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Clara Clara, una niña inválida de nueve años, lloraba tendida en su cama; su padre abrió suavemente la puerta de la pieza y entró con lentitud. Hija dijo el padre, ¿me ayudas a escribir una carta al diario para contar lo que sucedió ayer? Clara lo miró, limpiando sus lágrimas, y asintió. El padre se sentó junto a la cama alejando un poco la silla de ruedas para acomodarse junto a su hija y preparar el computador. Tras el trabajo de redacción, el padre dijo: A ver, voy a leer la carta y tú me dices si te gusta: “Señor director: Me llamo Clara, tengo 9 años y quiero contar algo que me parece muy triste. Ayer, yendo en auto de noche, con mi papá y mi hermano, vimos un automóvil estacionado con luces prendidas; fuera de él habían dos sombras adultas, una masculina y otra femenina, tirando el bulto de una perra de raza quiltro que habían atropellado. Cargaban al animal herido como si fuese un bulto indeseable que se atrevió a atravesarse en su camino, como una cosa incómoda de la que tenían que deshacerse rápidamente. Tiraron a la perra a morir en la tierra, sin siquiera querer llevarla a un veterinario para intentar salvarla; no les importó que la perra chillara de dolor, simplemente la arrojaron a la tierra, sangrante y moribunda; subieron a su automóvil para seguir su camino y para borrar este hecho de sus conciencias, si es que lo sucedido significara en verdad algo para ellos y si es que tuvieran realmente conciencia... Ante esta situación debo decir que las buenas personas se reconocen no por sus palabras sino por sus acciones; la bondad de las personas nunca estará en lo que posean o en su situación social sino en sus sentimientos. Una persona buena es la que actúa con justicia y tiene buenos sentimientos. En esta situación, estas dos personas dejan mucho que desear; muestran un preocupante desprecio por la vida y una escalofriante frialdad ante el dolor de un ser vivo. Si las personas no son capaces de respetar la vida de los animales, ¿tendrán respeto por el valor de la vida humana?La niña sonrió con aprobación, mirando a su padre y limpiándose las lágrimas. El padre procedió a enviar por e-mail la carta a la página web del diario en cuestión; en seguida, trajo desde fuera de la pieza una caja, que se remecía en sus manos. La niña no comprendía por qué la caja se movía sola sobre las manos de su padre. Él puso la caja al frente de su hija, esta la abrió y vio salir de ella dos pequeños cachorritos de la misma raza que la perra atropellada. Ella los observó asombrada, mientras los cachorros lamían sus manos y jugueteaban en su regazo. Miró a su padre con ojos brillantes de felicidad y agradecimiento, y abrazó a los perritos llorando de alegría.

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Page 1: Clara

Clara

Clara, una niña inválida de nueve años, lloraba tendida en su cama; su padre abrió suavemente la puerta de la pieza y entró con lentitud.

– Hija –dijo el padre–, ¿me ayudas a escribir una carta al diario para contar lo que sucedió ayer? –Clara lo miró, limpiando sus lágrimas, y asintió. El padre se sentó junto a la cama alejando un poco la silla de ruedas para acomodarse junto a su hija y preparar el computador. Tras el trabajo de redacción, el padre dijo:

– A ver, voy a leer la carta y tú me dices si te gusta: “Señor director: Me llamo Clara, tengo 9 años y quiero contar algo que me parece

muy triste. Ayer, yendo en auto de noche, con mi papá y mi hermano, vimos un automóvil estacionado con luces prendidas; fuera de él habían dos sombras adultas, una masculina y otra femenina, tirando el bulto de una perra de raza quiltro que habían atropellado. Cargaban al animal herido como si fuese un bulto indeseable que se atrevió a atravesarse en su camino, como una cosa incómoda de la que tenían que deshacerse rápidamente. Tiraron a la perra a morir en la tierra, sin siquiera querer llevarla a un veterinario para intentar salvarla; no les importó que la perra chillara de dolor, simplemente la arrojaron a la tierra, sangrante y moribunda; subieron a su automóvil para seguir su camino y para borrar este hecho de sus conciencias, si es que lo sucedido significara en verdad algo para ellos y si es que tuvieran realmente conciencia... Ante esta situación debo decir que las buenas personas se reconocen no por sus palabras sino por sus acciones; la bondad de las personas nunca estará en lo que posean o en su situación social sino en sus sentimientos. Una persona buena es la que actúa con justicia y tiene buenos sentimientos. En esta situación, estas dos personas dejan mucho que desear; muestran un preocupante desprecio por la vida y una escalofriante frialdad ante el dolor de un ser vivo. Si las personas no son capaces de respetar la vida de los animales, ¿tendrán respeto por el valor de la vida humana?”

La niña sonrió con aprobación, mirando a su padre y limpiándose las lágrimas. El padre procedió a enviar por e-mail la carta a la página web del diario en cuestión; en seguida, trajo desde fuera de la pieza una caja, que se remecía en sus manos. La niña no comprendía por qué la caja se movía sola sobre las manos de su padre. Él puso la caja al frente de su hija, esta la abrió y vio salir de ella dos pequeños cachorritos de la misma raza que la perra atropellada. Ella los observó asombrada, mientras los cachorros lamían sus manos y jugueteaban en su regazo. Miró a su padre con ojos brillantes de felicidad y agradecimiento, y abrazó a los perritos llorando de alegría.