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Cardon 26 Jujuy

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Revista Cardón 26: Jujuy

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Jujuy es tierra de esperanzas, devociones y misterios. Representa la antesala del gran silencio americano, según la describiera el gran Atahualpa Yupanqui. El viento murmura entre los cerros como recordando antiguas tradiciones que sobreviven al paso del tiempo. La majestuosa Quebrada de Humahuaca, los desolados paisajes de la Puna, los valles y las selvas de yungas otorgan diversidad y riqueza a un pueblo que crece y que tiene la posibilidad de reconocer, en su territorio y en sus propios habitantes, un inmenso pasado histórico y cultural.Limitada al sur y al este por la provincia de Salta, al oeste por Chile y al norte por Bolivia, recibió del mundo andino profundas influencias culturales. Cuestiones que no entienden de fronteras. Es que la frontera no sirve para separar, aislar o distinguir sino para enriquecer, tal como señala Héctor Tizón, uno de los escritores fundamentales de la literatura argentina. A comienzos de nuestra historia nacional, dos años después de la Revolución de Mayo, el pueblo, liderado por el general Manuel Belgrano, fue protagonista de un hecho fundamental conocido como el Éxodo Jujeño. La gente accedió a vaciar y quemar sus tierras, dejando todo atrás para lanzarse al camino soñando con un país libre y soberano. Una gesta histórica que refleja el gran coraje de un pueblo unido que supo responder a las circunstancias con convicción y esperanza. Un ejemplo para recordar y para seguir reconociendo cada día los valores que hacen a nuestra identidad más profunda. En este fin de año, quiero desearles unas muy felices fiestas, con la alegría de seguir creciendo juntos y en paz en esta tierra argentina.

Editorial

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Gabo Nazar

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director generaldirector editorial

coordinación generalArte y diseño

asistentecoordinador periodístico

colaboradores

correcciónfotógrafo

Ilustración contratapaagradecimientos

impresiónEjemplares

Gabo NazarJosé MuttiRodrigo ArizagaPaola Velez Sandra CapuanoPablo García LastraClaudio Bertonatti / Sergio Limiroski / Silvia Miguens / María Giovanardi / Rubén Monerris / Martina Intronati / Alberto Moreno de la Fuente Edgardo Imas / Anna SouzaJosé Luis Raota Mariano GonzálezWalter Barrionuevo, Gobernador de Jujuy / Jorge Noceti, Secretario de Turismo y Cultura de la Provincia /Juan Martearena, Director Provincial de Turismo / Rubén Monerris, Comunicación y Prensa de la Secretaría de Turismo/ Nadia Serrano Antar, Coordinadora de Turismo, Casa de Jujuy en Bs. As. / Gato Peters. Forma Color35.000

Cosas Nuestras Número 26 / Diciembre 2011 / Es una publicación de Cosas Nuestras S.A. / Correo de Lectores: Av. Alvear 1750 (C1014AAR)Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Tel/ Fax: 54-11-4815-9998 [email protected]

Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Registro de propiedad intelectual en trámite. ISSN 1850-1494

Distinciones de Cosas Nuestras:- Declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. (2010)- Declarada de interés legislativo por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. (2008)- Premio Santos Vega de Plata 2007 al Mejor Medio de Difusión Gráfica Revistas.

Foto de Tapa: José Luis Raota.Máscara de carnaval elaborada por el artesano Alfonso Portugal.cardon proveedor oficial

>> OTRAS NOTAS

4 > Entrevista a Tomás Lipán9 > Las soledades y la memoria14 > Más allá de las ruinas20 > Llegando está el carnaval26 > Sin muerte en la tarde 30 > El misterio de los ángeles arcabuceros34 > Colección Primavera Verano 2011-201249 > Entrevista a Jaime Torres66 > Senderos de identidad76 > Un maestro que se refugió en la puna86 > Pueblos originarios 98 > Entrevista a Héctor Tizón

18 > Gato Peters54 > Taruca - Infografía58 > Leyenda jujeña62 > Comida típica72 > Mapa de Jujuy82 > Diseños de la tierra 93 > Curación ancestral94 > Sabiduría del origen96 > Diagrama criollo102 > Entre el cielo y el infierno108 > Fuego por la libertad

>contenido

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“Jujuy le han puesto de nombre / ha de ser cosa de Dios / en el idioma del cielo / así se llama el amor”. Tomás Lipán golpea la caja, el pequeño tambor unido en su sonido a la tierra del norte del país, y recuerda parte de esta copla de uno de su poetas preferidos, Raúl Galán.El músico canta con su voz profunda. Deja suavemente el instrumento a un costado de la mesa y muestra otros elementos que suele usar cuando se presenta en los escenarios del país y el mundo: una quena, su guitarra, un par de sikus, un erquencho –corneta de cuerno que rememora un tiempo ancestral– y hasta un bandoneón. Estos instrumentos son un gran tesoro para Lipán. Conoció sus sonidos siendo muy chico, cuando en una humilde casa junto a diez hermanos se convirtieron en parte del juego, de un tiempo donde la música era la alegría, la compañía en un hogar donde no se conocía la luz ni la radio. “Entre juegos y quereres me acuerdo lo primero que to-qué fue una cajita imitando a nuestros mayores, porque la música que se vivía en casa era la copla. Los amigos de papá o familias enteras se reunían en la comarca para un sembrado, para señalar los chivos, o en carna-val mismo, y el canto era con caja. Después seguí con los instrumentos que teníamos a mano: la quena, el sikus y una guitarrita que hizo mi hermano. Luego el charan-go y, más acá en el tiempo, el bandoneón cuando tenía doce años. Esperaba siempre la llegada de un primo de mi papá que venía en carnaval. Después de comer un rico asado con choclo, queso y papa abajo del parral, desenfundaba su bandoneón. Así aprendí, mirando y jugando”.

Vivió su infancia en contacto con la naturaleza. “La actividad de niño era ayudar a mamá a pasear las ca-bras, y mientras paseaba iba recordando la melodía que había cantado mi papá el día anterior, cantando una copla, o tocando la quenita. Mi escuela fue la naturale-za. Lo que comíamos era lo que cultivaban mis papás. La leche no faltaba nunca, sembraban trigo, maíz, mi mamá hacía pan todos los domingos. Teníamos todo lo que la tierra te da, por eso el amor siempre de mi gente, del jujeño a la Pachamama. El amor a la tierra, la vida y la música en mí van todos juntos, no se separan”.

“Cómo será de limpia la memoria por aquellos años –continúa–, que tiempo después, cuando mi papá pudo comprar una radio a pila, las melodías que escuchába-mos por radio las aprendíamos y después las tocábamos. Con escuchar una sola vez una zamba, uno la aprendía en letra y música”. Así descubrió a músicos que lo mar-caron, como Los Chalchaleros, Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui, los Hermanos Ábalos. “No nos faltaba nada de lo que necesitábamos para vivir, que era el amor de nuestros padres y jugar con la música, la pelota de trapo, juguetes de piedra”. Por la tierra de la Quebrada fue andando y conociendo

“El amor a la tierra, la vida y la música en mí van todos juntos, no se separan”

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a su gente y su música. Se reconoce un hombre tímido que nunca ha golpeado puertas para mostrar su talento, sino al que siempre han llamado para actuar. Su perfil, en cierta forma, representa la forma de ser del hombre de la Quebrada. “Somos sumisos, callados, respetuosos, buenos, muy obedientes, trabajadores, muy aferrados a nuestra tierra, nuestras cosas”.A los veinte años viajó a Mar del Plata para intentar ga-

narse la vida con cualquier trabajo. Un amigo suyo lo escuchó cantar y lo convenció de que fuera a tocar a una peña. Allí recibió su primera paga por subirse a un esce-nario, iniciando su exitosa carrera profesional.Luego formó parte del grupo Sones de América, junto a su hermano Domingo. Tocaban todas las noches en las peñas más importantes de la ciudad de Salta. En 1990 fue descubierto por Jaime Torres y se transformó en el cantante del grupo del gran músico.“Con Jaime Torres aprendí no sólo el trabajo profesional y me pude presentar en escenarios de todo el mundo, sino también algo que él siempre inculca: que es tener respeto por los instrumentos”, menciona. “La música de la Quebrada de Humahuaca, del Noroes-te argentino, tiene mucho valor, sobre todo si se respe-tan la quena, el charango, los sikus. Usar la melodía sin adornarla. Si a un cuadro de Picasso se le agrega un de-talle, lo destruís. Lo mismo pasa con esta música, con sus sonidos maravillosos”.

SOLISTA

En 1998 Tomás Lipán inició su carrera solista. Lleva gra-bados varios discos y suele pasar gran parte del año pre-sentándose con éxito en Buenos Aires y otras partes del país. Sin embargo, su lugar en el mundo sigue siendo su querida Jujuy.Cada vez que sube a un escenario, el músico lleva con-sigo las canciones que aprendió de chico, su origen in-

dígena, el amor por su tierra, la alegría del carnaval, las melodías que tocaba formando parte de la banda de sikuris creada por su padre, mientras peregrinaba en la fiesta de la virgen de Punta Corral, hace más de cincuen-ta años.“Tocar en esas fiestas en mi pueblo era algo hermoso. Lo más lindo era tocar para que la gente bailara, tocar el bandoneón en carnavales, día, tarde, noche, sin co-brar un peso. Sin amplificación, sin acompañamiento profesional, sino de corazón. Y ésos son recuerdos im-borrables. Ahora también voy a carnavalear, aunque es distinto”.–¿En qué cambió?–Antes se tocaba en un patio de tierra, y venía toda la gente de la comarca; ahora hay gente de todo el mun-do que te está escuchando, uno que es del lugar, otro de otro lado, te filman, toman nota. No es una comunidad en la que nos conocemos todos como antes, hay ahora capaz mil personas en un predio. Pero lo de adentro es lo mismo, las ganas, el amor de tocar, y esa alegría de ver que la gente se divierte.

AUTÉNTICA LIBERTAD

De los instrumentos que ejecuta, menciona que el que más usa es la guitarra. “En mis presentaciones toco un poco de todo, pero en Jujuy cada uno se destaca en su tiempo: la tarka –especie de quena– y el bandoneón en carnaval, la quena en los pesebres de Navidad, el siku en las peregrinaciones”.El artista considera que la música es una forma de ex-presión que se emparenta con la libertad. “Soy amante de la libertad. Todos hemos nacido libres, el problema es que apenas uno nace te imponen cosas. Te imponen re-ligiones, idiomas, color de la ropa y también la música. Pero cuando el corazón del hombre empieza a escarbar la libertad que le cabe en el mundo, ahí es dueño abso-luto de elegir la música que quiere escuchar, oír o inter-pretar”.Seguramente, por esas ansias de libertad también está en contra de los sectarismos, incluso en la música. “No porque yo toque la quena o el siku tengo que imponer que lo bueno es que se toque eso. Hay que tener un co-razón abierto a las músicas del mundo, y querer, amar y respetarlas. Cómo no me va a gustar que gente de otras partes respeten mi música de la misma manera que yo lo hago con la de ellos. La música está para unirnos, ge-nerar amor y alegría”.Lipán vuelve a tomar la caja y a calentar la voz. El sonido de sus ancestros está vivo, y una frase que ha utilizado

“Cuando el corazón del hombre empieza a escarbar la libertad que le cabe en el mundo, ahí es dueño absoluto de elegir la música que quiere escuchar, oír o interpretar”

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en sus presentaciones vibra en el ambiente. “Retumbo en el antiguo tambor de nuestra raza como la voz ron-ca del erque milenario; retumbo en los parches curtidos de las cajas que acompasan las coplas ardientes de los pueblos; retumbo en el lenguaje puro de mi erquencho y en el vientre maduro de mi quena, misterio ancestral

de nuestro acento que fluye majestuoso en nuestras venas; retumbo en el paisaje azul de mi voz tendida, corazón eterno que impulsa sentires compartidos, que estrechan las abiertas manos de la vida retumbando enamorado en tus latidos”.

por loS caMiNoS

Tomás lipán nació en purmamarca (Jujuy). Su verdadero nombre es Tomás ríos, pero para su vida artística y a modo de homenaje a lipán –un muy pequeño paraje donde vivieron sus abuelos, ubicado a diez kilómetros de purmamarca– adoptó el nombre con el que hoy todos lo reconocen. entre 1974 y 1977 integró el grupo folclórico Sones de américa, formado en la ciudad de Salta, por su hermano domingo ríos. entre 1990 y 1997 acompañó con su voz las presenta-ciones de Jaime Torres, realizando exitosas giras por el país y por europa. desde 1998 se desempeña como solista, con varios discos publicados, como Amor y albahaca, Canto rojo y Cautivo de amor. recientemente se presentó en el centro cultural Torquato Tasso, en Buenos aires, en un espectáculo junto a Bruno arias y Mariana carrizo. Y entre los meses de octubre y noviembre se han convertido en un clásico con mucho éxito sus recitales en el teatro carlos carella, también de esta ciudad. lipán además incursionó como actor de cine, personificando papeles en las películas El destino, de Mi-guel Ángel pereira, y Nacido y criado, de pablo Trapero, siendo nominado por esta última a los premios cóndor de plata, en el rubro actor revelación.

Sergio LimiroskiFotos: Nicolás Pérez

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En cada rincón de la Quebrada de Humahuaca, en las selváticas Yungas o en la alta Puna se convive con el profundo silencio de la tierra jujeña.

Naturaleza impactante, historia, flora y fauna, patrimonios de una provincia donde aún vibran ecos de culturas milenarias.

Jujuy en la mirada de un naturalistaLas soledades y la memoria

“Éste es el Norte, casi ausente, de mi patria. Ésta es la provincial heredad ensimismada, el desdibujado imperio que es preciso rastrear por las soledades y en la memoria”. (Néstor Groppa)

Jujuy es una tierra de contrastes, de cerros y valles, de espinas y flores, de llamas activas y pastores tranquilos, lagunas rosadas por flamencos y blancos salares inmaculados, con un pasado bélico y un presente pacífico. En el territorio jujeño conviven todavía los rumores del legendario Coquena con sus protegidas vicuñas y tarucas. Los carnavales estallan

con bombas de talco, coplas sentidas, ritos ancestrales y la inconfundible música andina.Si saboreamos un locro humeante o escuchamos un carnavalito, llegan a nuestra mente cálidos recuerdos de esta provincia de culturas milenarias. Estas memo-rias se polarizan en imágenes quebradeñas, puneñas y, en menor medida, selváticas. Sin embargo, los paisajes se reparten en cinco regiones ecológicas diferentes. De oeste a este: los Altos Andes, la Puna, el Monte de Sie-rras y Bolsones, las Yungas y el Chaco Seco.Podríamos dar vuelo a una recorrida quebradeña con cielo despejado y el sol más radiante. Seguramente,

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iluminará espinillos –o churquis–, cardones y algarrobos, que forman pequeñas islas verdes en un océano de piedras grises y en toda la gama de los pasteles.Estos rasgos, entre muchos otros, han hecho de la quebrada de Huma-huaca uno de los íconos nacionales declarados Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad. Es que naturaleza y cultura se integran en el alma quebradeña. En un tramo corto (apenas unos 150 kilómetros) de la ruta nacional 9, y bordeando el río Grande, se levanta una quin-cena de poblados con más de 200 si-tios arqueológicos vecinos y 10.000 años de historia. Cada tanto, se en-cuentran las ruinas de una forta-leza precolombina que rememora tiempos ancestrales. Así lo hace el Pucará de Tilcara, descubierto por el gran antropólogo, experto en folklore y naturalista Juan Bautis-ta Ambrosetti, promotor y primer director del Museo Etnográfico de Buenos Aires. Un jardín botánico aledaño, dedicado a las singulares plantas de altura, enriquece al vi-sitante con rarezas, fundamental-mente, en materia de cactus.Cada pueblo, en especial los do-mingos, luce un mercado, sobre la

plaza principal donde suele levan-tarse una iglesia antigua, sencilla y hermosa, como en Purmamarca, Humahuaca o Yavi. Por estos pagos, niños con ojos vivaces y manos ave-jentadas amontonan esperanzas. Cambiarán versos por monedas, para endulzar su jornada. Esconde-rán tristezas detrás de sonrisas am-plias. Van a la iglesia pero creen en la Pachamama (la Madre Tierra). Si no tocan el charango, saben soplar la quena o sonar la caja. No hay uno que no saque música en la quebra-da. Su vida es cuesta y bajada. Por eso, uno de los maestros de Huma-huaca, Fortunato Ramos, suele pe-dir “No te rías de un colla” (ver re-cuadro pág. 12).

EL SENDERO DE LA SELVA

Uno de los paisajes más impactan-tes de la provincia es su selva de yungas. El espectacular Parque Na-cional Calilegua honra esta región ecológica, la más biodiversa del país junto con la selva misionera. En sus 76 mil hectáreas merodea el “tigre” o yaguareté, el anta o tapir embiste el follaje y el águila poma sobrevuela el verde dosel con lapa-chos amarillos y robles “ambura-

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na”, mientras corretean las ardillas rojas entre las ramas de un nogal.Cerros cubiertos por selva ordenan su flora en pisos o estratos que cam-bian el elenco de especies dominan-tes a medida que uno asciende. Así, uno pasa desde la selva de transi-ción, riquísima en árboles (más de cien especies) a la selva pedemon-tana con laureles y parientes del famoso arrayán (mirtáceas). Si se sigue andando, se dejará esa selva para ascender por los bosques de alisos, pinos del cerro y uno de los árboles más amenazados del país, la queñoa. Y llegará un punto –por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar– en que el bosque se abrirá para dejar paso a exten-sos pastizales que doran los cerros, como el Amarillo, donde se refu-gian las tarucas (ver infografía pág. 54), uno de los monumentos natura-les de la Nación.

CAMINOS DE LA HISTORIA

En San Salvador hay una cita con la historia. El 23 de agosto de 1812, esta ciudad quedó abandonada, porque su población, ante el avance de las tropas realistas provenientes desde el Alto Perú, se plegó a la retirada

del Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano. Él orde-nó “tierra arrasada”, disponiendo el arreo del ganado y el incendio de las cosechas y viviendas, para que el enemigo no hallara recursos. Esta penosa y epopéyica retirada hacia Tucumán hoy se conoce como el Éxodo Jujeño y es recordado cada

aniversario con profundo senti-miento por la comunidad local.A pocas cuadras de la plaza princi-pal, se encuentra la casa donde fue asesinado el general Juan Lavalle, hoy Museo Histórico Provincial. Si bien las circunstancias no son cla-ras, se exhibe la puerta original que fue protagonista involuntaria del homicidio. Se cuenta que la bala asesina la atravesó, pasó por ella cuando estaba entreabierta o bien a través del ojo de su cerradura, como muchos prefieren narrar. Lo cierto

es que en la madrugada del 9 de oc-tubre de 1841 una bala impactó en su cuello y allí murió desangrado el valiente general, de descollante carrera militar en las guerras de la Independencia americana y polé-mica actuación en el enfrentamien-to entre unitarios y federales. Pero su historia no culmina allí, porque

los federales buscaban apropiarse de sus restos para exhibirlos públi-camente. Por eso, un grupo de fieles soldados los rescató y el cuerpo par-tió hacia el norte por la quebrada de Humahuaca. En plena travesía ha-cia Potosí, ante la descomposición del cadáver, decidieron descarnarlo en Huacalera. Limpiaron sus hue-sos en el río, guardaron su cabeza, conservaron su corazón en aguar-diente y continuaron su retirada hasta ponerlo a salvo. El virtuoso Eduardo Falú puso música a la letra

El espectacular Parque Nacional Calilegua honra esta región ecológica, la más biodiversa del país junto con la selva misionera

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del emotivo “Romance de la muerte de Juan Lavalle”, escrito y narrado por Ernesto Sábato.A minutos del centro de la capital se encuentra el Parque Botánico Municipal, sobre la calle Caballito Criollo s/n, en el barrio Los Perales. Es un sector remanente de yungas con vistas hermosas de la Tacita de Plata (la capital jujeña) y senderos que permiten reconocer la fabulosa naturaleza jujeña, con excelentes oportunidades para observar espe-cies de plantas silvestres y también urracas, pepiteros y corzuelas.Escuchando el charango del virtuo-so Jaime Torres o una zamba canta-da con la voz grave de Tomás Lipán, se puede afirmar que todo aquel que busca hurgar entre la soledad y la memoria hallará en estas tierras coloridas los espacios para el reen-cuentro con la patria profunda.

Claudio Bertonatti (*), con la colaboración de Lorena E. Pérez

(*) claudio Bertonatti es museólogo, natu-ralista y docente. está dedicado a la con-servación del patrimonio natural y cultu-ral desde 1983. es profesor de la cátedra UNeSco de Turismo cultural. dirigió la revista Vida Silvestre y actualmente es el director de la reserva ecológica costanera Sur, de Buenos aires.

No Te rÍaS de UN colla

No te rías de un colla que bajó del cerro, que dejó sus cabras, sus ovejas tiernas, sus habales yertos; no te rías de un colla, si lo ves callado, si lo ves zopenco, si lo ves dormido.

No te rías de un colla, si al cruzar la calle lo ves correteando igual que una llama, igual que un guanaco, asustao el runa como asno bien chúcaro, poncho con sombrero, debajo del brazo.

No sobres al colla, si un día de sol lo ves abrigado con ropa de lana, transpirando entero; ten presente, amigo, que él vino del cerro, donde hay mucho frío, donde el viento helado rajeteó sus manos y partió su callo.

No te rías de un colla, si lo ves comiendo su mote cocido, su carne de avío, allá, en una plaza, sobre una vereda, o cerca del río; menos si lo ves coquiando por su pachamama.

Él bajó del cerro a vender sus cueros, a vender su lana, a comprar azúcar, a llevar su harina; y es tan precavido, que trajo su plata, y hasta su comida, y no te pide nada.

No te rías de un colla que está en la frontera pa’l lao de la Quiaca o allá en las alturas del abra del Zenta; ten presente, amigo, que él será el primero en parar las patas cuando alguien se atreva a violar la patria.

No te burles de un colla, que si vas pa’l cerro, te abrirá las puertas de su triste casa, tomarás su chicha, te dará su poncho, y junto a sus guaguas,comerás un tulpo y a cambio de nada.

No te rías de un colla que busca el silencio, que en medio de lajas cultiva sus habas y allá, en las alturas, en donde no hay nada, ¡así sobrevive con su pachamama!

fortunato ramos (de Costumbres, poemas y regionalismos, 2003).

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Al adentrarse en la Quebrada de Humahuaca se revelan las puertas naturales de un templo amerindio. El aire se densifica, los cardones se yerguen estoicos y desafiantes, la tierra roja cruje, los pastos amarillentos cantan con el viento y los cóndores dibujan nubes con su vuelo. Coronando este espacio sagrado, el Pucará de Tilcara se eleva tieso y robusto, despojado de la mística de sus antiguos habitantes.Los pucarás son construcciones defensivas que resguardaron a los pobladores de la Quebrada de sus enemigos y les otorgaron un gran dominio visual de su entorno. Allí encontramos veintiuna construc-ciones, entre las que despuntan el Pucará del Volcán, el Pucará de los Hornillos, el Pucará de Tres Cruces y el Pucará de Tilcara, a ochenta y seis kilómetros de San Salvador de Jujuy. Todos se yerguen a una dis-tancia estratégica en un ingenioso diseño de formación encadenada, con el objetivo de realizar acciones conjuntas en contra de los invaso-res y de dominar puntos vitales para el comercio entre los pueblos indígenas. Mucho antes de que en sus campos guerrearan los realistas contra los Infernales de Güemes, en el siglo XI los indios omaguacas inmortaliza-ron con una ingeniería admirable una de las fortalezas más sobresa-lientes del territorio. Construida

sobre un punto estratégico a 70 metros de altura y apuntalada por los cauces de los ríos Grande y Gua-samayo, los indígenas dominaban el cruce de importantes caminos incas. Al recorrer los recovecos de este centro administrativo-militar se corporeizan las siluetas orgu-llosas de sus dos mil habitantes celebrando en la plaza de ceremo-nias, arando en los andenes de cul-tivo, despidiendo con ajuares a sus muertos o tostando maíz en el pa-tio de sus viviendas de adobe.Cuentan que cuando el incansable arqueólogo y expedicionario ar-gentino Juan Bautista Ambrosetti descubrió el Pucará de Tilcara en 1908, vociferó a su esposa: “¡Nelly, encontramos la Troya argentina!”. Junto a su discípulo y luego suce-sor, Salvador Debenedetti, explo-raron las ruinas por tres sofocantes veranos y extrajeron unas tres mil piezas que permitieron vislumbrar la vida de los omaguacas antes de la llegada de los españoles. Tanto tiempo contemplando los despojos de una civilización arra-sada, quizás empujaron a Debene-detti a la tarea colosal de querer re-construir el Pucará. Pero fue recién en 1948 cuando Eduardo Casanova, a cargo de la cátedra de Arqueolo-gía Americana en la Facultad de Fi-losofía y Letras (UBA), completó el proyecto. Sobre un millar de cons-trucciones originales, se recrearon cincuenta de ellas, entre las que se

Más de veinte de estas edificaciones conformaban una línea defensiva creada por los omaguacas antes del período incaico en la ahora tierra jujeña. Se los puede ver a la vera de la ruta, pero su profunda significación pertenece al alma de un pueblo que recuerda sus raíces.

MÁS ALLÁ DE LAS RUINASPUCARÁS EN LA QUEBRADA

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encontraban sitios religiosos, de-fensivos y unidades de viviendas. Después de cuatrocientos años de destrucción, el Pucará recuperaba un destello de su antigua magnifi-cencia.

GUERREROS Y AGRICULTORES

Al contemplar las ruinas del Pucará nos imaginamos impávidos gue-rreros omaguacas adornando los muros con las cabezas de sus ene-migos. Sin embargo, esta tribu era principalmente agricultora, con un fuerte dominio de la alfarería y el tejido. La supremacía inca les legó la irrigación artificial y los andenes de cultivo, que desplegaban con astu-cia sobre los suelos pedregosos. Con palas de madera o piedra, prepara-ban la tierra para cultivar semillas de maíz, papa o quínoa y luego la al-macenaban en depósitos subterrá-neos. Complementaban esta dieta

vegetariana con la caza ocasional de guanaco, ñandú y otras aves.La guerra y el comercio eran vehí-culos de comunicación con otras comunidades de la Quebrada. Su

ubicación estratégica en el valle les permitía recibir mercancías co-diciadas como la coca de Bolivia e incluso moluscos del Pacífico. Las mujeres participaban de los true-

ques intercambiando tejidos traba-jados con lana de llama, con los que vestían en los ventosos inviernos. El curaca, o jefe político y admi-nistrativo del pueblo, era quien se encargaba de distribuir las tierras y organizar los trabajos colectivos, así como de defender la comunidad de los linderos.

SITIOS SAGRADOS

Al desperdigarse el pueblo oma-guaca, los amerindios dejaron atrás sitios sagrados como el Pucará de Tilcara, que materializaban con fi-delidad la cosmovisión andina. La sacralidad del universo se edificaba en cada una de sus manifestaciones culturales, como templos y espacios rituales, para que los espíritus vela-sen por el equilibrio establecido con su medio ambiente. Esta forma de entender la relación entre el hom-bre y el universo se tradujo en una

Su ubicación estratégica en el valle les permitía

recibir mercancías codiciadas como

la coca de Bolivia e incluso moluscos

del Pacífico

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filosofía que influyó poderosamen-te en el desarrollo de su civilización. En la cosmovisión andina, los sitios sagrados no eran sólo las edifica-ciones, sino también los espacios naturales donde residían los espíri-tus. Así veneraban a los Apus, espí-ritus de las montañas y protectores de cada región, señores que lo veían todo y a los que acudían para pedir consejos. Como formas de energía viviente, hacerse parte de ellos era una invitación a tomar conciencia del cosmos. “Si el hombre o mujer adquiría esa armonía, ellos reci-bían un poder sagrado, el hombre era parte de las fuerzas vitales, al igual que los seres de la tierra que al morir retornaban a ella”, ilustra Luis Delgado Hurtado, presidente de Yachay Wasi, una ONG peruana que lucha por conservar el legado inca y los derechos de sus descen-dientes.En el anfiteatro próximo al Pucará se celebra todos los agostos la fiesta de la Pachamama, para venerar con rezos, bailes y ofrendas a la gene-rosa Madre Tierra. Entre ancianos coloridos de rostros acartonados, se asoman los ojos vivaces de algunos jóvenes, que buscan reconstruir su espiritualidad heredada a través de estos ritos, sesgando la contamina-ción del turismo occidental. “El tu-rismo es un arma de doble filo, des-de que se implantó el Patrimonio de la Humanidad en la Quebrada no ha dejado de llegar gente forá-nea a comprar lugares para instalar sus emprendimientos turísticos a costa de nuestra cultura, utilizando nuestros símbolos para convertirla en un Disney andino”, observa Ser-gio Daniel González, director de la radio humahuaqueña Libertad.En la actualidad, el desafío de los descendientes de los omaguacas consiste en la preservación de sus sitios sagrados, presionando a los

gobiernos para que implementen leyes que los protejan y no promue-van la urbanización. Para visitar estos lugares religiosos y rendir homenaje a sus ancestros, ellos deben pagar una entrada a dife-rentes museos, donde guías que no pertenecen a su pueblo exhiben los restos de sus familiares como una atracción vistosa. “¿Cómo es posible que nuestros conquistadores sean los que enseñan nuestra cultura?”, se cuestiona un melancólico Gon-zález. Una pregunta punzante que llama a reflexionar desde el respeto y el reconocimiento.

María Giovanardi

el ÚlTiMo prÍNcipe de la QUeBrada

cuando el centinela omaguaca divisó con estupor a una centena de hombres barbados descendiendo por el extremo sur del valle, alertó al aguerrido cura-ca viltipoco. los españoles, acompañados de bestias formidables, esperaban la orden de ataque de su comandante, don francisco de argañarás y Murguía. el pucará latió por dos días, hasta que los invasores desistieron acalorados. entonces viltipoco se escabulló entre los recovecos de la Quebrada de Huma-huaca, para luego unir a toda la nación indígena contra los blancos invasores.el príncipe humahuaqueño, invisible y astuto, convocó a todos los curacas de la cordillera de los andes, reclutando más de 10 mil guerreros para tomar las grandes ciudades del Tucumán: Jujuy, Salta, Tucumán y la rioja. pero el capitán argañarás y Murguía, un feroz vasco hijo de la inquisición, se enteró por un traidor de los vertiginosos planes del curaca, justo una noche antes del golpe. con el semblante de leónidas, el capitán partió inadvertido con sus veinticinco mejores soldados con el objetivo de vencer o morir. Uno a uno desplomaron a los centinelas indígenas apostados en el camino, hasta co-larse como sombras en la aldea donde descansaban viltipoco y sus jerarcas.en una noche tibia de abril de 1593, los dos guerreros se estacaron por prime-ra vez las miradas: el capitán y el príncipe, Héctor y aquiles, el conquistador y el andino, sabían que sólo uno recibiría victorioso el amanecer. entre la os-curidad enmarañada, el occidental empuñó su arcabuz en la cabeza de vilti-poco, reduciendo al curaca en su propia choza. el príncipe humahuaqueño, que se había resistido a la conversión cristiana, no pudo contra un arma de fuego. Quizás fue la admiración hacia un enemigo digno o la intención de no turbar el ánimo de los indios, pero argañarás y Murguía no apretó el gatillo. en cambio, arrastró al andino a una celda polvorienta de Santiago del estero, donde murió mancillado por la enfermedad. dicen que su espíritu encarnó en un magnífico cóndor que sobrevuela eternamente la Quebrada, abrazando a su pueblo y susurrándole palabras de valentía.

