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Claude Lefort Maquiavelo y la Verità effetuale

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Claude Lefort

El arte de escribir y 10 politico

Edicion y traduccion de Esteban Molina

Herder

Traducci6n: Esteban Molina Diseno de fa cubierta: Claudio Bado

© 1991, Editions Belin-Paris: capitulo 3 (<<Introducci6n» a La creation de fa repu­blique americaine)

© 1992, Editions Calmann-Levy: capitulos 2, 4, 5, 6, 7,8,9 (publicados en Ecrire. A. l'epreuve du politique)

© 2004, Claude Lefort: capitulo 1 (publicado en Esprit, marzo de 2004) © 2007, Herder Editorial S.L., Barcelona

ISBN: 978-84-254-2495-3

La reproduccion total 0 parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright esta prohibida al amparo de la legislacion vigente.

Imprenta: Romanya Valls Deposito legaL· B-l1.552-2007 Printed in Spain - Impreso en Espana

Herder www.herdereditorial.com

Indice

Pr6logo, de Esteban Molina ....................... . 9

1. Europa: civilizaci6n urbana ...................... . 49

2. Focos del republicanismo ....................... . 77

3. La fundaci6n de los Estados Unidos y la democracia .... . 111

4. Tocqueville: democracia y arte de escribir ............ . 139

5. Tres notas sobre Leo Strauss ...................... . 185

6. Maquiavelo y la verita effetuale ................... . 233

7. Formaci6n y autoridad: la educaci6n humanista ....... . 279

8. El boudoir y la ciudad ........................... . 301 \ 9. La idea de humanidad y el proyecto de paz universal .... . 325

Procedenda de los textos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349

6. Maquiavelo y la vedta effetuale 'II

En el proemio dellibro primero de los Discursos sobre fa prime­ra decada de Tito Livio reivindica Maquiavelo de manera atrevi­da su origilla!idad. 166 Dice haberse aventurado por !olD camino que nadie habia seguido todavia y se compara con el audaz navegante que parte en busca de mares y tierras desconocidas. Y, tan pronto como hace esta declaraci6n, parece indicar su intenci6n: convencer a sus contemporineos de extender al do- . minio de la politica la imitaci6n de los antiguos, que en otros domini os parece evidente. Prop6sito parad6jic~ que senalaron los historiadores: el pensador que tenia conciencia de inno­vaL de manera absoluta, y cuya posteridad juzgaba en efecto que habia abierto una via nueva al pensamiento politico, ese hombre deseaba erigir la Antigiiedad en modelo. Todo sucede como si, a su modo de ver, el descubrimiento del continente desconocido ordenara una vue Ita al mundo antiguo, 0 inclu­so que coincidiera con el redescubrimiento de ese mundo.

Detengamonos brevemente sobre ese texto. El escritor declara que en el presente la imitaci6n de los antiguos es un hecho entre los artistas, los juristas 0 los medicos, pero los que

166. Todos los textos citados estin sacados de Maquiavelo, (Euvres Comple­tes, Gallimard, «La Ph~iade)}, Pans, 1978. La indicaci6n de los capltulos nos ha parecido suficiente. S610 de manera excepcional, y por fidelidad al ori­ginal, he vuelto a traducir alguna frase 0 restituido alguna palabra.

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dirigen los asuntos public as, a taman parte en elias, la estiman imposible. La admiracion dirigida a la Antigiiedad no suscita ninglin deseo de inspirarse en sus ejemplos para regUlar las ins­tituciones politicas y guiar la accion politica: «[ ... ] para fundar una republica -escribe Maquiavelo-, para mantener sus Esta­dos; para gobernar un reina, organizar un ejercito y lievar a cabo una guerra, para impartir justicia, no se encuentra ni prin­cipe, ni republica, ni capitan, ni ciudadano que recurra a los ejemplos de la Antigiiedad». Maquiavelo da en una sola frase dos razones de este fenomeno. La primera resulta del «estado de debilidad al que nos han reducido los vicios de la educa­cion actual [ ... ], a los males de esta pereza orgullosa que reina en la mayor parte de los Estados cristianos». La segunda pro­cede de la falta de un verdadero conocimiento de los historia­dares, de las storie (historias), de las que no se sabe ya obtenet ni «su fruto ni su profunda saban>. En efecto, los hombres del presente se inclinan a extraer de la lectura de las storie (histo­rias) solo el placer que les causa «1a variedad de los aconteci­mientos». Comprendemos que as! es como ~e ~onvi{!rten ~ simples espectadores de la escena del pasado sin apercibirse de que los viejos tiempos no son diferentes de aquelios en los que viven; no piensan en imitarlos porque se separan del pasado par una acti~llgc_()!ltt!~plativa 0, deberia decirse mejor, ~::' tica; no se saben insertos en el mismo mundo que sus antece­sores: «Esta imitacion les parece no solo dificil, sino imposible, como si el cielo, el sol, los elementos y los hombres hubieran cambiado su orden, su movimiento y sus potencias y fueran diferentes de los que eran en otro tiempo». Segura de esta cons­tatacion, Maquiavelo se propane reanimar el gusto par las sto­rie (historias) y, ya que ~_xiste, aunque mutilada, una gran his­toria consagrada aRoma, la de Tito Livia, qui ere ll:?-c;itar a It:~rla apoyandose, para alcanzar mayor comprension de la misma, tanto en el conocimiento de loshechos presentes como de los

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6. Maquiavelo y la verita eJfetuale

pasados. Su aJ~mento. es, pues, complejo: el poder de imi­tar no s6lo parece extrafiamente asociado al descubrimiento 'cre 10 desconocido, sino subordinado al poder de captar la Identi~g. <iel pasado ydel presente; esta identidad no es inme­diatamente sensible, se desvelara si se sabe hacer hablar a uno a traves del otro y esto gracias a la interpretaci6n de un tex­to, que s6lo es inteligible si ellector invierte en el su cono­cimiento de las instituciones y de las costum~res de antiguos y modernos.

La paradoja que mencionaba se transforma cuando segui­mas las sinuosidades de la escritura maquiaveliana. Elogio (le_ la Antigiied.ad, llamada a la imitaci6n, paso obligado p~~-la It:c;-. ttira de un gran autor: ciertamente, este es el tema can el que se abren los Discu.rsos.Peroni el pasado, en particular el roma­no,.ni el texto que dirige el acceso a dicho pasado, el texto de Livia, se revelan susceptibles de un conocimiento inmedia­.t(?; demandan(ser descifrado.§ su sentido s6lo se cia a aqu~l que sabe compreriaer'l~sh;~cEQs a traves delli.-J:>!.9 y elliJ:>rg a tra­yes de los h.~ch2~, y que sabe mezclar los hechos presentes y los pasados.

Muchos lectores y comentaristas no se han complicado can estas sutilezas. Han sido alcanzados par 10 que consideran una contradicci6n en el interior de los Discursos, que se acla­raria de forma intensa si se confrontaran sus ensefianzas can las de El principe. Par una parte, Maquiavelo, republicano de. convicci6n que sofiaba can una restauraci6n de las libertades en Florencia, buscaria en la Antigiiedad un modelo; par otra pa~t~, llevado par su p.?:si6n par la verita eJfetuale (la verdad efec­tiva) , encantado de reducir a un mismo denominador las accio­nes de los hombres, abandonaria toda preocupaci6n par el deber ser; la exploraci6n de la politica de los antiguos s6lo Ie proporcionaria entonces los medias de ampliar el campo de sus investigaci6n, de proseguir esa tarea de objetivaci6n de la

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politica que habia emprendido en su primera obra. La contra­diccion permaneceria en parte enmascarada a sus propios ojos: Maquiavelo elogiarla las virtudes de los romanos en la medi­da en que se combinaban con el arte de la accion politica, y el conocimiento de este arte 10 induciria a imponer silencio a sus convicciones, Ie haria transgredir toda norma moral.

Hay que rendir el homenaje debido a Leo Strauss. 167 Fue el primero en saber demostrar que los Discursos contenian en diferentes lugares los mismos principios que El principe, pero que el elogio de la Republica romana y de la virtudde sus ciu­dadanos estaba al serviciQ, de un designio filosofico que rom­pia con las ensenanzas de la tradicion. El elogio de la Repu­blica romana significa en efecto una critica corrosiva del buen regimen tal y como era concebido por los autores chisicos -regimen cuya excelencia es el efecto de la sabiduna del gobier­no de los mejores 0 de sus legisladores y se mide con el crite­rio del orden que reina en la ciudad y con la estabilidad de sus instituciones. El elogio de la virtud de los ciudadanos signifi­ca una critica no menos corrosiva de las normas de conducta de los actores, que solo merecen alabanza a censura por su capacidad de interpretar las oportunidades de sus acciones en el marco de las instituciones establecidas y en las condiciones del momenta; finalmente, la autoridad conferida a Tito Livio al comienzo de la obra no debe enganarnos mas: Maquiavelo la invoca para conciliarse con su lector y conducirlo por eta­pas 'il. p,oner en duda la interpretaci6n del historiador y, final­mente, p~ra desligarse de los principios aristocraticos que la gobiernan.

Un argumento del primer libro de los Discursos llama la atenci6ri:Despues de haber ponderado, aparentemente sin

167.Leo Strauss, Thoughts on Machiavelli, Free Press, Glencoe, Illinois, 1958 (trad. cast. Meditadon sobre Maquiavelo, Centro de Estudios Politicos y Constitucionales, Madrid, 1964) [N .. del T.].

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6. Maquiavelo y la verita qfotuale

tomar partido, los meritos comparados de Esparta y de Roma, Maquiavelo observa que la grandeza de Roma no fue el pro­ducto de una sabia legislacion, sino que se edifico gracias a los acontecimientos. Sugiere que la bondad de una constitucion no reside necesariamente en los principios que decidieron su formacion y que el tiernP.o no es necesariamente un factor de cO.rrupcion. Los felices acontecimientos de los que se benefi­cia ROIna se refieren a los conflictos que opusieron al sena­do con la plebe, hasta el punto de descubrir en ellos el resor­te de la grandeza de la Republica, de celebrarJa virtud de la . discordia, de la desunione. Maquiavelo se eleva entonces con­tra la opinion mas extendida, la opinion de muchos (opinione de molti) para afirmar en nombre propio (io dico) que «aquellos que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe censu­ran 10 que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan mas en los ruidos y gritos que nadan de esos tumultos que en los buenos efectos que produciam. Invirtiendo la tesis

.tradicional, que encuentra el signo de la sabiduna de las leyes en su eficacia para contener los deseos de la multitud, estima fecundos esos deseos cuando son el hecho de pueblos libres, y precisa que Haramente son perniciosos, puesto que nacen de la opresion 0 de la sospecha de que la habra».

La idea de la ley se disocia entonces de la idea de la medi-_da;'no resulta ya necesariamente de la intervencion de una ins­tancia razonable. La ley se revela mas bien ligada a la desme­sura del deseo de libertad: un deseo, ciertamente, que nO podrla separarse de los apetitos de los oprimidos, quienes estan siem­pre trabajados por la ~nvidia, pero a la que no se reduce, pues en su esencia es negatividad pura, rechazo de la opresion, deseo de ser y no deseo de tener. Finalrnente, en uno de los Ultimos capitulos de este primer libro, al termino de una larga discu­sian sobre la naturaleza de la multitud, Maquiavelo no duda en atacar a Tito Livio, al que denomina <muestro Tito Livio»,

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y con el a todos los otros historiadores, para a£rmar que la mul­titud es mas sabia y mas constante (Piu savia et piu constante) que un principe.

