de C

omercio: 49.500 $ F

Marcela Tamagnini; Graciana Pérez Zavala y Ernesto Olmedo

299

Si bien las misiones habrían sido funcionales a los planes gubernamentales deconsolidar la frontera militar mediante el control y la sumisión indígena, las cartas delos franciscanos dejan testimonio de distintos problemas que afectaban su desenvol-vimiento, siendo los más notorios la falta de financiación gubernamental para eldesarrollo agrícola, la carencia de terrenos propios y la militarización de los indíge-nas reducidos. Esta última cuestión no era menor por cuando ocasionaba dos tipos deconflictos. Por una parte, generaba disidencias entre los misioneros y los militares, enrazón de que los primeros se oponían a la incorporación de los indígenas a las fuerzasde línea. Por otra parte, daba lugar a disputas entre los ranqueles reducidos y los quepermanecían en la tierra adentro.

Antes de examinar la última problemática, es necesario que recordemos que losfuertes Sarmiento y Villa Mercedes fueron el lugar de partida de la 3era División delEjército Argentino que comandó el Coronel Eduardo Racedo. En 1879 esta divisiónestaba compuesta por los regimientos Nº 3 y Nº 10 de Infantería y los regimientos 4°y 9º de Caballería de Línea. Además, dicha división tenía entre sus fuerzas a losindígenas reducidos, los cuales estaban distribuidos del siguiente modo: «Compañíade Indios auxiliares de Sarmiento Nuevo» (3 oficiales y 32 tropa); «Piquete de IndiosAuxiliares de Santa Catalina» (1 oficial y 24 tropa); «Escuadrón Ranqueles» (7 ofi-ciales y 90 tropa); «Indios amigos de Cayupan» (1 jefe, 2 oficiales, 50 tropa y 1familia) e «indios amigos de Simón» (2 oficiales y 33 tropa). Asimismo, entre losindios auxiliares de Sarmiento, Villareal se desempeñaba como «Mayor», al tiempoque Linconao Cabral, tenía el cargo de «Capitán» y formaba parte de la división deSarmiento Nuevo. Santiago Cayupán había recibido el grado militar de «TenienteCoronel» y el capitanejo Simón el de «Alferés» (Racedo, 1965:12; 40, 51).

El detalle precedente nos permite advertir no sólo la participación de los indíge-nas reducidos en las distintas columnas que avanzaron sobre las tolderías de losranqueles sino también problematizarnos sobre la yuxtaposición de los grados mili-tares del ejército sobre las tradicionales diferencias entre indígenas. A continuaciónnos referiremos a algunos aspectos que tienen que ver con la militarización de estasociedad para explicar, luego, de qué manera los indígenas de Las Totoritas, VillaMercedes y Sarmiento se convirtieron en parte de las fuerzas nacionales.

La militarización de la sociedad indígena

A la hora de analizar el proceso por el cual los ranqueles reducidos terminaronadmitiendo los grados militares que les otorgó el Gobierno Nacional es necesario queconsideremos, someramente, algunos aspectos ligados a la organización militar de lasfuerzas indígenas. Mansilla (1993), Zeballos (2001) y la historiografía que los continuódieron cuenta del carácter guerrero de los indígenas pampeanos que hostigaban con susmalones el sistema defensivo nacional. Entre las cualidades que, según Walther (1964),ponían en ventaja a los indígenas frente a los cristianos se pueden mencionar la quemade los campos, el uso del caballo14 y la lanza como también el exacto conocimiento ymanejo en el terreno, las marchas nocturnas15, la rápida disgregación y recomposicióndel malón en el terreno ante la arremetida cristiana. Así, Prudencio Arnold expresa:

«El indio, en el combate, es de empuje terrible; choca con violencia incalculable. De ahí

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que se considere su caballería sin igual en el mundo; ni tampoco hay caballería queocasione más bajas al enemigo. Me fundo en la superioridad del caballo que monta y enla hábil destreza de la lanza que maneja, que es de una largura extraordinaria, casi eldoble de la nuestra, que es de o debe ser de tres varas por la táctica. Además el indio usaespuelas, prenda que nunca le falta aunque sea de madera y obligándolo a avanzarhasta hacer chocar la cabeza con los del enemigo» (Arnold, 1973:86).

Una nota especial provenía del tipo de armas que utilizaban los indígenas: lanzas,chuzas, boleadoras, bolas, arcos y flechas (Walther, 1964). Según el cautivo SantiagoAvendaño, las primeras eran empleadas no sólo con destreza, sino que se destinabanexclusivamente al enfrentamiento con los cristianos, quedando prohibido su uso enel seno de la toldería (Hux, 2000). La documentación consultada no ofrece indiciossobre el uso de armas de fuego en estos tiempos.

La fuerza indígena del espacio pampeano se presentaba, entonces, como una fuer-za de choque –más que como cuerpo defensivo– capaz de ejecutar entradas fugaces ycontundentes luego de una labor premeditada de inteligencia a través del espionajede los indios bomberos y de observantes que pasaban desapercibidos en el terreno.

En términos generales, la producción historiográfica sobre la frontera coincide enseñalar la importancia que habría tenido la guerra con los cristianos para la sociedadindígena. Mandrini (1984) define al malón como una empresa económica colectivaque sostenía toda la estructura social indígena. A veces, los malones se conformabancon partidas relativamente pequeñas, pero en otras ocasiones éstos contaban concentenares de lanceros de distintas tribus. En el caso de los últimos se requería de unaintensa planificación según la cual el cacique que decidía su realización debía enviarinvitaciones a sus parientes y aliados y, según la conveniencia, a caciques enemigos,a participar de un parlamento en el que ajustarían los detalles operacionales. En lajunta solía designarse al responsable de la conducción del malón –por lo generalquien había tenido la iniciativa–, la fecha y el lugar de su realización. También eraimportante definir el número de caballos que cada participante aportaría porque de lacalidad de éstos, de su velocidad y resistencia habría dependido el botín de cadaindígena y el éxito de la invasión. Las mujeres y los niños colaboraban cuidando lacaballada de reserva y arreando los animales (Mandrini y Ortelli, 1993:57-59).

En la misma dirección, Martha Bechis (1998) señala que aquello que a simplevista aparecía como un «desorden de las fuerzas» –»ejército volante»– en realidad dacuenta de una organización para el ataque, para la entrada y retirada al momento deintroducirse en poblados y fuertes. Esta coordinación era posible porque los maloneshabrían sido acordados y planificados en las juntas y parlamentos en los que losindígenas, en tanto colectivo, decidían una estrategia de acción común. Para la auto-ra, los malones no encontraban fundamento en una estructura jerárquica sino en lavoluntad de los conas, los capitanes y los capitanejos de reclutarse y acatar a quien erareconocido como líder del mismo. Desde su perspectiva, ello era posible porque enestas sociedades no habría existido almacenaje colectivo. Si bien las alianzas de pazy los malones otorgaban poder a los caciques dado que de ellos dependía su distribu-ción, dicha diferenciación no se habría sostenido en el tiempo porque cada lancerohabría estado facultado para permanecer con el cacique que más bienes distribuía.Estos procesos de fusión y fisión habrían sido posibles porque cada indígena era

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«guerrero-pastor-comerciante-cabeza de su familia extensa», condición desde la cual,y por propia iniciativa, se unía a un capitanejo y a través de éste a un cacique princi-pal. De esta manera, la unión entre caciques, capitanejos y lanzas se asentaba, ademásdel parentesco, en los agasajos y el compromiso de los primeros de no quebrantar losnegocios domésticos de los segundos. En base a estos elementos, la investigadoramanifiesta que la autoridad de los líderes dependía de sus habilidades y destrezas parasostener la confianza de sus seguidores (Bechis, 1999 a y b).

Respecto a la reunión de efectivos en la sociedad indígena, encontramos que adiferencia de lo acaecido en la sociedad cristiana, el reclutamiento de mocetones nohabría sido compulsivo y las posibilidades que los caciques principales, caciquessecundarios, caciquillos y capitanejos tenían para obligar a los lanceros a seguirloshabrían sido limitadas. Las referencias documentales no permiten identificar la exis-tencia de castigos y condenas que los intimaran a sumarse a los malones.

A los efectos de comprender la militarización de los ranqueles en el ámbito delejército nacional es menester que atendamos previamente algunos aspectos del reclu-tamiento entre los cristianos.

El reclutamiento de efectivos en la frontera

Para poder explicar el modo en que se produjo el reclutamiento de efectivos en losfuertes y fortines de la frontera con los indígenas es preciso que previamente puntua-licemos algunos datos. En 1869 –mediante el adelantamiento ordenado por la Ley Nº215 del Congreso Nacional, sancionada en 1867– se organizó un primer movimientode la línea militar cordobesa hasta el río Quinto basado en la división en cuatrosecciones, dependientes cada una de ellas de una guarnición principal: Tres de Febre-ro, Sarmiento, Necochea y General Arredondo. En consonancia con este avance sobreel río Quinto, en la Provincia de San Luis se instaló el fuerte de Villa Mercedes. Deesta manera, el fuerte Tres de Febrero quedó flanqueado hacia el Oeste por el fortínPringles (Provincia de San Luis) y, hacia el Este por los fortines Lechuzo, Centinela,Meladas, Nacional y Paunero (los dos últimos en la avanzada del río Quinto). Aretaguardia de la Línea, es decir en el espacio comprendido entre los ríos Cuarto yQuinto, quedaron las postas militares del Durazno y Santo Tomás. Un poco después,en 1871, se erigieron también en esa franja los fortines de El Portezuelo y Espinillodel Bagual y se reinstalaron tropas en los viejos fuertes de Santa Catalina, Los Jagüelesy San Fernando. La guarnición Sarmiento fue sede de la comandancia y de la prefec-tura de misiones entre 1874-1880. Hacia el oeste de dicho fuerte se emplazó el fortín12 de Línea. A unas seis leguas al norte de Sarmiento se encontraba, desde 1865, laPosta Militar de Chemecó; en sentido opuesto a este último punto y en direcciónsureste se hallaba el fuerte Necochea. Hacia el oeste del mismo se instaló el fortín 7 deLínea. Al este, en cambio, se erigieron los fortines Achirero y Árbol. Finalmente, seemplazaba el fuerte General Arredondo. Al Oeste del mismo se situó -sobre el límiteEste de la provincia de Córdoba-, el fortín 2 de Caballería. Respecto de este últimopunto, pero más al Norte entre las líneas del Cuarto y del Quinto, Mansilla instaló elfortín o posta militar Monte de los Puntanos (Mayol Laferrére, 1978:5-27).

El segundo movimiento de la línea en la provincia de Córdoba se vincula con laejecución del Proyecto del Ministro Adolfo Alsina en 1876. En dicha ocasión se

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conformaron dos secciones: la primera denominada Frontera Sur de Córdoba quedócompuesta por los asentamientos militares: Guerrero, Milton, Ortega y Orma; mien-tras la División Italó se conformó a partir de los fortines Centinela, Guardias Naciona-les y Paunero.

Estos fuertes y fortines estaban atendidos por un conjunto de efectivos reclutadossegún prácticas que eran comunes a la mayoría de los ejércitos y cuerpos armados delsiglo XIX. El recluta podía pasar a formar parte de la fuerza de manera voluntaria,mediante el sistema del enganche, reenganche o, en su defecto, luego de haberseaplicado un procedimiento forzoso. En el caso de los ejércitos que guarnecieron lafrontera cordobesa durante la segunda mitad del siglo XIX los reclutamientos habríansido tanto voluntarios como compulsivos. Para proceder a su efectivización, los go-biernos apelaron a dos mecanismos amparados en reglamentos o leyes. Uno fue elservicio militar obligatorio que comprendía a todos los varones mayores que pasarona formar parte de las Guardias Nacionales, existentes a partir de un decreto del Presi-dente Urquiza de 1854. El otro mecanismo provino de la sanción de «reglamentos decampaña» que buscaban, según su letra, combatir la ociosidad mediante la persecu-ción y el alistamiento de ladrones, malhechores, vagos, mal entretenidos, matreros ycuatreros. La exigencia del pasaporte para poder circular (atravesar o ingresar) de unaprovincia a otra o bien el cumplimiento de penas por delitos menores en la fronteratambién servían para reclutar fuerzas.

A los reclutamientos se agregaban las constantes movilizaciones de efectivos yacongregados en algún punto en pos de lograr el control militar de distintas regiones(guerra del Paraguay, sublevaciones de las montoneras provinciales, etc). En el sur deCórdoba, los pobladores de la campaña fueron desplazados varias veces hacia lospuntos de choque con los indígenas. Los ranqueles emplazados en las misiones de losfranciscanos no quedaron al margen de estos reclutamientos de efectivos ni de lasmovilizaciones de las tropas.

El reclutamiento de ranqueles en la frontera

Ya en tiempos de la colonia las fuerzas defensivas estaban compuestas por «indiosmilicianos» que servían en los batallones del Cuerpo de Castas (pardos y morenos).Durante la primera década revolucionaria, y en el marco de una preocupación por supe-rar la relación monarca-súbdito y con la intención de integrar a los indígenas dentro dela nación americana como hermanos y compatriotas, el Primer Triunvirato (1812) resol-vió separarlos de este cuerpo, pero para incorporarlos a los Regimientos II y III deInfantería (Hernández, 1992). A su vez, y según señala Ratto (2003), una de las obliga-ciones del denominado «Negocio Pacífico» que se instauró a partir del gobierno de LasHeras, era el servicio miliciano de los «indios amigos», práctica ésta que perduró hastasu derrota definitiva. De hecho, a lo largo del siglo XIX, muchos lanceros indígenasparticiparon como combatientes en las expediciones hacia tierra adentro. Así, por ejem-plo, la Memoria Anual del Ministerio de Guerra y Marina del año 1863 consigna que eltotal de «indios amigos en servicio» en la Frontera Sur era de 387 individuos16. Por suparte, en 1878, cuando se inició la Conquista del Desierto, el servicio de frontera estabaatendido por 7.500 individuos de tropa y 800 indios auxiliares «que voluntariamente sehan sometido, aceptando esa condición»17. Si lo cotejamos con la cifra anterior, obser-

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vamos que en 15 años el número se había duplicado y que, sobre el final de la guerra defronteras, casi el 10% del total de las fuerzas eran indígenas.

Los ranqueles que llegaron a las reducciones en la década de 1870 sabían que sutraslado a la frontera podía traerles aparejado su incorporación a las fuerzas de línea.Por ello, una de las condiciones que impusieron era la de no ser convertidos en solda-dos18. Sin embargo, la correspondencia intercambiada entre los franciscanos que esta-ban a cargo de las misiones de Sarmiento y Villa Mercedes, permite ver cómo losindios lanzas terminaron siendo «soldados en servicio activo». La obligación deprestar «servicios militares» se extendía por lapsos de veinte días, seis meses o más.En esos casos eran trasladados a los destacamentos, en los que debían barrer las piezasde los oficiales, limpiar los potreros del Estado, además de ser humillados, castigadoscon látigos y, a veces, apresados. Los oficiales de los cuarteles impulsaban estasacciones, generalmente avalados por sus superiores. Algunos indígenas se resignabana su «triste e incomprensible estado» como todo «Militar de Linea». Otros, en cambio,se sublevaban y, cuando las circunstancias lo admitían, desertaban19. Cabe aclararaquí que empleamos los términos «sublevaciones» y «deserciones», en tanto formasde resistencias al orden, dado que estos indígenas ya se hallaban incorporados dealguna manera al Ejército Nacional.

Según hemos señalado, una de las particularidades de la Frontera Sur de Córdobadurante los años ‘70 fue la reducción de los ranqueles en las misiones franciscanas delrío Quinto y su inmediata incorporación al servicio de Guardias Nacionales. La prime-ra acción que se registra en este sentido data de 1873, cuando los hombres de lasTotoritas fueron trasladados al fuerte de Villa Mercedes. Este proceso de militariza-ción de los indígenas reducidos se habría acelerado con la revolución encabezada porMitre20 en septiembre de 1874, la cual contó con el auxilio de algunos jefes delejército como el General Arredondo apostado en Villa Mercedes. En tal sentido, ésteconvocó a los indígenas de las Totoritas a marchar bajo sus órdenes, pero éstos ha-brían preferido «aguardar las ordenes del Gobierno». Por su parte, la represión de larebelión fue confiada al General Roca quién convocó a algunos indígenas reducidos,como por ejemplo Linconao21.

Una consecuencia de este proceso de reclutamiento fue que los indígenas reduci-dos comenzaron a ser «gobernados por gefes y oficiales de Línea», perdiendo losmisioneros injerencia sobre ellos. Cuando se inauguró la misión de Sarmiento, elDirectorio franciscano discutió esta cuestión, alegando que el Prefecto de Misionesdebía tener incumbencia en los conflictos suscitados en las reducciones, fuertes y/opoblados cristianos. Con ello se oponían a la propuesta elaborada por el padre MarcosDonati, particularmente al «párrafo Nº 9 del reglamento» de misiones que establecíaque los indígenas que delinquieran en poblados o fuertes debían ser «juzgados por lasautoridades civiles ó militares de acuerdo con el Cacique». A criterio de la comisiónevaluadora del proyecto, dicho punto era confuso ya que no quedaban deslindadoslos límites entre el proceder del cacique y el del jefe militar. Igualmente, estaban endesacuerdo con el Párrafo 10 según el cual las diferencias que se suscitaran «entre lasreducciones ó entre las familias de una misma Reduccion» debían ser «arregladas poralguna persona, en la que los yndios tuviesen mas confianza» o bien por «el Gefe dela frontera» que «los reducirá á la paz, por medios pacíficos»22.

Las objeciones que realizó el Directorio del Colegio Franciscano no modificaron

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demasiado la capacidad de acción de los sucesivos Prefectos de Misiones. En talsentido, el padre Álvarez decía con desdén en 1880:

«estos indios sometidos al Gobierno desde un principio se han entendido casi en todocon el Gefe de las Fronteras y sus subalternos a ellos reconocen por sus superiores aellos obedecen, en cuyos actos se inspiran, en cuyas costumbres observan y en cuya vidamilitar toman parte de esto se cuidan, por lo demás el misionero les inspira pocointeres»23.

En síntesis, los ranqueles de la frontera quedaron sujetos a los jefes militares, perointernamente dependían de los capitanejos o indios lanzas que habían conducido alcontingente en el momento de su reducción. Estos líderes indígenas hacían de inter-mediarios entre el grupo y las autoridades militares. Los misioneros se situaban entreambas figuras, variando su influencia según las condiciones de la reducción y susvínculos con los jefes militares y los capitanejos. Así, el proceder de las chinas eindios lanzas sometidos quedó regulado por militares, misioneros y capitanejos, queno necesariamente coincidían en sus proyectos.

Los cargos militares: entre las diferencias en la toldería y los nuevos grados

El proceso de militarización de los ranqueles reducidos se desarrolló al compás dela estrategia del Gobierno Nacional de conceder grados militares y sueldos (similaresen muchos casos a los del ejército regular) a los caciques, capitanejos e indios lanzaque encabezaban los contingentes que se trasladaban.

Para analizar esta cuestión es necesario que prestemos atención a los grados mili-tares del ejército regular. Según la Memoria de Guerra y Marina de 1864, los grados yfunciones del Ejército Nacional estaban divididos en cuatro grupos: Generales; Jefes,Oficiales y Tropa. Dentro de los primeros se destacaba el Brigadier, el cual era secun-dado por el Coronel Mayor. En cuanto a los Jefes se distinguían –en orden descenden-te– los cargos de Coronel, Teniente Coronel y Sargento Mayor. Por su parte, losOficiales se dividían en: Capitán; Ayudante Mayor 1°, Ayudante Mayor 2º, Teniente1°, Teniente 2°, Subteniente, Alférez, Abanderados y Portas. Finalmente, la Tropa seconstituía a partir del Sargento 1°, Sargento 2°, Cabo 1°, Cabo 2º, Cadete, Distingui-dos, Bandas de guerra (Tambores, Cornetas, Timbaletas y Clarines), Bandas de música(Maestros y Músicos) y soldados24. Lógicamente, esta estructura se hacía extensiva alos indígenas que eran incorporados a las fuerzas defensivas cristianas. Para citar unejemplo de la década del 1870, el piquete de indios auxiliares de Santa Catalinaestaba compuesto por un Capitán, un Teniente 1°, un Teniente 2°, dos Alféreces, unSargento 2° y 38 soldados25.

Ahora bien, ¿qué pasó con las tradicionales diferencias entre aquellos indígenasque se trasladaron a los fuertes y misiones? El accionar de los jefes de frontera nospermite distinguir dos situaciones. En algunas ocasiones, éstos impulsaban la reduc-ción de los principales caciques otorgándoles cargos militares que reproducían lasjerarquías de las tolderías, pero, en otras circunstancias, propiciaban la migración decapitanejos e indios lanzas ofreciéndoles funciones que superaban a las que tenían en

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los toldos. En términos bélicos, y desde nuestra perspectiva, la militarización de losindígenas en Sarmiento y Villa Mercedes puede ser inscripta en la estrategia de «ga-nar posiciones» no tanto en el campo territorial sino en el político y social. Es decir,ambas políticas deben ser examinadas como complementarias. Todos los ofrecimien-tos militares habrían perseguido un mismo objetivo: el de propiciar el tránsito deranqueles a la frontera para, una vez allí, controlarlos a través de la fragmentación ygeneración de contradicciones al interior de esa sociedad.

En este punto de la argumentación resulta válido el análisis de Irianni (2005) enrelación a las transformaciones en las sucesiones de los Catriel entre 1820 y 1870. Elautor considera que la aceptación del cargo de general, no sólo por parte del caciquesino de quienes lo seguían, fue posible por la extensión hacia abajo de rangos simila-res de capitanejos y sargentos, que sostenían el poder del cacique con sus respectivasclientelas de lanceros e indios pobres. No obstante, la adquisición de cargos y statuspropios del mundo cristiano fue haciendo que la condición del líder se volvieradifusa. A medida que se afianzaba uno de esos roles, se debilitaba inevitablemente elotro.

Por otra parte, es preciso que tengamos en cuenta la coyuntura particular en la quese produjo el sometimiento: aquellos que se redujeron más tempranamente habríanobtenido algunos «beneficios» que los diferenciaron de los contingentes que lo hi-cieron con posterioridad. Derivado de lo anterior, podemos postular que la incorpora-ción de los indígenas habría contribuido a modificar el status tradicional de capitanejose indios lanzas, y, junto a ello, a generar diferencias en el proceso de distribución deraciones y sueldos. Desde esta mirada, sería posible visualizar en los indígenas redu-cidos la yuxtaposición de la jerarquía militar nacional con la organización socio-política indígena. La situación en que quedaron algunos de los indígenas de Ramónuna vez en Sarmiento da cuenta de este proceso. En las tolderías, Linconao era«capitanejo y 2º jefe de Ramon», mientras que Villareal era su dependiente. Comoeste último se había reducido un poco antes que Linconao, éste no quería trasladarsea la frontera para quedar «bajo las órdenes de Villareal». Para salir del atolladero, eloficial que propiciaba su traslado le pidió al Gobierno que se le concediera a Linconaoel «empleo de Capitan con el grado de mayor» y al indio Morales, su acompañante, el«empleo de Alferes»26. La llegada de Ramón a Sarmiento en 1877 también impactó enlas posiciones de los indígenas que en las tolderías habían sido sus seguidores. Elcacique fue designado Teniente Coronel, a la vez que el Gobierno concedió a suscapitanejos puestos de Oficiales y a uno de sus hijos lo designó específicamente comoAlférez (Walther, 1980:420). De esta manera, Ramón volvió a tener autoridad sobreLinconao y Villareal, aunque en esta ocasión ella se fundaba en la decisión del Go-bierno de reconocerlo como máxima jerarquía indígena en la frontera. Por su parte,aún cuando los capitanejos que se redujeron con Ramón fueron situados dentro de laoficialidad, en la escala de funciones de esa categoría quedaron ubicados por debajode Linconao, Morales y Villareal. Así, los jefes nacionales procuraron distinguir a losindígenas que se habían reducido en los comienzos de la década.

Para poder explicar por qué estas variaciones en los grados militares de los indíge-nas reducidos resultaban funcionales a la política nacional de sometimiento y con-trol, es necesario que describamos las implicancias materiales de la militarización enla frontera.

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Cargos militares, sueldos, vestimenta, racionamiento

Los ranqueles que se trasladaron a las tierras del río Quinto debieron modificarparte de sus prácticas económicas, en razón de que sus brazos quedaron sujetos a losproyectos del Gobierno Nacional. Éstos continuaron con sus «boleadas» y siguierondedicándose a la labranza y a la ganadería, pero, acentuaron su dependencia respectode los bienes cristianos. Las semillas, los bueyes y los instrumentos de labranza eranprovistos por el Gobierno Nacional. A su vez, al igual que en el caso de los indígenasde tierra adentro, el racionamiento y los sueldos eran recursos importantes para susubsistencia. Sin embargo, es posible argumentar que ambas fuentes de sustento eranprecarias y, en cierta medida, incompatibles entre sí.

Los indígenas que eran convocados para prestar sus servicios en las armas debíanser compensados con ración, vestimenta y sueldo. Sin embargo, estos tres ofrecimien-tos no siempre llegaban en tiempo y forma. O bien, en ciertos casos, servían como unmecanismo a partir del cual los indígenas quedaban obligados a actuar como solda-dos. En la correspondencia de los misioneros aparecen varias referencias a esta situa-ción. Por ejemplo, en setiembre de 1874 el padre Donati advertía que no era conve-niente que el indio Nicolás recibiera el racionamiento –por entonces diariamente unOficial recibía 4 ½ libras de carne y «otros vicios»– porque podía caer en la misma«red» en la que habían

«quedado entrampados una cuadrilla de cautivos que comenzaron á racionarles con eltitulo de Vaqueanos prestando servicios. A poco á poco, de vez en cuando, los mandabaná descubrir el campo, en seguida que estuviesen vestidos de paisanos reunidos en talFortin, la conclusion fue que ahora están gobernados por un Oficial como militaresveteranos».

En base a este antecedente, el misionero sostenía que el indígena debía «pensarlobien» y determinar si quería ser «la carne de la Patria»27.

En cuanto a la vestimenta tenemos datos que informan que el Gobierno destinó alos ranqueles que estaban apostados en el piquete de Santa Catalina «38 kepies; 38blusas de brin; 38 pantalones de brin; 38 Camisas de lienzo; 38 Calzoncillos delienzo; 38 botas (pares) y; 38 capotes»28.

La problemática de los sueldos de los indígenas no era diferente a la que afectaba alos efectivos militares nacionales. Las cartas de 1876 aluden a un conjunto de dificulta-des que se suscitaron con motivo de los sueldos de los indígenas de Villa Mercedesquienes habían dejado de recibir sus estipendios porque el Gobierno los considerabarelevados. A su vez, el lenguaraz Francisco Mora denunciaba que se le pagaba comoSargento siendo que su cargo era superior. Ante ello, el General Roca le pedía «pacien-cia» alegando que ese asunto dependía del Comisario Pagador y de la Contaduría y,además, le recordaba que debía valorar el hecho de que le habían pagado en «solesperuanos fuertes, de a seis reales» y no en «billetes de grandementi»29. Inconvenientessimilares se desarrollaron en octubre de 1877 razón por la cual el franciscano MoisésÁlvarez debió intervenir ante el Comisario Pagador para que se entregaran los sueldosque le correspondían a Ramón y sus indios. Al respecto el misionero decía que tal

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funcionario no tenía entre sus listas a los indígenas recientemente reducidos por lo quesólo había desembolsado «seis meses á los soldados de línea, cuatro á los de G. N. debaja y dos meses á los indios en actual servicio (los de Linconao)». Asimismo, Álvarez,destacaba que los indígenas de Linconao recibían el pago de dos meses, es decir, «12patacones» cuando en realidad se les adeudaban «25 meses»30.

A estas dificultades que surgían a partir del reparto de los sueldos y raciones, sesumaban aquellas ligadas a la pérdida de los «beneficios» que otorgaba el Gobierno alos indígenas que permanecían reducidos entre los franciscanos. Así, en 1876 MartínLópez alegaba que mientras él estaba en el Fuerte Viejo desempeñándose como lengua-raz, el Gobierno había entregado ovejas a «todos» los indígenas que estaban en lasTotoritas «y solo» a él no lo habían «hecho parte» pese a que era «del mismo linaje»31.

Sintetizando, la asignación de rangos militares entre los ranqueles reducidos tam-bién tenía implicancias económicas: los indígenas que recibían un sueldo, eran raciona-dos. En ciertos casos, tales asignaciones fueron efectuadas de manera compulsiva, ha-ciendo que los indígenas quedaran obligados a «devolver» lo recibido por su participa-ción en el servicio de armas. Además, una vez que los indígenas quedaban vinculadosa la fuerza militar, debían hacer frente a los retrasos en los pagos, a los equívocos en losgrados militares y, en el peor de los casos, a las omisiones en los listados del ComisarioPagador. De este modo, la entrega de sueldos, vestimenta y raciones puede ser conside-rada como constitutiva del proceso de militarización de los ranqueles reducidos. Susuministro nos permite visualizar el malestar de y entre los indígenas.

Conclusión

En este trabajo partimos de la premisa de que las reducciones de ranqueles quesurgieron en la década de 1870 fueron resultado tanto de las políticas ofensivas,diplomáticas y colonizadoras del Gobierno Nacional como de los conflictos entrecaciques, capitanejos e indios lanza. Particularmente, nos interesó analizar las condi-ciones de vida de los indígenas en la frontera del río Quinto a luz de su incorporacióna las fuerzas militares nacionales. En tal sentido, nos preocupa remarcar que lo proble-mático de la militarización de los ranqueles reducidos no estaría dado tanto por laparticipación de éstos en actividades bélicas (ya que ello no sería diferente a lo acon-tecido en las tolderías) sino por las implicancias de las mismas. Esquemáticamentepodemos deslindar los siguientes ejes de transformación y conflicto entre los ranquelesreducidos: 1) inserción dentro la jerarquía militar nacional. Ello implica, por unaparte, aceptar como superiores a los jefes nacionales, y por otro, avalar la autoridad deindígenas que en las tolderías no necesariamente eran reconocidos como tales y/o conlos que existían conflictos; 2) sujeción a las reglas del régimen militar nacional (sis-tema de reclutamiento y movilizaciones a distintos puntos de la frontera) como asítambién a las obligaciones y castigos del régimen castrense; 3) inserción en la econo-mía nacional, al depender gran parte de su subsistencia de las asignaciones en suel-dos, raciones y vestimentas del Estado nacional y 4) obligación de luchar contra losranqueles que permanecieron en la tierra adentro hasta las expediciones militares de1878-1879.

Finalmente, cabe destacar que la sociedad indígena decimonónica se vio atravesa-da por un franco proceso de militarización que, de manera previa a la inserción a los

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ejércitos de los cristianos, estuvo sujeto un juego estratégico interétnico que operóen torno de alianzas y contraalianzas tendientes a la neutralización de los enemigospolíticos tanto de uno como del otro lado de la frontera.

