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CESFÚTBOL CENTRO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE FÚTBOL MÁSTER PROFESIONAL EN FÚTBOL MÁSTER PROFESIONAL EN FÚTBOL Curso 2009 - 2010 © ® Primer Máster en Fútbol MÓDULO 3 EL ENTRENAMIENTO DE LA TÁCTICA MODELOS DE JUEGO: EJERCICIOS ESPECÍFICOS Profesor : Jorge F. F. Castelo

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    Primer Máster en Fútbol

    MÓDULO 3EL ENTRENAMIENTO DE LA TÁCTICA

    MODELOS DE JUEGO: EJERCICIOS ESPECÍFICOS

    Profesor: Jorge F. F. Castelo

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    MÓDULO 3 EL ENTRENAMIENTO DE LA TÁCTICA MODELOS DE JUEGO: EJERCICIOS ESPECÍFICOS Profesor: Jorge F. F. Castelo. Entrenador Nacional de Fútbol, nivel III.

    Doctor en Ciencias del Deporte. Profesor de Metodología del Entrenamiento en la Universidad de Lisboa. Ex-Entrenador Adjunto del Benfica y del Sporting de Lisboa.

    Traducido del portugués al castellano por:

    JUAN SALVADORES CANEDO Entrenador Nacional en Fútbol, nivel III. Máster Profesional en Fútbol. Máster en Psicología de la Actividad Física y del Deporte. Licenciado en Geografía e Historia.

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    Índice

    1.- INTRODUCCIÓN

    2.- CONTENIDOS

    PROGRAMA TEÓRICO

    Capítulo 1.- Fútbol, juego complejo

    Capítulo 2.- Fútbol: Modelo de juego

    Capítulo 3.- Fútbol: Metodología específica de entrenamiento

    Capítulo 4.- Concepción del ejercicio de entrenamiento

    Capítulo 5.- Componentes estructurales del ejercicio

    Capítulo 6.- Condicionantes estructurales del ejercicio Capítulo 7.- Taxonomía de los ejercicios de fútbol PROGRAMA PRÁCTICO 1º.- Ejercicios de preparación general 2º.- Ejercicios específicos de preparación general 3º.- Ejercicios específicos de preparación

    3.- ANEXO: ENTREVISTA A JORGE F. F. CASTELO. 4.- BIBLIOGRAFÍA

    5.- CUESTIONARIO DE EVALUACIÓN

    6.- TRABAJO TEÓRICO-PRÁCTICO DE LA ASIGNATURA

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    1.- INTRODUCCIÓN

    La idea subyacente de la construcción de métodos de entrenamiento se basa en la necesidad imperiosa de ordenar, direccionar, racionalizar y moldear correctamente los medios de aprendizaje, perfeccionamiento y desenvolvimiento de los practicantes de las diferentes modalidades deportivas. Los métodos de entrenamiento han de ser un instrumento técnico-pedagógico operacional valioso para el trabajo de los entrenadores y para el desarrollo de sus practicantes, haciendo las acciones de ambos más eficaces y eficientes.

    Para diferenciar, clasificar y emplear los ejercicios de entrenamiento

    específicos existentes, no se puede utilizar como dispositivo un instrumento operacional que no refleje los elementos lógicos propios de las diferentes modalidades deportivas. Desde esta perspectiva, los métodos de entrenamiento deben recoger el análisis y el conocimiento de la lógica interna de cada modalidad, y no basarse en la imposición inespecífica de procesos y métodos de entrenamiento importados de otras realidades, que nada tienen que ver con la modalidad deportiva que se esté entrenando. Los métodos de entrenamiento en fútbol tendrán que ser determinados por un conjunto de reglas que estarán basadas en un modo de pensar y hacer, con la finalidad de agrupar diferentes ejecuciones sistemáticas fundamentales, las cuales derivan del análisis exclusivo del contenido y de la contextualidad situacional en que éstas son realizadas. En un análisis de carácter estructural: contenido-contextualidad o comportamiento-situación, que caracterizará los elementos esenciales de una similitud o diferencia de los métodos de entrenamiento que cuando los llevamos a la práctica buscan alcanzar diferentes objetivos de carácter motor (técnico), físico (capacidades condicionales), intelectual (táctico) y social (relaciones de compañeros y oposición). Siendo éstos previamente definidos. Desde este ámbito establecemos tres grandes familias de ejercicios de fútbol:

    1.- Los ejercicios de preparación general, 2.- Los ejercicios específicos de preparación general, 3.- Los ejercicios específicos de preparación.

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    2.- CONTENIDOS PROGRAMA TEÓRICO CAPÍTULO 1.- FÚTBOL, JUEGO COMPLEJO

    El fútbol es un juego fácil de entender, principalmente en lo que se refiere a

    sus objetivos, a las variadas formas de intervenir sobre el balón y a las relaciones básicas entre compañeros y adversarios en las fases ofensiva y defensiva. Su aparente simplicidad esconde un fenómeno que se asienta en una lógica compleja, en virtud de la contextualidad que envuelve cada instante/momento del juego, fruto de innumerables fuentes de incerteza, tales como los compañeros, los adversarios, el balón, etc. Desde estas formas de incerteza radicadas en un universo de posibilidades de respuesta de dominio estratégico, táctico y técnico, se desarrolla toda una aleatoriedad, imprevisibilidad y transitoriedad de situación a situación, que induce a múltiples decisiones, acciones e interacciones plausibles.

    Independientemente de nuestros paradigmas, ideas, convicciones y concepciones, la verdad es que hemos asistido, a lo largo de los tiempos, a una constante evolución del juego del fútbol, evolución marcada, por un lado, por la formación de los jugadores jóvenes -que deriva de la lógica interna del juego del fútbol-, y, por otra, por el estudio de los altos niveles de rendimiento que nos muestran los equipos y selecciones de élite en los torneos más prestigiosos. A pesar de esta evolución, el análisis del fútbol se ha descompuesto en parcelas más o menos amplias, con una mayor concentración de estudio en determinadas áreas, y por la utilización de variables que no siempre se ajustan a lo que es la realidad del juego. De todos modos, es normal esta parcelación en el estudio, y, por otro lado, no es menos cierto que tal pluralidad de abordajes refleja una enorme vitalidad.

    A. El paradigma físico y condicional. Pese a la realidad del juego, lo cierto

    es que los estudios sobre fútbol comenzaron por la línea más “fácil” y visible, o sea, por la valoración de estadísticas, buscando la relación causa/efecto a partir de cifras. El análisis del fútbol ha sido colonizado durante mucho tiempo por los paradigmas biológicos, o sea, las capacidades físico-condicionales de los jugadores, creándose modelos diseñados con la intención de saber, entre otras cosas:

    (i) las distancias recorridas y sus intensidades, en función de las misiones tácticas,

    (ii) las capacidades de absorción máxima de oxígeno y sus diferentes niveles en función de intensidades del esfuerzo,

    (iii) las capacidades de seguir trabajando aún en estado de fatiga, y las formas de recuperación,

    (iv) la posibilidad de descomponer los diferentes factores de preparación, desde la perspectiva de que mejorando cada uno de ellos mejorarán todos en cierta medida.

    En todo caso, son criterios de análisis propios de deportes individuales, en los

    que las tareas a desenvolver no son significativamente influenciados por tantas

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    circunstancias como sucede en el fútbol (compañeros, rivales en oposición directa y simultánea, balón, arbitraje, meteorología, etc.). Este enfoque de estudio, seguro en el sentido de que es relativamente fácil y los instrumentos de medida son cada vez más precisos, no atiende realmente a la esencia del juego; luego, por muy fiable que sea estadísticamente, no tiene gran utilidad práctica. Ni siquiera estadísticas técnico-tácticas, basadas en frecuencias y cantidades, tienen gran extrapolación al juego real.

    B. El paradigma estratégico y táctico. La aproximación más importante al

    juego deriva del análisis de los aspectos relativos a la contextualidad situacional de cada momento, el cual es generado por aspectos de orden estratégico y táctico. De esta forma de análisis nacen propuestas para analizar el juego real desde la confrontación “juego” (contexto) versus “jugador” (decisión y acción). Desde ahí sí podremos descifrar el juego y crear renovadas metodologías de entrenamiento, que creen adaptaciones realmente útiles para la mejora del rendimiento. El fútbol tiene un problema esencial, y es de naturaleza informacional acerca de lo estratégico y lo táctico, ya que el jugador ha de saber siempre qué hacer en aras del colectivo, para a partir de ahí poder decidir y ejecutar ajustadamente. Información, conocimiento, decisión y acción, esto es lo que marca la pauta de la evolución de los jugadores y equipos. Por tanto, el estudio del juego del fútbol ha de ser efectuado teniendo en cuenta su complejidad y las múltiples interrelaciones que presenta un juego tan “abierto” y vitalista. 1. Juego de dimensiones estratégicas y tácticas

    En el juego del fútbol, los jugadores están agrupados en dos equipos en una relación de confrontación, denominada de rivalidad deportiva. Durante ella, los equipos luchan por la posesión del balón, con el objetivo de introducirlo el mayor número posible de veces en la portería adversaria y evitar que suceda en la propia, con vistas a ganar el partido. Los jugadores se enfrentan en forma directa y deliberada, intentando que sus acciones e interacciones desorganicen en todo momento al rival, y que las de éste no desorganicen a su propio equipo.

    A. Dos dimensiones para un mismo fin. Los equipos se enfrentan colectivamente, planificando y coordinando sus acciones respectivas en relaciones antagónicas de ataque/defensa. El juego se desenvuelve a través de situaciones problemáticas y contextuales, en la que se impondrá el equipo cuyos jugadores:

    (i) respondan eficazmente a las constantes modificaciones en que están inmersos, y que nacen de la combinación regularidad/aleatoriedad, y

    (ii) organicen mejor colectivamente. Para concretarlo eficazmente, usan dos dimensiones, una de orden estratégico y otra de orden táctico.

