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CELSO FURTADO y LA TEORIA DEL SUBDESARROLLO ARMANDO CÓRDOVA PRESENTACIÓN El objeto de mi intervención en este evento, convocado por nuestra Academia Nacional de Ciencias Económicas para honrar la memoria de Celso Furtado, es el de valorizar la creativa dinámica de sus aportes en el proceso de conformación y evolución de la primera formulación cientí- fica auténticamente latinoamericana sobre nuestra realidad socioeconó- mica: la teoría estructuralista del subdesarrollo. Primer gran intento colectivo de conocemos a nosotros mismos, que maduró como funda- mento de las políticas económicas y sociales diseñadas por la Comisión Económica para América Latina de la ONU, (CEPAL), y que fueron apli- cadas en la gran mayoría de los países de América Latina después de la Segunda Guerra Mundial. La hipótesis fundamental de mi exposición es que ese esfuerzo autóctono de fundamentación teórica de la particular conformación estructural de nuestras sociedades describe un ciclo, que se inicia a fines de los años cuarenta del siglo XX con los aportes pioneros de Raúl Prebisch y del mismo Furtado; tuvo un rápido auge durante los cin- cuenta y sesenta para, en los setenta, comenzar a declinar. Esta declinación se acentuaría a partir de la «década perdida» de los ochenta, cuando la coincidencia de una crisis económica latinoamericana, la contra ofensi- va teórica neoliberal-rnonetarísta y la apertura en el orden sistémico de una nueva fase del desarrollo capitalista -la llamada globalización de la economía mundial- dejaron ver, junto a sus importantes aciertos, las limitaciones de sus planteamientos programáticos, requeridos de una reconsideración que incorpore las enseñanzas de lo ocurrido hasta hoy. Celso Furtado desarrolló lo esencial de su obra dentro de ese ciclo. Fue uno de sus más importantes actores, al mismo tiempo que testigo pre- sencial y agudo y permanente crítico de su completa evolución. Mi exposición estará dedicada a resaltar ese importante aspecto de su vida. 73

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CELSO FURTADOy LA TEORIA DEL SUBDESARROLLO

ARMANDO CÓRDOVA

PRESENTACIÓN

El objeto de mi intervención en este evento, convocado por nuestraAcademia Nacional de Ciencias Económicas para honrar la memoria deCelso Furtado, es el de valorizar la creativa dinámica de sus aportes en elproceso de conformación y evolución de la primera formulación cientí­fica auténticamente latinoamericana sobre nuestra realidad socioeconó­mica: la teoría estructuralista del subdesarrollo. Primer gran intentocolectivo de conocemos a nosotros mismos, que maduró como funda­mento de las políticas económicas y sociales diseñadas por la ComisiónEconómica para América Latina de la ONU, (CEPAL), y que fueron apli­cadas en la gran mayoría de los países de América Latina después de laSegunda Guerra Mundial.

La hipótesis fundamental de mi exposición es que ese esfuerzoautóctono de fundamentación teórica de la particular conformaciónestructural de nuestras sociedades describe un ciclo, que se inicia a finesde los años cuarenta del siglo XX con los aportes pioneros de RaúlPrebisch y del mismo Furtado; tuvo un rápido auge durante los cin­cuenta y sesenta para, en los setenta, comenzar a declinar. Esta declinaciónse acentuaría a partir de la «década perdida» de los ochenta, cuando lacoincidencia de una crisis económica latinoamericana, la contra ofensi­va teórica neoliberal-rnonetarísta y la apertura en el orden sistémico deuna nueva fase del desarrollo capitalista -la llamada globalización dela economía mundial- dejaron ver, junto a sus importantes aciertos, laslimitaciones de sus planteamientos programáticos, requeridos de unareconsideración que incorpore las enseñanzas de lo ocurrido hasta hoy.Celso Furtado desarrolló lo esencial de su obra dentro de ese ciclo. Fueuno de sus más importantes actores, al mismo tiempo que testigo pre­sencial y agudo y permanente crítico de su completa evolución. Miexposición estará dedicada a resaltar ese importante aspecto de su vida.

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ANTECEDENTES

Hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, América Latina careció de lascondiciones necesarias para el desarrollo de las ciencias sociales. Se era cons­ciente de la situación dominante de retardo económico, social, político y cul­tural de nuestros países, pero se atribuía a un conjunto de causas históricasderivadas, esencialmente, del atraso sociopolítico y económico de sus con­quistadores y colonizadores originales y a la «faltade capacidad y energía denuestros pueblos por razones atávicas» para incorporarse al orden societa­rio de los países mas avanzados. Los únicos elementos considerados comopotencialmente modernizadores de nuestra historia eran la reciente penetra­

ción del capital extranjero y el surgimiento de pequeños grupos opositoresnutridos en las ideologías derivadas del pensamiento socialista. En estemarco sociopolítico, como anotó certeramente Abelardo Villegas: «Las con­tradicciones del pasado, que deberían quedar resueltas en el pasado mismo,se superponen a las contradicciones y problemas del presente, convirtien­do a la totalidad de nuestra historia en un problema actual» (1972:16).

La Segunda Guerra Mundial creó el conjunto de condiciones propicia­doras de una nueva actitud latinoamericana ante la historia, sostenida ahoraen una visión integral del presente como plataforma desde donde apuntarhacia la construcción de un futuro inspirado en la modernidad. El materialde apoyo para esa emergente toma de conciencia venía de dos concepcio­nes del mundo y de su prevista evolución. En primer plano, la que difun­día el poderoso aparato mediático de los Estados Unidos como parte de suesfuerzo de guerra, en el que se destacaban dos valores fundamentales: laexaltación de la democracia como elemento básico de su modo de vida, enoposición al carácter represivo de sus adversarios nazi fascistas, y la presen­tación de los bienes y servicios más representativos de su diversificadopatrón de consumo como imagen del desarrollo al que debían aspirar todoslos pueblos del mundo. El efecto demostración generado por esos valoresen América Latina, captado en particular por los sectores medios y altos desu población, terminaría por delinear los trazos esenciales de lo que se nosproponía como imagen objetiva hacía donde debía apuntar el proceso detransformación de nuestras sociedades.

La otra fuente inspiradora de nuevas expectativas de desarrollo paralos países latinoamericanos, fue la que difundían los defensores del ideal

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socialista, posición que tuvo un cierto crecirmento durante la guerra,impulsada por las expectativas de desarrollo económico y social de laURSS; el impacto de sus éxitos militares durante el conflicto, y la crecien­te difusión de la teoría marxista entre la intelectualidad progresista y algu­nos sectores laborales de todo el mundo.

Concluidas las hostilidades, ese conjunto de tendencias evoluciona­rían hacia la conformación de una nueva geopolítica mundial, caracteri­zada por la emergencia de dos grandes contradicciones fundamentales,cuya evolución amenazaría la estabilidad del orden internacional. En pri­mer plano, la que se planteaba entre los dos grandes sistemas mundialesvictoriosos: capitalismo liberal y socialismo, conscientes ambos de laimposibilidad de una coexistencia pacífica permanente, ya que la esenciade cada uno exigía, de hecho, la desaparición del otro; confrontación queplanteaba la lucha a muerte como única salida en condiciones en que eseenfrentamiento decisivo hubiera conducido, inevitablemente, a una doblederrota, debido a la existencia de un virtual equilibrio de fuerzas determi­nado por la común posesión de armas de destrucción masiva que poníanen peligro no sólo la integridad física de los dos adversarios, sino la delplaneta en su totalidad. Fue esa la razón de la común aceptación del tensocompás de espera de la llamada 'guerra fría'.