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El Primo Del CampoGATO PETERS

De aquellos estudiantes, cuando venían a La Plata… con todo el paisaje adentro…Cayote, el Tony, Chupete…Y después me veo yendo para recorrer aquello…Jujuy, General Belgrano. Aquel Éxodo Jujeño, resistencia de los criollos, símbolo a través del tiempo.Del Cacique Viltipoco, último bastión de un pueblo.Del Ejército del Norte, pura historia de la patria…Jujuy de San Salvador, cerros… Tacita de Plata, lindo Jujuy cuando llueve…El Jujuy de la Quebrada, alta entrada de la patria, leyenda de los cardones disfrazados de paisanos, Purmamarca y Tilcara, el cerro siete colores y el Pucará…Misachicos, procesiones, la marcha que hacen los sikuris.Charango, quena, zampoña. Jujuy Colla, piedra y lana, vicuña pero no cabras…Pastores, meseta alta. La puna y la quebrada. La yunga, abajo los valles,tabaco, caña de azúcar, tierra de selva y de llamas.Clima seco, fuertes vientos.Jujuy allá en el noroeste, Rincón lejano, frontera. Cultura altoperuana. Adonde se hizo el país.Tomás Lipán de Jujuy.Palpalá, Hornos en Zapla, el Perico de Cafrune. Jaime un hijo adoptivo y el carnaval de La Quiaca. Jujuy de los estudiantes. Tantanakuy del encuentro.Madre tierra Pachamama, y las ofrendas de agosto.Jujuy toreo de la vincha, Jujuy del Rana Valencia y del Parque Calilegua.Estatua de Lola Mora, Héctor Tizón, escritor, y el Perro Santillán y el Zamba Quipildor… Precisamente Tizón habla de riñas de gallo y me hace acordar de Firpo. Una costumbre bien criolla la de criar gallos de riña.Aunque no estén permitidas, sean ilegales, clandestinas y no haya riñas de gallo.En el campo igual crían gallos. Firpo igual tenía gallos. No los hacía pelear nunca pero igual tenía gallos.Y no sé quién le había dicho que había que darles maíz blanco, que eso los ponía más malos…Y la gallina se sabe, no tiene gusto, no tiene papilas gustativas como nosotros, come por el color y el tamaño, por el aspecto de los granos.Y un día cayó granizo. Los gallos nunca habían visto. Ellos veían maíz blanco. ’Taban sueltos en el patio y entraron a picotearlo… quedaron duros los gallos.Firpo contaba después de esa imagen congelada; los gallos cruzando el patio...Tuvo que descongelarlos sobre la cocina a leña… decía Firpo, no sé…Lo último que le quedó fue una gallina de esa raza. Y dice que era muy mala.Era la que él tenía para que sacara pollos. Brava la sangre de riña, se le había puesto muy mala. Tuvo que sacrificarla porque no se aguantaba, se peleaba con los perros, le mataba las ovejas… No sé si sería cierto…

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Digo Jujuy y me acuerdo

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el carnavalLlegando está

La gran fiesta de la Quebrada

La alegría inunda de ritmos, canciones y colores esta celebración jujeña, que atrae a visitantes del país y del mundo. Grandes preparativos, pintorescos personajes, comparsas, trajes, máscaras y una fusión de creencias

integran este festejo, que moviliza a todo Jujuy durante la época de cosecha y abundancia.

“¡¡Cierren la puerta / échenle llave/ que de esta casa, nadie se va!! /Arriba, arriba / Abajo, abajo / Al centro, al centro / ¡Salud! / ¡¡Y luego adentro!!” Estos versos de una de las canciones más escuchadas durante el carnaval jujeño se cumplen al pie de la letra en la mayoría de los pueblos de la Quebrada de Humahuaca. Eso sí, sólo después de haber realizado el desentierro del Pujllay, el diablo del carnaval, el protagonista principal que acapara durante nueve días todas las luces y miradas. El carnaval llega con su algarabía, colorido y desenfreno en plena épo-

ca de cosecha y abundancia, des-pués de concluir el período de em-padre y parición del ganado. Si bien la sensación de festejo se extiende a toda la provincia, existen matices según dónde sea el lugar de cele-bración. En el campo, en plena zona rural, transcurre en un contexto fa-

miliar en el que parientes, vecinos y amigos comparten la comida, la bebida, bailan, y sobre todo se des-tacan las rondas de coplas. Algunos aprovechan el mismo sábado de carnaval para hacer “la señalada”, ceremonia en la que se cortan (se “señalan” o marcan) las orejas de ovejas o chivos de una manera que distingue a cada dueño, y se ruega a la Pachamama por la multiplica-ción del rebaño.En los pueblos, en cambio, son las comparsas las que encabezan la fiesta. Con ellas se viven jornadas de alegría constante, de bebidas al alcance de la mano, de música

“Ser diablero no es para cualquiera,

por más travieso que seas durante

el año”

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autóctona con bombos, sikus y er-quenchos y bailes interminables, de historias cotidianas amorosas o jocosas escuchadas en rondas de co-pleros, grupos de amigos que suben y bajan entre los pueblos de la Que-brada con cerros multicolores como telón de fondo.

LOS PREPARATIVOS

Los pueblos como Purmamarca, Tilcara, Juella, Huichaira, Uquía o Humahuaca parecen encenderse de pasión para disfrutar de esta an-tigua manifestación popular que llegó de la mano de la conquista es-pañola a las regiones jujeñas de la Puna y la Quebrada, se fusionó con costumbres ancestrales y se exten-dió luego a los Valles y las Yungas. Particularmente, en la Quebrada y la Puna el carnaval es representa-do por el Pujllay, que en medio de la algarabía general del Sábado de Desentierro es sacado del mojón –un lugar apenas retirado del pue-blo o en la ladera accesible de algún cerro, demarcado por un montículo de piedras– que lo albergó desde el

año anterior. Este diablo carnavale-ro, más jocoso que tenebroso, suele estar representado por un muñeco de tela de color rojo, adornado con cascabeles, lentejuelas, espejos y plumas. Los festejos comienzan diez días an-tes de los que señala el almanaque tradicional con el Jueves de Compa-dre, continúa la semana siguiente durante el Jueves de Comadres, y la mayor intensidad se produce cuan-do llega el llamado Carnaval Gran-de, que se vive desde el sábado pos-

terior hasta el martes. Concluyen el fin de semana siguiente con el Car-naval Chico y el entierro del diablo en su mojón. Varios meses antes del carnaval comienzan las reuniones, los deba-

tes y la organización para lograr el resultado anhelado por cada com-parsa; también por cada familia decidida a preparar la “invitación”, que se realiza tradicionalmente desde una comunidad o algún ve-cino en particular a una comparsa con el compromiso de recibirla con honores, comida, bebidas y música. No es tarea fácil. Hay que prever todo para un par de cientos de car-navaleros hambrientos y sedientos que pueden llegar al lugar indicado apenas después del desentierro, a última hora cuando el sol comienza a esconderse entre los cerros o bien entrada la noche. “Es un trabajo en serio esto de in-vitar a una comparsa”, afirma Gus-tavo Chapor, propietario de una hostería en Tilcara. “Mis abuelos y mis padres solían hacerlo, con la diferencia que en aquellos años no eran tantos los seguidores”, refiere. En los encuentros previos de los or-ganizadores, normalmente con un asado de cordero de por medio, se designa a los padrinos de la com-parsa –generalmente matrimonios o parejas–, quienes serán respon-

Para el diablero, su traje lo es todo:

significa inmunidad en las travesuras,

elegancia y distinción

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diccioNario BÁSico del carNaval

Carnavalero: dícese de un personaje errante que entalcado y adornado con serpentina sigue al diablo de la comparsa por las distintas invitacio-nes y peñas. Vacuna: convite de una batería nu-merosa y heterogénea de bebidas alcohólicas que el carnavalero debe consumir ante la invitación del dueño de casa o padrinos de mojón.Mojón: Montículo destacado de pie-dras apiladas que señalan el lugar de donde se desenterrará el pujllay.Chayar el mojón: acto de celebración que significa bañar con bebidas, brin-dar un cigarro y coca, y vestir de ser-pentina, talco y papel picado al mo-jón antes del desentierro.Coplas: forma poética de cuatro ver-sos, con contenidos ocurrentes y de relatos de la vida real; se acostumbra a cantarlas en rondas.

sables de acondicionar el mojón, de confeccionar la bandera, de la bebida, la comida, la música y del muñeco que representa la figura del principal personaje. “El miércoles antes del Jueves de Comadre ya queremos tener todo el trabajo terminado, rogamos que nadie se enferme en casa o que no surja ningún compromiso de últi-mo momento, ¡porque se nos viene el mundo abajo! Es que la alegría que hay en el ambiente contagia, es permanente, y la preocupación principal es asistir al mayor núme-ro de invitaciones posibles”, añade Gustavo.

DESENTIERRO

El sábado de carnaval, después del mediodía se cumple con el ritual más esperado: el desentierro del diablo. Los miembros de cada com-parsa se encargaron previamente de convocar a propios y extraños a su mojón. ¿Y cómo llegar al mojón?, no es problema alguno, el sonido de bombas de estruendo estallando marca el lugar. Los visitantes dispuestos podrán cumplir con alguna parte de la ce-remonia, aunque primero les pedi-rán permiso para echarles suave-mente una mezcla de talco y papel picado. Los van a “señalar” colgán-doles coloridas serpentinas alre-dedor del cuello y los van a llevar hasta el mojón a cumplir los mis-mos gestos para “chayarlo”. A los que llegan sólo para observar nadie los molesta, aunque van a hacer el intento de invitarlos a participar y compartir la alegría en las diferen-tes jornadas.Luego del desentierro, de haber sido “vacunados”, todos los presentes (aceptando y tomando en forma continuada pequeñas medidas de un sinnúmero de bebidas de dife-

rente graduación alcohólica), los integrantes de las comparsas con sus bandas de música, los diable-ros y los seguidores fieles pasarán las jornadas del sábado, domingo, lunes y martes bailando y visitan-do una tras otra las casas donde fueron invitados a comer y beber. Cuando van de una peña a otra cui-dan de responder todos los saludos por la calle, porque uno nunca sabe qué pariente, amigo o conocido está detrás de los rostros maquilla-dos con talco y decorados con papel picado y serpentinas.

ESPÍRITU DIABLERO

En todo el carnaval se destaca om-nipresente el Pujllay. Pero a este personaje infaltable hay alguien encargado de darle vida propia. Es el diablero y, como dice la canción, “un hombre simple con un disfraz”, quien detrás de una máscara di-bujada en una estructura simple armada con alambre tejido, telas y lentejuelas coloridas se propone ser el alma de la fiesta y también, en muchos casos, cumplir con una promesa de devoción, de fe. “Ser diablero no es para cualquiera, por más travieso que seas durante el año”, explica Pedro, de poco más de 40 años, quien pese a solicitar el anonimato carnavalero cuenta que es integrante del ballet jujeño Juventud Prolongada. “Hay que es-tar dispuestos a levantar todos los ánimos, no aflojar el ritmo durante los cuatro días y sus noches”, deta-lla. También advierte que hay que cumplir con ciertas “reglas” esta-blecidas como no tener una com-pañera permanente en esos días, no rechazar la “invitación” de nin-guna persona o de otra comparsa, activar el cuerpo apenas comience a sonar un huayno, un bailecito o un carnavalito, ser el primero

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Coplas de carnavalQué les parece señoresha llegado el carnaval.

Ya se acabaron las penastodo es cantar y bailar.

Rubia como pelo i chocloPantalón largo y angosto.

Parecés ternero flacodesmamantado en agosto.

Aquí estoy porque’i venidoporque’i venido aquí estoy.

Si no les gusta mi modocomo he’i venido me voy.

Solito con mi aculliqo al Diablo le he’i de aguantar.

Meta caja y meta coplalas penas he’i de olvidar.

en “atender” a las mozas solteras, convencer a los indecisos y, funda-mental, impostar la voz, cambiarla, “para que no te reconozca nadie, ni tu esposa”, subraya con una sonrisa pícara.Para el diablero, su traje lo es todo: significa inmunidad en las travesu-ras, elegancia y distinción. Por eso, su trabajo comienza más de seis meses antes de la fecha señalada y la confección será revisada hasta el último detalle. No deben faltar cascabeles de diferentes tamaños, pequeños espejos, lentejuelas mul-ticolores y, en muchos casos, en el forro de la casaca estará pegada la estampa de algún santo del que es devoto. El traje se completa con una camisa, un pantalón holgado, faja, capa, una cola larga –para arrear a los remolones–, alpargatas, todo adornado en forma artesanal pieza por pieza. Y, por supuesto, lo más llamativo es la máscara, que tiene que ser liviana, cubrir el rostro y la cabeza, tener facciones alegres y un diseño que siempre es único. “Por lo menos, hay que ser diablero durante tres años seguidos, es el tiempo que dura la promesa”, expli-

ca Gabriel, un joven diablero de 19 o 20 años de la comparsa Los Alegres de Uquía, siguiendo con la tradi-ción de los hombres de la familia, quien confiesa que su hermana, dos años menor, “también es diabla, se junta con unas amigas y andan con nosotros”. Cumplida su promesa, en el tercer carnaval, el diablero, junto a sus compañeros y acompa-ñado con el canto de coplas, zam-bas, taquiraris y algunas sentidas lágrimas, cumple con el ritual de la quema del traje en el mismo mojón de donde salió en su último desen-tierro. Este varón repetirá o no su promesa para el siguiente año, pero con seguridad otro diablero tomará su lugar.

CAMBIO DE HÁBITOS

El carnaval es un momento muy es-perado por los jujeños. Significa que además de disfrutar del reencuen-tro y de la amistad con aquellos con los que uno apenas cruza palabras durante el año, son los días en los que todos, con el rostro entalcado, se igualan. No hay pobres ni ricos, ni locales ni turistas, todos se res-petan y comparten por el sencillo

hecho de decirse, con justa razón, carnavaleros.No es que el carnaval transforme a los jujeños, solamente los hace cambiar de hábitos. A lo largo de la celebración es lo mismo dormir en la cama de una hostería, en el asiento del auto o en una carpa pequeña armada bajo un molle. La chicha reemplaza la gaseosa light, el vino en caja le gana la pulseada al de alta gama, comer tamales al paso es tan sabroso como un plato gourmet en el mejor restaurante, y la moda se refleja en la ropa có-moda, caras entalcadas, sombreros ovejunos o tejidos y el particular perfume de la albahaca.Tan arraigada es esta celebración en Jujuy, que hasta el año 2010 fue la única provincia argentina que disfrutó de cuatro jornadas no labo-rables consecutivas, tanto porque las oficinas y los comercios padecen la falta de clientes –y empleados– como también porque todos res-petan lo que sugieren los abuelos: “Hay que andar bien con Dios y con el diablo”.

Rubén MonerrisFotos: Gentileza Alberto

Castagnolo / Inés Perberton

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Cada 15 de agosto, más de cinco mil visitantes llegan a Casabindo, un caserío de tan sólo 250 habitantes, ubicado en plena Puna, para participar de la celebración en homenaje a la Virgen de la Asunción. Es el momento del año que brinda su fama a Casabindo, un poblado de casas de adobe unidas por calles de tierra y sometidas al viento, al sol y a las inclemencias de una zona inhóspita del planeta, donde los teléfonos celulares carecen de señal. Los pueblos hilvanados a lo largo de la Quebrada de Humahuaca manifiestan su fervor y devoción religiosos en coloridas y alegres celebraciones. Pero allá, más al norte, a casi 300 kilómetros al noroeste de la ciudad capital de Jujuy, a 3.777 metros de altura sobre el nivel del mar, en el

remoto pueblo de Casabindo se realiza el Toreo de la Vincha, la única actividad taurina incruenta de Latinoamérica. Suele asociarse la corrida de toros con una práctica repudiable donde el sufrimiento del animal aviva la valentía del torero. Sin embargo, los toros de Casabindo no salen lastimados y al terminar el espectáculo vuelven a las laderas yermas de las montañas. Y los toreros son pobladores que se les animan, sin espadas y con mucho coraje.

LA FIESTA

El alboroto se apodera del pueblo la noche ante-rior, con las peñas musicales al son del erque y litros de chicha. Durante la mañana de la celebra-

Toreo en Casabindo

En medio del silencio, en un pequeño poblado de la Puna, se revive cada año un antiguo ritual fruto de la fusión de culturas. Es una actividad única en el país, donde se manifiestan corajes, miedos y devociones,

pero los animales jamás salen lastimados.

Sin muerte en la tarde

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ción, decenas de ómnibus arriban envueltos en una nube de polvo que saca del letargo al apacible Casabindo. Con los visitantes, llegados de toda la provincia, de otros puntos del país y del extranje-ro, comienza la jornada más agitada en el calen-dario del pueblo. Durante el día, para aprovechar el aluvión de gente, se arma una feria donde se ofrecen productos autóctonos, como tejidos, pie-zas de cerámica y comidas tradicionales. La conmemoración despunta por la mañana, con la misa que oficia el obispo de Humahuaca, en la catedral de la Puna, un santuario del siglo XVIII y de inmaculado blanco, que se recorta en el firma-mento azul. Es la iglesia de Casabindo. Al culmi-nar, la imagen de la Virgen sale en andas sumergi-da en una sinfonía de campanadas que retumban en la inmensidad. La nutrida procesión deja su huella por las calles del pueblo, mientras algunos saxos y redoblantes acompañan el ritual.

DANZAS SUPLICANTES

Esta etapa de celebración es compartida por los sa-milantes, hombres ataviados con plumas de suri, que danzan para pedir la bendición de la lluvia, fenómeno vital para la Puna en el comienzo del año agrícola. El suri es un ave que ante la presen-cia de una tormenta corre con las alas extendidas, anunciando la gracia del agua. Por eso, ser un sa-milante otorga un sello sagrado, el de ser portador del ruego a la lluvia. La danza de los samilantes es un rito milenario surgido de las profundidades de la historia andina y está conectada con la vida. La súplica es una plegaria por la vida, y el agua es la vida, explica el profesor Osvaldo Maidana. Luego de la conquista española e imponiendo la concep-ción occidental, esta figura fue transformada en “Guardianes de la Virgen” y es por eso que en el Casabindo de hoy danzan delante de la iglesia y de la procesión que surca el pueblo. También la Danza del Cuarto tiene su espacio, cuando dos parejas de mujeres llevan una media

CoN la cerTeZa de UNa preSeNcia diviNa

Juan alberto de pascuale tiene una historia para con-tar. es jujeño, ingeniero agrónomo, trabaja en el iNTa y se define como colla de ley. fue protagonista del toreo en casabindo y aún después de casi diez años guarda como un tesoro el recuerdo de aquella tarde. “No sé bien por qué, sólo que nos juntamos con cuatro amigos y decidimos que podíamos hacerlo, aunque la idea fue mía –cuenta Juan–. primero fue como un juego, una travesura. el toro era de los más bravos y se llamaba picasso. Muy pocos le habían sacado la vincha. Y si lo hubiera sabido de entrada, no sé si hubiese seguido. al principio mis amigos lo provocaron para que se movie-ra. al fin quedamos él y yo. Me dio varios golpes. creo que estuve más en el piso que de pie. en una de esas fintas, como al pasar le quité la vincha. igual seguimos enfrentándonos. Me caí o me tiró una vez y cuando me di vuelta lo vi mirándome fijo, con sus guampas (cuer-nos) casi pegadas a mi cara; me miraba como dándome tiempo para levantarme y seguir. cuando veo ahora la filmación no puedo dejar de pensar que alguien, un ser superior, lo sostenía para que no me atacara… cuando me levanté, no sé cómo, me aferré al cogote de picasso, y medio me acosté encima de él, y sin darme cuenta quedé con la cintura entre sus guampas; me levanta-ba y me movía a su antojo. Mi hermano y mis amigos gritaron pidiendo que sacaran al toro o a mí, hasta que al fin uno de ellos logró que me soltara y se lo lleva-ron. Hubo una intervención divina. No podía ser de otro modo. Tal vez la protección de la virgen, entonces cómo no ofrendarle el poncho que gané en la toreada. No tenía ni un moretón, sólo la camisa rasgada en la es-palda, pero ni un rasguño. recién al final fui consciente del riesgo que corrí. No sé si entonces lo pensé, pero creo que quitándole la vincha al toro y corriendo aquel riesgo sentía que todo aquello era a cambio de la liber-tad de quienes la necesitan”.

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Unos días antes del 15 de agosto de algún año del siglo Xviii, pantaleón Tabarcachi, hijo del cacique Quipil-dor y príncipe de los casabindos, expresa su rebeldía contra la tirana familia hispánica, dueña de los yaci-mientos de oro de la región, quienes, en práctica habitual, sometían a la explotación a los pobladores para el rédito obsceno de sus arcas. ante lo que consideraban una osadía, lo sometieron a castigo: pantaleón fue condenado a morir por los cuernos de un toro bravo, con el pueblo como audiencia. con la plaza como escenario, dos toros como verdugos y todo el aliento del pueblo, las bestias quedaron inmóviles, actitud que enfureció a las autoridades españolas que fiscalizaban el crimen. en represalia, le quitaron al condena-do la vincha que simbolizaba el linaje de sus ancestros, accesorio que traía consigo para lucir los quintos de plata de perú, y fue colgada en los cuernos de un toro. ante la ofensa, el líder indígena no titubeó y logró recuperar la vincha de la cornamenta del animal. en plena celebración con el pueblo, el toro hizo lo suyo y le asestó dos cornadas fatales. con el último respiro y su vincha en la mano, pantaleón alcanzó la imagen de la virgen, que los españoles habían dejado a un costado luego de la procesión, y rogó por la libertad para su pueblo y el perdón para sus verdugos. antes de morir, logró dejar la vincha con las monedas de plata en los pies de la “Mamita del cielo”, como ofrenda final. esta ceremonia expresa un sincretismo religioso, ya que el toreo es una prác-tica española que se mantiene desde la conquista hispánica y que ha sido fusionada con el homenaje a la virgen, que se manifiesta cada 15 de agosto. los casabindos eran un grupo de indígenas que habitaban el centro de la puna y, aunque se amoldaron a los conquistadores y su religión, nunca abandonaron la propia.

res de cordero sujeta de las patas, y se la disputan hasta cortarla o arrebatársela a su contrincante, como recreación de los ancestrales sacrificios pre-hispánicos.

FRENTE A FRENTE

Durante las primeras horas de la tarde, la plaza frente a la iglesia se llena y todos buscan su me-jor ubicación para presenciar el espectáculo del toreo. Todo vale. Árboles, el muro de piedra que rodea la plaza y hasta el techo de la iglesia ofician de platea. Un torero sale al ruedo provisto de un pañuelo rojo un tanto ajado, con la clara intención de arre-batarle al toro la vincha con monedas de plata que cuelga en sus astas, y que ofrecerá como ma-nifestación de fe hacia la Virgen de la Asunción y de veneración a la Pachamama. El valiente que enfrenta a la bestia suele ser un poblador de la zona que prescinde de un traje de gala y muestra su habilidad tan sólo con unas zapatillas viejas,

un pantalón y una remera. A pesar de no ser profesionales del toreo, no sue-len registrarse heridos de gravedad durante la toreada y sólo algunos terminan con cornadas le-ves. La cantidad de toros participantes varía año a año, según los que puedan aportar los produc-tores de la zona. Por lo general, son unos veinte animales los que entran al ruedo. Algunas pa-sadas son mansas y otras revisten una cuota de velocidad, cuando el animal corre hacia el torero, quien se ve obligado a mostrar su destreza para zafar del choque. Todo transcurre entre risas, bur-las y gestos graciosos ante la huida de algún tore-ro temeroso que se refugia trepando a un mástil dispuesto para la ocasión. Cuando el sol se esconde y el frío asoma es el fin de la fiesta. El ajetreo se va esfumando con los ve-hículos que abandonan el poblado y la quietud y el silencio envuelven a Casabindo, como cada día del año, hasta el próximo 15 de agosto.

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Martina IntronatiFotos: Juan José Martearena

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Las pinturas de los ángeles arcabuceros, de aire andrógino, vestidos de seda rodeados de flores y armados con arcabuces, o “trueno de mano”, son uno de los hermosos misterios de la Quebrada de Humahuaca. No son exclusivos de Yavi, Casabindo y Uquía, pues también se los encuentra en Perú y Bolivia. Pero todos ellos son únicos en el mundo. El arte virreinal en el centro y sur de América da fe del sincretismo cultural entre colonizados y colonizadores con una marcada influencia de la escuela flamenca y la cuzqueña, en las que predominan tintes autóctonos como el añil y la cochinilla. Esta fusión de figuras eu-ropeas con las de los pueblos originarios indica que el sincretismo, por lo menos en lo artístico, ha sido un recurso de los evangelizadores para aplacar enconos y diferencias con los pueblos originarios. Puede que no siempre haya alcanzado para atemperar represalias, sin embargo, en cada pieza de imaginería religiosa se notan indicios del intento de los pueblos originarios de conservar su cultura. La evangelización pudo haber te-nido el solo propósito de conquista e imponer una de sus armas más letales: la cultura, pero resultó también un modo de establecer lazos de unión. Se imponía ca-tequizar a los naturales. Debían abandonar su Dios y sus rituales para rendir culto y encomendarse a un solo Dios, el de los españoles. Fueron obligados, o inducidos, a levantar capillas, iglesias, catedrales y altares con fi-guras que no los representaban, figuras angélicas que no reproducían su contextura ni sus rasgos sino el de

los Tercios, esos seres de piel clara que, armados hasta los dientes, llegaban al “nuevo mundo” portando cruces y escudos. Hombres oscuros provenientes de sitios que los del lugar no conocían, como tampoco sabían de la extensión de ese mar por el que habían llegado nave-gando los conquistadores.

ENFRENTARSE O NEGOCIAR

Evangelizadores y evangelizados se enfrentaron hasta alcanzar un término medio de hábitos y leyes; debían enfrentarse o negociar. Hicieron ambas cosas. Y esto se vislumbra especialmente en el arte de la imagine-ría y la pintura. En los altares con oropeles de la más pequeña de las iglesias hasta la más importante puede reconocerse que entre los cientos de miles de angelitos blancos se entremezclan otros de ojos rasgados, pómu-los morenos y nariz ancha; y mazorcas de maíz, todo puramente americano. Rostros de ángeles blancos, o morenos, pero en general con rasgos indígenas forja-dos en madera, oro, plata, símil alabastro de las cante-ras de Huamanga, en Famatina. Los indígenas acataron la obligación de tallar o modelar que se les impuso pero, como a todo artista, su rebeldía los hizo dejar su impronta. Todas estas manifestaciones, conocidas en el medio artístico como barroco americano, dieron lugar a un arte mestizo que sincretiza dos culturas.De ese arte barroco americano surgen los ángeles arca-buceros, que son exclusivos del arte andino. Se trata de

El misteriode los ángeles

arcabucerosDe la escuela cuzqueña del siglo XVII

Los óleos en las iglesias de Yavi, Casabindo y Uquíabrindan testimonio del arte y del sincretismo cultural durante la conquista española. Junto a las que existen en Perú y Bolivia, son pinturas únicas en el mundo.

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“ángeles combatientes” con armas, banderas y trompe-tas, que visten brocados, camisas, fajas de mando y cin-tas de seda, y portan un arcabuz, arma de fuego cono-cida también como “trueno de mano”. Las posturas de los ángeles provienen del manual militar Ejercicio para las armas, escrito por Jacobo Gheyn en 1607, donde se

enseñaba cómo había que llevar y disparar los arcabu-ces. Hay quienes dicen que son pinturas realizadas por artistas europeos de una misma escuela en territorio americano con tintes traídos de Europa, y también has-ta hay quienes afirman que fueron pintados por indíge-nas con sus tintes naturales y su propia técnica.Ninguna versión parece del todo exacta. Sí hace pensar que no puede ser casual ubicarlos en estas iglesias de Perú, Bolivia y de la Argentina (en Yavi, Casabindo, y Uquía, todas en la Quebrada de Humahuaca), entonces Alto Perú.

FIGURA APOCALÍPTICA

Es verdad que de ángeles armados ya se habla en el An-tiguo Testamento –eran las huestes angélicas de Yahvé– y también durante la Edad Media, pues el arte bizantino retrataba a sus ángeles con trajes imperiales y como sol-dados del Emperador Celeste; hasta el mismo San Mi-guel Arcángel fue representado con atuendo militar en la Europa del siglo XIV. El Inca don Diego de Castro Titu Yupanqui dejó testimonio de cómo visualizaron a los primeros conquistadores: “Vieron llegar a su tierra cier-tas personas muy diferentes, que parecían viracochas, que es el nombre con el cual nosotros nombramos al Creador de todas las cosas... tenían ‘yllapas’, nombre que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabuces, porque pensaban que eran truenos del cielo”. El “arcabuz o trueno de mano” con que vieron llegar a

los invasores generó cierta confusión en los habitantes de estas tierras; la primera vez que escucharon esos dis-paros de los españoles los creyeron “mensajeros” envia-dos por Viracocha, y por ese motivo no se defendieron. El arcabuz representaba el arma del Dios del Trueno, dios formado de estrellas cuyas ropas se convertían en relámpago cuando, para hacer llover, rompía las nubes, provocando truenos con la honda que llevaba en su mano derecha. El “hondero del sol” era la imagen divina del Inca, un emblema de guerra que durante los comba-tes, con su honda, disparaba piedras de oro fino o fuego.Los pueblos originarios entremezclaron su cosmología con la de los ritos cristianos, y los conquistadores hicie-ron lo mismo, fusionaron símbolos propios con los del territorio conquistado. El ángel con arcabuz represen-taba una figura apocalíptica que cumplía la doble fun-ción de conquistador y de misionero, sin dejar de lado al Inca. Es importante recordar la influencia que desde el comienzo debieron tener las fiestas de San Miguel, cele-bradas hasta 1750, en las que los indígenas disfrazados de ángeles arcabuceros, o protectores de Dios, y portan-do armas entregadas por el Arsenal aprovecharon para levantarse contra el virrey. Los óleos de los ángeles arcabuceros de la Quebrada pertenecen a la Escuela Cuzqueña del siglo XVII, y una señal de esto es su guarda floral, aunque también con-servan detalles de la escuela Flamenca. Estos ángeles, además de armas, portan instrumentos musicales, por-que sin duda la música fue otro recurso de los conquis-tadores para persuadir o “civilizar”. Estas bellas representaciones pictóricas con las peque-ñas alas que evocan a las de pájaros americanos, las ropas, los instrumentos musicales y los arcabuces que se encuentran en las iglesias de Yavi, de Casabindo y de Uquía, nueve pinturas, más las que aún se conservan en Perú y Bolivia, son todavía de confuso origen. Pero algo que no deja dudas es la entrañable presencia en la Que-brada de Humahuaca, desde hace más de quinientos años, de esta escuadra de ángeles como leales y conse-cuentes mensajeros de nuestros antepasados protecto-res y guerreros.

la primera vez que escucharon esos disparos de los españoles los creyeron “mensajeros” enviados

por Viracocha

Silvia Miguens Fotos: Gentileza Secretaría de

Turismo y Cultura de Jujuy

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Durante nueve días, reina la alegría en toda la Quebrada de Humahuaca y se produce la metamorfosis de las costumbres, la inversión de los valores, el poder pasa de Dios al diablo, que simboliza al carnaval.

El carnaval iguala a las personas diluyendo los privilegios sociales y las di-ferencias de clase. La gente se libera y manifiesta su rebelión frente a los esquemas establecidos. Los participantes se entalcan la cara y se colocan una hoja de albahaca en la oreja, listos para vivir esta colorida fiesta de gran atractivo cultural y turístico.

El carnaval fue introducido en América por la conquista española. Con el tiempo, se fusionó y adaptó con la costumbre ancestral de celebrar la fe-cundidad de la tierra que practicaban los habitantes originarios.

Al comienzo se venera a la Pachamama (Madre Tierra) con diferentes ofrendas que se depositan en un montículo de piedra (mojón) en el lugar donde está enterrado el diablo. Se riega el mojón con bebidas, se arrojan hojas de coca y se decora con serpentinas, guirnaldas, lanas y flores. La planta de maíz se ofrece como símbolo de fertilidad de la tierra.

Luego los Diablos Mayores, encargados de divertir a la gente, desentierran al muñeco de trapo que representa al diablo, y bajan al pueblo junto con las comparsas para bailar, cantar y compartir la enorme alegría de esta celebración.

El noveno día de festejos las comparsas vuelven a su mojón y realizan nuevas ofrendas a la Pachamama. Una vez ahuyentados los malos espíri-tus, entierran al diablo. Así, el carnaval vuelva a la Madre Tierra hasta el próximo año.

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Director: José Mutti·- Gerente de Comunicación y Marketing: Rodrigo Arizaga·- Gerente de Producto: Florencia Bayá·- Diseño y Estilismo: Sol Duhart, Micaela Musi, Virginia Pastore, Alfonsina Romani, Patricia Lerzo, Patricia Mendonça, Verónica Martorelli, Soledad Marquez, Agustina Mutti - Producción: Mariana Castelli, Federico Moreno, Silvina Inda, Sandra Capuano·- Diseño: Paola Velez, Florencia Nuñez - Fotógrafo: Raúl de Chapeaurouge - Modelos: Luisa Bunge, Ignacio Valenti·- Modelos Gurises: Ariana Acreche Irazusta, Fernanda Cheli, Agustín Cheli, Santiago Moreno Prado·- Peinados: Leo Papparella·- Maquillaje: Estudio Novillo - Agradecimiento especial a: Secretaría de Turismo y Cultura de la Provincia de Jujuy. Hotel Huacalera·- Locaciones: Hotel Huacalera. Parroquia Inmaculada Concepción de María, Huacalera. Serranía de Hornocal. Quebrada de Humahuaca. Iglesia de Yavi. Yavi. Iglesia San Francisco de Paula, Uquia. Quebrada de Las Señoritas. Uquia. Quebrada de Humahuaca. Purmamarca. Tilcara. Casa del Arquitecto Carlos Antoraz. Bárcena.

