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Cirac Estopañan Procesos de Hechicerías en la Inq. de Castilla la NUeva

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C I E N T I F I C A S

Z U R I T A

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ñ á n

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C O N S E J O S U P E R I O R D E I N V E S T I G A C I O N E S C I E N T I F I C A S

I N S T I T U T O J E R O N I M O Z U R I T A

A P O R T A C I O N A L A H I S T O R I A

D E L A I N Q U I S I C I O N E S P A Ñ O L A

Los procesos de hechicerías en la Inquisición

de C a s t i l l a la N u e v a (TRIBUNALES DE TOLEDO Y CUENCA)

POR

D. S e b a s t i á n C i r a c E s t o p a ñ á n

M A D R I D 1 9 4 2

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ARTICULO III

A d i v i n a c i ó n

SUMARIO.—Astrología.—Tribunal de Toledo. Sortilegios. Granos de trigo y cebada. Habas. Piedra alumbre. Naipes. Cedazo. Granos de cebada. Huevos.—Magia. Redomas de agua.—Tribunal de Cuenca. Sortilegios. Huevos. Espejo. Masa. Gotillas.

La ignorancia, la necesidad de una cosa y el temor de la con-traria, la incertidumbre angustiosa del porvenir, dependiente del libre albedrío del hombre y de la voluntad divina, son las causas psicológicas que en todo tiempo han impulsado a la Humanidad a, pretender rasgar el velo misterioso de las cosas ocultas y de los sucesos futuros. Por otra parte, la ideología oriental y paga-na sobre el origen y naturaleza del alma, y la correspondencia ar-mónica entre cielo, mundo y hombre, fundaba el fatalismo de todas las operaciones que hacía creer posible la adivinación anhe-lada. Divinos llamaron los romanos a los que eran, como los dio-ses, "barruntadores de las cosas que son secretas o que están por venir". (Ciruelo, Reprobación de las supersticiones, pág. II, cap. II.)

¿Qué formas de adivinación subsisten o se resucitan? ¿Qué nuevas modalidades aparecen en tiempo de la Inquisición y son materia de sus procesos?

De los agüeros sólo quedan rastros en algunos conjuros del

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SORTILEGIOS. HABAS

siglo xv. Pero hay muchas formas antiguas de agüeros conserva-das por tradición deforme de judíos y moriscos, divulgadas por escrito o de palabra, y después de la imprenta, entre los eruditos, por las publicaciones de los humanistas paganizados. La Astrolo-gía, por ejemplo, se practicaba sólo por gentes de letras: observa-ban la posición de los planetas en la hora del nacimiento, del hurto o de la pérdida de la cosa, y alzaban figura en un papel para adivi-nar la condición y suerte del recién nacido o de otras personas, quién era el ladrón y dónde se hallaría lo perdido, todo en confor-midad con la doctrina de los libros referidos en el artículo pri-mero. Así también se practicaba la magia.

SORTILEGIOS.—Juana Hernández, mujer de veintiséis años y de mala vida, se acusó en 1534 de haber echado para amores las suertes que, siendo muchacha, le había enseñado una mujer gra-nadina. Se meneaban con ambas manos ciertos granos de trigo y dos de cebada, un terrón de yeso o de cal y un carbón, se decía un conjuro y se echaban sobre el halda con estas palabras: "Si esto es verdad (que se quieren), salgan juntos; si no, no." Y si se juntaba un grano de cebada con el otro era señal de que se querían bien las personas que representaban. Este sortilegio sólo podía hacerse en lunes, miércoles o viernes. (T., leg. 88, núm. 120.)

HABAS.—En 1615 declaró Margarita de Borja que eran cosa muy ordinaria entre las mujeres de Madrid las suertes y el con-juro de las habas, que ella había aprendido de las Zúñigas. Pre-paraban dieciocho habas y media, un ochavo, un pedazo de pie-dra alumbre, sal, tierra de la casa, carbón, cera, pan, un papelico, un pedacito de paño azul y un poco de grana colorada. Nueve ha-bas representaban mujeres, y las otras, hombres, todas señala-das. Metíase la sortílega dos habas en la boca, meneaba las de-más entre las manos y hablando con las habas decía:

"Dios Padre y la Santísima Trinidad, pintadme verdad."

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ART. III.—ADIVINACIÓN

Seguía nombrando ángeles y arcángeles y decía las palabras de la consagración y otras tan pasito que no se entendían. Luego conjuraba a las habas, para que dijeran la verdad, por treinta y tres sacerdotes, por treinta y tres misas, por treinta y tres casu-llas y por igual número de albas, amitos, cíngulos y estolas, y por Santa Elena,

"que echó suertes en la mar y las echó buenas, y buenas las sacó".

Dicho esto, se dejaban caer en las dos manos las dos habas de la boca, y se echaba todo sobre un bufete o tabla. Según lo que caía cerca de las habas se formaba el juicio: si era la piedra alumbre, habría pesadumbre y lágrimas; si la cera quedaba sobre las ha-bas, significaba enfermedad; si caía debajo, muerte; el ochavo debajo de las habas quería decir que tendrían dineros; si estas quedaban cerca del azul, significaban celos; cerca de la grana, alegría o sangre; junto al pan, comidas; al lado del carbón, no-che, y de la tierra, que habían de venir a casa las personas repre-sentadas en las habas. Así sacaban si sus amigos les habían de acudir y dar lo que ellas querían. (T., leg. 83, núm. 31.)

En corros de mujeres o a puerta cerrada por las casas, en To-ledo, ejercían, antes de 1638, la profesión de sortílega de las ha-bas la sevillana Isabel Bautista; pero su conjuro era distinto del antes referido:

"Con san Pedro y san Pablo, y el apóstol Santiago, y con el bienaventurado san Cebrián, suertes echasteis en la mar, muertas las echasteis, vivas las sacáis; así me saquéis vivas y verdaderas estas suertes: si fulano ha de venir salga en camino",

que era hacer camino las habas, apartándose unas de otras, lo cual significaba que vendría la persona nombrada; si las habas

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SORTILEGIO DE LAS HABAS

se juntaban, no vendría, y si el haba partida se juntaba con otra, quería decir que les darían ropa. El medio real que, en vez del ochavo, llevaba la Bautista, significaba que les darían plata, y el maravedí, cuartos. Antes de echar las habas, que guardaba en una bolsita colorada, las traía por las manos con mucho halago y mimo, diciéndoles estas palabras tiernas: "Hijitas mías, decid la verdad"... Explicaba a las consultantes el significado: "Esta eres tú, esta es tu madre"... Al soltarlas decía: "Rogiadas con rocío del cielo"..., y al fin: "Ya viene por el camino, presto le ve-rás"... (T., leg. 82, núm. 26.)

El sortilegio de las habas fué muy usado en Madrid y Toledo por mujerzuelas cortesanas, mancebas y enamoradas; consta de él en más de treinta y cuatro procesos desde el año 1610 al 1670. Rara vez aparece fuera de aquellas ciudades o entre otras clases de mujeres. Sin embargo, en el. convento de Santo Domingo el Real, siendo novicia, lo hizo con otra monja doña Juana de Agui-lera y Lezcano, mujer de don Cristóbal Tenorio, ayuda de cáma-ra del rey. (T., leg. 82, núm. 3.)

La dicha Margarita de Borja hizo durante seis meses, en di-ferentes ocasiones, las suertes que le enseñó un clérigo. Se echa-ba en las faldas un cuarto de garbanzos, y tomándolos a puñadi-tos los contaba sin decir cosa alguna, y cada vez ponía de por sí el garbanzo o los dos garbanzos últimos en unas casicas por su orden. Si estas casicas se henchían de garbanzos, era buena se-ñal, y si no, era mala. (T., leg. 83, núm. 31.)

Para la Castellanos, el haba representaba a la persona por quien se preguntaba, y el yeso, la casa de la consultante. Decía a las habas este conjuro:

"Habas, que entre el cielo y tierra fuisteis sembradas, con rogío del Qielo fuisteis rociadas: así como esto es verdad, me declaréis lo que os fuere preguntando. Conjúroos con aan Pedro, con san Pablo, con el apóstol Santiago, con el seráfico san Francisco,

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ART. III.—ADIVINACIÓN

con la Virgen de la bardad, con la ara, con la ostia consagrada, con el clérigo que está rebestido en el altar, con el libro misal, con las tres misas que dice el clérigo la mañana de Navidad, con la sta. cassa de Roma, con los hijos de Israel, con el mar, con las arenas, con el gielo, con el suelo, con los siete cielos, con la virtud que ay en ellos, con la santísima trinidad, habas, que me digáis la verdad desto que os fuere preguntando: si hubiere de venir fulano, que salga una haba junto al yesso."

(T., leg. 83, núm. 41.)

SORTILEGIO DE LA PIEDRA ALUMBRE.—La misma mujer sabía conjurar el alumbre. Lo hacía al echar en el fuego dos pedacitos de esta piedra, en representación del hombre y de la mujer, para saber si vendría o no el marido o el amigo cuando aquella que-ría. He aquí su forma:

"Conjúrete, alumbre, con Barrabás, con satanás, con el diablo cojuelo que puede más. No te conjuro por alumbre, sino por el corazón de fulano; que así como te has de quemar se queme el coragón de fulano, porque me venga a ver; así como te echo en la lumbre para que se quemen, y an de ir divididos, que si de echo fulayio a de venir a verme, se junten, y si no, se estén apartados."

(T., leg. 83, núm. 41.)

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SORTILEGIO DE LOS NAIPES

NAIPES.—El sortilegio que más aparece en los procesos del Tribunal de Toledo, después de las habas, es el de los naipes: en veinticuatro lo hallo desde 1615 al 1815. Doña María de Acevedo tenía una baraja de cuarenta y una cartas, y las echaba para sa-ber lo que hacía su correspondiente cuando estaba en palacio, qué pensamientos tenía, y para disponer que volviera cuando se ha-bía enojado. Una vez se las echó a ella la mujer de un aguador pobre para ver si su galán quería a otra: el rey de copas signifi-caba al amigo; a doña María, la sota de oros. Si salían juntas es-tas das cartas, el mancebo sólo quería a doña María; pero si salía otra sota con el caballo o rey de copas, era señal de que el man-cebo tenía otra dama. En aquella ocasión tomó las cartas la agua-dora, las barajó, las echó cara arriba, las puso en cinco carreras..., pero nada salía. Barajó de nuevo y volvió a echarlas, con el mis-mo resultado, y así tres veces arreo, sin que el caballo de copas saliera con sota ninguna. (T., leg. 82, núm. 1.)

De otra manera lo hacía Margarita de Borja. Sobre una ta-bla ponía cinco órdenes de cartas, y en cada orden cuatro de ellas con las figuras hacia arriba. Luego las recogía y barajaba di-ciendo :

"Señora santa Marta, en la iglesia estáis, a los muertos resucitáis y a los vivos espiráis: así me espiréis con estos naipes lo que os pido..."

Si le salían rey con rey y sota con sota, y consecutivamente, a este modo, las demás cartas, era señal de que tendría buen su-ceso; pero si le salían de otra manera, el suceso sería malo. (T., le-gajo 83, núm. 31.)

La Castellanos conjuraba así a las cartas: "Conjúroos, cartas, con Adán y con eva,

con el clérigo que la misa gelebra, con el norte que a los marineros guía, que me digáis la verdad: si es que fulano me quiere bien, que salgamos juntos él y yo."

(T . , leg . 83, n ú m . 41.)

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ART. III.—ADIVINACIÓN

Que era salir juntos, a doce cartas, el caballo y la sota de bas-tos. (T., leg. 83, núm. 41.)

CEDAZO.—María de Orduña y otras vecinas de Illescas tenían fama de hacer hablar a una escoba y un chapín (T., leg. 92, nú-mero 199). La Naranja, de Malagón, vió que su cedazo andaba muy recio a la redonda en respuesta a la consulta que le había hecho (T., leg. 88, núm. 117). Así, la sugestión y la fama que corría en secreto de boca en boca transformaba los hechos. Vea-mos, pues, qué lenguaje y qué movimientos eran los del cedazo o del chapín, cuyo sortilegio aparece en unos diez procesos.

Algunas vecinas de Almago y de Ciudad Real conjuraban al cedazo, allá por 1602, con estas palabras:

"Por san Pedro y por san Pablo y el apóstol Santiago y el glorioso san Andrés, que me digas en esto lo que es."

(T., leg. 92, núm. 191.)

Y el cedazo respondía a su manera, como nos va a contar Isabel de Alicante.

Vivía esta en Madrid, en un sotanillo de la calle de Alcalá. Una mujer fué a consultarle si tendría cartas o vendría su mari-do. Clavó Isabel de punta unas tijeras en la barriga de un cha-pín, y teniéndolas con entrambas manos por los anillos, iba di-ciendo en secreto, entre dientes, un conjuro que no se entendía, y contaba después la consultante que vió espantada cómo se me-neaba el chapín y las tijeras por la fuerza de aquellas palabras misteriosas. Mas oigamos a la misma Isabel que, con las tijeras en las manos y voz clara, dijo: "Chapín, si ha de venir esta per-sona que yo quiero bien, anda; si no, no andes." Y añadió en su declaración del año 1625 que "se lo preguntó tres veces, y no an-duvo, que cómo había de andar. Lo hacían por chacota y hubo gran risa de cómo no andaba. Reían porque el chapín sólo se meneaba, porque meneaba el dedo; pero no, sin menearlo" (T., le-

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GRANOS DE CEBADA Y HUEVO

gajo 82, núm. 6). Ya sabemos, pues, cómo andaba muy recio el chapín y cómo era el lenguaje del cedazo...

GRANOS DE CEBADA.—Esta especie de hidromancia se halla en unos doce procesos del Tribunal toledano. Según doña Juana de Aguilera, en el agua de una escudilla se echaban tres granos de cebada, en nombre de las tres personas que más cerca le -parecía estaban de casarse con ella, y se decían por lo bajo palabras que no se entendiesen (T., leg. 82, núm. 3). La Naranja lo hacía con dos granos sin cáscara y mondados hasta la mitad; uno era el macho y el otro la hembra. En cierta ocasión, viendo que en el agua se iba un grano muy aprisa tras el otro, dijo: "Todavía se quieren y dura la amistad" (T., leg. 88, núm. 117). Alguna vez, con la fuerza de los conjuros, se meneaban los granos, y era se-ñal de que las dos personas que figuraban ya no se querían. (T., le-

a gajo 87, núm. 106.)

