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Descripción de las condiciones generales del campo en México
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VISIÓN DE CONJUNTO SOBRE EL CAMPO, LA AGRICULTURA Y EL DESARROLLO
RURAL EN MÉXICO
El país ha experimentado, en el último siglo, una intensa transformación de la estructura
demográfica. En 1900 había cerca de 13 millones de habitantes y, según datos del Censo de
Población y Vivienda 2010, la cifra se elevó hasta los 112 millones para este último año; es decir, la
población se multiplicó aproximadamente 8 veces y creció a una tasa anual promedio del 1.94%.
Así, a pesar de que a partir de 1990 la tasa de crecimiento se ha reducido, ubicándose cerca del 1%,
Conapo ha estimado que para 2050 la población será de 150 millones de personas (CONAPO,
2010). De la misma manera, la estructura de las edades ha cambiado; pasamos de una población
dominada por niños de 5 a 9 años, a una en donde los jóvenes de 15 a 19 años tienen la mayor
proporción. Esto indica que, actualmente, México disfruta del llamado “bono demográfico”.
Por otra parte, en 1900, el 71.7 por ciento de la población residía en poblaciones con menos
de 2500 habitantes y, en 1960, a causa de la migración del campo a la ciudad, el porcentaje de
habitantes en poblaciones con menos de 2500 habitantes se había reducido al 49.3%, por lo que, en
ese año, la población entre el campo y zona urbanizadas se había equilibrado.1 Así, México cambió
de ser un país predominantemente rural a uno en donde la mayor proporción de la población vivía
en localidades urbanas (definidas, en este caso, como aquellas en donde hay más de 2 mil 500
habitantes). Las entidades con mayores niveles de urbanización son el Distrito Federal, Nuevo
León, Baja California y Coahuila; en contraste, en los estados de Oaxaca, Chiapas e Hidalgo,
menos de la mitad de su población habita en localidades urbanas.
De esta manera, con la urbanización como contexto, es posible señalar que uno de los
fenómenos sociodemográficos de mayor alcance es la migración interna, definida ésta como “la
movilidad espacial de la población que tiene que ver con el cambio de residencia habitual de una
entidad federativa a otra” (CONAPO, 2013). Si bien es posible conocer cuáles han sido las grandes
1 Isidro Soloaga y Antonio Yuñez (2013) han instrumentado otra clasificación que toma como referencia el concepto de Territorio Funcional y que permite la obtención de 6 tipos de territorios: rural aislado, rural, semi-urbano, urbano, urbano (+) y metropolitano. La metodología para obtener los criterios de selección para el número de cada uno de los diferentes tipos de territorios la obtuvieron de Berdegué, et al (2012). La ventaja que ofrece este tipo de análisis es que permite comprender en mayor instancia un fenómeno que se ha extendido a lo largo del planeta: la urbanización de las regiones rurales, pues permite comprender cómo una región va pasando, paso a paso, de un tipo de territorio a otro. Igualmente, al verlo desde este perspectiva, que mucho hogares rurales se encuentras en una situación de “multi-ubicación”, es decir, que sus miembros viven o trabajan a lo largo de una división urbano rural (Berdegué y Proctor, 2015). En este trabajo, por otra parte, hemos decidido instrumentar la metodología utilizada por INEGI y por el Banco Mundial, en la cual, las poblaciones menores a 2,500 habitantes son consideradas rurales y las que, en contrapartida, sobrepasan ese rango se consideran urbanas. Decidimos hacerlo así pues las estadísticas y la información presentada en la mayor parte de los estudios y encuestas ─por ejemplo la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares─ se basa en esta distribución de la población.
1
tendencias respecto de este fenómeno, son pocas las investigaciones que lo abordan a escala
territorial, lo cual ha dado como resultado que, hasta ahora, nuestro conocimiento a este respecto
sea muy limitado.
