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Carta I Querida Zoe: Yo sé que tú me perdonarás, aunque no los economistas, si me meto en cercado ajeno. Y para que no me vapuleen desde el mismo pórtico te diré – en esto sí tengo una mínima autoridad – que la palabra “economía” es una voz compuesta griega cuyo sentido es “ley o gobierno de la casa”. Tanto da ésta, aquella o la colmena bulliciosa de una nación. En suma, administrar los recursos disponibles. Como no vivimos en el paraíso, donde basta alargar la mano para coger una fruta mientras no sea ésta una manzana – siempre debe haber algo prohibido en la vida – tenemos que ganar la existencia con el sudor de la frente, de las mentes o de las axilas. Adán, sin ser galeote en galeras, podía leerse el Quijote, hacer crucigramas o bien devanarse los sesos para encontrar el teorema de Pitágoras que, por supuesto, no se llamaría así. Te confieso que

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Carta I

Querida Zoe:

Yo sé que tú me perdonarás, aunque nolos economistas, si me meto en cercado ajeno.Y para que no me vapuleen desde el mismopórtico te diré – en esto sí tengo una mínimaautoridad – que la palabra “economía” es unavoz compuesta griega cuyo sentido es “ley ogobierno de la casa”. Tanto da ésta, aquella ola colmena bulliciosa de una nación. En suma,administrar los recursos disponibles. Como novivimos en el paraíso, donde basta alargar lamano para coger una fruta mientras no seaésta una manzana – siempre debe haber algoprohibido en la vida – tenemos que ganar laexistencia con el sudor de la frente, de lasmentes o de las axilas. Adán, sin ser galeote engaleras, podía leerse el Quijote, hacercrucigramas o bien devanarse los sesos paraencontrar el teorema de Pitágoras que, porsupuesto, no se llamaría así. Te confieso que

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eso de ganarse la vida me resulta me resulta(sic) un poco incomprensible, pues la vida yanos ha sido dada. Si acaso lo que hay queganar es que no nos la quiten logrando lasobrevida. De mi capa para adentro, te digoque desconfío de todos aquellos que se dicenmuy trabajadores, a menos que lo hagan con laplena libertad de no tener que trabajar. Sarnacon gusto no pica. Mi concepto del trabajo esabsolutamente ortodoxo. La Biblia nos afirmaque se trata de un castigo por desobediencia.La filología asiente porque “trabajo” viene dellatín “tripalium” o “tres palos”, esto es, uninstrumento de tortura.

Y no te escribo ya más porque deboeconomizar tiempo y papel, pues ambos estántasados y no conviene despilfarrarlos matandolas horas y asesinando los árboles de lamoribunda Amazonia.

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Carta II

Querida Zoe:

No se puede estar en misa y repicando lascampanas. Cada Antón Pirulero debe atendersu juego: unos pescan, otros cosen botones yalgunos fabrican el hilo para pescar y coserbotones. Solamente un Robinson Crusoe debepescar, remendar la ropa y curarse lospinchazos de las agujas en los pulgares. Peroaquel náufrago barbudo no vivía en sociedad.La economía se basa, ya lo ves, en elintercambio de los productos y la puesta encomún de nuestras faenas. Cuando era un niñocambiaba los cromos “repes” por aquellos queno tenía. Solamente que había muchosrepetidos y, cosa normal, no valían nada. Asípasa con los parados, que están de más, sobranen el mercado. Pero en este juego de pasarseuno a otro las cosas los hay muy cucos. Unosquieren trabajar menos y ganar más; otros quesus empleados trabajen más y ganen menos.

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Ahí tenemos el conflicto, la negociación y lahuelga. El problema consiste en saber cuántovale cada trabajo, cualquier mercancía. ¿Yo tedoy medio kilogramo de mantequilla y túsolamente me das un ala de pollo? Parasolucionar esta cuestión existe la ley de laoferta y de la demanda. Nadie la ha inventado,es una ley tan natural como la que hace caerlas manzanas sobre las cabezas. Si en unaclase hay solamente una chica y el resto sonchicos, aquella será muy solicitada, puesmuchos piden y pocas dan. De ese tira y aflojaentre los que compran y los que venden sale elprecio justo, aunque a veces sea muy injusto.