HUEVO.—Seis veces se habla de las suertes del huevo en los procesos de Toledo. Se hacían en las noches de San Juan y San Pedro, para conocer el porvenir o ver un navio, echando un hue-vo en un orinal con agua. En su confesión, hecha el 4 de agosto de 1623, doña Juana de Aguilera dijo que en el convento lo hizo con otras monjas en la noche de San Juan. La oración que reza-ion duró una hora. A la mañana vieron que el huevo de su her-mana María tenía la figura de una torre, significando que se me-tería monja, y en el de una criada aparecía un hombre sentado en una banqueta, como si hubiera de casarse con algún sastre o za-patero. Y así les sucedió a las dos. (T., leg. 82, núm. 3.)

Un año, a mediados del siglo XVIII, en Valdemoro, María Maes-so estrelló un huevo, al dar las doce campanadas de la media no-che de San Juan, en un orinal de los que tenían el suelo en punta, que estaba medio de agua, pidiendo al santo que se formase un navio. Y se vió palpablemente su figura hecha del material del huevo: la yema estaba aposada en lo hondo, a manera de vaso o caja de navio, y de la clara estaban formados los palos, arma-

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ART. III.—ADIVINACIÓN

mentó, cuerdas y escaleras de cordel, árboles y banderas, y los remates, torneados como lo pudiera haber hecho un tornero. Te-nía la creencia, como otras personas, de que rezando con fe al santo de rodillas en un balcón, en tal día y a tal hora, se obten-dría la figura que se quisiera. (T., leg. 90, núm. 154.)

REDOMAS DE AGUA.—Los astrólogos y magos empleaban redo-mas de agua para descubrir en ellas, por medio de niños vírge-nes, las cosas perdidas, los hurtos y los tesoros escondidos y en-cantados. Cristóbal Rodríguez, un herbolario y un sombrerero, a puerta cerrada, en el taller que el último tenía en la calle de la Madera, en Madrid, pretendieron obtener revelaciones de aquella especie. Pusieron encima del taburete una redoma de vidrio llena de agua del pozo; sobre la redoma colocaron un papel con las figuras de los planetas, de la Luna y del Sol, y a los lados de aquella encendieron dos candelillas de cera hilada. Dos mucha-chos vírgenes, Elenilla, de siete a ocho años, y Felipe, de siete, criado del sacristán de San Ildefonso, puestos de rodillas, reza-ron las cuatro oraciones y este conjuro: "Conjúrote, Cebrián y Julián, de parte de Dios y la Madre de Dios, por los apóstoles y santos del cielo, y por la virginidad de estos muchachos, que apa-rezcáis en esta redoma y hagáis que parezca" el objeto robado. Una mujer encinta dijo que veía cuatro hombrecillos y el plato de plata robado con el ladrón. Pero los niños declararon que nada veían sino a sí mismos. (T., leg. 84, núm. 45; leg. 94, núm. 229.)

Por los procesos toledanos quedan aún otros sortilegios y ma-neras de adivinar, sencillos, incompletos a veces, comunes o de invención particular, que ni por el número ni la calidad merecen especial descripción: en el agua de un barreño o caldero, por las rayas y las palmas de las manos, por las cuentas del rosario, con pajas, servilletas, velas encendidas con un sí y un no y con el conjuro del espejo, que era larguísimo y andaba escrito entre la gente. (T., leg. 83, núm. 31.)

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HUEVO. ESPEJO. MASA. GOT ILLAS

¿De qué naturaleza son los sortilegios usados en el distrito de Cuenca? ¿Cuál fué su extensión e importancia? En los pro-cesos, aparte del caso de Liébana, hemos hallado un caso de ma-gia, seis del cedazo entre los siglos xvi y xvn, alguna buenaven-tura... A fin del siglo xv se halla la noticia del orinal y del huevo, con la particularidad de que diciendo unas palabras se creía ver unos como ojos de la persona que bien quería a la contemplado-ra (C., leg. 56, núm. 823). Una judía consultó a otra por su her-mano, que estaba enfermo; aquella echó la clara de un huevo en un orinal con agua, y dijo a la otra: "Ved aquí cómo no puede escapar vuestro hermano." (C., leg. 42, núm. 675.)

Nuevo aparece el sortilegio del espejo. Se hacía una pellica redonda con cera bendita del cirio pascual, o del miércoles de ti-nieblas, o del jueves de la cena, o del viernes santo. Colocábase en medio de la luna de un espejo, se decían palabras buenas que terminaban con estas: "Así como esto es verdad, así, Señor, tú me muestra si fulano, o fulana, tiene tal cosa." Y si la pellica se meneaba a un cabo y al otro, creían que la persona nombrada tenía lo dicho. Este sortilegio se denunció en 1518. (C., leg. 69, número 1.012.)

Sólo una vez se encuentra el de la masa. Echábase piedra alumbre y sal en el fuego; en las brasas se hacía un hoyo, en el cual se ponía un poco de masa. La sortílega decía unas palabras, y las personas que deseaban conocer su suerte clavaban en la masa un cuchillo. Si con él sacaban la masa pegada, era señal del hombre y de la mujer; si algunas brasas se habían pegado a la masa y salían con el cuchillo, era que sus galanes les habían de dar alhajas. (C., leg. 517., núm. 6.720.)

En el siglo xv, los judíos de tierras de Molina y de Sigüenza practicaban mucho el sortilegio de las gotillas, echando plomo, cera o pez derretidos y aceite en una escudilla de agua. Mari Gon-zález, mujer de un platero, decía en su confesión: "Caté muchas e infinitas vezes por ojo con cera e gotillas, plomo... que casi lo tenía por officio." Otra deseaba saber si ciertas personas se que-rían, y la adivina echó con el dedo meñique tres gotas de aceite

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ART. III.—ADIVINACIÓN

en una escudilla con agua, diciendo: "Una gota es de fulana, y otra es de fulano. Y se quieren bien, y veldo porque una gota va tras otra" (C., leg. 42, núm. 675). Algunas veces echaban granos de trigo, o cebada, o de oro, plata, aljófar, corales o ámbar en número de cinco o de nueve (C., leg. 83, núm. 1.194). Elvira Nú-fiez, judaizante, mujer de un físico de Cifuentes, se confesó es-pontáneamente en 1494 de haber echado suertes con trigo, car-bón, sal y otra cosa cuando alguno estaba en trabajo o para saber sin vendrían de camino con bien, diciendo estas palabras:

"Suertes, suertes: conjúroos por el Criador que os crió, con el sol que alumbró, e con el aire que os meneó, que digáis la verdad desto que os pregunto."

(C., leg. 14, núm. 270.)

A fin del siglo xvn vuelve a darse otro caso de las gotillas de aceite (C., leg. 557, núm. 6.950), y en Ymón (Sigüenza), en el año 1754. (C., leg. 603, núm. 7.287.)

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A R T I C U L O I V

Conjuradores, Encomendadores y Loberos

SUMARIO.—Conjuradores de langosta y de demonios. Predicción de la ruina de España en el reinado de Felipe IV. Conjuradora de ganados. Encomendadores y loberos.

CONJURADOR DE LANGOSTA.—Con tal oficio iba por los pueblos el clérigo Juan Martínez de Torres, toledano residente en Sevilla, que "era buen artista de canto llano y de tañer órgano", pero que no había estudiado otra cosa que gramática, y esta ni siquiera por espacio de un año, de manera que sabía poco leer y menos de gramática.

Las gentes corrían a buscarle y rogábanle que fuese a los pueblos para conjurar la langosta. Los alcaldes le daban público testimonio cuando la plaga desaparecía de los términos. El mis-mo escribía de Guadix: "A plazido a Dios Ntro. Señor de thener por bien de proveher en ello como ninguna langosta quedase, por-que toda ella se ha desnaturado de los términos desta gibdad e ydo por las sierras a pie, porque no thenía hedad para bolar, y peresció, y se confundió, y no a paresgido más" (fol. 30 r.). En igual sentido estaban hechas las informaciones de Villahermosa, Montiel, Ubeda, Albacete, Almería... Recorrió, además, El Viso y Belmonte; pero en Cuenca le mandaron los inquisidores, en mayo

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ART. IV.—CONJURADORES, ENCOMENDADORES Y LOBEROS

del año 1549, salir desterrado indefinidamente del obispado de Cuenca, debiendo irse por otros lugares distintos de por donde había andado con sus conjuros, le prohibieron usar más de ellos y le quitaron los dos cuadernillos manuscritos que le servían de ritual.

Uno de ellos contiene la "adjuración para la langosta y toda otra mala generación que destruyen los panes y las viñas". Vea-mos el procedimiento del conjuro. Salía revestido de la iglesia, acompañado de mucha gente que le aguardaba, y rezaba una an-tífona y oración, poniendo una cruz hecha de oliva bendita del Domingo de Ramos, como se lee en un renglón tachado. Luego se rezaban ciertas oraciones, salmos, evangelios, letanías, y al fin seguía la adjuración de la forma siguiente: "Adjuro te, lagos-ta, de qualquiera manera que seays, y comays, estragays e mal hazeys los panes, y viñas, y ortalizas, y frutales y otro manteni-miento deste pueblo, por dios todo poderoso, padre, hijo, espíritu santo, tres personas y un dios verdadero, que luego tú, Apolión, que lo trays en guarda y gobernatio a esta lagosta por mandado de dios, te mando en virtud de ihu xpo., que te vayas tú y ella, y ella y tú, a langar en los ríos, o mares, o aguas, o montes, o tie-rras yermas, donde no puedas mal hazer." Y en este sentido con-tinúa el conjuro imprecando al espíritu gobernador de la langos-ta : "Apolión en griego, y Abadón en abrayco, y esterminas en la-tín." Se termina todo con el salmo "in exitu Israel de Aegypto". Tres días debe hacerse lo mismo, celebrando en cada uno misa con diferentes oraciones, o habiendo mucha necesidad, se dicen las tres misas y los tres conjuros en un día. (C., leg. 180, núme-ro 2.050.)

CONJURADOR DE DEMONIOS.—El día 5 de agosto de 1645 fué preso en Madrid, donde residía, un clérigo aragonés natural de Borja, don Dionisio de Aybar y Borja, hombre de buena volun-tad, con ribetes de iluminado, algo sugestionado por los dichos de la gente, que le atribuía gracia especial para echar los demonios.

Cuenta él mismo que una vez, en su pueblo, luego que comen-

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PREDICCIÓN DE LA RUINA DE ESPAÑA BAJO FELIPE IV

zó a conjurar unos muy fuertes nublados, se fueron deshaciendo y cesó la tempestad. En otra ocasión estaban conjurando a un fraile del convento de San Francisco, y al llegar él a su presen-cia empezó a dar voces el mal espíritu, diciendo: "Quitadme de aquí a este, que ha de ser el azote del infierno." Decía también que él no tenía ángel de guarda, sino que el Espíritu Santo le asistía en todos sus negocios. Conocía a los hechiceros y a los he-chizados con sólo mirarlos. En presencia de los enfermos, sin sa-ber cómo, sentía interiormente una inspiración con que sabía las cosas y conocía las enfermedades; señalaba el día y la hora de la muerte; pero las enfermas sentían dolores más grandes con sus exorcismos, hacían pasmos, daban suspiros y gemidos y a veces perdían el habla y los sentidos.

Cuando no hallaban remedio en sus enfermedades hacía creer a las mujeres que estaban endemoniadas. Una de ellas tenía en el cuerpo siete legiones, cuyo capitán era Belcebú. El día que este saliere habría en Madrid gran alboroto, se tocarían todas las campanas, el mismo rey iría a casa de la espirituada y la saca-rían en procesión, llevándola Su Majestad a su lado debajo de palio. Viendo un día a Isabel Martínez, hizo un ademán como de espanto, y le dijo que su mal era diferente de los otros, conocien-do que tenía siete legiones de demonios porque bostezó siete ve-ces. Quedó la infeliz atemorizada, más inquieta y desasosegada que antes, y comenzó a ver gatos negros, caras que le causaban espanto y sombras negras que se le ponían delante.

Para don Dionisio, todos los hechizos se hacían con demonios, que podían ponerse en cualquier miembro, desde los pies hasta la cabeza. Con los conjuros los ataba en las extremidades, uñas, de-dos, garganta, y los sacaba por los mismos sitios y por la orina, en forma de gusanos, sapillos, arañas...

