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CASABLANCA (1942) Michael Curtiz Siempre nos quedará París, dice Rick (Humphrey Bogart) al despedirse de Ilsa (Ingrid Bergman). La frase sigue repitiéndose hoy y muestra que Casablanca no es una película más, sino que, sesenta y ocho años después de su rodaje, el paso del tiempo la ha engrandecido cubriéndola de un halo de leyenda: es muy difícil sustraerse a la fascinación que ejerce sobre el espectador un relato que aúna la propaganda bélica al servicio de la causa aliada contra el enemigo nazi con una poderosa historia de amor, que se cuenta a través de un guión que funciona como un mecanismo de relojería perfectamente engrasado (unos personajes perfectamente diseñados, tanto los principales como los secundarios), a través de una puesta en escena tan sobria como expresiva (como mostraremos a continuación) y de una interpretación soberbia. La obra comienza situando histórica y geográficamente al espectador: en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, una ruta parte de la Francia ocupada por los nazis hasta Casablanca, pasando por Marsella y Orán. Desde Casablanca, ciudad dependiente del protectorado francés de Marruecos, sometido al régimen colaboracionista de Vichy, partían vuelos hacia Lisboa, y, desde la capital portuguesa, hacia EEUU, la salvación, la tierra prometida. En consecuencia, Casablanca será lugar donde se den cita los actores del gran conflicto bélico: los oficiales nazis, empeñados en detener a un destacado líder de la resistencia, la propia resistencia organizada, la policía francesa (autoridad principal en la ciudad, que no quiere quedar mal con nadie), refugiados de toda índole (que aguardan la obtención del permiso para viajar en busca de la libertad), comerciantes sin escrúpulos que se lucran con el mercado negro de visados o turistas despistados que son víctima de los carteristas. Finalmente, conviene recordar que en diciembre de 1941 Japón bombardeó la base americana de Perl Harbour, que precipitó la entrada de los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial. Casablanca se inscribe en el cine de propaganda bélica de los primeros años cuarenta, cuyo objetivo era ayudar a ganar la guerra y presentar a EEUU como el país de la

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CASABLANCA (1942)

Michael Curtiz

Siempre nos quedará París, dice Rick (Humphrey Bogart) al despedirse de Ilsa (Ingrid Bergman). La frase sigue repitiéndose hoy y muestra que Casablanca no es una película más, sino que, sesenta y ocho años después de su rodaje, el paso del tiempo la ha engrandecido cubriéndola de un halo de leyenda: es muy difícil sustraerse a la fascinación que ejerce sobre el espectador un relato que aúna la propaganda bélica al servicio de la causa aliada contra el enemigo nazi con una poderosa historia de amor, que se cuenta a través de un guión que funciona como un mecanismo de relojería perfectamente engrasado (unos personajes perfectamente diseñados, tanto los principales como los secundarios), a través de una puesta en escena tan sobria como expresiva (como mostraremos a continuación) y de una interpretación soberbia. La obra comienza situando histórica y geográficamente al espectador: en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, una ruta parte de la Francia ocupada por los nazis hasta Casablanca, pasando por Marsella y Orán. Desde Casablanca, ciudad dependiente del protectorado francés de Marruecos, sometido al régimen colaboracionista de Vichy, partían vuelos hacia Lisboa, y, desde la capital portuguesa, hacia EEUU, la salvación, la tierra prometida. En consecuencia, Casablanca será lugar donde se den cita los actores del gran conflicto bélico: los oficiales nazis, empeñados en detener a un destacado líder de la resistencia, la propia resistencia organizada, la policía francesa (autoridad principal en la ciudad, que no quiere quedar mal con nadie), refugiados de toda índole (que aguardan la obtención del permiso para viajar en busca de la libertad), comerciantes sin escrúpulos que se lucran con el mercado negro de visados o turistas despistados que son víctima de los carteristas. Finalmente, conviene recordar que en diciembre de 1941 Japón bombardeó la base americana de Perl Harbour, que precipitó la entrada de los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial. Casablanca se inscribe en el cine de propaganda bélica de los primeros años cuarenta, cuyo objetivo era ayudar a ganar la guerra y presentar a EEUU como el país de la

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libertad, refugio y tierra de promisión para todos los oprimidos por el fascismo. Sin embargo, tal ha sido la fuerza de este relato que hoy, sin desconocer lo anterior, se da más importancia al triángulo amoroso, y, más concretamente, a la decisión final que toma Rick.