Recordando este argumento, al que seguramente habria que aiiadir otros, en particular el relativo a que la grandeza y la libertad de Roma se pagaron con la opresi6n de Italia, 0 inclu­so aquel que se refiere a que ,~os felices efectos de los tumul­tos en Roma se debian a la necesidad del 5enado de hacer con­cesiones a la plebe para satisfacer su politica de conquistas, s6lo pretendemos aclarar la ~<:!.fwrasiI1gular que h~.ceMa_9l!iavelo de la historia romana. 5ugiere que sus instituciones n~,~<:>.!!,_,. intrinsecamente buenas, ni son intrinsecamente virtuosos sus ciudadanos (nos son dados riumerosos ejemplos de la ambici6n de algunos de elios e incluso de sus empresas de conspiraci6n). Roma ofrece la imagen de una ciudad que antes que replegar­se sobre si misma acoge el conflicto e inven~a, a prueba de acontecimientos y tumult os , «respuestas» que permiten a la vez mantener en jaque la amenaza constante de la tirania y de la licencia. Asi, el esquema dinamico de la Republica romana hace legibles a los ciudadanos las condiciones de una acci6n politica con sentido; 0 incluso puede decirse que hace legi­bles las condiciones de una conducta inteligente y disciplina­da -disciphna que no excluye la transgresi6n de 6rdenes con­sideradas inaplicables en una circunstancia dada, pues la autoridad no esta nunca petrificada, e inteligencia de los acto­res que no priva del respeto a las leyes, pues sobre el ambicio-so pesa la sospecha.

5i intentaramos definir en el presente la r~~ci?!1_ que man­tiene Maquiaveloco,n, 10~_~!ltigt!Q~,parece que habria que com­binar estas cuatro proposiciones: 1) los antigyQ~son s~ES!l"iq:: res a los modernos, pues estos son victimas de la etica cristiana que les prohibe bus car en este mundo la medida ultillia'de'-~u acci6n e invertir plenamente su,s deseos en una vida de ciuda-

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6. Maquiavelo y la verita rffetuale

danos -deseos que para la minoria son a la vez deseos de actuar y de saber. En el mundo moderno los hombres aceptan de buen grade la servidumbre y los que mandan son tentados por la tirama. 2) En la Republica romana los resortes de la liber­tad eran eficaces,aunque no fueran conocidos. Eran mas bien disimulados por un discurso acerca del bien de la ciudad, medi­do con el criterio de la concordia, y acerca de la virtud moral de los ciudadanos eminentes -discurso de lo~ fi16sofos y de la mayor parte de los historiadores, que procedia de un prejui­cio aristocratico y que acreditaba la sabiduria de la clase domi­nante imputando su moderaci6n a las ventajas que la poman al abrigo de la envidia. 3) Los hombres no cambian: antiguos y modernos estan hechos de la misma tela.S6lo cambia la mane-

. ---r~como los hombres responden a las cuestiones permanentes que plantean la organizaci6n de una ciudad y, en primer lugar, la divisi6n entre los que quieren mandar y los que no quieren ser mandados, oprimidos. El mundo antiguo nos hace descubrir la variedad de respuestas dadas a estas cuestiones permanentes y a la superioridad del modelo romano. 4) Si los modernos se muestran inferiores a los antiguos, en tanto que permanecen pri­sioneros de la etica cristiana y son incapaces de reconocer su parentesco, en cambio, por poco que el deseo de actuar, exci­tado por el espectaculo de las miserias del tiempo, encienda el deseo de saber, son capaces de descubrir los principios de la poli­ti<;:?:gue fueron siempre disimulados, pues pueden compren­der el sentido de acciones y de instituciones que escapaba a la conciencia de los acto res y que los historiadores clisicos se de­dicaron a travestir.

Reformulando en estos terminos la intenci6n, 0 una par­te de la intenci6n, de Maquiavelo, me expongo a una obje­ci6n. Maquiavelo no se interesaba en modo alguno por las vir­tudes antiguas y modernas tal y como son entendidas en todos los tiempos par el sentido comun, en su oposici6n a los vicios,

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supuestamente dirigidas siempre por la preocupaci6n por el bien; s6lo Ie importaba 10 que denomina virtu, una virtud que da al sujeto su mayor fuerza para resistir a las pruebas de la for"­tuna y para asegurarle el mayor poder de acci6n. 0 tambien: Maquiavelo ,rompena enteramente Eatl~o~ con la fuosofia clasi­ca como con el pensamiento cristiano para plegarse a las ver­dades positivas, la famosa verita q[etuale.

Para apreciar 10 bien fundado de estas objedones me pare­ce necesario volver a examinar las razonespor las que el autor de los Discursos decidi6 hacer de la Republica romana el obje­to central de su estudio (digo el objeto central, pues hablando de Roma no se priva de disertar acerca de otros Estados anti­guos y modernos). Esto requiere algunas breves considera­dones hist6ricas. Me apresuro a precisarlo: interesarse por la historia no significa ceder al historicismo. I,.eo Strauss seiia-16 justamente esto. Pero me gustaria dar todo su peso a esa pro­posici6n. Si queremos conocer la intenci6n de un escritor pare­ce bueno preguntarse cuaIes son sus interlocutores privilegiados, cuiles las ppiniones que convierte en su blanco, cuiles las cir­cunstancias que ponen en movimiento su deseo de hablar. Cuestiones, es cierto, digimoslo de paso, a las que no basta res­ponder -suponiendo que se pueda- para dar cuenta de su pen­samiento, pues es igualmente cierto que no escribe para nadie en particular, que se refiere a un lector sin identidad defini­da, ese lector cuyo sitio sera ocupado, en un futuro que no podna imaginar, por desconoddos; y tambien es cierto que extrae de las drcunstancias un poder de pensar que trascien­de la contingencia de su situaci6n. !

Primera indicaci6n: los Discursos son, en parte, el produc­to de conv:.ersaciones que tuvieron Iugar en los jardines Ori­Ee:~a:~Een un drc:ulo' cuya composici6n exacta desconoce­mos, pero que comprendia a j6venes cultivados e irnpacie.l1tes "por actuar. El anfitri6n era Co~imo Rucellai, retenido en su

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vivienda por una dolencia, y entre los oyentes figuraban en particular los futuros autores del complot montado en t522 contra el cardenal Julio de Medici: el poeta Luigi AlamaI1:Il.C Zinobi Buondelmonti, antiguo colab9rador de Maquiavelo en los tiempos en los que ejercia importantes funciones al ser­vicio del gobierno de Soderini; los dos hermanos Diaceto y Battista della Palla, estos ultimos obligados al exilio 0 ejecu-

'-tados despu6s del fracaso de la conspiraci6n. Etta h;'formaci6n no es insignificante. Maquiavelo no ignoraba la sensibilidad de este pequeno publico y debia sin duda ponderar justamente el alcance de sus declaraciones cuando abordaba las cuestiones, entre todas peligrosas, de la rebeli6n 0 de la desobediencia civil Tal era el caso, por ejemplo, cuando pintaba el retrato del pri­mer Bruto, cuando analizaba ampliamente las oportunidades. de los conspiradores, cuando, al valorar el papel de los j6venes capitanes en la Republica romana, evocaba la audacia de Fabius, qUien no vaci6"en transgrerurlas 6rdenes del Senado para intro­ducir a sus tropas en un bosque considerado impenetrable, 0

bien cuando elogiaba a Eparninondas, qui en, bajo el pretexto de ejercitar a los j6ven~s de Tebas en el arte de la gimnastica, los preparaba en secreto para la lucha contra el ocupante. ~No eran s.ll~.propias ensenanzas medio clandestinas? ~No se propo­rna _combinar la exigencia de saber con la de actuar, con la de persuadir a sus oyentes de la vanidad de un combate politico al que faltar:t".i"d conocimiento de la historia?

Segunda ihdicaci6n: tambien sabemos que los jardines Ori­cellari ~~l:>ian sido 15 anos antes la ilustraci6n de un foco anti­democratico. El tio de Cosimo, Bernardo Rucellai, reuni6 alli a los mas dec:ididos ~dver~arios de la politica reforrnista, que hoy llamariamos «progresistal>, llevada a cabo por Soderini. El cuna.­.do de Lorenzo E1 Magnifico, uno de 1.os jefes de la facci6n dura de la oligarquia, es decir, de aquella que rechazaba cualquier compromiso con el gobierno establecido, es conocido por haber

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sido el autor de un comentario de Tito Livio. No creo equivo­carme al suponer que Maquiavelo desarrolla, en ellugar rnis­mo en el que Rucellai habia ocupado el sitio del maestro, una enseiianza distinta, contraria~ se empleaba en sus traer aRoma y a Tito Livio de la interpretacion conservadora; demostraba con medias palabras la ignoranci~y el se,r:Yilis.!11C? ,g~)<l:vjejag~_Ilera­cion; sugeria que la historia romana no acreditaba los titulos de los Medici, sino los de la democracia, y que la restauracion de las libertades exigia a veces la desobedienci;-a-Es-l;ye;.----

Tercera indicacion: los informes de los consultores_ 0 prac­ticos (consulte 0 pratiche)J especie de consejos informales com­puestos de florentinos influyentes, convocados frecuentemen­te por el gonfaloniero -Soderini habia rota con la tradicion de los Medici abriendolos a un numero importante de ciudada­nos-, esos informes, cuidadosamente analizados por Felix Gil­bert,168 son testimonio de la frecuencia de las :r;c::ferencias a los ejemplos romanos. Sin e!11bargo, alleerlos, podemos dis tin­guir sin dificultadtres corrientes de opinion dorninantes. Por una parte, animan un discurso racionalista, gustosarnente cini­co, que trata de la politica en terrninos de relaciones de fuerza: es 'el de los farnosos «sabios de nuestro tiempo» que Maquiave-10 no pierde ocasion de aguijonear; sabios cuya mixima supre­ma es la de «saber gozar de las ventajas del tiempo}); por otra parte, un discurso inspirado por los valores cristianos, que hace reposar el civismo florentino en la virtud: discurso que Maquia­vela denuncia como el de los llorones (piagnoni); finalmente, un discurso,hl,gnanista que elogia la prudencia y la moderacion de los gobernantes y conduce siempre a la idea de un cuerpo poli­tico jerarquizado y estable. Pese a sus divergencias, estosdl~~ur­sos tienen grandes afinidades. Sus referentes se dejan traducir

168. Felix Gilbert, «Florentine Political Assumptions in the Period of Savonarola and Soderini»,journal if the TMzrburg and Courtauld IllStitutes, XX, 1957,pp.187-214.

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unos por otros sin esfuerzo: 10 que uno llama IJ~,£(!~i<:l.aS!·,- el otro 10 llama ;QiQ.~ y, el Ultimo, f9X!;l!.I1a. Los terms que no varian son: la conco;dia entre los ciudadanos Oa unioneJ; 11 intrlnseca ·b.~g­dad de las insutuciones primitivas y el peligro de los cambios; l<ldefensa del statu quo en Italia; y tambien la virtud deljusto medio, la del riesgo menor y la del tiempo. De nuevo no creo equivocarme al observar que M~9.1:lia~.~l.o_~~ l'Igpone denun­~_ante j6venes £I.orentinos apasionados pOl'Olel ·~;~bio·.~~ia ~:iEle ilus~.6n: en primer lugar, la ilusi6n de que los dirigentes gozarian de un dominio de la ciencia politica -el muestra que son unos pobres calculadores-; en segundo lugar, la ilusi6n de que la ciudad se beneficiaria de la protecci6n especial de la providencia y, en tercer lugar, que seria la depositaria de la herencia de Roma y de la sabiduria antigua. Leyendo a Ma­quiavelo, vemos que (,,!stas ilusioIJ.es ocultan la defensa de un si.stema oligarquico que pI-iva a una gran parte del pueblo de sus derechos politicos, 10 mantiene desarmado y que para sobrevivir esta dispuesto a consentir la dominaci6n de poten­cias extranjeras.