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FASHION WEEK NEW YORKCardón sigue siendo protagonista en las principales pasarelas del mundo. Con su exclusiva colección inspirada en la cultura y en las costumbres jujeñas, brilló sobre la prestigiosa pasarela del Lincoln Center, protagonista absoluta de la semana de la moda neoyorquina. Cardón representó a la Argentina por segunda vez en el Fashion Week de Nueva York, uno de los eventos más importantes de la moda mundial, que se realizó en septiembre pasado.También en París, Cardón lució con mucho éxito su colección Verano 2012, en el marco de la semana de la moda, que se realizó en octubre en la Torre Eiffel, genuino símbolo de esta ciudad europea, ícono de la moda mundial.

CARDON APLAUDIDA EN NUEVA YORK Y EN PARIS

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Agradecimientos: Cardón agradece

especialmente a la Cancillería Argentina y

al Consulado General argentino en Nueva

York por el importante apoyo brindado para

la participación en el Fashion Week de Nueva

York. También agradece a la Cancillería y la

Fundación Exportar por la presentación en la

Semana de la Moda en París.

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SEMANA DE LA MODA EN PARIS

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La casa de estilo colonial, ubicada en el barrio de San Telmo, en Buenos Aires, llama la atención por su frente pintado de rosa. Allí Jaime Torres vive hace varias décadas. El maestro abre la puerta de su hogar y confiesa, mientras sube una pequeña escalera, que es muy feliz de sentirse parte del barrio y de que los vecinos se acostumbraron a tratarlo como a uno más.Invita luego a pasar a un cuarto que utiliza como sala de ensayo. Mientras toma y convida mate señala una vitrina donde aparecen colgados charangos de diferen-

tes formas y materiales que, según comenta, atesoró durante más de sesenta años. Delante del mueble hay una mesa de madera que su padre Eduardo, un carpin-tero nacido en Sucre, Bolivia, utilizaba para su trabajo y también para armar los primeros instrumentos con los que él fue descubriendo sonidos únicos, que represen-tan los paisajes y las raíces del altiplano. Torres dice que, aunque no es muy disciplinado, vive pensando en “charango y música”, y en esos sonidos que descubrió gracias a su padre. “Mi padre no tocaba

Es considerado el gran maestro del charango, uno de los instrumentos con los que se identifica a la música del norte del país. Recorrió el mundo con sus creaciones, donde siempre están presentes el amor por la Pachamama y los paisajes de la Puna.

SONIDOS DEL ALTIPLANOEntrevista a Jaime Torres

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ningún instrumento, pero en algún momento tuvo la necesidad de que yo tuviese un charango. Había en mi casa mucho respeto por las tradiciones, las costumbres, las cuestiones idiomáticas. Mi mamá, que era una cho-lita, y mi papá hablaban en quechua. Viví en Bolivia de chico, y entonces esta música, el charango, su expre-sión, me resultó cada vez más cotidiana. Yo vengo con las tradiciones y las costumbres de estos pueblos. Y con-servo las enseñanzas de cuando me sentaba a comer a la mesa con mis padres Eduardo y Pastora, que sentían orgullo de su lugar, de su origen. La mesa de la casa me marcó mucho. Por eso siempre digo que en la medida de las posibilidades los padres tenemos que tratar de estar atentos con nuestros niños, y no mandarlos a ver la televisión. Recuerdo a mi padre charlando conmigo, contándome sobre su vida, que en su infancia sólo usa-ba zapatos los sábados y domingos para no gastarlos, pues tenían que durar. Había un gran contacto con las raíces, un cable a tierra”.–¿Cree que hay una relación entre esa tierra que usted conoció de chico con sus costumbres y la música que aprendió?–Sí, está muy ligada. Se entremezcla mucho lo que apor-

tó la Iglesia con lo propio. Y hay que destacar que los sacerdotes admitieron estas creencias y costumbres. Hay rituales, tradiciones, por ejemplo en Semana San-ta donde se va al cerro a buscar la virgen para traerla al pueblo, y la trae el campesinado y los creyentes. Y tam-bién están los ritos que son las danzas de los cuartos de los corderos, de los animales, el derramamiento de la sangre del animal que se le ofrenda a la virgen. Por so-bre todas las cosas lo que se venera es a la Pachamama, la madre tierra. Es una forma de decir que de ahí venís y ahí te vas. Para hacer un brindis, la gente se quita su sombrero y echa una gota a la tierra, le da de tomar. –Hay un gran respeto por la tierra.–Sí, y el tiempo le ha dado la razón. Hoy el mundo se preocupa del calentamiento de la Tierra. Y ahí se termi-nó el armamento, el poder y la vanidad de los tontos. –¿Y cómo definiría a estos pueblos que usted sintió tan de cerca?–Muy respetuosos de lo suyo. Hay una copla que dice “sonar, charango sonar, echa toda tu carrera que se quiere divertir un gusano de la tierra”. Me resulta más que saludable sentirme en esta dimensión, ante la in-mensidad de la tierra, en esos parajes del altiplano.

CAMINO DE ARTISTA

Jaime Torres nació en San Miguel de Tucumán. De niño vivió en Buenos Aires y en Chuquisaca, Bolivia, donde aprendió a tocar el charango con el maestro Mauro Núñez. En 1953 se instaló en Rosario, donde formó parte del grupo musical Inti Sumaj. Poco después fue convocado por Ariel Ramírez para integrar su compañía. En 1964 formó parte de la grabación de La misa criolla y recorrió el país con muchísimo éxito. Hacia 1967 inició sus giras internacionales. Desde aquel tiempo hasta ahora se ha presentado con gran reconocimiento en varias ciudades de Alemania, Estados Unidos, Canadá, Rusia, Israel, Japón y, por supuesto, Sudamérica. También ha realizado varias presentaciones en el Teatro Colón de Buenos Aires. En 1995 recibió el Premio Konex de Platino como mejor instrumentista de música popular argentina. En ese acto también le fue entregado el Premio Konex a la Asociación Tantanakuy, de la que es creador y fundador.

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–¿Cuándo sintió que lo suyo iba a ser la música?–Desde joven yo quería que la gente escuchara esta música, el charango, sus ritmos. Y soy un afortunado porque fui escuchando y veo y escucho mucho ahora. Y por ahí voy y encuentro a hombres en España, Italia, China que tocan el charango y me preguntan: ¿Y usted qué cuerdas usa? Entonces averiguan, te dicen usamos tal cuerda, hay un intercambio. Y por suerte hoy pa-san programación en las radios de música folklórica y anuncian la presentación de un grupo de charanguis-tas o banda de sikuris. Así se empieza a revelar un poco más el misterio que tiene toda la zona andina, la ma-gia, el misterio que poseen los pueblos altos.

ARMADOR DE CHARANGOS

El músico hace sonar con maestría las cuerdas de un charango de amplia resonancia, con el que está gra-bando un nuevo disco. Cuenta que con los años se ha convertido en un “reparador y armador inteligente de charangos”. “Por una cuestión de práctica conozco lo que capaz no conoce un hombre que construye un ins-trumento. Uno sabe de la consistencia, la calidad sono-ra, y así se fue conformando en estos últimos años. Pero treinta años atrás capaz no teníamos ni cuerdas para tocar estos instrumentos”. Torres agrega que prefiere decir “armador” y no “luthier”. “Sobre una guitarra o un violín está bien apli-cada la luthería, porque son instrumentos antiguos, de años, pero el desarrollo del charango en sí tiene poco tiempo, y todo el mundo aprendió viendo, copiando, a raíz del interés que despertaba en otros, que por lo ge-

neral no eran de aquí. Lamentablemente una canción como ‘El cóndor pasa’ se la acepta cuando viene canta-da en inglés y es un éxito en el mundo”. –¿Es verdad, como se dice, que el charango comenzó ha-ciéndose con la caparazón del quirquincho?–En realidad es una de las tantas historias y versiones que nos fueron legando. Hubo lugares donde no existía o no abundaba la caparazón del armadillo, del quir-quincho, y se construían charangos. Lo que pasa es que falta bibliografía y posibilidades para estudiar su his-toria. A veces lo que se entrega es algo que no es real, y la historia muchas veces está escrita de esta mane-ra. Yo trato de ser cuidadoso, respeto a aquellas gentes que han trabajado toda su vida en la música criolla, las artes. No puedo dejar de mencionar el trabajo del documentalista Jorge Prelorán, poetas como Domingo Zerpa, que era un hombre de poemas costumbristas pero hecho con un gran nivel, tomado en cuenta por hombres como Atahualpa Yupanqui; también a Jorge Calvetti, quien podía transmitir ese lenguaje que le es común a la región, y a pintores como Michi Aparicio. Yo me tomé el tiempo de ir a ver ciertos lugares de don-de venían personas que estaban consustanciadas con esto que de alguna manera hago, ya sea en la poesía, la música, las diversas manifestaciones de las artes. Era el paisaje un poco el que les dictaba sus creaciones y la sensibilidad propia.–¿Su música es una forma de mostrar esos paisajes?–Entiendo que sí. Por eso en mi trabajo hay un apren-dizaje auditivo y visual, que es lo que te queda, las me-lodías y las músicas. Digo siempre que el condimento de conocer es fundamental para poder representar. Si

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no conocés no podés representar mucho más allá de un sonido, una fantasía. El hecho del conocimiento de todos estos colores hace que cuando estás tocando te llegan hondo y profundo los paisajes porque te encon-trás con un cerro nevado o los azules inmaculados de los cielos de toda la zona andina, que son tan fuertes que cuando mostrás una foto parecen pintados. Por eso me causan gracia algunos títulos que dicen “folklore sin mirar atrás”, “los secretos de un charango”. Eso es propio de todos nosotros, de esta imprudencia cuando no se sabe esperar.–Para crear música, hacer arte, ¿hay que tener paciencia?–Yo creo profundamente en que hay que analizarlo con las personas adecuadas, las personas que conocen sobre estas manifestaciones, tanto de las pinturas, la música, de dónde viene, cómo viene. Sobre todo aque-llo que hemos legado con el nombre de lo autóctono porque hoy se encierra en una palabra que dice “folklo-re”. Entonces cualquiera es folklorista, cualquiera hace una fusión. Un tipo agarra un instrumento y dice hago una zapada, y yo creo en la improvisación pero tam-bién tenés que capacitarte. El músico señala que no cree en las casualidades. Y que, de alguna manera, ya de muy chico fue registrando, sintiendo, a los poetas y la música de su región. “Yo te-nía 6 años, no leía pero decía un poema de don Domin-go Zerpa que se llamaba ‘El encuentro’. Y veinte años después conocí a Domingo Zerpa en Rosario, que ya era un hombre con cierta celebridad, y entonces los resi-dentes de Jujuy, la gente amante de la música criolla, lo agasajaron en una de las peñas que había en la ciudad, y yo me acerqué a decirle que había dicho sus poemas de niño; él tuvo unas palabras que fueron muy lindas para mí, es un recuerdo imborrable”.

LAS GIRAS Y LAS LETRAS

Precisamente a Rosario llegó Jaime Torres en 1953 sien-do muy joven junto a su padre. Y fue allí donde inició

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LUGAR DE ENCUENTRO

Uno de los proyectos que más satisfacciones le han dado a Torres, es la creación de la Asociación “Tantanakuy” (en-cuentro, en quechua) que nació en Jujuy para reunir a la gente del norte del país y rescatar su música y sus cos-tumbres. Torres describe que los días previos al carnaval se suelen hacer estas reuniones cuando aparece “gran cantidad de gente del cerro, la montaña, que viene cami-nando capaz quince horas. Un agricultor llega tocando la caja porque es la forma de manifestar su alegría. Son cos-tumbres que tienen que ver con los genes, lo autóctono, lo verdadero”.Dos de los hijos del músico están al frente de la casa del Tantanakuy, que se ubica en Humahuaca. El proyecto, que se inició en 1975, busca que “la gente se manifieste con la música que toca habitualmente, en sus fiestas”, señala Torres. “Al comienzo intentábamos que tocaran algo in-édito, y por suerte tenemos un registro bastante grande grabado de distintos años; se privilegió la música del lugar porque era lo que nosotros queríamos, pero ahora tenés chicos que traen música de Neuquén o hasta de Japón o Suiza y vienen tocando el charango, la quena, entonces hoy el repertorio es mucho más amplio”.La asociación ha sido construida a pulmón, señala el artis-ta. “Empezamos junto a Jaime Dávalos viajando en auto desde Buenos Aires dos días, rompiendo el parabrisas, y el sonidista venía gratis”. Desde 1983, además se organiza el Tantanakuy infantil, que en el mes de octubre reúne a centenares de chicos y chicas que comparten sus bailes y canciones.

su exitosa carrera tras conocer a otro gran músico: Ariel Ramírez. “Tocaba en el grupo Inti Sumaj y se fue dan-do el boca a boca y luego uno de mis maestros, Mauro Núñez, que había tocado con Ariel, me lo presentó. Y él me ofreció formar parte de su compañía. El día que empecé también debutó Jorge Cafrune”, recuerda. En 1964, Torres grabó junto a Ramírez un hito de la músi-ca nacional: La misa criolla. “Ariel supo ver bien, tuvo una gran claridad, y siempre fue muy generoso dando oportunidades a muchos”.–Fueron años muy buenos, en los que se produjo el lla-mado “boom del folklore”.–Sí, hacíamos muchas giras, temporadas muy grandes de teatro, se juntaban en una sala de la calle Corrientes Los Chalchaleros y Los Fronterizos, y después en otra nuestra compañía con Ariel, y tocábamos toda la sema-na; se estaba por encima en la recaudación de obras del teatro de revistas. Aparecen hombres como Jaime Dá-valos, Manuel J. Castilla, toda la salteñidad, y músicos como Falú que hicieron cantar a este país. Y no fue poco porque la Argentina siempre marcó un plus sobre Amé-rica del Sur. Por sus escritores, y también por la músi-ca popular cuando se incorporan los grandes poetas. Hasta los 60 había hombres que se dedicaban a hacer letras, no lo digo despectivamente, pero eran letristas, no escritores, que luego sí aparecen. –¿Y cómo ve hoy a la juventud en relación con el folklore? ¿Intentan hacer un folklore auténtico?–Hay muchas ganas en la gente joven por aprender esta música, que ama lo que hace. Pero siento que faltan institutos donde puedan aprender, establecimientos de enseñanza de estas manifestaciones, falta editar bi-bliografía completa. Hay una cantidad de hombres de las artes reconocidos en el mundo y que necesitan apo-yo. Cuando veo personas como Salgán, Falú, Saluzzi, otros jóvenes como Changuito Spasiuk, digo “por qué no están en las academias”. Aprovecharlos realmente.–¿Hay algo que siente que aún le gustaría hacer?–Tengo muchas cosas almacenadas. Hay una obra para charango y orquesta que es una suite en concierto que no se grabó, la tengo hace quince años, pero en las ge-rencias de las discográficas no interesa. Después me gustaría escribir un libro sobre el instrumento, el cha-rango, para contar cosas interesantes sobre él. También tengo una cantidad de charangos con los que creo se podría hacer el primer museo de este instrumento en el país.–Tiene muchos proyectos…–Sí, aquí hay mucho por hacer, pero hay posibilidades. Si miro hacia atrás recuerdo a mi padre con su cajita de herramientas, un bagayito con algunas ropas y un

negrito que era yo agarrando un charanguito buscan-do oportunidades en la gran ciudad. Y hoy con satis-facción puedo decir que en mi país pude lograr todas las cosas esenciales y necesarias, que soy un “paisa” de mi tierra. Viví siempre en mi país, y me siento feliz y reconocido. Uno se ganó todo trabajando.

Sergio LimiroskiFotos: Nicolás Pérez

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Leyenda jujeña

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Pizarro ejecutó a Atahualpa en Cajamarca. Ahora sus huestes avanzan, arrasándolo todo. Su codicia no respeta a mujeres ni niños, a reyes ni pobres. Sus armas tienen el brillo del sol y hasta serían dueñas de una extraña belleza si no acarrearan tanta muerte y destrucción. Allí donde se levantaban los templos, hoy sólo hay piedras y humo. Los quipus ahora cuentan los muertos, que se pudren al sol, ya que no queda nadie que los entierre ni los llore. Sus botas de cuero pisotean tierra sagrada, mientras las imágenes de Inti se funden en lingotes que, dicen, cruzarán un mar gigantesco y oscuro, hasta llegar a su rey lejano. No se escuchan ya ni las voces de los dioses, silenciadas por el estruendo de esas armas que escupen fuego y muerte. Los campos están desiertos, las terrazas abandonadas. Cada tanto, por los caminos se ven pasar pueblos enteros, arrastrándose como fantasmas quebrados. Buscan las montañas, la protección improbable de un pucará. Buscan un lugar donde morir luchando. Kjana-Chuyma, el adivino, los ve pasar, los ojos secos de lágrimas y el corazón agarrotado por la pena. Hace días que está allí, a orillas del Titicaca. Tal como le ordenó el Inca, dejó su puesto en la Isla del Sol, para ocultar en un lugar seguro tanta reliquia sagrada como pudo rescatar. Sólo él conoce el secreto. Ha visto la fiebre en los ojos de los invasores al mirar las estatuillas de Inti, de Quilla, de la Pachamama. Ellos no admiran la belleza de esas imágenes, las delicadas formas que ha sabido moldear la mano amante y experta del artesano. No. Ellos se lanzan sobre esas formas y las destruyen, pues tan sólo quieren el metal. Para Kjana-Chuyma resulta incomprensible, pero ya no se pregunta nada. Tanta muerte ha agotado las respuestas. Él, un yatiri, acostumbrado a leer el futuro, ya no puede comprender el presente. Ahora, apenas intenta cumplir con lo que se le ha encomendado. Sabe que ellos vendrán, que será pronto. Y sabe que cuando ello ocurra deberá guardar el secreto.

Llegan en las horas quietas del mediodía. Vienen directo hacia él, como si supieran. Alguien les habló del tesoro, alguien les contó que él sabía. Los blancos hablan rápido, con ese lenguaje que parece de seda, y sin embargo es el sonido de la muerte y el dolor. Un traductor le pide que revele el lugar, aunque Kjana-Chuyma sabe que hay cosas que no necesitan traducción. El viejo no dice una sola palabra. Lo azotan despiadadamente hasta despellejarle la espalda, lo azotan con la rabia sorda de la impotencia. Un blanco de rostro brutal le clava astillas en los dedos, entre las uñas. Kjana-Chuyma se permite gemir de dolor, pero ése es el único sonido que emite. Entonces, lo arrastran por la arena hasta un árbol cercano, al que lo atan. Usan un hierro ardiente. El dolor parece llenar todo el espacio de su mente. El viejo quiere morir. Pero no puede. Sus alaridos rebotan contra la superficie de cristal del Titicaca y parecen querer llegar hasta el mismísimo Inti. Pero Inti ya no está, no escucha. El viejo no habla, apenas respira. Es un guiñapo de huesos rotos y carne lacerada. Los españoles se van al anochecer, maldiciendo. Buscaron por todos lados, sin éxito. Kjana-Chuyma apenas los escucha, atrapado en un universo en el que el dolor lo es todo. Cae la noche y el viejo sólo se da cuenta porque la oscuridad se hace más intensa. Está tirado, sin moverse, esperando que la muerte lo encuentre antes que algún ocelote hambriento. De pronto, una luz más intensa que el Sol lo ciega con una ceguera blanca y absoluta. Por un instante el dolor desaparece bajo un manto tibio. ¿Será así la muerte? Una voz, firme, aunque cansada: “Hijo mío. Has sufrido enormemente por resguardar mis objetos sagrados. Mereces una recompensa. Pídeme lo que desees, que estoy dispuesto a concedértelo”. Es Inti. La sangre hierve en las venas del viejo. De pronto lo invade un sentimiento nuevo, desconocido. Se llama odio. “¡Oh, amado Inti!”, murmura el adivino, “¿Qué otra cosa

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puedo pedirte que no sea la redención de mi raza y el aniquilamiento de nuestros infames invasores?”. La voz de Inti suena a desolación: “Hijo mío, ya no tengo poder sobre ellos. Su Dios me ha vencido. Yo también he de huir y ocultarme. Pídeme otra cosa. Piensa, elige con calma, y mañana te enviaré a Quilla para que te conceda tu deseo”. Con la primera claridad de su último día, el anciano ve llegar a un grupo de fugitivos. Bajan de la balsa de totoras a bordo de la cual han atravesado el Titicaca, y se acercan al adivino. Uno de ellos, muy joven, alcanza a reconocerlo: ese despojo humano es Kjana-Chuyma, uno de los más venerables yatiris del imperio. Al escuchar las palabras del muchacho, Kjana-Chuyma sonríe amargamente: ya no hay yatiri, ya no hay imperio. El grupo lo introduce en la choza, intenta hacerle alguna curación. El viejo conoce que sus horas están contadas, pero sabe también que lo que debe pedirle a Inti es para ellos. Al caer la noche siente que tiene fuerzas suficientes para una última caminata. Abandona la choza, mientras los demás sueñan un mundo que ya no es. Sigue la claridad de la luna, que parece marcar sus pasos, hasta la cima del cerro cercano. Allí, Quilla sale a su encuentro, deslumbrándolo con su etérea belleza. “¿Has tomado una decisión, hijo mío?”, pregunta la diosa. “Sí, Madre

Divina. Se acercan horas aún más terribles para mi pueblo. Tiempos de sometimiento y esclavitud, de padecimientos y amargura. Debo pedirte algo que nada represente para el blanco, pero que sea un consuelo para los míos, motivo de alivio en los tiempos de miseria y desamparo que se avecinan”. La diosa sonríe con una tristeza infinita y, señalándole una pequeña planta de hojas verdes y ovaladas, le dice: “He aquí el regalo de Inti. Él le ha conferido a esta planta el don de aliviar las penas y el sufrimiento con sólo masticar sus hojas. Traerá tranquilidad a las almas de tu pueblo, y la locura a las del invasor”. Por la mañana, el viejo baja del cerro, y los jóvenes salen a su encuentro. Él les entrega las hojas, narrándoles su encuentro con Quilla. Tras lo cual, camina lentamente hacia la choza y se introduce en ella. Lo dejan descansar. Al mediodía van a buscarlo para ofrecerle un almuerzo magro. Lo encuentran recostado, de cara a la ventana, muerto. En su rostro ajado hay una hermosa sonrisa, y sus dedos todavía aprietan un puñado de hojas de coca.

Alberto Moreno de la Fuente

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CAZUELA DE LLAMA Y ENSALADA DE QUÍNOA

COMIDAS TÍPICAS JUJEÑAS

La cultura y las tradiciones jujeñas también se manifiestan a la hora de comer. Conocer

el mundo de los productos típicos de esta región o las sencillas formas de cocinar que

se han transmitido de generación en generación representa un viaje hacia la identidad

profunda de los habitantes de esta tierra.

José Ortiz es dueño de Viracocha, un emblemático restaurante de comidas típicas de San

Salvador de Jujuy. Entre las cualidades de su establecimiento distingue que es cocina

de cocineros, o sea busca mantener lo esencial y auténtico de la cocina regional. Explica

que muchos alimentos de origen ancestral, como la quínoa y la carne de llama, fueron

menospreciados, prohibidos o erradicados durante la conquista. Y que recién desde hace

unos diez años, y alentados por la designación de Patrimonio de la Humanidad que reci-

bió la Quebrada de Humahuaca, ha resurgido mucho de la cultura, la música y también

lo mejor de las comidas ancestrales.

“El norte tiene una característica que no tiene otra región del país –afirma José–, cuando

uno viaja ya viene pensando en qué va a comer. La identidad culinaria es muy fuerte

y forma parte del atractivo. Se viene a admirar los paisajes pero también pensando en

la comida”. Lo cierto es que la sabrosa y saludable carne de llama, las riquísimas papas

andinas o la quínoa con todo su poder nutritivo han vuelto hace años a formar parte de

la oferta gastronómica jujeña. Vale la pena conocerlas. ¿Y de postre? Un buen quesillo

con miel, cayote con nuez o el anchi con miel, hecho con sémola de maíz, azúcar y limón.

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CAZUELA DE LLAMA

INGREDIENTES (Para cuatro personas)

1 kilo de pata de llama deshuesada. ½ kilo de cebolla. ½ kilo de zanahoria. 2 pimientos medianos, uno rojo y uno verde. ¾ kilo de papa andina.½ lata de arvejas.

Condimentos: comino, pimienta, pimentón (una cucharadita de cada uno).

PREPARACIÓN

Hervir la pata de llama deshuesada hasta que quede tierna. Por otro lado hay que rehogar la cebolla en aceite. También se rehogan los pimientos un ratito junto con las cebollas y se les agrega la zanahoria cortada en rodajas, las arvejas y después se termina de cocinar todo junto con la carne. O sea, se ponen las verduras dentro de la olla junto con el caldo de la carne y la carne cortada en trozos. La carne debe cocinarse una hora como mínimo. Se le agregan los condimentos a gusto y se va mezclando. Quince minutos antes de que se termine de cocinar se le incorpora la papa del norte o papa andina, pelada previamente. La verdura no se tiene que desarmar, por eso hay que tener el cuidado de no hervir de más. Mientras se cocina cuidar además que no se pegue. La cazuela de llama se acompaña con un buen vino tinto (malbec o sirah).

ENSALADA DE QUÍNOA

INGREDIENTES (Para dos personas)

250 g de quínoa. 150 g de queso de cabra. ½ kilo de papa andina o papa del norte. 3 tomates medianos. 100 g de aceitunas negras. 2 huevos.

PREPARACIÓN

Se lava muy bien la quínoa para que no quede con gusto amargo, sacando las piedritas que pudiera tener. Luego se pone a hervir en agua quince minutos, a partir del hervor, no más porque si no se desarma. Se cuela con mucha agua fría y se deja enfriar. La papa andina hay que hervirla con cáscara también quince minutos y dejarla enfriar. El tomate se corta en rodajas, y a las aceitunas se les saca el carozo y se las filetea. Para servir la ensalada se pone la quínoa como base, el tomate arriba decorando el plato junto al queso de cabra cortado en cubos, la papa del norte también se pela y se corta en cubos, las aceitunas se distribuyen arriba y los huevos van en el centro cortados en cuatro. La ensalada de quínoa se acompaña muy bien con un vinito blanco, incluso con un torrontés suave.

Pablo García LastraFotos: José Luis Raota

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director generaldirector editorial

coordinación generalArte y diseño

asistentecoordinador periodístico

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correcciónfotógrafo

Ilustración contratapaagradecimientos

impresiónEjemplares

Gabo NazarJosé MuttiRodrigo ArizagaPaola Velez Sandra CapuanoPablo García LastraClaudio Bertonatti / Sergio Limiroski / Silvia Miguens / María Giovanardi / Rubén Monerris / Martina Intronati / Alberto Moreno de la Fuente Edgardo Imas / Anna SouzaJosé Luis Raota Mariano GonzálezWalter Barrionuevo, Gobernador de Jujuy / Jorge Noceti, Secretario de Turismo y Cultura de la Provincia /Juan Martearena, Director Provincial de Turismo / Rubén Monerris, Comunicación y Prensa de la Secretaría de Turismo/ Nadia Serrano Antar, Coordinadora de Turismo, Casa de Jujuy en Bs. As. / Gato Peters. Forma Color35.000

Cosas Nuestras Número 26 / Diciembre 2011 / Es una publicación de Cosas Nuestras S.A. / Correo de Lectores: Av. Alvear 1750 (C1014AAR)Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Tel/ Fax: 54-11-4815-9998 [email protected]

Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados. Registro de propiedad intelectual en trámite. ISSN 1850-1494

Distinciones de Cosas Nuestras:- Declarada de interés provincial por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. (2010)- Declarada de interés legislativo por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. (2008)- Premio Santos Vega de Plata 2007 al Mejor Medio de Difusión Gráfica Revistas.

Foto de Tapa: José Luis Raota.Máscara de carnaval elaborada por el artesano Alfonso Portugal.cardon proveedor oficial

>> OTRAS NOTAS

4 > Entrevista a Tomás Lipán9 > Las soledades y la memoria14 > Más allá de las ruinas20 > Llegando está el carnaval26 > Sin muerte en la tarde 30 > El misterio de los ángeles arcabuceros34 > Colección Primavera Verano 2011-201249 > Entrevista a Jaime Torres66 > Senderos de identidad76 > Un maestro que se refugió en la puna86 > Pueblos originarios 98 > Entrevista a Héctor Tizón

18 > Gato Peters54 > Taruca - Infografía58 > Leyenda jujeña62 > Comida típica72 > Mapa de Jujuy82 > Diseños de la tierra 93 > Curación ancestral94 > Sabiduría del origen96 > Diagrama criollo102 > Entre el cielo y el infierno108 > Fuego por la libertad

>contenido

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“Jujuy le han puesto de nombre / ha de ser cosa de Dios / en el idioma del cielo / así se llama el amor”. Tomás Lipán golpea la caja, el pequeño tambor unido en su sonido a la tierra del norte del país, y recuerda parte de esta copla de uno de su poetas preferidos, Raúl Galán.El músico canta con su voz profunda. Deja suavemente el instrumento a un costado de la mesa y muestra otros elementos que suele usar cuando se presenta en los escenarios del país y el mundo: una quena, su guitarra, un par de sikus, un erquencho –corneta de cuerno que rememora un tiempo ancestral– y hasta un bandoneón. Estos instrumentos son un gran tesoro para Lipán. Conoció sus sonidos siendo muy chico, cuando en una humilde casa junto a diez hermanos se convirtieron en parte del juego, de un tiempo donde la música era la alegría, la compañía en un hogar donde no se conocía la luz ni la radio. “Entre juegos y quereres me acuerdo lo primero que to-qué fue una cajita imitando a nuestros mayores, porque la música que se vivía en casa era la copla. Los amigos de papá o familias enteras se reunían en la comarca para un sembrado, para señalar los chivos, o en carna-val mismo, y el canto era con caja. Después seguí con los instrumentos que teníamos a mano: la quena, el sikus y una guitarrita que hizo mi hermano. Luego el charan-go y, más acá en el tiempo, el bandoneón cuando tenía doce años. Esperaba siempre la llegada de un primo de mi papá que venía en carnaval. Después de comer un rico asado con choclo, queso y papa abajo del parral, desenfundaba su bandoneón. Así aprendí, mirando y jugando”.

Vivió su infancia en contacto con la naturaleza. “La actividad de niño era ayudar a mamá a pasear las ca-bras, y mientras paseaba iba recordando la melodía que había cantado mi papá el día anterior, cantando una copla, o tocando la quenita. Mi escuela fue la naturale-za. Lo que comíamos era lo que cultivaban mis papás. La leche no faltaba nunca, sembraban trigo, maíz, mi mamá hacía pan todos los domingos. Teníamos todo lo que la tierra te da, por eso el amor siempre de mi gente, del jujeño a la Pachamama. El amor a la tierra, la vida y la música en mí van todos juntos, no se separan”.

“Cómo será de limpia la memoria por aquellos años –continúa–, que tiempo después, cuando mi papá pudo comprar una radio a pila, las melodías que escuchába-mos por radio las aprendíamos y después las tocábamos. Con escuchar una sola vez una zamba, uno la aprendía en letra y música”. Así descubrió a músicos que lo mar-caron, como Los Chalchaleros, Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui, los Hermanos Ábalos. “No nos faltaba nada de lo que necesitábamos para vivir, que era el amor de nuestros padres y jugar con la música, la pelota de trapo, juguetes de piedra”. Por la tierra de la Quebrada fue andando y conociendo

“El amor a la tierra, la vida y la música en mí van todos juntos, no se separan”

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a su gente y su música. Se reconoce un hombre tímido que nunca ha golpeado puertas para mostrar su talento, sino al que siempre han llamado para actuar. Su perfil, en cierta forma, representa la forma de ser del hombre de la Quebrada. “Somos sumisos, callados, respetuosos, buenos, muy obedientes, trabajadores, muy aferrados a nuestra tierra, nuestras cosas”.A los veinte años viajó a Mar del Plata para intentar ga-

narse la vida con cualquier trabajo. Un amigo suyo lo escuchó cantar y lo convenció de que fuera a tocar a una peña. Allí recibió su primera paga por subirse a un esce-nario, iniciando su exitosa carrera profesional.Luego formó parte del grupo Sones de América, junto a su hermano Domingo. Tocaban todas las noches en las peñas más importantes de la ciudad de Salta. En 1990 fue descubierto por Jaime Torres y se transformó en el cantante del grupo del gran músico.“Con Jaime Torres aprendí no sólo el trabajo profesional y me pude presentar en escenarios de todo el mundo, sino también algo que él siempre inculca: que es tener respeto por los instrumentos”, menciona. “La música de la Quebrada de Humahuaca, del Noroes-te argentino, tiene mucho valor, sobre todo si se respe-tan la quena, el charango, los sikus. Usar la melodía sin adornarla. Si a un cuadro de Picasso se le agrega un de-talle, lo destruís. Lo mismo pasa con esta música, con sus sonidos maravillosos”.

