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--------- .. - CARLOS M DIOS NUNCA MUERE (CRONICA DE EC IPSE)

CARLOS --------- .. M ~NSIVAIS€¦ · los mensajes que la Naturaleza disemina o esconde, no estaría redactando --

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---------..-CARLOS

M ~NSIVAISDIOS

NUNCA MUERE(CRONICA DE EC IPSE)

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Muere el sol en los montescon la luz que agonizapues la vida en su prisanos conduce a morir.

Pero no importa saberque vaya tener el mismo finalporque me queda el consueloque Dios nunca morirá.

Macedonio Alcalá: Dios nunca muere (Vals)Letra de Vicente Garrido

La columna de fuego

El Observador resiente el paisaJe. Si pudiese descifrarlos mensajes que la Naturaleza disemina o esconde, noestaría redactando --<:on ese tecleo dubitativo de las con­signaciones mentales- la crónica de un eclipse que aúnno sabe si logrará asir, si conseguirá describir en forma mí­nima. La moda, imperiosa, ha decretado una Fiebre delOro ensombrecible. Y el Observador se ha incorporado.Ya desde días anteriores se desbordó la tumultuosa es­tampida, la violenta caravana de luces altas y caballos defuerza que advierte en Oaxaca el happening de la tem­porada, a la altura del mejor show de la televisión.Idealmente, el polvo de la carretera se inmoviliza sobrelos cofres despintados, se asienta a manera de maquillajesobre rostros convulsos, sobre las voces con que se es­timula a los nobles automóviles que conocieron su augeen los años sin problema de estacionamiento/

/el polvo recae sobre la decisión de llegar primero;la polvosa enmohecida decisión de llegar primero.

Y esa gigantesca excursión nacional, ese país que re­descubre su vocación de boy scout, ese pic-nie solemney móvil, se vierte en las carreteras y acepta llevar desco­nocidos, acepta la amistad súbita de los desconocidos,acepta que no es el momento para creer en la existencia delos desconocidos:

- de aquí al siete de marzo todos nos conocemos

y el Observador registra la perdurabilidad de la GranFamilia Nacional, de esa unidad impalpable y férrea quelo incluye junto al profesionista y al obrero, que lo aña­de a las próximas festividades que proclaman la armoníadel país.

-No te azotes, mídete.La Voz de la Conciencia del Observador se aprovecha

del lenguaje de la Onda. Tiene razón. Mientras sea po­sible, hay que suspender las imágenes previas, los alma­cenes mnemotécnicos donde se suele consignar y clasifi­car las reacciones vitales, las proposiciones ideológicasde aquí a la siguiente generación. La recomendación fa­lla: el Observador no abandona su reiterada, circularimplacable crónica de lo que todavía no contempla. Ahor~atiende el camino que conduce de Acapulco a PuertoEscondido y enlista las variedades de la flora, que luegono podrá comentar.

-¿Para qué? De esas descripciones se encarga ennuestra época la fotografía. ¿Cómo voy a mejorar a laKodak?

La justificación no es convincente. Omite, por ejem­plo, el vasto desconocimiento de este hijo de la ciudaden torno a la nomenclatura de plantas y de árboles. ¿Quésabe de la botánica oaxaqueña? ¿Podría ubicar con rapidezel acahualillo, el achiote, el alfilerillo, el axocapaque, el co­dillo, el camalote, el palobobo, el mataperros, el culan­tro, la cuasia, el diente de león, el epazote de zorrillo, elguarumbo, la Hoja Santa, la ipecacuana del país, la malamujer, la palma de cucharilla, la sensitiva, el xixobo? Lavegetación no le resulta traducible ni lo estremecen lasvariantes del verde. Lo persigue su limitación de origen.Es consecuencia de las distinciones entre calle y banqueta(la llanura y el castillo de los antiguos, el azar y la jubi­lación de los modernos), del instinto cromático elabo­rado al escudriñar las líneas de los camiones. Del hori­zonte sólo ha extraído la esperanza del transporte. Ensu recuerdo, el verde siempre se asociará con la líneacamionera Lagunilla-San Juan de Letrán; el azul con lalínea Zócalo-San Lázaro.

Le corresponde entonces asumir el viaje con fijaciónarqueológica: ¿qué ha dejado el hombre a su paso, cuá­les son las huellas de la presencia humana? Las másvisibles, la carretera y la constancia de un proceso típi­camente mexicano. El camino se compromete, los espa­cios disponibles militan: piedras, árboles, carteles, cerrosde faldas tatuables y la fachada de la iglesia de PinotepaNacional se unifican en un solo criterio electoral.

Bundolo mata

Se ha llegado a Río Grande, un pueblo a orillas del RíoVerde. Primitiva, eterna, la panga, fuente de ingresos deRío Grande, ha variado tarifas: de cuatro a veinte pesospor coche transportado. Antes de que broten las fijacio­nes del Observador y su legado visual desentierre coco­drilos somnolientos, nativos en trance de perder unapierna y el gesto valeroso de un hombre en taparrabosapoyado en una liana, la vida ribereña se le ofrece,realista, como un haz de impresiones fijas: más quecinematográfica, la miseria es atemporal. Esas chozastaimadas, con esas mujeres que calientan tortillas (alabrigo de la superstición gastronómica que indica comosupremamente deleitoso lo más barato), con esas niñasde ojos interminables fugitivas de un cuadro de DiegoRivera, con esos perros de la desesperanza y ese borrachopintoresco que musita sin término la misma frase eninglés: -Ey, Míster, lend mi yur irs, lend mi yur irs,lend mi. .. bien pudieron ser consignado~ por Franci~co

Rojas González en sus cuentos antropológicos, quizás fue­ron asimilados por Emilio Fernández en las vivenciasescenográficas de La perla. No puede haber gran varie­dad de cronistas en México. La serpiente se muerde lacola. ¿Qué tanto difiere la mentalidad observada por lamarquesa Calderón de la Barca de la comentada porManuel Gutiérrez Nájera de la elogiada por SalvadorNovo? Las constantes del ser humano, dirá alguien. Otroenmendará: las constantes del ser colonial.

Viajero, detente

El destino manifiesto: Puerto Escondido, en Oaxaca. ElObservador bien pudo elegir, para ese 7 de marzo enla mañana, a Miahuatlán, "la capital científica del mun­do" según designación de sus propios habitantes. PeroMiahuatlán albergará a la nación, al todo México queacecha a cualquier hora la oportunidad de sentirse ínte­gro, sin deserciones, y el Observador (que intenta jus­tificar su título a cada párrafo) no aspira a reseñar la

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estupefacción del país. Ese asombro del Bravo hastael Suchiate que se concentrará, se profesará en Miahua­tlán, le es (de antemano) ajeno, como le es extraña laidea misma de una convención o un congreso donde elecliose ~ea la popencia y el país las deliberaciones.

