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texto fue editado por CEDADE ISBN: 84-398-2731-8 Depósito legal: B-34022-85 ------------------------------------------------------------------------------ ------------- DEFENDED LA PEQUEÑA EMPRESA INDICE

CEDADE - Defended La Pequeña Empresa

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El texto fue editado por CEDADE

texto fue editado por CEDADE

ISBN: 84-398-2731-8

Depsito legal: B-34022-85

------------------------------------------------------------------------------------------- DEFENDED LA PEQUEA EMPRESAINDICE

1. INTRODUCCION

2. QUE ES UNA PEQUEA EMPRESA?

3. LOS PELIGROS DE LA PEQUEA EMPRESA

- HIPERMERCADOS, MULTINACIONALES Y GRANDES ALMACENES

- IMPUESTOS Y MAS IMPUESTOS

- SOLO ANTE EL DELINCUENTE

4. EL ESPIRITU PEQUEO BURGUES

5. LAS PROFESIONES LIBERALES

6. MARXISMO Y LUCHA DE CLASES

7. LA RESPUESTA: DISOLVER EL SISTEMA ECONOMICO

8. APENDICE: LOS GREMIOS MEDIEVALES

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1. INTRODUCCION.

La pequea empresa espaola se est hundiendo. La injusta competencia de los colosos -ya sean hipermercados o grandes almacenes-, la aplastante poltica de impuestos y la creciente inseguridad social, son las causas del inexorable empobrecimiento de los pequeos empresarios.

Las repercusiones de estas tres amenazas no tardan en hacerse notar. El pequeo propietario se encuentra cada vez con mayores dificultades, no slo para vender su producto o servicio, sino para conseguir el ms modesto crdito bancario. Y por si fuera poco, en el caso de las empresas de servicios, es ahora cuando ms tienen que invertir en su propio negocio instalando sistemas de seguridad costossimos que le defiendan de una plaga delictiva que el Estado no es capaz de fumigar: los delincuentes. Tampoco cuenta con la libertad de otros gremios para encajar la subida de costes. Y tampoco posee el espritu de unin que tienen los obreros de fbrica, ni el poder de disuasin de un gremio sindicado.

Sin el vigor econmico de un gran potentado industrial y sin la capacidad de organizacin de otras clases ms modestas, el pequeo empresario va perdiendo su papel en la economa nacional para dar paso a la super-empresa comunal que absorbe por igual productos, que servicios que al pequeo empresario, ahora trabajador asalariado.

No debe ser as. Las razones que empujan a defender a la pequea empresa no nacen de un simple prurito de defender "al dbil contra el fuerte", ni por rutinaria oposicin a la poltica del Gobierno. A la pequea empresa se le debe defender como se debera defender la independencia econmica de un pueblo. Si es necesario revolverse contra el sistema econmico, se le combate. Lo importante es mantener con vida estas pequeas unidades de produccin que, al igual que todos los engranajes de una mquina econmica, cumple con su funcin y son indispensables como cualquier otra ocupacin.

Aqu se exponen las caractersticas ms singulares de lo que es una pequea empresa, los virus que la amenazan y las respuestas que el Estado (el Gobierno) debera dar a esta situacin. Dado que la pequea empresa agraria y martima es de vital importancia para la economa, slo ser mencionada a modo de comparacin puesto que este tipo de empresas necesitan un tratamiento ms cuidadoso, ms especializados y, sobre todo, ms extenso.

En lo que toca a la pequea empresa de produccin o de servicios, es el objeto fundamental de estas pginas. La pequea empresa es la clula primordial de la economa, y el deber del Estado y de la sociedad es defenderla.

2. QUE ES UNA PEQUEA EMPRESA?

Dejando de lado las definiciones jurdicas sobre lo que es una pequea empresa, hay que entenderla como la propiedad trabajada y administrada directamente por el dueo. As, la pequea empresa vendra a ser el minifundio, los establecimientos de servicios al detalle, los pequeos talleres y algunas profesiones liberales. La frontera entre una pequea empresa y una grande no sera, pues, una frontera jurdica sino social. Una cooperativa agraria, de esas que fundan los agricultores para elaborar, envasar y comercializar sus productos, tiene todas las caractersticcas de una pequea empresa en que el productor, el propietario, el trabajador o el comerciante estn vinculados a su trabajo por nudos afectivos. Del mismo modo que un artesano contempla la obra acabada como extensin de su voluntad, el pequeo propietario gestiona su negocio como extensin de su personalidad. No es cuestin de citar aqu la postura de ste o aquel filsofo corroborando la propiedad como extensin del hombre, ya que cualquier individuo ha sentido alguna vez el gusto por la obra salida de sus propias manos. Cultivar y recolectar hortalizas tendra entonces una valoracin similar que venderlas en las fruteras populares, a expensas de que el primero sea un productor y el segundo el vendedor de un servicio (sabemos que en los pueblos pequeos el productor y vendedor son la misma persona). Tampoco es hora de analizar cual de los dos es ms vital para la comunidad. Nuestro inters est en descubrir las peculiaridades de la pequea empresa.

La pequea empresa tiene la virtud de otorgar al propietario un cierto sentido de participacin en la sociedad. El individuo puede disponer de su albeldro mejorando la produccin, organizando su negocio o acercndose al consumidor y advirtiendo sus gustos y necesidades. Toda decisin nace en el propietario y es ejecutada por el propietario. En todo caso, entre la decisin y la accin no llegan a mediar ms de dos o tres personas, generalmente conocidas entre s.

El pequeo empresario no siente la molicie que puede sentir el trabajador de una gran empresa que comnmente no sabe de dne vienen las decisiones ni por quin se toman. La personalidad del pequeo propietario no se ve constreida a la del simple engranaje de una omnmoda mquina. Al contrario, el pequeo propietario vive satisfecho de su trabajo porque l es quien toma las decisiones.