SOLISTA

En 1998 Tomás Lipán inició su carrera solista. Lleva gra-bados varios discos y suele pasar gran parte del año pre-sentándose con éxito en Buenos Aires y otras partes del país. Sin embargo, su lugar en el mundo sigue siendo su querida Jujuy.Cada vez que sube a un escenario, el músico lleva con-sigo las canciones que aprendió de chico, su origen in-

dígena, el amor por su tierra, la alegría del carnaval, las melodías que tocaba formando parte de la banda de sikuris creada por su padre, mientras peregrinaba en la fiesta de la virgen de Punta Corral, hace más de cincuen-ta años.“Tocar en esas fiestas en mi pueblo era algo hermoso. Lo más lindo era tocar para que la gente bailara, tocar el bandoneón en carnavales, día, tarde, noche, sin co-brar un peso. Sin amplificación, sin acompañamiento profesional, sino de corazón. Y ésos son recuerdos im-borrables. Ahora también voy a carnavalear, aunque es distinto”.–¿En qué cambió?–Antes se tocaba en un patio de tierra, y venía toda la gente de la comarca; ahora hay gente de todo el mun-do que te está escuchando, uno que es del lugar, otro de otro lado, te filman, toman nota. No es una comunidad en la que nos conocemos todos como antes, hay ahora capaz mil personas en un predio. Pero lo de adentro es lo mismo, las ganas, el amor de tocar, y esa alegría de ver que la gente se divierte.

AUTÉNTICA LIBERTAD

De los instrumentos que ejecuta, menciona que el que más usa es la guitarra. “En mis presentaciones toco un poco de todo, pero en Jujuy cada uno se destaca en su tiempo: la tarka –especie de quena– y el bandoneón en carnaval, la quena en los pesebres de Navidad, el siku en las peregrinaciones”.El artista considera que la música es una forma de ex-presión que se emparenta con la libertad. “Soy amante de la libertad. Todos hemos nacido libres, el problema es que apenas uno nace te imponen cosas. Te imponen re-ligiones, idiomas, color de la ropa y también la música. Pero cuando el corazón del hombre empieza a escarbar la libertad que le cabe en el mundo, ahí es dueño abso-luto de elegir la música que quiere escuchar, oír o inter-pretar”.Seguramente, por esas ansias de libertad también está en contra de los sectarismos, incluso en la música. “No porque yo toque la quena o el siku tengo que imponer que lo bueno es que se toque eso. Hay que tener un co-razón abierto a las músicas del mundo, y querer, amar y respetarlas. Cómo no me va a gustar que gente de otras partes respeten mi música de la misma manera que yo lo hago con la de ellos. La música está para unirnos, ge-nerar amor y alegría”.Lipán vuelve a tomar la caja y a calentar la voz. El sonido de sus ancestros está vivo, y una frase que ha utilizado

“Cuando el corazón del hombre empieza a escarbar la libertad que le cabe en el mundo, ahí es dueño absoluto de elegir la música que quiere escuchar, oír o interpretar”

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en sus presentaciones vibra en el ambiente. “Retumbo en el antiguo tambor de nuestra raza como la voz ron-ca del erque milenario; retumbo en los parches curtidos de las cajas que acompasan las coplas ardientes de los pueblos; retumbo en el lenguaje puro de mi erquencho y en el vientre maduro de mi quena, misterio ancestral

de nuestro acento que fluye majestuoso en nuestras venas; retumbo en el paisaje azul de mi voz tendida, corazón eterno que impulsa sentires compartidos, que estrechan las abiertas manos de la vida retumbando enamorado en tus latidos”.

por loS caMiNoS

Tomás lipán nació en purmamarca (Jujuy). Su verdadero nombre es Tomás ríos, pero para su vida artística y a modo de homenaje a lipán –un muy pequeño paraje donde vivieron sus abuelos, ubicado a diez kilómetros de purmamarca– adoptó el nombre con el que hoy todos lo reconocen. entre 1974 y 1977 integró el grupo folclórico Sones de américa, formado en la ciudad de Salta, por su hermano domingo ríos. entre 1990 y 1997 acompañó con su voz las presenta-ciones de Jaime Torres, realizando exitosas giras por el país y por europa. desde 1998 se desempeña como solista, con varios discos publicados, como Amor y albahaca, Canto rojo y Cautivo de amor. recientemente se presentó en el centro cultural Torquato Tasso, en Buenos aires, en un espectáculo junto a Bruno arias y Mariana carrizo. Y entre los meses de octubre y noviembre se han convertido en un clásico con mucho éxito sus recitales en el teatro carlos carella, también de esta ciudad. lipán además incursionó como actor de cine, personificando papeles en las películas El destino, de Mi-guel Ángel pereira, y Nacido y criado, de pablo Trapero, siendo nominado por esta última a los premios cóndor de plata, en el rubro actor revelación.

Sergio LimiroskiFotos: Nicolás Pérez

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En cada rincón de la Quebrada de Humahuaca, en las selváticas Yungas o en la alta Puna se convive con el profundo silencio de la tierra jujeña.

Naturaleza impactante, historia, flora y fauna, patrimonios de una provincia donde aún vibran ecos de culturas milenarias.

Jujuy en la mirada de un naturalistaLas soledades y la memoria

“Éste es el Norte, casi ausente, de mi patria. Ésta es la provincial heredad ensimismada, el desdibujado imperio que es preciso rastrear por las soledades y en la memoria”. (Néstor Groppa)

Jujuy es una tierra de contrastes, de cerros y valles, de espinas y flores, de llamas activas y pastores tranquilos, lagunas rosadas por flamencos y blancos salares inmaculados, con un pasado bélico y un presente pacífico. En el territorio jujeño conviven todavía los rumores del legendario Coquena con sus protegidas vicuñas y tarucas. Los carnavales estallan

con bombas de talco, coplas sentidas, ritos ancestrales y la inconfundible música andina.Si saboreamos un locro humeante o escuchamos un carnavalito, llegan a nuestra mente cálidos recuerdos de esta provincia de culturas milenarias. Estas memo-rias se polarizan en imágenes quebradeñas, puneñas y, en menor medida, selváticas. Sin embargo, los paisajes se reparten en cinco regiones ecológicas diferentes. De oeste a este: los Altos Andes, la Puna, el Monte de Sie-rras y Bolsones, las Yungas y el Chaco Seco.Podríamos dar vuelo a una recorrida quebradeña con cielo despejado y el sol más radiante. Seguramente,

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iluminará espinillos –o churquis–, cardones y algarrobos, que forman pequeñas islas verdes en un océano de piedras grises y en toda la gama de los pasteles.Estos rasgos, entre muchos otros, han hecho de la quebrada de Huma-huaca uno de los íconos nacionales declarados Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad. Es que naturaleza y cultura se integran en el alma quebradeña. En un tramo corto (apenas unos 150 kilómetros) de la ruta nacional 9, y bordeando el río Grande, se levanta una quin-cena de poblados con más de 200 si-tios arqueológicos vecinos y 10.000 años de historia. Cada tanto, se en-cuentran las ruinas de una forta-leza precolombina que rememora tiempos ancestrales. Así lo hace el Pucará de Tilcara, descubierto por el gran antropólogo, experto en folklore y naturalista Juan Bautis-ta Ambrosetti, promotor y primer director del Museo Etnográfico de Buenos Aires. Un jardín botánico aledaño, dedicado a las singulares plantas de altura, enriquece al vi-sitante con rarezas, fundamental-mente, en materia de cactus.Cada pueblo, en especial los do-mingos, luce un mercado, sobre la

plaza principal donde suele levan-tarse una iglesia antigua, sencilla y hermosa, como en Purmamarca, Humahuaca o Yavi. Por estos pagos, niños con ojos vivaces y manos ave-jentadas amontonan esperanzas. Cambiarán versos por monedas, para endulzar su jornada. Esconde-rán tristezas detrás de sonrisas am-plias. Van a la iglesia pero creen en la Pachamama (la Madre Tierra). Si no tocan el charango, saben soplar la quena o sonar la caja. No hay uno que no saque música en la quebra-da. Su vida es cuesta y bajada. Por eso, uno de los maestros de Huma-huaca, Fortunato Ramos, suele pe-dir “No te rías de un colla” (ver re-cuadro pág. 12).

EL SENDERO DE LA SELVA

Uno de los paisajes más impactan-tes de la provincia es su selva de yungas. El espectacular Parque Na-cional Calilegua honra esta región ecológica, la más biodiversa del país junto con la selva misionera. En sus 76 mil hectáreas merodea el “tigre” o yaguareté, el anta o tapir embiste el follaje y el águila poma sobrevuela el verde dosel con lapa-chos amarillos y robles “ambura-

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na”, mientras corretean las ardillas rojas entre las ramas de un nogal.Cerros cubiertos por selva ordenan su flora en pisos o estratos que cam-bian el elenco de especies dominan-tes a medida que uno asciende. Así, uno pasa desde la selva de transi-ción, riquísima en árboles (más de cien especies) a la selva pedemon-tana con laureles y parientes del famoso arrayán (mirtáceas). Si se sigue andando, se dejará esa selva para ascender por los bosques de alisos, pinos del cerro y uno de los árboles más amenazados del país, la queñoa. Y llegará un punto –por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar– en que el bosque se abrirá para dejar paso a exten-sos pastizales que doran los cerros, como el Amarillo, donde se refu-gian las tarucas (ver infografía pág. 54), uno de los monumentos natura-les de la Nación.

CAMINOS DE LA HISTORIA

En San Salvador hay una cita con la historia. El 23 de agosto de 1812, esta ciudad quedó abandonada, porque su población, ante el avance de las tropas realistas provenientes desde el Alto Perú, se plegó a la retirada

del Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano. Él orde-nó “tierra arrasada”, disponiendo el arreo del ganado y el incendio de las cosechas y viviendas, para que el enemigo no hallara recursos. Esta penosa y epopéyica retirada hacia Tucumán hoy se conoce como el Éxodo Jujeño y es recordado cada

aniversario con profundo senti-miento por la comunidad local.A pocas cuadras de la plaza princi-pal, se encuentra la casa donde fue asesinado el general Juan Lavalle, hoy Museo Histórico Provincial. Si bien las circunstancias no son cla-ras, se exhibe la puerta original que fue protagonista involuntaria del homicidio. Se cuenta que la bala asesina la atravesó, pasó por ella cuando estaba entreabierta o bien a través del ojo de su cerradura, como muchos prefieren narrar. Lo cierto

es que en la madrugada del 9 de oc-tubre de 1841 una bala impactó en su cuello y allí murió desangrado el valiente general, de descollante carrera militar en las guerras de la Independencia americana y polé-mica actuación en el enfrentamien-to entre unitarios y federales. Pero su historia no culmina allí, porque

los federales buscaban apropiarse de sus restos para exhibirlos públi-camente. Por eso, un grupo de fieles soldados los rescató y el cuerpo par-tió hacia el norte por la quebrada de Humahuaca. En plena travesía ha-cia Potosí, ante la descomposición del cadáver, decidieron descarnarlo en Huacalera. Limpiaron sus hue-sos en el río, guardaron su cabeza, conservaron su corazón en aguar-diente y continuaron su retirada hasta ponerlo a salvo. El virtuoso Eduardo Falú puso música a la letra

El espectacular Parque Nacional Calilegua honra esta región ecológica, la más biodiversa del país junto con la selva misionera

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del emotivo “Romance de la muerte de Juan Lavalle”, escrito y narrado por Ernesto Sábato.A minutos del centro de la capital se encuentra el Parque Botánico Municipal, sobre la calle Caballito Criollo s/n, en el barrio Los Perales. Es un sector remanente de yungas con vistas hermosas de la Tacita de Plata (la capital jujeña) y senderos que permiten reconocer la fabulosa naturaleza jujeña, con excelentes oportunidades para observar espe-cies de plantas silvestres y también urracas, pepiteros y corzuelas.Escuchando el charango del virtuo-so Jaime Torres o una zamba canta-da con la voz grave de Tomás Lipán, se puede afirmar que todo aquel que busca hurgar entre la soledad y la memoria hallará en estas tierras coloridas los espacios para el reen-cuentro con la patria profunda.

Claudio Bertonatti (*), con la colaboración de Lorena E. Pérez

(*) claudio Bertonatti es museólogo, natu-ralista y docente. está dedicado a la con-servación del patrimonio natural y cultu-ral desde 1983. es profesor de la cátedra UNeSco de Turismo cultural. dirigió la revista Vida Silvestre y actualmente es el director de la reserva ecológica costanera Sur, de Buenos aires.

No Te rÍaS de UN colla

No te rías de un colla que bajó del cerro, que dejó sus cabras, sus ovejas tiernas, sus habales yertos; no te rías de un colla, si lo ves callado, si lo ves zopenco, si lo ves dormido.

No te rías de un colla, si al cruzar la calle lo ves correteando igual que una llama, igual que un guanaco, asustao el runa como asno bien chúcaro, poncho con sombrero, debajo del brazo.

No sobres al colla, si un día de sol lo ves abrigado con ropa de lana, transpirando entero; ten presente, amigo, que él vino del cerro, donde hay mucho frío, donde el viento helado rajeteó sus manos y partió su callo.

No te rías de un colla, si lo ves comiendo su mote cocido, su carne de avío, allá, en una plaza, sobre una vereda, o cerca del río; menos si lo ves coquiando por su pachamama.

Él bajó del cerro a vender sus cueros, a vender su lana, a comprar azúcar, a llevar su harina; y es tan precavido, que trajo su plata, y hasta su comida, y no te pide nada.

No te rías de un colla que está en la frontera pa’l lao de la Quiaca o allá en las alturas del abra del Zenta; ten presente, amigo, que él será el primero en parar las patas cuando alguien se atreva a violar la patria.

No te burles de un colla, que si vas pa’l cerro, te abrirá las puertas de su triste casa, tomarás su chicha, te dará su poncho, y junto a sus guaguas,comerás un tulpo y a cambio de nada.

No te rías de un colla que busca el silencio, que en medio de lajas cultiva sus habas y allá, en las alturas, en donde no hay nada, ¡así sobrevive con su pachamama!

fortunato ramos (de Costumbres, poemas y regionalismos, 2003).

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Al adentrarse en la Quebrada de Humahuaca se revelan las puertas naturales de un templo amerindio. El aire se densifica, los cardones se yerguen estoicos y desafiantes, la tierra roja cruje, los pastos amarillentos cantan con el viento y los cóndores dibujan nubes con su vuelo. Coronando este espacio sagrado, el Pucará de Tilcara se eleva tieso y robusto, despojado de la mística de sus antiguos habitantes.Los pucarás son construcciones defensivas que resguardaron a los pobladores de la Quebrada de sus enemigos y les otorgaron un gran dominio visual de su entorno. Allí encontramos veintiuna construc-ciones, entre las que despuntan el Pucará del Volcán, el Pucará de los Hornillos, el Pucará de Tres Cruces y el Pucará de Tilcara, a ochenta y seis kilómetros de San Salvador de Jujuy. Todos se yerguen a una dis-tancia estratégica en un ingenioso diseño de formación encadenada, con el objetivo de realizar acciones conjuntas en contra de los invaso-res y de dominar puntos vitales para el comercio entre los pueblos indígenas. Mucho antes de que en sus campos guerrearan los realistas contra los Infernales de Güemes, en el siglo XI los indios omaguacas inmortaliza-ron con una ingeniería admirable una de las fortalezas más sobresa-lientes del territorio. Construida

sobre un punto estratégico a 70 metros de altura y apuntalada por los cauces de los ríos Grande y Gua-samayo, los indígenas dominaban el cruce de importantes caminos incas. Al recorrer los recovecos de este centro administrativo-militar se corporeizan las siluetas orgu-llosas de sus dos mil habitantes celebrando en la plaza de ceremo-nias, arando en los andenes de cul-tivo, despidiendo con ajuares a sus muertos o tostando maíz en el pa-tio de sus viviendas de adobe.Cuentan que cuando el incansable arqueólogo y expedicionario ar-gentino Juan Bautista Ambrosetti descubrió el Pucará de Tilcara en 1908, vociferó a su esposa: “¡Nelly, encontramos la Troya argentina!”. Junto a su discípulo y luego suce-sor, Salvador Debenedetti, explo-raron las ruinas por tres sofocantes veranos y extrajeron unas tres mil piezas que permitieron vislumbrar la vida de los omaguacas antes de la llegada de los españoles. Tanto tiempo contemplando los despojos de una civilización arra-sada, quizás empujaron a Debene-detti a la tarea colosal de querer re-construir el Pucará. Pero fue recién en 1948 cuando Eduardo Casanova, a cargo de la cátedra de Arqueolo-gía Americana en la Facultad de Fi-losofía y Letras (UBA), completó el proyecto. Sobre un millar de cons-trucciones originales, se recrearon cincuenta de ellas, entre las que se

Más de veinte de estas edificaciones conformaban una línea defensiva creada por los omaguacas antes del período incaico en la ahora tierra jujeña. Se los puede ver a la vera de la ruta, pero su profunda significación pertenece al alma de un pueblo que recuerda sus raíces.

MÁS ALLÁ DE LAS RUINASPUCARÁS EN LA QUEBRADA

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encontraban sitios religiosos, de-fensivos y unidades de viviendas. Después de cuatrocientos años de destrucción, el Pucará recuperaba un destello de su antigua magnifi-cencia.

GUERREROS Y AGRICULTORES

Al contemplar las ruinas del Pucará nos imaginamos impávidos gue-rreros omaguacas adornando los muros con las cabezas de sus ene-migos. Sin embargo, esta tribu era principalmente agricultora, con un fuerte dominio de la alfarería y el tejido. La supremacía inca les legó la irrigación artificial y los andenes de cultivo, que desplegaban con astu-cia sobre los suelos pedregosos. Con palas de madera o piedra, prepara-ban la tierra para cultivar semillas de maíz, papa o quínoa y luego la al-macenaban en depósitos subterrá-neos. Complementaban esta dieta

vegetariana con la caza ocasional de guanaco, ñandú y otras aves.La guerra y el comercio eran vehí-culos de comunicación con otras comunidades de la Quebrada. Su

ubicación estratégica en el valle les permitía recibir mercancías co-diciadas como la coca de Bolivia e incluso moluscos del Pacífico. Las mujeres participaban de los true-

ques intercambiando tejidos traba-jados con lana de llama, con los que vestían en los ventosos inviernos. El curaca, o jefe político y admi-nistrativo del pueblo, era quien se encargaba de distribuir las tierras y organizar los trabajos colectivos, así como de defender la comunidad de los linderos.

SITIOS SAGRADOS

Al desperdigarse el pueblo oma-guaca, los amerindios dejaron atrás sitios sagrados como el Pucará de Tilcara, que materializaban con fi-delidad la cosmovisión andina. La sacralidad del universo se edificaba en cada una de sus manifestaciones culturales, como templos y espacios rituales, para que los espíritus vela-sen por el equilibrio establecido con su medio ambiente. Esta forma de entender la relación entre el hom-bre y el universo se tradujo en una

Su ubicación estratégica en el valle les permitía

recibir mercancías codiciadas como

la coca de Bolivia e incluso moluscos

del Pacífico

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filosofía que influyó poderosamen-te en el desarrollo de su civilización. En la cosmovisión andina, los sitios sagrados no eran sólo las edifica-ciones, sino también los espacios naturales donde residían los espíri-tus. Así veneraban a los Apus, espí-ritus de las montañas y protectores de cada región, señores que lo veían todo y a los que acudían para pedir consejos. Como formas de energía viviente, hacerse parte de ellos era una invitación a tomar conciencia del cosmos. “Si el hombre o mujer adquiría esa armonía, ellos reci-bían un poder sagrado, el hombre era parte de las fuerzas vitales, al igual que los seres de la tierra que al morir retornaban a ella”, ilustra Luis Delgado Hurtado, presidente de Yachay Wasi, una ONG peruana que lucha por conservar el legado inca y los derechos de sus descen-dientes.En el anfiteatro próximo al Pucará se celebra todos los agostos la fiesta de la Pachamama, para venerar con rezos, bailes y ofrendas a la gene-rosa Madre Tierra. Entre ancianos coloridos de rostros acartonados, se asoman los ojos vivaces de algunos jóvenes, que buscan reconstruir su espiritualidad heredada a través de estos ritos, sesgando la contamina-ción del turismo occidental. “El tu-rismo es un arma de doble filo, des-de que se implantó el Patrimonio de la Humanidad en la Quebrada no ha dejado de llegar gente forá-nea a comprar lugares para instalar sus emprendimientos turísticos a costa de nuestra cultura, utilizando nuestros símbolos para convertirla en un Disney andino”, observa Ser-gio Daniel González, director de la radio humahuaqueña Libertad.En la actualidad, el desafío de los descendientes de los omaguacas consiste en la preservación de sus sitios sagrados, presionando a los

gobiernos para que implementen leyes que los protejan y no promue-van la urbanización. Para visitar estos lugares religiosos y rendir homenaje a sus ancestros, ellos deben pagar una entrada a dife-rentes museos, donde guías que no pertenecen a su pueblo exhiben los restos de sus familiares como una atracción vistosa. “¿Cómo es posible que nuestros conquistadores sean los que enseñan nuestra cultura?”, se cuestiona un melancólico Gon-zález. Una pregunta punzante que llama a reflexionar desde el respeto y el reconocimiento.

María Giovanardi

el ÚlTiMo prÍNcipe de la QUeBrada

cuando el centinela omaguaca divisó con estupor a una centena de hombres barbados descendiendo por el extremo sur del valle, alertó al aguerrido cura-ca viltipoco. los españoles, acompañados de bestias formidables, esperaban la orden de ataque de su comandante, don francisco de argañarás y Murguía. el pucará latió por dos días, hasta que los invasores desistieron acalorados. entonces viltipoco se escabulló entre los recovecos de la Quebrada de Huma-huaca, para luego unir a toda la nación indígena contra los blancos invasores.el príncipe humahuaqueño, invisible y astuto, convocó a todos los curacas de la cordillera de los andes, reclutando más de 10 mil guerreros para tomar las grandes ciudades del Tucumán: Jujuy, Salta, Tucumán y la rioja. pero el capitán argañarás y Murguía, un feroz vasco hijo de la inquisición, se enteró por un traidor de los vertiginosos planes del curaca, justo una noche antes del golpe. con el semblante de leónidas, el capitán partió inadvertido con sus veinticinco mejores soldados con el objetivo de vencer o morir. Uno a uno desplomaron a los centinelas indígenas apostados en el camino, hasta co-larse como sombras en la aldea donde descansaban viltipoco y sus jerarcas.en una noche tibia de abril de 1593, los dos guerreros se estacaron por prime-ra vez las miradas: el capitán y el príncipe, Héctor y aquiles, el conquistador y el andino, sabían que sólo uno recibiría victorioso el amanecer. entre la os-curidad enmarañada, el occidental empuñó su arcabuz en la cabeza de vilti-poco, reduciendo al curaca en su propia choza. el príncipe humahuaqueño, que se había resistido a la conversión cristiana, no pudo contra un arma de fuego. Quizás fue la admiración hacia un enemigo digno o la intención de no turbar el ánimo de los indios, pero argañarás y Murguía no apretó el gatillo. en cambio, arrastró al andino a una celda polvorienta de Santiago del estero, donde murió mancillado por la enfermedad. dicen que su espíritu encarnó en un magnífico cóndor que sobrevuela eternamente la Quebrada, abrazando a su pueblo y susurrándole palabras de valentía.

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El Primo Del CampoGATO PETERS

De aquellos estudiantes, cuando venían a La Plata… con todo el paisaje adentro…Cayote, el Tony, Chupete…Y después me veo yendo para recorrer aquello…Jujuy, General Belgrano. Aquel Éxodo Jujeño, resistencia de los criollos, símbolo a través del tiempo.Del Cacique Viltipoco, último bastión de un pueblo.Del Ejército del Norte, pura historia de la patria…Jujuy de San Salvador, cerros… Tacita de Plata, lindo Jujuy cuando llueve…El Jujuy de la Quebrada, alta entrada de la patria, leyenda de los cardones disfrazados de paisanos, Purmamarca y Tilcara, el cerro siete colores y el Pucará…Misachicos, procesiones, la marcha que hacen los sikuris.Charango, quena, zampoña. Jujuy Colla, piedra y lana, vicuña pero no cabras…Pastores, meseta alta. La puna y la quebrada. La yunga, abajo los valles,tabaco, caña de azúcar, tierra de selva y de llamas.Clima seco, fuertes vientos.Jujuy allá en el noroeste, Rincón lejano, frontera. Cultura altoperuana. Adonde se hizo el país.Tomás Lipán de Jujuy.Palpalá, Hornos en Zapla, el Perico de Cafrune. Jaime un hijo adoptivo y el carnaval de La Quiaca. Jujuy de los estudiantes. Tantanakuy del encuentro.Madre tierra Pachamama, y las ofrendas de agosto.Jujuy toreo de la vincha, Jujuy del Rana Valencia y del Parque Calilegua.Estatua de Lola Mora, Héctor Tizón, escritor, y el Perro Santillán y el Zamba Quipildor… Precisamente Tizón habla de riñas de gallo y me hace acordar de Firpo. Una costumbre bien criolla la de criar gallos de riña.Aunque no estén permitidas, sean ilegales, clandestinas y no haya riñas de gallo.En el campo igual crían gallos. Firpo igual tenía gallos. No los hacía pelear nunca pero igual tenía gallos.Y no sé quién le había dicho que había que darles maíz blanco, que eso los ponía más malos…Y la gallina se sabe, no tiene gusto, no tiene papilas gustativas como nosotros, come por el color y el tamaño, por el aspecto de los granos.Y un día cayó granizo. Los gallos nunca habían visto. Ellos veían maíz blanco. ’Taban sueltos en el patio y entraron a picotearlo… quedaron duros los gallos.Firpo contaba después de esa imagen congelada; los gallos cruzando el patio...Tuvo que descongelarlos sobre la cocina a leña… decía Firpo, no sé…Lo último que le quedó fue una gallina de esa raza. Y dice que era muy mala.Era la que él tenía para que sacara pollos. Brava la sangre de riña, se le había puesto muy mala. Tuvo que sacrificarla porque no se aguantaba, se peleaba con los perros, le mataba las ovejas… No sé si sería cierto…

www.gatopeters.com.ar

Digo Jujuy y me acuerdo

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el carnavalLlegando está

La gran fiesta de la Quebrada

La alegría inunda de ritmos, canciones y colores esta celebración jujeña, que atrae a visitantes del país y del mundo. Grandes preparativos, pintorescos personajes, comparsas, trajes, máscaras y una fusión de creencias

integran este festejo, que moviliza a todo Jujuy durante la época de cosecha y abundancia.

“¡¡Cierren la puerta / échenle llave/ que de esta casa, nadie se va!! /Arriba, arriba / Abajo, abajo / Al centro, al centro / ¡Salud! / ¡¡Y luego adentro!!” Estos versos de una de las canciones más escuchadas durante el carnaval jujeño se cumplen al pie de la letra en la mayoría de los pueblos de la Quebrada de Humahuaca. Eso sí, sólo después de haber realizado el desentierro del Pujllay, el diablo del carnaval, el protagonista principal que acapara durante nueve días todas las luces y miradas. El carnaval llega con su algarabía, colorido y desenfreno en plena épo-

ca de cosecha y abundancia, des-pués de concluir el período de em-padre y parición del ganado. Si bien la sensación de festejo se extiende a toda la provincia, existen matices según dónde sea el lugar de cele-bración. En el campo, en plena zona rural, transcurre en un contexto fa-

miliar en el que parientes, vecinos y amigos comparten la comida, la bebida, bailan, y sobre todo se des-tacan las rondas de coplas. Algunos aprovechan el mismo sábado de carnaval para hacer “la señalada”, ceremonia en la que se cortan (se “señalan” o marcan) las orejas de ovejas o chivos de una manera que distingue a cada dueño, y se ruega a la Pachamama por la multiplica-ción del rebaño.En los pueblos, en cambio, son las comparsas las que encabezan la fiesta. Con ellas se viven jornadas de alegría constante, de bebidas al alcance de la mano, de música

“Ser diablero no es para cualquiera,

por más travieso que seas durante

el año”

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autóctona con bombos, sikus y er-quenchos y bailes interminables, de historias cotidianas amorosas o jocosas escuchadas en rondas de co-pleros, grupos de amigos que suben y bajan entre los pueblos de la Que-brada con cerros multicolores como telón de fondo.

LOS PREPARATIVOS

Los pueblos como Purmamarca, Tilcara, Juella, Huichaira, Uquía o Humahuaca parecen encenderse de pasión para disfrutar de esta an-tigua manifestación popular que llegó de la mano de la conquista es-pañola a las regiones jujeñas de la Puna y la Quebrada, se fusionó con costumbres ancestrales y se exten-dió luego a los Valles y las Yungas. Particularmente, en la Quebrada y la Puna el carnaval es representa-do por el Pujllay, que en medio de la algarabía general del Sábado de Desentierro es sacado del mojón –un lugar apenas retirado del pue-blo o en la ladera accesible de algún cerro, demarcado por un montículo de piedras– que lo albergó desde el

año anterior. Este diablo carnavale-ro, más jocoso que tenebroso, suele estar representado por un muñeco de tela de color rojo, adornado con cascabeles, lentejuelas, espejos y plumas. Los festejos comienzan diez días an-tes de los que señala el almanaque tradicional con el Jueves de Compa-dre, continúa la semana siguiente durante el Jueves de Comadres, y la mayor intensidad se produce cuan-do llega el llamado Carnaval Gran-de, que se vive desde el sábado pos-

terior hasta el martes. Concluyen el fin de semana siguiente con el Car-naval Chico y el entierro del diablo en su mojón. Varios meses antes del carnaval comienzan las reuniones, los deba-

tes y la organización para lograr el resultado anhelado por cada com-parsa; también por cada familia decidida a preparar la “invitación”, que se realiza tradicionalmente desde una comunidad o algún ve-cino en particular a una comparsa con el compromiso de recibirla con honores, comida, bebidas y música. No es tarea fácil. Hay que prever todo para un par de cientos de car-navaleros hambrientos y sedientos que pueden llegar al lugar indicado apenas después del desentierro, a última hora cuando el sol comienza a esconderse entre los cerros o bien entrada la noche. “Es un trabajo en serio esto de in-vitar a una comparsa”, afirma Gus-tavo Chapor, propietario de una hostería en Tilcara. “Mis abuelos y mis padres solían hacerlo, con la diferencia que en aquellos años no eran tantos los seguidores”, refiere. En los encuentros previos de los or-ganizadores, normalmente con un asado de cordero de por medio, se designa a los padrinos de la com-parsa –generalmente matrimonios o parejas–, quienes serán respon-

Para el diablero, su traje lo es todo:

significa inmunidad en las travesuras,

elegancia y distinción

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diccioNario BÁSico del carNaval

Carnavalero: dícese de un personaje errante que entalcado y adornado con serpentina sigue al diablo de la comparsa por las distintas invitacio-nes y peñas. Vacuna: convite de una batería nu-merosa y heterogénea de bebidas alcohólicas que el carnavalero debe consumir ante la invitación del dueño de casa o padrinos de mojón.Mojón: Montículo destacado de pie-dras apiladas que señalan el lugar de donde se desenterrará el pujllay.Chayar el mojón: acto de celebración que significa bañar con bebidas, brin-dar un cigarro y coca, y vestir de ser-pentina, talco y papel picado al mo-jón antes del desentierro.Coplas: forma poética de cuatro ver-sos, con contenidos ocurrentes y de relatos de la vida real; se acostumbra a cantarlas en rondas.

sables de acondicionar el mojón, de confeccionar la bandera, de la bebida, la comida, la música y del muñeco que representa la figura del principal personaje. “El miércoles antes del Jueves de Comadre ya queremos tener todo el trabajo terminado, rogamos que nadie se enferme en casa o que no surja ningún compromiso de últi-mo momento, ¡porque se nos viene el mundo abajo! Es que la alegría que hay en el ambiente contagia, es permanente, y la preocupación principal es asistir al mayor núme-ro de invitaciones posibles”, añade Gustavo.

DESENTIERRO

El sábado de carnaval, después del mediodía se cumple con el ritual más esperado: el desentierro del diablo. Los miembros de cada com-parsa se encargaron previamente de convocar a propios y extraños a su mojón. ¿Y cómo llegar al mojón?, no es problema alguno, el sonido de bombas de estruendo estallando marca el lugar. Los visitantes dispuestos podrán cumplir con alguna parte de la ce-remonia, aunque primero les pedi-rán permiso para echarles suave-mente una mezcla de talco y papel picado. Los van a “señalar” colgán-doles coloridas serpentinas alre-dedor del cuello y los van a llevar hasta el mojón a cumplir los mis-mos gestos para “chayarlo”. A los que llegan sólo para observar nadie los molesta, aunque van a hacer el intento de invitarlos a participar y compartir la alegría en las diferen-tes jornadas.Luego del desentierro, de haber sido “vacunados”, todos los presentes (aceptando y tomando en forma continuada pequeñas medidas de un sinnúmero de bebidas de dife-

rente graduación alcohólica), los integrantes de las comparsas con sus bandas de música, los diable-ros y los seguidores fieles pasarán las jornadas del sábado, domingo, lunes y martes bailando y visitan-do una tras otra las casas donde fueron invitados a comer y beber. Cuando van de una peña a otra cui-dan de responder todos los saludos por la calle, porque uno nunca sabe qué pariente, amigo o conocido está detrás de los rostros maquilla-dos con talco y decorados con papel picado y serpentinas.