Puerto Escondido es uno de los sitios más difundidosdel turismo underground, de esa corriente subterránea quese inicia en el autostop, en los camiones de segundajunto a pollos y ancianos moribundos que en voz altaconfiesan sus pecados, que se fatiga en las camionetas pe­recederas, y que se extasía en los mercados, en las chozasdonde siempre queda un poco de cafecito ¿no gusta? El tu­rismo underground continúa aferrado a la consigna: séigual y fiel, fiel a tu espejo diario. Que ellos, los demás, note modifiquen Suave Patria, que no vicien tu aire, que noempañen tu dicha que es la soledad. Como Yelapa enJalisco, como Huautla y Puerto Ángel también en Oaxaca,Puerto Escondido es el paraíso recobrado: aquí no haymanadas de Wagon Lits Cook, ni ocasos que manche unarisa blasfema del maitre al celebrar la ebriedad del clien­te. Tal es la ilusión, la imposible ilusión de marginarse,de ignorar a las masas, a quienes viven de VIPS aDennys, de los rápidos sándwiches de Sam's a las ham­burguesas del Big Boy, de un Hilton a otro, de la compradel honor de una beautiful señorita a la disminución delmachismo de un lanchero, de la cercanía de la casa deMerle Oberon a la contemplación fanática de la resi­dencia de Liz y Dick. (Tómense fotos, perpetúese la ado­ración), Tepoztlán cedió su magia a los antropólogos.Acapulco y Puerto Vallarta le vendieron su fascinacióna los hoteles, a los guías de turista, a las muchedumbresde Semana Santa, a las boutiques, a los niños de miradaávida que se transforman en los beach boys de miradaávida que se extinguen en los meseros de mirada (retros­pectivamente) ávida, a los courts de tennis y a los night­clubs, donde la Gente Hermosa le regala su fascinación alos fotógrafos. Flash. Se robaron las playas. Flash. Lepusieron precio a la dignidad. Flash. Acapulco y Vallartase han contaminado hasta lo indecible, hasta lo indesea­ble: cambiaron su potencia por traveler's checks. Y alcabo de estas admoniciones, el turista subterráneo sedesplaza hacia Puerto Escondido y Puerto Ángel, y teme

que la severidad municipal torne inaccesibles Yelapa yHuautla.

El Observador ha leído en el camino un libro de JoséLezama Lima y ha reavivado su contacto con esa enor­me, sedentaria sabiduría de Patmos esquina con Trocadero(en la Habana Vieja). Relee los párrafos subrayados conel pulso incierto de los cien kilómetros por hora: "Loúnico que crea cultura es el paisaje yeso lo tenemos demaestra monstruosidad sin que nos recorra el cansanciode los crepúsculos críticos." ¿Cómo interpretar el oráculo?Hay una como musitación délfica en Lezama que siem­pre fascina y contraría al Observador. ¿Qué ha creadoel paisaje mexicano? ¿La cultura opresiva del Valle, laasfixia ceremonial que rodea a la Sierra o esa cultura debahías y playas donde todo se condiciona para que es­plenda a veinte o treinta o más dólares diarios, sin co­mida?

-Toda interpretación al pie de la letra rebaja.La amonestación del Id le impide al Observador des­

cender las últimas gradas del sectarismo interpretativo.Lezama continúa: "El paisaje es la naturaleza amigadacon el hombre." Y el Observador, lector lineal, despo­trica contra Lezama: éste generaliza porque no ha vividoen México. La naturaleza mexicana ha sido adversaria,cómplice de traiciones, enemiga de la rebeldía. EcrasezI'infame.

-Mira nomás qué cielo.Sí, que padre. Aunque ideólogo convencido de la des­

dicha que la Naturaleza nos aportó como dote, a pesarde compartir el prejuicio contra los panoramas admira­bles (que invariablemente concluyen decorando las peorespelículas del mundo en el papel de contexto de un amorsublime), el Observador no alcanza a sustraerse de lainfluencia de una desnudez muy bien pensada, de unpaisaje que no es deslumbrante, ni espectacular, ni glorio­so, ni pródigo, sino simplemente paisaje. Ya recibirá encuanto se filmen por estas tierras las primeras copro­ducciones y se levanten los grandes hoteles y se desen­cadenen los primeros crímenes internacionales y empiecena adquirir los mejores terrenos los veteranos de Vietnamy el español comience a ser aquel idioma de los abuelos,ya recibirá el paisaje su dosis de adjetivos convenientes.Por lo pronto, sólo vale la pena.

Si Acapulco es Minnesota o Missouri con amanece­res de sabor latino, Huautla es San Francisco organizadoen torno a María Sabina y sus descendientes. Ahí la lle­van: la bahía y los hongos. Y Puerto Escondido, si nose cuida, terminará siendo Acapulco. Todavía falta, lodefienden la lejanía y la escasa divulgación y la carenciade un aeropuerto tan aséptico como los recientes de Ma­zatlán y Guadalajara. Y en ~u morosa complacencia depoblación de 3 600 habitantes, en su eficacia concentradade única calle donde se funden y confunden hoteles yfondas y puestos de mexican baratijas y oficinas muni­cipales y playas y rocas, Puerto Escondido recibe a losbu,,,,do<e,. a lo, "'''eado'", del Eclip,e. ,.

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Las tribulaciones del buen salvaje.

Un campamento y sus vicisitudes. Trailers y remolques yhamacas y sleeping bags y tiendas de campaña y todo elsuministro de precauciones que se iniciaron en los boy­scouts y concluyeron en los rotarios.

-¿No trajiste las latas de sardina?/ Préstame tu abre­latas/ consíguete unos vasos/ tráete los refrescos/ ¿paraqué compraste este pan tan horrible?/ pon a calentarcafé en el termo.

Las invocaciones estallan como el principio de un rito.Hay que neutralizar el golpe de la Naturaleza, su peti­ción secreta de virtudes que surjan en el choque contrala escasez. Robinson Crusoe no tenía tarjeta del Diner's.¿Para qué las aptitudes engendradas por la necesidad?No hacen falta: de eso se encarga la civilización y la re­flexión del Observador nació y se fortaleció en miles deartículos del Readers Digest y decenas de libros deTihamer Toth y Constancia C. Vigil y cientos de progra­mas radicales de Fulton J. Sheen (en la voz de EnriqueRambal).