La música de Casablanca es una parte muy importante para establecer la identidad territorial y cultural. La música en la primera mitad de la película se centra en otras dos funciones: caracterizar el lugar y caracterizar el estado interno de los dos personajes centrales de la trama romántica, Rick e Ilsa. El avión que trae a los oficiales nazis aterriza en Casablanca. De paso, vemos un primer plano del rótulo del local de Rick Blaine (Rick’s Cafe Americain). El prefecto de policía Renault da la bienvenida a los alemanes a la Francia no ocupada. Los recién llegados están preocupados: el tren de Orán ha sido asaltado y asesinados unos correos alemanes que traían unos documentos preciosos, unos salvoconductos. Precisamente los primeros momentos de la cinta muestran la

crudeza del conflicto bélico: un miembro de la resistencia es asesinado por la policía cuando intenta huir. En su poder se encuentra un cartel que reza Francia libre. El asesinato tiene lugar ante una imagen del mariscal Pétain, el jefe del Estado francés durante el régimen colaboracionista de Vichy, junto a una frase en la que afirma que mantiene sus promesas. El plano siguiente, sin embargo, recuerda los ideales de la lucha política: liberté, égalité, fraternité. A partir de ahora la vida en Casablanca parece transcurrir únicamente en Rick’s (de hecho, la película adapta una obra de teatro titulada Todos vienen al café de Rick). La propia cámara entra en el local con un movimiento frontal, como si de un cliente más se tratase; después lo recorre

con un travelling que se detiene en Sam, el pianista (Dooley Wilson), y nos muestra diversas escenas de la vida cotidiana: el intento de empeñar una sortija, tratos, esperanzas de poder salir de la ciudad… Tras la presentación de la primera parte del establecimiento entramos en la segunda, la sala de juego, en la que empezamos a conocer las costumbres de Rick y a él mismo. Conviene detenerse en la presentación del dueño del local: la cámara nos muestra una mesa donde una mano firma autorizaciones junto a una copa, un cigarro y un tablero de ajedrez; vemos al fin el rostro de Rick y comprobamos que en el tablero no hay contrario. Es la imagen de la soledad, acompañada de una conversación áspera, cortante, llena de cinismo y de sarcasmo. Con todo, Renault, el prefecto de policía, no se cansará de repetir que Rick es un sentimental; es decir, que su apariencia cínica y despiadada

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no es más de un caparazón bajo el que protegerse de desengaños amorosos pasados.

Rick's Café Américain es una excusa para jugar con un montón de música, canciones populares y algunas improvisaciones rítmicas en el piano.

