Concepto de Comunidad Cordeiro y Costa 2003

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    A partir de dos estudios socio-antropolgicos sobre dos barrios de Lisboa, situados en el cas-co antiguo, el objeto de este artculo es aportar una reflexin sobre la construccin social debarrios y de identidades de lugar, escalas de organizacin local y procesos culturales en una ciu-dad como Lisboa. Sociedad de barrio designa una configuracin social especfica encontrada enestos barrios y aqui es donde radica uno de los puntos del anlisis comparativo propuesto.

    Palabras Clave: Identidad. Barrio. Sociabilidades. Organizacin local. Procesos culturales. Lis-boa.

    Lisboako gune historikoan kokaturiko auzo biri buruzko azterlan sozio-antropologiko bitanoinarriturik, hainbat gairen inguruko gogoeta bat ekartzea da artikulu honen helburua: auzoengizarte eraiketa eta tokiko identitateak moldatzea, tokiko antolamenduaren eskalak eta kultura pro-zesuak Lisboa bezalako hiri batean. Auzo gizartea da halako auzoetan aurkitu gizarte eitea izen-datzeko esamoldea eta horretan datza proposatzen den konparaziozko azterlanaren puntuetarikobat.

    Giltza-hitzak: Identitatea. Auzoa. Soziabilitateak. Tokiko antomendua. Kultura prozesuak. Lis-boa.

    A partir de deux tudes socio-anthropologiques sur deux quartiers de Lisbonne, situs dans la

    vieille ville, le but de cet article est dapporter une tude sur la construction sociale de quartiers etdidentits de lieu, chelle dorganisation locale et processus culturels dans une ville comme Lis-bonne. Socit de quartier dsigne une configuration sociale spcifique rencontre dans cesquartiers et cest ici que rside lun des points de lanalyse comparative propose.

    Mots Cls: Identit. Quartier. Sociabilits. Organisation locale. Processus culturels. Lisbonne.

    Lugar, identidad y sociedades debarrio en Lisboa(Place, identity and neighborhood societiesin Lisbon)

    Cordeiro, Graa ndias1; Costa, Antnio Firmino da2

    Instituto Superior de Cincias do Trabalho e da Empresa(ISCTE). Av. Das Foras Armadas. 1649-026 Lisboa

    BIBLID [1137-439X (2003), 24; 763-785]

    Zainak. 24, 2003, 763-785

    Recep.: 17.07.02Acep.: 19.08.02

    1. Departamento de Antropologia do ISCTE, Lisboa

    2. Departamento de Sociologia do ISCTE, Lisboa

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    INTRODUCCIN

    A modo de introduccin a este texto sobre construccin social de territorios,identidades y barrios en Lisboa es preciso efectuar una breve presentacin delms reciente desarrollo de la antropologa urbana portuguesa, situndola en laconfluencia entre un conjunto de objetos y temas heredados de la tradicinantropolgica nacional y de perspectivas nacidas de un dilogo enriquecedorcon otras disciplinas, y muy especialmente con la sociologa.

    Para ello, es necesario hacer una breve referencia al contexto histrico deldesarrollo disciplinar de la antropologa portuguesa, cuyo recorrido se asemejabastante al de la antropologa en otros pases europeos.

    Podemos situar su inicio a finales del siglo XIX (aos 70/80) teniendo comoobjeto la bsqueda de la originalidad y de la antigedad de la nacin portugue-sa a partir de estudios de literatura y de recogida de tradiciones populares,

    influenciadas por las corrientes difusionistas, evolucionistas y por los modelostericos de la mitologa comparada (Leal: 2000). A partir de los aos 30 y 40 delsiglo XX la etnologa portuguesa se centra en el estudio de las dimensionesmateriales de la cultura y del arte popular, contribuyendo a la aparicin de unaetnografa nacionalista y folklorizante (op. cit.) profundamente connotadacon discursos oficiales de un rgimen autoritario que estuvo en vigor en Portu-gal hasta 1974.

    Aunque se pueda considerar que la moderna etnologa portuguesa comenzcon los trabajos de Jorge Dias3 (1907-1973), tan solo a finales de los aos 70 secrearon las estructuras de base necesarias para la reproduccin del conoci-

    miento antropolgico, con la aparicin de una enseanza universitaria especia-lizada.

    Podemos, por tanto, afirmar que, paralelamente con lo sucedido en la recien-te historia de la antropologa en los restantes pases de la Europa meridional(Homobono, 2000; Signorelli, 1996), donde la tradicin de los mediterranean

    studies se revel como particularmente fuerte, tambin en Portugal la Antropo-loga se desarroll a partir de una neta herencia ruralizante, en un pas cuyo nivelde urbanizacin fue, durante dcadas, poco significativo4.

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    3. Es importante sealar la publicacin de dos ttulos de este autor, en 1948, Vilarinho da Fur-na y Os arados portugueses, como obras que, por un lado, iniciaron grandes estudios con el objeti-vo de inventariar, clasificar, analizar y cartografiar la cultura material del universo campesino y, porotro, estudios de comunidad, efectuados a partir de un trabajo de campo intensivo (Brito, 1992). Enlos aos 50 y 60, los territorios colonizados de ultramar, tambin constituyeron en este periodo, unterreno antropolgico. Los cuatro volmenes sobre los Macondes de Mozambique (1964), investiga-dos tambin por Jorge Dias, constituyen una referencia obligatoria.

    4. Conviene recordar que a mediados del siglo XX Portugal era todava un pas netamente rural,con cerca del 55% de su poblacin vinculada a la agricultura. (Rolo, 1996: 78).

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    As, y aunque la llegada de todo un equipo de profesores/investigadores for-mados en el extranjero (en Inglaterra y Francia sobre todo) haya conducido aldesarrollo de un tipo de investigacin antropolgica radicalmente distinta a latradicin etnolgica nacional (Pina-Cabral, 1991: 37), a lo largo de las dcadasde los 80 y 90, el terreno privilegiado continu siendo un cierto Portugal rural. Elestudio de la vida social urbana, de la inmigracin, del cambio en los estilos devida, de las identidades colectivas, fue dejado para otras disciplinas como lasociologa, la geografa e, incluso, la historia contempornea. En realidad, sepuede afirmar que la antropologa se apart, en cierto modo, de la reflexin que,a partir de los aos 80, fueron produciendo las ciencias sociales sobre la vidasocial en las ciudades y los fenmenos de urbanizacin en Portugal.

    Es, por tanto, en este contexto de desarrollo donde debemos situar el naci-miento de la reciente antropologa urbana portuguesa que comienza a despun-tar, tmidamente, a partir de los aos 80, con algunos estudios de corto alcancey escasa visibilidad. Algunos de ellos abren lneas temticas y dossiers etnogr-

    ficos en los que se profundizar durante los aos 90 hasta hoy. En realidad,podemos afirmar que, a lo largo de los aos 90, se empieza a desarrollar unareflexin antropolgica sobre universos urbanos, no tanto a partir de una granfloracin de campos de estudio, sino ms bien por una profundizacin en cier-tas temticas y lneas de investigacin ya iniciadas anteriormente en estudios demenor importancia y que, en esta dcada, van a aparecer en estudios de casoms profundos, de carcter etnogrfico.

    El tema de esta conferencia el estudio de los barrios como lugares de iden-tidad social forma parte, en cierto modo, de una de estas lneas. Por esa razny con el fin de poder contextualizarlo quisiera hacer referencia, muy breve-

    mente, a algunos de los mbitos urbanos desarrollados a partir de algunasinvestigaciones innovadoras en el campo de la antropologa5, que han contribui-do a una apertura de horizontes en el campo de la antropologa urbana.

