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II Trimestre de 2011 Vestidos de gracia Vestiduras figuradas en la Biblia Notas de Elena G. de White Lección 10 4 de Junio de 2011 La ropa nueva del hijo pródigo Sábado 28 de mayo ¿Cuál era el gozo de Cristo? El gozo de salvar a los perdidos. Dice el profeta: "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho". Por el gozo que le fue propuesto soportó la cruz, menospreciando la vergüenza. Su sufrimiento, agonía y muerte fueron considerados por él como nada a fin de que las almas pudieran ser rescatadas del pecado. Cada vez que un alma se convierte y se acerca a Jesús, hay gran gozo en el cielo; es un alma salvada, una preciosa alma arrebatada de las garras de Satanás y ofrecida a Jesús como una hermosa prueba de que su sufrimiento y muerte no fueron en vano. El perdido ha sido hallado, el que estaba muerto en sus delitos y pecados está vivo, por eso hay gozo y regocijo en el cielo. Y Cristo oró para que ese Recursos Escuela Sabática ©

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II Trimestre de 2011Vestidos de gracia

Vestiduras figuradas en la Biblia

Notas de Elena G. de White

Lección 104 de Junio de 2011

La ropa nueva del hijo pródigoSábado 28 de mayo

¿Cuál era el gozo de Cristo? El gozo de salvar a los perdidos. Dice el profe-ta: "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho". Por el gozo que le fue propuesto soportó la cruz, menospreciando la vergüenza. Su sufrimiento, agonía y muerte fueron considerados por él como nada a fin de que las almas pudieran ser rescatadas del pecado. Cada vez que un alma se convierte y se acerca a Jesús, hay gran gozo en el cielo; es un alma salvada, una preciosa alma arrebatada de las garras de Satanás y ofrecida a Jesús co-mo una hermosa prueba de que su sufrimiento y muerte no fueron en vano. El perdido ha sido hallado, el que estaba muerto en sus delitos y pecados es-tá vivo, por eso hay gozo y regocijo en el cielo. Y Cristo oró para que ese gozo también sea nuestro; un gozo pleno, abundante y profundo; un gozo que es el resultado de los triunfos de la cruz de Cristo (Review and Herald, 21 de marzo, 1893).

Esta parábola fue dada por Cristo para representar la manera en que nuestro Padre celestial recibe a los errantes y arrepentidos. El padre es aquel contra el cual se ha pecado; sin embargo, en la compasión de su alma, lleno de pie-dad y perdón, se encuentra con el pródigo y le revela la gran alegría que sig-nifica para él que éste su hijo, a quien creía muerto a todo afecto filial, haya llegado a ser sensible a su gran pecado y negligencia, y haya vuelto a su pa-dre, apreciando su amor y reconociendo sus requerimientos. Sabe que el hi-jo aquel que se había entregado a una vida de pecado y que ahora está arre-pentido, necesita de su piedad y amor. Ha sufrido; ha sentido su necesidad, y viene hacia su padre confiando en que es el único que puede suplir su gran necesidad (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 308).

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Domingo 29 de mayo:Los mismos padres, la misma comida

Este hijo menor se había cansado de la sujeción a que estaba sometido en la casa de su padre. Le parecía que se le restringía su libertad. Interpretaba mal el amor y cuidado que le prodigaba su padre, y decidió seguir los dictados de su propia inclinación.

El joven no reconoce ninguna obligación hacia su padre, ni expresa grati-tud; no obstante reclama el privilegio de un hijo en la participación de los bienes de su padre. Desea recibir ahora la herencia que le correspondería a la muerte de su padre. Está empeñado en gozar del presente, y no se preocu-pa de lo futuro (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 156).

El hijo pródigo no respetaba a su padre ni buscaba agradarle, sino que de-seaba hacer su propia voluntad y seguir los dictados de sus propias inclina-ciones. Estaba cansado de los consejos de su padre, quien lo amaba y busca-ba asegurarle su felicidad. Malinterpretaba la tierna simpatía y el amor de su padre, y cuanto más paciente, bondadoso y benevolente era el padre, más insolente era el hijo. Pensaba que su libertad estaba restringida porque su idea de libertad era más bien libertinaje. Finalmente decidió independizarse de toda autoridad y dejar de vivir bajo las restricciones de la casa de su pa-dre. Pronto gastó toda su fortuna viviendo perdidamente. Y cuando llegó un gran hambre a la región a la que se había trasladado, "deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba" (Signs of the Times, 29 de enero, 1894).