¿Vale la pena renunciar a las conservas?¿Vale la pena renunciar a los sleeping bags?¿Vale la pena renunciar a la injusta distribución del

ingreso?En otros lugares, la recepción del eclipse ha sido en­

tusiasta. En la ciudad de Oaxaca, las fuerzas vivas hanarticulado un júbilo que delinea las perspectivas políticasdel suceso: es otro Domingo de Ramos cívico/ Bendituel que viene en el nombre del Señor. En San AndrésTuxtla los brujos mexicanos organizaron su encuentroanual (sin manta de bienvenida en el Hotel del Pradoni gaffetes del Hotel Camino Real). En Miahuatlán cun­den miles de turistas que aplaudirán la dádiva de fiestas,danzas, canciones y presencia de miles de turistas, cientí­ficos y personajes ilustres. En Miahuatlán se celebranlos esponsales entre un pueblo sin diversiones colectivas(ajenas al fútbol y los toros) y una Naturaleza sin no­ciones espectaculares frecuentes (ajenas a los ciclones ylos temblores).

En Puerto Escondido sólo se actúa la admiracióneterna ante el paisaje, entidad que nos colmó de cir­cunslancias antes de que lo rechazáramos. Por lo demás,ningún recibimiento singular. El Observador experimentauna leve decepción: los periódicos (a los que nunca dacrédito) le han informado (y él, como siempre, lo hacreído) de una inminente convención de hippies o jipite­cas -su variante específica- con volteretas esotéricas yvida tribal que ignora el temor de Dios. La realidad, o ese

caos que sus ojos absorben y a lo que no sabe si designarcomo realidad, aunque las apariencias sean dolorosas enesta su verdad poco romántica, le entrega un pueblo pe­queño y visitantes de extracción tan múltiple como sequiera. ¿Pero una convención, una concentración a lamanera del festival de Woodstock? ¡Ah, las reconstruc­ciones del apocalipsis a seis columnas a partir de losreportajes gráficos sobre el Greenwich Village!

La realidad es un robo. ¿Quién importó a estas familiasmodelo, a estos padres conmovedores que acarician unay otra vez el cabello de sus vástagos, a estos caifanesde vaselina y puro sentimiento, a esta excursión de se­cretarias y ayudantes del departamento de contabilidadde la empresa? ¿Quién atrajo estos comentarios irónicos,a este derroche de cervezas, a estos ciudadanos de moraliracunda que desdeñan a estos drogadictos y no deja­rían que su hija se casara antes de su fiesta de quinceaños? ¿Qué no se dan cuenta de que su intervencióndestruye la noticia, impide la armonía? El Observadordebilita su decepción contando jipitecas y la nutre cen­surando la febril intromisión de los sólidos pilares de lacomunidad.

Llégale, De volada

Llégale. Si existe atención, las palabras adquieren sonido.El rumor del campamento mezcla murmullos. En mo­mentos, es Hornos o Caleta, las playas convencionalesde Acapuleo a las seis de la tarde, con esa brisa exactaque recuerda el lunes próximo y los pendientes de laoficina. O son relatos, fragmentos de autobiografías quealguien comunica con la despreocupación de quien sientelas vidas intercambiables.

-Dí una conferencia en la Fraternidad Universalque dirige el gurú Estrada, José Manuel Estrada. Rolanmuy bien allí. El gurú es muy buena onda. Él está enel sexto círculo. Jesucristo en el séptimo y Buda en el oc'"tavo. No, no le gusta hacer las cosas para exhibirse. Él

levita, resucita chavos, pero nada más delante de susdiscípulos. ¿Que si quema? Nel, él es muy acá, siempreestá arriba sin necesidad de un toque. Casi lo he visto le­vitar.

Llégale. Los murmullos erigen paredes, trabajan paraforjar --en todos los sentidos- una atmósfera. Los ga­bachos o gabos (o gringos. Nota del traductor) se agru­pan en torno de la eficacia de su civilización. Alguienlee a Lobsang Rampa. En cualquier momento, alguienlee a Lobsang Rampa.

-Debías leer un libro bien cotorro. Se llama La mu­jer dormida debe dar a luz. Es de un chavo Ayocuan. Elestuvo en el Tibet. Es un lung-gom-pa, es decir, se puedesumir a voluntad en un trance hipnótico y entonces seavienta largas caminatas a paso veloz, ya. Dice que hayun hilo de la evolución espiritual de la humanidad quedurante la última Edad Histórica se desarrolló graciasa las culturas griega, bizantina, árabe y occidental yque la nueva cultura nacerá en México.

Los murmullos: un grupo de cuates de la colonÍ(!, deesa entidad de la clase media baja que decora los gim­nasios, las vueltas ciclistas y las películas de Ismael Ro­dríguez, inventa una fogata y se prepara: "yo ya te ibaa querer". Cantan con voces desafinadas, dulzonas, ¡;;onun azucaramiento que contradice su frecuentación ex­haustiva de los burdeles, cantan como cumpliendo laencomienda de una edad que viven y no habitan. Perome arrepentí, la luna me miró. A su lado se escuchaLet it bleed en un tocadiscos de pilas. Pero ignoran el

....

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inglés Y qué carajos, hay piezas muy bonitas y a uno legusta tocar la guitarra. Y yo la comprerulí. Me dijo quetu amor . . , Su expresión soñadora no oculta su verdadbásica: se consideran anacronismos, mexicanos abando­nados en México cuando todos los demás iniciaron lahuida, criaturas nulificadas por el despegue. No me ibaa hacer feliz. Agreden a sorbos una botella de tequila.Se animan con pequeñas disensiones, desearían irse aho­rita a un salón de baile o a una fiestecita. Se saben nacos,se saben incapaces de memorizar "You can't always getwhat you want", se saben humillados por la pinche vida.

Conque mi jefe no hubiese sido tan pipa/Échate "La·nave del olvido".

En el mejor de los casos se han venido en un cochedado al catre y se han pasado la mitad del trayecto ca­minando hacia la gasolinera, pidiendo un gato, arreglan­do las bujías, cambiando llantas, bebiendo cerveza calien­te, mentándole la madre al mecánico de la Colonia Pen­sil que les aseguró que llegaban sin problemas/Estamossalados, chompa. Que me ibas a olvidar porque tú eresasí.

Una vez ante un médico famoso

Jueves en la noche. Antevíspera del eclipse. En la playa,un grupo convocado por una identidad y una fogata:

Y es por eso que vine a cantaraunque es cosa que no sé,que siga, que siga el gustoy que viva Ometepec.