    La primera referencia obligada, es acerca de los trabajos pioneros de Joa-quim Pais de Brito sobre el fado, quien a de los aos 80, legitim esta cancinurbana como objeto de inters antropolgico, con varias actividades de produc-cin cientfica. As, no slo coordin un estudio colectivo desarrollado dentro dela licenciatura de sociologa del ISCTE6, en Lisboa, en torno al fado lisboeta comoexpresin de cultura popular urbana y factor de sociabilidad, de donde resulta-ron algunos trabajos interesantes como el de Antnio Firmino da Costa y Maria

    das Dores Guerreiro, sobre el fado en el barrio de Alfama (1984), sino que tam-bin public un conjunto de textos sobre el tema (Brito, 1982; 1983; 1991). Ms

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    5. Ciertas investigaciones hechas en ambientes urbanos, pero con ejes temticos claramenteidentificados con una antropologa industrial, del espacio, de la familia y del gnero, o del turismo,sin que, por consiguiente, las ciudades o parte de las ciudades sean entendidas en su dimensinestructuradora de vida social y de identidad colectiva, no son incluidas aqu pese al indudable inte-rs de tales trabajos.

    6. Instituto Superior de Cincias do Trabalho e da Empresa.

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    tarde, en el contexto de Lisboa 94 Capital Europea de la Cultura, el mismo Joa-quim Pais de Brito, que ya era director del Museo Nacional de Etnologa, coordi-n un estudio colectivo sistemtico durante cerca de un ao y medio, en la ciu-dad de Lisboa, cuyos resultados fueron presentados en una exposicin y en sucatlogo de referencia (Brito, 1994), con la participacin de un conjunto de jve-nes antroplogos. Merece la pena referir el caso de Teresa Fradique, que haestudiado otras expresiones identitarias propias de culturas populares juveniles,con los casos del rap y del hip-hop, entre jvenes descendientes de inmigrantesafricanos y caboverdianos (Fradique, 1999). Tiene mucho sentido incluir estosprimeros trabajos sobre el fado y otras formas musicales en un conjunto temti-co ms amplio que ha investigado tanto formas y expresiones de cultura urba-na, incluyendo aqu tanto prcticas performativas musicales el fado o el rapcomo prcticas ldicas por ejemplo, el juego de la laranjinha (Cordeiro,1987) o festivas y escnicas como el caso del Carnaval o de las marchaspopulares de barrios (Cordeiro, 1997).

    Un segundo conjunto temtico hace referencia a investigaciones sobresocia-bilidades popular urbanas, formales e informales que, a partir de mediados delos 80, han ocupado a antroplogos y socilogos de un modo semejante, aun-que menos expresivo, al de las investigaciones que en esa dcada se efectua-ban en este pas vecino de la pennsula ibrica, en torno al asociacionismo (Cucy Pujadas, 1990; Escalera, 1990). En el campo de la antropologa, estos traba-

    jos se desarrollaron en torno al anlisis de los procesos de construccin de iden-tidades micro-localizadas, y acabaron por hacer de los barrios un lugar privile-giado de observacin. Basta citar, a ttulo de ejemplo, un pequeo estudio explo-ratorio sobre el barrio de la Madragoa, en Lisboa, efectuado por un equipoluso-cataln, coordinado por Joan Pujadas, a finales de los aos 80 y que tuvo

    continuidad en la investigacin de doctorado de Graa Cordeiro, sobre el proce-so de construccin social y territorial de un barrio popular vecino de aquel primerbarrio: el de Bica. Tambin en la ciudad de Oporto hay que destacar los trabajosde Paulo Seixas, que ha investigado un tipo determinado de barrios pobres deesta ciudad, las ilhas (Seixas, 1997).

    Paralelamente, en el campo de la sociologa, hay que hacer referencia al pro-longado estudio que, a lo largo de los aos 80 y 90, Antnio Firmino da Costahizo sobre otro barrio popular Alfama cuya bibliografa, producida duranteestas dos dcadas, constituy una referencia para estudios similares, comosucedi con el estudio antes mencionado de Bica. Las dos tesis de doctorado

    sobre los barrios, que concluyeron en la ltima mitad de la dcada de los 90, enlas reas de antropologa y sociologa, constituyen la base de la reflexin que pro-ponemos aqu reflexin propuesta como una digresin socio-antropolgicasobre barrios concretos en una ciudad especfica, sustentada en puntos de inter-seccin y de confluencia de dos investigaciones diferentes.

    Para finalizar, tambin cabe hacer referencia a dos lneas de investigacinque, a finales de los aos 90 adquirieron alguna visibilidad y que promovieronuna cierta renovacin terica y metodolgica de la antropologa. La primera, entorno a prcticas de consumo de drogas en Lisboa y en Oporto (Chaves, 1998),

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    con especial relevancia de los trabajos sobre la ciudad de Oporto coordinadospor Luis Fernandes. Psiclogo de formacin, reconvertido a la etnografa, esteetngrafo urbano ha dinamizado un conjunto de investigaciones sobre la inse-guridad urbana y los fenmenos de exclusin, a partir de un punto de vista deli-beradamente emic, con rigurosas metodologas de observacin de campo (Fer-nandes, 1998). La segunda referencia es para las investigaciones en el rea deltrabajo y las profesiones, a medio camino entre una antropologa de las organi-zaciones, prcticamente inexistente en Portugal. Susana Duro copartcipe enesta publicacin es la principal referencia, con trabajos en torno a la construc-cin de identidades socio-profesionales en la ciudad de Lisboa (el universo delos tipgrafos y las tipografas ha sido minuciosamente trabajado por ella), estan-do en este momento implicada en una investigacin de doctorado sobre la iden-tidad social y el cambio organizacional en el seno de la polica urbana de Lisboa(Duro, 2003; Duro e Leandro, 2003).

    En realidad, y como se puede observar en esta breve sntesis, pese a existir

    algunas referencias a la segunda ciudad ms grande del pas Oporto la ver-dad es que Lisboa se ha constituido como un lugar privilegiado de investigacin.Vamos, pues, a centrarnos en ella.

    Durante los aos 80 y 90 dos barrios de Lisboa fueron objeto de sendos estu-dios socio-antropolgicos7. Alfama, de una dimensin relativamente grande, enel ncleo histrico de Lisboa, muy visible y explcitamente patrimonializado des-de finales del siglo XIX (estudiado a lo largo de la dcada de los 80 y 90 por Anto-nio Firmino da Costa) y el minsculo barrio de Bica, tambin en el casco antiguo,relativamente desconocido hasta los aos 50 del siglo XX, fecha a partir de lacual consigui ganar alguna visibilidad, siendo hoy considerado junto con Alfa-

    ma como uno de los barrios ms tpicos de Lisboa (estudiado a principio de losaos 90 por Graa ndias Cordeiro).

    Con la presentacin de estos dos casos, y ante la imposibilidad de desarro-llar la descripcin y el anlisis integrado relativo a cada barrio, el objeto de esteartculo es aportar una reflexin sobre la construccin social de barrios y de iden-tidades de lugar, escalas de organizacin local y procesos culturales en una ciu-dad como Lisboa.

    El modelo especfico de configuracin social que Antnio Firmino da Costaencontr en Alfama y que le llev a denominarlo como sociedad de barrio, se

    puede aplicar al caso de Bica y aqu es donde radica uno de los puntos del an-lisis comparativo propuesto. Se trata de una denominacin discutible, inspiradaen otras que se hicieron clebres en las ciencias sociales, como, por ejemplo, lasociedad de esquina, de William Foote Whyte (1981), o la sociedad de corte,de Norbert Elias (1987). Esta configuracin social se caracteriza por la redundan-

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    7. Este texto retoma trabajos anteriores de ambos autores y, muy en particular, el publicado enla obra colectivaAntropologa Urbana, editado por Gilberto Velho (ver Cordeiro y Costa, 1999).

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    cia estructural de un conjunto de dimensiones interconectadas, comprendiendoespacios residenciales, formas urbanas particulares, marcos sociales densos ypolifacticos, sedes privilegiadas de sociabilidad, escenarios de produccin cul-tural propia y referentes de representaciones identitarias destacadas.

