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Como semillas que se esparcen “Experiencia en la práctica de sistemas integrados de producción sostenible en los municipios de Guaymango y Jujutla, en el marco de la Agricultura Sostenible y Organización Comunitaria”

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Como semillas que se

esparcen

“Experiencia en la práctica de sistemas

integrados de producción sostenible en los municipios de Guaymango y Jujutla,

en el marco de la Agricultura Sostenible y

Organización Comunitaria”

Como semillas que se esparcen

“Experiencia en la práctica de sistemas integrados de producción sostenible en los municipios de Guaymango y Jujutla, en el marco de la Agricultura Sostenible y Organización Comunitaria”

Autor:

Erick Barrera Tomasino

Revisión y aportes:

Claudia HernándezRigoberto BonillaGerardo Morales

Apoyo en campo:

Luis Borja

Fotos:

Luis Borja y SJD

Fundación Servicio Jesuita Para el DesarrolloAv. Río Lempa, N°. 8, Jardines de Guadalupe, Antiguo Cuscatlán, La Libertad, El Salvador, C. A.Teléfono (503) 2243-0609

San Salvador, El SalvadorAgosto de 2012

GLOSARIO DE SIGLAS

AS: Agricultura Sostenible

ARENA: Alianza Republicana Nacionalista

BVC: Bancos Vivos Comunitarios

CAC: Campesino a Campesino

CENTA: Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal

FAES: Fuerzas Armadas de El Salvador

FAO: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación. FINATA: Financiera Nacional de Tierras Agrícolas

FMLN: Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional

ISTA: Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria

MAG: Ministerio de Agricultura y Ganadería

PAF: Programa de Agricultura Familiar

PTT: Programa de Transferencia de Tierras

SJD: Fundación Servicio Jesuita para el Desarrollo

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I. PRESENTACIÓN

Este trabajo relata la experiencia de promoción en agricultura sostenible en los municipios de Guaymango y Jujutla al sur del departamento de Ahuachapán; de cómo un grupo de campesinas y campesinos de la zona trabajan un modelo de agricultura que en lo pequeño pretende extenderse a otras comunidades campesinas de la zona y del resto del país y de cómo, a pesar de un entorno en apariencia desfavorable, subsisten para hacer posible lo que desde sus parcelas impulsan: transformar la agricultura campesina sostenible en una alternativa viable frente al modelo convencional de producción capitalista.

Se muestra aquí la mirada desde los sujetos protagónicos de la experiencia, personas que aunque cada una con sus particularidades comparten una identidad semejante: son campesinos y campesinas que conviven en una localidad común, el espacio rural de Guaymango y Jujutla con una actividad que les da esa identidad compartida, el trabajo agrícola de “subsistencia”, pero también de cómo el equipo facilitador del Servicio Jesuita para el Desarrollo (SJD) percibe este proceso.

Tratamos de mostrar experiencias significativas, más allá de lo que podría entenderse como “exitosas”; puesto que lo que aquí se busca es relatar cómo se han dado, con sus aciertos y desaciertos. Experiencias que se bifurcan y se encuentran, que conviven en un espacio y un tiempo particular.

Pretendemos que lo narrado posibilite al lector o lectora encontrarse en su propia vivencia, particularmente está dirigido a campesinos y campesinas que, en las semejanzas y diferencias, les remita a su propia historia y al hacerlo sea una oportunidad de aprender junto con ellas.

La agricultura sostenible además de ser un instrumento de transformación tecnológica, es un instrumento de transformación de la persona, la familia y la sociedad. Por lo tanto, es un proceso que busca facilitar condiciones para que los hombres y las mujeres fortalezcan sus conocimientos y capacidades personales, se organicen y valoren la fuerza del trabajo colectivo y asuman retos para la construcción más equitativa y justa de sus familias y comunidades. Es por ello que este documento es además una herramienta para la formación.

¿Como se cosechó este libro?

El SJD tomó a bien realizar una “Investigación sobre la práctica de sistemas integrados de producción sostenible en los municipios de Guaymango y Jujutla, en el marco del proyecto institucional de Agricultura Sostenible y Organización Comunitaria”. Para lo cual se definieron los objetivos que guiarían este trabajo:

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Objetivos

a) Objetivo general: generar información sistematizada de las prácticas que se están promoviendo como SJD en las comunidades de Guaymango y Jujutla, que nos permita evaluar qué efecto están teniendo estas en la vida de las familias involucradas y revisar la práctica institucional que se está teniendo.

b) Objetivosespecíficos:

• Rescatar la experiencia de transformación de parcelas en sistemas integrados de producción sostenible, realizada por 15 familias participantes de los proyectos impulsados por el SJD, identificando y analizando las condiciones que han intervenido para que asumieran dicha transformación y cuál ha sido el impacto en la vida de las familias.

• Reflejar de manera particular el impacto que estas prácticas han tenido en la vida de las mujeres de las familias participantes, señalando además el papel que ellas han desempeñado.

• Identificar y señalar algunos aprendizajes importantes que el SJD debiera tomar en cuenta para la continuidad de su trabajo con familias campesinas a través de la agricultura sostenible.

Ante ello, se realizó primero una visita a la zona para conversar con algunas de las familias que han participado de la experiencia, esto permitió primero ubicar en el terreno las condiciones en las que ésta se desarrolla. En ese momento se establecieron algunas ideas para organizar una guía de entrevistas a desarrollar con el resto de personas que compartirían sus testimonios, y es de esta serie de conversaciones que surge el énfasis a describir en este documento.

A la vez que se sistematizaba la información recabada, se hizo revisión de una serie de documentos, tanto de la institución como de otras experiencias que permitieran tener un mayor panorama de la propuesta de soberanía alimentaria y de agricultura sostenible, bajo el entendido que este trabajo sea, por sobre todo, una herramienta de formación para el sector campesino.

Luego de un momento de intercambio con personal de SJD, para afinar el documento, entregamos este texto que como cualquier proceso, no es algo acabado ni es la última palabra, pero sí es un aporte para seguir construyendo caminos que dignifiquen al movimiento campesino y en particular a las poblaciones de Guaymango y Jujutla.

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TERRITORIOS DONDE SE UBICA LA EXPERIENCIA

Cuadro Nº 1

Cuadro Nº 2

1 Para ambos municipios hemos tomado de referencia a Lardé y Larín (2000) y; PNUD (2009)

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II. AGRICULTURA EN EL SALVADOR: TENENCIA DE TIERRA Y FORMAS DE PRODUCCIÓN AGRÍCOLAS

“Desde que nací me he relacionado con la agricultura, ese ha sido mi pasar, eso me enseñó mi papá. Entonces me inicié como el año de 1985, como con 10 años empecé a trabajar. En ese tiempo nos infundían con la agricultura convencional, que es a la que hay aplicarle su dosificación (de químicos) para todo, para que pueda rendir; me acuerdo que como en el (año de mil novecientos) 87 mi papá se metió a un crédito que todavía funcionaba el IRA (Instituto Regulador de Abastecimientos). En el crédito le dieron todo el implemento para que él pudiera cultivar, desde semilla, fertilizante, insecticida y pesticida, y yo me acuerdo que todo eso él no lo aprovechó. De allí para acá me empecé a involucrar con todo lo que tiene que ver con la agricultura” –Fidel Ramos-.

Testimonios como el anterior son muy comunes en el campo salvadoreño, son voces que sintetizan el sistema de producción agrícola de las décadas recientes. Pero, ¿ha sido siempre así? ¿Han variado los modelos de producción agrícola en el país? ¿Qué pasa actualmente? En este capítulo revisaremos brevemente la historia de la agricultura en El Salvador, principalmente en cuanto a la tenencia de la tierra y las formas de producción agrícola, para tener un breve panorama de cómo ha funcionado desde que El Salvador se constituye como república; así como de las tendencias actuales que tienen que ver con el contexto de la agricultura.

1821 – 1930. Los años de la República Liberal

El Salvador, desde su origen, se configuró como un país eminentemente agrícola; su población ha sido en su mayoría campesina, productora principalmente de granos básicos. Heredera de una población indígena que pobló casi todo el territorio, los pueblos originarios desarrollaron la agricultura de tal forma que les permitiera sostener prácticas que garantizaran su alimentación de manera saludable, nutritiva y de respeto con la naturaleza. Las formas de producción diversificada bajo el concepto milpa se han perpetuado por mucho tiempo, sobre todo en productores de pequeña escala, es decir, de agricultura campesina de subsistencia. Utilizando mano de obra familiar, en la que la familia se constituye al mismo tiempo como unidad de producción y de consumo. El monocultivo no existía entre sus prácticas. La propiedad de la tierra era colectiva con lo cual la producción satisfacía la demanda local.

Con la creación de la República Liberal en El Salvador, se inicia una lenta pero constante desaparición de las comunidades originarias a causa de la integración del país a la economía mundial; se desvincula progresivamente a los campesinos de la tierra, a través de la expulsión por la fuerza, por endeudamiento o por

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presión excesiva de la población sobre el campo. En este sentido, en El Salvador en el año de 1881, se aprueba una ley que prohíbe las propiedades comunales (de campesinos e indígenas) y los ejidos. La ley de 1881 decía: “La existencia de tierras bajo la propiedad de las comunidades impide el desarrollo agrícola, estorba la circulación de la riqueza y debilita los lazos familiares y la independencia del individuo. Su existencia contraría los principios económicos y sociales que la República ha adoptado”. Dichas presiones obligaron a los campesinos a optar por quedarse como obreros rurales, vivir como colonos en las haciendas y a trabajar por salarios miserables –cuando los hubo- o a dejar el campo y emigrar a las ciudades para tratar de integrarse y convertirse en “jornaleros” urbanos.

Expropiadas de sus tierras, las comunidades originarias fueron despojadas con trampas jurídicas y brutal violencia de su herencia ancestral, para pasarla a manos de los terratenientes. La reforma liberal de esos años expropió las tierras comunales y ejidales de campesinos e indígenas, dando paso a la consolidación de un sector rural terrateniente para la explotación agrícola de monocultivos destinados a la exportación. El café fue el rubro que originó mayores niveles de concentración de tierra, desplazando a los campesinos a laderas casi improductivas.

Sin embargo, como consecuencia de la crisis económica mundial de 1929, el café se quedó sin mercado y miles de campesinos que trabajaban en las haciendas pasaron a engrosar las filas de desempleo y a sufrir hambre. La crisis se hizo sentir en el país por ser altamente dependiente de los precios del café, lo que profundizó la miseria en las poblaciones rurales, obligando a muchos campesinos a levantarse contra la alta concentración de la tierra, contra la sobreexplotación, por mejoras laborales y políticas que les beneficiaran.

1930 – 1960: Dictadura agroexportadora

El levantamiento indígena y campesino fue aplastado en 1932. Las demandas de estos obtuvieron como respuesta una represión que duraría décadas. Este período es marcado por un continuo dominio de una oligarquía terrateniente sobre una gran mayoría de trabajadores sin tierra. Grandes extensiones de tierra se orientaron a una economía agroexportadora.

En todo este período, El Salvador fue gobernado por “una élite que expropiaba y concentraba las tierras y coaccionaba a los trabajadores, y dominado por regímenes autoritarios normalmente insensibles a las presiones o a las necesidades populares que funcionaban dentro de un ‘cascarón’ de liberalismo constitucional”. (Lauria-Santiago, 2003, p. 35). Son los tiempos de dominio de la oligarquía agroexportadora de la mano con dictaduras militares que se sucedían por golpes o por elecciones fraudulentas. Esto fue consolidando una clase

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terrateniente basada en la concentración de tierras dedicadas a la producción dirigida a satisfacer la demanda externa en detrimento de la producción para el consumo local. Garantizándolo a través de la férrea mano de las dictaduras militares que si inician en 1930 y que se extendería hasta finales de los años setenta y que perduraría en los años ochenta marcado por el período de guerra.

Las principales tierras, las de mayor vocación agrícola quedaron en manos de los sectores dominantes; mientras que las laderas o tierras marginales se apartaron para la pequeña producción campesina. Sin embargo, para lograr esto, las grandes extensiones agrícolas, habrían de necesitar ciertos métodos para “modernizar” la agricultura y así satisfacer las demandas del mercado mundial como una manera de desarrollar un tipo de agricultura acorde al modelo capitalista de producción.