Podían ser también de Pinotepa Nacional, de San Se­bastián Ixcapa, de San Pedro Amuzgos, de Santa MaríaZacatepec, de Putla y de Copala, de Cacahuatepec, deTuxtepec, de.la Cañada, de Juchitlán, de Huajuapan deLeón, de Yosocuta, de Marcos Arteaga, de Tonalá, deJuxtIahuaca, de Ixtepec, Ixtlatepec, Espinal. Poseen or­gullo local y lo manifiestan. Ahora entonan "Pinotepa".

-Es de Álvaro Carrillo, compadre. Él era de Caca­huatepec, en la Costa Chica. Le pusieron su nombre a

la calle principal del pueblo. Es que era un gran com­positor.

-Como Macedonio Alcalá, el de "Dios nunca muere".Y como José López Alavés, el de la "Canción Mixteca"también de Oaxaca.

Una maestra joven se levanta:

Cuando estaba solo, solo en mi cabañaque construí a la vera de la audaz montaña,le rezaba al Cristo de mi cabecerapa que de mis penas compasión tuviera.

Y el Observador atiende la obra maestra de Rubén C.Navarro y se pregunta si habrán visto la película con LuisAguijar. Sigue "La Llorona" y antes de "Xunca" otramaestra asume, con la misma cortante tajante vibrante voz"Reír llorando" del Cantor del Hogar. Viendo a Garrick,actor de la Inglaterra. México se divide en 29 estados, 2territorios, un Distrito Federal y docenas de países y deépocas históricas. ¿En qué siglo viven los triques? ¿Quédécada habitan los admiradores de Juan de Dios Peza?¿En que país se mueven los entusiastas de Crosby, Stills,Nash y Young?

A unos pasos, unos chavos colocan un cartucho deLed Zeppelin en su grabadora.

A unos pasos, el señor de le camisa blanca le señalaun grupo a su mujer:

-Tú verás lo que haces, gorda, pero Juanito no meva a andar en esas fachas.

En lo alto de la pirámide, los muchachos fuman ma­riguana.

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No queremos el eclipse. Queremos revolución

Viernes 6, en la tarde. Por la playa desfilan unos chavoscon turbantes y caftanes derivados de sábanas y cober­tores. Llevan cartelones de protesta:

Paz en el Medio Oriente I Queremos la Paz / Stopthe War in Vietnam / Freedom to Political Prisoners.

Son ocho o diez y se manifiestan como orgullosos yfelices, con la alegría de quien predica la buena causa undía antes de la hecatombe universal. A los pocos minutosllegan noticias.

-Les echaron dos pelotones y los dispersaron. Seecharon a correr como locos.

-Son unos desalivianados. No debieran hacerlo. Aquíhay chavos que estuvieron en el Movimiento Estudiantil ylos podrían apañar de paso. No se midieron.

En la mañana, unos soldados detuvieron a dos jóve­nes que fumaban mariguana en la playa. Unas damascompadecidas le exigen ahora al Observador que inves­tigue el hecho en su carácter de poseedor de credencia­les. Acude en tímido plan inquisitivo y al presentar suescuálida identificación de prensa obtiene un trato dife­rente, deferencial.

-No, amigo de la prensa, lo que pasó no tiene im­portancia. Ya van a salir estos muchachos. Cosas deellos, muchachadas. ¿Quién no hizo alguna burrada enesos años? Y además, no queremos echarle a perder sueclipse a nadie. Ya salen.

Abandona la presidencia municipal y contempla la tar­de de ese viernes prologal. Va hacia la playa y se sumaa la espera, a la falta de prisa en un medio sacudido porla invasión. Con mucho, la gente más interesante es la dela Onda. No tienen competencia, por otra parte. Simón.Interesante no por su ideología previsible o por su con­ducta folklórica, sino porque más allá de las burlas, lascaricaturas, la persecución incesante, su valor como ejem­plo negativo, el-las-el chiste sobre el unisex, las referen­cias a Charles Manson, los comentarios redentoristas delos sacerdotes de la televisión, las declaraciones en sucontra de la Juventud Popular Socialista, la industriali­zación de sus hallazgos a cuenta de novelistas y revistaspara jóvenes; porque más allá de todo esto, y de lascomparaciones con los bohemios de principio de siglo, seencuentra un grupo que, de modo evidente, se niega apertenecer a la Gran Familia Nacional. ¿La paráboladel Hijo Pródigo?

Nel, mídete.

Simplemente otra onda, muy distinta, la Onda conmayúscula, que se inició cuando alguien aquí y allá tra­dujo las letras de las primeras canciones de Bob Dylany decidió que los tiempos están cambiando, que se iniciócuando regresaron de Frisco los primeros jóvenes y vi­nieron las migraciones de gabachos y los chavos palparonel rock y quemaron mora o mariguana por vez primera yadquirieron posters de Allen Ginsberg y el Che Guevaray usaron botones de protesta y le cayeron a Dylan y alos Rolling y quemaron mostaza o mariguana y la tierraestaba desordenada y vacía y compraron la prensa under­ground de California y se sintieron drop-outs y nadie vol­vió a decir "destripado" para significar un abandono decarrera y vió Dios que la luz era buena y quemaroncafé o mariguana y se sintieron macizos y fue la tarde yla mañana del quinto día y descubrieron frente a ellos alos fresas que utilizaban la onda etílica para entonarse enla fiesta de graduación y que ni a drop-outs llegaban yfue la tarde y la mañana del sexto día. Y la Onda se tra­duce en emanaciones y vibraciones y sustitución de laspalabras con las ondas. El rack ha sido escuela, univer­sidad. Y ahora están en su tercer o cuarto año de rockácido y hablan Jimi Hendrix o Rolling Stones como an­tes hablaron Cream o Traffic o como jamás dijeron cosaalguna en Monkees o en Archies.

-El rack es un orgasmo, chavo. Pero no una vulga­ridad o un llegue, sino algo más pausado, más rítmico,como un a-toda-madre dicho con gozo en lo alto de unbanquete. Simón. Janis Joplin es un pasón. Tom Joneses un saque de onda.

La Onda es su horma. La horma, la concepción de lasreglas precisas a que todo rostro debe atenerse, varía.Pueden traer la greña al tope o media greña o estiloMelchor Ocampo o estilo Sitting Bull o a la Jerónimo onada que los distinga, excepción hecha de su vocabu­lario. Cualquier cosa, menos la horma satisfecha, com­placida, bienamada, la horma que rezuma el inmenso cui­dado protector que un hombre de porvenir le debe al ros­tro que presidirá su madurez ya le va.

De la crítica como un saque de onda.

