Libro: Príncipe Inexplicable Por: Annesdy Tellado

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CAPÍTULO SeisLa Hora Cero

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CAPÍTULO SEISLA HORA CERO

Llegó la hora cero, el momento donde todo se decide. ¿Lograría mis sueños o triunfarían mis pesadillas? Estaba feliz, porque andaba con la reina más hermosa que había conseguido en mi vida, a pesar de que las cosas no se desarrollaban como yo hubiera querido. Me hubiera gustado que ella fuera mi princesa, pero

había sido reina primero que yo. Mis metas al comienzo eran que mis padres dieran la bendición aeste amor y ser el ejemplo a seguir ante el Castillo de la Biblioteca. Quizá seríamos la crítica de las personas que no entendieran nuestro amor. Ella era la persona que quería;

deseaba pasar el resto de mi existencia viviendo a su lado, sentir su amor, la fe, la esperanza y las ganas de tener un mundo mejor. Llegando hasta

los campesinos, fuimos a buscar a mis padres para ira recuperar lo que era suyo. Llegando a la aldea, los

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campesinos se asustaron en gran medida. En vez devivir en casas humildes, estaban viviendo en campamentos.—¿Qué ocurrió? —pregunté a uno de los muchachos

que estaba en el campamento. —David II se molestó en gran medida con nosotros — respondió el joven—, porque no queríamos seguiraguantando sus abusos y quemó nuestras casas comoparte de sus advertencias.Busqué a mis padres en muchos lugares, pero no losencontraba. Seguí buscando, causando gran temor enlos pobres campesinos por la cercanía de los caballeros que se encontraban cerca de mí. A lo lejos,observé a una mujer con una túnica verde, con unaraya blanca en el centro y una cinta alrededor de sucabello. Luego, observé a un hombre con una túnicanegra, con un mantel cubierto de pelo. Cuando seguí

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mirando, me di cuenta de que era mi padre, labrandola tierra. No cabía duda: los campesinos tenían mucho

trabajo del castillo y eran la sociedad más baja quepodíamos contar entre nosotros. Esto definitivamente

tenía que cambiar en mi mandato como futuro rey.—Es la primera vez que trabajo para mí —dijo mi

padre.—¿Por qué dices eso? —le pregunté. —Estas tierras eran mías; los pobres campesinos trabajan duro para disfrutar de todo esto. No mehabía dado cuenta de que los campesinos merecen unmundo mejor.—Hijo —dijo mi madre, tomándome entre susbrazos—, me alegra ver que te encuentras bien.—Padres, ella es mi Amanda, mi novia —dije sinvacilar—. Ella es la nueva reina de Castillo Analfabeta.

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La primera impresión de mis padres no fue del todobuena. A mi madre se le cayó la canasta de comida

que tenía en sus manos y mi padre tragó hondo sindecir una palabra. Pasamos toda la tarde contándoles

a mis padres lo que me había sucedido y luego nos desviamos de tema para planificar la estrategia de

cómo atacaríamos para recuperar el Castillo de laBiblioteca. Realizar una reconquista no era fácil para

mi padre Fernández, ya que era un rey pacífico.—Tengo una idea —dije en voz alta, teniendo la

atención de todos—. Mis padres van a entrar vestidos como se encuentran, de campesinos. Los caballeros

buscarán la mitad de los libros en el CastilloAnalfabeta y colocaremos la mitad en la biblioteca de

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nuestro castillo. Conozco el túnel que nos llevará a ese lugar. Amanda y yo restauraremos la biblioteca.Cuando terminemos, atacaremos con el arma más

poderosa: el conocimiento.En otro momento de mi vida, nadie me hubiera hechocaso, ni yo hubiese estado hablando sobre una buenaidea. Era el momento de actuar. Esta guerra no erafísica, sino intelectual. Con nuestras tareas divididas,procedimos a actuar de inmediato. Mis padres,Amanda y yo seguimos caminando hacia el Castillo dela Biblioteca. Había oscurecido; nos encontrábamos escondidos entre los arbustos. Observaba el momento indicado para poder entrar al castillo, directamente ala habitación de mis padres. Procedí a brindar una seña que indicaba que era el momento de recuperar loque era nuestro. Entramos silenciosamente por el

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túnel. Vimos el cuarto de mis padres totalmentedestruido y mi madre Carlota se arrodilló a llorar.