1960 – 1979: Desarrollismo y revoluciones verdes

A lo largo de todo ese siglo, algunos cambios se van generando, más por obligación que por necesidad. Son los tiempos de las revoluciones verdes, que entran de lleno en la periferia para hacer uso de las sobras de la Segunda Guerra Mundial, principalmente, el uso intensivo de maquinaria y de agrotóxicos; los equipos utilizados para la guerra fueron reorientados para la producción de alimentos. Cambian así, de manera radical, las formas de producción eminentemente campesinas por un sistema de producción capitalista en la agricultura.

En El Salvador, es a partir de los años cincuenta y sesenta que se implementa de manera agresiva el modelo de “revolución verde” lo cual significó la “modernización” de la agricultura; es decir, de una que todavía guardaba vestigios de la agricultura tradicional a formas eminentemente capitalistas: mayor eficiencia económica –competitividad-, producción barata, rápida, de mayor volumen; uso de maquinaria y agrotóxicos; rechazo a los conocimientos tradicionales de los pueblos -considerados ineficientes-; introducción de la semilla híbrida y con ello la dependencia del campesino a las empresas; se uniformizan las técnicas, especies y aumento de monocultivo. Todo supuestamente para acabar con el hambre. Un modelo que en la práctica ha demostrado que no funciona.

“Yo recuerdo que cuando empezaron a traer una semilla H501, solo los agricultores que tenían más posibilidad de dinero lo hicieron (de empezar a usarla). Los que no tenían posibilidades económicas de comprar el fertilizante fueron a pedir créditos en el banco; pero cada año iba más cara la semilla y el

2 Para no recargar mucho el texto, en adelante, cuando citemos algún testimonio brindado por los participantes en el Taller de Reflexión crítica, solo colocaremos entre paréntesis la palabra “Testimonio”, el cual hará referencia a dicho taller. N de A

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abono, pero la gente estaba aficionada a lo que producía y no hacia números de lo que gastaba y entonces ya estábamos metidos en la agricultura química”. (Testimonio en taller de reflexión ).

Paradójicamente en este mismo período se implementa el modelo de “sustitución de importaciones”, abandonando el anterior modelo agroexportador, lo cual genera que muchas de las políticas de Estado se orienten al cambio de modelo y consecuentemente se abandone el campo. Se instalan fábricas en las periferias urbanas y por la poca rentabilidad del campo, la población es despojada y forzada a trabajar en la naciente industria. Son las campesinas y los campesinos quienes abandonan el campo, pero son los sectores dominantes quienes conservan la tierra, aunque reorientándola de tal manera que desechan su vocación agrícola para instalar ahí lo que de industria (fábricas) podría crearse.

Esta “industrialización” profundiza las migraciones y obliga a una mayor concentración de la población en las zonas urbanas, lo cual funciona como otra estrategia para despojar a los campesinos de la tierra. Esta nueva forma de concentración de la tierra generó que muchos campesinos se organizaran para poder impulsar una distribución equitativa de ella, demanda que fue apoyada por amplios sectores de la población e integrada en las banderas de lucha de los movimientos populares que se organizarían en aquel momento.

1980: Redistribución de las tierras: La Reforma Agraria

A finales de la década de los setenta las contradicciones entre la clase dominante y los sectores populares son más evidentes, lo que generó un auge en la disputa entre los sectores de mayor oposición de la sociedad salvadoreña. La concentración de la tierra y las desigualdades sociales y económicas del modelo agroexportador crearon un contexto de inestabilidad social que derivó en la guerra. Para frenar un poco la situación de confrontación que se avecinaba, el gobierno de esa época inició un proceso de reforma agraria.

“La concentración en la tenencia de la tierra fue uno de los detonantes de la guerra civil que vivió el país, tanto así que la junta revolucionaria de gobierno que toma el poder luego del golpe de estado de 1979 declara que la reforma agraria es la única fórmula capaz de evitar la guerra en el país. Por lo mismo en marzo de 1980 se decreta la Ley de la Reforma Agraria, al mismo tiempo que el ejército del país ocupa militarmente mas de 250 propiedades con una superficie mayor de quinientas hectáreas.” (Vega, 2011, p. 15).

La reforma agraria de 1980 fungió más como una estrategia de contrainsurgencia, puesto que una de las demandas del movimiento campesino más beligerante era la distribución de las tierras para las campesinas y los campesinos que las

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trabajaban.

La Fase I de la Reforma Agraria afectó 480 propiedades con extensiones mayores de 500 hectáreas, equivalentes al 15% de la superficie agropecuaria del país, promoviéndose la formación de cooperativas agropecuarias. Con la Fase II se afectaron 55 propiedades con un área de 7,385 hectáreas, superficie comparativamente menor que la afectada por la Fase I. Con el Decreto 207 (Fase III) se afectaron 4,560 propiedades y una superficie de 209,733.9 hectáreas (FUNDE, 2010, p. 8).

Si bien un porcentaje de la tierra del país se redistribuyó a manos de campesinos y cooperativas agropecuarias, las formas de producción no variaron. Hubo una incapacidad de cambiar la estructura agraria. Los campesinos son presionados para producir solamente productos comerciales destinados al mercado mundial, lo que puso en peligro la producción para el mercado interno y para el propio consumo de las familias campesinas.

1989- PTT y liberalización de los mercados

En los años noventa, los programas de ajuste neoliberales, reorientan la dinámica económica hacia el sector financiero y de servicios, con lo cual el sector agrícola dejó de tener importancia en las políticas del Estado. La producción agrícola queda aún más dependiente de las variaciones de precios a nivel internacional. El sector agropecuario va teniendo poco peso en la economía nacional.

En cuanto a la tenencia de la tierra, en 1992, como consecuencia de la aplicación de los Acuerdos de Paz se impulsa el Programa de Transferencia de Tierras (PTT) se amplió la redistribución de la tierra. 40,178 personas se beneficiaron con 148,083.4 hectáreas. (FUNDE, 2010, p. 8)

No obstante, casi inmediatamente, terminado el proceso de medición y escrituración, por falta de apoyo técnico y financiamiento para la producción, muchas de estas personas vendieron las tierras recién asignadas, lo cual generó condiciones para una nueva concentración de tierras; es decir que con el PTT se pasó de un programa para la distribución de tierras a una forma que facilitó la concentración de ellas en manos de empresarios capitalistas .

A lo anterior, se suman las reformas neoliberales que abrieron los mercados, afectando de manera considerable la importancia de la producción agropecuaria del país. Antes de estas reformas el Estado tenía injerencia en la economía, controlaba las exportaciones de café y azúcar, fijaba precios, protegía la

3 Un mayor análisis de este proceso, puede verse en FUNPROCOOP, 2002.

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producción nacional con impuestos a las importaciones, pero luego de esto la agricultura quedó en manos de poderosas empresas del agronegocio. Se abrieron las aduanas, lo que llevó a una mayor importación de alimentos que colocó los productos importados a precios más favorables de los que se producían en el país. Lo cual dejó de hacer rentable a la agricultura.

Puesto que para los sectores dominantes se volvía más rentable importar que producir; la producción local fue cediendo a la entrada de insumos y alimentos provenientes del exterior. Derivado de ello, las políticas impulsadas por los consecuentes gobiernos del partido ARENA posibilitaron un desajuste en la economía; muestra de ello es que entre los años de 1990 al 2002, las exportaciones agrícolas disminuyeron de $349 millones a $188 millones, mientras que las importaciones aumentaron de $215 millones a $407 millones, es decir que solo en los primeros doce años de gobierno neoliberal las exportaciones agrícolas se redujeron en un 46%, mientras que las importaciones en ese sector aumentaron en un 89%. Esto antes de que se firmara el TLC con Estados Unidos, que agudizó esta situación.

Pese a todos los intentos, tanto de la Reforma Agraria en los años ochenta y el PTT luego de los Acuerdos de Paz, y a que hubo un porcentaje considerable de descentralización en la propiedad de la tierra, esto no significó un cambio en las formas de producción agrícola, puesto que se continuó con la lógica de producción de monocultivos. La utilización de químicos, semillas mejoradas y mecanización, seguirían siendo los métodos principales para producir, además de que seguiría siendo orientada a la satisfacción de la demanda externa y no a la satisfacción de las necesidades internas. La Reforma Agraria por su ineficiente implementación, llevó a un proceso gradual de reversión que conllevó al antiguo sistema de propiedad de la tierra.

Aunado a esta situación, durante toda la década de los años noventa, periodo de gobiernos del partido ARENA, se redujeron los gastos del gobierno destinados a las instituciones que apoyan al sector agropecuario; solo del año 1990 en que se destinaba un 5.2% del gasto total, al 2002, este gasto se redujo al 1.2%. La agricultura tendría cada vez menos importancia a menos que se volviera rentable en el marco internacional.

Tendencias en la agricultura

Desde 1995 se viene impulsando el desarrollo de la “biotecnología” como una respuesta a la supuesta escasez de alimentos. Principalmente se promueve el uso de semillas transgénicas, producidas en laboratorios por grandes empresas del agronegocio. Idea que se ha venido justificando con mayor profundidad desde el 2007, año en que se presentó una “crisis de alimentos” a nivel mundial.

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Este fenómeno dio pautas para que en el país se discutiera la introducción de insumos transgénicos para aumentar la producción. Esto ha tenido como propósito la obtención de ganancias para las empresas, más que la solución de las necesidades de las comunidades pobres. Sin embargo, ese discurso de escasez sirvió de argumento para que en El Salvador se modificara el artículo 30 de la Ley de Semillas: El decreto legislativo No. 616 con fecha 30 de abril del 2008 afirma que: “Las semillas genéticamente modificadas aseguran una mejor producción, ya que tienen mayor resistencia a las plagas, sequías, hace uso de la labranza mínima, menos usos de pesticidas y aseguran mayor tamaño y calidad en los alimentos”. Este tipo de semillas lo que vendría a generar es una mayor dependencia de las grandes empresas dueñas de las semillas, dejando a un lado el uso de la semilla criolla afectando también la salud de las personas consumidoras.

Propuestas como la anterior siguen siendo dirigidas a aumentar la producción de alimentos sin cuestionar la racionalidad en la producción y distribución de los mismos. Lo cual consolida la producción de alimentos como un negocio y no como un derecho.

Controldelaagriculturaporelcapitalfinanciero

La “crisis alimentaria” es una expresión de la crisis del modelo económico, lo cual genera una dinámica económica a nivel mundial, cuyas tendencias en el agro no son ajenas a ello, por lo que la producción agrícola pasa a ser controlada por el capital financiero; lo cual se expresa, según Stédile (2008) a través de:

a) Los bancos adquieren acciones de empresas que actúan en diferentes sectores relacionados a la agricultura. b) Dolarización de la economía. Lo que favorece a la importación de alimentos a precios más favorables que vienen a competir con la producción nacional. c) Los organismos internacionales normalizan el comercio de productos agrícolas, lo cual obliga a los gobiernos a liberalizar el comercio de estos productos. d) Crédito bancario por la dependencia de insumos industrializados, se requiere cada vez de más créditos para financiar la producción. e) Abandono de políticas públicas de protección al mercado agrícola y de la economía campesina.

Esto favorece el control de las transnacionales en la producción y el comercio agrícola. Una sola empresa puede controlar toda la cadena productiva de insumos y maquinarias por la agricultura. También controlan el comercio y los precios de alimentos. Como promueven una agricultura favorable a sus empresas, obligan a los campesinos a una mayor dependencia al uso de los insumos químicos y a

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un mayor endeudamiento en la banca para poder comprar estos insumos.

Sumado a lo anterior, la especulación en el mercado de tierras va en aumento, los proyectos de venta de lotes con fines de urbanización y las inversiones extranjeras en adquisición de inmuebles para ubicación de maquilas, bodegas, comercios, y para la producción de nuevos monocultivos están generando un nuevo panorama en la disputa por la tierra. Actualmente se invierte en la construcción de infraestructura para zonas industriales donde los antes campesinos/as ahora se ven obligados a trabajar por salarios de miseria “las formas cambian, pero la explotación no”.

Los impactos de la agricultura convencional son: el control financiero en la agricultura; la centralización de activos fijos como tierra, agua y biodiversidad por parte de las empresas; la oligopolización de la economía (una misma empresa controla desde la producción de insumos, materias primas y la producción de alimentos, hasta la comercialización de los mismos); la dependencia al agronegocio por la utilización de estos insumos y del crédito en los bancos. En términos ambientales, la desertificación del suelo. Y en cuanto a la salud y socialmente, profundiza las migraciones y abandono del campo.