Un modelo de comunidad econmicamente equilibrada tendera a distribuir los comercios detallistas y las unidades de produccin de modo que la competencia se moviera siempre dentro de los mrgenes de la digna subsistencia y del honor comercial. Evidentemente, estamos hablando de modelos generales, pues en algunos casos los economatos podran tener cabida siempre y cuando no afectaran a la economa comunal. Pero esto es territorio de la economa poltica y no de un examen realista del problema.

Los excesos de la pequea empresa son muy simples de enunciar. Cuando no hay competencia el negocio se convierte en monopolio y se tienede a descuidar la oferta y desatender al comprador. Cuando abundan las unidades de produccin en relacin a la demanda, tambin se pierde el espritu cvico porque cada unidad gana menos y cada propietario intenta atraer al comprador con argucias desleales: se empieza a abrir los domingos, bajan los precios, intrusismo, soborno, etc. Tanto una como otra rompen la convivencia comunitaria y tan grave es una como la otra para el equilibrio social pues originan odios y recelos.

En las comunidades en las que se establece una distribucin equilibrada de la propiedad y de los beneficios (distribucin equilibrada de la sociedad no es lo mismo que distribucin igualitaria ya que el espritu emprendedor y la capacidad de trabajo son potencias desiguales para cada persona), son el mejor ejemplo del socialismo prctico. Cada cual siente que su papel es necesario para los dems. Existe una interrelacin que al principio suele ser econmica o contractual, pero con el tiempo se transforma en una relacin orgnica, independientemente e incluso espiritual. En este punto la comunidad ya est madura para emprender tareas con un claro objetivo altruista: el bien comn. Las asociaciones de vecinos, las bandas de msica, las organizaciones deportivas y culturales nacen del altruismo comunitario al margen de la rentabilidad econmica. Y evidentemente aqu ya dejamos de hablar de pequeos empresarios para hablar de comunidades en las que el trabajador asalariado, el patrn, el empresario, el funcionario y todos los estratos de la sociedad tienen cabida.

3. LOS PELIGROS DE LA PEQUEA EMPRESA.

Del mismo modo que un cuerpo saludable se desploma a causa de una enfermedad, la pequea empresa tambin cuenta con sus virus. Actualmente los problemas fundamentales con los que se enfrentan los pequeos propietarios son: la competencia de grandes empresas de servicios (hipermercados y multinacionales), la poltica de impuestos y la inseguridad ciudadana. Todo ello causa la disgregacin de la comunidad orgnica y a su vez acta como incitante a la competencia desleal entre los mismos propietarios.

- Hipermercados, multinacionales y grandes almacenes.

Los hipermercados y los grandes almacenes compran grandes cantidades de cada gnero con el privilegio de obtener precios ms baratos (rappel) y ofrecer los productos ms baratos. El pequeo empresario no puede competir de ningn modo con estos colosos. Se sabe que un comercio compra al por mayor pero en pequeas cantidades. Bajar los precios al nivel de los hipermercados reducira las ganancias de los pequeos propietarios casi al nivel de subsistencia mnima. Y por ms que el individuo de la calle encuentre siempre ms ventajas en los hipermercados, hay que ver si realmente son ventajosos. De verdad se compra mejor y ms barato en los hipermercados y grandes almacenes?

Un hipermercado rene bajo un mismo techo casi la totalidad de las pequeas empresas de servicios que en otras circunstancias estaran diseminadas por los barrios. Desde la galera de alimentacin hasta la tienda de ropa, todo, absolutamente todo producto susceptible de ser vendido encuentra su punto de comercializacin en un hipermercado. Es por ello que hay que detenerse a estudiar estas megalpolis de servicios, examinar punto por punto los pros y los contras, y demostrar si en realidad benefician a la comunidad y a la economa en general. La pequea empresa est en juego.

Las razones en las que se apoya el consumidor para dirigirse presurosamente a los hipermercados son ms o menos estas:

a) Un horario amplio. De 10 de la maana a 10 de la noche.

b) No cierran a medioda.

c) Los sbados no cierran por la tarde.

d) Todos los artculos estn a mano.

e) Es ms rpido.

f) Se puede escoger ms y mejor.

g) En el carrito cabe todo. Es til.

h) En general, todo est ms barato.

i) El local es amplio, panormico, confortable, con aire acondicionado y ambiente musical.

j) Ciertos alimentos (carnes, quesos) estn plastificados higinicamente.

k) El aparcamiento es muy amplio.

l) Hay muchas cajeras para pagar. En caso de que se nos acabe el dinero siempre hay a mano, dentro del local, algn cajero permanente de un banco o caja de ahorros.

m) Es ms "chic", ms americano, ms moderno y ms vistoso que una galera popular de alimentacin.

Aparentemente un mercado popular de esos que renen a un conglomerado de pequeos propietarios, no puede competir con estos mastodontes de la alimentacin y los servicios. Pero estudiando friamente el acto de comprar los resultados son totalmente opuestos. El hipermercado no solamente sale ms caro monetariamente sino que socialmente es nefasto para la economa comunitaria. Primero examinaremos las razones de ndole familiar y luego el perjuicio social.

a) Los hipermercados no estn distribuidos por los barrios sino generalmente fuera de las aglomeraciones urbanas o en ciertos barrios aparentemente "afortunados". Esto obliga al consumidor a desplazarse en automvil, lo que supone un gasto adicional de combustible (ida y vuelta) que no se tiene en cuenta a la hora de comprobar la factura. Quien no disponga de vehculo lo tiene peor, pues no se va a esos sitios a comprar cuatro bagatelas sino a demostrar el poder econmico por la cantidad de bolsas que se llevan, y esta carga en el autobs o en el taxi es una autntica pesadilla.