El deber del padre para con sus hijos debiera ser uno de sus primeros intere-ses. No debería ser puesto a un lado con el propósito de adquirir una fortu-na, o ganar una alta posición en el mundo. En verdad, esas mismas condi-ciones de afluencia y honor frecuentemente separan a un hombre de su fa-milia y destruyen su influencia sobre ellos más que cualquier otra cosa. Si el padre quiere que sus hijos desarrollen caracteres armoniosos, y sean un ho-nor para él y una bendición para el mundo, tiene una obra especial que ha-cer... Dios lo hace responsable por esa tarea. En aquel gran día de ajuste de cuentas se le preguntará: ¿Dónde están los niños que he confiado a tu cuida-do para que los eduques para mí, para que sus labios puedan alabarme, para que sus vidas sean una diadema de belleza en el mundo, y para que vivan para honrarme por toda la eternidad?

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En algunos niños los poderes morales predominan fuertemente. Tienen vo-luntad para controlar sus mentes y acciones. En otros las pasiones animales son casi irresistibles. Para manejar estos diversos temperamentos que fre-cuentemente aparecen en la misma familia, los padres así como las madres necesitan paciencia y sabiduría del divino Ayudador...

El padre debería reunir frecuentemente a sus hijos a su alrededor, y guiar sus mentes por canales de luz moral y religiosa. Debería estudiar sus dife-rentes tendencias y susceptibilidades, y alcanzarlos por las avenidas más sencillas. Sobre algunos se puede influir mejor por la veneración y el temor de Dios; sobre otros por medio de la manifestación de su benevolencia y sa-bia providencia, provocando su profunda gratitud; otros pueden ser más profundamente impresionados abriendo ante ellos las maravillas y los mis-terios del mundo natural, con toda su delicada armonía y belleza, que habla a sus almas de Aquel que es el Creador de los cielos y la tierra, y todas las cosas hermosas que hay en ellos (Reflejemos a Jesús, pp. 166, 167).

Lunes 30 de mayo:Extendió sus alas

Después que el egoísta hubo recibido el tesoro del cual era tan indigno, se alejó como si hasta quisiera olvidarse de que tenía padre. Despreció la res-tricción y se decidió plenamente a obtener el placer del modo y la manera que mejor le pareciese. Después de haber gastado en sus complacencias pe-caminosas todo lo que su padre le diera, se produjo una hambruna en el país, y se sintió atenaceado por la necesidad. Entonces comenzó a lamentar-se por su conducta pecaminosa y sus placeres extravagantes, porque se en-contraba desprovisto de todo y necesitaba los medios que había dilapidado. Se vio obligado a descender de su vida de satisfacciones pecaminosas al ofi-cio degradante de porquerizo.

Después de haber caído hasta el fondo, pensó en la amabilidad y bondad pa-ternas. Entonces sintió la necesidad de un padre. Por su propia culpa se en-contraba sin amigos y sufriendo privaciones. Su desobediencia y pecado ha-bían dado como consecuencia que se encontrara ahora separado de su pro-genitor. Pensó en los privilegios y bondades que los jornaleros de éste goza-ban libremente, mientras él, que se había alejado de la casa de su padre, pe-recía de hambre. Humillado por la adversidad, decidió volver a él y confe-sar humildemente su falta. Era un pordiosero que carecía de ropas conforta-bles o aún decentes. Estaba arruinado por causa de las privaciones y enfla-

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quecido por el hambre (Joyas de los testimonios, tomo 1, pp. 305, 306; Testimonios para la iglesia, tomo 3, pp. 115, 116).

Cuando el hambre lo golpeó en su misma cara, fue a pedir trabajo a un ciu -dadano del lugar, quien lo envió al trabajo más servil que se podía pedir: alimentar a los cerdos. Para un judío, este era el peor trabajo posible, pero su necesidad era tan grande que estuvo dispuesto a aceptarlo. Se sentía mi-serable y sufría en el campo mientras hacía su tarea. No había estado dis-puesto a someterse a las restricciones del hogar y ahora ocupaba el lugar más degradante entre los siervos. Había dejado el hogar para vivir en liber-tad, pero ahora su libertad se había transformado en el trabajo más penoso.

¿Dónde quedó su gozo bullicioso? Habiendo silenciado su conciencia y adormecido sus sensibilidades, se había sentido feliz en sus orgías. Ahora, con su dinero malgastado, con su orgullo humillado, con su naturaleza mo-ral anulada y sus más finos sentimientos casi muertos, con su voluntad débil y malograda, se sentía el más miserable de los mortales. Entonces, sufrien-do el hambre agudo que no puede satisfacerse, se acuerda que su padre tiene pan en abundancia y decide volver a su padre. Se dice a sí mismo: "Me le-vantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jorna-leros" (Signs of the Times, 29 de enero, 1894).

