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[ Crónicas ] 46 31 de marzo de 2011 El templo de la tentación Los secretos de Cocodrilo, el cabaret de los famosos Bellas mujeres, bailes del caño, striptease y clientes desaforados en el lugar más hot de Recoleta. Maradona, visitante honorario. La noche en que Clinton cayó rendido, barras a los tiros y el allanamiento fallido en busca de droga, corrupción policial y menores esclavizadas. E l viaje al confín de la noche es ver- tiginoso como la trayectoria de una flecha y extraño como la caída en un sueño. El fugitivo no podrá aludir que se trató de un accidente. Es bastante claro que en su frenesí hay un objetivo, que en su furor hay una pregunta. Cuando las puer- tas de Cocodrilo se abren, la luz invierte su esencia y el orden evoluciona. La primera imagen que percibe el fugitivo es la del de- lirio colectivo: hombres y mujeres en esta- do de alegría pura, algo no muy común allá afuera, en la selva gris. Hombres y mujeres, de nuevo, bailando, todos juntos, e incluso saltando sobre las sillas en los momentos de mayor entusiasmo. Hombres y muje- res que podrían hacer de la Argentina un país grande. Antes de la discoteca, Cocodrilo abre sus puertas con una cena-show, la de Cé Resto. Esta vez hay tres despedidas de soltero: dos hombres y una mujer han llegado a la meta y merecen un adiós in- olvidable. Ellos dos conocerán de cerca, de muy cerca, el aroma de las bailarinas y descorcharán champagne en el escena- rio. Ella, en cambio, palpará la esencia de Maxi, el stripper. Omar Suárez, el ideólogo, ve desenvolver- se el juego de la noche como un general que observa la táctica de una batalla des- de su posición al costado del salón, donde una plaqueta dorada advierte acerca de “La Mesa de Omi”. Su bronceado con- trasta con la palidez de algunos vampiros noctámbulos que despiden a los solteros. Sobre el mantel se desparraman botellas de champagne, cerveza y gaseosa. Una de- cena de fieles rodean al dueño de Cocodri- lo, empezando por Diego, el hijo de 18 años que le debe su nombre a Maradona y que es como Omar, pero en pequeño. Su padre quería a alguien de confianza absoluta y lo trajo. Y es más: dice que también traería al viejo Omar, su propio padre, si estuvie- ra vivo. (El hombre era cocinero de la base naval de Mar del Plata y fue el que hizo la última torta para Perón: una masa larga con forma de submarino. Cuando Isabel Perón se las vio negras, y fue enviada presa a Neuquén en 1976, se llevó al viejo Omar como cocinero porque era el único en el que confiaba). Muchos criticaron al dueño del boliche por llevarse a su hijo con él, pero prefirió tener- lo cerca y no dando vueltas por ahí. El tema de las mujeres no era un problema: todo tiene un tiempo de maduración. Y Omar quiere que su hijo esté con todas las que se le presenten. Llegará un día en que el pa- dre le dirá “Ya está”, le dirá que se divirtió, que estuvo con esta y con aquella, que hizo esto y aquello, que eso fue la joda. Pero le explicará, también, que es hora de empezar a trabajar en serio y que hay que saber decir que no. “Nuestro trabajo es otro: acá veni- mos a ganar plata”, le indicará su padre. Diego está ahora charlando con dos chicas. A ellas, que suelen ir a cenar al restó de Co- codrilo, Omar las apodó “las Leonas”, por- que son un grupo de jugadoras de hockey. El dueño está en familia: aparte de su hijo, lo acompaña su mujer, la cantante Deni- se Cerrone, con quien acaba de pasar una luna de miel en Cancún. En la otra punta está Rubén, un hombre de camisa floreada y cámara al cuello, que es el fotógrafo per- sonal de Omar. Aunque no leyó a Bajtín, el hombre dice algo bien esclarecedor: “En Escribe Javier Sinay Fotos Ernesto Pagés >> Las noches del Diez. Maradona es amigo íntimo del inefable Omar Suárez y el cliente más ilustre. En el lugar hay camisetas y fotos suyas autografiadas. A la derecha, tres de las chicas del boliche posan con poca ropa. PDF compression, OCR, web optimization using a watermarked evaluation copy of CVISION PDFCompressor PDF compression, OCR, web optimization using a watermarked evaluation copy of CVISION PDFCompressor

Cocodrilo: el Templo de la Tentación

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Una crónica en Cocodrilo, el nightclub más famoso de Buenos Aires. Publicada en la revista El Guardián, en marzo de 2011.

