7
Un hombre que vende zapatos como si fueran de cuero, pero que en realidad han sido confeccionados con otro material de inferior calidad (agregándole cartón, material de imitación, etc.) no merece llamarse cristiano. Ni siquiera se puede decir de él que sea una persona honesta. Puede que se nos diga: «Es una práctica habitual del ramo comercial.» Ahora bien, ¿acaso esto cambia el asunto para uno que desea andar en el temor de Dios, y mantener una buena conciencia? Puede que sea la costumbre considerada «normal» del ramo comercial, que se sustituya en todo o en parte el material original de una ropa por otro de imitación, que se agregue arena al azúcar [1] , o agua a la leche [2] . Pero ¿puede un cristiano, o incluso un hombre honesto, hacer estas cosas? Muy seguramente que no. La conciencia de un cristiano debe estar regulada, no por las costumbres del rubro comercial, sino por la Palabra de Dios. Si esto se pierde de vista, se pondría fin a todo cristianismo práctico en la vida comercial. Un fabricante cristiano no podría pensar en confeccionar zapatos con materiales de inferior calidad que el cuero y venderlos como cuero, más de lo que podría hacerlo en ser carterista o ratero de falquitrera. Ahora, si estas prácticas fuesen realmente habituales, es decir, si todo el mundo lo hace, y todo el mundo también lo sabe, luego, naturalmente, no habría ningún engaño en el asunto. Pero si yo vendo un par de zapatos como si fuesen completamente de cuero, cuando sé que están confeccionados en parte de cuero y en parte de otro material de inferior calidad, luego soy mentiroso y ladrón. Soy moralmente peor que un salteador de caminos, puesto que este último reconoce Conducta del creyente en el trabajo y los negocios Respuestas a cartas de lectores C. H. Mackintosh

Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

Citation preview

Page 1: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

Un hombre que vende zapatos como si fueran de cuero, pero que

en realidad han sido confeccionados con otro material de inferior

calidad (agregándole cartón, material de imitación, etc.) no

merece llamarse cristiano. Ni siquiera se puede decir de él que

sea una persona honesta. Puede que se nos diga: «Es una práctica

habitual del ramo comercial.» Ahora bien, ¿acaso esto cambia el

asunto para uno que desea andar en el temor de Dios, y mantener

una buena conciencia? Puede que sea la costumbre considerada

«normal» del ramo comercial, que se sustituya en todo o en parte

el material original de una ropa por otro de imitación, que se

agregue arena al azúcar[1], o agua a la leche[2]. Pero ¿puede un

cristiano, o incluso un hombre honesto, hacer estas cosas? Muy

seguramente que no. La conciencia de un cristiano debe estar

regulada, no por las costumbres del rubro comercial, sino por la

Palabra de Dios. Si esto se pierde de vista, se pondría fin a todo

cristianismo práctico en la vida comercial. Un fabricante

cristiano no podría pensar en confeccionar zapatos con

materiales de inferior calidad que el cuero y venderlos como

cuero, más de lo que podría hacerlo en ser carterista o ratero de

falquitrera. Ahora, si estas prácticas fuesen realmente

habituales, es decir, si todo el mundo lo hace, y todo el mundo

también lo sabe, luego, naturalmente, no habría ningún engaño en

el asunto. Pero si yo vendo un par de zapatos como si fuesen

completamente de cuero, cuando sé que están confeccionados en

parte de cuero y en parte de otro material de inferior calidad,

luego soy mentiroso y ladrón. Soy moralmente peor que un

salteador de caminos, puesto que este último reconoce

Conducta del creyente en el

trabajo y los negocios

Respuestas a cartas de lectores

C. H. Mackintosh

Page 2: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

abiertamente lo que es, lo que hace y lo que quiere. Un hombre

que adultera sus bienes es culpable de la más baja

deshonestidad.

Pero supongamos entonces que una persona no es fabricante, sino

vendedor en un depósito o en una tienda; ¿qué tiene que hacer?

Él no adultera el producto, sino que simplemente lo vende. ¿Puede

calificársela de deshonesta o embustera por vender bienes

adulterados? Sin duda que sí en caso de venderlos como genuinos.

¿Como podría un verdadero cristiano, un hombre realmente

honesto, declarar que un artículo es genuino, cuando él sabe

perfectamente que no lo es? Puede que se nos diga que esto es

mera escrupulosidad. Que así sea; de todo corazón deseamos que

haya más de esto en la vida comercial. Para nosotros esto parece

ser solamente honradez común.

Pero esto no surtirá ningún efecto ni tendrá aplicación alguna en

el mundo. Pero ¿qué prueba esto? Simplemente que el mundo es

desleal y deshonesto. Si la verdad y la rectitud no pueden

prosperar en el mundo, entonces ¿qué debe ser el mundo?

Sin embargo, el cristiano debe ser honesto. Su meta no es

progresar en el mundo, ni ganar dinero, sino glorificar a Dios en

su vida diaria. ¿Podrá glorificar a Dios adulterando bienes y

diciendo mentiras?

