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Comunicación y lenguaje en el autismo infantil

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Se describen las diferencias evolutivas en comunicación y lenguaje de niñas y niños con autismo, considerando dichas variaciones como una diferencia en la elaboración de la identidad consciente que hacen de sí mismos y de las otras personas; es decir, del yo (ego) y su conciencia...

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Soledad y silencio en el autismo infantil

Marcel Arvea Damián

La Gestapo (SS) del autismo infantil

DOS SON LAS EXPRESIONES NUCLEARES DEL AUTISMO INFANTIL: soledad y silencio. De alguna manera, niñas y niños con autismo presentan severas dificultades para

relacionarse social, comunicativa y emocionalmente con otras personas, particularmente con sus pares; es decir, con otras niñas y niños de semejante grupo de edad.

Es desconsolador y desconcertante el modo persistente en que la relación social y comunicativa se encuentra frustrada y bloqueada. Todo es inmutable e imperturbable, todo es soledad y silencio.

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Este caparazón autístico de soledad y silencio parece ser refractario —incluso alérgico— a la relación humana, social y comunicativa. Soledad y silencio autista que frustra y sabotea la donación cultural que recibimos del otro.

Por ejemplo, cuando un niño con autismo se acerca para demandarnos su atención es porque generalmente desea instrumentarnos para obtener aquello que demanda su interés. De pronto, el otro es reconocido sólo como cosa, un instrumento u objeto que se controla y manipula para la satisfacción de un deseo obsesivo e interés inflexible: “invariabilidad del ambiente”.

Obtenido su propósito, satisfecho su deseo, el niño con autismo regresa al punto cero del origen, a su soledad y silencio imperturbables.

Otro ejemplo resulta al escuchar los recreos escolares; cada niña y niño ensimismado en la búsqueda obsesiva de su propio placer. Aquélla jugando con una cuerda; aquél otro en el vaivén de un columpio; el más pequeñito girando sin cesar hasta caer al suelo… y reír… o llorar…

Estas dos características del autismo infantil fueron inicialmente descubiertas por Leo Kanner, psiquiatra estadounidense que definió y caracterizó al autismo por primera vez como un trastorno del contacto afectivo.

En la actualidad, gracias al avance de la ciencia e investigación, sabemos que el problema es muchísimo más complejo que la descripción inicial de Kanner. Tan complejo que ha puesto en entredicho todas las nociones que tenemos de nuestra propia condición y esencia humana; particularmente sobre aquellos considerados fundamentos ontológicos de nuestra cultura y civilización occidental; es decir, del ego y la conciencia.

Lo que quiero en este ensayo enunciar es que el autismo puede comprenderse como una alteración múltiple y global que afecta profundamente el desarrollo de la

identidad consciente que niñas y niños elaboran de sí mismos. Esta alteración en el

desarrollo de la identidad consciente del yo se diversifica en un racimo de múltiples expresiones sintomáticas de muy diferente tipo, variabilidad y gravedad. El autismo, como trastorno que frustra el desarrollo de la identidad consciente del yo, exilia a la niña o niño de las relaciones sociales y comunicativas indispensables para el desarrollo pleno, armónico e integral de su persona.

Éste es el enigma que envuelve el misterio del autismo. La variabilidad en la gravedad del trastorno autista excede cualquier otro grupo humano. Por ejemplo, sabemos que el 10 % de personas con autismo poseen facultades extraordinarias; sin embargo, el 70 % de ellas sufren discapacidad intelectual. Es decir, la diversidad sintomática del trastorno es muy amplia pues cada niña o niño expresa el autismo de muy distinta manera, son únicos y debe ser respetados y considerados desde su singularidad particular e irrepetible.

Para familias, terapeutas y educadoras, no basta con la atención terapéutica y educativa individualizada, lo verdaderamente importante es el diseño personalizado del programa de intervención psicopedagógica y psicoterapéutica, elaborado conforme a las necesidades insólitas y excepcionales de aprendizaje y desarrollo que tienen niñas y niños con autismo.

Los programas de intervención no pueden olvidar tampoco la adaptación de contenidos y la adecuación de estrategias conforme a las necesidades específicas que exige el autismo infantil. El diseño personalizado del programa de intervención y atención

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individualizada son condiciones necesarias para alentar efectivamente el proceso educativo en niñas y niños con autismo.

