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Charlas (locales) de aldea (global) Fernando Quaglia

Charlas locales en la aldea global

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Personajes de la historia de San Francisco y la región

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Charlas (locales)

de aldea (global)

Fernando Quaglia

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A mi familia

A todos los que “prestaron” su

voz para expresar sus

reflexiones en las distintas

entrevistas

A mis colegas “preguntadores”

que buscan siempre rescatar los

valores de su pueblo.

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Charlas locales en la aldea global

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INDICE

Esa manía de preguntar, 5

Lo local y la aldea global, 8

Reminiscencia piemontesa, 12

Recuerdos con ojos rasgados, 20

Nuestra música, 33

El arte: Borgarello en el recuerdo, 48

La raíz criolla, 59

Fe en la educación, 59

La nostalgia viaja está en la vía, 78

La cultura del trabajo, 89

Los tiempos agitados de la política, 112

Solidarios y altruistas, 134

Frases, 151

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ESA MANÍA DE PREGUNTAR

uede existir alguna conexión entre un gran número de entrevistas publicadas todos los domingos en La Voz de San Justo durante casi tres años? ¿Podrá

encontrarse algún hilo conductor? Un intento de respuesta a estos interrogantes figura

en este libro. Quizás no se logró la relación perfecta entre una y otra historia. Eso lo decidirá el lector. Pero el intento de vincular las voces y opiniones de disímiles personajes de San Francisco resultó un ejercicio apasionante.

Tan atrapante como la vocación periodística por preguntar, por conocer, por indagar. Que tiene a la entrevista como el “género maestro”, según sostiene Gabriel García Márquez. En este “fascinante mundo de la pregunta” de acuerdo a la definición de Jorge Halperín, se entremezclan las sensaciones, se promueve el diálogo. Una conversación que busca la cercanía, que convierte al entrevistado en uno de nosotros

Precisamente, uno de nosotros. Que goza, sufre y sueña cerca de nosotros. Que vive en nuestra comunidad o tiene alguna relación muy especial con nuestra cultura, nuestra forma de ver las cosas y nuestra manera de sentir y expresarnos.

Es aquí donde el rol social del periodismo se hace evidente. Porque hace preguntas, pero fundamentalmente

¿P

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busca respuestas. Hace más de un siglo, Rafael Mainar escribió que “sólo a los jueces y a los periodistas les es lícito preguntarlo todo, pero el juez tiene autoridad para exigir la respuesta y el periodista ha de obtenerla por su habilidad al preguntar”.1

Pero no es sólo habilidad, sino también convencerse de que se está actuando como intermediario entre los protagonistas de los hechos que le interesan a la gente y la propia gente que busca satisfacer su derecho a la información. Es por esto que la entrevista como género periodístico ha alcanzado un estatus y desarrollo que la pone al mismo nivel que el reportaje o las columnas de opinión.

A partir de esta premisa se abren tantos caminos como autores existen para atender las cuestiones referidas a la teoría periodística. La clasificación de los tipos de entrevistas varía según los autores y las escuelas. La única coincidencia que puede verificarse en varios de estos académicos que bucean en la intimidad de la entrevista como género es que la más pura forma está dada por la entrevista de personalidad. Es decir aquella que procura una plena comunicación entre el periodista y el personaje, para información o deleite del lector. José Luis Martínez Albertos define claramente esta posición: “Las verdaderas entrevistas –las únicas que están plenamente justificadas- son aquellas que denominaremos de personalidad; es decir

1 MAINAR, RAFAEL, “El ARTE DEL PERIODISTA” - EDICIONES DESTINO, S.A. 2005

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las que se han centrado en una persona, no en sus declaraciones”-2

Fueron muchas las personas que se prestaron al diálogo periodístico. Algunas de ellas nacieron aquí y llevan a San Francisco en la médula, otras llegaron tiempo atrás y se contribuyeron con su talento y esfuerzo al progreso de esta comunidad, algunos menos estuvieron de paso por aquí y dejaron su impronta. También están los que viven fuera de la ciudad, en la región o en otro país, pero han sembrado su trabajo con los valores propios de una cultura particular que no merece apagarse lentamente por efecto de fenómenos impuestos desde afuera.

Es muy posible que en las entrevistas que siguen no se haya conseguido el objetivo de centrar la nota en una persona. Lo valorará el lector. Lo único seguro es que se lo ha intentado.

2 MARTÍNEZ ALBERTOS, JOSÉ LUIS, “CURSO INTEGRAL DE REDACCIÓN PERIODÍSTICA”

– ED. THOMSON PARANINFO – 2002.

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LO LOCAL Y LA ALDEA GLOBAL

os diálogos periodísticos que componen estas páginas se publicaron en La Voz de San Justo entre 2006 y 2008. Procuraron ser expresión del legítimo derecho

de una comunidad a comunicar. Porque con la comunicación de los valores, las costumbres y los modos locales se atenúa la imposición de modelos foráneos. El diario de San Francisco, en este punto, ha sido siempre una voz fiel a las ideas e intereses de los sanfrancisqueños. Su rol periodístico es aún hoy un factor de cohesión social y de generación de nuevas relaciones sociales, hoy acrecentadas por el impacto fenomenal de las nuevas formas de comunicar los valores tradicionales.

En un artículo titulado “El valor social de la información de proximidad”, los catedráticos de la Universidad de Santiago de Compostela, Xosé López, Fermín Gallardo y Manuel Villar aseguran que “los públicos son una mezcla de identidades globales, nacionales y locales, pero siempre tendrá prioridad lo que tiene relación con su vida, sus emociones, lo cercano y lo identificable con su propia cultura”. Por ello, los medios deben “descubrir contenidos y formas que no pretendan sólo competir en el campo de la eficiencia global, que es la del entretenimiento y el espectáculo, sino también en el propio campo de lo local, que es el de la eficacia comunicacional y el de la participación colectiva”.

L

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Los mismos autores agregan que “un medio local existe en relación con un espacio social, con el que mantiene una relación de retroalimentación mutua. El público se reconoce como identificado, se ve reflejado como si estuviese ante un espejo; esa imagen reflejada responde al deseo de protagonismo de cada uno de los usuarios”.

Por esta razón, en medio de un fenómeno tan amplio como la globalización, los medios locales no pueden renunciar a su legítimo derecho a comunicar lo propio de su comunidad, “impidiendo -en cierta medida- la imposición de modelos y estructuras lejanas (no próximas). Este derecho a la comunicación incluye el derecho de las comunidades y de las organizaciones a vehicular una expresión que ellas consideren fiel a sus ideas e intereses; comprende asimismo el derecho de expresarse y ocupar un espacio en el terreno público de aquellos que están generalmente fuera de la agenda de medios de cobertura internacional, nacional o regional. Mediante el ejercicio de este derecho se reclama la eliminación de cualquier traba para el ejercicio sin límites del derecho a ser sujeto participativo, que los medios locales se conviertan en un elemento canalizador de opinión pública”3.

Las siguientes entrevistas periodísticas publicadas en

LA VOZ DE SAN JUSTO pretendieron rescatar elementos

identificables de nuestra cultura, de nuestra particular

idiosincrasia. Abarcaron muchos aspectos de la vida social 3 Xosé López, Fermín Galindo y Manuel Villar “El valor social de la

información de proximidad” – Universidad de Santiago de

Compostela.

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sanfrancisqueña como la cultura, la educación, el trabajo, la

solidaridad y el talento expresado en numerosas

concreciones. Pergeñaron una posibilidad para nada

desdeñable: que un medio de comunicación local refuerce

su identidad y su compromiso con la comunidad a la que

dirige su misión.

Hace varias décadas, una figura ilustre de la historia

sanfrancisqueña, el doctor Raúl G. Villafañe, publicó sus

“Charlas de aldea”. Ese libro sigue siendo un testimonio

principal de aquellos años románticos cuando San

Francisco comenzaba a transformarse en una gran ciudad.

Porque –escribió Villafañe- “San Francisco está aquí y allá.

Está en el espíritu de todos los pueblos del interior

argentino que van plasmando, junto con su propio

halagüeño porvenir, el porvenir fecundo de nuestra Patria”.

Por ello, el autor sanfrancisqueño escribió aquel recordado

libro que pretendió ser “un homenaje modesto a todas las

aldeas que como la mía, han sabido someterse a una vida de

trabajo y de progreso, pero cultivando con pasión sincera

las dulces virtudes del corazón, pródigo en generosas y

fraternas inquietudes”.

El título de este humilde escrito no es una irreverencia

hacia quien fuera un personaje ejemplar de la cultura

lugareña. Todo lo contrario, haberlo reformulado es una

muestra de admiración y respeto.

El objetivo es muy simple y sencillo. Es un humilde

intento de rescatar, redescubrir nuestras raíces a partir de la

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reflexión de hombres y mujeres que se brindaron por la

comunidad, cada uno en su ámbito de la vida social,

enmarcando su actividad en los valores que definen nuestra

idiosincrasia. La misma que quedó develada en aquellas las

charlas de una ciudad que iba camino a dejar de ser aldea.

La que, a pesar de que la aldea hoy es global, mantiene

aquellos principios fundacionales de los que Villafañe fue

fiel fogonero.

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Extranjeros: amen esta

tierra llena de defectos,

pero también llena de

virtudes. En ella se

amasó el espíritu de sus

hijos, carne de su carne,

promesa de nuestro

porvenir. Ámenla

extranjeros, que por

cada palabra de

ternura que tengan

para ella, florecerá un

himno de gratitud en

sus nietos dispuestos a

evocar con cariño el

solar lejano de su aldea

nativa.

(Charlas de aldea, pág. 28)

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REMINISCENCIA

PIEMONTESA

Gambalunga, marca registrada

del humor regional. Un personaje

simpático y querible que se mantiene

empecinado en preservar el uso del

piamontés, elemento característico de

la cultura de esta parte del país, pero

que las nuevas generaciones han ido

dejando de lado. El humorista afirma,

en su currículum, que su trabajo es “un

homenaje de los piemonteses en

Argentina”.

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“No supimos mantener

la tradición”

orría el año 1933. En su Ford A, “Yepin” Baralle

viajaba por los tortuosos caminos de entonces hacia

Freyre desde su Vila natal. Lo acompañaba su

esposa, quien estaba, en ese momento, bastante cansada. Se

dirigió a su marido y le dijo: “Yepin” –José se llamaba-, ¿por

qué no hacemos un alto?”.

“Ahí me hicieron a mí”, cuenta Adolfo Francisco

Baralle. “Fofo” en Freyre. Gambalunga en toda la región. Un

artista hoy convertido en casi el único guardián

humorístico de una tradición que parece diluirse en los

vericuetos del mundo globalizado. Un flaco de esqueleto

interminable, jovial aún y con una gracia natural que va

más allá de las palabras en el idioma que aprendió de sus

padres y abuelos.

En medio de una catarata casi interminables de

cuentos, chistes y anécdotas, Gambalunga lamentó que ya

casi no se hable el piamontés por estos lares, como ocurría

tiempo atrás cuando los inmigrantes llegaron, se asentaron

y dejaron su impronta cultural en esta geografía. Quizás,

dijo, “no supimos mantener la tradición”. Pero se mostró

convencido de que si los descendientes piamonteses tienen

C

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interés, no se perderá del todo, porque “acá tenemos que

mantenerlo”.

Empezó su carrera a principios de los años ’50

imitando a Nicola Paone, un cantante italiano muy famoso

de la época. Ganó su primer “premio” en un parque de

diversiones en Freyre. Allí quizás descubrió su vocación

artística, mientras repartía verduras en una chata y

ejercitaba el piamontés con sus clientes. Trabajó también

como sodero y hasta que se jubiló fue “chapacán” en su

Freyre. “No hice fortuna ni mucho menos”, afirmó quien

sólo vivió del humor en un período muy corto de este

último medio siglo. Sin embargo, su personaje es tan

popular como apreciado en una amplia región: “En Luque –

donde se hace la Fiesta de la Familia Piamontesa- soy como

de la familia. Hace 30 años que voy”. “Es que no hay otro”,

remató.

Gambalunga dice que hoy debe hacer un show

“bilingüe”, aunque “siempre hay una viejita que me pide

uno piamontés, bien piamontés”. En forma hilarante aludió

a la fama de avaros de los de su “raza”, recordó que la

primera canción que tradujo al piamontés fue “La Novia” de

Antonio Prieto, evocó los mil australes que ganó en la

televisión porteña en el programa “Finalísima del humor”

hace 20 años y sostuvo que seguirá diseminando risas

“hasta que Dios me dé aliento”.

- ¿Qué es el humor para Gambalunga?

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- Todo. Porque yo era tímido. Me desmayaba en el colegio, también me desmayé cuando tomé la primera comunión. El humor me ayudó mucho. De todos modos, cuando uno sube al escenario, por más experiencia que tenga, siempre tiene algún temor. Porque uno tiene que ser responsable.

- No se puede creer que fuese tímido. - Si. Repartía frutas y verduras y aprendí el

piamontés de mis padres y mi abuela. Lo empleaba en la calle. Tenía una particularidad: cosa que ocurría en el pueblo yo la escribía en la chatita. Yo no tenía mucha soltura. Pero eso me ayudó a relacionarme.

- El cantante italiano Nicola Paone era muy exitoso

allá por 1953. En un concurso organizado por un parque de

diversiones en Freyre, Adolfo Baralle lo imitó. Y ganó el

premio mayor. “No tenía voz para imitación, pero lo hice.

Cantaba “Ué paisano” y “La Cafetera”. Paone fue un

propulsor para que yo comenzase a expresar lo piamontés

o, mejor, lo italiano”, sostuvo.

- Mejor comienzo no podía tener. Ganó un premio. - Así es. Pero también, en el lugar donde

vivíamos en Freyre, una especie de conventillo en el que estaban seis familias, un día canté y me gané una camisa de tafeta a cuadritos. Después voy a la colimba a San Francisco en el año ‘55 y me ponía esa camisa –no tenía mucha ropa porque éramos pobres, pobres- para salir de franco, antes de que nos dieran el uniforme. Un cabo primero les dijo en

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ese momento a los demás soldados: “Ayúdenle a ponerle el mantel a la chuña”.

- Fue soldado en la Revolución Libertadora. - Cierto. Hicimos una revolución. Le dimos vía

a Perón y después lo trajimos de vuelta. En la colimba, a veces me llamaban del casino de suboficiales para que “actuara”, porque además de cantar como Nicola Paone, hacía unas morisquetas como las que hoy les hago a los chicos (y se pone a hacerlas). Las hago, total eso no sale en el grabador.

- Intuyo que hacer humor piamontés era

más sencillo antes cuando muchos lo hablaban o lo entendían.

- Se hablaba mucho piamontés. Los años en que salimos nosotros, uno empezaba a contar algo en el escenario y la gente se embalaba. Empecé a traducir canciones. La primera fue “La Novia” de Antonio Prieto, allá por el año 61. Más tarde “La estancia de la Pinota” que era “El rancho de doña Lola” de Miguelito Gelfo, fue otra de las traducciones. Fuimos de los primeros en hacerlas. Anteriormente estaban los Arias de Devoto, que en su orquesta tenían alguna canción en piamontés.

- Pero hoy las nuevas generaciones no

hablan el idioma. - No lo hablan. Quizás no supimos mantener la

tradición. Si bien hay ahora un interés por el tema de los hermanamientos y tenemos un poco más de comunicación. Tengo que ser bilingüe hoy. Por ahí, una viejita se acerca y te pide “uno piamontés, bien piamontés”.

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- - ¿Y cómo hace para captar la atención del

público? ¿Cómo logra que se rían si no entienden? - Se ríen siempre que entiendan algo. Cuando

hago un show tengo que hacer cuentos piamonteses, porque para eso llevamos el nombre del primer show piamontés, para eso me hago llamar Gambalunga. Pero los más jóvenes no entienden, entonces hay que contar cuentos en castellano. También contamos algo para los chicos. Antes, cuando salía con el show piamontés, usaba algunas palabras que son grotescas en piamontés pero no significan nada malo. Acá se le dieron significados torpes. Incluso, a veces, hasta los curas me hacían una contra bárbara en la zona de Rafaela. Le decían a la gente que Gambalunga era inmoral, que no lleven a los chicos. Hoy mirá la televisión a cualquier hora y lo nuestro son los cuentos de caperucita.

Y se despacha con una seguidilla:

- “¿Por qué los hermanos Cuesta silban como los

pájaros? Porque de chiquitos tomaban leche Nido”.

- “Voy y vengo decía un loco arriba de una hamaca”.

- “Están preocupados en un lugar porque tierra no

produce: ¿será en un desierto? No, en el Vaticano. En

doscientos años sacaron seis papas”.

“Cualidades” piamontesas

El nombre de Gambalunga empezó poco antes de

1963. Alguien lo “bautizó” así en honor a su longilínea

anatomía. Gambalunga quedó como sello definitivo cuando

Baralle comenzó efectivamente con el humor en lo que se

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denominó el “Primer Show Piamontés del país”. Porque

antes fue cantor de la orquesta Carignano, integrante del

grupo folklórico “Arriando lombrices”, además de ser el

“alma” en fiestas y carnavales.

Así evocó aquellos tiempos: “Te digo la verdad:

cuando era joven, empecé con la orquesta Carignano,

salíamos y necesitaban alguien que cantara en piamontés.

Luego, por idea de Quirino Néstor Karlen, Raúl Marlatto y

otros como Bie y Yaffar, comenzó el Show Piamontés. Se

incorporaron luego “Lenyi” Vietto (“Gambacurta”) y Tino

Garibuia, que fue lo más grande del humor piamontés por

su estilo de hablar, su chispa. Hacíamos con Tino muchas

cosas juntos. Después vinieron las fiestas piamontesas. Los

que empezaron con las fiestas piamontesas fueron Unión

de Sastre y Almafuerte de Las Varillas”.

- ¿Sabés por qué no las continuaron? - No - Porque les faltó comida. - ¿Cómo que les faltó comida? - Sí. Si al piamontés le falta comida en una de

estas fiestas, no va más. Fijate que la zona donde más piamonteses hay es la nuestra, donde también están Sastre y Las Varillas. Pero no pudieron mantener la fiesta. Hoy se hace en Luque.

- Además de buen comer, el piamontés tiene fama

de avaro. - Sí. El caso más conocido es de un amigo mío

piamontés que, cuando se casó, quería pasear con la cuñada para no gastar a la señora. Se dice siempre que donde hay

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piamonteses no hay judíos. El alambre lo fabricaron un judío y un piamontés, ¿sabía? Encontraron una moneda y empezaron a tirar uno de cada lado. Pero ahora en serio, es así. Porque los piamonteses han venido desde aquella tierra cuando sufrían las guerras y había mucha hambre. Yo tuve oportunidad de estar allá, en Barge. Ellos nos agradecen que recibiéramos a muchos inmigrantes de esa tierra. Porque hubo tiempos en los que no tenían para comer. Comían “patate y castañas rayatá (saltadas)”.

- ¿Pudo vivir del humor, de sus shows? - Sí. Aunque por un breve tiempo. Fui

empleado de verdulería. Luego compramos una sodería donde trabajé hasta el año 77. Por razones familiares tuvimos que dejar este trabajo y desde el 77 hasta el 81 viví del arte. Después entré en la municipalidad como “chapacán”, trabajo que hice hasta que me jubilé. Fue un período breve, porque siempre estuve entre el trabajo y el humor.

- ¿Ganó buen dinero? - No hice fortuna ni mucho menos. Tengo que

terminar de pagar al Hipotecario la ampliación de la casa, las cuotas de la bicicleta de mi hija. Estoy pagando en cuotas el secarropas, pero vivo feliz. Nunca me extendí más allá de esta región porque no tengo representante. En Luque soy como de la familia. Hace 30 años que voy. Es que no hay otro que cuente relatos en piamontés.

- ¿Popo Giaveno es el que va tomando su

posta?

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- Popo tiene anécdotas bárbaras, es un gran personaje pero no habla piamontés. Arrastra el italiano, habla como los gringos de esta zona.

- ¿Entonces, todavía no surgió su sucesor? - No hay otro. Que yo sepa. Hay tipos que

tienen mucha chispa. Incluso me cuentan a mí con una gracia notable. Pero no actúan. El problema no es sólo de esta zona. Allá en Italia también se está diluyendo el piemontés. Pero acá tenemos que mantenerlo. Tiene que haber un interés no de la juventud toda, pero sí de los descendientes de piamonteses. Hay gente que enseña. En Brinkmann hay un curso.

- Sin sucesor a la vista, ¿hasta cuándo

tendremos Gambalunga? - Hasta que Dios me dé aliento.

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RECUERDOS CON OJOS RASGADOS

Roberto Taruo Tanaka, protagonista de una historia de vida

distinta, porque siendo hijo de japoneses

tuvo que vivir entre “gringos”, luego se

marchó, pero volvía cada año pues

mantenía su amor por la ciudad en la que

creció.

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Un japonés bien

sanfrancisqueño

ada vez que retorna a San Francisco, encuentra

“algo distinto”. Es que vivió durante más de dos

décadas aquí. Partió en 1949. Pero volvió con

asiduidad. Y sus recuerdos se agigantan. Por espacio de 62

años se ha venido reuniendo con sus compañeros de

magisterio, egresados de la Escuela Normal en 1944.

Nació en Paraná y Córdoba, en pleno centro de

Buenos Aires. A los dos años, llegó a San Francisco junto a

sus padres y su hermana. Vivió dos décadas en la ciudad.

Creció, hizo amigos, estudió, trabajó. No se olvida del “tren

petrolero” que traía las revistas de historietas los sábados al

mediodía. Tampoco de la actitud de los doctores Villafañe y

Carrá, que “nunca le cobraron un peso a papá”, cuando él o

su hermana se enfermaban.