    Ambos casos proporcionan la base para dos desmentidos tericos, aparen-temente de sentido contrario, frecuentes en el anlisis de las sociedades urba-nas- de que ni el contexto local se ha vuelto irrelevante, ni las configuracionesculturales locales suponen guetos sociales. A partir de un fundamento etnogr-fico, son criticadas las tesis actuales sobre la descontextualizacin de las rela-ciones sociales en la poca de la globalizacin, la deslocalizacin de las redesde interconocimiento o el fin de los espacios locales como marcos relevantesde estructuracin social, el confinamiento de la interaccin a los no-espaciosde paso efmero y a los regmenes relacionales de anonimato, contraponindo-se la importancia de las redes sociales mltiples, de los cuadros de interaccio-nes locales y de ciertas formas simblicas.

    Esas tesis tienden a absolutizar, como exclusivas, aqullas que son, efectiva-mente, dimensiones o formas sociales emergentes, o de presencia actual ms des-tacada, pero que coexisten, en articulaciones a investigar, con otras dimensionesde las relaciones sociales y con las formas recurrentes que estas asumen.

    En trminos tericos ms generales, los casos analizados llaman la atencinsobre el hecho de que gran parte de la vida social transcurre en contextos de pre-sencia conjunta e incluye interacciones cara a cara. Eso no significa, evidente-mente, que no haya muchos aspectos de las relaciones humanas, de la organi-zacin de las sociedades y de los procesos sociales que se estructuren y desa-

    rrollen en otros niveles. Pero no se concretizan en un vaco interactivo. Por elcontrario, al traducirse en prcticas sociales, son mediados, o por lo menos seinterseccionan y son interseccionados permanentemente por constreimientosy dinmicas interactivas, inscribindose en determinados y variados marcos deinteraccin.

    La importancia de los marcos contextuales de relaciones sociales de interac-cin, de las cuales las sociedades de barrio de Alfama y de Bica son ejemplos,no significa que estos contextos locales constituyan guetos sociales, detenidos enel tiempo y cerrados al exterior. Por el contrario, lo que la investigacin permitiverificar fue que tales contextos, en los cuales se da la densificacin de lazos

    sociales y de formas simblica referida, no slo son afectados por significativosprocesos de cambio, sino que tambin se constituyen como escenarios de mlti-ples intersecciones de carcter estructural, institucional, relacional y cultural.

    FIESTA, BARRIOS Y CIUDAD

    Como cualquier otra ciudad, Lisboa posee un conjunto de rasgos caractersti-cos, ms o menos emblemticos, que la identifican, alimentando algunas imge-nes muy conocidas: baada por el ro Tajo, situada sobre siete colinas, cantada por

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    el fado, festejada por los santos populares de junio, poseedora de algunos barriospopulares, pintorescos y tpicos, como si se tratase de aldeas... esta ltima imagende Lisboa como ciudad de barrios ha sido persistentemente remodelada a lo largode este siglo hecho que, slo por s mismo, merece algunos comentarios.

    La fiesta anual de los santos populares San Antonio, San Juan y San Pedroorganizada y financiada por el gobierno municipal en estrecha colaboracin conalgunas de las mltiples asociaciones locales, ha contribuido a la consolidacinde esta imagen de una ciudad polarizada en torno a pequeos ncleos de con-vivencia, considerados habitualmente como microcosmos residuales de vidacomunitaria. Los arraiais (como verbenas) que adornan parte de las calles dealgunos barrios de la ciudad vieja, y las marchas de barrios populares que con-curren entre s en un desfile ritualizado, representando y escenificando la espe-cificidad de cada lugar urbano, no slo han definido una jerarqua de prestigioentre los barrios participantes en estos concursos sino que, sobre todo, hanfomentado la propia produccin de estos barrios.

    En realidad, esta fiesta ha contribuido a sedimentar en la memoria colectivaun conjunto limitado de barrios populares que acaban por circular en los varia-dos soportes de informacin turstico-ldica sobre la ciudad. Si se preguntase acualquier lisboeta cules son los barrios populares de Lisboa, l respondera queson aquellos que participan en las marchas populares. Santos populares ybarrios populares se confunden, as, en el imaginario y en el ciclo festivo anualde la capital, definindose mutuamente en su historia y en sus temas.

    Quienes representan estos barrios son las colectividades, asociacionesvoluntarias con una base social territorial. Organizan las fiestas en su conjunto,

    coordinadas, pagadas y premiadas por el ayuntamiento, que organiza diferentesconcursos como forma de obtener una mayor participacin. Adems de hacer lafiesta y de publicitar el barrio, stas desempean un papel fundamental en laexpresin de un cierto bairrismo local, que se expresa en la rivalidad producidapor un sentimiento de pertenencia a su barrio, exagerado en el mbito de losconcursos existentes. Entretanto, estas asociaciones tambin promueven, conintensidades variables, otros tipos de sociabilidades de barrio; son redes deestructuracin y afirmacin de grupos locales, dinamizan las actividades ldicasy/o deportivas, se constituyen como interlocutoras privilegiadas del poder localautrquico, se apropian y definen elementos importantes de la vida colectivalocal. Algunas de estas colectividades de barrio no slo participan de la vida

    social cotidiana, sino que tambin contribuyen a la (re)creacin de una identidadde barrio construyendo una imagen unitaria del mismo, de cara al exterior, en elmomento de enfrentarse a otros barrios.

    Por estas razones se podra afirmar que los barrios populares8 son, actual-mente, representaciones que integran la propia realidad social de la ciudad, que

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    8. La denominacin de barrio popular se fue fijando a la par de la organizacin de las prime-ras performances de las marchas populares de los barrios, a partir de los aos 30. Otras denomi-naciones han sido adoptadas para referirse a este concepto: barrios histricos, barrios tpicos.

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    los instituye como uno de sus bienes patrimoniales ms preciados. Representana la ciudad, a su memoria, a su historia, su pueblo, sintetizan un conjunto detemas y comportamientos culturales especficos de Lisboa y, por eso, son consi-derados tpicos. Varinas9, fadistas, aguadeiros (aguadores), vendedores ambu-lantes, marineros,saloios10, criados y aristcratas, son solo algunas de las figu-ras tpicas que los barrios congregan en las calles, en el desfile anual de las mar-chas, invocando as mismo el mar, el ro, las huertas, los pregones, las fuentes ylos caos, los tranvas, los mercados...

    Pero adems de representar la ciudad, en los temas comunes que actualizanestas evocaciones cclicas, estos barrios tambin representan realidades con-trastadas. Integran un continuum urbanizado de dimensiones variables consiglos de historia, revelando diferentes inserciones urbansticas, histricas yadministrativas. En el plano del significado cultural, poseen una unidad temti-ca (Lynch, 1982: 58) compuesta por caractersticas morfolgicas, sociales, his-tricas e incluso mticas, que remiten a situaciones histricas pasadas e ideali-

    zadas.

    En el plano de su existencia local, no poseen, sin embargo, fronteras territo-riales estables. Son territorios sociales aproximados cuya definicin pertenece,exclusivamente, al dominio de la tradicin oral, ya que la ms pequea divisinadministrativa y poltica del territorio portugus, rural y urbano, es la freguesa lacual no tiene, por general, una posicin importante en el plano social y de lasidentidades colectivas en las reas urbanas. Los nombres de los barrios que,en algunos casos se consideran referencias locales y que dan paso a comporta-mientos de rivalidad expresivos no van ms all, al final, de designacionestopogrficas populares, sin consagracin oficial (Silva, 1930: 3).