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[ Crónicas ]

46 31 de marzo de 2011

El templo de latentación

Los secretos de Cocodrilo, el cabaret de los famosos

Bellas mujeres, bailes del caño, striptease y clientes desaforados en el lugar más hot de Recoleta. Maradona, visitante honorario. La noche en que Clinton cayó rendido, barras a los tiros y el allanamiento fallido en busca de droga, corrupción policial y menores esclavizadas.

El viaje al confín de la noche es ver-tiginoso como la trayectoria de una f lecha y extraño como la caída en

un sueño. El fugitivo no podrá aludir que se trató de un accidente. Es bastante claro que en su frenesí hay un objetivo, que en su furor hay una pregunta. Cuando las puer-tas de Cocodrilo se abren, la luz invierte su esencia y el orden evoluciona. La primera imagen que percibe el fugitivo es la del de-lirio colectivo: hombres y mujeres en esta-do de alegría pura, algo no muy común allá afuera, en la selva gris. Hombres y mujeres, de nuevo, bailando, todos juntos, e incluso saltando sobre las sillas en los momentos de mayor entusiasmo. Hombres y muje-res que podrían hacer de la Argentina un país grande.Antes de la discoteca, Cocodrilo abre sus puertas con una cena-show, la de Cé Resto. Esta vez hay tres despedidas de soltero: dos hombres y una mujer han llegado a la meta y merecen un adiós in-olvidable. Ellos dos conocerán de cerca, de muy cerca, el aroma de las bailarinas y descorcharán champagne en el escena-rio. Ella, en cambio, palpará la esencia de Maxi, el stripper.Omar Suárez, el ideólogo, ve desenvolver-se el juego de la noche como un general que observa la táctica de una batalla des-de su posición al costado del salón, donde una plaqueta dorada advierte acerca de “La Mesa de Omi”. Su bronceado con-trasta con la palidez de algunos vampiros noctámbulos que despiden a los solteros. Sobre el mantel se desparraman botellas de champagne, cerveza y gaseosa. Una de-cena de fieles rodean al dueño de Cocodri-lo, empezando por Diego, el hijo de 18 años que le debe su nombre a Maradona y que es como Omar, pero en pequeño. Su padre quería a alguien de confianza absoluta y

lo trajo. Y es más: dice que también traería al viejo Omar, su propio padre, si estuvie-ra vivo. (El hombre era cocinero de la base naval de Mar del Plata y fue el que hizo la última torta para Perón: una masa larga con forma de submarino. Cuando Isabel Perón se las vio negras, y fue enviada presa a Neuquén en 1976, se llevó al viejo Omar como cocinero porque era el único en el que confiaba).Muchos criticaron al dueño del boliche por llevarse a su hijo con él, pero prefirió tener-lo cerca y no dando vueltas por ahí. El tema de las mujeres no era un problema: todo tiene un tiempo de maduración. Y Omar quiere que su hijo esté con todas las que se le presenten. Llegará un día en que el pa-dre le dirá “Ya está”, le dirá que se divirtió,

que estuvo con esta y con aquella, que hizo esto y aquello, que eso fue la joda. Pero le explicará, también, que es hora de empezar a trabajar en serio y que hay que saber decir que no. “Nuestro trabajo es otro: acá veni-mos a ganar plata”, le indicará su padre.Diego está ahora charlando con dos chicas. A ellas, que suelen ir a cenar al restó de Co-codrilo, Omar las apodó “las Leonas”, por-que son un grupo de jugadoras de hockey. El dueño está en familia: aparte de su hijo, lo acompaña su mujer, la cantante Deni-se Cerrone, con quien acaba de pasar una luna de miel en Cancún. En la otra punta está Rubén, un hombre de camisa floreada y cámara al cuello, que es el fotógrafo per-sonal de Omar. Aunque no leyó a Bajtín, el hombre dice algo bien esclarecedor: “En

Escribe Javier SinayFotos Ernesto Pagés

>> Las noches del Diez. Maradona es amigo íntimo del inefable Omar Suárez y el cliente más ilustre. En el lugar hay camisetas y fotos suyas autografiadas. A la derecha, tres de las chicas del boliche posan con poca ropa.