Seguimos conociendo personajes, ahora secundarios: Ugarte, personaje que se enriquece con el mercado negro de visados. Él tiene los salvoconductos (Rick lo llama asesino) y desea que el americano se los custodie esa noche. Ferrari, el dueño de otro local, “El loro azul”, interesado en comprar Rick’s, al que define como el mejor negocio de Casablanca, en alusión al mercado negro de refugiados. También se interesa por Sam, aunque éste no está dispuesto a abandonar a Rick. Conocemos a Ivonne, una joven enamorada del americano a la que éste no corresponde (y sí Sacha, uno de los camareros); ella suele consolarse bebiendo. Reaparece el capitán de policía, Renault, para anunciar a Rick la inminente detención del asesino de los correos alemanes: la función tendrá lugar precisamente en el club nocturno. Ambos se entrevistan en el despacho del americano, y el encuentro aporta nuevos e interesantes detalles sobre éste, un hombre sin escrúpulos, que no se juega el cuello por nadie, pero que llevó rifles a Etiopía en 1935 y luchó en España con los republicanos en 1936; además, Renault informa de la llegada de Víctor Laszlo, destacado líder de la resistencia que escapó de un campo de concentración, buscado por los nazis. Los salvoconductos interesan especialmente a Laszlo. Tras la detención de Ugarte (Rick demuestra que no se juega el cuello por nadie) entra en escena otro personaje secundario clave: el mayor Strasser. El diálogo entre el alemán y el americano no tiene desperdicio: cuando aquél pregunta por la nacionalidad, éste contesta soy borracho. Después añadirá que comprende el punto de vista del sabueso (Strasser) que persigue al zorro (Laszlo). La presentación de los personajes concluye con la llegada de otros dos protagonistas, Víctor Laszlo e Ilsa Luna. Ambos entran en el local con desconfianza y su llegada es advertida con preocupación por Sam (pronto sabremos el origen de esa inquietud). Esperan a Ugarte pero encuentran a Berger, un contacto que les informa de la detención del anterior, y, por supuesto al capitán Renault, cuya

llegada a la mesa de Laszlo viene anunciada visualmente por su sombra. Un cruce de miradas pone en relación a Ilsa con Sam. Se han reconocido: ha pasado mucha agua bajo el puente, afirma el pianista. De inmediato ella pregunta por Rick y le pide que toque aquella canción (As time goes by): tócala, Sam, déjame recordar. Es importante fijarse en cómo está contada esta

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escena: Sam aparece de perfil, en claroscuro, e Ilsa de frente, iluminada, en plano corto que acaba convirtiéndose en primer plano de ella, un plano largo, sostenido, que sugiere la fuerza y la intensidad de sus recuerdos en tanto escuchamos en off la voz del pianista. La llegada de Rick interrumpe la canción pero encuentra los ojos húmedos de Ilsa: el director nos muestra entonces un intenso primer plano de ambos. Llegan también Renault y Laszlo en un momento en que el espectador es plenamente consciente del caudal de emociones pasadas que ha evocado la llegada de Ilsa. Por si quedara alguna duda, tras la reunión de los cuatro (Renault, Laszlo, Ilsa y Rick), en la que los planos individualizan a Rick y a Ilsa, al despedirse, el director ofrece un magnífico plano que representa el triángulo amoroso: ella en el centro, de perfil; Rick y Laszlo a cada lado. Basta este plano, seguido de otros por parejas (Ilsa y Laszlo, Ilsa y Rick), para aludir a la naturaleza del conflicto. Concluye de esta manera una parte amplia de la película, destinada a la presentación de los personajes (tanto principales como secundarios) y de los conflictos entre ellos de todo orden (político, policial, amoroso). A partir de ahora la película da un giro e introduce un flashback que narra el tiempo que Ilsa y Rick pasaron juntos en París, hasta que los alemanes ocuparon la ciudad. Algunos aspectos llaman la atención de este fragmento de la película: ambos reconocen que saben muy poco el uno del otro; con frecuencia los planos de Ilsa muestra una mirada huidiza. El director usa de nuevo el primer plano para sugerir los pensamientos de los personajes, en especial de ella, dentro de la composición del plano ya indicada antes: un personaje de perfil (Rick) y el otro de frente (Ilsa), en primer plano o plano muy corto, iluminado, para mostrar sus dudas, sus vacilaciones, para sugerir que teme o que oculta algo. Sus palabras lo confirman: si algo sucediera, si algo viniera a separarnos… Se trata de una despedida.