Programa de Agricultura Familiar: la apuesta gubernamental

En 2009 asumió el gobierno Funes quien en 2010 lanzó la propuesta de Programa de Agricultura Familiar (PAF) , como sustituto del programa de entrega de insumos agrícolas a pequeños productores que realizaban los gobiernos de ARENA.

La idea de este plan es atender a 395 mil familias en condiciones de pobreza de los territorios rurales del país. Entre otras medidas, este plan pretende “dotar de insumos agrícolas, asistencia técnica y apoyo crediticio y seguro agropecuario. Y de manera más ambiciosa pretende fomentar el ‘negocio’ entre grandes empresas y pequeñas y medianas asociaciones de agricultores familiares; así como la de aumentar y sostener (sic) la competitividad en el mercado” (FAO, 2011). En esencia este programa representa la sustitución del antiguo programa de entrega de paquetes agrícolas a uno que ofrece una “oportunidad” de vincular a los campesinos al mercado de alimentos, pero que no necesariamente debate la cuestión agraria y la política agropecuaria. A pesar de las buenas intenciones, en programas como este no caben los sin tierra, porque no se discute la exclusión.

Este programa pretende aumentar la producción local y disminuir el volumen de importación de alimentos, puesto que la balanza comercial es desfavorable para el país. Así lo demuestran datos del BCR, que en el mes de mayo: “Las exportaciones totales registran un decrecimiento de 1.2% anual, donde las

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exportaciones de tradicionales presentaron una disminución de 27.8% anual. Las importaciones cerraron con un incremento de 6.2% anual, donde sobresale el aumento en la demanda de bienes intermedios y de consumo” y continúa el informe “A mayo de este año el saldo de la balanza comercial fue deficitario en US$ 2,147.9 millones, cifra que representó un incremento del 15.4% con respecto al mismo período del año anterior”. (BCR, 2012, p. 9) Es decir que seimporta más de lo que se exporta, por cual existe la tentación de acelerar la producción para cambiar esta situación.

Ésta necesidad por salir del déficit comercial, lo que se presenta es una situación contradictoria. Como aquí no se producen la mayoría de insumos, mucho menos las maquinarias, requiere de mayores niveles de importación. Entonces la balanza comercial seguiría siendo desfavorable para el país.

En ese plano, las organizaciones campesinas vienen cuestionando al modelo basado en la profundización de la pobreza con fines de acumulación capitalista, que favorece una mayor concentración de riqueza para las grandes corporaciones transnacionales que, en el campo de la agricultura, tienen la forma de agronegocios y se caracterizan por la producción de monocultivos para la exportación, utilización de grandes extensiones de tierra, producción de forma mecanizada y con poca mano de obra.

La actual crisis alimentaria no es una crisis de nuestra capacidad productiva. Se debe más a factores como la especulación y acaparamiento de alimentos, fomentadas por las empresas transnacionales de alimentación y los fondos de inversión que provocan injusticias globales, lo que significa que algunas personas comen demasiado, mientras que otras no tienen dinero para adquirir los alimentos adecuados, y/o carecen de tierras donde producirlos. (Vía Campesina, 2010, p. 1)

Es por ello que dentro de los movimientos campesinos acompañados de algunas ONG, se vienen proponiendo formas que favorezcan la producción de alimentos saludables, retomando los principios de la agricultura tradicional y campesina. Dentro de estas propuestas se encuentran la Soberanía Alimentaria y la Agroecología.

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III. SOBERANÍA ALIMENTARIA Y AGRICULTURA SOSTENIBLE

La soberanía alimentaria para alimentar al mundo

La soberanía alimentaria fue planteada por la organización internacional La Vía Campesina durante el Foro Mundial por la Seguridad Alimentaria, evento paralelo a la Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO, en 1996. Peter Rosset, experto en agroecología y asesor de La Vía Campesina Internacional define: “la soberanía alimentaria es el derecho de todos los pueblos a poder definir su propio sistema de producción, distribución y consumo de alimento. Es el derecho de los pueblos rurales a tener acceso a la tierra, a poder producir para sus propios mercados locales y nacionales, a no ser excluidos de esos mercados por la importación hecha por las empresas transnacionales. Es también el derecho de los consumidores a tener acceso a alimentos sanos, accesibles, culturalmente apropiados. Si un país no es capaz de alimentar a su propia gente, si depende del mercado mundial para la próxima comida, estamos ante una situación profundamente vulnerable. Vulnerabilidad frente a la ‘buena voluntad’ de las superpotencias o las fluctuaciones del mercado. Por eso hablamos de soberanía”.

Lo anterior implica que la agricultura campesina está en contra del agronegocio. La primera procura la subsistencia de las familias; la segunda, una renta capitalista realizada a partir de la explotación del trabajo asalariado y el control político del mercado. La agricultura campesina no es movida por el lucro, sino por la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de la familia campesina y de su soberanía en el propio campo.

Solar familiar en Jujutla, Ahuachapán.

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Cuadro Nº 3

¿Seguridad o Soberanía Alimentaria?

Existe cierta confusión en ambos términos, algunas veces se utilizan como sinónimos, es decir se les da el mismo significado o, en otras ocasiones se cree que la seguridad alimentaria es el primer paso para alcanzar la soberanía, como si fuese un estado previo. Sin embargo frente a ello, creemos que es importante aclarar ambos conceptos:

La Seguridad Alimentaria es cuando la población tiene comida solo para satisfacer necesidades inmediatas, sin importar la calidad, el nivel nutricional, su origen o forma de preparación. Lo que se come es impuesto por el mercado, sin ninguna participación de la población. Por ejemplo los paquetes alimentarios que a veces se entregan en las escuelas son solo para quitar temporalmente la sensación de hambre, pero que muchas veces no sabemos quién, cómo ni con qué fueron producidos.

Mientras que la Soberanía Alimentaria como ya lo hemos mencionado, es el derecho a consumir y producir los alimentos saludables y nutritivos, a organizar la distribución de ellos tomando en cuenta el ambiente. Es la definición de políticas alimentarias propias y consecuentes con el pueblo. Esto implica ser independiente, estar en armonía con la naturaleza y cuidar la calidad de lo que se consume. La identidad cultural se resguarda.

Por lo tanto, no puede haber una verdadera seguridad alimentaria si no existen las condiciones para una soberanía alimentaria.

Fuente: elaboración propia en base a los documentos de la Vía Campesina

Las familias campesinas producen alimentos saludables para su autoconsumo y para el alimento de la comunidad y del país de forma diversificada en armonía y respeto con el medio ambiente. La familia produce su propio alimento sin veneno, acorde a sus necesidades y costumbres.

El campesinado y las y los agricultores familiares, tienen raíces en la zona que tanto ellos como sus ancestros han cultivado durante generaciones y donde sus hijos y nietos seguirán ejerciendo la agricultura en el futuro. Es su razón para cuidar la capacidad productiva del suelo y el entorno. Y es precisamente en estas comunidades donde encontramos las prácticas tradicionales sostenibles y el rápido desarrollo de la agroecología. (Vía Campesina, 2010, p. 7). Es por ello que la tierra y el territorio son de relevante importancia para la producción campesina de alimentos, lo cual además de una política que favorezca esta lógica,

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requiere también una serie de principios en las formas de producción agrícola.

Producción agroecológica

Si la soberanía alimentaria es una política, una forma de organizar la producción y distribución de alimentos, la agroecología es la expresión material en la parcela campesina de los principios de esta propuesta. Para autores como Silva (2009) los tres pilares que sustentan la agroecología son: 1) socialmente justo; 2) ecológicamente sustentable; 3) económicamente viable.

Veamos en el siguiente cuadro, cuales deberían ser los principios que orientan la agricultura sostenible.

Cuadro Nº 4

Principios de la agricultura campesina sostenible

Se pueden encontrar ejemplos de agricultura campesina y familiar sustentables en todo el planeta, por lo que existe una amplia terminología para referirse a ésta. Dependiendo de los sitios donde se realice, se emplean los términos agroecología, agricultura orgánica, agricultura natural, agricultura sostenible de bajos insumos, y otros. En La Vía Campesina, no queremos decir que un nombre es mejor que otro. Preferimos especificar los principios que defendemos.

En realidad, la agricultura campesina sostenible viene de la combinación del descubrimiento y revalorización de los métodos campesinos tradicionales y de la innovación de nuevas prácticas agrícolas.

Entre los principios clave, se encuentran los de la agroecología: 1) Fomentar el reciclado de la biomasa y optimizar la disponibilidad de nutrientes y el balance de flujos de nutrientes. 2) Asegurar unas condiciones de suelo favorables para el crecimiento de las plantas, realizando un buen manejo de la materia orgánica, las cubiertas vegetales y la actividad biótica del suelo. 3) Minimizar las pérdidas de energía solar, de aire y de agua, adecuando el manejo al microclima local, e incrementando las coberturas para favorecer la recogida de agua y el manejo del suelo. 4) Diversificación del agroecosistema, en el tiempo y el espacio, de especies y genéticamente. 5) Fomentar las interacciones y sinergias biológicas benéficas entre los componentes de la agrobiodiversidad, para promover los procesos y servicios ecológicos clave.

Fuente: La Vía Campesina, 2010, p. 2

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Desde el punto de vista de las familias, la agricultura sostenible es entendida como una forma de producir la tierra de manera respetuosa. Es un compromiso por cuidar la naturaleza, la vida toda. Una agricultura que posibilita perpetuar y sostener la vida, no solo de la familia que produce sino de la comunidad entera. Además de que producir de esta manera, es una experiencia económicamente viable, si se coloca en contraposición de la agricultura convencional (química) la Agricultura Sostenible permite garantizar el sustento diario con alimentos sanos.

Coherente con lo anteriormente planteado, para el SJD, la diversificación agrícola es eje fundamental para la agricultura sostenible, tal y como lo definen: “en la misma parcela se debe producir el abono necesario para fertilizar el suelo, alimentar las plantas y animales. Todo esto se va ordenando, de manera que un cultivo no afecte al otro, sino que al contrario, se ayuden. Se trata de combinar plantas anuales con plantas perennes, plantas de raíces superficiales con plantas de raíces intermedias y profundas, plantas de sol con plantas de sombra, plantas que botan sus hojas y otras que no” (SJD, 2010, p. 12).

Sin embargo, esta propuesta también requiere de un nivel de organización que garantice hacer sostenible en el tiempo propuestas como las de Soberanía Alimentaria y Agricultura Sostenible; como lo anota La Vía Campesina en el texto citado: Las organizaciones campesinas avanzan a contracorriente cuando no pueden contar con políticas públicas adecuadas. Estas políticas deben incluir auténticas reformas agrarias para dejar las tierras en manos del campesinado y acabar con las subvenciones abiertas y ocultas a las prácticas de manejo industriales, incluyendo los insumos químicos y transgénicos, la modificación de las políticas de libre mercado (…), la sustitución de las políticas sesgadas contra la agricultura campesina y sus organizaciones por otras que apoyen nuestros esfuerzos para innovar y desarrollar métodos agroecológicos y compartirlos horizontalmente. (Vía Campesina, 2010, p. 14).

Es decir que aunado a una política de Soberanía Alimentaria con formas de producción agroecológicas, debe tomarse en cuenta el desarrollo de una verdadera reforma agraria, que posibilite el acceso de campesinos/as a la tierra. Pero que involucre además, formas organizativas en lo productivo y lo social, que tome en cuenta las verdaderas necesidades de la población del campo y de la relación entre el campo y la ciudad.

Durante la etapa de aplicación de la doctrina neoliberal, el campo sufrió de abandono en detrimento de los sectores de servicios y financiero; obligando a mucha de la población rural a emigrar a las ciudades o al exterior. Algunas familias optaron por adaptarse a esta nueva configuración del modelo socioeconómico y

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otras buscaron alternativas para extender su sobrevivencia en el campo. Veamos en el siguiente apartado, la experiencia de agricultura sostenible y organización comunitaria que se promueve desde el SJD, en los municipios de Guaymango y de Jujutla.

Parcela familiar con prácticas de conservación y diversificación en Jujutla, Ahuachapán.

