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Cómo entrenar a tus padres

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Índice

El Club de los SuperempollonesMamá hace cosas rarasComienza la pesadillaAparece MaddyLa gran oportunidad de mi vidaCómo entrenar a tus padresMi cita con el destinoEl peor día de mi vidaCurso de entrenamiento para padresCamino de la famaUna reaparición sorpresaCuando a los padres se les entrena en excesoUna pasada de llamadaCréditos

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Lunes, 7 de enero

Creo que he llegado a un lugar muy raro.Hoy he empezado en el cole nuevo. Me recibió una momia que afirmó ser el director. Tiene

como ciento ocho años, una ceja gigante y al hablar escupe sin parar. Tuve que limpiarme la caracuando se marchó porque me dejó empapado.

Me dijo cuatro veces cuánta suerte tenía de ir a su colegio mientras pronunciaba mal minombre una y otra vez. Me llamo Louis, que se pronuncia «Lu-i» y no como lo decía él, «Lewis».Pero yo, por si acaso, no le corregí. La ceja gigante me daba miedo.

Después conocí al tutor de mi curso, el señor Wormold, una comadreja con flequillo tipo cascoque me dijo que ojalá resultara ser un valor para el colegio, aunque él mismo parecía dudarlo.

Luego me presentó a la clase. Todos contemplaron a un chaval con pinta de tontorrón, cabezacon forma de cebolla y pelo de punta castaño. Me puse supernervioso. Cuando me pongonervioso, me sale acento australiano. Total, que les dije «Buenos días, canguros», y se quedarontodos mirándome en silencio, flipando.

Me senté al lado de un chico que se llama Theo.Le conocí el día que nos mudamos aquí. Vive en una casa enorme al final de mi calle.

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Me preguntó si era australiano.—Solo por las mañanas —le contesté, y su rostro no esbozó ni media sonrisa.Mirando a mi alrededor, enseguida me di cuenta de que en el aula no había chicas (soy así de

perspicaz). Aunque la mayoría suelen molestarme, echo de menos no verlas pululando por ahí.Aparte, en clase solo había veinte alumnos, que no es ni medio suficiente (en mi antiguo colehabía prácticamente el doble).

La primera materia fue Lengua. El profe estaba entregando unos trabajos del trimestre pasado yla tensión se palpaba en el aire. Parecía que estaba a punto de anunciar al ganador de la lotería.

Luego, en el recreo, sonó el móvil de Theo. De entre todas las personas posibles, era nada másy nada menos que su padre, que le llamaba para ver qué tal le había ido con el trabajo. Theo, dehecho, había sacado la mejor nota de la clase, un sobresaliente.

—Acabo de hacer sonreír a mi padre —dijo muy orgulloso, y yo pensé que si mi padre mellamara al colegio, no sonreiría durante mucho rato.

Después del cole, Theo se fue corriendo a clase de trompa. Bueno, prácticamente casi todo elmundo iba apuradísimo camino de alguna espantosa actividad extraescolar.

¿Habré aterrizado en El Club de los Superempollones, querido diario?

Martes, 8 de enero

Ventajas de habernos mudado:1) Mi dormitorio no tiene ese olor a queso apestoso que tenía el antiguo. Esto se debe a que ya

no tengo que compartirlo con un enano repugnante y llorón llamado Elliot.2) Eso es todo.

Desventajas de habernos mudado:1) Nadie me preguntó. En noviembre mis viejos anunciaron que nos mudábamos más cerca de

Londres porque a mi padre le habían ofrecido un trabajo nuevo así, de repente, como salido de lanada. «Es una oportunidad única —dijo—. Sobre todo, teniendo en cuenta mi edad», añadió enplan chiste. Y ya está. Ni siquiera se molestó en preguntar si me importaba mudarme a cientos dekilómetros de casa.

2) He vivido en mi antigua casa toda mi vida (doce años enteros), y la verdad es que no queríamudarme.

3) Fue horrible tener que despedirme de mis amigos.4) Cada día en el cole nuevo dura como tres siglos.5) Allí está prohibido reírse.6) El único motivo por el que estoy en ese cole es porque el nuevo jefe de mi padre es colega

de uno de los dueños. Mis padres no saben que les oí hablar de ello.7) Me siento supersolo.8) Estoy demasiado deprimido como para seguir con la lista.

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Miércoles, 9 de enero

Nuestros vecinos son unos aguafiestas. Esta tarde, después del cole, estaba jugando al fútbol yosolo, en el jardín trasero, cuando la señora de al lado ha tocado el timbre para quejarse del ruido.Decía que por mi culpa Olympia no podía concentrarse.

¡Y Olympia tiene cinco años!

Jueves, 10 de enero

Theo es un pringado blandengue.Siempre parece que sus papaítos lo acaban de lavar y planchar. Ya sé que eso no lo puede

evitar, pero es que, además, siempre habla en voz bajita, susurrando, se toma todo muy en serio yno tiene ningún sentido del humor (en otras palabras, no se ríe de ninguno de mis chistes).

Algunos de los otros alumnos no están mal, aunque en general aquí todos tienen como ansiedady nervios y se pasan la vida angustiados. Como si el colegio les hubiera extirpado toda ladiversión de dentro. Más vale que no intente hacérmelo a mí también.

Viernes, 11 de enero

Hoy me han devuelto mis primeros deberes de Ciencias. Y enseguida estaba Theo zumbándomeen la oreja:

—¿Qué has sacado?Como si a alguien le importara…He sacado un 10 sobre 20, cosa que me da igual, así que se lo dije. Y él, por supuesto, me echó

una sonrisilla.Después, le pillé copiando mi nota en la parte de atrás de su cuaderno.—¿Para qué haces eso? —le pregunté.—Es que a mi madre le interesa mucho —me contestó, poniéndose muy rojo.Lo que su madre tendría que hacer es salir más a menudo…Lo cierto es que estoy bastante contento con mi 10 sobre 20. Tampoco sacaba superbuenas

notas en mi antiguo cole. Creo que tengo lo que se llama capacidad media para la mayoría de lascosas. Bueno, quizá estoy por encima en hablar en público y en Lengua (aunque mi ortografía esterrible), y un poco por debajo en las asignaturas malignas, como Francés y Matemáticas. Hastaahora, mis padres han estado relativamente contentos con mis notas y mi comportamiento en elcole. Los profes solían decir que, a pesar de ser un poco bocazas, les caía bien.

De todas formas, este rollo del cole no me importa demasiado porque no tiene nada que vercon mi futura carrera. Y es que voy a ser humorista. No os riais. Bueno, sí, reíos si queréis, perosolo hay una cosa en el mundo que se me da bien de verdad, y es hacer sonreír a los demás.

Cuando tenía como dos años ya hacía reír a mi abuela y a mis tías. Por entonces cantabacanciones chorras y luego, cuando crecí un poco más, contaba chistes chorras y hacía imitaciones

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de gente de la tele. Mi abuela se secaba las lágrimas diciéndome que era un «pequeño diablillo»,mi madre se ponía a decir que no sabía de dónde había sacado la gracia y, mientras, yo me sentíasuperfeliz y orgulloso.

En el cole siempre era yo el que animaba las clases con alguna tontería. De hecho, si la claseera especialmente rollo, mis compis se ponían a mirarme para ver si conseguía levantarles elánimo.

Entonces, el año pasado, hubo un concurso de talentos para niños. Éramos veintitrésconcursantes y el ganador… fui YO, como lo demuestra el diploma que tengo colgado en la paredde mi cuarto.

Cuando salí al escenario estaba supernervioso. Mi corazón palpitaba como loco, me puse asudar a mares… y empecé a farfullar con mi acento australiano. Sigo sin saber si el público sereía de mis chistes o de lo malísimo que es mi acento, pero bueno, el caso es que la gente se reía,sentí un clic dentro de mí y se me quitó todo el miedo. Podría haberme quedado en el escenariomucho más rato. No os puedo explicar lo maravilloso que fue. Sencillamente, fue el mejormomento de mi vida.

Sábado, 12 de enero

Esta noche nos han invitado a toda la familia a la mansión de Theo, que está al final de la calle.El padre de Theo abrió la puerta y rugió:—¡Bienvenidos a bordo!Es tan calvo como una bola de billar y absolutamente enorme. Me cogió la mano, me la

espachurró durante más o menos dos años y cuando conseguí musitar un «Hola, señor Guerney»,meneó la cabeza enérgicamente y bramó:

—¡Aquí no nos andamos con ceremonias! Yo soy Mike y ella es Prue.Mientras tanto, Prue (la madre de Theo) se paseaba por ahí con unos pantalones negros

floreados y un montón de pulseras que hacían que pareciese un sonajero. Dijo que había muchacomida y que esperaba que la «devoráramos», pero a continuación nos dio a cada uno un plato deltamaño de una lentilla. Flipante.

Después de cenar, nos sorprendieron con un alucinante espectáculo. Theo tocó el piano (antesde empezar me miró y se puso un poco colorado) y luego Mike y Prue nos hablaron de las grandesdotes musicales de Theo para continuar con sus demás dotes en general. A esas alturas, sinembargo, yo estaba bostezando tan fuerte que no me enteré bien.

Luego le tocó entretenernos a Libby, la hermana de Theo. Solo tiene seis años, igual que Elliot(como le cuchicheó mamá a papá después), pero ya sabe recitar de memoria todos los reyes yreinas que ha habido desde el año 1066 hasta la actualidad.

Al final mi madre preguntó:—Pero ¿cómo habéis conseguido todo esto con unos niños tan pequeños?—Bueno, sus cerebros son como esponjas —vociferó Mike— y absorben conocimiento

constantemente, pero también…Entonces se interrumpió y miró a Prue.

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Prue nos hizo señas para que la siguiésemos hasta la cocina. En la pared había una tabla quemostraba todas las actividades extraescolares de Theo y Libby: música, apreciación del arte,ajedrez y otras cosas igual de horripilantes.

—Cuesta mucho trabajo seguirles el ritmo —dijo Prue— y saber dónde tengo que estar y conqué equipamiento, pero estamos decididos a que no pierdan un solo segundo de su tiempo.

Mis padres miraron la tabla con los ojos desorbitados y luego Elliot, de sopetón, soltó que hoyhabía escrito un cuento.

—Oh, ¿de qué trata, cielo? —canturreó Prue, muy interesada.—De una persona que se come los mocos —empezó.Me fijé en mamá y me di cuenta de que evitaba una sonrisa. Poco después nos largamos todos

de allí. Para no volver, espero.

Domingo, 13 de enero

Lo peor de mi padre:Carece completamente de cualquier sentido del ritmo. Esto no tendría importancia si no

insistiera, a su avanzadísima edad, en bailar en fiestas y bodas. Mucho peor aún: una vez se puso atocar una guitarra imaginaria en una tienda de música. Sonaba una canción de la lista de éxitos delsiglo XVII y papá la reconoció, así que se puso a hacer cabriolas como un loco, sin importarlenada que yo estuviera a su lado. Luego me contó que cuando era adolescente había estado un parde semanas en una banda. Yo alucino… Alucino en colores.

Lo peor de mi madre:Hay momentos en los que se le va la olla. Nunca sabes cuándo puede suceder. El más reciente

fue el otro día, cuando estaba yo tan tranquilo viendo la tele y de repente se puso a dar tumbosdelante de la pantalla despotricando: «No estarás viendo esta basura, ¿no? ¿No tienes nada mejorque hacer con tu vida?». Siguió en ese plan durante un rato más, pero yo mantuve la calma, fuipaciente con ella y al rato se calló, dejando que volviera a instalarme delante de la tele sininterrupciones.

Conclusión:Tras una noche expuestos al comportamiento de chalados como Mike y Prue, me veo obligado

a admitir que mis padres no están tan mal.Mike y Prue están constantemente encima de sus hijos, así que ¿te imaginas pasar todos los días

con ellos? No, querido diario, mejor ni te lo imagines, porque no tendrías más que pesadillas.

Lunes, 14 de enero

Le he regalado a mi madre una chocolatina con fruta y nueces (su favorita). Estaban en oferta,así que se la compré. Se ha puesto supercontenta y me ha plantado un beso baboso en la cara antesde que haya podido evitarlo. Solo por esta vez me he dejado y hasta le he dado un abrazo y todo.

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Cuando mi padre ha llegado a casa, me ha preguntado si ya me he aprendido la lista de losreyes y las reinas de Inglaterra desde 1066. Me lo ha preguntado con una voz totalmente seria ysolo me he dado cuenta de que estaba bromeando cuando he notado cierto brillo en sus ojos. «Quésusto, papá», le he dicho, y él ha estallado en carcajadas.

Martes, 15 de enero

El señor Wormold me retuvo a primera hora, después de pasar lista. Me dijo que mi aspectoera «totalmente lamentable» y luego se dedicó a criticarme con más detalle, comenzando por elnudo de la corbata (demasiado pequeño, al parecer). «Aquí estoy, escuchando consejos deestilismo de un hombre que lleva los pantalones hasta los sobacos», pensé. Por suerte, siempreveo el lado divertido de las cosas, así que cuando terminó de hablar repliqué:

—Muchísimas gracias, su mágica excelencia.La mayoría de mis antiguos profesores habrían sonreído, pero Wormold no. Él se limitó a

inflarse como un globo y a comentar:—Hemos sido muy pacientes contigo, pero nuestra paciencia se está agotando (y se le llenó la

boca al pronunciar esta última palabra).Por algún motivo, ¡me da la impresión de que no le caigo muy bien!

Miércoles, 16 de enero

La mujer de la casa de al lado, la señora Reece, ha vuelto a quejarse de mí. Esta vez ha sidoporque estaba en el jardín y carraspeé demasiado fuerte, o alguna tontería por el estilo. Te loaseguro, vivimos en un lugar atestado de gente insufrible que protesta sin parar, y curiosamente lamayoría de las protestas tiene que ver conmigo.

Mi madre trató de ser amable con ella y le preparó una taza de té. La señora Reece se sentó enla cocina a lamentarse sobre lo ocupada que estaba últimamente haciendo de chófer para Olympia,llevándola de acá para allá a clases de música, al Club de Arte y a natación.

—Sin embargo, por mucho que una haga, siempre se puede hacer más, ¿verdad? —dijo, y luegosiguió quejándose.

Yo me largué al piso de arriba y estuve practicando mi imitación de Wormold: podría decirseque es mi pequeña venganza por lo de ayer. Me ha costado un rato conseguir la voz, pero ya latengo pillada. Si tuviera que opinar yo mismo, diría que es una imitación perfecta.

Jueves, 17 de enero

Esta noche he terminado de decorar mi habitación. He forrado las paredes con fotos de geniosde la comedia. Estos pequeños toques personales son los que hacen hogar, ¿no? Ahora, cuandoatravieso la puerta, entro en mi particular universo del humor.

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Viernes, 18 de enero

Un poco desastre, la asamblea de hoy…El director nos estaba echando una charla interminable sobre la cantidad de ruido que hacemos

en los pasillos cuando nos cambiamos de aula. Seguía dale que te pego con los niveles dedecibelios hasta que finalmente le susurré a Theo:

—Se me ha dormido un pie: me encantaría imitarle.Para mi completo alucine, Theo soltó una risa. Bueno, más bien una especie de gritito. Él

también se quedó bastante alucinado, y además se puso rojo como un tomate.Por fin había hecho reír a Theo. Me habría puesto de lo más contento si el director no se

hubiese interrumpido para clavarme la mirada.Luego me apuntó con un dedo largo y arrugado y me di cuenta de que me acusaba de ser la

persona que había soltado ese gritito tan extraño. Tampoco podía contarle la verdad, ¿no?, así queme mandó fuera, a esperar ante su cámara de los horrores.

Tras la asamblea me dio un discurso larguísimo sobre lo mal que había empezado y que ese eraun colegio serio. Mientras hablaba, puso su careto asqueroso al lado del mío y me llenó de saliva.Además, su aliento era horripilante. «Dentro de un segundo —pensé— voy a tener que decirle quese aparte antes de que me derrita la cara. No debería ser director con un aliento así. Estoy segurode que atenta contra las normas básicas de higiene y seguridad».

Cuando ya por fin me largaba de allí, graznó:—Te estaré vigilando.Mientras no vuelva a respirar encima de mí me da exactamente igual…

Sábado, 19 de enero

6.30 p. m.Los muertos vivientes vienen… a nuestra casa. O están a punto. Mike y Prue (junto a Libby y

Theo) estarán aquí de un momento a otro. Mi madre dice que no queda otra opción, ya que seríauna grosería que no les devolviéramos la invitación.

Papá y ella han estado prácticamente todo el día preparándose para la visita. Mamá se acabade poner una blusa azul de lentejuelas que le ha regalado papá.

—Eh, mami, estás de lo más elegante —le he dicho.Soy superencantador cuando quiero.Acaba de sonar el timbre. Ya está aquí el matrimonio monstruoso. Informe completo más tarde.

10.15 p. m.¿Sabes lo que han estado haciendo Mike y Prue durante la primera media hora? Cotillear

nuestra casa. ¿Te lo puedes creer? Luego Prue preguntó si podía «echar un vistazo» arriba y Mikela siguió como un perrito faldero.

Después tuvieron el detalle de ponernos al día con los últimos éxitos de Theo y Libby, comoque Theo ha sacado tres sobresalientes en una semana. Cuando nos lo contó, Mike dio un puñetazoal aire y gritó:

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—¡Sí! Estamos muy orgullosos de esos sobresalientes, pero no queremos que Theo se quedeahí. Ahora hay que exigirle matrículas de honor, ¿verdad?

Prue asintió entre el tintineo de sus pulseras.—Nunca hay que darse por satisfecho —vociferó Mike—. Nunca hay que dejar de esforzarse.

Yo jamás he aprobado un examen —confesó entonces, y yo me esforcé por parecer sorprendido—.¿Y sabéis por qué?

Hizo una pausa, y yo me moría por gritar «¡Porque eres lerdo!», pero Mike dijo finalmente,como por otro lado era de esperar:

—Porque no tuve a nadie que me motivara.—Sin embargo, te ha ido muy bien —intervino mi madre con tono alentador.Él le dedicó una reverencia empalagosa y replicó:—Si hubiese tenido a alguien detrás de mí animándome, podría haber hecho algo

verdaderamente importante. Por eso, desde el día que nacieron nuestros hijos, les hemosempujado a ser alguien, les hemos estimulado y siempre hemos puesto su felicidad por delante dela nuestra. ¿Verdad que sí? —añadió, girándose hacia Libby y Theo.

—Sí —corearon como si hubieran ensayado la situación (y quizá sí la hubieran ensayado).—¿Qué dijiste el otro día, Theo, sobre tus expectativas de futuro? —le preguntó Mike.Theo, que me estaba observando, apartó la mirada y murmuró algo.—Venga, dilo bien alto, chico, porque merece la pena compartirlo con todo el mundo —rugió

Mike.—Quiero ser director de una empresa antes de los veinte —dijo Theo, aún sin atreverse a

mirarme.—¡¿Qué os parece?! —exclamó Mike, rebosante de orgullo, que después se dirigió a mí—. ¿Y

tú, Louis? ¿Cuáles son tus expectativas de futuro?Pensé un rato sobre la pregunta y finalmente respondí:—Tengo una superexpectativa de futuro. Cuando tenga veinte años, me gustaría lavar lechugas

en un hotel.Mike me miró destrozado durante unos instantes. Luego Theo soltó otra de sus risas-grititos y

Mike, incómodo, se rio entre dientes.Más tarde, mi madre me preguntó por el tema, un poco enfadada.—¿Por qué has dicho que querías lavar lechugas?¡Vaya pregunta más tonta!—Pues para que se echasen unas risas, mamá, ¿por qué si no? —le contesté.

Page 12: Cómo entrenar a tus padres

Lunes, 21 de enero

Alguien me persigue.Ayer se escondió debajo de mi cama y luego se tiró sobre mí. Hoy ha estado hurgando por

todas partes, mezclando mis CDs y robándome las pilas. Elliot es incapaz de darse cuenta de quemi habitación es PROPIEDAD PRIVADA, y que solo tendrá permiso para entrar cuando estéinvitado (algo que nunca sucederá).

Me dieron ganas de tirarme encima de él yo también, para vengarme, pero sabía que si lohacía, les lloriquearía a mis padres y ellos me echarían la bronca.

Así que, en lugar de eso, le recité las últimas fechorías de mi hermano a mamá, totalmenteconvencido de que le iba a defender («Ten paciencia con él, cariño, solo tiene seis años» es lafrase estrella). Pero, por increíble que parezca, hoy no lo ha hecho. Simplemente susurró:

—Ya sé que necesita orientación. Déjamelo a mí, ¿de acuerdo?¿Habré conseguido, por fin, que mi madre se dé cuenta de lo horrible que es Elliot?

Martes, 22 de enero

No me lo puedo creer. Esperaba que mamá le echara un rapapolvo a Elliot, o que le encerraraen el desván una semana, pero el tema ha ido mucho más allá.

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El jueves comienza una nueva actividad extraescolar que se llama el Club de Francés, y Elliotva a tener que ir con Libby y con Olympia. De entre todos los posibles instrumentos de tortura quese han desarrollado en la historia de la humanidad, el Club de Francés es, sin duda, el peor deellos.

Ya es bastante malo tener clases de francés durante el día como para encima dedicarle tutiempo libre a esa asignatura atroz. Además, creo que he puesto a mi madre completamente encontra de Elliot, porque luego oí que le decía a mi padre:

—Él aún está en el libro de nivel cinco, mientras que Libby, que es seis meses más pequeña,está en el nueve. Y tiene una caligrafía malísima… No hay más que compararla con la deOlympia, que tiene un año menos…

Y dale que te pego. Después de un rato, hasta papá estaba de acuerdo con ella. La verdad esque me dio un poco de pena por Elliot (una sensación muy rara). ¿La habré liado?

Miércoles, 23 de enero

Alucino con Theo…Hoy estaba sudando la gota gorda mientras esperábamos los resultados de un examen de

Matemáticas cuando le he dicho:—Eh, Theo, tranquilo. Esto no es más que un ridículo examen. ¿Qué importancia tiene? Ni que

nos pagaran por las notas.Pero resulta que sus padres sí que le pagan. Me ha contado que cada vez que saca un

sobresaliente, le dan lo que él llama una «bonificación de veinte libras» (y la bonificación seríade cuarenta si sacara matrícula de honor).

Total, que hoy ha ganado otros veinte pavos.

Jueves, 24 de enero

Elliot ha llegado del Club de Francés aturdido y medio grogui y se ha acostado muy temprano.Le he dicho a mi madre que me parece que ya ha pagado por sus fechorías, pero creo que no me haprestado atención.

Domingo, 27 de enero

Es domingo por la noche. Estoy deprimido porque se acerca otra semana de colegio.Hoy he tratado de explicarles a mis padres que no lo soporto, pero simplemente me han dicho

cosas tipo «Venga, cariño, dale una oportunidad; es nuevo y por eso te parece raro, nada más» y«Tiene una reputación fantástica y enseguida te acostumbrarás. El plan de estudios esprácticamente el mismo que en tu antiguo colegio, ¿sabes?».

Puede que el plan de estudios sea igual, pero lo demás no tiene nada que ver. No te puedo

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explicar lo muchísimo que odio tener que ir. Sobre todo los lunes. Para animarme, silbovillancicos o alguna otra chorrada por el estilo. Luego voy paseando lo más tranquilo posiblehasta el aula y el vejestorio de Wormold ya suele estar ahí, acechándome. En cuanto me ve, se leretuercen los labios como si le pusieran delante un bocata rancio. ¿Por qué no tengo un profe unpoco más alegre? ¿Qué tal Jack el Destripador?

Como me descuide, ese colegio puede hundirme. Por eso, querido diario, voy a escribir sobrealgo mucho más importante: he empezado a recolectar chistes para mi espectáculo. Mi objetivo esllegar por lo menos a cien. Aquí, un ejemplo rápido:

Perdí a mi perro y puse un anuncio en el periódico. Decía: «¡Ven, Rayo!».Este chiste me encanta.

Lunes, 28 de enero

Hoy he vuelto a hacer reír a Theo. Ha visto en exclusiva el preestreno de mi imitación delseñor Wormold y se ha tronchado de risa. Sin duda ha sido el punto culminante de este lunes. Meencanta hacer reír a la gente. Cada vez que sucede siento un subidón por dentro.

Ahora me siento mal por lo que te dije de Theo anteriormente. Lo de llamarle pringadoblandengue, digo. Por favor, intenta borrar eso de tu banco de memoria, porque Theo no es unpringado blandengue. Puede que tenga el cerebro del tamaño de un planeta y que lleve camisas tanrelucientes como un faro, pero, por lo demás, me cae bien. Se puede hablar con él de cosasnormales como fútbol o los programas nuevos de la tele, aunque probablemente no le dejen verninguno. Su madre sí que le deja ver documentales de naturaleza (porque son educativos). Perocasi nada más.