Es un enamorado de la ciudad que lo vio crecer. No se

cansa de repetir que cuando “los recuerdos se almacenan y

cuando se tiene esta edad, uno se da cuenta de lo que fue

vivir aquí”.

En una de sus últimas visitas se reunió con sus

“compañeras” en una confitería céntrica y le regaló una flor

a cada una. Gestos de otros tiempos. Pero propios de los

hombres de su raza.

C

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En San Francisco no podía pasar inadvertido. Es el

hijo del primer japonés que pisó esta tierra. El bar Tokio, en

25 de Mayo al 1700, fue su casa. Un local comercial que,

como tantos otros, marcó la vida de los sanfrancisqueños

en la primera mitad del siglo pasado. Roberto Taruo

Tanaka, “el japonés”, recordó aquellos años, repasó su vida

entre la escuela, los amigos, los cafés y la estación del

ferrocarril. Una historia que merece la pena ser rescatada.

Porque se trata, ni más ni menos, de un japonés bien

sanfrancisqueño.

- Emigrar desde Japón en los años 20 no debe haber sido fácil. ¿Cómo llegaron sus padres al país?

- Mis padres llegaron desde Chile en tren a Buenos Aires. Habían cruzado el Pacífico. Una vez viajé a Mendoza. Me acerqué a las vías del ferrocarril y recogí algunas piedras. Quizás estas piedras vieron llegar a papá y mamá en el tren en el año 25. Las coloqué junto a un bonsái. Como una forma de recordarlos. Es un símbolo.

- ¿Y de Buenos Aires a San Francisco? - Es un misterio el porqué llegamos a San

Francisco. Papá tenía un castellano muy elemental y no podíamos sentarnos a hablar. Aparte, en esa época no se usaba que los mayores le dieran explicaciones a los chicos. Yo nací en Buenos Aires. En la calle Paraná y Córdoba. Mucho tiempo creí que había nacido en Paraná y Corrientes. Estaba

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orgulloso de haber nacido a cuatro cuadras del obelisco y frente al Chantecler, que era un cabaret muy famoso. Hasta que un día descubrí que había nacido cuatro cuadras más allá. De todos modos, no es una diferencia muy grande.

- En la ciudad, su padre fue el propietario del bar Tokio.

- Papá llegó a San Francisco e instaló el bar. En ese tiempo creo que no existían contratos de alquiler. Era la palabra. El local estaba en 25 de Mayo 1772, tenía una puerta grande y dos vidrieras grandes. El salón tenía unos 40 metros y luego la vivienda familiar. Eran 4 ó 5 habitaciones tipo “chorizo”, luego había un patio de tierra y salíamos por calle Iturraspe. Dábamos a lo que era el “campito” que era una especie de laguna.

- Los recuerdos de aquella época deben ser muchos…

- Me acuerdo del chalet de Bottiglieri sobre Libertador. En la medianera del chalet que estaba a la vista había un cartel del que no me olvido nunca. Decía “De la Torre – Repetto”. No me significaba nada cuando era niño. Pero un día leí la vida de Lisandro de la Torre e inmediatamente me vino a la memoria el chalet de Bottiglieri. Ese cartel estuvo por años pintado allí.

- ¿En qué escuela cursó la primaria? - Fui a la escuela Iturraspe hasta sexto grado.

En sexto grado nos agarraron prácticamente de las

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pestañas y en junio del año 40 nos dijeron que teníamos que terminar la primaria en la escuela terminal Hipólito Yrigoyen, que para nosotros en aquel tiempo estaba muy lejos.

- ¿Qué es eso de la “escuela terminal”? - Fue una idea que no prosperó. Eran escuelas

especiales para hacer quinto y sexto grados. Como se inauguró la Yrigoyen, nos mandaron a todos allí a cursar. Fui de los primeros alumnos egresados. Algún día iré a la escuela y veré si puedo acceder a los archivos, porque me quiero acordar de mis compañeros. Entre estos compañeros está Néstor Massaro. Nos juntábamos en la parte de atrás de la escuela y hablábamos de automovilismo. Massaron era hincha de Zatuzeck, yo era de Ernesto Blanco. Pilotos legendarios del automovilismo argentino. De la escuela Yrigoyen pasé a la Escuela Normal. Estamos hablando del año 41. Fue la última promoción que hizo el magisterio en 4 años. Hoy, año 2006, todavía nos juntamos los integrantes de la promoción del 44.

Ser japonés en San Francisco

El bar Tokio fue un referente ineludible de la vida

ciudadana en aquellos años. Tanaka recordó que “funcionó

siempre en el mismo lugar. Era un clásico. Tenía unas 40

mesas y en los carnavales había mesas en la calle desde la

esquina donde estaba la farmacia Grosso hasta casi el Banco

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Nación. Un año, papá puso mesas en la vereda del frente,

en la estación del ferrocarril. Los mozos tenían que cruzar

el bulevar con las bandejas cargadas. Una cosa de locos”.

- ¿Cómo funcionaba el bar? ¿Su mamá también trabajaba allí?

- Papá hablaba muy poco español. Mamá también. El bar estaba abierto de las 6 de la mañana hasta la 1 de la mañana. Papá trabajaba hasta el mediodía y luego iba mamá. Ella había aprendido a cambiar las fichas de los mozos (no trabajaban con dinero sino con fichas de distintos valores). Ella estaba en el bar hasta las 5 de la tarde y luego volvía papá.

- Hablando poco español y siendo los únicos japoneses en la ciudad, ¿fue difícil vivir aquí?

- En aquel tiempo éramos los únicos japoneses que vivían en San Francisco. Años después, por el 40, llegó otro. Era un tal Goia, que puso una tintorería en calle 9 de Julio. Después le vendió la tintorería a Yonamine. Por años fuimos los únicos. En ese tiempo ser japonés era una cosa rara por acá. Nos miraban raro.

- ¿Había discriminación?. Porque estaban en tierra de “gringos”.

- El “japonés” que nos decían tenía un tono despectivo. Esto lo sufrimos mucho nosotros. Nos daba vergüenza. Nos costaba integrarnos. Nos

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decían “japonés” como una cosa despectiva. Eso influyó mucho en la forma de ser de uno.

- ¿Era una cuestión de la gente de San Francisco o se repetía en otros lugares?

- Creo que debe haber pasado en todos los pueblos, porque no había tantos japoneses en el país. Salvo en Buenos Aires donde había muchos. Los japoneses más cercanos vivían en Córdoba, así que no podíamos tampoco juntarnos con la colectividad.

- ¿Le fue difícil hacer amigos? - Mis amigos fueron los Grosso. Todos ellos,

Pucho, Cacho y Tito. También el arquitecto Magistrello. Tengo el gran orgullo de ser amigo de ellos. Estoy acá porque me invitó Magistrello a una celebración familiar.

- ¿Mantiene las costumbres japonesas todavía?

- No hablo japonés. El no saber japonés fue muy importante en mi vida posterior. Porque no pude integrarme totalmente a la colectividad. Si lo hubiera hecho, tal vez hubiese encontrado alguna japonesita. Me quedé soltero y no me quejo (risas). Pero tengo una gran afición por la comida japonesa. Con los palitos como todo el mundo y el pescado crudo.

- ¿Hasta qué año vivió aquí?

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- En el año 49, papá se cansó del café y nos volvimos a Buenos Aires.

- ¿Por qué se cansó? - Cambiaron las cosas, la relación laboral con

los empleados y otras cosas por el estilo. Se dedicó a elaborar comida japonesa y yo la repartía por Burzaco, donde había una colectividad japonesa muy grande. Mamá era cocinera de un segundo nivel en Japón, aunque no era profesional. Hacía dulces muy lindos y raros como el dulce de poroto.

Bien sanfrancisqueño

Roberto Tanaka tiene especial admiración por la

figura del doctor Raúl G. Villafañe: “Villafañe se recibió de

médico en 1927, el año que yo nací. Fue mi médico y el de

mi hermana por muchos años. Junto con el Dr. Carrá fue el

médico de mi familia. Carrá era un médico de alma y

Villafañe era más romántico. Cuando nos enfermábamos,

nos llevaban al dormitorio de papá y mamá, que era el que

estaba mejor puesto y llamaban al médico. Cuando Carrá o

Villafañe nos revisaban, papá estaba parado en la puerta

con el dinero en la mano y mamá con la botella de alcohol

puro y una toalla. Cuando terminaban de auscultarnos,

mamá le ponía alcohol en las manos y el médico se secaba

con la toalla. Papá quería entonces pagarle. Ninguno de los

dos médicos nos cobró nunca un centavo. Después leí los

libros de Villafañe. El primero fue Charlas de Aldea que me

lo robaron en Córdoba. Siempre quise recuperarlo. Por años

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busqué ese libro. Recorrí viejas librerías de Buenos Aires,

pero no lo conseguí hasta el año pasado. Alguien me dio la

feliz idea de buscarlo en la Biblioteca Popular. Me lo

fotocopiaron y ahora lo tengo. También tengo el libro de

Joaquín Martínez, el libro de Gilabert y el de Omar

Valentini. Todos hablan de San Francisco. Y en algunos

casos mencionan al café Tokio de papá”.

- ¿Hay alguna otra razón por la que vuelve a San Francisco cada año, además de reunirse con sus compañeros de promoción?

- Cada año que vuelvo a San Francisco encuentro algo distinto. Ver, por ejemplo, la playa del ferrocarril convertida en el Centro Cívico es muy importante para mí. Porque en ese lugar, todos los sábados al mediodía esperábamos la máquina “petrolera” en la estación. Traía todas las revistas de historietas. Hay que pensar que hice los cuatro años de la escuela Normal pasando todos los días por la pasarela que hoy está en barrio La Milka. .Esto es parte de mi vida. Hace poco tiempo, caminando por Buenos Aires, una mujer estaba sentada, se levanta y me dice “Tanaka”. ¿Cómo sabe que soy yo?, le pregunté. “Usted me dio clases en la escuela Normal”, me dijo. Después entendí: el único practicante japonés era yo. Se podían olvidar de las demás caras, pero no la del japonés.

- Entonces, hay un afecto especial por la ciudad.

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- Hay que haber vivido. Hay que tener el pasado que tuvimos. Hay que haber vivido la infancia que yo viví en San Francisco con amigos entrañables. Todos los recuerdos se almacenan y cuando uno tiene esta edad se da cuenta de lo que fue vivir aquí. Entonces, es ahí cuando uno más quiere a San Francisco.

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Cantan las piedras y las

almas. Y miran los

hombres con mirar

fraterno. Y las madres

sonríen y los niños

juegan. Solar feliz de

una raza bendecida.

Suelo de promisión y

de concordia.

(Charlas de aldea, pág. 118)

Page 32: Charlas locales en la aldea global

NUESTRA MÚSICA

El maestro Rubén Guarnaschelli

dejó su impronta en el Coro Polifónico

municipal. Cada tanto regresa desde

Austria –donde se halla radicado- para

nutrirse de las profundas amistades que

sembró por aquí.

Blanca Blom, fue directora del Coro

Polifónico municipal que en 2006 obtuvo

el máximo premio cultural de la ciudad: el

San Francisco de Asís. Cuatro décadas en

la agrupación son suficientes argumentos

para que sus sensibles y profundas

reflexiones inviten también, desde la

música, a pensar.

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33

El orgullo de sembrar

amigos con el canto

ace 56 años que andamos por la vida juntos.

Somos de una raza especial. Si vuelvo a nacer

quiero tener los mismos padres, quisiera

estudiar música otra vez y encontrarme nuevamente con

Rubén, aunque mi hija diga que sería muy aburrido”. Las

risas coronaron el comentario de Vilma de Biasio, la esposa

del maestro Rubén Guarnaschelli. Esas palabras resumieron

los sentimientos de amor y amistad que el ex director de

nuestra máxima agrupación coral supo transmitir a lo largo

de tres décadas.

Guarnaschelli, luego de estrecharse en largos abrazos

con algunos miembros “históricos” del Coro Polifónico

Municipal, en lo que constituyó un alegre y emotivo

reencuentro, relató su satisfacción por volver a encontrarse

con viejos amigos, reseñó la génesis de la nueva experiencia

coral que inició en Austria y volvió a exhibir su humildad,

su espíritu inquieto y generoso. El mismo que supo insuflar

a los coros que dirigió, imponiendo su impronta y dejando

enseñanzas perennes y recuerdos conmovedores.

Se radicó en Austria para estar cerca de su hija Nury,

una intérprete que brilla en la Orquesta Sinfónica de la

“H

Page 34: Charlas locales en la aldea global

ORF, el sistema de radio y televisión de Viena. Al poco

tiempo, el coro Eurolatinoamericano era una realidad, pues

Guarnaschelli no puede con su genio. Su carácter vivaz le

permitió relacionarse enseguida con emigrantes como él

provenientes de varios países de América. Su pasión por la

música coral hizo el resto.

El nacimiento de la agrupación coral que canta todo

su repertorio en español fue, para Guarnaschelli, “una

especie de renacimiento. Porque volví a dedicarme a lo que

creía que no iba a dedicarme más. Fue todo un

acontecimiento”. Además, cantar música latinoamericana –

que gusta mucho en Europa- es también “un modo de

integración”.

El ex director del Coro Polifónico se entusiasma

cuando habla de su nueva agrupación. Y hace ostensible su

humildad cuando se lo convoca a hablar de lo que ha

dejado en todos estos años dirigiendo coros en Santa Fe,

Rafaela y San Francisco. “Espero que haya dejado sembrado

algo”, sostiene, aunque “el orgullo es tener amigos; es el

capital más grande que uno puede tener”.

- ¿Cómo es el reencuentro con los integrantes del

Coro Polifónico después de varios años?

- Siempre es un gran gusto, una alegría el reencuentro

con personas del coro en el que trabajé durante 30 años.

- Debe ser una satisfacción que se lo reciba así

luego de haber trabajado con ellos durante tanto

tiempo.

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Charlas locales en la aldea global

35

- Indudablemente. Además, con los medios

electrónicos de hoy, es continua la comunicación. Ellos me

“aggiornan” sobre lo que está pasando acá coralmente.

Tenemos contacto permanente con este grupo maravilloso

de gente.

- En Viena parece que no perdió el tiempo. ¿Cómo

ha sido eso de fundar un coro latinoamericano en tierras europeas?

- Es un coro que yo lo fundé después de irme. El último coro que dirigí en la Argentina fue en Rafaela. Dejé de dirigirlo en diciembre de 2002 y nos fuimos a vivir a Viena, por “presión” de nuestra hija, que hacía años que nos instaba a que nos fuéramos. Ella hacía mucho que nos impulsaba, pero yo no quería dejar los coros. Ella está haciendo una gran carrera. Fue becada cuando tenía 17 años a la Orquesta Filarmónica de Berlín. Años más tarde ganó un concurso en Stuttgart, después concursó en Viena, en la Sinfónica de la Radio de Viena. En este momento es el primer corno de esa orquesta. Nunca pensé que iba a seguir con la actividad coral allá. Pero me dieron un empujón, mi hija, mi señora y una argentina que vive allá y decidí que la única forma en que podía dirigir una agrupación allá era fundando un coro Eurolatinoamericano. Es un coro que se dedica a difundir la música de Latinoamérica. Fue así, se hizo la convocatoria, se fue formando y para mediados de 2004 adquirió forma.

- ¿Todos los integrantes son emigrantes

latinoamericanos?

Page 36: Charlas locales en la aldea global

- El coro está compuesto por 34 personas. La mitad son europeos: austríacos, suecos, polacos, españoles y la otra mitad son latinoamericanos de países diferentes: Perú, Chile, Guatemala, Uruguay, Argentina, Brasil, Ecuador, México, Colombia y Venezuela. Es una experiencia lindísima.

- ¿Fue complicado, en una ciudad tan musical

como Viena, “insertar” a un coro latinoamericano? - No. Conseguimos mucho apoyo. En Viena se hace

todos los años el festival coral navideño, entre noviembre y diciembre. Durante un mes actúan 200 coros de todo el mundo. Pedimos la inscripción y a los organizadores les interesó mucho el programa latinoamericano que hacíamos y nos invitaron a participar de ese festival. Ahí fue donde el coro nació. Todo el repertorio se canta en español. Los austríacos estudian español y lo hablan. Además, mucha gente viene para hacer la experiencia de cantar en español, porque tiene interés en la música latinoamericana. Por otra parte, el coro tiene proyectada una gira por la Argentina que abarcaría San Francisco, Rafaela, Santa Fe, Paraná y Montevideo. Está casi todo arreglado. Estaríamos saliendo de Viena el 14 de septiembre. Está todo arreglado. Falta sólo que paguemos los pasajes de avión. Pero pronto decidiremos también este tema.

- ¿Qué significó para Rubén Guarnaschelli el

haber formado un nuevo coro? - Yo digo que para mí fue una especie de

renacimiento. Porque volví a dedicarme a lo que creía que no iba a dedicarme más. Fue todo un acontecimiento.

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Charlas locales en la aldea global

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- En Europa hoy se discute mucho sobre el tema de la discriminación y la xenofobia. La música ha demostrado ser un camino para la integración. ¿Cómo se vive esta experiencia latinoamericana?

- Claro que la música es un modo de integración. Es indudable. Pero la música latinoamericana está muy bien conceptuada en Europa. Además, les gusta muchísimo este tipo de música. Cuando canta el coro siempre es un éxito. Y no hablo de calidad porque no somos el mejor de Viena, ni del mundo. Es un coro que está en formación, pero que va siempre hacia adelante. La música que hacemos gusta muchísimo. Además, hacemos conciertos a beneficio. El último que hicimos en Salzburgo, en enero pasado, fue a beneficio de escuelas del Perú, organizado por instituciones peruanas existentes en Austria.

- Es decir que se cumple además un fin altruista. - Claro, claro. Nosotros estamos para eso también.

Concierto benéfico que se organiza, nosotros estamos dispuestos a participar. El coro no cobra nada. En otro tipo de conciertos, el coro cobra. Pero sólo lo hace en caso de que el recital no sea a beneficio. Cuando hay beneficios, no cobramos nada.

- ¿Qué sensaciones tiene al volver a las ciudades

en las que dirigió? - Hemos dejado muchísimos amigos. Reencontrarse es

una alegría siempre.

Page 38: Charlas locales en la aldea global

- También ha dejado su impronta. El coro de Rafaela lleva su nombre y la sala de ensayos corales de la municipalidad también.

- Espero que haya dejado sembrado algo, tanto acá como en Rafaela. El orgullo es tener amigos. Es el capital más grande que uno puede tener.

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Charlas locales en la aldea global

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Blanca Blom, ex directora del Coro Polifónico Municipal

Un merecido

reconocimiento a

la trayectoria y a la

honestidad

n una ocasión un estudiante expresó a su maestro

que no entendía la música de un cierto período

histórico. El maestro lo miró y respondió: “La música

no se entiende, se disfruta…La música es un tipo de

pensamiento”.

Blanca Blom, directora del Coro Polifónico Municipal,

ha disfrutado de la música durante los cuarenta años de

existencia de la agrupación. Y, también desde la música,

reflexionó sobre la trascendencia que el coro ha adquirido

tanto en la ciudad como en el país y en el exterior. Su

jerarquía musical y su aporte indiscutido a la cultura de San

Francisco determinaron que –precisamente en el año en

que se cumplen 4 décadas de su nacimiento- el Coro

E

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Polifónico recibiese el Premio San Francisco de Asís a la

Cultura.

La impronta musical, artística y cultural de la

agrupación coral más importante de la ciudad tuvo así su

merecida recompensa. Porque fueron 40 años de trabajo

ininterrumpido, de crecimiento constante y de exhibir en

forma permanente muestras de amor y vocación por la

música.

Mientras trabajaba como docente, Blanca asistió a la

prueba de voces que se desarrolló en marzo de 1967 en el

local de lo que era la Biblioteca Popular. Desde aquel

momento el Coro Polifónico pasó a formar parte de su vida.

Tanto, que compartió todos los momentos, todos los viajes,

la gran mayoría de los conciertos y, como corolario, fueron

sus propios compañeros los que le pidieron que asumiese la

dirección cuando se retiró el maestro Rubén Guarnaschelli,

hace ya diez años.

Blanca Blom dijo que estas cuatro décadas fueron

siempre “de crecimiento y compromiso”. Esto ha permitido

que el Coro Polifónico haya recorrido, salvo el sur, todas las

provincias del país y haya actuado en los escenarios más

importantes del exterior.

Dijo sentirse “completamente satisfecha de lo que el

coro me brindó y de lo que yo pude hacer con ellos. Yo digo

que es mutuo. Ellos sin un director no pueden hacer nada,

pero si ellos no colaboran con el director, tampoco. Es un

trabajo en equipo”. Tan identificada se siente con la

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agrupación que admitió que “no hubiera dirigido otro coro

de adultos. Esto fue porque me lo pedían mis amigos”.

“Recibir el premio San Francisco de Asís a la cultura

me hace reflexionar que valió la pena todo lo que hicimos.

Lo que más valoro es la fundamentación que dieron para

otorgar el premio: es la trayectoria, es la honestidad que

hemos tenido, la honestidad musical, la forma en que

representamos a la ciudad”, acotó orgullosa.