    1.- Del lado de la concepción: la estrategia. La planificación estratégica presupone un conjunto de operaciones lógicas integradas en aras de que la organización dinámica del equipo sea lo más afinada y eficaz posible. La preparación estratégica, más que establecer detalles puntuales y temporales en la

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    funcionalidad del equipo, debe atender a la creación de contenidos de entreno que recreen las condiciones, particularidades y diversidades propias del juego futbolístico real. Desde luego, siempre habrá ajustes, dado que es imposible abarcar y controlar todas las situaciones del juego, pero sí es factible crear un marco general que nos permita un mínimo de certidumbre. Un ejemplo concreto puede ser un córner en el que los rivales colocan dos jugadores en nuestro primer palo, lo cual puede obligarnos a ciertas modificaciones; ello es compatible con nuestras pautas generales, y de hecho en los entrenamientos se puede y debe trabajar para que los jugadores entiendan las variabilidades y desarrollen su capacidad para enfrentar situaciones puntuales diversas. 2. Del lado de la ejecución: la táctica. Presupone la existencia de una concepción unitaria para el eficaz desarrollo, durante la competición, de una forma específica de jugar (denominada normalmente modelo de juego). La táctica tiene carácter operativo, y está enfocada a desarrollar nuestro juego organizada y eficazmente, desbaratando a la vez la organización del rival. Factores de índole táctica son: (i) las variabilidades meteorológicas (lluvia, viento, etc.) (ii) las condiciones del terreno de juego (tipo, estado, dimensiones, etc.) (iii) el resultado numérico puntual del tanteador (iv) el momento temporal del partido (v) las modificaciones tácticas del rival (substituciones, cambios de funciones tácticas de sus jugadores, etc.).

    Todos estos factores determinan que haya que aplicar, para nuestro equipo, variaciones adaptativas (cambio de misiones tácticas, substituciones, etc.).

    B. Dos dimensiones en una misma respuesta motora. Las respuestas a las

    situaciones de juego se basan en las acciones individuales, (que deben siempre enmarcarse en un proyecto colectivo), y por los imponderables que advienen de la aleatoriedad, imprevisibilidad y transitoriedad del propio juego. Las acciones individuales y colectivas no son un fin en sí mismas, pero son los medios para que los jugadores y el equipo materializan sus intenciones tácticas y aptitudes estratégicas, en la busca de una meta común. El desarrollo de las acciones de respuesta a los problemas que plantean las situaciones de juego tiene objetivos: (i) inmediatos, para lo que la toma de decisión es básica (“decidir bien y deprisa) (ii) puntuales, porque se desarrollan específicamente para una situación (“las situaciones ser repiten, sin ser idénticas”), y son: (iii) limitados en el tiempo, debido a la rápida transitoriedad de una conjetura de juego a otra (“decidir bien y deprisa”, otra vez).

    Este hecho obliga a los jugadores a apelar constantemente a las tradicionales dimensiones del juego:

    1. Estratégica. La toma de decisiones se debe someter a los objetivos generales del equipo en la competición, e incluso, más específicamente, teniendo en consideración los acontecimientos y consecuencias del desarrollo de un partido dado. Esto significa que aspectos como tiempo de juego, resultado, lesiones,

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    arbitraje, etc., han de ser tomados en cuenta por cada jugador y el equipo en conjunto para elaborar respuestas adaptadas. 2. Táctica. Que envuelve la toma de decisiones en un marco más o menos amplio, siendo condicionada por: (i) las acciones del equipo rival (marcajes, presión, etc., que reducen el abanico de nuestras posibles respuestas) (ii) las acciones de los jugadores de nuestro equipo (apoyos/rupturas que aumentan el abanico opcional del poseedor), y (iii) la capacidad técnica específica del atacante poseedor (ya que éste no debe optar por ejecuciones que exceden sus capacidades). 3. Técnica. Se define como “la producción de respuestas motoras efectivas y adaptadas a la situación de juego”. Existe multiplicidad de procedimientos técnicos, en función de ser o no el poseedor del balón, la distancia a las porterías, el estar o no en la zona central del juego, la temporización táctica del momento, etc. 4. Fisiológica. Cada acción motora se soporta por la activación corporal, lo cual implica un gasto energético, sabiéndose que en el fútbol alternamos intensidades de esfuerzo y que no es posible una recuperación plena entre esfuerzos y durante el partido. 5. Psicológica. Dimensión que depende, en un sentido amplio, de la voluntad, los afectos y las emociones de los jugadores. Actualmente, la predisposición mental para actuar se considera fundamental para el rendimiento, muy especialmente en las competiciones de élite.

    2. Juego abierto, dinámico y complejo

    El juego de fútbol es un todo que no se reduce a la suma de sus partes. Ello presupone que el todo manifiesta cualidades que no contiene cada parte aislada. Desde esta perspectiva, el fútbol se desarrolla subordinado al concepto de sistema, definido por el conjunto de elementos (partes) y su interacción dinámica, que resulta de la asociación de esos mismos elementos, para conseguir un fin determinado.

    A. Apertura y finalidad del sistema. El juego futbolístico se relaciona con la dinámica de su entorno (medio), esto es, efectúa intercambios -esencialmente de carácter informativo- con el exterior. Este intercambio es constante, e implica el continuo enriquecimiento del jugador, dada su capacidad de aprender de las nuevas situaciones.

    1. Cada momento de juego se desarrolla de un estado organizacional a otro. El juego se desarrolla a través de un conjunto de rupturas entre estados organizacionales, rupturas que surgen de las limitaciones de cada estado momentáneo del sistema dado. Ello deriva del hecho de que las acciones de los elementos de cada equipo buscan, simultáneamente, dos objetivos:

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    (i) mantener la organización interna de su equipo, pese a las renovaciones y mutaciones contextuales, y, (ii) romper la organización interna del rival, intentando llevarle al desorden por medio de acciones motoras variables.

    La acción de los elementos de cada equipo es fuente recíproca de perturbaciones, siendo caracterizada “por una sucesiva alternancia de estado de orden y desorden, estabilidad e inestabilidad, uniformidad y variedad” (Garganta, 2001). En otras palabras, el juego se desarrolla en la frontera del desequilibrio/desorden y el equilibrio/orden. Aún más, es el desequilibrio el que alimenta en realidad al sistema, el cual se mantiene en un aparente equilibrio y continuidad, en un estado de “steady-state”, a la vez firme y frágil. El fútbol es un juego de desequilibrios, de dinamismo estabilizado, de sistemas que nunca llegan al equilibrio; en suma, de situaciones que “casi” se repiten cíclicamente, que se parecen muchísimo, pero nunca son idénticas. 2. Cada momento del juego contiene en sí mismo acontecimientos inéditos. “Atreverse” implica perder el equilibrio momentáneamente. Un equipo que no “se atreve” nunca gana. En cada momento de desequilibrio, el sistema recurre a procesos espontáneos de reorganización (auto-regulación), expresando nuevos patrones estructurales y comportamentales. Cualquier perturbación, por mínima que sea, afecta al estado general del sistema, y la consecuencia final es que, cuanto más capacidad de adaptación al cambio tenga un sistema, más opciones tiene a predominar, a sobrevivir. Siendo el fútbol caracterizado por su apertura sistemática, donde cada “momento” es novedoso, marcado (no confundir con “determinado” absolutamente) por el pasado, cada momento influye en el futuro, pero provoca simultáneamente la aparición de acontecimientos inéditos, que no son derivados necesaria y específicamente del pasado. Según este postulado, el fútbol forma una complejidad específica y pluridimensional. En el juego, “un acontecimiento casual puede cambiar el curso del juego, proyectándolo en una nueva dirección” (Garganta & Cunha e Silva, 2000). Según las teorías del caos, un sistema, en determinados momentos, es particularmente sensible a las variaciones, y un pequeño cambio puede originarle incluso el cambio total. Un suceso pequeño en nuestra vida puede transformarla por completo; una derrota o una secuencia de ellas pueden hacernos cambiar el paradigma que habíamos mantenido. No es tanto la magnitud del suceso lo que importa, sino las condiciones existentes en el sistema, lo que va a hacer que repercuta más o menos poderosamente. Desde este enfoque, los ejercicios específicos de entrenamiento deben ser moldeados para que amplifiquen las regularidades funcionalmente significativas, y, a la vez, construyan situaciones de juego dinámicas que impliquen e induzcan a los jugadores a ser cada vez más capaces a adaptarse a numerosas y variadas situaciones contextuales. Si lo conseguimos, nuestros jugadores y equipo van a ser capaces, por un lado, de mantener un funcionamiento asumido y continuamente coordinado y firme, y, por otro, asimilar y reaccionar ante los cambios contextuales que les plantee cada situación en cada partido.

    B. Dinámica y auto-regulación del sistema. Como estamos viendo, el fútbol

    es un fenómeno que se proyecta en una cadena de estados, los cuales tienen carácter de orden/desorden, estabilidad/inestabilidad, equilibrio/desequilibrio, uniformidad/variabilidad, previsibilidad/imprevisibilidad, etc. Su espectacularidad y

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    fascinación radican en su variedad contextual, lo que le da una lógica interna propia, producto de la interacción del Reglamento de Juego y de las soluciones operacionales estratégicas, tácticas, técnicas, físicas, psíquicas...., y que le identifican y distinguen como deporte.

