24

como acostumbran hacerlo - Comunión de Gracia Internacional · dramático triunfo de Jesús sobre la muerte—se con-virtieron en el núcleo de la iglesia del Nuevo Testa-mento

  • Upload
    others

  • View
    14

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

“No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo

algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que

vemos que aquel día se acerca.”

Hebreos 10:25

COMUNIÓN DE GRACIA INTERNACIONAL

Viviendo y Compartiendo el Evangelio

© 1999 Grace Communion International

Editado por la Comunión Peruana de la Gracia Lima, 2012.

Los textos bíblicos se citan, salvo indicación contraria, de La Santa Biblia,

Nueva Versión Internacional, © 1999 Sociedad Bíblica Internacional.

Contenido

.............................................................................................................. 1

............................................................................................................................................. 2

............................................................................................................................ 4

........................................................................................................................................ 7

........................................................................................................................................................ 9

................................................................................................................................................... 11

.................................................................................................................. 13

........................................................................................ 16

................................................................................................................................................... 18

.................................................................................................................. 19

........................................................................................................................ 20

Nos sentimos complacidos de que nuestros amigos expresen interés en nuestra

denominación. Nos gustaría compartir con ustedes algunos de nuestros valores

básicos y nuestra visión acerca de la obra de la iglesia.

Todos los cristianos, dondequiera que confraterni-

cen, participan en la labor de cumplir con la gran

comisión de Jesús para su iglesia. “Vayan y hagan

discípulos de todas las naciones”, ordenó nuestro

Señor, “bautizándolos en el nombre del Padre y del

Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer

todo lo que les he mandado a ustedes” (Mateo

28:19-20).

Todos los cristianos, colectivamente, comparten esta

carga. Tomar parte en la predicación del evangelio

de Jesús a todas las naciones y enseñar a sus discí-

pulos a obedecerle es una responsabilidad desafian-

te.

Como una comunidad de creyentes llena del Espíritu

Santo, reconocemos que Dios no quiere “que nadie

perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro

3:9). Por consiguiente, vemos que nuestra misión

incluye tres dimensiones importantes. Enfocamos

hacia arriba, exaltando a Jesucristo en nuestra ado-

ración y en nuestras actividades de servicio a la co-

munidad. Igualmente, enfocamos hacia adentro,

sirviendo a todos aquellos llamados a nuestra her-

mandad. Y enfocamos hacia fuera, evangelizando al

mundo alrededor y exhortando a todos los que escu-

chan para abrazar el don de Dios de la salvación por

gracia, mediante la fe en Jesucristo.

Ofrecemos los siguientes dones y distinciones:

Énfasis en la absoluta soberanía y posición

central de Jesucristo en toda nuestra adora-

ción.

Reverencia y dedicación a las Sagradas Es-

crituras, el fundamento inspirado de la fe y

las prácticas cristianas.

Disposición de ser transformados continua-

mente por el Espíritu Santo, comprendiendo

que el crecimiento espiritual y la santificación

exigen arrepentimiento y cambio constantes.

Firme adhesión a la certeza e importancia de

la segunda venida de nuestro Señor y Salva-

dor.

Miembros dedicados que siguen a Jesucristo

fielmente y que se dedican a sí mismos a

proclamar el evangelio a todo el mundo.

Alta estima de la santidad y valor de la es-

tructura familiar en el cuerpo de Cristo.

Administración confiable y responsable de

los recursos financieros que Dios pone a

nuestra disposición para la proclamación del

mensaje de Jesucristo. Él los hace posibles

por medio del generoso sacrificio y las con-

tribuciones de nuestros colaboradores, y es-

tamos profundamente agradecidos por el

apoyo de tanta gente que a lo largo de los

años nos ha respaldado en la obra que ha-

cemos en el nombre de Cristo.

Estamos trabajando para ofrecer un ambiente positi-

vo y seguro, en el que los miembros se apoyan, se

fortalecen, se sienten estimulados y animados entre

sí en la fe y en la obra para el reino.

Nos esforzamos por conocer y hacer la voluntad de

Dios. Estudiamos su Palabra para mejorar continua-

mente nuestra manera de entenderla, y para actuar

de acuerdo a esta.

Agradecemos la oportunidad de compartir la verdad

de Dios con todos aquellos que quieren sinceramen-

te conocer, adorar y obedecer a Jesucristo. Conta-

mos con ministros ordenados y congregaciones loca-

les alrededor del mundo que están a su disposición.

Estos artículos le darán más información acerca de

nuestra iglesia. Y si desea más información sobre el

arrepentimiento, el bautismo, el estilo de vida cris-

tiano y la obra de la iglesia, o si desea visitar alguna

de nuestras congregaciones, no vacile en ponerse en

contacto con nosotros.

Lo invitamos a participar en la misma aventura transformadora de vida que Jesucristo

ofreció a sus primeros discípulos.

Hace aproximadamente 2000 años, un hombre de

Galilea proclamó la necesidad de hacer cambios

dramáticos en el orden establecido. Abogaba por el

regreso a algunas de las leyes y mandamientos de

Dios. La gente empezó a seguirle. Sin embargo, no

pasó mucho tiempo antes de que terminara en ma-

nos del poder civil de Roma. Su nombre era Judas, el

Galileo (Hechos 5.37). El mundo lo olvidó de él hace

mucho tiempo.

Poco después de la infortunada carrera de Judas,

hizo su aparición otro hombre de Galilea. También él

atrajo seguidores con un mensaje acerca de un reino

muy diferente del mundo circundante. También él

halló la muerte en manos de los romanos. Su nom-

bre era Jesús de Nazaret, un nombre bien conocido

por el mundo:

“Los nombres de los estadistas antiguos

griegos y romanos vinieron y se fueron. Los

nombres de los científicos del pasado, de fi-

lósofos y teólogos, vinieron y se fueron; pero

el nombre de este hombre abunda más y

más... Herodes no pudo destruirlo, y el sepul-

cro no pudo retenerlo” (Josh McDowell, Evi-

dence That Demands a

Veredict, (‘La evidencia

que exige un veredicto’)

Vol. 1, p. 135).

Existe una razón por la cual el

mundo recuerda a Jesús de

Nazaret y no a Judas de Gali-

lea. La razón es la resurrec-

ción de Jesucristo de los

muertos. El evangelio que

proclamamos —la dramática

reaparición de Jesús, des-

pués de haber sido muerto

públicamente en presencia

de muchos— impulsó a sus

seguidores.

Hechos 1:3 nos dice que Je-

sús “se les presentó dándoles

muchas pruebas convincen-

tes de que estaba vivo”. Entre

estas pruebas, no fue la me-

nor la disposición que tuvieron hombres y mujeres

muy cercanos a Jesús de entregar sus vidas como

testimonio de su victoria sobre la tumba.

Doce personas —cual jurado dispuesto a testificar el

dramático triunfo de Jesús sobre la muerte— se con-

virtieron en el núcleo de la iglesia del Nuevo Testa-

mento. El último sobreviviente entre los testigos ocu-

lares de la resurrección de Jesús escribió de manera

conmovedora acerca de sus experiencias, del inolvi-

dable encuentro entre los seres humanos falibles y

aquel que había triunfado sobre la muerte:

“Lo que ha sido desde el principio, lo que

hemos oído, lo que hemos visto con nuestros

propios ojos, lo que hemos contemplado, lo

que hemos tocado con las manos, esto les

anunciamos respecto al Verbo que es vida.

Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos

visto y damos testimonio de ella, y les anun-

ciamos a ustedes la vida eterna que estaba

con el Padre y que se nos ha manifestado”

(1 Juan 1:1-2).

El nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesu-

cristo son la sustancia del

verdadero evangelio —el

evangelio que abrazamos y

proclamamos.

LA AVENTURA CRISTIANA

Jesús ofrece gratuitamente

vida eterna a todo aquel que

entre en una relación fiel,

obediente y amorosa con él:

“Y ésta es la vida eterna”,

dijo, “que te conozcan a ti, el

único Dios verdadero, y a

Jesucristo, a quien tú has

enviado” (Juan 17:3).

Por su resurrección de los

muertos, Jesucristo dio eter-

na garantía de que él es el

Hijo de Dios y que se puede

confiar en su Palabra. “Y por-

“Esta Es la Vida Eterna” 3

que yo vivo, también ustedes vivirán”, Jesús les dijo

a sus discípulos (Juan 14:19). Ese mismo Jesucristo

quiere asegurarnos hoy que nosotros también po-

demos recibir la vida eterna.

La vida cristiana, disponible para nosotros mediante

Jesucristo, es verdaderamente una aventura. La vida

eterna en Jesucristo y mediante él es la esencia de la

Biblia y el núcleo de su mensaje.

En pocas palabras, Jesús declaró la voluntad de Dios

para nosotros. Dijo: “El ladrón no viene más que a

robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan

vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Leon

Morris arroja más luz sobre este punto vital:

La vida es uno de los conceptos característi-

cos de Juan. Usa el término 36 veces, en tan-

to que cualquier otro escrito del Nuevo Tes-

tamento no lo tiene más de

17 veces… Así, en este solo

escrito está más de la cuar-

ta parte de todas las refe-

rencias a la vida en el Nue-

vo Testamento. ‘Vida’ en

Juan típicamente se refiere

a la vida eterna… el don de

Dios mediante su Hijo… Es

solamente porque hay vida

en el Logos (vea Juan 1:1-

18) que hay vida en la tie-

rra (The Gospel According

to John, ‘El evangelio Se-

gún Juan’, en El Nuevo

Comentario Internacional

sobre el Nuevo Testamen-

to, en inglés; p. 82-83).

Esta buena nueva gloriosa es el eje de la Escritura:

Dios se propone que los humanos tengan vida con

una riqueza y plenitud tales que, básicamente, está

más allá de la comprensión humana.

“Yo soy… el que vive,” dijo Jesús glorificado a Juan

en una visión: “Estuve muerto, pero ahora vivo por

los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muer-

te y del infierno” (Apocalipsis 1:18). Jesucristo, alre-

dedor de quien giran las Escrituras, es también el

centro del plan de salvación de Dios. William Barclay

escribió:

Ser un seguidor de Jesús es conocer quién es

y qué significa, es tener sobreabundancia de

vida… Cuando caminamos con Jesús, viene

una nueva vitalidad, vida sobreabundante.

Sólo cuando vivimos con Jesucristo, la vida

se vuelve realmente digna de vivirse y co-

menzamos a vivir en el verdadero sentido de

la palabra” (The Gospel of John, ‘El Evangelio

de Juan’, Vol. 2, de la Serie de Estudios Bíbli-

cos Diarios, Ed. Rev., pág. 60).

Juan también hace hincapié en el papel de Jesús

cuando recibimos la vida eterna: “Si alguien recono-

ce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en

él, y él en Dios” (1 Juan 4:15). También: “Y el testi-

monio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y

esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la

vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”

(1 Juan 5:11-12).

Esta verdad es reforzada por el llamado ‘versículo de

oro’: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su

Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se

pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). La

palabra eterna en Juan 3:16

señala hacia la única meta de

veras noble en la vida: la espe-

ranza de vivir eternamente con

Dios como uno de sus hijos,

gozando con él en una nueva

vida hecha posible a través de

Cristo.

La comunión de la humanidad

y su Creador, destrozada en el

Edén por el pecado, esta sien-

do restaurada a través de la

expiación y el sacrificio de Cris-

to Jesús. La finalización de esta

reconciliación está anunciada

en Apocalipsis 21 y 22, el glo-

rioso apogeo de la promesa de

vida del Nuevo testamento: “El Espíritu y la novia

dicen: ‘¡Ven!’; y el que escuche diga: ‘¡Ven!’ El que

tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamen-

te del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17).

¡SEA USTED BIENVENIDO!

El sentido de renovación y vitalidad resultante de

aceptar a Jesucristo como Salvador personal, y de

vivir con él cada día, es algo que para apreciarse a

plenitud tiene que ser vivido. La vida en Jesucristo

está en el núcleo de todo nuestro conocimiento, en-

señanzas y práctica. Otros artículos en esta serie le

dirán más acerca de nuestra denominación, su histo-

ria, misión y actividades actuales. Lo invitamos a que

comparta con nosotros la misma aventura de una

vida transformada que Jesús ofreció a sus primeros

discípulos.

He aquí por qué cada cristiano necesita la iglesia —y por qué la iglesia necesita de

cada cristiano.

¿Qué le viene a la mente cuando escucha la palabra

iglesia? Mucha gente piensa en un edificio. La es-

tructura puede ser sencilla, o adornada. Puede que

tenga vitrales, altísimas agujas o un órgano. Muchos

se imaginan la iglesia como el edificio al que van los

feligreses.

La Biblia, sin embargo, apli-

ca la palabra iglesia no al

edificio en sí, sino más bien

a los mismos adoradores. La

palabra castellana iglesia

proviene de la griega ekkle-

sia, que significa ‘aquellos

llamados a congregarse’. Se

refiere a los cristianos. Ellos

son la iglesia; son los llama-

dos a congregarse por Dios.

No importa si se reúnen o

no en un edificio para tener

un servicio de adoración,

ellos son la iglesia las 24

horas del día, los siete días

de cada semana de todas

sus vidas cristianas.

‘AQUELLOS LLAMADOS A

CONGREGARSE’

Es elocuente el hecho de

que ekklesia se refiera a los

creyentes ‘llamados a con-

gregarse’. El arrepentimiento, el perdón concedido

mediante el sacrificio de Jesucristo y la recepción del

don de la vida eterna es sólo el principio del llama-

miento cristiano. La conversión —un renacimiento

espiritual— transforma a una persona en un hijo de

Dios. Coloca a la persona dentro de la familia de Dios

junto con muchos hermanos y hermanas que tam-

bién nacieron de nuevo.

El apóstol Pablo escribió: “Ustedes ya no son extra-

ños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos

y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Por

medio de la conversión, la persona se convierte en

miembro de la comunidad de creyentes —una comu-

nidad conocida como la iglesia.

Si bien cada cristiano individualmente es responsa-

ble de ocuparse de su propia salvación (Filipenses

2.12), el cristianismo no es un estilo de vida inde-

pendiente. Algunos cristianos están aislados geográ-

ficamente. Pero espiritualmente hablando, todos los

cristianos son llamados a reunirse, a juntarse. El

mismo Espíritu —el Espíritu

Santo— está en cada uno de

ellos, para unirlos como uno

solo.

Aunque la iglesia no es una

estructura física, Pablo se

refirió a ella como un edifi-

cio espiritual —un templo.

Los cristianos individuales

son las diversas partes y los

componentes de esta es-

tructura, “edificados sobre

el fundamento de los após-

toles y los profetas, siendo

Cristo Jesús mismo la piedra

angular. En él todo el edifi-

cio, bien armado, se va le-

vantando para llegar a ser

un templo santo en el Se-

ñor. En él también ustedes

son edificados juntamente

para ser morada de Dios por

su Espíritu” (Efesios 2:20-

22).