En cuanto al futuro de la agrupación, dejó entrever

que quizás su actividad como directora finalice en corto

plazo pero habrá “otros cuarenta años de coro porque la

música no tiene tiempos y siempre habrá gente con

intereses de integrarlo”

- Hacer el balance de un año resulta a veces complicado. Imagino que será difícil hacer uno similar para 40 años de trayectoria en el coro…

- Es que ningún año fue igual. Me acuerdo del primer año con Kohout. Fue una impresionante tarea. Trabajamos apenas 6 meses y unos días para la primera presentación. Fue un trabajo con mucho compromiso, con mucha responsabilidad. Éramos la mayoría muy jóvenes, pero eso no obstaba. Al año siguiente, a Kohout lo encaminan a formar el coro de niños y apareció Rubén Guarnaschelli, que es el “Dios” que nos acompañó durante 29 años. Desde ahí, ningún año quedó sin trabajarse como el primero. Es decir, siempre trabajo y cada año crecer más.

Page 42: Charlas locales en la aldea global

- Siempre se trató de un desafío para sus integrantes.

- Claro que era un desafío. Porque siempre ha sido un coro enteramente vocacional. A partir de la Misa Criolla nos animamos a hacer la ópera en otro año. Es decir, todos los años fueron de crecimiento y compromiso. Recuerdo habernos atrevido, a los pocos años, a hacer un papel muy digno en uno de los pocos concursos en los que intervinimos en estos 40 años, en Tucumán en el 69. Un año antes presentamos por primera vez la Misa Criolla en la Plaza Cívica de San Francisco.

- ¿Es el Coro Polifónico el elenco artístico más representativo de San Francisco?

- Yo digo que sí. Porque ha trascendido fuera de la ciudad. Salvo el sur no nos ha quedado provincia por visitar. Por ejemplo, me acuerdo, allá por los años 70, haber ido a Catamarca y actuar en el teatro principal de esa ciudad para un 25 de Mayo. Nuestro coro abrió el festejo con el Himno Nacional. Claro que éramos el único coro. Después se multiplicaron y en buena hora que así sucedió. Además, el coro ha trascendido fuera del país. Siempre con el aval de la embajada. Llevábamos la representación de la ciudad, pero también del país.

- ¿Cómo fueron estos diez años al frente de la agrupación?

- Fue un desafío muy grande para mí. Al retirarse Rubén, el coro pidió que yo fuera la

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directora. Ya había sido preparadora de voces y subdirectora. A la vez era coreuta. En ese momento dijeron que me querían a mí en la dirección. No era fácil. Era salir de la tarima y pasar al frente, dirigiendo a todos mis íntimos amigos. Porque otra cosa que el coro ha conseguido es que formáramos un núcleo humano impresionante. Me acuerdo el problema de elegir qué repertorio cantar, mantener mucho del que teníamos. Pero aportar algo de lo que a mí me interesaba y tratar de ganar el respeto de mis compañeros, porque el cariño ya existía. Cualquier director necesita que lo respeten.

- ¿Le costó conseguir el respeto de sus compañeros?

- Esto no fue muy difícil, porque yo siempre me brindé. Lo mismo que en el tiempo en que dirigí el Coro de Niños tuve una entrega total. Porque, además, fue mi vocación más grande. Pero la dirección del Coro Polifónico fue algo realmente hermoso. En el primer año lo tomé con mucho miedo. Ya en el año 98 nos invitaron los Opus Cuatro en el Teatro San Martín de Buenos Aires y yo tenía que dirigirlo. Era mi primera participación importante como directora. Compartimos con ellos el escenario. Ellos ya nos conocían, pero con Rubén como director. Así que las dudas estaban.

- “Ya no está Guarnaschelli, cómo será con esta mujer”, habrán pensado…

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- El hecho de ser mujer es complicado. No frente a niños, sino frente a adultos. Es que muchos varones del coro fueron siempre el apoyo de Rubén. Trabajaron muy bien en la comisión cooperadora. En esa ocasión, cuando cantamos con los Opus Cuatro, uno de los amigos del coro me dijo: “No te vas a c…, ahora”. Todo lo contrario, en esas oportunidades es cuando te aflora todo lo que tenés adentro. Lo mismo le pasó al coro. Porque fue recíproco. Ellos querían apoyarme. Y fue una experiencia muy linda. A partir de allí, repusimos el Gloria de Vivaldi, preparamos los conciertos cuando cumplimos 35 años donde hicimos La Utopía, abordamos a Piazzolla y llegamos a hacer el Magnificat de Bach.

- Teniendo en cuenta que su verdadera vocación es la de enseñar a los niños, ¿hubiera dirigido otro coro de adultos?

- No. No hubiera dirigido otro coro de adultos. Esto fue porque me lo pedían mis amigos. Ye siento completamente satisfecha de lo que el coro me brindó y de lo que yo pude hacer con ellos. Yo digo que es mutuo. Ellos sin un director no pueden hacer nada, pero si ellos no colaboran con el director, tampoco. Es un trabajo en equipo. Por otra parte, yo tengo muchos años de docente. Tengo mucho “feeling” con los chicos. Los más pequeñitos siempre me encantaron y cuando venían más grandes también me sentía capaz de llegar a ellos. Aparte, con los chicos se logran cosas maravillosas. Claro que en la época en la que yo dirigí el Coro de Niños, los chicos eran diferentes. Ahora tienen demasiados

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estímulos. En aquel tiempo, ellos llegaban al ensayo y abrían los ojos. Era todo asombro.

- ¿Cómo fue el año de los 40? ¿Está satisfecha con lo que hizo el Coro este año?

- Este año se festejó con todo. Y se trabajó mucho para celebrar los 40 años. Trajimos a Raúl Giménez, vino el coro de Guarnaschelli, convocamos a ex coreutas, hicimos una gala de la ciudad muy emotiva porque nos juntamos con mucha gente que hacía años que no estaba en el coro y que vino muy feliz a cantar.

- Y se coronó con el premio. - Recibir el premio San Francisco de Asís a la

cultura me hace reflexionar que valió la pena todo lo que hicimos. Lo que más valoro es la fundamentación que dieron para otorgar el premio: es la trayectoria, es la honestidad que hemos tenido, la honestidad musical, la forma en que representamos a la ciudad. Es un premio que nos hace sentir muy orgullosos de haber pertenecido tantos años al coro.

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Quien conoce a mi

pueblo descubre cada

día, en su plácida

expresión de bonanza,

la exteriorización de un

piadoso y emotivo

estado espiritual

(Charlas de aldea, pág. 123)

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Charlas locales en la aldea global

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EL ARTE: BORGARELLO EN EL RECUERDO

Gerardo Trotti, reconocido artista

plástico sanfrancisqueño que desde

muchos disemina su talento por Europa,

habló de su trabajo de escenógrafo, dio

detalles de una ambiciosa obra que le ha

insumido sus últimos años de trabajo,

recordó a sus maestros, en especial a

Pablo Borgarello y dejó su visión sobre la

actividad cultural

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“Borgarello me abrió a la

experiencia del arte”

a mitad de su vida la ha vivido en el exterior. Cada

tanto vuelve a San Francisco para reconocerse en las

raíces que le dieron sustento a su trayectoria como

artista plástico. Durante muchos años fue uno de los

diseñadores de escenografía teatral más importantes de

España. Hoy está abocado de lleno a un proyecto artístico

en el que intenta unir su visión sobre la historia del arte con

la ciencia y la tecnología.

Gerardo Trotti viajó a Europa hace 26 años para

realizar un master en Arquitectura y estudiar inglés. No

completó ninguna de las dos cosas. El arte lo atrapó

definitivamente porque, según su óptica, es “trabajar con la

creación, estar frente a un trabajo que consiste en saber

escuchar, saber ver, en poder trabajar una obra y la misma

obra te va indicando, te va pidiendo, te va necesitando”.

Porque para Trotti, “una cosa es el arte y otra son los

artistas”. Resumió su idea así: “El arte ha estado necesitado

de artistas. Pero si miras la historia del arte, a veces es

independiente de los artistas. Quiero decir que si uno lee

las obras, éstas nacen en un tiempo determinado y en una

situación determinada. Los artistas son una especie de

L

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49

sensores de esos tiempos que permiten que esa obra esté

ahí y sea realizada”.

Está terminando una obra artística que le ha insumido

mucho tiempo durante los últimos cinco años. Acerca de

ella explicó que “son obras pintadas que dejan de ser

pintadas en el momento en el que las coloco en una cajas,

en donde el espectador entra y a través de un trabajo con

luces (un sistema de lets: esas luces rojas que indican que

un aparato está funcionando) vive distintas experiencias. A

partir de programas de iluminación, coordino los

movimientos para la obra. La obra tiene unas cualidades

que aceptan, de alguna manera, la iluminación. Es bastante

complejo de explicar. Pero en todo caso es una experiencia

diferente que va a tener el espectador”. Todavía no está

definido dónde la expondrá, porque por sus dimensiones

requiere de un espacio importante, pero dijo que en los

próximos dos meses estará definida la cuestión.

Trotti comentó que de no haber emigrado a Europa,

su vida junto al arte “hubiese sido diferente. No sé qué

hubiese sido. Aquí hubiese hecho otro tipo de trabajo. Hay

una experiencia que he tenido en museos, en galerías, en

bienales, en exposiciones, que aquí no las hubiese tenido.

He podido aprender, descubrir y comparar. Aquí falta eso”.

De todos modos, no renegó de la educación que recibió en

el colegio Sagrado Corazón, señalando que “seguramente

fue muy buena”, porque le permitió “incorporar conceptos”.

Dijo que “nos movían en nuestro interior para que

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pudiésemos relacionarnos con el mundo”. También recordó

a su maestro: Miguel Pablo Borgarello. “Me abrió a la

experiencia del arte. Me mostraba libros y libros de arte.

Incluso algunos que él había armado. Me contaba una

historia, un cuento, como una mamá le cuenta a su hijo.

Cuando después voy a Europa y me encuentro con la

verdad sobre la mesa, la experiencia fue maravillosa”, dijo.

- Fuiste alumno del maestro Borgarello. ¿Cómo lo recuerdas?

- Era primo de mi madre y trabajé con él mucho tiempo. Me abrió a la experiencia del arte. Me mostraba libros y libros de arte. Incluso algunos que él había armado. Me contaba una historia, un cuento, como una mamá le cuenta a su hijo. Cuando después voy a Europa y me encuentro con la verdad sobre la mesa, la experiencia fue maravillosa. Este año estuve justamente en Ámsterdam viendo lo que me faltaba de ver de Rembrandt, que fue un personaje muy interesante para mí. Desde pequeño sabía en qué año había nacido, cuando había muerto, con quién se había casado. Era como un amigo. Con Borgarello aprendíamos eso”.

- ¿Cómo relatas 26 años de experiencia

junto al arte en Europa? - La mitad de mi vida la pasé en el exterior. Me

fui a hacer un máster en Arquitectura que no hice. Y también a estudiar inglés, lo que tampoco hice. Cuando me fui a Europa, me fui con una idea que no llevé adelante. Tuve otro tipo de experiencias y me

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llevaron para otros campos. Me interesó el tema de la pintura y del arte. Vivía en Londres en el año 81 y partir de ahí dije qué hago. Tenía oportunidades de quedarme en Europa o irme a Estados Unidos. Al final me fui a París. Estuve allí 4 años aproximadamente. Me relacioné allí con gente que construía escenografías, tarea que me pareció muy agradable, porque se utilizaban técnicas relacionadas con las artes escénicas.

- Luego llegaste a España. - Cuando me fui a España, ya había conocido a

Lourdes, mi mujer. España es la rótula entre Europa y América. Llegué en el momento justo de mi vida. Allí conocí algunos amigos en la calle, uno de ellos detrás de una tienda de bellas artes y nos agrupamos para hacer pintura y escultura en principio. Pero también teníamos que ver qué hacíamos con nuestra vida. Surgieron algunos temas escenográficos y constituimos una sociedad que empezó a realizar cantidad de escenografías. Desarrollé a nivel de escenografía, 50 a 60 óperas, más de 150 obras de teatro, otro tanto de zarzuelas y comedias musicales. Me fue muy bien hasta un momento en el que ya no me interesaba tener talleres porque era como reiterativo. Me pedían que bajara costos y bajara calidad. Yo bajaba costos y no bajaba calidad, lo cual era contradictorio a nivel de empresa. Hace tres años que dije no tiene sentido esto y tomé la decisión de cerrar los talleres, donde llegaron a trabajar más de 40 personas.

Page 52: Charlas locales en la aldea global

- ¿Cómo es el trabajo hoy, sin taller? - Hoy estoy sin taller, pero dedicado a lo que

siempre he hecho en forma paralela: el arte. El Arte con mayúsculas. Porque en el trabajo de escenografías estás “al servicio de”: si hago la escenografía de “Carmen” de Bizet, tengo que trabajar para Bizet. Y a veces te encuentras que no se está trabajando para Bizet sino para el ego de unos u otros. A mí esa forma de trabajar no me interesaba. El trabajo de escenografía está destinado a enriquecer la obra. Es un trabajo en equipo. Lo que no es muy sencillo. Porque surgen los deseos personales y los egos. Eso lo fui dejando de lado.

- ¿Qué significa trabajar con el arte? - Cuando se dice trabajar con el arte suena un

poco especial, pero es así. Trabajar con la creación, estar frente a un trabajo que consiste en saber escuchar, saber ver, en poder trabajar una obra y la misma obra te va indicando, te va pidiendo, te va necesitando. Estoy hoy más dedicado a lo que es un proyecto que comencé en el 2001. Lo puedo llamar pictórico pero hay montajes, maquetas. Está bastante avanzado. Es una obra que está basada en la historia del arte y llevada hacia nuestros días o hacia el futuro. La idea es una unión entre pasado y futuro unidos en un presente. Estoy centrado en este trabajo.

- ¿Qué características principales destacas del trabajo?

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- Son obras pintadas que dejan de ser pintadas en el momento en el que las coloco en unas cajas, en donde el espectador entra y a través de un trabajo con luces (un sistema de lets: esas luces rojas que indican que un aparato está funcionando). A partir de programas de iluminación, coordino los movimientos para la obra. La obra tiene unas cualidades que aceptan, de alguna manera, la iluminación. Es bastante complejo de explicar. Pero en todo caso es una experiencia diferente que va a tener el espectador.

- ¿La idea principal pasa por repasar la

historia del arte? - No. La historia del arte la pude hacer porque

tengo la capacidad para hacerlo. Así como hay gente con capacidad para escuchar música, que yo no tengo. Pero en cuanto a lo visual sí. Es un don que me ha tocado y lo he desarrollado Lo que creo que es importante en este proyecto es que intento traer la ciencia al arte. Para mí es una unión importante en este momento. La ciencia se ha manejado con el experimento y ha tenido escasa consideración a la persona que hace el experimento. La persona está involucrada, pero siempre se ha quedado fuera. En este caso, traigo la parte científica al arte. Una parte muy lógica, muy racional, donde el sentimiento, el alma o el espíritu están en otro nivel. Esa unión que intento conscientemente es lo que, creo, tiene de importante este proyecto. Además hay un trabajo importante con el color. El color como movimiento.

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La persona puede tener distintas experiencias a través del color. Y en esta obra, las va a tener.

- ¿Qué rol tiene hoy el artista, cuando se

desvanecen las utopías y predomina el desencanto posmoderno?

- Una cosa es el arte y otra son los artistas. El arte ha estado necesitado de artistas. Pero si miras la historia del arte, a veces es independiente de los artistas. Quiero decir que si uno lee las obras, éstas nacen en un tiempo determinado y en una situación determinada. Los artistas son una especie de sensores de esos tiempos que permiten que esa obra esté ahí y sea realizada. A veces, el artista no tiene una relación de sensibilidad con su época sino está en relación con lo que él necesita sacar fuera. En esto hay que tener cuidado, porque hasta determinado momento puede ser muy positivo, pero luego muy reiterativo. Por ejemplo, escuché hace poco un reportaje a un artista que decía que “estoy contento porque a esta altura de mi vida vivo de la pintura”. Creo que no hay que vivir de la pintura. En todo caso hay que vivir para la pintura.

- Cuando hablas de “sacar fuera”, el contexto que rodea al artista tiene influencia.

- Exacto. Somos seres sociales. Tenemos que vernos haciendo las cosas. Normalmente el mayor problema que yo encuentro es que uno se expresa pero no se ve expresándose. Con lo cual, esa obra ha salido de uno pero el cómo sale de uno es más importante que el qué está saliendo. A partir de ahí

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se puede avanzar a nivel de trabajo. De la otra forma es entrar en un qué repetitivo. Es un tema de imagen. La imagen en sí misma no interesa, sí lo que está detrás de la imagen.

- ¿Hay una intención pedagógica en tu trabajo?

- Tengo varios escritos sobre arte y experiencias personales. Y cada vez tengo más clara la situación. Al hablar de arte es bastante sencillo si tienes delante una obra. Porque de lo contrario es un poco abstracto. Hablar de arte sin una referencia del objeto artístico es difícil para ser pedagógico. Cuando digo la obra, estoy diciendo la obra, no una reproducción de la obra. Podemos hablar de Rembrandt o de Velásquez y no tiene nada que ver la experiencia de estar frente a la obra de estos artistas que frente a una reproducción, por más buena que sea. Entonces, se pueden dar referencias. Borgarello fue un maestro que me enseñó mucho. Pero luego yo, ante la obra, empiezo a reconocer realmente aquello que me contaron. El ser pedagógico es para mí llevar inquietudes que luego se reconocen frente a la obra. No ocurre esto tanto con la música porque hay muy buenas grabaciones. Pero el arte visual es muy difícil porque se produce otro tipo de experiencias. Creo que no es el momento pero creo que llegará lo pedagógico en algún instante.

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- ¿Hubiese sido posible el mismo desarrollo artístico si no hubieses emigrado?

- Hubiese sido diferente. No sé qué hubiese sido. Aquí hubiese hecho otro tipo de trabajo. Hay una experiencia que he tenido en museos, en galerías, en bienales, en exposiciones, que aquí no las hubiese tenido. He podido aprender, descubrir y comparar. Aquí falta eso. De todos modos, si estás en el Louvre, no ves lo que pasa en Estados Unidos. Si estás en Estados Unidos, no ves lo que pasa en Japón. Es obvio. Hay momentos de tu vida en los que necesitas tener la experiencia. El arte está relacionado con un movimiento muy universal, por lo que pensar en la Argentina únicamente no tiene mucho sentido.

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Y brilló un fogón sobre

la pampa y se pobló de

rumores el monte,

hosco, sombrío,

taciturno; crujió el

algarrobal abatido por

el hombre y en cada

claro del boscaje se

engarzó la reja de un

arado.

(Charlas de aldea, pág. 16)

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LA RAÍZ CRIOLLA

El doctor José Perino fue un

defensor a ultranza de nuestras

costumbres. Vistió siempre como gaucho

y defendió con convicción esta

costumbre. La desvalorización del

significado del Día de la Tradición fue la

temática central de un diálogo reflexivo

en el que lamentó el desconocimiento

que tienen las nuevas generaciones sobre

las tradiciones y, especialmente, sobre el

personaje central: el gaucho.

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“Voy por la calle y los

chicos gritan:

¡Vení, mirá un cowboy!”

n un lúcido estudio socio cultural, el escritor

uruguayo Fernando Assuncao sostiene que “la

literatura y la historia convirtieron al gaucho en una

suerte de muñeca de trapo, a la que cada uno que la tomaba

en sus manos le quitaba de adentro un puñado de aserrín.

Es decir, le sacaba algo de su materia propia para

apropiárselo. Y siempre había aserrín para seguirle sacando.

Y así, la muñeca aún cuando siempre daba sustancia, cada

vez presentaba una imagen más blanda y más deforme”.

Como el gaucho es el personaje central de las

tradiciones argentinas, por analogía, también el Día de la

Tradición presenta cada año una imagen más blanda y

deforme, como consecuencia de un proceso en el que las

costumbres tradicionales se han ido diluyendo.

Sin embargo y pese a que hoy se lo toma como un

estereotipo for export, siguen existiendo gauchos en

nuestra inmensa pampa. En algunos sitios más que en

otros. Ciertamente, por nuestra región no hay tantos.

Quizás, entonces, por ser pocos, se los identifica más

claramente. Es el caso del médico veterinario José Perino. El

E

Page 60: Charlas locales en la aldea global

“Gaucho” Perino, uno de los fundadores de la agrupación El

Matrero y defensor ferviente de nuestras tradiciones.

Hace más de 40 años que este sanluiseño se radicó en

San Francisco, dedicándose a su profesión, pero también a

luchar para mantener vivas las costumbres, como los

“amargos” que amablemente cebó durante todo el diálogo.

Dolido porque el Día de la Tradición tiene menos

repercusión que Halloween en este tiempo, Perino brindó

su visión acerca de lo que significan las tradiciones para

mantener la identidad de un pueblo y se mostró

convencido de que aquella imagen blanda y deforme se ha

acrecentado como consecuencia de que ni siquiera en las

escuelas se trabaja el tema: “En los últimos años he notado

cómo se ha ido dejando la enseñanza de lo tradicional. No

se enseña más folklore, no se enseña nada de lo nuestro.

Los chicos ignoran hasta las fechas patrias. Entonces, si uno

no mama esto, no puede llegar a apreciar lo que son

nuestras raíces, nuestras costumbres. De a poco se van

alejando. Además, la gran influencia de los medios de

comunicación que tiran para el lado del comercio. Fíjese

que durante muchos años, para el Día de la Tradición, me

llamaban de escuelas y otros centros para que diéramos

charlas y lleváramos algunos elementos tradicionales del

gaucho. Pero hace tres años que no llama más nadie”, dijo

resignado.

