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CAUDILLOS Y CAMPESINOS EN EL MEXICO REVOLUCIONARIO, 1910 - 1917 Dos características del régimen porfiriano que originaron la Revolución de 1910: el modelo de desarrollo económico, en especial como afecto al sector agrícola; y la nueva forma de centralización política que intento la dictadura de Porfirio Díaz. Es un lugar común afirmar que el México de Díaz, como la mayoría de los países de la América Latina contemporánea, tuvo una fase de crecimiento dinámico orientado hacia las exportaciones basadas en la inversión extranjera y una integración al mercado mundial. Este proceso, alentado activamente por la elite política, fue anterior a la revuelta de Tuxtepec: ya había una legislación en la constitución destinada a dividir las propiedades comunales, y a crear una relación de la propiedad progresista, capitalista. Pero las normas legislativas y constitucionales, no garantizan la práctica política. La abolición de la propiedad comunal se realizó en forma vacilante; es cierto que la clase media rural evoluciono durante el porfiriato. Bajo el gobierno de Díaz los incentivos y las oportunidades para dividir las tierras comunales aumentaron en gran medida. Los ferrocarriles les permitieron a los productores terminar con las limitaciones de los mercados locales y responder a la

Caudillos y Campesinos en El Mexico Revolucionario

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Caudillos y campesinos en el México Revolucionario. Historia.

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CAUDILLOS Y CAMPESINOS EN EL MEXICO REVOLUCIONARIO, 1910 - 1917

Dos características del régimen porfiriano que originaron la Revolución de 1910: el

modelo de desarrollo económico, en especial como afecto al sector agrícola; y la

nueva forma de centralización política que intento la dictadura de Porfirio Díaz.

Es un lugar común afirmar que el México de Díaz, como la mayoría de los países

de la América Latina contemporánea, tuvo una fase de crecimiento dinámico

orientado hacia las exportaciones basadas en la inversión extranjera y una

integración al mercado mundial. Este proceso, alentado activamente por la elite

política, fue anterior a la revuelta de Tuxtepec: ya había una legislación en la

constitución destinada a dividir las propiedades comunales, y a crear una relación

de la propiedad progresista, capitalista. Pero las normas legislativas y

constitucionales, no garantizan la práctica política. La abolición de la propiedad

comunal se realizó en forma vacilante; es cierto que la clase media rural

evoluciono durante el porfiriato.

Bajo el gobierno de Díaz los incentivos y las oportunidades para dividir las tierras

comunales aumentaron en gran medida. Los ferrocarriles les permitieron a los

productores terminar con las limitaciones de los mercados locales y responder a la

demanda regional, nacional, y hasta mundial. Para esto necesitaban recursos

adicionales de tierra y mano de obra, que las aldeas podían, resistiéndose,

ofrecer.

A medida que las tierras pasaron de las aldeas a las haciendas, de los pequeños

propietarios a los caciques, las cosechas comerciales tendieron a reemplazar las

antiguas de productos básicos: maíz, frijol y chile, dejándole su lugar al algodón, el

azúcar, el café, etc. El valor de la tierra se elevo, los propietarios de tierras se

contentaban con tener garantizada una ganancia con su producción baja e

ineficaz.

Para las masas de la población rural el proceso de despojo de la tierra significo

aumentar la mano de obra disponible y que disminuyeran los salarios. En toda la

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década de 1900 los salarios reales en la agricultura y en la industria disminuyeron

y hacia finales de esa década el desempleo y las malas cosechas contribuyo a

fomentar el descontento popular.

La centralización política era el requisito necesario e inmediato para el despojo

agrario y la concentración de las tierras. La respuesta popular a estos cambios

logro su expresión más vigorosa y colectiva en la revolución que, en su manifiesto

social revolucionaria, represento una protesta básicamente rural, en gran escala,

contra el doble proceso de desarrollo económico y de centralización política, como

lo realizaba el régimen porfiriano.

El movimiento popular, que se derivó del campo y que fue impulsado por el

resentimiento agrario de manera significativa, aunque no exclusiva, era el corazón

de la rebelión, y sin el cual la revolución solo habría constituido una forma de

protesta política de la clase media anti oligárquica, propensa a ser asimilada y a

cooperar, como en los casos semejantes de Argentina y Chile.

En 1911 y 1912, cuando zapata le pidió clamorosamente al gobierno de Madero

que devolviera las tierras a las aldeas, no tuvieron eco sus demandas ni hubo

fuera de Morelos, un levantamiento armado significativo por obtener tierras. El

principal estudio campesino en este país ha afirmado que la mayoría de los

campesinos mexicanos… no participo mayormente en la Revolución de 1910 –

1920.

Algunas de las principales manifestaciones y motivos, que son importantes para la

Revolución de 1910 – 1920, son: los campesinos se apoderan del escenario;

después los caudillos se encargan del poder.