—Quiere que yo sea más hacedor que observador —me dijo.—Ah, pues ser observador es mucho más divertido —repuse yo.

Martes, 29 de enero

Libby y Prue se han pasado por casa para enseñarnos la raqueta nueva de Libby. Solo llevajugando al tenis seis semanas, pero ya le han dicho que tiene un talento natural para el deporte y…Yo me sentía incapaz de escuchar una palabra más, así que me escapé al salón a ver la tele.

De repente, pillé a Prue observándome con cara de shock absoluto, como si yo estuvieracometiendo la más horrible de las travesuras.

—Propicios días —la saludé.Prue no contestó, pero escuché que le susurraba a mamá:—A los míos nunca les dejo ver la televisión a estas horas.Pensé que mi madre le contestaría «Sí, bueno, es que aquí hacemos las cosas de otra manera,

así que no metas las narices donde no te llaman», pero, en lugar de eso, entró corriendo al salón yapagó la tele.

—A estas horas nunca vemos la tele, ¿verdad que no? —me dijo, sonriendo nerviosa.

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La verdad es que más bien sí, pero no quería avergonzar a mamá delante de Prue, de modo queno dije nada, subí a mi cuarto como una bala y seguí viendo la tele allí.

En cuanto Prue se fue, mi madre estuvo un poco seca con Elliot y conmigo. Luego, más biencallada y tristona. Ni siquiera la animó mi imitación del señor Wormold (y normalmente siemprese ríe con mis imitaciones). Es obvio que a mi madre le estresan las visitas de Prue. La próximavez que venga, yo creo que deberíamos fingir que no estamos en casa.

Miércoles, 30 de enero

Hoy ha pasado algo muy raro.Estaba en mi cuarto trabajando en mi colección de chistes cuando mamá llamó a la puerta a la

vez que la abría (como siempre) y me preguntó con un gorjeo:—Louis, ¿te gustaría ir al Club de Francés con Elliot mañana?Yo empecé a carcajearme y respondí:—Mira que eres bromista, mamá… Qué bueno…Pero de pronto se me congeló la sangre. Porque mi madre, en lugar de sonreír, comenzó a

balbucear:—Como Elliot está yendo, y es para todas las edades, he pensado que igual te divertiría.—Mamá, prefiero comer gusanos.—¿En serio?Se quedó un poco deprimida.—Sabes que el francés se me da fatal —le dije—. Hay amebas que tienen mejor acento que

yo…Mi madre alzó una mano para callarme.—Pensé que a lo mejor… —empezó a decir con mirada triste, aunque se recompuso enseguida

—. Pero no, claro que no te gustaría.Y se marchó.Aún me estoy recuperando del shock.¿Cómo se le habrá ocurrido que me gustaría ir al Club de Francés?

Jueves, 31 de enero

Mamá no ha vuelto a mencionar el Club de Francés. Supongo que ayer se le piró la cabezatemporalmente.

Sin embargo, a Elliot le ha obligado a ir de todas maneras. Estos días está siendo muy pocopaciente con él. Creo que se está pasando un poco. Casi me arrepiento de haberme quejado de él.He abierto la caja de los truenos.

Viernes, 1 de febrero

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Nos han dado los resultados de otros dos exámenes (aquí hay exámenes casi cada dossegundos) y, oh, oh, cuánta emoción: Theo ha sacado un sobresaliente y una matrícula, la primerade su vida. Por tanto, si no me equivoco, hoy habrá ganado sesenta pavos.

He notado que Theo ha dejado de preguntarme por mis notas.Esta noche mi padre ha llamado por teléfono a un compañero de su trabajo anterior y le ha

hablado de todas las responsabilidades añadidas que tiene ahora. Parece bastante harto. No creoque a mi padre le guste esto mucho más que a mí.

Domingo, 3 de febrero

He oído cuchichear a mis padres. Por desgracia, no me he enterado de qué hablaban y ademásse han callado en cuanto me han visto aparecer, pero he notado que intercambiaban miradassospechosas.

Me parece que sé de qué va la cosa… Papá está harto de su nuevo trabajo y está a punto dedespedirse. Pero ni él ni mamá quieren contármelo porque piensan que la liaré si descubro quetenemos que mudarnos a una casa más pequeña y etcétera, etcétera. Sin embargo, estaríasupermegafeliz de largarme de este sitio. Por mí, como si vivimos en una choza de barro.

Aunque no voy a permitir que mis viejos sepan que me he enterado de todo, no… A papá ledebe de resultar un poco vergonzoso, la verdad. Esperaré a que me lo cuente él cuando se sientapreparado (ojalá sea pronto, porque me muero por volver a casa).

Lunes, 4 de febrero

Mis padres tenían muy mala cara esta noche, así que he sido superamable con ellos. A papá lehe dado unas palmaditas en la espalda y le he preguntado qué tal ha pasado el día. A mamá le hepreguntado lo mismo y le he sonreído un montón de veces. Además, les he preparado una taza deté.

Me he ido a la cama agotado. Ser amable con tus padres durante un periodo largo de tiempo(como toda una noche) resulta realmente agotador.

Martes, 5 de febrero

Mamá ha tenido que salir inesperadamente esta noche, y como papá aún no había vuelto, vinoPrue a cuidarnos a Elliot y a mí (a pesar de que le dije a mi madre que no hacía falta). Prue debede saber que papá se va a despedir de su trabajo, porque cada vez que me miraba derrochabacompasión por los cuatro costados. No se imagina que cuando por fin pierda este lugar de vista,estaré brincando de alegría durante una hora.

Más tarde, subí a mi cuarto y vi una reposición de Mr Bean en la tele. ¡Qué pasada! Quizápodría inventarme algún personaje antipático para mi espectáculo… Y quién mejor para

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inspirarme que Mike y Prue.De momento, he recolectado cuarenta y siete chistes.

Miércoles, 6 de febrero

Hoy he pillado a mi madre haciendo algo que nunca había hecho.Me la he encontrado en la cocina, agachada, registrando mi mochila. Al principio traté de

justificar su comportamiento. Pensé que estaría buscando sándwiches podridos (porque suelenquedarse en el fondo de mi mochila durante siglos), pero luego vi que examinaba detenidamenteun cuaderno mío que tenía en la mano y me dio muy mal rollo. Sin embargo, querido diario, aún note he contado lo peor…

Y es que, con una voz apagada que apenas parecía la de mi madre, comenzó a hacercomentarios sobre mi caligrafía, ortografía y puntuación.

—Vale, mamá, deja ese cuaderno, anda —le dije con voz tranquila, acercándome a ella—. Deesto se tienen que ocupar mis profesores, no tú.

Pero era como hablarle a un sonámbulo. Yo creo que ni siquiera me oyó. Se sentó en la mesade la cocina y se puso a corregir las faltas de ortografía con un lápiz. Qué angustia, por favor.

Luego se puso a hacerme preguntas absurdas tipo «Si has sacado un nueve sobre veinte en unexamen, ¿cuál es la máxima nota posible?» o «En cuanto a las notas, ¿en qué posición estás tú enla clase?». Y me miraba muy fijamente todo el rato.

He sido paciente y comprensivo con ella porque, obviamente, no está bien. Me preocupa queesta vez no sea algo temporal. Creo que el estrés provocado por la decisión de mi padre de dejarel trabajo la ha vuelto loca del todo. Lo cierto es que no me sorprendería nada que le hubieraprovocado una crisis de esas de mediana edad. He oído que son muy típicas en las mujeres de laedad de mi madre.

Por eso, cuando papá vuelva de su convención de ventas el viernes, le diré que ya me heenterado de lo del trabajo. Luego le informaré, con mucho tacto, de que mamá está empezando adesvariar, pero que no se preocupe, porque en cuanto regresemos a casa (a nuestra verdaderacasa), todo volverá a la normalidad y a mamá se le habrá pasado la crisis de mediana edad.

Jueves, 7 de febrero

Hoy ha vuelto a registrarme la mochila.Nada más entrar en casa ya estaba metiendo las narices en ella, soltando más preguntas chorras

sobre cómo iba yo en comparación con el resto de la clase. Me he dirigido a ella en tono sereno ytranquilizador y, además, le he dado una chocolatina de fruta y nueces. Normalmente la mete en lanevera y la raciona para tomarse cuatro onzas por la noche. Pero hoy se la ha zampado toda deltirón. Muy mala señal, me parece a mí.

Quizá lo que le pasa es que, en lugar de la crisis de mediana edad, está en su momento decambio. No sé mucho sobre esto: solo que las mujeres suelen sufrirlo cuando cumplen los cuarenta

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(y mi madre acaba de cumplirlos) y que las hormonas se les disparan durante un tiempo. O sea,que puede que baje a la cocina una mañana y me encuentre que a mamá le ha brotado un gigantescobigote negro, como el que tenía la mujer de la pastelería de nuestro antiguo barrio.

No me haría mucha gracia, la verdad. Creo que sería mejor que mamá no saliera de casa con elbigote en pleno apogeo, ya que la gente siempre cotilleaba sobre la mujer de la pastelería (paraser sinceros, yo el primero).

Viernes, 8 de febrero

Tengo malísimas, malísimas noticias.Mi padre no va a dejar su trabajo y mamá no está pasando ni por la crisis de mediana edad ni

por ningún jaleo hormonal. Ha pasado algo mucho, muchísimo peor que eso.¿Te acuerdas de que mi madre salió el martes por la noche (y la horripilante Prue la sustituyó

un rato)? Pues acabo de descubrir que a mamá la había convocado para una «reunión urgente» elRey del Escupitajo, o sea, el director del cole. Mi padre fue directo desde el trabajo y ambostuvieron que escuchar los lamentos de Escupitajo sobre mi «bajo nivel de compromiso», entreotras mil cosas.

Papá después se fue a la convención, pero él y mamá decidieron que cuando volviera hablaríanmuy seriamente conmigo. Mientras, mi madre se puso a cotillearme la mochila y a darme la lata engeneral.

Bueno, pues el caso es que esta noche, después de que Elliot se acostara, me llamaron para quefuera al salón. Supe de inmediato que se avecinaba uno de esos discursos chungos. Esas cosas senotan, ¿verdad? A mí me suelen tocar después de la típica reunión de padres, pero siempre losescucho con mucha educación porque me parece importante dejar que los padres opinen, sedesahoguen y esas cosas.

Sin embargo, esta vez ha sido totalmente diferente. Para empezar, dijeron que no mepreocupara por las palabras de Escupitajo porque yo no tenía la culpa. No, señor, los culpableseran ellos. Incluso empezaron a pedirme perdón, diciéndome cuánto lo sentían.

—No pasa nada —bromeé—, pero haced el favor de esforzaros más en el futuro.¿Por qué me estaban pidiendo perdón mis padres? Eso es algo que los padres apenas hacen…

Fue entonces cuando sentí la primera señal de peligro, como una alarma en la cabeza.—No te preocupes, Louis —me dijo papá con una voz superseria y superrepelente—, porque

estamos dispuestos a dejarnos la piel por ti.¿De qué narices estaba hablando? Pensé que sería otro de sus chistes… Cuando le mirara a los

ojos seguro que descubriría un brillo travieso, pero no, ¡esa noche sus ojos no tenían expresiónalguna!

—Y te prometemos que, en el futuro, no te decepcionaremos —añadió mamá muy solemne—.A partir de ahora, tendrás exactamente las mismas oportunidades que los demás niños.

Después de lo cual, ambos me sonrieron de manera siniestra.Querido diario, en esta casa está pasando algo muy raro.

Page 19: Cómo entrenar a tus padres

Lunes, 11 de febrero

Mi tele ha desaparecido.Subí a mi cuarto después del colegio y justo ahí, en la mesa, había un hueco con forma de tele,

como una tumba recién abierta. ¡Esa tele ha estado conmigo desde que era un renacuajo!Enseguida supe quién era la culpable, claro. Al principio, mamá trató de tomárselo a risa,

como si no tuviera la menor importancia, pero mi constante interrogatorio enseguida la derrumbó.Me aseguró que lo hacía porque no quería que me quedara dormido todas las noches viendotelebasura. Y me soltó un rollo sobre cómo sin la tele tendría más tiempo para leer, pensar y sercreativo.

Le expliqué, con mucha paciencia, que la televisión me da ideas para mi trabajo y que eraobvio que necesitaba ver todo tipo de comedias para progresar en mi carrera de humorista (porcierto, ya he recolectado sesenta y cinco chistes). Mi madre, sin embargo, negó con la cabeza,como si lo que yo dijera no tuviera ni la más mínima importancia.

En cualquier caso, aún me quedaba una carta por jugar: papá. A él le encanta la tele, y cuandomamá no está en casa nos deja verla todo el tiempo que nos dé la gana. Cuando estamos con él,hasta podemos ver los dibujos.

Así que después de cenar me senté con él y le dije:—¿A que no sabes qué, papá? Mamá ha secuestrado mi tele y se niega a mandarme una foto

para que yo vea que está bien y no atada a un radiador, o algo así.

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Mi padre se carcajeó antes de soltar el bombazo: estaba completamente de acuerdo con mimadre en lo que se refería a ese asunto.

Total, que, ahora, cada vez que quiera ver la tele tendré que hacer un viaje hasta el piso deabajo. Y ya nunca jamás podré experimentar el éxtasis de ver un programa de televisión dentro dela comodidad y la privacidad de mi propia habitación. No mola nada, ¿verdad que no?

¿Cómo se atreven mis padres a meterse en mi cuarto y quitarme la tele sin previo aviso? Estáclaro que unos padres no pueden hacer eso así como así. Es una violación evidente de misderechos humanos…

He estado a punto de llamar a la Línea de Atención al Menor, te lo aseguro. Todavía puede quelo haga.

Martes, 12 de febrero

La misión rescate comenzó a las 4.05 p. m.Mamá estaba en casa de Prue con Elliot, así que subí al desván, donde suponía (y con toda la

razón) que habría escondido mi tele. La pobre estaba al fondo, solita, así que la bajé de nuevo allugar que le correspondía.

Mi madre no daba crédito cuando, ya por la noche, la descubrió otra vez en mi cuarto.—Pero ¿cómo…? —balbuceó mientras la señalaba.—Se escapó —contesté—. No le gustaba estar secuestrada. Sus tomas de corriente son muy

sensibles, ¿sabes?Mamá suspiró muy hondo y se sentó en mi cama.—Hemos hecho esto porque queremos ayudarte, cariño. Queremos que desarrolles todo tu

potencial, eso es todo.—Pero ¿qué tiene que ver mi tele con eso?Mamá no tenía respuesta, así que fingió concentrarse en volver a sacar la tele del cuarto. Pero

yo sí tengo respuesta. Mis padres se creen que si me quitan la tele, yo, de repente, seré buenísimoen el cole. ¿Tú alguna vez has escuchado semejante estupidez?

Miércoles, 13 de febrero

Mamá sigue cotilleándome la mochila. Creo que se está haciendo adicta. Nada más entrar porla puerta, ya está echándose encima de mis cuadernos para después murmurar lastimeramente:

—¡Oh, has sacado otro aprobado!—Al menos soy constante —replico yo con una sonrisa.—Supongo que Theo habrá sacado sobresaliente, ¿no?—Afirmativo —contesto sin darle ninguna importancia, y luego trato de desviar el tema de

conversación a asuntos de más importancia, como, por ejemplo, qué hay de cena hoy.

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Jueves, 14 de febrero

A principios de semana se me ocurrió decirle a mi madre que teníamos que hacer un trabajo deHistoria sobre los cambios sociales durante el reinado de Enrique VIII.

Desde entonces está frenética: se tiró un día entero en internet buscando información sobre ladisolución de los monasterios y mucho, muchísimo más. También ha estado en la biblioteca y meha traído como dos mil libros para que los lea. Me parece un gran detalle que se interese tanto pormi trabajo, pero quizá se esté pasando. Ya sabes a qué me refiero…

Viernes, 15 de febrero

¿Quién se ha vuelto a meter en líos en el colegio? ¿Quién sino yo?Estaba Escupitajo soltando el rollo en la asamblea de esta mañana cuando alguien empezó a

susurrar (y esta vez no era yo, de verdad). Total, que Escupitajo dejó de hablar inmediatamente yse quedó muy quieto, con los brazos cruzados, como durante dos años.

—Creo que le ha dado un rigor mortis —susurré, y luego añadí—: ¡Que alguien apriete elplay, por favor!

Solo solté un par de chistes para animar un poco el cotarro, pero por desgracia Escupitajo oyóel segundo y me llamó la atención.

Me pidió que le esperara en la puerta de su cripta y me marché del auditorio escuchando el ecode mis propias pisadas. Todos y cada uno de los alumnos se apartaron de mí cuando pasé junto aellos, como si tuviera algo contagioso. Solo había contado un par de chistes para aliviar latensión, pensé. En mi antiguo colegio todo el mundo hablaba en la asamblea. Incluidos losprofes…

Escupitajo me tuvo esperando media mañana. No me importaba, claro, pero me estabaperdiendo las clases (nada del otro mundo, por cierto). Cuando finalmente me dejó pasar a sudespacho, descubrí que era la hora de su tentempié de las once, así que se dedicó a observarme ensilencio mientras mascaba un trozo de bizcocho. Finalmente, alzó su enorme trasero de la silla,acercó su rostro al mío, soltó su aliento asesino sobre mí y musitó algo que se me escapó. A puntoestuve de decirle «Salpícalo otra vez», pero me contuve para replicar, en la más cortés de misvoces:

—¿Disculpe?Acercó su rostro todavía más. Y justo cuando empezó a hablar, un trozo de bizcocho voló

desde su boca… ¡y aterrizó en mi lengua!No tenía ni idea de qué hacer con él. Se me pasó por la cabeza escupirlo…, aunque al final

decidí tragármelo. La verdad es que, pensándolo bien, no sabía mal del todo. Además, tenía unpoco de hambre. Pero todo aquello era tan fuerte que me dio un ataque de risa. No lo pude evitar.Me reía y me reía a carcajada limpia mientras Escupitajo me miraba como si me hubiera vueltoloco.

—¿Por qué te comportas de esta manera? Así no solo te defraudas a ti mismo, sino también atus padres —murmuró entonces, y eso consiguió que dejara de reírme.

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De hecho, me sentí un poco culpable y deseé con todas mis fuerzas que Escupitajo no volvieraa convocarles a una reunión.

También decidí que ya que mi madre se había interesado tanto por el trabajo sobre EnriqueVIII, iba a poner todo de mi parte para hacerlo bien. Aunque no tengo intención de convertirlo enun hábito, que quede claro. Es una oferta excepcional e irrepetible.

Sábado, 16 de febrero

Esta mañana, al bajar a desayunar, me he encontrado a mi padre desfilando por el salón conunos pantalones ridículos. Iba a jugar al golf (por primera vez en su vida) con, alucina, Mike. Y mimadre estaba superemocionada, otra pequeña señal, me temo, de que a mis padres se les estáyendo la pinza.

Martes, 19 de febrero

Semana blanca. O sea, ¡una semana lejos del infierno, yuju! Felicidad total, si no fuera porqueme preocupan las compañías de mi madre.

Esta mañana una panda de mujeres —entre ellas Prue y la vecina de al lado, la madre deOlympia— ha estado engullendo té en la cocina. Por los retazos de conversación que he logradoescuchar, he llegado a la conclusión de que no hacían más que fardar sobre su descendencia.Todas menos mamá, que ha estado muy calladita.

La peor de todas era la madre de Olympia. Ha estado hablando sin parar del talento musical desu hija, y luego les ha contado a las demás que cuando estaba embarazada, le ponía Mozart albombo todos los días. Muy fuerte, ¿no? ¿Por qué mi madre insiste en juntarse con personajes así?

Miércoles, 20 de febrero

—Bueno, Louis, a ver cuándo me dices qué actividades extraescolares te gustaría hacer —meha dicho hoy mamá con una voz cantarina que se parece sospechosamente a la de Prue—. Eres elúnico del barrio que no toca un instrumento musical. No pasa nada, porque no todo el mundo tienebuen oído, pero ¿qué te parecería el Club de Arte, o el de Ajedrez? Tienen pinta de ser divertidos,¿no?

—Solo de pensar en ellos se me ponen los pelos de punta.Mamá suspiró.—No queremos que te sientas marginado, cariño.Parecía tan preocupada que le dije:—Bueno, sí que hay un club al que me gustaría pertenecer.—¡Bien! —gritó ella tan contenta.—Uno en el que me enseñen a ser humorista.

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—Para eso no te hacen falta clases —replicó.—Muchísimas gracias, mamá —dije con una gran sonrisa, tomándomelo como un superpiropo,

pero ella ni me miró.

Jueves, 21 de febrero

He oído a mamá organizando por teléfono las clases extraescolares de Elliot. La próximasemana irá al Club de Arte y al de Ajedrez, y el pobrecito no lo sabe todavía. Quién me iba adecir que sentiría pena por mi hermano. ¡Qué tiempos tan extraños!

Domingo, 24 de febrero

Tengo noticias horripilantes. ¡He estado haciendo los deberes de Historia en la semana devacaciones! Va en contra de todos mis principios, pero lo he hecho. Solamente espero que mispadres aprecien los sacrificios a los que me someto por ellos. He escrito cinco páginas bienrepletas y —prepárate para flipar— hasta he revisado la ortografía. «Faltas de hortografía,¡hacavaré con bosotras!». Es un chiste, je, je.

Jueves, 28 de febrero

Hoy nos han devuelto los trabajos sobre Enrique VIII. A nadie le pilló por sorpresa que Theosacara la mejor nota (un miserable sobresaliente), mientras que la peor la saqué yo, un aprobadoraspado.

Wormold dijo que, a pesar de la extensión, mi trabajo era caótico (estoy de acuerdo con él) y,además, parecía copiado (también estoy de acuerdo con eso porque la mayoría lo copié, sí.¿Quién soy yo para corregir a un experto en Enrique VIII?).

Por la tarde, en cuanto volví a casa, me encontré a mamá, esperando emocionada mis noticias,así que le comuniqué el resultado con delicadeza. Es decir, le mentí un poco.

—A todo el mundo le ha ido fatal —le dije—. Y yo he sacado un suficiente. Lo siento.Eso último lo añadí tan rápido que mamá pensó que había dicho «sobresaliente», cosa que hizo

que la nota verdadera le diera mucho más bajón.—Oh… Un suficiente… —comentó dramáticamente, para luego bufar—: Supongo que Theo

habrá sido el mejor…—Sí, qué rollazo de monotonía, ¿verdad? —repliqué mientras mi madre se derrumbaba sobre

una silla, como una mujer destrozada, así que le di una palmadita en la espalda y añadí—:Recuerda que no soy más que un idiota, mamá. No pasa nada.

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Viernes, 1 de marzo

Mi madre ha recobrado el buen humor, porque hoy ha entrado en mi cuarto y me ha dicho:—No te preocupes por la nota de Historia, Louis, la mejorarás.—Gracias, mamá.—Sé que algún día estaremos muy orgullosos de ti —añadió.O sea, que ahora mismo no sienten ningún orgullo. Vaya bajón.

Lunes, 4 de marzo

Hace un rato estaba en mi cuarto, peleándome con mis deberes de Mates, cuando he sentido unarespiración pesada en la nuca. He levantado la vista y me he encontrado a mi padre inclinándosesobre mí, como un vampiro a punto de atacar a su próxima víctima.

—Louis, solo quería decirte que a partir de ahora voy a llegar del trabajo a una hora razonable—ha mascullado—. Así que si necesitas ayuda, aquí estaré para lo que quieras.

He intentado parecer satisfecho y he esperado a que mi padre se marchara, pero en lugar de esoha hecho algo que me ha sentado fatal. Ha apagado la música que tenía puesta de fondo y ha dicho:

—Creo que trabajarás mejor sin esto.He tratado de explicarle que necesito tener ruido de fondo, ya sea la tele o algo de música. Si

estoy totalmente en silencio, enseguida me distraigo. Pero se ha limitado a sonreírme y a mirarmecomo si yo no tuviese ni idea de nada. Así que, bueno, he pensado que ya volvería a poner lamúsica cuando se largara.

