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Ideas y escrituras En uno de los ricos diálogos que se produjeron en el encuentro presencial del 5 y 6 de mayo pasado, una colega formadora del profesorado de Geografía contó que a sus alumnos del Instituto, al iniciarse la cursada, les pide que señalen una clase recibida en la escuela secundaria de esa disciplina que les haya particularmente interesado y gustado, así como su reverso, una que sencillamente se les ocurre mala. Lo que más sorprendía a nuestra colega es que en las respuestas los alumnos no llegaban a señalar ni una cosa ni la otra, como si no pudieran recordar esas clases, lo que claro está no hablaba de fallas en las memorias sino de lo poco que habían significado en su experiencia escolar. Es nada más que un caso que, por otra parte, se podría relativizar apelando a circunstancias más específicas que rodean a ese grupo de estudiantes, al instituto en cuestión y a la localidad. También alguien podría decir que esto ocurre con una asignatura pero no con otra. No obstante, imposible decir que no sabemos de qué estamos hablando, no haber pasado por diagnósticos similares. La anécdota, que es mucho más que eso, se completa con otra observación escuchada en el plenario: aun cuando hagamos mucho en los institutos para formar docentes que se alejen de un modelo nunca del todo definido en el que se mezclan autoritarismo, indiferencia o enemistad con los alumnos y, al mismo tiempo, burocratización de los saberes; al poco tiempo de estar ante un curso en la escuela secundaria muchos de ellos tienden a interpretar sin más ese modelo, no lo que supusimos les habíamos enseñado. Es de primer orden el desafío que este problema nos trae y, de hecho, este ciclo –como parte de una política educativa nacional– intenta hacer su aporte, aunque más no sea mínimo, en relación con estas afirmaciones escuchadas en el presencial. La tarea inevitablemente será larga, porque a los problemas que arrastrábamos de lejos y eran propios de un país dependiente económica y culturalmente, con interrupciones del régimen democrático que buscaban afianzar el gobierno de las minorías, se han sumado otros que en modo breve fueron tratados en la primera clase. A nosotros sobre todo nos atañe cómo una forma de disponer los conocimientos puede reforzar los posicionamientos que queremos dejar atrás y que despotencian nuestra práctica. A la vez, cómo darles una forma que habilite mejor a una transformación. Por eso, hicimos foco en los acontecimientos, por eso también les asignamos valor a las imágenes y en esta clase a los escritos. En el ámbito universitario, si no se los resalta desde la carrera de Letras, apenas se los aborda como expresión de lo que suele llamarse someramente clima de ideas. En el mundo escolar casi no tienen lugar, lo que instala la impresión de que los sucesos ocurren y los territorios llegan a ser los que son sin que haya habido voluntades que se expresaron en ideas que sobrevivieron hasta nosotros en escritos. Nunca plenamente homogéneo, los escritos dan cuenta de posiciones mayoritarias, pero también de tensiones y resistencias. Utopías –emancipatorias y reaccionarias–, paranoias, entusiasmos y críticas se superponen otorgándole densidad a la coyuntura. En esta clase, la última del primer módulo de nuestro ciclo: “Centenario”, recorreremos algunos de esos escritos con la idea de pensar en torno a esas voluntades que tensaron y produjeron territorio y sucesos.

Clase 4 Ideas y Escrituras

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Clase sobre los procesos de enseñanza de escritura