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Carta III

Querida Zoe:

Hace años daban un programa en latelevisión llamado “El precio justo”. Créeme,no es tan fácil saber cuánto cuesta en Japónuna merluza o el valor de un jarrón deporcelana china del siglo tercero antes denuestra era. Las cosas valen – mira unasubasta – lo que aceptemos pagar por ellas.Muchas personas prefieren ver a un hombreágil dando patadas a un balón hinchado de aireque escuchar el aire engalanado y armoniosode una soprano obesa cantando una melodía.Yo, que tengo tantas “entradas” en la cabezacomo para llenar un estadio, hice una carrerade esas llamadas con pocas “salidas”. Dado elcuello de botella, más estrecho que lainterrogación de un cisne blanco, muchos hanterminado retorciendo el parnasianismo paraabrazar el pragmatismo. Pero, como diceMachado, el que no se llama Manuel,

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solamente el necio “confunde valor y precio”.Claro está que Quevedo, don Francisco de, nosdeja un algo, y aún algos, balbuceantes y con laboca abierta contándonos la verdad de la vida:“poderoso caballero es don dinero”.

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Carta IV

Querida Zoe:

Como la economía no es solamente elíndice de precios al consumo, y otras cosas así,hoy quiero hablarte en esta carta desde mipropio feudo profesional. En latín no existía elsonido ni la letra ñ. Ya en romance los copistascrearon para representar el nuevo fonema elsigno “nn”. Pero como esta doblez suponíaperder segundos de velocidad manual, máspergamino y aumento del gasto en tinta (lagota es la gota) abreviaron la letra y, paradistinguirla de la n, le pusieron su sombreritoen la cabeza. En definitiva, economía filológica.Yo creo que los editores que traducen obrasalemanas al inglés aumentan sus beneficiosencogiendo las palabras y las páginas.

La economía del lenguaje existe encualquier punto donde se practique unapunción de la gramática. Vamos a suponer queel presente del verbo “comer” fuese: “yo como”,

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“tú jalas”, “él manduca”, “Nosotros tragamos”,“vosotros engullís”, “ellos muerden”. ¿No esevidente que sobrecargamos el disco duro de lamemoria? Es más racional y mucho máseconómico el uso siempre de una misma raízacompañada de unas desinencias constantes.Los niños nunca han oído “morido”, pero sacanel participio de la norma general mediante laanalogía. Y luego dicen que no saben...

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Carta V

Querida Zoe:

La libertad cansa porque - ¿sería mejoracaso ser piedras inertes? - no podemosdescansar nunca de ella. Siempre estamoscondenados a decidir entre ése y aquel, esto oaquello. Quien no toma postura ya estátomando la postura de la inacción. Loseconomistas plantean muchas veces el clásicodilema siguiente: ¿Cañones o mantequilla? Esdecir, una economía de guerra y otra para elbienestar material. Los países comunistas separecen a enormes cajas fuertes hechas paraguardar unas pocas monedas. Si las balas nose funden en mantequilla, la población reducelas calorías alimenticias. O se muere dehambre o se muere en la guerra. Yo mismoestoy aquí dando un buen ejemplo de“liberalismo económico”. Si se quiere deciralgo, se debe callar también otra cosa quepodría ser dicha en su lugar. Cada palabra

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compite con otra distinta para figurar en unafrase. ¡Cuantos nombres, verbos y adjetivosnonatos he estrangulado en mi mente cada vezque te escribo estas cartas!

