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Capítulo IV Resumen y resultados

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Capítulo IV

Resumen y resultados

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Dios ha muerto, Marx ha muerto,y yo mismo no me siento muy bien

(graffiti en La Sorbonne, Mayo 1968)

A manera de introducción a estas conclusiones, valganunas consideraciones generales, como sigue:

La posmodernidad es el clima cultural que manifiestala crisis de la razón, el quiebre de la tradición social, elabandono del sujeto al individuo narcisista. El hombreposmoderno se da cuenta que Prometeo no es otro queSísifo, por lo que muda de nombre y se convierte en Nar-ciso: poseemos la fuerza (la razón, el rayo robado a Zeus)para empujar la piedra hacia la cima (modificar el mun-do), pero como ésta es inalcanzable (imposibilidad de co-nocer) conviene renunciar a la labor (actuar sobre la rea-lidad y dejar trazos históricos) y disfrutar de la vida sinprejuicios.

El individuo moderno se caracteriza por una identidadsólida y duradera en el tiempo y actúa persiguiendo unobjetivo una vez que ha fijado su proyecto, en tanto el in-dividuo posmoderno presenta una identidad móvil yreciclable, acostumbrado a vivir experiencias fragmenta-rias que lo han enfrentado a la distancia insalvable exis-tente entre ideales y su realización efectiva. En nuestrostiempos blandos, sin embargo, se perciben muchas seña-les que rechazan la “entrega posmoderna” y buscan una

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suerte de reestabilización a través del establecimiento depuntos de referencia que la mayor parte de las veces sonreligiosos, étnicos o culturales. Sin duda presenciamos unarenovada necesidad de arraigo del individuo, pues, comoopina Bodei, “la identidad individual desciende siempre,a través de miles de hilos, de la identidad colectiva y que,incluso, es impensable sin ésta”.148

El proceso actual de trasformación de la elaboraciónde ideas, el paso del pensamiento moderno al pensamientoposmoderno, no sería simplemente un cambio de paradig-ma basado en el escepticismo respecto de la validez uni-versal del discurso racional y científico, sino que afecta elfundamento mismo del discurrir. Al haber sido afectadoel sistema de creencias en el que se desarrolla la racionali-dad occidental sin reemplazarlo por otro, se provoca unaprofunda crisis de orientación. Cuando la naturaleza semuestra rebelde al afán fáustico del saber omnipotente delos modernos y luego de la elaboración de la teoría del caos(por lo que el orden resulta ser un caso especial del desor-den), la contingencia se convierte en un elemento esencialde nuestra actual visión del mundo. Hasta la teoría mate-mática del caos, los sistemas caóticos de los que se ocupa-ban los científicos se comportaban de un modo regular,previsible.

Con todo, concluimos que la fundamentación teórica delposmodernismo aún está en construcción, por lo que la ex-presión de ideas en términos posmodernos suele ser efíme-ra o debe ser tomada como provisoria. Sin embargo es ne-cesario considerar, desde una estricta lógica posmoderna,que estas concepciones pasajeras, contradictorias y para-dójicas, no hacen otra cosa que reflejar el mundo y encuen-tran su justificación en la aceptación del caos. Al derrum-barse el paradigma más deseado de la voluntad, la política,148 Remo Bodei 2001.

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ya no hay ideales proyectados al futuro, la esperanza dejasu lugar al nihilismo del presente continuo, y el vacío desentido corre el serio riesgo de llenarse de indiferencia sis-temática. La apatía nos evita la angustia de no poder, aun-que no el pesimismo ni la sensación de absurdo. Se hacenecesario calmar la ansiedad del que se agita sin moversedel lugar con una bulimia de sensaciones; poco importa sison de origen real o virtuales, lo que se requiere es un ex-ceso de excitación que sature este presente que se resiste aser pasado. Y como el hiperrealismo del presente, para po-der ser asido, necesita de atención dispersa, se termina porconfigurar un marco social donde las cuestiones públicasse vuelven “ambiente”, o “cierto clima” que no ocupa nipreocupa sino que es tomado como signo de los tiempos.El individualismo liberado, como nunca antes, de los en-cuadres de masa o de ideales (la canalización social), diolugar a un capitalismo altamente permisivo y poco previ-sor, donde se han acelerado las experimentaciones libera-les con gran desapego de lo social.

Este clima, más tarde o más temprano, fue despertan-do reacciones violentas que en el comienzo siempre son in-dividuales (como la explosión de delincuencia juvenil). Sila sociedad entra en estado de incertidumbre, se siente ame-nazada (si no hay un “bien” universal, ¿qué dirección to-mar?), al mismo tiempo está huérfana de fe en los valoresmodernos de la razón, la solidaridad, la política, y todo elloen un caldo de cultivo alimentado por pensadores nihilistas;lo que parecería anunciarse no sería demasiado distinto alreclamo de orden y protección que siguió a la primera Gue-rra Mundial. ¿Qué ruta alternativa nos puede ofrecer elrepudio de la razón en los asuntos humanos?

Si todo intento secuencial de explicar el mundo seráfallido y toda tentativa de yuxtaponer argumentos seráincompleta, lo que ha fracasado en todo caso es una ciertaconcepción de la modernidad, no la razón en sí misma.

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Bien es cierto que la razón no alcanza para explicarlo todo(concepto que es un gran aporte a Occidente del pensa-miento posmoderno), ello no implica la renuncia a cam-biar el mundo. Es aún temprano para saber si vencerá labarbarie o si resurgirá una nueva modernidad, que se lla-mará posmodernidad, en tanto este pensamiento logre li-berarse de su pesimismo reaccionario para dar rienda alo que de progresista lleva en su sangre.

Se ha afirmado que la angustia era una característicadel individuo moderno, en tanto la posmodernidad pre-senta la preponderancia de la ansiedad. Estas dos varia-bles, en su carácter no-patológico, definen gran parte dela personalidad del hombre según el pensamiento prepon-derante en su época. La angustia moderna apremia al in-dividuo y se define como un estado de inquietud, de aler-ta, de cierta zozobra, obliga a tomar conciencia de la tem-poralidad y de la fragilidad del ser, exige mantenerse aten-to y da consistencia al individuo. La angustia se vuelveenfermedad cuando en lugar de jugar a favor de la exis-tencia, paraliza, ensombrece al hombre. La angustia hasido definida por innumerables pensadores modernoscomo el motor de la filosofía.

Por su parte, la ansiedad se presenta como un desaso-siego íntimo ante la necesidad de desprenderse urgente-mente de la situación que se está viviendo sin tener la cer-teza de que la nueva situación será mejor, y se caracteri-za por el apresuramiento y la insatisfacción, por la impro-visación que impone el apurarse, por la falta de horizon-te. Se ansía viajar, poseer bienes, salud, hijos, etc. La neu-rosis de ansiedad produce los llamados panic attack, pato-logía tan presente en nuestros días, fobias que en nuestraera se intentan combatir con Prozac y sustitutos de nue-va generación. Resulta significativo este reemplazo en eltiempo: mientras la angustia se relaciona con el principiode individuación, la ansiedad atañe a la fugacidad del

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tiempo, en tanto preocupación para estar preparado másque por lo que se avecina (en su imaginario) que por larealidad presente.

A pesar de la reivindicación posmoderna de la liber-tad en el arte, su ligazón a la ideología neoliberal lleva aun democratismo “que se contenta con reivindicar las másblandas y vagas categorías del consenso, para el cual todatentación de ruptura es inmediatamente excluida” (Bodei2001). Así, en épocas de consumismo, el cliente es el juezsupremo de la calidad artística, de su pertinencia: por ello,para tener éxito basta para la literatura ser el único, “li-mitarse a reproducir la ideología, los valores y la situaciónsocial, étnica o cultural de su público”, su clientela. Porlo que “el artista deja de ser el artesano en lo que lo habíatransformado la era industrial para volverse una especiede pequeño empresario (…), cuentapropistas aislados quesuministran su mercancía de acuerdo con las demandasdel mercado (…)” (Bodei 2001). El mercantilismo en arteno es nuevo, sólo que antes lo que era considerado envi-lecedor, “con su religión del público, su rechazo de la oscu-ridad y de la complejidad formal, el posmodernismo dehecho legitima”.

Respecto de la reivindicación posmoderna de mul-ticulturalidad, citamos al filósofo chileno Martínez Bonati,cuando opina que parecería que tienen la razón quienessostienen que no puede haber sociedades multiétnicas,porque no puede haber concierto social sin normas fun-damentales comunes. Lo que sí existen son sociedades enlas que viven, bajo la norma de la mayoría, grupos queaspiran a otro orden fundamental. Pero “¿no ha sido estacondición de conflicto cultural una característica propiade Occidente en toda la era moderna, y quizá desde uncomienzo? Lo que la historia de nuestra cultura muestraen todo momento es el conflicto interno, su condiciónescindida y antagónica, autocrítica y nunca verdadera-

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mente monolítica”.149 Nuestra civilización, celebrada in-genuamente por algunos tradicionalistas como si constitu-yese una totalidad coherente, “occidental y cristiana”, hasido desde sus comienzos la mezcla inestable de racio-nalismo clásico y una fe religiosa que, si queremos verla sólodesde un punto de vista histórico y atendiendo a su preci-sa configuración mitológica primera sin considerar su ins-piración sobrenatural, es el fruto de tradiciones del Orien-te cercano. Nuestra cultura de la modernidad representael inseguro predominio del racionalismo sobre los elemen-tos mítico-arcaicos de la tradición religiosa. El pensamien-to posmoderno aboga por la admisión en pie de igualdadde muchas culturas y doctrinas, que es lo que reduciría latensión ingénita de nuestras sociedades: en un campo demúltiples antagonismos los conflictos perderían fuerza.

Sin embargo, se advierte que las prácticas culturalesminoritarias ajenas que ofenden a la sensibilidad moraldominante no son toleradas ni siquiera en las más libera-les y tolerantes sociedades contemporáneas. MartínezBonati destaca que en los Estados Unidos se ha prohibidola práctica de ritos sangrientos con animales en ciertas ce-remonias religiosas del vudú haitiano, aunque en publi-caciones académicas se trata a esta religión con todo el res-peto y aun simpatía que merece a estos autores la fe deotras comunidades, en especial si son subdesarrolladas. Delmismo modo las leyes norteamericanas prohíben, como seha hecho recientemente en varios países africanos (con di-ferentes suertes), el popular y sacramentado uso de lamutilación genital de las niñas. Si bien son prácticas reli-giosas que pueden comprenderse dentro del contextosociocultural en que han surgido, en el Occidentte desa-rrollado son consideradas prácticas aberrantes.149 Félix Martínez Bonati, artículo “La retirada de la razón”, en Revista de

Filosofía de la Universidad de Chile, N.o 13, Santiago de Chile, 2000.

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Es evidente que no se pueden dejar de condenar lossacrificios rituales, por el mero hecho de su antigüedadcultural, los mismos que siguen vigentes todavía en algu-nas comunidades remotas. Por ello la tolerancia terminaallí donde lo esencial de una cultura empieza a ser afec-tado: la distinción entre el bien y el mal, entre lo sagradoy lo profano, los valores e ideales que constituyen la cul-tura dominante. “Vemos con aprobación que se abrazanel Papa y el Gran Rabino, que el patriarca ortodoxo y elarzobispo protestante reciben afectuosamente al bonzobudista e intercambian saludos con el Imán, y que dialo-gan constructivamente teólogos musulmanes, judíos y cris-tianos. Pero no podemos olvidar que, para cada uno deellos, de acuerdo a las teologías que definen sus diferen-cias, los otros están en el error de la incredulidad, la he-rejía, o la superstición”(Bonati 2000). El resentimiento dela distancia social, o de la inferioridad económica-política,lleva a las comunidades minoritarias, a los pueblos menospoderosos, a acentuar su identidad étnica, a esforzarse en re-generar estrechos vínculos con su liderato religioso y, enuna manifestación extrema, a una militancia dispuesta al en-frentamiento bélico que puede comenzar manifestándosecomo terrorismo.

Queda claro, pues, que en nuestra contemporaneidadnos sentimos dispuestos a aceptar prácticas contrarias anuestros valores más sagrados, aunque ellas provengan delos valores sagrados de otros y que la tolerancia mutua nopuede obtenerse mediante la acentuación de las diferen-cias culturales, sino a través de su superación. La toleranciaes un fruto superior de nuestra cultura occidental, peroeste principio difícilmente puede ser llevado al máximo deuna neutralidad universal, ya que no todo puede (o de-bería) ser tolerado. Así, resultan intolerables las conduc-tas antisociales y destructivas, las violaciones a los dere-chos humanos, etc. Hay valores de nuestra civilización que

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no podemos relativizar, y entre ellos está la tolerancia (re-lativa) misma, “que todavía necesita mucho cultivo, correc-ción y ampliación, pero que ya ha llegado a ser digna dedefensa, y que, si acepta indiferente su negación, se expo-ne a sucumbir. Para salvarla, no podemos ceder a la ten-dencia niveladora de nuestra época, sino defenderla acti-vamente”.150 Esto supone combatir en el terreno intelectualy moral, aunque debamos respetarlos en el legal, los llama-dos a la intolerancia del fanático y condenar dogmatismosagresivos. Es imperativo, pues, si queremos promover la li-beralidad, rechazar aspectos esenciales de otras culturas asícomo los atavismos totalitarios de la nuestra.

De este modo, “la bandera multiculturalista es enarbo-lada, o arrebatada, por una corriente doctrinaria que tie-ne los rasgos familiares de la edificación demagógica”(Bonati 2000). Estas convicciones o pseudoconvicciones“correctas” no son las certezas que podrían llevarnos a unasociabilidad mejor. Más bien, son certezas emocionales yeconómico-sociales de individuos y grupos, y que se tien-de a confundir con genuinas pasiones altruistas. “El sue-ño de la razón produce monstruos” inscribe Goya en unode sus grabados: “¿Significa este dictum cuando la razónno vela, desatinos de oscuro origen toman la plaza, o bienque la razón misma, al entregarse a sueños utópicos, en-gendra proyectos en último término desastrosos? Ambasinterpretaciones admiten aplicación a los procesos intelec-tuales que comento”. Es notable que muchos seres huma-nos con buen nivel de educación, sin importar raza nicreencia, comparten un modo de vida y una visión de lascosas determinados por la ética del pensamiento crítico. Sinembargo, esa ética se ha vuelto inestable a partir de la di-fusión de la multiculturalidad posmoderna, proclive a ladisolución de toda certeza. Martínez Bonati concluye que“este futuro sin la diversidad de las culturas y religiones150 F. Martínez Bonati, artículo citado.