Pensaba en las cosas que habían ocurrido.—Madre, es momento de trabajar —le dije—. Vamos

para afuera del palacio, que ustedes tienen que seguireducando a las personas.Mis padres se marcharon. Amanda bajó por el túnel a

esperar a los caballeros, mientras que yo esperaba en la habitación. El miedo invadió mi vida, pero no podía dejarme dominar por ese sentimiento. Era momento

de actuar para recuperar lo que se había perdido.Pasaron algunas horas cuando de pronto Amanda

subió con los primeros libros. Abrimos la puerta de lahabitación de mis padres lentamente. Bajamos las

escaleras sin hacer ruido. De momento, escuchamos

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unos pasos y avanzamos hasta escondernos detrás delos escalones. Estaban pasando Leticia y David II,hablando sobre la destrucción del Castillo Analfabeta. —Amanda y Juan se creen que somos idiotas —decíaLeticia—. Ellos están llenando de sabiduría a mi pueblo; eso no me gusta.—Entonces, Carlos y Alejandro me fallaron —dijoDavid II—. Tienen que morir. Estoy seguro de queCarlos sabía todo esto. Yo me lo sospechaba, por esofue que envié al nuevo mensajero Ricardo para queviera cómo estaban las cosas en ese castillo.—Ricardo fue el joven que se dio cuenta —dijo Leticia—. De hecho, Amanda no está. No tenemosidea de dónde se encuentra. Los minutos de Amanday Juan están contados.

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—No importa —dijo David II— que Juan sea mi hermano, tiene que pagar de la misma manera que

Carlos, Alejandro y Amanda. Guardias, guardias.Llegaron los guardias del castillo. —Quiero a Carlos aquí en una hora. Algún castigo se

me va a ocurrir por su deslealtad — dijo David II.—Perdone, señor David. ¡No entiendo! David II y Leticia volvieron a explicarles los mandatos

que les habían dado.—¡No entiendo! —repitió el guardia. —Olvídalo, les daré el mandato a los caballeros enpersona —dijo David II.Se marcharon del lugar. Amanda y yo corrimos haciala biblioteca. Para restaurar la biblioteca, tendríamos que trabajar fuertemente. Por fin, entramos a labiblioteca de mi castillo.

—Tenemos que salvar a Carlos —dijo Amanda—. Él siempre nos ayudaba.

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Afirmé con mi cabeza. Mientras que Amanda mehablaba, de momento toqué un libro. No estaba

dormido, ni siquiera tenía los ojos cerrados para veralgo oscuro. Simplemente, con los ojos abiertos vi a

Josué volando al rescate de Carlos, que estaba apunto de ser ahorcado. De la nada, entró en mi visión

Juan. Vi su futuro, que no era nada bueno. Estaba apunto de morir ahorcado. Le conté a Amanda todo lo

que había visto en mi visión. —Lemuel, te tengo que dejar — Amanda caminó haciala puerta.

—¿Para dónde vas? —le pregunté, deteniéndola con una mano—. Tenemos que acomodar los libros.

—Amor, hemos adelantado mucho en el CastilloAnalfabeta para echarlo todo a perder. Tenemos el

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poder de cambiar nuestro futuro y me encargaré deque a Juan no le pase nada. No voy a permitir que

David II y Leticia ganen la batalla — continuó Amanda—. Hemos construido esto con mucho

esfuerzo y no vamos a permitir que ganen.—¿Me vas a dejar solo? —dije con profundos celos—.

¿Amas a Juan? —Nacemos con un propósito en la vida y tengo que

hacer algo por mi pueblo. No olvides que soy la reina.Si te dejo solo es porque sé que tú puedes con estaprueba.

Nuestros labios se pegaron y nos dimos un beso quedolió en mi vida; parecía más que amor, una

despedida luego de la que no sabía cuándo sería el próximo encuentro.