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IV. COMO UNA SEMILLA QUE SE ESPARCE

La experiencia desde el punto de vista de sus protagonistas

“Cuando yo me crié, fíjese que mis abuelos me contaban que ellos no usaban químicos, sino que sólo sembraban y lo que hacían era solo mantenerlo

limpio, solo con cuma” –Cándido Hernández-.

Las experiencias de agroecología han trascendido los diferentes modos de producción a lo largo de la historia de las sociedades, aunque no con ese nombre, los principios y los métodos para producir alimentos para el pueblo se han trasladado por generaciones y se han intercambiado entre miembros de diferentes comunidades y pueblos. En este apartado revisaremos la experiencia en agricultura sostenible en comunidades de Guaymango y Jujutla que son acompañados por el SJD.

El SJD, y las primeras semillas en agricultura sostenible

“Cuando empezamos a trabajar con el SJD, se hizo como un análisis en las comunidades de porqué Guaymango se dice que está en extrema pobreza, claro, Guaymango solo depende de maíz y maicillo y frijoles casi nunca se ha sembrado, se ha caracterizado solo por esos dos cultivos. Se dijo que la pobreza vino desde los ochenta, cuando el gobierno empezó a meter semilla mejorada y la gente cada día iba siendo más pobre. Yo recuerdo que mi papá por pagar ese crédito, nos tocó que comer la “mutisha” es decir, la punta de la mazorca porque querían solo maíz de selección. Reconociendo todas esas cosas que me habían pasado, en un análisis personal yo me di cuenta que yo no ganaba, no sabía para quién trabajaba. Incluso uno no podía ni decirle a un amigo ‘mirá te voy a convidar a un par de libras de maíz’ porque no teníamos. Entonces haciendo esos análisis decidí ver como entrarle a esto de la agricultura sostenible, que es un tema muy amplio que eso implica muchas maneras de cómo hacerlo” (Fidel Ramos).

Viajar a la zona suroccidente del país desde San Salvador es bastante ilustrativo, por el camino se pueden apreciar las aún extensas plantaciones de caña a lo largo de toda la carretera y uno que otro “ingenio” para la producción de azúcar, evidencia del modelo de producción predominante en el país; no obstante, al llegar al municipio de Guaymango llama la atención las pequeñas parcelas con producción de maíz y frijol en las laderas que estampan en el paisaje, es en ese tipo de terrenos donde muchos campesinos producen sus alimentos, con los que sobreviven la mayor parte del año.

Originario de Apaneca, Don Rodrigo se vio forzado a emigrar a un cantón de

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Guaymango, en el mismo departamento de Ahuachapán. Las razones que lo llevaron a mudarse a esta zona, las explica tajante: “allá (en Apaneca) sólo trabajaba en los cafetales propiedad de los ricos; cuando uno no es propietario de su propia tierra se ve obligado a trabajar lo que ellos deciden, ni siquiera puede uno sembrar su propio alimento”. Como él, otros campesinos de la zona han trabajado como jornaleros, vendiendo su fuerza de trabajo en las fincas o plantaciones para que todo el esfuerzo fuera apropiado por los dueños de la tierra; además de depender del poco trabajo que se les ofrecía, tenían que aceptar las precarias condiciones que se les imponía. Si bien la tierra no es la ideal, ellos han aprendido a hacerla producir.

El sur del departamento de Ahuachapán es una región vulnerable a los fenómenos climáticos, frecuentes inundaciones en las épocas de lluvia y asfixiantes sequías el resto del año son causas de constantes riesgos para los pobladores de la zona. Fue producto de esta situación que en el año 2002 inició el trabajo del SJD en la zona de Guaymango; en ese entonces el trabajo se orientó a la gestión de riesgos con la población; además por los daños y la escasa inversión social del Estado, se desarrollaron proyectos de infraestructura e iniciativas productivas (procesamiento de lácteos, creación de panadería, construcción de granjas para gallinas de “engorde”, etc.).

Si bien todo esto fue de suma importancia, trabajar de esta manera generó cierta dependencia en los “beneficiarios” por la ayuda material, tal como lo describe Alfredo Umaña, uno de los facilitadores de la institución que trabajan en la zona desde aquella época: “trabajar de esa manera se consideró una etapa de mucha inversión pero con pocos resultados”. Los proyectos funcionaban sólo si había inversión de parte de la institución, pero con poco o nulo empoderamiento de las familias “beneficiarias”.

Es así, como en el año 2008 el SJD hace una evaluación institucional y se reflexiona que había que cambiar la lógica de acompañamiento, dejar de ser una organización que “asistiera” a una población considerada “pobre”, por una modalidad de trabajo que considera a la población como sujetos de su propio desarrollo; por lo cual considerando las condiciones de la zona y las características de la población con la que se trabaja se definió una apuesta por la Agricultura Sostenible como una alternativa para el desarrollo rural a largo plazo, trabajo que inicia en 2009, primero en el municipio de Guaymango y posteriormente, en septiembre de ese año, en el municipio de Jujutla.

Para el SJD la agricultura sostenible se aborda como: “un sistema integral, no únicamente en su parte técnica y/o productiva, sino como un todo, en sus dimensiones social, medioambiental, política y cultural. La apuesta primera es por la transformación de la parcela humana, al irse dando esta,

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la transformación de la parcela agrícola resulta un proceso natural”. (SJD, 2010, p. 1)

En 2009 el cambio de apuesta conlleva un cambio en la metodología de trabajo, enfocando el punto de partida en la persona para luego extenderlo a la familia y a la comunidad. Se inicia con un grupo aproximado de 150 familias en 13 cantones, y en el lapso de 2009 a 2010 se crean los equipos de animación comunitaria y animadores zonales, estos últimos son quienes visitan y dan seguimiento a los equipos comunitarios. Veamos a continuación algunos elementos significativos en este período de trabajo entre el SJD y las comunidades de Guaymango y Jujutla.

Una metodología para el intercambio de ideas

Uno de los principales esfuerzos ha sido la preparación de la “parcela humana” que implica un cambio consiente en la lógica de producción, en las relaciones que se establecen entre pares y en la apuesta por procedimientos reivindicativos del ser campesino/a, cuya visión se confronta abiertamente a la lógica de producción capitalista. A través de una metodología que se contrapone al extensionismo clásico, del técnico hacia el campesino.

Como lo mencionamos, el inicio del trabajo con cada participante pasa por la transformación de la “parcela humana”. Respecto a esto, Luis Funes, responsable del área de formación nos aclara que la “parcela o finca humana”, es una figura que “lo trabajó don Elías Sánchez, agricultor y promotor de la Agricultura Sostenible en Honduras, y él plantea claramente que cuando la gente logra transformar su pensamiento y visión en ese momento genera nuevos sentimientos, y eso te lleva a una acción. Creemos –continúa- que el principal cambio debe de hacerse cognoscitivo, pero también emocional, pero quizá más en el campo de la promoción humana (…) y allí la emoción ocupa el primer lugar, porque eso te lleva a una nueva práctica, como en la educación popular que revisas tu práctica para recrear tu futuro”.

Si bien, es una propuesta con énfasis en la persona individual, donde se parte de este singular, para –posteriormente- irradiarlo a los grupos de pertenencia, el abordaje y la construcción son colectivos. En este caso es asumido por los equipos de animación comunitaria y zonal.

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Cuadro Nº 5

Equipos de Animación Comunitaria (EAC) y Zonal

Los EAC son un grupo de personas voluntarias, por comunidad, elegidas por los grupos de productores y productoras, para que se conviertan en el enlace directo entre el SJD y la comunidad y, de alguna manera sean el equipo facilitador y animador –como su nombre lo dice- del proceso en sus comunidades y caseríos.

Los diferentes EAC de un grupo de comunidades de una misma zona de trabajo, conforman lo que se denomina Equipos de Animación Zonal (EAZ); es un grupo consultivo para la planificación y evaluación del proceso que se impulsa.

Fuente: SJD, 2010, p. 15 y 16

¿Por qué equipos de animación? en voz de Funes nos responde de la siguiente manera:

“Los hombres y las mujeres necesitamos sentir el corazón del otro en nuestro corazón, y la gente para sentirse motivada necesita mucho ánimo. Los campesinos ya no necesitan lástima, sino inspiración. Los problemas del campo, no se resuelven con paquetes agrícolas, necesitan darse cuenta de cómo en este mundo tiene posibilidades, destrezas y habilidades. Entonces inspirados en eso, hemos planteado que no les llamamos promotor, sino más bien necesitamos que la gente se anime entre ella. Entonces estos equipos de animadores están compuestos por hombres y mujeres que sienten con las ganas de animar a los demás desde su experiencia y desde su propia práctica. En estos equipos todos/as tienen la categoría de animador/a. Se forma un grupo, unos van despuntando, pero eso no nos corresponde a nosotros (como SJD), pero ellos deciden quienes son los referentes de la comunidad. Lo único que necesita ese animador/a es creer en sí mismo, no importa si puede leer, escribir o su género o su edad. Nosotros no queremos hacer lo que el CENTA, u otras ONG hacen. Ellos hacen cosas agrícolas y tienen gente buena en el tema técnico y trabajan en el campo, pero no trabajan el crecimiento personal ni la formación política, eso hace que no motiven o animen a los demás vecinos”.

En base a estos principios acá descritos, el SJD profundiza su trabajo de acompañamiento, impulsando un proceso de formación desde una visión que asume “las relaciones fundamentales de las personas”. Más adelante veremos con más detalle esta metodología de trabajo adoptada por los actores de esta experiencia.

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En la memoria de algunos de los ahora animadores se puede describir mejor el acercamiento inicial entre la institución y la población que sustentan esta reconversión de la metodología, de una transferencista a una con mayor participación de la comunidad: “llegaron los del SJD y empiezan a reflexionar con nosotros sobre cómo recuperar la producción campesina y proponer algunas técnicas para la recuperación del suelo, de la semilla y de la biodiversidad” (Testimonio).

Evidentemente las formas de acercamiento han sido diversas, muchas de ellas tocaron las necesidades inmediatas de las personas en ese momento, a tal punto que poco a poco se han ido involucrando más personas; sin embargo, el elemento de reflexión a partir de las propias experiencias ha sido fundamental. Aquí otros testimonios de cómo algunos participantes recuerdan se interesaron por la propuesta del SJD:

“Yo empecé en una reunión en la unidad de salud, ahí nos capacitaban (en Agricultura Sostenible), pero no decían cómo hacerlo; luego vino un técnico y me invitaron ir a escuchar las reuniones; como sembrar hortalizas utilizando abono orgánico, como preparar la tierra para la siembra, así comencé a sembrar en guacales matas de chile, tomate, cilantro y pepino debajo de los árboles y seguí reuniéndome. Sentí más ánimo por que también venían con la siembra de hortalizas y eso me gusta a mí, por que uno ya no gasta en comprar esas cosas y lo que nosotros cosechamos es orgánico sin químicos” -Ángela Aguirre-.

Otro de los participantes de la experiencia recuerda:

“Ya tenemos 2 años, mi hermano me dijo que una organización jesuita estaba organizando gente y así comencé con ellos. Y ellos venían con el mejoramiento de la tierra, como ponerle barreras vivas, maíz criollo, frijol, pepino y todo eso y nos decían que no tiráramos casi químicos. Ellos nos daban demostraciones y eso nos pareció. Nos demostraban como cultivar con lo orgánico. Como a nosotros nos gusta eso, allí nos empezamos a involucrar”. –José Antonio Chávez-.

Complementario a esto, en el mismo período podemos sintetizar que en 2009 se hicieron reuniones comunitarias con acompañamiento técnico. Entre las principales actividades que se impulsaron fueron los intercambios de semillas criollas; la implementación de huertos caseros, intercambios de experiencias, establecimiento de bancos de semillas criollas o Bancos Vivos Comunitarios (BVC) como aquí se les llama.

En el mismo año 2009, unos meses después se inicia el trabajo en el municipio

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de Jujutla, específicamente en el mes de septiembre, las personas de este municipio inician con pequeñas giras al municipio de Guaymango donde el trabajo ya está avanzado, con visitas a huertos caseros; posteriormente se llevan a cabo capacitaciones sobre conservación de suelos y se empieza a proponer el trabajo en AS y aprovechar el uso de semillas criollas. En ambos municipios los intercambios de semillas y la producción de tilapias fueron las acciones más llamativas para quienes se vincularían en el proceso.

