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COLECCIÓN DE PROPUESTAS CRÍTICAS N° 3 AÑO 1 MARZO 2015 ISSN 0719-6016 Literatura para infancia, adolescencia y juventud

Construcción Del Cuerpo Femenino Latinoamericano

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COLECCIÓN DE PROPUESTAS CRÍTICAS

N° 3 – AÑO 1 – MARZO 2015

ISSN 0719-6016

Literatura para infancia, adolescencia y juventud

umbral

COLECCIÓN DE PROPUESTAS CRÍTICAS

CIEL CHILE

Centro de Investigación y Estudios Literarios:

discursos para infancia, adolescencia y juventud

0719-6016ISSN

Derechos Reservados © 2015, CIEL CHILE

CORREO ELECTRÓNICO: [email protected]

http://cielchile.org/ OTROS CONTACTOS:

www.facebook.com/CIELChile

EDITORES:

Claudia Andrade Ecchio

Hugo Hinojosa Lobos

Isabel Ibaceta Gallardo

Anahí Troncoso Araya

Camila Valenzuela León

ÍNDICE

CARLA SILVA CONTRERAS

La construcción de la identidad femenina latinoamericana

en “La Cenicienta” de Gabriela Mistral...……………………………………………………………………………………………….

4

LUZ SANTA MARÍA MUXICA

Discurso y experiencia del “yo” en la narrativa adolescente-juvenil actual:

Al sur de la Alameda. Diario de una toma, escrito por Lola Larra e ilustrado por Vicente Reinamontes…………………………

13

PERFILES COLABORADORES-AS UMBRAL……………………………………………………………………………………………..

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4

N° 3 – AÑO 1 – MARZO 2015

LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

FEMENINA LATINOAMERICANA EN “LA

CENICIENTA” DE GABRIELA MISTRAL

CARLA SILVA CONTRERAS

LICENCIADA EN LETRAS MENCIÓN LITERATURA

[email protected]

La Cenicienta. Santiago, Chile: Amanuta, 2012. 32 páginas.

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LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA

LATINOAMERICANA EN “LA CENICIENTA” DE

GABRIELA MISTRAL

RESUMEN

En una de las reescrituras de los cuentos de hadas de

Charles Perrault que Gabriela Mistral publica entre 1924 y

1928, se encuentra el poema “La Cenicienta”1, versificación

que el presente comentario crítico aborda desde la

construcción de la identidad del sujeto femenino infantil.

Camino que finaliza en el encuentro con la divinidad

masculina y al que la poetisa da un matiz latinoamericano al

plasmar los versos de significaciones ortodoxo-paganas.

Desde esta perspectiva será vital la presencia constante de la

ceniza, que envuelve a la protagonista de los versos y que la

aproxima a una estética contemplativa, para construirse

como sujeto y lograr configurar una identidad a través del

camino penitente que recorrerá bajo la pluma de la poetisa

nacional.

PALABRAS CLAVES: GABRIELA MISTRAL, IDENTIDAD

LATINOAMERICANA, CENIZA.

1 Publicado en “Lecturas Dominicales” del diario “El Tiempo”, 26 de

diciembre de 1926 (Bogotá, Colombia).

Y volví mi rostro a Dios el Señor,

buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.

Daniel 9:3

uchos son los caminos que se podrían escoger para

aproximarse a la poesía de Gabriela Mistral: el erotismo, la

muerte, el destierro y la maternidad cruzan gran parte de su

obra, pero a lo anterior se añade una arista que se torna

ineludible: el temblor religioso de sus versos. Sacralización

mestiza: un culto a lo ortodoxo y lo pagano, un tejido

americano y europeo que le dará un matiz excéntrico y

propio a su llamada “sensibilidad religiosa”2.

En este sentido, el presente comentario crítico

abordará la versificación del cuento maravilloso de Charles

Perrault, que Gabriela Mistral titula “La Cenicienta” (1926),

desde la construcción de la identidad del sujeto femenino

infantil: como un trayecto doloroso e íntimo que deviene en

una búsqueda tierna y primitiva de la divinidad. Línea

investigativa que guiará el presente estudio y nos orientará

para desentrañar el secreto de su misteriosa poesía.

Cenicienta es un personaje mistraliano, como

asevera el crítico Manuel Peña Muñoz (2013): «La autora

en sus poemas siempre sintió piedad por los humildes a

2 Eufemismo acuñado por Martín C. Taylor en Sensibilidad religiosa de

Gabriela Mistral (1975).

M

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quienes defendió. No por azar se sintió atraída por esta

Cenicienta desposeída». En ella la poetisa ensalza el amor y

la humildad, en un tono amargo y doloroso, donde la

grandeza consiste en alcanzar la purificación del espíritu.

En este sentido, la configuración de la identidad del sujeto

femenino infantil se muestra como un camino errante y

solitario, en el que “la encenizada” debe encontrarse a sí

misma. Peregrinaje no exento de contratiempos, ya que será

una madrastra y sus dos hijas quienes harán lo imposible

porque la criatura no descubra su cuerpo y alma escondidos

bajo las cenizas.

De esta manera, la habitante de los fogones se nos

presenta como un sujeto carente: despojada de padre y

madre, con un cuerpo infantil maltratado por los quehaceres

domésticos –en que Mistral deja entrever la realidad de los

niños latinoamericanos, expuestos a trabajos forzados desde

muy temprana edad– y que narra trazos de memoria de una

infancia desprovista de los privilegios de los que ostentan

poder: «Con la ardentez de la hoguera/ se quemaron sus

pestañas;/ de lavar grandes mosaicos/ quebrada tiene la

espalda». La poetisa configura, de esta forma, una criatura

sometida a la tiranía de otras mujeres: «Su madrastra sólo

quiere/ las hijas de sus entrañas;/ las besa de sol a sol/ y las

tiene regaladas;/ esclavos les dan masaje/ y camareras las

bañan/ y entre sus brocados rojos/ descansan

congestionadas». Versos disímiles que confrontan el vicio y

la virtud como parte de la experiencia vital. En este sentido,

Gabriela Mistral convida a la contemplación, a través de la

poesía, de la miseria humana como una agonía constante, en

la que los sujetos transitan por aspectos tanto luminosos

como perniciosos de la existencia.