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—Te amo —le dije. Hubo un gran silencio—. Creo quees el momento de que me contestes o digas algo.—Tú sabes que te amo —dijo, mirando hacia lapuerta—. Me escribes para saber qué ocurrió, igual que yo te estaré escribiendo.Amanda se marchó para avisar a Juan sobre suposible final, mientras que yo estaría trabajando duro para reconstruir la biblioteca. Físicamente, meencontraba solo, pero me llenaba de ánimo saber quemis padres Fernández y Carlota se encontrabanenseñando a leer a su pueblo, educándolos sobre laimportancia de la lectura, el análisis y el pensamientocrítico. Josué estaba preparado para salvar la vida deCarlos, la persona que me había salvado de unamuerte de amor, ya que había sido el trampolín para

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reencontrarme con Amanda. Los caballeros del CastilloAnalfabeta seguían enviándome libros, hasta tener

casi toda la colección en la biblioteca. Ahora era el momento de reconstruirla. Pasaron varios días. Mi padre Fernández se las ingeniaba para entrar por el

túnel secreto, dejándome comida y agua para quepudiera alimentarme. Parecía un ratón, tratando de

vivir en el palacio para acomodar los libros. No dejabarastro para que no me pudieran encontrar. Seguí con

la misma rutina varios meses, hasta que el silencio seconvirtió en mi mejor amigo. El silencio me ayudaba a

organizar mis ideas, analizar las cosas que deseaba;también lo escuchaba. Ustedes se preguntarán, ¿es

posible escuchar el silencio? Pues les puedo contestar que sí. Cuando alguien habla, él automáticamente se

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calla, pero sí podía escucharlo. Llegó el momento: labiblioteca tomó vida. Estaba terminando de arreglar el

último libro cuando recibí una visita inesperada.—Vaya, vaya, sospechaba que teníamos un ratón. ¿Sabes, primo? Los ratones siempre dejan rastro — acto seguido, entraron los guardias, agarrando mis

brazos; ni siquiera esperaron que David II les diera el mandato—. Lemuel, ¿no era más fácil unirte a mí?

Nos hubiéramos evitado tantos malos entendidos. Yaes tarde. Ya mandé una orden para que mataran a

Amanda y a Juan. No te preocupes, Lemuel, siemprehay espacio para uno más. Da la casualidad de que

voy a decapitar a un traicionero en el día de hoy.Jamás voy a permitir que se muera solo; tú lo vas a

acompañar —en todo momento me quedaba callado;

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solo me quedaba mirando fijamente. David IIcontinuó—: No te preocupes, esperamos que tu

muerte sea rápida; no quiero que sufras.Los guardias me arrastraron por todo el palacio hasta

llegar a las calles, llevándome al centro del castillo,donde Leticia esperaba a mi primo para realizar el

acto. Estaba tranquilo, porque sabía que Josué se ibaa aparecer; lo que me asustaba un poco era la

premonición: el leopardo venía a rescatar a Carlos,pero yo no estaba en esa visión. David II y Leticia sepresentaron ante el pueblo para anunciar la muerte denosotros y brindando excusas que no tenían sentido. —Bueno, mi pueblo, hoy estamos reunidos aquí, conCarlos y Lemuel, por no seguir nuestros mandatos —

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David II nos señalaba una y otra vez —. No fueronfieles en el momento en que les pedí un abrazo.

Desde pequeño, le decía a Lemuel, mi primo: “Juegaconmigo”, y nunca quiso, por estar detrás del árbol.

Por eso, debe de morir.Los abucheos no se hicieron esperar de parte de los ciudadanos del Castillo de la Biblioteca. —Pero ¿qué les está ocurriendo a estas personas? —decía Leticia—. Se supone que crean todo lo que tú dices.Entre la multitud se aparecieron el rey Fernández y lareina Carlota.—¡En el poder está el conocimiento! — gritaba mi padre—. Repitan, pueblo: el poder está en el

conocimiento.El pueblo repetía las frases que estaban diciendo los

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reyes. La reina Leticia comenzó a gritar. David II noperdió la oportunidad de mandarnos a matar, pero

desde el cielo llegó el leopardo con alas de águila,Josué. Volando, se acercó, arrojando llamas de fuego

que salían de su boca. Ese fuego se convirtió en unasoga que los amarró.—David, Leticia, pasarán toda una vida en el calabozo

—dijo el leopardo—. Pero no se crean que van a estarhaciendo nada; todos los sábados realizarán lecturas a

las personas que no saben leer.David II y Leticia comenzaron a gritar como unos dementes, mientras que los caballeros tanto del Castillo Analfabeta como del Castillo de la Bibliotecase los llevaban al calabozo. Mi padre aprovechó que se contraba el pueblo reunido en ese lugar pararealizar un discurso.—Pueblo mío —exclamó mi padre—, los he extrañado.