Pero no se ha largado. Se ha acomodado en mi cama y se ha puesto a mascar caramelos dementa haciendo un montón de ruido. He suspirado hondo varias veces, pero no ha captado laindirecta. Se ha quedado ahí, observándome y chupando caramelos…

Martes, 5 de marzo

Papá ha decidido que hoy también se quedará conmigo mientras hago los deberes de Mates.Nada más empezar, me ha carraspeado al oído y ha dicho:

—Déjame ayudarte, que veo que tienes problemas.A continuación, me ha explicado los ejercicios con tanto detalle que los he entendido incluso

menos que antes. Y luego él mismo se ha quedado atascado (me he esforzado para no reírme, te loaseguro), pero se ha empeñado en seguir intentándolo. Vamos, que no me ha dejado en paz ni unsegundo. Mientras tanto, mamá supervisaba a Elliot en el piso de abajo. No me gusta nada que mispadres se comporten así. Mike y Prue les han comido la cabeza.

Miércoles, 6 de marzo

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Hoy le ha tocado el turno a mi madre… Estaba escribiendo la primera línea de mis deberes deLengua cuando, de repente, he oído un grito y me he pegado un susto tremendo:

—¡OH, NO! Perdona, cariño, no pretendía asustarte, pero has cometido una falta de ortografía.¿Por qué no cogemos el diccionario y miramos cómo se escribe esa palabra correctamente?

Ya puedes imaginarte, querido diario, lo muchísimo que he tardado en hacer los deberes. Y nosolo por el tema del diccionario, sino porque me angustiaba tener a mi madre sentada a mi lado,mirándome al mismo tiempo con tristeza e ilusión. Creo que está soñando con el momento en queme convierta en Theo…

Jueves, 7 de marzo

No te vas a creer lo que estoy a punto de contarte, pero es completamente cierto. Cuando heterminado los deberes de turno, con la urgente necesidad de jugar a algún videojuego pararelajarme, se me acerca papá con un libro de Matemáticas enorme y va y me dice:

—Creo que esto te ayudará. Es el mejor del mercado. ¿Qué te parece si empezamos por algúnejercicio de los básicos?

Me he quedado tan alucinado que no podía ni hablar. Luego, cuando me he recuperado, le hesoltado:

—Papá, ¿eres consciente de que si me obligas a hacer deberes que no son del cole estarásinfringiendo la ley de protección al menor?

Él se ha echado a reír por lo bajini, pero me ha contestado:—Bueno, venga, con que hagas las dos primeras páginas me vale…Estoy siendo explotado en mi propio cuarto.

Viernes, 8 de marzo

Hoy tanto mi madre como mi padre han estado entrando y saliendo de mi habitación sincortarse un pelo. Vale, no me importa que entren para anunciarme que la cena ya está lista. Ynunca me he opuesto a que mamá me haga la cama mientras yo estoy fuera. Pero últimamente sepasan la vida aquí metidos. Y mi cuarto no está abierto al público…

Les he preguntado, con mucha educación, si no les importaría devolverme parte de mi antiguaprivacidad, pero últimamente mis padres no están por la labor de escuchar.

—Ay, Louis, no seas tan poco colaborador, por favor —se ha quejado mamá—. ¿Por quésiempre te pones en contra?

Sábado, 9 de marzo

Mis padres han sido abducidos por unos extraterrestres que están haciendo experimentos conellos en un pequeño pueblo de Marte. Me han dejado con unos seres siniestros que se les parecen

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mucho. A estas alturas yo creo que los alienígenas se habrán hartado de experimentar, así que, porfavor, que me devuelvan a mis antiguos y maravillosos padres (curioso, hasta ahora nunca me lohabían parecido), que los echo mucho de menos.

Domingo, 10 de marzo

Como hoy estaba un poco depre, decidí animarme viendo una de mis series favoritas, yacababa de instalarme delante de la tele cuando mi madre se plantó delante de la pantalla.

—¿Qué te parece si los tres pasamos un rato juntos? —canturreó.Prefería mil veces ver la serie, pero a mamá mi opinión le daba igual: de hecho, ya había

apagado la tele. Papá se sentó a mi izquierda y mi madre a mi derecha y se quedaron así,sonriéndome.

—Podríamos jugar a algo —sugirió luego ella.—¿A las cartas? —propuse, y ellos se rieron—. ¿Verdad o atrevimiento? —Se volvieron a reír

—. ¿O al escondite? Vosotros dos os escondéis y yo trato de encontraros… mañana.Al final, nos soltamos la melena con una maravillosa partida de Monopoly: el juego favorito de

mi padre cuando era joven, allá por el siglo XIX. Mi madre y él no hacían más que sonreírmecomo locos e insistir en lo bien que lo estábamos pasando. Yupi.

—¿No te parece mucho mejor esto que ver cualquier programa absurdo en la tele? —mepreguntó mamá.

Pues no. Me caen bien mis padres, de verdad que sí, pero pasar con ellos horas y horas comohacemos últimamente no es natural. Es agotador. Cuando me fui a la cama estaba hecho polvo. Yencima llevo un mes viviendo en un cuarto que no tiene televisión.

Lunes, 11 de marzo

No te vas a creer lo que me ha contado Theo.Todas las mañanas, a las siete en punto, los cuatro miembros de su familia se sientan alrededor

de la mesa de la cocina para «repetir y afirmar». Un día, por ejemplo, su padre recita «las tresAes» —«Ambiciona, Alcanza, Aclama»—, después de lo cual cada niño las repite comocincuenta veces.

Otro día le puede gritar a Theo la frase «Tengo que superarme a mí mismo», y él se la repiteigualita, pero a mayor volumen. Hoy han comenzado la mañana con este dulce pensamiento:«Nunca te des por satisfecho; esfuérzate más».

Le escuché boquiabierto y me imaginé cómo sería el resto del día de Theo: en la cadena depresidiarios hasta las tres y media; luego, condenado a clase de trompa o alguna tortura por elestilo, para después llegar a casa y meterse tres horas de deberes.

Pero ¿qué clase de vida es esa? Le dije a Theo que seríamos mucho más felices si volviéramosa la época en la que los niños limpiaban chimeneas. Se trabajaban menos horas. Y, además, a losdeshollinadores de vez en cuando se les daba un día libre.

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Los padres de Theo le organizan actividades incluso los fines de semana… Casi cada segundode su vida está comprometido. Le pregunté si no se hartaba nunca, y él bajó la voz y admitió que aveces le parecía demasiado, sí.

—Algunas noches hasta sueño con los deberes —confesó.—Pues vaya desperdicio de sueños.—Es que no me puedo quitar el colegio de la cabeza. De vez en cuando me escapo al parque…

y me quedo a solas durante un rato. Pero luego siempre tengo que volver —suspiró—. De todasmaneras, si quieres lo bueno de la vida, hay que trabajar duro, ¿no?

Martes, 12 de marzo

¿Qué hace un perro con un taladro? ¡Ta-la-drar!Vale, ya sé que no es demasiado gracioso, pero es que acabo de pasar otra tarde terrorífica con

mis viejos.En cuanto he llegado a casa se han echado sobre mí como un par de chacales. Y cada vez que

me movía, uno de los dos seguía mi rastro. Lo próximo será cronometrar cuánto tiempo paso en elbaño. Me siento como en una cárcel de alta seguridad donde no te dejan solo ni un segundo.

Miércoles, 13 de marzo

Si fueras a visitar a alguien a la cárcel, no le preguntarías tan contento qué tal le ha ido el díaporque ya sospecharías la respuesta que iba a darte, ¿no? Básicamente: «Una porquería, comocualquier otro día». Y, desde luego, no se te ocurriría seguir preguntando algo tipo «¿Y qué tal lalimpieza de los retretes de las celdas? ¿Ha ido bien?».

Bueno, pues mis padres pretenden que les cuente cada mínimo detalle de lo que hago en elcolegio. Y odio traer las malas vibraciones del cole a casa. Solía pensar que el día comenzaba deverdad una vez salía de allí. Pero ahora… el colegio me sigue a casa tarde tras tarde.

Jueves, 14 de marzo

Esta noche Elliot se ha enfadado con mi madre.—Mamá, he escrito cinco páginas en el cole, y he estado leyendo, y ahora estoy muy cansado,

así que ¡déjame en paz!Poco después le he dicho a Elliot que tenía permiso para saltar en mi cama (no sé por qué,

pero le encanta). Y que me daba igual que rompiera los muelles. En estos días de adversidad, él yyo hemos descubierto el vínculo fraternal.

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Viernes, 15 de marzo

Elliot ha pasado a la clase de nivel alto de comprensión oral y escrita. Mis padres no hanparado de hablar de ello y han llamado a todos los vecinos para contárselo.

He tenido que echar a Elliot de mi cama. Le he amenazado con hacerle trizas si le vuelvo apillar saltando.

Lunes, 18 de marzo

Cuando he llegado a casa me he encontrado a mamá y a la madre de Olympia en la cocina,enfrascadas en su conversación (Olympia y Elliot están en el Club de Arte). Mamá estabafardando de Elliot y de su increíble progreso. Luego la madre de Olympia bajó la voz —comohace la gente cuando habla de alguien que acaba de morir— y preguntó:

—¿Y cómo va Louis?Se hizo un breve silencio, pero enseguida mi madre tragó saliva y contestó:—Oh, Louis… Louis siempre ha sido tardón. Tardó en caminar, tardó en hablar y en el

colegio… Bueno, estoy convencida de que acabará sorprendiéndonos a todos.O sea, que eso es lo que soy: un tardón. Un tardón con todo eso de madurar. A eso se refiere

mamá, ¿no? Pero yo no voy a madurar para convertirme en otro Theo. Para empezar, tengo un tipode cerebro que se agota enseguida y que solo puede hacer tareas escolares durante brevesperiodos de tiempo (veinte minutos como máximo absoluto).

Pero es que además me da igual. De verdad te lo digo. Lo que no soporto es que mis padresactúen como si yo fuera un gusano que debe convertirse en mariposa. Es bastante doloroso, dehecho.

Me extraña que no me escondan en un sótano como al Hombre Elefante hasta que en lugar desacar aprobados saque sobresalientes. Además, también me molesta muchísimo cuando… Bueno,ya no quiero seguir escribiendo sobre esto.

Mejor te cuento un chiste. Este te va a gustar. Un pato entra en una farmacia y pide una barra decacao. El farmacéutico dice: «Claro, por supuesto; son noventa y cinco céntimos». Y el patocontesta: «Pues cuesta un pico».

Y aquí va otro. Es uno de mis favoritos.¿Qué dijo la peluca cuando el viento se la llevó por los aires?«¡Se me va la cabeza!».¿A que te has reído un rato? Hasta que las cosas no mejoren por aquí, solo voy a escribir

chistes. No tiene sentido que tú también te deprimas, querido diario.

Martes, 19 de marzo

Tengo cinco narices, seis orejas, siete cabezas. ¿Qué soy?«Bastante feo».

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Miércoles, 20 de marzo

Hay diez gatos en un barco y uno salta al agua. ¿Cuántos quedan? Pues un montón, porque si losgatos tienen siete vidas…

Jueves, 21 de marzo

Mantén la ciudad limpia… Quédate en la cama.

Viernes, 22 de marzo

De todas formas, ¿para qué sirven los padres? No, esto no es el principio de otro chiste. Esalgo sobre lo que he estado pensando mucho últimamente. Y mi conclusión es la siguiente: unonecesita a los padres para tener comida, ropa y un lugar donde dormir. También te llevan a sitiosen coche y te dan la paga. Y punto. Esas son todas sus funciones principales.

Supongo que también vienen bien para las emergencias que puedan surgir, vamos, que es útiltenerles en la retaguardia. Pero para cualquier otra cosa deberían retirarse a un segundo plano yquedarse ahí. Lo último que un chaval desea es que sus padres requieran el cien por cien de suatención, como los míos.

Ahora, incluso cuando me estoy relajando después de haber hecho toneladas de deberes, unode ellos (como mínimo) se queda sentado en la silla de al lado. Y no en plan tranqui, calentándoselos pies junto al radiador, como hacen los padres normales. No, ellos me hablan. Podría tolerarlosi el tema de conversación no girara en torno a la Historia, a las Matemáticas, o a temas deactualidad. Pero es que siempre intentan colarme algo educativo. No cejan en su empeño ni unsolo momento.

¿Sabes de lo que sufro? De «fatiga parental». Intento convencerme de que no es más que unafase que están atravesando: nuestros vecinos les han llevado por el mal camino, pero si tengopaciencia, pronto se les pasará y un día nos estaremos riendo todos juntos de ello.

Sin embargo, ¿qué pasará si las cosas siguen así? ¿Qué tendré que hacer entonces?

Sábado, 23 de marzo

Hoy se me ha ido la pinza del todo.Mis padres me han preguntado si me gustaría tener un repugnante y asqueroso profesor

particular para que me ayude con las repugnantes y asquerosas asignaturas de Lengua yMatemáticas «durante las vacaciones». ¡¿Es que mis padres ya no respetan nada?! Antes de quepudiera contestarles, se pusieron a desvariar sobre un dinosaurio que habían encontrado en unaresidencia de profes desfasados y que empezaría a venir a casa todas las mañanas a las diez a

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partir del lunes.Esto ya es definitivamente el colmo. Me puse furioso y les pegué un grito.—¡Ni hablar de un profesor particular! —exclamé, y me fui echando pestes a mi habitación.No suelo enfadarme tanto, así que en toda la casa cayó un silencio sepulcral. Al rato, mamá

subió a mi cuarto con un chocolate caliente. Y no me montó ninguna bronca. De hecho, pensándolobien, estuvo supersimpática. Pero luego, antes de marcharse, me dijo:

—Mañana volveremos a hablar del profesor particular.

Domingo, 24 de marzo

Hoy ni mamá ni papá han vuelto a mencionar al profesor particular. Un pequeño triunfo paramí… Lo que sí me han preguntado es si me apuntaría a un curso de teatro que acaban de encontrar.Tendría que pasar seis mañanas de las vacaciones de Semana Santa en el centro cultural. Dicenque parece «superdivertido». Suelo sospechar inmediatamente de algo que los padres consideran«superdivertido» porque normalmente es todo lo contrario, pero esta vez he pensado que quizápueda aprender algo útil para mi carrera de humorista (muchos humoristas también son actores,¿no?), y que además podré quitarme de encima a mamá y papá durante un buen rato, así quecontesté:

—Venga, vale. Voy a probar.Espero no arrepentirme de mis palabras.

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Lunes, 25 de marzo

Hoy he ido a la primera clase de teatro. Éramos como quince personas en un salón enorme. Elencargado es un tipo llamado Todd Wallace, mucho más joven de lo que me esperaba ysuperentusiasta. Corretea de un lado a otro con los brazos pegados al cuerpo y siempre pareceestar a punto de arrancarse a bailar.

Nos contó que lleva un tiempo trabajando como profe, pero que la interpretación es su primeramor. Y que salió en una serie, así que es actor de verdad. Habló incansablemente sobre un viajeincreíble que estábamos a punto de emprender. Y yo pensé: «Guay, ¡nos vamos de excursión!».Pero luego aclaró que se trataba de un viaje de autodescubrimiento. Vaya bajón.

Cada uno de nosotros tuvo que escoger un espacio y repetir la misma palabra una y otra vez.Mi primera palabra fue «pera». Todd se puso delante de mí, a escucharme, y luego me reprochó:

—No, venga, haz que tus vocales suenen de verdad.Sonreí y traté de fingir que sabía perfectamente a qué se refería.Después tuvimos que cerrar los ojos y tararear una nota musical. Y teníamos que permanecer

en nuestra nota y no tararear la del otro. Luego tocaba encontrar una pareja que escuchara nuestracancioncilla. Me tocó con una chica con pinta de tímida, le sonreí y le pregunté:

—¿Quieres tararear tú primero?Me devolvió la sonrisa, y entonces me fijé en sus ojos, bastante pequeños pero llenos de luz.

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—Esto es una chorrada, ¿no te parece? —me susurró.—Sí. Y, además, no me creo que saliese en una serie. Me apuesto lo que sea a que se lo ha

inventado para impresionarnos.Los ojos le brillaron un montón y nos presentamos formalmente. Ella se llamaba Maddy,

diminutivo de Madeleine.Luego nos sentamos todos en un círculo enorme. El profe le pidió a Maddy que saliera al

centro para improvisar algo, pero ella bajó la cabeza y susurró que prefería no hacerlo, cosa queme sorprendió.

Entonces el profe me lo pidió a mí. Tenía que imaginarme una situación en la que un niñollegaba tarde a casa y se enfrentaba a una madre furibunda. Al principio estaba supernervioso,pero luego me imaginé qué le diría yo a mi madre. Sabía que intentaría quitarle importancia yconvertirlo todo en un chiste, así que lo primero que dije fue: «Hola, mamá, ¿qué pasa contigo?».La gente se rio. Y también se rio con lo siguiente que dije, y con lo siguiente. Me quedé en elcentro del círculo un montón de rato. ¿Y sabes qué? Me habría quedado ahí todo el día. ¡Soy unegocéntrico!

Martes, 26 de marzo

Hoy hemos empezado la clase de teatro fingiendo que todos éramos muebles. Había un montónde mesas y armarios, pero yo era una lámpara de pie. Cada vez que me encendían ponía unasonrisa grande y bobalicona, y cada vez que me apagaban me inclinaba hacia abajo. Todd me dijoque le gustaba mucho mi improvisación.

Luego ya actuamos de verdad. Leímos en voz alta una obra que se llama Nuestro día fuera, deWilly Russell. Mi papel era el de un escolar travieso llamado Reilly, o sea, que no me hacía faltaactuar mucho. Maddy hacía de la señora Kay, una de las profesoras. El tono y la voz que usó eranimpresionantes: parecía una profe de verdad. Me quedé flipado.

Al final de la clase, se me acercó y me dijo:—Has estado genial como Reilly. Me has hecho reír, y yo no me río muy fácilmente.—¡Oh, gracias! A mí me ha parecido que has clavado la voz de la profesora.Pero no se lo creía.—No, no —replicó, y negó con la cabeza muy vigorosamente—. Soy incapaz de actuar delante

de la gente. Lo odio.Lo que no entiendo es qué hace en las clases de teatro si tanto odia actuar.

Jueves, 28 de marzo

Hoy ha sido la última clase de teatro antes de los días de fiesta. Volveremos el martes. No tevas a creer lo que me ha pasado al final de la clase. Maddy se me acercó y me dijo muy bajito:

—Oye, el martes después de clase… ¿te tomarías un chocolate conmigo? Si te apetece, hay unacafetería en esta misma calle…

Page 33: Cómo entrenar a tus padres

Me quedé completamente flipado, pero le contesté:—Sí, claro. Genial.—Verás, es que hay algo que tengo muchas ganas de preguntarte…Pero ya no dijo nada más y luego encima desapareció. Tengo mucha curiosidad por saber qué

quiere preguntarme. Quizá me vaya a pedir que salgamos juntos, en plan cita. Qué risa me va a darcomo sea eso. ¡JA, JA, JA, JA!

Y más ¡JA, JA, JA, JA!

Sábado, 30 de marzo

Ninguna chica me ha pedido salir de momento. Difícil de creer, lo sé, pero cierto.

Lunes, 1 de abril

Cuando mañana Maddy me pida salir, no sé qué voy a decirle. Pero sí sé que no le diré que no.Eso seguro.

Martes, 2 de abril

He llegado al centro cultural un poco más guapo de lo habitual (hoy me he peinado y todo). Alo largo de la mañana, Maddy y yo nos sonreímos un poquito. Moló, aunque fuera en plan cursilón.Cuando acabó la clase, nos fuimos juntos a la cafetería. El único sitio libre que había estaba allado de un tipo lleno de granos que engullía un bocata enorme de beicon.

La conversación fue fácil. Primero repasamos las cosas básicas. Es de mi edad, aunque parecemayor porque es alta; me saca media cabeza. Tiene unas hermanas gemelas «repelentes» y va a uncolegio de chicas que está como a un kilómetro de mi antro.

Luego el zampa-bocatas-de-beicon se marchó y nos relajamos un poco.—Te quiero preguntar algo —me dijo Maddy.«Ya está», pensé yo, y le di un sorbo al chocolate deseando que no se me quedaran restos en el

bigote.—Primero debería decirte que, desde que tengo uso de razón, he querido ser una actriz famosa

—confesó—. Siempre ha sido mi sueño. Hace un par de años llegó mi gran oportunidad: ¡serNancy en el musical Oliver! Es un papel increíble. Me aprendí todos los diálogos de memoria,pero justo antes de que me tocara salir al escenario… vomité por todas partes. —Soltó una risillay luego añadió—: He esperado a que acabaras de comer antes de contártelo.

Luego se puso supertriste al contarme que no pudo actuar por culpa de los nervios. Al finaltuvieron que sustituirla.

Me dio mucha pena, aunque también me pregunté qué tendría que ver su vomitona antes de saliral escenario con el hecho de que fuera a pedirme salir.

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—Me di cuenta de que mis nervios impedirán que sea una actriz de éxito —continuó—. Asíque me he convertido en cazatalentos.

—¿Desde cuándo? —le pregunté.—Desde hace una semana, desde el lunes pasado. Pensé en apuntarme a teatro para ver si

descubría a alguien con futuro. Y noté tu talento para la comedia de inmediato.Fue más o menos en ese momento cuando me di cuenta de que no me iba a pedir que saliéramos

juntos. Solo estaba interesada en mi vis cómica. Y me quedé un poco decepcionado (es patético,lo sé).

—Si te conviertes en mi primer cliente —siguió diciéndome—, haré todo lo posible para quecumplas tu sueño.

Desconfié un poco.—¿Tengo que pagarte algo?—Oh, no —contestó—. También sería tu agente, o sea, que solo gano dinero si lo ganas tú. Me

quedaría con un diez por ciento de tus ganancias para cubrir mis gastos y ayudar a las estrellas queencuentre más adelante. Soy una empresaria sin ánimo de lucro. Bueno, ¿qué te parece?

Por una vez en mi vida me quedé sin palabras. Aquella chica, claramente, estaba chalada. Pero,aun así, ¿qué tenía que perder? Nada, así que intercambiamos números de teléfono. El suyo estabaimpreso en una tarjeta en la que ponía «Agente y cazatalentos» debajo de su nombre.

—Trabajaré mucho por ti, Louis —me dijo cuando nos marchábamos.

Jueves, 4 de abril

Al final de la clase de hoy Todd me ha parado para darme las gracias por mis «estupendascontribuciones». Me ha preguntado si aspiro a ser actor y le he contestado que quiero serhumorista y que una vez gané un concurso. Le interesa mogollón. Se le nota.

Luego hemos hablado un rato largo sobre el género. Me ha dicho que el humor del bueno nosolo consiste en contar chistes, sino que es una manera de percibir la vida. Me ha sugerido que leaalguna novela humorística. Mañana me va a prestar una.

Viernes, 5 de abril

Hoy hemos hecho una pequeña representación para los padres: hemos incluido algunasimprovisaciones (en una de ellas todos éramos árboles y flores; me he sentido como un completoestúpido) y un extracto de Nuestro día fuera. A mí me volvió a tocar el papel de Reilly, peroMaddy se negó a hacer de la señora Kay en público. La chica que lo hizo no era ni la mitad debuena que Maddy.

Mi madre fue a saludarme y Todd le dijo que yo tenía mucho potencial y una indudable viscómica. A pesar del cumplido, mamá se limitó a bromear.

—Ah, sí, soy muy consciente de su vis cómica —dijo.Todd me ha prestado un libro superviejo: Júbilo matinal, de P. G. Wodehouse. Es muy largo,

Page 35: Cómo entrenar a tus padres

pero le echaré ganas. Me dio su dirección y me dijo que no tenía especial prisa en que se lodevolviera.

Luego me despedí de Maddy. La voy a echar de menos, aunque esté más loca que una cabra.Me dijo que tenía grandes planes para mí y que me llamaría pronto. Sigo pensando que le gusto.

Page 36: Cómo entrenar a tus padres

Lunes, 8 de abril

Me desperté sintiéndome tan fresco como un huevo recién puesto y luego me acordé de que metocaba volver al infierno. Entonces se me bloqueó el cuerpo entero y apenas me pude mover.Cuando mamá vino a preguntarme por qué no estaba vestido, le dije que no se preocuparademasiado, pero que me había dado una parálisis temporal.

—Mira, Louis —dijo tras pegar un suspiro—, no tengo tiempo para esto. Levántate ahoramismo.

No sé cómo, y a pesar del dolor, conseguí salir de la cama.Pero, desde luego, el esfuerzo no merecía la pena. Me he aburrido tanto en el cole que casi me

como las manos. Ojalá hubiera estado en clase de teatro, fingiendo ser una galleta.Después he vuelto a casa y he pasado otra deliciosa tarde bajo arresto domiciliario. ¿Qué voy

a hacer con mis padres? Cada día que pasa están peor. Si al menos encontraran un nuevo hobbyque me los quitara de encima un rato… ¿Senderismo, por ejemplo? A los padres de un amigo demi antiguo colegio les encantaba salir a caminar. ¡Y a veces se largaban durante una semanaentera! Ay, sería maravilloso… Tengo que convencer a mis padres de que lo prueben.