La segunda contradicción fue la que, subyacente en el propio proce­so histórico de conformación del sistema capitalista mundial, maduróaceleradamente desde la propia apertura posbélica hasta convertirse en unaspecto de creciente importancia en la evolución de la nueva geopolítica.Me refiero a la que se planteó en el interior de dicho sistema mundialentre el polo constituido por los países desarrollados y los que desdeentonces comenzaron a calificarse como subdesarrollados, componentesde un 'tercer mundo', denominación acuñada para distinguirlo de aqué­llos y de los del campo socialista.

Para una cierta visión 'progresista', esta segunda contradicción sehabía expresado originalmente como una «revolución de las expectativascrecientes en el seno del tercer mundo», cuyos componentes nacionales,por haber participado, directa o indirectamente en el esfuerzo de guerradel lado occidental, esperaban, ilusionados por el efecto demostración del

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aparato de propaganda aliada, y ponderando las virtudes económicas,sociales, institucionales y políticas del llamado «mundo libre», poderacceder a las tecnologías y a las formas de organización productiva quegarantizaban aquellos resultados. El problema que de allí surgió fue el dela necesidad de un diagnóstico capaz de explicar las causas generadorasde esa situación de minusvalía que significaba el subdesarrollo, como pre­condición para abordar su superación.

Dentro del nuevo cuadro geopolítico mundial, esas expectativas deltercer mundo se constituyeron en aspecto de interés crucial, tanto para los

dos contendientes de la guerra fría como para la propia intelectualidad delos países subdesarrollados. De allí el creciente interés por el estudio deesa temática como una cuestión de prioritaria importancia estratégicadentro de la evolución del enfrentamiento Este-Oeste. En efecto, descar­tada la posibilidad de acudir a la lucha frontal, ambos bandos se orienta­ron a tratar de vender sus propias fórmulas para vencer al subdesarrollo,como parte de las respectivas estrategias para mejorar sus posiciones enla balanza del poder mundial. Fue lo que el Premio Nobel en EconomíaJan Tinbergen describió como el enfrentamiento entre dos doctores porbrindar al paciente sus respectivos tratamientos. La receta del capitalistapresentaba, como argumento fundamental para superar al subdesarrollo,la aplicación de programas de transformación que partieran del análisis desu propia experiencia histórica, vista como gloriosa sucesión de avancestecnológicos, económicos sociales y políticos cumplidos a partir de la pri­mera revolución industrial. Todo ello acompañado, en el ámbito socio­político, por una ampliación permanente de los valores de la democraciacomo marco ideal del proceso de desarrollo.

El 'doctor socialista', por su parte, subrayaba tres elementos parademostrar la mayor eficacia de su receta. En primer lugar, el breve plazoen que la Unión Soviética había alcanzado los logros tecnológicos, econó­micos, sociales y políticos que le permitieron cumplir, con tan elevadogrado de eficacia, su decisiva participación en la derrota del agresor mili­tar nazi fascista. En segundo lugar, como básico sustento ideológico de sumodelo revolucionario de crecimiento, la construcción de un sistema dedemocracia económica y social orientado hacia el logro de una igualitariadistribución social del ingreso que contrastaba con el carácter ínstitucio-

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nalmente desigual que era característico de la capitalista. El otro argumen­to de la propuesta socialista se basaba en la teoría leninista del imperialis­mo, en la que el sistema capitalista mundial contenía dos tipos de países.Por un lado los desarrollados, imperialistas, los cuales succionaban elexcedente económico de los demás -calificados por Lenin de paísescoloniales, semicoloniales y dependientes- como elemento importantede su proceso de acumulación. Se establecía así una directa relación decorrespondencia entre el desarrollo de los países capitalistas desarrolladosy el subdesarrollo de nuestros países durante el período imperialista.

Ambos enfoques, y las respectivas recetas que de ellos se derivaban,presentaban una importante limitación común, y era la de eludir el diag­nóstico estructural de nuestras sociedades. Para el enfoque capitalista,basado en la teoría económica convencional, no era necesario precisar esediagnóstico por considerar que el modelo lógico-deductivo de su concep­ción de la ciencia económica era aplicable a nuestros casos, como acualquier otro tipo de situación histórica concreta, enfoque que siguentodavía sosteniendo la inmensa mayoría de los economistas convenciona­les contemporáneos. Tanto aquí como en el resto del mundo, aberraciónnegadora del carácter histórico de la ciencia económica y que sigue cons­tituyendo en el presente una de las causas de la crisis que hoy atraviesa laeconomía como ciencia, correspondiente a la que padece también la eco­nomía como actividad histórico concreta.

Por su parte, la visión de nuestros países que reflejaba el pensamien­to marxista de la época, se concentró esencialmente en los roles que ellosdebían cumplir en las luchas contra el capital y por la construcción de larevolución socialista mundial.

Por razones esencialmente históricas que hicieron de ella una acríticacaja de resonancia de la evolución cultural occidental, la América Latinaestuvo más abierta a acoger los análisis y propuestas del mundo capitalis­ta, fundamentalmente basadas en el pensamiento lógico-deductivo de laeconomía neoclásica establecida, para la cual la capitalista era «la únicaeconomía natural» y socialmente armónica, en tanto que sus eventualesconflictos eran considerados como de carácter esencialmente contingen­te y, en todo caso, transitorio.

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De allí se derivaba la idea dominante de que el camino que debíanemprender nuestros países para alcanzar el desarrollo era el de superar,consciente y progresivamente, los obstáculos que se oponían o dificulta­ban la evolución de sus economías hacia la acumulación sostenida decapital y la absorción de la moderna tecnología. El subdesarrollo se expli­caba así como una etapa del desarrollo capitalista. Un notable ejemplo deesa visión paradigmática fue la obra de W W. Rostow Las etapas deldesarrollo económico, publicada a fines de los años cincuenta del siglo XX,en la cual se enumeraba una esquemática y ahistórica secuencia que seiniciaba con el estado de «sociedad tradicional»; continuaba con la segun­da etapa de «creación de las condiciones del desarrollo»; una tercera: ladel «despegue hacia el desarrollo»; una cuarta: «el camino a la madurez»y, finalmente, la del «consumo de masas».

Tampoco el pensamiento marxista de la época, el que Stann llamómarxismo-leninismo, estaba en condiciones de abordar el análisis y lacomprensión de la compleja realidad latinoamericana. Por una parte, por­que el énfasis de sus fundadores estuvo fundamentalmente orientado alestudio de los modelos puros de las organizaciones socioeconómicas his­tóricas; no sólo del capitalismo, sino de todas las que lo habían precedido(comunidad primitiva, esclavitud, feudalismo, y hasta un «modo de pro­ducción asiático») así como a su articulación diacrónica. Nunca habíasido tratada, en cambio, la presencia simultánea de varias de ellas parti­cipando en formaciones históricas heterogéneas. La única posible refe­rencia de la realidad histórico-concreta del sistema capitalista mundial, lateoría del imperialismo de Lenin, se limitó, por comprensibles razones depragmatismo revolucionario, al estudio de las características e implicacio­nes del fenómeno en el interior de los países capitalistas desarrollados(imperialistas), y no a los efectos de sus relaciones de explotación sobreel mundo no capitalista «imperialízado».