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Gracias a ustedes, hemos recuperado nuestro castillo.Pero no quiero que ustedes nos acepten simplemente

porque somos los reyes; nuestra intención es trabajarjuntos para que el Castillo de la Biblioteca siga hacia

delante. Les doy la oportunidad si quieren irse a otro castillo; las puertas están abiertas. Cerca está el

Castillo del Aprendizaje. También tenemos el Castillo Analfabeta, que me imagino que le cambiarán el

nombre. Quiero informarles que desde este momentoante mis ojos seremos una sola clase social;

campesinos, caballeros y la realeza seremos una sola.Tendremos los mismos privilegios, todos por igual. El

campesino es la única clase social que tiene quebrindar sus ingresos para el castillo. Desde hoy, como

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los que viven aquí, los caballeros y nosotros, los de larealeza, también estaremos aportando de nuestros

ingresos. Eso significa que los campesinos tienen unarebaja en sus contribuciones. Bueno, mi pueblo, los dejo, que tenemos que ir al palacio para colocar lascosas en orden.El pueblo comenzó a reír nuevamente. El sol comenzóa brillar como antes. Tenía la sensación de que estedía iba a ser inolvidable. Josué aterrizó. Me montépara ir al Castillo Analfabeta y ver cómo seencontraban Amanda y Juan.—Josué, nunca te había visto sacar fuego de tu boca.—Lemuel, el pueblo del Castillo de la Biblioteca fue el que me entregó el poder. Cada vez que alguien lee,piensa, analiza, adquiere vocabulario y tiene

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pensamiento crítico, me da muchos dones, me haceestar vivo, ya que sin lectura tampoco hay

imaginación, fe y la capacidad de creer en cosasinusuales.Mucha fantasía, pero qué podía hacer; me encantaba

no solo escucharla, sino también vivirla. Observé delejos el Castillo Analfabeta, pero en ruinas. No

sabíamos qué había ocurrido, pero estabacompletamente en llamas. Josué fue bajando

despacio. Seguimos buscando, pero no había rastro dealguien vivo. Las gotas de llanto comenzaron a salir

de mis ojos. ¿Cómo había podido permitir queAmanda regresara a rescatar a su pueblo? ¿Por qué

no había podido ver eso en las visiones que tenía? Si el Castillo Analfabeta estaba bien, ¿por qué le tenía

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que ocurrir esta situación? Entre los escombros,buscaba a mi doncella, a mi amada, a mi princesa y

futura reina, pero no la encontraba. Mi mundo sequería desvanecer. Sentía haber perdido la mitad de

mi vida; no sentía el aire, no sentía mi corazón.—¡Amanda! —gritaba sin parar—. ¡Amanda! ¡Amanda!

¡Amanda!Tirado en el suelo, vi una mano salir. Enseguida, llaméa Josué para que me ayudase a sacar a esa persona.Al sacar el escombro, no era mi Amanda; era miprimo Juan. Me sentí contento, pero la alegría que enesos momentos podía sentir por ver a mi primo vivono llenaba el corazón destruido por no encontrar aAmanda. Le pedí a Josué que se llevara a Juan al Castillo de la Biblioteca para que estuviera bien

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atendido y se pudiera recuperar. Seguí buscando a mi amada, pero no la encontraba.Amada mía,

vuelve a mí.¿No te das cuentasde que eres mi vivir? “Amanda, mi reina”,grita mi alma.Contigo quiero estar.Abrazarte por la eternidad.¿Qué va a ser de mí? Cuando estuve preso,siempre tu esencia fue mi sustento.No te voy a perder.Quiero para siempre ver contigo el amanecer.Nuestro amores como el viento.Te quiero sentir,pero también te quiero aquí.Seguí llorando. Pasaron varios meses donde mi vidaera estar en el Castillo Analfabeta esperando unmilagro: ver a mi amada, mi futura esposa. Había

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perdido la noción del tiempo. Veía el sol salir y la lunaesconderse, pero ya eso no me fascinaba. Al ganar la

batalla, Josué no volvió a aparecerse en mi vida. Al estar de frente a lo que un día había sido el Castillo

Analfabeta, llegó mi primo Juan. —Hola, Lemuel —me dijo Juan, sentándose a mi lado,rodeando mi cuerpo con su brazo—. Primo, han

pasado varios meses. Tus padres han reinado el Castillo de la Biblioteca de una buena manera.