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Martes, 9 de abril

He sacado el tema del senderismo, pero mis viejos no me han hecho ni caso. Primero me handicho que no les gusta el campo y que son «urbanitas» de corazón, y luego mi madre se ha puesto adar detalles innecesarios sobre la cantidad de ampollas que te salen en los pies cuando caminas.Me he ofrecido a comprarle una crema antiampollas que anuncian en la tele, pero ni por esas.Estoy considerando las posibilidades del aeróbic o incluso el baile de salón.

He estado un rato pensando en Maddy. No sé si llamarla, pero solo por ser simpático.Elliot ha cogido una nueva y muy mala costumbre: sacar estrellas doradas en el cole sin ton ni

son.

Miércoles, 10 de abril

Hoy he sacado otro aprobado. Al enterarse, mamá se ha quedado callada, muda de rabia. Ydespués, justo en el único minuto en el que estaba descansando, papá ha irrumpido en mi cuarto.

—Ay, Louis… —suspiró—. ¿Cuándo vas a poner un poco de energía en tu trabajo? No te estásesforzando nada, ¿verdad?

Pues sí que me estoy esforzando, sí. Pero resulta que no tengo unas luces como las de la mejorlámpara de la tienda. Yo soy consciente de ello y lo acepto. ¿Por qué mis padres no pueden hacerlo mismo?

11.30 p. m.Me he despertado de pronto y he oído a mis padres hablar en susurros. Me apuesto lo que sea a

que hablaban de mí, la oveja negra del barrio. Antes les entretenía, les hacía reír, pero ya no.Ahora solo soy un «gran problema».

Los padres tienen la capacidad de hacer que te sientas como un gusano. Es una de suscaracterísticas más desagradables.

Jueves, 11 de abril

Aparición conjunta de mis padres en mi cuarto.—Si sacas un notable o más en cualquiera de tus próximos deberes, te daremos veinte libras…

—empezó mi padre.—Y un muñeco de peluche —le interrumpí, pero ni mamá ni papá sonrieron.—Las veinte libras no son un soborno —continuó mi madre—, sino un pequeño incentivo.Ya, y yo me lo creo… Parece que empiezan a estar muy desesperados.

Viernes, 12 de abril

Page 38: Cómo entrenar a tus padres

Esta mañana le he hecho a Theo una oferta imposible de rechazar. Le daré diez libras si medeja copiar parte de sus deberes de Matemáticas (no todos. No soy ambicioso. Solo lo suficientepara sacar un notable).

Theo se ha quedado en estado de shock, pero entonces le he explicado:—Si accedes, harás muy felices a cuatro personas: a mi madre, a mi padre, a mí… y a ti

mismo.Hemos cerrado el acuerdo justo antes de que empezara la primera clase.

Lunes, 15 de abril

La señora Archer, la profe de Matemáticas, me ha corregido los deberes y me ha puesto unnotable. Ella parecía un poco extrañada, pero mis padres directamente han flipado. Mamá mirabael notable como si fuera un milagro y papá se sonó la nariz emocionado.

—Enhorabuena, Louis —carraspeó—. Sabíamos que podías hacerlo.Más tarde oí que le decía a mamá en la cocina:—Louis necesitaba motivación, y punto.He empezado a leer el libro que me prestó Todd, Júbilo matinal. Va de un tipo bastante

bobalicón y de su astuto mayordomo, Jeeves. No hay chistes propiamente dichos, pero esfrancamente divertido.

He estado a punto de llamar a Maddy otra vez. Ya tendría que haberme llamado. ¿Qué ha sidode todos esos grandes planes que tenía para mí?

Martes, 16 de abril

Hoy, en la biblioteca del colegio, he visto un anuncio de clases de salsa: «Divertido, diferentey para todas las edades. ¡Ven los martes al curso de iniciación!».

No sé exactamente qué tipo de baile es la salsa, pero mi padre cree que se mueveestupendamente (ja, ja, ja), y por las fotos del anuncio parece que la cosa requiere mucha energía:o sea, es ideal para que mis padres caigan rendidos. Hice una fotocopia del anuncio y se lo heenseñado al llegar a casa.

—¿No os gustaría manteneros en forma a la vez que os divertís? —les pregunté de golpe, peroninguno contestó. De hecho, parecían extrañados, así que seguí con la presión—. Pensé que igualos interesaba este anuncio para clases de salsa. Muchos padres del colegio se han apuntado. Losque son más jóvenes, al menos.

—Ah, pues entonces eso nos excluye —dijo papá de inmediato (siempre hace comentariossobre su edad). A pesar de eso, se puso a mirar el papel con mucho interés; mamá, por su parte, lemiraba divertida—. He oído hablar de esto. Uno del trabajo va. Y le gusta mucho, además.

Le pasó el anuncio a mi madre y ella sonrió al leerlo. Yo creo que igual se apuntan.

Page 39: Cómo entrenar a tus padres

Miércoles, 17 de abril

Hoy, después de las clases, había partido de fútbol: mi colegio contra otro más pijo. Estabatodo plagado de padres.

Yo era reserva, así que solo vino mamá (con Elliot). Theo es el delantero estrella (ya, esincreíble: también es buenísimo jugando al fútbol), de modo que, por supuesto, Mike y Prue sepreocuparon por estar bien visibles. Mike hasta bajó al campo para darle a Theo un consejo deúltima hora («Tú concéntrate, concéntrate»), cosa que irritó enormemente al árbitro, nuestroprofesor de Educación Física (el Enano Superpoderoso: un señor bajito que destila prepotencia ya quien le encanta montar pollos).

En cualquier caso, el partido comenzó y filas y filas de padres que lo grababan todo con susteléfonos móviles se pusieron a animar a sus hijos al grito de «Dadlo todo» o «Encárate con eljugador, no con el balón». Y tanto tanto se encaraban los chavales que algunos encontronazos, parami gusto, parecían auténticos intentos de asesinato.

Sin embargo, el marcador iba cero a cero hasta el segundo tiempo, cuando de pronto Theopateó el balón y lo coló por una esquina de la portería contraria. La mitad de los padres sepusieron a vitorear frenéticamente hasta que el Enano Superpoderoso anuló el gol por fuera dejuego. Entonces me fijé en Mike. Estaba resoplando como un toro enfurecido y, de repente, selanzó al campo.

Mike daba mogollón de miedo, pero al Enano Superpoderoso también le salía fuego por losojos, así que los dos se pusieron a discutir en susurros hasta que Mike bramó «¡Menuda porqueríade árbitro!» y este arremetió contra él. Creo que si el aguafiestas de Escupitajo no hubieraintervenido chillando «¡Alto ahora mismo!», habríamos presenciado una carnicería.

Ver la enorme ceja de Escupitajo fue suficiente para que Mike se achantase. EntoncesEscupitajo dio una charla sobre cómo la decisión del árbitro era siempre definitiva, de maneraque no se podía tolerar intromisión alguna, y luego… ¡expulsó a Mike del recinto! Mike se marchóhecho una furia mientras le decía a Prue (que revoloteaba a su lado con gafas de sol y un pañueloen la cabeza) que no podía mantenerse al margen mientras a su hijo le robaban su momento degloria, que eso no se quedaría así, de ninguna manera.

Después de ese número, el resto del partido fue un gran anticlímax. Cuando salimos, Mikeestaba esperando delante de la puerta del colegio, apoyado en su coche como un adolescenteenfurruñado. Algunos padres se le acercaron para darle apoyo moral.

—Esto no va a quedar así —gruñía él—. Tengo testigos.Mamá se quedó bastante flipada ante la reacción de Mike y yo casi me desmayo de tanto

reírme. Aún me río al recordarlo.

Jueves, 18 de abril

Quedé con Theo antes de entrar en clase para mantener otra reunión de negocios. Decidí serdiscreto y no comentar que su padre casi había atacado al árbitro, pero Theo no podía dejar dehablar del incidente.

Page 40: Cómo entrenar a tus padres

—Mi padre me estaba defendiendo —dijo muy orgulloso—. Haría cualquier cosa por mí.Cualquier cosa.

Por la noche Mike se acercó a charlar con mis padres. Les dijo que le habían convocado en elcolegio para decirle que si seguía insistiendo, Theo sería expulsado del equipo.

—Si esto no es un caso de intimidación flagrante, no sé ni cómo llamarlo —vociferó—. Y,además, tuvieron la poca vergüenza de acusarme de tramposo —añadió, indignado—. A mí, quehe ayudado a recaudar miles de libras para la construcción del gimnasio.

Por lo visto, el director también le había pedido que escribiera una carta de disculpa al EnanoSuperpoderoso, porque luego comentó:

—Ardua tarea cuando lo que quería era darle una soberana paliza… ¿Qué padre no lo haría?Mientras añadía esa pregunta, Mike arrugó la cara y cerró los puños. Era fascinante

observarlo, aunque noté que mi padre le miraba con cierta preocupación.Bueno, el caso es que en medio de esa escena sonó el teléfono. Lo cogió mamá, que enseguida

les dijo a papá y a Mike:—Es una niña, para Louis.¡Era Maddy! Creo que les habría sorprendido menos que me llamara un marciano…Estaba supercontento de que Maddy me llamara, pero me entró un poco de vergüenza, la

verdad.—Hola, ¿qué tal estás? —le pregunté.—Bien, sí, muy bien, gracias —contestó ella, que parecía un poco tímida también—. Te he

conseguido una prueba para la tele.—¿En serio? —dije yo, atónito.—Es un concurso de talentos para niños. Tengo todos los detalles y el formulario de

inscripción. Igual deberíamos quedar para vernos.—Por supuesto. ¿Qué tal mañana en tu casa?Ella bajó la voz.—Verás, es que mañana va a haber gente en mi casa. Mis hermanas han invitado a unos amigos

y ocuparán todo el espacio, como hacen siempre.—Entonces ven tú a la mía. Puedes venir a merendar, si te apetece.Sí que le apeteció… Y lo dejamos todo organizado.Luego les conté el plan a mis padres.Evidentemente, asumieron que era una especie de novia (no me molesté en explicarles que era

mi agente porque nunca lo entenderían) y se me lanzaron al cuello con cientos de preguntas. Fue unalivio hablar con ellos de algo ajeno a los deberes, pero no dejaron de sugerirme estupideces.Incluso cuando ya pensaba que estaba sano y salvo en la cama, mi madre asomó la cabeza por lapuerta y me soltó:

—¿Te has acordado de lavarte los dientes? A las chicas no les gusta el mal aliento, ¿sabes?—Buenas noches, mamá —musité, apretando los labios.

Viernes, 19 de abril

Page 41: Cómo entrenar a tus padres

He sacado otro notable en Matemáticas.A mi padre se le hizo un nudo en la garganta y por un horroroso momento pensé que iba a

echarse a llorar.—Estoy tan orgulloso de ti, hijo… —susurró—. Sabía que una vez que te encaminaras…

Enhorabuena, Louis —añadió, y después me soltó veinte libras (que, por supuesto, compartiré conTheo).

Mi madre, por su parte, estaba empeñada en que me pusiera mis «mejores galas» para Maddy.Se refería al traje que desentierro del fondo del armario para ir a bodas y funerales y a visitar atías abuelas lejanas en los días de fiesta. El traje con el que parezco un pringado total, vamos. Asíque, por supuesto, según mi madre era el atuendo perfecto para recibir a Maddy.

Al final escogí una ropa informal (a la par que elegante), me peiné, le expliqué a mamá por quéno tenía ningún sentido llevar corbata y me eché un par de litros del desodorante de papá en lasaxilas.

Mis padres, por algún motivo que se me escapa, se taparon la nariz en cuanto me vieron y serieron a carcajadas. Luego mamá se dedicó a mirar por la ventana. No me había puesto nerviosohasta que la vi ahí, esperando sentada.

Maddy llegó a las seis en punto y con una tarta enorme.—Mi madre ha insistido en que la traiga —me explicó—. Estará asquerosa, seguramente. Casi

la tiro al seto.No tuvimos oportunidad de decir mucho más porque mamá insistió en hacerle un tour por la

casa a Maddy. No me preguntes por qué. ¡Ni que Maddy estuviera interesada en comprarla!Luego se apuntó papá y le hizo a Maddy exactamente las mismas preguntas que le había hecho

mamá diez minutos antes. Mientras, además, Elliot se nos acercaba corriendo, se metía entrenuestras piernas y luego se volvía a ir, muerto de risa.

Maddy y yo logramos merendar a solas en el comedor, aunque mi madre no hacía más queentrar a llevar cosas y a cotillear. Tenía ganas de decirle «Vale, ya has traído los refrescos; ahora,lárgate», pero no me atreví.

Cuando por fin conseguimos estar un buen rato sin padres, Maddy aprovechó para enseñarmeun periódico llamado Escena del que yo jamás había oído hablar, pero que ella lee todas lassemanas. Había un anuncio enorme en la última página.

Page 42: Cómo entrenar a tus padres

Ahí estaba mi gran oportunidad. Siempre he soñado con salir en la tele, ¡y ahora podía ocurrir!Aunque cuarenta y cinco segundos era muy poco… Tendría que preparar mi número con muchocuidado. Pero podía mostrar mi talento y Maddy, además, me había dicho que me ayudaría.

No puedo explicarte lo emocionados que estábamos los dos. Luego Maddy me informó de unmontón de detalles y cuestiones prácticas. Por ejemplo, ya había localizado el teatro Robson en unmapa: estaba cerca de Covent Garden, en Londres. Y me enseñó la letra pequeña que había alfinal del anuncio. «Todos/as los/as niños/as deben ir acompañados/as por un adulto». Así quetendré que decírselo a mi madre… Estoy seguro de que me apoyará, ya que se trata de una ocasiónúnica. Solo tengo que escoger el momento adecuado para pedírselo.

Page 43: Cómo entrenar a tus padres

Sábado, 20 de abril

¡Supersorpresa matinal! ¡Mis viejos me han dado un teléfono móvil! Llevo siglos pidiendo uno,aunque siempre se habían negado. Pero ahora resulta que me lo dan. Según ellos, es unarecompensa por todo lo que me estoy esforzando en el colegio.

Ya que estaban de tan buen humor, aproveché para hablarles de la audición para la tele.¿Verdad que los padres son gente muy friki? Se emocionan mogollón por una nota de Matemáticasy luego se ponen tontos ante una gran oportunidad para alcanzar fama y fortuna.

—No estamos seguros de que sea el mejor momento —dijo mamá, frunciendo el ceño—.Ahora mismo estás centrándote en los estudios y puede que esto te desestabilice.

—En absoluto —repliqué—. Si me va bien, me dará incluso más confianza en mí mismo, ¡yademás seré una megaestrella!

Los dos me sonrieron y papá incluso soltó un chiste.—¿Podrías soportar que te persiguieran por los supermercados? —me preguntó.—Bueno, eso es algo que ya me sucede —contesté con una enorme sonrisa.Estoy seguro de que mamá me llevará. Lo único que tengo que hacer es tenerlos contentos

durante el resto de la semana, así que estoy siendo superpelota y superservicial. Volví apreguntarles por las clases de salsa. Mamá dice que igual se pasan por allí el martes. ¡Bien!

Domingo, 21 de abril

Maddy me ha llamado para preguntarme si les había contado a mis padres lo de la audición y siestaban emocionados al respecto. A lo cual contesté «Sí» y «No exactamente». En cuanto alsegundo punto, le expliqué que teníamos que ser flexibles: mis padres están ya un poco cascados,con el corazón a puntito para un infarto.

Me estoy esforzando al máximo para congraciarme con ellos. De hecho, les sonrío tanto quehasta me duele la cara. Mi músculo de sonreír, claramente, se está agotando.

Y un dato curioso pero real: a pesar de mi arrollador atractivo, jamás he sido invitado a casade una chica… hasta ahora. Maddy me ha invitado a merendar el viernes que viene. ¡Toma ya!¿Qué te parece?

Lunes, 22 de abril

El desastre ocurrió a las nueve y veinticinco de la mañana exactamente, cuando nos dijeron quehabía examen sorpresa de Matemáticas. La sorpresa va a ser la pésima nota que saque, ya verás.

Hicimos el examen en la sala de asambleas, para acostumbrarnos así a «los exámenes deverdad», con el resto de las clases de mi curso. Había filas y filas de mesas idénticas. Ahora sécómo debe de sentirse una gallina criada en una nave. Tras media hora de tortura, decidí que elplan más seguro era salir por patas, así que emití un par de gemidos de extremo dolor. Sinembargo, la profe de Mates, la señora Archer, no hizo más que mirarme con odio.

Page 44: Cómo entrenar a tus padres

Unos minutos después, pegué un aullido lastimero.—¿Se ha puesto todo oscuro de repente? —lloriqueé.Por desgracia, algunos chicos, Theo incluido, empezaron a reírse. Es el típico problema del

humorista: que la gente se ríe aunque estés representando una escena tan trágica como la mía. Perobueno, el caso es que mi llanto finalmente hizo mella en la señora Archer.

—¿Qué ocurre? —me espetó.Pestañeé un par de veces y gemí:—Tengo un dolor de cabeza horrible.—¿De verdad?—Sí, me temo que sí.En ese momento Theo volvió a reírse como un memo y la señora Archer me advirtió que como

volviera a interrumpir el examen me mandaba derechito al despacho de Escupitajo (aunque ella nolo llamó Escupitajo, claro).

¡Qué poca compasión! La señora Archer se merecía un buen susto: que me cayese muerto alinstante, por ejemplo. Entonces se habría metido en un lío tremendo. Pero lo cierto es que no meapetecía otro encuentro con Escupitajo, así que continué en la sala, quejándome bajito.

Al salir me mantuve en el personaje (como me había enseñado Todd) y me arrastré hasta lapuerta, pero la señora Archer negó con la cabeza y suspiró hondo.

—Ay, Louis, tú mismo eres tu peor enemigo, ¿lo sabías?La odio profundamente. Tiene cara de pez globo. En fin, tardará un par de días en corregir los

exámenes. Cuando uno está a punto de saltar al estrellato, además, ¿qué importancia tiene uninsignificante examen de Mates?

Martes, 23 de abril

Aún no doy crédito a lo que me ha pasado hoy. Tras otro día larguísimo en el colegio, salí a lacalle y vi que llovía a cántaros. Entonces me pitó un coche y ahí estaba mi madre. Pensé quehabría dejado a Elliot en Francés y que iba a recogerme para que no me empapara, un gesto muyamable por su parte. Pero en cuanto subí al coche, noté tensión en el ambiente. Mamá me preguntóqué tal había ido el día, aunque me di cuenta de que no me escuchaba.

Cuando ya salimos del aparcamiento del colegio, me dijo:—He estado hablando con tu profesora de Matemáticas, la señora Archer.Me quedé de piedra, lógicamente.—Me llamaron para venir a hablar del examen de ayer —continuó.Traté de encogerme de hombros en plan despreocupado, cosa que no es fácil cuando uno lleva

un cinturón de seguridad.—No llegas ni al aprobado.Me puse furioso. ¿Cómo se atrevía la señora Archer a corregir mi examen tan rápido? Me

apuesto a que fue el primero que miró. Para que luego digan que no existen las manías…—Tu profesora —continuó mamá— no entiende que saques tan buenas notas en los deberes y

tan mala en el examen. Se pregunta si alguien te ha estado ayudando.

Page 45: Cómo entrenar a tus padres

Negué con la cabeza.—Piensa que Theo te hace los deberes.Me sentí completamente arrinconado. ¿Qué debía hacer? Durante un instante escuché el

golpeteo del limpiaparabrisas en el cristal. Lo mejor era ahorrarle los detalles escabrosos ynegarlo todo, así que eso hice. Fingí estar indignado. Me concentré intensamente en la emociónque quería desarrollar y caí en lo útiles que habían sido las clases de Teatro de Todd.

También le conté a mamá lo malo que me había puesto durante el examen. La pobre pensó queigual me había entrado un ataque de nervios y para cuando llegamos a casa ya casi se estabadisculpando.

Me senté en mi habitación temblando de alivio. Había esquivado la bala. Y de momento seguíamanteniendo una buena relación con mis padres. Solo tenía que procurar no estropearlo hasta laaudición del lunes.

Pero por la noche sonó el teléfono. Mamá se pasó siglos hablando, susurrando cada vez más.Papá, que había estado patrullando por mi cuarto, bajó sigilosamente y ya no volvió a subir. Algose estaba cociendo.

Al rato, me llamó papá.—¿Puedes bajar un momento, Louis?Mamá y él me esperaban en el comedor. Me senté enfrente de ellos.Papá me dijo que acababa de llamar Prue. Al parecer, el pez globo también había llamado a

Prue para compartir sus sospechas de que Theo me hacía los deberes. Prue y Mike interrogaron aTheo ¡y él se puso en plan bocazas, claro! Les contó todo. Incluso lo de que yo le pagaba.

No me lo podía creer. Se me hundió el corazón hasta el estómago.—¿Es eso cierto, Louis? —me preguntó mamá con voz temblorosa.Los chismorreos de Prue habían taladrado a mis padres como el torno de un dentista. Me di

cuenta de que estaban fatal.Y yo también, la verdad, así que solo pude susurrar:—Sí, me temo que todo es cierto.Pensé que mamá me echaría la bronca por haberle estado contando trolas en el coche, pero no

lo hizo. Simplemente me dijo lo decepcionada que estaba conmigo mientras papá repetía suspalabras. Parecían hechos polvo. Fue horrible.

Por supuesto, finalmente mis padres no fueron a las clases de salsa. Con las ganas que tenían.Vaya lío más gordo. Me estoy deprimiendo un montón. Es hora de contar un chiste.

Vela primera: «¿Qué planes tienes?».Vela segunda: «Seguramente, pasarme la noche en vela».

Miércoles, 24 de abril

A primera hora de la mañana me quedé esperando al soplón en la puerta del colegio. En cuantome vio, Theo sacudió la cabeza y gimió:

—Lo siento un montón.Me dijo que no lo había podido evitar, que sus padres le machacaron hasta que lo contó.

Page 46: Cómo entrenar a tus padres

—Aparte, yo no tengo secretos con mis padres.—Pues qué asco —le reproché.—Me cuesta mucho mentirles cuando ellos se portan tan bien conmigo —me confesó—. Y,

además, me han dicho que te devuelva el dinero…, así que aquí está…Cogí las treinta libras. Como no me había gastado las otras treinta, podía devolvérselas

enteritas a mis padres.Eso he hecho hace unas horas.Todo un detalle por mi parte.—No me las merezco —les dije a mis viejos, y luego miré al cielo buscando mi aureola, que

sin duda pululaba a mi alrededor.Mis padres fliparon. Y como la atmósfera no estaba tan gélida como yo imaginaba, les dije,

como quien no quiere la cosa:—He mirado el mapa, mamá, para ver exactamente dónde está el teatro Robson, no vaya a ser

que lleguemos tarde el lunes.Mi madre parpadeó, completamente atónita.—Ahora mismo ni se nos pasa por la cabeza sacarte del colegio, Louis —repuso muy seria.—Pero es solo un día… —argumenté yo.—No, ni hablar.Me giré hacia papá, pero él asintió con la cabeza: estaba de acuerdo con ella.—¡Esa audición podría ser mi gran oportunidad, mi descubrimiento! —exclamé.—El mundo del espectáculo es duro y solitario —sentenció mi padre, como si fuera un experto

(estuvo en un grupo de música un mes, ya ves tú)—. Podrían rechazarte hasta cuatrocientas vecesantes de llegar a ningún lado.

—Mira, si el lunes no llego a ningún lado, ya no lo volveré a intentar, pero tenéis que dejarmeir. Por favor, por favor —grité con voz temblona, perdiendo el control.

Dudaron un par de segundos, pero finalmente mamá sentenció:—Lo siento, Louis, pero no podemos permitir que pierdas el tiempo con eso. Especialmente

ahora, cuando deberías concentrar todos tus esfuerzos en el colegio.—Ya sé que este es el típico rollo que sueltan los padres —intervino papá—, pero algún día

nos lo agradecerás.—¡Jamás! —contesté yo.Subí a mi cuarto y llamé a Maddy desde el móvil. Se quedó hecha polvo.—No me lo puedo creer —repetía todo el rato—. Pero seguro que cambian de idea cuando se

tranquilicen, ¿no?Yo lo dudo mucho, así que nada, se acabó.Mi gran salto al estrellato, hecho pedazos. Ahora me tendré que pasar los próximos años

sudando tinta para hacer exámenes que no aprobaré para luego conseguir una porquería deempleo, trabajar medio siglo en esa porquería de empleo, descansar un par de años y despuéspalmarla. Tal cual. Así será mi vida.

