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Clément Rosset Lee a Schopenhauer

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Rosset. Filosofía

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Facultad de Humanidades y Artes

Lectures denfance

Prof. Mara del Carmen Vitullo

Clment Rosset lee a Schopenhauer

Abril de 2012

Silveti, Pablo IgnacioS-2766/9

Introduccin

Sin arte la vida sera un errorFriedrich Nietzsche

El presente trabajo se propone ofrecer un entrecruzamiento de lecturas, desde una perspectiva esttica y ontolgica, a partir de dos escritores: un pensador francs contemporneo, Clment Rosset[footnoteRef:1], y el filsofo alemn Arthur Schopenhauer[footnoteRef:2]. Deseamos contraponer los anlisis que ofrece Rosset sobre la esttica de Schopenhauer y los resultados de nuestra lectura directa del autor alemn. Para ello intentaremos exponer las claves (a nuestro juicio) ms significativas de la lectura de Rosset, presentando luego nuestras propias consideraciones al respecto. Trataremos tambin de ofrecer una interpretacin de cuo propio sobre la ontologa de Schopenhauer, para finalizar con una explicacin de su esttica construida a partir de ciertas apropiaciones conceptuales que nos hacen deudores de Rosset. [1: Clment Rosset (Carteret Normanda 1939) realiza sus estudios en liceos de Pars y Lyon. Ms tarde, en Pars, ser alumno de la cole Normale Suprieure, donde conocer a Althusser y a Lacan. Tras una estancia de dos aos en Canad, en 1967 se instala en Niza, en cuya Facultad de Letras y Ciencias Humanas ejercer la docencia hasta 1998, fecha en que deja la enseanza y retorna a Pars. Sus principales influencias apuntan a los sofistas y a los epicreos, as como Montaigne, a Pascal, a Spinoza, a Hume y, sobre todo, a Nietzsche. Sus reflexiones acerca de la filosofa de Shopenhauer a las que haremos referencia estn extradas de su obra: Escritos sobre Schopenhauer, PRE-TEXTOS (Valencia 2005), versin castellana de Rafael del Hierro Oliva.] [2: A decir de Rosset lo esencial de la doctrina esttica [de Schopenhauer] est fijado de manera casi definitiva en las ciento veinte pginas del libro III de la primera edicin de El mundo como voluntad y representacin, es decir, desde 1819 (ROSSET, C.: Op. Cit, p. 126). A sta fuente se remitir fundamentalmente el comentador francs cuyos rastros seguiremos, por lo que nosotros tambin, para tratar del pensamiento del filsofo alemn acudiremos a SCHOPENHAUER, A.: El mundo como voluntad y representacin, Ediciones Orbis (Madrid 1985), en dos tomos. Con el propsito de facilitar al lector la constatacin de las citas que ofreceremos, adems de reproducir la paginacin de nuestro ejemplar, consignaremos el libro y pargrafo de que se trate segn el diseo original de la obra.]

La interpretacin de Clment Rosset

Los lineamientos generales de la lectura del filsofo francs pasan por una equiparacin de la voluntad schopenhaueriana con un imperativo inexorable de repeticin que atraviesa todo el mundo, tal y como lo vemos. La voluntad tiene varias formas de manifestacin, todas las cuales, sin embargo, propenden siempre a la reproduccin de los mismos movimientos: la voluntad es la suma de todas las fuerzas conscientes e inconscientes que se manifiestan en el universo[footnoteRef:3]. [3: Rosset, C.: Escritos sobre Schopenhauer, PRE-TEXTOS (Valencia 2005), p. 126.]

La voluntad coincide exactamente con el mundo, o, mejor dicho, el mundo puede ser considerado bajo dos planos complementarios, que componen el patrimonio kantiano en la filosofa de Schopenhauer: el mundo fenomnico, integrado por los datos de la sensibilidad, que se presentan como referidos a una subjetividad individuada y responden al ordenamiento del principio de razn (es decir, estn dispuestos en la extensin del espacio y en la serie del tiempo segn lazos causales, y agrupados por el entendimiento a partir de conceptos); y el mundo en su dimensin en-s y bajo un carcter absoluto, que es la voluntad como ya la hemos descrito.En la vida ordinaria se da una subordinacin de las funciones de la representacin bajo las exigencias de la voluntad, pues el conocimiento sirve a los intereses de la vida. Corrientemente slo conocemos los objetos en la medida en que excitan nuestra voluntad y bajo las relaciones que la comprometen inmediatamente, pero la contemplacin esttica es una forma de conocimiento puro y pretendidamente desinteresado que tiene por objeto propio a la voluntad misma. El conocimiento de lo que es en-s surge cuando se suprimen todas las formas del principio de razn y del objeto no queda sino su esencia, cuando se olvidan de todos los vnculos de inters que atan a la conciencia con el entorno circundante. El Yo adquiere entonces el status de un puro sujeto cognoscente liberndose de las afecciones inquietantes de la voluntad. Esta liberacin se experimenta como un sentimiento de alivio y tranquilizacin.En la contemplacin esttica se invierte la relacin de subordinacin entre representacin y afectividad, y todas las energas de la voluntad pasan a estar sometidas bajo el imperio del conocimiento objetivo. Este desquite de la representacin viene acompaado de una curiosa ambivalencia en placer esttico, pues si las convulsiones de la voluntad son las responsables de toda la inquietud que impregna la vida, hay tambin una instancia de aprobacin de dicha voluntad turbadora por cuanto asumirla como objeto de conocimiento provoca fruicin.El cometido del arte consiste en expresar a travs de la materialidad de sus producciones individuales la generalidad de una forma arquetpica de manifestacin de la voluntad en la Naturaleza. Estas formas esenciales del mundo son las Ideas, los objetos inmediatos del arte, a los cules el esteta tiene un acceso intuitivo desde de la multitud de fenmenos singulares que slo los muestran parcialmente. El artista completa la obra de la Naturaleza en virtud de un condicionamiento a-priori que le permite anticiparse y dar plenitud a la manifestacin del contenido ideal.Pero las Ideas son tan eternas como la misma voluntad y constituyen las leyes de repeticin de la Naturaleza. No hay entonces una potencia verdaderamente creativa en el arte, pues ste slo reproduce los modos siempre idnticos de comportarse de los fenmenos de la representacin. Nunca deviene nada nuevo en el mundo, y todo lo que ocurre es tan viejo como las tendencias innatas de la materia. Esta vejez de los acontecimientos ms recientes es consecuencia del eterno presente en que se haya congelado el mundo de la representacin a causa de la repeticin invariable de lo mismo. La voluntad es repeticin sin tregua, en ausencia total de sentido y finalidad. sta es la raz del pesimismo schopenhaueriano.Pero este pesimismo encuentra una posibilidad de redencin en las artes. stas se clasifican en una escala jerrquica segn expresen un grado mayor o menor de objetivacin de la voluntad. La arquitectura y la hidrulica se ocupan de las fuerzas primarias de la naturaleza. El arte de los jardines, de las especies ms rudimentarias de vida. La escultura tiene por cometido representar la voluntad de un modo esttico (la belleza de un cuerpo bien proporcionado) al mismo tiempo de otro dinmico (el gesto): en los animales la conducta homognea de los individuos despliega el carcter de la especie; en el hombre la forma genrica se conjuga con la fisonoma propia del carcter individual, y ambas se ensean en el movimiento dotado de gracia. La pintura tiene un poder de manifestacin ms amplio, pues puede penetrar en las escenas ms sutiles de la vida y mostrar al carcter individual en situacin.En cuanto a las artes poticas, el canto lrico expresa los sentimientos comunes de la humanidad, y la tragedia desenmascara el drama del infortunio universal: las formas de la vida estn en guerra unas con otras y todo bienestar duradero es imposible porque los intereses individuales son antagnicos. La puesta en evidencia del rostro fatal y temible de la voluntad ensea tambin la posibilidad de negarse a seguir el juego de sus ambiciones desoladoras. La tragedia sugiere en la resignacin de sus hroes que la nica posibilidad de salvacin pasa por la renuncia de la voluntad personal.Con la msica ocurre algo excepcional, pues ella no tiene como cometido representar ninguna de las Ideas eternas en las que la voluntad se objetiva, sino que ms bien su motivo es anterior a la gestacin del mundo. La msica evoca la reminiscencia de un momento anterior a la voluntad misma, y conjura con un lenguaje totalmente extra-mundano la sombra de un precursor inmemorial.

Las resistencias del texto de Schopenhauer

La propuesta de Clment Rosset tiene el mrito de ser original y audaz, y su intencin declarada es trascender la estrechez de la letra en los escritos de Schopenhauer para llegar a una mejor comprensin de su sentido[footnoteRef:4]. Sin embargo, nuestra propia lectura del filsofo alemn nos aleja de la propuesta de Rosset en puntos importantes de disenso, y creemos encontrar en los textos de Schopenhauer obstculos literales que tornan inviables varios componentes de la interpretacin del francs. Expondremos a continuacin las inconsistencias, a nuestro parecer, ms relevantes entre el filsofo lector y el filsofo ledo. [4: Rosset, C.: Op. Cit., p. 181. Es evidente que la interpretacin que aqu propondremos, que se aparta de las interpretaciones tradicionales, diverge tambin de las afirmaciones explcitas de Schopenhauer. Por un lado, trata de dar coherencia a lo que a menudo, tal y como aparece en los textos de Schopenhauer, resulta impensable por s mismo; y por otro lado, intenta mostrar un pensamiento que, aun no estando elaborado directamente por Schopenhauer, no por ello deja de ser segn nuestro parecer de carcter schopenhaueriano]

En primer lugar, Rosset contradice la intencin explcita de Schopenhauer en los modos de definir la voluntad. Rosset afirma que la voluntad se reduce al compendio de fuerzas que se manifiestan en el mundo, cuando en realidad stas no son sino las formas de objetivarse de la Voluntad[footnoteRef:5] y para llegar a una percepcin profunda de la esencia del mundo es indispensable aprender a distinguir la voluntad, como cosa en s, de su objetivacin adecuada, y luego los diferentes grados en que esa objetivacin va apareciendo, cada vez ms distinta y perfecta; es decir, las Ideas mismas de sus simples fenmenos sujetos a las formas del principio de razn, que son el modo limitado y condicionado del conocimiento individual[footnoteRef:6]. [5: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 143-144, 148-150. Libro Segundo 27 y 28.] [6: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 19. Libro Tercero 35.]

La identidad de la voluntad consigo misma est en un plano completamente diferente que la variedad de fuerzas naturales: la multiplicidad y distincin entre stas no afectan a la mismidad y unicidad de la voluntad. No hay que olvidar jams la diferencia que existe entre el fenmeno y la cosa en s, y que la identidad de la voluntad objetivada en todas las Ideas no debe convertirse falsamente en una identidad de las Ideas que son en s mismas especiales, puesto que la voluntad tiene grados determinados de objetivacin; sabemos, por ejemplo, que la atraccin qumica o elctrica no debe ser reducida a la atraccin que obra por virtud de la gravedad[footnoteRef:7]. [7: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 139. Libro Segundo 27.]

