Cartagena de Indias y La Región Histórica Del Caribe

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    En la historiografa latinoamericana,los estudios regionales surgieron en losaos setenta, tanto como respuesta apticas demasiado generalizadorascomo a los excesos localistas.

    1Sin

    embargo, como seala scar AlmarioG., en una reciente reflexin sobre losestudios histricos regionales en Colom-

    bia, aunque de una u otra manera, vir-tualmente toda la investigacin histri-ca que se produce en el pas es regio-

    nal, hay una ausencia preocupante dereflexiones tericas y metodolgicas

    sobre el concepto de regin, que haconducido a un estancamiento de losestudios regionales.

    2En un conocido

    ensayo, el historiador norteamericanoErick Van Young adverta, hace tiem-

    po, que sin una reflexin y una defini-cin previa del concepto de regin, nose estara haciendo historia regionalsino la historia de los procesos trans-curridos dentro de unos lmites territo-

    Antonino Vidal Ortega, Cartagena de Indias y laregin histrica del Caribe, 1580-1640,CSIC -

    Escuela de Estudios Hispano-Americanos,Universidad de Sevilla, Sevilla, Diputacin deSevilla, 2002, 323 p., ilustraciones.

    1Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la

    economa colonial. El mercado interior. Regiones

    y espacio econmico, Mxico, 1983; Juan CarlosGaravaglia,Mercado interno y economa colonial,Mxico, Grijalbo, 1983, yEconoma, sociedad yregiones, Buenos Aires, Ediciones La Flor, 1987;

    Erick Van Young (ed.), Mexican regions:comparative history and development, Center forU.S.-Mexican Studies, University of California,San Diego, 1992.

    2 scar Almario Garca, Comentario a laponencia Historia regional antioquea, deBeatriz Patio Miln, en: VV. AA, Estudiosregionales en Antioquia,Medelln, ConsorcioEstudios Regionales en Antioquia, EditorialLealn, 2004. Especialmente, la regin ha sidodesplazada y atomizada en innumerablessubregiones, definidas en funcin de criteriosarbitrarios; por otra parte, se ha producido unadispersin temtica -se habla de la regin poltica,tnica o cultural- pero ello no ha contribuido a

    enriquecer los estudios regionales, dado que se hareducido la explicacin a una variable que excluyea las dems, impidiendo la complementariedad yla posibilidad de realizar estudios comparativos.

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    riales determinados aleatoriamente porun autor.

    3El libro de Antonino Vidal,

    Cartagena de Indias y la regin his-

    trica del Caribe, 1580-1640, repre-senta un esfuerzo de reflexin acercade los alcances de la historia regional yla formacin histrica de la regincaribea.

    Vidal toma a Cartagena como ejeen torno al cual confluyeron diversasredes comerciales, mediante las que sefue formando un espacio econmicoregional y surgi una sociedad particu-lar, cuya complejidad tnica, poltica ycultural se propone analizar. Uno de susobjetivos es cuestionar algunas inter-

    pretaciones derivadas de unahistoriografa dedicada a justificar unaidentidad nacional y un Estado surgidoa principios del siglo XIX; historiografaque, considera, eludi la necesidad decomprender las relaciones econmicasy culturales que, entre 1560 y 1640,configuraron una regin cuya amplitudno se ajusta a las definiciones impues-tas por las fronteras nacionales.

    El trabajo ha sido abordado desdeun anlisis -tan minucioso como se lo

    permitieron las escasas fuentes prima-rias disponibles para el periodo, la ma-yor parte del Archivo General de In-dias de Sevilla- de la formacin y el

    desarrollo de un espacio econmico pormedio de complejas redes mercantiles

    que pusieron en contacto a Amrica yEuropa, as como las diferentes reasde la cuenca del Caribe entre s. Eneste entramado de relaciones mercan-tiles, Cartagena de Indias pas de seruna mnima factora marginal -un mi-serable poblado de bohos de palmay bahareque levantado en mitad de unmanglar insalubre- a convertirse en un

    dinmico emporio comercial. Desde susinicios hasta que alcanz la condicinde principal puerto del Caribe, la ciu-dad vio cmo se hacan cada da mscomplejos tanto su entramado econ-mico como su panorama social. En elconjunto de la obra se percibe que elautor se ha esforzado por articular losaspectos econmicos y socioculturales,

    de modo que el lector pueda entenderque la ciudad y la regin a ella vincula-da fueron resultado de relaciones eco-nmicas, sociales y culturales.

