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Configuración cultural de los Karib en Colombia: algunos comentarios e hipótesis Carlos CASTAÑO URIBE Colombia, extremo noroccidental de Suramérica, ocupa una posi- ción privilegiada y significativa con respecto al curso migratorio de pobladores aborígenes desde épocas remotas. Testigo del paso de pueblos transeúntes, el territorio albergó asimismo en sus valles, cor- dilleras, sabanas, selvas y costas a innumerables comunidades hu- manas, que a través de los tiempos explotaron diversos hábitats por medio de sus culturas adaptativas particulares. Yacimientos paleoindios, tales como el Abra y el Tequendama, en la sabana de Bogotá, testimonian la presencia de primitivos pobla- dores desde el 14.200 AP. Con un género de vida nómada, tales gru- pos recolectores-cazadores ocupaban el entorno de los abrigos roco- sos —y probablemente de compamentos al aire libre— sin manifestar variaciones fundamentales en su economía depredadora durante va- rios milenios. Vestigios arqueológicos, datados en el 7.500 AP., manifiestan, em- pero, una tendencia hacia la sedentarización. Permanencias relativa- mente prolongadas en un solo hábitat quedan expresadas en los enor- mes montículos de desperdicios localizados a lo largo del litoral ca- ribe en las partes bajas de los afluentes y alrededor de las ciénagas y lagunas que caracterizan este ambiente lacustre costero. Caracte- rísticamente pródigo en recursos alimenticios, tales como moluscos, peces, reptiles, mamíferos y otras presas menores, así como plantas piocedentes de diversos microambientes, este entorno permitió la sedentarización expresada en una secuencia estratificada de los de- nominados «concheros» o acumulación de vestigios de las pretéritas actividades humanas, que algunos autores han denominado propias de un período ARCAICO. Es bien sabido que estos ambientes lacustres favorecen la pro- flevisma Española de Antropología Americana, vol. XiV El Univ. Coisipl. MacMd, 1984

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Configuración cultural de los Kariben Colombia: algunos comentarios

e hipótesis

Carlos CASTAÑO URIBE

Colombia, extremo noroccidentalde Suramérica,ocupauna posi-ción privilegiada y significativa con respecto al curso migratorio depobladores aborígenesdesde épocas remotas. Testigo del paso depueblos transeúntes,el territorio albergó asimismoen susvalles, cor-dilleras, sabanas,selvas y costas a innumerables comunidadeshu-manas,que a través de los tiempos explotaron diversos hábitats pormedio de sus culturas adaptativasparticulares.

Yacimientos paleoindios,tales como el Abra y el Tequendama,enla sabanade Bogotá, testimonian la presenciade primitivos pobla-dores desdeel 14.200 AP. Con un género de vida nómada, tales gru-pos recolectores-cazadoresocupaban el entorno de los abrigos roco-sos —y probablementede compamentosal aire libre— sin manifestarvariaciones fundamentalesen su economíadepredadoraduranteva-rios milenios.

Vestigios arqueológicos,datadosen el 7.500 AP., manifiestan,em-pero, una tendenciahacia la sedentarización.Permanenciasrelativa-menteprolongadasen un solo hábitat quedanexpresadasen los enor-mes montículos de desperdicioslocalizadosa lo largo del litoral ca-ribe en las partesbajas de los afluentes y alrededorde las ciénagasy lagunas que caracterizaneste ambiente lacustre costero. Caracte-rísticamentepródigo en recursos alimenticios, tales como moluscos,peces,reptiles, mamíferosy otras presasmenores,así como plantaspiocedentesde diversos microambientes, este entorno permitió lasedentarizaciónexpresadaen una secuenciaestratificada de los de-nominados «concheros»o acumulaciónde vestigios de las pretéritasactividadeshumanas,que algunos autores han denominadopropiasde un períodoARCAICO.

Es bien sabido que estos ambientes lacustres favorecen la pro-

flevisma Española de Antropología Americana, vol. XiV El Univ. Coisipl. MacMd, 1984

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ducción de tubérculos, y es aceptadala tesis de que el Arcaico fa-voreció la domesticaciónde las plantas.En efecto,el sitio de PuertoHormiga (estudiadopor el Prof. Reiehel-Dolmatoff) manifiesta la pre-sencia temprana de alfarería (3100 a. C.) y del cultivo de la yucatóxica, revelandouna posterior incorporacióndel maíz con todos loselementos culturales involucrados en su producción. Cuáles fueronconcretasde la incorporaciónde tal economíaproductoraes un asun-to aún discutido, peroexiste la hipótesisde que la domesticaciónpri-maria de tubérculos procedió de la selva húmedatropical amazóni-ca, desarrollándoseluego entre los grupos subandinos.La expansiónde las prácticasde producción de alimentos y de excedentesalmace-nabíesproveerá,como es sabido,una gran movilidad geográfica,unamayor complejidad social, un considerable aumento demográfico ytodos aquellos componentesde un nuevo período históricamentesig-nificativo de la evolución cultural del hombre, al que se denominaFORMATIVO.

Es un anhelo común a todos los prehistoriadoresel definir conprecisión todas aquellasetapassignificativas de la carreraevolutivahumana,así como el definir la posición de los diferentes vestigiosdentro de un esquemaespacialy temporal.

En el casoamericano,a la definición de estasvastasetapasevo-lutivas —paleoindio,arcaico, formativo, etc.— se agregala definiciónde áreasculturales sincrónicasy diacrónicascon respectoa las cua-les aún no hay acuerdogeneral.La investigaciónarqueológicaen elNuevo Mundo está aún iniciándose, y se apoya, sin excepción,en laciencia antropológicaque aporta otras diferentes ramas disciplina-rias: cultural, biológica y lingiiistica.

A través de tales aportacionesse ha establecido esencialmentecuáles han sido las distribuciones étnicas y lingilísticas sobre dife-rentes áreas, junto con otros aspectosde los procqsosmigratorios.

En Colombia hallamos entre las familias lingiiísticas más impor-tantes (por su número de dialectos y su dispersión geográfica) laArawal< - la Chibcha y la Karib, que, como grupos inmigrantes, en-gendraron una fuerte conjunción cultural entre sí con los grupospreexistentes.Acerca de todo estelargo y complejo procesola infor-mación aún es incipiente, pero en vías de resolver.