En cambio, la multitud de galeras populares diseminadas por la ciudad permite ir y venir en menos tiempo del que se tarda en estacionar en un hipermercado, con el consiguiente ahorro de energa y de dinero.

b) El viejo truco de poner los artculos a mano, aparte de hacerlos menos higinicos, supone una trampa inocente para el consumidor, ya que, movido por la gula o por la tentadora presentacin, toma ms de lo que necesita y mete en la cesta productos superfluos que se ahorrara en un mercado popular. Cuando llega a la caja no es raro que se sorprenda de la factura.

b) No hay tal rapidez en la compra pues es sabido que ciertos alimentos tienen que ser pesados y precintados. En los das de faena se hace la misma cola entre la seccin de pescados del "hiper" que en una pescadera comn.

c)Despus hay que esperar turno en la caja y empujar el carrito hasta el automvil y cargarlo.

d) La calidad de los gneros es en muchos casos discutible o incomprobable. Por poner un ejemplo, en ms de una ocasin se ha multado a estas casas por servir carne de nfima calidad. Por otro lado, el consumidor no puede verificar el producto hasta llegar a casa, y ah advierte que debajo del suculento y rojizo filete, aparece una escuchimizada hilera de lonchas llenas de nervio.

Asimismo, la sobreacumulacin de inmensas partidas de productos que se venden con lentitud acarrea un deterioro general que hace que al cabo de los meses, cuando se pone en venta, haya perdido sus cualidades bsicas e incluso se torne daino.

e) Es interesante saber que el carrito de la compra no fue puesto en los supermercados para comodidad del cliente. Fue inventado en 1937 por N. 5. Goldman en Oklahoma City, EE.UU., despus de observar que los clientes slo podan llevarse los productos que caban en una bolsa. Ahora con el carrito de ruedas los clientes del Sr. Goldman cargan ms productos... y pagan ms.

En definitiva, se tarda ms, se paga ms y no hay tal calidad.

Las contrarazones de orden humano son otras:

a) Se encuentra en los hipermercados o grandes almacenes la cordialidad que se haya en los pequeos negocios o en los mercados populares?

Los hipermercados, como todo gran negocio, las cadenas de montaje y todo trabajo en el que el obrero no sienta nada como cuyo, estn totalmente deshumanizados, estn montados exclusivamente para sacar el dinero del consumidor. En caso de que le falte dinero, no espere el cliente que se lo fen como en la tienda del barrio, tendr que retirar este o aquel producto y soportar la vergenza de la critica susurrada. En el mejor de los casos sacar dinero del cajero automtico, que siempre est disponible, y romper la economa casera del mes.

En los mercados, galeras y comercios del barrio, la gente se conoce y el trato es ms familiar. Adems, en muchsimos casos se fa la compra y se retrasa el pago hasta fin de mes. Aunque parezca un argumento flojo, hoy da en Espaa, con sus millones de parados, los pequeos comercios y sus "fiaos" permiten al que cobra desempleo y, aun al que nada cobra, llegar hasta fin de mes o hasta la prxima chapuza. En los hipermercados y grandes almacenes que no suee el trabajador con "fiaos" y cosas por el estilo, pues l no cuenta como amigo sino como bolsillo.

b) Evidentemente el propietario-trabajador debe cerrar a medioda para comer. Una cadena de almacenes o un hiper, sin embargo, tienen el mismo horario diurno ininterrumpido que una siderurgica. Detrs del primer turno vienen el segundo y el tercero. Esto incurre en competencia desleal igual que aquellos que roban fruta y la venden en los barrios humildes a golpes de altavoz. Entonces se da el pistoletazo para una imparable carrera de trapicheos en la que lo ms normal es abrir incluso los domingos. A continuacin sigue la conversin del negocio en un bazar, las carniceras se convierten en panaderas-lecheras-mantequeras; las farmacias en drogueras; las bodegas en bares. Cual las fichas de un domin, un pequeo propietario empuja a otro y este a su vecino. Desaparece por completo el lado humano del trabajo para convertirse en una lucha despiadada para ganar dinero y hundir al vecino.

El ciudadano medio que no ve ms que la utilidad aparente de las cosas piensa que los horarios continos y la venta de pan en la carnicera es una bendicin. No se percata de que estos son los primeros sntomas de la disolucin comunitaria. Aqu pierde el pequeo comerciante y gana el magnate (generalmente extranjero), a quien le importan un pimiento los avatares del consumidor y del productor.

Las contrarazones de ndole economica son mas contundentes:

La totalidad de hipermercados instalados en Espaa pertenecen a firmas francesas, americanas, anglo-holandesas y suizas. El espaol juega aqui el papel ms infimo de la escala productiva, ya que se limita a "trabajar para" o a "consumir para" consorcios extranjeros que se llevan las ganancias y que destrozan la economa de los pequeos propietarios.

No hay beneficio econmico alguno. Los que creen que las grandes compaas extranjeras dan sustento a muchas familias espaolas se equivocan de parte a parte. Lejos de fomentar la riqueza nacional estas multinacionales empobrecen a la clase media y la encaminan hacia el conglomerado annimo que deshumaniza, proletariza y roba a los trabajadores espaoles un tipo de empresa que debera ser explotada por los pequeos empresarios.

Todos los que trabajan en un hipermercado -hay que recordarlo- son asalariados. Ni siquiera son profesionales en su ramo. As descubrimos al joven que transcurre todo el da rebanando lonchas de jamn, o a un individuo en la seccin de carnes que apenas sabe servir "carne al corte".

Gran parte de esos trabajadores estn contratados a tiempo parcial con lo que el "hiper" se evita los gastos que acarrean los contratos fijos (indemnizaciones, trienios, pluses, etc.).

Mucha gente no sabe que los hipermercados juegan lucrativamente con el margen de 90 das que les conceden los suministradores. Estas casas acostumbran a pasar la factura 30, 60 90 das despus del suministro. Durante ese tiempo el "hiper" podra haber facturado millones de pesetas que pone limpiamente en un banco con el inters a plazo fijo. El beneficio viene por parte doble:

1 Por la venta directa del producto.

2 Por el inters que ese dinero produce.

De este modo recupera con creces todo lo que no ha ganado por almacenamiento o en "ofertas" para el consumidor".

Est visto que por cada cien familias sustentadas por una gran empresa se condena a la ruina a 1.000 ms. A la larga la pequea empresa entra en crisis y el dueo no tiene ms remedio que incurrir en competencia desleal o cerrarla y entrar al servicio de una gran compaa (generalmente extranjera).