“En Jujutla eran comunidades nuevas (con las cuales no se había trabajado antes), se tuvo que hacer un trabajo de hormiga porque teníamos dificultades, porque había intervención de otras instituciones como el CENTA, que promueve siempre la agricultura pero muy distinto a nuestro proyecto. Entonces costó entrar, pero se inició con asambleas de promoción con grupos comunitarios y los trabajos de intercambio con otras comunidades de Guaymango para que se motivaran, también se hicieron visitas familiares para ganar confianza” expresa Beatriz Vicente, facilitadora asignada en la zona de Jujutla.

Taller animadoras y animadores comunales

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Diferencias entre el trabajo del SJD con otras organizaciones

Tal como lo reconoce el SJD, el cambio en el método de trabajo ha sido muy bien acogido por las familias campesinas. La diferencia entre ser una organización meramente asistencialista, que lleva o “regala” cosas materiales a las comunidades, a ser una institución que acompaña el empoderamiento de los sujetos comunitarios es el camino por el cual se ha optado. La participación construida desde la concepción de los propios ejecutores es la principal diferencia en el modo de trabajar en el medio rural comunitario. Veamos en el siguiente cuadro el aporte formativo de la propuesta desde el SJD:

Escuela Campesina “La Milpa”

Elemento complementario a los procesos de intercambio técnico y productivo es el de la Escuela Campesina, el cual es en sí un espacio que desarrolla un proceso de formación, que conlleva capacitaciones técnicas, procesos reflexivos, análisis de realidad, política y económica.

Se llama “La Milpa”, porque como la milpa (el cual es todo un sistema de producción que integra diversos cultivos y técnicas en el mismo espacio), la escuela campesina le apuesta a que se vaya desarrollando un proceso de formación desde la Agricultura Sostenible (integrando distintas experiencias de agricultura campesina en un mismo espacio); porque más que ser un instrumento para la transferencia de tecnología es un espacio donde se generan una práctica de reflexión desde la gente, con la gente y para la gente.

En esa área se han delineado unas temáticas concretas: formación humana en el tema de “crecimiento personal”, puesto que la sociedad necesita de los colectivos estructurados en organizaciones políticas para lograr transformaciones, esos movimientos o colectivos están formados siempre por individuos y esos individuos deben tener claro conocimiento del proceso de lucha y transformación que desean, ellos y ellas son los que transforman las relaciones de dominación, de explotación y opresión; son quienes hacen posible que estas cosas se pueden cambiar.

El punto de partida son las “relaciones fundamentales para la vida” (su relación consigo mismo y con los demás, desde su manera de entender la realidad dentro de un contexto condicionado), para que las personas tengan la capacidad de mirarse a sí mismas y transformarse, y cambiar sus actitudes bajo el presupuesto que esto no es estático sino que es dialéctico.

Tres elementos configuran los contenidos de los procesos formativos: el del Crecimiento Personal, la Organización Comunitaria, y la Capacitación Técnica, en todo eso también entra el enfoque de género.

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Es de notar, que el proceso de formación y acompañamiento, presenta principios claros en base a una apuesta concreta en el campo de la producción; sin embargo cada productor, cada familia, cada proceso tiene su propia particularidad, motivación, dinámica; es así que el intercambio, el diálogo, es el método mas acertado en esta experiencia, porque se van compartiendo saberes, experiencias y “cada quien agarra lo que le sirve”.

De cierta manera la metodología de trabajo, busca transformar las relaciones de poder dominantes por relaciones emancipadoras en todos los ámbitos de la vida, como las del equipo facilitador a las comunidades campesinas y entre ellas las relaciones de género, las cuales son fundamentales en el cambio de paradigma de producción agrícola.

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Mujeres productoras de Vida: transformación en las relaciones de género

Para el SJD, buscar avanzar en la soberanía alimentaria pasa decididamente por realizar un trabajo con enfoque de género que contribuya a reducir la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres y a eliminar cada vez más las distancias entre el trabajo productivo, que se hace fuera del hogar principalmente por hombres, y del trabajo reproductivo que se confina dentro de éste y es elaborado casi exclusivamente por mujeres.

Tradicionalmente y por lo general, las mujeres no son consideradas en el trabajo agrícola, como el trabajo productivo, pareciera que ellas están destinadas al trabajo doméstico dentro del hogar, el cual es invisibilizado y desvalorizado; sin embargo, dando una mirada con más profundidad, es notorio destacar cómo las mujeres se involucran en todas las tareas que se desarrollan en la vida en el campo: “por ejemplo en lo que me involucro es en preparar alimentos, en ir a dejarlos, en abonar, chapodar la milpa y control de plagas en la milpa” (Ángela Aguirre). En el campo, las mujeres están siempre inmersas en el trabajo agrícola, aunque eso no siempre es considerado.

Es por ello que en 2011 se abrió una mayor participación de las mujeres en los procesos de agricultura sostenible, además de esto, en 2012 se desarrollan –con mayor énfasis- las capacitaciones de género, lo cual posibilita que más mujeres se organicen en los grupos de ahorro y préstamo, “los grupos de mujeres trabajan en ahorro y crédito, huertos caseros y elaboración de productos como jabón”; además que se involucran en el trabajo de conservación de suelos, recuperación e intercambios de semillas criollas, estanques de tilapias. En cualquier aspecto de la experiencia, las mujeres están presentes participando.

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Cómo viven la experiencia algunas de las mujeres participantes

“Antes yo no lo hacía (involucrarme en la agricultura) y hoy ya tengo 2 años de trabajar, apoyando a mi hermano, pero la que participa en estos procesos soy yo y lo que aprendo en los talleres lo comparto con los de mi casa y esto a mejorado nuestra comunicación, ya que esto nos ayuda a mejorar la tierra y nuestra alimentación. Nos involucramos todos” –María Lucía Santos-.

“La tarea de nosotras es tener aves de corral, también nos enseñan a que tengamos huertos, en ellos tenemos ayote, tomate, chile. Nosotros estamos en cosas del hogar y los hombres van a la parcela. También el SJD nos enseñó a vacunar por grupitos, nos daban la vacuna para las aves de corral, pero íbamos por grupito casa por casa vacunando los animales. También trajeron vacunas para los tuncos también” –Concepción Vásquez-.

“Yo también siembro y siembro cualquier cosa, siembro frijol de milpa, de vara de matocho, cuando a él no le queda tiempo, yo ando buscando allí semillas de cualquier cosa, porque me gusta tener de cualquier cosa porque a mí no me gusta andar comprando mis cosas, teniendo donde tenerlas uno es mejor sembrarlas” –María Iris Ramírez-.

“Si creo que hay espacio para nosotras, para participar; una da su opinión pero en algunos casos quizás por el machismo no la aceptan, hasta que ellos se equivocan lo aceptan y el hecho que uno sea mujer no significa que no tengamos nuestro conocimiento, si es posible un poquito mas avanzado que el hombre y además yo me siento capaz de trabajar y tener la alimentación de mis hijos, no depender de un hombre, en el grupo participan más mujeres que hombres por que ellos trabajan pero esto avanzaría si los 2 participaran y así estar consientes del trabajo que hay que hacer; así tuviera mas impacto” -María Santos-.

Sin embargo, es de notar que impulsar la participación de las mujeres no ha sido fácil, por la concepción androcéntrica del trabajo agrícola; así lo afirma Beatriz Vicente, facilitadora del SJD: “Está costando un poco, en un inicio mujeres llegaron a todos los grupos, pero cuando solo hablábamos de agricultura ellas se fueron excluyendo. Pero también en una comunidad los hombres empezaron a excluirlas”.

Pero poco a poco esta separación se ha ido reduciendo a través de la comprensión de los valores de la agricultura sostenible, así prosigue Beatriz: “Cuando se empieza a hablar de valores y de agricultura sostenible y con esa sensibilización se involucran más, también con la escuela de género ayudó a que también ellas entiendan que tienen su espacio de participación. Hay zonas en las que la

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participación de mujeres es mayor, ellas cultivan porque sus esposos trabajan fuera. A partir del año pasado (2011) se incorporó el programa de ahorro y préstamo para las mujeres, eso ayuda a que ellas se incluyan”.

Hay que tomar en cuenta que sumado a las relaciones predominantemente machistas en la sociedad, el patriarcado es una gran dificultad para que las mujeres se involucren en la toma de decisiones en las tareas productivas, puesto que en general el propietario de la tierra es el hombre y muy raras veces las mujeres tiene participación en ella. Si la tierra no está en manos de las mujeres siguen siendo dependientes de lo que el hombre decida. Debemos aclarar, que la propuesta de la AS no pretende desapropiar a los hombres de la tierra, sino de transformar las relaciones que sustentan la desigualdad y la exclusión de las mujeres al mismo derecho de decidir qué y cómo producir y que hacer con los frutos cosechados. Es de reafirmar una agricultura campesina donde toda la familia participa.

En la agricultura sostenible la familia se involucra

Algunos de los productores ya logran percibir la participación de la familia en el trabajo de agricultura sostenible, tal como lo afirman los testimonios a continuación:

“Todos los de la familia estamos vinculados. Cuando yo ando sembrando pepino ellos (los hijos) traen la vara, siempre se involucran en todo, mi compañera se desempeña en el hogar y en la parcela también, ella me ayuda a abonar, tejer con hilo, levantar guía, también me ayuda con el frijol de castilla y Japón, en eso ella me ayuda. Ya sembrar plátano y guineo es más pesado, fumigar foliar, eso lo hago yo”. –José Antonio Anaya-."Nosotros hemos trabajado con barreras vivas, ahí se involucran no solo los mayores, sino que también los jóvenes, trabajamos con zacate vetiver en conservación de suelo, ahí se involucran las mujeres, ellas siembran el zacate, también participan en la abonada y ahora en día hay mas mujeres en el grupo. Son 8 mujeres activas, ellas a partir de comenzar el trabajo de agricultura sostenible, ellas han recibido alverjas para que siembren barrera vivas, plátano. Con mis hijos que vivo trabajamos igual, hasta los que viven fuera trabajan en la agricultura”. –Carlos León-.

“Esa es una de las ganancias que tenemos como familia, este trabajo ella lo promueve también en la parte organizativa de mujeres y ella también sabe lo de la agricultura sostenible, si yo me voy para la parcela ella se queda en el huerto, vienen los niños ellos también siembran sus plantas, por ejemplo la niña mía vendió 150 bolsas de pilones para hacer el huerto, ella se benefició por el trabajo, en la granja de los cerdos ellos también se meten a darles de comer.” –Fidel Ramos-.

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“Labrar la tierra para sustentarnos” Agricultura Sostenible en la propia parcela

“Tengo caña, plátano, guineo, piña, milpa y le siembro frijol de castilla, tilapias y loroco, en el huerto casero tengo tomate, chile verde, ejote, rábano y repollo y para cultivar todo esto utilizamos abono bocachi; que va revuelto con gallinaza y estiércol de vaca; es buenísimo porque hasta en la milpa lo utilizamos” –José

Antonio Anaya-.

La integración familiar al trabajo productivo de manera más consiente, intercambios de ideas y semillas criollas, formación de grupos de mujeres, formación de BVC, así como la diversificación de cultivos y especies menores, son las acciones más valoradas por las personas que han participado del proceso, todo esto es parte del trabajo de agricultura sostenible que se propone.

La expresión de la agricultura sostenible en las parcelas de los productores en la zona se percibe en los productos que cultivan y en la forma de producirlos; por ejemplo, de las experiencias observadas se puede notar el uso de compostas naturales u organizadas, asocio y rotación de cultivos, protección y alimentación de microorganismos de la tierra, curvas a nivel, barreras vivas, reutilización de rastrojos así como de la aplicación de huertos caseros y rescate de especies menores (gallinas, cerdos, etc.)

El sistema de vida campesina integra la producción de cereales, verduras, frutas, la crianza de animales, particularmente de especies menores. En la parcela se integra la producción de alimentos con plantas medicinales. “La tierra que yo siembro es mía, la parcela es mía. Yo siembro maíz en un área, al centro del maíz lleva uno de frijol, cuando la milpa esta jiloteando, el frijol ya está de arrancarlo. Y allí siembro chilipucas, frijol de milpa y ayote, acá donde vivo trabajo con lo huertos, tengo yuca, ñame, malanga, cocos, jocote, anonas, en la parte de mi terreno tengo un vertiente que lo protejo con huiscoyol para la sombra” –Florentino Barrientos-.