Trataremos en este artículo de esbozaralgunos de los plantea-mientos más significativos de esta última familia, que ha estado im-plícita o explícitamenteinvolucrada en una gran variedad de zonasarqueológicasy en sus procesosculturales. Es por este motivo porlo que se hace necesarioun replanteamientodel fenómeno «Karib»,superandola perspectivaúnica de la distribución geográfica de unafamilia lingúíatica y analizando la dinámica histórica del complejocultural y su participación en el ámbito prehispánico.Pese a que al

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establecerun «complejo» pretendemosmostrar un conjunto de ma-nifestacionescompartidas,es necesariosubrayar desdeahora que elgrado de homogeneidadde estasexpresionesno permite inferir unaUNIDAD cultural clara y aprehensible.En algunos casos las simili-tudes artísticas, técnicas y simbólicas que se observanen estos gru-pos —y que han sido inferidas por varios arqueólogos—son másidealesque formales, y, por lo general, las particularidadesy las di-similitudes son mayorescuandose intenta establecerlos códigos es-tilísticos y tipológicos.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Aunqueel término «Karib» pertenece,como se ha dicho, a un con-cepto lingúístico, cronistase historiadores de las Indias emplearonindiscriminadamenteeste adjetivo para denominar a todos aquellosaborígenesguerreros,de marcado caí-ácterbelicoso —y practicantesen la mayoría de los casosde la antropofagiaritual— que se desta-caron por la resistenciaque opusieron a la invasión europea.

La autorización otorgadapor la Corona para esclavizar a las po-blaciones antropófagas(no sólo los Karib practicabanesta costum-bre) desencadenóuna gran profusión de informes erróneos que ex-tendían y generalizabanel término a casi todos los aborígenesdelas ishs y de tierra firme que mostraranhostilidad al español.

A pesar de la tergiversaciónhistórica del término, estudiosde ín-dole antropológica han podido determinar cuáles son las agrupacio-nes de la filiación linguistica Karib ‘ existentestanto en el siglo XVIcomo también actualmente.

Tal como lo indican algunos estudios,esta familia lingilística pa-rece tener su origen y centro de dispersiónen la región comprendidaentreel Alto Xingú y el Tapajoz (Brasil), desdedonde se desplazaron

2en varias direcciones

DIsTRIBUcIÓN KARIB EN COLOMBIA

Desde hace muchos años ha existido en Colombia —y principal-mente en algunos autores—la tendenciade relacionar los depósitosy los elementosarqueológicosdentro de un áreaespecíficacon aque-

1 El término «Karib» con «K» ha sido empleadoen diferentestrabajosparadesignara esta macrofamilia lingílística (véase Ortiz, 1965). Nosotroscreemosoportuno emplearlopara diferenciarlo de otros posibles significados toponími-cos, étnicos (teniendoen cuentala identificación de los cronistas),etc.

2 frving Ronse cree que s uorigen podría encontrarseen la región de lasGuay-anas,mucho más al norte de la anterior (comunicación personal).

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lía distribución que mostrabanuestro territorio a la llegada de losespañoles(siglo xví) y que fuera transmitida hasta nuestros días através de sus crónicas.

Esta tendenciadesmesuradade intentar una identificación genti-licia de los vestigios arqueológicosha causado,en la gran mayoríade los casos,un desacertadoe ilusorio panoramadentro de la iden-tificación de áreasculturales y su proceso histórico (zonas arqueo-lógicas como la «Quimbaya>~,«Sinu’>, ~cPanche»,«Pijao’>, etc. son sóloalgunos ejemplos).La explicación de esto podemosencontrarlaen laausenciade una estructura cronológica en la cual sustentarlas inter-pretaciones,ya que hastahacemuy pocosaños eran contadaslas in-vestigacionesque podían disponer de análisis radiocarbónicos.Estoincidió en la práctica (generalizada)de interpretar los datosa travésde comparacionesestilísticas (inter y extraterritorialmente) estable-ciéndose,al mismo tiempo, cronologías relativas. De igual forma seasumió el análisis comparativo «acronológico»en la identificaciónde centros de origen, rutas de difusión, adopción de rasgos e iden-tificación macrolingiiística generandocierto tipo de planteamientosque, hoy por hoy, requieren ser revisados.

Tal como se dijo anteriormente,el término Karib tiene una con-notación eminentementelingiiístiea, y, aunquemuchos investigado-res han tratado de establecerlas relaciones de esta familia con lasmanifestacionescerámicas,el panoramaes aún incierto. Paramuchosarqueólogosla relación entre los datos lingiiísticos, antropológicosy arqueológicosno es aún clara; sin embargo,fue el Prof. Paul Rivetquien más evidencias de este tipo trató de reunir para inferir lainfluencia de este «grupo’> en el territorio colombiano (Rivet, 1943-44).

En este trabajo se hace referencia al mapa de distribución de lacostumbreaborigende deformar intencionalmentebrazos y pantorri-lías elaboradopor A. Métraux (manifestaciónque apareceaquí limi-tada al norte del Amazonas). Según Rivet, esta práctica intencional«puedeser consideradacomo propia de la cultura Karib, de tal modoque su existenciaen un área determinadaconstituye un indicio devalor para seguir los rastros de una invasión Karib en dicho área»(Rivet, 1943-44: 55).

Con base en la dispersión de figurillas antropomorfasprecolom-binas que muestran tales deformaciones,y con baseen los relatosde los cronistas,esteinvestigador define que la influencia Karib está«reveladapor la arqueología» (ibidem) y da una serie de fundamen-tos lingiiísticos y toponímicosque lo apoyan.Segúnesteautor «. -. enColombia existen dos grandesgrupos Karib: un grupo occidental yotro oriental, separadospor tres tribus emparentadasentre sí, cuyarelación con los Karib es probable pero no demostrada: los Pantá-gora o Palenque,los Panchey los Pijao» (Rivet, 1943-44: 57).

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Actualmente la influencia Karib está ampliamenteseñaladaen labibliografía arqueológica,y en los más recientesinfornies se localizasobre algunaszonasde la costa atlántica—sobre la margenocciden-tal especialmente—intensificándoseen ciertos sectoresdel Darién yel Golfo de (Jrabá. Hacía el suroestese prolonga, penetrandosobrelos valles de los ríos Caucay Magdalenay en la mayoríade susafluen-tes. Igualmente,se observasu presenciaen la costa pacífica (regiónchocoana),la Sierrade Perijá, el Vaupez y la Amazonia, que corres-poríden a las áreas que Rivet (1943-44) reconocecomo centrosneu-rálgicos de habla Karib, basándoseen los trabajos de Greenberg (enOrtiz, 1965: 201):

a) Grupo Chocó.b) Grupo Perijá-Magdalena.c)’ Giupo Caquetá-Apaporis.d) Grupo Amazonas.