Notas1 Ministerio de Guerra y Marina. Memoria del Departamento de Guerra y Marina, 1879.

Imprenta del Porvenir. Buenos Aires, pág. V-VI.

2 Según el relato de Avendaño, a fines de 1830 los caciques hermanos Llanquelén yCalfulén con 200 indios habrían abandonado a Llanquetruz para instalarse en el fuerteFederación. Una vez allí, ambos habrían recibido investiduras militares: el primero deTeniente Coronel y el segundo de sargento mayor (Hux, 2004:63).

3 Martha Bechis (1994) afirma que Ignacio Coliqueo, proveniente de la zona de Boroa(Chile), se unió a los ranqueles en la década de 1840. Con el tiempo llegó a ser un caciquede prestigio, vinculándose inclusive con el Coronel Manuel Baigorria mediante el casa-miento de una de sus hijas. En los años ‘50 Coliqueo colaboró con el antiguo refugiadounitario que adhería a la causa de Urquiza. Posteriormente se pasó con éste del lado deMitre en 1861. En este marco, después de la batalla de Pavón, Coliqueo y sus seguidoresfueron instalados, como indios amigos, en el fuerte Junín, Provincia de Buenos Aires.Desde aquella posición y bajo las órdenes de los jefes militares, participó de expedicionescontra los ranqueles (1863) y enfrentó a Calfucurá en 1872.

4 Durante sus primeros 9 años, el Colegio se condujo según el espíritu de la ConstituciónPontificia de Propaganda Fide, hasta que surgió la necesidad de darse su propia «Cons­titución municipal (local) para los Padres Misioneros de Propaganda Fide del RíoCuarto». Véase Zavarella, 1983:109.

5 AHCSF. Doc. N° 114. Año 1868, Rte: Fr. M. Donati al Ministro de Justicia, Culto eInstrucción Pública, Nicolás Avellaneda. Convento de San Francisco, Buenos Aires,Noviembre de 1868. En: Tamagnini, 1995:136.

6 AHCSF. Año 1875. Doc. Nº 552. Rte: Martín Simón, Francisco Mora y Martín López aPablo Pruneda. Villa Mercedes, 14/08/1875. En: Tamagnini, 1995:28.

7 AHCSF. Año 1874. Doc. N° 353; Rte: Julio A. Roca al Marcos Donati. Telegrama. SanLuis, 11/05/1874; Doc. Nº 413. Rte: Juan Villareal a Marcos Donati. Sarmiento, 17/05/1874; Doc. Nº 415. Rte: Julio A. Roca a Marcos Donati. Telegrama. Río 4º, 20/05/1874;Doc. Nº 456. Rte: Manuel Díaz a Marcos Donati. Río Cuarto, 8/09/1874. Año 1875.Doc. Nº 493. Rte: Mariano Rosas a Marcos Donati. Lebucó, 15/01/1875; Doc. Nº 506.Rte: Mariano Rosas a Marcos Donati. Lebucó, 5/03/1875; Año 1876. Doc. Nº 618. Rte:Moisés Álvarez a Marcos Donati, Sarmiento, 28/05/1876. En: Tamagnini, 1995:175; 22;176; 183-184; 25; 208-209

8 AHCSF. Año 1877. Doc. Nº 713. Rte: Moisés Álvarez a Marcos Donati. Sarmiento, 8/01/1877; Doc. Nº 715. Rte: Epumer Rosas a Marcos Donati. Lebucó, 10/01/1877; Doc.Nº 738. Rte: Moisés Álvarez a Marcos Donati. Sarmiento, 4/06/1877; Doc. Nº 739. Rte:Moisés Álvarez a Marcos Donati. Sarmiento, 6/06/1877. En: Tamagnini, 1995:223; 37;228. Véase también Memoria del Departamento de Justicia, Culto é Instrucción Públicacorrespondiente al año 1877, presentada al Honorable Congreso Nacional en 1878, Bue-nos Aires, Anexo B, Misiones, pp. 357-358.

9 AHCSF. Año 1880. Doc. N° 1160a. Relación de Moisés Álvarez al Venerable Discretoriosobre lo ocurrido en las misiones a cargo del Colegio Apostólico de Propaganda Fide deSan Francisco Solano de Río Cuarto. 8/06/1880. En Tamagnini, 1995:296-304

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1 0 Memoria del Departamento de Justicia, Culto é Instrucción Pública correspondiente alaño 1877, presentada al Honorable Congreso Nacional en 1878, Buenos Aires, Anexo B,Misiones, pp. 357-358.

1 1 Memoria del Ministerio de Justicia, Culto é Instrucción Pública, Buenos Aires, 1877,Anexo B, Culto, Misiones entre los indios, pp. 208-211.

1 2 AHCSF. II Época, Crónica de Quírico Porreca. Rte: Fr. Moisés Álvarez a Fray JoaquínRemedi. Salta, sin fecha (posiblemente 1880). pp. 225-228; Año 1880. Doc. N° 1160a.Relación de Moisés Álvarez al Venerable Discretorio sobre lo ocurrido en las misiones acargo del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de San Francisco Solano de RíoCuarto. 8/06/1880. En Tamagnini, 1995:296-304

1 3 Ministerio de Guerra y Marina, Memoria Departamento de Guerra y Marina, 1879, p.404. Frontera Sur y Sur Este de Córdoba. «Planilla que expresa el numero de habitantesque tiene la expresada». La misma fue confeccionada en la Guarnición de SarmientoNuevo por Wenceslao Adan, el 1/01/1879.

1 4 El caballo fue un elemento fundamental en la vida de los indígenas y en sus empresascontra los cristianos. En un largo y paciente proceso de adiestramiento, el indígenalograba caballos fuertes y resistentes. Los indígenas se manejaban con dos tipos decaballos: los de andar y los de guerra (Yunque, 1969).

1 5 Uno de los recaudos en pleno malón era el de tapar los fogones porque develaban losmovimientos. Mansilla (1993:332) expresaba que el humo traicionaba al hombre de laPampa porque era un faro.

1 6 Ministerio de Guerra y Marina, Memoria Departamento de Guerra y Marina, 1863, p. 9

1 7 Ministerio de Guerra y Marina, Memoria Departamento de Guerra y Marina, BuenosAires, Imprenta Moreno, 1878, p. IV y X. Según la Memoria de 1876, las Comandanciasde Frontera en las que había indios contabilizados dentro de la tropa son: Frontera dePatagones (423 indios amigos sobre un total de 581 efectivos), Bahía Blanca (101 lance-ros indígenas sobre un total de 295 efectivos); Frontera Costa Sud (Escuadrón de 52indios amigos sobre un total de 900 efectivos), Frontera Sud de la Provincia (76 indios G.N. sobre un total de 1052 efectivos); Frontera del Oeste (344 indios de las tribus deColiqueo, Manuel Grande y Tripaylaff sobre 1115 efectivos); Sud y Sud Este de Córdoba(Escuadrón de 97 indios amigos sobre un total de 797 efectivos); Sud de San Luis(Piquete de 74 indios amigos sobre un total de 767 efectivos). Ministerio de Guerra yMarina, Memoria Departamento de Guerra y Marina, 1876, p. 173-203

1 8 AHCSF. Doc. N° 1161a. Rte: Fray Moisés Álvarez al Ministro de Justicia de la Repúbli-ca Argentina. Sin fecha (posiblemente de fines de 1877). En: Tamagnini, 1995:305-311.

1 9 AHCSF. Año 1880. Doc. N° 1160a. Relación de Moisés Álvarez al Venerable Discretoriosobre lo ocurrido en las misiones a cargo del Colegio Apostólico de Propaganda Fide deSan Francisco Solano de Río Cuarto. 8/06/1880; Sin N° Doc. Rte: Fray Marcos Donatia Moisés Álvarez. Sin fecha pero posterior a 1874; Doc. N° 1161a. Rte: Fray MoisésÁlvarez al Ministro de Justicia de la República Argentina. Sin fecha (posiblemente defines de 1877); Año 1876. Doc. N° 597. Rte: Moisés Álvarez a Marcos Donati. Sarmien-to, 21/01/1876. Doc. N° 704. Rte: Marcos Donati a Moisés Álvarez. Villa Mercedes, 25/12/1876; Doc. N° 707 Rte: Moisés Álvarez a Marcos Donati. Sarmiento, 29/12/1876.Año 1877. Doc. N° 711. Rte: Marcos Donati a Moisés Álvarez. Villa Mercedes, 3/01/1877. Año 1879. Doc. N° 1071. Rte: Martín J. López a Marcos Donati. Buenos Aires,10/1879. En: Tamagnini, 1995:296-304; 57; 106-107; 305-310; 71; 111; 72;52-53.

2 0 El detonante de esta rebelión fue la no aceptación por parte de los nacionalistas delresultado de las elecciones en las que Avellaneda fue electo presidente.

Los ranqueles reducidos en la frontera del río Quinto durante la década de 1870:su incorporación al Ejército Nacional

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2 1 AHCSF. Año 1875. Doc. Nº 552. Rte: Martín Simon, Francisco Mora y Martín López aPablo Pruneda. Villa Mercedes, 14/08/1875. Año 1874. Doc. N° 475. Rte: MoisésAlvarez a Marcos Donati. Río Cuarto, 22/11/1874. En: Tamagnini, 1995:28, 96.

2 2 AHCSF. Año 1880. Doc. N° 1160a. Relación de Moisés Álvarez al Venerable Discretoriosobre lo ocurrido en las misiones a cargo del Colegio Apostólico de Propaganda Fide deSan Francisco Solano de Río Cuarto. 8/06/1880. En: Tamagnini, 1995:296-304. Crónicade Quírico Porreca. II Época. Rte: Tomás María Gallo a Pío Bentivoglio. Río Cuarto, 26/07/1874: pp. 221-223.

2 3 AHCSF. Año 1880. Doc. N° 1160a. Relación de Moisés Álvarez al Venerable Discretoriosobre lo ocurrido en las misiones a cargo del Colegio Apostólico de Propaganda Fide deSan Francisco Solano de Río Cuarto. 8/06/1880. En: Tamagnini, 1995:296-304. Crónicade Quírico Porreca. II Época. Rte: Moisés Alvarez a Joaquín Remedi. Salta (posiblementede 1880). pp. 227-227.

2 4 Memorias de Guerra y Marina, 1864. Imprenta del Porvenir. Buenos Aires. «CuadroGeneral Ejército, Guardia Nacional en servicio e Indios Amigos».

2 5 Ministerio de Guerra y Marina. Memoria del Departamento de Guerra y Marina, 1877, p. 514.

2 6 AHCSF. Año 1874. Doc. Nº 456. Rte: Manuel Díaz a Marcos Donati. Río Cuarto, 8/09/1874. En: Tamagnini, 1995:183-184.

2 7 AHCSF. Año 1875. Doc. N° 550a. Rte: Marcos Donati a Moisés Alvarez. Río Cuarto,12/08/1875; Año 1874. Doc. N° 451. Rte: Marcos Donati a Moisés Alvarez. VillaMercedes, 1/09/1874. En: Tamagnini, 1995:63-64; 58.

2 8 Ministerio de Guerra y Marina. Memoria del Departamento de Guerra y Marina, 1877, p. 514.

2 9 AHCSF. Año 1876. Doc. Nº 622. Rte: Martín J. López a Julio A. Roca. Villa Mercedes,4/06/1876; Doc. Nº 670a. Rte: Julio A. Roca a Marcos Donati. Río Cuarto, 16/10/1876.En: Tamagnini, 1995:33; 115.

3 0 AHCSF. Año 1877. Doc. N° 788. Rte: Moisés Alvarez a Marcos Donati. Río Cuarto, 30/10/1877. En: Tamagnini, 1995:113-114.

3 1 AHCSF. Año 1876. Doc. Nº 622. Rte: Martín J. López a Julio A. Roca. Villa Mercedes,4/06/1876. En: Tamagnini, 1995:33.

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Capítulo 4Los derechos de los pueblosoriginarios

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Validez de los tratados firmados entre el Estado argentinoy la Nación Mamülche, Pueblo Rankül, 1819 y 1878*

Germán Carlos Canuhé

Presidente Asociación ranquel Willi KalkinContacto: [email protected]

El documento que se adjunta, firmado en las cercanías de Telén, en la actualProvincia de La Pampa, corazón del Mamüll Mapü, en Noviembre de 1819, pruebavarias cosas. 1) Sudamérica consideraba vital mantener buenas relaciones con la Na-ción Mamülche, gobernada ya por entonces por el Pueblo Rankül, para asegurar laIndependencia declarada el 9 de Julio de 1816. 2) Los dominios de nuestra nación,hacia el oeste/suroeste de Buenos Aires, comenzaban en el río Salado, en la actualProvincia de Buenos Aires (por otros tratados, la frontera norte era el Río Cuarto, enCórdoba). 3) Los hermanos Nguluches o Araucanos, que habitaban la cordillera, enChile, siguieron fieles a España. 4) Nuestra Nación firmó siempre como persona jurí-dica, no como persona física. 5) Fuímos la primera Nación Libre e Independiente, enreconocer y apoyar la Independencia Americana. 6) Que había amistad entre las Na-ciones del otro lado de la cordillera y la del Centro de la actual Argentina pero nopredominio de una sobre otra.

La Nación Mamüll, habitante desde tiempos inmemoriales del Centro de la actualArgentina (sur de Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza, hasta el Neuquén, y toda laProvincia de La Pampa, según mapa del Senador Nicasio Oroño presentando un pro-yecto de límites al Congreso en 1865) supo mantener su territorio libre de cualquierpoder terrenal por 350 años, no permitiendo ingresar y menos atravesar su territoriosin su permiso. La comunicación Buenos Aires - Chile debía hacerse obligadamentepor Santa Fe, Córdoba, Mendoza, y de ahí a Chile.

Para salvar este problema, la capitanía de Chile encomendó a Justo MolinaVasconcellos para que fuera a nuestro territorio a dialogar con los Ranqueles, gobernan-tes por entonces de la Nación Mamüll, para que permitieran el paso entre ambos puntos.En su recorrido de ida, no pudo cumplir con su cometido por la crecida de los ríos quedebía atravesar así que viajó a Buenos Aires por el camino convencional. Sí, lo pudohacer en el viaje de regreso, conversando con Carripilün, sin concretar nada. El gobier-no de Chile le encarga dicha tarea a don Luis de La Cruz, alcalde chileno de Concep-ción, que acepta la misión. De su Diario de Viaje, acompañado por Molina, extraemos

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Germán Carlos Canuhé

una extraordinaria percepción de lo que vió y vivió, usos, costumbres, espiritualidad,creencias, esparcimiento, flora, fauna, calidad de los suelos, relación con otras naciones,fronteras entre ellas, accidentes geográficos, y muy especialmente la situación políticaimperante entonces. Los Huiliche (Tehuelche) al sur del Río Negro, los del norte almando de Guerahueque, lindando con la Nación Mamüll. Al sur, gobernados porCagnicolo, lindando al norte con Guerahueque y al sur con los Magallánicos. LosPehuenche, gobernados por Puelman, que lo acompañó en su viaje, desde Mendoza alpacífico; y los Mamülche, a cuyo frente estaba el ranquel Carripilün, dominando losMeli Buta Mapü en el Centro (sur de Santa Fe - Córdoba - San Luis - Mendoza, hasta elNeuquen y la actual Pcia. de La Pampa, al Este, hasta el Atlántico).

Esta situación es ratificada en 1819 por los flamantes Estados Unidos de Sudamérica,cuyo Director Supremo, Rondeau, encomienda a Feliciano Chiclana a cabalgar 1.000kilómetros, hasta el corazón Ranquel, en las cercanías del actual Telén, con el fin defirmar un Tratado de Paz con la Nación Mamüll, única capaz de hacer peligrar larevolución si volcaba su apoyo a los españoles. Mientras San Martín preparaba elejército libertador en Mendoza, y Güemes custodiaba la frontera norte, estaba latentela posibilidad de que los españoles, aliados con los indígenas de Chile (Nguluche)que permanecían realistas, atacaran por la retaguardia cruzando nuestro territorio, sise lo permitíamos, y recuperar el principal bastión revolucionario, Buenos Aires,abortando la recién declarada independencia. Chiclana expuso ese punto en el Parla-mento Ranquel, consiguiendo la firme promesa de la Nación Mamülche de apoyar larevolución y no hacer caso a la proposición de «sus amigos, los indios chilenos», queya habían enviado a sus embajadores y habían sido rechazadas sus pretensiones.Además, quedó escrito que la frontera con la Nación Mamüll comenzaba en el RíoSalado, al autorizar pasar tres fuertes del lado occidental al oriental, los fuertes deLuján, Salto y Rojas. Y otros artículos que dejan bien claro que la Mamüll es unaNación independiente reconociendo a otra que recién declaraba su independencia.

Lamentablemente, los patriotas de Mayo fueron traicionados y uno a uno fueronmuertos, desaparecidos, exiliados. Los intereses de los estancieros hicieron que lamisma traición se extendiera a la Nación Mamüll, inclusive llegando a traer comomercenarios a hermanos del otro lado de la cordillera al sólo fin de que nos combatie-ran, lo que originó que transcurrieran tiempos de guerra y paz, con varios Tratadosintermedios hasta llegar al último, firmado el 24 de Julio de 1878, donde, a pesar deque la Frontera de hecho no era la misma de 1819, los tratos son entre Nacionesindependientes, no personas físicas sino siempre personas jurídicas, quedando explí-cito e implícito el concepto de territorio, además de asegurar que «habría para siemprepaz y amistad» entre ambas Naciones. Este detalle no es menor, cualquier descendien-te de la Nación Mamüll Pueblo Rankül puede reclamar la validez de dichos compro-misos en base a lo firmado. Veamos porqué: Naciones Unidas, designó a una personaque trabajó 10 años para concluir que los Tratados firmados entre Naciones Indias ylos Estados de América, son de total validez. En la reciente «Declaración de losDerechos Humanos de los Pueblos Indígenas» aprobado por la Asamblea General dela Naciones Unidas el 13 de setiembre de 2007, en sus fundamentos y en sus artículosrecomienda a los Estados Miembros cumplir con lo especificado en los Tratadosfirmados con Naciones Indias. Varios jurisconsultos se han expedido en el mismosentido, como lo define el libro «Pacta Sun Servanda», en cuyo título está todo expre-sado: «Los Pactos son para Cumplirlos».

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Validez de los tratados firmados entre el Estado argentino y la Nación Mamülche,Pueblo Rankül, 1819 y 1878

Esta definición ha hecho que en nombre del Pueblo Ranquel, hoy reorganizado enel Centro de Argentina, con 30 Comunidades, su Jefe Principal, su Consejo de Jefes, yuna entidad de 2º grado denominada: «Federación India en el Centro de Argentina,FICAR» hayamos solicitado al señor Presidente de La Nación Argentina una entrevis-ta para dialogar sobre la validez de los Tratados firmados entre Nuestra Nación MamüllPueblo Rankül y sus antecesores en el cargo, y encontrar un punto de inflexión,dentro de las fronteras del país. No queremos recurrir a organismos internacionalesque sabemos nos darán la razón. No los descartamos, pero creemos que con buenavoluntad y diálogo, seguramente que vamos a encontrar el camino de la reconcilia-ción, tan necesaria a un Pueblo, una Nación, que sufrió el peor Genocidio y Etnocidiode que se tenga memoria en este país y que aún no se ha reconocido e incluso muchosniegan. Hemos decidido no retornar con la lanza, la boleadora, la piedra arrojadiza, elcaballo. A nosotros nos asiste el Derecho Consuetudinario. Sin embargo, vamos autilizar un arma que nuestros abuelos ni soñaron y que nos provee el mismo blanco,que es «el derecho positivo».

El Derecho que nos asiste como Nación Libre e Independiente, que aceptó laSoberanía Argentina sin renunciar a la posesión de su territorio. Perdimos batallas, nopudimos contra la tecnología del rémington de repetición, pero no capitulamos. Losjefes firmantes del último Tratado, el del 24 de Julio de 1878, uno, Epugner, luego deun largo parlamento con otro Jefe Ranquel, casualmente Carripilón, del lado delEjército, decidió entregarse. El otro, Baigorrita, perseguido y alcanzado antes dellegar a la cordillera, malherido, se negó a ser traído prisionero tirándose una y otravez del caballo que lo transportaba, decidiendo el jefe de la partida ultimarlo allímismo. Ramón Cabral, el Platero, habitante de El Cuero, el más cercano a la llamadacivilización, en 1877, antes de la gran ofensiva, acepta vivir en Sarmiento Nuevo, talvez creyendo que la paz anunciada sería para siempre, como lo dice el Tratado, oestando al tanto del ataque que se preparaba, al igual que el general Las Heras enCancha Rayada, prefirió salvaguardar a su gente del desastre. Gracias a esa valienteactitud, hoy sus descendientes podemos retornar.

La traición de Roca y sus secuaces fue preparada en el mayor de los secretos.Mientras por un lado ordenaba firmar el Tratado de Paz, por el otro pedía autorizaciónal Congreso para llevar la frontera hasta el Río Negro, aprobada a comienzos deOctubre del mismo año. Y preparaba sigilosamente el ejército de ocupación. No leimportó el Artículo 65 inciso 15 de la entonces Constitución vigente que ordenaba«mantener el trato pacífico con los indios». Las primeras comisiones que envío nues-tra Nación para el cumplimiento del Tratado, ambas fueron emboscadas en el Pozo delCuadril. Una fue aniquilada, la otra hecha prisionera. Y comenzó la «Conquista...»,así, sin declaración de guerra. Se apropiaron de nuestro territorio sin «nuestro consen-timiento libre e informado», por lo tanto en forma ilegal.

Las fuerzas de Ramón, que acompañaron al ejército de ocupación como caballeri-zos, finalizada la lucha no recibieron ni un metro de tierra. Deciden volver a LaPampa, radicándose en un campo que no tenía dueño, paraje La Blanca, en las cerca-nías de Luan Toro. Un comerciante de apellido Guiraldez venía regularmente con unacarreta. Un día llegó, pero no sólo, con un papel, el juez y la policía. Todo el campoahora era de él. No era tiempo de pelear. Hubo que salir. Y allá fuímos, al famoso«desierto», donde no vivían ni las lagartijas. Roca se frotó las manos. No aguantaría-

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mos allí, en poco tiempo abandonaríamos ese paraje y nos incorporaríamos a losnacientes pueblos dando por finalizado lo que para él era «el problema indio».

Pero un indio con tierra no desaparece así nomás. Nuestros padres y abuelos hicie-ron un paraíso de un páramo. En poco tiempo tuvimos correo, telégrafo, escuela,policía, comercio. Los jóvenes salían de la Colonia a trabajar en lo que sabían. Yvolvían a disfrutar con sus familias el fruto de su trabajo. Luego la tecnología losdesocupó y comenzaron a hacinarse en pueblos y ciudades.

En la década del 70, un poco antes, un gobernante de La Pampa intentó darnos elgolpe de gracia, decreto mediante que decía que la tierra era para quien mejor podíatrabajarla. Cualquiera menos un indio. Otra vez la historia se repite, aparece un aven-turero, con un papel, el juez y la policía. A voltear ranchos y alambrar campos. Nuestragente se rebeló. Un abogado blanco de Santa Rosa, Fernández Acevedo, se puso denuestra parte. Tuvo que venir el Presidente de la República, General Lanusse, en1972, a darnos los títulos de propiedad. Individual. Allí nos ganaron. Hoy, de 80.000has. que teníamos nos quedan 40.000. Y otra vez los buitres sobrevuelan sobre noso-tros. Pero ya no nos encuentran desprevenidos.

Desde 1983, exactamente luego de 100 años de silencio, decidimos volver pornuestros fueros. Y aquí estamos. Organizados. Y decididos a dar batalla en todos losfrentes. Estamos recuperando nuestro Idioma. Nuestra Educación. Nuestra Organiza-ción Social. Nuestra Cultura. Nuestros Deportes. Nuestra Espiritualidad. Y estamoselaborando proyectos de desarrollo. Queremos llegar a la autogestión. Luego, lalibredeterminación. No queremos seguir siendo parias en nuestra propia tierra. Espe-ramos la respuesta de Presidencia. De ella dependen los pasos futuros. Vamos a utili-zar todas las alternativas que nos ofrece la Justicia, diálogo mediante.

Es mucho más de lo que nos impusieron los genocidas que impulsaron la llamada«Conquista del Desierto», que no fue Conquista ni era desierto. 20.000 muertos lotestifican. Miles de familias destrozadas. Niños alejados de sus padres. Mujeres entre-gadas como esclavas. Ancianos muertos. Hombres condenados a trabajos forzados porel sólo pecado de defender su familia, su territorio, su libertad, su forma de vida, suorganización social. Opuesta a una «civilización» que 125 años después sólo muestrainjusticia, descalabro social, diferencias de clases, hambre, desnutrición, enfermeda-des, pobreza, ataque letal al medio ambiente, afán descomedido de acumular riquezasmateriales por parte de unos pocos con el esfuerzo y a costa de muchos. Y el vacia-miento de nuestro continente que continúa hoy como lo fue a partir de 1492, con otrosmétodos. A tanta injusticia alguien tendrá que dar respuesta. Así como de las 15.000leguas que se apropiaron en forma ilegal.

Por nuestra parte, nos sentimos capaces, como lo fueron nuestros antepasados pormiles de años, de gobernarnos nosotros mismos. Pedimos, exigimos esa posibilidad.La Ley está de nuestra parte. La Ley que no es para los indios probres sino para todoindígena que quiera asumirse como tal. Demostraremos en pocos años que podemosintegrarnos perfectamente a este mundo que insiste en no comprendernos. Sin perdernuestra identidad. Nuestros valores. Nuestra Organización Social. Y comenzaremos aaportar a una sociedad que cada vez se manifiesta más comprometida con nuestropensamiento. Sólo esperamos la respuesta de las máximas autoridades que gobiernanhoy Argentina. Que no habrá de tardar. Amuchimai.

Germán Carlos Canuhé

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Documentos

PERIÓDICO MENSUAL DE HISTORIA Y LITERATURA DE AMÉRICAPUBLICADO por Andrés Lamas, Vicente Fidel López y Juan Alaría Gutiérrez.

Tomo V Buenos Aires Imprenta y librería de Mayo, calle de Moreno 911Plaza de Montserrat. 1873.

«DOCUMENTOS INÉDITOS Referentes a una negociación de paz entre el Gobiernodel Directorio y las tribus ranqueles de la provincia de Buenos Aires 1.819

Proclama del director don José Rondeau - Trascripción de una nota del Departamentode la guerra, firmada por Don Cornelio Saavedra - Diario del viaje al parlamento conlos indios ranqueles - Acta del resultado del parlamento firmada por el comisionado.Estas son las piezas oficiales, inéditas, a excepción de una sola, relativas a la negocia-ción de paz que se celebró en 1.819 con los caciques de la tribu ranquel, estacionadapor entonces a doscientas leguas al S. O. de Buenos Aires. Se verá por estos documen-tos cuánta era la importancia que el gobierno del Directorio acordaba á las buenasrelaciones con los indígenas, en momentos en que nos amenazaba una invasiónespañola. El general Rondeau, no solo dirigió una proclama a los señores caciques,sino que nombró para entenderse con ellos a uno de los ciudadanos más notables porsu patriotismo desde los primeros días de la revolución y que desde la época delgobierno peninsular había abogado por la conveniencia de mantener relaciones pací-ficas y de comercio con las tribus del desierto. Los documentos que damos a luz secomponen de la mencionada proclama, del diario de viaje del comisionado, y de unsucinto resumen de negociación firmado por el Comisionado y su adjunto don Santia-go Lacasa.

EL DIRECTOR SUPREMO DE LAS PROVINCIAS -UNIDAS EN SUD- AMÉRICA ALOS SEÑORES CACIQUES, Y A TODOS LOS HABITANTES AL SUD DE ESTECONTINENTE.

Compatriotas y amigos: Mis antecesores en el mando han deseado vivamente entodos los tiempos estrechar con vosotros las más amistosas relaciones. Componéisuna bella porción del todo nacional, y los magistrados no podían ser indiferentes avuestra suerte: pero las atenciones de la guerra, la necesidad de exterminar a nuestroscomunes y antiguos tiranos, y las atenciones que estos objetos demandan al gobierno,han paralizado hasta ahora sus marchas, y se han puesto de por medio entre sus inten-ciones y la posibilidad de practicarlas. El ojo del Magistrado ha velado siempre sobrevosotros, y ahora os brindo de nuevo con la protección del gobierno, cuya direcciónestá a mi cargo: paz, unión, amistad, confianza mutua, relaciones íntimas, hacerosfelices, estos son los votos de mi corazón; estos son mis primeros cuidados con respec-to a vosotros, y espero que por vuestra parte os prestareis con docilidad. Unámonos,amigos, estrechemos los lazos de nuestras comunicaciones y comercio, y aun de nues-tras fuerzas: mirad el porvenir; ved que vais a tener parte en las glorias de vuestrosuelo natal; ved que en unión con nosotros seréis inexpugnables, y que burlaremosjuntos los esfuerzos de los tiranos que no cesan de amargarnos. El nombre solo deespañoles debe aceros temblar pero nosotros os extendemos una mano protectora:

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vuestros paisanos, vuestros amigos solo quieren vuestro bien. El coronel don FelicianoAntonio Chiclana, uno de los gefe de este ejército y que merece mi confianza, es elcomisionado para que os haga proposiciones ventajosas a mi nombre: no las despre-ciéis. Es el órgano del gobierno, y de todos los habitantes de las provincias que osaman como a hermanos y miembros de una misma familia. El día más lisonjero de mivida será en el que vea cimentadas entre vosotros y estos pueblos la unión y la paz. Nidesmintáis nuestras esperanzas, ni frustreis nuestros deseos: así os lo recomiendavuestro mejor amigo.

Buenos Aires, Octubre 11 de 1.819 José Rondeau

Por el departamento de la guerra se me dice con fecha 25 de orden suprema lo siguien-te: «El señor Ministro de Estado en 3l departamento de Gobierno con fecha de ayer medice lo que sigue: «Con esta fecha ha comisionado el Director supremo, al coroneldon Feliciano Antonio de Chiclana y al protector de los indios don Juan FranciscoUlluoa para que se trasladen al punto en que haya de verificarse la reunión de loscaciques que han de concurrir a un parlamento general y negocien el consentimientode ellos para entender indefinidamente la línea de nuestras fronteras. Lo aviso a U.S.para su inteligencia y que lo comunique al Gefe de E. M. en contestación a la nota quedirigió a U. S. en el 7 del presente que por decreto supremo de 17 del mismo pasó alDepartamento de mi cargo. «Lo transcribo a U.S. para su inteligencia y fines consi-guientes». Dios guarde a usted muchos años.

Cornelio de Saavedra

Señor Coronel don Feliciano Antonio de Chiclana.

Diario del viage al parlamento con los indios Ranqueles que hizo desde Buenos Airesel coronel comisionado don Feliciano Chiclana y su segundo don Santiago Lacasa.

