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Compartir el milagro En un taller del segundo Simposio de servicio multizonal (sep- tiembre de 2016, Milwaukee, Wisconsin, EEUU) se pidió a los miembros que compartieran su experiencia personal con respecto a lo siguiente: «Describe cómo te llevaron el mensaje y cómo te ha inspirado eso para prestar servicio en NA». Com- partimos aquí fragmentos de sus escritos. The NA Way Magazine, enero de 2017 A l principio de mi recuperación, cuando estaba aún en el centro de tratamiento, fui a una reunión de estudio del Texto Básico donde leían «¿Quién es un adicto?». Leían un poco y después compartían... ¡Y todos hablaban de mí! «¿Qué pasa aquí?», pregunté. Un señor mayor se inclinó hacia mí y me dijo: «Así es, muchacho, estás en el sitio co- rrecto. Solo sigue viniendo». Otro me dijo que necesitaba tantas reuniones como veces hubiera consumido. Me reí y repliqué que no había tantas reuniones. Su padrino se volvió hacia mí y añadió: «Entonces necesitas servicio». Y aquí estoy, haciendo servicio desde entonces. Larry C., Texas, EEUU E mpecé a estar limpio en una institución juvenil. Cuando me soltaron, volví a mi pueblo, donde la comunidad de NA estaba compuesta por tres hombres mayores, yo y tres reuniones. Los miembros de NA me enseñaron lo que era el programa, a tender la mano, compartir y prestar servicio. Cuando tenía 16 años, abrí una reunión para jóvenes. Vi crecer a nuestra comunidad de NA, vi también a los jóvenes empezar a estar limpios, como se abrían nue- vas reuniones y se formaba nuestra área en los siguientes años. Esa misma comunidad me recibió con los brazos abiertos años más tarde cuando volví de una recaída. Ahora hay siete reuniones, muchos miem- bros, puestos de servicio cubiertos y se lleva el mensaje. Por eso hago servicio. Kelsey E., Wisconsin, EEUU A principios de la década de 1990, formaba parte de un grupo de adictos en recuperación fanáticos de las convenciones que empezábamos a participar en el servicio. Un fin de semana, nos metimos todos en un coche y nos fuimos a alguna parte de Misisipi a una cosa llamada Foro Zonal Southern. Nos recibieron a todos como participantes y todos teníamos igual voz y voto. No nos peleamos y aprendimos mucho. Hoy, todos seguimos limpios y todos participamos en el servicio. Uno está en la Junta Mundial, otro fue cofaci- litador de la Conferencia de Servicio Mundial, otro hace servicio en el Panel de Recursos Humanos y dos somos delegados regionales. Tim C., Kentucky, EEUU C omo me enfrentaba a la cárcel, me fui a NA para dar mejor impresión al juez. La perspectiva de estar limpia no me atraía. Si hubiera sabido que aún seguiría aquí, no sé si habría ido a esa primera reunión. El padrinazgo me llevó al trabajo de servicio bastante pronto; empecé en hospitales e instituciones. Cada vez que voy a una reunión de un panel de HeI, vuelvo a sentirme agradecida por el programa y por aquellos que llegaron antes que yo. Mi responsa- bilidad como miembro es asegurar que NA siga aquí en el futuro. Misty K., Iowa, USA M ucho antes de que tocara fondo, NA ya me llamaba. Recuerdo que todas las madruga- das, a las 3, resonaba la radio con «¿Tienes problemas con las drogas? Podemos ayudarte». Cuando por fin llegó el momento en el que tuve que hacer algo, el número de teléfono de ese anuncio me ayudó a llegar a NA. Llevo haciendo servicio de infor- mación pública/relaciones públicas desde que tenía poco más de un año limpio, compartiendo información sobre NA en escuelas y ferias de recuperación, y ayudando a hospi- tales e instituciones a establecer rela- ciones. Es curioso como