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tradicionales es, pues, improbable. Es más bien de esperarque el incesante proceso histórico de la reinterpretación delos textos sagrados, a que están sometidas, como empre-sas humanas, todas las teologías, lleve a una feliz conver-gencia que haga de la multiplicidad cultural un conjuntode diferencias irrelevantes en lo ético” (Bonati 2000).

Con relación a la extensión de la experimental Teoría delcaos a prácticamente todos los dominios del conocimientohumano, convendría hacer algunas precisiones. En efecto,en el ámbito de las reflexiones sociológica y política ha co-menzado a aparecer el discurso del caos como nuevo hori-zonte interpretativo, que intentaría explicar procesos de altacomplejidad como las transiciones y las crisis políticas y eco-nómicas. ¿Será factible, o válido, utilizar la Teoría del caos,aún incipiente disciplina, para explicar estos procesos? SiDios no juega a los dados, como dijo Einstein, debería serposible encontrar las regularidades de lo irregular, lo con-gruente de la incongruencia, el orden del desorden, que noes otra cosa que encontrar el sentido en el sin sentido.

Resulta imprescindible ubicar a la Teoría del caos enel lugar que le corresponde respecto de su influencia so-bre el pensamiento social y político. No siempre se puedeextrapolar un concepto de la física-matemática a otroscampos, así como también es un error confundir el signi-ficado científico de la palabra caos (o lineal) con su senti-do coloquial. El sistema en el cual existe una alta sensibi-lidad a las condiciones iniciales se denomina “caótico”.Pero no quiere decir que estos fenómenos sean irracionaleso que no estén regidos por determinadas leyes. Si a causade su sensibilidad a las condiciones iniciales sus resul-tados se vuelven imprevisibles o muy poco previsibles, po-dría ser a causa de la imprecisión en el conocimientode los datos iniciales. Además, como dice Sokal, el objeti-vo de la ciencia no es sólo predecir sino también compren-der: “no es lo mismo determinismo que predictibilidad;

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el determinismo puede existir sin predictibilidad, ya queel determinismo depende de la naturaleza y la predeci-bilidad de nosotros”.151

La impredecibilidad determinista, si se nos permite elgiro contradictorio, sostiene la idea de indistinción entrerealidad y ficción. Esta vigencia de la moda intelectualposmoderna en la universalidad ha sido claramente ata-cada por Hobsbawm: “… hacen que todos los hechos queaspiran a una existencia objetiva sean, simplemente, cons-trucciones intelectuales, por lo que no existe ninguna di-ferencia clara entre los hechos y la ficción. Pero en reali-dad la hay y, para los historiadores, incluidos los antiposi-tivistas más acérrimos de entre todos nosotros, es absolu-tamente esencial poder distinguirlos”. Debemos, sin em-bargo, coincidir con el pensador español Antonio Escoho-tado que posiblemente el azar irrumpe creativamente enuna realidad en desequilibrio, y fomenta la innovación:“de ahí que ahora interpretemos el desequilibrio como unestado de apertura y la disipación como una fuente estruc-turante”.152 Esto, indiscutible en el campo del arte, ¿lo serátambién en el de las ciencias sociales?

Si para los griegos lo inmanente era la forma (este-ticismo), para la modernidad lo eterno es la ley. La propor-ción áurea descubierta por los griegos explicaba las olas delmar, las formas de los moluscos y el Partenón. Para Newton,gravedad (que es algo dado) y fuerza gravitatoria (que esalgo supuesto), es lo mismo, ya que la realidad es la ley. Enlos orígenes de la modernidad la consigna no era entendersino dominar, para lo cual había que simplificar, idealizary profetizar. Si los cálculos no cierran no se puede retocarla realidad. Por ello lo complejo era despreciado por caóti-co. Como un resabio de aquellos orígenes, cuando en 1927

151 A. Sokal. Citado en artículo “Actitudes críticas hacia la posmo-dernidad”, en el sitio web www.multitextos.com/articulos/caos.

152 A. Escohotado, Caos y orden, Espasa, Madrid, 1999.

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se presenta la Teoría cuántica hasta Einstein habla de “en-cantamiento”, de teoría intuitiva. Pero es que había discor-dancia entre el marco teórico y la observación de fenóme-nos y, aún hoy, la mecánica cuántica no puede hacer con-ducir el comportamiento microscópico con el macroscópico,siendo que ambos pertenecen al mismo universo. Esto noimplica la imposibilidad de conocer, de entender, lo que noes controlar ni dominar.

Se concluye que lo que se debe dejar de lado es elinfalibilismo dogmático y el deseo de imponerse a la na-turaleza de las cosas: el terror al vacío hizo descartar dela matemática euclidiana al cero. Puede que al ser huma-no le falte la imaginación, pero no a la naturaleza, por loque es necesario abandonar la idealización moderna dela ciencia (lo cual es un aporte del posmodernismo), lo queno implica caer en la irracionalidad: ¡ni la más potente delas computadoras puede definir la mejor jugada en aje-drez, no obstante que hay un número limitado de posi-ciones para las meras treinta y dos piezas en el exiguo ta-blero de sesenta y cuatro casilleros! Matrix está muy lejostodavía (por el momento es imposible).

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La modernidad:¿Proyecto inacabado?

No se podría haber arribado a lo posiblesi no se hubiera apuntado a lo imposible

Max Weber

El término modernidad se refiere al orden social que sur-gió tras la Ilustración y caracteriza una época signada porun dinamismo sin precedentes, el rechazo de las tradicio-nes por el imperio del “progreso” sobre la base de la “ra-zón” como promotor de la libertad. De su misma esenciasurge el malestar posterior fomentado por el optimismofrustrado y las dudas sobre su eficacia social. La racio-nalización de la vida moderna finalmente recortó las alasde la libertad, pese a sus logros científicos y tecnológicosy del emergente social de la democracia liberal. En defini-tiva, el término modernidad aplicado a lo social, econó-mico y político tal como lo entendemos hoy, como acu-mulación de todos estos procesos, proviene de la posgue-rra. Esta modernidad está indisolublemente ligada al mo-delo norteamericano, que según expertos occidentales nomarxistas (incluso europeos) era exportable como modelode desarrollo para los países no desarrollados. El modelofue descripto a mediados del siglo XX por Rostow (Las eta-pas del Crecimiento Económico): un país habría acumu-lado suficiente impulso económico para el despegue mo-dernizador cuando haya satisfecho ciertas condicionesy cumplido una serie de etapas; para ello debe existir un

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mercado de trabajo, medios mecánicos de producción,energía disponible y organización empresarial.

Tanto Max Weber como Emile Durkheim ponen demanifiesto otro aspecto ligado a la modernidad y al capi-talismo, cuestiones relacionadas con la tradición, religióny la cultura emergente. La modernidad sustituye las rígi-das normas de la cultura tradicional y la autoridad por otrasrelacionadas con la eficiencia en la producción de lo quesea (bienes comerciables, servicios como la educación y elturismo, industria del entretenimiento, etc.). En lo que haceal sujeto, la modernidad cuestionó las formas convencio-nales estableciendo sus propias autoridades basadas en laciencia, el desarrollo, las leyes o la democracia, e incluso,también se altera el “yo”: en la sociedad premoderna laidentidad se recibe de la tradición (se hereda); en la mo-dernidad, la identidad se construye.

No cabe duda de que la innovación técnica ha sido elgran motor del capitalismo. Karl Marx y Friedrich Engelsen el Manifiesto Comunista expresan que “la burguesía nopuede existir sino a condición de revolucionar incesante-mente los instrumentos de producción y, por consiguien-te, las relaciones de producción, y con ello todas las rela-ciones sociales. Una revolución continua en la producción,una incesante conmoción de todas las condiciones socia-les, una inquietud y un movimiento constantes distinguenla época burguesa de todas las anteriores”.153

A continuación de las revoluciones industriales del si-glo XIX, F. W. Taylor (ingeniero e inventor norteamerica-no, 1856-1915) quien dio su nombre al sistema de produc-ción organizado minuciosamente, es perfeccionado por lacadena de montaje en serie de Henry Ford (empresario yconstructor de automóviles norteamericano, 1863-1947).

153 K. Marx & F. Engels, The communist manifesto, Verso, London, 1998(traducción del autor).

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El modelo T de Ford lleva implícito el estigma de la nue-va modernidad que inauguraba el siglo XX: si el taylorismoera sólo un método estandarizado de producción tendientea lograr una mayor eficiencia industrial, el fordismo nosólo es todo eso sino que también se constituye en el im-pulsor de un modelo económico y de un nuevo modo devida, que culminará en el consumismo de fines del sigloXX. Si Marx puede ser considerado uno de los principa-les analistas sociales de los tiempos de la modernidad (si-glo XIX) entendida como sociedad capitalista, Durkheim,Parsons, Weber, Simmel y Bell son otros tantos pensado-res sociales que hicieron aportaciones distintivas de lasépocas que les tocó vivir.

Emile Durkheim (sociólogo francés, 1858-1917) opusoa la solidaridad “mecánica” (apoyada en la coerción y enel peso de la tradición) el nuevo principio de integraciónsocial denominado “orgánico” que surgió de las necesida-des impuestas por la creciente interdependencia que ori-ginó la división del trabajo. El trabajo no sólo se separaen las fábricas y en el campo, también en la administra-ción y el hogar. Las tareas que en el pasado habían de-sempeñado la familia o la Iglesia pasaron a depender dela escuela, de los hospitales, de los organismos del estadode bienestar (fomentado por el fordismo), etc.

Talcott Parsons (sociólogo norteamericano, 1902-1979)analizó los problemas emergentes de la modernidad queavanzaba; su preocupación principal era la coordinaciónde la sociedad compleja de su época. Propuso una mayorparticipación social dentro de un mercado libre de técni-cas y habilidades: la meritocracia. Max Weber (sociólogoalemán, 1864-1918) puso el acento en la racionalizaciónde métodos que rigieron su época: los métodos de labora-torio científico, las normas y escalafones del sistema bu-rocrático, la contabilidad del empresario capitalista, entodos estos métodos de control se halla el “cálculo”. La

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organización productiva y eficiente por excelencia era laburocracia. Mejorar las cosechas, automatizar el hogar,acrecentar la eficiencia militar, coordinar los vuelos comer-ciales: en todos los órdenes de la vida moderna del sigloXX la racionalización se convirtió en eje central. Cálculoque Weber analizó también como fuente de control e ins-trumento de dominación.

La cúspide social de la organización racional es la ciu-dad; la experiencia moderna es abrumadoramente urba-na en contraste con el pasado. Georg Simmel (sociólogoalemán, 1858-1918) consideraba que la ciudad era el cri-sol en que se formaría y reformaría la modernidad, quela metrópoli, además de ser el centro de la economía, lle-vaba una impronta diferencial: la complejidad y la exten-sión de la existencia metropolitana imponen puntualidad,“calculabilidad”, exactitud. En contraste con el pasado,cuando la identidad se hallaba en la comunidad local, flo-rece en la ciudad una comunidad de extraños cuya con-vivencia necesita nuevas reglas: en la vida moderna se re-quieren relaciones más formales y contractuales. Simmelinspira a una serie de sociólogos urbanos que surgen en-tre guerras con el objeto de analizar el urbanismo comoun nuevo y distintivo modo de vida. Del mismo modo, losarquitectos y urbanistas rediseñan las ciudades; así lourbano se mira cada vez más desde la perspectiva delconductor de automóviles. Según Le Corbusier (arquitectosuizo, 1887-1965), la calle pasa a ser “una máquina paraproducir tráfico”. Asimismo, tal acumulación de gente ge-nera en los burócratas un deseo de control social: “excluiry eliminar racionalmente a los delincuentes y desviadoses consecuencia lógica del impulso controlador y clasifi-cador que se percibía en todos los ámbitos”,154 que tan cla-ramente había sido anticipado por Weber.154 D. Lyon 1994.

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Como ya fue dicho, la consecuencia de la lógica del im-pulso de racionalización se traduce en uno de los objetivosprioritarios de la modernidad, entendida como nuestromodo de vida reciente. La primera organización que ponegran énfasis en el control es el ejército. Así, las pautas mili-tares trascienden lo castrense para imponerse en la organi-zación empresarial-administrativa, industrial, de la escue-la, hospitales y de la burocracia del Estado en general.

Aunque la concepción de una prisión “panóptica” (losreclusos pueden ser observados casi todo el tiempo, y ellosno pueden saber cuándo están siendo efectivamente vigi-lados ya que no ven al controlador) ya fue expuesta en elsiglo XVIII por el filósofo inglés utilitarista Jeremy Bentham,quien analizará en profundidad el cambio de estrategiade vigilancia es Michel Foucault (filósofo francés, 1926-1984),155 desde las antiguas formas de castigo corporal ypúblico de los infractores a la “moderna” autodisciplina.Las fábricas de Henry Ford producían trabajadores eficien-tes que eran controlados por un “departamento de socio-logía” que no sólo vigilaba al obrero en la línea de monta-je sino también su tiempo libre, particularmente en lo quehacía al consumo de alcohol. Para Foucault la prisión pa-nóptica (parodia de un Dios omnisciente) es el símbolo delcontrol moderno, que provoca (debido a la incertidum-bre de no saber cuándo se es vigilado) la autodisciplina, lamisma que es necesaria en la organización militar.

Los dos significados de moderno (la divisoria temporalque distingue antiguos de modernos y la derrota de los pri-meros por parte de los últimos) provoca una cierta confu-sión. La persistencia de lo premoderno y el escepticismo so-bre la validez de las victorias modernas coexisten. SegúnBruno Latour, ese escepticismo produce la parálisis pos-moderna: la debilidad hiperreal se suma al efecto de lastecnociencias invasoras, al tiempo que se cortan los lazos155 M. Foucault 1993.

