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Clase 6 Plus de goce El mandato a gozar Otra resistencia lacaniana

Clase 6

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Clase 6

Plus de goceEl mandato a gozar

Otra resistencia lacaniana

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Plus de goceseminario

• El psicoanálisis considerando solamente la variable género, igual a sexo en Freud distinta en Lacan, y en su versión casi normativa explica el cuerpo que goza sexuadamente. Se inaugura un goce, un plus de goce.

• Retomando tótem y tabú: noción de poder clásica, una fábula evolutiva de un imaginario del poder circunscrito a la familia.

• Así lo explica Braunstein. Con Foucault vamos a ver otra forma de concebir al poder y el surgimiento de subjetividades.

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Plusvalía• Del mismo modo que en el mercado las mercancías están sometidas a las

fluctuaciones del mercado, básicamente por las leyes de la oferta y la demanda, la fuerza de trabajo tiene también un precio determinado por las mismas leyes. Pero a diferencia de otras mercancías –un coche por ejemplo– que satisfacen meramente necesidades humanas, la mercancía que llamamos fuerza productiva tiene la peculiar característica de producir otras mercancías.

• La fuerza de trabajo tiene un valor de cambio (el sueldo que recibe el trabajador) y un valor de uso (su valor para producir otras mercancías).

• A su vez, estas mercancías creadas por dicho trabajo tienen, claro está, valor de uso y valor de cambio, pero el valor de cambio que éstas tienen siempre es superior al valor de cambio que tiene la fuerza productiva que las ha creado (al salario).

• Aunque añadamos a este último valor otras cantidades como las que puedan corresponder a la amortización de las máquinas usadas en la producción, o los costes financieros que el empresario gasta para llevar adelante su negocio, siempre habrá una diferencia. A esta diferencia se le llama plusvalía y es el beneficio del capitalista. Sin este beneficio no habría sociedad capitalista

• http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiacontemporanea/Marx/Marx-Plusvalia.htm

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• Braunstein (2006) nos explica una de las aristas del concepto de goce, el llamado “plus de goce”: situándonos en ese instante mítico, tanto en la gran como en la pequeña historia, donde el aún-no-sujeto resigna su goce total para ser parte de la sociedad, la que exige una moderación, una regulación del goce irrestricto, así el plus de goce es esa acotación, es la cantidad permitida para gozar.

• Vemos que ese mito psicoanalítico, el mito freudiano de la horda primordial y el mito edípico, refleja la concepción clásica del poder donde existe un todopoderoso que reprime a los demás y una vez muerto él, los demás reprimirán sus deseos para coexistir en paz. Imaginario evolutivo y con noción clásica del poder sobre la sociedad, pacto social y surgimiento de subjetividades.

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• Si repensamos el mito de Tótem y Tabú bajo las intelecciones sobre el poder de Foucault, y además nos atenemos al sujeto del psicoanálisis lacaniano, tenemos que esa restricción del goce no es tal, sino que es la posibilitación de una forma de existencia; antes de ella era la nada, después fue el sujeto. Entonces no es una restricción, es una posibilitación de existencia, en palabras de Miller (2008) “(…) no hay para el ser hablante goce anterior al significante.” (p.398). Existencia que, desde donde nos planteamos esta investigación, es siempre externa, ajena, pero al mismo tiempo es lo que se siente más propio. Existencia que muchas veces no produce placer, sin embargo es imposible dejar de existir de aquella forma, es en esos casos cuando hablamos de goce y del plus de gozar.

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• La noción de plus de goce además de no coincidir con una concepción clásica del poder, puede extenderse a las otras variables como edad, época, clase social.

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Superyó• Lacan (1992, aún) sitúa al superyó como la instancia que

empuja a gozar, dice: “El superyó es el imperativo del goce: ¡Goza!” (Lacan, 1992, p. 11).

• Sigmund Freud (1993c) plantea una diferencia dentro del yo, otra instancia que llamará ideal del yo o superyó. La formación de esta instancia se concentraría en el complejo de Edipo, y Freud enuncia el imperativo categórico del superyó: “Su vínculo con el yo no se agota en la advertencia: «Así (como el padre) debes ser», sino que comprende también la prohibición: «Así (como el padre) no te es lícito ser, esto es, no puedes hacer todo lo que él hace; muchas cosas le están reservadas».” (1993c, p. 26). Distinguimos desde ya la función habilitadora y prohibitiva a la vez que comporta el superyó freudiano.