No es extraño entonces que el autismo infantil sea actualmente considerado un Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD-PDD), pues ciertamente el autismo, como trastorno, sabotea globalmente todos los procesos que permiten el desarrollo pleno e integral de la persona. Es decir, la falla estructural del autismo excede las expresiones sintomáticas que afectan los procesos y ritmos del desarrollo, lo mismo incluyen alteraciones físicas que afectivas, sociales, mentales, perceptuales o emocionales.

Aún cuando la psiquiatría contemporánea defina al autismo como un Trastorno Generalizado del Desarrollo, la designación ninguna novedad aporta al respecto. La tríada kannerana, como conjunto sintomático del autismo infantil sirve hoy en día de basamento para caracterizar las desviaciones del trastorno, especialmente en lo referente a socialización, comunicación y conducta, características muy propias de los Trastornos Generalizados del Desarrollo, pero con todo, no es suficiente.

Cada una de estas alteraciones en los procesos del desarrollo presenta una peculiar variabilidad y profundidad según su área y rango de influencia, de tal modo que combinadas exigen programas personalizados y atención individual.

Es necesario entonces considerar al trastorno autista como una falla generalizada en la integración de los procesos psicológicos superiores que alientan el desarrollo de la persona. Este estado patológico en la integración de los procesos psicológicos necesarios a la generación de la identidad consciente del yo, hace cierta la hipótesis de Vigotsky que supone la dirección y sentido del desarrollo como interpersonal, en primer lugar, para luego ser intrapersonal, en segunda instancia.

Si la dimensión social del desarrollo se observa severamente afectada por el autismo, los estragos en comunicación, lenguaje y conducta serán por fuerza catastróficos. Por ello, la educación y terapia debe inicialmente alentar la socialización considerando siempre la independencia y autonomía en el control y autorregulación de la conducta. Es decir, las alteraciones en comunicación y lenguaje típicas del autismo infantil se relacionan íntimamente con la deficiente socialización que acusa y reproduce el trastorno. En consecuencia, podemos decir que las fallas en socialización, comunicación y lenguaje se influyen y afectan recíprocamente, diversificándose en otras tantas desviaciones que deben ser por necesidad consideradas.

Esto resulta obvio a nivel funcional pues el trastorno en la socialización genera fallas en la comunicación y viceversa; es decir; los trastornos en comunicación y lenguaje propios del autismo infantil frustran aún más los procesos de socialización necesarios al desarrollo infantil. Ello significa que el desarrollo de la socialización es concomitante al desarrollo de la comunicación, y, en consecuencia, al desarrollo del lenguaje. No es posible el desarrollo integral y pleno de la persona sin la integración de los procesos de socialización, comunicación y lenguaje que alientan el desarrollo infantil.

Es así que la comunicación es imprescindible para alentar la socialización. La socialización humana no es posible sin la relación comunicativa que le hace ser y trascender; es decir; el desarrollo de los procesos de socialización es dependiente de los procesos de comunicación y lenguaje.

El desarrollo humano, como intencionalidad trascendente de un ser hacia otro ser, implica necesariamente la integración de lenguaje y pensamiento en un mismo proceso intersubjetivo, que se gesta precisamente en la relación social y comunicativa. Durante el

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egocentrismo infantil, pensamiento y lenguaje se trenzan para influirse mutuamente. Esta relación interdependiente entre pensamiento y lenguaje se observa generalmente disminuida en niñas y niños con autismo. El pensamiento sigue una dirección distinta al lenguaje y la identidad consciente del yo queda entonces suspendida y en suspenso.

Este acontecimiento resulta ser increíblemente trascendental para el desarrollo humano, pues sugiere necesariamente un pensamiento simbólico en la psiqué infantil. Esta ausencia de lo simbólico en el pensamiento y lenguaje autista es resultado de una falla estructural en la integración de los procesos psicológicos superiores; es decir: de la memoria, la atención y la experiencia, las cuales, regularmente se observan separadas y desintegradas por el autismo.

Esto significa que la integración de pensamiento y lenguaje se realiza precisamente a partir de la interiorización dinámica de ambos procesos del desarrollo; de tal manera que es deducible que el pensamiento simbólico genera lenguaje simbólico y viceversa, frontera que el autismo infantil difícilmente puede cruzar.