Curiosísima es la relación que hizo el procesado ante el Tri-bunal en agosto de 1645. Era a fin de julio del año 1639, y an-daban conjurando, en la iglesia de San Jerónimo, a doña Catalina Manzano, que tenía el espíritu malo. Aquella mañana estuvo pro-tervo y obstinado en no obedecer, hasta que al fin dijo que se

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ART. IV.—CONJURADORES, ENCOMENDADORES Y LOBEROS

llamaba Satanás y que tenía consigo cinco legiones para ayu-darse como príncipe y otras cosas, respondiendo a preguntas que se le hacían. Al día siguiente continuaron los conjuros y las ma-nifestaciones de los espíritus. El conde de Barajas se presentó aquella mañana a don Dionisio para decirle que los reyes querían asistir a los exorcismos de la tarde y que en su nombre les lle-varían la comida, como en efecto se la llevaron; pero el exorcista famoso no la probó, porque ayunaba a pan y agua para alcanzar misericordia para la infeliz mujer. Por la tarde, a las cuatro y media, llegaron los reyes al balcón de la iglesia, y después de proclamar que no le tuviesen aquella acción por vanidad, porque sólo deseaba enabrasarse en amor de Dios y no medros persona-les, dió principio don Dionisio a los conjuros. Luego prosiguió un licenciado que sudaba mucho y no lo entendía... Entretanto daban muchas bofetadas a la paciente y la tiraban del copete, hasta que su cuñada dijo que aquello no se podía sufrir aunque estu-viesen los reyes, y amenazó con llevársela a casa. Al fin, llamado por el conde de Barajas, volvió a empezar los conjuros don Dio-nisio, que sostuvo un diálogo con el demonio, el cual respondía en castellano a las preguntas que aquel le hacía en latín. A los se-gundos exorcismos, el demonio hizo bostezar muchas veces a la enferma, maltrató excesivamente su cuerpo y la echó en tierra perdidos los sentidos. Vuelta en sí, en su mismo natural, al cabo de un gran rato, hubo que llamar al enemigo, porque se le había retirado. Con los nuevos exorcismos, la endemoniada se estreme-cía y temblaba y rechinaba. Pero, al cabo, don Dionisio sintió en lo interior que el espíritu tenía algún precepto de Dios, y le im-precó para que lo dijese. A esto respondió el demonio: "Aunque me pese, lo he de decir, porque todo el cielo y el infierno es con-tra mí hasta que lo diga." Y entonces gritó al rey: "Felipe, Fe-lipe, Felipe: cree, aunque soy demonio: bero, bcro, bero, tres ve-ges, lo que me mandan que te diga: no tomes las armas porque te has de ver muy apretado y has de tener mucha ruina. Y todo lo que te hacen creer, te lo entretienen con pasatiempos y come-dias." En este punto, el conde-duque se llegó a los reyes, y apar-

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CONJURADORA DE GANADOS. ENCOMENDADORES Y LOBEROS

tándolos del balcón les dijo: "Quítense Vuestras Majestades de aquí, no crean a este enredador que es padre de mentiras." Y el demonio replicó: "Es verdad que soy padre de mentiras. ¿Quién más quisiera que se destruyera todo que yo que soy demonio" Pero tú estás gordo de tantos pecados." Luego, porque no creían lo que había dicho, añadió: "Felipe, ninguno puede saber los fu-turos contingentes, sólo uno. Y para que veas que es bero lo que tengo dicho, a diez de Agosto temblará toda tu casa, y a veinte siguiente de Febrero te entretendrán con pasatiempos y comedias en el Retiro', y antes de las siete de la mañana se estará ardien-do, y Cataluña se te levantará antes del grande día del Señor, y para este gran día Andalucía se te estará esbelotreando, pero con uno que envíes se compondrá todo. Y para el de la Fee Portugal estará levantado y tendrá Rey." Y riéndose todos, y llamándole a gritos borracho, loco y mal espíritu, se acabaron los exorcis-mos. (T., leg. 82, núm. 18.)

CONJURADORA DE GANADOS.—A mitad del siglo xvm, Isabel Gil, vecina de Mira del Río, andaba por las villas del contorno, Fuen-tes, Trijueque, Viruega, etc., al menos una vez por año, santi-guando y conjurando los ganados, con lo cual se libraban de rabia y de contagios, como lo tenían experimentado. Por este servicio le pagaban las villas, cada una, dos fanegas de trigo al año. (C., le-gajo 604, núm. 7.291; leg. 611, núm. 7.378.)

ENCOMENDADORES Y LOBEROS.—Juan Criado, el Viejo, pastor de Macarambroz, tuvo fama en el primer tercio del siglo xvn por su gracia para hallar pollinas y encomendar cabalgaduras y ga-nados perdidos. Para esto, mirando hacia el lugar donde se ha-bían perdido, rezaba cinco credos después de decir esta oración, que le había enseñado otro pastor viejo de tierra de Soria:

"Encomiéndoos a Dios, y a Santa María, y a su Hijo precioso que de ella descendía,

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ART. IV.—CONJURADORES, ENCOMENDADORES Y LOBEROS

y a San Silvestre, > y a los ángeles treinta y siete:

que Dios libre este ganado de vívora y de sierpe, y de toda mala cosa, y de hombre sañoso y de perro .rabioso."

(T., leg. 84, núm. 47.)

No todos los encomendadores rezaban: hubo algunos que ha-cían sus encomiendas a los demonios. Un viejo ermitaño de Dai-miel, a mediados del siglo xvn, ofrecía al demonio lo primero que comía y se lo echaba al suelo cuando encomendaba alguna cosa (T., leg. 86, núm. 70). El Cojo de la Muía y un sobrino suyo de once años, en Valdeverdeja, en 1747, cuando encomendaban los cerdos perdidos ofrecían su alma al demonio y decían una horren-da serie de maldiciones. Se contaba de ellos que en las estrellas conocían si estaba el ganado acorralado o mordido de los lobos, y que por efecto de sus encomiendas "volvían los cerdos muy al-borotados, y bufando, con las cerdas erizadas, entraban en el co-rral, y no cabían en él por lo inquietos, mordidos y heridos". (T., le-gajo 86, núm. 83.)

También es de la primera mitad del siglo XVIII la siguiente in-vocación diabólica, citada una sola vez, la cual se decía mientras se daban tres vueltas corriendo:

"Satanás y Barrabás, los mayores del infierno, venid con la porra de hierro y descubridme esta oveja o dinero."

(T., leg. 82, núm. 20.)

En 18 de junio de 1648 declaró en Toledo una desgraciadísima lobera, Ana María García, joven asturiana de aspecto senil que andaba licenciosamente con los pastores. Había huido de su tie-rra por vergüenza de verse abandonada por el galán de quien ha-bía tenido un hijo a los catorce años. Decía que en el monte hacía un cerco, y metida en él, daba un silbo llamando a los lobos, y es-

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LOBEROS

tos venían y andaban alrededor. Según la fama, llevaba siete lo-bos consigo y los echaba contra los ganados cuyos pastores o amos no la querían recibir. (T., leg. 86, núm. 86.)

A temporadas, durante el primer cuarto del siglo XVIII, José Herráiz, o Soriano, o de Elvira, alias el Lobero simplemente, o el Lobero de Castejón, viejo de sesenta y ocho años, ejerció el oficio de lobero por Ribagorda, Ribatajada, Pajares, Castejón y otros lugares de Cuenca, encomendando los animales perdidos para li-brarlos de los lobos y sabiendo si estos se comían a los primeros en el monte. (C., leg. 589, núm. 7.167.)

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ARTICULO V

Supersticiones y hechicerías para evitar males y conseguir bienes: librarse de la justicia, tener dicha, alcanzar fortuna

y desenterrar tesoros

SUMARIO.—Librarse de caer en manos de la justicia y tener dicha: es-tampas, el Evangelio de San Juan, hierbas, bolsitas. Tener dicha y ga-nar en el juego. Librar de quintas: el Peliblanco. Sacadores de tesoros.— Toledo. Doña Catalina de Salazar. Don Antonio de la Fuente y Sandoval. Jaime Bramoselas o Pramoselas. Círculo mágico de don Cristóbal de Chi-rinos. Tesoro de Pozuelo de Aravaca.—Cuenca. Siglo xvi. Tesoros de To-rrepineda y Poyos, Valmediano y Garci-Muñoz. Siglo xvn. Pedro Zapata Torralba. Fray Jerónimo de San Juan. Siglo xvm. Estafadores. Un per-turbado.

Algunas mujeres escandalosas y hombres que temían, con ra-zón, las cárceles y las penas de la justicia, ponían una estampa de San Cristóbal detrás de la puerta o de la ventana, o una Santa Marta enfrente de la escalera (T., leg. 85, núm. 56) ; o decían en romance el Evangelio de San Juan, con lo cual creían poder al-canzar del santo cuantas cosas, buenas o malas, pretendieran (T., leg. 83, núm. 31) ; o cogían hierbas, como flor de retama y cardos altos, que, rociadas con agua bendita y conjuradas, daban fortuna si se llevaban consigo en bolsitas, o teniéndolas en casa no entraría en ella la justicia (T., leg. 82, núm. 1). Con el mismo fin dió una mujer a otra un papel atado con una cinta, dentro del cual había escamas de pescado, huesecillos y dos pedacitos de pan

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LIBRARSE DE LA JUSTICIA. TENER DICHA. GANAR

duro; llevándolo consigo una persona, aunque fuesen a prenderla más legiones de demonios que hay en el mundo, no lo consegui-rían, si al ver delante de sí a la justicia decía:

"Amansa, león bravo, que cuando tú naciste, Dios nacido era."

(T., leg. 95, núm. 253.)

Las bolsitas, cuyo contenido examinamos en el artículo segundo, se llevaban o para librarse de males o para tener dicha. La pie-dra imán llevada en una bolsita tenía grandes virtudes atractivas para cosas profanas y malas, si se aderezaba convenientemente, para lo cual era preciso cocerla con vino en una olla y juntarla con cualquier cosa que fuera de oro y con polvos de coral y de abujas. (T., leg. 83, núm. 37.)

Pertenece a la magia ilustrada y judaica el uso de un ladrillo fino de Toledo, de forma ochavada, para que la casa en cuya puer-ta se pusiese donde lo pudieran pisar los que en ella entraran tu-viese fortuna y buena venta. En el ladrillo debía estar dibujado el Duomo de Milán y tener escrito el versículo "Nisi Dominus aedificaverit domun", etc., todo lo cual se había de disponer un jueves en hora de Júpiter. (T., leg. 88, núm. 129.)

Tanto en el distrito de Toledo como en el de Cuenca se dan casos de llevar pedazos de soga de ahorcados para tener dicha en general, pero especialmente en el juego. Así, en el siglo xvi, lo aconsejaba Ana de la Cruz en Campo de Criptana (C., leg. 333, núm. 4.755); en el siglo xvn, un capitán andaba muy cuidadoso buscando un trocito por Madrid (T., leg. 82, núm. 1), y doña Ma-riana hizo pasar por soga de ahorcado un pedazo de soga gorda que había comprado a un espartero. (T., leg. 83, núm. 37.)

A principios del siglo xvi, en tierra de Cuenca, a un sacerdo-te propusieron un sacrilegio con lo cual ganarían en el juego du-rante todo el año (C., leg. 64, núm. 924), y en 1785 fué acusado en el mismo Tribunal, por supersticiones con igual fin, un solda-

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ART. V.—EVITAR MALES Y CONSEGUIR BIENES

do catalán del regimiento del Príncipe. (C., leg. 625, núm. 7.580.) Margarita de Borja, a principios del siglo xvn, daba para el

juego hierbas cogidas en la Casa de Campo, entre las cuales ha-bía trébol y cincoenrama, que tenían bienhechora virtud con sólo decir al cogerlas: "Yo te cojo para tener ventura en el juego." Pero jugando con ellas un hombre perdió cuanto dinero tenía (T., leg. 83, núm. 31.) Y en 1651 se dice que llevando un grano de helecho ganaría mucho el jugador. (T., leg. 94, núm. 220.)

Valía también para lo mismo una moneda que se hubiera pues-to, sin saberlo el sacerdote, en la pila, mientras se bautizaba a un niño, de manera que le llegasen las bendiciones y parte del agua (T., leg. 82, núm. 1jr. Doña Mariana, en el segundo tercio del si-glo xvii, sé jactaba por Madrid de que un doblón conjurado por ella era de tal calidad, que jugando con él atraería cuanto dinero hubiese delante. Y ella misma contaba lo que hizo una noche con un sastre por el camino de Atocha, el cual desde entonces ganó en el juego, y fué ponerle a cuatro pies en el suelo, echarle un ca-bestro .y llevarle de él haciéndole ver cuantas aves, animales y serpientes hay en el mundo. (T., leg. 83, núm. 37.)

Compárense con estos medios y procedimientos vulgares de gente inculta dos remedios que daba el licenciado Amador de Ve-lasco. Consistía el uno en llevar un pergamino virgen que tuviese escritas con sangre de murciélago y pluma del lado izquierdo de una gallina negra estas palabras del Salmo: "Dextera Domini fecit virtuten, dextera illius exaltavit me". Era el otro remedio traer en el brazo izquierdo, dentro de un envoltorio de lana sucia, una cabeza de culebra, un poco de algodón y un panal de miel en cuyas celdillas se hubieran metido ojos de rata. (T., leg. 97, nú-mero 279.)

En el octavo decenio del siglo XVIII anduvo por algunos pue-blos un vecino de Villacañas, Andrés de las Blancas, alias el Peli-blanco, que blasonaba de tener gracia para sacar a los mozos li-bres del servicio militar, por lo cual las familias de los quintos le regalaban tanto que algunas empobrecieron. ¿De qué embus-tes se valía para engañar a las gentes este hombre holgazán, mal

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LIBRARSE DE QUINTAS Y SACAR TESOROS

entretenido y de vida relajada? Les decía que para tener gracia había hecho manda de su hijo Lorenzo al demonio; al anochecer se despedía para ir a Toledo a ver a su maestra, y a pesar de la gran distancia, se presentaba a media noche llevando redomillas con polvos e ingredientes de pestilente olor y de gusto muy malo y pegadizo a la garganta, que hacía tomar en ayunas, unas veces al mozo y otras a su padre. Antes de sacar las suertes, aparte de los regalos y convites, le habían de dar la paga, que era sesenta reales, o a veces un doblón de a ocho, y alguna vez llegó a cien reales. Hacía aprender de memoria, para decirlas al meter la mano en el cántaro de las bolas, estas coplas, seguramente com-puestas por el mismo Peliblanco:

"Demonio soy, diablo me hallo, por mi mala fortuna meto la mano. Si salgo libre, por eso lo pago. En el nombre del demonio meto la mano."

Un quinto declaró que "cuando metió la mano en el cántaro de las quintas para tomar una (bola) de las blancas, una cuarta lo menos antes de llegar a las bolas se le metió (una) en la mano, como Peliblanco pedía al demonio, pero no era blanca, sino que salió soldado." fT., leg. 83, núm. 29.)

El año 1540 se hizo sumaria información contra doña Cata-lina de Salazar, vecina de Ciudad Real, por haber dicho que en Alarcos, encima de la fuente de la Dulla, había un tesoro en-cantado, y haber inducido a algunos hombres a descubrirlo y des-encantarlo. Decía que guardaba una cédula de origen morisco en la cual constaba el lugar y situación del tesoro y la manera de sacarlo. Según ella, en el monte, sobre la Dulia, quitando un majano de piedra guijeña menuda, hallarían un mojón de pie-dra, y debajo una figura de cabra hecha de argamasa, dentro de la cual estaba el tesoro guardado por dos diablos. Para desen-

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ART. V.—EVITAR MALES Y CONSEGUIR BIENES

cantarlo se había de degollar un gallo negro antes de tocar la ca-bra ni dar golpe alguno. Mas por mucho que cavaron un día y otro día, ni apareció el tesoro, ni la cabra de argamasa, ni el mojón de piedra guijeña. (T., leg. 95, núm. 246.)