El poema se torna en un texto complejo, que, como

ya se adelantó, contiene una perspectiva animista, un sonido

religioso que, al igual que las “guzlas” que se escuchan en

el baile del palacio real, guía la historia. Misticismo que

dialoga con el imaginario latinoamericano y que le confiere

identidad propia al cuento europeo. Referencias bíblicas que

dan cuenta de un sincretismo en el que se entretejen

historias paganas y divinas, maravillosas y mágicas, y

donde la figura femenina debe pagar penitencia. En este

sentido, no es casual que la poetisa enfatice constantemente,

con el vocablo y las variantes de “ceniza”, la construcción

del personaje y su entorno: “La Encenizada”, “Cenicienta”,

“fogón”, “hoguera”, “hollín”, “tizón”, entre otros.

La ceniza, que etimológicamente significa polvo, es

residuo de una combustión, por tanto, es lo que queda de

algún objeto o ser que arde; de esta manera, se podría

afirmar que constituye el fin de la llama, que a su vez es

vida, por lo tanto, las cenizas significarían muerte; sin

embargo, según la mitología, el ave fénix renace de las

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cenizas, por lo que cargar con la mancha sería más bien una

metáfora de purgar, de pagar penitencia. Al respecto, Jean

Chevalier analiza en el Diccionario de Símbolos: «La

ceniza, que evoca por su ligereza el polvo del suelo,

recuerda al hombre su origen, de dónde viene su signo de

penitencia, de dolor y de arrepentimiento […] [L]a

sacralización de las cenizas se asocia además […] a los ritos

de pasaje y de purificación por el fuego» (271). De esta

manera, las cenizas reflejan la fugacidad de la vida,

principio de trascendencia, “del polvo venimos y al polvo

vamos”, y también hálito de esperanza, ya que al cargar con

la ceniza se reconoce la condición pecadora de la existencia,

con lo que es posible acceder al perdón divino.

Mistral, estudiosa de la Biblia, conocía

perfectamente estas significaciones y así también la antigua

tradición del pueblo hebreo en la que aquellos que estaban

en pecado se cubrían de cenizas y vestían sencillamente,

con el fin de expresar arrepentimiento y penitencia.

Costumbre que en la Edad Media se retoma y que hasta el

día de hoy se practica luego de Cuaresma, donde el

sacerdote pone ceniza en forma de cruz en la frente de los

fieles para recordar no solo el pecado, sino también la

fragilidad de la vida y la mortalidad del hombre.

Es en este punto donde radica la genialidad de la

poetisa y la clave del poema: habitar entre cenizas será

entonces un símbolo claro de purificación del espíritu, del

dolor y el sacrificio que debe enfrentar Cenicienta, quien,

gracias a sus cualidades bondadosas y a la pureza de su

alma, podrá recorrer el camino para constituirse como

sujeto femenino y alcanzar la divinidad: «Cenicienta,

Cenicienta,/ pegada al fogón se pasa/ y el hollín la va

cubriendo/ como penitente saya»; el poema parte reiterando

esta condición y dialogando con los símbolos cristianos:

“saya” es la túnica que utilizaban los penitentes en Semana

Santa y la ceniza, como ya se explicó, es un signo de

humildad que nos recuerda lo que somos.

Así también, en el transcurso del poema, pueden

observarse distintos signos que refuerzan esta atmósfera

divina y evocadora que inspira la pluma de Mistral: el

número cuarenta, que son los heraldos que anuncian el

mandato del príncipe pidiendo que todas las mozas se

prueben el zapato de cristal, es un número sagrado en la

cultura islámica y judeo-cristiana: «Cuarenta son los

ladrones de Alí Babá, así como cuarenta fueron los días en

que flotó el arca de Noé y cuarenta los días que Jesús ayunó

en el desierto, de los cuales deriva el periodo de cuarenta

días que precede a la Semana Santa, llamado Cuaresma»

(Peña Muñoz 2013). Símbolo que se refuerza con la

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constante repetición del número cuatro3: las cuatro ratitas

“blancas” que tiene como amigas, los cuatro días que

Cenicienta debe preparar a las hermanas para el baile y las

cuatro figuras femeninas que acompañan a la protagonista

en el poema.

Sin embargo, a pesar de la constante tradición judeo-

cristiana que se observa, la poetisa no solo cantará al Dios

de la doctrina mosaica; al respecto Grínor Rojo (1997)

expresa: «El Olimpo de Gabriela Mistral lo habitan un par

de dioses hombres, ambos de ortodoxia convencional e

irreprochable, el Dios Padre y el Dios Hijo, y una diosa

mujer y pagana, Gea, a quien ella se refiere con suma

frecuencia» (153). No es a la virgen María, que traen los

españoles en sus barcos de conquista, a quien Mistral

rendirá culto en sus versos, ya que la jerarquía patriarcal

cristiana anula la condición de mujer de la divinidad, la

vuelve inmaculada e inalcanzable y la poetisa exalta

justamente lo contrario: la corporalidad, el goce sensorial y

la fecundidad de la madre tierra con sus hijos.