    El libro se divide en seis captulos.En el primero se muestra cmo se for-m desde principios del siglo XVI el di-nmico espacio regional caribeo, en

    el que Cartagena inicialmente fue unams entre varias factoras comercialesde un conjunto cuyo epicentro se situa-

    ba en las grandes Antillas. En la medi-da que Tierra Firme fue sustituyendo aLa Espaola como base de operacio-nes de las compaas que realizaban susactividades en la regin, Cartagena sefue convirtiendo en uno de los lugares

    ms concurridos.Por entonces, las redes comercia-

    les del Caribe se establecan mediante

    3Eric Van Young, La historia rural mexicana

    desde Chevalier: historiografa de la hacienda

    colonial, en: La crisis del orden colonial. Estructuraagraria y rebeliones populares de la Nueva Espaa,1750-1821, Alianza Editorial, Mxico, 1992, pp.125-198.

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    navos sueltos que no respondan a unsistema regular de comunicaciones;

    centenares de embarcaciones cruzabanel Caribe en todas direcciones, sin ru-tas preestablecidas ni territorios prohi-

    bidos. En 1564, la monarqua espaolatermin de formalizar un sistema paratratar de regular este trasiego y asegu-rar el monopolio comercial. A partir deentonces, el comercio legal qued cir-cunscrito al sistema de flotas y galeones

    que tendran por objetivo los puertos-ferias de Panam y Veracruz. Sin em-bargo, las flotas dirigidas a Nombre deDios y Portobello utilizaron la baha deCartagena para protegerse de las in-clemencias meteorolgicas y de los fre-cuentes ataques pirticos y, por otra

    parte, la produccin minera del NuevoReino de Granada y otras

    gobernaciones tuvo en el puerto su prin-cipal punto de salida. Este cmulo decircunstancias hizo que Cartagena de-sarrollara una feria propia, paralela ala oficial, pasando de ser una factoracomercial a convertirse en el gran puer-to colector de metales preciosos tantode Per como de la Nueva Granada,que desplazara definitivamente a La

    Espaola como eje articulador del es-pacio econmico del Caribe. Este cam-bio en el sistema regional se consolidcuando, en 1580, Cartagena fue desig-nada -junto a Veracruz- como nico

    puerto autorizado para la introduccinde esclavos.

    Vidal muestra, adems, cmo el co-

    mercio regional, que pivotaba alrede-dor del eje Cartagena-Itsmo, se conso-lid y adquiri autonoma respecto al

    sistema oficial de las flotas. Ello expli-ca que, mientras el comercio

    trasatlntico se estancaba y entraba enrecesin en las dcadas de 1620-1630,la actividad comercial cartagenera al-canzara sus mximos histricos: lamayor parte de la plata registrada porentonces en el puerto, financiaba lacompra de esclavos dirigidos hacia Pery otras regiones. Segn el autor, la con-dicin de Cartagena como factora

    esclavista le permiti sortear el decliveque afectaba al conjunto del comerciolegal trasatlntico. Frecuentemente sehan tratado de analizar los ciclos eco-nmicos del puerto caribeo en rela-cin con los ciclos mineros de la Nue-va Granada, que vivieron una fase de-

    presiva entre 1620 y 1680, relegando aun segundo plano las relaciones de

    Cartagena con otras reas como Per,Centroamrica o la Nueva Espaa.Basndose en los registros de Conta-dura del Archivo General de Indias, elautor pone en cuestin dichas explica-ciones, pues muestra que, mientras seiniciaba la fase de recesin en la mine-ra neogranadina, el volumen de escla-vos y plata que circulaba por el puerto

    sigui creciendo hasta, al menos, 1640,cuando tras la expulsin de los portu-gueses de la ciudad se reestructuraronlas redes comerciales vinculadas a latrata negrera y la ciudad vivi una tran-sicin hacia una coyuntura depresiva.Hasta entonces, Cartagena, vinculadaa un espacio econmico caribeo, nosufri los sntomas de la crisis minera

    que afect al interior, y su comerciobusc estrategias adaptativas: la plataperuana sustituy al oro neogranadino.