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con el pasado y se rompe con el futuro. Luego, el error delos pensadores posmodernos sería dar por supuesto que lamodernidad constituye un sólido esquema, sin fisuras.156

Alain Touraine (sociólogo y politólogo francés, 1925- ),por su parte habla de una “modernidad limitada duran-te un período en el cual los seres humanos se creyeron dio-ses pero que terminó con el auto-encarcelamiento dentrodel despotismo de la modernidad totalitaria”.157 ParaTouraine, los tiempos críticos actuales representan unatransición hacia una modernidad más compleja y comple-ta, que afirmarán tanto al individuo como al recurso dela razón: el “sujeto”, que se obsesiona con su propia iden-tidad cuando la razón pierde presencia, y la “razón” quesin sujeto se convierte en mero instrumento racionalizador,se encontrarían sinergéticamente para reafirmar la espe-ranza para la humanidad que portan los movimientos so-ciales. Sin embargo, conviene destacar que algunos añosdespués Touraine se desencanta de los destinos de la hu-manidad, comienza a dudar y escribe “Pourrons-nousvivre ensemble”, donde a la pregunta “¿cómo podremoscombinar la libertad del sujeto personal, el reconocimien-to de las diferencias culturales y las garantías institu-cionales que protejan esa libertad y esas diferencias?”,158

no parece tener una respuesta plenamente satisfactoria.Por su parte, para Jürgen Habermas (filósofo alemán,

1929- ) la modernidad es un proyecto inacabado, que to-davía tiene que desarrollar a pleno su potencial, lo que se-ría posible de realizar por la “acción comunicativa” (lo queocupa el lugar de los “movimientos sociales” de Touraine).En efecto, Habermas, pese a sus temores respecto del do-minio potencial de la razón instrumental sobre cada vezmás esferas de vida y el auge de tribalismos agresivos y, por156 B. Latour, Nunca hemos sido modernos, Debate, Madrid, 1993.157 A. Touraine, Critique de la modernité, Fayard, Paris, 1994.158 A. Touraine, Pourrons-nous vivre ensemble?, Fayard, Paris, 1997.

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otra parte, la profundización del hedonismo individualis-ta, apuesta todavía a la modernidad. Para ello es necesarioque un instrumento suficientemente poderoso medie entrelas diferentes posiciones: contra el universalismo que niegala particularidad rechaza la réplica posmoderna de unaparticularidad que niega la universalidad, y propone la bús-queda de instrumentos de comprensión mutua y la aten-ción respetuosa al otro. Por la importancia que ha cobradoel pensamiento de Habermas, éste será analizado en el úl-timo apartado de este texto, en sus conclusiones.

Otro alemán, Ulrich Beck159 (sociólogo, 1944- ) opinaque el verdadero problema es el riesgo, ya que enfoca supensamiento en los conflictos y temores de la vida diaria:mientras que en el pasado se buscó con impunidad la pro-ducción de riqueza como único objetivo, se nos presenta enla actualidad la producción de riesgos conjuntamente conla incertidumbre sobre cómo evitar o minimizar el dañocausado por el inexorable proceso de producción. Para Beck,el proyecto moderno es crónicamente inconcluso, de allí queuno de los aspectos básicos sea la gestión del riesgo. Ellolleva implícito una postura ética, por lo que se impone unaeconomía moral de la producción de conocimiento.

Anthony Giddens (sociólogo y politólogo inglés, 1938- )expone, en un texto compartido entre otros con UlrichBeck (Reflexive Modernisation), el concepto de modernidadreflexiva: la modernidad, en cuanto a la aplicación de latecnociencia a la producción industrial de la actualidad,ha encontrado rápidamente sus límites en las catástrofesecológicas, provocadas por los vertidos de petróleo, ladesertificación de los suelos antes fértiles y los accidentesnucleares. Para Giddens si existe una conciencia gene-ralizada de los peligros que provocan estos accidentes del“progreso” no hace falta rechazar la modernidad sinoactualizarla. Es por ello que este sociólogo inglés utiliza159 U. Beck 1992.

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tantos adjetivos que califican a la modernidad: alta,tardía, reflexiva, e incluso radicalizada.

David Lyon (sociólogo canadiense, 1948- ) opina queen la mayoría de los análisis posmodernos, que cobran re-levancia como concepto socioanalítico durante las dos úl-timas dos décadas del siglo pasado y que dan por supuestoel cambio tecnológico, dedican poco espacio a la relaciónde esos cambios con las transformaciones sociales. Posi-blemente esto se deba a que estos pensadores han aban-donado el concepto de progreso como paradigma. Sin em-bargo considera que, aunque sea cierto que todos los meta-rrelatos han perdido legitimidad, no se debería abando-nar el esfuerzo por comprender y aun orientar el desarrollotecnológico. Esta opinión es coincidente con la de Beck yGiddens respecto de los riesgos de los avances tecnológi-cos. Difícilmente se puede dejar de coincidir con la éticade estos pensadores.

Conviene aquí citar dos aspectos relevantes de la críti-ca del posindustrialismo (correspondiente a la modernidadtardía, diría Giddens). El primero y más evidente es el delas desigualdades socioeconómicas asociadas al desarrollode la tecnología electrónica; el otro, aspecto bastante des-cuidado (salvo por Foucault y Adorno), es el gran poten-cial para la vigilancia social inherente a las tecnologías dela información. Respecto del primer aspecto baste citar queen los países pobres la sociedad global de la informaciónaparece como nueva modernidad que distrae recursos bá-sicos para los hambreados. En lo que hace al control social,la crítica moderna o del posindustrialismo, focaliza tambiénen el temor del poder centralizado sumado al poder de acu-mular y analizar datos que provee la tecnología de la in-formación. Sin embargo, y por el momento, este supuestopoder omnisciente es utilizado para clasificar y guiar a losconsumidores y no para la represión política. En este senti-do, la profecía de Orwell sobre el poder de vigilancia del

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Big Brother no se ha cumplido. Sin embargo, no podemosdescuidar la posibilidad de que surjan nuevas formas dedominación en la sociedad de la información global.

Otro aspecto de la crítica moderna sobre la realidadsocial y política actual responde al cuestionamiento quehace el posmodernismo sobre la naturaleza de realidad yel significado. En este caso Jean Baudrillard (sociólogo fran-cés, 1929- ) es quien representa la versión más extrema dela pérdida de significado que provoca el bombardeo deimágenes, signos sin referentes, que lo lleva a declarar “laguerra del Golfo no ha existido”. Consideramos que esterecurso que aplica Baudrillard, basado en lo que puedeconsiderarse la primera guerra posmoderna, constituyeuna eficiente táctica de provocación en la búsqueda de re-cuperar los últimos valores de la humanidad de la bana-lidad de los medios de comunicación.

También relacionada con el tema de las nuevas tecno-logías se halla la cuestión de si estas tecnologías contribu-yen a forjar el mundo único de la “global village” (MarshallMcLuhan,160 1911-1980), donde convergen vida económicay política que tienden a la homogeneidad global. Este pro-ceso, considerado por la modernidad europea y norteame-ricana como lineal y dirigido a la unificación, ha sido re-emplazado en la actualidad por un estado de cosas quepresenta agudas diferencias (desigualdades) entre nacio-nes y grupos sociales en las naciones.

Respecto a la crítica de disolución “verdadero/falso”en la ciencia planteada en el subcapítulo “Confusión devalores”, consideramos útil agregar en estas conclusioneslos siguientes conceptos: si en el siglo XVIII el universo apa-rece representado por un mecanismo de relojería de gran160 M. McLuhan ha sido terminante al expresar que “los medios se han

erigido a sí mismos en sustitutos del mundo previo. Incluso siqueremos recuperar el pasado, sólo podemos hacerlo mediante unestudio intensivo de las formas en que los medios lo han tragado”.

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precisión y en el XIX se lo analiza como una entidad or-gánica, la vanguardia del siglo XX lo empieza a ver comoun inmenso flujo turbulento. El “caos”, como se vio en elcapítulo tercero, ha dejado de ser una deficiencia atribui-ble a los límites del conocimiento (o, previamente, a la des-viación o perversión de la naturaleza, y también a la “ex-cepción que hace a la regla”) para ser considerado el granelemento autoorganizador del funcionamiento mismo dela naturaleza. Los pensadores posmodernos, sobre la basede esta aserción, manifiestan que nuestro conocimiento dela naturaleza no es más que una interpretación (herme-néutica) que, en tanto cultural, guardará siempre distan-cias con el objeto observado en sí. Si aceptamos que la his-toria de la materia cambia (y la Teoría del caos es un ins-trumento de conocimiento de nuestra época) se deberáprestar más atención a los detalles, a las bifurcaciones, alo irregular, en tanto nuestro propio lenguaje deberá asu-mir sus perturbaciones.

En lo que respecta a lo manifestado sobre el par “nor-mal/anormal”, convendría destacar que: la relación en-tro lo normal y lo patológico, como otras muchas oposi-ciones modernas del pensamiento, no se resuelve por elestablecimiento definitivo de la norma, sino desde el mo-mento en que lo patológico se convierte en principio nor-mativo. Debe recordarse que en la modernidad no ha exis-tido una ciencia de lo singular o de lo supuestamente irre-petible y que en la posmodernidad aparece una nueva teo-ría (del caos) que se fija en los detalles y las bifurcaciones,en la diversidad de la producción (o reproducción) y en lasirreductibilidades a la disposición armónica de las partes.

En cuanto a la crítica que expusimos sobre la falta derigor creativo en el arte posmoderno, debería tenerse encuenta que el ocaso del arte, en la forma tal cual lo cono-cimos los modernos, implica una banalización de la obrade arte, en tanto se masifica la experiencia por la posibili-

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dad reproductiva de la obra y la difusión de un consensoestético (¿belleza, verdad?) a través de los medios masi-vos de comunicación. Pero tal pérdida no se vive de unmodo dramático por los posmodernos: ya Nietzsche ha-bía comparado dos actitudes respecto a estos cambios defundamentos que preanunciaban el fin de la modernidad,al referirse a aquel hombre todavía resentido por la pér-dida de las dimensiones metafísicas de la vida en compa-ración a quien aceptaba esta nueva realidad, “el hombrede buen carácter” que está “libre de énfasis”.

Resta decir que es en la obra de arte donde más queen cualquier otro producto humano se refleja el espíritude una época. La “verdad de la época”, diría Vattimo:“esta función se mantiene y se cumple aún más plenamen-te en la situación (actual) en que desaparecen las obrasindividuales con su aureola en favor de un ámbito de pro-ductos relativamente sustituibles, pero de valencia análo-ga”.161 Vattimo se esfuerza por rescatar lo de la “ontolo-gía de la decadencia”, en donde se libera al arte de sutarea de estética filosófica, un pensamiento abierto quepermita “admitir el sentido no puramente negativo ydeyectivo que la experiencia de lo estético ha asumido enla época de la reproductividad de la obra y de la culturamasificada” y de este modo, a través del deleite distraído,aceptar que este cambio se produce en un marco mayoren el que se están imponiendo visiones posmodernas entodas las disciplinas humanas, visiones que no son mejo-res ni peores a las anteriores (modernas), sino distintas(quizá, para nuestra época, las únicas posibles).

Por otra parte, ha campeado casi a todo lo largo deeste texto una opinión crítica hacia los pensadores posmo-dernos respecto al criterio que utilizan en la aplicaciónde las ciencias sociales al analizar la sociedad global, porlo que deseamos agregar, a modo de conclusión, algunas161 G. Vattimo, El fin de la modernidad, op. cit.

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ideas de cierre. Antonio Campillo,162 sociólogo español,plantea que las ciencias sociales nacieron en el siglo XIXcon el objeto de proponer instrumentos de administración,de comprensión y legitimación de las nuevas instituciones(democracia parlamentaria, capitalismo industrial, gran-des concentraciones urbanas, por citar los elementos mássalientes de la época). La modernización de la política, laeconomía y la tecnología (o ciencia del “progreso”) fueronentendidas como procesos lineales, regidos por leyes deevolución social. Lewis Morgan, Herbert Spencer y ÉmileDurkheim son los más connotados pensadores de la épo-ca, que aceptaron el paradigma moderno de que se iba delo simple a lo complejo o de la barbarie a la civilización, através de la irradiación de la cultura y el avance avasa-llador de la razón y la ley.

En el siglo XX, a partir de las dos guerras mundiales,del totalitarismo nazi y el estalinismo, la proliferación dearmas de destrucción masivas, la descolonización y el ham-bre creciente, las recurrentes crisis económico-financierasy el consumismo, la presión ecológica frente a la indus-trialización explosiva, la globalización de la economía, lapolítica y la cultura ligadas a la tercera ola tecnológica (larevolución científica de Einstein, luego la de la físicacuántica y recientemente la de la Teoría del caos, la de lascomunicaciones y la genética), se han transformado nues-tras vidas y nuestra concepción del mundo.

En la posmodernidad, emergente de estos cambios, es-taría surgiendo una nueva teoría social que, en primer tér-mino, cuestiona los “avances” de la modernidad: critica laconcepción lineal de la historia; cuestiona la supuestaradialidad de la globalización; describe a la modernidadcomo un fenómeno ambivalente en lo social que ha creadofabulosas técnicas de dominación y ha sumido a millones162 A. Campillo, artículo “El gran experimento: ciencia y política en la

sociedad global”, sitio web www.arrakis.es.

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de personas en la pobreza y la humillación; también el pre-tendido saber tecnocientífico es severamente castigado porsu ambivalencia ya que sus innovaciones estuvieron plaga-das de “efectos secundarios no deseados” creándose incer-tidumbres y riesgos artificiales (como si naturalmente nohubiera pocas); y finalmente ha cuestionado la concepciónfuncionalista de la sociedad (ya organicista como sistémica)por sus supuestos de coordinación funcional entre el Esta-do, los mercados, las familias y la cultura, que han fraca-sado en casi toda la línea. En segundo término, se replan-tean las relaciones interdisciplinarias: se está reescribiendola historia de Occidente a partir del surgimiento de una his-toria social y de una sociología histórica; se eliminó la arti-ficial separación entre sociología y antropología debido ala cantidad de procesos de hibridación cultural que semultiplican en la era globalizada, e igualmente ocurre en-tre política y economía y entre cultura y ciencia, debido ala aparición de la sociedad global, en donde todas las rela-ciones sociales interfieren entre sí en entramados comple-jos, abiertos e inestables; asimismo, los riesgos ecológicosglobales cuestionan seriamente la separación entre natura-leza y sociedad, entre ciencia y política.

Anthony Giddens resume la influencia de los nuevostiempos sobre las ciencias sociales como sigue: “uno de losaspectos esenciales de la nueva política es que en ella yano son separables la verdad de la justicia, los juicios dehecho y los juicios de valor, los problemas técnicos y losproblemas morales, ni se da por supuesto que la mera in-novación tecnocientífica sea en sí misma valiosa y conlle-ve necesariamente a una mejora material y moral de lavida humana”.163

Volviendo sobre la aplicación de la Teoría del Caosa otras ciencias del conocimiento, concluimos que los163 A. Giddens, The consequences of modernity, Polity Press, Cambridge,

1990.