En el estado actual de nuestros conocimientos,sabemosque la«invasion» Karib no fue rápida, intensiva, ni mucho menos organi-zada,sino que se dio a lo largo de muchas décadasa partir de di-versos puntos y utilizando rutas distintas. Aunque aún no se sabeexactamente cuándopenetraron,algunos investigadoreshabían seña-lado el siglo xii d. C. como un período probable, basándoseen lascomparacionesestilísticas de los vestigios cerámicos y orfebres detodo el país, y especialmentecomparándolocon aquellos yacimien-tos en donde se habíanpodido obtener fechasradiocarbónicas.Hoysabemosque en un yacimiento del valle medio del Magdalenaestabanya presentespara el año 1130 d. C.

Algunos investigadoresresaltan el hecho de que estos grupos semanteníanen constantesenfrentamientosunos con otros, lo que leshacia suponerque el tiempo transcurrido entre los diversos arriboshabía sido lo suficientementelargo como para romper los posiblesnexos afines. Sin embargo,esta explicación no presentauna disqui-sición satisfactoriadesdeel punto de vista temporal, ni tampoco es-clarece el hecho de la excesivaagresividad reinante dentro de unamisma «parcialidad»~.

En síntesis,podemos decir que existe una gran variedad cultura]con respectoa estos grupos que han sido atribuidos a la familia lin-gilística Karib —evidenciadapor el registro arqueológico—y un apa-rentedístanciamíentoentre unasmigracionesy otras, lo que hacene-cesario una redelinición por lo menos en lo que respectaa la ex-

Término utilizado por los cronistas del siglo XVI con el que se designaaun poblado,unaaldeao un caseríoindígena.

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plicación de esta diversidad estilística, tipológica, cronológica y, porqué no decirlo, cultural.

Creemosque —para efectos de un análisis detallado de esa «rea-lidad» —es necesario separar en dos conjuntos culturales a estosgrupos Karib, que arribaron a territorio colombiano,basándonosentodos los indicios arqueológicos,etnográficos,lingtiísticos y antropo-lógicos con los que se cuenta hoy.

Este intento clasificatorio es válido en la medida en que nos per-mite visualizar mejor el problema,pero es necesarioadvertir que eseencasillamientodebe únicamentetenerseen cuenta como un modelotipificador de casos extremos y que existen casosintermedios quepueden compartir elementosde estos conjuntos de los que habla-remos a continuación. Por otra parte, creemosde suma importanciadejar en claro que la directriz actual de la arqueología estima másimportante la definición y recuperaciónde los procesos y los mo-delos culturales que el tratar de inferir eí origen y hacer denotar lafiliación cultural cuandono se tienen suficientes basespara hacerlo.No obstante,creemosque es necesarioesbozaralgunos puntos quesirvan de basepara futui-os replanteamientos.

GRUPO KARIB TRADICIONAL (MAGDALENA-ORINOCO)

Surcaronlas aguasdel río Magdalenacomo vía de penetracióndefácil accesoy se establecieronsobre sus orillas y en las bocasde susafluentes,buscandoquizá el clima tropical húmedo al cual estabanadaptados.Esta búsquedade sitios que presentarancaracterísticasparecidasa las que su tradición cultural estabamás íntimamente re-lacionada influyó inequívocamenteen la selecciónde mediosgeneral-mente selváticos,cenagososo de llanura.

Estas bandas,posiblementebasadasen lazos de parentesco,com-ponían unacomunidadeconómicay políticamente independienteconun patrón habitacional disperso. Estos grupos multifamiliares, queexplotabancolectivamenteun áreade recursoscomún, formaban unaunidad residencial dispersa.

La producción económicay su organizacióndependíande la «par-cialidad» o grupo de descendencia.Eran sociedadesesencialmenteigualitarias, pues, aunque existía una acefalia política permanente,había un número de posiciones de prestigio similar al de las perso-nas capaces de adquirirlas dentro de cualquier nivel generacional.

Sobresalenocasionalmentedos personajesen determinadascir-cunstanciasde tensiónsocial o conflicto tribal: el shamány el cau-dillo o líder guerrero.

La «parcialidad»constituía una extensiónde las relacionesde pa-

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renteseoentre familias consanguíneas.Cada una era independiente,pero funcional y estructuralmenteequivalentea las restantes.La ma-yor cohesióne integración política existía primero a nivel de comu-nidad y, luego, a la de parcialidad, pues más allá de ésta no habíauna autoridad común a todas. De esta manera, el grupo de descen-dencia constituía la unidad más cohesivay su agregacióncomo con-junto regional no ocurrió sino esporádicamentehacia fines del si-glo XVI (Castaño-Dávila,1982).

No existía una dependenciade unasa otras debido a que su. pi-o-ducción era igualitaria, pero es evidenteque se empezóa incremen-tar el intercambio de ciertos elementoscomo medio de alianzas po-líticas o matrimoniales.

Tal como hemos dicho, el patrón de asentamientoera dispersoy eminentementedefensivo. En estos grupos de carácterbelicoso yagresivo se observa la selección de pequeñasexplanadasen lo altode una escarpadacolina, desdedondepodría tenerseun efectivo con-trol visual del contorno y muy especialmentede las vías primarias,como los ríos, etc.

Las viviendas se encuentrandiseminadas,dependiendode la su-perficie disponible. Por lo general, se aprecian conjuntos de dos ocuatro estructuras; la distancia entre cada terraza habitacional va-ría en cada sitio, pero, por regla general, están lo suficientementeseparadascomo para tenerautonomíay una independenciamediana.

En una de estas colinas del valle medio del Magdalenatuvimosoportunidad de excavar una vivienda de planta ovoide, con un áreade sesentametro cuadrados(60 mA) aproximadamente,que por suscaracterísticasconstitutivas y su proxémica (relación espacial) noshacen pensar en una vivienda tipo «maloca»,característicade la re-gión selvática (ibidem).

Este recinto de índole doméstico-familiar podía haber albergadoentre 10 y 15 personas.La presenciade dos fogones (hogares) inte-riores y el tamaño de las ollas culinarias sugierenque la unidad deconsumo era considerablementegrande.

Las huellas de poste se encuentrandistribuidas perimetralmentesobreuna elipse. Hay dos pares de postescentrales,cuya función fuela de sostenerla cumbrerade la casa,y seguramenteservir tambiéncomo soporte para asegurarhamacas,junto con los horcones peri-metrales.

En cuantoa la subsistencia,sabemosque la horticultura consti-tuyó una actividad de suma importancia. Las sementerasse hacíanen lugaresescondidosde los intrusos, en sitios altos y junto a fuen-tes de agua. Su proximidad a la casaera indispensablepara el cui-dado permanentecontra animaleso intrusos.