En consecuencia, niñas y niños con autismo presentan dificultades extraordinarias para elaborar el simbólico que les podría permitir integrar pensamiento y lenguaje en un mismo proceso perceptivo y comunicativo, enlazando en la percepción que tiene el otro del mismo fenómeno y que a su vez comunica, lo que deviene por fuerza en el desarrollo necesario a la socialización. En el autismo, las alteraciones de lenguaje no puede expresar convencionalmente el pensamiento y las palabras sólo son un ruido más en el sordo escenario del mundo.

Esta alteración del lenguaje tan común en el autismo, la agnosia auditiva, se convierte en problema existencial precisamente porque nos exilian de las relaciones humanas, interpersonales y sociales que mantenemos con niñas y niños con autismo. Esto es: toda relación con niñas y niños con autismo es problemática precisamente porque el autismo desconoce el simbólico que le permitirían la integración de pensamiento y lenguaje en un mismo proceso mental y comunicativo, lo que altera el desarrollo integral y armónico de niñas y niños con autismo.

Dicho de otro modo: niñas y niños con autismo ignoran la convención simbólica que regula las relaciones sociales y humanas y generalmente desconocen también los códigos comunicativos; el lenguaje carece de intencionalidad funcional y las palabras son incapaces de expresar un pensamiento encarcelado en redundancias inflexibles. La soledad y el silencio autista pueden considerarse entonces reacciones defensivas y naturales de niñas y niños que por su condición insólita y excepcional, se autoexcluyen del simbólico cultural que les resulta profundamente agresivo e incomprensible. Para la niña y niño con autismo es preferible la soledad y el silencio.

Las fallas en comunicación y lenguaje observadas en el autismo infantil son globales y convergentes. Globales porque abarcan prácticamente todos los componentes del lenguaje y convergentes porque se concentran y se entrecruzan de manera simultánea en alteraciones del lenguaje verbal y no verbal, expresivo y receptivo. Es decir, la niña y niño con autismo presenta generalmente un cuadro muy complejo de severas alteraciones en comunicación, lenguaje, habla, conducta, etc.; alteraciones todas que suceden de modo simultáneo y se influyen y agravan mutuamente.

Podemos observar alteraciones graves en los siguientes componentes del lenguaje:

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• Pragmática. La funcionalidad comunicativa del lenguaje es regularmente muy deficitaria en niñas y niños con autismo. Es desconcertante su negativa y persistente oposición e indiferencia para expresar verbalmente su deseo. Si acaso existe habla, carece de intencionalidad comunicativa y el lenguaje es utilizado sólo imperativamente como intermediario en la consecución de un fin. Las palabras sólo son escuchadas o proferidas si guardan relación con el interés autístico, las otras palabras, las palabras del otro, nada dicen y sólo son sonidos colaterales producidos en el ruidoso escenario del mundo.

• Semántica. Decía arriba que existe una relación íntima entre el carácter simbólico del

pensamiento y el carácter simbólico del lenguaje. Esto es importante mencionarlo porque nos permite comprender la forma en que el autismo infantil otorga significado a las palabras, pues si el pensamiento autista es inflexible, la comprensión del lenguaje también lo será. Para el autismo, el significado está petrificado en la literalidad de la palabra.

• Sintaxis. Podemos conocer los derroteros del pensamiento infantil gracias al lenguaje que

lo expresa. En el caso de niñas y niños con autismo es común observar las limitaciones simbólicas del pensamiento que distorsionan la organización del discurso, la forma en que el autismo altera la expresión y comunicación organizada del pensamiento.

• Prosodia. La falla simbólica en el habla, lenguaje y comunicación, dificultan al niño o niña

con autismo en el reconocimiento y expresión de estados emocionales y afectivos en el tono de voz propio o de su interlocutor. La emotividad implícita a la palabra escapa a la percepción autista porque existe una “sordera” que le impide mentalizar y descubrir el interés del otro en su tono de voz. Esto explica por qué el habla de la niña y niño con autismo presenta dificultades importantes para expresar y reconocer emociones con el tono de voz.

• Proxemia. Las palabras tienen una esfera de influencia en el entorno del niño o niña con

autismo. La distancia para generar la atención compartida, necesaria a la relación humana e interpersonal, regulada social y convencionalmente, es deficitaria en niñas y niños con autismo. Sin embargo, esta falla en la proxemia no puede comprenderse sin los procesos perceptivos y propioperceptivos necesarios a la elaboración de la identidad corporal, del espacio vital, del espacio de seguridad que resultan convenientes para la relación social y comunicativa.