Progresemos en nuestra cipida investigaci6n. La idealizaci6n de la Antigiiedad y particularmente lade Roma se nos presen­ta como un rasgo dominante de los fiorentinos. Pero es cierto que esto no nos informa de su alcance politico real. Con mucha frecuencia, los hombres que citan a Tito Livio 0 invocan la auto­ridad de Arist6teles s6lo 10 hacen para complacerse en simples figuras ret6ricas. Esta es la raz6n por la que en el proemio que mencionabamos Maquiavelo deplora una indiferencia hacia el pasado en el orden politico que no es el producto de la igno­rancia, sino que seiiala la impotencia de bus car en el pasado otra cosa que placer. Tenemos, sin embargo, s6lidas razones para imagi­nar la fuerza del vinculo afectivo con Roma. Es, en efecto, muy antiguo. !2esde qu~l.os burguese~dierona l~ ciudad su in.cJ.epen.:­den cia efectiva atacando a los senores y arrasando los castillos

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circundantes, los florentinos se identificaron con los romanos. Identificad6n: el termino debe tomarse en su sentido mas fuerte; los florentinos no piensan s6lo, como pensaran los revoluciona­rios franceses algunos siglos mas tarde, reapropiarse de la vir­tud romana ni conducirse a imagen de los romanos; pretenden ser sus descendientes, afrrman que la sangre romana corre por sus venas. Tomo estas informadones de un estudio de NicolaI Rubinstein.169 Una antigua cr6nica compuesta alrededor de 1225, la Cronica de origine dvitatis, en la que se basara ampliamente la famosa cronic a de los Villani un siglo despues, describe con lujo de detalles las circunstancias de la fundacion de Florencia por Roma en los tiempos de Cesar. Se supone que Florenda saco su nombre de un consul llama do Florentinus, muerto en los tiempos del sitio de Fiesole, y que fue cpncebida sobre el mode-10 de Rorna, hasta e1 punto de merecer el nombre de la Peque­i'ia romana (parva romana). Olvidemos e1 detalle de la leyenda de la destruccion y la reconstruccion de la ciudad 500 mos des­pues de su fundacion, y las modificaciones que los Villani infli­gieron al primer relato en funcion de las nuevas peripecias que opusieron a los habitantes de Florencia y a los de Fiesole; reten­gamos solo quea Florencia se Ie asigna des de muy pronto el des­tino de asumir Ja herencia de Roma, una herencia a la vez espi­ritual y real .. Dante.mismo prodarna en e1 Convivio170 que es «la bellisima y famosisima hija de Roma» y en la septima epistola que «fue hecha a su imagen y semejanza»; en su Monarquid71 real­za induso la mision de Florencia combinando las (lverdades» de

169. Nicolai: Rubinstein. «The Beginnings of Political Thought: a Study in Mediaeval Historiography»,Journal of the TMlrburg and Courtauld Institu­tes. Iv, 1942,pp.198-227.

170.Existe una edici6n castellana de esta obra a cargo de Fernando Moli­na Castillo en Catedra. Madrid, 2006 [N. del T.].

17 LExiste una edici6n castellana de esta obra a cargo de Laureano Robles Carcedo y de Luis Fraile Delgado en Tecnos. Madrid. 1992 [N. del To].

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la historia y de la religion, pues hace de la Roma antigua la obra de Dios: el pueblo romano, afrrma, fue elegido por la divi­na providencia para la monarquia mundial sin la que no era posible para la humanidad alcanzar la felicidad terrestre y que preparo el terreno para la venida de Cristo ... Es el pueblo san­to (popolo santo).

Quien 1eyendo a Maquiavelo quisiera ignorar la sombra de Dante se privacia sin duda de un valioso e*.emento de re­flexion. Maquiavelo piensa, sin duda, que el acontecimiento de Cesar fue inevitable; en cambio, con el imperio, ve ins­talarse el reino de la corrupcion. De manera general, juzga excepcional, como Dante, el destino del pueblo romano, pero como ya he sefialado no vacila en afirmar que su grandeza se pago con la servidumbre de otros pueblos. Va incluso mas lejos, pues subraya que los romanos hicieron desparecer de toda Italia los rastros de las instituciones libres de tiempos anteriores, sugiriendo as! que los fundadores quiza no fueran mas que los imitadores de los etruscos. Pero esto no es 10 esencial; ya he dejado entender que uno de los blancos pri­vi1egiados de Maquiave10 es 10 que llamabamos el discurso politico humanista, quiero decir, el discurso humanista repu­hlicaAQ. lP~;~ que? Porque este vehicula todos los temas que ;iguen movilizando a los hombres apasionados por 1a liber­tad, a quienes extravia travistiendo 1a naturaleza de 1a Repu­blica romana, privando a los contemporineos de compren­der cual debe ser el sentido del cambio y los medios de obtenerlo.

Este discurso humanista -10 que Hans Baron 172 llamo e1 humanismo civico- se constituyo en el ultimo tercio del Tre­ce!!:!!Ly§e. desarro1l6-1iasta el advenimiento Cosme de Medici, quien por haber sabido apartar la imagen del tirano y conten-

172.Hans Baron, The Crisis <if Early Italian Renaissance, op. cit.

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tarse con aparecer como el primer ciudadano de Florenda logr6 igualmente explotar a su servicio la reputaci6n del mas grande portavoz de la Republica: Leonardo Bruni.!Acabo de seiialar que los humanistas no estan en el origen del mito de la romanidad de Florencia y de una identificaci6n cuyos sig­nos se encuentran tambien en otras ciudades italianas, pero que en ningtin otro sitio suscit6 una elaboraci6n tan rica. per­tenece en cambio haber fOljado una r~p:r~~t:_ntaci6I'!Jl:t:l:t;YE,Ae!_ origen de Florencia, de su historia, de su regimen, de su misi6n, reivindicando un conocimiento exacto, cientifico, de los tex­tos de los historiadores y de los fil6sofos~e la Antigiiedad. Representaci6n nueva de los origenes: Bruni;; en particular, denuncia en su Laudatio fiorentinae urbis l~hcCi6n de las viejas cr6nicas; muestra que no son las legiones de Cesar lanzadas en persecuci6n de Catalina las que instigaron la fi.lIlda~~6:q J!e Flo­rencia; esta vio la luz como colonia creada par los veteranos de los ejercitos de Sila 'en el curso de la guerra civil. Floren­cia no es hija de la Roma imperial, sino hija de la Republica romana. La sangre romana corre por las venas de los florenti­nos, pero es la sangre de ancestros que eran hombres libres. La identificaci6n se beneficia de nuevos recurs os; se apoya en la imagen de una transmisi6n de la virtu. La <::onjunci6n de 10 bueno y de 10 ancestral persiste aunque se expresecle-[orlna diferente y este al servicio del cambio. Se instaura en efecto una representaci6n nueva de la historia y de la misi6n de la ciudad:en un tiempo en el que Florencia se ve ~menazada P9:t' Milan, los humanistas presentan su combate contra Visconti como combate de la libertad contra el despotismo; Ie asignan un alcance universal. Confian a la ciudad la tarea de apoyar la causa de todos los oprimidos. Descifran en las luchas sucesivas que Florencia hubo de librar durante el siglo para defender sus instituciones 0 su independencia los _episodios de una unica historia que hace de ella la con~uadora de la Republic~ r9ma::o-

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na: la guerra contra Martino della Scala, el tirano de Verona; la re;uelta popular contra el D!lque de Atenas, pretendiente a la tirania el conflicto con el Papa Gregorio V; la resistencia al imperialismo milanes ... De forma pareja nace una represen­ta~i6n nueva del regimen y, hay que decirlo, del dudadano: la virtus romana (virtud romana) solo se mantiene porque __ M. ___ >._<~_M

ta en los c!udadanos que en cada una de sus actividades, como comerciantes, capitanes, magistrados, 0 como e!lCpertos entre­gados a los studia humanitatis (estudios humanisticos), ponen

_"-,=~'::"==.LJ:'~":': ~ servicio de una vida activa, se emplean en con­tribuir a la gloria de la ciudad. Esta virtud de los ciudadanos, manifiesta en su desvelo por el bien publico, sancionada por las recompensas quere-c:iben en este mundo -los honores, las riquezas, el saber-, se revel a redprocamente como producto de las institu<::iones: la igualdad de todos ante la ley, el reparto de los cargos publicos entre los que son juridicamente cap aces de ejercerlos. el valor reconocido al trabajo individual opues­to al reconocido por nacimiento tiene como efecto una noble emulacion en la busqueda de la virtud.

indudable que el credo del humanismo dvico no re­sistio la transformacion del regimen en el reino de Lorenzo El Magnifico. De hecho. una vez proclamado el ideal republicano, eIaborado por hombres de relevancia social como Coluccio Salutati, primero, y mas tarde por Leonardo Bruni, y abrazado por muchos de los grandes burgueses £Iorentinos -la investiga­cion de Lauro Martines es a este respecto muy instructiva-,m ese ideal no podia ya impunemente encontrar portavoces bajo una tirania, aunque estuviera disfrazada. Sin embargo, sabemos que Rersistiouna oposicion republican a en Florencia y, sobre todo, que los temas queridos por el humanismo civico volvie-

173.Lauro Martines. The Social World oj the Florentine Humanists, Rou­tledge & Kegan Paul, Londres. 1963.

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ron a florecer despues de la caida de los Medici. Pero hemos de convenir que esos temas fueron por primera vez difundidos en una coyuntura--=-10 paradojico del hecho solo extranara a los ingenuos- marc ada por el fracaso de las reivindicaciones demo­craticas. Las luchas por la extension de los derechos del peque­no pueblo conocieron su mayor intensidad a partir de media-: dos del Trecenta, alcanzaron su punto culminante con la famosa revuelta de los ciampi (los obreros de la lana). En consecuencia, es con la derrota de esta revuelta -una derrota a la que las capas medias hahian contribuido activamente- como una estrecha oli­garquia logra apropiarse del gobierno. No parece exagerado decir que el humanismo dvico, cuya obra fue decisiva para la forma­cion y difusion de los principios republicanos en la Europa moderna, 0 para la resistencia al absolutismo; ese humarusmo, considerado en su tiempo, en las circunstancias singulares en las que se ejercio, proporciono el contrapunto de una reaccion anti­popular. 0 digamos mejor que su obra aparece como eminen­temente ambigua. Por t;lp.a parte, formula una nueva etica poli­~9: esta emerge de una serie de conflictos que ternrinaron en 1a eliminacion de mUltiples focos de fuerza, el primero de los cuales fue el partidogiielfo y 1a Iglesia; en la imposicion de 1a ley de la comuna sabre el conjunto del terri to rio y en la P~9:-­teccion de los ciudadanos de exacciones cometidas por las grandes bandas rivales; en la concentracion del poder en los organos de la comuna; en la derrota de las familias que funa:a= ban su autoridad en 1a antigliedad de su rango; en la afrrmacion del valor del individuo segtin su capacidad personal. Por otra parte, esta etica enmascara un nuevo ol:den:-;n cuyo seno se con­sidera que la mayona ha de someterse a la estrecha capadirigen~

_ te en la conduccion de los asuntos publicos. El elogio humanista de la Republica roman a y de los anti­

guos aurores adquiere des de esta perspectiva un alcance par­ticular. Los florentinos son tenidos por los nuev~~-ro:rn:w.os-po-~-

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6. Maquiavelo y la verita dfetuale

que .no sufren la oberuencia al poder de un hombJ;e, porque abor;;;Cen-i~Cesar y alaban a Brutp;porque consideran la ley por encima de los asuntos privados: Pero tambieri porque entien­den que la grandeza de Roma fueobra de la sabiduria de su Senado y su ruma el resultado de las divisiones suscitadas por l~ rn:;~~iabie envidia de la pkbej y porque, mstruidos por esta ruina descubren las virl:t),desde Jaco~ncordia, de la estabilidad, "-_.,." ~. ;~--~-----.~ -~,,~-"--.• -•. ->-._-

de la !!I:9.g.~~ac:,ipn, de la 1!.f!JA!?L 111ezzo, etcetera .• Es mutil extenderse demasiado sobre la argumentacion de

Maquiavelo para medir la(clis~aaque tome respecto a1 huma­nis~o dvi~o. Digamos s6It>que si queremos gescubrir e1 pri­mer momento en el que se articulan la llamada a la imita­cion de los romanos, la apologia de las virtudes antiguas,la concepcion de un destino del hombre que se realiza en los limites del mundo terrestre, la idea de la superioridad de la vida activa sobre la vida contemplativa,la excelencia de las insti­tuciones lib res -que garantizan a la vez la seguridad de los ciu­dadanos, su igualdad de derecho, el pleno desarrollo de sus facultades, el ejercicio colectivo de los cargos publicos asegu­ran-, hay que volverse hacia principios del QuattrocentoJ

Maquiavelo .se adhiere en parte a esta concepcion, pero al rnismo tiempo deja entrever las mentiras que la acompaiian. Primera mentira: la idea de la virtud, que encuentra su razon de ser y su recompensa en los limites de la vida terrestre, se acomoda a un orden social en el que la religion cristiana con­serva todo su poder, pues ofrece la ventaja de mantener a1 pue­blo en la obediencia, persuadiendolo de que «es malo hablar mal del mal)). Segunda mentira: la idea de la superioridad de la vida activa disimula la escision producida y mantenida en Florencia entre el burgues y el ciudadano: escision que revela en primer lugar la practica que consiste en pagar ejercitos extranjeros 0 mercenarios para asegurar la defensa de la ciu­dad. Tercera mentira: la idea de un ejercicio colectivo de las

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cargas publicas enmascara la monopq42:aci~qll c:i~1. _p()d~rpQr ~1?-~ oligarquia. L;-~noria se presenta como guardiana de las instituciones libres, rnientras confunde su conservacion con la de sus prerrogativas.