Es más, Perino recordó que cuando recorre el centro

de la ciudad con la vestimenta tradicional del gaucho, los

chicos se gritan entre ellos: “¡Vení, mirá un cowboy!”. Sobre

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Charlas locales en la aldea global

61

este punto, la reflexión se impuso: “Que eso pase acá,

hermano. Porque con todo lo que criticamos a Estados

Unidos, ese pueblo sabe mantener sus tradiciones. Son

tradicionalistas al mango. A su manera, que será buena o

mala, pero es de ellos. Y ellos la respetan y la cuidan. Los

norteamericanos doman a su manera, montan los toros,

pero mantienen sus tradiciones”.

Admitió que quizás el gaucho se retrajo ante el

avasallamiento de los poderosos y que eso significó una

pérdida en el mantenimiento de las costumbres

tradicionales, puso énfasis en que cierta inmigración no se

“mezcló” con el criollo, destacó la importancia de la religión

en la tradición –especialmente en determinadas regiones

del país- y remarcó la influencia de los medios de

comunicación en la pérdida de los valores tradicionalistas.

Y dejó una advertencia: “Si no hay cambios, la tradición va a

terminar. Incluso las agrupaciones tradicionalistas se van a

terminar si esto no cambia”.

- ¿Por qué piensa que el Día de la Tradición no es una fecha tan importante hoy, al menos en esta parte del país?

- Aquí lamentablemente, la inmigración que ocupó el 90 por ciento de esta zona central del país, fue reacia y estuvo en contra del criollo. No sé si justificadamente o no. Yo tengo sangre piamontesa, pero me crié en San Luis, en un ambiente distinto a este, muy relacionado al campo. En aquella zona, el criollo era uno más de la familia. Mi padre tenía campo y la gente que trabajaba en mi casa era

Page 62: Charlas locales en la aldea global

integrante de mi casa. No era el “fuin” como se dice en esta zona.

- ¿Esto tiene que ver con el origen de las

corrientes inmigratorias? - Claro. Hay más influencia de sangre española

sobre el criollo. Por eso, en la provincia de Buenos Aires, La Pampa o el sur de Córdoba –donde hay muchos vascos- tienen centros tradicionalistas muy bien organizados, que son escuelas. Acá no se puede hacer esto. Alguna gente que se arrima a los centros tradicionalistas de esta zona llega para comer un asado o tomarse un vino. No es porque lo siente, no conoce y no quiere aprender.

- ¿Se nota esto mucho más en las

generaciones jóvenes? - Hay algunos jóvenes que podrían tener

interés. Yo lo he observado y comprobado. Pero hay otras circunstancias que impiden acercarse a las agrupaciones tradicionalistas. Por ejemplo, integrarlas hoy significa tener un caballo, un apero, pilchas para andar entreverado. Además de lo económico, tenemos que cuando ese chico entra a aprender algo, a poderse desempeñar, tiene que irse a la facultad. Hay algunos que vuelven cuando terminan sus estudios, pero hay muchos que ya no.

- ¿Qué rol le adjudica al sistema educativo

en la enseñanza de las tradiciones? - En los últimos años he notado cómo se ha ido

dejando la enseñanza de lo tradicional. No se enseña

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más folklore, no se enseña nada de lo nuestro. Los chicos ignoran hasta las fechas patrias. Entonces, si uno no mama esto, no puede llegar a apreciar lo que son nuestras raíces, nuestras costumbres. De a poco se van alejando. Además, la gran influencia de los medios de comunicación que tiran para el lado del comercio. Fíjese que durante muchos años, para el Día de la Tradición, me llamaban de escuelas y otros centros para que diéramos charlas y lleváramos algunos elementos tradicionales del gaucho. Pero hace tres años que no llama más nadie.

- Y hace diez días muchos chicos se

disfrazaron para festejar Halloween… - Eso a mí me pone mal que toda esa influencia

de afuera domine. Y que entre con tanta facilidad por los medios. Si prende la televisión, la gran mayoría de los programas son extranjeros. Si uno quiere ver algún programa con tradiciones argentinas, ¿dónde lo encuentra?

- ¿Qué cuota de responsabilidad ha tenido

el gaucho en esta situación? - No digo que tenga culpas o responsabilidades.

Pero quizás se retrajo ante el avasallamiento de lo de afuera. No peleó. No trató de superar lo de afuera, lo que lo fue metiendo para abajo. La influencia de los dominios extranjeros en su propio beneficio, ha hecho de que todo lo que sea tradición sea malo para ellos. ¿Qué hacían con el gaucho en la época del Martín Fierro?. Lo mandaban a la frontera, a los

Page 64: Charlas locales en la aldea global

fortines, a pelear con los indios. Algo que, en muchos casos, el gaucho no quería tampoco porque consideraba que los indígenas eran más afines. Lo dice el Martín Fierro: “Qué iba a hallar al volver, tan sólo la tapera”.

- Es decir, es el resultado de un largo

proceso histórico. - Viene de muchísimos años y se ha machacado

permanentemente. Por eso le digo que, en mi criterio, donde todavía se conserva mucho la tradición fue donde no hubo tanta penetración de la inmigración europea y el nativo se juntó con ese inmigrante, se amalgamó mejor. Usted agarra la parte de San Antonio de Areco, el sur del país, donde todos los fines de semana hay algo tradicionalista: un desfile, una fiesta, casamientos criollos, una yerra. Todo, manteniendo lo mejor posible la tradición. Soy fundador de El Matrero. Luché durante 25 años por mantener una línea tradicionalista. Y cuando aflojé, El Matrero casi murió. En un año se han realizado dos o tres reuniones, cuando antes hacíamos dos por mes. Siempre había actividad y ahora está hasta destruido el predio. Hace tres años que me retiré, un poco por cuestiones de salud y otro poco porque no podía pelear continuamente.

- Pese a esto, ¿son las agrupaciones

tradicionalistas y algunos festivales el último reducto de la defensa de nuestras costumbres?

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- Si no hay una orientación educativa, como hubo en alguna época en las escuelas, sí. Si no hay cambios, la tradición va a terminar. Incluso las agrupaciones tradicionalistas se van a terminar si esto no cambia. En cuanto a los festivales, van usurpando lo poquito que queda. Fíjese el detalle de cómo se ha venido metiendo música que no tiene nada que ver con las tradiciones en Jesús María. En Cosquín ni hablar. Pero en Jesús María, un festival bien auténtico de jineteada y folklore, meten cualquier música, con tal de que deje un mango más. Si Charly García asegura que les mete 50 mil personas una noche, seguro que lo llevan.

- Se trata, entonces, de importantes

decisiones políticas y sociales. - Claro. Si no hay una colaboración en generar

en conjunto actividades tradicionales, esto se va a ir muriendo. Porque dos o tres tipos solos no pueden hacerlo. Usted fíjese que en esta zona, uno de los grandes defectos que tenemos es que no hemos podido conformar una gran agrupación tradicionalista. Hay más o menos 20 grupitos, muchos de los cuales no tienen ni siquiera predio. Si no cambia la forma de pensar con respecto a la tradición, esta idea no puede prosperar. Además, estoy convencido de que la tradición tiene que entrar por el lado de la educación de la niñez y la juventud. Porque de otra forma no hay futuro.

Page 66: Charlas locales en la aldea global

- Hoy muchos chicos piensan que es ridículo vestirse de gaucho.

- A mí me han visto en el centro y escuché a los chicos gritarse entre ellos: ¡Vení, mirá un cowboy! Que eso pase acá, hermano. Porque con todo lo que criticamos a Estados Unidos, ese pueblo sabe mantener sus tradiciones. Son tradicionalistas al mango. A su manera, que será buena o mala, pero es de ellos. Y ellos la respetan y la cuidan. Los norteamericanos doman a su manera, montan los toros, pero mantienen sus tradiciones.

- Queda la imagen de que hoy el gaucho es

un estereotipo que sirve sólo para atraer turistas extranjeros.

- Eso es bueno. Que el extranjero se interese por este tipo de cosas es bueno. Porque da vida y da interés. Pero lo lindo sería que también lo valoremos también nosotros.

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67

Demos a la niñez los

estímulos elementales

que necesita toda

existencia para

fructificar. Protegidos

por la sociedad, felices

del terruño que los

recuerda, aprenderán

a amar que es, en

esencia, la suprema

virtud. Aprenderán a

gustar, a través de su

dicha, la sagrada

sensación de patria,

que es lumbre propia,

canción de cuna,

alegría de vivir

(Charlas de aldea, pág. 52)

Page 68: Charlas locales en la aldea global

FE EN LA EDUCACIÓN

Madre Angelina Romero, durante décadas, fue la imagen

representativa del colegio Inmaculada

Concepción. Hasta su fallecimiento

reciente vivió el retiro de su vida religiosa

en una comunidad de hermanas en la

ciudad de Córdoba. Habló sobre sus

recuerdos de San Francisco y no eludió

aquella controversia precipitó el retiro de

la congregación a la que pertenece. Aquí,

sus penetrantes conceptos sobre lo que

deberá ser en el futuro la educación en un

colegio católico.

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“Lo que siempre

interesará será la persona”

arzo de 1917. Las hermanas María Concepción

Caballol, Maria Carmen Alegret y María Salomé

Torres descendieron del tren y descubrieron la

aldea en la que iban ser las iniciadoras de una cruzada

educativa que acaba de cumplir 9 décadas de vida. Tenían

como objetivo principal la educación de las hijas de los

inmigrantes que llegaban a esta tierra en masa para forjar

una nueva identidad y una cultura sustentada en el trabajo,

el valor religioso y la educación.

Así, las misioneras de la Inmaculada Concepción

iniciaron un arduo trabajo educativo que marcó rumbos.

Los mismos rumbos que ese instituto mantiene hoy y

despliega hacia la comunidad desde su edificio tradicional,

“extenso y humilde, de constante y silenciosa voluntad

manifestada sin estridencias ni prisa, invariablemente

conciso, diáfano y sin disgresiones”, según palabras del

profesor Carlos Montiel.

A ese edificio llegó un día desde Tucumán madre

Angelina del Rosario Romero. Lo hizo convencida de que la

educación de los niños y jóvenes debía ser un proceso

constante, en el que las premisas básicas del accionar del

colegio católico debían sustentarse en aquellas mismas

M

Page 70: Charlas locales en la aldea global

virtudes que se expresaron durante 90 años en la manzana

formada por las calles Sáenz Peña, Yrigoyen, Gerónimo del

Barco y Echeverría.

Su avasallante personalidad generó siempre

sentimientos encontrados. Su perfil polemista también

originó recelos. Sin embargo, apaciguados los ánimos, su

presencia docente, su firmeza de carácter y su ejemplo

religioso inclinan la balanza a la hora del análisis.

Con 86 años a cuestas, madre Angelina hoy vive su

retiro en la ciudad de Córdoba. No están lejos aquellos

agitados días en los que se decidió que las hermanas

misioneras de la Inmaculada dejasen de ejercer su misión

en la ciudad. Sobre el tema, la ex directora del instituto

Inmaculada Concepción afirmó que “como dice el

Evangelio, nos retiramos. Sacudiendo el polvo de nuestros

zapatos y con mucha pena y dolor, dejamos la hermosa

misión de ayudar a formar jóvenes”. Agregó que “quedó

muy grabado en mí, que en todas partes es posible ser luz y

hacer conocer a Dios. Esto tranquiliza mi alma y rezo por

todos los que han participado, a favor y en contra, en

aquellos días y para que otros no tengan que enfrentar esta

dolorosa experiencia”.

Cuando se la consultó sobre qué recuerdo estima que

dejó luego de tantos años de trabajo en la comunidad de

San Francisco, respondió acudiendo a un refrán: “¿Quieres

saber quién te ama? Ponte en cama y verás quién te ama”.

Aquí en Córdoba tuvimos llamadas, cartas y visitas de

chicos y chicas, con sus papás. Con su presencia, nos

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manifestaban que han valorado nuestro andar misionero en

San Francisco. Esas experiencias sirven para crecer porque

cada vez que las aceptamos humanamente bien, son dignas

de ser recordadas en mi corazón”.

Agregó que, mediante cartas, “con la gente de San

Francisco había una comunicación que yo diría, sobre todo

al principio, era muy asidua”. Sin embargo, hoy ya no puede

hacerlo con frecuencia pues afirmó que tiene “los males

propios de los 86 años de vida”.

Sobre la misión que en el siglo XXI tendrán los

colegios católicos, madre Angelina expresó que tendrán que

“acoger a los más pobres, mejor, hacerles saber que no

cuenta lo que tenemos sino lo que queremos darles y que

vivan esa formación, que sientan que son escuchados,

comprendidos, amados, que se respire y practique la ley del

amor. Lo que siempre interesará a un colegio católico será

la persona”. Y recordó a todos los que trabajaron y trabajan

en el colegio Inmaculada: “Les aseguro que en el cielo y en

la tierra ya tienen su recompensa, porque fue mucha la

gente que dio su vida en él y la sigue dando”.

Finalmente, luego de reseñar cómo es su vida en la

actualidad, sostuvo que es una “religiosa que reza por los

amigos y los enemigos”.

- El colegio Inmaculada Concepción, en el que ustedes pasaron gran parte de su vida,

Page 72: Charlas locales en la aldea global

cumple 90 años. ¿Qué reflexión le merece este acontecimiento?

- Que hay que rever para valorar lo que fue y lo que es para la formación de los jóvenes. Es algo grande: su presencia, a los 90 años, no sólo puede obligar decir ¡cuánto cuesta mantenerlo!, sino dar gracias al Señor. Nosotras, a distancia, lo haremos de corazón junto a ustedes.

- ¿Cuál cree que debería ser el objetivo que mueva al colegio en el futuro, por decir, en los próximos 90 años?

- Un colegio católico debe estar bañado de las normas de la Iglesia. Acoger a los más pobres, mejor, hacerles saber que no cuenta lo que tenemos sino lo que queremos darles y que vivan esa formación, que sientan que son escuchados, comprendidos, amados, que se respire y practique la ley del amor. Lo que siempre interesará a un colegio católico será la persona. Les aseguro que en el cielo y en la tierra ya tienen su recompensa, porque fue mucha la gente que dio su vida en él y la sigue dando.

- ¿Cuáles son sus principales recuerdos acerca de San Francisco, de la escuela y de su comunidad?

- Los recuerdos que tengo de la ciudad son hermosos. Son tantos los buenos que hacen palidecer algún descontento, que no falta a un colegio, sobre todo cuando se está al frente de una dirección.

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- Precisamente, en su larga trayectoria han existido grandes alegrías y también muchos sinsabores. ¿Cómo atesora estas experiencias? ¿Piensa que la comunidad de San Francisco valora lo realizado por las religiosas?

- Hay un refrán que dice: “¿Quieres saber quién te ama? Ponte en cama y verás quién te ama”. Aquí en Córdoba tuvimos llamadas, cartas y visitas de chicos y chicas, con sus papás. Con su presencia, nos manifestaban que han valorado nuestro andar misionero en San Francisco. Esas experiencias sirven para crecer porque cada vez que las aceptamos humanamente bien, son dignas de ser recordadas en mi corazón.

- ¿Cómo es su vida hoy? ¿Se dedicó al estudio de la Biblia como lo había anunciado antes de retirarse?

- Mi vida hoy: soy religiosa que reza por los amigos y enemigos. Voy cada mañana una hora con las señoras del Hogar, rezo el Rosario con ellas y comentamos el Evangelio del día. Escribía. Con la gente de San Francisco había una comunicación que yo diría, sobre todo al principio, era muy asidua. Hoy ya no puedo hacerlo, tengo los males propios de los 86 años de vida. Participé en el curso de Biblia a distancia y lo terminé. En este momento, deseaba realizar correspondencia con los presos, pero no puedo hacerlo manualmente y la máquina la manejo muy mal, pero siempre hay un ángel que colabora llevando mis mensajes.

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- ¿Ingresan jóvenes a la congregación? ¿Hay problemas para encontrar vocaciones religiosas en la actualidad? ¿Qué problemas observa como los más acuciantes para la vida de las órdenes religiosas en el mundo de hoy?

- En la actualidad hay menos jóvenes que se atreven a abrazar la vida religiosa. Seguramente, los que vinieren serán jóvenes animosos y fortalecidos por el Espíritu. Las comunidades serán más pequeñas y totalmente renovadas. Como en los primeros tiempos de Cristo, hombres y mujeres se entregarán al servicio de los hermanos y harán conocer el Reino.

- ¿Se perderá la función educadora de las religiosas en el futuro si las vocaciones no son tantas? ¿

- No. En estos tiempos, nosotras vimos como la escuela, en manos de religiosos, actúa en la formación e información de los chicos. Habrá, en el futuro, misioneros y misioneras fuertes que sabrán transmitir de manera distinta o igual los valores de Reino.

- El retiro suyo de San Francisco fue un tanto traumático. Ello arrastró también quizás a la ya programada salida de las religiosas del colegio. A la distancia, ¿cómo observa aquel episodio?, ¿qué aprendió de él?, ¿actuaría del mismo modo?, ¿qué pensamientos tiene acerca de los protagonistas de aquella polémica?

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- A ninguna de las hermanas que estuvimos en el colegio Inmaculada Concepción de San Francisco se nos cruzó por la mente abandonar el lugar donde estábamos realizando nuestra misión evangelizadora. Eso sí, nos pusimos de acuerdo. Como dice el Evangelio: “Nos retiramos. Sacudiendo el polvo de nuestros zapatos y con mucha pena y dolor, dejamos la hermosa misión de ayudar a formar jóvenes”. Quedó muy grabado en mí, que en todas partes es posible ser luz y hacer conocer a Dios. Esto tranquiliza mi alma. Estoy integrada en otro grupo que me hace feliz. Rezo por todos los que han participado, a favor y en contra, en aquellos días y para que otros no tengan que enfrentar esta dolorosa experiencia.

Page 76: Charlas locales en la aldea global

Evocar el ayer lejano,

recordar a los

fundadores y primeros

pobladores de San

Francisco, es hacer de

cada corazón un altar

para bendecir sus

memorias. A la sombra

propicia de su esfuerzo

germinó la simiente, se

llenaron los graneros y

surgió el laborioso

colmenar de las

fábricas

(Charlas de aldea, pág. 17)

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LA NOSTALGIA ESTÁ EN LA VÍA

Hoy circula una formación por día en el

mejor de los casos. La planta de personal

se reduce a sólo dos empleados. El

edificio histórico parece haberse quedado

en el tiempo y denota signos evidentes de

deterioro. Aunque se lamentan por la

triste actual situación, Rodolfo

Neira y Edelmiro Juárez no se

resignan

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Recuerdos de una

vida junto al tren

as sombras se adueñan de la estación del Belgrano,

allá sobre calle López y Planes. El viejo reloj del

andén ya no tiene agujas en una de sus caras. Los

textos de los carteles añoran tiempos en los que los

pasajeros alzaban la vista para ubicarse. Incluso, alguno de

ellos –“Telegrafistas”, por ejemplo- son elocuente muestra

de un tiempo pasado, sepultado tras la irrupción de las

nuevas tecnologías.

El descascarado edificio se resiste a lo que parece ser

un inexorable final. Tan sólo dos personas hoy trabajan en

el lugar. Dos estoicos ferroviarios que aguardan el paso del

único tren que por día transita por las vías casi muertas.

El retrato desteñido de un San Martín joven, un mapa

de la Argentina, un hermoso reloj de péndulo, un armario

de los de antes y un pesado escritorio de madera tallada,

pero “con sus patas apolilladas” es la escenografía elegida

para el diálogo.

Rodolfo Neira dice que nació y se crió en el ferrocarril.

Por espacio de más de 30 años ejerció su oficio de

telegrafista en la estación del Belgrano. Se emociona

cuando rememora tiempos mejores.

L

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79

Edelmiro Juárez es el actual jefe de la estación. Un

puesto que, antaño, otorgaba prestigio e influencia social.

Su tarea hoy es la de recibir al único tren, controlar los

precintos de la carga e intentar el mantenimiento de lo

poco queda en pie.

Ferroviarios por convicción y por vocación, nuestros

entrevistados defendieron al tren como medio de

transporte, recordaron mejores épocas, se quejaron de las

políticas que desguazaron el ferrocarril y no pudieron evitar

ser pesimistas cuando se habló de la posibilidad de que lo

servicios retornen algún día.

La alegría de haber sido…

Rodolfo Neira comenzó el relato. Conocedor profundo

de la vida del Belgrano y de su entrañable estación, recordó

cómo se sucedían las jornadas repletas de actividad y de

trenes.

- Cuando vine en el año 1960, éramos 154 empleados. La estación tenía dos máquinas de maniobras que funcionaban las 24 horas. Una que hacía las maniobras para formar los trenes de carga y los de pasajeros. La otra máquina de maniobras hacía lo que llamábamos las “extras”: el cambista iba a atender los desvíos del molino Boero, de la Fábrica Militar, de la Fábrica Eternit (donde hoy funciona Sachs) y Corradi. También atendía el Molino Río de la Plata, la fábrica Tampieri y hacía el intercambio con el ferrocarril Mitre.

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- Además de toda esa actividad, el tren de pasajeros era habitual.

- Acá pasaban todos los trenes de pasajeros. El que venía de Buenos Aires hacia el norte corría todos los días y a la noche volvía. Después había tren a Santa Fe todos los días. El que venía de Santa Fe e iba a Villa María, que corría lunes, miércoles y viernes y martes, jueves y sábado de regreso. Lo mismo que el coche motor a Córdoba. También estaba el catamarqueño, que iba de Buenos Aires a Catamarca con la misma frecuencia. También estaban los trenes intermedia. Por ejemplo el que venía de Rosario a San Francisco. Paraba en todas las estaciones, era un “lechero”. Además corría el tren que iba de Buenos Aires a Córdoba y paraba también en todas las estaciones.