Consideradas las fallas globales en los distintos componentes del lenguaje propios

del autismo infantil, es conveniente ahora particularizar en los trastornos específicos del habla. Vale decir que la aparición y profundidad específica de cada trastorno es muy variable y singular en cada niña o niño con autismo, por lo cual siempre es recomendable caracterizar los trastornos específicos del lenguaje para desarrollar un programa de atención personalizado conforme a las áreas alteradas.

Trastornos del lenguaje no verbal

Inmutabilidad del rostro. La inexpresividad facial de niñas y niños con autismo es un impedimento comunicativo que condiciona poderosamente la relación social. La niña y niño con autismo presentan severas dificultades para decodificar emociones propias y ajenas observadas en el rostro humano. No sólo son incapaces de hacer coincidir convencionalmente la palabra que describe un estado emocional con su correspondiente

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expresión facial, sino se observan también dificultades importantes para reconocer emociones en rostros ajenos.

Expresión corporal. El cuerpo es lenguaje. El cuerpo habla y comunica por sí mismo. Es evidente que las relaciones sociales condicionan la dinámica y postura corporal conforme a su intención social y comunicativa. El lenguaje del cuerpo, producto del reconocimiento del simbólico cultural que le significa, es generalmente muy deficiente en niñas y niños con autismo. El cuerpo se ajusta y comunica conforme a la convención social, el cuerpo se ofrece a la relación humana de cierto modo, se sienta de cierta manera, camina con un ritmo particular, se ubica en cierto sitio, todo ello con el propósito de alentar y dinamizar la relación social y comunicativa. Este hecho tan connatural a las relaciones sociales y comunicativas se observa perturbado en el autismo infantil. La niña o niño con autismo camina de modo extraño, su postura es improcedente, se coloca en sitios inadecuados, lo que finalmente impide una efectiva relación social.

Ausencia de sonrisa social. Es muy difícil y extraño que niñas y niños con autismo sonrían al ver el rostro de una persona conocida. Las personas sin autismo naturalmente sonreímos a cualquier persona conocida, incluso desconocida y sólo por el lugar o situación en que se encuentren; sin embargo, la niña o niño con autismo difícilmente sonríe al ver a sus semejantes. Este aspecto tan desconcertante y propio del autismo infantil anticipa una falla en el reconocimiento de los estados mentales y emocionales del otro. Lo cual resulta obvio, pues si consideramos que las niñas y niños con autismo tienen dificultades importantes para desarrollar la identidad consciente de sí mismos; dificultades iguales o mayores presentarán para desarrollar la identidad-alteridad consciente del otro.

Falta de ademanes y gestos compensatorios. A pesar de sus severas dificultades comunicativas, las niñas y niños con autismo difícilmente recurren a gestos y ademanes compensatorios para expresar su interés. La ausencia de dicha compensación nos advierte que el núcleo del problema comunicativo se concentra originalmente en la socialización, pues la falta de intencionalidad comunicativa del lenguaje sólo es una expresión sintomática de una socialización impedida por la gravedad del trastorno.

Ausencia de protodeclarativos. Uno de los síntomas tempranos y primarios del autismo infantil es la ausencia de protodeclarativo. La niña o niño con autismo presenta severas dificultades para señalar el objeto de su deseo, no solicitan con su dedo aquello que podría satisfacer su demanda. No declaran su intención ni comparten su atención. Es desconcertante cómo se acercan y nos toman de la mano, guiándonos directamente al objeto que quieren alcanzar sin verbalizar su deseo, impedidos para expresar su propósito, frustrados y gritando, sin poder señalar ni hacer explícito aquello que pretenden obtener…

Mirada compartida. El contacto visual; es decir, la intencionalidad en la atención conjunta es

muy pobre y deficiente en niñas y niños con autismo. La evasión al contacto ocular, a la relación cara a cara, niega al niño o niña con autismo las posibilidades de desarrollo que le ofrece la relación humana, social y comunicativa. No hay encuentro de rostros, no hay cruce de miradas.