    As pues, los barrios aparecen como espacios reales e imaginados, intrnse-camente articulados con otras unidades sociales: desde los pequeos ncleosde interaccin vecinal informales, a menudo estructurados en pequeas redes,o polarizados en torno a una calle, a una asociacin o a una tienda; pasando porla freguesa, unidad administrativa y poltica ms amplia, con un conjunto de fun-ciones atribuidas en la participacin de la vida social local, o por la parroquia,unidad territorial eclesistica que no coincide muchas veces con la freguesa;hasta un conjunto de instituciones al nivel de consejo, regional o nacional, conlas cuales interaccionan los habitantes. De hecho, cualquiera de estas unidadesms o menos localizadas parecen ser ms fcilmente identificables que el

    barrio, el cual, a primera vista, surge como un lugar indefinido, fluido, difcil-mente abarcable en sus fronteras.

    Podemos, por lo tanto, preguntarnos: es el barrio un lugar intermedio entreesas pequeas unidades de habitantes y unidades ms grandes? O ser una

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    9. Vendedoras ambulantes de pescado.

    10. Se denomina as a los campesinos periurbanos de Lisboa, en concreto de la zona norocci-dental de la provincia de Extremadura.

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    entidad virtual que no va ms all de una tradicin inventada y producida porentidades ajenas a sus habitantes, con un valor simblico indiscutible para lospropios habitantes pero sin correspondencia alguna con otros colectivos local-mente estructurados?

    En realidad, estas sub-regiones urbanas de tamaos y configuraciones dife-rentes, designadas habitualmente como barrio, constituyen unidades socio-espaciales problemticas por s mismas. Permeables y, sin embargo, identifica-bles, no slo en los ritmos de una prctica social cotidiana etnografiable, sinotambin en las imgenes resultantes de un bricolaje coproducido endgena yexgenamente; y, ante todo, como participantes activos en la permanente cons-truccin cultural de las diferentes mitografas, imgenes y narraciones que cadaciudad escoge para vestirse los barrios son espacios para buscarse, identifi-carse, indagar, cuestionar.

    ALFAMA: PARADOJAS DE UNA DOBLE IDENTIDAD

    Un problema que plantea el barrio de Alfama a quien pretenda estudiarlo des-de una perspectiva antropolgica o sociolgica es, si se puede decir as, el de suexceso de visibilidad. Por decirlo mejor, se trata de un desafo, de una carac-terstica que complica el anlisis, pero que tambin proporciona acceso a unconjunto de interesantes cuestiones.

    De hecho, Alfama es un barrio muy conocido. Forma parte del ncleo antiguode la ciudad de Lisboa. Es uno de sus barrios histricos o barrios populares,como all es costumbre llamarlos. En este caso, las dos denominaciones van uni-

    das, pero en otros muchos lugares esto no sucede.

    Este es, posiblemente, uno de los referentes urbanos que ms han con-tribuido en la construccin simblica de la imagen tpica de Lisboa, comociudad de historia milenaria y en cuanto ciudad de barrios. Barrios stos, pre-cisamente, que evocan la ya mencionada antigedad y que, al mismo tiem-po, apelan a una cierta imagen de la vida popular urbana lisboeta, con esti-los de sociabilidad caractersticos (el estilo alfacinha11, que se ve a s mismocomo habilidoso y convivencial, solidario y pendenciero, agudo y sarcstico)y formas culturales propias (del fado vado cantado informalmente en lasasociaciones, los restaurantes y las calles, hasta las marchas popularesque, en el verano, desfilan representando a los barrios en las fiestas de laciudad).

    Los dos atributos mencionados, de barrio histrico y barrio popular, resu-men de algn modo los contenidos de la imagen ms habitual, profusamentedivulgada, acerca de Alfama. Imagen esa que, sin embargo, es producida en

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    11. Se denomina alfacinha al habitante de Lisboa y, con ms propiedad, al lisboeta de puracepa.

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    gran medida por un conjunto de discursos de origen exgeno al barrio aspectofundamental al que es importante volver.

    Alfama se encuentra en la franja riberea de la capital, en la ladera que des-ciende desde el castillo de San Jorge hasta la orilla del ro Tajo. Estuvo caracte-rizada, a lo largo del tiempo, por un conjunto de actividades martimas, portua-rias, aduaneras, y por otras, a menudo relacionadas con aquellas, de carcterms o menos marginal.

    El entramado urbano del barrio se remonta al periodo de la dominacinmusulmana. Aunque destruido, como gran parte de Lisboa, por el terremoto de1755, volvi a erigirse segn el tipo de trazado original, compuesto por callejo-nes, callejuelas y pequeas escaleras al contrario de lo que sucedi con lareconstruccin rectilnea, de inspiracin iluminista, del centro poltico y monu-mental de la ciudad, conocido como la baixa pombalina.

    Esas marcas histrico-urbansticas estn, adems, presentes de forma cen-tral en la gran variedad de discursos a travs de los cuales Alfama ha acabadopor ser constituida, de forma recurrente, como una de las referencias emblem-ticas de Lisboa. Prcticamente no tienen en cuenta los textos que hacen men-cin al barrio, sean estos anlisis histricos, estudios geogrficos, ensayos arqui-tectnicos, inventarios patrimoniales, estudios etnogrficos, o artculos periods-ticos.

    Alfama aparece tambin, muy frecuentemente, en la literatura, en la pintura,en el dibujo, en la msica, en el cine, en el vdeo y en los cmics. Todo esto, por

    no hablar de las mltiples y diversas maneras como se la hace referencia entodo momento, y es evocada y retratada en una cantidad innumerable de guasurbanas, lbumes fotogrficos, documentales televisivos, folletos tursticos,mapas, itinerarios, carteles y postales.

    Adems de eso, Alfama se visita. No hay recorrido turstico en Lisboa que nopase por el barrio, bien sea en excursiones, visitas guiadas o paseos individua-les. Por otro lado, de noche, es uno de los lugares a los que los turistas se tras-ladan en busca de las casas de fados. Podemos mencionar tambin las visitasde estudio, en las que los profesores conducen a los alumnos, de todo el pas, alo que consideran ser el espacio privilegiado para una leccin fundamental de

    Historia de Portugal.

    Proliferan todava ms las visitas festivas, durante el mes de junio, debido alas llamadas fiestas de los santos populares. Muy especialmente, en la nochede San Antonio, del 12 al 13 de junio, vspera del da festivo municipal, Alfamase convierte en uno de los palcos por excelencia de las fiestas de la ciudad, con-centrando multitudes que bailan en las verbenas, comen sardinas asadas, com-pran manjericos, visitan los tronos de San Antonio, aglomerndose en lasapretadas calles del barrio, durante la clida noche de verano hasta llegar lamadrugada.

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    Alfama es, por tanto, profusamente descrita y representada, visitada ycomentada. Se genera, de este modo, una curiosa paradoja de identidad. Alfa-ma satura los folletos de propaganda turstica y el imaginario colectivo de los por-tugueses. En cambio, tal y como se indica en las breves notas anteriores, la visi-bilidad social del barrio, y las imgenes especficas en que tal visibilidad se tra-duce, son producidas en gran medida, no por la poblacin local, sino desde elexterior.

    Tales construcciones sociales de la identidad cultural de Alfama tienden aasumir un tono predominantemente patrimonialista. Esto sucede a travs de losmecanismos socio-simblicos precisos, pero sera demasiado ambicioso intentarcaracterizarlo aqu en su conjunto. Puede ser interesante, sin embargo, sealaralgunos de los principales rasgos.

    En los enunciados portadores de ese registro patrimonialista, Alfama tieneuna identidad notable porque es antigua, porque se encuentra histricamentevinculada al nacimiento de la ciudad y a su desarrollo en pocas ms o menosmitificadas, y porque conserva importantes huellas visibles de todo sto. Sonellas las que, al final, constituyen su (y la constituyen en) patrimonio.