Poco después de expulsados los moriscos se decía en Madrid que uno de ellos había dejado escondidos, junto al pozo de la nieve, nueve o diez mil ducados (T., leg. 95, núm. 247). Contaba María Rodera, en 1654, que una berberisca le había descubierto que en un montecillo alto de Alcalá la Vieja, donde había mu-chas cuevas y señales de edificios antiguos, había tesoros encan-tados. Hincando un clavo y encendiendo una vela, sin hacer más ceremonias, se abrirla la tierra y se hallaría una estatua, y de-bajo de ella, tres ollas de monedas, en una de las cuales ya sólo quedaban veinte reales de a ocho, porque la berberisca, en dife-rentes ocasiones, había sacado muchas cantidades. (T., leg. 94, número 225.)

El año 1600, el judío converso Judas Malaquí, quien antes se había ocupado en traer a España cristianos cautivos, acusó de tesorero al morisco don Antonio de la Fuente y Sandoval, hechi-cero, encantador y diablo embaidor, que se valía de planchas de hojalata y pliegos de papel en sus embustes para descubrir y des-encantar tesoros por Madrid y alrededores. Descubierto uno en un campo entre Getafe y Pinto, dentro de una cueva de las que allí había, donde manaba una fuentecilla, fueron la noche con-certada el morisco, el judío y sus cómplices a desencantarlo. Ya en la cueva, con yesca y eslabón encendieron carbón y una vela hecha de diferentes sebos que tenían preparada. Luego, don An-tonio trazó un círculo, puso delante de sí un espejo que estaba encajado en pergamino caracterado de león, hincóse de rodillas teniendo a la mano derecha el carbón dentro de un puchero nue-vo y a la siniestra la vela, y comenzó a menear los labios como si hablara y a echar en las ascuas pastillas de benjuí, ámbar, es-toraque y licuoámbar. A poco menos de media hora sintióse un ruido grande, y tras él cayó en la fuente una plancha que pare-cía de plata, y después otras muchas, algunas de las cuales eran

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JAIME 8RAM0SELAS

amarillas, de color como de oro, y tantas cayeron que se vino a henchir la fuente. Pero al fin se mató la vela, y dejando los con-juros para el amanecer, porque el morisco, según él mismo decía, estaba hecho pedazos de cansancio, salieron todos fuera de la cueva. No estaba tranquilo el judío Malaquí, y asegurando a sus compañeros que nada tomaría, entró rezando en hebreo el salmo Miserere, y con desbordada complacencia sintió caer más plan-chas. ¡ Con qué gozo oían a don Antonio cuando les aseguraba que era tanto el tesoro que no podrían llevarlo con cuatro carros! Por esto decidieron llenar las cuatro alforjas que tenían con las cabalgaduras y enterrar lo sobrante. Mas cuando volvieron a en-trar en la cueva, don Antonio tomó un poco de agua, enjuagóse la boca, volvió a echarla en la misma fuente, y desaparecieron todas las planchas. Para ver si quedaba algo, desnudóse el Mala-quí y se metió en la fuente, de la cual, en efecto, había desapareci-do absolutamente todo. (T., leg. 96, núm. 259.)

Gran fama de tesorero tuvo en Madrid durante el tercer dece-nio del siglo XVII, y quizá también después, el milanés don Jáco-me Bramoselas o Pramoselas. En los sótanos de la casa de don Pedro de Tapia, donde había un tesoro desencantado, dijeron a fray Jerónimo de San Juan que se había celebrado misa, "cosa de que yo—escribe él—me escandegí de oyrla..., que es profanar un ministerio tan alto para cosa tan vil, yo temiera que se auía de caer la tierra y vndirse sobre mí y los que allí estuuiessen". (C., leg. 514, núm. 6.708.)

Don Jácome fué llevado al prado de Viveros para desencan-tar un tesoro que allí había. Con este fin vació una estatuilla de Júpiter que tenía escrito en la frente el nombre del príncipe de los tesoros y en el pecho el del lugar; sus ojos miraban al suelo, con el índice lo señalaba en señal de predominio, y llevaba en la mano una vela hecha de cera virgen con semen y otros ingre-dientes, cuyo pábilo estaba hilado por mano de doncella virgen. Con mi cuchillo trazaron en tierra el sigilo de Dios vivo y escri-bieron letras y caracteres; luego se hicieron los sahumerios, con-juros y ritos mágicos, y estuvieron cavando toda la noche, sin

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poder hallar el tesoro encantado que buscaban. Algunos declara-ron después que en la boca de una cueva o acueducto vieron una estatua o persona humana que creció de manera que se hizo como un gigante y vino a caer sobre don Gabriel de Valenzuela, que murió de tan grande espanto, según unos, y según otros, de una enfermedad natural. (T., leg. 88, núm. 129.)

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Con gran repugnancia empiezo a extractar las inmoralida-des y crímenes cometidos en la busca de tesoros por don Cristó-bal Chirinos y sus compañeros delatados en el Santo Oficio el año 1630. Su círculo mágico estaba formado por un fraile domi-nico privado del hábito y expulso de la Orden, el abogado don Diego Jiménez Ortiz, el borgoñón don Octavio, Simón Gutiérrez, maestro de hacer coches; Miguel Pérez, ujier de la saleta de la reina, a quien gastaron más de seis mil ducados, y Felipe de Briones, cuyo caudal consumieron. Para desencantar los tesoros servíanse de libros, como la Clavícula de Salomón. Vamos a ex-poner brevemente los objetos que se prepararon y los convites de los demonios y patrañas mágicas que se hicieron para descu-brir el tesoro de Pozuelo de Aravaca.

OBJETOS.—Pentáculos y mitras; estaban hechos de pergami-nos de carta nonnata o virgen de becerros abortivos, en horas de planetas, con los conjuros señalados en la Clavícula. Los pentácu-los llevaban pintados círculos y otras figuras, caracteres y nom-bres; eran para ponerlos sobre la tierra o en los pechos de los ac-tores, con lo cual se defenderían de los espíritus que guardaban los tesoros. Aguja para coser las mitras y todos los vestidos, y cuchillo para cortar las varitas de avellano; dos bebederos de pá-jaros, que tenían pintados por de fuera nombres y caracteres, en uno de los cuales pusieron azafrán y en el otro bermellón para pintar; pluma del ala de un ganso; hisopo y hierbas para rociar; un barreño nuevo de Alcorcón para hacer lumbre nueva, y tres

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TESORO DE POZUELO DE ARAVACA

barreños pequeños; un azadón y acó o clavo largo de acero para hacer los círculos en el suelo; perfumes, hierbas de la Casa de Campo, sangre de animales, una vela de cera virgen con que se abriría la tierra en habiéndola encendido, polvos y otras cosas que tenían envueltas en un tafetán carmesí de cubrecáliz; vestidos de raso blanco, con albas, etc.; polvos de sesos quemados de dos cria-turas, que consiguieron de una partera; dos pichones, o todo blan-cos o todo negros; un ganso y dos pollos grandes que no hubie-sen llegado a gallinas; arbano, o caña de un palmo, para dego-llarlos; platos vidriados nuevos, manteles y servilletas muy lim-pias y olorosas; una escudilla con mirra, incienso, ámbar, oro molido en cantidad de un doblón y otros polvos; una calavera humana caracterada con sangre de cuervo y zumo de mandrá-gula. Todo hecho, pintado y caracterado en la cueva de la casa de don Juan de Zirica, consagrada para tal efecto por Fr. Fran-cisco y don Agustín, únicos que podían bajar a ella. Tardóse en prepararlo todo dos crecientes de luna, y para cada cosa obser-vaban horas precisas de planetas.

CONVITES DE LOS DEMONIOS.—Celebraron dos convites de los demonios, que así les decían, en plena cuaresma, el primero en un día de marzo del año 1630, dentro de un aposento pequeño, al fondo de una sala grande, y el segundo, a los pocos días, en un jardín. Primero hicieron en el suelo un círculo grande, en el cual escribieron nombres y caracteres; se encendió lumbre virgen con yesca y pedernal, y, puestas ascuas en los barreños pequeños, fueron estos colocados en tres sitios diferentes del aposento, en forma de triángulo, y se quemó sobre ellos incienso y mirra. Los operadores se postraron de rodillas alrededor, pero fuera del círculo, sin capas ni sombreros ni espada, y revalidaban la con-sagración que hacía don Agustín, el cual, dentro del círculo, de cara al Oriente y rodeado de tres candelillas encendidas, ofreció al demonio para siempre las almas de los circunstantes. En se-ñal de promesa y seguridad ofreció uno el pelo de la cabeza que se cortase la primera vez; otro, las uñas que se quitase en toda

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la vida; otro, ser causa de que alguna persona pecase y muriese en el pecado... Luego apagaron las candelas, don Agustín puso las manos en siete caracteres del círculo, y para cerrar el pacto, en nombre de los demonios prometióles su ayuda y servicio en cuanto les pidiesen, y dijo que se aparecerían en forma humana, cuando se derramase sangre humana, en forma de sacrificio, so-bre el lugar del tesoro.

Después, extendidos los manteles nuevos sobre el círculo, pu-sieron en la cabecera tres platos nuevos de Talavera con tres panecillos candeales, el oro molido y los polvos de los sesos de los niños muertos, que eran para los tres demonios convidados, y sen-táronse todos en el suelo. Los pollos, los pichones y el ganso habían sido ahogados y guisados por mano de hombre; primero sirvieron una pechuga de pollo en cada plato de los tres de la cabecera, y una de las tres partes en que se partió otra del ganso. Y luego comieron los demás, sólo que los demonios no aparecieron por allí ni en toda la noche se comieron sus raciones. Terminados los banquetes, habían de estar encerrados durante nueve días, lo cual llamaban estar en custodia, y en todo el tiempo dicho habían de guardar continencia.

SACA DEL TESORO.—Por las declaraciones de don Agustín, sa-bían los cómplices que el tesoro de Morata era una jaeza, mucho oro y plata, varas, muchas perlas, piedras preciosas y otras co-sas, que todo junto valdría dos millones y medio. Para sacarlo era menester derramar sangre humana sobre el lugar donde se decía que estaba; pero don Agustín, que se jactaba de haber des-encantado otro tesoro en Portugal estuprando sobre él a una don-cella, puso dificultades al derramamiento de la sangre, y le acep-taron los demonios la ofrenda de los sesos infantiles en la forma dicha. Y ya todo preparado, fueron una noche en busca del teso-ro de Pozuelo, a la orilla del río, frontero del camino de San Isi-dro, al lugar donde antes habían hecho cavar. Hubo conjuros y sahumerios..., se cavó más en el hoyo..., sobre un barreño lleno de agua dos niños vírgenes increparon con conjuros de la Claví-

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PEDRO ZAPATA TORRALBA

cula a los demonios para que manifestaran si allí estaba el te-soro..., se dieron golpes con el azadón para que se descubriera la piedra con que estaba cubierta la boca del tesoro..., como reme-dio supremo y definitivo metieron la calavera en el fondo del nozo..., siguieron los conjuros y sahumerios, se cavó más y más, volvieron a cavar al día siguiente; pero el tesoro no aparecía, como tampoco aparecieron los de Morata, Alcalá de Henares y otros sitios, donde había encantados, del tiempo de los romanos o de los moros, millones de monedas de oro. (Cfr. T., leg. 85, nú-mero 57; leg. 88, núm. 132, proc. del Dr. Diego Jiménez Ortiz; legajo 92, núm. 180, proc. de Fr. Francisco Montes Gayangos.)

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A principios del siglo xvi era fama que en Torrepineda, a dos leguas de Cuenca, había también tesoros encantados, y se con-taba de un caballero que, por indicación de un criado suyo moro, había encontrado unas alforjas llenas de oro en el lugar donde se decía que estaba oculto el tesoro. Mas a pesar de seguir en todo las instrucciones de un libro, nada hallaron los de la cuadrilla de Juan de Puelles en Torrepineda ni en unas peñas de Poyos donde cavaron el año 1519 (C., leg. 75, núm. 1.091). Veinte años después, otros aficionados, con el alfaquí de Egea, Luis Ben-Alí, intentaron lo mismo en la dehesa de Valmediano, a dos leguas de Frías, con cédulas arábigas y conjuros a los cuatro vientos. Qui-sieron luego probar fortuna en Torrepineda, usando barricas de plomo y unas escudillas con letras arábigas, pero Ben-Alí, rece-loso y conocedor de la eficacia de los medios, no quiso ir (C., le-gajo 140, núm. 1.725). A fin del siglo xvi interviene otro moro en la busca del tesoro de El Castillo de Garci-Muñoz. (C., leg. 353, número 5.012.)

Pero los grandes tesoreros no aparecieron hasta mitad del si-glo XVII. Insigne zahori, con fama de matemático, fué Pedro Za-pata Torralba, que había sido soldado en Flandes y en la Real Armada. Tenía en Iniesta, donde vivía, siete volúmenes de libros,

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ART. V .—EVITAR MALES Y CONSEGUIR BIENES

todos para sacar tesoros, entre los cuales prefería la Clavicula de Salomón, por la cual, según decía, hubiera dado gustoso qui-nientos ducados. Para desencantar el tesoro de la Cueva del Hie-rro, en Castellfort de Mangranilla, empleó varillas de zahori, man-dó celebrar misas, hicieron círculos y cruces, hubo sahumerios de siete clases de incienso, se dijeron conjuros para abrir la tie-rra... Muchos vecinos de Belmonte y de San Clemente buscaron un zahori, y llamaron a Zapata para que descubriese el tesoro que estaba junto a la ermita de Nuestra Señora de Rus, y tanto interés tenían en ello, que pusieron guardas con escopetas para que nada les estorbara ni impidiera sacarlo. Y el zahori, estan-do sentado en una peña, dijo, con aire de vidente, que allí estaba el arca del tesoro, la cual era toda de metal y grande y estaba llena de oro y plata; sobre ella veía echado a un viejo de barba larga con la mano en la mejilla y a dos negrillos sentados. Mas las cuatro varillas que llevaban nada señalaron, a pesar de los conjuros contra los demonios que lo impedían. Encendieron siete velas verdes, un clérigo revestido echó agua bendita y leyó con-juros y evangelios, cuatro o seis hombres cavaron hasta topar con la piedra..., pero no se descubrió el tesoro. (C., leg. 463, nú-mero 6.356, año 1643; leg. 469, núm. 6.417, año 1.646.)