ESPÍRITU DIABLERO

En todo el carnaval se destaca om-nipresente el Pujllay. Pero a este personaje infaltable hay alguien encargado de darle vida propia. Es el diablero y, como dice la canción, “un hombre simple con un disfraz”, quien detrás de una máscara di-bujada en una estructura simple armada con alambre tejido, telas y lentejuelas coloridas se propone ser el alma de la fiesta y también, en muchos casos, cumplir con una promesa de devoción, de fe. “Ser diablero no es para cualquiera, por más travieso que seas durante el año”, explica Pedro, de poco más de 40 años, quien pese a solicitar el anonimato carnavalero cuenta que es integrante del ballet jujeño Juventud Prolongada. “Hay que es-tar dispuestos a levantar todos los ánimos, no aflojar el ritmo durante los cuatro días y sus noches”, deta-lla. También advierte que hay que cumplir con ciertas “reglas” esta-blecidas como no tener una com-pañera permanente en esos días, no rechazar la “invitación” de nin-guna persona o de otra comparsa, activar el cuerpo apenas comience a sonar un huayno, un bailecito o un carnavalito, ser el primero

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Coplas de carnavalQué les parece señoresha llegado el carnaval.

Ya se acabaron las penastodo es cantar y bailar.

Rubia como pelo i chocloPantalón largo y angosto.

Parecés ternero flacodesmamantado en agosto.

Aquí estoy porque’i venidoporque’i venido aquí estoy.

Si no les gusta mi modocomo he’i venido me voy.

Solito con mi aculliqo al Diablo le he’i de aguantar.

Meta caja y meta coplalas penas he’i de olvidar.

en “atender” a las mozas solteras, convencer a los indecisos y, funda-mental, impostar la voz, cambiarla, “para que no te reconozca nadie, ni tu esposa”, subraya con una sonrisa pícara.Para el diablero, su traje lo es todo: significa inmunidad en las travesu-ras, elegancia y distinción. Por eso, su trabajo comienza más de seis meses antes de la fecha señalada y la confección será revisada hasta el último detalle. No deben faltar cascabeles de diferentes tamaños, pequeños espejos, lentejuelas mul-ticolores y, en muchos casos, en el forro de la casaca estará pegada la estampa de algún santo del que es devoto. El traje se completa con una camisa, un pantalón holgado, faja, capa, una cola larga –para arrear a los remolones–, alpargatas, todo adornado en forma artesanal pieza por pieza. Y, por supuesto, lo más llamativo es la máscara, que tiene que ser liviana, cubrir el rostro y la cabeza, tener facciones alegres y un diseño que siempre es único. “Por lo menos, hay que ser diablero durante tres años seguidos, es el tiempo que dura la promesa”, expli-

ca Gabriel, un joven diablero de 19 o 20 años de la comparsa Los Alegres de Uquía, siguiendo con la tradi-ción de los hombres de la familia, quien confiesa que su hermana, dos años menor, “también es diabla, se junta con unas amigas y andan con nosotros”. Cumplida su promesa, en el tercer carnaval, el diablero, junto a sus compañeros y acompa-ñado con el canto de coplas, zam-bas, taquiraris y algunas sentidas lágrimas, cumple con el ritual de la quema del traje en el mismo mojón de donde salió en su último desen-tierro. Este varón repetirá o no su promesa para el siguiente año, pero con seguridad otro diablero tomará su lugar.

CAMBIO DE HÁBITOS

El carnaval es un momento muy es-perado por los jujeños. Significa que además de disfrutar del reencuen-tro y de la amistad con aquellos con los que uno apenas cruza palabras durante el año, son los días en los que todos, con el rostro entalcado, se igualan. No hay pobres ni ricos, ni locales ni turistas, todos se res-petan y comparten por el sencillo

hecho de decirse, con justa razón, carnavaleros.No es que el carnaval transforme a los jujeños, solamente los hace cambiar de hábitos. A lo largo de la celebración es lo mismo dormir en la cama de una hostería, en el asiento del auto o en una carpa pequeña armada bajo un molle. La chicha reemplaza la gaseosa light, el vino en caja le gana la pulseada al de alta gama, comer tamales al paso es tan sabroso como un plato gourmet en el mejor restaurante, y la moda se refleja en la ropa có-moda, caras entalcadas, sombreros ovejunos o tejidos y el particular perfume de la albahaca.Tan arraigada es esta celebración en Jujuy, que hasta el año 2010 fue la única provincia argentina que disfrutó de cuatro jornadas no labo-rables consecutivas, tanto porque las oficinas y los comercios padecen la falta de clientes –y empleados– como también porque todos res-petan lo que sugieren los abuelos: “Hay que andar bien con Dios y con el diablo”.

Rubén MonerrisFotos: Gentileza Alberto

Castagnolo / Inés Perberton

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Cada 15 de agosto, más de cinco mil visitantes llegan a Casabindo, un caserío de tan sólo 250 habitantes, ubicado en plena Puna, para participar de la celebración en homenaje a la Virgen de la Asunción. Es el momento del año que brinda su fama a Casabindo, un poblado de casas de adobe unidas por calles de tierra y sometidas al viento, al sol y a las inclemencias de una zona inhóspita del planeta, donde los teléfonos celulares carecen de señal. Los pueblos hilvanados a lo largo de la Quebrada de Humahuaca manifiestan su fervor y devoción religiosos en coloridas y alegres celebraciones. Pero allá, más al norte, a casi 300 kilómetros al noroeste de la ciudad capital de Jujuy, a 3.777 metros de altura sobre el nivel del mar, en el

remoto pueblo de Casabindo se realiza el Toreo de la Vincha, la única actividad taurina incruenta de Latinoamérica. Suele asociarse la corrida de toros con una práctica repudiable donde el sufrimiento del animal aviva la valentía del torero. Sin embargo, los toros de Casabindo no salen lastimados y al terminar el espectáculo vuelven a las laderas yermas de las montañas. Y los toreros son pobladores que se les animan, sin espadas y con mucho coraje.

LA FIESTA

El alboroto se apodera del pueblo la noche ante-rior, con las peñas musicales al son del erque y litros de chicha. Durante la mañana de la celebra-

Toreo en Casabindo

En medio del silencio, en un pequeño poblado de la Puna, se revive cada año un antiguo ritual fruto de la fusión de culturas. Es una actividad única en el país, donde se manifiestan corajes, miedos y devociones,

pero los animales jamás salen lastimados.

Sin muerte en la tarde

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ción, decenas de ómnibus arriban envueltos en una nube de polvo que saca del letargo al apacible Casabindo. Con los visitantes, llegados de toda la provincia, de otros puntos del país y del extranje-ro, comienza la jornada más agitada en el calen-dario del pueblo. Durante el día, para aprovechar el aluvión de gente, se arma una feria donde se ofrecen productos autóctonos, como tejidos, pie-zas de cerámica y comidas tradicionales. La conmemoración despunta por la mañana, con la misa que oficia el obispo de Humahuaca, en la catedral de la Puna, un santuario del siglo XVIII y de inmaculado blanco, que se recorta en el firma-mento azul. Es la iglesia de Casabindo. Al culmi-nar, la imagen de la Virgen sale en andas sumergi-da en una sinfonía de campanadas que retumban en la inmensidad. La nutrida procesión deja su huella por las calles del pueblo, mientras algunos saxos y redoblantes acompañan el ritual.

DANZAS SUPLICANTES

Esta etapa de celebración es compartida por los sa-milantes, hombres ataviados con plumas de suri, que danzan para pedir la bendición de la lluvia, fenómeno vital para la Puna en el comienzo del año agrícola. El suri es un ave que ante la presen-cia de una tormenta corre con las alas extendidas, anunciando la gracia del agua. Por eso, ser un sa-milante otorga un sello sagrado, el de ser portador del ruego a la lluvia. La danza de los samilantes es un rito milenario surgido de las profundidades de la historia andina y está conectada con la vida. La súplica es una plegaria por la vida, y el agua es la vida, explica el profesor Osvaldo Maidana. Luego de la conquista española e imponiendo la concep-ción occidental, esta figura fue transformada en “Guardianes de la Virgen” y es por eso que en el Casabindo de hoy danzan delante de la iglesia y de la procesión que surca el pueblo. También la Danza del Cuarto tiene su espacio, cuando dos parejas de mujeres llevan una media

CoN la cerTeZa de UNa preSeNcia diviNa

Juan alberto de pascuale tiene una historia para con-tar. es jujeño, ingeniero agrónomo, trabaja en el iNTa y se define como colla de ley. fue protagonista del toreo en casabindo y aún después de casi diez años guarda como un tesoro el recuerdo de aquella tarde. “No sé bien por qué, sólo que nos juntamos con cuatro amigos y decidimos que podíamos hacerlo, aunque la idea fue mía –cuenta Juan–. primero fue como un juego, una travesura. el toro era de los más bravos y se llamaba picasso. Muy pocos le habían sacado la vincha. Y si lo hubiera sabido de entrada, no sé si hubiese seguido. al principio mis amigos lo provocaron para que se movie-ra. al fin quedamos él y yo. Me dio varios golpes. creo que estuve más en el piso que de pie. en una de esas fintas, como al pasar le quité la vincha. igual seguimos enfrentándonos. Me caí o me tiró una vez y cuando me di vuelta lo vi mirándome fijo, con sus guampas (cuer-nos) casi pegadas a mi cara; me miraba como dándome tiempo para levantarme y seguir. cuando veo ahora la filmación no puedo dejar de pensar que alguien, un ser superior, lo sostenía para que no me atacara… cuando me levanté, no sé cómo, me aferré al cogote de picasso, y medio me acosté encima de él, y sin darme cuenta quedé con la cintura entre sus guampas; me levanta-ba y me movía a su antojo. Mi hermano y mis amigos gritaron pidiendo que sacaran al toro o a mí, hasta que al fin uno de ellos logró que me soltara y se lo lleva-ron. Hubo una intervención divina. No podía ser de otro modo. Tal vez la protección de la virgen, entonces cómo no ofrendarle el poncho que gané en la toreada. No tenía ni un moretón, sólo la camisa rasgada en la es-palda, pero ni un rasguño. recién al final fui consciente del riesgo que corrí. No sé si entonces lo pensé, pero creo que quitándole la vincha al toro y corriendo aquel riesgo sentía que todo aquello era a cambio de la liber-tad de quienes la necesitan”.

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Unos días antes del 15 de agosto de algún año del siglo Xviii, pantaleón Tabarcachi, hijo del cacique Quipil-dor y príncipe de los casabindos, expresa su rebeldía contra la tirana familia hispánica, dueña de los yaci-mientos de oro de la región, quienes, en práctica habitual, sometían a la explotación a los pobladores para el rédito obsceno de sus arcas. ante lo que consideraban una osadía, lo sometieron a castigo: pantaleón fue condenado a morir por los cuernos de un toro bravo, con el pueblo como audiencia. con la plaza como escenario, dos toros como verdugos y todo el aliento del pueblo, las bestias quedaron inmóviles, actitud que enfureció a las autoridades españolas que fiscalizaban el crimen. en represalia, le quitaron al condena-do la vincha que simbolizaba el linaje de sus ancestros, accesorio que traía consigo para lucir los quintos de plata de perú, y fue colgada en los cuernos de un toro. ante la ofensa, el líder indígena no titubeó y logró recuperar la vincha de la cornamenta del animal. en plena celebración con el pueblo, el toro hizo lo suyo y le asestó dos cornadas fatales. con el último respiro y su vincha en la mano, pantaleón alcanzó la imagen de la virgen, que los españoles habían dejado a un costado luego de la procesión, y rogó por la libertad para su pueblo y el perdón para sus verdugos. antes de morir, logró dejar la vincha con las monedas de plata en los pies de la “Mamita del cielo”, como ofrenda final. esta ceremonia expresa un sincretismo religioso, ya que el toreo es una prác-tica española que se mantiene desde la conquista hispánica y que ha sido fusionada con el homenaje a la virgen, que se manifiesta cada 15 de agosto. los casabindos eran un grupo de indígenas que habitaban el centro de la puna y, aunque se amoldaron a los conquistadores y su religión, nunca abandonaron la propia.

res de cordero sujeta de las patas, y se la disputan hasta cortarla o arrebatársela a su contrincante, como recreación de los ancestrales sacrificios pre-hispánicos.

FRENTE A FRENTE

Durante las primeras horas de la tarde, la plaza frente a la iglesia se llena y todos buscan su me-jor ubicación para presenciar el espectáculo del toreo. Todo vale. Árboles, el muro de piedra que rodea la plaza y hasta el techo de la iglesia ofician de platea. Un torero sale al ruedo provisto de un pañuelo rojo un tanto ajado, con la clara intención de arre-batarle al toro la vincha con monedas de plata que cuelga en sus astas, y que ofrecerá como ma-nifestación de fe hacia la Virgen de la Asunción y de veneración a la Pachamama. El valiente que enfrenta a la bestia suele ser un poblador de la zona que prescinde de un traje de gala y muestra su habilidad tan sólo con unas zapatillas viejas,

un pantalón y una remera. A pesar de no ser profesionales del toreo, no sue-len registrarse heridos de gravedad durante la toreada y sólo algunos terminan con cornadas le-ves. La cantidad de toros participantes varía año a año, según los que puedan aportar los produc-tores de la zona. Por lo general, son unos veinte animales los que entran al ruedo. Algunas pa-sadas son mansas y otras revisten una cuota de velocidad, cuando el animal corre hacia el torero, quien se ve obligado a mostrar su destreza para zafar del choque. Todo transcurre entre risas, bur-las y gestos graciosos ante la huida de algún tore-ro temeroso que se refugia trepando a un mástil dispuesto para la ocasión. Cuando el sol se esconde y el frío asoma es el fin de la fiesta. El ajetreo se va esfumando con los ve-hículos que abandonan el poblado y la quietud y el silencio envuelven a Casabindo, como cada día del año, hasta el próximo 15 de agosto.

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Martina IntronatiFotos: Juan José Martearena

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Las pinturas de los ángeles arcabuceros, de aire andrógino, vestidos de seda rodeados de flores y armados con arcabuces, o “trueno de mano”, son uno de los hermosos misterios de la Quebrada de Humahuaca. No son exclusivos de Yavi, Casabindo y Uquía, pues también se los encuentra en Perú y Bolivia. Pero todos ellos son únicos en el mundo. El arte virreinal en el centro y sur de América da fe del sincretismo cultural entre colonizados y colonizadores con una marcada influencia de la escuela flamenca y la cuzqueña, en las que predominan tintes autóctonos como el añil y la cochinilla. Esta fusión de figuras eu-ropeas con las de los pueblos originarios indica que el sincretismo, por lo menos en lo artístico, ha sido un recurso de los evangelizadores para aplacar enconos y diferencias con los pueblos originarios. Puede que no siempre haya alcanzado para atemperar represalias, sin embargo, en cada pieza de imaginería religiosa se notan indicios del intento de los pueblos originarios de conservar su cultura. La evangelización pudo haber te-nido el solo propósito de conquista e imponer una de sus armas más letales: la cultura, pero resultó también un modo de establecer lazos de unión. Se imponía ca-tequizar a los naturales. Debían abandonar su Dios y sus rituales para rendir culto y encomendarse a un solo Dios, el de los españoles. Fueron obligados, o inducidos, a levantar capillas, iglesias, catedrales y altares con fi-guras que no los representaban, figuras angélicas que no reproducían su contextura ni sus rasgos sino el de

los Tercios, esos seres de piel clara que, armados hasta los dientes, llegaban al “nuevo mundo” portando cruces y escudos. Hombres oscuros provenientes de sitios que los del lugar no conocían, como tampoco sabían de la extensión de ese mar por el que habían llegado nave-gando los conquistadores.

ENFRENTARSE O NEGOCIAR

Evangelizadores y evangelizados se enfrentaron hasta alcanzar un término medio de hábitos y leyes; debían enfrentarse o negociar. Hicieron ambas cosas. Y esto se vislumbra especialmente en el arte de la imagine-ría y la pintura. En los altares con oropeles de la más pequeña de las iglesias hasta la más importante puede reconocerse que entre los cientos de miles de angelitos blancos se entremezclan otros de ojos rasgados, pómu-los morenos y nariz ancha; y mazorcas de maíz, todo puramente americano. Rostros de ángeles blancos, o morenos, pero en general con rasgos indígenas forja-dos en madera, oro, plata, símil alabastro de las cante-ras de Huamanga, en Famatina. Los indígenas acataron la obligación de tallar o modelar que se les impuso pero, como a todo artista, su rebeldía los hizo dejar su impronta. Todas estas manifestaciones, conocidas en el medio artístico como barroco americano, dieron lugar a un arte mestizo que sincretiza dos culturas.De ese arte barroco americano surgen los ángeles arca-buceros, que son exclusivos del arte andino. Se trata de

El misteriode los ángeles

arcabucerosDe la escuela cuzqueña del siglo XVII

Los óleos en las iglesias de Yavi, Casabindo y Uquíabrindan testimonio del arte y del sincretismo cultural durante la conquista española. Junto a las que existen en Perú y Bolivia, son pinturas únicas en el mundo.

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“ángeles combatientes” con armas, banderas y trompe-tas, que visten brocados, camisas, fajas de mando y cin-tas de seda, y portan un arcabuz, arma de fuego cono-cida también como “trueno de mano”. Las posturas de los ángeles provienen del manual militar Ejercicio para las armas, escrito por Jacobo Gheyn en 1607, donde se

enseñaba cómo había que llevar y disparar los arcabu-ces. Hay quienes dicen que son pinturas realizadas por artistas europeos de una misma escuela en territorio americano con tintes traídos de Europa, y también has-ta hay quienes afirman que fueron pintados por indíge-nas con sus tintes naturales y su propia técnica.Ninguna versión parece del todo exacta. Sí hace pensar que no puede ser casual ubicarlos en estas iglesias de Perú, Bolivia y de la Argentina (en Yavi, Casabindo, y Uquía, todas en la Quebrada de Humahuaca), entonces Alto Perú.

FIGURA APOCALÍPTICA

Es verdad que de ángeles armados ya se habla en el An-tiguo Testamento –eran las huestes angélicas de Yahvé– y también durante la Edad Media, pues el arte bizantino retrataba a sus ángeles con trajes imperiales y como sol-dados del Emperador Celeste; hasta el mismo San Mi-guel Arcángel fue representado con atuendo militar en la Europa del siglo XIV. El Inca don Diego de Castro Titu Yupanqui dejó testimonio de cómo visualizaron a los primeros conquistadores: “Vieron llegar a su tierra cier-tas personas muy diferentes, que parecían viracochas, que es el nombre con el cual nosotros nombramos al Creador de todas las cosas... tenían ‘yllapas’, nombre que nosotros tenemos para los truenos, y esto decían por los arcabuces, porque pensaban que eran truenos del cielo”. El “arcabuz o trueno de mano” con que vieron llegar a

los invasores generó cierta confusión en los habitantes de estas tierras; la primera vez que escucharon esos dis-paros de los españoles los creyeron “mensajeros” envia-dos por Viracocha, y por ese motivo no se defendieron. El arcabuz representaba el arma del Dios del Trueno, dios formado de estrellas cuyas ropas se convertían en relámpago cuando, para hacer llover, rompía las nubes, provocando truenos con la honda que llevaba en su mano derecha. El “hondero del sol” era la imagen divina del Inca, un emblema de guerra que durante los comba-tes, con su honda, disparaba piedras de oro fino o fuego.Los pueblos originarios entremezclaron su cosmología con la de los ritos cristianos, y los conquistadores hicie-ron lo mismo, fusionaron símbolos propios con los del territorio conquistado. El ángel con arcabuz represen-taba una figura apocalíptica que cumplía la doble fun-ción de conquistador y de misionero, sin dejar de lado al Inca. Es importante recordar la influencia que desde el comienzo debieron tener las fiestas de San Miguel, cele-bradas hasta 1750, en las que los indígenas disfrazados de ángeles arcabuceros, o protectores de Dios, y portan-do armas entregadas por el Arsenal aprovecharon para levantarse contra el virrey. Los óleos de los ángeles arcabuceros de la Quebrada pertenecen a la Escuela Cuzqueña del siglo XVII, y una señal de esto es su guarda floral, aunque también con-servan detalles de la escuela Flamenca. Estos ángeles, además de armas, portan instrumentos musicales, por-que sin duda la música fue otro recurso de los conquis-tadores para persuadir o “civilizar”. Estas bellas representaciones pictóricas con las peque-ñas alas que evocan a las de pájaros americanos, las ropas, los instrumentos musicales y los arcabuces que se encuentran en las iglesias de Yavi, de Casabindo y de Uquía, nueve pinturas, más las que aún se conservan en Perú y Bolivia, son todavía de confuso origen. Pero algo que no deja dudas es la entrañable presencia en la Que-brada de Humahuaca, desde hace más de quinientos años, de esta escuadra de ángeles como leales y conse-cuentes mensajeros de nuestros antepasados protecto-res y guerreros.

la primera vez que escucharon esos disparos de los españoles los creyeron “mensajeros” enviados

por Viracocha

Silvia Miguens Fotos: Gentileza Secretaría de

Turismo y Cultura de Jujuy

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Artesanos jujeños

identidad Senderos de

Buscan con su inspiración mantener vivos los valores y la cultura de su pueblo. Un ceramista, un hacedor de instrumentos de viento, un creador de máscaras carnavaleras, un artesano en filigrana, un pintor y una tejedora de Purmamarca enseñan la profundidad de sus oficios.

El carácter de los artesanos jujeños se manifiesta en la humildad y en la pasión por el trabajo, en el afán por revalorizar su cultura y hasta en la manera de compartir el oficio con sus familias. Utilizan inspiración y materias primas que brinda su tierra norteña.Alfarero, maestro ceramista con casi cuatro décadas de trayectoria, Miguel Segundo Mendoza trabaja en el taller instalado dentro de su casa y comparte el oficio con su mujer desde hace veintiséis años. También colaboran sus tres hijas que siguen el camino del arte. En una habitación de no más de dos por tres metros ubicada en un primer piso, pegada al salón comedor, se puede ver gran parte de la obra de la familia Mendoza. Son 250 piezas que no han comercializado porque vienen reservando hace años para crear un museo del pueblo colla. Hay figuras en arcilla que representan a chicos, grandes o familias enteras en diferentes momentos, como en celebraciones típicas o peregrinaciones. “Tuve el sueño loco de querer ir plasmando las costumbres, las creencias, del que siempre se habló en forma peyorativa –explica Miguel–. La gente no supo valorar o quizá quinientos años de colonización mental han hecho que se reniegue de la propia cultura, la propia

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ROSTROS EXPRESIVOS

Miguel aprendió el oficio con Oscar, su hermano mayor, aunque entonces trabajaba con moldes. Fue posterior-mente, con Mario, otro de sus hermanos, que desarrolló una técnica que facilita el proceso para que cada pieza sea única. Cuenta que el trabajo comienza en la monta-ña picando la arcilla y poniéndola a remojar en tachos de 200 litros. “Luego se la bate y se la pasa por varios ta-mices quitando las impurezas. Se deja asentar el agua y se la deposita en moldes. Después golpeamos contra el piso para quitarle los globos de aire. Recién ahí, con papel de diario por dentro, empezamos a modelar ha-ciendo el cuerpo, la cabeza, la actitud determinada y la expresión de cómo va a ser”. Se deja secar la pieza reali-zada y luego se pinta con arcilla de colores que traen de la Quebrada. Finalmente pasa al horno eléctrico, para que se afirme y no sea frágil. Además de las figuras, elaboran cántaros y utilitarios como cazuelas, tazas, mates y reproducciones de piezas arqueológicas. “Bus-camos que cada figura refleje amor, dolor, sufrimien-to, esperanzas, fe, devoción. Esto sólo se logra a través de mucha observación de las expresiones de la gente”, afirma Miguel.Con una trayectoria que suma muchos premios na-cionales e internacionales, el artesano sabe definir claramente su trabajo. “Yo soy descendiente de colla y mi esposa también, queremos reivindicar nuestro origen y que se dignifique la palabra colla . Por eso el secreto de este arte está en la expresión de la gente. Es el sentimiento que tenemos en nuestra cultura, que nos hace tratar de mostrar un poco el alma de nuestra gente, de nosotros mismos, de cómo participamos de un carnaval, de un entierro cuando alguien se muere, o la devoción hacia una Virgen. Siempre estamos com-partiendo”.

MÁSCARAS DE CARNAVAL

Y si de compartir se trata, el carnaval de la Quebrada de Humahuaca es un buen ejemplo. Y Alfonso Portugal tiene mucho que ver con estos festejos. Es el hacedor de las máscaras que utilizan los diableros, que le im-primen el fuerte carácter andino a la gran celebración popular. Centenares de máscaras de su autoría prota-

lengua, las costumbres, las tradiciones”. El artesano quiere lograr que la gente se abra a conocer la cultura, “ya que en ella se conservan muchos valores como la humanidad, que en la sociedad de la gran ciudad no existen”.

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gonizaron muchos carnavales quebradeños.De 72 años, Alfonso nació en Bolivia, pero a los seis años llegó a la Argentina con su familia. Es casado, padre de cinco hijas y se volcó al oficio en 1959 cuando trabajaba en una empresa de transporte. Su hermano Alfredo Portugal, un reconocido artista, lo incentivó. “Aprendí sólo porque mi hermano me insistió –admite con cariño–. Descubrí que para mí era facilísimo, crea-ba cualquier cosa. Mi hermano me decía ‘tenés una mano para aprovechar, dedicate’, y yo estaba en otra, pero él me insistió”. Agua, harina y papel picado le bastan para realizar creaciones impactantes con un talento fuera de lo co-mún. Realiza todo a mano, prepara el papel maché con agua y con engrudo (harina con agua) y papel picado, “lo voy mezclando y voy formando la figura. Queda todo blando, aunque está la base de la cara, es todo papel, no hay alambre ni nada”, aclara. En promedio tarda dos días en hacer una máscara que luego pintará con colores fuertes, como el rojo, azul, amarillo, verde, fucsia, junto con el blanco y negro que son fundamen-tales para los ojos. “Una máscara bien terminada tiene que generar impresión, temor, sorpresa, por eso se usan imágenes de víboras, sapos, dragones y muchas colas de animales”, explica el artesano, que siempre trata de mejorarse.Hace seis años falleció su hermano Alfredo, y confie-sa que por eso en la actualidad se dedica muy poco al oficio y trabaja exclusivamente por pedidos. Jubilado hace cuatro años de una empresa de transportes, se-guramente su talento y al amor por su oficio lo ayu-darán a volver pronto para aportar su grano de arena imprescindible al carnaval jujeño. De una gran calidez,

confiesa que disfruta lo que hace, pero además y como si fuera poco incentivo para seguir su oficio, está con-vencido de que su arte es una forma de mantener viva la cultura norteña.

HILOS DE PLATA

La impactante corona confeccionada en pequeñísimos hilos de plata, que cada año se calza la reina de la Fiesta Nacional de los Estudiantes en Jujuy, es una de las pie-zas que elabora el maestro artesano en filigrana René Contreras Carrasco. Aros, prendedores, pulseras y hasta una réplica en miniatura de la iglesia de Yavi, realiza-da con un kilo de hilos de plata, con detalles diminutos como las sillas y el Cristo enchapado en oro, están sobre la mesa del artesano. Con su mujer, Rosa, y uno de sus tres hijos conforma su equipo de trabajo. René aprendió el oficio cuando tenía 12 años de manos de su tío, pero al

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año siguiente ya puso el “tallercito” en su casa para de-dicarse a crear con mayor libertad. Usa hilos de plata de distinto grosor, una pequeña pinza Bruselas (parecida a las de depilar), soplete, un fundente y ácido sulfúri-co para blanquear. Explica que para confeccionar una pieza comienza haciendo el armazón con hilo de plata 900, luego lo rellena dibujando motivos diminutos con un hilo más fino, que va doblando pacientemente con su pequeña pinza. Una vez ubicados los hilitos los moja en bora (un fundente). Mezcla polvo de plata con bora y agua que utilizará como soldadura rociando la pieza con un soplete. Una vez que está soldado, limpia la su-perficie con ácido sulfúrico para que se blanquee y el brillo final lo logra con un cepillo de bronce. Hacer una pulsera en filigrana le lleva no menos de ocho horas se-guidas de trabajo. René, además de comercializar su arte y de haber reci-bido infinidad de premios, hace veinte años fundó la escuela de artesanos dentro del hospital Vicente Arro-yabe, en la capital jujeña. Allí enseñó su oficio a quien quisiera aprenderlo, y hoy su hijo continúa su camino enseñando en la misma escuela.

LA MÚSICA Y EL ALMA

Pese al aparente desorden, uno se siente cómodo en el taller de Isabel Guari, entre herramientas y cientos de cañas cortadas y desparramadas que se convertirán en sikus, quenas y otros instrumentos de viento. Es que Guari ama lo que hace y en la tarea de cada día lo acom-pañan Florencia, su mujer, y su hijo Jorge, de 24 años, músico y ayudante. Tienen también cuatro hijas, pero se mantienen al margen de este oficio que, más que luthier, Isabel prefiere llamar luriri, que en lengua ay-mara significa artesano. Descendiente de omaguacas, trabaja en el taller de tres por cinco metros, al fondo de su casa. Su apellido impreso en los instrumentos ya es una especie de marca registrada, que eligen músicos reconocidos como los Tekis y el dúo Coplanacu, entre otros. Cuando se le pregunta el secreto de su arte, responde: “Trabajar, trabajar. Yo sin ser músico, para alimentar a los hijos, para hacerlos estudiar, necesité perseve-rancia, y uno ha puesto tanto amor a esto que se pone contento trabajando. Es lindo, compartimos el trabajo en familia, mi hijo ya tiene su familia y vienen con no-sotros a trabajar”. Isabel trabajaba en una panadería, y recuerda que fue en 1980 cuando comenzó a fabricar algunas quenas. “De chico me crié tocando un erquencho en el campo

Purmamarca es un pueblo emblemático de la Que-brada de Humahuaca. La belleza inmemorial del ce-rro de los siete colores, las casas de estilo colonial, la plaza central con sus típicos puestos de artesanos y la iglesia, declarada Monumento Histórico Nacional, conforman un lugar que parece ajeno al transcurrir del tiempo. Allí, en una casa antigua, Ivana Jerez tiene su local Awana Wilka (telar sagrado en lengua aymara). Artesana y empresaria, en ella parece sintetizarse la historia moderna de un pueblo que supo aprovechar las demandas del turismo sin perder la esencia y la cul-tura ancestral. Nativa del pueblo, heredó de su familia el oficio de la artesanía en telar y a su vez generó un negocio que da trabajo a varias familias que le aportan tejidos en telar, ruanas, ponchos o tejidos para niños. Cuenta que en Purmamarca antiguamente la gente sólo se dedicaba a tareas agrícolas para la subsistencia. “Los chicos iban a otras ciudades a estudiar o trabajar y sólo quedaban los abuelos”. El incremento y la conti-nuidad del turismo, en los últimos quince años, modi-ficaron todo. “Nos dimos cuenta de que teníamos que modernizar los tejidos porque los llevaban de recuerdo y no los usaban”. Así Ivana fue introduciendo innova-ción y diseño, pero siempre cuidando de no perder la esencia. “Manteniendo la materia prima, diseños que sean cien por cien lana, que sirvan para uso o para de-corar, o sea mantener la herencia y darle también otro gusto, otra visión con nuevos diseños y colores resca-tando también los antiguos”.Según Ivana lo que más atrae a los visitantes y los ar-tículos que identifican a Jujuy hoy son las tulmas, los pompones, los lazos, los tejidos bordados de lana de llama, mantas, lazos, aguayos y chales de lana de lla-ma. Y por supuesto los colores fuertes que contrastan con los colores típicos del clima seco de la región. Lo cierto es que hoy Purmamarca es símbolo de color y de vida. La gente está volviendo, los chicos encuentran la posibilidad de trabajo, y se ha convertido en un lugar donde se puede pensar el futuro. “Sabiendo –aclara Ivana– que somos nosotros los que vamos a protago-nizar y nuestras decisiones son las que van a prevale-cer sea lo que sea que vaya a venir”.