En el campo estos casos se dan todos los das con los pequeos agricultores que tarde o temprano liquidan sus tierras, las venden a otras empresas y marchan a la ciudad fracasados y desarraigados.

Socialmente la existencia de los hipermercados es condenable ya que destruye los cimientos de las comunidades de trabajo y transforman a los pequeos propietarios en trabajadores asalariados -para entes desconocidos.

Econmicamente es condenable porque la economa nacional pierde libertad y pasa a depender de los arbitrios de grandes sociedades annimas, multinacionales o grupos bancarios siempre ms preocupados de la utilidad mercantil que del bien comn. Tarde o temprano la vida economica del pas pasa a depender -como en los pases tercermundistas- de los proyectos de la multinacional, que instala y desmantela industrias en este o aquel pas en razn a la baratura de la mano de obra y a la cercana de los mercados.

- Impuestos y ms impuestos.

La ltima de las grandes taras de la pequea empresa es, hoy ms que nunca, la inseguridad personal. Un banco encaja un atraco millonario con un simple movimiento de cuentas. Una gran empresa apenas sufre con un robo. Pero el pequeo propietario llega a perder casi todo el fruto de su trabajo por culpa de un atraco. En el peor de los casos la propia vida.

Si la poltica de impuestos ya esquilma inmisericordemente la modesta economa del propietario, el robo directo culmina la insensatez del Estado. Un Gobierno y unas leyes intiles hasta para proteger el fundamental derecho a la vida y a la seguridad personal, son las causas unicas y directas del crimen callejero. Es la pequea empresa la que ms atrae a todo tipo de rufianes para ejercer sus fechoras. No son los despachos jurdicos ni los gabinetes polticos los objetivos primordiales del delincuente. Es la pequea empresa.

El dinero lquido que se mueve continuamente en la pequea empresa es el cebo ms apetitoso del ladrn. El metlico y la desproteccin animan al delincuente a asaltar los pequeos comercios y vaciar la caja. El delincuente jams desear atracar a otras profesiones mejor pagadas pero que cobran a travs de entidades bancarias. Su objetivo es el pequeo propietario, generalmente un comerciante sin proteccin ante tales siniestros. El pequeo propietario sabe por experiencia o por los comentarios de otros propietarios, que en tales casos lo mejor es el "dejad hacer". De lo contrario se arriesga a perder la vida o poner en peligro la de un cliente, familiar o ayudante, y hasta ser juzgado por agredir al delincuente. Tambin sabe que a un desenlace fatal por causa de "defensa propia" puede seguir la venganza de sus secuaces.

De este modo los partes de robos, atracos, violaciones de propiedad se convierten en una rutina que el pequeo empresario cumple con la misma indiferencia con la que todas las maanas abre las puertas del negocio. La sensacin de impotencia deja paso al conformismo y a la esperanza de que algun da alguien resolver sus ms acuciantes problemas.

Y como efecto de esta nueva situacin y para mitigar la enfermedad, la pequea tienda se va transformando en fortn. Doble cerrojo en las puertas, candados, rejas infranqueables, cristales antibala, sistema de alarma, puertas blindadas...

Los impuestos y la feroz competencia no son todava insostenibles segn la ideologa del Estado, como para que el pequeo empresario tenga adems que invertir los cuartos en su propia seguridad. Las fuerzas del orden publico, como un resorte sin tensin, ya no significan tranquilidad para el pequeo propietario. Todo lo que el Estado se lleva en impuestos para invertir en supuestas mejoras de nivel de vida de los espaoles se queda en agua de borrajas, pues al espaol medio no le queda otra salida que defenderse por su cuenta y esperar que el prximo atraco no sea tan violento.

Los clientes, cual si fueran rateros comunes, son tratados desconfiadamente a travs de ventanillas y rejas (estancos, loteras, farmacias), puertas con apertura automtica (joyeras, tiendas de objetos valiosos).

El propio cliente entra hostil a un lugar tan resguardado. Ya no existe aquella libertad tan confortable de los negocios en los que entre el cliente y el propietario no haba recelos. Todo lo contrario. Algunos artculos aparecen precintados con bandas magnticas demostrando que antes del trato amable y desinteresado, el propietario busca el dinero sin ms.

Este ambiente de recelo y desconfianza se va apoderando de toda la comunidad. Los pequeos propietarios, ante el abandono del Estado y el acoso del delincuente, se convierten en una masa heterognea que intenta salir a flote adulterando los productos o internndose en las fronteras de los negocios vecinos. Aquel socialismo prctico del "doy y me das", "yo por t y t por m", es ahora "yo contra t". Los lazos afectivos pasan a mejor vida. La armona comunitaria se autodestruye.

Pero todava no es suficiente. Un nuevo azote hace acto de presencia. Se trata de la amenaza terrorista por excelencia: el impuesto revolucionario.

No contentos con aguijonear mortalmente a la gran empresa espaola, el terrorismo marxista salta al mbito de la pequea empresa para exprimirle hasta el ltimo duro. Ya no son las provincias de siempre las afectadas por esta "sindrome de los gobiernos dbiles", sino cualquiera que rebose de pequeos empresarios. Por paradjico que resulte, el Estado y el terrorismo de izquierda se unen para dar el pistoln a las pequeas unidades de produccin. El uno con impuestos legales; el otro con impuestos ilegales. Pero al fin y al cabo ambos acorralan al pequeo empresario con la misma acritud. O el presidio o la muerte Cabe mayor injusticia?.

4. EL ESPIRITU PEQUEO BURGUES.

Una constante de los movimientos revolucionarios ha sido la de arremeter contra el espritu pequeo burgues. El espiritu pequeo burgues no es otra cosa que buscar la tranquilidad social a travs de la utilidad econmica. Concibe la vida como una pacfica sucesin de negocios en los que hay que evitar los sobresaltos, ya por significar cambios en s, ya por no arriesgar nada. Ganar dinero arriesgando poco: ese es el credo del pequeo burgues.