Salimos de Buenos Aires el 23 de Octubre por la mañana asociados de seis soldados yun cabo, que escoltaban el tráfago de dos carretillas y un carrito. Este día solo pudi-mos llegar a la posta de la cañada de Morón, por las malas cabalgaduras, y por elcamino muy pesado. En ella compuso un carpintero algunos defectos de las carretillasy se le pagaron 4 reales. La carne y leña para la gente costó 5 reales.

24. Marchamos hasta la Guardia de Lujan donde llegamos al ponerse el sol. Estanoche y en el camino se gastaron 7 reales en carne para la gente. A mi llegada inme-diatamente me vi con el comandante y noticiado por este de que en el Salto no habíanovedad de enemigos, le pedí auxilio de cabalgadura, que ofreció dar al siguiente díapor la mañana.

25. Nos mantuvimos en la Guardia de Luján por falta de caballos: se pasó oficio alcomandante del fortín de Areco pidiendo auxilio de 25 caballos para introducir a laspampas: escribí dos cartas a don Juan Francisco Ulluoa encargándole la recoleccióndel auxilio, y proponiendo la entrada por este punto de Luján; con la última fue donSilverio - Se gastaron 10 reales en lazo para las ruedas y 9 reales en mantenciòn de lagente; la mayor parte de este día fue lluvia.

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26. Se recibió contestación de Ulluoa señalando por punto de reunión el Médano delPotroso, y diciendo que solo podía reunir de 25 a 30 caballos - Se pasó oficio alAlcalde de Navarro pidiendo 25 caballos de auxilio - Se gastaron 8 reales en manuten-ción de la gente.

27. Este día nos mantuvimos en la Guardia esperando la recolección de caballos. DeNavarro solo contestaron acusando recibo. Se escribió carta a Ulluoa pidiendo queenviase baqueano hasta Palantelen, por no haber aquí quien nos condujese hasta elMédano del Potroso - Se gastaron 18 reales en carne, sal, jabón y clavo.

28. Salimos de la Guardia e hicimos noche en la casa de don Silverio Melo, que dista6 leguas, habiendo tenido un viage penoso por las cañadas crecidas. Nos acompañó elAlcalde de la hermandad don Casimiro Gómez, para facilitarnos caballos que solotenían 55. Se gastaron 20 reales en comida.

29. Nos mantuvimos en casa de dicho Melo por la lluvia, y la gente se ocupó de hacermaneas, colleras y charqui para lo que se compró un cuero y una res. También contri-buyó a la demora haberse enfermado de un cólico el lenguaraz Manuel.

30. Abonanzó el tiempo y vinimos a hacer noche en la chacra de Isidoro Molina, quees la última de este poblado, y dista siete leguas de la anterior. Desde aquí despacha-mos el chasque a Florencio Sosa a Palentelen en solicitud de Ulluoa.

31. Por la mañana de esta casa de Molina con dirección al Salado, llevando de baqueanoa N. Villegas, e hicimos noche en la tapera de Chivilcoy, que dista 10 leguas, dandomucho trabajo a los 65 caballos con que entramos a la Pampa.

Noviembre 1º. Levantamos de dicho punto en la mañana de este día, y pasamos el ríoSalado con mucha incomodidad por estar algo crecido. En este parage nos alcanzó elcacique Alleñaú, que iba de paso a sus tolderías, y solicitando le diésemos parte delregalo, que dijo tenia noticia llevábamos para los Ranqueles, y por no ser de esta naciónni de los caciques citados se le dio a él y a sus acompañantes solo un poco de yerba,tabaco, y azúcar con lo que se despidió y siguió su marcha: la noche de este día nosacompañamos en la cañada del Duraznillo que por ser de legua y media de ancho y muypesada nos dio bastante trabajo. Es de notar que las márgenes del Salado a la banda deleste, son terrenos muy amenos, y que ofrecen muy buena proporción para Guardias,hacienda de ganados etc. Este día anduvimos como 8 leguas.

2. Anduvimos 9 leguas e hicimos noche 2 leguas más al Oeste del célebre Médano,nombrando las Cortaderas, que los Indios llaman Huinca. Es de tener presente, queandando del río Salado dos leguas rumbo al Oeste, o Sudoeste, se encuentran los territo-rios más amenos y deliciosos que se puedan presentar, pues en ellos se forman unoscerrillos de arena muy pastosos y de regular altura, que de distancia en distancia compo-nen como unos valles redondos, que contienen lagunas y cañadas abundantes de aguas,observándose esto mismo en distancia de muchas leguas, según noticia que me comuni-caron los baqueanos. De estas preciosidades es una el citado Médano de Cortaderas,especialmente por una laguna que se forma de dos eminencias, y vulgarmente se dice serinsondable. Todos estos territorios son muy famosos para crianzas de ganados mayoresy menores, son pastosos, sólidos y abundan de aguadas, y sin exageración se puedeafirmar que exceden a los de la costa para dichos objetos.

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3. Salimos de dicho punto y habiendo caminado solo dos leguas nos acampamos en lalaguna de los Patos, desde donde enviamos al baqueano con un soldado en solicitudde Ulluoa, que según cálculo de dicho baqueano debía encontrarse como a 6 leguasde distancia en el rumbo que viene de la Guardia del Salto.

4. Este día nos mantuvimos en dicha laguna esperando el baqueano.

5. En este día volvió el baqueano avisando que había encontrado a Ulluoa en el puntoprefijado y marchaba para la toldería de Nicolás, desde donde enviaría quien nosguiase hasta ella, pues nuestro baqueano debía regresarse a su casa. A las once de estedía vimos una partida de indios, armados de chuzas, que pasó como media leguadistante de nuestro campamento, y como supiésemos que estos indios se habían alo-jado en aquellas inmediaciones, recelando que fuesen salteadores estuvimos con cui-dado y nos pusimos sobre las armas toda la noche, sin haber ocurrido novedad.

6. Este día como a las once llegó el baqueano de la toldería de Nicolás, y a las tres dela tarde empezamos a marchar habiendo andado como 5 leguas hasta la noche.

7. Caminamos bien temprano, y aunque solo distábamos de la toldería como 12 leguasno llegamos a ella hasta las cinco de la tarde, por ser el camino pesado. Aquí encontra-mos a don Juan Francisco Ulluoa con una escolta de 14 hombres armados, y aunquetraía considerable número de caballos solo ofreció darme 16 de 25 que dijo habíasacado de auxilio del Salto. Al rato de nuestra llegada pidió el cacique yerba y tabaco,no contentándose con menos de arroba y media de aquella, y 10 varas de tabaco que sele dieron: y como se informase que no traía el aguardiente por haberlo dejado en laGuardia con ánimo de repartirlo a mi vuelta del parlamento, dijo: que este no se celebra-ría de ningún modo si no se llevaba el aguardiente: y aunque sobre esto tuvimos variascontestaciones no fue posible desistiese de su empeño, y últimamente fue preciso con-venir con el cacique cuya opinión apoyaba Ulluoa.

8. En la mañana de este día después de una larga sesión con el cacique, los lenguaraces yUlluoa en que se le dio la proclama del gobierno, y se hizo entender su contenido amuchos indios que estuvieron presente, pidió el cacique que se le hiciesen presente lospuntos que se habían de tratar en el parlamento, lo que así se hizo discutiendo sobre cadauno de ellos. - En seguida envié tres hombres de mi comitiva en solicitud del aguardientea la Guardia, sin que fuese posible que Ulluoa hubiese querido dar ningún hombre nicaballos aunque signifiqué lo atrasada que estaba mi cabalgadura. Aquí es de notar queUlluoa el día anterior prometió dar cuatro hombres montados, pero luego se retractó, elcacique dio 4 hombres con sus correspondientes caballos de carga, y se negó a dar más apresto de que su caballada estaba flaca. Yo me sospecho que todo fue obra de Ulluoa porla displicencia que me mostró antes y después de mi asociación, ignorando el motivo quepara ello tuviese. La tarde este día vino el lenguaraz Gutiérrez diciendo que Ulluoa semarchaba para el Salto la mañana siguiente. Creo que esto sería por la oposición que hiceal cacique Nicolás a abrir los fardos y sacar ropa para un cacique primo suyo, que dijohabía mandado a llamar para que recibiese el regalo.

9. Nos mantuvimos en la misma toldería y Ulluoa no se marchó.

10. Estuvimos en otra toldería y este día apareció el cacique Lorenzo Recuento ensolicitud del regalo, diciendo que no iba al parlamento por vivir en la Cabeza delBuey, que es a mucha distancia de la toldería de Lienan, y se propuso esperar 5 díaspor si venia el aguardiente.

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11. En la misma toldería de Nicolás entregó Ulluoa 23 caballos.

Los días 12, 13, y 14, continuamos esperando el aguardiente en el mismo lugar,habiendo comprado una vaca, a más de otra que dio el cacique el día de nuestrallegada, y dos ovejas para mantención de la gente.

15. Continuamos parados, y este día que se marchó el cacique Recuento, se le dio unacasaca, dos camisas, un chaleco, un poncho de bayetón, una manta de paño, yerba,tabaco y pasas, todo esto sin perjuicio de que en los días intermedios se le había dadoyerba. El dicho Recuento y Nicolás reconvinieron sobre que la ropa no era buena, yque les faltaba espada y bastón, con tanta indiscreción que solo con sufrir se les pudocontener. Lorenzo se convino en que Nicolás recibiese el aguardiente que le corres-pondía. En este día se marchó Ulluoa para el Salto diciendo nos alcanzaría en elcamino.

16. Regresó don Silverio conduciendo 38 barriles de aguardiente y de ellos se dierondos a Nicolás, que es la cuota que se había graduado a cada uno de los caciques, y amás se le dieron otros dos por las muchas instancias que hizo: y dos barriles más paraque entregase a Recuento.

17. Este día nos mantuvimos parados a causa de la embriaguez del cacique y susindios que no permitió nos habilitasen con carne para la marcha.

18. Continuó la parada haciendo charque para el viage.

19. Marchamos cerca de medio día acompañados del cacique Nicolás y algunos de susindios, y anduvimos como 6 leguas.

20. Continuamos la marcha e hicimos noche en el Médano el Duraznillo, habiendoandado como 10 leguas asociado de 16 indios que se reunieron en nuestra compañia.

21. Caminamos como 10 leguas y a la tarde nos alojamos cerca de una laguna de aguadulce sin nombre conocido. Todo lo que anduvimos desde la salida del caciqueNicolás es terreno salitroso, muy escaso de agua dulce, y con varias lagunas de aguasalada de tres y cuatro leguas de longitud al parecer. Estos campos abundan de trébolde olor y de salitres.

22. Anduvimos como 12 leguas y nos alojamos a orillas de un Médano de agua dulce ypermanente, que tiene hermosa vista y posición. En este día nos salió al camino el caciquePedro a quien se dio el correspondiente regalo de aguardiente, ropa, tabaco etc.

23. Caminamos hasta la toldería del cacique Curutipay, que dista como 4 leguas. Estecacique nos hizo un recibimiento al parecer muy honorífico, pues sus indiosescaramuzaron a caballo armados de chuza habiéndonos salido a recibir como medialegua de distancia. Llegado a los toldos después de noticiarles el motivo del parla-mento y el contenido de la proclama del gobierno, con lo demás que se creyó conve-niente a fin de asegurar la amistad y relaciones, exigió el cacique la parte que lepertenecía del regalo, y habiéndosele entregado, después de afear la ropa, instó quese había de dar parte de ella a seis indios más, y dos hijos suyos y tres barriles deaguardiente a más de dos que a él se le había dado. Teniendo también la impavidez deinstar a que se le de el resto de un tercio de yerba que se había abierto, sin que bastasenpara que desistiese de su propósito las muchas reflexiones que se le hicieron; hastaque por ultimo fue menester condescender con cuanto él quiso para no quebrantar la

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armonía que nos habíamos propuesto observar. En vista de la sin razón de este caciquese incomodó el cacique Nicolás que iba con nosotros. El tal Curutipay es hombre delas más perversas intenciones, como lo manifestó a nuestro lenguaraz Pilguelen, di-ciendo que si no hubiésemos ido a su toldería con la fuerza armada que había reunidonos habría quitado cuanto llevábamos.

24. Salimos de la toldería de Curutipay a las 10 de la mañana para esperar el auxilio de12 caballos, que nos franqueó uno de sus hijos y caminamos como 7 leguas acompa-ñándonos en un Médano conocido con el nombre de Cuchamelú, así llamado por unárbol de piquillín que tiene a sus orillas.

25. Marchamos de dicho punto y el cacique Nicolás hizo chasque a Lienan avisándo-le de nuestra marcha, y pidiendo que enviase al camino auxilio de cabalgaduras. Estedía anduvimos de 12 a 14 leguas e hicimos noche en el Médano del Chañarito.

26. Partimos de dicho punto a las cinco de la mañana y nos alojamos en unos Médanosnombrados los Manantiales. Ese día recibimos contentación de Lienan y nos propusosi nos parecía enterrásemos las armas en señal de paz, a lo que se respondió que erainverificable por la distancia que aun nos faltaba para llegar a sus estados. Nuestrajornada fue de 14 leguas.

27. Salimos de este lugar a las cuatro de la mañana y llegamos a las 7 de ella a los toldos deLienan habiendo caminado 8 leguas, en cuyo lugar celebramos el Parlamento.

En veinte y siete días del mes de Noviembre de mil ochocientos diez y nueve años, habiendollegado al paraje nombrado Mamuel Mapú, donde tiene su toldería el cacique Lienan,distante de la Capital de Buenos Aires, de ciento ochenta, a doscientas leguas rumbo al OesteSud Oeste, estando presentes los caciques de la Nación Ranquel nombrados, Carripilon,Lienan, Payllarín, Quinchun, Millaan, Flumiguan, Millaan, Nelguelche, Neyguan, Paillañan,Naupai, Quinten, Huilipan, Ilario, Pedro, Lorenzo Recuento y Nicolás Quintana; me personéen medio del círculo, que tenían formado, asociado del segundo don Santiago Lacasa, y delos lenguarases Florencio Gutiérrez, y Manuel Pilquelen; y habiéndome dicho, por medio deestos, que expusiese el objeto y fin con que me había conducido a aquél punto, les signifi-qué, que era enviado por el Gobierno Supremo de estas Provincias al intento de hacer paz,amistad y unión perpetua, con la Nación Ranquelina; y en prueba de ello, les hice entender,por medio de los Intérpretes, el contenido de la Proclama que V. E. les dirijía ; y enterados deella, el Cacique Carripilon, comisionado por aquel Congreso, para que hablase a nombre detodo él, dijo: que todos de un acuerdo, y de buen corazón estaban poseídos de los mismossentimientos de paz, y unión; y que me encargaban lo hiciese así entender al SupremoGobierno. En seguida les signifiqué, que en prueba de la amistad, y unión con Buenos Aires,no debían dar entrada en su país, a los Españoles Europeos, como a nuestros Capitalesenemigos, que trataban de esclavizarnos; a lo que respondió Carripilon, que comprendíanlas miras de los Maturrangos, que sabían eran nuestros tiranos, a quienes jamás protegerían;y en este estado, tomando la palabra el cacique Payllarin, dijo; que ya les tenía significadoanteriormente a sus compañeros, que si los Maturrangos volvían a mandar el país, habían deponer a los Indios en términos de comer pasto, y que así, debían siempre estar con el Gobier-no de Buenos Aires, que era de Americanos, como ellos, en lo que todos convinieron, condemostraciones de gozo y alegría. Al mismo objeto de mantener la amistad, propuse; que nodebían dar oído, a las persuaciones que les hicieran los indios Chilenos, sus amigos, sobreabrigar a los Europeos Españoles, que andaban entre ellos dispersos; y mucho menos permi-

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tirles, que pasasen por sus territorios a invadir las Fronteras. Aquí contestó el comisionadoCarripilon, que ya habían repulsado las proposiciones que por chasques les habían hecholos Chilenos sobre el particular, y que estuviésemos seguros, de que no los admitirían en sustierras, aunque el cacique Quinteleu los admitía, pero que ellos se encargaban de desenga-ñarlos. Propuse en tercer lugar; que para que esta amistad fuese sólida, el Gobierno supremose comprometía a dar providencias, para que algunos ladrones, o malhechores de los nues-tros, no les robasen, ni perjudicasen en sus haciendas; y que esto mismo les exigía en nombredel Gobierno, pues teníamos repetidas experiencias, de robos que los Indios hacen en lasEstancias de nuestra Frontera. Carripilon contestó; que los caciques jamás consentían en losrobos, y que los ladrones eran indios sueltos, que a ocultas de ellos robaban en las Fronteras,y que así, consentían en que el Gobierno Supremo diese orden para que se les persiguiesehasta matarlos; a lo que repuse, que nuestro Gobierno nunca entraría en hacer justicia por sísolo, y que lo más acertado sería, que ellos los aprehendiesen, y remitiesen para castigarlosy escarmentarlos. Propuse lo 1ª que a consecuencia de la amistad, y unión que se acababa depactar, en ningún tiempo, y por ningún motivo debía la Nación Ranquela auxiliar, ni prote-ger a los montoneros, que, como enemigos del orden, se habían substraído de la obediencia,y subordinación a nuestro Gobierno; y que por lo tanto no debían sostener aquellos rebeldes,y sí contribuir a que el Gobierno los castigase como merecían, en lo que convinieron losindios prometiendo no franquearle, gente, ni cabalgaduras, ni permitirles existir en sustierras. Últimamente propuse, que para estrechar la amistad y unión, convendría sacar lasguardias; a lo que respondieron, que de antemano ya habían convenido en que se pusiesennuestras Fronteras, de la Banda Oriental del Salado. Repliqué, que no habiendo aguadascompetentes al Oriente del Salado, jamás podría allí verificarse Población, y que era denecesidad que esta se hiciese al Oeste, a distancia de dos o cuatro leguas de las márgenes delRío Salado. Sobre este punto discutieron los caciques largo rato, y al fin convinieron en quese adelantasen las Guardias de Lujan, Salto y Rojas, al Oeste del Salado, con tal que en ellassolo se pusiese la Fortaleza, y algunas Pulperías para comerciar con los Indios, a quienes seles habría de auxiliar con cabalgaduras y carne. Con lo que se concluyó la sesión, quedandolos caciques muy satisfechos, no menos que la gruesa suma de Indios que asistieron a aquelacto - Mamuel Mapü fecha ut supra

Feliciano Antonio Chiclana - Santiago Lacasa»

Tratado de paz con Epumer Rosas y Baigorrita

«Tratado de paz. Acordado por el Exmo. Gobierno Nacional a las tribus indígenas queencabezan los caciques Epumer Rosas y Manuel Baigorria, concluído en 24 de juliode 1878.

S.E. el Señor Ministro de la Guerra, General Dn. Julio A. Roca, bajo la inteligencia deque los expresados Caciques y tribus reconocen y acatan como miembros y habitantesde la república Argentina la Soberanía Nacional y Autoridad de su Gobierno, haconvenido en lo siguiente:

Por cuanto ha sido concluido en esta Ciudad de Buenos Aires, un tratado entre elTeniente Coronel Dn.Manuel J. Olascoaga, comisionado al efecto por parte del Gobier-no, y los Caciques Cayupan y Huenchugner (a) Chaucalito, como representante elprimero del Cacique principal Manuel Baigorrita de Poitagüe y el segundo del Cacique

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de igual clase Epumer Rosas de Lebucó, cuyo tratado es a la letra como sigue:

Artículo 1° Queda convenido que habrá por siempre paz y amistad entre los puebloscristianos de la República Argentina y las tribus Ranquelinas que por este convenioprometen fiel obediencia al Gobierno y fidelidad a la Nación de que hacen parte y elGobierno por su parte les concede protección fraternal.

Artículo 2° El Gobierno nacional en consideración a lo arriba expresado y mientraslos Caciques contratantes cumplan y hagan cumplir fielmente lo aquí estipuladoasigna al Cacique Epumer Rosas (150 B) ciento cincuenta pesos bolivianos al mes;cien pesos bolivianos (100 B) también mensuales al Cacique Mariano hijos, Epumerchico. Asigna también mensualmente (7 B) siete bolivianos para un trompa, (15 B)quince pesos bolivianos a un escribiente y quince a un lenguaraz para cada uno.Asigna así mismo al Cacique Huenchugner (a) Chaucalito (50 B) cincuenta bolivia-nos y (15 B) quince bolivianos para su lenguaraz.

Articulo 3° El Gobierno Nacional asigna mensualmente al Cacique Manuel Baigorrita(150 B) ciento cincuenta pesos bolivianos (7 B) siete pesos bolivianos para un trompay quince para su lenguaraz.

Artículo 4° El Gobierno Nacional asigna mensualmente al Cacique Cayupan (75 B)setenta y cinco pesos bolivianos y quince pesos bolivianos a su lenguaraz, asigna asímismo al Cacique Yanquetruz Guzmán (50 B) cincuenta pesos bolivianos y quincepesos bolivianos a su lenguaraz.

Artículo 5° El Gobierno Nacional acuerda a los dos Caciques principales arriba men-cionados, para repartir entre todos los Caciques, Capitanejos y tribus que comprendeneste tratado (2.000) dos mil yeguas cada tres meses para su subsistencia.

Artículo 6° El Gobierno Nacional dará también a los mismos Caciques para la mismaaplicación y efecto del Artículo anterior, cada tres meses (750) setecientos cincuentalibras de yerba, (500) quinientas libras de azúcar blanca, (500) quinientas libras detabaco negro en rama, (500) quinientos cuadernillos de papel, (2000) dos mil librasharina, (200) doscientas libras jabón y dos pipas aguardiente.

Artículo 7° Es deber de los Caciques arriba mencionados y de todos los Capitanejosque los acompañan, entregar al Gobierno todos los cautivos, hombres, mujeres oniños que asista o lleguen a sus tierras o pagos, bien entendido que si el Gobiernotiene alguna vez conocimiento de que en alguna tribu de las que entran en el presentetratado se ha detenido por fuerza algún cristiano o se ha hecho algún mal o privado desu libertad, hará responsable del hecho al Cacique mas cercano o Capitanejo que lohubiera consentido, privándoles del sueldo o ración que tuviesen por el tiempo queestime conveniente. Todo lo que se expresa en el presente artículo respecto de loscautivos que así mismo estipulado respecto de los malévolos o desertores cristianosque se asilen o guarezcan entre los indios. Tanto los cautivos como los cristianosmalhechores deben ser entregados en el fuerte más inmediato al lugar donde se en-cuentren; siendo bastante motivo para considerara sospechoso y comprendido en estaestipulación, todo cristiano, de cualquier parte que venga, no teniendo pasaporte olicencia escrita de un Jefe de Frontera.

Artículo 8° El Cacique Epumer Rosas, el Cacique Manuel Baigorrita, y los demásCaciques nombrados en este tratado darán toda protección y amparo a los sacerdotes

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misioneros que fueran a tierra adentro, con el objeto de propagar el cristianismo entrelos indios o de sacar cautivos. El Gobierno castigará severamente a todo Cacique,Capitanejo o indio que no les tributase el debido respeto y hará responsable al Caci-que que consienta a las personas de dichos sacerdotes.

Artículo 9° Los Caciques mencionados se obligan a perseguir a los indios gauchosladrones y a entregar los malévolos cristianos con los animales que llevan a tierraadentro, así como también entregar bajo la mas seria responsabilidad a todo negocian-te de ganado robado que cruce por sus campos y pueda ser capturado por algunos delos Caciques o Capitanejos, conviniendo el Gobierno en recompensar generosamentea los que entreguen en el fuerte más inmediato las personas y haciendas referidas. Asítambién castigará severamente y hará responsable con sus sueldos y racionamientos alos Caciques y Capitanejos o tribus que amparen o se nieguen a entregar a dichosnegociantes o malévolos.

Artículo 10° S.E: el señor Ministro de la Guerra deseando proteger y hacer respetar alos Caciques que respeten fielmente estos tratados y quieran conservar el orden entresus tribus, ordenará a todos los Jefes de Frontera aprehendan y detengan todo indiofugitivo que llegue o se encuentre sin licencia o pasaporte de sus respectivos Caci-ques; y si trajeran animales u otros objetos robados, les sean quitados con cuenta yrazón y devueltos al primer reclamo justificado de los referidos Caciques o propieta-rios; y que así mismo se haga con los cristianos que se hallen en el mismo caso.También ordenará que toda comisión o indios sueltos que vengan a los fuertes opoblaciones cristianas con cualquier negocio o diligencia, trayendo el competentepermiso de su Cacique, sean protegidos y respetados en sus personas y bienes yrecomendará que se les haga justicia en sus reclamos y quejas con arreglo a las leyesque amparan a todo ciudadano argentino.

Artículo 11° Queda formalmente estipulado que si uno o algunos indios de los queentran en este tratado, diesen malón sobre cualquier punto de la Frontera o cometie-sen robo o asesinato sobre los bienes o personas de algún transeúnte o estanciero,quedará por este solo hecho rota la paz con el Cacique y tribu a que pertenezcandichos malhechores; y por lo tanto suspendidos los sueldos y racionamientos asigna-dos al Cacique y tribu responsable, hasta que se haga efectiva la devolución de lorobado y el castigo de los criminales. En todo robo o asesinato que se cometa porindio sobre indios, las partes acusadas serán prendidas y aseguradas y resultandocriminales serán castigados, con arreglo a las leyes del país, y en cuanto a los animalesu objetos robados serán sacados del poder en que se encuentren para devolverlos a suslegítimos dueños.

Artículo 12° A mas de las concesiones que el Gobierno Nacional hace por este tratadoa los Caciques y tribus que él comprende, dispondrá que aquellos Caciques que másse distingan en la conservación del orden y la paz, y muestren dedicación a los traba-jos de la labranza y agricultura, como también se presten a la instrucción y civiliza-ción de sus hijos, sean obsequiados con alguna gratificación proporcionada al méritoy se les proporcionen algunos efectos, herramientas y útiles que les sirvan para suadelanto y bienestar.

Artículo 13° En caso de Guerra exterior o invasión de extranjero u ca-mapuches, todoslos Caciques o tribus se comprometen a prestar decidido apoyo al Gobierno Argenti-

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no; bien entendido que serán muy severamente perseguidos y castigados como trai-dores a la Patria, los Caciques y tribus que en algún tiempo se sepa haber tenidorelación o connivencias con el enemigo.

Artículo 14° Este tratado durará permanentemente mientras ambas partes le prestencumplimiento y los Caciques y tribus que enteren cuatro años de haberle dado estrictocumplimiento en todas sus partes, se harán acreedores a un aumento proporcional desueldos y raciones.

Artículo 15° Este convenio será firmado en prueba de asentimiento, por los CaciquesCayupan y Huenchugner, como representantes el primero del cacique principal Ma-nuel Baigorrita, y el segundo, del igual clase, Epumer Rosas. Lo suscribirá así mismoel Teniente Coronel Dn. Manuel José Olascoaga como comisionado al efecto, con laaprobación del Exmo. Gobierno.

A ruego del cacique Cayupan, Patricio Uribe Secretario de BaigorritaA ruego del Cacique Huenchugner, Martín Lopez Secretario de EpumerTestigo Padre Marcos DonatiManuel Jose Olascoaga»

Nota* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

Germán Carlos Canuhé

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Los ocupantes aborígenes en el paraje Traful - CuyinManzano (Parque Nacional Nahuel Huapi, Provincia

de Neuquén). Pasado y Presente*Mario Jorge Silveira

Centro de Arqueología Urbana (FADU-UBA)Contacto: [email protected]

El tema a desarrollar es parte de las investigaciones que en conjunto con la histo-riadora Jacqueline Guindon hemos realizado en la región de Traful-Cuyín Manzano.El total de ellas han quedado plasmada en un libro que esta en edición para salir en el2008 y que se titula «Esculpidos en el tiempo. Prehistoria e Historia en Tarful- CuyínManzano».

En él hacemos conocer los resultados de las investigaciones arqueológicas y lahistoria de sus pobladores a partir de 1881. En particular nos centramos en los pobla-dores indígenas de origen mapuche y en sus historias de vida.

Agradezco a mi coautora que me haya permitido utilizar parte de las investigacio-nes realizadas para este trabajo, que como conferencia fue expuesto en las VII Jorna-das de Investigaciones en Arqueología y Etnohistoria del Centro Oeste del país,realizadas en Río Cuarto entre el 23 y 25 de agosto del 2007, a cuyas autoridadesagradezco por la invitación para exponer la conferencia.

La región de la cuenca del lago Traful abarca unos 850 km² y las investigacionesarqueológicas comenzaron durante el siglo XX, aunque la mayor parte se realizaron afines del mismo. Sabemos por esos trabajos que los primeros que poblaron esta regiónlo hicieron hace 10.000 años (Crivelli Montero et. al., 1993). Mucho tiempo después,ya en la era cristiana, desde lo que hoy es Chile pasaron la cordillera grupos mapuches,prueba de ello fue hallada en dos sitios que llamamos Alero Los Cipreses y Alerto LasMellizas por la presencia de cerámica mapuche conocida como de tipo Pitrén (Silveira,2001). En el segundo con un fechado poco antes de la llegada europea a América 590± 90 AP, en el primero ya en tiempos de conquista pues la cerámica se encuentra conelementos de contacto europeo (cuentas de vidrio y vacuno), pero anterior al dominiode esto territorios por el Gobierno Nacional.

Antes de ese momento hubo algún conocimiento de los grupos indígenas en laactual provincia de Neuquén por viajes de religiosos, exploradores y viajeros. Sin

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embargo para la región que nos ocupa la información prácticamente era inexistente.En realidad empieza a ser conocida con la llegada militar de la denominada «Con-quista del Desierto». Nos referiremos a ella pero no haremos la historia de la campaña,sólo los aspectos que tienen que ver con nuestra región.

Una vez llegado al río Negro en 1879, el General Roca trató de consolidar la nuevafrontera con la construcción de una línea de defensa. Había instalado el comandogeneral en Choele Choel y se extendía por el alto valle hasta la confluencia con elLimay y el Neuquén, lugar donde se construyó el fortín 1° División, extendiéndosepor el valle del río Neuquén hasta el fuerte 4ta División. Esta frontera quedó al mandodel entonces Coronel Villegas. En las «Instrucciones a que debe sujetarse el Jefe dela 4ta División del ejército expedicionario», firmadas por el General Roca en losprimeros días de marzo de 1879 y entregadas al Teniente Coronel Napoleón Uriburu,se le ordena:

«Debe respetar y dar toda clase de garantías de la vida y propiedades a los habitanteso pobladores que encuentre en esos parajes y que acaten y se sometan a la AutoridadNacional, a cuyo efecto debe mandarles previo aviso al emprender la Campaña. Se lerecomienda esto el más estricto cumplimiento… Tratará de averiguar y saber..... elnumero de indios que existan a su frente, del Neuquén al sur..... Al llegar al río Neuquénse dirigirá al cacique Purran y demás caciques importantes de la parte sud del río..... ycon el objeto de arreglar un tratado de amistad les invitará..... para celebrar un Parla­mento..... en Choele Choel o el Chinchinal, presidido por el ministro de la Guerra, acuyo Parlamento se invitará a Sayhueque y otros.....» (Instrucciones del General Roca alGeneral Uriburu en Olascoaga, 1980 [1880]:279).