Por la interesante confesión del propio Fr. Jerónimo de San Juan conocemos sus aventuras del año 1656 en busca de tesoros, con ocasión de su estancia en Logroño. Allí oyó que muchos, de la noche a la mañana, se habían enriquecido con grandes teso-ros de los que habían escondido los moros, con encanto o sin él, por los contornos de la ciudad, hasta la sierra de Clavijo. Un hombre tuvo relación de un tesoro y fué a buscarlo, hallando to-das las señas conformes, y al cabo, tres tinajillas de cobre que una con otra estaban asidas. Abierta una de las tres con ciertos instrumentos, vióse que estaba llena de un metal de color como de acern, que tenía el encanto, según la relación dicha, en un cuerno de cabra de unas arracadas. Pero no se pudo encontrar el cuerno ni tampoco las arracadas. El metal de la tinajilla apa-gaba la lumbre y puesto a golpe de martillo en el yunque no su-

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TESOREROS DEL SIGLO XVIII EN CUENCA

fría mella. Pretendieron desencantarlo algunas personas. Un mozo francés presumía deshacer los encantos con unos conjuros de la Clavícula que estaban en romance, pero no satisfizo a Fr. Jeróni-mo. Este examinó también a una mujer que guardaba recetas pro-cedentes de los moros africanos para los desencantos, y, de acuer-do, señalaron para tal efecto una noche en que todos habían de reunirse donde estaban las tinajas. Concurrieron todos, en ver-dad, pero fué tal la tempestad de agua que cayó, que no cesó de llover en toda la noche, por lo cual les fué preciso acogerse en un lugarcillo que estaba cerca de allí, y a la mañana se volvió cada uno a su lugar y casa. (C., leg. 514, núm. 6.708.)

Los tesoreros del siglo xvm son, o estafadores, como Francis-co García Bisera (C., leg. 593, núm. 7.183) y Antonio Lloréns (C., leg. 604, núm. 7.290), o perturbados, como José Ibáñez, de Madrigueras. Este, el año 1776, hizo creer a todo el pueblo que en un cerro próximo a la ermita de San Jorge estaban encantados hacía seiscientos treinta años un tesoro y un moro de edad como de dieciocho o veinte años, bien parecido, de pelo rojo y con chu-pa y calzones. Diciendo doce veces "Juxta Moysen" y llamando al moro por su nombre, que era Leonit, se abriría la roca y un cuarto redondo en el que había tres o cuatro tinajas de oro y un conejo encima de una de ellas. El moro les daría un hacha verde y un sable para matar al conejo, con lo cual quedaría deshecho el encanto y se podrían sacar las riquezas. Pero viendo a José caer en el suelo con demostraciones de paroxismo, después de invocar medrosamente a Leonit, todos coligieron que había sido embuste lo del tesoro encantado. (C., leg. 620, núm. 7.491.)

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ARTICULO VI

M a l e f i c i o s

SUMARIO.—Clases y efectos de los maleficios. Opinión de las gentes y de los médicos. Conocimiento de los hechizos. Formas: aojamiento, ligamen, comedizos y bebedizos, por contacto físico o de las ropas. Maleficios ex-ternos : en pucheros, mejunjes, polvos y tierra, por sapos, en figuras y tijeras.

CLASES Y EFECTOS DE LOS HECHIZOS.—En el último cuarto del siglo XVIII, a un hechizado, que buscaba remedio para sus males, explicaron la Pachita y la Estanquera de Argés las clases de he-chizos que había: de sofocaciones, de dolores, de aprehensiones y otros mil modos. Si se dan en bebida, son para penar; si en vino espirituado, de cien hechizados sale uno; si en cocido o pisados, mueren. Además pueden darse en aliento, y contaban que a una fulana se los dieron con saliva en un baile, y murió. En los he-chizos del consultante, según le dijo la hechicera de Navalucillos, andaban muchas hechiceras, sobre todo la propia Pachita, que querían desvirtuar al desgraciado enfermo, el cual, en efecto, con los trabajos y dolores de los hechizos se desainaba o desubstan-ciaba (T., leg. 95, núm. 241). En el mismo siglo, un cazador decía que le habían hechizado la escopeta, con la cual ninguna pieza mataba (T., leg. 90, núm. 160) ; y por hechizos de una mujer, un

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CONOCIMIENTO DE LOS HECHIZOS

tejedor enfermo no podía trabajar porque se quedaba trabado de pies y manos, percibía olores inmundos de azufre y escaraba-jos, sentía que las espaldas se le abrasaban y que las muelas se le ponían como de corcho. (T., leg. 96, núm. 263.)

Mil efectos eran atribuidos a hechizos en el siglo xvi. Si un niño ciega, es que, no pudiendo hechizar a los padres, han hecho el mal al hijo (T., leg. 83, núm. 32). Hechizos le han hecho si uno se desvirtúa o se va consumiendo día por día, y le aqueja el pe-cho, y no puede pasar la comida, o sufre enfermedades rápidas y repugnantes que acaban en la muerte (T., leg. 83, núm. 32). Tam-bién tiene mal de hechicería el hombre impotente y el melancóli-co y cabizbajo, que no quiere comer en casa y se pone a llorar en diciéndole algo su mujer (T., leg. 89, núm. 148). Muere en muy breve tiempo un galán que había abandonado a su dama, y se dice que varias mujeres, en venganza, le habían dado hechizos y en un sótano habían quemado cosas de tan mal olor que parecía de infierno (T., leg. 95, núm. 253). Y, en fin, una hechicera de Peña del Sordo amenazó a dos personas que estaban en la calle, a su paso, diciéndoles que si no marchaban de allí "las haría ama-neger las cabegas más blancas que una nieve". (T., leg. 90, nú-mero 164.)

En 1515, el doctor León de Cuenca dijo que estaba herida en el corazón, por algún mal que le habían hecho, una mujer, la cual, después de una sarta de palabras injuriosas que le soltó con eno-jo una vecina, cayó amortecida, dando consigo en tierra y fue-go, y se mordía las manos, y sentía grandes congojas, y como si le ardieran los pechos, donde creía tener el mal (C., leg. 56, nú-mero 823, fol. 4 r.). Y otro médico, a mediados del siglo xvn, afir-mó que estaba hechizado un hombre que decía disparates y cuya enfermedad no podía conocer. (C., leg. 472, núm. 6.453.)

No siempre se conocían los hechizos, por sus efectos, al pri-mer golpe de vista. En Toledo se los conocía, a principios del si-glo xvi, valiéndose de una candela bendita y de la agujeta con que el enfermo se abrochaba e invocando a Belcebú "e Sachinás e el diablo coxuelo" dentro de un cerco hecho en tierra, en el

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ART. VI.—MALEFICIOS

cual se habían de ver los hechizos (T., leg. 86, núm. 73). De la Gonzala aprendió la Doyague a distinguir las enfermedades por la lengua, que si estaba blanca era señal de maleficio. (T., leg. 85, número 64.)

A mitad del siglo XVII, una curandera de Torrijos echaba tres granos de sal y tres gotas de aceite en una escudilla de agua, que ponía al lado del enfermo, o si estaba ausente, junto a cabellos suyos que le traían los consultantes, y decía:

"Santa Ana parió a la Virgen y Santa Isabel a San Juan, y la Virgen parió a Cristo sin pecado original."

(T., leg. 89. núm. 149.)

Al mismo tiempo, en Toledo, María de Guevara conocía el mal de ojo en que las criaturas estaban descaecidas y desmedradas, porque no tomaban el pecho o no comían. (T., leg. 87, núm. 114.)

En tierra de Fuensalida y Alcabón conocían las hechiceras a los aojados porque estaban muy tristes y caídos los ojos; o tam-bién echando una gota de aceite en agua, y si quedaba entera so-bre el agua, no había mal de ojo, pero en caso contrario, si la gota de aceite se deshacía o hundía, era ciertamente seguro el aojamiento. (T., leg. 89, núm. 140, año 1664.)

Durante el siglo XVIII subsiste la opinión de mirar en barre-ños de agua para ver a la hechicera (T., leg. 91, núm. 169), y al-guien dice que mirándose en un espejo el mismo hechizado vería en él a los que le habían hecho el mal. Ya hacia el fin del siglo, una hechicera de Miguelturra, para conocer si los hechizos de un enfermo eran o no de muerte sin remedio, mandó que le diesen a comer un gato cocido y enterrasen la cabeza, que al cabo de un tiempo se había de sacar, y si tenía los ojos como habas, los hechizos eran de muerte sin remedio. (T., leg. 95, núm. 251.)

Mas ¿cómo se daban o cómo se creía, de hecho y en particu-lar, que se daban los hechizos y se hacían los maleficios?

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AOJAMIENTO, LIGAMEN, COMEDIZOS Y BEBEDIZOS

MAL DE OJO.—Beatriz Sánchez alabó el año 1625 los ojos de un niño, y se los miró para ver si eran como los de su madre, a la cual le dolieron tanto, según decía, que pensó cegar, con lo cual el niño quedó enojado o aojado (T., leg. 95, núm. 248). Poco des-pués en Villarta, se acusaba a la deshechizadora María López de haber matado, con sólo mirarlos, a unos niños, a cuyos padres había amenazado antes. (T., leg. 89, núm. 147.)

LIGAMEN.—Leonor de Barzana, toledana conversa de judía, dijo a una mujer que el maleficio de su ligadura estaba en una trenza negra que a su marido le había dado una amiga (T., lega-jo 82, núm. 24). También en la primera mitad del siglo xvi, Isa-bel de la Higuera, vecina de Daimiel, reveló a un hombre cómo le habían ligado dándole a comer ciertas suciedades en una naran-ja, con sahumerios y con una figura hecha en la ceniza, en cuyo ombligo habían vaciado una escudilla con una agujeta de sus calzas untada en vinagre (T., leg. 88, núm. 126). Ya a fines del siglo XVII, un molinero de Talavera, hombre de mala vida y be-bedor, acusó a una vecina de causarle muchas visiones y de ha-berle ligado con el simple contacto de su brazo o al tomar de su mano un puñadito de harina (T., leg. 85, núm. 69). En 1751, la ATbardera, de Getafe, estaba en fama de ligar al contacto de sus vestidos o tocando a uno en la pretina de sus calzones (T., lega-jo 85, núm, 63). En la Puebla de Montalbán se decía en 1758 que la tía Fruncida guardaba en una tinajita los miembros de los li-gados (T., leg. 93, núm. 207), y en Lillo, el año 1780, corría el rumor de que la Gorrinera los colgaba en una espetera de la po-sada nueva.

MALEFICIOS EN COMIDA O BEBIDA.—Quería Juana Dientes ma-tar al galán que la había abandonado, y pidió a Mari Sánchez que con sus hechicerías lo maleficiase. Esta le enseñó dos clases de polvos, que, echados en la olla del mozo, le causarían la muer-te: unos se sacarían del corazón de una res, que primero había de punzar, después debía dar con él tres vueltas por el patio hasta la

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ART. VI.—MALEFICIOS

puerta de la calle, y al cabo, picarlo, secarlo y molerlo; los otros, que fueron los que preparó la Dientes, estaban compuestos de los que sacó moliendo las uñas de sus pies y manos, pelos de los so-bacos, pestañas, cejas y otras partes, una abubilla, un ratón, ce-bada criada cara a Oriente en nueve días, flor de su camisa, sal de cristianar y capilla de borrica nacida. (T., leg. 95, núm. 255, año 1548.)

Vivía en Cebreros, el año 1557, Catalina de Doyague, discí-pula de la Gonzala, y de ella se decía que quiso maleficiar a un hombre echándole una araña en la ensalada, y que ella andaba diciendo que para aquel efecto eran buenos los polvos de un sa-pillo del campo echados en la olla de la comida. La misma dijo a un pobre enfermo del pecho, ya desahuciado, que no podía repo-sar en la cama, que le habían hecho mal de bebedizos guisados por una hija y su madre. (T„ leg. 85, núm. 64.)

Por haber comido un poco de solomo maleficiado y otros he-chizos se decía en Borox, en el primer tercio del siglo xvi, que había muerto un hombre de mala vida, el cual, perdidas las fuer-zas para trabajar y sin tener calentura ni dolor en la cabeza o en el cuerpo, se fué secando y consumiendo y muriendo durante los dos años que vivió como embelesado y atontado. Antes de morir acusó también a la mujer con quien había tenido relaciones ilíci-tas de haberse guardado un diente que a él se le había caído, con lo cual hizo que se le fuesen cayendo sin dolor todos los demás dientes y muelas de la boca, de modo que solamente le quedaron cuatro, y tan apartados, que no podía aprovecharse de ellos para comer. (T., leg. 92, núm. 187.)

Por el mismo tiempo, en Madrid, otra mujer, valiéndose de una tercera, pidió a la Sevillana que con sus hechizos quitase a un hijo suyo la memoria de un hombre que había estado con ella en ausencia de su marido. Preparó la Sevillana agua de gordo-lobo cogido en el campo de doña María de Aragón, y la bebió el niño; por la mañana se comió un pedazo de mazapán que había conjurado la misma Sevillana estando en la cama y teniendo una vela encendida. Y, en efecto, desde entonces quedó el muchacho,

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POR CONTACTO FISICO O DE LAS ROPAS

según la madre, tan atontado y sin memoria, que ni de las ora.-ciones que sabía ni de leer se acordaba. Comenzó para la madre pecadora un martirio terrible, pues quería a toda costa que la Sevillana devolviera la memoria a su hijo, por lo cual le daría un manto y unas arracadas de oro; la Sevillana, que había sacado por el hechizo doscientos reales, un vestido de picotes y varias sortijas de oro, se vió apurada en extremo, y respondió que des-hacerlo era como descoser una camisa, en que se había de ir punto por punto, y al fin negó que el niño hubiera perdido en rea-lidad la memoria. (T., leg. 93, núm. 218.)

A mitad del siglo xvn una doncella de Hueva se jactaba de saber hacer hechizos mortíferos con agua estancia de lechugas, farfollas de cebollas, tres bocados de pan y el agua que corría de un sapo colgado (T., leg. 82, núm. 11). En un proceso del si-glo XVIII se habla de un maleficio dado en los confites de un bauti-zo, que produjeron a una mujer molestias en la garganta y gran-des dolores en todo el cuerpo (T., leg. 82, núm. 13); en otro, de polvos paliados en una trucha, que impedían el desarrollo del feto después de dos años de concepción (T., leg. 82, núm. 9) ; y en otro, de unos dulces maleficiados por los cuales un hombre comenzó a aborrecer a su mujer, que se le aparecía con cara de demonio y orejas de muía. (T,, leg. 82, núm. 21.)