¿Qué sentido tiene todo? Estoy demasiado deprimido como para contarte un chiste esta noche.Lo siento.

Page 47: Cómo entrenar a tus padres

Jueves, 25 de abril

El momento más emocionante del día ha sido cuando he hecho dos agujeros en el pupitre con elcompás. Será la única huella que deje en este colegio.

En clase de Geografía le he escrito una carta a Todd diciéndole que le devolvía Júbilo matinaly que me había gustado un montón. También le he contado lo de la audición del lunes y que mispadres han saboteado mi futura carrera.

Por la tarde me ha llamado Maddy para preguntar qué tal estaba y comprobar si iría a merendara su casa mañana. Le he dicho que dudo que pueda honrarla con mi fantástica compañía y ella meha dicho que no me preocupe, que ella será fantástica por los dos. Tengo ganas de verla. Me hacegracia. Y, aparte, agradeceré salir de este paraíso de felicidad durante un rato.

12.15 a. m.Acabo de tomar una decisión importantísima: voy a ir a la audición del lunes sí o sí. Lo he

planeado todo mientras estaba tumbado en la cama. El lunes saldré de casa como siempre, pero enlugar de caminar hasta el colegio, me escabulliré hasta la estación de tren (que solo está en elquinto pino, pero bueno, llegaré). Luego me meteré en los servicios, me quitaré el uniforme y mepondré la ropa de la audición (que estará enterrada al fondo de la mochila). Después, me subiré altren destino Londres, cogeré el metro hasta Covent Garden, localizaré el teatro Robson…, haré laaudición, el jurado se reirá a carcajadas y yo brincaré de alegría.

El plan solo presenta tres obstáculos:

1) No tengo dinero para el billete de tren. En este momento tengo exactamente tres libras yocho peniques.

Solución:Que Maddy me preste dinero.2) En el colegio se darán cuenta de que no estoy.Solución:Falsificar una nota de mis padres.3) Se supone que tengo que ir a la audición con uno de mis padres y eso tampoco lo tengo.Solución:Acoplarme a algún padre en la cola ¡y convencerle de que me adopte! O inventarme algún

motivo para justificar la ausencia de un adulto.Pero me dan igual los obstáculos. Voy a ir a la audición sí o sí. Y quería que tú, querido diario,

fueras el primero en saberlo.

Page 48: Cómo entrenar a tus padres

Viernes, 26 de abril

Esta tarde me estaba preparando para ir a casa de Maddy cuando mi madre empezó a darme lalata con que me pusiera una corbata. Le expliqué que iba a una merienda, no a una entrevista detrabajo, y por suerte me libré.

Cuando llegué a casa de Maddy, la puerta principal se abrió de repente y salieron dos chicasrubias muy guapas.

—¿Eres el chico misterioso de Maddy? —me gritó una de ellas.—Quizá —respondí con una sonrisa.—Habla de ti todo el rato, ¿sabes? —continuó la chica.Estuvimos hablando un poco (noté que olían muy bien) y nos presentamos y tal. Eran las

hermanas gemelas de Maddy, Vicky y Zoe.Mientras las miraba (¿he mencionado ya que eran superguapas?) les dije que me sonaban sus

caras, porque la verdad es que me sonaban.—No estarás intentando llevarnos al huerto, ¿eh, Louis? —bromeó Zoe, que es la más lanzada.Esperé no estar ruborizándome y repliqué:—No, no… Pero creo que os he visto antes, en serio…

Page 49: Cómo entrenar a tus padres

En ese instante oí una tosecita que salía de la puerta y me fijé en Maddy por primera vez. Lasaludé con la mano y luego volví a centrar mi atención en las gemelas.

—Vámonos, no debemos entorpecer el amor juvenil… —comentó Zoe.Y justo entonces caí.—¡Chicles! —les grité.—Igualmente —se rio Zoe.—¡No, ahí es donde os he visto! Salíais en la tele anunciando chicles.Soltaron una risita, se cogieron del brazo y se marcharon juntas calle abajo.—Sí, eso es —dijo Maddy con gesto de aburrimiento—. Salen en un anuncio de la tele.—¡Qué pasada! —exclamé—. Debo de haber visto ese anuncio miles de veces. ¿Son actrices?—No, no son actrices de verdad. Han trabajado como modelos y han hecho ese anuncio… y un

par de cosas más.—¿Cuántos años tienen?—Quince.—Pues parecen mucho mayores.—Y las dos tienen novio —añadió Maddy.¿Y eso? Ni que yo tuviera algún tipo de posibilidad con esas chicas… Me molestó un poco que

Maddy se pusiera en plan sarcástico, la verdad. No sabía que fuese así. Y, además, parecíaenfadada conmigo. De hecho, noté cierta tensión hasta que mencioné mi plan de escaparme para ira la audición.

—Tu plan demuestra verdadero compromiso —comentó—. Mereces hacerte superfamoso.Charlamos sobre los obstáculos, y en cuanto mencioné el dinero, Maddy se lanzó a su bolso. Le

dije que apuntara la cifra exacta que le debía, pero creo que no lo hizo.Luego estaba la nota falsificada para el colegio. Maddy sugirió hacerla en el ordenador, así

que subimos a su cuarto y escribimos una lista de posibles razones por las que podía ausentarme:1) Un problema dental («Demasiado impreciso», dijo Maggie).2) Tengo el corazón débil y debo quedarme en cama de vez en cuando.3) Me dejé el horno encendido y se quemó la casa (esto lo dije yo, haciendo el tonto).4) Me están trasplantando un cerebro nuevo (yo, haciendo el tonto otra vez).5) Me he pasado la noche vomitando.Al final nos decidimos por la opción número cinco. Maddy dijo que con esa no podíamos

fallar. Esta es la carta que redactamos:

Page 50: Cómo entrenar a tus padres

(Esa última frase es cosa de Maddy. ¿A que está genial?)Finalmente, falsifiqué la firma torcida de mamá y la carta quedó lista para mandarla mañana.

Menos mal que Maddy dijo:—¿Y no sería un poco raro mandar la carta un sábado cuando se supone que has estado

enfermo el domingo?—No si añadimos «Posdata: soy adivino a tiempo parcial» —bromeé.Pero Maddy, por supuesto, había dado en el clavo, así que se ofreció a llevarla el lunes ella

misma. Como su colegio está a diez minutos andando del mío, simplemente saldría de su casa unpoco antes de lo normal. Por tanto, tema cerrado.

Te estarás preguntando dónde estaban los padres de Maddy mientras tanto, ¿no? Pues eso fue lomás increíble de todo. Cuando llegué, su madre —una versión mayor de Zoe y Vicky— me dijo«Hola, Louis, siéntete como en casa», y eso fue todo.

No me obligó a hacer un tour por la casa. Ni me hizo un montón de preguntas estúpidas. Ycuando nos llevó la merienda, sonrió y fue muy simpática, pero no se quedó cotilleando más queun momento, lo justo para que Maddy le dijera «Gracias, mamá» con voz cortante y ella, sin más,se marchara.

En cuanto a su padre, me saludó amistoso desde lejos y punto. Ni siquiera llegamos a hablar.¡Maravilloso! De alguna manera, los padres de Maddy parecían saber que ellos no formaban partede mi visita.

—Estoy superimpresionado con tus padres —le dije a Maddy—. Se portan muchísimo mejorque los míos.

Le pregunté qué tal eran con respecto a los deberes y contestó:—Los hago yo sola. Y ni siquiera vienen a revisarlos. De hecho, mientras no me meta en líos,

no me molestan en absoluto.—¡Es el paraíso! —exclamé—. Qué suerte tienes.Y ahí fue cuando Maddy me dijo, muy bajito:—Ya, pero es que tuve que entrenarles.—¿Entrenarles? —repetí, porque me pareció que no había oído bien.—Hace un tiempo —continuó— mis padres eran exactamente iguales que los tuyos.

Page 51: Cómo entrenar a tus padres

—No me lo creo.—Todos los padres se despiertan un día notando que están mayores y pasados de moda —

siguió diciendo.—Los míos lo están desde hace años —repliqué yo.—Pero se acaban de dar cuenta ahora —me explicó Maddy—. Y ese es su momento más

peligroso, porque es cuando se dicen a sí mismos: «Puede que yo sea un viejo, pero mis hijos no.Ellos pueden cumplir todos mis sueños por mí. Pueden hacer todo aquello que yo no hice».

—¿Y tus padres hacían eso? —pregunté.A Maddy le salió auténtica amargura en la voz.—Uf, no me dejaban en paz ni un segundo.—¿En cuanto al colegio?Negó con la cabeza.—No —contestó, negando con la cabeza—, porque el cole se me da bastante bien. Pero

querían apuntarme a clases de canto y de baile y que hiciera publicidad, como mis hermanas. Medaban la matraca para que fuera a audiciones, repitiendo una y otra vez que me daban una granoportunidad.

—Eso me suena —murmuré yo.—Era horrible. Pero lo peor de todo era cómo me miraban: superdolidos y decepcionados…—Lo entiendo perfectamente —la interrumpí.—Es que no es justo, ¿verdad que no? —gritó indignada—. ¡Que cumplan ellos sus propios

sueños! ¡No son cosa nuestra!—Desde luego que no —dije yo muy serio.—Lo importante es ser consciente de que, si tomas medidas, esto solo será una fase que

atraviesen… para luego dejarte en paz para siempre.—Entonces, venga, dime —aullé emocionado—, ¿cuáles son esas medidas?Maddy dudó.—Quería guardar el secreto y contarlo luego en un libro que pensaba escribir para recaudar

dinero para mi agencia… Pero bueno, ya que eres mi cliente, te contaré las cuatro reglas básicaspara entrenar a tus padres.

Y lo hizo. Aunque me las contó muy rápido y yo no soy muy bueno cogiendo apuntes. Pero estasson las ideas principales:

Regla número uno: actúa todo el rato como si tus padres no estuvieran.Esto significa que nunca mires a tus padres a no ser que sea absolutamente necesario. Debes

hacerles el vacío a cualquier hora del día o de la noche. Cuando uno de tus padres te diga «No meignores», es que vas camino del triunfo.

El consejo de Maddy: esto requiere bastante práctica, así que no te preocupes si te cuestacogerle el tranquillo.

Regla número dos: nunca les cuentes nada a tus padres.Evita hablar con ellos todo lo posible. Cuando te obliguen, usa frases supercortas (tres

palabras máximo).El consejo de Maddy: ayuda imaginar que tú eres un espía y tus padres unos agentes enemigos

que tratan de sonsacarte una información decisiva.Regla número tres: nunca discutas con tus padres.

Page 52: Cómo entrenar a tus padres

Recuerda, los padres se nutren de las discusiones. Y, además, siempre ganan. Así que procuraque no te provoquen reacción alguna (lo intentarán, así que cuidado).

El consejo de Maddy: cuando tus padres lo intenten, mantén la cara totalmente inexpresiva.Solo parpadea y mírales fijamente. Y no contestes a nada de lo que te digan.

Regla número cuatro: desconcierta a tus padres siempre que puedas.Los mejores métodos son:Suspirar continuamente.Dar portazos con regularidad (¡aunque siempre sin querer!).Mirar a tus padres con compasión extrema y una ceja permanentemente alzada.Decir cosas entre dientes.Decir cosas que irritan a cualquier padre, tipo «Déjame en paz, ¿vale?», «Me da igual» y «Sí,

sí, lo que tú digas».Con cierta frecuencia, introducir lo que Maddy llama una «frase letal». Para crear malestar

generalizado, Maddy recomienda «Yo no elegí nacer en esta familia, ¿sabes?» y «Ojalá estuvieraen un orfanato y no aquí, con vosotros».

Aparte, si tus padres alguna vez amenazan con castigarte, solamente di con tristeza «Sientotantísimo que tengáis que recurrir a esto…». Maddy asegura que es infalible.

Tengo la impresión de poseer una información verdaderamente importante… Maddy es, sinduda, una agente de primera.

Empezaré a entrenar a mis padres mañana mismo. Bueno, hoy, mejor dicho. ¡Porque ya son las12.45 a. m.!

Sábado, 27 de abril

Hoy he estado todo el día trabajando en mi número para la audición.Mañana sin falta empiezo con el programa de entrenamiento parental.

Domingo, 28 de abril

He llamado a Maddy y he ensayado mi número por teléfono. Me sugirió que quitara uno de loschistes (¿Qué mola más que un tipo molón? Dos tipos molones) porque no era digno de mi talento.He seguido su consejo.

Además me preguntó por mis avances en el entrenamiento de padres y se sorprendió de que aúnno hubiese empezado. Luego, como si me leyera la mente, me preguntó:

—¿Mis tácticas te parecen un poco fuertes?—Un pelín —admití.—Pero, Louis, lo único que estamos haciendo es establecer unos límites. Todos los padres los

necesitan. Estarán muchísimo más contentos cuando vuelvan a su propio territorio. Y piensa entodo el tiempo libre del que comenzarán a disponer.

Le dije que no me lo había planteado así y que comenzaría el entrenamiento muy pronto, una

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vez mi cita con el destino se materializara.

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Lunes, 29 de abril

5.45 a. m. Mi dormitorioCuando el espectáculo de un humorista no recibe risa alguna, dicen en el mundillo que «se ha

caído de culo». ¿No sería horroroso que me pasara a mí hoy? No consigo quitarme esepensamiento de la cabeza.

9.10 a. m. Estación de trenHe llegado a la estación como hace diez minutos. Ya me he quitado el uniforme y me he puesto

la ropa del espectáculo. ¡Ahora me siento yo mismo! También he comprado un billete y nadie meha preguntado por qué viajo solo a Londres. Supongo que se debe principalmente a mi aparienciade chico maduro, pero también a la circunstancia de que había una cola gigantesca.

Maddy me ha llamado hace un par de minutos. Ya ha dejado la nota justificando mi ausencia enel infierno y me ha asegurado que hoy no me caeré de culo.

—No olvides que eres un humorista titulado —me dijo.Lo cierto es que había olvidado mi diploma completamente, así que le agradecí que me lo

recordara. Le he prometido que trataré de llamarla alrededor de la una.

Page 55: Cómo entrenar a tus padres

11.25 a. m. Teatro Robson (fuera)Me he olvidado el paraguas. En cuanto llegué a Covent Garden empezó a llover a cántaros.Me equivoqué de camino una vez (a pesar del maravilloso mapa de Maddy), pero, aun así,

llegué al teatro media hora antes.Aluciné con el panorama que se presentó ante mí: una cola enorme de niños y padres que se

extendía a lo largo de varios kilómetros.Justo delante había un chico envuelto en tantas capas de ropa que parecía ir rumbo al Polo

Norte. Le asomaban los ojos por un agujerito.—¿Estáis esperando para Las estrellas del mañana? —le pregunté, y susurró algo que no

conseguí entender—. ¿Disculpa?—Si no te importa —intervino su madre—, a Sydney no le viene bien hablar ahora mismo.

Tiene que proteger su voz. Pero sí, estamos todos aquí por Las estrellas del mañana.Tardé como dos años en llegar al final de la cola. Delante de mí había una chica con una túnica

negra, pantalones anchos rojos y zapatos negros de punta. También llevaba un sombrero negro.Había dos adultos junto a ella y los tres se acurrucaban bajo un paraguas grande (aún seguíalloviendo a cántaros).

La chica se dio la vuelta de repente, me miró y exclamó:—¡Ay, pobre! ¡Te estás mojando!—No se te escapa ni una, ¿eh? —repliqué con una sonrisa.La chica sonrió con unos dientes muy blancos y me ofreció la mano.—Soy la Maga Serena.—Yo soy Louis el Risas. ¿Qué tal?Nos estrechamos la mano.—Si quieres, puedes ponerte debajo del paraguas —me dijo.Y eso hice. Me presentó a su madre y a su abuelo, que iba vestido todo de negro, de manera

que su cabeza canosa destacaba como un foco («Él es mi inspiración», me explicó Serena).Serena me dijo que desde los cuatro años participaba en festivales haciendo trucos de magia.—He deseado ser famosa desde siempre. Tengo tantísimas ganas que a veces siento que se me

escapan por el ombligo.—¿Como en la película Alien? —sugerí, y ella se echó a reír.Entonces el abuelo de Serena me preguntó por mis padres.—Mi madre viene ahora —respondí vagamente, pero él no pareció muy convencido.

1.10 p. m. Teatro Robson (fuera)Acabo de llamar a Maddy.Ha flipado cuando le he dicho que aún no he entrado. También me ha deseado toda la suerte del

mundo.

2.00 p. m. Teatro Robson (fuera)Poco después de hablar con Maddy por fin empezamos a avanzar. La Maga Serena me susurró:—Tu madre no va a venir, ¿a que no?Decidí jugármela y contarle la verdad.—No, mis padres no saben que estoy aquí. He hecho pellas en el colegio.—¡Lo sabía!

Page 56: Cómo entrenar a tus padres

—Para poder entrar —continué— necesitaré un adulto. ¿Me puedes prestar a uno de los tuyos?—Qué divertido —dijo, riéndose encantada—. Creo que te irá mejor con el abuelo. Sí, sin

duda. Pídele que te cuente cómo fue su actuación en el London Palladium. Le encanta contárselo ala gente que acaba de conocer.

Así que Serena avanzó en la cola con su madre mientras yo me unía a su abuelo, que no parabade hablar sobre aquella vez, en 1967, en la que actuó en el London Palladium y todo el público sepuso en pie para ovacionarlo. Me lo contó con todo lujo de detalles. «Ahora me dirá de qué coloreran los calzoncillos que llevaba aquella noche», pensé, aunque he de reconocer que la historiaera fascinante.

Una vez que entramos en la zona de recepción, el corazón se me aceleró porque me dio miedode que me pillaran. Sin embargo, como el abuelo de Serena y yo estábamos en plena charla,realmente parecía que íbamos juntos. Además, el chico de la puerta tampoco se fijó mucho: selimitó a contar a las siguientes treinta personas con cara de aburrido. Me tocó el númeroveintinueve. Una chica que parecía más pequeña que Maddy me pegó una pegatina con el númeroveintinueve en la camiseta, aún empapada por la lluvia.

Nos explicaron que había tres escenarios para las audiciones. A mí me metieron en el rebañocon destino a la Sala Ashcroft, y bajamos como diecisiete tramos de escaleras. Pero, total, ¿quémás daba? ¡El caso es que había entrado!

Nos sentamos por orden numérico en las tres primeras filas. Los padres se sentaron detrás denosotros. En el escenario había una mesa larga con una tela azul. Sentados, había dos hombrespertenecientes al mundo de los superenfurruñados. Uno parecía tremendamente fiero, como unbulldog con tupé. El otro, un tipo sudoroso con barba, nos examinaba con ojos pequeños ybrillantes. En medio de estos dos ejemplares se sentaba una mujer que nos sonreía en plancazatalentos.

Se presentó como Josie y nos contó que los hombres pertenecían a la cadena de televisión.Hasta sus nombres resultaban deprimentes. El del tupé era Malcolm y el de la barba, Derek. Josieanunció que se alegraba muchísimo de vernos a todos. Se disculpaba por la larga espera, pero nose habían imaginado tal acogida.

Luego nos informó de que nos llamarían por nuestro número para subir al escenario. Teníamoscuarenta y cinco segundos para entretenerles… según nuestra especialidad. Una vez hubiésemosintervenido todos, los jueces deliberarían y seleccionarían a los elegidos para la siguiente ronda.

Esto está a punto de empezar. Vuelvo enseguida.

2.50 p. m. Teatro RobsonHemos llegado al número veinticinco, así que ya casi me toca. No soporto esperar tanto. Me

pone nervioso.De momento no ha habido ni un solo humorista. La mayoría son cantantes. La primera chica que

saltó al escenario nos miró asustadísima y salió corriendo en cuestión de segundos.—Le ha pillado un poco de sopetón —explicó su madre, empujando a la chica de vuelta al

escenario.Le dieron otra oportunidad, pero más que una persona cantando parecía un gato vomitando.—Esta no pasa —me susurró Serena.Sin embargo, muchos de los otros cantantes eran muy profesionales. También había un par de

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bailarinas, y una de ellas bailaba claqué. Era alucinantemente buena, aunque me recordaba unpoco a una muñeca de cuerda.

3.00 p. m.Ha llegado el turno de Serena ¡y casi no sale! ¿Te puedes creer que le ha dado un ataque de

nervios?—Tengo el estómago lleno de burbujas —murmuró.—Tranqui, tronca —le dije, apretándole la mano—. Sal ahí fuera y mételes caña.Conseguí despertarle una sonrisa y justo después le tocó subir al escenario. Su actuación está

siendo un éxito… Yo soy el siguiente. ¡YO SOY EL SIGUIENTE! Y sí, me está entrando eltembleque. Definición de tembleque: un temblor en plan guateque. ¿Lo pillas? No es muy bueno,pero ahora mismo no me da la cabeza para más. Te dejo. Ya me toca…

4.50 p. m. En el tren de vuelta a casaHace casi dos horas que escalé hasta el escenario. Me temblaban las rodillas, y el cuerpo

entero, vaya.Pero luego me dije a mí mismo que si la audiencia olisqueaba el pánico, sería devastador. Un

humorista debe aparentar desenvoltura, así que forcé una sonrisa, me contoneé un poco ante elpúblico y me lancé al vacío.

Conté mi primer chiste con acento australiano, no lo pude evitar, y se oyó alguna risita. Porsupuesto, ya no me quedó más remedio que mantener el acento. Aun así, mi segundo chisteprovocó una carcajada y hubo hasta quien aplaudió.

—Nada de aplausos, por favor, ¡no hay tiempo! —exclamé.Otros cuantos —entre ellos una mujer cuya risa parecía el relinchar de un caballo— volvieron

a carcajearse.Después de eso, ya estaba en mi salsa, pletórico de energía. Solté chiste tras chiste y ni

siquiera oí el silbato que daba fin a mi tiempo. Tuvieron que tocarlo una segunda vez para que mediera cuenta.

Floté de vuelta a mi asiento y Serena me susurró:—Te has salido.Pero ¿les habría gustado a los jueces? Noté que Josie ejercitaba los músculos faciales. Derek,

el barbas, ni se inmutó. Pero sí me pareció percibir una sonrisilla por parte de Malcolm, el deltupé… Aunque puede que fuera una corriente. Es difícil saberlo.

Solo quedaba una chica detrás de mí (que tocó la armónica), y después los jueces se colocaronen corrillo para deliberar.

—Esto es lo que más deseo en el mundo —murmuró Serena—. ¿Y tú?Me limité a sonreír, sin más. Pero sí que lo era, sí. Sin duda.Al cabo de un rato Josie se puso de pie, nos dio la enhorabuena y soltó un rollo sobre lo mucho

que nos habíamos esforzado todos, pero que no debíamos olvidar que se trataba de un mercadomuy competitivo y blablablá. Luego, justo cuando yo ya estaba perdiendo el hilo, empezó a cantarlos números de aquellos que debían volver a salir al escenario.

Cantó el ocho, el quince, el veintiocho (esa era Serena) ¡y el veintinueve!De manera que solo subimos cuatro.—Enhorabuena —nos dijo Josie—, habéis pasado a la siguiente ronda.

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Saltamos de alegría, pero solo un poquito, porque había un montón de niños y padresdecepcionados mirándonos con rencor. Les pidieron que devolvieran sus números en recepción yque se marcharan lo antes posible.

—¡Espero que lo hayan pasado bien! —les gritó Josie, y un hombre chilló:—La voz de mi hija es como la de un ruiseñor. Esto está amañado.Su hija le sacó de ahí lo más discretamente que pudo.Yo, por mi parte, aún no me podía creer que fuera uno de los pocos afortunados. Y cómo me

hubiera gustado que mis padres estuvieran allí, gritando de alegría conmigo. Hasta habría toleradoque mamá me diera un beso baboso de los suyos. Pero, en fin, oportunidad perdida.

—Esta es solo la primera fase —me dijo Serena—, así que no debemos celebrarlo demasiado.—Anda, venga, celébralo —repuse, y ella se rio.—Vale, lo haré por ti.Luego Josie comentó que nos llamarían muy pronto para informarnos sobre las próximas

audiciones. En esas dispondremos de cinco minutos enteros, o sea, que voy a necesitar muchosmás chistes. También nos pidió que rellenáramos los formularios que nos darían en recepción.

Cogí uno y me escabullí a una esquina para rellenarlo sin que nadie me viera. Eran dos hojasde preguntas sobre mi edad, altura, peso (lo tuve que adivinar), si había salido alguna vez en latele (escribí «Todavía no») y finalmente, un número de contacto (anoté el de mi teléfono móvil).

