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II. La interculturalidad y la educación Contexto de emergencia de la educación intercultural.

La interculturalidad se levanta abiertamente frente a esa historia de intolerancia y fundamentalismos -de todo tipo- que nos ha precedido; también, en contra del proyecto de la modernidad marcado por el progreso sin límite, el triunfo del más apto y fuerte que no requiere de nadie. Lo anterior, entre otras cosas, generó una mentalidad por la que nos resulta muy difícil admitir que 'mi tradición' es una entre tantas, con su propia manera de acceder a la realidad. Pero que existen otras diversas a ella, por principio igualmente legítimas y cada una con sus propios lenguajes, herramientas conceptuales y una visión ventajosa de la realidad.

A su vez, contamos con un nuevo entorno internacional integrado por algunos aspectos confluyentes que sitúan la interculturalidad como un imperativo y signo de nuestro tiempo. Entre ellos cabe citar:

· La creciente constatación de la integración de nuestros países a partir de la diversidad de grupos culturales, lingüísticos, étnicos y religiosos. · Una mayor conciencia y sensibilización a la pluralidad cultural. · La globalización neoliberal. · El rechazo social y jurídico del racismo y la xenofobia. · El reconocimiento internacional de los derechos humanos que incluyen los derechos sociales y culturales de todos los pueblos. · Las grandes migraciones y los cambios que producen.

Esos aspectos enunciados, en sentido amplio, junto a los mayores conocimientos que se han adquirido en la línea socio-antropológica, histórica, filosófica, etc., ponen de relieve un conjunto de procesos de transformación cultural, múltiples y variados que denotan la conciencia de la creciente configuración multicultural de nuestras sociedades y sus distintas mezclas interculturales.

En referencia al ámbito educativo, en general puede afirmarse que el concepto de educación intercultural nace en los años sesenta y comienza a extenderse significativamente a lo largo de los años setenta.

Es interesante contrastar las 'causas' de su aparición a través de los distintos contextos culturales.

En Estados Unidos esa propuesta educativa se vincula a una mayor conciencia de la naturaleza de la diversidad cultural que integra esa nación, en donde se constata la existencia de varias culturas que conviven pero sin una interrelación. Por eso, los especialistas comenzaron a describir la realidad del país como una suma de culturas y a optar por un modelo intercultural que promueva una política educativa en favor del pluralismo cultural.

En la Unión Europea, comienza a hablarse de la educación intercultural a partir de los años ochenta, a raíz de la fuerte inmigración que genera una yuxtaposición de culturas -autóctonas e inmigrantes- en la sociedad, presentes específicamente en el aula escolar. La tendencia que se persigue es la de preservar las culturas étnico- grupales para que no sean absorbidas por la cultura dominante.

En España, la educación intercultural apenas cuenta con poco más de una década de vida y se ha desarrollado principalmente en relación con el tratamiento de la minoría gitana.

Hay que reconocer que nos encontramos en un momento inicial de la Educación Intercultural, pues apenas se va cobrando algo de sensibilidad por esta temática, todavía no muy valorada. A la vez, hay un intento por sentar las bases y los principios que deberá asumir esta educación en búsqueda de una orientación y conceptualización mas claras, que se reviertan en sus líneas de formación para el profesorado, sus contenidos básicos curriculares, metodología, etc., como denota la bibliografía existente -revistas monográficas, obras- y trabajos de investigación.

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De partida asumimos que: 1) La interculturalidad constituye el proceso de mestizaje por el cual cada persona y cada cultura cooperan al destino de la humanidad y el universo. Íntimamente vinculado a ello, la educación intercultural se convierte en un camino de convivencia y reconocimiento de la interindependencia 2) Esa educación no se dirige a un determinado colectivo que supuestamente podemos cuantificar y calificar como desfavorecido. Es una opción dirigida a todos los grupos sociales, en función de la riqueza que puede potenciar en cada sujeto al permitirle desarrollar competencias en múltiples sistemas de percepción, pensamiento, acción, así como aprender a desenvolverse entre las culturas diversas de su entorno, pudiendo aprovecharse de sus aportes y contenidos. 3) También representa un conocimiento crítico social alternativo porque interroga un modelo de conocimiento -predominantemente occidental- que ha sido reducido a una operación mental, cognoscitiva, académica e interna a la ciencia. Por eso, enfatiza su construcción de acuerdo a las condiciones sociales marcadas por cada sociedad o cultura. Eso hace que también cuestione la relación entre la escuela -reproductora y legitimadora socio-ideológica de la cultura dominante- y el estado que le impone sus fronteras. 4) Desplaza esa concepción de la educación y transmisión de cultura ceñida exclusivamente a nuestros centros escolares y la asimilación de cosas, en favor de considerar también el aprendizaje no-formal, enraizado en la propia vida y sus múltiples esferas de relación.

Punto de Partida: Llama poderosamente la atención que en los variados enfoques desarrollados sobre la

educación intercultural: la asimilación, entendimiento cultural, pluralismo cultural, educación bicultural, educación multicultural, educación antirracista, no exista un planteamiento teórico de la cultura en sentido socioantropológico. Así, algunos dejan ver una interpretación de la cultura todavía en el sentido "ilustrado" de 'acumulación de conocimientos' legitimados y jerarquizados por la cultura dominante, acompañada de los rasgos predominantes de la abstracción, estatismo, homogeneidad y aparente universalidad. Enfatizan muy poco la relación entre la cultura y los caracteres distintivos que esta imprime en la esfera particular y, muchas veces, se limitan a considerar las creencias religiosas, los rituales comunes o las tradiciones compartidas, haciendo caso omiso de sus orígenes a través de los sistemas de significado, estructuras de poder y la mediación de instituciones en que unos y otros se despliegan.