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supuestos básicos de la visión mecánica del mundo parael cosmos, la sociedad, la política y la economía se man-tienen hasta hoy en día: el universo posee un orden ma-temático preciso que puede deducirse por el examen delos movimientos de los cuerpos celestes, en tanto aquí enla Tierra las cosas se hallan sumidas en el desorden porlo que es necesario reorganizarlas; el modo de hacer com-patible la sociedad con el orden celeste es utilizar los prin-cipios científicos de la mecánica de modo tal que favo-rezca más a los intereses materiales de los seres humanos;el progreso constituye amasar abundancia material, conlo que se obtendrá un mundo más organizado, siendo laciencia y la tecnología las herramientas en tanto la natu-raleza nos brinda los recursos necesarios; aprendiendo acontrolar sus ciclos naturales de materia y energía apren-demos a dominar a la naturaleza; lo natural se identificacon lo ordenado, lo determinado y lo predecible.

Si bien la teoría biológica de la evolución (Darwin) in-troduce la novedad del cambio, del crecimiento y del de-sarrollo (las estructuras complejas se desarrollan a travésde estructuras más simples), no logró transformar el pen-samiento mecánico (el darwinismo trasladado a lo socialse convirtió en el sistema de selección natural en el quesobrevive el más apto). La física en su avance, a partir delestudio de la termodinámica, concluye que la evoluciónnatural es hacia un desorden creciente: la primera ley dela termodinámica establece que la energía no puede sercreada ni destruida, pero sí transformarse de una formaen otra; su segunda ley nos dice que cada vez que la ener-gía pasa de un estado a otro se paga un cierto precio, laenergía se dispersa en calor y no se la puede recuperartotalmente. Por lo que cualquier sistema físico tiende es-pontáneamente hacia un estado de mayor entropía,164 o164 Entropía: en mecánica es una medida de desorden de un sistema; en

termodinámica es una medida de la parte no utilizable (o pérdida) de

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más desorden. Luego, según la física clásica, el universose dirige hacia un estado de entropía máxima (muerteentrópica) cuando el equilibrio térmico haga imposiblecualquier tipo de movimiento.

Se produce una contradicción entre la evolución bio-lógica y la cósmica: ¿la evolución significa orden o caos?La respuesta no la da la física clásica, en tanto estudia sis-temas lineales, siendo que los procesos biológicos se danen estructuras complejas en sistemas abiertos (que inter-cambian materia y energía con el exterior), de modo quela disminución de entropía se hace a costa de un aumen-to del desorden del entorno, cumpliéndose inexorablemen-te la segunda ley de la termodinámica.

Recientemente se ha denominado “sistemas complejosadaptativos” a esos sistemas biológicos, sociales o tecnocien-tíficos que son capaces de ganar complejidad estructural alo largo de su evolución recogiendo información de su en-torno. Por lo que al momento de establecer modelos inter-pretativos se deberá partir de una visión sistémica (holística,para algunos) y tener en cuenta que la realidad es un con-junto de sistemas que evolucionan; fruto de interaccionesse producen cambios y transformaciones (técnicas, econó-micas, productivas, demográficas, de valores éticos y de for-mas de vida, etc., si enfocamos lo social). Los sistemas (seansociales o naturales) lejos de ser independientes entre sí,evolucionan influyéndose mutuamente.

Nos parece que el “consumismo” de nuestra época pos-moderna merece un gran párrafo aparte. Baudrillard ma-nifiesta que en la actualidad existe alrededor de nosotros“una especie de evidencia fantástica del consumo y de laabundancia, constituida por la multiplicación de objetos,servicios, bienes materiales, y que constituye una suerte de

la energía contenida en un sistema; en informática es medida deincertidumbre existente ante un conjunto de mensajes, de los cualesva a recibirse uno solo.

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mutación fundamental en la ecología de la especie huma-na”. En efecto, en los países desarrollados y en las gran-des ciudades del resto del mundo se evidencia una profu-sión de oferta de artículos en las grandes tiendas y parti-cularmente en los shopping centers, que constituyen algomás que la manifestación de excedentes: “la negación ló-gica y definitiva de lo escaso, de lo raro, la presunciónmaternal y lujosa de nuestros valles prodigiosamente fe-cundos en leche y miel, grandes oleadas de neón sobre elketchup y el plástico, la esperanza violenta que no sólohay mucho sino demasiado, y demasiado para todo elmundo”.165 Esta ilusión crea un nuevo “arte de vivir” cuyomanual de instrucciones, su Biblia, es la publicidad omni-presente. Afirmar que la cultura se ha preconstituido se-ría demasiado simple. En realidad, coincidimos con el pen-sador francés en que en esta práctica donde se amalga-man los símbolos lo que se ha producido es una nueva cul-tura que se quiere universal: mentalidad consumista pri-vada y colectiva, en que la práctica cotidiana del consu-mo no se vive como el resultado de un proceso de produc-ción, del trabajo, sino como algo milagroso.

La apropiación de objetos y servicios constituye “el po-der captado”, al decir de Baudrillard, y como consecuen-cia de ello nuestro pensamiento mágico, nuestra mitolo-gía, es el de la imagen que transforma historia, eventos,el mundo real en simples sucesos (fait divers) sin catego-rías distintivas ni jerarquías, en este vértigo de realidadeslistas para consumir (prêt à porter). La praxis del consu-mo hace del comprador, o del consumidor de imágenes ysímbolos, un individuo que se siente a salvo en tanto queel consumismo hace de la exclusión del mundo real (so-cial, histórico) su máximo grado de seguridad.

Esta cultura hedonista y sugerente, diseñada sobre losplanos de la estrategia del deseo, desculpabiliza la pasivi-165 J. Baudrillard, La société de consommation, Folio-Gallimard, Paris, 1997.

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dad. Por su parte, los medios de comunicación masiva pro-veen ese “curarse en salud” trayendo hasta su casa, comosi fuera una película de acción, la violencia inhumana delmundo exterior, con su doble propósito: otorgan el certi-ficado de persona informada y preocupada por el mun-do y multiplica el placer en contraste con su realidad he-donista. Alineación consumista, inversión de sujeto y ob-jeto, esta nueva era que parece el fin histórico del procesode productividad acelerado e hipereficiente bajo el signodel capital presenta una lógica integral que alcanza todoslos dominios del deseo del hombre, su cultura, las relacio-nes humanas y hasta los fantasmas y las pulsiones indivi-duales: todas las necesidades son objetivadas y manipu-ladas en términos de beneficios, evocando, provocando,orquestado en imágenes, en signos, en modelos consu-mibles. El consumismo, como dijo Marcuse, seguramentesignifica el fin de la trascendencia ya que se esfuman lascontradicciones del ser, se olvida la problemática de laexistencia real y su apariencia. El ser y el tener se identifi-can uno con otro, abandonando todo sentido de reflexión,de perspectivas sobre sí mismo: desaparece toda imagenespecular en la cual el hombre puede confrontarse a símismo y sólo queda la vitrina del deseo.

El espejismo de la abundancia y el consumismo consti-tuyen así la moral de la modernidad perdida o posmo-dernidad. Este narcisismo colectivo puede resumirse en unasola frase de alta eficacia publicitaria que libera, además,de toda culpa: “el cuerpo que usted sueña es el suyo”. Y esque la realidad resulta de la interpretación que nosotrosmismos nos imponemos, la imagen que nos damos de no-sotros mismos, como nuestra propia autoprofecía, lo que nosahorra todo esfuerzo de imaginar la sustancia de los idea-les presentes y futuros y/o de los héroes de las trascen-dencia: el reflejo de nosotros mismos constituye nuestra in-manencia, ¿de qué preocuparse? Publicidad, estudios de

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mercado y sondeos de opinión apuntan a un mismo obje-tivo: predecir el evento comercial, social o político que va asustituir el evento real que habría de producirse sin la me-diación de estos mecanismos. Es así que terminará por re-flejar la predicción, que se autorrealza. “El pueblo se miraen el espejo”, dice Baudrillard, y es cierto que copiamos tau-tologías, que somos candidatos a ser lo que somos, buscan-do modelos en nuestro propio reflejo. Queremos parecernosa nuestros ídolos de papel, celebridades, actrices y actores,cantantes de moda, presentadores de televisión, todos ellosseres modelados sobre lo que ya nosotros somos. Y es queel marketing no ha hecho más que buscar la media popu-lar para de este modo satisfacer sin mayores esfuerzos lospedestres modelos soñados por los consumidores.

Parecería que ya no hay escape posible,pues hasta lapublicidad se ha adueñado del contradiscurso consumista,de la crítica de intelectuales y pensadores sociales para me-jor vender. El argumento que acaba de leer el atento lec-tor en el párrafo inmediatamente superior bien podría ser-vir como guion publicitario, irónico y eficaz, para vendercualquier producto o servicio. Así, para la juventud, el CheGuevara es una imagen solarizada en dos tonos, de exce-lente caudal estético, que representa una idea vagamenteromántica en sus t-shirt. “Sociedad sin vértigo y sin histo-ria, sin otro mito que ella misma”, concluye Baudrillard.

David Lyon se pregunta si en el auge del consumismoy en la aparición de la figura contemporánea del nuevoconsumidor, que reemplaza la de ciudadano, no radicauna clave crucial para entender la posmodernidad: ¿sehan combinando las técnicas de la comunicación y de lacultura del consumo para crear la condición posmoderna?;¿cuáles son las consecuencias para las formas de vida opara los valores, como la autoridad, la solidaridad, la iden-tidad o la esperanza? Sin duda subyace en la preocupa-ción de Lyon el hecho de que la condición posmoderna,

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en tanto flujo permanente de relatividad, deje al indivi-duo al arbitrio de las maquinaciones del mercado. Consi-deramos, por nuestra parte, dos posibilidades: que elposmodernismo sea un reflejo cultural del capitalismo tar-dío, o un anuncio de un nuevo orden social superador dela economía de mercado capitalista. Lo que resulta eviden-te es que por mucho que nos pese, el modelo consu-mistano parece agotado. Y esto será así mientras la fabulosamaquinaria de comunicación masiva lo permita. La ma-quinaria está tan bien armada que todo está mercan-tilizado, que en las sociedades opulentas de occidente lagran mayoría cuenta con los ingresos necesarios y el ociosuficiente para sostener este modo de vida y que ello serefuerza con técnicas cada vez más sofisticadas de publi-cidad y marketing. La televisión y la cultura del consumose refuerzan mutuamente: la televisión es fundamentalpara la producción de necesidades y la movilización deldeseo, las apetencias y la fantasía, la distracción indolen-te y la desculpabilización masivas.

Para Baudrillard, la posmodernidad se separa de lamodernidad cuando la producción de consumidoresdeviene esencial. Lyon destaca que como consecuencia deello se van diluyendo las distinciones largamente mante-nidas entre lo intelectual y lo popular, la cultura de élitesy la de masas; cuando la historia se convierte en herenciay el museo en una experiencia multimedia interactiva;cuando en el ámbito de la literatura es difícil distinguirentre las novelas actuales y las de ciencia ficción en lascuales los autores nos trasmiten su propia confusión so-bre su identidad y cómo responder a mundos escindidosde significantes; cuando en el arte plástico los estilos se su-ceden unos a otros con rapidez e, incluso, realizando rei-teradas incursiones nostálgicas en el pasado; cuando elentretenimiento, el consumo y la mirada de turista es loque ofrece el mejor perfil de la ciudad posmoderna; cuan-

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do, en definitiva, “el proyecto del yo se traduce en la po-sesión de los bienes deseados y en estilos de vida configu-rados artificialmente”.166

Como la cultura del consumo no discrimina ni conocelímites, todo se convierte en artículo de consumo, inclusoel significado, la verdad y el conocimiento. A partir de lapublicidad, las telenovelas, los reality-shows, programas deentretenimiento, documentales sensacionalistas, noticiariosque trasmiten el drama humano en directo, los programasde música popular cada vez menos sutiles y más vulgares,los dibujos animados en horario infantil que mezclan te-máticas adultas, incluidos el sexo, la violencia y las dro-gas como cualquier otra forma de consumismo, los “tele-pastores” que alivian el dolor mágicamente con sus pode-res electrónicos, todo eso va construyendo una experien-cia de sustitución en la que se apoya la construcción con-temporánea (posmoderna) de la personalidad. Los valo-res y creencias pierden coherencia y continuidad en unmundo que presenta muchas más opciones de consumo:la angustia moderna por ser (libre, emancipada) se trocaen la ansiedad posmoderna de la elección consumista.

Coincidimos con Beatriz Sarlo respecto a que “cuan-do ni la religión, ni las ideologías, ni la política, ni los vie-jos lazos de comunidad, ni las relaciones modernas de so-ciedad pueden ofrecer una base de identificación ni unfundamento suficiente a los valores, allí está el mercado,un espacio universal y libre, que nos da algo para reem-plazar a los dioses desaparecidos”.167 Baudrillard, por suparte va más allá al describir la alienación consumistacomo el cuerpo de Cristo en la cruz que se transforma enmujer para obsesionar al monje que se creía capaz de darsu vida para cumplir con su compromiso de castidad.

166 Anthony Giddens, Modernity and self-Identity , Polity PressCambridge, 1991.

167 B. Sarlo 1994.

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Como se habrá podido comprobar, en este primer apar-tado del presente capítulo, todos los pensadores citados fue-ron intérpretes de su tiempo. Pues, del mismo modo, de loúnico que no se puede acusar a los teóricos posmodernoses de describir su época, y diagnosticarla. La celebración deestos “tiempos blandos” que representan la era posmodernaes otra cosa, muy discutible, como veremos más adelanteen los siguientes apartados de este capítulo.

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Navegando entre dos aguas

El horizonte de la Modernidad se desplazaJürgen Habermas

El filósofo alemán Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929) esmiembro de la Escuela de Fráncfort, donde fue ayudantede Theodor Adorno y luego profesor titular de Filosofía ySociología. En la actualidad es considerado el principal ex-ponente de la Teoría crítica (que caracteriza a la Escuelade Fráncfort), cuyo argumento principal es que el conoci-miento válido no puede emerger más que de una situa-ción de diálogo abierto, libre e ininterrumpido. Conside-rado como un notable teórico marxista, seguidor del pen-samiento social del idealismo alemán (Marx, Weber), losha reformulado en términos filosóficos y de ciencia socialcontemporánea. Es un interlocutor permanente de gran-des pensadores de nuestro tiempo como Luhmann, Rawls,Giddens, entre otros.

La obra de Habermas, tomada en conjunto, no es defácil acceso debido a su pluralidad de intereses y al recursoconstante a investigaciones en las áreas más diversas, sien-do su temática tanto filosófica, política, sociológica comocientífica. Las influencias más claras provienen de Kant,Hegel, Marx, Heidegger, Adorno y Benjamin, pero tam-bién de Durkheim, Weber y Parsons.