MIEMBROS DE UN CUERPO

Usando otra analogía, Pablo comparó la iglesia con

un cuerpo humano (Efesios 1:22-23). Un cuerpo sa-

ludable funciona como una unidad. La cabeza decide

adónde ir, y el resto del cuerpo responde armónica-

mente yendo en esa dirección. Si la cabeza decide

que hay necesidad de sentarse al escritorio y escribir

una carta, el resto del cuerpo coopera en el esfuerzo.

De tal modo que un pie no decide que sería preferi-

ble tomar un paseo, mientras que uno de los brazos

quiere jugar al tenis.

Cualquier actividad que el cuerpo realice implica un

esfuerzo de grupo por parte de cada uno de sus

miembros. Pablo escribió:

Aquellos Llamados a Congregarse

5

“De hecho, aunque el cuerpo es uno

solo, tiene muchos miembros, y todos

los miembros, no obstante ser muchos,

forman un solo cuerpo. Así sucede con

Cristo. Todos fuimos bautizados por un

solo Espíritu para constituir un solo

cuerpo —ya seamos judíos o gentiles,

esclavos o libres—, y a todos se nos dio

a beber de un mismo Espíritu. Ahora

bien, el cuerpo no consta de un solo

miembro sino de muchos… Ahora bien,

ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada

uno es miembro de ese cuerpo”

(1 Corintios 12:12-14, 27).

CONGREGARNOS

Como un organismo espiritual, la iglesia es

el cuerpo de Cristo. Debe hacer lo que él haría si

estuviera en persona, como hizo hace alrededor de

2000 años cuando estuvo aquí. Él predicó el evange-

lio —la buena nueva— de salvación (Lucas 4.18-19), y

“anduvo haciendo el bien” (Hechos 10:38).

Poco después de su resurrección, Jesús comisionó a

su cuerpo, la iglesia. La comisión es “vayan y hagan

discípulos de todas las naciones” (Mateo 28:19).

Este es un esfuerzo de grupo. El Espíritu Santo moti-

va a cada cristiano a que haga su parte para que el

cuerpo como un todo pueda cumplir la instrucción de

Jesús.

Una parte vital del servicio y adoración a Dios consis-

te en participar en las reuniones de adoración. El

libro de Hebreos señala: “No dejemos de congregar-

nos, como acostumbran hacerlo algunos, sino ani-

mémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que

vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).

Los servicios de adoración son oportunidades valio-

sas para que los cristianos se reúnan. Son gozosas

celebraciones de la fe cristiana, y como tales, rinden

importantes beneficios.

Los servicios de adoración son oportunidades para

que la comunidad de creyentes adore al gran Dios

Creador y a su Hijo Jesucristo. También ofrecen a los

cristianos la ocasión para ejercitar el compañerismo

y animarse unos a otros. Durante los servicios, los

cristianos unen sus voces en alabanza a Dios y can-

tan, entonando los hechos de Dios pasados, presen-

tes y futuros en sus vidas. Oran juntos, dan gracias y

dejan conocer sus peticiones. Reciben igualmente

instrucción espiritual útil basada en la Palabra de

Dios, mediante sermones y estudios bíblicos.

Jesús tomó las medidas para proveer a su iglesia un

ministerio organizado, que incluyera pastores y

maestros, “a fin de capacitar al pueblo de Dios para

la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.

De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe

y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humani-

dad perfecta que se conforme a la plena estatura de

Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las

olas y llevados de aquí para allá

por todo viento de enseñanza y

por la astucia y los artificios de

quienes emplean artimañas

engañosas. Más bien, al vivir la

verdad con amor, creceremos

hasta ser en todo como aquel

que es la cabeza, es decir, Cris-

to. Por su acción todo el cuerpo

crece y se edifica en amor, sos-

tenido y ajustado por todos los

ligamentos, según la actividad

propia de cada miembro” (Efe-

sios 4:12-16).

6 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo

Jesús hizo hincapié en la responsabilidad del minis-

terio del pastor hacia los demás miembros. Comparó

a los creyentes con ovejas y a los ministros ordena-

dos con pastores. La palabra pastor significa hombre

que cuida el rebaño. “Apacienta mis corderos”, le

dijo Jesús a Pedro (Juan 21:15). “Cuida de mis ove-

jas”, le volvió a decir (v. 16) y, “apacienta mis ovejas”

(v. 17).

Los pastores sirven al pueblo de Dios cuando ense-

ñan, predican, aconsejan y dan ejemplo de servicio

cristiano. Cuidan de cada persona que Dios ha lla-

mado, tomando con seriedad la advertencia de Pa-

blo: “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el reba-

ño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como

obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él ad-

quirió con su propia sangre” (Hechos 20:28).

LA FAMILIA DE CREYENTES

Pero no es simplemente la

cuestión del beneficio que

recibe un cristiano cuando se

reúne con otros cristianos en

adoración y compañerismo.

Otros cristianos necesitan de

usted: necesitan sus oracio-

nes, por ejemplo.

Cada cristiano tiene la respon-

sabilidad de orar por los de-

más. Santiago dirigió esta

advertencia a los miembros de

la iglesia: “Oren unos por

otros” (Santiago 5:16). ¿Cómo

es posible orar por otros cris-

tianos si no es familiarizándo-

se con ellos por medio del contacto y compañeris-

mo? Pablo declaró:

“Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y

así cumplirán la ley de Cristo… No nos can-

semos de hacer el bien, porque a su debido

tiempo cosecharemos si no nos damos por

vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos

la oportunidad, hagamos bien a todos, y en

especial a los de la familia de la fe” (Gálatas

6:2, 9-10).

Vemos, pues, que los cristianos son miembros de

una familia muy unida, que tienen responsabilidades

unos con otros. Pablo escribió a los cristianos de su

tiempo: “Anímense y edifíquense unos a otros, tal

como lo vienen haciendo” (1 Tesalonicenses 5:11).

Todos los cristianos tienen la categoría de hijos en la

familia de Dios. Cuando se congregan, comparten

experiencias. Aprenden juntos. Crecen juntos. Adoran

a Dios juntos. Son la iglesia de Dios.

La necesidad de evangelizar y hacer discípulos es el llamado y el reto para cada

cristiano.

Como discípulos de Jesucristo, apreciamos profun-

damente las riquezas de la gracia de Dios. Hemos

recibido su amor, y ese mismo amor nos motiva a

compartir el evangelio con otros. Queremos que los

demás también tengan la oportunidad de disfrutar la

misma relación que tenemos con Jesucristo. No po-

demos mantener como secreto este precioso enten-

dimiento.

Jesús nos invita a todos a venir

a él:

“Vengan a mí todos uste-

des que están cansados y

agobiados, y yo les daré

descanso. Carguen con mi

yugo y aprendan de mí,

pues yo soy apacible y hu-

milde de corazón, y encon-

trarán descanso para su

alma. Porque mi yugo es

suave y mi carga es liviana”

(Mateo 11:28-30).

Como aquellos quienes han

aceptado el llamamiento de

Jesús, creyendo en él y com-

prometiendo nuestras vidas a

él, ya hemos respondimos a su

invitación al reino de Dios. Cris-

to nos encomienda ahora hacer extensiva esta mis-

ma invitación a otros.