¿Qué es la Interculturadidad? La interculturalidad no se puede confundir con ninguna de estas nociones:

interdisciplinariedad, transdisiciplinariedad, multiculturalismo, una nueva filosofía de la cultura.La interculturalidad representa un avance con respecto al multiculturalismo 1 en el sentido

de que este último, en general, se refiere a la presencia, en un mismo lugar, de culturas distintas que no están necesariamente en relación o estarían con relaciones conflictivas. Como el multiculturalismo pretende defender la libertad e igualdad de las culturas, únicamente exigirla una actitud de respeto y tolerancia, reivindicando, como actitud complementaria, la necesidad del reconocimiento. La interculturalidad2, por su parte, exige no solo el respeto o reconocimiento,

1 El interculturalismo aspira a superar la mera coincidencia de culturas. Es un concepto dinámico que enfatiza los aspectos positivos de la comunicación entre culturas: intercambio, reciprocidad, apertura, flexibilidad, solidaridad, etc. Si el multiculturalismo describe una situación de partida, el interculturalismo muestra la dirección a seguir para que la convivencia entre personas de culturas diferentes en condiciones de influencia paritaria sea fuente de riqueza.2 El multiculturalismo se refiere a la concurrencia de dos o más etnias y su coexistencia en la misma sociedad o territorio. Es un concepto estático que trata de describir una situación frecuente en nuestro tiempo. Del multiculturalismo así entendido se deriva la idea de posible choque cultural, pues refleja una realidad compleja en la

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sino conceder a cada miembro la facultad de contribuir con su aportación particular. De ahí que el paso de una sociedad multicultural a una de carácter intercultural debe realizase mediante la renegociación continua de los roles, espacios y el discernimiento de valores que entretejen y orientan los procesos de síntesis, enmarcado en la dinámica de la propia sociedad pero a la vez constituye una necesidad que imponen las relaciones interculturales.

Aproximación de la Interculturadidad: La interculturalidad, por tanto, sería el nombre de una actitud o enfoque que intenta ir

más allá de todo centrismo. EI adjetivo inter no es ningún apéndice o suplemento, sino lo más relevante, ya que ese prefijo denota relación semejanza-diferencia, entre filosofías, culturas y religiones. Por eso, supone de fondo la convicción de evitar la absolutización de cualquiera de estas. Esto es, no sigularizar ninguna de ellas.

Además, la interculturalidad genera un posicionamiento particular por el que no concede privilegios a priori a ningún sistema conceptual o tradición. Tampoco trata a las culturas y religiones según distintos niveles teóricos sino que intenta tomar en serio la composición de cada una de ellas y su contexto.

En el nivel de la comunicación, la interculturalidad se comprende como un camino de pensamiento y de vida regido por el doble movimiento: querer-entender y querer-ser-entendido.

En el nivel de la relación que implica el ámbito psicosocio-cultural, individual o grupal, también podemos 'calibrar' el comportamiento intercultural de nuestras sociedades y culturas, de acuerdo a una triple condición:

- Si suponen como condición inicial que se da entre personas de distintas culturas. - Si facilitan relaciones de comunicación a través de comportamientos en los que ambas partes quedan co-implicadas personalmente. - Sí, precisamente, en los momentos críticos de esa relación, se provoca un cambio significativo en los juicios sobre la competencia social o personal de individuos, personas o culturas distintas. Algunos autores señalan que existe un 'coeficiente de interculturalidad' distinto para cada

sociedad. En esa línea, habría que observar las actitudes de aceptación y comprensión pues son clave para este tipo de relaciones en tanto que despiertan y, con ello, favorecen un proceso que puede traducirse en el aumento de las capacidades de comunicación y del trabajo en común.

Hasta aquí podemos señalar que la interculturalidad revela su apuesta por el encuentro dialógico, el crecimiento mediante la inter-fecundación entre culturas diversas, la comprensión de la cultura, el atrevimiento a aprender a pensar de nuevo a la luz de diversas tradiciones evitando caer en la tendencia de convertir, conquistar y asimilar al otro a mi visión y autocomprensión, lo que esta vinculado con una comprensión plural de la realidad y la razón.

Descripciones de la Interculturadidad: A continuación ofrecemos algunos 'descriptores' de la interculturalidad que nos dibujan

sus contornos.

a) La interculturalidad: un horizonte descentrado. La interculturalidad se va perfilando, hoy por hoy, como un movimiento general hacia una

"mayor sensibilización" y un horizonte que nos "descentra". Es el resultado de un nuevo entorno internacional acompañado de:

a.a.- una conciencia de mayor interdependencia planetaria. a.b.- una serie de conflictos y tensiones que les son inherentes. a.c.- nuevos desafíos. a.d.- sentimientos de perplejidad y limitación. a.e.- el despertar de preguntas inéditas y reacciones muy variadas que despliegan frente a nosotros caminos de los que apenas tenemos referencias o algún tipo de mapas.

que a veces los grupos refuerzan su identidad sobre la base de lo que les diferencia de otras comunidades.

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b) La interculturalidad: una experiencia y opción. La interculturalidad es una experiencia, previa a toda teoría. EI proceso intercultural

emerge cuando por alguna razón una persona cambia de contexto habitual de vida y se ve obligada a entrar en relación con otros grupos y culturas diferentes a los de su origen. Entonces se produce una especie de rompimiento que podríamos denominar en función de su impacto, alcance y profundidad efectivo y afectivo. Esa experiencia nos ayuda a tomarnos el pulso de nuestras actitudes y reacciones, nuestra flexibilidad para reconfigurar nuestra vida y constructos teóricos.

c) La interculturalidad: una apuesta dialógica desafiante. La interculturalidad hace una clara apuesta por el dialogo, fundada en dos principios.

Primero, el principio de la coexistencia dialógica -relacional- del ser humano, que se irradia hacia otros aspectos. Esto significa asumir la centralidad del diálogo para acceder a una determinada relación -a escala «intra-inter-extra cultural»-, instaurando la intersubjetividad como principio para animar, renovar y reconfigurar nuestra comprensión de la cultura y la vida y, por supuesto, de la filosofía.

Segundo, el principio de la «originalidad de cada cultura» y, con ello, la pluralidad cultural. Esto implica que no tenemos por que dominar, convertir o imponer nuestro modo de ser y pensar a nadie.

d) La interculturalidad: una dimensión conflictiva. Hemos de estar suficientemente concientes de que cada cultura ha definido

históricamente la construcción de lo normal y lo natural. Esto ha sido permeado por relaciones de poder y marcado por la desigualdad, estereotipos raciales y culturales. Por eso surgen dinámicas destinadas a construir nuevos muros entre ellos los físicos, afectivos e ideológicos y se nos enseña a evitar o rehuir todo contacto; o bien, a encerrarnos en nuestro propio mundo, lo que denota la presencia de un conflicto abierto y oculto que genera el apartheid social, educativo y cultural, que se traduce en la estratificación o castas de ideas y se extiende a una visión que crea una mentalidad de rechazo.