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Este pensador polémico desarrolla en 1976 la Teoría dela Acción Comunicativa (que publica en 1981)168 con laintención de lograr una reconstrucción del materialismohistórico a través de una crítica a su énfasis económico ysu descuido de lo superestructural. Había intentado, ensus primeros escritos, rescatar el marxismo de fuerte in-fluencia hegeliana y de Weber de la década de 1920, altiempo que abordó la filosofía del lenguaje y la teoría ana-lítica de la ciencia. Es de notar que, en esos años, descu-bre que el pragmatismo norteamericano es una interesantepropuesta para compensar las debilidades de la teoría so-cial marxista, lo que finalmente lo llevará a la idea de unapragmática universal que desarrolla ampliamente en suteoría de la acción comunicativa. Se trata de una teoríaglobal de la sociedad, donde aborda el origen, la evolu-ción y las patologías sociales.

Consciente de su época, se ubica en el plano de la inter-subjetividad comunicativa, dando preponderante lugar alentendimiento lingüístico. Considera que el modelo de acuer-do con el cual hay que pensar la acción social no es ya elde una acción subjetiva orientada por fines egoístas de su-jetos individuales, sino el de una acción dirigida al enten-dimiento en el cual los sujetos coordinan sus planes sobrela base de acuerdos motivados racionalmente. Analiza lasociedad desde la perspectiva del “mundo de la vida” (locotidiano), el que requiere de una aproximación sistémica.Durante la modernidad, la creciente racionalización delmundo de la vida corre paralela a la creciente complejidaddel sistema social, que desborda su esfera propia y “coloni-za” el mundo de la vida, lo que provoca la pérdida de sen-tido y de libertad. Habermas critica las contradicciones dela crisis del capitalismo tardío, de donde considera que de-riva la falta de consenso con respecto al principio de orga-nización de la sociedad actual. Su censura moral se basa168 J. Habermas, Acción comunicativa, Península, Barcelona, 1985

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en que se hace un énfasis desmedido en lo particular en de-trimento de lo generalizable socialmente.

Los procesos de transformación estructurales que se de-sarrollan con plenitud a lo largo del siglo pasado (XX) ydesembocan en la sinrazón del capitalismo tardío, quedandefinidos en cinco fenómenos identificados por el alemán:

a) la irrupción de las masas en el terreno de la política, locual hace que se reemplace el diálogo racional entrepares (tendiente a asegurar en la esfera política unacompetencia eficiente y justa); las masas compensan susdesventajas sociales a través de la presión al Estado ejer-cida por un público aclamatorio y plebiscitario;

b) la concentración del capital, proceso que expropió lacapacidad de autorrepresentación de ese público de pri-vados que, basado en la igualdad bajo el principio delibre propiedad, de cierta forma gozó de una distribu-ción relativamente igualitaria del derecho a hacerse oír(derecho interlocutorio);

c) el creciente intervencionismo del Estado con una dobleconsecuencia: una vez que el capital dejó atrás la esfe-ra de una sociedad civil de libres propietarios, el Estadocomenzó a actuar como favorecedor del capital, subor-dinando los intereses de la sociedad civil de individuosracionales, otrora relativamente igualitaria; por otra par-te, llevado por los efectos de una legitimidad cuantita-tiva, el Estado se tornó social y comenzó a desarrollarun papel de generador político del ámbito público, abo-liendo la diferencia entre los órdenes de la dominaciónpolítica y de lo social, que diera lugar a la esfera públi-ca burguesa. “Esta dialéctica de una socialización delEstado que se impone, simultáneamente con la esta-tización progresiva de la sociedad, es la que poco a pocodestruye la base de la esfera pública burguesa: la sepa-ración entre Estado y sociedad”;

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d) la institucionalización corporativa de intereses, que co-existe con la cada vez más disminuida influencia de unpúblico compuesto por vínculos semiorgánicos entreprivados que impulsó, como contratendencia, una di-námica de reagrupación corporativa de intereses, unaespecie de refeudalización de la vida pública que, denuevo, sustituyó al público racional por un público co-lectivo, aclamatorio y de derechos delegados;

e) la alienación de la opinión pública, relacionada con laincontenible expansión de los medios masivos de co-municación, bajo una lógica capitalista, lo que resque-brajó los presupuestos comunicativos del modelo de laesfera pública burguesa, sustituyendo de maneramonopólica los procesos horizontales de construcciónde una auténtica opinión pública por la manipulaciónde procesos preformativos de una opinión no-pública.

Habermas, en la década del 80 se mete de lleno en eldebate modernidad/posmodernidad con dos publicacio-nes clave:169 califica a la corriente filosófica posmodernade neoconservadora, al tiempo que aboga por una apro-piación crítica del proyecto moderno teniendo en cuentalos problemas que la modernidad original no resolvió. Loque se agotó, considera, no es la racionalidad moderna sinoel paradigma del sujeto o de la conciencia, y que el “espí-ritu moderno” sigue aún vigente en el vivir la historia comoproceso marcado por la crisis actual que alumbra comoun flash las difíciles encrucijadas y, en el futuro, comoapremio de lo no resuelto.

A partir de estos planteamientos, el pensador alemándirige su interés a la filosofía práctica, esto es: la moral, laética, el derecho y la justicia. Su objetivo es enfrentar efi-ciente-mente el escepticismo de nuestro tiempo a través de169 J. Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Madrid

1989; y El pensamiento posmetafísico, Península, Barcelona, 1991.

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una revisión ética del universalismo normativo. La nociónclave es la idea regulativa de “comunidad ideal de comu-nicación”, libre de las coerciones que le impondrían los in-tereses particulares. En este concepto queda supuesto quela moral individual es una abstracción, pues siempre estáinvolucrada en la eticidad concreta (histórica) de un mun-do de la vida, que es común a todos. La ética es un ins-trumento reconstructivo que no deja de lado los elemen-tos histórico-culturales, por lo que critica la universalidadabstracta que, como en el caso de la demanda de libertadde la Ilustración (Revolución Francesa) termina en el te-rror. Existe otro tipo de universalidad en la cual los parti-cipantes sociales comparten un sentido determinado de lavida, sobre lo cual se funda la moral y la política, y pue-den desarrollar su acción para el bien común; las demo-cracias deben reconocer a las comunidades sin permitir lacaída en nacionalismos homogeneizantes o totalitarios.

Se puede decir que a lo largo de toda su obra, Habermasno construye un modelo teórico sistémico, sino más bien unprograma de investigación muy ambicioso y obstinado, enel cual es posible distinguir cuatro líneas de trabajo:170

a) la legitimidad en las relaciones sociedad y poder: a di-ferencia de las concepciones tradicionales de la legiti-midad como componente indispensable de la domina-ción política, se trata de la posibilidad de una nuevaforma de entenderla en tanto que proceso por excelen-cia de racionalización y transformación del poder delas sociedades modernas. Habermas desea destronar la“creencia” como fundamento de la legitimidad, consa-grada por Weber, y construir un vínculo inmanenteentre ésta y la verdad, dejando atrás los reduccionismos

170 Adrían Gurza Lavalle, en el artículo “El programa de investigación deHabermas; una lectura reconstructiva”, en revista virtual Meta-políitica N.° 9, en sitio www.metapolitica.com.mx.

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psicológicos o sociológicos que solían restringir su pro-blemática al conjunto de razones por las que la socie-dad cree en los argumentos del poder. Si se da ese vín-culo con la verdad y, al mismo tiempo, la sociedad es laúnica fuente auténtica de su producción, entoncesHabermas lograría restaurar tanto el papel raciona-lizador de la esfera pública sobre el poder y el potencialemancipatorio de la propia legitimidad, como las posi-bilidades para universalizar su concepción deliberativade la política y de la democracia, presupuestas en sumodelo de esfera pública;

b) la idea de una sociedad desdoblada en dos niveles, mun-do social (“mundo de la vida”) y el Estado. Los siste-mas reguladores de la reproducción social habían ter-minado por independizarse del mundo de la vida, res-quebrajando definitivamente la unidad del orden so-cial. Habermas realiza un minucioso trabajo de recons-trucción teórica de las mediaciones, culmina con la crí-tica a la colonización del mundo de la vida y apuestapor las capacidades descolonizadoras de ese último.Logra, así, preservar las tensiones características de laesfera pública burguesa en su relación con el Estado yradicaliza las consecuencias universalizables dentro delmodelo de sociedad en dos niveles;

c) una teoría de la acción social como comunicación. LaTeoría de la Acción Comunicativa contiene tanto unateoría general de la acción social en tanto que accióncomunicativa, como una teoría general de la sociedad;la acción comunicativa aparece entonces como un con-cepto de acción universal-lingüística plena de potencia-lidades racionalizadoras. En términos de su estructuralógica, la acción comunicativa es universal pero no seagota en este nivel de abstracción estrictamente lingüís-tico: “para un modelo de la acción comunicativa el len-guaje es relevante apenas desde un punto de vista prag-

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mático de los sujetos del habla que, empleando frasesorientadas para llegar a acuerdos, establecen relacionescon el mundo, no sólo directamente (...) sino de una for-ma reflexiva”. Así, la teoría de la acción social como ac-ción comunicativa se preocupa por la mediación lógicade la estructura lingüística para llegar al entendimiento;

d) la reedificación comunicativa de la razón. La voluntadhabermasiana de afirmación del nexo sociedad-razóntransluce el compromiso con el rescate crítico de la ra-zón como medio de transformación del mundo; perotal empeño rehabilitador requiere un concepto de ra-zón adecuado a la acción comunicativa y al mundo dela vida (es decir, se requiere una razón comunicativa).A contracorriente de las teorías filosóficas que abordanla razón como ce ntrada subjetivamente, la razón comu-nicativa fundamenta el carácter intersubjetivo de la pro-pia razón, desde el nivel individual psicológico (dondeel pensamiento interno ocurre a través de una especiede diálogo) hasta el nivel de la macroagregación social(donde un proceso de formación de consensos sin limi-taciones externas ocurre dentro de una comunidad decomunicación mantenida dentro de las restriccionescooperativas). Habermas logra conciliar la razón con elhombre común, situando en el centro a los agentes delmundo de la vida y haciéndolos coincidir con la accióncomunicativa y con la razón comunicativa. Además,es posible mantener la relación entre verdad y razón,indispensable para la auténtica legitimidad y, por lotanto, para los potenciales racionalizadores del mundode la vida, gracias a que la razón comunicativa hacefactible abandonar el concepto de verdad como corres-pondencia al objeto y sustituirlo por un criterio de ver-dad como justificación de las preferencias de validez.La razón comunicativa permite a Habermas afirmar quelas cuestiones morales (la política, por ejemplo) admiten

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verdad y que solamente pueden ser procesadas de for-ma satisfactoria a través de la acción comunicativa, cuyateoría gana mediante la reedificación comunicativa dela razón una renovada fuerza universalizadora.

Nos parece necesario agregar que existe una constantemayor que envuelve a las cuatro líneas de trabajo (la cues-tión de la legitimidad; la sociedad desdoblada en dos ni-veles; la teoría de la acción social como comunicación; lareedificación comunicativa de la razón) y es el progresivoabandono del terreno del conocimiento factual sociológi-co para situarse en el dominio especulativo y normativode la filosofía. Esta constante resume la tendencia hacia launiversalización del esfuerzo intelectual de Habermas perotambién simboliza claramente la imposibilidad de resolveren el reino de la historia un modelo de esfera pública an-clado a presupuestos constitutivos hoy inexistentes. Esteímpetu universalista y la impotencia histórica son un te-lón de fondo que marca una tensión entre conservación dela razón, moderna e iluminista (en tanto proyecto filosófi-co de la modernidad) y el progresivo vaciamiento de la pro-pia razón en una ontología de carácter comunicativo.

Habermas confía en la estrategia de la “ética del dis-curso”, lo que indica que toda forma de comunicacióndebe necesariamente buscar el entendimiento entre los hom-bres, en tanto sujetos capaces de lenguaje y de acción. Setrata de garantizar una formación de la voluntad comúnque dé satisfacción a los intereses de cada individuo sin quese rompa el lazo social sustancial de cada uno con todos.Su compromiso, sin duda, es el de asegurar la validez, yno sólo la vigencia, de las normas éticas, del derecho y laconstitución fáctica de los estados democráticos. Moralizarla política sin confundir las distintas esferas de la existen-cia: la pretensión de legitimación del derecho positivo nopuede agotarse en la validez moral; una norma jurídica es

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tal en la medida en que se agrega un componente empíri-co, como es el de la imposición a todas las personas porigual. No se ilusiona demasiado respecto a que el poderpolítico quedará liberado de conflictos: estos son consus-tanciales al hombre debido a que siempre existirá un con-traste entre la idealidad deseada y la pragmática factible.

Queda claro, pues, que Habermas está exigiendo la re-habilitación de la “razón práctica” kantiana, ya que lascuestiones de orden práctico (y la política lo es) son sus-ceptibles de “verdad”. Existe una compulsión a deformarla comunicación (o intersubjetividad) que desemboca enuna política de violencia estructural: el lenguaje puede serinstrumento de dominación y de traición. Sólo queda ladiscusión racional (conciliación de intereses que puedenser conflictivos al principio, que debería llevar a una uni-versalización de objetivos) como posibilidad de imponerla razón práctica emancipatoria: la ley del mejor argumen-to se constituye en regla de juego en la ética comunica-cional. La lógica de la argumentación convierte a las opi-niones en conocimientos, porque ella les obliga a confron-tarse consigo mismas.