LAS TEORÍAS LATINOAMERICANAS DEL SUBDESARROLLO

La teorización latinoamericana sobre el subdesarrollo fue una reaccióncontra esas dos interpretaciones de la realidad económica, social y políti­ca de nuestros países. En ella participaron analistas formados dentro delas dos tendencias ideológicas enfrentadas en la guerra fría. Hubo, sinembargo, un elemento unificador de sus más representativos enfoques: la

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constatación, cada cual a su modo, de que la realidad económica y socialde los países de la región no podía ser diagnosticada, ni comprendida sudinámica, a partir de la aplicación de modelos teóricos derivados de lareflexión acerca del proceso histórico de evolución de las sociedades capi­talistas maduras, que había servido de base, tanto a las diversas concep­ciones teóricas de la economía académica, como a la crítica marxista queconstituyó el fundamento de los planteamientos del 'socialismo científico'en Europa. Aquella historia, desde las iniciales comunidades primitivashasta la maduración del modo de producción capitalista había sido, enesencia, un largo tránsito a través de un conjunto de estadios evolutivosen los que cada tipo de formación social había surgido como producto dela evolución, esencialmente endógena, de la precedente. Para generar, a suvez, las bases para el surgimiento de la que le seguiría. Fue un proceso enel que lo establecido, lo viejo, era tendencialmente superado por lo nuevo,lo que permitió la formulación analítica de los referidos modelos teóricos

puros de organización económica y social.

Muy diferente era la historia de América Latina y su cristalizacióna mediados del siglo xx. Como resultado de un complejo proceso de evo­lución cultural, en el cual, a diferencia del europeo, las variables fun­damentales de cambio habían sido, y seguían siendo, esencialmenteexógenas, producto de la incorporación subordinada de nuestros países alas necesidades de la evolución de otras sociedades. De allí la presencia,en cada momento, de estructuras económico-sociales complejas, híbri­das, heterogéneas, cuya convergencia hacia el modelo capitalista homogé­neo, como sugiere la teoría de Rostow y de los que como él pensaban,tenía que ser algo muy diferente al simplismo de aquella formulación.Problemas de otra naturaleza, aunque también de gran complejidad, plan­teaban, a su vez, la sugerencia de resolver el tránsito desde las estructurasy mecanismos perversos de nuestras sociedades subdesarrolladas median­te las propuestas, de muy poco nivel de concreción, que invitaban a seguirlos caminos que conducían -según la literatura soviética o china- a laconstrucción del socialismo.

Todo lo anterior reforzaba la necesidad de profundizar en el análisisde nuestras realidades nacionales, como precondición de una formula­ción realista de su especificidad, base a su vez, de la formulación de polí-

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ticas que pudieran sustentar el proceso de transición, desde la generalcondición de atraso económico, social y político dominante, hacia laconstrucción de organizaciones sociales modernas, capaces de satisfacerlas expectativas de desarrollo que se habían insinuado como posibles alfinal de la Segunda Guerra Mundial. Celso Furtado fue uno de los pione­ros de la más difundida de las formulaciones teóricas del subdesarrollolatinoamericano, la teoría estructuralista, base de sustentación de laspropuestas de políticas públicas de la CEPAL, agencia de desarrollo queliderizó los intentos de transformación socioeconómica de la región desdesu creación en 1949 hasta la llamada 'década perdida' de los ochenta delsiglo xx.

En las intervenciones que me han precedido, se han abordado diver­sos aspectos de la personalidad y de la obra de Furtado, tan vasta y varia­da. Mi propósito aquí es el de subrayar su presencia vital en la historiaeconómica de América Latina y sus relaciones con el sistema mundial,durante toda la segunda mitad del siglo XXy los cuatro años que le tocóvivir del siglo XXI.

Los PRIMEROS APORTES DE CELSO FURTADO

Según el criterio de Luis Carlos Bresser Pereira, Celso Furtado fue uno demuchos latinoamericanos que vio el desarrollo económico al alcance denuestros países al concluir la Segunda Guerra Mundial. Señala dichoautor «Surgían teorías nuevas sobre el desarrollo económico, y ante losojos del joven de Paraiba, recién doctorado en economía en Francia(1948), comenzaba a tomar forma una gran esperanza. Brasil,ya en vías deuna industrialización acelerada, superaría los desequilibrios estructuralesde su economía y con la ayuda teórico-económica y de la planificación eco­nómica, lograría convertirse en un país desarrollado» (2004:30).

El aspecto que considero más resaltante, original y ejemplar de la obrade Furtado, fue su concepción metodológica, responsable de la coheren­cia esencial de la misma durante toda su vida. De la lectura de algunos desus testimonios personales, puede deducirse que articuló los lineamien­tos fundamentales de su método a partir de tres elementos fundamenta­les. El primero, su dedicación al conocimiento de la evolución histórica,primero de su país y luego de la totalidad de América Latina. El segundo,

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el análisis rnacroeconómico, que sería uno de sus lados fuertes como

miembro del equipo dirigente de la CEPAL, durante los primeros diezaños de esta institución. El tercero, la constatación, producto del estudiode esos dos primeros elementos básicos de su visión metodológica, de quela comprensión de la realidad económica latinoamericana, esencialmenteheterogénea, no podía abordarse con el instrumental lógico-deductivo dela economía neoclásica, concebida como teoría económica de una socie­dad capitalista en toda su pureza. Como él mismo explicó mucho mástarde (2003), la convicción de la necesidad de estudiar la realidad lati­noamericana con la mayor independencia posible respecto a los sistemasde pensamiento existentes, se inspiró en el ejemplo de quien sería impor­tante factor de su formación: el brillante economista argentino RaúlPrebisch. En efecto, refiriéndose al primer trabajo escrito por éste para laCEPAL (1949) escribió:' «Al leer este texto percibí que necesitábamos untrabajo de teorización autónoma que partiera de nuestra realidad lati­noamericana. Sin autonomía para teorizar en el campo de las CienciasSociales, nos vemos reducidos a un simple mimetismo estéril».

Considero esta decisiva toma de posición de Furtado, acerca de lanecesidad de inducir de la praxis histórica latinoamericana las formula­ciones teóricas capaces de explicarla, en contraposición al método de laciencia económica capitalista ortodoxa, como la más viva enseñanza paralos científicos sociales de nuestra región y del tercer mundo en general.

Esa toma de partido, sin embargo, no lo llevó a un rechazo apriorísti­co de la teoría económica y social establecida. Por el contrario, considerónecesario, y así lo hizo en su obra, incorporar a su acervo aquellas formu­laciones teóricas conocidas que consideraba pertinentes para el mejorconocimiento en cada aspecto específico, y en cada realidad nacional. Fueel caso, por ejemplo, de sus certeras incursiones en el estudio de lasrelaciones entre la oferta y la demanda, tanto en el mercado de bienes yservicios, y en el del trabajo como factor determinante de la instituciona­lización de la distribución regresiva del ingreso promovida en AméricaLatina por el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones.