La conclusión del flashback nos devuelve al local del americano, en claroscuro. Ilsa encuentra allí a un Rick bebido, sarcástico, desencantado y cruel. Ella intenta explicarse, justificar por qué lo abandonó en París, pero Rick se burla de cada palabra suya, la hiere y ella se va. La escena está contada en planos muy cortos de ambos, casi primeros planos, que expresan la intensidad de sus sentimientos. Vuelve a primer plano la otra gran línea argumental de la obra: los

salvoconductos. Strasser sugiere el registro del club nocturno para buscarlos y Ferrari pregunta a Rick por ellos (muerto Ugarte, nadie sabe dónde están). En realidad, todos saben que sólo el americano conoce dónde están ocultos. Mientras que Laszlo habla con Ferrari para intentar obtener unos visados, Rick se encuentra con Ilsa e intenta disculparse por su actitud de la noche anterior: ella le dice que este Rick la mira con odio, no es el de París. Además, le revela que Laszlo es su

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marido, y que lo era ya en París. De nuevo, el director compone el plano con un personaje de frente y otro de perfil, de forma que podemos seguir las reacciones y los pensamientos del primero. Ferrari, por su parte, afirma que no puede obtener un visado para Laszlo, pero sí para Ilsa (un primer plano nos muestra la respuesta negativa de ella); la solución son los salvoconductos que tiene el americano. El propio capitán Renault preguntará a Rick por ellos; éste responde con habilidad: y usted, ¿apoya a la resistencia? La película transcurre de nuevo en Rick’s, donde vuelven a reunirse personajes principales y secundarios: Ivonne aparece en compañía de los alemanes, Renault confiesa a Strasser que carece de convicciones y prefiere seguir la dirección del viento que sople (y ahora sopla de Vichy), una pareja celebra su inmediata partida para América (han dejado de hablar alemán); una joven refugiada búlgara pide ayuda a Rick para lograr el dinero necesario para pagar los visados (y Rick hace que su marido gane en el juego: la acción no pasa desapercibida a Renault –insiste en que el americano es un sentimental- ni a sus propios empleados), Sam interpreta As time goes by, Laszlo pide ayuda a Rick para salir de Casablanca y éste responde que no le interesa la política. Ante la insistencia de aquél, añade que tampoco se trata de dinero: pregunte a su mujer. Entre tanto los alemanes se han apoderado del piano de Sam y cantan El guardia sobre el río Rin. Los franceses los observan, incómodos. Laszlo, decidido, ordena a la orquesta que toque La marsellesa. Él mismo la entona y todos lo siguen.

Se plantea una lucha de cantos en la que se impone la segunda. La marsellesa enardece a los franceses (Ivonne ha dejado de beber y vuelve con los suyos) y la escena sirve para presentar a Laszlo como un verdadero líder, un hombre firme en sus ideales y capaz de arrastrar a sus seguidores. Visualmente esto se representa con el primer plano de Ilsa, que lo contempla arrobada. Laszlo es aclamado mientras que Strasser pide a Renault que lo arreste y cierre el local. El capitán de policía accede a ello con el

pretexto del juego (lo cual no le impide embolsarse sus ganancias del día). La Marsellesa., (en francés: La Marseillaise) es el himno nacional de Francia. Su canto era considerado como un elemento de resistencia a la ocupación alemana. Actualmente en Francia sólo se canta la primera estrofa (y a veces la sexta y séptima) y el estribillo.

Destaca el «duelo de canciones» en que La Marsellesa compite —interpretada a todo pulmón por una orquesta completa— contra un pequeño grupo de alemanes que cantan «Die Wacht am Rhein» (El guardia sobre el río Rín) en el piano. Los alemanes reaccionan cantando más fuerte, pero pronto perderán la batalla de himnos. Este uso extendido y simbólico de La Marsellesa se produce también cuando cierran el café de Rick y cuando se intensifica la trama política. Pasa de ser fragmentos de la melodía para ser parte de la acción.

Se escuchó por primera vez durante la secuencia de los títulos de crédito (triunfalmente acompaña el nombre de Max Steiner!) presagio del drama por venir.