MALEFICIOS POR CONTACTO FÍSICO.—Presumía la Doyague en-tre la gente de poder hacer mal de tal suerte, que si tocase con el codo o asiese de las ropas a una persona con ánimo de maleficiar-la, se pararía en el sitio de modo que fuese menester llevarle en un carretón. Un hombre, que cogió temor al verla llegar hacia sí, y más cuando lo detuvo para hablarle y le asió las manos, sintió-se malo antes de llegar a su casa, y nunca ya tuvo un día de sa-lud. (T . , leg. 85, núm. 64.)

En el siglo XVHI, una doncella, la mañana de novios, quedó en-ferma, sin poderse levantar de la cama, porque una mujer la tocó en las piernas (T., leg. 90, núm. 151); Pedro González quedó bal-dado y lleno de dolores, jarretado y doliente como con grande ca-

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Ientura, porque la curandera de Cebreros le dió tres palmadas en el brazo (T., leg. 87, núm. 112); y la Varriales, no contenta con reñir y privar del sentido con sola su amenaza a la mujer de su galán, tomó en brazos a una hija suya, y mientras con una mano la acariciaba y tenía la otra en la faltriquera, quedó la niña muer-ta, lo cual todo fué atribuido a maleficio. (T., leg. 97, núm. 277.)

MALEFICIOS EXTERNOS CON AGUAS., TIERRA Y P O L V O S . — A l a t i e -

rra que le había echado en la cabeza por la espalda su suegra atri-buyó el sastre, y con él la gente de Fonseca, a fines del siglo xvn, las enfermedades que sufrió, de que le curó una vez la hechicera de Navalucillos, adonde lo llevaron sobre un pollino entre costales de paja. Pero tal era la fuerza de los hechizos, que al fin el infeliz murió sin tener hora buena. (T., leg. 82, núm. 13.)

En los procesos del siglo XVII hallamos varios ejemplos de esta clase de maleficios. María de Ocaña, temerosa de que el ga-lán, que le daba cuanto necesitaba, se fuese con otra mujer, echó en la puerta de ésta una pócima compuesta de orines de moro o negro no cristiano, o agua de lavarse los pies los negros y negras, limones, tierra de sepultura, zumaque, azogue y sal (T., leg. 92, número 197). Cuenta Fr. Jerónimo de San Juan que en Madrid le echaron por una ventana, en el lugar donde solía dormir, otra mixtura maloliente, y que por la mañana, una mujer tapada que preguntó por él, mientras le llamaban, dejó en la habitación un cacharro con un líquido de olor muy fuerte de orina (C., leg. 514, número 6.078). Al cerrar la puerta de su casa, una señora, en Toledo, vió esparcidos por el suelo unos polvos pardos que a nada olían; los barrió con una escoba, pero en gran parte quedaron pegados en la tierra, y la pobre mujer, creyéndose víctima de un maleficio, tuvo que acostarse, perdida el habla y temblando todo el cuerpo, de tal suerte, que se fué secando poco a poco y quedóse en cuerpo, con sólo el pellejo y los huesos y la lengua trabada. (T., leg. 85, núm. 56.)

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POR SAPOS y BICHOS

MALEFICIOS EXTRÍNSECOS: POR SAPOS O ESCUERZOS Y BICHOS.— Para matar a su galán, de quien había sido abandonada, Juana Dientes, por consejo de la hechicera Mari Sánchez Cebolla, echó en casa de aquel un sapo, "y ansí como el sapo se iba poco a poco secando, ansí su poco a poco se iba secando la dicha persona". (T., leg. 90, núm. 167, año 1537; cfr. T., leg. 95, núm. 255.)

A mitad del siglo XVII decía la gente en Miraflores de la Sie-rra que María Manzanares iba por los campos cogiendo escuer-zos en una taleguilla, que después los molía y hacía polvos para echarlos en el caldo o en el vino de los que reñían con ella o le negaban lo que les pedía, con lo cual los mataba secándoles la subs-tancia. Así, decían que un niño se fué secando sin calenturas, y murió descoyuntado y sin substancia en su cuerpo; otro, muy hermoso, se puso en un hilo y pereció; una doncella quedó seca y ésperegida, otra iba pereciendo poco a poco... (T., leg. 90, núm. 158.)

Juan Macías o Mecías, en el primer tercio del siglo XVIII, dijo a un enfermo que si no se podía menear era porque en una re-guera de su pueblo había un bicho que tenía hincado un alfiler en el costado, otro en el pecho y otro en las rodillas, que se corres-pondían con las respectivas partes de su cuerpo (T., leg. 91, nú-mero 169), y a una enferma que estaba hechizada con un escuer-zo escondido debajo de una piedra cerca de su casa, y si él se hinchaba, sentía ella fuertes dolores, y si muriera, también ella moriría. (T., leg. 90, núm. 151.)

En su confesión decía una judía de Cifuentes el año 1493: "Teníamos un niño e hecháronnos un sapo en mi casa, atados los pies, de cara arriba, e las manos, e el cuerpo, e un riñon en la boca; estaba seco, este niño fallesgió dende a quince días. Dixe yo: Sancho, algún mal nos hizieron con aquel sapo, que este niño se nos ha venido a secar." (C., leg. 11, núm. 222.)

Una gitana alta, delgada, de buena gracia y que bailaba muy ricamente, dió a María Muñoz, del Toboso, un sapo, sobre el cual había dicho entre dientes algunas palabras en su lengua, para que por él se muriese su marido, que la maltrataba. Confesó la Muñoz que dió al sapo un poco de pan mordido por su esposo,

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ART. VI.—MALEFICIOS

porque le habían dicho que si aquel se lo comía, secaríase este; pero ni el marido murió seco ni el sapo comió el pan. (C., leg. 460, número 6.335, año 1639.)

María del Cerro, vecina del Provencio, pidió a Catalina Xave-ga, de Villárrobledo, algunos hechizos para matar al mozo que la había dejado por casarse con otra. Y sucedió que, apenas ca-sado el galán, cayó enfermo y se fué secando, y hubo fama en el lugar que al morir había dado su cabeza un estallido. Por esto, y por no haber entendido los médicos la enfermedad, y por haber hallado, debajo de una teja, cerca de su casa, un sapo atravesado de alfileres y con un pedazo de pan en la boca, se atribuyó todo a maleficio y venganza de la del Cerro. (C., leg. 540, núm. 6.832, año 1.675.)

Curioso es el caso de la Taruga, de San Clemente, ya en la segunda mitad del siglo xvm. Una mujer, a quien se decía ha-

* bía cambiado por algún tiempo el sexo, estaba mala de enferme-dad que no entendían los médicos, y le dijo la Taruga que ella la tenía hechizada con polvos de color rojo o ceniciento sacados de sus propios cabellos quemados, y que para atormentarla tenía un escuerzo o sapo claveteado con treinta y cinco alfileres gordos, con el cual podía sanarla, hacerla padecer mucho o matarla en un momento. Así, cuando quería inflamarle las piernas, brazos o pecho, apretaba mucho los alfileres al escuerzo; cuando quería que, sobre la inflamación, despidiese un sudor que se pegase a la ropa como liga, atormentaba más al animal, haciéndole echar el mismo humor; es decir, que si se hinchaba, sudaba o chillaba el sapo, también se hinchaba, sudaba o chillaba la enferma. Y esta, para redimirse de tan perniciosa vejación, tuvo que dar a la Ta-ruga una basquiña o guardapiés. (C., leg. 615, núm. 7.431.)

MALEFICIOS EXTERNOS: EN FIGURAS DE PLOMO Y CERA Y EN TI-

JERAS.—En el proceso de la Justicia Real, suspendido por el San-to Oficio el año 1524, contra la Manjirona, de Puebla de Montal-bán, se la acusaba de haber hecho un maleficio en una figura de plomo, la cual tenía un brazo manco con la cabeza inclinada enci-

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EN FIGURAS Y TIJERAS

ma de los pechos y agujereada de lezna, hallada debajo de la higuera de una mujer que estuvo enferma catorce meses, toda descoyuntada, manca de un brazo y con la cabeza caída sobre los pechos. (T., leg. 82, núm. 7.)

En 1629 se decía por Miguelturra que Ana García y su hija habían hechizado a toda una familia con figuras de barro ente-rradas en el quicio de una puerta, por lo cual el mal de desmedro del corazón se pasaba del uno al otro en la casa (T., leg. 86, nú-mero 84). Según la Barrera} de Alcázar, cuando las hechiceras querían que un hechizado tuviese dolores, apretaban los alfileres de la figura en su miembro correspondiente (T., leg. 82, núm. 22). Isabel Bautista hizo en Toledo una figura de cera para matar a una persona, que había de morir a los dieciséis días (T., leg. 82, número 27). Para matar a su marido, María Muñoz tenía ente-rrado en el corral un muñeco descera con alfileres en las coyun-turas y otras partes. (C., leg. 460, núm. 6.335.)

Y a fines del siglo XVII, en Madridejos, se decía que la Cacha, para hacer mal a ciertas personas, había clavado unas tijeras de-bajo de su cama. (T., leg. 83, núm. 34.)

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A R T I C U L O V I I

C u r a c i o n e s

SUMARIO.—Nóminas y amuletos. Bolsas. Sigilos. Desaojamiento. Deshechi-zamiento. Desligadura. Santiguadores y saludadores. Ensalmos. Otras cu-raciones supersticiosas. Emplastos. Cocimientos.

NÓMINAS Y AMULETOS. — En artículos anteriores hemos visto cómo eran las nóminas que se escribían para curar las enferme-dades o prevenirse contra toda mala incursión, y los objetos que, principalmente dentro de bolsitas, llevaban las gentes para apar-tar toda clase de mal, librarse de hechizos y alcanzar dicha. Aquí haremos una exposición más detallada y precisa de todo lo refe-rente a la salud humana.

Para el dolor de costado era bueno el sigilo de Júpiter que lle-vaba Medrano (T., leg. 91, núm. 171); los librillos de Fr. Jeróni-mo tenían virtud curativa (C., leg. 514, núm. 6.708); teniendo en casa un poco de la sal del bautismo no reñirían dos hermanos ni se harían daño (T., leg. 84, núm. 54); doña Mariana de Cañedo mandó a una mujer, la cual deseaba librarse del mal trato de su marido, que un viernes, al amanecer, fuese a su casa, llamase con tres golpes en la ventana y, sin hablar palabra, tomase para traer consigo lo que ella le daría, que fueron dos dientes de jumento muy sucios envueltos en un papel que tenía dibujado un sigilo y

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DESAOJ AMIENTO

ciertas palabras escritas, con tres papelitos, uno con sal y los otros dos con polvos de distinto color. (T., leg. 83, núm. 37.)

Como preservativo contra hechizos se llevaban en el siglo XVIII,

en El Risco, tres granos de culantro, tres de sal y un poco de ro-mero (T., leg. 90, núm. 151). Para deshechizarse aconsejaban en Santa Olalla a una mujer, que trajera consigo en una bolsita tres granos de culantro y de centeno con tres cogollitos de ruda pues-tos en cruz, los cuales con su propia mano había de cortar la misma enferma. (T., leg. 82, núm. 21.)

A fines del siglo xv y principios del siguiente, los judaizantes del distrito de Cuenca y Sigüenza llevaban nóminas escritas en hebreo para curar la alferecía (C., leg. 58, núm. 841) y los dolo-res de quijada (C., leg. 30, núm. 511), y creían que los salmos de David eran saludables en tiempo de pestilencia, lo mismo que para tener buen parto. (C., leg. 38, núm. 639; leg. 39, núm. 646.)

DESAOJAMIENTO.—La famosa desaojadera de Guadalajara, Ma-ría de Medina, penitenciada en 1538, tenía dos maneras de curar el mal de ojo de los niños. Unas veces ponía sobre la cabeza del aojado un plato vacío y otro con agua; luego preguntaba el nom-bre del niño y cambiaba de plato el agua. Otras veces, la opera-ción era más complicada: en una escudilla echaba, de cinco en cinco, granos de cebada, ruda y culantro seco, aceite de enebro y del candil, y con esto hacía un sahumerio, que trastornaba en un plato de agua puesto sobre la cabeza del aojado, diciendo este conjuro:

"Allá vayas, mal, de la parte del mar donde no canta gallo ni gallina, que no pares en esta casa ni en este hogar."

Y mandaba que, sin tocar los umbrales de la casa, derramasen el sahumerio en una calle encrucijada. (T., leg. 91., núm. 170.)

Incontables fueron las desaojaderas del distrito de Toledo en el siglo XVII. Elvira Díaz desaojaba en Talarrubias echando tres gotas de aceite en una escudilla de agua puesta sobre la cabeza

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del aojado y sahumándolo con ruda, granos de culantro y una cabeza de perro; otra vez mandó pesar a tronisca a la enferma, de modo que mientras la pesasen nadie podía volver la cabeza atrás y todos habían de tener los pies juntos, cuidando de que por allí no pasase cosa viva, y hecho todo así, lo santiguó, pú-sole su mano en la cabeza y sahumóla con romero e incienso (T., leg. 88, núm. 119). Una mujer de Calera sahumaba con pez, ruda, romero y azúcar (T., leg. 86, núm. 80), y en Toledo, doña Ana, mujer de un escribiente, con vinagre y una herradura, o si había pasado viernes después del aojamiento, con pelos de ciertas partes. Esta misma doña Ana curó algunas veces poniendo su mano sobre granos de cilantro y los de la algarabía de alguna es-coba, mientras hacia rezar credos al enfermo, y ella los rezaba sobre algunos granos de sal de Villena diciendo ciertas palabras a la ropa de más cerca del cuerpo del aojado (T., leg. 82, núm. 10). En Alcabón y Fuensalida curaban de ojo santiguando (T., leg. 89, núm. 140), y María Cruz, de Gascueña, mientras santiguaba, bos-tezaba, lloraba y amenazaba. (T., leg. 84, núm. 53.)