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Carta VI

Querida Zoe:

Cuantas más cosas nos traen los reyes,menos valor y aprecio tenemos a los juguetes.Cierto, hay un momento de borrachera. ¡Quéalegría! Pero luego, al día siguiente, sobrevienela resaca del entusiasmo. Aquel amasijo deplástico y pilas eléctricas termina arrumbadoen el cuarto trastero. Este ejemplo te puededar una cierta idea de lo que es la inflación.Las burbujas y los globos demasiado hinchadosacaban explotando. Vamos a imaginar que tecompras un móvil por cien euros (no pidasmás). Cuando un político listo, con la máquinade imprimir billetes, dobla la cantidad deéstos, muchos creerán tener más dinero. Ahorabien, si en lugar de aumentar los móviles,crece el papel solamente, el dinero estádevaluado. Como el rey Midas del cuento,tampoco podemos comer el oro ni tomar sopade letras con tinta. Hoy das una patada en el

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suelo y salen mil filólogos. Existe una inflaciónde títulos universitarios, un despilfarrolamentable de la inteligencia. Sobran laspalabras, pues – para no inflar esta carta – albuen entendedor…

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Carta VII

Querida Zoe:

Un banco es una empresa que te da unopor el dinero que tú le prestas y te pide seis porel dinero que ella te presta. Por supuesto,nadie trabaja por el amor a Dios, sin esperarganancias, salvo las monjitas de la caridadque, por otra parte, de algún lugar debe caerlesel dinero, pues éste no viene nunca llovido delcielo. Todos tenemos el vicio de comer tresveces al día y cinco los muy glotones. Antañose pensaba que el dinero no engendrabadineritos, igual que una vaca nos da un terneroy la gallina nos proporciona los huevos. O sea,que el interés cobrado no era justo. Hogaño,aunque no se piense esto, se desea que elinterés sea bajo. Claro es, los ahorradores y lasahorradoras, los inversores y las inversoras, yno los banqueros y las banqueras.

En el lenguaje también hay préstamosverbales. A veces, cuando nuestro vocabulario

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no tiene activos suficientes, acudimos a losdiccionarios extranjeros para solicitar algunapalabra nueva. No creamos que estas cesionesson exclusivamente generosas, desinteresadas,pues quien mete el pie en el léxico de unanación distinta pronto se quedará con la llavede la casa. La lengua – decía el andaluzNebrija – es la “compañera del imperio”.

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Carta VIII

Querida Zoe:

El principio de economía consiste enlograr el mayor rendimiento posible con elmenor número de recursos a la mano. Si tienessolamente dos letras de alfabeto podrías hacerestas posibles palabras: a, b, aa, bb, ab, ba.Pero con unas treinta puedes escribir desde“tonto el que lo lea” hasta la “Crítica de larazón pura”, ahí es nada. El trabajo es hijo dela pereza. Se excava un túnel en la montañapara librarnos del esfuerzo de rodearla. Si paraapagar un fuego se precisan cien personascargando un cubo de agua, una sola mangueraconvierte en inútiles a noventa y nueve. Lasmáquinas (entre ellas la tecnología moderna)aumentan la producción, pero crean desempleoen el presente. Se precisa tiempo para hallarnuevas ocupaciones a quienes se han quedadocon las dos manos metidas en los bolsillos. Y,mientras tanto, muchos son los que se ahogan

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entre dos olas de prosperidad. La palabra“sabotaje” procede de “sabot” o zapato, pues losobreros metían éstos entre los engranajes para“sabotearlos”, provocar así una avería. Eldesempleo es un problema grave en lassociedades capitalistas (en las comunistas noes mejor, pues si todos trabajan es para nosalir de la pobreza general). Y hablando degravedad te diré que la palabra “grève” (huelgaen francés) viene de la “gravilla” o guijarrosque había en la plaza del Ayuntamiento deParís, en donde los trabajadores en paro secongregaban en busca de trabajo). La huelgano se convoca para “juergas” ni “jolgar” losholgazanes sino para arrancar de las empresastodo lo que ellas son capaces de dar sin matarla gallina de los huevos de oro. En una huelgade los obreros de la Ford, el famoso industrialdijo que podía sustituir a sus trabajadores pormáquinas. Entonces, un sindicalista– sabiendoque la primacía de la economía es la persona –le respondió: “sí, pero las máquinas no puedencomprarle sus coches”.