En realidad es nuestro conocimiento sesgado o estereotipado o nuestro desconocimiento de otros mundos, de maneras diferentes de entender la realidad y relacionarse con ella (a través de sus diferentes símbolos y códigos), el que nos impide establecer una comunicación autentica.

e) La interculturalidad: una alternativa liberadora. Para que un proyecto pueda ser calificado de intercultural tendríamos que fijarnos en

que supone una deliberada interrelación entre las distintas culturas y se encuentra expresado en toda su dinámica y finalidad ultima, de donde se desprenden cinco posibles opciones:

- Mantener la cultura hegemónica de una sociedad determinada. - Reconocer la existencia de una sociedad multicultural. - Fomentar la solidaridad y reciprocidad entre las culturas. - Denunciar la injusticia provocada por la asimetría cultural y la lucha contra ella - Avanzar en la dirección de un proyecto propedéutico, interdisciplinar e intercultural, ha de incluir la opción intercultural y la lucha contra todas las formas de discriminación.

La Interculturadidad : Un proceso de Transformación PolifónicaLa interculturalidad podría operar el inicio de la transformación de nuestro conocimiento

apostando por el ritmo sinfónico de nuestro pensamiento, mediante un modelo de racionalidad intercultural. Entre sus rasgos destacaríamos que:

- Es una invariante antropológica constitutiva y orgánicamente vinculada a la libertad humana, presente y desarrollada en todos los seres humanos y las culturas.

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- Es histórico-contextual, situada y conciencia de que opera bajo múltiples condicionamientos. - Es inter-independiente, es decir que se plantea la realidad de manera integral, asentada en la actitud básica de credibilidad y confianza. - Es dialógica, porque considera la realidad y la existencia humana y el ejercicio del pensamiento como lugares de encuentro y relación. - Es vital, narrativa, sentiente. - Es hermenéutica, capaz de mirar a través e interpretar, perforar la capa superficial de la existencia. - Es abierta e itinerante, se hace en el camino y al calor del acontecimiento. - Es creativa, propositiva, interpelante y multifacética. - Es liberadora, comprometida e indisociable de la problemática socio-política de cada contexto. - Es discente, porque no se conforma con lo que hay, se atreve a diseñar e imaginar otros proyectos de vida mas humanizantes.

La Aportación de la Orientación Psicosociocultural al Discurso Intercultural. Es importante rescatar la aportación psicosociocultural para nuestro proyecto

intercultural educativo ya que a partir de ella podemos comprender mejor no solo las formas de relacionarse, sentir, percibir, actuar, conocer, etc., a nivel individual y grupal, de las diferentes sociedades o culturas -y así de nuestro sujeto de la educación- sino también situar el marco de las relaciones y comunicación en el lugar fundamental que le corresponde, además de contar con herramientas útiles para desempeñar nuestra tarea educativa.

La teoría del carácter social de Fromm, parte de la pregunta: ¿que tipo de vínculos con el mundo, las personas y las cosas debe -y puede- desarrollar el hombre a fin de sobrevivir, dada su dotación y la naturaleza del mundo que le rodea?. La antropología que subyace a esa teorización señala que el fin del hombre es sobrevivir. Para ello, por un lado, debe proveer sus necesidades materiales -alimento, cobijo, etc.- y asegurar la supervivencia del grupo-procreación y protección. Por otro lado, deberá de encontrar formas para relacionarse con los demás. Este proceso se denomina " socialización".

La formación del carácter social esta mediada por la influencia de la cultura total, que implica los métodos de crianza de los niños, la educación -instrucción, literatura, arte, religión, costumbres, etc., para garantizar su estabilidad.

Desde esta perspectiva, la relación es una cuestión decisiva para alcanzar el desarrollo humano sano -por encima de la satisfacción instintiva-. En ese sentido es una constante que atraviesa todas las culturas, sin embargo, los diferentes contextos sociales exigen formas distintas de relación y de comunicación para funcionar.

En esa línea nos preguntamos si la educación intercultural, tal como ha sido planteada hasta ahora, no prioriza únicamente los procesos de asimilación en detrimento de los procesos de relación.

Nos cuestionamos hasta que punto nuestro profesorado esta sensible a toda esa situación. Si conoce los grupos culturales distintos a los que pertenecen sus alumnos y su trayectoria, junto con los elementos que estructuran su personalidad para implementar una educación en el marco de esas especificidades y las aprovecha para educar en la diversidad.

Es verdad que no tenemos herramientas suficientes para la educación intercultural. Quizá descuidemos la mas importante, la única que puede salvar distancias y con seguridad generar el crecimiento y cambios: la relación Interpersonal y dialógica, un arte que aprenderemos a medida que avancemos en la confianza por el otro como fuente de comprensión y conocimiento; su atenta escucha; la búsqueda común de la verdad -sin asumir que ya conocemos los significados de cada una de sus palabras- y, la aceptación de poder ser vencidos, convertidos o simplemente desconcertados.

Existen una serie de indicadores que nos pueden ayudar a comprender por donde se mueve cada cultura: los centros de acceso a la realidad que presenta cada cultura, su vida

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distinta, el dialogo intrapersonal que suele establecer, etc, se trataría de partir de ella, o cuando menos, tomar conciencia de sus dificultades para comprender nuestro conocer y proceder.

Ya hemos mencionado que toda sociedad o cultura posee su propio modo de relacionarse y que en función de sus modos de sentir y percibir desarrolla un sistema de categorías que determinan sus formas de conciencia que operan como una especie de filtro-sociocultural.

Podemos diseñar un arco continuo en donde situemos: - de un lado las experiencias que son captadas por todas las culturas. En general, estas se relacionan con las sensaciones de supervivencia (dolor, deseo sexual, hambre, etc.); - del otro lado el conjunto de experiencias más sutiles y complejas que son desarrolladas específicamente por algunas culturas (la percepción de un capullo de una rosa al amanecer, una gota del rocío, el sol que sale, etc., experiencias propias de la percepción en la cultura oriental) y que pueden pasar desapercibidas para otras culturas; - en la parte central de nuestro continuo, las experiencias que pueden ser captadas por varias culturas, a veces articuladas a una matriz cultural común de procedencia.

La conciencia humana es compleja y cuenta con una serie de «categorías de organización» que pueden manifestarse de diversas formas.

Esto significa, en correlación con el continuo mencionado que: 1) Algunas categorías pertenecen a la «percepción común» de todos los hombres (el espacio, el tiempo) aunque cada cultura los organice de forma distinta y en ese sentido son universales. 2) Otras categorías son «validas para muchos pero no para todas las formas conscientes de pensamiento» (la causalidad, el símbolo, concepto). 3) Hay categorías que son aun «menos generales y difieren de una a otra cultura» (lo normal y lo anormal, la esfera de lo publico y lo privado en intima correlación con la concepción de lo masculino y lo femenino).