HACER DISCÍPULOS

Como cristianos, vamos al mundo con las buenas

noticias del evangelio de Jesucristo. Compartimos las

buenas noticias de salvación, la reconciliación y el

perdón. Proclamamos a todos aquellos sin esperan-

za en un mundo deshecho y pecaminoso, las rique-

zas de la gracia de Dios. Al hacerlo así, es necesario

tener ciertas prioridades en mente.

El primer requisito para cualquiera que desee com-

partir el evangelio y hacer discípulos es que él mismo

sea un discípulo. Aquellos que proclaman el amor de

Cristo deben creer en él, aceptarlo y seguirlo como

discípulos. Debemos primero experimentar la gracia

salvadora de Jesucristo antes de que podamos com-

partirla con otros. Únicamente los discípulos pueden

hacer discípulos. Jesús nos llama a aceptar nuestra

cruz y seguirle (Lucas 14:27). Acerca de este pasaje,

William Barclay comenta:

Es posible ser un seguidor de Jesucristo sin

ser su discípulo, sin ser un soldado del reino;

es posible ser un parásito en una gran obra

sin comprometerse a arras-

trar su propio peso. Alguien

le hablaba a un erudito

acerca de un joven: “Fu-

lano me dijo que él había

sido uno de sus estudian-

tes”. El profesor respondió

de manera tajante: “Puede

que él haya asistido a al-

gunas de mis conferencias,

pero no era uno de mis

estudiantes”. Uno de los

grandes perjuicios que

soporta la iglesia es que

hay muchos seguidores a

distancia pero muy pocos

verdaderos discípulos (The

Gospel of Luke, The Daily

Study Bible Series; ‘El

Evangelio de Lucas’, Series

de Estudio Bíblico Diario,

ed. rev., p. 196).

ENSEÑAR LO QUE CRISTO ENSEÑÓ

El segundo requisito necesario para hacer discípulos

es estar seguros de que conocemos, entendemos y

creemos el mensaje. La gran comisión no meramen-

te nos dice que salgamos a hacer discípulos. Se nos

manda hacer discípulos y enseñarles aquellas cosas

que Jesús ordenó y enseñó.

El mundo está lleno de personas discípulas de al-

guien más, o que hacen discípulos para sí mismos.

Esa no es la comisión de los cristianos. Hacemos

discípulos para Jesucristo. Nuestro llamado es a

atraer gente para él. Aquellos que hacen discípulos

necesitan recordar que deben proclamar a Cristo

crucificado. Los cristianos son agentes de salvación,

8 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo

delegados por Cristo para el propósito de hacer dis-

cípulos a todas las naciones.

La tercera prioridad e instrucción en cuanto a la pro-

clamación del evangelio de Jesucristo es la necesi-

dad de ser fieles. Como embajadores de Cristo, so-

mos llamados a serle fieles. Pablo comparte este

sentir: “¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación

humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar

a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería

siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). Quienes comparten

el evangelio de Jesucristo necesitan valor y convic-

ción. Necesitan hacer el compromiso de ser fieles y

proclamar únicamente el verdadero evangelio.

CUMPLIR LA MISIÓN

¿De qué manera podemos los cristianos individual-

mente cumplir la gran comisión? El primer paso es

entender que no es suficiente ser un miembro de la

iglesia y esperar que sea su cuerpo directivo el que

asuma la responsabilidad de evangelizar.

El llamado a evangelizar impone una exigencia per-

manente sobre la iglesia local organizada. La iglesia

debe examinarse a sí misma para revisar la manera

como está cumpliendo las metas y objetivos de la

gran comisión. Del mismo modo, los miembros indi-

viduales del cuerpo de Cristo deben examinarse a sí

mismos para ver la manera como están llevando

adelante el encargo de Jesús.

Los creyentes observan su entorno en busca de

oportunidades para evangelizar. Los campos ya es-

tán blancos para la siega, y motivan a los discípulos

de Cristo a entrar en acción. Algunos de los campos

que están necesitados del evangelio de Jesucristo

son nuestras familias, lugares de trabajo, vecindarios

y círculos de amistades.

Aun la misma iglesia es un buen lugar para compartir

el evangelio de Cristo Jesús. Ser miembro o asistente

no implica necesariamente que la persona ya sea un

discípulo de Jesús. Los que más necesitan ser minis-

trados y ayudados suelen ser aquellos que, según

suponen los demás, no necesitan ayuda. A veces

algunos asistentes regulares a la iglesia tienen poco

entendimiento del evangelio, y nunca han hecho el

compromiso de seguir a Cristo.

Con frecuencia nos conmueve la situación de las

desesperadamente pobres regiones del mundo que

necesitan el evangelio de Jesucristo. Si bien estas

oportunidades pueden ser aventuras emocionantes,

no debemos ignorar a aquellos que están cerca de

nosotros y que también necesitan ayuda.

El mundo occidental se convirtió en una aldea global.

Continúan existiendo regiones del mundo que son

decididamente no cristianas, y que necesitan deses-

peradamente del evangelio de Cristo. La economía

global, la superautopista de la información de los

medios y la tecnología, junto con las migraciones

masivas, todos contribuyen al pluralismo cultural

existente en muchos de nuestros países occidenta-

les. Los cristianos son minoría en una gran parte del

mundo occidental.

El reto de evangelizar a todas las naciones no impli-

ca necesariamente viajar a lejanas regiones. Las

oportunidades de compartir el evangelio están a

nuestro alcance. Hacer discípulos es un llamado y un

reto para cada cristiano, y es una urgente necesidad

hoy como lo ha sido siempre.

Lo que más valoramos refleja lo que somos como individuos y como una iglesia.

Los miembros de nuestra denominación son diferen-

tes en edad, origen social y cultura. Provenimos de

diferentes partes del mundo. Tenemos miembros en

todos los continentes habitados de la tierra. Somos

ricos, pobres, jóvenes, viejos, hombres, mujeres.

No obstante nuestras diferencias, todos tenemos

algo profundamente personal que nos es común a

todos. En última instancia, eso que compartimos

tiene que ser experimentado para que se entienda

de veras. Una joven mujer

quien es una miembro en

Inglaterra, escribió lo siguien-

te:

Un ejemplo se destaca en

mi mente. Hace dos años

visité la isla de Sri Lanka.

El ambiente no podía dife-

renciarse más de aquel

donde me crié, en Inglate-

rra. Los recuerdos de mi

niñez se desenvuelven en

medio de colinas y árbo-

les, días grises de in-

vierno y suaves primave-

ras. En Sri Lanka, había

lagunas y cocodrilos, pal-

meras, templos y planta-

ciones de té. El sol alum-

braba todo el día y la llu-

via era un torrente desbocado. Social y cultu-

ralmente, era otro mundo.

A pesar de todas las diferencias, yo me sen-

taba a conversar con una mujer mayor —una

miembro de la iglesia quien vivía con su hijo

minusválido en la ciudad capital de Colombo.

Hablábamos estupendamente, no sobre lo di-

ferentes que éramos sino sobre lo que te-

níamos en común. No nos movía la curiosi-

dad de comparar culturas. En cambio, po-

díamos mirar las experiencias de la vida des-

de una perspectiva parecida.

UNA PERSPECTIVA COMPARTIDA

La experiencia de esta joven miembro no es inusual.

Muchas personas comentan acerca de esta perspec-

tiva compartida sobre las cosas que más nos con-

ciernen. Los valores cristianos no dependen de la

edad, el tiempo o el lugar, pues los cristianos no

permiten que estas barreras sean un obstáculo —

ellos tienen que ver con el espíritu.