    La cuestin de geninuidad se convierte, en este contexto, en tema perma-nente de polmica. Tal tipo de controversia, siempre repetida, tiende a plantear-se, antes que nada, respecto a la autenticidad diferencial de este o de aquelelemento fsico del barrio, edificio o espacio pblico. Pero, dicho sea de paso,tambin es frecuente que surjan a propsito de otros aspectos, prcticas socia-les u otras formas culturales, en una prolongacin del mismo rgimen de repre-sentaciones simblicas. Tales polmicas, recurrentes, acaban por convertirse en

    operadores de la sedimentacin social de los mencionados discursos de identi-dad de tipo esencialista.

    Objeto de un fuerte revestimiento simblico externo, con diferentes orienta-ciones, desde las historiogrficas y pedaggicas hasta las tursticas y urbansti-cas, pasando por las periodsticas, artsticas y polticas, Alfama es el ejemplo delo que sucede cuando la elaboracin de ciertas formas de identidad cultural refe-ridas a un lugar concreto en este caso un espacio urbano con huellas fsicasnotables connotadas de antigedad no influye, en lo fundamental, en los gru-pos sociales locales, en sus modos de vida ni en sus patrones de conducta, peros en una mirada externa, capaz de imponer simblicamente modos de visibili-

    dad y criterios de valoracin.

    La cuestin es decisiva porque, al mismo tiempo, tal como la investigacin insitu permiti verificar de sobra, los habitantes del barrio segregan, respecto a l,sentimientos de pertenencia y referencias identitarias, pero de otro tipo, a partirde sus propias experiencias de vida cotidiana y de su marco de existencia social.

    Estas otras formas de identidad cultural tienen tambin a Alfama como refe-rente, pero no asumen, en un primer plano, una configuracin de tipo patrimo-nialista. Se trata, eso s, de representaciones cognitivas del barrio y de referen-

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    cias afectivas respecto a l como territorio de prcticas diarias, palenque de exis-tencia corriente, contexto de familiaridad, fuente de recursos, sede de estrate-gias sociales, escenario de episodios vividos o narrados, sede de estrategiassociales, escenario de episodios vividos o contados, lugar de experiencias com-partidas, marco de relaciones de pertenencia colectiva.

    El barrio es habitado por una poblacin con un perfil social popular urbano.Hasta hace poco tiempo era nuclear el contingente de pescadores, marineros,estibadores y otros trabajadores del puerto. Adems, olas sucesivas de pobla-cin de algunos pueblos y aldeas de regiones rurales del interior del pas llega-ban, a travs de procesos de migracin en cadena, a residir a Alfama y a traba-

    jar en la actividad portuaria.

    El nmero de trabajadores martimos, portuarios y aduaneros ha disminuidomucho, pero el sector an es importante. Tambin los trabajadores y las traba-

    jadoras industriales est disminuyendo. Gran parte de las mujeres trabaja en

    actividades de servicio personales y domsticos. En las nuevas generaciones seencuentran, sobre todo, hombres y mujeres empleados en las oficinas y en elcomercio, o como funcionarios de la administracin pblica, en general pococualificados. Los niveles de escolaridad, aunque bajos, van aumentando gra-dualmente, as como va aumentando poco a poco la cualificacin de las profe-siones. Existe todava cierto nmero de pequeos comerciantes, muchos deellos con establecimientos en este lugar.

    Simultneamente, la estructura social del barrio contuvo siempre un conjun-to, relativamente poco numeroso, pero importante en trminos de influenciasocial, de elementos de clases medias y altas, con los cuales los habitantes de

    perfil social popular mantienen relaciones especficas, en una especie de sim-biosis clientelar y conflictiva la cual, adems, es tematizada de forma significa-tiva en las formas culturales locales.

    La morfologa fsica del barrio, su composicin de clase, las actividades eco-nmicas all practicadas, la densidad de las redes sociales locales, la frecuencia,la intensidad y repeticin de las interacciones cotidianas, la importancia del aso-ciacionismo, el modo como se insertan en el espacio las instituciones supralo-cales, la lgica de las rivalidades barristas con otros lugares de la ciudad, todosto lo convierte en un marco de interaccin propicio para la produccin conti-nua de formas culturales con un gran potencial simblico y fuerza expresiva del

    cual el fado, las fiestas y las marchas son ejemplos.

    Simultneamente, y en cierto modo por eso mismo, constituye tambin unmarco de interaccin propicio para la emergencia de manifestaciones de mar-cada identidad cultural local emergencia persistente no porque tenga nada deesttico, sino ms bien correlativos de los procesos de cambio que est atra-vesando el barrio. Por otro lado, adems de los ya referidos, otro de esos pro-cesos, el de rehabilitacin urbana, actualmente en curso, fue desencadenado,en la dcada de los 80, por un importante movimiento social que se apoy engran medida, en la fuerza de las modalidades de identidad cultural localmente

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    existentes, las cuales contribuyeron a reconfigurarse parcialmente durante elproceso.

    Se superponen, por tanto, dos formas de existencia de la identidad culturalde Alfama. Es como si se tratase de dos imgenes diferentes, las cuales se fun-den parcialmente, en lo que podra denominarse un efecto de superposicindesenfocada de las imgenes de identidad.

    Obsrvese que, en un segundo plano, los habitantes del lugar estn, ellosmismos, sujetos, a diario y de mltiples formas, a los discursos patrimonialistassobre Alfama. De este modo, la superposicin simblica se vuelve todava msenmaraada, en la medida en que las representaciones de identidad de las cua-les la poblacin local es portadora, ms all de los aspectos que emergen direc-tamente de la vida cotidiana del barrio, incorporan elementos inculcados a par-tir de los referidos discursos exgenos.

    En cierto sentido, es como si se asistiese a una completa inversin de posi-ciones cuando, muchas veces, son los habitantes del barrio los que acabansituados en una posicin de observadores ajenos, mediante marcas patrimonia-les de un pasado del que son otros, llegados desde fuera, los principales cono-cedores.

    Tal vez en ninguna otra circunstancia se observen con tal nitidez, hoy enda, los mecanismos de dominacin simblica, paradjicos a su modo, inhe-rentes a la produccin de formas usuales de identidad cultural patrimonialis-ta, que en las acciones pedaggicas que diversos tipos de agentes profeso-res, tcnicos, arquelogos, animadores culturales y otros desarrollan con la

    intencin de dar a conocer a la poblacin del barrio sus memorias o per-mitir que esa poblacin se apropie de su pasado histrico.

    Lo que aqu se revela de la dominacin simblica, ms que de la accin infor-mativa en s, es, sobre todo, el presupuesto implcito de que la poblacin localno tiene otra base relevante u otro contenido posible para una identidad culturalpropia que no sea esa referencia a un pasado remoto, aprendida a travs de latransmisin didctica. Las elaboraciones simblicas inscritas en los patrones deconducta actuales, las manifestaciones de creatividad individual y las modalida-des de expresin colectiva presentes en las relaciones de sociabilidad, en lasprcticas rituales y festivas, en las formas culturales localmente producidas

    son ignoradas de forma pura y simple, o si no son descalificadas de forma tci-ta como culturalmente subalternas y poco interesantes, o incluso son conside-radas como condenables.

    En resumen, los agentes sociales que construyen las representaciones sim-blicas dominantes de identidad cultural en Alfama (de tipo esencialista y reifi-cante) no son las poblaciones protagonistas de la vida social local poblacionesstas que van circulando y cambiando, contradiciendo la supuesta continuidadmilenaria implcita o explcitamente postulada por las concepciones de identidadpatrimonialista. Y, a su vez, las formas de identidad cultural que la poblacin

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    local produce, a partir de la propia vivencia de los marcos de relacin social enlos que estn inscritas, tienden a ser desvalorizadas o folklorizadas muy fre-cuentemente por aquellos agentes externos.

