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Cigarrillo Barato El humo rozó su mejilla, el tabaco quemándose se introducía lentamente en su boca semi-abierta, dejando escapar cortinas blancas hacia el frío aire de la mañana, aunque soleada, era gélida y poco agradable. Sentía como el humo rasgaba su garganta con odio asesino, era un cigarrillo barato, enrolado por un amable anciano que silencioso y con una sonrisa le proveía aquel agrio veneno por unos cuantos pesos. Aquel fuerte aroma se fundía con el perfume de las jóvenes que rápidamente pasaban a su lado, rostros delicados y pálidos por el frío que acortaba sus alientos, labios partidos y cabellos alborotados por la brisa de abril. Su mente y sus ojos se perdieron entre el vapor que emanaba de sus frágiles labios hasta posarse en una bella figura que a la distancia le escrutaba con inquisitivo interés. Su rostro hasta el momento inexpresivo, esbozó una ligera sonrisa cuando sus ojos se encontraron. La luz que se colaba entre las hojas de un árbol cercano acariciaba su cuello, cubierto por su oscuro cabello, liso, brillante, le pareció tan suave como un tejido de seda que protegía su delicada piel. El instante que permanecieron mirándose el uno al otro le pareció eterno, el tiempo era nada, embelesado por sus ojos de ébano, oscuros como la noche y pacíficos como un lago rodeado de montañas, sin viento. Vivo y a la vez tan silencioso como la muerte. De pronto, intranquilo y abrumado, imaginó el cuerpo de la joven junto al suyo, atrapados en la infinidad de un cálido abrazo que incinerara el frío aire a su alrededor. Su corazón latía rápidamente, destruyendo a martillazos la paz que había sentido con la primera bocanada del agrio y penetrante humo del tabaco barato.

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Page 1: Cigarrillo-Barato

Cigarrillo Barato

El humo rozó su mejilla, el tabaco quemándose se introducía lentamente en su boca

semi-abierta, dejando escapar cortinas blancas hacia el frío aire de la mañana, aunque

soleada, era gélida y poco agradable. Sentía como el humo rasgaba su garganta con odio

asesino, era un cigarrillo barato, enrolado por un amable anciano que silencioso  y con una

sonrisa le proveía aquel agrio veneno por unos cuantos pesos.

Aquel fuerte aroma se fundía con el perfume de las jóvenes que rápidamente pasaban a

su lado, rostros delicados y pálidos por el frío  que acortaba sus alientos, labios partidos y

cabellos alborotados por la brisa de abril. Su mente y sus ojos se perdieron entre el vapor

que emanaba de sus frágiles labios hasta posarse en una bella figura que a la distancia le

escrutaba con inquisitivo interés. Su rostro hasta el momento inexpresivo, esbozó una ligera

sonrisa cuando sus ojos se encontraron. La luz que se colaba entre las hojas de un árbol

cercano acariciaba su cuello, cubierto por su oscuro cabello, liso, brillante, le pareció tan

suave como un tejido de seda que protegía su delicada piel.

El instante que permanecieron mirándose el uno al otro le pareció eterno, el tiempo era

nada, embelesado por sus ojos de ébano, oscuros como la noche y pacíficos como un lago

rodeado de montañas, sin viento. Vivo y a la vez tan silencioso como la muerte.

De pronto, intranquilo y abrumado, imaginó el cuerpo de la joven junto al suyo,

atrapados en la infinidad de un cálido abrazo que incinerara el frío aire a su alrededor. Su

corazón latía rápidamente, destruyendo a martillazos la paz que había sentido con la

primera bocanada del agrio y penetrante humo del tabaco barato.

Quiso acercarse a ella y cobijarse con su perfume, alcanzarla con un fugaz beso y

perderse entre los rincones de sus labios. Volvió dificultosamente la mirada hacia su

cigarrillo, ya consumido totalmente, y la retornó nuevamente hacia la bella joven, quien

yacía ahora entre los brazos de un alto muchacho. De la mano, se perdieron entre la masa

caminante. Se lamentó no haber fumado el último resto de tabaco mientras sacaba otro

cigarrillo barato.