    1. Variaciones de la organización en el interior de ciertos límites. Cada equipo funciona como un sistema, con su peculiar orden/desorden, que procura imponer las características de su modelo de juego a las propias del rival. Dentro de esta lucha de regularidades, se crea un desorden controlado, en el cual cae en desorganización total aquel grupo cuyos límites de asimilar desorden se vean superados. Tal como para caminar precisamos dar pasos que suponen desequilibrarnos momentánea y sucesivamente, yendo del apoyo sobre dos pies al apoyo sobre uno, así, por analogía, el juego del equipo, para progresar hacia sus fines, ha de ir transitando por desequilibrios momentáneos y sucesivos. Por ejemplo, el hecho de que un lateral se proyecte desde su puesto y sobrepase al exterior en posesión, para dar un “2 vs. 1”, es un desequilibrio/desorden en busca de una nueva situación que desorganice, a su vez, al rival, mientras que se supone que nuestro equipo realiza simultáneamente acciones que prevean una posible pérdida de balón, para que ello no derive en un contraataque rival fructífero. En otras palabras, las acciones de doblar, desdoblar, permutar, bascular....no son sino acciones estratégico/tácticas que posibilitan una auto-regulación del equipo, manteniendo los presupuestos de orden táctico. Cuando el desequilibrio, el desorden, la variabilidad, se mantienen en parámetros aceptables por la organización dinámica del equipo, la auto-regulación funciona para reponer el cuadro potencial de desarrollo de la acción del juego, sea ésta de ataque o de defensa, de acuerdo con nuestro modelo de juego. Cuando esas variabilidades perduren un cierto tiempo, surge la tendencia a la desorganización, que, si no se convierte rápidamente en una nueva organización, es decir, si se convierte en un desorden irreversible, puede derivar en verse superado por el rival, aunque es cierto que no todos los goles en contra provienen de un desequilibrio; así, cuando nos marcan en un saque directo. Pero, en general, son los desequilibrios no evolucionados los que nos conducen a ser desbordados. En definitiva, como dice Garganta, 2001: “el ser humano no está mentalmente pertrechado para lidiar con situaciones de confusión total o de absoluta aleatoriedad”. También, “tanto jugador como equipo tienen la capacidad de auto-organizarse, auto-regularse y auto-transformarse, dando sentido a la estructura a partir de la aleatoriedad de la situación” (Garganta & Cuna e Silva, 2000). En consonancia con el tipo de perturbación que sufra el sistema al pasar a la inestabilidad, “surge otro tipo de organización, resultante de las reacciones que se procesan en situaciones de desequilibrio” (Garganta, 1997). 2. Reacciones en condiciones de desequilibrio. Son muchos los momentos del juego en los que se observa un aparente desorden en la organización del equipo y en las interrelaciones desarrolladas por los jugadores. Se manifiestan en la variabilidad, inestabilidad y transitoriedad de las diferentes situaciones. No obstante, exhiben simultáneamente una constante tendencia al orden, a través de la utilización de procesos tácticos sistemáticos de auto-regulación (permutaciones, dobladas, desdobles, etc.). Uno de los ejemplos más característicos se puede observar en situaciones de balón parado, en las que la mayoría de los jugadores

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    suelen estar en situaciones y misiones muy diferentes a las habituales, y, sin embargo, todo está previsto, incluso la posibilidad de que el equipo ejecutor falle y la situación derive en una nueva, de contraataque por parte del equipo que en ese momento está siendo castigado, y además con muchos jugadores rivales de corte defensivo implicados en el saque, lo cual le convierte en especialmente frágil ante dicho contraataque. Por ello es tan importante que en los entrenamientos insistamos en la reproducción del mayor número posible de situaciones y que se ajusten a las contextualidades reales. El sistema mejor preparado para enfrentarse y adaptarse a los desequilibrios momentáneos y sucesivos es el que sobrevive.

    C. Complejidad y multiplicidad de elecciones del sistema. Cada jugador

    representa una línea de fuerza, con múltiples orientaciones en función al balón, porterías, compañeros y rivales. Los cambios de posición suponen una alteración estructural, por lo que el desarrollo del juego determina un gran número de interacciones establecidas por los elementos del sistema, no siendo posible prever el comportamiento de éste a partir de las simples propiedades de sus partes.

    1. Cantidad y calidad de la información. Cada situación de juego establece niveles de complejidad derivados del número de interacciones posibles para cada momento. Cuando mayor sea la complejidad de la situación, más información necesitará el jugador para descifrar, y decidir y ejecutar en consecuencia. 2. Múltiples opciones de solución. La cantidad y calidad de las opciones que le presenten los compañeros irá en beneficio de la eficacia de la acción, que siempre se pone en cuestión a partir de las limitaciones que imponen las acciones rivales.

    3. Juego con una lógica

    Si consideramos que cada modalidad deportiva comporta en sí misma un “carnet de identidad” propio, conteniendo su “impresión digital” individualizada e intransferible, fácilmente nos apercibimos de que cada deporte tiene una lógica de funcionamiento, una razón de ser y de existir. Dicho de otra forma, en las diferentes disciplinas deportivas cada actitud, cada comportamiento observable en competición tiene un significado y un contexto que la proporciona.

    A. Repercute en el organismo de forma distinta. Todas las modalidades deportivas se expresan por acciones motoras específicas y diferenciadas, denominadas de procedimientos técnicos o táctico-técnicos. Esta especificidad comportamental repercute diferenciadamente en el organismo de sus practicantes, a los que lleva a diferentes formas de control motor y diferentes representaciones internas de la acción. Cada comportamiento se basa en mecanismos cognitivos, en fuentes energéticas y en factores afectivos, que son desencadenados por cada situación específica.

    1. Acción motora versus una orquestra. Podemos comparar la acción motora con una orquesta auto-organizada, dialogando con la variabilidad de las situaciones. Para que la orquesta, dentro de toda la posible libertad interpretativa,

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    se desempeñe correctamente en “una melodía cinética y armoniosa en su más elevada expresión” (Pérez y Bañuelos, 1997), se precisa que cada interviniente (sistemas músculo-esquelético, fisiológico, cognitivo, etc.) sepa cumplir su función, interviniendo a tiempo y correctamente. Para ello es fundamental que haya sesiones de ensayo (entrenamientos). Si hay desconexiones, habrá que insistir con más/mejores ensayos (ejercicios/entrenamientos). 2. Acción motora versus una partitura. No es posible ejecutar un vals con partituras de rock, pero es cierto que un buen músico puede ejecutar con apreciable corrección, siempre que cuente con la partitura adecuada. De la misma manera, alguien que puede ser excelente atleta, por ejemplo, no podrá jugar correctamente al fútbol, por su carencia de programa motor específico (“partitura”). Sus ensayos/entrenos han ido orientados a saltar, correr, lanzar, pero no a jugar. En el programa motor es donde está contenida la información necesaria para la realización de acciones y secuencias específicas. Son necesarias muchas prácticas, muchas horas, mucha información, para que podamos jugar específicamente bien al fútbol, de la misma manera que los músicos deben practicar continuamente, conjuntarse y contar con partituras específicas a cada interpretación.

    B. Se basa en una lógica individualizada e intransferible. Estamos de

    acuerdo en que correr no será la mejor forma para entrenar natación. De igual manera, jugar al balonmano no es la mejor manera de mejorar en fútbol. Veamos dos aspectos que surgen a partir del análisis: por un lado, a necesidades específicas corresponden medios de entrenamiento específicos; por otro, a necesidades iguales pueden corresponder medios específicos diferentes.

    1. Necesidades específicas, medios de entrenamiento específicos. Un jugador de cualquier deporte con balón (balonmano, baloncesto, fútbol, etc.) utiliza la carrera para desplazarse. Pero esas “carreras”, o más exactamente desplazamientos ofensivos y defensivos, no tienen nada de semejanza en el plano cognitivo, motor y contextual con las acciones motoras de los atletas de carreras. Nos podremos pues preguntar ¿se pueden asimilar y ejercitar los aspectos críticos del fútbol a través de ejercicios atléticos? ¡Es obvio que no! Las carreras en fútbol son desplazamientos variados en ritmo, dirección, intensidad, y, sobre todo, con contenidos estratégicos y tácticos. Incluso, analizando ejes biomecánicos, vemos que las acciones no presentan afinidades con el atletismo, ya que nacen de situaciones y requerimientos específicos. Y, si hay algún principio del comportamiento humano que haya sido bien estudiado, éste es sin duda que sólo es posible llegar a elevadas efectividades en cualquier actividad, a través de entrenamientos altamente específicos. 2. Necesidades iguales, medios específicos diferentes. Comparando un saltador de altura con un jugador de balonvolea, veremos que coinciden en la necesidad una alta potencia muscular, particularmente en los miembros inferiores. Sin embargo, el dominio técnico que es determinado por sus especialidades deportivas establece diferencias contextuales, específicas de su deporte, sin entrenar las cuales ninguno puede llegar a altos rendimientos. La especificidad del entrenamiento es determinante para alcanzarlos, porque la resonancia funcional

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    del organismo del deportista depende no sólo de tiempos e intensidades, sino también, y sobre todo, del carácter específico de las situaciones de entrenamiento y de sus condiciones normativas (denominadas condicionantes estructurales del ejercicio de entrenamiento o constreñimientos de la tarea). Por tanto, sólo una acertada selección de medios de entrenamiento, que traduzcan situaciones específicas del juego en el plano estructural y temporal, dará lugar a un aprendizaje y perfeccionamiento evidente y duradero.

    C. Se desenvuelve en un todo organizado. Un equipo de fútbol es un todo

    organizado, y sólo de esta manera se consiguen objetivos, que serían muy difícilmente viables sin la coordinación del grupo.