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    Paralelamente se afianz el comer-cio extralegal: el contrabando, ms que

    un episodio, se convirti en un fenme-no estructural. Vidal describe los me-canismos utilizados para burlar los con-troles oficiales y eludir los cada vez mscostosos impuestos, as como las con-diciones socioculturales de su funcio-namiento. Cartagena era una ciudaden la que todo el mundo viva por y parael comercio; y el comercio ilegal for-

    m parte de la cotidianidad en la quese vean involucrados todos los secto-res sociales. Como la transgresin co-tidiana de la norma era aceptada tci-tamente por todos, el disimulo -segnel autor- se convirti en principio rec-tor de la sociabilidad, sin que ello impli-cara ausencia de compromiso polticocon la Corona o rechazo abierto al sis-

    tema del monopolio colonial, como tra-ta de mostrar a travs de numerososinformes y visitas de gobernadores y

    jueces de residencia, que se hallabanverdaderamente impotentes para ata-

    jar la situacin, cuando no la tolerabano estaban involucrados en ella.

    En el captulo cuarto se examinan

    las relaciones comerciales entreCartagena y el entorno caribeo, as-pecto que, hasta el momento, no habasido abordado por la historiografa.Cartagena, en el periodo en cuestin,dependa totalmente del comercio condiversas reas del Caribe para subsis-tir, pues slo una mnima parte de las

    provisiones que la ciudad precisaba se

    producan en su hinterland o proce-dan del interior de la Nueva Granada.A su vez, multitud de reas del Caribe,

    desplazadas de las rutas oficiales, de-pendan de Cartagena para acceder a

    los productos del comercio trasatlntico,principalmente esclavos y gneros eu-ropeos. En los treinta y cinco aos enque los registros de almojarifazgos le

    permiten reconstruir series, el autorcontabiliz la entrada al puerto de 1620embarcaciones procedentes de diver-sas regiones del Caribe, sin incluir elinnumerable reguero de pataches y

    canoas que comercializaban sus peque-os cargamentos sin dejar huella enregistros oficiales. Este intenso trajn daal traste con la idea de Cartagena comouna ciudad que dorma la apacible siestacolonial en los intermedios de las irre-gulares arribadas de las flotas. Toman-do la informacin con cautela, dadaslas limitaciones de las fuentes, el autor

    afirma que las embarcaciones que lle-gaban por va fluvial desde Santa Cruzde Momps y Tenerife, comunicandola ciudad con el interior del Nuevo Rei-no, constituan un escaso 12% del mo-vimiento comercial intrarregional.

    Los dos ltimos captulos abordanla formacin del territorio anexo a la

    ciudad y de la ciudad misma. Pero aquse produce un cambio de enfoque: lasrelaciones econmicas y comercialesdejan de considerarse los ejesdefinidores y pasan a ser un teln defondo, sobre el cual tienen lugar las re-laciones sociales, que determinarn el

    perfil social y cultural de la provincia yla ciudad.