Al hilo de lo anterior, Fromm diseña un Triple Filtro Sociocultural cuya función es el ordenamiento de nuestra conciencia en función de tres aspectos:

- El lenguaje, que no denota únicamente la diversidad de palabras, sintaxis, gramática, significación original, sino ciertas experiencias afectivas, una actitud vital -expresión congelada de una experiencia determinada de la vida-. Este filtro es tan importante que, por lo general, una experiencia casi nunca entra en la conciencia, si no posee un lenguaje para ser expresada.

- La lógica, permite que la conciencia dirija el pensamiento en determinada cultura. Suele suponerse que el pensamiento - al igual que en el lenguaje - es determinado por reglas universales y naturales. En la práctica nos encontramos que lo ilógico en un sistema cultural, es ilógico en otro. Hay que destacar que mientras permanecemos en la propia cultura, nos parece que nuestras categorías lógicas son las mismas para todos, a no ser que alguien abiertamente las contradiga, es casi imposible tener la conciencia de otras posibilidades, sin embargo, si esto nos pareciera absurdo, lo encontramos presente en el concepto freudiano de la ambivalencia, entendida como el amor y odio por la misma persona.

- EI contenido de las experiencias. Toda sociedad excluye la posibilidad de que ciertos pensamientos y sentimientos puedan ser pensados, sentidos y expresados. Es decir, hay cosas que no se hacen, ni se dicen, esto le permite mantener el orden social y evitar la posible desviación de algún patrón establecido, que pusiera en peligro la

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supervivencia del grupo. Pero cada sociedad difiere en la rigidez con que fortalece el carácter social y la observación de tabúes.

Primeras conclusiones: La interculturalidad se asienta en una concepción de la naturaleza -y la conciencia- de la

pluralidad, de la realidad, de la persona y de las cosas, se articula en los ejes -fundantes- que pueden describirse como: el carácter dinámico, interdependiente y contingente de la experiencia humana; el carácter contingente -limitación ambivalencia- de toda cultura; el carácter dialógico experiencial de la razón practica; el carácter referencial: espacio, tiempo, historia, identidad y relación.

Pensamos que entre los mayores aportes de la interculturalidad se haya su postura crítica y el encuentro con otras culturas que le han permitido captar el entramado profundo de relaciones que confluyen en la construcción de determinados discursos, algunos de ellos legitimadores del dominio, la desigualdad y la homogeneización. Por eso, esta dispuesta a desdefinir, negociar y revisar nociones fundamentales, mirar a través de su tradición original en el marco de una dinámica de cruce / conflicto entre tradiciones diversas determinadas por las notas de fa facticidad e historicidad contextual y, desde allí, intenta descubrir consecuencias y significados extensivos a distintos ámbitos y disciplinas, así como, implementar un instrumental hermenéutico-epistemológico para el encuentro dialógico. Así podremos echar mano y disfrutar de los saberes y sabidurías más antiguos pero también, los más actuales. Además de tomar conciencia, cuestionar, y transformar el propio mito en el que vivimos y buscar las equivalencias entre los discursos culturales diferentes.

Necesitamos del recurso a otras historias y culturas, inclusive para recuperar el sentido de la nuestra y su identidad, acceder a nuevos estilos de relacionarse y múltiples lenguajes y conjuntamente intentar resolver los conflictos políticos, sociales y culturales, teniendo como criterio de discernimiento el de los más desfavorecidos y la historia del dolor, pero principalmente de aquellos que nos son extraños -pues, de lo contrario, sólo alimentaría nuestro odio y violencia-; y eso ha de poderse poner sobre la mesa de negociaciones y tal criterio constituye un soporte moral importante, que ha de estar presente en la nueva cultura de la sensibilidad que hemos de forjar en el entendido de que queremos atajar las distancias culturales que no se miden exclusivamente por los kilómetros que nos separan sino por los caminos que hemos recorrido para el encuentro, por la capacidad de abrirnos, enriquecernos y adquirir elementos de contraste y una mayor comprensión empática por el otro.

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II. LA EDUCACIÓN INTERCULTURALLa educación intercultural: una propuesta para la nueva educación

II.1. Introducción. La nueva educación presenta la interculturalidad como una de las áreas fundamentales a

desarrollar en las personas. ¿A qué se refiere esta afirmación?, ¿Cuáles son los objetivos de la educación en lo relativo a la interculturalidad?.

La primera impresión es que se nos insta a reflexionar acerca de qué capacidades habría que desarrollar en las personas para que puedan convivir en una sociedad multicultural. Hablaríamos pues de los que se ha venido en llamar “competencias interculturales”.

Sin embargo, nuestro punto de partida es un enfoque de educación intercultural que va más allá del desarrollo de competencias o capacidades individuales, y que se propone también objetivos a otros niveles. Hablaremos de las perspectivas educativas que se requieren en el siglo XXI para responder a una sociedad con nuevas necesidades.

II. 2. El enfoque de educación intercultural2.1. DefiniciónInterculturalidad, multiculturalidad, educación intercultural, educación multicultural, son

conceptos que cada vez se utilizan más en nuestro ámbito, y no siempre con el mismo sentido.Teresa Aguado nos explica que el término multicultural se refiere al hecho de que

muchos grupos o individuos pertenecientes a diferentes culturas vivan juntos en la misma sociedad, mientras que el término intercultural añade a lo anterior el hecho de que los individuos o grupos diversos se interrelacionan, se enriquecen mutuamente, y son conscientes de su interdependencia.

Referidos estos adjetivos a la educación, en América se ha utilizado sobre todo el término “educación multicultural”, mientras que en Europa se utiliza más “educación intercultural”, a pesar de que puedan estar refiriéndose a un enfoque similar. En esta comunicación utilizamos el término “educación intercultural”, tanto por ser el utilizado en nuestro entorno más próximo, como por preferencia personal, ya que con esta expresión no se alude a la

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mera coexistencia, sino que se hace hincapié en el intercambio entre culturas. Concretamente, hablaremos de que la escuela y la sociedad son de hecho multiculturales (en algunos casos son además interculturales), y el enfoque educativo deseable es intercultural.

Definimos la educación intercultural3 como un enfoque educativo holístico e inclusivo que, partiendo del respeto y la valoración de la diversidad cultural, busca la reforma de la escuela como totalidad para incrementar la equidad educativa, superar el racismo/discriminación/exclusión, favorecer la comunicación y competencia interculturales, y apoyar el cambio social según principios de justicia social.