    1. Atribución de misiones tácticas individuales. Es fundamental que el entrenador atribuya funciones/misiones tácticas individuales, para responsabilizar a cada jugador de la concreción de los objetivos del grupo. La atribución de misiones individuales debe tener en cuenta los siguientes aspectos: (a) Ser claras. Hemos de asegurarnos de ello durante el entrenamiento, porque son frecuentes las situaciones en que el entrenador tiene clara la asignación, y el jugador parece entenderlo, pero luego, en la competición, se evidencia una confusión. (b) Evitar la sobreposición. Para evitarlo, el entrenador ha de entrenar persistentemente hasta que cada y todos los jugadores entiendan sus respectivas misiones. (c) Integrarlas. La atribución individuada no puede crear el sentimiento de que cada jugador es únicamente responsable de su misión esencial. Un defensa central ha de sentirse partícipe y responsable de su tarea, del desempeño de sus compañeros de sector, y, por fin, del de todo el equipo. En definitiva, cada jugador es productor y responsable de sus decisiones y acciones, y, conjuntamente con sus compañeros, productor y co-responsable del proyecto colectivo (modelo de juego). 2. Visión conjunta de las diferentes misiones tácticas atribuidas. Es fundamental entender la importancia de como las misiones individuales se influencian recíprocamente; tendemos a ver acciones aisladas o secuencias de pares de acciones, en vez de identificar la interferencia mutua de los comportamientos. Sobrevaloramos el impacto de las acciones individuales, perdiendo la capacidad de análisis del funcionamiento colectivo. Muchas veces, no obstante y acertadamente, sabemos ver que un jugador “no es brillante”, pero su actuación es imprescindible para el funcionamiento regular y eficaz del equipo; este tipo de jugadores, consiguen interpretar el juego y saben cómo participar de forma continua, posibilitando junto a los demás una acción colectiva. También, en ciertos momentos de la competición, es normal que algunos jugadores tengan que colaborar desempeñando misiones para los cuales no están especialmente dotados y/o no son las suyas habituales. Si hemos conseguido un sentimiento de co-responsabilidad, esos jugadores van a poner todo su interés y motivación en aras de superar sus limitaciones y ser eficaz; saben que seguramente no podrán destacar como de costumbre, pero lo asumirán en beneficio del interés colectivo. Estamos hablando de compromiso, en el cual los términos son absolutos: o se da todo lo que se tiene, para el bien común, o no se da nada.

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    D. Se perfecciona sobre una metodología específica de entrenamiento. Cada especialidad deportiva tiene su lógica y objetivos fundamentales, lo que implica la construcción de una metodología de entrenamiento con una identidad propia, una idea de conjunto basada en medios de enseñanza/entrenamiento específicos.

    1. Atender a la realidad del juego. En el fútbol predomina el factor táctico de la acción. Cada secuencia del juego genera una dinámica individual y colectiva en dirección de una u otra portería, que puede invertirse a cada momento. Esta constante transición deriva de la gran variabilidad, imprevisibilidad y aleatoriedad del juego, siendo muy dependiente del azar. Esta variedad y complejidad del juego induce en ocasiones a que algunos puedan pensar que no compensa reflexionar, sistematizar y aplicar el entrenamiento de forma coherente. Pero lo cierto es que esa aleatoriedad sólo favorece a los equipos que se preparan para ella, y que así sacan partido de la continua renovación de situaciones contextuales. De ahí viene la frase de que para tener suerte hay que entrenar mucho y persistentemente. 2. Atender a la especificidad de los medios de entrenamiento. Atender la especificidad es el único marco potencial para la metodología de entrenamiento de cualquier deporte. No hay que rebuscar y copiar ejercicios derivados de la lógica funcional de otros deportes, aunque, en un análisis superficial, “parezca” haber similitudes, las cuales siempre son aparentes y carentes de validez operativa de ámbito biológico y metodológico. “Observen el juego, y éste les enseñará lo que deben hacer” (Cramer, 1987). Partiendo de la lógica interna o del modelo de juego adoptado, podemos analizar los factores fundamentales de entrenamiento a desarrollar. La práctica diaria debe tener un enfoque prioritario no sobre una división analítica y mecánica de los denominados “factores de juego” (técnico, físico, psicológico, etc.), sino sobre las situaciones reales de juego, construidas a partir de diferentes niveles de complejidad y especificidad. A partir de ellas los jugadores tienen que percibir y recopilar informaciones y a tomar decisiones para responder correspondientemente a las contextualidades situacionales.

    4. Juego de decisiones/acciones

    En la competición no gana quien tiene una perspectiva eminentemente fisiológica, a través de la cual desarrolla desplazamientos rápidos (espacio/tiempo), ni quien salta más alto (fuerza rápida), ni quien corre durante más tiempo (resistencia de larga duración); no ganan tampoco los equipos cuyos jugadores ejecutan acciones técnicas de alto nivel pero carentes de un análisis válidos de los problemas planteados por una actividad colectiva de actitud estratégica e intención táctica, ocultando o disfrazando de este modo la incapacidad para leer las situaciones del juego.

    A. La decisión de carácter cognitivo no basa todas las respuestas

    motoras. Es probable un modelo eminentemente cognitivo no sea el responsable de todas las acciones motoras realizadas, porque la elevada variabilidad y aleatoriedad de las situaciones de juego, con la alta velocidad a la que se desarrollan, parece que

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    hacen imposible que siempre se pueda procesar cognitivamente la toma de decisión y la acción subsiguiente.

    1. Control de la acción motora. La emergencia temporal para la resolución de muchas de las situaciones de juego lleva a los jugadores a ejecutar acciones que se sustentan en automatismos y experiencias motoras anteriores. Este accionamiento depende de las capacidades momentáneas de los jugadores para iniciar la acción con un mínimo y suficiente control motora, aunque es claro que siempre existe un grado de automonitorización del comportamiento, que nos hace conscientes de acontecimientos motores inesperados. 2. Adaptación de la acción motora. La reorganización de la acción motora es una propiedad funcional, no mecánicamente específica. Cada situación de juego no es resuelta de forma predeterminada, pero sí mantiene una complicidad entre el organismo del jugador y la situación, a través de constantes ajustes y adaptaciones. La acción motora de respuesta proviene de la interacción de múltiples factores, y no simplemente de los mecanismos de la memoria y del conocimiento.

    B. La decisión no resulta de la linealidad de procesos. El juego

    futbolístico, abordado como un sistema dinámico, no varía de forma lineal con el tiempo. La no linealidad significa que la forma en que el equipo desarrolla su modelo de juego, frente al modelo del rival, altera la direccionalidad del juego, tanto como las circunstancias y conjeturas situacionales. Esta variabilidad, imprevisibilidad y aleatoriedad origina la mutabilidad de los comportamientos táctico-técnicos. En un sentido individual, los patrones de respuesta son formas de resolución de los problemas, que, al ser interiorizados por el jugador, pasan a formar parte de su experiencia y le caracterizan específicamente. El término “acción” es una relación funcional entre jugador y contexto situacional.

    1. Fases de la decisión-acción. Cada jugador, ante un contexto situacional concreto del juego, intenta entender e intervenir teniendo en consideración: (i) lo que va a suceder en torno a él, detectando índices pertinentes para tomar una decisión (ii) lo que hay que hacer ante esas circunstancias (iii) establecer um proyecto de acción (iv) ejecutar la acción motora, sin perder de vista la posibilidad de que no resulte exitosa. (v) Prever el nuevo contexto situacional subsiguiente. (vi) Continuar activo en la nueva contextualidad 2. Constreñimientos de la decisión-acción. De un conjunto de aspectos que limitan la decisión-acción, elegimos los siguientes: (i) la selección activa del contexto situacional en el que el jugador está inmerso. Hay que dotar a los jugadores de un marco perceptivo y de análisis de situaciones que les permitan una mejor toma de decisión y saber prever las posibilidades de alteración. (ii) la experiencia anterior con respecto a ese contexto o a otros similares. No es posible descifrar una situación en abstracto, porque la calidad del conocimiento

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    archivado en la memoria delimita las posibilidades de tratar con una situación dada. Ejercicios específicos le dotan de esas experiencias. (iii) la probabilidad de encontrar índices pertinentes y desechar otros. La percepción no es neutral ni objetiva, pero sí limita la eficacia de nuestra acción. Hay que dotar al jugador, desde sus inicios, de conocimiento del juego, y crearle, a través de la especificidad del entrenamiento, mecanismos para que descarten con rapidez soluciones erróneas y elija entre las correctas. 3. Reglas de la decisión-acción. Para que jugador y equipo se adapten correctamente a las situaciones cambiantes del juego, se utiliza un conjunto de reglas de decisión táctica (principios de juego). La resolución de situaciones evidencia la necesidad de pensar y actuar, utilizando múltiples funciones cognitivas y motoras, adaptándose a las situaciones. Jugador y situación se determinan mutuamente, y para actuar correctamente se precisan reglas heurísticas tácticas (principios del juego), construidas en un proceso de interacción, y cuya aplicación es limitada en el tiempo y el espacio, debido a la fugacidad de las situaciones del juego. Por ello es tan importante organizar la información y los comportamientos en “reglas decisionales”, para conseguir “funcionamientos automáticos”. Estos mecanismos heurísticos rellenan lagunas informativas, basándose en lo que ya sabemos por experiencia, y funcionando “automática e inconscientemente”, y, aunque a veces nos llevan a cometer errores, con frecuencia nos permiten reaccionar con rapidez, economía y en tiempo útil. 4. Continuidad de la decisión-acción. Los jugadores mantienen una actividad mental y motora casi ininterrumpida. Inmersos en situaciones cambiantes, han de decidir actuar y, al mismo tiempo, prever las consecuencias de su acción, para anticiparse al futuro desarrollo del juego.

    C. La decisión que comienza en el sistema efector (el músculo con memoria). Desde una perspectiva cognitiva, para la mayoría de las situaciones de juego, la reflexión precede a la acción, y cada situación precisa de una nueva solución, aunque no siempre una decisión implica una actuación, ni una acción procede de una reflexión: el jugador, dependiendo de la complejidad situacional, puede tener que decidir haciendo, hacer es decidir. Luego, la cuestión que se nos plantea es ¿cómo el jugador decide las acciones motoras a realizar, considerando que resuelve actuando? (Araújo, 2003).