ese anuncio de 15 segundos me salvó la vida y ha permitido que mi deseo crezca, permanezca y sea útil. Brian F., Ohio, EEUU M e incorporé a un grupo habi- tual y fui a mi primera reunión del comité de servicio de área con alguien que era representante de servicio de grupo. Desde entonces me enganché. Fui testigo del ejem- plo de gente imperfecta haciendo lo correcto para ayudar a conservar y mantener con vida aquello que daba sentido y propósito a muchos que de lo contrario estarían muriéndose por culpa de la adicción. Quería formar parte de eso. Dell E., Tennessee, EEUU L legué a NA con un papel y lo único que quería era que me lo firmaran. En algún punto del camino empecé a entender que por fin había llegado a un lugar al que pertenecía. Quería que todo el mundo tuviera la oportunidad de sentir la pasión que yo sentía dentro. Empecé por ser padrino y pronto me sumé al comité de servicio de área. Me eligieron vicecoordinador y participé en los esfuerzos de relaciones públicas y de políticas y procedimientos. Me gustó tanto, y el coordinador de área fue tan buen mentor, que me puse a averiguar por el servicio regional. Me asombró que me eligieran secretario suplente de la región y luego dele- gado suplente. Me ha gustado mucho aprender a llevar la conciencia de mi región. Creo que es el puesto más desinteresado que he tenido. Me ha aportado tanta humildad y me ha convertido realmente en una persona con la que yo mismo y los demás tenemos ganas de estar. Sam B., Texas, EEUU H ace muchos años, estaba en una conferencia de AA en Saint Louis y empecé a ver en los restau- rantes cercanos gente que llevaba diferentes distintivos. Me enteré de que estaban en la ciudad por la Convención Mundial de NA, así que me animé a ir y... ¡descubrí un nuevo hogar! Hasta entonces, mi marido y yo íbamos a ambas confraternidades, pero solo hacíamos servicio en AA. Después de nuestra experiencia en la CMNA, empezamos a colaborar con el crecimiento de NA en nuestra comunidad y a participar exclusiva- mente en el servicio de NA. Así que gracias a la CMNA haré servicio en NA hasta el día en que me muera. Sally J., Illinois, EEUU Soy gay y me crié en una zona rural del Medio Oeste, nunca encajé allí... Como soy introvertido, me sentí agrade- cido de formar parte de algo más grande que yo mismo... A mi manera, claro. NA ofrece oportunidades de servicio apropiadas para cada uno, pase lo que pase. Estaba en un centro de trata- miento de internación prolon- gada y una de las maneras de salir a una reunión de NA antes que los demás era preparar café y acomodar la sala... Por primera vez en mi vida me sentí parte de algo. Después de dos semanas en el hospital luchando por mi vida, entró un grupo de gente y me dijo que ya no hacía falta que siguiera viviendo así... Por eso soy responsable de corresponder haciendo lo mismo y, quizá, marque una diferencia en la vida de otra persona con un cambio pro- fundo similar que ha tenido lugar en mí. L a primera vez que asistí a una reunión de conciencia de grupo, no tenía capacidad para tomar decisiones, por no mencionar que tampoco creía que tuviera derecho a opinar. Elegí un miembro que llevaba limpio nueve años y siempre votaba lo mismo que él. Pero un día tuve mi propia opinión, diferente de la suya. Levanté la mano y me dejaron expresar mis ideas. Descubrí mi voz, me encontré a mí misma... ¡Les importaba! Veintiséis años más tarde, esto sigue vigente. Mi madrina me ha ensañado que a veces, cuando defiendo un principio, a lo mejor me quedo sola. Pero nunca estoy real- mente sola porque nuestros princi- pios son espirituales. LeaAnne H., Texas, USA