Esto quiere decir que la unidad de la voluntad no es el resultado de una adicin de elementos (v.gr. tendencias naturales): la voluntad est emancipada de toda pluralidad, aunque sus fenmenos en el tiempo y en el espacio sean innumerables; pues ella es una, pero no una, a la manera de un objeto nico, cuya unidad reconocemos por contraste con su multiplicidad posible, ni a la manera que es nico un concepto, es decir, por haber sido abstrado de la multiplicidad; es una porque se encuentra colocada fuera del tiempo y del espacio, fuera del principio de individuacin y, por tanto, fuera de toda multiplicidad posible[footnoteRef:8]. [8: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 112. Libro Segundo 23. La negrita es destacado nuestro.]

Un ncleo importante de nuestro desacuerdo con Rosset se resume en la siguiente afirmacin: La voluntad schopenhaueriana carece, en definitiva, de todo los caracteres del querer: no quiere, pero repite sin cesar un designio que a ella le resulta ajeno[footnoteRef:9]. Para Schopenhauer la voluntad es un dato primario, una vez que la hemos descubierto en nosotros en virtud de un acceso inmediato, la operacin siguiente es postular su presencia como fuerza que impregna todas las cosas: Se me comprendera igualmente mal, aunque en sentido opuesto, si se creyera que, en definitiva, es indiferente designar a esta esencia en s de todos los fenmenos con el nombre de voluntad o con cualquier otro. Esto sera verdad si la existencia de la cosa en s fuera puramente inferida y se la conociese slo por una va mediata y en abstracto () Pero lo que designa el trmino voluntad, que, como una palabra mgica, debe revelarnos la esencia ntima de todas las cosas del mundo, no es una cantidad desconocida ni una simple deduccin; es algo que descubrimos directamente, que conocemos de un modo tan ntimo que lo sabemos y comprendemos mejor que cosa alguna () el concepto de voluntad es el nico, entre todos los posibles, que no tiene su origen en el fenmeno, en la pura representacin intuitiva, sino en nosotros mismos, en nuestra conciencia inmediata, all donde cada uno reconoce la esencia de su propio individuo, directamente, y no bajo forma alguna, ni siquiera la de sujeto[footnoteRef:10]. [9: Rosset, C.: Op. Cit., p. 127.] [10: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 111. Libro Segundo 22. El destacado es nuestro.]

No debe confundirnos el hecho de que la voluntad se manifiesta en nosotros particularizada bajo la impronta de los motivos, eso es lo especfico de la voluntad humana. Pero lo determinante de la voluntad en s (como cosa en s) es el querer, es decir, su carcter volitivo, el que Rosset niega. Todo hombre tiene constantemente un fin y motivos, con arreglo a los cuales regula su conducta, y sabe darse cuenta de sus acciones en cualquier momento; pero si se le preguntase por qu quiere en general, o por qu quiere existir, no encontrara respuesta, y hasta le parecera absurda la pregunta. As expresara justamente la conciencia de que no es l mismo ms que voluntad, ms que un ser cuyo querer se sobreentiende, y que, por lo tanto, no necesita de una determinacin motivada sino para sus actos concretos, y para cada ocasin particular[footnoteRef:11]. [11: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 155. Libro Segundo 29. El destacado es nuestro.]

A ste carcter volitivo de la voluntad, que Schopenhauer resalta cuando la describe como voluntad hambrienta[footnoteRef:12] y la define como aspiracin sin trmino[footnoteRef:13], Rosset lo sustituye por una suerte de coaccin imperiosa que impone la necesidad de repeticin. Pero en realidad la repeticin no atae a la esencia de la Voluntad sino que ms bien es lo propio de su manifestacin: la Voluntad es deseo infinito, y en la medida en que ha de aparecer bajo las condiciones (ilimitadas en s mismas pero) limitantes de espacio y tiempo, habr de mostrarse en series infinitas de fenmenos recprocamente limitados y concatenados; y como la Voluntad es una y la misma para todos los fenmenos, stas series sern una reaparicin de lo mismo, y por ende, una repeticin. [12: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 147. Libro Segundo 28.] [13: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 156. Libro Segundo 29.]

Puesto que el tiempo, el espacio, la pluralidad y la dependencia causal no pertenecen ni a la voluntad ni a la idea (grado de objetivacin de la voluntad), sino solamente a sus fenmenos aislados, es necesario que en las innumerables manifestaciones de una fuerza natural (verbigracia, de la pesantez o de la electricidad), esa fuerza, en calidad de tal, se muestre exactamente de la misma manera y modificada tan slo en su fenmeno por las circunstancias exteriores. Esta unidad de su esencia en todas sus manifestaciones, esta constancia inalterable de su aparicin, tantas veces como las condiciones requeridas se presentan, tradas por el vnculo causal, es lo que se llama una ley de la Naturaleza. Desde que la experiencia nos hace conocer una de estas leyes, se puede determinar y calcular de antemano con exactitud la aparicin de la fuerza natural, cuyo carcter de deposita y se revela en el fenmeno[footnoteRef:14] [14: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 129. Libro Segundo 26.]

Ya hemos visto como Rosset reduce la Voluntad al conjunto de fuerzas que se manifiestan en la Naturaleza, pero tambin hemos mostrado cmo Schopenhauer se esfuerza en distinguir y diferenciar la Voluntad de las Ideas. El reduccionismo del autor francs desemboca en una identificacin de la Voluntad con el mundo: Es imposible concebir, por tanto, hablando con propiedad, que el mundo encarne la voluntad. Entre el mundo y la voluntad hay contemporaneidad y consubstancialidad absolutas[footnoteRef:15]. Estas sentencias sorprenden, en primer lugar porque vienen a comentar la frmula de Schopenhauer que Rosset transcribe y que reza as: El mundo podra llamarse una encarnacin de la msica tan bien como una encarnacin de la voluntad. La contradiccin entre lector y ledo es flagrante, y adems deliberadamente reconocida: La idea de una voluntad que engendra el mundo es, pues, una idea fantasma, en la que de hecho caen a menudo el pensamiento y la expresin schopenhauerianas, pero que hay de desmitificar[footnoteRef:16]. A menos que el autor francs est corrigiendo a Schopenhauer, en cuyo caso sus aseveraciones carecen de cualidad interpretativa, somos incapaces de encontrar valor alguno para este enclave de su lectura. [15: Rosset, C.: Op. Cit., p. 184.] [16: Rosset, C.: Op. Cit., p. 184. El destacado es nuestro.]

La sentencia de Rosset de que Voluntad y mundo son trminos idnticos[footnoteRef:17] contrara expresamente la enunciacin de Schopenhauer, pues el mundo no es sino la objetivacin (mediata e imperfecta) de la voluntad. Ms claramente, voluntad y mundo no pueden ser consubstanciales porque la primera es la cosa en-s y el segundo es fenomnico: aquella est privada de todos los rasgos constitutivos de la objetividad fenomnica y es incompatible con las condiciones de posibilidad de la representacin. La voluntad no puede tampoco ser contempornea del mundo representado, pues ste es espacio-temporal y aquella metafsica: [17: Rosset, C.: Op. Cit., p. 125.]

As como sin un objeto, sin una representacin, no soy sujeto cognoscente, sino simple voluntad ciega; sin m, sujeto cognoscente, la cosa conocida no es objeto, sino pura voluntad, mero impulso ciego. Esta voluntad en s misma, es decir, fuera de la representacin, es idntica a la ma, y ambas slo se separan para formar el individuo cognoscente y el individuo conocido en el mundo representado, que, por lo menos, tiene la forma de sujeto y objeto. Cuando se suprime el conocimiento, el mundo como representacin, no queda absolutamente nada ms que la pura voluntad, el impulso ciego. Pero desde el mismo instante en que sta se objetiva, en que se hace representacin, aparecen el sujeto y el objeto[footnoteRef:18] [18: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 18-19. Libro Tercero 34. El destacado es nuestro.]

La disonancia entre la categora Schopenhaueriana de voluntad y la reformulacin que de ella hace Rosset acarrear sus consecuencias tambin en el estudio de la msica. sta se encuentra por fuera de la clasificacin de las artes ya que reviste un conjunto de atributos que hacen de ella algo nico: los efectos extraordinarios de delectacin y ensueo que provoca sobre el espritu como por obra de un encantamiento, la inmediatez y la intensidad de su accin sobre el alma, su exencin de toda referencia mundana, su equiparacin jerrquica con el estatuto de las Ideas, su virtud sugestiva para presentar con nitidez la esencia inefable de los asuntos de la voluntad.Schopenhauer explica esta idiosincrasia de la msica a partir de una conexin directa entre ella y la Voluntad, que omite la mediacin de cualquier instancia de objetivacin (i.e. de las Ideas). Rosset, que restringe la Voluntad al escenario de sus objetivaciones, se ve obligado a recurrir a la hiptesis de un sombro precursor: la msica se mostrar con su radical originalidad si se compara esta impresin de un saber anterior [que ella produce] con el hecho de la msica carezca de relacin con el mundo. Resulta que esta anterioridad, en el caso de la msica, se refiere a un saber sin consecuencias sobre la voluntad y el mundo, sbita mirada retrospectiva sobre a lo que no es el antecedente de nada en el mundo () la anterioridad del saber que entrega la msica () no designa el primer momento del mundo, sino una anterioridad referida al tiempo, as como una exterioridad referida al mundo otro lugar. No la voluntad general como origen, sino un antecedente desconocido que ha precedido a la voluntad: un sombro precursor[footnoteRef:19]. [19: Rosset, C.: Op. Cit., p. 189.]

Segn Rosset, la jerarqua de las artes tendra por finalidad expresar directamente la voluntad, y slo indirectamente la instancia inmemorial que precedi al drama del querer fatal. El privilegio de la msica consistira en que omite todo vnculo directo con la voluntad, y evoca la reminiscencia de un pasado independiente de toda la tragedia mundana, conectando con un deseo inmemorial () anterior a todas las manifestaciones de la voluntad, deseo que aqu relacionamos con la hiptesis de un sombro precursor[footnoteRef:20]. Como puede observarse, la hiptesis viene a llenar un vaco y juega el papel de una Voluntad anterior a todas las voluntades, pero tal es precisamente el sentido y alcance que Schopenhauer le da a esta categora. Esta reduplicacin conceptual embaraza al filsofo francs con enredos ostensibles derivados de la letra de Schopenhauer: [20: Rosset, C.: Op. Cit., p. 161.]