Una de las novedades que introduce Habermas en elparadigma moderno es su rechazo a sacrificar la inteligen-cia práctica de las relaciones y de las personas por la in-teligencia técnica de las cosas, para lo cual apela explíci-tamente a la “experiencia de la reflexión”. Asimismo, nosmuestra la posibilidad de recuperar la utopía en una pers-pectiva emancipatoria que se preocupa, y ocupa, de la rea-lidad: no se trata de aceptar cualquier promesa, ya que larazón crítica se somete a una estricta disciplina de respon-sabilidad. Habermas desea reconstruir el ideal de comu-nicación funcionando racionalmente, fundar la pretensiónde verdad que se encuentra implícita en el discurso de to-dos los días. Para ello es necesario aceptar que el menosimportante de los juicios que planteamos cotidianamente

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es imposible sin la referencia implícita a una norma uni-versal de “verdad”.171

El filósofo alemán destaca que existen dos categoríasde actividades racionales: la actividad instrumental (o es-tratégica) orientada a tener logros (éxitos) y la actividadcomunicacional, que constituye la categoría de accionesdirigidas a la intercomprensión. Nuestra época, neoliberaly pretendida posmoderna, privilegia cínicamente a las pri-meras acciones. Y ninguna comprensión válida de lo so-cial se puede construir fuera de la relación intersubjetiva(comunicacional) sino, según Habermas, se corre el ries-go de “alienación suprema” (liquidación de la ciudada-nía y la destrucción de la identidad personal). Para evi-tarlo se requiere volver a los valores de las democraciasoccidentales que ponen en un sitio privilegiado al sujeto,la legitimidad y la razón. La cuestión es cómo la idea deuna moral universal política puede llevarse a la prácticaen esta época de nihilismo intelectual. El pensador alemánencuentra algunas respuestas en los nuevos movimientossociales (ecologistas, feministas, antiglobalización, pacifis-tas) que tienden a “redescubrir al otro”, al poner el acen-to en los aspectos cualitativos de la existencia.

El pensamiento crítico de Habermas, quien se ha ocu-pado de lo ético como una práctica de orden universal (enlo que se manifiesta su modernidad), del derecho y de lademocracia, ha contribuido a comprender las contradic-ciones de los presupuestos de la modernidad y, más im-portante para nuestros propósitos, presenta una crítica só-lida (no ideológica) del pensamiento posmoderno. Esta úl-tima, que se caracteriza por el hecho de que la razón lu-cha contra sí misma, no estaría sino afirmando la vigen-cia de la modernidad en nuestro tiempo, ya que la críticade la razón es también obra de la razón. El atractivo171 J-L. Dumas, Histoire de la pensée (III Temps Modernes) , Tallandier,

Paris, 1990.

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posmoderno por la negación de la razón se explica por-que la razón práctica kantiana se volvió insostenible en tan-to se acepta como válido el valor contingente de la histo-ria (historicismo), por lo que los viejos fundamentos univer-salistas han caído (como perdieron validez todos los meta-rrelatos, dirían los posmodernos). La razón práctica kan-tiana al perder su universalidad a manos del historicis-mo, deja de explicar al hombre y su mundo por lo queHabermas la reemplaza por la razón comunicativa. Estarazón comunicativa está enmarcada por el lenguaje queobliga al sujeto a tomar una actitud activa y a comprome-terse con determinadas “suposiciones” compartidas por losmiembros de la comunidad (ya no “verdades universales”)en búsqueda de consensos, lo que lleva a lo social, que essu objetivo último. Se trata de un valeroso intento de res-catarnos de la incertidumbre posmetafísica, que es angus-tiante, y del individualismo hedonista, que es paralizante,y nos invita a actuar, por la vía de los consensos en interac-ción social, en un proceso que pone en marcha la sociali-zación y la solidaridad del hombre. Lo que, en verdad, nopuede rechazarse de la tendencia posmoderna es su res-cate de la imaginación y la creatividad, que el desencan-tamiento de nuestra época había relegado a la infancia, yque lleva implícito el rechazo del arte.

Finalmente, deberíamos responder si el tremendocollage que es la sociedad comunicativa a escala global tie-ne un potencial liberador o simplemente profundiza aque-llos condenables efectos modernos impulsores de la desin-tegración, la fractura social y la destrucción de las rela-ciones humanas. En este sentido el pensador moderno tar-dío (o posmoderno a su manera, según se lo quiera ver)que ofrece una respuesta que consideramos aceptable esJürgen Habermas. Según el alemán, la sociabilidad y soli-daridad humanas estarían aseguradas por la racionalidad

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comunicativa; el ser humano es naturalmente subjetivo ycomunicativo, y su naturaleza es racional. De este modo,Habermas responde al nihilismo de Nietzsche y Heideggersubyacente en el paradigma posmoderno, y se rebela con-tra la apatía del posmodernismo francés y su emergente,el conservadurismo.

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¿Rechazo de ideas,del diagnóstico o de la realidad?

Mi universo de pensamiento ha sido abolido,no puedo pensar más … recen por mí

Louis Althusser(en carta al filósofo católico Louis Gitton)

Hemos visto que las grandes ideas humanistas heredadasdel siglo pasado y asociadas a la modernidad (el Progre-so, la Razón, la Revolución, la Emancipación) ya no sonsino vocablos grandilocuentes que no logran inspirar laacción de los seres humanos. ¿Acaso los no tan nuevosparadigmas (como la democracia o los derechos humanos)van a sustituir a los dioses caídos? Si los filósofos posmo-dernos tienen razón, el problema no reside en el hecho deque el progreso o sus sustitutos contemporáneos no seanbuenos o dignos de luchar por ellos: simplemente ya nohay cabida para ningún tipo de causa; el mundo mate-rial que hemos construido no les da lugar. En la condi-ción posmoderna, las ciencias sociales no pueden preten-der ser objetivas o entregarnos una descripción científicadel mundo; no sólo falta confianza en el poder político,sino que sobra desdén y cinismo ante la cosa pública.

El individuo racional y consciente que era sostenidopor la teoría liberal se ha disuelto en una multiplicidad depersonas que poseen intereses e identidades diferentes y,a veces, contradictorias: en las sociedades plurales contem-poráneas, la “verdad” y la “razón” no parecen sino qui-meras. Aquella idea heredada del Siglo de las Luces, se-

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gún la cual la humanidad, en tanto sujeto universal y co-lectivo, era capaz de emanciparse y de inventar estruc-turas generales para gobernar racionalmente la interac-ción humana, parece haberse ensombrecido. CharlesTaylor manifiesta que si dejamos de lado la melancolíaque impregna la visión posmoderna del mundo, podemosconstatar que existen alternativas,172 y hemos visto queHabermas también es optimista.

El posmodernismo se rebela contra el orden diseñadopor el iluminismo. Considera que el mundo es contingen-te, indeterminado, inestable, constituido por una mezclade culturas discontinuas con sus propias interpretaciones(todas válidas), lo que resulta en un escepticismo sobre laobjetividad de la “realidad”, descreyéndose de la existen-cia de verdades irrefutables. El cambio histórico produci-do en Occidente implica una nueva modalidad capitalis-ta fundada sobre la base de un relativamente descentrali-zado sistema tecnológico, el consumismo y la preeminen-cia de los servicios sobre todo tipo de producción de bie-nes. El posmodernismo sería, según sus gurúes, un estilode cultura que refleja ese cambio de época donde se dilu-yen las fronteras entre cultura formal y cultura popular,al surgir un arte autorreflexivo y ecléctico, pluralista perosin profundidad. Por ello, insistimos, en tanto intérpretesde su época los pensadores posmodernos realizan un acer-tado diagnóstico de nuestros tiempos blandos.

Los posmodernos debieron abandonar la política libe-ral, como muchos abandonaron el marxismo, para evitarcaer en la contradicción de aferrarse a una filosofía univer-salista de corte moderno. En verdad se trata de una opciónforzada que los lleva a una nueva contradicción, al caeren un neoconservadurismo, efecto de declarar su impo-tencia para cambiar el mundo: su rechazo a los paradigmas172 Ch. Taylor, The malaise of modernity, Anansi Press, Toronto, 1991.

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políticos modernos los deja sólo con la opción de apegar-se a un mero criticismo social dependiente del contexto(historicismo).

Por otra parte, es inherente a la teoría posmoderna elalejarse de las pretensiones sobre totalidad y absoluto, paracomprometerse con la multiplicidad, la dispersión y la im-precisión. El posmodernismo celebra la caída de todos losmetarrelatos. Pero su idea de la pluralidad, la concepciónestética de la realidad, el giro lingüístico, ¿no deberían con-siderarse nuevos metarrelatos, en tanto intentan ordenar,organizar, aprehender la totalidad (la verdad o el conoci-miento)? Welsch manifiesta que, en todo caso, el “meta-rrelato posmoderno”, si éste existe, no se trata de un pa-radigma supremo como los otros metarrelatos, ya que “lapluralización conduce al debilitamiento del carácter do-minante de la teoría” (de allí lo del “pensamiento débil”de Vattimo). Es propio del diseño posmoderno una nue-va teoría del conocimiento, donde la aceptación de lasmúltiples particularidades de toda conjetura, de alterna-tivas diversas, de imprecisiones y zonas grises, lleva a queno existan razones universales para ser de un modo y node otro. Este nuevo metarrelato, si es que se puede consi-derar así, no haría más que dar cuenta de la existencia yvalidez de los diferentes relatos individuales.173

Sin embargo, cuesta aceptar que todas las diversas for-mas de vida son igualmente legítimas y defendibles. Sinduda, el reconocimiento de la variedad tiene sus límitesdefinidos por nuestra concepción vigente de las garantíasfundamentales y los derechos humanos ¡Pero sigue sien-do la base consensual de Occidente! Concluimos, enton-ces, que si los posmodernos entregan una certera interpre-tación de nuestra época, no es tan fácil acompañarlos ensu alegría por la caída de los patrones modernos.173 Welsch, op. cit.

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Resulta paradójico constatar que la duda, característi-ca fundamental de la razón crítica moderna, que impreg-na tanto la vida cotidiana como la conciencia filosófica,sobre todo después de Bacon, se convierte en escepticis-mo entre los filósofos y sociólogos posmodernos. Resultaclaro que el conocimiento está estrechamente ligado a lareproducción del poder, pero también es claro que puedeconvertirse en una mercancía poseedora de un “valor agre-gado”: la originalidad, la eficacia, la novedad. Así pues,el escepticismo posmoderno parece una nueva marca decomercio de la duda cartesiana. Pero si la duda cartesianase cobija de los empellones existenciales anclándose defi-nitivamente en el puerto de la lógica formal, el escepti-cismo posmoderno parece derivar hacia el individualismometodológico como única vía de escape de la mercanti-lización; pero es ese mismo individualismo el que ali-menta el consumismo, tan caro a los objetivos de supervi-vencia neoliberales de nuestro capitalismo tardío.

En Conocimiento e Interés (1985) Habermas afirma quela aplicación del modelo positivista a los asuntos socialestiene como consecuencia indeseable el despojo de la capa-cidad de decisión a la comunidad democrática y deposi-tar dicha capacidad en un pequeño y selecto grupo de ex-pertos en diversos dominios. En los asuntos públicos se de-nomina tecnócrata al especialista selecto que toma decisio-nes en nombre de la eficacia, el orden o la salud política yeconómica del país; pero una actitud muy semejante adop-tan los trabajadores sociales, los promotores agropecuarios,los expertos del sector educativo, de la salud y otros. Esmuy posible que una de las razones por las cuales el posi-tivismo y el funcionalismo han dominando durante tantotiempo las ciencias sociales es porque se presentan comométodos apolíticos que sólo se dedican a buscar causas yconsecuencias, pero que en realidad mantienen una liga

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muy estrecha con el poder dominante. En este tipo de crí-ticas puntuales es donde más eficiente es este pensador ale-mán, al separarse del diletantismo posmoderno.

Al señalar que existe una estrecha relación entre el co-nocimiento y el poder, la epistemología relativista (que for-ma parte del movimiento posmoderno) se ha convertidoen el blanco de una serie de críticas. Si es cierto que ya nohay lugar para ningún tipo de verdad fundamental ni paraningún criterio universal o absoluto que nos ayude a de-terminar lo que es bueno, verdadero o bello, el grupo másfuerte simplemente impondrá sus gustos y los convertiráen únicos y verdaderos. Al respecto, los pensadores pos-modernos se defienden arguyendo que es determinante lamanera en que se visualiza el poder. Si aceptamos o man-tenemos una visión totalitaria, global y homogénea del po-der, es indudable que la crítica resulta justa y demoledora.Sin embargo, argumentan, no es así si se tienen evidenciasde que el poder en la sociedad nunca es un régimen fijo ycerrado. Nancy Fraser,174 psicóloga feminista posmoderna,insiste en el hecho de que el poder, sobre todo desde unaperspectiva feminista, se presenta como una multitud deniveles y supone que existen “multiple axes of power”.

Existen, asimismo, evidencias de que el poder tambiénestá limitado por sus propias premisas; por ejemplo, lassociedades capitalistas occidentales utilizaron los valoresy las prácticas democráticas para derrotar a los regímenesmonárquicos a través de mecanismos como el sufragio uni-versal. Muchos de los logros sociales contemporáneos hansido arrancados de la misma manera y, si bien es cierto quelos grupos en el poder pueden cooptar, ignorar, corrom-per o reprimir a los diversos grupos sociales que contestansu hegemonía, también es cierto que el ejercicio del poderno es homogéneo ni totalizador, y que sus premisas fun-174 N. Fraser, Unruly practices: power discourse and gender in

contemporary social theory, Minnesota Press, Minneapolis, 1989.

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cionan como límites. En este sentido, argumentar que elrelativismo en las ciencias sociales favorece el control delgrupo más fuerte pone en evidencia la voluntad de pre-tender ignorar que históricamente han existido estrechasrelaciones entre el conocimiento y el poder y, sobre todo,de que el poder y el dominio nunca son totales.

Se acusa al posmodernismo, asimismo, de minar lasepistemologías y las luchas emancipatorias: el cortocircuitode las premisas fundamentales del Siglo de las Luces (lajusticia y la igualdad) ha provocado el cuestionamiento demuchos intelectuales sobre el carácter conservador delposmodernismo. J.M. Nielsen,175 quien argumenta que losmétodos feministas impulsan un cambio fundamental res-pecto de las metodologías tradicionales de las ciencias so-ciales, es de la opinión de que el relativismo traba las de-mostraciones que ponen en evidencia los determinismosempíricos que posibilitan la opresión a determinados gru-pos sociales (mujeres, gente de color, minorías étnicas, gru-pos marginales y otros), que no tienen acceso al poder oson explotados. Sin embargo, es muy difícil probar que elrelativismo amenaza las posiciones feministas o las luchasemancipatorias de otros grupos. Podríamos decir que elrelativismo de la posmodernidad entra irremediablemen-te en circulación social y sufre modificaciones profundasen su significado y aplicación, y lo que la manipulaciónque la sociedad y algunos grupos sociales puedan hacerde ese tipo de conocimientos no es controlable, como loafirma Anthony Giddens.176

Así pues, el discurso posmoderno puede ser usado no-minalmente como estrategia discursiva para relativizar,mas no por ello abandona su proyecto de construir unaepistemología que no esté cimentada en fundamentalismos175 J.M. Nielsen, Feminist research methods, West View Press, Cambridge,

1990.176 A. Giddens 1990.

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ni en absolutismos, sobre todo en lo que se refiere a suconcepción del poder, el cual es, al interior del posmoder-nismo, multifacético y multicentrado. Pluralismo y rela-tivismo se fusionan para engendrar una epistemología yuna ontología en donde el empiricismo es dominante, laverdad una construcción social y contextual, los criterioscausales son múltiples y el conocimiento es una promul-gación tanto política como ética.