Se ha dicho que los hermanos y hermanas no siem-

pre nacen bajo el mismo techo, dando a entender

que aquellos que componen una verdadera familia

no siempre tienen los mismos padres. Nuestro apre-

cio mutuo es de otro modo —

es asunto del espíritu, lo que

valoramos más. Hay amigos

que pueden estar más cerca-

nos a nosotros que nuestros

hermanos y hermanas físicos

pueden estar.

VALORAMOS NUESTRO

LLAMAMIENTO

Cualquiera que sea nuestra

edad, origen o posición en la

vida, el don más precioso que

cada uno tiene es la relación

con Dios. Basamos nuestras

vidas en nuestro vínculo con

él. Valoramos la Biblia, por

ejemplo, porque creemos que

a través de estos escritos

inspirados, Dios nos muestra

quién es él. No quiere decir que podamos entenderlo

completamente, sino que aprendemos a medida que

avanzamos. Aquí y allá podemos entrever a un Dios

más grande de lo que alguna vez podamos imaginar,

que ya no podemos volver a ver al mundo del mismo

modo.

A medida que aprendemos acerca de Dios, apren-

demos a valorar sus cualidades en nuestras vidas.

Valoramos la compasión, porque vemos la compa-

sión de Dios para nosotros. Valoramos el perdón,

porque hemos sido perdonados. Valoramos la justi-

cia, porque sabemos que, en el largo plazo, Dios es

justo. Valoramos la paz, la variedad, la verdad y la

libertad.

Cuando estas verdades se hacen más y más parte

de nosotros, empiezan a definir quienes somos. La

10 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo

naturaleza de Cristo está formándose en nosotros

(Gálatas 2:20; 4:19). Cuando mostramos amor unos

por otros, el amor de Dios se perfecciona en noso-

tros (1 Juan 4:12).

VALORAMOS EL SACRIFICIO DE JESUCRISTO

Dios envió a Jesús a la tierra a vivir, sufrir y morir en

lugar nuestro. Jesús, siendo completamente Dios y

completamente humano al mismo tiempo, estuvo

gustoso de morir por nosotros. Juan 3:16 nos dice

que lo hizo así para que pudiésemos tener vida eter-

na. La sangre derramada de Cristo cubre nuestros

pecados y nos permite tener acceso al Padre. La

gracia se nos da solamente mediante el sacrificio de

Cristo.

El sacrificio hecho en nuestro favor es un valor que la

iglesia toma muy en serio y del que se siente agrade-

cida. Conmemoramos el sacrificio de Cristo al obser-

var la Cena del Señor, y cuando permitimos que Dios

nos cambie para que seamos más como su Hijo. Con

este sacrificio, Dios demostró su amor insondable.

NOS VALORAMOS UNOS A OTROS

Dios creó y escogió a cada uno de sus hijos. Envió a

su Hijo para que pudiésemos vivir. Esto nos da la

razón más poderosa para valorarnos unos a otros. Y

porque Dios ama a cada uno lo suficiente para dar-

nos vida y redimir esa vida para un propósito maravi-

lloso, valoramos a todos los seres humanos.

VALORAMOS NUESTRO FUTURO

Por último pero no menos importante, valoramos el

futuro. No solamente el nuestro, pues no somos un

club exclusivo. Dios ama a toda la gente que creó.

Ansiamos el tiempo en que el conocimiento de Dios

llenará toda la tierra como las aguas cubren el mar

(Habacuc 2:14).

Nos aferramos a esta esperanza cuando vemos alre-

dedor de nosotros tanto sufrimiento. Sabemos que

Dios puede estar, y de hecho está con nosotros

cuando sufrimos. Pero también sabemos que el su-

frimiento no es un estado permanente. Vendrá el

tiempo cuando las lágrimas y la congoja desaparece-

rán de nuestro maltratado planeta. Ni siquiera la

muerte es el final de la historia.

Esta es una visión que ningún partido político puede

prometer, y que ninguna organización humana pue-

de nunca cumplir. Muchas personas han dado sus

vidas por causas mucho menos gloriosas que esta

que Dios ha prometido a su pueblo.

Así pues, nuestros valores —los que realmente nos

importan— están basados en nuestra fe en Jesucris-

to. Dios dio a su Hijo para que pudiésemos tener

gracia. Nos dio la Biblia para que pudiésemos enten-

der la verdad acerca de su Hijo. Y envió su Espíritu

Santo para que pudiésemos ser santificados.

Somos gente común y corriente. Si usted está bus-

cando gente perfecta, con seguridad no la encontra-

rá en nuestra iglesia. Cometemos errores. A veces

somos débiles y necios. Pero se nos ha dado el más

grande don imaginable, y nuestras vidas han cam-

biado para siempre.

La creencia en Jesucristo llama a la acción.

Creemos en un Dios, aquel que se reveló a sí mismo

como Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Creemos en un

Dios que se dio a conocer a sí mismo por medio de

las páginas de la Santa Biblia y de la creación mis-

ma. Él es quien nos creó, nos ama y nos salvó me-

diante Jesucristo.

La Biblia nos relata que en el principio los seres hu-

manos creados por Dios ejercieron su derecho a

escoger. Y que ellos recha-

zaron el protagonismo de

Dios —su autoridad y amor—

en sus vidas. Este relato,

llamado ‘la caída del hom-

bre’, se encuentra en Géne-

sis 3.

El resultado fue enorme:

ruptura de la relación entre

la humanidad y Dios. Los

humanos nos apartamos de

su guía e inspiración. Nos

convertimos en enemigos al

resistir a nuestro Creador.

Nuestra separación de Dios

se reflejó en el complicado

sistema de sacrificios, leyes

y culto que se le dio al pue-

blo de Dios del antiguo pac-

to, la nación de Israel.

En el diseño del tabernáculo

y el templo, y en los sacrificios y rituales, a los israeli-

tas se les recordaba el abismo existente entre Dios y

la humanidad. Al Lugar Santísimo del tabernáculo,

símbolo de la presencia de Dios en la tierra, se en-

traba solamente una vez al año, y sólo podía hacerlo

el sumo sacerdote, después de lavatorios y sacrifi-

cios especiales.

¡Qué contraste con el Nuevo Testamento! Esta parte

de la Biblia insiste no solamente en el hecho de la

vida, muerte y resurrección de Jesús, sino en la razón

de su obra. Nosotros somos esa razón. El amor de

Dios por nosotros es la razón de que tomara la inicia-

tiva para reconciliarnos con él (Juan 3:16). Somos

reconciliados —por medio de Jesucristo, personas

anteriormente hostiles a Dios se convierten en sus

hijos, sus adoradores y amigos.

Esa obra de reconciliación nos da la posibilidad, aun

ahora, de vivir en la presencia de Dios, y él con noso-

tros. Y la promesa se extiende hasta el futuro eterno

como hijos glorificados de nuestro Padre celestial.

Ya no es necesario seguir separados de Dios. Tam-

poco es necesario que nos acerquemos a él a través

de esmerados sacrificios y rituales físicos. La rela-

ción de amor que los humanos hemos diseñado para

tener con Dios, es restaura-

da por medio del sacrificio y

la vida de Jesucristo, el Hijo

de Dios. Esa es la relación

que él nos está llamando a

compartir.

ESTO ES LO QUE CREEMOS

Creer en Jesucristo exige

acción —exige una respues-

ta. Dios está llamando a

seres humanos a su reino.

Está llamando gente para

que crean en él y respondan

a lo que él dice. Del modo

que él nos amó, por amor a

Cristo estamos obligados a

amar a los demás. Cierta-

mente, la señal del discipu-

lado que Jesús dio poco

antes de su muerte fue que

“se amen los unos a los

otros” (Juan 13:34-35).