[La msica es] Copia de un modelo incognoscible: esta expresin alude tanto al carcter transcendente de la msica en relacin con lo que acontece en la voluntad como al carcter reproductor, o repetidor, de la composicin musical. Reproduccin de la voluntad, al mismo nivel que las propias Ideas, dice en otro lugar Schopenhauer () Al hacer que la msica derive aqu, no de la voluntad, sino de una x anterior a la voluntad, no pretendemos contradecir abiertamente las manifestaciones de Schopenhauer, sino leerlas a la luz de una diferencia de sentido, porque la voluntad de la que habla Schopenhauer en sus anlisis musicales no es la voluntad de la que habla en cualquier otra parte a lo largo de su obra[footnoteRef:21] [21: Rosset, C.: Op. Cit., p. 187. El destacado en negrita es nuestro]

Rosset ve con lucidez ejemplar la inflexible subordinacin de las funciones intelectuales a los imperativos de la voluntad[footnoteRef:22], pero se inhibe de extraer de esta constatacin la consecuencia de una precedencia ontolgica. Esto en la filosofa de Schopenhauer est claro: la Voluntad es el hecho primario, irreductible e indestructible de su ontologa. Es la voluntad la que se torna s misma en sujeto (en el doble sentido de agente y substrato) del proceso de constitucin mundana. La voluntad se objetiva en el mundo, ste es definido a partir de ella. Las marcas de la precedencia ontolgica pueden verse incluso en la segregacin de la apariencia mudable, que es la representacin, a partir de la esencia permanente de la voluntad que en ella se manifiesta. La Voluntad en s misma y sin especificaciones ulteriores, es la instancia de un pasado inmemorial a partir del cual se gesta el mundo del devenir temporal. Una Voluntad as hace vana la postulacin de un lugar para el sombro precursor. [22: Rosset, C.: Op. Cit., p. 135.]

Existe un ltimo ncleo del desacuerdo entre las lecturas de Clment Rosset y las nuestras propias, que es quiz el desencadenante de todos los dems. Creemos que el pensador francs no logra descifrar la funcin heurstica del propio cuerpo, que Schopenhauer propone como medio para desentraar el misterio de la Voluntad[footnoteRef:23]. Esto se decanta en la reconstruccin desconcertante que ofrece Rosset del milagro : el autor sita este milagro en los fueros privados del arte, y declara que consiste en la identificacin del Yo que conoce con el Yo que quiere, en virtud de que el sujeto de la representacin adopta como objeto al sujeto de la voluntad. El milagro del arte consistira en el hecho de que sea posible la coincidencia de la representacin y de la voluntad (una representacin de la voluntad) [footnoteRef:24]. [23: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 104. Libro Segundo 19. [Si bien antes] hemos consentido en considerar a nuestro propio cuerpo de igual manera que a todos los dems objetos del mundo visible, como una pura representacin del sujeto consciente, vemos ahora con claridad lo que en la conciencia de cada uno distingue a la representacin de su cuerpo de la de los otros objetos () La diferencia consiste en que el cuerpo puede ser conocido adems de otra manera diferente toto genere y expresada por la palabra voluntad. Este doble conocimiento de nuestro propio cuerpo nos da sobre l, sobre sus actos y sus movimientos en virtud de motivos, como sobre su sensibilidad a las influencias exteriores, en suma, sobre lo que es fuera de la representacin, esos esclarecimientos que no podemos obtener directamente sobre la esencia, la actividad y la pasividad de los dems objetos reales] [24: Rosset, C.: Op. Cit., pp. 134-135.]

Esto merece como mnimo tres observaciones. Por un lado, que el sujeto cognoscente adopte por objeto a la voluntad no implica de por s ninguna identificacin: el acto de conocimiento exige la permanencia del sujeto como garante de la contemplacin. Schopenhauer nos dice que la experiencia esttica conserva la forma general de la representacin, a saber, la oposicin sujeto-objeto. Que el sujeto de conocimiento objetive la voluntad no quiere decir que llegue a una identidad con ella. Por otra parte, no existe en las artes (salvo la excepcin ya dilucidada de la msica) la posibilidad de una representacin directa de la voluntad, la voluntad que ellas se manifiesta ya est objetivada en las Ideas. Finalmente, la representacin de la voluntad no encierra ningn milagro, y mucho menos uno tpicamente artstico. En toda experiencia ordinaria y en el cultivo de las ciencias se da un conocimiento de la voluntad (esencia del mundo) bajo las formas de la representacin.El milagro de Schopenhauer no es otra cosa que la coincidencia fctica que ocurre en el hombre entre sujeto de voluntad y sujeto de conocimiento. Esta identidad no encierra sino la unicidad del hombre singular que a un tiempo quiere y conoce: consiste en el entrelazamiento y superposicin que se da entre el carcter individual, que se despliega en voliciones, y el propio cuerpo, que se expresa en la conducta[footnoteRef:25]. Ya hemos dicho que el cuerpo reviste una funcin heurstica de suma importancia para la comprensin del misterio de la voluntad objetivada[footnoteRef:26]; esto le viene dado por su vnculo especfico con el carcter individual[footnoteRef:27], categora central en la filosofa schopenhaueriana, como lo veremos en los desarrollos siguientes. [25: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 103-104, Libro Segundo 18; tomo II, pp. 78-79, Libro Tercero 51.] [26: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 105. Libro Tercero 19. un doble conocimiento, venido por dos vas enteramente heterogneas, de la esencia y de la actividad de nuestro cuerpo. Esto nos servir de clave para conocer la esencia de todos los fenmenos de la Naturaleza, y para juzgar, por analoga con nuestro cuerpo, todos los dems objetos, es decir, todos aquellos que no nos son conocidos doblemente, sino tan slo como representaciones. El destacado es nuestro.] [27: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 106-107. Libro Tercero 20.]

La ontificacin gentica del mundo

Presentaremos a continuacin interpretaciones de cuo propio orientadas a dilucidar una lectura posible de la metafsica de El mundo como voluntad y representacin, que respete la distincin y la articulacin entre las categoras de Voluntad, objetivacin, Idea y fenmeno.Parte del carcter absurdo que la filosofa de Schopenhauer le adjudica a la vida puede comprenderse con facilidad si se atiende al uso particular que el pensador alemn hace de la distincin kantiana entre fenmeno y cosa en-s. Al colocar Schopenhauer el fundamento ontolgico del mundo en que vivimos en la dimensin de lo en-s excluye simultneamente la posibilidad de asignarle un sentido final. La teleologa que impregna la naturaleza como su forma unitaria[footnoteRef:28] deriva de la unidad de su origen y esencia (la Voluntad) a la vez que contrasta con la ausencia de un propsito o destinacin ltimos: al pertenecer la Voluntad a la dimensin de lo incondicionado, sta no puede subordinarse a finalidad alguna. [28: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 138, 150-151, 153, Libro Segundo 27 y 28.]

La carencia de fin, la falta de todo lmite, es lo esencialmente propio de la voluntad en s, que es una aspiracin sin trmino[footnoteRef:29] [29: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 156. Libro Segundo 29. El destacado es nuestro.]

Por qu se objetiva la Voluntad? La cita ya nos da una indicacin de la respuesta. La Voluntad se objetiva porque eso es lo propio de la tendencia ciega que ella es. [La voluntad es] la misma en todos los seres, no quiere ms que una sola cosa; a saber, objetivarse en la vida, llegar a la existencia[footnoteRef:30]. La Voluntad es apetito originario sin lmite ni objeto, y dado que ella es lo nico que existe, est compelida a alimentarse de s misma. Sostenemos que la Voluntad se objetiva para dar trmite a travs de mltiples tendencias al deseo insaciable que ella misma es: as vemos surgir la Naturaleza como una trama de aspiraciones y bsquedas que se suceden infinitamente sin ninguna consumacin definitiva. Los seres vivos se alimentan unos de otros manifestando el conflicto esencial de la Voluntad consigo misma. [30: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 52, Libro Tercero 44.]

Todo esto proviene, en el fondo, de que la voluntad tiene que alimentarse de su propia substancia, puesto que fuera de ella no existe nada y es una voluntad hambrienta. De ah esa persecucin del objetivo, esa angustia y ese dolor universales[footnoteRef:31] [31: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 147. Libro Segundo 28.]

En el proceso ontolgico de objetivacin de la Voluntad, sta recorre grados ascendentes[footnoteRef:32]. Antes de que el mundo emerja como representacin ordenada en el espacio y en el tiempo segn relaciones de causalidad (lo que acontece con la aparicin de los animales y, ms perfectamente, con la de la inteligencia humana) la Voluntad recorre el nivel de las tendencias ms primitivas: las fuerzas y propiedades elementales de la naturaleza inorgnica y las tendencias de las especies vegetales. La voluntad no est aun completamente objetivada, pero la vemos constituir ya la esencia de los seres de la naturaleza. [32: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 143-144. Libro Segundo 27.]

La seguridad y la regularidad infalible con que [la Voluntad] proceda en la Naturaleza inorgnica y en el reino vegetal, como tendencia ciega, vena de que era sola para obrar en su condicin primitiva, sin el concurso, pero tambin sin el trastorno que le aporta un nuevo mundo, diferente por completo: el de la representacin[footnoteRef:33] [33: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 144-145. Libro Segundo 27.]

Las fuerzas primarias de la Naturaleza y las especies del reino vegetal constituyen Ideas o grados de objetivacin de la Voluntad previos a la constitucin del mundo fenomnico en que habrn de manifestarse y desenvolverse[footnoteRef:34]. Ahora bien, la Idea como objetivacin perfecta de la Voluntad slo existe en la relacin inmanente de conocimiento que se da en la contemplacin esttica[footnoteRef:35]. Pero esto ya nos colocara en un momento posterior del proceso de objetivacin de la voluntad (nos colocara ya en los fueros del Arte), mucho despus de que surja el conocimiento, que interviene en [la vida animal] como auxiliar, como un () Pero desde que aparece este auxiliar o , surge sbitamente el mundo como representacin, son todas sus formas de objeto y sujeto, de tiempo, espacio, pluralidad y causalidad. El mundo presenta entonces su segunda faz. Hasta aqu era nicamente voluntad, ahora es tambin representacin, objeto del sujeto cognoscente[footnoteRef:36]. [34: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 126, 130-131. Libro Segundo 25 y 26.] [35: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 18-19 y sobre todo p. 43. Libro Tercero 34 y 41.] [36: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 144. Libro Segundo 27.]