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Carta IX

Querida Zoe:

Como ya has visto, arrimo el ascua a misardina y llevo las aguas a mi molino. Te dijeque te hablaría sobre economía; luego afirméque los principios de esta ciencia se puedenaplicar a cualquier actividad humana. Y, porúltimo, de rondón y por lo bajinis, cueloalgunas caladas acerca del estudio dellenguaje. Ya lo sabes: hablar es comunicar. Ylos comerciantes, para hacer sus tratos,intercambian palabras y mercancías. Al ladode una economía local, existe un comercioexterior. Los intermediarios se llamantraductores. Sin ellos cada nación consumiríasolamente sus propios productos. Quienesdicen eso de “compra naranjas valencianas” secierran, si todos hiciesen lo mismo, a comprarpasta italiana o comer dátiles marroquíes. Elproteccionismo es paletismo. La cultura que,

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sin servilismo, no se abre al mundo, adquierelas mismas taras de aquellos que se casandentro de la familia. ¿No podemos leer a Sartrey tomar café de Brasil?

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Carta X

Querida Zoe:

Siempre ha sido más agradable abrir elcorazón para declarar nuestro amor que abrirnuestros bolsillos para hacer la declaración dela renta. Como bien sabes, Hacienda lo quedebe hacer es “tomar” o “pedir” dinero alciudadano para construir autopistas, pagar alos médicos, etc. El lenguaje, que es unaherramienta muy sutil y capaz de hilar muyfino, tiene dos palabras muy diferentes paraexpresar el acto de recaudar el dinero privadopara el erario público: “contribución” e“impuesto”. No es lo mismo, ni mucho menos,dar voluntariamente contribuyendo a unacausa colectiva a que nos impongan un pago sopena de lanzarnos a los canes hambrientos delos inspectores. Es evidente que sin la coacciónnadie, salvo los buenos en el mal sentido de lapalabra, aflojarían la bolsa. Entonces eso dellamar “contribución” a lo que es imposición es

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un eufemismo del lenguaje económico, unmodo de hacer creer que participamos TODOSen la magna empresa nacional. Sólo que hayaccionistas y accionistas. Unos son sardinas,otros ballenas. Cada cual defrauda según susposibilidades.

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Carta XI

Querida Zoe:

Ya conoces el dicho: “la bolsa o la vida”.Pues bien, muchos han perdido la vida en labolsa. Algunos millonarios, hundidos en ladepresión, se han suicidado lanzándose desdeel pico de los gráficos hasta el valle de laslágrimas por el dinero perdido. También laliteratura tiene sus valores. Unos autorescotizan al alza escribiendo novelas de éxito;otros, desde los escaparates, se han trasladadoa las librerías de ocasión. Sin embargo, casoshay en los que la muerte resucita al escritorolvidado. Nadie lo recordaba, tal vez ni eraconocido ya por los lectores modernos, pero loseditores, como buitres de librería, publican denuevo su obra completa esperando obtener conello pingües dividendos de la defunción delfinado. ¿No se habla siempre bien de losmuertos?

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Carta XII

Querida Zoe:

Ayer compré un libro de esos envueltosen plástico. O sea, a ciegas, atraído por el títulocomo el mosquito por la luz de la farola. Y,claro, sentí una desilusión semejante a la deJacob cuando su suegro le dio gato por liebre.Aquel plástico, a pesar de ser trasparente,estaba al servicio de la opacidad. No vale decirque puede ensuciarse, pues siempre hay en elalmacén para sustituir a la muestra al público.El comerciante, aunque sea honrado, tienecierto tic a la picaresca. Ya habrás visto esosbocadillos con la tortilla, el queso o el chorizosaliendo del pan tan ostensiblemente comotramposamente. Y muchos botes nos ofrecengratis tres dedos de vacío para engañar a lavista, como quien lleva tacones para simularmayor altura. En la Grecia antigua, una leyprohibía a los pescaderos arrojar agua sobre elpescado a la venta para que se vieran comofrescos. Y los malos tenderos tienen la

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tendencia a engañar en el peso como lasmujeres en el cómputo de los años. Un mercadodebe ser trasparente. Piensa que alguien,desconocedor de su valor, vendiese a un cucoun cuadro de Picasso creyendo ser la obra decualquier pintamonas escolar. Si hay listos, esporque hay tontos (o, desde el lado contrariodel comprador, el timo del tocomocho)Mercader que no conoce su negocio debe latiende ceder a otro.