Los males que produce la indulgencia de un apetito depravado se ven por doquier y la tierra se ha corrompido bajo sus habitantes. La maldición del pecado ha tornado mustia la tierra y ha enfermado el ganado. ¿Por qué? ¿Cuál es el problema? El problema es que los seres humanos han dejado de lado la ley divina y la tierra ha sido maldita por sus transgresiones. A pesar de las advertencias enviadas por Dios en su Palabra, el pecado se ha incre-mentado desde los días de Adán, y la maldición es cada vez más fuerte so-bre la familia humana, sobre las bestias y sobre la misma tierra. Todo esto es el resultado de transgredir la ley de Dios. Con todas sus artimañas infer-nales, Satanás ha buscado llevar a los seres humanos a prácticas que los de-gradan y los destruyen, y a menos que se arrepientan y se vuelvan al Señor para recibir su gracia sanadora, serán ciertamente destruidos. El alma que no cuenta con la gracia divina no puede resistir al diablo y se transformará en uno de sus agentes. El seguro resultado de tal curso de acción es que los seres humanos llegan a ser esclavos voluntarios de Satanás y trabajan con él para llevar a otros por el camino de la desobediencia (Review and Herald, 8 de mayo, 1894).

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Martes 31 de mayo:Puedes volver a casa

En su juventud inquieta el hijo pródigo juzgaba a su padre austero y severo. ¡Cuán diferente su concepto de él ahora! Del mismo modo, los que siguie-ron a Satanás creen que Dios es duro y exigente. Creen que los observa para denunciarlos y condenarlos, y que no está dispuesto a recibir al pecador mientras tenga alguna excusa legal para no ayudarle. Consideran su ley co-mo una restricción a la felicidad de los hombres, un yugo abrumador del que se libran con alegría. Pero aquel cuyos ojos han sido abiertos por el amor de Cristo, contemplará a Dios como un ser compasivo. No aparece co-mo un ser tirano e implacable, sino como un padre que anhela abrazar a su hijo arrepentido. El pecador exclamará con el salmista: "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen" (Salmo 103:13).

En la parábola no se vitupera al pródigo ni se le echa en cara su mal proce-der. El hijo siente que el pasado es perdonado y olvidado, borrado para siempre. Y así Dios dice al pecador: "Yo deshice como a nube tus rebelio-nes, y como a niebla tus pecados" (Isaías 44:22). "Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" (Jeremías 31:34). "Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en per-donar" (Isaías 55:7). "En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehová, la maldad de Israel será buscada, y no aparecerá, y los pecados de Judá, y no se hallarán" (Jeremías 50:20).

¡Qué seguridad se nos da aquí de la buena voluntad de Dios para recibir al pecador arrepentido! ¿Has escogido tú, lector, tu propio camino? ¿Has va-gado lejos de Dios? ¿Has procurado deleitarte con los frutos de la transgre-sión, para hallar tan solo que se vuelven ceniza en tus labios? Y ahora, des-perdiciada tu hacienda, frustrados los planes de tu vida, y muertas tus espe-ranzas, ¿te sientes solo y abandonado? Hoy aquella voz que hace tiempo ha estado hablando a tu corazón, pero a la cual no querías escuchar, llega a ti distinta y clara: "Levantaos, y andad, que no es ésta la holganza; porque es-tá contaminada, corrompióse, y de grande corrupción" (Miqueas 2:10). Vuelve a la casa de tu Padre. Él te invita, diciendo: "Tórnate a mí, porque yo te redimí" (Isaías 40:22) (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 160, 161).

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El padre no había de permitir que ningún ojo despreciativo se burlara de la miseria y los harapos de su hijo. Saca de sus propios hombros el amplio y rico manto y cubre la forma exangüe de su hijo, y el joven solloza arrepenti -do, diciendo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo". El padre lo retiene junto a sí, y lo lleva a la casa. No se le da oportunidad de pedir el lugar de un siervo. Él es un hijo, que será honrado con lo mejor de que dispone la casa, y a quien los siervos y siervas habrán de respetar y servir (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 160).