- La estación tenía vida propia… - Neira: Siempre estaba llena. El tren a Buenos

Aires era casi un martirio. Porque ya avisaban de Córdoba que venía completo y acá la gente protestaba. Era imposible decir que no se vendían boletos. Por altoparlantes se le decía a los pasajeros que si querían viajar lo debían hacer parados y viajaban lo mismo. Ese tren tenía camarotes. Alguna gente de acá aprovechaba y viajaba en camarotes. Por ejemplo, el señor obispo de aquel tiempo, monseñor Lira siempre iba a Buenos Aires en camarotes. Además, las maestras que daban clases en Monte Redondo, Quebracho Herrado o Prosperidad iban en tren, porque era el único medio. En aquel tiempo no había pavimento. También

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estaba el denominado “tren obrero” que circulaba entre San Francisco y Frontera, todas las mañanas.El ferrocarril, salvo en las huelgas, no se cerraba nunca. La boletería tampoco. Es que siempre había trenes.

- Juárez: En tiempos normales se cargaban aquí en San Francisco tres vagones por día de encomiendas. Es que todo se transportaba por ferrocarril

El dolor de ya no ser…

- ¿Cuándo comenzó la decadencia? - Neira: Fue progresiva. Con el tiempo empezó

a mermar. Sacaron el tren que iba a Rafaela y a posteriori, en el año 77, sacaron el ramal a Villa María. Además, ya los trenes de pasajeros no corrían todos los días, luego eliminaron el coche motor y así se fueron perdiendo los servicios. También se levantó el depósito de máquinas, la leñera y otras dependencias que funcionaban en Frontera.

- Todo fue producto de decisiones políticas…

- Neira: Por supuesto. La decadencia empezó con Martínez de Hoz. En ese tiempo empezó a caerse el ferrocarril. Se fue perdiendo el tráfico de pasajeros y la carga. Fíjese que esta estación era muy importante porque juntaba a 5 ramales y todos habilitados. El 5 de octubre de 1992 pasó el último tren de pasajeros.

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- Juárez: De allí a esta parte, se cerró la parte de encomiendas, las boleterías, se cerraron las barreras y empezaron a despedir a la gente.

- Neira: Se sintió mucho el retroceso. Cuando comenzaron a espaciarse las frecuencias, la gente fue dejando al tren. Es que cuando comenzó a correr sólo dos veces por semana, la gente no podía esperar. Tenía que viajar ese día y no cuando pasara el tren.

- ¿Cuántos trenes pasan hoy por la estación? ¿Cuánta gente trabaja?

- Juárez: Acá solamente hoy llegan trenes de carga. Un tren por día, que viene o va de Buenos Aires hacia Salta. Hoy trabajamos dos personas. Hacemos nuestro turno y si viene algún tren fuera de hora, lo atendemos.

- ¿Qué tareas se realizan hoy en la estación? - Juárez: Cuando viene un tren cargado,

tenemos que revisar los precintos. La carga que viene es azúcar y soja. No hay otra carga. Todo lo demás se perdió. Hace algún tiempo vino la firma Gaviglio a pedir que se le hiciera un desvío a su planta para que la producción de ellos salga por tren. Vino un ingeniero y dijo que las medidas no daban. Todo quedó en la nada.

- La historia dice que el ferrocarril hizo nacer pueblos. Y en los últimos años muchas localidades se volvieron casi fantasmas porque el tren no pasó más.

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- Juárez: Cierto. Los pueblos se fueron muriendo cuando el ferrocarril dejó de existir. De todos los ramales que existían, sólo quedó el que lleva a Salta.

- N eira: En todos los pueblos, el tren paraba y la gente del lugar vendía loritas, tortillas, artesanías. Es decir, el tren daba vida a la economía de cada comunidad y se fue destruyendo todo eso. Qué pueblo no tenía estación. Y ahora todo quedó en la nada.

- Es un tema conocido, pero no por ello menos verdadero. Mientras en el mundo el tren tiene éxito, en la Argentina se lo abandonó.

- Neira: Entiendo que en los países desarrollados el ferrocarril cada vez está más moderno. Y nuestras estaciones dan pena hoy. El ferrocarril tiene vagones para transportar lo que usted quiera. Es multiuso. Se puede transportar granos, hacienda, hay vagones frigoríficos y también para llevar autos. En el caso de la hacienda, cada estación tenía instalaciones con bretes para alimentar a las vacas. Estaba todo sincronizado.

- Juárez: El tren es un regulador importante del transporte. Imagínese si no hubiera trenes o subtes en las grandes ciudades, sería imposible circular por las calles.

- Neira: Yo siempre hago esta comparación. La vía que va de aquí a Córdoba no ocupa lugar, no molesta. Imagínese una máquina llevando 50 vagones de 30 mil kilos. O sea, lleva 1.500 toneladas

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con una máquina y dos personas. Usted para llevar esa carga por la ruta 19 de una sola vez tiene que ocupar 50 camiones con acoplado, pagarle a 50 choferes. Y, además, si se ponen en la ruta 50 camiones uno detrás del otro, ¿me puede decir quién pasa? Esta es una de las razones de la gran importancia del ferrocarril y, sin embargo, las autoridades no lo tienen en cuenta.

- Juárez: Si se reactivase el tren se ganaría en seguridad en el tránsito. No habría, a lo mejor, tantos accidentes en las rutas y también se protegería el medio ambiente porque es un medio de transporte ecológico.

- Ahora los anuncios hablan de la llegada del tren bala…

- Juárez: No sé si lo llegaremos a ver. De Buenos Aires a Rosario, seguro que algún día existirá. Pero por acá, no creo. Ojalá me equivoque.

- ¿Habrá que resignarse entonces a que las estaciones sean museos?

- Neira: Creo que sí. Por lo que se ve. - Juárez: Siempre han existido intereses muy

importantes. El que invierta acá –en el ferrocarril- quiere sacar rentabilidad y esto está tan deteriorado que hace falta mucha plata para ponerlo otra vez en condiciones.

- Neira: Yo pienso que será muy difícil que se reactiven los ramales. Se destruyó un patrimonio nacional. Hoy los chicos no saben lo que es un tren.

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- Juárez: Cuando hay una máquina parada, vienen muchos padres con los chicos. Y muestran un entusiasmo notable, se quieren subir y aprender. Es toda una novedad para ellos.

- Neira: Además, quisiera saber dónde está todo el material ferroviario. Había tantas cosas. En una oportunidad trajeron coches de pasajeros que no pasaban por el andén. No los pudieron usar porque tenían que romper todas las estaciones. Mire usted las cosas que hacían. Claro, cómo esto no se iba a venir abajo así.

- ¿Se han llevado muchos elementos de esta estación?

- Neira: Siempre me acuerdo del teléfono de bronce. Tenía que ver lo que era eso. Era un teléfono antiguo. Un día alguien que se bajó del tren quería llevárselo. Aquí se le dijo que eso no era posible. A los dos o tres días vino con una orden de no sé quién y se lo llevó.

- Juárez: Los muebles, las mesas, los armarios, los relojes. Los aparatos de telégrafos, las maquinarias, los vagones. ¿Dónde está todo eso?

- Debe ser muy duro observar la actualidad de la estación luego de haber trabajado tantos años en el ferrocarril…

- Juárez: Hace 30 años que trabajo en el ferrocarril. Desde que entré, todas las políticas estuvieron en contra del ferrocarril. Cada vez más deterioro. Yo no sé hasta cuando se puede seguir así.

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- Neira: Yo me crié en el ferrocarril. Quién iba a pensar hace 20 años que iba a cerrarse. Si lo pensaba en aquel tiempo me hubieran dicho que estaba loco. Han destruido todo. Usted sabe para nosotros lo que es haber trabajado en esta estación, haber visto lo que era y ver lo que es ahora. Dan ganas de llorar.

El sonido inconfundible del tren obligó a culminar el

diálogo. El jefe Juárez estrechó las manos y se disculpó

porque debía recibirlo. Lentamente, la formación fue

deteniéndose. Como si aquel pasado floreciente hubiese

retornado, varios de los vagones exhibían –todavía erguidos

y orgullosos- la identificación de su origen. “Fábrica Militar

San Francisco”, decían las placas.

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Charlas locales en la aldea global

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Abejas de una gran

colmena, volvamos al

taller con el fecundo

optimismo de siempre

y llegaremos a probar

ante la historia y ante

la posteridad, cuánto

puede y cuánto vale el

esfuerzo de un pueblo

como el nuestro, que

sabe buscar en el

trabajo la fuente

inagotable de su

prosperidad, de su

felicidad y su grandeza.

(Charlas de aldea, pág. 19)

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LA CULTURA DEL TRABAJO

Luis Delfabro, figura consular de la

producción lugareña, destiló optimismo a

pesar de los años y las múltiples

experiencias vividas. En sus palabras se

trasuntaron su vocación por el trabajo. La

misma que esgrimió para forjar una

industria que fue sinónimo de San

Francisco, en el país y en el exterior.

Alberto “Tito” Chiavassa, propietario de Bazar Hugo. Nació en el

campo y sólo cursó dos grados en la

escuela. Sin embargo, supo forjar una

trayectoria personal y comercial fundada

en sólidos valores como el trabajo

constante, la honestidad y una profunda

preocupación por su comunidad.

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Una figura consular de la

producción lugareña

estila optimismo a pesar de los años y las múltiples

experiencias vividas. En sus palabras se trasuntan

las ganas de seguir trabajando, como lo hizo

siempre. Ahora en la producción agropecuaria, luego de

dejar atrás varias décadas de labor para hacer crecer a una

industria que fue sinónimo de San Francisco, en el país y en

el exterior.

Desde que llegó a la ciudad hace 50 años, “gracias a

los diez pesos que me prestó un tío para comprar el pasaje

desde Villa Trinidad”, Luis Delfabro construyó una imagen

de laboriosidad y esfuerzo en la que se cimentó el éxito de

su empresa.

Optimista por vocación, no dudó en señalar que “San

Francisco va a recuperar su perfil industrial”, tras recordar

aquellos tiempos en los que en cada garaje alojaba una

pequeña industria.

En un extenso diálogo, Delfabro repasó su vida como

empresario, recordó a sus maestros y a todos los que “me

dieron una mano”, relató que sigue hablando en piamontés,

dijo que nunca se le pasó por la mente la idea de vivir en

otro lugar que no fuese San Francisco, admitió que no fue

D

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fácil la decisión de vender la firma y reconoció que no ver

más su marca en los amortiguadores hasta le costó un

infarto.

Abocado hoy a la producción ganadera, no eludió

críticas hacia la medida de suspensión de la exportación de

carnes dispuesta por el gobierno nacional. Y no dejó pasar

la oportunidad para valorar el apoyo de su familia. Dijo que

su esposa siempre lo acompañó y que “si todos pujan para

el mismo lado” siempre se puede crecer.

- ¿Cuándo llegó a San Francisco? - Hace 50 años. Vine a trabajar como tornero

en metalúrgica Magnano. Tenía un primo lejano, Bartolo Baudino, quien me dio una mano y me introdujo en la sociedad de San Francisco.

- Hace medio siglo la ciudad era distinta... - En aquellos años crecía a un ritmo tremendo.

A pesar de que no había electricidad. Pero la juventud era muy trabajadora. Además, estaba la Fábrica Militar que a todos nos dio una mano grande, sobre todo en la parte técnica. Ahí estaba la industria de punta. Pero hubo que trabajar y mucho. No había horarios. Era cuestión de trabajar y trabajar.

- ¿Había maestros que enseñaran el oficio? ¿Usted tuvo alguno?

- Aprendí el oficio con un gran hombre, Fernando Biassioni, dueño de una empresa que fabrica mechas para agujerear madera.

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Originalmente estaba en Hercilia y luego se vino a Esperanza. Era una empresa que se había hecho de abajo. Era un hombre inteligente y buena persona. En aquella época se había abierto la exportación y volvían a entrar las mechas de Inglaterra. Biassioni estaba acorralado. Entonces decidió irse a San Francisco. Porque había estado en otro tiempo acá cuando se instaló la fábrica Godeco. Me dijo que viniera yo primero y luego él vino a los pocos meses. Yo trabajaba en la metalúrgica Magnano y resulta que acá no había corriente eléctrica, la usina no hacía ninguna conexión. Así que el proyecto de Biassioni se frustró y se fue a Esperanza. Pero siguió teniendo la fábrica de Hercilia, que todavía funciona fabricando palas. Ese fue mi gran maestro. El que me enseñó a trabajar. Me decía siempre: lo que hace uno lo puede hacer otro. Con esa premisa fue que yo fui haciendo esto.

- ¿Cómo empezó la historia de los amortiguadores?

- Yo empecé reparando amortiguadores. Después, despacito, empezamos a fabricar criques hidráulicos. Siempre sobre la base de trabajo y sacrificio. Y tuve la gran suerte de que mi esposa me acompañó siempre.

- Crecer en este país no es fácil para nadie. - Hubo vaivenes económicos como ahora. Pero

despacio fuimos creciendo. La gente de San Francisco me dio una mano siempre. Don Santiago

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Barbero, que todavía vive, de entrada creyó en el rumbo que teníamos nosotros. Estaba acá en una casa de comercio –Cayetano Biazzi- y un buen día fui porque necesitaba unas herramientas. Me fió cualquier cantidad, aunque por supuesto uno siempre traté de cumplir.

- Debió haber vivido muchas crisis la empresa.

- Cuando la firma ya tenía seis o siete empleados vivimos una crisis grande. Y tuvimos problemas. Pero con el advenimiento de la industria automotriz, como nosotros nos dedicábamos a eso, pudimos crecer. Vinieron los cambios de los sistemas de amortiguadores y ya estábamos nosotros en el tema. Lo aprovechamos muy bien. Empezamos a producir amortiguadores para la línea pesada, que acá no había casi. Eso nos dio lugar a crecer. Pero, de todos modos, era muy difícil entrar, en la industria automotriz liviana. Por aquel tiempo era muy fuerte la publicidad de una fábrica de Rosario, que tenía prácticamente copado el mercado. Para entrar allí había que hacer publicidad y no teníamos con qué. Entonces vimos un filón interesante: entrar en las carreras de autos.

- ¿Las carreras de autos le dieron el gran envión?

- Oreste Berta, amigo entrañable, nos dio una mano y entramos en ese mundo. Más que todo entramos en la Fórmula 2 y en el Turismo Competición. Ahí recién ingresamos en el negocio

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grande del amortiguador. Pudimos aprovecharlo y llegamos a un tope.

- Hubo que ampliar la producción, entonces.

- Cuando apareció la posibilidad de entrar en la industria automotor, que también estaba acaparada por esta misma fábrica rosarina, un día reuní a mi familia y les dije: “¿Qué hacemos: seguimos con el boliche o intentamos entrar?”. Me dijeron: “Vamos a intentarlo”. Entonces viajamos a Europa para traer tecnología de punta, pero lamentablemente no pudimos. La Argentina tenía mala fama en el exterior, así que buscábamos una licencia o una asociación con alguna marca internacional, que era lo que exigían las empresas automotrices.

- ¿No consiguieron asociarse? - No. Entonces, no nos quedó otra salida que ir,

ver lo que se hacía allá y empezar a traer máquinas a Europa para modernizarlas. Era justo una época en la que en Europa se vivía el gran cambio. Había mucha maquinaria que ellos habían raleado y nosotros la trajimos acá para adaptarla. Esto fue en los años 80. Aumentamos la productividad y la tecnología la mejoramos hasta que entramos en la industria automotriz.

- ¿Con qué firmas automotrices trabajaron? - Empezamos a ser proveedores de Mercedes de

amortiguadores para colectivos y camiones.-Después

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entramos en Renault y allí tuvimos un gran crecimiento. Recién ahí pudimos decir que teníamos una empresa.

“Yo era reacio a vender la fábrica”

- ¿Por qué debió vender la fábrica? - Es que vino el gran problema argentino. Fue

cuando entró el gobierno al que se le ocurrió privatizar y regalar todo, además de no cuidar la industria nacional. Tuvimos bastantes problemas, pero aguantamos porque la nuestra era una empresa saneada. Tanto, que para ese tiempo exportábamos a Europa, no en gran cantidad, pero lo suficiente para que nos conocieran allá. Así, empezaron a llegar varias empresas a ver la fábrica y nos la querían comprar. Yo, personalmente, al principio fui reacio a eso. Buscaba la forma de asociarnos o que nos den la tecnología y pagábamos un royalty. Pero, lamentablemente, no transaban.

- ¿No le quedó más remedio que vender? - Así es. Cuando ya nos tuvieron acorralados,

no tuvimos más remedio que vender la empresa. Teníamos nuestra economía saneada, pero veíamos un porvenir con unos nubarrones que no creíamos de los que podríamos zafar. Veíamos que otras empresas fuertísimas ya habían caído. Las multinacionales imponían las reglas de juego y avizorábamos que no íbamos a poder ser una isla. Por eso decidimos venderla.

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- Y la vendió a Sachs... - La idea fue venderla a alguna empresa que no

la cerrara la fábrica. Aquella empresa rosarina competidora nuestra había caído en manos de una fábrica americana, que también quiso comprar nuestra industria. Pero veíamos que si esta gente compraba se iba a cerrar la fábrica. No arreglamos con ellos. Hasta que apareció Sachs, por medio de la gente de Mercedes Benz que nos conectó, y llegamos a un acuerdo.

- La fábrica no se cerró, como usted quería. - Afortunadamente, no nos equivocamos.

Porque esta gente vino, y a pesar de que en un momento dado se llevaron una parte a Brasil, después la retornaron. Así que las inversiones las están haciendo acá. Vemos que están trabajando muy fuerte. Nosotros, cuando la vendimos, teníamos 200 empleados y ahora calculo que tienen más de 300. Han traído mucha maquinaria nueva y eso es muy positivo.

- ¿Qué sintió cuando los amortiguadores ya no llevaban la marca Delfabro?

- Eso me costó un infarto. No fue fácil. Yo vine acá porque un tío me prestó diez pesos para pagar el pasaje desde Villa Trinidad. Todo lo que se hizo comenzó con una lima y un torno. Hasta lo último que había allí era todo obra mía y de mis colaboradores que fueron siempre muy buenos.

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- ¿Piensa que hoy puede repetirse la historia de crear una gran industria desde abajo?

- Si usted encuentra gente que tenga mucho espíritu de sacrificio y de trabajo, yo pienso que sí. Desde que vine acá, trabajé siempre. Quien se avenga a eso, puede crecer tranquilamente porque hay mucho campo de acción.

- Muchos empresarios argentinos tienen las industrias en ciudades como las nuestras, pero viven en Buenos Aires. ¿Por qué siguió viviendo en San Francisco?

- Eso de hacer la plata en un pueblito e irse a vivir a Buenos Aires nunca apareció en mi mente. Ni en la de mis hijos. Para mí, San Francisco es un lugar en el que todavía se vive, pese a la inseguridad. El espíritu era seguir acá. No era irse y llevarse el capital afuera. Y ahora estamos en el campo, haciendo ganadería en un 90 por ciento. Justo en un momento muy complicado. Pero hay que ser optimistas. Estoy viejo, pero sigo siendo optimista. El país no puede caer. A pesar de que hubo mucha corrupción, hay todavía un gran porcentaje de gente con ganas de trabajar y muy seria. Mientras exista esta gente el país tiene que salir adelante.

- Usted donó terrenos para el Archivo Gráfico y otras entidades culturales y educativas, ¿es una forma de agradecer a San Francisco lo que le brindó?

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- Por supuesto. Es lo que corresponde. Pienso que todo lo que significa progreso hay que tratar de empujarlo. Porque San Francisco va a recuperar su perfil industrial. La gente que está ahora, los muchachos jóvenes, están preparados. Eso es algo que nosotros no teníamos cuando empezamos. Todos tienen preparación técnica o administrativa. Han pasado por la universidad y eso es importante. Fue una pena perder aquel perfil, pero se va a recuperar. En este momento, incluso la Escuela del Trabajo está volviendo a lanzar egresados.

- Llama la atención su optimismo, justo cuando se afirma que se ha perdido la cultura del trabajo.

- Es cierto que, en gran parte, se ha perdido la cultura del trabajo. Pero veo que ahora cuando empieza el movimiento y el país crece, la gente joven emprende. Acá las fábricas tienen toda gente nueva, muchos profesionales y están creciendo bárbaramente. Una de las cosas que fue nuestro sueño –y el de todos los industriales de la ciudad- era el Parque Industrial. Parecía que iba destinado al fracaso y ahora vemos que es un gran éxito. Si usted va ahora y observa, verá las fábricas que se están construyendo. Eso tiene que seguir para adelante.

- Luego de haber vivido 50 años en San Francisco, dicen que habla mucho en piamontés. ¿Es cierto?

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- Siempre hablo en piamontés. Con mi chofer, que ahora lamentablemente se me fue, hablábamos siempre en piamontés. Yo soy de descendencia de friulanos. Pero tengo muchos amigos con los que hablo piamontés. Los piamonteses tendrán todos los defectos del mundo, pero son trabajadores. Y eso es una virtud que hoy hace mucha falta.

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“Tito” Chiavassa

“La vida siempre da

posibilidades, pero hay

que esforzarse por

buscarlas”

halil Gibrán escribió alguna vez que “amar a la vida

a través del trabajo, es intimar con el mas recóndito

secreto de la vida”. Ese secreto es el que

seguramente anida en Alberto “Tito” Chiavassa,

comerciante de toda la vida, amante de su ciudad, dirigente

de varias entidades intermedias sanfrancisqueñas y

esforzado trabajador que transformó un pequeño bazar en

un comercio de referencia en el rubro, tanto en San

Francisco como en una amplia región.

Nació en el campo, muy cerca de Plaza San Francisco.