Más interesantes me parecen algunos procedimientos para desaojar seguidos por judaizantes del distrito de Sigüenza, y que constan en sus confesiones de tiempo de gracia, a fines del si-glo xv. No sé si tendrá alguna relación con el mal de ojo la prác-tica que hallo en los procesos, que consistía en poner vestidos en la boca de un cántaro cuando lloraba algún niño, diciendo: "Ata-po planto." (C., leg. 25, núm. 454; C., leg. 83, núm. 1.194.)

Mari González desaojaba poniendo nueve pellicas de estopa en los miembros del cuerpo y quemándolos después de rezar nueve veces el Padrenuestro y Avemaria. (C., leg. 13, núm. 268.)

Porque no pierda su original sencillez y gracia voy a transcri-bir una página curiosísima tomada de la confesión hecha en 1494 por Leonor, judaizante de Cifuentes, en que se cuenta su inter-vención en el desaojamiento de un niño: "Abrá—confiesa Leono-nor—onze o doze años, poco más o menos, que un vezino mío, que se llama Juan del Castillo, e su mujer Mari Sánchez tenían un fijo que podía aver entonces año e medio o dos años, e esta cria-

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DESAOJ AMIENTO

tura era flaquito, e non medrava, e non comya, e non fazía syno llorar. E preguntaba el padre e la madre que qué le farían. E acer-tóse a casa en Cifuentes una judía, a quien contaron el caso, e ella les dixo que pidiesen por amor de Dios en tres casas qve to-viesen padre, e madre, e suegro, e suegra, e la señora de casa se llamase María, e que pidiesen harina de cada casa, e que tomasen la harina, e amasasen un rollo e una torta; la torta diesen por Dios al primer pobre que viniese, e que tomasen el rrollo, e con él la criatura, e que fuesen tres personas, los quales fueron su pa-dre, que llaman Juan del Castillo, e su madre, e me rogaron que yo fuese la otra persona, que yo lo fize así. E fuemos todos tres juntos con el niño fasta donde non sonase gallo ni gallina, e que en el camino fablásemos a la yda a persona ninguna. Et fezimos en el campo un hoyo, e metimos dentro el moQuelo con sus envol-turas, e posymos el rollo metido por la cabeca del niño, e desviá-monos todos tres de allí cada uno a su parte. E volvimos al dicho hoyo, e tomamos el rollo, e estavan las manos del niño metidas por él, e lo quitamos, e lo hezimos tres pedacos, e cada uno tomó el suyo, e los arrojamos cada uno a su parte, e cada uno dixo tres vezes:

"Arenas del campo, tomad este llorado y dame tu callado."

Et después sacamos la criatura del hoyo, e los desnudos, e ente-rramos sus envolturas e vestidos en el hoyo, e le vestimos otras, e nos venimos, e topamos a un onbre, e le preguntamos: ¿Cómo le llamaremos a este niño que'nos avernos hallado? Dixo: Mi nom-bre se llama Juan. E cualquier nombre que dixera, le avremos de llamar syete o ocho días en su casa. Y en llegando 3, casa. del di-cho Juan del Castillo fezimos un vaño al dicho niño con romero e ysopo. Acaesció esto avrá onze años, poco más o menos tiempo, e yo creya esto todo, e tenía fee en ello." (C., leg. 17, núm. 310; cfr. leg. 14, núm. 240.)

Elvira Núñez, mujer de un físico, había visto desaojar en Mo-

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lina en la forma descrita, y ella fué quien en Cifuentes enseñó a otras personas. Esta se acusó también de haber hecho catar por ojo la cinta y las gotillas cuando estaba alguno malo, cosa muy usada por los judíos. (C., leg. 14, núm. 240.)

Mas ¿cómo se cataban las gotillas para curar por ojo? Para esto, la mujer de un cirujano "tomaba una escudilla de agua y echaba ciertas gotas de aceite, y decía ciertas palabras, callándo-las, y después vertía el agua y las gotillas, y lamía la frente de la criatura con las gotillas y escupía en el suelo cuatro o cinco veces, y después tornaba a echar agua en la escudilla con las go-tillas, y decía las palabras, y tornaba a verter la escudilla, y tor-naba tres, cuatro o cinco veces a lamer la frente y escupir en el suelo, y así lo hacía nueve veces, y la última echaba en la escu-dilla aceite, sal, granos de culantro seco, y tomaba un ascua en-cendida, la ponía en el suelo, y la escudilla con la boca ayuso con las cosas dichas" (C., leg. 30, núm. 516; cfr. C., leg. 30, núm. 528). Otra desaojadera añadía en los sahumerios vestidos, hierbas de San Juan, y después mandaba echar los carbones en una encruci-jada (C., leg. 66, núm. 967), y otra, de cara a Oriente. (C., lega-jo 85, núm. 1.255.)

A principios del siglo xvi, en Villamayor, desaojaba una mu-jer santiguando, y rezando, y midiendo el cinto o una agujeta de las calzas del enfermo, entre bostezos, y decía que el mal se le pasaba a ella o a unas figuritas de plomo que tenía (C., leg. 64, nú-mero 928). En Villarejo de Pedro Esteban desaojaba a fines del siglo XVII Juan Ruiz, poniéndole al enfermo en la cabeza una es-topada de clara de huevo con vinagre rosado y aguardiente, y con sahumerios de pelos y suelas de zapatos, o de tres cogollitos de ro-mero, tres granos de trigo y de cilantro y otros tantos rocadizos de pan, que se habían de pedir a una mujer que se llamase Ma-ría. (C., leg. 558, núm. 6.958, año 1699.)

DESHECHIZAMIENTO.—No pretendo presentar un cuadro comple-to de las formas de deshacer los hechizos tal como se describen en los procesos de los Tribunales de Toledo y Cuenca; sería tarea muy

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DESHECHIZAMIENTO

difícil y enojosa y sin provecho alguno, ni siquiera para el conoci-miento de las costumbres populares. Sin embargo, extractaré cuan-to he juzgado interesante desde el punto de vista histórico que me he propuesto, prescindiendo de los embustes y engaños que no tienen el carácter propio de la hechicería y de repeticiones de cosas iguales en la substancia y semejantes en sus circunstancias.

En el proceso de la Manjirona se le arguye de haber hechiza-do a Juana Ruiz, porque ella la deshechizó, y—decían—se ha vis-to por experiencia y se ve cada día que ninguna hechicera puede deshacer hechizos que otra haga, sino solamente los suyos pro-pios. Para deshechizar a la enferma puso en una cuchara de hie-rro la figura de plomo donde estaban los hechizos, y la figurilla se deshizo, dando un estallido tan grande que pareció se hundía la casa, de suerte que hizo abajarse hacia el suelo a cuantos es-taban presentes. "Id, compadre, dijo después la Manjirona al ma-rido de la Juana, cuando sea noche, y llevad esta figura, y echalda en incrucijada, y no volváis la cara atrás, por los ojos que en la cara tenéis, sino echaldo y venios." (T., leg. 82, núm. 7.)

María Núñez, la de Manzanares, que podía tanto que de las greñas sacaría un diablo del infierno, deshechizaba con sahume-rios de papahígo quemado en las cocinas (T., leg. 92, núm. 195). En Madrid, Josefa Carranza, para deshechizar a una mujer, hizo un corazón de cera y lo atravesó con alambre, y la mandó ir al río en lunes, miércoles y viernes, y echar en él pan, sal y huevos, y apartándose de la orilla, decir que se deshiciesen sus hechizos como se había de deshacer la sal y se habían de pudrir los hue-vos en el agua (T., leg. 83, núm. 38). Un buen día amenazó un en-hechizado de Malagón a María Marta, que era, según decían, quien la había hechizado, y desde entonces fué mejorando el enfermo, pero observó que "ansí como iba mexorando, un gato, que tenía siempre junto a él, se fué secando hasta que se murió". (T., lega-jo 90, núm. 162.)

Por Madrid andaba a mitad del siglo XVII Isabel de la Cruz, berberisca de Tremecén, la cual engañaba a la gente presumien-do deshechizar con hierbas y sahumerios. Inexplicable parece

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cuanto hizo con un maestro de hacer coches el año 1648. Sahumó debajo de la cama y en toda la casa, llevando una teja con bra-sas en que había echado siete granos de sal, romero y unas cin-tas, y fueron en coche a la Casa de Campó, hasta el último estan-que, donde bebió la berberisca y echó siete bocados de pan. Más adelante mandó hincar un clavo en un hoyo al pie de un árbol, y en el clavo ató un cordel como para atar las manos a la manceba que lo tenía hechizado. Luego pintó con azafrán una figura de mujer y los enterró junto al clavo, y tendida encima, boca abajo, hizo pasar al enfermo siete veces con el pie derecho sobre ella. Y al volver fué cogiendo siete hierbas desde el árbol hasta el co-che, para que las cociesen a las once de media noche y las echa-sen en un tejado. El último día que fueron a la Casa de Campo llevó la hechicera un envoltorio, que era el de los hechizos, y co-menzó a quemarlos, pero los guardas del bosque no la dejaron terminar. (T., leg. 84, núm. 50.)

Isabel Ortiz deshechizaba desmenuzando, en presencia de los enfermos, dentro de una jofaina de agua bendita, las figuras de cera en que estaban los hechizos, y con sahumerios, bostezos y ayudas de carnero negro (T., leg. 92, núm. 201). En Torrijos, Ma-ría López de Sarria tenía bolsitas preventivas y empleaba en sus curaciones de hechizos, uñas, cabellos y los jubones y camisas de los enfermos, a quienes daba cocimientos de apio, perejil, berzas, miel, lameder, violas, palosanto, etc. (T., leg. 89, núm. 149.)

A veces se hacen los sahumerios de polvos, trapos de diferen-tes colores y granos de trigo, centeno y culantro, y no solamente se sahuma al enfermo o su ropa, sino también la fopa de la he-chicera, y se dan a los enfermos bebidas extrañas, como vino con pez y caldo de gallina y de gato negro (T., leg. 89, núm. 140; le-gajo 90, núm. 164). Peliblanco pretendía deshechizar, ya a fines del siglo xvni, invocando al demonio y untando las plantas de pies y manos de los hechizados con tabaco y vino cocido al fue-go. (T., leg. 83, núm. 29.)

La Cohén, de Huete, pidió, para curar a una niña, soga de ahorcado, madera del tajón de la carnicería, pajas de encrucijada

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DESLIGADURA

y una libra de cera y otra de aceite para la lámpara de la sino-ga. (C., leg. 53, núm. 789.)

Por los pueblos del contorno llevaban a Magdalena de la Cruz, o de Sopeña, natural de Villacañas, en Cuenca, para deshechizar. A uno que estaba hechizado hasta Jos tuétanos, para quitarle los hechizos, le medía a palmos la ropa, le raía los pies con un cuchi-llo y, sahumándolo y bañándolo en agua de hierbas, decía con-juros amatorios, le miraba de hito y hablaba entre dientes. (C., le-gajo 293, núm. 4.173.)

En Campo de Criptana, también a fin del siglo xvi, Ana de la Cruz mandó sacar el hígado, estando vivo, a un gallo prieto, el más viejo que se hallase, para que lo comiese el hechizado, a quien, además, durante nueve noches, entre once y doce, le ha-bían de sahumar con nueve pedazos de suela de zapato y nueve granos de sal, pimiento y trigo, todo lo cual, terminado el sahu-merio, se había de echar a la misma hora en medio de cuatro es-quinas, sin volver la cabeza atrás el que lo llevase. (C., leg. 333, número 4.755.)

En Puebla de Don Fadrique, a fines del siglo XVIII, la Cari-ñosa, durante nueve días, dió a un hechizado un vaso de agua so-bre la cual había hecho cruces y rezado unas oraciones; además, cada día quemaba delante del enfermo una torta de cera que es-taba agujereada y como picada de alfiler. (C., leg. 626, núm. 7.604.)

DESLIGADURA.—Fué en Toledo famosa en el arte hechiceril, sobre todo en desligar, durante el primer tercio del siglo xvi, la conversa Leonor de Barzana. Diversos procedimientos empleaba para curar de la impotencia: unas veces mandaba que comprasen el Evangelio de San Juan o las oraciones de Nuestra Señora, de San Cebrián y del Conde y las llevasen consigo junto con unos papelitos escritos o por escribir que habían sido tocados en reli-quias ; otras veces decía que durante tres domingos les fuesen leí-dos los Evangelios; o pedía las uñas de pies y manos, pelos de diferentes partes del cuerpo, un pedazo de pan mordido y un real para candelas de cera. Durante nueve días arreo sahumó a una mu-

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jer de la misma ciudad: comenzaba untándola en manos, orejas y pecho con el agua de una escudilla donde había puesto álucena, romero, culantro seco e incienso, y después, vaciada la escudilla en un tiesto con lumbre, la sahumaba por debajo de las piernas y por todo el cuerpo, diciendo:

"Santa Ana parió virgo, Santa María a Jesucristo, Santa Isabel a San Juan: así como esto es verdad, así sane este mal."

Y contaba la enferma que durante el sahumerio se le espeluzna-ban los pelos y sentíase pasar un temblor por entre cuero y car-ne, pareciéndole que se le quitaban los sueros. (C., leg. 82, nú-mero 24.)

Un clérigo de Yélamos de Arriba se acusó de tener un libro, se-gún el cual se escribían ciertas letras y nombres en una escudi-lla, en que se echaba agua de tres fuentes naturales hasta que se disolviese lo escrito, y bebida el agua por el paciente, sanaría y quedaría desligado. (T., leg. 82, núm. 19.)

Para el mismo efecto se valía de un manuscrito Jaime Mano-bel. En El Escorial, a la media noche de San Juan, tendido un li-gado sobre un círculo, boca arriba, y teniendo puesta una peloti-lla de cera-pez entre los pies, otra en la boca y otra en cada mano, leyóle el evangelio de San Juan y otras oraciones, le hizo atrave-sar el cerco tres veces, y otras tantas subir al caballo y a un ár-bol. (T., leg. 90, núm. 156.)