Compartir el milagro M A · 2017. 1. 30. · Compartir el milagro En un taller del segundo Simposio de servicio multizonal (sep-tiembre de 2016, Milwaukee, Wisconsin, EEUU) se pidió

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Page 1: Compartir el milagro M A · 2017. 1. 30. · Compartir el milagro En un taller del segundo Simposio de servicio multizonal (sep-tiembre de 2016, Milwaukee, Wisconsin, EEUU) se pidió

Compartir el milagroEn un taller del segundo Simposio de servicio multizonal (sep-tiembre de 2016, Milwaukee, Wisconsin, EEUU) se pidió a los miembros que compartieran su experiencia personal con respecto a lo siguiente: «Describe cómo te llevaron el mensaje y cómo te ha inspirado eso para prestar servicio en NA». Com-partimos aquí fragmentos de sus escritos.

The NA Way Magazine, enero de 2017

Al principio de mi recuperación, cuando estaba aún en el centro

de tratamiento, fui a una reunión de estudio del Texto Básico donde leían «¿Quién es un adicto?». Leían un poco y después compartían... ¡Y todos hablaban de mí! «¿Qué pasa aquí?», pregunté. Un señor mayor se inclinó hacia mí y me dijo: «Así es, muchacho, estás en el sitio co ­rrecto. Solo sigue viniendo». Otro me dijo que necesitaba tantas reuniones como veces hubiera consumido. Me reí y repliqué que no había tantas reuniones. Su padrino se volvió hacia mí y añadió: «Entonces necesitas servicio». Y aquí estoy, haciendo servicio desde entonces.

Larry C., Texas, EEUU

Empecé a estar limpio en una institución juvenil. Cuando me

soltaron, volví a mi pueblo, donde la comunidad de NA estaba compuesta por tres hombres mayores, yo y tres reuniones. Los miembros de NA me enseñaron lo que era el programa, a tender la mano, compartir y prestar servicio. Cuando tenía 16 años, abrí una reunión para jóvenes. Vi crecer a nuestra comunidad de NA, vi también a los jóvenes empezar a estar limpios, como se abrían nue­vas reuniones y se formaba nuestra área en los siguientes años. Esa misma comunidad me recibió con los brazos abiertos años más tarde cuando volví de una recaída. Ahora hay siete reuniones, muchos miem­bros, puestos de servicio cubiertos y se lleva el mensaje. Por eso hago servicio.

Kelsey E., Wisconsin, EEUU

A principios de la década de 1990, formaba parte de un grupo de

adictos en recuperación fanáticos de las convenciones que empezábamos a participar en el servicio. Un fin de semana, nos metimos todos en un coche y nos fuimos a alguna parte de Misisipi a una cosa llamada Foro Zonal Southern. Nos recibieron a todos como participantes y todos teníamos igual voz y voto. No nos peleamos y aprendimos mucho. Hoy, todos seguimos limpios y todos participamos en el servicio. Uno está en la Junta Mundial, otro fue cofaci­litador de la Conferencia de Servicio Mundial, otro hace servicio en el Panel de Recursos Humanos y dos somos delegados regionales.

Tim C., Kentucky, EEUU

Como me enfrentaba a la cárcel, me fui a NA para dar mejor

impresión al juez. La perspectiva de estar limpia no me atraía. Si hubiera sabido que aún seguiría aquí, no sé si habría ido a esa primera reunión. El padrinazgo me llevó al trabajo de servicio bastante pronto; empecé en hospitales e instituciones. Cada vez que voy a una reunión de un panel de HeI, vuelvo a sentirme agradecida por el programa y por aquellos que llegaron antes que yo. Mi responsa­bilidad como miembro es asegurar que NA siga aquí en el futuro.

Misty K., Iowa, USA

Mucho antes de que tocara fondo, NA ya me llamaba.

Recuerdo que todas las madruga­das, a las 3, resonaba la radio con «¿Tienes problemas con las drogas? Podemos ayudarte». Cuando por fin llegó el momento en el que tuve que hacer algo, el número de teléfono de ese anuncio me ayudó a llegar a NA. Llevo haciendo servicio de infor­mación pública/relaciones públicas desde que tenía poco más de un año limpio, compartiendo información sobre NA en escuelas y ferias de recuperación, y ayudando a hospi­tales e instituciones a establecer rela­ciones. Es curioso como ese anuncio de 15 segundos me salvó la vida y ha permitido que mi deseo crezca, permanezca y sea útil.