Entre sus cultígenos se destacael maíz (Zea mays) como una de

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las principales fuentes de nutrientes, conjuntamentecon los recur-sos que suministraban el río y las ciénagas.Según los cronistasdelsiglo xví, los moradoresde las márgenesdel Magdalena cogían«mi-les de arrobas» de pescado en los períodos de la «Subienda»(Si-món, 1953; Aguado, 1956; Epitome, 1979).

En los períodossecos se recolectabancientos de huevos de tor-tuga y carne de reptiles y aves que se encontrabanen este mismomedio.

Se sabede la presenciade «Puertos»para sus canoas y ranchosde carácter temporal sobre los playones,mientras que sus casas es-taban lo bastantedistanciadasde las márgenesfluviales como parano ser observadaso tomadas por sorpresa,pero enclavadasen unlugar estratégico,que permitiera un rápido accesoal río.

Otros productos agrícolas importantes son: el frijol (Pitaseolusvulgaris) —que aparece íntimamente asociadoal cultivo del maízen toda América— y constituyendoun importante complementopro-teínico. La ahuyama (Cucurbita moscitata)’, el ají, la arracacha(Arra-cacha xanthosona) y una gran variedad de frutas, entre las que sedestacanla piña, el guamo, el anón, la guayaba,etc.

Por otro lado, existen dos productos que merecen nuestra aten-ción, y que, a juzgar por las evidencias,debieronjugar un papel im-portante en la subsistenciaaborigen. El primero de ellos se refiereál fruto del cachipay (Bactris gasipes)—conocido también con elnombre de chontaduro—y al cuescode palma (Schellea butyraceaf,empleadosposiblementeen la elaboraciónde bebidas fermentadas,y, de forma evidente, para ser consumidosdirectamentecomo fruto,en cuyo caso puedeaprovecharsetanto el mesocarpiocomo la nuez.Podemosinferirlo así por la gran cantidadde trituradores líticos he-chos para esta función seguramente.Estos tienen una forma discoi-dal (10 a 12 cm. de diámetro por 2 ó 3 cm. de ancho),con una hora-dación en el centro, donde se trituraban estasnueces (ibidem).

El otro producto es quizá el que puedecaracterizarnoscon másacierto este segmentoétnico, aunque no de una manera directa. Layuca tóxica es,en efecto,un tubérculovernáculo del medio amazóni-co y, por ende, de la selva tropical. Su utilización entre este tipo decomunidadesdebió ser generalizada,aunquea la llegada de los es-pañolesestuvieraen un evidenteretrocesoen el interior del país. Noobstante,la variedad de yuca dulce (Manihot dulcis> estabaamplia-mente difundida en casi todas las culturas interandinas de nuestroterritorio, y era consideradaun producto muy importante dentro dcla dieta. Su presenciaen estasáreasno presentadentro de la litera-tura tanto interés como la variedad amargao tóxica (Maniitot escu-lenta), que parece identificarse por la presenciade platos pandos o«budares»,que en un contexto de tierras bajas tropicales es siempre

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un definitivo testimonio de la preparación del cazabe (o torta deyuca amarga).

Tal como lo anotamosanteriormente,es un hecho que el cultivode esta variedad puedeencontrar su origen más remoto en la zonaamazónica y una práctica generalizadaentre todos los grupos sel-váticos de floresta tropical. De ella han dependidodesdehace cientosde años,gracias a seréste un producto altamente adaptativo al me-dio y rico en nutrientes,aunquerequiere como complemento indis-pensabi.elas proteínasanimales (caza y/o pesca).

Sabemosque en la zona andina, México, Centroaméricay partede las Antillas y Venezuela el maíz tuvo una pronta y rápida dif u-sión (seguramente desde diversos puntos sIe origen), dadas suspíopiedadesalimenticias. Este grano les proporcionaba una dietabalanceadade carbohidratosy proteínas; la yuca, por el contrario,carecíade suficientesproteínas.Más allá del valor nutritivo del maíz,siendo un alimento almacenable,proporcionabaun excedenteagríco-la, que,a su vez, fomentabaun incrementoconsiderableen el desarro-lío cultural. Quizá sea éste uno de los principales elementoscatali-zadoresen la consecucióndel estadio de «civilización», a diferenciade las tribus selváticasque dependíande la yuca. Como es bien sa-bido, este tubérculo no es almacenable,excepto por muy poco tiempodebajo de l.a tierra. No obstante, las culturas Orinoco-Amazónicasaprovecharonla yuca tóxica para producir un producto almacenable:«el cazabe».

El hechode encontrarremanentesdel cultivo de yuca amargaenla región interandina (en Tamalamequesegún la Relación Geográfi-ca y en la región de La Palma, según Suárez de Cepeda, 1958: 59)durante el siglo xvi sólo •puede indicarnos que su utilización habíaentrado en desusodebido a la implementacióndel maíz, aunqueañosatrás fuera cultivada de forma generalizada,tal como lo puedemos-trar la evidencia arqueológica. En efecto, existen numerosos sitiossobre todo el curso del río Magdalena,donde se observan fragmen-tos de platos pandos, posiblementeasociadosa la preparación delcazabe (sitios como Espinal, Honda, Giradot, Pto. Salgar, etc-).

Es un hechoreconocidoque la granmayoríade estosgrupos prac-ticaban una economíamixta, y al decir mixta no sólo nos referimosa la variedad de productos agrícolas incorporados a su dieta, sin.otambién al carácterpolifacético de su subsistencia.En otraspalabras,estamosante un sistema económico que busca una estabilidad defi-nitiva despuésde haber afrontado un cambio substancialen lo quepodemosconsiderarsu «institución tradicional». Esto se puedeinfe-rir de la evidenciaarqueológicadisponible.En primer lugar, asumien-do que la cantidad de platos pandos respondeal empleo de la yucatóxica, lo que sugiereque su consumo era bastantegeneralizado(por

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lo menos en lo que se refiere al periodo anterior a la llegadade losespañolespuesto que éstos no dejaron pruebas escritas de su utili-zación sino en muy pocos lugares, que podemos interpretar como«reductos»).El empleo de este tubérculo tenía un sentido tradicio-nal, puesto que estos grupos veníande las tierras bajas del Orinocoy era un producto altamenteadaptadoa estemedio. La búsquedadeasentamientossobrelas márgenesdel Magdalena,con similares con-diciones ecológicas a las de la floresta selvática tropical, sugiere laconvenienciade continuar con la horticultura de este alimento.