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[ Crónicas ]

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Los amigos del rey de la noche

>>Leyendas. Suárez heredó la fama que Guillermo Coppola cosechó en la noche porteña. . La Coca Sarli suele ir a cenar al sector vip.

>> Boquitas pintadas. Las chicas se preparan para los shows. Están convencidas de que Cocodrilo las llevará a la fama: al teatro de revista o a mostrarse en televisión.

Cocodrilo no hay barreras. De día tenés a la secretaria, al asesor y al gerente. De noche se mezclan todos y podés acceder directo al gerente”. En la otra punta está Willy, el hombre de las limusinas blancas, que en poco tiempo debe salir a buscar invitados con su Oldsmobile y su Lincoln Town Car. A su lado está Coco, el barman histórico, que ha dejado a su hijo atendiendo los tra-gos. Son todos amigos desde hace tiempo. Porque es mejor trabajar con amigos, ase-guran por acá.Y por último está Mariana Aria, la travesti, que conduce el show. Es graciosa, en espe-cial cuando hace el chiste ese de mostrar una teta. Omar también aporta con su mi-

crófono, desde la mesa, como segundo ani-mador. Hace 15 años que trabajan juntos. Ella dice que él es como Mirtha Legrand, que sabe todo de todos. “Y también los famosos saben todo de él, porque vienen a divertirse con él, que es el cimiento del lugar”, agregará.“Cocodrilo es el templo de la noche mítica de Buenos Aires”, se jacta Omar Suárez, y lo compara con el Lido y el Moulin Rouge cada vez que puede. Algunas luminarias de la noche porteña ya forman constelaciones clásicas. La de Cocodrilo brilla con fuerza desde la década del 90. Este es el night club que le cambió la cara a los demás y que se impuso como sinónimo de fiesta, aun en

En 1997, Maradona se apareció una noche. Omar Suárez lo vio en su boliche, desde su mesa, con una copa de champagne en la mano, y se quedó sin habla. Diego se acercó con su estilo superstar, lo palmeó y le dijo: “Dale, aflojá que vamos a tomar algo y te quiero conocer”.

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> Yendo del teatro al cabaret. Enrique Pinti y Aníbal Pachano fueron invitados de lujo a uno de los shows que organiza Suárez. Les convidó champagne y les pidió consejos para mejorar el espectáculo del boliche.

>> Patrón. Omar Suárez abraza a sus chicas. Dice que Cocodrilo no es un lugar de prostitución. “El mío es el mejor trabajo del mundo”, se jacta el empresario nocturno.

un barrio gris de la ciudad, aun frente al Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez.Cuando Cocodrilo abrió, en 1993, Omar ya había trabajado en todos los puestos del night club. Por eso, si lo señalan como una figura nocturna él prefiere guardar-se el lugar de “un simple trabajador de la noche”. En su Mar del Plata natal había comenzado a los 18 años organizando fiestas de egresados en el boliche House y de ahí había pasado a la sucursal de Sham-poo, que, cuando cerró, lo envió a su casa matriz en Recoleta. Omar fue lavacopas, mozo, portero y gerente. Y en un momento de emoción dejó Shampoo para irse por el doble de sueldo. Pero le salió mal: el caba-

ret cerró y él se quedó en la calle. Tocando sus contactos consiguió trabajo en el viejo Cocodrilo, una whiskería para solos y solas que terminó alquilando cuando el dueño se fue. Para esa época, Omar y su gente ya se disfrazaban de mexicanos o de mujeres en las fiestas temáticas y estaban prontos a recibir la visita de Alejandro Fantino, el primer famoso que pisó Cocodrilo, en una noche de invierno en la que andaba de gira y recordó el nombre de este night club, que ya comenzaba a repiquetear entre las es-trellas.

Negocio redondo“¿El éxito?”, pregunta Omar, todavía en su Mesa, luego de que los solteros y sus amigos se fueran al salón de la discoteca –donde hay música, alcohol y más mujeres con poca ropa. El Rey de la Noche revuelve su cafecito. “El éxito empezó un día muy concreto: fue el día en que apareció Mara-dona”. Fue un día (una noche) todavía más importante que aquél en que Bill Clinton se deleitó con el baile de Andrea Rincón. Diego acababa de dejar la 10 de Boca en 1997 y comenzaba una vida lejos del campo de juego. Omar siempre lo había idolatra-do. De pibe había querido ser jugador de fútbol. En 1980, cuando tenía 13 años, ha-bía llevado la camiseta 5 de una selección juvenil marplatense que jugó antes de un choque entre River y el Argentinos Juniors de Maradona. En 1980, el Diego ya era el ídolo de Omar: “Me metí en el vestuario y lo pude conocer, y me regaló sus shortcitos. Quedé tan emocionado que esa noche me

Gracias a su cliente más célebre, el rey de la noche cenó con Menem y De la Rúa, quien estuvo a punto de ir al boliche engañado. Pero ningún político superó la proeza de Bill Clinton, que una noche se deleitó con el baile hot de la pulposa ex Gran Hermano Andrea Rincón.