No hay que engaarse. El pequeo propietario tiene mucho de pequeo burgues. En verdad es su peor defecto. En tiempos de prosperidad la pequea clula productora es el punto de reunin, de diversin, de conocimiento, de tradicin. Los pequeos propietarios son, en este caso, los conservadores de ciertos aspectos fundamentales de la convivencia social. Pero en tiempos de crisis los pequeos empresarios son bastante reacios a unir a sus reivindicaciones econmicas unas reivindicaciones polticas de largo alcance (no es su gremio el nico que sufre). Incluso le cuesta reconocer que las ideas se agrietan y que tiene que dejar paso a otras nuevas.

La diferencia ms acusada entre el obrero asalariado y el pequeo empresario es que el obrero, cuando presiente que su puesto peligra, est dispuesto a secundar una idea poltica revolucionaria. Tambin los jvenes (estudiantes preferentemente) son un grupo social bien dispuesto hacia los cambios contundentes, ms por impulso natural que por condiciones socioeconmicas. Pero el pequeo empresario -el pequeo burgues- no se pone tan fcilmente al servicio de un cambio de estructuras. Las razones saltan a la vista. Por un lado, la dispersin de los pequeos propietarios en trabajos particulares no les otorga la misma cohesin que unos trabajadores de astilleros. El vnculo a la propiedad que antes resultaba una virtud, se convierte en un obstculo para la unin. Entre un obrero y otro existe ms vinculacin que entre un empresario y otro.

Los pequeos empresarios no poseen la fuerza de disuasin que tiene un sindicato, un gremio o una asociacin de trabajdores.

Aunque en su conjunto las pequeas empresas absorben ms mano de obra que las grandes empresas, casi no se les reconoce como una fuerza peculiar e independiente a la hora de las negociaciones colectivas.

De otro lado, la numerosa mano de obra al servicio de las pequeas empresas no trabaja en las mismas condiciones que para la gran empresa. En primer lugar no tienen la misma relacin gremial entre ellos como la que tiene un obrero metalrgico con su homnimo. En segundo lugar, la vinculacin al patrn es ms estrecha por lo que transige con ciertas actitudes que un comit de empresa no permitira jams. En tercer lugar, en ciertas ocasiones se les contrata bajo condiciones laborales de un obrero, el Estado no tiene ojos suficientes para velar por el bienestar del trabajador de la pequea empresa. Por as decirlo, el trabajador de la pequea empresa est aislado (que no significa necesariamente que est en peores condiciones), tanto en sus relaciones con el resto de los trabajadores como por el especial rgimen jurdico laboral que se aplica a las empresas con menos de 50 25 tabajadores.

Estas y las anteriores caractersticas son propias del espritu asocial y burgus. El propietario de la empresa y sus trabajadores se cierran en sus negocios y ven pasar con indiferencia las filas de los desocupados, las manifestaciones por el derecho al pan y las revoluciones. Slo se ponen en movimiento cuando sus cotos son invadidos por la crisis financiera o por la inseguridad. De nuevo olvidan que existen otras personas con los mismos o con peores problemas. Por lo dems, no incluirn dentro de sus reivindicaciones un programa que abarque la justicia social para otros gremios como los jornaleros, campesinos, obreros... Aunque bien es verdad que en la sociedad actual, en pleno desmoronamiento, cada grupo social slo protesta por su reducido inters economico, lo que da lugar a una sociedad en compartimentos estancos, como si fuera un ro sin esclusas.

No obstante, las pocas veces que las pequeas empresas se han echado a la calle han demostrado un asombroso poder de convocatoria y una presin fuera de lo comn. Pero tambin ha sucedido que al poco tiempo todo ese poder se esfuma rpidamente y los pequeos empresarios se esconden en sus agujeros como una colonia de hormigas.

5. LAS PROFESIONES LIBERALES.

La exclusin de las profesiones liberales no ha sido deliberada. En realidad existe menos similitud entre un profesional y un artesano que entre un artesano y un pescador. La mayora de las profesiones liberales -abogados, arquitectos, publicistas, economistas, tcnicos-administrativos-, no dependen de la gestin de la propiedad para vivir. En su fuero interno eso les exime de andar vociferando consignas, como tambin de proteger ciertas cualidades relacionadas con la propiedad. De ah que este tipo de profesional sea el trampoln de toda la propaganda consumista y de las ideas cosmopolitas. Sin ningn vnculo a la tierra ni a la sangre ni a la herramienta, el profesional liberal es el mejor ejemplar del buen burgus: la uniformidad del caf, la reunin con los amigotes y las noches de frivolidad. Es el ejecutivo agresivo, el "hombre de su tiempo", con toda la tropa de secretarias, ayudantes y oficinistas, consumidores de cigarrillos, alcohol y moda.

En honor a la verdad, hay que aadir que mientras ms nos acerquemos a las grandes concentraciones humanas, ms comn resulta encontrarse con estos ejemplares de la futilidad. Las ciudades pequeas y los pueblos no son buen caldo de cultivo para esta clase de burgues. All el profesional est ms entregado a su labor social como mdico, veterinario, ingeniero, que a atender las ltimas decadencias importadas por la metrpolis.

An as, el vnculo con la herramienta no llega a ser tan acusado como el de un campesino con su apero o un carpintero con su cepillo. Tampoco llega a sufrir descaradamente los estragos propios de las pequeas empresas: competencia de colosos, impuestos e inseguridad. Por esta razn, si bien son tan necesarios a la comunidad como cualquier trabajador, el profesional se desgaja de los problemas mas acuciantes de las pequeas empresas. Adems, el profesional liberal autnomo que trabaja por su cuenta como lo podra hacer un comerciante, siempre podr aguantar mejor las embestidas de los impuestos, pues la elasticidad de los precios de su trabajo (un dentista, un abogado) les da carta blanca para cambiar las tarifas. Razn que aumenta la dispersin de las pequeas empresas y que aleja la posibilidad de un frente comn.

6. MARXISMO Y LUCHA DE CLASES.

Los marxistas saben muy bien que el pequeo empresario no es un buen "agente historico" de la subversin. La indolencia de estos gremios ante la verborrea marxista no se debe tanto al espritu pequeo burgus que los hace proclives a la inaccin, como a una negativa abierta de los pequeos empresarios a considerar su propiedad como "propiedad de todos". Se les puede movilizar por otras razones: injusticia, abusos y hasta por la violencia, pero nunca movern un dedo para ceder un palmo de su coto personal a ideas no muy claras sobre la administracin comunal.