L2 que Florencia puede aprender de R~ID.<l., nos da a enten­der M~qUIavdo en ruptura con el discurso humamsta, es aque-110 de 10 que los romanos rnismos no teman un conocirnien­to teorico porque sus instituciones se habian improvisado bajo el efecto de los acontecirnientos; a saber, el beneficio de los tumultos en una Republica cuya efervescencia politlca-con­trarla las ambiciones de 1a capa dirigente y Ie hace buscar su seguridad en concesiones a las legitimas aspiraciones de la mayo­ria. Lo que Florencia puede tambien aprender de Roma es el sentido de los acontecirnientos que jalonan su propia histori~: en particular del gran acontecirniento, todavia muy proximo, que fue ellamentableJXl,lndirniento del-Ultimo gobier~Q.libr~" el de Soderini. Funesta es una polltica de reformas cuando es dirigida por hombres credulos, confiados en la honestidad de sus adversarios, en su patriotismo y en su deseo de concor­dia. Lo que los fl.orentinos pueden aprender de los romanos, interrogando a la vez el presente y el pasado, es que ~L,!rte __ de la politica exige que se sepa idel1tificaI_aJos enernigos, ele­gir el campo, utilizar oportunamente la astucia-iia--[uerza; brevemente, que pertenezca al arte de la ,guerra auriqlie-~ se reduzca a ella. -

* Seguramente, estas consideraciones no dispensan de apreciar la ruptura de Maquiavelo con la filosofia clasica. Sondear la profundidad de esta ruptura esta fuera de mis propositos. Me contentare con formular algunas observaciones referen-

<: tes a la critica mas penetrante de la obra maquiaveliana: la de Leo Strauss. En su ensayo sobre Las tres oleadas de la moder-

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6. Maquiavelo y la venta rdfetuale

nidad174 pone en evidencia c!':?_~_~~~c:i_oEes que revelarian la inten­ci6n general del autor de EI principe y de los Discursos, y que esta­rian en la base de la fllosona politica moderna:: La primera mos­trari~" su desacuerdo con los escritores anteriores respecto a la manera d~-Juzgar 10 que debe de ser 1a conducta de un prin­cipe. Maquiavelo declararia no querer conocer mas que la ver­dad de hecho y se desinteresaria de las ficciones forjadas en otro tiempo. Asi, recusaria idealismo para q;ivindicar «una aproximaci6n realista a las cosas politicas». Donde mejor se dejaria ver la novedad de su enseiianza seria en las primeras frases del f<lP~fqIQ JIT~_Qel EI principe: «Nos quedan ahora por ver las maneras y formas de un principe. Y como que otros muchos han escrito sobre esto, temo, al escribir yo tambien sobre ello, ser tenido por presuntuoso si me alejo de la opini6n de los otros, sobre todo tratandose de esta materia. Pero sien­do mi intenci6n escribir cosas de provecho para quienes las lean, me parece mas conveniente seguir la verdad efectiva de 1a cosa (verita effetuale) que su im~ginad6n»: Estas decla~acio----

-nes-han- sido justamente sub~ayadas por numerosos comenta­ristas. Despues de haber exarninado diversos cas os ejemplares, Maquiavelo se aventura de manera intrepida fuera de las vias de la tradici6n y desvela su intenci6n. Sin embargo, aunque su -aproximaci6n pueda llamarse realista, hay que convenir, Strauss mismo 10 seiiala, que no se contenta con la posici6n de obser:­vador 0 c:t~_<!:Il~s~~; pretende clt;Scubrir reglas de conducta.en

exam en de 10 que es. Desde ese momenta queda abolida .la distancia preservada siempre por el fll6sofo clclsico 0 el te610-go <;ntre los datos de 1a experiencia sensible y el deber ser; de esta manera,reabsorbe la moral en la politica y reduc_e esta a una tecnica. Strauss parece ciertamente unirse a la opini6n extendida cuando escribe: «El problema politico deviene un

174.L. Strauss, What is political Philosophy?, op. dt.

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problema tecniCO». Esta formula es, sin embargo, mucho mas el signo de una concesion a la opinion que la expresion de su propio pensamiento.

Vuelve sobre este punto en su gran obra Pensamientos sobre Maquiavelo. 175 Nos hace entender que la verdadera, la profun­da intencion del escritor -10 que es diferente de su intencion general (broad intention)- no es convertir la politica en una tec­nica, ni concierne siquiera en primer lugar a la politica. El blan­co al que apunta es la enseiianza de la Biblia y de la f:tlosona clasica y, mas alia del primero, a este ultimo de manera esen­cial. Maquiavelo qui ere ser el fundador de una ciencia segura que procure la inteligibilidad de la sociedad y de las cosas del mundo; pretende desarraigar la idea de que habria una virtud en S1, una justicia en S1, que, aunque fueran inaccesibles de hecho, constituirian una norma para la conducta human a y la organizacion social; pretende destruir 10 que trata como un prejuicio, la creencia en una jerarqu1a en el seno del alma y de la ciudad en correspondencia con la jerarqu1a de los seres en el seno del cosmos; la creencia, pues, en una distincion entre 10 alto y 10 bajo que no seria ere ada por el hombre, sino cons­titutiva de su naturaleza. Frente a los pensadores clasicos, seiiala Strauss, Maquiavelo da razon de 10 alto por 10 bajo; reduce la virtud y la justicia a efectos de la necesidad. Asirnismo, su pro­yecto consiste en mostrar cuales son las condiciones a partir de las cuales los hombres son puestos en la necesidad de con­ducirse como buenos ciudadanos 0 buenos sujetos. El arte poli­tico deriva al rnismo tiempo del conocirniento de la necesidad -un conocirniento guiado por el exam en de las situaciones extremas. Sobre estas prernisas y sin contradecirse puede, por una parte, concebir objetivamente los imperativos que se impo­nen para la edificacion y la conservacion de una tirama y, por

175.Leo Strauss, Thoughts on Machiavelli, op. cit.

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6. Maqwavelo y la verita effetuale

(' otra" expresar su preferencia por la republica con la convic-

~ci6n de que da mejor cuenta de la necesidad conciliando la ambicion de la minoria con las necesidades de la multitud. Es verdad que podemos preguntarnos por el movil que inci­.ta al principe 0 a la minoria al conocimiento de la necesidad. Seg6.n Strauss, no es tanto la preocupacion por su seguridad, la conciencia del peligro en que los pone su apetito de poder, 10 que los empuja a hacerse cargo de los inter~ses de la mul­titud, sino la justa estimacion de los medios para obtener del pueblo el apoyo indispensable a fin de lograr satisfacer su deseo de gloria. A este respecto, la Republica romana apa­rece todavia como ejemplar. Por haber querido ganar la repu­tacion mediante una politica de conquista, los patricios con­cedieran deliberadamente ventajas a la plebe. Dejemos a un lado el anilisis mismo de los moviles de Maquiavelo, que pre­tenden la fundacion de una ciencia completamente nueva que he discutido en otra lugar. 176 Baste retener que el bien <:omun es rigurosamente separado del dominio de la mora­lidad y que se establece por efecto de una necesidad «bien entendida», que da testimonio del reino de las necesidades y de las pasiones.

Strauss disci erne tambien en Las tres oleadas de la moderni­dad, por otra vertiente, la intencion general de Maquiavelo. Le parece sin duda la mas aprapiada para poner en evidencia su papel de iniciador. La segunda asercion principal del escritor concierne al poder de laJortun~. Romperia con toda la tradi­cion clasica al afirmar que el hombre puede vencer a la fortu-

_ ~a. Strauss se limita a resumir un pasaje del capitulo xv de El principe -la fortuna es una mujer que puede ser dominada con el uso de la fuerza-, mientras que en su gran libra se extien-

176. Claude Lefort, Le travail de /'a:uvre. Machiavel, Gallimard, Pans, 1972; reedici6n en la colecci6n «Tel», 1986.

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E1 arte de escribir y 10 politico

de ampliamente sobre este tema. Pero 10 esencial esta dicho: la eli!Pinacion de la fortuna senala una idea completamC:!lts! nu~va <ie la potencia del hombre, de su capacidadd~d;;;runar la naturaleza. Tal era la ensenanza de la Biblia: el hombre es la criatura de Dios y, aunque Ie haya sido dado reinar sobre las otras criaturas terrestres, Ie son asignados limites que no podria franquear, los designios de la providencia se Ie escapan. Por diferente que fuera su proyecto des de otros puntos de vista, la fliosona disica da al hombre un sitio eminente pero 10 some­te a un orden del mundo, cuya idea puede formarse aunque no podria concebirlo plenamente ni mucho menos modificar-10. ~a fortuna es entonces el nombre dado a aquello que hace fracasar -y siempre 10 hara-los caIculos del hombre, a esa fuer­za que, independientemente de su voluntad,lo eleva 0 10 pier­de. Como recuerda precisamente Strauss, la proposicion seglin la cual «el hombre es la medida de todas las cosas» es opuesta a aquella que afirma que «el hombre es el senor de todas las cosas». Medida de todas las cosas es el Unico ser abierto al «todo», posee en sl mismo la idea del «todo» y de la diferencia especi­fica de los seres en su seno. Pero no puede situarse en el prin­cipio de la creacion y de la reproduccion de aquello con 10 que esta en relacion. El sentido de la medida Ie impide aban­donarse al deseo desatado de apropiarse y, por tanto, de negar 10 que esci fuera de eL Para el que vive de acuerdo con las ense­nanzas de la religion, la providencia permanece para siempre

_inescrutable, y, para el que confi; en la razon, la fortuna perma"': nece para siempre elusiva; Maquiavelo Yi£.ht2 pues, los man­damientos divinos, y perviert~-eTproyecto de la fliosona, la icl~_e­misma de la razon que solo es ra~~m, logos 0 ratio a condicion de mantener una separacion e~t;e el pensamiento y el ser. }3Iu-" sivo es el epiteto que Strauss asocia aqul y alia tanto a la fortu­na como a la naturaleza 0 al to do. Estas nociones no son equi­valentes, pero son inseparables para el hombre. La fortuna,

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6. Maquiavelo y la verita 1fetuale

simbolo de 10 inaprensible, senala al hombre la irreducibilidad del todo a sus partes y la irreducibilidad de la norma supre­ma a las divers as representaciones sociales de la norma. Asi, _c~i~ tican5lg .e:lgoder de la fortuna, Maquiavelo anuncia el reino de l~iencia moderna, ~e convierte la naturaleza en materia, ~~d~~~cho plename~te i~t~ligihl~ y-~;macipcl~bi~)~~yp_ret~~­de liberaJ:"J~ fisi.c:ac:i.e la cosmologia. En el pasaje mencionado de Las tres oleadas de la modernidad ~~~auss sugiere .. que la fuosona politica moderna anticipa con Maquiavelo la revolucion que pronto operarin las ciencias naturales. De su audacia testi­moniaria la hipotesis -Strauss se refiere ticitamente al capi­tulo XXVI dellibro I de los ,.Discursos-,. seglin la cual «la socie­dad politica mas deseable» no depende de la suerte ~h feliz y muy improbable asociacion del poder y de la ftlosona en con­juncion con el deseo de un pueblo apasionado por la sabidu­ria-, sino de la habilidad de un hombre extraordinario para «transformar una materia corrompida en una no corrompida».