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>> Limusina. El chofer acostumbra trasladar a las celebridades que buscan pasar una noche de copas.

fui a dormir con los shortcitos puestos”.Casi 20 años más tarde, el Diego se apa-reció ante él. Omar lo vio en su boliche y se quedó sin habla. Maradona se acercó con su estilo superstar y lo palmeó: “Dale, aflojá que vamos a tomar algo y te quiero conocer”. Ahora, cuando los años pasaron, habla de Maradona con cariño. El Diez y Omar fueron grandes amigos. Omar via-jó con él a Cuba y conoció a Fidel Castro cuando irrumpió en el hotel donde estaban viviendo. De la mano de Diego, cenó con Carlos Menem y conoció a Fernando De La Rúa, a quien casi logran traer a Cocodrilo, aprovechándose de su ignorancia como dos adolescentes pícaros. Esa también fue, para Maradona, una época polémica en la que se hablaba del “entorno”. Y Omar es-taba señalado. “Yo siempre lo acompañé, pero jamás le saqué un peso”, se defien-de. “Hubo gente que estaba relacionada con él por conveniencia y él sabrá quiénes fueron… Yo, en cambio, estaba por cariño, por amor y por amistad. Nunca le comí la billetera”.Hace tres años que Diego ya no pisa Coco-drilo. “Se puso de novio, cambió su rutina y, además, como DT de la selección tuvo que cambiar su imagen”, explica Omar, con algo de nostalgia. “Pero el que lo quiere, lo quiere bien”. La huella del Diez en Cocodri-lo es grande. Y su ausencia se suple con el museo maradoniano que hay en el boliche, cerca del guardarropas por donde pasan las bailarinas para dejar sus abrigos. La pelota firmada por el Diez, el plato en el que comió, su ticket de avión, sus fotos, su

célebre firma estampada una y mil veces… Toda su memorabilia también es parte de Cocodrilo. Y Cocodrilo, con su bandera en la tribuna de Boca, también es parte del fútbol.

Tiempos violentos“Un barrabrava de Boca fue herido de bala y está grave”: la noticia llegó a los diarios el viernes 11 de marzo. Se trataba del “Uru-guayo Richard”, William Laluz Fernández, que fue baleado en Cocodrilo cuando esta-

ba terminando de cenar, cuando el restau-rante ya estaba cerrado, junto a otra gente vinculada a una parte de la hinchada de Boca. Hubo al menos tres disparos de 9 milímetros, y cuando vieron que el “Uru-guayo Richard” estaba en el piso supieron que le habían dado: con su tamaño no era un tipo que cayera fácil. Se sospecha que le disparó alguien del entorno de Rafael Di Zeo, ex jefe de La Doce y habitué del boli-che. Al día siguiente Omar tuvo que hablar

desde Cancún, en donde estaba de luna de miel. “El incidente nos ensucia un poco y nos salpica”, opina ahora. “Se rompieron códigos, yo recibo con respeto a toda la gente. Pero creo que si yo hubiera estado, esto no pasaba”.No fue una temporada tranquila para Suá-rez. Su reino pareció tambalear, también, algunos días antes, el 3 de marzo, cuando un allanamiento ordenado por la jueza María Servini de Cubría para descubrir droga, amparo policial y trabajo de meno-res y mujeres esclavizadas alcanzó a 50 ca-barets –entre ellos, Cocodrilo–. “Tenemos todo en regla, no nos dedicamos a nada de eso”, agrega Omar.Al día siguiente, agradeció en su Facebook la profesionalidad de los gendarmes que allanaron su famoso boliche. Con cierta picardía, claro, porque recuerda aquello que ya le recitaba de pequeño su madre, la primera mujer que le habló de “los códi-gos”: “Para en la noche bien andar/ hay que oír, ver y callar”.