Los apañó la tira. Los capturó la policía. La tira, la ti­rana, la tiranía. De la Onda emerge un slang, una germa­nía, el lenguaje de una subcultura que pretende la comu­nicación categórica. El Observador recuerda que en elfondo de todas las jergas, de todos los calós, de todos losdialectos urbanos, se encuentran el sexo o la droga. Dio­ses intolerantes, mayúsculos, el sexo y la droga engen­dran y remozan las palabras. De un modo u otro, sondioses de la apetencia y el deseo, de la evocación de laapetencia y la solicitud del deseo. Un slang es una com­plicidad, el habla de una subcultura es una complicidaddivertida. Por eso, la comunicación de la Onda difieretan radicalmente de la comunicación elaborada a partirdel discurso de Gabino Barreda en Guanajuato en 1867:

("La ciencia. . . debía primero ensayar acrecentar susfuerzas. .. hasta que poco a poco. .. fuese sucesiva­mente entrando en combate con las preocupaciones ycon la superstición, de la que al fin debía de salirtriunfante y victoriosa después de una lucha terriblepero decisiva.")

Frente al ánimo pétreo de un lenguaje que ha abdicadode la tensión para adherirse a la distorsión, el ritmo pendu­lar de la vida mexicana ha encontrado en esa regocijada

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decisión lingüística de la Onda, su equilibrio y su esca­pe. Lo con~ra~i? de la s~gu~idad del termino orden~ e~ ladiversidad mfJmta del termmo onda. A ese lenguaje ms­títucional sin vacilaciones, sin dudas, programático, quese hace sentir como el fortalecimiento de una clase en elpoder o el auge de una confianza represiva, opone esteapenas lenguaje de sí y nú, de simón y nelazo, no unacertidumbre sino una conducta: abstenciones, huida antela contaminación de la metáfora, reducción de la impor­tancia de la palabra, que actuará en lo sucesivo comoemisario de las vibraciones o los enarcamientos menta­les. El match se declara: de un lado la trascendencia, eldiscurso elaborado por la sociedad mexicana que exige laatención de la Historia, el respeto de los demás países,la bendición de Dios y de los símbolos de la nacionalidady de los demás conciudadap.os. En la otra esquina, lainmanencia, esa garantía del Ser, sitiado en su epidermispor dioses finalmente asibles.

Tirar la neta: decir la verdad (se le pueden agregarmayúsculas). Tirar la onda: enfatizar las potencialida­des, los atractivos, las conveniencias de una actitud quesólo superficialmente puede confundirse con propagandade enervantes. Lo que separa a la Onda de sus adversa­rios, los fresas, no es pese a todo, tanto lo que consumencomo lo que pretenden evitar. Pretender evitar --con esaobviedad ideológica que una originalidad existencial re­dime- la comunicación hecha de seguridades, de exor­dios y remates, de responsabilidades asumidas y respon­sabilidades transferidas, de ceños que van adquiriendojerarquía y diálogos que sólo reproducen otros diálogosque alguien, muy importante, algún día celebró. El Ob­servador (que a cada cuartilla que transcurre se sientemás en deuda con Mailer y con Paz) no cree en la Onda,no entiende la Onda sino como un problema que él solu­ciona con teorías, no con actitudes. La encuentra muyinforme, celebrante rudimentaria de un estado de graciaque no se produce en los países en vías de desarrollo. Lereprocha ciertas herencias: el antiintelectualismo (noleen), la idea común del latinoamericano sobre el artista(son improvisados), el romanticismo que no se acepta(suelen ser cursis sintiéndose profundos). Califica de in­genuas sus producciones, de elemental su visión del mun­do, de mínimo su poder de rechazo.

y una vez delimitadas sus objeciones, el Observadorse duele del papel asumido. Ante la Onda, o mejor antelos cientos de chavos que la viven, la atribución del papelde juez es inadmisible. Para eso, sobran fiscales, sobransentencias inapelables. Y se proyecta la previsible suspen­sión de juicio hacia quienes intentan vivir de otro mo­do, en otro país que es este mismo. Cuando uno diceSimón o Nelazo, aun cuando de inmediato construya ensu derredor otra retórica aprisionante y mutiladora, porlo menos no asciende a un estrado, no está reconociendoen el aplauso o en el servilismo ajenos, no se eleva enescala social alguna. Cuando uno consagra el dilema exis­tencial azotarse o alivianarse, puede ser maniqueo, sec­tario, burdo, pero, por lo menos, encomia como disyun­tiva posi'Jle las actitudes existenciales, no las posicionescompetitivas de triunfo o derrota. Por lo menos. El ate­nuante existe para evitar un rendimiento absoluto, paraimpedir la adulación a una forma de vida que se apro­xima quizás de modo inconsciente a la libertad. ¡Ah! ElObservador quisiera emitir una crítica fulgurante que en­fatizase las distancias que le separan de la Onda, que leaugurase un sitio de privilegio, un halo de serenidad, quele evitase la inútil complacencia de quien toma partidopor los derrotados.

Elogio del A liviane

Delinear la idea de azotarse, para un conformista con­victo y confeso como el Observador, es más o menos fá­cil. Azotarse es pertenecer: a un modo dictatorial devida, a un sistema de tarjetas de crédito, a esquemas ce­rrados de conducta. Azotarse, en esta definición tremen­dista que otorgan sin palabras los pobladores de la Onda,es aliarse a formas vencidas, es negarse ante lo nuevo, esaferrarse a una sola de las rendijas desde las cuales Mé­xico contempla, creyéndose parte activa, a la cultura deOccidente. Los solemnes se azotan, los prejuiciosos seazotan, los exagerados se azotan, los represores se azotan.Azotarse es caer al suelo, abdicar de las alturas, rehusarsea la percepción amplificadora.