TELAR SAGRADO

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–señala–. Mi viejo pelaba las cañas, sabía dónde conse-guirlas. Yo veía cómo hacían los instrumentos y pensé que yo también podía”. Y así fue. En el año 86, viajó a Cosquín, con erquenchos, quenas y otros instrumentos que aún hacía sin afinar, “tratando de terminarlas bo-nitas”. Para viajar tuvo que renunciar a su trabajo, pero el riesgo valió la pena. Ganó mucha más plata ven-diendo todos sus instrumentos y el incentivo lo llevó a aprender cada día más. Cuenta que un día un amigo le dijo: “Muy lindo lo que hacés pero no sirve para el folklore”, y a partir de entonces buscó la afinación. Re-cibió siempre la ayuda de los músicos que le sugerían cómo hacerlo mejor y así fue progresando en su arte. “Los músicos me ayudaron mucho con las críticas”, agradece, pero también ayudaron su apertura y su per-severancia.Las herramientas básicas con las que trabaja son gu-bias, cuchillos y tanza de pescar. Para elaborar una quena tarda entre cuatro o cinco horas promedio y un siku le lleva un día entero. El proceso básico para hacer

una quena es cortar la caña a medida, marcar con una plancha y un lápiz el lugar para los orificios. Después agujerea con la gubia y va afinando el instrumento orificio por orificio. Termina con el lijado y el lustrado.Desde hace seis años, Isabel reparte su tiempo ense-ñando su arte a chicos menores detenidos en el ser-vicio penitenciario. “Esto es defender y transmitir la cultura a los chicos privados de la libertad, para que cuando uno se vaya se siga transmitiendo el oficio”, dice. Da gusto escucharlo insistiendo sobre la sencillez de su trabajo y probando sus instrumentos. Aunque no es músico se las arregla muy bien para tocar alguna cueca o un carnavalito. El sonido de los Andes inunda este taller diminuto, donde el alma grande de una fa-milia continúa su vocación artesanal.

Pablo García LastraFotos: José Luis Raota

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Mariano Kunan, de 34 años, licenciado en Artes Plás-ticas en la Universidad Nacional de Tucumán, con es-tudios de Diseño Textil y Gráfico en la Universidad de Córdoba, reconocido pintor y docente, es otro de los seres especiales que circulan por la Quebrada, tanto, que después de contar su “hoja de vida”, con sencillez y con sus ojos oscuros de clara mirada, sostiene: “Pero me gustaría desaprender lo que aprendí, no hay verdad más absoluta que expresarse desde un estado puro; el arte empieza cuando uno abandona todo tipo de cer-tezas”. Sólo un verdadero artista se sincera de tal modo y se permite alternar la pintura de sus cuadros con sus di-seños en otras propuestas, como el estampado en pren-das de vestir. Mariano es como su entorno: la Quebrada, reconocida por su exuberancia, la fusión de culturas, de estilos y de voces en todo lo que se crea, se compar-te y se transmite, además de una suma de tonalidades

y texturas. “En Tilcara, el pueblito que elegí para vivir –dice–, todo es color; su gente es alegre, y todo el tiempo se puede escuchar música y bailar en sus peñas. Yo no puedo ser ajeno; el color circula por mis venas, y cuando voy por sus callecitas busco mi destino en el silencio”. Sin embargo, como si con los colores y ese silencio no bastara, traza palabras en los cuadros, “para sugerir y para divertir, me gusta ponerles una cuota de humor; sin embargo, ahora mismo me cuesta expresarme en palabras, y para poder darles una idea cierta de lo que hago quisiera que cada letra fuese un color y que se fundiera en formas que voy creando e hilvanando en forma de texto visual, mientras al mismo tiempo algo repercute en mí”. Con palabras o sin ellas, lo que destaca en los cuadros de Mariano es la explosión de color, la fuerza y el es-píritu, su desparpajo con personajes que se confunden entre míticos y cotidianos, entremezclando lo ances-tral con el pasado inmediato y el presente quebradero. Como señala el propio artista: “Con aciertos y también con desaciertos que aprovecho para dar mayor valor a mi trabajo”.

TODO ES ARTE

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Jujuy

SUPERFICIE: 53.219 km² POBLACIÓN: 672.260 hab. DENSIDAD: 12,63 hab./km²

(Fuente INDEC - Censo 2010).

San Salvador de JujuyPurmamarcaTumbayaTilcaraHumauacaLa QuiacaCasabindoSúsquesPalpaláSan PedroLibertador General San MartínEl Carmen

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SALTA

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La imponencia de los volcanes Vilama y Zapaleri, con sus más 5.000 metros de altura y sus cumbres eternamente nevadas, permite avizorar el carácter de Jujuy: tierra agreste y montañosa, en cuyas entrañas bulle un fuego apasionado. Esa pasión, esa tenacidad, sea quizás herencia de las tribus omaguacas, que eran mayoría en la región hace unos 2.000 años, y que mantuvieron a raya primero a los incas. Serían los mismos que, en el siglo XVI, comandados por nombres legendarios como el de Kipildor y el de Viltipoco, resistieron heroicamente a los conquistadores. Los españoles, que la llamaron Jujuy –quizá de-formando el nombre del Kakuy, quizás evocando a los indios jujuyes–, fundaron su capital tres ve-ces. La primera, el 20 de agosto de 1561, a manos de Gregorio de Castañeda, quien la llamó Ciudad de Nieva. Hoy es fácil encontrar su emplazamiento: sólo hay que ir al barrio Ciudad de Nieva. El 13 de octubre de 1575, don Pedro Ortiz de Zárate hizo un nuevo intento y fundó la ciudad de San Francisco de Álava, en la unión de los ríos Grande y Xibi Xibi, lugar que se conoce como Punta Diamante. La re-sistencia indígena redujo a cenizas ambas ciuda-des. Así que la fundación definitiva sería obra de Francisco de Argañarás y Murguía, quien, el 19 de abril de 1593, donde actualmente está ubicada la plaza Belgrano, fundó San Salvador de Velazco en el Valle de Jujuy. A aquellos tiempos coloniales, en los que la Tacita de Plata llegó a contar con apenas nueve vecinos, se remontan bellísimas construcciones como la Catedral, con su famoso púlpito tallado en madera de ñandubay y recamado en oro. Pero es en la quebrada de Humahuaca donde el tiempo parece haberse detenido para albergar por siempre el espíritu de la provincia. Como una suerte de corredor por el que ha desfilado su histo-ria, la quebrada fue el camino por el cual transita-ron las tribus originarias, pasaron los ejércitos del Inca, llegaron los conquistadores españoles, y más tarde las tropas realistas que intentaban recupe-rar lo que ya no les pertenecía. Recorrer los pueblos de la quebrada es una expe-riencia única: Tumbaya, con su arquitectura co-lonial; Purmamarca, con la belleza del cerro de los Siete Colores; Tilcara, con el famoso Pucará, los museos y el jardín botánico de altura; Huma-

huaca, con el Monumento a la Independencia y la Catedral colonial, que alberga reliquias históricas indígenas de una belleza y valor artístico inigua-lables, o Huacalera, con su capilla del siglo XVII, y su monolito, lugar exacto por donde pasa el trópi-co de Capricornio. Es en estos rincones, en sus festividades y celebra-ciones, en sus costumbres, donde se mezclan las tradiciones milenarias de los aborígenes con la influencia llegada a través del Atlántico, donde se forjó un pueblo único como el jujeño. Pueblo estoi-co como pocos, pueblo de resistencias, cuyo carác-ter quedó retratado de manera indeleble durante la Guerra de la Independencia argentina, cuando protagonizó el memorable Éxodo Jujeño, símbolo de amor y sacrificio por una causa superior. Con casi 700 mil habitantes, de los cuales la gran mayoría vive en las ciudades, la provincia vive del cultivo de la caña de azúcar, la banana, el tabaco y los cítricos; de la producción de combustibles como el gas y petróleo, y de una industria ances-tral: la explotación minera, con la plata, el cobre, el oro, el salitre, el potasio y el bórax, entre los más destacados. Y claro, la variedad y majestuosidad de sus paisajes la convierten en un polo de atrac-ción turística.

La Quebrada de Humahuaca, por supuesto, enca-beza el listado de bellezas jujeñas. Pero también la Puna, con su paisaje extraplanetario, y toda la desolada sensación de sus salares, salpicados por las enormes lagunas. Al este, contrastando, están las yungas, selvas subtropicales de montaña, don-de el hombre y la naturaleza conviven en perma-nente exuberancia. Hogar de yaguaretés, pecaríes, ocelotes, tarucas y monitos titíes, la yunga repre-senta el llamado ancestral de la selva. También se destacan sus hermosos valles, un co-rredor verde, atravesado por ríos cristalinos, lagu-nas, montes y planicies. En esta región de clima templado y agradable se encuentran la capital provincial, las lagunas de Yala y las termas de Re-yes, además de los hermosos diques Los Alisos, Las Maderas y La Ciénaga, y el pueblo de Río Blanco, a sólo 7 km de donde se halla el santuario de la Vir-gen del Rosario de Río Blanco y Paypaya, patrona de la provincia y venerada desde el siglo XVII. Paisajes, colores, historia, cultura, tradición, espí-ritu ancestral… así es Jujuy.

El espejo de Jujuy

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Rodolfo Kusch fue un filósofo muy ligado al Noroeste argentino así como a Perú y Bolivia, donde desarrolló su labor antropológica. Nacido en Buenos Aires en 1922, eligió como última residencia, luego de su paso por Salta, el pueblo de Maimará, en Jujuy. Allí, frente a los cerros morados que se alzan hasta el cielo, fueron enterrados sus restos en 1979. Kusch se ha preocupado por la cultura argentina y en general por la crisis de la cultura occidental en el último siglo transcurrido. Profesor de filosofía en Buenos Aires y en Salta, señaló con agudeza las limitaciones del pensar racionalista que sólo otorga

credibilidad a la ciencia, y se volcó a la escucha del pobre, el marginado, el habitante de los pueblos andinos. Era también escritor, próximo a la cultura barrial de las grandes ciudades, compenetrado con la atmósfera porteña del tango; como dramaturgo escribió La muerte del Chacho. En una serie de obras, profundas y magistrales, se propuso revelar la originalidad americana, tomando como punto de partida al sujeto po-pular. No era para él una abstrac-ción, sino el sujeto concreto, fiel a sus tradiciones y a su tierra, no co-lonizado por los sistemas del pen-samiento occidental. A la vez que renovaba la filosofía y los estudios

UN MAESTRO QUE SE REFUGIÓ EN LA PUNA

Rodolfo Kusch, cultura e identidad del ser americanoPor Graciela Maturo (*)

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de la cultura, Kusch fue desplegan-do una nueva propuesta de vida; por eso se convirtió en un maestro, y se hizo digno de la admiración de algunos jóvenes que a veces pere-grinan hasta su tumba. No es el momento de señalar cuán-to debe este pensamiento a la filo-sofía alemana –pese a su vocación de romper con ella– sino de indicar, en forma necesariamente esque-mática, algunos de sus logros en la comprensión de la cultura america-na. Diré que la fenomenología, co-rriente filosófica que desarrolló Ed-mund Husserl (1859-1938), le sirvió de apoyo para atreverse a un apar-tamiento de la filosofía y la histo-ria de Occidente. Husserl pretendía precisamente un nuevo punto de partida, con prescindencia de la fi-losofía anterior. Me detendré especialmente en su libro El pensamiento indígena y po-pular en América, por ser éste un trabajo de índole antropológica y fi-losófica verdaderamente ejemplar de la actividad de Rodolfo Kusch. Ya en su primer libro, La seducción de la barbarie, había adelantado una tesis audaz: desplazar el pen-samiento racionalista dominante por la escucha del sujeto popular, periférico al centralismo europeo. En El pensamiento indígena y po-pular en América lo hace de modo más sistemático –aunque no sería ésta la expresión que él hubiera elegido– examinando el discurso popular americano y la visión del mundo que conlleva. Trataba de comprender esa otra visión de la realidad, esa manera de estar en el mundo, que es la de los pueblos ori-ginarios, también la del mestizo y el hombre popular de las ciudades,

visión que en América ha quedado sepultada por corrientes siempre miméticas con la sociedad europea que sólo representan a un sector de la población. Esa tarea de comprensión de la cul-tura popular le permite abrirse a otras categorías de pensamiento, que en Occidente quedaron refu-giadas en las artes y en pensadores aislados, pero dejaron de hacer-se presentes en la vida cotidiana. Desde luego, esta profundización llevaría a Kusch a avalar los movi-mientos históricos a favor del ame-ricanismo, sin confundirse con el indigenismo, que implica un tipo de recuperación basada en lo social, en la legitimidad del excluido para reclamar su pertenencia a la “civili-zación”. La legitimidad surgía para Kusch de la defensa de una cultura propia, valiosa y aun necesaria en la crisis de postrimerías de la civi-lización occidental. Es interesante constatar que en esa interiorización del pensamiento del hombre del altiplano, que se apoya en una captación del lenguaje y los símbolos, resurgen verdades olvi-

dadas, modos de relacionarse con el mundo, con los otros, con Dios, que pertenecen al hombre, más allá de las fronteras. Es un pensamien-to básico, universal, olvidado por el hombre moderno aunque forma parte de su ser antropológico. En el hombre popular descubre Kusch una actitud próxima a la

Rodolfo Kusch, cultura e identidad del ser americanoPor Graciela Maturo (*)

Kusch hace una crítica profunda a la mentalidad que ha propuesto a la ciencia como paradigma del conocimiento

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vida, respetuosa del orden cósmico, rela-cionante de lo humano y lo divino, actitud francamente contrapuesta a la consideración racionalista que hace del mundo un mundo de objetos sin significación propia, no inte-

grados al hombre. Kusch hace visible la mentalidad propia de la modernidad occidental, extendida en las capas medias de la sociedad, que poco a poco se han visto inficionadas de pragmatismo y consumismo. En los pueblos tradicionales se hace presen-te con distintos matices una fuerte relación de pertenencia al mundo, que se vincula a la idea de amparo y a la noción de germina-ción; ese sustrato, anterior a toda forma re-flexiva, es designado por Kusch como “estar”, traducción de la voz aymara Utcatha. Lo más próximo a ello en la filosofía europea sería, a mi juicio, la categoría del Da-sein (“ser-ahí”), palabra que Heidegger ha tomado del alemán popular, pero no se trata exactamente de lo mismo. En la filosofía europea, señala Kusch, el ho-rizonte vital resulta en definitiva incorpora-do también como concepto, en tanto para el hombre popular americano es vivido como símbolo, como un “pensamiento seminal”, in-discernible de la vida, que impregna a ésta en todas sus manifestaciones. Ese pensamiento se halla más próximo de la noción de sabidu-ría que de la filosofía en un sentido moderno. Kusch ha rastreado esa actitud también en los sujetos populares de la sociedad urbana, que deambulan desgajados de su raíz cultural; lo que en el sujeto popular del altiplano aparece como presencia y plenitud, en el hombre de

la ciudad fragmentada asoma como vacío y nostalgia, por ejemplo en el tango y en otras expresiones de la vida popular. No usaba la expresión “cultura latinoameri-cana”, prefería “cultura americana” sin más, por considerar que América sólo marginal-mente pertenece al anglosajón. Su centro, para él, se halla en los pueblos mestizos que han mezclado sus culturas originarias con la del español, el cual ha sido a su turno un mes-tizo, marginal a la Europa occidental. Kusch hace una crítica profunda a la men-talidad que ha propuesto a la ciencia como paradigma del conocimiento, y cuyo rasgo dominante ha sido, a partir del siglo XVI, una dicotomía cada vez mayor entre sujeto y obje-to. Esta corriente ha producido la relegación, cuando no la negación absoluta, del sujeto, de la persona humana. No se trata ya de un su-jeto disminuido en su relación con el cosmos o lo sagrado, sino a la inversa, de un sujeto convertido en objeto, uno más en el “patio de los objetos”, como le gustaba decir a Rodolfo tomando una expresión de Nicolai Hartman. En Occidente, la revolución industrial y su se-cuela posindustrial habían traído el predomi-nio de la técnica, que a su vez imponía nuevos modelos mecanicistas de conocimiento. La razón crítica, unida al sentimiento de poder, desgajó al hombre de su origen y destino. Para

el intelectual moderno la realidad es algo que se da en un “afuera”. Las ciencias sociales –cuyo proyecto había rechazado Husserl desde los comienzos del siglo XX hasta su muerte– venían a imponer su óptica descriptiva y sus criterios modificadores, sobre la destrucción

La razón crítica, unida al sentimiento de poder, desgajó al hombre

de su origen y destino

Había que empezar de nuevo, decía, acceder a una sabiduría de vida para una etapa diferente

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de la filosofía y –agregaríamos nosotros– de la “literatura”, que es también un modo de pensamiento. Los modelos del hombre occidental serían tomados sucesivamente de las ciencias empí-ricas, de la matemática, o del mundo técnico mecánico. Frente a ello la visión humanista, en su variante popular, retoma la unidad del conocer y rescata asimismo la dignidad del hombre en cuanto sujeto dotado de en-tendimiento. Percibir la destrucción cultural imperante en las grandes ciudades condujo a Rodolfo Kusch –Günther, como lo llamaban algunos amigos– a retirarse en el Noroeste ar-gentino, abandonando la vida universitaria por una vida simple, al lado del humilde; su tarea sería desde entonces escuchar al “otro”, relegado en nuestra cultura nacional. Esa escucha del hombre popular olvidado por la soberbia ilustrada y el progresismo mecánico

permite a Kusch el descubrimiento de nuevas categorías de pensamiento que son, por otra parte, inherentes a todo hombre. Se hace ne-cesario ese acto de desnudamiento para re-descubrir lo olvidado. Había que empezar de nuevo, decía, acceder a una sabiduría de vida para una etapa diferente. Nos señala Kusch en el indígena cierta re-nuencia a reconocer “objetos” separados del hombre, y una continua tendencia al relacio-namiento de las cosas con el sujeto que las vive y piensa. “Para el indígena no hay cosas propiamente dichas sino que ellos se refieren siempre al aspecto favorable o no de las mis-mas”. Su atención no se fija en los objetos sino en un mundo de aconteceres y relaciones, de

signos y símbolos; un universo que pasa por el filtro de la conciencia y que brinda a ésta la posibilidad de desplegar escalas de compren-sión. Comprender e interpretar –tal lo que algunos de nosotros hemos enfatizado en nuestras clases, siguiendo a Kusch– es siempre para la mente popular más importante que describir y analizar (útiles en actividades específicas, pero no aplicables a la vida). He ahí el porqué de la legitimación del punto de vista de Kusch para la comprensión de la cultura americana en sus estratos más genuinos e irreductibles, menos colonizados por las modas o las ideolo-gías. Sin ignorar la presencia activa de otros elementos, siempre será superficial detenerse puramente en ellos ignorando un estrato an-terior y permanente del hombre y la cultura. Atender a ello o relegarlo será en definitiva el fruto de una decisión cultural. Kusch nos propone el alejamiento (parcial o momentáneo, diríamos nosotros, ansiosos de moderar y unificar opuestos) del discurso eu-ropeo moderno en actitud que comporta un

Su invitación a captar libremente la realidad de la América del Sur, venciendo el miedo a ser nosotros mismos

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rechazo del imperio de los objetos y de la cosi-ficación humana, un llamado a la superación de la horizontalidad de las ciencias sociales, y sobre todo una apelación a la vida espiritual.

Su invitación a captar libremente la realidad de la América del Sur, venciendo el miedo a ser nosotros mismos, es mucho más que una invitación a desbrozar un ámbito de trabajo; se trata de un gesto liberador que convoca al redescubrimiento de la identidad americana, hoy negada, distorsionada o manipulada de

diversas formas. No confundamos el mensaje de Kusch: no hizo una apología del subdesarrollo, pero tampoco se propuso recuperar al indígena o al mestizo para librarlo de su condición e in-corporarlo al tren del desarrollo. No lo preocu-paba tanto la “inclusión” como el respeto. Se trata del respeto a la cultura del otro, sin cuya presencia en el diálogo no podemos ha-blar de una cultura integral y auténtica. Ese gesto instaurador de sentido sigue teniendo respuesta en el ámbito de la filosofía y de los estudios culturales. Son muchos hoy, en Amé-rica y en Europa, los estudiosos de la filosofía y la cultura que descubren el pensamiento de Rodolfo Kusch, este maestro que se refugió en la Puna argentina.

No lo preocupaba tanto la “inclusión” como el respeto

BUSCADOR DE LA ESENCIA DE AMÉRICA

(*) Graciela Maturo es escritora, doctora en Le-tras, profesora universitaria (UBA, UCA, USAL, UNCU, UCES, Instituto Franciscano) y ha sido investigadora principal del Conicet. Es recono-cida en el país por sus numerosas publicaciones y también por haber dirigido centros de estudio, colecciones editoriales y volúmenes de una co-rriente de pensamiento que se ha caracterizado por su defensa del pensamiento poético. La Uni-versidad Cecilio Acosta de Venezuela ha publica-do en el año 2009 una edición completa de su poesía (1958-2008).

“La obra de Kusch es el esfuerzo de un original filósofo-antropólogo por contactar con la esencia de América”, afirma Carlos Martínez Sarasola. Günter Rodolfo Kusch, nació en Buenos Aires y eligió para vivir el final de sus días el pueblito de Maimará, en Jujuy. Filósofo prolífico e investigador incansable, realizó profundos trabajos de campo que plasmó en libros como La seducción de la barbarie: análisis herético de un continente mestizo, América profunda, Indios, porteños y dioses, El pensamiento indígena y popular en América, y Geocultura del hombre americano.

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Los paisajes imponentes y el enorme patrimonio cultural que habita en la Quebrada de Humahuaca son su fuente de inspiración. Carlos Antoraz es un arquitecto jujeño que ha logrado concebir un estilo de construcción que, además de aprovechar los adelantos de la modernidad, busca revalorizar culturas ancestrales y mantener la armonía con el paisaje y con el clima de la zona. Sus 35 años de trayectoria se traducen en más de 15.000 metros cuadrados de construcciones realizadas en adobe, que se han convertido en residencias unifamiliares, posadas, restaurantes y hoteles. Son edificaciones realizadas con

el apoyo de su equipo, que trabaja tanto en Jujuy como en otras provincias de la Argentina. Su modelo se puede resumir como la revalorización de los conocimien-tos de la cultura andina, pasada por el tamiz de la arquitectura y perfec-cionada con adelantos modernos, lo que culmina en construcciones con una fuerte impronta autóctona. En este entramado, rescata oficios que habían caído en el olvido y que hoy contribuyen a la actividad de la mano de obra local. “Cartucho”, como lo apodan amigos y familia-res, hace que los habitantes y los materiales de la región andina sean verdaderos protagonistas. El reco-nocido arquitecto nos introduce en

su filosofía de trabajo. –¿Cómo define su manera de conce-bir la arquitectura?–Siempre consideré que lo más im-portante, en primera instancia, en una obra de arquitectura es el res-peto por el hombre. Luego, el respe-to por el paisaje y el entorno. –¿Y el tipo de arquitectura que realiza? –El modelo de arquitectura regio-nal está influenciado por la región andina, área a la que pertenezco. Esta zona, conformada por el Alto Perú, Bolivia y el Norte argentino, tiene una fuerte impronta de la cul-tura incaica. Nació en San Salvador de Jujuy, pero el destino hizo que Carlos Antoraz viviera en Purmamarca durante

DISEÑOS DE LA TIERRATestimonio para una arquitectura regional

Su inmensa obra se destaca por el respeto al hombre y al paisaje que habita. Carlos Antoraz es un reconocido arquitecto, con más de 35 años de trayectoria, que desarrolló un estilo que conjuga la modernidad con la revalorización del patrimonio cultural.

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veinte años, una época que aprove-chó para descubrir no sólo la belleza del paisaje natural, sino particu-larmente a las personas y al lugar que habitan. De ellos aprendió las técnicas artesanales que emplea en sus trabajos, con los que rescata una tradición constructiva susten-tada por materiales primarios.–¿Cómo logró integrar la cultura an-dina en sus construcciones?–Esta cultura está incorporada y continúa vigente en las poblacio-nes que habitan el área de la Que-brada de Humahuaca. Estos habi-tantes me ayudaron a descubrir las bondades y las maravillas de sus construcciones, sin renunciar a los aportes del siglo XXI. Mucho

tienen que ver ellos en las propues-tas que ejecutamos, ya que aprendí técnicas de la construcción, de la música y la gastronomía. Pero tam-bién fue algo positivo para ellos, ya que encontraron una nueva forma de revalorizar lo que hacían sus abuelos. –Entonces se puede decir que fue una creación conjunta, donde am-bos aportaron lo propio para conce-bir la arquitectura regional.–Sí, por supuesto. Además, este re-descubrir fue un disparador que motivó un nuevo auge con los ar-quitectos jóvenes. Atraídos por lo que estábamos haciendo, muchos de ellos pasaron por el estudio, lo que provocó una tendencia o carac-

terística que hizo que se enriquecie-ra la arquitectura jujeña. Lo mismo ocurrió con el equipamiento y el mobiliario. Nuevos diseñadores pudieron incursionar en el dise-ño de muebles y objetos, que luego expusieron en salones y ferias del mundo.–¿Cuáles son los materiales que em-plean?–El adobe, la caña, la piedra y la madera son los materiales básicos. Cada uno de ellos tiene sus secre-tos y bondades. Conocer los mate-riales de la zona también fue un aprendizaje. Había mucha investi-gación previa. Nosotros aplicamos los conocimientos y los llevamos a la práctica. En este punto, los habi-

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tantes de la zona vuelven a escena y aportan su sabiduría. El contacto con ellos, los materiales y la natu-raleza, me ayudó a sentir profunda y apasionadamente la nueva pro-puesta arquitectónica.Trabajar con adobe es la especia-lidad de Antoraz, y se puede decir que es un militante de este mate-rial y alienta a que otros arquitec-tos lo adopten. Las cualidades del adobe son diversas: es excelente aislante térmico tanto para el calor como para el frío, es tan resistente como el ladrillo y la piedra, con una óptima terminación y cimientos adecuados actúa como un papel secante ante la humedad. Incluso, el torteado de barro aplicado a los techos es una de las técnicas re-valorizadas. Para protegerlo de la humedad, el mayor enemigo del barro, se introducen polímeros y membranas, pero conservando el adobe como principal componente. –¿Se considera un pionero?–No, pero estoy seguro de que nues-tras obras no pasan desapercibidas. Éstas fueron los ejemplos y mues-tras para que clientes de distintas

provincias, como Buenos Aires, Córdoba, San Juan, Tucumán, Salta y todo Jujuy, creyeran en nuestra arquitectura. Observar algunas de las construc-ciones de Antoraz brinda un claro testimonio de su obra. El adobe se enlaza con la madera de álamo, el cardón, los tientos, la caña y la pie-dra. A esto se suma la abundancia de vidrio, lo que les da la bienveni-da a los majestuosos paisajes para que ingresen sin permiso. La luz natural se filtra por los entramados de caña, lo que aporta una cuota de calidez a los ambientes e ilumina los telares que decoran las paredes. El bordó, el amarillo, el ocre, el na-ranja y el marrón son los tonos pre-dominantes. Son los colores de la Quebrada.

Martina IntronatiFotos: Gentileza Estudio Antoraz

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GENTE DE LA TIERRA

Tras un camino polvoriento aparece de repente un valle fértil con campos cultivados entre las laderas coloridas de los cerros. Allí, en una tierra inundada de silencios, que muchos conocen como “El Valle Escondido”, convive la comunidad indígena Ocumazo. En plena zona de la Quebrada, a unos 18 kilómetros al este de la ciudad de Humahuaca, sobre la vera del río Calete, 36 familias descendientes de omaguacas se afanan en mantener los valores, las tradiciones y las costumbres de sus ancestros, aun sabiendo que no pueden negarse

rotundamente a la modernidad. En Jujuy hay cerca de 160 comuni-dades indígenas y trece ya se han integrado a lo que se denomina “Red de Turismo Rural de Base Co-munitaria”, con el apoyo del gobier-no jujeño. Hornaditas, Espejo de Sal y Ocumazo son algunas de las más destacadas. Abren sus puertas al vi-sitante permitiendo vivir de cerca el día a día de su cultura, conocer sus paisajes, degustar sus comi-das, realizar caminatas, participar de elaboración de quesos, cosecha de miel, talleres artesanales, com-partir costumbres y tradiciones. Es

una actividad complementaria al cultivo y a la cría de animales y los motiva básicamente un objetivo: vencer el desgarramiento que les produce que sus chicos se alejen de la ciudad para estudiar o trabajar y poder brindarles oportunidades para quedarse y que deseen volver. Ocumazo ocupa unas tierras de al-rededor de cinco kilómetros de lar-go, paralelas al río Calete, y casi tres kilómetros de ancho. Viven en ca-sas de ladrillos de adobe y techos de chapa. En un paisaje bordeado por cerros y cardones hay un puesto de salud, un centro comunitario, una

COMUNIDAD INDÍGENA OCUMAZO

Un valle escondido bajo el sol

Valores, costumbres y una forma de vida ligada a la tierra en un valle escondido donde la gente aún piensa más en la comunidad que en sí misma. Hace dos años se abrió al turismo como actividad complementaria para que los jóvenes no tengan que migrar a la ciudad.

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capilla y una escuela primaria para los chicos; cuando crecen deben se-guir la secundaria en la ciudad. Raúl Choquevilca nos recibe en su casa, con un atractivo parral y el pa-tio que oficia como lugar de encuen-tro. Isabel, su mujer, está preparan-do charqui y pronto elaborará una comida que refleja por sí sola la vida natural: lomo de llama, papas andi-nas y diferentes tipos de choclos, un menú de un sabor tan exquisito que no requiere sal ni ningún otro con-dimento.

Raúl, junto a Daniel Argamonte, son los responsables de atender a los turistas. Recién hace dos años decidieron en asamblea optar por esta actividad. La idea de abrirse al turismo, afirma Daniel, “es seguir haciendo lo que venimos hacien-do ancestralmente y sobre todo en invierno, cuando está parada la actividad agrícola. Queremos mos-trar nuestra cultura a quien esté dispuesto a conocerla con respeto, bajo esa condición”. Y esa cultura se refleja principalmente en la forma

de vida que llevan, en la calidez y la gran cordialidad que muestran en el trato con la gente, en sus creencias ancestrales y, por supuesto, en sus costumbres.

CONCEPTO COMUNITARIO

“Siempre pensamos en conjunto; si vas a sacar un recurso tiene que ser para todos. Si vamos a hacer un ca-mino, un canal, tiene que ser para todos. Desechamos el individualis-mo, no lo fomentamos para nada, somos una comunidad”, explica Raúl. Y un ejemplo claro de esto es la recuperación de las mingas, siembras colectivas que realizaban sus abuelos. Isabel cuenta que en septiembre se juntan todos para sembrar en las tierras de una casa y después en otra hasta completar las de todos los vecinos. Se susten-tan con la cría de animales, llamas principalmente, y con el cultivo –sin agroquímicos ni fertilizantes artificiales– de maíz, papa, cebolla zanahoria, quínoa y algunas fru-tas como durazno, manzana, uva y pera, entre otros. También se de-dican a la actividad apícola. Poco más de la mitad de los habitantes de Ocumazo tienen residencia per-manente, los otros realizan trabajos agrícolas de temporada en diferen-tes regiones o cumplen distintas la-bores en la ciudad de Humahuaca.El concepto comunitario se amplía también en el contacto que tienen con gente del exterior. Participan activamente de las ferias camba-lache y las ferias de semillas, don-

PUEBLOS ORIGINARIOS

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de además del trueque también se comparten conocimientos, que se realizan bajo la organización de Red Puna, una institución que integran muchas comunidades originarias. Son espacios generados para un fructuoso intercambio, donde cada uno brinda lo mejor de su terruño y recibe lo de los demás.

CREENCIAS Y CEREMONIAS

El amplio salón comunitario de Ocumazo es testigo de las decisio-nes colectivas. Construido con piso de cemento y techo de zinc, mide unos doce metros de ancho por veintidós de largo y tiene una am-plia cantina. Ahí se reúne mensual-mente la gente de la comunidad para debatir, pero también para disfrutar celebraciones sociales. A pasos del salón tienen un lugar sagrado donde realizan la ceremo-nia de la Pachamama. “La cultura ancestral se mantiene, todo ronda alrededor de la Pachamama –ex-plica Daniel–, la casa la hacemos con la tierra, lo que comemos viene de la tierra, y muchas ceremonias rondan los ciclos que tiene la tierra. Nuestra cosmovisión y todas las ce-remonias tienen que ver con la re-lación de Mamá Tierra y Papá Sol”. Las ceremonias en Ocumazo en rea-lidad son algo cotidiano. “Antes de comer primero convidamos a la Pa-chamama –cuenta Isabel–. Cuando salimos decimos ‘Pachamama, que me vaya bien hoy’. O ‘que la Pacha-mama te cuide’, es el saludo para desearle bien a alguien”.