Resumiendo, las instrucciones que Roca le da a Uriburu son: no cruzar el río Neuquény buscar un convenio con Purran, Sayhueque y demás capitanejos. Sin embargo, Uriburudesacató las órdenes pues atravesó el límite señalado y se enfrentó con las tribus dePurran. Su accionar fue de todos modos aprobada con felicitaciones de Roca, lo quemuestra cual era el verdadero interés: la lucha y un antagonismo irreconciliable, dondeen lugar de pactar con Purran lo apresan con engaño y deslealtad.

Las consecuencias políticas de esta operación, completada en solo tres meses (deabril a julio de 1879) se hicieron sentir de inmediato, Roca pasó a ser el hombre delmomento, el «héroe del desierto» y en menos de un año ganó la presidencia.

Aunque la mayoría de los indígenas, avisados del avance habían buscado refugio delotro lado de la cordillera o al sur de la provincia más allá de los lagos, la mayor parte delterritorio de la actual provincia de Neuquén seguía estando en poder de las comunidadesindígenas y prácticamente sin explorar. Su reconocimiento y ocupación será el objeto delas campañas de 1881 y 1882, llamadas respectivamente «Expedición al gran lago NahuelHuapí en el año 1881» y «Campaña de los Andes al Sur» (Villegas, 1974; 1978).

De los caciques principales nos interesa en este caso Sayhueque, que para esemomento extendía su autoridad sobre la zona de Traful - Cuyin Manzano. Ante elavance del ejército, éste solicitó en julio de 1878 al General Uriburu mantenerse enpaz, y en consecuencia, Roca lo nombró gobernador de Las Manzanas por ser «elúnico cacique que he creído merezca ser considerado por su conducta siempre fiel y

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la buena comportación y su tribu que no ha figurado en malones» (Memorias deGuerra y Marina, 1879:427). No obstante, como con Purran, se ignoró todo lo pactadoy Sayhueque fue perseguido y tuvo que huir hacia el sur (Silveira y Guindon, 2008).

La Campaña al Gran Lago Nahuel Huapí es organizada y eligieron para llevarlaadelante al Coronel Conrado Villegas, un militar de nacionalidad uruguaya al queapodaban «el Tigre». Los detalles y órdenes pertinentes fueron las siguientes:

«Se prepararan los elementos necesarios para verificar una nueva expedición en lapróxima primavera hasta el lago Nahuel Huapí tratando de recorrerlo en toda suextensión y dejar acantonamientos permanentes si ello se encontrase conveniente.

Esta operación necesaria para que los salvajes que se aíslan al otro lado de la Cordillera,no intenten restablecer sus antiguos aduares, acabará de asegurar esa región fertilísimacentro de las poblaciones que empiezan a estenderse desde el Océano y por las márgenesdel Negro y el Chubut; y que está brindándose a una colonización importantísima. Esnecesario que se verifique para sacar todo el provecho de las operaciones militaresejecutadas últimamente. Las fuerzas que ocupan y defienden esas fertilísimas comarcas áque se ha llamado la Suiza Argentina son bastantes á garantirla..... Esta nueva y rica partede nuestro territorio que se abre á la ocupación y progresos de la civilización es ya uno delos resultados que vienen á indemnizar con usura los gastos y sacrificios de la felizoperación militar que condujo á la ocupación del Río Negro y de las que continúanejecutándose como complemento de aquella» (Memoria de Guerra y Marina 1882, T1:7;9).

Uno de los escenarios naturales de la expedición al Nahuel Huapi, será precisa-mente la zona de Traful-Cuyín Manzano. Los episodios, relatados en los partes mili-tares por los mismos protagonistas, constituyen un valioso documento para conocerlas estrategias utilizadas para el avance y que observaron en la región. Veamos quedice Villegas en el parte de la expedición, que partió finalmente desde Patagones el15 de junio de 1881:

«Al Sr. Inspector y Comandante General de Armas de la Republica, General D. JoaquínViejobueno. Habiendo recibido orden de S. E. El Sr. Ministro de la Guerra de llevar unaexpedición con la fuerza de mi mando contra los indios que habitaban el territoriocomprendido entre los ríos Neuquen y Limay y la Cordillera de los Andes, propuse aS:E: Mi plan de campaña, que era el siguiente: En un mismo día, el 1° de Marzo, debíanponerse en movimiento las tres Brigadas de que se compone la División; la 1°, costean­do la falda oriental de la Cordillera, recorrería y batiría en su tránsito todos aquelloslugares en que pudieran existir indios, y siguiendo su avance, debía estar el 30 delmismo en el lago de Nahuel –Huapi. La 2° pasando el Neuquén por la confluencia,remontaría el Limay por su banda Norte, y dividiéndose en dos columnas, remontaría lamayor de ellas por la ribera Norte del Pichi­Picum­Leufú, buscando las antiguas tolderíasde Reuque­Curá, en cuyo territorio debía hacer una batida, y siguiendo su marcha alSud buscaría nuevamente la reunión con la otra columna que seguiría siempre por elNorte del Limay rumbo al Oeste y en dirección al lago Nahuel­Huapi, batiendo en suavance á los indios del cacique Sayhueque, establecidos en el río Caleufú. La 1° y 2° sepondrían en comunicación por medio de partida desprendidas á sus flancos, y se pres­tarían mutuamente protección en caso necesario. La 3° pasaría por la Isla de Choele­Choel al Sud del Rio Negro, y descendiéndolo por dicha margen 18 leguas, tomaría la

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travesía de Balcheta, siguiendo su marcha hasta llegar al lago, reconociendo y batiendocon sus partidas la mayor extensión de terreno que le fuera posible. El movimiento deesta Brigada por el Sud de los ríos Negro y Limay tenia por objeto reconocer estosterritorios y forzando sus marchas tomar algunos pasos del último, a fin de que losindios del triangulo, que al ser atacados por la 1° y 2° y que buscarían muchos pasar alSud del Limay, no pudieran efectuarlo; al mismo tiempo, esta Brigada debía pasar alNorte de este último y marchando sobre el Caleufú, contribuir a estrechar a los indios,los que entonces se verían envueltos entre tres fuegos. S. E. El Sr. Ministro aprobó elplan dejando a mi dirección su ejecución» (Memoria de Guerra y Marina, 1881 T2:507).

Entonces, el ejército avanzaría dividido en tres brigadas con el objetivo de «ence-rrar» a los indios en todas las direcciones: con la primera brigada le cerraban los pasoscordilleranos y con la tercera les impedían la huída hacia el sur del Limay. Estemovimiento de pinzas estaba orientado a acorralarlos y «encerrarlos para facilitar suexterminio». La segunda brigada es la que entraría en contacto con la región deTraful-Cuyín Manzano.

En este mismo parte, presentado por Villegas a Viejobueno dando cuenta de laexpedición hace una ligera descripción de los terrenos recorridos, su topografía, flora,fauna, ríos, lagos y algunas otras observaciones, entre las que menciona la zona delTraful y dice:

«Vengan pues allí los brazos que en el Viejo Mundo están desocupados, que encontrarántrabajo y recompensa. La tierra del valle es fértil como pocas, habiéndolo observado estoprácticamente. Existen allí treinta indios con sus familias pertenecientes a la tribu deInacayal, siendo estos pacíficos y agricultores. He visto los productos que sacan de aque­lla tierra y ellos no pueden ser más hermosos. Allí se produce trigo (blanco y colorado),cebada, maíz, quinua, porotos, alverjas (blancas y colorada), zapallos, papas, batatas etc.etc., y esto, Sr. Inspector es producto que á esa tierra le sacan sus ignorantes pobladores,que se valen para romper sus seno de un tosco arado constituido de las maderas que leproporciona el lago; cuales no serán, pues, los productos que saque de esta virgen y feraztierra el inteligente agricultor teniendo en su mano las herramientas y útiles modernos queen el día ofrecen el progreso de la industria» (Memoria de Guerra y Marina, 1881 T2:527).

De acuerdo a los diarios de marcha dejados por militares que actuaron en lasdiferentes brigadas, podemos reconstruir buena parte de los acontecimientos produci-dos durante el avance sobre la región. La segunda Brigada al mando de Winter, dejóasentado dando aviso de la llegada del ejercito. Al día siguiente, esta brigada en sudiario de campaña el 7 de abril de 1881 menciona el encuentro con un chasque delcacique Inacayal en la confluencia del Traful con el Limay, que allí acampó y retomósu marcha a las 6,15 a.m., un dato importante ya que ubica a Inacatal en la región queestudiamos. En la memoria de los más viejos, hoy transmitida oralmente, se recuerdaque hacia 1904 había tolderías hechas con cueros de potros y guanacos. Lucho Martínezde Cuyín Manzano, nos contó que en este paraje estaba el cacique Inacayal, y que laspiedras circulares de los toldos se conservaron hasta la gran inundacion de la décadade 1980. Esto era detrás de la casa del actual poblador señor Zumelzú, que es el queestá al fondo del valle, exactamente detrás de tres álamos que aún se encuentran.

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Por otro lado, encontramos que en los detalles del itinerario de la Segunda Brigadade caballería de línea, el mismo 7 de abril de 1881llega en marcha a Tranan Manzano1

y deja asentado:

«A las 10 ½ a. m. se encontraron dos indios que venían de chasques con comunicacionesdel señor Comandante en Jefe de la división general Villegas para el señor jefe de estabrigada. Diez minutos después acampó la Brigada en Trafun2 (reunión de dos ríos),habiendo andado cinco leguas enviado por el Sr. General Villegas, con una nota para elJefe de la vanguardia de la 3° las 2 y 40 p. M. Llegó el indio Pedro Álvarez de la tribu delcacique Inacayal» (Memoria de Guerra y Marina, 1881 T2:508).

Pero antes de continuar hagamos una referencia a la toponimia de la región, quecomo ya hemos observado tuvo grafías distintas. Ambos parajes comparten un rasgocaracterístico de la región patagónica, y es que han sido espacios poblados antes quefundados formalmente con los nombres con que los conocemos hoy.

En el campo lingüístico, encontramos que sus denominaciones tienen origen envoces mapuches que se fueron «castellanizando» a través de los años.

Para el caso de Cuyin Manzano, el mapa de 1884 obtenido en la Dirección deCatastro de la provincia de Neuquén (expediente 12.4), revela que el nombre originalde este paraje era «Cullan Manzana». Una década más tarde en 1896, en sus «ApuntesPreliminares» Moreno menciona un arroyo que cae en el río Traful llamado «CuyeManzana», transformando la terminación llan en ye. Ya para las primeras décadas de1900 Culla o Cuye se transforma en Cullin.3 La denominación Cuyin Manzano queaun perdura comienza a utilizarse a partir de la llegada de Parques Nacionales yobedecería al desconocimiento del idioma mapuche por parte de la institución eincluso por los agrimensores que hicieron las respectivas mensuras.

Esta denominación, alude claramente a los manzanos plantados por indígenas consemillas provistas por los jesuitas, y luego diseminados por los caballos al comer lasmanzanas. De éstos pocos quedan en el paraje. En cuanto al significado de Cuyin,según los pobladores, significaría riqueza, concretamente plata.4 Consultado el dic-cionario de Arize (1960), no hallamos mención ni de Cullan, Cullín o Cuyin. El deGroeber (1926), una toponimia araucana, que usa la K en lugar de las «c», al contrariode Erize que no usa las «k», presenta como Kude o Kuye Manzano, y la traducciónsería «Manzano Viejo». En el librito de Delfino (1968), aparece Cuyín Manzano, einterpreta que Cuyín proviene de Cullín, cuyün que significa arena. La interpretaciónsería entonces Arenal del Manzano. En trance de elegir optaríamos por la de Groeber.

Para el caso de la etimología de la palabra Traful, también encontramos su origenen un vocablo mapuche. No obstante, no hay demasiada información en cuanto a sussignificado. Por ejemplo en Arize no hay datos, aún buscando travul o traun, peroestas palabras, para Delfino (1968:290), significarían unión o junta. El geólogo Groeber(1926:172-173) lo deriva de la palabra Tra(ü)l, que en los diccionarios de Febres yHavestadt significa cosa plana o planicie, aludiendo a la planicie que creó el hielo enla última glaciación. Entonces se habría llamado Tra(ü)l al paraje, y posteriormente ellago y el río sin nombre lo habrían tomado por extensión.

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Otra interpretación que también menciona Groeber es la de Felix San Martín que,siguiendo a Febres, dice que Traful significa junta de ríos (aludiendo a la junta delTraful con el Limay) y que provendría de la palabra thaun (juntarse) y leuvu (el río).Groeber no se define con claridad por ninguna acepción, pero parece inclinarse por laprimera, es decir planicie, aspecto que está muy relacionado con la caraterística mapuchede denominar puntos o parajes según aspectos geográficos relevantes.

Observamos que hay más coincidencias, más allá de distintas grafías, a que elnombre está relacionado con la confluencia de los ríos Limay y Traful. Precisamentecomo Confluencia es conmocido actualmente este paraje.

Por entonces, según los datos que aportan los partes y diarios del ejercito encampaña, la región de Traful- Cuyin-Manzano era arrancada del dominio indígenapor las brigadas que avanzaban en dirección al lago Nahuel Huapi para juntarse allí el25 de mayo según estaba previsto.

En el resumen Villegas dice entre otras cosas:

«Hemos recorrido territorios inmensos, hasta ahora cubiertos por el negro velo de laignorancia que de ellos teníamos. Hemos desalojado a los salvajes de sus guaridas yestas que hasta entonces eran un misterio para nosotros, hoy día en cualquier momentopor nuestras fuerzas» (Villegas, 1974:100-101).

Lo que vale la pena resaltar es que se vuelve a mencionar al cacique Incanayal,incluso asentado en esta región con cultivos y hacienda, que nos muestra a estosaborígenes con una mirada que los presenta como hombres asentados, como «agricul-tores y pacíficos», tal como el propio Villegas reconoció.

Pero esta no fue la única campaña que pasó por Traful-Cuyín Manzano. El mismoVillegas ahora General, al año siguiente encabezó la llamada «Campaña de los Andesal Sur» que también atravesó esta región. La expedición se dividió en tres brigadas ytuvo lugar entre noviembre de 1882 y abril de 1883. Para la historia de nuestra región,la que revistió mayor protagonismo fue la tercera brigada que avanzó sobre Trafulbajo las órdenes del coronel Nicolás Palacios. Las órdenes de Villegas para aquellastropas habían sido recorrer los cursos de los ríos Negro y Limay hasta llegar a lagoNahuel Huapí, desde donde perseguiría a Sayhueque e Inacayal que se suponían al surdel Limay.

Como se observa ya los caciques Inacayal y Sayhueque son definidos como ene-migos y deben ser perseguidos y atrapados. El discurso había cambiado, claramente loexpone Villegas cuando dice:

«Después de la campaña de 1881 al lago Nahuel Huapí, me convencí que había que variar elgénero de guerra. Ya no sería conveniente operar con columnas pesadas y sí colocar éstas enpuntos estratégicos, y de allí por medio de fuertes o pequeñas partidas, inundar todo el territorioque se iba a batir, guerra que se debía llevar con toda actividad y rapidez, no suspendiéndolahasta concluir con los moradores de aquellos territorios, sometiéndolos a las leyes de la Nación,haciéndolos emigrar allende la cordillera o destruyéndolos» (Villegas, 1978).

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El 12 de diciembre de 1882 una columna encabezada por Capitán Adolfo Drurycon 45 militares entre los que había 6 indígenas del cuerpo auxiliar y 2 baqueanosindígenas del Cacique Curá Huinca recorren el valle del Traful. Previamente el 12 dediciembre se había llegado a la desembocadura del río Trasbun, así llamaron al Traful.Llegando en la recorrida el 25 de diciembre de 1882 hasta la margen este del Lago(Villegas, 1978:340).

Lo que hay que resaltar es que en la recorrida del valle del río Traful en estacampaña no se halló al cacique Inacayal ni otros indígenas, sólo algunos yeguarizos,vacunos y ovinos. Tampoco hubo ninguna lucha con ellos como alguna tradiciónoral lo dice, sosteniendo que se hallaron evidencias de ello. El sitio de tal refriegaestaría poco antes de entrar al lago por la margen sur, por el camino actual que va deConfluencia a villa Traful. El área fue recorrida minuciosamente sin hallar ningunaevidencia de la supuesta refriega, aspecto que por otra parte los partes militares desta-can. En términos de jerga militar el área estaba batida y los indios habían huido,Villegas dice textualmente:

«En el territorio comprendido entre los ríos Neuquén y Limay, cordillera d los Andes yLago Nahuel Huapí, no ha quedado un solo indio, todos han sido arrojados al occidentede la cordillera de los Andes» (Villegas, 1978:22).

¿Hubo alguna respuesta coordinada al avance de las fuerzas militares? Hubo loque podríamos llamar tácticas o actitudes, una de las actitudes tomadas por los pue-blos indígenas del área ante el avance del ejército fue la dispersión, en la cual cadagrupo parecía tomar rumbos distintos. Los que optaron por el cruce de la cordillerahacia Chile pusieron en evidencia relaciones de parentesco y redes de intercambioentre ambos lados de la cordillera, a través de las rutas, pasos y cajones cordilleranosque habían sido territorios de veranada, recolección o utilizados en los intercambiosdurante los tiempos históricos e incluso antes. Este sería el caso, entre otros, delcacique manzanero Juan Ñancuche, quien desde allí negoció con los jefes del ejércitopor medio de un hijo ya que él nunca regresó Este hijo consiguió tierras ya que por víade Onelli, de quien fue baqueano, le fue concedida la reserva de Cushmen en laprovincia de Chubut (Delrio, 1996).

Los caciques manzaneros Sayhueque, Inacayal, Foyel y capitanejos, en cambio,buscaron refugio dirigiéndose hacia el sur, procurando alejarse de los militares tratan-do de impedir que les impusieran su superioridad.

Paralelamente, el gobierno chileno desarrollaba una política de presión hacia losprincipales caciques de la Araucanía, para evitar la inmigración masiva de grupos deleste cordillerano hacia Las Manzanas, controlando asimismo los pases desde la Ar-gentina. De este lado, nuestras comunidades indígenas habían declarado que «prefie-ren morir peleando que vivir esclavos» (Memoria de Guerra y Marina, 1882 T1:197).

En diciembre de 1883 «había tenido lugar un gran parlamento al que concurrieron Inacayal,Foyel, Chagallo, Salvutia, Rayel, Nahuel, Pichi­ Curruhuinca, Cumilao, Huichaimilla,Huenchanecul, Huilcaleo y otros caciquillos en representación de su tribu y Sayhueque

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con todos sus capitanejos… Que en el parlamento se arribó a la conclusión de no entre­garse ninguno a las fuerzas del Gobierno y de pelear hasta morir» (Walter, 1980:554).

Pero no hubo pelea, para octubre de 1884 los principales caciques estaban faltosde comida y perseguidos, sólo les quedaba la entrega incondicional o la huida a Chiletal como había hecho el cacique Ñancuche, pero ahora también esto era difícil. Sinembargo Sayhueque continuaba resistiendo simbólica y pasivamente, pero en vanopues tuvo que rendirse, hecho que ocurrió el 1 de enero de 1885 y ello marcó el finalde la conquista de Neuquén. El 20 de febrero del mismo año Wintter escribe al GeneralJoaquín Viejobueno, jefe del Estado Mayor del Ejército:

«El cacique Sayhueque, cacique eminentemente prestigioso por su poder entre todas las tribusque tenían su asiento entre el río Collón­ Curá … y el río Deseado… acaba de efectuar supresentación voluntaria, y con él también los caciques de orden inferior, Inacayal, Huenchenecul,Chiquichan, Qual, Salvutia, Prayel, Nahuel, Pichi­ Curruhuinca, Cumilao y otros, incluso elobstinado y rebelde Foyel…» (Memoria de Guerra y Marina, 1882 T1:55-57).

De estos caciques el caso de Inacayal fue el más terrible. Fue llevado preso a laciudad de la Plata y residía en el Museo de la Plata. Allí murió y de sus restos se conservósu cráneo que quedó en los depósitos del Museo como un objeto más. Por iniciativa delDr. Gustavo Politis, arqueólogo de la Universidad de la Plata, finalmente fue trasladadoa la provincia de Chubut donde fue enterrado en un acto de reivindicación en unaceremonia donde acudieron indígenas, luego de más de un siglo de su muerte.

Finalizada la campaña de Los Andes en mayo de 1883, se estableció que del fortínChacabuco, pasara de campamento a ser un acantonamiento permanente, y allí comodijimos se presentó el cacique Sayhueque con las tribus que dependían de él comojefe manzanero (entre las que se incluían las de Inacayal y Foyel). De allí fueronconducidos por las tropas hasta el fuerte Junín para presentar la rendición formal. Elfortín Chacabuco tuvo vida corta y hay evidencias de donde estuvo, que es al costadoderecho de la ruta 237 que va a Bariloche cuando se pasa la vista panorámica y se bajaa la llanura glaciaria que viene de la margen este del lago Nahuel Huapí, este era unpunto estratégico entre Traful y San Carlos de Bariloche. Ricardo Vallmitjana, vecinoviejo de Bariloche y poseedor de una extensa documentación de toda la región,sostiene que la iconografía que hay del Fortín Chacabuco está totalmente idealizaday no se ajusta a la realidad de lo que era el Fortín, un campamento provisorio que tuvovida efímera ya que no había razones para su existencia luego de la campaña.

Sigamos cronológicamente con los hechos en la región de Tarful-Cuyín Manzano.Un dato invalorable lo suministra la mensura llevada a cabo por los agrimensores CarlosEncina y Edgardo Moreno en 1884, donde nuestra región aparece dividida en seccio-nes, correspondiendo a Traful la sección XXXIX que sólo llega hasta la mitad del lago(al oeste no figuran datos) y a Cuyin Manzano (con grafía Cullan Manzano) y el lagollamado Del Traful. En la sección XXXVII de la agrimensura, en la margen este del lago,en la confluencia del arroyo Cuyín Manzano y el río Traful y en la margen del río Limay,unos 1.000 m hacia el norte de Confluencia hay representadas tolderías, siendo las más

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numerosas las que se encuentran en la margen del lago. Los indígenas aún estaban allí,reapareciendo y negando la aseveración del General Villegas. Deben haberse escondi-do para regresar luego del paso de los militares por el área. Hay lugares para ello, o bienhacia la margen oeste del lago o en cuevas. Hay una muy grande en lo alto de la entradadel paso Córdoba que puede albergar un centenar de persona. Lo conocí ya que fuiconducido al sitio por un baqueano paisano de la región. Fue sondeadaarqueológicamente pero no encontré señales de ocupación reciente, salvo talla de ma-terial lítico en superficie, así que lo más probable fue la retirada hacia el brazo norte dellago Traful (lugar que no fue explorado por el ejército) o hacia Chile.

Estas son las primeras informaciones históricas del área. Antes de continuar conlos hechos que dan cuenta de la ocupación del área bajo dominio del Gobierno Nacio-nal nos referiremos al problema de las tierras luego de la ocupación militar.

La tierra

La política del Estado consolidado en 1880 fue continuar con la de anterioresgobiernos: Esto es la transferencia de las tierras públicas a través de la donación, laventa o la recompensa por servicios prestados a la nación. Esto trajo como consecuen-cia la concentración de la tierra en pocas manos (Bandieri, 2006).

La Conquista del Desierto determinó que las tierras ocupadas por los pueblos aborí-genes pasaran a ser patrimonio fiscal. El ordenamiento jurídico de las tierras ganadas alos aborígenes fue la ley N º 1532 de 1884 con la creación de los Territorios Nacionales.

Veamos los antecedentes de esta situación, ni la ley Nº 047 de 1878 llamada «Leydel Empréstito» que financió la campaña del Desierto», ni la Nª 1628 de «PremiosMilitares» de 1885 que premió con tierras a quienes la llevaron a cabo no fuerondominantes. En las áreas de frontera, como en la de la región que nos ocupa, la preocu-pación, al menos en el discurso oficial era fomentar la población y así asegurar lasoberanía por la disputa que se mantenía con Chile. Por ello inicialmente se recurrióa la ya existente ley de colonización Nª 817 llamada «Ley Avellaneda» que en prin-cipio no implicaba la propiedad del recurso hasta tanto no se cumpliese con la obliga-ción de poblar (Bandieri, 2006:3), se podían dar hasta 2 fracciones de 40.000 hectá-reas. En los territorios Nacionales se establecía un mínimo de 250 familias en 4 años,debiendo donar o vender a cada una de ellas una superficie no menor de 50 hectáreas,aparte de construcciones y provisión de víveres. Por esta norma se entregaron más de3.000.000 de hectáreas en Río Negro y Neuquén. De ellas el Estado cubrió un 8 %, el92 % restante fue dado a particulares.

Para fines del siglo XIX la mayoría de estas superficies era tierra no ocupada por esospresuntos colonizadores, en cambio si ocupadas de hecho por indios, chilenos y mestizos.En realidad no se cumplió la colonización y la ley de Poblamiento de 1891 Nº 2875, anulólas obligaciones de colonizar y se pudieron conseguir las tierras por donación o pagandoprecios muy bajos. Debían devolver un pequeño remanente e introducir capital en mejo-ras y hacienda. En realidad no se pobló y muchos vendieron las tierras con grandesganancias y otros las pusieron en producción pero sin colonizar. La ley no se cumplió.

También en 1882 se sancionó la ley Nº 1265 de «Remate Público», donde se podíacomprar desde 2500 a 40.000 hectáreas a $ 0,20 la Hectárea y se remataba en Buenos Aires

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previo aviso en los diarios porteños. Esta ley también establecía poblar y además poner unpequeño capital para mejoras. Tampoco se cumplió. Casi 1.500.000 de hectáreas se ven-dieron de esta manera en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay (Bandieri, 2006:4).

Una excepción la constituyó la «Ley del Hogar» la Nº 1601. Tomó como modelola colonización del oeste de USA y se sancionó en 1884. El intento era fomentar lacreación de colonias agrícolas pastoriles en los territorios nacionales, que podían serotorgadas a pueblos indígenas. Tal el caso de la Colonia San Martín para ValentínSauyhueque y su gente y la Colonia Cushmen en Chubtut para la tribu del caciqueNahuelquir (del linaje Ñancuche). Fueron muy pocas en número y fracasaron pues laley no preveía de los instrumentos adecuados para garantizar los objetivos de ella.Además los lotes eran de 625 hectáreas cada uno, esto es inadecuado para la prácticaganadera extensiva, en particular en tierras de meseta, como era el caso de los lotesque se daban (Bandieri, 2006:4). Es decir, lo poco adjudicado fue en las peores tierras.

Dada la situación caótica legislativa y la gran especulación con las tierras elgobierno nacional encaró una reforma de «Ley de Tierras» la que tuvo efecto con la Nº4167, que derogaba las anteriores. Esta ley pretendía distinguir entre diversas clasesde tierras y distintas adjudicaciones de venta y arrendamiento. Se creaban reservaspara pueblos y colonias agrícolas y la venta se restringía a 2.500 hectáreas en losarrendamientos y ventas, desapareció la donación directa y una firma no podía tenermás de 20.000 hectáreas. Si bien hubo más gente que pudo acceder a tierras, el hechode las exigencias de una inversión inicial de capital, limitó las cosas pero en definiti-va no impidió la adquisición de tierras por grandes terratenientes.

Aparte de estas leyes generales hubo en los territorios nacionales de fines del sigloXIX a principios del XX, 51 leyes especiales y 7 decretos a fin de adjudicar tierras engeneral como donaciones, sin fomento real del poblamiento.

En resumen, este panorama permite entrever que disponer de tenencia de tierrasera casi imposible para los antiguos dueños de ellas, salvo casos aislados como los deCushmen y la colonia San Martín.

La ley de «Organización de los Territorios Nacionales» que rigió hasta 1955,estableció sus limites (que es el de la actual provincia) y determinó la forma por lacual, cada territorio pasaría a adquirir un régimen representativo y posteriormente lacategoría jerárquica de provincia. Estableció nueve territorios nacionales ogobernaciones, a las que les fueron asignadas una división de poderes superficialmen-te similar al de las provincias. Sin embargo, los ciudadanos residentes en TerritoriosNacionales, no participaban siquiera en elecciones para presidente de la Nación, solopodían elegir autoridades municipales en los pueblos donde se hubieran creado mu-nicipalidades electivas (pueblos que en toda la historia de Neuquén abarcaron sola-mente una pequeña parte de su población total).

Cuál fue la población que se comenzó a ubicar en estas regiones. El primer dato losuministra en 1895 el segundo censo nacional que incluyó por primera vez a los territo-rios patagónicos. Las libretas originales de los censistas, consultadas en el ArchivoGeneral de la Nación (A.G.N.), aportan valiosos datos sobre la distribución, el sexo y lanacionalidad de los primeros pobladores del Neuquén, pero lamentablemente se tornacasi imposible deducir los nombres de las personas que ocupaban el área Traful- CuyinManzano, ya que el relevamiento se basó en un catastro dividido en secciones numera-

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das que no nos permiten individualizar cada poblado en particular, excepto en la cabe-cera departamental que en ese momento era Chos Malal (Silveira y Guindon, 2008).

En 1902, una nueva ley confirmó los límites de las divisiones y subdivisionesinternos de cada territorio e intentó esclarecer la ambigüedad con que se usaban lostérminos «departamento», «sección» y «distrito». Para el caso de Neuquén se estable-cía una nueva división departamental y de cinco departamentos numerados pasó atener doce con nombres, en ese momento Traful y Cuyin Manzano pasaron a formarparte del departamento de Los Lagos, situación que aún se mantiene.

Los pioneros

Para un primer momento, consideramos al período comprendido entre 1895, añode la rendición de Sayhueque y la llegada formal de Parques Nacionales en 1934.Además, si bien el recorte geográfico la se fijó preferentemente en el área Traful-Cuyin Manzano, el recorte no excluyó las referencias a otros puntos geográficos, yaque siempre los pobladores estuvieron muy relacionados con regiones vecinas, comoes el caso de Villa La Angostura y valle del Limay.

Durante los primeros años, los lotes existentes podían ser de propiedad particular,arrendados al fisco o simplemente ocupados de hecho. Para el área de Traful- CuyinManzano, este último caso merece especial tratamiento, ya que la mayoría de nuestrospioneros llegaron a la región sin titulo alguno, situación que los hacia aparecer con-signados como «intrusos» en aquella legislación existente, que no preveía una ocu-pación del suelo fuera de la condición de propietarios o arrendatarios. En este sentidose torna sumamente difícil, a partir de la información disponible en los archivosoficiales, contabilizar la cantidad de explotaciones en condiciones de ocupaciónefectiva y las superficies involucradas (Silveira y Guindon, 2008).