El pequeo propietario es un pionero que ha levantado o continuado una empresa con su diario esfuerzo. No conoce otro esfuerzo que el suyo ni otra materializacin de ese esfuerzo que su pequea parcela, negocio o taller. Menos an entiende la "lucha de clases" como un fenmeno inevitable del mundo moderno. En todo caso, conoce la ineficacia de un gobierno que no cesa de poner trabas a su trabajo personal.

Tampoco el aprendiz, el ayudante o el trabajador al servicio de la pequea empresa toma "conciencia de clase". El patrn de la pequea empresa no es una persona annima. Est ah con l diariamente. Esto crea un vnculo entre ambos que impide al trabajador concebir esta autoridad como la de una persona "intrnsecamente perversa", que le exprime hasta la ltima gota de sudor. Todo lo ms, aprende a percibir la mezquindad humana en ste o aquel patrn, como lo puede percibir en cualquier ejemplar del gnero humano.

Las cofradas de pescadores, por poner un ejemplo, se resisten a escindirse en bandos antagnicos. Entre el armador, el capitn, los oficiales y los pescadores hay tal espritu de cuerpo, y tal es la necesidad de uno por otro, que las ideas disociadoras marxistas rebotan cual pelota de goma en una pared de granito. Las cofradas son organizaciones ms compactas que otros gremios a causa de la dureza de las condiciones de vida que les impone la unin necesaria para garantizar la subsistencia.

Sin embargo, los marxistas tratan de encontrar fundamentos para su "lucha de clases" en las discrepancias laborales. Recordemos que esta doctrina tiende a profundizar los conflictos, enfrentando una clase con otra en vez de buscar la justicia social para la comunidad de trabajo. Su obstruccin mental les impide ver los conflictos como lo que realmente son: un producto de intransigencia y del egosmo humanos. En tal caso es la propia justicia del Estado la que debe establecer la concordia. Y en caso de que perviva la injusticia, entonces la lucha debe ser contra el Estado y no contra los empresarios. Cuando la clase poltica olvida sus deberes, la justicia pertenece al pueblo, sin distincin de clases.

Conflictos de todo tipo se pueden ver en cualquier clase, gremio, asociacin (incluso en el matrimonio), y sera grotesco querer aplicar a tales conflictos la microscpica visin de la "lucha de clases". La mezquindad humana es la culpable. Aqui el Gobierno es el responsable de velar por la armona social sin distincin de origen.

Es as que la pequea empresa es una horma en el zapto de las teoras marxistizantes. El espritu de independencia y de autonoma de estos propietarios no alcanza a entender el "tab" de la propiedad segn el ms ortodoxo marxismo. Quizs en un tiempo este pequeo empresario fue un obrero manual que tuvo la oportunidad y la valenta de luchar aisladamente por su pan. Quiz nadie como l conozca lo que es levantar una empresa de la nada. Con esfuerzo y afrentando los mltiples inconvenientes que acarrea este tipo de aventura, construy poco a poco su prosperidad y asegur modestamente la existencia de su familia. Estos le inclina a desconfiar de las ideologas que abolen la propiedad. La razn es simple: su propiedad es parte de l, es l mismo, un trozo de su ser.

Si alguna vez toma "conciencia de clase" lo har ms por razn de marginacin social que por haber descubierto su papel en "la liberacin de los pueblos oprimidos". No hay vuelta de hoja. El pequeo empresario dista mucho de ser un instrumento de la izquierda, pero tampoco de ninguna ideologa. Son las dos caras de una moneda que casi nadie puede utilizar, a veces en detrimento del propio empresario.

7. LA RESPUESTA: DISOLVER EL SISTEMA ECONMICO.

La existencia de la pequea empresa est amenazada. La amenaza la competencia de grandes consorcios que empobrecen al pequeo empresario, que no puede competir ni en precio ni en diversidad. La amenaza un Estado negligente tanto por la inicua poltica de impuestos como por su inepcia ante la delincuencia comn, azote del pequeo propietario. La amenaza una ideologa -el marxismo- que slo utiliza la protesta de los pequeos empresarios para encauzar los desatinos de una teora econmica que fomenta el odio entre las clases.

Del mismo modo que un barco que hace agua por todas partes, la pequea empresa se va diluyendo en el marasmo de un despiadado capitalismo. Ante tan desastroso panorama algunos pequeos empresarios han reaccionado formando cooperativas de trabajo o de consumo. Aqu sale a flote el primario sentido de la unin para preservar la existencia. Cooperativas agrarias, cooperativas de alimentacin, cooperativas de servicio, en suma, vuelta a los antiguos gremios. El instinto de conservacin se superpone a cualquier deseo personal. Se trata de hacerfrente a los colosos utilizando las mismas armas: precios especiales por compras en grandes cantidades, diversidad de productos, publicidad, promocin, ofertas... An as, la situacin puede hacerse insostenible. No todos los pequeos empresarios tienen acceso a esta clase de servicios. Adems, lo que para un hipermercado o una gran empresa significa organizar muchos trabajadores bajo la misma cabeza, aqu se troca en muchas cabezas que desean decidir sobre algunos asuntos. Tampoco cuentan con el capital suficiente para instalar grandes cadenas de distribucin o hipermercados, lo que a su vez supondra hacer competencia desleal a los pequeos empresarios del ramo.

Evidentemente el problema es un problema de Estado. La legislacin es demasiado permisiva y generosa para con los grandes capitales (nacionales y extranjeros). Los bancos ofrecen muchas mas facilidades a las grandes compaas que a las pequeas empresas. Medidas que atentan contra una justa distribucin de nuestra riqueza econmica y especialmente para las pequeas industrias y comercios.