Pero si en un estadio de objetivacin, anterior al conocimiento, la Voluntad ya se presentaba como las tendencias ms primitivas de la Naturaleza (propiedades y fuerzas que rigen los cuerpos inanimados, y formas substanciales del reino vegetal) entonces ha de existir una instancia en la que se da una anticipacin de la conformacin definitiva de las Ideas, tal y como stas cristalizan frente al espejo lmpido del mundo que es el puro sujeto cognoscente[footnoteRef:37]. Una suerte de idea anterior a la Idea: una objetivacin inmediata de la Voluntad que precede a su objetivacin perfecta. Postulamos entonces un estado de pre-configuracin de las Ideas que habrn de convertirse en los arquetipos de todas las manifestaciones fenomnicas de la Voluntad[footnoteRef:38]. Habr de tratarse de una instancia en que las tendencias esenciales de la naturaleza inorgnica y vegetal se condensan en estado latente, impotentes para obrar hasta que el principio de razn las inserte en el encadenamiento causal de los acontecimientos espacio-temporales[footnoteRef:39]. Pero este estado intermedio o de pre-configuracin, en que la Voluntad se concentra en la esencia no manifestada de los seres naturales[footnoteRef:40], guarda una relacin teleolgica con la objetivacin total de la voluntad bajo el estatuto de la representacin. [37: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 23. Libro Tercero 36.] [38: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 126, Libro Segundo 25; tomo II, p. 30, Libro Tercero 36.] [39: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 126-127, 129. Libro Segundo 26. La fuerza reside, de hecho, fuera de las causas y de los efectos, que tiene por condicin al tiempo, puesto que esta serie no tiene significacin ms que dentro de l, y la fuerza es ajena al tiempo. Todo cambio espacial tiene por causa otro cambio igualmente espacial, pero no la fuerza, cuya manifestacin es. Lo que da a una causa, en todos los innumerables casos que pueden presentarse, su poder de obrar, es una fuerza natural, que como tal fuerza no tiene razn que la explique, es decir, se halla fuera del encadenamiento causal y, en general, de los dominios del principio de razn. En filosofa la reconocemos como la objetivacin inmediata de la voluntad, que constituye lo que es en s la naturaleza entera] [40: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 122. Libro Segundo 24.]

La voluntad, que segua hasta entonces su tendencia en las tinieblas con seguridad infalible, al llegar a ste grado [de objetivacin que significa la vida animal] se provee de una antorcha que le era necesaria, para compensar la desventaja que resulta, en sus fenmenos ms perfectos, la superabundancia y variedad que ofrecen[footnoteRef:41] [41: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 144. Libro Segundo 27.]

Sostenemos entonces que la voluntad, en su recorrido de objetivacin, constituye la esencia de las fuerzas naturales, las tendencia vegetales y (agregamos ahora) el instinto animal, antes de (pero tambin en medio de un proceso que tiende a tendencia que sera responsable de una impronta de predeterminacin) su individualizacin en el tiempo y en el espacio como fenmeno regido por relaciones de causa-efecto. En defensa de nuestra interpretacin, podemos invocar el estatuto ontolgico que cabe asignarle al carcter en la filosofa de Schopenhauer, pues es el mismo que requieren las entidades que estamos proponiendo.Aun cuando [el objeto que obra] no fuese ms que un tomo imperceptible de polvo, todava manifestara en su pesantez y en su impenetrabilidad ese principio insondable que es para l lo que la voluntad para el hombre. Este principio en su esencia inmediata no admite ms explicacin que la voluntad; en suma, es en s idntico a ella. Tambin la voluntad [humana], en cada una de sus manifestaciones, en cada acto especial que efecta en lugar y tiempo determinados, est sometida a un motivo, por virtud del cual, dado el carcter individual, debe obrar necesariamente como obra. Pero lo que no puede explicarse es la existencia del carcter del agente, su querer en general, no slo el hecho de que entre varios motivos sea ste y no aqul, el que le determine, sino tambin el de que, en general, pueda ser determinada por un motivo. Lo que para el hombre es el carcter, que permanece inexplicable, aunque es la condicin que explica todos los actos individuales procedentes de motivos, lo es para un cuerpo inorgnico su cualidad esencial, su modo de accin, cuyas manifestaciones son provocadas desde fuera, pero que en s mismo no est determinado por cosa alguna exterior y permanece inexplicable. Sus fenmenos aislados, por los cuales se hace perceptible, estn sometidos al principio de razn, pero l no lo est. Los escolsticos conocieron ya esta verdad en lo que tiene de esencial y designaron ese principio con el nombre de forma substantialis[footnoteRef:42] [42: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 122. Libro Segundo 24. El destacado en negrita es nuestro.]

Podemos precisar y justificar an ms nuestra posicin. Schopenhauer incorpora la impronta metafsica de la Idea platnica a su propia filosofa, en el seno de la reflexin esttica, pero dicha incorporacin no est exenta de introducir remodelaciones sobre el patrimonio que se recibe, lo cual trae importantes consecuencias. La consistencia entitativa de toda Idea es puesta en un plano de inmanencia respecto a una relacin de contemplacin esttica que consta de dos polos indisociables: la Idea se configura en objetivacin adecuada de la voluntad, y su correlato necesario es el hombre elevado a la calidad de puro sujeto cognoscente. Ahora bien, la afirmacin de dicho momento de constitucin ontolgica entraa el compromiso con ciertas condiciones de posibilidad:Aunque he dicho que el genio consiste en la facultad de conocer las Ideas, en lugar de las cosas individuales que no existen ms que dentro de relaciones, y en conocerlas sin sujetarse al principio de razn; en llegar a ser el trmino correlativo de la Idea, en dejar de ser individuo para convertirse en puro sujeto cognoscente; con todo, esa facultad deben poseerla todos los hombres en mayor o menor grado, pues sin ella seran tan incapaces de apreciar las obras de arte, como lo son de producirlas, y en general careceran de sentimiento de lo bello y de lo sublime[footnoteRef:43] [43: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 30. Libro Tercero 37.]

Y agrega Schopenhauer ms adelante:La nocin de lo bello no puede adquirirse nicamente a-posteriori y por la mera experiencia; es, al menos en parte, una nocin a-priori, pero de otro gnero que los diferentes modos del principio de razn () todos reconocemos la belleza humana cuando la vemos, mas el verdadero artista la reconoce con una claridad tan grande que nos la muestra como no la vio jams y su obra sobrepuja a la de la Naturaleza; semejante resultado es posible porque nosotros mismos somos esa voluntad cuya adecuada y suprema objetivacin se trata de analizar y de producir en este caso () A esto nicamente debemos tener un conocimiento anticipado de lo que la Naturaleza (es decir, la voluntad, esencia de nuestro ser) se esfuerza en crear () Esta anticipacin es el Ideal, es la Idea en cuanto reconocida a-priori, en una mitad al menos, y en cuanto que, unida a los datos administrados a-posteriori por la Naturaleza, entra en la prctica del Arte. La posibilidad que tiene el artista de concebir lo bello a-priori y la que posibilidad que tiene el inteligente de reconocerlo a-posteriori, resultan de que el inteligente y el artista son ellos mismos la esencia en s de la Naturaleza, la voluntad objetivada () [el genio creador tiene] necesidad de la experiencia como de un plan esquemtico en que pueda evocar de una manera bien visible y desenvolver reflexivamente aquello de que tena a-priori una conciencia confusa[footnoteRef:44] [44: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 53-55. Libro Tercero 45. El destacado es nuestro.]

Schopenhauer insiste en que la unidad teleolgica de la Naturaleza es producto del impulso unitario de la Voluntad por objetivarse. De ah se sigue que ha de haber una coordinacin integrativa de los diferentes efectos que dimanan de una misma voluntad[footnoteRef:45]. Hemos establecido tambin que en la aprehensin esttica hay una correspondencia inmediata entre la Idea objetiva y el sujeto contemplativo, y hemos agregado la puntualizacin schopenhaueriana de que el reconocimiento esttico reclama como condicin de posibilidad la existencia en el sujeto de una disposicin llamada sentimiento anticipatorio de lo bello. El carcter relacional de los polos de la contemplacin esttica nos pone frente a la exigencia de un correlato objetivo, proporcionado a dicha facultad cognoscitiva. Las Ideas que se manifiestan en el Arte requieren, entonces, como condicin de posibilidad para su representacin, que la Voluntad se objetive previamente en las fuerzas y aspiraciones de la Naturaleza (inorgnica, vegetal, animal, humana) que habrn de desenvolverse en el encadenamiento fenomnico[footnoteRef:46]. stas constituyen los motivos del arte. Las esencias ocultas de la Naturaleza son una anticipacin de lo que sern las Ideas como objetivaciones perfectas de la Voluntad en el seno de la contemplacin esttica. Pero esas esencias que laten en la oscuridad de la Naturaleza an no transparentada en representacin, llevan ya en s la impronta de su destinacin a la manifestacin fenomnica: [45: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, pp. 150 y 151. Libro Segundo 28. Como la voluntad una, indivisible, y por lo tanto, conforme siempre consigo misma, es lo que se manifiesta en el conjunto de la Idea, cul si esta fuera un solo acto, es necesario que su fenmeno, aun estando diseminado en una multitud de partes y estados, muestre esa misma unidad en su concordancia perpetua; y, en efecto, la relacin necesaria y la dependencia de todas esas partes entre s restablecen en el fenmeno la unidad de la Idea () y puesto que el conjunto del mundo, con todos sus fenmenos, es la objetivacin de una misma voluntad () la unidad de la voluntad debe mostrarse aqu tambin en la concordancia de todas sus manifestaciones. Esto resultar ms claro para nosotros si examinamos atentamente las manifestaciones de esa finalidad exterior y de esa concordancia de las diferentes partes de la Naturaleza entre s El destacado es nuestro.] [46: Obsrvese de pasada que estos grados de objetivacin de la voluntad que son las aspiraciones de la vida impondrn un ordenamiento jerrquico a las artes segn representen tal o cual grado de voluntad objetivada.]

Es tan asombroso ver cmo invita el reino vegetal, sobre todo, a la contemplacin esttica, imponindola en cierto modo, que se siente la tentacin de creer que esto proviene de que no siendo las plantas, como los cuerpos animales, objetos inmediatos del conocimiento, necesitan de un individuo extrao y dotado de inteligencia para pasar del mundo de la voluntad ciega al de la representacin, y aspiran a efectuar este paso para adquirir, mediatamente al menos, lo que no les es dado obtener inmediatamente[footnoteRef:47]. [47: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 36. Libro Tercero 39.]

La misma duplicidad que existe entre nuestro carcter personal y el propio cuerpo se da tambin entre las esencias de las especies, por un lado, y la concatenacin de fenmenos espacio-temporales que las manifiestan, por el otro. Es una y la misma Voluntad la que anida en el carcter del genio y que, bajo la forma de sentimiento anticipatorio de lo bello, sale a la bsqueda de s misma; y se encuentra en las aspiraciones y propiedades que la Naturaleza desenvuelve en el mundo representado y que al Arte cristaliza como arquetipos inmutables.