~No debemos preguntarnos, sin embargo, si el retrato sttaus­siano de Maquiavelo no esta guiado principalmente por la preo­cupacion de asignarle la responsabilidad de los vicios de la mo­dernidad? ~No hay que extranarse de que un lector tan sutil y sensible como ninglin otto al arte de escribir de Maquiavelo se tome tantas libertades cuando quiere resurnir su ensenanza, que solo retenga de los pasajesjuzgados mas reveladores 10 que viene a apoyar sus propias tesis, que ornita deliberadamente los argumentos que 10 contradirian, 0 que extraiga ciertos enuncia­dos sin preocuparse de un contexto que modifica el sentido que poseen a primera vista? De hecho, ocurre que, observando las reglas de la lectura que Strauss nos invita tan frrmemente a seguir, nos vemos inducidos a marchar en una direccion que no es la suya ... Lo que despues de todo no Ie hubiera disgustado.

~S~.proponia Maquiavelo arruinar la creencia en los pode­res de la fortuna y revelar a los hombres que nada se opondria

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a su dominaci6n de la naturaleza con tal de que supieran abandonar los principios de la moralidad? A decir verdad, por poco que consideremos EI principe y los Discursos, los pasajes en los que trata de la fortuna son tan numerosos que requerinan un estudio particular. Detengamonos en algunos de elios. En primer lugar, sobre aquel que Strauss considera decisivo. Esto es 10 que escribe Maquiavelo en el Ultimo paragrafo del capi­tu10 xxv de EI principe: «Concluyo, pues, que siendo la fortu­na cambiante y aferrandose obstinadamente los hombres a su modo de actuar, tienen exito mientras ambos estan de acuer­do, pero fracasan tan pronto estan en desacuerdo. Yo creo fir­memente esto: que es mejor ser intrepido que prudente, por­que la fortuna es mujer y, para tenerla sometida, es necesario arremeter contra ella y golpearla. Y es comun verla dejarse ven­cer mas por estos que por los que actlian con frialdad; ya que siempre, como mujer, es arniga de los j6venes porque tienen menos respeto, mas ferocidad y la mandan con mas audacia».

Mi primera observaci6n, que no considero menor, se refie­re al don que tiene Maquiavelo de hablar de las cosas serias

.. con humor y a la conveniencia de no olvidar 1a gracia de una imagen para entregar un supuesto mensaje en e1 que se desci­frana e1 significado del proyecto moderno. La imagen es la de una relaci6n amorosa: Maquiavelo sugiere que 1a conquis­ta de una mujer no es nunca segura, pero precisa que quien es impetuoso (impetuoso) tiene mas posibilidades de triunfar que quien es respetuoso (respettivo). Esto, ciertamente, p.o quiere decir que el hombre disponga de un saber que Ie asegure lograr sus fmes; que Ie haya sido concedida la facu1tad de reducir cu~­quier situaci6n a sus datos materiales, a los datos de un proble­ma cuya soluci6n dependena del justo dlculo de los medios. Maquiavelo tOIIla mas bien partido por la iniciativa arriesga­da que por e1 dlcu1o. Si 10 creemos, hay que recordar su cu­tica de los «sabios de nuestro tiempo que tienen en 1a boca, de

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la manana a la noche, elgozar de la ventajas del tiempo»; es decir, de los conservadores apegados a su pretendida ciencia de la politica, impotentes para comprender que {(el tiempo 10 pone todo a sus pies}) y puede llevar consigo tanto el bien como el mal y el mal como el bien. Hay que recordar la admiI'acio_Il de ~ui.J1:v:~J6~hacia Cesar Borgia por 10 osado de su empresa.

Mi segunda observacion, que apoya el ejemplo de Borgia y que coOOrman las refiexiones sobre los inconvenientes de la edad en el p£ologo del segundo libro de los Discursos, se refie­re a la confianza de Maquiavelo en la juventud. Muy joven es en efecto el conquistador de la Romagna, muy joven tam­bien Lorenzo de Medici, a qui en va dedicado El principe; muy jovenes tambien la mayor parte de los heroes romanos a los que la Republica no temia cargar con las mas elevadas tareas. No cabe ninguna duda de que el deseo de cosas nuevas, la fal­.? de respeto por las tradiciones, se asocian a aquellos que toda­via no han renunciado a 10 posible y sueiian con ser elegidos por la fortuna. Maquiavelo seiiala que la fortuna es cambian­J~, mientras que los hombres permanecen enteros. Es esta una conviccion que aplica en varias ocasiones, aunque a veces ten-ga que reconocer que los hombres son cambiantes. Pero el camc­ter de los jovenes no Ie parece todavla completamente petri­ficado por el peso de la costumbre. Llega a decir de su principe nuevo que <mecesita tener presto el entendimiento para girar seglin 10 que los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas Ie manden y [ ... ], si puede, no alejarse del bien, pero saber entrar en el mal si hay necesidad>}. ,Como hacer mas sitio al acontecirniento, a la incesante movilidad de las cosas del mun­do, a la experiencia siempre renovada de la complicacion? La comprensi6n-de la n~cesidad se muestra en parte indisocia­ble de la exigencia de interpretar 10 que se produce aqui y aho­ra dentro de constelaciones de hechos no queridos, que soli­citan una invencion de la accion. Sin embargo, no nos dejemos

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guiar por una sola imagen. En el capitulo mismo que mencio­nabamos siguiendo a Strauss se encuentra:' otra, familiar a los humanistas y ya explotada por Albert1:Ja de la fortuna como. _ rio salvaj~., Oponiendose a los que niegan nuestro «libre arbi-

--tr{o~;, M;quiavelo estima que «quiza sea verdad que la fortuna sea s~nora de la mitad de nuestras acciones, pero que, aunque asi sea, IJ,()S dejagobernar mas 0 me:rl0s la otra mitacb~. Compa­ra entonces la fortuna con un rio que, por falta de una cons­trucci6n capaz de contener su curso, asola todo peri6dicamen­te a su paso: «Asi ocurre con la fortuna, que demuestra su potencia alli donde no hay levantada fuerza alguna para resis­tide [ ... ]». Tal parece ser entonces la situaci6n de Italia, teatro de multiples transformaciqnes, a diferencia de .A.lemallia, de Espana y de Francia. «Y baste 10 dicho -escribe mas abajo Maquiavelo- para oponerse en general a la fortuna.»

Ciertamente, aqui nos entrega un pensamiento que dirige tanto sus anilisis de)~~ pr:o~zas 0 de los errores de Cesar Bor-

____ gia como de la sabiduria de los gran des fundadores. La virtu consiste enprever, en forjar instituciones que resistan a la adver­sidad. Pero no concluyamos de ello que el hombre puede eli­minar la fortuna. Hemos de prestar atenci6n a las primeras palabras del capitulo. Maquiavelo combate a aquellos que juz­gan que los asuntos de este mundo estan gobernados por Dios y por la fortuna, y concluyen de ello que la sabiduria de los hombres es incapaz de enderezarlos. Tanto ridiculiza con com­placencia a aquellos que, imbuidos de su sabiduria, ignoran que «el tiempo 10 pone todo a sus pies», como condena a aquellos que se descargan de su responsabilidad politica invocando los designios secretos de la providencia 0 de la fortuna. ~A que blanco apunta cuando habla de la fortuna y de la virtu aquiy all~? Esta pregunta debe permanecer siempre con nosotros. El unico pasaje que me parece susceptible de justificar la tesis de Strauss esci en elc;J.pitul<?_:~~?, de Elprincipe, en el que el autor

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alega los mas grandes ejemplos de fundadores: Moises, Ciro, R6mu-10, Teseo y otros parecidos a elias ... Maquiavelo de clara alli que «examinando sus acciones y su vida se ve que no obtuvieron de la fortuna nada mas que la ocasi6n, que les proporcion6 la materia sabre la que plasmaron la forma que mejor les pare­ci6». Pero incluso en este caso cabe escrutar el contexto. De los fundadores que Maquiavelo juzga admirables, precisa que nada puede pensar igualarlos.Al darlos coma..ejemplo actua a la manera de los «buenos arqueros que, cuando la meta que quieren alcanzar les parece demasiado alejada, y conociendo el alcance de su arcos, ponen el punta de mira muy par enci­ma dellugar fijado [ ... ]».Asi, ellector advierte que yano se encuentra en el terreno de la verita eJfetuale.Ademas, Maquia­vela maneja la)ron.ia y la ig~y~:r:~ncia respecto a Moises de tal manera que la lecci6n mas segura del capitulo parece consis­tir en la .condc;na de los prof etas desarmados, cuyo mas triste modelo aS~v()~ar<?l~; al que una parte de los florentinos per­maneda todavia ligada.

De manera semejante, Maquiavelo contesta can fuerza en sus Discursos (II, I) la idea de que la fortuna haya contribuido mas que la virtu a la grandeza de Roma; se opone a la opini6n de Plutarco, que tambien parece haber sido sostenida porTito Livia. Pero su argumento s6lo concierne a las instituciones militaFes de Roma. Esencial es entonces para el demostrar la superioriQ.~g.de una republica cuya existencia reposa sabre la fuerza del pueblo en armas. N ada es dicho alli que supere esta tesis. En el fapjtl,llo siguieIlte, se hace acompafiar de un cua­dra de los d5!~tr()~os que Roma realiz6 en Italia, de la des truc­ci6n de todos los regimenes libres, en particular el de los e!=rW­S::PS, los viejos toscanos cuya memoria es querida para los florentinos. Sefialemos de paso que Ja idealizaci6n de Roma es. s()J:lletida a duraprueba. La vuelta del autor sabre los pode­res d;'l~-f~rtuna en los capitulos XXIX y XXX nos persti~de

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de que los concibe como en EI prfndpe, e induso los extiende: «Rep ito [ ... ] que los hombres pueden secundar a la fortuna y no oponerse a ella; urdir los hilos de su trama y no romperlos. No creo que por esto deban abandonarse a ellos mismos [ ... ]». Es otro lenguaje el que tiene Maquiavelo en ellibro primero de los Discursos cuando discute de las causas de la grandeza de la Republica romana. Sefialemos primeramente que en el pri­mer capitulo se pregunta cuiles son los mej ores sitios para implantar una ciudad. Es entonces cuando habla de la nece.,.,

.. sidad. La elecdon de lugares esteriles parece en principio pre­ferible «porque los hombres operan por necesidad, 0 por elec­cion, y porque se ve en esto que la virtud es mayor alli donde la eleccion tiene menos pode]». Pero inmediatamente se dedi­ca a refutar esta opinion. Tal genero de establecimiento seria bueno en efecto si los hombres se contentaran con 10 que po­seen y no tuvieran el deseo de mandar a otras. Pero este no es el caso. Los habitantes de una ciudad nueva estin, pues, expues­tos a las eventuales agresiones de sus vecinos; asi, mas vale gir una comarca fertil que procure los medios de la fuerza. Es verdad que el peligro viene entonces del interior; las ven­tajas dellugar tienen como consecuencia favorecer la expan­sion de la riqueza y tras ella la ociosidad y la molicie de las almas. La respuesta de Maquiavelo es que las leyes han de for­zar a los habitantes a la necesidad. En otros terminos,la nece­sidad bien entendida es 10 que hay que imponer a los hom­bres para que renuncien a 14 lice.Il(;'~a a la que ellos mismos estarian dispuestos a abandonarse. La c().accion de la ley es mas importante que la coaccion «natural». El capitulo 11, manifies­tamente inspirado enPolibio~ habla de la distincion entre seis _. --formas de gobierno, de las que ~es son buenas y las otras tres <;lefectuosas, y relata los _~pisodio;-aerprimerpoblamient~ de. la tierra. Retengamos soio est~s dos indicaciones: la primera sefiala que Roma, a diferenda cie otras ciudades, en especial de

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6. Maquiavelo y la verita 4fetuale

Esparta, no se benefici6 en sus comienzos de las mejores leyes, pero se las debi6 al azar y las recibi6 en vadas ocasiones como consecuencia de los acontecimientos; l~. seS1;:!:~a, mas preci­sa, seiiala _q~J~~I!>!:I!I~on~. (discordia) que reinaba .(;ntre el sena­do y e1 pueblo realiz6 a favor suyo io que no habia previsto Ii -l~i Siguiend~ a Polibio, 0 simulando que 10 sigue, Maquia--~clo sugiere que asi se instit~y6-en R-omaun~bgimen que combinaba las virtude~de las tres buenas fornus de gobierno (realeza, aristocracia, gobierno popular).