En general, el resultado más aceptado es que la migración apareció, en la década de los años
treinta, como la principal vía para combatir la crisis económica y social que atravesaba el campo
(Gijón y Reyes, 2007). Los principales flujos migratorios al interior del país se efectuaban hacía las
ciudades más grandes del país (Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey) o bien, hacia los
Estados Unidos, razón por la cual se implementó un programa internacional llamado “Programa
Bracero” (1942-1964), con el cual se buscaba dotar de mano de obra campesina al sector agrícola
estadounidense. Esta tendencia, no obstante, comenzó a cambiar hacia 1995, cuando la Ciudad de
México y estados como Nuevo León y Jalisco dejaron de ser los principales destinos para la
migración interna. Durante el periodo 1995-2000, los estados de Baja California, Quintana Roo y
Baja California Sur se convirtieron en los destinos principales. Para el periodo 2005-2010 los
estados con mayor atracción de migrantes eran Baja California Sur, Baja California, Sonora,
Chihuahua y Campeche (Semarnat, 2013). Inclusive, para el año 2010, Baja California Sur
presentaba una tasa de cambio relativo de migración mayor a la de Nueva York. El primero se
ubicaba en 83% y el segundo en 70%. Asimismo, según datos de CONAPO, lugares como el
Distrito Federal o Texas, comenzaron a tener tasas negativas de migración en el periodo 2000-2010.
En el caso del primero, cayó en 20% y en para el estado del sur de Estados Unidos fue de un 5%
negativo (Semarnat, 2013).
Fig. 1: Grado de urbanización
2005
Porcentaje de población que vive en poblaciones con más de 2500 ha.
Baja California Sur Predominantemente urbana 86.4 – 100
Baja California Muy urbana: 71.1 - 86.3
Chihuahua Muy urbana: 71.1 - 86.3
Coahuila Predominantemente urbana 86.4 – 100
Sonora Muy urbana: 71.1 - 86.3
Quintana Roo Urbana: 59.2 - 71.0
Fuente: Elaboración propia con datos de Semarnat [2005]
De esta manera, a partir de la década de los años noventa, los mayores flujos de atracción migrante
cambiaron y se inclinaron hacia la región norte y sur del país. Aun así, debemos señalar que este
fenómeno no indica que la migración ya no sea predominantemente campo-ciudad, en todo caso,
2
señala que ha dejado der ser campo-zona metropolitana. Esto lo podemos comprobar, por ejemplo,
con Baja California, que es el estado con mayor atracción de migrantes: si bien es un estado
periférico, también es predominantemente urbano, es decir, más del 86% de las personas viven en
poblaciones mayores a 2500 habitantes. Lo mismo sucede para el caso de Coahuila, Chihuahua y
Sonora. El cuadro arriba presentado ilustra los valores de urbanización de los estados que
presentaron el mayor grado de atracción de migrantes durante el periodo que comprende los años de
1995 a 2010 y tomándolo como referencia, vale la pena mencionar, por lo tanto, el papel
“amortiguador” de crisis sociales que han tenido los pequeñas y medianas ciudades en el norte y sur
del país.
Por otra parte, la migración es un fenómeno que está ampliamente relacionado con la
dinámica de los ingresos y de la pobreza en las zonas rurales. Es importante señalar que la pobreza
extrema es, casi exclusivamente, un fenómeno rural: aunque para 2010 sólo una parte de la
población vivía en zonas rurales, cerca de las dos terceras partes de la población en pobreza extrema
vivía en estas áreas (Banco Mundial, 2010). La principal diferencia entre la pobreza rural y la
urbana radica en las diferencias entre los ingresos existentes.
Por una parte, los habitantes en condiciones de pobreza de las zonas urbanas tienen acceso a
servicios y oportunidades que, generalmente, no están al alcance de los pobres de zonas rurales. En
cambio, los habitantes de las zonas rurales que se encuentran en condiciones de pobreza se
benefician de “redes de seguridad”, como lo es, por ejemplo, la agricultura para autoconsumo.