Si nos detenemos a analizar esta definición, veremos que la educación intercultural así planteada:

- Se trata de un enfoque educativo, una manera de entender la educación, y supone un proceso continuo (y no un programa o acción puntual).- Como enfoque holístico, afecta a todas las dimensiones educativas (y no sólo al curriculum).- Como enfoque inclusivo, supone educación de todos (y no sólo de minorías o inmigrantes).- Percibe la diversidad como un valor (y no como una deficiencia).- Pretende reformar la escuela para conseguir una educación de calidad para todos.- Tiene cuatro objetivos generales fundamentales: equidad, antirracismo, competencia intercultural, transformación social.Entre paréntesis hemos resaltado algunas de las concepciones erróneas que se tienen

acerca de la educación intercultural, que suponen limitar su alcance y entender el modelo de manera reduccionista.

2.2. Objetivos de la educación interculturalEn sintonía con la definición de educación intercultural que acabamos de asumir,

presentamos cuáles serían los objetivos a conseguir por este enfoque dentro de cada una de las cuatro grandes metas identificadas. Se trata de un intento de sistematización, y por tanto de una clasificación artificial, que esperamos sirva para delimitar más claramente qué persigue el enfoque educativo llamado intercultural.

Recordamos que las grandes metas de la educación intercultural son:- incrementar la equidad educativa,- superar el racismo/discriminación/exclusión,- favorecer la comunicación y competencia interculturales,- y apoyar el cambio social según principios de justicia social

2.2.1. Incrementar la equidad educativaEl término equidad en educación significa igualdad de oportunidades para que todos los

alumnos logren desarrollar al máximo su potencial (Bennett). Esta autora aclara que la equidad no debe confundirse con la igualdad efectiva de resultados ni con la igualdad de experiencias educativas; el potencial de los alumnos suele ser diverso, de modo que la equidad requiere un trato diferente a cada uno de acuerdo a diferencias relevantes (p. ej., el lenguaje utilizado en la 3 Se puede definir brevemente la educación intercultural como formación teórico-práctica encaminada al intercambio constructivo entre culturas. Analicemos los términos de esta definición:- Formación. Es acción orientada a asegurar el desarrollo personal y social. Por medio de la educación intercultural se estimulan y despliegan las potencialidades humanas que garantizan la autorrealización en situaciones pluriculturales.- Teórica.- La educación intercultural es teórica porque reflexiona, analiza, describe y explica la realidad. Se dispone a conocer el fenómeno intercultural y organiza ese saber de forma sistemática y rigurosa.- Práctica.- No se queda en la mera especulación o marco conceptual, sino que se orienta a la praxis. Por su propia naturaleza implica actividad encaminada a la mejora personal y social.- Intercambio constructivo entre culturas.- La educación intercultural es sobre todo compromiso con la convivencia. Parte de la base de que la comunicación entre culturas oportunamente canalizada es enriquecedora para sus miembros.

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enseñanza). Marchesi y Martín aclaran, a este respecto, que la igualdad de resultados no consiste en que todos los alumnos obtengan los mismos resultados (lo cual no sería posible), sino en que “las diferencias que se encuentran entre ellos no sean debidas a factores sociales o culturales”. Tomando esta idea de equidad educativa como principio y fin de la educación intercultural, los objetivos de este enfoque serían:- Transformar la escuela de tal modo que todo el alumnado (los alumnos y las alumnas, los estudiantes excepcionales, los alumnos de diversos grupos culturales, sociales y étnicos) experimente igualdad de oportunidades de aprender en la escuela.- Incrementar el rendimiento académico de todo el alumnado.- Educar en la convicción de que somos más iguales que diferentes, y en los valores y actitudes asociados a ello.- Reconocer y aceptar la diversidad cultural de la sociedad actual y defender la igualdad de oportunidades para todos los grupos etnoculturales

2.2.2. Superar el racismo/discriminación/exclusiónSe entiende el racismo como la discriminación por razón de “raza”, género, clase social,

discapacidad, y/o orientación sexual (Christine Bennett). Los objetivos de la educación intercultural en relación a la superación de esta práctica discriminatoria serían:

- Eliminar el racismo individual, cultural e institucional.- Desnaturalizar la situación de exclusión sistemática que viven algunas personas y grupos en nuestra sociedad, promoviendo el cuestionamiento y la comprensión de las causas que contribuyen a que se produzcan situaciones de injusticia y de privación de derechos fundamentales (“volver visible lo que la mirada normalizadora oculta”).- Ayudar a todos los alumnos a desarrollar actitudes más positivas hacia diferentes grupos culturales, raciales, étnicos y religiosos.

2.2.3. Favorecer la comunicación y competencia interculturalesLa persona competente interculturalmente es aquella que tiene la habilidad de

interactuar con “otros”, de aceptar otras perspectivas y percepciones del mundo, de mediar entre diferentes perspectivas y de ser consciente de sus propias valoraciones sobre la diversidad (Byram, Nichols y Stevens). La competencia intercultural se compone de conocimientos, habilidades y actitudes, complementados por los valores que cada uno tiene por su pertenencia a una sociedad y a unos grupos sociales determinados. Las actitudes (apertura, voluntad de relativizar las propias creencias y comportamientos, empatía, etc.) constituyen la base de la competencia intercultural. Los objetivos de la educación intercultural derivados de la meta de favorecer la comunicación y competencia intercultural serían:- Potenciar a los estudiantes de grupos victimizados y ayudarles a desarrollar la confianza en su habilidad para tener éxito académico y para influir en las instituciones sociales, políticas y económicas.- Ayudar al alumnado a desarrollar habilidades de toma de perspectiva y a considerar las perspectivas de diferentes grupos.- Ayudar a los estudiantes a comprenderse mutuamente, a través del desarrollo de una perspectiva amplia de la sociedad en que viven.- Ayudar al alumnado a desarrollar el conocimiento, las actitudes y las habilidades necesarias para funcionar en su propia microcultura, en la macrocultura, en otras microculturas, y en la comunidad global.- Facilitar a todo el alumnado las herramientas más adecuadas y el acompañamiento personalizado necesario para realizar una construcción identitaria crítica, libre y responsable que se prolongará a lo largo de toda su vida.- Facilitar los contactos e interacciones entre grupos culturales diversos dentro y fuera de la escuela para desarrollar la capacidad de funcionar eficazmente en medios multiculturales.