Vayamos al tercer capitulo de los Discursos. Encontramos el tema del principio reformulado en estos terminos: «[ ... ] Los hombres s6lo hacen el bien por necesidad, pero cuando pue­den elegir hacer el mal con impunidad no dejan de llevar a todos lados la turbulencia y el desordem. Y aiiade: «Por eso se dice que el hambre y la pobreza hacen a los hombres ingenio­sos y las leyes los hacen buenos». Lo que se dice no coincide sin embargo c(:mlo que Maquiavelo quiere dar a entender. Sus ultimas consideraciones, en las que se podria apoyar la inter­pretaci6n de Strauss, estan en efecto justificadas por el espec­taculo que ofrece ROIna despues de la muerte de los Tarqui­nos. Los nobles temian su fuerza; asi se mantenian tranquilos. Despues de su desapadci6n {(no mantuvieron los miramientos con el pueblo que hasta entonces habian tenido y no dejaron escapar ocasi6n para golpearlo». La via que sigue Maquiavelo se hace entonces mas clara.A ciertos enunciados da un alcan­ce ge.neral y conforme, seg6n pretende, a una opini6n comun. Por ejemplo, al principio del tercer capitulo declara que «todos los escritores que se ocuparon de politica [ ... ] coinciden en decir que cualquiera que quiera fundar un Estado y dade leyes debe suponer de antemano que todos los hombres son y estan dis­puestos a mostrar su maldad siempre que tengan ocasi6n». I?~sp_u.:.~ realiza una distinci6n entre los grandes y el pueblo. Los prirneros tienen que temer la violencia de un tirano mien-

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El arte de escribir y 10 politico

tras aparentan «haber depuesto todo su orgullo y adoptado maneras populares»; pero tan pronto quedan liberados de este temor dejan libre curso a su maldad. Un tirano gobierna arbi­trariamente; no es depositario de la ley, todos se inclinan ante el de manera que reina una aparente igualdad. Pero no debe­mos detenernos en las apariencias. f.,a ley se impone en el momento en el que se desencadena en los grandes la ambici6n que antes debian disimular. 2Lo~ hombres son 0 no son t090S ~~9.s? ,La naturaleza humana es en sl malvada? Esta cues­ti6n_,<lE~Il~sj[gpgl.t~. a Maquiavelo. Y si nos empefiamos en plantearla, chocaremos con enunciados contradictorios que, de hecho, s610 adquieren su significad~ uria vez devueltos a su con­texto. ErLE!~r[l1cipe, el autor declara (capl~() XYII) que «de los hombres puede decirse en general esto: que son ingJ:E:!9S, volu­b!(;!~, hip6critas, faIsos, temerosos del peligro y avidos de ganan­cias y, mientras les favoreces, son fuyos por entero [ ... ]»; en cam-:­bio, cuando se aproxima e1 peligro, «te dan al espaldai>. Pero antes, en e1 capitulo IX, cuando queria convencer al principe nuevo de que no debia desarmar alpueblo, su opini6n eran completamente diferente: deda en sustancia que por poco que e1 principe supiera mandar, dar :inimo a sus subditos y ser hom­bre de corazon «nunc a Ie faltara e1 pueblo)}. Mejor aun: la con­clusi6n del capitulo X deda que si el principe habla sabido no hacerse odiar por sus subditos, encontrara en ellos, en caso de infortunio, el mas fir me apoyo. Poco importa que un ejer­cito extranjero destruya el territorio y que este se yea a su mer­ced, pues «1a naturaleza de los hombres es tal que igual se sien­ten obligados por los beneficios que hacen como por los que reciben». Es inutil multiplicar las citas,la cuesti6n que plan­tea Maquiave10 no se refiere a 1a natu:r:aleza humana,sino ala ciudad. Su respuesta no deja esta vez lugar a dudas; es la mis­ma en principe (capl_tu!q~).qu~ en los Discursos (capitulo )v): «En toda ciudad hay~~dos humor~, el del pueblo y-el de los

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6. MaqUlavelo y la verita <1fetuale

grandes: el pueblo no qui ere ser mandado, oprimido, por los grandes; los gran des quieren mandar, oprimir, al pueblo». Pero mucho mas claramente en los Discursos que en prmCt­pe extrae de esa aserci6n una enseiianza:s~lo alli donde el con­fu£t.9J()gra_manifestarse, es decir, alli 40nde el pueblo se mues­tra capaz de reSlStITa la opresi6n de los grandes, se fogan buenas leyes y la republica merece verdaderamente su nombre. i

Ya he mencionado el pasaje en el que Maquiavelo, en opo­sidon a todos los historiadores, elogia los tumultos, cuyo teatro fue, peri6dicamente, Roma. Mej or es creer a Maquiavelo cuando introduce sus declaraciones por un yo digo, que cuando explo­ta la opini6n de los otros. Por otra parte, la declaraci6n que evoco encuentra una fiel replica en elpr6logo de su Historias fiorentinas: «A mi gusto, ningUn ejemplo prueba mejor la za de nuestra ciudad que el de nuestros disensos, que habnan bastado para aniquilar un Estad~ mas gr.;.nae

c

y mas poderoso, mientras Bor(!nci~pareci6 sieIllpre extraer de ellos nuevas zas». No es a partir de una «idea)} de la necesidad, de una «idea})

'ele la virtu, de una idea de la fortuna como se ordenan los ana­lisis de Maquiavelo; todas estas «ideas», que, no 10 olvidemos, son vehiculadas por el discurso 0, mas bien, los divers os y con­tradictorios discursos que dominan en su tiempo, s610 se hacen operativas una vez J,(,!<:;onocida la divisi6n constitutiva de la ciu­dad, de toda so<:i~cla.d poll tic a; una vez re~gDQ~ido el proble~ rna que pl~~i~~'L~:l{:~nadas las respuestas que Ie son aporta­das por los diferentes tipos de regimen.,

Es cierto que la x .. uptll,r~de Maquiavelo con los principios de la f:tlosofia clasica es manifiesta;,No es que Arist6teles igno­re el hecho de una divisi6n ll;i:';eI:"sal: la de ricos y pobres. Un ciudadano, seiiala:pll~de ser clasificado en varias catego­nas ala vez, pero no puede ser ala vez pobre y rico. Maquia­vela conoce esta divisi6n, pero no Ie parece la primordial. La divisi6n en funci6n de la cual se organiza la sodedad no es una

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EI arte de escribir y 10 politico

divj~i6n d-~,g~Ghq>. no es una division que sea el efecto de una necesidad «natUral» surgida de la escasez de los bienes; es la divisi6n deAos dese~~ (e1 de !!'!;~E~!' oEJiJEiI, y e1 de EO s<:! EI:~ncla.~9'~PEi~do) que s6lo se definen el uno por e1 otro. De esta ({verdad» no hay que conc1uir que la discordia es bue­naen S1. Toda sodedad politica supone unac:it;:rt~t,f~ricordia,

. _P~:rQsi es adquirida al predo de institudones que enmascaran la division de estos deseos, que prohiben al pueblo satisfacer su «humon>, la concordia deviene el signa de una sodedad mutiiada. Empleo a proposito este Ultimo termino, pues en tales condiciones un regimen bien puede revelarse estable a largo termino, eficazmente regulado por leyes, pero nopermitir a la sodedad desarrollar todo 10 que en potenda contiene.

Si dertamente queremos admitir que tal es la convicdon de Maquiavelo, ~como se juzgaria que observe con neutralidad los diferentes regimenes y que sus dec1araciones a favor de la republica testimonien una simple priferencia? Contra la opini6n de la mayor parte de los historiadores, dina enfaticamente, a la manera de Maquiavelo, sostengo que trata de la republica como del regimen conforme a la naturaleza de la dudad, conforme a la sociedad politica tal como se define, dentro de unos limi­tes, por un cierto modo de constitud6n -en el sentido mas amplio del termino-- y por lln nombre propio: romanos, ate­nienses, espartanos, fiorentinos, turcos 0 franceses.

~Que significa «conforme ala naturaleza ... »? Los empleos del termino naturaleza son diversos. Por ejemplo, hablando Maquiavelo en El principe de las empresas de Luis XII en Ita­lia, seiiala que el deseo de conquistar es una «cosa dertamen­te muy ordinaria y segiin naturaleza» (capitulo III). Esta aser­ci6n parece reducir la naturaleza al orden de las pulsiones. La idea pierde todo significado normativo. Que el apetito de con­quista requiera para ser plenamente satisfecho un arte politico, iinico susceptible de asegurar lao conservadon de 10 que es adqui-

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6. MaqUlavelo y ]a verita dfetuale

rido por la fuerza; que la posesi6n de este arte sea signo de la virtu del principe, esto parece indicar que el alto se engendra a partir del bajo. Sin embargo, en el mismo pasaje se dice que el deseo de dominar choca en el pais conquistado con el de los gran des establecidos alli,o bien con el del pueblo. La expli­caci6n de los fracas os de Luis XII tiende a mostrar que ~rr:<? su golpe porque no comprendio de rnanera generalla .natura­leza de la sociedad politica y los caracteres pa:!iPculares del regi­,men ,a los que estaban sometidos los territorios que codicia­ba. No es 10 mism<?, observa Maquiavelo, iI1?-plantarse en una s!Jciedad sujeta a un despota 0 a un tirano, que someter a un pueblo acostumbrado a obedecer a un principe hereditario; y 1}0 es tampoco .10 mismo enfre;ntarse a un Estado en el que poderosos ~arones disponen de una fuerza propia, indepen­diente de la del monarca, que combatir a una republica.Vol­viendo en el capitulo v sobre las dificultades de la conquista, el autor considera que en el caso de esta Ultima hip6tesis son. las mas arduas. De aM e1 juicio siguiente: «Y quien se hace senor de una ciudad aC,ostumbrada a vivir libre y no la destruye, que espere ser destruido por eila».;Esta declaraci6n s6lo parece cini­ca a los lectores que no estan atentos al prop6sito de Maquia­velo. Despues de haber razonado desde el punto de vista de un principe conquistador, y despues de presentar los diversos ejem­plos que explican las razones de su fracaso, 0 de su exito, ter­mina concluyendo: «En las republicas hay mas vida, m<is odio, mas deseo de venganza; no las deja, ill puede dejarlas des can­sar elrecuerdo de la antigua libertad, asi que el camino mas segura es destruirlas ovivir en elias».

Asi, en la obra misma consagrada al gobierno de un princi­pe y dirigIda.a un p~cipe, es firmemente establecida la supe­rioridad de las republicas. Descubrimos que en elias hay ~~. ~ que encualquier otro regimen. Pero, ~en que consiste la vi-

. tali~d de una ciudad? En su vinculacion ala libertad. y, ~cuaI

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EI arte de escribir y 10 politico

es el !~,~$£,4!~~imiYo de una ciudad libre? Alii el h<:>!ll1?re no depende del hombre, ()be~_ec~ a laJey. La republica es el regi­men en el que es reconocida la igualdad de los ciudadanos ante

'Ad - , ...... ,,--.-.... '''' .. , ....... ..... . la ley. 0 sea, es una iguarae~principio. En los hec;hos, los hom-bres son desiguaJes: l~s grandes quieren doml;;~;"y el pueblo se defiend~.S~ e~bargo,sobr~el fonda de la igualdad las leye~ positiva~ se exponen a los ~f~~t;s" de la division social, es decir:

,aJps cor4~tQS,Al abrigo de las leyes establecidas, los grandes buscan no solo conservar sus riquezas y su fuerza, sino ad­quirir mas, pues segtin Maquiavelo es enormemente ingenuo creer que el hecho de poseer inclina a la moderacion: el deseo de tener es insaciable. A este deseoel pueblo opone su~ reivll'" -dicaciones: desea.estarse.guro, beneficiarse de las ventajas mate­rialesy, sobre todo, no ser oprirrrido. S6lo en razon del t~mor queinspira el pueblo, la ~oria se ~e c~:lccionada. a la pruden­.<::ia"y pu~den nacer nu{!vas leyes favorables a la concordia.