Brian F., Ohio, EEUU

Me incorporé a un grupo habi­tual y fui a mi primera reunión

del comité de servicio de área con alguien que era representante de servicio de grupo. Desde entonces me enganché. Fui testigo del ejem­plo de gente imperfecta haciendo lo correcto para ayudar a conservar y mantener con vida aquello que daba sentido y propósito a muchos que de lo contrario estarían muriéndose por culpa de la adicción. Quería formar parte de eso.

Dell E., Tennessee, EEUU

Llegué a NA con un papel y lo único que quería era que me lo

firmaran. En algún punto del camino empecé a entender que por fin había llegado a un lugar al que pertenecía. Quería que todo el mundo tuviera la oportunidad de sentir la pasión que yo sentía dentro. Empecé por ser padrino y pronto me sumé al comité de servicio de área. Me eligieron vicecoordinador y participé en los esfuerzos de relaciones públicas y de políticas y procedimientos. Me gustó tanto, y el coordinador de área fue tan buen mentor, que me puse a averiguar por el servicio regional. Me asombró que me eligieran secretario suplente de la región y luego dele­gado suplente. Me ha gustado mucho aprender a llevar la conciencia de mi región. Creo que es el puesto más desinteresado que he tenido. Me ha aportado tanta humildad y me ha convertido realmente en una persona con la que yo mismo y los demás tenemos ganas de estar.

Sam B., Texas, EEUU

Hace muchos años, estaba en una conferencia de AA en Saint

Louis y empecé a ver en los restau­rantes cercanos gente que llevaba diferentes distintivos. Me enteré de que estaban en la ciudad por la Convención Mundial de NA, así que me animé a ir y... ¡descubrí un nuevo hogar! Hasta entonces, mi marido y yo íbamos a ambas confraternidades, pero solo hacíamos servicio en AA. Después de nuestra experiencia en la CMNA, empezamos a colaborar con el crecimiento de NA en nuestra comunidad y a participar exclusiva­mente en el servicio de NA. Así que gracias a la CMNA haré servicio en NA hasta el día en que me muera.

Sally J., Illinois, EEUU

Soy gay y me crié en una zona rural del Medio Oeste, nunca encajé allí... Como soy introvertido, me sentí agrade-cido de formar parte de algo más grande que yo mismo... A mi manera, claro. NA ofrece oportunidades de servicio apropiadas para cada uno, pase lo que pase.

Estaba en un centro de trata-miento de internación prolon-gada y una de las maneras de salir a una reunión de NA antes que los demás era preparar café y acomodar la sala... Por primera vez en mi vida me sentí parte de algo.

Después de dos semanas en el hospital luchando por mi vida, entró un grupo de gente y me dijo que ya no hacía falta que siguiera viviendo así... Por eso soy responsable de corresponder haciendo lo mismo y, quizá, marque una diferencia en la vida de otra persona con un cambio pro-fundo similar que ha tenido lugar en mí. La primera vez que asistí a una

reunión de conciencia de grupo, no tenía capacidad para tomar decisiones, por no mencionar que tampoco creía que tuviera derecho a opinar. Elegí un miembro que llevaba limpio nueve años y siempre votaba lo mismo que él. Pero un día tuve mi propia opinión, diferente de la suya. Levanté la mano y me dejaron expresar mis ideas. Descubrí mi voz, me encontré a mí misma... ¡Les importaba! Veintiséis años más tarde, esto sigue vigente. Mi madrina me ha ensañado que a veces, cuando defiendo un principio, a lo mejor me quedo sola. Pero nunca estoy real­mente sola porque nuestros princi­pios son espirituales.

LeaAnne H., Texas, USA