Sin embargo,la sustitución gradual de estetubérculopor el maízfue inminente, gracias a las magníficaspropiedadesnutritivas y al-macenativasque proporcionabaesteúltimo. No obstante,resulta in-teresanteel hecho de encontrar en gran parte de estos grupos, quehemosdenominado«Karib tradicional», una estrechadependenciadela pescay posiblementede la caza,prácticaque, dentro de un esque-ma «normal»,estaríamás relacionadacon la horticultura de la yucaamargaque con la agricultura intensiva del maíz. Y es, quizá, una delas característicasmás fehacientesde estos grupos Karib su depen-dencia del maíz pero complementándolocon otro tipo de prácticaspropias de otro estadio socio-cultural: caza, recolección y, en algu-nos casos,horticultura de la yuca tóxica; asimismo una gran can-tidad de institucionessocialesy cultura material típicas de los gruposde selva tropical.

Pensamos,por lo que indican las comparacionesarqueológicas,que estosgrupos veníande sitios circunscritosal curso del río Orino-co y sus afluentes,estableciéndosea lo largo del río Magdalena,unavez hecha la penetración—en oleadassucesivase independientes,se-guramenteentre el siglo x y el XIII d. C.— al interior del país. Sepuedendestacara este nivel los asentamientosdel valle medio delMagdalena, donde las característicasambientalesofrecieron mejo-res ventajasadaptativaspara estosrecién llegados.Vestigios arqueo-lógicos, como los del «complejo Colorados»,se identiFican compara-tivamente con los del río Caura, el Ventuari, el Atunes y muchosotros afluentes del Orinoco en Venezuela. Incluimos dentro de estegrupo Karib tradicional tribus como los Tupe, Tomoco, Tamalame-que y, en especial,a los Yareguí,Motilón, Opón-carare,Nauras,Nau-racotasy a los Colima-muzo (aunqueeste último grupo se encontra-ba en un proceso trasculturativo hacia el conjunto «Karib integra-tivo», tal como lo definiremos más adelante).

Los elementosmás significativos de este grupo son: portapenede caracol; navegaciónmarítima y fluvial; artefactosde concha; f le-chas envenenadas;entierro secundarioen urnas; brazaletes,narigue-ras y pendientesde hueso o semillas; budares y yuca amarga; afi-ladoresy trituradores líticos; casa tipo malocaen la mayoría de los

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casos; deformación de la pantorrilla y los brazos; cerámica incisasin pintura y ausencia de orfebreríat

Gau~o KARIB INTEGRATIVO

Se denota en este conjunto un elaborado y complejo sistema dealianzas intertribales. El intercambio de alimentos y bienesde con-sumo es necesarioen la producción de mayor cantidad de exceden-tes. El comienzode la diversidad social se advierteen las evidenciasde no igualitarismo en los entierros, no sólo por el ajuar funerario,sino también en su morfología.

Rasgoscomunes, como existencia de líderes autoritarios y unamás amplia integración política, se ven justificados por el auge delos conflictos inter y extratribales.Los excedenteslogrados a travésde la agricultura intensiva y extensiva no sólo canalizan el fortale-cimiento de una clase especializadaen las «artes bélicas», sino quetambién se desarrollael poder autoritario, mu&has veces de carácterreligioso y, por ende, circunscrito alrededor del culto «Sacerdote-ídolo-Templo».

La antropofagia ritual, los sacrificios humanos y las cabezas-tro-feo se convierten en una costumbre generalizada; de igual manerase intensifican las prácticas deformativas, tal como la deformacióncraneanay la de pantorrillas y brazos con un sentidoestético y, po-siblemente,de status.

Se destaca,como en el casoanterior, la búsquedade lugaresconciertas característicaspara el establecimiento de sus viviendas. Seescogensitios altos de fácil defensay con la posibilidad de tenerun amplio dominio visual. Esto favorecíala seguridadde la poblaciónque, en estos grupos, 0pta por concentrarseen núcleos densos.Lainestabilidadcausadapor luchas internas y externas entre pobladosy tribus próximas influyen quizá en este aglutinamiento poblacionaly en las manifestaciones«arquitectónicas»y urbanísticas.Son nume-rosos los casosen los que se observauna gran empalizadaalrededordel poblado a manerade fortín. Estacaracterísticafue precisamentela que determinó que los españoleslas denominaran con el nombrede «palenques».Estos fuertes soncaracterísticosen las vertientesdela Cordillera Central, y siemprehan sido identificadosen zonas don-de se aprecianlos denominados«señoríos»o aldeascon una ciertaunidad política y social. Su cohesividad no tenía, sin embargo, un

4 Gran parte de estos elementos fueron enunciadospor Reichel-Dolmatofíen su artículo «Zonas culturalesde Colombia y sus elementosconstitutivos»,1946.

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amplio espectroy, por lo tanto, la unidad entregrupos seguíasiendocircunstancial y practicada a nivel de alianzasmomentáneas.

Desafortunadamente,estos muros de doble paredhechos de tron-cos y piedras en su interior, que mencionancronistascomo Fray Pe-dro Simón, Aguado y otros, aúnno han sido reconocidosni documen-tados en la bibliografía arqueológica; tampocose han encontradoevi-denciasde las fosas y trampas subterráneasalrededorde los pobla-dos e inmediatamenteexcavadasal lado de los fortines, que sonfrecuentesen la zona pantágoray pijao, según las referencias delsiglo xví.

Se indican, asimismo, templos de grandesdimensiones—con res-pecto al común de las casas—generalmenteen el centro de los po-blados. Cercana a esta construcción, o a la vivienda del cacique oseñor, era frecuente encontrar gran cantidad de cabezas-trofeo,en-gastadasen baras o estacas,como también sobre empalizadasy zar-sos hechospara tal efecto.

Se nota una diversidadde estructuras,entre las que predominanlas de planta circular, y cuyas dimensionesvariaban según la fun-ción y la localidad. Viviendas, depósitosde alimentos o armas, tem-píos y otras construcciones—como los recintos destinadosa servirde moradaa las mestruantesy que los españolesdenominaron«pri-mores»— conforman el conjunto habitacional.

En cuantoal aspectoeconómico,sabemosqueel comercio (de true-que) se intensifica canalizandolos sobrantesde producción (man-tas, oro, productos de orfebrería, algodón, sal, etc.) y la explotaciónde los recursosnaturales.

La agricultura y el cultivo del maíz se convierten en la base dela alimentación.El complementobásicoseobtiene a partir de algunasvariedadesde frijol y de yuca dulce, y se adquieren ciertos produc-tos de la tierra fría, como la papa, la quinua, el ñame y una granvariedad de frutas-

La prácticaagrícola de tumba y quemacon baseen herramientassencillas, como el hacha y el palo cavador>se sigue utilizando, peroel sistema de terrazas e irrigación se implementa en algunos sitios.

La cerámica adquiere un desarrollo importante, captando técni-casnuevascomo la pintura positiva y, en algunossectores,la pintu-ra negativa. Los acabadosson más detalladosy el control de la manu-factura y la cocción mucho más preciso.