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  • Ideas y escrituras

    En uno de los ricos dilogos que se produjeron en el encuentro presencial del 5 y 6 demayo pasado, una colega formadora del profesorado de Geografa cont que a sus alumnosdel Instituto, al iniciarse la cursada, les pide que sealen una clase recibida en la escuela secundaria de esa disciplina que les haya particularmente interesado y gustado, as comosu reverso, una que sencillamente se les ocurre mala. Lo que ms sorprenda a nuestracolega es que en las respuestas los alumnos no llegaban a sealar ni una cosa ni la otra, como si no pudieran recordar esas clases, lo que claro est no hablaba de fallas en lasmemorias sino de lo poco que haban significado en su experiencia escolar. Es nada msque un caso que, por otra parte, se podra relativizar apelando a circunstancias ms especficas que rodean a ese grupo de estudiantes, al instituto en cuestin y a la localidad.Tambin alguien podra decir que esto ocurre con una asignatura pero no con otra. Noobstante, imposible decir que no sabemos de qu estamos hablando, no haber pasado por diagnsticos similares. La ancdota, que es mucho ms que eso, se completa con otraobservacin escuchada en el plenario: aun cuando hagamos mucho en los institutos paraformar docentes que se alejen de un modelo nunca del todo definido en el que se mezclan autoritarismo, indiferencia o enemistad con los alumnos y, al mismo tiempo,burocratizacin de los saberes; al poco tiempo de estar ante un curso en la escuelasecundaria muchos de ellos tienden a interpretar sin ms ese modelo, no lo que supusimos les habamos enseado.

    Es de primer orden el desafo que este problema nos trae y, de hecho, este ciclo como parte de una poltica educativa nacional intenta hacer su aporte, aunque ms no sea mnimo, en relacin con estas afirmaciones escuchadas en el presencial. La tarea inevitablemente ser larga, porque a los problemas que arrastrbamos de lejos y eranpropios de un pas dependiente econmica y culturalmente, con interrupciones del rgimendemocrtico que buscaban afianzar el gobierno de las minoras, se han sumado otros queen modo breve fueron tratados en la primera clase. A nosotros sobre todo nos atae cmouna forma de disponer los conocimientos puede reforzar los posicionamientos quequeremos dejar atrs y que despotencian nuestra prctica. A la vez, cmo darles una forma que habilite mejor a una transformacin.

    Por eso, hicimos foco en los acontecimientos, por eso tambin les asignamos valor a lasimgenes y en esta clase a los escritos. En el mbito universitario, si no se los resalta desde la carrera de Letras, apenas se los aborda como expresin de lo que suele llamarsesomeramente clima de ideas. En el mundo escolar casi no tienen lugar, lo que instala laimpresin de que los sucesos ocurren y los territorios llegan a ser los que son sin que haya habido voluntades que se expresaron en ideas que sobrevivieron hasta nosotros enescritos.

    Nunca plenamente homogneo, los escritos dan cuenta de posiciones mayoritarias, perotambin de tensiones y resistencias. Utopas emancipatorias y reaccionarias, paranoias, entusiasmos y crticas se superponen otorgndole densidad a la coyuntura. En esta clase,la ltima del primer mdulo de nuestro ciclo: Centenario, recorreremos algunos de esosescritos con la idea de pensar en torno a esas voluntades que tensaron y produjeron territorio y sucesos.

  • Oda a los ganados y las mieses

    Las palabras tambin pueden forjar imgenes. Esto es lo que sin dudas sucede con los versos que Leopoldo Lugones escribe a propsito del Centenario, impresos en libro en elmismo mes de mayo con el nombre de Odas seculares y, una parte de ellos, tambin en el diario La Nacin en su edicin especial del 25. A estos ltimos, que se autonomizaron ypasaron a funcionar como sinnimo de una poca, nos referiremos, la Oda a los ganados y las mieses. Se sabe del lugar relevante que ya ocupaba Lugones en las letras y la culturaargentina como expresin de la renovacin esttica que haba trado el modernismo. Aunque falta para eso, imposible quitarnos de la cabeza que sus posicionamientos polticoscada vez ms enfticos hacia mediados de la dcada de los veinte lo llevarn a clamar porla hora de la espada, es decir, por soluciones antidemocrticas incluso revestidas detonos fascistas. Pero el momento del Centenario lo convoca a Lugones de manera muydistinta. Porque esta oda, de visible reminiscencia clsica, ante todo pasa revista a lo queproduce el campo, una naturaleza que se ha vuelto til y permite la riqueza casi proverbialde la Argentina. Con decisin de no olvidar nada, se canta y alaba al toro y su virilprofundidad, al lino, al man, a la via, a la caa de azcar, a la carne brava y fuerte, a la leche, etc., etc. La inmensidad, ese gigantismo que sealbamos en la primera clase delmdulo, el espaol Posada tambin pudo leerlo en estos versos. En el libro, la Oda a los ganados y las mieses est dentro de una parte mayor, Las cosas tiles y magnficas.