    1. Decide haciendo o haz decidiendo. En la competición gana quién tenga básicamente la capacidad de actuar mientras interpreta cuáles son los índices pertinentes para un momento dado y/o para el futuro (anticipación). Este comportamiento táctico-técnico debe concordar con la interpretación mental y adaptado a las posibles alteraciones puntuales que se van sucediendo y que no hubieran sido tomadas en cuenta en el inicio de la acción, pero que hay que ir incorporando, mediante reestructuraciones, gracias a una constante redifinición de la lectura situacional. Las componentes físicas (velocidad, fuerza y resistencia) son la base que las soporta, pero no en relaciones de primacía, sino correlacionadas con el carácter táctico-estratégico característico de las acciones futbolísticas.

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    2. Esperar o actuar. No se puede esperar indefinidamente a tener una información exhaustiva y completa de una situación dada, muchas veces hay que ser capaces de actuar y, simultáneamente, incorporar nueva información. Así, es inevitable que cometamos bastantes errores, pero aún así, a través de reestructuraciones y correcciones del programa motor y cognitivo, la experiencia será significativa: cuanto más novedosa sea la situación, y aunque no podamos resolverla con total eficacia, más información novedosa acumulamos para el futuro.

    3. Nada es para siempre, nada es permanente. La toma de decisiones es una elección entre muchos actos motores posibles. Todo lo que decidamos y hagamos, cuenta. Incluso, dada la variabilidad del juego, muchas veces una decisión/acción poco ajustada, provoca nuevas situaciones que, posiblemente, podemos retornar a nuestro favor. Las situaciones contextuales mudan sin cesar, y por ello incluso los errores pueden ser reversibles. Es muy importante por ello decidirse siempre a actuar.

    D. Decisión de carácter individual y colectivo. Cuando tomamos una decisión y actuamos, trazamos un destino para la situación de juego, la cual puede convertirse en más o menos favorable, descifrable y controlable. Las respuestas evidenciadas por los diferentes jugadores de ambos equipos, para cada situación, es de enorme riqueza individual y colectiva. Es importante referirnos a las fronteras entre ambas esferas.

    1. Quien observa y quien ejecuta. Para cualquier acción de juego existen siempre dos versiones, la del observador y la del ejecutor. Para el que ve, el jugador ejecutante es el que determina su propia conducta; para el ejecutante, la propia viene limitada por el abanico opcional que le ofrezcan los compañeros –por un lado- y por las maniobras contrarrestantes que ejecutan sus rivales –por otro-. Es importante entender qué es una elección individual y cómo se ejerce. Desde una visión tradicional, el jugador es un agente independiente y auto-determinado, escogiendo racionalmente las acciones en función del contexto. Pero para una visión sistémica, jugador y contexto se determinan mutuamente, a través de la construcción de decisiones/acciones, en un proceso de interacción limitada en el tiempo y el espacio, y cuya racionalidad es también limitada por la capacidad del proceso de información mutua, aunque el jugador, en última instancia, siempre será el que decida. “Somos nosotros mismos a causa de los otros, y es partir de la visión de los otros que nos asumimos como nosotros mismos”, Jean P. Sartre. 2. El comportamiento individual puede no ser determinado por el propio. El comportamiento individual resulta de una conjugación de criterios y contextos de acción únicos, en el sentido de que pertenecen a un jugador, y a nadie más. El ejemplo extremo sería el lanzamiento de un penalti o un libre directo. Incluso, la lectura de una situación específica de juego es una actividad mental puramente individual, pero también es claro que esa lectura está influenciada por diferentes factores. Independientemente de la voluntad y sapiencia de un jugador, éste jamás controlará todo el proceso, ya que éste es interdependiente con el abanico de opciones presentado por los compañeros. A mayor número de opciones proporcionadas al ejecutante, menos co-responsabilidad tendrá los compañeros, si

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    acaso surgiera el fallo; por contra, si le presentan pocas opciones de solución, más co-responsables han de sentirse de un hipotético fallo. Somos un equipo, y el compañero directamente implicado sólo podrá elegir entre lo que los compañeros le ofrezcan, entre lo que el contexto permita.

    E. Decisión y construcción de medios de enseñanza/entrenamiento. El hecho de que jamás seremos capaces de entender y solucionar correctamente absolutamente todo lo que sucede a nuestro alrededor, en la vida y en el deporte, no debe inducirnos a la pasividad. Al revés, por ello mismo es tan necesario ir avanzando en el conocimiento individual y colectivo, y por ello debemos diseñar ejercicios de entrenamiento que permitan que el proceso de asimilación y adaptación nunca se interrumpa, obedeciendo a las necesidades de los jugadores y a la realidad contextual de la competición. La lógica interna del juego condicionará la naturaleza y contextualidad de la decisión, e implica un conjunto de exigencias de control y regulación del comportamiento motor del jugador. Las relaciones decisión/acción son: (i) construidas a través del entrenamiento sistemático (ii) activadas con base a procesos de percepción y cognición propias de los jugadores (iii) modificadas por la continua alteración contextual y la necesidad de adaptarse. Veamos cuatro situaciones defensivas:

    1. En la presión sobre el atacante. Por ejemplo, un defensa acude velozmente a presionar a un atacante que recibe el balón, pero éste lo vuelve a pasar a un atacante no muy cercano; el defensa ha de cambiar la dirección de carrera, para poder seguir estando en zona activa, bien para ocupar espacios, bien para marcar a un otro atacante que pueda dar opción a que la circulación rival de balón continúe, “esperando” o incluso “provocando” una situación que haga que puedan intervenir directamente y con ventaja táctica. 2. En la progresión del ataque en el espacio de juego. El equipo atacante desarrolla su construcción de avance, y los defensas, por cuestiones operacionales, no consiguen llegar a tiempo a los puntos deseados. En esas situaciones han de replantearse la situación y hacerse “fuertes” posicionalmente en un nuevo lugar, demorando la intervención, y esperando/provocando volver a tener, al menos teóricamente, ventaja posicional. Ello es mucho más acertado que dejarse llevar por la impulsividad e insistir en su primera idea, la cual, visto que no es ya viable, hay que renovar. En competición no es raro ver jugadores muy voluntariosos, pero poco reflexivos o coordinados con sus compañeros, que corren continuamente, pero a destiempo, quedando en posiciones inútiles y/o incluso arrastrando al error a sus compañeros; estas conductas, empeñadas pero inadaptadas, nos llevan a la desorganización y al agotamiento físico y mental. Es incluso mejor mantener la posición básica y evaluar la situación con calma que desplazarse sin control.

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    3. En la emergencia de la situación de juego. Pero si en vez de ser una situación “normal”, como pudiera ser el caso anterior, nos encontramos en emergencia, esto es, el rival va a rematar su ataque ventajosa e inmediatamente, procede una decisión/acción contraria a la antes propuesta: aquí, ante la irremisibilidad del remate rival, con grandes posibilidades de hacernos gol, hay que actuar, aunque sepamos que muy posiblemente no vamos a llegar en el momento que hubiéramos deseado: aunque no lleguemos a tiempo de interceptar un pase de gol, de anticiparnos al rival, el hecho de llegar a rozarlo, a cargarlo, puede ser decisivo para evitar un tanto y pasar a una nueva situación, que si no totalmente favorable a nosotros, al menos nos permite demorar el remate rival inapelable, y quizá podamos seguir obstaculizando a los contrarios hasta que finalmente se conjure el peligro.

    4. En la alteración del ángulo de ataque. Existe un conjunto de reglas tácticas básicas, que propician una gestión más eficiente de las situaciones en las que se verifica la rápida alteración del ángulo de ataque. Veamos tres criterios fundamentales: el de la distancia, el de la anticipación y el de la misión táctica.

    a) Distancia. El defensa más próximo al atacante que va a recibir el balón es el que debe moverse con rapidez para contenerlo, independientemente de la misión táctica que el defensor estuviera cumpliendo antes del pase rival a esa nueva zona de juego. Esta forma de entendimiento dentro de un equipo es clave para funcionar ordenadamente y garantizar un reparto racional de las tareas defensivas. b) Anticipación. Cuando un defensa anticipa correctamente una acción ofensiva rival, y se mueve en consonancia, incluso aunque no fuera el más próximo a la zona del balón, el resto de los compañeros ha de dejarle intervenir, y reconfigurarse táctica y organizativamente en función del compañero que anticipa. c) Misión táctica. En el caso de marcajes muy específicos (individuales) atribuidos detalladamente por el entrenador, los defensas encargados han de saber “resistir la atracción del balón”, y pese a que éste pueda pasar cerca de ellos, han de mantener la marcación estrecha del rival asignado directamente. Sin embargo, hay dos contextualidades situacionales en las que es justificable una alteración en el comportamiento de los marcadores individuales: (i) emergencia; evidentemente, no tiene sentido que un defensor esté pegado a un atacante rival cuando otro rival, al que tiene cerca, está a punto de rematar a gol (ii) posibilidad de permuta de misión táctica; cuando un equipo está bien organizado para responder a variaciones situacionales, es posible y aceptable que un marcador específico abandone puntualmente el marcaje, sabiendo que otro compañero lo tomará, y pase a una acción que permita: (a) la posibilidad de recuperar inmediatamente el balón, o (b) que otro compañero se beneficie, de alguna manera, de esa alteración, o (c) temporizar el ataque rival, o (d) sorprender así al equipo rival.

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    5. Juego de personalidades e inteligencias

    Cada jugador, en una situación competitiva cualquiera, más o menos compleja y dinámica, se enfrenta con la incerteza que deriva tanto de las informaciones a las que el jugador tiene acceso en el contexto situacional, como de sus resultados, siendo las evaluaciones de acuerdo con su nivel de riesgo estratégico, táctico y físico. Interactuando con estos factores existen igualmente las características derivadas de la personalidad del jugador, sus preferencias personales o expectativas subjetivas que deciden sobre sus decisiones, lo mismo que de su inteligencia de juego.