    El autor seala que las estrategiasms comunes de resistencia al orden

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    colonial de las poblaciones indgenasfueron la huida y el mestizaje o

    ladinizacin, que acab transformandoa las culturas aborgenes en culturascampesinas. Frente a ello, el compor-tamiento de la poblacin negra mues-tra un marcado contraste, expresado enel cimarronaje y la formacin de palen-ques, que fueron una constante preocu-

    pacin para las autoridades coloniales ycondujeron a un costoso e interminable

    conflicto por el control del territorio. Lospalenques -como producto de la socie-dad colonial- reprodujeron una sociedad

    paralela que para subsistir necesitabavincularse a la periferia de la economacolonial, mediante sistemticos asaltos,robos y ataques a estancias y explota-ciones agropecuarias dispersas. Dadasu incapacidad de eliminar por la fuer-

    za los palenques, la actitud de las auto-ridades oscil entre la represin y la ne-gociacin. Es significativo que, al igualque en el caso del contrabando, nueva-mente emergieran como caractersticasde esta sociedad la flexibilidad y la to-lerancia frente al cumplimiento de lanorma.

    En definitiva, la mayor parte del te-rritorio de la gobernacin se organizen mltiples focos de resistencia, almargen de las normas emanadas delorden colonial establecido por la liteurbana. Este contexto de relacionessociales explica que en la provincia pre-dominara un poblamiento espontneo,disperso e itinerante, que prevalecieran

    relaciones econmicas y comporta-mientos culturales no ortodoxos, que elautor encuentra difcil de encasillar en

    categoras fijas; ms que grupos biendefinidos prevaleci una multiplicidad

    de mestizajes, situaciones imprecisas yformaciones culturales hbridas a lasque engloba bajo la denominacin deterritorio fronterizo.

    Yuxtapuesta a su entorno rural,Cartagena se dot de todas las institu-ciones que correspondan a una ciudadde su importancia dentro del contextocolonial hispnico. Pero el crecimientoy la definicin sociocultural fundamen-tal de la ciudad se debi a la llegadamasiva de poblacin africana esclavi-zada, de modo que, a principios del si-glo XVII, Cartagena era una ciudadhabitada principalmente por negros ycastas, mano de obra cuyo volumencreca al ritmo del auge de los nego-cios.

    Esto exacerb el temor de los go-bernantes y de la lite blanca frente auna posible sublevacin de los escla-vos y negros, creando un estado de ten-sin permanente. Frente a la crueldaddel sistema esclavista, sin embargo, lascondiciones de la vida urbana amplia-ron el campo de negociacin entre es-

    clavos y amos, abriendo una mayorposibilidad de manumisiones y auto-compras, que ejercieron como vlvulade escape. La ciudad ofreca a aque-llos que asimilaran los valores de lacultura occidental y fueran capaces deusar los resquicios de la ley, la posibili-dad de ascenso social dentro de unoslmites. Pese a todo, los negros y cas-tas siguieron siendo segregados, confi-nados a los estratos ms bajos de la

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    sociedad, lo que se reflej tambin enuna especie de segregacin espacial:

    negros y mulatos se apropiaron fsica ysocioculturalmente del arrabal deGetseman, un espacio marginal adya-cente a la ciudad, donde elaboraron unacultura propia basada en una seleccinde elementos africanos integrados enun sustrato cultural hispnico. As lo en-tendieron las autoridades, que afir-maban que el barrio que llaman

    Getseman, es donde habita la gentems escandalosa de esta ciudad (p.274).

    En el haberde este libro debe asen-tarse un esfuerzo por ofrecer una ex-

    plicacin compleja sobre el proceso his-trico de la formacin de la regincaribea; una explicacin que, sin re-nunciar a los elementos cuantitativos,los trasciende y los incorpora en un ar-

    gumento complejo sobre las relacioneseconmicas y sociales, y los aspectos

    culturales. En eldebe

    , habra que se-alar que la edicin es poco cuidadosacon el aparato crtico, aunque esto afec-ta ms cuestiones de forma que de fon-do, pues incluye un ensayo bibliogrfi-co en el que se revisan las fuentes y la

    bibliografa. En todo caso, debe valo-rarse como un trabajo enriquecedor enel contexto historiogrfico, recomenda-

    ble para docentes, investigadores, es-tudiantes y estudiosos, interesados enactualizar su conocimiento de la costaCaribe, la historia colonial y la historiaregional.

    Ruth Lpez Oseira

    Profesora Asistentede la Escuela de Historia de laUniversidad Nacional de Colombia,Sede Medelln