    Contradiciendo en cierta forma al ttulo, no slo hay lugar aqu para la naturaleza y suproduccin, sino tambin para los hombres. Lugar desplazado y subordinado, pero cierto.No hay hostilidad en estos muchos versos hacia los inmigrantes, ms bien por lo contrario: la nueva nacin acoge a las razas que buscan su redencin. As se hacen semblanzasde italianos, se refiere al ruso Elas y al vasco matinal, todos mecidos en una armonaen la que poco desentona. Citamos una estrofa en que parece hacer sntesis del equilibrio que propone el poema:

    Alcemos cantos en loor del trigo

    Que la pampeana inmensidad desborda,

    En mar feliz donde se cansa el viento

    Sin haber visto lmites a sus ondas.

    Simbolizando las alianzas nobles

    En las doradas tribus que escalona,

    Sobre el color indiano de las eras

    Florece un juvenil rubio de Europa.

    Fuerte aldeano que tiene una hija blanca

    Y un hijo blanco como en las historias,

    Dice del almidn y de la harina

    En que el hogar cimenta sus concordias.

  • Como a una rubia desnudez de nio

    Rueda la masa echando un tibio aroma

    Que a aquella simple industria da el encanto

    De una maternidad blanda y recndita.

    En la fiel solidez del pan seguro,

    La vida es bella y la amistad sonora.

    Suave corre la vida en las cordiales

    Tierras del pan, como una lenta sombra.

    Es cierto que la continuidad entre dorados, rubios y blancos parece transmutar lapreferencia potica del modernismo en propuesta poltica, pero as y todo el tono esamplio, liberal, optimista. El presente es el tiempo que prevalece en la conjugacin de estaoda, interrumpido cada tanto por la introduccin del pasado. Es la evocacin de la mayorsimpleza de la vida productiva de los primeros colonos o la alusin, a travs de lacelebracin de los caballos, al tiempo heroico de las duras guerras en que hicimos/Lashazaas aquellas de la historia, y se menciona a Salta y a los Andes. Tambin, enramalazos, entra la infancia del poeta, mi villa, mis cerros, en el norte de Crdoba. Loque vale notar es que no hay ruptura tajante entre pasado y presente; si hubiera un atisbode ella, el campo y sus elementos tenderan a salvarla. No hay nostalgia por ese pasadoheroico, militar; no hay pesar por haberlo cambiado por otro econmico. Por eso, losltimos versos Feliz quien como yo ha bebido patria/en la miel de su selva y de suroca! nada tienen de forzados.

    Lo que alevosamente queda fuera de esta oda son las ciudades, en particular, BuenosAires. No es igual en el libro, ya que tanto a ella como a Montevideo y a Tucumn, le dedica versos muy pocos dispuestos a nombrarlas en su modernidad. Pero el recorte dellibro al que La Nacin dio gran circulacin la Oda a los ganados y las mieses exterioriza a Buenos Aires y alivi as de problemas a la representacin ofrecida. Por eso, lo ms parecido a uno de ellos despunta como una herencia inexorable de las razas criollas, ocomo una exageracin no exenta de picarda:

    Eso siente el colono cuando mira

    La riqueza espigada que amontona

    Con su juego de zarzos y de hoces

    Lenta y monumental la segadora.

    Ayer, en el diario, le han ledo

  • Las cantidades que el pas exporta.

    Con nueve toneladas en un ao,

    Va a hacer cuarenta que iniciaron la obra.

    Ms de cuatro millones en un da,

    Buenos Aires tan slo embarca ahora.

    Pretenden con razn los viajeros

    Que el polvoroso tren las apoltrona,

    Diciendo mucha plata-mucha plata

    El comps de su trfago en la trocha.