En lo que atañe al pensamiento marxista, Furtado ponderó «su nota­ble percepción acerca de la génesis de la historia moderna». Conoció y

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aprendió de ese análisis (materialismo histórico), en el que Marx, dichoen sus propias palabras: «pudo construir el primer modelo explicativo delcambio social... en una fase (del proceso histórico) en el que las cienciassociales estaban todavía en formación». Es el análisis que, en el ámbitoteórico-económico, se concretizaría en la brillante percepción totalizado­ra del modo de producción capitalista, como síntesis teórica en toda supureza de las relaciones esenciales del orden económico dominante en eltiempo, (siglo XIX), Ylugar, (Europa), en el que le correspondió vivir.

El objeto del análisis histórico de Furtado, diferente al de Marx, fueel de estudiar el proceso de formación de la economía de un país (Brasil)y sucesivamente de todo un continente, objetos de estudio íntimamen­te articulados al proceso histórico de conformación y maduración de esemodo de producción, totalidad abstracta, concebida como eje dinámicodel sistema capitalista mundial visto a su vez como totalidad concreta.De esta visión del antedicho sistema como totalidad histórico-concretay no del modo de producción capitalista como síntesis teórica, surgirála objetiva conclusión de que en su proceso de conformación había quedistinguir dos aspectos opuestos y complementarios. De un lado, la evo­lución tendencialmente orientada a la construcción de sociedadeshomogéneas, cuyo estudio dio lugar a los modelos económicos puros delas sociedades capitalistas desarrolladas, y del otro, las sociedades histó­ricamente subordinadas al desarrollo de aquéllas, donde coexistían lasmás diversas estructuras arcaicas con las basadas en relaciones capitalis­tas de producción. Esta idea, fundamental de toda la teorización sobreel subdesarrollo de América Latina, fue el eje central de la reflexión ydiscusión de los científicos sociales de la región, algunos de los cualeshabían llegado, simultáneamente, a la misma conclusión durante lasdécadas 50 y 60 del siglo XX. El gran mérito particular de Furtado fueel de haber sido pionero en su fundamentación histórica a muy altonivel científico social.

Furtado ingresa, pues, a la CEPAL en 1949, con el capital inicial pro­pio de una base histórico-económica en proceso de consolidación, nutri­da en el estudio de los economistas clásicos, en particular Smith y Marx.Allí coincide unos meses después, como ya se dijo, con la llegada de RaúlPrebisch para asumir la secretaría ejecutiva, acontecimiento al que dio

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una destacada importancia durante toda su vida. En una entrevista perso­nal para Nossa Historia (Noviembre del2üü4) declaró, en efecto, refirién­dose al gran economista argentino: «Él le dio un impulso formidable a laComisión. Era el único economista latinoamericano con prestigio inter­nacional. Yo fui a trabajar directamente con él. ¡Una suerte! Pasamos aluchar por objetivos claros».

De la inusual combinación de esas talentosas capacidades, dentro deun ambiente donde todos los integrantes del recién formado equipotenían conciencia de la enorme responsabilidad que estaban adquiriendocon América Latina, surge la primera escuela latinoamericana de pensa­miento económico y social. El núcleo central de la primera formulaciónteórica fue la idea de Prebisch de considerar al sistema capitalista mundialcomo una totalidad compleja, compuesta por un centro generador de ladinámica del sistema y una periferia cuyo comportamiento histórico esta­ba subordinado a los efectos de aquella dinámica.

En su formulación inicial, la teoría estructuralista caracteriza a las eco­nomías periféricas a partir del análisis comparativo de sus estructuras enrelación con las de las economías centrales. Se destacan allí tres caracterís­ticas de las primeras: su especialización primario exportadora; su hetero­geneidad tecnológica institucionalizada en condiciones de oferta ilimitadade mano de obra con ingresos tendientes a la subsistencia, y la presenciade una estructura institucional frenadora del proceso de acumulación.

El segundo aspecto que analizó la nueva teoría fueron las relacioneseconómicas internacionales entre el centro y la periferia, para concluirafirmando la necesidad de poner en marcha, mediante el impulso centra­do inicialmente en la acción estatal, una política de desarrollo industrialconcebida como elemento central y dirigente de la transformación des­arrollista integral de todo el marco estructural periférico. Ese proceso, enlas condiciones que privaban en la periferia, no podía ser similar al tran­sitado por los países centrales, lo que excluía de plano la aplicación acrí­tica de las formulaciones teóricas extraídas de aquel proceso. De allí lanecesidad de un esfuerzo voluntarista de teorización que permitiera eldiseño de estrategias de desarrollo fundadas en el más objetivo diagnósti­co de cada situación nacional. De ese modo, la teoría se afirmaba a sí misma

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como fundamento para la elaboración de propuestas dirigidas a facilitarla toma de decisiones voluntaristas por parte de los Estados nacionales.

LAS PRIMERAS PROPUESTAS ESTRUCTURALISTAS

DE POLÍTICA ECONÓMICA

La labor de Furtado, durante esa primera década de la CEPAL, combinóarmónicamente su activa participación en las primeras formulaciones teó­

ricas estructuralístas, su concretización en propuestas de política econó­mica concebidas para la superación del subdesarrollo, con sus vivacesaportes a la discusión ideológica que se cumplía en Brasil en torno a ladilucidación de los concretos caminos que debía tomar el desarrolloeconómico de ese país. Como resultado de esa doble participación sedi­mentó un conjunto de ideas que servirían de base a las siguientes propo­siciones de política económica.

1. La puesta en marcha de un programa voluntarista de industrializaciónsustitutiva de importaciones (ISO, idea central del estructuralismodesarrollista, como punta de lanza de un proceso de reducción pro­gresiva de la brecha entre países desarrollados y subdesarrollados.

2. Esa industrialización no podía fundarse en el juego espontáneo delmercado. Por el contrario, debía ser objeto de una planificación esta­tal en la que el sector público creara las mejores condiciones posiblespara su exitosa operación. En este aspecto, Furtado tuvo una muyimportante participación como autor de la parte conceptual y comocreador de los primeros sistemas de la planificación cepalina.

3. Se proponía, además, dentro del más literal espíritu de la teoríaesrructuralísta, la promoción y realización de un conjunto de refor­mas estructurales que contribuyeran a favorecer el camino de laindustrialización.

4. Sugerencia de promover mecanismos destinados a favorecer el controlde los centros de decisión del ahorro y la inversión por parte de agen­tes nacionales, públicos o privados, así como la búsqueda de crecien­tes niveles de autonomía financiera, a partir de la transformaciónproductiva de cada país.

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5. Finalmente, se proponía la búsqueda de armonía entre la política dedesarrollo y la política monetaria como un necesario requisito para laestabilidad del crecimiento.

En forma simultánea, con la instrumentación de estas propuestas de polí­tica económica en diferentes países de América Latina, se difundían entoda la región las novedades que había creado la CEPAL en esa primeradécada de operación. En el ámbito teórico, su original interpretación dela realidad económica y social de América Latina y la creación de concep­tos como los de «centro y periferia»; «deterioro de los términos de inter­cambio»; «concepción estructuralista de la inflación», etc. En el ámbitomás pragmático para la operatividad de sus propuestas y políticas, lacreación de organismos de apoyo, como la ALALC y la UCNTAD.