Describir lo opuesto es más difícil: ¿quiénes se alivia­nan? ¿Y que significa alivianarse? Se desencadenan trazosvagos, imágenes inciertas: alivianarse es recuperarse comoser humano (desenajenarse dirían otros), quitarse el peso,despojarse del lastre, negarse a la intolerable ley de gra­vedad de la sociedad en que uno se inserta. ¿Y qué pesoso qué lastres habrá que tirar por la borda? El lugar co­mún de la Onda se interpone en el camino de las aclara­raciones: hay que deshacerse de los prejuicios, de la in­comprensión, del deseo belicista, de la intolerancia. En-tonces: ¿alivianarse es reconocer con fórmulas la justi­cia de las causas justas?, ¿alivianarse es predicar slogans?,¿o alivianarse es nada más, el puro hecho físico de entraren onda? El Observador está siendo injusto. Percibe(palpa, dirían los chavos) que en lo inexpresado, que enlo no dicho se encuentra la definición más conveniente dealivianarse. ¿Mas como incorporar a una crónica silen­cios y ademanes brevísimos y actitudes y biografías en­mendadas y desafíos vitales? Alivianarse es ...

y ya para cambiar de tema, ¿no nos dice qué es Onda?El Observador se había pensado exhaustivo. Levementemolesto, quiere complementar: el término telepatía puedeser peligroso, pero en rigor ¿qué significa Onda? Algodistinto, sugieren de inmediato los afiliados a ese orga­nismo vasto, impreciso, ambiguo, inhóspito, hospitalarioque es la Onda, una de cuyas ventajas, en función de sudesarrollo y de su emplazamiento, es su cabal inexisten­cia, presente y pretérita. No hay Onda como hay centra­les de trabajadores; no hay Onda como hay Confedera­ción Nacional de Organizaciones Populares. Se dan jó­venes que fuman mariguana, se dan jóvenes que oyenrock, que viajan en ácido, que se entusiasman con EricClapton, que se dejan crecer el pelo, que usan ropa degamuza, que toman mescalina, que toman peyote, quetoman hongos. La Onda es un rechazo, a muy diferentesniveles y contratando riesgos muy variados. La Onda esun estado de ánimo. La Onda es un chance que sí. LaOnda es una complejísima realidad que, hablando a lamexicana, nomás no existe.

La Hora Señalada

y una diana deposita la tarea del despertar en el oxígenoabundante de una banda local que, contrariando los es-

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quemas musicales en uso a partir del primer sátiro adue­ñado de una flauta, se ensañará durante media hora contambores y trompetas. El Día D ha llegado. Y la Fiebredel Eclipse modifica su disposición y accede a la meta­morfosis: cientos de lanchones aguardan el desembarcoen las playas de Normandía. Los relojes se ajustan y seultiman lús preparativos. La gente va usurpando posicio­nes, desplazando a ninguno del sitio de todos. Los gruposde la Onda se distribuyen. Hay una sola consigna: losviajes ilustran. Y el fenómeno propicia el aliviane, lacortesía, el tratamiento de calidad para el eclipse, esaexcepción de la regla que se ha vuelto un culto, efímeroy eterno, eterno y efímero. La era de Acuario, el retornomasivo a la sabiduría que no requiere de laboratorio,intuye en esa velación solar un símbolo, un signo. Y conlos ojos depositados en un punto del infinito, con bon­dad supernumeraria, con el rostro distendido o concen­trado qne pregona el ascenso de la percepción, la pobla­ción flotante de Puerto Escondido se distribuye, ocupalos cerros y la playa, se hunde, colectivamente, en el senode la estupefacción.

y da principio el conteo implacable. Son las nueve ymedia y en Miahuatlán los locutores de televisión magni­fican su inepcia y denostan a los hippies y su decisiónde exponer el eclipse a los efectos malignos de las muje­res embarazadas.

-"Esto es un sacrilegio. Esto, amigos televidentes, esuna blasfemia."

No hay caso. De México se ha ido el demonio, se haido el espíritu del mal y eso ya es noticia antigua. Eseaire pesado, irrespirable, ese smog anterior al smog, den­so y cerrado, refiere la inexistencia del cielo y del infier­no, de las recompensas y castigos en otra vida. No hayblasfemia porque no hay bienaventuranza; no hay sacri­legio porque n0 se da la posibilidad del milagro. Y el glo­sador telegénico del universo insiste:

-"Dan ganar de arrodillarse y rezar. Dan ganas dellorar."

Esto, naturalmente, se ignora en Puerto Escondido. Loque tal vez sería previsible, es que en el esplendor deleclipse, alguien voceará

¡VIVA MÉXICO!

como única solución posible. Un sistema educativo al mar­gen del silogismo y borracheras interminables y peregri­naciones llagadas hacia la Basílica y los cursos de veranoque nos compensan de la pérdida de Texas, culminan enla primera y última afirmación: ¡VIVA MÉXICO!, antes

y después de los acontecimientos portentosos, de rodillasante la Morenita, en el asombro del despojo, por encimade la Naturaleza o previamente o a su lado. Sí, la Natu­raleza y la Historia desempeñan un papel preponderanteen nuestra conducta cotidiana: nos proveen de referen­cias y de contexto y de conversación prestigiosa y de sen­sibilidad demostrada, pero carecen del golpe estimulante,de la afirmación nítida, de la convicción que se derramacomo un tranquilizante y un energético, una decisión yuna abstención; carecen de las virtudes y las fuerzas re­cónditas y públicas que un grito, un simple

¡VIVA MÉXICO!

es capaz de acumular.

La tierra y su plenitud,el mundo y los que en él habitan

Principia la invasión de los estados del sol por los esta­dos de la luna. Y el Observador siente que la idea deenergía es omnipotente, omnipresente. Combustión, Om,satori, fuerza, poder, dominio. El retorno al culto solardeviene como un trance, una operación que anhelaría elcalificativo de mística. No porque se aspire a revivir (ose pueda recrear) el rito ancestral; no porque se niegueo se denuncie la existencia de Dios, sino porque se ha es­tablecido la comunión que es comunicacióu. Panteísmo,tal vez. Comunión con las ondas, con la Onda. Se trans­miten -aunque el Observador no pueda captarlas niacepte que se emiten- se trasmiten las ondas y los cha­vos acceden al viaje, deseando que les prenda, que loseleve. La exaltación es el ascenso.

No hay grito. No hay problemas, todo irá bien en estacaldera celeste que mezcla fórmulas del budismo zen yrecuerdo de versos de Blake y Paz y citas de Burroughsy de Ginsberg y las profecías de Rodolfo Benavides y elLibro Tibetano de los Muertos y el Retorno de los Brujosy Aldous Huxley y Michaux y Artaud y las prisiones deTimothy Leary y a lo mejor nada de lo anterior ha sidoleído o se ha sabido, pero qué importa. No hay fijón,maestro, no hay fijón.