En el formulario, abajo, tenían que firmar el padre o el tutor, así que volví a falsificar la firmade mamá (me estoy haciendo experto) y lo entregué.

Al salir me crucé de nuevo con Serena y sus parientes y me llevaron en coche hasta King’sCross, lo cual fue un detalle por su parte. Me senté delante, al lado del abuelo de Serena, quien,guiñándome un ojo, me dijo:

—Uno no puede resistirse a la llamada del mundo del espectáculo, ¿verdad? Aunque deberíascompartir las buenas noticias con tus padres. Igual te sorprenden con su apoyo.

Sin embargo, yo no estaba tan seguro.Llamé a Maddy en cuanto pude. Se quedó callada durante unos segundos y después dio un grito

ahogado.—Ay, Louis, he estado todo el día esperando, a ver qué pasaba… Y estoy tan, tan contenta por

ti… Eres consciente de lo que significa, ¿no? Ya no eres un aficionado.—¿No?—No, ahora eres semiprofesional.—A mí me suena bien —dije.El tren debe de estar a punto de entrar en la estación. Voy a llegar tarde a casa y no sé qué

excusa ponerle a mamá. Aunque la verdad es que ahora mismo me da un poco igual. Estoy aquísentado con una sonrisa enorme en la cara pensando que lo he conseguido. Lo he conseguido. ¡LOHE CONSEGUIDO!

6.30 p. m. Mi habitaciónEscribo rápidamente para contarte que he entrado en casa a las seis menos veinticinco, justo

veinte segundos antes de que mamá llegara con Elliot. Resulta que habían ido a unas clases deFrancés especiales que en teoría terminaban a las cinco, pero se han retrasado porque a Olympiale entró una rabieta de repente. Le pasa bastante a menudo, al parecer. Para calmarla no solo hizo

Page 59: Cómo entrenar a tus padres

falta su madre, sino también la mía. ¡Nunca pensé que le estaría agradecido a Olympia!Total, que mi madre me preguntó qué tal el día y casi me entró un ataque de risa. Creo que, por

hoy, he triunfado. Aunque la próxima audición será más complicada. Si compiten menos niños, esmás fácil que alguien se dé cuenta de que me falta un padre… y por tanto que mi oportunidad sevaya al garete… Igual el abuelo de Serena tenía razón y debería contarles mis buenas noticias apapá y mamá. Lo lógico es que se sientan orgullosos de mí, ¿no? Puede que se lo suelte mañanadespués de cenar.

12.15 a. m.No puedo dormir. Estoy demasiado feliz. Ha sido un día increíblemente perfecto.

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Martes, 30 de abril

Del mejor día de mi vida a… Bueno, espera a que te cuente lo que me ha pasado hoy. Todoempezó cuando, después de pasar lista, Wormold me pidió que fuera a hablar con él. No mepreocupó especialmente, ya que me lo pide todas las mañanas.

—Tengo entendido que ayer no viniste —me dijo.—Sí —repliqué, tocándome el estómago—. Me dio un dolor de tripa horrible.Puse los ojos en blanco para enfatizar lo horrible que había sido y añadí:—Pero ya estoy mejor. Supongo que fue uno de esos virus de veinticuatro horas.—Yo tampoco vine ayer —me informó.—Ah, pues entonces igual tuvimos lo mismo —le contesté, ansioso por introducir un poco de

camaradería en el proceso.—Ayer estuve en una conferencia, así que no he visto tu nota hasta ahora.Al decir esto, apretó tanto los labios que prácticamente le desaparecieron. Pero no pronunció

ni una palabra más: simplemente me indicó con un gesto que me marchara.Todo fue muy misterioso, pero no volví a pensar en ello hasta más adelante, cuando Escupitajo

se materializó en el pasillo. Nunca hace ruido al moverse. Surge de la nada y te acecha como ungas tóxico.

—Quiero verte en mi despacho a las doce en punto exactamente —murmuró antes de irse,rezumando sudor.

Page 61: Cómo entrenar a tus padres

Esas palabras están pensadas para meterte miedo en las entrañas.—Me da que me tiene tirria… —le dije a Theo, y ambos nos reímos, inquietos.La espera hasta las doce fue una agonía. Ahora sé cómo debían de sentirse los primeros

cristianos cuando les decían que tenían cita con el león. Lo único que deseas es quitarte de encimael tema cuanto antes.

A las doce en punto exactamente fui admitido a la cámara de los horrores de Escupitajo. Allídescubrí que nos acompañaba una tercera persona: mi madre. Me quedé alucinado, te lo aseguro.Le sonreí como quien no quiere la cosa y ella se echó a temblar como respuesta. Escupitajo hizolo de siempre: en cuanto me vio, se quedó paralizado durante mucho rato…, hasta que por finsalió del coma y cogió un trozo de papel.

—El señor Wormold me ha enviado esto. Cree que la has escrito tú. Y yo también lo creo.Cogí el papel y lo reconocí de inmediato. Era la nota que justificaba mi ausencia. Fingí

examinarla detenidamente, pero no me quedó más remedio que admitir la verdad.—Creo que, efectivamente, la escribí yo. Sí.Mamá soltó un gemido, Escupitajo me echó un rapapolvo de primera y, después de una

supercharla sobre cómo no solo me había desacreditado a mí mismo, sino también a mi familia,pronunció su veredicto: expulsión temporal hasta el jueves. Me controlé para no estallar encarcajadas. ¿Por qué se creen los colegios que darte más días de vacaciones es un castigo? Nuncalo he entendido.

En cualquier caso, puse cara triste por el bien de mi madre. Si te soy sincero, ella ya le dabasuficiente gravedad al asunto por los dos. El viaje de vuelta a casa fue muy tenso. Al llegar, papáapareció inmediatamente. No suele enfadarse a menudo, pero hoy ha hecho una excepción.

—He tenido que salir pronto del trabajo debido a tu comportamiento.Tenía la cara roja de furia, e incluso la nariz le brillaba como un semáforo.—Hemos hecho todo cuanto ha estado en nuestras manos para apoyarte ¿y así nos lo

agradeces? —continuó.Al principio dejé que se explayaran a gusto porque, al fin y al cabo, para ellos era un trago ir

al colegio a escuchar la cantinela de Escupitajo. Luego, sin embargo, me di cuenta de que la culpaera de mis padres, no mía. Si me hubieran acompañado al casting, tal como les había pedido, nohabría pasado nada de esto y, de hecho, estarían regodeándose en mi éxito. Así que la culpa eratoda suya.

Después empezaron a acribillarme a preguntas: que dónde había estado, que si había conocidoa alguien… Entonces tuve una revelación y en lugar de contestar a sus preguntas permanecíimpasible.

De pronto me di cuenta de mi reacción. Estaba llevando a cabo la primera regla delentrenamiento de padres de Maddy: o sea, actuar como si ellos no estuvieran allí. ¿Y sabes qué?Funcionó. Bueno, más o menos.

La cara y las orejas de papá enrojecieron aún más y él comenzó a gritar (algo que no hace casinunca).

—¡Venga, contesta! ¿Adónde fuiste ayer?Y ahí fue cuando recordé la segunda regla: habla con tus padres lo menos posible.Así que solamente dije:—A Londres.

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—¿Estuviste allí todo el día? —me preguntó mamá.—Sí.—¿Y qué estuviste haciendo? —terció papá.Me encogí de hombros.—¿Y viste a alguien? —quiso saber mi madre.—A gente.Enseguida les pillé el tranquillo a las respuestas de una o dos palabras. Pero papá me miraba

como si le fuera a reventar una vena…—Estás castigado hasta nuevo aviso.—Muchas gracias —repliqué.—¡Fuera de nuestra vista! —aulló.Después les oí hablar en susurros, como si estuvieran en estado de shock. Mucho más tarde,

mamá entró en mi habitación con un plato de comida y una de sus miradas acusadoras. Se quedópululando cerca de la puerta y me soltó:

—Nos has decepcionado mucho, ¿sabes? Y no merecemos que se nos trate así, ¿no crees?No contesté. Ni siquiera la miré.—Te damos todo nuestro apoyo y tú nos haces esto.Se le suavizó un poco la voz y añadió:—¿Por qué lo haces, Louis?Me entraron muchas ganas de contarle que ayer me había convertido en un semiprofesional,

pero se estaban comportando de manera tan absurda que no merecía la pena arriesgarse. ¿Y si meprohibían seguir adelante con la audición?

Por tanto, me limité a encogerme de hombros y suspirar pesadamente. Mamá suspiró también.Ese fue el final de nuestra reunión. Durante el resto de la tarde no se me acercó nadie; ni siquieraElliot. Me habían condenado al aislamiento.

Maddy sí que me llamó por teléfono, sin embargo. Le conté todo y flipó con la reacción de mispadres.

—Es supertípico de ellos, siempre lo ven todo desde su punto de vista. Nunca se les ocurrepensar qué quieres tú, ¿a que no?

—Aparte, ¿de la vida de quién estamos hablando? —dije.—¡Exactamente! —exclamó Maddy—. Tus padres están atravesando una fase muy egoísta. No

debe de ser nada fácil para ti.—No lo es —coincidí.Maddy se alegraba de que hubiera comenzado a entrenar a mis padres. Le pregunté cuánto

tiempo duraba el entrenamiento completo y su respuesta fue algo imprecisa, aunque creo quepodré tener a mis padres entrenados antes de la próxima audición. Al menos, ese es mi objetivo.

Page 63: Cómo entrenar a tus padres

Miércoles, 1 de mayo

Primera jornada completa de entrenamiento parental. He decidido que sea intensivo paraquitármelo de encima lo antes posible.

Tanto mi padre como mi madre han tratado de soltarme la charla hoy. Aunque he descubierto eltapón de conversación definitivo… Empiezas diciendo algo entre dientes que tus padres no oyendel todo (aunque sospechan que es una grosería). Luego, cuando te preguntan qué acabas de decir,agitas los hombros vigorosamente y abres la boca. Sí, ¡pareces un idiota integral! Pero deinmediato las voces de tus padres se pierden en la distancia y lo único que hacen es mirarteboquiabiertos y horrorizados, mientras la aburridísima charla queda anulada.

Este método tiene mi total garantía.

Jueves, 2 de mayo

Page 64: Cómo entrenar a tus padres

Ni esperaba una gran bienvenida por parte de los profesores ni tampoco la he tenido. En cuantollegué al cole Wormold me pidió que me borrara la sonrisilla de la cara. Le dije que no podíaporque era mi expresión normal. Luego tuve clase de Mates con la señora Archer, que me hablabacomo si me hubiera hecho pis encima.

—Ay, Louis, Louis, Louis ¿qué vamos a hacer contigo?—¿Expulsarme de nuevo? —sugerí esperanzado.Y de pronto, en clase de Lengua, se desató la tragedia. Theo sacó un notable y miró la absurda

nota completamente horrorizado.—No lo entiendo —susurró—. Nunca jamás había sacado un notable.—Yo tampoco.—Ya, pero tú… eres diferente —dijo con una sonrisa, un poco cortado.Después estuvo dándole vueltas durante un buen rato a cómo contárselo a sus padres.—Seguramente se pondrán una cinta negra en el brazo y escucharán música de funeral durante

unas horas, pero se les acabará pasando —comenté, pero Theo negó con la cabeza, muypreocupado.

—No hay forma de ocultárselo; están muy pendientes de todas las cosas del cole.Esta tarde papá ha estado vigilando cómo hacía los deberes. Yo no le he hablado y él apenas lo

ha intentado. Se ha limitado a pasear la mirada por mi habitación como alma en pena.

Viernes, 3 de mayo

Hoy he recibido un paquete. Era de parte de Todd, que me enviaba otra novela de P. G.Wodehouse, De acuerdo, Jeeves. Y también una nota en la que decía que sentía mucho que mehubiera perdido el casting, pero que no me desanimara porque seguro que algún día llegaba mioportunidad.

Me moría de ganas de contarle que eso ya había pasado, pero decidí que era demasiadoarriesgado. Igual le daba por contárselo a mis padres. Todd también me decía que iba a impartirotro curso en verano, que le encantaría verme allí y que si estaba interesado en apuntarme.

Pues mira, aunque esté a punto de convertirme en una estrella mediática, estoy muy interesado.Verás, no quiero tener cinco minutos de fama y que una semana después todo el mundo se olvidede mí. No, lo mío va a ser una carrera a largo plazo. Y para eso tengo que formarme todo loposible.

En cuanto solté la carta de Todd, mamá ya la estaba leyendo. Me indignó esa invasión de miintimidad. ¿Es que ya no tengo ningún derecho?

Maddy y yo nos turnamos para llamarnos todas las noches. Hablamos de cosas importantes,como chistes y entrenamiento parental.

Sábado, 4 de mayo

Hoy he sufrido un revés en el entrenamiento. Mis padres me llamaron para que charláramos

Page 65: Cómo entrenar a tus padres

sobre mi actitud. Creen que ha empeorado muchísimo en los últimos días.—Estás raro —dijo mamá (¡y tanto!)—. Maleducado, retraído… Pero creemos saber el

motivo, Louis.Durante un angustioso segundo pensé que quizá habían descubierto que les estaba entrenando.

Pero entonces mi madre empezó a farfullar una teoría disparatada sobre lo mucho que me costabacoger el ritmo de este colegio y… me preguntó de nuevo si quería un profesor particular.

—Me gustaría tanto como tener la lepra —les solté, olvidándome (debido al susto) de que lasfrases que les dirigiese a ellos solo debían incluir dos o tres palabras.

De todas maneras, enseguida recuperé el sentido común y añadí, con una mueca de asco perosin mirarles:

—¿Profesor particular?—Estás preocupado por el colegio, ¿verdad? —insistió mamá.—Lo que tú digas —repliqué en tono burlón, alzando las cejas.Papá se me acercó y me puso una mano en el hombro.—Tú no eres así, Louis. Venga, cuéntanos qué te pasa. Estamos aquí para ayudarte, ¿sabes?Sentí que comenzaba a desmoronarme, pero no podía ser débil y fallar justo en medio del

entrenamiento, así que decidí que era el momento de soltar una de las frases letales que me habíaenseñado Maddy.

—Yo no elegí nacer en esta familia, ¿sabéis? —grité. Y por si acaso no había quedado claro,solté—: Ojalá estuviera en un orfanato y no aquí, con vosotros.

Maddy no exageró en cuanto a la potencia de esas palabras. Mi padre se alejó de mí. Mi madreme miró boquiabierta. Y ni siquiera me hizo falta musitar nada entre dientes para zanjar laconversación. Llegó a su final ahí mismo. Antes de irse, papá solo pudo articular:

—Lamento mucho que te sientas así, Louis.Mamá se puso tiesa y cariacontecida y comentó:—No conocíamos esta faceta tuya. No sé qué te pasa.Y se largó también.Luego me pregunté si me habría pasado con ellos, pero entonces recordé que el entrenamiento

de padres también es por su propio bien. Así disfrutarán de muchísimo tiempo libre en el ocaso desus vidas.

Domingo, 5 de mayo

¿Alguna vez te gustaría que el futuro desapareciera? No todo, claro. Solo una pequeña parte.Como esos días absurdos que quedan hasta la próxima audición. Me muero de ganas de subirme alescenario de nuevo. Después estaré superocupado saliendo en la tele y paseando mi espectáculopor todo el país; eso sin mencionar las tortas que se pegarán los fotógrafos por mí.

Aunque de vez en cuando, entre actuación y actuación, me tocará hacer deberes en la caravana.Pero será poca cosa.

Deseo muy muy mucho que los de la tele me llamen pronto.Saco el móvil cada cinco minutos para comprobar que funciona.

Page 66: Cómo entrenar a tus padres

Lunes, 6 de mayo

El ambiente que hay en casa se puede describir con dos palabras: completamente horrible.Mis padres están deprimidos y bordes y me miran raro, como si fuera un desconocido que se

han encontrado por ahí. Mamá no hace más que iniciar frases para luego ponerse a balbucear. Heoído que le decía a la abuela por teléfono: «Si vieras a Louis no le reconocerías. Está imposible».

Ha sido el peor día de fiesta que recuerdo.

Martes, 7 de mayo

Theo ha sacado otro notable en Historia.—Me alegro de haber dejado de copiarte —le dije en broma.—¿Qué me está pasando? —lloriqueó.—En toda vida que se precie cae algún notable —traté de consolarle.—No en la mía —contestó—. A mis padres les dio un bajón con el último… —Se mordió el

labio inferior con ansiedad y añadió—: ¿Qué manera es esta de agradecerles todos los sacrificiosque han hecho por mí? Louis, ¿qué voy a decirles? ¡Tienes que ayudarme!

Y lo intenté. Pero no se me ocurrió nada de nada.

Miércoles, 8 de mayo

Esta tarde he ido caminando hasta el colegio de Maddy. Ella me esperaba en la verja. Mealegré tanto de verla que me entró un miniataque de vergüenza, pero nos pusimos a charlarenseguida. Le presenté mi nuevo número y le encantó.

Me ha dicho que no me preocupe por no tener la fecha aún. Está segurísima de que llamaránenseguida. Solo debo comprobar que mi móvil está cargado y encendido a todas horas.

—No soporto tener que volver a casa —le comenté.—Yo tampoco —replicó ella.—Pero si tienes a tus padres superentrenados…—Ya, pero aun así preferiría vivir sola —añadió.En cuanto llegué a casa, me topé con Elliot.—Estás metido en un buen lío —me anunció con una sonrisa.—Ya ves tú, qué novedad —murmuré.Pensé que me iban a echar la bronca por llegar tarde, pero no, ha aparecido un nuevo delito en

mi expediente. Mamá me ha contado que Prue acababa de estar en casa. Prue ha visto el notablede Theo y sabe cuál es el motivo de una nota tan mala. O, al menos, cree saberlo. ¡Theo le hadicho que es culpa mía porque le distraigo todo el rato!

Me he quedado alucinado. ¿Por qué narices se inventa Theo tal trola? Hasta se me hanolvidado las tácticas de entrenamiento por un instante y le he dicho a mi madre:

—Eso no es verdad en absoluto, mamá. Te lo prometo.

Page 67: Cómo entrenar a tus padres

—¿Me lo prometes? —me ha preguntado lastimosamente.Pero Prue ya ha llamado al colegio para pedir que a partir de mañana nos separen a Theo y a

mí en todas las clases.

Jueves, 9 de mayo

A primera hora me quedé esperando a Theo en la puerta del colegio, pero pasó de largo comoun autobús sin un solo hueco libre.

Luego, en clase, me pusieron justo al otro extremo de donde estaba él. No me miró ni una solavez.

Más tarde, en el vestuario, antes de la clase de gimnasia, me dijo muy bajito:—No te des la vuelta. Solo quiero decirte que siento un montón lo que les dije a mis padres,

pero era la única manera de que me dejaran en paz. Les he tenido que prometer que no iba ahablarte en todo el día. Aunque seguimos siendo amigos, ¿no?

—Yo te pondría un sobresaliente por mentiroso, desde luego —contesté.—Pues sería el único que sacaría hoy —me dijo todo triste.Ya en casa, en cuanto Elliot llegó del Club de Arte, mamá empezó a darle la matraca con los

deberes.—Mami, ¿y cuándo puedo jugar? —le preguntó mi hermano de repente.A mamá, claramente, le incomodó la pregunta. Tanto, que ni siquiera respondió.

Viernes, 10 de mayo

¡Hoy me han llamado de la tele! Justo acababa de subir a mi cuarto para hacer los deberescuando sonó el teléfono. Era Josie, la del casting. Hablamos un montón de rato. Me preguntó pormis aficiones y por el colegio. Estuve siglos contándole historias de los pirados de misprofesores.

Luego hablamos de mis padres y de cómo han cambiado últimamente. Se tronchó de risa conalgunas de las cosas que dije sobre ellos. Josie estaba de lo más simpática. Parecía que encualquier momento me iba a pedir que nos fuéramos de vacaciones juntos.

Hablamos también de mi próxima audición. Josie me dijo que creía que debía eliminar elacento australiano. Le expliqué que intento quitármelo todo el rato, pero que se me ha pegado. Serio. Después me dijo que no me asustara, pero que iba a darme una sugerencia: ¿por qué nocambiaba el número por completo e incorporaba algunas de mis historias familiares y del colegio,como las que le acababa de contar? Le parecía que así sonaría más natural… Y, además, seríamucho más divertido. Sugirió también que incluyese algunas imitaciones de Wormold yEscupitajo, y de mis padres.

Me sorprendió un poco su idea, pero le prometí que lo intentaría.Me dijo que la audición sería la próxima semana, el 16 de mayo. La primera fase sería a las

once de la mañana, y si la pasaba, haría una prueba de cámara por la tarde. Si ahí me iba bien,

Page 68: Cómo entrenar a tus padres

grabaría mi primera intervención al día siguiente. ¡Qué pasada, superpasada!Me explicó que había un hueco en la programación y que por eso se había adelantado todo. Si

superaba ambas audiciones, me pagarían una habitación de hotel para que estuviera radiante en midebut televisivo del día siguiente.

Todo superemocionante y sin una sola pega, hasta que preguntó si podía hablar con mi madre.Tenía que repasar con ella algunos detalles, como, por ejemplo, comprobar que no había problemacon que faltara al colegio.

—¿Crees que podría hablar con ella ahora? —me preguntó.—Por supuesto —contesté—. Voy a buscarla.Caminé por mi habitación un rato, pensando. Y luego me acordé de algo que le había pasado

ayer a un chico de mi clase.Cogí el teléfono de nuevo.—Hola, soy yo otra vez, siento comunicarte que a mi madre justo le acaba de empezar a

sangrar la nariz.—¡Oh, vaya! —exclamó preocupada.—Le pasa de vez en cuando. Aun así, le he preguntado si podía ir a la audición y ha asentido

con la cabeza.Pero Josie no se quedó satisfecha. Dijo que necesitaba hablar con mi madre directamente.—Estaré en la oficina hasta las seis y media. ¿Le puedes decir que me llame antes de esa hora?—Pues es que ahora mismo está muy ocupada fregando la sangre y eso… —empecé.—Necesito que me dé su aprobación antes de continuar con el proceso —dijo Josie, ahora con

la voz muy seria.Y luego me dictó su número de teléfono y se despidió.Decidí que tenía que contarle a mamá lo que había pasado. Era todo tan alucinante que era

imposible que no se alegrara por mí. Estaba sentada con Elliot en la mesa de la cocina, repasandolos deberes con él y bostezando. Me quedé rondando por la puerta. No hizo amago alguno deacribillarme a preguntas. El entrenamiento había sido todo un éxito en esa área en concreto. Meestaba ignorando. Sí, justo lo que había querido. Pero no justo ahora.

Fui hasta la nevera y la abrí, aunque solo por hacer algo.—Cenaremos dentro de media hora —anunció mamá sin mirarme, y continuó explicándole las

restas a Elliot.Volví de nuevo al piso de arriba. Era imposible hablar con mi madre de nada en ese momento.

Y mucho menos de algo tan importante como lo de la audición.Lo primero que se me ocurrió fue hacerme pasar por ella e imitar su voz en el teléfono.

Hablaría muy bajito y diría que la hemorragia nasal me había dejado afónica. Pero al final se meocurrió algo muchísimo mejor.

Llamé a Maddy para preguntarle si quería ser mi madre. Flipó y se rio al mismo tiempo.—Louis, ¿de qué estás hablando?Se lo conté rápidamente y, de paso, añadí un cumplido.—Estuviste genial cuando hiciste de la señora Kay en Nuestro día fuera. Fue una pasada.—Pero ¡eso solo era leer en alto! —gritó—. Y esto sería como actuar con público… —Se le

apagó la voz y añadió—: Y ya sabes que no puedo hacerlo…—Ah, bueno, vale —repliqué, intentando no parecer decepcionado.

Page 69: Cómo entrenar a tus padres

—Entonces, ¿qué vas a hacer? —susurró.—No te preocupes, mis células cerebrales ya están bullendo. Se les ocurrirá algo en cualquier

segundo.Maddy se despidió y colgó. Tres segundos más tarde, volvió a sonar el móvil y cuando cogí la

llamada escuché una respiración agitada.—¿Cuál es el número? —me preguntó Maddy con una voz tensa y extraña.—Oye, ¿vas a…?—No me digas ni una sola palabra o no podré hacerlo —me interrumpió—. Dame el número.Se lo di y colgó de inmediato.La espera fue una agonía total.Luego volvió a sonar el móvil y escuché otra sesión de respiración agitada.—Louis, ¡la he llamado! —exclamó Maddy.—¿Y se lo…?—Sí. Enseguida se me han quitado todos los nervios. ¡Es increíble que lo haya hecho!—Me has salvado la vida —le dije.—Me acordé de que soy tu agente, así que pregunté por el tema económico. La grabación del

viernes es pagada, y te dan un extra cada vez que salga tu número en la tele.—O sea, que si me cogen, me forro. No te preocupes, que no me olvidaré de mi agente.Hablamos mucho rato más, y cuando ella tuvo que colgar, le dije:—Hasta pronto, mami.—Hazme el favor de comerte toda la verdura, hijo —se rio ella.Un rato más tarde me di cuenta de algo. Aún necesito materializar un padre que me acompañe

el jueves, alguien que firme los formularios y esas cosas.¿Cómo voy a solucionarlo?