No es una temporada tranquila para el mediático night club. Este mes, un barrabrava de Boca fue baleado mientras cenaba en el lugar. Días antes, la jueza Servini de Cubría ordenó un allanamiento. Investigaba si había drogas, amparo policial y mujeres esclavizadas.

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>> Esposo. Suárez besa a su mujer, la cantante Denise Cerrone. Vienen de pasar la luna de miel en Cancún.

Prostitución y vida privadaCada luna es diferente, cada noche tiene lo suyo. Esa es otra de las máximas del dueño. En Cocodrilo hay varias mujeres de cuerpos torneados y de ropas ajusta-das, y varios hombres de sonrisas anchas y de billeteras a mano. A veces, Omar se adelanta a las preguntas: “No hay que confundirse”, empieza. “Cocodrilo no es un lugar de prostitución abierto al públi-co, sino un lugar de nivel donde alguien puede salir con una mujer que le pide un regalo, pero bueno, a mí eso no me consta ni tampoco me puedo meter”. ¿Y la prosti-tución? “Se ve en todos lados y dejó de ser tabú. Acá lo importante es que cada uno haga su vida en el respeto”.En el piso de arriba las chicas se sacan y se ponen. Hay una negra alta, cincelada, que parece Naomi Campbell y que está enojada y grita. Romina Row descansa en un sofá. Hace unos minutos estuvo bailando, sensual, y sacándose la ropa de a poco, hasta que no le quedó más que una

tanga, hasta que finalmente no le quedó nada más que el perfume y los aplausos, y entonces se cubrió sus pechos como pudo (o, mejor, como no-pudo) y se bajó de la tarima rodeada del fervor de los hombres para perderse en las bambalinas. De nue-vo vestida, ya en el sofá, dice que este es “el” boliche. Y que para ser bailarina hay que tener buena figura y estilo. Pero se lamenta: “Siempre me voy sola. Será que los hombres me tienen miedo”.Hay otras cosas, también, que pesan en

la elección de las bailarinas oficiales: “la actitud y las ganas de divertirse”, cuenta Fabiana, la Loba, mano derecha de Omar en la elección de las chicas y bailarina ella misma. “Cocodrilo es una escuela: de acá, a los teatros y a la televisión”, asegura, después de haber enjabonado su cuerpo caliente en la ducha de Cocodrilo y de haberle hecho el amor al caño. Atento a la charla, Omar se adelanta de nuevo a la pregunta: “Sí, este es el mejor trabajo del

mundo”, dice. “Tenemos la gracia de Dios de poder vivir así, con estas chicas que son un canto a la vida”. Hace algún tiempo, Alejandro Fantino y el Coco Sily se asustaron. Ellos dos, junto a Isabel Sarli, Enrique Pinti, Natalia De-negri, el Roña Jorge Castro y Alejandra Pradón son algunos de los varios famosos que pasan seguido por Cocodrilo. Sus ca-ras quedaron desencajadas cuando Luis Ventura les dijo que Ricardo Fort quería comprar el cabaret. “¡No, por favor!”, dijo Fantino. “¡No lo vendas, Omar!”, agregó Sily. Nadie quería que Omar desapare-ciera de la noche. Ni siquiera Jorge Rial, que, al lado de sus invitados, llamó a hacer un abrazo al Obelisco para evitar una operación que tenía algo de cierto: Omar ya había recibido un llamado de uno de los hombres de Fort, que le había ofrecido unos cuatro millones de dóla-res. “Ni siquiera lo pensé”, cuenta ahora. “Esto es mi vida y nadie te garantiza que vas a tener éxito en otro lugar”. Dicen que el chocomillonario se lo tomó a mal. La anécdota termina como terminan to-das las historias en boca de Omar: con una sonrisa. “Yo no me peleo con nadie. Si Fort quiere pasar, será bienvenido. Y cuando se vaya lo abrazaré, porque esto es un show: vendemos fantasías y burbu-jas, y el que tenga plata que la venga a gastar acá. Cuando ya no esté, me van a recordar como el gran dueño de un gran boliche”.

Hay una negra alta, cincelada, que parece Naomi Campbell y que está enojada y grita. Otra chica descansa en un sofá. Hace unos minutos estuvo bailando, sensual, y sacándose la ropa de a poco, hasta que no le quedó más que una tanga. Finalmente no le quedó nada.

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