    Si no fuera el arriendo tan pesado

    Pero ya ms de treinta pesos cobran

    Por la hectrea en barbecho, si est cerca

    De la estacin; y el flete de las tropas

    Se va poniendo cada vez ms caro;

    Y ya la peonada regalona,

    Habla de socialismo y hasta pide

    La jornada de ocho horas

    Ley del progreso y ley del odio

    Ya nos referimos a El juicio del siglo de Joaqun V. Gonzlez, quien, a propsito del Centenario, pero tambin por las preocupaciones generales de este ciclo, ha quedadosituado como una pieza clave en nuestra reflexin. Ms all de las diferencias notables enel tono, Gonzlez comparte el balance optimista del poema de Lugones respecto de lorealizado por Argentina en el siglo transcurrido, entonces tambin del presente. El juicio del siglo nace de una invitacin de La Nacin y tambin se publica en las pginas de ese diario en el mes de mayo. Es un ensayo sobre la historia argentina que pone sus acentosen la vida poltica y en la bsqueda de lo que denomina, y sabe de difcil conquista, lasleyes de la vida de un pueblo.

    Si la Repblica Argentina, por su grado presente de civilizacin y potencialidad deconjunto puede afrontar con fe y decisin los problemas inmediatos y ms lejanos de suporvenir, es porque en la segunda mitad del siglo XIX ha sido predominante la ley del progreso y la libertad como resultado de la armona entre los hombres. Pero esa ley no ha

  • obrado sola sino que ha tenido como fuerza contraria, y claramente dominante en laprimera mitad del XIX, otra a la que llamar ley del odio:

    En el examen de los males que ms hondamente trabajaron el alma de la Revolucin argentina, a punto de ponerla no pocas veces en riesgo de naufragio, hay un elemento morboso que obra en su seno desde el primer instante, desde el corazn mismo de la Junta de Mayo, que asume la direccin de la guerra, y cuya gnesis debemos buscar en los ms remotos orgenes; es la discordia, fundada en rivalidades personales o antagonismos latentes, de regiones o de facciones () Y cun profundas y lejanas se hallan en el pasado las races de la funesta enfermedad de toda nuestra vida nacional! Toda la Amrica se ha manchado con la sangre de estos sacrificios e inmolaciones, pero acaso en ninguno de sus pueblos ech races ms hondas que en el pueblo argentino. Las ilustres vctimas de la hidra feroz, segn se la llam siempre, comienzan a desfilar hacia el destierro o al patbulo desde la maana misma del gran da de la libertad; y empezando por envenenar, debilitar y disociar las fuerzas ms vivas de la Revolucin, invade el organismo nacional entero, lo malea y desva en el perodo ms crtico de su desarrollo, enferma los corazones ms robustos y sanos, sombrea los espritus ms luminosos, y arroja a la inercia o a la desesperada rebelin las voluntades y los caracteres ms bien forjados; inspira la ferocidad, el odio y el crimen en las conciencias ms rectas y, asimilndose a la propia sangre, preside, asiste y satura todos los movimientos de la vida, en la guerra, en la paz, en las luchas civiles, en las tentativas orgnicas, en los graves conflictos exteriores.

    Son las desmembraciones territoriales lo que a Joaqun V. Gonzlez parece preocuparleprincipalmente como efecto de esa constante que tambin llamar ley argentina de lasdiscordias internas. Pero, al mismo tiempo, se trata del dao que hace al cuerpo social, entanto, sombro espritu que expatria a Saavedra, fusila a Dorrego y rechaza a San Martndesde las puertas de su patria, con infames e irreparables imputaciones.

    En la medida en que la intervencin de Gonzlez se desenvuelve en la deteccin de leyesque, por ser tales, no han dejado de obrar y dominan la vida de la nacin, el diagnsticodel presente no puede desentenderse de ellas. Aunque nunca se lo explicite, la ley delodio no ha sido expulsada y sigue viva en el presente. Refuerza esta impresin que seinsista en que no hay muralla china entre el pasado y el presente, por lo tanto y como veamos con la cita de la nacionalidad como rbol, nada de lo que estuvo presente ha dejado de vivir. La zozobra es sobre la vida en comn, sobre la dificultad en sostenerla sinderrapar en odios que deriven en crueles enfrentamientos internos. Comprendera la leydel odio a las manifestaciones estudiantiles contra inmigrantes y anarquistas y al incendio del circo de Frank Brown? O a la represin contra el maln de San Javier? Todo pareceindicar que no. Las discordias que l detecta son al interior de las clases dirigentes, quizsentonces s habra lugar para las notorias ausencias en los festejos. Sin forzar el escrito, ese leitmotiv fundamental en buena parte de nuestro pasado no ha sido desactivado.