LAS REACCIONES FRENTE A LOS INICIALES

PLANTEAMIENTOS DE LA CEPAL

La teoría estructuralista suscitó muy diversas reacciones entre los agenteseconómicos, sociales y políticos de América Latina; como también en lametrópoli norteamericana y en el resto del mundo. Fue acogida con entu­siasmo por las que, en algunos trabajos de la CEPAL, se definían como«posiciones políticas moderadas», coincidentes en líneas generales con lade los partidos, movimientos y gobiernos de vocación socialdemócrata,como fue el caso del partido Acción Democrática en Venezuela y delgobierno por él instalado después del derrocamiento de la dictadura delgeneral Marcos Pérez Jiménez en 1958. Otro pertinente ejemplo de eseapoyo, por parte de sectores políticos que vieron en la teoría de la CEPALuna oportuna y original fundamentación teórica para sus posicionesnacionalistas, fue el movimiento desarrollista brasileño de los años 50, enel que Furtado tuvo un importante rol como propulsor de su ala ideoló­gica progresista-reformista. Coincidiendo con ese apoyo, muy importan­te en América Latina, dicha escuela suscitó, además, diversos grados derechazo en los extremos del espectro político e ideológico de entonces.

La derecha internacional, defensora a ultranza del orden sistémicocapitalista imperante y, en plano prioritario, de los intereses de los EstadosUnidos como su gran potencia dirigente, vio siempre con reluctancia a laCEPAL. Incluso desde antes de su fundación, objetada inicialmente por

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ese país. Algunas declaraciones de Prebisch aluden, en efecto, a una per­manente actitud de contralora vigilancia sobre las actividades y plantea­mientos de la comisión, mediante el uso de los instrumentos directos depoder político del gobierno norteamericano, o de los medios indirectosque podía derivar de su gran influencia dentro de la estructura operativade la ONU. El analista David Pollack, ex-funcionario de la CEPAL y de laUNCTAD califica, en efecto, como particularmente conflictivas las rela­ciones entre la CEPAL y Estados Unidos durante la década inicial delorganismo (1948-1958). Un claro ejemplo de ese ambiente conflictivo esel que refleja la reacción de la sede de la ONU en Nueva York, ante el pri­mer estudio económico de América Latina redactado por Prebisch en1948; me refiero a un cable dirigido a la oficina de la CEPAL en Santiagoque decía: «El informe es un documento de gran contenido pero habla deldesarrollo, la industrialización, la relación de precios de intercambio y

muchos otros asuntos que no competen a la CEPAL. La CEPAL no tieneun mandato para abordar esos problemas» (Prebisch, 2001).

El referido estado de conflictiva tensión puede comprenderse, preci­samente, por el hecho de que fueron precisamente esos problemas los queabordó la comisión desde la propia apertura de sus actividades y junto aotros temas, como el de la crítica a los efectos de las vigentes relacionesde comercio internacional sobre la desigual distribución del ingreso y dela riqueza en contra de los países del tercer mundo, y -lo que fue seña­lado por Prebisch en dicha entrevista como tema altamente controver­sial- la introducción de la planificación estatal como instrumento clavede las recomendaciones de la CEPAL a los gobiernos de la región. No esde extrañar, pues, que los sectores académicos de la ortodoxia liberal secolocaran en contra de la fundamentación teórica de la CEPAL. En tal res­pecto, ocuparon un primer plano de interés en la controversia conceptuallas críticas de Haberler a la tesis de Prebisch acerca del deterioro secularde los términos de intercambio en contra de los países exportadores deproductos primarios de la periferia capitalista y a favor de los centrosexportadores de bienes industriales.

Participaron también en esa controversia otros economistas académi­cos, entre ellos: Nurkse, Rosenstein-Rodan, Myrdal, Viner, Singer yHirschman, quienes, aunque partiendo de una visión crítica de las origina-

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les ideas de Prebisch y su equipo, terminaron por evolucionar hacia unprogresivo acercamiento en el tema central de la discusión: la búsqueda delas causas del atraso económico de los países del tercer mundo.

En cuanto a las reacciones al otro extremo del espectro político, hayque comenzar por referirse a un conjunto de autores representativos de loque fue calificado entonces como 'neomarxismo norteamericano', en elque se destacaron Paul Baran, Paul Sweezyy Leo Hubermann, quienes, apartir de la introducción del concepto de excedente económico, critica­ron simultáneamente tanto la interpretación cepalina de las causas delsubdesarrollo como las reacciones que frente a ella tuvieron los sectoresacadémicos liberales. En este punto, la discusión se convirtió en una suer­te de polifacético torneo de ideologías contrapuestas, al que se agregaríanlas posiciones más pragmáticas de los partidarios del socialismo comoúnica salida; sin olvidar las controversias en el interior de cada uno deesos sectores de opinión, y la presencia dominante del pensamiento key­

nesiano entonces en boga en la región y el mundo. Fue en ese complejoambiente, donde se produjo la rápida incorporación de la intelectualidadde la región a la discusión sobre el moderno pensamiento científico social,durante los veinte años que siguieron a la fundación de la CEPAL. Fue undebate que abarcó al entero subcontinente iberoamericano y que, porsupuesto, tuvo características particulares en cada uno de sus países.

EL CASO PARTICULAR DE VENEZUELA

Me detendré en una breve referencia al caso de Venezuela, porque mepermite aludir a algunas experiencias y conclusiones personales dedonde podrían derivarse elementos útiles, tanto en relación al tema quenos ocupa, como al debate político que al presente se cumple en nues­tro país, y que se halla íntimamente articulado con él, porque constitu­ye la forma particular que toma en nuestro caso nacional la evoluciónde las irresueltas contradicciones de la condición de subdesarrollo.Comenzaré por referirme a la apertura en 1961 de la cátedra de Teoríadel desarrollo económico en la Facultad de Ciencias Económicas y So­cialesde la UCv, bajo la directa influencia de ese espíritu de transformaciónque recorría entonces a América Latina, y en la búsqueda permanente denuevos caminos para el desarrollo económico, social, político y culturalde la región.

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Participamos, en la fundación de esa cátedra, Héctor Silva Michelenay yo, identificados con lo que hoy cabría referir como el socialismo delsiglo XX, dentro de una visión de abierta crítica a algunas de sus expre­siones y limitaciones reales, y con dudas patentes acerca de las formas quedebía asumir su aplicación en las variadas condiciones del universo lati­noamericano. Esa cátedra produjo un conjunto de materiales para ladocencia que tuvieron un cierto impacto en los medios universitarios delpaís y que fueron recogidos para su publicación en 1967.en la obraAspectos teóricos del subdesarrollo. En uno de esos trabajos intentamos unacaracterización del subdesarrollo, partiendo en lo esencial de la forma quedicho fenómeno adoptaba en el caso de nuestro país y de las similitudesy diferencias con los del resto de América Latina. Ese análisis nos llevó aplantear los conceptos de dependencia, complejidad o heterogeneidadestructural y deformación como los rasgos definidores de la condición desubdesarrollo.