Los datos oficiales de los primeros pobladores corresponden a un censo efectuadoen 1914, a raíz de un decreto de 1906 que ordenaba realizar un censo general en losterritorios nacionales. De él se desprenden las primeras cifras generales correspondien-tes al flamante departamento de Los Lagos, que nos sirven de referencia general para laspoblaciones existentes en el momento, de nacionalidad argentina figuran 810 hombresy 709 mujeres, lo que suman un total de 1519 personas, en tanto que de nacionalidadextranjera figuran 1.011 hombres y 724 mujeres, que dan un total de 1.735 personas,seguramente la mayoría chilenos. El total de almas entre argentinos y extranjeros era de3.254 para todo el departamento (AGN, Censo General de los Territorios Nacionales de1914). Posteriormente hacia 1920 se realizó un nuevo censo general de los TerritoriosNacionales, y allí aparece por primera vez detallada el área Traful con cifras oficiales:181 pobladores rurales (AGN, Censo General de los Territorios Nacionales de 1920).

Sobre la base de los primeros datos cabe destacar que la mayoría de nuestrospioneros eran de origen chileno. Además, aunque el nombre fuera castizo, por logeneral este enmascaraba la ascendencia indígena. Atraídos por una tierra que lesofrecía un destino a la vez incierto y promisorio, creemos que aquellos paisanos queemigraron y se establecieron en el área, de alguna manera dieron continuidad a lahistoria de los mapuches que en el inicio de los tiempos históricos e incluso antes,atravesaron la cordillera y se mezclaron con los cazadores recolectores tehuelches.

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Incluso parece ser que algunos habían quedado. Aparte de lo hallado en la agri-mensura que comentamos, la tradición oral que recogimos de los antiguos pobladoresnos cuentan que «se hablaba de indios que habían quedado, eran buenos» y que «allídonde ellos dejaron sus cosas nada que haga el blanco perdura», una frase que estable-ce continuidad y pertenencia. Esto sería otra prueba que Villegas no exterminó a los«salvajes» en su paso por Traful.

Desde el punto de vista histórico, si bien es corto el tiempo que abarca este perío-do, el panorama es de un cambio total. Donde antes se levantaban las tolderías y rucasmanzaneras, tras el paso del ejército y los topógrafos la tierra comenzaba en los he-chos a cambiar de dueños.

Recordemos que en el País de Las Manzanas, una misma región pertenecía colec-tivamente a varios caciques, por tanto la fijación de nuevos límites políticos (tanartificiales y recientes como en el resto de la Patagonia) y la posterior transformaciónde los antiguos dueños de estas tierras en minorías étnicas, fueron los aspectos quecaracterizaron a la nueva organización territorial post campaña.

Un antecedente que de alguna manera reconocía la presencia de población enestas regiones tan lejanas, es cuando en 1899 el Poder Ejecutivo autorizó a la Gober-nación del Neuquén a conceder el pago del derecho de «talaje» a quienes hicieranpastar sus ganados en los campos fiscales del territorio: el precio mensual del talaje seestablecía en $ m/n 0,10 por cada cabeza de ganado menor. Sin embargo, esa normaera difícil de aplicar en un territorio tan extenso (Silveira y Guindon, 2008).

Llegados a este punto digamos que, aun si se toman como elementos de referencialas indudablemente bajas cifras oficiales, se comprueba cuánto había de ilusión y deengaño en aquellos textos de las leyes de tierras de 1903 y de Fomento de los Territo-rios Nacionales de 1908, que hablaban de estimular la subdivisión de las superficies,el acceso de pobladores sin capital y la colonización por parte de pequeños y media-nos propietarios. En la práctica, nada concreto se hacía para favorecer un proceso decolonización de este tipo (Silveira y Guindon, 2008).

Recién con el gobierno de Yrigoyen se suspendió la adjudicación de tierras enpropiedad y un decreto de 1925 autorizó a la Dirección General de Tierras y Coloniasa otorgar «permisos precarios de ocupación» de lotes pastoriles en territorios nacio-nales, haciendo explicito que los que no arrendaran ni tuvieran estos permisos seríanconsiderados «intrusos». Pero esta Dirección de Tierras y Colonias recién instalaríauna oficina en Neuquén en la década de 1930. Pero este es un antecedente de granimportancia para los primeros pobladores (Silveira y Guindon, 2008).

El cobro de derechos de pastaje fue la forma en que los pioneros de estas tierras serelacionaron legalmente con ella hasta la llegada de Parques Nacionales. El permisoprecario de ocupación y pastaje otorgaba solo la tenencia de la tierra, ya que a pesar delacto de dominio que el poblador ejercía sobre la superficie que ocupaba, se encontrabaejerciendo una posesión en nombre de otro que no era más que el Estado Nacional.

El asentamiento de los pioneros fue lento y modesto. Estuvo vinculado a unapoblación muy humilde de jornaleros, esquiladores y peones, en su mayoría como yadijimos, de origen chileno sumados a los indígenas que se habían quedado en laregión. Descubrir sus nombres, sus vidas de familia y sus destinos finales, es una

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región compleja que llega a nuestros días a través de entrevistas que hemos realizadoen el área con los descendientes directos de aquellos antiguos que «no llamaban aeste lugar Villa Traful sino Laguna del Traful» (Silveira y Guindon, 2008).

Cuentan hoy los nietos memoriosos que en 1908 llegaron María Inés Pafian, viuda deLivio, con sus tres hijos (Angelino, Juan y Antonia) y José Ángel Paicil, también viudocon sus tres hijos (tres mujeres y un varón que era Froilan Paicil). Ambos eran oriundos deLago Ranco (Chile) trabajaban en un primer tiempo con Justo Jones en la margen norte delNahuel Huapí, un beneficiado por la ley de Premios Militares que lo convirtió en propie-tario de una estancia y posteriormente llegaron a un arreglo con Newbery, para trabajar amedias como agricultores, comprometiéndose ambas partes a poner, uno el trigo y losotros los bueyes y la mano de obra. Por aquellos años, en La Primavera funcionaba elúnico molino de la zona. Antes de la partida, nos cuenta su nieta Dionila Calfueque Paicil,debieron tramitar un certificado de antecedentes que, firmado por el mismo Justo Jones en1905, la pareja trajo consigo a estas tierras, donde luego formaron una gran familia criandojuntos a los hijos Paicil y Livio (Silveira y Guindon, 2008).

Tres años después, llegaron otros puesteros con sus familias para sembrar, a me-dias, en la estancia La Primavera: Francisco Gatica, Ignacio Cheuque y Velázquez.

¿Quienes eran los Newbery? Eran dos hermanos que habían llegado a la Argentinade los EEUU, eran dentistas e instalaron consultorio en Buenos Aires. Tuvieron comopaciente al General Roca y también a oficiales de su entorno. Esta fue la llave parahacerse de tierras en la provincia de Neuquén, ya por compra a militares o por comprasdirectas. Estas se extendieron del norte del lago Nahuel Huapí hasta Traful, siendo laestancia la Primavera con sus 10.000 hectáreas en la margen este del lago la primeratierra con título en la región de Taful.

Dicen también, que mientras estuvo Newbery todo anduvo bien, pero cuando él sefue, y quedó al frente de la estancia su cuñado Santiago Taylor, los «medieros» co-menzaron a verse cada vez más presionados por las exigencias de una mayor propor-ción de lo cosechado. El arreglo había dejado de tener el aspecto de una sociedad, ylas condiciones iniciales se habían desdibujado, convirtiendo a los «medieros» o«tercianeros» en peones. Entonces los paisanos «se hicieron fuertes» y se negaron airse cuando intentaron echarlos (Silveira y Guindon, 2008).

En 1911 los Taylor intentaron desalojar a estas familias provocando un incendioque le quemó la población a los Gatica. En relación a este hecho, la incansable memoriade Dionila, no deja de señalar hoy cómo se resistió su abuela, María. Inés Pafian e intimóa los agresores a que la quemaran a ella dentro de su casa (Silveira y Guindon, 2008).

Otra familia de origen mapuche fue la de Adolfo Calfueque, hijo de MargaritaÑancuche que llegó con su padre desde Chile en 1922 y se casó aquí con Florinda,única hija del matrimonio pionero Paicil- Pafian nacida en Traful.

A cada familia asentada en el área Traful se le asignó una superficie delimitadanaturalmente por los arroyos que las separaban entre si. Cuentan los nietos que antes,los arroyos no tenían los nombres con los que se conocen ahora, sino que cada unollevaba el nombre de la población lindera. Así el arroyo La Tranquera por ejemplo sellamaba arroyo Paicil, porque constituía el límite de su población. Esta división serealizó alrededor de 1914, y estuvo a cargo del ingeniero y geógrafo Emilio Frey de la

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Dirección General de Tierras y Colonias (Silveira y Guindon, 2008).

En 1922 llegó don Olivero con su familia desde Bariloche, enterado de que aquíhabía tierras disponibles para trabajar. Vino a caballo y pilcheros (caballo que trans-portaba enseres personales) a través de una senda que salía de Confluencia. En esamisma década los Novoa provenientes de Chile, se instalaron en la margen norte delLago Traful. Más tarde, allí serán vecinos de los Fernández y los Cerda.

En la zona de Paloma Araucana (margen sur del lago Traful), se pobló con JuanaCayun de González y en el arroyo Minero don Feliciano Lagos adquiere el puesto deQuintriqueo (que según nos cuenta Alfonso Lagos era descendiente de un cacique).Su hijo Polidoro Lagos, se instaló con su familia en el campo de la Medialuna, quehabía pertenecido inicialmente a los Taylor. Abel y Arzobindo Lagos en cambio, seinstalaron en el área luego de haber prestado servicios como baqueanos en el avancedel ejército, según datos aportados por sus descendientes. Cuentan hoy los más anti-guos, que fue Polidoro quien trajo la primera trilladora a Traful (Silveira y Guindon,2008). Esta familia mantiene un juicio por tenencias de tierras con Parques Naciona-les y son los pobladores que tiene más ganado.

Para la década de 1930, con pocos años de diferencia, varias familias llegaron aesta zona en busca de campos para trabajar como jornaleros. Desde el Nahuel Huapivino a caballo don Francisco Gallegos y por Caleufú Rosendo Painepe, ambos con susrespectivas familias.

Los campos fiscales de Cuyin Manzano, también se poblaron en las primerasdécadas del siglo XIX con familias que se dedicaron a la cría de ganado y a la agricul-tura. Los pioneros fueron hombres y mujeres que, al igual que en el área Traful,hicieron trascender sus nombres hasta hoy: en 1914 el matrimonio Chamorro, deorigen español, se radicó en Cuyin (él chileno oriundo de Chillan y ella de Junín delos Andes) luego se instalaron sus vecinos Riquelme, Damas, Chandía, Zumelzu,Quintriqueo, Asencio y Cornelio (Silveira y Guindon, 2008).

Teresa Chamorro nos contó que su bisabuelo, era un inmigrante español que seinstaló en Chillan y allí formó su familia. Carlos, uno de sus hijos, fue quien en 1909 seinstaló en Cuyin Manzano, en las cercanías de un arroyo conocido localmente como«Arroyo Chamorro» donde hay dos manantiales y una arboleda muy antigua (que se-gún nos dijeron data de aquel año). Aquí tuvo ocho hijos (5 mujeres y 3 varones) quemás tarde entrelazarán sus vidas con los hijos trafulenses. La madre de Teresa, porejemplo, es la hermana mayor de Nerio Chandía poblador ahora de la margen norte dellago Traful al casarse con doña Leonor Cerda (Silveira y Guindon, 2008).

Según el poblador Sixto Martínez, también de Cuyín Manzano, los campos que éltiene en la actualidad fueron poblados en principio por un tal Catalan que no estuvomucho tiempo. Luego hacia 1904 vino Domingo Blanco también de Chile, que regresóa ese país dejando un hijo con nombre Gabriel Asenjo, quien luego de vender el campoen 1918- 1920 a un tal Ernesto Besanzo, se fue a vivir a La Lipela, paraje sobre el ríoLimay. En 1923 el fugaz propietario lo vende a su vez a Toribio Martínez (padre delactual propietario Señor Sisto Martínez) que había llegado de Gualeguay, traído por elSeñor Araon Anchorena para trabajar en la península de Huemul. La casa primitiva delos Martínez no se encuentra donde hoy la hallamos, cerca de la margen derecha del ríoCuyín Manzano, sino ladera arriba siguiendo un viejo camino de carretas que iba al

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Valle Encantado y de allí a San Carlos de Bariloche. Este era el camino que los antiguospobladores usaban para in a Bariloche en busca de artículos y provisiones, era unpesado y largo viaje en carreta de bueyes y que duraba varios días. A caballo con la guíadel Sr. Martínez recorrimos esa vieja senda hasta el punto más alto antes de la bajada alvalle Encantado. Todavía está transitable para una carreta o una moderna 4x4.

En nuestro intento de conocer la mayoría de los nombres de aquellos que seaventuraron a penetrar estas tierras, encontramos también datos acerca de personasque estuvieron de paso o no residieron permanentemente en la zona. Este es el caso deun extranjero que venía a comprarles oro a los mineros de los lavaderos ubicados en lanaciente del arroyo Minero, que luego perpetuaría con su nombre el recuerdo deaquellas actividades auríferas. La mención a Juan Crockett surgió reiteradas veces enentrevistas realizadas con antiguos pobladores de las cercanías del arroyo Minero,donde además fueron halladas bateas de madera utilizadas sin dudas para el lavado deoro. En las nacientes del arroyo Minero aún se conservan restos de las instalacionespara lavar el oro (Silveira y Guindon, 2008).

Segunda Etapa

Esta etapa comienza con la llegada de la Administración de Parques Nacionales,ya que la región quedó incorporada al Parque Nacional Nahuel Huapí cuando en 1934se crearon los Parques Nacionales.

La primera etapa registra la presencia de asentamientos humanos que básicamentepodemos reducir a los dueños de tierras con títulos y a «los pobladores», es decir losque no tenían títulos sobre ellas. El nuevo ordenamiento jurídico determinaba un áreaprotegida para la naturaleza y una relación con los pobladores que no tuvieron uncriterio uniforme, ya que criterios sociales y políticos determinaron normas cambian-tes a lo largo del tiempo, salvo para los muy pocos que tenían títulos.

Si bien las autoridades, admitieron inicialmente la presencia de los pobladoresinstalados con anterioridad, renovándole los permisos otorgados por la DirecciónNacional de Tierras y Colonias, restringieron sus actividades al establecer númerosmáximos de cabezas de ganado y prohibir totalmente, tanto la tala de árboles como lacaza de especies autóctonas.

El permiso precario de ocupación y pastaje «precario» otorgado por Parques Naciona-les tenía las siguientes características: a) era personal e intransferible, caducandoautomáticamente a la muerte del titular, b) como se otorgaba sobre las tierras del dominiopublico del Estado no generaba derecho alguno sobre la tierra, pudiendo la Administra-ción de Parques Nacionales cuando lo creyere conveniente disponer de la misma, previanotificación al interesado a quien se le concedía un plazo máximo de seis meses para eldesalojo, sin derecho a indemnización, solo la posibilidad de retirar las mejoras de supropiedad, c) la revocabilidad también podía surgir del que poseía la tenencia de la tierra.

En la práctica razones sociopolíticas dificultaron la aplicación del principio decaducidad de los permisos a la muerte del titular y la consiguiente recuperación porparte de la Administración de Parques Nacionales. Esas circunstancias, de hecho dieronlugar a que se individualizaran las medidas a adoptar circunscribiéndolas a cada situa-ción en particular. Así en muchos casos se revalidaron los permisos a descendientes

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directos de los colonos originales, en otros se otorgaron nuevos permisos y en algunosse resolvió el desalojo. En Traful – Cuyin Manzano encontramos ejemplos de la aplica-ción de estas tres medidas sobre diferentes familias (Silveira y Guindon, 2008).

Vale decir que las propiedades privadas preexistentes en el área fueron aceptadaspor la Administración de Parques Nacionales, ya que al tener títulos de propiedadnunca fueron intimados a desalojar el parque (ejemplo de la estancia La Primavera enTraful y Siete Cóndores en Cuyin Manzano).

La estrategia llevada a cabo por dicha Administración a través de los años, secentró en mantener una situación de precariedad de sus pobladores a fin de evitar unaconsolidación mayor de los asentamientos, buscando por esa misma vía el éxodovoluntario o simplemente esperando la caducidad jurídica de los permisos al falleci-miento de sus titulares (Silveira y Guindon, 2008).

Un análisis histórico de las políticas institucionales nos permite observar queestos permisos precarios surgieron en el marco de dos posiciones antagónicas subya-centes en las diferentes administraciones, una que pretendía colonizar y otra másortodoxa que pretendía mantener las áreas en estado de naturaleza y sin habitantes(Silveira y Guindon, 2008).

En esta etapa llegó otra oleada de ocupación, pero ya no es indígena, aspecto quemuestra cual fue realmente quienes estuvieron en estas tierras antes y a poco de lallegada militar y política del Estado nacional.

Entre ellos citaremos para 1935 la llegada a esta región de un: yugoslavo llamadoElías Dimitrivich que llegó primero a Buenos Aires, luego a Chubut y finalmente a Traful,donde contrae nupcias con María Antonia Livio (nieta de Maria Inés Pafian). Elías eraferroviario y venia trabajando en las vías, hasta que el tren llegó a Bariloche (1934) dondeconoció a su mujer. Hoy hay dos hijos de ese matrimonio que residen en Villa Traful.

En 1937 llegaron los Greznarik por el paso Perez Rosales, instalándose inicial-mente en la zona de Laguna Fria, para luego recalar en Villa Traful.

Ese mismo año llegaron Irma Vuilleumi y Herman Marti, un matrimonio de origen suizoque compró tierras en Traful con la venta de lotes ofrecidos durante la gestión de Bustillo.Este también fue el caso de Gertrudis Reising y su marido, arribados a la villa en 1940.

En 1944, llegó a la zona de Traful un grupo de obreros constructores, en su mayoríade origen italiano traídos por Primo Capraro, que venían trabajando desde el Correntosoy Angostura, se acercaron a estas tierras, uno de ellos, Pedro Longareti decidió quedarse.Aquí colaboró en la construcción de la casa para el guardaparques y Huinca – Lu que fuela primera residencia privada junto con La Primavera (Silveira y Guindon, 2008).

En 1945 Leoncio Olatte llegó a la villa desde Villarino por el camino de Confluen-cia con su mamá y su hermano Bernabé, que trabajaba en la estancia La Primavera.

En 1936 se crearon las villas veraniegas sobre la cadena de lagos que jalonan ellímite patagónico: Llao – Llao, Catedral, Traful y Mascardi. En base a este anteceden-te, posteriormente por decreto N° 3407 con fecha 4 de diciembre de 1947, se estableceel 30 de noviembre de 1936 como fecha oficial de fundación de la villa (Silveira yGuindon, 2008). Ese día se celebra la fiesta de los pobladores en Villa Traful.

Conforme las instrucciones impartidas por la División Geodesia de la Dirección de

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Parques Nacionales, el 25 de enero de 1940 se procedió al inicio de la mensura y subdivi-sión del área, que dio por terminadas el agrimensor Aníbal Riccheri el 31 de octubre de1944. Si bien ésta fue aprobada, cuatro años después, el 27 de septiembre de 1948, elConsejo de Mensura incorporó las modificaciones propuestas por el agrimensor CastoJulio Peña. Finalmente por decreto del Poder Ejecutivo del 16 de diciembre de 1948 N°38428 se aprobó la subdivisión definitiva para la villa (Silveira y Guindon, 2008).

Para fines de los años 30 se procedió entonces a la venta de tierras en Traful, perocon poco éxito ya que no reunían las ventajas de ubicación que si tenían las otrasvillas. La Villa no contaba aun con la instalación de agua corriente, luz eléctrica,muelle, juzgado de paz, estafeta postal, escuela o capilla. Como resultado diremosque no hubo arrebatos por estas tierras de Villa Traful.

En el «Pliego de condiciones para el ofrecimiento publico de los lotes del pueblode Traful, en el Parque Nacional Nahuel Huapi»,5 se especificaba el modo en que sellevarían a cabo las adjudicaciones (por licitación), las condiciones en que se ofre-cían, las obligaciones que deberían cumplir los que resultaran beneficiados, los pre-cios básicos del ofrecimiento y las restricciones para los lotes ubicados en ambaszonas (residencial y comercial). No era una oferta para pobladores humildes comoeran la mayoría de los que estaban viviendo en la región (Silveira y Guindon, 2008).

Esta intención de admitir en los Parques Nacionales el régimen de la propiedadprivada (dentro de cierta medida y aun en tierra de dominio público) está expresadaen el art. 22 que en su inciso I dispone:

«Facúltese al Poder Ejecutivo a excluir de la declaración de dominio publico establecidaen el art. 5°, las fracciones de tierra que a su juicio sean necesarias para la formaciónde centros de población o instalaciones de hoteles etc, en los Parques Nacionales deNahuel Huapí e Iguazú, dentro de la superficie máxima de 5.000 hectáreas» (Silveira yGuindon, 2008).

Al realizar un balance de esta primera administración en relación a la tierra, obser-vamos que con su política de fomento y poblamiento de estas regiones fronterizas, seautorizó a los pobladores preexistentes que tenían permisos otorgados por la entoncesDirección Nacional de Tierras y Colonias, a permanecer en el parque. Se le fijó a cadauno una superficie destinada a cultivos y un cupo de hacienda (generalmente el quedeclaraba poseer al momento de intervenir Parques Nacionales). Cada permisionario,debía declarar anualmente la cantidad de hacienda, solicitar autorización para intro-ducir mejoras y pagar anualmente el canon de pastaje.

Pese a la prohibición de explotar la madera, en Villa Traful se permitieron dosaserraderos, cuya madera estaría destinada a la construcción y a vialidad. Estuvieronubicados, uno en el arroyo La Maquina y el otro en la entrada de la villa. Allí, nosolamente se emplearon temporariamente buena parte de los pobladores del área, cor-tando maderas con trozadora y hachas o acarreándolas con bueyes, sino que además seconvirtieron en lugares de encuentro y sociabilidad. Cuentan hoy los antiguos que,mientras funcionaron los aserraderos, los chicos iban a jugar al aserrín, los grandes sejuntaban a guitarrear y las mujeres les preparaban la comida a los hombres que trabaja-

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ban allí. Pero esto sólo fue hasta la década del 50 ya que luego se cerraron y provocó quemuchos pobladores perdieran fuentes de trabajo (Silveira y Guindon, 2008).

Tanto en Traful como en Cuyin Manzano, el año 1944 es tristemente recordado porlos antiguos pobladores de la zona, como el año de la gran nevada que aisló a ambosparajes, mató a sus animales y echó a perder las cosechas. Durante ese mismo año lareducción del presupuesto destinado a Parques Nacionales, a raíz del desorden financie-ro provocado por el terremoto de San Juan y su reconstrucción, se sumó a la renunciapresentada por Bustillo, en total desacuerdo con la gestión del General Farrel y las ideasque desarrollará posteriormente el general Perón (Silveira y Guindon, 2008).

Durante el inicio del gobierno de Perón el organismo pasó a depender del Minis-terio de Obras Publicas, como Dirección de Parques Nacionales y Turismo, y poste-riormente como Administración General de Parques Nacionales y Turismo. Fue de talimportancia y envergadura la actividad que desarrolló en lo turístico, que llegó ahabilitar su propia oficina de turismo en la ciudad de Nueva York en el año 1949.

Sin embargo, la relación con el sector turismo finalizó en 1951, año en el cualvolvió a depender del Ministerio de Agricultura, quedando la competencia de dichosector en la órbita del Ministerio de Transporte.

En lo que concierne a los pobladores, es necesario destacar que en este período seprodujo una notable transformación en sus condiciones materiales de vida. Pasaronde ser «pilares de nuestra soberanía» como había pretendido Bustillo, a elementosincompatibles con el objetivo de conservación (Silveira y Guindon, 2008), por lomenos al inicio de esta nueva gestión, pues hubo consideraciones sociopolíticas queatenuaron este enfoque.

El turismo social que se impulsó en esa época tuvo poca importancia en estaregión, aunque Traful fue parte de los circuitos del turismo e incluso se habilitarondos Hosterías y algún camping. Para los pobladores fue una fuente de trabajo aunquede poca envergadura.

Luego de la caída del gobierno del General Perón un nuevo contexto sociopolíticoenmarcó la gestión de Parques Nacionales. En cuanto a la actividad desarrollada por lainstitución, cabe destacar la vuelta a criterios aún mas estrictos de conservación del patri-monio natural, por lo que en todos los casos las áreas declaradas protegidas se calificaroncomo parques o sea como áreas intangibles donde se desecha su utilización turística.

En 1968 se iniciaron los planes para la puesta en marcha de la primera escuela deguarda parques, aunque estos existían, pero el objetivo era consolidar un sistema devigilancia y control de las áreas protegidas con personal capacitado y preparadoespecialmente para esos fines.

En 1970 se introdujeron modificaciones a la ley de Parques Nacionales, tendien-tes a perfeccionar la calificación de las características de las áreas protegidas adminis-tradas por el Estado Nacional, diferenciando Parques y/o Reservas Nacionales y Mo-numentos Naturales (Ley 18.594), categorías que hoy subsisten en la actual ley. A raízde esta ley se realizó una zonificación de los Parques Nacionales, que posteriormenteaprobará la Ley Nacional N° 19.292 del año 1971 (Silveira y Guindon, 2008).

En la década del 70 la villa vive cambios como la provisión de energía eléctrica,puesto sanitario, destacamento policial, casa para guarda parque y Comisión de Fomento.

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Estos son aspectos de crecimiento y que hace más llevadera la vida para los pobladores.

Hacia 1980 se sanciona la ley N° 23.351 de Parques Nacionales, que introdujo enel manejo de las áreas protegidas los criterios que aplicó en todas las esferas delgobierno: la «doctrina de la seguridad nacional».

«A los fines de la presente ley podrán declararse Parques Nacionales, MonumentosNaturales o Reservas Naturales las áreas del territorio de la Republica que por suextraordinarias bellezas o riquezas en flora o fauna autóctona o en razón de un interéscientífico deben ser conservadas… con ajuste a los requisitos de Seguridad Nacional.[…] las mismas serán mantenidas sin otras alteraciones que las necesarias para ase­gurar su control y la atención del visitante tal como lo establece el articulo 4° de la LeyN° 18.594, alteraciones a las que el proyecto agrega, con carácter de excepcionales,aquellas que corresponden a medidas de Defensa Nacional, adoptadas para satisfacernecesidades de Seguridad Nacional» (Art 1° y fundamentos de la Ley N° 22.351).

Si nos interesamos de como fueron las relaciones con los ocupantes aborígenescon Parques Nacionales, que en realidad se extendía para todos los ocupantes detierras que no tenían títulos de propiedad, se pueden resumir en palabras de unapobladora actual Hayde Quintupuray (nacida en Villa Trafu), que ahora reside en lacabecera norte del lago Correntoso, paraje muy cercano a Traful).

En una entrevista realizada en el año 2001 dijo:

«Era tan fácil instalarse, vió, no lo molestaban, por eso todo lo que se ve limpio lohicieron los abuelos […] O sea que en ese tiempo ya estaba Parques Nacionales, ellostuvieron que hacer una reunión todos los familiares para ver quien quedaba de loshermanos para seguir y así lo nombraron a mi papa, tuvieron que ir al juez, hacer unacta […]» (Historias de Vida, 2006:9).

Originalmente a Juan Antonio Quintupuray le dieron un permiso de ocupación ypastaje provisorio al 14 de noviembre de 1838. Posteriormente los Quintupuray consi-guieron autorización en 1954 para operar con una Hostería, que al año 2007 aún funciona,destacándose como la única que en la región que pertenece a descendientes de mapuches.

Juan Quintupuray era un mapuche chileno nacido en Osorno, aunque hay datosque en 1879 estaban en el Correntoso cuando llegó la avanzada del ejército a la zona.Es probable que migraran y luego volvieran hacia 1907. Sus padres eran DomingoQuintupuray y su madre María Treuque. Su hijo Isidoro es el padre de la informanteHayde. Se casó con una Gatica, cuyos padres eran Doña Isidora Gatica de Gatica y elpadre Torres Gatica y ellos criaron a Hayde. Hay más en el relato:

«mira, yo le digo la verdad, los que vivimos en Parques no vivimos tan dignamente,vivimos ajustados, cualquier cosa que querés hacer tenés que escribir nota, tenemos queesperar que vuelva. No es fácil vivir en Parques. Tenés que cuidarte de muchas cosas,cuidarte mucho, si te zafás un poquito ya te van anotando lo que hiciste, si está la tercera,

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te fuiste, es muy bravo, por suerte nosotros nunca tuvimos algo raro, siempre mi paparespeta mucho» (Historias de Vida 2006:19).

Mencionemos que hacia la década del ‘70 se produjeron violentos desalojos. Uncaso emblemático es el de la familia Iturra, desalojada el 30 de abril de 1977 del parajePaloma Araucana (que hoy sirve de camping libre a los turistas), en la margen sur dellago Traful. La gendarmería (asistida por las autoridades locales como la policía, juezde paz y guarda parques de Angostura) tenía ordenes de desalojar a aquellos portado-res de certificados, en los que no coincidieran los apellidos registrados inicialmentepor la Dirección Nacional de Tierras y Colonias, con los de los permisos otorgadospor Parques Nacionales a sus descendientes directos. Ese fue el caso de don FranciscoIturra, hijo adoptivo de doña Juana Cayun de González, pobladora pionera de PalomaAraucana. En 1944 con la muerte de doña Juana su hijo, que ya había formado familiacon Ermelinda Calfueque, siguió pagando los pastajes a Parques Nacionales. No obs-tante, el absurdo de trabajo, hicieron que Francisco no pudiera impedir el desalojo delas tierras que le pertenecíane la legalidad sumado a la falta de influencias que engeneral tienen los hombres d, solo por ser hijo de crianza (Silveira y Guindon, 2008).

Si bien sólo los hijos legítimos heredaban el derecho de ocupación, hay casos de hijoslegítimos que terminaron en desalojo. Don Juan Torres casado con Carmen Quintriqueo,llegaron a la región en l912 trabajado en la estancia La Primavera, de allí fueron alCorrentoso siendo vecinos de los Quintupuray. Con fecha 20.08.1937 Parques Naciona-les les dio el permiso de ocupación y pastaje precario. A la muerte de Juan, que gozaba demuy buen concepto (informes guarda parques), su hijo Guillermo fue considerado intrusoen 1969 (dictadura de Onganía). Luego de muchas intimaciones se cumple el desalojo enel año 1982. Hoy sólo quedan los árboles frutales plantados por Torres.