    BICA: DE LUGAR MNIMO A BARRIO TPICO

    El barrio de Bica contrasta, a varios niveles, con Alfama. Relativamente pocovisitado, situado en la frontera de dos freguesas, casi omitido en la bibliografaolisipogrfica12, frecuentemente ausente en los planos tursticos, el pequesi-mo lugar de Bica continua siendo, an hoy, uno de los barrios tpicos ms invo-cados y menos conocidos de Lisboa. El funicular que atraviesa, desde 1892, unade sus arterias la calle de Bica Duarte Belo constituye el primer elementoidentificador del barrio, de tal modo que para cualquier forastero lisboeta, Bicase confunde con el elevador de Bica. Paradjicamente, ese elevador, al estable-cer una conexin cmoda entre la parte alta y baja de esta rea residencial, aca-

    ba por acentuar su insularizacin, al permitir que los transentes recorran estepromontorio occidental sin tenerlo que cruzar. Las pocas aunque arduas cal-zadas, travesas y escaleras que componen esta especie de enclave se escon-den tras los altos y slidos edificios pombalinos que se encuentran a lo largo dela comercial calle de So Paulo, fundada en la segunda mitad del siglo XVI y par-cialmente reconstruida tras el incendio que la devast despus del terremoto de1755.

    Contrariamente a la innegable visibilidad de Alfama, el barrio de Bica sigueteniendo una relativa invisibilidad social. Situado en un valle en declive, encaja-do, por un lado y por otro, entre dos colinas (Alto de Santa Catarina y Alto de las

    Chagas), Bica no deja de ser un lugar minsculo limitado, al norte y al sur, pordos ejes rodoviarios relativamente movidos. Mientras que Alfama comprende,aproximadamente, dos freguesas So Miguel y So Estevo, Bica ocupa,actualmente, una reducida superficie limtrofe de la freguesa de Sao Paulo. Elbarrio al que hoy se llama Bica (afortunadamente ms extenso de lo que era enel pasado) perteneci, hasta 1959, a dos freguesas diferentes, Santa Catarinay Sao Paulo, siendo por esa razn atravesado por una frontera administrativa,que se nota en la ruptura an hoy visible entre una Bica de Arriba y una Bica de

    Abajo, la primera ms ligada a Santa Catarina, la segunda a Sao Paulo.

    En realidad, el ncleo duro de este barrio su sitio propiamente dicho

    corresponde, genricamente, a esa Bica de Abajo, perteneciente desde siemprea una freguesa riberea, histricamente asociada a todo un abanico diversifica-do de actividades industriales, portuarias, martimas y pesqueras actividadeshoy en proceso de reconversin de un modo similar a lo que sucede en Alfamay en otros barrios de ribereos de esta ciudad. Sin embargo, a pesar de estas

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    12. Integrada por apuntes historicos, miticos, arquitectnicos, urbansticos y etnogrficos sobrela ciudad de Lisboa denominada Olisipo en tiempos de los romanos sobre todo sus aspectos msantiguos y tradicionales, desde una perspectiva localista.

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    fuerzas de cambio, es perfectamente visible, en este pequeo lugar la existen-cia de un marco de interaccin local, idntico al de Alfama, que incorpora algu-nos elementos que dan testimonio de una relativa cohesin social y cultural,donde se pueden destacar: un fondo socioprofesional comn, una red imbrica-da de parentescos y alianzas explicadas, en parte, por una cierta estabilidadresidencial de algunas generaciones y por fenmenos de migraciones en cade-na, en pocas ms antiguas, y una expresiva intensidad de interacciones coti-dianas.

    Sus edificios envejecidos, en algunos casos con races seisentistas y sete-centistas constituyen un buen ejemplo de la arquitectura corriente y popularquefue fijando continuamente un tipo de poblacin con estatuto de subalternidadsocial, relativamente empobrecida. La densidad habitacional que ste, comootros barrios similares, sufrieron a lo largo de este siglo, puede ser ilustrada porel proceso de crecimiento casi espontneo de nuevas casas en un espacio tanreducido, visible tanto en la parte trasera como en la fachada de estos edificios.De este modo, los espacios comunes y los pequeos patios existentes en la par-te trasera de estos edificios fueron siendo ocupados por chabolas que se trans-formaron en casas; as como los propios edificios fueron creciendo en altura,siendo la proliferacin de una lnea de boardillas apretadas responsable de laapariencia de tnel que tienen algunas de sus calles, hecho que, asociado aldeclive de sus calles, ha permitido un sabio aprovechamiento de la valorizacinescnica de las verbenas (arraiais) de los santos de junio.

    Sin embargo, por contraste con Alfama, Bica posee, pese a todo, muchos ele-mentos en comn, hecho que permite una comparacin entre ambos. Ademsde pertenecer a la misma ciudad, su historia ms reciente es, hasta cierto pun-

    to, equivalente. Desde mediados del siglo XIX sus poblaciones crecieron y sedensificaron, asistiendo a una recomposicin de su tejido social, alimentado porolas migratorias de poblaciones oriundas del litoral y del interior del pas, y tam-bin de Galicia, atradas por trabajos relacionados con una pequea industriali-zacin y, sobre todo, con las actividades portuarias y martimas. As, ambos sonbarrios que se sitan en la franja riberea de Lisboa y su pequea historia lesaproxima: casas envejecidas y pobres en una red urbana apretada y confusa,ms sinuosa en Alfama, fruto de una sedimentacin que se remonta a la urbemusulmana, menos enmaraada en Bica, nacida de un nuevo urbanismosecentista, aunque ambas aparezcan como labernticas, hechas de callejones,escaleras, callejuelas y patios...; estrechas redes de solidaridad y de ayuda

    mutua centradas en fuertes relaciones de vecindad y que protegen el barrio delexterior acentuando su aire de cierre; un estilo de vida muy semejante en el pre-dominio del trabajo y de las manifestaciones ldico-festivas carnaval, santospopulares, fado. Si observramos Lisboa con los ojos de un socilogo de Chica-go de los aos 20 diramos que ambos barrios pertenecen una misma rea natu-ral (Park et alii, 1925).

    A pesar de que el barrio de la Bica desde el punto de vista urbanstico porsu trazado y por su edificacin se integra en un conjunto setecentista msamplio, el caso es que surge como una isla enclavada en el centro de la ciudad,

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    definida por los rasgos de ocultacin y segregacin. El hecho de que este encla-ve haya sido ocupado, sistemticamente, por poblaciones bastante empobreci-das contribuy, sin duda, a esta invisibilidad. El paralelismo que, al nivel urba-nstico y sociolgico, se puede establecer entre su eje central la Calada daBica Grande y un patio de Lisboa o una ilha de Oporto, es de tal forma eviden-te que es inevitable hacer hincapi en ello.

    Aunque este aislamiento sea relativo ya que Bica, como unidad residencialque es, solo se clausura respecto al modo de vivir, pues las mltiples formas deganarse la vida de sus habitantes siempre sobrepasaron los horizontes de susestrechas y arduas calles, desempeando una gran diversidad de papeles gene-radores de redes de relacionales e interdependencias fuera del barrio se puedeafirmar que durante mucho tiempo este barrio fue un lugar ignorado, por su omi-sin recurrente, constituyendo una especie de gueto en la memoria oficial de laciudad de Lisboa. Mientras que Alfama, ya a finales del siglo XIX era claramentevalorizada, por parte de una elite de intelectuales lisboetas, como un lugar memo-rable, Bica fue, hasta tiempos recientes una referencia vaga. Slo a partir de losaos 50 este lugar minsculo gan una mayor visibilidad, debido a su participa-cin en el concurso de las marchas populares, y por la tenacidad con que sushabitantes han conseguido hacerse barrio, e incluso, convertirse en uno de losbarrios ms tpicos de Lisboa entrando as en el imaginario y la representacinde una ciudad.