Maquiavelo no sostiene que la ley como tal sea el produc­to de los hombres. A decir verdad, la cuestion del origen de la ley apenas Ie interesa -des de luego, no mas que el de la natu­raleza humana, el de la necesidad, 0 el de la virtud en si- y cuando 10 evoca es para mencionar teorias que poseen auto­ridad entre sus contemporineos. Lo que !<:;)mEQ.t!,e es p.oner_e!1 evidencia el vinculo entre la libertad y la ley; mostrar que ~:t:l:_una verdadera republica los hombres tienen influencia sobre l~s leyesyque sus disensos, lejos de ser destructores de toda vida civil, son generadores.de ella. Desde esta perspectiva, se muestra que hay una oposicion funciamental entre dos formas de gobierno: el go1?ieJ:'.l1.?d~_ .. '::I.':~9_.s...9Jo -principe cuyo poder es limitado, tirano 0 despota- y la republica. ~Cual es pues su ipt<:Ilciqn cuando se dirige a ~~,p·!fii~iP.~-Y no teme recomen­dar ~al1.eras degoberl1.<l:~que le,seQ~.d~ l<:>J:t:l:~ beIlef~i9sas? Le sugiere inspirarse en el modelo de la republica. No tema­mos a la palabra: la republica puede servirle de norma. Este pro-

>, - ......

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6. Maquiavelo y la verita dJetuale

yecto seria ininteligible si la republica fuera buena en cualquier circunstancia. Pero no es el caso. Por una parte existen repu­blicas tan corruptas que no tienen ninguna oportunidad de reformarse; por otra, las hay ent.alestado de turbulencia que la independencia misma de la ciudad esti amenazada, de tal mane­ra que en esa coyuntura solo una autoridad casi real puede ase­gurar su salvacion; pero por otra parte, to davia, hay pueblos tan acostumbrados a la desigualdad, al sometimi;nto del hombre por el hombre, que parece vano sonar con su adhesion a los principios de una republica. J?n todos los casos en que la ley no sea ya mas que una referencia hipocrita en virtud de la cual 'se'aisimufal1 opresion ejerc:ida por algunos, 0 en que la ley desfa1l~zf~" 0 en que no se haya verdaderamente formado la idea misma de la ley, el nombre del principe puede suminis­trar un sustituto que permita someter a la obemencia al con­junt:6-de-los-horiiEres"e·kpU:arles el sentimiento de una comun per:tenen~ia a J;;t ciudad ;'<1 1~ nacion. Seguramente, la monar- . quia mejor regulada sigue siendo distinta de la republica, cuya esencia consiste en oponer el reino de la ley -el principio de la igualdad ante la ley- al reino de un senor; cuyas institucio­nes estan todas hechas para impedir a cualquiera acaparar el poder. Pero t':.s posible que un principe nuevo, bastante instrui­do en los hechos pasados y presentes para comprender 10 que confiere a la republica su mayor fuerza, cree instituciones que lleven su marca. Lo Unico que no puede ofrecer a sus s6bdi­tos es la libertad. Pero, si quisiera, lcomo podria hacerlo? La libertad,nQ se otorga; el senado romano no la dono al pueblo.

,Btl cambio:'mientras manda, el principe puede evitar aparecer co~;·u~'opresor y, por tanto, e~tar ser odiado; puede obte­ner beneficio de la seguridad quep~ocura al pequeno pueblo te'ciendoamarrada la ambicion de los grandes; puede confiar

.' a sus.~ubditos la defensa de la ciudad en lugar de desarmar­los, dandoles asi el s~~~miento de ser casi ciudadanos; puede

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El arte de escribir y 10 politico

simular .ac.~aJ seg{m los principios de la moral y de la religi6n, h·acer creer en su apariencia-;algo esencial, pues en tal regi­men todos tienen los ojos puestos en eI y cada uno depende de su persona y no de la ley.

De nuevo apreciamos la.clAsta.I1cia que toma Maquiavelo ~illaJ~.2~()(ia.P().1,itic~ de los antiguos,. Si admitimos que la republica es en su principio elm:ejorr~gimen y que puede servir de norma al gobierno de un principe, si admitimos inclu­so que hay una diferencia entre la republica tal cual deberia ser y todas las republicas que han existido, comprendida la Repu­blica romana, que, no 10 olvidemos, se hundi6 en el cesarismo, no es menos cierto que !y1aquiavelo abandona la idea de _ una sociedad armoniosa, gobernada por los mejores, cuya consti­tuci6n seria concebida p~ra descartar el peligro de las innova­dones y que procederia del conocimiento de los fInes Ultimos del hombre y de la ciudad. Suponiendo que Maquiavelo rnan­tuviera el concepto defi-;t~'este adquiere un signifIcado com­pletamente nueyo. Aq~eno a 10 que tiende la ciudad es a ase­gurar la libe;t';d.'Esta no es confundida con la licencia 0, para emplear un lenguaje mas moderado, IlO consis~e en el recono­cimiento publico del derecho de cada cual a hacer 10 que Ie plazca. La lijJertad politid se comprende por ~~ contrario; es la afirmaci6n de un modo de coexistenda dentro de ciertas

Jronteras, tal que nadie tiene au~~~ldad'p'~;a decidir acerca de los asuntos de todos, es decir, para ocupar ellugar del poder. La cosa publica no puede ser la cosa de uno solo 0 de una minoria. La J!be:rtaci, planteada cgr;no fin t implic;a la negad6n de la tirania, sean cuales sean sus variantes. Pero i,mplica tarn­bien la negaci6n de cualquier instancia que se -arrogue el saber de 10 que es el bien comul1,. es decir,Ia negaci6n de la 610so-

-. tia~ en tanto que ella pretende, aunque sea distinguiendo el ideal de la realidad, fIjar las normas de la organizaci6n sodal, con­cebir 10 que es la vida buena ~e la ciudad y del individuo en

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6. MaqUlavelo y la verita iffotHale

la ciudad. Considerando la famosa declaracion seglin la cual «parece mas conveniente seguir la verdad ifectiva de la cosa que su imaginacion», se concluye demasiado depdsa que la preo­cupacion por 10 que es borra la preocupacion por 10 que debe ser. La critica de la imaginacion hace as! descuidar una critica mas profurida que se refiere- al estatuto del saber, no tanto del legislador, que -se nos sugiere- por extra ordinaria que sea la altura de su vista se guia precisamente por la vqita effetuale -usa la fuerza y se muestra habil para explotar la creencia-, cuanto del filosofo. ~No se Ie reprocha mas ceder ala omnipotencia del pensamiento que ser un sonador? Tal duda no afecta solo, ni principalmente, a la construccion de Platon en la Republi­ca, pues es portadora de los signos manifiestos de una ficcion logica; alcanza a cualquier representacion del regimen bueno en S1, en particular la que esboza Aristoteles en los Ultimos capi­tulos de la Folitim. 5i la division no es una division de hecho, si cualquier ciudad, cualquier sociedad politica se ordena en funcion de los efectos de la division, la postura a favor de la cual el fIlosofo compone el cuadro del buen regimen despier­ta la sospecha. ~No puede suponerse que esta sospecha este ligada para Maquiavelo a la critica que suscita e1 republica­nismo florentino, el cual ~1.!~9 precisamente sus titulos de legi­timidad en la fuosofia politica clasica? Que esta filosofia se haya convertido en una ideologia, 0 al menos que la alimente, pue­de explicarse por mUltiples acontecimientos, el menor de los cuales no es el nacimiento de una nueva religion, ella misma surgida de la formacion del Imperio romano y de su descom­posicion. Pero que convengamos que las intenciones de los fundadores de la filosofia politica son desconocidas en el pre­sente no nos dispensa de interrogarnos acerca de las razones por las que los principios en otros tiempos formulados se pres­taron a un cierto tipo de distorsion. ~No es filosofica esta in­terrogacion? No es el curso de los acontecimientos el que infli-

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El arte de escribir y 10 politico

ge un mentis al ~~_~Lde los viejos filosofos por no dejar de advertir que la instauracion del buen regimen era improbable, o imposible. Es mas bien la persistencia, S1 no de este ideal, al menos de la nocion de un regimen que se aproximara, el regi­men mixto,la que incita a descubrir en 1a fuosofia misma efec­tos «no queridos», que no carecen sin embargo de causas.

La ~uda<::~~ __ <i_eMaquiavelo, su voluntad de «seguir la ver­dad efectiva», pensamos que se. reconoce mejor en su concep­cion de la division social y de la libertad politica. ~Por que son indisociables? En 10 mas profundo, insistamos una vez mas, la

_ division sociales la division de dos deseos: el de mandar, opri":' mir, yef de no ser mandado, oprimido. En ~n-Serifido, este segundo deseo, el del pueblo, es deseo de libertad, Esta con­viccion se ~efuerza con la lectura del capitulo v de los Discu.:r­sos, en el que Maquiavelo se pregunta: ({~A quienes confiar con mas seguridad la salvaguarda de la libertad, a los grandes 0 al pueblo ... ?». En el curso de su argumento establece que «hay que poner como guardianes de una cosa a aquellos que tienen menos deseo de usurparla. Y, sin duda, observando los pro­positos de los nobles y de los plebeyos, veremos en aquellos un gran deseo de dominar y en estos tan solo el deseo de no ser dominados y; por consiguiente, mayor voluntad de vivir libres». 2Basta, sin embargo, con considerar el caracter de dos ordenes de ciudadanos, 0 hay mas bien que considerar el caracter de la ciudad? En este lugar el argumento se bifurca. El autor opera una c:listincion entre ciudades cuyo principalobjetivo l!S con.,. servarse y ciudades cuyo principal objetivo es extenders e .. Una vez mas, parece adoptar 1a posicion un observador neutro. Porque procedian de la p~imera categoria)3~p~rtayVetieda limitaron a un pequeno numero de ciudadanos el derecho de participar en los asuntos publicos; Roma, en cambio, s6lo pudo dar satisfaccion a sus apetitos de conquista buscando el apoyo del pueblo. No sigamos esta pista que, por otra parte, y

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6. MaqUlavelo y la verita rffetuale

contrariamente a una opinion extendida, no desemboca en la constatacion de que los imperativos de la fuerza son los uni­cos que deciden el papel que el pueblo debe desempenar al servicio de la libertad. Roma tiene mas vida que Esparta; Flo­rencia mas que Venecia:-Fi~~e~t~~, al termino del capitulo VI

juzga Maquiavelo que «~bie!1J!ClY que tQJn.ar a ~9ma como modelQ que a las otras ~epublicas)}. No pondera las ventajas y

iri~onvenientes de las dos formas de socie4ad: «(Encontrar -dice- un termino medio entre estas dos formas me parece imposible;). ~;!i~iQ!1.e.s .. gtJ~ _~x:i?~~n entre el senado y el pue­.blo est~n en el origen de la grandeza de la Republica. Mas importante me parece volver sobre la idea de que no pode­mos atenernos al parecer de los dos ordenes de ciudadanos para comprender en que consiste la libertad politica. En efecto~l deseo del pueblo, mas fiable que el de la capa dominante, solo

sostiene opomend;;e~-deseo contrario; la mejor republi­ca no es solo que no 10 consiga sino que no tiende a supri­mir el mando, que encierra siempre la opresion. Alli donde se extienden instituciones libres, subsisten los grandes, que per­siguen sus propios objetivos: la riqueza, el poder, los honores . . Asu manera son libre~; sus apetitos, sin embargo, estan con­terildos; t~J5!Y los frena. De otro lado, por obstinado que sea el ffe.-iio .. d.el.ptle1?-l.c: <:te. il? ser mandado, nunca alcanza su obje.­.~y£. El pueblo no pu<!de hacerse libre, si ser libre supone librar:­se de toda dominacion.,

Para nosotros, lectores que hemos conocido la empresa extraordinaria que bajo el nombre de comunismo se dio como fin la plena emancipacion del pueblo, la lee cion de Maquiave-10 es plenarnente confirmada por la historia. De la destruccion de una clase dominante surgio no una sociedad homogenea, sino una nueva figura de la division social. Esta, observabarnos, no es una division de hecho, por esta razon el supuesto triun­fo del pueblo es acompanado de una nueva escision entre una