Según un estudio del Banco Mundial (2002), para el periodo de tiempo que corre del año 1989 al
2002, la pobreza absoluta del sector rural se redujo en poco más del 10% y la pobreza relativa entre
el 60 y el 50 por ciento. Lo cual se explica ya que, según el mismo estudio, la pobreza rural
disminuyó a tasas superiores a la nacional y a la urbana; es decir, que la relación entre ingreso rural
y el urbano, pasó del 41% en el año 2000 al 48% al año 2002. Posteriormente, según datos de
CONEVAL (2012), entre 2010 y 2012, el porcentaje de pobres rurales disminuyó de 64.9 a 61.6 por
ciento, es decir, poco más de medio millón de personas y las personas que se encontraban en la
categoría de pobreza extrema, pasaron de
26.5 a 21.5 por ciento, es decir, casi dos
millones de personas. En general, esta
reducción en la pobreza se debe,
principalmente, a las transformaciones en
la estructura del ingreso de las familias
rurales. Según los datos de la ENIGH
para el año 2012, las fuentes de ingreso
3
Fig. 2: Distribución del ingreso en las zonas rurales
Porcentajes
Tipo de ingreso Años
200
6
2008 2010 2012
Transferencias 12.5 12.5 14.4 16
Renta de la propiedad 11.3 6 4.5 5.2
Ingresos por trabajo independiente 11 16 11.3 12.7
Remuneraciones al trabajo
subordinado
62.2 62.3 66.4 62.6
Otros ingresos al trabajo 3 3.2 3.4 3.5
Total porcentual 100 100 100 100
Fuente: Elaboración propia con datos de la ENIGH (2012).
rural que más han crecido son los salarios no-agrícolas y las transferencias públicas,
específicamente, Procampo ─ahora Proagro─ y Oportunidades ─ahora Prospera─; este fenómeno
es particularmente visible en los primeros dos deciles de la población, en donde representan el 38.1
y el 20.3 por ciento de los ingresos respectivamente. El aumento del peso de las remuneraciones al
trabajo subordinado no agrícola indica, en síntesis, que el medio rural ha sufrido transformaciones
positivas ─desde el punto de vista de los ingresos─ a partir de su acercamiento con los mercados,
pues se han reducido los niveles de pobreza moderada, ya que, a pesar de todo, los niveles de
pobreza extrema no han presentado grandes cambios respecto de 1992. El cuadro “Distribución del
ingreso en las zonas rurales” indica cómo se ha transformado el ingreso agrícola, tomando como
referencia los años 2006, 2008, 2010 y 2012, respecto de la fuente de los ingresos monetarios. El
cuadro nos muestra cómo las remuneraciones al trabajo subordinado representan la mayor
proporción del ingreso a partir del año 2006, sobrepasando el 60 por ciento y, sin embargo, se
mantienen alrededor de ese valor; por otra parte, las trasferencias han crecido de manera constante,
pasando de representar el 12.5 por ciento en el 2006, al 16 por ciento en el 2012. La misma
encuesta informa que, para el año 2012 y en relación a los ingresos no-monetarios, el autoconsumo
representó el 9.3 por ciento; las transferencias en especie el 43.3 por ciento; las remuneraciones en
especie el 5.9 por ciento y el alquiler de la vivienda el 41.5 por ciento. En resumen, tomando todos
los puntos en consideración, es posible señalar que existen dos grandes tendencias respecto de la
estructura de los ingresos en el campo mexicano:
Hay un cambio sobresaliente en la estructura del ingreso rural debido al aumento de las
ocupaciones no agrícolas, así, cada vez una mayor cantidad de personas reciben la mayor
parte de su ingreso fuera de la esfera agrícola.