Don Cándido nos ilustra su concepción de AS: “La agricultura sostenible uno va poniendo de su parte, de su propio interés. En la convencional allí es de invertir gastos que al final uno trabaja solo para el que le da el crédito. En cambio, con el maíz criollo es más sostenible, nos reduce más gastos. Aunque no tengo un cálculo de cuanto gasto, pero sí creo que nos reduce gastos como en un 50%, porque la semilla criolla es mas agradecida, aunque siempre hay que terciarle el químico, pero se le reduce una gran cantidad, porque en un tiempo tuvimos que comprar gallinaza, le revolvimos dos arrobas a un quintal de gallinaza o una arroba, solo compramos un saco de sulfato. A eso súmele que la tierra ahora ya es mía, aunque no la alquilaba, pero no tenía un documento que me

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dijera que fuera mía, pero hoy sí”.

Las formas de producción en pequeña escala, diversificada o en asocio, son las que se van desarrollando, en algunos casos aún se utilizan insumos químicos pero se va reduciendo gradualmente su uso. Si aun falta por hacer, se asume que por algo ya se ha comenzado.

En ese mismo sentido, don Manuel García aún mas categórico se expresa así: “yo entiendo que la AS es para ir sobreviviendo, que con esto no vamos a tener un gran negocio, es para ir mejorando la vida de uno; es decir para tener que comer pues”.

La agricultura que sostiene a la familia

Para mi AS es empezar a cultivar la sostenibilidad de la familia, desde el campo, la misma palabra lo dice: sostén familiar. Es tener qué comer. Pues si es que antes de que estos inventos se dieran (de agricultura convencional), por lo menos maíz de ese negrito había, la gente tenía una mejor calidad de vida. Y cuando volvemos a la práctica de la AS vemos la manera de apostarle a otras cosas. Acá descubrimos que en el campo hay toda semilla que produce la tierra sin que el hombre la vitamine con químicos, sino que sea orgánica.

La AS le apuesta también a la reducción de costos. Esto se logra haciendo un análisis en la familia: ¿qué tanto nos está molestando la agricultura convencional? ¿Y qué tanto le podemos apostar a la Agricultura Sostenible? Bueno, los que ya vamos en este rollo y hemos salido adelante sí creemos que se pueden hacer las cosas. Nosotros tenemos más facilidad de poder decir “mire soy independiente del agroservicio”, no estoy con un crédito, yo trabajo libre. Mi propia semilla no me exige lo que debo de ponerle. El mismo suelo se garantiza en fertilizarla y para eso nos han enseñado medidas para fertilizarla, como hacer abonos orgánicos, usar estiércol de los cerdos. Claro, nuestros suelos ahorita están bien acabados, pero hemos reducido como un 50% el uso de químicos, eso en las familias que vamos en este rollo. Si como les digo con el maíz químico yo una vez tuve que comprar para producir 24 tareas, 13 sacos de abono químico ¡para 24 tareas! porque nos habían dicho que había que ponerle tres abonadas, esa era una tal semilla Hb83. Entonces las cosas en volumen se veían bastantes pero en dinero era poco cuando se vendía. –Fidel Ramos- .

Como se ha dicho a lo largo de este texto, la agricultura sostenible retoma los valores de las formas tradicionales de producción y se confronta con los fracasados modelos de agricultura convencional que solo generan dependencia

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de los campesinos al agronegocio. “En la (agricultura) convencional solo va a traer al agro y ya estuvo; en la sostenible es un proceso el que se lleva, por ejemplo cuando sembramos el huerto primero lo arreglamos, les hacemos terrazas y barreras y con eso ya tengo plano mi terreno para las hortalizas y hay beneficios por que si uno prepara bien el huerto uno ahorra, ya no se va a gastar al mercado y ya se ocupan para gastos de la casa y cuando hay en abundancia de tomate lo vendemos en la comunidad y el maíz en caso de emergencia lo vendemos en la agencia” menciona Ángela Aguirre bastante convencida.

Toda esta confianza por los beneficios que les genera la experiencia no significa que sea vista de manera ideal. Frente a las ventajas de producir de manera sana y cada vez más sostenible, aún existen algunas dificultades, principalmente en cuanto a la utilización de algunos insumos y más aún en cuanto a las necesidades de comercialización de ciertos excedentes. “Cuando hay excedentes, se comercializan entre los miembros de la comunidad o en caso de necesidades mayores se lo venden a agencias, pero ellos ponen el precio porque dicen que dependen de cómo esté en la capital” declara Anum Martínez; en tanto que María Ramírez matiza un poco: “Vendemos el maíz, maicillo, frijol, cuando sembramos bastante lo vendemos y de allí compramos las demás cosas que faltan, y se las vendemos a la gente de la comunidad, a la agencia no, solo vendemos el frijol, maíz, maicillo”.

“Yo siempre he analizado eso (de Agricultura Sostenible), y digo que prácticamente es algo que de ahí mismo me voy ir sosteniendo yo y pienso que si hago un esfuerzo desde afuera no seria sostenible, algunas veces vendo unos animales y el dinero que hago ahí mismo lo voy poniendo en el trabajo. -María Lucía Santos-.

A pesar de que comúnmente existan apreciaciones de que la agricultura convencional a gran escala es la solución para alimentar a la población y que la agricultura campesina es sencillamente para la subsistencia de las familias que producen a pequeña escala, es necesario afirmar que la agricultura campesina sostenible es la que alimenta a la población.

Sin embargo paralelo a la gran producción de monocultivos, una parte de producción agrícola se ha orientado al consumo local, que se consume en el propio país. La pequeña economía campesina es la que ha sostenido la alimentación nacional. Al menos la pequeña producción campesina –no necesariamente agroecológica- es reconocida por las autoridades en materia agrícola. Datos oficiales sostienen que del total de las unidades productivas registradas en el censo agropecuario del 2008, 325,044 se encuentran en la categoría de Agricultura de Subsistencia y representan el 82% del total de productores y productoras del país -de este

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porcentaje el 14% son mujeres-. Este grupo de familias rurales contribuye con más del 70% en la producción nacional de granos básicos y otros rubros, y esto se encuentra ligado fuertemente a la seguridad alimentaria del país; las restantes 70,544 unidades productivas se clasifican dentro de la categoría de Agricultura Familiar Comercial, debido a su vinculación al mercado.

Tabla 1

Categoría Unidades productivas Contribución a la producción nacional de

granos básicosAgricultura de Subsistencia

325,044 70%

Agricultura familiar comercial

70,544 30%

Fuente: MINEC, 2009.

Valga aclarar que el gobierno utiliza criterios a partir del aporte de la producción al mercado (agronegocios) para definir al campesino. Una de esas categorías es la de campesino pobre, (325,000) que subsiste pero suple el 70% de los granos del mercado, quienes además alimentan al sector urbano (empleados, subempleados y “ejército de reserva”). Una producción que por su situación desfavorable frente a los productos importados de países que subsidian su producción (por lo que ingresan a precios más bajos) y frente a un estado de abandono a políticas públicas genera un círculo de exclusión y pobreza de estos sectores.

Argumento éste último que se utiliza para que sean estos campesinos objeto de incentivos a través de los paquetes agrícolas, que en esencia lo que provocan es perpetuar la dependencia a los insumos químicos, ya sea a través de financiamientos, créditos, regalías y para seguirlos expoliando a través de la subordinación de estos al agronegocio.

Sin embargo, aunque los campesinos posean menos tierra, producen mayor cantidad de alimentos, pues es esa su vocación, frente a la gran industria agrícola cuya vocación es producir materias primas exportables para obtener ganancias sobre el hambre de la población. Por tanto, son dos modelos totalmente opuestos, pese a todos los intentos que pretenden optar por una vía intermedia. La producción campesina es la que conserva y sustenta la vida.

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Los BVC: centros para conservar la semilla

Toda experiencia es desarrollada por grupos de personas, mejor aún si estas se organizan de una u otra manera. Es así como en este proceso, la conformación de los equipos de animadoras y animadores se ha vuelto germen para la organización comunitaria; la construcción de Bancos Vivos Comunitarios (BVC) ha sido de trascendental importancia para la articulación en materia de apoyo mutuo entre campesinas y campesinos de la zona.

Para el SJD (2010, p. 20), los BVC son: “una estrategia de participación comunitaria que busca ir generando expresiones reales de soberanía y seguridad alimentaria, y participación democrática sobre los recursos para la producción, la alimentación y generación de ingresos económicos”.

Estos BVC tienen su propia dinámica dependiendo de las particulares circunstancias en las que se desenvuelven. En base a ello, es de notar que cada uno de los BVC tiene su propio desempeño y acuerdos, por ejemplo, como la aclaran los mismos administradores campesinos, cada BVC presta semillas a otros agricultores y con ellos se acuerda el porcentaje de devolución, entre 50% al 100%. Veamos: “si prestamos 10 libras de maíz criollo, quien recibe el prestamos define si devuelve luego de la cosecha, 5 ó 10 libras, que pasan al BVC y eso sirve para otros agricultores que quieren iniciar el proceso”.

“Con el SJD establecimos un Banco Vivo de Semilla Criolla, es decir concentrar la mayor parte de semilla criolla en los bancos. Ese banco lo administra una junta de los socios, de 28 socios sacamos unas 5 familias que se encargan de eso. Ellos tienen el control de la semilla, no del dinero, allí creamos también unas técnicas de cómo meter a otras familias, se les ingresa y en lugar de que la cancele (con dinero) que la devuelva la próxima cosecha de su producción, si le damos 30 libras que nos de 35. También se le dice que guarde para su próxima siembra y lo demás entréguelo al banco. Ya él no necesita que el banco le dé para la próxima cosecha” –Fidel Ramos-.

Este tipo de estrategias posibilita que cada vez más agricultores tengan posibilidades de iniciar con la siembra de semilla criolla, e ir independizándose del uso de semillas híbridas. Pero también, es una oportunidad para establecer relaciones de intercambio entre los mismos miembros de la comunidad, bajo sus propios acuerdos y establecer un vínculo de confianza entre ellos y acercarse a un proceso inicial de organización campesina.

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El buen maíz

En mi parcela con maíz criollo, se ven las grandes mazorcas; aunque este maíz también es bien delicado, porque me pasó como dos años que me lo tiraban al suelo, (el viento) todo me lo botaba y la gente me decía: ‘mire si ese maíz lo bota siempre’. (Pero) fíjese que una vez fuimos a una capacitación a la Majada, y se vino una “gran culebrina”, la milpa de mi hijo era del maíz santa rosa y estaba empezando a engrosar el “jilote”, el mío estaba entrando en elote, entonces se lo dejó tendidito todo, y él me dijo: ‘mire fíjese que perdí la manzana’. No la ha perdido-le dije yo-. Entonces cuando llegó el tiempo de la dobla, le dije que pelara el elote para que viera, y mire el maíz como que no lo había botado. Esta es una ventaja del maíz criollo y no como ese maíz pintado que dan. Y sabe que este maíz criollo si se cae se va con tierra y el otro (el maíz híbrido) si se cae se va quebrado.

Y así una sobrina que quería maíz y yo le di, como acá viene la gente a traer a veces. Pero lo que afecta es el maíz químico, si la gente tiene eso cuesta que lo dejen. Mire ese maíz pintado quebrado se va todo y allí se pierde la cosecha.-Manuel García-

La experiencia como una oportunidad de aprendizaje: capacidades desarrolladasA lo largo de la experiencia, los participantes perciben la adopción de ciertas capacidades, que han hecho posible la continuidad y sostenibilidad de la misma. Estas capacidades van desde la apropiación de técnicas agroecológicas, como de transformación de las relaciones entre personas; desarrollo de habilidades personales como la comunicación verbal, el trabajo en grupos, y el trabajo en lo organizativo.

“Antes, teníamos la costumbre de que nos dieran todo, esperamos a que nos regalen paquetes y nos cuesta un poco salir de esa dinámica” afirma uno de los protagonistas. Esta afirmación rescata la necesidad del trabajo organizativo. Cuando la gente siente que es un regalo, no logra apreciar la importancia del trabajo en la organización.