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Carta XIII

Querida Zoe:

Siendo niño aprendí el Padrenuestro quedecía: “perdónanos nuestras deudas, asícomo…. y etc.”. Y luego vino eso de las“ofensas”. Dejando aparte las cuestionesteológicas – lexicógrafos tiene la Iglesia – yo nosé si perdonar éstas sea más difícil quecondonar aquellas. Cierto, tienes mucha razón,existen profesionales del sablazo, chupadoresdel ahorro ajeno, deudores para quien un“pagaré” quiere decir un “no devolveré”. Contraestos sinvergüenzas de la cara de bronce, losacreedores inventan los más variados métodosde sacarles los siete colores del arco iris a losmorosos impenitentes: cobradores de etiqueta,vestidos de payaso, disfrazados de pingüino, ycosas de ese estilo. Todo es bueno para señalarcon el índice acusador al que pide sin restituir.Sin embargo, también están los buitres del

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préstamo, esos paquebotes que exigen alnáufrago sus andrajos como premio para elrescate. A éstos se les llama usureros, es oficioantiguo y muchos son hombres muyrespetables, con corbata y palco en la ópera.Muchos banqueros que se hacen llamar “don”Mengano o don Peréngano son incapaces delperdón. ¿Qué importa un desahucio más omenos si las acciones cotizan al alta?

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Carta XIV

Querida Zoe:

Los ingleses, siempre tan pragmáticos –no en balde se han especializado en elempirismo – dicen eso de “el tiempo es oro”.Pues bien, no hay mejor manera para expresarcon esa ecuación la subordinación del espíritua la materia. Tal vez se podría decir – y no eslo mismo - “el oro es tiempo”. Las minasauríferas han precisado muy largos periodosgeológicos para gestar en sus entrañas losmetales nobles. Y, pasando a la literatura, loseditores exprimen el tiempo a sus autores asueldo exigiendo su peso en oro. Un libro debeestar escrito a tiempo para la publicación en lafecha en que se regalan los libros. “La nuevanovela de...” propagan muy astutos queriendoenlazar un best-seller con otro éxito de ventas.De ahí que la calidad de página, el estilocuidado y pulido, los retoques adecuados, sonmalos para el negocio. El oro de las letras esmuchas veces oropel, por falta de tiempo.

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Carta XV

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He leído en algún lugar – no sé si ello escierto- que una célebre editorial se equivocóllamándose “económica” en vez de “ecuménica”.Y no es que publicase libros de bolsillo en papelamarillento. Hasta el mejor bebedor se moja enalto con el porrón. Pero, aprovechando que elPisuerga pasa por Valladolid y el Tajo lo hacepor Toledo, podemos sacar algunas cuantasconclusiones del error. En la historia algunasmeteduras de pata han tenido importantesefectos económicos. Cristóbal Colón, paraahorrarse tiempo y tormentas en ir a la India,tropezó con América. Y la pólvora – otra vez nosé si es cierto - se inventó en China porcasualidad buscando un alquimista el elixir dela juventud. Claro está, le estalló en la cara.¿No es una ironía de la vida que muriesebuscando quitarse unos años, suprimir algunasarrugas y recobrar el vigor perdido en algunosmiembros?