Este amor por otros es el resultado de nuestra doci-

lidad ante la obra del Espíritu Santo en nuestras vi-

das; es un reflejo de nuestra oración de que se haga

su voluntad en la tierra. Le permitimos que nos cam-

bie para que seamos más como él. Cuando acepta-

mos el inapreciable don de la salvación, nos conver-

timos en discípulos de Jesucristo y aceptamos some-

ternos a la voluntad de Dios, sin insistir en seguir

haciendo la nuestra.

¿Nos hace eso perfectos? No. La realidad de nuestro

llamamiento cristiano es que renacemos espiritual-

mente, y Dios nos manda vivir en este mundo. Toda-

vía tenemos que batallar con las tensiones y tenta-

12 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo

ciones de la vida física, pero lo hacemos con una

nueva fuente de apoyo, orientación y fuerza.

Dios no cambia nuestras circunstancias; nos cambia

a nosotros. Eso nos da la fuerza para vivir como cris-

tianos, cualesquiera sean las circunstancias que

enfrentemos. Ciertamente, algunos de los más inspi-

radores ejemplos de vida cristiana provienen de per-

sonas que viven en situaciones de privación, limitati-

vas y opresivas. Ellos viven la realidad de la vida

nueva ahora, y la esperanza segura del retorno de

nuestro Salvador.

Jesús dijo que la obra de Dios era que creyésemos

“en aquel a quien él envió” (Juan 6:29). Cuando

creemos en él, creemos que es Señor y Salvador.

Creemos lo que él dijo. Sometemos nuestras vidas a

él. El discipulado implica arrepentimiento de nuestra

pasada manera de vivir, aceptación del don de la

vida eterna, rendición a la influencia del Espíritu San-

to y vivir para la gloria de Dios.

Eso es lo que Dios quiere de nosotros Eso es lo que

nos ofrece. Este es el mensaje del evangelio: Nues-

tros pecados son perdonados, y vivimos en la gracia

de Dios. Esto es la buena nueva. Esto es la salvación.

La vida centrada en Cristo, basada en la Biblia, es nuestro legado y nuestro futuro.

Seguimos adelante, motivados por nuestro supremo llamado de Cristo.

Basamos nuestra fe y estilo de vida en la Biblia. Re-

currimos al Espíritu Santo para que nos dirija y nos

transforme para ser más como Cristo. Así resumimos

nuestro lugar de procedencia, y hacia donde nos

encaminamos espiritualmente.

Aunque nuestras raíces se encuentran entre la gente

del pueblo de Dios del Nuevo Testamento, nuestra

historia más reciente está enraizada en la Norteamé-

rica del siglo XIX. Predicadores de varias denomina-

ciones abogaron

por la restauración

del cristianismo

bíblico.

Las predicciones

acerca de la se-

gunda venida de

Jesucristo estaban

ampliamente di-

fundidas. Algunos

creían que su re-

greso tendría lugar

en 1844. A pesar

de la Gran Desilu-

sión resultante

cuando Jesucristo

no regresó en la

fecha que se esperaba, el interés por la Biblia conti-

nuó siendo grande. Grupos comenzaron a formarse.

Uno de esos grupos estimuló a Herbert W. Armstrong

a empezar sus estudios bíblicos en 1926. Su recién

iniciado celo por la Biblia lo motivó a enseñar a otros

e iniciar un ministerio de evangelización, el cual fi-

nalmente se convertiría en una denominación.

Después de una serie de conferencias bíblicas en

Eugene, Oregon, formó una pequeña congregación.

Con su apoyo financiero, empezó a predicar en una

pequeña estación radial. Su programa produjo inte-

rés y respuestas. Muchos radioescuchas solicitaron

más información, de modo que el señor Armstrong

inició una revista. El apoyo financiero que recibía

permitió que el programa de radio se expandiera y

que más personas recibieran la revista gratis.

En los programas de radio y en las conferencias pú-

blicas, el señor Armstrong desafiaba a su audiencia

para que “sacudiera el polvo de sus Biblias” y la es-

tudiara para ver si “era verdad lo que se les anun-

ciaba” (Hechos 17:11). “No me crean a mí,” decía

con frecuencia, “créanle a la Biblia”.

Como respuesta a la entusiasta predicación del se-

ñor Armstrong, miles de personas empezaron a es-

tudiar la Biblia. Se convencieron de que la Biblia es

la guía autorizada para la vida y la fe. Revela nues-

tras necesidades de salvación y que, mediante Jesu-

cristo, Dios responde a nuestra necesidad. La Biblia

nos conduce a la fe en nuestro Salvador y nos guía a

responderle.

SE ESTABLECEN CONGREGACIONES

Miles de personas empezaron a respaldar el ministe-

rio radial y de publicaciones del Señor Armstrong. Se

arrepintieron y aceptaron a Jesucristo como su Sal-

vador y fueron bautizados. Se formaron congregacio-

nes, y se nombraron pastores para ayudar a estos

nuevos cristianos a consolidarse en la fe. Se reunían

cada semana para adorar, aprender y animarse unos

a otros.

En 1947, se estableció un colegio universitario en

Pasadena, California, con el propósito de entrenar

pastores y a otro personal de la iglesia. Si bien la

Biblia era de primera importancia, los estudiantes

tenían un régimen curricular en artes liberales de

cuatro años, para prepararlos para el mundo polifa-

cético al que eran llamados a servir.

En la década de los años 50, el programa radial con-

tinuó expandiéndose en Norteamérica, después a

Europa, Australia y Latinoamérica. Luego vinieron

bautismos, iglesias y oficinas internacionales. El co-

legio universitario también se expandió, y entrenaba

más personas para el crecimiento de la obra. Se

agregaron más idiomas y oficinas en la década de

los años sesenta.

En la década siguiente, continuó el crecimiento,

aunque a paso más lento, a medida que la iglesia

aprendía importantes lecciones acerca de evitar la

14 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo

conjetura profética. Cristo no regresó cuando se le

esperaba, pero condujo a la iglesia a una compren-

sión más profunda de la Biblia.

SEGUIR PRIMERO A CRISTO

Nuestros errores con la profecía nos motivaron a

concentrarnos en Cristo y la Biblia, en vez de concen-

trarnos en personalidades humanas o doctrinas que

en realidad no están en la Biblia. Seguimos primero

a Cristo, y a nuestros líderes humanos en tanto estos

sigan a Cristo (1 Corintios 11:1).

Aunque nuestra historia reciente tiene importancia

para nosotros, somos una iglesia que mira hacia

adelante. No asumimos haber alcanzado la perfec-

ción y, a la manera de Pablo, no nos gloriamos en

nuestro pasado, sin importar lo honroso que haya

sido. Mas bien, avanzamos hacia nuestro llamamien-

to superior en Jesucristo (Filipenses 3:12-14). No

queremos que nuestras tradiciones nublen el enten-

dimiento adicional que Dios quiera darnos.

Jesucristo es la Cabeza de la iglesia (Colosenses

1:18), y continúa dirigiéndonos por medio de la Biblia

(2 Timoteo 3:16-17) y el Espíritu Santo (Juan 16:13).