De esta manera, el espectáculo ortodoxo-pagano va a

reflejarse en las tres figuras que ayudan a Cenicienta a

3 Respecto de este número, Jean Chevalier menciona: «En la Biblia, y

especialmente en el Apocalipsis, esta cifra sugiere también la idea de

universalidad […] los cuatro jinetes traen las cuatro plagas principales

[…] [Además] es el número de puertas que debe atravesar el adepto de

la vía mística […], a cada una de estas puertas está asociado uno de los

cuatro elementos, en el orden de progresión siguiente: Aire, Fuego,

Agua y Tierra» (381-383).

emerger de su condición de penitente: el rey, el príncipe y

su hada madrina llamada Esplendor. En primer lugar, en el

rey se reconocerá al Dios Padre, ya que actúa como una

figura omnipresente: es él quien mueve los hilos del destino

de sus vasallos y quien decide dar una fiesta “por ver gracia

derramada”, como si la divinidad se enterneciese con la

aflicción de aquellos que están en penitencia. En la figura

del rey, aunque Mistral lo nombra pocas veces, podemos

percibir el poder y la grandeza: es él quien rige junto con el

príncipe “esta noche apasionada”, así también el orden de

las parejas que danzan en este palacio-paraíso, cuya

luminosidad de mil lámparas contrasta con la vida oscura en

torno a un fogón, y al que Cenicienta llegará “como la nube

dorada”. Sorprende en estos versos la calidad poética de

Mistral, la descripción sublime que hace del palacio que

convida al encuentro de dos mundos: la ostentosidad

europea y la riqueza americana, en un sincretismo absoluto,

porque “parece que es la tierra/ la desposada que danza”.

En segundo lugar, el príncipe es, en consecuencia, la

representación del Dios Hijo. En el poema se le compara

con un ciervo que vacila “entre dos aguas” al ver a

Cenicienta, comparación que remite al motivo del “ciervo

herido” de la literatura española del siglo de oro, cuya

alegoría religiosa refiere a la figura de Cristo en su

búsqueda espiritual. Búsqueda que ha concluido al mirar a

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la Encenizada, quien ahora oculta sus faltas bajo hermosos

vestidos, y con quien él ha formado una alianza: “ellos

pasan entre todos/ ligeros como dos llamas”. Sin embargo,

en la última estrofa del poema, Mistral introduce una vez

más la voz mestiza al calificar al príncipe con el apellido de

Sol y a Cenicienta con el nombre de María: “desposó el

príncipe Sol/ a María Cenicienta”.

Ahora bien, se ha determinado el rol de ambas

figuras masculinas como Dios Padre y Dios Hijo, sin

embargo, aun no se completa esta trilogía jerárquica: falta la

diosa pagana Gea, deidad relevante en el escenario

mistraliano, ya que es la madre tierra que amamanta y

provee a sus hijos. Mistral, conocedora de la mitología

grecolatina, aporta un nuevo aura a la diosa, impregnándola

de un bálsamo americano, en el que la fecundidad y bondad

son las cualidades primordiales. En este sentido, ya se ha

analizado que la madre de la Cenicienta está

simbólicamente castrada. ¿Cuál de las mujeres podría surgir

entonces como la representación de esta deidad? La

respuesta viene inmediatamente cuando se ha comprendido

el poema: su madrina Esplendor.

La madrina aparece en la historia en la soledad de la

noche, cuando Cenicienta llora junto al fogón y está

preparada “para oírse el corazón”. Se configura, por tanto,

como la Madre Tierra que la acerca a Dios y la ayuda a

cumplir su propósito: pagar penitencia para descorrer el

velo de la ceniza y descubrirse en la llama del amor.

Dícele la pobrecilla:

–Soy la hija del Tizón:

y la ceniza me cubre

hasta el mismo corazón.

El hada va sacudiéndole

con el aliento el hollín:

Cenicienta va quedando

desnuda como un jazmín.

La va mirando, mirando

y el mirarla es un cubrir

su cuerpo de velo de oro,

amaranto y carmesí.

La construcción de la identidad de la niña Cenicienta

es un trayecto doloroso e íntimo. Ella se define como “hija

del Tizón”, término que alude al madero en que Cristo fue

crucificado4, por lo tanto, ceniza y aflicción son el costo de

salir de la oscuridad y aproximarse a lo divino. Esta

búsqueda es posible porque dispone de un corazón humilde

4 La lectura de estos versos propone la comparación con el “Señor de la

Agonía”, comúnmente llamado “Cristo de Mayo”, figura que

históricamente se identifica con el proceso de conquista y que

representa parte de la identidad latinoamericana, pero particularmente

chilena. En este sentido, no es menor que Mistral designe a Cenicienta

como “la hija del madero”.

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que, al aceptar habitar entre cenizas, se acerca a un saber

primitivo que le permitirá estar en relación armónica con los

elementos originarios: tierra, aire, agua y fuego. De esta

forma, la ayuda de la madrina mágica se torna vital: la

Encenizada no puede presentarse sucia ante Dios, porque no

va a hallar gracia en ella; debe pasar, en consecuencia, por

lo que los hebreos llaman “proceso de atavío”5. En este

sentido, la madrina Esplendor es fecunda y ostentosa, madre

que puede concebir reiteradamente a sus hijos: “–Mi ahijada

Cenicienta, / ¡acabaste de nacer!”, ya que con un soplo de

vida arranca los restos de muerte de este cuerpo infantil

maltratado para darle nuevas vestiduras, que la prepararán

para su encuentro con la divinidad masculina. Oro, que

encandiló al conquistador; amaranto, planta sagrada de los

Incas, y un rojo carmesí que emula la iniciación del cuerpo

femenino, visten ahora a la penitente.

Encanto que culmina a la media noche y donde

Cenicienta “sube al carruaje que/ como jabalina escapa”. La

Encenizada aun no cumple con la penitencia, aun no se

descubre debajo de la ceniza, porque para conocerse, para

entregarse, ella debe dar algo a cambio. El príncipe no ha

visto sus pecados, ella ha conservado la imagen ataviada

5 En varios libros de la Biblia se hace mención a este proceso,

especialmente en el Cantar de los Cantares, que relata cómo la novia

debe ataviarse con mirro y otras especias para entrar en la recámara del

rey: «Toda tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha» (C.C

4:7).

frente a sus ojos, por eso escapa rápido, porque «[La

jabalina] huye en el bosque antes de ser sorprendida, del

mismo modo que la Cenicienta huye del palacio, a toda

velocidad, cuando el reloj da las doce campanadas,

temiendo que su hermoso traje se convierta otra vez en

´penitente saya`» (Peña Muñoz 2013).