Otro caso es el de la familia de Juan Miranda que vivía en el Portezuelo (camino aVilla La Angostura saliendo de Villa Traful) desde 1930 y con permiso de Parquesdesde 1936. El era chileno, a su muerte a sus hijos argentinos, se les niega el permisoy son desalojados en 1980, 5 años luego del fallecimiento del padre. Hay más casos:

«y asi fue en Cuyin Manzano. Yo me acuerdo de esos tiempos, yo tendría 16 años (1944)cuando estuvieron molestando a los viejitos con el desalojo, como en ese tiempo yo mededicaba a la pluma me dirigí directamente a la Central (Bariloche), y plumeé a dos deesos, después se quedó todo tranquilo […] Y si los tránsfugas que eran los empleados,no tanto los de arriba, los guarda parques hacían la tramoya, cuando encontraban unpoco de debilidad empezaban. Hacían mucho abuso, en la zona de Traful hasta hanquemado algunas casas, iban con el juez y el comisario todo arreglado entre ellos […]En Villa Tradul un tal Dionilo Leiva lo sacaron así, le prendieron fuego a la casa.Después a otros que viven del otro lado del Traful, en la costa norte, a esos tres veces losdespojaron, pero los muchachos armaron su casilla otra vez, los Fernández, en latercera vez le quemaron la casa» (Historias de Vida, 2006:43-44).

Otro caso fue el de la familia Novoa de origen chileno, establecidos desde ladécada de 1920 en la margen norte del lago Traful. De ello fui testigo ya que conocíal matrimonio, muy mayores en el año 1982, que fueron informantes de sitios arqueo-

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lógicos al punto que una cueva que excavamos cercana a la casa la denominamosCueva Novoa. Al regresar en el verano de 1983 me enteré de la muerte de la Sra. Novoay que su marido estaba muy enfermo e internado en Bariloche. La casa estaba quema-da con partencias de la misma entre los restos.

Con los permisos de ocupación hay otro punto, ningún poblador podía tener más deun asentamiento permitido. Don Nerio Chandía poblador en la actualidad en la margennorte del lago Traful, con ancestros mapuches, fue alguien con quien tuve mucho con-tacto en mis investigaciones arqueológicas, en particular con las que se efectuaron en lamargen norte del lago y llegué a tener un fuerte vínculo afectivo con él y su esposa DoñaLeonor Cerda, que aún mantengo ya que en e1 2007 nos reunimos en su casa. La familiade Chandia era de Cuyín Manzano y sus padres tenían allí permiso como ocupantes.Nerio se casó y se fue a vivir a la margen norte en donde Leonor Cerda tenía casa ypermiso de ocupación heredado de su madre. A la muerte de sus padres Chandía pidió lacontinuación de ocupación en Cuyín Manzano. De ello doy fe porque a pedido de DonNerio entregué en la Administración de Parques Nacionales en Buenos Aires una notadonde se tramitaba el pedido y seguí el trámite de la misma. Cuando se resolvió lainstancia administrativo en ella se notificaba que en el caso de Chandía él podía optarpor una u otra de las ocupaciones, no se podían agregar. Resolvió seguir en la margennorte y perdió todo derecho sobre Cuyín Manzano.

El recuerdo de todos estos hechos también forman parte de la memoria, tantoindividual como colectiva de nuestra región, de lo que llamamos en su momento «elinfortunio de ser poblador» (Silveira y Guindon, 2008).

La primavera de 1983, trajo consigo un nuevo período democrático que, a nivelregional marcó el inicio de la organización comunal. Aquel pueblito de casas hechasde madera, rodeadas de huertas y jardines, contaba para la década de 1980, con 77viviendas y 94 habitantes (51 varones y 43 mujeres).6 En la mayoría de los casos, setrataba de los hijos y nietos de pobladores originales que, junto con los hombres ymujeres venidos de otras tierras, continuaron haciendo la historia de la villa.

También hubo cambios en el ordenamiento jurídico de los Parques Nacionales, el31 de octubre de 1985, se promulgó la ley 23290 en la que se modificaron los límitesgeográficos del Parque Nacional Nahuel Huapí. Vale decir que se desafectó parte de latierra de los límites de Parque Nacional y se transfirieron, a título gratuito, a la Provin-cia de Neuquén (ello con algunas mínimas condiciones como la de no enajenación).La ley 23.291 del mismo año especificó por su parte, la cesión a la provincia de lastierras ubicadas en el Parque Nacional Nahuel Huapí dentro de la cual se encuentra lapoblación denominada Villa Traful (Silveira y Guindon, 2008).

Durante la década de 1980 se insinuó con más fuerza una paulatina inserción delos pobladores a través de su transformación en prestadores de servicios turísticos:atención de campings, venta de productos regionales, etc. Al tiempo que, la artesaníalocal, como la fabricación pan, empanadas, tortas fritas y dulces, se convirtió en unafuente de ingresos adicional que, hasta hoy en día se brindan, a lo que se agrega laactividad ganadera (venta de carne vacuna, de corderos y chivos, lecha, cueros, etc.) yactualmente como guías de caza de ciervos colorados, ya que ahora se permite cazarestos ciervos exóticos que fueron introducidos en el área a comienzos de siglo XX yhan proliferado mucho.

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Ya para 1991, la población total de la villa era de 169 habitantes, y para 2001ascendía a 405 habitantes (211 hombres y 194 mujeres).7 En esta etapa, podemos distin-guir claramente una paulatina complejización en la organización sociocultural del área,con tres niveles principales de articulación: familiar, comunitario e intercomunitario.

Cuyín Manzano en cambio ha permanecido casi sin cambios, un ámbito rural,donde el centro lo constituye la escuela que sostiene la provincia de Neuquén ydonde los niños están internados en el período escolar en su gran mayoría. Es en esteparaje donde se halla la estancia Siete Cóndores que está ubicada entre parte de CuyínManzano hasta el río Traful y la ruta provincial N° 65 (la que va a Villa Traful). Losdatos más antiguos aportados por los pobladores se remontan a la década de 1930,cuando era alquilada y posteriormente comprada por la familia Creide. Luego de lamuerte de Simón la propiedad fue heredada por su descendencia que años mas tarde sela vendió a Reynal (por ese entonces dueño de Austral Líneas Aéreas y de un impor-tante emprendimiento turístico llamado Sol Jet que incluía el Hotel Austral deBariloche). El empresario se asoció con un banquero suizo – francés llamado GerardLeroux, quien pagó 500.000 dólares y encantado con el lugar invirtió en las mejorasde la estancia. «El francés puso la plata pero los papeles estaban a nombre del argen-tino» cuentan los pobladores. Estos sucesos se dieron en la década del 70. Este francésno sólo estaba profundamente atraído por el paraje, sino que se ocupó de organizareventos, reuniones y fiestas tradicionales. Pero éstas no eran sólo para invitados espe-ciales o europeos, sino también para los paisanos y pobladores de la región, queconcurrían a una fiesta anual atraídos por la entrega de premios de sus «búsquedas deltesoro» como del tradicional asado de corderos con empanadas regado con vino.Recuerdan que el único requisito para concurrir a esta fiesta era llevar vestimenta«gaucha». Recuerdan los pobladores «que si alguno no llevaba pañuelo al cuello, ahímismo en la entrada tenia un cajón con pañuelos para que se pusiera quien le faltara».

La destreza de los jinetes en competiciones como la doma o la tradicional «sorti-ja» eran premiados con medallas, copas o fajas, labradas con cabezas de cóndores einscripciones alusivas a la elección del «gaucho perfecto». Incluso hizo confeccionarpañuelos con motivos del arte rupestre del Alero Las Mellizas.

Este ciclo de fiestas anuales que le habían dado una vida especial a Cuyín Manza-no, culminó en la década del ‘80 cuando Reynal inicia un juicio contra Leroux, al queen el fondo había estafado. Amargado por lo sucesos se retira a Europa y nunca másregresó.

Queda el recuerdo en los pobladores del francés que solía visitarlos en sus modes-tas casa y matear con ellos y que además se interesaba en las artesanías que solíacomprarles. Hoy la estancia fue comprada por el Sr. Migues y sólo se dedica a activi-dades rurales.

Resulta casi irónico que este francés tuviera estas vivencias tan genuinas por lospobladores, aspecto que sólo rescatamos del fallecido obispo de Neuquén MonseñorNevares y también de Mauricio Lariviere, heredero del la estancia La Primavera.8

También cabe destacar la gran preocupación comunitaria que en Cuyin Manzano,llevó a Teresa Chamorro a acaudillar, de alguna manera, la iniciativa de las mujeres enla fabricación de dulces y tejidos a fines de la década del ‘80.

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Siguiendo con los hechos sucedidos, recordemos que el 10 de enero de 1994, sepromulgó la ley 24302 que establecía qué porciones de tierras se desafectaban delParque Nacional Nahuel Huapí, y sobre qué territorios Parques Nacionales manten-dría el dominio. En cuanto a esto último, el art. 3 apartado d, especifica que se manten-drá dicho mando sobre los lotes 1 y parte de la actual Villa Traful. Más allá de loexpuesto sobre estos territorios, y en la confusa inteligencia de las normativas aludi-das, el art. 4, establece cuáles de las tierras fiscales ubicadas dentro de la actual VillaTraful, pasarán a dominio provincial libre de todo compromiso.

Siguiendo con el breve análisis de algunas de las normas existentes, nos encontra-mos con la ley 25323, promulgada en fecha 27 de diciembre de 2001. En la misma, semodificaron y quedaron sin efecto los límites territoriales del Parque Nahuel Huapíimpuestos en la ley 23290, y se sustituyen por los nuevos que en ella se detallan.

El traspaso significó sin dudas el fin de una etapa, no obstante, a nivel regional, laadministración comunal continuará confiada a una comisión de fomento encabezada ycompuesta por pobladores locales, que para fin del 2007 por haber llegado a 500 habitan-tes preveía una elección comunal, con intendente elegido por los habitantes de la Villa.

Hay que agregar unas palabras sobre el accionar de la provincia de Neuquén sobre elParque Nahuel Huapí. En primer lugar sostuvieron un pleito con la Nación por loslímites del parque con la provincia, sosteniendo que buena parte de Cuyín Manzanopertenece a la provincia. Incluso visitaban a los ocupantes y éstos pagaron un doblepastaje, ya que lo hacían a Parques Nacionales y a la provincia con la esperanza que siesta ganaba el pleito se les prometía títulos sobres las tierras. Desconocemos cual es lasituación del pleito que se encontraba a resolución en la Corte Suprema de Justicia. Detodos modos la provincia mantiene una constante relación con los pobladores, no sóloen la villa sino también en ámbitos rurales. Nos enteramos que luego de nuestra visita enel verano del 2007, a los pobladores Chandía y Fernández de la margen norte se lesinstalaron paneles solares para que tuvieran electricidad. Por cierto que los pobladorestiene una visión mucho más favorable de la provincia que de Parques Nacionales.

Si resumimos la historia de los ocupantes, la palabras de Hayde Quintupuraypresenta la visión que el ocupante percibió y aún percibe de Parques Nacionales, quemás allá de todos los hechos que hemos relatado y de los cambios institucionales quevivió Parques Nacionales mantiene una situación de tensión, aunque en los últimosaños ha habido preocupación en Parques Nacionales para mejorar esa relación, peroque poco se ha reflejado en esta región.

Terminamos esta conferencia recordando que en el verano del 2007, como ya semencioné, estuve en Villa Traful, donde aún los pobladores aún sienten una relaciónque podemos calificar como de «desinteligencia», salvo alguna notable excepciónque han manifestado, perciben al guarda parque y a la Institución por extensión, comoun contrincante peligroso y que puede hacerles daño. Quizá un síntoma fue la charlaque en la sala comunitaria brindé a los pobladores en marzo del 2007, con motivo dellibro próximo a salir sobre la Prehistoria y la Historia del área. Concurrieron poblado-res descendientes de aborígenes, pobladores, habitantes de la villa, guías locales yguarda parques provinciales. Los de Parques Nacionales no concurrieron, fue casuali-dad o un síntoma de lo que hemos recogido en cuanto a la vida de los pobladores dela Villa y alrededores rurales de cómo los guarda parques se relacionan con la gente.

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Notas* Conferencia presentada durante las VII Jornadas de investigadores en Arqueología y

Etnohistoria del centro-oeste del país (Nota de los Compiladores).

1 Nótese que la grafía no es Cuyín Manzano.

2 Nótese que la grafía no es Traful.

3 Así es como nos contó Cesar Chamorro que figuraba en las guías editadas en la década de1930 cuando él trabajaba en el correo.

4 Comunicación personal con Teresa Chamorro.

5 Memoria General de la Administración de Parques Nacionales del año 1937, pp. 184.

6 INDEC. Censo Nacional de Población. Cifras definitivas para las localidades de menosde 1000 hab.

7 INDEC. Censo Nacional de población y vivienda 1991 y 2001. Cifras definitivas. Para elcaso de Cuyin Manzano los datos aportados por este organismo ubica a su población enel rubro «población rural dispersa».

8 La estancia La primavera fue adquirida en 1936 por Felipe Lariviere. A su muerte sedividió en dos fracciones de unas 5.000 hectáreas cada una. La que se situaba en lamargen derecha del río Traful, quedó en poder del Felipe Lariviere hijo, que luego lavendió al millonario norteamericano Ted Tur ner. La otra fracción, en la margen izquierda,pasó a poder del otro hijo, Mauricio Lariviere y tomó el nombre de «Arroyo Verde».

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Aproximaciones sobre los nuevos movimientos sociales.Hacia una nueva configuración de identidad

Romina Soledad Bada*y Laura Fernández**

* Universidad Nacional de Río Cuarto - **Instituto de Estudios Superiores Universitarios ySuperiores no Universitarios Fundación Cervantes

Contacto: [email protected] - [email protected]

A la hora de dar explicaciones acabadas acerca de lo que resulta el fenómeno delos Movimientos Sociales y Nuevos Movimientos Sociales, nos encontramos en nuestrorecorrido teórico con una problemática ya observada por algunos teóricos, dichaproblemática se refiere al abordaje epistemológico de los movimientos sociales, queo bien caen en reduccionismos ya sean de carácter político o metodológico, o bientienden a dejar cuestiones fuera del alcance teórico.

De aquí que surge nuestro interés por aproximarnos a una temática que desde ya sepresenta incontrovertible, de modo que resulta difícil de profundizar con claridad en ella.

De manera tal es que nuestra intención es realizar un esbozo, a modo introductorio,de algunas consideraciones que en un futuro requerirán de un trabajo más exhaustivo;pues el nuestro, será un intento a modo de plataforma para futuras investigaciones.

Nuestra posición parte de la propuesta de autores como Alberto Melucci y AlainTourain en relación a dos ejes; por un lado la cuestión de cómo se construye la ‘accióncolectiva’, en tanto que construcción social y por otro lado qué similitudes y diferen-cias giran en torno a los términos: «Movimientos Sociales» y «Nuevos MovimientosSociales», desde las nuevas perspectivas del sujeto como constructor de identidad.

Nuestro análisis tomará entonces como punto de partida las dos orientacionestradicionales de los fenómenos colectivos, para visualizar el lugar que ocupa el ‘actorsocial’ como engranaje de lo que luego constituirá la ‘acción colectiva’. Tales orien-taciones son: la psicología de masa y la sociología del comportamiento colectivo.

La primera acentúa los factores de imitación, irracionalidad, contagio o sugestión,y la segunda, abarca la ‘acción colectiva’ en tanto respuesta reactiva a la crisis odesorden del sistema social.

En tal sentido, coincidimos con la crítica de Alberto Melucci a estas orientacio-nes, entendiendo que las mismas tienden a analizar la ‘acción colectiva’ como ‘acción

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sin actor’, esto es, la suma sin conexión de acciones individuales, como así también al‘actor sin acción’, lo que implica fundamentos objetivos del fenómeno observando laestructura social de manera que la acción se deduce del análisis de las condicionessociales que los actores parecen tener en común.

La cual, según Melucci no resuelve el planto Marciano de «cómo pasar de la claseen sí a la clase para sí, de las condiciones de clase a la acción de clase» (Melucci, 1990).

Con lo cual podemos observar aquí que tales orientaciones comparten desde laperspectiva del autor, dos enunciados epistemológicos.

El primero, aborda la ‘acción colectiva’ y el ‘actor social’ en tanto que, datoempírico unitario, adquiriendo de dicho fenómeno consistencia «ontológica», ya quela realidad colectiva se asume como unidad.

Este primer enunciado incluye el segundo enunciado, ya que se vincula estrecha-mente con el proceso de cosificación del fenómeno ‘colectivo’, asumiendo la consis-tencia de dicho fenómeno en la implicancia de la ‘acción colectiva’ en términos de«algo dado», reduciendo de este modo la posibilidad de una mayor investigación.

Es a partir de aquí donde se centra nuestro interés en el análisis; pues posiblementesea este el punto de fragilidad a la hora del abordaje de dichos fenómenos, pues, alconsiderar las bases y los alcances de la percepción epistemológica tradicional, desdeun perspectiva «ontológica», es decir en tanto que, dato empírico unitario, surgiría enuna primera instancia la fragilidad de dichos enunciados al momento de aplicarlos alos fenómenos sociales.

La debilidad de tales enunciados nos invita a profundizar en la revisión acerca delas estructuras cognoscitivas y los sistemas de relaciones necesarios para la acción.Entendemos, entonces, que lo que debe ser explicado en muchos de los análisis de la‘acción colectiva’ es, la categoría de este ‘actor’ que tiende a ser unificado en tantoque objeto de análisis.

Si los fenómenos sociales colectivos tienden a una perspectiva epistemológica uni-taria, es decir, «ontológica», nos mueve a revisar en qué términos se aborda el conceptoclave, concepto de ‘actor social’ y en qué categoría se enmarca la identidad de este actorque constituirá la acción colectiva, que lo inscribe en tal registro de análisis.

Y tal vez, lo que resulta una obviedad, no lo sea a la hora de volver sobre algunossupuestos básicos de las Ciencias Sociales, en busca de esclarecer la dinámica actual de larealidad, esto es, revisar algunas categorías de análisis para aproximarnos, tal vez a lanecesidad de establecer nuevas categorías epistemológicas, que conducirían a la críticade la concepción de identidad, desde donde se construye la plataforma de la Modernidad.

Para que exista la acción primero tiene que existir un actor, dicho actor, ¿desdedónde será abordado?; ¿cómo se presenta la identidad en el mismo?, para luego enten-derlo en términos sociales: ¿cuáles son los procesos y relaciones a través de los cualeslos individuos se implican en la acción colectiva?

Comencemos por el principio; realicemos un breve recorrido por el concepto deIdentidad.

Ha sido común en gran parte de la tradición filosófica considerar que el fundamen-to del principio lógico de identidad se encuentra en el principio ontológico, o bien

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que ambos son aspectos de una misma concepción; aquella propuesta por Parménideshace 2.500 años, la cual indica que, siempre que se habla de lo real, se habla de loidéntico, la idea de Identidad parece ser entonces, el resultado de una cierta tendenciade la razón, razón identificadora tan preciada en la historia de la filosofía. Con lo cual,la identidad sería aquella inevitable tendencia de la razón a reducir lo real a lo idén-tico, sacrificar la multiplicidad a la identidad con vistas a una explicación.

Siguiendo con nuestro recorrido Aristóteles, cuando trató la cuestión de definir laidentidad, observa que dicha noción se da en varias formas: «una unidad de ser»,unidad de una multiplicidad de seres o unidad de un solo ser tratado como múltiple(Aristóteles, Metafísica).

En resumidas cuentas, no realizaremos aquí un tratado histórico-filosófico acercadel término sino solamente indicar que el racionalismo se ha inclinado a pensar que lanoción ontológica o metafísica de identidad tiene una forma lógica, y que el princi-pio lógico de identidad tiene alcance ontológico.

Tal posición fue duramente atacada por Hume, esto se ve reflejado especialmenteen la crítica que el filósofo realiza a los que pretenden que hay un «yo», que essustancia, y es idéntico a sí mismo. Hume consideró que el problema de la identidadpersonal es insoluble, y se contentó con la relativa persistencia de semejanza, conti-güidad y causalidad de las ideas.

Avanzando en el tiempo la filosofía contemporánea ha examinado el problema dela identidad de diferentes modos.

Heidegger en «Identidad y Diferencia», indica que la fórmula A=A se refiere a unaigualdad, pero no dice que A sea como «lo mismo». A la igualdad, entonces nopodemos representarla como mera unicidad.

Tal vez este breve recorrido de fundamento a la posibilidad de captación de unaidentidad sustancial que nos constituye como sujetos epistemológicos posibles o node análisis; de allí la imposibilidad de captar los procesos generados por los sujetosen relación al dinamismo permanente de los mismos. Creemos que esta manera deabordar la constitución de los sujetos desde una perspectiva ontológica heredada dela tradición no nos permite pensar los cuerpos, la sociedad, la historia y la verdad(categorías éstas fundamentales para el fenómeno que nos ocupa) en tanto que proce-so, es decir, como un algo que está siendo construído y deconstruído en el ámbito delas relaciones sociales.

Pues, desde esta perspectiva, los ‘actores sociales’ no son cosas, no son substratos,es decir, no son sustancias con una esencia pre-dada que se autodesarrolla, sino másbien, que el «ser» de los mismos se construye en relaciones «entre» hombres y cosas.

En tal sentido, entendemos relaciones de «poderes», puesto que tampoco el poderes sustancia, ya que el mismo no es de carácter estático, sino que atraviesa el todo delas relaciones sociales.

Desde esta concepción foucoltiana de la construcción del sujeto podemos soste-ner que los «actores sociales», así como la identidad de los mismos no tienen unaesencia preexistente, sino que son constituidos en relación a las diferentes prácticassociales que asumen.

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Por lo tanto sería interesante replantearnos y repensar a cerca del conocimientomismo en términos de construcción social, es decir, que la verdad o la realidad mismasea parte de tal construcción de identidades que se actualizan y reactualizan en lasprácticas de la vida cotidiana.

Con lo cual los enunciados que instalan al actor social como unidad empíricaunitaria no abarcaría en su totalidad la complejidad de las acciones colectivas, comoasí tampoco la realidad de los actores sociales, pues las prácticas sociales, parafraseandoa Foucault, pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen queaparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer, además formastotalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento.

En tal sentido, la «acción colectiva» resulta construida mediante representacionesen torno de lo que hay que ser, hacer y tener, para ser reconocido en la propia identi-dad, para ser reconocido ante la mirada del otro y por ende el «nosotros» del «ser».

Lo que queremos mostrar con esto es que, no son las representaciones mentales entanto que estáticas, las que generan las prácticas sociales colectivas, sino a la inversa,es decir, no es el pensamiento el que determina el gesto. De allí la importancia decuestionar la posición del «actor social» desde una perspectiva identitaria.

Es necesario entonces, tener en cuenta el proceso y el resultado de la acción colectiva,ya que el resultado de tal proceso puede de algún modo ser observado como unidadempírica, pero siempre desde una perspectiva dialéctica en relación actor social-realidad.

Lo que nos conduce a tomar la ‘acción colectiva’ en tanto ‘unidad empírica, comoun dato inicial, en el sentido de punto de partida y no como resultado, ya que losindividuos que actúan colectivamente construyen y definen su acción en el campo deposibilidades y límites que perciben de manera cognitiva con el fin de poner enmarcha relaciones que permitan una carga de sentido a ese «estar juntos».

Así los actores «producen» la acción colectiva porque son capaces de definirse así mismos y definir sus relaciones con el ambiente, de este modo se construye unaforma de estar en el mundo mediante la formación de un nosotros atravesado por unsistema de acción multipolar. Con lo cual dicha manera de estar en el mundo está encontinuo funcionamiento en tanto que acción colectiva.

Dicha construcción colectiva deberá entonces, ser abordada reconstructivamentemediante una pluralidad de dimensiones analíticas, pues no estamos hablando de unasumatoria de individuos, sino de sujetos que se construyen compartiendo un mismotiempo y espacio, como así también comportamientos comunes dotados de un sentidode colectividad mediante la reconstrucción de prácticas que trascienden losreduccionismos políticos e ideológicos, sino más bien reconstruyendo una nuevaforma de ser y hacer en el mundo.

Teniendo en cuenta lo hasta aquí desarrollado, la problemática epistemológica acerca del abordaje del «actor social» dentro de la «acción colectiva», pone en cues-tión el tema de los «Nuevos Movimientos Sociales», en tanto que categoría diferentede lo que en su momento fueron los «Movimientos Sociales»; ya que el paradigmaclásico en relación a dichos actores y la acción colectiva colocaba el acento en ladimensión estructural, es decir en base al predominio de la estructura sobre el actor,constituyendo de este modo el principio de donde emergería la acción colectiva.

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Tal paradigma parece no dar respuesta a la realidad actual, ya que presenciamos ennuestros tiempos profundas transformaciones, ya sean estructurales, como culturalesque nos enfrentan a un modelo societal diferente que renueva permanentemente tantoa los actores sociales como a sus formas de acción colectivas.

Esto nos conduce a pensar en una primera instancia que el término «Nuevo Movi-miento Social», a fin de no caer en equívocos debería ser reemplazado de maneraenunciativa, para brindar claridad sobre los nuevos fenómenos sociales colectivos, enprocura de una redefinición que permita dar especificidad a los contenidos teórico-prácticos que abordan esta nueva problemática, permitiendo deslindar pertinente-mente el paradigma clásico de lo que fueran los «Movimientos Sociales» de las nue-vas maneras de ser de los «Nuevos Movimientos Sociales». Y en una segunda instan-cia, ir más allá del determinismo estructural de tipo universal, y superar la visiónescencialista y abstracta, de cultura, política y sociedad.

Como se puede evidenciar, un nuevo paradigma de análisis de las acciones colec-tivas aparece con el enfoque analítico de los nuevos movimientos sociales. Evidente-mente el carácter novedoso de estos movimientos será definido en contraposición alos movimientos sociales tradicionales, tales como el movimiento obrero.

La originalidad de estas acciones colectivas debe subrayarse en por lo menos tresaspectos:

1) En los actores sociales considerados la base social de los nuevos movimientos.

2) En el contexto social del cual surgen estos movimientos sociales, originado porlas modificaciones que ha sufrido la sociedad moderna con respecto al Estado deBienestar (contexto social en el que se desarrolló el movimiento obrero).

3) En los objetivos que persiguen estos movimientos que, de manera general,parecen ser orientados menos hacia la obtención de bienes materiales y máshacia metas culturales.

Alain Touraine (1997), con respecto a esto sostiene que los nuevos movimientossociales no apuntan directamente al sistema político, más bien intentan constituir unaidentidad que les permita actuar sobre sí mismos (producirse a sí mismos) y sobre lasociedad (producir la sociedad) (Touraine, 1997). Esto significa que la búsqueda deidentidad, tan característica dichos movimientos, implica que la meta principal de éstossea la de dotar de un sentido a las relaciones sociales que forman la sociedad, de ahí laimportancia de las dimensiones simbólicas de los nuevos movimientos sociales.

Por su parte, Alberto Melucci (1996) construye su análisis a partir de una crítica delas diversas teorías que se han elaborado acerca de las acciones colectivas. En suopinión ellas adolecen de la capacidad de explicar los fenómenos de la sociedadcontemporánea, la cual es una sociedad compleja en la que los movimientos socialesdesplazan sus objetivos de lo político hacia las necesidades de autorrealización delos actores en su vida cotidiana.

Desde el punto de vista de este autor, lo que caracteriza a las sociedades complejas es

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la existencia de nuevas prácticas y tipos de acción en donde el manejo de información escentral para su estructuración. El dominio en las sociedades complejas descansa en unconstante flujo de información. La acción colectiva se ubica en el ámbito cultural y en unmundo regido por el dominio de la información, los movimientos sociales tienden acumplir la función de signos que tornan visible la existencia de problemas en ciertas áreasde la sociedad y cuestionan los códigos simbólicos dominantes introduciendo nuevossignificados sociales (Melucci, 1996). De ahí que los nuevos movimientos sociales pue-dan convertirse en significados alternativos a los códigos simbólicos dominantes.

De todas maneras, hay que tener en cuenta que la originalidad de conceptos como el denuevos movimientos sociales se localiza tanto en el hecho de que dan cuenta del nacimientode nuevos fenómenos y sujetos sociales, como en el hecho de que plantean una crítica almarxismo reduccionista, que tiende a analizar los conflictos exclusivamente en relación conlos intereses de clases e identidades de clases. Los teóricos dedicados a su estudio destacanla novedad de estos movimientos en contraste con los del socialismo clásico y los ubican enel campo de la sociedad civil más que en el de las relaciones de propiedad.

La teoría de los nuevos movimientos sociales surge como una respuesta ante laincapacidad del marxismo tradicional para explicar la naturaleza de acciones colecti-vas tales como la del movimiento estudiantil del sesenta y ocho (Mayo Francés).

De acuerdo con el marxismo la única acción política significativa es aquella quesurge de la lógica de la base económica, es decir de las relaciones de produccióncapitalistas en donde se generan las contradicciones de clases antagónicas. Comoconsecuencia de la tesis anterior, se sostiene que las únicas identidades políticassignificativas son aquéllas que se forman a partir de las relaciones de produccióncapitalistas, es decir, las identidades de clases surgidas entre proletarios y burgueses.

Ante las limitaciones de esta premisa, los teóricos de los nuevos movimientossociales responden con dos criterios analíticos. La acción colectiva puede surgir apartir de una lógica distinta a la de la estructura económica: por ejemplo la política, lacultural, la de las relaciones étnicas, la de las relaciones entre géneros o la de lasrelaciones con la naturaleza. En consecuencia, las fuentes de identidad colectiva sepueden formar sobre una base diferente a la de pertenencia de clase.

De ahí la importancia que los teóricos de los nuevos movimientos sociales le atribu-yen a aspectos tales como: (a) la acción simbólica en la esfera cultural con respecto a laacción instrumental en la esfera política; (b) a los procesos y estrategias dirigidas apromover la autonomía de los actores, en relación con las estrategias dirigidas a maximizarel poder del movimiento social; (c) a un cambio de valores que sustituyen la orientaciónde los actores desde los recursos materiales; (d) a las identidades colectivas observadascomo el resultado de procesos de construcción, en lugar de considerar que los actorescolectivos y sus intereses se determinan estructuralmente (Giménez, 1994).

Lo importante de ambos sociólogos (Touraine y Melucci) es que para ellos losnuevos movimientos sociales deben ser analizados como generadores de nuevas iden-tidades y estilos de vida.

Con la categoría de nuevo movimiento social intentamos describir y analizar alconjunto de redes de interacción informales establecidas por una pluralidad de indi-viduos, grupos y organizaciones, involucrados en torno a conflictos culturales o polí-ticos, sobre la base de identidades colectivas compartidas (Diani, 1992).

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A las características señaladas podemos agregar otras que distinguen a los nuevosmovimientos sociales de los movimientos tradicionales de la sociedad industrial.

En principio, sus metas se encuentran orientadas a los temas de la calidad de viday la defensa de estilos de vida particulares, más que a la redistribución económica delos recursos. De ahí que los valores que enarbolan los nuevos movimientos sociales sevinculen estrechamente con la defensa de identidades particulares.