El movimiento popular de la Revolución Mexicana fue un fenómeno esencialmente

rural. El proletariado industrial no solo no pudo ocupar la vanguardia

revolucionaria, sino que apenas participo en la retaguardia. La represión fue muy

vigorosa, pero , lo que es más importante, los trabajadores eludieron las tácticas

revolucionarias, en Rio Blanco fue una disputo industrial. En vez de esto, los

obreros industriales siguieron las tácticas clásicas economicistas: sindicalizándose

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y haciendo huelgas para obtener beneficios industriales. Las mismas tácticas

fueron evidentes en la mayoría de los campamentos mineros avanzados, semi

industriales, donde los mineros nunca mostraron la militancia política.

En el frente político, los obreros industriales tendieron a seguir el liderazgo de la

clase media y prefirieron a los maderistas liberales antes que los

anarcosindicalistas; aun antes de la Revolución, y cada vez más durante esta, la

dependencia paternalista del estado que mostraba la mano de obra organizada

estaba tomando forma.

Los artesanos de las ciudades desempeñaron un papel importante en la

revolución, ofrecieron una buena cantidad de jefes revolucionarios. Sin embargo,

mucho antes los grupos de artesanos desvalidos se habían distinguido como

amotinados y saqueadores.

Pero el populacho de las ciudades, aunque se distinguía con frecuencia y de modo

notable, no pudo generar un movimiento político persistente, con una finalidad,

como tampoco pudo hacerlo en la Europa preindustrial. Ocasionalmente pudo

derribar a las autoridades impopulares, pudo expulsar a los chinos de la ciudad, y

a menudo sus ganancias se limitaban a lo que podían saquear en las casas de

empeño y en las tiendas de abarrotes españolas.

El peso de la Revolución cayó sobre los grupos rurales, entre ellos se encuentran:

el campesino medio y el periférico. El primero corresponde al campesino medio

propietario de tierras. Conservaron un grado significativo de control, hasta de

propiedad, sobre la tierra que labraban.

Su rebelión tenía un claro motivo agrario: su meta era recuperar las tierras que

habían pasado, o estaban pasando, de manos de los campesinos a las de los

grandes terratenientes. Es la transferencia de la tierra de la aldea a los

hacendados y a los caciques, estimulada por la legislación porfiriana. Este

conflicto puede generar movimientos revolucionarios. El zapatismo fue el

movimiento revolucionario más intenso y prolongado de ese periodo.

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En sonora los yaquis hicieron una importante contribución a la revolución,

sirviendo como reclutas en los ejércitos maderistas y constitucionalistas. En

Sinaloa hacia el sur, un movimiento indígena mayo semejante, dirigido por Felipe

Bachomo, no se encontraba solo cuando expreso sus quejas agrarias. Un

poderoso movimiento agrario se desarrolló en La Laguna, en especial en

Cuencame, donde los indios ocuilas habían sufrido recientemente un grave

despojo de sus tierras. En las montañas de Durango y de Chihuahua, la perdida

de las tierras comunales también provoco reacciones de rebeldía.

Las quejas agrarias ofrecieron un importante estímulo para la revolución.

Alrededor de Ciudad del maíz la familia Cedillo movilizo a los campesinos con un

programa de reforma agraria especialmente claro, y fue capaz de dominar la

región durante toda la Revolución

La importancia de la rebelión agraria en la meseta central de México se ha

reconocido generalmente. Aparte de Morelos, hubo movimientos vigorosos en

puebla y en Tlaxcala, el ultimo movilizo a campesinos medios y a artesanos

campesinos que tenían una fuerte tradición de protestar, que gozaban de una

autonomía política limitada, pero que se enfrentaron, en especial después de la

década de 1890, a desalojos de sus tierras, a impuestos crecientes y a una

interferencia creciente en su vida aldeana.

El proceso de despojo de las tierras que se encontraba detrás de estos

movimientos era de dos tipos. En algunos casos las haciendas expansionistas se

encontraban en conflicto con las aldeas libres: esto era evidente en Morelos, en

puebla y en Tlaxcala. De acuerdo con el modelo clásico que trazo Tannenbaum,

los aldeanos en última instancia hicieron la revolución social en defensa propia.

Cuando estallo la Revolución, los caciques fueron expulsados del pueblo, pero

pronto regresaron. Muchas aldeas del occidente de Chihuahua, cuyas rebeliones

pasadas presagiaban un movimiento revolucionario importante después de 1910,

habían visto caer sus tierras en manos de los jefes políticos locales.

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Las aldeas indígenas frecuentemente se veían dominadas por los caciques

mestizos, quienes acumulaban tierras, capital y poder político. Además, muy a

menudo las comunidades mestizas explotaban a las aldeas indígenas: así sucedió

en la Huasteca, en Michoacán y en los alrededores de Acayucan, al sur de

Veracruz. Estas regiones tuvieron una importante actividad revolucionaria. En

otras partes, como en Ometepec, es evidente que la apropiación de las tierras

comunales indígenas por parte de los rancheros mestizos produjo reacciones

violentas.