AUTOSUSTENTO Y ECOLOGÍA

En cuanto al trabajo en el campo dentro de la comunidad, Raúl ex-plica que producen principalmente para cubrir sus necesidades básicas para todo el año. “Sembramos maíz para todo el año –dice–; nuestras

frutas las deshi-dratamos y las c o n s e r v a m o s , nuestro ganado también, des-hidratamos la carne y la con-servamos. Pero siempre pensamos en un exceden-te porque hay gastos que atender, como la salud de nuestros hijos, la educación, un medio de transporte que sí o sí hay que pagar, por eso cuando no tenemos éxito con un excedente nos vemos muy limita-dos”. No hace falta explicar que por sus creencias el cuidado de la tierra es algo natural para ellos. “Des-echamos el monocultivo –describe Raúl–; sembramos de todo porque consumimos de todo. También des-echamos la ganancia agresiva que no respeta el ambiente. De qué vale que produzcamos en gran cantidad afectando los suelos o los cauces de los ríos; hay otros seres que tam-bién necesitan vivir y tenemos que pensar también en ellos, no pode-mos agotar los recursos naturales y pensar sólo en nosotros”.

LA ESCUELA Y EL DESPUÉS

El silencio se rompe con las risas y los gritos de los chicos que juegan. Tienen entre 4 y 13 años y dan vida a la Escuela 301 de Ocumazo, dirigi-da por Sebastiana Vázquez. Paulino González y Sonia Carillo completan el equipo de maestros que brindan educación a los chicos. Aprenden técnicas agropecuarias y tiene un invernadero donde plantan toma-tes, acelgas y frutillas. Sonia señala –y la directora asiente– que el obje-tivo es “enseñarles a desenvolverse en todo ámbito, para que puedan resolver problemas y puedan rela-cionarse no sólo en la comunidad, sino con otros entornos”. Una vez que terminan el colegio, deben ir a

la ciudad de Humahuaca a seguir el secundario o la capital de la pro-vincia para estudiar una carrera. Es algo que se viene repitiendo hace años en Ocumazo, y el resultado muchas veces es devastador para las familias. Los chicos no regresan. Por eso saben que la modernidad va produciendo cambios que los afec-tan. “Lamentablemente nosotros también vamos cambiando, hay muchas cosas que se van perdien-do –explica Daniel–. La luz eléctrica antes no existía, ahora están la ra-dio y el televisor, y por todas las co-modidades que se ven en la tele, al no estar acá, los chicos cuando van a hacer el secundario en la ciudad ya no vuelven”. Isabel y Raúl tienen justamente a sus tres hijas (de 17, 18 y 24 años) estudiando en San Sal-vador, como otros padres de la co-munidad. El tema de los hijos es sin duda el más sensible. Isabel se quie-bra cuando habla. “Estoy viviendo en carne propia y estoy peleando para que esto no desaparezca, para que ellos tengan un lugar para vi-vir. Mis padres dicen ‘yo he visto a esta tierra, yo amo a la tierra y nece-sito que se mantenga esto, el lugar de nuestros abuelos’, y así les hablo a mis hijas. Ellas están muy atrapa-das por la ciudad y la modernidad, pero tengo esperanzas”. Esa misma esperanza la tiene toda la comuni-dad Ocumazo y muchos pueblos originarios que buscan recuperar su identidad cultural y poder vivir sus vidas como lo hicieron siempre, ligados a la tierra, a esa tierra que consideran tan sagrada como para darle el nombre de madre.

GENTE DE LA TIERRA

Pablo García LastraFotos: José Luis Raota

GENTE DE LA TIERRA

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Cerca de diez mil años de historia recorren los 120 kilómetros por los que zigzaguea la majestuosa Quebrada de Humahuaca. Figuras misteriosas grabadas en rocas, an-tiguas terrazas de cultivo, restos de pucarás y de cementerios indíge-nas, capillas coloniales, ceremonias y peregrinaciones, son elementos que reflejan cómo el tejido del tiem-po fue mezclando la cultura nativa con influencias andinas, europeas y criollas. Hoy muchos descendien-tes de pueblos originarios, tanto en Jujuy como en otras provincias, viven un proceso de recuperación de sus raíces, especialmente de su espiritualidad y su visión del mun-do. Es el caso de Tupac (Oscar Ariel Flores), profesor de historia y guía de turismo en Tilcara. Desde los 17 años se incorporó a esa búsqueda, por lo que recibió, de una comuni-

dad indígena omaguaca, su nom-bre Tupac, que lleva con mucho orgullo. De rotundos rasgos collas, muy afable y con excelente domi-nio del lenguaje, Tupac hace un pro-fundo análisis de las formas y los significados de las ceremonias an-cestrales, así como del sincretismo

religioso y cultural que se produjo con la colonización. En realidad, se-gún Tupac, primero fue un proceso de imposición sobre las culturas au-

tóctonas y luego hubo otro proceso en el que se logró cierto equilibrio. Cuenta que por eso hoy “todas las expresiones religiosas cristianas están muy embebidas con algún tipo de ceremonias donde conver-gen el mundo cristiano y los pue-blos originarios”. De hecho, afirma que la mayoría de las personas que viven en la Quebrada son cristia-nas. Tupac, en tanto, se autoafirma como perteneciente al pueblo colla, descendiente de omaguacas.

RELIGIOSIDAD Y ESPIRITUALIDAD

Tupac explica que hay una diferen-cia sustancial entre los conceptos de espiritualidad y religiosidad. “Mientras la religiosidad está rela-cionada con el cristianismo –dice–, nosotros entendemos que la espi-ritualidad tiene que ver con una

Mundo sagradoRECUPERACIÓN DE LA CULTURA ANDINA

A partir de la sabiduría que transmiten los amautas, o sabios orientadores, en muchas comunidades originarias buscan reconstruir la identidad de su tierra. Tupac, descendiente de omaguacas, comparte la visión de sus creencias ancestrales.

La cosmovisión andina parte de la

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relación más directa con la naturaleza”. Admite que en la Quebrada se ha perdido muchísimo de la cultura antigua: “No tene-mos lenguas originarias pero, como dice el profesor Maidana, hay algo genéti-co que hace que nosotros no perdamos nuestras raí-ces, y por otro lado está el constante aprendizaje que hacemos. La cosmovisión andina parte de la concep-ción de que el agua, el aire, la tierra y el sol generan la vida. A partir de esto –sos-tiene– todo lo que tiene que ver con las ceremonias que se hacen en el mundo andino está relacionado con los cuatro elementos. Y estos elementos también dan origen a la chacana, la cruz cuadrada y, por otro lado, están relacionados con la wil-pala, el emblema de los pueblos ori-ginarios. Ambos representan una síntesis del mundo andino y trans-miten el conocimiento que tienen los abuelos”. A continuación se pue-de leer una síntesis de los conceptos de la espiritualidad andina en la voz de Tupac. Pacha: Tiene distintas significacio-nes; es una de las palabras más an-tiguas que tienen el quechua y el aymara: por un lado Pachamama es madre tierra, pero Pacha, en la unión de las diagonales de la Cha-cana, también es el origen, y Pacha-cuti es tiempo de cambio. Por eso Pacha no significa lo mismo. Para nosotros a partir de la Pacha está todo, es el principio y el fin de todas las cosas y es la única que está equi-librada; nosotros vivimos en una dualidad, en una lucha constante por el equilibrio.Comunidad y reciprocidad: Todo ri-

tual del mundo andino dura varios días y tiene un trabajo previo que es comunitario, un movimiento de in-tegración donde todos preparamos la comida, la chicha, las ofrendas. Por eso lo más rico en las ceremo-

nias tiene que ver con lo comunita-rio y con la reciprocidad. Ceremonias y calendario agrícola: Las ceremonias las encabezan los amautas, que son abuelos, sabios orientadores. El Inti Raymi, la Pa-

chamama y el Capac Ra-ymi son las que marcan el calendario agrícola, las de más convocatoria. La Pachamama: Se rea-liza en agosto porque es el mes más fértil para poder fecundar a la tie-rra y tiene que ver con la fertilidad, con juntar lo masculino y lo femeni-no, la tierra y el cosmos, el poder descubrir cómo nos va a ir y qué vamos a producir, y por otro lado también tiene que ver con sintetizar los cua-tro elementos; todo esto produce la vida. Inti Raymi: Significa fiesta del Sol y lo que se hace en el hemisferio sur es respetar cuando cambia de posición el planeta. Cuenta la le-

yenda que el Sol se enoja con los hombres porque no cumplimos con nuestras obligaciones para con la naturaleza. Por eso se hace un ri-tual con una fogata que representa al Sol, ayudamos al Sol en la noche más larga reflexionando sobre todo lo que hicimos mal, y el fuego nos va purificando. Cuando sale el sol de la mañana es el renacer de la vida, y empezamos un nuevo ciclo vital, aparte del agrícola, purifica-dos y agradecidos.¿Politeístas?: Nosotros no nos consi-deramos así, porque no creemos en Dios, entonces no podemos ser poli-teístas. Establecemos una relación como parte de la naturaleza, pero como hermanos menores. Ofrendas: Hacer una ofrenda tiene que ver con juntar lo masculino y lo femenino para generar vida. Transmisión oral de la sabiduría: Uno se pregunta por qué no escri-bimos la sabiduría que transmiten

Nosotros decimos que cuando uno muere, no es que

vamos al cielo o al infierno, sino que

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los abuelos. Por dos razones: la es-critura genera verdades absolutas, por lo tanto dogmas, y los dogmas generan conflictos. Y otra es que si estuvieran esos libros no harían falta los abuelos. Sincretismo: Un ejemplo da una idea del rol de la Iglesia: en la Que-brada todos los pueblos tienen cru-ces en sus cerros. Nuestra gente es muy creyente y cuando hay algo que no puede resolver con la me-dicina occidental o con sus creen-cias cristianas, siempre va a ver al abuelo, al curandero. ¿Y qué es lo primero que le va a decir?: que se reconcilie con lo más sagrado, que es la Pachamama, y con el pasado. ¿Y dónde está el pasado?, en la mon-taña. Cuando los españoles prohi-bieron los rituales sacaron todo. Las piedras que para nosotros tienen una significación y tienen vida propia, no las pudieron sacar. No se pudieron llevar ni las montañas ni los ríos, por eso la Iglesia construyó santuarios en la montaña. Es una forma de imposición. Los indígenas hacían las iglesias pero ahí ponían sus cosas sagradas, entonces el cura

estaba contento porque daba la misa y los indígenas también, y se lograba un equilibro.El culto a los muertos: En el mun-do andino noviembre es el mes de los muertos. Nosotros decimos que cuando uno muere, no es que va-mos al cielo o al infierno, sino que nos transformamos en energía, no morimos. Este mes se produce una relación mucho más directa con los antepasados. Por eso no sólo da la posibilidad de revalidar tus oríge-nes, sino que están vivos, por eso se habla, se baila y se celebra. Pachakuti: Hablamos de los nuevos tiempos; la chacana está dividi-da en cuatro ciclos: los del agua, el aire, la tierra y el fuego. Ahora es-tamos por entrar al quinto ciclo, el Pachakuti, tiempo de cambio. Des-de nuestra concepción los últimos quinientos años fueron negativos, no sólo para los originarios, sino también para la humanidad. Ahora vamos a empezar quinientos años positivos, pero van a hacer falta cambios más profundos.Diferencia: ¿Qué nos diferencia de la cultura occidental básicamente?

En la cultura occidental hay dos conceptos respecto de los medios de producción, y la tierra es el más importante. En el liberalismo, pro-piedad privada; para el comunismo o socialismo, propiedad del Estado o propiedad social. Nosotros decimos que somos parte de la tierra, no so-mos dueños, ni privados ni sociales, sólo somos parte. El ser humano: En el concepto de la dualidad, la gente nuestra no anda a caballo, siempre camina, porque dicen nuestros abuelos que noso-tros somos los hermanos menores, somos los últimos que existimos en el planeta y nos dieron la respon-sabilidad de cuidar el equilibrio. El ser humano es la garantía del equi-librio entre la tierra y el universo. Y hoy por hoy se está recuperando la búsqueda de espiritualidad y nues-tra responsabilidad de rescatar y proteger al planeta, ésta es la tarea que tenemos como seres humanos.

Pablo García Lastra

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CURACIÓN ANCESTRAL

Ya en 1882, el científico J. Hieronymus revelaba en su obra que el té de rica-rica era ideal para las indigestiones y dolores de estómago. Así lo confirmaban desde hace tiempo las prácticas de la medicina tradicional de los habitantes de la Puna, tanto del noroeste argentino como de Bolivia. Su nombre científico es Acantholippia sal-soloides Griseb y pertenece al género de las verbenáceas, pero comúnmente se la conoce como rica-rica. Es un arbusto aromático con ramas espinosas, decorado con flores blan-cas, y su altura no supera el metro y medio. Su hábitat natural es el sur de Bolivia y en la Argentina se desarrolla en Jujuy, Salta y Ca-tamarca. Crece en las laderas de cerros y que-bradas de la zona puneña, en suelos salobres, entre los mil y dos mil metros de altura. Por su alto valor digestivo fue y es empleada por estos días por las comunidades collas de la región como infusión, para combatir el res-frío y problemas estomacales. Aún hoy, la rica-rica circula en Jujuy y no sólo entre los habitantes de la Puna. Su influen-cia ha llegado a las ciudades de la provincia, donde se la incorporó para saborizar el mate y para la elaboración de licores artesanales con las hojas.Además de los usos medicinales de esta planta, aunque con menor intensidad, están los aromáticos. Los tallos y las hojas se em-plean para aderezar mistelas y para elaborar el maíz puymado. Esta preparación consiste en hervir las mazorcas del maíz de variedad chullpi con hierbas aromáticas nativas, para luego secarlo al sol, tostarlo y consumir los granos. La ingeniera agrónoma y profesora de la Universidad Nacional de Jujuy Nilda Vigna-

le comenta que “el hombre andino utiliza de manera sostenible esta especie y todas las que integran su entorno. Esto quiere decir que toma las partes de la planta que necesi-ta para atender sus necesidades de salud sin afectar su desarrollo. En este caso, se emplean las hojas y ramitas jóvenes, de modo que la planta puede ser utilizada sin que ello afec-te su normal distribución”. En el laboratorio trabajan diversos aspectos de botánica y de documentación de usos, con el propósito de contribuir a mantener vigentes los saberes tradicionales. Lo cierto es que la rica-rica, al igual que tantas otras plantas que abundan en Jujuy, presenta virtudes para la salud y continúa formando parte de las prácticas tra-dicionales de la medicina popular de los pue-blos originarios.

Rica-RicaDesde hace muchos años, la rica-rica es una aliada del hombre andino por sus numerosos beneficios para combatir algunas

afecciones de salud.

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GENTE DE LA TIERRA

La naturaleza acompaña el crecimiento del hombre. Los antiguos recibieron y dejaron plasmados en diferentes señales y labores (o ñimin) escritos que nos recuerdan las enseñanzas del principio de la creación. Cada uno guarda valores milenarios que podemos descubrir en la memoria que heredamos y en los sentimientos más sensibles. Escuchemos el Lenguaje de los Vientos para irradiar la emanación de la fertilidad. Con toda humildad y respeto a todos los hombres de la tierra.

HULLOZ (CARACOL)

La escritura que está en el tejido nos recuerda el andar del caracol. Así como éste va dejando una huella en el camino, nosotros los hombres también tenemos que dejar la huella en el andar de la vida. Debemos dejar una estela invisible de fertilidad en la memoria transmitida por los vientos. Lo más valioso sería irradiar en el idioma del silencio, en el espíritu, la fuerza de Newén que es la que produce el bienestar, los buenos pensamientos, los sentimientos, la acción y la esperanza. Lo hacemos de manera tranquila, despacio, como el andar de este animalito, para que la humildad avance a su debido tiempo, respetando al que está antes, así vamos transmitiendo la misma acción al que viene detrás.

Los tejidos indígenas transmiten la sabiduría de los antiguos a través de símbolos de la naturaleza. Un lonko mapuche acerca la profundidad de ese pensamiento sensible heredadoa través del arte.

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SABIDURÍA DEL ORIGEN

Si hablamos de la naturaleza, uno ve un árbol y siente un afecto na-tural de sentarse bajo su sombra, porque irradia algo que es la energía del bienestar que no se ve y alivia el descanso. Así podemos irradiar esa fuerza, ese Newén, no sólo en la palabra sino en la acción, en el pen-samiento y en todo trabajo que rea-licemos.Lo que perdura a lo largo de la vida son las buenas obras, las buenas intenciones para las generaciones venideras que reciben esa energía fértil. Ésa es la educación del prin-cipio que recibimos en la huella, el alimento que nos dejó el Gran Padre para fortalecer el equilibrio del sen-timiento, la bondad del corazón y la emanación del amor. Como un pa-dre que recoge el fruto de la tierra, lo carga en su bolso y lo lleva a lomo de caballo hasta la ruca (casa), y la ma-dre prepara ese alimento y se lo da al hijo. Esa bondad natural que no se ve, la recibe ese hijo cuando ali-menta su cuerpo. O como un maes-tro cuando saluda a sus alumnos. ¿Quién sabe lo que va en el sonido de la voz? Va el amor que tiene dentro del corazón. Eso es lo que vale, que reciban la buena enseñanza en el sentimiento, que transmite el maes-tro como un cariñito de energía que

recibe el cuerpo.Los padres, los maestros, los mayo-res, deberíamos guiarnos como lo hicieron los antiguos, aprender a dejar una señal, una memoria en el camino como el que deja el caracol que está escrito en los tejidos. Es la

fuerza de la fertilidad, de lo bueno, de lo sano. Ese buen pensamiento, ese buen andar, esa memoria, la va a recibir el que viene después. Ojalá podamos acercarnos y ali-mentar las raíces que cada uno tiene dentro del corazón, los valores ma-ravillosos, como saber escuchar a los mayores, porque a través de ellos continúa la memoria de la sabiduría de Futa Chao, la humildad y el silen-cio que transmiten el bien.Qué importante es alimentarnos con la energía de la luz que ilumina

el caminar, para tener el ánimo, la salud, la alegría, porque uno no sabe cuán-to tiempo nos van a pres-tar, cuánto tiempo vamos a trabajar en la tierra. Pero qué importante es hacer llegar lo que decían los abuelos, de que después de acá nos vamos a ver allá, y la maravilla que es saber que cuando un cuer-po queda y esa persona enriqueció en el espíritu, perdura en la memoria de las buenas obras y su espíritu continúa vivo.

Va a seguir haciendo cuando tenga ochocientos, novecientos y miles de años, nada más tenemos que creer.Ojalá podamos ser parte de Él y ha-cer el bien hasta el fin de los vientos. El hombre que deja el cuerpo hacien-do el bien acá en la tierra aunque no haya tenido premio humano, no muere. Ése puede hacer bajar un sueño a un ser querido para guiarlo, le puede dar ánimo y fuerza. No mi-remos si no tenemos respuesta aho-ra, porque lo que queda en esa me-moria nadie lo puede borrar. Nadie puede borrar la memoria del corazón de una persona cuando hace el bien. Esa energía es la que sostiene al uni-verso.

Si hablamos de la naturaleza, uno ve

un árbol y siente un afecto natural

de sentarse bajo su sombra, porque

irradia algo que es la energía del bienestar

(*) Recibió el mandato para represen-tar a la Comunidad Mapuche Linares, compartir la cultura ancestral y acom-pañar a los que reconozcan la herencia del principio que dejaron los abuelos. [email protected]

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1. (María Isabel) Apellido de una escritora tucumana, jujeña por adopción, autora de cuentos, poemas y co-plas inspirados en la quebrada de Humahuaca.

2. Localidad ubicada en el oeste de la provincia, a la vera de la ruta que une Purmamarca con Antofagasta (Chile).

3. Camélidos salvajes que viven en casi toda la provin-cia de Jujuy y el Noroeste argentino. Su piel es muy buscada para la confección de prendas finas.

4. Importante encuentro cultural, principalmente mu-sical, que se realiza en el mes de febrero en la ciudad de Humahuaca, que concita la atención de pobladores y turistas.

5. Pequeño pueblo puneño famoso por la realización en agosto de la Fiesta Patronal de la Señora de Asun-ción, durante la cual se desarrolla una corrida de toros.

6. Planta cuyo fruto es comestible y tiene forma de vaina. Luego de la caña de azúcar y el tabaco, es uno de los cultivos más importantes de Jujuy.

7. Sitio poblado de un tipo de árbol del cual en Jujuy hay un ejemplar histórico, cerca de Purmamarca, porque bajo su sombra descansó el general Manuel Belgrano.

8. Cualidad de duro.

9. Baños de aguas minerales calientes. Los más cono-cidos en Jujuy son los de Reyes.

10. Cría de la cabra, cuya carne es muy apetecida en Jujuy y el Noroeste argentino.

11. Típico producto comestible argentino, que se elabo-ra frito o al horno con una masa y con diferentes tipos de relleno salado o dulce.

12. Uno de los dos principales ríos de la provincia de Jujuy, que recorre toda la quebrada de Humahuaca.

13. Espíritu fantástico presente en todas las narracio-nes tradicionales. En Jujuy se cuenta que se esconde tras la roca solitaria puneña.

14. Importante ciudad jujeña ubicada en el extremo norte del país, en el límite con Bolivia.

15. Instrumento musical aerófono hecho con cuerno de vaca, muy utilizado en el carnaval jujeño.

16. Instrumento musical de cuerda muy empleado en la zona andina. Tiene cinco cuerdas dobles y su caja de resonancia es de caparazón de armadillo.

17. Terreno donde se cultivan plantas con fines orna-mentales.

18. Alimento a base de leche que se suele comer en Ju-juy como postre acompañado por miel de caña. Anual-mente tiene lugar una fiesta provincial con su nombre en la localidad de San Antonio.

19. Echando a alguien o irse precipitadamente de un lugar (en lenguaje coloquial y muy extendido en todo el país).

20. Planta muy cultivada en Jujuy cuyas abundantes semillas son comestibles.

Las palabras se forman con las siguientes sílabas:

A - AL - BAL - BIN - BRI - CA - CA - CA - CHA - CHO - CU - DA - DE - DE - DIN - DO -DO - DU - DUEN - EM - ER - FRI - GA - GO - GRAN - JAN - JAR - JOL - KUY - LA - LA - LLO - MAS - NA - NA - NO - ÑAS - PA - QUE - QUEN - QUES - QUI - QUIA - RA - RAN - RE - RRO - SA - SI - SUS - TA -TAN -TER -TO - VI -YA - ZA- ZE.

Soluciones en página 106

DefinicionesEn las columnas resaltadas se podrá leer una frase de una zamba muy conocida interpretada por Los Chalchaleros y Tomás Lipán, entre otros.

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Diagrama Criollo

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Palabras en el desierto

Entrevista a Héctor Tizón

Es uno de los escritores fundamentales de la literatura argentina de las últimas décadas. Alterna sus estadías entre la ciudad de Jujuy y Yala, un pequeño pueblo de trescientos habitantes en el que nació. Allí disfruta de la paz de las montañas y del tiempo para escribir.

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“La Puna, el desierto, más que un paisaje es una experiencia inolvidable”, dice Héctor Tizón. El escritor nacido en Yala, hace más de ocho décadas, conoce como pocos este lugar de montañas y silenciosos desiertos con colores de cielo puro.Siempre fiel en su obra a sus raíces y a su lugar en el mundo que eligió para vivir, el escritor alterna sus días entre el barrio Los Perales, en las afueras de San Salvador de Ju-juy, y su querida Yala, de trescien-tos habitantes, que se ubica a sólo quince kilómetros de la capital juje-ña, y que, como alguna vez dijo el escritor, está muy cerca del paraíso.“A lo largo de mi vida he tratado de huir de las ciudades, las más gran-des y pobladas son peores”, opina el autor de Fuego en Casabindo y de muchas otras novelas y cuentos que lo han convertido en uno de los escritores fundamentales de la li-teratura argentina del último me-dio siglo.

“El hombre se ha agrupado por te-mor. Junto a otros se siente prote-gido. Pero lejos de la naturaleza el hombre con el tiempo se pervierte. Los habitantes de las ciudades su-ponen que el paisaje de la campiña sólo es amable la mitad del año, pero para el ojo atento todo mo-mento del año tiene su propia belle-

za. Si somos atentos contemplamos hora tras hora un cuadro que no se vio jamás y que jamás se volverá a ver. Los cielos cambian a cada ins-tante”, expresa.A Tizón le gusta de Yala que puede encontrar tranquilidad y paz. Para el escritor “el tiempo transcurre de

la misma manera en todas partes, salvo que no nos afecta de igual modo”.Algunos problemas en la vista ha-cen que hoy se dedique más a dic-tar que a sentarse a tipear. Sin em-bargo, su costumbre de escribir en pequeños papelitos lo que observa, imagina o lo obsesiona se mantie-ne intacta.También sigue siendo un voraz lec-tor. Actualmente señala que está leyendo Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Ed-ward Gibbon, y los nueve libros de la historia de Heródoto.Además de su pasión por escribir y leer, Tizón cuenta que le encanta viajar. Suele ir a visitar a alguno de sus siete nietos que hoy viven repartidos por varias ciudades de Europa, y luego vuelve a refugiarse entre sus libros y los paisajes que conoce desde niño, junto a su que-rida esposa, Flora Guzmán.En Jujuy el escritor ha encontrado la inspiración para escribir gran can-

“A lo largo de mi vida he tratado de

huir de las ciudades, las más grandes y

pobladas son peores”

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tidad de obras que si bien reflejan el paisaje y las costumbres de la gente de su tierra, también se centran en los grandes temas universales: la vida, la muerte, el amor, el sentido de la amistad y el odio.Su primer libro data de 1960. Al cos-tado de los rieles fue publicado por primera vez en México, país donde vivió en sus tiempos de diplomáti-co. Allí conoció a uno de sus desta-cados amigos, el escritor Juan Rulfo.Al autor de Pedro Páramo lo recuer-da como un hombre de gran hones-tidad, que nunca buscó repetirse en sus obras. De aquellos años tam-bién recuerda el comienzo de una gran relación con el pintor argenti-no Antonio Seguí, a quien le dedicó el libro El viejo soldado. Dice que los dos amigos siempre están en su me-moria. “Ambos son para mí parte esencial de lo mejor de una época”, afirma.Es que para el escritor la amistad es sinónimo de felicidad. “La vida, la felicidad, el amor, son invalorables”, expresa el autor, quien señaló algu-

na vez que “los únicos paraísos son los perdidos. Nada es para siempre”.Tizón se considera un amante de la palabra, que aprendió a respetar de niño. Las ha usado para dictar sen-

tencias –ha llegado a ser juez de la Corte Suprema de Jujuy– y funda-mentalmente para narrar sus his-torias. “No conozco otra lengua que el español, balbuceo algunas otras pero no más de tres. El lenguaje, las palabras, son para mí emblemáti-cos”, sostiene.Cuando se le pregunta qué les reco-mendaría a los jóvenes que quieren dedicarse a la literatura no duda en responder: “No escribir ni publicar

nada hasta que lo hayan leído todo”.Hace poco tiempo, Tizón recibió un reconocimiento que lo ha enorgu-llecido más que muchos otros que obtuvo a nivel internacional: se inauguró un nuevo centro cultural en la ciudad de Jujuy, que lleva su nombre. Y, además, quedó formal-mente instituido el “Premio Hectór Tizón a la Cultura”, que se entregará cada 23 de mayo.Ha recibido gran cantidad de galar-dones y ha escrito otra gran canti-dad de libros. Pero su espíritu, sus ganas de seguir contando historias, no se detiene. “Siempre siento que hay algún libro que aún no he es-crito”.

Sergio LimiroskiFotos: José Luis Raota

“El tiempo transcurre de la misma manera en

todas partes, salvo que no nos afecta de

igual modo”

ENTRE LEYES Y LITERATURA

Héctor Tizón nació el 21 de octubre de 1929 en Yala, Jujuy. Estudió Derecho en la ciudad de La Plata y luego, en 1958, inició su carrera diplomática. En México comenzó su actividad literaria, al conocer a destacados escritores como Juan Rulfo, Ezequiel Martínez Estrada y Augusto Monterroso. Entre 1976 y 1982 vivió el exilio radicado en España. Fue ministro de la Corte Suprema de Jujuy. Recibió entre otros premios el de la Academia Argentina de Letras, el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores y del Fondo Nacional de las Artes; y la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y Letras en Francia. Entre la gran cantidad de libros que escribió pueden nombrarse A un costado de los rieles (1960), Fuego en Casabindo (1969), Sota de bastos, caballo de espadas (1975), La mujer de Strasser (1997), Tierra de frontera (1998) y El resplandor de la hoguera (2008). Actualmente prepara su último libro que llevará como título Memorial de la Puna, compuesto por cinco historias, dos de ficción y las demás verídicas, sobre personajes que habitaron la Puna. Entre estos particulares relatos Tizón incluirá uno sobre el mariscal Tito, que trabajó en la construcción del ferrocarril.

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UN HABITANTE DE LA FRONTERA (*)

Por Héctor Tizón Soy un habitante, un producto de la frontera, pero de una frontera rica y ambigua, creada en principio sólo por necesidades coloniales de mera administración, o sea artificiales y antojadizas. No existen fronteras pétreas, ni siquiera las basadas en fenómenos naturales.Las fronteras duras y difíciles de penetrar son las que el hombre crea –el Muro de Berlín, por ejemplo, o las levanta-das entre Estados Unidos y México o Israel y Palestina–. Las demás fronteras en lugar de dividir enriquecen. Quien nace y se cría allá tiene la cultura que podría llamarse propia pero también ajena. Las verdaderas fronteras sirven para convivir y no para apañar sentimientos belicosos, no crean chauvinismo ni rechazos ni privilegios estúpidos. Yo soy lo que soy y lo que me han dado mis vecinos. Somos una manera enriquecida de vivir y estar en el mundo. No tenemos la orfandad de una sola madre, sino la dicha de tener dos.No existen válidamente otras fronteras que las culturales. El debate es dónde colocar las fronteras y no es posible diluir las identidades culturales ni forzar las mezclas.No hay nacionalismos benevolentes. A veces, es cierto, entre un país y otro hay una aduana de por medio y a veces otras costumbres, otras lenguas. Pero no olvidar –ya se ha señalado– que customs significa tanto aduana como costumbre. Y muy pocos advierten esta nomenclatura de tan profundo significado.En menos palabras: las fronteras no sirven para separar, aislar o distinguir sino para enriquecer. Para ser más y no para excluir.Afortunadamente, esperemos que ese sentimiento prime en el mundo, al cabo de tanto dolor, mezquindad y estupidez. (*) Texto inédito cedido por Héctor Tizón a Cosas Nuestras.

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La religiosidad, en la Quebrada, es cosa seria. En cualquier punto que uno se encuentre, el viento trae por la noche ecos de los sikuris. Miedos, creencias, agradecimientos o invocaciones, toda inquietud es apropiada para sacar a la Virgen de su camarín, o a los numerosos santos, y al son de los sikuris llevarlos en andas a recorrer los pueblos, mientras estallan los fuegos artificiales.La religiosidad en Jujuy es compleja,

y una tarea cotidiana. El carnaval –que en realidad es un rito pagano de origen español–, el culto a la Pachamama, la Semana Santa, el Inti Raymi dedicado al Sol y de origen inca y las corridas de toros de Casabindo son apenas algunos de los permanentes festejos y conmemoraciones. Rosalía Díaz, del Museo Terry de Tilcara, cuenta cómo se lleva a cabo la Semana Santa: “Los días previos se pone en marcha la peregrinación

a Punta Corral, y con ella avanzan los miedos, que van siempre a la par de la fe. Pero la fe y la tradición van más allá de todo miedo y toda duda. Claro que sucede de ese modo con nosotros –dice Rosalía– porque llevamos generaciones de caminar los cerros a la vera de la Virgen de Copacabana”. El día de la peregrinación, que em-pieza antes del Domingo de Ramos, la Virgencita ha sido bien acicalada y sus ropas lucen impecables. Siem-

ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNORELIGIOSIDAD JUJEÑA

La movilizante peregrinación a Punta Corral y las bandas de sikuris acompañan a santos y vírgenes, venerados por un pueblo creyente que enciende de fe el mítico paisaje de la Quebrada. Promesas, miedos y la devoción que se pone en juego con la esperanza de un mundo mejor.