A diferencia de los movimientos industriales, los nuevos movimientos construyenestrategias de acción en las que prefieren actuar al margen de los canales políticos norma-les e institucionalizados, movilizando a la opinión pública (existen algunos movimientossociales que se han institucionalizado integrándose al sistema de partidos, tal y como lo esel caso de los movimientos verdes en Europa). De manera frecuente se expresan en mani-festaciones dramáticas en las que recurren a representaciones simbólicas.

Como estructura organizativa, los nuevos movimientos sociales tienden a asumiruna postura antiinstitucional y antiburocrática, evitando así los riesgos dejerarquización frecuentes en los movimientos sociales del capitalismo industrial.

En vista de lo anterior, los nuevos movimientos sociales se caracterizan ante todopor ser movimientos identitarios, es decir, fundados en la construcción simbólica deidentidades. Los estudiosos de los movimientos sociales han analizado particular-mente aquellos movimientos orientados estratégicamente, es decir aquéllos que per-siguen objetivos políticos tales como el incidir sobre el aparato político, y en loscuales la acción colectiva es vista de manera instrumental, como un medio para con-seguir ciertos objetivos. En cambio, se han analizado poco los movimientosidentitarios, que son aquéllos para los cuales la misma acción colectiva se convierteen la realización de una finalidad: mantener y expresar una identidad. De ahí quetambién se designen como acciones expresivas y dramáticas las formas de accióncolectiva que asumen. Nuestro punto de vista radica en que el estudio de los nuevosmovimientos sociales debe combinar el análisis de ambas dimensiones.

En los procesos de acciones colectivas la identidad se convierte en una meta paralograr fuerza en el movimiento. La identidad como meta significa que la acción colec-tiva está orientada a desafiar identidades que han sido estigmatizadas, o bien a des-truir identidades establecidas (y con ello los valores culturales que las sustentan). Deesta manera la identidad se despliega adquiriendo una dimensión estratégica.

Fredrik Barth (1978) ofrece un modelo que permite concebir a las identidadessociales como un fenómeno fluido y sujeto a una permanente negociación. Las iden-tidades se encuentran y negocian en sus fronteras; de manera que la identidad de ungrupo se construye a través de la constitución de la frontera del grupo en su interaccióncon otros grupos. Así pues, las fronteras son permeables y la identidad se configura através de las transacciones que ocurren en las fronteras (Barth, 1978).

Nuestro punto de vista es el del análisis de la identidad como un proceso deconstrucción de la concepción que tienen los actores sociales respecto al lugar queocupan en un determinado campo social.

Para la sociología, la identidad colectiva se configura en una pluralidad de indivi-duos que se ven a sí mismos como similares o que tiene conductas similares. Laidentidad de grupo es el producto de una definición colectiva interna. Pero al mismo

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tiempo que se crea una identidad de grupo se crea un proceso de identificación de losque no pertenecen al grupo. La identidad colectiva es una autodefinición compartidade un grupo derivada de intereses, experiencias y solidaridad común. Los individuosse identifican como parte de un grupo cuando alguna característica que poseen encomún con otros actores es definida como importante y sobresaliente; es decir, ungrupo adquiere una identidad colectiva mediante esquemas cognitivos que definensus metas, medios y el ambiente en el que se desarrolla el grupo.

En este proceso de construcción de la identidad, los grupos establecen fronterasque demarcan territorios sociales entre los distintos grupos. Estas fronteras se creanponiendo en relieve las diferencias entre el mundo propio y el ajeno. Normalmenteson los grupos sociales dominantes los que crean fronteras que los distinguen de losgrupos dominados. No obstante, en respuesta, los grupos subalternos empiezan aconstruir sus propias fronteras, oponiéndose a las categorías con que la clase domi-nante los ha estigmatizado. La construcción de una identidad entre los grupos domi-nados conduce a la tendencia a distanciarse de los valores y estructuras de significadode la cultura dominante, afirmando valores y estructuras alternativas.

Reflexiones Finales

Como consecuencia de lo desarrollado hasta aquí, podríamos decir que, si algo esclaro, es el hecho de que se ha producido una transformación en los principios de laacción tanto individual como colectiva y es evidente un corrimiento de cuestiones quepodían ser comprendidas a nivel político-ideológico en favor de nuevas conquistas deorden ético-cultural, es decir, la conquista de una «nueva manera de habitar este mun-do», pues los temas que hoy se instalan para la reflexión de la acción colectiva serefieren a la vida cotidiana, a las relaciones interpersonales, logros personales y degrupo, es decir, temas propios del «mundo de la vida». De modo que, cualquier abordajeontologisante, ya sea a nivel de la constitución del «actor social» en tanto individuo,tanto la «acción colectiva» como algo emergente de las estructuras clásicas, serán cate-gorías insuficientes para abordar a este nuevo sujeto que se jerge sobre toda oposicióno antagonismo -como sucedía con las clásicas luchas de clases- propendiendo a lacooperación, a la configuración de nuevos y diversos modos de subjetividad, orienta-dos entre otras cosas, hacia demandas de inclusión y búsqueda de sentido.

Con respecto al planteamiento de los teóricos de los nuevos movimientos socia-les, está centrado en la crítica hacia la premisa marxista de la existencia de un sujetohistórico central quien es el que realiza la lucha anticapitalista. Esta concepción sebasa en la existencia de una lógica de las relaciones sociales fundada en la estructuraeconómica que dotaba de sentido las conductas de los actores sociales en los demáscampos de actividad. En consecuencia, el actor social fundamental se ubicaba única-mente en la esfera de la producción. Los teóricos de los nuevos movimientos crean unparadigma que toma como punto de partida el hecho de que la sociedad capitalistacontemporánea da lugar a la autonomía de los distintos campos de actividad social,en el sentido de que la lógica propia de un campo no actúa de manera directa ydeterminante sobre otro campo de actividad social. Cada campo social conserva unalógica autónoma. Esta característica da inicio a una creciente politización de lo socialy a una multiplicación de los conflictos sociales, al igual que de los campos de

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actividad social autónomos (en la medida en que los conflictos no pueden reducirse auna causa única y se desarrollan en el interior de los campos en los que aparecen).Partiendo de esta premisa, en las sociedades capitalistas contemporáneas no existe unsujeto único sino una multiplicidad de sujetos colectivos.

La pesquisa sobre los movimientos sociales contemporáneos tiene que hacer fren-te a la novedad que éstos presentan con respecto a otros tipos históricos de accióncolectiva. De acuerdo con Melucci, la característica más sobresaliente es el cambio desu terreno de acción: del terreno más propiamente político al terreno cultural. Existeun tipo de movimiento social orientado a la acción política cuyas metas apuntan amodificar la sociedad, intentando lograr ciertas modificaciones en relación con elejercicio del poder político a través de acciones instrumentales. Por otro lado, existeun tipo de movimiento social cuyas actividades se desarrollan en el terreno cultural ybuscan cambiar la mentalidad y el comportamiento de los individuos.

El sentido de la frase: los movimientos sociales contemporáneos tienen una orien-tación más cultural que política, nos indica que la orientación cultural de los movi-mientos sociales contemporáneos, por las características de las sociedades complejas,tiende a presentarse como un desafío político. Cuando hacemos referencia a las di-mensiones culturales enfatizamos los procesos en los que los actores sociales constru-yen los significados mediante los cuales intervienen en las relaciones sociales. Eltérmino de identidad colectiva en el estudio de los movimientos sociales trata deinterrogar sobre los aspectos procesuales mediante los cuales llega a constituirse unmovimiento social y su permanencia en el tiempo.

Así también, la reflexión sobre los movimientos sociales contemporáneos debeestar vinculada con el contexto social del que emergen, es decir, debe ir acompañadade un intento por establecer las características de las sociedades complejas de lascuales surgen, o bien, contestar el interrogante: ¿a qué problemas estructurales res-ponden estos movimientos sociales contemporáneos?

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Sobre interculturalidad...Jesica Díaz y Juan M. Testa

Universidad Nacional de Río CuartoContacto: [email protected][email protected]

La siguiente presentación pretende mostrar líneas argumentativas sobre cuestio-nes que atañen a la realidad de las Comunidades Mapuce de la región del Lago Lacaren la Provincia de Neuquén.

Con respecto a nuestra instancia de trabajo de campo propiamente dicha, la misma serealizó en diferentes instancias exploratorias. El presente de dichas comunidades, exhibeuna diferencia con respecto a lo observado en los anteriores momentos de estudio, realiza-dos los años 2004 y 2005, en el último «Viaje de Estudios al Mundo Mapuce» observa-mos que la preocupación de nuestros interlocutores era cómo llevar a cabo lo pensado,cómo poner en práctica la interculturalidad más allá de los límites que la escuela presenta.Trataremos, entonces de descifrar los trasfondos que presenta la «Interculturalidad» enpos de desentramar el punto preciso donde convergen estructura (sobredeterminación) éHistoria (acontecimiento), teoría y práctica (Rocchietti, 2000:105).

Para lograr nuestro objetivo principal nos remitiremos a las notas de campo reca-badas en dicha situación desarrollada en el mes de octubre del año 2006 en el ParajePaila Menuco de la Provincia de Neuquén; relacionando esta información con aportesteóricos específicos en pos de dar respuestas a esta compleja situación.

Observaciones, escuchas y reflexiones teóricas sobre interculturalidad

Desde hace dos décadas atrás se constata en Sudamérica, y específicamente en Ar-gentina una ola creciente de colectivos sociales, impensados hasta el momento, quecomienzan, paulatinamente a pugnar por sus derechos. Entre ellos los pueblos origina-rios, que desde el Simposio de Barbados intentan revertir situaciones estigmáticas quedevinieron en la consolidación de una conciencia negativa y defensiva que pesó sobreellos hasta comienzos de la década de los setenta. Lograr invertir la lógica, es decir,consolidar su principal arma de lucha basándose en las situaciones de coloniaje fue suprincipal tarea y en la actualidad su principal bandera de lucha reivindicatoria.

En los últimos tres años, hemos observado en diferentes Comunidades Mapuce,

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como así también en la Ruca de la Confederación Neuquina -órgano político que nucleao debería hacerlo- todos los reclamos del mencionado pueblo, una diferenciación en losobjetivos propuestos en cada año; en la actualidad la lucha se plantea desde los concep-tual/ legal, específicamente el debate se centra en la denominación que desde la socie-dad envolvente se les otorga, en efecto la diferencia de significado legal que tiene«etnia» o «pueblo originario», pero encontramos una especial atención en la concep-ción de interculturalidad, basando sus argumentos en que dicho derecho se encuentraen el artículo 75 de la Constitución Nacional. Reclamo válido ya que

«desde 1985 que se sanciona la Ley Nacional N° 23.302 de «Política Indígena y Apoyoa las Comunidades Aborígenes» se puso la atención en las problemáticas de tierra,salud, educación, entre otras, en 1994, la Reforma de la Constitución Nacional introdujoel Artículo 75 que, en el inciso 17, reconoce la preexistencia de los pueblos originarios,garantiza el respeto a su identidad y concedo como uno de los derechos primordiales laeducación bilingüe e intercultural» (Ibáñez Caselli, 2003:71-72).

La reflexión sobre la «interculturalidad» excede lo meramente conceptual ya queencierra una multiplicidad de variables más allá de las culturales: políticas, territoria-les, económicas, de soberanía, etc. En efecto la relación intercultural es más quesuavizar la fricción «interétnica», un respeto entre diferentes culturas, un diálogoarmonioso de quienes son parte de la cultura «verdadera» y aquellos pertenecientes asubculturas producto la primera.

La complejidad que este debate encierra nos obliga a pensar en la posibilidad dellevar a cabo una práctica intercultural plena, en la cual, los portadores de la culturaentendida como verdadera estén en paridad de condiciones con aquellos a los cualesse atribuyen prácticas culturales de menor envergadura, es decir, la otredad se vuelvauna nos-otredad, lo que sería igual a la no existencia de otro cultural en condicionesdesfavorables, en conclusión, a revertir las condiciones clásicas de explotación pro-puestas por el capitalismo, una otredad en situaciones de abnegación de la cual obte-ner la mano de obra para el funcionamiento del sistema productivo.

Habría que pensar entonces, parafraseando a Sartre (1965:10) «si vemos en esehombre que viene hacia nosotros, un alemán, un chino, un judío o, primeramente, unhombre. Y al decidir lo que es él, se decide lo que es uno».

La transformación de los Estados nacionales, llevada a cabo a mediados de la décadade los noventa, engendra nuevas formas de gobernabilidad y legitimidad nacional comoasí también nuevas maneras de interrelación entre lo cultural y lo político. Los Estados noasumen la asimilación como lo hicieran en otros períodos de la historia, en efecto nointentan forjar una identidad nacional negando a sus minorías o discriminándolas. Ahora,se reconoce a la población indígena como algo constitutivo de la nación, aceptando laexistencia de sus derechos colectivos; los Estados se reconocen como multiétnicos,pluriculturales y multilingües. Asegurando a estos pobladores originarios, una educaciónde característica bilingüe e intercultural (Sichra y López, 2003:19-20).

En palabras de Gonzáles Cassanova (2006:411-412), la construcción de un estadomultiétnico se vinculó a la construcción de un mundo hecho de muchos mundos quetendría como protagonistas a los pueblos, los trabajadores y los ciudadanos.

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Dicha aceptación se da en el marco no sólo de una transformación estatal, sino deuna transformación internacional, con esto queremos decir, que la caída del modernis-mo como paradigma mundial arrastra consigo a la figura del Estado como monopoli-zador de la cultura de una nación, como uniformador cultural; lo que no quiere decirque dicho proceso haya cambiado las condiciones monopólicas de la cultura, sinoque cambió las manos en las cuales se aloja la capacidad de homogeneizar; es ahora elmercado, que prescinde del Estado, quien marca los parámetros con los cuales decidirqué práctica cultural es más o menos verdadera que otra.

De manera ilustrativa, cabe mencionar cómo el componente unificador del procesomencionado se manifiesta con claridad en aspectos tan diversos como la forma de vestir,los criterios que definen lo que es musical y aceptable, la alimentación, la imposiciónpaulatina de una lengua sobre las demás, el consumismo, etc. (Gottret, 2003:56-57).

El mercado crea entonces, no sólo una subcultura basada en las tradicionales diferencia-ciones en cuanto a credos, a cómo entender el mundo, a prácticas específicas, como serealizara en el viejo modelo estatal; sino que agrega una subcultura que se basa en laimposibilidad de consumir lo ofrecido, diremos entonces, que el mercado crea una«subcultura del consumo» basada, al igual que en el modelo anterior en la desposesión delos medios de producción, la falta de igualdad en la distribución del ingreso y el racismo.

Es entonces, en el enmascaramiento producto de la aceptación en el plano del dere-cho de las comunidades preexistentes, dado en el marco de la Reforma Constitucionalde 1994 donde se encuentra el centro de la problemática, ya que «aceptación y respeto»no es igual a práctica intercultural, ni mucho menos aún a reconfigurar el mapa deverdades que genera la cultura. Aceptación, no es tampoco, distribución de riquezas ysocialización de los medios de producción. Es entonces solamente, la consolidación defalsas condiciones de igualdad para aquellos que la reclaman desde hace ya un tiempo.

Retomando nuevamente a Sartre (1965:34)

«Uno de los fundamentos del racismo es compensar la universalidad latente del libera­lismo burgués: ya que todos los hombres tienen los mismos derechos, se hará delargelino un subhombre».

Diremos entonces que la situación no ha cambiado en nada, las voces de losdesposeídos siguen haciéndose escuchar reclamando por lo que les corresponde, y lapropuesta intercultural planteada por el Estado, no es más que una asimilación disi-mulada de los «pueblos originarios» al circuito económico, ya que

«los colonizados en el interior de un Estado nación pertenecen a una «raza» distinta a la quedomina en el gobierno nacional, que es considerada «inferior» o, a lo sumo, es convertida enun símbolo «liberador» que forma parte de la demagogia estatal; la mayoría de los coloni­zados pertenecen a una cultura distinta y habla una lengua distinta de la nacional. Si, comoafirma Marx, «un país se enriquece a expensas de otro país» al igual que «una clase seenriquece a expensas de otra clase» en muchos estados­ nación que provienen de la conquis­ta de territorios llámense Imperios o repúblicas, a esas dos formas de enriquecimiento seañaden las del colonialismo interno» (Gonzáles Cassanova, 2006: 410).

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En síntesis, la categoría de subhombre utilizado por Sartre en 1965 para dar cuentade la situación de descolonización africana, es perfectamente extrapolable para darexplicación a la actualidad del reclamo del Pueblo Mapuce, debido a que la acepta-ción en el marco de la Ley Suprema no genera igualdad de condiciones de humanidadya que la misma se presenta en primer lugar, como un derecho compensatorio y ensegundo como creador de falsas condiciones de igualdad educativa en un contextoque no pretende disminuir la distancia de la «otredad».

En lo que respecta específicamente al caso de la comunidad Paila Menuco lainterculturalidad, o la materialización de la misma se produce en el plano educativo denomi-nada por la legislación oficial como Educación Intercultural Bilingüe ó Educación Bilin-güe Intercultural (EBI) que en dicho paraje se da en la Escuela de Puente Blanco.

La práctica educacional bilingüe e intercultural, se realiza a partir de la relación entrelos contenidos básicos comunes enviados desde la Provincia de Neuquén que los maes-tros, muchos de procedencia local, aggiornan en su práctica, para poder llevar a cabo eltipo de educación anhelada; ellos, cada mañana, enarbolan la bandera argentina conjun-tamente con la enseña que representa a su «nacionalidad», realizan las esteras correspon-dientes a determinados acontecimientos de manera bilingüe, pero por sobre todo recupe-ran, desde lo lúdico parte de su identidad perdida hasta entonces, es decir recuperan losjuegos que fueron tradicionales a su comunidad, uno de ellos, el «palin» que es un tipo dedeporte de conjunto que consiste en hacer goles en una zona del equipo contrincantegolpeando una pelotita con elementos similares a bastones (similitud con el hockey).

Esta situación encierra grandes contradicciones, la primera: que los contenidos básicoscomunes son pensados desde el marco de una cultura, la hegemónica, para ser aplicados enprácticas interculturales; segundo: que la práctica educativa es siempre una práctica de repro-ducción cultural de dos tipos, uno de ellos reproducción en este caso, de la cultura nacionalargentina, respetando cronogramas oficiales enviados por el Estado provincial, el otro, es lareproducción de las condiciones de precariedad, ya que incorporar este tipo de educación apartir de instituciones públicas, no acaba más, por ser una reproducción de las malas condicio-nes de vida en la que se encuentran estas comunidades; es decir, la práctica de la EducaciónIntercultural Bilingüe, planificada por el INAI, que tenía como objetivo principal

«enriquecer al alumno con el desarrollo de su lengua y el aprendizaje del castellano comovehículo de comunicación con la sociedad hegemónica. A la característica aditiva en lolingüístico se suma el pluralismo cultural que se busca fortalecer». (…) «En tanto, estrategiapedagógica, la educación intercultural bilingüe es un recurso para construir una pedagogíadiferente y significativa en sociedades pluriculturales y multilingües. Respecto a su enfoquemetodológico, la educación intercultural bilingüe enfatiza la necesidad de repensar la rela­ción conocimiento, lengua y cultura en el aula y en la comunidad para considerar los valores,saberes, conocimientos, lenguas y otras expresiones culturales como recursos: que no sólorespete la diversidad sino que asegure una igualdad de oportunidades para esos mundospostergados, ignorados y expoliados en nombre de la libertad de mercado, nada tiene quever con el caso explicitado» (Sichra y López, 2003:22-23).

Sincretismo pictórico o aceptación intercultural

En cuanto a qué entienden o que podemos vislumbrar de la concepción de los

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Mapuce -que habitan esta comunidad- sobre «interculturalidad», hallamos plasmadoen una de las paredes de la institución educativa, un mural muy ilustrativo (imagen 1),en el cual convergen símbolos representativos de diferentes sistemas de creencias.

En la parte superior se observa, la tierra, el sol y la luna; en el centro, como figuramás destacada el símbolo del ying y yang, ubicado sobre un libro de color azul en elcual encontramos, en su página izquierda un cáliz derramando sangre sobre una foga-ta; en la parte inferior de la pintura hay dos manos entrelazadas sobre un río, y enperspectiva se plasma el horizonte con un sol naciente. En ambos márgenes, lapictografía presenta elementos de la cultura originaria aunque en el izquierdo, encon-tramos que los mismos, se ubican en cercanía de un ramo de laureles.

Si desmembramos la pintura en pos de interpretar el mensaje, podemos encontrar relacio-nes entre el símbolo ying yang, cuya máxima de significado es, sintéticamente, «que todo lobueno tiene algo malo y que todo lo malo tiene algo bueno» con el mito fundador delpueblo Mapuce en el cual dos serpientes -una buena y otra mala- que representan a su vez alagua y a la tierra terminan realizando algún acto que no sería propio a su naturaleza, es decir,la serpiente buena-agua, se derrama sobre la otra, representativa de la tierra, anegando a supar, mientras que la última, se pliega convirtiéndose en la Cordillera de los Andes salvaguar-dando a la población. En efecto, diremos que el agua, que en la cosmovisión Mapuce es unelemento vital en el cual los hombres y mujeres se reflejan, ya que la misma representa el fluirde la vida, tiene su aspecto negativo cuando produce efectos no deseados (inundaciones,ahogos, etc), mientras que la tierra, negativizada por la presencia de volcanes, es quien seconvierte en redentora de la población. Prosiguiendo el acto interpretativo, las relacionesque podemos establecer entre la Biblia, el cáliz, la sangre y el fuego, se enmarcan en laexpresión del sentimiento que estos sujetos tienen con respecto a la colonización y a laevangelización, que se representa pictográficamente con ambigüedad, ya que la Biblia seencuentra en un lugar central en cuya página derecha se vislumbran palabras de las cuales laque se contempla con mayor nitidez es «amén», mientras que en su página izquierda noencontramos texto sino la imagen del caliz y el fuego. La ambivalencia de la expresión seencuentra en el plano en el que se enfrentan pasado y presente, la «Conquista del Desierto»con la destrucción de su forma de vida originaria y el presente evangelizador, sitio en el cualmuchos de los Mapuce encuentran asilo, consuelo, alivio y hasta salvación de algunos desus problemas personales.

Una vez desmembrado el centro, encontramos en los márgenes los elementos pro-pios de su cosmovisión, dándole así conclusión a esta pintura. Vemos entonces el deseo

de un futuro próspero y retomando lametáfora que inicio el análisis simbó-lico, todo lo que fue malo -conquista,evangelización, derramamiento desangre, etc- en un nuevo amanecerdebe concluir en un entrelazamientode manos; saliendo así en un lugar deigualdad, respeto y reconocimiento,su cultura tradicional.

Imagen 1

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Consideraciones finales

La relación entre el Estado, los marcos legales y los pueblos originarios, formaparte de un debate político, porque la relación entre ellos, es una relación principal-mente cambiante. Así, la interculturalidad queda expresada, en este presente, como elprimer elemento utilizado por ambos en una lucha constante.

En esta lucha compleja, el Estado juega un papel muy importante, ya que, almargen de haber sido desplazado por las burguesías en cuanto a su papel dehomogeneizador cultural, aún representa los intereses de esta clase.

Frente a esta situación, el reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural delos pueblos indígenas en la Constitución Nacional, produjo una recuperación de laidentidad étnica y una reivindicación de sus derechos al mismo tiempo que creó falsascondiciones de igualdad entre un nosotros y un «otro», todavía diferente, y no sóloeso, sino también desigual.

En síntesis, pensar la posibilidad de poner en práctica la «interculturalidad» en elpleno sentido de la palabra, requiere más que acuñar el concepto, reflexionarlo yluchar por él, requiere un repensar de la forma de Estado y una lucha por la liberaciónmás allá de legalidades.

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Las demandas judiciales de los pueblos indígenas:«El caso Pulmari»Virginia Claudia Peña

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Introducción

En este trabajo nos proponemos explorar a través de un caso paradigmático: «Elcaso Pulmarí» los conflictos que se presentan dentro de los organismos encargados deadministrar justicia, ante las demandas judiciales de los Pueblos Indígenas, cuandoéstos valiéndose de las últimas reformas constitucionales estatales comienzan a exi-gir que dichas reformas se tornen efectivas presentándose un conflicto de legalidades.

Dentro de lo que constituye el caso «Pulmarí», se trata fundamentalmente deresolver la titularidad de un dominio de 110000 ha. Dónde según el criterio delpueblo indígena mapuche situado en el lugar, ese dominio le corresponde por dere-cho histórico y por derecho normativo. Las comunidades afectadas son seis: Catalán,Aigo, Currumil, Puel, Ñorquinco y Salazar.

La Comisión Interestadual Pulmarí (de ahora en más CIP) fue conformada pordecreto 1410187, ratificada por ley 23612, como la titular del dominio de esas 110000ha., organismo constituido por el Estado Nacional y el Estado Provincial,

«…como una entidad autárquica con capacidad de derecho público y privado, con undirectorio integrado por cuatro representantes del Estado Nacional, uno por el Ministe­rio de Defensa, y uno por el Estado Mayor del Ejército, tres por el gobierno de laprovincia de Neuquén, y uno por las comunidades indígenas mapuche, designado apropuesta de las comunidades» (Art.4)1

los que han integrado el patrimonio para su explotación con dos inmuebles, con elobjeto de transformar la economìa regional con la incorporación productiva y eldesarrollo social de las comunidades indígenas precedentemente citadas.

Las tierras históricamente han sido usadas por las comunidades mapuche como

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campos de veranada e invernada de su ganado, mediante permisos solicitados alejército argentino quién se hace cargo de la administración de los campos a partir de1952 antes pertenecientes a un estanciero inglés.

El 15 de mayo de 1995 miembros de las comunidades Aigo y Salazar, junto conrepresentantes de la Confederación Mapuche Neuquina (de ahora en más COM) to-man pacíficamente la sede de la CIP. El motivo detonante es la decisión oficial deotorgar convenios parciales y no comunitarios, -a firmar por separado- con cuatro delas comunidades, para entregarles campos de invernada que se venían reclamando. Aesto se suma la toma de 4000 ha. en el potrero denominado Tierra Gaucha.

El 25 de mayo concluye la toma pacífica de la CIP en Aluminé cuando el gobiernoneuquino con la mediación del obispo Monseñor Radrezzani ante el gobernadorneuquino Felipe Zapag, acuerdan con los mapuche que podrán usar para invernada deganado menor las tierras ubicadas en los potreros de Chichería, Loleng y Piedra Gaucha.

El acuerdo logrado con el gobierno provincial y la CIP no se realizó por escrito yvencido los plazos, las tierras no fueron entregadas a las comunidades. La CIP desco-noce el acuerdo logrado, sigue entregando tierras a particulares, quiénes comienzan aalambrar sus terrenos.

Comienza un proceso judicial dónde las familias mapuches son desalojadas con lafigura de delito de usurpación de tierras en perjuicio de la CIP.

Los indígenas son procesados. Un Juez intima a los indígenas a desalojar lastierras y llevarse todas sus pertenencias en un plazo perentorio y bajo apercibimientode ser desalojados por la fuerza pública. Los indígenas apelan y pierden la apelación.

Devueltas las actuaciones al juzgado federal de Zapala, el Sr. Defensor General dela Nación: Dr. Nicolás Becerra en el año 1996 asume la defensa del lonko Salazar yotros, conjuntamente con la Defensora Oficial en ese tribunal oral Federal interpo-niendo un Recurso de Casación dónde se expide a favor de los dirigentes dejandosentado un precedente fundamental a favor de los Derechos Indígenas.

No obstante dicha presentación, la justicia falla en contra de los indígenas ratifi-cando los cargos de usurpadores de tierras y hostigamiento.

Los dirigentes de la Confederación Mapuche Neuquina recurren a diferentes orga-nismos de derechos humanos solicitando adhesión y ayuda ante una respuesta delEstado Provincial considerada por ellos violatoria de su NOR FELEAL (DerechoConsuetudinario Mapuche) apoyado en el Derecho Humano Internacional y leyes ytratados internacionales que son ratificados por el Estado Nacional y contempladosen la última Reforma de la Constitución Nacional.

Los organismos de Derechos Humanos, APDH de Neuquén los apoyanproveyéndoles asesoramiento y defensa jurídica.

Por otro lado los mapuches recurren a la ayuda internacional; en el verano de 1997un Comité de Observadores Internacionales recorre el lugar acompañados por el Sr.Pérez Esquivel y tras una intensa investigación dejan una serie de recomendaciones ala Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, pidiendo investigación y garan-tías de cumplimiento de los estatutos de la CIP.

En la actualidad, el conflicto sigue vigente. Las familias mapuches siguen deman-

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dando sus derechos y el estado sigue otorgando concesiones de tierras a empresariosprivados legitimando el despojo, criminalizando las protestas y desconociendo trata-dos internacionales ratificados por el Estado Argentino como el convenio 169 de laOIT, incorporado a nuestro derecho interno por ley 24.071.

Desarrollo

En relación con los pueblos indígenas las políticas impulsadas por el Estado Nacionalhan sido claras a lo largo de la historia y se han visto plasmadas en su Derecho Constitu-cional. La Constitución de 1853 en el artículo 67 inciso 15 establecía en referencia a lasatribuciones del Congreso: «Proveer a la seguridad de las fronteras; conservar el tratopacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo». De acuerdo coneste artículo el criterio subyacente, tenía tres propósitos fundamentales:

§ El conservar un sistema tratadista que permitiera llevar una paz duradera conaquellos a los que se veía como un cuerpo distinto al proyecto nacional en curso.

§ El etnocidio, a través de la premisa de que los indios debían ser asimilados yreducidos por la Nación, a través de su conversión al catolicismo, principalforma de aculturación.

§ Por último se perseguía llevar seguridad a la frontera, línea móvil y compleja perosin duda el límite entre el nosotros y el ellos. De acuerdo con éste criterio se llevaa cabo la Conquista del Desierto dando al tema de la seguridad de las fronteras(subyacente a ella está la lucha por la posesión de las tierras) una solución militar.

Todo éste discurso asimilacionista siguiendo a Slavsky (1992) se mantuvo vigen-te hasta después de la última dictadura militar.

A partir de l984, con el retorno de los gobiernos democráticos, entra en escena unnuevo discurso más pluralista; se sancionan diversas leyes nacionales y provincialesen relación con los Pueblos Originarios, proceso que desemboca en la Reforma Cons-titucional de 1994 dónde queda de manifiesto la decisión por parte del Estado Argen-tino de iniciar una nueva relación con los Pueblos Originarios basada en el respeto yel reconocimiento multicultural tal como lo manifiesta en el artículo 75 inciso 17:

«Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Ga­rantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural:reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comu­nitarias de las tierras que incondicionalmente ocupan; y regular la entrega de otrasaptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, trans­misible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en lagestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Lasprovincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones».

De acuerdo con Laura Ramos:

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«Con la reforma de 1994 la República Argentina adhiere a la corriente reformistalatinoamericana que incorpora a sus cartas fundamentales un nuevo modelo estatal; lademocracia plural. En este sentido se autodefine como una nación pluriètnica ymulticultural, reconociendo a los Pueblos Indígenas como interlocutores legítimos, a lavez que les garantiza relaciones interétnicas en paridad de condiciones».