De esas características, la dependencia partía de la teoría leninista delimperialismo, aunque de algún modo estaba implícita también en los con­ceptos de centro y periferia, cruciales dentro de la teoría estructuralista dela CEPAL en los años 50. Como bien explica Bielchowsky (1998), sinembargo, el concepto de dependencia no fue asumido en forma explícitasino después de la crítica del destacado científico social André GunderFrank al modelo de industrialización por sustitución de importaciones.En todo caso, como bien señaló el mismo Bielchowsky, la condicióndependiente no significaba para la CEPAL de entonces «una fuente deexplotación insuperable, que implicase la necesidad de romper con elcapitalismo». Nuestra visión, en cambio, al igual que la totalidad de losanalistas de tendencia marxista, consideraba a la dependencia como elmotor esencial de la generación, operación y permanente reproduccióndel subdesarrollo, en tanto que elemento base del dominio por parte de laclase capitalista imperial sobre toda la dinámica económica del sistemamundial. De allí que considerásemos al capital monopolista extranjerocomo la auténtica clase dominante de nuestros países a partir del períodoimperialista.

Por lo que atañe al concepto de heterogeneidad o complejidad estruc­tural, nuestra visión era más amplia, tanto respecto de la de Furtado, limi-

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tada originalmente al aspecto tecnológico, como de la que desarrolló pos­teriormente Aníbal Pinto Santa Cruz. En efecto, partíamos de la constata­ción de la simultánea presencia sincrónica de las reminiscencias de losdiversos 'sistemas económicos' que impusieron los centros dominantes enlos distintos períodos históricos de nuestra subordinada participacióndentro de la economía mundial. Cada uno de esos sistemas expresaba,Ipues, un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas(tecnología) y formas históricamente específicas de las relaciones de pro­ducción que implicaban conjuntos diferenciados de clases sociales y desistemas culturales. La heterogeneidad era, pues, no sólo tecnológica, sinointegralmente social y cultural, lo que expresaba el alto grado de comple­jidad de nuestras estructuras económicas, sociales y políticas y las parti­cularidades de cada situación nacional.

Finalmente, la categoría 'deformación', íntimamente relacionada conlas otras dos, señalaba las incoherencias observadas en el análisis compa­rativo de nuestras estructuras económicas, sociales y políticas con las quedescribían las ciencias sociales convencionales como características de lassociedades capitalistas maduras.

Esas ideas básicas, así como las aportadas por los distintos investiga­dores venezolanos, entre los que citaré a Ramón Losada Aldana, D.F MazaZavala, Héctor Malavé Mata, Max Flores Díaz,José Moreno Colmenares,Manuel Felipe Garaicoechea y otros, fueron el nutriente básico de laintensa discusión que suscitó la problemática del desarrollo y el subdesa­rrollo en Venezuela durante la movida década de los años 1960. Esta pro­blemática conformaba una suerte de aspecto particular del debate queimpulsó en América Latina la confrontación entre los planteamientoscepalinos, que afirmaban la posibilidad de superar la condición de subde­sarrollo mediante la combinación de políticas económicas desarrollistas yreformas estructurales dentro del marco capitalista, y los de quienes,desde el campo revolucionario, negaban esa posibilidad basados en lacrítica «marxista-leninista» del capitalismo en su fase imperialista. Esdecir, del capitalismo como sistema que a su esencial explotación clasistaagregaba su capacidad de subordinar la naturaleza de la evolución econó­mica, social y política de naciones de menor desarrollo, a las necesidadesde la acumulación de capital en los países capitalistas dominantes. De allí

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la derivada afirmación de la alternativa socialista como única salida posi­ble. Era, pues, la reaparición del enfrentamiento entre el reformismosocialdemócrata y el marxismo revolucionario en los países desarrollados,referido ahora a la lucha contra el capitalismo periférico, en el ámbitointernacional de la guerra fría entre los dos sistemas mundiales.

LAS PRIMERAS AUTOCRÍTICAS ESTRUCTURALlSTAS

Durante la década de los sesenta, los términos de ese enfrentamientoserían radicalmente alterados por dos hechos derivados de la evolucióndel propio proceso histórico latinoamericano. El primero de ellos fue elestallido y desarrollo de la revolución cubana, acontecimiento que plan­teó la posibilidad real de someter a prueba el experimento socialista en unpaís de la región. El segundo, la constatación, por parte de los propiosintelectuales de la CEPAL de que su estrategia de industrialización, comofundamental instrumento para la superación del subdesarrollo, lejos dereducir sus características esenciales, es decir, la relación de dependenciay la heterogeneidad estructural, sólo había servido, como el clásico razo­namiento «gatopardiano», para modificar sus formas de operación, masno su esencia. En efecto, la dependencia se había hecho aún más intensay enajenante bajo su nuevo ropaje, ya que los nacientes e inicialmenteesperanzadores sectores modernos habían surgido bajo la dirección com­binada de capitales extranjeros y sus asociados internos, mientras que laamplitud y profundidad de sus efectos se había establecido como unapenetración que iba más allá de lo económico, puesto que la adopción delos patrones de consumo, tecnológicos y organizativos característicos delos centros era un hecho que afectaba a todo el ámbito cultural.

De igual manera, la heterogeneidad estructural se había incrementa­do y profundizado aún más con la incorporación de los nuevos procesostecnológicos en clara yuxtaposición sobre las estructuras reminiscentesdel pasado. La constelación de esos «inesperados resultados» dio lugar auna amplia autocrítica del colectivo cepalino. Furtado, a punto de aban­donar la organización para dedicarse a trabajar por el desarrollo de supaís, ocupó un lugar de vanguardia, dentro de esa autocrítica, poniendoen claro las relaciones entre ese tipo de crecimiento industrial y la obliga­da concentración del ingreso que lo acompañaba, la cual terminaba porinstitucionalizarse a medida que la sostenida diversificación del patrón de

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consumo, impulsada por la dinámica del producto nuevo en los paísesdesarrollados, se reproducía en nuestros países por vía imitativa. De esamanera, agregaba, se acrecentaba, y también con nuevo ropaje, la tenden­cia estructural señalada originalmente por Prebisch, a excluir de los bene­ficios de la acumulación y del progreso técnico a las grandes masas depoblación. En esas condiciones, concluía: «la permanencia del sistemadescansaba en gran medida, en la capacidad de los grupos gobernantespara suprimir todas las formas de oposición que su carácter antisocialtiende a suscitar».

Por añadidura -continúa el razonamiento- la correspondientediversificación de la demanda de los componentes del patrón de consumoimportado, se traduciría en la incapacidad de ese modelo de industrializa­ción, tanto para producir los bienes asociados al patrón de consumo tra­dicional, como para incorporar nuevos trabajadores y nuevos sectores dedemanda. Se conforma así un estilo de crecimiento perverso, que llevabaimplícita la exclusión creciente de amplios sectores de la población. De esemodo avanza decisivamente Furtado a la visión integral del subdesarrollocomo fenómeno que, más allá de lo económico, incide sobre todos losdemás aspectos sociales, políticos, institucionales y culturales de las for­maciones periféricas, íntimamente asociados todos ellos, a la dinámica delsistema capitalista mundial. De allí la decisiva conclusión de que la esen­cia misma de esa dinámica llevaba implícita la reproducción a perpetuidadde las características definidoras de la condición de subdesarrollo.