Simón, simón. Y la hora que los mayas llamaban "dela castración del sol" desciende inexorable. Y a lo largode las playas y en los cerros y en los cientos de pueblosde la franja beneficiada con el esplendor del eclipse y enPuerto Ángel y en Zihuatanejo y en San Andrés Tuxtlayen Pinotepa Nacional y en Monte Albán y en la ciudadde Oaxaca, se dispone la gente, confusa, alborozada, in­quieta. Y en Miahuatlán se aglomeran en torno del Dr.Arcadio Poveda y el Dr. Méndez y de los otros científi­cos, anhelando, exigiendo explicaciones. Siglos de una mi­noría racionalista que nada explicaba a una mayoríasupersticiosa, décadas de positivismo instauradas a partirde una decisión pedagógica totalizadora, ni han enfati­zado el miedo ni han ahuyentado el temor. ¿Cómo hu­biesen contemplado Don Justo Sierra, fundador de laUniversidad y Don Gabino Barreda fundador de la Es­cuela Nacional Preparatoria, el eclipse? Orden y pro­greso. ¿Cómo lo hubiese contemplado Quetzatcóatl? ¿Ycuál es el aspecto externo de las profecías, cómo se dis­tingue a una profecía de una conjetura? Quienes leíansu derrota inminente en los signos de los astros, constru­yeron a través de cometas, eclipses y otros augurios menoshollywoodenses su visión de los vencidos. Y tal vez allíestán, cerciorándose, oteando, calándose esas gafas pre­carias compradas en los supermercados, asegurandoesos trozos de radiografías, los emisarios de Moctezuma,

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los aliados del Aguila que Desciende, los brujos y los tla­toanis derrocados. ¿Por qué no habían de estar, por queno habían de contemplar los augurios que anuncian laextinción de un imperio?

Tonatiuh Cualo

Cuando esto acontece (el sol) se muestra muy rojo; yano permanece quieto; ya no está tranquilo; sólo está ba­lanceándose. El eclipse avanza hacia su culminación. yuno de los chavos al lado del Observador, luego de profe­rir los adjetivos que hacen tolerable una visión última,repite compulsivamente, con ese instinto reiterativo queengendra las causas trascendentes o las telecomedias: "Amí lo único que me importa es tirar la Onda." Él, por suparte, tira la neta, se expone. Los viajes que acompañanal eclipse acceden a su punto climático. Las palabras sehan ido amortiguando, se encogen, disminuyen, desapa­recen. Las putas han dejado de chillar. Y el Observadorno debería divagar, no debería estar redactando (así seaa posteriori) algo parecido a una crónica. Le correspon­de ensimismarse, zambullirse en algo, hacia algo. Se ama­rillece mucho. En seguida hay bullicio; se inquieta elhombre; hay alboroto, hay trastorno, hay temor, hayllanto. No hay profesionalismo o amateurismo que eximadel error de provocar explicación alguna a través de lassensaciones. Y de golpe, los informantes de Sahagún sondesplazados y el un día emite palabra al otro día y la unanoche a la otra noche declara sabiduría. ¿Quién convocóa las palabras bíblicas? Los salmos memorizados en esainfancia protestante del Observador retornan y se pro­pagan como la fe que en memoria se confunde con lasmañanas de la Escuela Dominical y las agresiones pre­ecuménicas de sus condiscípulos. No hay dicho ni pala­bras, ni es oída su voz. Los versículos de David matizanel instante, con ese fervor doloroso que una mirada pro­tegida por unos lentes rápidamente ahumados usa aldescrifrar lo que recibe. Por toda la tierra salió su hilo, yal cabo del mundo sus palabras. En ellos puso taber­náculo para el sol. Las sensaciones se afinan, se prolon­gan, se detienen. Los versículos tantas veces oídos yleídos y dichos con premura se intensifican y el Obser­vador los toca como si se acuñasen por vez primera,

como si el golpe de la vista atendiese una conflagracióny un recinto tomado y una casa puesta en marcha por lafuga de sus dueños y un sol momentáneamente vencidoy una infancia donde esas palabras cobraron un aire deatmósfera vital antes de transmutarse en educación lite­raria. Y él (el sol) como un novio que sale de su tálamo,alégrase cual gigante para correr el camino. La pátina eslo que permanece; el efecto del tiempo, la dignidad deltiempo sobrevive a las cosas sobre las cuales se deposita.El eclipse va a adquirir en unos minutos más su intensidady. el 9bs~rvador, en un afán de reconstruir toda su expe­nencla VIsual, toda su maña y su práctica en materia detransas sensoriales, advierte que de las sensaciones sólole queda la pátina: esos adjetivos brillantes, que se apli­can ~ar~ dar un tono de fulgor, una garantía de lumbre;esas Imagenes contrastadas de naturalezas absolutas queal dar la vuelta a la página se tornan reportajes sobre losniños de Biafra. Del un cabo de los cielos es su salida, ysu giro hasta la extremidad de ellos. Y no hay quien seesconda de su calor. La tierra está adquiriendo esa frial­dad previa, premeditada, visceral, que anuncia un estadode ánimo intermedio o nuevo: ni melancolía, ni gozo, nitristeza, ni júbilo, ni desesperanza, ni indiferencia, ni ad­miración, ni rechazo, ni algo que no sea el azoro de quienusa el estupor como tregua, como intermedio de dondepartirá a su verdadero destino, ese destino donde las sen­saciones conocidas se quiebran. Y la gente tira la onda,y el Observador, tan incapaz de entender o vivir el signi­ficado de acciones que no comparte, se declara azotado:él ha vivido antes el eclipse, lo ha degustado en sus lec­turas previas; lo ha fijado en sus ideas inmóviles sobre lapotencia de la Naturaleza traducida en actos excepciona­les; lo ha tasado según su esquema funcional y modernode la vida donde las cosas no suceden: simplemente seacomodan.

No hay dicho ni palabra, ni es oída su voz

y la invasión ejercida por la luna se acrece, se extiende,sojuzga. y la sombra se va generalizando, otorgándole ala tierra, entre otras cosas, la cualidad evocativa de unmomento del día que aún no se inventa, equidistante delamanecer y el ocaso, del mediodía y el anochecer. Es esemomento al que acudirían en demanda de paisaje todoslos sucesos excepcionales, las quiebras históricas, las tra­gedias impunes, las decisiones que estallan como el fin deuna era. En ese momento se han fraguado las caídas delos imperios, los asesinatos que insisten en la legitimidadde las tiranías, los gestos románticos y las cobardías pre­cedidas por transfiguraciones, los milagros y las explica­ciones científicas del poder curativo de la histeria. Eleclipse ha descubierto las tonalidades luminosas, el as­pecto entre desolado y pletórico, del instante del día enque, idealmente, se cometen las grandes traiciones y seinician las conclusiones de una época. Algo empieza amorir: que lo registre esta luz; algo se va a decidir queafectará nuestra existencia: que lo capte y lo difunda estesol humillado, esta discreción de la suprema derrota. Un

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general se dispone a partir hacia un m'~in .estudiantil enuna plaza pública; un aviad?r acude ~ liqUidar una gue~

rra en oriente, un exaltado afma su revolver para a~uardaI

el pso del carruaje de un príncipe. Y la luz del eclIpse en­vuelve a todos en su decisión de ensayo general del apoca­lipsis todavía sin el vestuario del día del estreno.