    Ricardo Rojas y la educacin nacionalista

    Mencionamos a Ricardo Rojas y a La restauracin nacionalista a propsito de la pedagoga de las estatuas. Pero esas pginas que pendieron sobre la coyuntura delCentenario apuntaban a una reforma educativa, principalmente de la enseanza de la historia y de las humanidades. Escribe Rojas: Los clsicos la consideraban como ungnero literario; pero los modernos han pretendido hacer de ella una ciencia. Poco ms deveinte aos tena Ricardo Rojas cuando fue enviado por el Consejo Nacional de Educacin a

  • una Europa en aprestos blicos, a estudiar las modificaciones en curso en la enseanza delas humanidades. Ese viaje hace que Rojas, como hombre que ya est pensando desde elEstado, subraye con vehemencia lo que entiende es el problema principal de la Argentina:

    En tiempos de Alberdi era el desierto lo que aislaba a los hombres, impidiendo laformacin de la opinin pblica y la accin organizada. Hoy es el cosmopolitismo y unaatmsfera de ideas y sentimientos corruptores, lo que en medios demogrficamente densos como la capital, pone su masa disolvente, e impide, como antes el desierto, laexistencia de una opinin y de una accin orgnica. A su vez: El resobado tema gobernar es poblar, cien veces mentado por quienes no sabran indicar la pgina donde lo aprendieron, se torn absoluto al destacarse del texto originario y del sistema de ideas quelo limitaba. No fue todo error de Alberdi, la poltica de cosmopolitismo sin arraigo y deinmigracin sin historia, que de semejante frmula se generaba.

    Si ste es el diagnstico, corresponde encontrarle un nuevo lugar a la historia y a lashumanidades que apuntalen un renacer del nacionalismo que, como bien se ha dicho, ensu versin querr ser democrtico e integrador. Este libro tiene pretensiones muy prcticas, al punto de proponer programas de asignaturas ao por ao, pero tambin parasostener su posicin le hace lugar a discusiones tericas. En primera instancia, conMichelet y los romnticos que poco tiempo atrs consideraban que la historia poda ser magistra vitae. No, no es magistra vitae, puesto que nada cierto nos ensea para la vida real. La experiencia de las generaciones pasadas sirve de poco dadas lascircunstancias diversas en que viven las generaciones ulteriores. Pero, al rechazar esa facultad para la historia, quiere evitar el escepticismo propio del positivista ingls HerbertSpencer: Dado que los conocimientos histricos no forman sistema, deduce de elloSpencer su argumento ms fuerte: Vuestra historia puede ser amena, pero no es instructiva; adems no puede fundarse en ella ningn principio invariable de conducta.Rojas acuerda con la imposibilidad de organizar los hechos en sistema, por lo tanto devolverla ciencia, sin embargo contraargumenta: Ahora bien, la historia no es instructiva a la manera de las ciencias naturales o de las matemticas; pero esesencialmente educativa, educativa del carcter y de la inteligencia.

    Rojas discute tambin con Alfred Fouille un filsofo francs de cierta relevancia en la poca quien, ms tajante que Spencer, cree que la historia no puede ser la ctedra nicade moral, puesto que cuenta la explotacin del hombre por el hombre, de una clase porotra, de un pueblo por otro y la llama epopeya de la violencia triunfante. En aprietos, Rojas defiende a ultranza que la historia, sin ser la moral, sin confundirse con ella, estllena, por tradicin y por esencia, de sugestiones morales. Que incluso quienes celebran apersonajes a su entender tan discutibles como Napolen o Facundo Quiroga lo hacen porque entienden que obraron hacia el bien comn. Por lo tanto, puede sostener elpatriotismo sin contradecir verdad alguna.