La naturaleza del placer esttico

Siguiendo con la lnea interpretativa que venimos desarrollando, deseamos ofrecer una alternativa de lectura para la esttica de Schopenhauer, sentando bases sobre lo que hemos previamente establecido. La ontologa de la Voluntad y la Naturaleza nos ha conducido a la del Arte; en l se completa el proceso de objetivacin y nos proponemos abordar las claves que cifran su valor. Pasamos entonces al estudio de lo bello como especificidad esttica: cuando nos planteamos la pregunta en qu consiste el placer esttico segn Schopenhauer?, nos enfrentamos a una serie de respuestas parciales que codifican el fondo ltimo de la cuestin. El filsofo alemn sintetiza la fisonoma esencial del goce esttico con una frmula que conjuga sucintamente de dos fases: una negativa, de anonadamiento de los desiderata de la voluntad personal, y otra positiva, de emergencia de la objetividad Ideal ante la mirada contemplativa. Trataremos de demostrar que una lectura superficial de cualquiera de estos dos momentos es por completo insuficiente, para concluir que la frmula de Schopenhauer exige ser leda a partir de ciertas claves no explicitadas en el texto de la obra: ensayamos en el presente trabajo la reconstruccin de dichas claves a partir de conceptos de los que nos hacemos enteramente responsables por cuanto van ms all de los enunciados expresos del autor ledo y suponen un considerable alejamiento de su intencin declarada.Entre la liberacin de los afectos y la objetividad de las IdeasClment Rosset llama lcidamente la atencin sobre la ndole negativa y negadora de las descripciones que ofrece Schopenhauer sobre la belleza, y su correlato subjetivo, el placer contemplativo. Al mismo tiempo, califica de sospechoso este tpico reiterado de la negatividad esttica, que contrasta con las valoraciones encomisticas del filsofo alemn hacia el Arte en general.Por otra parte, como la contemplacin significa bsicamente negacin de la voluntad, hay que admitir que lo bello slo pueda definirse de manera negativa (al ser lo bello la peculiaridad de no afectar las tendencias de voluntad)? () Cualesquiera que sean las precisiones aportadas por Schopenhauer a la teora de la elaboracin del objeto esttico, sta no deja de nacer de virtudes negativas, ya que las condiciones de aparicin de la idea se reducen en ltima instancia a las condiciones de desaparicin del concepto. Lo bello es de ndole negativa porque no tiene relacin con la razn conceptual ni con los intereses que representa. Por la misma razn, el placer esttico es de ndole negativa (negadora ms bien, como se ver) porque consiste en la desaparicin de un sufrimiento, no en la aparicin de un goce. Es notable, en efecto, que las largas y entusiastas descripciones que da Schopenhauer acerca del placer esttico reposen siempre en nociones privativas: dejar de sufrir, dejar de inquietarse, dejar de desear, dejar de temer[footnoteRef:48] [48: Rosset, C.: Op. Cit., pp. 144 y 146. El destacado con negrita es nuestro.]

Sin embargo, y a pesar de la perspicaz observacin de Rosset sobre la letra de Schopenhauer, una lectura reduccionista de este tipo se torna imposible por varias razones. La idea de que la contemplacin esttica podra construirse por la mera elisin de las relaciones de inters que individualizan los objetos de la vida, se enfrenta con la dificultad de que la aprehensin esttica se da en un acto de investidura casi sobrehumana[footnoteRef:49]: Schopenhauer afirma que la actividad del genio artstico requiere un vigor intelectual y una inversin energtica muy superiores a aquellas de las que es capaz el hombre ordinario[footnoteRef:50]. Potenciacin y no debilitamiento de la mirada en el artista. Por otra parte, la intuicin contemplativa se dirige siempre a un contenido eidtico que no le preexiste; no puede segregarse por un procedimiento de separacin o abstraccin. La abstraccin slo da lugar a conceptos[footnoteRef:51]. Si el objeto que persigue el arte pudiera surgir por una mera operacin de empobrecimiento o negacin (disolviendo los vnculos de inters), esto contrastara con el excedente considerable de energa que requiere la actividad del genio en comparacin con las tareas ordinarias de la vida cotidiana[footnoteRef:52]. La misma abstraccin es un mecanismo esencialmente pragmtico. [49: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 26. Libro Tercero 36.] [50: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 23 y 25. Libro Tercero 36.] [51: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 64-65. Libro Tercero 49.] [52: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 25, 27 y77. Libro Tercero 36 y 51.]

Adems, las condiciones limitativas que la materia del mundo fenomnico impone a la manifestacin de las tendencias de la Naturaleza hace que rara vez los objetos de la experiencia encarnen fielmente la radicalidad de las formas ideales. Es por eso que el artista ha de mirar no tanto lo que la Naturaleza ha producido sino ms bien lo que sta ha querido producir, y en esta ampliacin de horizonte[footnoteRef:53] que supera la base del datum emprico el artista ha de servirse de facultades complementarias como la imaginacin de genio y el sentimiento anticipatorio de lo bello[footnoteRef:54]. En conclusin, el distanciamiento respecto de toda consideracin de valor utilitario es condicin de la objetividad esttica, pero sta no es resultado suyo sino que ms bien ambos son efectos simultneos y recprocos de un mismo proceso gentico en el que la voluntad consuma sus esfuerzos por objetivarse. [53: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 30. Libro Tercero 36.] [54: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 24 y 54. Libro Tercero 35 y 45.]

Abordemos ahora la fase positiva, complemento de la anterior, con la que Schopenhauer concluye su esquematizacin del placer esttico. Schopenhauer nos dice que la belleza objetiva que se muestra en la Naturaleza y en el Arte tiene por correlato subjetivo el goce o placer esttico[footnoteRef:55]. Pero a su vez, por una serie de desplazamientos, el goce es definido siempre es trminos de belleza, y sta es finalmente reducida a la objetividad de las Ideas. No obstante, a pesar de que lo bello es la propiedad primordial de la objetivacin adecuada de la Voluntad, en s mismo no puede ser reducido a un mero ndice de objetividad: en la medida en que la Idea supera las limitaciones de la objetividad fenomnica, surge la especificidad esttica. Decir que una Idea es bella es ms que slo decir que es objetiva, pues de lo contrario la hermosura tendra tambin lugar en la objetividad de las presentaciones espacio-temporales regidas por la causalidad, y ya hemos visto que lo bello slo puede surgir a condicin de la supresin de dichas limitaciones. Como el acto esttico reviste la forma general de la representacin, a saber, la correlacin sujeto-objeto, la contemplacin exige como contrapartida subjetiva el sentimiento de lo bello (el trmino, como se ha visto, es del propio Schopenhauer). Esto entra sin embargo en tensin con la descripcin meramente privativa del placer esttico, como supresin de los afectos individuales e individualizantes, y con las frmulas schopenhauerianas que propenden a una disolucin del polo subjetivo de la experiencia esttica en la formalidad de las Ideas[footnoteRef:56]. [55: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 31-32, 34-35 y 45. Libro Tercero 38 y 42.] [56: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 43, 44, 52. Libro Tercero 41 y 45.]

Es por eso que, a pesar de la explcita intencin de Schopenhauer de ver en el Arte la anulacin transitoria de la voluntad bajo el imperio del conocimiento, nos vemos obligados a postular una afectividad especficamente esttica. Esta hiptesis nuestra no est exenta de dificultades pues se esgrime sobre el fondo de una paradoja. sta paradoja, sin embargo, no es imprevista: ya ha sido lcidamente explicitada por Clment Rosset, quien la considera inherente a la misma filosofa de Schopenhauer. Segn el francs, la teora esttica que nos ocupa presenta fisonoma indefectiblemente ambivalente[footnoteRef:57]: en la culminacin de los intentos de voluntad por afirmar su existencia se produce la total subordinacin de las energas de la voluntad al conocimiento; y la objetivacin de la voluntad, que es la fuente de la agona y el dolor universales, consigue, en su cristalizacin ms adecuada, la pacificacin y el descanso de todo afecto personal. Esto estara indicando que, en la experiencia artstica, la voluntad consigue afirmarse y negarse de un modo extraordinario. Por nuestra parte, acordamos plenamente con Rosset, y trataremos de resolver la incgnita que abre la paradoja. [57: Rosset, C.: Op. Cit., pp. 147-150.]

La afectividad estticaLa existencia de una afectividad esttica se sigue con necesidad de varios componentes de la propuesta de Schopenhauer. Uno de ellos, excepcionalmente elocuente, es el sentimiento de lo sublime. La naturaleza de ste exige un despliegue idiosincrtico (y por lo tanto, no una simple negacin) de la voluntad: frente a lo sublime, ese estado de puro conocimiento [el de la contemplacin de lo bello] tiene que ser conquistado previamente por el individuo, arrancndose con violencia y conscientemente de las relaciones de objeto, que conoce previamente que son desfavorables para su voluntad, y elevndose libre y deliberadamente por encima del conocimiento de cunto con l se relaciona. sta elevacin consciente no slo necesita conquistarse sino tambin conservarse y va acompaada de una reminiscencia constante de la voluntad, no de una voluntad especial, individual como el temor o la esperanza, sino de la voluntad humana en general, tal como se manifiesta en su objetividad directa, es decir, en el cuerpo[footnoteRef:58]. [58: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 37. Libro Tercero 39. El destacado es nuestro.]

Otro caso es el de la creacin artstica de canciones, la que demanda un estado peculiar en la subjetividad del poeta: la inspiracin lrica consiste en una tensin entre dos disposiciones antagnicas de la voluntad, a saber, la excitacin emotiva y la calma contemplativa: la afeccin de la voluntad, colora con sus propias tintas la contemplacin de la Naturaleza y recprocamente. La verdadera y buena cancin es fiel trasunto de estos sentimientos, mezclados, pero contrarios[footnoteRef:59]. Incluso el drama, la forma potica que en su estructura compositiva y en su contenido ideal alcanza los grados ms altos de objetividad, coloca al artista en especial proximidad con las manifestaciones ms elevadas de la voluntad: el dramaturgo debe penetrar en el misterio del querer y desentraar la complejidad del corazn humano; debe mostrar la variedad de caracteres que encierra la Idea de Humanidad, a partir de las situaciones que mejor los pongan al descubierto; y debe evidenciar cmo la existencia entraa para todos el estar envueltos en una desgracia universal[footnoteRef:60]. [59: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 78. Libro Tercero 51. El destacado es nuestro.] [60: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 74-82. Libro Tercero 51.]

Finalmente, y para agregar a estas consideraciones una prueba estrechamente literal, hay por lo menos dos pasajes de El mundo como voluntad y representacin que podemos traer a colacin en defensa de nuestra tesis de la afectividad esttica. En el primero de ellos, Schopenhauer, hablando del aspecto subjetivo de la emocin esttica, afirma que conocer objetivamente (con la objetividad que corresponde a las ideas) a los seres inanimados equivale a penetrar en ellos y abrazarlos con gran amor (sic)[footnoteRef:61]. En el segundo pasaje, el filsofo alemn est comparando lo bello con lo sublime, y asevera que en el caso del primero la contemplacin se da sin resistencias, gracias al atractivo y a la seduccin del objeto, que operan directamente sobre el sujeto des-individualizndolo[footnoteRef:62]. [61: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 51. Libro Tercero 44.] [62: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 42. Libro Tercero 41. El destacado es nuestro.]