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2.2.4. Apoyar el cambio social según principios de justicia socialLa meta final de la educación intercultural es transformar la sociedad en un medio más

justo y democrático. Se trata sin duda de una meta ambiciosa que confía en las escuelas como agentes de cambio social y educativo: en la línea del pensamiento de John Dewey, se postula que las instituciones educativas se encuentran en una posición privilegiada para promover la transformación social, de modo que se superen las desigualdades (racismo personal e institucional, etnocentrismo, desigual distribución de recursos, relaciones de poder desiguales, etc.). Los objetivos de la educación intercultural en este sentido serían:

- Aplicar los principios democráticos de justicia social favoreciendo la participación democrática.- Analizar las desigualdades sociales entre los estudiantes. - Ofrecer a los estudiantes la oportunidad de ser miembros críticos y productivos de una sociedad democrática.- Promover la acción social frente al racismo, la discriminación y la xenofobia.- Apoyar cambios no sólo ideológicos, sino políticos, económicos y educativos que afectan a todos los ámbitos de la vida diaria.

2.2.5. Reformar la escuelaAdemás de los anteriores, son también objetivos de la educación intercultural en su

concepción de reforma de la escuela:- Valorar y aceptar la diversidad cultural como un elemento positivo para todos los ciudadanos.- Propiciar la adquisición de estrategias interculturales en todos los procesos de enseñanza-aprendizaje.- Contribuir a la formación de profesores multiculturales.- Atender preferentemente a la calidad de las relaciones más que a los medios y apoyos puestos en juego.- Introducir nuevas estrategias y metodologías en el aula, en el clima escolar y en las relaciones con los padres y la comunidad.- Extender la propuesta a todos los ámbitos sociales, no sólo al educativo; y, en éste, no sólo como atención a minorías o inmigrantes, sino a todos y cada uno de los participantes en educación.

II.3. La educación intercultural y la nueva educaciónEn la medida en que somos más conscientes de la pluralidad cultural existente a nuestro

alrededor (en nuestro barrio, escuela, ciudad, país), buscamos respuestas que nos faciliten la convivencia. Las respuestas han sido muy variadas, y se suele hablar de distintos enfoques de atención a la diversidad cultural; Elizabeth Coelho diferencia cuatro estrategias o enfoques, que no siempre resultan fáciles de delimitar en la práctica:

- Segregación: consiste en la separación de diferentes grupos culturales, ya sea formalmente (con políticas gubernamentales diseñadas para limitar la participación delas minorías en la toma de decisiones y asegurar la dominación política y económica de unos grupos sobre otros) o informalmente (sin el apoyo explícito del gobierno). Esta ideología se enraíza en la creencia de que los grupos racial o étnicamente diferentes deberían separarse por el bien de cada uno (Scott).- Asimilación: consiste en la absorciónb de las culturas minoritarias por parte de la cultura mayoritaria, de modo que, al menos públicamente, las minorías abandonan su identidad étnica (incluyendo el lenguaje).- Fusión cultural: también llamado e pluribus unum, supone un proceso de adaptación y aculturación bidireccional, en el que la diversidad cultural se incorpora en la cultura mayoritaria, cambiando también ésta y dando lugar a una nueva identidad cultural que contenga elementos de todas las culturas presentes. Scott llama a esta ideología “integración”, la cual sostiene que

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las diferencias han de ser eliminadas y todas las culturas deberían combinarse para formar una cultura común.- Pluralismo cultural: también llamado “interculturalismo”, “mosaico cultural”, supone la creación de una sociedad cohesionada donde todos los individuos interaccionan y participan igualmente a la vez que mantienen sus propias identidades culturales.

De los cuatro enfoques, el último es el único en el que la diversidad se percibe como un valor y no como un problema. Bajo este modelo subyacen valores como la igualdad, el respeto por las minorías, o el intercambio cultural enriquecedor. La educación intercultural parte de esta misma concepción.

La nueva educación, que habría de sentar las bases de lo que ha de ser la educación en el siglo XXI, logrará formar ciudadanos capaces de convivir en sociedades culturalmente heterogéneas si se utiliza un enfoque educativo de carácter intercultural, que persiga las metas y objetivos ya mencionados en los apartados precedentes. Otros paradigmas de atención a la diversidad cultural en educación, como el asimilacionista o el segregador, están privando a un sector de la sociedad de su derecho a ser educados con las mismas garantías que el resto de ciudadanos, es decir, buscando el desarrollo de sus capacidades y su preparación para la vida adulta. Se trata pues de una cuestión de justicia, de tener como principios educativos los valores fundamentales de las personas (libertad, igualdad).

III. EDUCACIÓN INTERCULTURAL Y DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Los enfoques teóricos de la educación intercultural, distinguen tres principales, de los que ofrecemos las notas más destacadas: 1) Tecnológico o positivista. Se encamina a la adquisición de destrezas por parte de los educandos. Tiene un carácter preponderantemente práctico y compensatorio. Lo único que ofrece a las minorías culturales es la integración por asimilación o, lo que es igual, la sustitución de su cultura por la cultura hegemónica. En el caso de que las minorías no acepten la asimilación, este enfoque deja las siguientes alternativas: a) el apartamiento total (apartheid), b) la marginación de los recursos sociales y materiales (segregación), c) la lucha activa contra el sistema mayoritario (pugna). En verdad, estamos ante un modelo de corto alcance que apunta hacia la “disolución” de la interculturalidad. La asimilación está muy lejos del tratamiento democrático del fenómeno multicultural, toda vez que niega la participación y la idiosincrasia de las personas y de los grupos. El modelo positivista corre el riesgo de manipular y controlar a las personas, cual si se tratase de una “arquitectura de la conducta”. 2) Hermenéutico o interpretativo. Este modelo aspira a que los educandos se conozcan mejor a sí mismos, con objeto de que se estimule la cooperación intercultural y se reduzcan los prejuicios y discriminaciones. Se pretende fomentar la tolerancia y la comunicación, aunque no hay una apuesta decidida por la relación intercultural igualitaria. En la práctica, el cambio se limita a una mayor comprensión de la realidad, pero sin actuar directamente sobre las condiciones sociales negativas. 3) Crítico o sociopolítico. Propone transformar la realidad desde un marco democrático y ético. Desde esta perspectiva, la educación intercultural supone un compromiso con la justicia cultural y social. Se pretende que las personas y los grupos se sientan “iguales desde la diversidad”, es decir, que no haya desequilibrios ni supremacías, y que estén en condiciones de convivir. Se apuesta por la vida democrática y plural en todos los ámbitos. Por su complejidad, este modelo precisa aportaciones de numerosas disciplinas y actuaciones diversas.