Fue el séptimo hijo varón en una familia en la que el trabajo

fue una constante. Sólo cursó dos grados de la escuela

primaria. Apenas para saber leer y escribir. Todo lo demás

lo aprendió de la vida. Por eso, en la extensa charla que

mantuvo con este diario, puso mucho énfasis en la

importancia de la educación: “Si algo conozco yo, eso me lo

K

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dio la vida. Pero cuesta mucho ganar esta experiencia. Hay

que hacerlo día a día. Si yo fuera gobernante, la prioridad

sería la educación”, sostuvo.

Dentro de pocos días volverá a ser presidente de

Amigos del Bien, acreditada institución de servicio que

ayudó a fundar junto a un grupo de amigos. Su trabajo en

Sportivo Belgrano, en el Movimiento Familiar Cristiano, en

el Rotary Club J. B. Iturraspe y en el Centro Empresarial y

de Servicios es la demostración palpable de un espíritu

inquieto y preocupado por la sociedad en la que vive junto

a su familia.

Chiavassa sufrió muchas crisis económicas a lo largo

de su trayectoria comercial. Pero dijo que “la peor fue la de

2001. Tocamos fondo. Se produjo un cambio total de la

situación. Pero gracias a Dios y a algunas circunstancias que

favorecieron al campo, vino la recuperación”. Se lamentó de

que la economía pendular de la Argentina no permita hacer

proyectos a largo plazo. Ironizó que hay que hacer “como

dice Merlo en Racing, paso a paso”.

De todos modos, afirmó que su filosofía de vida le

lleva a “sacar la parte positiva de cualquier problema que se

presente. No soy de los que buscan lo negativo. Siempre voy

para adelante. Les digo siempre a los más jóvenes que esa

fuerza de voluntad ayuda mucho, porque la vida –lo sé por

experiencia propia- siempre da posibilidades, pero hay que

esforzarse por buscarlas”.

Por otra parte mostró su orgullo por tener raíces

piamontesas. Al respecto, Chiavassa sostuvo que

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“tendremos nuestras cosas, pero San Francisco les debe

mucho. Los piamonteses son laburantes, honestos. Algunos

hicieron mucho dinero y lo invirtieron aquí. No se llevaron

la plata afuera”.

Dijo además que es un “fanático de San Francisco”,

porque “nadie tiene la posibilidad que tenemos nosotros de

tener una ciudad coqueta. Y con gente muy trabajadora”,

aunque “nos faltaría apoyo de los gobiernos, porque en esto

no hemos tenido mucha suerte”, reflexionó.

Aseguró finalmente que el comercio de San Francisco

está a la altura del de otras ciudades más importantes. La

gente, dijo, “tiene hoy surtido de primera línea, precios muy

competitivos y atención muy buena”.

- Durante medio siglo de existencia, su comercio vivió todos los vaivenes de la Argentina. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

- En los años 50, 60 y 70 la ciudad tenía un nivel que presagiaba mucho futuro. Tenía una industria de primera línea, con un progreso extraordinario. La Fábrica Militar con cientos de empleados. Luego vino todo lo que sabemos. La crisis de la industria, que a San Francisco, le pegó duro porque nosotros teníamos principalmente la industria de la máquina herramienta. Sentimos un golpe tremendo. Pero hace algunos años vemos un mejoramiento. Creo que vamos por buen camino. Por ejemplo si observamos el Parque Industrial que hace poco tiempo estaba casi vacío y hoy se ha

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poblado mucho. Viví muchas crisis. Pero creo que la peor fue la de 2001. Tocamos fondo. Se produjo un cambio total de la situación económica. Pero gracias a Dios y a algunas circunstancias que favorecieron al campo, vino la recuperación.

- Si el campo anda bien, ciudades como las nuestras también.

- La recuperación del campo favoreció al comercio. Enseguida notamos que la gente de campo venía a la ciudad con mayor poder adquisitivo. A las industrias que se dedicaron aquí a hacer máquinas para el campo les cambió la vida. Todo eso demuestra que hoy estamos por buen camino. Lo único que preguntaría es si podemos proyectarnos y hacer un plan a cuatro o cinco años. Es muy difícil en esta Argentina, porque –como dice Merlo en Racing- hay que ir paso a paso. Pero tengo fe. Soy optimista por mi ciudad más que todo.

- ¿Qué elementos le permiten ser optimista sobre el futuro de San Francisco?

- Esta ciudad tiene una ventaja enorme. Gente trabajadora, muy honesta y una zona espectacular. Yo lo compruebo día a día. Hacemos estudios desde mi negocio y lo comprobamos. Un 30% de nuestra clientela es de la zona. Y es gente que “gasta bien” porque viene directamente a comprar.

- Y eso, pese a que tenemos fama de no ser muy desprendidos…

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- La verdad que somos así. Pero tenemos grandes virtudes. Y bueno, hay un cocodrilo en el bolsillo, pero somos gente positiva. Tenemos la cultura del trabajo. El trabajo y el ahorro van de la mano. Además, me molesta cuando dicen “uh! los piamonteses”. Tendremos nuestras cosas, pero San Francisco les debe mucho. Los piamonteses son laburantes, honestos. Algunos hicieron mucho dinero y lo invirtieron aquí. No se llevaron la plata afuera.

Un negocio, una historia

- ¿Qué recuerda de aquellos comienzos de su vida comercial?

- Nosotros llegamos a un San Francisco que era una potencia. En el rubro bazar había grandes negocios como Romero Busso, Deusebio, Agodino. Nosotros compramos el bazar ya en funcionamiento. Pero lo nuestro era muy pequeño. Sin embargo, trabajando con mi hermano y manteniendo una línea, pudimos crecer. Hemos tenido momentos difíciles como en el 2000 cuando llegó el momento de disolver una sociedad de familia de 100 años, que comenzó con nuestros abuelos y siguió con nuestros padres. En ese momento, sentimos el temblor de la crisis y el de que había que tomar decisiones en la empresa familiar. Tuvimos un par de años bravos, pero los superamos.

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- ¿De dónde viene el nombre de Bazar Hugo?

- Ya se llamaba así el bazar. Se lo compramos a la viuda de Hugo Ordanini. El negocio ya tenía 10 ó 12 años. Veníamos de Quebracho Herrado donde teníamos un negocio de ramos generales muy bien puesto. Pero el avance del pavimento, de las grandes empresas en San Francisco, hizo que la distancia se acortara y entonces la gente venía a San Francisco a comprar. Y nos dimos cuenta de que, a la larga, en Quebracho no teníamos porvenir. Así sucedió. Decidimos entonces venirnos aquí y compramos el bazar. En este momento sólo quedan tres negocios en el centro, “antiguos” y con el mismo nombre. La Palma –que tiene más años, pero cambiaron dueños-, el bazar Hugo y Curiotto Fotografía. Curiotto y yo somos los comerciantes con más antigüedad que todavía estamos en actividad.

- ¿Cómo observa la actualidad del comercio sanfrancisqueño?

- En San Francisco, en el comercio, estamos para competir con cualquiera. Cuando me hice cargo de la presidencia del Centro Empresarial –el Centro Comercial de entonces-, me acuerdo que teníamos un problema tremendo porque aparecieron las grandes empresas comerciales en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Y nuestra ciudad todavía no había despertado a ese mundo. Entonces, nos encontramos en desventajas de surtido, precios, atención, diseño del negocio, capacitación de empleados y dueños. Lo sentimos mucho, porque la

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gente, llegado el viernes, se iba a la gran ciudad a pasear y se venía con el auto lleno.

- Había que cambiar sí o sí. - En forma anónima casi, empezamos a hacer

cursos de capacitación y a trabajar fuerte para revertir esto. En cinco o seis años cambió el panorama. Hoy dificulto que la gente salga de San Francisco para ir a Córdoba a comprar. Acá tiene hoy surtido de primera línea, precios muy competitivos y atención muy buena.

- ¿Cuál es el secreto para que un comercio como Bazar Hugo cumpla medio siglo de vida exitosa y siempre en el mismo rubro?

- Es muy sencillo. Tengo una filosofía de vida que me lleva a sacar la parte positiva de cualquier problema que se presente. No soy de los que buscan lo negativo. Siempre voy para adelante. Les digo siempre a los más jóvenes que esa fuerza de voluntad ayuda mucho, porque la vida –lo sé por experiencia propia- siempre da posibilidades. No hay que decir “se me terminó el mundo”. La vida da posibilidades, pero hay que esforzarse por buscarlas. Por eso todavía tengo las mismas horas de actividad que antes. Hago menos porque me dedico más a la parte protocolar. Pero me levanto a la misma hora de siempre, discuto ideas con mis hijos, etc.

- Usted ha tenido activa participación en muchas instituciones intermedias de la ciudad.

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¿Cómo observa la actitud de los jóvenes dirigentes en relación a la participación social?

- En nuestra época teníamos más entusiasmo. Pero no teníamos las posibilidades de estudio y capacitación que hoy tienen los más jóvenes. En lo personal, yo tengo dos años de escuela. Vivía en el campo y me mandaron dos años para aprender a leer y escribir y nada más. Sólo dos grados hice. Y muchos de mis amigos sólo tenían hecha la escuela primaria. Entonces, había que salir a trabajar. El primer paso era ser cadete de una tienda y luego seguir en la tienda como vendedor o ir a un taller. Pero ninguno tuvo la posibilidad de estudiar como ahora. Ahora, si me hablás de entusiasmo, tengo mis dudas. A mí me encanta la juventud. Pero, desgraciadamente tiene hoy tentaciones peligrosas. Porque si bien nosotros no éramos santos, el trabajo no se descuidaba.

- ¿Cómo toma el hecho de que no pudo estudiar? ¿Lo considera una gran desventaja?

- Ahora me doy cuenta. Por eso a mis hijos les di toda la posibilidad de estudiar. Sin estudio no podemos progresar, mucho menos ahora. Si algo conozco yo, eso me lo dio la vida. Pero cuesta mucho ganar esta experiencia. Hay que hacerlo día a día. Si yo fuera gobernante, la prioridad sería la educación. Si tenemos educación de primera línea, vamos a tener salud, seguridad, etc. Pero si fallamos en esto, no tendremos armas para pelear. Gracias a Dios los padres actuales se preocupan por esto. En cambio, antes no. Si vos decías que no querías estudiar, casi

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les hacías un favor porque ibas de cadete y ganabas unos pesos. Era otra vida.

- Pero también había un país que permitía crecer desde abajo.

- Se podía crecer. Yo soy el séptimo hijo varón nacido en el campo. Todo era trabajo. Vivíamos nosotros siete, mis padres y mis abuelos. Todos con un campito. Y vivíamos. Claro que no holgadamente ni tirando manteca al techo. Una vida muy austera. Hoy, un padre solo trabajando no podría mantener una familia tan numerosa.

- Mucho menos si no se accede a la educación.

- Menos, por favor. Si no queremos ver esos chicos que hoy vemos por la televisión, démosle educación. Me da la impresión que los gobiernos no lo hacen. Con educación sacamos los pibes de la calle. Es la base. Los principales países tienen una educación de primera línea. En cambio, acá parece no ser prioridad.

Siempre trabajando

- ¿No ha pensado en retirarse? - Ni lo pienso. Tanto es así que siempre he

trabajado en instituciones intermedias. Estuve en Sportivo Belgrano, en el Movimiento Familiar Cristiano, en el Rotary Club J. B. Iturraspe, fundamos Amigos del Bien hace 29 años y dentro de pocos días

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volveré a ser presidente de esta entidad donde tenemos unos proyectos bárbaros, trabajé y presidí el Centro Comercial. Siempre pensando en San Francisco. Además, me gusta cultivar la amistad. Tengo muchos amigos. Sigo trabajando siempre.

- Es una frase hecha pero el trabajo es vida. - No hay dudas. A veces veo algún compañero

de mi edad que está sentado en la vereda y le digo que no se quede ahí porque pasa la carroza. Cuando pase la carroza, que pase, pero a mí no me va a agarrar sentado en la vereda.

Fanático de San Francisco

- ¿Qué significa San Francisco para usted? - Lo máximo. Soy fanático de San Francisco.

Para mí es una ciudad moderna. A lo mejor comparándola con otras ciudades similares no tenemos tanta potencia industrial, no trascendemos tanto en el deporte. Pero es una ciudad linda. Nadie tiene la posibilidad que tenemos nosotros de tener una ciudad coqueta. Y con gente muy trabajadora. Nos faltaría apoyo de los gobiernos, porque en esto no hemos tenido mucha suerte.

- ¿Cómo observa el futuro de la ciudad? - Si la juventud se compromete un poquito más

con la ciudad, vamos a tener un gran futuro. Me duele mucho cuando nuestros hijos tienen que irse para buscar un futuro. Porque me acuerdo del sufrimiento de mis abuelos que nunca más volvieron

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a su tierra. Nunca más fueron felices. Tenían la familia aquí y el corazón allá. Si nuestros hijos se van serán siempre extranjeros, nunca podrán cantar el himno como en su patria ni honrar la bandera como acá. Me duele que tengan que irse. Porque cuando se van, es muy difícil volver. Recuerdo que mis abuelos se juntaban después de cenar en el campo o en las carneadas y cantaban las canciones piamontesas. Cantaban para desahogarse. Un día les pedí que cantaran el himno de Italia. Un abuelo –que era un sabio- me respondió que el himno italiano había que cantarlo en Italia. Aquí no. Por eso tenemos que encontrar la manera para que nuestros hijos y nietos no se vayan. Triste el que se va, triste el que se queda. Porque pese a todos los adelantos técnicos que permiten comunicarse, la familia se rompe.

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La vida impone

deberes. Y el mayor de

todos, aquel que

concierne a nuestra

humana condición, es

el de mirar al mundo

por encima de nosotros

mismos

(Charlas de aldea, pág. 133)

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LOS TIEMPOS AGITADOS DE LA POLÍTICA

Juan Mariano Planells dijo

que la mejor herencia que puede dejar es que sus vecinos lo saluden por la calle. Expresó que no le gusta la forma cómo se hace política hoy. Dio su visión acerca de algunos duros acontecimientos que le tocaron protagonizar cuando gobernó el municipio entre 1973 y 1976

La actualidad argentina y de América latina, sus peligros y oportunidades,

en el análisis de Daniel Zovatto,

destacado especialista en política internacional, que nació en Santa Clara de Saguier, vivió varios años en San Francisco y hoy es director para América latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral

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“Este pueblo es magnífico”

na fotografía enmarcada preside la pared del living

de su casa. En ella se lo observa encabezando la

salida del Palacio Municipal de los funcionarios

depuestos el 24 de marzo de 1976. En el epígrafe se relata

que “cantaron la marcha peronista y se retiraron a sus

domicilios”. En otro rincón, un documento rescatado del

olvido expresa la intención, formalizada en la colocación de

una piedra basal, de que se iba a construir el nuevo edificio

del Colegio San Martín. Plaquetas y diplomas varios

completan el ambiente en el que transcurrió el extenso

diálogo con Mariano Juan Planells, ex intendente de la

ciudad en el período 1973 – 1976.

La charla comenzó con el recuerdo de las gestiones

por el nuevo edificio del tradicional establecimiento

educativo sanfrancisqueño. Luego de mostrar el documento

que, entre otros, firmaban el ministro de Educación de

aquel entonces, Jorge Taiana y el gobernador Obregón

Cano y que fue depositado en el solar ubicado en la plaza

Vélez Sársfield –que finalmente no albergó al colegio-,

Planells se explayó sobre las distintas circunstancias que

rodearon esa y otras gestiones que cumplió durante su

gestión.

Además de repasar aspectos de aquellos convulsivos

tiempos de la década del 70, el ex intendente no eludió

opiniones acerca de la forma cómo se desarrolla la actividad

U

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Charlas locales en la aldea global

113

política en la actualidad. No tuvo reparos en decir que la

política de hoy es “horrible” y justificó su apreciación

señalando que “no hay una conducción, una organización,

una estrategia política que sea creíble para el hombre

común”, aunque admitió que “hay alguna gente en la que

tengo esperanzas”.

Planteó que hoy el dinero es el que domina la acción

política. Y diferenció la época en la que fue intendente

señalando que antes, pese a que eran tiempos muy difíciles,

“existía la palabra. Había una sola palabra. Había diálogo y

respeto”.

Planells siente hoy que su gestión no es del todo

reconocida. Por lo menos “no en lo real, en todo lo que se

hizo”, aunque se mostró orgulloso de que los vecinos, en la

calle, lo saluden, en contraposición con lo que sucede con

algunos dirigentes políticos actuales: “Le agradezco a Dios

esto, porque es la mejor herencia que uno puede dejar”,

expresó.

La satisfacción que dijo sentir por esto se agiganta

cuando manifestó su opinión sobre los sanfrancisqueños.

Planells dijo que “tenemos un pueblo magnífico. Sencillo,

puro de alma, un comportamiento y un cumplimiento

bárbaro. Es difícil encontrar un pueblo que tenga el origen

que tenemos nosotros”.

Su raigambre peronista es inocultable. Él mismo se

empeñó en dejarla en claro. Señaló que abriga esperanzas

de que “el Partido Justicialista, aunque tenga algunas lacras

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todavía adheridas, va a salir adelante. Porque creo que es el

único partido político en condiciones de revertir la

situación del país”. Y manifestó su convicción de que es

posible que el peronismo recupere el gobierno municipal.

Pero puso algunas condiciones: “Hay que buscar el hombre

y formar una buena lista. Porque si no la gente no lo va a

votar. Como no lo votó la última vez. No lo votan cuando se

lo indican al candidato así con el dedo”.

- ¿Siente que su gestión al frente del gobierno municipal es reconocida?

- Creo que no en lo real, en todo lo que se hizo.

- ¿Qué hechos destacaría de aquel período, de lo que se hizo, como Ud. dice?

- Por ejemplo, se iban a hacer 4 antepuertos para acopio de granos para la exportación. Cuando me entero, voy a Buenos Aires y saqué uno para San Francisco. Allí se iban a depositar 120 mil toneladas de granos. Compramos las tierras de Boscarol, cerca de Plaza San Francisco, pero la obra no se hizo y ahora allí funciona el colegio agrotécnico. No sólo habíamos conseguido el antepuerto, sino que el camino llegara pavimentado hasta el lugar y un desvío del ferrocarril hasta allá. Otra ciudad iba a surgir allí. Pero vino el golpe y se terminó el proyecto. Además, el primer proyecto de creación del Juzgado Federal aceptado lo presenté yo cuando fui diputado nacional.

- No eran tiempos fáciles para gobernar.

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Charlas locales en la aldea global

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- A mí el centro no me votó en el 73. Yo sabía que era así. Así que dejé al centro para el último y me fui a los barrios. Recorrí cada uno de ellos y me presenté como Tito Planells, al que conocían como aquel chiquito rubio que iba de un lado a otro con mi padre, enfermero del Hospital Iturraspe. Yo iba de punto en la elección. Estaba don Antonio Lamberghini que había sido 4 veces comisionado y el radicalismo presentaba a lo mejor que tenía, que era este muchacho Perrachione. Además, las instituciones y las organizaciones se acostumbran a años de gobiernos autoritarios. En esa época estaban acostumbradas a un mandamás político, que en nuestra ciudad era el comisionado municipal, que hacía y deshacía.

Épocas complicadas

El relato de aquellos años gana espacio en la

conversación. Planells contó que durante su gestión

“trabajamos bien”, pero “las instituciones estaban

acostumbradas a condicionar al intendente. Tenían mucha

fuerza”.

- ¿Presionaban? - Apenas me eligieron me vinieron a ver.

Enseguida les dije que no me impusieran a mis colaboradores. Les dije que yo tenía un equipo de gente joven y capaz. Entonces fueron bajando las pretensiones. Y quedamos en reunirnos

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frecuentemente, cada vez que lo pidieran. Les dije que si yo cometía un error quería que ellos me lo marcaran enseguida. No era fácil lidiar con ellos. No es el Centro Comercial de ahora. Estaba don Constantino Esper de presidente, Félix González de vice. El Centro Comercial era todo. Les entregué mensualmente el balance y todo lo que me reclamaron. Pero siempre hubo respeto. Es que existía la palabra. Había una sola palabra. Había diálogo y respeto, pese a todas las diferencias.

- Y eso que se vivían momentos muy duros. - La situación creada en el país con la guerrilla

y los militares era permanente y difícil. Lamentablemente mucha gente de San Francisco sufrió en este período. A muchos chicos los conocía. Eran tiempos complicados, pero yo salía a la madrugada en el auto solo y jamás tuve guardaespaldas. Salía solo. Y hablaba con ellos, pero no se daban mucho. Yo quería saber por qué.

- También le tocó vivir como intendente el “tampierazo”.

- Es cierto. Pero a nadie que se ha dedicado a escribir sobre el tema se le ha ocurrido ir a hablar con la gente, con los hombres que han estado allí en Tampieri: el fideero, el camionero. Cada uno escribe esta historia de acuerdo a sus intereses. Tampieri debía tres meses de sueldo, pero un emporio de esa naturaleza, con 20 camiones y 600 operarios tenía problemas de conducción. Vinieron a verme a mí. Prácticamente regalaban la fábrica a la

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municipalidad. Si hubiese tenido dinero la compraba y armaba la cooperativa que permitiese seguir con la producción. Luego aparecieron un señor López y un señor Drovatto, de Buenos Aires. El primero que pagó sueldos fue Lacabanne. Cuando llegan estos señores, se hacen cargo del pago de sueldos, pero al poco tiempo volvieron a no pagar. Les incautan el auto Mercedes Benz en el que habían llegado acá. Y desaparecieron. Ahí vienen a verme a mí. Es increíble que todo eso se haya perdido. Sin embargo, cada uno que escribió sobre el tampierazo lo hizo defendiendo sus intereses, pero no le preguntaron a nadie sobre lo que se vivió. Y, además, en aquel momento, surgieron los intereses políticos. Una situación de crisis tan grave como la que se vivía fue un caldo de cultivo para que cayeran aquí elementos extraños.