De ningún interés es la receta con que Margarita de Borja se jactaba de haber curado a ciertos aristócratas «de Madrid en los primeros años del siglo XVII (T., leg. 83, núm. 31). Al final del mismo, en Madridejos se prescribe cocer una gallina negra, en-tera y con plumas, y echar después el caldo por una espada; con esta en el cinto, oír una misa, rezando el Credo cada vez que se vuelva el sacerdote, y acabada, pasar por la espada tres cuartas de colonia verde, que se debe dejar caer en tierra, sin cogerla aunque

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SANTIGUADORES Y SALUDADORES

lo digan los circunstantes, y luego, en cuerpo, dar algunas vueltas a la iglesia llevando la espada (T., leg. 85, núm. 69). La Cacha lo dice de otra manera: se pone una gallina negra muerta en la pi-lilla del agua bendita, llevando el ligado atada a la punta de la daga o espada una vara de colonia, y si al sacar la gallina se cae la colonia, el maleficio está deshecho. (T., leg. 83, núm. 34.)

La tía Fruncida recetaba sahumerios de plumas de perdiz y cuentas de azabache (T., leg. 93, núm. 207). Y en San Clemente, la Taruga mandaba dar vueltas a la parroquia hasta que en el reloj diesen las doce de la noche, y después de la última campa-nada esparcir tierra de la puerta de la CCLSCL EL los cuatro vientos y echar la sobrante en la misma puerta. (C., leg. 616, núm. 7.431.)

SANTIGUADORES Y SALUDADORES.—No más que las secas del ga-nado pretendía curar Catalina de Mondéjar, allá por 1553, sig-nándolas y santiguándolas con estas palabras:

"La gracia del Padre, la gracia del Hijo, la gracia del Espíritu Santo. Estábase san Pedro en las puertas de Galilea. Por allí pasó Nuestro Señor Jesucristo. —¿Qué haces, Pedro? —Señor, Secas y el Andrés me quieren matar. —Pon tus dedos cinco y tu mano plana: la seca será seca y tú serás sano. Dixo Dios. Amén."

(T., leg. 84, núm. 43.)

Fué a la corte en 1567, a curar a un hijo del tesorero del rey, el santiguador de la Fuente de Pedro Naharro, Bartolomé López, el cual conoció que tenía gracia para curar con la mano porque, tocándose con ella en cualquier parte del cuerpo que le doliese, al punto desaparecía el dolor, y todos le decían: "¡Gracia tienes!, ¡gracia tienes!", y le obligaban a santiguar y bendecir. Por todas i - ' - . . . '

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partes le seguía una baraúnda de gentes de todas edades y con-diciones que le quitaban el cerebro. Algunas veces, como no po-día tocar a todos, se ponía en una puerta o en otro lugar donde. los pudiera ver, y los santiguaba y bendecía. Curaba todo lo que no fuera miembro encogido de fuego o locura, pues a los que esto sufrían, aunque los tocó y bendijo, nunca pudo ver sanos. (T.. le-gajo 89, núm. 141.)

Unas mujeres de Talarrubias curaban la enfermedad de los lomos con cruces y oraciones y poniendo en diferentes lados cañas y paños calientes (T., leg. 88, núm. 119), y en Talavera, a media-dos del siglo XVII, para curar las quemaduras, una santiguadora hacía tres cruces con un cuchillo, rezaba, las untaba con ungüen-to blanco y mandaba llevar aceite a la lámpara de San Antón (T., leg. 82, núm. 8). Finalmente, ya en fin del siglo xvm y co-mienzos del xix, la Doradaen Magán, curaba a racionales e irra-cionales apretándoles con su mano la frente y atusándoles el pelo y santiguando y rezando Credos sobre ellos, si estaban presentes, o sobre mechones de sus pelos o sobre sus ropas, si estaban au-sentes. (T., leg. 82, núms. 15 y 16, años 1788-1806.)

Dos santiguadores hubo en Belmonte en el primer cuarto del siglo xvi: el beato de Belmonte y María Rodríguez. El primero, que era judaizante, hacía hincar de rodillas al doliente de almo-rranas junto a una higuera, de cara al Oriente, y le santiguaba y preguntaba: "¿Qué corto?" Respondía el enfermo: "Almorranas de mí N." Rezaban un Padrenuestro y un Avemaria y luego el beato cortaba tres palíeos de higuera. Repetido lo mismo tres ve-ces, se ponían los nueve palitos cortados en parte donde no les diera humo ni sol, "e como se ivan secando, ansí sanaban las al-morranas" (C., leg. 62, núm. 899). María Rodríguez, para curar a los enfermos del bazo les hacía poner los pies sobre un marruño, antes de salir o luego de puesto el sol, y estando así les santigua-ba en el vientre; luego, arrucado él marruño, lo cortaba con un cuchillo de cabos prietos diciendo: "Así como este marruño se seca, se seque este bazo." (C., leg. 85, núm. 1.255.)

Sólo un saludador aparece en los procesos de Toledo, y este a

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ENSALMOS

principios del siglo XVIII, el zamorano Andrés Valdés, que tenía gracia para curar las mordeduras de perros rabiosos y matarlos de un soplo. (T., leg. 97, núm. 272.)

ENSALMOS . - - - L O S ensalmadores pretendían curar las llagas y heridas "y otras cosas sobre que suelen entender los cirujanos" (Ciruelo, ob. cit., pág. II, cap. III). Consistían los ensalmos en con-juros y ceremonias supersticiosas, a veces repugnantes, y en la aplicación, como remedio, de cosas inútiles o sucias.

Constanza de Alfonso, vecina de Argamasilla, confesó en 1513 que ensalmaba las almorranas, la rosa del monte, la colubrilla y el fuego salvaje. Empezaba todos los ensalmos con este conjuro de carácter general:

"Jesucristo nasgió, Jesucristo morió, Jesucristo resuscitó, Jesucristo se puso en la cruz por nosotros pecadores salvar de sy. Como esto es verdad, asy sanen estas almorranas... que quiero curar."

Si trataba de curar las almorranas, cogía luego tres sapos, con • los cuales hacía cosas repugnantes y sucias, y atravesados con tres palos, los ponía a secar en un corral o en cualquier otra parte.

El conjuro propio de la rosa del monte dice así:

"Por la rosa curo, e por la vexigosa, e por la torondosa, et por albar que Dios abata e haga mal. -—Di, rosa maldita, ¿cómo fuiste aquí venida? Di, rrotsa malhadada, ¿cómo fuiste aquy llegada?

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ART. VII.—CURACIONES

—Con agua e con viento vine aquí por cierto. Con viento e con agua fui aquí llegada. Mas dame tergero día de plago, e darte cuerpo sano. —En tergero día de plazo el cuerpo sea peleado, en tergero día de quando el cuerpo sea guarido. Mas gana, vete de cachas, prendas te tomaré e la raya te cortaré, e a las ondas de la mar te echaré, donde ni gallo canta, ni buey ni vaca brama. Fuye, mal, allende el mar, que fulano no te puede sofrir, ni parar ni sofrir. Y adonde yo pongo mis manos, Dios e Santa María pongan las suyas, e dé salud e medicina" (1).

Con una aguja enhebrada de hilo comenzaba a dar puntadas en vacío alrededor de la colubrilla, usagre o fuego salvaje, y pre-guntaba :

"¿Qué cosgo?"

Respondíanle:

"Un colubrilla..." (o lo que fuese).

Seguía: "La cabeza a la colilla. El Rey Egre — en el campo estaba e Agueda su fija — la merienda le llevaba, e dixo padre: — los montes e los valles arden. E dixo la fija: — no as fuego ni arde. mas es colebro — e colebrilla e usagre — e fuego salvaje.

(1) Varias vecinas de Tembleque se acusaron el año 1617 de curar la rosa con oraciones supersticiosas. (T., leg. 88, núm. 119.)

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CURACIONES SUPERSTICIOSAS

¿Con qué lo mataremos? Con el unto sin sal e con la ceniza del hogar e con el polvo de la casa barrida. Fía, fía, fía, en la Virgen Santa María."

(T . , leg. 82, n ú m . 4 . )

A mediados del siglo, en Tembleque ensalmaba Franco Díaz piernas y brazos rotos o desconcertados, y para conocer la clase de lesión medía primero el cinto del enfermo. En los ensalmos em-pleaba sebo de macho y decía una oración supersticiosa invocan-do a Jesucristo, hombre entero y sin mancilla, y sin lesión alguna... ni carne quebrada ni hueso desbaratado y sin niervo alongado, y acababa:

"Ansí como esto es verdad Ansí lo torne a su juntura y lugar."

( T . , leg . 85, n ú m . 61.)

CURACIONES SUPERSTICIOSAS.—El año 1538 se acusaron es-pontáneamente en Guadalajara un escribano y un clérigo, que es-cribían palabras cabalísticas, entre ellas cardía y canfonía, va-riamente combinadas, en los pechos de las mujeres, para que se les quitase la leche cuando habían muerto sus hijos. Para curar tercianas y cuartanas, en tres almendras que se habían de pedir por amor de Dios en una tienda era bueno escribir tres veces las palabras agía, egla, eglota (T., leg. 82, núm. 28; T., leg. 93, núme-ro 210). En la misma ciudad y en el mismo año salió al auto de fe celebrado el 17 de septiembre en la plaza de Nuestra Señora, por curandera y solsacadera, María de Medina. Pasaba por la ca-beza de los asolados un orinal lleno de agua, detrás del cual en-cendía una candela, y como su luz reverberaba en el agua, decía que aquello era el sol que tenían metido en la cabeza (T., leg. 91, número 170). La Doyague curaba aplicando en el pecho y en las espaldas emplastos de hierbabuena e incienso machacados con manteca de vaca, aceite, agua y vino, con los cuales o sanaban o se morían los enfermos. (T., leg. 85, núm. 64.)

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ART. VII.—CURACIONES

En el siglo xvn, el recetario es abundantísimo y muy variado en sus pormenores. La Carranza sahumaba con romero los rinco-nes de la casa y rociaba con agua bendita los quicios de las puer-tas (T., leg. 83, núm. 38). De otra vieja, su amiga y vecina, here-dó María López, de Villarta, los secretos y recetas para remediar el mal de quijada y los dolores de brazos, piernas y otros humo-res con miel, polvos hechos del estiércol de las cabras, paños mo-jados en vino, cocimientos de romero, rosas y sombreros muy traí-dos puestos en vino y otras cosas de especies semejantes '(T., le-gajo 89, núm. 147). Para el dolor de cabeza prescribía Isabel Bau-tista, en Toledo, tres hojas de dimano, óblego de culebra, una ca-beza de carnero, el grano del helecho y del veldo (T., leg. 82, nú-mero 27). Se usaron en Miraflores de la Sierra los pelos de la ca-beza y del oído del cabrón y pedazos de suelas de zapatos ne-gros (T., leg. 90, núm. 158). El curanderismo de Isabel Ortiz, que además de quitar el vello a las mujeres ejercía también en Ma-drid aquel oficio, consistía en emplastos hechos de cebollas blan-cas fritas en manteca de cerdo añeja, hojas caídas del álamo, ori-nes añejos, huevos vacíos, rajas de jabón... y baños con un me-junje cocido en una olla compuesto de orines, caldo de mondongo, boñigas de buey cogidas en mayo, hierbas de San Juan, manzani-lla, zamarrilla y sal..., todo lo cual sazonaba con bendiciones y ora-ciones (T., leg. 92, núm. 201). Una mujer de Calera aplicaba so-bre el estómago emplastos de canela, clavos, ajejibreanís y miel; en el ombligo, de cominos, alhucema y clara de huevo, y en la cabeza, estopadas de incienso, romero, leche de mujer y clara de huevo (T., leg. 86, núm. 80). Un enfermo se curó en Torrijos por-que la curandera le cortó las uñas de pies y manos y, con un poco de levadura, se las dió a un perro (T., leg. 89, núm. 149). Final-mente; un berberisco hacía los emplastos con piedrecitas y hier-bas molidas en aceite. (T., leg. 84, núm. 51.)

Semejantes a los del siglo XVII eran los recursos medicinales que Juan Mecías recomendaba en El Risco durante el segundo y tercer decenio del siglo XVIII: fricciones de aceite, cuernos de cor-nicabra, saúco y nueve hierbas (T., legs. 90 y 91, núms. 151 y 169).

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EMPLASTOS V COCIMIENTOS

Para baños, entre doce y una del día o de la noche, cocía la Gorri-nera de Lillo veinte o veintitrés hierbas, un pan de trigo y una cabeza de carnero negro. (T., leg. 88, núm. 125.)

En el proceso de la curandera de Navalucillos, del año 1818, consta que presumía conocer el mal de los enfermos o en sus per-sonas o en sus cabellos, pañuelos y ropa que le llevaban, y para curarlos mandaba que comiesen berros, que les pusiesen emplas-tos, o quemasen trigo hasta llenar de humo la habitación donde estaba el enfermo, o enterrasen en sitio donde este no lo supiese y nadie los pisase tres huevos que había cocido en aguardiente y cierta clase de polvos. (T., leg. 87, núm. 96.)

Poco es, ciertamente, cuanto podemos añadir del curanderis-mo en el distrito de Cuenca. De los últimos años del siglo xv sa-bemos que una mora quería curar a una niña que estaba total-mente baldada con sahumerios y regando alrededor con aceite (C., leg. 13, núm. 268), y que en Molina una conversa le puso de-bajo de la almohada de la cama a su marido una calavera de per-sona, con lo cual creía que sanaría. (C., leg. 25, núm. 454.)

En Cuenca dijo un moro a la Física, según esta lo confesó en 1511, que su hijo, que estaba paralítico, sanaría si ella hacía lo siguiente: que era poner al muchacho en una cama limpia, y alrededor, a manera de rueda de molino, nueve candelas vírge-nes y nueve escudillas de harina cernida nueve veces, y estando así todo preparado, añadió el moro, entre las once y doce de la no-che, "desnudaros eys, señora, en carnes, sin tocado ni cabello, e cerradas las puertas, sin que ninguno lo sienta ni lo sepa, e andar eys alderredor dellas, y tomar eys los vestidos del niño, e poner-los eys entre las piernas, y dir eys andando alderredor:

"Norabuena esteys los que estays; norabuena vengays los que verneys, el miembro de mi hijo me sanar eys."

(C- , leg. 43, n ú m . 684.)

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ART. VII.—CURACIONES

Por tierra de Atienza iba en 1532 curando a tullidos y pasma-dos el iluso Marco Barbero, veneciano, valiéndose de hierbas, como tomillo, salsera, mejorana, corona de rey, yedras, hisopillo, esplie-go, manzanilla, romero, cascara de naranja, azafrán, incienso y otras, cocidas* en vino blanco. (C., leg. 113, núm. 1.573.)

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