Los ritos funerarios son complejos; los muertos se entierran enbóvedas profundas provistas generalmentede una cámara lateraldonde se deposita el cadáver con su ajuar; y, en algunos casos, ladefunción de un «señor»hace necesarioel entierro de sus mujeresy sus esclavos.

La orfebrería alcanzaun desarrollo tecnológiconotable y adquie-

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Distríbución d. Grupo. de habla Karib y lea vi.. de pan•trecion hiPOtética.

TRADICIONALES

1 Motilón2. TamaIan~.qu. (fl3. Yar.guie4. Nema y Nauracota5. Opón-Cara,.6. Tupe7 Pancha

INTEGRATIVOS

8. Anaerina9. Quin3t.ay.10- Pantágora11- chocó12. LiICy Tirnba (?)13. Pijao

Fíe. 1

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re formas nuevasen la elaboraciónde las piezas, teniéndosecomo lasrepresentativaslas de la zona Quimbaya y la zona Pijao ~.

A toda esta gran cantidad de elementosculturales, sintéticamen-te expuestosaquí, podemos agregarla práctica de pintar el cadávercon pintura roja, la utilización de la narigueratipo «eari-curi’>, ar-mas como la lanza y la honda y otra seriede manifestaciones,comoel shamanismoy el cultivo del algodón.

Intentar establecerla relación espacial y temporal entre los Ka-rib integrativos y los tradicionales es, por el momento, imposible.No podemos asegurarque se traten de manifestacionesindependien-tes o consecutivas,entendiendoesta última como derivación secuen-esal de un grupo a otro —de tradicional a integrativo— en términosde logros culturales, ya que la arqueología no nos permite deducirnada al respecto,mientras no se tenga un más amplio espectrodeesa realidad pretérita que tratamos de entender.

En cuantoa la identificación de estosgrupos, tenemosque remi-tirnos a los parámetrosestablecidosanteriormentepor Reichel-flol-matoff (1946) para lo que él denominó <‘grupo Karib-chocó», y quese identifican plenamentecon los Karib integrativos que hemos tra-tado de analizar. Estos pueblos serían los siguientes: Quimbayas,Ansermas,Paucuras,Picares, Pantágoras,Pijaos, Chocoesy posible-mente, Amaníes, Aquales, Liles y Timbas, aunque estos últimos nohan sido claramenteidentificados como pertenecientesal grupo lin-giiístico Karib.

En cuanto a su arribo al país,no sabemosnada. Las excavacio-nes arqueológicasen estas zonas han sido poco afortunadas en lalocalización de sitios estratificadosy en la consecuciónde restosor-gánicos, debido a la composición de los suelos y a las condicionesclimáticas. Sin embargo,creemosque sepodría pensaren un arriboanterior al grupo Karib tradicional, más aún cuandose parte, comolo hacemosnosotros ,del hecho de relacionar a estos últimos conel «horizonte de urnas funerarias»del valle del Magdalena.Es decir,que si partimos de la hipótesisde que la introducción en el país delhorizonte de urnas funerarias fue llevada a cabo por los grupos Ka-rib tradicional —dada la similitud estilísticay tipológica de estaprác-tica a todo lo largo del Orinoco— y establecemos,como lo hacen lasfechasde C 14, que su expansiónse realizó a lo largo del siglo xíí,tenemospor hecho que estos grupos arribaron posteriormente,pues-to que estamisma costumbrefue asimilada por los integrativos,com-

5 Algunos hechos y manifestaciones hacen suponer una relación estrechacon la zona Calima, al suroccidentede Colombia, sobre todo en lo que se re-fiere a técnicas metalúrgicasy a la producción de objetos orfebres.

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probando así este nexo cultural y temporal en un momento deter-minado

AlGUNAS cONsIDERACIONEs SOBRE EL HORiZONTE DE IJRNA5 FUNERARIAS

Tal como se sabe, la costumbre del entierro secundarioen urnasviene de la América Central y la adoptaronen Suramerica los gru-pos Arawak y Karib. Sin embargo,es en este último donde se obser-va una serie de manifestacionesmuy peculiaresen cuanto a la mor-fología de las urnas y a su decoración.

Quizá el rasgomás característicodel valle medio del Magdalena,en cuantoa estasvasijas,sc refiere al adosamientode una figura an-tropomorfa sobre la tapa. En éstasse observanrasgos recurrentesyestereotipados:deformacióncraneana,deformación de brazos y pan-torrillas, ausenciade vestido, perforacionespara el engastamientodealhajas en la nariz y orejas, sexo bien diferenciado,posición sedente(sobrepequeñobanco o asiento)y colocación de las manos sobre lasrodillas o el vientre ‘.

Estos elementosse encuentranrepresentadosen Colombia en lasurnas funerarias de Puerto Moskito, Puerto Nare, Puerto Serviez,Puerto Niño, río La Miel, río Cuarinó, Puerto Salgar (Colorados) yHonda. Todos estos sitios, atribuidos por nosotros a grupos Karibtradicional (con un patrón selvícola-ribereño),compartenuna estre-cha relación con una gran cantidad de yacimientos arqueológicosso-bre el río Orinoco (Maracano) y las estribacionesde la Cordillerade Mérida (Bocoró) en Venezuela,como también con sitios en Brasil,como Maraca, Monte Meya, etc.

Reicbel-flolmatoff (1943-44) fue el primero en darse cuenta de laimportancia del «horizontede urnas funerarias»como indicativo cro-nológico, ya que Rivet (1943) había resaltado las relacionesentre es-tas urnas, la cremaciónde los cuerposy susposiblesartífices Karib.

La valoración sincrónica de estehorizontees clara y efectiva, pues,como sabemos,en la época de la conquista españolalas tribus delvalle del Magdalenaenteiraban a sus muertos en bóvedasy no enurnas —como lo hacían siglos atrás. Es por este motivo por lo que«la capa de urnas funerar-iasdel Magdalenarepresentaun horizontecultural anterior y distinto al que encontraronlos españoleshacecua-

6 La anterioridad cronológica de los grupos integrativos en cuanto a suarribo al territorio colombiano podría estar comprobadapor el alto nivel deadaptaciónalcanzadoy su grado de desarrollo cultural, con respectoa losúltimos reductosque en esteartículo hemos denominadotradicionales.

En algunos sitios donde aparecen las representacionesantropomorfassuelen aparecer,acompañándolaso supliéndolas,las figuras de un felino (po-siblementeel jaguar) que se esquematixarealista o figurativamentede acuer-do a la región.