Es muy posible, como el desarrollo del relativismo lodemuestra, que la noción de razón, con toda su ambiva-lencia, sea una de las fuentes de confusión y que funcio-ne como un verdadero caballo de Troya para minar lascorrientes científicas que trabajan en el desarrollo deepistemologías alternativas. Foucault177 dice que lo que lla-mamos razón, históricamente surge de la pasión de losacadémicos, de su odio recíproco, de sus interminables yalienantes discusiones, de su espíritu competitivo, en fin,de los conflictos personales que tranquilamente se convir-tieron en las armas de la razón (Deleuze178 afirma que larazón siempre se bifurca, y posee tantas bifurcacionescomo fundamentalismos existen).

Vattimo afirma que lo posmoderno se caracteriza “nosólo como novedad respecto de lo moderno, sino tambiéncomo disolución de la categoría de lo nuevo, como expe-riencia del fin de la historia, en lugar de presentarse comoun estadio diferente (más avanzado o más retrasado, noimporta) de la historia misma”. Si la historia de nuestraépoca es aquella en la cual, mediante el uso de los mediosde comunicación masivos, lo contemporáneo tiene a com-primirse para entrar en el campo de la simultaneidad, seproduce una deshistorización de la experiencia, “lo que le-gitima y hace dignas de discusión las teorías sobre lo177 Michel Foucault, Dits et ecrits (II), Gallimard, Paris, 1994.178 Gilles Deluze, Michel Foucault Philosophe, Editions du Minuit, Paris,

1986.

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posmoderno es el hecho de que su pretensión de un ‘cam-bio’ radical respecto de la modernidad no parece infun-dada, si son válidas las comprobaciones sobre el carácterposthistórico de la existencia actual”.179

Fredric Jameson entiende que el posmodernismo se ins-cribe en la lógica cultural del capitalismo tardío. Al des-cribir los rasgos constitutivos del posmodernismo, a los queya hemos hecho referencia, incluye: una nueva superficia-lidad, que se manifiesta claramente en la cultura de la ima-gen o del simulacro; el debilitamiento de la historicidad;un subsuelo emocional totalmente nuevo; profundas re-laciones constitutivas de todo lo anterior con una nuevatecnología; modificaciones de la experiencia vivida del es-pacio urbano y del espacio mundial.180 El rasgo formal másevidente es ese nuevo tipo de superficialidad (“la profun-didad ha sido reemplazada por la superficie o por múlti-ples superficies”): esta falta de profundidad (que se ma-nifiesta como “insipidez”) surge como consecuencia dedeshacerse del bagaje metafísico y desacreditar la distin-ción entre interior y exterior que es la base de muchos aná-lisis estéticos. En cuanto al debilitamiento de la historia,Jameson considera que no parece que se trate de que unaclase dominante imponga su ideología, sino de que en lospaíses capitalistas, desarrollados, hay una heterogeneidaddiscursiva carente de normas: “unos amos sin rostro si-guen produciendo las estrategias económicas que constri-ñen nuestras vidas, pero ya no necesitan imponer su len-guaje”. Esta nueva historicidad débil permite la “rapiñaaleatoria de todos los estilos del pasado, (lo que es) com-patible con unos consumidores que padecen una avidezhistóricamente original de un mundo convertido en meraimagen de sí mismo, así como de seudo-acontecimientosy espectáculos”, o sea, ‘simulacros’”.179 Gianni Vattimo, El fin de la modernidad, op. cit.180 F. Jameson, op. cit.

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Jameson se refiere a la ruptura de la cadena significan-te de un modo paradójico, al afirmar que “la diferenciarelaciona”: la acentuación de la heterogeneidad y lasdiscontinuidades sugieren la posibilidad de que la relacióna través de la diferencia llegue a ser un modo nuevo y ori-ginal de pensar y de percibir (ejemplifica con la presenciaante múltiples pantallas de televisión proyectando simul-tánea y asincrónicamente imágenes, frente a lo cual se pue-de prestar atención a la historia que se proyecta en unapantalla o fijarse en el parpadear continuo de todas laspantallas sin seguir una en concreto; esta última posibili-dad la identifica con la del posmodernismo). Frente a es-tas descripciones Jameson manifiesta que “no se trata nide celebrar mimética y complacientemente hasta el deli-rio este nuevo mundo estético ni de condenar moralmen-te todo lo posmodernista y su trivialidad esencial” aun-que sí de reconocer que “aquellos grupos políticos intere-sados en intervenir activamente en la historia y en mo-dificar su posición hasta ahora pasiva... no pueden sinodeplorar y rechazar esta forma cultural de icono-adicciónque, al transformar los reflejos del pasado, los estereoti-pos y los textos, elimina de hecho toda significación prác-tica del porvenir y de los proyectos colectivos”, por lo que“se sustituye la idea de un cambio futuro por los fantas-mas de la catástrofe brutal y el cataclismo inevitable”.181

Concluye Jameson, que lo posmoderno no es una merailusión o ideología cultural, sino que es una sólida reali-dad histórica y socioeconómica apoyada en la tercera granexpansión planetaria del capitalismo, ante lo cual hay querecuperar la capacidad de orientarse activamente (nece-sidad de mapas) y no meramente dejarse llevar.

En efecto, como ya fuera anticipado, el pensamientoposmoderno presenta facetas contradictorias: si por unlado se erige como crítico radical político del “pensamiento181 F. Jameson, op. cit.

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único” neoliberal, por otro lado, no puede ocultar que suparadigma alienta el modelo económico vigente. Comodice el profesor de Oxford, Terry Eagleton, el posmoder-nismo es políticamente opositor pero económicamentecómplice.182 En efecto, el pensamiento posmoderno se mues-tra radical al desafiar al sistema político a través de su ata-que a los valores absolutos, favoreciendo la pluralidad, latransgresión y el relativismo cultural; y presenta su perfilreaccionario al apoyar implícitamente la libertad indis-criminada de mercados y el consumismo (paradigma neo-liberal) al impulsar el deseo y el individualismo hedonista.

Se podría coincidir con aquella idea que expresa queel posmodernismo es funcional al neoliberalismo, graciasa su relativismo cultural y su convencionalismo moral(pero también por su escepticismo y su rechazo a toda or-ganización disciplinada) aunque presente un frente agre-sivo respecto del marco político de nuestra época. Va a lapar, entonces, del capitalismo tardío (o avanzado) que,como Jano, tiene dos perfiles: un aspecto libertario (a tra-vés de su individualismo y repliegue del Estado) y otroautoritario (mediante la imposición de un modelo único,del fin de la historia, etc.). Conservadurismo político y radi-calización de costumbres van de la mano, como el hedo-nismo y la represión, lo múltiple y lo monolítico; orientaal placer y la pluralidad pero también excluye; impulsalo efímero y la discontinuidad pero para sostener el mo-delo necesita de un firme marco político que se base enfundamentos sólidos. En este marco, lo posmoderno de-safía a la autoridad constituida (arremete contra sus va-lores fundamentales) al tiempo que alienta el individua-lismo desolidarizado (al coincidir con su lógica material).

La discusión que abriría esta percepción de las cosasse centra en saber si aceptamos la palabra de los posmo-182 T. Eagleton, Las ilusiones del posmodernismo , Paidós, Buenos Aires,

1997.

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dernos que dicen que su filosofía no hace más que refle-jar la realidad, o si damos fe a las opiniones de Eagletony Jameson, entre otros, que afirman que las ideologías (eneste caso, el pensamiento posmoderno es considerado ideo-logía) trabajan para legitimar políticas y no para reflejar-las. Aunque es cierto, también, que muy poco preocupaal sistema si se cree en él o no, ni tampoco tiene necesi-dad de asegurarse la complicidad de los intelectuales; suhegemonía resiste en tanto se continúe haciendo lo que elsistema requiere (automatismo de sus propios mecanismosque queda asegurado por la influencia de los medios decomunicación y el impacto del marketing y la publicidad).

Respecto del desprestigio de la política es evidente que,frente la fractura social que se ha instalado, las institucio-nes políticas no se pueden adaptar a las exigencias de in-mediatez de respuestas que impulsan en sus públicos lasindustrias de la comunicación masiva. La tensión entre loslímites materiales (lo que una economía puede ofrecer comorespuesta de corto plazo) y los deseos urgentes (y las nece-sidades), no pueden dejar de entrar en conflicto, ya que co-existen sin solución de continuidad. Es evidente que no sepuede aceptar mecánicamente las promesas del neolibe-ralismo, ¡pero así lo hemos hecho! Y es por ello, concluyeSarlo, que “no es sorprendente que, al lado de los imagina-rios utópicos de la virtualidad, aparezcan las realidadesfracturadas y desechas de la sociedad donde vivimos: y pa-samos de uno a otro escenario, de internet a las ciudadesdestrozadas por la inseguridad y las comunidades hundi-das como remanentes de una prehistoria industrial”.183

Porque la política y las instituciones democráticas notienen la inmediatez de reacción que sí poseen las instan-cias audiovisuales, las primeras pierden prestigio al ser fal-samente consideradas ineficientes frente a las segundas.183 B. Sarlo 2002.

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Si a esto le sumamos la “tiranía” de la opinión pública quese manifiesta por las encuestas casi diarias y sobre cual-quier tema (que da resultados según el estado de ánimode la sociedad consultada, según sea un día de sol o llu-vioso, o se haya suspendido un importante partido de fút-bol o quizá la selección nacional perdió infamemente, ologró un triunfo espectacular —¡recordar la Argentina delMundial 78!—, etc.), la lentitud de la capacidad de res-puesta de los gobiernos aparece poco adaptada a los estí-mulos que la gente recibe de los medios. Y esto es muy gra-ve, ya que Sarlo observa que “los actores de la industriacomunicativa (en tanto reorganizadores del mundo de lasideas) tienen planteada una fuerte competencia con la po-lítica, en tanto esfera donde también se construyen opinio-nes, figuraciones y proyectos”. En efecto, las industrias in-formativas se hallan en competencia con los intelectualesal querer convertirse en usinas de ideas, lo que es errónea-mente concebido como “democratización cultural”, del mis-mo modo que la publicidad ha entrado en competencia conlos artistas: en pos de efectivizar la igualdad, en todos loscampos, se descuidan las jerarquías y los méritos.

No cabe duda que la capacidad investigativa de laprensa es un bien a preservar; allí hay mérito y beneficiopara las democracias. Nada de esto tiene que ver con los“movileros” que solicitan opinión sobre temas altamentecomplejos al primer transeúnte que pasa; del mismo modoque casi todos los programas de radio pierden valiososminutos de comunicación con llamados de oyentes quetambién tienen opinión sobre cualquier tema de la actua-lidad (aborto, clonación, papel de la ONU, lucha contrael terrorismo internacional, culpabilidad de tal o cual in-dividuo sujeto a investigación judicial). El problema es quelas opiniones se vuelven juicios, y ¿cuántas opiniones tras-mitidas por un medio masivo de comunicación son hoynecesarias para cambiar una política; cuántas voluntades

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es capaz de poner en el aire un programa de dos horas;cuánta es la sensibilidad de los débiles mandatarios a esasopiniones (muchas de ellas amañadas por la forma de pre-guntar del supuesto entrevistador objetivo) vertidas alazar? Si es cierto que los políticos, intelectuales y comuni-cadores desean hablar como gente común, no cuidan sulenguaje en lo más mínimo sino que sabiendo expresarsebien lo hacen de forma acotada, sin sinónimos, conjugan-do mal el subjuntivo y los verbos potenciales, plagando sudiscurso de palabras soeces (del modo que ni siquiera ha-blan en una charla de amigos), si todo esto es evidente,cuán importante será la influencia que sobre ellos puedetener la más escueta encuesta callejera!

Apoyamos el esfuerzo habermasiano enfocado a enfren-tar al pensamiento de la subjetividad y del nihilismo, peroqueda por verse si será suficiente para lograr un nuevo im-pulso a la filosofía (tanto hegeliana como kantiana, con lascríticas que lanza hacia ambas, por lo que las renueva enla formulación de la racionalidad de la acción comuni-cativa) o si finalmente triunfará la tendencia de transiciónque lideran los pensadores posmodernos. El desencanto (ac-titud pesimista pangermánica) es llevado por los posmo-dernos franceses al rango de nueva realidad de nuestrotiempo, cuando su origen es el de las sucesivas derrotas mi-litares alemanas, su colapso económico, que llevó al adve-nimiento de Hitler, pero al que no se le puede negar su le-gitimidad (en otra época y limitada al espacio germánico,como pensamiento alemán pesimista emergente de una rea-lidad propia que le era adversa), en una verdad válida entodos los tiempos y en cualquier lugar. Así, los posmo-dernos transgreden el principio historicista para elevar auniversal un estado de ánimo de claros límites culturales.

Si todo puede convertirse en interpretación, no exis-tiría la posibilidad de actuar eficientemente y con legiti-midad para cambiar el mundo. En verdad, qué mejor que

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este cierre de caminos para justificar el apego al statu quoposmoderno. Al aceptar que las “abstractas” cuestiones deEstado, de modos de producción, de justicia económica sondemasiado difíciles de cambiar, el posmodernismo distraela atención en cuestiones menos urgentes y bastante másinocentes, dirigidas a lo íntimo y lo sensible, es decir, bienalejadas de lo político. Siempre se puede convertir al len-guaje en un fetiche que atraiga toda nuestra atención.

Con la negación entre significante, discurso y realidadbien se puede ser indiferente frente al genocidio, por ejem-plo. Siempre se puede envolver el futuro en el presente yasí lograr detener la historia (o provocar un reflejo enga-ñoso al respecto). Esto bien puede identificarse como la de-rrota política del hombre: si el posmodernismo logró poneren la agenda, y de manera que parece definitiva, las cues-tiones de lo étnico (la diversidad cultural), del género y dela sexualidad (temas importantes, sin duda) al costo deabandonar las formas clásicas del radicalismo (como la ideo-logía, el Estado, las clases y los modos de producción), con-sideramos que poco se ha ganado si lo que queremos estransformar el mundo, su orden económico y el de la polí-tica internacional actual que amenaza la paz y la seguri-dad internacionales. Por ello, la presencia de socialistas yliberales en las políticas nacionales aparece “castrada”, conuna actitud de acompañamiento pasivo de las grandestransformaciones que ha impuesto la globalización y quecontradicen, por un lado o por otro, ambas ideologías hu-manistas. La que aparece como más evidente, desde luego,es la evasión de la izquierda, que ahora se ha vuelto cultu-ral para evitar confrontar con el capital, tan omnipresenteque ya es tomado como una dato de la realidad al que niintenta controlar, ni menos ya combatir.