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Atención compartida. La importancia de la atención compartida en el desarrollo infantil y humano es incuestionable. Gracias a la atención compartida el pensamiento puede crear y recrear representaciones mentales propias y ajenas. Es por ello que la atención compartida es prerrequisito indispensable para la comunicación, el lenguaje y la socialización. Toda relación interpersonal con niñas y niños con autismo, toda relación pedagógica, familiar o terapéutica, debe inevitablemente alentar la atención compartida. Allí mismo, en la atención compartida, surge la socialización y la comunicación humana.

Trastornos del lenguaje verbal

Pobre intención comunicativa del lenguaje. La intencionalidad comunicativa del lenguaje se observa profundamente alterada en niñas y niños con autismo. El lenguaje, el habla y la palabra no son reconocidos ni utilizados por el niño o niña con autismo como recursos para expresar su pensamiento; es por ello que difícilmente inician una conversación o logran mantener un diálogo. Esta pobreza en la intencionalidad comunicativa del habla y del lenguaje es un punto que debe siempre ser considerado en los procesos educativos y psicoterapéuticos destinados a favorecer a niñas y niños con autismo, pues según lo dicho, el lenguaje favorece la socialización.

Inversión pronominal. Debido a que el autismo infantil es reconocido como un trastorno en la identidad consciente del yo, la inversión pronominal es el resultado natural de dicha anomalía del lenguaje. Las niñas y niños con autismo presentan severas dificultades para invertir simbólicamente el yo y el tú en la relación interpersonal y comunicativa, saboteando paralelamente los procesos de aprendizajes inherentes a la relación humana y social. La inversión pronominal, tan característica y singular del autismo infantil, no sólo demuestra la falta de estructuración simbólica del yo en términos comunicativos, de lenguaje o de su correspondiente verbalización, sino paradójicamente evidencia la supremacía que tiene el tú en la constitución del yo. Muchos especialistas consideran la ‘inversión pronominal’ como una alteración sintáctica y pragmática del lenguaje, nunca como una afectación en la estructuración mental y simbólica del yo. Ciertamente el síntoma acusa dichas alteraciones funcionales del lenguaje; sin embargo, la evidencia demuestra que en el autismo la protoimpresión en la memoria del “tú” impide invertir simbólicamente el sentido pronominal del “yo”. Se comprende entonces que al no existir representación simbólica del “yo”, no exista tampoco la inversión ―también simbólica― del “tú”. Para niñas y niños con autismo la relación con el otro es siempre de una sola vía: Tú eres yo

y yo soy tú... El problema justamente reside en que no hay referente simbólico “yo” que escinda y exprese, en términos de lenguaje y pensamiento, la diferencia del sí mismo con respecto al yo propio del yo ajeno, al yo del otro…, simbólico del lenguaje donde el “tú” del “yo” se invierte en el “yo” del “tú”. Se concluye entonces que el autismo acuña el “tú” en el sí mismo sin la inversión simbólica que podría permitirle al “tú” del otro, desdoblarse en el “yo” del sí mismo.

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Mutismo. Ya dijimos que la soledad y el silencio son los dos estados de búsqueda perseverante del autismo infantil. El mutismo demuestra esta propensión al silencio de muchas niñas y niños con autismo. Gran porcentaje de personas con autismo jamás podrán verbalizar, nunca podrán pronunciar palabra alguna…Es importante señalar que el aparato fonoarticulador necesario al habla está intacto lo cual evidencia que el mutismo autístico no es otra cosa que un autoexilio al silencio, producto del agobiante simbólico inherente a las relaciones humanas, sociales y comunicativas. Cuando no existe mutismo puede presentarse mutismo selectivo. En este caso, la niña y niño con autismo es igualmente silente pero recurre al habla y a la comunicación sólo en espacios o ambientes particulares, con personas determinas o en situaciones específicas.

Ecolalia. La ecolalia retardada o diferida, lo mismo que la ecolalia inmediata, son respuestas sonoras de una interioridad que refleja fielmente una impresión encerrada en la memoria y la experiencia autística. La ecolalia nos demuestra que existe correcto ingreso de información, pero dicha información sólo es procesada de manera mecánica, automática y refleja. El hecho que muchas niñas y niños con autismo repitan literalmente nuestras palabras indica que la recepción sensorial del mensaje se realiza de manera satisfactoria, el problema reside en que aun cuando el mensaje es recibido correctamente, éste no puede ser decodificado satisfactoriamente conforme a su intencionalidad comunicativa. Lo cierto es que la falla en la intencionalidad comunicativa de la ecolalia, especialmente de la ecolalia inmediata, altera poderosamente la relación social y comunicativa. La ecolalia inmediata es un monólogo de dos, un habla sin dirección, sin remitente ni destinatario. La diferencia entre ambas ecolalias reside en la memoria y la experiencia, pues el pensamiento refleja en presente conforme a la experiencia (ecolalia inmediata) o en pasado según la memoria (ecolalia retardada). Cuando el pensamiento alude al pasado, generalmente asociado a un suceso presente, aparece la ecolalia retardada. Cuando el pensamiento alude al presente, al acto, acontece la ecolalia inmediata.