HACIA LA PROFUNDIZACIÓN DE LA AUTOCRÍTICA

A partir de esa visión integral de la problemática de los países periféricos,el pensamiento de nuestro autor comenzó a alejarse de la original concep­ción, economicista y ecléctica de la CEPAL que, obligada a defender supropia supervivencia, permanentemente cuestionada por los poderososintereses conservadores del estatus, había ido resbalando hacia el cautelo­so y esterilizante equilibrio que terminó por adoptar desde mediados dela década de los setenta.

En sentido opuesto, el pensamiento de Furtado se fue haciendo cadavez más cuestionador del orden establecido. Entendió que la superacióndel subdesarrollo exigía cambios que debían ser impulsados «desde fuera

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de la economía», es decir, mediante la movilización social y la luchapolítica a favor de una nueva dinámica de la demanda interna, favora­ble a la ampliación del consumo de las grandes mayorías nacionales.Comprendió también que, para alcanzar ese objetivo fundamental para eldesarrollo económico y social de nuestros países, debía producirse unaprofunda reforma del Estado, orientada hacia la ampliación de la demo­

cracia y el logro de un creciente control nacional sobre los centros dedeci­sión económica, precondición básica para la conformación de un «estilo

de desarrollo» capaz de incorporar a todos los sectores de la población alreparto de sus frutos.

Fue consciente, además, de que la dinámica económica del sistemamundial marchaba en sentido opuesto a los intereses de ese tipo de desarro­llo en nuestros países. Señaló, en efecto, que la creciente intemacionaliza­ción de los circuitos monetarios y financieros, asociada a las tendencias

proteccionistas de los países centrales y a la ofensiva teórica justificadora desus designios, liderizada por el neoliberalismo monetarista, tendía a gene­rar y a fortalecer un nuevo tipo de dependencia. De allí su invitación a colo­car en primer plano la lucha contra los correspondientes mecanismos desubordinación económica y cultural que traerían consigo esas nuevas rela­ciones de dependencia, incluyendo las formas de alienación subyacentesasociadas a la imposición de contextos teóricos justificadores de esas nue­

vas relaciones.

LA OFENSIVA NEOLIBERAL

Se llega así a la llamada «década perdida» de los ochenta, cuando terminópor agotarse el ciclo cumplido por los esfuerzos deautofundamentaciónde una teoría explicativa de la propia condición de subdesarrollo latinoa­mericano, considerada como el punto de partida para el diseño e instru­mentación de políticas económicas y sociales dirigidas hacia la superaciónde dicha situación. El naufragio de ese primer gran intento regional deexplicación científica de nuestra realidad societaria, fue el resultado de laarticulada coincidencia de un conjunto de factores endógenos y exóge­nos. Entre los primeros, hay que destacar el inocultable fracaso de laspolíticas reformistas-desarrollistas impulsadas por la CEPAL. Desde la ini­cial promoción de la industrialización sustitutiva de írnportacíones en losaños cincuenta, hasta el ulterior intento de ampliar dicha propuesta agre-

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gando el objetivo exportador, intento que no iría mas allá de la 'verbalis­

ta' y 'ritual' discusión de los años setenta sobre «estilos de desarrollo», queresultó a la postre tan poco convincente.

Esa secuencia de experiencias frustradas comenzó a poner en entredi­cho su fundamentación teórica, lo que favoreció el contraataque concep­tual del nuevo liberalismo monetarista. Pero, además, la segunda de ellas,la promoción de la industrialización exportadora, fue uno de los princi­pales elementos para justificar que la gran mayoría de los países de laregión accedieran al endeudamiento externo con el pretexto de mantener

las ilusiones de crecimiento económico desarrollista. El fracaso de esasexpectativas crearía las condiciones para el estallido, durante los ochenta,de la crisis de la deuda, entrabamiento de pagos que daría lugar, por partede los centros, a una articulada política de presiones dirigidas a cumplirdos finalidades. La primera, por supuesto, el rescate de sus acreéncias enAmérica Latina. La segunda, como forma de rearticular e institucionalizarlos nuevos lazos de dependencia, reconducir a nuestros países a la tradi­cional subordinación de sus políticas económicas a los intereses de loscentros, situación que las teorías del subdesarrollo se habían atrevido acuestionar.

Esa estrategia, de importancia sistémica tuvo dos instrumentos fun­damentales. Desde el punto de vista ideológico, la difusión e imposicióndel contexto teórico neoliberal-monetarista, que establecía la necesidadde que los países deudores colocaran como objetivo prioritario de suspolíticas económicas el alcance de un conjunto de ajustes macroeconó­micos destinados a garantizar su capacidad de pago externo, aun a costade las posibilidades de crecimiento económico o de cumplimiento de ob­jetivos de carácter social. Desde el punto de vista operativo, la reactiva­

ción potenciada del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial,instituciones multilaterales supraestructurales del sistema capitalistamundial, como actores fundamentales para la instrumentación de dichaestrategia.

LA RESPUESTA FINAL DE Caso FURTADO

Celso Furtado adversó frontalmente la imposición neoliberal. Desde elpunto de vista teórico, afirmó la incapacidad de esas políticas para cum-

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plir los declarados objetivos de equilibrio económico, pues sólo seríancapaces de promover lo que calificó como una «recesión inocua», a lacual consideraba, por lo demás, «socialmente injusta» en razón de quesus costos recaerían, en términos fundamentales, sobre las espaldas de lasgrandes mayorías. Sostenía, en contrapartida, que los «ajustes» requeri­dos para lograr el doble cometido de favorecer las posibilidades de can­celación de la deuda externa y promover simultáneamente el bienestareconómico y social interno, sólo podrían alcanzarse si eran promovidosmediante el uso de programas de inversión propulsores de desarrollo eco­nómico y social.

Tuvo muy claro, sin embargo, que la correlación de fuerzas y la diná­mica misma del actual sistema mundial no favorecería las posibilidadesreales de ese tipo de desarrollo. Consideró, en efecto, al llamado procesode «globalización» de la economía planetaria, como una nueva forma deexplotación de los países de menor desarrollo; y a la emergente teoriza­ción económica asociada a la nueva revolución tecnológica, como unintento de transformación de la ciencia económica en un estéril cálculoalgebraico, dejando ilegítimamente de lado su condición de ciencia social.Se abre así, el estado de ansioso desasosiego en que transcurrieron losúltimos años de su vida, durante los cuales, su articulada y dinámica con­cepción de los asuntos mundiales combinó dos conclusiones pragmática­mente irreconciliables. De un lado, la convicción de haber contribuidocon sus aportes a elevar el nivel de comprensión científica de la comple­ja realidad económica, social y política de América Latina. Del otro lado,la absoluta certeza de que la transformación progresista de esa realidad,en el sentido de hacia dónde apuntaban su concepción humanista deldesarrollo y su profunda vocación nacionalista, era un objetivo inalcanza­ble dentro del alienante sistema mundial que nos envuelve y condicionanuestras decisiones.