Si la pérdida de las tierras de las aldeas era el factor común en muchos casos, las

revueltas consecuentes siguieron distintos caminos. Donde las quejas agrarias

eran graves y abundantes, era probable que estallara un movimiento

revolucionario prolongado y con una amplia base.

Por lo general los campesinos medios tomaron la jefatura: tenían cierta fuerza

política y económica, un profundo conocimiento de los problemas y quizá una

posición social más elevada. En poco tiempo pudieron movilizar a otros grupos

rurales. Los aldeanos de Morelos empezaron a reclutar a los peones de las

plantaciones de caña de azúcar; los Cedillo reclutaron a los trabajadores agrícolas

cerca de la ciudad del Maíz. En la Laguna la revuelta iniciada por Calixto

Contreras y Luis Moya tomo represalias contra los mayorales crueles y empezó a

atraerse a los trabajadores de las haciendas.

Los trabajadores rurales evidentemente proletarios, que carecían de empleo,

veían en la reforma agraria, hasta en el clásico reparto de tierras, la posibilidad de

tener una suerte mejor y más segura. La supervivencia de las aldeas libres era

una necesidad estratégica para un movimiento agrario con éxito.

Muchos estallidos de violencia similares, aislados, no pudieron lograr ningún

cambio estructural en el sistema de las haciendas; sin embargo, colectiva y

acumulativamente, debilitaron mucho a la oligarquía de los terratenientes y

obligaron a los futuros gobernantes de México a tomar en cuenta las quejas

agrarias hasta entonces desoídas.

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Vale la pena señalar aquellas regiones donde las haciendas eran demasiado

fuertes y las aldeas demasiado débiles. La mayor parte del noroeste permaneció

tranquilo. El sur de México, la explotación era particularmente dura y cruel, el

peonaje en el sur, reforzado y ampliado para satisfacer las necesidades de mano

de obra de los hacendados en una región de población escasa y elusiva, y

despojada de las características paternalistas que tenían las haciendas en la

meseta central, no pudo producir movimientos rebeldes eficaces.

Los peones del sur se parecerían más a los esclavos. Hubo movimientos rurales

importantes en el sur de México durante la revolución.

El jefe político era el brazo del poder ejecutivo que tenía facultades para aplicar la

política porfiriana: ponía en práctica las decisiones de los juzgados, apoyaba a los

terratenientes y a menudo este también era terrateniente monopolizador. No todos

los funcionarios locales eran tiranos; pero si el jefe político deseaba conservar su

empleo, debía mantener tranquilo su distrito.

En otras partes las haciendas podían ser débiles o no existir, y podía haber tierras

abundantes, pero aun así se desarrollaron poderosos movimientos

revolucionarios.

La revolución rural, que corresponde a los campesinos localizados en un área

periférica fuera de los dominios del control de los terratenientes. El aspecto

principal es que estos campesinos eran periféricos

La clave de los movimientos serranos se encontraba en la política de Díaz de

procurar la centralización política. El liberalismo maderista era igualmente una

protesta contra la centralización política. Los liberales maderistas no intentaron

desmantelar al gobierno central; al contrario, deseaban apoderarse de éste,

reformarlo, institucionalizarlo y en ciertos aspectos ampliar sus poderes.

Rebeldes serranos estaban a favor de las elecciones locales en beneficio de la

autonomía local, y de tener menos gobierno y no mas gobierno, su ideal era no

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tener ningún gobierno, sino un retorno a los antiguos buenos tiempos, libres de

impuestos, de los enganchadores de mano de obra.

Los serranos eran un pueblo rudo, obstinado, hábil. El occidente de chihuahua se

ha presentado como el ejemplo clásico de la rebelión serrana, igual que el estado

de Morelos como modelo de la rebelión agraria.

El caudillo ha mostrado ser menos popular que el campesino entre los científicos

sociales de hoy. El caudillaje implica la busca y la conquista violenta, pero

esencialmente inestable, del poder y la riqueza que establece el binomio protector

– protegido en una sociedad que carece de canales institucionales para esta

competencia. El caudillaje clásico fue en el México independiente hasta la década

de 1870, un periodo de inestabilidad cuando la fuerza era muy apreciada y la

necesidad de algún tipo de apoyo popular les daba a los campesinos un campo

limitado para abogar por sus propios intereses dentro del marco de la política de

los caudillos. El caudillaje modernizado del porfiriato se caracterizó por una

relación de poder más estable, institucionalizada, que se basaba en el

paternalismo y que se nutría en la nueva riqueza generada por el desarrollo

económico.