    A. Personalidades de los jugadores. Cada jugador vive cada momento identificando y adaptando su raciocinio y acciones a una multiplicidad de parámetros que elige como los más pertinentes. Sucesivamente, actúa individualmente en consonancia con las misiones tácticas atribuidas dentro de la dinámica del equipo, en aras de un proyecto colectivo. La inteligencia de juego de cada jugador se relaciona con su capacidad de establecer estrategias motoras y ponerlas en práctica a través de la táctica individual y colectiva. Las manifestaciones más típicas de la personalidad de los jugadores, (según Coca, 1997), son:

    1. El sentir (personalidad afectiva = auto-estima, gustar y consentir). Este elemento puede ser interpretado como: (i) un choque de emociones (primera respuesta afectiva, que surge de algo inesperado) (ii) de afectos (definida por el gustar o no gustar) (iii) de pasión (respuesta afectiva de extrema excitación) (iv) de emoción (respuestas fugaces, intensas e variables, con repercusiones importantes para un estado de ánimo, alegría, miedo, ira, etc.) (v) de sentimientos (respuesta afectiva duradera, que reposa de forma más o menos definitiva en nuestro modo de ser, denominada de madurez sentimental) El sentir se basa en experiencias anteriores, necesidades presentes y ambiciones futuras, creando estados de ánimo, que condicionan el pensamiento. Por tanto, el sentir es siempre anterior al razonar, es una campanita de alarma que nos lleva a uno u otro de interés. La afectividad tiene como valor máximo la auto-afirmación, como valor medio el equilibrio, y como valor negativo la inestabilidad. 2. El pensar (personalidad inteligente = percepción, adaptación y creatividad). El pensamiento constituye una de las esencias del ser humano. “Pensar en algo” determina: (i) una forma de plantearse cómo resolver las facetas de un problema dado (ii) una intensidad que marca el interés o desinterés que nos sugiere una situación. Cada persona se caracteriza por su comportamiento intelectual frente al caudal de informaciones que recibe. A ese proceso se le denomina “dinámica intelectual”. La interrelación entre el sentir y el pensar fortalece la consistencia afectiva y el pensamiento intelectual. El valor máximo de la inteligencia es la resolución eficaz de los problemas, el medio es la interpretación adecuada, y el valor negativo es la ignorancia.

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    3. El decidir (personalidad decidida = motivación, decisión y precisión). La faceta más interesante y visible de cada ser humano son sus actos, o sea, sus tomas de decisión. El sentir y el pensar son íntimos, pero el decidir supone la exposición pública. Dos aspectos son cruciales: (i) la decisión en sí, o sea, el acto que asumimos, y (ii) el tiempo de decisión, importantísimo, ya que una demora en decidir se transforma en indecisión o en una decisión inadaptada en el tiempo. El valor máximo de la decisión es ser eficaz, el valor medio es la firmeza y el valor negativo es la inhibición. 4. El relacionar (personalidad social = conciencia de los otros, disponibilidad e integración). Este elemento es la formulación diaria de un proceso social, que tiende a constituirse como un todo, con sus altibajos, pero que resiste a las presiones sociales, temporales, etc. De esta manera, será el ajustarse de nuestras acciones a la realidad competitiva. Está basado en dos aspectos: (i) la racionalización con la que se concentra en el análisis de la situación, esto es, de los pros y contras de las informaciones, y (ii) la vitalización, en lo que se entiende que esos intercambios de experiencias entre jugador y colectivo dan lugar a un reforzamiento. Si “el sentir” crea un centro de interés, “el pensar” le da forma, “el decidir” significa actuar sobre la situación, “el relacionar” determina una mejor racionalidad del jugador (da un objetivo a las ideas) y vitaliza al individuo al relacionarse con los demás. La sociabilidad tiene como valor máximo la capacidad integradora, como valor medio el estar en grupo, y como valor negativo el individualismo.

    Estos cuatro elementos de la personalidad no son lineales y no existe una

    relación jerárquica, se complementan, y en cada persona se manifiestan diferentes niveles de actividad/influencia por parte de cada uno de los factores. Partiendo de la perspectiva que expresó Coca (1997) con respecto a la competición, podríamos hacer tres tipos generales de jugador:

    a) Mal preparado. Sería aquel que se mostrara inestable, ignorante, inhibido e individualista. b) Bien preparado. Seria aquel que se mostrara equilibrado, ponderado, firme e integrado. c) Muy bien preparado. Seria aquel que se manifieste seguro de sí mismo, acertado, decidido e integrador.

    B. Inteligencias de juego. La inteligencia de juego es una capacidad que

    abarca un conjunto de aspectos cognitivos; entre ellos, los más importantes son la comprensión, la atención y la memorización. A partir de ella, y contando con una fuerte predisposición de los jugadores para entrenar y competir, intentaremos superar al rival, desde el conocimiento de los principios del juego, la resolución de los problemas que éste plantea y las informaciones sobre el equipo rival, en las esferas teórica y práctica.

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    Al respecto, consideramos más apropiado hablar de “inteligencias”, antes que de “inteligencia”, porque cada jugador es un individuo y cada situación del juego es única, por mucho que las respuestas motoras sean similares.

    1. Capacidad inherente al ser humano. El jugador lee, proyecta y resuelve a través de la inteligencia las diferentes situaciones del juego, por medio de la identificación de los elementos pertinentes de cada situación, con vistas a concebir la respuesta más adaptada al problema. La inteligencia se manifiesta durante el proceso de entrenamiento y competición, a través de múltiples formas, como: (i) Identificación de las mejores soluciones para la situación-problema. (ii) Creación de conexiones entre las diferentes soluciones. (iii) Adaptación a los condicionantes y circunstancias de juego, los cuales derivan de: (1) obstáculos que oponen los rivales, (2) opciones que presentan los compañeros, y, (3) coyuntura causal y aleatoria de la situación. (iv) Relación memorística de jugadas similares almacenadas, y, (v) Comprensión del desarrollo del juego, utilizando mecanismos de anticipación a los acontecimientos siguientes. 2. Múltiples formas de ser inteligente. El comportamiento de los jugadores sólo es comprensible si los consideramos como individuos que tienen que dar una respuesta a las situaciones del juego, en las que han de adaptarse a sí mismos, a las necesidades del equipo y a las oposiciones del equipo rival. Esta constante adaptación y readaptación se ve caracterizada por el estrés, lo cual favorece la aparición de saturación, ansiedad y angustia, no habiendo así, en el fútbol moderno, lugar para personalidades frágiles en lo afectivo-emotivo. Las cualidades psíquicas e intelectuales devienen fundamentales en el fútbol, desde el momento que los jugadores necesitan: (i) soportar una lucha constante contra las dificultades inherentes a la complejidad de sus funciones específicas y grupales, y de las diferentes situaciones del juego. (ii) tener un pensamiento lógico, flexible, original y crítico, para poder ser capaces de dar soluciones táctico-técnicas correctas.

    Cada situación de juego expresa una dimensión estratégica y una dimensión

    táctica única. Pueden observarse dos situaciones de juego similares, pero nunca iguales. El fútbol, como juego deportivo colectivo, permite acciones estudiadas y entrenadas, pero no hay que esperar su reproducción exacta durante el partido, por lo que jugar correctamente precisa de poseer un programa de acción amplio, flexible, adecuado. Hay tantas formas de ser inteligente como problemas surgen. Como se pregunta Coca (1997), ¿son iguales los procesos mentales de un portero que los de un jugador de campo?, ¿es la visión periférica de un mediocentro algo muy característico, con respecto a otros especialistas? ¿tienen los puntas más velocidad de resolución mental, dado que se desenvuelven en zonas decisivas, limitadas y de alta presión defensiva?, ¿piensan igual los jugadores que están ganando a los que van perdiendo?, ¿se piensa igual cuando estás cansado o lesionado que cuando no lo estás?, ¿piensan igual los jugadores que son abucheados que los que son jaleados?...En general, la inteligencia del jugador es el soporte del conocimiento extrínseco e intrínseco del juego, del pensamiento autónomo, de la creatividad, de la asimilación y cumplimiento de sus misiones específicas, sectoriales y de equipo.

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    a) Intrínseco y específico del juego. Cada jugador tiene un conocimiento propio del juego, un modelo mental subjetivo de la realidad del fútbol. Este modelo, basado en miles de experiencias, es vago e incompleto, pero es la base para tomar decisiones y asumir comportamientos. Estas experiencias tan complejas son “archivadas” en estructuras, según principios clasificativos. Una nueva experiencia se archiva con las que versan sobre el mismo asunto, siendo evaluada para comprobar su coherencia con las ya archivadas. Es un proceso vivo, que funciona ininterrumpidamente a lo largo de nuestra vida. Así, los jugadores, que están constantemente interpretando situaciones de juego, someten su modelo mental a un constante proceso de reajuste y actualización. Siempre están envejeciendo y caducando, olvidándose, preconcepciones, del mismo modo que no dejan de entran otras nuevas, que ocupan sus lugares en los archivos mentales. Esto es lo que llamamos “actividad mental”, que consume información y energía. b) Pensamiento autónomo y creatividad de la decisión/acción. El rendimiento de un equipo depende ampliamente, entre muchos aspectos, de un pensamiento autónomo de sus componentes. La creatividad y la improvisación son los elementos caracterizadores de la originalidad y adaptabilidad de las acciones que respoden a los problemas que se plantean en el juego. Cuando analizamos cualquier contextualidad situacional, verificamos que ésta implica, por un lado, la interacción de una dimensión más previsible (cuya respuesta es la aplicación de nuestros principios de juego), con otra más imprevisible, que deriva de la abertura del sistema, y que ha de resuelta por la creatividad y adaptabilidad de los jugadores, dentro del marco general de la organización del equipo. En los límites entre lo previsible y lo imprevisible es dónde la creatividad de los jugadores se muestra más importante. La creatividad nace de una cultura de reglas de acción y principios de gestación de juego colectivo, que han de ser suficientemente flexibles para que, en ciertas circunstancias, pueda fluir el “desvío creativo” que resuelve las situaciones. Un alto nivel de rendimiento exige de jugadores y equipos una fuerte disciplina táctica, aliada a las habilidades específicas y que, simultáneamente, permita y aliente el surgimiento de comportamientos creativos, que romperán la organización rival por lo sorpresivo e inesperado. c) Misiones tácticas dentro de la organización dinámica del equipo. Las diferentes misiones tácticas de los jugadores son conjugadas en función de una cooperación que busca la interdependencia funcional y operacional, sin la cual no es posible alcanzar determinados objetivos de forma sostenible. No es humanamente posible que todos los jugadores sean capaces de acometer todas las actividades operacionales de un equipo. Por tanto, es importantísimo que surja la especialización, mediante la cual pretendemos que cada jugador lleve a cabo las tareas para las cuales está mejor dotado, aunque está claro que siempre está abierta la posibilidad de que cualquier jugador, en momentos dados o en situaciones concretas, intercambie funciones con sus compañeros, porque, de lo contrario, el equipo sería fácilmente vulnerable a la mínima alteración organizativa. Al mismo tiempo, la organización del equipo precisa de crear los sectores de juego, en los cuales un número reducido de jugadores desenvuelven