    As planteada, y aunque Rojas no lo quiera aceptar, la enseanza de la historia se acercams a la de un conjunto de mitos que a la de acontecimientos y tensiones que inclusopueden incluir a los mitos pero no quedan subordinados a l. La naturalizacin de lo socialy, por ende, la expulsin de todo problema se vuelven muy visibles cuando traza loscontenidos que debera ensear la geografa, presidido su argumento por la relevancia delmapa: No se concibe la civilizacin de un pueblo sin un territorio, donde ese pueblo viva yaquella civilizacin se realice. Sostinese, adems, la influencia que tal territorio ejerce sobre el carcter de ese pueblo y las formas de su civilizacin. De ah la necesidad de losmapas que son la representacin grfica del territorio. Desde ya, fue larga la vida queesta definicin tuvo en nuestra enseanza.

  • Manuel Glvez y el alma de la patria vieja

    El diario de Gabriel Quiroga, libro de Manuel Glvez publicado tambin en 1910, quiso ser la nota discordante para los odos de sus conciudadanos de fiesta. Fue una edicinreducida que, segn el propio autor, pas desapercibida. A travs del recurso de un diarioficticio, Glvez se aproxima a la violencia que abraz a esa coyuntura y que en otros textosse escamotea o sublima. Las grandezas econmicas y civilizatorias que tantos celebran yconstituyen el nimo dominante, son denostadas por Gabriel Quiroga el alter ego de Glvez. Mucho ms que un orgullo, Buenos Aires se le ocurre una vergenza. Expresindel cosmopolitismo y de la fiebre del progreso que tambin se ha expandido en lascomarcas litorales, la ciudad portuaria quiere derrotar para siempre al alma de la patriavieja que aun resiste en el Interior. La civilizacin, eso de lo que se ufana Buenos Aires,poco o nada significa si se construy, y as fue, de espalda a la cultura nacional que tantomejor representaba la barbarie. En lo que parece una incoherencia, en El diario de Gabriel Quiroga se postula a Sarmiento como al ms grande de los argentinos, pero no por ser el estandarte de la civilizacin que hizo suyo, sino por llevar dentro la barbarie sin saberlo,por estar ms cerca en sus formas del Chacho que de Rivadavia.

    Por este camino, el libro coquetea con soluciones extremas. Primero, a travs de unafigura, una comparacin:

    El viajero que atraviesa la campaa argentina suele ver a la noche, desde las ventanillas del tren, enormes llamaradas que evocan, con fuerza de prodigio, lejanos incendios de ciudades. Son simplemente campos puestos a fuego por los agricultores, para destruir, por ese nico medio, las malezas, las hierbas, los arbustos, toda la perniciosa vegetacin que se dilata sobre la superficie de los campos sin cultivar. Cuando la tierra queda libre, recin entonces se pueden cavar surcos y sembrar. Pues lo mismo que hacemos con el territorio fsico del pas debemos hacer con el territorio espiritual: ponerle fuego por cuatro lados. Es preciso suprimir todas las impurezas del ambiente moral, destruir las exterioridades intiles e irrisorias, limpiar la vida nacional de las malezas y las malas hierbas que crecen en su superficie; y cuando el incendio haya realizado su obra purificadora y devastadora, recin entonces quedar el pas preparado para que abramos en su espritu surcos profundos y para que sembremos ideales.

    En lo que es el punto ms alto de esta propuesta de regeneracin, se fantasea con unaguerra:

    La salvacin de la Repblica Argentina est en la guerra con el Brasil. La guerra hara que los pueblos se conociesen, reunira a los argentinos en un ideal comn y despertara en el pas entero el sentimiento de la nacionalidad () Desde Mendoza hasta Misiones y desde Tierra del Fuego hasta Jujuy el pas se exaltara en las nuevas virtudes teologales del patriotismo argentino: la fe en nosotros mismos, la esperanza de nuestra verdadera gloria y la caridad traducida en altruismo y tolerancia individuales. La guerra convertira en argentinos a los extranjeros y el espritu cosmopolita quedara destruido bajo la vasta conmocin patritica. La guerra paralizara por largos aos la excesiva inmigracin que nos desnacionaliza.