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tro siglos. La totalidad de los elementosobservadoscon las urnassobrevivió, pero este tipo de enterramientofue cambiadopor otros»(Reichel, 1943-44: 73).

Este autor identifica, por lo tanto, dos períodosdiferentes: unocon urnas y otro con bóvedas.La distancia entre uno y otro no pa-receser muy grande.El fin del periodo más antiguo pareceque coin-cide con el desarrollode la cerámicapintada,la industria del algodóny los comienzosde la orfebrería (ibidem: 76).

c. o-

SITUACIONES DE CONTACTO CULTURAL EN LA SABANA DE BOGOTÁ

Uno de los aspectosmás interesantesen el análisis de las diver-sas situacionesde contacto intercultural es el poder determinar elgrado y la intensidad de los elementosmateriales,ideológicos y tec-nológicos que son aceptadoso difundidos de un grupo a otro, dandocomo resultado el fenómenoACULTURATIVO.

En este caso concreto, resulta de gran interés el llegar a deter-minar las implicaciones socio-culturales que tuvieron diversas pre-

A. a.

E.

PIG. 2

fig. 2

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siones territoriales que ejercieron los grupos Karib (especialmentepor parte de los denominadostradicionales) sobrelos moradoresdela meseta,pertenecientesa la familia lingtiistica Chibcha.

A esta última filiación pertenecenlos Muiscas, que se encontra-ban distribuidos en el altiplano cundiboyacense,áreageográfica que,a juicio de muchos investigadores,incidió en el desarrollo de unaalta cultura, teniendo en cuenta la extraordinaria riqueza de las al-tas y planas sabanasde la Cordillera Oí-iental. Aunque aún no se hapodido establecer arqucológicamenteuna profundidad cronológicaconsiderablepara este gvupo, como lo suponenmuchos autores,sesabeque suentradaal pais debió ser anterior a la Karib y verosímil-mente posterior al influjo Arawak.

Fuentes documentalesacreditan a estos pueblos Muiscas comoposeedoresde una desarrolladay compleja cultura, especialmenteenlo que se refiere a susinstitucionespolíticas y sociales.Se alude insis-tentementea la configuración de federacionesterritoriales y al desa-rrollo del Estado.

Si bien es cierto que los cronistashablan de una gran densidaddemográfica en los estadosdel Zipa y el Zaquey una relativa com-plejidad de instituciones políticas, religiosas y sociales en sus do-minios, las evidenciasarqueológicasno se muestrantan complacien-tes en la determinación absoluta de estas descripciones.Existe ungran vacío teórico en el conocimientode éstos,pesea ser una de lasáreasdel país que cuenta con más investigacionesy trabajos de cam-po. Desafortunadamente,aún no se conoce el proceso cultural, losfocos primarios de irradiación ni la profundidad cronológica comopava explicar las relaciones con los posibles grupos premuiscas.

Tanto Reichel-Dolmatoff (1946) como Haur y Cubillos (1953)coinciden en dudar de la desmesuradaimportanciaque se le ha dadoa este pueblo, debido a que, fuera de sus logros políticos y sociales,los avancesen la cultura material, la tecnología, la explotación dealgunos recursos> la densidadpoblacional y su incidencia en el pa-norama de las culturas subandinasno muestran una destacadasig-nificación.

Con el f iii de analizar el fenómeno de contacto cultural, es nece-sano teneren cuentalos posibleselementos de cultura material —queson, por cierto, los indicativos arqueológicosde ese contacto— queinciden a nivel de atributos y tipos formalesen uno y otro conjuntoétnico. Aunque los datos disponiblesson aún insuficientespara com-prender cuáles fueron los posibles cambios y las implicaciones deeste contacto sobre los niveles más amplios y complejos de la cul-tura (tal como lo es la ideología y el sistema organizativo de la so-ciedad) esbozaremosa continuación algunos puntos susceptiblesdetener en cuenta.

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El contactointercultural, cuandoes abrupto, agresivoy constante—tal como debió ser éste—trae como resultadoun estímulo inminen-te en el grupo agredido (receptor), si no quiere verse condenadoadesaparecercomo etnia o por lo menos a perder muchasde sus fa-cetas tradicionales por imposicion.

Sabemosque,al arribo de algunosgruposKarib al valle medio delMagdalena,la presión ejercida fue tan intensa que los grupos Muis-cas,poseedoresde gran parte de esta región cálida y templada—quellegaba incluso hasta las mismas orillas de este río— tuvo que re-plegarsea sus dominios de la zonafría, es decir, a la mesetacundi-boyacense.Este retroceso implicó la pérdida de una gran parte desus elementosde consumo y de manufacturaspropias de las estri-bacionesde la Cordillera: el algodón, el oro de aluvión (frecuentesen algunos afluentes del Magdalena),varios productos alimenticiosy la posibilidad de tener un mejor acceso a la ruta comercial delMagdalena.Quizá uno de los hechosmás perjudiciales para los Muis-cas fue la pérdida de sus cultivos en tierra templaday caliente. Talcomo lo demuestraactualmentela producción agrícola,el rendimien-to de los cultivos de maíz es superior en esta zonaque con respectoa la sabana.En efecto,en esta última región se obtiene una cosechaanual, mientras que sobre la hoya del Magdalenase logran hastatres cosechaspor año y un considerableaumentode frutos (mazor-cas) por fanega cultivada.

Haury y Cubillos sostienenque,a pesar de que la agricultura fuela basede la economíachibcha, hay razonespara pensarque una re-lativa y limitada parte de la mesetase encontrabacultivada antesde la llegada de los españoles.Según la distribución de los sitios deasentamientoubicados sobre los declives montañososque bordeanla sabana,y cuyas excepcionesresultan ser Funza,Fontibón y Chía,la agricultura no era posible a gran escala,puesto que la estaciónlluviosatraía consigouna inundaciónparcial de las zonasplanas(Hau-ry-Cubillos, 1953: 83).

El medio, desdeeste punto de vista, impuso el desarrollo de laagricultura de laderasy en numerosossitios fue necesario recurrira la construcción de aterrazamientos(con muy poca infraestructuralítica), tal como los que se observanen Facatativá,Tocancipá,Sopó,Chocontá,Tunja, etc.

Segúnestos mismos autores, las terrazasfueron construidasantesde la conquista españolay durante el periodo de máxima expansiónchibcha (ibidem: 84); sin embargo, motivos que expondremosmásadelantenos hacen pensar que la causade este tipo de apropiacióndel medio debió ser la presión ejercida por los Karib, obligando autilizar al máximo el área que tenían a su disposición. Este hecholo confirman los diques y los drenajeshechosen la zona pantanosa

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de Funza —observablesen fotografías aéreas—y los de otras áreasde la sabana.Esta necesidadimperativa de expulsar grandes volú-menesde agua está confirmada por la mitología muisca (origen delSalto de Tequendama)y de la obra de su dios civilizador: «Bochica>’.