Baile que se repite la noche siguiente, en el juego

barroco de perspectivas que Mistral decide conservar del

cuento de Perrault, y donde Cenicienta es una vez más

ataviada para encontrarse con su amado. Esta vez por su

madrina Resplandor, nombre que cambia para reforzar la

condición luminosa de su intervención. Este nuevo fulgor

ayudará a Cenicienta en el camino hacia este último

encuentro con la divinidad, donde vivirá un sueño “tan

perfecto como Dios”.

Sin embargo, una vez más se constituye como un

sujeto en fuga que, al toque del reloj, debe huir, pero esta

vez no sin dejar una huella, un rastro de sí que permita la

anagnórisis final: un zapato de cristal que se escapa de su

cuerpo (“su zapatito saltó”). En este sentido, como se

mencionó con anterioridad, la Encenizada aun no cumplía

con la penitencia, aun no se descubría bajo la ceniza, razón

por la cual el encantamiento se terminaba, porque para

conocerse, para entregarse, ella debía dar algo a cambio, y

esto es su propio cuerpo. El zapatito “más menudo/ que la

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ampolla de la sal” es un trozo metonímico de su

corporalidad, ya que al ser de cristal se confunde con el pie.

No es una prenda que se deja accidentalmente olvidada, es

una prenda que se entrega, que se enciende en el amor, al

igual que Ícaro cuyo cuerpo arde al entregarse a las llamas

del sol. Porque el fuego, ya se ha mencionado, es

purificador.

Cenicienta ha dejado atrás su pie de loto, prueba que

la ayudará a encontrar la verdad, la limpieza de su alma, la

revelación de su identidad. Muchas querrán suplantarla,

incluso en algunas versiones se mutilarán para calzar el

zapato, pero no podrán, pues la habitante de los fogones ha

dormido entre cenizas, ha llevado en su nombre y en su

cuerpo los restos de ese fuego extinguido y ha sido ayudada

por la madre tierra a recorrer el camino hacia la divinidad.

Camino que las ogresas no pueden recorrer, pues no

“escuchan el corazón”, no saben tejer la danza que

inútilmente Cenicienta trata de corregirles, no han habitado

el mundo con el cuerpo ardiendo en llamas.

Ahora está preparada para reclamar su prenda y

legitimar su identidad, es ella quien viene de la oscuridad

del fogón avanzando hacia la luz a ofrecer “su piececito de

almendra”, la elegida del príncipe. Ahora vuelve a calzarlo

y con esto sacude el hollín, porque tras la capa de polvo está

la belleza y el conocimiento. “María Cenicienta” ha salido

del pequeño cuarto de la cocina para entregar su alma al

“príncipe Sol”, porque Mistral canta al encuentro de dos

mundos.

En este sentido, como ya se ha demostrado en este

comentario, la poetisa construye un sujeto femenino infantil

periférico y carente: la huacha, que logra salir de esta

condición recorriendo el camino que deviene en el

encuentro con la masculinidad. Trayectoria íntima y

dolorosa que alcanza su propósito con la ayuda de la deidad

y la conexión con el origen: la ceniza y la Tierra. De esta

manera, y a modo de conclusión, esta versión del cuento

que nos da la poetisa chilena es un texto complejo, cargado

de matices y referencias bíblicas que nos conducen a

percibir el penitente camino de esta “hija de ninguna

madre,/ desnudita hija de Dios”, como una búsqueda de la

divinidad, búsqueda que da un propósito al ser humano y

sentido a la existencia.

12

BIBLIOGRAFÍA

Mistral, Gabriela. La Cenicienta. Con comentario crítico de

Manuel Peña Muñoz. Santiago, Chile: Amanuta,

2012. Impreso.

Peña Muñoz, Manuel. «Cuentos infantiles clásicos en

versiones poéticas de Gabriela Mistral: una lectura

interpretativa». Revista Cuatro Gatos, 2013. Digital.

http://www.cuatrogatos.org/show.php?item=542

Rojo, Grínor. Dirán que está en la gloria… Santiago, Chile:

Fondo de Cultura Económica, 1997. Impreso.

Taylor, Martin C. Sensibilidad religiosa de Gabriela

Mistral. Trad. Pilar García Noreña. Madrid, España:

Gredos, 1975. Impreso.

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N° 3 – AÑO 1 – MARZO 2015

DISCURSO Y EXPERIENCIA DEL “YO” EN LA

NARRATIVA ADOLESCENTE-JUVENIL

ACTUAL: AL SUR DE LA ALAMEDA. DIARIO

DE UNA TOMA, ESCRITO POR LOLA LARRA E

ILUSTRADO POR VICENTE REINAMONTES

LUZ SANTA MARÍA MUXICA

© MAGÍSTER EN LITERATURA

[email protected]

Al sur de la Alameda. Diario de una toma. Santiago, Chile:

Ekaré Sur, 2014. 288 páginas.

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DISCURSO Y EXPERIENCIA DEL “YO” EN LA

NARRATIVA ADOLESCENTE-JUVENIL ACTUAL: AL

SUR DE LA ALAMEDA. DIARIO DE UNA TOMA,

ESCRITO POR LOLA LARRA E ILUSTRADO POR

VICENTE REINAMONTES

RESUMEN

El presente comentario crítico aborda la novela gráfica Al

sur de la Alameda tomando en consideración los

mecanismos narratológicos y discursivos que permiten al

protagonista contar su experiencia y llevar a cabo un

proceso de cuestionamiento identitario mediante la escritura

de un diario. Como estudiante, perteneciente a una

comunidad, este se verá conminado a asentar su diferencia

en la igualdad de su grupo, al mismo tiempo que validar su

experiencia ante la mirada ética que proporciona el adulto,

si bien no en contraposición, privilegiando la singularidad

de esa experiencia como tal.