Si bien, para las personas que se encuentran en pobreza moderada el desarrollo de las
ocupaciones rurales no agrícolas ha sido un elemento fundamental en el fortalecimiento de
los ingresos, no es el caso de las personas en pobreza extrema rural, en quienes el ingreso
sigue siendo, en gran medida, no-monetario ─siendo el autoconsumo un elemento
sustancial─ y, precisamente por esta razón, el crecimiento de la producción agrícola tiene
un gran potencial de reducción de la pobreza extrema.
Por otra parte, ¿cómo se ha modificado la estructura productiva en el medio rural? Pues bien, en
general, las actividades agrícolas han mostrado una tendencia ascendente, que, sin embargo,
presenta fuertes fluctuaciones alrededor de su tendencia de largo plazo: una tasa de crecimiento
medio de apenas 0.4 por ciento en el periodo que corre de los años 2000 al 2013. En contraste, las
actividades ganaderas muestran una clara expansión, pues, en el mismo periodo crecieron a una tasa
4
media anual del 1.9 por ciento.
Así, la producción ganadera del
2012 creció en un 28 por ciento
respecto a la del año 2000. El
gráfico de “Producción agrícola,
ganadera, forestal y ganadera”,
elaborado con base en datos del
Banco de Datos Económicos del
INEGI y del SIAP, se presentan
las tasas de crecimiento de estos
sectores para el periodo 2000 al
2013. Cómo es visible, el sector ganadero presenta un crecimiento sostenido, mientras que el
agrícola fluctúa alrededor de su tendencia de largo plazo.
En lo relativo al sector forestal, es posible afirmar que, en países como Finlandia, Suecia,
Rusia, Japón, Canadá, Estados Unidos y Brasil, se ha visto beneficiado con fuertes inversiones en
tecnología que han permitido que los precios se eleven para el caso de los productos elaborados ─en
el caso de Brasil, por ejemplo, el valor de su producción se elevó 6.59 veces de 1992 al 2013─; sin
embargo, no ha sido así en el caso de México, en donde el sector ha sido rezagado de los apoyos
gubernamentales y ha carecido de inversiones privadas; esto ha ocasionado, principalmente, bajos
niveles de producción, productividad y de eficiencia, como se muestra claramente en la gráfica.
Puede verse una dramática disminución de la producción en el 2001 de poco más del 50 por ciento
y de la cual, hasta 2013, no se ha recuperado.
El caso de las actividades pesqueros es particular, pues, a pesar de que ha presentado una
tendencia ascendente de producción, también experimentó un fuerte descenso en el valor de la
misma, durante los años de 1998 a 2002, la cual, sin embargo, comenzó a recuperarse a una tasa
media de crecimiento anual del 2 por ciento para el periodo de 2003 a 2010. Peso a todo, la
producción pesquera tiene un peso relativo en el valor de la producción del sólo 3 por ciento, esto se
debe, sobre todo, a que el 90 por ciento corresponde a captura, ya sea continental o marina, de lo
anterior se desprende que la inversión en acuacultura es un interesante polo de inversión pues los
precios están en constante crecimiento y la escasa inversión actual permitiría rendimientos
crecientes de los capitales (Escalante y Catalán, 2008) (SAGARPA, 2012).
A nivel general, la estructura productiva en el medio rural se explica, en gran medida, por el
comportamiento de las actividades agrícolas que, a pesar de que han presentado crecimiento, las
fuertes fluctuaciones a las que se ha enfrentado, han generado que, a largo plazo, su crecimiento sea
5
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 -
20
40
60
80
100
120
140
Fig. 3: Producción agrícola, ganadera, forestal y pesqueraTasas de crecimiento
2000 - 2013
Producción agrícola Tendencia (Producción agrícola)
Producción ganadera Producción forestal
Producción pesquera
exiguo. En la siguiente gráfica, obtenida a partir de datos de las FAO y del SIAP, se presentan los
índices de crecimiento de cereales, oleaginosas, tubérculos, hortalizas, leguminosas, frutas, maíz,
café y caña de azúcar desde el año de 1990 hasta el 2013, para la superficie cosechada. Es visible
como las frutas y las hortalizas son las que ha presentado el mayor crecimiento. Por ejemplo, la
superficie cosechada destinada a las frutas aumentó en un 56 por cierto para 2013, respecto del año
de 1990. Po otro lado, el café ha experimentado un descenso sostenido durante todo el periodo; su
caso es especial, pues la superficie cosechada se redujo en casi 50 por ciento.