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E1 arte de escribir y 10 politico

minoria que desea mandar, oprimir, poseer, y los otros. La repu­blica, las instituciones libres, solo viven de la separaciond~ dos 'aeseos:Iafe~undida.d clelaTeydepende'-de-la intensidad de su

. -oposicion, y ~esto-que';o1U.Y duda de que el d~eo de los gran­des, si no encuentta obstaculo, no deja de crecer, la intensidad de la oposicion depende del vigor de la resistencia del pueblo. Acabo de recordar que el argumento seglin el cualla decision de lanzarse a una politica de conquista no bastaba para dar cuen­ta del papel que habia ejercido el pueblo en la edificacion de instituciones a favor de la libertad. En efecto, que Maquiavelo erija a Roma como modelo no significa que apele a los floren­tinos a lanzarse a empresas comparables a las de los romanos. Lo esencial es que se preserve la idea de ciudadano-soldado, que sup one que los que mandan comprenden que la supervivencia de la republica requiere la extension de los derechos politicos .. Es verdad, sin embargo, que su argumentacion se guia por la conviccion de que algunas instituciones libres estan asociadas a algunas instituciones militares, ya sea al servicio de la exten­sion del territorio, ya sea al servicio de su defensa. A la luz de la historia de las democracias modernas, podria confrrmarse esta conviccion por una reflexion sobre hechos de otto orden. Alli donde el deseo de poder se invierte en la q:mquista industrial, tiende a hacer reinar una opresion sin fieno. Bajo la apariencia de la igualdad ante la ley se reproduce una escision entre los grandes y la multitud. No es por haber satisfecho su ambicion por 10 que moderan los procedimientos caracteristicos del «capi­talismo salvaje» y renuncian a ellos; es mas bien porque chocan con la resistencia de aquellos a los que necesitan para conservar­se y extender el campo de sus beneficios; es tambien porque los principios de la sociedad politica procuran a estos la posibilidad de hacer valer 10 que descubren como sus derechos.

La mejor republica -entendimonos, la republica cuyas ins­tituciones no estan destinadas a frjarse completamente al ser~

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6. Maquiavelo y la verita I!f{etuale

vicio de la preservacion de una oligarquia; la republica don­de «hay mas vida})- no da una soluci6n al problema politico. Se distingue ni~ bien por un abandono tacito de la idea de ~olucion, por la acogida que hace a la division y, por efecto de esta, al cambio; y, a la vez, por las oportunidades que ofrece a la accion. En las otras formas de gobierno, solo hay un actor principal 0 una minoria. En la tirania, el principe posee el monopolio de la accion, incluso cuando pue~ entrar en esce­na el conspirador. En la oligarquia, el juego es mas abierto, sus rniembros se vigilan unos a otros y buscan eventualmente tomar la delantera. En cambio, e!1 una republica del tipo de la Republi­ca romana es considerable el numero de ciudadanos que en el curso del tiempo son lIevados a asurnir responsabilidades y a tomar iniciativas cuyos efectos son decisivos para la suerte del regimen. La conducta de cada uno de elIos, sus moviles, sus resultados, suscitan la interpretacion y el juicio: generan debat~. Maquivelo, que viviendo en una republica ha tenido _ la experiencia de los conBictos que movilizan a mUltiples acto­res y son tambien, de una u otra manera, activados por elIos, ~_c!1l!ntra en la Republica romana una especie de laboratorio que Ie permite, examinando siempre casos particulares, distin­guir una amplia variedad de esquemas de accion. Hombres preocupados por obedecer las leyes toman decisiones que, sin saberlo, hacen correr a la ciudad, en tal 0 cual circunstancia, los mayo res riesgos; otros que manifiestan una virtu ejemplar al transgredir una orden del Senado y cuya desobediencia pro­duce el mas afortunado de los efectos; otros intentan montar un complot contra el regimen, pero sus procedimientos, efi­caces en condiciones diferentes,les son funestos; la suavidad 0

la brutalidad en el mando se muestra, seglin el momento, bue­na 0 nefasta. De aqui se extraen consideraciones generales, pero que tienen en cuenta cada vez la naturaleza de la situacion. Es cierto que el marco de la investigacion no se limita aRoma.

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El arte de escribir y 10 politico

Asi, la conducta de b!uoaJ. no es menos instructiva que la de Escipi6n, precisamente porque sus metodos y los hombres sobre los que se ejerce su autoridad son diferentes. En cuanto a Epa­minondas, proporciona el ejemplo de la acci6n mas audaz, guiada por el conocimiento de los historiadores y ftl6sofos, y dandose como fin la liberaci6n del pueblo. Pero no hay duda de que'l~republica suscita la reflexi6n sobre la acci6ri;' pues no se oculta en ella la experiencia del tiempo. El escritor sugie­re que el tiempq~,tomado en sl mismo, p.o se deja aprehender_ ni bajo el ~ign~ de la corrupci6n, ni bajo el del progreso. En el capitulo VI de los Discursos, justa antes de conduir que el mejor modelo es Roma y que sus divisiones Ie fueron bene­ficas, observa que: «[ ... ] Todas las cosas humanas estan en movi­mientoy no pueden permanecer fijas)}, y afiade que el mo-

. vimiento eleva 0 rebaja. Tal es la raz6n por la que la republica es superior a todos los otros regimenes: se presta al movimien-

'. to. Experimentando la i,l:lJ;~t~l:>ilidad consigue obtener la mayor estabilidad. Pero ademas, haciendo sensible la indetermina­ci6n que se vincula a todo establecimiento humane, permi­te descubrir e1 papel del individuo, una capacidad de juzgar y de actuar que, 'cualesquiera que sean los motivos 0 los m6vi­les, excede del marco de sus instituciones, el de las leyes 0 el de la costumbre.

ASl, cuando ellector se detiene en los anilisis de prin­cipe que Ie parecen el testimonio del punto de vista de un mero observador desvinculado de su objeto, no s6lo olvida que los Discursos hacen todavia un sitio mayor al estudio de las conduc­tas mas diversas, e incluso contrarias, sino que no comprende que 5610 un republicano es susceptible de sefialar ellugar del Sujeto, su «libertad», e interrogar la acci6n en cuanto acci6n. Alli donde la monarquia es de derecho divino, 0 bien alli don­de los pueblos estin acostumbrados a someterse a algunos cuya dominaci6n es percibida como natural, es posible siempre que-

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6. Maquiavelo y la verita tiffetuale

jarse de la conducta del senor 0 de los senores, pero el poder aparece organicamente ligado a sociedad. En cambio, des­de el momento en que se enfrentan un os partidos, la plura­lidad de las elecciones posibles excita el interes y desaparece la idea de fatalidad.

M.aquiavelo esci lejos de ceder al vertigo de una libertad de acci6n que abriria al Sujeto en todo momenta y lugar el cam­po entero de las posibilidades. Sostiene que eJ actor politico, el ciudadano decidido a defender e1 bien comun, 0 el conspi­rador, 0 incluso el principe capaz de lanzarse a la empresa des­mesurada de crear un regimen completamente nuevo, no pue­de, ya 10 hemos dicho, dejar de seguir la verita tiffotuaZe S1 quiere triunfar. Considera que las instituciones tienden a modelar el caracter del pueblo y de sus dirigentes. Pero, como ya observa­baArist6te1es,pi crecen ni se reproducen como plantas. No s610 p-evan en su origen la impronta de la mana del hombre, sino que requieren para durar la acd6n de los individuos -aunque esta acci6n se pervirtiera hasta el punto de hacerlas obrar en su propia servidumbre. El anilisis de las formas de sociedad poli­tica induce, pues, al examen de las forrnas de acci6n y vicever­sa. Haydos polos de experiencia y dos polos de conocimien­to cuya dif~rencia es irreducible. 0, para decirlo en un lenguaje moderno: la refiexi6n sobre 10 politico y la refiexi6n sobre la politic a so~distintas y, a la vez, se entrecruzan.

Todo par;~;'~i;' embargo suceder como si para muchos 10 politico fu~~a'~oble y Z,!politica trivial. No conmueve 10 mas minima ver a Arist6teles preguntarse por que medio lograria una tirama conservarse, pues esta investigaci6n se sirna en una obra destinada a fIjar los rasgos de los divers os regimenes poli­ticos y del mejor posible. Pero indigna que Maquiavelo estu­die las acciones mas variadas, incluidas las mas repugnantes, y quiera comprender, dado un cierto estado social, una cierta coyuntura y una cierta confIguraci6n de fuerzas, 10 que reve-

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El arte de escribir y 10 politico

Ian del deseo de quienes las ejercen, de su capacidad de medir los efectos de su decisi6n, 0 de los humores del pueblo. Sin embargo, nadie se escandaliza de que un historiador reuna los errores cometidos por Hider a 10 largo de su carrera -en par­ticular el de haber atacado a Rusia-, 0 bien los errores cometi­dos por Stalin -en particular el de haber tenido fe en su alian­za con Hider. El historiador no es por eso acusado de defender el nazismo 0 el estalinismo. En cambio, Maquiavelo es juzga­do diab6lico por haber desplegado el mas amplio abanico de figuras de la acci6n politica. Pero, en definitiva, ~por que? MaquiaveloQj..stingu.e!~~qllty alia, con una agilidad deslumbran­te=;[p~~samiento rnismo d~b~;prestarse al movirniento, estar siempre en movimiento-, 10 que dene sentido de 10 que no tieneJelltido. ~ Que hay £~r-~ii:n:uestros dias para la demo:" crac.:Ja alos ojos de quien la ama? ~Que sus-dirigerites-sea!1 ambiciosos, que esten entregados a la defensa de susmtereses particulares 0 que actu.en como imbeciles?Verdaderamente, la cuesti6n no es s6lo planteada por el fil6sofo; el ciudadano corriente, cuyo punto de vista es tan querido para Leo Strauss, se la plantea con frecuencia. ~aquiavelo no pone a todos los regimenes en el rnismo plano, ni mucho menos sugiere que el terror sea un medio de gobierno como cualquier otro; se pre­gunta mas bien en que condiciones puede ejercerse con exi­to, habida cuenta de los fines perseguidos. 5610 veo un escri­tor que sin nombrarlo y sin generalizar su proceder 10 haya seguido por este carnino:Edgar Quinet. En su Revolucion,177 no teme demostrar que los terroristas no comprendieron en 1793 10 que era el terror, que se equivocaron de epoca, pues 1a suya los condenaba al fracaso, y que se equivocaron al componer un modelo del «verdadero terror» tal y como se 10 pracdcaba

177. Edgar Quinet, La Revolution, Belin,Paris, 1987, con prologo de Clau­de Lefort [N. del T.].

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6. Maquiavelo y la verlta tdfetuale

en otro tiempo en Venecia 0 bajo el Imperio romano. Quinet fue insultado. Creyo deber defenderse en la segunda edicion de su libro, explicar la funcion de su argumento y protestar por su vinculacion al espiritu de tolerancia. Otro tiempo ... Yo creeria de buen grade que, si Maquiavelo hubiera tenido la ocasion, no habria querido justificarse. Escribia para los que quisieran entenderlo y no imaginaba convencer a sus enemi­gos. Adernas unia al deseo de conoeimiento el gus,o del humor. Esto es suficiente para levantar contra el, a traves de los siglos, a un gran numero de sus lectores y para extraviar a otros que deseaban convertirlo en un «amigo del pueblo». El i1!icio de tr~~e~tz.sch..e sobre el autor del E1 principe da en la diana. En un pasaje malvado para con los fllosofos alemanes escribia: «Mas leomo seria capaz la lengua alemana de imitar siquiera en la prosa de Lessing, la marcha de Maquiavelo, qui en en su Prin­cipe nos hace respirar el aire seco y fmo de Florencia y no pue­de evitar exponer el asunto mas serio en una impetuosa mar­eha de allegrissimoJ aeaso no sin un malicioso sentimiento de artista por el contraste que osaba llevar a cabo, -pensamien­tos largos, pesados, duros, peligrosos, al ritrno de galope del mas insolente buen humor?».178

178. E Nietzsche. Par-dela Ie bien et Ie mal, aphor. 28 (trad. cast. del origi­nal aleman ll;[as alIa del bien y del mal, Alianza, Madrid, 1972, aforismo 28).

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