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En la secuencia de apertura, tiene un efecto en cierto modo irónico. Un hombre recibe un disparo y en sus manos se encuentra un cartel que pone Francia libre. Más tarde, se utiliza como una firma para Francia (la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y el Sena es visto como retroproyecciones detrás de Rick e Ilsa). Y finalmente es oído antes de la marcha de los alemanes en París y, cuando Rick está con la carta de despedida de Ilsa. En su hotel Laszlo expone a Ilsa la negativa de Rick a venderle los salvoconductos. Él ha comprendido: recuerda su año en el campo de concentración y se refiere a la soledad de ella. Ella, sin embargo, no cuenta nada. Él le declara su amor en un plano en que aparece ligeramente de perfil, casi refugiado en un lateral del cuadro, mientras que el resto del plano lo ocupa ella, de frente. Mientras Laszlo acude a una reunión de la resistencia, Ilsa visita a Rick. Se trata de una escena muy importante de la obra, en la que confluyen las dos grandes líneas argumentales: los salvoconductos (ella intenta convencerlo para que colabore con Laszlo, no lo logra; los argumentos se le acaban –sin tu ayuda Víctor morirá en Casablanca; ¿y eso qué importa? También yo moriré en Casablanca y nada pasará, responde él-; al fin, ella lo encañona con un revólver y él le dice que si dispara le hará un favor) y el conflicto sentimental: en primer plano, ella confiesa sus sentimientos (ha tratado, en vano, de olvidarlo; aún lo quiere). Ilsa cuenta lo sucedido el día de la partida de París y por qué debió ocultar su condición de esposa del líder de la resistencia. Al fin, le pide nuevamente que ayude a Laszlo, pero éste mismo se encuentra ahora en el local: huye de la policía tras de la reunión.

Laszlo y Rick conversan. De nuevo, la planificación nos muestra a un personaje de frente y otro de perfil en el mismo plano, alternándose. El primero habla con claridad: usted está intentando escapar de sí mismo, dice sobre Rick, y añade que por extrañas circunstancias, los dos amamos a la misma mujer. Antes de ser detenido pide al americano que salve a Ilsa. En adelante, Rick sigue

mostrándose como un hombre sin escrúpulos, pero eso ya es sólo un disfraz. En realidad, Rick es ya otro hombre, decidido tanto a colaborar con Laszlo y con su causa como a no romper el matrimonio del líder de la resistencia con Ilsa, renunciando a sus aspiraciones personales. A ella, que estaba dispuesta a renunciar a Laszlo y que no quería abandonar por segunda vez a Rick, le cuesta entender, ya en el aeropuerto, la actitud del americano. Los primeros planos de ella reflejan su angustia, pero Rick le recuerda que siempre tendremos París; lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche. Y añade, sobre un primer plano de Ilsa: los problemas de tres pequeños seres no cuentan nada en este loco mundo. La despedida de Laszlo no es menos elocuente: bienvenido a la

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lucha, dice a Rick. Cinematográficamente, el director recurre de nuevo a los primeros planos, cargados de intensidad y fuerza expresiva, para mostrarnos la despedida de Rick e Ilsa. Otro plano medio reúne al matrimonio frente al americano. Renault ha presenciado la escena y sentencia, de nuevo, que Rick es un sentimental. Aún falta la llegada de Strasser y su último intento por detener el avión, que aborta Rick. Entonces, Renault eleva al sentimental a la categoría de patriota. En un último gesto, el capitán de policía, tira el agua de Vichy mientras el avión despega rumbo a Lisboa.