Sentimos la inmensa importancia, querido amigo, del tema que

usted trajo a nuestra consideración. Creemos que demanda la

seria atención de todos los cristianos ocupados en la industria y

el comercio. Existe el tremendo peligro de ser arrastrados fuera

de la senda de la integridad cristiana, y de caer en el miserable

espíritu de la ambición y de la competencia, tan corriente por

todos lados. Debemos tener presente que el cristianismo es una

realidad viviente; es la vida divina que se manifiesta en todos los

detalles prácticos de nuestra vida cotidiana; no se halla

Page 3: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

confinado dentro de las cuatro paredes del edificio donde nos

congregamos; tiene más maneras de manifestarse y de

expresarse que mediante la predicación, la oración y el canto, por

muy preciosos, como lo son, todos éstos en su lugar. El

cristianismo debe manifestarse en la fábrica, en el taller, en el

depósito, en la tienda, en la oficina, en todas las ocupaciones

diarias, cualquiera que sea su naturaleza. ¡Qué terrible es pensar

en un hombre que canta y ora en el día del Señor y, el lunes por la

mañana, adultera su pan y lo vende como genuino! Caminemos en el

temor de Dios. Procuremos, como lo hacía el apóstol, “tener

siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”

(Hechos 24:16).

Es verdad que este camino a seguir puede tener su costo. Puede

que tengamos que “padecer por causa de la justicia” (1.ª Pedro

3:14). Pero ¿qué es todo esto en comparación con el profundo

gozo de andar con Dios en esa estrecha senda sobre la cual

siempre brillan los benditos rayos de Su rostro aprobador? ¿No

es una buena conciencia muchísimo mejor “que millares de oro y

plata” (Salmo 119:72)? Nuestro Dios cuidará de nosotros. Él

satisfará todas nuestras verdaderas necesidades “conforme a

sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). ¿Por qué

debemos siempre recurrir a los desdeñables «trucos del

comercio» para ganar dinero, para ganarse la vida o para tener un

buen pasar económico, cuando nuestro Padre se comprometió a

cuidar de nosotros a lo largo de toda la jornada?

Es muy importante que el cristiano sea enteramente franco y

transparente en todos sus caminos. No debe haber nada que sea

puesto en tela de juicio, ni nada encubierto, en todas sus

operaciones. No debemos meter manos en tan siquiera una sola

cosa que no soporte el más estricto escrutinio. De ahí que, si

esta persona «que trabaja para una importante empresa en

Londres» está haciendo algo que ella no quiere que la empresa

sepa; si está recibiendo algo de lo cual ella quiere que no se

Page 4: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

enteren, es perfectamente evidente que esta persona no está

actuando rectamente. Si ella es enteramente transparente en lo

que hace, ¿cuál es la razón de enviarnos esta pregunta? ¿Puede

ella, con una buena conciencia, tomar el descuento de la persona

que le provee de tales cosas? ¿Debería esto llamarse

«descuento» o más bien «corretaje» (comisión)? “Si, pues, tu ojo

fuere sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22;

V.M.). Y también: “Si nuestro corazón no nos reprende, confianza

tenemos en Dios” (1.ª Juan 3:20). Si la empresa tiene

conocimiento de que se da ese descuento, todo resulta claro y

justo; pero todo lo que se haga por debajo de cuerda o

clandestinamente es absolutamente indigno de uno que es llamado

a andar a la luz de la presencia divina.

Este punto debe ser enteramente una cuestión entre su propia

alma y el Señor. No deberíamos hacer nada con una mente

dudosa, o algo sobre lo cual no podamos, con perfecta confianza,

pedir la bendición de Dios. Éste es un gran principio moral de

aplicación general para todos los cristianos, en todas las

circunstancias. En cuanto al caso particular que nos plantea,

preguntamos en qué medida es usted responsable por el uso que

sus clientes hacen del artículo que menciona. Hay algunas cosas

de las que no se podría hacer seguramente un buen uso; como por

ejemplo un libro infiel o inmoral, y, por ende, no podríamos

vender esos productos. Pero no vemos nada malo en la venta de la

florecilla que menciona. Es cierto que se la puede emplear (y de

hecho se la emplea) con fines supersticiosos; pero no

necesariamente se la emplea para eso, y se lo hizo hasta hace

poco. Si la gente dedicada al negocio tuviera que ser tenida como

responsable por el uso que puede hacerse de sus productos, el

asunto sería interminable. Sin embargo, querido amigo, es de la

mayor importancia que nos ejercitemos a nosotros mismos para

tener siempre una conciencia sin ofensa hacia Dios y hacia los

hombres. ¡Quiera el mismo Señor ser su Maestro y Guía! ¡Quiera

Page 5: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

Él mantenerle andando en Su presencia, y contento con Él mismo!

Todo entonces resultará correcto.

Sobre este otro punto, se trata de una cuestión para la

conciencia individual. Hay una enorme diferencia entre un

vinatero y un tabernero; al menos, así lo juzgamos nosotros; pero

no nos compete establecer reglas para la conciencia de los

demás. Una cosa es cierta: la senda de un verdadero cristiano es

una senda extremadamente estrecha.