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IV.- EL GERMEN DE LA INTOLERANCIA Y SU ANTÍDOTO

A menudo las diferencias entre grupos humanos se deben más al impacto de los condicionantes socioculturales en la personalidad que a la genética. A pesar de que el concepto de raza es muy discutible y no hay un criterio taxonómico exclusivo, sí se puede afirmar que el fenómeno del racismo -entendido como modalidad de violencia que lleva a algunos individuos a sentirse miembros de una raza superior y a infravalorar a quienes no pertenecen a la propia etnia- se extiende. Esta exacerbación del sentido racial admite grados que van desde la discriminación al genocidio o “limpieza étnica” y a veces se confunde con la noción de xenofobia, esto es, la repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros. El miedo a lo desconocido o el temor a que peligren los propios intereses hace que se dispare este problema que se manifiesta en forma de intolerancia y odio a las personas que llegan allende de nuestras fronteras. Racistas y xenófobos se instalan por igual en la antipatía y la aversión hacia el diferente, quizá porque desde un punto de vista psicopatológico en el origen de ambos fenómenos haya un componente narcisista. Este narcisismo colectivo tiende a atribuir lo bueno al propio grupo, mientras que localiza la maldad en los demás, en los “bárbaros” o “salvajes” que vienen de fuera o tienen otro color de piel (Alonso Fernández).

Muchos centros escolares han pasado en pocos años de la homogeneidad cultural al multiculturalismo. Los cambios experimentados han producido en los profesores, padres y alumnos actitudes de todo tipo, no siempre positivas. Con frecuencia se producen manifestaciones de intolerancia en forma de racismo y xenofobia que reflejan los prejuicios y estereotipos hacia algunos grupos minoritarios. Aun cuando la discriminación se exprese en el trato de unos escolares hacia sus compañeros, en ocasiones es avivada explícita o implícitamente por los adultos, docentes o progenitores. La observación, la experiencia y la revisión de diversos trabajos me han permitido constatar que así sucede y, por tanto, cualquier planificación de educación intercultural que aspire al éxito ha de tener en cuenta a los educadores. De igual modo, la constatación del conflicto multicultural en la escuela debe traducirse en una revisión profunda de los manuales escolares, del discurso institucional y del currículum oficial. Junto al análisis de esta vertiente preponderantemente patente hay que prestar gran atención a los procesos educativos latentes u ocultos. A nadie se le escapa, por ejemplo, la trascendencia que pueden tener los comentarios de los profesores sobre la realidad multicultural o las actitudes que adopten ante sus alumnos procedentes de otros países. Las palabras, los silencios, los gestos y las acciones de acogida o de rechazo mostradas por un educador pueden estar cargadas de matices de difícil identificación, pero de honda repercusión en la sensible personalidad del educando. Es un hecho comprobado que el ser humano puede reaccionar a débiles estímulos. Estos actos de “subcepción” obligan a extremar la prudencia en todo lo que se refiere a los valores, pues aunque sea de manera soterrada se proyectan en la formación ética de los alumnos.

Sólo es posible alcanzar la plenitud personal en convivencia, por eso la educación se realiza desde las relaciones humanas y para las mismas. Ahora bien, resultaría de todo punto empobrecedor, cuando no claramente perverso, limitar la capacidad de apertura del educando a ciertos grupos culturales. El proceso educativo, hoy más que nunca, ha de fortalecer su compromiso con el ecumenismo o unidad humana, lo que supone descubrir y valorar el significado griego de omós -en latín homo, ser humano-: el semejante, el idéntico. El reconocimiento esencial de que es más lo que nos une que lo que nos separa ha de nuclear la educación intercultural, sin que ello lleve a soslayar las respectivas idiosincrasias.

La educación intercultural ha de preparar para vivir con los demás, con sus semejanzas y sus diferencias. La convicción de que la diversidad humana -inherente a la unidad de la especie- ha de enriquecer la convivencia, no empobrecerla, debe guiar el proyecto educativo intercultural. La convivencia, no la mera coexistencia, nace de la aproximación cognitiva y

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afectiva a la realidad del otro y se manifiesta en la conducta social. Es menester, por tanto, prestar atención a los tres módulos mencionados:

- Desde el punto de vista cognitivo, hay que brindar informaciones realistas que favorezcan el conocimiento de la propia cultura y de las demás. Hay que enfatizar los aspectos positivos de cada cultura y promover el ensanchamiento mental. - En lo que al plano afectivo se refiere, hay que acercar emocionalmente a las diversas culturas. La empatía y la autoestima son, a tal respecto, fundamentos de la aproximación intercultural y deben cultivarse en un marco presidido por la cordialidad. - La conducta de las personas que constituyen los grupos culturales depende en gran medida de las dos dimensiones anteriores (cognitiva y afectiva). Cuando las creencias y sentimientos sobre los otros son positivos se tiende al encuentro, si no es fácil que emerjan acciones de rechazo o segregación.

En su polo positivo, estas tres dimensiones interconectadas son claves para impulsar y consolidar actitudes de respeto y colaboración entre culturas. Lo contrario es permitir la entrada de los prejuicios3, entendidos como actitudes negativas de los miembros de un grupo habitualmente mayoritario hacia los integrantes de los grupos minoritarios. Las personas con rasgos étnicos diferenciadores, v. gr., los gitanos o los inmigrantes de determinados países suelen ser víctimas tradicionales de los prejuicios y pasan a ser “chivos expiatorios” a los que se atribuye todo tipo de caracteres negativos (Sangrador). Los prejuicios se extienden cuando se ofrecen informaciones poco adecuadas sobre las otras culturas, se apoyan las evaluaciones negativas y se justifican las tendencias discriminatorias.

Así pues, hay que superar el hermetismo y la homogeneidad cultural para salir al encuentro del otro. La educación intercultural se concibe aquí como cultivo del reconocimiento y aprecio entre culturas, al igual que como fortalecimiento de la hospitalidad, esto es, como acogida y buen recibimiento a los que llegan.