PALABRAS CLAVES: LITERATURA ADOLESCENTE-JUVENIL,

NOVELA GRÁFICA, VOZ ADOLESCENTE.

l sur de la Alameda. Diario de una toma (2014) es

una novela gráfica1

que habla de jóvenes al interior del

sistema: son estudiantes que están dentro de este en tanto

tienen acceso directo a los bienes culturales y de consumo

que ofrece la sociedad a la que pertenecen. El protagonista,

como representante de ese grupo, luego de un más o menos

complejo proceso de cuestionamiento, es capaz de

comunicar sus propias necesidades y expresar sus

sentimientos entre sus pares y a su comunidad, concluyendo

un proceso de autoconocimiento.

Nicolás tiene dieciséis años, está en tercero medio y

es estudiante de un colegio particular ubicado en Santiago

Centro, que por primera vez está en toma. Él es arquero y

forma parte del equipo de fútbol del colegio. Aunque no

suele participar en la vida política de la escuela ni es amigo

de los integrantes del Centro de Alumnos, el día que

1 Para aplicar esta categoría me baso en la definición que hace James

Bucky Carter y que cita Cecilia Silva-Díaz, especialmente la última de

sus ideas: «[…] arte narrativo secuencial que puede incluir una

colección antológica de tiras cómicas; una selección de tiras cómicas

que comprende una misma historia o historias relacionadas; o una

narrativa original que se sostiene por sí misma» (159). También me

acerco a los planteamientos que hacen Jake Jakaitis y James Wurtz en

su libro Crossing Boundaries in Graphic Narrative (2012), en el que, a

través de un detenido análisis de distintas obras visuales que cruzan

géneros, concluyen que la narrativa gráfica, gracias a la ampliación de

sus fronteras, ha permitido generar efectos políticos en su lectura.

A

15

comienza la toma se queda en el establecimiento, motivado

por Paula, una compañera que le gusta, y por otros motivos

que, al principio, ni él reconoce muy claramente.

Nadie entiende por qué Nicolás está en la toma, ya

que ninguno de sus amigos futbolistas se ha quedado. Entre

los presentes existe el prejuicio de que estos son

superficiales y que no tienen idea de política; Paula también

lo piensa, pero eso no le impide motivar a Nicolás a

quedarse el primer día de la toma. El total de estudiantes es

de treinta y cinco, la mayoría de tercero y cuarto medio y,

unos pocos, de primero medio. Valentín, presidente del

Centro de Alumnos, es el líder de la toma y, aunque antes le

parecía un sabelotodo y engreído, Nicolás empieza a

apreciarlo cada día un poco más por su conocimiento sobre

la educación chilena, su manera de expresarse y su sentido

de la democracia. Por el contrario, hay otros miembros del

Centro de Alumnos que solo adulan el poder que les da su

cargo y no buscan la integración entre los estudiantes.

Nicolás, en este contexto, a veces se siente un extraño: «En

esta toma todos parecen tener un título, un cargo y una

labor. Menos yo» (Larra y Reinamontes 92). No tiene claro

cuál es su verdadera filiación con la toma, pero el hecho es

que está ahí; lo que parecía un simple capricho amoroso,

empieza poco a poco a convertirse en un compromiso

mayor.

En realidad, ¿cuánto me importaba la protesta?

¿Qué tenía yo que ver con todo este lío? Nunca

me había leído la famosa LOCE2, la Ley de

Educación que todos querían echar abajo y que

era el blanco de todas las quejas. Sabía unas

cuantas cosas, escuchadas primero en las

comidas en mi casa y luego en las asambleas

del colegio […] Pero eso no significaba que no

me importara, como creía Paula, y que no me

parecieran completamente justas las peticiones.

Solo que, ¿hasta dónde llegaba mi compromiso?

Estos días eran los primeros de mi vida en los

que, supuestamente, estaba haciendo algo por

los demás (88-89).

2 Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, N 18.962, publicada en

1990. Las movilizaciones estudiantiles ocurridas en el año 2006, en las

que está basada esta novela gráfica, llevaron a la derogación de la

LOCE y, en su reemplazo, a la promulgación de la Ley General de

Educación, N 20.370, en el año 2009, tras dos años de estudios en el

Congreso Nacional. Los cambios que esta estipula son, básicamente,

tres: los establecimientos quedan inhabilitados para discriminar alumnos

por motivos económicos; la educación básica queda reducida a seis años

y la educación media sube a seis años; y aumentan los requisitos de los

establecimientos educacionales para obtener el reconocimiento oficial

del Estado. Las movilizaciones que llevaron a producir este cambio son

conocidas como la ‘Revolución de los Pingüinos’.

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En términos de su enunciación, la novela gráfica

cuenta con dos narradores que relatan desde diferentes focos

lo que va pasando en el colegio. Uno es Nicolás, quien, en

primera persona, escribe un diario con los acontecimientos

de la toma, desde el tercer al séptimo día, y cierra con un

epílogo escrito un año después, cuando encuentra el diario.

El segundo narrador es una testigo, la ex profesora Luisa

Garretón, a la que todos los alumnos conocen como “la loca

de los perros”. Vive en una antigua casa frente al colegio

con seis perros siberianos y casi nunca sale de ella. Con sus

binoculares, sigue de cerca los movimientos de los alumnos

y la vida que se lleva al interior de la toma; sabe que

Nicolás lleva un diario y su alumna favorita es Paula, a la

que todos llaman “la francesa”. El ejercicio de Luisa como

testigo es tan acucioso que la novela gráfica representa todo

lo que ella ve por sus binoculares a través de las

ilustraciones, cuyo poder representativo y enunciativo es

tremendamente rico.