Habiendo fundamentado la existencia de una afectividad esttica, debemos enfrentarnos a la paradoja que consignamos anteriormente cuando planteamos esta nocin: cmo conciliar en el arte la anulacin de todos los afectos individualizantes con la emergencia de una afectividad especficamente esttica? En primer lugar, esta manera de reformular la cuestin disuelve parte de la contradiccin que resultaba de la afirmacin y la negacin simultneas de la voluntad en la empresa artstica: la contemplacin esttica desembaraza al sujeto de las mociones egostas[footnoteRef:63] a un tiempo que lo involucra con una sensibilidad trans-personal[footnoteRef:64] y meta-histrica[footnoteRef:65]. [63: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 34 y sobre todo p. 81. Libro Tercero 38 y 51.] [64: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 61. Libro Tercero 48. al fijar este mundo fugitivo y mudable en las imgenes duraderas, que representan escenas aisladas, en verdad, pero que componen, sin embargo, el conjunto de la vida, la pintura crea una obra que parece inmovilizar la fuga del tiempo, con lo cual eleva las cosas individuales a la altura de la Idea genrica. El destacado es nuestro.] [65: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 66. Libro Tercero 49. Slo las creaciones verdaderamente bellas, inspiradas directamente en la Naturaleza y la vida, permanecen eternamente jvenes y originales como la fuente de donde proceden. No pertenecen a poca alguna, sino a la humanidad () no envejecen jams, permanecen perpetuamente jvenes y frescas, y adems no corren el riesgo de quedar ignoradas o postergadas, pues obtienen su corona de inmortalidad por el veredicto del reducido nmero de jueces autorizados que las edades producen aisladamente y a largos intervalos. El destacado es nuestro.]

Creemos haber demostrado ya que una caracterizacin puramente negativa de la experiencia esttica es del todo insuficiente. Si la consigna del arte fuera netamente privativa, no existira una actividad ni una produccin especficamente artsticas. La existencia del placer esttico, entonces, es incompatible con la aniquilacin absoluta de toda afectividad (aunque no lo es con determinada dosis de anonadamiento). Aun en su aspecto catrtico, para que la liberacin de las pasiones inquietantes pueda entraar una experiencia de alivio o tranquilizacin, es necesario suponer la permanencia de cierta sensibilidad como condicin de posibilidad de dicha experiencia.En definitiva entonces, el aspecto llanamente negativo de la aprehensin esttica slo tiene sentido si se lo pone en relacin con el nuevo componente emergente: el placer esttico se apoya sobre la supresin de los intereses personales, pero tiene tambin un contenido que excede la faz netamente privativa. Cul es el contenido, entonces, de que se nutre la delectacin contemplativa? La respuesta ms inmediata ya la extrajimos del texto de Schopenhauer: lo bello tal y como se presenta en las Ideas de la Naturaleza y el Arte. Ahora bien, teniendo en cuenta que las Ideas son la objetivacin perfecta de la Voluntad, la profundizacin de nuestra respuesta nos conducir tambin al ltimo eslabn en la resolucin de la paradoja que nos ocupaba.El horizonte ltimo de interrogacin que nos gua pasa por resolver cmo pueden convivir en el Arte la culminacin de los esfuerzos ubicuos de la voluntad con su mximo debilitamiento. Parte de la solucin pasaba, ya lo hemos visto, por reformular esta ambivalencia como una transformacin: la disminucin de la voluntad se ve compensada por un incremento correlativo. Es decir, el silenciamiento de la voluntad en tanto inters personal es solidario con su consolidacin como goce esttico. Debemos ahora, entonces, ocuparnos en responder al interrogante de: en qu consiste el goce esttico? Cul es su posibilidad? Como pieza final de este rompecabezas proponemos la hiptesis de una voluntad vindicativa. Clment Rosset sostiene que en la experiencia esttica hay una carga de resentimiento, en la medida en que el Yo de la representacin toma venganza sobre el Yo de la voluntad, invirtiendo la relacin de dominacin y servidumbre que los vinculaba. Es nuestra posicin que el componente vindicativo reviste una importancia ms crucial y cabe postular para l un origen y un alcance de mayor envergadura.Hemos de comenzar, sin embargo, por sentar la base de otra de nuestras tesis interpretativas: el placer esttico reviste un carcter perverso. Esto se deriva del hecho de que la finalidad de las artes es expresar, cada una segn su jerarqua, los diferentes grados de objetivacin de la Voluntad. Pero (y en sintona con el ms radical pesimismo schopenhaueriano) lo nico que produce la Voluntad en su marcha de objetivacin es la dispersin de anhelo insaciable, que ella misma es, bajo todas las formas mundanas posibles.El esfuerzo de la materia puede ser siempre contrarrestado, pero nunca se ve cumplido y satisfecho. Lo mismo ocurre con las aspiraciones, en los fenmenos de la voluntad. Todo fin alcanzado es el punto de partida para un nuevo esfuerzo, y as se contina indefinidamente[footnoteRef:66] [66: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 156. Libro Segundo 29.]

Todos los fenmenos del mundo representado manifiestan la lucha eterna de la Naturaleza por realizar sus aspiraciones, en la que ninguno prevalece[footnoteRef:67]. Cada Idea, entonces, no es ms que un modo arquetpico de aspiracin irrealizable, y si el placer esttico se nutre de tales objetos, se trata en definitiva de un goce perverso que extrae sus cotas de satisfaccin del dolor objetivado. [67: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 80. Libro Tercero 51. Es una misma voluntad la que vive y se manifiesta en todos; pero sus manifestaciones luchan y se desgarran entre s.]

Todo querer tiene su fuente en una necesidad, es decir, en un dolor, a que su satisfaccin pone trmino. Mas por un deseo que se satisfaga hay diez por lo menos que no pueden ser satisfechos. Adems, el deseo es largo y las exigencias innumerables, mientras que la satisfaccin es breve y estrictamente tasada. Este mismo contento es, en definitiva, aparente; el deseo cumplido deja lugar a un nuevo deseo; el primero es una decepcin reconocida, el segundo una decepcin que se prepara[footnoteRef:68] [68: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 32. Libro Tercero 38.]

En ltima instancia, los objetos que el Arte trata de representar y de los que extrae su fruicin especfica son las formas esenciales de sufrimiento en el mundo (en todos sus rdenes). Esto se evidencia con claridad en el caso de la tragedia: ella es la ms elevada de las artes poticas, las cules a su vez representan los grados ms altos de objetivacin de la voluntad. Esto quiere decir que la tragedia es el arte que (salvo la declarada excepcin de la msica) expresa mayor belleza. Y nos aclara Schopenhauer: lo que presenta la tragedia ante nuestros ojos es el conflicto de la voluntad consigo misma, mostrndose con todos sus horrores, desenvolvindose, de la manera ms completa () su fondo esencial es nicamente el espectculo de una gran infortunio[footnoteRef:69]. Lo bello consiste en el sufrimiento: he ah el carcter perverso del placer esttico. [69: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 80-81. Libro Tercero 51.]

Esto ha sido anticipado en parte por Clment Rosset, quien dice que por muy chocante que pueda parecer la contradiccin con el conjunto del sistema schopenhaueriano, forzosamente hay que admitir que en la contemplacin esttica, el conocimiento de la voluntad reviste un carcter aprobador; o mejor an, admitir que si el arte ensea que la voluntad es mala, tambin ensea que es bueno que la voluntad sea mala () es ste un masoquismo curioso [el del artista que asciende a ese conocimiento], pero quiz sea una ley fundamental del arte, que de ese modo explicara su carcter trgico: sufrir es triste, saber que se sufre es alegre[footnoteRef:70]. [70: Rosset, C.: Op. Cit., pp. 148.]

Dado que el arte es el culmen del movimiento universal de la voluntad hacia su objetivacin[footnoteRef:71], para esclarecer el fundamento de su perversidad debemos atender a la gnesis del mundo a partir de la voluntad. Dos puntos de las explicaciones concretas de Schopenhauer sobre la voluntad nos conducen a elaborar el concepto de voluntad vindicativa: Por un lado, el filsofo alemn nos habla de un conflicto fundamental de la Voluntad consigo misma[footnoteRef:72], un enfrentamiento y un antagonismo que se manifiesta en el mundo representado como una lucha incesante de todas las formas de vida por el predominio sobre la materia. Como consecuencia de esto, la Voluntad adopta respecto de s una actitud de fagocitosis, se alimenta a y de su propia substancia: la vemos encarnarse en la Naturaleza como bsqueda de satisfaccin a expensas de s misma, la vemos en la pugna de ciertos deseos por darse cumplimiento a costa de generar la frustracin de otros. En segundo lugar, Schopenhauer describe lo esencial de la voluntad a partir de la combinacin, por un lado, de un deseo primordial y premundano que busca realizarse y, por otro, la imposibilidad simultnea de llegar a un trmino para dicho deseo[footnoteRef:73]. Vemos entonces que la Voluntad est obligada por su propia naturaleza a llevar hasta sus ltimas consecuencias la bsqueda de satisfaccin, y a la vez esa misma naturaleza le impide trascender el hecho de que ella es esencialmente dolor. El desenlace lgico de sta necesidad consubstancial a la Voluntad es la asuncin, por parte de sta, de la modalidad de perversin masoquista. Creemos haber probado ya que el placer esttico reviste un carcter perverso; trataremos de explicar ahora cmo, en los fueros del Arte, la voluntad se presenta bajo la tipologa de la perversin masoquista. [71: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 92. Libro Tercero 52.] [72: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 141. Libro Segundo 27. He aqu cmo en la Naturaleza hallamos por todas partes conflictos, combates y alternativas de victoria. Esto nos ayudar ms adelante a comprender con claridad el disentimiento esencial de la voluntad consigo misma. El destacado es nuestro. Tambin SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo I, p. 154. Libro Segundo 28. [si bien la Naturaleza se asegura la preservacin de las especies] el conflicto ntimo de la voluntad, que se objetiva en esas Ideas, se manifiesta en la guerra incesante de exterminio que se hacen los individuos de aquellas mismas especies y en la lucha perpetua y recproca de los fenmenos de aquellas fuerzas, como ya hemos indicado] [73: Las citas oportunas para esta esta reelaboracin sinttica ya han sido transcriptas a lo largo del presente trabajo. Vanse al respecto las notas al pie nmeros 18, 29, 42 y 68. Agregamos aqu solamente la siguiente referencia: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., Tomo II, p. 32. Libro Tercero 38. Remite a la forma en que la voluntad se desnuda en la vida anmica del nombre: Ninguna de las aspiraciones que realizamos nos produce una alegra prolongada y duradera () Por eso no hay felicidad ni reposo duraderos mientras la voluntad llena nuestra conciencia, mientras estamos entregados al impulso de los deseos () Bajo cualquier forma que se presenten los cuidados que nos inspira una voluntad que no cesa de ser exigente, llenan y agitan sin cesar la conciencia; y sin reposo verdadero no hay bienestar posible]