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Carta XVI

Querida Zoe:

Algunos se oponen, no del todo sinningún motivo, a la “Mamá Estado”, perotampoco debemos convertir a éste en lamadrastra de la Cenicienta (ya ves que que heactualizado los nombres siguiendo los tiemposmodernos). Si unos quieren chupar de la tetapública desde la cuna hasta la sepultura, otrosvenderían en el mercado incluso la leche de losbiberones. Ni tan calvo ni con dos pelucas. Lospadres no pueden castrar la iniciativa de loshijos, deben darles alas para volar por ellosmismos, aunque siempre tengan una redextendida por si caen y una venda dispuestapara curar las heridas. Hubo en cierto tiempolo que se llamó “darwinismo social” (unaversión extremada del neoliberalismo). Losdébiles, quienes no pueden subsistir sin ayuda,debían desaparecer conforme a la ley de laselección natural. Las crisis actuales hanaprendido mucho de la gran crisis de los felices

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años veinte. Sin la intervención del Estado,hasta los millonarios se arrojan por lasventanas de los rascacielos. Como el “blackfriday” se halla cerca del “jueves negro”, nospercatamos de que a las burbujas y la excesivabonanza económica sigue eso de “cuanto másalto, más dura será la caída”.

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Carta XVII

Querida Zoe:

El Producto Interior Bruto (PIB) es unconcepto tan bruto que considera un aumentotener más basureros porque otros brutos tiranpapeles al suelo y colillas en las aceras. Si haymás enfermos, se precisan más hospitales,médicos y enfermeras. Cuantos más ladrones,más policía. Y aumenta también el PIB cuandolos borrachines foráneos beben más latas decerveza en los pubs. ¿Hay más bienestar porello en la sociedad? Por supuesto, no hay quedespreciar nunca la macroeconomía, no loquiera el dinero, pero tampoco quedarnos sólocon el marco del cuadro. No es fácil enlazar laluna que provoca las mareas y el mareo al verel precio de la merluza en el mercado. Ya medirás cómo entra en los presupuestosnacionales el aroma de las rosas y el númerode las risas. Las carcajadas podrían ser unbuen baremo de la felicidad en un país. No

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hablo únicamente de aquella hilaridadmomentánea y efímera que provocan loshumoristas profesionales como si hurgasendentro de nuestra seriedad cotidiana. No, noes una cuestión de hacer cosquillas en elcerebro con chistes cocinados. Sencillamente setrata de afrontar la vida en cualquier momentoviendo la cara iluminada de la luna sin pensaren la oculta. Cuando eras muy niña decías quequerías “colocaá” en lugar de “cola cao”. Pueseso, yo quiero verte bien “colocada” en el lugarque te mereces...y con una sonrisa de clínicadental.

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Carta XVIII

Querida Zoe:

¿Hay algo más mezquino que enviar unacarta a un enfermo señalando el costo de sutratamiento? Me dirás que es una forma deevitar el abuso, sí, pero con otro abuso. Yo

comprendo que se les frote por la cara a unosmontañeros imprudentes el precio de su

rescate cuando las condiciones climáticas noeran las aconsejables. Pero decirle a un

paciente de corazón: “Por tu culpa has tenidoun infarto”. Claro está, si no se tomase el

fútbol tan en serio ni ese penalti fallado porfulano en el último minuto del partido….

Además, si se quiere disuadir a quienes sufrencáncer de pulmón del tabaquismo, que se

comience haciendo pagar al Estado por vendercigarrillos y puros. Otra cosa sería una

hipocresía como la de las velas que lloran porconsumirse a pesar de que existen solamente

para consumirse. Y tal vez el costo de los

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medicamentos de un griposo debe endosarse aquien le estornudó o bien el asma bronquial alos industriales que arrojan humos al aire quees de todos y, como Hacienda, no es de nadie. Aesto los economistas lo llaman efectos externos

negativos. Hoy, en nuestra aldea global, sehabla mucho de contaminación, cambio

climático, muerte del planeta, extinción deespecies y con esos mimbres se construye unpanorama desolador. Pues bien, ¿qué cartero

mandará la factura que nos dé conciencia de lairresponsabilidad colectiva?