Luisa no solo es importante en la historia en tanto

narradora sino también para lo enunciado. Gracias al Gordo

Mellado, miembro del Centro de Alumnos y mano derecha

de Valentín, Nicolás descubre un libro en el que aparece su

mamá, María José, ex alumna del mismo colegio, quien,

junto a dos compañeros, participó en las marchas

estudiantiles que se inician en 1985 con la toma del Liceo

12. Ellos tres son los únicos estudiantes del colegio de los

que se tiene conocimiento que hayan participado en

movimientos por la educación hasta el día de la actual toma,

hecho que se consideró como el primero de una historia de

distanciamiento del establecimiento de la esfera pública por

las autoridades del colegio y los mismos alumnos. En ese

libro, aparece una mención a la profesora Luisa Garretón,

que en esos años habría motivado a los estudiantes a

participar de las marchas y movimientos sociales. Sin

embargo, luego de la muerte de cuarenta y dos estudiantes

en el contexto de la toma de la Facultad de Medicina de la

Universidad de Chile, ocurrida en 1985, y la desaparición

de uno de los compañeros de María José, la profesora

Garretón es destituida de su cargo, quedando en el olvido

para la comunidad escolar tras todos estos años de ausencia.

Su aparición como testigo de la toma es decisiva en

tanto que será la encargada de prestar ayuda a los

estudiantes cuando son traicionados por Enei, un supuesto

alumno del Liceo de Aplicación que ha sido alojado en la

toma porque afuera estaba siendo atacado por Carabineros.

El día de la marcha nacional, cuando todos van a dejar el

establecimiento por unas horas para apoyar la causa

estudiantil, Enei los encierra a todos en el gimnasio, roba

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sus celulares e intenta destruir el equipamiento del colegio.

Por casualidad Nicolás está fuera del gimnasio y tiene que

enfrentar al alojado para ayudar a sus compañeros, lo que

no da resultado. Luisa se da cuenta rápidamente de lo

ocurrido y entra al colegio junto a sus perros. Enei se asusta

con la presencia de esta mujer, que de pronto manifiesta

mucha autoridad, y abandona el lugar.

Ese día, luego de la marcha nacional, los estudiantes

entregan el establecimiento y se acaba la toma. Hacia la

finalización de la misma, Nicolás empieza a comprender la

naturaleza de su compromiso. Tiene que ver con el sentido

de pertenencia, con sentirse parte de una colectividad de

pares motivados por un mismo móvil.

Reconozco que cuando me quedé lo hice sobre

todo por ti. Porque me desafiaste, porque me

gustabas y porque tenía curiosidad. Pero no es

por ti por lo que sigo aquí. En estos días me he

dado cuenta. No soy como tú. No puedo vociferar

que estoy comprometido y que creo en todo lo

que hablamos en las asambleas. Pero ya estoy

dentro, ya estoy involucrado. Es algo extraño, no

puedo explicarlo bien, pero me emociona pensar

que ahora mismo hay muchos otros como

nosotros, en sus colegios y liceos, encerrados

algunos días, marchando otros, reclamando

atención sobre la pésima educación que recibe la

mayoría, y que nosotros aquí, aunque no estamos

mal, solidaricemos con ellos […] Eso me

compromete (227-228).

En el epílogo Nicolás evalúa la toma como un

acontecimiento que lo cambió aunque solo durase siete días.

El sentido de pertenencia que experimenta dentro de ella lo

vuelve más seguro de sí mismo y dueño del espacio que

habita, de la ciudad.

Yo, en cambio, siento que la ciudad es cada vez

más mía. Me gustan sus calles sucias, las paredes

grafiteadas, los parques tranquilos. Me gusta

caminar por el centro y vagar por las viejas

galerías en busca de cómics. Me gusta acercarme

por las tardes al río, que corre marrón y a veces

apestoso, y desde allí ver aparecer a lo lejos la

cordillera, esa visión de la montaña nevada,

brumosa y lejana, como si allá arriba aguardara

un reino mágico y perdido, inalcanzable […]

Siete días pueden cambiarte (282-283).

18

La valoración que tiene de sí mismo y de sus gustos

también cambia. Si antes se avergonzaba de ser lector de

cómics y novelas negras –no como Paula, que lee la poesía

de Paul Eluard–, ahora se siente orgulloso de decir a todas

voces el gusto que le da buscar cómics por el centro de

Santiago. Nicolás asume su diferencia frente a Paula, que

ahora es su polola, y frente al resto de los integrantes de la

toma, permitiéndose su validación como individuo, ni

inferior ni superior que los demás. Desde ahí, desde este

nuevo lugar, se da cuenta de que su diferencia es tan igual a

la de otros, como Valentín, que también resulta ser un gran

lector de novelas negras, y esta complicidad los une.

Paula, “la francesa”, es un personaje importante en

la novela gráfica. Es la amada que en el cuento tradicional

mueve al héroe a sus aventuras para salvarla de algún

peligro. Solo que en este caso no lo hay. Paula es mitad

chilena y mitad francesa y llegó hace poco al colegio desde

Francia. Ella trae consigo la experiencia viviente de una

educación gratuita, de calidad, inclusiva; esto la convierte

en una estudiante privilegiada, que es fruto y símbolo del

tipo de educación por el que se está luchando. Es vocera del

Centro de Alumnos y es la favorita de la testigo Luisa

Garretón, impulsora de los movimientos sociales y

educacionales. Nicolás se siente entre atraído y perturbado

por la estampa temeraria de ella quien parece nunca tener

miedo. Sabemos desde el comienzo del texto gracias al

narrador de la ilustración, que Paula lleva en su bolso un

libro de Paul Eluard, el cual es su única lectura durante esos

días. Un día, invita a Nicolás a leer el poema “Toque de

queda”, que dice así:

Qué íbamos a hacer, la puerta estaba bajo guardia

Qué íbamos a hacer, estábamos encerrados

Qué íbamos a hacer, la calle habían cercado

Qué íbamos a hacer, la ciudad estaba bajo custodia

Qué íbamos a hacer, ella estaba hambrienta

Qué íbamos a hacer, estábamos desarmados

Qué íbamos a hacer, al caer la noche desierta

Qué íbamos a hacer, teníamos que amarnos (158).