No renunció Furtado, sin embargo, a las esperanzas de que ese obje­tivo, así como la eliminación de muchas otras fuentes de tensión delmundo actual, pudiera alcanzarse; aunque para ello debió trasladarsedesde el más seguro campo de la formulación de hipótesis económicas'realistas', hacia el horizonte utópico de un «nuevo modelo de civilizaciónbasado en la solidaridad y no en la competencia», cuya emergencia sería

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el resultado de profundas transformaciones por ocurrir en la esferasocio-política, considerada por él como el campo donde tendría que resol­ver las diversas contradicciones que amenazan la continuidad del vigentesistema mundial. Argumentando a favor de la factibilidad de ese camino,aunque reconociendo las grandes dificultades para prever con claridad sudesarrollo, asentó en una de sus últimas entrevistas: «¿Quién preveía elfin de la guerra fría? Parecía el hecho más importante del mundo y seacabó repentinamente. La historia es más rica que nuestra imagina­ción. La sociedad se hizo tan compleja que se dificulta la previsión desus acontecimientos. Eso era posible cuando la historia era más lenta,la sociedad más sencilla y los actores más limitados».

MENSAJE FINAL: EL DEBATE DEBE CONTINUAR

Con esa concluyente afirmación de la «caótica» situación actual del siste­ma mundial del capitalismo y de su ineludible sustitución por un nuevo«modelo civilizatorio», cierra Furtado su aguda reflexión sobre el proce­so histórico que le cupo vivir y analizar como testigo de excepción. Superiplo intelectual había partido de la búsqueda de soluciones al desarro­llo de nuestros países; hasta toparse con la definitiva constatación de laimposibilidad de que esos objetivos pudieran ser alcanzados, mientras semantuviese inalterada la conflictiva dinámica centro-periferia. No fue, sinembargo, la única razón de su juicio conclusivo. Observó también otroconjunto de contradicciones sin posibilidades de solución dentro delorden sistémico vigente. Entre ellas, destacó la creciente divergencia entrela racionalidad de los mercados y el interés social, que tiene expresionestan ensombrecedoras del futuro como la institucionalización de una tasacreciente de desempleo y la sostenida agudización de la concentración delingreso: no sólo en los países subdesarrollados, sino también en las eco­nomías que dirigen el proceso de globalización. Destacó, asimismo, laconflictiva relación entre la dinámica económica del sistema y la estabili­dad del medio ambiente planetario; las contradicciones entre eUunciona­miento de la esfera productiva y el indisciplinado ámbito monetariofinanciero. Y muchas otras.

Diversos autores han señalado la virtual coincidencia entre ese con­junto de conclusiones, que encuentran su síntesis en la afirmación deuna crisis integral que no tiene salidas dentro del orden societario

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vigente, con el criterio dominante entre los sectores más críticos delespectro político contemporáneo. Esa idea trae a la memoria los térmi­nos de la controversia suscitada durante las primeros dos decenios de laCEPAL, entre los defensores del pensamiento estructuralista y quienes,basados en el pensamiento marxista, sólo veían posibilidades para lasuperación del subdesarrollo en el camino de la revolución socialista.Ubicados en aquel contexto, no cabe duda de que la evolución del pen­samiento crítico de Furtado lo fue acercando a la visión anticapitalistade estos últimos, a medida que avanzó su proceso de diferenciación res­pecto al cauteloso reflujo de las posiciones ideológicas de la CEPAL.Hay que distinguir, sin embargo, dos importantes diferencias entre lasconclusiones de Furtado y las derivadas del pensamiento revoluciona­rio más convencional.

En primer lugar, la que deriva de los diferentes enfoques metodoló­gicos de ambas posiciones. Como ya se indicó, Marx partió del análisiscrítico del modo de producción capitalista, totalidad abstracta dentro dela cual el nudo causal de la revolución anticapitalista se situaba en la con­tradicción capital-trabajo, cuya ruptura se consideraba como el punto departida para la construcción de una sociedad socialista por parte de unacoalición de fuerzas sociales bajo la dirección de la clase obrera. Aunque,a decir verdad, no han estado nunca totalmente claras las implicacionesdirectas de esa revolución socialista en los países capitalistas desarrolla­dos sobre los de su periferia. En este contexto general hay que decir queuno de los aspectos más novedosos de la discusión teórica latinoameri­cana en torno al concepto de subdesarrollo, fue concentrar la crítica delcapitalismo en el análisis de los efectos que tuvo sobre la periferia laexpansión planetaria de los centros. El objeto de análisis ya no es elmodelo abstracto de modo de producción, sino la totalidad histórico­concreta del sistema capitalista mundial. Considerada ahora, sin embargo,no desde el punto de vista de la evolución del proceso de acumulaciónen los países desarrollados, como había planteado la cuestión en sumomento la teoría del imperialismo, interesada fundamentalmente en lacomprensión de los cambios estructurales ocurridos en dichas economíascentrales; sino desde el punto de vista de la compresión de las transfor­maciones que promovieron esos cambios en los países de América Latinayen el resto del mundo subdesarrollado. Vista en este diferente contexto,

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es decir, colocando en primer plano de interés el de nuestros pueblos ysus formaciones sociales nacionales, donde la clase obrera constituyó yestá destinada a constituir -por razones bien aclaradas en la teoría delsubdesarrollo-, una minoría de los trabajadores, la contradicción fun­damental pasa a situarse entre el desarrollo económico incondicionadode los centros y las necesidades del desarrollo integral de la periferia.

En segundo lugar, mientras el enfoque marxista afirma al socialismocomo meta de todos los esfuerzos de liberación de la clase obrera, desdela teoría del subdesarrollo no se llega a precisar un modelo concreto deorganización económica y social alternativa. Raúl Prebisch llegó a propo­ner en 1981 «una síntesis entre socialismo y liberalismo económico»,capaz de integrar en una teoría global (abarcante) todos los elementos delsistema mundial del capitalismo, al centro y a la periferia en toda su com­plejidad económica, social, política y cultural. Veinte años más tarde -lohemos visto-, Furtado se atreve a augurar la necesaria sustitución delactual sistema capitalista mundial por un «nuevo modelo civilizatorio»,aunque no a definir su específica naturaleza. Alude, más bien, al «carác­ter indefinido de sus posibles contornos», y al lugar que en él ocuparíacada país como un resultado de su especificidad geográfica, demográfica,económica y social, así como de la capacidad de la correlación de fuerzaspolíticas que prive en cada uno. Por ello consideró fundamental, en unode sus últimos trabajos, abrir el debate sobre tan importante cuestión yprecavernos de la necesidad de saber defenderse de los «falsosconsensos»que nos imponen las metrópolis imperiales.

Para la cabal realización de esa búsqueda colectiva del nuevorumbo, será necesario partir de un sereno diagnóstico de las estructurasactuales de cada país y de los problemas que deberían ser resueltos, parasentar las bases del nuevo orden nacional y mundial. En tal sentido,Furtado se empeñó en sus últimos años en definir las posiciones que élconsideraba necesario defender dentro del debate del caso concreto desu país. Es mi criterio, además, que dentro de su extensa obra sobre laproblemática del desarrollo de América Latina, hay importantes ele­mentos para esa discusión, tanto para la región en su conjunto, comopara muchos de sus países. En ese contexto, la consideración simulta­nea de los logros y fracasos de la discusión latinoamericana sobre el

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subdesarrollo, constituyen un valioso activo que las nuevas generacio­nes deben continuar enriqueciendo como parte de la construcción deesa nueva civilización humanista en la que tanto se ha soñado y por laque tanto se ha luchado.

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