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• Dos condiciones son las que destaca Freud (1993c) para el surgimiento del superyó, para él biológicas: primero el desvalimiento inicial del ser humano, y en segundo lugar, la acometida del desarrollo sexual en dos tiempos. Destacamos la primera de estas condiciones, ya que es ese desvalimiento el que hace que el ser humano dependa del Otro para convertirse en sujeto. Y si, desde Freud, el superyó es el heredero del complejo de Edipo, quien representa a las figuras parentales, podemos caracterizarlo como el heredero del Otro que efectivamente se encarnó en los padres para operar con las particularidades subjetivas de cada uno de ellos.

• El superyó actuará entonces, como el representante intrapsíquico de los padres-Otro: “Así como el niño estaba compelido a obedecer a sus progenitores, de la misma manera el yo se somete al imperativo categórico de su superyó.” (Freud, 1993c, p 49.) Y que además, deviene eminentemente inconsciente.

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• Remarcando lo mencionado, Freud (1993c) también sindica al superyó como la instancia que satisface las exigencias de los más altos valores humanos, debido a que es el portador de ellos: la religión, la moral y el sentir social, es decir, lo cultural o lo simbólico que excede a las particularidades del sujeto y que se puede conceptualizar desde Lacan como el Otro.

• Así, el superyó freudiano será el depositario, desde el complejo de Edipo, de las normas culturales, del deber ser, del ideal del yo, y es por ello que es la principal fuente de culpa que vivencia el yo toda vez que se compara con su ideal cultural.

• Freud (1993c) es explícito en caracterizar al superyó como cultural y suprapersonal, resaltando así la veta social de esta instancia psíquica.

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• Braunstein (2006) explica el mandato superyoico a gozar, posicionándolo como un llamado: “(…) «no estás al servicio de ti mismo sino que te debes a algo superior a ti que es tu causa, tu Causa. La existencia te es prestada y debes rendir cuentas por ella aunque no la hayas pedido, debes ofrendar tu libra de carne a un Dios inclemente».” (2006, p. 47).

• Lo que se paga es la existencia, continúa Braunstein (2006), y la moneda es el sujeto mismo, haciéndose partícipe de lo simbólico, incluyéndose en una comunidad.

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• Una última consideración sobre el superyó freudiano y que se refiere a la particularidad del superyó en lo femenino: "(…) nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente en sus orígenes afectivos como lo exigimos en el varón." (Freud, 1993d, p. 276). Ya que si, desde Freud, situábamos la constitución del superyó en el complejo de Edipo, no podría ser de igual forma en ambos géneros, y por ello Freud hasta el fin de sus desarrollos, erige al superyó femenino como lábil, endeble, ya que, sin nada que perder frente a la amenaza de castración, nada tiene que temerse a los padres, lo que determina una conducta moralmente cuestionable, de cierta forma no honorable en el sentido masculino.

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• Jacques Lacan (2012) desplegará algunas consideraciones sobre el superyó femenino, nombrándolo como surmoitié, neologismo que reúne surmoi, francés para superyó y moitié o mitad, haciendo referencia a lo suplementario de la posición femenina. Ese surmoitié Lacan (2012) lo sindica como peligroso, no porque tiene el carácter de quien prohíbe, sino porque es el que empuja al goce, empuja a la mujer a hacer el llamado de sirena y decir: “sé mi Otro”. El goce femenino, a partir del surmoitié, toma su cariz peligroso si se lo concibe como una “placa giratoria”, como dice Goldman (2010): “(…) pensar al goce femenino como placa giratoria, que puede virar hacia la construcción del partenaire-síntoma, o hacia la demanda mortífera del superyó.” Al respecto, Laurent agrega:

• • “Se trata, si se quiere acceder, si se quiere responder a la surmoitié,

de saber descifrar y adivinar el goce desde donde se origina el llamado amenazador, la voz de sirena del «hazte Otro para mí», y de responderle esto: «no hay Otro del Otro» (…)” (1999, p. 108).

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• Situábamos al superyó como el que mandataba gozar, es decir, pagar con la existencia y cumplimiento de las normas del Otro la misma existencia, lo que proporciona un plus de goce.

• Probablemente la forma de resistencia, que señala Lacan (2012. el atolondradicho) al puntualizar sobre la labor del analista, es responder a los dichos del superyó, y en este caso de la surmoitié, de manera que sean inconsistidos, indemostrados e indecididos, mostrando lo externo y lo ajeno de lo que se considera tan íntimo.