El Sr. Armstrong murió en 1986, y el liderazgo de la

iglesia pasó a Joseph W. Tkach, quien era el asisten-

te ejecutivo del señor Armstrong. Bajo el liderazgo

del señor Tkach, la iglesia aprendió mucho más de la

Biblia. Lamentablemente, muchos miembros no

aceptaron estas enseñanzas bíblicas y muchos de

ellos dejaron la iglesia. Al morir el señor Tkach en

1995, el liderazgo pasó a su hijo, Joseph Tkach,

quien continuó dirigiendo a los miembros hacia la

Biblia, a Jesucristo, y a la obra del Espíritu Santo en

nuestras vidas.

El más grande legado del señor Armstrong es su

compromiso de vivir por cada palabra de Dios —

creerle a la Biblia y obedecer sus enseñanzas fiel-

mente. Retenemos diligentemente ese compromiso.

La Biblia es para nosotros la autoridad final en mate-

ria de fe y doctrina.

LAS METAS DE LA IGLESIA

Al ser dirigida por Cristo, la iglesia mantiene el legado

del cristianismo basado en la Biblia. Trabajamos

conformándonos a la enseñanza bíblica. La Biblia

continúa desafiándonos a sujetar todo pensamiento

a Cristo (2 Corintios 10:5). Él es nuestro Señor y Sal-

vador.

La iglesia tiene metas propias y para sus miembros.

Nuestra meta colectiva es predicar el evangelio de

Jesucristo, hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles

el camino de vida cristiano (Mateo 28:19-20).

“Ésta es la obra de Dios,” dijo Jesús, “que crean en

aquel a quien él envió” (Juan 6:29). Por esa razón, la

obra de la iglesia de Dios es traer personas a Cristo,

a que crean en nuestro Salvador.

Como un Cuerpo colectivo, la iglesia predica el evan-

gelio y anima a las personas a convertirse en discípu-

los de Jesucristo. Acogemos a otros que vienen a

adorar y aprender con nosotros. Proveemos congre-

gaciones y pastores y ministros que ayudan al creci-

miento personal y estimulan las obras de servicio.

Joseph Tkach estableció la pauta y la dirección que

tendrá la iglesia en el siglo 21:

Un cristiano es alguien como Cristo. Mi direc-

triz básica para la iglesia es que esta ejempli-

fique las cualidades y el amor de Cristo. Quie-

ro que cada uno de los miembros de la igle-

sia sea sincero, servicial, humilde, que sea

una persona amorosa cuya luz personal ilu-

mine y traiga gloria para Cristo y a la iglesia.

Veo una iglesia que está a la altura de su

llamamiento. Veo una iglesia que vive dentro

de sus posibilidades y se comunica con efi-

cacia para cambiar las vidas de las personas.

También veo congregaciones locales que es-

tá participando activamente en la predica-

ción del evangelio, y no son simples clubes

sociales.

De Dónde Venimos; Hacia Dónde Vamos

15

Veo una iglesia llena de per-

sonas celosas, convertidas,

cariñosas que de veras viven

la vida de Cristo, que viven el

evangelio, que aman a su pró-

jimo y lo demuestran.

“De este modo todos sabrán que

son mis discípulos, si se aman los

unos a los otros”, dijo Jesús, en

Juan 13:35.

Para saber más acerca de nues-

tra historia, vea el artículo ‘Breve

Historia de la Comunión de Gracia

Internacional’ (A Brief History of

the Grace Communion International).

¡Es una experiencia cálida, que cambia la vida!

Lo recuerdo como si hubiese sido ayer —mi

primera visita a esta iglesia. Debo admitir que

sentía un poco de aprensión. Algunas pregun-

tas pasaban por mi mente: ¿Cómo será? ¿Seré

aceptada? ¿Me sentiré cómoda?

Pues bien, déjeme decirle, me hicieron sentir

como en casa, como si estuviera entre familia.

Había gente de diver-

sas edades, distintos

orígenes y culturas. “Ya

no hay judío ni griego,

esclavo ni libre, hombre

ni mujer, sino que todos

ustedes son uno solo

en Cristo Jesús” (Gála-

tas 3:28).

Aunque han pasado

muchos años desde mi

primer contacto, nunca

olvidaré a las personas

que me hicieron sentir

como en casa. Había

una dama de edad que

fue como una abuela

para mí. Siempre tenía

tiempo para escuchar-

me, lo cual me animó en gran manera.

Había también una joven que dejó lo que es-

taba haciendo para entablar amistad conmigo.

Se convirtió en mi amiga y consejera. ¡Qué

bueno fue tener una igual que me apoyara

mientras aprendía a aplicar los caminos de

Dios! La iglesia proporcionó un ambiente cáli-

do y nutritivo en el cual Dios pudo ayudarme a

madurar en Jesucristo.

Y además estaba el pastor. Tenía un corazón

cálido y dedicado para la gente. Le pedí que

me visitara para hacerle algunas preguntas.

Pudo ayudarme a relacionar y entender la Pa-

labra de Dios más claramente. Me sentí de ve-

ras inspirada después de la visita. Pocos me-

ses después me bautizó en Jesucristo. Fue una

ocasión que nunca olvidaré mientras viva.

(Carta de una miembro de Georgia)

EQUIPANDO A LOS SANTOS

Es función del ministerio “capacitar al pueblo de Dios

para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de

Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad

de la fe y del conocimiento

del Hijo de Dios, a una huma-

nidad perfecta que se con-

forme a la plena estatura de

Cristo” (Efesios 4:12-13).

Procuramos cumplir con esto

mediante varios servicios de

apoyo. Entre los más impor-

tantes están los servicios

religiosos semanales. El énfa-

sis de nuestros servicios está

centrado en el discipulado y

la enseñanza, en un ambien-

te de adoración y alabanza a

Dios.

La alabanza es un medio de

inspirar nuestros corazones y

concentrar nuestras mentes

en Dios. Así que empezamos nuestros servicios ala-

bando a Dios con gozosos cánticos congregaciona-

les. Luego, una o dos personas pueden hablar. El

mensaje principal, por lo general dado por el pastor,

puede tratar acerca de un capítulo de la Biblia, o de

cualquiera entre un amplio rango de temas que in-

cluyen nuestra relación con Dios, la familia y la co-

munidad. En todos nuestros mensajes, Jesucristo es

el centro y el enfoque, por ser él quien nos capacita

para vivir la vida cristiana. Después del sermón can-

tamos un himno final y cerramos el servicio con ora-

ción.

AYUDARSE UNOS A OTROS

Después de la oración, tiene lugar una sección in-

formal de nuestros servicios —el compañerismo.

Nuestros miembros disfrutan pasar tiempo reunidos

La Adoración en la Comunión de Gracia Internacional

17

en amistosa conversación. Dios inspiró la frase

“unos a otros” que se usa muchas veces en la Biblia.

Tenemos responsabilidades “unos con otros”. Dios

quiere que nos relacionemos unos con otros para

animarnos mutuamente en nuestro caminar con él.

Hebreos 10:24-25 nos dice:

“Preocupémonos los unos por los otros, a fin

de estimularnos al amor y a las buenas

obras. No dejemos de congregarnos, como

acostumbran hacerlo algunos, sino animé-

monos unos a otros, y con mayor razón ahora

que vemos que aquel día se acerca.”

SERVICIOS DE APOYO

También mantenemos varios

servicios de apoyo que ayu-

dan a nutrir a las personas.

Para los niños damos clases

que exploran el modo en que

la Biblia y el estilo cristiano

de vivir son importantes para

sus vidas. Les enseñamos

verdades bíblicas con pala-

bras y actividades que les

ayudan a entender el amor

de Dios por ellos.