En un mundo cada vez más interdependiente, es menester poseer una visión planetaria favorecedora del entendimiento entre los seres humanos, más allá de la raza, las creencias, el idioma o las tradiciones. Por esta razón, la educación intercultural, en el marco de una ciudadanía cada vez más universal, supone asumir unos principios éticos, políticos de validez mundial. En nuestro tiempo, la mejor plasmación de dichas normas se halla en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que refleja el esfuerzo colectivo por abrazar una cultura de paz. Todos estos buenos propósitos se alzan sobre un principio fundamental: la dignidad de la persona. El incuestionable valor de la persona sitúa al hombre por encima de cuanto le rodea y justifica el anhelo de vivir consciente, responsable y moralmente. El reconocimiento de la dignidad se extiende a toda persona y ha de ser la base que garantice el encuentro intercultural.

Respetar y proteger la dignidad de la persona, así como los derechos que de ella se derivan es deber de todos. Sólo desde este principio elemental es posible la convivencia. La escuela, por su parte, ha de erigirse en agente de pluralismo y concordia, lo que se traduce en:

- Apertura a los otros, lo que comporta reconocimiento, respeto e interés por las ideas ajenas y las distintas formas de vida, siempre que no atenten contra los derechos humanos.- Compromiso y preocupación por los demás. - Disposición a cooperar para alcanzar el bien común.- Eliminación de cualquier forma de racismo o xenofobia. - Creación de espacios para el acercamiento cordial.- Valentía cívica que lleve a defender los derechos y a mostrar coherencia entre lo que se piensa y se hace.

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De lo dicho hasta aquí se advierte con facilidad que la educación intercultural se enmarca en un ethos que garantiza las relaciones interhumanas y que trasciende los muros de los centros escolares. La pedagogía de la interculturalidad se encamina a construir una ciudadanía universal, pues se interesa por mostrar a los educandos sus semejanzas y diferencias para que estén en condiciones de trazar su propio proyecto vital en un ámbito de participación y paz. En nuestra “aldea global” la formación para el cosmopolitismo es una tarea esencial que no debe aplazarse.

La educación intercultural nace del encuentro y del diálogo, y se proyecta en la estimación de lo diferente y en el desarrollo saludable del educando. Sin la presencia de un ambiente convivencial, la personalización quedaría detenida. En contextos formativos pluriculturales cada modalidad cultural influye en las actitudes, valores y conductas de los sujetos. La impronta de un crisol cultural rico se refleja en los rasgos fundamentales del sujeto, hasta el punto de que me animo a afirmar que su personalidad modal estaría integrada por las siguientes notas: apertura, sensibilidad, afabilidad y responsabilidad.

- La apertura refleja la tendencia a actuar conforme a criterios amplios, así como a aceptar y valorar las diferencias. Esta característica es incompatible con la intransigencia y cerrazón. - La sensibilidad es la facultad de sentir. La persona sensible es receptiva a cuantas manifestaciones culturales acontecen a su alrededor.- La afabilidad expresa la orientación cordial hacia los otros, tal como se pone de manifiesto en el trato afectuoso y en la cooperación.- La responsabilidad equivale a actuar con reflexión y a aceptar las consecuencias de los hechos realizados. La persona con esta cualidad responde a las demandas de la vida social y se implica en la construcción intercultural.

Obviamente, estas cuatro características derivadas del marco sociocultural se ven matizadas por el influjo de otros factores, entre ellos los genéticos, que dan lugar a las diferencias individuales. Lo que ha de quedar fuera de toda duda es que la interacción intercultural permite aprehender la realidad del otro y, a la vez, enriquecer la propia.

La educación intercultural ha de adoptar una perspectiva acorde a la naturaleza de la cultura de que se trate (emic), sin renunciar a la interpretación externa (etic). Lo importante es que se pueda armonizar una visión particular y subjetiva con un enfoque general y objetivo. En cierto modo se trata de acercar la comprensión nomotética e idiográfica. Si la vía nomotética se encamina a buscar leyes con validez para todos los sujetos, la aproximación idiográfica se interesa por la singularidad personal. Aun cuando suele establecerse el antagonismo entre los dos métodos, creo que la educación intercultural de nuestros días tiene ante sí el reto de aunar y superar ambos sistemas descriptivos, en pro del establecimiento de un “código básico de comportamiento universal” y, a la par, del respeto a las respectivas idiosincrasias.

La humana inserción en un orden ciudadano superior equivale a reducir el etnocentrismo y el aldeanismo, al tiempo que se promueve el conocimiento de los grupos culturales y la competencia social de sus miembros.

Más allá de las estrategias que se adopten para alcanzar la interculturalidad, lo verdaderamente importante es que la educación se viva. La constatación de la estrecha relación entre la personalidad y el ambiente sociocultural nos lleva a demandar un genuino bioaprendizaje, término con el que se enfatiza que la educación intercultural ha de pensarse, sentirse y practicarse

V.-CONCLUSIONES

Nuestra realidad es cada vez más multicultural. En la Unión Europea el número de extranjeros se eleva hoy a más de veinte millones (Whitol), lo que permite hablar de nuevos retos

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sociales que exigen dar oportunas respuestas favorecedoras de la convivencia. El fenómeno multicultural reclama acciones educativas amplias que no se circunscriben a la escuela. Desde un marco humano y científico proponemos una intervención conjunta de los diversos estamentos e instituciones para que se promuevan en la sociedad valores y actitudes de aceptación y respeto de las diferencias. Esta praxis pedagógico-social se concreta en actuaciones encaminadas al encuentro y armonización de la identidad y la diversidad, compromete a todos en un diálogo fecundo y se orienta al crecimiento personal y grupal. El educando de nuestro tiempo, habitante de una “aldea universal”, debe conocer, valorar y respetar las otras culturas del planeta. Lo contrario es, dada la intensa movilidad migratoria y la interconexión informativa, carencia formativa que limita considerablemente las posibilidades personales. La forja de la identidad personal es tarea imposible sin el descubrimiento de la diferencia. Las desemejanzas, lejos de ser consideradas negativas, han de valorarse como fundamentos de complementariedad y enriquecimiento. Se dice que no hay que poner puertas al campo y, por lo mismo, no hay que poner lindes a la sociabilidad; lo contrario es cerrazón que impide la dilatación personal. La influencia de la educación en la personalidad es tal, que, en mi opinión, sólo una formación intercultural (en contexto multicultural o no) puede favorecer su saludable despliegue. La impronta de esta educación quedaría reflejada en la personalidad básica del educando, cuyos rasgos esenciales presumiblemente serían: apertura, sensibilidad, afabilidad y responsabilidad. Recién estrenado el nuevo milenio hay que acercarse al otro con ojos atentos para que haya un reconocimiento mutuo de la condición humana. La escuela debe educar esa mirada personal, pues sólo desde la contemplación inteligente y cordial cabe avanzar por un camino compartido.