La lectura de este poema da comienzo al romance

entre Paula y Nicolás y, al mismo tiempo, los posiciona en

el lugar del encierro y de la indefensión, el que justifica su

raro encuentro, plagado de prejuicios del uno contra el otro.

Al mismo tiempo, sella el vínculo poético que se establece

entre ambos personajes desde el primer día de la toma, a

través de las metáforas futbolísticas. Para retener a Nicolás

en la toma, Paula le dice que «no siempre se puede ver la

vida desde la seguridad del arco» (30). Como era de esperar,

19

Nicolás reacciona instantáneamente, y de ahí en adelante el

lenguaje que usarán entre ellos y con el resto de los

estudiantes será siempre en base a metáforas futbolísticas.

Asimismo, Nicolás se explica ciertas cosas desde su afición

al fútbol, como su exclusiva atención en Paula: «Porque en

la toma ella era mi foco, igual que la pelota en un partido»

(152).

Al sur de la Alameda es una novela gráfica que

sienta un precedente cultural sobre la problemática

educacional en Chile. Confirma la precariedad de la

educación chilena y la demanda que los estudiantes están

haciendo no solo ahora, sino desde hace treinta años, por

una educación de calidad. Esto le confiere indudablemente

valor histórico, ya que legitima una verdad y un hecho

social que ha estado invisibilizado culturalmente en nuestro

país. La duplicidad de narradores, uno adolescente y otro

adulto, entrega a la novela una doble perspectiva sobre los

hechos, lo que de alguna manera los valida socialmente y

además los relaciona con los hechos ocurridos en el pasado,

en la década de los ochenta.

La postura ideológica que prevalece en el texto es de

tinte socialista y apela al Estado de bienestar propio de los

países europeos. El personaje de “la francesa” contribuye a

elaborar este discurso, en tanto ella tiene credibilidad, su

experiencia la valida entre sus pares y proviene de un país

en que la educación pública y de calidad tiene una larga

tradición. Es como si hubiera un consenso en el texto acerca

del tipo de educación que se anhela, ya que no se discuten

los valores que están detrás. En cambio, sí se juzga el mal

uso del poder, como el que hace Flavia Correa del Centro de

Alumnos cuando quiere quitarle la presidencia a Valentín o

cuando no quiere que entren a la toma los amigos futbolistas

de Nicolás y por eso inventa que estaban volados.

Como dijimos anteriormente, esta es una novela

gráfica, y esto la vuelve un objeto más complejo, ya que

utiliza un lenguaje literario al mismo tiempo que un

lenguaje artístico o gráfico. Si bien se complementan y

funcionan el uno junto con el otro, hay una buena parte de

la historia que se narra a través de la ilustración y esto

complejiza su lectura netamente literaria. Solo combinando

los colores negro, blanco, azul y rojo, las ilustraciones

adquieren un gran poder narrativo, ya que, como si fueran

tomas de una cámara, muestran el escenario de la escuela,

todo lo que Nicolás no escribe en su diario, ya sea por

privacidad o por indiferencia. La representación gráfica de

ese escenario nos sirve para llenar vacíos del texto, sin por

eso quitarle espesor a la historia escrita, ya que, por el

contrario, la alimenta y enriquece: anticipa algunos hechos,

20

como la intervención de Luisa en el rescate de los alumnos

cuando son encerrados por Enei; o hace cómplice al lector

de ciertas sospechas que los personajes no tienen, como la

actitud de Enei en la toma, un vigilante anónimo al que se le

cree todo lo que dice y que cada vez tiene más influencia en

las decisiones de la toma, pero cuya representación gráfica

es de ocultamiento de la verdad.

Es imposible no relacionar este doble lenguaje con la

polifonía3 narratológica del texto. Decíamos que un

narrador es Nicolás, quien escribe un diario de la toma, y el

otro es Luisa, testigo que, desde su casa, ve todo lo que

acontece en el colegio. Ambos personajes aportan un punto

de vista diferente, subjetivo: uno se plasma en la escritura y

otro en la imagen; uno se basa en la experiencia propia y

otro en la experiencia ajena. Sin embargo, cada uno es, a la

vez, participante y observador de esa experiencia. Nicolás,

para la mayoría de los alumnos de la toma, es un paseante,

un flaneur, que observa más que participa en las decisiones

y quehaceres de la toma. Pero él sí participa, solo que a su

manera, buscando su propio lugar en esta micro sociedad.

Luisa, quien en un comienzo solo observa, de pura

curiosidad, cual voyeur, termina participando por

3 Considero los postulados de Mike Cadden sobre la polifonía e ironía

bajtiniana, que son igualmente elocuentes a los que encontramos, por

ejemplo, en Problemas de la poética de Dostoievski.

responsabilidad, porque es la única persona externa a la

toma que tiene conocimiento de lo que está ocurriendo en el

colegio.

Al mismo tiempo, la diferencia etaria de los

narradores habla de dos puntos de vista: adolescente y

adulto. No es casual que el único testigo sea un adulto, ex

docente, en cuyo pasado haya estado envuelto en los

movimientos sociales de la época y que actualmente viva su

tercera edad encerrada en una antigua casa con seis perros

de únicos acompañantes. Es “la loca de los perros”, una

mujer que ha roto con el sistema por desconfianza y

desesperanza de ver verdaderas transformaciones luego de

tanto tiempo. Por eso, lo que ella ve en la toma es también

esperanza en esta nueva generación, atisba la posibilidad de

un cambio social, y esta credibilidad se manifiesta en el

foco de sus binoculares, en el blanco, azul y rojo de las

imágenes, colores del nuevo Chile y de Francia, y en dejar

la comodidad del voyeur para ir a prestar su ayuda a los

estudiantes. En esta polifonía se manifiesta una dialéctica

entre adulto y adolescente que está presente en muchos

textos del campo literario adolescente-juvenil, en la cual el

primero actúa según su configuración ética y el segundo,

según lo que dicta su experiencia, promoviendo en muchos

casos una negociación entre el deber y el hacer que es

21

crucial para el proceso de cambio que vivencia el joven en

el mundo narrativo.