Entonces si el Estado, el Gobierno y la clase poltica descuidan sus deberes para con este gremio, no le queda al pequeo empresario otra salida que protestar. Protestar contra el Gobierno y exigirle que legisle, que distribuya y que gobierne. Y es aqu donde el pequeo empresario debe comprender que este estado de cosas es culpa del propio sistema econmico. La crisis de la que tanto se habla no es el efecto de un microorganismo enquistado en el sistema, ni la solucin es extirparlo. La crisis es del propio sistema econmico -el libre mercado- que falta, que no funciona, que es letal para la comunidad. Un sistema que permite que sus unidades econmicas se destrocen mutuamente y sin piedad, un sistema al que le importa ms la utilidad econmica que la utilidad social, un sistema que depende de movimientos monetarios ejecutados a miles de kilmetros de distancia (en Wall Street), ES UN SISTEMA MORTAL!

Un sistema cuya caracterstica ms resaltante es la de hundirse en catstrofes econmicas despus de perodos de prosperidad y sin razn aparente; un sistema que produce millones de parados a pesar de que todo est por hacer. Un sistema que proletariza a la clase media, deshereda a las ms modestas y enriquece a unos pocos, ES UN SISTEMA ANTISOCIAL!

Un sistema -el capitalismo financiero- en el que el dinero es lo que crea el trabajo y no al revs; un sistema cuyas grandes empesas estn vendidas a las multinacionales; un sistema en el que desaparecen las pequeas propiedades para fundirse en una gran propiedad annima al servicio de la especulacin burstil, ES UN SISTEMA ANTINACIONAL!

No se trata ya de que los pequeos empresarios se unan para hacer frente a las multinacionales. Tampoco se trata de presionar al Estado para que dulcifique los impuestos. Se trata de cambiar radicalmente el sistema.

Hay que entender que en esta situacion, cuando la poltica (el parlamentarismo) est subordinada a la economa (el capitalismo financiero), nada cambiar si no se derrumban los cimientos de la mquina econmica. La situacin es muy peligrosa porque toda organizacin social, jurdica, laboral, poltica e, incluso, el sistema de valores, estn sujetos por una pinza econmica que los inmoviliza.

Los cambios polticos que se han sucedido desde hace algunos aos en este pas, no han tenido otra finalidad que servir de tapadera a unos cambios econmicos que no hacen sino torpedear la economa nacional. Se ha propiciado el avance de compaas, bancos y sociedades extranjeras a la bsqueda del dinero de los espaoles. Se habla mucho de libertad pero el individuo de a pie sabe que est perdiendo las ms elementales: el derecho a la vida y al trabajo. En cambio, bancos y poderosas firmas internacionales han interpretado esta libertad como cabe hacer en toda democracia: usurpando lenta pero inexorablemente las propiedades que antes correspondan a pequeos empresarios espaoles. Incluso, han logrado cambiar las costumbres nacionales por modelos de consumo extranjeros para facilitar la venta de sus productos y suavizar la penetracin. La publicidad ha conocido un despegue ilimitado. Es claro: est al servicio del que paga es la gran firma extranjera. Es claro: est al servicio del que paga y quien mejor paga es la gran firma extranjera. Es ms, las mismas agencias de publicidad son en su mayora extranjeras.

Este retroceso de la pequea empresa ante los consorcios internacionales, retroceso favorecido por los impuestos, la inseguridad social y la negligencia del Gobierno, slo tiene una solucin: crear los Fundamentos para una nueva economa.

Fundamentos para una nueva economa:

1 La pequea empresa como unidad econmica tiene un papel de primer rango en la economa nacional. Por tanto,

- debe ser regulada de modo que no origine competencia desleal dentro de un mismo sector comercial. Hay que evitar que un slo establecimiento monopolice gran nmero de actividades.

- debe ser estimulada por el Estado disminuyendo los impuestos y abaratando los creditos.

- debe fomentarse la inversin en mejoras tcnicas y sociales.

- debe permitirse la instalacin de pequeas empresas slo cuando no desequilibre econmicamente a los anteriormente instalados. As se evita la superabundancia de determinadas empresas y comercio que no alcanzan a satisfacer holgadamente las necesidades de los propietarios.

2 La pequea empresa como unidad social mental para la armona comunitaria. Por tanto,

- debe prohibirse que las propiedades rsticas sean divididas por herencias o hipotecadas por crditos.

- debe estimularse los trabajos artesanales que tanto aportan al espritu creativo, y alrededor de los cuales se mantienen tradiciones y costumbres arraigadas.

- deben formentarse las organizaciones filantrpicas (deportivas, educativas, culturales...) para establecer vnculo ms humano y ms autntico en toda la comunidad.

- debe procurarse que los trabajadores al servicio de las pequeas empresas no sean objeto de abusos irresponsables. Por tanto, deben estar protegidos laboral, mdica y socialmente.

- debe inculcarse a todo ciudadano que comprar en pequeos establecimientos del barrio crea relaciones verdaderas entre los vecinos y espanta toda posibilidad de instalacin de oligopolios.

En definitiva la pequea empresa, al igual que todos los resortes econmicos de la nacin, tiene su puesto dentro de la diversidad de una sociedad de nuestro tiempo, e inserta en la unidad social mayor que es el destino comn de un pueblo, de una cultura, de una nacin. Por tanto, la consigna es:

DEFENDERLA!

8. APENDICE: LOS GREMIOS MEDIEVALES.

En la Edad Media existieron diseminadas por Europa unas organizaciones de artesanos que regularon con gran acierto la vida econmica de las ciudades.

Por aquellos aos las mayores aglomeraciones humanas llegaban hasta los cuarenta mil habitantes. Esto dio pie a la formacin de mercados; alrededor de los mercados creci una masa de pequeos propietarios (guarnicioneros, marmolistas, carpinteros, talabarteros, herreros, cerrajeros, etc.), que con su destreza manual transformaban la materia prima con mtodos cada vez ms perfeccionados. Pronto toda esa fuerza de trabajo sinti la necesidad de protegerse mediante un sistema jurdico que dio lugar al Gremio. En el Gremio se reunan los artesanos por categoras y especialidades, todos con el inters de convivir prospera y pacificamente sin estorbarse mutuamente.