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pre va acompañada por los sikuris. Este año la escoltaron unas ochenta bandas. La sikuriada es moneda corriente en Tilcara. Hay bandas de todo tipo y colores, en general los colores de los equipos de fútbol, integradas por adultos, ancianos y niños; has-ta hay una que es solo de mujeres, una banda feminista. Las doce ho-ras de marcha son cada vez más, justamente porque las bandas son cada vez más. Punta Corral está por detrás de un cerro, a la derecha de la ruta yen-do de la capital a Tilcara y antes de llegar a Tumbaya, a unos 4.000 me-tros de altitud, “a esa altura y en esa época del año –continúa Rosalía– el frío es para tener en cuenta”. Los trayectos más comunes que se rea-lizan son dos: uno es por Tumbaya, cruzando el río Grande y siguiendo la quebrada que baja desde Punta Corral, 23 kilómetros que según se dice son obra de los incas, y el otro es por Tunalito, sobre la ruta 9, con una pendiente que provoca miedo sobre todo si el río está crecido, por-que el puente se ve más frágil si lo cruzan dos o más personas al mis-mo tiempo. Pero la fe gana a toda lógica. Buena parte del trayecto se camina a la luz de la luna o de las linternas, y acompañados por el bastón “puntacorralero”, o por lo menos con un palo en el cual apo-yarse cuando las fuerzas aflojan. En la primera estación del calva-rio se encienden velas, se fuman cigarrillos para sahumar, y se le ponen hojas de coca y una piedra a la apacheta. “Algunos peregrinos, muy acostumbrados, se exponen y exponen a los otros porque apuran el paso, sobre todo si van en bajada. El último tramo es recto. Es cuan-do empieza la verdadera emoción –murmura Rosalía entornando los ojos–. De golpe, ingresamos al valle y se ven las luces, las carpas y sus fogones, las bandas de sikuris y las

bombas de estruendo que se escu-chan más fuerte a cada paso”. La gente es tanta que se hace una fila para llegar a los pies de la Virgen.

ERMITAS Y EL CRISTO YACENTE

La Virgen de Punta Corral lleva el nombre de Copacabana porque fue realizada a imagen y semejanza de la Virgen de Copacabana, que se ve-nera en Bolivia a orillas del lago Ti-ticaca. En 1917 se la trajo hasta Tum-baya, pero como no había sacerdote se decidió dejarla en Tilcara. Cuan-do al fin hubo un padrecito en Tum-baya, se imponía cambiar el itine-

rario, pero los fieles se negaron. Se decidió entonces que fuera subida por Tilcara y que bajara por Tum-baya. Por esos tiempos se conformó una Asociación de Peregrinos, que intenta ayudar a los devotos, claro que no es sencillo ayudar a los más de 20 mil peregrinos que suben a Punta Corral. “La fe todo lo puede y se impone –insiste Rosalía Díaz–; los grandes protagonistas son las bandas de sikuris. De distintas localidades y barrios llegan miles de sikuris que cargan instrumentos musicales y petates, y se turnan para acompa-ñar a la Virgen. De ese modo du-

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rante todo el trayecto de ida y el de vuelta resuenan las cañas y los tamboriles que ayudan a mantener el paso”. También forman filas hom-bres y mujeres para turnarse en el “hombreado” de la Virgen. Durante la noche, ya en el cerro, se celebra misa con la Virgen y se festeja has-ta que al fin se impone un descanso para reponer fuerzas y emprender el regreso. Horas después, habiendo llegado a Tilcara, se prosigue con la clásica procesión del Cristo Yacente. Ya es Viernes Santo, y los vecinos levantan en las calles ermitas con frutos y flores que representan las estaciones del vía crucis, y son ver-daderas obras de arte.

OTRAS CELEBRACIONES

Otra de las importantes y colori-das manifestaciones religiosas es la Novena que dedican en Huma-huaca a la Virgen de la Candelaria.

Alrededor del 1600 se erigió el pri-mer templo de lo que hoy se conoce como Humahuaca, sitio que tuvo siempre gran importancia tanto

para la causa evangelizadora como, mucho más adelante, para la gesta libertadora de los patriotas. La capi-lla fue mejorada hacia 1631, y recién a mediados del siglo XX tomó el aspecto actual. La cofradía ha sido siempre la de Nuestra Señora de la Candelaria de Copacabana. Todos los años se baja la Virgen del altar al empezar la novena hasta el 2 de fe-brero, y se la lleva en procesión por

las calles del pueblo, entre cientos de peregrinos y bandas de sikuris. Finalmente, en la puerta del templo es despedida con pétalos de flores y pañuelos. Pero la religiosidad va aún mucho más allá. Y es ahí, en la prelatura de Humahuaca, donde el padre Jesús Olmedo, de origen sevillano, hace veinticinco años que lucha en la Argentina para ayudar a olvidados y oprimidos procurando quebrar esta cultura de indiferencia que nos caracteriza, resultado quizá de esa otra cultura, la del silencio, tí-pica del pueblo colla. El padre Jesús, que durante mucho tiempo ejerció en La Quiaca, y hoy lo hace desde Humahuaca, fue acompañado casi desde su llegada a la Quebrada por su hermano Pedro, que hoy es obispo de la Prelatura de Huma-huaca. Ambos religiosos dedicaron sus días a ayudar a la comunidad, y “resistimos –dice el padre Jesús–

¿CÓMO NO CREER?

Una mañana tempranito, buscando el solcito reparador, ya que las casas por dentro se ponen frías, bajaba por una callecita de Tilcara rumbo al centro. Resonaban las bandas de sikuris y se escuchaban detonaciones de cohetes. Siempre se escuchan, casi todas las noches alguna conmemoración religiosa reúne a la gente en el cerro y echan baterías de explosivos que no siempre son de alegría. Tal vez la fuerte religiosidad en Jujuy, por lo menos en Tilcara, haya sido y aun hoy sea una manera de aceptar lo inevitable, de sobrellevar la pena, la vergüenza, las tragedias inexplicables y los embates de la naturaleza. El hecho es que un sinfín de sikuris bajaban de distintos cerros. Traían miles de flores y venían agrupados por color. Como si toda su música se pudiera captar en fotos, tomé cientos de ellas contagiada por ese acto de religiosidad masiva. Las bandas ocuparon los costados del patio. Había un altar central al pie de la escalinata de entrada a la iglesia. Se conmemoraba a San Francisco de Asís. Venían en peregri-nación de los pueblos vecinos. Iban acomodando a la Virgen o santo que cada grupo llevaba en el sitio dispuesto a cada uno. El patio de la iglesia estaba atravesado por banderines blancos y amarillos. Una de las bandas llegó con su abanderado, un anciano, muy anciano, portando la bandera celeste y blanca, y así, bandera en alto, ocupó su lugar con los ojos y los pómulos encendidos. El sol caía a pique en nuestras cabezas. El sacerdote irrumpió con una bendición y saludo general. Amenamente contó la historia de San Francisco de Asís. Cuánta emoción. No soy demasiado creyente, salvo en el Dios o la fe que cada devoto lleva dentro, pero mientras me hacía sombra con un libro sobre la cabeza, lloré. La emoción que provocan estos eventos religiosos va mucho más allá de toda creencia. Cómo no creer en la fe que profesan si vienen cargando santos y vírgenes por horas. Caminan, trepan y bajan ce-rros, bordeando precipicios, llevando sobre los hombros a la Virgen. ¿Cómo no creer? No es raro, además, ver por cualquier sitio de la Quebrada una pareja y su propia peregrinación, no importa el día, solo cargando su Virgencita al hombro y en el otro brazo llevando un bebé, pidiendo o agradeciendo por él. ¿Cómo no creer en su fe?.

“Llevamos generaciones de

caminar los cerros a la vera de la Virgen

de Copacabana”

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encomendándonos al Señor de la Historia, el Cristo de los Desocupa-dos y a la Pachamama”. Siempre el sincretismo conciliatorio de ambas culturas y creencias, que por cierto ya son una sola. “Cuando yo estaba escribiendo este libro –comenta el padre con respec-to a su obra Puna, zafra y socavón– me fui al Archivo de Indias y le pre-gunté a la bibliotecaria si no había algo sobre la cultura colla; me pidió que volviera a la semana. Cuando regreso me dice: ‘Jesús, estás con-fundido, esa cultura no existe’. ¿Y por qué no existe? Porque no está en el Archivo de Indias”. El padre Jesús Olmedo, perseguido y amenazado hasta el punto de te-ner que exiliarse, manifiesta hoy: “Yo miedo no tengo, no porque sea muy valiente sino porque no ten-go nada que perder. Yo amo la vida pero tampoco es una cosa que uno

va a estar así: dependiente. Porque uno quiere ser consecuente con lo que lee en el Evangelio, con Cristo que se jugó la vida por los demás y por la fe que dice que hay que aten-der a los humildes, que hay que es-tar con los pobres. Por ahí algunas personas me dicen por qué no me

presento a algo de política. Yo en eso no me meto ni en pintura. Yo hago política, y lo reconozco, pero desde otro punto de vista…”Y efectivamente la hace, por ejem-plo, difundiendo consignas como “El patrimonio somos nosotros”, que surgió cuando la Unesco nom-bró a la Quebrada de Humahuaca Patrimonio de la Humanidad, de-signación pensada para preservar paisajes y construcciones ances-trales pero no a los pueblos que las habitan. “Se piensa –dice Olmedo– que el patrimonio es el geográfico y no los hombres, mujeres y niños, ni su educación, sus cultivos y mucho menos el agua para la supervivencia”. Y sí, religiosidades hay muchas, tantas como diversidades cultura-les existen. Hoy, los habitantes de la Quebrada dan fe de que los “llama-dos conquistadores” y los “llama-dos conquistados” entremezclaron

y unificaron creencias y culturas. Por ejemplo, es f r e c u e n t e ver que los h abit a ntes de Tilcara, no todos ori-ginarios del lugar, en sus r e s t au r a n -tes, negocios y en sus ca-sas levantan un montí-culo de pie-dras o “altar

de la tierra” –como la nombraba Atahualpa Yupanqui– y le rinden ofrendas. Nadie considera a la Pa-chamama una diosa pero todos la consideran la “madre-tierra”, y to-dos por igual le rinden culto. “Otro ejemplo –cuenta el padre Je-sús Olmedo– es cuando realizan el

bautismo y se convierten en com-padres. Entrecruzan las manos y rezan, prometiéndose respetarse en esta vida y en la otra, pero duran-te la misa, en el momento de pedir perdón lo piden a la madre tierra, le hacen ofrendas y oraciones, y solo después piden perdón a Dios; y durante el rito del matrimonio seguimos las indicaciones de los libros, pero al final piden: ‘Padre, queremos realizar un rito de nues-tra cultura’. Entonces unen una especie de paño blanco en la cabe-za del marido y de la mujer. Es un rito sencillo, profundo, y con unas palabritas para que se mantengan siempre unidos”.En este andar investigando y pre-guntando por algunos lugares de la Quebrada me encuentro con Juan, un joven ingeniero agróno-mo, ex seminarista y “colla de ley”. Juan cuenta un chiste: “San Pedro pregunta a un collita: –¿Vos dón-de querés ir, al cielo o al infierno?; –Y… yo no sé –duda el colla–, ¿…los españoles dónde están? Y San Pedro responde con entusiasmo: –En el cielo, claro. Los españoles están en el cielo; –Ah… entonces yo prefiero ir al infierno –agrega de inmediato el collita”. Sea como fuere, leyendas, peregri-naciones y cuentos aparte, lo cierto es que ambas tradiciones se han fusionado hasta conformar una sola cultura en la que, como en toda buena familia, cada tanto unos re-niegan de los otros pero nunca de-masiado, ni se relegan los unos a los otros porque comparten el mismo sol, la misma tierra, la alegría, la música, las comidas. Y por supuesto la fe y la religiosidad de cada día.

Silvia Miguens

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“Es una fruta madura Jujuy, / es un jazmín encendido”, de Me gusta Jujuy cuando llueve, una zamba muy conocida interpretada por Los Chalchaleros y Tomás Lipán, entre otros.

> DIAGRAMA CRIOLLO

Solución:1.Zelaya2.Susques 3.Vicuñas 4.Tantanakuy 5.Casabindo6.Frijol

7.Algarrobal 8.Dureza9.Termas10.Cabrito 11.Empanada12.Grande13.Duende

14.Laquiaca 15.Erquencho16.Charango 17.Jardín18.Quesillo 19.Rajando 20.Quinoa

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> Delfín del Plata o Franciscana > Escuerzo común

> Oso hormiguero

> Mono de noche o Mirikiná

> Rana Pehuenche

> Comadrejita patagónica

> Vicuña

> Aguará Guazú o Lobo de Crin

> Ballena azul

> Loica pampeana

> Federal

> Yaguareté

> Mojarra cordobesa

> Taruca o venado andino

> Pato serrucho

> Ranita de Darwin

> Gato andino

> Tortuga Laúd

> Ciervo de los pantanos

> Chinchilla grande

> Lobo fino patagónico

> Tordo amarillo

> Cardenal amarillo

> Ocelote

> Monito de monte

> Macá tobiano

> Cauquén cabeza colorada

> Pargo

> Yetapá de collar

> Mara

> Nutria gigante

> Mojarra desnuda

> Pichiciego menor

> Chancho quimilero

> Caracoles de Apipé

> Suri cordillerano

> Mono aullador rojo

> Rana del Somuncurá

> Ciervo de las pampas

> Tatú carreta

> Tiburón oceánico

> Quirquincho andino

> Ballena franca austral

> Capuchino de collar

> Águila coronada

> Guacamayo verde

> Mirlo de agua> Nutria marina o Chungungo

> Pez ángel argentino

> Parina grande

> Tortuga terrestre argentina

> Rana tractor

> Boa Ampalagua o Lampalagua

> Huillín

> Sapito de montaña salteño

> Chinchillón anaranjado

> Tapir

> Atún azul del Sur

> Tortuga Yabotí

> Sapito de color

> Muitú

> Tucotuco de Guaymallén

> Huemul

> Gato Margay

> Yacaré overo

> Monterita serrana

Fuentes: Chebez, J.C. 2008. Los que se van. Tomo 1 (anfibios y reptiles), Tomo 2 (aves) y Tomo 3 (mamíferos), Ed. Albatros, Bs. As. http://www.iucnredlist.org/ (Lista Roja de la Unión Mundial para la Naturaleza).

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FUEGO POR LA LIBERTADBelgrano y el Éxodo Jujeño

Abandonar, quemar y dejar todo atrás sólo pueden hacerlo espíritus ansiosos de libertad,

guiados por la convicción de un gran líder. Los hechos históricos narrados por Silvia Miguens

sobre una etapa crucial de la patria naciente.

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Durante el mes de mayo de 1812, el general Manuel Belgrano estableció el cuartel general del Ejército del Norte en la “ciudacita” de San Salvador de Jujuy. Ahicito nomás, en la desembocadura meridional de la Quebrada de Humahuaca, ruta obligada del ejército español y escenario de sus múltiples entreveros, primero con los pueblos originarios, después godo contra godo, y al fin, con las huestes patriotas. Habían pasado dos largos y difí-ciles años desde la Revolución de Mayo. De ella sólo quedaban repre-salias, y algunas euforias, como la de la batalla de Suipacha, primera victoria criolla en las guerras de la Independencia, librada por Martín Miguel de Güemes y sus gauchos en noviembre de 1810. En esos tiempos de lucha, la Quebrada y sus alrede-dores fueron escenario permanen-te de las contiendas. Jujuy soportó once invasiones realistas. En ese contexto, el pueblo jujeño entregaba y perdía a sus hijos que, a pesar de su gran valentía y convic-ción, carecían de formación militar y armamento, y eran menos nume-rosos que el ejército español. Muy poco pudieron hacer por sus tropas los jefes del Ejército del Norte. En Buenos Aires fueron reemplazados y enjuiciados: Francisco Ortiz de Ocampo, Antonio González Balcar-ce, Juan José Castelli y Juan Mar-tín de Pueyrredón. Fue este último quien, en Yatasto, entregó el mando al general Manuel Belgrano. Belgrano tuvo que ponerse al fren-te de un grupo de desarrapados, sobrevivientes de la derrota de Huaqui. Apenas llegado, el gene-ral pidió ayuda a Buenos Aires y el Triunvirato, como única respuesta, le ordenó replegarse a Córdoba. En-tonces de inmediato se dirigió a los jujeños: “Desde que puse el pie en

vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad. Llegó pues la época en que manifiesten su heroísmo y de que vengan a reunirse al ejército a

mi mando, si, como aseguran, quie-ren ser libres”. Y el pueblo jujeño respondió: “Hemos decidido resis-tir hasta las últimas consecuencias. No podemos seguir permitiendo el sometimiento de nuestro pueblo a los mandatos extranjeros, ni la ex-propiación de todas nuestras rique-zas”. “¡Libres, jamás esclavos!”.

“TIERRA ARRASADA”

Quién mejor que Manuel Belgrano para reconocer la lealtad. Convocó a la población, especialmente a los hombres que contaban entre 16 y 35 años, para que se alistaran en el cuerpo de caballería. A los jujeños no sólo los impulsaba la obediencia al nuevo jefe del Ejército sino un gran espíritu de libertad. No se tra-taba de cumplir una orden, se hacía imperioso poner al invasor defini-tivamente en su lugar: en retirada. Los godos, sin agotar sus ansias de poder, bajaban sable en mano y a degüello desde el Alto Perú, pero en la Quebrada nadie se quedaría de brazos cruzados. Con esta premisa se conformó una nueva fuerza de choque que Belgrano bautizó “Pa-triotas decididos”, y resolvió impo-ner lo que se conoce como “tierra arrasada”, estrategia y táctica mili-

tar que en ese año de 1812 fue em-pleada sólo en dos oportunidades y marcó la historia militar mundial: en Rusia, ante la invasión del ejér-cito napoleónico, y en Jujuy, ante el ejército español. La imperiosa y categórica orden del general fue abandonarlo todo y convertir el lu-gar en un páramo. El pueblo jujeño abandonó casas y tierras para que nada quedara en pie y pudiera ser de utilidad al invasor; todo fue in-cendiado, devastado. Fue Belgrano quien impartió la orden, pero se necesitó la gran valentía del pue-blo jujeño para acatarla y ejecu-tarla aquel 23 de agosto de 1812, y finalmente el pueblo jujeño llevó a cabo la inmensa tarea de vaciar y quemar sus tierras y lanzarse al camino. Al día siguiente, cuando la vanguardia realista entró en Ju-juy, no encontró más que humo y cenizas. Rastros de un fuego que recién empezaba. Los colonizadores no sabían que esa “tierra arrasada” a la que arribaban y sus habitan-tes serían considerados, aun dos-cientos años después, un símbolo de resistencia. Mientras los godos marchaban entre las cenizas y el humo, hurgando con sus fusiles entre la basura, intentando rapiñar alguna cosa que les fuera útil para sobrevivir o tomar fuerzas y seguir combatiendo, el pueblo en general y “Los decididos” en particular, con el general Manuel Belgrano a la ca-beza, avanzaban hacia Tucumán.

VICTORIA

Un mes después, ya en Tucumán, la retaguardia patriota y Belgrano se enfrentaban con el ejército español en el combate del río Las Piedras. Con entusiasmo y un gran deber moral hacia el resto de la población jujeña que abandonó todo, y debía empezar a levantar de nuevo sus

FUEGO POR LA LIBERTAD

Belgrano tuvo que ponerse al frente

de un grupo de desarrapados,

sobrevivientes de la derrota de Huaqui

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casas, se entabló una nueva batalla con el ejército español. Belgrano no podía demorar el enfrentamiento por-que el enemigo se apoderaría de todo el Norte. A un mes del Éxodo, el 24 de septiembre, el Ejército del Norte derro-tó a los godos en Tucumán. La batalla de Tucumán fue otra inmensa gesta contra el invasor, y no hubiera sido po-sible sin el Éxodo Jujeño.

La exitosa contienda dio lugar a múl-tiples festejos y euforia, que se pro-longaron hasta nueve meses después, pues condujo al feliz desenlace del nacimiento de muchos bebés. Nuevos criollos, hijos de las muchachas tucu-manas y jujeñas de toda clase social con los valientes soldados del Ejérci-to del Norte. Entre esos niños estaba Pedro Pablo, hijo de María Josefa Es-curra, quien, enamorada y leal, desde Buenos Aires venía siguiendo, o acom-pañando, a don Manuel Belgrano. Volviendo a la Quebrada. Las valien-tes consideraciones mancomunadas de tantos jujeños libres de corazón y con conciencia política, bajo la tutela de Belgrano, dieron como resultado la gran gesta que pasó a la historia como Éxodo Jujeño. Sin embargo, como toda gesta patriótica, también ésta tuvo sus contradicciones y, por qué no, opo-sitores. Las expediciones del Ejército del Norte al Alto Perú continuaron hasta que se resintió la salud de Manuel Belgrano. El gobierno de Buenos Aires decidió reemplazar al creador de la bandera,

aún en Jujuy, por otro emblemático personaje que acababa de arribar al Puerto de la Santa María después de vivir muchos años en España, donde realizó su carrera militar, hasta en-tonces, como un leal combatiente del Ejército Español: don José de San Mar-tín. Los porteños no tardaron mucho en re-conocer las cualidades de San Martín. Casi de inmediato, el gobierno decidió ponerlo al frente del ejército patriota. Apenas lo supo, Belgrano le hizo lle-gar una nota: “Mi amigo, vuele usted si es posible: la Patria necesita que se hagan esfuerzos singulares. No ten-dré satisfacción mayor que el día que logre estrecharlo entre mis brazos. Mi corazón toma nuevo aliento cada ins-tante que pienso que Usted se acerca”; pero, demasiado inquieto, Belgrano decidió ir al encuentro de San Martín y le mandó otro chasqui: “Voy a pasar el río Juramento y respecto a hallarse vuestra Señoría con la tropa tan inme-diato, sírvase esperarme con ella”. El encuentro tuvo lugar en Los Algarro-bos, el 20 de enero de 1814. Como suele suceder, tampoco en torno al general Belgrano y el Éxodo fue todo agradecimiento y admiración. Hasta hubo quienes dijeron haber recibido amenazas de fusilamiento si no cum-plían aquel mandato de irse de Jujuy abandonando todas sus pertenencias y propiedades. Es importante tener en cuenta que no toda la sociedad estaba del lado de los revolucionarios, en Ju-juy ni en el resto del país. A muchos, económica y políticamente hablando no les interesaba dejar de pertenecer a España. Pero opositores y mal pen-sados, o mal encaminados, eran mi-noría. Fueron muchos más los que se entregaron con fe a la causa libertaria y a marchar codo a codo con quienes encabezaban el Éxodo, profesando no sólo una gran valentía sino un in-

Y el pueblo jujeño respondió: “Hemos

decidido resistir hasta las últimas consecuencias”

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menso respeto por don Manuel Bel-grano. También San Martín sentía admiración por Belgrano, pero no sólo por la patriada del Éxodo Juje-ño. Mientras impartía sus clases de estrategia militar a los integrantes del Ejército del Norte insistía a sus hombres, y al mismo tiempo a toda la población, que exigieran al go-bierno de Buenos Aires que reinte-grara al general Manuel Belgrano en la comandancia del Ejército. Sin embargo, Belgrano decidió no de-

morar su regreso a Buenos Aires. Agradeció especialmente a todos y sostuvo que nadie era más apto que don José de San Martín para mar-char al frente del Ejército del Norte. La misión de Belgrano, en la Que-brada, estaba terminada. Regresó a Buenos Aires, donde el gobierno que impartía nuevas directivas ha-cia los criollos de todo el país ame-nazaba con pasar a cuarteles de invierno a Belgrano por no cumplir las órdenes tal cual le fueron im-

partidas. Mientras tanto, el pueblo jujeño renacía de las cenizas para poder seguir siendo juez y parte de la historia de la Patria, y renace cada año cuando vuelve a levantar ranchos para incendiarlos a orillas del río Xibi-Xibi, en conmemora-ción de aquella gesta inolvidable del propio pueblo y de don Manuel Belgrano.

Silvia Miguens

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S JUJUY

San Salvador de Jujuy: Belgrano 415Tel: (0388) 423-2524

LA PAMPA

General Pico: Calle 15 Nº 840 Tel: (02302) 43-2585

Santa Rosa: Pellegrini 258Tel: (02954) 41-3303

LA RIOJA

La Rioja: Pelagio B. Luna 627 Tel: (03822) 43-7557

MENDOZA

Mendoza: Peatonal Sarmiento 224Tel: (0261) 429-4224 Mendoza Plaza Shopping: Acceso Este Lateral Norte 3280, loc. 125, PB, Guaymallén - Tel: (0261) 449-0125Mendoza Palmares Open Mall: Ruta Panamericana 2650, local 23, Godoy Cruz - Tel: (0261) 413-9163

MISIONES

Posadas: Santa Fe 2056Tel: (03752) 42-8509

NEUQUÉN

Neuquén: Ministro González 54 Tel: (0299) 447-7331Neuquén: Shopping El Portal de la Patagonia, J.J. Lastra 2400, loc. 1013Tel: (0299) 446-8021

San Martín de los Andes: Elordi 820 - Tel: (02972) 42-9699

Villa La Angostura: Av. Los Arrayanes 51Tel: (02944) 49-5062

RÍO NEGRO

Gral. Roca: Tucumán 477 Tel: (0298) 442-1120

Cipoletti: San Martín 234 Tel: (0299) 478-2485

SALTA

Salta: Shopping Alto Noa, Av. Virrey Toledo y Av. Entre Ríos, loc. 95, PBTel: (0387) 421-5111Salta: Buenos Aires 11Tel: (0387) 421-3314

SAN JUAN

San Juan: San Luis 2 Oeste (esq. Mendoza) - Tel: (0264) 421-9875

SAN LUIS

San Luis: San Martín 892 Tel: (02652) 42-0998

SANTA CRUZ

Calafate: Pasaje Emilio Amado 837Tel: (02902) 49-2074

Caleta Olivia: Eva Perón 187 (esq. Don Bosco)Tel: (0297) 485-5076

Río Gallegos: Pte. Néstor C. Kirchner 870Tel: (02966) 42-3685

SANTA FE

Casilda: Buenos Aires 1918Tel: (03464) 42-2554

CAPITAL FEDERAL

Abasto Shopping: Av. Corrientes 3247, loc. 2046, 1º piso Tel: (011) 4959-3662

Alto Palermo Shopping: Av. Santa Fe 3253, loc. 1022, 1º piso Tel: (011) 5777-8223

Barrio Norte: Av. Santa Fe 1399 Tel: (011) 4813-8983

Caballito: José María Moreno 150Tel: (011) 4904-3099

Devoto Shopping: José Pedro Varela 4866, loc. 112, PB Tel: (011) 4019-6112

Galerías Pacífico: San Martín 768, loc. 256 A. Tel: (011) 5555-5283

Paseo Alcorta: J. Salguero 3212, loc. 2008, 2º piso Tel: (011) 5777-6612

Av. Alvear: Av. Alvear 1847Tel: (011) 4804-8424

Av. Alvear: Av. Alvear 1750Tel: (011) 4816-0049

Solar de la Abadía: Arce 940, loc. 7Tel: (011) 4778-5082

Dot Baires Shopping: Melián y Vedia 3632 (Av. Gral. Paz y Autopista Panamericana), loc. 127Tel: (011) 5777-9627

GRAN BUENOS AIRES

Adrogué: Paseo La Delicia, Mitre 1107, loc. 113Tel: (011) 4293-5553, int. 230

Alto Avellaneda Shopping: Av. Güemes 897, loc. 59 y 60Tel: (011) 4229-0241

Lomas de Zamora: Loria 202 (esq. España) - Tel: (011) 4243-0311

Nordelta: Av. de los Lagos 7010, loc. 29, Tigre - Tel: (011) 4871-0770

Pilar: Las Palmas del Pilar Shopping, Las Magnolias 754, loc. 1141 Tel: (02322) 66-7420

Plaza Oeste Shopping: Autopista del Oestey Av. Vergara. Loc. 1040, MorónTel: (011) 4629-7556

Quilmes: Alte. Brown 628Tel: (011) 4257-6466

San Isidro: Belgrano 396Tel: (011) 4747-9924

Shopping Las Toscas: Av. Castex y Formosa, Canning, Ezeiza, loc. 1174

Tortugas Open Mall: Panamericana km. 36,5, local 002 - Tel: (03327) 42-4368

Unicenter Shopping: Paraná 3617, loc. 1183, PB, MartínezTel: (011) 4717-6888

BUENOS AIRES

Azul: Rubén César de Paula 577Tel: (02281) 43-3691

Bahía Blanca: Plaza Shopping, Av. Sarmiento 2153, loc. 147 Tel: (0291) 459-4149Bahía Blanca Centro: Alsina 320/4 Tel: (0291) 455-2765

Baradero: Anchorena 1217 Tel: (03329) 48-6579

Bragado: Pellegrini 1400Tel: (02342) 43-1244

Campana: 9 de Julio 780Tel: (03489) 44-8132

Cariló: Boyero 1498 (esq. Castaño) Tel: (02254) 57-1341

Chacabuco: Moreno 13Tel: (02352) 43-2183

Chascomús: Belgrano 150(esq. Remedios de Escalada)Tel: (02241) 42-2302

Chivilcoy: Av. Sarmiento 187 Tel: (02346) 42-8036

Dolores: Márquez 215Tel: (02245) 44-6532

General Villegas: Moreno 543Tel: (03388) 42-3541

Junín: Malvinas Argentinas 13Tel: (02362) 44-7314

La Plata: Diagonal 74 Nº 1545 (entre 47 y 48)Tel: (0221) 421-4434La Plata Pasaje Rodrigo: Calle 51Nº 488 (entre 4 y 5), loc. J15Tel: (0221) 410-0438

Lincoln: Urquiza 55 Tel: (02355) 42-2332

Luján: Bmé. Mitre 499 (esq. Colón)Tel: (02323) 42-2843

Mar de las Pampas: Paseo La Pinocha, Lucero y Santa María. Tel: (02255) 47-2473

Mar del Plata: Avellaneda 1302(esq. Güemes) - Tel: (0223) 451-6719

Mercedes: Calle 27 Nº 401 (esq.18)Tel: (02324) 43-1387

Miramar: Piazza San Marco, 9 de Julio 954, loc. 29 y 30Tel: (02291) 43-0819

Necochea: Calle 64 Nº 2871 Tel: (02262) 52-3020

9 de Julio: La Rioja 1439 Tel: (02317) 43-2279

Olavarría: Necochea 3061Tel: (02284) 41-6131

Pehuajó: Mitre 435Tel: (02396) 40-8273

Pergamino: Av. de Mayo 390Tel: (02477) 43-1408

San Antonio de Areco: Alsina (esq. Alem) - Tel: (02326) 45-3741

San Nicolás: De la Nación 171Tel: (03461) 42-7735

San Pedro: Mitre 857Tel: (03329) 42-1009

Tandil: Pinto 902 (esq. Paz)Tel: (02293) 43-4166

Trenque Lauquen: Villegas 236Tel: (02392) 42-2215

Tres Arroyos: Hipólito Yrigoyen 63 Tel: (02983) 43-4238

Villa Gesell: Avenida 3 N° 584 Tel: (02255) 46-2473

Zárate: Ituzaingó 717Tel: (03487) 44-5769

CHACO

Resistencia: Arturo Illia 374Tel: (03722) 43-4190

CHUBUT

Comodoro Rivadavia: Belgrano 990 (esq. Sarmiento)Tel: (0297) 444-2727

Puerto Madryn: Shopping El Portal de Madryn, Av. J. A. Roca y 28 de Julio Tel: (02965) 45-7310

Rada Tilly: Av. Moyano 839Tel: (0297) 445-2481

Portal Shopping Trelew: Av. Hipólito Yrigoyen y Ruta Provincial Nº 7 Loc. 1047 - Tel: (0296) 543-2673

CÓRDOBA Córdoba: Caseros 88 (esq. Obispo Trejo)Tel: (0351) 422-4579Córdoba: Shopping Patio Olmos Vélez Sarsfield 361, loc. 253Tel: (0351) 570-4253Córdoba: Córdoba Shopping CenterJosé A. de Goyechea 2851, loc. 102Tel: (0351) 420-5059

Marcos Juárez: Belgrano 882Tel: (03472) 45-6010

Río Cuarto: Colón 118Tel: (0358) 462-1249

Villa María: Hipólito Yrigoyen 55Tel: (0353) 45-31227

CORRIENTES

Corrientes: Mendoza 883Tel: (03783) 46-6174

ENTRE RÍOS

Concepción del Uruguay: Gral. Galarza 800 (esq. Leguizamón) Tel: (03442) 42-3512

Gualeguaychú: 25 de Mayo 1093Tel: (03446) 43-6509

Paraná: Cervantes 200 (esq. Santa Fe)Tel: (0343) 421-9434

Rafaela: Boulevard Santa Fe 269 Tel: (03492) 50-3618

Rosario Plaza Pringles: Pte. Roca 761Tel: (0341) 424-6959Rosario: Santa Fe 1804Tel: (0341) 421-2693 Rosario Rural: Córdoba 1838Tel: (0341) 426-4194 Rosario Shopping Portal de Rosario: Nansen 323, loc. 1071 Tel: (0341) 453-3944/4677 Rosario Shopping Alto Rosario: Junín 381, loc. 129 - Tel: (0341) 410-6629

Santa Fe: Lisandro de la Torre 2521Tel: (0342) 458-4500

Venado Tuerto: Belgrano 466 - Tel: (03462) 42-4527

SANTIAGO DEL ESTERO

Santiago del Estero: Independencia 248 Tel: (0385) 421-6362

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Río Grande: Fagnano 619Tel: (02964) 42-0288

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