Asistimos a esta negociación en diferentes niveles

del texto, desde su formato hasta su entramado temático. La

capacidad del narrador testigo de verlo todo habla de una

superioridad cognoscitiva que no precisa de palabras, sino

tan solo de imágenes que permiten representar esa visión

panorámica y al mismo tiempo focalizada; Nicolás, por su

parte, escribe un diario, la forma narrativa más personal e

íntima que encontramos, y que además relata

cronológicamente las experiencias del sujeto que escribe.

No por nada los géneros referenciales –como el diario– se

han considerado “menores” en la historia de la crítica

literaria; esa inferioridad textual, que podría deberse a su

subjetividad, marcaría la verticalidad en la relación adulto y

adolescente en la novela gráfica. Al mismo tiempo, a nivel

del enunciado, Luisa configura su ética a través del pasado,

de la reflexión acerca de los hechos ocurridos

anteriormente, y de los cuales se ha aprendido una lección.

Eso la hace poseer una conciencia más profunda del

presente de los jóvenes que están viviendo la movilización

por vez primera, resultando en cuerpos entregados a la

experiencia del presente. Esa es la voz que Nicolás

representa como narrador del diario.

En este sentido, y volviendo al texto que nos

convoca, se desdibuja en la novela gráfica la asociación del

lector implícito con un lector real adolescente-joven. Las

características concretas de este lector –que sería principal

receptor de esta obra por su tipo de edición, premios y

crítica– no serían exclusivas del lector implícito, figura que,

como dice Jauss (1987), necesariamente se distancia de la

de un lector histórico o explícito. La narración simultánea

de Luisa, la referencia a los movimientos de los años 80, la

aparición de María José, mamá de Nicolás, en los libros

escondidos del Gordo Mellado, entre otros, funcionan como

guiños a un lector adulto, tal vez vinculado con la educación

y con los acontecimientos sociales ocurridos durante la

dictadura de Pinochet. Siguiendo lo postulado por Jauss, el

texto apela a la libertad estética de distintos lectores

históricos y, por esto, tendría pretensión de universalidad

(78), lo que lo convertiría en un buen texto.

Considero que Al sur de la Alameda es un texto

valioso porque me interpela como lectora, porque me hizo

caer en la trampa y no soltar el libro hasta terminarlo,

porque les creo a ambos narradores, porque no excede en el

uso de recursos narrativos, porque tiene un buen ritmo y sus

referencias no se quedan en la temporalidad del lector

histórico juvenil. Además, aunque esto podría ser discutido

22

más extensamente, considero que esta obra nos habla de

quiénes son los jóvenes de hoy en Chile. Sin tener por qué

ser idéntica a la realidad, la representación es la de

adolescentes y jóvenes con un alto compromiso social y

conciencia por las carencias de otros. Buscan ser

escuchados y sacrifican su enseñanza por promover

cambios a largo plazo, de los que definitivamente ellos

mismos no vivirán los frutos. Me parece que el intento por

representar literariamente esta cara de la juventud, que en

nuestro país ha pasado a ser, en los últimos años, un aspecto

definitorio de nuestra identidad para el resto del mundo, es

una jugada estética y también política. Es la promoción de

una diferencia en el campo literario juvenil y, por esto, a mi

parecer, ya es indesmentible su valor.

BIBLIOGRAFÍA

Cadden, Mike. «The Irony of Narration in the Young Adult

Novel». Children’s Literature Association Quarterly

25. 3 (Fall 2000): 146-154. Digital.

http://www.longwood.edu/staff/miskecjm/irony.pdf

Jauss, Hans Robert. «El lector como instancia de una nueva

historia de la literatura». Mayoral, José Antonio (ed.).

Estética de la recepción. Trad. José Antonio Mayoral.

Madrid, España: Arco Libros, 1987. 59-86. Impreso.

Larra, Lola. Al sur de la Alameda. Diario de una toma. Ilus.

Vicente Reinamontes. Santiago, Chile: Ekaré Sur,

2014. Impreso.

Silva-Díaz, Cecilia. «Entre el texto y la imagen: álbumes y

otros libros ilustrados». Colomer, Teresa (ed.).

Lecturas adolescentes. Barcelona, España: GRAÓ,

2009. 151-168. Impreso.

23

CARLA SILVA CONTRERAS

Licenciada en Letras mención Literatura y profesora de

Lenguaje y Comunicación en Enseñanza Media de la

Universidad Andrés Bello. En la actualidad, es alumna del

Magíster en Género y Cultura mención Humanidades de la

Universidad de Chile y se desempeña como docente en el

Instituto Profesional AIEP. La línea de investigación en la

que se especializa es la literatura infantil desde una

perspectiva de género. Además, forma parte de un grupo de

investigación que estudia la producción literaria destinada a

la infancia.

LUZ SANTA MARÍA MUXICA

Licenciada en Letras Hispánicas y Diplomada en Políticas

Públicas por la Universidad Católica de Chile, Profesora

de Literatura y Lengua por la Universidad Gabriela Mistral.

Actualmente es candidata a Magíster en Literatura en la

Universidad de Chile, donde se ha especializado en el área

de literatura adolescente-juvenil con su tesis “La discusión

sobre el valor literario en la narrativa juvenil actual: una

mirada política”. Además, colabora de forma independiente

en proyectos educativos, de fomento lector, de desarrollo de

bibliotecas y de literatura infantil y juvenil con diversas

instituciones.

PERFILES COLABORADORES-AS

UMBRAL

N° 3 – AÑO 1 – MARZO 2015

24

Umbral –de publicación mensual– es una colección de propuestas críticas en torno a textos narrativos, poéticos u otros,

tanto chilenos como latinoamericanos, que han sido destinados para niños-as, adolescentes y jóvenes. Nuestra finalidad

con esta publicación es crear una instancia de reflexión y diálogo multidisciplinario, abierto tanto a la comunidad

académica como al público en general.