Destacamos el uso central de la música popular, como la canción As Time Goes By compuesta por Herman Hupfeld para el musical de Broadway de 1931 Everybody's Welcome. La melodía de esta canción sirve además como base para la banda sonora de la película. Estuvo 21 semanas en los primeros puestos de las listas de éxitos. Steiner basó por completo la música de la película en dicha canción. Fue cantada por Dooley Wilson como el personaje de Sam (y probablemente tocado por el pianista Elliot Carpenter). La música popular se usa para que sea tarareable y reconocible melódicamente y quede en la memoria del espectador. AS TIME GOES BY (Theme from Casablanca) You must remember this: A kiss is still a kiss, A sigh is just a sigh. The fundamental things apply As time goes by. And when two lovers woo They still say: 'I love you'. On that you can rely, No matter what the future brings, As time goes by. Moonlight and love songs, Never out of date. Hearts full of passion, Jealousy and hate. Woman needs man, And man must have his mate. That, no one can deny. It's still the same old story, A fight for love and glory, A case of do or die. The world will always Welcome lovers As time goes by.

A MEDIDA QUE PASA EL TIEMPO (Tema de Casablanca) Debes recordar esto: Un beso es aún un beso, Un suspiro es sólo un suspiro. Las cosas fundamentales se aplican A medida que pasa el tiempo. Y cuando dos amantes se comprometen Aún dicen: 'Te amo'. En eso puedes confiar, No importa lo que el futuro trae, A medida que pasa el tiempo. La luz de la luna y las canciones de amor, Nunca están pasadas de moda. Los corazones llenos de pasión, Celos y odio. La mujer necesita del hombre, Y el hombre debe tener su compañera. Eso, nadie lo puede negar Es aún la misma vieja historia, Una lucha por el amor y la gloria, Un caso de hacer o morir. El mundo siempre dará La bienvenida a los amantes a medida que pasa el tiempo.

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El título de la canción se suele traducir al español como El tiempo pasará, aunque la adaptación correcta sería A medida que pasa el tiempo, o como dice en el fragmento de más arriba, Conforme pasa el tiempo. Será el motivo musical importante que aparece una y otra vez, que acompaña a Rick perdido en los recuerdos tristes, en el largo flash-back de la secuencia en París, en algunas escenas entre Víctor e Ilsa, y, cada vez que Rick e Ilsa están juntos.

El fragmento más conocido de la letra es:

You must remember this A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh. The fundamental things apply As time goes by.

Otras canciones incluidas en la película son It Had to Be You, de 1924, con letra de Gus Kahn y música de Isham Jones; Knock on Wood, con música de M.K. Jerome y letra de Jack Scholl, y Shine de 1910 de Cecil Mack y Lew Brown, con música de Ford Dabney.

La música fue escrita por Max Steiner, compositor que había saltado a la fama por la música de la película Lo que el viento se llevó. Ha escrito alrededor de 300 partituras para películas como King Kong (1933), Gone with the Wind (1939), y The Big Sleep (1946). Max Steiner (1888-1971) es considerado junto con Victor Young y Alfred Newman, el padre del sinfonismo clásico americano. En definitiva, Steiner es la máxima representación del sinfonismo clásico y fuente de inspiración de los grandes compositores como pueden ser: John Williams ("Tiburón", "Drácula", "El Coloso en Llamas",...), James Horner ("Titanic", "Leyendas de Pasión",...), Basil Poledouris ("Conan el Bárbaro", "La Caza del Octubre Rojo",...), etc.

La película, reconocida hoy como una de las grandes de la historia del cine, tiene,

sin embargo, alguna incongruencia, como la rareza que supone la espesa niebla que

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envuelve el aeropuerto de Casablanca en la escena final; o que algunos personajes lleven gabardinas (habitual en Bogart, pero no en la ciudad marroquí). Es conocido también el hecho de que el guión se escribía a medida que se rodaba, u que Ingrid Bergman, confusa, llegó a preguntar de quién estaba ella enamorada. En fin, ha hecho fama una frase de la película que nunca se pronuncia, ni el original ni en la versión doblada: tócala otra vez, Sam. Esa frase procede de otros, de los hermanos Marx (Una noche en Casablanca, 1946) y de Woody Allen (Sueños de un seductor).

José Manuel Écija Alcocer José Manuel González Espino