- ¿Cómo fueron para usted los tiempos posteriores al golpe?

- Me investigaron completamente. Me llegaban 3 a 4 telegramas por día. Contestaba todo. Un día voy y le digo al contador general de la municipalidad de aquel entonces, bondadoso, gran persona. Solano era su apellido. Trabajaba mañana, tarde y noche en la municipalidad. Le mostré todos los telegramas y me dijo que no me preocupara. Era una persecución continua a Planells tan sólo por el origen político. Solano me dijo que le dejara todo, que él mismo iba a contestar porque conocía perfectamente qué se había hecho en cada caso. Contestó todo y lo firmó

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él mismo. El general a cargo de la intervención, no me acuerdo si Sigwald o Chasseing, llamó al intendente Dittrich y al secretario de Gobierno, que era Piscitello y les dijo que cómo era eso de molestarlo a Planells cuando le mandaban informes de que todo estaba en orden. Les dijo que me dejaran tranquilo, porque expresó que “hasta hablé con el obispo y me contó que es un hombre de bien”. Días después, Solano fue despedido de la municipalidad. Entonces, me llegué hasta su casa para pedirle disculpas. Pero me contestó que no me hiciera problemas, “yo también estaba cansado de todo”, me dijo. Qué penoso fue todo eso.

La política de hoy

- En aquel tiempo pese al clima difícil y violento, en la política había discusión de ideas, debate ideológico. Hoy quizás no es así.

- Hoy los intereses económicos dominan todo. Podrá haber algún interés social o político pero el interés económico prevalece.

- ¿Qué le parece la forma cómo se hace política en la actualidad?

- Horrible.

- No le gusta. - No. No me gusta. Hay alguna gente en la que

tengo esperanzas. Pero no hay una conducción, una

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organización, una estrategia política que sea creíble para el hombre común. Este es el asunto.

- ¿Se mantiene la brecha entre la gente y la dirigencia?

- No hay confianza. Al político no le tienen confianza. Una vez vinieron chicos de Villa María a hacerme una entrevista. Les pregunté por qué a mí. Y me contestaron que estaban “haciendo notas en varias ciudades y nos dijeron que el único hombre público decente era usted”.

- Un gran elogio… - Yo les agradecí. Pero eso no quiere decir que

no haya buenos hombres políticos. Yo le dijo a la gente que actúe en política si le gusta. Pero ojo, hay que trabajar, hay que estudiar, hay que capacitarse. Y sobre todo hay que generar confianza en el trabajo, en la gente que vos elegís y también hay que tener amor al pueblo. Nosotros tenemos una suerte enorme. Tenemos un pueblo divino. Sencillo, puro de alma, un comportamiento y un cumplimiento bárbaro. Es difícil encontrar un pueblo que tenga el origen que tenemos nosotros. Entonces podés errar únicamente si cedés a presiones o tenés otras intenciones. No puede ser de otra manera. Yo voy a todas partes, salgo al centro y me paran 20 a 30 personas. Converso con todos. Y todos saben cómo pienso. Todos saben que soy peronista.

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- Es llamativo el hecho de que hoy muchos dejan la función pública y deben mudarse.

- Cómo es posible eso. Debería ser lo más normal del mundo terminar una gestión y seguir siendo vecino. Es una desgracia cuando sucede. Todos en la calle me saludan, afortunadamente. Le agradezco a Dios esto, porque es la mejor herencia que uno puede dejar.

- ¿Por qué luego de terminar su período como diputado no aspiró a ningún otro cargo?

- Dejé más bien que ingrese otra gente. Me hice un poquito a un lado.

- Pero sigue haciendo política. - Sí. Por supuesto. Me vienen a consultar todos

los días. Me dicen que no tenemos candidato, que tenemos que buscar uno bueno.

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Daniel Zovatto

“Hemos avanzado mucho

más en la democracia que

en la construcción de la

república”

Cada tanto, San Francisco y la región viven la

satisfacción de volver a cobijar, aunque más no sea por

algunos días, a los hijos pródigos que se esparcieron por el

mundo y se destacaron en los más diversos ámbitos. Hace

poco, la ciudad recibió nuevamente a Daniel Zovatto,

director para América latina y el Caribe del Instituto

Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral,

una entidad con sede central en Suecia pero que se ha

extendido por todo el mundo.

Zovatto brindó en el Centro Empresarial y de Servicios

una jugosa charla sobre los retos de la globalización y la

importancia de las visiones de país de largo plazo. Sus

lúcidos conceptos y su visión de lo que debe hacer el país

para aprovechar la oportunidad que se le presenta hoy

fueron los disparadores del extenso diálogo que mantuvo

con este diario.

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Dijo que a pesar de las diferencias culturales, los

principales aspectos del modelo de desarrollo de los países

nórdicos bien pueden ser adaptados a nuestra realidad. En

ese sentido, destacó la necesidad de que exista una “alianza

estratégica entre el sector público y el sector privado para

trabajar de manera sinérgica y conjunta”. Agregó que se

requiere “una visión estratégica de país de mediano y largo

plazo” y que el crecimiento económico esté acompañado de

generación de empleo de calidad y políticas de

redistribución del ingreso que permitan la existencia de

“una sociedad con mayores niveles de justicia y de

equidad”.

Zovatto también rescató aquella exhortación

formulada por Ortega y Gasset hace ya muchas décadas, en

la que se nos pedía “argentinos, a las cosas”. Puntualizó que

para hacer frente “a las cosas”, la lectura de la realidad del

país “debe apoyarse en la razón, más que en el

voluntarismo”. Rescató asimismo “la vigencia

ininterrumpida –pese a todo lo que nos ha pasado- de un

sistema democrático, que no es poca cosa para el caso de la

Argentina”. Aunque sostuvo que “hemos avanzado mucho

más en la democracia que en la construcción de la

república” y, al mismo tiempo, “tenemos una vigencia

bastante limitada del estado de derecho”.

Se mostró convencido de que el bicentenario del país

puede ser un momento simbólico excelente para avanzar en

los consensos y destacó que la integración regional se debe

dar a partir de una matriz energética. Al respecto, dijo que

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“la integración no es una opción. Es una necesidad para

poder realmente tener un perfil más importante”. El perfil

de país que permitió que “el hijo de un electricista y de una

ama de casa como yo, nieto de italianos, si invertía en

educación y le ponía ganas, estudiaba duro y tenía empuje,

tenía la oportunidad de crecer”. Y se mostró agradecido de

que tanto Santa Clara de Saguier, como San Francisco le

hayan dado esas posibilidades.

- En la conferencia que dictó en el auditorio del Centro Empresarial y de Servicios, usted puso como modelo de desarrollo al de los países nórdicos. Si bien no cabe duda de que ciertos elementos son admirables, ¿cómo se compatibiliza la posible aplicación en la Argentina de políticas de este tipo con las diferencias culturales que existen?

- El modelo nórdico comprende a países como Finlandia, Suecia, Noruega y, si forzáramos un poco, podemos incluir hasta a Holanda. Allí, elemento cultural establece una diferencia marcada entre la cultura política de estos países con relación a la nuestra. Sin embargo, del modelo nórdico puede rescatarse lo siguiente: en primer lugar, la alianza estratégica entre el sector público y el sector privada para trabajar de manera sinérgica y conjunta. Esto lo están haciendo los chilenos y, si ellos lo hacen, también lo podemos hacer los argentinos. En segundo lugar hay que tener una visión estratégica de país de mediano y largo plazo. Esto también lo

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están haciendo los españoles y los chilenos. Volvemos aquí a observar que tenemos “primos” que llevan adelante esta idea. El tercer elemento es buscar en esa alianza entre los sectores público y privado el crecimiento. Pero un crecimiento que venga acompañado de dos elementos muy importantes. Por un lado, la generación de empleo de calidad. Porque sin empleo de calidad será muy difícil que podamos disminuir pobreza y marginalidad. La mejor política social es el trabajo. Y trabajo de calidad. Esto es lo que permite dar movilidad social ascendente. El otro elemento importante es la existencia de una política redistributiva. Es decir, no solamente que el país crezca sino que el fruto de ese crecimiento se pueda ir distribuyendo de una manera que permita una sociedad con mayores niveles de justicia y de equidad.

- A todo esto los argentinos lo escuchamos reiteradamente de boca de los políticos. Lo que existe es una gran diferencia entre el discurso y los hechos.

- Esta es la última característica del modelo nórdico. Allí no sólo es importante tener el discurso, sino que lo más importante es ser consecuente entre el discurso y la aplicación práctica. El gran déficit que tenemos es que por un lado hay un gran nivel de retórica, en el que más o menos se podría estar de acuerdo. Pero lo que pasa es que fallamos muchísimo a la hora de ponerlo en práctica. Por eso Ortega y Gasset, que nos conocía mucho, nos dijo

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“argentinos a las cosas”. Porque cuando uno observa a la Argentina desde afuera qué se dice. Que tenemos recursos naturales excepcionales, que tenemos todas las condiciones como país a los que podríamos aspirar desde el punto de vista de los recursos, de las dotaciones, del clima, etc. Tenemos un discurso bastante coherente. Lo que nos falta en la Argentina es pasar de las promesas a las obras. De ahí que aquella recomendación de dedicarnos “a las cosas”.

- ¿Pero no había una cierta visión de país a largo plazo cuando Ortega y Gasset pronunció su famosa frase?

- Hubo, yo diría, 4 momentos en la historia política argentina. Primero, la generación del 80. Le faltaba el sufragio libre, universal. Había un déficit en materia democrática y de transparencia electoral. El segundo momento fue de 1916 a 1930, con lo que representó la llegada al poder del radicalismo vía elecciones. En ese tiempo hubo una intención importante de construcción de ciudadanía desde el punto de vista político. Pero llegó el golpe de 1930, cuando inauguramos el período de los bandazos. Entre 1945 y 1955, llegó el período de la dimensión social de la ciudadanía con la incorporación de los derechos sociales y económicos que impulsó Perón. Y luego vino el modelo desarrollista de Frondizi. Había una visión sobre la manera de darle a la Argentina un despegue industrial. Sabemos que eso termina de nuevo mal. A partir de allí no han

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existido modelos de país, sino más bien intentos incluso a contrapelo de lo que intentaron los grandes modelos, como por ejemplo lo que se hizo en la época de Martínez de Hoz y los militares. Luego llegó el momento de reconstruir y volver a la democracia. Pero no hemos tenido en todos estos años de vida democrática un consenso sobre cuál sería la visión de país. Y hemos tenido barquinazos muy importantes, golpes de timón. En los grandes temas nos hemos ido de un lado para el otro. Y eso es lo que nos tiene demorados. Y nos ha hecho retroceder en materia de pobreza, de desigualdad, de crecimiento del producto interno bruto. Aquí están los grandes desafíos de hoy.

- Por lo menos, el desafío de mantener la vigencia del sistema democrático se está cumpliendo

- Exactamente. Por eso, también tenemos que evitar estas lecturas bipolares de la realidad. En determinados momentos vivimos en la euforia y luego caemos en la más profunda depresión. Hay que buscar el término medio. La lectura debe apoyarse en la razón, más que en el voluntarismo. Rescatamos de estos últimos años la vigencia ininterrumpida –pese a todo lo que nos ha pasado- de un sistema democrático, que no es poca cosa para el caso de la Argentina.

- Sobre todo teniendo en cuenta la historia de interrupciones institucionales que

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caracterizó a la política argentina en el siglo pasado.

- Sobre todo viniendo de donde venimos y teniendo en cuenta que un período de 25 años de democracia ininterrumpida no la hemos tenido en el siglo pasado. Así que es un activo muy importante para reconocer y cuidar. Pero esta democracia tiene dos déficits: hemos avanzado mucho más en la democracia que en la construcción de la república, que se observa en la división de poderes, el equilibrio entre poderes y la transparencia en los actos de gobierno, en la rendición de cuentas. Además, tenemos una vigencia bastante limitada del estado de derecho. La inseguridad jurídica es un déficit importante, el tema de la igualdad ante la ley. Si no mejoramos la calidad de la república y la vigencia del estado de derecho, esta democracia funcionará siempre de una manera deficiente. Para hacer eso, tenemos que mejorar la calidad institucional

- Allí, según el índice de desarrollo difundido por la ONU, estamos mal. En su conferencia hizo hincapié en este aspecto.

- Así es. Tenemos pendiente, por ejemplo, la reforma política. Se habló mucho de esto y no se ha hecho nada. Tenemos que mejorar la independencia del poder Judicial y la independencia de los jueces. Hay que mejorar el equilibrio entre los poderes políticos, es decir que el Congreso sea un órgano que represente a la gente y que, a su vez, controle al

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Ejecutivo. Y tenemos que evitar estos excesos de concentración en el Ejecutivo que terminan creando los “hiper presidencialismos” que llevan a la concentración hegemónica del poder y que no sólo es propiedad de este presidente, sino que es un dato histórico de nuestra cultura política. Si no mejoramos la calidad de las instituciones, nunca vamos a tener una democracia funcionando a pleno.

- ¿Piensa que la educación es la herramienta para encontrar el camino y la visión de mediano y largo plazo?

- La educación es importante porque en una economía globalizada en la que, para insertarse en ella, se debe alcanzar un importante grado de competitividad y de productividad de lo que la economía de los países produce, la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación son los elementos centrales. La calidad de vida que uno tiene depende del trabajo que uno tiene. Sabemos que a mayor educación uno puede tener mejores oportunidades laborales. Entonces, a partir de la educación construimos un círculo virtuoso: muy buena educación, mejores posibilidades de tener buen trabajo, mejor calidad de vida. A la inversa, sin educación, se le complica a cualquiera la posibilidad de conseguir un buen trabajo. Y en un contexto en el que el Estado no llega a tener una red de protección social, las posibilidades de insertarse en la sociedad son muy bajas.

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- ¿Cómo juega en todo esto la falta de participación social, el desinterés?

- La anomia social es una de las características negativas de la sociedad argentina. Hemos hecho un estudio con Mora y Araujo y Antonio María Hernández que se llama precisamente “Argentina, una sociedad anómica”, con base en encuestas sobre cultura de la Constitución y cultura de la legalidad. Lo que surge de allí es que el 86 por ciento de los argentinos opina que somos un país que vive al margen de la ley, pero luego cada uno responde que se considera al margen de ese grupo. Es decir, nos cuesta mucho hacernos cargo y reconocerlo. Hacemos la transferencia a “los otros”. Eso es una característica que recorre a la sociedad argentina en todos sus niveles y la educación puede y debe tener un papel fundamental. La educación tiene dos dimensiones: la de los valores y la de los conocimientos. La educación que necesitamos es una educación con esta doble característica. Sin educación ningún país podrá sustentar su desarrollo.

- ¿Y la integración regional? Usted habló de la matriz energética que debe poseer el proceso integrador.

- En 2007 los europeos cumplen 50 años de su proceso de integración que se construyó en base a una materia energética. Se pudo hacer porque Alemania y Francia se pusieron de acuerdo y dejaron de masacrarse en las guerras. Eso demuestra que, en un momento determinado, cuando hay liderazgos

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lúcidos, los países dejan de combatir y deciden que, en lugar de matarnos, lo que tenemos que hacer es integrarnos. En ese momento, la matriz energética actuó como disparadora del proceso. En América latina la oportunidad que brinda el aumento de precios de las materias primas (petróleo, gas, minería, biocombustibles, productos agrícolas) coloca a la región en un momento en el que podría buscarse el fortalecimiento de los múltiples procesos de integración en torno a esta matriz energética. El problema es el siguiente: en materia de integración, como en muchos otros ámbitos, hemos hablado mucho, pero nos ha costado realmente darle efectividad.

- - Pero las principales reservas de petróleo y

gas en América del Sur están en Venezuela y Bolivia, cuyos presidentes no parecen ir, al menos en el discurso, en el camino que permita superar las diferencias.

- Es cierto. Hemos venido, en este último tiempo, aumentando las tensiones entre los países. Se han multiplicado los problemas, cuando requeriríamos un liderazgo regional mucho más lúcido que haga una lectura inteligente del buen momento que la región está pasando. La política de algunos líderes latinoamericanos como Chávez o Morales, que hoy gobiernan los países que tienen las reservas más importantes de petróleo y gas, en determinados momentos no coinciden plenamente con lo que otros países aspirarían. Pero creo que precisamente, éste es el reto de América latina.

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Tendremos que ver si existe la capacidad –como la tuvo Europa- de superar diferencias y encarar la integración. Si no nos integramos nos será muy difícil interactuar a nivel de política internacional. Tanto América latina en general y Argentina en particular hemos venido perdiendo presencia internacional. Así que la integración no es una opción. Es una necesidad para poder realmente tener un perfil más importante.

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De pronto, un hombre

rompe el círculo

expectante y se

aproxima al desvalido.

Su mano blanca y

misericordiosa busca la

mano vacilante, la

estruja con emoción

fraterna y levantando

al caído lo apoya

contra sus hombres,

mientras avanza y

avanza, abriendo una

ruta de piedad.

(Charlas de aldea, pág. 148)

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133

SOLIDARIOS Y ALTRUISTAS

De “perro sulquero” a referente del cuerpo activo de bomberos voluntarios. De sostener la parte de atrás de la manguera en un incendio en los comienzos hasta convertirse en

el más antiguo. Roque Andrónico Delgado , medio

siglo como miembro de la institución de bulevar Garibaldi.

El doctor José D’Intino fue una

figura referente en la ciudad cuando se hablaba de entidades culturales o sociales en la ciudad. Presidió el Centro Cultural y Biblioteca Popular durante largos años y la filial de la Cruz Roja. A su prestigio profesional supo sumarle una vocación de servicio ejemplar.

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El orgullo de ser

bombero voluntario

durante más de 50 años

ngresó el 1 de febrero de 1957. Es decir que dentro de

pocos días cumplirá medio siglo de vida en la

institución. Está retirado desde hace más de 15 años. Sin

embargo, su presencia diaria en el cuartel de bomberos es

una constante. “Cuando no vengo es porque estoy

enfermo”, dice con una sonrisa el suboficial principal Roque

Delgado, una figura emblemática, querida y respetada por

todos los integrantes del cuerpo activo, especialmente por

los más jóvenes con quienes tiene una relación de respeto y

amistad muy valorada.

Acompañado por el segundo jefe del cuerpo, Emilio

Cornaglia, Delgado recordó épocas pretéritas, repasó su

actuación en algunos siniestros muy recordados, se

emocionó casi hasta las lágrimas al evocar a su gran amigo

Raúl Dosanto, expresó a cada momento su satisfacción por

haber sido bombero voluntario y demostró mantener el

espíritu encendido que demuestran todos los hombres que

abrazan esta vocación.

Juan Baggio Ferrazzi lo apodó “perro sulquero”,

porque siempre iba atrás de su amigo Raúl Dosanto en los

incendios. Hoy, retirado, Don Roque no duda en responder

I

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135

que “aunque sea para estorbar”, desde atrás como buen

“perro sulquero”, no dudaría en ir a un incendio si lo

convocasen a la acción nuevamente.

Llegó muy joven de su Tránsito natal. Al poco tiempo,

consiguió trabajo y trajo a sus padres. Les alquiló una casa

en calle López y Planes. Luego, su padre también ingresó a

la Empresa Constructora del Este donde él ya cumplía

funciones. Trabajó en la construcción durante más de 30

años. Vivió más o menos ese mismo tiempo en el primer

chalet del barrio de los bomberos. Allí nació la primera de

sus hijas, pero afirma que cuando alguien lo venía a buscar

“debían ir al cuartel porque yo pasaba más tiempo aquí que

en mi casa”. Y cuando sonaba la alarma, la prioridad era

llegar al cuartel: “Nunca el patrón me hizo ningún

problema”, relató.

Sencillez y humildad son características evidentes de

una personalidad muy respetada entre los actuales

bomberos. Pero también Roque Delgado exhibe con

firmeza criterios demostrativos de la responsabilidad con la

que ejerció su vocación. Volvió a conmoverse cuando

recordó su primer ascenso a cabo primero: “Les dije que no

había hecho ningún mérito para ascender. Entonces, fui y le

conté a mi señora lo que había pasado. Me puse a llorar.

Fue para mí una cosa increíble”. También remarcó que el

bombero voluntario no puede cobrar por su trabajo. Sus

palabras, una lección de ética: “El bombero voluntario no

puede recibir ningún dinero de nadie por su tarea. El que

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quiera donar algo tiene que venir a la institución. Porque yo

no puedo apagar el incendio de su casa y después recibir

algo de usted”.

Porque “el orgullo más grande” que tiene Roque

Delgado es haber sido bombero voluntario por espacio de

50 años.

- ¿Qué le sugiere el hecho de que ya han

transcurrido 50 años desde que ingresó al cuartel por

primera vez?

- A mi me sugiere mucho. Entré como bombero

voluntario y nunca creí que llegaría a esta antigüedad. Para

mí es lo más importante. El orgullo más grande que tengo

es el de tener 50 años como bombero voluntario.

Lamentablemente he quedado, no solo, pero de los

antiguos compañeros ya no queda ni uno.

- ¿Cómo se hizo bombero voluntario?

- Muchos dicen qué voy a ser bombero si no sé agarrar

una manguera. Pero se aprende. Y si se tiene entusiasmo se

aprende más rápido. Yo era muy amigo del negro Dosanto.

Él fue quien me dijo que yo tenía que venir a los bomberos.