Comprendemos perfectamente su dificultad y simpatizamos con

usted. Nos veríamos envueltos en un muy serio problema si

estuviésemos dedicados a la impresión y venta de libros en lo que

respecta a qué es lo que imprimimos o vendemos. Pero, querido

amigo, ésta es una de las tantas cosas respecto de las cuales

debemos andar delante de Dios con una limpia conciencia.

Seguramente que no debiéramos hacer nada que deje una mancha

en la mente o un aguijón en la conciencia; pero nadie puede ser un

guía para el otro en tales asuntos. ¡El Señor es tan bueno y fiel,

que Él seguramente lo guiará y lo guardará!

Somos de la opinión de que usted sería más dichoso como

cristiano, y estaría más seguro como negociante, si manejara su

negocio actual con sanos principios, que si se metiera en un gran

emprendimiento como el que describe el cual sólo puede

realizarse mediante un sistema de crédito. Estamos totalmente

convencidos de la posibilidad de llevar a cabo un emprendimiento

comercial sin contraer deudas, y urgimos vehementemente a

todos nuestros amigos a obrar de esta manera. ¿Por qué no puede

un comerciante pagar por la mercadería que compra de la misma

manera que paga en su vida privada individual? Es cierto que en el

comercio puede no abarcar un área tan vasta, pero tendría un

fundamento más sólido. Su negocio puede ser pequeño, pero sería

más seguro, y su mente estaría en paz. “Vuestra gentileza [o

moderación] sea conocida de todos los hombres. El Señor está

Page 6: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

cerca” (Filipenses 4:5). Y también: “enseñándonos que,

renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en

este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza

bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios

y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12-13). ¡Qué palabras oportunas

para los cristianos en este tiempo de activa especulación y de

incesante ambición! Existe la urgente necesidad, querido amigo,

de velar para que no nos atrape el espíritu de amor al dinero de

nuestros días. El diablo está buscando cegar los ojos de los

cristianos profesantes, de varias maneras. Les provee de miles

de plausibles argumentos para tratar de justificar el hecho de

que ellos deben impulsar una mayor ganancia, echar mano de todo

lo que esté a su alcance, y amontonar poco a poco. Incluso citará

mal y aplicará incorrectamente la Palabra de Dios con el objeto

de proveer de un argumento para ganar dinero a aquellos cuyos

corazones se hallan secretamente fijados en ese objeto. ¡Oh, qué

miserable es tener ante el corazón un objeto tal como el de

«ganar dinero»! ¡Seguramente que como es el objeto, así es

también el carácter! ¡Sólo pensemos en un santo de Dios, un

heredero de la gloria, atesorando las miserables riquezas de este

mundo! ¡Pensemos también en esto, frente a miles de creyentes

que viven en condiciones de pobreza y de verdadera necesidad,

así como en lo que requiere la obra del Señor, tanto dentro de

nuestro país como en el extranjero! ¿Cómo podemos suponer la

existencia de la vida de Cristo, o el amor de Dios en un alma que

puede acumular por centenares, y ver a su hermano en necesidad

(1.ª Juan 3:17)? ¡Imposible!. ¡Ojalá que tengamos un corazón

grande!

El único consejo que podemos ofrecerle es el de esperar en el

Señor, y de pedirle que lo guíe. Él ha dicho: “te enseñaré el

camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo

32:8), y también: “El no puede negarse a sí mismo” (2.ª Timoteo

2:13). Puede ser que Él quiera que usted trabaje laboriosamente

y con paciencia en su profesión actual. Estamos en una posición

Page 7: Conducta Del Creyente en El Trabajo y Los Negocios

mucho más segura cuando nuestro negocio o trabajo constituye la

carga a nuestras espaldas, y no el ídolo del corazón.

C. H. M., Things New and Old, 1864

NOTAS

[1] N. del T.— Muchos productos alimenticios son también a

menudo objeto de adulteración (adulterar, del latín „impurificar‟,

es «falsear un alimento, bien añadiendo otra sustancia o

quitándola»). Para dar unos ejemplos, la miel se adultera con

azúcar (el producto adulterado siempre es de menor costo), y con

el azúcar —que es muy pesada y barata— se adulteran un

sinnúmero de productos tales como el helado, cereales para el

desayuno, el pan blanco, muchos alimentos preparados como

salsas, comidas congeladas, verduras enlatadas, en fin, la lista

sería larga tan sólo para la industria alimenticia (sin mencionar

otros rubros, pues en todos los ramos se vende y se coloca una

pieza no genuina como original, siendo de segunda marca). Ahora

bien, el mal no está en el producto adulterado —pues podemos no

saber que lo es y venderlo de buena fe— sino en el hecho

deliberado de vender algo como genuino, siendo plenamente

conscientes de que no lo es para sacar mejor partida de ello con

el embuste. Y ni qué hablar de aquellos que directamente se

dedican a la adulteración del producto, para venderlo luego como

original.

[2] N. del T.— Esto se hacía cuando se vendía suelta, a fin de

aumentar su volumen.