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Carta XIX

Querida Zoe:

Primero filología, luego economía. Lapalabra “propiedad” se deriva de “privar” yésta, posiblemente, de “prius”. O sea, laprioridad soy yo antes que nadie, y los demásque arreen después. En latín “propinquo”significa “cerca” (piensa en prop en valenciano)y la propiedad más cercana del hombre es símismo. “Mi cuerpo es mío”, dicen las abortistasninguneando la aportación viril de ese cabezóncon coleta llamado espermatozoide. En suma,la propiedad supone un “privilegio” o “leyprivada”. De ahí que la tendencia natural delhombre sea siempre el egoísmo. Pero como elcomunismo es fruto de la envidia individual, yno hace desaparecer a ésta, la propiedadprivada espera paciente su restauración alcaer la gran muralla colectiva. Sin embargo, elcampesino no puede privarse de la leche ni elganadero hacer lo propio de los vegetales. La

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propiedad privada no puede sobrevivir sincumplir una función social. Cuando no cumpleésta, el gobierno tiene el derecho legítimo de“expropiar”. Algunas veces el Estado cometeun latrocinio, pero otras quien roba a unladrón…

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Carta XX

Querida Zoe:

Habrás observado que los pequeñoscarruseles existentes en muchos centroscomerciales están casi siempre vacíos. Lospadres, sin ser unos grandes tacaños, montana los niños en los cochecitos de bomberos, loscaballitos que saltan, los helicópteros, etc. Peroel carrusel no da jamás vueltas. Ahí está,estático, quieto parado. Nosotros, muy astutos,empleábamos un truco contigo. Metíamos unamoneda inferior en la ranura y, claro está,decíamos que la máquina no funciona, estáestropeada. Pero en otras partes, tu tíocomplaciente introducía la moneda adecuada ytú entonces exclamabas alborozada: “aquífunciona”. Pues bien, esos carruseles se hallanvacíos porque son caros para tan pocas vueltas.Sería como pagar el sueldo de un mes paraescuchar una sóla canción en un concierto. Losempresarios ignorantes, avariciosos más queinteligentes, desconocen lo que los economistas

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llaman “elasticidad de la demanda”. A poco quebajasen el precio, los carruseles darían vueltasy más vueltas como un trompo o un satéliteartificial.

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Carta XXI

Querida Zoe:

Ya conoces el juego: un número n + 1 depersonas dan vueltas en torno a n sillasmientras suena una música. Cuando ésta cesa,los participantes se abalanzan para sentarse y,naturalmente, uno queda fuera. Como eslógico, quienes consiguen sentarse son aquellosque se hallan más cerca de la silla cuando sehace el silencio. O sea, están en el lugaradecuado en el momento adecuado. ¿Llueve?¡Qué casualidad estar junto a una tienda quevende paraguas! Pero lo más habitual es que eltendero saque al escaparate los paraguas tanpronto como comiencen a caer cuarenta gotas.El negocio no viene al hombre, sino que es elhombre el que busca el negocio. Y para eso seprecisa estudiar el mercado posible de unproducto, el mejor medio para venderlo, etc.Los anglosajones, una vez más, nos han coladoel barbarismo de “marketing”, con esa “ing”

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final del inicio de “inglés”, que recuerda a unbanco cuyo nombre no puedo mencionar. Yo,para acudir a nuestras raíces, hablaría mejorde “mercadotecnia”. Tan hábiles y duchos en“marketing” o “mercadotecnia” son losnorteamericanos (un país que no tiene nombrepropio, pues no lo es una denominacióngeográfica) nos han metido por toda laescuadra no sólo el fútbol, que no está mal,sino ese gordo de barbas, vestido de rojo ymetido en un carro volante conducido porrenos. Dejando aparte la prehistoria de Santa,el color rojo y blanco se asocia – no dirésubliminalmente – a esa bebida negruzcallamada, ya tú sabes.

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Carta XXII

Querida Zoe:

Un proverbio chino dice que no se debehacer negocios con nadie antes de habertomado juntos cien tazas de café. Algunoscreen que esto es una pérdida de tiempo, unamanera de eludir la línea recta para dibujar unarabesco inútil. Pero no debemos desdeñar lasapiencia de un pueblo milenario.

Pablo Galindo Arlés11 de febrero de 2019