En este punto del rompecabezas terico, queremos lograr que las elucidaciones que hemos venido desarrollando se muestren integradas en su complementariedad y subsumidas en una totalizacin explicativa: esto pretendemos hacer por medio del concepto de Voluntad Vindicativa. Para precisar la comprensin de esta nocin proponemos en calidad de hiptesis el siguiente esquema de desarrollo ontolgico: siendo la Voluntad apetito insaciable, este datum suyo la obliga a prolongar su insatisfaccin all hasta dnde se extienda; pero a la vez, esta condena al sufrimiento que la voluntad imprime sobre s misma se conjuga con el deseo de satisfaccin, dando lugar a una ambicin de revancha. La Voluntad Vindicativa es un anhelo originario de damnificacin que pesa sobre la fuente ltima de todos los males, es decir, la voluntad misma. Vemos en esto un extremarse del conflicto inherente a la voluntad que haba formulado ya explcitamente Schopenhauer, y lo vemos darse en solidaridad con el nico principio de contentamiento posible: la voluntad de venganza conlleva finalmente un componente de complacencia con el sufrimiento, nico deseo susceptible de realizacin en el mundo de la angustia universal.Ahora estamos en mejores condiciones de apreciar el valor de la esttica en el conjunto de la filosofa de Schopenhauer: Esto nos lleva forzosamente a considerar el arte como lo superlativo, como la consumacin acabada de cuanto existe[footnoteRef:74]. Ya hemos establecido que el arte es la culminacin del movimiento universal de objetivacin de la voluntad; ahora bien, teniendo en cuenta que Schopenhauer afirma la mutua integracin de los efectos de la voluntad en un diseo unitario, podemos concluir que la Vida y el mundo entero estn orientados a permitir el surgimiento del Arte. Pero nuestras especulaciones nos han conducido a postular un sentido oculto para ste, que contribuye a explicar su lugar excelso y hasta teleolgico en la constitucin del mundo como representacin. [74: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 92. Libro Tercero 52.]

El arte alcanza la consecucin de la revancha que la Voluntad buscaba contra s misma. Podemos decir, por lo tanto, que en cierto sentido la creacin artstica logra lo que la Vida en vano se afanaba por producir: el cumplimiento de la voluntad. sta albergaba el anhelo primordial de ver realizado el escenario de su propia mortificacin y la objetivacin perfecta de la voluntad responde a esta aspiracin vengativa como el modo de su cabal cumplimiento. La representacin adecuada de la esencia del mundo nos muestra a la voluntad atormentada de mil maneras; pero a su vez, la contemplacin de ste pasmoso espectculo reconforta a la voluntad que asciende al nivel de la experiencia esttica, con la satisfaccin de la secreta inquina que sta albergaba contra s misma. La voluntad de esta manera satisfecha se torna en goce esttico, es decir, en conformidad con lo bello o, lo que es lo mismo, complacencia con el espectculo del dolor universal y de la desdicha de la existencia. Este beneplcito de la voluntad con su situacin de miseria e indigencia objetivadas es lo que constituye la afectividad especficamente esttica y su impronta masoquista. Sin embargo (y esto merece ser aclarado), ste masoquismo no es una nota que ataa inmediatamente a la subjetividad del artista, sino ms a la aspiracin primordial y secreta de la voluntad que se hace representacin.El efecto catrtico que provoca la obra de arte conecta con la satisfaccin perversa por medio de la aspiracin vindicativa: la faceta negativa, de liberacin de los intereses personales, tiene la finalidad de preparar al sujeto de la contemplacin esttica para el acceso a una afectividad vengativa y masoquista. El distanciamiento respecto de la propia vorgine emocional permite la contemplacin del mundo en su dimensin esencial y la constatacin subsiguiente de que el mundo entero es sufrimiento[footnoteRef:75]. El placer perverso que dimana de esta operacin decanta como corolario que la mirada del esteta es en realidad la expresin ms sofisticada y elocuente de la esencia de la voluntad. El esteta como ojo nico y espejo lmpido del mundo es el ms sutil y efectivo a que ha dado lugar la voluntad en su camino hacia la representacin: detrs de la fachada de conocimiento desinteresado reposa el carcter perverso y vindicativo de un placer que constituye el nico consuelo significativo de la voluntad en el mundo. [75: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 92. Libro Tercero 52. la vida en s, la voluntad, la existencia misma es un dolor perpetuo, ya lamentable, ya aterrador]

Conclusin

En este estadio final de nuestro trabajo deseamos desenmarcar la operacin de lectura que hemos venido elaborando sobre los textos de Schopenhauer para enunciar algunos devenires conceptuales a los que ha dado lugar su teora, y bosquejar los senderos de otros posibles. Para esto, obraremos el cruzamiento de la filosofa schopenahueriana con otras elaboraciones estticas posteriores. Puntalmente trabajaremos con las propuestas de Giles Deleuze y Flix Guattari[footnoteRef:76]. Existen varios tpicos en comn entre los escritos de Schopenhauer y estas filosofas de la diferencia, como por ejemplo: la postulacin de una duracin sui generis para el arte, una cuasi-eternidad que le es propia[footnoteRef:77]; el recurso a lo posible como categora aplicable en materia esttica[footnoteRef:78]; la tematizacin de la Vida como fuente de inspiracin para el arte[footnoteRef:79]; la subordinacin de los medios tcnicos a la composicin esttica[footnoteRef:80]; la asignacin de una misin creativa para el quehacer artstico[footnoteRef:81]; la instauracin, en los universos del arte, de una sensibilidad independizada del trajn mundano[footnoteRef:82]. La relacin entre los autores citados y Schopenhauer se torna ms definida si se accede a considerarla desde la figura de Nietzsche. ste influye de manera directa sobre las filosofas de la diferencia contemporneas y a la vez manifiesta ciertas continuidades notables con Schopenhauer. Clment Rosset sintetiza de manera excelente los puntos en comn y las rupturas entre los dos filsofos alemanes, en un pasaje cuya claridad y penetracin nos obligan a transcribirlo en extenso: [76: deleuze, G. y GUATTARI, F.: Qu es la filosofa?, Ed. Anagrama (Barcelona 1993), traduccin de Thomas Kauf; Captulo 7: Percepto, afecto y concepto. Tambin GUATTARI, F.: Caosmosis, Manantial (Buenos Aires 1996); Captulo 6: El nuevo paradigma esttico.] [77: Cf. en el presente trabajo las notas al pie nmero 64 y 65. Comparar con Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Op. Cit., pp. 167-168: Aun cuando el material solo durara unos segundos, dara a la sensacin el poder de existir y de conservarse en s en la eternidad que coexiste con esta breve duracin. Mientras el material dure, la sensacin goza de una eternidad durante esos mismos instantes] [78: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 62; Libro Tercero 48: [Para la pintura] los asuntos sacados de la historia no presentan ventaja alguna sobre los que se toman de la mera posibilidad y a los cuales no se les puede dar un nombre individual sino slo una designacin general, pues en los asuntos histricos lo efectivamente importante para el arte no es el hecho particular como tal, sino lo que encierra de general, el aspecto de la Idea humana que se manifiesta en l. El destacado es nuestro. Tambin SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 75; Libro Tercero 51: El poeta es como el matemtico que concibe estas relaciones a priori en la intuicin pura y las formula, no como se dan en el dibujo, sino como existen en la Idea que la imagen quiere representar. Esto fue lo que hizo decir a Schiller: Lo que no ha ocurrido jams ni en parte alguna es lo nico que no envejece. Comparar con Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Op. Cit., p. 179: El monumento [que es la obra de arte] no actualiza el acontecimiento virtual, sino que lo incorpora o lo encarna: le confiere un cuerpo, una vida, un universo () Estos universos no son virtuales ni actuales, son posibles, lo posible como categora esttica (un poco de posible, si no me ahogo), la existencia de lo posible, mientras que los acontecimientos son la realidad de lo virtual.] [79: Cf. en el presente trabajo la nota al pie nmero 65 y la nota siguiente, nmero 80. Comparar con Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Op. Cit., p. 174: Por haber alcanzado el percepto como el manantial sagrado, por haber visto la Vida en lo vivo y lo Vivo en lo vivido, el novelista o el pintor regresan con los ojos enrojecidos y sin aliento () Los artistas son como los filsofos en este aspecto. Tienen a menudo una salud precaria y demasiado frgil, pero no por culpa de sus enfermedades y sus neurosis, sino porque han visto en la vida algo demasiado grande para cualquiera, demasiado grande para ellos, y que los ha marcado discretamente con el sello de la muerte.] [80: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 65; Libro Tercero 49: El genio necesita , en verdad, instruirse y desenvolverse estudiando los trabajos de sus predecesores, pero no se hace fecundo ms que en el comercio directo con la vida y con las cosas y bajo la influencia del mundo intuitivo; as que la cultura intelectual ms elevada no perjudica nunca a su originalidad. El destacado es nuestro. Tambin SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 31; Libro Tercero 37: Lo que constituye el don del genio, lo que es innato en l, es precisamente tener esos ojos que descubren la esencia de las cosas fuera de todas las relaciones; la parte adquirida, el lado tcnico del arte es lo que pone al artista en disposicin de podernos transmitir ese don a nosotros, de prestarnos sus ojos. Comparar con Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Op. Cit., pp. 197-198: el plano tcnico en efecto est necesariamente recubierto o absorbido por el plano de composicin esttica. Con esta condicin la materia se hace expresiva: el compuesto de sensaciones se realiza en los materiales, o los materiales penetran en el compuesto, pero siempre de manera que se sitan en un plano de composicin propiamente esttica.] [81: SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, p. 78; Libro Tercero 51: El poeta procura descubrir o inventar relaciones entre estos dos estados [la emocin subjetiva y la serenidad contemplativa]. El destacado es nuestro. Tambin SCHOPENHAUER, A.: Op. Cit., tomo II, pp. 65-66; Libro Tercero 49: La Idea, por el contrario, desenvuelve en el espritu de quien la ha percibido representaciones que son nuevas respecto de la nocin del mismo nombre; se asemeja a un organismo viviente que se desenvuelve y que dotado de la facultad reproductora puede engendrar cosas que no se han introducido en l () con esta intervencin del arte, la Idea se purifica de todo elemento heterogneo, se asla y aparece bajo una forma que la hace perceptible hasta para aquellos cuya receptividad es ms dbil y cuyo poder creador es nulo. El destacado es nuestro. Comparar con Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Op. Cit., pp. 165, 172, 177: El artista crea bloques de perceptos y de afectos, pero la nica ley de la creacin consiste en que el compuesto se sostenga por s mismo; La fabulacin creadora nada tiene que ver con un recuerdo incluso amplificado, ni con una obsesin. De hecho, el artista, el novelista incluido, desborda los estados perceptivos y las faces afectivas de la vivencia; El artista aade variedades nuevas al mundo. Los seres de sensacin son variedades, como los seres de concepto son variaciones, y los seres de funcin, variables. De todo arte habra que decir: el artista es presentador de afectos, inventor de afectos, creador de afectos, en relacin con los perceptos o las visiones que nos da. No slo los crea en su obra, nos los da y nos hace devenir con ellos, nos toma en el compuesto.] [82: Esto en el caso de Schopenhauer ya ha sido extensamente desarrollado; vase puntualmente la pgina 13 del presente trabajo. Comparar con Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Op. Cit., pp. 164-165, 169, 170-171: Los perceptos ya no son percepciones, son independientes de un estado de quienes los experimentan; los afectos ya no son sentimientos o afecciones, desbordan la fuerza de aquellos que pasan por ellos; Slo se alcanza el percepto o el afecto como seres autnomos y suficientes que ya nada deben a quienes los experimentan o los han experimentado: Combray tal como jams fue vivido, como jams es ni ser, Combray como catedral o monumento [hasta aqu el destacado es nuestro]; Los afectos son precisamente estos devenires no humanos del hombre como los perceptos (ciudad incluida) son los paisajes no humanos de la naturaleza. Est pasando un minuto del mundo, no lo conservaremos sin volvernos l mismo dice Czanne [y la cita contina] Todos los grandes paisajes tienen un carcter visionario. La visin es lo que se vuelve visible de lo invisible El paisaje es invisible, porque cuanto ms lo conquistamos, ms nos perdemos en l. Para llegar al paisaje, tenemos que sacrificar, tanto como nos sea posible, cualquier determinacin temporal, espacial, objetiva; pero este abandono no slo alcanza el objetivo, nos afecta a nosotros mismos en la misma medida. En el paisaje, dejamos de ser seres histricos, es decir seres por s mismos objetivables. No tenemos memoria para el paisaje, tampoco la tenemos para nosotros en el paisaje. Soamos de da y con los ojos abiertos. Somos sustrados al mundo objetivo, pero tambin a nosotros mismos. Es el sentir [destacado en el original].]