¿No es tiempo de que regreses? —¿Para qué? —dije con llanto amargo. —Eres el príncipe —dijo Juan—. Además, el castillo no es lo mismo sin ti.—¿Sabes, Juan? La vida es injusta. Todo el bien quehizo Amanda... Luchó por un pueblo para que su final fuera de esta manera.—A nuestro parecer, Lemuel —dijo Juan—, muchas de

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las cosas que ocurren en nuestras vidas no tienensentido, hasta las catalogan como injusticia. Sabes

que nuestra vida nunca va a ser perfecta. Está ennosotros cómo vamos a trabajar desde ahora en

adelante con estas cositas que al parecer no tienensentido.—Siempre aprendo algo nuevo, Juan —le dije—, y

aprendí que no siempre el bien gana. —Pero los actos sí —me interrumpió Juan—. Gracias aAmanda se le quitó parte del poder a Leticia. Que la

persona no sobreviva no significa que su sacrificio fueen vano. Se dio por un pueblo, igual que tú te diste

por los tuyos.—Pero ambos no tuvimos el mismo fin —le dije—. Ellano logró sus sueños.Juan se quedó varios minutos abrazándome,

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ayudando a que no sufriera tanto. Gracias a Juan,entendí que era momento de regresar. Me monté en

el caballo con él y partimos hacia nuestro hogar.Habían pasado aproximadamente ocho meses, en los

cuales el Castillo Analfabeta había desaparecido. Mi búsqueda no había dado buenos resultados. Cada día

que pasaba me sentía más lejos de ella. Cuandoentramos en el Castillo de la Biblioteca, observamos

un cambio: se veía hasta más grande, con másciudadanos, ya que algunos sobrevivientes del Castillo

Analfabeta se habían ido al nuestro, aumentando así el censo de la población. Al llegar al palacio, me

recibieron mis padres, nuestro sirviente Jaime,nuestro nuevo asesor Carlos, el rey Eduardo del

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Castillo del Aprendizaje y María, su hija, la novia deJuan - me acababa de enterar en ese momento. Nos

sentamos a comer, pero mi mente, mis emocionesestaban en Amanda. Sentados en la mesa, mi padre

Fernández comenzó a hablar sobre el reinado.—Padres, lo siento —dije—, los estatutos dicen que

debe ser un rey casado. Yo no tengo ni princesa.—Lo entiendo, hijo —dijo Fernández—, pero tenemos

que retirarnos del poder.—Padres —dije con toda seriedad—, no quiero que memalinterpreten. Me gustaba la idea de ser el rey, pero

en estos momentos no me siento con las capacidades para reinar, por lo menos hasta que no resuelva lo deAmanda. Entiendo que ya el Castillo de la Bibliotecanecesita un sucesor. Yo propongo que sea el que me

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sigue en mi línea de la realeza.—Tío Fernández —dijo Juan—, perdona queinterrumpa, pero parece buena idea. ¿Quién es el que

le sigue en la línea? —Tú —dije, mirando de una forma emocionada—.¿Qué dices? —¿Yo? —dijo Juan.—Fuiste un buen rey en el Castillo Analfabeta —dijecon orgullo—. Sé que puedes hacerlo. —Primo, ¿estás seguro? —preguntó Juan.—Sí —le dije con toda mi seguridad. Me paré y loabracé.—Bueno —dijo mi padre—, tenemos el nuevo rey del Castillo de la Biblioteca. Tenemos mucho trabajo.—Hay que organizar primero la boda —interrumpió mi madre—, enviar cartas a todos los reyes de loscastillos, y luego organizaremos la toma de poder.

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Aprovecharemos que los reyes de los castillos estaránaquí para realizar los dos eventos. ¿Qué les parece?

Nos gustó la idea. Pasar el tiempo envuelto,preparando los dos eventos, quizá me ayudaría a

despejar la mente. A pesar de todo, me invadió unsentimiento; el clavado en mi corazón lo sentía más

profundo, no aspiraba a nada. Nunca podría salir deesto. Mi gran amor, mi único amor, mi princesa. Una

vez la había perdido, pero ¿podría sobrevivir sin sabersi estaba bien? De nuevo la perdía, pero esta vez con

un final que no era lo mejor. Esperaba que fuera un final de cuentos, donde el príncipe se casa con la princesa y son felices para

siempre.

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