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Ejemplo clínico• “Yo hago ver como un príncipe a la persona”, El ideal romántico

masculino y femenino: Encontramos en el discurso de las mujeres entrevistadas una representación de lo masculino de manera romántica y que, por ende, comporta los roles de género más conservadores del occidente contemporáneo, como el hombre proveedor, “caballero”, conquistador, “envolvente”, es decir, el estereotipo del “Príncipe”, ya sea sostenido o reclamado, destacando su insatisfacción respecto de la comparación del marido real con el simbólico; y el que conjuntamente comporta otras características percibidas como negativas, como ser celoso, controlador y violento. Como contraparte, el ideal femenino es la madre, la dueña de casa, la buena mujer y sobre todo, la conquistada por él. El amor romántico, como el amor de la dominación masculina, muestra así ambos lados del objeto a que es la mujer: la conquistada, incluyendo posiciones que ellas catalogan de forma negativa, como ser controlada, golpeada, dominada. Lo leemos en las siguientes frases de las entrevistadas:

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• “Pero como yo veía todas las cosas como bonitas po’… pero él nunca me sacaba (…)” (Karina, p. 47).

• “Es que me envolvía con las palabras (…) me decía puras cosas bonitas, que yo era linda, que me quería, además yo nunca había pololeado y era tan chica también, entonces, la primera vez que un hombre me había dado un beso (…)” (Karina, p. 51).

• “Yo no me casé enamorada de él, mis padres me habían echado a la calle porque estaba embarazada (…) después de arrendar una pieza por un tiempo, una amiga me dijo que me fuera a su casa y me contó de su hermano, que me involucrara con él porque él me podía dar todo, los dos teníamos 23 años.” (Patricia, p. 191).

• “(…) era buen dueño de casa, que no faltaban, mayormente, las cosas, como un animalito que lo están alimentando no más, pero no, que, si allá en el Sur ¡pucha, los hombres, son más machistas todavía!, no son enojones así, no son gruñones como él, pero son machistas, son los que no se hacen ni un huevo frito, ¡todo servido!, entonces hay otras cosas que uno no las hace po’, porque si mi marido trabaja, yo lo atiendo pero si yo estoy ocupada y él tiene deseos de tomar té, toma té no más po’, no hay problema, allá no po’, ¡los maridos son servidos!.” (Ingrid, p. 188).

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• “(…) eso yo siempre le decía: «Te quedó poncho el hogar, la familia, con un hijo, hay cuántos hombres que sacan adelante, cinco, seis, siete hijos y no se lamentan» (…)” (Carmen, p. 166).

• “La verdad, que yo me imaginaba como dueña de casa, me imaginaba que me voy a casar, voy a criar a mis hijos, tuve la primera, después tuve la segunda siempre fue mi idea de ser dueña de casa y de criarlos, pero ya por lo que no tuve la formación de hogar, no tuve mi mamá, mi papá, entonces era darle a mis hijos lo que yo no había tenido, era eso, de darle a un hijo lo que yo no había tenido, de experimentar lo bonito que es tener un hogar, un esposo, criar a mis hijos, verlos, ayudarlos, llevarlos al colegio.

• Entrevistadora: Y siendo dueña de casa, ¿qué le molestaba?• Carmen: Que él no me daba las comodidades que yo necesitaba,

digamos, el entorno, no me daba la seguridad de tener las cosas que yo necesitaba, digamos, el bienestar pa’ los hijos.” (Carmen, p. 138).

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• Es particular en Carmen lo que ocurre como inhibición sintomática: luego de trabajar muchos años para contribuir al mantenimiento del hogar, ella busca embarazarse y finalmente lo logra. Dice:

• “(…) entonces yo quería tener ese hijo, ahí yo se lo conversé y él después que lo pensó me dijo tengámoslo, y ya po’, quedé embaraza a los 40, lo tuve a los 40, pero yo tenía los planes que cuando tuviera 1 año o 2, ponerlo en el jardín y seguir trabajando en lo que estaba, porque yo tenía una pega buena en ese tiempo y dije voy a seguir trabajando, en la pega que tengo me adapto al horario y todo, en ningún momento dije voy a tener la guagua y voy a dejar de trabajar, pero tuve la guagua y me enfermé, justo después de tener la guagua me dio artritis reumatoide.” (Carmen, p. 130).

• Esa enfermedad implicó que Carmen:

• “ (…) de estar bien, caí a la cama, no me podía parar, así que no pude criar a la guagua bien, no le pude dar pecho nada, quede imposibilitada de trabajar, ahora estos últimos años ya puedo caminar y hacer cualquier cosa, antes no podía hacer nada, entonces yo, desde que nació mi hijo, el cuarto hijo, dejé de trabajar y ahí él siguió solo, trabajando él y apechugando, entonces a él siempre le pareció mucho sacar adelante a la familia (…)” (Carmen, p. 131)

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• Vemos en este caso hasta dónde puede llegar la formación sintomática para satisfacer el deseo que desconocemos. Para Carmen, esta inhibición cumple con la función de impedirle trabajar, para así finalmente quedarse en el hogar como una dueña de casa, forzando a su marido a proveer.