Igualmente,creemosque una sociedadque se ve agobiada,perse-guida y en constantepeligro de seguir perdiendomás posiciones te-rritoriales tuvo que estructurar una fuerza de ehoqueofensiva o porlo menos de defensa.Paraconseguiresteobjetivo es inminentementenecesariolograr una cierta unidad interna y fortalecer una divisiónde labores, a fin de lograr un relativo equilibrio socio-político.

El límite territorial entreMuiscas y Karibs quedó establecidoentérminos generalespor un cinturón natural entre los 1.500 y los2.000 m.s.n.m. Esta franja de 500 metros representauna barrerana-tural, no sólo por lo abrupto de la topografía en muchos sitios (ris-cos y paredesverticales),sino también por el descensoevidentede latemperatura,al cual los invasoresno estabanadaptados(física, bio-lógica y culturalmente).

Esta barrera natural, sabemos,fue reforzadapor la ubicación deconglomeradosmilitares (Guechas)bien ordenadosy dispuestosa de-fender a toda costa cualquier intento enemigo. Esta necesidadinmi-nente demandóde la sociedadmuiscauna serie de excedentesmayo-res a los anteriormenteconseguidosy requirió un tipo de organiza-ción seguramentemás eficaz, que nosotros nos atreveríamosa pen-sar ocasionóuna transformaciónsubstancialdel modelo cultural im-perante antes de la llegada de los grupos invasores.

Es posiblementeeste elementode pi-esión karib, entre otros mu-chos factores,el que obligó a los Muiscasa desarrollarun depuradosistemasocio-político que fue posteriormenteadmiradoy transmitidoa nosotrospor los españolesen el siglo xví. Esta hipótesis puedeser-vir, quizá, como basepara explicar no sólo la incoexistenciaentreeldesarrollo socio-político y su desaríollo tecnológico —a nivel de lainfraestructura «urbana», la manufacturacerámica y orfebre que nose ajustan al «modelo» de la cultura estatal incipiente—, sino otrosfenómenosculturales a los que se les ha encontradorespuesta.

En primer lugar, sabemosque los Muiscas no lograron —o no in-tentaron— recuperarun sistema de verticalidad de los productosagrícolas (agricultura intensiva y/o extensivaen diferentes pisos tér-micos), tal como los grupos taironas de la Sierra Nevada de SantaMaria. Es probable que estanecesidadla hayan resueltodesarrollan-do un sistema comercial complejo, como de hecho lo hicieron, aúnteniendo que pactarlo con los grupos Karib a todo lo largo de susfronteras. El medio para lograrlo estuvo a su disposición gracias auno de sus elementos de intercambio y de gran aceptación entrecualquier comunidad aborigen: en efecto, sabemosque la sal era

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intercambiadacon numerosascomunidadesdel actual territorio co-lombiano, aun en las zonasmás alejadas.

La gran mayoría de los mercados importantes se establecieronprecisamenteen los límites del territorio muisca (Sorocotá, Vélez,etcétera) e incluso, en algunos casos, externamentea éste (Aipe). Enestos lugaresfijos de ferias periódicasse intercambió la sal, las man-tas de algodón, las esmeraldas,el oro, el tabaco, la coca, el fique, elalgodón en rama, los caracolesy las conchas.

Sin embargo,se reconoceque el «tybyn» o «sybyn» fue el funda-mento, como sistema de las comunidadesagrariasmuiscas,del estadoincipiente. El agrupamientode la población agricultora se hizo ne-cesario para la producción de excedentesdestinados,en su mayorparte, a la protección de las fronteras y, en algunos casos, a su am-pliación; ya que sabemosque el gruesodel ejército estabaformadopor guerrerosprofesionales —reclutados dentro del propio territo-rio— y tropas mercenarias(como los destacamentosde Vélez contra-tados por Quemuennehatoeba)que en sus operacionespunitivas con-virtieron a numerososgrupos consanguíneosde la mesetaen confe-derados y tributarios. Igualmente, los excedentesse canalizaron enel mantenimiento de una clasedominante y en los sectoresen cuyasmanos estabael poderde dirigir los designiosde la comunidad (liza-quesy sacerdotes).

Los Muiscas, como pueblo de una compleja estructura religiosa,elaboraronun estilo propio y peculiar en la representaciónde susdeidades.Sobresalen,por ejemplo, las figurillas antropomórficas demanufacturaesquemáticahechasen una aleaciónde oro y cobre. Sinembargo, algunos autorescoinciden en la determinaciónde que sustécnicas metalúrgicaspuedanconsiderarsecomo otro de los aporteskarib —planteamientoque aún no ha podido establecerseplenamen-te, puesto que no se sabe qué grupo o grupos lo trajeron, en queépoca,ni de dónde— al igual que otros elementosintroducidos, talcomo el entierro secundarioen urnas (Silva Celis, 1945), la deforma-ción craneana(ibidem) y cierto tipo de rasgoscerámicos. En cuantoal aporteaculturativo muisca del cual fueron objeto los gruposkaribque ascendieronde un medio ribereño a las estribacionescordillera-nas, y que,por ende, se establecieroncomo vecinos territoriales, sedestacanlos productosde índole agrícolay muy especialmentetodosaquellos atribuidos a un régimen subandino (p. ej., la papa que seconsumíaen algunos sectoresMuzo-colima). Se observa,igualmente,en algunos sitios de estageografíala incorporaciónlenta y paulatinadel tejido de algodón (mantas)y la esporádicafabricación de panesde sal (de dos o tres pozos de aguasalexistentesen el área) aunquede forma muy incipiente (Castañoy Dávila, 1982),

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Si analizamosdetenidamenteeste conjunto de asimilacionesen-contramos que la gran mayoría de estos elementosestabandentrodel -rubro de la producción agrícola y, muy especialmentedentro deaquéllos que ya tenían una probada y distinguible adaptabilidad alentorno que había sido objeto de expropiación. Excepto algunos ca-sos de la incorporación de la técnica del tejido, por parte de las

«prostitutas»(Muzo-Colima), y dc la fabricaciónde panesde sal, entiempos previos a la conquista, no se ha observado ono tipo de in-troduccionestécnicas importantes. Es claro que, en el estado actualde nuestrosconocimientossobre este área del valle medio del Mag-dalena,no podemosir más lejos y que gían parte de los planteamien-tos aquí expuestosno dejan de ser, hasta el momento, sino merashipótesis susceptiblesde ser replanteadasen lo sucesivo.

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