Perorata o discurso delirante. La obsesión cíclica del pensamiento autístico elabora con frecuencia discursos delirantes y redundantes. Es desconcertante el discurso imperativo, la falta de consideración respecto al interés que el otro pueda tener de lo dicho. El habla y la verbalización es una sucesión de palabras inconexas que se ligan entre sí conforme al circuito cerrado de lo mismo, solo y detenido en la redundancia tautológica del autismo.

Literalidad del lenguaje. El pensamiento inflexible del autismo infantil produce una comprensión literal y radical del lenguaje. Las palabras sólo pueden expresar un significado único e invariable. Esta petrificación e invariabilidad del significado de la palabra impide que la niña o niño con autismo acceda al simbólico del lenguaje y la comunicación. La dificultad se observa principalmente en la comprensión de las deixis, tan difíciles de interiorizar por el pensamiento autístico.

Tono de voz. La voz humana por sí misma comunica estados emocionales y afectivos. Esta cualidad de la voz humana pasa desapercibida a la escucha autística. Se observa que el tono de voz no corresponde a la expresión emocional que pretenden comunicar. La niña o niño con autismo habla entre dientes y susurrando (hipofonía) o bien a gritos (hiperfonía),

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todo ello sin correspondencia entre el significado de la palabra y el estado emocional que le subyace.

Finalmente, el camino hasta aquí recorrido permite elaborar algunas conclusiones necesarias a la comprensión del problema.

La primera y más importante consiste en reconocer que el desarrollo de la comunicación y el lenguaje son elementos fundamentales para lograr la socialización de niñas y niños con autismo; este reconocimiento implica necesariamente ponderar la socialización como finalidad de los procesos psicológicos para la atención del trastorno.

El abordaje de la comunicación por sí misma, sin considerar la finalidad social y funcional que le significa, es en gran medida la causa del fracaso en la aplicación de programas psicolingüísticos destinados y aplicados al autismo infantil.

La segunda conclusión alude a que la comunicación, el lenguaje y el habla en el autismo infantil están condicionados por el carácter simbólico de las relaciones humanas que suceden en los diferentes ambientes y contextos sociales; de tal modo es importante es el espacio y el ambiente social que terminan por evitar a toda costa las relaciones sociales porque se organizan conforme a simbólicos culturales, que regulan a su vez las relaciones interpersonales e intersubjetivas —ideológicas—, que suceden en los distintos contextos y realidades donde interactúan.

Ambas fallas simbólicas en comunicación y lenguaje obedecen a su vez a una alteración en la estructuración simbólica del pensamiento; es decir, las dificultades simbólicas del pensamiento producen otras dificultades en el lenguaje, tanto receptivo como expresivo; de tal manera que ambos pensamiento y lenguaje desarrollan y cursan por vías separadas, sin lograr influirse mutuamente.

El hecho que la sintomatología autística sea específica en lenguaje y comunicación, pero también en otras áreas y dimensiones del desarrollo, sólo anticipa una alteración mayor y más profunda. Sin embargo, es de suponer que ambas expresiones sintomáticas tienen un origen previo y anterior, pues los trastornos en comunicación, lenguaje y habla sólo acusan y hacen evidente la persistente obsesión del autismo por lograr establecer la imperturbabilidad de la soledad y el silencio.

Puede decirse entonces que el autismo impide la integración de pensamiento y lenguaje en un mismo proceso perceptivo y comunicativo, lo cual concluye en una limitación importante en el desarrollo de la identidad consciente del yo.

Es decir, los trastornos en comunicación y lenguaje del autismo infantil se originan precisamente como una alteración en los procesos evolutivos del desarrollo de la identidad

consciente del yo. Ante ello, niñas y niños con autismo se exilian hacia la soledad y silencio; porque el autismo es precisamente eso: soledad y silencio.