Las medidas estaban pensadas fundamentalmente para evitar los abusos egostas y la competencia desleal. Comenzaban por obligar a los habitantes del burgo a no comerciar con sus productos fuera de otro sitio que el mercado pblico. La finalidad de estos mercados era mltiple. De un lado, el "derecho de trnsito" conminaba a los viajantes a pasar forzosamente por la ciudad para ofrecer sus mercancas durante cierto tiempo. Slo despus podan continuar su viaje. Con ello el pequeo artesano se procuraba todo lo necesario para la manufactura (materias primas y herramientas).

La poltica municipal cuidaba celosamente de que sus productores salieran favorecidos en todo lo posible. As llegaba incluso a prohibir la produccin industrial (no la domstica) en el campo, editando bandos que aseguraban a los habitantes del burgo el dominio de determinadas ocupaciones. Tambin limitaba el comercio a los mercaderes y forasteros a fechas del ao ya establecidas.

Protegida as la base econmica de la ciudad, el resto de las medidas se encaminaba a establecer ventajas econmicas para productores y consumidores de la propia ciudad. El objetivo primordial era el de suministrar productos baratos y de buena calidad.

Una de las prescripciones ms importantes consista en regular el nmero de artesanos de cada ocupacin. Cuando escaseaban los artesanos, los muncipes tratraban de encontrar sucedneos. Y para mejorar la calidad de los productos se establecan frecuentes inspecciones. Con el tiempo se asegur la baratura de los productos con tasas de precios que oscilaban entre cotas siempre asequibles para la mayora.

Para eliminar la daina competencia interprofesional no cesaron de dictarse normas restrictivas de los abusos. Cada artesano posea un radio de accin fuera del cual no poda buscar mercado. Las asignaciones de los distritos comerciales se fijaban de modo que no dieran lugar a apropiaciones excesivas que pudieran despertar recelos. Contra la prosperidad irritante se establecieron normas como la de no emplear ms de un cierto nmero de obreros dentro de una misma industria. La jornada de trabajo tambin se limitaba, as como la cantidad de productos que se poda fabricar por unidad de produccin.

A estas alturas el Gremio ya era una realidad. Agrupaban en estamentos (aprendiz, oficial y maestro) a los artesanos dedicados a labores mancomunadas. El propio gremio velaba por la explotacin de aquellas empresas que necesitaran una cuantiosa inversin de capital.

Todo artesano quedaba obligado a pasar por las etapas citadas antes de producir la "obra maestra", que le otorgaba el ttulo de "maestro". No se le permita la adquisicin de materiales ms baratos que el vecino, ni la retencin de conocimientos de los que se pudiera beneficiar el gremio en general. Al paso de los aos se uniformaron las tasas de salarios, las condiciones de la produccin y las de venta. De esta manera la oferta de mercancas era un proceso idntico para todos los artesanos.

Respecto a las mercancas estaba rigurosamente prohibido hacer propaganda de ellas y usar reclamos llamativos que pudieran cautivar la atencin del cliente. El trabajo de los colegas vala tanto como el de uno mismo.

En algunos lugares se puso tanto celo a la proteccin del comercio, que se amonestaba severamente a aquel comerciante que no hubiese esperado a que se le presentase el negocio, es decir, a que el cliente mostrase inters.

Algunas normas dependan de un "pacto entre caballeros". Entre estas normas una de las ms notables era la de no utilizar luces de colores, ni adornar los escaparates, ni siquiera exponer los gneros llamativamente. Todas estas argucias tan comunes hoy en da, sublevan la opinin pblica. Vender a plazos era tan despreciable como emplear la charlatanera para hacer un negocio, mtodos que nunca utilizaba un comerciante digno por ms cerca que estuviera de la quiebra econmica.

Alrededor de los gremios se fue desarrollando la vida industrial de la Edad Media. No slo eran organizaciones de trabajo sino que llegaban a penetrar en la vida privada del artesano. El bien comn era la norma suprema. Cada gremio velaba por la prosperidad general y por la educacin y adiestramiento de los ms jvenes. Los aprendices recibian manutencin y educacin a cuenta de los maestros artesanos. A la larga se procuraban la manutencin del artesano por dos vas: como obrero industrial y como propietario de una pequea empresa.

El vnculo gremial naca de una estrechsima relacin entre sus miembros, de una justa regulacin del trabajo y de la aportacin que cada artesano haca a grandes obras comunes, desde una carreta hasta una catedral. Cual si fueran los diversos rganos y tejidos de un cuerpo saludable, la mquina gremial viva protegida de enemigos interiores y exteriores gracias, al esfuerzo comn por mantener la estabilidad econmica y al sentimiento de utilidad personal que cada artesano aportaba a la comunidad. Sin lugar a dudas, un gremio era una "comunidad orgnica".

UNA REFLEXION.

Pretender la vuelta a los usos medievales en un siglo donde las colectividades humanas son una telaraa econmica complejisima, es un error de parte a parte. La economa es una ciencia que exige respuestas modernas, es decir, adaptadas a los tiempos que corren. Han surgido nuevos sectores, nuevos sistemas de produccin y nuevas relaciones econmicas. Tambien la moral comercial ha variado. Hoy por hoy la artesana es un entretenimiento poco lucrativo cuyos productos, si compitieran libremente con las fbricas, no cubriran ni los costes de la materia prima.

Sin embargo, hay algo que se debe transportar del Gremio medieval a nuestro siglo con la exactitud del cartabn. Es el prurito de mantener el bien comn merced al reparto equitativo de la riqueza general. Se pueden mantener con vida (con vida saludable) las pequeas unidades de produccin, regulando el asentamiento de nuevas empresas, manteniendo los precios asequibles, atenuando los impuestos y asegurando a la pequea empresa de enemigos internos (egosmo, deslealtad) y externos (delincuencia, amenazas). El "como" establecer estas reglas irrenunciables debe ser un punto no negociable de cualquier gobierno. Se debe mantener a la pequea empresa con vida porque es beneficioso para la comunidad en general. Slo as se podr hablar de autnticas medidas populares.