    En realidad, Bica poda haber continuado olvidada de la ciudad, de no serporque, en 1952, una casualidad no hubiese llevado a un pequeo grupo dehabitantes, socios de una de las colectividades existentes en el barrio, a organi-zar en un tiempo rcord la Marcha de Bica para remediar el fracaso de una mar-

    cha que no lleg a existir en el entonces popularsimo concurso de las Marchasde los Barrios Populares, anualmente organizado por el gobierno de la ciudad. Elprimer lugar que gan de inmediato, repetido en los aos posteriores, no slo lopromovi rpidamente a la cima de una jerarqua de barrios tpicos, sino quetambin revel una capacidad de movilizacin colectiva fuera de lo comn que,an hoy, es apreciada por todos lo que tienen alguna familiaridad con la prepa-racin de esta performance festiva.

    El Martimo Lisboa Clube es la asociacin que ha organizado la marcha y unode los arraiais (verbenas) el ms famoso de este lugar. Situado en plena Bicade Abajo, esta colectividad comenz por ser un equipo de ftbol de los jvenes

    martimos del barrio que acab por formalizarse a inicio de los aos 40, con elalquiler de una casa que acab por ser su sede. Con una composicin funda-mentalmente masculina, esta se ha afirmado como una interlocutora privilegia-da del poder municipal, siendo el principal vehculo de comunicacin estableci-do precisamente a partir y como pretexto de las fiestas de los santos popula-res. Su rea de influencia, detectable por la direccin de sus cerca de doscientosasociados, se reduce, prcticamente, a la calzada donde se localiza su sede. Esun pequeo grupo de jvenes pertenecientes a este pequeo ncleo de vecin-dad, que anualmente se responsabiliza, no slo de la movilizacin y organizacinde algunas decenas de habitantes para participar activamente en la preparacin

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    y produccin de las fiestas (lo que implica seis meses de trabajo voluntario) sinotambin de la definicin de la imagen (con los temas, colores, msicas, trajes,etc.) que su marcha va divulgar a travs de la ciudad en el desfile de las Marchasde los Barrios Populares.

    Habiendo llegado tarde al universo de los barrios populares, lo que mejor leha caracterizado es esa creatividad persistente por parte de sus habitantes, que,en un persistente trabajo de bricolaje van relacionando algunos de los elemen-tos olvidados en la deriva del imaginario urbano. Contrastando con otros barrios,sedimentados en la historia y en el imaginario de Lisboa por una asociacin apersonajes tpicos o a hechos y leyendas de su historia (Madragoa y sus varinas,la Mouraria y Alfama con sus fadistas, Alcntara y sus marineros), este barrioacab por imponerse, con la total ausencia de estos elementos, como uno de losbarrios ms tpicos, fruto de una publicitacin sistemtica de su imagen a lacual no fue ajeno su contexto ecolgico y vivencial de su creatividad perseve-rante, de su voluntad de afirmacin. La figura del aguadeiro, evocando el aguade sus caos y sus fuentes y la valorizacin de ese pequesimo enclave en elmismo corazn de la ciudad, con el arraial celebrado en el mes de junio, hancontribuido en la afirmacin de un micro-lugarsimblicamente agrandado gra-cias al esfuerzo conjunto de un puado de hombres y mujeres.

    La presencia continua, es este pequeo espacio urbano, de algunas unida-des sociales, fuertemente territorializadas y producidas colectivamente lacolectividad, la calle, algunas redes familiares como motores que recrean cons-tantemente y se apropian de una entidad representada y proyectada el barriotransform este pequeo lugar escondido en un barrio tpico.

    Su morfologa fsica topografa, habitacin, plano urbano las caractersti-cas socioeconmicas y culturales de su poblacin, la existencia de redes fami-liares que estructuran prcticas cotidianas de sociabilidad, la sedimentacin deuna historicidad local, son slo algunos de los elementos que, endgenamente,contribuyeron decisivamente a la reciente metamorfosis (Velho, 1994) de esteespacio urbano. Exgenamente y abarcando mucho ms, el proceso cultural dedefinicin de la realidad (op. cit.), interdependiente de la produccin de las fies-tas de los santos populares, se instituy como un barrio representativo de la ciu-dad.

    Por lo tanto, se puede afirmar que este barrio tpico naci de un proceso cul-

    tural compartido a varios niveles local y supra-local y, a travs de varios tiposde mediadores, siendo el ms importante la asociacin local antes referida.

    Sin embargo, tal vez debido a su reciente protagonismo en la sedimentacinde algunos barrios-tema del imaginario de Lisboa, el proceso de superposicindesenfocada de imgenes identitarias, antes referido a propsito de Alfama, esaqu ms incipiente. La casi inexistencia de imgenes del barrio producidas porel exterior y ya cristalizadas, hacen que se asista, en el caso de Bica, a una espe-cie de historicidad emergente que provoca una cierta frescura en la creatividadcon que, cclicamente, Bica impone sus temas, sus colores y sus imgenes.

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    El patrimonio reivindicado y, hasta cierto punto, recreado por los ldereslocales normalmente identificados con la colectividad de Bica de Abajo sesita en un tiempo histrico ms recientemente que en el caso de Alfama, ytiene como eje de referencia la calle, espacio casi sagrado a preservar, inclu-yendo un conjunto de actividades cotidianas (la venta diaria de productos, elnoviazgo a travs de la ventana, los pregones, etc.) todava presentes en lamemoria local.

    Podemos, por eso, afirmar que la diferencia entre las imgenes de barrio deri-vadas de su cotidianeidad y de su pequea historia local y aquellas ms ntida-mente producidas por el exterior aunque igualmente compartidas por sus habi-tantes es menor en la Bica y, sobre todo, ms visible el proceso de estableci-miento de una unidad temtica.

    CONCLUSIONES

    Tanto en un caso como en otro, una adquisicin comn de la investigacinrealizada en Alfama y en Bica fue la refutacin de los equvocos inherentes a laconcepcin empirista y naturalista de barrio, asumido como nocin auto-evi-dente, como designacin de una unidad urbana no problemtica en si mismao, en la traduccin terico-metodolgica tantas veces presente en las cienciassociales, tomado como una unidad de anlisis reificada y apriorstica.

    Desde luego, las fronteras de lo que, en los enunciados comunes, se desig-na como los barrios de Alfama o de Bica, son cualquier cosa menos ntidas. Porel contrario, se revelan ambiguas, plsticas, contextuales y estratgicas, depen-

    dientes de quien se pronuncia y de las situaciones de relacin en que est impli-cado. En concreto, las representaciones simblicas locales en torno a estosbarrios como entidades colectivas de referencia y pertenencia, se constituyenms por ncleos de enraizamiento identitario y demarcaciones sociales de caraa terceros unos y otras mutables y manipulables, de carcter enormemente cir-cunstancial que por delimitaciones cognitivas de contornos ms precisos,como es habitual en las definiciones administrativas o cartogrficas.

    Cada uno de los barrios se revel, en el anlisis, como construccin social, enlos varios sentidos del trmino, es decir, como prctica y representacin, elabo-rada tanto local como externamente, y sobre todo en las relaciones entre quie-

    nes habitan all y otros.

    Lo que se detect, en ambos casos, no como punto de partida sino como pun-to de llegada de la investigacin, fue un tipo especfico de configuracin social, ala que se puede llamar sociedad de barrio. Corresponde a una acentuada super-posicin de parmetros de estructuracin social morfolgicos y simblicos, decomposicin social y de contexto interacional reforzados incluso por formas netasde identidad cultural. Identidad cultural sta emergente de la configuracin socialespecfica antes referida y, al mismo tiempo, factor decisivo de su constitucin encuanto, precisamente, sociedad de barrio.

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    Desde este punto de vista, lo mnimo que se podra decir es que las investi-gaciones sobre las sociedades de barrio referidas constituyen una negacin delas tesis sobre el fin del contexto local, al menos en los modos de generaliza-cin absolutizadora, reificante y reduccionista, inscribindose en determinados yvariados marcos de interaccin13.