Domingo, 12 de mayo

Primero, las buenas noticias. La cantidad de tiempo que mis padres dedican a hablar conmigoestá cayendo en picado. Más buenas noticias: ya no patrullan por mi cuarto mientras hago losdeberes. Papá, con pinta de agotado, se paseó dos minutos el viernes y luego se largó. Unindudable triunfo.

Ahora, las malas noticias. La casa está demasiado tranquila. Se oye el silencio, sientes quetrepa a tu alrededor. Mi intención era bajar el volumen de mis padres, no apagarlos del todo.

Ahora, cuando me ven, ni me dirigen la palabra, pero sus caras transmiten tristeza y se les notatensos y confusos. No me gusta. ¿Cuándo tendrá éxito la terapia? Maddy sigue sin darmeexplicaciones concretas al respecto.

Teniendo en cuenta la situación actual, no hay posibilidad de que ninguno de ellos meacompañe a la audición del jueves. Maddy sugiere que contratemos a alguien para hacer de madre,a una actriz desempleada (o «a la espera», como dicen en el mundo del espectáculo). Va a ver siencuentra a alguna en la revista Escena.

Pero el tiempo se agota.

Page 70: Cómo entrenar a tus padres

Lunes, 13 de mayo

Hoy, en clase de Mates, la señora Archer nos entregó unos ejercicios. Se acercó a Theo y lebufó:

—Me has decepcionado mucho. Quiero verte después.Lógicamente, todos nos pusimos como locos tratando de averiguar qué nota había sacado, pero

la tapó con la mano para que nadie la viera. Después, no obstante, alguien la descubrió y el rumorse extendió por el aula: «Theo ha sacado un bien».

Al pobre le temblaba todo el cuerpo y noté que contenía las ganas de llorar. Theo y un bien…Nunca pensé que podría unir esas dos palabras en una sola frase. Hasta yo he sacado un bien hoy.

Al final de la clase Theo se quedó quieto en su pupitre, totalmente aturdido. Nadie le hablaba(aunque todo el mundo cotilleara sobre él), así que me acerqué para dedicarle unas palabras deánimo. Pero no me dejaron, porque a la señora Archer le dio por ponerse a imitar a alguien con unpetardo en el trasero. Me saltó encima y pegó un chillido ensordecedor.

—¡No, Louis!—Pero solo quería…—Fuera de aquí —me dijo, casi gritándome.—Pero ¿no puedo decirle…?—No, no puedes. Más te valdría dedicar el tiempo a repasar para el examen del jueves.Al oír la mención de otro examen, Theo arrugó el rostro y bajó la mirada al pupitre. La señora

Archer me ahuyentó de mala manera, como si yo fuera un enjambre de abejas furiosas.Me indignó que me tratara así, que no me permitiera consolar a un amigo en un momento de

necesidad. Seguro que en breve les prohíben a mis compañeros que me hablen, no vaya a ser quese contagien de mis malvadas costumbres.

Son capaces de hacerme caminar por el patio del colegio tocando una campana y chillando«Infectado, infectado» cada vez que se me acerque alguien.

Este colegio es un auténtico antro. Pero si miro las cosas por el lado bueno, el caso es que voya perderme el examen del jueves. Aunque me obligarán a hacerlo cuando vuelva, claro. Si es quevuelvo. Si es que antes no me he escapado de casa.

Estas últimas palabras han brotado solitas del bolígrafo. Creo que acabo de cruzarme con elgermen de una idea. Pero aún necesito darle un par de vueltas…

6.45 p. m.Las vueltas están dadas. Ya tengo la solución a todos mis problemas. Voy a escaparme de casa.La última vez que intenté conquistar la libertad fue hace seis años, cuando estaba hartísimo de

Elliot y del muchísimo caso que le hacía todo el mundo. Cogí una bolsa de viaje enorme, la llenécon mis dinosaurios favoritos y caminé hasta el final de la calle. Empezó a llover, así que mequedé en una cabina de teléfono durante lo que me parecieron siglos (aunque probablementefueran diez minutos) y luego me arrastré de vuelta a casa. Mi madre nunca llegó a darse cuenta deque me había ido.

Pero esta vez será completamente diferente. Lo he planeado todo. Esto es lo que haré: despuésde grabar el vídeo para la tele el viernes, volveré al barrio donde solía vivir y me quedaré encasa de algún amigo, probablemente de Harry (tiene un cobertizo en el que podría esconderme un

Page 71: Cómo entrenar a tus padres

par de días). Estoy seguro de que me dará de comer con los restos que consiga. Después, cuandopor fin salga en antena, me lloverán las ofertas y emprenderé una gira por todo el país.

Voy a llamar a Maddy para contárselo.

7.00 p. m.Más noticias alucinantes. Le conté a Maddy la decisión que he tomado y luego le dije:—Así que ya solo me falta un adulto para el jueves. ¿Has encontrado a alguna actriz?—No —contestó en voz muy baja; tras una pausa, continuó con el mismo tono—: Solo tenemos

una opción… Volveré a hacerme pasar por tu madre.Flipé.—Si tú odias actuar con público…—Ya. Pero tampoco tengo que hablar mucho, ¿verdad?—Prácticamente nada.—Y es un papel muy secundario, ¿no?—Sí. De hecho, lo más importante que tendrás que hacer es firmar formularios.—Creo que eso sí puedo hacerlo —respondió muy seria—. Pero necesito comprar algo de

ropa para disfrazarme. Mañana iré a la tienda de segunda mano. No te preocupes, Louis. No tefallaré.

Martes, 14 de mayo

Equipamiento para escaparme:1) Cepillo de dientes.2) Camiseta y vaqueros.3) Siete pares de calzoncillos.4) El aftershave maloliente de papá.5) Cuchillo, tenedor, vaso y plato.6) Lata de alubias.7) Chocolate.8) Libro: De acuerdo, Jeeves.9) Gel para el pelo.10) Un dinosaurio (por los viejos tiempos).11) Si me queda espacio, calcetines. Pero los calcetines me parecen opcionales.Lo he cogido todo y lo he escondido en mi cuarto, en el fondo del armario. Soy consciente de

que escaparme es una medida bastante radical y me pregunto si quizá debería darles a mis padresuna última oportunidad… No estoy seguro.

9.00 p. m.Me han llamado hace un rato para que bajara. Papá me dijo que sabía que algo me preocupaba

y que tanto él como mamá querían ayudarme. De momento la cosa sonaba bien. Pero, luego, ¿te lopuedes creer? ¡Empezó a darme la matraca con los deberes! ¿Por qué mi vida tiene que girarsiempre en torno al colegio? Últimamente no hablamos de otra cosa.

Page 72: Cómo entrenar a tus padres

Total, que después va y me anuncia que han contratado a un profesor particular para queempiece a venir el viernes. Se llama el señor Cigalas (eso me pareció oír; no creo que se llameasí, y, de todas formas, ¿a quién le importa?, porque ya no estaré aquí) y va a ayudarme conLengua y Matemáticas. Mi padre empezó a sonreírme con cara de tonto, como si me estuvieseregalando un cachorrito, y mi madre me preguntó entusiasmada:

—¿Qué te parece?Era evidente que pensaban que me volvería loco de alegría ante la noticia de tener un profesor

particular, todo para mí… Te lo aseguro, la salud mental de mis padres pende de un hilo. Meencogí de hombros, puse cara de tristeza y colé otra de las frases letales:

—Siento que tengáis que recurrir a esto.Brillante. Las sonrisas cursis se desvanecieron de inmediato y, sin mirarme siquiera, mi padre

me dijo:—Muy bien, márchate, anda…Mientras subía las escaleras, oí que mi madre murmuraba:—Últimamente no hay manera de complacerle.La comunicación con mis padres ha llegado a unos mínimos de récord.Traté de animarme leyendo chistes, pero no me funcionó, así que llamé a Maddy. Ha ido a la

tienda de segunda mano y ya está lista para el jueves (se niega a contarme lo que ha comprado,quiere que sea sorpresa). Aparte, ha asaltado su cuenta de ahorros para sacar setenta y cincolibras. Son para el billete de tren a mi antigua casa y otros posibles gastos que mi fuga puedaimplicar.

Le dije que lo apuntara todo en un papel para devolvérselo más adelante, pero me dijo que ellano funcionaba así. Que sabía que no la olvidaría cuando me convirtiera en una estrella del humor.

Y no lo haré.

Miércoles, 15 de mayo

5.00 p. m.De camino al colegio, Theo me asaltó desde un arbusto.—Louis, cuéntame alguno de tus estúpidos chistes, porfa —me dijo.La verdad es que a esas horas de la mañana no suelo estar demasiado chispeante, pero como

soy semiprofesional, le conté media docena de chistes. Theo fue un gran público. Luego meextendió la mano y añadió:

—Te deseo toda la suerte del mundo hagas lo que hagas, Louis.El corazón me dio un vuelco. Era como si supiera que me escapaba al día siguiente. Pero

¿cómo iba a saberlo? El secreto solo lo compartimos Maddy y yo…No pude preguntarle nada porque vimos a la señora Archer en el horizonte y nos separamos de

inmediato. Luego ya no tuve oportunidad de hablar con él.El resto del día se me pasó como a dos kilómetros por hora, pero cuando por la tarde por fin

crucé la verja, tuve el presentimiento de que ese colegio nunca jamás de los jamases volvería aamargarme la vida.

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9.30 p. m.El equipaje para la huida está preparado en mi habitación. Cuando termine de escribir esto, lo

meteré todo —tú incluido, querido diario— en mi mochila del cole. Los libros los tiraré por ahí.Total, ya no los voy a necesitar, ¿no?

Les voy a dejar una nota a mis padres para que sepan que no me han secuestrado ni nada deeso. Dice:

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Jueves, 16 de mayo

10.15 a. m.Salí de casa poco después de las ocho de la mañana.Papá ya se había ido al trabajo y mamá estaba ocupada buscando el libro de Matemáticas de

Elliot. Como no íbamos a vernos en un tiempo, pensé que estaría bien despedirme de ella encondiciones.

—Me voy, mamá —le dije—. Muchas gracias por cuidarme durante estos doce años.Se dio la vuelta y me preguntó:—¿Estás bien, Louis?—¿Yo? Sí, claro. Resplandeciente. Nos vemos, mamá. Cuídate, ¿vale?Y salí por la puerta para marcharme, seguramente, por varios años. O sea, era un momento de

especial relevancia. Pero, si te digo la verdad, no estaba —para nada— tan emocionado comoesperaba. Me sentía, más bien, un poco vacío y… Bueno, y ya está.

Sin embargo, en la estación de tren enseguida me animé. Maddy me esperaba con la mochila ycon una bolsa de ropa. Para mi sorpresa, aún llevaba el uniforme del colegio. Dijo que preferíacambiarse cuando llegáramos a Londres. Parecía supernerviosa, aunque ¿acaso no es normal quelo estuviera?

En el tren le mostré mi espectáculo a Maddy. Básicamente hablaba de mis padres, con algunostoques de Wormold y Escupitajo.

—Tus chistes eran divertidos, pero esto es mucho mejor —comentó Maddy—. Ahora también

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tienes algo que decir sobre la vida, ¿no?Asentí orgulloso.—Sí, algo tengo que decir, ¡aunque no tengo ni idea de qué!Cuando nos bajamos en King’s Cross, le pregunté a Maddy:—¿Vas a cambiarte de ropa ahora?—Ya toca, ¿no? —contestó después de tragar saliva, y se fue corriendo al baño de mujeres.Esperé unos cuantos siglos. Hasta que, de pronto, se me acercó una aparición con tacones altos.

Nunca lo olvidaré. Llevaba unas gafas azules enormes, pendientes largos y un traje de chaquetagris. Pero lo que más me llamó la atención fue una enorme peluca rizada y pelirroja. Parecía queun gato rojizo se le había encaramado a la cabeza. Su aspecto no era el de alguien niespecialmente mayor, ni demasiado joven, pero sí el de alguien muy, muy raro.

—¿Qué opinas? —me preguntó con una sonrisa tímida.—No pasarás desapercibida, desde luego —respondí.En ese instante, la peluca decidió hacer un poco de ejercicio y se puso a menearse frente arriba

y frente abajo.—En realidad —continué—, podrías presentarte tú en mi lugar. Eres mucho más graciosa.Maddy volvió corriendo al baño de chicas para ajustarse la peluca. Cuando regresó, me dijo:—Ahora debería quedarse quieta, siempre que no camine muy rápido o me ponga a mover la

cabeza. Tengo una pinta espantosa, ¿no?—No… Bueno, sí. La verdad es que sí. Pero seguro que muchos de los padres de artistas son

gente rara, así que encajarás perfectamente.Creo que mi discurso animó a Maddy un poco.

12 del mediodíaLlegamos al teatro Robson supertemprano, así que nos quedamos fuera un rato. Maddy, de

repente, hizo un ruido extrañísimo, como si tuviera arcadas.—¿Vas a…?—Ni lo menciones —me bufó Maddy, con la cara tan roja que se podría freír un huevo encima

—, porque si lo mencionas, ocurrirá.Entonces sacó unas llaves de coche y sus manos empezaron a juguetear con ellas.—Son las llaves de repuesto de mi madre —murmuró—. Pensé que si las traía, me ayudarían a

darle credibilidad al papel.Luego, como no había cola, entramos directos en recepción. El chico con cara de aburrido

volvía a estar ahí. Miró a Maddy desconfiado durante un rato muy largo.—Hola —dijo Maddy—. Soy la señora…Se hizo un espantoso y agonizante silencio mientras luchaba por recordar mi apellido. Al final

tuve que soplárselo. El chico volvió a lanzarle una mirada suspicaz, comprobó un papel, me diouna pegatina con mi nombre y el número doce y nos mandó a la sala de espera.

—Lo siento, Louis. Me he quedado completamente en blanco…—No te preocupes, mamá —contesté—. Son los nervios, ya está. A todo el mundo le pasa.Justo en ese momento vi a Josie saliendo de la sala de espera. Avisé a Maddy, que empezó a

repetir «Concéntrate, concéntrate» mientras agarraba las llaves del coche bien fuerte.Josie flipó un poco cuando vio por primera vez la sospechosa pinta de mi «madre», pero se

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tranquilizó en cuanto Maddy empezó a hablar. Su voz era quizá muy baja de volumen, aunqueindudablemente adulta. Sin duda alguna.

Josie nos acompañó a la sala de espera. Llegábamos con veinte minutos de antelación, pero yaestaba hasta los topes. En el centro había una chica, con sombrero vaquero y chaqueta de cuerogranate, que proclamaba a viva voz: «La música es mi vida, ¿sabéis?».

—Alejémonos lo más posible de ella —susurró Maddy.Entonces entró la Maga Serena acompañada, de nuevo, por su madre y su abuelo. Se me acercó

a toda velocidad.—¡Ay! ¡Qué alegría volver a verte! —exclamó, y hasta me dio un pequeño abrazo, algo que,

según noté, a Maddy no le hizo mucha gracia.Serena la miró con los ojos como platos y luego me preguntó al oído:—¿Es tu madre?—En carne y hueso.—Me la imaginaba de otra manera.—Es curioso, a mucha gente le pasa —repliqué.Serena le presentó a Maddy a su madre y a su abuelo. Y Maddy adoptó inmediatamente el

discurso y el soniquete de los mayores, soltando cosas tipo «Estaréis muy orgullosos deSerena…».

Además, Maddy caminaba igual que una madre. Imitaba perfectamente los andares sinexagerarlos. El que en esa ocasión estaba muy orgulloso era yo.

Poco después nos llevaron en manada a la Sala Ashcroft y Maddy se sentó en las filas de atrás,con los adultos. Delante de nosotros estaban los mismos jueces de la audición anterior.

—Ya está aquí el pelotón de fusilamiento —le susurré a Serena, y ella soltó una risita.—Siempre consigues que se me pasen los nervios.Yo, sin embargo, estaba bastante acelerado. Al fin y al cabo, si lograba superar esa audición y

la de la tarde, me ocurrirían un montón de cosas fantásticas. Ojalá, ojalá, ojalá…La mayoría de los números eran de cantantes y algunos tenían unas voces de primera categoría.

La chica del sombrero vaquero tenía un buen par de pulmones. Y bailaba fenomenal, aunqueSerena no estaba nada de acuerdo conmigo.

—Sus pasos están anticuados y tiene una personalidad insoportable.—No como nosotros —respondí.Sonrió y enseguida le tocó a ella. Estuvo genial, y sus trucos de cartas fueron una pasada.El siguiente concursante era yo. Las piernas se me hicieron gelatina y empecé a sudar nada más

empezar, sobre todo porque pasaron unos segundos hasta que conseguí provocar la primera risa.Pero luego ya me solté (¡y en mi propio acento!) y les conté las cosas que tú ya sabes, queridodiario: todo lo de mis padres y el colegio. Hice un par de imitaciones y hasta conté chistes, comoeste: «Yo no diría que Escupitajo es un tipo aburrido, aunque una vez se le durmió el ojo decristal».

Las partes en las que la gente más se rio fueron las historietas de mis padres robándome la teley sentándose en mi cuarto y observándome hacer los deberes. Es maravilloso estar encima de unescenario. Es la única palabra que de verdad lo define: maravilloso. Cuando terminé, todo elmundo me sonreía y algunos me dieron golpecitos en la espalda. Fue como tener un montón deamigos nuevos de repente.

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El jurado ya ha visto las quince actuaciones y ahora están pensando quién irá a la prueba de latele de esta tarde. «Hemos de tomar una decisión muy complicada», ha dicho Josie, lo cual me damala espina.

La tensión, como te podrás imaginar, es insoportable. Algunos niños (y también algunospadres) están sentados tapándose la cara con las manos. Otros hablan en voz muy alta y se ríenescandalosamente. Le he estado contando a la Maga Serena un par de historias más sobre mispadres, pero el corazón me palpita como loco. Y la espera sigue y sigue.

Un momento. Josie acaba de levantarse.

1.05 p. m.Quería que fueras el primero en saberlo.Josie solo pronunció tres nombres. El de la Maga Serena, el de Caro (la chica del sombrero

vaquero) y el mío. Tuvimos que ponernos en pie y luego Josie añadió:—Nos gustaría que vosotros tres cruzarais «la puerta del sí» con vuestros padres.Salimos del teatro con el sonido de la gente aplaudiendo (lo cual fue muy amable por su parte).

Me sentí como un rey.Ya estoy muy cerca, querido diario. Solo falta un paso más.

1.50 p. m.Estamos de vuelta en la sala de espera. Hay sándwiches y bebidas repartidos por la habitación,

pero nadie come demasiado. Maddy se ha ido al baño porque la peluca le pica mucho. Estoyrepasando mi número una vez más mientras me pregunto si mamá ya habrá encontrado mi nota.

La verdad, puede que me haya pasado un poco con ella… y con papá. O sea, no debe de molarmucho que todos los vecinos estén todo el día en plan «Mi hijo ha sacado cinco sobresalientes ymi hija toca la tuba. ¿El inútil de vuestro hijo ya se ha espabilado?».

Bueno, pues mis padres podrán presumir de algo mío muy pronto. Cuando sepa qué día salgoen la tele se lo contaré seguro. Tal vez incluso vuelva a casa ese día para ver el programa conellos. Y después me pedirán perdón por no haberme apoyado. Aunque tampoco dejaré que sedisculpen demasiado. Después de una hora les diré que ya ha sido suficiente.

Tengo ganas de que llegue el momento de volver a actuar. Odio andar esperando. Maddy llevasiglos fuera, pero ya vuelve, así que te dejo. Enseguida te pongo al corriente.

8.15 p. m.No he podido escribir hasta ahora. Verás, han pasado un montón de cosas en las últimas horas.

Aún me cuesta creer algunas de ellas.Tuve que esperar hasta las tres y cuarto para hacer la prueba de la tele. Estas pruebas son

totalmente privadas. Solo estás tú, tus padres y los tres mosqueteros. La Maga Serena entró justoantes que yo. Se pasó siglos ahí dentro y luego salió disparada. Me acerqué a ella y al principiono podía ni hablar, estaba sin aliento.

—No te han hecho correr por la habitación, ¿no? —le pregunté.Se rio y después dijo con voz entrecortada:—He pasado la prueba.Me abrazó dos veces. Su madre y su abuelo saltaban como dos críos. Me alegré un montonazo

por ella.

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Serena me deseó suerte, aunque creía que no la necesitaba, de bueno que era. Después llegó miturno.

Josie le dijo a Maddy dónde sentarse y luego me dio instrucciones para que me colocara en unaestrella que estaba pegada al suelo. Había cámaras a los lados, pero Josie me pidió que lasignorara y que solo mirara a la que tenía delante. Me dijo que sabía que era más difícil actuar sinpúblico, pero que estaba segura de que lo haría muy bien. Luego me preguntó cómo me encontrabayo.

No sé por qué, pero de repente me sentía superasustado e inseguro. Puede que se debiera a losdos zombis que acompañaban a Josie. Pero no se lo dije porque le habría parecido un novato. Mepuse la careta de autoconfianza y me lancé.

Una vez que empecé, se desvanecieron los nervios. No disfruté tanto como en el teatro, pero,aun así, fue un subidón. Maddy se carcajeó como si no hubiera visto mi actuación catorce vecespor lo menos. Josie también se rio, pero el Barbas no hizo más que toquetearse la barbilla y Tupéparecía haber entrado en trance.

Y así, como quien no quiere la cosa, de repente acabé. Fui y me senté con Maddy mientrasellos debatían.

—Has estado genial —me dijo.—Dilo un poco más alto —repliqué con una sonrisa.Pasaron como cuarenta horas mientras los jueces cuchicheaban hasta que por fin Josie me pidió

que me acercara.—Enhorabuena, Louis, por haber llegado hasta aquí. Lo has hecho fenomenal y hemos

disfrutado enormemente de tu entretenido espectáculo. Sin embargo, tenemos que tomar decisionesmuy complicadas y no vamos a pedirte que vengas a la grabación de mañana. Lo siento mucho.

Al principio no asimilé lo que me estaba diciendo porque sus palabras parecían salir de untúnel muy largo. Hasta que, de pronto, comprendí y repliqué:

—Bueno, así es la vida.—No estás demasiado disgustado, ¿verdad? —me preguntó Josie.—Qué va. Hay que saber encajar los golpes, ¿no?Incluso ahora quería poner buena cara.Josie me sonrió y me dio una cinta.—Un pequeño recuerdo de hoy —me dijo.La cogí, completamente aturdido, y cuando ya nos íbamos Maddy gritó con su voz normal:—Creo que estáis locos. Tiene talento cómico a raudales.La peluca, como si estuviera de acuerdo, se meneó un poco y se inclinó hacia delante.Ya fuera, se abalanzó sobre nosotros la Maga Serena.—¿Cómo te ha…? —empezó, pero en cuanto se fijó en mi cara retrocedió, horrorizada, y

exclamó—: ¡Oh, no!Le dije adiós con la mano.—Me alegro un montón de que hayas pasado la prueba. Te veré en la tele y aplaudiré cuando

salgas. Te lo prometo.Maddy y yo nos arrastramos hasta la recepción. Puede que suene prepotente, pero nunca pensé

que perdería. No después de haber llegado hasta aquí. Me siento totalmente humillado. Está claroque no soy ni la mitad de bueno de lo que me creo.

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Maddy intentó decirme algo, pero yo no quería hablar con ella. No quería hablar con nadieexcepto con… mis padres. El shock de perder debía de haberme trastornado la cabeza, pero enese momento solo quería estar con ellos. No me servía nadie más.

Y entonces… me pareció ver a mi padre entrando en la recepción. Era realmente él, pensé, ¿ose me estaba yendo la pinza?

De repente, el clon de mi padre me vio e hizo una imitación perfecta de esos juguetes a los quese les salen los ojos cuando los aprietas.