  • Para de inmediato aadir que para el patriotismo ms que la victoria sera beneficioso eldesastre. Hasta que en la ltima entrada del diario, la del 16 de mayo de 1910, un suceso mucho ms prosaico y menor, enraza lo que est escribiendo en los festejos ciertos delCentenario:

    Las violencias realizadas por los estudiantes incendiando las imprentas anarquistas, mientras echaban a vuelo las notas del himno patrio, constituyen una revelacin de las ms trascendente importancia. Ante todo, esas violencias demuestra la energa nacional. En segundo lugar, ensean que la inmigracin no ha concluido todava con nuestro espritu americano pues conservamos an lo indio que haba en nosotros () esas violencias han socavado un poco el materialismo del presente, han hecho nacer sentimientos nacionalistas, han realizado una conmocin de entusiasmos dormidos y tal vez han vuelto innecesaria la guerra y la catstrofe que hasta hoy me parecan de absoluta necesidad como teraputica de caso extremo. Lo nico sensible es que los anarquistas no hayan tirado una bomba en cada capital de provincia. La reaccin hubiera sido entonces tan formidable, los ideales patriticos habran brotado tan potentes, y los sentimientos nacionalistas habran exaltado tan intensamente a nuestro pueblo, que los anarquistas, salvando al pas contra su voluntad, casi mereceran el sincero agradecimiento de la nacin

    La escritura sobre el trabajo

    Para dar con la verdad de la situacin de los trabajadores en esa coyuntura,inexorablemente debemos remontarnos apenas unos aos atrs, hasta el Informe sobre el estado de las clases obreras elevado por Bialet Mass en 1904. Lo que all sobresale es la ausencia de leyes ya sea porque no existen como porque ni los patrones ni lasautoridades polticas se preocupan por hacerlas cumplir que protejan al trabajador de los excesos de la explotacin. El pago con vales, las muy frecuentes trampas en las balanzasque pesan lo producido por el obrero, el incumplimiento de los contratos, los accidentes detrabajo que no conocen indemnizacin: todo dibuja una realidad que, en la advertencia de Bialet Mass, se debera agradecer no desemboque an en protestas mayores.

    Decamos en el encuentro presencial que este mdico cataln, enviado por el ministro delInterior Joaqun V. Gonzlez, recorre el Territorio Nacional del Chaco poco antes de que se produjera el maln que Alcides Greca representar en su pelcula El ltimo maln. No tiene dudas Bialet Mass: la explotacin se ensaa con el indio, sin ahorrar ningunahumillacin y con especial virulencia. Aunque se trate de una mano de obra dcil y muy apta para desempearse en condiciones climticas adversas para los inmigrantes, eltrabajo deviene un castigo para el indio. Slo un peldao ms arriba que l, el trabajadorcriollo tambin ser despreciado por los patrones de los grandes establecimientos productivos.

    Si el resto de la Repblica no lo hiciera necesario, el estado actual del Chaco exigira una legislacin obrera, enrgica y previsora, que cortara de raz los abusos rayanos al crimen y atentatorios de las facultades que slo pueden ejercer los poderosos soberanos () El indio es naturalmente bueno y manso. Tmido, con la timidez de tres siglos de persecucin, sin el alivio de una victoria, acobardado por el continuo desastre, cazado como una fiera y sin derecho a radicarse en ninguna parte, se le piden virtudes de que carecen sus detractores () Un indio del Chaco oriental conserva en su poder una multitud de contratos. No sabe leer ni escribir; pero uno est doblado en cuatro, otro a lo largo, otro en punta, y otro sealado con una

  • linterna roja y otro con una negra, y as los distingue a todos. Ninguno le ha sido cumplido.