En cuanto a los procesos de formación y comunicación campesina, es un hecho que la disminución de personal técnico ha obligado a que sean los miembros de la comunidad quienes se desenvuelvan de manera más activa en el proceso: “La falta de técnicos del SJD, nos animó a ser animadores, a reconocer nuestras propias capacidades, de compartir saberes con los vecinos en las comunidades” (Testimonio). A partir de una reducción en el personal del SJD asignado a la zona, han sido los propios animadores y animadoras quienes se han visto en la necesidad de ejercer un rol más protagónico en la promoción de la AS. Es por ello que en la actualidad se logra hacer reuniones comunitarias sin la dependencia

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de que participe un técnico de la institución, son los mismos animadores y animadoras comunitarias quienes promueven la agricultura sostenible con los demás miembros de las comunidades.

Desde las personas que compartieron su punto de vista, se asume la experiencia como una oportunidad de aprendizaje, puesto que perciben que ahora cuentan con mayores elementos de la realidad para tomar decisiones más conscientes en relación a etapas anteriores, o de otras propuestas donde solo se les ha tomado como “beneficiarios de ayuda contra la pobreza”. Tal como lo confiesa Alfredo Umaña, facilitador del SJD: “cuando llegamos había solo gente que se ponía a escucharlo a uno y a todo decía ‘SI’, pero ahora la gente misma propone”.

En cuanto a lo propiamente productivo, si hablamos de una experiencia de sistemas integrados de producción, es necesario evidenciar los avances en términos productivos. Una de ellas está relacionada a la capacidad de las familias de producir sus propios alimentos, que aunque no logra ser suficiente ha mejorado satisfactoriamente . “Antes casi la mayoría de las cosas las teníamos que comprar, por que era bien mínimo lo que se trabajaba, ahora con la agricultura sostenible que poco a poco la hemos ido trabajando, por que antes solo sembrábamos maíz, ahora sembramos frijol y ahora hay diversificación de cultivos” apunta María Santos, refiriéndose a las mejoras en la diversificación agrícola y complementación de la dieta familiar.

La organización, aunque incipiente y de alguna manera sin estar del todo estructurada, también es uno de los aspectos que se perfila como una capacidad “en desarrollo”, desde una mayor integración de la familia, así como los BVC, los equipos de animación y recientemente las tiendas comunitarias, es la base para ir consolidando niveles cada vez mayores de organización campesina. Elemento que prevén los miembros del equipo del SJD:

“La organización a nivel local sí ha sido buena, aunque no se tenga una estructura definida. La gente está empezando a asumir la conducción de sus procesos, lo cual nosotros prevemos de dos a tres años todavía, mientras ellos (campesinos de la zona) ya están pensando en si nosotros nos vamos, ya están pensando cuales son los valores, principios, fundamentos, el por qué de su organización, etc.”

Y sumado a todo esto, uno de los principales aprendizajes de la experiencia es notar que dentro de un mismo proceso, las dinámicas de integración, de traspaso de la agricultura convencional a la sostenible, tienen ritmos también individuales, es decir, que las personas se van integrando por diversos motivos y caminando con sus propios pasos, por ello no se puede hablar acá de “experiencias exitosas”, pues habría que asumir que entonces existen “experiencias fracasadas”, lo cual

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no daría pauta a que las cosas pueden seguir avanzando.

Obstáculos

Toda esta experiencia, si bien denota avances sustanciales y de suma importancia para ser compartidos, es necesario vincularlos a los elementos que la han obstaculizado, para que no sea del todo satisfactoria, puesto que como toda experiencia, esta no se da aislada del resto de la realidad, sino más bien convive dentro de ella.

Algunos de los elementos del contexto que obstaculizan la apropiación de la propuesta de agricultura sostenible es la tradición asistencialista de la cual son objeto los campesinos, particularmente en cierta lógica paternalista que los ve como personas que requieren ser depositarios de ayuda material puramente asistencialista, sin ningún tipo de empoderamiento de las familias campesinas. Los continuos gobiernos, nacionales y municipales así como de ONG han seguido la rutina de entregarles paquetes agrícolas con semilla mejorada, insumos químicos, etc.

“Las dificultades que yo veo es que hay muchos programas que involucran las semillas mejoradas, entonces la gente cuesta que se involucre en estos de semilla criolla” –Concepción Vásquez-

De esta manera lo que se promueve es que las personas sigan usando insumos químicos; sigan utilizando sus pocos recursos para la obtención de préstamos cada vez más difíciles de pagar, lo cual hace insostenible la experiencia puesto que terminan cediendo sus parcelas o emigrando a las ciudades.

5 Aunque este elemento es importante, una de las limitantes de este trabajo ha sido la imposibilidad de sustentar con datos, las mejorías en términos de nutrición y autosuficiencia en las familias involucradas en la experiencia. N de A.

Otro factor es la emigración, ya que desarticula la organización comunitaria y esto impide que se hagan valer las necesidades de la población en la zona, forjando un círculo vicioso de dependencia y exclusión.

“Nos está costando trabajar en grupos y nuestra visión es que en el tiempo de la cosecha la mayoría de personas lo venden y nosotros queremos comprar ese producto, se cultiva poco y hay personas que lo venden en las agencias y cuando estas personas se quedan sin nada lo van a comprar de nuevo y más caro, pero el trabajo en grupo es dificultoso por que no todos pensamos igual aunque nos ayuda a reconocer nuestros errores y a superarlos” –María Santos-.

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El otro elemento que obstaculiza el trabajo es el hecho que Guaymango particularmente es uno de los municipios considerados en pobreza extrema severa, situación que hace que muchas ONG establecieran su trabajo en este sitio; sin embargo, la dificultad estriba en que a una misma persona le llegan 10 ó 15 mensajes diferentes y por lo tanto intenta experimentar con cada uno de ellos; así se reduce las posibilidades de participación, puesto que una misma persona pueda estar participando de tres o cinco procesos totalmente distintos, gente que está en todo pero concretizando poco. La gran cantidad de ONG dificulta la participación, pues algunas personas participan de varios procesos a la vez, además de limitar su tiempo, genera confusiones en la perspectiva que se busca.

Esto también es producto de que las agencias de cooperación al desarrollo realicen esfuerzos poco efectivos, contradictorios y sobre todo desarticulados. La inversión de recursos financieros es poco aprovechada, pues estos no son coordinados y peor aún debilitan los esfuerzos que se realizan y terminan confundiendo a la población.

Como existe la noción que el trabajo campesino es una apuesta a población adulta, falta de experimentar con una propuesta que atraiga la participación de la población más joven, que es la que podría garantizar la promoción de la AS a largo plazo. La emigración hacia la ciudad o hacia el exterior sigue siendo una opción en los jóvenes, quienes no quieren continuar con el trabajo agrícola, además de no percibir más opciones que les motive seguir viviendo en las comunidades.

Los impactos en el clima, por la variabilidad de las lluvias, sequías, tormentas también hacen difícil sostener un proceso continuo de promoción de una agricultura alternativa a los modelos convencionales, puesto que con cada fenómeno climático los daños posteriores hacen que mucha de la ayuda se oriente a reactivar lo más pronto posible la economía del lugar, generando un círculo vicioso entre pobreza-vulnerabilidad-ayudas-paquetes agrícolas.

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V. LOS APRENDIZAJES DE LA EXPERIENCIA

“Esto lo hemos hecho para beneficio propio y para enseñar a otras personas, para economizar, para alimentar a nuestras familias. Hemos aprendido a hacer huertos caseros, sembrar maíz criollo, sembrar estanques de tilapias, frijol abono, hacer abono orgánico, abono foliar, herbicida orgánico” (Testimonio).

La cita anterior sintetiza de alguna manera los principales aprendizajes que desde sus protagonistas se van obteniendo; si bien en la mayoría de testimonios hay un énfasis en lo productivo y en la diversificación agrícola, existen algunos aprendizajes que no son tangibles, pero que expresan –y confirman- que la agricultura sostenible se fundamenta en sus principios más que en una serie de recetas y acciones homogeneizadoras:

Como lo hemos visto en este trabajo, la lógica predominante de producción está subordinada a intereses de las grandes corporaciones empresariales, en el campo agrícola esta tiene forma de agronegocio, que promueve e impone un sistema de producción basado en la mecanización extensiva, el uso de agrotóxicos y se basa en la alta concentración de la tierra para la producción de monocultivos. La pequeña producción campesina coexiste con la gran producción capitalista, aunque de forma subordinada, la prevalencia de esto ha posibilitado la existencia de formas tradicionales de producción campesina, producto de la sobrevivencia del sector campesino tradicional.

La tenencia de la tierra ha generado fuertes conflictos en la historia, la lucha por ella ha sido una de las principales reivindicaciones del movimiento campesino en varios periodos, provocando agudos enfrentamientos entre las poblaciones de campesinos y latifundistas terratenientes. Propuestas como la reforma agraria de los años ochenta y el PTT luego de los Acuerdos de Paz, elevaron el nivel de importancia sobre la cuestión agraria, aunque hasta hoy no ha sido del todo favorable para el sector campesino.

Frente a ello, la soberanía alimentaria y la agricultura sostenible son propuestas impulsadas desde las organizaciones campesinas para revertir el modelo de explotación y expoliación capitalista, por un modelo basado en la producción sana de alimentos para el pueblo. La soberanía alimentaria es una propuesta construida desde el movimiento campesino internacional, por tanto son estos sectores organizados quienes la promueven y garantizan su aplicación en todas las regiones donde se va asumiendo.

La experiencia de promoción en AS ha tenido que enfrentarse a un entorno desfavorable, marcado por una fuerte imposición de la agricultura convencional

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desde hace varios años e impulsada no solo por gobiernos sino reforzada por instituciones y ONG. La situación actual requiere de un modelo agrícola cada vez menos dependiente de insumos externos.

El alcance de la AS se ve limitada si no es acompañada de políticas que la promuevan y sin una verdadera distribución de tierras que proteja la producción nacional. Es necesario generar una política agropecuaria que devuelva el papel del campesinado como sujeto emancipador; por ello la no propiedad de la tierra en manos de campesinas y campesinos limita los avances en la aplicación de la AS.

Muchos de los cambios conseguidos a favor del sector campesino se deben a la organización y movilización de este, que en distintos periodos ha obtenido resultados favorables; contrario a esto, la desmovilización ha devenido en perder esas conquistas. Esta desmovilización es producto no solo de de la desmotivación o aversión a la organización, que es reforzada por políticas nacionales e internacionales, por presión, por represión y también de acciones como la lógica asistencialista que inmoviliza a los sujetos de cambio.

El SJD ha tenido que cambiar de metodología para hacer mas efectivo su aporte a las comunidades, la recreación de ella ha abierto un mayor protagonismo de las comunidades donde realizan su trabajo.

“Hemos aprendido como organizarnos, a ser solidarios, a enseñar a los demás la AS, a valorar lo nuestro y a solidarizarnos con los demás agricultores; hemos recuperado los valores de la memoria ancestral para mejorar la sustentabilidad alimentaria y para cuidar de nuestra salud” (Testimonio).

Dentro de la participación organizada se han desarrollado los valores de solidaridad, cooperación y compañerismo, lo que evidencia que la propuesta de agricultura sostenible, es una forma también de superar las visiones individualistas que permean en un modelo económico que presupone la competencia como uno de sus principios. Por lo tanto, la experiencia de intercambiar ideas y propuestas desde los mismos agricultores es sustento para una vida comunitaria de ayuda mutua.

No obstante que en un principio las personas se organizan porque cree que va ganar algo o por el miedo a perder lo que ya tienen, debemos decir que la apuesta organizativa debe evidenciar algunos beneficios materiales para mantener la motivación en la participación.

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Ahí me decidí hacerlo

“Que no se va a gastar la plata en otros lados, sino que uno ya puede hacer los venenos aunque no son iguales que el químico, porque el natural es más despacio que mata y a veces se vuelve a aparecer. Pero hay que acostumbrarse.

“También aprender a cuidar la semilla criolla, la cultivo, la selecciono, la guardo y en un barril la mantenemos; además que tenemos un banco vivo comunitario, que administro yo y otro compañero. A veces les damos a las personas que no pueden comprarla, sino a veces se las intercambiamos para que ellos no gasten.