Miércoles 1 de Junio:El mejor vestido

El que quiera llegar a ser hijo de Dios, debe recibir la verdad que enseña que el arrepentimiento y el perdón han de obtenerse nada menos que me-diante la expiación de Cristo. Asegurado de esto, el pecador debe realizar un esfuerzo en armonía con la obra hecha para él y con una súplica incansa-ble, debe acudir al trono de gracia para que el poder renovador de Dios lle -gue hasta su alma. Cristo únicamente perdona al arrepentido, pero primero hace que se arrepienta aquel a quien perdona. La provisión hecha es com-pleta y la justicia eterna de Cristo es acreditada a cada alma creyente. El manto costoso e inmaculado, tejido en el telar del cielo, ha sido provisto pa -ra el pecador arrepentido y creyente, y él puede decir: "En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia" (Isaías 61:10).

Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser pre-servada del pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra disposición. Hemos de extraer del pozo de la salvación. Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. Somos pecado-res por nosotros mismos, pero somos justos en Cristo. Habiéndonos hecho justos por medio de la justicia imputada de Cristo, Dios nos declara justos y nos trata como a tales. Nos contempla como a sus hijos amados. Cristo obra contra el poder del pecado, y donde abundó el pecado, sobreabunda la gra-cia. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la glo-ria de Dios" (Romanos 5:1, 2) (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 461, 462).

Esta parábola fue dada por Cristo para representar la manera en que nuestro Padre celestial recibe a los errantes y arrepentidos. El padre es aquel contra

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el cual se ha pecado; sin embargo, en la compasión de su alma, lleno de pie-dad y perdón, se encuentra con el pródigo y le revela la gran alegría que sig-nifica para él que éste su hijo, a quien creía muerto a todo afecto filial, haya llegado a ser sensible a su gran pecado y negligencia, y haya vuelto a su pa-dre, apreciando su amor y reconociendo sus requerimientos. Sabe que el hi-jo aquel que se había entregado a una vida de pecado y que ahora está arre-pentido, necesita de su piedad y amor. Ha sufrido; ha sentido su necesidad, y viene hacia su padre confiando en que es el único que puede suplir su gran necesidad (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 308).

Jueves 2 de junio:El manto del padre mismo

El padre encuentra frente a sí a alguien que está a un paso de morir de ham-bre, con las marcas de una vida disipada sobre él. Pero esto no lo hace du-dar: lo cubre con su propio manto. Y el hijo le dice: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo". Pero el padre lo trae dentro de la casa y le dice a sus siervos: "Sacad el mejor vesti -do, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta" (Lucas 15:21-23).

El hogar luce como cuando él lo dejó, pero ¡cómo ha cambiado él! ¿Cómo puede ser que haya abusado del amor de su padre y haya elegido su propio camino? El padre no encuentra más cosas que ofrecerle para que se sienta bienvenido, y mientras el hijo llora arrepentido, el padre llora de gozo en el cuello de su hijo. No le da ocasión para que diga: "Hazme como a uno de tus jornaleros". La bienvenida que recibe le asegura que ha sido recibido otra vez como un hijo.

¿Acaso no es la recepción del hijo pródigo una representación de la forma en la que el Señor recibe al pecador arrepentido? En la cruz del Calvario la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. Cada penitente puede sentirse envuelto en los brazos del Padre celestial. No hay reproches, ni exposición de sus malas acciones, sino la bienvenida de un Dios "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado" (Signs of the Times, 29 de enero, 1894).

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El que duda, no piense que ha de recibir algo del Señor. Cuando una perso-na comienza a acercarse al Señor, el diablo siempre está listo para mante-nerlo en las tinieblas. Al mirar su vida pasada, el enemigo intentará mostrar-le sus defectos de una manera tan exagerada que se desanime y comience a dudar de la voluntad y el poder que Jesús tiene para salvarlo, y puede llegar a decir: "No creo que Jesús pueda perdonar mis pecados". Pero si muestra verdadero arrepentimiento hacia Dios y al mismo tiempo muestra una fe fir-me en que Cristo cubrirá sus pecados y perdonará sus transgresiones, el Se-ñor lo hará. Muchos, en cambio, permiten que sus impulsos y sentimientos los controlen.

Cuando Satanás te diga que tus pecados son de tal naturaleza que no puedes esperar grandes victorias en el Señor, dile que la Biblia nos enseña que los que más aman son los que más han sido perdonados. No trates de disminuir tu culpa excusando tu pecado; no te puedes acercar a Dios con fe a menos que reconozcas tu pecaminosidad. Entonces puedes asirte de sus promesas y reclamar, sin dudar, una parte del infinito sacrificio que ha sido hecho en fa-vor de la raza humana. Afórrate a Jesús, y su gran corazón de amor te sos-tendrá junto a él (Historical Sketches, p. 135).

Viernes 3 de junio:Para estudiar y meditar

Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 156-166; El Deseado de todas las gentes, pp. 457-459; Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 304-309.

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