En consecuencia, esta modificación de la Carta Constitucional implica el estableci-miento de nuevas políticas por parte del Estado en relación con los Pueblos Originarios.

Siguiendo la lectura de Laura Ramos el Estado-Nación tradicional identifica a supueblo real, con aquél capaz de desarrollar una economía viable, una tecnología, unaorganización estatal y una fuerza militar y con ese fin sus administradores monopoli-zan y centralizan la regulación del orden social bajo su jurisdicción, a la vez quedicen representar a un pueblo culturalmente homogéneo, cuestión esta que quedagarantizada con la construcción del ciudadano bajo la consigna suprema de la igual-dad formal ante la ley y la doctrina de los derechos individuales en oposición a losderechos colectivos como opción única (Derecho positivo). Para los pueblos Origina-rios el plan es la integración, la negación o el exterminio.

El modelo de Estado Plural requiere de una política que respete no sólo la convi-vencia de una pluralidad de pueblos y culturas bajo una misma jurisdicción estatal,sino que admita y promueva la descentralización relativa del poder público también.Tal descentralización implica, por un lado el resquebrajamiento del monopolio esta-tal de la violencia legítima (poder de castigar) y de la regulación de la totalidad de lasrelaciones sociales (poder disciplinador). Por otro lado, una redistribución del «poderdecidir» sobre el destino del bien común.

En consecuencia se requiere de una reforma del Estado que transite de un Estadohomogeneizador, que monopoliza una visión unívoca de la realidad a un EstadoPlural que considere todas las voces a la hora de tomar decisiones generales y que a lavez ceda parte del poder jurisdiccional central.

El caso Pulmarí en relación al desarrollo precedente, adquiere suma relevancia porlas circunstancias políticas y legales que se fueron desencadenando a lo largo delmismo, circunstancias que pusieron de manifiesto las tensiones que la última ReformaConstitucional despertó entre los funcionarios que tienen que llevar adelante lasnuevas políticas que emanan de las nuevas legislaciones. Tensiones que desemboca-ron en un conflicto de legalidades entre la justicia federal que procesa a dirigentesmapuche bajo los cargos de usurpadores de tierras haciendo caso omiso de las últimasreformas legales y el Defensor General de la Nación quién asume él mismo la defensadel representante de la Confederación Mapuche Neuquina: el lonko Antonio Salazary presenta un Recurso de Casación en relación al pronunciamiento del tribunal oraldejando sentado un precedente: «y el Derecho de los aborígenes es derecho positivoporque está en la Constitución Nacional» (Becerra, 1997).

De acuerdo con Juan Carlos Radovich:

«Evidentemente, la acción del Defensor Nacional constituyó un «leading case» dado queera la primera vez que se planteaba el reconocimiento de los derechos indígenas desdela reforma constitucional para un caso específico».

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Este suceso denota una quiebra entre las reformas judiciales que avalan la preexis-tencia cultural y étnica de los pueblos indígenas y su derecho a la autodeterminación yel accionar judicial ante situaciones reivindicativas concretas (poder disciplinador) pormás que éstas se apoyan en leyes nacionales que a su vez ratifican leyes internacionales.

En este caso es claro que los mapuche apelan a un derecho consuetudinario reconoci-do en la Carta Constitucional, (preexistencia étnica y cultural) que el Defensor reconocey trata de instaurar la posibilidad de contemplar en la justicia penal el tema de la Diversi-dad Cultural y que ambos se enfrentan con un grupo de funcionarios tanto de la justiciafederal como provincial que imbuidos de las ideas propias del Derecho Positivo (igualdadde las personas ante la ley) no incorporan en su administración de justicia las reformasconstitucionales apelando a vericuetos legales (el artículo de la Constitución no estáreglamentado) y de esta manera abortan la posibilidad de instaurar la posibilidad de laDiversidad Cultural en el Derecho. El propio Becerra, rescata la relevancia de su interven-ción en una Conferencia dónde adhiere al reclamo mapuche de que sean respetados susderechos ancestrales y que rija la pluralidad en la administración de justicia:

«En realidad, no sólo ha sido una preocupación personal, sino que se ha manifestado como unproblema institucional que fue el eje principal de trabajo en la primera causa en la que tuveintervención directa como Defensor General de la Nación. Se trató de un recurso de Casación, enun proceso que se siguió en la provincia de Neuquén a miembros de una comunidad indígena porel delito de usurpación. Esta inquietud tuvo, incluso favorable acogida en dos anteproyectos de leyvinculados con la cuestión indígena y que fueron analizados en comisiones especiales en el ámbitodel Ministerio De Justicia … Sin embargo, es a partir de esta década cuando aparece una nuevacorriente, llamada «pluralista» cuya máxima es el respeto a la diversidad cultural. Esto significa,principalmente crear un modelo constitucional pluralista que legitime los sistemas indígenas,modificando el carácter etnocéntrico de derecho al otorgar reconocimiento a su derecho consue­tudinario, siempre dentro del marco del respeto a los derechos y garantías fundamentales. Deesta manera, no sólo se busca la descriminalización de ciertas prácticas culturales, sino tambiéndiluir el monopolio cultural como fuente de orientación jurídica…».

Con respecto a la medida tomada por los jueces al procesar a los dirigentes mapuchesen los cargos de usurpadores de tierras hace mención a que es una decisión absoluta-mente valorativa y que el derecho en relación con la costumbre va variando con eltranscurso del tiempo, por ello afirma que el Derecho Penal es un producto cultural.

«La cuestión de la diversidad cultural, adquiere importancia institucional cuando se laanaliza en relación al poder penal del Estado, un poder de inigualable magnitud querefleja la manifestación de la violencia legítima de mayor trascendencia. El derecho quelo regula está basado en las decisiones de política criminal asumidas y que son absolu­tamente permeables a las valoraciones. Se valora cuando se tipifican determinadasacciones como delitos, cuando se investiga y cuando se advierte que no toda conductailícita ingresa al sistema penal».

Como consecuencia sobreviene un conflicto de legalidades ya que el derecho posi-tivo en el caso de la propiedad de las tierras, legisla para el sujeto individual garantizan-do sus derechos individuales y el derecho consuetudinario mapuche en lo referente al

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«territorio», plantea la propiedad comunitaria de las mismas e interpela al Estado Ar-gentino a contemplar el derecho colectivo para efectivizar este Estado multicultural.

Detrás de la diferencia se esconde otro conflicto, el tema de la soberanía del estado conrespecto al territorio y la reivindicación de autonomía de las comunidades indígenas alinterior de las mismas. Conflicto que apareció en la prensa neuquina del momento confun-diendo a la opinión pública (Lizarraga, 1995). Dónde el contador de la CIP y querellantecontra la COM los acusa de querer formar un estado aparte del Estado Argentino.

Díaz Polanco lo explicita claramente al explicar que tras la reivindicación delderecho indígena, subyace la idea (para otros el fantasma) de la autonomía, el derechoa la libre determinación. En términos de Díaz Polanco «es el más poderoso reclamo derespeto a la diversidad en América Latina».

Para este autor al mismo tiempo que surge la demanda de autonomía, en el planopolítico- ideológico se levanta un obstáculo formidable para la realización de estederecho. El afianzamiento en la región del pensamiento liberal no pluralista y suconsecuencia: la negación de la autodeterminación como un atributo de los pueblos.

El pensamiento liberal no pluralista no es el único adversario político al que se enfren-ta el programa autonomista. Se enfrenta al mismo tiempo con las tendencias agrupadas enel relativismo absoluto responsable del surgimiento de esencialismos etnicistas. Tantouno como el otro funcionan como dos caras de la misma moneda dónde ambos enfoquesse refuerzan y cada uno de ellos da pié a las argumentaciones del otro.

Le interesa subrayar que todo ello dificulta la reflexión racional en torno a ladiversidad y la autonomía e induce posiciones reactivas que se refuerzan a partir deevaluaciones equivocadas.

Del lado liberal se consolidan las tendencias que rechazan la pluralidad comofundamento del régimen democrático por construir y se regresa con más fuerza a losplanteamientos integracionistas. El principal error consiste en identificar la propues-ta de autonomía con una versión relativista que parte del supuesto moral de la supe-rioridad ética de la civilización india.

Del lado autonomista, se favorecen las inclinaciones a atrincherarse en los valorestradicionales adversos al diálogo intercultural, al tiempo que se erosiona la sustancianacional de la propuesta de autonomía y, por consiguiente, se la reduce a una salidasólo para los indios que supuestamente puede lograrse sin transformaciones sustan-ciales del Estado Nación. De esta manera la propuesta de autonomía como puente,diálogo y búsqueda de acuerdo democrático queda debilitada.

Para el autor el primer requisito para iniciar un proceso autonómico es la disposi-ción al diálogo y la cooperación entre las culturas. En consecuencia el relativismo esun considerable adversario de la autonomía. A partir de la convicción de que noexisten criterios de evaluación universales en materia moral o epistémica pasa a sos-tener que no es posible evaluar una cultura a partir de los valores o estándares de otro,sino que es impracticable construir normas transculturales que permitan la compren-sión mutua y el establecimiento de puentes entre sistemas culturales diferentes. Latesis del relativismo no abona la pluralidad sino el atrincheramiento cultural. Y eneste terreno espinoso no puede florecer la autonomía.

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Desde el punto de vista del otro adversario de la diversidad, «la teoría liberal» queprioriza los derechos individuales sobre los culturales es el llamado liberalismo igua-litario de Rawls de los cuales se rescatan algunos elementos básicos:

La libertad es un valor sustantivo, mientras que la igualdad es un valor adjetivo, laigualdad no es valiosa sino se predica de alguna situación o propiedad que es en símismo valiosa. Lo que en sí mismo es valioso son los valores individuales.

Sólo los individuos son personas morales. Las personas colectivas no son perso-nas morales. Se busca invalidar cualquier pretensión de asignarle valor ético a lacomunidad con la intención de ponerla por encima del individuo.

Lo anterior se refuerza con el tercer elemento del sistema: el individualismo ético.Los individuos valen más que los grupos a los que pertenecen. Los grupos no adquie-ren la calidad de persona moral por lo mismo las culturas no tienen ningún valormoral que permita absolutizarlas o idealizarlas.

Los argumentos liberales en torno al imperativo de respetar los derechos funda-mentales son atendibles, pero el punto es cómo hacerlos compatibles con los derechoscolectivos, como ver a los derechos individuales y colectivos como complementariosy mutuamente dependientes.

En el proceso histórico de su constitución, la condición humana deviene a untiempo colectividad e individualidad. Con igual firmeza hay que sostener tanto losderechos culturales como los individuales explorando lo que hay en realidad departicular tanto en uno derechos como en otros.

Para comprender los sucesos de Pulmarí desde el inicio hasta el presente los apor-tes de Giorgio Agamben (1998) resultan fundamentales en tanto clarifica que el térmi-no pueblo (única denominación aceptada para los pueblos indígenas por los tratadosinternacionales) siempre indica también a los pobres, los desheredados, los excluidos«un mismo término designa tanto al sujeto político constitutivo como a la clase quede hecho sino de derecho, está excluida de la política». Pueblo es un concepto polarque implica un doble movimiento y una compleja relación entre dos extremos. Laconstitución de la especie humana en un cuerpo político se realiza a través de unaseparación fundamental y en el concepto pueblo se pueden reconocer las parejascategoriales que definen la estructura política tradicional: «nuda vida» (pueblo) y«existencia política» (Pueblo). El pueblo lleva consigo la fractura biopolítica funda-mental. Es lo que no puede ser incluido en el todo del que forma parte y lo que nopuede ser incluido en el conjunto de lo que está incluido siempre. De aquí las contra-dicciones cada vez que es evocado y puesto en juego en la escena de la política.

Es aquello que ya existe siempre y que, sin embargo, debe aún realizarse; es la fuentepura de toda identidad pero que debe redefinirse y purificarse permanentemente por me-dio de la exclusión, la lengua, la sangre o el territorio. O bien, en el polo opuesto, es lo quese falta por esencia a sí mismo y cuya realización coincide, por eso, con la propia aboli-ción; es lo que para ser, debe proceder, por medio de su opuesto, a la negación de sí mismo.

Para Agamben si el pueblo contiene en su interior la fractura biopolítica central,esto nos posibilita realizar de otra manera la lectura de algunos hechos políticoscontemporáneos. La lucha entre los dos pueblos ha existido desde siempre, perocontemporáneamente se ha acelerado.

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En otra perspectiva para Agamben nuestro tiempo no consiste en el intento decolmar la escisión radical que divide al pueblo y de poner término de forma radical ala existencia de un pueblo de excluidos.

En este intento si coinciden los países industrializados de producir un puebloúnico, no divisible. Es la obsesión del desarrollo que coincide con el proyectobiopolítico de producir un pueblo sin fractura transformando en nuda vida a todas laspoblaciones del Tercer Mundo dónde los pueblos originarios serían denominados porClaudia Briones (1998) «el cuarto mundo».

Desde otras perspectivas, resulta más comprensible que pese a los intentos de lasorganizaciones mapuches de reivindicarse como colectivos políticos y legalizar susdemandas; -pasada ya una década- el conflicto Pulmarí sigue vigente, el pueblomapuche atropellado y la mira codiciosa de los países industrializados puesta en eseterritorio tratando de reducir a ese pueblo al estado de vida desnuda, con la complici-dad de la justicia y de algunos de los funcionarios de turno, aplicando una legalidadque no contempla el derecho colectivo ni la diversidad cultural.

Conclusión

Los tratados internacionales que avalan los derechos de los pueblos indígenas hansido incorporados a las reformas constitucionales de los países latinoamericanos. Parale-lamente los Estados van adquiriendo un nuevo perfil en esta nueva coyuntura políticamundial redefiniendo sus atribuciones y delegando funciones; etapa que también coinci-de con demandas indígenas y con mayor participación de sus líderes en foros y organis-mos internacionales que terminan haciendo presión en sus propios Estados Nacionales.

Sin embargo, estos avances en los tratados internacionales y su incorporación a lascartas constitucionales parecieran ser la reaparición de nuevos espejitos de colores aintercambiar, puesto que sus derechos continúan siendo avasallados y las leyes se consti-tuyen en nuevas ficciones que no avalan sus reclamos. El conflicto de legalidades quedaplanteado en la opción de aplicar un derecho individual o un derecho colectivo. ¿Se tratade una opción política? ¿Se trata de mayor comprensión de las personas que administranjusticia, que no todos los sujetos son tan iguales ante la ley y que es necesario contemplarlas diversidades culturales? Son muchas las preguntas las que nos hacemos y hasta ahoraen los casos que se van planteando seguimos buscando las respuestas.

Nota1 IMADR LATIN AMERICAN BASE REPORT OF ACTIVITIES 2001.

http/www.imadr.org/regional /la.acta.reportSpanish2001html

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La educación intercultural bilingüe y su relación con unnuevo soporte documental: la web

María Victoria Fernández

Centro de Investigaciones PrecolombinasContacto: [email protected]

Introducción

El tema que presentamos es una primera aproximación al nuevo patrón de produc-ción y difusión de conocimientos de la sociedad actual como es «la web», a través deuna problemática: la «Educación Intercultural Bilingüe» (EBI en adelante) en laregión amazónica.

Nuestro aporte al Seminario Magistral «Las Sociedades de los paisajes semiáridosy áridos del Centro­Oeste Argentino», VII Jornadas de Investigadores en Arqueologíay Etnohistoria del Centro Oeste del País, consiste en reseñar algunos trabajos y docu-mentos que se encuentran en internet en relación con la EBI, ya que, éstos hacenhincapié en la educación que deben desarrollar los pueblos originarios.

De aquí planteamos la siguiente cuestión: ¿La EBI es una nueva forma de re-conquistar un espacio en la Amazonía Peruana? Nosotros pensamos que las políticasrelacionadas con la EBI son una forma de «re-colonización» de las comunidadesindígenas, en pos de asimilar al otro cultural a la sociedad blanca.

A continuación, en primer lugar, haremos una referencia a dos tipos de documen-tos, aquellos que buscamos en internet y los que encontramos en el archivo. En segun-do lugar, abordaremos la cuestión con «fuentes extraídas de la web».

Los «repositorios» cambian

El documento histórico es aquel puede proporcionarnos, tras su interpretación,algún conocimiento sobre el pasado humano. Abarca amplios vestigios orales y escri-tos, arqueológicos, plásticos. Por lo tanto, es una huella que el hombre ha dejado yque examinada convenientemente puede decirnos algo.

El documento electrónico se ajusta a la definición de documento moderno

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«Son aquellos que comprenden el aspecto visual o el aspecto sonoro o bien estos dosaspectos integrados. Pero que además utilizan o (están trabajados) sobre materialsensible y fotosensible, tienen un registro óptico electrónico o electromagnético»(www.derin.uninet.etu/cgibin/derin/vertrabajo)

David Molina Rabadán y Jesús Fernández García (www.cibersocidad.net), argu-mentan que, como consecuencia de la revolución de las comunicaciones, nuestravisión del mundo y las categorías con que lo analizamos, sufrirían una alteración porel avance tecnológico.

El origen de internet se remonta a la década de 1970 en el ámbito de defensaestadounidense, se desarrolló y se afianza hacia 1980, y en la década de 1990 seadoptó su uso en forma masiva.

La etapa de transición entre la era industrial y la postindustrial o era de la informa-ción fue algo tan discutido, que no nos estamos dando cuenta de que estamos pasandoa la postinformación. La era industrial nos dejó el concepto de la producción en masacon economías basadas en una producción con métodos uniformes y repetitivos encualquier espacio y tiempo dado. La era de las computadoras, nos mostró una mismaeconomía pero con menor énfasis en el espacio y el tiempo. Nos permite movernos pordiferentes archivos, como si estuviéramos trabajando con tres máquinas distintas en unmismo tiempo y espacio (Negroponte, 1996).

En la web aparecen un amplio número de enlaces sobre el tema EBI. La dificultadque encontramos es que, a veces, ese material no es idóneo. Pero uno de los aspectosdel trabajo del investigador es hacer su exploración atendiendo a un criterio de selec-ción. La ventaja es el acceso al corpus documental y bibliográfico de manera rápida;y a bases de datos informatizadas. Esto es una herramienta conveniente y práctica,que no va en detrimento de los soportes tradicionales.

Según Perrone (1998) al aparecer internet surgió un nuevo tipo de publicacionescientíficas. La diferencia principal es que no proviene de un soporte papel sino de unoelectrónico, que se transmite mediante cables telefónicos o de ondas satelitales. Por lotanto estamos utilizando tiempos y espacios virtuales relativos y característicos de lapostmodernidad. El manejo de internet parece reflotar una sensación de ir siemprepara adelante. La tecnología es un mundo en movimiento y quien no se halle en elmismo lugar, retrocene (Adaszko, 1998; Piscitelli, 1988).

La web es heterogénea y un gran hipertexto que no tiene fin, porque un «link» noslleva a otro y así sucesivamente, por eso hay que ser cuidadosos cuando analizamoseste tipo de documentación

«Son tan tecnológicas las opciones tradicionales de formalizar el conocimiento y com­partirlo, segmentarlo, atesorarlo o diseminarlo, (como el lápiz y el papel) como lo sonlas tecnologías sofisticadas de la computación y la Internet» (Piscitelli, 2005).

La evidencia que presentamos sobre la EBI proviene de una fuente no tradicional,y todas las páginas analizadas pertenecen a sitios de organizaciones que tienen con el

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tema y la problemática planteada sobre aquella, como a continuación se detalla.

Educación Bilingüe Intercultural en Amazonía Peruana

El «Programa de Formación de Maestros Bilingües de la Amazonía Peruana»(FORMABIAP), inició sus actividades en 1988 como especialidad en Educación Pri-maria Intercultural Bilingüe del Instituto Superior Pedagógico Público «Loreto»(ISPPL), en el marco de un convenio firmado entre la Asociación Interétnica de Desa-rrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) y El Ministerio de Educación. El mismo fueaprobado mediante la Resolución Ministerial Nº 364-88-ED, ratificado con otra quelleva el Nº 389-2000-ED. En el futuro

«[...] FORMABIAP se proyecta como una institución gestionada por las organizacionesindígenas amazónicas que brinda servicios orientados a la formación de recursos hu­manos capaces de liderar propuestas educativas innovadoras y de desarrollo sosteni­ble, sustentadas en el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indíge­nas, enraizadas en su herencia cultural, recogiendo los aportes de otras culturas ypromoviendo la valoración positiva de la diversidad» (www.aulaintercultural.org/article).

Antes de crearse la AIDESEP los pueblos indígenas tenían una organización tradi-cional propia acorde con sus condiciones de desarrollo. La centralización de dicha orga-nización se inició con la orientación de grupos religiosos tanto católicos como evangéli-cos. El contexto político de la década de 1970 fue propicio para que las comunidadesnativas se agruparan. Esto estaba en estrecha relación con los procesos sociales a los queapuntaba la globalización. Es así que, en 1979, se conformó la Coordinadora de Comuni-dades Nativas de la Selva Peruana, que en 1980 se pasó a llamar AIDESEP y es

«[...] una organización nacional y estamos presididos por un Consejo Nacional que seasienta en 6 organismos descentralizados ubicados en el norte, centro y sur del país.Tiene 57 federaciones y organizaciones territoriales, que representan a las 1,350 comu­nidades donde viven 350,000 hombres y mujeres indígenas, agrupados en 16 familiaslingüísticas» (www.aidesep.org.pe).

La DINEBI (Dirección Nacional de Educación Bilingüe) es un órgano de línea delViceministerio de Gestión Pedagógica que diseña e implementa conjuntamente conlas organizaciones indígenas y otras instituciones, modelos de Educación BilingüeIntercultural (EBI en adelante). Entre sus objetivos el más importante es «Incorporarla interculturalidad en el sistema educativo peruano» (www.minedu.gob.pe/denebi).

Entre las características principales de la EBI podemos mencionar: la incorpora-ción a la práctica pedagógica de valores sociolinguüísticos culturales de los pueblosnativos; recuperación y valoración de la cultura y la identidad como base del desarro-llo integral de la persona; la consolidación en el uso de las distintas lenguas autóctonascomo canales de expresión, desarrollo cultural y autoafirmación; la vinculación de lacultura ancestral con otras culturas, logrando un proceso dinámico de interculturalidad;

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garantizar el aprendizaje de la lengua materna y del castellano como segunda lengua;la determinación de los docentes de dominar la lengua originaria como el español; laparticipación de todos los miembros de las comunidades nativas en la formulación yejecución de programas de educación con el fin de formar equipos de trabajo capacesde llevar a cabo la gestión de aquellos; la preservación de las lenguas de los pueblosindígenas promoviendo su desarrollo y práctica; la incorporación de la historia deesos pueblos (www.lexnoba.absysnet.com/tema/tema53)

Las políticas lingüísticas

Mientras no se asuma como una cuestión de Estado la política lingüística, sólo sereduce a una manera de tratar las lenguas minoritarias por el gobierno que detente el poder.

A continuación haremos una breve descripción de las políticas que se llevaron acabo en relación con el ámbito lingüístico.

El convenio con el Instituto Lingüístico de Verano (1950-1970)

El Estado peruano con el afán de llevar a cabo una política de integración de laamazonía, encargó al Instituto Lingüístico de Verano (ILV) la «castellanización ycristianización» de la población. Hacia 1953, las escuelas bilingües comenzaron a funcio-nar y los maestros eran personas de la comunidad que tenían algún conocimiento delcastellano. Éstos eran capacitados durante los tres meses de verano. Durante ese tiempofinalizaban sus estudios primarios y secundarios y se entrenaban en el uso del materialproducido por el ILV (www.members.tripod.compe/nilavigil/politicas-ling-am).

Gobierno revolucionario de las fuerzas armadasEl gobierno militar del Gral. Juan Velazco Alvarado (1968-1975) tenía como

objetivo la creación de un nuevo orden socioeconómico, debido a lo cual la educa-ción formaba parte de las reformas, ya que, el mismo aspiraba a despertar concienciacrítica en los docentes. Por lo tanto, se creó la Ley General de Educación 19326 y laPolítica Nacional de Educación Bilingüe que proponía introducir en la enseñanzaaspectos de la cultura indígena, a partir de sus formas tradicionales como organiza-ción social, conformación familiar, artesanías (www.lanic.utexas.edu)

La puesta en marcha de esa política se puso de manifiesto en la «Mesa Redondasobre el Monolingüismo Quecha y Aymara y la educación en el Perú» (1963). Entrelos problemas que se enumeraron allí, podemos mencionar: el país es plurilingüe conalta proporción de hablantes de la lengua nativa que tienen algún conocimiento de laoficial o directamente la desconocen. No existe una lengua común que permita lacomunicación homogénea territorialmente hablando. Existe confusión en los térmi-nos castellanización y alfabetización, se los incluye en un mismo proceso. La instruc-ción de los hablantes nativos exige textos y metodología específicos porque la ense-ñanza de la lengua materna no es equivalente a la de una segunda lengua. La educa-ción oficial impone una sola lengua como si todos los educandos fueran hispanohablantes.

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La Ley 19326 incorporó la educación bilingüe al sistema educativo y reconociólo lingüístico y lo cultural

«[...] la educación bilingüe se dirigirá a evitar la imposición de un modelo exclusivo decultura y a propiciar la revalorización dinámica de la pluralidad cultural en términos deigualdad» (www.members.tripod.compe/nilavigil/politicas-ling-am).

Programas desarrollados por las ONG (Organizaciones no guberna-mentales)

Entre los años 1970 y 1980, en Perú, hubo proyectos de Educación Bilingüe queproponían una formación orientada hacia el pluralismo cultural y la construcción deuna sociedad que aceptara la diversidad cultural y lingüística.

Existen programas que asesoraron y capacitaron docentes. Los elaborados por elCAAP y el PEBIAN produjeron materiales y alfabetos distintos a los del ILV y adap-taron el currículum oficial de primara. Vale aclarar que el PEBIAN también trabajó enel nivel secundario (www.members.tripod.compe/nilavigil/politicas-ling-am).

Cada una de las políticas, para nosotros, es una «re-colonización» porque aspira aintegrar al indio al Estado-Nación, a través del discurso del desarrollo y lainterculturalidad como veremos en el acápite siguiente.

Desarrollo e interculturalidad

El discurso del desarrollo es una forma de intervención social que operó desdemediados del siglo XX en Latinoamérica, y luego se lo relacionó con el crecimientoeconómico y con la formulación de políticas atinentes a un proyecto de expansiónque, permitieran satisfacer las necesidades de la sociedad, las cuales, no son sóloeconómicas, si no también culturales, e incluyen una creciente intervención de nue-vos campos de conocimiento, como por ejemplo, la antropología, que en los últimosaños, contribuyó al análisis de proyectos de desarrollo en diversos campos (salud,educación, economía, sociedad, entre otros). Los mismos fueron aplicados por orga-nismos internacionales, públicos, privados, organizaciones no gubernamentales.

Este término cuya primera apreciación nos remite a problemáticas económicas, seencuentra relacionado con el de interculturalidad, que es el concepto con que lostécnicos del Banco Mundial denominan la relación entre las sociedades nacionales ylas etnias indígenas (Rocchietti et al., 2005).

La política educativa de los distintos países de Latinoamérica y la del Perú, enparticular, es digitada por el Banco Mundial. Enmarcada en esta idea, se ha habladode educación para los pueblos indígenas y se ha diseñado una propuesta de EBI conlas recomendaciones y asesoría técnica de la citada institución, donde se postula, quelos niños nativos aprendan en su lengua los contenidos básicos generales estipuladospara todos los niños no indígenas, queriendo unificar y estandarizar las lenguas me-nos dominantes a los fines de la enseñanza y además, homogeneizar las prácticaspedagógicas orientadas a alumnos cuyo dialecto materno no es el castellano. Su

La educación intercultural bilingüe y su relación con un nuevo soporte documental: la web

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objetivo es lograr mejores aprendizajes y que éstos se desarrollen en todos los niñosen un mismo nivel educativo. Por lo tanto, el uso de una lengua no es el interésprimordial de las políticas educativas del Banco Mundial ni del Estado peruano(www.nilavigil.wordpress.com).

No obstante, la interculturalidad no es un concepto privativo del ámbito de laeducación

«La interculturalidad es una dimensión que no se limita al campo de la educación, sinoque se encuentra presente en las relaciones humanas en general como alternativa frenteal autoritarismo, el dogmatismo y el etnocentrismo (Heise et al., 1994:5).

Esta definición es más amplia y se encuentra en oposición a los intentos dehomogeneización que se pretende implementar en el Perú, a través de «un modelocultural unitario, urbano y castellanohablante» (Heise et al., 1994:5).

Nosotros pensamos que la EBI a través de la implementación de distintas políticasy programas, penetran solapadamente en el interior de las comunidades, tratando deasimilarlas al sistema hegemónico.

Conclusiones

En este trabajo presentamos una primera aproximación al tema de la EBI. Todo loreferente a éste se basa en documentos bajados de Internet, que es una herramientanovedosa para los investigadores en ciencias sociales.

Los extractos de los documentos presentados proceden de un soporte no tradicio-nal, Internet. Nosotros nos proponemos trabajar con esa nueva tecnología y en conse-cuencia afirmamos que la era digital regulará varios espacios en el siglo XXI. Uno deesos lugares será el archivo.

Pensamos que la era digital, regulará varios espacios en el siglo XXI. Uno de esoslugares, es el archivo, donde muchos investigadores trabajan actualmente.

Referencias bibliográficasADASZKO, D. 1998 Redefinición de las esferas pública y privada a partir de la ampliación del uso

de internet. En Cafassi, E. (ed.) Internet: políticas y comunicación. Biblos. Buenos Aires.

HEISE, M.; TUBINO, F.; ARDITO, W. 1994 (2da. Edición) Interculturalidad un desafío.CAAAP. Lima.

NEGROPONTE, N. 1996. Ser digital. Océano de México. México.

PERRONE, I. 1998 Internet y las publicaciones científicas. En Cafassi, E. (ed.) Internet:políticas y comunicación. Biblos. Buenos Aires.

PISCITELLI, A. 1988 La periferia como reserva cultural. Crisis 62.

PISCITELLI, A. 2005 Tecnologías educativas. Una Letanía sin ton ni son. Publicaciones deEstudios Sociales 22 (sala.clacso.org.ar).

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ROCCHIETTI, A. M.; LODESERTO, A.; VILLA, M. 2005. Crítica de la InterculturalidadProyecto Político y Recolonización Mapuce. Xº Jornadas Interescuelas. Departamento deHistoria. Rosario. CD.

Páginas de Internetwww.aulaintercultural.org/article

www.aidesep.org.pe

www.cibersociedad.net

www.derin.uninet.etu/cgibin(derin/vertrabajo

www.lanic.utexas.edu

http://lexnova.absysnet.com/tema/tema53.html

http://members.tripod.compe/nilavigil/politicas-ling-am.html

www.minedu.gob.pe/dinebi

http://nilavigil.wordpress.com

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