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
0
20
40
60
80
100
120
140
160
180
Fig. 4: Estrutura agrícolaÍndice de crecimiento
1990 - 2013
Cereales Tubérculos Leguminosas Oleaginosas Hortalizas
Frutas Maiz Café Caña de azúcar
Fuente: Elaboración propia con base en datos de FAO-Division Statistics y SIAP
De la gráfica anterior se deprende que la orientación productiva de la agricultura en México se está
inclinando, en términos relativos, cada vez más hacia las frutas y las hortalizas. Así, a cada paso, el
peso de los cereales en la superficie cosechada se ha ido reduciendo a una tasa media de -0.72 por
ciento; mientras que los frutos y las hortalizas ha crecido a una tasa del 1.95 por ciento y del 1.57
por ciento respectivamente.
Ahora bien, con base en la información arriba presentada, ¿podríamos determinar que el
campo mexicano es bimodal, es decir, que está dividido, básicamente, en dos grandes regiones una
adelantada y alto índices de productividad y otra atrasada y con poca producción per cápita? Una
posible respuesta tendría que tomar en cuenta, al menos, la productividad de en el sector agrícola
por estado de la federación. Si bien los estados de Baja California Sur, Sonora, Baja California,
Sinaloa, Coahuila, Chihuahua y Guanajuato tienen la mayor inversión de riego por hectárea
sembrada (INEGI, 2012a), no son, de la misma manera, los que presentan, en ese orden, los
6
mayores niveles de PIB por población ocupada en el sector agrícola. Estos lugares le corresponden
a Sonora, Jalisco, Durango, Aguascalientes, Chihuahua y Nuevo León. De esta manera, Sinaloa,
que está en cuarto lugar en inversión en riego por hectárea, produce 90 mil pesos (del 2002) por
trabajador agrícola, es superado por Aguascalientes que produce 150 mil pesos (del 2002) y que
está en el noveno sitio a nivel nacional. La tendencia del campo mexicano es, a grandes rasgos, a
converger respecto de los niveles de productividad por trabajador en torno a la media; no obstante
los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero están sumamente dispersos de esta tendencia central.
Precisamente por este hecho, resulta poco representativo hacer un balance del campo mexicano a
nivel nacional tomando como referencia a dos estados tan disímiles como Baja California y
Chiapas.
Por otra parte, si tomamos como punto de partida el porcentaje de la población
económicamente activa por estado en el sector agrícola ─o la capacidad de atracción del factor de
producción trabajo─, las cosas cambian radicalmente, pues los estados de Chiapas, Oaxaca,
Guerrero, Zacatecas y Veracruz se colocan a la cabeza, con una propiedad promedio de 5 hectáreas
o menos y un rendimiento por hectárea de 2.4 toneladas. Esto indica que, si se toma como
referencia el modelo de desarrollo endógeno, una medida benéfica para estos estados sería
incrementar el ahorro ─o canalizar la inversión─ por trabajador, a fin de converger hacia niveles
más altos de productividad, similares al de estados como Aguascalientes, Querétaro o Colima. 2 Si
bien, según un estudio del INEGI (2012a), existe inversión de capital en los estados del sur, el
principal enemigo es la depreciación del capital y la falta de ahorro. Los casos de Aguascalientes,
Guanajuato, Querétaro o Colima, nos muestran que la inversión, por sí sola, no puede explicar las
diferencias en la productividad: hay otros factores de carácter regional que también influyen
fuertemente: factores ambientales, culturales, políticos tienen claras consecuencias en el
comportamiento y en el rendimiento económico de las personas.