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    sus tareas cooperativamente de forma especializada. Las funciones sectoriales son un escalón estructural y territorialmente superior a las misiones específicas individuales. d) Articulación de los diferentes sectores de juego del equipo. Los sectores de juego del equipo pueden ser definidos como las partes de un todo (equipo) en las que se desarrollan actividades sutilmente diferenciadas, pero concurrentes hacia el desenvolvimiento del trabajo colectivo global. Cada sector está constituido por un número variable de jugadores, con una determinada homogeneidad y sincronización en cuanto a comportamientos táctico-técnicos y objetivos específicos. Lógicamente, más allá de las cuestiones de homogeneización y coordinación sectorial, es imprescindible un nuevo nivel de coordinación intersectorial, para formar un todo sólido y coordinado. Una articulación sectorial eficaz tiene como resultado final no sólo imposibilitar la compartimentación del equipo, sino también la mejora de su organización colectiva global (expresión táctica del equipo).

    C. Medios de entrenamiento inteligibles. Uno de los presupuestos fundamentales del juego del fútbol, en la actualidad y en el futuro, es y será que los jugadores piensen bien y ejecuten mejor. Ésta es una perspectiva estructurante para la formación y el desarrollo de los jugadores, a través de la que se podrá acreditar al jugador llamado de calidad. Este pensamiento implica, “simplemente”, que hay que diseñar ejercicios de entrenamiento que afecten a la actividad cognitiva de los jugadores y mejoren las acciones motoras ajustadas y adaptadas a la esencia del juego y al modelo propuesto para el equipo. La conceptualización de medios inteligibles y significativos de entrenamiento han de inducir a los jugadores a:

    (i) construir conocimiento, a partir de una elevada densidad perceptiva y una alta atención, y,

    (ii) una operacionalidad específica que será tanto mejor cuanto mayor sea la duración y calidad de exposición de los jugadores a situaciones acordes con la especificidad del fútbol y las particulares del modelo de juego adoptado por el equipo.

    Evidentemente, los ejercicios de entreno no deben facilitar sólo el aprendizaje y desarrollo de los principios del juego, sino también hacer capaces al jugador y al equipo de llevar a la ejecución práctica y real de las decisiones que tomen, con base a la realidad del juego y al modelo de equipo. El entrenamiento se encamina a la mejora y desarrollo intelectual y motor.

    1. Pensar bien y deprisa. Todos los jugadores son, como seres humanos, inteligentes. No se trata de dudar de ello, sino de proporcionarles condiciones adecuadas para que puedan desarrollar al máximo sus posibilidades cognitivas y motoras. Todos los jugadores, en todo momento, -y no sólo cuando están actuando con o sobre el balón- tienen una actividad mental constante de decisión y de potencial ejecución motora. El entrenamiento ha de ir en la línea de optimizar todas las potencialidades del jugador y el equipo

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    2. Ejecutar bien y deprisa. Un jugador “lento” en la resolución de las situaciones de juego puede que tenga, básicamente, una falta de adecuación entre lo que piensa y lo que ejecuta; puede ser que piense con rapidez, respondiendo adecuadamente a las situaciones del juego, imprimiendo un ritmo mental veloz al juego, pero que no consiga traducir esa capacidad en respuestas motoras consonantes, manifestando así un juego lento, previsible e ineficaz. Es competencia del entrenador crear condiciones para que el jugador entrene en situaciones que le obliguen a decidir y ejecutar deprisa.

    6. Juego en cambio permanente

    Generalmente, se tiene una idea estática del fútbol, se piensa que no evoluciona. Algunos, incluso con responsabilidades dentro del medio deportivo, dicen que en el fútbol todo está inventado. Esta frase prolifera bajo un manto mórbido para el propio juego, pues encierra una concepción y una filosofía de estancamiento y reproducción continua de modelos, paradigmas y horizontes, basados en prácticas del pasado. Paralelamente, revela la incomprensión de las posibilidades proporcionadas por el progreso que se basa en el conocimiento. Es necesario desmitificar el fútbol en cuanto actividad y proceso inmutable, separada de la vida y de la sociedad, pues existe la impresión de que, frente a entornos que evolucionan y se desarrollan, el fútbol permanece estancado.

    A. El juego del fútbol evoluciona. El fútbol es un juego fascinante, pero para

    entender mejor este hecho, necesitamos observarlo a través de un filtro fiable. Del mismo modo que el fútbol actual no es lo que era, podemos estar seguros de que seguirá evolucionando. La importancia de la observación y análisis del juego se sitúa en el hecho de que sólo comprenderemos el cambio si comprendemos objetiva y correctamente lo que en la realidad está cambiando.

    1. El fútbol siempre ha evolucionado. Queramos o no, nos guste o no, el hecho es que los acontecimientos característicos del fútbol hoy se volverán más intensos, competitivos, complejos, presionantes, transitorios, inestables....Y que la evolución tiene un carácter sistémico, esto es, el cambio en cualquiera de los elementos constitutivos afectará al funcionamiento de todos los demás, al funcionamiento de todo el sistema, bien de forma positiva, bien negativa. 2. La evolución del juego. Si observamos algunos datos de carácter cuantitativo en el análisis del juego, vemos que el número de intervenciones por unidad de tiempo ha aumentado, hasta haberse triplicado en los últimos 30 años. En el plano táctico los jugadores cubren un área mayor. Esta “pequeña” constatación implica, a su vez, la disminución del tiempo y el espacio para la resolución táctico-técnica de una determinada situación, con o sin posesión de balón. Cada jugador ejecuta entre 360 y 400 intervenciones (de entre dos y 8 segundos de duración), lo cual implica cuatro esfuerzos/minuto; aunque, si utilizamos el tiempo real de juego, excluyendo las interrupciones, (que suponen el 30% de los 90’), el valor sube a seis esfuerzos/minuto, esto es, cada 10 segundos hay una intervención visible, con

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    o sin balón. La previsión es que aumentarán en el futuro, si bien no tanto como en los últimos años, exigiéndose más calidad, y, especialmente, más duración de cada esfuerzo (hoy de media 5’’).

    B. Anticipación de las configuraciones de juego. Del análisis de las

    estadísticas del fútbol actual, se extrapola que, al jugarse a un ritmo más vivo, los jugadores están más presionados táctica y técnicamente. Se hace cada vez más importante, no sólo anticipar lo que habrá que hacer en el momento inmediato, sino también lo que habrá que hacer a continuación.

    1. Acelerador del proceso de decisión/acción. Cada jugador procura, en cada situación de juego, “vivir la imagen del futuro en el momento presente”, para ganar el tiempo suficiente con vistas a un comportamiento eficaz y adaptado, en respuesta a los problemas planteados en el entrenamiento y en la competición. Esto será posible a través de un mejor conocimiento del juego y por la apropiación de un código de lectura de la situación, que permita igualmente una correcta anticipación de las configuraciones tácticas que sobrevendrán. La anticipación, cuando es correcta, acelera la percepción y respuesta, permitiendo que el jugador prepare la respuesta antes incluso de que surja la señal; cuando es falsa, induce al error, luego hay que remarcar que la anticipación puede tener aspectos negativos. 2. Indicador de capacidad de juego. La anticipación es un fenómeno prodigioso, que conjuga pensamiento y acción táctica. Esto implica que, más allá de una correcta lectura de la situación, hay que considerar el momento (“timing”). Efectivamente, una vez entendido el contexto situacional que se avecina, es muy importante que el jugador no inicie la respuesta motora con tanta antelación que, de hecho, coarte ese futuro; igualmente, no sirve de mucho anticipar cognitivamente pero ejecutar tardíamente. Veamos un ejemplo: un atacante en posesión del balón procura avanzar por el pasillo derecho, pero, al ser presionado por los defensas, podrá optar por la ejecución de un pase, ponderando si éste debe ser: (i) de riesgo, hacia un compañero avanzado y en situación peligrosa para el rival, aunque el pase también es algo complicado, o (ii) de seguridad, (baja posibilidad de perder la posesión), para un compañero más retrasado y situado en el pasillo central. Normalmente, el atacante por la banda decidirá pasar al pasillo central, para que el compañero, a su vez, siga la combinación con un cambio de orientación sorpresivo hacia el pasillo del otro lado. Si los defensores llegan a esta conclusión, deberán elegir el momento justo para (i) cortar el pase de la banda al centro, o, (ii) ir a presionar al presunto receptor del pase, en el pasillo central. Si los defensores se mueven con “demasiada” anticipación, posiblemente el atacante de la banda ya no hará el pase al centro, (ya no existirá el “futuro”) con lo cual quedarán desorganizados y quizá darán ventaja al dicho exterior; si se mueven demasiado tarde, y ya el medio centro habrá controlado perfectamente el baló o, incluso, si actúa rápido, ya habrá podido enviarla al otro pasillo.