Muchos miembros también

se reúnen unos con otros en

pequeños grupos en algún

momento durante la sema-

na. Oran juntos, discuten

enseñanzas bíblicas, se ani-

man entre sí, y construyen

lazos de amor y amistad que

los acercan más entre sí.

Algunas iglesias también

tienen grupos para servir las necesidades especiales

y los intereses de las personas solteras y de los an-

cianos. Los seminarios educativos proporcionan ins-

trucción acerca de la vida familiar, éxito en el trabajo

y las relaciones interpersonales.

El propósito de estos programas es equipar mejor a

los cristianos para que alcancen y ayuden a otros

con el amor de Jesucristo. Tenemos que marcar una

diferencia en las vidas de las personas. Somos lla-

mados a ser participantes, no sólo espectadores.

La asistencia a la iglesia y sus programas no son un

fin en sí mismos, sino que son medios de cumplir la

comisión que Cristo le dio a su iglesia:

“Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas

las naciones, bautizándolos en el nombre del

Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ense-

ñándoles a obedecer todo lo que les he man-

dado a ustedes. Y les aseguro que estaré con

ustedes siempre, hasta el fin del mundo”

(Mateo 28:19-20).

Venga y adore a Dios con nosotros. Hallará que es

una reconfortante experiencia.

He aquí por qué todo cristiano necesita la iglesia —y por qué la iglesia necesita de

cada cristiano.

La Comunión de Gracia Internacional refleja en su

nombre estar activa en más de 100 países y territo-

rios, con personas que asisten a los servicios sema-

nales en cientos de congregaciones alrededor del

mundo. Desde Bangladesh hasta la Columbia Britá-

nica, las personas se ponen en contacto con la igle-

sia, reciben ayuda y se transforman a causa de la

influencia privada y pública de la iglesia y sus miem-

bros.

La iglesia asume dos principios básicos en su propó-

sito de compartir las buenas nuevas del reino de

Dios:

Aborda los desafíos y problemas que la hu-

manidad enfrenta hoy, dirigiendo a las per-

sonas hacia la fe en Jesucristo.

Enseña y ayuda a los interesados en conver-

tirse en discípulos de Jesucristo.

La iglesia es un ministerio cuyo compromiso es vivir

por la palabra revelada de Dios, tal como está reve-

lada en la Biblia. La iglesia basa sus doctrinas y en-

señanzas en la fe y práctica del Nuevo Testamento.

Coloca la revelación bíblica por encima de la tradi-

ción y la costumbre.

UN ENFOQUE PRÁCTICO

Durante más de 60 años de ministerio, la literatura y

otros esfuerzos de la iglesia han ayudado a miles de

personas a apreciar cómo la Biblia es relevante en el

mundo de hoy. Aunque la Biblia no siempre es un

libro fácil de entender, es la revelación del Creador

de la información que la humanidad necesita saber.

Por esta razón la iglesia hace tanto hincapié en la

necesidad que tienen los cristianos hoy de estudiar y

familiarizarse con sus contenidos.

La Biblia está llena de principios doctrinales, de sa-

biduría práctica y notables historias de la manera

como Dios trabaja con la humanidad. La Biblia tam-

bién contiene impresionantes relatos que inspiran e

instruyen a los discípulos de Jesucristo. Como médi-

co misionero, Sir Alfred Greenfell dijo una vez: “Teo-

logía es lo que uno comprende, religión es lo que uno

hace”.

Nuestro ministerio se concentra en lo que Jesucristo

hizo por nosotros, y cómo hemos de responderle.

Ayudamos a las personas a que vivan vidas más va-

liosas a medida que siguen a Cristo.

La visión totalizadora de la iglesia acerca de las Es-

crituras nos lleva a concluir que Dios es compasivo,

bueno y justo, y que un día futuro él establecerá un

mundo mejor. Confiamos en que un mundo mejor ha

de venir. Este panorama optimista del futuro inspira

a la iglesia en

sus esfuerzos

por hacer bue-

nas obras.

La iglesia cree

firmemente

que la salva-

ción prometida

por Dios es una

oportunidad

abierta a las

personas de

todas las razas

y culturas.

ÉNFASIS EN LA FAMILIA

También tenemos el compromiso de estimular fuer-

tes lazos familiares. Consideramos la unidad familiar

como un eslabón vital que ayuda a integrar la socie-

dad. Buena parte de nuestros ministerios están de-

dicados a proveer información y material sobre el

matrimonio, la crianza de los hijos y sobre la manera

de mantener a las familias unidas en tiempos de

dificultad. La iglesia enfatiza la necesidad de que sus

miembros dediquen tiempo y energía para mantener

y mejorar las relaciones familiares.

Los miembros de la iglesia vienen de orígenes muy

diversos. Entienden la necesidad de ayudar a sus

comunidades. Algunos sirven en comités en sus loca-

lidades. Otros ayudan reuniendo alimentos, o patro-

cinan actividades deportivas para ayudar a niños

necesitados. Algunos de nuestros adolescentes lim-

pian la basura de las vías públicas. Tratamos de par-

ticipar, pero no defendemos puntos de vista o plata-

formas políticas particulares.

Usted cree en Dios. Dedica tiempo a estudiar la Biblia. Dedica tiempo a orar. Pero le

falta algo —reunirse con personas que piensan del mismo modo.

Lo invitamos a reunirse con nosotros para servicios de adoración. Usted escuchará el evangelio de Jesucristo.

Escuchará música inspiradora y sermones basados en la Biblia, y conocerá a otros cristianos que han asumi-

do seriamente su compromiso con Jesucristo. Así como usted.

Desde su fundación, la iglesia ha suministrado un ambiente

positivo en el cual las personas que desean desarrollar una

relación personal con Dios, mediante Jesucristo, pueden ado-

rar y compartir unidas.

Si usted quiere saber más acerca de nosotros, nuestras

creencias, o dónde están nuestras congregaciones hispanas,

diríjase a las siguientes direcciones:

Argentina: Iglesia de Dios Universal

http://comuniondegracia.org/iglesias/argentina/

Colombia: Iglesia de Dios Universal

http://comuniondegracia.org/iglesias/colombia/

Chile: Iglesia de Dios Universal

Casilla 11, Correo 21, Santiago.

El Salvador: Comunión de la Gracia El Salvador

http://comuniondegracia.org/iglesias/el-salvador/

España: Comunión Internacional de la Gracia

http://comuniondegracia.org/iglesias/espana/

Estados Unidos: Comunión de Gracia Internacional

http://comuniondegracia.org/iglesias/ee-uu/

Guatemala: Iglesia de Dios Universal

Apartado postal 2489, Guatemala.

Honduras: Iglesia de Dios Universal

http://comuniondegracia.org/iglesias/la-democracia-san-

pedro-sula-honduras/

México: Comunión Internacional de la Gracia en México

http://www.comuniongracia.org.mx/

Perú: Comunión Peruana de la Gracia

http://comuniondelagracia.pe

Puerto Rico: Iglesia de Dios Mundial

HC 1 Box 5129

Barranquitas, PR 00794

Él está allí.

Él sabe cómo te sientes.

Él te conoce.

¿No es el momento para que logres conocerlo?

Él cambió el curso de la historia.

Él cambió millones de vidas.

Él murió para cambiar tu vida, también.

Él murió para darte vida eterna.

“Y ésta es la vida eterna:

que te conozcan a ti,

el único Dios verdadero,

y a Jesucristo,

a quien tú has enviado”

Juan 17:3

Viviendo y Compartiendo el Evangelio

Para información respecto a las congregaciones más cercanas,

sírvase consultar en http://comuniondegracia.org/iglesias/