    En palabras de Rafael Barrett que, llegado desde el Paraguay y adscripto al anarquismo,vivi de cerca los festejos del Centenario: Este violento contraste entre la prosperidad del hombre que posee y la del que trabaja en la Argentina, tuvo que abrir entre ellos unabismo de incomprensin y de odio. El terrorismo es fruto de ese abismo y es argentino,no un capricho anarquista. La revisin contempornea ms densa y problemtica de losaos que rodean a 1910 se posa en una versin de ese violento contraste. Nos referimosa la obra de teatro del dramaturgo Mauricio Kartun El nio argentino, estrenada en el Teatro General San Martn en 2006. En la bodega de un barco que se dirige a Europa, unpen y la vaca a la que cuida con esmero y ordea para que sus patrones puedan beberleche fresca durante la travesa, son obligados a convivir con el nio argentino, el hijocalavera de esa familia de alcurnia. La inocencia y la deferencia ms arquetpica del pen el muchacho, que parecen extradas del poema de Lugones, durante el viaje quedanaplastadas. Hablan en verso el nio argentino, el muchacho y la vaca Aurora; versoprocaz, lleno de burla y en el que todo es lucha y voluntad de dominio.

    Colegas, hemos llegado al final del primer mdulo. A modo de repaso de nuestro recorrido los invitamos a recordar aqu los temas principales de cada una de las clasescompartidas:

    En la clase Introductoria

    Partimos de la hiptesis acerca de la dificultad de la enseanza de las Ciencias Sociales hoy, y propusimos como posible clave de reflexin un conjunto de rupturas producidas en las ltimas dcadas del siglo XX.

    En la clase La situacin del Centenario Primera y Segunda Parte

    Planteamos el Centenario como un momento del pasado argentino a partir del cual se pueden tensionar aspectos de la transmisin de lo social en sus distintas perspectivas disciplinares. La construccin de un relato, la relacin entre lo local y lo nacional, la seleccin de qu ensear, el vnculo entre los acontecimientos/datos y los procesos o interpretaciones, fueron algunas de las cuestiones que intentamos deslizar a lo largo de esta clase.

    En la clase Imgenes del Centenario

    Compartimos la idea de que las imgenes pueden acercar la experiencia al conocimiento de lo social y propusimos la observacin y el anlisis de un conjunto de fotografas, pelculas, cuadros y dibujos en torno a la coyuntura del Centenario

    Adems, hemos compartido algunas discusiones en los foros e invitado a la produccin de un breve texto:

    En el Foro de la Clase Introductoria

    Discutimos sobre las hiptesis de ruptura planteadas en la clase y nos preguntamos si la experiencia en nuestras prcticas como formadores en los ISFD permita sostenerlas, matizarlas o refutarlas.

  • En el Foro de la Clase La situacin del Centenario...

    Discutimos acerca del lugar de esta coyuntura en sus localidades y el abordaje de la misma en el contexto de las disciplinas sociales en las que formamos a futuros docentes.

    En la Clase Imgenes del Centenario...

    Propusimos la produccin de un breve texto que analice una imagen sobre la coyuntura del Centenario en el contexto local, que resulte significativa en la enseanza de sus disciplinas.

    A modo de cierre de este primer mdulo del Ciclo, los invitamos a debatir en el Foro denominado Eplogo del Centenario en torno a estos interrogantes:

    Consideran que el recorrido por la coyuntura del Centenario implica algn aporte a laformacin de los estudiantes del profesorado de Ciencia Poltica, Economa, Filosofa,Geografa, Historia o Sociologa? En caso de existir, cul o cules seran esos aportesconcretos? En caso de considerar que la temtica no resulta significativa a la formacin desus estudiantes, cules seran los motivos?

    Para seguir pensando:

    A continuacin referimos la bibliografa citada en esta clase.

    Juan Bialet Mass, Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la Repblica (1904) http://www.trabajo.gov.ar/biblioteca/memoria/informe.asp?cat=memoria

    Manuel Glvez, El diario de Gabriel Quiroga (1910) (varias ediciones) Joaqun V. Gonzlez, El juicio del siglo (1910) (varias ediciones) Mauricio Kartun, El nio argentino, Editorial Atuel, Buenos Aires, 2006. Leopoldo Lugones, Odas

    seculares (1910)http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=70570 Ricardo Rojas, La restauracin

    nacionalista (1909)http://bibliotecadigital.educ.ar/uploads/contents/Ricardo_Rojas0.pdf