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    CAPÍTULO 2.- FÚTBOL: MODELO DE JUEGO El modelo de juego es siempre un camino, y nunca una parada. Así, si por

    cualquier razón se piensa que se ha alcanzado el modelo definitivo de juego adoptado, éste estará ya superado. “Querer ser de su tiempo” es estar ya superado.

    A. Modelo versus juego. Cada persona tiene un modelo mental del mundo, y en función de ello creamos una forma de actuar. Un modelo es siempre una aproximación o simulación de la realidad, con grados diferentes de similitud. Cuando reunimos sus elementos específicos intentamos alcanzar un triple objetivo:

    (i) entenderlos mejor, analizándolos aisladamente; (ii) establecer hipótesis sobre su comportamiento conjunto, y, (iii) intentar prever su evolución. Pero, importantísimo, nunca un modelo podrá representar idénticamente la

    realidad a la que se refiere. Este es un aspecto básico de la comprensión del problema. El modelo de juego parte de una idea o concepción del juego, basada en construcciones simbólicas, a través de las cuales:

    (a) se define un proyecto de acción (plan) (b) se promueven herramientas operacionales (proceso de entrenamiento), y, (c) se evalúa el proceso en función de su eficacia (análisis del juego)

    B. Modelo versus dimensiones intrínsecas. A primera vista, el modelo de

    juego se fundamenta en una interpretación y concepción de juego por parte del entrenador, pero no es lo único que fundamenta su construcción. Otros elementos, menos visibles, contribuyen al establecimiento de una identidad, principios y reglas que marcan el cuadro de actuación de jugadores y equipo, caracterizando una forma de jugar.

    Lo intrínseco en la concepción de cualquier modelo de juego es que éste

    contenga en sí mismo varias dimensiones: (i) comprensión de la complejidad del juego

    (ii) organización, para lo que hay que explicar y entender las variabilidades (iii) dirección, para lo cual hay que interactuar con la complejidad del juego (iv) evolución, a partir de entenderlo, organizarlo y practicarlo y reajustarlo (v) adaptación, derivada de la capacidad de los jugadores.

    C. Modelo versus modelos. Al analizar el pasado, percibimos que siempre

    ha habido ideas acerca de cómo los jugadores deben racionalizar sus comportamientos para jugar con un mínimo de organización y coherencia. Pero no existe un sólo modelo de juego, porque hay muchas maneras de entender y plantear el fútbol. Y en función de tantas concepciones de este juego colectivo, de como tratar con las regularidades y las variabilidades, así han existido modelos congruentes de entrenamiento, en busca de alcanzar correctos rendimientos individuales y colectivos.

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    Un equipo de fútbol es un sistema vivo, que se establece, organiza, evoluciona, cristaliza...en lucha con las dificultades que plantean los rivales. Es en este diálogo cooperación/oposición, en presencia de lo previsible y lo imprevisible, como los comportamientos van evolucionando en el tiempo del equipo.

    D. Modelos versus realidades competitivas. Un mismo modelo de juego

    aplicado a diferentes realidades provoca diferentes resultados. Cada momento es diferente del anterior, cada grupo de jugadores es diferente, porque incluso cada persona no es la misma de un momento para otro. Un entrenador, previamente a la implantación de un modelo de juego, ha de analizar la realidad y la cultura e historia deportiva. Una de las grandes habilidades de un entrenador es percibir la huella del pasado y las posibilidades de futuro de sus jugadores, su equipo, su Club, en la competición que va a preparar. En realidad, por todo ello, es más fácil cambiar de modelo que re-escribirlo.

    1. Conceptualiza una forma específica de jugar

    El modelo de organización del juego de un equipo se refiere al conjunto de orientaciones y reglas que una organización debe tener, constituyéndose así como su cuadro de acción.

    A. Concretiza una identidad e integridad del equipo. La concepción y desarrollo de un modelo de juego supone, más que un camino continuo y progresivo, un conjunto de sucesivas rupturas con los previos modos de explicación e interpretación del juego. Según construimos y desarrollamos un modelo, debemos hacer una observación sistemática e ir desconstruyendo y reconstruyendo, aunque siempre manteniendo los trazos identificativos frente a otros grupos deportivos.

    1. Una identidad. La identidad nos la confieren dos modelos: (i) el modelo de juego (lo que queremos hacer compitiendo), y (ii) el modelo de entrenamiento (lo que proponemos). 2. Una integridad. La implementación de un modelo de juego potencia la integridad de la organización, esto es, su mantenimiento de forma intacta e íntegra con sus partes, cualidad que se desarrolla a base de: (i) la calidad en cuanto a la evolución del juego (ii) la adaptabilidad a las situaciones siempre variables, y (iii) el grado de compromiso de cada jugador.

    B. Promueve una forma específica de construir el futuro. El futuro no

    puede ser totalmente previsto, pero sí pronosticado. Es nuestra habilidad para pronosticar lo que nos permite trabajar con esperanza, cada día, para construir el modelo de juego que queremos para nuestro grupo. Construimos el proceso de entrenamiento con vistas al modelo de juego, y a través de sucesivos presentes, evaluamos la conducta del equipo y vamos evolucionando hacia sucesivos futuros. El futuro aparece así direccionando lo que hemos de hacer en el presente. El modelo de juego, por tanto, está siempre evolucionando, en función de lo que

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    observamos en competición y de lo que hemos de mantener, lo que hemos de perfeccionar, y lo que hemos de corregir o cambiar. Y, del mismo modo que en el juego conviven regularidades con aleatoriedades, también pueden surgir imprevistos de otro orden como: (i) fracasos en la consecución de los objetivos razonablemente pronosticados, (ii) modificaciones bruscas en el rendimiento, (iii) bajas por lesiones, o (iv) incidentes disciplinarios graves entre jugadores.

    1. Evalúa el trayecto del equipo. El entrenador ha de evaluar la trayectoria del equipo en la temporada anterior, lo que será gran ayuda y fundamento para fijar las bases del trabajo futuro. El entrenador ha de reflexionar sobre aspectos como los siguientes: (i) Razones del rendimiento obtenido. Momentos altos y bajos. (ii) Evolución en las fases competitivas. (iii) Diferentes constituciones del equipo y posibles adaptaciones de cada jugador a distintos puestos. (iv) Tendencias en el rendimiento mostrado. (v) Goles y forma de conseguirlos/sufrirlos. (vi) Lesiones sufridas, tratamientos aplicados y tiempos de recuperación. (vii) Deportividad de los jugadores en competición, pautas de comportamiento en relación al Reglamento. (viii) Planificación de los entrenamientos y asiduidad de los jugadores. (ix) Planificación individualizada, y (x) Comportamientos fuera del campo, niveles de conflicto interpersonal.

    2. Concretiza una mejor comunicación. El modelo de juego amplía e intensifica los canales de comunicación dentro del equipo. La lectura, interpretación, decisión y respuesta han de ser potenciadas, tanto durante la competición como durante los entrenamientos. Así mejoramos la comunicación entre jugadores y entrenador y entre los jugadores mismos. Un modelo de juego definido, discutido, entendido y practicado, y unos entrenamientos coherentes producen altos niveles de intercambio de información de todo tipo. 3. Eleva los niveles de responsabilidad de los jugadores. Aumentos de la voluntad intrínseca de cada jugador, provocada por el conocimiento de los objetivos, los comportamientos esperados y las expectativas que tiene el entrenador acerca de los jugadores, aumenta los niveles de empeño e implicación individual y colectiva.

    C. Converge en una forma específica de interpretación del juego. El modelo de juego proporciona a jugadores y equipo un código específico, porque:

    1. Referencia un sentido de juego. El modelo de juego lleva a los jugadores a construir un sentido del juego que es común y que se afina y evoluciona dentro de un marco referencial también común. 2. Referencia intenciones y significados. El reparto de funciones, dentro de una idea común, garantiza un funcionamiento coherente y pautado. La intención

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    la aporta el jugador que interviene sobre o con balón, y el significado pertenece a los compañeros que colaboran con él.

    E. Desarrolla una forma específica de expresión táctica. El modelo de

    juego pontifica una identidad táctica propia y común a todos los jugadores, que es regulada y potenciada por el entrenador.

    1. Regula una priorización de respuestas. Porque estandariza un conjunto de preferencias, tanto en la toma de decisiones como en su ejecución individual y colectiva. 2. Potencia un conjunto de actitudes y comportamientos. Porque el equipo juega coherentemente con respecto a su idea y diferenciadamente con respecto a los demás. Hay tantos modelos de juego como equipos.

    2. Dimensiona elementos estructurales específicos

    El modelo de juego se basa en la convergencia de un conjunto de elementos

    estructurales que derivan de la concepción de juego por parte del entrenador, de las limitaciones estructurales y humanas del Club, de la dimensión funcional del equipo, y de los principios de juego.

    A. La concepción de juego del entrenador. Constituida sobre las ideas y conceptos del entrenador acerca de la forma de jugar más eficaz, siendo así una creación mental que conduce a la elaboración de conceptos y planes para su posterior realización. Si se trata de un Club que carezca de modelo definido, es responsabilidad plena del entrenador concretar uno, con relación a las capacidades y especificidades de los jugadores con que cuenta, sabiendo que es la base de partida para el trabajo de la temporada, y que la construcción y evolución de un modelo de juego no termina nunca, es un proceso vivo. El modelo de juego se presenta bajo tres características esenciales: (1) evolución, (2) adaptación, y (3) congruencia.

    1. Evolutivo. El modelo de juego es un punto de referencia, nunca un modelo culminado. Su desarrollo y perfeccionamiento no se puede plantear de ninguna manera a corto plazo, los límites del sistema que representa son permeables y en continua expansión. Su concepción deberá atender a las grandes tendencias evolutivas del juego y a sus perspectivas de desenvolvimiento en los planos: reglamentario, técnico, táctico, físico, psicológico y social. 2. Adaptativo. Su concepción ha de atender a las especificidades características de los jugadores, para que puedan expresar con naturalidad y e