Yo le contesté “qué querés que vaya a hacer allá”. Pero

entré, me gustó y seguí hasta el día de hoy. Nunca creí que

iba a llegar a 50 años de bombero. Acá en el chalet viví más

de 30 años, hasta que nació mi primera hija. Hemos tenido

inundaciones, de todo. El primer chalet era mi casa, pero

no estaba nunca, siempre en el cuartel. Así que el que me

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venía a buscar tenía que llegarse hasta el cuartel, porque en

casa difícil que me encontraran. El finado Dos Santos vivía

al lado. Todo era calle de tierra, así que cuando llovía y

tocaba la sirena llegábamos embarrados todos.

- Parece que aprendió porque terminó siendo suboficial principal.

- Cuando me ascendieron a cabo primero, en el año 71, les dije que no había hecho ningún mérito para ascender. Entonces, fui y le dije a mi señora lo que había pasado. Me puse a llorar. Fue para mí una cosa increíble. Para mí no había hecho méritos, había otros que habían hecho más que yo. A los ascensos los tomé como una responsabilidad mayor. Como antes se trabajaba tanto, había que demostrarlo y el respeto era fundamental.

- Han cambiado algunas cosas desde aquel tiempo.

- Es cierto. Ahora felicito a los bomberos porque hoy tienen un estudio. Antes veníamos después del trabajo. Arreglábamos el cuartel, colocábamos las sillas y mesas para el baile y otras cosas. Pero ahora también tienen estudios y están capacitados.

- De todos modos debían capacitarse para los incendios.

- Nos entrenábamos sí. Entre nosotros. Es que antes no había tantos problemas con los incendios

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de fábricas y de algunos materiales. Antes había mucho incendio de campos, de montes. Incendios grandes que hubo aquí fue el de Romagnoli, el del Molino Boero, el de la mueblería La Favorita. Después saliendo afuera, el molino de Morteros, en Carlos Pellegrini donde estuvimos casi tres días.

- ¿A quiénes recuerda como sus mejores compañeros y maestros?

- Recuerdo mucho a Bonetto y Sacavino de Las Varillas y de acá a Juan Baggio Ferrazzi y Raúl Dosanto. Ellos nos enseñaban y aprendía al lado de ellos. Don Juan me decía “perro sulquero”, porque yo iba siempre atrás del negro Dosanto. Y cuando aplacaba el fuego, me daba la manguera y yo terminaba el trabajo. Como venía de atrás teniendo la manguera, que era muy pesada, don Juan me llamaba así. Mi mejor compañero fue Dosanto. Fue el que más me enseñó y mi gran amigo. Claro que estaba don Juan, pero la relación era otra porque él era el jefe. Aunque teníamos confianza con don Juan, con el “Negro” era mucha más. Fue el amigo más grande que tuve. Claro que los demás oficiales eran todos muy buenos.

- Además ha visto crecer a la institución. - Sí, la vi crecer. Cuando entré sólo había la sala

de máquinas y el lugar para los bailes. Nosotros trabajábamos en los bailes y la cantina la hacíamos con una lona. Yo trabajaba de mozo en los bailes. Los bomberos hacíamos las sillas y las mesas. Uno

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venía y cortaba la madera, otro clavaba y otro daba la pintura.

- Hace varios años que está retirado, pero cuentan que sigue vinculado a los bomberos. ¿Viene seguido por el cuartel?

- Todos los días. Cuando no vengo, estoy enfermo. Para mí es una satisfacción muy grande. Para mí es como mi casa. Acá estoy bien. Ya cuando me voy a casa empiezo a mirar raro… (risas). Imagínese que mi hija mayor nació aquí, en el primer chalet. Es que para mí ser bombero es lo mejor que puede haber. Es una ayuda a las personas accidentadas. El orgullo de apagar un incendio es muy grande. Cuando hay algún incendio el bombero no ve la hora de poder salir. Eso fue antes y es ahora. Siempre es lindo bomberos. Es lo mejor que hay. Veo que Bomberos tiene un futuro enorme. Porque se estudia, se capacita a las personas, algo que antes no lo teníamos. Éramos bomberos pero no teníamos cursos como ahora.

- Hoy se habla sobre si el bombero tiene que cobrar por su tarea. ¿Qué opina del tema?

- Para mí el bombero que entra como voluntario no tiene que cobrar. Porque dejaría de ser voluntario. Tampoco puede recibir ningún dinero de nadie por su tarea. El que quiera donar algo tiene que venir a la institución. Porque yo no puedo apagar el incendio de su casa y después recibir algo de usted. No puedo agarrar nada. Más allá puede ser

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que sean empleados estatales, pero dejarán de ser voluntarios.

- ¿No se tienta cuando suena la alarma para volverse a subir a la autobomba?

- Si me dicen que me llevan yo voy. Aunque sea para estorbar. Aunque sea como “perro sulquero”.

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El Dr. José D’Intino, recientemente fallecido,

dejó una profunda reflexión. Casi un ruego.

En las ONG “necesitamos

la participación de la

juventud”

iempre me interesó lo social”, afirmó aún

entusiasta. La mitad de su vida transcurrió en San

Francisco y durante 20 años ha presidido dos de

las instituciones más representativas de la ciudad. El doctor

José D’Intino fue titular del Centro Cultural y Biblioteca

Popular por espacio de 16 años. Como se conoce, esta

octogenaria entidad fue galardonada recientemente con el

Premio San Francisco de Asís a la Cultura. En el acto de

entrega de los premios, la dirigencia actual aprovechó la

ocasión para rendir homenaje a quien estuvo a su frente

entre 1976 y 1992.

Pero además, este médico rafaelino, vecino de la

ciudad a partir de 1970, rige los destinos de la filial de la

Cruz Roja, entidad internacional que, sin embargo, ha

sabido identificarse con nuestra comunidad a lo largo del

tiempo.

“S

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D’Intino observó que “hoy pueden faltar voluntarios”

en las organizaciones no gubernamentales. “Sería bueno

que los que puedan se acerquen a estas entidades. Sobre

todo la juventud. Porque tenemos comisiones de gente con

varios años y necesitamos relevos. Necesitamos la

participación de la juventud, que puede ser muy buena”,

manifestó. Indicó que la participación en este tipo de

entidades “es un desafío personal y un aprendizaje

también”.

Recordó también los “años difíciles” en los que

presidió el Centro Cultural, pues la entidad debió primero

sortear los problemas que planteaba la dictadura militar y,

posteriormente, los vaivenes económicos del país. Al

respecto, D’Intino dijo que “había que colaborar para que el

balance no dé en rojo y para poder pagarle también al

contador. De todos modos, cuando entregué la presidencia,

la institución no tenía deudas”.

Observó con satisfacción “un cambio positivo” en la

Biblioteca Popular: “En nuestra época iba poca gente. Por lo

general eran estudiantes. Ahora usted ve que la Biblioteca

está llena de gente, por lo que se ve un cambio positivo.

Algunos, supongo yo, van a hacer “ciber”. De todos modos,

la computadora es un arma muy importante para la cultura

porque se puede encontrar información de los más diversos

temas. Es increíble”.

Al mismo tiempo, reconoció la impronta

sanfrancisqueña que se le ha otorgado a una institución

internacional como la Cruz Roja. Y destacó la acción de la

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filial local, señalando que incluso en ciudades similares ni

siquiera existe esta entidad, como por ejemplo en Rafaela.

Finalmente, evocó algunas facetas de su gestión al

frente de las dos instituciones, señalando que “en el Centro

Cultural tratábamos de agradar a la gente trayendo, por

ejemplo, espectáculos de calidad, mientras que en la Cruz

Roja es un poco distinto, porque nuestro lema es prevenir y

aliviar el sufrimiento humano”.

- El Centro Cultural y Biblioteca Popular recibió el San Francisco de Asís a la Cultura y allí mismo usted fue homenajeado debido a su paso por la institución. ¿Cómo recuerda, precisamente, ese período?

- Me hicieron un homenaje. No sé si será debido o no. Pero estuve varios años al frente de la Biblioteca, desde el 76 y hasta el 92, ininterrumpidamente como presidente. Anterior a mí el presidente era el señor Roderico Bergero. En el año 76 se cumplía el cincuentenario del Centro Cultural. Hubo muchos eventos ese año. Recuerdo una conferencia que dictó el doctor Raúl Villafañe. Fueron años difíciles, la época del proceso militar, luego las inflaciones. Es decir, debimos luchar mucho para mantener la institución.

- La cultura no parecía ser prioridad en aquellos años.

- Así es. De todos modos, intentábamos darle más tónica de Centro Cultural que de Biblioteca

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Popular. Nos interesaban mucho las exposiciones de pintura y escultura, los conciertos de música. Justamente, estaba la Asociación Amigos del Arte y teníamos en el mismo Centro Cultural un piano de cola. Allí se presentaron artistas muy importantes.

- ¿Cómo era el funcionamiento de la biblioteca?

- Libros, en aquel entonces, se recibían algunos. No muchos. Pero no teníamos dinero para comprar. Había poco movimiento porque las donaciones eran del gobierno y había libros viejos. Además había que colaborar para que el balance no dé en rojo y para poder pagarle también al contador. De todos modos, cuando entregué la presidencia, la institución no tenía deudas.

- ¿Siguió vinculado a la directiva del Centro luego de dejar la presidencia?

- No mucho, pero siempre estuve ligado. Luego de mí vino el señor Prevosti y ahí estuve más o menos vinculado. Luego entró como presidente Tortosa, más tarde Miguel Molinelli y la Biblioteca tuvo un gran empuje y cambió. Se transformó en una cosa distinta porque la revolución cibernética produjo muchas modificaciones. Al mismo tiempo, yo trabajaba con la Cruz Roja y no me quedaba mucho tiempo para poder colaborar. Pero sigo siendo socio.

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- Justamente, afirman que la revolución tecnológica ha permitido un mayor acceso a la cultura. ¿Cuál es su visión?

- Estamos algo mejor que antes, tal vez. En nuestra época iba poca gente a la Biblioteca. Por lo general eran estudiantes. Ahora usted ve que la Biblioteca está llena de gente, por lo que se ve un cambio positivo.

- Algunos críticos afirman que cantidad no siempre es igual a calidad.

- Algunos, supongo yo, van a hacer “ciber”. De todos modos, la computadora es un arma muy importante para la cultura porque se puede encontrar información de los más diversos temas. Es increíble. Pero hay que saberse manejar bien en este mundo.

- A nivel local, ¿cómo observa el desarrollo de las actividades culturales?

- La cultura tuvo un gran avance, especialmente cuando comenzó a funcionar el Teatrillo. Hemos tenido la suerte de que hubiera secretarios de Cultura municipales muy buenos y, entonces, el Teatrillo se convirtió en un lugar donde se plasman las más diversas expresiones. Lo que nosotros hacíamos así humildemente antes de la revolución informática de la Biblioteca, después se hizo en el Teatrillo. Por ejemplo, teníamos un grupo de teatro que iba a ensayar a la biblioteca. Pero no logramos tener un grupo de teatro propio. Incluso

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había miembros de la comisión directiva que no les gustaba mucho esta disciplina. Además, como curiosidad le diré lo siguiente: fui el último presidente del Centro Cultural en cuya comisión directiva no había mujeres.

- ¿Reminiscencias machistas? - Algo por el estilo. Algo así pasaba también en

la Academia de Letras de Francia. Acuérdese que George Sand se tuvo que disfrazar de varón. Como en algún tiempo la actividad estaba venida a menos, propuse la incorporación de mujeres. Porque ellas hablan mucho pero hacen mucho, son muy trabajadoras. Pero me dijeron que hiciera la comisión de damas, una comisión que ya había existido en anteriores períodos.

La Cruz Roja

- La cosa es distinta en la Cruz Roja. Aquí sí está rodeado de mujeres.

- Está lleno de mujeres. Esto es lo que pasa con las ONG en la actualidad. Generalmente tienen muchas mujeres en su seno. Los varones están en otra cosa y sólo se suman los jubilados o alguna gente que tiene buena predisposición. Pero estoy muy agradecido a todas las mujeres de la Cruz Roja y a las integrantes de Senda (Servicio Nacional de Dadores Altruistas) por su inestimable colaboración.

- Por otra parte, la entidad que hoy preside tiene más relación con su profesión de médico.

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- Sí. Pero siempre le digo a la gente que no es necesario ser médico para presidir la Cruz Roja. El fundador no era médico. Incluso en Córdoba, está presidida por un contador. Pero sí, realmente a mí me gusta porque tenemos muchos auxiliadores. Voy por el cuarto año de presidente, después de la dilatada presidencia del doctor José Marinosci, quien hizo mucho por la institución.

- Debe reconocerse que se le ha otorgado una impronta bien local a una entidad mundial.

- Creo que sí. Fíjese que en algunas ciudades, desgraciadamente no hay filial. Por ejemplo, Rafaela no tiene. Justamente, hace algunos días envié una nota a Córdoba con los nuevos auxiliadores. Uno de los nuevos socorristas se domicilia en Frontera y según el reglamento, cada filial tiene jurisdicción en el departamento donde se encuentra. Tuvimos que explicar que Frontera forma parte del conglomerado urbano de San Francisco y que el departamento Castellanos no tiene filial.

- ¿Qué rescata como lo más significativo de su presidencia en la filial de la Cruz Roja?

- Cuando me hice cargo, estaba gran parte hecho. Ya teníamos local que fue donado por la provincia. Pusimos énfasis en el equipamiento, que para nosotros es muy importante. La municipalidad nos dio en comodato una casilla rodante, que nosotros equipamos. Esta casilla está presente cada vez que hay un acontecimiento deportivo o social en

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donde se reúna mucha gente. Nuestros chicos participan. Estoy muy contento con ellos.

- ¿Están capacitados los voluntarios para actuar en emergencias?

- Por suerte no tenemos guerras ni epidemias. Pero están capacitados. Nuestros voluntarios son auxiliadores, no médicos. Hacen todo lo que significa primeros auxilios, que tienen siempre un gran valor en una emergencia. Por ejemplo, en una multitud puede haber alguna persona que sufra un percance. Los socorristas actúan primero y, luego si cabe, están los servicios de emergencia muy buenos que tenemos en San Francisco y, por supuesto el hospital. Nuestros socorristas saben hacer rehabilitación cardiorrespiratoria, por ejemplo.

- ¿No se postula para presidir alguna otra entidad?

- Por ahora no. Ya me parece demasiado. Pero debo destacar que siempre he trabajado en ONG. Nunca tuve apetencias por cargos públicos. En las ONG no hay problemas de internas. Y cuando las hay, se arreglan fácilmente: hay que saber dar un paso al costado.

- Algo que en la política no es muy habitual…

- Porque se asume como una carrera y nadie quiere dejar.

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- La vocación de servicio puede también interpretarse como una carrera.

- Pero es un desafío personal y un aprendizaje también. Uno trata de crecer siempre. En el Centro cultural tratábamos de agradar a la gente trayendo espectáculos de calidad. En la Cruz Roja es un poco distinto, porque nuestro lema es prevenir y aliviar el sufrimiento humano. Y en eso estamos.

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FRASES

Las páginas que anteceden están repletas de reflexiones

que quizás marquen un camino.

Todos los entrevistados dejaron estampada su huella no

aquí, sino en cada ámbito en el que se desempeñaron o se

desempeñan.

Algunos de ellos nos dejaron tiempo después de haberse

publicado el diálogo en las páginas del diario de San Francisco.

En esta pequeña, y arbitraria, recopilación, vaya el

agradecimiento a quienes contribuyeron y contribuyen forjar la

historia y a mantener la identidad propia de esta querida ciudad

y de una amplia región.

El problema no es sólo de esta zona. Allá en Italia también se

está diluyendo el piemontés. Pero acá tenemos que

mantenerlo. Tiene que haber un interés no de la juventud

toda, pero sí de los descendientes de piamonteses.

(Gambalunga)

El orgullo es tener amigos. Es el capital más grande que uno puede tener. (Rubén Guarnaschelli) Recibir el premio San Francisco de Asís a la cultura me hace reflexionar que valió la pena todo lo que hicimos. Lo que más valoro es la fundamentación que dieron para otorgar el

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premio: es la trayectoria, es la honestidad que hemos tenido, la honestidad musical, la forma en que representamos a la ciudad. (Blanca Blom) Borgarello me abrió a la experiencia del arte. Me mostraba libros y libros de arte. Incluso algunos que él había armado. Me contaba una historia, un cuento, como una mamá le cuenta a su hijo. (Gerardo Trotti) En los últimos años he notado cómo se ha ido dejando la enseñanza de lo tradicional. No se enseña más folklore, no se enseña nada de lo nuestro. Los chicos ignoran hasta las fechas patrias. Entonces, si uno no mama esto, no puede llegar a apreciar lo que son nuestras raíces, nuestras costumbres. (José Perino) Quedó muy grabado en mí, que en todas partes es posible ser luz y hacer conocer a Dios. (Madre Angelina Romero) Cuando los doctores Carrá o Villafañe terminaban de auscultarnos, mamá le ponía alcohol en las manos y el médico se secaba con la toalla. Papá quería entonces pagarle. Ninguno de los dos médicos nos cobró nunca un centavo. (Roberto Tanaka) Cuando vine en el año 1960, éramos 154 empleados. La estación tenía dos máquinas de maniobras que funcionaban las 24 horas. (Rodolfo Neira) En tiempos normales se cargaban aquí en San Francisco tres vagones por día de encomiendas. (Edelmiro Juárez)

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La venta de la fábrica me costó un infarto. No fue fácil. Yo vine acá porque un tío me prestó diez pesos para pagar el pasaje desde Villa Trinidad. Todo lo que se hizo comenzó con una lima y un torno. Hasta lo último que había allí era todo obra mía y de mis colaboradores que fueron siempre muy buenos. (Luis Delfabro) Siempre voy para adelante. Les digo siempre a los más jóvenes que esa fuerza de voluntad ayuda mucho, porque la vida –lo sé por experiencia propia- siempre da posibilidades. No hay que decir “se me terminó el mundo”. La vida da posibilidades, pero hay que esforzarse por buscarlas. (Alberto Chiavassa) La forma de hacer política hoy es horrible. Al político no le tienen confianza. Una vez vinieron chicos de Villa María a hacerme una entrevista. Les pregunté por qué a mí. Y me contestaron que estaban “haciendo notas en varias ciudades y nos dijeron que el único hombre público decente era usted”. (Mariano Planells) A partir de la educación construimos un círculo virtuoso: muy buena educación, mejores posibilidades de tener buen trabajo, mejor calidad de vida. A la inversa, sin educación, se le complica a cualquiera la posibilidad de conseguir un buen trabajo. (Daniel Zovatto) Para mí ser bombero es lo mejor que puede haber. Es una ayuda a las personas accidentadas. El orgullo de apagar un incendio es muy grande. Cuando hay algún incendio el

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bombero no ve la hora de poder salir. Eso fue antes y es ahora. (Roque Delgado) En nuestra época iba poca gente. Por lo general eran

estudiantes. Ahora usted ve que la Biblioteca está llena de

gente, por lo que se ve un cambio positivo. Algunos, supongo

yo, van a hacer “ciber”. De todos modos, la computadora es

un arma muy importante para la cultura. (José D’Intino)

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El autor Fernando Rodolfo Quaglia nació en Córdoba capital,

tiene 49 años, está casado y tiene 4 hijos.

Periodista egresado de la Escuela Superior de

Periodismo Obispo Trejo y Sanabria de Córdoba, cuenta

también con un posgrado en Periodismo Digital, otorgado

por la Universidad del País Vasco, España.

Actualmente es editorialista del diario La Voz de San

Justo de la ciudad de San Francisco, Córdoba. Fue

secretario de Redacción de ese medio entre 1990 y 2001.

Ha trabajado además en radio y televisión y realizado

coberturas periodísticas tanto en el país como en el

exterior.

Obtuvo el premio de periodismo Adepa - Diario

Clarín en la categoría Libertad de Prensa en el año 1997, la

más importante distinción que se otorga en la Argentina a

la prensa escrita.

Un trabajo de su autoría sobre la ética en las noticias

locales fue galardonado por el International Center for

Journalist de Washington, Estados Unidos. Gracias a ello

fue becado para participar en el Seminario Scripps Howard

de Etica Periodística, realizado en la capital de Estados

Unidos en junio de 2000.

Ha publicado en 2006 “Un pregón en la azotea”,

ensayo que aborda el modo cómo el Papa Juan Pablo II se

relacionó con los medios masivos de comunicación.

Se desempeña además como docente en los niveles

medio, terciario y universitario.

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Charlas locales en la aldea global

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Ha participado en numerosos cursos, seminarios y

talleres sobre temáticas periodísticas, tanto en el ámbito

nacional como internacional.

Ha dictado conferencias, charlas y seminarios sobre

periodismo en varias ciudades argentinas.

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Charlas locales en la aldea global

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Charlas locales en la aldea global

¿Puede existir alguna conexión entre un gran número de entrevistas publicadas todos los domingos en La Voz de San Justo durante casi tres años? ¿Podrá encontrarse algún hilo conductor?

Un intento de respuesta a estos interrogantes figura en este

libro.

En formato de entrevistas periodísticas antes publicadas en

el diario La Voz de San Justo, el libro propone un repaso por

temas variados, en los que la opinión y la reflexión de los

reporteados va delineando un panorama de recuerdos,

vivencias, anécdotas y pensamientos.

La vigencia de valores que dieron origen y sustentan a la

comunidad de San Francisco y la región se hace presente en

cada respuesta.

Se pretende cumplir así un axioma esencial de la vida de un

medio de comunicación local: reforzar su identidad y su

compromiso con la comunidad a la que dirige su misión.