“Otro beneficio ha sido eso de la seguridad alimentaria, porque yo allí tengo mi pila de tilapias, yo antes desconocía eso, recuerdo que una vez nos dijeron: ¿quieren pescar en el patio de su casa? A todos nos dio risa, y nos quedamos pensando que nos querían decir. Hasta que nos llevaron a un intercambio en otras comunidades, y allí me decidí a hacer eso en el patio de la casa”. -Cándido Hernández-

Otro elemento a recalcar, del que hemos hablado anteriormente, es la metodología de trabajo del SJD, en la cual campesinos y campesinas son los protagonistas activos de la experiencia, y el personal del SJD son facilitadores para que las diferentes propuestas se encuentren y se compartan.

La práctica mas valorizada es la de las giras de campo, pues es una modalidad que como los mismos agricultores dicen les permite “ver para creer”: “yo me convencí cuando veía otras parcelas en las partes donde hay mucha ladera, veía surcos de (zacate) vetiver, y yo me preguntaba cuándo tendría yo mi parcela en ese estilo; pero gracias a la técnica del SJD y el propósito y trabajo de nosotros mismos nos ha servido. No es que uno iguale al otro, pero yo hago lo que puedo” (Cándido Hernández).

Es decir, que en la medida que los agricultores perciben y atestiguan los beneficios de la agricultura sostenible, más se convencen en aplicarla. Es una manera de afirmar que da resultados concretos, esto sin desmerecer la teoría que sistematiza estas propuestas.

Aun hay mucho que trabajar en términos económicos, pues es notorio que aun valorizando la práctica y los resultados visibles en las parcelas, sigue siendo deficiente el manejo de una estructura de costos que demuestre cuantitativamente los avances en esta experiencia. Se siguen contabilizando los costos solo por el dinero gastado en insumos y no por los costos reales de producción, que incluyen entre otras cosas, la fuerza de trabajo familiar. Algunos lo intentan como es el caso de Fidel Ramos: “Yo he aprendido a hacer mis análisis de costos de

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producción, porque yo ahora ya puedo hacer mis análisis y como enseñárselos a las demás familias, yo por ejemplo yo trabajo con 28 familias, yo les digo que apunten todo lo que se ocupa en la parcela, investigamos los precios, si la familia consume 6 sacos de fórmula, le decimos que compre solo 3 que con eso saca 2 manzanas de maíz criollo. Le hacemos dos cuadros de los gastos de las dos agriculturas y allí que vea él con que se queda”.

Otro elemento aclaratorio se orienta en el sentido que recuperar la agricultura campesina no significa hacerlo exactamente como se hacía antes (como una aspiración romántica de la agricultura tradicional), puesto que no pueden desecharse del todo y para siempre los aportes técnicos de otras propuestas. Es, en todo caso, volver a la lógica de producir para comer y comer sanamente.

Por lo tanto, el hecho de que no toda la gente lo haga igual, no significa que las personas no se estén apropiando de la propuesta, a veces se repite una técnica, otras veces se experimenta, pero se van adaptando a las condiciones propias, así hasta que se van encontrando los beneficios, materiales y simbólicos, a las familias y a la comunidad. La agroecología y la agricultura sostenible son principios y prácticas contra la homogeneización de la agricultura. No hay un solo método, un solo camino, una misma fotografía para todas las parcelas. Cada una es singular, lo que se comparten son –reiteramos- los principios y no las recetas.

Existen personas que en el proceso se han ido alejando de esta experiencia, quienes así lo deciden es porque dejan de percibir beneficios materiales inmediatos, frente a ello hay que relacionarse permanentemente. La concepción y metodología de trabajo deben ir construyendo una visión de procesos y no de resultados.

Algo que llama la atención es el método empleado en la formación por parte de la institución, lo de “primero pasa por transformar a la persona para que luego vaya transformando a la familia y de ahí a la comunidad” es un enunciado teórico, puesto que en la práctica este proceso no es mecánico, es a través de las mismas relaciones entre individuos y estos con el contexto que se van transformando al mismo tiempo.

Los métodos de extensionismo rural siguen impregnados, en tanto que aún se espera que el técnico agrícola -quien sabe e impone modelos aprendidos también de manera verticalista- transfiera datos e informaciones. Frente a ello el trabajo de comunicación en el medio rural, entre protagonistas de un mismo proceso se base en el intercambio dialógico de prácticas y experiencias basadas en principios y también en una opción política, en este caso, favorable al sector campesino.

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Por lo que se puede apreciar, la historia de la zona genera cierta aversión por una organización que logre incidir en las políticas públicas, esto es desde que han sido objeto de innumerables intervenciones por instituciones asistencialistas hasta por la otrora participación de algunos miembros de las comunidades en el conflicto armado como miembros de las FAES.

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VI. RETOS Y RECOMENDACIONES“Mucha gente se convenció cuando vio mi producción”

A partir de los resultados de este trabajo, del intercambio de experiencias, de vivencias y de apuestas por transformar la agricultura en una propuesta sostenible, expresamos aquí algunas recomendaciones, con el ánimo de que estas sean elementos a ser considerados tanto para el seguimiento de esta experiencia como para otros procesos que así lo decidan.

“Uno, es espejo en la comunidad; tenemos que ser ejemplos, así de fácil, si comenzamos a hacer en nuestras parcelas el trabajo otra gente se interesa, por que solo con palabras no se convence a la gente; si no que con el trabajo” (Carlos León)

Desde nuestro punto de vista, la promoción y aplicación de la soberanía alimentaria y de la agricultura campesina sostenible pasa por tener claridad en la apuesta del modelo de producción que se pretende. En ese sentido es importante definir con mucha claridad y de manera integral una plataforma desde las propias comunidades campesinas en cuanto a: definir lo que quieren alcanzar y para qué lo que quieren hacer de esta manera y definir el camino de cómo pretenden alcanzar esto. Planteamiento que sea desde las mismas comunidades rurales y no sea en base a proyectos de cooperación.

Esto requiere de un tipo de organización que eche andar la propuesta, es por ello que es necesario y hasta ineludible, abrir pauta para una organización campesina de base, autónoma a las instituciones, que no sea una extensión de las ONG, sino el justo derecho de las familias campesinas a organizarse que garantice la lucha por sus legítimos intereses. Pues a pesar de la buena voluntad que se expresa desde la institución, nos parece que falta una estructura orgánica con identidad propia. Para ello nos basamos bajo el supuesto del SJD en la cual la organización comunitaria es la base para hacer sostenible en el tiempo los procesos que se desarrollan.

Como lo hemos mencionado, la propuesta de soberanía alimentaria y de agricultura sostenible, si bien tienen expresiones locales, es una propuesta que requiere de una correlación que permita hacerla avanzar, y bajo el modelo actual que es un sistema de dominación nacional e internacional, es necesario establecer vínculos y alianzas con otros actores en la zona, a nivel nacional e internacional, del campo y de la ciudad. Muchas organizaciones del campo e instituciones acompañantes e incluso algunos gobiernos se están convenciendo que la AS es la alternativa a la agricultura convencional, por lo que intercambiar con esas experiencias y construir un frente común alrededor de ello es una posibilidad.

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Para reforzar una propuesta desde las comunidades es importante mantener relaciones con instituciones que refuercen con elementos técnicos el camino a seguir, por ello es necesario mantener una línea de investigación que demuestre los beneficios de la agricultura sostenible en la región y su aporte a la alimentación de la población. Así como la de impulsar una línea de estudios sobre tenencia y propiedad de la tierra en la zona y buscar alternativas y/o políticas para que esta pase a manos de campesinos que carecen de ella.

Como cada experiencia es una oportunidad de aprendizaje, y es en sí un proceso educativo, la formación abordada de manera consciente e intencionada podría retomar algunos aspectos tales como entender que la formación campesina presenta diferentes modalidades, por ello sugerimos retomar la metodología de CAC. Mantener la formación en cuanto a la producción y a lo técnico, pero también en cuanto que eleve el nivel de comprensión de la realidad y de identidad campesina.

Una propuesta formativa podría retomar la historia de las comunidades y de la agricultura tradicional para obtener aprendizajes a la luz de esas experiencias; tiene que ver con el estudio de los sistemas de producción dominantes y de las propuestas alternativas a esos modelos; tiene que ver con la construcción de organicidad, con la construcción de una estrategia y de una organización que la eche andar. También gira en torno a las formas de relacionarse entre personas, entre mujeres y hombres y en la relación campo-ciudad. Esta propuesta formativa se construye conjuntamente entre todas las personas involucradas en el proceso.

Desde la misma experiencia, es notorio que las familias campesinas son más abiertas a asumir la AS en base a “testimonios evidentes”, es por ello que las modalidades de intercambio debería de mantenerse y ser más constantes, por lo que los procesos formativos podrían tomar siempre en cuenta este tipo de acciones que construyen y fortalecen la incorporación de más personas al proceso. En relación a esto, una recomendación a los responsables de los proceso de formación y de asistencia técnica es la de establecer espacios de intercambio bajo la premisa fundamental que la educación es una construcción colectiva de conocimientos y a su vez, es la aplicación práctica de los aprendizajes extraídos. Desde los propios facilitadores de la institución, las recomendaciones se sintetizan de la siguiente manera: “Desde la institución repensar más la estrategia de integración a las comunidades, porque no todas son iguales otras no responden iguales. Y es de repensar esa estrategia de intervención y también repensar el papel de nosotros (como facilitadores) también, a veces como que nos falta tener esa claridad. Estando ya en el campo unos concebimos de una manera el proceso y otros de otra, entonces ver como unificamos esa concepción del proceso y tirar el mismo lineamiento. Cuando se interviene en comunidades

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nuevas, construir lo que queremos hacer, pero desde la gente”.

Y como bien nos dice María Santos:

“El espacio siempre está, pero a veces no existe la voluntad o el interés de las personas; si todos nos entusiasmáramos y tuviéramos un objetivo de todos trabajar y no depender de los agroservicios sería diferente la cosa, porque cuando a uno le cuesta algo más lo estima”

Un recrudecimiento de la crisis alimentaria conlleva a que cada vez más personas busquen alternativas para satisfacer sus necesidades alimentarias; lo que podría abrir un panorama de producción sostenible y de comercialización directa entre productores y consumidores. El agotamiento del modelo agrícola convencional, por ser altamente petrodependiente, genera un escenario favorable para que cada vez más campesinos reorienten su lógica a la AS. Sin embargo, este escenario también puede provocar una agudización en la imposición de la agricultura convencional como la única vía posible.

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DOCUMENTOS CONSULTADOS

BCR. 2012. Boletín Estadístico Mensual. Banco Central de Reserva de El Salvador. Mayo.

BARRERA TOMASINO, Erick. 2011. Lógica de Acumulación Capitalista en la Agricultura. Módulo formativo I: Fundamentos y dimensión política de la soberanía alimentaria y la organización campesina. Asociación de Trabajadores del Campo ATC. Nicaragua. Enero.

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VIDEO“Cosechas Amargas”. 2005. Producción de Alba Films y Alba Sur, con guión de Félix Zurita y Ernest Cañada. Nicaragua.

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ANEXOS

LISTA DEPERSONAS ENTREVISTADAS

Campesinas y campesinosNo. Nombre Comunidad1. Alonso Rodrigo García Los Puentecitos2. Ángela Aguirre Cantón Ixtapagan3. Anum Martínez Monroy Caserío Los Martínez4. Cándido Hernández Comunidad Los Mata5. Carlos Alfredo Vásquez Los Puentecitos6. Carlos León Comunidad Cashagua7. Concepción Vásquez de García San Andrés8. Fidel Ramos González Cantón Los Puentecitos9. Florentino Barrientos Torres Cantón Ixtapagan10. Gerarda Sánchez Guardado Los Méndez

11. José Antonio Anaya Chávez Cantón Escalón

12. José Méndez Cantón Ixtapagan13. Manuel García Barrientos San Andrés

14. María Elisa Reyes15. María Iris Ramírez Caserío Los García16. María Lucía Santos Comunidad La Paz17. Roberto Jaco Salguero Caserío Los Jacos18. Victoria Méndez Ramírez San Andrés

Personal del SJDNo. Nombre Cargo/Área de trabajo1. Alfredo Umaña Equipo facilitador de campo

2. Beatriz Vicente Equipo facilitador de campo3. Erasmo Valiente Equipo facilitador de campo4. Luis Funes Educación5. Rigoberto Bonilla Coordinador de Programas6. William Nerio Equipo facilitador de campo