No cabe ninguna duda de que el lugar en el que las personas residen definen en gran medida
las diferentes oportunidades a las que pueden acceder. Si bien, tanto los pobres urbanos como los
rurales comparten algunos elementos o características de la pobreza, el grado en el que las
experimentan es muy diferente. Según datos de CONEVAL (2012) la mayor carencia que
2 Los casos de estos estados son dignos de mencionar, pues todos tiene niveles inferiores de inversión por hectárea respecto de Baja California o Sinaloa y, no obstante, en el caso de Aguascalientes y Querétaro el PIB por trabajador agrícola es superior al de los dos estados del norte, para el caso de Colima, es ligeramente inferior. Uno de los principales problemas de México es que la mayor parte de la inversión (stock) que se lleva a cabo es para el “desarrollo de la tierra” ─por ejemplo sistemas de irrigación─ llegando a alcanzar el 48.1 por ciento y, por otra parte, el peso de la inversión en “maquinaria y equipo” es de apenas 5.5 por ciento. Igualmente importante es mencionar la escaza participación que tiene el crédito agrícola en México, con respecto al crédito total colocando: sólo el 1.8 por ciento, si se le compara con Brasil (7.4 por ciento) o Argentina (10.2 por ciento), Perú (6 por ciento) o Ecuador (6.8 por ciento) es visible que aún es necesario llevar a cabo importantes esfuerzos por incentivar este tipo de herramienta de fomento productivo.
7
experimentan las personas de menores recursos de las zonas rurales es la “carencia por seguridad
social”. Por otra parte, los mejores avances en reducción de pobreza se dieron en los servicios de
salud y en la calidad de la vivienda. Otro aspecto digno de mencionar es la poca atención, ya sea en
el plano urbano y rural, que se le da al rezago educativo, pues este se redujo en apena 0.04 y en
0.08 por cierto respectivamente. Asimismo, al analizar las dos rondas de la ENHRUM para los años
2002 y 2007 con el fin de determinar si hubo cambios en la pobreza rural, se confirma, como ya se
señaló anteriormente, que hubo un aumento de los de 1.7 por ciento en los ingresos no rurales y que
la pobreza rural se redujo de manera significativa en 3.6 por ciento (Taylor, et al, 2011). En
términos generales, podemos señalar que la pobreza ha disminuido en el medio rural en los últimos
10 años; sin embargo, al instrumentar un análisis de largo plazo, las conclusiones deben matizarse,
sobre todo, al enfocarnos en la pobreza extrema.
1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 20100
10
20
30
40
50
60
Fig. 5: Pobreza extrema nacional. rural y urbanacomo porcentaje de la población
1992 - 2010
Nacional Rural Urbana
Fuente: Elaborada con datos de Banco Mundial (2010) y Yúnez & Stabridis (2011).
Como se puede apreciar en la gráfica “Pobreza extrema nacional, rural y urbana”, hubo una
tendencia en la reducción de la pobreza extrema durante el periodo que abarco los años de 1998 a
2004, lo cual es, hasta cierto punto esperado, pues coincide con el primer año de operación del
programa Oportunidades en las zonas rurales. En 2005, no obstante, hay un nuevo repunte de la
pobreza que se originó, en gran medida, debido a la caída de la producción agropecuaria durante el
periodo 2004 – 2005 ─véase el cuadro “Producción agrícola, ganadera, forestal y pesquera” ─ y,
finalmente, el nuevo avance de la pobreza a partir del 2008 se puede explicar por el alza de los
precios internacionales de los alimentos (Yúnez & Stabridis, 2011). Asimismo, si analizamos la
pobreza rural respecto de la pobreza urbana, podemos observar que sigue la misma tendencia, con
excepción del shock del aumento internacional de precios agrícolas que no afectó en la misma
proporción a la población urbana.
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