Como nos aclara el profesor inglés Eagleton, si en los’70s los teóricos culturales se ocupaban del socialismo, lossignos y la sexualidad, en los ’80s argumentaban alrede-

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dor de la los signos y la sexualidad, a fines de los años’80s sólo se hablaba de sexualidad. El etnicismo y el femi-nismo, luchas populares posradicales y que siguen siendoanticapitalistas, parecen llevarse todas las energías de laizquierda radicalizada de los años 90.

En el marco internacional, los atentados terroristas deNueva York y Washington de septiembre de 2001 estánprovocando una reconfiguración mundial, a partir prime-ro del ataque de los EE.UU. a Afganistán contra los tali-banes (en busca de Bin Laden) y, más contemporánea-mente, luego de la invasión británico-norteamericana alIraq del dictador Saddam Hussein, su victoria bélica y suderrota de posguerra o política. En efecto, la fuerza des-comunal del herido país del norte, su ambición de domi-nio, y su deseo de que nadie pueda poner en duda su ma-jestad, pudo más que el Consejo de Seguridad de la ONU,diseñado por los vencedores de la segunda Guerra Mun-dial en 1945. Si la principal potencia mundial no permiteser restringida por las instancias internacionales (mul-tilaterales) que ella misma ayudó a crear, el orden mun-dial de la posguerra está siendo severamente cuestionado.No se llegó al extremo de que los EE.UU. hicieran casoomiso del veto de otras potencias de silla permanente enel Consejo de Seguridad de la ONU, simplemente porquese decidió retirar el proyecto de resolución del Reino Uni-do, con apoyo oportunista de España (miembro no perma-nente, pero que ayudó a romper el consenso europeoantibélico liderado por Francia y Alemania, y apoyado porRusia) frente a la amenaza cierta de veto de Francia, y qui-zá de China. Los expertos de la ONU encargados de la de-tección de armas que la organización había prohibido te-ner o fabricar a Iraq luego de la guerra de 1991, ademásde armas químicas o biológicas habían pedido más tiempo(hasta ese momento no pudieron detectar violaciones a lasnormas internacionales, que tras la victoria aliada luego

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confirmaron) y aseguraban que el régimen de Hussein semostraba colaborador. Pero para las fuerzas del gendar-me mundial el tiempo se agotaba debido a que se estabanpresentando las condiciones climáticas óptimas para co-menzar el ataque.

Son innumerables los expertos que afirman que los Es-tados Unidos actuaron ilegítimamente según el derechointernacional vigente, apoyándose en viejas resolucionesde la primera guerra del Golfo. Las potencias victoriosasde la segunda Guerra Mundial se habían puesto de acuer-do para que cualquiera de las cinco pudiera aplicar supoder de veto a resoluciones que los afectaban, pero almismo tiempo se comprometieron a respetar el veto de lasotras potencias, única forma de hacer valer sus propiosprivilegios. En esos días de abril de 2003, la determinacióncon que EE.UU. arremete contra Iraq, así como las decla-raciones previas de Bush (“preferiríamos ir con las Nacio-nes Unidas, pero si es necesario iremos solos”) dejan en-tender que no hubiera tenido demasiado cargo de concien-cia en ignorar el veto que el Presidente francés JacquesChirac aseguró impondría. Esta crisis se extiende a laOrganización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN-NATO) y a la propia Unión Europea (se oponen GranBretaña y España a Francia y Alemania; Polonia y Repú-blica Checa a Francia; a lo que se suma la advertencia deFrancia a los nuevos miembros de la UE, y aspirantes aincorporarse a la Unión, de no tomar partido a favor dela administración Bush). Además, el debate ha ganado lascalles de las principales capitales de Europa, de AméricaLatina e incluso de los Estados Unidos, en donde se mul-tiplican masivas marchas de protesta contra la guerra(la prensa internacional informó que el 15 de febrerode 2003 las manifestaciones alrededor del globo supera-ron los 10 millones de personas, la mayor marcha de pro-testa de la historia). EE.UU., no habiendo podido probar

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el armamentismo de Iraq, cambió su discurso mostrandoun nuevo objetivo: liberar al pueblo iraquí del yugo deSaddam Hussein. Una victoria rápida en Iraq, además dedejar a la alianza británico-estadounidense como gendar-me del mundo por encima de la desprestigiada ONU, per-mitiría garantizar el control de la mayor parte del princi-pal recurso energético del planeta, reorganizar el MedioOriente de acuerdo a los intereses económicos de estaalianza militar, presionar para liberalizar el régimen deArabia Saudita y moderar el de Irán, así como controlara los palestinos de Yasser Arafat en beneficio de Israel.

Pero la guerra contra Iraq, que fue ganada por la coa-lición Bush-Blair (y Aznar en menor medida), presentauna paz con más altos costos (en vidas humanas de losinvasores). La victoria militar no asegura nunca una vic-toria política, y esto no sólo en Iraq, sino en todo el esce-nario internacional: podría esperarse más terrorismo (ex-citado éste por la agresión y la ilegalidad internacional conque se maneja la mayor potencia del mundo), menos res-peto internacional (que implica menor cantidad de alia-dos confiables), el hecho de que se les hará más difícil asus amigos árabes del oriente medio seguir apoyándolos(frente a la presión del islamismo), un mayor, aún, des-prestigio de la ONU, el debilitamiento político de sus so-cios en Europa, el posible resurgimiento de Rusia (apoya-do por Francia y Alemania) y una presencia decisiva enAsia de China en detrimento del confiable aliado japonés.Creemos que todas estas posibilidades llevarían a un efec-tivo debilitamiento de los EE.UU. en el marco internacio-nal que, incluso, podría redundar en una tendencia al ais-lamiento. Este aislacionismo volvería a los Estados Unidosa través de una fuerte presión de su opinión pública na-cional que no estaría dispuesta a seguir pagando los cos-tos de un nuevo 11 de septiembre (limitar la libertad paraconseguir un relativo grado de seguridad), ni recibiendo

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cadáveres de sus soldados desde los más remotos rinco-nes del planeta (resurgimiento del síndrome Vietnam).

Si el relato particular del liberalismo democrático yeconómico ha fracasado para los posmodernistas (el hu-manismo liberal que logró decisivos logros en su tiempo,que fue capaz de transformar al mundo —imperio de ley,igualdad, libertad, derechos humanos, etc.—, aunque lologró pagando el alto precio de violencia), es porque elneoliberalismo (variante perversa de los altos ideales delliberalismo de Stuart Mill, por ejemplo) ha usurpado sulugar. La teoría neoliberal, al igual que la traicionada teo-ría liberal, propone una universalidad (que en lo concre-to encarna la globalización) que la práctica neoliberal des-truye, porque la libertad de algunos en las condiciones sal-vajes que propone es inseparable de la falta de libertad demuchos otros. Quizá esto tenga que ver con la contradic-ción que lleva implícita el posmodernismo: nos muestra unindividuo libre, pero al mismo tiempo, determinado. Elculturalismo de la tendencia posmoderna puede imponerun claro determinismo, ya que estaríamos ineluctable-mente definidos por el poder, el deseo, las costumbres, con-venciones, creencias y comunidades interpretativas a lasque pertenecemos culturalmente.

El capitalismo es el sistema más plural que existe, y estocoincide con la legitimación de lo diverso que enarbolanlos estandartes posmodernos. Si la democracia requiere deun sujeto autónomo, de ciudadanos, el consumismo neo-liberal no necesita de esa característica autónoma: la plu-ralidad, el deseo, el placer, la fragmentación son requeri-das para el shopping center y para asegurar el idilio con latelevisión, es decir, en la construcción del futuro híbridoposmoderno que para muchos ya está instalado.

El posmodernismo reproduce, en parte, la lógica ma-terial del capitalismo tardío, pero dirige sus agresiones ha-cia sus fundamentos espirituales (la impronta moderna del

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liberalismo filosófico). Si el posmodernismo se ha ocupa-do de publicar opiniones muy claras respecto del racismo,sobre la paranoia del pensamiento único, sobre los peli-gros del fundamentalismo, sobre la inmoralidad del recha-zo al otro, también puede ser cierto que gracias a supragmatismo cultural, su convencionalismo moral, su es-cepticismo, su descreimiento sobre la eficiencia de la soli-daridad y de la organización política, su falta de una teo-ría política sólida, sus ataques al liberalismo democráticoe incluso a lo que queda sano de la izquierda ideológica,podría estar, sin quererlo, abriendo el camino al fascismo.

En definitiva, toda crítica a las ideas posmodernas de-bería ser pasada por un cierto tamiz. Consideramos queel diagnóstico que hacen los posmodernos de la época ac-tual, sea cual sea la denominación que se le dé (posmo-derna, modernidad tardía, etc.), es acertado y profundo.Por lo tanto coincidimos con la realidad que describen. Enla diversidad de críticas encontramos algunas superficia-les, que parecerían más expresar un descontento con larealidad, como si los filósofos y artistas posmodernos tu-vieran la culpa de los tiempos blandos en los que vivimos.Desechamos, pues, las críticas basadas en el descontentocon la realidad. También existen otros análisis que mues-tran su desacuerdo con el diagnóstico posmoderno, conlos cuales tampoco estamos de acuerdo.

Finalmente, los críticos más profundos, como el alemánJürgen Habermas, el francés Alain Touraine, el inglésAnthony Giddens, el norteamericano Fredric Jameson, elargentino Mario Bunge, el mexicano Carlos Fuentes, etc.,presentan un examen contestatario de lo que llamamos la“celebración posmoderna”. Es decir, se acepta la realidadcontemporánea y el diagnóstico posmoderno, no así el he-cho de que lo que le ocurre al individuo, a la sociedad yla situación del marco mundial, es lo mejor que puede pa-sarnos. El concepto de equivocidad, el pensiero debole, la

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caída de referentes éticos y sociales, la capacidad de losmedios de comunicación masiva para crear realidades, nonos pueden dejar tranquilos sino que somos de la idea deque se ha hecho imprescindible encontrar guías querefuercen la espiritualidad (si no la fe), que reaviven la so-lidaridad social frente al hedonismo narcisista, la demo-cracia para contrarrestar el descreimiento en la política yrevalorizar el multilateralismo para evitar el imperialismoguerrero del hegemón norteamericano.

Se acepta que la modernidad ha tenido fallas (cómo ne-garlas luego de dos guerras mundiales, de un siglo XX quefue el más sangriento de la historia de la humanidad) y queno se puede dejar de considerar la diversidad y la plurali-dad, las características históricas y culturales de los valores,incluso cierta fragmentación en el conocimiento científico.Nos rebelamos contra el anything goes (vale todo) y contrael nihilismo de la época que nos desarma, nos deja impoten-tes frente a la necesidad de actuar en forma positiva y demanera sistémica (con un enfoque que integre lo local conlo global, las preocupaciones personales con las sociales, lapolítica con la ética, las ciencias puras con las ciencias so-ciales, el arte con la intelectualidad, etc.) en el rescate delindividuo, de la sociedad y de un orden mundial seguro.

Si siguiéramos muy de cerca el pensamiento posmo-derno, lo que nos quedaría como reflexión última es que pa-recería que en el siglo XXI lo real es irracional y lo racionales irreal o, simplemente, quizá la realidad sea un desatino.En todo caso quedan grandes interrogantes por contestar:

• ¿podremos finalmente crear una “familia planetaria demovimientos antisistémicos” donde los intelectuales, lla-mados a la acción, se abstraigan de las pasiones delmomento...?;

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• ¿será excesivo pensar que un mundo más femenino,menos dominado por la racionalidad del poder, menos“falocéntrico”, sería un mundo más humano? Allí don-de la mujer da la vida, alimenta, ayuda a la socializa-ción, el hombre la quita con su prepotente nacionalis-mo, su armamentismo, sus guerras, su corrupción, sudesprecio por la naturaleza y sus semejantes (¿quién sinola mujer puede dar sentido a este mundo posmoderno,con su intuición sobre la vida, la preservación y la pro-visión de futuro?), mujer que preserve su feminidad uni-versal para un mundo globalizado, sí, pero por ello mis-mo más humano; mujer celosa de su diferencia, quepuede hacer la diferencia para todos, mujer que debedisputar el poder con su “fuerza tranquila” para ense-ñarnos el camino hacia un mundo mejor...;

• ¿será éste un estado de transición, donde todavía, y apesar de todo, los grupos de gran concentración econó-mica se sientan amenazados por los movimientos anti-globalización (que buscan, en verdad, una globalizaciónalternativa), aparentemente ‘ahogados’ luego del 11/9/2001? La necesidad de vincular estrechamente lo inte-lectual con lo moral y lo político, como recomiendaWallerstein, en una “acción racional por la cual se inten-ta ofrecer una explicación óptima de lo que ocurre,se introducen preferencias morales y se decide, en fun-ción de esas consideraciones, cuales son los esfuerzospolíticos más eficaces para construir un mundo mejor”184

podría darnos una pista.

Estamos enfrentando una vez más el problema de lainiciativa individual. Ésta constituyó uno de los grandesestímulos del capitalismo liberal, tanto para el sistema

184 Immanuel Wallerstein, Un mundo incierto, Libros del Zorzal, BuenosAires, 2002.

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económico como para el desarrollo personal. Pero con doslimitaciones: solamente desarrolló en los hombres dos cua-lidades especiales, la voluntad y la racionalidad, dejándo-lo, por otra parte, subordinado a los fines económicos;principio que funcionaba muy bien durante una fase delcapitalismo…Tan sólo si el hombre logra dominar la so-ciedad y subordinar el mecanismo económico a los pro-pósitos de la felicidad humana, si llega a participar acti-vamente en el proceso social, podrá superar aquello quehoy lo arrastra hacia la desesperación: su soledad y su sen-timiento de impotencia…Triunfará sobre las fuerzas delnihilismo tan sólo si se logra infundir en los hombres aque-lla fe que es la más fuerte de las que sea capaz el espírituhumano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la liber-tad, como realización activa y espontánea del yo indivi-dual.185 Son palabras de Erich Fromm, publicadas en 1941.

185 E. Fromm, op. cit.