Paiabras palabras. Y se va extendiendo en el ordenverbal en' el orden de la captación simultánea de laspersp~ctivas que las cosas encierran, el cotorreo. Al O~­servador la voz "cotorreo" hasta hace poco le parecIaenormemente desagradable, vulgar, de almuerzos rápidosy murmuraciones sobre el esténcil y sketches de TV. yhe aquí que de pronto, lo ha acept~do sin r~?eldía y~si­ble. Porque aquí no interviene la tns~~, famelIca. p~actIcade "cotorrear el punto", la exaltaclOn de la Jengonzacomo idioma. No es asunto de parlotear o abundar enrelación a lo ya dicho o deshilar una plática de aquí alinfinito del siguiente encuentro. Para la gente de la Onda,que ahora contempla esa semipérdida del .sol, cotorrear,y el calificativo es terrible, arduo de concebIr, atroz y ver­dadero cotorrear es un acto metafísico. Tiemblan, desdesus nichos Santo Tomás y Kant. E pur si muove. Porqueel cotorre~ es un acto ontológico, un compromiso del Serque no conversa sino que abandona a las palabras paraacercarse a su naturaleza esencial. O por lo menos, así lopalpa el angustiado Observador, ya sin sentido del hu­mor aferrado a su identidad individual mientras, frenteal e~lipse, los pronombres posesivos desaparecen. Él tie­ne la impresión de que para estos chavos el mundo y eleclipse se han convertido en extensiones de sus cuerpos,o de sus mentes. Y el Observador reza, en voz baja, laúnica oración que le es posible: Barbara, Celare, Darii,Ferio, Cesare, Camestre, Festino, Baraca. El fluido pa­rece ignorar su tímida voluntad de razón. En esas pla­yas, las palabras o las ~asi p~labras o .las .no palabrasaferran en su pico una sItuaclOn y la dejan mtacta luegode examinarla o la desglosan o la abordan a la luz de unarisa, de una ojeada, de un guiño, de una frase que ~l

Observador -tan square- trata vanamente de escudn­ñar: ¿Qué onda, qué onda?

Pasón dedicado a Onofre y chavos que lo acompañan.

No hay pedo: no hay problema, no lo puede haber en esteviaje comunicativo, en esta premonición de un festivalmasivo que algún día algún siglo se efectuará en México,sin suspensión posible a última hora. N o hay pedo: esafórmula esencial del rechazo de las mortificaciones de lacarne, ese exorcismo de quienes habitan las márgenes dela abundancia elemental de nuestra Sociedad de Consu­mo, se amplía como un testimonio o uJ?a sacralización:n.o hay pedo: si abandonas la escuela, SI careces de em-

pleo, si tu familia te fatiga y ,te friega, si te r?baron lopoco que traías, si no s.abes co~o regre~arte, SI no traesun quinto en la bolsa, SI tus antIguos amIgos no te pelan.Nunca hay problema. ¿Para qué el irigote (1~ exa~era­

ción)? ¿Para qué el iris, los ~~ajes y las gestIc~a~Ionesexcesivas, no solicitadas? La mgotera, suma de mgotes,es patrimonio de los chavos lentos, de. los que nunca. to­man su tiempo, de los que usan su tiempo como SI setratase de un vehículo, una maquinaria que traslada deun lugar a otro, que te lleva de la juventud a la madureza la senectud y finalmente se descompone. Se azotan.Toma mi ejemplo: yo era ... y la autobiografía s~ ex­pande en datos concéntricos, se desliza entre. la. cornentede calles de clase media de escuelas de provmcIa, de pa­dres severos y madres afligidas, de ed.uc~ción estricta yreligiosa que indica el puntual cump!lffiIento del de~er

para con la Virgen y para con la Patna. Es una autobIo­grafía azarosa la que, con ade~án .di~áctico, n~rra ~n laplaya ese chavo de la expresIon mCIerta: ,all~ esta ya,apareciendo en la cresta de este relato t~~ mtImo y tancolectivo tan de uno y tan de todos, el VIaje a San Fran­cisco el 'contacto con la onda de los gabachos, la impo­sibilidad de aceptarse como contador público, las prime­ras inmersiones en el rack. los primeros densos, álgidosdías al borde de los discos oyendo sin límite, memori­zando esas vueltas frenéticas, extendiendo la visión y elconsumo del tiempo.

"El espectáculo es único --comentará horas despuésdel eclipse un chavo que hace teat~o-. lodos es!os cha­vos juntos, lanzando ondas, prendIdos~ Era ene~gIa,yuraenergía. Nunca había pasado algo aSI en la hIStona deMéxico. Todos estos chavos juntos."

y el eclipse llega a su totalidad. Y durante tres in­tensos concentrados, prodigiosos minutos no hay sol. Yretom~n los augurios y las abusiones prehispánicas: Le­vantan el llanto los hombres; se dan alaridos; hay gritos;hay grita; hay vocerío; hay clamor; se tienden los casca­beles. Son sacrificados albinos, son sacrificados cautivos.Se sangra la gente; se hacen pasar varas por las orejas yen los templos son cantados cantos floridos. Permaneceel ruido. Permanece la grita. Así se decía: "Si acabase, sifuese comido el sol.. todo oscurecerá para siempre, ven­drán a bajar las tzitzimime, vendrán a comer hombres."

Los informantes de Sahagún han cumplido con su de­ber. Allí está su relación de los hechos. El tumo corres­ponde a los nuevos informantes, para que digan de lasustitución del vocerío, el alarido, el clamor. ¿Con quése ha reemplazado el desafuero, la incontinencia? Con lamirada inmóvil, con el gesto vago, con la seguridad deque algo sigue pese a la desaparición del país, al escamo­teo oficial de lo que era el principio de un país. Se integranel grito primitivo y el silencio contemporáneo: son la mis­ma respuesta, la fiesta única en honor de la portentosa ha­zaña de la luna. Hay grita, dice Sahagún. No hay grito, re­plica la Onda. Y en ese griterío del pasado, en esa fiestasacrificial de la sangre y el alarido que se asocia y sefunde con el silencio extraído de todas las piezas de rocky todos los Koan que te preguntan por tu rostro ?riginalantes de tu nacimiento y todos los rechazos del SIstema,se va erigiendo la visión definitiva del eclipse, tres mi­nutos quizás que se enardecen hasta la incandescencia.