    As, cuando se habla de descontextualizacin de las relaciones sociales, enlas condiciones de la modernidad avanzada, o de la postmodernidad, se estcometiendo un vasto equvoco, e incluso un absurdo terico, al considerar la pro-longacin temporal y espacial de ciertas redes de interdependencia, as como elcarcter decisivo que adquirieron los grandes sistemas institucionales y losmedios de comunicacin generalizados, como un hipottico apagamiento deri-vado del orden de la interaccin (Goffman, 1983) y de la relevancia especficade sus contextos.

    Por otra parte, hay procesos de cambio relevantes. Basta sealar algunosaspectos ilustrativos como, desde luego, las transformaciones significativas queha terminado por sufrir la composicin social de estos barrios, aadiendo, ade-ms, lo que sucede en la sociedad envolvente. Aunque manteniendo un perfilpopular predominante, la estructura demogrfica est inmersa en un proceso dedoble envejecimiento (menor proporcin de jvenes, mayor porcentaje de ancia-nos), los niveles de escolaridad, aunque tengan una media bastante baja,aumentan significativamente en las generaciones ms jvenes, las ocupacionesprofesionales incluyen ahora muchos menos marineros, trabajadores portuariosu obreros industriales, a favor de un mayor peso relativo de empleados y emple-adas de oficina, del comercio y del sector de servicios, as como un porcentaje

    no mucho ms elevado, pero creciente, de cuadros y tcnicos de cualificacinmedia y superior.

    Tambin las actividades econmicas existentes en ambos barrios, o en losbarrios cercanos, han cambiado bastante, al mismo tiempo que los edificioscomenzaron a ser objeto de procesos de rehabilitacin urbana, en Alfama desdehace ms tiempo, pero teniendo igualmente a Bica como objetivo. Los estilos devida cotidiana locales, comprendiendo relaciones de vecindad, manifestacionesde sociabilidad, modalidades de asociacionismo y formas festivas que remiten aun tipo de especificidad cultural persistente, no dejaron de incorporar reciente-mente nuevos vectores, a menudo a partir de dinmicas bastante rpidas, tales

    como los procedentes de la difusin de los actuales modos de cultura escolar ymeditica.

    En cuanto a las variadas esferas y lgicas de interseccin, pueden mencio-narse las relaciones establecidas cotidianamente, por una buena parte de lapoblacin local, con otros espacios de la ciudad, a los que se trasladan para tra-

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    13. Vase por ejemplo, Marc Aug (1992) o Manuel Castells (1996-98), por citar slo dos auto-res sobresalientes en la antropologa y la sociologa contemporneas.

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    bajar o estudiar, as como otros espacios ldicos o de consumo. A estas redessociales translocales de carcter profesional o escolar, se superponen ademsotras, algunas de gran importancia local especfica, concretamente las que abar-can a coterrneos oriundos o residentes en las poblaciones de origen rural o pes-quero de donde provienen una parte muy significativa de los habitantes de estosbarrios.

    Otros ejemplos se encuentran en las relaciones localmente desarrolladas conturistas, con participantes externos de las actividades econmicas y ldicas allsituadas e incluso con las prolongaciones locales de instituciones supralocales,como les llam Anthony Leeds (1973), es decir, concretamente, con gabinetestcnicos de la Cmara Municipal de Lisboa, con delegaciones de partidos polti-cos, con empresas de transportes, financieras u otras que poseen dependenciasen los barrios, o con servicios pblicos diversos, desde iglesias a universidades,instaladas all igualmente.

    A esto se aade el hecho de que las formas simblicas especficas que inte-gran la cultura local de estos barrios, de las cuales las marchas populares, lasfiestas de los santos populares, el fado amateur, o las sociabilidades de vecin-dad y asociativas son ejemplos privilegiados, se revelan susceptibles de, enrgimen de continuidad persistente, servir de vehculo a la inversin de signifi-cados mltiples y mutables. De ese modo constituyen, en estos cuadros de inte-raccin locales, soportes de comunicacin comunes, medios de expresin com-partidos, operadores de produccin cultural propios. Por eso pueden transpor-tar, simultneamente, significados en parte compartidos y en partediferenciados, dependiendo de los actores sociales envueltos. Gente de losbarrios nacida en ellos o inmigrantes de diversos puntos del pas, jvenes o

    ancianos, artistas profesionales o amateurs, poblacin local o turistas- todospueden participar o asistir interesados al desfile de una marcha o a una sesinde fados. Formas simblicas como estas constituyen instancias posibles decomunicacin entre universos culturales de algn modo diferenciados entre s,en mayor o menor grado.

    Como seala Gilberto Velho (1981, 1994) es posible, o al menos inevitable,la coexistencia y el cruce social de discursos simblicos y universos de sentidodiferenciados. En un cierto espacio social, no solo la cultura no excluye las dife-rencias sino que, en cierta medida, se alimenta de ellas, estableciendo puentes,suscitando comunicacin.

    Otra afirmacin que se podra aadir aqu es que elementos culturales comolas marchas populares o el fado amateur pueden funcionar, simultneamente,en dos niveles complementarios y sutilmente articulados. Por un lado son capa-ces de establecer interrelacin entre configuraciones culturales de arraigo socialdiverso, funcionando como dispositivos de comunicacin y abarcando segmen-tos sociales diferenciados, normalmente en situaciones de contexto interaccio-nal compartido. Por otro lado, y al mismo tiempo, en estos marcos de interaccinde barrio, se constituyen como lenguaje privado, sin descifrar, en ese plano designificados especfico, por terceros presentes en la situacin interactiva. Esto

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    acarrea, como se puede suponer, todo un conjunto de implicaciones relaciona-les, culturales e identitarias.

    Adems de eso, las personas del barrio circulan, ellas mismas, entre universosculturales de referencia diferenciados. El caso ms flagrante es el de los jvenes pero en todos los segmentos de la poblacin ocurre algo semejante.

    Los jvenes de estos barrios pueden pasar, en pocos das o en pocas horas, delos crculos de sociabilidad entre pares de los que emergen formas de cultura juve-nil profundamente entretejidas en la red urbano-social local, y de la frecuencia delos medios culturales intergeneracionales predominantes en las colectividadesasociativas de los barrios, a sucesivos contactos con la cultura escolar y a la expo-sicin recurrente a las modalidades de cultura meditica transmitidas por la tele-visin. Y pueden circular entre la participacin en prcticas culturales de fuerte car-ga de identidad bairrista, como en las marchas y en el fado, en una larga noche enun concierto de rock, en un bar o en una discoteca de tipo cosmopolita.

    Se destacan, por tanto, tres procesos de interseccin cultural, conectadosentre s, pero con lgicas propias. Antes de nada, en estos barrios se superpo-nen y entrecruzan modos de cultura diversos. Despus, las formas culturaleslocales que se reproducen como configuraciones especficas estn tambinsujetas a dinmicas de intertextualidad, productoras de sincretismo de referen-cias al nivel de los smbolos y de los significados. Finalmente, los protagonistassociales transitan entre mundos culturalmente diferenciados, con mayor omenor intensidad de las correspondientes metamorfosis, en los registros inter-pretativos y de comportamiento que actan mediante cada uno de ellos, y engrados de variabilidad mas o menos acentuados relativamente a las provincias

    de significados y a los universos simblicos frecuentados.

    Se trata de procesos que remiten a conocidos desarrollos tericos y analti-cos de Gilberto Velho (1981, 1994) especialmente a los campos de posibilida-des en los que los individuos, relacionndose de formas diferentes con los mar-cos de condiciones de existencia en los que se encuadran, y circulando en esfe-ras sociales y universos de sentido segn una gama ms o menos abierta decombinaciones potenciales, van construyendo sus prcticas cotidianas, sus pro-yectos de vida y sus orientaciones valorativas.

    Son lgicas sociales y culturales de interseccin, absortas en la contextuali-

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    (Traduccin de Gemma ALMAGRO; revisin de Jos Ignacio HOMOBONO)

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