—Ahí está tu padre —me comentó Maddy para echarme una mano.Vino corriendo hacia nosotros y me miró entre alucinado y ansioso.—Louis, ¿se puede saber qué está ocurriendo?No estaba seguro de cómo contestar a eso, pero, por fortuna, mi agente, con la peluca ya caída

sobre los ojos, contestó por mí.—Louis ha estado haciendo un casting para la tele. Y lo habría pasado si no fuera por los dos

cretinos del jurado.Papá la miró con la boca abierta.—¡Maddy! —exclamó, incrédulo—. Pero ¿por qué…?—Me tenía que acompañar alguno de mis padres —le interrumpí.Papá aún tenía cara de perplejidad, aunque también cierto brillo en sus ojos. Entonces irrumpió

en recepción otra figura conocida: Mike.Si me quedaba allí lo suficiente, lo mismo aparecía mi calle entera… Mike soltó un gruñido en

cuanto me vio.—Así que has encontrado a uno —le dijo a mi padre, y luego me preguntó directamente a mí—.

¿Dónde está el mío?—Theo está contigo, ¿verdad? —terció mi padre.—¿Theo? —repliqué, mirándole con sorpresa.—Theo tampoco ha ido hoy al colegio —me explicó papá muy serio—. Pensamos que se

habría escapado contigo.Cuando conseguí convencer a Mike de que Theo no estaba escondido en mi mochila, fuimos los

cuatro al coche de papá. Él y Mike se sentaron delante; Mike hablaba por el móvil sin parar y mipadre, entre conversación y conversación, trataba de convencerle de que Theo no podía haber idomuy lejos.

Yo iba tirado atrás con Maddy.—Me pregunto cómo sabía mi padre dónde estaba —le susurré.Ella se encogió de hombros.—Supongo que da igual, ahora que todo ha terminado.Papá dejó a Mike en su casa y luego llevó a Maddy a la suya. Ella se había quitado la peluca y

las gafas y estaba empeñada en hablar conmigo, pero a mí se me caía la cara de vergüenza. Sabíaque le había fallado. Aparte, ¿qué pasaba con todo ese dinero que se había gastado en mí?

—Te devolveré el dinero —le anuncié de repente.—¡Oh, eso me da igual!Pero me apuesto lo que sea a que es mentira.—Puede que tarde un poco —admití—, ya que voy a renunciar a mi carrera de humorista.—¡Oh, no! ¡No deberías! —exclamó, tras ahogar un grito de asombro.

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Me despedí de ella muy desanimado. En ese momento no quería hablar con nadie, la verdad.Quería estar a solas con mis sueños rotos.

Cuando salió del coche, Maddy se despidió con un «Nos vemos pronto», pero yo estabademasiado invadido por la tristeza como para contestar.

De vuelta a casa, me entró pánico al pensar en enfrentarme a mamá. Suponía que me iba aechar una buena bronca, pero solo me dijo:

—¿Tú tienes idea de lo que nos has hecho pasar?Por increíble que parezca, eso fue todo. Elliot, mientras tanto, saltaba de un lado a otro (cómo

no) exigiendo saber dónde había estado.Y luego apareció Prue. Seguía sin haber noticias de Theo. Recordé cómo se había despedido

de mí en el cole, y claro, caí en que él también planeaba escaparse. Y recordé algo.—No sé si os servirá —intervine—, pero Theo me comentó una vez que cuando necesita estar

solo y pensar, va al parque y…—¡El parque! —exclamó Prue—. Ahí no hemos mirado.Salió de casa apresurada, con mi madre pisándole los talones.Le dije a papá entre dientes que iba a deshacer la maleta, como si acabara de llegar de unas

vacaciones, pero ni deshice la maleta, ni fui a por el vídeo (que se había quedado en el coche).Me fui directo a la cama.

Después oí llegar a mamá.—Han encontrado a Theo —informó a papá—. Estaba en el parque, acurrucado en un banco.—Pobre chaval —replicó mi padre.Y luego musitó algo sobre la presión que no conseguí pillar, pero mi madre se mostró de

acuerdo con lo que fuese. Luego, subieron los dos a verme. Cerré los ojos a conciencia para dar laimpresión de estar profundamente dormido.

—Está agotado —afirmó papá.—Ya. Cuando entró parecía tan hecho polvo que no he podido regañarle —cuchicheó mamá.Nota: si alguna vez no quiero que mamá se enfade, debo fingir cansancio.Luego, mi madre descubrió mi nota de huida, que estaba aún sobre la mesa.—Anda, mira esto… —susurró.Ambos la examinaron y papá leyó en voz baja:—«Me marcho para comenzar mi carrera…» —y se rio, pero no de manera desagradable.Ahora siguen pensando que estoy durmiendo. Creo que no tengo nada más que contarte por hoy.

11.40 p. m.¡Sí, sí que lo tengo!Tras mi última anotación dormí un par de minutos y de pronto me desperté al oír mi voz (una

sensación muy extraña). Bajé las escaleras para espiar a mis padres y descubrí que estaban en elcuarto de estar, viendo mi prueba. Los dos se reían de corazón. Luego me descubrieron y papáexclamó:

—Pero ¡si eres muy gracioso!—No debería sorprenderte tanto —repuse.—Tienes muchísimo talento —me dijo, y una pequeña sonrisa se asomó a sus labios—. Cuando

era adolescente, yo tenía cierto talento musical. Y quizá así fuera.

Page 81: Cómo entrenar a tus padres

—Quizá —le contesté en plan amable.—Pero me faltaba algo que tú tienes de sobra: auténtico empeño.Y entonces mamá y él empezaron a acribillarme a preguntas sobre los castings. Pero no me

sometieron a un interrogatorio, como solían, no. Parecían fascinados, así que les contéprácticamente todo. Mi madre a punto estuvo de ponerse toda cursi en un par de ocasiones, perotragó saliva y se controló.

Vimos la grabación los tres juntos un par de veces más. Y no les molestó en absoluto que lamayor parte de mi número consistiera en reírme de ellos. Eso me impresionó.

Luego Elliot bajó a hurtadillas, insistió en ver mi número, se tronchó de risa todo el rato yenseguida se quedó dormido. Papá lo llevó de vuelta a su cuarto mientras mamá aprovechaba paraacurrucarse a mi lado en el sofá. «Ya está —pensé yo—, ahora es cuando toca la gran charla».

—Cuando eres madre o padre, Louis —comenzó—, tienes que interpretar muchos papelesdiferentes: como médico, enfermera, psiquiatra, amigo, profesora…

—Puedes dejarlo cuando quieras —la interrumpí.Ella sonrió.—Pero a veces te dejas llevar tanto por uno de los papeles que se te olvidan todos los demás.Antes de que me diera cuenta, me estaba plantando uno de sus besos babosos en la frente,

aunque como las cortinas estaban cerradas, no intenté detenerla. Entonces noté que teníamuchísima hambre. Mamá me preparó un sándwich y, mientras mascaba, volvió papá y dijo «Osea, que no te gusta que entremos en tu habitación mientras trabajas…» con voz de sorpresa,¡como si nunca antes lo hubiera mencionado!

Les expliqué con mucha paciencia por qué no me gustaba ni que me observaran mientrasestudiaba, ni que me metieran presión con los deberes. Y añadí que tampoco me gustaba queorganizaran todos mis ratos de ocio; ni a Elliot (esto lo dije en un ataque de solidaridad entrehermanos). Por último, les conté exactamente por qué odiaba tanto mi nuevo colegio y sentí que deverdad me estaban escuchando. Por fin.

Y tengo que admitir que el tiempo voló. De hecho, cuando mamá anunció que eran las once, mequedé flipado.

Claramente, estábamos a gusto.—¿Tengo que ir al colegio mañana? —pregunté, pensando que jamás caería la breva, pero

entonces mi padre contestó:—No, puedes descansar un poco del «infierno», como tú lo llamas.Mamá pareció a punto de expresar su desacuerdo, pero luego asintió.—Vale, mañana no.Cuando subí a mi habitación, empecé a pensar en cómo mi sueño se me había escapado de las

manos y recordarlo me dio un ataque de melancolía. Pero después pensé en cómo mis padres sehabían tronchado de risa con el vídeo y eso me despertó una gran sonrisa.

12.15 a. m.Se me acaba de venir a la cabeza algo que pensaba contarte hace un rato. Le pregunté a mi

padre cómo supo dónde encontrarme y él me dijo que el colegio había llamado a las once de lamañana para informarles de que Theo y un servidor estábamos ausentes. Prue, de inmediato,supuso que yo había secuestrado a su intachable Theo y que le estaba arrastrando a una vida de

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delincuencia y maldad. Papá y Mike salieron corriendo de sus respectivos trabajos y Mike se unióal coro de reproches de su mujer.

Pero más tarde, como a la una, recibieron una enigmática llamada de teléfono. Era una mujer.Les dijo dónde me encontraba y les aclaró que estaba haciendo el casting para un importanteprograma de televisión. Antes de que papá pudiera preguntar nada, colgó.

Debió de ser Josie. Pero ¿por qué iba a llamar a mi padre si supuestamente mi madre estabaallí conmigo? Misterio total.

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Viernes, 17 de mayo

¿Quieres oír buenas noticias? No, la productora de televisión no ha cambiado de opinión. Esoestaría más allá de ser una pasada, o una superpasada… Bueno, no es eso, pero también mola unmontón.

No tengo que volver al museo de cera de Escupitajo ni el lunes, ni el martes, ni el miércoles, niel jueves… ¡Ni nunca! Mamá ha decidido que el colegio y yo estamos, claramente, en totaldiscordancia. ¡Tal y como lo contaba, parecía que el colegio y yo éramos pareja! Me ha dicho queno puede ser que me sienta tan mal y que papá y ella se han puesto en marcha para buscarme unaprisión nuevecita.

Todo tiene trampa, claro, porque entre colegio y colegio tendré que sufrir a un profesorparticular. La verdad es que no apruebo eso de traer a profesores a casa, es una costumbredespreciable, pero espera a que te cuente quién es.

¿Recuerdas que ya habían mencionado a un profe? Pensé que se llamaba señor Cigalas, pero nolo entendí bien. En realidad se llama señor Wallace. Aunque el apellido no me sugirió nada hastaque me dijeron su nombre: Todd. ¡Sí, Todd, el de las clases de Teatro! Sabían que me caía bien yhabían descubierto que, aparte de actuar en una serie de la tele e impartir clases de actuación,

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también trabajaba como profe de Lengua y Matemáticas.

5.00 p. m.He ido a visitar a Theo hace un rato. Mike me abrió la puerta. Tenía la cara roja y parecía

trastornado. Por lo visto, Theo ha cogido frío. Tiembla sin parar y el médico dice que necesitareposo total. Ojalá dijeran eso sobre mí. Aunque si soy justo, Theo no tiene buen aspecto enabsoluto. Estaba superpálido y tenía los ojos hundidos. No me gustó nada verle así. Pero comosiempre prefiero darle un punto alegre a las cosas, le dije:

—Conque los dos nos saltamos el temible examen de Mates, ¿eh?Theo se limitó a echarme una sonrisa triste.—¿Te has enterado de todos los gritos que les pegué anoche a mis padres? —dijo en voz muy

bajita.—No, así que cuéntamelo todo.—Pues justo cuando acababa de volver del parque, mi padre empezó a echarme la bronca. Yo

ya me lo esperaba, pero estuvo dale que te pego con que se habían dejado la piel por mí hasta que,de repente, algo se me rompió por dentro y pensé que ya no podía soportarlo más. Y entonces mepuse a gritarles.

—¿Y qué les dijiste? —le pregunté ansioso.—Que pararan de sacrificarse tanto por mí y que mejor me dejaran en paz… Que eran una

carga enorme y que… estaba harto de ellos.—Genial. ¿Y añadiste algo más?—No.—Pues es una pena. ¿Y qué contestaron?—No mucho porque estaban completamente alucinados. Pero esta mañana mi padre se ha

sentado en mi cama y hemos hablado durante horas. Me ha dicho que está de mi lado y que quierelo mejor para mí, y que era muy importante que yo lo entendiera. Le he contestado que lo entiendoporque, al fin y al cabo, tiene buena intención, ¿no? —Me encogí de hombros y luego Theo susurró—: Yo creo que sí.

Después, se tumbó y cerró los ojos.—Me voy —anuncié entonces—. Ponte bueno pronto, ¿vale?Justo cuando yo iba a salir por la puerta, murmuró:—Mi padre dice que tiene algo especial para mí, para cuando mejore.—¿Un viaje a Disneylandia?—No —respondió Theo, y volvió a abrir los ojos—. Un curso nuevo para niños que, al

parecer, es increíblemente popular. Es para aprender a controlar la furia.—Pues a mí no me cojas sitio, por favor.Theo empezó a reírse.—Vuelve pronto —replicó.

9.00 p. m.He intentado llamar a Maddy varias veces, pero tiene el móvil apagado. Espero que sus padres

no se lo hayan confiscado como castigo por lo de ayer.

Page 85: Cómo entrenar a tus padres

Sábado, 18 de mayo

Alguien ha echado en el buzón un anuncio de clases de salsa. Lo dejé en la mesa de la cocina ypapá lo cogió.

—¿Esta vez os vais a apuntar? —les pregunté.—¿Qué te parece? —le dijo mamá a papá entre risas.—¿Por qué no? —contestó él, riéndose también.Creo que por fin les he encontrado un hobby. Una cosa menos por la que preocuparme. Maddy

sigue sin contestar al teléfono.

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Domingo, 19 de mayo

Después de comer recibí una llamada urgente de la madre de Maddy. Resulta que Maddy sehabía encerrado en su cuarto y se negaba a salir, y me han pedido que hable con ella.

Papá me llevó a su casa y dijo que pasaría a buscarme al cabo de una hora. Los padres deMaddy me esperaban en la puerta. Parecían muy preocupados.

—Justo después de desayunar subió a su dormitorio —me explicó la madre de Maddy— yanunció que no pensaba salir nunca más. Al principio pensamos que era una rabieta pasajera, perose niega a dirigirnos la palabra y casi tira la casa abajo con sus gritos cuando he sugerido quetraería a sus hermanas. ¿Puedes intentar tú hablar con ella, Louis?

—Claro que puedo —contesté—. Solo una pregunta: ¿regañaron mucho a Maddy por lo deljueves?

Ambos me miraron desconcertados.—¿Qué pasó el jueves?

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Oh, nada del otro mundo. Su hija se largó del colegio, viajó a Londres y se disfrazó de mimadre. Fue un día como otro cualquiera. Bueno, estaba claro que no tenían ni idea de lo que habíaocurrido, y tampoco era el momento para iluminarles.

En la puerta de la habitación de Maddy había un cartel en el que se leía «MI CUARTO, MICAOS». Di unos golpecitos y una voz respondió:

—¿Qué quieres?—Verte estaría bien.—No tengo nada que decirte —contestó.—Entonces puedes dedicarte a mirarme. Anda, déjame entrar.Abrió la puerta una rendija, me hizo señas para que entrara y luego la cerró con pestillo de

nuevo. No parecía alegrarse nada de verme. Hasta Escupitajo me habría recibido con más calidezque ella.

—¿Qué pasa? —le pregunté.Lanzó lo que se considera una risa triste y exclamó:—¡Me pasa de todo! Te dediqué un montón de tiempo y esfuerzo, y luego vas el jueves y me

haces el vacío.—No te hice el vacío.—Sí que me lo hiciste, Louis. Dijiste que todo había terminado y que no querías saber nada de

mí.—Eso último nunca lo dije.—Bueno, pero lo insinuaste. Me despedí con un «Nos vemos pronto» y ni siquiera me

contestaste, y fue muy feo por tu parte teniendo en cuenta que me disfracé de tu madre y llamé a…Paró de repente.—¿Qué? —le pregunté.—Nada.Se estaba poniendo muy colorada. Y entonces lo supe.—No fue Josie la que llamó a mis padres ese día; fuiste tú, ¿verdad?—Pues claro.—¿Y por qué?—Ya sé que te dije que entrenaras a tus padres… Pero el tema es que a los míos los he

entrenado en exceso. Y no quería que eso te pasara a ti. Así que pensé que si te veían ycomprendían qué gran talento tienes…

—Fue todo un detalle…—Sí que lo fue.Después le pregunté a qué se refería con eso de que había entrenado a sus padres en exceso. Se

sentó en la cama y me explicó:—Verás, ya no hablo nada con mis padres. Nunca les he caído muy bien y no les culpo por ello.

O sea, teniendo a mis hermanas, que son tan listas, tan guapas y tan divertidas… Hasta a ti tegustaron.

—No me gustaron.—Sí te gustaron.—Perdóname, pero ya sabré yo quién me gusta, ¿no?—Da igual —continuó Maddy—. Todo el mundo las adora, y luego estoy yo: el patito feo.

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—No eres fea, y tampoco eres un patito, precisamente.Negó con la cabeza.—Me convencí a mí misma de que no me importaba lo que mis padres pensaran de mí.

Seguiría mi camino y les mantendría al margen de mi vida. Así que seguí todos los puntos delentrenamiento. Y funcionó. Me dejaron cada vez más en paz. Y dejaron de esperar cosas de mí,que era justo lo que yo quería. Pero también empecé a notar que me odiaban, aunque ya ni eso meafectaba, porque apareciste tú y me hice tu agente… Pero ahora todo ha terminado y ya no tengonada.

Empezó a llorar, y yo no sabía qué hacer. Al final le ofrecí un pañuelo y le dije:—No te preocupes. No tiene mocos.Sonrió y se sonó la nariz con fuerza.—Lo siento mucho.—Yo siento mucho haberte dicho que iba a renunciar a ser humorista, porque no es verdad…Alzó la vista.—No deberías.—Y me gustaría mucho que siguieras siendo mi agente… y mi amiga.Estas últimas palabras las susurré, pero Maddy me escuchó de sobra.Hablamos un ratito más y luego salí a decirles a los padres de Maddy que su hija bajaría

enseguida. Los dos soltaron enormes suspiros de alivio.—¿Puedo preguntarles algo? —comencé.—Por supuesto —respondió el padre de Maddy.—Les cae bien Maddy, ¿verdad?Ambos se sobresaltaron y contestaron, a coro, con un «Sí» lleno de indignación.—Muy bien —musité—. Solo quería comprobarlo.—De hecho, la queremos —siguió su padre, aún molesto.—Ah, pues mucho mejor; de eso se trata —repuse—. Quizá podrían decírselo de vez en

cuando. Maddy quiere que ustedes formen parte de su vida, ¿saben? —Ahora me mirabanembobados, absorbiendo sin duda mis palabras de sabiduría—. Bueno, espero haber ayudado.Volveré pronto. Adiós.

Sintiéndome la mar de contento con mi nuevo papel de paño de lágrimas, salí a la calle justocuando llegaba papá. Maddy seguía observándome desde la ventana de su cuarto. Le hice señaspara que la abriera y le expliqué:

—Todo arreglado. No te odian, de hecho… —Me interrumpí un momento porque no queríagritar «te quieren» en medio de la calle, así que añadí—: Les pareces muy bien.

A Maddy se le dibujó una sonrisa en el rostro y comentó:—Tú siempre me haces reír.—Lógico: soy humorista —contesté.—Y que nunca se te olvide —pregonó a los cuatro vientos.

Martes, 21 de mayo

Page 89: Cómo entrenar a tus padres

Hoy ha sido la primera clase con Todd.—No te ofendas, Todd, pero me alucina que alguien que salía en la tele se rebaje así —le

comenté, y me dijo que él mismo se sorprendía, pues pensaba que, a estas alturas, ya sería elprotagonista de su propia serie (y se rio, aunque también puso cara triste).

Luego me contó que ser actor es una profesión muy competitiva y que incluso los mejorestienen sus épocas de descanso. Por eso siempre es mejor tener algo a lo que agarrarse. En los dosúltimos castings que había hecho había llegado a la final, pero no le habían cogido.

—¿Y no te desanimas? —le pregunté.—Sí, claro.—Pero lo sigues intentando…—Tengo un viejo proverbio japonés colgado en la pared de la cocina. Dice: «Un problema no

es más que una montaña repleta de tesoros».Lo pensé un momento.—¡Todd! —exclamé—. Hoy me has enseñado algo que realmente merece la pena.

Enhorabuena.Cuando se fue, mamá no subió corriendo a interrogarme sobre qué habíamos hecho. Pasó por

una sesión de retorcimiento de manos, pero se controló. Sé que se está esforzando un montón paradeshacerse de ese mal hábito. Y de momento le va estupendamente bien.

Miércoles, 22 de mayo

Maddy me ha llamado esta tarde. Ha descubierto que sus padres no la odian, lo cual esreconfortante. Lo que no sabe es cómo continuar el entrenamiento. ¿Debería renunciar a todos susprincipios?

Le he dicho que el problema que tiene su programa es que los padres se lo pueden tomar a latremenda y pensar que no les quieres (en lugar de entender que necesitas descansar de ellos unrato). Le hace falta un ingrediente extra, y creo que acabo de descubrir cuál es.

Te informas de qué les gusta muchísimo a tus padres y de vez en cuando se lo ofreces. Así, deinmediato, obtienes algo primordial: poder de negociación. En realidad, entrenar a los padres separece a hechizar serpientes. Aprieta las teclas adecuadas de vez en cuando, y puedes hacer lo quequieras con ellos. Maddy ha flipado con mi sabiduría.

Jueves, 23 de mayo

Ayer fardé mucho, pero hoy he de admitir un fallo: aún no he conseguido que mi tele vuelva ala comunidad. Mis padres están demostrando ser muy cabezotas con este tema en concreto.Sospecho que tratan de restablecer parte de su orgullo. Mamá no hace más que decir «En esoteníamos razón». Aunque he conseguido cierta compensación. El sábado me van a comprar unosCDs.

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Viernes, 14 de junio

He ido a dar una vuelta por mi nuevo colegio y he conocido al director. Tiene la cara como unapelota de fútbol aplastada y la mayor cantidad de pelos en la nariz que he visto nunca. Sí, es feo yraro, pero ¿acaso no son así todos los directores? Si no lo fueran, ni siquiera les interesaría elpuesto. En cualquier caso, no era ni la mitad de siniestro que Escupitajo. Debía de tener comocien años menos. Y el colegio me recordó al anterior (al preEscupitajo).

—Bueno, ¿crees que podrías ser feliz aquí? —me preguntó mi padre mientras nos losenseñaban.

Evidentemente, las palabras «colegio» y «felicidad» nunca pueden ir juntas, pero le dije a papáque vale, que cerrase el trato.

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Viernes, 5 de julio

5.10 p. m.Hace diez minutos me ha sonado el móvil.Pensé que sería Maddy porque me suele llamar a esta hora. Pero no. ¡Resulta que era Josie!Me he quedado alucinado y durante un instante de locura he pensado que me llamaba para

decirme que finalmente querían que saliera en el programa. Creo que me ha leído el pensamientoporque enseguida me ha dicho que ya habían grabado todas las intervenciones y que saldrían lapróxima semana.

—Siento muchísimo que no entraras —se disculpó—. La decisión del jurado no fue unánime,y…, bueno, los otros jueces no compartían mi sentido del humor.

—Qué tontos —comenté, y ella soltó una risita.—Bueno, el humor es algo muy personal. Pero quería contarte, Louis, que he quedado con un

amigo mío que prepara otro tipo de concurso infantil. Algo más especial. ¿Me permites que le détu nombre?

—Oh, claro, por favor, dáselo.—No puedo prometerte nada. No hay nada seguro en este negocio, pero estoy segura de que le

encantará conocerte.Justo cuando ya estaba a punto de colgar, me preguntó de repente:—Por cierto, la persona que te acompañó no era tu madre, ¿verdad?

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—No, no del todo —admití.Josie comenzó a reírse y seguía riéndose cuando colgó. Esto sí que es una pasada de llamada

de teléfono. Por eso quería escribirlo todo inmediatamente, querido diario.Esta es mi última página, de momento. No me queda espacio para más. Se acabó mi tiempo y

debo, muy a mi pesar, abandonar el escenario. Has sido un gran espectador y me encantaríacontarte un último chiste, pero la cabeza aún me da vueltas después de la llamada.

Me muero de ganas de contárselo a mis padres. Aunque, antes de nada, debo llamar a miagente.

¡Sigue sonriendo!

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Dedico este libro, con mi agradecimiento,a Jan, Linda, Rubin, Adam, Harry, Bill Bloomfield y Allison Beynon.

Edición en formato digital: febrero de 2016

Título original: How to Train your Parents© 2003, Pete Johnson, por el texto

© 2003, Nikalas Catlow, por las ilustracionesPublicado por acuerdo con Random House Children’s Publishers UK, una división de The Random House Group

Limited

© De esta edición: Grupo Editorial Bruño, S.L., 2016Traducción: Silvia Herreros de TejadaDiseño de cubierta: Nikalas Catlow,

adaptado por Miguel A. Parreño (MAPO DISEÑO)

ISBN ebook: 978-84-696-0508-0

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