Es evidente que la vida repite. La cuestin es determinar si repite los motivos del deseo como tales (concepcin de Schopenhauer) o si repite el deseo mismo, al presentarle motivos perpetuamente diferenciados, cuya diferencia es lo nico capaz de garantizar en cada ocasin la reaparicin del deseo (concepcin de Nietzsche). La repeticin schopenhaueriana significa reproduccin de lo mismo, a pesar de la esperanza de obtener una diferencia gracias a la visin fugaz de lo mismo [en el Arte] () En ambas concepciones, se trata de comprender cmo se perpeta la voluntad, cmo permanece el mundo, cmo se asegura la vida una perpetua reproduccin. Ahora bien, en qu condiciones puede la voluntad repetirse de esa manera? Schopenhauer considera que repitiendo los objetos de su deseo; de ah la lgubre permanencia de un mismo deseo en el seno del presente eterno. Nietzsche considera que repitiendo el deseo mismo, es decir, garantizando al nuevo deseo una misma diferencia que la que caracteriz al antiguo deseo; de ah la renovacin permanente del deseo en el seno del devenir diferencial () Estas dos concepciones de la repeticin esclarecen las dos concepciones del placer musical. ste representa, tanto en Schopenhauer como en Nietzsche, una aprobacin de la repeticin; pero aprobacin provisional de lo mismo, en el primero, y aprobacin definitiva de la diferencia, en el segundo. Lo que le falta a Schopenhauer para pasar de la aprobacin musical a la afirmacin vital es el pensamiento de la diferencia, esto es, la idea de que la repeticin de la voluntad supone un retorno a la diferencia. De ah el carcter provisional de la aprobacin, pues lo que se aprueba en la msica no difiere en nada de lo que, en general, debe ser negado. De ah tambin su carcter enigmtico e injustificado. Dirase que () Schopenhauer alcanz el jbilo musical sin lograr pensarlo (sin alcanzar el pensamiento de la diferencia). Una aprobacin de la repeticin, pero sin el descubrimiento de lo que, en la repeticin, puede ser aprobado[footnoteRef:83] [83: Rosset, C.: Op. Cit., pp. 197-198.]

Si pudiera aplicarse a las dems artes la regla que Schopenhauer extrae para la msica, y aquellas no se vieran subordinadas a la mediatizacin de las Ideas, que actan filtrando y subrogando a la fuente misteriosa e insondable de toda produccin, la relacin entre la Voluntad y la obra artstica podra tener un engaste maqunico, tal como lo tematiza Guattari[footnoteRef:84]. El arte en Schopenhauer es slo libre sobre los medios de elaboracin esttica, pero no puede dictarse sus propios fines pues est obligado a repetir mecnicamente las Ideas que estn fijadas de una vez y para siempre en el mundo de la representacin. Ahora bien, si supusiramos una relacin directa entre Arte y Voluntad, como sucede con el caso excepcional de la msica, entonces podramos invertir la direccin y la polaridad que importa la representacin de Ideas en las obras artsticas, y postular que la Idea surge o es creada en el Arte como un posible (entre infinitos otros) de la voluntad. La Idea como ser de sensacin [84: La mquina abstracta funciona como un entramado de diseos y de potencias que se imprime como fondo del proceso casmico. Se inserta como hipertexto entre la complejidad y el caos, y trabaja la complejidad en la presuposicin recproca y las interferencias de sus dos planos: las coordenadas energtico-espacio-temporales del mundo estratizado, y las velocidades infinitas de los universos virtuales de referencia. Lo maqunico se desempea como un plan de construccin, inmanente a la obra misma (), que se ve continuamente reformado y auto-renovado en la medida en que se realiza: se auto-posiciona apoyndose en sus creaciones para inventar nuevas posibilidades de devenir no pautado. Dice Guattari que lo maqunico implica el entrelazamiento de tres tendencias: una heterogeneificacin ontolgica de Universos de referencia desplegados a travs de lo que he dado ha llamado movimiento de lo infinito; una transversalidad maqunica abstracta articuladora de las multitudes de interfaces que manifiestan a estos Universos en un mismo hipertexto o plano de consistencia; una multiplicacin y particularizacin de los focos de consistencia autopoitica (Territorios existenciales) [citado de GUATTARI, F.: Op. Cit., p. 131].]

Pero quiz esto significara introducir una discontinuidad en el diseo gentico schopenhaueriano, segn el cual la constitucin ontolgica del mundo coincide con un proceso gradual de objetivacin de la voluntad. Las etapas de este proceso estn perpetuamente fijadas y sin vacos. Aun as, la pregunta que cabe formular es: este determinismo omnmodo de la voluntad es indisociable del resto de la filosofa de Schopenhauer? La voluntad es la cosa en s, no le cabe ninguna de las determinaciones de la representacin, cmo podra cualquier elemento del mundo representado imponerse sobre los dems y reclamar de la voluntad, cuya manifestacin es, un cierto lugar y momento en el proceso de afirmacin ontolgica? La voluntad es lo nico que existe, ella se objetiva en el mundo, no hay nada fuera de ella que pueda imponerle necesidad alguna. No hay ninguna naturaleza de la representacin que le preceda y que pueda obligarla a seguir un mtodo: nos inclinamos a pensar que la escala de Schopenhauer que pasa primero por las formas esenciales de Aristteles, luego por el fenmeno kantiano y desemboca finalmente en las Ideas platnicas (todo en una concatenacin teleolgica irrecusable) responde ms a las predilecciones filosficas del pensador alemn que a una exigencia intrnseca del juego entre Voluntad y Representacin. El determinismo en Schopenhauer es el tributo que la modernidad paga a la Metafsica de la Identidad en calidad de culto al origen:Por qu Nietzsche genealogista rechaza, al menos en ciertas ocasiones, la bsqueda del origen (Ursprung)? Porque en primer lugar [la bsqueda del origen] se esfuerza por recoger all la esencia exacta de la cosa, su ms pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre s misma, su forma mvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo. Buscar un tal origen, es intentar encontrar lo que estaba ya dado, lo aquello mismo de una imagen exactamente adecuada a s; es tener por adventicias toda las peripecias que han podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces. Es intentar levantar las mscaras, para desvelar finalmente una primera identidad. () El alto origen es la sobrepujanza metafsica que retorna en la concepcin segn la cual al comienzo de todas las cosas se encuentra aquello que es lo ms precioso y esencial () El origen est siempre antes de la cada, antes del cuerpo, antes del mundo y del tiempo; est del lado de los dioses, y al narrarlo se canta siempre una teogona () [finalmente] el origen como lugar de la verdad. Punto absolutamente retrotrado, y anterior a todo conocimiento positivo, que har posible un saber que, sin embargo, lo recubre, y no cesa, en su habladura, de desconocerlo; estara ligado a esta articulacin inevitablemente perdida en la que la verdad de las cosas enlaza con una verdad de los discursos que la oscurece al mismo tiempo y la pierde () la cuestin misma de la verdad, el derecho que ella se procura para refutar el error o para oponerse a la apariencia, la manera en la que poco a poco se hace accesible a los sabios, reservada despus nicamente a los hombres piadosos, retirada ms tarde a un mundo inatacable en el que jugar a la vez el papel de la consolacin y del imperativo [footnoteRef:85] [85: FOUCAULT, M..: Microfsica del poder, edicin y traduccin de Julia Varela y Fernando lvarez-Ura (Madrid 1980); Captulo 1: Nietzsche, la genealoga, la historia, pp. 9-11.]

Pero si la Voluntad ocupa el lugar del Origen en la filosofa de Schopenhauer, nosotros proponemos la operacin de descolocarla de ese papel. La Voluntad en s misma, en tanto infinita e indeterminada, y al mismo tiempo en cuanto agitada, convulsa e imperiosa, tiene todas las caractersticas para funcionar como el homlogo schopenhaueriano del Caos en Guattari. La Voluntad es inherentemente creadora: no cesa de producir y de dar lugar a lo que es otro respecto de ella, y en relacin con ella se definen los componentes estables del mundo y el margen remanente para la mudanza. Para Guattari, en lo que atae al caos, el punto decisivo sigue siendo que la perspectiva transmondica, lejos de resolverse en horizonte fijo de anonadamiento, se retrae en lnea de fuga infinita, en forma de tornado, cuyas circunvoluciones, como las de los atractores extraos, confieren al caos una consistencia encrucijada entre la actualizacin de configuraciones finitas y una recarga procesual, siempre posible, soporte de bifurcaciones ordinales inditas, de conversiones energticas que escapan a la entropa de las estratificaciones territorializadas, abiertas a la creacin